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Se levantó como cada viernes, deseosa de que acabase las clases y poder

estar en casa. Últimamente no era raro verla con tristeza y pensativa,


parecía increíble ver como en un momento, en una simple visita al médico
podía significar dar un cambio radical a su vida y la de su familia.

Mientras se vestía escuchaba en el piso de abajo como su madre estaba ya


preparándose para irse a trabajar a una residencia de ancianos. Desde que
Manuel había caído enfermo, había insistido en dejar el trabajo para
atenderlo, pero Manuel se negaba, el trabajo era necesario para poder
pagar los altos costes de las medicinas que no entraban por la seguridad
social y en parte era una vía de escape y de mantener la cabeza ocupada
de María.

Azahara se miró al espejo y suspiró rendida. Su cara pálida se reflejaba en


el espejo, rodeado casi totalmente por un pelo cobrizo y rizado, ahora
despeinado y desenfadado, todo lo contrario a sus ojos, que la devolvían
una mirada verdosa y triste. Siempre había tenido esa mirada.

Normalmente, se sentía alguien ajeno y alejada de la sociedad que la


rodeaba. Escuchaba más a su cabeza y sus pensamientos que lo que
consideraba ella cosas sin importancia y superficiales como hacían el resto
de sus compañeros de clase.

Al bajar por las escaleras vio a su madre con su bolsa para irse al trabajo y
vestida ya de uniforme. Trabajaba en una residencia de ancianos y todas
las mañanas debía acudir a atenderlos. Su madre la dio una breve sonrisa
y ella la dio dos besos y se despidió de ella.

Desayunó con tranquilidad y preparó la cartera y se peinó. Siempre seguía


aquella rutina. Cuando estaba a punto de irse escuchó la puerta del cuarto
de su hermana. Se puso la cartera y estando a punto de salir vio a su
hermana pequeña, Lucía, somnolienta. Su hermana era todo lo contrario a
ella físicamente: mientras ella era de piel clara, su hermana presumía de
piel morena, más delgada que Azahara y con el pelo castaño oscuro, al
igual que sus ojos.

La saludó con un movimiento de cabeza y salió de la casa. La verdad es


que su hermana desde que había comenzado todo aquello no habían
vuelto a tener una conversación como dios manda, solamente hablaba
con palabras cortantes y se negaba a hablar de cualquier tema que tuviese
que ver con enfermedades, familia y la situación que estaban viviendo.

Andaba al amanecer hacia el autobús que la llevaría a la ciudad más


cercana para acudir al instituto, era el primer año que estudiaba lejos de
su pueblo y al parecer no había empezado con buen pie, hablaba con
gente, eso sí, pero una serie de errores en el pasado hicieron que su fama
en aquel pueblo hermoso, según ella, no fuese muy buena y apenas tenía
relación con los chicos de su pueblo.

Llegó ante la plaza donde esperaba el autobús, estaba empezando ya a


hacer frío por las mañanas y apoyándose en la pared de la pequeña
parada blanca se abrazó a sí misma mientras escuchaba de fondo a chicos
quejarse de lo temprano que era, deberes y los planes para aquel fin de
semana.

Sus amigos no iban con ella al instituto, o bien eran mayores o más
pequeños y se sentía increíblemente sola, no la gustaba abrirse de buenas
a primeras a nadie y eso suponía para ella una traba social a la hora de
hacer amigos.

Por fin el autobús se abrió y montó.

Las clases eran monótonas y bastante aburridas. Cada tres clases tenía un
recreo de unos 20 minutos que gastaba comiendo y a veces repasando
apuntes o comprando lo necesario para alguna asignatura, no se valía de
la compañía de nadie para hablar, no era necesario.

A las dos solía llegar a casa. Al llegar vio a su abuela, la madre de su padre,
que se iba ya después de haber estado acompañando a su padre durante
toda la mañana. Su madre llegaba justo un poco antes que ella y cuando
estaba su abuela no parecía tener alegría alguna en la cara. Despidió con
un seco adiós a su abuela y miró a su madre. No se llevaban bien y su
abuela simplemente mataba el tiempo en su casa cotilleando lo que podía
y soltando pestes de su madre a su padre, como de costumbre.

