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COBRE el Círculo de Viena ha escrito Bertrand

^ Russell: «La escuela es admirable por su decisión


de hacer filosofía científicamente, por su inflexible
amor a la verdad y por su trabajo técnico en lógica,
sintaxis y semántica». Sus puntos de partida están en
el campo de la física (Planck), en el de las ciencias
exactas, en el de la nueva lógica (Russell) y en el de
la filosofía del lenguaje (Wittgenstein).

Víctor Kraft

taurus
VI C T OR KRAFT

EL C I R C U L O
DE V I E N A
Versión española de
FRANCISCO GRACIA

taurus
Título original: Der Wiener Kreis
© Springer Verlag, Viena

Primera edición: 1966


Reimpresiones: 1977, 1986

© 1966 T aurus E diciones , S. A.


Príncipe de Vergara, 81. 28006 M adrid
ISBN: 84-306-1045-6
Depósito legal: M. 4.098-1986
PRINTED IN SPAIN
III. EL AMBITO DE LO COGNOSCIBLE

1. Ciencia unificada y lenguaje universal

La realización de la unidad del conocimiento consti­


tuye una de las tareas históricas de la Filosofía *. El
Círculo de Viena tuvo también claramente presente esta
tarea. Los sistemas conceptuales de la física, de la bio­
logía, de la psicología, de la sociología, de las ciencias
históricas, no pueden hallarse uno al lado del otro sin
posibilidad de comparación. Estas ciencias no pueden
hablar cada una en su propio lenguaje. Si se consideran
las ciencias particulares como heterogéneas en sus ob­
jetos, métodos y condiciones de validez, entonces no
existe ninguna relación entre ellas, sobre todo entre las
ciencias naturales y las culturales (o del espíritu), y no
resulta claro cómo se comportan entre sí sus conceptos
y leyes. Pero hay que estar utilizando constantemente
los conceptos y leyes de un campo en otro. Si hay que
explicar, y no meramente describir, un proceso psíquico
como la percepción, sólo es posible hacerlo si se sale
del sistema conceptual psicológico, ya que tal proceso
tiene que ponerse en relación con un estímulo físico
y un proceso fisiológico. Pero toda predicción es un
proceso singular transcendente de este tipo, por estar
condicionado complejamente. La deducción de una de
ellas, que tanta importancia reviste, exige recurrir a leyes
de diversas ciencias particulares, leyes de la naturaleza
y del comportamiento de los hombres. Pero para ello
las leyes y conceptos de las ciencias especiales tienen
que pertenecer a un sistema, no deben hallarse desco-1

1 Sobre esto, Diirr, «Die Einheit der Wissenschaften» (Erkennt-


nis, vol. III, p. 65 s.).

177
nectadas unas junto a otras. Tienen que constituir una
ciencia unificada con un sistema conceptual común
(un lenguaje común), sistema en el cual los sistemas
conceptuales de las ciencias particulares sean sólo miem­
bros, lenguaje en el cual sus lenguajes particulares sean
únicamente lenguajes parciales2.
£1 lenguaje unificado de la ciencia tiene que cumplir
dos exigencias. Tiene que ser: primero, intersubjetivo,
lo que en el aspecto formal quiere decir: tiene que ser
un sistema común de signos y reglas, y en el aspecto
semántico: tiene que designar lo mismo para cada per­
sona. Segundo, universal, es decir, toda proposición de
cualquier lenguaje tiene que poder ser traducida a él,
tiene que ser un sistema conceptual en el que pueda
expresarse cualquier hecho. Neurath y Camap conside­
raron en primer lugar a la física como tal lenguaje,
como tal sistema conceptual, por lo que esta teoría re­
cibió el nombre de «fisicalismo».
Los enunciados de la física describen cuantitativa­
mente el estado de una posición espacio-temporal, pero
pueden incluirse también determinaciones cualitativas,
como las que se dan a las cosas del mundo perceptivo,
si se las puede coordinar a estados o procesos físicos.
Por esto Camap ha modificado esta tesis de la unifica­
ción * en el sentido de que en ella no se trata del sistema
conceptual de la física, sino de propiedades y relaciones
observables de cosas. El nombre de «fisicalismo» se hace
con ello inexacto y debería ser sustituido por el de
2 Camap, «Die physikalische Sprache ais Universalsprpche der
Wissenschaft» (Erkenntnis, vol. II, p. 432 s.). Camap, «Psycholo-
gie Ln physikalischer Sprache» (Erkenntnis, vol. III, p. 107 s.).
Neurath, «Empirische Soziologie», 1931 {Schriften z. wissenschafti.
Weltauffasstmg, vol. V). Neurath, «Physicalism» {The Monist,
vol. 41, 1931). Neurath, «Physikalismus» (Scientia, V, 50, 1931).
Neurath, «Einheitswissenschaft und Psychologie», 1933 (Einheits-
wissenschaft, fascíc. 1). La Encyclopedia of Unified Science, Chica­
go, 1938 s., tiene como misión realizar el punto de vista de la
ciencia unificada.
* «Testability and Meaning», vol. 3, p. 466 s.

178
«lenguaje del mundo corporal» o «lenguaje de cosas».
No es el lenguaje fisicalista cuantitativo el que consti­
tuye el lenguaje unitario de la ciencia, sino el lenguaje
cualitativo de cosas. Esto quiere decir: todos los enun­
ciados sobre hechos cualesquiera pueden traducirse a
enunciados sobre estados o procesos del mundo cor­
poral. Las determinaciones de las cosas no pertenecen
exclusivamente a un ámbito sensorial determinado; las
oscilaciones de un diapasón no sólo pueden oirse, sino
también verse y tocarse. Las determinaciones de las
cosas son intersensoriales. Pero, a la inversa, determi­
nadas cualidades sensoriales están coordinadas unívo­
camente a determinados procesos corporales. A un tono
determinado le corresponden oscilaciones de una deter­
minada frecuencia fundamental y determinadas frecuen­
cias superiores con amplitudes determinadas. Por tanto,
las cualidades sensoriales pueden caracterizarse unívo­
camente mediante relaciones de cuerpos y, en conse­
cuencia, los enunciados sobre aquéllas pueden sustituir­
se por enunciados sobre éstas. La constatación de las
relaciones de cuerpos no sólo es independiente de un
determinado ámbito sensorial, sino también de un su­
jeto determinado. En el fondo, siempre es posible esta­
blecer una concordancia entre diversas personas respec­
to de estados y procesos del mundo corporal, precisa­
mente porque el mundo corporal es intersubjetivo. Por
tanto, el lenguaje de cosas, la descripción mediante pro­
piedades y relaciones observables, es también intersub­
jetivo.
Mediante este lenguaje no sólo puede exponerse
el campo de la física, sino también todos los restantes
campos de las ciencias naturales. Si bien puede haber
leyes específicas de la biología, o sea, aunque no se pu­
diesen reducir todas las leyes biológicas a leyes de la
física, sin embargo, los conceptos biológicos son reduci-
bles en última instancia a propiedades y relaciones ob­
servables de cuerpos. Si esto no sucede con conceptos
como «dominante» o «entelequia» es porque a base de
179
estos conceptos no pueden deducirse consecuencias con­
trastares. Pero también por ello tales conceptos no
son admisibles en modo alguno en la ciencia 4.

2. El fisicalismo

Los enunciados de las ciencias naturales son ya en


y por sí enunciados sobre relaciones reales, espacio-
temporales. Los enunciados de otros campos tienen que
poder traducirse al menos a tales enunciados. La ma­
temática y la lógica pueden expresarse en este lenguaje,
considerándolas como puros cálculos, como combina­
ciones de meras figuras-signos. Pero el verdadero pro­
blema del lenguaje «fisicalista» unitario se halla en si
con él puede representarse también el campo de lo
anímico; versa sobre la posibilidad de traducción de los
enunciados psicológicos a enunciados sobre estados y
procesos corporales. Neurath y Carnap, para funda­
mentar la posibilidad de traducción, formularon una
tesis que da como resultado un «fisicalismo» en sentido
estricto.
Originariamente consideraron todavía que los enun­
ciados psicológicos y los fisicalistas eran dos tipos dis­
tintos de enunciados, en el sentido de que los enuncia­
dos psicológicos hablan de las vivencias como de hechos
no físicos. Así dice Carnap con toda claridad en el pri­
mer estudio sobre el tema *1: «cualquiera puede compro­
bar bajo qué condiciones físicas... vive él una cualidad
determinada»; o bien: «los procesos de reacción pueden
ser, en parte, procesos de los llamados físicos y, en
parte, procesos psíquicos; ahora bien, en caso de que
sea válida la tesis antedicha de que los conceptos y pro­
posiciones psicológicas son reducibles a conceptos y
4 Kaila. «Det frammande siálvslivcts kunskapteoretiska pro­
blema, 1936 (Theoria, vol. II, p. 128 s.).
1 «Die physikalische Sprache ais Universalsprache der Wis-
senschaft» (Erkenntnis, vol. II, 1931, p. 445).

