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Tiss Morgan
Ref.: Reseña
Entre zombies y cyborg en el lejano puerto del fin del mundo, 33º2’45’’S y 71º37’11’’O,
en la llamada Tierra Quemada de los Changos, lo vi por primera vez, a fines del siglo XX, en el
año 1998 después del nazareno, para ser más preciso.
Su figura se perfila en la cima de la última terraza del TAC –alucinación colectiva nacida
en las quebradas del Cerro Perdices o Loceras, y luego trasladada mágicamente a Cordillera,
según los biógrafos consultados por el afamado Abate Didier- y desde esa posición Marcelo no
pierde de vista sus extrañas creaciones y recreaciones, de mitos pretéritos más allá de toda
comprensión.
Si observa hacia la quebrada, emergen majestuosas las ruinas del Cactus de Espejos,
portal que permite a los más jóvenes de espíritu viajar a través de la historia; si observa hacia
la plaza de esta experiencia, se manifiesta el misterioso Burro que se Alarga, especie de asno
eterno que surcaba los intrincados y serpenteantes caminos, y que trasladaba a pequeñas
criaturas a sus centros de entrenamiento. Y que también llegaba al TAC, aun cuando éste ni
siquiera existía.
Personaje multifacético, amante de las musas y las artes, abraza los secretos del
cosmos, es un observador único de la belleza y la simplicidad. Las raíces de su linaje brotan de
todos los pueblos originarios del fin del mundo. Su verdadera naturaleza e identidad son un
enigma hasta el día de hoy. Puede asumir cualquier forma humana o casi humana, me consta,
lo he visto con mis propios ojos.
Qué edad tiene su actual forma de vida, no lo sé. Se manifiesta en el TAC desde hace
casi 20 años occidentales. Dedicado casi exclusivamente a sus estudios herméticos, este
alquimista moderno transforma todo lo que toca. Se le va visto en la sierra boliviana y
simultáneamente en un bar en el puerto, o en viejas fotografías de los orígenes del taller de
artes que realiza; lo admito, pareciera ser una criatura inmortal en el Universo TAC.
Es un espécimen de pocas palabras, hasta que abre su boca, o bien te hace llegar sus
pensamientos de otras maneras. Sus reflexivos discursos crípticos y repletos de sugestiones
post-hipnóticas, me han obligado a estudiar sus enseñanzas recorriendo extraños caminos de
revelación. De esta forma lo he seguido al vetusto Palacio Rioja, y he colaborado en sus ritos
de iniciación entre esculturas, cultivos a escala humana e historias de almas en pena.
Así mismo, en los Jardines del Poeta del Winnipeg, Marcelo Orellana instaló un doble
mascarón de proa en forma de balancín gigante. Multitud de impúberes día tras día, quedan al
servicio del vaivén y de su sinergia.
Y el asno, el burro que surcó los caminos del Valparaíso hundido hacia arriba, se alargó
y se alargó, para llevarlos a todos más allá…