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Ilse Gröll
María Emilia Montes Rodríguez
Ruth Pappenheim Murcia
Compilador
Daniel Aguirre Licht
ISBN 978-958-695-426-6
© Ilse Gröl, Daniel Aguirre Lischt, Ruth Pappenheim Murcia, María Emilia Montes Rodríguez
© Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, Centro de
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ISBN: 978-958-695-426-6
Fotografía de cubierta: Gramática Lengua General_Ecce Homo y Gramática Muisca Villa de Leyva de
Mónica Friedmann Pappenheim
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registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin
el permiso previo por escrito de la editorial.
1. Introducción................................................................................... 15
2. Panorama lingüístico de Colombia................................................ 21
. 2.1 Diversidad lingüística................................................................................. 21
. 2.2 El español como lengua dominante y sus variedades................................ 21
2.2.1 Clasificación regional...................................................................... 22
2.2.2 Variedades sociolingüísticas........................................................... 22
2.2.3 La Academia Colombiana de la Lengua y el Instituto Caro y
Cuervo......................................................................................................... 22
. 2.3 Las lenguas indígenas y sus variedades..................................................... 23
2.3.1 Su localización y clasificación en familias lingüísticas.................. 23
2.3.2 Demografía lingüística en censos y estadísticas poblacionales..... 25
2.3.3 Aspectos sociolingüísticos.............................................................. 26
2.3.4 Condiciones sociolingüísticas de las lenguas a la luz de algunos
ejemplos: Cauca, Sierra Nevada de Santa Marta y La Guajira................... 27
. 2.3.4.1 Cauca: nasa yuwe (paeces)............................................. 27
. 2.3.4.2 La Sierra Nevada de Santa Marta: ika, kággaba, damana.. 30
. 2.3.4.3 La Guajira: wayuunaiki................................................. 34
. 2.4 Lenguas criollas.......................................................................................... 37
2.4.1 Lenguas africanas en la época de la Colonia.................................. 37
2.4.2 Lenguas criollas: el bendé y el palenquero..................................... 37
1. Introducción................................................................................... 119
2. Contexto sociolingüístico. ............................................................ 120
3. Las acciones sobre las lenguas en un Estado que cambia............ 124
4. Educación bilingüe e intercultural (EBI). Etnoeducación. ........ 127
5. Estándares y equidad; eficiencia y globalización......................... 130
6. Un logro problemático: formación, titulación y contratación
de docentes de minorías étnicas.................................................... 134
7. Una discusión sin soluciones: evaluación....................................... 136
8. Perspectivas ................................................................................... 137
Bibliografía........................................................................................... 138
Colombia en particular, adonde volvió dos veces más. De la entonces nueva Cons-
titución colombiana se ocupó después, descubriendo que el tema de las lenguas y
de los pueblos amerindios es de gran importancia para entender el país en su con-
junto; por lo tanto, decidió dedicarse al tema lingüístico en más detalle y escribió
su trabajo de licenciatura en el Departamento de Lenguas Románicas, sobre la
relevancia de las lenguas autóctonas en la actual Constitución colombiana. Des-
de entonces ha seguido observando los desarrollos lingüísticos en Colombia con
mucho interés.
Es de un gran valor académico presentar este texto a la sociedad hispa-
nohablante, así sea cinco años después de su publicación en alemán, porque se
constituye en un testimonio fiel de la visión que se tenía para finales del siglo
pasado sobre las lenguas indígenas y criollas, tanto desde el interior como des-
de el exterior del país, y de la visión que tuvo esta lingüista austriaca sobre su
situación y la de sus hablantes, a partir del estudio que realizó sobre los mis-
mos en un lapso no menor de cuatro años, que le permitió conocer de cerca
esta situación e interesarse por ella a través de su propia investigación y de una
consulta acuciosa de bibliografía, en especial sobre la visión de otros lingüistas
europeos, que en el momento estaban también interesados en este verdadero
patrimonio inmaterial del país, pocas veces –y mal– reconocido por el resto de
la sociedad nacional.
Este texto es también una reflexión sobre las luchas de los aborígenes ame-
ricanos y descendientes de africanos en el país, aguerridos pero ignorados co-
lombianos, sobre sus luchas por el reconocimiento y participación en los destinos
de sus sociedades y, por qué no, de la misma sociedad nacional en su conjunto,
empecinada en desconocer que elementos autóctonos habían permanecido, en
ocasiones casi intactos, al interior de las comunidades indígenas y afrocolombia-
nas, compartiendo el territorio nacional al lado de la inmensa población que fue
creciendo fuera de sus territorios, elementos autóctonos que deben ser conocidos
y estudiados por ellos mismos para entender su presente y poder preparar su futu-
ro, y por nosotros para igual fin. Por esto nos dice Ruth Pappenheim en el prólogo
al texto de esta lingüista austriaca: “Es sólo a través de una comprensión de las
fuerzas históricas y sociales desde el pasado hasta el presente que se pueden lle-
gar a asumir criterios claros acerca de la evolución de las culturas minoritarias,
para así poder definir derroteros precisos para su fortalecimiento y su desarrollo”.
(p. 9)
La segunda parte de este libro se complementa con un crítico texto de la
etnolingüista María Emilia Montes Rodríguez, egresada de la primera promo-
ción de la Maestría en Etnolingüística, del Departamento de Antropología de la
Universidad de los Andes, en el año 1986, con el cual, bajo el título “Tendencias
En México:
• Esteban Krotz, antropólogo de la Universidad Nacional Autónoma de
México y la Universidad Nacional Autónoma de Yucatán, con sus aportes
en estudios de la sociedad, la cultura y la política.
En Europa:
• Georg Kremnitz, Universidad de Viena, especialista en sociología de la
comunicación, con énfasis en las lenguas románicas, en sociolingüística y la
sociología de las lenguas minoritarias y plurilingüismo, entre otros.
• Klaus Zimmermann, Universidad de Bremen, especialista en contacto de
lenguas e interculturalidad, en lo que respecta al español y las lenguas ame-
rindias.
• Wolfgang Dressler, Universidad de Viena, con escritos relacionados con el
desplazamiento y la extinción de las lenguas.
• Peter H. Nelde, de la Universidad Católica de Bruselas, fundador de la
lingüística de contacto y especialista en multilingüismo, identidad, intercul-
turalidad y planeación lingüística.
• Rudolf de Cillia, Universidad de Viena, con sus aportes en los campos
de migración, bilingüismo y políticas lingüísticas.
de las dos variedades criollas del país: el palenquero de San Basilio y el bendé de
San Andrés y Providencia.
A la luz del ejemplo de las variedades del tukano en el Vaupés, Ilse Gröll
pone en evidencia la perentoriedad de la revitalización lingüística para la preser-
vación de la identidad étnica. Al dibujar la situación actual de las lenguas minori-
tarias, la autora analiza las implicaciones de su reconocimiento en la Constitución
de 1991 y hace referencia a diversos esfuerzos institucionales en pro del indige-
nismo y del criollismo. Este análisis pone al descubierto la desventaja en que se
encuentran las lenguas criollas en cuanto a los esfuerzos por su reivindicación. El
trabajo concluye con la consideración de las tareas inherentes al reconocimiento
oficial de las lenguas autóctonas: su normatización, la divulgación de su escritu-
ra, la etnoeducación y la creación de espacios en los medios para la comunicación
en dichas lenguas.
El escrutinio histórico y sociolingüístico de Ilse Gröll es complementado en
la segunda parte de este volumen con un análisis crítico de la lingüista colombia-
na María Emilia Montes, quien, además de sus numerosos aportes científicos so-
bre varias lenguas colombianas, cuenta con una rica experiencia en la convivencia
con comunidades indígenas y en la formación de docentes indígenas. Esta sección
constituye una visión crítica de la situación actual de las lenguas minoritarias en
Colombia, de la cual se evidencia la desventaja social en que se encuentran los
grupos étnicos, pese a los esfuerzos que han llevado al reconocimiento de las
lenguas indígenas y criollas en la actual Constitución Nacional.
Tras exponer los factores sociolingüísticos que han generado el debilita-
miento de las lenguas minoritarias, María Emilia Montes presenta una crítica a
la limitada acción del Estado y demuestra, a la luz de un ejemplo específico, la
serie de dificultades que afronta una comunidad local en su lucha por revitalizar
su lengua. El análisis de la etnoeducación, eje central de la acción del Estado
para materializar la legitimización constitucional de las lenguas, demuestra la
desigualdad social en que se encuentra la educación para indígenas y, a la vez,
expone la problemática alrededor de la formación de docentes indígenas.
Sin embargo, la visión crítica de María Emilia Montes no es del todo pesi-
mista. La autora concluye que “constatar el panorama problemático no implica
asumir actitudes de renuncia”. Reconoce el valor de esfuerzos políticos y acadé-
micos que se han venido realizando y recalca la importancia de la labor local y la
reconstrucción de acuerdos básicos para la revitalización de culturas indígenas,
afrocolombianas y raizales.
A lo largo de los escritos de Gröll y de Montes se apunta hacia una tarea
quijotesca: tras la larga historia de implantación del español como única lengua
Ilse Gröll
¿Cómo concebir a los americanos, a los aborígenes americanos? ¿Se deberían esta-
blecer los límites entre éstos y los colonos europeos no en 1492 sino en 1692 o tal vez
1962? Pues a las raíces indígenas se suman los negros y mulatos, quienes hoy en día
imprimen igualmente su idiosincrasia tanto en el Caribe como en vastas regiones de
América Central, Venezuela, Colombia y Brasil. (Krotz 1993a: 22)
El debate académico y político en torno a quiénes son los indios arranca desde el
inicio de la dominación europea, cuando se discutió con toda la profundidad que el
tema merece si los aborígenes del “Nuevo Mundo” eran en verdad seres humanos o
carecían de alma cristianizable. Y la discusión se ha prolongado hasta nuestros días
si bien ya no en torno al alma y la humanidad de los indios; ahora el problema es su
definición en términos científicos y políticos [...] (Bonfil Batalla 1988: 19)
En cuanto a los términos utilizados en este libro, optamos por usar la expre-
sión ‘autóctono’ como término superpuesto que abarca los vocablos ‘amerindio’,
‘indígena’ o ‘aborigen’, por un lado, y ‘afrocolombiano’, por el otro, ya que consi-
deramos la cultura afrocolombiana como un fenómeno propio de Colombia.
Mientras que en el caso de los indígenas el criterio para la pertenencia a un
grupo étnico es ante todo un conjunto de rasgos culturales relativamente fáciles de
delimitar, en el caso de las negritudes el criterio prevaleciente son las inconfun-
dibles marcas fenotípicas (Wade 1997a: 37). Mi interés por este tema es resultado
de mis experiencias personales acumuladas en varias estadías en Colombia. Este
estudio se basa en numerosas interpretaciones de desarrollos históricos, étnicos,
políticos, sociolingüísticos, y de políticas lingüísticas en Colombia. Incluimos
una información parcial sobre los últimos desarrollos, tomada de internet, cuyas
fuentes se mencionan al final de la bibliografía.
