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Causas de la inflación

Martina Latasa, Tomás Canosa y Martín Kalos 1

Resumen
La suba de los precios de algún sector de la economía puede originarse por varios motivos, en general
relacionados con excesos de demanda, pero para que ese incremento se convierta en inflación deberemos
analizar como se contagia al resto de la economía. La suba de precios se generalizará al conjunto de las
mercancías de varias formas, de acuerdo a cuál sea el origen de la inflación. El hecho de que sea
sostenido también puede tener varias causas detrás, aunque existe un mecanismo común a todas ellas.
Pueden existir diversas causas de la inflación. Cada una de ellas es válida en función de las condiciones
estructurales y coyunturales de la economía, y pueden además ser justificadas en formas variadas por las
diferentes escuelas del pensamiento económico. En este trabajo se analizan los distintos motivos que suele
decirse que originan la inflación, buscando los fundamentos de cada uno y estudiando las condiciones que
deben darse para que cada uno de ellos ocurra y efectivamente de lugar a un proceso inflacionario.
Las causas de la inflación que se diseccionarán para entender en qué condiciones cada una es válida son:
- Exceso de demanda
- Exceso de gasto público
- Tensiones del crecimiento
- Insuficiencia de la inversión
- Puja distributiva
- Inflación “importada”, vía balanza de pagos
- Aumento de precios internacionales
- Devaluación
- Emisión monetaria
- Poder de mercado oligopólico
- El rol de las expectativas de inflación
A continuación, se analizarán desde una perspectiva teórica algunas posibles soluciones para cada una de
estas causas – cuestión que se deriva directamente del estudio de cómo esas causas se generan y
propagan -. Se buscará comprender la relevancia política de este análisis, a los fines de la política pública y
de cómo afecta a la clase trabajadora.

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Martina Latasa (Lic.en Economía, Universidad de Buenos Aires); martina.latasa@gmail.com
Tomás Canosa (Estudiante de Economía, Universidad de Buenos Aires); tomascanosa@gmail.com
Martín Kalos (Lic.en Economía, Universidad de Buenos Aires; docente); martinkalos@gmail.com

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Introducción
La inflación es el aumento sostenido y generalizado de los precios. Una suba de precios debe cumplir con
esas dos condiciones para ser “inflación”: ante todo, la inflación no se trata de un fenómeno puntual, sino
que se extiende en el tiempo; pero además, tampoco se define por variaciones en un solo sector o
producto de la economía, sino a una mayoría de las mercancías.
La suba de los precios de algún sector de la economía puede originarse por varios motivos, en general
relacionados con excesos de demanda, pero para que ese incremento se convierta en inflación deberemos
analizar como se contagia al resto de la economía. La suba de precios se generalizará al conjunto de las
mercancías de varias formas, de acuerdo a cuál sea el origen de la inflación. En general, hay dos tipos de
mercancías cuyas alzas de precios tienden a tener un impacto más amplio sobre los demás precios. El
primer grupo son los bienes y servicios que son utilizados como insumos o bienes intermedios en la
producción; al aumentar los costos de esos insumos o bienes intermedios, se elevará también el precio del
producto final. El segundo tipo de bienes son los que componen la canasta de consumo de los/as
trabajadoras/es; si se encarece su costo de vida, exigirán alzas en el salario real, en todos los sectores
productivos de la economía. La suba de los costos salariales por unidad de producto empuja a los/as
capitalistas a incrementar a su vez sus precios, buscando preservar su tasa de ganancia.
El hecho de que sea sostenido también puede tener varias causas detrás, aunque existe un mecanismo
común a todas ellas. En general, cuando se produce algún alza de precios relativamente difundida o
general, el proceso de ajuste de la economía hacia su nuevo equilibrio es gradual y dinámico. Nadie puede
prever de antemano en qué proporción aumentará cada precio: no todos lo harán por igual, dependiendo
de la capacidad de cada sector para expandir su producción en el corto plazo y también de las decisiones
de cada firma respecto del margen de ganancia que desean mantener en relación a sus costos. Por ende,
el aumento inicial en uno, varios o todos los sectores productivos llevará a que los restantes sectores a su
vez adecuen sus precios a sus nuevos costos, lo cual repercutirá sobre una segunda oleada de variaciones
de precios… La duración y magnitud de este proceso de ajuste gradual es imposible de establecer a priori:
durará, sencillamente, hasta que se alcance un nuevo nivel de equilibrio 2. Esto puede llevar varios
períodos, constituyendo entonces un proceso de alza de precios generalizado y sostenido en el tiempo – es
decir, inflación -.

Pueden existir diversas causas de la inflación. Cada una de ellas es válida en función de las condiciones
estructurales y coyunturales de la economía, y pueden además ser justificadas en formas variadas por las
diferentes escuelas del pensamiento económico. En este trabajo se analizan los distintos motivos que suele
decirse que originan la inflación, buscando los fundamentos de cada uno y estudiando las condiciones que
deben darse para que cada uno de ellos ocurra y efectivamente de lugar a un proceso inflacionario.

Causas de la inflación

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Por supuesto, en la práctica, la economía se encuentra continuamente afectada por múltiples perturbaciones que impiden
que alguna vez el equilibrio efectivamente se alcance.

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Exceso de demanda
En primer lugar, la inflación puede deberse a un “exceso de demanda”: en un cierto período, el consumo,
la inversión, el gasto público y/o las exportaciones (la “demanda agregada” de mercancías por parte de
una sociedad) son mayores que la cantidad de bienes y servicios que hay en oferta en esa sociedad. La
“oferta agregada” está compuesta por todo lo que se haya producido en el país en ese lapso determinado
de tiempo, más la mercadería que se importe desde otras naciones y los inventarios que se haya n
acumulado en períodos anteriores. Si con esa cantidad de mercancías no puede satisfacerse la demanda
del gobierno (el gasto público), el sector privado (ya sea para consumo o para inversión) y del resto del
mundo (las exportaciones), la única posibilidad para esta economía es que el ajuste se realice a través de
los precios. Dadas estas cantidades ofertadas y demandadas, un aumento de precios reducirá la cantidad
de bienes demandados, “equilibrando” la demanda y la oferta agregadas. Este ajuste es inevitable: al final
de cada período, el valor de todos los bienes y servicios vendidos (es decir, la oferta agregada) y el valor
de todas las mercancías adquiridas (la demanda agregada) deben ser necesariamente iguales 3.

Esta teoría está asociada a la visión keynesiana, que ve a las tensiones de precios como la consecuencia
de desequilibrios que se dan en el mercado de trabajo. Analicemos más en detalle este proceso de ajuste.
Cuando una economía se encuentra con un exceso de demanda de bienes y servicios, en el largo plazo
puede realizar las inversiones que requiera para incrementar la producción de mercancías.

Pero en el corto plazo sólo existen dos salidas posibles. La primera es la importación de esos bienes,
de forma de aumentar la oferta. Pero debía haber una razón par que no se importasen ya antes del exceso
de demanda: descartando algún tipo de restricción comercial (que, en principio, seguiría vigente y no
afectaría nuestro análisis), el motivo radica en que esos bienes eran más caros que los que se producían en
el país. De esta forma, esta importación adicional también implica un aumento de los precios a los cuales
se adquieren las mercancías en el mercado local. La segunda opción es que los/as mismas/os
productores/as nacionales eleven sus precios: por el exceso de demanda, ellas/os seguirán pudiendo
vender todos sus productos – ya que las personas que dejarán de demandar el bien al nuevo precio eran
justamente el “excedente” cuya demanda de todas formas no podía ser satisfecha por no haber suficientes
bienes para vender -. Obtendrán entonces una ganancia mayor. Generalmente, estos dos mecanismos (la
importación de productos más caros y la suba de precios de los productores internos) se dan
simultáneamente, se retroalimentan entre sí, y contribuyen ambos a incrementar los precios de las
mercancías en el mercado doméstico.

Habiendo abordado el mecanismo de ajuste que lleva a que el exceso de demanda genera un alza de
precios, cabe preguntarse qué origina a su vez ese exceso de demanda. En definitiva, ¿en qué condiciones
un crecimiento de alguno de los componentes de la demanda agregada generará un exceso de demanda?

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Por consiguiente, constituye una identidad contable ex-post, que para los modelos económicos se deriva a una “condición de
equilibrio”.

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La cuestión crucial radica en si existe la posibilidad de aumentar inmediatamente y con costos nulos o
reducidos la producción de bienes y servicios. Si la economía cuenta con recursos ociosos (fábricas
operando por debajo de su capacidad potencial, trabajadores/as desempleadas/os con la calificación
necesaria para las diversas tareas productivas, maquinaria disponible que no esté siendo utilizada), será
relativamente fácil activarlos y así incrementar la cantidad de bienes y servicios ofertados. En el corto
plazo, el ajuste podrá darse elevando las cantidades ofertadas, sin reducir la cantidad demandada – lo cual
implicará, entonces, un crecimiento de la actividad económica -. Como los costos de producción se
mantendrán en niveles similares a los previos, y en caso de que suban levemente estarán más que
compensados por el mejor aprovechamiento de los recursos instalados (reduciendo el peso de los costos
fijos en el costo total de cada unidad producida), no tiene por qué producirse un aumento de precios ni
generalizado ni sostenido.
Pero si la economía ya está operando con altos niveles de utilización de su capacidad productiva instalada
y con bajas tasas de desempleo, elevar la producción requerirá inversiones (ampliación de plantas, compra
de maquinarias y nuevos insumos, etc.) que sólo se concretarán en el mediano o largo plazo, además de
que los trabajadores se encontrarán en mejor situación para exigir mayores salarios reales. Esto implica
que cualquier suba en las cantidades producidas sólo podrá darse para períodos futuros (no para el actual)
y a un costo unitario mayor al presente. En lo inmediato, los/as productores/as tenderán a subir lo s
precios, sabiendo que así seguirán vendiendo todas sus mercancías y a la vez podrán obtener ganancias
mayores4.
Incluso cuando este exceso de demanda ocurra para unos pocos sectores productivos puntuales, la suba
de esos precios implicará mayores costos para otros sectores o un mayor costo de vida para los/as
trabajadoras/es, que trasladarán entonces esas subas a sus propios productos o a una demanda de más
salario real. Así, la suba de precios será efectivamente “generalizada”.
En relación a las posibilidades de ampliar la oferta para suplir una demanda excedente, Anwar Shaikh
sostiene que cuanto más cerca del pleno empleo esté la economía, una mayor demanda provocará cuellos
de botella que a su vez generará entonces inflación. Shaikh propone un indicador (al que llama “coeficiente
de inversión” o “throughput”) que precisamente mide el grado de inversión en relación al nivel máximo de
inversión posible cada año (esto es, que se reinviertan todas las ganancias). En definitiva, se relaciona la
tasa de acumulación de capital gk=I/K (masa de inversión en ese período sobre el acervo de capital
acumulado en la economía) con la tasa de rentabilidad r=g/K (masa de ganancias en ese período sobre el
acervo de capital acumulado). Se define así el coeficiente de inversión t:
t= gk / r
t = ( I/K ) / (g/K)
t=I/g
El coeficiente de inversión señala, pues, si la capacidad productiva de la economía se está incrementando
al mayor ritmo posible - esto es, que se reinviertan todas las ganancias del período -. Indica pues la
“brecha” entre el ritmo de inversión realizado y el máximo posible, y por ende señala el potencial de la

4
Este es el motivo por el cual la expansión económica a tasas aceleradas no generaba inflación en los años inmediatos
posteriores a la recesión de 1998-2002 (que había dejado maquinaria disponible en desuso y una exacerbada tasa de desocupación) y
sí comenzó a acicatear los precios a medida que el desempleo se reducía y el Uso de la Capacidad Instalada aumentaba.

