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Los derechos humanos son aquellas «condiciones instrumentales que le permiten a la

persona su realización».1 En consecuencia subsume aquellas libertades, facultades,


instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos2 que incluyen a toda
persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, «sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra
índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición».3
Para autores naturalistas los derechos humanos son independientes o no dependen
exclusivamente del ordenamiento jurídicovigente, por lo que son considerados fuente del
derecho; sin embargo desde el positivismo jurídico la realidad es que solamente los países
que suscriben los Pactos Internacionales de Derechos Humanos o Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (PIDESC) y sus Protocolos –Carta Internacional de Derechos Humanos–
están obligados jurídicamente a su cumplimiento.4 Así, por ejemplo, en relación con la pena de
muerte, contraria a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Segundo Protocolo
Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, destinado a abolir la pena
de muerte no ha sido firmado por países como China, Irán, Estados
Unidos, Vietnam, Japón, India o Guatemala.5
Desde un punto de vista más relacional, los derechos humanos se han definido como las
condiciones que permiten crear una relación integrada entre la persona y la sociedad, que
permita a los individuos ser personas jurídicas, identificándose consigo mismos y con los
demá
La firma de los acuerdos para el fin del conflicto entre Gobierno y Farc en Cartagena se suma al
proyecto que realiza la comunidad jesuita para hacer de la ‘heroica’ la capital mundial de los
derechos humanos.

La ley 95 de 1985 estableció que Cartagena de Indias es la sede nacional de los derechos
humanos. Dentro de la misma, que estableció además el 9 de septiembre como Día de los
Derechos Humanos en homenaje al santo de los esclavos, San Pedro Claver, dos artículos
ordenan que el Congreso de la República y la Cancillería deben presentar ante la Organización de
Estados Americanos (OEA) y la Organización de Naciones Unidas (ONU) la solicitud para que
Cartagena sea declarada capital mundial de los derechos humanos.

21 años después de decretada la ley, la comunidad jesuita y las autoridades distritales buscan
que este mandato se haga realidad.

El Atrio de los Gentiles

El Atrio de los Gentiles es una antigua tradición católica en la cual la iglesia abre sus puertas para
el diálogo entre ciudadanos, sin importar si son fieles o no, para un debate sobre temas
fundamentales para la comunidad.

Desde hace seis meses, la plaza San Pedro Claver, en el Centro Histórico, es escenario de estos
encuentros, en los que los derechos humanos, la paz y la reconciliación son tema central.

“Tenemos un plan estratégico proyectado al año 2033, con la compañía de Jesús, que incluye un
centro de pensamiento y una vez al mes estamos llevando a cabo el Atrio de las Gentiles, que no
es otra cosa que un diálogo sobre la paz al aire libre en la plaza de San Pedro. Allí conversamos
sobre cómo construir la paz desde la reconciliación y el perdón, no solamente desde el escenario
político, sino desde las comunidades y sus necesidades”, asegura el padre jesuita Jorge Camacho,
quien lidera el proceso.

Durante el mes de septiembre, en el Atrio de los Gentiles se han estudiado los acuerdos de fin
del conflicto entre Gobierno y Farc.

“Desde antes de Semana Santa venimos trabajando para convertir a Cartagena, realmente, no
nominalmente, en la capital mundial de los derechos humanos en honor a San Pedro Claver y
como una acción de coyuntura ante la firma final del acuerdo en nuestra ciudad”, asegura Rosa
Díaz, directora del Centro de Cultura Afrocaribe, una de las organizaciones sociales vinculada a
esta causa.

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