Para iniciar el presente análisis de los desarrollos en cuanto a políticas lin-
güísticas en Colombia se refiere, es necesario partir de un panorama general del
mapa lingüístico en Colombia, y de una serie de aspectos sociolingüísticos en
conexión con la diversidad lingüística. Es una característica particular de Colom-
bia el elevado número de lenguas (se calcula que son aproximadamente setenta),
siendo el número de hablantes de estas lenguas extremadamente reducido. Cada
una de las dos lenguas minoritarias más propagadas cuenta con unos 120.000
hablantes, mientras que las otras lenguas son habladas por unos miles o cientos
de personas, algunas de ellas aun por menos de cincuenta usuarios. Incluso unas
pocas lenguas no llegan ni siquiera a tener diez hablantes. Se trata, pues de un
panorama lingüístico que claramente tiende a la extinción lingüística, teniendo
especialmente en cuenta que la reducción del número de hablantes se debe a va-
rios factores sociales:
Cada vez menos indios desean ser señalados como tales, por lo cual niegan su len-
gua, sus conocimientos, su origen y sus predilecciones y cambian sus nombres y sus
costumbres religiosas. Un resultado de esta situación son las diferencias extremas
al estimar el porcentaje de la población indígena en la demografía del país. (Krotz
1993a: 24)
(L)a lengua propia es, desde luego, un elemento de gran importancia, pero de ninguna
manera sirve como un criterio absoluto y menos aún en el contexto de la situación
colonial en la cual su uso está prohibido o estigmatizado, lo cual lleva no sólo a ocultar
que se la habla sino incluso a esforzarse por abandonarla realmente, sin que esto sig-
nifique en forma necesaria la pérdida de la identidad étnica. Así como hay tendencias
‘idiomicidas’ hay también procesos de recuperación y revitalización lingüística, como
los que viven actualmente muchas minorías. (Bonfil Batalla 1988: 21)
[...] los grupos negros, que pese a haber reclamado formalmente durante más de 20
años, en el nivel nacional e internacional, el fin del trato discriminatorio hacia su
historia africana y su diáspora americana, su cultura y aporte socioeconómico en la
construcción del país y en los campos de la educación y de la divulgación académica
y pública, no han logrado apoyos institucionales comparables con los del grupo indí-
gena. (De Friedemann 1993: 141)
tan con una organización propia o un apoyo de otros países en la lucha por sus
reivindicaciones (Kremnitz 1990: 93).
Cabe mencionar, igualmente, que aquellos autores que se dedican exclusiva-
mente al indigenismo encuentran más positiva la Constitución del 91 que aquellos
que se ocupan de la situación de las minorías étnicas en general en Colombia,
especialmente aquellos que se dedican a la situación de las negritudes. Por muy
optimista que resulte la perspectiva de una constitución que contemple los dere-
chos de las minorías étnicas, no sólo los derechos lingüísticos, y que incluya una
serie de derechos especiales, sigue siendo clave resaltar que en ella se hace men-
ción casi exclusivamente de las minorías indígenas. Otras minorías, en especial
la población de los descendientes de los esclavos, sólo encuentran marginalmente
cabida en ella, a pesar de tener un peso demográfico mucho mayor que la pobla-
ción indígena.
La Constitución proporciona un marco para futuros desarrollos. Para su ma-
terialización es preciso dar una serie de pasos:
En términos generales, se estima que hay algo más de 500.000 hablantes de len-
guas indígenas en el país, en número muy diverso. Las cifras más altas correspon-
den a los hablantes del wayuunaiki, en la península de La Guajira, con 120.000
hablantes, y a los hablantes del nasa yuwe, en la cordillera andina, departamento
del Cauca, con 140.000 hablantes (Petersen de Piñeros 1997: 420).
La actual representación demográfica de la mayoría de las comunidades in-
dígenas en Colombia es bastante reducida, ya que 75% de los grupos aborígenes
cuentan con menos de 10.000 miembros. (Landaburu 1988: 165). Casos extremos
son aquellos que a finales del siglo XX no contaban con más de 20 hablantes de
la lengua, como las lenguas tinigua (2), okaina (5), y pisamira (8) (Petersen de
Piñeros 1997: 420).
El número de integrantes de las diferentes comunidades indígenas en terri-
torio colombiano oscila, en la mayoría de los casos, entre los cientos y los miles.
Las estadísticas varían considerablemente, debido a que la recolección de datos
sobre la cantidad de hablantes de las distintas lenguas depende en gran medida de
los intereses de quienes hacen esta investigación y sus criterios acerca de lo que
es un hablante de una lengua.
[...] Colombia es uno de los escasos estados multilingües en que los censos de po-
blación no contienen la menor referencia a la lengua que hablan sus administrados.
(Trillos Amaya 1997: 232)
Es de notar que en la actualidad existen pocas regiones colombianas con minorías lin-
güísticas y culturales monolingües, debido a que el inexorable avance de la sociedad
nacional no les deja la posibilidad de seguir viviendo aislados y en las condiciones por
ellos deseadas. (Trillos Amaya 1997: 221)
Territorio
Situación sociolingüística
Español
Comunidad Sólo español Sólo nasa yuwe
y nasa yuwe
Morales 65% 27% 6%
Totoró 88% 6% 7%
Páez 29% 47% 23%
Así, una encuesta realizada en 1990 (Pachón y Correa 1997: 286ss) a 50 per-
sonas provenientes de Tierradentro, la región de origen de los paeces, demuestra
una clara tendencia hacia el bilingüismo.
La siguiente tabla ilustra los resultados de dicho estudio:
Páez
Generación Sólo páez Sólo español
y español
Abuelos 40 1 6
Padres 25 8 17
Encuestados 5 15 30
[A] medida que la familia se organiza según el tipo de Familia Nuclear Restringida, de
la cual queda excluida la presencia de los abuelos, el dominio de la lengua páez tiene
menos vigencia dentro de los miembros que componen la familia. (Pachón y Correa
1997: 288)
Además, quienes más hablan la lengua en el seno familiar son los padres.
Dado que la madre es la persona más directamente encargada de la socialización
de los hijos, en familias en donde sólo el padre habla nasa yuwe el peligro de des-
aparición de la lengua es mayor (Pachón y Correa 1997: 288ss).
Además de este desplazamiento de la lengua autóctona generado por un cam-
bio en la estructura familiar, el sistema escolar colombiano también ha contribuido
a la pérdida del nasa yuwe. Se creía que esta lengua no era civilizada y, por ende,
no era apropiada para transmitir contenidos prácticos ni materias complejas. A
esto se suma la formación pedagógica de los maestros, su proceder autoritario y
su ideología cristiana.
[...] sabemos que un número muy alto de indígenas de esta región aprendió el español
en la escuela. Pero fue allí también, donde aprendieron a avergonzarse y a odiar su
lengua étnica. (Pachón y Correa 1997: 195)
pero también las leyendas del Dorado, así como la bonanza del café y la caña
de azúcar motivaron la migración hacia esta zona desde diversos rincones del
país. Especialmente atractivos para los colonos eran los territorios baldíos. Las
relaciones interétnicas, por medio de las cuales se legitimaba la propiedad de las
tierras, fueron una base para la estabilidad social. En este tipo de matrimonios,
generalmente constituido por un hombre blanco y una mujer indígena, los hijos se
han identificado primordialmente con la lengua y cultura del padre, restando im-
portancia a las raíces de la madre: se despreciaba a las mujeres que se esforzaban
por impartir a sus hijos su lengua y cultura.
El caso opuesto, es decir, los matrimonios integrados por mestizos casados
con mujeres indígenas que conjuntamente cultiven la tierra y tengan hijos y se
identifiquen como paeces y hablen la lengua, es la excepción (Pachón y Correa
1997: 297ss).
Las dificultades en el mercado de trabajo en un resguardo son otra de las
causas del desplazamiento de la lengua aborigen, ya que ello induce a la búsqueda
de trabajo en otras regiones, lo cual implica un mayor uso del español. Para las
mujeres trabajadoras la situación es aún más precaria, ya que en la mayoría de los
casos se desempeñan como empleadas del servicio en familias hispanohablantes.
Al regresar al resguardo, el conocimiento que han adquirido del español les da
prestigio, mientras que se genera un desprecio por la cultura y la lengua autócto-
nas. Los paeces con frecuencia envían a sus hijos a vivir con familias blancas para
que aprendan el español. Otra causa similar del desplazamiento lingüístico es el
comercio, puesto que en este ámbito el español es utilizado como lengua franca
para el intercambio con blancos y mestizos (Pachón y Correa 1997: 298-301).
Situación sociolingüística
Hoy en día existen cinco tipos de bilingüismo dentro de los habitantes aborígenes
de la Sierra Nevada de Santa Marta: hablantes monolingües del español, ubicados
en las regiones cercanas a los asentamientos de blancos y mestizos; hablantes
bilingües con un mayor dominio del español que de la lengua indígena; hablantes
bilingües con un mayor dominio de la lengua indígena que del español; indivi-
duos con un bilingüismo equilibrado entre la lengua indígena y el español, y ha-
blantes multilingües que dominan tanto el español como varias lenguas indígenas
(Trillos Amaya 1997: 226).
En efecto, ellas confrontan dos universos semánticos subyacentes en una relación con-
currente, que afecta a los locutores/alumnos y su medio social. Vistas de esta forma
las cosas, las lenguas de la escuela oscilan en la actualidad entre dos estatus: la ense-
ñanza de las lenguas (español/lengua materna) y la lengua de enseñanza (el español).
(Trillos Amaya 1997: 231)
Aspectos sociolingüísticos
tarea de analizar las situaciones de contacto lingüístico entre los mismos (Pérez
van Leenden 1997: 197).
Sin embargo, los fenómenos de conflicto lingüístico entre la lengua de los
conquistadores y los aborígenes han sido visibles desde un comienzo, en especial
en lo que respecta al estatus de las lenguas: el español era la lengua de poder, la
lengua oficial, la lengua de la administración pública y la educación formal, así
como el medio de comunicación para la evangelización. En cambio, la presencia
del wayuunaiki se ha restringido a los ámbitos de la cotidianidad y de la familia,
estableciéndose así una situación de distribución diglósica presente aún hasta la
segunda mitad del siglo XX:
La relación de los guajiros con los conquistadores fue durante varios siglos de
enemistad; sin embargo, las labores misioneras con frecuencia generaron despla-
zamientos del wayuunaiki en situaciones de contacto lingüístico. El fácil acceso a
la región, así como el contacto de la población autóctona con la sociedad criolla,
favorecieron esta situación de amenaza, especialmente en el siglo XIX (Pérez van
Leenden 1997: 198).
