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Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”

TRABAJO GRUPAL

DE

CONTRATOS

PROFESORA: LOURDES C. ROBLEDO

UNIDAD: 2

INTEGRANTES:

*ALFREDO MEZA

*ELADIO CABRAL

*JORGE RIOS

AÑO: 2018
UNIDAD II
Introducción:

Habiendo ya conocido los tipos del contrato en la unidad


anterior, corresponde en la presente unidad saber cuáles son los
elementos que corresponden a los contratos, y la diferenciación
existente entre los mismos refiriéndonos a ciertas solemnidades
y formas que la ley establece para determinados actos jurídicos,
así como aquellos que no necesitan de solemnidad alguna.

Se tratará también sobre el objeto del contrato a los efectos


de disipar cualquier duda o confusión que pudiera existir; como
es el caso del objeto de las obligaciones, el cual es la prestación,
el cual no es el mismo que el de los actos jurídicos, pero que
generalmente suelen ser confundidos.

El objetivo: consiste en que los alumnos del 5to año de Derecho


comprendan los requisitos y elementos que poseen los contratos
para

ELEMENTOS Y REQUISITOS ESENCIALES DEL CONTRATO

Elementos y requisitos esenciales del contrato. Elementos


Esenciales, Naturales y Accidentales.

El Consentimiento. Noción. Formas de manifestarse. Casos en


que la Ley lo presume. Requisitos para que exista consentimiento.
Consentimiento entre personas ausentes. Retiro de la oferta.
Aceptación, Retracción de la misma. Aceptación tardía. El
Consentimiento en la subasta. Obligación del oferente que recibe
tardíamente la aceptación. Envíos de tarifas. Exposición de
mercaderías. Promesas de recompensa. Lugar de la oferta.
Momento en que se perfecciona el contrato entre ausentes.
Requisito de la buena fe. De los contratos de Adhesión.

Objeto del Contrato. Generalidades. Contratos de prestación


imposible, de las cosas futuras, de entrega de cosas litigiosas,
gravadas o embargadas, sobre herencia futura, que tengan por
objeto herencias futuras y simultáneamente bienes presentes.

Forma y Prueba de los Contratos. Generalidades. Principios para


juzgar la forma de los contratos. Formas que deben observar
determinados contratos. Casos en que estén y no estén
establecidas por el Código. Casos en que solo pueden probarse
por escrito. Contratos Privados que modifican el contenido de los
realizados por instrumentos públicos.
Elementos Esenciales, Naturales y Accidentales.
Elementos Esenciales:
Son aquellos elementos indispensables para la existencia de los
contratos; en ausencia de ellos el contrato no existe o es otro
contrato.

Los elementos esenciales constituyen verdaderos requisitos para


la existencia del de los contratos.

a) el consentimiento o acuerdo de partes

b) el objeto (prestación practicada por los partes, la cosa o hecho


sobre los que recoge la obligación contraria.)

c) la forma, cuando fuere prescripto por la ley bajo pena de


nulidad.

Estos elementos se encuentran enumerados en el Art. 673: Ej. En


la donación es esencial la forma.

* Elementos esenciales generales: consentimiento, objeto, forma;

* Elementos esenciales particulares: precio; en la compra venta


y locación.

Elementos Naturales:
Son aquellos que ordinariamente se encuentran en todo contrato
y forman parte de él, pero que las partes lo pueden excluir por
una cláusula expresa. Ej.: la renuncia a la garantías de evicción en
los contratos de compra venta.

Art. 176.-: “Se responderá por la evicción, aunque en los actos de


transferencia o partición no se la pactare; pero las partes pueden
ampliarla, restringirla o suprimirla...”

Es decir, son elementos cuya modificación o supresión por las


partes no afectan la validez del contrato.

Elementos Accidentales:
Son aquellos que normalmente no forman parte del contrato pero
que las partes pueden agregar, sin afectar su validez como ser;
una cláusula que imponga una condición. Ej.: La forma, tiempo de
pago.

* Condición, cargo, término, modo, cláusula y arras.

El Consentimiento. Noción. Formas de manifestarse.


Consentimiento: (Proviene de la palabra latina
CONSENSUS)
La noción que hemos de dar del consentimiento en el contrato
nos obliga a recurrir a su etimología, y así tenemos que la palabra
consentimiento viene del latín CONSENSUS, derivadas a su vez
de CUM y de SENTIRE; supone dicha palabra el acuerdo de dos o
más voluntades sobre un mismo punto. El consentimiento de las
partes constituye la esencia del contrato, puesto que éste existe
cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una
declaración de voluntad común, como lo dice el Art. 1.173 del
Código de Vélez. La voluntad de cada una de ellas es un acto
unilateral, pero el consentimiento, representando el concurso o la
unión de esas voluntades individuales, es ya un acto bilateral.

La teoría del consentimiento de las partes contratantes ha sido


tradicionalmente considerada como la base y esencia del
contrato, puesto que es de este consentimiento que nace la
voluntad de ellos de crear las obligaciones que de él surgen. La
teoría moderna, desarrollada principalmente por lo juristas
alemanes, y a los que nuestro Código adhiere, separándose en ese
sentido del de Vélez, porque el consentimiento sea declarado,
exteriorizado, tiene la ventaja que de hecho concluye a la reserva
mental como vicio. Aun cuando pueda existir diferencia entre la
intención y lo exteriorizado, esta corriente salvaguarda mejor el
interés social.

