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3.1.

El SAP: sus supuestos y sus efectos

El SAP, tal como lo precisa parte de la doctrina colombiana, implica “… la


presunción de una decisión favorable al peticionario. (…), es para la
administración morosa una sanción aún mucho más grave que la producida por
el silencio negativo. Se parte de que supuestamente son favorables al solicitante
las pretensiones invocadas en su escrito petitorio. Solamente procede en los
casos en que expresamente el legislador ha previsto este efecto para los actos
fictos”[5]. Rápidamente arribamos a las siguientes conclusiones: el SAP
constituye una presunción favorable al administrado y una sanción contra la
Administración morosa; asimismo se encuentra sujeto al principio de reserva de
ley, ya que sólo por norma legal se pueden prever sus efectos; y, su naturaleza
es la de un acto ficto o presunto.

Tenemos que considerar que el SAP sólo procede para los procedimientos de
evaluación previa; tal como lo precisa el artículo 1º de la LSA, que a su vez regula
los supuestos en los que procede:

a) Primer supuesto: Solicitudes cuya estimación habilite para el ejercicio de


derechos preexistentes o para el desarrollo de actividades económicas que
requieran autorización previa del Estado, y siempre que no se encuentren
contempladas en la Primera Disposición Transitoria, Complementaria y Final.

En los gobiernos locales, por ejemplo, se puede iniciar el procedimiento


de “registro y reconocimiento de organizaciones sociales” (derecho de
asociación de los administrados) o el procedimiento denominado “autorización
para la instalación de propaganda política” (derecho político a ser elegidos);
en ambas situaciones, estamos ante derechos preexistentes; por lo tanto,
procederá la aplicación del SAP, ante la ausencia de respuesta de la
Administración. Por otro lado, cuando se inicia el procedimiento
de “otorgamiento de licencia de funcionamiento” o una “autorización para
espectáculos públicos no deportivos” se busca desarrollar una actividad
económica, razón por la cual procederá, también el SAP. “Por ello, es que el
silencio positivo tiene la virtud de sustituir la capacidad resolutiva de la entidad
competente, por el mandato superior de la ley en el sentido de que el ciudadano
queda autorizado a ejercer aquello que pidió, mientras que los terceros y la
propia Administración deben respetar esa situación favorable del ciudadano”[6].
Finalmente, la ley precisa que estos supuestos no tendrán que contemplarse en
la Primera Disposición Transitoria, Complementaria y Final; ya que esta
disposición regula los supuestos del SAN como veremos luego.

b) Segundo supuesto: Recursos destinados a cuestionar la desestimación de


una solicitud o actos administrativos anteriores, siempre que no se encuentren
contempladas en la Primera Disposición Transitoria, Complementaria y Final.

Cuando se habla de recursos; tenemos que tener claro que los medios
impugnatorios en sede administrativa son tres: reconsideración, apelación y
revisión[7]. Estos, se sustentan en la facultad de contradicción de los
administrados respecto de las decisiones administrativas que le generan un
perjuicio. La finalidad de cualquiera de los recursos mencionados será cuestionar
un acto administrativo anterior que ha denegado o desestimado la solicitud del
administrado. Entonces, si nos encontramos dentro de un procedimiento de
evaluación previa donde se ha emitido un acto administrativo desfavorable e
interponemos un recurso contra éste; recurso que no es contestado dentro del
plazo de ley; la consecuencia será la aplicación del SAP.

c) Tercer supuesto: Procedimientos en los cuales la trascendencia de la


decisión final no pueda repercutir directamente en administrados distintos del
peticionario, mediante la limitación, perjuicio o afectación a sus intereses o
derechos legítimos.

Desde nuestro punto de vista, este tercer supuesto se complementa con el


primero; por cuanto la decisión final sólo podría irradiar el ámbito del solicitante,
sin causar perjuicio a otras personas; “(…) la norma hace referencia al perjuicio
potencial a los terceros y se cuida de señalar que dicho perjuicio puede ser a un
interés legítimo o a un derecho subjetivo concreto (…)”[8]. Tomemos como
ejemplo, el procedimiento denominado “autorización para la instalación de
propaganda política”. Supongamos que el administrado busca instalar su
propaganda en un poste; pero el mismo se superpone a la propaganda comercial
de una tercera empresa; en este caso, es notorio el perjuicio que se está
causando al interés económico de un tercero; por lo tanto, si vencido el plazo la
Administración no se hubiera pronunciado, entonces no será de aplicación el
SAP; porque falta la segunda condición que es que “la decisión final no pueda
repercutir directamente en administrados distintos del peticionario”.

