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Geografía, Geología y Arqueología

Geografía

Llanura costera

Sistema montañoso central

La falla oriental

El clima

Geología

La formación de Palestina

La formación de la falla palestiniana

Arqueología

Los pioneros

Flinders Petrie

Búsquedas interdisciplinarias

El “Carbono 14”

Geografía

Llanura costera

Durante mucho tiempo y en especial durante los


tiempos bíblicos, una gran parte de esta llanura era
insalubre y no apta para la agricultura. En efecto, a lo
largo de la costa, el cordón de dunas fue un obstáculo
para que las aguas que vienen del sistema montañoso
central llegaran al mar. De igual manera los aluviones
llenos de agua que no encontraban salida al mar, se
convertían en pantanos. Al norte de la antigua Cesarea,
el sistema de dunas no era muy importante, al sur de Asdod, las dunas ocupaban
una zona de 5 a 6 kilómetros, pero gracias a la sequía no se daba la posibilidad
de formación de pantanos.

Sistema montañoso central


Al este de la llanura costera se encuentra el sistema
montañoso central de Palestina. Ella es una
prolongación de la cadena del Líbano que cuenta a la
altura de Trípoli con unos 3000 metros y que desciende
hasta el valle del Litani que viene del valle de la Beka.
Este sistema central cuenta con variaciones radicales entre la Alta Galilea y el
Negueb.

La alta Galilea
La altura media, en el norte del país, en la Alta Galilea, es de 800 metros, pero se
puede llegar hasta mas allá de los 1000 metros, como el monte Merom (1208
m.). En la vertiente oriental, los acantilados que dominan el alto valle del Jordán,
pueden llegar a 500 o 700 metros, que luego se convierten en pendientes
rápidas.
El bosque primitivo ha resistido mas o menos bien a la tala anárquica, que
durante siglos ha caracterizado esta región, debido a que esta región fue poco
habitada en la antigüedad.

La baja Galilea
Una falla sísmica marca el límite septentrional de la baja Galilea. Aquí el macizo
es menos homogéneo y las colinas no llegan a los 500 metros. Aquí se encuentran
montes insólitos y solitarios en medio de llanuras, como el monte Turán que
divide en dos la fértil llanura de Bet-Netofa; el monte Tabor (588 metros) ubicado
al límite norte de la llanura de Yizreel y el monte Givat ha-More. Hay que agregar
a esta lista el monte Carmelo que, en su estructura central, se orienta de Sureste
a Noreste. Sobre su lado occidental, las pendientes paralelas descienden hacia la
llanura costera y terminan, a menudo, en acantilados. La vertiente oriental
domina el río Quijón.
Hacia el Este, cerca del lago, la roca calcárea está recubierta de una capa espesa
de basalto, fruto de antiguas erupciones volcánicas, entre ellas, la más reciente es
la provocada por el Djebel Druz, cuyas lavas llegaron a una zona de 100
kilómetros a la redonda, llegando por el oeste hasta la falla del Jordán. La
descomposición de la calcárea y del basalto ha generado un tipo de tierra negra,
propicia a la agricultura.

