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AFROAMERICANO
STEPHEN NATHAN HYMES
UPN
MAESTRANTES: Sergio Triana y Alexander Uchuvo
2018-1
Resumen
El propósito del texto está encaminado a abordar el menudo problema filosófico de la
pedagogía de la esclavitud, en relación a la configuración del ser en tanto existencia
(ontología) en la cultura del esclavo afroamericano. Además, se desarrollan las ideas sobre
naturaleza de la deshumanización del negro bajo la esclavitud racial. La resistencia y
existencia de las comunidades oprimidas por medios de azotes simbólicos, en un proyecto de
deshumanización siniestro, se alza como un grito de insurrección vital materializada en
productos simbólicos de su cultura, tales como la música, el arte, la danza, la espiritualidad,
la escritura, los cuales redundan en la revitalización de una comunidad que vibra a través de
una pedagógica de vida.
Introducción
El ser humano occidental, a través de la historia, ha ejercido diferentes formas de poder, unas
más enmascaradas que otras, unas más atroces que otras. Esto ha llevado a que las maneras
en que lo logra no tengan medidas, ni restricciones, así que al usar a “otros”, en detrimento
de su ser y su existir, en su propio beneficio, es natural, justificable, racional. Esto encuentra
asidero en variopintos argumentos, entre ellos, a la supervivencia del más apto (Spencer,
1864), la cual supone “la preservación de las razas favorecidas en la supervivencia”. En
cuanto a las razas, parece ser que el negro es un residuo social fruto de la fornicación de
primates. Esa idea impregnó las prácticas discursivas, sociales y culturales en todo el mundo
colonizado, subordinando la otredad, la diferencia latente en los diferentes tipos de razas,
representada en la pluralidad de colores, en las diferentes formas de vivir y ser, cargadas de
múltiples dimensiones (ontológicas, fenomenológicas, epistemológicas, etc.) las cuales han
sido conscientemente ignoradas y acalladas por el colonialismo occidental. El devenir, dentro
de cada raza, está lleno de expresiones que son el resultado de años y años de “educación”,
proveída amablemente por la cultura occidental.
Más concretamente, cerca del siglo XVIII un fenómeno social, que ya había sido advertido
durante siglos anteriores, se reflejaba de una manera violenta y sin escrúpulos y, que tendrá
una consecuencia irrefutable hasta nuestros días: la deshumanización de los esclavos. Pero
esta deshumanización no se refiere a los simples esclavos de eras anteriores, se refiere a una
raza en particular, la negra.
El presente texto pretende ahondar en los aspectos fundamentales de la configuración de la
pedagogía de los esclavos afroamericanos negros, en el contexto que hemos acabado de
representar, la cual parece haber sido ignorada por mucho tiempo, y que resulta de crucial
importancia para entender su presente (del afro en general) y la forma en que éste aprendió a
existir, sentir, desear y vivir mediante su cultura. Además, esperamos incitar la reflexión
crítica sobre los elementos de la colonización, develados en términos de los vehículos
simbólicos que robustecieron la empresa de la deshumanización, y que durante años ha sido
reducida a un simple hecho exterior. Asimismo, esperamos dar cuenta y asir esa rica y
compleja respuesta de la comunidad afroamericana mediante su pedagogía de vida. Así pues,
en primera instancia, se explicarán las razones por la cuales los terratenientes y amos de
Norteamérica emprendieron e impusieron el proyecto de “deshumanización” al esclavo
negro, y cómo éste reacciona frente dicho proceso. En segunda instancia, se desarrollará el
problema existencial de la ontología en la cultura del esclavo. En un tercer momento, se
tratará la pedagogía del esclavo y la afirmación de la condición humana “negra”. Por último,
se abordará la pedagogía del esclavo y el sufrimiento negro como aflicción. Todo ello,
desemboca en la configuración de una pedagogía emancipadora, decolonial de las
comunidades afroamericanas.
