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MEMORIA CRÍTICA
ERIC HOBSBAWM
CÓMO CAMBIARELMUNDO
Traduccióncastellanade
SilviaFurió
C R ÍT IC A
BARCELONA
Primera edición: mayo de 2011
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni suincorporación aun sistema informático,
ni su transmisión en cualquier forma opor cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia,
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Título original:
LIowto Change the World
Diseño de la cubierta: Jaime Fernández
Ilustración de la cubierta: ©The Bridgeinan Art Gallery
Composición: Papyro
ISBN: 978-84-9892-211-0
Depósito legal: B. 14422 - 2011
2011. Impreso yencuadernado en España por Cayfosa
A lamemoriade GeorgeLichtheim
Prólogo
MARXYENGELS
1
Marxhoy
i
En 2007, menos de dos semanas antes del aniversario de la muerte
de Karl Marx (14 de marzo) y a pocos pasos de distancia del lugar
con el que está más estrechamente asociado en Londres, la Round
Reading Roomdel Museo Británico, secelebróla Semana del Libro
Judío. Dos socialistas muydiferentes, Jacques Attali yyo, estábamos
allí para presentarle nuestro respeto postumo. Sin embargo, si tene
mos en cuenta la ocasión yla fecha, aquello era doblemente inespe
rado. No podemos decir que Marx muriera habiendo fracasado en
1883, porque sus obras habían empezado ahacer mella enAlemania
y especialmente entre los intelectuales de Rusia, y un movimiento
dirigido por sus discípulos estabaya captando al movimiento obrero
alemán. Peroen 1883, aunquepoco, habíayasuficienteparamostrar
la obra de suvida. Había escrito algunos panfletos extraordinarios y
el tronco de un importante volumen incompleto, Das Kapital, obra
enla que apenas avanzó durante la última década de suvida. «¿Qué
obras?», inquiría amargamente cuando un visitante le preguntaba
acerca de sus obras. Su principal esfuerzo político desde el fracaso
de larevolución de 1848, lallamada Primera Internacional de 1864-
1873, se había ido apique. No ocupó ningún lugar destacado en la
políticani enlavidaintelectual de Gran Bretaña, dondevivióduran
te más de la mitad de suvida en calidadde exiliado.
14 Cómo cambiar el mundo
, A II .
¿Cuál es la trascendencia de Marx en el siglo xxi? El modelo tipo
soviéticode socialismo, hastaahora el únicointento de construir una
economía socialista, ya no existe. Por otro lado, ha habido un enor
me y acelerado proceso de globalización yla mera capacidad de los
humanos de generar riqueza. Esto ha reducido el poder yel alcance
de la acción económica ysocial de los Estados-nación y, por consi
guiente, las políticas clásicas de los movimientos socialdemócratas,
que dependían fundamentalmente de forzar reformas a los gobier
nos nacionales. Dada laprominencia del fundamentalismo de mer
cado, éste ha generado también desigualdades económicas extremas
dentro de los países yentre regiones yha traído denuevoel elemen
to de catástrofe al ritmo cíclico básico de la economía capitalista,
incluyendo lo que se convirtió en la crisis global más grave desde la
década de 1930.
Nuestra capacidadproductiva ha hecho posible, al menos poten
cialmente, que la mayoría de los humanos pase del reino de la nece
sidad al reino delaopulencia, educación einimaginables opciones de
vida, aunque gran parte de lapoblación mundial todavía no haya in
gresado enél. No obstante, durante granparte del sigloxx los movi
mientos yregímenes socialistas operaban todavíafundamentalmente
enestereinodelanecesidad, inclusoenlospaíses ricosdeOccidente,
''
22 Cómo cambiar el mundo
i
MarxyEngels llegaronrelativamente tarde al comunismo. Engels se
declaró comunista afinales de 1842; Marx nolo hizoprobablemen
te hasta los últimos meses de 1843, tras un prolongado y complejo
ajuste de cuentas conel liberalismoylafilosofíadeHegel. Nofueron
losprimeros ni siquieraenAlemania, queeraunremansopolítico. Los
obreros especializados alemanes (Handwerksgesellen) que trabajaban
en el extranjero ya se habían puesto en contacto con movimientos
comunistas organizados yaportaron el primer teórico comunista na
tivo alemán, el sastreWilhelmWeitling, cuyaprimera obra sehabía
publicado en 1838 (DieMenschheit, wie sieist undwiesieseinsollte).
Entre los intelectuales Moses Hess precedió, eincluso afirmaba ha
ber convertido, al joven Frederick Engels. No obstante, la cuestión
de prioridad en el comunismo alemán carece de importancia. Aco
mienzos de la década de 1840 hacía ya algún tiempo que existía en
Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos un floreciente movi
miento socialistaycomunista, tanto teórico comopráctico. ¿Cuánto
sabíanlosjóvenes MarxyEngels acerca de estos movimientos? ¿Qué
les debían? ¿Qué postura mantenía supropio socialismo respecto al
de suspredecesores ycontemporáneos?En el presente capítulo abor
daremos estas cuestiones.
28 Cómo cambiar el mundo
II
Como ya hemos avanzado, la ininterrumpida historia del comunis
mocomo movimiento social empieza enel alaizquierda de la Revo
lución Francesa. Una línea directa de descendenciaune la Conspira
cióndelosIgualesde Babeufatravés de Buonarroti conlas sociedades
revolucionarias de Blanqui de la década de 1830; yéstas a suvez, a
través de la «Liga de losJustos» —después, la «Liga Comunista»—
fundada por los alemanes exiliados, con Marx y Engels, que redac
taron el Manifiesto comunista en su nombre. Es natural que la «Bi
blioteca» de 1845 proyectada por MarxyEngels hubiese empezado
con dos ramas de la literatura «socialista»: con BabeufyBuonarroti
(siguiendoaMorellyyMably) querepresentanel alamanifiestamen
tecomunista, yconlos críticos deizquierdas delaigualdadformal de
laRevolución Francesayde los Enragés (el «Cercle Social», Hébert,
Jacques Roux, Leclerc). Sinembargo, el interés teóricodeloque En
gels llamaría «un comunismo ascético, derivado de Esparta» (Werke
20, p. 18) noeramuyacentuado. Ni siquieralos escritores comunistas
deladécadade 1830y1840parecenhaber impresionadoaMarxni a
Engels como teóricos. De hecho, Marx argumentaba que latosque
dadyparcialidad de este comunismo temprano «permitieronlaapa
rición de otras doctrinas socialistas como las de Fourier, Proudhon,
etc. encontraste conaquéllas, nopor accidente sinopor necesidad».13
AunqueMarxleyósusobras, inclusolas defiguras relativamente me
nores comoLahautiére (1813-1882) yPillot (1809-1877), muypoco
les debía a su análisis social, que era importante principalmente en
laformulación de lalucha de clases comolalucha entre los «proleta
rios»ysus explotadores.
34 Cómo cambiar el mundo
Sinembargo, el comunismobabouvistayneobabouvistafuetras
cendental endos aspectos. Enprimer lugar, adiferenciadegranpar
te delateoría socialista utópica, aquél estabaprofundamente incrus
tadoenlapolítica, ypor consiguiente expresabanosólounateoríade
la revolución, sino una doctrina de praxis política, de organización,
estrategia y táctica, aunque limitadas. Sus principales representan
tes en la década de 1830 —Laponneraye (1808-1849), Lahautiére,
Dézamy, Pillot ysobre todo Blanqui—eranrevolucionarios activos.
Esto, junto con surelación orgánica con lahistoria de la Revolución
Francesa, que Marx estudió en profundidad, hizo que fueran suma
mente relevantes para el desarrollo de su pensamiento. En segundo
lugar, a pesar de que los escritores comunistas eran generalmente
intelectuales marginales, el movimiento comunista de la década de
1830 atrajovisiblemente alos obreros. Esta circunstancia, destacada
por Lorenz von Stein, indudablemente impresionó a Marx y a En-
gels, que más tarde recordarían el carácter proletario del movimiento
comunistadeladécadade 1840, distinguiéndolodel carácter de clase
media de gran parte del socialismoutópico.14Además, los comunis
tas alemanes, incluyendo a Marx y a Engels, extrajeron el nombre
de sus doctrinas de este movimiento francés, que adoptó el término
«comunista» en torno a 1840.15
El comunismo que emergió en la década de 1830 apartir de la
tradición neobabouvista yesencialmente políticayrevolucionariade
Francia se fusionó con la nueva experiencia del proletariado en la
sociedad capitalista de comienzos delarevoluciónindustrial. Estoes
lo que lo convirtió enun movimiento «proletario», aunque pequeño.
En la medida en que las ideas comunistas descansaban directamente
en semejante experiencia, era muyprobable querecibieseninfluencia
del país enel queyaexistíauna clase obreraindustrial comofenóme
no de masas: Gran Bretaña. Por lo tanto, no es ninguna casualidad
que el más prominente de los teóricos comunistas franceses de la
época, Etienne Cabet (1788-1856), encontrase su fuente de inspi
ración no en el neobabouvismo, sino en sus experiencias obtenidas
en Inglaterra durante la década de 1830 y especialmente en Robert
Owen, por lo que, lógicamente, pertenece más bien a la corriente
socialista utópica. Sin embargo, desde el momento en que la nueva
M arx, Engels, y el socialismo premarxiano 35
específicoen sus planes, que iban dirigidos atodos los que habíande
reconocer, pero que engeneral nolo conseguían, laverdadtan obvia
que sólo ellos habían descubierto. Sin embargo, la educación ypro
paganda doctrinal, especialmente en la forma abstracta que eljoven
Engels criticaba en los owenitas británicos, nunca triunfarían por sí
solas. Resumiendo, como claramente veía apartir de su experiencia
británica, «el socialismo, que va mucho más lejos que el comunismo
francés ensubase, ensudesarrollo sequeda atrás. Tendrá quevolver
por un momento al punto de vista francés para después llegar más
lejos.»34El punto de vista francés era el de la lucha de clases revolu
cionaria, ypolítica, del proletariado. Como veremos, MarxyEngels
fueron todavía más críticos con los planteamientos no utópicos del
primer socialismo que evolucionaba hacia distintas clases de coope
raciónymutualismo.