La región central
En los montes de Samaria, la altitud es mayor. A ambos lados del paso donde se
situaba la antigua Siquem, se encuentran los montes Ebal y Garizim que llegan
hasta los 900 metros. Al este, el conjunto del macizo se eleva por encima del
Ghor (la depresión del Jordán), pero se queda accesible mediante algunas
barrancas, mientras que por el oeste, algunos pasajes relativamente fáciles dan
acceso a la llanura costera. Las colinas desprovistas de vegetación en su parte
más alta, alternan con altos cubiertos de huertas. Al igual que en Galilea, los
pequeños valles interiores aprovechan las tierras que las lluvias traen de las
colinas calcáreas.
Mas hacia el sur, el sistema central toma el nombre de montes de Efraím. Los
pequeños valles interiores dejan lugar a valles más estrechos que se encuentran
en pasajes poco elevados, conformando de esta manera una vía natural entre el
norte y el sur, que ha sido utilizada desde hace miles de años. La altura de este
paso no llega a los 600 metros, sin embargo algunos montes más elevados le
dominan.
La meseta de Benjamín prolonga la montaña de Efraím hacia el sur. Una línea de
colinas de las cuales la más meridional es el Monte de los Olivos (818 metros),
forma el límite oriental, dominando las pendientes del desierto de Judea: ya
estamos aquí a la altura de Jerusalén.
Las cercanías del Negueb
El bosque que cubre las colinas se prolonga, hacia el sur, sobre la vertiente oeste
del sistema central, que toma el nombre de montes de Judá. En la parte mas alta
de la meseta, que se eleva hasta los 1000 metros cerca del Hebrón, la tierra es
propicia para el cultivo de frutales, como la viña, el olivo y el higo. A partir de la
primavera, los diferentes verdes de los follajes alternan con el blanco luminoso de
la calcárea y el color marrón de la tierra. Bruscamente, al sur del Hebrón, el
sistema central se hunde y da lugar a una serie de colinas cada vez más bajas,
que desaparecen a la altura de Berseba. Resurge, sin embargo sobre unos cien
kilómetros en el Negueb. Las estructuras más notables de esta línea de relieves
son los extendidos circos oblongos, de 10 a 35 kilómetros de largo llamados
Makhteshim; ahí las capas superiores de los pliegos, que fueron distendidas al
originarse la falla del Jordán, no resistieron la erosión que las cavó de tal manera
que en el fondo de estos circos reaparecieron las rocas primitivas, dejando en su
derredor piedras enderezadas y rotas.

La falla oriental

Al este del sistema central que se extiende de norte a


sur del país, se encuentra la falla jordana, prolongada
por la depresión del mar Muerto y la depresión del
Araba. Esta línea de fractura de la superficie terrestre,
es un eslabón de la falla profunda que se origina en
Siria, continua en la Bekaa en el Líbano y que luego de
atravesar la Palestina, se prolonga por el golfo de Eilat
y el mar Rojo, hasta terminar en los grandes lagos del
África oriental. El alto Jordán Al norte, el fondo de la depresión se encuentra
todavía a algunos centenares de metros de altitud. Aquí es donde algunas fuentes
del Jordán, particularmente las de Banias y de Dan, se unen a las de una fuente
situada más allá de la frontera libanesa, para formar el río. Esta región, hace
mucho tiempo, era la del lago Hule, rodeado de pantanos, que ahora sólo figura
en los mapas antiguos, ya que trabajos importantes substituyeron una llanura
fértil a los pantanos insalubres. Entre el antiguo lago secado y el lago de
Tiberíades, el desnivel es de unos 400 metros. El lago de Tiberíades El fondo de la
falla se hunde más todavía al llegar al lago de Tiberíades que forma una piscina
natural; lo llenan las aguas del alto Jordán y el curso inferior del río lleva las
aguas sobrantes del lago hasta el mar Muerto. A pesar de la fuerte evaporación
provocada por el clima subtropical de la región, el nivel de lago se mantiene
gracias al aporte considerable de aguas procedentes de la fundición de las nieves
del monte Hermón, llamado igualmente Siryón en el Antiguo Testamento. El bajo
Jordán El corredor, ahora, sigue descendiendo pendiente hacia el sur (en hebreo
Jordán significa “el que baja”); el ancho del río continúa siendo regular por al
menos diez kilómetros. Las tierras son fértiles y la presencia de numerosos “tells”
atestigua que fueron habitadas desde una alta antigüedad. Excavaciones recientes
que se han llevado a cabo sobre el sitio prehistórico de Ubeidiyeh demuestran la
presencia de nuestros ancestros desde el inicio de la aventura humana hace un
millón de años. Mientras que la meseta de basalto continúa al oeste sobre unos
30 kilómetros, por el este desemboca el Yarmuc que se une al Jordán luego de
una larga travesía entre valles estrechos. De vez en cuando, la depresión se
ensancha para recibir de manera provisoria un afluente del Jordán que, con los
aluviones que transporta, fertiliza el entorno. Tal es el caso del Yarmuc, a la
altura de Beth-Séan, un poco más abajo de la desembocadura del Waddi Farah.
Pasado el Waddi Farah, a medida que uno se aproxima al mar Muerto, el paisaje
es más desértico debido a la insuficiencia de lluvias. El oasis de Jericó, con sus
cultivos, palmeras y sus flores exóticas es la excepción. Esta prosperidad sólo se
debe a las fuentes cuyas aguas sanas riegan a los jardines. El mar Muerto A
algunos kilómetros de Jericó, la llanura margosa y salífera está limitada por las
paredes rocosas del desierto de Judea al oeste, la meseta transjordana al este. El
mar Muerto ocupa con sus aguas salíferas la casi totalidad de la falla que baja
hasta los 800 metros bajo el nivel del mar, mientras que la superficie del lago, se
encuentra a los 400 metros bajo el nivel del mar. Algunas veces, una fuente
aporta, como en Enfeska o Engadí, sus aguas frescas que fertilizan una modesta
llanura costera; sin embargo, y por todas partes, el paisaje es inmenso, golpeado
de manera implacable por el sol, y el calor se almacena en los acantilados que
después la irradian. Por las fallas profundas y desmenuzadas, que cortan de este
a oeste la meseta, algunos torrentes de un día vierten al mar Muerto, algunos
días al año, las aguas que corrieron sobre las partes altas, demasiado resecas
para poder absorberlas. Con la península de Lisán, al nivel de la antigua fortaleza
de Masada, el nivel del mar Muerto se eleva y su profundidad no es sino de
algunos metros. A esta altura, se ingresa a la Arabá, un valle ancho y desértico
entre el Negueb y los montes de Edom, por el cual se llega al golfo de Eilat luego
de un trayecto de 200 kilómetros.

