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Ana Requena Muñoz

PERSONAJES

PEDRO
LA BIBLIOTECARIA
BRUJA
DON QUIJOTE
BLANCANIEVES
PAULA
EL CHICOLOBO
EL BIBLIOTECARIO
ZEUS
HÉRCULES
PINOCHO
CAPERUCITA
LA BELLA
LA BESTIA

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ESCENA 1
PEDRO BRUJA
BIBLIOTECARIA BLANCANIEVES
DON QUIJOTE

(Un chico, Pedro, entra en una biblioteca para buscar información sobre un tema de animales).

PEDRO.- Perdone, venía buscando un libro cuyo tejuelo empezara por el nú-
mero 4, ¿me podría usted enseñar uno que me interese?
BIBLIOTECARIA.- Perdona, chico, pero el número 4 en las bibliotecas no
existe… pero si quieres buscar por aquellas estanterías quizás haya un
título que te guste.

(Interrumpiendo la escena se escucha a lo lejos una voz que dice “Sí que existe, de lo contrario,
¿cómo iba yo a estar aquí?).

BIBLIOTECARIA.- (Yéndose hacia el lugar desde donde provenía la voz).


¿Qué ha sido eso?

(Se vuelve a escuchar nuevamente la voz que dice: “¿Ahhhh?, averigua, averigua”).

PEDRO.- ¡Ya lo sé, ha sido un libro!


BIBLIOTECARIA.- Chico, los libros no hablan, ¿es que eso no te lo enseñan
en la escuela? Será algún bromista de esos, seguramente estará es-
condido ahí (señala la estantería), detrás de alguna estantería.

(Se acerca hasta la estantería pero en ese mismo instante dos personajes
parecidos a Don Quijote y a una Bruja irrumpen en la escena).

DON QUIJOTE.- (Gritando). ¡Gigantes de brazos largos!


BRUJA.- (Con voz de mujer anciana). Pero ¿qué dice este caballero loco? ¡De
gigantes, ni hablar! Yo a la que busco es a una rubia muy guapetona,
tengo que darle una manzana a Blancanieves.

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PEDRO.- ¿Qué le he dicho, señorita, son o no son libros que hablan?
BIBLIOTECARIA.- ¡Pero eso es imposible!
PEDRO.- ¡Son libros! Pero yo esto lo veo muy raro y me estoy asustando, así
que mejor me voy.
DON QUIJOTE.- No te preocupes, conmigo vivirás grandes aventuras, tú se-
rás mi escudero, ¿cómo te llamas?
PEDRO.- Pues Pedro, me llamo Pedro.
DON QUIJOTE.- ¡Mi buen amigo Pedro…! A partir de ahora te llamaré Pedro
Sanchito, si no te importa…
PEDRO.- Bueno, pues…
DON QUIJOTE.- (Abrazándolo). No se hable más, tú te vienes conmigo, por
cierto… ¿Tienes burro?
PEDRO.- ¿Burro?, no, tengo un perro y una tortuga, pero burro no tengo.
DON QUIJOTE.- Bueno, no te preocupes, esta misma tarde vamos a la feria
del ganado del pueblo de aquí al lado para ver si podemos conseguir
uno por unos cuantos reales.
PEDRO.- (Asustándose). Creo que no, que no… ¡Vamos, que tengo un mon-
tón que estudiar esta tarde y que no me puedo ir con usted!
BRUJA.- ¡Claro que puedes! (Forzándolo). Pero tú te vienes conmigo, ¡vamos
que si te vienes! Hasta que no encontremos a Blancanieves para darle
esta manzana que traigo te vienes conmigo.
PEDRO.- (Soltándose bruscamente). ¡Callaos todos! Yo no me voy con nin-
guno y punto. Me largo, esto de la vida en la biblioteca es mucho más
complicado de lo que yo creía.
BIBLIOTECARIA.- (Rogándole). Niño, no te vayas, espera un momento.
PEDRO.- (Mirando de reojo a los personajes en la escena). Está bien, me
quedo pero que conste que es por usted, no por estos personajillos de
pacotilla.
BIBLIOTECARIA.- Pero si es que… ¿Vosotros qué hacéis aquí? ¿De dónde
habéis salido?
DON QUIJOTE.- Pues mire usted, yo llevo ya mucho tiempo viviendo allí (se-
ñala la estantería) en el número 4 pero es que ya estaba aburrido de
que nadie fuera a visitarme para tomar un cafelito o algo y me dije:
“Quijote, atrévete a salir”. Y en eso estaba hasta que me he encontrado
de frente con unos gigantes tremendos y empecé a correr y tropecé y…
aquí estoy, vivito y coleando.