Por otro lado, la LPAG ha regulado en su artículo 188º lo concerniente a los


efectos del SAP que a continuación desarrollamos:

a) Primer efecto: Los procedimientos administrativos sujetos a silencio


administrativo positivo quedarán automáticamente aprobados en los términos en
que fueron solicitados si transcurrido el plazo establecido o máximo, la entidad
no hubiera comunicado al administrado el pronunciamiento.

Este primer efecto recoge la esencia de esta institución. Si la Administración


Pública no se pronuncia respecto del pedido del administrado dentro del plazo
máximo otorgado por ley[9], entonces, dichas solicitudes[10] quedarán
automáticamente aprobadas en los mismos términos que fueron peticionadas.

Por ejemplo, una “licencia de remodelación de obra” es un procedimiento de


evaluación previa, sujeto al SAP y tramitado ante una municipalidad; su plazo
(en la Municipalidad Metropolitana de Lima) es de 25 días. En el presente caso,
y conforme a lo dispuesto por el numeral 188.1 del artículo 188º de la LPAG, si
la municipalidad no hubiera comunicado ─ entiéndase notificado ─ al
administrado el pronunciamiento ─ entiéndase acto administrativo ─, entonces,
este procedimiento administrativo ─ entiéndase solicitud ─ quedará
automáticamente aprobado. Esto quiere decir que lo trascendental para la LPAG
es la realización de la notificación (ya que este hecho es el determinante de la
eficacia de los actos administrativos); es decir, puede existir el acto
administrativo ─ incluso desfavorable ─pero si no es notificado entonces la
solicitud se entenderá aprobada.
Ahora, si este mismo ejemplo lo trasladamos bajo los alcances de la LSA, nos
daremos cuenta que el tratamiento legal es un tanto diferente. Así es,
resquebrajando el principio de armonía del ordenamiento jurídico, lo que regula
el artículo 2º de la LSA es lo siguiente: “Los procedimientos administrativos,
sujetos a silencio administrativo positivo, se considerarán automáticamente
aprobados si, vencido el plazo establecido o máximo, la entidad no hubiera
emitido el pronunciamiento correspondiente, no siendo necesario expedirse
pronunciamiento o documento alguno para que el administrado pueda hacer
efectivo su derecho, bajo responsabilidad del funcionario o servidor público que
lo requiera”[11].

Como puede observarse, mientras la LPAG prescribe que operará el SAP si es


que “la entidad no hubiera comunicado al administrado el pronunciamiento”; la
LSA señala que operará el SAP si es que “la entidad no hubiera emitido el
pronunciamiento correspondiente”. La diferencia es sustancial; ya que para la
LPAG tiene que existir previamente un acto administrativo sin notificar; pero para
la LSA lo que realmente existe es la ausencia del acto administrativo. Si somos
consecuentes con la doctrina generalizada y con la lógica de la institución,
podemos concluir que existe un mejor tratamiento normativo de este efecto en la
LSA.

b) Segundo efecto: El silencio administrativo (positivo)[12] tiene para todos


los efectos el carácter de resolución que pone fin al procedimiento, sin perjuicio
de la potestad de nulidad de oficio prevista en el artículo 202 de la presente Ley.

La ley, no hace sino, reconocer el carácter de acto administrativo presunto o de


resolución ficta del SAP. La LPAG enseña que con el SAP, el procedimiento
administrativo culmina aprobando automáticamente los términos de la solicitud
del administrado. Claro está, que una cosa es el mandato de ley y otra, muy
distinta lo que sucede en la práctica; ya que la Administración no extiende una
constancia donde se indique que “ficticiamente” se ha tenido a bien estimar
nuestro pedido de manera favorable. Esta situación se subsana, como ya lo
hemos expresado, con la presentación de la Declaración Jurada ante Mesa de
Partes o remitida por conducto notarial, constituyendo el cargo de recepción de
dicha Declaración Jurada, prueba suficiente de la resolución que pone fin al
procedimiento.

