You are on page 1of 5

Capítulo IV

BIOÉTICA, EUTANASIA Y DIGNIDAD DE LA MUERTE


2. El contexto cultural actual [853]

La práctica nazi de eutanasia programada: primer programa político de eutanasia estudiado y


puesto en práctica. Actas del proceso de Núrember, de 1939 a 1941, fueron eliminadas más de
70.000 vidas definidas como «existencias carente de valor individual». La razón que motivó aquel
programa era conjugar el racismo con el estatismo absolutista, que se hacia coincidir con los
cálculos más cínicos para aligerar los gastos de Estado, con el fin de dedicar los recursos
económicos a cubrir gastos de la guerra.

Se ha hecho notar acertadamente que no es la misma ideología que induce actualmente a


legitimar por ley la eutanasia y que se cometería un error sociológico e histórico si, polémicamente,
se estuviera el nazismo como referencia para combatirla.

Ciertamete, las razones aludidas por sus defensores actuales no coinciden con las de aquél.
Sin embargo, las teorías de los nazis y la actual ideología en favor de la eutanasia tienen un punto
en común, y es la falta de concepto de emergencia-trascendencia de la persona humana: cuando se
deteriora este valor, estrechamente vinculado con la afirmación de la existencia de un Dios
Personal, el arbitrio del hombre sobre el hombre es reivindicado por el jefe político de un régimen
absoluto o bien por las instancias del individualismo. Si la vida humana no vale por sí misma,
cualquiera puede instrumentalizarla en orden a alguna finalidad contingente. Aun cuando no exista
una sociología sistematizada del fenómeno que estamos analizando, podemos resumir las
conclusiones de los estudiosos, juristas y sociólogos, en los siguientes tres componentes o matrices
del movimiento pro-eutanasia

a) La secularización del pensamiento y de la vida

La mentalidad secularizada tiene diversas gradaciones:

 se puede expresar como justa valoración de la autonomía relativa y el valor de las


realidades temporales; se expresa también como exclusivo interés por las realidades
mundanas...

 como rechazo de toda dependencia de Dios y de la ley moral por parte del hombre.
[855]En estas dos últimas actitudes la secularización revela su incapacidad para dar sentido al
dolor y a la muerte. La muerte sólo tiene sentido si, al privar al hombre de los bienes terrenales,
abre la esperanza hacia una vida más plena. La incapacidad de dar sentido a la muerte lleva a dos
actitudes vinculadas entre sí: por una parte, se ignora y se la aleja de la conciencia de la cultura y de
la vida y, sobre todo, se la excluye como criterio de verdad y desvaloración de la existencia
cotidiana; por otro lado se la anticipa para escapar de su choque frontal con la conciencia.

«La eutanasia se vincula con el proceso de secularización que inunda a nuestra


sociedad y que se expresa, sobre todo, como forma suprema de reivindicación de la
independencia del hombre incluso (más bien, sobre todo) frente a Dios y,
consecuentemente, como trivalización del sufrimiento y como rechazo del simbolismo
religioso de la muerte»
La muerte le indica al creyente su contingencia y su dependencia primordial de Dios; pone la
vida en manos de Dios en un acto de total obediencia. La eutanasia –al igual que el suicidio – son
signos de una reivindicación del hombre de disponer plenamente de sí, de su propia vida y de su
propia muerte. Para este tipo de cultura, el dolor y el sufrimiento comportan sobre todo una carga
«desvalorizadora» y suscitan su rechazo.

La eutanasia como huida del dolor y de la agonía, se efectúa primero en el espíritu y, luego en
la sociedad y en el derecho.

[856] Como comprobación de todo lo que estamos diciendo, basta observar en qué países y en
qué contextos culturales se solicita la eutanasia: son los países de una sociedad industrializada y
secularizada.

Estado de California, cuando en 1976 se activó una ley que abrió el camino a la
despenalización de la eutanasia (Natural Death Act), previa petición del paciente(living will)
expresada como voluntad testamentaria...

El 27 de septiembre de 1977 el cantón suizo de Zúrich aprobó por referéndum una ley sobre
eutanasia.

El debate volvió a encenderse en Londres, después de que en años anteriores se habían


rechazado algunas propuestas de ley en la Cámara de los Lores. La presión de los sondeos de la
opinión pública es fuerte en Alemania y en Bélgica, agudizándose cada vez que salen a la luz casos
de piedad.

A este impulso en pro de la legalización de la eutanasia contribuyen asociaciones como le


Euthanasian Society of America, que presentó en la ONU una petición para que el derecho a la
eutanasia fuera incluido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos...

