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CAPUCHANDRAJO1 —¿Sabes lo que va diciendo tu hija?

—le preguntó la reina a la


vieja comadre, nada más esta puso el pie en la habitación.
(Tatterhood, The Beautiful and the Ugly Twin No, la pordiosera no sabía nada de nada.
Sisters, AATH 711)
—Pues va diciendo que puedes hacer que yo tenga hijos, si te
da la gana —le respondió la reina.

Hubo una vez un rey y una reina que no habían tenido hijos, lo —Las reinas no deben prestar oídos a las niñas harapientas ni a
cual le causaba a la reina no poca amargura. En realidad, apenas sus cuentos chinos —dijo la comadre, y salió de la pieza dando
pasaba una hora feliz cuando ya estaba acordándose del asunto zancadas.
y su ánimo se ensombrecía. Siempre estaba lamentándose y
compadeciéndose de sí misma, y diciendo cómo estaba de Esto hizo que la reina se enfureciera, y que quisiera de nuevo
aburrida y de sola en el palacio. expulsar de sus aposentos a la zagala, pero ella seguía
asegurándole que todo lo que le había dicho era cierto.
—Si tuviésemos hijos, sí que habría animación —dijo ella.
—La reina solo tiene que darle a mi madre un sorbito o dos de
Adonde fuera en sus dominios, encontraba la bendición que alguna bebida… porque, cuando se achispe, verá cómo
Dios concedía a las gentes a través de los niños, incluso en las encuentra muy rápido el modo de ayudarla a usted.
casuchas más miserables, y allá donde llegara, siempre oía a las
beatas echando rapapolvos a los rapaces, y diciéndoles que lo La reina se preparó para hacer lo que le aconsejaba la niña, así
que habían hecho estaba mal por este o aquel motivo. Todo esto que mandó que buscaran de nuevo a la mendiga y las agasajó a
lo oía la reina, y pensaba en lo bien que estaría haciendo lo las dos con vino e hidromiel. Bebieron cuanto quisieron, y
mismo que hacían las demás mujeres. Al final, el rey y la reina verdaderamente, no tuvo que esperar demasiado, pues
adoptaron una chiquilla y se la llevaron al palacio para criarla, enseguida se le soltó la lengua. Entonces la reina planteó de
para tenerla siempre junto a sí, para amarla si hacía las cosas nuevo la pregunta que había hecho antes.
como debía y para reprenderla si se portaba mal, como si fuera —Una manera de ayudarte… Sí, puede que sepa una—, dijo la
su propia hija. pordiosera—. Su Majestad debe hacer que le traigan dos cubos
Así que un día, la chiquilla que habían adoptado como si fuese de agua una noche, justo antes de irse a dormir. En cada uno se
su hija bajó corriendo al patio del palacio y se puso a jugar con habrá de lavar, y después arrojará el agua debajo de la cama.
una manzana de oro. Justo entonces pasó por allí una vieja Cuando a la mañana siguiente se asome a mirar ahí abajo, verá
comadre, una pordiosera, acompañada por una niñita. La que dos flores habrán brotado, una de ellas hermosa y la otra
chiquilla y la rapacita de la mendiga no tardaron en hacerse muy fea. La hermosa tendrá que comérsela, mientras que la otra la
amigas y empezaron a jugar juntas, lanzándose una a la otra la dejará allí, erguida, pero mucho ojo: ¡no puede olvidarse Su
manzana dorada. Cuando la reina vio esto, sentada como estaba Majestad de la segunda!»
junto a una de las ventanas de palacio, se puso a dar golpecitos Esto es lo que dijo la mendiga.
en el cristal para que su protegida subiese. La niña obedeció al
instante, pero la mendiga también subió con ella, y cuando La reina, muy obediente, hizo cuanto le recomendaba la
estaban entrando en la alcoba de la reina, lo hicieron cogidas de comadre pedigüeña. Ordenó que le llevaran el agua en dos
la mano. Entonces, la reina reprendió a la damita, diciéndole: cubos, se lavó con esa agua y luego los vació bajo la cama.
Entonces, ¡oh, milagro!: cuando fue a mirar ahí abajo a la
—Deberías saber que tu dignidad te impide corretear e ir por mañana siguiente, vio que había dos flores. Una era fea y estaba
ahí jugando con una mocosa pordiosera y andrajosa. pocha, con todas las hojas negras, pero la otra brillaba y era muy
Y quiso expulsar de allí a la rapacita. hermosa. Era de verdad una flor muy bonita, hasta el punto de
que la reina no había visto nunca una flor parecida. Así que se
—¡Ojalá conociera la reina los poderes de mi madre! Pues si así la comió al punto. En realidad, tan dulce le supo la flor que no
fuera, no me expulsaría, dijo la zagalilla, y cuando la reina le pudo resistirse y se comió también la otra, pues pensó: «No
preguntó qué quería decir con eso, ella le dijo que su madre puede hacerme ningún daño, ni tampoco molesto a nadie.
podría conseguir que tuviera hijos si así lo elegía. La reina no Además, en todo caso, va a suceder lo que el cielo quiera.»
se lo creyó, pero la rapacita seguía en sus trece, y le repetía que
lo que decía era la pura verdad, y desafió a la reina a que Pues bien, sucedió exactamente así. Porque, al cabo de un cierto
intentase llamar a su madre para pedirle que lo hiciera. Así que tiempo, tuvieron que conducir a la reina a la cama. En primer
la reina envió a la niñita a buscar a su madre. lugar, tuvo una niña que llevaba una cuchara de palo en la mano