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economía para expandir su oferta más velozmente - si pudiera inducirse el mayor ritmo de inversión. Así
pues, un aumento de t implicaría que se invierte una mayor proporción de las ganancias del período; y esa
mayor inversión permitiría en el mediano-largo plazo tener una mayor oferta de bienes y servicios en la
economía. Así, podría cubrirse una mayor demanda sin necesariamente generar un proceso inflacionario.
Para Shaikh, entonces, la suba generalizada de precios depende del nivel de demanda y del coeficiente
inversor: = F(e,t) siendo e la demanda excedente generada por un nuevo poder adquisitivo.

Exceso de gasto público


La hipótesis que vincula a la inflación con la “expansión desmedida del gasto público” debe entenderse en
el mismo sentido que cualquier otra fuente de exceso de demanda. El gasto público es parte de la
demanda agregada: por tanto, su efecto en términos de la ecuación macroeconómica fundamental es
exactamente la misma que un aumento del consumo privado, de la inversión privada o de las
exportaciones a otros país. Sólo generará inflación si provoca un exceso de demanda, ya sea en forma
directa o a través de la emisión monetaria5.
Dependiendo del tipo de gasto, la inflación puede ser un efecto secundario. Por ejemplo, si el gasto en
cuestión se orienta a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores de menores o nulos ingresos,
que, dada su mayor propensión marginal a consumir volcarán ese amento del poder adquisitivo en mayor
demanda de bienes6, la inflación resulta un “daño” colateral de un remedio para otra falencia más
importante. Contrariamente, hay ciertos gastos que pueden contribuir a reducir la inflación. Por eje mplo,
cuando se otorgan subsidios o exenciones impositivas a empresas de servicios públicos u otros sectores
que se consideren “estratégicos”, en tanto esas transferencias desde el Estado les permita a las firmas en
cuestión reducir o mantener los precios al consumidor. De esta forma, el Estado toma a su cargo evitar la
inflación, manteniendo las ganancias de estas firmas más allá de que no adecuen sus precios a las alzas
que puedan haber experimentado en sus costos.

Tensiones del crecimiento


Otra explicación se basa en las tensiones propias del crecimiento. Según esta perspectiva, el crecimiento
no es uniforme y homogéneo para todos los sectores: por momentos, algunos ven aumentar su demanda
por encima de su capacidad productiva (y por tanto, pueden elevar sus precios). Estos sectores conforman
los llamados “cuellos de botella” de la economía, en ese momento. Pero entonces los demás sectores, para
no quedar rezagados en relación al nivel general de precios, eventualmente también incrementan sus
precios – en una suerte de puja distributiva entre sectores productivos -. Esto es lógico: un aumento
significativo de precios de los bienes que componen la canasta de consumo de la clase trabajadora
impactará sobre demandas de aumentos salariales en todos los sectores; y subas de precios en ramas

5
Puede ocurrir que el BCRA emita dinero para financiar al Tesoro Nacional a través de la compra de sus bonos o títulos de
deuda. En este caso, el impulso que pueda dar a la inflación dependerá crucialmente de la situación de la economía, como se verá más
adelante.
6
La Asignación Universal por Hijo es un ejemplo claro, dado que las transferencias realizadas a esas familias se volcaron casi
en su totalidad a consumo – colaborando para que esos hogares alcanzaran la compra de los alimentos, ropa y demás bienes
necesarios para vivir -. Esa alza del consumo bien puede haber ocasionado un “exceso de demanda”; pero la alternativa, que era dejar
a esas familias en la pobreza o la indigencia, no es moralmente aceptable, además de constituir un grave problema socioeconómico
potencialmente crítico para la sociedad en su conjunto.

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elaboradoras de bienes intermedios generarán incrementos de los precios en los sectores que usan esos
bienes como insumos.
El proceso inflacionario se da entonces porque el crecimiento, por su propia naturaleza, lleva a que
continuamente unos u otros sectores choquen con un exceso de demanda que no pueden satisfacer
mediante un incremento en su producción en el corto plazo y por tanto suban sus precios. Esto impulsa en
los períodos siguientes alzas de precios en los demás sectores – a la vez que cambian las ramas
productivas que enfrentan los cuellos de botella y dan origen a su vez a nuevos impulsos inflacionarios -.
En el fondo, una vez más, es la anarquía de la actividad económica autónoma e independiente, propia de l
sistema capitalista, la que genera como efecto colateral no deseado a la inflación.

Insuficiencia de la inversión
Si la inflación se explica a partir de que es imposible en el corto plazo incrementar la oferta de bienes y
servicios, cabe redirigir la explicación hacia la insuficiencia de la inversión para acrecentar la capacidad de
la estructura productiva existente.
La inversión implica una mayor demanda de bienes y servicios en el presente, que permitirán en el futuro
ampliar la oferta productiva. Así, si hubiera “suficiente” inversión a cada instante, la capacidad productiva
se incrementaría continuamente. Ahora bien, ¿cuál es ese nivel “suficiente” de inversión?, ¿pueden existir
sectores donde no pueda invertirse indefinidamente?, ¿puede planificarse la inversión de forma de evitar
“excesos de demanda” en el futuro?
Sobre el primer punto, no todas las inversiones generan la misma expansión de la oferta: dependerá del
monto (dado que existen economías de escala), del sector en que se invierta, y del tipo de inversión (por
ejemplo, en función del nivel tecnológico adquirido: sería clara la diferencia entre invertir una cierta
cantidad de capital en telares artesanales o invertir esa misma cantidad en un telar automatizado). Pero
además, es imposible saber cuánto deberá expandirse la oferta para evitar excesos de demanda: las
fluctuaciones de la demanda son inescrutables, y es justamente la variable sobre la cual cada firma realiza
sus propias estimaciones y genera sus propias expectativas – y en función de la cual toma las decisiones
para maximizar sus ganancias esperadas -.
Respecto de la segunda cuestión, es frecuente pensar que una inversión es, por ejemplo, abrir una nueva
fábrica (igual que las que ya existen, por ejemplo). Aquí no suele haber ningún factor que limite la
posibilidad de abrir la fábrica, excepto obviamente la expectativa de rentabilidad de quien compromete su
capital. Pero en ciertas actividades, como la agropecuaria, puede no ser posible “replicar” la producción ya
existente, porque existe un factor productivo en cantidades limitadas – en este caso, la tierra -. Sin
embargo, en principio todos los sectores son pasibles de incorporar nuevas tecnologías y técnicas que
eleven su producción. Esto implica, por caso, mejorar la maquinaria ya existente en una fábrica (de forma
de reducir costos y elevar la capacidad productiva), incorporar innovaciones tecnológicas en la actividad
agropecuaria (para obtener mejores rendimientos en la misma cantidad de tierra, sin dañar la
sustentabilidad ambiental), etc.
De hecho, la innovación tecnológica y la intensificación de la producción permiten no sólo aumentar la
capacidad de producción de bienes y servicios, sino también disminuir costos, mejorar la eficiencia y la
sustentabilidad ambiental del proceso productivo, etc. Se alienta así la suba de la productividad y de la

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competitividad de esta producción. Esto puede ocurrir en cualquier sector de la economía. Es, de hecho, la
única forma en que puede incrementarse la tasa de ganancia sin elevar la tasa de explotación a la clase
trabajadora (reduciéndoles el salario real).
Por otra parte, una mayor inversión bien puede generar un exceso de demanda en el presente. Así, se
estaría provocando hoy la inflación que se pretendía evitar mañana. Puede resultar pernicioso estimular el
alza de precios hoy, incluso si garantiza menores precios en un mediano plazo. Esto dependerá del nivel en
que se encuentre ya la inflación, cómo afecta a las expectativas y la dinámica de la puja distributiva, etc.

Puja distributiva
En una economía en expansión, en la cual cae el desempleo y mejoran las perspectivas y estabilidad del
empleo, los/as trabajadoras/es poseen mayor poder para negociar salarios y/o demandar políticas sociales
(por ejemplo, seguros de desempleo o planes sociales para los sectores marginados de la sociedad) 7.
Eventualmente, el aproximarse a una situación “de pleno empleo” 8 implicará además una competencia
entre los/as diversas/os empleadores/as por contratar a los/as trabajadoras/es más productivos. En esta
contienda “sobrevivirán” aquellos sectores y aquellas empresas que puedan pagar mejores salarios y
mantener su competitividad – es decir, quienes posean mayor productividad -.
En esta situación, comienza una pugna por mejorar la distribución del ingreso - es decir, elevar la
participación de las/os trabajadoras/es, que históricamente reciben una parte minoritaria del ingreso que
ellos/as mismos/as generan en la sociedad -. La reticencia de los sectores empresarios a reducir sus
ganancias (sin importar la magnitud de esos beneficios) genera que, al negociar un aumento de los sueldos
de sus empleados/as, trasladen una parte de ese mayor costo a sus precios. El alza de precios también
empuja a las/os trabajadores/as a negociar un aumento en las siguientes paritarias, para nuevamente
buscar mejorar su poder adquisitivo y así su calidad de vida.
De esta forma, la tensión que se genera entre los intereses contrapuestos de los/as trabajadoras/es y
las/os empresarios/as puede derivar en alzas de precios continuas. Aquí no hay ningún elemento de
irracionalidad: las/os trabajadoras/es tienen pleno derecho a reclamar una mejora en sus condiciones de
vida (que suelen ser duramente golpeadas en las crisis, y sólo se recuperan a través de estas
negociaciones y del poder que puedan ejercer durante los momentos de crecimiento económico), y los/as
empresarios/as naturalmente buscarán llevar sus ganancias al máximo monto posible. Este

7
En Argentina y América Latina en general, las periódicas crisis económicas usualmente se han resuelto con una significativa
reducción del salario real. El deterioro del poder adquisitivo de la clase trabajadora implica a su vez una merma en su calidad de vida y,
en muchos casos, en su capacidad para reproducir su fuerza de trabajo. En el auge, los/as trabajadoras/es intentarán recuperar aunque
sea una parte del poder de compra perdido.
8
El pleno empleo no necesariamente se corresponde con una tasa de desocupación nula ni con el pleno uso de la maquinaria
instalada. En general, las empresas tienen una capacidad ociosa con la cual pueden afrontar una mayor demanda puntual; si, en
cambio, esperasen que la mayor demanda se mantuviese en el tiempo, deberían realizar nuevas inversiones para ampliar su capacidad
productiva. El margen de capacidad ociosa surge de optimizar racionalmente (para el acervo de capital instalado en esa firma) el nivel
de producción para maximizar la tasa de ganancia. Ese margen permite también evitar el ingreso de posibles competidores, en
mercados concentrados: la firma amenaza (tácitamente) con “inundar” el mercado con sus productos, en caso de que alguna empresa
entre a competirle - dificultando que la nueva firma se instale -.
Respecto del desempleo, existen diversas posiciones en las diferentes corrientes del pensamiento económico que distinguen
por ejemplo un desempleo “friccional” (personas que se encuentran desocupadas por un período breve de tiempo, entre que dejan un
empleo y encuentran el siguiente) o un “núcleo duro” de desempleo (trabajadores/as que por diversas circunstancias, particularmente
el no acceso durante un tiempo prolongado a empleos no precarios, han perdido sus habilidades y disciplina laborales, debiendo
entonces pasar por un proceso de readaptación antes de poder ser efectivamente reincorporados al sistema productivo). No es objeto
de este artículo discutir estas cuestiones ni otros conceptos sobre tasas “mínimas” o “eficientes” de desempleo que puedan argüirse en
las diversas escuelas del pensamiento económico.