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BIBLIOTECARIA.- ¿Te tropezaste?
PEDRO.- Encima de todo torpe.
DON QUIJOTE.- Pues sí, me tropecé porque iba yo buscando el número 8
donde me han dicho que se vive mejor, las aceras están mejor asfalta-
das y conoces a personajes literarios de todo el mundo, pero es muy
caro vivir allí; el alquiler de ese sitio cuesta mucho, ¿sabe?
BRUJA.- ¡En eso sí que yo también estoy de acuerdo! Muy caro.
DON QUIJOTE.- Y ahora con la crisis… Lo cierto es que en el número 4 las
cosas están más baratitas pero es que no vive nadie, siempre estoy
solo.
BRUJA.- Figúrate, en el mercado de la calle 8 las dichosas manzanas que
tanto le gustan a mi Blancanieves cuestan carísimas, la niña es que me
ha salido delicada.
PEDRO.- ¿Pero quién es esa Blancanieves?, ¿su hija de usted?
BRUJA.- Más quisiera ella parecerse a mí, tener este estilazo que yo tengo…
(Hace un simulacro de un pase de modelo)…esta naricita, estos ojitos,
este culito… (Se da cuenta de que todos la están mirando con cara
rara). ¡En fin y estos trajes!, que me salen bien caros porque son de
diseño…
BIBLIOTECARIA.- Pongamos orden en estos asuntos, a ver… ¿De qué co-
noce usted a Blancanieves?
BRUJA.- ¿De qué va a ser? De toda la vida. (A Bibliotecaria). ¿Es que tú no
la conoces?
PEDRO.- Responda, la pregunta era para usted.
BRUJA.- (Pensando mucho). Pues es que es un cuento muy largo y no sé si…
vamos que no sé si…
PEDRO Y BIBLIOTECARIA.- ¡Cuéntalo!
DON QUIJOTE.- (Muy cortés). No es educado hablarle así a una dama. Esta
señora…
BRUJA.- ¡Señorita!
DON QUIJOTE.-Bueno, pues esta señorita tendrá sus razones, no está bien
hablarle así.
PEDRO Y BIBLIOTECARIA.- ¡Cállese!
DON QUIJOTE.- Vale, vale… Pues sí que se gastan mal genio.
BRUJA.- Pues yo es que… (Hablando muy rápido)… es que… es que es mi

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vecina y quiero llevarle estas manzanas para que se las dé a su familia.
BIBLIOTECARIA.- ¿Ah?
PEDRO.-¿Eh?
DON QUIJOTE.- ¿Y?
TODOS MENOS BRUJA.- (Al público). ¿Oh?
BRUJA.- ¡Uf!
TODOS MENOS BRUJA.- (Al público). ¿Qué dice?
BRUJA.- Digo que…(Hablando más rápido todavía)…que es mi vecina y quie-
ro llevarle estas manzanas para que se las dé a su familia.
BIBLIOTECARIA.- (Convencidos). ¡Ajá!
PEDRO.- ¡Ejé!
DON QUIJOTE.- ¡Ijí!
TODOS MENOS BRUJA.- (Al público, dudando). ¿Ojú?, ¿qué dice?
BRUJA.- ¡Uf!
TODOS MENOS BRUJA.- (A la Bruja). ¿Qué dices?
BRUJA.- ¡Uf!
TODOS MENOS BRUJA.- (Al público). ¿Qué dice? (El público responde: ¡uf!).
BIBLIOTECARIA.- (Muy sofocada). ¡Mira que me estoy, que me estoy…!
PEDRO.- ¡Mira que se está, que se está…!
DON QUIJOTE.- (Mirando de arriba a abajo a la bruja con gesto conquista-
dor). ¡Mira que estás, que estás…!
TODOS MENOS DON QUIJOTE.- (A Quijote). ¡Cállate!
BIBLIOTECARIA.- (A Bruja). ¡Aclárate y habla más despacio!, ¡que no te en-
tendemos! ¿No intentarás mentirnos?
PEDRO.- (Amenazante). Mentirnos…
DON QUIJOTE.- (Amenazante). Mentirnos…
BRUJA.- ¿Mentiros? No, si lo que yo digo es que, (muy lento)… es que Blan-
ca-nie-ves es mi ve-ci-na y quie-ro lle-var-le es-tas man-za-nas pa-ra
que se las dé a su fa-mi-lia.
BIBLIOTECARIA.- (También muy despacio). ¿Se-gu-ro?
PEDRO.-¿Se-gu-ro?, ¿se-gu-ro?
DON QUIJOTE.- ¿Desconfían?
BRUJA.- ¿Desconfían?