De especial importancia es la amenaza ejercida por el rechazo de la lengua
aborigen en la escuela, en donde en la mayoría de las veces se ha enseñado en es-
pañol exclusivamente y los hablantes de wayuunaiki se han visto discriminados.
Ello es ante todo válido en el caso de la educación contratada impartida por los
misioneros:
[...], en la década de los 50 [...] se arraiga en los orfelinatos la prohibición del uso
del Wayuunaiki aunque también se adopten prácticas consonantes con la educación
intercultural bilingüe como que la maestra dicta en Wayuunaiki (la grafía es españo-
lizada), repite en español y si los alumnos no entienden repite en Wayuunaiki. (Pérez
van Leenden 1997: 206)
La evidencia recogida hasta ahora apunta hacia un temprano núcleo cimarrón en que
ciertas etnias del área general del antiguo Congo se conglomeraron para formar agrupa-
ciones mayormente exclusivas en que hablantes de lenguas bantúes como el kikongo o
kimbundo [...] llegaron a dominar numérica y socialmente. (Schwegler 1998: 225)
Hasta fines del siglo pasado los palenqueros vivieron totalmente aislados de nuestra
civilización y lograron desarrollar una economía de tipo cerrado: agricultura rudi-
mentaria [...]; ganadería [...]. Raras veces salían del poblado a intercambiar sus produc-
tos y cuando se acercaban las fiestas tradicionales del corregimiento, generalmente
comisionaban a alguien para que les hicieran las compras en Cartagena. El cultivo de
la caña de azúcar los incorporó a la nacionalidad colombiana. (Escalante 1981: 77ss)
Aspectos sociolingüísticos
Los indios tratan de mantener las lenguas separadas y la interferencia de una lengua
en otra es mal vista. (Lastra 1992: 125)
la familia Bantú, a la que pertenecen unas 600 lenguas, de las cuales más o menos
la mitad se hablaba en esas regiones (Grünwaldt 1996: 137).
En la actual Colombia los descendientes de los esclavos africanos constitu-
yen aproximadamente un 25% de la población global y viven principalmente en
las costas pacífica y atlántica, en los valles andinos y en las islas caribeñas de San
Andrés y Providencia. El mestizaje se inició tempranamente y se ha dispersado
más en la costa caribe que en la costa pacífica (Grünwaldt 1996: 138).
El mestizaje también ha tenido como consecuencia influencias lingüísticas.
En la costa caribeña se trata ante todo de influencias léxicas, ya que se han intro-
ducido palabras de origen africano en el lenguaje cotidiano que se usan especial-
mente en las capas sociales inferiores. Son consideradas como regionalismos y
no se reconocen como parte del español estándar. Las palabras de origen africano
pertenecen básicamente a los diferentes ámbitos de la vida, como el baile, la mú-
sica y la cocina, y las usan ante todo las generaciones viejas. Estos regionalismos
se están perdiendo tanto en la costa del Caribe (Grünwaldt 1996: 135-139) como
en la del Pacífico (Zimmermann 1997b: 410).
Existen varias teorías acerca del origen de la influencia africana en el es-
pañol colombiano. Unas se refieren al proto-pidgin que se utilizaba como lengua
franca entre africanos y europeos en el siglo XV en la costa africana y que debió
servir como medio de comunicación entre esclavos en América. Otros opinan que
los esclavos se podían comunicar hablando sus propias lenguas pero se vieron for-
zados a aprender rápidamente el español. Se sabe que en Cartagena se utilizaban
intérpretes para facilitar la comunicación entre esclavos y españoles (Grünwaldt
1996: 135).
entre los ríos Meta y Vichada, vivían los guahíbos y los piapocos. Y las amplias
zonas selváticas en el Caquetá, el Putumayo y el Vaupés estaban primordialmente
habitadas por los witotos y los andokes (Fischer 1997: 59ss).
Si bien la diversidad cultural y social era mucho mayor en la época de la
Conquista que hoy en día, son muchos los aspectos básicos que estas comuni-
dades tienen en común, y cuyos valores aún persisten. Por ejemplo, una piedra
angular en estas culturas es la concepción de la naturaleza y la tierra como parte
integral del ser humano. Sus creencias religiosas, íntimamente ligadas a la com-
prensión de la naturaleza, contribuyen a la cohesión social, aun en aquellos casos
en que la organización social se basaba en un concepto de Estado.
Esta gran diversidad étnica ha implicado también una enorme diversidad
lingüística; pues otro aspecto en común entre los grupos autóctonos es que las
lenguas no sólo sirven para la comunicación, sino que además son importantes
diferenciadores en cuanto a la identidad étnico-cultural se refiere. Igualmente, la
tradición oral cumple una función social fundamental en las sociedades autócto-
nas, y éstas no se han basado en una divulgación escrita de su tradición (Petersen
de Piñeros 1997: 425).
Los indígenas deben preservar sus lenguas y tener la posibilidad de aprender el espa-
ñol sin presiones; deben ser catequizados en su lengua materna, lo cual implica que los
sacerdotes y los monjes deben aprender sus idiomas. (Petersen de Piñeros 1997: 417)
Para obviar dificultades se decretaron entonces cuatro lenguas generales para este
Nuevo Reino de Granada, a saber: el muisca para la región central; el siona para el sur,
por considerarse que esta lengua era “la más elegante, armoniosa y fácil de aprender”;
el quechua por ser un idioma que conocían muchos misioneros que habían trabajado
en el Perú y el Ecuador; el tupí-rupí, llamado también neengatú o yeral (general)
por ser esta la lengua más extendida en el Brasil y el Amazonas. Esta última era una
especie de esperanto compuesto por los misioneros para enseñar el catecismo y aún
se conserva.3
2 Dümmler 1997: 414; algunos incluyen la lengua Sáliva como lengua general, Dümmler 1994:
185.
3 Carmen Ortega Ricaurte, Los estudios sobre lenguas indígenas de Colombia. Notas históricas y
bibliografía, Bogotá, 1978, citado en Dümmler 1994: 185.
Mientras que algunas comunidades indígenas lograron resistir los esfuerzos co-
lonizadores de los conquistadores durante mucho tiempo, en otras comunidades
el efecto devastador de la colonización se hizo evidente ya en el siglo XVI, debi-
do a su contacto permanente con los conquistadores y su estilo de vida. La cul-
tura tairona es un ejemplo palpable de la resistencia y el desarrollo de una cultura
autóctona, a pesar de la presencia de los conquistadores en su área, en la Sierra
Nevada de Santa Marta. Las estructuras básicas de esta sociedad prevalecieron,
mientras que los cambios culturales se dieron lentamente.
Con la fundación de la ciudad de Santa Marta, en 1526, se introdujo un
proceso de aculturación de la población indígena, iniciado por la práctica del
trueque, dando ocasión a frecuentes contactos entre españoles e indígenas y
generando así la necesidad de un mutuo entendimiento. El interés de los espa-
ñoles por obtener información sobre El Dorado y sobre posibles ataques de los
indígenas los instó a impartir su idioma a los aborígenes, tarea que se asignó a
los misioneros. Sin embargo, esta misión se vio obstaculizada por numerosos
intentos de conquista fallidos que dificultaron el acceso de los misioneros a
muchas de las comunidades indígenas. Por otro lado, las autoridades indígenas
tenían interés en que sus gentes y sus niños aprendieran el español, por su im-
portancia para el trueque y las negociaciones con los españoles. Las crónicas
de aquella época indican que la comunicación entre españoles e indígenas se
realizaba en español o con la ayuda de intérpretes. Se impuso entonces la pro-
puesta de los obispos españoles de enviar a los niños indígenas a las casas de los
encomenderos para que aprendieran el castellano y se educaran en la religión
católica (Koch 2000: 177ss). Este ejemplo también demuestra que “todo cambio
en la gobernabilidad de una región trae consigo un cambio en las condiciones
comunicativas” (Kremnitz 1996: 6).
La institución de la encomienda cumplía un papel preponderante en el pro-
ceso de aculturación, ya que en su interior se incentivaban los contactos entre
españoles e indígenas, pues el encomendero estaba autorizado para disponer de
la fuerza laboral a su antojo, en su corregimiento. Igualmente, tenía la obligación
de velar porque las personas adscritas a su corregimiento fueran educadas en la
religión cristiana. El tributo que para estos fines tenían que pagar los aborígenes,
tanto a las autoridades locales como a España, diezmó considerablemente sus
condiciones de supervivencia. Por ejemplo, la provisión de alimentos para los in-
dígenas se vio afectada por este sistema tributario. Después de 1600 se estableció
un resguardo en la Sierra Nevada, con lo cual se perseguía mantener la comuni-
dad indígena intacta hasta el punto de que estuviera en capacidad de pagar los
tributos a los españoles.
Como era de esperarse, los indígenas buscaban evadir estos impuestos. Una
forma de lograrlo consistía en trasladar sus asentamientos a otra región, en la cual
pudieran seguir su estilo de vida. Sin embargo, en muchos casos ésta resultó no
siendo una solución a largo plazo, por lo que los contactos con los españoles se se-
guían dando de todos modos. Para aquellos que no se desplazaban, se agudizaba
la situación: cada vez más se diezmaba la fuerza laboral para el mantenimiento
del sistema social y económico. También la captura de esclavos mermó la fuerza
de trabajo en las comunidades indígenas, de tal forma que el sistema económico
de la región colapsó. El trueque entre grupos indígenas sólo se llevaba a cabo en
círculos restringidos, a lo cual se añadía la destrucción de plantaciones, así como
el exterminio o el hurto de provisiones, lo cual naturalmente puso en peligro la
subsistencia de las comunidades aborígenes.
A estas dificultades se añaden otros problemas: el consumo de bebidas alco-
hólicas, la relación de los conquistadores y los clérigos españoles con las mujeres
indígenas, sus discrepancias en cuanto a la ética y la moral, y además el hecho de
que algunos grupos indígenas enemigos se confabulaban con los españoles, en su
contra.
Un factor adicional que puso en peligro la existencia de las comunidades in-
dígenas fue el contagio con enfermedades traídas por los españoles, para las cua-
les los aborígenes no conocían cura, y sus cuerpos tampoco estaban provistos de
las defensas necesarias. Ello conllevó nuevamente una dependencia del clérigo,
intensificándose así su influencia social y trayendo consigo cambios en el sistema
social de las comunidades indígenas (Koch 2000: 179ss).