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comportamiento es racional y se encuentra en la naturaleza misma de las relaciones económicas
establecidas en la sociedad capitalista.
¿Puede evitarse la existencia de una puja distributiva? Aunque no es objeto de este trabajo analizar la
dinámica de esta lucha entre las dos clases que se enfrentan en la relación social dominante (capital-
trabajo), abordaremos brevemente dos posibles formas en que esta puja distributiva intenta ser soslayada.
Es frecuente oír hablar de “capitalismo cooperativo” o “capitalismo con rostro humano”, supuestas ideas
de un sistema capitalista en el cual los conflictos se resuelvan a partir de que las instituciones que ostentan
el poder (el capital, en sus formas concretas puntuales como empresas o a través de su representante
general, el Estado) concedan beneficios a los sectores desapoderados (la clase trabajadora). Una idea
similar pero en una escala menor se observa en expresiones como “pacto social”. Es decir: que los/as
empresarias/os acepten una tasa “razonable” de ganancia y a la vez paguen salarios “razonables”. Pero
esto implica cierta ilusión sobre el alcance de este tipo de acuerdos. En primer lugar, ¿qué ocurriría con
los/as trabajadores/as hoy desempleados/as? Pero además, si una empresa tiene la oportunidad de
obtener mayores ganancias dejando de lado el pacto social, ¿qué incentivos tiene para no hacerlo? Para
cualquier gerente/a o directiva/o de una firma, la presión de sus empleadores/as (los/as dueñas/os) es a
maximizar las ganancias de esa empresa – sin importar qué ocurra con el resto de la sociedad -. Un
“acuerdo social” que no conlleve algún tipo de castigo a las posibles desviaciones respecto de ese pacto, no
tendrá éxito en el mediano plazo. Por ende, este tipo de expresiones corresponden más a intentos de
persuasión que legitimen determinadas situaciones que son convenientes a la clase social dominante, antes
que a propuestas reales y concretas de mecanismos de “justicia social”.
Es más frecuente, en cambio, la intervención de mecanismos que repriman la capacidad de lucha de
alguna de las dos clases en pugna – verbi gracia, la acción estatal para reprimir a la clase trabajadora -.
Las instituciones no prevén mecanismos de represión a las ganancias de la clase capitalista, que por otra
parte no “protesta” porque es la gran beneficiaria del status quo – es la clase dominante hegemónica -. En
cambio, sí existen numerosas formas de atacar los reclamos de los/as trabajadores: desde la sanción de
leyes que reduzcan los derechos laborales, pasando por la intervención del Ministerio de Trabajo en las
negociaciones colectivas de trabajo, hasta la represión directa por parte de las fuerzas de seguridad ante
manifestaciones, huelgas o protestas de los/as trabajadores. Todas estas formas de represión buscan en
definitiva reducir y cercenar la capacidad de lucha de la clase trabajadora. Fueron en el pasado y continúan
siendo hoy la herramienta más poderosa de la clase dominante para sostener su hegemonía y en particular
para evitar las pujas distributivas que reduzcan sus ganancias.

Inflación “importada”, vía balanza de pagos


Dentro de lo que podría llamarse “inflación importada” englobamos varios fenómenos diferentes que
producen el aumento de los precios internos de bienes y servicios.

Aumento de precios internacionales


Una causa posible de inflación es el aumento de los precios internacionales de los bienes y servicios que
el país exporta. V.gr., si aumenta el precio del trigo en el mercado global (por ejemplo, en USD100 por
tonelada), los/as productoras/es argentinos/as buscarán exportar una mayor cantidad de trigo. Sólo si en el

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territorio nacional se les paga el mismo precio (si el tipo de cambio es $4 = USD1, esto implica un alza de
$400 en el precio local de la tonelada de trigo), les dará igual vender trigo en cualquiera de los dos
mercados. Si el precio del trigo sube a USD125 la tonelada, el/la productor/a preferirá vender al exterior
sus mercancías, a menos que en el mercado interno también se produzca la correspondiente suba de
precios y se le asegure recibir el mismo monto – en este caso, $500 por tonelada -. Siguiendo esta línea de
razonamiento, lo mismo puede suceder con otros cultivos. Si aumenta el precio del trigo, es posible que los
productores de soja vean más redituable cambiar de actividad y cultivar trigo, lo que también podría
generar tensiones de precios en otros mercados.
Ahora bien, también es posible que se eleven los precios mundiales de mercancías que Argentina importe.
Estos bienes y servicios producidos en el extranjero verán entonces incrementados sus precios también al
ser comercializados en el país. Esto puede tener diversas consecuencias. Esas mercancías pueden ser
insumos para la producción doméstica, lo cual encarecería los costos de otros productos finales que sí se
producen en Argentina. También puede que por su mayor precio, sean parcialmente reemplazados por
otros productos (nacionales, posiblemente) cuyo precio ahora haya quedado por debajo del nuevo precio
de venta de esas mercanías importadas - pero entonces, efectivamente habrá habido un alza de precios en
los bienes y servicios que pasa a comprar ahora el/la consumidor/a -. Es factible también que no existan
productos que puedan sustituir a estas mercancías importadas (pese a su mayor precio), con lo cual el
incremento de precio impactará en forma plena sobre el bolsillo de sus compradores/as.

Devaluación
El mismo mecanismo opera cuando se produce una devaluación de la moneda doméstica respecto de las
demás divisas internacionales: si el tipo de cambio pasara a ser $5 = USD1, cada productor/a pretenderá
recibir $500 en el mercado local por por la misma tonelada de trigo que antes vendía a $400 – de no ser
así, le convendrá exportarla y obtener los USD100 que luego puede convertir en $500 -. Esto implica que
una devaluación del 25% genera una suba de precios del 25% 9.
A la vez, la devaluación encarece la compra de productos importados. Su precio internacional 10 continuará
siendo el mismo, pero la cantidad de pesos necesarios para adquirir esas mercancías se elevará. De esta
forma, aumenta el precio doméstico de esos productos.

Emisión monetaria
Por otro lado, suele hablarse de la “emisión monetaria excesiva” como fundamento de la inflación. El
dinero (el peso, en Argentina) funciona como intermediario entre transacciones, como punto de referencia

9
Caben dos consideraciones. En primer lugar, este ajuste de precios en el mercado local puede no ser inmediato, puesto que
muchos contratos se encuentran ya pactados y debe esperarse hasta su vencimiento y renegociación para aplicar los nuevos precios en
pesos. En segundo lugar, esto puede no ocurrir para cualquier tipo de producto. Si existe la capacidad de elevar la producción en el
corto plazo (es decir, si nos encontramos en una economía con recursos productivos ociosos), el mayor precio de venta en pesos puede
generar que una empresa que antes no era redituable ahora pueda generar ganancias, y por tanto entre en el proceso productivo. De
ser así, la mayor producción podría compensar parte del efecto del alza de precios; o, en todo caso, alimentar el proceso de crecimiento
económico. Así pues, es crucial aquí nuevamente la cuestión de la existencia o no de una capacidad productiva ociosa. De no existir (es
decir, de encontrarnos relativamente cerca del punto de “pleno empleo” de los recursos productivos), no podrá incrementarse la
producción y el efecto de la devaluación será meramente el alza de precios correspondiente.
10
Este precio suele indicarse en dólares, por ser el dólar la moneda internacionalmente aceptada; pero bien podría indicarse en
cualquier otra divisa, siendo lo relevante para este caso la tasa de devaluación contra la divisa correspondiente.

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para mostrar cuánto “vale” cada bien. Esto es posible sólo porque el mismo dinero tiene un valor propio, y
las demás mercancías expresan su valor como “x” veces el valor del dinero. Cuando uno dice que “una silla
vale $100”, está indicando que su valor es 100 veces el de la unidad monetaria (el peso).
Ahora bien, ¿cuál es el valor del dinero? No es un número fijo ni que pueda expresarse como una cierta
cantidad11; pero existe y es posible determinar cómo varía ante diversos fenómenos. Si en una economía
en expansión (esto es, que incrementa su nivel de producción y por ende genera cada vez más cantidad de
mercancías) la cantidad de dinero permanece constante, la baja de precios resultante (por la mayor oferta
de bienes y servicios) implicará que cada peso tiene un mayor poder de compra. Así, costará menos
cantidad de pesos adquirir los mismos productos que antes – fenómeno que suele llamarse “deflación” -. Si
en cambio la cantidad de dinero crece más que lo que aumenta la generación de bienes y servicios en esa
sociedad, entonces cada unidad monetaria “vale menos”. Esto es justamente la inflación: necesitar más
cantidad de “pesos” para comprar las mismas mercancías que antes.
Por tanto, a fines prácticos, para analizar si la emisión monetaria está generando o no inflación, deben
tenerse en cuenta dos cosas. En primer lugar, si está creciendo más que la cantidad de los bienes y
servicios producidos en el país12. En segundo término, si esto se da en un contexto en el cual la producción
puede aumentar nuevamente (o no) en el corto plazo.
Una mayor emisión implica más dinero en circulación entre la población, lo cual impulsa la demanda de
mercaderías; esto, cuando existe capacidad ociosa, alienta a los empresarios a contratar trabajadores (ya
que tienen los equipos y máquinas disponibles para ponerlos a producir) y entonces la emisión no se
traduce en inflación sino en crecimiento del producto.
Pero ¿qué ocurre si no puede expandirse la producción en el corto plazo? Es lógico suponer que, tal como
hemos mencionado en los acápites anteriores, los productores reaccionarán elevando los precios – ya sea
para obtener mayores ganancias (por la suba del precio de venta y el mantenimiento de los costos) o
porque trasladarán a los precios la suba de los costos (originada en la competencia entre distintos
productores, por la cantidad limitada que existe de recursos productivos) -.

Ambas explicaciones se derivan de lo que se conocen como la “Teoría Cuantitativa del Dinero”:
P.T = M.V
En rigor, esta teoría es una identidad contable. El miembro de la izquierda es el producto del precio
promedio de cada transacción (P) por la cantidad de transacciones de la economía (T); así pues,
representa el “valor” total de todos los productos vendidos en el lapso de tiempo en cuestión. El segundo
miembro está compuesto por la cantidad de dinero en circulación en la economía (M) y su velocidad de
circulación (V, es decir, la cantidad de veces que cambia de mano en dicho lapso); el producto entre ambos
(M.V) es entonces el dinero que ha sido intercambiado (como contrapartida por la compra-venta de

11
Para expresar el valor del dinero, debería tomarse como referencia otra mercancía; y en ese caso, esta segunda mercancía
sería la que estaría tomando el rol del dinero, y nuevamente cabría preguntarse cuál es su valor. La cuestión radica en que, justamente,
el valor de cada mercancía sólo puede conocerse a través de su comparación con otra mercancía. Cuando una mercancía se consolida
en ese rol de “equivalente general” en el cual las demás mercancías expresan su valor, se convierte en “dinero”.
12
El indicador más utilizado para medir la cantidad de bienes y servicios producidos por una sociedad en un lapso dado
(generalmente, trimestral o anual) es el Producto Bruto Interno (PBI).