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BIBLIOTECARIA.- Mira que me estoy… que me estoy…
PEDRO.- Mira que se está… que se está…
DON QUIJOTE.- (Mirando de arriba a abajo a la bruja con gesto conquista-
dor). ¡Mira que estás, que estás…!
TODOS MENOS DON QUIJOTE.- (A Quijote). ¡Cállate!
PEDRO.- Centrémonos en lo que estábamos, ¿de qué conoce a Blancanie-
ves?
BLANCANIEVES.- (Interrumpe en la escena). ¡De nada, de nada, no me co-
noce de nada!, ¿verdad?
BRUJA.- Mujer, de nada, de nada… (Coge rápido la manzana para dársela).
BLANCANIEVES.- ¡De nada! Que lo de la manzana ya me lo sé yo y todo lo
que viene después.
DON QUIJOTE.- (Tirándole los tejos. A Blancanieves). Pues yo tampoco la
conozco pero no me importaría conocerla. ¿Tienes móvil?
BLANCANIEVES.- (Rechazándole). Búsquese usted otra Dulcinea que ésta
ya tiene príncipe que le ladre.
BIBLIOTECARIA.- ¿Pero usted de dónde ha salido?
BLANCANIEVES.- Eso mismo digo yo, ¿usted de dónde ha salido?
BIBLIOTECARIA.- ¿Yo? Pues estaba aquí y… ¡Déjese de líos! ¡Yo he hecho
la pregunta antes!
BLANCANIEVES.- Pues de dónde va a ser, de ahí (señala una estantería), de
donde salimos todos.
PEDRO.- ¡Esto es increíble! ¡Madre mía!
BLANCANIEVES.- No, a su madre no la he visto yo por allí. A la madre de
usted sí. (Señala a la bibliotecaria).
BIBLIOTECARIA.- ¿A mi madre?
BLANCANIEVES.- Mejor dicho: a su madrastra, porque no me irá a decir que
usted no tiene madrastra.
BIBLIOTECARIA.- (Pillada). ¿Madrastra yo?
BLANCANIEVES.- Sí, usted, que se cree que todos somos tontos, vamos,
como que me va ahora a decir que no nos vimos en aquella fiesta.
BIBLIOTECARIA.- ¿Qué fiesta?
BLANCANIEVES.- Sí, mujer, aquella fiesta tan pomposa, con su carroza tan
bonita y sus caballitos blancos y su magnífico traje. ¿Es que no se
acuerda usted?

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BIBLIOTECARIA.- Pues…
PEDRO.- ¡Vamos, vamos! Ahora sí que estoy confundido. ¿Conoce usted a
esta señorita? (Por Blancanieves).
BIBLIOTECARIA.- Hombre, conocerla, conocerla… Alguna vez nos hemos
visto… ¡pero poca cosa!
BLANCANIEVES.- Ahora resulta que es poca cosa y somos vecinas desde la
infancia. Por cierto, que su madrastra me ha dicho que le recuerde que
tiene que hacer sábado en toda la casa y que cuando termine no se le
olvide ir a casa de sus hermanas a plancharle la ropa.
PEDRO.- ¿Así que es cierto? Usted también es… Entonces no es usted la
bibliotecaria… ¿Quién es usted entonces?
DON QUIJOTE.- ¡Ya me suena! ¡Su cara, me suena! (Mirándole los zapatos).
Lo que pasa es que aquel día iba mucho más guapetona, nada que ver
con ésos. (Señalándolos). ¡Unos zapatos preciosos! ¡Usted es la que
llevaba unos zapatos preciosos aquella noche! ¡Preciosos!
BIBLIOTECARIA.- (Ilusionada). ¡A que sí!
BLANCANIEVES.- Muy preciosos y todo lo que tú quieras pero seguro que
eran robados.
BIBLIOTECARIA.- ¡Ni hablar! ¡Eran míos! (Apenada). Aunque perdí uno,
cuando me fui de la fiesta con las prisas perdí uno.
DON QUIJOTE.- Mujer, no se ponga usted así.
BIBLIOTECARIA.- Por eso me he buscado este trabajito extra, para conse-
guir otro par igual. Ya tengo algo ahorrado pero resulta que no queda
ningún modelo igual, ¡es imposible encontrarlo!
PEDRO.- Me parece a mí que algo de lo que dicen me suena, no sé, es como
si esa historia ya la hubiera yo escuchado antes.
DON QUIJOTE.- (Suena el móvil de Don Quijote, lo coge y habla con voz
melosa). ¡Dulcinea! ¡No esperaba ya tu llamada! ¡Como hace tanto que
no nos vemos! ¿Te llegó mi ramo de flores? Nada, mujer, nada, no hay
flor más bella que tú. (Haciendo gesto de despedida se aleja y sale).
BRUJA.- ¡Será el tío…!
PEDRO.- ¡Pues también me suena!
BRUJA.- ¿El móvil?
PEDRO.- No, lo de Dulcinea, que me suena, como si la conociera también
de algo.

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BRUJA.- Mira, chico, será mejor que dejes de pensar. A todos nos conoces,
haz memoria.
PEDRO.- Si ya decía yo…
BLANCANIEVES.- A todos porque lo que ésa me hizo estuvo muy feo (por
la Bruja) y a alguien le dio por contárselo a todos los niños del mundo.
PEDRO.- ¡Sí, de mi infancia!, ¡de eso me suena!, cuentos, creo que eran
cuentos.
BRUJA.- Pues crees bien.
BIBLIOTECARIA.- ¿Y a mí, me conoces?
PEDRO.- Me parece que… ¡Cenicienta!, ¡tú eres Cenicienta!
BIBLIOTECARIA.- (Aplaudiendo). ¡Bravo, bravo, muchacho!
BLANCANIEVES.- Estamos aquí para recordarte que no debes olvidarte
nunca…
BRUJA.-…pero que nunca, nunca…
BIBLIOTECARIA.-…pero que nunca, nunca, nunca….
BLANCANIEVES.- (Enfadada por la interrupción). No debes olvidarte nun-
ca…
BRUJA.-…pero que nunca, nunca…
BIBLIOTECARIA.-…pero que nunca, nunca, nunca….
BLANCANIEVES.- ¡De usar tu imaginación!
BRUJA.- (Coge su escoba y se aleja). ¡Usar tu imaginación!
BIBLIOTECARIA.- (Toma su cuba, su fregona y su zapato de cristal). ¡Usar
tu imaginación!
BLANCANIEVES.- (Cuenta siete enanitos y los mete en su bolso). ¡Usar tu
imaginación!
PEDRO.- ¡Usar mi imaginación! (Al público). ¡Que no se te olvide nunca usar
tu imaginación!

