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Los artistas creadores ofrecieron una última resistencia a la creciente mecanización de la sociedad.
Era una última y desesperada bocanada de aire fresco antes de la Revolución Industrial, con sus
fábricas atestadas y sus chimeneas que desprendían el humo destinado a contaminar el cielo y el
espíritu de la humanidad. Los artistas deseaban conservar la vida sencilla, las aldeas tranquilas, los
ríos de aguas cristalinas, los bosques misteriosos e inexplorados. La inspiración provenía de
lugares y tiempos lejanos de las leyendas de los valerosos caballeros que amaban a doncellas
inalcanzables. En la historia y la canción estos sueños nunca se realizaban, ni se satisfacían los
deseos. Era la “música de programa”, la música que relataba historias.
A los veinte años, su capacidad para transponer (pasar de la tonalidad original a otra) a primera
vista, atrajo sobre su persona la atención del violinista húngaro Eduard Reményi. El virtuoso pidió
al joven que le acompañase en una gira de conciertos. En este viaje Brahms no sólo se familiarizó
con la música gitana, que después volcaría en sus 21 Danzas húngaras.
Se considera tradicional el estilo de Brahms, pero exhibe un sonido muy original. La forma puede
ser clásica y posee perfección técnica, pero la calidez y el lirismo pertenecen al romanticismo puro.
Las danzas húngaras de Johannes Brahms, es un grupo de veintiún alegres danzas, basadas su
mayoría en temas húngaros, compuestas en 1869. Las danzas 11, 14 y 16 son originales. Duran
entre uno y cuatro minutos. Brahms originalmente las compuso para piano a cuatro manos, y
luego arregló diez de ellas para piano solo, y algunas otras (números 1, 3 y 10) para orquesta.
Varios compositores, en especial, Antonín Dvořák, han orquestado las demás. Quizás la más
conocida es la «Danza Húngara n°5» en fa sostenido menor (sol menor en la versión orquestal).
De todas las Danzas húngaras se han hecho innumerables versiones clásicas, acústicas, con nuevas
tecnologías. En ellas se encuentran algunas de las piezas más populares del compositor. Además,
las danzas húngaras influenciaron a muchos compositores clásicos en la composición de sus obras,
en especial a Antonín Dvořák, claramente apreciable en su serie de Danzas eslavas.