Era ya sabido por todos que la familia de su padre no aceptaba a su


madre, y así había sido desde hace ya más de 16 años. Resopló cuando vio
a su madre por fin cambiar la cara. Su abuela no aparentaba preocuparse
por su padre, era como si pensase realmente que no estaba enfermo ni
tampoco hacía caso a las súplicas de su madre por un poco de ayuda
económica, ya que el costo de la medicación era elevado y no podía casi
hacer frente a los pagos de casa, luz, agua y demás gastos, apenas sí
llegaban para comer.

Su hermana ya estaba comiendo cuando llegó y se sentó frente a ella. No


hablaba nada, solo se limitaba a comer en silencio y por un momento
Azahara la miró fijamente y su hermana la miró con duda y curiosidad,
pero Azahara no la dijo nada, prefería no entrar en discusión alguna.

En ese momento sonó el teléfono y lo cogió. Era su amiga Isabel.

- Dime- dijo ella en un murmullo mirando a su padre de reojo y como


hablaba sonriente con su madre.
- Esta noche tenemos planes, vamos a ir al bosque a ver la berrea,
por si te interesa- murmuró Isabel-. Y si puedes claro.
- Sí, creo que sí puedo, ¿A qué hora?- dijo con monotonía apartando
la mirada de sus padres.
- A las 10 creo que vendría bien, esta noche hay luna llena y será
mejor.
- Vale, ahí estaré.

Colgó el teléfono y le comentó a su madre la llamada y ésta algo


preocupada la miró, pero finalmente asintió y ella sonrió. Se merecía salir
un poco de casa y olvidar momentáneamente el pesar que sentía en casa
y en su alma. Sabía que su padre esa noche estaría bien ya que estaba con
su madre y si pasaba algo sería avisada de momento.
Casi a las 10 estaba ya lista. Salió de su casa con el abrigo y escuchando las
recomendaciones de su madre que se abrigase y que tuviese cuidado,
como siempre que salía de noche de casa. Quedaban como siempre
donde Isabel, así que se dirigió hacia su casa y esperando que ya hubiesen
llegado los demás. Los padres de Isabel trabajaban y podían presumir de
ganar su dinerillo a final de mes y se sentía algo abotargada cuando iba a
su casa y veía que tenía de todo y hablaban de temas que seguramente
ella no tenía idea y no podía debatir.

Estaba cruzando dos calles y en una casita de dos plantas y preciosa, no


tenía otra palabra para describir esa casa.

Cuando llegó llamo al timbre y oyó la voz de Isabel tras el telefonillo. Tras
decir que era ella, la puerta se abrió y subió las escaleras, ya que
básicamente en el piso de abajo mantenían la cochera, una cocina, un
baño y un patio con césped y piscina, sin olvidar claro una barbacoa de
ladrillo. Al llegar arriba vio ya a Lorena y a Kiko esperándola en silencio.
Les sonrió y ellos hicieron lo mismo, pero no la preguntaron, pensaban tal
vez que era mejor por un rato que ella olvidase su pesadumbre y lo que
tenía en casa.

Isabel cogió su abrigo y volvieron a bajar las escaleras, para luego salir de
la casa y montarse en el golf que tenía Kiko recién comprado ya que
acababa de conseguir el carnet.

El bosque donde debían ir estaba a las afueras del pueblo, a unos 20


kilómetros y la única forma de ir era en coche para llegar lo más rápido
posible. E ir a ese bosque de noche era una maravilla, según pensaba Zary,
era un lugar que podía notarse como en cierto modo mágico y escuchar de
fondo el agua correr del río, uno de los más largos del país y cuyas aguas
regaban aquella zona. Mientras se acercaban veía la luna llena brillar con
asombrosa luz blanca y la miró durante un momento o dos, que más daría
ella por poder tocar la luna si pudiese, el problema era que estaba a
centenares de kilómetros y solo los niños soñaban con eso. Oía a sus
amigos de fondo hablando de trabajo y de la próxima fiesta que se
celebraría, que sería los calbotes, donde todos los chicos iban a un campo
a pasar el día y se hacía todo lo que no dejaban los padres hacer a sus
hijos.