10 de 33
mercancías) en ese mismo período. Ex-post, P.V debe ser siempre igual a M.V: el dinero que cambia de
manos no puede ser distinto a la suma de los precios de todos los bienes comercializados.
Ahora bien, dado que esta identidad contable siempre se verifica, no puede constituir en sí misma ningún
tipo de explicación. Para afirmar que “la emisión (monetaria) genera inflación”, debe suponerse en primer
lugar que V se encuentra fija (un supuesto realista en el corto plazo, exceptuando casos extremos como
una hiperinflación). En segundo lugar, debe ser fija T, la cantidad de transacciones en la economía, que se
asume directamente proporcional (y en una proporción fija) a la cantidad de mercancías producidas 13. Este
supuesto significa que no se puede producir más (y por ende tener más bienes para transar) en el corto
plazo, lo cual equivale a decir que existe pleno empleo de los recursos. En este caso, como ya hemos
mencionado, la emisión monetaria impacta sobre los precios de manera directa. Pero entonces, la famosa
frase que indica que “la emisión genera inflación” sólo es válida si se cumple un supuesto extremadamente
fuerte: que la economía se encuentre en la situación de pleno empleo de corto plazo.
Por otro lado, que pueda existir una correlación entre la emisión monetaria y la inflación no da indicios de
causalidad, en ese sentido se pueden mencionar a las teorías que proponen que cuando el banco central
emite no está iniciando la generación de una espiral inflacionaria, sino solamente convalidando de forma
pasiva una situación que ya existe en la economía real. En palabras de Karl Marx, “los precios no son altos
o bajos porque circula mucho o poco dinero, sino que circula mucho o poco dinero porque los precios son
altos o bajos”.
Es relevante también analizar los canales a través de los cuales los billetes y monedas emitidos por el
Banco Central llegan a las/os consumidores/as; dependiendo de cuál sea el utilizado, las consecuencias
sobre la dinámica inflacionaria serán muy distintas.
Cuando el Banco Central emite dinero, puede utilizarlo de varias formas: para adquirir bonos emitidos en
el pasado (propios, del Tesoro Nacional, o incluso títulos o acciones emitidos por privados u otros Estados),
como préstamo al Tesoro Nacional (“Adelantos Transitorios”) o a Bancos Comerciales (Pases y
Redescuentos) o para comprar divisas (en el mercado cambiario).
En primer lugar, un financiamiento a la Administración Pública Nacional (incluyendo primordialmente al
Tesoro Nacional) o a cualquier organismo del Sector Público, ya sea a través de un Adelanto Transitorio o
de la compra de bonos, contribuye a satisfacer las necesidades de financiamiento del Estado. Esto puede
llevar a que el Estado se endeude menos o incluso (si el resultado financiero fuera superavitario) a reducir
los impuestos (política fiscal expansiva) o en todo caso aplicar el superávit a colocaciones financieras que le
dejen al Sector Público una rentabilidad. En cualquier caso, esto implicaría una reducción en los montos
que deberá pagar el Estado como servicio de la deuda, en el futuro: aunque en rigor el endeudamiento
pueda ser por el mismo monto, el hecho de que el acreedor sea un organismo estatal (en este caso, el
Banco Central) implica una facilidad mucho mayor para renegociar las condiciones de pago (plazos,
intereses, etc.). En la práctica, si se entiende al aparato estatal como un ente multifacético pero que en su

13
Esto implica que si se duplicara la producción de mercancías, el número de bienes y servicios intercambiados también se
duplicaría. Esto, por supuesto, implica desdeñar otros efectos posibles que harían variar esta proporción: por ejemplo, la existencia de
importaciones y acumulación de inventarios (que hacen que una variación en la producción local no modifique en forma estrictamente
proporcional la oferta de bienes) o la posibilidad de cambios en los patrones de consumo y gasto. De todas formas, es cierto que para
variaciones relativamente pequeñas de la producción, puede suponerse sin inconvenientes que la cantidad de transacciones se
incrementará en la misma proporción.

11 de 33
conjunto persigue un mismo objetivo a través de una misma política pública, que un organismo
superavitario financie las necesidades de otro organismo (deficitario) es un mero mecanismo contable para
la concreción de las metas públicas.
En segundo lugar, la política de pases y redescuentos del Banco Central impacta directamente sobre la
tasa de interés. Por esta vía el Banco Central ofrece liquidez (es decir, efectivo) a los Bancos Comerciales,
que como contrapartida entregan documentos a cobrar en el futuro. El Banco Central, sobre el valor
nominal de los documentos que recibe, “descuenta” una cierta proporción que cobra como interés por el
financiamiento que está dando a los Bancos Comerciales. Así, está fijando la tasa de interés a la cual estos
Bancos pueden financiarse. Si esta tasa se reduce, los Bancos tenderán a ofrecer más préstamos (y/o a
tasas menores) ya que (de serles necesario) pueden acudir al Banco Central para obtener liquidez a un
precio accesible. De esta forma, para el Banco Comercial disminuye considerablemente el costo de una
eventual corrida o de simplemente quedar en descubierto frente a un retiro no previsto de depósitos.
Otra forma de repercutir sobre la tasa de interés es directamente a través de la intervención en mercados
secundarios de títulos, acciones, bonos u otros instrumentos financieros. Si el Banco Central demanda por
ejemplo títulos del Tesoro de la Nación, hace subir su precio. Dado que los títulos son una promesa de
pago nominal futura, esto lleva a que la diferencia entre el precio de compra del título (que ha subido) y lo
que promete pagar sea menor que antes: es decir, merma su rentabilidad. Dado que uno de los activos
que “competía” para la colocación de fondos por parte de los inversores pasa a tener una menor
rentabilidad, también los demás activos pueden tender a reducir el interés que devengan - sin perder en
esa “competencia” por captar fondos -. Entre otros activos financieros, este mecanismo indirecto puede
conducir a una reducción de la tasa de interés bancaria.
Por último, vender pesos para comprar divisas (dólares, euros, yenes, yuanes, etc.) en el mercado
cambiario le permite al Banco Central acumular Reservas Internacionales a la vez que amplía la base
monetaria (la cantidad de billetes y monedas emitidos). En un régimen de tipo de cambio flexible, la mayor
oferta de pesos implica una devaluación nominal: habrá más cantidad de pesos por cada dólar.
A través de cualquiera de estos canales, entonces, algún agente de la economía (ya sea el Sector Público,
una empresa, un Banco Comercial o un hogar) tendrá una mayor cantidad de dinero en su poder,
disponible para ser gastado. Esto pondrá en marcha el proceso de creación secundaria de dinero 14.

Ahora bien, teniendo en cuenta estos canales por los cuales el Banco Central puede realizar la emisión de
dinero, ¿cómo es que la emisión puede generar inflación?

14
Asumamos (en aras de la simplicidad de los cálculos, aunque cualquiera de estos supuestos puede levantarse sin modificar
en absoluto el mecanismo aquí descripto) que la tasa de encaje legal es del 20%; y que las entidades financieras prestan todo el dinero
que tienen disponible para dar créditos. El Banco Central emite $1.000 y de alguna de las maneras ya descriptas las hace llegar a los
hogares. Los individuos eventualmente depositan todo el dinero que reciben en los bancos, quienes depositan $200 en concepto de
encaje y prestan los restantes $800. ¿Qué ocurre ahora en la economía? Hay gente con $800 en efectivo, lo cual claramente implica
que tienen dinero; pero también hay personas que pueden utilizar los $1.000 que tienen depositado en los bancos, por ejemplo a través
de cheques o tarjetas de débito. Es decir que hay más dinero que el que originalmente emitió el Banco Central. Aún más: quienes
reciben esos $800 lo consumen o invierten, haciéndolos circular hasta que llegan a manos de otros hogares que eventualmente
depositan esos $800 en los bancos. Dejando en el Banco Central el encaje correspondiente de $160, los bancos prestan $640. El
proceso continúa así, ronda tras ronda de depósitos y préstamos cada vez más pequeños. Puede calcularse que, con los supuestos
mencionados, la base monetaria original de $1.000 tenderá a generar una oferta monetaria de $5.000. Si cambiáramos los números
asumidos, el monto de oferta monetaria generada variaría, pero no el mecanismo de su creación. Este proceso se conoce como “de
creación secundaria de dinero” y da lugar a una oferta monetaria total en la medida en que el sector privado recurra al sistema
financiero; a diferencia de la creación primaria del dinero, que es una decisión exclusiva de la autoridad monetaria (el Banco Central) y
da origen a la base monetaria (los billetes y monedas emitidos por el Banco Central).

12 de 33
1. Una posibilidad se origina en la venta de pesos (y compra de divisas) en el mercado cambiario, lo
cual implica una devaluación de la moneda doméstica. Ésta encarece la importación de productos
extranjeros y abarata (para el resto del mundo) nuestras exportaciones. Aquellas mercancías importadas
que no pueden ser sustituidas por productos nacionales seguirán importándose en alguna cantidad, aunque
su precio en pesos sea ahora mayor; mientras que otras serán (al menos parcialmente) sustituidas por
mercancías producidas en el país – cuyos productores pueden elevar sus propios precios, debido al mayor
precio en pesos de sus competidores -. Por otra parte, como ahora quienes exportan bienes al resto del
mundo reciben por ellos una mayor cantidad de pesos, exigirán también en el mercado local una suba de
los precios internos, acicateando las presiones inflacionarias al interior del país.
2. Una segunda vía se produce a partir de la reducción de la tasa de interés. Esto facilita el acceso al
financiamiento de hogares (para consumo) y firmas (para inversión), lo cual incrementa la demanda
agregada15. El argumento vuelve a girar aquí en torno a la existencia de cierta flexibilidad para incrementar
la producción en el corto plazo – o si por el contrario este “exceso de demanda agregada” impacta
mayormente sobre una alza de los precios -.
3. Una respuesta común a cualquiera de los canales se explica a partir de la Teoría Cuantitativa del
Dinero. Con una velocidad de circulación constante y una oferta de bienes que no puede crecer en lo
inmediato, una mayor cantidad de dinero genera una suba de la misma proporción en los precios. El
segundo supuesto, respecto del pleno empleo de los recursos productivos en el corto plazo, es válido sólo
en situaciones muy excepcionales en la historia económica. Sin embargo, en general sí puede asumirse que
(en una economía con un nivel “normal” de uso de sus recursos productivos y su capacidad instalada), la
emisión impactará en parte sobre una mayor actividad económica y en parte sobre un alza de precios.

La relación entre emisión monetaria e inflación no es, pues, tan sencilla y directa como pretende
explicarse partiendo exclusivamente de la Teoría Cuantitativa del Dinero (interpretándola como una mera
justificación de que “la emisión genera inflación”), en lugar de intentar abordar el fenómeno económico
subyacente en toda su complejidad.

Poder de mercado oligopólico


¿Es posible que sea la estructura de mercado monopólica u oligopólica, la que genere un proceso
inflacionario? Según este argumento, los oligopolios (o, en el caso extremo, un monopolio) tienen el poder
de mercado para aumentar sus precios sin necesariamente reducir sus ganancias - dado que no existe una
competencia que pueda quitarles parte de su nicho de mercado -. En definitiva, este tipo de estructuras de
mercado elige a la vez cuánto producir y a qué precio venderlo. Obviamente, a mayor precio habrá menos
ventas, dado que un sector del mercado no tendrá el poder adquisitivo necesario para comprar la
mercancía. Pero puede ser racional para la empresa monopólica o las empresas oligopólicas reducir su
producción y aumentar los precios, si con eso elevan sus ganancias.

15
Aunque también el Sector Público podría acceder a esta menor tasa de interés, sus decisiones de gasto no dependen de
variaciones relativamente pequeñas en su acceso al financiamiento.

13 de 33
Ahora bien, para analizar si esta suba de precios puede efectivamente impulsar un proceso inflacionario
hace falta considerar dos aspectos.
En primer término, que un oligopolio no puede incrementar sus precios continuamente: en algún punto,
el alto precio ya no alcanza para compensar las ganancias que pierde por un menor volumen de venta; o
se insertan en el mercado nuevas firmas que ahora sí pueden competir por precio con la producción de
este oligopolio. Por ende, las alzas de precios no pueden deberse a subas continuas en los precios de las
mercancías producidas en mercados oligopólicos.
Ahora bien, sí puede ocurrir que un aumento puntual en un sector oligopólico, por tratarse de un sector
clave de la economía como la actividad petrolera, de lugar a reacomodamientos de precios en los restantes
sectores, llevando a una suba generalizada; y que luego pueda propagarse en el tiempo a través de algún
otro mecanismo (por ejemplo, como veremos a continuación, si esto genera expectativas de que la
inflación se mantendrá). De esta forma, bien puede ocurrir que una suba puntual de precios en un sector
(en este caso, un sector oligopólico) inicie una dinámica inflacionaria.
A priori, pues, una estructura oligopólica por sí sola no puede generar un proceso inflacionario; pero en
un contexto socioeconómico muy particular, puede ocurrir que sea el disparador de una dinámica
inflacionaria que luego tome autonomía de la causa original.