El clima

Con algunas particularidades resultantes del relieve,


Palestina cuenta con clima subtropical. No hay más que
dos estaciones: el verano de Mayo a Octubre, y el
invierno, de Noviembre a Abril. Sólo hay lluvias durante
el invierno. El final del verano y del invierno se
caracterizan con vientos calientes que llegan del desierto.
El clima de la llanura costera es mediterráneo: caliente y húmedo en verano,
templado durante el invierno. En cuanto a las temperaturas, ellas no exceden los
28 grados en verano y rara vez caen a menos de 11 grados en invierno.

El macizo central presenta un clima mucho más rudo y sus partes mas altas son a
veces blancas de nieve. Los aguaceros son generosos y las precipitaciones oscilan
entre los 700 y los 900 milímetros por año, siendo que la vertiente occidental
goza mucho más de las lluvias que vienen del mar.

La falla oriental es la región más caliente de la Palestina, con temperaturas que


pueden llegar a los 40 grados en verano a orillas del mar Muerto. Las lluvias son
raras pero violentas, los torrentes que se forman llevan grandes cantidades de
agua que hasta cortan el trafico de las carreteras por algunas horas.

Geología

La formación de Palestina

Al final de la era secundaria, durante los últimos períodos del Cretáceo, hace unos
cien millones de años, el “mar de Thetis” recubría aún la totalidad de la Palestina.

Según el ciclo habitual de la litogénesis (formación de rocas), los sedimentos


arrancados por la erosión a los relieves emergidos de las regiones vecinas, se
depositan en el fondo del mar y constituyen bajo la acción combinada que ejercen
algunos elementos químicos disueltos en el agua y la presión que ejercen las
capas nuevas de sedimentos, las diferentes calcáreas que formarán, mucho mas
tarde lo esencial del macizo central.

Durante la era Terciaria (inicio: hace 70 millones de años) el retiro progresivo del
mar descubre el relieve, sumergido hasta entonces y durante el Plioceno (7 a 3
millones de años) que marca el final de la era Terciaria o Cenozoica. El litoral se
situaba en la base de las colinas que limitan hoy, al este, la llanura costera, la
cual a su vez se fue formando poco a poco a la vez por los aportes de arenas
africanas transportadas por el Nilo, y luego empujadas por las marejadas del
sudeste, y por una parte, por los sedimentos arrancados a los relieves emergidos
golpeados por las lluvias.
Al final de Plioceno, el nacimiento de la gran falla oriental generará cambios en el
relieve. En cuanto al trazado actual de la llanura costera, sólo se fijará un millón
de años antes de nuestra era.