A partir de 1740 se establecieron definitivamente asentamientos misioneros
en la Sierra Nevada, lo cual hizo que los indígenas tuvieran que desplazarse a
sitios más altos. En este aislamiento pudieron subsistir con el mantenimiento de
su cultura y sus creencias hasta el siglo XX, pero luego se vieron afectados por
la presencia de colonos provenientes de la costa y los valles. A pesar de ello, han
logrado subsistir hasta el presente su cultura y sus creencias, así como varias de
sus lenguas (Trillos Amaya 1997: 227ss).
Sin entrar en más detalles, queda claro que durante el siglo XVII [...] Cartagena era un
centro esclavista sumamente multilingüe y multi-étnico. (Schwegler 1998: 224)
Imperio. Tal sometimiento, no obstante, estaba condicionado por las leyes laborales
de la Corona y por la relativa libertad de trabajo de que los indígenas disfrutaban en
sus resguardos. (Roldán 1996: 62)
Las jerarquías sociales poco cambiaron durante todo el siglo XIX, si bien en 1851
se expidió la Ley 21, que otorgaba a las negritudes los mismos derechos que al
resto de la población del país, considerando que la institución de la esclavitud no
concordaba con el concepto de una sociedad burguesa y que la esclavitud en sí
tenía efectos económicos negativos por su inferioridad frente al libre trabajo re-
munerado. Sin embargo, desde la abolición de la esclavitud hasta 1991, el Estado
colombiano no estableció ninguna política específica con respecto a la población
afrocolombiana. Debido a que en su mayoría los negros eran analfabetos y por
mucho tiempo no tuvieron acceso al sistema educativo, no les fue posible partici-
par en la vida política después de la abolición de la esclavitud ni mejorar conside-
rablemente su situación económica (Fischer 1996: 112ss).
Evidentemente, la comunidad blanca se ha mantenido siempre en la cús-
pide de la pirámide social, mientras que la población negra y la indígena siem-
pre han conformado la base, y es sólo recientemente que la sociedad colom-
biana, impregnada por el colonialismo y el postcolonialismo durante casi 500
años, se ha ocupado de asuntos relacionados con la identidad de su población
negra.
El desinterés por las cuestiones indígenas por parte del gobierno colombiano debe
entenderse en relación con [...] el desconocimiento de los derechos territoriales de la
población aborigen, ya que la utilidad comercial de sus terrenos era indispensable
para el desarrollo del país. Hasta comienzos de los años 80 las políticas indigenistas
se concentraban en establecer nuevas normas en cuestión de la propiedad territorial,
en disolver la heterogeneidad cultural y hacer de la población indígena campesinos,
artesanos y jornaleros. (Fischer 1996: 114)
ción mestiza”, bajo lo cual se entendía la mezcla de indígenas, negros y blancos. Aun
cuando la ambicionada homogeneidad sólo eran ideas ilusorias, servía de punto de re-
ferencia para la concepción de la nación [...]. La construcción de una sociedad mestiza
servía como excusa para la división topográfica y de espacios económicos, así como
para la polarización social, política y religiosa que constantemente ponía en jaque la
unidad del país. En contraste con la época de la Colonia, el propósito de la oligarquía
no era aislar a indígenas y negros, a quienes se les consideraba como obstáculos para
el progreso, sino integrarlos por medio del blanqueamiento de las razas “atrasadas”,
por parte del segmento “superior” de la población. (Fischer 1996: 118)
Con respecto a los asuntos lingüísticos, se podría hablar de una política lin-
güística a voluntad en la Constitución de 1886 (Kremnitz 1990: 87):
Se trata de una política lingüística que proporciona una situación modelo que debe
prescribirse e institucionalizarse, a fin de que, tarde o temprano, la población se adap-
te a ella. (Kremnitz 1990: 87)
la clase dirigente, que se erige como la nación a cuya imagen y semejanza deberán
conformarse paulatinamente los otros segmentos. (Bonfil Batalla 1988: 14)
[L]a ley 153 de 1887 [...] se referirá a los nativos como “tribus bárbaras o salvajes
existentes en el territorio de la República” los cuales serían objeto de la acción de las
misiones católicas. (Pineda Camacho 1997: 158)
En Colombia, [...] en virtud del Concordato con el Vaticano, muchos grupos amazóni-
cos quedaron sometidos a la autoridad eclesiástica, cuyas prácticas distaban frecuen-
temente de ser “cristianas”. (Bonfil Batalla 1988: 15)
Finalmente, con la Ley 89 de 1890 se crearon normas para regular las re-
laciones entre el Estado colombiano y las comunidades indígenas, y para pro-
teger legalmente las propiedades territoriales de los indígenas. Los resguardos
aún existentes se declararon inalienables y adquirieron nuevos derechos de au-
tonomía, en la medida en que se legitimaron los cabildos. Además, el Gobierno
se comprometió a suministrar a las comunidades educación y salud. Igualmente,
los indígenas localizados en resguardos fueron liberados del servicio militar y de
labores administrativas y en la policía nacional. De esta forma, se otorgó a las co-
munidades una serie de derechos especiales que, de otro lado, estaban asociados
con la pérdida de ciertos derechos de intervención (Fischer 1996: 125).
Con esta ley le asignó el Partido Conservador a la Iglesia la tarea de “intro-
ducir a la vida civilizada” a los “salvajes” a través de su acción misionera (Art. 1
de la Ley 89 de 1890) (Landaburu 1988: 161). Uno de los criterios para “ingresar
a la vida civilizada” era el aprendizaje del español. Con el establecimiento de las
escuelas misioneras se pretendía imponer la enseñanza del español, y a la vez
prohibir el uso de las lenguas de los aborígenes (Pineda Camacho 1997: 158).
En este contexto, el aprendizaje del español constituyó uno de los criterios de redu-
cirse a la vida civilizada: las misiones como la escuela tuvieron como meta enseñar
el español, y extirpar el conocimiento de las lenguas nativas habladas en el territorio
nacional. (Pineda Camacho 1997: 158)
A finales del siglo XIX se consolidó el aparato estatal colombiano: con la Ley
89, el Concordato de 1887 y los acuerdos sobre la labor misionera, el gobierno co-
nales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, se asignó el trabajo en las minas
a los esclavos africanos, quienes tenían una mayor resistencia física; consecuente-
mente, los esclavos asumieron prejuicios en contra de los indígenas que generaron
situaciones de conflicto entre los dos grupos étnicos, siendo los indígenas los más
perjudicados en esta situación. Muchos indígenas encontraban la muerte también
como bogas, especialmente en el río Magdalena. Por eso se solía aprovisionar
animales de carga para continuar eventualmente el transporte por tierra.
Las expediciones de los españoles en búsqueda de El Dorado significaron
igualmente una amenaza para los pueblos indígenas, especialmente en los Llanos
Orientales; pues en el curso de estas expediciones, muchos indígenas fueron es-
clavizados, torturados o asesinados. Las epidemias fueron otro factor que diezmó
a la población indígena. En el centro del país se dio una fuerte epidemia de viruela
en el siglo XVI, y en los siglos XVI y XVII los quimbayas, los andaquíes y los
gorgonas sufrieron una epidemia de peste, mientras que en los Llanos Orienta-
les se expandieron varias enfermedades tropicales. A ello se añade una serie de
prácticas sociales y culturales como el canibalismo y la utilización de sustancias
venenosas para la eliminación de opositores, traicioneros o sospechosos al inte-
rior de sus propios grupos, práctica para la cual las comunidades contaban con
sus propios especialistas.
A raíz de las guerras de la independencia, a comienzos del siglo XIX,
muchos indígenas abandonaron las encomiendas para regresar a sus territorios.
Algunos lograron revivir sus culturas y tradiciones, pero a largo plazo, debido a
que los colonos se apoderaban de sus tierras fértiles, no les quedó más camino
que el de la asimilación y el mestizaje. Los colonos establecieron la costumbre
legitimada de la “caza de indios”, hasta tal punto que en el español colombiano
se introdujeron los términos de ‘guajibiar’ (cazar guajibos) y ‘cuiviar’ (cazar
cuivas). La constante pérdida de territorios obstaculizaba a los aborígenes su
subsistencia. Además, el aumento del mestizaje conllevó la pérdida de identidad
y de las lenguas indígenas. En los Llanos Orientales el proceso de mestizaje se
dio más lentamente que en el altiplano de Bogotá (Triana y Antorveza 1997:
96-118).
Existe también una serie de factores netamente lingüísticos que han contribuido
a la desaparición de muchas lenguas indígenas, especialmente el hecho de que el
multilingüismo representa un obstáculo para la comunicación en los ámbitos de la
política, la administración y la cultura, y va en contra de la utopía de una lengua
universal.
La multiplicidad de lenguas fue otro factor que contribuyó a la desgana de las autori-
dades civiles y eclesiásticas para su conservación. [...] El castellano como lengua de
prestigio, se consideraba sucesor de la universalidad del latín y por ello la Corona Es-
pañola procuró convertirlo en el primero y único lenguaje de sus vasallos americanos.
(Triana y Antorveza 1997: 142ss)
La historia social demuestra que superviven aquellas lenguas que tengan funciona-
lidad en la vida social de una comunidad, agrupación étnica, nación. [...] La super-
vivencia de una lengua estriba, en gran parte, en la voluntad de sus hablantes, dadas
ciertas condiciones, en transmitirlas a las siguientes generaciones. Esto representa,
ante todo, un acto político que se puede estimular o propiciar, mas nunca sustituir.
(Pineda Camacho 1997: 173)
A raíz de una ley de 1913 se agravó la situación de las minorías étnicas en Colom-
bia, en la medida en que los títulos de las regiones baldías fueron readjudicados
y muchos indígenas y criollos tuvieron que ceder sus tierras al Estado. En 1936
los colonos influyeron para que se emitiera una ley que protegía los derechos
territoriales de mestizos y mulatos y que legitimaba la posesión de territorios que
anteriormente correspondían a resguardos y baldíos (Fischer 1997: 68ss).
Varios acuerdos entre el Estado y el Vaticano en los años 1902, 1928 y 1953 ga-
rantizaron la continuación de la labor misionera y de la injerencia de la Iglesia
católica en la educación, no sólo a través de la educación religiosa y la formación
en la moral cristiana, sino también en la instrucción para la agricultura; de ahí
que cientos de misioneros se dedicaron a la conversión de los “salvajes”: misio-
neros de las órdenes augustinas y capuchinas y los hermanos maristas trabajaron
en el Caquetá y el Putumayo; mientras que sacerdotes mundiales (sin afiliación a
ninguna congregación) y pertenecientes a la congregación lazarista se ubicaron
en Tierradentro; los monfortianos, los agustinos y las hermanas de la Caridad, en
el Casanare; y los maristas y claretianos, en San Martín. (Se encontraban también
numerosos misioneros alemanes, suizos y franceses).