El rol de las expectativas de inflación


Las expectativas sobre la inflación futura tienen una incidencia notable sobre la continuidad en el tiempo
de un proceso inflacionario y son una causa presente en la literatura económica. Sin embargo, como
veremos, no pueden ser consideradas una causa de la inflación.
En cualquier economía que se encuentre en un proceso inflacionario, puede existir una “inercia
inflacionaria”: si en este año hubo una suba de precios, los precios volverán a incrementarse (en menor,
igual o mayor medida) el año próximo. Esto se debe principalmente a dos cuestiones. En primer término,
porque seguramente habrá precios que hayan quedado “desfasados” respecto de los productos que sí
aumentaron este año (como por ejemplo los salarios); por ende, subirán el año que viene para adecuarse a
la nueva situación relativa. Pero además, juegan un rol importante las expectativas: es muy difícil que
todos los hogares y firmas crean a la vez que (pese a que hubo inflación en el presente año) el año
entrante los precios se estabilizarán o la inflación será menor. Algunos/as de ellas/os tomarán el riesgo
calculado de elevar sus precios en alguna proporción, para prevenirse de pérdidas por una eventual alza en
sus costos (en caso de que la inflación continúe en alguna medida). Sin importar qué política económica se
aplique, dado un aumento de los precios este año, el año que viene seguramente haya cierta alza adicional
en los precios16.
Ahora bien, esto puede darse, como hemos indicado, en una economía que ya se encuentre en un
contexto inflacionario. Pero el origen de la inflación debe ser algún otro de los mecanismos ya descriptos
en este artículo. Las expectativas de inflación no aumentan sin razón. Una mayor inflación esperada puede
deberse a la existencia previa de inflación (que lleva a que se esperen nuevos aumentos futuros de

16
Ha habido casos en que procesos hiperinflacionarios han devenido en precios estables en pocos meses, a raíz de algún tipo
de política que generó la reducción brusca de las expectativas inflacionarias. En la historia argentina de las últimas décadas, el ejemplo
más notable es la paridad por ley del peso con el dólar en 1991.

14 de 33
precios) o al razonamiento de que cierto acontecimiento generará un proceso inflacionario (pero esto
implica entender que se producirá alguno de los mecanismos descriptos anteriormente, como posible causa
de inflación). La inercia inflacionaria y las expectativas respecto de la inflación futura pueden contribuir a
perpetuarla y constituirse en un mecanismo transmisor de la inflación, pero no pueden ser la causa primera
del proceso inflacionario.

Posibles soluciones
Para el componente de “inflación importada”, el proceso puede atenuarse a través de mecanismos como
las retenciones, en particular si son móviles – esto es, si tienen alícuotas diferentes en relación justamente
al nivel de precios del producto en cuestión -. Las retenciones son gravámenes a la exportación de ciertos
productos: implican que cada exportador/a recibirá un monto menor al valor de venta. Por ejemplo, con
una alícuota de retenciones del 25%, con un tipo de cambio de $4 = USD1 y el precio de la tonelada de
trigo en USD100, el valor de venta de esa tonelada de trigo sería de $400; pero como deben abonarse
$100 (el 25% del total) al Estado en concepto de retenciones, al bolsillo del/a productor/a ingresarán $300.
Si ahora se produjera un aumento del precio internacional de trigo a USD125, la/el productor/a no recibirá
los $500 que corresponderían al valor de venta: deberá destinar $125 a pagar el impuesto correspondiente
(la retención) y por ende le quedarán $375. Para vender en el mercado interno, pues, aceptará con que se
le pague lo mismo que recibiría si lo exportase: $375. Así, la suba de precios en el territorio nacional sería
de $300 a $375, manteniéndolos pues en niveles menores.
Análogamente, las retenciones también moderan el impacto de una devaluación sobre los precios
internos. Si, con la tonelada de trigo a USD100 en el mercado mundial, el tipo de cambio sube a $5 =
USD1, el/la productor/a nuevamente recibirá “apenas” $375 por cada tonelada de trigo que exporte – y ese
mismo precio será el que exija en el mercado interno -. La suba de precios no será de $400 a $500, sino de
$300 a $375.
En cualquiera de estos casos, las retenciones permiten moderar las presiones inflacionarias provocadas
por los vaivenes de los precios internacionales o por fluctuaciones del tipo de cambio, estabilizando los
precios domésticos de estos bienes en torno a niveles menores.
Otra vía posible para contener la “inflación importada”, también aplicado en el pasado en Argentina, sería
la institución de un organismo que monopolice la comercialización de ciertos productos con el exterior,
como fue la Junta Nacional de Granos. ¿Cómo funcionaba este mecanismo? La Junta compraba todos los
granos producidos en el país, a un precio pre-establecido y luego ella se encargaba de su comercialización,
ya sea en el mercado interno o externo, a los precios que la Junta decidiera. De esta forma, hubo etapas
donde la Junta obtenía réditos (vendiendo granos al exterior a un precio internacional que superaba el que
le pagaba a los productores). La ventaja para los productores era la certidumbre, obtenían ganancias en
forma segura. Con este mecanismo, el Estado, por tener el monopolio de la comercialización, se apropiaba
de los beneficios extraordinarios que hubieran tenido los productores por exportar su producción a un
precio internacional elevado mientras que los productores tenían una ganancia estable garantizada por el
Estado. En otros momentos, este mecanismo fue un salvavidas a los productores: cuando el precio
internacional se encontraba por debajo de los costos de producción, la Junta continuaba adquiriendo los
granos a un precio que garantizaba una ganancia a los productores. De esta forma, los agricultores

15 de 33
mantenían su ganancia y la pérdida era absorbida por las arcas estatales. En cualquier caso, los
consumidores en el mercado interno compraban los granos al precio que establecía la Junta, lo cual
implicaba que era el Estado el que definía si prefería obtener una ganancia de la venta de estos alimentos
(como buscaría cualquier productor privado) o subsidiar su precio.
Así, la cuestión de contener la inflación (por ejemplo, ante un aumento de los precios internacionales)
pasa a ser una decisión política del Estado Nacional, que definirá qué cantidad de granos destina a la
exportación (cobrando el mayor precio y obteniendo por ende una mayor ganancia, dado que el precio de
compra al productor continúa siendo el mismo) y qué cantidad al mercado interno (en el cual puede vender
incluso por debajo del precio al que adquirió el alimento, haciéndose cargo de una pérdida, si así lo
quisiera; o por encima de ese precio pero aún por debajo del precio internacional, por ejemplo).
Puertas adentro, una mayor regulación del comercio interior es una política que puede ayudar a contener
la inflación. Así como en el caso de la monopolización del comercio exterior de ciertos bienes, este tipo de
instrumento requiere de una intervención fuerte del Estado en la economía. Un gobierno tiene varias
herramientas para regular el comercio: puede acordar con sectores clave de la economía un esquema de
precios; o puede abrir o cerrar (total o parcialmente) las importaciones o exportaciones de determinado
producto para controlar el abastecimiento interno.
Desde el Estado también se pueden impulsar reformas impositivas para paliar el aumento del precio de
bienes imprescindibles, como por ejemplo bajar o eliminar el IVA a los alimentos de la canasta básica. Esta
política serviría en particular para el caso de una “inflación por aumento de gato público”. Si pensamos en
el caso de un exceso de demanda de bienes por el mayor poder adquisitivo de los sectores marginados,
una reducción del porcentaje impositivo haría que el precio que paga el consumidor se mantenga o no
aumente tanto. El problema de una política como ésta es que tiene un alto costo fiscal y no es una solución
en sí, a la raíz de la inflación, sino un paliativo frente a este proceso.

Relevancia política de este análisis


La inflación es uno de los problemas que más ha preocupado a la sociedad argentina en las últimas
décadas. Las razones que se han esgrimido a lo largo de la historia para explicar el brote inflacionario han
sido diversas y reflejaron usualmente el sesgo ideológico de cada época. Así, desde la década de 1970
hasta la de 1990 se impuso una visión monetarista de la inflación, que la explicaba pura y exclusivamente a
partir de los excesos de emisión monetaria por parte del Banco Central de la República Argentina,
descalificando la intervención del Estado en la economía y levantando la bandera del libre mercado.
En los últimos años, la historia oficial emitida desde el Gobierno Nacional atribuyó el fenómeno
inflacionario a otras razones. Diversos funcionarios explicaron la inflación a partir de la conducta oligopólica
de las empresas en ciertos mercados, de la suba de precios internacionales de nuestros productos de
exportación, de la insuficiencia de la inversión y de las tensiones del crecimiento; negando la relación
causal monetarista 17. Pero incluso antes de esbozar esas explicaciones, su postura inicial fue ignorar la

17
La Presidenta del Banco Central, Mercedes Marco del Pont, explicito que “Es totalmente falso decir que la emisión genera
inflación. Solamente en Argentina se mantiene esa idea de que la expansión de la cantidad de dinero genera inflación. El pánico que se
quiere transmitir alrededor de la capacidad de financiar al Estado es muy parecido al debate sobre el uso de reservas para pagar deuda.
Es el mismo discurso. Descartamos que financiar al sector público sea inflacionario, porque según esa afirmación los aumentos de

16 de 33
existencia misma de un proceso inflacionario (desde lo discursivo, remitiéndolo a un mero
“reacomodamiento de precios” y, peor aún, a través de la intervención del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos -INDEC- y la manipulación de las estadísticas oficiales). Esta subestimación permitía
mostrar que mientras crecía la masa monetaria rápidamente, la inflación del INDEC se mantenía en niveles
moderados – echando por tierra la causalidad directa entre emisión monetaria e inflación -. Para ocultar un
fenómeno más que presente en la realidad de los argentinos, el Gobierno cometió uno de los errores más
consensuadamente obvios de su gestión (la manipulación del IPC). De esta manera, demostró la
importancia política que puede tener la inflación: ya fuera para que los números mostraran un crecimiento
a tasas chinas o para no exponer su ineficiencia para solucionarla, el gobierno hizo un uso político de la
inflación. Este ocultamiento avalaba un discurso progresista, en el cual los salarios reales se elevarían a un
ritmo inusitadamente alto durante toda su gestión – mientras la realidad mostraba un alza del poder
adquisitivo mucho menor y con altibajos -. También fue utilizado para ocultar que en el gobierno “nacional
y popular” se mantenía un fenómeno que ataca más a los que menos tienen y que se contradice con esa
postura discursiva.
En este trabajo hemos demostrado que no todos los argumentos que usualmente se esgrimen para
“explicar” la inflación, efectivamente pueden ser causas. Y más aun, es posible que sean la causa de algún
proceso inflacionario, pero eso no puede determinarse ex ante y a priori. En todos los casos, habrá que
examinar detenidamente el contexto macroeconómico en el cual se produce cada fenómeno, y la existencia
y funcionamiento eficaz de los mecanismos de transmisión que generan que en la práctica ese primer
fenómeno de origen a un proceso generalizado y sostenido de suba de precios.
Cuando se aplican argumentos que generalizan ahistóricamente la explicación de cualquier proceso
inflacionario, se está escondiendo una intencionalidad política y una postura ideológica, en lugar de buscar
entender y contribuir a la solución del fenómeno. Por ejemplo, cuando se dice que la emisión genera
inflación se remite a un argumento que tiene cierto sustento teórico y que tiene recepción en la sociedad
dado que en algún momento de la historia argentina esa relación causal sí se cumplió.
Pero además, la causa de la inflación se relaciona directamente con las medidas que puedan tomarse
para su reducción. Así pues, para la política económica y la planificación del desarrollo, es crucial poder
entender contemporáneamente el origen de los procesos de suba de precios que puedan darse, y las
herramientas con las que se cuenta para combatirlo.
El gran problema de la inflación es dónde ataca: en general, lo hace en los sectores más oprimidos de la
sociedad. La inflación deteriora los salarios reales: cuanto mayor es la inflación, más poder adquisitivo
pierden los trabajadores (además de agravar aún más el problema de quienes no tienen un ingreso o
dependen de ingresos “fijos” como subsidios estatales). Si bien en las negociaciones salariales pueden
preverse mecanismos para prevenir en parte esta contingencia (negociaciones más frecuentes, algún tipo
de indexación18 o incluso salarios atados a los ingresos de la firma, por ejemplo), se cumple habitualmente
el viejo refrán de que “los salarios suben por la escalera y los precios suben por ascensor”. En definitiva, es

precio son por exceso de demanda, algo que no vemos en Argentina. En nuestro país los medios de pago se adecuan al crecimiento de
la demanda y las tensiones de los precios están por el lado de la oferta y el sector externo”. Entrevista concedida al diario Página 12 el
domingo 25 de marzo de 2012, publicada precisamente bajo el título “Es totalmente falso decir que la emisión genera inflación”.
18
Aunque la indexación está prohibida en Argentina desde la sanción de la Ley de Convertibilidad en 1991.