180
proposiciones fisicalistas, se trata siempre de procesos
físicos» (p. 451). La tesis fundamental se formula a con­
tinuación con toda claridad234: «No ha de entenderse
el fisicalismo como si quisiese prescribir a la psicología
que trate sólo hechos expresables de modo'fisicalista.
Quiere decirse más bien: la psicología puede tratar lo
que quiera y formular sus proposiciones como quiera.
Estas proposiciones son, en todo caso, traducibles al
lenguaje ñsicalista». Pero hablar de una traducción de
los enunciados psicológicos a enunciados fisicalistas,
únicamente tiene sentido si son enunciados distintos.
Pero simultáneamente se abandona esta concepción
dualista por la conclusión «de que todas las proposicio­
nes de la psicología hablan de procesos físicos (en el
cuerpo y especialmente en el sistema nervioso central
del sujeto en cuestión *). El único significado captable
científicamente en los enunciados sobre fenómenos
anímicos no puede consistir en otra cosa que en enun­
ciados sobre estados corporales, pues sólo estos enun­
ciados son intersubjetivos y contrastables. Si se inter­
pretan los enunciados sobre lo anímico en un sentido
no físicalista, escapan por principio a la contrastación,
pues la vida psíquica no es accesible de modo general.
En consecuencia, los enunciados sobre lo psíquico se
excluyen expresamente del lenguaje de la ciencia. «Si se
habla en forma dualista —como es usual en filosofía
casi siempre— de 'contenidos de vivencias’ y de 'hechos
físicos' (... de lo psíquico y lo físico...), son inevitables
las contradicciones *». Las representaciones de las vi­
vencias psíquicas de otro son únicamente representa­
ciones accesorias superfluas. El contenido lógico de
los enunciados sobre lo psíquico consiste sólo en

2 «Psychologie in physikalischer Sprache» (Erkenntnis, vol. III,


p. 108). (Recogido en el volumen El positivismo lógico, citado
anteriormente.)
2 «Die physikal. Sprache ais Universalsprache d. Wissenschaft»
(Erkenntnis, vol. II, p. 450).
4 Erkenntnis, vol. II, p. 456, 457.

181
enunciados sobre lo físico. «Fundamentalmente sólo hay
una especie de objetos, a saber, los procesos físicos9».
Todos los enunciados de las ciencias positivas no pue­
den versar más que sobre lo corporal", pues sólo los
enunciados sobre ello son intersubjetivamente com­
prensibles y contrastabas. En consecuencia, el lugar
de la psicología al uso debe ocuparlo un behaviorismo
radical, como la única forma científicamente posible de
la psicología. «La psicología es una rama de la física» T.
Las proposiciones sobre vivencias psíquicas carecen se­
gún esto de significado científico, esto es, de contenido
teórico. Las representaciones de las vivencias psíqui­
cas de otro son únicamente representaciones concomi­
tantes superfluas 9. La suposición de que los hombres
tienen vivencias aparte de su comportamiento corporal
no puede expresarse fisicalistamente y, por tanto, tam­
poco científicamente. Constituye una mera pseudopro-
posición. Es metafísica. De este modo, se devino desde
la tesis originaria a una mucho más radical.
Este fisicalismo radical causó generalmente extrañe-
za y chocó desde el principio con una fuerte resisten­
cia. Pero en él se extraen con inexorable rigor lógico
consecuencias de la exigencia de la contrastabilidad,
que parecen inevitables. Este radicalismo sin trabas
vuelve a tener aquí el significado de plantear proble­
mas legítimos e importantes.
Los enunciados sobre la vida psíquica ajena no pue­
den contrastarse directamente, ya que los procesos psí­
quicos ajenos no pueden percibirse directamente. Si
se afirma, como Scheler, que pueden leerse de modo
inmediato en el rostro de otro los procesos psíquicos4

4 Erkenntnis, vol. III, p. 108.


* Kotarbinski defiende también una concepción completamen­
te análoga con el «Reismus». Véase R. Rand, «Kotarbinskis Phi-
losophie» (Erkenntnis, vol. 7, 1937/38, p. 97 s.).
1 Erkenntnis, vol. III, p. 142.
* Erkenntnis, vol. II, p. 459 s. Camap, Scheinprobleme, 1928,
p. 36 s.

182
como la cólera, la alegría, la confusión, «leer en el
rostro» quiere decir precisamente: poner como base de
la diagnosis psíquica la expresión del rostro, o sea, pro­
cesos corporales. Tiene que haber siempre comunica­
ciones lingüísticas o síntomas corporales expresivos o
el comportamiento general en una situación determi­
nada o procesos fisiológicos en la percepción. Sin tales
indicios del mundo corporal, no es posible en modo
alguno una contrastación de los enunciados sobre fe­
nómenos psíquicos, salvo que haya telepatía. Y esto es
válido no sólo para los estados psíquicos ajenos actua­
les, sino también para los estados propios pasados.
Pero si todo enunciado sobre ellos tiene que estar
basado en enunciados sobre estados corporales, a todo
enunciado psicológico de este tipo le tiene que corres­
ponder otro sobre el mundo corporal y partee posible
en consecuencia eliminar los enunciados psicológicos en
general y sustituirlos por los enunciados coordinados
del mundo corporal, pues, como consecuencia de esta
correspondencia, lo anímico puede ser caracterizado
mediante lo corporal coordinado. Con ello no queda
definido en su particularidad, sino únicamente ñjado
unívocamente según su extensión. Pero precisamente
por esto, los enunciados psicológicos y los «fisicalistas»
correspondientes son equivalentes, tienen el mismo
contenido teórico. No existe entonces diferencia algu­
na teóricamente relevante, ni siquiera indicable teóri­
camente, entre ellos. Los enunciados sobre lo «psíqui­
co» no pueden consistir, pues, científicamente más que
en los enunciados sobre lo corporal, que son los úni­
cos contrastabas. Con ello el fisicalismo radical es
behaviorismo radical. No hay enunciados sobre las vi­
vencias psíquicas. Los enunciados «psicológicos» úni­
camente tienen un significado contrastable como «fisi­
calistas». La tesis radical del fisicalismo se hace así no
sólo comprensible, sino aparentemente inevitable.
Pero hay que darse cuenta ahora de lo que el fisi­
calismo radical encierra consecuentemente dentro de sí
183
mismo. Los enunciados sobre la vida psíquica ajena, en
cuanto algo no-físico, son pseudoproposiciones carentes
de significado, ya que no son contrastables por prin­
cipio. Esto tiene como consecuencia que también son
incomprensibles y carentes de significado desde el pun­
to de vista intersubjetivo los enunciados mismos de
otro hombre sobre sus estados psíquicos, en la medida
en que por ellos se entienda algo distinto de estados
de su cuerpo. «Si la proposición ’A estaba enojado
ayer a mediodía' no tiene para mí ningún significado
porque... no puede ser comprobada por mí, no se con­
vertirá tampoco en significativa por el hecho de que de
la boca de A provenga un fenómeno sonoro con la confi­
guración de esta proposición»*. Son sólo actos de su
comportamiento corporal «verbal».
Pero, finalmente, tampoco los enunciados sobre las
vivencias propias pueden contener en el lenguaje cien­
tífico intersubjetivo otra cosa que fenómenos corpora­
les, si han de ser contrastables. «Ayer estaba irritado»
sólo quiere decir «mi cuerpo tenía ayer el estado físico
que se acostumbra a designar como 'irritación’» **. El
lenguaje de los protocolos de vivencias se convierte
con ello en un «lenguaje parcial del lenguaje fisicalis-
ta>". Esto tiene también como consecuencia que la
base del sistema de constitución, constituida por el psi-
quismo propio, se viene abajo. Los conceptos del mun­
do de las cosas no pueden ser constituidos mediante la
reorganización de lo vivencialmente dado, sino que, a
la inversa, el sistema de constitución tiene que ser
construido sobre la base de conceptos «fisicalistas», de
conceptos de cosas propiamente. Con ello se realizó un
giro esencial en la fundamentación del conocimiento
empírico desde el inmanentismo de la conciencia al
materialismo.