Hasta aquí surgen preguntas válidas: ¿Luego de configurarse el SAP, la


Administración puede resolver en forma expresa el pedido del administrado?,
¿Podría resolver contraviniendo el SAP?

Si somos consecuentes con un razonamiento válido, la Administración no puede


resolver luego de configurarse el SAP, mucho menos resolver denegando el
pedido; esto es lo que se conoce en doctrina como la “irrevocabilidad de los actos
declarativos de derechos”[13]. Pero, por otro lado, la Administración, no cuenta
con funcionarios idóneos que nos permitan tener tranquilidad al respecto, por lo
tanto, no sería extraño encontrar actos administrativos que desestimen nuestros
pedidos, aún cuando haya operado el SAP. Ante esta situación, los
administrados tienen libertad de accionar la nulidad sustentada en el numeral 1
del artículo 10º de la LPAG[14].
Otra pregunta válida sería ¿qué sucede si se obtiene una licencia o una
autorización vía SAP adjuntando documentos falsos, que la Administración no
tuvo la oportunidad de evaluar? Ante ello, la ley reserva a la Administración la
facultad de utilizar la nulidad de oficio, “para lo cual debe acreditarse el agravio
al interés público y ejercitarse dentro del término establecido”[15]: un año en
sede administrativa (contados a partir de que la entidad no hubiera emitido el
pronunciamiento correspondiente) y dos años para hacerlo en sede judicial
(contados desde la fecha en que prescribió la facultad para declarar la nulidad
en sede administrativa)[16].

3.2. El SAN: sus supuestos y sus efectos

El SAN “… es un mecanismo de garantía procesal de los particulares, tiene por


objetivo evitar que la Administración eluda el control jurisdiccional mediante el
simple expediente de permanecer inactiva sin resolver el procedimiento (…)
constituye una simple ficción legal de efectos meramente procesales,
establecido en beneficio del particular para permitirle el acceso a la impugnación
judicial de las decisiones administrativas”[17]. Una lectura acuciosa de este
concepto, nos permite determinar que el SAN no constituye un acto
administrativo tácito, es un mecanismo de garantía procesal; ello quiere decir
que la configuración del SAN impulsa la apertura de una respuesta en sede
jurisdiccional; se constituye en el engranaje entre la vía administrativa y la vía
contenciosa. Este carácter procesal al cual hacemos alusión, se confirma con
autorizada doctrina española, al sostenerse que “la atribución de un valor
negativo o desestimatorio al silencio o inactividad formal de la Administración
tiene un origen y una funcionalidad muy concretos, estrechamente ligados a la
singular configuración técnica del recurso contencioso-administrativo como un
proceso impugnatorio de actos previos, cuya legalidad es objeto de revisión a
posteriori”[18]. Entonces, así como un mecanismo de carácter procesal, el SAN
también se configura como mera inactividad formal[19]; como un
comportamiento omisivo, en buena cuenta es un hecho administrativo.

“La tesis del silencio como un acto administrativo tácito no es aceptable. Todo
acto administrativo es el producto de una declaración intelectual, ya que
exterioriza al plano jurídico un proceso intelectivo. Este elemento está ausente
en el silencio (negativo). De ahí que se lo considere un hecho al cual el legislador
le asigna ciertos efectos jurídicos en beneficio de los administrados”[20]. En este
contexto, la LSA ha regulado en su Primera Disposición Transitoria,
Complementaria y Final, todos los supuestos de aplicación del SAN, que a
continuación detallamos:

a) Primer supuesto: Aquellos casos en los que se afecte significativamente el


interés público, incidiendo en la salud, el medio ambiente, los recursos naturales,
la seguridad ciudadana, el sistema financiero y de seguros, el mercado de
valores, la defensa comercial; la defensa nacional y el patrimonio histórico
cultural de la nación.
Hay que tener presente que seguimos ante la figura del procedimiento
administrativo de evaluación previa; pero en el presente caso resulta que existe
un perjuicio del interés público. Por ejemplo, si un administrado inicia un
procedimiento administrativo ante el INRENA denominado “Concesiones
forestales con fines no maderables”, sería ilógico pensar que no se afectaría
el medio ambiente; por ello ante la ausencia de pronunciamiento, sólo se podrá
entender que ha operado el SAN. Otros ejemplos pueden ser el procedimiento
denominado “permiso de uso de agua” o la “aprobación de estudios de
aprovechamiento de recursos hídricos”; tramitados ante el ANA, o,
el “permiso de pesca”, tramitado en el Ministerio de la Producción.

b) Segundo supuesto: En procedimientos trilaterales.