Tras pasar un pequeño puente llegaron hasta los primeros terrenos del
bosque. No solo había bosque, también extenso terreno de dehesa donde
fácilmente podrían ver a los ciervos entre los escasos alcornoques y
encinas y bajo la luz de la luna. Empezaron a ver a los animales,
reduciendo lentamente la velocidad por si se les cruzaba alguno en
aquella pequeña carretera donde apenas cabían dos coches a la misma
altura.

Algunas veces paraban cuando veían a un ciervo cerca y a veces bajaban


las ventanillas para escuchar a los ciervos con su berrido, en su época de
celo. Una de esas veces, como cada año, bajaba en un mirador donde
había una vista increíble del río y la luz de la luna bañada en el agua
oscura. Se podía bajar hasta la orilla por un caminillo, pero era mucho
camino ya que estaban en lo alto de un cerro y el río corría encajado
entre montes.

- Bajemos a la fuente, seguro que algún ciervo se esconde por allí-


dijo Isabel y todos la miraron algo curiosos-. Venga, no me digáis
que no os atrevéis…

Kiko, Lorena y Azahara se miraron en silencio y terminaron siguiendo a


Isabel por un estrecho caminillo que bajaba el cerro para que en medio de
dicho cerro estuviese una pequeña arboleda y una fuente de aspecto
antiguo con algunas mesas de camping cerca de la misma. Llegaron a la
fuente. Estaba todo demasiado oscuro y parecía estar en medio de un
mini bosque. Oyeron un ruido e Isabel se abrazó con algo de temor a
Lorena y se subían a una mesa del camping, mientras Azahara estaba en
medio de las tres mesas del camping mirando a su alrededor. Solo se
escuchaba de fondo el caer del agua de la fuente y Kiko se marchó por
entre unos árboles, en silencio y Lorena lo miraba con preocupación. Tras
unos cinco minutos en silencio y las risas nerviosas de Isabel, se oyó un
ruido de ramas y rocas rodar pendiente abajo e Isabel pegó un grito,
cerrando los ojos. Azahara vio como una cornamenta se veía entre las
hojas y luego se perdían. No tardó en volver Kiko con una sonrisa de oreja
a oreja. Seguramente había tenido algo que ver él en que aquel ciervo
huyese de allí.

- Escuché algo moverse y le vi comiendo algo del suelo- explicó Kiko


como si un héroe fuese-. En cuanto me vio salió corriendo del lugar.
Creo que no encontraremos más por aquí, vayamos a otro lado…

Las tres chicas asintieron. Subieron la pendiente y posteriormente se


montaron en el coche rojo y continuaron su camino por la carretera,
lentamente. No apartaban la vista de los lados y en cuanto escuchaban
algún ruido paraban de repente. Pasaron un par de curvas bastante
pronunciadas y llegaron donde estaba un antiguo transformador de luz,
donde había más espesura de bosque y donde solían esconderse las
madres ciervas con los cervatillos.

Bajaron del coche al alumbrar con éste a una cierva y lo más silenciosos
que pudieron. La cierva que estaba acompañada de su cría, en cuanto los
sintió, salió a buen paso en un intento de alejarse de ellos y vieron por
donde se había ido, un camino de tierra y se miraron entre ellos,
sopesando la misma idea, pero sin querer decirlo abiertamente. Azahara
les miró sonriendo levemente y dijo:

- Podemos ir y seguirla, no nos alejaremos mucho del coche

El resto asintió, ante la sorpresa de Zary y anduvieron en fila, escuchando


un búho sobre sus cabezas, en algún punto de la copa de los árboles e
inmediatamente salió de su escondite, y Zary no pudo evitar sentir un
escalofrío cuando algo se oyó en el lugar de donde había salido el búho.
Continuaron el camino y ella se desvió un momento de su camino,
mirando en torno.