Entre las numerosas debilidades teóricas del socialismo utópi
co, una destacaba de forma espectacular: la ausencia de un análisis
económico de la propiedad privada que «los socialistas y comunis
tas franceses ... no sólo habían criticado de diversas maneras sino
también«trascendido» [aufgehoben] deformautópica»,35peroque no
habían analizado sistemáticamente comobase del sistema capitalista
yde la explotación. El propio Marx, estimuladopor el Esbozodeuna
críticadelaeconomíapolíticade Engels (1843-1844),36habíallegado a
la conclusión de que semejante análisis había de constituir el núcleo
de la teoría comunista. Como él mismo lo expresó más tarde, cuan
do describía supropio proceso de desarrollo intelectual, la economía
política era «la anatomía de la sociedad civil» (prefacio a la Critica
de la economíapolítica). No se encontraba en los socialistas «utópi
cos»franceses. De ahí suadmiracióny(enLasagradafamilia, 1845)
amplia defensa de P-J. Proudhon (1809-1865), cuya obra ¿Quéesla
propiedad?(1840) leyó afinales de 1842, einmediatamente sedesvi
viópor elogiarle como «el escritor socialista más coherente yperspi
caz».37Decir que Proudhon «influyó» enMarx oque contribuyó ala
formación de supensamiento es una exageración. Inclusoen 1844lo
comparó enalgunos aspectos desfavorablemente comoteóricoconel
sastre comunista alemánWilhelmWeitling,38cuya única importan
ciareal consistíaen que (como el propio Proudhon) eraun auténtico
M arx, Engels, y el socialismo premarxiano 45
III
El triple origen del socialismo marxiano en el socialismo francés, en
lafilosofía alemanayenla economía política británica es biencono
cido: ya en 1844, Marx observó algo semejante a esta divisióninter
nacional del trabajo intelectual en «el proletariado europeo».40Este
capítulo se ocupa de los orígenes del pensamiento marxiano sólo en
lamedida en que pueda ser rastreado en el pensamiento socialista u
obreropremarxiano, ypor consiguiente trata delas ideas económicas
marxianas sóloenlamedidaenqueéstas sederivaronoriginariamen
te de dicho pensamiento, o mediaron através de él, o en la medida
en que Marx descubrió anticipos de su análisis en él: De hecho, el
socialismobritánicoderivabaintelectualmente delaeconomíapolíti
cabritánica clásicapor dos vías: através de Owen desde el utilitaris
mo benthamita, pero sobre todo através de los llamados «socialistas
46 Cómo cambiar el mundo
IV
¿Qué hay de la contribución alemana a la formación de su pensa
miento? Económica y políticamente retrasada, la Alemania de la
juventud de Marx no tenía socialistas de quienes pudiera aprender
nada importante. En efecto, hasta casi el momento de la conver
sión de Marx y Engels al comunismo, y en algunos aspectos hasta
después de 1848, es erróneo hablar de una izquierda socialista oco
munista diferenciada delas tendencias democráticas yjacobinas que
formaron la oposición radical ala reacción y al absolutismo princi
pescodel país. Como señalaba el ManifiestocomunistayznAlemania
(a diferencia de Francia y Gran Bretaña) los comunistas no tenían
más opción que caminar juntos con la burguesía en contra de la
48 Cómo cambiar el mundo
v
Durante la década de 1840, la política, la economía yla filosofía, la
experiencia francesa, británica yalemana, yel socialismoyel comu
nismo «utópicos»sefusionaron, setransformaronytrascendieron en
la síntesis marxiana. Sin duda no es casualidad que esta transforma
ción seprodujese en aquel momento histórico.
En algúnmomento en torno a 1840, lahistoria europea adquirió
una nuevadimensión: el «problema social», o(vistodesde otropunto
de vista) la potencial revolución social, ambos expresados normal
mente enel fenómeno del «proletariado». Los escritores burgueses se
hicieron sistemáticamente conscientes del proletariado como de un
problema empírico y político, una clase, un movimiento; en última
instanciaunpoder capazde darlelavueltaalasociedad. Por unlado,
estaconcienciahallóexpresióneninvestigaciones sistemáticas, ame
nudo comparativas, acerca de las condiciones de esta clase (Villermé
enFrancia en 1840, Buret enFranciayGran Bretaña en 1840, Duc-
pétiaux en varios países en 1843), ypor el otro, en generalizaciones
históricas que yarecuerdan el argumento marxiano:
Peroéste es el contenido delahistoria: ningúnantagonismohis
tóricoimportantedesapareceoseextingueamenosquesurjaunnuevo
antagonismo. Así el antagonismogeneral entrelosricosylospobresse
hapolarizado recientemente enlatensiónentre capitalistas yquienes
contratanmanodeobrapor unladoylos obreros industriales detodo
tipopor el otro; deestatensiónsurgeunaoposicióncuyasdimensiones
sehacencadavezmás amenazadoras conel crecimientoproporcional
de la población industrial, (art. «Revolution» en RotteckyWelcker,
LexicónderStaatswissenschaftenXIII, 1842).49
Ya hemos visto que en esta época surgió un movimiento comu
nista revolucionario y conscientemente proletario en Francia, y que
precisamente las palabras «comunista»y«comunismo» sedifundieron
entorno a 1840 para describirlo. Al mismo tiempo, un masivomovi
miento de clase proletaria alcanzó su punto álgido en Gran Bretaña:
el cartismo. Antes de suaparición, lasprimitivas formas de socialismo
«utópico»enlaEuropa Occidental sereplegaronalos márgenes dela
M arx, Engels, y el socialismo premarxiano 53
clase obrera «tenía que protegerse contra sus propios represvu 'antes
y funcionarios» para evitar «la transformación del Estado v de: "5 ór-
ganos del Estado de siervos de la sociedad en sus dueños» co 'mbía
sucedido en todos los Estados anteriores.18Aunque este cana :1 ha
interpretado principalmente en posteriores debates marxisr -■niio
la necesidad de salvaguardar la revolución contra los pelu; la
maquinaria del viejo Estado superviviente, el peligro previ-- upin
ca a cualquier maquinaria de Estado a la que se permite c uer
autoridad autónoma, incluida la de la propia revolución ; una
resultante, discutido por Marx en relación con la Comuna de Euru, ha
sido objeto de intensos debates desde entonces. Poco hay e u que
no sea ambiguo a excepción de que ha de estar compuesto p»u oier-
vos responsables (electos) de la sociedad» y no por una «con; "áción
que se alce por encima de la sociedad».19
Sea cual fuere su forma exacta, el gobierno del proletaria.; ¡ sobre
la derrotada burguesía ha de mantenerse durante un período •: txan-
sición de duración incierta y sin duda variable, mientras la od
capitalista se transforma gradualmente en una sociedad come unta.
Parece evidente que Marx esperaba que el gobierno, o más bu V ; .-.US
costes sociales, «se marchitase» durante este período.20Aun. e dis
tinguía entre «la primera fase de la sociedad comunista, tal co ni o
surge de la sociedad capitalista tras un largo y doloroso peno do * y
una «fase más elevada», en la que puede aplicarse el princ-o; o «de
cada uno según su capacidad, a cada uno según la necesidad», p
las viejas motivaciones y limitaciones de la capacidad y pro CllK íad
humanas habrán quedado atrás,21 no parece que plantease ni
marcada separación cronológica entre las dos fases. Puesto que
y Engels rechazaban de forma inflexible esbozar el retrato de h
ra sociedad comunista, cualquier intento de reconstruir sus ot
ciones fragmentarias o generales al respecto para obtener uno
evitarse por engañoso. Los propios comentarios de Marx sobn
puntos, que le fueron sugeridos por un documento poco convu
(el Programa de )th
aG
o, evidentemente no son-exhaustivos, bu
tan básicamente a reafirmar principios generales.
En general la posibilidad posrevolucionaria se presenta c ,V;
largo y complejo proceso de desarrollo, no necesariamente l’m.f
Marx, Engelsy lapolítica 69
tadio avanzado, sin duda concebía la lucha de clases como algo que
debíacontinuar después de larevolución, aunque «delamanera más
racional yhumana».33Antes ydurante un período indefinido poste
rior ala revolución, el proletariado debe, pues, actuar políticamente
como núcleo ylíder de una coalición de clase, puesto que gracias a
suposición histórica tenía laventaja de poder ser «reconocida como
la única clase capaz de iniciativa social», aun siendo todavía una
minoría. No es mucho decir que Marx consideraba que la única
«dictadura del proletariado» que realmente analizó, la Comuna de
París, estaba destinada idealmente a avanzar formando una especie
de frente popular de «todas las clases de sociedad que no viven a
costa del trabajo de los otros»bajo el liderazgoylahegemoníadelos
trabajadores.34No obstante, éstas eran cuestiones de evaluación es
pecífica. Tan sólo confirman que MarxyEngels no confiaban en la
intervención espontánea de las fuerzas históricas, sino en la acción
política dentro de los límites de lo que la historia permitiera. En
todas las etapas de sus vidas, analizaron con coherencia las situacio
nes conla acción en mente. Por consiguiente, lavaloraciónde estas
situaciones cambiantes debe ser tomada en cuenta.