A activar este tipo de ideología contribuyó, sobre todo, el conocido Manifiesto sobre la
eutanasia publicado en el The Humanist en junio de 1974, firmado por cerca de 40 personalidades
como los premios Nobel Monod, Pauling y Thomson. Este manifiesto merece algún comentario,
porque evidencia un componente análogo a la mentalidad en favor de la eutanasia.

b) El cientificismo racionalista y humanitarista

El pensamiento cientificista, del que Monod es uno de los principales representantes, parte de
la premisa de que el conocimiento objetivo sólo es posible en el campo de la ciencia experimental:
éste sería incompatible con cualquier tipo de conocimiento que él llama subjetivo, y que, por esto,
excluiría los valores éticos, relegados por Monod al campo del mito y de la imaginación. El hombre
surgido por azar en un universo surgido a su vez del «azar» y de la «necesidad», es árbitro de sí
mismo y no tiene otra referencia fuera de su propio ser; la razón, la «científica», es la única guía y
no debe responder de su destino ante nadie. «El hombre sabe finalmente que esa solo, en la
inmensidad indiferente del Universo del que emergió por casualidad».

De estas premisas, el Manifiesto deduce con más o menos lógica: «Afirmamos que es inmoral
aceptar o imponer el sufrimiento. Creemos en el valor y en la dignidad del individuo; esto implica
que se le deje libre de decidir racionalmente sobre su propia suerte». En otros términos, hay que
proporcionar los medios de morir suave y fácilmente a cuantos estén afligidos por males incurables,
y hayan llegado a su último estadio.

«No puede haber eutanasia humanitaria excepto la que provoca una muerte rápida e
indolora y que es considerada como un beneficio por el interesado. Es cruel y bárbaro
exigir que una persona sea mantenida en vida contra su deseo, y que e le rehúse la
deseada liberación, cuando su vida ha perdido toda dignidad, belleza, significado y
perspectiva de futuro. El sufrimiento inútil es un mal que deberían evitar las sociedades
civilizadas. Recomendamos a cuantos comparten nuestro parecer firmar su “última
voluntad” en vida, preferiblemente cuando gozan todavía de buena salud, declarando
que pretenden hacer respetar su derecho a morir dignamente […] Deploramos la moral
insensible y las restricciones legales que obstaculizan analizar ese caso ético que es la
eutanasia. Apelamos a la opinión pública inteligente, para que supere los tabúes
tradicionales y tengan compasión de los sufrimientos inútiles al momento de morir.
Todo individuo tiene derecho a vivir y a morir con dignidad»
Se podría hacer notar la contradicción que subyace en este texto, que pasa de la condena de la
moral y de la ley que piden soportar el dolor, definiéndolas como crueldad, a invocar la exigencia
«ética» de la ley sobre la eutanasia, que implica suprimir anticipadamente la vida ajena.

Está claro, de todas maneras, el horizonte cultural del documento: sobre el ateísmo
materialista de fondo se instaura la pretensión de la ciencia de transformar a la muerte de «evento»,
en «acontecimiento» calculado y programado. Se ha hecho notar acertadamente que en el fondo de
estas concepciones no está sólo la falta de fe en Dios y en la vida eterna abierta al hombre, sino, tal
vez antes y más radicalmente, la muerte de la metafísica y de la ontología de la persona. Cuando el
valor «objetivo» de la persona desapareció del pensamiento occidental al triunfar las filosofías de la
inmanencia y del subjetivismo, la muerte del hombre, en su valor trascendente, estaba ya dentro de
las conciencias; el resto 8eutanasia, suicidio o violencia) vino luego lógicamente. «El humanismo es
la metafísica de la subjetividad», o sea, «la primacía indiscutible que el “yo” ha asumido en la
filosofía, en la ética, en el arte, en la política».

Cuando el hombre no advierte ya el valor trascendente de persona, no le queda sino sentirse


una cosa. La concepción personalista del hombre, mientras acepta para cualquier persona humana el
límite tiempo-mortalidad, supera sin embargo el horizonte terreno del individualismo reconociendo
el valor objetivo, trascendente de la persona y su destino ultraterreno.

c) La descompensación de la medicina entre tecnologí y humanización[859]

Los avances de la medicina han agudizado el problema de la eutanasia o, por lo menos, han
planteado con mayor evidencia el problema de la «muerte digna». Esto ha ocurrido en dos
direcciones: en la dirección del progreso tecnológico de la asistencia a los moribundos y en la de la
llamada socialización de la medicina.

La polémica suscitada en 1975 a propósito del caso de Karen Ann Quinlan puso en evidencia
el hecho de que los progresos médicos hacen cada vez más difíciles de definir las fronteras entre la
vida y la muerte, entre el coma irreversible y el reversible.

Las técnicas de reanimación permiten que muchos se recuperen prodigiosa y totalmente, pero
con frecuencia condenan a algunos a tratamientos que, más que la vida, lo que prolongan es la
agonía.

Estas situaciones límite plantean problemas éticos sobre la licitud y obligatoriedad de ciertas
intervenciones de técnicas de reanimación más allá de un determinado límite, y plantean también el
problema ético de la obligación de la asistencia humana, psicológica, a este tipo de moribundos.

La otra fuente de problemas éticos para la medicina actual está constituida por las
consecuencias de la llamada socialización de la medicina. El requerimiento de salud, apoyado por el
requerimiento del bienestar individual y social, lleva a la masificación de los hospitales y, por esto,
a la despersonalización de la asistencia sanitaria, al aislamiento del moribuno en centros de salud;
todo ello hace que sea realmente difícil al personal que presta asistencia, pasar de la simple
asistencia técnica a la asistencia humana.

You might also like