ESCENA 2
PAULA, CHICOLOBO, CAPERUCITA

(Paula entra en la biblioteca, saca un papel de su mochila y se dirige hacia la zona de estanterías).

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PAULA.- Un trabajo de animales... a ver, a ver.... creo que eso anda por aquí,
en el CDU 5. (Toma un libro y lo abre, al tiempo se escucha un gran
aullido de lobo, lo cierra; lo vuelve a abrir y vuelve a sonar el mismo
aullido). ¿Qué es esto? (Asustada). Parece un... (La escena se oscu-
rece y de repente aparece un chicolobo aullando).
CHICOLOBO.- (Con actitud pasota y algo chulo). ¿Qué pasa, muñeca?, ¿me
buscabas a mí?
PAULA.- (Aún asustada). Pues no sé, yo... ¿eres tú un animal?
CHICOLOBO.-Depende, a veces soy un lince, algunas tardes soy un
poco perro, me gusta comer como a un cerdo, mi hermana me dice
que soy más pesado que una vaca y... (Pensando). Creo que aparte
de eso: un buitre; también me gusta ser muy buitre. (La mira con-
quistador mientras se sube los cuellos de la camisa). Ya sabes, un
buitre elegante…
PAULA.- Pues, fíjate, a mí me pareces más un lobo que un buitre aun-
que... ¡algo burro también eres!
CHICOLOBO.- (Decepcionado). Vale, lo reconozco. (Al público). De nada me
sirve depilarme los sábados si al final el mundo entero me reconoce
por estos pelos y este pecho lobo.
PAULA.- Algo rarito sí que eres, además de los pelos, ¡qué ojos más grandes
tienes!
CHICOLOBO.- (Vacilando). Sí, para guiñártelos mejor. (Guiña una y otra vez).
PAULA.- ¡Y qué manos más grandes tienes!
CHICOLOBO.- Para tocarte mejor. (Dibuja con las manos una silueta de mu-
jer en el aire).
PAULA.- ¡Y qué dientes más grandes tienes!
CHICOLOBO.- (Al público). Ahí quería llegar yo llegar. (Acercándose al cuello
de Paula). Pues esta boquita es para...

(Justo en ese momento irrumpe en la escena una chica muy enfadada. Viste una capa morada
con gorro a través del cual se dejan ver dos largas trenzas rubias).

CAPERUCITA.- ¡Che, che, che, che! Mira, niña, no te creas ese cuento, éste
es un sinvergüenza, sólo quiere lo que quiere, a mí me hizo lo mismito,
lo mismito.
PAULA.- ¿Un sinvergüenza?

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CAPERUCITA.-Sí, un sinvergüenza, no te fíes de él. Hace un rato me engañó.
CHICOLOBO.- Mujer, tampoco es eso...
CAPERUCITA.- ¿Cómo que no?
CHICOLOBO.- Es que me equivoqué, nada más.
CAPERUCITA.- (Cada vez más enfadada). ¿Qué te equivocaste?, ¡y una le-
che!, ¡a bien que no te sabías tú el camino!
CHICOLOBO.- Es que el GPS no me funciona bien y...
CAPERUCITA.- ¡Lo que no te funciona bien es esto! (Señalándose la cabeza).
¡Con que ése era el camino más corto!
PAULA.- Pero, ¿de qué camino hablas?
CAPERUCITA.- ¡Cosas nuestras! (Dirigiéndose al lobo). ¿Y cómo explicas
que tú hayas llegado antes que yo?, ¿eh?, ¿cómo me lo explicas?

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CHICOLOBO.- A lo mejor tú te has equivocado de calle…
CAPERUCITA.- (Al público). ¡Será el tío mentiroso!
PAULA.- Aclaremos este asunto, ¿qué es lo que ha ocurrido?
CAPERUCITA.- No, si este asunto lo aclaro yo en un periquete. (Saca una ba-
rra de pan que lleva dentro de un cesto de mimbre y comienza a darle
grandes golpes al Chicolobo).
PAULA.- ¡Que le vas a hacer daño!
CHICOLOBO.- ¡Ay, ay, ay... que me mata!
CAPERUCITA.- Suerte que el pan es de hoy, que si fuera de anteayer... (Per-
siguiéndolo).
PAULA.- ¡Bibliotecario, bibliotecario, que lo mata!