Hemos de distinguir tres fases en el desarrollo de su análisis: desde
mediados deladécada de 1840hasta mediados de ladécada de 1850,
lossiguientesveinticincoaños, cuandounavictoriaduraderadelaclase
obrera no parecía estar en su agenda inmediata, ylos últimos años de
Engels, cuando el auge de los partidos de masas proletarias parecían
dar paso a nuevas perspectivas de transición en los países capitalistas
avanzados. Por lo que respecta a otros lugares, seguía siendolegítima
una modificación de los primeros análisis. Más abajo trataremos por
separadolos aspectos internacionales de suestrategia.
La perspectiva de «1848» descansaba en el supuesto, que resul
tó correcto, de que una crisis de los antiguos regímenes conduciría
a una revolución social generalizada, y en el supuesto, que resul
tó incorrecto, de que el desarrollo de la economía capitalista ha
bíaprosperadolo suficiente como para posibilitar el triunfo final del
proletariadocomo resultado de dicha revolución. Laverdaderaclase
obrera, sela defina como sela defina, era en aquella época una clara
74 Cómo cambiar el mundo
legado de Marx para sus sucesores, puesto que, por razones quevan
másalládel presente debate, todos los auténticos intentos deimplan
tar el socialismo según las líneas marxianas hasta ahora se han en
contrado reforzando un aparato estatal independiente (como hacen
losregímenes no socialistas), mientras quelos marxistas sonreacios a
abandonar la aspiración que Marx consideraba firmemente como un
aspectoesencial del desarrollo de la nueva sociedad.
Porúltimo, yhastaciertopunto deliberadamente, MarxyEngels
legaron a sus sucesores una serie de espacios vacíos o rellenados de
formaambiguaensupensamientopolítico. Puestoquelasverdaderasfor
mas de estructura política yconstitucional anteriores ala revolución
eran importantes para ellos sólo en la medida en que facilitaban o
inhibíanel desarrollodel movimiento, les concedieronpocaatención
sistemática, aunque comentaron libremente una variedad de casos y
situaciones concretas. Al negarse a especular acerca de los detalles
delafutura sociedad socialistaysus preparativos, oincluso acercade
los detalles del período transicional posterior alarevolución, dejaron
a sus sucesores tan sólo unos pocos principios generales con los que
hacerle frente. Así pues, no facilitaron ninguna guía concreta deuso
práctico sobre problemas tales como la naturaleza dela socialización
de la economía o las disposiciones para planificarla. Además, había
algunos temas sobre los que no proporcionaron orientación alguna,
ni general, ni ambigua, ni siquiera desfasada, porque nunca sintieron
la necesidadde reflexionar sobre ellos.
Sinembargo, lo que hayque destacar no es tanto lo que los pos
teriores marxistas podían o no podían extraer en detalle del legado
de los fundadores, ni lo que tendrían que averiguar por sí mismos,
sino suextrema originalidad. Lo que Marx yEngels rechazaban in
sistentemente, militante ypolémicamente, erael enfoque tradicional
de la izquierda revolucionaria de su tiempo, incluidos los primeros
socialistas,101un enfoque que todavía no ha perdido sus tentaciones.
Rechazaban las simples dicotomías de aquellos que se disponían a
sustituir la sociedad mala por la buena, la sinrazón por la r^zón, lo
negropor loblanco. Rechazaban los modelos programáticos apriori
de las diferentes tendencias de laizquierda, nosinseñalar que mien
tras cadatendencia teníaunmodelodeéstos, yavecesincluyendolos
96 Cómo cambiar el mundo
Razonamientoy análisis
La obra comienza con un breve esbozo de aquella revolución in
dustrial que transformó la sociedadbritánica ycreó, como producto
principal, el proletariado (capítulos I-II). Se trata del primero de los
logros pioneros de Engels, puesto que la Situaciónes probablemen
te la primera obra importante cuyo análisis se basa sistemáticamente
enel concepto de revolución industrial que entonces era novedosoy
tentador, inventado solamente en los debates socialistas británicos
yfranceses deladécada de 1820. El relatohistóricodeEngels deesta
transformación no reivindica originalidad histórica alguna. Aunque
todavía resultaútil, ha sido reemplazada por obras posteriores ymás
completas.
102 Cómocambiar el mundo
i
Introducción
En la primavera de 1847, Karl Marx y Frederick Engels aceptaron
afiliarse a la llamada Liga de los Justos (Bund der Gerechten), una
fdial de la anterior Liga de los Proscritos (Bund des Geáchteten),
unasociedadsecretarevolucionariaformada enParís enladécada de
1830 bajo influencia revolucionaria francesa por oficiales artesanos
alemanes, ensumayoríasastresycarpinteros, ycompuestaprincipal
mente por dichos artesanos radicales expatriados. La Liga, conven
cidapor su«comunismo crítico», se ofreció apublicar un manifiesto
esbozado por Marxy Engels como ideario de supolítica, ytambién
amodernizar suorganización siguiendo sus directrices. Así pues, en
el verano de 1847 se reorganizó, adoptó el nombre de Liga de los
Comunistas (Bund der Kommunisten), yse comprometió atrabajar
por «el derrocamiento de la burguesía, el gobierno del proletariado,
el fin de lavieja sociedad que descansa enla contradicción de clases
(.Klassengegensatzen) y el establecimiento de una nueva sociedad sin
clases ni propiedad privada».1Un segundo congreso delaLiga, cele-*
* El presente capítulo fue escrito como introducción a una edición del Manifies
en su 150 aniversario, en 1998.
to comunista
ÉÉK
112 Cómo cambiar el mundo
II
¿Qué es loque tiene que decir?
Indudablemente, se trata de un documento escrito para un de
terminado momento de la historia. Parte de él se hizo obsoleto casi
inmediatamente, como por ejemplo las tácticas recomendadas para
los comunistas de Alemania, que no eran las que ellos aplicarondu
rantelarevoluciónde 1848 ni enlaépocainmediatamente posterior.
Otra parte sehizo obsoleta a medida que se fue alargando el tiempo
que separaba a los lectores de la fecha en que fue escrito. Hace ya
tiempo que Guizot yMetternich se retiraron de los gobiernos para
engrosar loslibros de historia, el zar (aunque noel Papa) yanoexiste.
Por lo que respecta al debate de «Literatura socialistaycomunista»,
lospropios MarxyEngels admitieron en 1872 que incluso entonces
estaba desfasado.
Más concretamente, conel paso del tiempo el lenguaje del Ma
nifiestodejó de ser el de sus lectores. Por ejemplo, se*ha exagerado
mucho la frase de que el avance de la sociedad burguesa ha res
catado a «una buena parte de la población de la idiotez de la vida
rural». Pero aunque no hayduda de queMarxcompartía el habitual
1x8 Cómo cambiar el mundo
desprecio del ciudadano por el medio rural, así como por su igno
rancia, la auténtica frase alemana, analíticamente más interesante
(«demIdiotismus des Landlebens entrissen») hace referencia no a la
«estupidez»sino a«laestrechez de miras», o«al aislamiento del res
to de lasociedad» enel que vivíalagente del campo. El término re -
mite al significado original del vocablo griego idiotes del que deriva
el significado actual de «idiota» o «idiotez», a saber, «una persona
preocupada sólo por sus asuntos privados y no por los del resto
de la comunidad». Con el transcurso de los años desde la década de
1840, yen los movimientos cuyos miembros, adiferencia de Marx,
carecían de cultura clásica, el sentido original se fue evaporando y
se malinterpretó.
Esto es todavía más evidente en el vocabulario político del Ma
nifiesto. Términos como «Stand» («Estado»), «Demokratie» («de
mocracia») y «Nation/national» («nación/nacional») o bien tienen
poca aplicación en la política actual o bien ya no tienen el signifi
cado que tenían en el discurso político o filosófico de la década rio
1840. Para poner un ejemplo obvio, el «Partido Comunista» cuyo
manifiesto pretendía ser nuestro texto no tiene nada que ver con los
partidos delapolítica democrática modernaolos «partidos vanguar
distas» del comunismo leninista, por no hablar de los partidos esta
tales como el chino oel soviético. Ninguno de ellos existíaentonces.
«Partido» todavía significaba esencialmente una tendencia o co
rriente de opinión o política, aunque Marx y Engels reconocieron
que unavezhallaba expresiónenlos movimientos de clases, desarro
llaba algún tipo de organización {«diese Organisation derProletarier
zur Klasse, und damit zurpolitischen Partei»). De ahí la distinción
en la parte IVentre «los partidos obreros ya constituidos... los car-
tistas de Inglaterra y los reformistas agrarios de Norteamérica» y
los otros, no del todo constituidos.9Como bien evidencia el texto,
el Partido Comunista de Marx y Engels en esta etapa no era una
forma de organización, ni trataba de establecerla, y mucho menos
una organización con un programa específico distinto del de otras
organizaciones.10Apropósito, en el Manifiesto no se menciona en
ningún lugar el auténtico organismo para el que fue escrito, la I-iga
Comunista.