1Cuento popular noruego, recopilado por Peter Christen Asbjørnsen


en Norwegian Folktales (1859). Versión de: Carter, Ángela (2017)
Cuentos de hadas de Ángela Carter. Ed. Impedimenta. Madrid:
España. Trad Consuelo Rubio Alcover
y que iba montada en una cabra; era aborrecible y muy fea, y en se avergonzaban ahora de su negligencia, al ver convertida a la
el mismo momento de venir al mundo, ya soltó un berrido: gemela en ternero.

—Mamá. —Con todo, tengo asegurarme de que es imposible liberarla —


dijo.
—Si yo soy tu madre —dijo la reina—, que Dios me ampare
para enmendar mi conducta. Y se fue a pedirle al rey un barco con todo su aparejo, bien
equipado y con las bodegas llenas de víveres, aunque capitán y
—¡Oh, no te disculpes! —dijo la niña, que iba montada en la marineros pudiese darle. ¡No!: iba a tener que navegar por
cabra—, pues detrás de mí viene una más guapa. mares lejanos con su hermana, las dos solas, y como no había
Así que, al cabo de un cierto tiempo, la reina tuvo otra niña, nada que pudiera detenerla, porque su voluntad era firme,
pero esta resultó ser tan bonita y tan dulce que nadie había visto acabaron por dejarla ir.
jamás una criatura tan adorable, y con ella, como os podéis Capuchandrajo se hizo a la mar y condujo su nave hasta la tierra
figurar, la reina sí estaba contentísima. A la gemela mayor la donde habitaban las brujas. Cuando estaban frente a la costa, a
llamaron “Capuchandrajo”, pues era muy fea y siempre iba punto de alcanzar el muelle por fin, le dijo a su hermana que se
cubierta de harapos, y porque llevaba una capucha que le quedara muy quieta a bordo, mientras ella se acercaba al castillo
colgaba como un andrajo por encima de las orejas. La reina de las brujas a lomos de su cabra. Cuando llegó allí, halló
apenas se atrevía a mirarla, y las nodrizas trataron de tenerla abierta una de las ventanas de la galería, y junto a ella vio la
encerrada siempre en una habitación donde no entrase nadie cabeza de su hermana colgada del marco de la ventana, así que
más, pero todos sus esfuerzos fueron vanos, pues donde estaba hizo que su cabra brincase y se metiese por la ventana para
su gemela, la hermana menor, ella también quería estar, y nadie llegar a la galería, donde pudo hacerse con la cabeza antes de
era capaz de mantenerlas separadas. salir despavorida de nuevo. Después de ella, llegaron las brujas
Pues bien, un año, cuando las niñas ya estaban casi crecidas, para tratar de atrapar la cabeza. Se congregaron en torno a la
llegó la Nochebuena. Había un ruido espantoso, todo crujía en niña cual un enjambre de abejas u hormigas en su hormiguero,
la galería que había delante de la alcoba de la reina. Al oírlo, pero la cabra no hacía más que resoplar y soltar bufidos, y
Capuchandrajo preguntó quién estaba dando carreras y embestirlas con su cornamenta, mientras Capuchandrajo las
chocándose contra las paredes en el pasillo. molía a palos y las lanzaba contra las paredes con su cuchara de
palo, de modo que al fin la turbamulta de brujas tuvo que
—Bah, no vale la pena ni ir a preguntarlo—, respondió la reina. rendirse. Por su parte, Capuchandrajo volvió a embarcarse, le
quitó a su hermana la cabeza de ternero y le puso la suya de
Pero Capuchandrajo no daba su brazo a torcer, y repitió que
nuevo, así que quedó convertida en la muchacha que siempre
necesitaba saber de quién se trataba, así que la reina le dijo que
había sido. Después, zarpó y estuvo navegando durante mucho,
era una manada de trols y de brujas que habían ido a celebrar
muchísimo tiempo, hasta llegar al reino de un rey muy extraño.
allí la Navidad. Capuchandrajo dijo que iba a salir para