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ESCENA 3
PAULA, BIBLIOTECARIO, CAPERUCITA, CHICOLOBO, ZEUS, HÉRCULES

(Entra el bibliotecario muy alterado por todo el ruido).

BIBLIOTECARIO.- ¿Qué está pasando aquí? ¡Esto es una biblioteca, no un


ring de boxeo!, ¡mira cómo está todo!
PAULA.- Eso mismo le digo yo, pero nada.
BIBLIOTECARIO.- ¡Por todos los dioses!

(Entran en actitud de guerra dos dioses mitológicos: Zeus y Hércules).

ZEUS.- ¿Quién nos ha llamado?


HÉRCULES.- Eso, eso, ¿quién nos ha llamado?
CAPERUCITA.- (Amenazante). Eso, eso, ¿quién os ha llamado?
ZEUS.- Mira, niña, no te me pongas tonta, si hemos venido es porque alguien
nos ha llamado.
BIBLIOTECARIO.- (Interviniendo para poner paz). ¡Yo!, les he llamado yo.
PAULA.- (Al bibliotecario). Pero ¿quiénes son éstos?
BIBLIOTECARIO.- ¡Y yo qué se! Pero será mejor poner paz porque, de lo
contrario, van a acabar con todo.
ZEUS.- ¿Qué está pasando aquí?
CAPERUCITA.- ¿Y a ti qué te importa?
CHICOLOBO.- Eso, ¿y a ti que te importa? (Nuevamente en actitud vacilante
y subiéndose los cuellos de la camisa mientras se recompone tras los
golpes).
PAULA.- ¡Que se va a liar otra vez!
BIBLIOTECARIO.- Esto va de mal en peor.
HÉRCULES.- Guaperas, no contestes a mi padre que... mira que...
CHICOLOBO.- Que, ¿qué?
ZEUS.- Hércules, déjalo, acabarías con él demasiado pronto.
CHICOLOBO.- ¿Ése? ¿Ése conmigo?
CAPERUCITA.- ¡Es que tú no escarmientas! (Levantado la barra de pan con

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gesto amenazador).
CHICOLOBO.- (Quejándose). ¡Si es que ha empezado él!
CAPERUCITA.- Te advierto, como vuelvas a mentir otra vez iré a buscarte
para darte otra lección. Ahora me voy, que tengo que prepararle el
almuerzo a mi abuela. (Riñendo nuevamente y con el dedo levantado).
¡Pero que no me entere yo!
PAULA.- ¡Espera, espera, yo también me voy!
CHICOLOBO.- ¿Y tu trabajo de animales?
PAULA.- ¡Sobre burros, lo haré sobre un par de burros que conozco!

(Caperucita y Paula se van de la escena).

BIBLIOTECARIO.- ¡Esto es increíble! ¡Lo llena todo de pan y se va tan tran-


quila! ¿Y quién deja esto ahora como dios manda?
HÉRCULES.- Papá, ¿cómo mandas tú que se quede esto?
ZEUS.- No va conmigo la cosa, se referirá a otro dios, porque yo no he orde-
nado nada.
CHICOLOBO.- Si quieres yo te echo una mano.
BIBLIOTECARIO.- Te lo agradecería. (Le da una escoba).
HÉRCULES.- Y si quieres, yo te hecho otra.
BIBLIOTECARIO.- Te lo agradezco. (Le da otra escoba).
ZEUS.- ¡No te preocupes! Esto lo recogemos nosotros ahora mismito, para
algo somos...
BIBLIOTECARIO.- ¡Eso digo yo! ¿Quiénes sois vosotros? ¿De dónde habéis
salido?
ZEUS.- Yo soy Zeus, el padre de todos los dioses, y éste es mi hijo Hércules,
un buen muchacho.
HÉRCULES.- (Barriendo). Hola, ¿qué tal?
BIBLIOTECARIO.- ¿Pero eres tú Zeus, Zeus?, ¿el Zeus de la mitología?
ZEUS.- ¡El mismito!
BIBLIOTECARIO.- ¿El de los libros?
ZEUS.- ¡El mismito!
HÉRCULES.- ¿Verdad que se conserva bien? Yo se lo digo siempre.
ZEUS.- ¡Gracias, hijo, tú tampoco estás nada mal!
HÉRCULES.- (Hace una posturita para enseñar los músculos de los brazos).