Sobre el M a n ifie s to co m u n ista 119
m
¿Cómo impactará el Manifiestoal lector que se acercaaél por prime
ravez? El nuevolector difícilmente podrá evitar ser arrastrado por !a
ferviente convicción, lasumaconcisión, lafuerza intelectual yestilís
tica de este sorprendente panfleto. Está escrito en un único arn-i-f>
creativo, enfrases lapidarias quesetransformancasi deformanafuá
en memorables aforismos conocidos más allá del mundo del debate
político: desde el inicio «Un fantasma recorre Europa: el rao•. a
del Comunismo» hasta el final «Los proletarios no tienen nada qué
perder salvo sus cadenas. Tienen un mundo que ganar».13
Pococomúntambiénenlaliteraturaalemanadecimonónica, está
escrito en párrafos cortos y apodícticos, la mayoría de una a cinco
líneas, y solamente en cinco casos de más de doscientos, de quin- •
ce líneas omás. Sea como fuere, el Manifiestocomunistacomoretórica
política tiene una fuerza casi bíblica. En síntesis, como literatura es
imposible negar suirresistible poder.14 ,
Sinembargo, loque indudablemente impresionará al lector con- '
temporáneoes el extraordinariodiagnóstico del carácterrevoluciona- (
rioydel impacto de «lasociedadburguesa»que exhibe el Manifiesto. j
No se trata simplemente de que Marx reconociese yproclamase los j
extraordinarios logros y el dinamismo de una sociedad que detesta- ]
ba, para sorpresa de más de uno de los que más tarde defenderían al l
capitalismo de la amenaza roja. La cuestión es que el mundo trans- x
formado por el capitalismo que él describió en 1848, en fragmentos ]
deoscuraylacónicaelocuencia, es atodas luces el mundodeconiien- c
zos del sigloxxi. Curiosamente, el optimismo harto irreal, política- c
mente hablando, de dos revolucionarios deveintiochoytreinta años, c
ha resultado ser la fuerza más perdurable del Manifiesto. Aunque el j
«fantasma del comunismo» realmente acobardase a los políticos, y g
aunque Europa estuviera experimentando un período de grave crisis e
económica y social, y estuviera a punto de estallar la mayor revolu- c
ción continental de su historia, sencillamente no había base alguna
para la creencia expresada en el Manifiesto de que el momento de c
derrocar al capitalismo se estaba acercando («la revolución burguesa I
enAlemania sólopuede ser el preludio de una inmediata revolución s
120 Cómo cambiar el mundo
III
Pr
¿Cómo impactaráel Manifiestoal lector que seacercaaél -^ prime es
ravez? El nuevolector difícilmente podrá evitar ser arras?rado porla
ferviente convicción, lasuma concisión, lafuerzaintelectual vestilís vis
tica de este sorprendente panfleto. Está escrito enun únl <vrehato es'
creativo, enfrases lapidarias que setransforman casi deforma natural hi:
en memorables aforismos conocidos más allá del mundo del debate co
político: desde el inicio «Un fantasma recorre Europa: ^ hasma cíe
del Comunismo» hasta el final «Los proletarios no tienen nada qué hu
perder salvosus cadenas. Tienen un mundo que ganar».15 es
Pococomúntambiénenlaliteratura alemanadecimonónica, está de
escrito en párrafos cortos y apodícticos, la mayoría de una a cinco El
líneas, y solamente en cinco casos de más de doscientos, de quin t6?
la
ce líneas omás. Sea como fuere, el Manifiestocomunistacomoretórica ter
política tiene una fuerza casi bíblica. En síntesis, como literatura es «pi
imposible negar suirresistible poder.14 yeí
Sinembargo, loque indudablemente impresionará al lector con nai
temporáneoesel extraordinariodiagnósticodel carácter revoluciona cía
rioydel impacto de «lasociedadburguesa»que exhibe el Manifiesto. fin
No se trata simplemente de que Marx reconociese yproclamase los me
extraordinarios logros y el dinamismo de una sociedad que detesta De
ba, para sorpresa de más de uno de los que más tarde defenderíanal nel
capitalismo de la amenaza roja. La cuestión es que el mundo trans me
formado por el capitalismo que él describió en 1848, en fragmentos Br<
deoscuraylacónicaelocuencia, esatodasluces el mundodecomien cul
zos del sigloxxi. Curiosamente, el optimismo harto irreal, política ció
mente hablando, de dos revolucionarios deveintiochoytreinta años, de
ha resultado ser la fuerza más perdurable del Manifiesto. Aunque el pre
«fantasma del comunismo» realmente acobardase a los políticos, y gel:
aunque Europa estuviera experimentando un período de grave crisis elc
económica y social, y estuviera a punto de estallar la mayor revolu des
ción continental de su historia, sencillamente no había base alguna
para la creencia expresada en el Manifiesto de que el momento de ció;
derrocar al capitalismo se estaba acercando («la revolución burguesa Ma
en Alemania sólopuede ser el preludio de una inmediata revolución sen
&'obre el M a n ifie s to co m u n ista 121
IV
Sin embargo, si hoy en día hemos de sorprendernos por la aguda
visión del Manifiesto del entonces remoto futuro'de un capitalismo
masivamente globalizado, el fracaso de otra de suspredicciones debe
sorprendernos por igual. Hoy es evidente que la burguesía no ha
creado«sobre todo, sus propios sepultureros»en el proletariado. «Su
Sobre el M a n ifie s to c o m u n ista 123
V
Desde el punto de vista maixiano, comoquiera que describamos este
momento histórico en el que «el tegumento estalla en pedazos», la
política será un elemento esencial en él. El Manifiestose ha leído en
primera instancia como un documento de inevitabilidad histórica, y
efectivamente su fuerza deriva en gran medida de la confianza que
proporcionaba a sus lectores el hecho de que el capitalismo estaba
inevitablemente destinado a ser enterrado por sus propios sepultu
reros, y que ahora y en ningún momento anterior de la historia se
estaban creando las condiciones para la emancipación. No obstante,
al contrario de lo que generalmente se supone, enla medida en que
el Manifiestocree que el cambio histórico opera através de hombres
que escriben su propia historia, no es un documento determinista.
Las tumbas han ser cavadas por o a través de las acciones humanas.
En realidad, es posible una lectura determinista del argumento.
Se ha sugerido que Engels tendía a ella con mayor naturalidad que
Marx, con importantes consecuencias para el desarrollo de la teoría
marxista y el movimiento obrero marxista tras la muerte de Marx.
Sinembargo, aunque los primeros borradores de Engels sehan cita
docomoevidencia,27de hecho enelManifiestonopuedeleersedicha
tendencia. Cuandoabandonael campodel análisis históricoyaborda
el presente, se convierte en un documento de opciones, de posibili
dades políticas más que de probabilidades, yno digamos decertezas.
Sobre ¿/ M a n ifie sto co m u n ista 129
0 sabía qué hacer con ellos. Publicó dos extractos de aquéllos ensu
revista Die Neue Zeit, pero nada más. Se trataba de Bastiaty Carey
(1904), que tuvo poca repercusión, yde lallamada introducción ala
Crítica delaEconomíaPolítica(1903), nunca terminada ypor consi
guiente nopublicada con el libro del mismo nombre en 1859, que se
convertiría enun texto temprano para aquellos que querían extender
la interpretación marxista más allá de las ortodoxias imperantes, a
saber, las austro-marxistas. Hasta la fecha es probablemente laparte
más generalmente debatida de los Grundrisse, aunque por lo menos
uncomentarista citado en el capítulo deMohl cuestiona que formen
parte del mismo. El resto de los manuscritos quedó sin publicar, y
por lo tanto desconocido para los comentaristas, hasta que Ryaza-
novysus colaboradores de Moscú adquirieron fotocopias de dichos
manuscritos en 1923, los ordenaron y planearon publicarlos en el
MEGA. Es interesanteespecular sobreel impactoquehabríanpodido
tener si se hubieran publicado en 1931, tal como seplanificó en un
principio. La fecha de suverdadera publicación —a finales de 1939
yunasemana después de la invasión de la URSSpor parte de Hitler
en1941—significa que permanecieron casi totalmente ignorados en
Occidente hasta sureedición de 1953 en el Berlín Oriental, aunque
unas pocas copias llegaron a EE.UU. y apartir de 1948 la obra fue
analizada, peronopublicadaantes de 1967-1968, por el granpionero
enla explicación de los Grundrisse, Román Rosdolsky (1898-1965),
reciénllegado aEE.UU. víaAuschwitz yotros campos de concen
tración. Resulta difícil creer que el grueso de la edición alemana
original, «enviada al frente como material de agitación contra los
soldados alemanes ydespués alos campos comomaterial de estudio
paralos prisioneros de guerra (p. xx), alcanzara sus objetivos teóri
cos oprácticos.
Desconocemos por qué lareedicióncompleta de 1939-1941, que
se convirtió en la editioprinceps para la recepción internacional de
los Grundrisse, fuepublicada enAlemania Oriental en 1953, algunos
años antes de la publicación de las Werke de Marx-Engels, y deli
beradamente al margen de éstas, aunque el capítulo de Mohl ofrece
algunas sugerencias plausibles. Con una sola excepción, la obra no
empezó a dejar una huella significativa en los estudios sobre Marx
T34 Cómo cambiar el mundo
i
En1857-1858, Karl Marxestabaescribiendounvoluminosomanus
critopara su CríticadelaeconomíapolíticayEl capital. Sepublicócon
el título de GnmdrissederKritik derPolitischen Okonomieen Moscú,
1939-1941, aunque algunos pequeños extractos habían aparecido en
NeueZeit en 1903. El momentoyel lugar de lapublicación hicieron
quelaobrapasaraprácticamente inadvertidahasta 1952, cuandouna
parte de la misma fue publicada como panfleto en Berlín, y 1953,
cuando los Grundrisse íntegros se reeditaron en la misma ciudad.
Esta edición alemana de 1953 es laúnica accesible hoyen día. Salvo
la italiana, no conozco otras traducciones en lenguas de la Europa
Occidental (1956). Así pues, los Grundrisse pertenecen al extenso
gmpodemanuscritos deMarxyEngels que nuncafueronpublicados
envida en sus autores, ytan sólodesde 1930 están al alcance para su
adecuado estudio.* La mayoría de dichos escritos, como los Manus
critoseconómico-filosóficosde1844, que han aparecidofrecuentemente
en recientes debates, pertenecen a lajuventud de Marx y del mar
xismo. Sin embargo, los Grundrissepertenecen a suplena madurez.
épocadeproducciónalaquecorresponde—estacompletaelaboración
deloqueyace enel interior del hombre aparece comolatotal aliena
ción, yladestrucción de todos los objetivos parciales fijados como el
sacrificiodel finensí mismoauna coaccióntotalmente externa.