17 de 33
mucho más fácil elevar los precios de venta de las mercancías (de forma de preservar la tasa de ganancia,
de ser posible sostener el nivel de ventas) que los salarios. Por este motivo, la inflación golpea a la clase
trabajadora. Ahí radica, a nuestro entender, la importancia política de la inflación, que pone en evidencia
los intereses que defiende un Estado burgués.
La inflación también genera otros dos efectos con consecuencias sobre la calidad de vida de la población.
Por un lado, la tendencia a la apreciación real del tipo de cambio, que afecta la competitividad de las
empresas exportadoras. Por el otro, los aumentos de precios generan problemas de incertidumbre respecto
de la ganancia esperada, que podrían desincentivar la concreción de algunos proyectos de inversión
(aunque esto se da principalmente en los procesos hiperinflacionarios y no en los inflacionarios
moderados).

La inflación en Argentina hoy


La inflación actual en Argentina obedece a una pluralidad de causas. Cada una de las razones posibles de
la inflación arriba argumentadas juega un rol relativamente pequeño, pero entre todas configuran el
escenario de rápido aumento de precios que se vive actualmente en el país. La salida de la convertibilidad
fue el puntapié inicial: la moneda se devaluó un 261% entre noviembre de 2001 y junio del 2002. La
inflación por devaluación y la importada dieron inicio a un proceso de inflación que llega hasta nuestros
días. La recuperación económica trajo otras causas que explican la constante inflación: a partir de 2003 la
mayor actividad económica y la recuperación de la demanda pusieron al descubierto la insuficiencia de la
oferta, que dio lugar a cuellos de botella en varios sectores de la economía. Luego de haber caído un
10,9% interanual en 2002, el PBI inició en 2003 una senda de crecimiento con tasas interanuales de entre
el 7,5% y el 8,6%. Esta tendencia de crecer a “tasas chinas” continúo hasta 2009. Pero la inversión tardó
más que la demanda en recuperarse y se empezaron a notar las tensiones de crecimiento. Esto se sumó a
las devaluaciones constantes, un mayor poder de negociación de los trabajadores, la incertidumbre acerca
de la cifra oficial de inflación (que alimentó aún más las expectativas inflacionarias), para derivar en una
tasa de inflación alta y evidentemente difícil de controlar.

Exceso de demanda
Como decíamos más arriba, parte de la inflación puede ser explicada por excesos de demanda en casos
en los que un aumento en la demanda agregada no pueda ser correspondido en el corto plazo por la
oferta. Esto sucede en momentos en los que la economía opera a niveles de pleno empleo de los recursos.
En los últimos 10 años se pueden distinguir claramente dos períodos: el de “post-crisis” (2002-2005) y el
que llamaremos “de consolidación del crecimiento” (2006-2011). En el primero claramente la inflación no
se debe a un exceso de demanda; mientras que en el segundo, la incapacidad de la industria para
satisfacer la creciente demanda permite entender al menos en parte el proceso de aumento generalizado
de los precios.
Efectivamente, en el período post crisis las industrias operaban a niveles bajísimos de utilización de los
recursos: el promedio de utilización de la capacidad instalada en esos 4 años (2002 - 2005) fue del 58,7%
y la desocupación fue en promedio del 15,5%. Esto permitía incrementar la oferta sin grandes alzas de
costos, dado que había equipos y maquinaria instalados, fuerza de trabajo (y eventualmente incluso

18 de 33
capital) disponibles sin que por ello aumentaran los costos. Además la economía se encontraba en recesión
desde 1998 y aún en 2002 mostró un derrumbe significativo: el consumo cayó un 13% interanual, la
inversión un 36,4% y las exportaciones retrocedieron un 16,8% respecto del año anterior. Esto configuraba
un escenario donde la producción podía ser aumentada (en principio, puede suponerse que hasta los
niveles máximos alcanzados en 1998) sin que se verificaran aumentos significativos de costos. Ante una
demanda en recuperación, los empresarios no podían elevar sus precios sin arriesgar su posición de
mercado frente a la competencia, que podía elevar su producción fácilmente. La demanda tampoco tenía la
capacidad para absorber un aumento de precios, por la caída del poder adquisitivo.

Gráfico 1: Tasa de variación interanual de la demanda agregada

80%

60%

40%

20%

0%

-20%

-40%
Consumo Privado Consumo Público Inversión Exportaciones
-60%

-80%
IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV
I-02

I-03

I-04

I-05

I-06

I-07

I-08

I-09

I-10

I-11
II
III

II
III

II
III

II
III

II
III

II
III

II
III

II
III

II
III

II
III
Fuente: elaboración propia en base a INDEC

Como vemos en el Gráfico 1, en los años 2003 y 2004 la inversión repuntó a un ritmo de entre el 20% y
el 50% interanual, acumulando un incremento del 84,1%. Suponiendo que esas inversiones ampliaron la
capacidad productiva de las empresas en un mediano plazo (uno o dos años, en general), los frutos de
esas inversiones fueron los que permitieron atender en parte la mayor demanda que sobrevino en los años
subsiguientes de la mano de la mejora en el empleo, los salarios y el poder adquisitivo. De todas formas,
las empresas elevaron el uso de su capacidad instalada, lo cual era lógico dados los altos márgenes de
capacidad ociosa con los cuales contaban. En cualquier empresa, es más rentable poner a producir la
maquinaria no utilizada y contratar los empleados correspondientes, hasta el nivel en el cual la capacidad
ociosa es “normal” o el nivel de producción es el que maximiza sus ganancias en el corto plazo.
El consumo, el gasto público y las exportaciones en conjunto crecieron en esos dos años un 20%. En
2005 y 2006 su crecimiento conjunto acumulado fue de 16,5%. La inversión realizada en los años previos,
en el mencionado contexto de bajo uso de la capacidad instalada y alta desocupación laboral, sin dudas
alcanzaba para satisfacer en buena parte esa mayor demanda; el resto de la mayor oferta se debía al
aprovechamiento de los recursos disponibles (maquinaria y equipos instalados, fuerza de trabajo
desempleada) que se traducía en un alza en el uso de la capacidad instalada.
Durante el segundo período, de consolidación del crecimiento, se reitera la predominancia del ritmo de
crecimiento de la inversión respecto del resto de los componentes de la demanda agregada. El consumo

19 de 33
privado creció a un ritmo promedio del 7% interanual entre 2006 y 2011; el consumo público, al 8%; y las
exportaciones, al 5%; mientras que la inversión promedió un crecimiento del 12% año a año.

Gráfico 2: demanda agregada, en miles de pesos de 1993

600.000.000
Consumo Privado Consumo Público Inversión Exportaciones

500.000.000

400.000.000

300.000.000

200.000.000

100.000.000

0
I-02

I-03

I-04

I-05

I-06

I-07

I-08

I-09

I-10
IV

IV

IV

I-11
II
III

II
III

II
III

IV

IV

IV

IV

IV
II
III

II
III

II
III

II
III

II
III

II

IV

IV
III

II
III
Fuente: elaboración propia en base a INDEC

Ya en 2005 comenzó a moderarse la tasa de crecimiento de la inversión. Tras crecer un 20% interanual
ese año, en 2006 se desaceleraría hasta el 18% y seguiría en descenso hasta registrar por primera vez
tasas negativas de crecimiento a fines de 2008. Pero a la vez, el resto de los componentes de la demanda
continuaban creciendo. Así las industrias se acercaban a sus topes de utilización de la capacidad (que,
como hemos señalado previamente, no es el 100% de uso). Como consecuencia de esta dinámica se
generaron los llamados “cuellos de botella”. Ante una demanda sostenidamente creciente y un porcentaje
de utilización casi plena de la capacidad instalada en las industrias, la falta de una mayor inversión que
acompañase ese crecimiento generó excesos de demanda que explican buena parte del aumento de
precios en la economía argentina en el segundo período analizado (2006 - 2011).

20 de 33
Gráfico 3: Porcentaje de utilización de la capacidad instalada en la industria (en %)

90,0
80,0
70,0
60,0
50,0
40,0
30,0
20,0
10,0
0,0
I-02 III I-03 III I-04 III I-05 III I-06 III I-07 III I-08 III I-09 III I-10 III I-11 III

Fuente: elaboración propia en base a INDEC

Puja distributiva
La inflación por puja distributiva está asociada a períodos de bajo desempleo. Cuando “el ejército de
reserva” se achica, los trabajadores tienen mayor poder de negociación para mejorar sus salarios y sus
condiciones laborales en general. Esto representa un aumento de costos para las empresas,
comprometiendo parte de la ganancia. Pese a que generalmente la baja del desempleo se da en
situaciones de crecimiento económico, en las que también suele crecer la masa de ganancia empresaria,
buena parte del aumento de costos puede resultar trasladado a precios – a fin de preservar las ganancias –
. Por lo tanto el resultado de esta “puja distributiva”, que puede comenzar por un avance de los
trabajadores ocupados 19, puede terminar resolviéndose en contra de ella ya que el aumento de precios al
generalizarse afecta los salarios reales. Por este motivo en períodos inflacionarios pero con crecimiento los
trabajadores buscan aumentos salariales que al menos cubran la inflación y recompongan sus ingresos.
Esta dinámica puede generar una persistencia de la inflación; e incluso una aceleración del proceso de
aumento de precios, cuando alguno de los actores involucrados (por ejemplo, los empresarios) pretende
elevar sus ingresos (en este caso, la ganancia) en términos reales. A tal fin, los empresarios aumentarán el
precio de venta por encima del alza en el salario; cuando el trabajador quiera recomponer sus ingresos,
deberá elevar su reclamo de aumento salarial. En el ejemplo contrario y poniendo números a fin de facilitar
la explicación: si los trabajadores prevén una inflación para este año del 10% y reclaman (y logran) cerrar
acuerdos salariales por 15% de suba, es posible que los empresarios trasladen todo ese aumento a precios
en aras de sostener su margen de ganancia. La inflación será pues del 15%. El año que viene los
trabajadores pueden nuevamente pretender un alza en su salario real, para lo cual podrían exigir entonces
una suba del 20% en su salario.
En Argentina durante la última década se registró una reducción sin precedentes del nivel de
desocupación. Partiendo de una situación escandalosa, consecuencia de la crisis que comenzó en 1998, en

19
Del otro lado, la puja distributiva también puede iniciarse por una ofensiva del sector empresario, cuando en
épocas de crisis los empresarios buscan recomponer sus tasas de ganancia a través de la baja de los salarios reales. Esto
es lo que ocurrió en Argentina en 2002, por ejemplo, cuando merced a la devaluación los salarios reales cayeron en más
de la tercera parte mientras las tasas de ganancia crecían a niveles sin precedentes en las dos décadas previas.