Estos misioneros se ocuparon de la construcción de iglesias y capillas, de
colegios y orfanatos, y procuraron incentivar a los indígenas a asistir a misa, a
celebrar matrimonios católicos y a visitar las escuelas, en especial, la clase de
religión. Con un acuerdo del año de 1953 se afianzó el poder de los misioneros, al
concedérseles voz y voto en el nombramiento de funcionarios en sus territorios.
En las regiones periféricas del país, sin embargo, los curas doctrineros no logra-
ron implantar su autoridad absoluta en las comunidades indígenas.
En la frontera y en los resguardos los misioneros desempeñaban tres funcio-
nes de índole política: por un lado, procuraban obstruir las acciones abusivas de
los colonos ilegales y los grandes inversionistas que se apoderaban de las tierras
de los aborígenes; por otro lado, velaban por que la población indígena se sometie-
ra a la soberanía estatal; y, finalmente, representaban al Estado colombiano. Por
ello, no es de sorprenderse que las bases misioneras y las iglesias fueran frecuen-
temente blanco de agresiones de los indígenas (Fischer 1997: 67ss).
La necesidad de preservar las lenguas por su valor como acervo cultural es indis-
cutible:
Es evidente la estrecha relación que existe entre identidad cultural y lengua nativa;
sin embargo, en el continente americano es muy reducido el espacio académico e
intelectual que se le dedica al tema del idioma propio, hasta en situaciones tan espe-
cíficas como las que atraviesan los pueblos amerindios. La atención consagrada al
futuro de las lenguas indígenas en el contexto contemporáneo es aún mucho menor.
Algún progreso ha habido en los últimos años, pero el panorama de conjunto no
ha variado sustancialmente: sobre todo en lo que se refiere a políticas concretas de
oficialización, planificación y revitalización de las lenguas oprimidas de América.
[...] [T]odas las lenguas nativas de América –sin importar el número de hablantes
ni otras características individuales– forman parte insustituible del patrimonio lin-
güístico universal de la humanidad y, por ende, de todo patrimonio cultural. (Mon-
sonyi 1993: 42ss)
tras que en relación con otros grupos sirve como diferenciador, es decir, es un
marcador de la identidad del grupo que se distingue de otras comunidades a su
alrededor (Kremnitz 1995: 11ss).
Sin embargo, el valor de una lengua como marcador de identidad colectiva
varía según el caso. Así, la lengua no es en todos los casos un marcador de iden-
tidad colectiva y tampoco es el único factor determinante de esta identidad, como
con frecuencia se tiende a exagerar. En efecto, la lengua no es un “criterio sufi-
ciente, aparentemente ni siquiera un criterio necesario para la identidad colectiva”
de un grupo determinado (Kremnitz 1995: 10).
Probablemente [...] las lenguas son emblemas de los agregados lingüísticos y de mem-
bresía en dichos grupos. La posesión de una lengua paterna es importante porque
los agregados de lengua funcionan como unidades en la distribución de las mujeres.
(Lastra 1992: 125)
Si bien desde el punto de vista de los especialistas dos formas de habla puedan parecer
como variedades de una sola lengua, [por su similitud fonológica y morfosintáctica]4
este criterio pierde su validez práctica si las variedades en cuestión son percibidas por
sus usuarios como dos lenguas diferentes. (Kremnitz 1996: 10)
4 Aclaración de la traductora.
Desde los años cuarenta del siglo XX se ha dado un giro significativo en la posi-
ción del Estado colombiano frente a la población indígena, pues se ha mostrado
un interés creciente en la población aborigen y en su acervo cultural. Con la fun-
dación de entidades tales como el Instituto Etnológico Nacional, en 1941 (deno-
minado Instituto Colombiano de Etnología desde 1961), se sentaron los cimientos
para la investigación científica de las etnias autóctonas.
Bajo el gobierno del Frente Nacional (de 1958 a 1974) (Krumwiede y Stock-
mann 1992: 191) se instauró una nueva reglamentación sobre la propiedad de
latifundios, se le puso punto final al monopolio del poder de la Iglesia católica
sobre los indígenas y se integraron las aún existentes “etnias salvajes” a la vida
política y económica del país, asimilándolas en los sectores “modernos”, brindán-
doles educación, capital y tecnología. Aquellas sociedades que se basaban en la
autarquía, la economía de subsistencia y la explotación comunitaria de sus tierras
fueron consideradas como entes en transición.
En 1960 se fundó la División de Asuntos Indígenas (DAI), la cual asignó
al INCORA (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) la repartición de las
tierras de los resguardos, para su reestructuración y la creación de unos nuevos.
Igualmente, se otorgó a los habitantes de los resguardos el derecho a la propiedad
comunitaria y a practicar sus costumbres y tradiciones (Fischer 1996: 129ss).
En los años setenta el Estado fortalece su función de control sobre asuntos
indígenas y asume activamente una política respecto a la población autóctona.
Entre 1971 y 1976 se crean las reservas territoriales; el Instituto Colombiano para
la Reforma Agraria (INCORA) desarrolla programas en las áreas de la salud y la
educación. En 1978 el Ministerio de Educación emite el Decreto 1142, por medio
del cual se garantiza a la población indígena una educación bilingüe y bicultural
(Landaburu 1988: 163).
Por otro lado, en las décadas de los 60 y 70 surgieron cada vez más movi-
mientos indígenas –posteriormente también afrocolombianos– como respuesta a
la prolongada marginalización y abandono de las comunidades aborígenes y afro-
[S]u presencia [es] el resultado de la negligencia del Estado colombiano para formular
una política que lo comprometiera realmente en el estudio, fomento y desarrollo de las
lenguas amerindias. (Pineda Camacho 1997: 166)
5 Ver www.sil.org/americas/colombia/espn_convenio.htm
6 Ver http://www.sil.org/sil/history.htm
al país, cuya labor fue tildada por las mismas comunidades indígenas de prose-
litismo religioso, utilizando el estudio lingüístico de los aspectos formales de la
lengua –principalmente para la traducción de textos bíblicos– pero negando sus
contenidos semánticos y culturales.
Landaburu comenzó sus labores en compañía de los también lingüistas
Francisco Queixalos y Elsa Gómez-Imbert, del Centro Nacional de la Investiga-
ción Francesa (CNRS). Dos años después, los egresados de la primera promoción
de la Maestría en Etnolingüística, junto con los profesores, fundaron el Centro
Colombiano de Estudios de Lenguas Aborígenes, CCELA, con el ánimo de cohe-
sionar y dar divulgación a los resultados de las investigaciones de los alumnos y
profesores de la Maestría.
Para el año 2001 se habían realizado cuatro promociones de la Maestría, de
las que salieron egresados 50 investigadores, indígenas, afrocolombianos, nacio-
nales y extranjeros, con el estudio fonológico y gramatical de 38 de las 68 lenguas
indígenas y las dos lenguas criollas del país clasificadas a partir de investigacio-
nes en terreno. Con una producción de más de 50 publicaciones, la realización de
eventos como congresos, simposios, talleres y afines alrededor de los estudios de
estas lenguas, el CCELA se constituyó, a finales del pasado siglo, en el organismo
que aglutinó por excelencia la labor de investigación lingüística y divulgación de
las lenguas indígenas y criollas en el país.
Terminado el convenio con el gobierno francés, el CCELA continúa en la
Universidad de los Andes con la labor de divulgación de las lenguas colombianas,
el adelanto de sus investigaciones y la promoción de eventos que involucren a
todos los lingüistas y organismos dedicados al rescate, valoración y divulgación
de estas lenguas mal valoradas por la nación en su conjunto.
5.2 Indigenismo
A pesar del Estado unitario por el cual han abogado las élites, en donde la
diversidad étnica no tiene cabida, ha sido posible para varias comunidades indí-
genas mantenerse como tales.
Desde esta perspectiva, el principal problema radica en que, a pesar de los gigantes-
cos esfuerzos homogeneizadores en los ámbitos lingüístico y culinario, religioso y
filosófico, festivo y cotidiano, tecnológico y político y todos los demás, los pobla-
dores originarios de las tierras americanas que no fueron eliminados físicamente se
han resistido a aceptar de modo adecuado el […] modelo civilizatorio importado. Por
esto, después de cinco siglos, sobreviven aún –y hasta crecen en números absolutos–
quienes llevan el nombre colonial de indios, con sus lenguas, costumbres y pautas de
organización social. (Krotz 1993b: 18)
7 www.onic.org.co
8 www.onic.org.co
9 www.onic.org.co
10 www.onic.org.co
Los arhuacos, en las laderas de la Sierra Nevada de Santa Marta, propusieron refor-
mas a su sistema educativo; especialmente, la formación religiosa y la enseñanza
en lengua española fueron consideradas una amenaza a su cultura. Denunciaron
el hecho de que los misioneros no respetaban a sus líderes ni a sus consejos; no se
les permitía participar en decisiones e impartían a sus niños una educación auto-
Algunos grupos guerrilleros, que protegían a los campesinos de los grandes terra-
tenientes, involucraban a la población indígena dentro de su lucha, al asumir su
protección. Si bien los indígenas aceptaron esta protección en un comienzo, más
adelante se distanciaron de toda organización guerrillera.
Especialmente difícil ha sido la situación en la región de Urabá, en los asen-
tamientos Zenú, Chami, Catío y Cuna. En esta región reina desde hace tiempo un
conflicto armado entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN), grupos para-
militares y el Ejército nacional. En la Reserva del Zenú, desde los años setenta,
más de 50 líderes indígenas han sido asesinados (Fischer 1997: 76). En los últimos
años las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) incursionaron
en la zona, haciendo más grave el conflicto.
La crisis de 1979 y 1980 generada por la inflación, el desempleo, el aumen-
to del narcotráfico y el contrabando, el funcionamiento deficiente de los servi-
cios públicos y la falta de credibilidad en las instituciones políticas trajo como
consecuencia el fortalecimiento de grupos guerrilleros y, a su vez, una creciente
represión a estas agrupaciones consideradas subversivas, dentro de las cuales se
encontraban algunos grupos indígenas (Landaburu 1988: 163).
5.2.3.4 El narcotráfico
ciencia cierta los efectos que esta práctica pueda tener sobre el hombre y sobre el
medio ambiente (Tokatlián 1996: 149).
Una autoridad legendaria de los paeces en los años veinte del siglo pasado da
origen al nombre de esta organización de autodefensa.