Inclusoenestasumamente deshumanizadayaparentemente con
tradictoria forma, el ideal humanista del libre desarrollo individual
estámás cercano de lo que lo estuvo en todas las fases previas de la
historia. Sólo aguarda el pasode lo que Marx denomina, enuna frase
lapidaria, el estadioprehistóricodelasociedadhumana—laeradelas
sociedades de clases de la que el capitalismo es la última fase—a la
eraenqueel hombre controlará sudestino, laeradel comunismo. Así
pues, lavisión de Marx es una fuerza maravillosamente unificadora.
Sumodelo de desarrollo social y económico puede (a diferencia del
de Hegel) aplicarse a la historia para producir resultados fructíferos
yoriginales en lugar de una tautología; pero al mismo tiempo puede
presentarsecomoel despliegue delas posibilidades lógicas latentes en
unas pocas declaraciones elementales y casi axiomáticas acerca de la
naturaleza del hombre: un desarrollo dialéctico de las contradiccio
nes trabajo/propiedad y de la división del trabajo.2Es un modelo de
hechos, pero vistos desde un ángulo ligeramente distinto, el mismo
modelonos proporcionajuicios devalor. Este carácter multidimen-
sional delateoríadeMarxhace queinclusoaquellos que tienenpocas
lucesoque estánllenos de prejuicios casi respetenyadmiren aMarx,
aunestandoendesacuerdoconél. Al mismo tiempo, el hecho de que
el propio Marx no haga concesiones a las necesidades de un lector
ajenoal tema, indudablemente se añade ala dificultadde este texto.
Hay que mencionar especialmente un ejemplo de esta comple
jidad: la negativa de Marx a separar las diferentes disciplinas acadé
micas. Pero es posible hacerlo en su lugar. Así pues, J. Schumpeter,
uno de los críticos de Marx más inteligentes, intentó distinguir al
Marxsociólogo del Marx economista, de modo que podía separarse
fácilmente al Marx historiador. Pero estas divisiones mecánicas son
engañosas, ytotalmente contrarias al método de Marx. Los econo
mistasacadémicos burgueses intentaron trazar unamarcadalíneaen
treel análisis estático ydinámico, conla esperanza de transformar el
144 Cómo cambiar el mundo
‘Wls
^adámente escasa e incompleta, pero no por esta razón hemos de
ico,
descartarla, especialmente cuandolautilizóunhombre delaagudeza
pri-
frental de Marx. Así pues, puede argumentarse que nuestro conoci
2 se
miento del aumento de precios del siglo xvi y el papel que en ellos
:ató
desempeñaronlos lingotes americanos sólo adquirió una sólidabase
>ro-
documental entorno a 1929, oinclusomás tarde. Es fácil olvidar que
era
existíapor lo menos una obra fundamental sobre este tema antes
c le
delamuerte deMarx,18ytodavíamás sencilloolvidar quemuchoan
'izó
tesyasesabíaengeneral bastante al respectocomoparapermitir una
leta
inteligente argumentación, como la de Marx en la Críticadelaeco-
Y- nomíapolítica.19Huelga decir que tanto Marx como Engels se man
que
tuvieronal corriente respecto alas obras posteriores de este campo.
:ial.
Todoestoencuantoal estadogeneral del conocimientohistórico
tri-
deMarxy Engels. Podemos resumirlo de la siguiente manera. Era
ya
(encualquier caso en el momento en que se redactaron las Formen)
e ti
escaso en lo que se refiere a prehistoria, sociedades comunales pri
nto
mitivas yAmérica precolombina, y prácticamente inexistente en lo
11a-
relativoaÁfrica. No eraimpresionante enloque respectaal Oriente
1 en
Medioprimitivo omedieval, pero marcadamente mejor sobre ciertas
>bre
partes de Asia, sobre todo la India, aunque noJapón. Era bueno en
^es-
cuanto a la antigüedad clásica y la Edad Media europea, aunque el
opa
interés de Marx (yen menor medida el de Engels) por esteperíodo
;tos
erairregular. Teniendo en cuenta la época, era extraordinariamente
l de
buenoenlorelativo al período de creciente capitalismo. Por supues
io),
to, ambos autores eran rigurosos estudiantes de historia. No obstan
n el
te, es probable que hubiera dos períodos en la trayectoria de Marx
cuando se enfrascó específicamente en la historia de las sociedades
era
preindustriales ono europeas: la década de 1850, es decir, el período
r la
queprecede al redactado de la Críticadelaeconomíapolítica, yla dé
ino cadade 1970, después de lapublicacióndeEl capitalI ydel redacta
un dode una parte sustancial del borrador deEl capitalII yIII, cuando
no-
parecequeMarxretomó los estudios históricos, especialmente sobre
fías laEuropa oriental yla sociedad primitiva, quizá en relación con su
rio. interés por las posibilidades de una revoluciónen Rusia.
ros,
J52 Cómo cambiar el mundo
II
Acontinuaciónnos ocuparemos delaevolucióndelas ideas deMarx
y Engels sobre la periodización y evolución históricas. La primera
etapa está mejor estudiada en La ideología alemana de 1845-1846,
que ya acepta (lo que por supuesto no era nuevo) que los distintos
estadios de ladivisión social del trabajocorresponden adistintas for
mas de propiedad. La primera de ellas era comunal, y correspondía
«al estadio no desarrollado de producción en el que un pueblo se
sustenta de la caza, la pesca, la ganadería o como mucho de la agri
cultura».20En este estadiolaestructura social sebasaenel desarrollo
y la modificación del grupo de parentesco y su división interna del
trabajo. Este grupo de parentesco (la «familia») tiende a desarrollar
en su seno no sólo la distinción entrejefes y el resto, sino también
esclavitud, que se desarrolla a suvez con el incremento de la pobla
ciónylas necesidades, yel crecimiento de las relaciones externas, ya
seandeguerra otrueque. El primer avance importante deladivisión
social del trabajo consiste enlaseparacióndel trabajoindustrial yco
mercial respecto del trabajo agrícola, que conduce ala distincióny
oposición entre ciudadycampo. Esto asuvezllevaala segunda fase
histórica de relaciones de propiedad, la«propiedadcomunal yestatal
delaantigüedad». MarxyEngelsvensus orígenes enlaformaciónde
ciudades mediante launión (por acuerdo opor conquista) de gmpos
tribales, enlos que subsistelaesclavitud. Lapropiedadcomunal dela
ciudad (incluyendo la de los ciudadanos sobre los esclavos dela ciu
dad) es la forma principal de propiedad, perojunto con esto emerge
la propiedad privada, aunque al principio subordinada alacomunal.
Con el surgimiento primero de la propiedad privada mueble, ydes
pués especialmente de la propiedad inmueble, este orden social se
desmorona, yjunto conél laposicióndelos «ciudadanoslibres», cuya
situación frente a los esclavos se sustentaba en su estatus colectivo
comomiembros primitivos delatribu.
Llegados a este punto, la división social del trabajo ya está bas
tante elaborada. No sóloexisteladivisiónentre ciudadycampo, ein
clusocon el tiempo entre Estados que representan intereses urbanos
yrurales, sino en el interior de la ciudad, la división entre industria
M a rx y lasformaciones precapitalistas 153
III
El siguiente aspecto que hayque considerar es ladinámica interna de
estos sistemas: ¿qué les hace surgir y decaer? La respuesta resulta re
lativamentesencillaencuantoal sistemaoriental, cuyas características
lohacenresistente aladesintegraciónyevolucióneconómica, hastaque
sucumbe a la destrucción por la fuerza externa del capitalismo. Marx
poco nos dice acerca del sistema eslavo en este punto como para
permitirnos demasiado comentario. Por otro lado, sus ideas sobre la
ID2 Cómo cambiar el mundo
específica entre la ciudad feudal yel campo, ni por qué ana c herí
dar lugar al otro. Por otro lado está la implicación de que el muda
lismo europeo es único, porque ninguna otra forma de este fv.rem:
creó la ciudad medieval, que es crucial para la teoría marciana d
la evolución del capitalismo. En la medida en que el feudalismo e
un modo general de producción existente fuera de Europa ío yí¡Z:
deJapón, que Marx no explica en detalle en ningún lugart * ; ba
ñada enMarxque nos autorice abuscar una especie de «levgeneral
de desarrollo que pudierajustificar sutendencia aevoimio... . uci
el capitalismo.
Lo que sí se explica en las Formen es el «sistema gemíunido», e
decir, unaparticular subvariedad del comunalismoprimitivo, ornepo
consiguiente tiende a evolucionar hacia un determinado tipo de es
tructura social. El quid de la cuestión, comoya hemos visto, paree
ser el asentamiento disperso de unidades familiares económicament
autosuficientes, en oposición a la ciudad campesina de los antiguos
«Cada hogar individual contiene una economía completa, fonu-tndi
así un centro independiente deproducción(manufacturasimplernen
te el trabajo doméstico secundario de las mujeres, etc.). En el mandi
antiguo, la ciudad con su territorio adyacente [Landmark] ibrmab
el conjunto económico, en el mundo germánico es la hacienda indi
vidual» (p. 79). Su existencia queda garantizada por su vínculo coi
otras haciendas similares pertenecientes ala misma tribu, un víncul
expresado en la esporádica asamblea de todos los hacendados con t
objetivo deguerras, religión, resolucióndedisputas, yengeneral par
la mutua seguridad (p. 80). Al haber propiedad común, comopastos
cotos de caza, etc., ésta es usada por cada miembro como individúe
nocomoenlaantiguasociedad, enqueseutilizabacomorepresentant
de la mancomunidad. Podría compararse el ideal de la organizado]
social romana conunafacultaddeOxfordoCambridge, cuyos miem
bros son copropietarios de tierrayedificios sóloen la medida en qu
constituyenuncuerpodemiembros, peronosepuededecirque, comí
individuos, «posean»latotalidadoparte. Elsistemagermánicopodrí
pues ser comparable aunaviviendacooperativaenlaquelaocupado;
individual de un piso por parte de un hombre depende de suunión
cooperación continuada con otros miembros, pero enla que sinetn
Marx y lasformaciones precapitalistas 167
IV
Acontinuación hemos de analizar hasta qué punto el posterior pen
samiento y estudio de Marx y Engels les condujeron a modificar,
amplificar yseguir las ideas generales expresadas enlas Formen.