Escuchó un sonido delante de ella y fijo su vista en la oscuridad que tenía


delante, curiosa. Echó una mirada atrás y dejó de ver a sus amigos, por un
momento se sintió asustada y les gritó en medio de la oscuridad, a sus
espaldas, pero nadie la respondió. De pronto fue consciente del frío que
hacía y de los sonidos del bosque, estaba empezando a asustarte en serio.
Volvió a escuchar el sonido de arbustos moverse y se quedó clavada en su
sitio. Miró en torno, no había un alma viva cerca de ella. Parecía que la
tierra había tragado a sus amigos y no había señales de ellos.

De nuevo el ruido de los arbustos sonó y miró hacia esa dirección. De


pronto de los arbustos salió un pequeño ser con patas de cabra y el
abdomen y cara de hombre. Pero no era un hombre, no podía serlo, no
era agradable su físico ni tampoco la mirada que la lanzaba. Tembló y por
todos los medios intentó no gritar para no dejar ver que estaba asustada.
No la gustaba mostrar esa debilidad. La debilidad de que tenía miedo.

El ser rio con una risa grave y su sonrisa torcida. Parecía ser un ser
hambriento y por un momento Zary pensó que ella iba a ser la suculenta
cena de ese ser.

El animal se acercó lentamente a ella. Zary simplemente no era capaz de


reaccionar, mantenía su mirada fija en el ser y sentía su corazón latir con
fuerza dentro de sus costillas. Aquel iba a ser su fin.

Cuando lo tuvo apenas a un metro escaso, cerró los ojos para no ver su
final, pero escuchó un grito lastimero y los abrió para ver qué era lo que
había ocurrido. Al abrirlos, comprobó cómo el ser estaba en el suelo y con
las patitas de cabra moviéndose con un tic, como si tuviese miedo el ser o
bien intentase levantarse sin dar pie a ser capaz de ello.

- Has tenido suerte- murmuró una voz de mujer en algún lado.

Zary miró a todos lados asustada. No veía nada a su alrededor mientras el


ser apenas se podía mover y sus patitas se movían en un intento de cobrar
el equilibrio y posiblemente seguir a lo que estaba haciendo antes de caer.

De pronto oyó como algo caía a su izquierda y miró de reojo asustada.


Aquello era muy raro y estaba segura que nadie la creería.

A su lado estaba una chica de unos 20 años se podría presumir, de piel


morena y largo cabello castaño que caía como una cascada por su espalda.
Iba vestida de marrón. Pero lo que más la asustó fue su mirada fiera y
amarilla… por un momento no pudo dejar de ver esos ojos, amarillos
tirando casi a dorado. La dio un temblor involuntario. En su mano llevaba
un arco y en el cinto llevaba una espalada corta de un solo filo.
- ¿Quién… quién eres?- preguntó en un murmullo y en un intento de
agradecer que la hubiese ayudado.
- Alguien a quien no deberías conocer, humana- dijo la chica y miró al
ser que aún estaba en el suelo-. No deberías deambular sola de
noche por estas tierras, es peligroso…
- Estaba con unos amigos- dijo ella tragando saliva-. Pero no sé dónde
se han metido, estaban aquí hace un momento…. No me has
respondido…
- Me llamo Chantal- dijo sin apartarla la mirada de sus ojos-. te he
salvado de ese Lanú que intentaba asustarte… es mejor que vuelvas
a tu pueblo.
- Está a unos 20 kilómetros, llegaría mañana casi- dijo algo extrañada
y sin apartar su miedo de su cabeza y cuerpo.

La chica la miró pensativa y terminó sonriendo maliciosa.

- Supongo que tal vez el jefe de mi pueblo pueda ayudarte- dijo la


chica morena a Zary y ésta sintió un temblor.

Si la daba terror esa chica, no se quería imaginar estar rodeada de


criaturas como ella. Aquello estaba seguro que la volvería loca en
cualquier momento.