Si partimos del supuesto que los procedimientos trilaterales son de naturaleza


contenciosa; llevados adelante por dos o más administrados que buscan resolver
una controversia ante las entidades de la Administración Pública; podemos
concluir que los mismos, ante la falta de pronunciamiento por parte de esta
última, dará lugar a la aplicación del SAN, ya que lo que se busca proteger es el
conjunto de derechos de las partes involucradas en este procedimiento.

c) Tercer supuesto: Los procedimientos que generen obligación de dar o hacer


del Estado.

Por ejemplo, en aquellos procedimientos donde se pretenda que la


Administración Pública tenga que desembolsar cantidades económicas producto
de una reparación por daño causado al administrado. En este supuesto, ante la
falta de pronunciamiento por parte de la Administración, será de aplicación el
SAN.

d) Cuarto supuesto: Los procedimientos de autorización para operar casinos


de juego y máquinas tragamonedas.

Este supuesto se explica por sí solo; ya que los administrados que buscan
obtener una autorización para explotar casinos de juego y máquinas
tragamonedas; podrían atentar contra la salud de las personas por causa de la
ludopatía; por otro lado, es bastante conocido que el financiamiento de esta
actividad podría estar vinculada al delito de lavado de activos; razones más que
suficientes para actuar en defensa del interés público y promover la aplicación
del SAN ante la ausencia de manifestación expresa por parte de la
Administración Pública.

e) Quinto supuesto: Los procedimientos por los cuales se transfiera


facultades de la administración pública.

Uno de los pilares del proceso de modernización de la gestión del Estado, lo


constituye, sin lugar a dudas, la descentralización a través del fortalecimiento de
los gobiernos regionales y locales; mediante la transferencia gradual de
funciones por parte del Gobierno Central. Por lo tanto, un procedimiento de
transferencia de facultades sin el pronunciamiento respectivo concluirá
necesariamente con la aplicación del SAN.
f) Sexto supuesto: Los procedimientos de inscripción registral.

En este supuesto es claro que lo que se busca proteger es el conjunto de


derechos o intereses de terceras personas diferentes al administrado solicitante.
Por ejemplo, puede iniciarse un procedimiento de inscripción registral
de “independización por subdivisión de predio urbano” u otro
denominado “modificación del estatuto de la sociedad”; en ambos casos,
existen terceros interesados que podrían verse afectados ante la falta de
pronunciamiento de la Administración, razón por la cual, será de aplicación el
SAN.

Ahora bien, se supone que la regla en el Derecho Peruano es la aplicación del


SAP, siendo que el SAN sólo se aplicará de manera excepcional o inusual en
algunos procedimientos administrativos (así lo precisa la primera palabra de la
Primera Disposición Transitoria, Complementaria y Final de la LSA); pero basta
visualizar los supuestos regulados en ambos casos para determinar que existiría
una inversión de roles. Por otro lado, respecto a los efectos del SAN, es el mismo
artículo 188º de la LPAG, el que claramente los ha señalado:

a) Primer efecto: El silencio administrativo negativo tiene por efecto habilitar


al administrado la interposición de los recursos administrativos y acciones
judiciales pertinentes.

Aquí se configura lo que hemos venido sosteniendo, el SAN constituye un


mecanismo de garantía procesal que habilita para interponer recursos
administrativos; es decir, busca el agotamiento de la vía administrativa; o en todo
caso, habilita para interponer acciones judiciales; es decir, apertura la vía
jurisdiccional.

“Cuando (el silencio) es negativo, ante la ausencia de una resolución expresa se


considera una denegatoria ficta, que permite al interesado acceder a la instancia
superior o a la vía jurisdiccional, según sea el momento procesal en el que se
presente”[21].

Entonces, ¿el SAN constituye un acto administrativo presunto?, obviamente no;


constituye más un hecho administrativo[22] que un acto administrativo,
propiamente dicho. La no respuesta no implica manifestación presunta; tan sólo
es un comportamiento omisivo de la entidad (inactividad formal), un
comportamiento de flagrante vulneración al derecho de petición administrativa;
razón por la cual se castiga la inacción con la habilitación legal al administrado
para interponer los recursos administrativos y acciones judiciales pertinentes.

b) Segundo efecto: Aun cuando opere el silencio administrativo negativo, la


Administración mantiene la obligación de resolver, bajo responsabilidad, hasta
que se le notifique que el asunto ha sido sometido a conocimiento de una
autoridad jurisdiccional o el administrado haya hecho uso de los recursos
administrativos respectivos.