Nuestro Código, en su Art. 674 previene que: “El consentimiento


debe manifestarse por oferta y aceptación….”, haciendo evidente
de esta manera que sigue la teoría alemana, en el sentido de que
sólo contempla estas dos manifestaciones como requisitos
básicos para su existencia.

Supone el acuerdo de dos o más voluntades sobre un mismo


punto.

El consentimiento de las partes constituye esencia misma del


contrato, porque este existe cuando varias personas se ponen de
acuerdo sobre una declaración de voluntad común.

La voluntad de cada una de ellas es un acto unilateral pero el


consentimiento, representando el concurso o la unión de esas
voluntades individuales es ya un acto bilateral. Es una adhesión o
conformidad a las condiciones del contrato. El consentimiento
debe ser manifestado por la oferta y aceptación.

Casos en que la ley lo presume.


Sin embargo, en algunos casos esa manifestación y oferta puede
ser presumida, con lo que no se contrapone al principio de la
objetivación, porque ubica a los agentes ante hechos consumados
de los que no pueden deducirse otra cosa que la aceptación. Así,
continua diciendo el Art. 674 que: “…Se lo presume por el recibo
voluntario de la cosa ofrecida o pedida; o por quien haya de
manifestar su aceptación hiciere lo que en caso contrario no
hubiere hecho, o dejare de hacer lo que habría hecho si su
intención fuere la de rechazar la oferta”.

Por ejemplo, Pedro ofrece la venta de una cosa mueble a Pablo,


haciéndole entrega de la misma y éste lo recibe sin objeción; o si
Pablo pidió a Pedro tal o cual objeto y éste le entrega a aquél, que
lo recibe. En éste caso es incuestionable el consentimiento que
verifica el contrato. El mismo supuesto se adecua a la otra
alternativa puesta por la disposición, o sea; o porque quien haya
de manifestar su aceptación hiciere lo que en caso contrario no
hubiere hecho; por ejemplo, el de recibir sin observación lo que
sería el objeto del contrato. Si no lo devuelve dejaría de hacer lo
que habría hecho si su intención fuere la de rechazar la oferta.

Obligatoriedad de la propuesta.
“La propuesta de contrato obliga al proponente, si lo contrario no
resultare de los términos de su oferta, de la naturaleza del negocio,
o de las circunstancias del caso”, establece el Art. 677 del Código
Civil, y es transcripción literal del Art. 1.021 del Anteproyecto de
DE GASPERI, a quien su proyectada disposición le merece el
siguiente comentario: “…Nuestro Art. 1.021 consagra el principio
del derecho moderno según el cual la oferta de contrato es
obligatoria por sí misma, o sea que es irrevocable al menos por un
cierto tiempo. Siendo así, se debe presumir la permanencia de la
voluntad jurídica declarada, cuando la declaración ha sido
dirigida a un tercero. Quiere esto decir que aún prevenido el
tercero antes de la emisión de su aceptación, la revocación sería
inoperable…”.

Excepciones.
Sin embargo, esta irrevocabilidad puede tener excepciones, tales
como: a) si lo contrario no resultare de los términos de su oferta,
b) de la naturaleza del negocio, c) de las circunstancias del caso,
de lo que podemos inferir que es muy amplio el campo de esas
excepciones. Tratemos, pues, de precisar la esencia de esas
excepciones, y así tenemos:

a) si lo contrario no resultare de los términos de su oferta:


Habida cuenta que nuestro Código se aparta de su antecedente,
el Art. 1.150 del Código Argentino, por cuanto en éste, toda vez
que la oferta no haya sido aceptada, el oferente puede retirarla;
en el nuestro, insistimos, tal cosa no ocurre, pues, como el mismo
proyectista manifiesta: “…nos apartamos del Art. 1.299 del
Anteproyecto de BIBILONI, según el cual: “Las ofertas pueden ser
retractadas mientras no hayan sido aceptadas…”. ¿Cuál sería el
caso en que por los términos de la oferta pueda inferirse una
voluntad contraria a la irrevocabilidad de la misma? Si por
ejemplo, me obligo a transferir a Pablo mi automóvil, a condición
que éste me abone su precio en dólares; hecha esa oferta según
nuestra disposición, ya no puedo revocarla, aún en el caso que
Pablo no me acepte todavía la oferta. No podría yo, entonces,
retirarla, por saber que en plaza no existe esa moneda; esto es,
antes de la aceptación. Sin embargo, podría hacerlo, una vez
aceptada la oferta de venta, siempre que el aceptante no cuente
con este tipo de moneda.

b) naturaleza del negocio: Si tuviera que contratar la realización


de una obra de arte, y en ese menester solicito de Pedro que lo
realice; mientras Pedro no haya aceptado la oferta no puedo
retirarla; pero podría hacerlo, una vez aceptada y constate que
éste no se halla habilitado para realizar la obra.

c) de las circunstancias del caso: Pedro compelido por el


inminente derrumbe de un muro necesita el concurso de varios
obreros y entonces les ofrece contratar la obra de afianzamiento;
llegado el caso el proponente se percata de la inhabilidad de los
contratados puede retirar su propuesta.

Oferta sin plazo a personas ausentes.

Veamos ahora cual es el criterio del Código respecto de las


propuestas hechas entre personas ausentes; en éste caso el
principio adoptado por el Art. 677 aparentemente varia, pues,
como veremos, el proponente en determinadas circunstancias se
exonera de la obligación de mantener la propuesta. Establece en
ese sentido el Art. 678: “La oferta hecha sin plazo a una persona
ausente deja de ser obligatoria si hubiere transcurrido tiempo
suficiente para que su respuesta llegue a conocimiento del
oferente, en circunstancias normales, sin que éste la reciba”.