- Tu jefe? Pueblo?- preguntó algo temblorosa en la voz


- Soy Loba- dijo la chica de ojos amarillos mirándola fijamente.
- Loba?- preguntó de nuevo
- Preguntas demasiado, humana para ser tan tímida y desconfiada-
dijo la chica morena sonriendo de lado-. Exacto, soy una Loba,
protejo los bosques de esta zona, al igual que mi pueblo.
- ¡Pero eso es imposible!- dijo de pronto Zary extrañada-. Nunca,
jamás nadie ha hablado de vosotros… además, he recorrido esta
zona un montón de veces y nunca ha habido indicios de…
- No solemos saltar al camino de alquitrán para que la gente nos
vea…- replicó la chica morena-. Creo que ya sabes suficiente…,
menos mal que el zajoril de mi poblado puede hacer algo al
respecto.
Zary abrió los ojos ampliamente mirando a la chica. Chantal la miró
divertida y luego se acercó a ella y la cogió del brazo.

- Es hora de ir a casa- dijo la morena y tiró de ella por el bosque.

Anduvieron por el bosque, ahora silencioso, extrañamente silencioso. No


había nada que pareciese extraño, excepto la chica morena que tenía al
lado y que miraba al frente con seriedad, sin reparar en ella casi si no
fuese porque la estaba agarrando del brazo.

Aquella zona no la conocía. Parecía estar en otro lugar diferente a lo que


había conocido durante años. Se estaba empezando a preguntar si
verdaderamente estaba en el bosque que conocía o de forma milagrosa o
extraña esa chica morena la había arrastrado a otro bosque sin que se
diese cuenta.

Tras un rato andando entre árboles y maleza, sintió como estaba


comenzando a cansarse y la empezaban a doler los pies. Su compañera o
captora estaba al parecer sin signos de fatiga alguna y la miró de reojo.

- Ya llegamos
- Porqué solo me he cruzado contigo y no con más de tu pueblo?-
preguntó Zary curiosa y la Loba la sonrió levemente.
- Están vigilándonos desde que comenzamos a andar- murmuró la
chica morena y Zary sintió un escalofrío-. Nos escondemos entre la
maleza, tenemos la virtud de ser silenciosos. Además que hay más
criaturas viéndonos, pero los humanos inculcáis en ellos terror y no
se dejan ver con facilidad.
- No me lo creo- dijo Zary algo ceñuda-. Si nosotros tenemos terror a
criaturas desconocidas!
- Eso crees?- dijo la morena mirándola con seriedad-. Ellos os temen
más que vosotros a ellos. Hasta nosotros llegan rumores de que
cualquier criatura encontrada es sacrificada y velada como un
trofeo por los humanos. Sois crueles con lo que no conocéis.
- Yo no soy asi- dijo ella en un hilo de voz y la morena la sonrió
levemente.
Tras un momento o dos de silencio, llegaron hasta unos árboles
enormes y tras ellos, se dibujaba una explanada con un montón de
cabañas de piedra redonda y abrió la boca asombrada. Era como las
cabañas que construían los celtas antes de la invasión romana. Lo sabía
por las lecciones de historia que daba en clase.

Además, había personas como la morena que aún estaba sujetándola


andando entre las cabañas y haciendo varios quehaceres. Se
introdujeron en el poblado y anduvieron lentamente entre la gente.
Había gente con niños, que correteaban y reían, otros lavaban la roja
en un arroyo cercano y por el cual pasaron bordeándolo, escuchando el
suave correr del agua, otros inquilinos parecían cocinar en cazuelas.
Todo en plena noche.

Chantal tiró de su brazo y bordearon hacia el interior del poblado,


donde había una cabaña más grande que las demás. De pizarra y con el
tejado de paja y ramas secas de árboles.

Chantal la soltó y se adelantó para entrar primero a la cabaña aquella.


Estando a solas, comenzó a temblar de miedo y se percató que había
gente de piel morena y ojos amarillos que la miraban curiosos y algo
recelosos.