ahuyentarlos, y por mucho que la intentaron disuadir y le El rey de aquellas tierras estaba viudo y tenía un solo hijo. Así
rogaron que dejara tranquilos a los trols, ella no abandonó su que cuando vio la extraña bandera del barco que se acercaba,
idea fija de ir a espantarlos, pero le encareció mucho a la reina mandó unos mensajeros a la playa para averiguar de dónde
que tuviese cuidado de dejar las puertas bien cerradas, para que procedía y quién era el patrón. Sin embargo, cuando los
ninguna de ellas se entreabriera ni siquiera un poquito. Dicho hombres del rey llegaron, no vieron ni un alma a bordo, pues
esto, salió con su cuchara de palo y empezó a perseguir a las solo estaba Capuchandrajo, dando vueltas y más vueltas a la
brujas y a tratar de expulsarlas. Formó tal zapatiesta en la cubierta de la nave con su cabra, a toda pastilla, con el viento
galería que jamás se había oído un alboroto semejante en el azotándole los bucles de elfo. Las gentes de la corte del rey se
palacio, que chirriaba y gruñía como si todas las bisagras y las quedaron perplejas al ver aquella imagen, y se preguntaban si
vigas estuviesen a punto de descoyuntarse. no habría más tripulantes a bordo del barco. Y sí, había uno:
estaba su hermana, dijo Capuchandrajo. A ella también la
Y fijaos, no estoy seguro de poder deciros cómo ocurrió, pero
querían ver, pero a eso, Capuchandrajo respondió rotunda:
de un modo un otro, una puerta se entreabrió un poquito, solo
un poquito. Entonces, su hermana gemela quiso echar una —No.
ojeada por la rendija para ver cómo le estaban yendo las cosas
a Capuchandrajo, y para ello sacó la cabeza por el resquicio, —Nadie la podrá ver. Solo la verán si entra el rey en persona.
solo un poquitín. ¡Pumba!, una vieja bruja se asomó al instante Y después de decir esas palabras, se puso a galopar a lomos de
y le sacó de cuajo la cabeza, y en su lugar colocó la cabeza de su cabra hasta que volvió a resonar un trueno ensordecedor por
un ternero sobre los hombros de la niña, de manera que la toda la cubierta.
princesa regresó a su habitación a cuatro patas y mugiendo
como una cría de vaca, lo más deprisa que pudo. Cuando Conque los sirvientes volvieron al palacio y le dijeron al rey
Capuchandrajo regresó y vio a su hermana, les echó una buena cuanto habían visto y oído en el muelle, y el rey se dispuso a
regañina a todos los presentes, pues estaba muy enojada al ver salir de inmediato, para ver a la zagala que cabalgaba sobre una
que no habían vigilado mejor las puertas, y les preguntó si no cabra. Cuando llegó adonde estaba atracado el barco,
Capuchandrajo hizo salir a su hermana, tan hermosa y delicada Así que siguieron cabalgando un ratito más, pero el príncipe no
que el rey se enamoró hasta las médula de ella en el mismo se podía sacudir su pesar, y seguía sin decir ni palabra. Al poco
momento en que la vio. Él las llevó a ambas consigo a palacio rato, Capuchandrajo le preguntó otra vez por qué no hablaba
y quiso tomar a la hermana como esposa y convertirla en reina, con ella y lo instó a que le preguntase por qué llevaba aquella
pero Capuchandrajo dijo: «No.» Porque, según dijo, el rey no capucha gris tan fea cubriéndole la cabeza.
podría desposarla, se pusiera como se pusiera, a no ser que su
hijo el príncipe se aviniera a casarse con Capuchandrajo. Como —¿Por qué llevas esa capucha gris tan fea en la cabeza? —
os imaginaréis, el príncipe era muy reacio a hacer aquello, preguntó el príncipe.
siendo Capuchandrajo un adefesio tan poco apetecible, pero por —¿Es fea, la capucha? Pues mira, yo creo que es la corona de
fin, el rey y los demás cortesanos lo convencieron y él cedió y oro más brillante que haya adornado a reina alguna —respondió