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¡Es el gimnasio!
BIBLIOTECARIO.- Pues sí que tiene músculos.
CHICOLOBO.- (Quitándole importancia). Tiene los mismos que todo el mun-
do.
HÉRCULES.- (Se acerca a él agresivamente). ¿Cómo dices?
CHICOLOBO.- (Arrepentido). Que tienes los mismos músculos que todo el
mundo solo que más grandes que todo el mundo.
HÉRCULES.- Ah... creía. ¡Soy un tipo duro, el más fuerte de todos!
ZEUS.- El chico dice la verdad.
BIBLIOTECARIO.- Ya, ya.
ZEUS.- (Riñéndole). Pero una cosa, Hércules, ¡de la semana que viene no
pasa que vayas a cortarte el pelo!
HÉRCULES.- (Quejándose como un niño pequeño). ¡Pero papá!
ZEUS.- ¡Ni papá ni nada!, ¡te pelas y punto!, ¡que tienes unas greñas!
HÉRCULES.- (A Chicolobo). ¿A que no estoy tan mal?
CHICOLOBO.- Bueno, algo largo sí que tienes el...
HÉRCULES.- (Muy agresivo). ¿A que no estoy tan mal?
CHICOLOBO.- ¡Eso se lleva mucho, señor Zeus, a la gente joven nos gusta
el pelo largo!
HÉRCULES.- (Lloriqueando). ¿Lo ves, papá?
ZEUS.- ¡Hércules, Hércules! ¡No te lo digo ni una vez más! (Al bibliotecario).
¡Esta juventud de ahora!
BIBLIOTECARIO.- ¡Cosas de chavales!
HÉRCULES.- Papá... (Zapateando y llorando)... que éste también lleva el pelo
largo... ¡Papá, porfi!
CHICOLOBO.- Sí, pero yo me lo corto todas las semanas lo que pasa es que
me crece muy rápido.
ZEUS.- ¡Ahora mismo vas y te pelas!, ¡no se hable más!
CHICOLOBO.- Mira, vente conmigo, si quieres te presento a mi peluquera y
le decimos que te corte sólo las puntas.
ZEUS.- ¡Aunque sea las puntas!
HÉRCULES.- Vale, las puntas, porque como me pele más no voy a ser el
mismo. (Hércules y Chicolobo salen de la escena).
ZEUS.- ¡Y dale con la manía de que no va a ser el mismo si se pela!
BIBLIOTECARIO.- Déjalo que se vaya, por algo se empieza.

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ZEUS.- Esto de ser padre es muy duro y más si eres padre de todos.
BIBLIOTECARIO.- ¿Cómo de todos?
ZEUS.- De todos, cuando no es uno, es otro, cuando no las niñas, ¿tiene
usted hijos?
BIBLIOTECARIO.- Dos.
ZEUS.- ¿Sólo doce?
BIBLIOTECARIO.- No, hombre, dos. (Se acerca a una estantería). ¡Toque-
mos madera!

ESCENA 4
PINOCHO, BIBLIOTECARIO, ZEUS

(Se escucha un sonido como de golpes de madera y bisagras que se abren y se cierran. Entra
un personaje con una larga nariz y cuerpecito de madera. Se mueve con dificultad).

PINOCHO.- (Lijándose las heridas y quitándose el polvo de los hombros). ¡Ya


tenía yo ganas de salir de la carpintería!
ZEUS.- ¿Y éste? ¿Lo conoce?
BIBLIOTECARIO.- Ni ideíta, yo ya no conozco a nadie; esto es increíble, vaya
gente más rara que viene hoy a la biblioteca.
ZEUS.- ¡No lo dirá por mí!
BIBLIOTECARIO.- No, hombre…, si usted es de lo más normal.
ZEUS.- Bueno, yo le dejo, que tengo que organizar una tormenta esta tarde y
debo preparar los rayos y truenos.
BIBLIOTECARIO.- Nada, vaya, vaya. (Al público). ¡De lo más normal, dice,
de lo más normal!

(Zeus sale de la escena).

PINOCHO.- (Se acerca al bibliotecario). ¡Toque, toque!, madera pura de pino.


BIBLIOTECARIO.- (Tocándolo). Pues sí que parece buena.
PINOCHO.- Total, ni una triste polilla en todos estos años.
BIBLIOTECARIO.- ¿Sabes? Tu cara me suena mucho.

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PINOCHO.- Será por la nariz, que me da mucha personalidad.
BIBLIOTECARIO.- Quizás, ¿has estado antes en esta biblioteca?
PINOCHO.- ¿Antes? (Riendo). ¡Siempre!, ¡he estado aquí siempre!
BIBLIOTECARIO.- Mira, chico, yo creo que por hoy ya es suficiente; me rin-
do, voy dentro a catalogar unos fondos, si me necesitas para algo, me
llamas.
PINOCHO.- Vale, vale, no hay problema. Yo me doy una vueltecita por aquí y
poco más. Bueno, sí, una cosilla, ¿dónde puedo encontrar información
sobre un buen barniz?
BIBLIOTECARIO.- ¿Barniz?
PINOCHO.- Sí, no me vendrá mal una manita de barniz.
BIBLIOTECARIO.- ¡Por allí, por allí, por bricolaje, en la CDU 67 ó 68…! (Sale
de escena).

ESCENA 5
LA BELLA, PINOCHO, LA BESTIA

(Entra en escena muy enfadada una señorita bella).

LA BELLA.- ¡Pinocho, ven aquí inmediatamente!