“A diferencia del SAP, en que se produce un acto ficto, la autoridad administrativa


mantiene el deber de resolver, pero el administrado puede optar entre acogerse
al silencio o esperar una resolución expresa de la entidad. Sin embargo, la
autoridad ya no está habilitada para resolver si el administrado se acoge al
silencio e interpone recurso administrativo o, de ser el caso, acude a la vía
contencioso-administrativa”[23].

Al respecto, el artículo 19º de la Ley Nº 27584, Ley que regula el proceso


contencioso administrativo (LPCA, TUO D.S. Nº 013-2008-JUS); precisa con
bastante claridad lo siguiente: “Carece de eficacia el pronunciamiento hecho por
la administración una vez que fue notificada con la demanda. Si el acto expreso
se produce antes de dicha notificación, el órgano jurisdiccional podrá, a solicitud
del actor, incorporar como pretensión la impugnación de dicho acto expreso o
concluir el proceso”.

Surge otra pregunta válida: ¿si se configura el SAN, la Administración Pública


puede emitir un acto administrativo favorable? Por supuesto que sí. Luego de
configurarse el SAN, la Administración puede pronunciarse sobre el fondo del
asunto, nada impide ello; es más se encuentran obligados a emitir
pronunciamiento ─ bajo responsabilidad ─; pero, el plazo para hacerlo concluye
antes de la notificación con la demanda contenciosa-administrativa; ya que si se
llegará a notificar a la autoridad administrativa con la misma; entonces, dicho
pronunciamiento no tendría eficacia. Hay que tener en cuenta, que si se
configurase esta situación (emisión de pronunciamiento antes de la notificación)
el administrado podrá optar entre seguir impugnando este acto expreso (si es
que le es desfavorable) o dar por concluido el proceso (si es que se da por
satisfecho con el pronunciamiento en vía administrativa).

¿Y qué sucede en aquellos casos en que la Administración Pública emite un


pronunciamiento favorable pero después de haberse notificado la demanda
contenciosa-administrativa? El sentido común y la lógica indican que si el
administrado se encuentra conforme con dicho pronunciamiento, entonces el
proceso contencioso administrativo debería concluir; pero ello no es así; ya que
por mandato expreso del artículo 17º de la LPCA “carece de eficacia el
pronunciamiento hecho por la administración una vez que fue notificada con la
demanda”; no obstante ello, este error se corrige con el artículo 38º-A
(incorporado a la LPCA mediante D. Leg. Nº 1067) al prescribir que “si la entidad
demandada reconoce en vía administrativa la pretensión del demandante, el
Juez apreciará tal pronunciamiento y, previo traslado a la parte contraria, con su
absolución o sin ésta, dictará sentencia, salvo que el reconocimiento no se refiera
a todas las pretensiones planteadas”. Aquí avizoramos un error de naturaleza
procesal; ya que cuando estamos ante la figura de la conclusión anticipada del
proceso, el Juez no puede expedir una “sentencia” (porque no hay decisión
respecto de la cuestión controvertida); lo que técnicamente hace el Juez es
expedir un auto al amparo del artículo 121º del Código Procesal Civil.

c) Tercer efecto: El silencio administrativo negativo no inicia el cómputo de


plazos ni términos para su impugnación.