La diferencia entre destinatario presente y ausente, se da, porque


en tratándose de las realizadas entre presentes, el destinatario de
la misma está obligado a aceptarla o rechazarla en forma
inmediata; mientras que con el ausente no ocurre así, en el
sentido de que media un lapso que es asumido por la
comunicación misma de la oferta, siendo esta diferencia la que ha
llevado al codificador a establecer una solución diferente.

Deja pues, de acuerdo a este principio, de ser obligatoria la oferta


que se haga, aún sin plazo para su aceptación, cuando hubiere
transcurrido un tiempo suficiente para que la respuesta llegue al
oferente. La disposición en este caso presume su rechazo,
sustentado en el supuesto que habiendo tenido el destinatario
tiempo suficiente para pronunciarse deja de hacerlo. Este3
tiempo que transcurre desde la oferta, se mide por circunstancias
de hechos que haga verosímil la no aceptación del destinatario.
Por ejemplo, el proponente reside en Asunción y el destinatario
de la oferta en Villarrica; el transcurso de una semana para que el
proponente tenga noticias del destinatario no excede de las
circunstancias normales con ese tiempo de demora; más, si
transcurriese un mes, ya puede considerarse que la falta de
noticias constituye el rechazo de la oferta, porque con las
facilidades de comunicación, no se justifica tanta demora.

En puridad, la oferta es siempre obligatoria, ocurre que solamente


se introduce una variante a la oferta, en el sentido de que se le
condiciona a un plazo tácitamente consentido, o presumido. En
efecto, mientras que no se suscite las circunstancias que
induzcan a pensar que no existe aceptación, la oferta sigue siendo
irretractable.

Confirma esta conclusión lo que tiene previsto el Art. 679 del


mismo cuerpo legal, en el sentido de que: “La oferta hecha a
persona ausente dejará igualmente de ser obligatoria si habiendo
el oferente fijado plazo para la aceptación, ésta fuese expedida
vencido el plazo”. En ese caso, en efecto, se señala que la oferta
de contrato se extiende a un plazo determinado, a partir de ahí,
el destinatario sabe que se retira la oferta. La diferencia entre las
hipótesis contempladas por el Art. 678 y 679, es lo que tratado
en la primera disposición, existe un plazo presumido, y en la
segunda, que existe un plazo expreso.

Retiro de la oferta.

Según vimos al tratar del Art. 677, la propuesta de contrato es


irretractable, y atribuimos esa calidad porque la referida
disposición es trasiego del Art. 1021 del Anteproyecto de DE
GÁSPERI, que al comentarlo se pronuncia en forma terminante
respecto de dicha calidad. Sin embargo, a poco de avanzar, el
mismo Código consagra en su Art. 680 un principio diametral
opuesto, pues establece: “La oferta deja de ser obligatoria si la
retira el oferente, y el destinatario recibe la retractación antes de
expedir la aceptación…”. Con diferencia de matices, más de
carácter semántico, nuestra disposición es trasiego del Art. 1.024
del citado proyectista, de manera que la cuestión es a nuestro
criterio un tema que no encuentra salida, salvo que sea aquella
que apela al expediente de aceptar un principio, en perjuicio del
consagrado por el otro.
Ya vimos que no existe solución, partiendo del distingo entre
contratos entre presentes y entre ausentes, pues en ambos casos,
lo que se suscita es una condición consistente en un plazo que es
presumido por la ley o establecido por el oferente.
Indudablemente la cuestión es álgida en tanto los Artículos 678
y 679 adhieren al principio consagrado por el Art. 677, mientras
que lo que previene el Art. 680 aparece fuera de contexto.

Podemos ensayar una salida únicamente dando prevalencia al


principio consagrado por la disposición últimamente citada,
atendiendo que también es fuente de nuestro Código el vigente la
Argentina, que sí acepta el principio de que las ofertas pueden ser
retractadas mientras no sean aceptadas (Art. 1150 del Código de
Vélez).

Aceptación. Retractación de la misma.

Consecuentemente con la primera parte del Art. 680, esta


disposición seguidamente establece que: “El destinatario de la
oferta puede retractar su aceptación con tal que la retractación
llegue a poder del oferente conjuntamente con el aviso de
aceptación, o antes de él.” Si el oferente puede retractar la oferta,
con igual razón puede hacerlo el destinatario respecto de la
aceptación.

Queda sólo por aclarar que la condición es que la retractación


llegue conjuntamente con la aceptación, o antes que ella. Esto es
obvio, pues, si llegara conjuntamente, tanto la aceptación como
la retractación se anulan, y si llega antes, lisa y llanamente no
existe aceptación.

Aceptación tardía o modificada.

El contrato se concreta con la oferta y la aceptación; puede por


ejemplo contratarse la compra de un inmueble; el vendedor lo
oferta en la suma de Gs. 1.000.000 pagadero al contado, mientras
que el comprador, o el destinatario de la oferta le plantea el
cambio por otro inmueble. En ese caso, no sería ya una oferta de
contrato de compra venta sino que uno nuevo, que de aceptarse
por el oferente, sería permuta.

Puede darse igualmente el caso en que el oferente del inmueble


haya puesto un plazo para que el destinatario la acepte, y ha
transcurrido ese plazo; sin embargo, más tarde el destinatario
sobre la misma oferta comunica al oferente la aceptación. En ese
caso, también existe una nueva propuesta de contrato, según lo
previene el Art. 681 cuando dice: “La aceptación tardía o
cualquier modificación introducida en la oferta al aceptarla,
importará la propuesta de un nuevo contrato.”
El Consentimiento en la subasta.