[...] Manuel Quintín Lame, cuya vida y obra teórica marcan la irrupción del movi-
miento indígena en la segunda década del siglo XX y su renacer a comienzos de los
años setenta. (Rojas 2000: 69)
5.3 Cimarronismo
Pero lo mismo no ha sucedido con los grupos negros que, pese a haber reclamado
formalmente, durante más de 20 años, en nivel nacional e internacional, el fin del
trato discriminatorio hacia su historia africana y su diáspora americana, su cultura y
su aporte socioeconómico en la construcción del país, en los campos de la educación
y de la divulgación académica y pública no han logrado apoyos institucionales com-
parables con los del grupo indígena. (De Friedemann 1993: 141)
El Movimiento Cimarrón es una organización nacional que nació hace 22 años con
un pequeño círculo de estudios afrocolombianos y tiene como misión promover la
organización autónoma, la educación, la concientización y la participación del pueblo
afro colombiano para que pueda conocer sus derechos, para que pueda ejercer sus
derechos, para que pueda autogestionar su desarrollo económico, social, cultural y
político.12
Al llegar a América toda esa complejidad africana es convertida en negro. Atrás que-
dan los nombres históricos, tantos pueblos, tantas culturas, en el momento en que
pisan América empiezan a ser denominados los negros, las negras, el negro, la negrita,
el negrito. Y esa es la tradición que nos sigue hasta hoy, la adjetivación de la persona
negra. Es convertirla en adjetivo.14
Hoy en día ya no podemos seguir utilizando esas mismas definiciones porque te-
nemos la capacidad intelectual y crítica para cuestionar y transformar ese lenguaje
colonial, cargado de toda alienación que significó la esclavización y la opresión, y no
se justifica que sigamos utilizándolo consciente o inconscientemente.15
[S]e remonta en Colombia el inicio de un cambio gradual pero, sin duda, profundo en
la existencia y funcionamiento del modelo de relación del Estado y la sociedad nacio-
nal con los pueblos indígenas. (Roldán 1996: 64)
La idea de crear una nueva Constitución Nacional surgió de grupos civiles pre-
ocupados por la dramática descomposición de la situación política al interior
del país a finales de los años ochenta. La guerra de guerrillas durante décadas
y el aumento de la criminalidad y de la violencia en relación con el tráfico de
estupefacientes eran situaciones que se salían de las manos del Gobierno cen-
tral, cuya presencia en regiones apartadas del país ha sido débil, cuyas fuerzas
militares nunca han sido soberanas en todo el territorio nacional, y el cual
además ha sido responsable de numerosas violaciones a los derechos humanos.
Consecuentemente, por iniciativa de varios grupos universitarios, organiza-
ciones para los derechos humanos, movimientos sociales y artísticos, surgió la
organización “Colombia Viva”. El movimiento estudiantil exigió en el mismo
año la elaboración de una nueva Constitución, para lo cual contó con el apoyo
tanto de la sociedad civil como de los grandes partidos políticos. En ese mismo
año se aprobó un plebiscito para la elección de una Asamblea Constituyen-
te. Con esta elección se dio fin por primera vez en la historia colombiana al
monopolio bipartidista de liberales y conservadores (Gros 1993: 11-15, y Heinz
1997: 138ss).
Bajo el liderazgo del presidente Gaviria se convirtió la idea general y abstracta en una
asamblea de setenta y dos integrantes de carne y hueso y se promulgó un espíritu de
reconciliación y modernización de la primera Constitución colombiana, bajo el con-
senso de todas las fuerzas políticas, cuatro grupos guerrilleros y los representantes de
grupos sociales, incluyendo la representación de los grupos indígenas. (Cepeda 1998:
72. Versión española de la traductora)
Mientras que las organizaciones indígenas contaban con dos delegados en la Asam-
blea Constituyente, las organizaciones afrocolombianas no tenían ninguna repre-
sentación en esta instancia, por lo cual se podría decir que quedaron socialmente
“invisibles”.
16 www.presidencia.gov.co/constitucion
federalista: Colombia sigue siendo una República unitaria, hecho que siempre ha
sido señalado por la Corte Suprema de Justicia:
17 www.presidencia.gov.co/constitucion
18 Corte Constitucional, Sentencia T-380 de 1993, citado en: Angarita Barón 1996: 70ss.
19 www.presidencia.gov.co/constitucion
La Constitución de 1991 otorgó a las minorías indígenas una serie de derechos es-
peciales. Los afrocolombianos sólo fueron tenidos en cuenta en un artículo tran-
sitorio, el Artículo 55, del cual surgió la Ley 70 de 1993.
Sin duda alguna, la Constitución del 91 plantea una nueva relación jurídica con los
pueblos indígenas al ordenarse la conformación de unidades territoriales indígenas,
los cuales junto con los municipios y departamentos constituyen la base legal del nue-
vo ordenamiento territorial, y al estipularse la preservación de derechos ya consagra-
dos en la legislación de 1890 y otras leyes decretos (indivisibilidad e inembargabilidad
de los resguardos, etc.). (Pineda Camacho 1997: 159)
Este compromiso con los intereses indígenas plasmados en el nuevo texto constitu-
cional, señala la necesidad no solo de actuar sino de actuar al lado de los pueblos
indígenas y sus organizaciones. De actuar, ¿cómo? Es necesario reflexionar seriamen-
te sobre este interrogante, porque, sin duda, existen grandes riesgos de equivocarse.
(Roldán 1996: 68)
20 www.presidencia.gov.co/constitucion
De acuerdo con este artículo se creó una comisión constituida por doce re-
presentantes de las organizaciones afrocolombianas. Tras intensivos debates so-
bre cultura y etnicidad, dicho comité emitió la Ley 70, la cual entró en vigor a
partir de 1993 (Fischer 1996: 135). En efecto, entre 1996 y 2003, el Estado entregó
132 títulos colectivos por más de 700 mil hectáreas en los departamentos de Cho-
có, Nariño, Antioquia, Valle del Cauca y Risaralda, lo que beneficia a más de 50
mil familias afrocolombianas radicadas en esta región. De manera que a finales
de 2003 ya se había cumplido el 90% de la meta fijada por el Gobierno.21
Por medio de esta ley se busca ante todo lograr tres metas especiales: el
reconocimiento del patrimonio colectivo de las comunidades negras, así como
la utilización –aunque no exclusiva– de los recursos naturales de sus regiones, la
protección de su identidad étnico-cultural bajo el reconocimiento de sus derechos
esenciales y el apoyo a su desarrollo económico y social.
Adicionalmente, se establecen los derechos a la participación política en los
niveles local, regional y nacional, para lo cual se prevé la representación de las
negritudes con dos delegados ante la Cámara de Representantes. (Véase Defenso-
ría del Pueblo 1996: 91ss).
El reconocimiento que la Ley 70 da a las comunidades negras como grupo
étnico y a sus derechos se aplica, sin embargo, esencialmente a la cuenca pacífi-
ca. La ley confiere a las comunidades negras de la región del Pacífico derechos
territoriales, mas no el control absoluto sobre los recursos naturales, los parques
nacionales, las regiones urbanas ni regiones de importancia militar. Éste es un
paso estratégico, pues el interés del gobierno colombiano era en ese entonces
hacer concesiones a la población afrocolombiana para cimentar la impresión de
un Estado democrático; por otro lado, deseaba evitar la concesión de ciertos dere-
chos materiales a un grupo que no estuviera claramente delimitado, teniendo en
cuenta que la cuenca pacífica es una región en la cual se tenían previstos extensos
proyectos para el desarrollo de la infraestructura (Wade 1997b: 101ss). Se podría
entonces afirmar que la Ley 70 es, por lo menos en parte, un caso de legislación
oportunista.
tarias a ciertas regiones. Aunque esta medida garantiza a los hablantes su derecho
al bilingüismo, no prevé una posición de igualdad absoluta entre varias lenguas.
La única forma de lograr esta igualdad sería por medio de un reconocimiento
igualitario de las lenguas en todo el territorio nacional. El principio de territo-
rialidad crea las categorías de dos tipos de hablantes, poniendo a uno de ellos
en desventaja desde un comienzo, ya que en determinadas situaciones éste se ve
obligado a expresarse en dos lenguas –la propia y la lengua española–, mientras
que el otro hablante “se puede hacer entender” en su lengua materna en cualquier
parte. El principio de territorialidad trae consigo algunas restricciones, como la
falta de escuelas bilingües en zonas urbanas, sin apreciar la ventaja que resulta del
bilingüismo de muchos alumnos.
Si bien las políticas lingüísticas se abordan como una cuestión de estatus, ello
conlleva en algún momento la reglamentación de preguntas de contenido. El pri-
mer paso concreto es la normativización y codificación, es decir, la elaboración
de una norma de referencia para las lenguas específicas. Esta tarea consiste en
una estandarización del léxico, así como la normativización o codificación de su
grafía, es decir, el establecimiento de convenciones para la escritura.
La legitimización de una grafía y una gramática de referencia implica un
amplio consenso entre los usuarios de una lengua. Esto difícilmente se puede
llevar a cabo sin un apoyo institucional. Son frecuentes los desacuerdos a este
respecto, debido a diferencias entre las concepciones y opiniones que los distintos
grupos tienen acerca de la lengua y los aspectos sociopolíticos que con ella se
asocian. Es de tener en cuenta, además, que con frecuencia la normativización
lingüística ha sido resultado de procesos represivos, que en algunos casos incluso
han llevado a los hablantes de la lengua a optar, en última instancia, por una asi-
milación de la lengua dominante.
Una consecuencia directa del reconocimiento del estatus cooficial de las lenguas
minoritarias es la elaboración de normas de referencia para estas lenguas. Esta labor
se lleva a cabo generalmente por parte de lingüistas expertos que no pertenecen a
la comunidad de hablantes, quienes trabajan con informantes pertenecientes a la
comunidad en cuestión. Por lo general éste es un proceso controversial, teniendo en
cuenta que son diversos los factores sociales implicados en la determinación de una
norma lingüística. Con frecuencia la forma estándar se establece de acuerdo con la
variedad propia de la clase dirigente de una comunidad en cuestión.
Una problemática importante que surge en un proceso de estandarización de
una lengua es el consecuente desconocimiento de sus variedades, lo cual se pone
en evidencia si consideramos casos como la lenguas Tucano del Vaupés, en las
cuales, como anteriormente hemos ilustrado, la “fusión” de las variedades de la
lengua en una variedad “estándar” es de entrada inaceptable, debido al importan-
te significado que para estas comunidades tienen sus variedades como símbolo de
identificación y sus implicaciones en el intercambio comunicativo y social entre
los diversos grupos. También para los paeces, la forma como se habla el nasa
yuwe tiene unas fuertes implicaciones sociales. En su mayoría, las variedades
son mutuamente inteligibles si se cuenta con la voluntad de entender al otro. Sin
En algunos casos, las grafías son utilizadas con marcadores de grupo: ILV, Misión Cató-
lica, lingüistas independientes, organizaciones indígenas. (Pineda Camacho 1997: 169)
Se debe recordar cómo dentro de la cultura de los páez a partir del anciano se estable-
cen las relaciones de autoridad dentro de la familia, y a los ancianos se les consulta
sobre todos los hechos importantes. Igualmente, son los médicos los verdaderos inte-
lectuales dentro de la comunidad. Ni ancianos, ni médicos son versados en la escritura
y de esta manera al poseer el estrato de los jóvenes el dominio de esta técnica, las
relaciones de autoridad y de poder –que ya se vienen transformando– se verán aún
más impactadas. (Pachón y Correa 1997: 284)
Además de adoptar la escritura en español, los misioneros, por ejemplo, en todos los
textos reseñados (siglos XVIII, XIX y XX) cuando han intentado la descripción del
Wayuunaiki, lo han hecho, con el marco de la fonética, morfología y sintaxis españo-
las lo cual implica mirar una lengua con la óptica de otra y, por ende, impide poner en
evidencia las relaciones funcionales y de significación, propias de la lengua aborigen.