Este es el caso, sobre todo, en el campo del estudio del comuna-
lismo primitivo. Cierto es que los intereses históricos de Marx tras
lapublicacióndeEl capital (1867) estaban completamente centrados
enestafasedel desarrollo social, paralaqueMaurer, Morganylaex
tensa literatura rusaque devoró apartir de 1873proporcionaron una
M arx y lasformaciones precapitalistas 171
V
por último, merece la pena examinar brevemente la discusión en
tremarxistas sobre la principal formación socioeconómica desde la
muerte de Marx y Engels. En muchos aspectos ha resultado insa
tisfactoria, aunque tiene laventaja de que en ningún momento con
sidera que los textos de Marx y Engels encierren la verdad última.
Dehecho, han sido ampliamente revisados. Sin embargo, el proceso
deesta revisión extrañamente no ha sido sistemático ni planificado,
el nivel teórico de gran parte del debate ha sido decepcionante, y el
tema, engeneral, ha quedado confuso más que clarificado.
Hay que señalar dos tendencias. La primera, que entraña una
considerablesimplificacióndel pensamientodeMarxyEngels, redu
celasprincipales formaciones socioeconómicas auna simple escalera
por la que todas las sociedades humanas trepan peldaño a peldaño,
peroadiferentes velocidades, de manera que todas lleganalacima.66
Estotiene algunas ventajas desde el punto de vista de la políticayla
diplomacia, porque eliminaladistinciónentrelas sociedades quehan
mostradouna mayor tendencia intrínseca aun rápido desarrollo his
tórico en el pasado, ylas que menos, yporque impide que determi
nados países insistan en que son excepciones alas leyes históricas,66
perono tiene ventajas científicas evidentes, yse opone alas ideas de
Marx. Además, desde el punto de vista político es totalmente inne
cesario, puesto que, seancuales fueren las diferencias enel desarrollo
histórico del pasado, el marxismo siempre ha sostenido con firmeza
laidea deque todos los pueblos, de cualquier razaopasadohistórico,
sonigualmente capaces detodos loslogros delacivilizaciónmoderna
unavezlibres para alcanzarlos.
i8o Cómo cambiar el mundo
geriahastaFranciaen1788, desdelastendenciasvisiblesenlasociedad
aztecaenvísperas delaconquistaespañolahastalaRusiazaristadel si
gloxix. En efecto, esposibleque todoellopueda englobarsebajoests
clasificación general, y que tenga valor analítico. Al mismo tiempo,
es evidente que sin numerosas subclasificaciones yel análisis de sub
tiposyfaseshistóricas, el conceptogeneral correpeligrodeconvertirse
en algo demasiado rígido. Se han llevado a cabo diversas subclasi-
ficaciones, por ejemplo, «semifeudal», pero hasta el momento h
clarificaciónmarxistadefeudalismonohaprogresadoadecuadamente,
La combinación de las dos tendencias aquí señaladas ha dadc
lugar auna o dos dificultades imprevistas. Por lo tanto, el deseo de
querer clasificar a toda sociedad o período estrictamente en una i
otra de las casilla aceptadas ha provocado disputas de demarcación,
como es natural cuando insistimos en ajustar conceptos dinámicos
a conceptos estáticos. Ha habido gran polémica en China acerca de
la fecha de transición de la esclavitud al feudalismo, puesto que «b
lucha fue de naturaleza muyprolongada extendiéndose alolargo de
varios siglos... Diferentes modos de vida sociales y económicos
coexistieronenel vastoterritorio de China»/6En Occidente unadifi
cultadsimilar hallevadoadebates acercadel carácter delos siglosxi\
al x v i i i .77 Estas polémicas tienen por lo menos el mérito de suscitai
problemas como el delamezclaycoexistenciadediferentes «formas»
de relaciones sociales de producción, a pesar de que el interés poi
éstos no seatan acusado como el de otros debates marxistas.78
Sin embargo, recientemente, y en parte bajo el estímulo de las
Formen, el debate marxista muestra una positiva tendencia a resur
gir, y a cuestionar varias de las opiniones aceptadas a lo largo de la¡
últimas décadas. Este resurgimiento parece haber comenzado inde
pendientemente en una serie de países, socialistas y no socialistas
Unrecienteestudioenumeracontribuciones deFrancia, laRepúblia
Democrática Alemana, Hungría, Gran Bretaña, la India, Japón )
Egipto.79Estas contribuciones tratan enparte de problemas genera
les de periodización histórica, tal como se argumentan en el debatí
deMarxismToday, 1962; enparte delos problemas de determinadas
formaciones socioeconómicas precapitalistas; en parte de la contro
vertidayahora reabierta cuestión del «modo asiático».80
M arx y lasformaciones precapitalistas 183
II
La revolución rusa transformó lapublicaciónypopularización :: las
obras clásicas de diversas maneras. En primer lugar, trasladó el cen
trode erudicióntextual marxianaaunageneracióndeeditores queya
nohabían tenido contactopersonal conMarxni conel viejoEngels;
hombres comoBernstein, KautskyyMehring. Por consiguiente, este
nuevogrupoyanoestabadirectamente influidoni por el criterioper
sonal de Engels sobre las obras clásicas ni por las cuestiones de tacto
yconveniencia—tanto enrelaciónconpersonas comoenrelacióncon
lapolítica contemporánea—que tan manifiestamente habían influi
doenlos albaceasliterarios inmediatos deMarxydeEngels. El hecho
de que el principal centro de publicación marxiana fuera ahora el
movimiento comunista agravó esta fractura, porque los editores co
munistas (especialmentelos rusos) tendían, avecesconbastante tino,
a interpretar las omisiones y modificaciones de los primeros textos
por parte de la socialdemocracia alemana como «distorsiones» opor
tunistas. En segundo lugar, yen parte por este motivo, el objetivo
delos marxistasbolcheviques (queahoracontabanconlosrecursos del
Estado soviético) era lapublicación del cuerpo enterode obras clási
cas, es decir, una Gesamtausgabe.
Estoprovocóuna seriedeproblemas técnicos, delos quehayque
mencionar dos. Los escritos de Marxyenmenor medida los de En
gels abarcabandesde obras acabadaspublicadas condistintogradode
esmero, pasandopor borradores condistintos grados deprovisionali-
dadyfaltade compleción, hasta meras anotaciones delecturaynotas
al margen. No era fácil trazar la línea divisoria entre «obras» y no
tas preliminares yborradores. El recién constituido Instituto Marx-
Engels, bajola dirección de aquel formidable estudioso deMarx, D.
Ryazanov, excluyóalgunos escritos delas auténticas «obras», aunque
Las vicisitudes de las obras de M arx y Engels 193
III
Como hemos visto, la publicación y traducción del corpus de las
obras de Marx yde Engels en una forma mucho más completa que
antes avanzó sustancialmente después de la segundaguerra mundial,
19B Cómo cambiar ei mundo
IV
£1declivedel marxismo dogmático después de 1956provocóuna cre
ciente divergencia entre los países que se encontraban bajogobiernos
marxistas, con sus doctrinas marxistas oficiales más omenos mono
líticas, y el resto del mundo, en el que coexistía una pluralidad de
partidos, grupos y tendencias marxistas. Una divergencia semejante
apenas había existido antes de 1956. Los partidos marxistas de la
SegundaInternacional anteriores a 1914, aunque tendían adesarro
llar una interpretación ortodoxa de la doctrina opuesta a la de los
rivales «revisionistas» de la derecha y a la de los anarcosindicalistas
delaizquierda, aceptaron una pluralidad de interpretaciones, yaque
noestaban en condiciones de evitarlo aunque así lo hubieran queri
do. En el SPD alemán a nadie le extrañó que el archirrevisionista
Eduard Bernstein editase la correspondencia de Marx y Engels en
1913, aunque Lenin detectó «oportunismo» ensus criterios editoria
les. El marxismo socialdemócrata y el comunista coexistieron en la
décadade 1920, aunque conla fundación del Instituto Marx-Engels
el centro de publicación para los textos clásicos pasópaulatinamente
al bando comunista. Cabe señalar de paso que sigue allí. Apesar de
losintentos apartir de ladécada de 1960 de publicar ediciones riva
les de las obras clásicas (por ejemplo, de M. Rubel en Francia yde
Benedict KautskyenAlemania), las ediciones estándar sinlas cuales
noseríanconcebibles las demás, incluyendo numerosas traducciones,
siguen siendo las de Moscú (y, desde 1945, del Berlín Este), el pri
merysegundoMEGAylas Werke. Después de 1933, por cuestiones
prácticas, lainmensamayoríade marxistas dentroyfueradelaURSS
estabanasociados apartidos comunistas, pues los diversos cismáticos
yherejes del movimiento comunista no ganaron adeptos suficientes
como para formar un cuerpo numéricamente significativo. El mar
xismode los partidos socialdemócratas —aunque dejando de lado la
200 Cómo cambiar el mundo
los lectores que la crítica de la teoría del valor pudiera h;u , ur
dido de estudiar el libro, que contenía un «gran valor tan. . e{-,.,1
Not a
MarshallyMarx
Al parecer Marshall no tenía al principio ninguna opinión acusada
acerca de Marx. La única referencia en la Economía dela industria
(1879) es neutral, e incluso en la primera edición de los Principios
hayindicios (p. 138) de que en una época el enfrentamiento al ca
pitalismo de Henry George le preocupaba más que el de Marx. Las
referencias aMarxenlos Principiossonlas siguientes: (1) Unacrítica
Edgeworth, que nunca se había molestado en estudiar a Marx con rigor, pare
ce haber compartido el rechazo total de los economistas de Cambridge y su desagrado
respecto a Marx (CollectedPapers, III, p. 273 y ss., en una crítica escrita en 1920). Sin
embargo, no hay constancia de que expresase su opinión públicamente en su época.
