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Las cadenas poliméricas complementarias se presentan como una doble hélice o espiral
determinada por dos hebras -las columnas vertebrales constituidas por azúcares y fosfatos-
que se enrollan en forma paralela alrededor de un eje imaginario a la manera de una escalera
caracol. Esta disposición se denomina plectonémica. Escalones de la metafórica escalera
serían los pares de bases unidas por puentes de hidrógeno (véase la figura 3).
Como puede verse en la figura 2, los nucleótidos se unen mediante los fosfatos que
conectan el carbono en la posición 5' de una pentosa con el carbono en la posición 3' de la
adyacente. Estas uniones 5'-3' determinan la direccionalidad de las cadenas. La figura 3 nos
permite advertir con claridad que la dirección del extremo 5' al extremo 3' de las dos cadenas
complementarias es opuesta, antipolar o antiparalela. Puede observarse también la presencia
de un surco mayor y un surco menor formados por los giros de la espiral plectonémica.
El ADN presenta tres organizaciones espaciales diferentes, todas ellas con
forma de hélice, a las que se ha denominado A, B y Z. La figura 4 muestra, en el caso
de las bases complementarias G-C, por dónde pasa el eje imaginario de la hélice en
cada uno de estos tres tipos de ADN. Como puede observarse, la ubicación del eje
modifica la profundidad de los surcos mayor y menor. Esta misma figura nos ilustra
acerca de cómo pueden situarse las pentosas de manera que los carbonos en posición
4' 'y 5' se orienten hacia el surco mayor (forma anti) o hacia el surco menor (forma syn).
Estas orientaciones caracterizan a los distintos tipos de ADN, pues mientras las
pentosas de las formas A y B se ubican según una modalidad anti, la forma Z presenta
a la pentosa de la base C en posición anti y a la de la base G en posición syn, hecho
que, como luego veremos, determina su forma peculiar.
A mediados del siglo pasado, los científicos desconocían cuáles eran los mecanismos moleculares que
permiten a cada individuo poseer rasgos propios y que éstos se transmitan de una generación a otra. En
1953, Watson y Crick propusieron el modelo que establece las bases de la molécula responsable de
contener la información genética de todo ser vivo, una estructura tridimensional denominada ácido
desoxirribonucleico (ADN). Contribución que celebra este año su cincuenta aniversario y que festeja
especialmente la biología molecular.
Si bien los científicos ya habían establecido de tiempo atrás que la información genética está contenida en
el ADN, desconocían a ciencia cierta su estructura molecular. De esta manera, la doble hélice propuesta
por James Watson y Francis Crick, permitió dar respuesta a las interrogantes de la estructura y los
mecanismos de la herencia. El ADN está formado por unidades químicas (nucleótidos) coloquialmente
denominadas A, T, G y C; estos nucleótidos se alinean y se acoplan con otra cadena para formar la doble
hélice (A se acopla con T y G con C). La importancia del orden de los nucleótidos es tal que determina a las
proteínas, responsables de la estructura y funcionamiento de cada célula de un ser vivo. Cuando se
separan, cada una de las cadenas sirve de molde para la construcción de otra complementaria; así, una
molécula de ADN dividida puede generar dos de su mismo tipo. Con esta duplicación de cadenas, la
información genética ese transmite a las siguientes generaciones.
Cabe señalar que el modelo de la doble hélice propuesto originalmente fue totalmente teórico. E incluso
hubo datos que no pudieron descifrarse directamente de experimentos, y he aquí el enorme mérito de
Watson y Crick. Para definir el modelo integraron datos dispersos y consideraron las famosas reglas de
Chargaff sobre la composición cuantitativa de nucleótidos en los ácidos nucleicos y construyeron un
modelo compatible con los datos de difracción de rayos X obtenidos por Rosalind Franklin. Por ello ambos
científicos son ya figuras centrales de la disciplina que hoy llamamos biología molecular; participaron de
manera importante en la elucidación del código genético y han publicado diversos artículos y libros
científicos, impactando a generaciones de biólogos e investigadores.
Como consecuencia de la propuesta de Watson y Crick, se ha abierto una nueva y amplísima rama de la
biología que abarca aspectos evolutivos antes apenas sospechados. Las historias evolutivas que hoy
podemos contar gracias al DNA, nos hablan de quienes somos, de dónde venimos y tal vez a dónde
vamos. La adquisición de este nuevo conocimiento, nos presenta nuevas alternativas que apuntan a
horizontes aun más lejanos. Somos las primeras generaciones de seres humanos en enfrentar estos retos
y, desde luego, tenemos que estar preparados. Sydney Brenner, gran biólogo molecular contemporáneo de
Watson y Crick y Premio Nóbel 2002, equiparaba desde el punto de vista conceptual a la genómica con el
momento en que Galileo usó el telescopio para observar el firmamento. Pocos momentos en la historia han
tenido tanto impacto en la percepción que el hombre tiene de la naturaleza y de sí mismo, y pocos
descubrimientos científicos han tenido tantas implicaciones, ni nos han abierto tantas puertas al presente y
al futuro.