PINOCHO.- Hola, Bella.
LA BELLA.- Hola, hola. Será la única verdad que me cuentas esta vez por-
que...
PINOCHO.- Bella es que no puedo remediarlo.
LA BELLA.- ¿No puedes remediarlo? ¡Pues ya podías intentarlo!
PINOCHO.- Si lo intento, de verdad, Bella, pero es que no me sale.
LA BELLA.- Hijo, no creo que decir la verdad sea tan, pero que tan difícil.
PINOCHO.- Es que...
LA BELLA.- ¡Es que nada, Pinocho! Ésta es la última vez que me mientes.
PINOCHO.- Pero, Bella, no te pongas así...
LA BELLA.- ¡Con que estabas en el río Guadalquivir pescando!
PINOCHO.- Es que pensaba ir pero después cambié de opinión y...
LA BELLA.- ¿Sabes que te digo? ¡Que aquí te quedas!, ¡te dejo!, por mí como

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si quieres pescar con la nariz.
PINOCHO.- Pero Bella...
LA BELLA.- ¡Lo nuestro se acabó!
PINOCHO.- No, por favor, si yo te quiero mucho.
LA BELLA.- ¿Y cómo sé que esta vez no me estás mintiendo?
PINOCHO.- No, Bella, no te miento, es la pura verdad, hasta me pensaba dar
una capita de barniz para estar guapetón para ti.
LA BELLA.- ¡Lo que me faltaba! ¡Sabes perfectamente que soy alérgica al
barniz!
PINOCHO.- Pero Bella...
LA BELLA.- (Comienza a llorar). ¡Vete de aquí, por favor! ¡Vete por donde
hayas venido! ¡No vuelvas a llamarme nunca más!
PINOCHO.- ¡Dame otra oportunidad!
LA BELLA.- (Muy enfadada, saca un mechero y lo amenaza). ¡Ahora o nun-
ca!
PINOCHO.- (Asustadísimo sale corriendo). ¡No, fuego no!, ¡fuego, no!, ¡fuego,
no!

(Bella queda sola en escena llorando desconsoladamente).

LA BELLA.- ¡Todos los hombres son iguales! ¡Yo no pido tanto! Alguien que
me comprenda, que me acompañe al cine, alguien con quien compartir
mi vida ¡No pido tanto! ¡Ya ni me importa que sea guapo o feo, pero
que sea bueno!

(Se escucha “toc-toc”).

BESTIA.- (Voz en off). ¿Se puede?


LA BELLA.- ¿Si? (Mirando de un lado a otro). ¿Quién eres?
BESTIA.- Soy... soy... un hombre de esos que tú buscas.
LA BELLA.- Pero, ¿dónde estás?
BESTIA.- Aquí, abajo, en la caja. (La Bella se acerca hasta una caja que hay
en el suelo).
LA BELLA.- ¿Estás aquí?, ¿Por qué no sales?
BESTIA.- Porque nadie ha venido nunca a buscarme y no sé el camino.

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LA BELLA.- Pobre... ¡Estás olvidado!
BESTIA.- Creo que sí, aún no tengo ni un lugar en la estantería, nadie me
quiere.
LA BELLA.- Pobre... ¡Yo te buscaré! (Comienza a buscar en la caja hasta
que toma un libro, en ese instante un hombre entra de espaldas en el
escenario).
BESTIA.- Hola, muchas gracias por buscarme.
LA BELLA.- De nada, ¿cómo te llamas?
BESTIA.- Pues... como nunca me ha llamado nadie, no lo sé, ¿tú tienes nom-
bre?
LA BELLA.- Más que nombre tengo apodo: a mí me llaman “La Bella”. Oye,
¿por qué no me dejas verte?
BESTIA.- Es que soy muy vergonzoso.
LA BELLA.- Yo también, hombre, pero la vergüenza hay que superarla. (La
Bella trata de verlo y él se aparta, comienzan a dar vueltas por el esce-
nario pero La Bestia no deja que le vea).
BESTIA.- ¡No, por favor!
LA BELLA.- Te advierto que estoy acostumbrada a ver de todo.
BESTIA.- ¿De todo? Seguro que nunca has visto a nadie como yo.
LA BELLA.- No sé, he cometido muchos errores en mi vida. Lo último fue
enamorarme de un tronco.
BESTIA.- Es normal que te enamores de un chico.
LA BELLA.- No, es que es un chico pero un tronco a la vez, una historia
complicada. Pinocho se llama, ¡un tronco mentiroso que ni siente ni
padece! Y tú, ¿te has enamorado alguna vez?
BESTIA.- Nunca, nunca. Por lo menos hasta ahora...
LA BELLA.- Pues a mí me gustaría mucho enamorarme de una vez de un
buen hombre, alguien que me quiera de verdad y sobre todo que no
me engañe.
BESTIA.- ¡Yo no engaño!
LA BELLA.- Ya, pero, yo sé si me mienten o no mirando a los ojos, y tú no
dejas que te vea.
BESTIA.- Es que soy...
LA BELLA.- ¡Venga, hombre!
BESTIA.- Es que soy... un poquitín feo.
LA BELLA.- ¡Por eso no te preocupes! Pinocho tenía una nariz enorme que

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le hacía un perfil horroroso pero a mí eso no me importaba, lo que im-
porta es el interior, ¿cómo andas tú del interior?
BESTIA.- Del interior muy bien, pero lo que me falla es el exterior.
LA BELLA.- ¡No será para tanto!
BESTIA.- No sé, yo guapo, lo que se dice guapo, no me veo.
LA BELLA.- ¡No será para tanto! Vuélvete que te vea.
BESTIA.- ¡Vale, tú lo has querido!
LA BELLA.-¡Dios mío!, ¡por todos los dioses! (Se desmaya).