Desarrollo
La esclavitud es un concepto que nos lleva a pensar en un acto basado en las relaciones de
poder, en donde un agente es el actor dominante, y el otro, el actor dominado. Según
menciona Mark D. Welton (2008), la esclavitud es “entendida como la apropiación legal de
una persona sobre otra”. Sin embargo, saber cuándo ésta comenzó es algo difícil. Muchos
historiadores no han identificado cuando empezó este fenómeno. Según el historiador John
Keegan (1993), la esclavitud en el mundo
moderno significa la absoluta privación de la libertad individual, y no se tiene certeza de
como ni cuando comenzó. No obstante, esta surgió como resultado del ordenamiento social
de civilizaciones que van desde Mesopotamia, pasando por Egipto, Grecia, China, entre otras,
hasta llegar a Roma, en donde se establecieron leyes para regularla.
Durante la conquista de América, los europeos que llegaron al “Nuevo continente”, tenían el
comercio de esclavos como una práctica recurrente, normalizada. Principalmente, los
esclavos eran traídos de África o eran indígenas que habitaron esas tierras durante años, que
tenían como propósito buscar la prosperidad económica de sus nuevos amos (Williams,
2011). Pero, entre estos dos grupos de esclavos había una gran diferencia: la raza.
Ciertamente, los indígenas habían sido recién descubiertos y su fortaleza física y mental eran
aún desconocidas para el europeo. Por otro lado, los esclavos de raza negra eran conocidos
por su fortaleza física y mental, y por su precio. Según relata Hugh Thomas (1997), en el
archipiélago de Cabo Verde, los esclavos se vendían a ocho mil maravedís por cabeza. Es en
este instante donde el esclavo negro comienza a ser traído a América y a ser parte
fundamental del sistema económico de las grandes plantaciones en América del norte.
“Usted es la cosa a la que le asigno un nombrecillo, Django, tal vez; le entrego una ropilla
hecha de “algodón” y unos grilletes ajustables a sus manos de orangután; le doy un corte de
cabello, uno de animal, para que juegue con el color de su piel, ese color que obscurece mi
paisaje, mis plantaciones, mi mundo; uso mi lengua para tratarlo, pero evidentemente no la
entiende porque es un salvaje, un primate, ¡qué digo primate! Una involución humanoide, así
que mejor me remitiré a darle ordenes que pueda, acaso captar; ah, otra cosa, le marcaré, para
que sepan a quién pertenece, o sea, a mí; y no intente hablar en esa lengua ininteligible de
bestias, aquí solo hablamos “humano”, es decir, inglés”. De esta manera el negro, para el
opresor, tiene una muerte social, puesto que esta beligerancia simbólica va más allá de lo
epistemológico y de las creencias, discurre en lo ontológico.
Para hacer frente a esta degradación, de una suerte tirana llamada scala naturae, resumida en
“el alma negra es un constructo blanco”, el negro se hace consciente de que su yo, su ser y
sus fines últimos, la teleología, son irreductibles. Filosofa. Pero, ¿cómo logra resistir los
embates de esta empresa de colonización voraz? Asume una posición de existencia en el
plano de las ideas y de las expresiones simbólicas que se desgarran de sus vientres como
fuerza vital y existencial. La música, los símbolos, los rituales, la danza y la espiritualidad,
entre otras, les permiten un auto reconocimiento y autoestudio, de ahí que se reconozcan a
ellos mismos como seres situados en un contexto socio histórico cultural en el que tienen que
fusionarse, siendo, insistimos, ellos mismos.
Es así que, pues, los negros esclavos afro descendientes, resistieron y trascendieron la
denominada violencia simbólica (Bourdieu,1977), dada principalmente por el Habitus.
Bourdieu teoriza sobre la Gramática Social, entendida, ésta, como el orden organizador y
regulador de cómo el individuo debe ser y hacer. Esta gramática corresponde, a su vez, al
Habitus el cual ya está Internalizado-naturalizado. En este entendido, la sociedad impone
sigilosamente estructuras (lenguaje-escuela-familia) objetivas, el individuo las acepta, las
asume como naturales. Esto ocurre en una suerte de circulo vicioso, no obstante, el negro se
reveló, se emancipó en su ser, para vivir y convivir en su comunidad.