(Pérez van Leenden 1997: 206)
lingüísticas. Por ello, se tiende cada vez más a utilizar como punto de referencia
el español, el cual de por sí goza de mayor prestigio en las escuelas.
biano ha estado influenciado por la Iglesia católica desde sus comienzos. Además,
es necesario tener en cuenta que los misioneros consideraban su cultura como un
“elemento normativo” (Prien 1999: 25).
23 www.sil.org/americas/colombia/espn_convenio.htm
La educación indigenista, por ejemplo, ha tenido siempre como meta preparar al in-
dio para que deje de serlo: facilitar el “pase”, la “latinización”, la modernización que
comienza por devaluar la cultura propia. Los efectos de estas acciones, aunados al
deterioro de las condiciones de vida en las comunidades, provocan, finalmente, el
deseo de cambio, sobre todo en las generaciones jóvenes que buscan a través de la
emigración, la educación o cualquier otro camino, el acceso a los niveles y formas de
vida que han aprendido a valorar positivamente. (Bonfil Batalla 1988: 33)
Mientras que en el Ministerio de Gobierno continúa operando el ILV, con sus propias
metas organizativas y autonomía logística, el Comité de Lingüística Aborigen aspira
a ser el eje orientador general de la investigación y fomento de las lenguas nativas y
criollas. (Pineda Camacho 1997: 169ss)
[...]
Las integrantes de los grupos étnicos tendrán derecho a una formación que respete
y desarrolle su identidad cultural.
[...]24
Continúa este decreto con una definición explícita de los principios y los
propósitos de la etnoeducación: el uso de la lengua materna de los diversos grupos
como base para la educación escolar, la formación de profesorado especializado
para la etnoeducación, la función asesora del Gobierno y del Ministerio de Edu-
cación, la prohibición de la intervención de organizaciones internacionales sin la
respectiva aprobación por parte del Ministerio de Educación y por parte del grupo
en cuestión; la continuación de proyectos educativos ya puestos en marcha, la
selección de personal docente por parte de las entidades pertinentes y de común
acuerdo con las comunidades étnicas, así como las determinaciones con respecto
a la celebración de nuevos contratos (Instituto Indigenista Interamericano 1994:
179ss).
24 www.presidencia.gov.co/constitucion
Por último, en los años noventa, especialmente con la Ley General de Edu-
cación de 1994, se tomaron también varias medidas para otorgar autonomía, en el
manejo presupuestal de la educación, a las entidades regionales y locales, con lo
cual se asignaba un papel más preponderante a las localidades en materia educa-
tiva (Duarte 1998: 130-138).
Sin embargo, no existe una unidad de criterios en los diferentes Centros
de Experimentación Piloto (CEP) que están a cargo de la etnoeducación y en las
distintas comunidades étnicas:
Al interior del Ministerio de Educación, la coordinación del Programa de Etnoedu-
cación con los Centros de Experimentación Piloto regionales (CEP) no es uniforme;
mientras que en algunos CEP hay convergencia de políticas en torno a la etnoedu-
cación, otros CEP y Secretarías de Educación son indiferentes y hostiles a la etno-
educación. En algunas zonas varios grupos indígenas manifiestan cierto grado de
inconformidad, ya que aspiran a que sus hijos aprendan los asuntos del ‘blanco’ en la
escuela. (Pineda Camacho 1997: 169ss)
La comunidad Páez
Debido a su larga trayectoria, el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) lle-
va la delantera en materia de proyectos educativos, los cuales han salido adelante
a pesar de una fuerte resistencia:
Durante años la Secretaría de Educación del Cauca y los maestros oficiales criticaron
duramente la experiencia educativa que vienen desarrollando las comunidades indí-
genas del departamento. (Pachón y Correa 1997: 304)
Con el proyecto de los mapas parlantes –llevado a cabo por la Fundación Co-
lombia Nuestra y algunas comunidades paeces– (Bonilla 1983: 97), este grupo
25 Véase www.dnp.gov.co
indígena optó por una vía metodológica y didáctica interesante para la investiga-
ción, renovación y transmisión de sus desarrollos históricos y culturales desde la
llegada de los españoles a la región en el siglo XVI.
Por lo pronto, los resultados del trabajo investigativo no se consignan por
escrito sino que se publican en carteleras que se exponen en las regiones paeces.
En un proceso de encuestas, entrevistas y discusiones se corrigen y modifican los
mapas parlantes hasta lograr que su versión definitiva sea puesta a disposición de
las comunidades municipales y las escuelas (Baquero y Schroeder 1997: 580).
Los carteles representan en primera instancia los cambios en las condiciones
de vida en los asentamientos, las condiciones socioeconómicas y las representa-
ciones de las creencias de los paeces. Los siete cuadros iniciales representaban
los siguientes temas: la situación a la llegada de los españoles; la resistencia a la
Conquista española de la región (1538-1623); la Colonización española y la explo-
tación de la región en la época de la Colonia; la región en la época del influyente
dirigente indígena Juan Tama (1700-1800); el nacimiento del Estado colombiano
(siglo XIX); el movimiento indígena a comienzos del siglo XX y la situación de
los indígenas del departamento del Cauca en relación con la consolidación del
Estado colombiano (1920-1970) (Bonilla 1983: 97ss).
Cabe destacar algunos aspectos importantes en la elaboración de los car-
teles: la visión externa de la cultura páez, así como la interna, es decir, la forma
como los paeces perciben su relación con la sociedad dominante. La visión in-
terna resultó ser de utilidad para la representación escrita de las particularidades
sociales y culturales de los paeces –en el verdadero sentido de la palabra–, que
de otra manera quedarían exclusivamente en el marco de la tradición oral y de las
experiencias cotidianas. La elaboración de estos carteles representativos de los
temas centrales de la historia páez fue seguida de una segunda etapa de represen-
tación gráfica de aspectos detallados, para lo cual se produjeron 20 carteles más,
en un tamaño más reducido. Es de destacar también que estos mapas parlantes
son un medio de los paeces y están a su alcance en su propia lengua, el nasa yuwe
(Bonilla 1983: 98ss).
Tras un período de prueba, se pretende ampliar la aplicación de este proyecto
en la región de Jambaló a otras regiones en el norte y el oriente de la región páez. Se
pretende consignar los resultados concretos de este proyecto no sólo en forma escri-
ta sino también en forma oral, por medio de audiograbaciones, a fin de conservar la
tradición páez. Posteriormente se elaborará un manual metodológico sobre las dife-
rentes formas de leer y discutir estos mapas parlantes. Con este propósito en mente
se establecerán programas de formación de maestros indígenas y blancos para la
aplicación de este material pedagógico en las escuelas (Bonilla 1983: 100ss).
Guambianos
En el departamento del Cauca también encontramos la organización indíge-
na CRIV, de los guambianos. Desde 1978, esta organización busca defender
y fortalecer su cultura, e incluye la instauración de las escuelas de las muni-
cipalidades indígenas. Se pretende desarrollar una didáctica que permita abar-
car los elementos sustanciales de la cultura aborigen en la escuela y a la vez
estructurar la enseñanza de tal forma que corresponda a la situación actual
del pueblo guambiano. Para ello se ha visto la necesidad de que estas innova-
ciones educativas salgan del seno de las escuelas, como resultado de una re-
flexión y discusión del programa con maestros, alumnos y padres de familia
(Baquero y Schroeder 1997: 580ss).
Arhuacos
Los arhuacos, en el departamento del Magdalena, han desempeñado un papel
pionero en cuanto a la elaboración de programas educativos se refiere:
En 1975 [...] los jefes arhuacos deciden la elaboración progresiva de un programa escolar
[...]. El programa quiere ser bilingüe y bicultural. Está orientado hacia la formación de
un personal docente indígena que dependería de los responsables de la comunidad. Este
programa comienza oficialmente en 1978, con el apoyo del Ministerio de Educación. Es
precedido por una fase experimental llevada a cabo esencialmente en las dos pequeñas
escuelas de Nabusímake y Donachui. Gran parte del material pedagógico previsto es ac-
tualmente utilizado en algunas escuelas. Se celebran varias sesiones de formación para
maestros indígenas. El objetivo del programa es el de crear una zona piloto, con el apoyo
del Ministerio, que escaparía al control de la misión capuchina. (Landaburu 1988: 160)
Wayuu
Los habitantes wayuu del departamento de La Guajira introdujeron un programa
de etnoeducación en sus escuelas primarias en 1985. En la capital de Riohacha se
26 www.compartel.gov.co/comun.htm
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27 Parece haber grandes distancias entre adultos y jóvenes en el caso de lenguas amerindias
sometidas a intenso contacto con el español dentro de un proceso en el que la pérdida de dominio
de la lengua nativa se acentúa en las generaciones jóvenes (ver Alarcón; Fagua; Montes et al.;
Rey; Rodríguez).
28 Numerosos estudiosos se dedican al tema de contacto de lenguas y a la influencia amerindia
pasada y presente sobre el español americano (ver Arboleda, Godenzzi, Cerrón, De Granda,
Escobar, Zimmermann, entre otros).
[...] [y] el más estable [...]. Sin embargo, la estabilidad del guaraní a través de cuatro
siglos responde a la vasta extensión del monolingüismo guaraní y no a su coexistencia
con el español. El supuesto común que el bilingüismo paraguayo es el más capacita-
do de resistir las presiones de la modernización [...] queda por concretarse [...] En el
Paraguay, campo, campesino y guaraní continúan siendo una realidad inextricable.