“En la subasta el contrato queda concluido por la adjudicación…”,


previene la primera parte del Art. 683 del Código Civil. La
subasta en definitiva es un contrato, que puede ser disposición
judicial o convencional; se trata de la oferta que hace al público
un martillero designado por el Juez, en los casos de venta judicial
o por rematadores matriculados. La oferta se realiza por
conducto de estos agentes concretando el contrato con aquel que
mejor oferta haga del bien ofrecido. Hecha la puja entre los
destinatarios de la oferta, y cumplido las reglas, el rematador
adjudica por el acto, como queda dicho al último y mejor postor.

Obligación del oferente que recibe tardíamente la aceptación.

Puede ocurrir que el oferente no haya recibido en el plazo


establecido la aceptación, y por ello, entra en relación con otra
persona respecto de la misma cosa ofrecida. En este caso el
Código impone al oferente una obligación para desligarse de la
primera oferta. El Art. 684 del Código Civil reglamenta la
hipótesis apuntada estableciendo: “Si por alguna circunstancia, la
aceptación llegare tardíamente a conocimiento del oferente, éste
lo comunicará sin dilación al aceptante, bajo pena de responder
por los daños y perjuicios.”.

La obligación, conforme así dispone el artículo, es que el oferente


comunique inmediatamente al primer aceptante que ha
formulado otra propuesta de contrato. Se trata de una disposición
que no tiene antecedente en ninguna de las fuentes normalmente
aceptada por la Comisión Codificadora; es exclusiva elaboración
suya y se sustenta en el principio de la culpa in contrayendo
elaborada por IHETING. Conviene entonces hacer una referencia
sumaria de esa teoría, y por lo tanto diremos que ella consiste en
la violación de la obligación de diligencia que las partes deben
observar no sólo en el cumplimiento del contrato, sino también
en el transcurso de las relaciones anteriores al mismo, a fin de
que cada contratante no quede librado al peligro de constituirse
en víctima de la negligencia de otro. No es necesario que esta
obligación o garantía de diligencia se estipule expresamente, pues
la ley la presume.

La obligación de diligencia, según esta teoría, comienza con la


oferta. Como regla general la oferta puede ser revocada antes de
su aceptación, sin originar obligación de resarcir, excepto cuando
la retractación, aunque hecha en término, no ha llegado al
conocimiento del oferente.
La validez de los contratos, agrega su expositor, está sujeta tres
condiciones: capacidad del sujeto; capacidad del objeto y certeza
de voluntad. La inobservancia de cualquiera de estos requisitos
produce la invalidez del contrato y hace incurrir en culpa in
contrayendo a uno o ambos contratantes, originando la
consecuente obligación de resarcir (ENCICLOPEDIA JURÍDICA
OMEBA, PÁG. 280 TOMO V).

Envíos de tarifas. Exposición de mercaderías.

La segunda parte del Art. 685 toca un tema diferente a lo que


resuelve en la primera, y se trata del caso de que la oferta de
contrato se materializa con el envío de tarifas o listas de precios.
Con este tipo de oferta, el oferente no queda obligado, pues a los
efectos del citado Art.: “El envío de tarifas o listas de precios no
constituye oferta…”. A los efectos del Artículo, no se trata de una
oferta, lo que no es precisamente exacto, ya que si se la envía a
persona potencialmente interesada es una oferta porque el
oferente lo haría atendiendo ese interés, y el destinatario habría
de alguna manera expresado su consentimiento, con la
exteriorización de su interés.

Ahora, “…La exposición de mercaderías al público, con indicación


del precio, importa oferta.” Evidentemente, aunque el destinatario
de la oferta que se materializa con la exposición, éste acto
constituye una verdadera oferta. Se expone a las personas
interesadas y al agregarle el precio, es una oferta. Quiere decir
entonces, que cualquier persona que en ese momento se decida
comprar, manifiesta su aceptación y puede exigir la venta como
cualquier destinatario en concreto de una propuesta de contrato.

Promesas de recompensa.

Establece el Art. 686 en su primera parte que: “El que promete


públicamente una recompensa a cambio de una prestación se
obliga a cumplir la promesa…”. Sería el caso del dueño de un bien
extraviado en la vía pública y que ofrece una recompensa para
aquel quien le devuelva por haberlo encontrado. Si en esas
condiciones el tercero que haya encontrado devuelve el bien
extraviado, tiene derecho a exigir la recompensa.

Lugar de la oferta.

En todo contrato, el lugar de su celebración asume la mayor


importancia, pues, son las leyes de ese lugar las que regulan los
términos del contrato. Por ello, el Art. 687 resuelve previniendo
que: “El contrato se considera celebrado en el lugar en que se
formula la oferta.”. Bien sabemos que si la oferta de contrato se
celebrase entre ausentes, el destinatario podría residir en otro
país, y por tanto podría suscitarse inconvenientes en los casos de
conflicto entre los contratantes si no se pudiera precisar qué ley
le sería aplicable a la relación creada. Con la disposición transcrita
se resuelve parcialmente la problemática; decimos parcialmente,
porque puede darse el caso que la ley del domicilio del
destinatario disponga a su vez que el contrato se considerará
celebrado en el lugar en que reside el destinatario.