21 de 33
2002 la tasa de desempleo era del 21,5% y se mantuvo en niveles críticamente altos durante ese año y el
siguiente. Ya en 2004 comenzó a sentirse el repunte de la economía en la generación de empleo: la tasa
de desocupación comenzó a descender paulatinamente hasta alcanzar 6,1% en el último trimestre de
2011. Además de este aún elevado desempleo, el avance en materia laboral tiene otra gran cuenta
pendiente: la informalidad. El alto porcentaje de trabajadores contratados de forma irregular no puede
organizarse gremialmente, ni por ende negociar salarios de manera colectiva ni condiciones laborales, ni
cuenta con aportes previsionales ni obra social, entre otros. Estos trabajadores no tienen el mismo poder
de negociación para exigir una suba en el poder adquisitivo de su salario. Hoy en Argentina la tasa de
empleo no registrado rondaría el 34% de acuerdo a la metodología oficial (que por ejemplo no considera a
los beneficiarios de planes sociales como precarizados).

Gráfico 4: Tasa de desempleo trimestral (en %)

25,0

20,0

15,0

10,0

5,0

-
III

III

III

III

III

III

III

III

III

III
I-02

I-03

I-04

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I-07

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I-10

I-11
Fuente: elaboración propia en base a INDEC

El descenso de la tasa de desempleo, la apertura de negociaciones paritarias y la organización gremial de


los trabajadores permitieron mejoras para los asalariados en general. El crecimiento en el salario real de los
últimos años es uno de esos logros, aunque no se puede desconocer la heterogeneidad al interior de los
asalariados ni, como decíamos, la situación precaria de los trabajadores no registrados.
Entre 2002 y 2011, el salario real creció un 11%. El período de mayores incrementos se dio en 2004: con
un crecimiento del 17,5% de los salarios nominales y una suba del 4,9% del nivel general de precios, los
salarios reales avanzaron un 12,6%. En el trienio entre 2004 y 2006 los salarios nominales registraron un
avance promedio anual del 17,7% mientras que la inflación (medida por INDEC, sin que hasta ese año
hubiera motivos para cuestionar esta estadística) promedió el 8% anual; por lo tanto los salarios reales
crecieron a un ritmo promedio del 9,7% anual.
Entre 2007 y 2011, en cambio, los avances en términos nominales del nivel de salarios (22,5% anual en
promedio) fueron fuertemente erosionados por el aumento de los precios (21,2%, de acuerdo a mediciones
oficiales de institutos de estadística provinciales), por lo cual los salarios reales apenas avanzaron un 2%.
En este último período se comprueba la dinámica descripta más arriba de la puja distributiva: las

22 de 33
conquistas de los trabajadores se ven opacadas por la inflación, poniendo en jaque constante la
recomposición del poder adquisitivo del salario. Además queda claro que no es el aumento de salarios
nominales la única causa de la inflación: en ambos períodos analizados los aumentos rondaron el 20%,
pero en el primero ese crecimiento convivió con una inflación del 8% mientras que en el segundo tramo
ésta fue del 21%. Este análisis también nos permite inferir que la inflación de este último período estuvo
más asociada al crecimiento de los salarios reales en el lapso previo – que se tradujo eventualmente en un
mayor consumo, es decir mayor demanda -.
Ahora bien, el alza de los salarios reales atenta contra la tasa de ganancia; pero no necesariamente
contra la masa de ganancia. En un contexto de crecimiento elevado de la actividad económica en general,
la expansión de la masa de ganancia comenzó siendo muy superior al ritmo de aumento del salario
nominal, tras la devaluación. Así, podía estar cayendo la tasa de rentabilidad (aunque manteniéndose en
niveles inauditamente elevados) pero se incrementaba la masa de beneficios. En los años posteriores a
2002 la recuperación paulatina del salario y el consecuente aumento en los costos laborales perjudicó la
tasa de beneficios y fue superior al alza en la masa de ganancias, marcando una mejora gradual en la
situación de los trabajadores en detrimento de la aún abultada rentabilidad empresaria.

Gráfico 5: Excedente Bruto de Explotación, Coeficiente de Variación Salarial y Costo de mano de obra

50%
Costo de mano de obra - OIT
45%
EBE - INDEC
40%
CVS - INDEC
35%
30%
25%
20%
15%
10%
5%
0%
-5% 2002 2003 2004 2005 2006 2007

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y Organización Internacional del Trabajo.

Por otro lado, entre los años 2004 y 2009 se produjo un avance en la distribución del ingreso. En el año
2004, la masa salarial (salarios más contribuciones patronales) representaba el 7,7% del valor total de la
producción de las 500 grandes empresas (relevadas por el INDEC) mientras que sus utilidades netas
significaban el 12,9%. En 2009 la masa salarial pasó a representar el 11,6% del total mientras que el peso
de las ganancias cayó al 12,5% del valor de la producción (habiendo tenido un pico del 14,6% en 2006).
La evolución nominal de salarios (que crecieron 175,4% acumulado entre 2004 y 2009) y ganancias
(123%) de estas 500 grandes empresas muestra sólo una parte de la explicación; gran parte del cambio en
la distribución del ingreso se debe al aumento del empleo y por ende al acceso de más porciones de los
trabajadores a un ingreso mensual.

23 de 33
Tabla 1: Evolución de salarios y ganancias en relación al valor total de la producción
Masa salarial/ Valor total Ganancias/ Valor total de
Año de la producción la producción
2004 7,7% 12,9%
2005 8,1% 13,5%
2006 8,6% 14,6%
2007 8,9% 13,8%
2008 10,0% 11,4%
2009 11,6% 12,5%
Fuente: elaboración propia en base a INDEC

En el caso argentino la “puja distributiva”, es decir esa tensión y contradicción continua entre ganancias y
salarios, contribuyó a mantener el proceso inflacionario. Sin embargo, no resultó en un aumento espiralado
de los precios. Desde 2006 en adelante los salarios nominales crecieron cada año por encima del 20%,
acelerándose a partir de 2010 y llegando a incrementarse el 28% promedio en el último trimestre de 2011;
sin embargo durante estos últimos dos años la inflación se mantuvo estable en torno al 20%. Por lo tanto,
el aumento de salarios no generó una aceleración de la inflación. Si hubiera sido así, en 2011 debería
haberse registrado una escalada en la tasa de inflación; sin embargo, en 2011 se estabilizó y hasta se
redujo la tasa de crecimiento de los precios respecto del año anterior.
El mayor poder de negociación de los trabajadores, derivado de las mejores condiciones laborales y
macroeconómicas, se evidencia en su mayor capacidad para llevar adelante “conflictos laborales con paro”.
Así, se pasó de un promedio de 80 paros por mes en el primer semestre de 2006, a 100 paros por mes en
la primera mitad de 2010. La serie utilizada comienza en enero de 2006, razón por la cual no es posible
mostrar la recuperación de este método de lucha de los trabajadores previa a esa fecha.

Gráfico 6: Conflictos laborales con paro, total de ámbitos estatal y privado.

160
Conflictos laborales con paro
140

120

100

80

60

40

20

0
mar-06

mar-07

mar-08

mar-09

mar-10
may-06

may-07

may-08

may-09

may-10
jul-06

jul-07

jul-08

jul-09
nov-06

nov-07

nov-08

nov-09
ene-06

ene-07

ene-08

ene-09

ene-10
sep-06

sep-07

sep-08

sep-09

Fuente: elaboración propia en base a Dirección de Estudios de Relaciones del Trabajo del MTEySS.

En definitiva, durante un período de bonanza económica los trabajadores pueden mejorar sus condiciones
laborales; pero si este crecimiento trae aparejado un proceso inflacionario esas mejoras logradas por los

24 de 33
trabajadores registrados pueden irse licuando de la mano del aumento de precios. En los últimos años en
Argentina, las alzas salariales sin dudas ponen una suerte de “piso” al aumento de precios por parte de las
firmas – de forma que sus ganancias no se reduzcan bruscamente -. No obstante, existió aún margen para
incrementar los salarios reales, sin por ello generar que las empresas se tornasen poco rentables.

Concentración económica
La explicación de la inflación a partir del poder de oligopolios formadores de precios en la economía
argentina fue bastante mencionada en los últimos años, y conformó la principal explicación oficial de parte
de varios de los funcionarios que reconocieron la existencia de inflación. Ahondar sobre esta hipótesis y al
tratar de analizar sus efectos en el proceso inflacionario se choca con la inexistencia de datos públicos
actualizados sobre la concentración de mercado.
De todas formas, la estructura de una economía no es variable en el corto plazo, sino que suele ser
estable durante largos períodos. La existencia de oligopolios en ciertos sectores de la economía argentina
data de muchos años. Además, no hay evidencia de que esas empresas efectivamente sean formadoras de
precio en el mercado local (muchas de ellas compiten con productos importados, no pudiendo por ende
aumentar sus precios sin arriesgar perder su cuota de ventas en el mercado); ni de que hayan realizado
alzas continuas en sus márgenes de ganancia. En una primera mirada, entonces, esta causa no explica el
proceso inflacionario verificado en los años recientes.
Sí es cierto que la concentración de mercado le otorga a los oligopolios o monopolios el poder de fijar el
precio a niveles más altos que en mercados competitivos, en ciertos sectores. En Argentina hay sectores
muy concentrados como el aluminio, combustibles, lácteos, supermercados, entre otros. Sin embargo es
imposible determinar si el incremento de los precios tuvo que ver con un aprovechamiento de su posición
de mercado o con un aumento de costos post convertibilidad.
En definitiva, el argumento que refiere a la concentración del mercado resulta insuficiente para analizar el
proceso inflacionario de la última década. La escasez de información dificulta mostrar esta conclusión, que
se extrae del análisis lógico de los mecanismos que estarían involucrados detrás de una “inflación por
comportamiento oligopólico”, empíricamente.

Emisión Monetaria
En la última década, la emisión monetaria creció a ritmos similares al crecimiento nominal del PBI.
Durante 2002 y hasta mediados de 2003 el producto creció más que la emisión; pero a partir del tercer
trimestre de 2003 y hasta el segundo de 2005 el crecimiento interanual de la emisión monetaria (promedio
del 50% de suba interanual de la M2) fue superior al de la actividad económica (17%). A su vez, desde
finales de 2003 y hasta el 2006 las tasas de interés se mantuvieron en niveles bajos: la tasa nominal anual
de un plazo fijo a 30 días durante ese período se mantuvo por debajo del 5%. Una tasa de interés reducida
incentiva el consumo y la inversión, ya que facilita el acceso al crédito, y a la vez torna poco atractiva la
opción de depositar la liquidez en los bancos (por su escasa rentabilidad). Así, la política de tasas bajas de
interés fue el canal de transmisión desde esa emisión alta, hacia aumentos de la demanda. En este período
hubo una considerable expansión monetaria que no se reflejó en un aumento generalizado de precios,

25 de 33
dado que la economía contaba con capacidad ociosa para aumentar la producción ni bien comenzó la
recuperación luego de la crisis de la convertibilidad.