** Workers’ Educational Association (Asociación Educativa de los Trabajado
res), fondada en 1903. (N. de la t )
E l Dr. M arx y ¡os críticos Victorianos 217
i
Lashistorias del marxismo generalmente definen sutema por exclu
sión. Su territorio está delimitado por aquellos que no son marxis-
tas, una categoría que los marxistas doctrinarios ylos antimarxistas
comprometidos tienden ambos aextender enloposible, por motivos
ideológicos y políticos. Incluso los historiadores más exhaustivos y
ecuménicos mantienenuna nítida separaciónentre «marxistas»y«no
marxistas», restringiendosuatenciónalosprimeros, aunquedispues
tosaincluir una gamalomás amplia posible de éstos. Yasí debe ser,
porque si nohubiera semejante separación noseríanecesarioescribir,
onosepodría, una historiaespecial del marxismo. Sinembargo, tam
biénha habido latentación de escribir lahistoria del marxismo exclu
sivamentecomoladel desarrolloylos debates enel senodel cuerpode
lateoríaespecíficamentemarxista, ypor consiguientededescuidaruna
importante, aunque no fácilmente definible, zona de radiación mar
xista. No obstante, el historiador del mundo moderno no debe olvi
dar esto, pues es distinto de los movimientos marxistas. La historia
del«darwinismo»nopuede limitarse aladelos darvinianos ni alade
los biólogos en genéral. No puede dejar de tener en cuenta, aunque
sólo sea marginalmente, el uso de las ideas darvinianas, metáforas
220 Cómo cambiar el mundo
II
Aunque el período que abarca este capítulo no sobrepasa los treinta
años, nopuede ser tratado comouna solaunidad. Hayque distinguir
tres subperíodosprincipales. El primeroesel delaaparicióndeparti
dos obreros ysocialistas de orientaciónmás omenos marxista endis
tintas épocas deladécadade 1880ycomienzos deladécadade 1890,
y sobre todo el enorme avance de dichos movimientos durante los
cinco oseis años de la Internacional. Lo importante de este período
no es tanto lafuerza organizativa, electoral osindical de estos movi
mientos, aunque ésta a menudo se reveló enorme, sino su repentina
La influencia del marxismo 1880-1914 223
III
Si hemos derastrear lainfluencia del marxismoconmayo"; s, •.món,
hemos detener en cuenta dos importantes variables adema- o. puro
tamaño (ypor consiguiente presencia política) de los partió.: 'Obre
ros ysocialistas: hasta qué punto eranmarxistas yhasta • uto el
marxismo atraía ál.estrato que probablemente estaba mas . -vado
que cualquier otro por las teorías: los intelectuales.
La influencia del marxismo 1880-1914 225
V
¿Cuál fue entonces lainfluencia del marxismo enla cultura académi
cadelaépoca, quepermitió estasvariaciones nacionalesyregionales?
Quizá sería útil recordarnos a nosotros mismos que la pregunta en
sí es tendenciosa. Lo que estamos analizando es una interacción
entre el marxismo yla cultura no marxista (o no socialista) más que
lamedida en que la segunda muestra la influencia de la primera. Es
imposible separarla de la correspondiente influencia de las ideas no
marxistas dentro del marxismo. Dichas ideas fueron rectificadas y
condenadas como corruptoras por los marxistas más rigurosos, como
atestiguanlas polémicas de Lenincontralakantianizacióndelafilo
sofíamarxistaylapenetración dela«empirio-crítica»deMach. Pue
dencomprenderse estas objeciones: después detodo, si Marxhubiera
deseado ser kantiano lehabría sidofácil serlo. Además, tampocohay
duda de que la tendencia a sustituir a Hegel por Kant enla filosofía
marxianaestaba aveces, aunque enabsoluto siempre, asociadaconel
revisionismo. Sinembargo, enprimer lugar, no es tarea del historia
dor en este contextolade decidir entre marxismo «correcto»e«inco
rrecto», puro ycorrupto, yen segundo lugar, ymás importante, esta
tendencia de entrelazar ideas marxistas y no marxistas es una de las
pruebas más evidentes de lapresencia del marxismo enlaculturage
244 Cómo cambiar el mundo
L~
-0
deBruselas (1897), en cuya «sección de arte» H. Van de Velde, más
el tarde una figura clave en el desarrollo del movimiento modernista
enAlemania, daba clases sobre WilliamMorris. El pionero socia
>- listade la arquitectura modernista holandesa, H. T. Berlage (1856-
5" 1934), diseñó las oficinas del Sindicato deTalladores de Diamantes
S,
deÁmsterdam(1899).
La El hechocrucial esquelanuevapolíticaylas artes nuevas conver
n gieronen estepunto. Ymucho más significativo es que el núcleo de
al los artistas originales (principalmente británicos) que promovieron
la estarevolución enlas artes aplicadas no estabasimplemente influido
:~a por el marxismo de manera directa, comoMorris, sino que también
»> —conWalter Crane—proporcionóbuenaparte del vocabularioico
le nográfico común internacionalmente del movimiento socialdemó-
l- crata. De hecho, WilliamMorris desarrolló un poderoso análisis de
y lasrelaciones entre arteysociedadque sinduda consideraba marxis-
)S ta, aunquepodamos detectar anteriores influencias delosprerrafaeli-
:e tasyRuskin. Curiosamente, el pensamiento marxistaortodoxo sobre
s: las artes no quedó apenas afectado por estos acontecimientos. Las
el obras de WilliamMorris, hasta la actualidad, no han entrado en la
3c corriente principal de los debates estéticos marxistas, apesar de que
.0 recientemente seconocen mucho mejor yhan encontradopoderosos
le defensores marxistas.62
Vínculos no tan evidentes unían alos marxistas yal otro impor
is tantegrupo devanguardistas de la décadade 1880y1890, aquienes
n podemos denominar entérminosgenerales simbolistas. Sinembargo,
is es un hecho que la mayoría de poetas simbolistas simpatizaban con
l~ los revolucionarios olos socialistas. En Francia, comola mayoría de
a. pintores más nuevos del período (los viejos impresionistas eran, con
>e raras excepciones comoPissarro, más bienapolíticos). Al parecer, no
258 Cómo cambiar el mundo
lizaban la relación del arte con la sociedad yel movimiento ydaban Rus
buenas omalas notas alas escuelas, alos artistas yalas obras. Como lap
mucho apreciaban a los pocos artistas que se unían verdaderamente nía
a sus movimientos, y hacían concesiones a sus caprichos personales ded
eideológicos, igual que hacíalasociedadburguesa. La influencia del dise
marxismo enlas artes era, por lo tanto, periférica. Incluso el natura- res (
lismo y el simbolismo, que estaban próximos alos movimientos so- Tan.
cialistas de sutiempo, habrían evolucionadodel mismo modoenque lasa
lohicieron aunque el marxismo no sehubiera interesadopor ellos en insͣ
La influencia del marxismo 18 8 0 -19 14 265
i
La década de 1930 es la década en la que el marxismo se convirtió
enuna fuerza considerable entre los intelectuales de la Europa Oc
cidental y del mundo de habla inglesa. Ya hacía tiempo que era una
fuerzavigorosa enla Europa Oriental yzonas dela Europa Central y
larevolución msa había atraído naturalmente anumerosos socialistas
occidentalesyotrosrebeldesyrevolucionarios. Sinembargo, al contra
riodelacreenciacomún, después dequelaolarevolucionariade1917-
1920cediese, el tipo de marxismo que acabópredominando abruma-
doramente —el de la Internacional Comunista—no ejerció mayor
atractivo en los intelectuales occidentales, especialmente en aquellos
deorigenburgués. Algunos gmpos marxistas disidentes les resultaban
más atractivos, sobre todo el trotskismo, pero estos gmpos eran nu
méricamente tan pequeños comparados con los principales partidos
comunistas que resultan cuantitativamente despreciables. La mayoría
de partidos comunistas de Occidente eran predominantemente pro
letarios, yla situacióndel intelectual «burgués»en ellos era amenudo
anómala y no demasiado cómoda.1,2Además, especialmente después
del período*de«bolchevización», elpapel delosobrerosenelliderazgode
estospartidos sehabíaacentuadodeliberadamente. Adiferenciadelos
208 Cómo cambiar el mando
II
La radicalización de los intelectuales de la década de 1930 estaba
fundamentada enunarespuesta alacrisis traumática del capitalismo
de los primeros años de dicho decenio. Sus orígenes inmediatos, por
lomenos paralasjóvenes generaciones, hayquebuscarlos enlaGran
Depresión de 1929-1933. Así, en Gran Bretañalos primeros signos
serios de crecimiento de un interés por el marxismoyel Partido Co
munista entre los intelectuales hay que buscarlos en 1931, cuando
el materialismo histórico y dialéctico se convirtió en tema de debate
entre un reducido número de académicos y un grupo comunista de
estudiantes establecidodeformadispersa—porejemplo, enlaUniver
sidaddeCambridge—traslargosaños deausencia. Loqueimpresionó
no sólo aestos pequeños grupos de intelectuales potencial orealmente
comunistas sino a estratos mucho más amplios fue no únicamente la
catástrofe global de la economía capitalista, escenificada a través del
desempleo masivo yla destrucción de los excedentes de trigo ycafé
mientras hombres ymujeres clamabanpor ellos, sinola aparente in
munidad de la Unión Soviética ala situación. Esta fase del proceso
queda ilustrada por la espectacular conversión de los más viejos de
fensores del gradualismosocialdemócrata, lospadres del fabianismo,
Sidneyy Beatrice Webb, a «la teoría marxiana del desarrollo histó
rico del capitalismo lucrativo».13Los Webb, aunque no se dejaron
impresionar por el Partido Comunista Británico, dedicaron el resto
de sus vidas al admirable planteamiento delaUnión Soviética.