Al poco salió Chantal y la hizo una seña para que entrase. Zary
obedeció y entró dentro de aquella construcción. Desde dentro parecía
más amplia de lo que parecía fuera. Había tapices en las paredes y
sentado en un trono de madera poco ornamentado había un hombre
con una capucha del mismo color marrón de su traje y del traje de los
pueblerinos. Sus ojos amarillos se centraron en ella y Zary tembló.
Parecía estar hurgando en su mente con solo mirarla tan fijamente y el
hombre terminó sonriendo de lado. Parecía ser anciano y sin duda
tenía porte de jefe.

- Cuál es tu nombre, humana?- preguntó el Lobo aquel y ella tragó


saliva.
- Azahara- dijo ella simplemente y miró a un lado para ver a otro
hombre vestido con el mismo atuendo que el pueblo, pero tenía un
báculo en su mano y su sombrero era algo puntiagudo.
- Porqué estabas en nuestros terrenos?- preguntó el hombre
fríamente y ella miró al suelo.
- Yo… estaba con mis amigos, viendo a una cierva, como sabe es la
época de la berrea y bueno, nos desviamos un poco del camino,
cuando me quise dar cuenta los perdí en el bosque, era como si la
tierra se los hubiese tragado.
- Zajoril, dime que piensas de esto- murmuró el Jefe al hombre
anciano que tenía al lado.
- Los Brujos tienen algo que ver, estoy seguro… ya te dije ayer, Zarion
que tuve un sueño donde un humano era capaz de conseguir lo que
jamás ninguna criatura fuimos capaces, tal vez esta sea la humana.
- Brujos?- preguntó en un susurro para sí misma Zary.
- Sí, Brujos, joven Azahara- dijo el Zajoril-. Ellos controlan el resto de
criaturas y nos ven inferiores. Todas las decisiones son tomadas por
ellos y son los que hacen que vosotros, los humanos, sufran por así
decirlo la ignorancia de que el mundo hay más criaturas que las que
conoce normalmente en la naturaleza. Tus amigos es posible que
sufriesen algún tipo de olvido a conciencia para dejarte sola, o bien
fueron apresados por los brujos… pero ese no es el tema principal
jovencita, sino por qué tú no has sufrido mal alguno y puedes
vernos sin problemas. Mandaré a un mensajero, Zarion, si te parece
bien para que Gabriel nos diga acerca de esta chica y conozcamos
así la decisión del consejo de Brujos.
- Me parece bien- dijo Zarion y volvió a mirar a Zary-. La humana
podrá quedarse esta noche aquí con nosotros, por lo menos hasta
que el mensajero tenga noticias sobre ella y sepamos que hacer al
respecto.
- Qué van a hacer conmigo?- preguntó temerosa Zary y miró a
Chantal, la cual miraba un mapa curiosa y pensativa.
- Lo que consideren los Brujos, no hay otra manera- dijo Zarios con un
deje de tristeza en la voz-. Los humanos no deben mezclarse con
nosotros y es mejor así.
- Quiero volver a mi casa- dijo Zary bajando la mirada-. Ahora.
- No es posible, no nos podemos arriesgar a que hables de nosotros-
dijo Zarion y Chantal la miró con seriedad.
- Mi padre está enfermo y mi familia debe estar preocupada-
murmuró ella con un deje de histeria-. Necesito volver, deben estar
preocupados por mí!
- Lamento que no puedas salir- dijo Zarion observando atento a la
mirada llorosa de Zary-. Pero es lo mejor para nosotros y para ti,
pues en el caso que lograses escapar y decir algo a tu familia,
tendríais un final aún peor del que te espera.

Zary apartó la mirada del Jefe de aquel poblado y cerró los ojos.

- Chantal, llévatela a tu cabaña y te hago responsable y guardiana de


ella, evita que pueda escapar.

