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En Inglaterra tomó contacto con el mundo obrero y sus problemas a través de obreros
emigrados italianos. Fundó la «Unión de los trabajadores italianos» y publicó un periódico
destinado a los obreros, Apostolato popolare. Esta experiencia enriqueció su concepto de
pueblo, que lo entiende formado por los obreros (obrero es todo trabajador, todo el que
vive de su trabajo: no tiene connotación de clase) y también como objetivo desarrollar las
fuerzas productivas modernas. La revolución adquiere un contenido social contra los ricos
ociosos, pero no tiene contenido socialista. Al contrario, Mazzini está contra la república
socialista, que asume la propiedad de todos los medios de producción, porque acaba con
la libertad y con el estímulo individual. La república democrática nacional debe abolir la
aristocracia, impulsar el asociacionismo contra el individualismo burgués, pero no abolir la
propiedad. Mazzini es una jacobino. Es, por tanto, un ilustrado que cree en la necesidad
de la educación civil para poder permitir la participación política del individuo. Escribe Los
deberes del hombre (1841-1860) para formar la conciencia del pueblo italiano en orden a
dar vida a una democracia nacional de iguales y libres.
IL RISORGIMENTO
Fue el dramaturgo Vittorio Alfieri quien, a finales del siglo XVIII, puso en circulación la idea
del Risorgimento. Era un mito ético-político cuyo contenido era la esperanza de que en un
futuro próximo Italia, que entonces se encontraba «indefensa, dividida, envilecida,
encadenada, importante, resurgirá fuerte, magnánima, libre y unida». Con el
Rinascimento Italia había sido la maestra de Europa en el siglo XV y el Renacimiento
había sido el resurgir de una anterior civilización clásica durante la cual Roma había sido
la dueña y maestra del mundo de Occidente. Alfieri puso en circulación la idea de que
Italia, por tercera vez, podría asumir el liderazgo de la historia de Europa.
La caída de Napoleón pareció que traía la oportunidad de realizar este proyecto, pero las
potencias europeas reunidas en Viena optaron por la Restauración e Italia volvió a la
fragmentación de las monarquías regionales y a la dominación austriaca de la Lombardía
y el Véneto. Pero la idea del Risorgimento siguió viva, alimentada ahora con la moda
intelectual que llamamos Romanticismo. Por eso podemos hablar con toda propiedad de
un Risorgimento romántico. Ahora el proyecto de la unidad italiana toma tres direcciones
diferentes. En primer lugar, el proyecto de una república unitaria de inspiración jacobina.
En segundo lugar, el proyecto de una federación liderada por el papa promovida por
elementos eclesiásticos que, por su obvio parecido con los güelfos medievales, han sido
llamados los neogüelfos. En tercer lugar, el proyecto de una federación dirigida por el
reino de Cerdeña (su núcleo importante es el Piamonte, su capital Turín y su líder Cavour)
que se va a construir sobre una base económica: es el proyecto triunfador. En cualquier
caso, son proyectos de las elites; en los comienzos del siglo XIX el pueblo campesino
italiano está completamente al margen de la política. Precisamente por esta falta de base
popular el proyecto unitario republicano, que tenía que luchar contra las monarquías
establecidas, tomó la forma de conspiración a través de sociedades secretas, la principal
de las cuales fue la Carbonería.