La formación de la falla palestiniana

Según la “teoría de las placas” propuesta en el año 1960 par los geofísicos, la
capa superior de la corteza terrestre esta compuesta por placas móviles sobre una
capa viscosa. Para el fenómeno que nos interesa en este caso, tres de estas
placas hay que tener en consideración: la placa euroasiática (que abarca toda
Europa y Asia, con excepción de la India), la placa Africana (que desborda
ampliamente al este como al oeste el continente actual) y la placa Árabe (mucho
mas pequeña y que se encuentra entre las otras dos). El desplazamiento paralelo,
pero en sentido inverso, de las dos últimas (la placa africana se desliza hacia el
sur, mientras que la placa árabe se desliza hacia el norte) ha provocado lo que se
llama una “falla transformante”. El fenómeno comenzó hace unos 3 millones de
años.

Hace unos trescientos mil años, una importante corriente de basalto había llenado
un valle anterior, pero cuando el trabajo de la corteza terrestre hizo aparecer la
actual falla jordana, aparecieron muchos lagos de agua dulce, que se decantaron
en capas de marga de un espesor de más de 50 metros. La extensión y la
regresión de esos lagos seguían a la alternancia de períodos húmedos y períodos
más secos, correspondientes más o menos a las glaciaciones et inter-glaciaciones
conocidas en Europa durante el Cuaternario, aunque hasta la fecha ninguna
relación se haya establecido, de manera profunda, entre los dos fenómenos.

Hace unos 600.000 años, se forma un último lago, insalubre en este caso,
ocupando toda la falla del norte del lago de Tiberíades hasta el sur del actual mar
Muerto. Pero el clima más seco que se establece posteriormente sobre la región
(hace unos 50.000 años) provoca una regresión progresiva del lago, que deja a
su paso unos depósitos de marga yesosa y salífera de un espesor de 40 metros.
Mientras el lago se contrae hacia el sur, el Jordán alarga son curso sinuoso sobre
las margas descubiertas.
Las aguas del actual mar Muerto son las aguas salobres de un lago cuya salinidad
no ha dejado de crecer a consecuencia de la evaporación y la consiguiente
reducción de su volumen desde hace unos 20.000 años.
Arqueología

Las excavaciones arqueológicas han enriquecido nuestros conocimientos de los


siglos pasados. Poco a poco, las ciudades antiguas, que no eran más que un
nombre en los Atlas bíblicos, encuentran su fisonomía: aparecen las bases de una
muralla o de una puerta, las bases de un templo o de un palacio... Los museos
que se crearon sobre el sitio muestran estatuillas o vasos de cerámica fechados,
que tienen relación con uno u otro hecho que ha marcado la historia de esa
ciudad. De esta manera no son sólo piedras o restos que se visitan, sino la
historia de un pueblo que se descubre gracias a los vestigios pacientemente
exhumados y traducidos por los arqueólogos. Este trabajo, que cuenta ahora más
de un siglo, y la ciencia que recurre a diferentes disciplinas, esclarecen el
contexto histórico de la Revelación.

Los pioneros

Hace 150 años, Edward Robinson y Eli Smith se dedican a la búsqueda y la


identificación de los sitios bíblicos en Palestina. Sus pacientes investigaciones, las
preguntas a los árabes que viven en el país, les permiten establecer unas listas de
los sitios antiguos. La conservación del nombre antiguo de los lugares a través de
los siglos y, a veces, de los milenarios se debe a que desde esos tiempos lejanos
el país ha sido poblado por semitas cuyos idiomas han guardado las raíces
primitivas.

En 1865, se constituye la Palestine Exploration Found y al capitán Charles Warren,


se le encargan en nombre de la fundación las exploraciones en Jerusalén.

Flinders Petrie

Al final del siglo 19, una doble intuición hizo de Flinders Petrie (que trabajaba
sobre el túmulo El-Hesi para la Palestine Exploration Found) el padre de la
arqueología palestina. Demostró la importancia, a la vez de la apertura de un
“zanja estratigráfica” y del estudio de la cerámica para datar las diferentes capas
arqueológicas encontradas. Su intuición fue decisiva para los tiempos que
siguieron. Un tell (o túmulo), simplificando la explicación, es una superposición de
ciudades, cada una reconstruida sobre las ruinas de la anterior; se podía pensar
que al cortar un en forma vertical, aparecerían en el corte los vestigios
superpuestos des las diversas ciudades que se sucedieron una después de la otra.