prometió que la tomaría por esposa, aunque lo dijo totalmente a Capuchandrajo, y la capucha se convirtió en corona en ese
contrapelo, y mientras hacía aquella promesa, se le llenó el instante.
corazón de pesadumbre.
Siguieron caminando mucho rato más, y todo continuaba igual,
Y hete aquí que se pusieron ya a prepararse para la boda, pues el príncipe estaba tan entristecido que iba sentado sin
destilando licores y horneando pasteles, y cuando todo estuvo pronunciar ni un solo sonido, ni una sola frase, igual que antes.
listo, se encaminaron a la iglesia. El príncipe iba pensando que Por eso, su novia le preguntó de nuevo por qué no hablaba, y lo
aquella ceremonia iba a ser la más cansina de toda su vida. instó a que le preguntase por qué tenía una cara tan fea y tan
Encabezaba el cortejo el rey con su prometida, que estaba cenicienta.
espléndida y adorable como siempre, y todo el mundo se paraba
a mirarla: en efecto, no pudieron quitarle los ojos de encima —¡Ay! ¿Por qué tienes esa cara tan fea y tan cenicienta?
hasta que el carruaje no desapareció en una revuelta del camino.
—¿Yo, fea? —dijo la novia—, si ves guapa a mi hermana, te
Después llegó el príncipe, a caballo y flanqueado por
digo que yo soy diez veces más guapa. Entonces, ¡oh,
Capuchandrajo, que trotaba a lomos de su cabra, empuñando la
maravilla!: cuando el príncipe la miró, vio a una chica tan
cuchara de palo, y si había que juzgar por la expresión del joven,
preciosa que pensó que no debía de haber una mujer tan
aquello era más bien un funeral que una boda (además,
preciosa en el mundo entero. Después, no tenéis ni que
cualquiera habría dicho que era su propio funeral, tan
preguntármelo: el príncipe recuperó el habla y ya nunca más fue
cariacontecido se le veía, y callado como un muerto.)
por la vida triste y cabizbajo.
—Dime, ¿por qué no hablas? —le preguntó Capuchandrajo,
Se bebieron el cáliz de las nupcias, muy rápido y con gran
cuando ya llevaban un ratito cabalgando.
avidez, y después, tanto el príncipe como el rey se pusieron en
—¿Y de qué vamos a hablar, a ver? —respondió el príncipe. camino con sus respectivas esposas, pues querían ir al palacio
del padre de la princesa, y allí se celebró otro banquete de
—Bueno, pues podrías al menos preguntarme por qué voy bodas, y bebieron todos de nuevo, muy rápido y con gran
siembre a lomos de esta cabra tan fea —dijo Capuchandrajo. avidez. Había una alegría sin límites en el ambiente, y si os dais
—¿Por qué vas siempre a lomos de esa cabra tan fea? prisa y os acercáis corriendo hasta el palacio del rey, me atrevo
a asegurar que allí os tendrán guardado un sorbito de la cerveza
—¿Es fea, la cabra? Yo creo que es el caballo más espléndido de la boda, especialmente para vosotros.
que haya montado novia alguna —respondió Capuchandrajo, y
en un santiamén la cabra se convirtió en caballo, y además en el
caballo con mejor planta que el príncipe hubiese visto jamás.

Siguieron cabalgando un poco más, pero el príncipe no abría la


boca y estaba igual de apenado que antes. Capuchandrajo le
preguntó de nuevo por qué no hablaba, y cuando el príncipe
respondió que no sabía de qué tema podía hablar, ella dijo:

—Al menos podrías preguntarme por qué mientras cabalgo


llevo esta cuchara de palo tan fea en el puño.

—¿Por que llevas esa cuchara de palo tan fea en el puño?

—¿Es fea, la cuchara? No me digas… Yo creo que es de plata,


y que es la varita mágica más maravillosa que novia alguna haya
blandido jamás —dijo Capuchandrajo, que en un santiamén vio
cómo se convertía, en efecto, en una varita mágica de plata, que
refulgía con tal resplandor que puros rayos del sol parecían
emanar de ella.

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