De hecho, sin embargo, no existen mayores inconvenientes, pues


hemos de recordar que de lo que tratamos en este capítulo es el
alcance de la oferta del contrato, y es en esa etapa de la relación
que el oferente asume o la totalidad de las consecuencias del acto.

Momento en que se perfecciona el Contrato entre Ausentes.

El Código, en tratándose de contratos entre ausentes, se ciñe al


sistema de la expedición como momento de su
perfeccionamiento. Así en defecto establece el Art. 688, cuando
previene: “Los contratos entre ausentes se perfeccionan desde que
la aceptación, sea expedida, salvo que haya sido retractada
oportunamente, o no llegase en el plazo convenido.”. Según el
sistema de la expedición, como ya vimos antes, el contrato se
considera perfecto desde el momento en que el aceptante se ha
desprendido de la aceptación, sea que haya enviado por carta o
telegrama, sea por cualquier otro medio.

Esta regla, sin embargo, se halla sujeta a la contingencia de que el


oferente se haya retractado antes de recibir la aceptación, o que
habiendo establecido un plazo que sea aceptada su propuesta, y
la comunicación de la aceptación llegue tardíamente. De todo esto
ya habíamos tratado de manera que no9s remitimos a esos
comentarios.

Requisitos de Buena Fe.

Más que cualquier cuerpo legal, nuestro Código rinde culto a la


Buena Fe, esa actitud qua ya en el Código de Vélez era
ingredientes principalísimo, en el nuestro asume las
características de norma inexcusable. En efecto, en su Art. 689
previene que: “En el desarrollo de las negociaciones y en la
formación del contrato, deben las partes comportarse de acuerdo
con la buena fe.”.

Es cierto, que en todas las normas jurídicas este valor se halla


protegido, si no en forma expresa, como consecuencia de
actitudes que atenten contra ella. En el nuestro, lo repetimos,
asumen una calidad coercitiva, positiva, tal es así, que a quien la
falte se le aplica sanciones íntimamente relacionadas con esa
inobservancia. El Art. 690 del mismo cuerpo legal en directa
referencia a la disposición que la impone como requisito esencial,
previene: “La parte que conociendo, o debiendo conocer, la
existencia de una causa de invalidez del contrato, no hubiere dado
noticia de ella a la otra parte, será obligada a resarcir a ésta el
daño que sufriese por haber confiado, sin su culpa, en la validez
del contrato.”.

Esta última disposición es copia literal del Art. 1.033 del


Anteproyecto de DE GÁSPERI, quien dice que sus principios se
sustentan en la teoría de la culpa in contrayendo, pues, la buena
fe consiste en la lealtad recíproca de conducta, no sólo en la época
ejecutiva del contrato, sino también, en la precontractual o
formativa del contrato, una de cuyas aplicaciones es la culpa in
contrayendo, según la cual debe el proponente de un contrato
garantizar a la otra haber comprobado que nada se opone a la
perfección y validez del contrato. Viene de aquí por lógica
consecuencia que, si el contrato se anulase por causa imputable
al proponente, tiene la otra parte que se fío de su palabra sobre
la validez de la obligación el derecho al resarcimiento del daño,
derivado de la culpa IN NON FACIENDO del proponente.

Este daño no es representado por el interés positivo del contrato


que no existe, sino el interés negativo contractual, o sea, la
disminución patrimonial que la parte pudo no sufrir si no hubiera
contrato.

De los Contratos de Adhesión.

Dentro del sistema adoptado por nuestro Código, es preciso


siempre, para que exista contrato, la existencia de dos voluntades
individuales que se pongan en relación (Art. 699), una de las
cuales está dispuesta a prometer una cosa y la otra a ser
beneficiaria de la prestación prometida. Entonces, el contrato sólo
nace después de negociar, después de entrar en contacto y de
ponerse de acuerdo.

En el Derecho Moderno, y debido al portentoso desarrollo de las


actividades económicas, se dan ciertos tipos de relacionamientos
en que no participan ese concurso de voluntades que debe ser el
nudo central del contrato, consecuencia de la cual es que, es una
de las partes la que dicta las normas vinculantes. En la mayoría
de los casos, el oferente que es el que asume esa posición, se trata
de una persona de existencia ideal de una gran pujanza
económica, que goza de un monopolio de hecho o derecho, y el
aceptante se ve constreñido a aceptar las condiciones propuestas
porque no puede modificar la oferta, habida cuenta que no está
permitida la libre discusión de las cláusulas. Ejemplos de esta
clase de contrato son los que se realizan con motivo de los
transportes marítimos y terrestres, seguros, fletamentos, los que
celebran los particulares con las compañías de luz eléctrica, aguas
corrientes etc. Tratadistas, como SALEILLES han sostenido que
estos actos no podían ser explicados mediante la aplicación de la
Teoría Contractual, porque, en realidad, eran producto de una
sola voluntad y dio a los mismos la denominación de Contratos
de Adhesión, con los que se los distinguen actualmente.

Objeto del Contrato. Generalidades.

En derecho se considera como objeto de los contratos las cosas o


los hechos que una de las partes deben entregar o cumplir en
beneficio de la otra, generalmente se la designa con el término
técnico de prestación. Nuestro Código, a diferencia del argentino,
prescinde de la caracterización, sin embargo, podemos decir de
él como lo hace el de VÉLEZ SARFIELD en su Art. 1.168 que se
trata de “Toda especie de prestación, puede ser objeto de un
contrato, sea que consista en la obligación de hacer, sea que
consista en la obligación de dar alguna cosa”.