• Erkenntnis. vol. III, p. 122, 124.


10 Erkenntnis, vol. III, p. 136.
** Erkenntnis, vol. III, p. 458.

184
La crítica de este fisicalismo no puede efectuarse,
como suele suceder **, partiendo de la hipótesis dua­
lista de que hay vivencias psíquicas que son distintas
de los procesos del cuerpo respectivo. Hay que anali­
zar la afirmación fisicalista de que los enunciados que
son psicológicos en este sentido no pueden formularse
en modo alguno científicamente, es decir, de manera
que sean contrastables.
Para hacer la crítica del fisicalismo radical hay que
contestar primero la pregunta fundamental: ¿cómo se
puede hablar entonces científicamente, de modo com­
prensible intersubjetivamente, de las vivencias del psi-
quismo ajeno en general? ¿De qué modo puede cons­
truirse en general científicamente el concepto de lo
psíquico como algo no corporal? Pues dado que el
psiquismo ajeno no puede constatarse directamente,
dado que no es inmediatamente accesible, no puede
captarse en modo alguno por sí mismo, sin sus sínto­
mas corporales. Este es el argumento fundamental del
fisicalismo. No niega la existencia de vivencias psíqui­
cas; pero afirma que de ellas no puede hablarse en
absoluto, puesto que son metafísica. Las proposiciones
sobre ellas carecen de significado, pues no son contras­
tables por principio. Las vivencias psíquicas no pueden
comunicarse intersubjetivamente y, por tanto, no pue­
den comprobarse. Si los enunciados psicológicos le ha­
cen pensar a uno en vivencias psíquicas, esto sólo son
representaciones concomitantes que no pertenecen al
contenido teórico de los enunciados,f. En consecuen­
cia, no puede indicarse de ninguna manera mediante
un enunciado objetivo en qué consiste la diferencia
entre un enunciado sobre lo psíquico en sentido usual
y un enunciado sobre los procesos corporales coordi­
nados, qué es lo que aquél dice distinto de lo que dice

12 En el fondo también se hace asi por Duncker, «Behavioris-


mus und Gestaltpsychologie» (Erkenntnis, vol. III, p. 162 s.).
11 Erkenntnis, vol. II, p. 459, 460.

185
éste *\ Según el fisicalismo, el concepto de lo psíquico
en sentido específico no puede en absoluto formularse
científicamente.
Pero surge entonces en primer lugar la cuestión de
qué sucede con los conceptos del lenguaje de cosas,
del fisicalismo. En él hay que introducir conceptos pri­
mitivos indefinibles. Estos conceptos primitivos no
pueden determinarse tampoco mediante la mostración
de aquello que aíslan mentalmente, pues lo que puede
ser mostrado no es intersubjetivo, como debe serlo lo
corporal; son los datos subjetivos de la percepción,
si no se es partidario del realismo ingenuo, que con­
funde los cuerpos objetivos con los contenidos de per­
cepción subjetivos. Pero es cierto que ahora no puede
afírmarse que los conceptos del mundo corporal sean
gnoseológicamente tan claros e incuestionables que sin
determinación ulterior se les pueda dar por supuestos
como fundamentos de la ciencia. Lo que ha de enten­
derse por «cuerpo» ha sido reducido de las cualidades
secundarias a las primarias y de éstas a los números
concretos de las magnitudes físicas de estado, donde
se inserta la problemática gnoseológica, cosa que la
física conoce perfectamente: realidades extraconscien­
tes como los electrones, etc., con su «complementarie-
dad» de partículas y ondas de materia o únicamente
conexiones regulares de lo perceptivamente dado **. Los
conceptos del lenguaje de cosas representan, pues, una
suposición completamente problemática y, por tanto,
difícilmente se les puede introducir asi sin más como
conceptos primitivos indefinidos.
Para constituir el concepto de lo psíquico en sentido
usual se necesita tomar como base únicamente lo que
a cada uno le resulta conocido por su experiencia pro­
pia. Por su género cualitativo no es comunicable, pues
el contenido intersubjetivo de los enunciados consiste

14 Caraap, Scheinpróbleme, p. 40.


14 Véase posteriormente p. 189 s.

186
en la «estructura», en las relaciones de ordenación en
que se hallan los contenidos cualitativos1*. Pero los
miembros subjetivos de estas relaciones intersubjeti­
vas son indispensables e ineliminables. En los conteni­
dos subjetivos de las vivencias están dados los hechos
en virtud de los cuales puede construirse el concepto
de lo psíquico como un concepto intersubjetivo com­
prensible. Es el concepto de la especie general de lo
vivencialmente dado, la esencia de lo cromático, de lo
frío, de lo doloroso, de lo desagradable, etc. Estas cua­
lidades se fijan intersubjetivamente mediante la carac­
terización de su ordenación, si bien el contenido cua­
litativo puede diferir individualmente. El concepto ge­
neral de algo de especie semejante a aquello que cada
uno vive subjetivamente, de algo que llena cualitativa­
mente las relaciones intersubjetivas, puede constituirse
así como un concepto intersubjetivo.
Hay que demostrar además la comunicabilidad de lo
psíquico. La comprensión de enunciados sobre el psi-
quismo ajeno se produce ya por el hecho de que lo
psíquico ajeno está fijado por su relación de ordena­
ción (estructura), al estar diferenciado suficientemente
y determinado unívocamente por ella. Pero esta estruc­
tura basta plenamente para producir una comprensión
intersubjetiva. Quien recibe una comunicación puede
llenar de contenido la estructura con elementos de su
propia experiencia y representarse de este modo los
procesos psíquicos ajenos según su tipo general. Se
sabe entonces lo que se quiere decir con ello: algo
del mismo tipo que el color vivido por uno mismo o
que el dolor vivido por uno mismo, si bien no de la
misma peculiaridad exactamente. Por tanto, los enun­
ciados sobre fenómenos psíquicos son significativos sin
tener que interpretarlos como físicalistas.
Pero tal concepto de lo psíquico seria además inútil,
por ser superfluo, si para todo proceso psíquico hu-•

•• Véase anteriormente p. 51 s.

187
biese también procesos corporales que no sólo pudiese
suponerse que están coordinados, sino que se compro­
base siempre que lo están. Pues entonces podría ha­
blarse realmente de los procesos psíquicos, ya que am­
bos enunciados son equivalentes; si uno es verdadero,
el otro también lo es.
Para la crítica ulterior del fisicalismo se trata de
saber, pues, si lo que normalmente se consideran como
vivencias psíquicas puede describirse íntegramente me­
diante enunciados sobre hechos corporales y, en conse­
cuencia, si puede sustituirse por ellos. Pero esto tro­
pieza con dificultades de principio. Hay un gran con­
junto de fenómenos psíquicos (en sentido usual), sobre
todo en los campos del pensamiento y la imaginación,
pero también en los de las impresiones sensoriales y
orgánicas, cuyos síntomas corporales de expresión son
extremadamente escasos y muy inseguros o completa­
mente insuficientes para una determinación más de­
tallada. Generalmente, el hecho de que alguien piensa
en algo determinado, o lo recuerda, o lo desea, o lo ve,
se expresa tan poco y con tan poca claridad en su
comportamiento que no se lo puede determinar me­
diante ello ni siquiera aproximadamente y mucho me­
nos claramente. Los procesos que se desarrollan en el
sistema nervioso central al hacerlo no los conocemos
en detalle. Los únicos fundamentos perceptivos para
ello son los enunciados de las personas que experi­
mentan.
Para poder describir tales fenómenos psíquicos en
lenguaje fisicalista, Camap se ve obligado a designar
el estado corporal coordinado a ellos no de un modo
directo, sino mediante un rodeo consistente en servirse
de expresiones psíquicas. Le caracteriza como el estado
corporal que se da cuando alguien hace un enunciado
sobre una vivencia determinada, el cual, sin embargo,
ha de tomarse únicamente como un fenómeno mera­
mente físico (voz, escritura). Por ejemplo, la descrip­
ción ñsicalista de que alguien ve rojo viene dada por
188
el hecho de que el estado corporal del sujeto corres­
pondiente se designa como «viendo rojo». Pero «viendo
rojo» no significa, utilizado de este modo, una sensa­
ción, sino una clase de reacciones corporales (movi­
mientos orales, gestos como el de señalar a un objeto
rojo) que se producen regularmente en virtud de estímu­
los (preguntas como sonidos verbales, signos escritos).
La vivencia psíquica «ver rojo» ha de sustituirse en la
descripción mediante un estado corporal de «estar vien­
do rojo» y este estado corporal se caracteriza por estar
ligado a una clase determinada de reacciones del su­
jeto que ve ro jo 17.
Para poder caracterizar unívocamente «de modo fi­
sicalista» un fenómeno psíquico determinado tendrían
que poder indicarse todas las reacciones que podrían
servir como distintivo del estado corporal correspon­
diente, pues si esto no fuese posible habría que supo­
ner que en una persona no pasa nada, cuando de hecho
sucede. Las reacciones mediante las cuales se hace de-
terminable el estado corporal «estar viendo rojo» pue­
den ser movimientos orales o escritos del tipo más
diverso, o sea, enunciados que recen de modo diverso
en distintos lenguajes. Pero también pueden faltar ta­
les reacciones. No es necesario que uno exteriorice toda
sensación. Los procesos fisiológicos que se producen
en el cerebro no son suficientemente conocidos. Las
reacciones mediante las cuales se haga determinable el
estado corporal «estar pensando la proposición p»
(«p» puede ser, por ejemplo, « 2 x 2 = 4») serán muy
escasas, si puede comprobarse alguna en general. Pero
incluso estas escasas reacciones serán completamente
inexpresivas. Serán características sólo del pensar en
algo en general, pero no permitirán conocer el conte­
nido especial de la proposición. Una proposición psi­
cológica no tiene el mismo contenido que una propo­
sición fisicalista única, sino únicamente el mismo que