Como bien sabemos, todo acto administrativo que cause perjuicio al


administrado es impugnable; y podría interpretarse de manera preliminar, que el
SAN causaría un perjuicio al administrado por cuanto sabemos que desestima
nuestra solicitud. Por ello, muchos podrían pensar que una vez vencido el plazo
de un procedimiento sujeto al SAN, sin obtener respuesta por parte de la
Administración, comenzaría a correr el plazo de quince días para interponer un
medio impugnatorio[24]; lo cual no es cierto; primero porque partimos de un
supuesto errado, el SAN no es ningún acto administrativo, mucho menos un acto
presunto, sino sólo un hecho administrativo; segundo, porque de configurarse el
SAN y el administrado no ejerciese su derecho de contradicción, sería inverosímil
pensar que la propia Administración pueda beneficiarse con su propia inacción,
con su inactividad, con su descuido o desinterés; así lo ha precisado el profesor
Danós Ordoñez al indicar que “(…) los órganos administrativos no pueden alegar
en su provecho la producción del silencio como si hubieran dictado una
resolución expresa de carácter negativo para que comience el cómputo de los
plazos preclusivos para recurrir en impugnación administrativa o judicial, porque
no se le puede otorgar a la Administración una posición más ventajosa en
relación a los particulares que si hubiera cumplido con su deber legal de resolver
(…)”[25]. Dentro de este contexto, consideramos que este efecto, por más que
se encuentre dentro de los alcances de la LPAG, no se restringe tan sólo al
ámbito administrativo, sino también alcanza, el judicial; esto quiere decir que,
incluso no pueden computarse términos ni plazos para accionar ante el
contencioso-administrativo o ante la jurisdicción constitucional; y así lo corrobora
el numeral 3 del artículo 19 de la LPCA; por lo que es posible afirmar que el plazo
de impugnación del SAN es inexistente; y algo que no existe no puede tener
término, es imprescriptible.

”Lo lógico, dado que el silencio negativo no era un acto propiamente tal, era
admitir que el acceso a la vía jurisdiccional una vez cumplidos los plazos
indicados quedaba abierto indefinidamente en tanto la Administración no dictara
la resolución expresa de la que, según Ley, no podía en ningún caso
excusarse”[26]. En resumen, no puede computarse ningún plazo ni término para
hacer uso de los recursos porque de lo contrario se estaría violentando el
derecho de todo administrado a la tutela judicial efectiva, desde la perspectiva
de acceso a la jurisdicción, tal como lo ha explicado el Tribunal Constitucional
Español en su sentencia 171/2008 del 15 de diciembre de 2008.

d) Cuarto efecto[27]: En los procedimientos sancionadores, los recursos


administrativos destinados a impugnar la imposición de una sanción estarán
sujetos al silencio administrativo negativo. Cuando el administrado haya optado
por la aplicación del silencio administrativo negativo, será de aplicación el
silencio administrativo positivo en las siguientes instancias resolutivas.

Esto es lo que se conoce como el “doble silencio administrativo”, pero se aplica,


excepcionalmente, sólo para los casos de procedimientos de oficio
(sancionadores). En el caso de procedimientos de parte (evaluación previa), lo
que ocurre es que la impugnación de un acto desestimatorio que no es atendido
dentro del plazo de ley, dará lugar a la aplicación del SAP[28].

Para entender esta figura del silencio-sanción (porque se busca castigar a la


Administración por una doble inactividad), necesitamos comprender que “el
procedimiento sancionador tiene por finalidad hacer posible que la
Administración haga efectivas sanciones contra los administrados ante la
comisión de infracciones calificadas como tales por ley. Dichas sanciones se
definen como situaciones gravosas o desventajosas impuestas al administrado
como consecuencia de la comisión de una infracción. A su vez, esta última puede
definirse como toda conducta considerada ilícita por el ordenamiento jurídico. La
intención de la sanción, en consecuencia, se enfoca a la necesidad de
desincentivar conductas consideradas socialmente indeseables, pero que no se
consideran de suficiente gravedad como para tipificarlas penalmente”[29].

Así las cosas, si nos encontramos frente a este procedimiento especial, donde
se ha emitido un acto administrativo sancionatorio, respecto del cual hemos
interpuesto el recurso respectivo; y si esta impugnación no se atiende dentro del
plazo de treinta días, entonces no se podrá presumir que nuestro
cuestionamiento ha sido estimado (como en el caso de los procedimientos de
evaluación previa); todo lo contrario, conforme al principio de legalidad,
entenderemos que dicho recurso ha sido desestimado con la finalidad de
continuar el procedimiento administrativo o iniciar el judicial. Bien, en esta etapa,
si el administrado asume el SAN y presenta su impugnación y no obtiene
respuesta de la Administración, recién se configurará el SAP; y esto es así
porque la finalidad de la potestad sancionadora es salvaguardar el interés público
por encima del particular. Recordemos que en este caso, el procedimiento no
responde al ejercicio del derecho de petición administrativa, sino más bien al
ejercicio de la potestad sancionadora de la Administración.

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