Partiendo de la caracterización hecha por el Art. 1.168 del Código


Argentino, cabe preguntarse si los actos dependientes de una
profesión literaria, científica o artística, pueden o no ser objeto
de los contratos; por ejemplo, el contrato por el cual un médico
se obliga a tratar a un enfermo o un abogado a realizar una
defensa. Pensamos que estos actos, considerados en sí mismos,
indudablemente no pueden dar lugar al empleo de medios
coercitivos para obligar a esos profesionales al cumplimiento de
ellos, pues, se tratan de obligaciones INTUITU PERSONAE; a los
más que podría llegarse es al reclamo de indemnización de daños
y perjuicios. De manera entonces, que en estos casos no puede
hablarse de contrato propiamente dicho, y por tanto, lo que los
referidos profesionales hagan en beneficio de sus pacientes o
clientes, no se caracterizan como objeto de contrato.

Contratos de Prestación Imposible.

El título nos sugiere un inútil juego de palabras, pero es una


hipótesis que nuestro Código nos plantea sin sustentarse en los
antecedentes inmediatos de nuestra legislación, como es el
Código de Vélez. La disposición de nuestro Código que trata de la
hipótesis, se sustenta en el Art. 1.039 del Anteproyecto de DE
GÁSPERI, quien sugiere la misma redacción que el Art. 694 del
nuestro, en el sentido de que: “La imposibilidad de la prestación
no impedirá la validez del contrato si dicha imposibilidad pudiera
ser suprimida y el contrato hubiere sido concluido para el caso de
que la prestación sea posible”.
Al respecto de esta disposición que es trasiego del proyectado
artículo antes citado, el proyectista comenta: “Explicando el Art.
308 del Código Alemán enseñan BUFNOIR, CHALLAMEL,
DRIOUX, SALEILLES y demás traductores franceses de dicho
Código que lo que se contempla en este precepto son los casos
llamados de imposibilidad hipotética, la que por ser tal admite que
su desaparición sea contemplada como tal en el contrato. Si siendo
conocida de las partes esa imposibilidad quisieron ellas celebrar el
contrato, debe admitirse que lo ajustaron bajo la condición de que
dicha imposibilidad llegue a desaparecer. Tal condición sería
suspensiva….”.

Naturalmente que la imposibilidad no debe ser porque el objeto


del contrato sea prohibido, ya que siendo así, el contrato mismo
sería nulo. Quizás un ejemplo califique más la hipótesis
planteada en el artículo que analizamos. Así, sabiendo que un
determinado inmueble del Estado es del dominio público, y que
por lo mismo, no está en el comercio, pero frente a la posibilidad
de una ley que lo desafecte, el que tenga interés en adquirirlo para
revenderlo, puede contratar su transferencia con aquel que se
resigne a la expectativa. La venta en ese caso estará subordinada
a la condición, que el inmueble se adquiera mediante la ley de
desafectación.

Prestación de Cosas Futuras.

“La prestación de cosa futura puede ser objeto del contrato…”,


comienza el Art. 695 cambiando en este sentido la orientación
que al respecto tenía el Código de Vélez, para el que: “Cuando las
cosas futuras fueren objeto de los contratos, la promesa de
entregarlas está subordinada al hecho, si llegare a existir, salvo si
los contratos fuesen aleatorios”. En ese cambio de orientación, sin
embargo, no constituye una variación substancial; más bien se
trata de la reafirmación del principio de que las cosas futuras
pueden ser objeto del contrato, y una variante al Art. 1173 del
Código de Vélez, que en todos los casos lo asimilaba a una
obligación condicional. El nuestro, en efecto, solo lo hace en
ciertas condiciones, aseverando antes él.

Contratos que tienen como objeto Entrega de Cosas Litigiosas,


Gravadas o Embargadas.

El Art. 696 del Código Civil resuelve la cuestión planteada en el


título diciendo: “Son anulables los contratos que tuviesen por
objeto la entrega de cosas litigiosas, gravadas o embargadas, si se
hubiese ocultado su condición al adquirente.”. Es natural que así
sea, porque en el caso participaría el engaño que hace incurrir en
error al adquirente. Recordemos que son causas de anulabilidad
del contrato el error o el engaño.

Sin embargo, si el adquirente de las cosas sujetas a tales medidas


restrictivas lo supiere al aceptar la oferta, lo estaría haciendo con
conocimiento de causa y por lo mismo, no se suscitarían los
elementos que hacen anulables el contrato.

La disposición es clara, basta con agregar que el Art. 696 se


sustenta en el Art. 1.041 del Anteproyecto de DE GÁSPERI, quien
lo ha proyectado así: “Son anulables los contratos que tuviesen por
objeto la entrega de cosas litigiosas, dadas en prenda, o en
anticresis, o en anticresis, hipotecadas o embargadas, si se hubiere
ocultado su condición al adquirente…”.

Contratos que tengan por objeto Herencias Futuras y


simultáneamente Bienes Presentes.

El Art. 698 del Código Civil, asocia la eventualidad en que las


prestaciones de los contratos consistan en herencia futuras y
sobre bienes presentes, y resuelve cuando integran el objeto de la
prestación en forma simultánea, de la siguiente manera: “Los
contratos hechos simultáneamente sobre bienes presentes y sobre
los comprendidos en el artículo anterior, serán nulos en el todo,
cuando hubieren sido concluidos a cambio de una sola prestación,
salvo que el deudor de esta última aceptare que ella se aplique
íntegramente el pago de los bienes presentes.”.