,T Erkenntnis. vol. II, p. 458.

189
una conyunción de proposiciones fisicalistas. Pero esta
conyunción de- las reacciones corporales posibles no
puede fijarse de modo suficiente y completo ni me­
diante una clase, definida por una propiedad o una
relación, ni por enumeración. Se construye sólo reco­
giendo los síntomas corporales expresivos de una deter­
minada clase de fenómenos psíquicos. Pero en modo
alguno puede decirse de antemano cuáles son todos los
estados corporales que pertenecen a ella, cosa que no es
posible por la imprevisible diversidad de su variación **.
Esto sólo puede concebirse unitariamente mediante una
coordinación con una especie de vivencias psíquicas.
Con lo cual no puede eliminarse lo psíquico en sentido
específico.
Esto es válido con especial claridad para el ámbito
de la comprensión de signos, cuya importancia es fun­
damental. La comprensión de un significado, de una
significación, no está1* «determinada completamente
por la condición física de los estímulos que alcanzan
nuestros órganos sensoriales». Si se hace una señal
con banderas a un barco, los estímulos físicos (ópticos)
están dados allí del mismo modo para todas las per­
sonas, pero la señal será comprendida por la dotación
del barco, o al menos por una parte de ella, mientras
que la mayor parte de los pasajeros no la comprenderá.
La comprensión no depende meramente de la condición
del estímulo, de los objetos como signos, sino también
de la preparación de los sujetos. Para comprender la
significación de un signo hay que haberla aprendido.
Es esta segunda condición subjetiva la que obliga a
Carnap a recurrir a la persona que comprende en su
intento de fiscalización de la comprensión. Un signo o
un comportamiento significativo es caracterizado por él
** Rougier ha argumentado de un modo semejante: «Le lan-
gage de la physique est-il universel et autonome?» (Erkennt-
rtis, vol. VII, 1937/38, p. 189 s.).
19 Como dice Carnap, «Psychologie in physikalischer Sprache»
(Erkenntnis. vol. III, p. 126).

190
como comprensible cuando un sujeto reacciona a él
con una proposición protocolaria correspondiente. Al
hacerlo, el sujeto ha de jugar únicamente el papel de
un detector orgánico; su vivencia comprensiva no en­
tra en la caracterización, haciéndolo únicamente su
enunciación de la comprensión. Carnap cree permane­
cer con ello al hacer la caracterización completamente
dentro del campo fisicalista, pues considera el enuncia­
do como un fenómeno físico (voz o escritura).
Pero en cuanto tal no es suficiente. Este mismo enun­
ciado tiene, a su vez, que ser comprendido, pues no se
pueden indicar todas las posibles combinaciones ora­
les o escritas mediante las cuales puede expresarse
una comprensión determinada. Incluso si no son infi­
nitas, son imprevisibles. Sólo podría eliminarse la vi­
vencia de la comprensión si estuviésemos en condicio­
nes, no sólo de definir fisiológicamente el aprendizaje
mediante la creación de reflejos condicionados, sino
también de caracterizar unívocamente del mismo modo
lo aprendido en concreto. Mientras esto no sea posible,
no puede transcribirse, caracterizarse ni definirse el
comprender de un modo puramente fisicalista. Mien­
tras tanto, lo psíquico sigue siendo indispensable e in-
eliminable en cuanto fenómeno no fisicalista. El len­
guaje fisicalista o lenguaje de cosas no sirve, pues,
para la representación de lo psíquico. Por tanto, se
conserva el dualismo originario de lo psíquico y lo
corporal y, con ello, también el de lenguaje de vivenr
cias y lenguaje de cosas.
Nos hallamos, por tanto, en la siguiente situación:
si se tiene por inconstituíble el concepto de lo psíquico
en sentido usual y se consideran imposibles los enun­
ciados sobre ello, la ciencia tiene que renunciar a un
gran número de sus enunciados actuales y se suprimen
la mayor parte de las ciencias culturales.
Para poder incardinar acciones dadas en un contexto
causal o teleológico, tenemos que referirlas o a sus mo­
tivos psíquicos o a sus fenómenos corporales paralelos.
191
Pero estos últimos no los conocemos ni con mucho de
modo suficiente para poder inferirlos de acciones da­
das. Por el contrario, las relaciones psíquicas las cono­
cemos mucho mejor. Por tanto, cuando se desconocen
los procesos corporales coordinados, no podemos pres­
cindir de la motivación psíquica. Tales situaciones se
producen abundantemente en la investigación histórica
y en los procesos judiciales.
Pero ¿cómo pueden contrastarse intersubjetivamente
los enunciados sobre el psiquismo ajeno en este sen­
tido, en los casos en los que no se dispone para ello de
ningún indicio corporal directo? Nos hallamos ante un
caso de este tipo, por ejemplo, cuando se discute ante
un tribunal si un homicidio ha sido el resultado de
un propósito de matar o constituye un homicidio no
intencionado. Si se ha ocultado la intención de matar,
no existen indicios corporales directos de ella (mani­
festaciones del asesino). Para averiguar la intención se
tiene en cuenta sobre todo si la situación total puede
motivar una intención de asesinato. Puede deducirse
de acciones preparatorias. Pueden ser acciones que en
sí y por sí no indiquen en modo alguno una intención
de asesinar y sólo adquieran este significado en el con­
texto total, como, por ejemplo, informaciones previas
sobre la presencia o ausencia de personas. O bien se
inñere que se trata de un mero homicidio por el hecho
de existir un profundo afecto entre los sujetos. Tales
razonamientos descansan, por una parte, en que las
acciones nacen de un conjunto de motivaciones, en que
son miembros de un contexto psíquico de fines y me­
dios para su realización; por otra parte, se fundan en
regularidades exclusivas de la vida psíquica, de modo
que el gran afecto excluye la premeditación y un im­
pulso violento lleva consigo las acciones. Por tanto, los
fundamentos para la constatación del psiquismo ajeno,
como, por ejemplo, de una intención, están dados por
relaciones regulares entre procesos corporales y psíqui­
cos (acciones e intenciones) y entre procesos psíqui-
192
eos (afecto y premeditación). Estas regularidades se in­
ducen de la experiencia propia y ajena y se utilizan
para la interpretación de la conducta ajena, habiendo
sido confirmadas una y otra vez. Los enunciados sobre
el psiquismo ajeno son contrastabas intersubjetiva­
mente en virtud de estas regularidades, incluso cuan­
do no hay ningún indicio corporal directo de él. Lo
que sólo indirectamente está relacionado con lo cor­
poral perceptible mediante leyes psicológicas, que son
leyes probabilitarias meramente estadísticas, puede tam­
bién ser justificado como hecho psicológico válido. Los
enunciados sobre el psiquismo ajeno son enunciados
científicos legítimos.
Por consiguiente, no puede mantenerse que el len­
guaje ñsicalista o lenguaje de cosas pueda servir como
lenguaje universal de la ciencia unificada, pues los
estados y procesos psíquicos no pueden traducirse com­
pletamente a él. El lenguaje de vivencias y el lenguaje
de cosas, el sistema conceptual de lo psíquico y el de
lo físico se mantienen autónomos uno al ladQ del otro.
La ciencia no puede prescindir de ninguno de ellosí0.