Chantal la cogió del brazo cuando llegó hasta ella y la llevó casi a rastras
fuera de la cabaña aquella. La chica la miraba de reojo mientras Zary
parecía pensativa y con los ojos acuosos. Zary se percató que la llevaba a
la cabaña que estaba junto aquella grande y entraron por la puertecilla de
madera gruesa.

Chantal la soltó y la invitó a sentarse en unos cojines y cerró la puerta por


dentro y con un movimiento de la mano encendió la hoguera que había a
un lado de la cabaña.

- Cómo has hecho eso?- preguntó curiosa Zary mirando con los ojos
abiertos lo que había hecho la chica.
- Puedo convocar fuego- murmuró la chica morena y se sentó junto a
ella-. Lamento que te tengas que quedar aquí, y lamento lo de tu
familia…
- Da igual, espero verlos mañana- murmuró ella seria
- Qué enfermedad tiene tu padre?- murmuró la loba mirando a la
chica algo ceñuda
- Es mortal- dijo Zary-. Se podría haber salvado, pero los médicos no
se arriesgan a operarlo y solo esperamos con tristeza el tiempo que
queda. Si hubiese alguna posibilidad de salvarlo…
- Dicen que hay un pueblo que tiene casi cura para todo, se llaman
los Silvanos y viven en los bosques del norte de esa tierra. Tal vez
podrían tener alguna cura para tu padre.
- Nada puede ayudarlo- dijo Zary derramando por fin las lágrimas que
luchaban por salir desde hacía ya un rato.
- Yo confío es que sí- dijo Chantal con una breve sonrisa-. Eres una
chica poco positiva, deberías sonreír más y ser más fuerte, sabes?
- Crees que si busco a los Silvanos habrá cura?
- Si- dijo Chantal sonriendo levemente-. conocen todo tipo de plantas
y sus propiedades además que dicen que con solo tocarte pueden
curarte cualquier dolor, digo yo que al menos podrán aliviar a tu
padre de su dolor.
- Tú sabes cómo llegar?- murmuró Zary curiosa y Chantal levantó los
hombros.
- Con un mapa podría, pero somos enemigos naturales- dijo la
morena con expresión sombría-. Vivimos en bosques y nos odiamos,
nosotros cazamos y ellos son más sutiles y solo se alimentan de
vegetales y sus potingues. Procuramos no cruzarnos en su camino,
nos ven como a animales.
- Pues no pareces un animal- dijo Zary arrugando la nariz-. Supongo
que siempre habrá rivalidades en todos los sentidos y en todas las
razas.
- Eres más inteligente de lo que los Brujos creen de los humanos
sabes? Tal vez la profecía del Zajoril sea cierta y tú seas la elegida, la
desaparición de tus amigos de todas formas es extraña y yo pienso
lo mismo que el viejo y tal vez los Brujos esperan algo de ti…
- Pero no entiendo… si creen que los humanos no son inteligentes
entonces porqué envían a una misión a una humana?
- No lo sé, tal vez ponerte a prueba, quien sabe…- dijo Chantal y se
levantó de su sitio.

Zary la vio acercase a un arcón de madera que había a un lado de la


cabaña y la vio sacando algo parecido a panes. Se acercó a ella y la dio un
bollo de aquellos.

- Tal vez tengas algo de hambre- murmuró Chantal sonriendo


ampliamente-. Es una manera de darte la bienvenida, o bueno, para
mi pueblo.
- Como si fuese una más?
- Algo así- dijo Chantal con una breve sonrisa-. No te podrán atacar
ningún Lobo mientras seas una invitada, son las reglas de mi pueblo.
La manada cuida de todos los miembros y respetan a los invitados.
- Sois gente increíble- dijo Zary sonriendo-. No entiendo por qué os
escondéis de la gente…
- Porque no nos aceptarían- dijo Chantal cortante y Zary frunció algo
el ceño-. Anda, come algo que te va a sentir bien.

Zary asintió levemente y en silencio, con su cabeza y probó un bocado de


aquel bollo parecido a pan. La verdad es que estaba bueno, nunca había
probado un pan como aquel.