Ahora bien, lo ontológico es apoyado por lo fenomenológico en aras de la construcción de la
pedagogía del esclavo y la afirmación de la condición humana negra. Así que ahondemos en
esta cuestión.
Hay varias conclusiones, o mejor nuevos puntos de partida, que nos gustaría listar con el
ánimo de inspirar la reflexión, la crítica y una posible aplicabilidad de esta pedagogía
decolonial en nuestro quehacer educativo. Aclaramos que esta lista no pretende en ningún
sentido reducir, ni ignorar la intrincada cuestión tratada en este texto, es solo un mero pero
honesto ejercicio reflexivo.
1. La emancipación de lo colonial no solo hace referencia a la capacidad de existir
físicamente fuera del colonialismo, pero más importante, a la liberación ontológica,
fenomenológica, psíquica, axiológica, filosófica y por lo tanto cultural.
2. Aún vivimos en el paradigma del racionalismo, en el cual existe un trinomio entre
educar, saber y lo cual redunda en ser (existir). ¿Solo se puede existir, ser, si se es
educado, si se sabe?
3. Asumir que cohabitamos con diferentes formas de ser-existir y por lo tanto de saber
(y no viceversa), amplia el horizonte en el ámbito de la enseñanza de la lengua
extranjeras. La pregunta sería ahora ¿cómo hacerlo?
4. También incitamos a la reflexión sobre la cuestión de qué enseñar. Como lo
observamos en las páginas anteriores, el cumulo de “conocimiento occidental” no
configuró en lo absoluta al ser humano afroamericano, por el contrario, le permitió
aislarse interiormente y de ahí el desarrollo de su cultura, esto es, de su ser.
5. Nos instiga a la reflexión el hecho de que el autor se valga del paradigma de la
racionalidad moderna y la postmoderna con sus constructos, postulados y
teorizaciones, para explicar cómo la comunidad afroamericana se liberó mentalmente
de la esclavitud y el racismo. También nos mueve profundamente el hecho de que los
negros hicieran uso del sistema simbólico de la lengua anglosajona para materializar
la mayoría de sus construcciones culturales. Esto sugiere que, y lo ponemos a su
amable consideración, para libarse es menester insertarse dentro del sistema,
cohabitar en él, entenderlo, reflexionarlo y criticarlo, para posteriormente, existir
fuera del mismo.
6. Es valioso encontrar explicaciones a la manera de resistirse reinventando la relación
discursiva a través de la ontología, la sociología, la filosofía y la antropología como
instrumentos liberadores y no solo explicativos de la realidad.
7. ¿Estamos llamados como educadores a orientar nuestras prácticas a la emancipación,
es decir, a enseñar a ser, existir, convivir y expresar culturalmente? Si es así, ¿a qué
queda reducido el conocimiento racional, de contenidos lingüísticos?
8. Ahora bien, como ya queda claro, esperamos, la liberación del colonialismo opresor
y dominante se dio por medios filosóficos, cabría entonces preguntarse, ¿de qué
manera hemos devenido (los colombianos), como comunidad colonizada, en la
liberación de nuestros seres, de nuestras existencias, de nuestra mente?
9. ¿Para ser humano debemos solo saber? Esa es la violencia simbólica que impone el
mundo occidental. Entonces, ¿cómo ser humanos? ¿Está la clave en el
reconocimiento de los otros seres humanos? “Por consiguiente, el reconocimiento es
fundamental para aprender a convertirse en un ser humano dentro de una comunidad.
En la medida en que el aprendizaje se realiza dentro de una comunidad, el patrimonio
de la persona actúa como mediador en el proceso de convertirse en un ser humano”
(Haymes, 2013, pág. 211) .
Bibliografía y Webgrafía