*» Contra el lenguaje fisicalista unificado de la ciencia se han


levantado también objeciones desde otro punto de vista: por
Kokoszynska, «Bemerkungen über die Einheitswissenschaft» (Er-
kenntnis, vol. VII, p. 325 s.). No todas las proposiciones cientí­
ficas pueden expresarse en el mismo lenguaje; no puede hacerse
concretamente esto con las proposiciones que se refieren a la
verdad, la denotación, la definibilidad en un lenguaje. Esta ob­
jeción, que se apoya únicamente sobre las proposiciones lógicas,
ya no es válida cuando al hablar de la unidad del lenguaje de
la ciencia se trata sólo de las proposiciones extra-lógicas, como
explica Carnap («Logical Foundations of the Unity of Science»
[Encyclopedia of Uitified Science, vol. I, núm. 1]). Lo que im­
porta únicamente es saber si todas éstas son reducibles a pro­
posiciones fisicalistas. Frente a esto, Kaila ha.em prendido un
ingenioso intento de comprender de modo behaviorista la fun­
ción simbólica («Physikalismus u. Phánomenalismus» [Theoria,
vol. VIII, 1942]).

193
3. R ealidad

De las condiciones de la confirmación resulta el ám­


bito de lo que es cognoscible. La confirmación de un
enunciado empírico tiene que fundarse en la percep­
ción y, en última instancia, en la percepción propia.
También la posibilidad de utilización de las experien­
cias ajenas descansa sobre la percepción propia. Uno
tiene que oír o leer lo que otro le comunica. Pero no
por esto es cognoscible únicamente lo vivido por uno
mismo, ni tampoco meramente lo que puede experi­
mentarse en general, sólo lo inmanente a la concien­
cia, como se defendió por parte del positivismo. Cierta­
mente, no hay que negar que también en el Círculo de
Viena, en parte y a veces, se consideró como real 6ólo
lo vivencialmente dado *. Según el sistema de consti­
tución de los conceptos de Carnap, el significado de los
enunciados sólo puede consistir en transformaciones
de lo vivencialmente dado, lo corporal en regularidades
de lo perceptible y todas las demás especies de objetos
sólo en relaciones entre vivencias. Por miedo a la me­
tafísica no se osaba salir del ámbito de las vivencias.
Pero esta concepción se abandonó completamente en
el fisicalismo y Schiick rechazó expresa y detallada­
mente la equiparación con cualquier idealismo o solip-
sismo teóricos en su ensayo «Positivismus und Rea-
lismus» *.
El principio defendido por el Círculo de Viena de
que todos los enunciados, incluso los que versan sobre
la realidad, tienen que ser contrastados y confirmados
con lo vivencialmente dado, resulta completamente mal-
interpretado cuando se ve en él la afirmación de que12
1 «Las cosas* que se constituyen partiendo de las percepcio­
nes no corresponden a ninguna realidad existente fuera de las
percepciones*, dice Ph. Frank (Erkenntnis, vol. II, p. 186).
2 Erkenntnis, vol. III, 1932; Ges. Aufsatze, p. 83 s.

194
sólo lo dado es real, de que las cosas corporales sólo
son conceptos auxiliares para la ordenación de lo vi­
vencialmente dado, que el mundo exterior sólo es una
construcción lógica. Esta opinión se defendió a veces
realmente por el positivismo y otras veces se le ha
imputado por una falsa interpretación. Puede vacilarse
acerca de si sucede lo uno o lo otro cuando J. St. Mili
caracteriza los cuerpos como «posibilidades permanen­
tes de sensaciones». Por el hecho de que lo vivencial­
mente dado se considere como el contenido de la
conciencia de un sujeto, se llega de la exclusiva rea­
lidad de lo dado a la exclusiva realidad de lo cons­
ciente; no hay nada fuera de la conciencia. Si al
hacerlo se supone que lo dado se distribuye en una
pluralidad de conciencias, se mantiene uno en el idea­
lismo; pero si se limita lo dado a lo que me está
dado a mí mismo, se viene a parar al solipsismo. Pero,
en ambos casos, se halla uno ante doctrinas metafísicas,
pues se afirma con ello que fuera del mundo empírico
no existe nada más, que detrás no se halla ningún ser
trascendente. Pero esto es algo que no puede compro­
barse y decidirse empíricamente, igual que la afirma­
ción del realismo metafísico de que junto al mundo
empírico existe todavía otro distinto, absoluto; es se­
cundario que éste sea cognoscible de un modo especial
o sea incognoscible.
Pero al contenido de la conciencia no le corresponde
ninguna posición excepcional respecto de la realidad
empírica. Lo esencial no es que lo dado sea una cosa
neutral, como en el caso de Mach y Avenarius, y que
tanto lo psíquico como lo físico se constituyan a par­
tir de ello, sino que lo que importa es que un estado
de conciencia, un sentimiento, un dolor, sólo pueden ser
afirmados como objetivamente reales en el mismo sen­
tido que un objeto físico. «Ser-real significa siempre
hallarse en una relación determinada con lo dado.»
{Loe. cit., p. 105). Pues sólo entonces puede contrastarse
y confirmarse un enunciado sobre la realidad.
195
La realidad objetiva no viene garantizada por una
vivencia única, sino sólo por conexiones regulares.
Cuando es dudoso si en mi cuerpo hay un lugar dolo­
roso aquí o allí, en el apéndice o en el hígado, tienen
que encontrarse indicios de ello (palpando o por mé­
todos semejantes). Y del mismo modo puede demos­
trarse la realidad de los estados de conciencia ajenos.
En virtud de conexiones regulares entre procesos cor­
porales y psíquicos puede probarse que es real —o tam­
bién que no es real— que alguien tenga una vivencia
determinada, por ejemplo, que se alegra. Las manifes­
taciones lingüísticas, las comunicaciones del otro, sín­
tomas corporales expresivos, conocimiento del carác­
ter del otro y de su situación instantánea establecen
una conexión entre estados corporales perceptibles y
estados psíquicos no perceptibles para mí, pero que, a
pesar de todo, han de aceptarse como reales en virtud
de esta conexión, si bien sólo de modo hipotético, como
todos los enunciados empíricos.
Y del mismo modo puede demostrarse la realidad de
objetos y procesos corporales no percibidos ni percep­
tibles. Si se los conjetura en virtud de leyes naturales
unidas a estados de cosas dados en la percepción, si
son incardinables en el sistema espacio-temporal del
mundo exterior, entonces estas suposiciones son igual­
mente válidas que los enunciados sobre cueipos y pro­
cesos percibidos. «Estamos, pues, en posesión de crite­
rios empíricos determinados para saber si las casas y
los árboles estaban ya ahí cuando no los veíamos y si
ya existían antes de nuestro nacimiento y existirán des­
pués de nuestra muerte; es decir, la afirmación de que
aquellas cosas 'existen con independencia de nosotros’
tiene un significado completamente claro y comproba­
ble y evidentemente ha de ser admitida. Podemos dis­
tinguir perfectamente de una manera expresable estas
cosas de aquellas que existen sólo 'subjetivamente', ’de-
196
pendiendo de nosotros’»*. En este sentido no cabe
duda de la realidad de la cara de la luna siempre ocul­
ta para nosotros * ni tampoco de que las estrellas conti­
nuarían en sus órbitas incluso cuando toda conciencia
se extinguiese en el mundo *. Y del mismo modo se
demuestra la realidad de los átomos y campos eléctri­
cos mediante las regularidades descubiertas por la fí­
sica. «Positivismo lógico y realismo no son, por tanto,
antagónicos»*. «Por tanto, ha de rechazarse la formu­
lación utilizada por algunos positivistas según la cual
los cuerpos 'sólo son complejos de sensaciones’»*. Es
este un reconocimiento claro e inequívoco del realismo
empírico. Pero con ello no debe afirmarse, ni tampoco
negarse, una realidad absoluta trascendente a la expe­
riencia, pues tal realidad no puede ser discutida *.
Ser-real quiere decir en sentido empírico: estar in-
card inado en el sistema espacio-temporal de lo Ínter-
subjetivamente comprobable. No puede plantearse en
modo alguno la cuestión de si esto es sólo una cons­
trucción ideal o le corresponde una realidad absoluta
subsistente por sí. Esta es la pregunta por su «idealidad
o realidad trascendental», una cuestión metafísica. Evi­
dentemente, saber si lo que aceptamos como real es
«verdaderamente» real, si aquello que suponemos in­
dependiente de nosotros y existente fuera de nuestra
conciencia, existe realmente por sí con independencia
o si a nuestras suposiciones no les corresponde en
modo alguno una realidad absoluta, «existente en sí»,
es colocarse en un punto de vista metafísico. Es una

• Ges. Aufsdtze, p. 107, e igualmente p. 102.