(Russinovich Solé 2001: 162 y 163)
Pero también pasan innegablemente por la asociación del uso de estas len-
guas con profundos valores de identidad y de resistencia:
Eso [la urbanización masiva] no quiere decir que el problema indígena disminuyó;
al contrario, aumentó vertiginosamente, ya que las ciudades y villorrios son huecos
negros que absorben todos los grupos humanos [...]. La ciudad y los poblados son
un banco de mano de obra adonde van las empresas agrícolas y mineras a tomar
los trabajadores que requieren para sus labores; igualmente, el sector terciario y el
sector lumpenizado (prostitución y mendicidad) de la economía urbana amazónica,
están absorbiendo rápidamente las malocas y pueblos indígenas, aumentando, día a
día, las dificultades para que las viejas culturas amazónicas logren recomponerse.
(Domínguez 2001: 2)
En el campo estatal, como veremos luego (ver citas de Gros 2000), se legiti-
ma y se disfraza de autonomía –o de descentralización– el definitivo abandono de
una responsabilidad que fue de los Estados, cuando éstos han decidido no asumir
nuevas responsabilidades en el contexto ‘globalizado’.
El abandono de la lengua a favor del español no resuelve el acceso pleno
–ni el estatus– de los hablantes en el sistema educativo,29 no sólo porque los de-
terminantes de fondo van más allá del dominio de destrezas comunicativas en
una lengua dada, sino porque la enseñanza –sea que se usen una o dos formas
lingüísticas– es mediocre, porque es educación pública para pobres y apunta
–sin éxito– a formas discursivas urbanas, académicas. El nativo ex bilingüe30
enfrenta las formas discursivas de funcionarios, planificadores, ONG y aca-
démicos y no podrá contrarrestarlas con la coherencia y la ‘argumentación’
de algunas formas discursivas indígenas tradicionales, otras ‘retóricas’ ricas
y diversas, aprendidas en otras formas de socializarse y vehiculadas por las
lenguas nativas. Hasta ahora esas formas discursivas y las lenguas nativas han
sido importantes como formas de autorrepresentación, aglutinación y defensa,
y son esas formas a las que deben apuntar la conservación, la revitalización y
la reinterpretación, allí donde aún sea posible. Un estudio sobre los géneros dis-
cursivos de los witotos abre la perspectiva a la necesidad de comprender nuevos
géneros igualmente complejos:
Debemos constatar que entre los Witoto no existe –ni en el ámbito cotidiano, local,
ni en el ceremonial, social– una dinámica interactiva que oponga las opiniones sobre
un proyecto colectivo en la cual se induzca a las personas a tomar posición sobre las
diferentes alternativas posibles, a favor o en contra, y a sustentar discursivamente un
punto de vista sobre otro. No hay por lo tanto retórica deliberativa entre los Witoto
[…] Sin embargo, constatamos que existe un registro ceremonial del discurso que
engloba diferentes formas de discursos y que ese registro exhibe características –gra-
29 Para los hablantes de lenguas minoritarias es clara la percepción de las desventajas sociales y de
estatus que implica usarlas, pues identifican a su portador como miembro de un sector marginal e
incluso estigmatizado. Algunos padres de familia indígenas dicen expresamente que no enseñan
la lengua nativa a sus hijos para evitarles los traumas que ellos tuvieron en el acceso al sistema
educativo.
30 Por estudiar están los efectos de la deprivación lingüística y cultural en poblaciones que han
sufrido diversos tipos de exclusión, entre otras, la exclusión del acceso a su propia lengua y
cultura y el pobre acceso a la cultura dominante.
31 Force est donc bien de constater que chez les Witoto, ni dans le domaine quotidien, local, ni dans
le domaine cérémoniel, social, n’existe une dynamique interactive qui confronte des opinions
au sujet d’un projet collectif et qui induise les personnes à prendre position sur différentes
alternatives possibles, sur un pour ou un contre, et à soutenir discursivement un point de vue
plutôt qu’un autre [...] En revanche, nous avons constaté qu’il existe un registre cérémoniel de
discours englobant différentes formes de discours, que ce registre affiche des caractéristiques
–grammaticales, lexicales, stylistiques, rythmiques et mélodiques– différentes de la manière de
parler au quotidien, que ces discours sont affirmatifs et incontestables en ce qu’ils lient le présent
à la cosmogonie et aux origines des choses pour évoquer, fonder et justifier la pratique actuelle —
ce qu’on est en train de faire et ce que, par conséquent, il convient de faire.
Una nueva política frente a las lenguas indígenas fue estimulada en primera instancia
por el resurgimiento de los movimientos indígenas, en particular el Consejo Regional
Indígena del Cauca, y la conformación de un movimiento político a nivel nacional que
veían en la lucha por la identidad nacional una tarea prioritaria en el contexto de la
liberación nacional. En este marco, la nueva actitud del Estado no es una gratuita o
una repentina ‘ilustración’ del mismo sino el resultado de la presión y la lucha de orga-
nizaciones indígenas, y grupos populares, a nivel nacional e internacional, de la labor
de concientización de múltiples profesionales [...] por eliminar un régimen misional
caduco y un sistema educativo etnocida. (Pineda 1997: 66)
Esa visibilización parece lograda. Propició luego los reclamos de los afrodes-
cendientes, de los gitanos o pueblo rom e incluso de la comunidad sorda hablante
de la lengua de señas. Para todos estos grupos el reconocimiento del derecho a
la educación bilingüe o a una educación acorde con sus tradiciones culturales se
ha materializado en normas legales y en algunas acciones educativas. Hoy en día
gran parte de esos procesos parece de nuevo perder su legitimidad y desgastarse,
sin que se haya logrado revertir los factores de exclusión.
La educación en los grupos étnicos estará orientada por los principios y fines gene-
rales de la educación [...] y tendrá en cuenta, además, los criterios de integralidad,
interculturalidad, diversidad lingüística, participación comunitaria, flexibilidad,
progresividad. Tendrá como finalidad afianzar los procesos de identidad, conoci-
miento, socialización, protección y uso adecuado de la naturaleza, sistemas y prácti-
cas comunitarias de organización, uso de las lenguas vernáculas, formación docente
e investigación en todos los ámbitos de la cultura. (Título III, Modalidades de aten-
ción a poblaciones. Educación para grupos étnicos. Artículo 56. Ley 115 de 1994)
Las críticas endógenas y de las debilidades internas del proceso iniciado hacia
1978 no impiden que haya logros ciertos y principios por defender, pues fue a par-
tir de los planteamientos etnoeducativos que se logró asumir la tarea de rediseño
como un proceso flexible y en construcción; fue posible en muchos casos la for-
mulación específica de planes educativos comunitarios acordes con los planes de
vida de las comunidades, hubo libertad para elegir calendarios, se transformaron
o desaparecieron los internados indígenas, se fueron dando condiciones especia-
les para seleccionar maestros indígenas con el acuerdo y aval de las comunidades.
Hoy esto hace parte de un discurso que empieza a sonar caduco ante la urgencia
de definir estándares, universalizar y evaluar con base en los estándares como
referentes, para mejorar:
Los estándares son criterios claros y públicos para que todos los colombianos conoz-
can qué hay que aprender. Son el punto de referencia de lo que un alumno puede estar
en capacidad de saber y saber hacer, según el área y el nivel. Sirven de guía para que
en todos los colegios urbanos o rurales, privados o públicos de todo el país, se ofrezca
la misma calidad de educación. Esto propicia la equidad de derechos y oportunidades
para todos. (MEN, 2003)
Gran preocupación manifestó el CRIC ante el alto índice de niños y niñas indígenas
que no pueden acceder al sistema educativo [...] esta problemática se agudiza aún más
con el hecho de que el departamento del Cauca deja de atender 9529 niños, a pesar de
que el gobierno nacional giró los recursos para su atención a través del Sistema Ge-
neral de Participación [...] para la atención de estos niños se requieren 416 docentes,
de los cuales 153 ya han sido contratados con los dineros y esfuerzos de cabildos y
comunidades, a pesar de ser responsabilidad de la administración departamental [...]
(Actualidad Étnica, mayo de 2004)
35 En algunas regiones como el Trapecio Amazónico y el Guainía subsisten o subsistían hasta hace
poco modalidades especiales que prolongaron el contrato de la educación indígena con la Iglesia
católica.
36 En el proceso de descentralización los indígenas manejan directamente recursos estatales para
planes de inversión.
escuelas, pero esto siempre es temporal y depende de proyectos que pueden ser o
no aprobados.
Con la Ley General de Educación (1994) las lenguas extranjeras se introdujeron por
vez primera en la escuela primaria, generalmente del tercer grado en adelante [...]
Debido a esos desarrollos, en años recientes el perfil de la enseñanza de lenguas,
especialmente el de la Enseñanza de la Lengua Inglesa (E.L.T.), se tornó más sobresa-
liente en el país y ha habido diversas iniciativas de parte del Ministerio de Educación
con el objetivo de elevar los estándares en esa área.37 (Mejía, en prensa. Traducción
de la autora)
37 With the General Education Law (1994) foreign languages were introduced for the first time at
primary school level, generally from Third Grade onwards [...] Due to these developments, in
recent years, the profile of language teaching, especially English Language Teaching (E.L.T.), has
become more prominent in the country and there have been several initiatives at the level of the
Ministry of Education aimed at raising standards in this area.
38 Los procesos que otorgaban el título de bachiller pedagógico a indígenas comenzaron en la década de
los años 80 a través de iniciativas regionales en modalidades presenciales e intensivas. Esa ‘profesiona-
lización’ indígena garantizó atención específica (no siempre la mejor) para esas poblaciones.
39 Se descuidó la vigilancia que debe ejercer el Ministerio de Educación sobre esos programas. Una muestra
más del abandono estatal y de la tendencia a dejar en manos privadas tareas de interés nacional.
Subcomunidad de
Lengua materna (M) hablantes de (M)
Comunidad de hablantes
de (D)
Comunidad de
hablantes de (A)
Hablantes Hablantes
de la lengua de la lengua
minoritaria minoritaria
(m) (m)
40 En estos dos continentes se da con frecuencia una combinación de este modelo y el anterior.
El concepto de comunidad de habla, cuyo punto de partida son los usuarios de las
lenguas y no las lenguas en sí, permite abordar el hecho de que las comunidades
bilingües pueden estar integradas por individuos bilingües y monolingües. Ob-
servemos gráficamente la diversidad de elementos que se pueden dar allí:
Comunicación
bilingüe
Comunicación monolingüe en Comunicación
A monolingüe en
B
A B
Contacto lingüístico:
Comunidad D
ámbitos de comunicación
bilingüe o de uso de D
Comunidad M como lengua franca
D = Lengua dominante
41 Véase por ejemplo la situación de las mujeres turcas en Alemania, ilustrada por Ates Seyran
(2007: 113).
43 Un caso ejemplar en este sentido es el trabajo terminológico de Termcat (2008), por medio del
cual se busca promover, en un escenario multilingüe, el desarrollo de la terminología en lengua
catalana y contribuir al progreso general de esta lengua en todos los ámbitos sociales.
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