Si el contraste entre el derrumbe del capitalismoylaplanificada
industrializaciónsocialistahizoque algunosintelectuales sedecanta
senhacia el marxismo, el triunfo de Hitler, unaevidente consecuen
cia política de la crisis, hizo que muchos de ellos se convirtiesen en
E n la era del antifascismo 19 2 9 -19 4 5 273
Allí habría sido impensable que los políticos o los jóvenes oficiales 1
conmentalidadpolíticaque sesentíanatraídos por estas ideas causa- 1
sen impacto en la vida nacional movilizando ala clase obrera como (
fuerza sindicalistayelectoral (como enArgentina) ouniéndose alos 1
sindicatos parallevar acabouna revoluciónsocial (como enBolivia). c
Quizá esto no afectase demasiado al grueso de los intelectuales del £
continente, pero debería servir de advertencia contra una aplicación c
demasiado fácil de los alineamientos europeos en Latinoamérica. c
Además, aquel continente no estaba implicado de forma efectiva en 1
lasegunda guerra mundial. • c
La situación era más compleja en Asia y (en la medida en que s
estabapolíticamente movilizada) enÁfrica, donde nohabía fascismo 1
local15—aunqueJapón, unapotenciamilitante anticomunista, estaba 1
aliada conAlemania eItalia—ydonde Gran Bretaña, Francia y los
Países Bajos eran obviamente el principal adversario de los antiim- ;• r
penalistas. El grueso delos intelectuales estaban indudablemente en ; v
E n la era del antifascismo 19 2 9 -19 4 5 277
«>
E n la era del antifascismo 19 2 9 -19 4 5 279
III
Hemos hablado de los «intelectuales» en general. Y en efecto, la
movilización deloquepodría llamarse «intelectuales públicos» con
tra el fascismo fue extremadamente sorprendente. En la mayoría de
países no fascistas unas pocas figuras bien conocidas en el mundo
de las artes creativas —especialmente en literatura—se sintieron
atraídas por laderechapolítica, aveces inclusopor el fascismo, aun
que pocos pertenecían al campo de las artes visuales20yapenas nin
guno al de las ciencias. Sin embargo, estas figuras constituían una
minoríapequeñayatípica. En efecto, enesta época incluso aquellos
cuyaideología tradicionalistapodríahaberlos decantadohacialade
recha, como el más influyente de los críticos literarios británicos,
F.R. Leavis, no sólo se encontraron rodeados de discípulos anti
fascistas e incluso algunos marxistas, sino que dudaron ala hora de
expresar una prudente y cualificada simpatía por su causa, antes
de abandonar la escenapolítica.21
En Gran Bretaña, Francia yEE.UU., aquellos que se moviliza
ron a favor de la República Española y más generalmente del anti
fascismo formaban una mayoría provista de talento e intelecto. Los
escritores americanos que declararon su apoyo a los republica
nos españoles eran Sherwood Anderson, Stephen Vincent Benét,
Dos Passos, Dreiser, Faulkner, Hemingway, Archibald MacLeish,
Upton Sinclair, John Steinbeck y Thornton Wilder, para nombrar
sólo a unos pocos. En el mundo hispánico los poetas respaldaron
a la República casi sin excepción. Puesto que el valor publicitario
de aquellos nombres harto conocidos era obvio, yse explotó de di
versas maneras enconcentraciones colectivas, declaraciones públicas
yotras manifestaciones, este aspecto del antifascismo de los intelec
tuales está particularmente bien documentado. De hecho, algunos
informes sobre el tema selimitan prácticamente al debate delainte
lectualidadpública, es decir, básicamente laliteraria.22
El antifascismo de personas de talento extraordinario, inteli
gencia y logros intelectuales presentes o futuros es históricamente
importante, como también lo es su atracción en este período hacia
el marxismo, que eraparticularmente acusadoentre lasgeneraciones
282 Cómo cambiar el mundo
tizaciónde laintelectualidad.
IV
Puesto que el antifascismo era un movimiento mucho más amplio
queel comunismo, los partidos comunistas nointentaron convertir a
losintelectuales al marxismo enmasa, aunque los partidos encontra
ronnaturalmente asus potenciales yauténticos reclutas intelectuales
entre el creciente número de movilizados políticamente a través del
antifascismo. La principal tarea era movilizar al mayor abanico po
sible de intelectuales, y especialmente a los más destacados, y aso
ciarlos a la causa del antifascismo y la paz en sus distintas formas.
Los criterios ideológicos apenas podían señalarse enunllamamiento
288 Cómo cambiar el mundo
V
La lucha del marxismo a finales del siglo xx, ypor consiguiente la
experienciadelamayoríadelectores de estahistoria, es tandiferente
queha de subrayarse el carácter histórico específico del marxismode
laera antifascista si se quieren evitar interpretaciones anacrónicas y
por lotanto equivocadas. Desde la década de 1960, los intelectua
lesmarxistas sehanvistoinmersos enunamareadeliteraturaydebate
marxista. Tienen accesoaalgoparecido aungigantesco supermerca
dode marxismos yde autores marxistas, y el hecho de que en cual
quier momento la eleccióndela mayoría en cualquier país pueda ser
dictadapor la historia, lasituaciónpolítica yla moda noimpide que
seanconscientes del abanico teórico de sus opciones. Yéste es toda
vía más amplio desde que el marxismo, principalmente apartir de
ladécadade1960, sehaidointegrando cadavezmás enel contenido
dela educación superior formal, por lo menos enlas humanidades y
292 Cómo cambiar el mundo
y
3°° Cómo cambiar el mundo
liste
Los distintos simpatizantes o «compañeros de viaje» intelectua los
les cuya historia se ha escrito con escepticismo yescarnio retrospec eíev
sum
tivos pertenecían básicamente a este entorno. El término en sí es
60
Heii
ambiguo, puesto que a través de él la guerra fría anticomunista ha (con
tratado de combinar el extendido consensopolítico entre intelectua espej
lesliberalesycomunistas sobre el fascismoylas necesidades prácticas misn
del antifascismo, con el grupo mucho más reducido de aquellos en dela
quienes sepodía confiar paraadornar las «amplias»plataformas enlos
congresos organizados por los comunistas, para firmar sus manifies decu
tos, y el gmpo todavía más pequeño que se convirtió en habitual yArn
defensor o apólogo de las políticas soviéticas. La línea entre estos sivosi
grupos era vaga y cambiante, pero de todos modos ha de trazarse. Hitlei
Los imperativos del antifascismo desalentaban la crítica de sus ftier- solanii
E n la era del antifascismo 1929 -1945 303
zas más activas yefectivas, del mismo modo que los imperativos de
laguerra desalentarían cualquier cosaque pudiese debilitar launidad
delasfuerzas que combatían aHitler y al Eje. Peroestonoimplicaba
simpatizar ni ser afín.
Los avatares literarios de George Orwell en Gran Bretañaloilus
tran perfectamente. Las dificultades de este escritor, crítico con el
estalinismo, la política comunista en la guerra civil española y di
versas tendencias de la izquierda británica, no provinieron tanto de
los comunistas (con quienes tenía poco que ver) ni de sus simpati
zantes, sino más bien de los editores y editoriales no comunistas y no
marxistas que eranfrancamente reacios apublicar obras que pudieran
proporcionar apoyo y confort «al otro bando De hecho, antes del
» . 61
VI
Sin embargo, el antifascismo no constituía básicamente la puerta de
entradaparalateoría académica. Era, enprimerainstancia, unasunto
de acciónpolítica, de políticas yestrategia. Como tal, planteabatan
to alos marxistas que eranintelectualesyalos que no, comoalos que
semetieronenpolíticaenel períodoantifascistayalosqueteníanuna
memoria política más prolongada, problemas de análisis ydecisiones
políticas que nopueden omitirse enestecapítulo.
En el estado actual de la investigación es posible cuantificar la
movilizacióndelos intelectuales por lacausaantifascista, peropuede
decirse conseguridadque, comoel casoDreyfus, ejercióunatractivo
especial en ellos como grupo y movilizó a un gran número para la
acciónpolítica, ysobre todoproporcionó muchas más oportunidades
3°6 Cómo cambiar el mundo
para que sirvieran ala causa comointelectualesde las que habían teni
do en el pasado. No es de extrañar que algunos se fueran aluchar
a España, apesar de que no sehubiera hecho el menor esfuerzo para
animarlos a ello; es más, en Gran Bretaña se disuadió tácitamente a
los estudiantes para que no sepresentasenvoluntarios Sin embar
. 64
--.-t-fi
E n la era del antifascismo 19 2 9 -19 4 5 3°9
Gramsci
La recepción de Gramsci’
Gramsci eninglés 1
i
La lista de los autores del mundo cuyas obras son citadas conmayor ,
frecuenciaenlaliteraturainternacional enel campodelashumanidades (
ylas artes5contiene pocos italianos, ysólocinco nacidos después del (
sigloxvi. No incluye, por ejemplo, ni aVico ni aMaquiavello. Pero ]
sí recoge el nombre de Antonio Gramsci. La cita no garantiza ni j
conocimeinto ni comprensión, pero indica que el autor citado tiene {
unapresencia intelectual. Lapresenciade Gramsci enel mundo cin- c
cuenta años después de su muerte es innegable, y es especialmente ]
notable entre los historiadores de regiones de hablainglesa. 1
L a recepción de Gramsci 345