Según se deduce de la disposición transcripta, es necesario que el


contrato haya sido concluido por un solo y mismo precio, pues,
con ello, se concreta una operación única, inseparable, so pena de
violar los motivos fundamentales sobre los cuales la prohibición
reposa. Cuando la condición de inseparabilidad concurre, en
principio, el contrato es nulo en el todo, salvo que la parte en cuyo
provecho se ha realizado consienta en que la totalidad del precio
sea solo por los bienes presentes. Naturalmente que la
disposición no contempla el distingo entre bienes presentes y
determinados, como en el de haberse contratado sobre dos
herencia distintas, de las cuales una estaba ya abierta y otra no;
la primera, desde luego, constituye bienes presentes.

Un ejemplo facilitará comprender el alcance de la disposición


analizada. Contrato con Pedro la venta de la casa que he de
heredar de mi padre cuando éste fallezca, y de mi automóvil
propio, por la suma de Gs. 100000. En tal caso el contrato será
nulo; sin embargo, si Pedro acepta que el precio de Gs. 100000 es
sólo por mi automóvil el contrato de venta de este bien será
válido.

Forma y Prueba de los Contratos. Generalidades.

Los Actos Jurídicos, y lo mismo los contratos que son una especie,
asumen distintas formas, según las exigencias del orden jurídico,
la convención de las partes o la propia voluntad de los autores de
la declaración, para que tenga validez o existencia como tales y
también para que puedan ser probados.

La forma de todo acto o negocio jurídico se concreta en los


medios con que la voluntad se exterioriza en procura de una
finalidad, en el campo del derecho. Toda declaración de voluntad
tiene en ese sentido una forma, desde el mero signo o seña hasta
la expresión por escritura pública.

En nuestro derecho, desde el punto de vista de las formas se exige


tres categorías: 1° contratos no formales o consensuales
propiamente dichos, los cuales no están sujetos a formas de
ninguna clase y pueden ser otorgados con las que las partes
estimen convenientes, aun verbalmente, salvo en este último caso
las dificultades de las pruebas; 2° Contratos formales AD
PROBATIONEM, para los cuales se exige determinadas formas,
pero únicamente a los efectos de asegurar la prueba de su
existencia, de suerte que el contrato es obligatorio, en los
términos al tratar del Art. 700, y 3°, contratos formales AD
SOLEMNITATEM, en los cuales la observancia de las formas
prescriptas es esencial para la existencia del contrato, de modo
que si ella no han sido observadas el contrato es nulo, por
ejemplo, la escritura pública para la donación de inmuebles.

Principios para juzgar la forma de los contratos.

El principio consagrado por el Art. 699 del Código Civil para


juzgar las formas de los contratos, toma en consideración cuando
se realizan entre presentes, entre ausentes y cuando el acuerdo
resulta de correspondencias, intervención de agentes, o de
instrumentos firmados en distintos lugares: Establece pues la
disposición citada que: “La forma de los contratos será juzgada:

a) entre presentes, por las leyes o costumbres del lugar en que


hubieren sido concluidos;

b) entre ausentes, cuando constaren en instrumento privado


suscripto por alguna de las partes, por las leyes del lugar en que
haya sido firmado; y
c) si el acuerdo resultó de correspondencia, de la intervención de
agentes o de instrumentos firmados en distintos lugares, se
aplicarán las leyes más favorables a la validez del acto.”.

Formas que deben observar determinados contratos.

Al hablar sobre las generalidades de la forma vimos que ciertos


contratos debían celebrarse en escritura pública, o sea que se
establecía ese requisito como una formalidad y no como una
solemnidad; se tratan en concreto de contratos formales AD
PROBATIONEM.

Es precisamente respecto de esos contratos que el Art. 700 del


Código Civil establece: “Deberán ser hechos en escritura pública:

a) los contratos que tengan por objeto la constitución,


modificación, transmisión, renuncia o extinción de derechos reales
sobre bienes que deban ser registrados;

b) las particiones extrajudiciales de bienes, salvo que mediare


convenio por instrumento privado presentado al juez;

c) los contratos de sociedad, sus prórrogas y modificaciones,


cuando el aporte de cada socio sea mayor de cien jornales mínimos
establecidos para la capital, o cuando consista en la transferencia
de bienes inmuebles, o de un bien que deba ser registrado;

d) la cesión, repudiación o renuncia de derechos hereditarios, en


las condiciones del inciso anterior, salvo que sean hechas en juicio;

e) todo acto constitutivo de renta vitalicia;

f) los poderes generales o especiales para representar en juicio


voluntario o contencioso, o ante la administración pública o el
Poder Legislativo; los conferidos para administrar bienes, contraer
matrimonio, reconocer o adoptar hijos y cualquier otro que tenga
por objeto un acto otorgado o que deba otorgarse por escritura
pública;

g) las transacciones sobre inmuebles y los compromisos arbitrales


relativos a éstos;

h) todos los contratos que tengan por objeto modificar, transmitir


o extinguir relaciones jurídicas nacidas de actos celebrados
mediante escritura pública, o los derechos procedentes de ellos;

i) todos los actos que sean necesarios de contratos redactados en


escritura pública; y
j) los pagos de obligaciones consignadas en escritura pública, con
excepción de los parciales y de los relativos a intereses, canon o
alquileres”.

Casos en que estén y no estén establecidas por el Código.

Partiendo de la conclusión que, la formalidad exigida por el Art.


