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El comportamiento animal… de Darwin

Leticia Garibay Pardo

Darwin no termina de sorprendernos, aun después de haber leído lo que de él se ha


escrito en este número de La Ciencia y el Hombre, que conmemora los 200 años de
haber llegado a este mundo y los 150 de su magna obra El origen de las especies.

Y es que ese maravilloso observador de la naturaleza dio un vuelco a la biología


tradicional y nos mostró a detalle sucesos vistos o descritos sobre las numerosas
criaturas que observó, al igual que sobre aquellos procesos biológicos complejos que
antes no habían sido tratados o aceptados.

Pilar de la evolución, Charles Darwin también puede ser reconocido como el padre de
los estudios del comportamiento animal, que hoy conforman una ciencia llamada
etología, lo que es curioso ya que para su época esta rama de estudio aún no se
desarrollaba.

Cuando se hizo evidente la relación de Darwin con la etología, comenzaron a surgir


escuelas y controversias específicas, pues sus teorías, que compartió con Loeb,
Morgan, Romanés y Spencer, sientan las bases de la etología actual. De hecho, P. H.
Klopfer (1980), en el primer capítulo de su libro Introducción al compor - tamiento
animal, el cual lleva por título “Evolución mental de los animales”, considera a Darwin y
a Romanés como los que formulan los fundamentos de la etología.

Aunque Spencer fue un evolucionista de cuerpo entero, y en cierta medida se anticipó


a algunos conceptos darwinianos –particularmente los que se refieren a lo inevitable
de la evolución (mismos que Darwin manejaba con gran cautela)–, estaba en
desacuerdo con Darwin y Wallace, pues creía que la evolución era causada
originalmente por la herencia de caracteres adquiridos, insistiendo en que la selección
natural no era más que una de las muchas causas subsidiarias de la evolución
biológica; así, Spencer acuñó la frase “supervivencia del más apto”, para describir la
selección natural, pero sin atribuirle el papel de principal factor de la evolución.

Son tres obras de Darwin las que más influyeron en el desarrollo de las teorías del
comportamiento: Expression of the emotions in man and animals (1873) (Expresión de
las emociones en el hombre y los animales); Variations of animals and plants under
domestications (1868) (Variación de animales y plantas en estado doméstico), y The
descent of man (1871) (El origen del hombre). En la primera de ellas, La expresión de
las emociones del hom - bre y los animales, Darwin desarrolla tres principios mediante
los cuales trata de explicar la razón de procesos y sucesos naturales, como gestos y
expresiones (reconociéndoles cierto valor universal) del ser humano y de algunos
animales, como aves y mamíferos principalmente, que son los hábitos útiles y
asociativos; lo contrario, la evitación de expresiones no útiles, a la que le llamó la
antítesis, y finalmente la relación entre la excitación del sistema nervioso y la emisión
de expresiones corporales o gestos: “Los jóvenes y los adultos de razas muy distintas,
tanto humanos como animales, expresan similares estados mentales con los mismos
movimientos”.

En esta obra vemos claramente como Darwin enfoca cuestiones relativas a la


evolución, la biología y la psicología. En los principios citados, Darwin reconoce un tipo
fundamental de aprendizaje –pensando que los hábitos asociados útiles pueden
heredarse–, y con ello hace alusión a la herencia lamarckiana, conociéndose este
fenómeno como “efecto de Baldwin” (que es una teoría evolutiva propuesta en 1896
por el psicólogo norteamericano James Mark Baldwin, quien sugirió un mecanismo
para la selección de habilidades de aprendizaje).

Sobre este particular, Darwin sostuvo que las alteraciones morfológicas de las
especies no sólo afectan la distribución o abundancia de ciertas gémulas, sino que
también producen cambios mentales; es decir, un hábito impuesto a una generación
parental podría ser transmitido a sus retoños. Como otro dato curioso en esa época,
en la primavera de 1872 apareció el libro de Charles Bell titulado Anatomía y fisiología
de la expresión, en el que su autor describía los músculos faciales como “obras de un
creador divino, destinadas a expresar los exquisitos sentimientos del hombre”,
teniendo con ello una visión completamente opuesta a la darwiniana.

Y también es curioso que, ayudado por sus hijos Henrietta y Leonard –pues requirió
una revisión intensiva que le llevaron a estar, según palabras del propio Darwin, “harto
del asunto, de mí mismo, y del mundo”–, se haya publicado Expression of the
emotions in man and animals, uno de los primeros libros con fotografías, el cual incluía
siete placas en heliotipo (fotografías de la época a base de la luz del sol). John Murray,
el editor, les dijo a manera de advertencia que sería una obra muy costosa y que
“causaría un terrible agujero en los beneficios”; sin embargo, la obra de Darwin se hizo
muy popular, tanto que su venta rebasó las cinco mil copias.

En su segundo libro (Variations of animals and plants under domestications), Darwin,


en su peculiar estilo, detalla algunos cambios del comportamiento como consecuencia
de la selección natural. Y esos cambios sientan las bases de una filogénesis
cimentada en el comportamiento; es decir, que los cambios evolutivos de una misma
línea también ocurren por ciertos aspectos del comportamiento. Igualmente trata a la
selección sexual, y para ejemplificarla podemos hacer referencia a las sofisticadas
exhibiciones o cantos de los machos de algunas aves para cortejar a las hembras,
para lo que requieren de un plumaje especial o una frecuencia sonora determinada.

En el libro El origen del hombre, Darwin explica la forma como aparecen la mente, el
lenguaje y la cultura, y a lo largo de sus siete capítulos explica que el hombre
comparte con los anianimales ciertas semejanzas, tales como enfermedades y
órganos rudimentarios, entre muchas otras. Señala que las facultades mentales son el
resultado del desarrollo de instintos más simples, los que se fueron adquiriendo por
selección natural y variación. Apunta que el ser humano se ha desarrollado y
evolucionado a partir de una forma inferior, hasta llegar al desarrollo de las facultades
morales e intelectuales en los tiempos primitivos y en los civilizados. Igualmente, en
dicha obra clasifica a los primates en función de su relación morfológica con el hombre
y establece la diferencia entre los catarrinos, o monos del Viejo Mundo, y los
platirrinos, o monos del Nuevo Mundo. Entre los catarrinos incluye al gorila, el
chimpancé, el orangután y el ser humano, estableciendo así las afinidades y la
genealogía del hombre.

Darwin dedica el último capítulo a las razas humanas, rechazando la idea


preconcebida en esa época de que las distintas razas del ser humano son especies
diferentes y afirmando que todas descienden de un mismo tronco primitivo del que se
han ido diferenciando a partir de un “antepasado simiesco”, dando como prueba el
parecido entre las costumbres y la morfología corporal.
Darwin escribió aún más obras, algunas impresionantemente controvertidas para su
época, entre las que podemos citar Mental evolution in animals (1884) y Mental
evolution in man (1889), libros estos en los que destaca la comparación de la
evolución mental en el hombre y en los animales superiores, así como el estudio del
desarrollo de la inteligencia, sosteniendo la similitud de estos procesos de
razonamiento.

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