En cuanto a la industria de la cerámica, que debe preceder en 2000 años la


primera metalurgia, Flinders Petrie presentía que ella había cambiado según las
edades y las regiones, permitiendo de esta manera distinguir y datar las diversas
capas en las cuales ella había sido encontrada. Pronto se comprobó que la
realidad era mucho más compleja: la reconstrucción de una ciudad sobre las
ruinas de una más antigua, podría haber ocurrido luego de un período de
abandono más o menos largo del sitio, los basamentos de un edificio nuevo
podrían haberse intercalado a los elementos arquitectónicos más antiguos, el
reempleo por los nuevos constructores de las piedras antiguas es cosa que se
observa frecuentemente. En cuanto a la cerámica, una influencia extranjera se ha
podido ejercer sobre el trabajo artesanal, llegando a generar formas compuestas.
La actividad comercial, los desplazamientos de la población, han podido generar
este intercambio y llegar las piezas mucho más allá de su lugar de origen.
Correspondió a los arqueólogos del siglo XX verificar y afinar las intuiciones de
Flinders Petrie.

Búsquedas interdisciplinarias

Hoy la “cerámica” se estudia desde diversos puntos de


vista. La constitución de la masa (el origen mineral, la
preparación, las técnicas de trabajo y de cocción), la
forma del objeto, los métodos de decoración, el
grafismo... Con esto el especialista data la cerámica,
determina su origen geográfico y de manera frecuente su uso original.

La arquitectura posee de igual manera sus métodos propios de análisis:


materiales utilizados, talla de la piedra, formas de las estructuras, elementos
decorativos... Habría que citar igualmente la epigrafía (estudio de los documentos
grabados o escritos) y en estos últimos tiempos la numismática (estudio des las
monedas). A los datos que generan las diferentes disciplinas, se adjuntan la
datación de los terrenos o de restos humanos, animales o vegetales, y los análisis
con el célebre Carbono 14.

En 1952, Miss Kathleen Kenyon, aplicaba en Jericó, una técnica de excavación


utilizada anteriormente Mortimer Wheeler. Luego de un estudio topográfico, se
divide el terreno en cuadrados de cuatro metros de lado, dejando entre ellos un
espacio de un metro de ancho. Cada cuadrado es explorado metódicamente, cada
vestigio (trozo de cerámica, monedas, elementos de construcción...) es
técnicamente descrito. Este método, hoy día está a la base de las exploraciones
arqueológicas.

El “Carbono 14”

Este método de datación fue utilizado por primera vez por el químico americano
Willard Franck Libby en 1947, quien descubrió el proceso de formación de este
isótopo del carbono en la atmósfera. Luego de su penetración en la capa de aire
que rodea la tierra, los protones de origen galáctico generan el nacimiento de
unos neutrones que, en un primer momento, se fijan sobre las moléculas de
oxígeno y de azote del aire para contribuir en seguida, a la producción del
carbono 14. De esta manera, el gas carbónico fijado por las células clorofílicas de
los vegetales superiores contienen una cantidad infinitesimal (0,00000000012%),
pero todavía mesurable, de carbono 14. Sus 14 neutrones agrupados alrededor
de 6 protones, lo diferencian del carbono 12 presente de manera mayoritaria en
la atmósfera (98,89%) y del carbono 13 igualmente presente, pero en menor
cantidad (1,108%).

Este carbono es radioactivo; mientras los vegetales están vivos, un ciclo de


formación y desintegración mantiene en ellos una radioactividad constante, pero,
en cuanto mueren, la radioactividad se reduce a la mitad cada 5568 años.
Midiendo la pérdida de radioactividad del carbono presente en las células de los
vegetales, se obtiene la fecha en la cual ellos dejaron de vivir. Los animales no
tienen la facultad de los vegetales de asimilar el carbono, pero, como los
vegetales son la fuente de alimentación de los herbívoros, el carbono se absorbe y
se fija en forma de calcárea en los huesos y los tejidos.

En realidad, el proceso es mucho más complejo, pero el tener en cuenta estos


parámetros permite una datación relativamente precisa de los restos de seres
vivos cuya antigüedad no pasa de los 40000 años.

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