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Con el final del nomadismo y el inicio de la agricultura, allá por el año 10.000 antes de
Cristo comenzaron los seres humanos a amontonarse en pequeños núcleos sociales.
En la china antigua de unos 500 años antes de Cristo, destacó el famoso filósofo Confucio
cuyas ideas formaron la base del gobierno.
Al mismo tiempo, otros políticos administrativos como Micius o Mo-ti fundaron escuelas
cuyos principios parecían más estudios filosóficos que principios administrativos, pero al
menos era un comienzo en el proceso administrativo del país. El desarrollo posterior a
estas primeras ideas resulto bastante satisfactorio y se podía considerar como un logro
la solución de los problemas sociales cotidianos.
El antiguo Egipto se caracterizaba por ser una civilización muy bien desarrollada y cuya
administración se aplicaba de manera eficiente en todos los ámbitos sociales.
Si por algo se caracterizó la Edad Media fue por un sólo sistema administrativo cuyo
origen se basaba en el feudalismo. El poder estaba en manos de las familias reales que
eran los responsables de dirigir las fuerzas policiales o militares, recaudar impuestos,
establecer sistemas de acuñación de monedas y supuestamente proteger a sus vasallos
del resto de enfurecidos y explotados campesinos cuyas vidas dependían completamente
de los designios de su señor.
La revolución industrial surgió como respuesta a las necesidades de la época, finales del
siglo XIX: La producción de grandes cantidades de producto al menor costo posible, la
optimización de procesos y un enfoque hacia un mayor aprovechamiento de recursos.
La influencia de esta nueva forma de ver la producción influenció casi todos los aspectos
sociales al punto que todavía vivimos regidos por la mayoría de ellos.
Sin embargo, esta nueva ideología creó nuevos problemas inesperados, como la enorme
cantidad de gente que laboraba en el mismo lugar de trabajo con sus consiguientes
conflictos de relaciones interpersonales y de manejo de dirección de personal, el enorme
volumen de la producción y la dificultad de manejarlo y comercializarlo, y la implantación
de maquinaria que sufría desperfectos y requería personal especializado
La revolución Industrial creó nuevos conceptos y técnicas determinando las bases para
una nación industrial. Establecieron principios de producción en serie, nació el sistema
fabril y se desarrollo un sistema de administración interesado en el control de la
producción y el financiero. Se extendió a los países de la Europa continental, Francia,
Bélgica y Alemania y más tarde Japón.