Gráficos 7, 8 y 9: Crecimiento de la tasa de interés (plazo fijo a 30 días), emisión monetaria (M2) e
inflación (IPC INDEC y provincias). Comparación temporal

22,5
20,0 TNA pesos plazo fijo 30
17,5
15,0
12,5
10,0
7,5
5,0
2,5
0,0
I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV
2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

80%
M2 tri PBI tri (p corr)
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
-10%
III

III

III

III

III

III

III

III

III

III
IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV

IV
II

II

II

II

II

II

II

II

II

II
I

I
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

45,00% IPC INDEC


IPC provincias
40,00%
35,00%
30,00%
25,00%

20,00%
15,00%
10,00%
5,00%

0,00%
02

02

03

03

04

04

05

05

06

06

07

07

08

08

09

09

10

10

11

11
1/

7/

1/

7/

1/

7/

1/

7/

1/

7/

1/

7/

1/

7/

1/

7/

1/

7/

1/

7/
/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0

/0
01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

01

Fuente: elaboración propia en base a BCRA, INDEC y estadísticas provinciales.

A partir de mediados de 2005 y hasta el último trimestre de 2008 el producto creció más que la emisión;
y sin embargo fue durante 2007 y 2008 cuando se registraron las tasas de inflación sostenidamente más

26 de 33
altas desde que se recuperó la economía. En 2009, el coletazo de la crisis internacional impactó sobre el
nivel de actividad doméstico, mientras que el ritmo de emisión del Banco Central se mantuvo a niveles
similares a los de 2008. Así pues la emisión volvió a elevarse más que el PBI, pero una vez más eso no
tuvo correlato en los precios, que afectados por la contracción de la demanda cambiaron la tendencia de la
tasa de inflación. En 2010 la economía volvió al sendero de crecimiento. Desde entonces, el
comportamiento de M2 y del PBI es similar, con un leve sesgo hacia un crecimiento mayor de M2. En este
último período sí se dan en conjunto una emisión superior al alza de la actividad económica, y un aumento
de la inflación.

Inflación importada

Variación de los precios de los transables


El incremento de los precios internacionales es otra causa que podría explicar el incremento de
precios. Podría ser tanto un alza de los productos que Argentina exporta o de los que importa. El índice de
precios de las exportaciones (importaciones) que calcula el INDEC pondera los precios de los productos que
argentina vende (compra) al exterior en función del peso que tiene cada una de las categorías en el total
de las exportaciones. Y la comparación de este indicador con la evolución de precios permite ver si
efectivamente existe una relación positiva entre estas dos variables o no.

El gráfico 8 contiene la evolución anual que registraron los productos que Argentina exporta y los
incrementos de precios anuales que se experimentaron durante el periodo 1991-2011. El índice de precios
de las exportaciones se mantuvo relativamente estable durante la década del ´90, pero atravesó una etapa
de alza durante la década pasada. Según los datos del organismo oficial, el valor de las exportaciones
creció 97% entre 2002 y 2011 registrándose las mayores variaciones positivas en 2008 y 2010.

Gráficos 8: Evolución de la inflación y de la variación del precio de las exportaciones.

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y estadísticas provinciales

27 de 33
La evolución de estas dos variables no registró durante el periodo en estudio la misma tendencia.
Por ejemplo, a mediados de la década del ´90 se incrementaron el precio de las exportaciones, mientras
que la inflación se mantenía constante, o a finales de la década los precios internacionales caìan sin
impactar en el índice de precios. Después de 2005 el precio de las exportaciones y la inflación
experimentaron la misma tendencia. Por ejemplo, ambas variables crecieron en 2008, después cayeron en
2009 y volvieron a incrementarse en 2010.

El gráfico 9 contempla la evolución del índice del precio de las importaciones y de la inflación. Al
igual que sucedió en el caso anterior, la variación de los precios de los productos que Argentina importaba
no siguieron la misma tendencia que la inflación. En 2005 tampoco la evolución de la inflación siguió en la
misma línea. Los precios se aceleraron, mientras que los bienes y servicios que Argentina adquiere del
exterior se abarataron en comparación con el año anterior. Durante los siguientes años estas dos variables
sí experimentaron la misma tendencia: 2009 caída de ambas variables, mientras que volvieron a repuntar
en el año siguiente.

Gráficos 9: Evolución de la inflación y de la variación del precio de las importaciones

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y estadísticas provinciales

Los economistas más cercanos al Gobierno suelen explicar el incremento de precios a partir de los
incrementos que experimentaron los bienes transables. El Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino
(CENDA) opinó en una nota que el incrementos de precios internacionales “se traduce primeramente en la
economía local en una suba de los precios de los bienes transables respecto de los no-transables, es decir,
en una modificación de precios relativos”, que “una de las especificidades de la economía argentina radica
en que los bienes transables ocupan un lugar preponderante en la canasta de consumo de la clase
trabajadora” y que en un contexto de menor desempleo esos “aumentos son compensados mediante
aumentos del salario nominal como única forma de defender el poder adquisitivo de las remuneraciones”.
“De esta manera, el impulso inflacionario importado termina de transmitirse a la totalidad de los precios
una vez que esos incrementos defensivos del salario nominal son trasladados a precios por los productores
de bienes no transables, gracias a que estos productos no están sometidos a la competencia del mercado

28 de 33
internacional”, agrega el CENDA. Desde esta óptica, la principal herramienta para combatir es lograr
disociar los precios internos de los externos a través de retenciones.

El primer interrogante que se plantea con esta explicación es qué peso tienen las exportaciones y las
importaciones en la economía argentina para poder dar cuenta de si efectivamente es posible que ese
incremento del precio de los transables se traslade o no en función de la importancia relativa que tengan
dentro de la economía.

Gráficos 10:Evolución de la inflación y peso de las exportaciones/importaciones en el PBI

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y estadísticas provinciales

El peso que experimentaron tanto las exportaciones como las importaciones durante el periodo
1993-2011 si bien registró variaciones (2002), las proporciones se mantuvieron relativamente estables.
¿Por qué si en los ´90 el peso que tenían las exportaciones y las importaciones es similar al que se registra
actualmente, y había variaciones de precios antes no hubo inflación? La falta de evidencia empírica en
otros países de la región, que también experimentaron mejoras en sus términos de intercambio, tampoco
permite determinar que la inflación en Argentina sea producto del incremento de los precios de los bienes
transables. Sin embargo, tanto los precios de las exportaciones como de las importaciones se movieron en
la misma línea que la inflación durante el periodo 2005-2011, dando cuenta que sí existe una relación entre
la evolución de estas variables en una economía que se encuentra integrada a los mercados internacionales
y que experimenta unos términos de intercambio favorables en términos históricos.

El segundo interrogante que se plantea a partir de este argumento es cómo se componen las
exportaciones argentina y cuál fue la evolución de los precios de los distintos productos que Argentina
exporta al exterior. Las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) o las de Origen Agropecuario (MOA)
suelen poder explicar entre ambas poco más del 60% de las exportaciones anuales, según las estadísticas

29 de 33
del INDEC. El tercer puesto suele estar representado por los productos primarios y el último por los
combustibles.

El gráfico 11 contempla la evolución general del precio de las exportaciones durante el periodo
2003-2011, pero también las variaciones que registraron las tres categorías que más divisas generan (MOA,
MOI y productos primarios). A partir de este gráfico se puede corroborar cómo el Índice de Precios al
Consumidor experimentó la misma tendencia después de 2007. Ese año se incrementó el precio de las
MOA y lo mismo sucedió con el IPC, mientras que la desaceleración en el crecimiento de los precios
internos estuvo acompañada por una caída aún mayor del precio de las exportaciones.

Gráficos 11: Evolución del precio de las exportaciones y de la inflación

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y estadísticas provinciales

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y estadísticas provinciales

Variación del tipo de cambio


La variación del tipo de cambio también es otro factor incluido dentro de la función de “Philips
híbrida” y que establece que las alteraciones del precio relativo entre las divisas genera impactos en la
inflación. Argentina experimentó durante la década del ´90 la convertibilidad que tuvo como uno de sus
objetivos centrales terminar con la inflación. Efectivamente, el ancla cambiaria consiguió estabilizar los
precios, pero terminó generando otros impactos en la macroeconomía y en la estructura productiva que
serán abordados en esta investigación.
La salida de la convertibilidad implicó el regreso a que volviera a hablarse de incremento de precios e
inflación.

Gráfico 12: Evolución de la inflación y del tipo de cambio

30 de 33
Fuente: elaboración propia en base a Banco Central, INDEC y estadísticas provinciales

La economista Julia Frenkel planteaba que poco antes de la salida de la convertibilidad, producto de
las experiencias devaluatorias de la década del ´80, y con el mayor grado de apertura que la economía
había adquirido durante los ´90, el “aumento del precio del dólar sería acompañado por un incremento de
los precios internos de igual magnitud”. La profunda recesión que atravesaba la economía, el poco poder
de negociación que tenían los trabajadores, los subsidios a los servicios públicos permitieron amortiguar el
incremento de los precios domésticos producto de la devaluación. Estos factores permiten explicar por qué
la salida de la convertibilidad no implicó un incremento en los precios en una magnitud similar.
La situación fue diferente durante los años sucesivos. El tipo de cambio experimentó una tendencia al alza,
aunque bastante menor, y la inflación permaneció independiente de lo que sucedía con el tipo de cambio.
Cuando el país salió de la convertibilidad se encarecieron los productos importados en términos relativos y
eso implicó una caída de las importaciones como se ve en el gráfico 10, pero cuando la relación
importaciones/PBI alcanzó los niveles previos a la salida de la convertibilidad, la relación entre la variación
del tipo de cambio y la inflación no se altero.

Expectativas inflacionarias
Las expectativas inflacionarias no parecen ser una variable relevante a la hora de intentar explicar
los aumentos de precios. La Universidad Di Tella realiza una muestra desde 2006 para conocer cuáles son
las expectativas inflacionarias de los agentes para los siguientes doce meses. Este relavemiento mensual se
realiza a partir de una muestra que incluye a mayores de 18 años que viven en Capital Federal, el Gran
Buenos Aires y el Interior del país.
El gráfico 12 contempla la inflación promedio que los agentes esperaban que hubiera en los siguientes
doce meses (línea roja) y la que efectivamente registrando el INDEC/Institutos Provinciales. Y es esta
comparación entre las expectativas y lo que efectivamente sucedió permite dar cuenta que no existe una
tendencia a que ambas variables vayan de la mano. Por ejemplo, entre agosto de 2007 y mediados de

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2008 la inflación fue mayor a lo que se preveía 12 meses antes, mientras que desde febrero de 2009, las
expectativas siempre estuvieron por encima de los incrementos que en realidad se registraron.

Gráfico 13: Evolución de la inflación y de las expectativas inflacionarias

Fuente: elaboración propia en base al INDEC, estadísticas provinciales y Universidad Torcuato di Tella

Es decir, que las expectativas “forward-looking” no resultan determinantes a la hora de explicar la


inflación, aunque inevitablemente juegan un papel a la hora de negociar salarios, ajustarse los precios, que
pueden verse reflejadas en la explicación de puja distributiva.
Este indicador de la Universidad también permite mostrar que las expectativas inflacionarias en
Argentina no generan un adelantamiento en el consumo. La teoría convencional establece que ante un
aumento de precios, los agentes querrán adelantar su consumo porque mañana los bienes y los servicios
serán más caros. Sin embargo, esto no fue lo que sucedió comparando las expectativas de la inflación y la
evolución del consumo privado. La principal hipótesis es que los agentes podrían no contar con suficientes
recursos como para comprar de manera anticipada. Sin embargo, esto se da en un contexto de crecimiento
de la actividad económica donde la situación de amplios sectores de la sociedad mejoraba año tras año.

Gráfico 14: Evolución de la inflación y de las expectativas inflacionarias

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Fuente: elaboración propia en base al INDEC y Universidad Torcuato di Tella

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