« Ibid., p. 352.
» Ibid., p. 365.
• Ibid., p. 115.
1 Ibid., p. 114. Cfr. anteriormente nota 1, p. 160.
• Caraap, Scheinprobleme der Philosophie, 1928. Ph. Frank,
«Das Kausalgesetz», 1931 (Schriften z■ wissenschaftt. Weltauffas-
stmg, vol. VI, cap. 10). Cornelius, «Zur Kritik der wissenschaft.
Grundbegriffe» (Erkennínis, vol. II, p. 191).

197
pregunta que se sale* por completo de lo científica­
mente cognoscible. No puede definirse lo que quieren
decir «realidad» y «absoluto* en este sentido, ya que
no puede indicarse ningún criterio para ello. Por esta
razón se caracterizaron tales proposiciones sobre la
existencia metafísica como carentes de significado*.
¿Cuándo hemos de poder decir que a la realidad em­
pírica le corresponde una absoluta y cuándo no? Una
realidad que no exista actualmente en una vivencia no
podemos hacer más que pensarla, afirmarla, suponerla,
pero nada más. Formulamos la hipótesis de una reali­
dad independiente de nuestra experiencia e indicamos
criterios para su contrastación en la medida en que
una afirmación de existencia implica determinados
enunciados perceptivos. Si se trata de la realidad empí­
rica, por ejemplo, de si una cordillera de una región
desconocida es real o sólo legendaria, esto se decide con
segundad mediante la vista. Ahora bien, a la realidad
introducida idealmente fuera de nuestra conciencia no
le podemos contraponer además otra realidad que no
estuviese introducida igualmente de un modo ideal. Su
realidad tendría que alcanzarse de otra manera. ¿Cómo
se llegaría, pues, a tal realidad absoluta? Querer medir
nuestras suposiciones de realidad en una realidad ab­
soluta de este tipo es un deseo absurdo. Respecto de
una realidad o idealidad absolutas no hay ninguna po­
sibilidad de decisión. Por esto se caracterizó la pre­
gunta por la realidad o idealidad del mundo exterior
como un pseudoproblema, pues sólo se la puede com­
prender en este sentido metafísico, ya que una ideali­
dad empírica del mundo exterior, esto es, una limitación
de lo real a lo consciente, a la conciencia actual, es
una afirmación que no puede mantenerse. La realidad
empírica es una hipótesis necesaria. Todas las tesis
históricas sobre la verdadera realidad: el idealismo

• Caraap, Die logische Synlax der Sprache, p. 237; Scheinpro-


bleme der Phiiosophie, 1928.

198
metafísico y el realismo metafísico, el fenomenalismo,
el solipsismo, y también el antiguo positivismo con su
limitación a la inmanencia de la conciencia, caen fuera
del campo del conocimiento empírico, pues quieren
contestar una pregunta imposible.

4. V alores

También las cuestiones del valor se trataron en el


Círculo de Viena, si bien sólo en la medida en que son
accesibles a una investigación científica. Carnap era
también radical en este aspecto y excluyó los juicios
de valor en general de un tratamiento teórico, pues lo
que constituye el carácter específico de los juicios de
valor no puede formularse teóricamente. «O se dan
criterios empíricos para Tsueno’, 'bello' y los restantes
predicados utilizados en las ciencias normativas o no
se dan. En el primer caso, una proposición con un
predicado de este tipo será un juicio empírico sobre
hechos, pero no es un juicio de valor; en el segundo caso
será una pseudoproposición; no puede construirse en
modo alguno una proposición que enuncie un juicio de
valor»1. Y posteriormente: «La validez objetiva de un
valor o de una norma no puede verificarse empírica­
mente o deducirse de proposiciones empíricas (tampoco
en la opinión de los ñlósofos de los valores); por tanto,
no puede expresarse de ningún modo (mediante una
proposición significativa)» (ib íd .)* .
A esto le sirve todavía de base la deñnición inicial
del significado por la verificabilidad, que luego el mis­
mo Carnap encontró demasiado estrecha. Según ella,
sólo los enunciados descriptivos pueden ser significa-12
1 ■Überwindung der Metaphysik durcta logische Analyse der
Sprache» (Erkenntnis. vol. II, p. 237).
2 También Ayer (Language, Truth and Logic, 1936, cap. 6) con­
cibe los enunciados de valor como expresión de sentimientos
y no como afirmaciones.

199
tivos, porque sólo ellos son verifícables. Todos los de­
más enunciados: preguntas, exhortaciones, reglas, va­
loraciones, carecen de significado, pero sólo en este
sentido: no tienen ningún contenido representativo, teó­
rico. Por el contrarío, si el significado se defíne se­
mánticamente, tales proposiciones son también signifi­
cativas, pues mediante ellas se designan determinados
modos de comportamiento. En particular, a las desig­
naciones valorativas les están coordinadas relaciones
de objetos (relaciones entre estados objetivos y acti­
tudes), relaciones que pueden expresarse empírica­
mente *.
Schlick emprendió una fundamentación de la éti­
c a 4. Lo que la ética puede realizar científicamente es
únicamente una descripción y una ordenación sistemá­
tica de las normas morales, y no el establecimiento de
normas. La ética puede justificar las normas inferiores
por las superiores, pero las normas supremas no las
puede justificar, pudiendo únicamente hacerlas constar
como fácticas. No hay criterios para los valores abso­
lutos. Todos los valores son relativos a un sujeto. Por
otra parte, la ética puede explicar las normas mediante
condiciones extraéticas más generales; puede derivar
el comportamiento moral de las leyes naturales del
comportamiento en general.
Schlick considera como ley general de motivación
del comportamiento la ley hedonista, según la cual la
decisión de la voluntad se efectúa conforme al motivo
más placentero o al menos desagradable. «Bueno» en
sentido moral es un predicado que se refiere, a las
decisiones de la voluntad y expresa una aprobación
por la sociedad. Lo que una sociedad regula como mo­
ral y por qué lo regula es cosa que viene determinada
• Véase V. Kraft, «Grundlagen einer wissenschaftl. Wertleh-
re». 1937 (Schriften z. wissenschaftl Weltauffassung, vol. XI).
(Segunda edición aumentada, Springer, Viena, 1951. N. del T.)
4 «Fragen der Ethik», 1930 (Schriften z. wissenschaftl Wet­
tauffassung, vol. 4).

200
por las consecuencias placenteras y dolorosas que re­
sultan para una sociedad de determinados modos de
comportamiento, o mejor: las que ella considera que
resultan. El individuo actúa moralmente porque lo que
le parece útil a la sociedad puede ser también placen­
tero para él mismo. Este carácter placentero es provo­
cado por sugestión en la educación y mediante el pre­
mio y el castigo impartidos por la sociedad, en ambos
casos desde fuera. Pero un comportamiento realizado
en el sentido de las exigencias sociales puede tener tam­
bién por s( mismo e inmediatamente un carácter pla­
centero para el individuo. Igualmente puede proporcio­
nar placer el presenciar una situación placentera y de
este modo se hace también valioso el comportamien­
to altruista y no sólo el egoísta. Pero la colocación del
placer como fundamento del valor exige una explica­
ción del hecho de que el dolor no tiene siempre como
consecuencia una valoración negativa, ya que el sacri­
ficio se valora de un modo más alto que la felicidad.
Schlick lo explica porque el dolor es entonces o bien
una condición previa del placer o bien contiene ya en
sf mismo placer en cuanto estado complejo, pudiendo
ser placentera la fuerte excitación que se produce en él.
Schlick contrapone su ética de la bondad a la ética
de la obligación. Es una ética de la «buena persona»
que quiere por inclinación lo que la sociedad impone
como obligación. Es una meta muy lejana puesta a la
evolución. Por ahora, como demuestran el pasado y el
presente, sólo tiene significación práctica una ética de
la obligación.
He intentado explicar detalladamente en mi Wert-
tehre que el hedonismo es insuficiente para la expli­
cación y justificación de los valores*. Sólo una parte
de. lo valioso descansa sobre el carácter placentero y
el desagradable. Junto a ellas hay todavía otras fuentes

5 «Grundlagen einer wissenschaftl. Wertlehre», 1937 (Schrif­


ten z. wissenschaftl. Weltauffassung, vol. XI, p. 95 s.).