700 para los actos en él previstos, se tratan de las tendientes a la
prueba y perfeccionamiento de los mismos, la diferencia de
temperamento respecto del Código Argentino no es más que una
decisión adecuada a los lineamientos jurídicos adoptados por
nuestro Código, pues, en su Art. 701 resuelve esa falta de
cumplimiento prescribiendo: “Los contratos que, debiendo llenar
el requisito de la escritura pública, fueren otorgados por
instrumento privado o verbalmente, no quedarán concluidos como
tales, mientras no estuviere firmado aquella escritura. Valdrán, sin
embargo, como contratos en que las partes se hubieren obligado a
cumplir esa formalidad…”.

La segunda parte del Art. 701 previene que: “…Estos actos, como
aquéllos en que las partes se comprometieren a escriturar, quedan
sometidos a las reglas sobre obligaciones de hacer…”. Con este
apartado, según hemos concluido anteriormente, la segunda
parte del artículo en análisis, cae en contradicción con lo que
postula en su primera parte, desde el momento que en ésta, ha
dejado de contemplar la posibilidad de que las partes se hayan
comprometidos a elevar el rango de escritura pública un
instrumento que debe revestir esa calidad. La referencia a
aquellos actos, en que las partes se comprometen a escriturar, no
tiene nada que ver con la primera parte de la disposición que
analizamos, porque el párrafo empieza diciendo, Estos actos,
como aquellos…, connotando de esta manera solamente a los
actos que debiendo ser hechos en escritura pública, sin embargo,
son formalizados en instrumentos privados.

Casos en que sólo pueden probarse por escrito.

El Código Civil en su Art. 706 tiene previsto a este respecto que:


“Los contratos que tenga por objeto una cantidad de más de diez
jornales mínimos establecidos para la capital deben hacerse por
escrito y no pueden ser probados por testigos.”. La disposición en
este caso, sólo habla de contratos, pero la regla que estudiamos
se aplica igualmente a toda clase de actos jurídicos, unilaterales
o bilaterales, salvo disposiciones especiales en contrario. No se
aplica, por el contrario, en los casos de pruebas de simples
hechos, porque los mismos no tienen la virtualidad de modificar,
producir o cancelar derechos, aun cuando puedan eventualmente
dar lugar a ello.
La disposición que analizamos reposa en los fundamentos: 1°, el
legislador ha querido prevenir dificultades sobre la prueba de los
contratos, obligando a las partes, cuando ellos exceden de diez
salarios mínimos, a extenderlos por escrito; 2° ha considerado
igualmente que la prueba de testigos no ofrece suficiente
seguridad, no sólo por los errores en que ellos pueden incurrir
con la mayor buena fe, sino también por el peligro del soborno.
En los contratos que no excedan de los diez jornales, se ha tenido
en cuenta su poca importancia y por lo mismo los peligros de la
infidelidad de la prueba testifical se reducen al máximo.

Evidentemente el artículo que estudiamos se funda en


consideraciones de orden público, pues, al establecerlo, el
codificador ha pensado, no solo en proteger el interés individual
contra el peligro del soborno a los testigos, sino principalmente
en proteger los altos intereses sociales, disminuyendo el número
de procesos y evitando dificultades y escándalos que con la
admisión ilimitada de la prueba de testigos podrían producirse.
Surge por virtud de este interés general, que las partes no pueden
renunciar a los beneficios que la disposición apareja.

Contratos Privados que modifican el contenido de los


realizados por instrumentos públicos.

Sobre esta cuestión, el Código trae una disposición que es


trasiego del Art. 1194 del Código de Vélez. Tal disposición se
trata del Art. 707 que previene: “El instrumento privado que
alterase lo que se hubiere convenidos en un instrumento público,
no producirá efecto contra tercero.”.

Relacionado con el principio asentado en la disposición


transcripta, AUBRY y RAU, señala que: “Los actos auténticos no
llevan, por razón de su forma, la presunción de que los terceros
que no han figurado en ellos tengan conocimiento”. Valiéndonos
de este juicio, podemos agregar que tampoco los actos auténticos
tienen la virtualidad de que lo que se instrumenta sea conocido
por todos, salvo en los casos en que sean registrados.

Y bien, esta aclaración nos conduce a una perfecta ubicación de


lo que se pretende salvaguardar con esta disposición; se trata de
salvaguardar a las personas que no intervienen en la
formalización del instrumento público, lo que nos parece una
cuestión muy obvia. En un contrato, en efecto, intervienen las
partes, y al formalizar la escritura que la instrumenta las conoce
a la perfección. Ahora cuando en función de ese contrato se entra
en contacto con un tercero, es cuando la norma se aplica, en el
sentido de que ese tercero el único instrumento válido es el
contrato.
Para las partes, puede tener valor la modificación que se haga de
su términos por instrumento privado, porque también se
presume que las conocen y ha de construir una expresión de
voluntad respetable; ejemplo es el contradocumento que puede
modificar el sentido de un contrato extendido en escritura
pública, incluso a aquellos que tengan a la misma como una
solemnidad, como se da en los casos de simulación.

Bibliografía:

http://www.inoponible.cl/2011/10/concepto-de-derecho-legal-de-
retencion.html

http://jurista21.blogspot.com/2011/01/la-promesa-unilateral-como-fuente-
de.html

https://digestocivilcomercial.wordpress.com/digesto-procesal-civil-y-
comercial/codigo-civil-de-velez-con-notas/

http://www.impuestospy.com/Leyes/Ley%201016_97.php

http://queaprendemoshoy.com/elementos-esenciales-y-efectos-de-un-
contrato/

http://www.notarfor.com.ar/codigo-civil-paraguay/index.php

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