ESCENA 6
LA BESTIA, LA BELLA, HÉRCULES, ZEUS, BLANCANIEVES

(Entra Zeus muy rápidamente).

ZEUS.- ¿Quién me ha llamado? (Mirando a La Bestia). Pero ¿qué le ha ocu-


rrido a esta chica?
BESTIA.- Yo no quería...
ZEUS.- (Asustándose retrocede). ¡Hércules, Hércules!
HÉRCULES.- (Pelado). Dime, padre.
ZEUS.- ¿Has visto eso?
HÉRCULES.- ¡Qué horror! ¡Y luego dices tú que yo tengo el pelo largo! Y ése,
¿qué?
BESTIA.- Lo siento, yo no quiero asustar a nadie. (Acercándose a ellos).
HÉRCULES.- ¡No te acerques! ¡Te advierto que soy el más fuerte de todos
los hombres!
BESTIA.- Yo no quiero luchar, todo ha sido un malentendido.
HÉRCULES.- ¿Qué le has hecho a esta chica?
BESTIA.- Nada, nada, se ha desmayado cuando me ha visto; le advertí que
era algo feo, pero nunca creí que fuera a desmayarse.
ZEUS.- Y ahora, ¿qué hacemos? (Dándole palmaditas en la cara). No se des-
pierta.
HÉRCULES.- Yo conozco a una amiga que le pasó lo mismo, no se desperta-
ba, ¿la llamo para que nos cuente cómo despertó ella?

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BESTIA.- Por favor...
HÉRCULES.- (Por teléfono). Blanca, vente para acá, una chica está desma-
yada y no sé cómo despertarla, le ha pasado lo mismo que a ti. Estoy
en la biblioteca. Vale, te espero.

(Entra Blancanieves en la escena).

BLANCANIEVES.- ¿Es ella?


ZEUS.- Es esta chica.
BESTIA.- ¿Crees que puedes ayudarla?
BLANCANIEVES.- (Pega un salto al verlo). ¡Qué horror! ¡Y yo me quejaba
del sapo!
BESTIA.- ¿Crees que podrás ayudarla?
BLANCANIEVES.- Creo que sí, es más, creo que serás tú mismo el que la
ayude.
BESTIA.- ¿Yo? No, por mi culpa ella se desmayó, no quiero le suceda nada
malo.
BLANCANIEVES.- Tú eres su solución, debes besarla tres veces y desper-
tará.
BESTIA.- ¿Besarla?, ¿sin su permiso?, ¡me da un no sé qué!
HÉRCULES.- Venga, hombre, haz lo que te dice, que ella entiende de eso.
BLANCANIEVES.- A mí me besó un sapo y después me desperté.
ZEUS.- ¡Hazlo, no se hable más!
BESTIA.- (Acercándose a La Bella, la besa tres veces en la mejilla y ella co-
mienza a despertarse). ¿Bella?
LA BELLA.- ¡Hola!, ¿qué me ha pasado?
BESTIA.- (Se convierte en un chico guapo). Me viste y te asustaste.
LA BELLA.- ¿De ti? Pero si eres lo más bonito que he visto yo últimamente.
BESTIA.- No me engañes, sé que no es verdad.
LA BELLA.- A mí no me gusta mentir.
BLANCANIEVES.- ¿Ves como era la solución? (A La Bestia). ¡Has quedado
hecho un auténtico principito!
BESTIA.- ¿Príncipe yo?
HÉRCULES.- (Le lleva un espejo). ¡Bien guapetón que te has quedado!
ZEUS.- ¡Y sin pelo largo! ¡Ves como es mejor cortarse el pelo!

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LA BELLA.- Muchas gracias por todo, me gustaría recompensarte de alguna
manera
BESTIA.- Me conformo con un paseo juntos. (Ambos se toman de la mano y
salen de escena).
BLANCANIEVES.- Esto me suena a romance, a largo romance…
HÉRCULES.- ¡Hay que ver qué pronto lo has solucionado todo, Blanca!
BLANCANIEVES.- No he sido yo, ha sido tu imaginación.
ZEUS.- ¿Su imaginación?
BLANCANIEVES.- ¡Y tu imaginación!
HÉRCULES.- ¿Y su imaginación?
BLANCANIEVES.- Sí, porque con imaginación todo es posible.
HÉRCULES.- ¿Este teatro es posible?
BLANCANIEVES.- ¡Con imaginación!
ZEUS.- ¿Estos chicos son actores? (Entran todos los actores a escena).
BLANCANIEVES.- ¡Con imaginación!
TODOS.- (Al público). ¡Todo es posible con tu imaginación!

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