201
no menos importantes de valor, sobre todo la aptitud
para la satisfacción de necesidades condicionadas bio­
lógicamente, de una tendencia, de un deseo. Lo decisivo
aqui no es la representación del placer que se deri­
vará de la satisfacción, sino el impulso inmediato y
su acabamiento por la satisfacción de la necesidad.
En mi Werílehre he investigado de modo general el
campo de los valores y los fundamentos para hacer
enunciados científicos sobre ellos y he intentado ex­
plicarlos psicológicamente, por una parte, y lógico-teó­
ricamente, por otra. Los conceptos valorativos tienen
un contenido descriptivo unido a su carácter propia­
mente valorativo, salvo en pocas excepciones: los con­
ceptos valorativos más generales, tales como «valioso»,
«excelente», etc.4. Es este contenido el que se indica
en la definición de un concepto valorativo; por ejem­
plo, cuando se define «moralmente bueno» por la con­
cordancia de la voluntad con una ley moral o por la
voluntad orientada hacia la felicidad de todos o por el
sentimiento de simpatía, y cuando se define «bello»
por la ordenación armónica de las partes en el todo.
Los juicios de valor tienen por ello un contenido obje­
tivo, teórico. Por tanto, también los juicios de valor
—y lo mismo puede decirse de las normas— pueden
someterse a un análisis lógico y no sólo psicológico.
Gracias a este contenido objetivo, los juicios de valor
pueden hallarse en relaciones lógicas entre sí; mediante
las relaciones de clase de sus conceptos puede existir
entre ellos la relación de subsunción, se puede com­
probar la incompatibilidad entre ellos, se pueden de­
ducir lógicamente de los juicios de valor generales otros
más especiales T. Sobre esto descansan, por una parte,*

* IjOc. cit., p. 24 s. Casi simultáneamente formuló Jorgensen


la distinción análoga para los imperativos (normas): «Imperad-
ves and Logic», 1937/38 (Erkenntnis, vol. VII, p. 288).
7 Asi también Jorgensen, «Imperatives and Logic» (Erkennt-
nis, vol. VII, p. 288 s.) y Rose Rand. «Die Logik der Forderungs-
satze» (Intem at. Zeitschr. f. Theorie d. Rechts, 1939).

202
los sistemas de ética y de estética y, por otra, toda
crítica positiva. Pero los juicios de valor que pueden
deducirse de este modo son siempre condicionados.
Presuponen siempre otros juicios de valor más ge­
nerales.
El específico carácter valorativo, aquello por lo que
lo bueno y lo bello definidos de tal y tal forma se ca­
racterizan como «valiosos*, hace referencia a la actitud
para con el contenido objetivo definido. Puede ser una
actitud amistosa u hostil, de tendencia o de recusa­
ción, de aprobación o de desaprobación. El carácter
valorativo fija tal actitud. Es algo no teórico: una se­
ñal para el comportamiento práctico. De este modo la
designación del carácter valorativo es también signifi­
cativa; se sabe cómo ha de emplearse.
El juicio valorativo lo constituye la atribución de un
carácter valorativo a un objeto o a una clase de objetos.
Los juicios valorativos son, pues, significativos en su
totalidad, no sólo en su contenido descriptivo'.
Pero un juicio valorativo no expresa meramente la
actitud personal del que juzga, sino que incluye tam­
bién una exhortación a quien lo comprende para que
adopte una actitud igual, pues un juicio valorativo no
quiere ser meramente una confesión subjetiva, sino que
pretende uqa validez general.
Pero la exhortación para que se adopte la actitud ex­
presada por el carácter valorativo no tiene por qué ser
obedecida. No hay ninguna instancia que haga necesario
en general su reconocimiento, tal como la verificación
hace necesario el reconocimiento de un enunciado des­
criptivo, pues no hay valores absolutos ni imperativos
categóricos, sino sólo hipotéticos. Lo que se tiene por
tales son únicamente aquellos valores e imperativos que
se han hecho naturales en un círculo cultural. Sólo
suponiendo principios valorativos aceptados pueden de-*

* Frente a Jórgensen, loe. cit. — si no se Umita «significado»


precisamente al contenido descriptivo.

203
ducirse juicios valorativos más especiales con validez
objetiva. En este sentido es válida toda crítica objeti­
va; sólo así puede afirmarse una validez objetiva de los
juicios de valor: en cuanto deducidos y condicionados.
Sin supuesto alguno, en cuanto incondicionados y ab­
solutos, los juicios de valor no pueden tener ninguna
pretensión de validez general, ya que ésta no puede
justificarse de ninguna manera.

5. F ilosofía

La exigencia fundamental del Círculo de Viena, el


fundamento de su unidad interna, era que la filosofía
ha de proceder científicamente. Se estaba de acuerdo
con el positivismo en que la filosofía no investiga un
campo propio de la realidad. Mientras se trata de la
realidad empírica, ésta se halla repartida entre las cien­
cias especiales; y una realidad no empírica, trascen­
dente, no puede ser objeto del conocimiento. Los obje­
tos tradicionales de la metafísica, un ser absoluto y
también valores y normas absolutos, no pueden pro­
porcionar un ámbito científico propio, pues las cues­
tiones y afirmaciones relacionadas con ellos no tienen
ningún contenido objetivo; son únicamente pseudo-
cuestiones y pseudoproposiciones. La filosofía, en cuan­
to metafísica, es imposible científicamente *.
Pero no estaba igualmente claro cómo había de con­
cebirse la filosofía positivamente. En un ensayo pro­
gramático con el que se inició el primer año de Erkenttt-

1 Si bien, por esta razón, en el Circulo de Viena algunos ra­


dicales. sobre todo Neurath, pero también Carnap (en la Logi-
sche Syntax der Sprache, p. 205, 206), no se oponían a renunciar
a la designación de «filosofía» e incluso'a la de «teoría del co­
nocimiento», sin embargo, Schlick protestó contra esto en el
ensayo «L’école de Vienne et la philosophie traditionelle» (Ges.
Aufsdtze, p. 391 s.).

204
nis3 determinó Schlick de una nueva forma la tarea
de la filosofía, forma que se remonta a L. Wittgenstein.
La filosofía tiene que poner en claro el significado de
palabras y enunciados, mostrando y eliminando los que
carecen de significado. De acuerdo con esto, ella no
formula proposiciones propias, sino que explica pro­
posiciones dadas. La filosofía no es un sistema de ver­
dades y, por tanto, no constituye una ciencia peculiar,
sino «aquella actividad mediante la cual se fija o se
descubre el significado de los enunciados. La filosofía
explica las proposiciones, las ciencias las verifican. En
el caso de éstas se trata de la verdad de los enunciados,
pero erf’él de aquélla se trata de lo que los enunciados
quieren decir propiamente» *. Según esto, la filosofía no
es una ciencia con un campo propio, sino un método
que se aplica a las ciencias particulares allí donde hay
oscuridades. Nos hallamos así ante el resultado para­
dójico de que partiendo de la aspiración hacia una so­
lidez científica se niega la filosofía como ciencia.
Pero a través de los trabajos de Carnap se precisó
luego que la filosofía ha de ser «lógica de la ciencia»,
que investiga la sintaxis lógica del lenguaje científico.
Hay dos grandes campos distintos: el de los objetos,
sus propiedades y relaciones, y el de la representación
de los objetos, es decir, el del lenguaje y de la lógica.
El campo entero de los objetos corresponde a las cien­
cias especiales, que le cultivan completamente. El cam­
po de la filosofía es el de la representación de los
objetos; sus objetos son los conceptos, proposiciones
y teorías de la ciencia. Esta determinación de la filo­
sofía la realizó Wittgenstein por primera vez.
En la Logische Syntax der Sprache, Carnap deter­
minó el trabajo de la filosofía diciendo que es investi­
gar la sintaxis lógica del lenguaje. Su contenido lo for-
* «Die Wende der Philosophie», Ges. Aufsatze. p. 31 s. (Re­
cogido en El positivismo lógico, citado anteriormente.)
* «Die Wende der Philosophie» (Erkenntnis, vol. I, 1930/31,
p. 8; Ges. Aufsdtze, p. 36).

205
man en parte proposiciones inmediatas sobre esta sin­
taxis y en parte proposiciones cuasi-sintácticas o pseu-
doproposiciones de objetos (ver anteriormente p. 88 s.).
Esto es lo que sucede frecuentemente en los problemas
de fundamentación de las ciencias especiales. Se pre­
sentan como problemas relativos al mundo de los ob­
jetos, pero su análisis muestra que se trata de cuestio­
nes de lenguaje, de relaciones sintácticas. En vez de
comprenderlos como filosofía de la naturaleza, de lo
orgánico, del alma, de la historia, hay que hacerlo como
análisis lógicos de la ciencia natural, de la biología, de
la psicología y de las ciencias históricas. Los problemas
de fundamentación de la física, como, por ejemplo, la
cuestión acerca de la estructura del espacio y el tiem­
po, los consideraba Caraap como cuestiones de la sin­
taxis de las coordenadas del espacio y del tiempo. Los
problemas de fundamentación de la biología, concer­
nientes sobre todo a la relación de la biología con la
física, son cuestiones acerca de la posibilidad de tra­
ducción del lenguaje biológico al lenguaje de la física.
Los problemas de fundamentación de la psicología, por
ejemplo, el problema psicofísico, son igualmente los
problemas de la relación entre dos lenguajes parciales
del lenguaje científico general, el psicológico y el fisi-
calista, son los de saber «si cada dos proposiciones pa­
ralelas de los mismos tienen el mismo contenido siem­
pre o sólo en ciertos casos»4. También los problemas de
fundamentación de la matemática, formalismo o logi-
cismo, conciernen a la construcción de un sistema for­
mal que se incorpore al lenguaje total de la ciencia.
Puesto que la sintaxis puede tratarse de un modo pu­
ramente formal, sin referencia al significado y sólo res­
pecto de las relaciones de las designaciones, las propo­
siciones de la filosofía pueden tener carácter puramente
formal. En cambio, Schlick, como Wittgenstein, había

4 Die logische Syntax der Sprache, p. 252.

206
vinculado la filosofía al significado de las proposiciones
científicas.
Pero Carnap se ha apartado desde entonces de esta
concepción sintáctica de la filosofía, como ya se expli­
có anteriormente (p. 92 s.). Si bien la filosofía es
análisis lógico del lenguaje de la ciencia, este análisis
no versa sobre su sintaxis, porque la lógica no es cosa
de la sintaxis, sino de la semántica. Por tanto, el análi­
sis lógico no ha de separarse del contenido significa­
tivo del lenguaje. Se abandona con ello su tratamiento
puramente formalista. La filosofía como análisis lógico
del lenguaje de la ciencia no se aleja ya de. la investi­
gación gnoseológica de las ciencias. Abarca así todo
lo que se trata en la teoría no psicológica del conoci­
miento y en los problemas de fundamentación de las
ciencias particulares. El Circulo de Viena se ocupó rei­
teradamente de estos problemas; así de la fundamen­
tación gnoseológica de la matemática, en el congreso
de Kónigsberg en 19305; de la relevancia biológica de
la física cuántica, en la conferencia previa de Praga
en 1934 •; del problema causal del concepto de tota­
lidad*. Los problemas filosóficos tradicionales o pue­
den formularse como cuestiones empíricas, que corres­
ponden entonces a las ciencias especiales, o como cues­
tiones de la representación, del lenguaje, del signifi­
cado y también de la sintaxis, o son cuestiones meta­
físicas, que se hallan fuera de todo tratamiento cien­
tífico.
En la concepción de la filosofía que defendió el
Círculo de Viena no hay en absoluto ninguna innova-

» Véase Erkenntnis, vol. II, p. 91 s.


• Véase Erkenntnis, vol. V, p. 56 s., 178 s.
7 Schlick, «Die Kausalitát in der gegenwártigen Physik» (Ges.
AufsStze, p. 41 s.); Frank, «Das Kausalgesetz und seine Gren-
zen», 1932 (Schriften z. wissenschaftl. Weltauffassung, vol. VI)
y en el congreso de 1936 en Copenhague (Erkenntnis, vol. VI,
p. 293 s.).
* Schlick, Ges. Aufsütze, p. 251 s.

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ción revolucionaría. Kant redujo ya la filosofía a teoría
del conocimiento, en tanto deba ser conocimiento', y
el positivismo atribuyó todo conocimiento objetivo a
las ciencias especiales. Pero la concepción del Círculo
de Viena le supera al reunir todas las ciencias en la
ciencia unificada, pues con ello los problemas de una
concepción unitaria del mundo, que constituían un
problema capital de la filosofía anterior, se conservan
como problemas de un sistema unitario del conocimien­
to científico, o sea, como científicamente legítimos. Y
en el Círculo de Viena encontró también su expresión
precisa el método de la teoría del conocimiento como
análisis lógico del lenguaje. Por eso una investigación
del conocimiento ha de realizarse en el lenguaje.
Aquello de lo que la filosofía se ha ocupado hasta
ahora se divide en tres tipos: en primer lugar, hay
cuestiones relativas a hechos empíricos, las cuales han
de contestarse por medio de las ciencias experimenta­
les; en segundo lugar, hay cuestiones que conciernen
a la representación, al lenguaje, las cuales se solucio­
nan en una explicación de conceptos y enunciados; y
en tercer lugar, hay cuestiones metafísicas. Estas no
pueden contestarse en modo alguno, no pueden formu­
larse en el lenguaje de la ciencia, con conceptos cien­
tíficos. Por tanto, no se pierde ninguno de los proble­
mas significativos, científicamente legítimos de la filo­
sofía.
Si ahora recapitulamos lo que produjo filosófica­
mente el Círculo de Viena, se trata de resultados que

> Cfr. Windelband, Lehrbuch der Geschichte der Philosophie,


publicado por Heimsoeth, 1935, p. 3: «La filosofía, que se ha­
llaba en esta situación de conciencia de si misma, fue sacudida
por Kant, quien puso de manifiesto la imposibilidad de un
conocimiento filosófico (metaffsico) del mundo al lado o por
encima de las ciencias particulares. Tras esta renuncia, el ám­
bito de la filosofía como ciencia particular se redujo precisa­
mente a aquella reflexión critica de la razón sobre sí misma.*
(Hay trad. esp., México, 1960.)

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han hecho avanzar ampliamente a la teoría del cono­
cimiento sobre la situación en que se encontraba. Se
explicó la esencia de la lógica y de la matemática, se
descubrió por primera vez la relación de la lógica con
el lenguaje, se analizaron y explicaron el método y los
fundamentos del conocimiento experimental tan dete­
nidamente como no se había hecho nunca hasta ahora.
Es indiscutible que se mezclaron varias simplificacio­
nes excesivas, más de una unilateralidad radical y que
todavía no han sido superadas. La labor del Círculo de
Viena no concluyó, sino que fue interrumpida. El mo­
vimiento del neopositivismo, que él inauguró, continua­
rá su trabajo. Pero ciertamente tampoco ha de discu­
tirse que desarrolló puntos de vista nuevos y fecundos
y que sus resultados significan profundizaciones y ex­
plicaciones valiosas. En una época en la que impera­
ban en el ámbito alemán las tendencias metafísicas y
la construcción dogmática, él trató la filosofía de modo
científico. Realizó sus estudios con la claridad, pro­
fundidad y solidez que exige la cientificidad, frente a
la vaguedad e inconsistencia usuales en las afirmacio­
nes filosóficas, aunque hay que reconocer que a sus
estudios les afecta también la inevitable sobriedad de
la ciencia, sin que hablen al corazón ni satisfagan se­
cretos deseos. Sin duda las fantásticas poesías concep­
tuales son más interesantes para la generalidad de la
gente y la sabiduría vital de una personalidad eminente
es sin duda más importante humanamente. Pero son
subjetivas, controvertibles e indecidibles. Les falta la
generalidad. Son asunto de convicción personal, pero
no son conocimiento.

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