Tras haber comido, Chantal la señaló una pequeña cama en el suelo, que
constaba básicamente de paja y una manta por encima, por lo que pudo
comprobar. Zary se echó y cerró los ojos intentando coger el sueño
mientras Chantal se sentaba junto a la hoguera y pulía su arma con una
piedra y parecía estar inmersa en sus pensamientos.

Pero no supo cuánto tiempo había dormido cuando sintió como era
zarandeada y se levantó con un ligero dolor de huesos al no estar
acostumbrada a ese tipo de cama. Junto a ella estaba el anciano Zajoril y
Chantal, la cual miraba al anciano con preocupación.

- Qué ocurre?- preguntó curiosa Zary.


- He tenido una visión, niña…- dijo el anciano y Zary le miró con cara
de circunstancia-. Es preocupante.
- Me voy mejor- dijo Chantal de pronto y el anciano negó
vigorosamente.
- No, tú tienes aquí mucho que ver, Chantal- dijo el anciano
agarrando del brazo a la Loba-. tal vez seas una de las elegidas si tú
quieres.
- Está bien- dijo la Loba con el ceño fruncido-. Fueron imágenes?
- Algunas, solo palabras me escribieron en la mente para la humana…
escucha atenta niña.

Zary asintió y el hombre se sentó en el suelo con los ojos cerrados. De su


boca comenzó a recitar:
“Agua turbia, espíritu libre
Viaja a través del sol
Pero no evites la oscuridad
No todo el mal final
Es por odio o maldad

Sigue al sendero
De la Naturaleza
Donde los secretos escondidos
En la maleza están
Y al final de la aventura
Trece secretos encontrarás sin duda

Busca a los elementos


A los no muertos
Busca a los mágicos,
a los que aúllan
Para al fin lograr la vida
Gracias al bosque que buscas

Los silvanos te darán la cura


Y junto a ti los Trece permanecerán
Para así poder evitar
Que la noche sea oscura”

El anciano calló y estuvo un par de segundos en silencio y con los ojos


cerrados. Zary le miró sin comprender.

- Creo que me he perdido- dijo Zary sin apartar la mirada del anciano.

El anciano rio en voz baja y abrió los ojos para mirarla.

- Es normal, no vives entre el mundo que desconoces, niña- dijo el


anciano-. Pero te lo resumiré… a ti te han encomendado una misión
bastante importante y me temo que por ahora no podrás volver a
casa.
- Que!- dijo Zary asombrada y algo enfadada.
- Si- dijo el anciano-. Esto está por encima incluso de los Brujos, pues
saben tu tarea, pero ignoran el camino y quienes lo compondrán…
tu tarea es básicamente formar una Orden que luche contra el mal
en estas tierras.
- Una Orden?- preguntó ella curiosa.
- Sí, una Orden-dijo el anciano-. Tú tendrás la tarea de formar el
grupo, pero no de humanos, sino de criaturas que planten cara a los
Brujos y lograr nuestra libertad y derechos…
- Esto es demasiado- dijo Zary poniéndose en pie y negando con la
cabeza-. Yo no soy nada en vuestro mundo, no sé ni cómo
empezar… ni siquiera sé por qué me ha tocado a mí hacer esta
tarea.
- Creo que esas dudas las resolverás en el camino, mi buena humana-
murmuró el anciano con una sonrisa-. No todas las respuestas las
tengo yo, también uno mismo aprende a saberlas a cada paso que
da en el camino, tu misión es esa…
- Pero ella la gobernara? A la Orden?- preguntó Chantal curiosa.
- Creo que tiene todo lo necesario, pero esa es su decisión. Yo solo
soy un mensajero.

Chantal asintió y sonrió a Zary, cosa contraria a Zary, que miraba con
terror en su mirada al anciano Zajoril y negaba sin podérselo creer.

- Sigues sin entender que eres una clave importante niña…- dijo el
anciano negando-. Mañana mismo te pondrás en marcha, creo que
Chantal sería una estupenda ayudante y guía, así mismo la he visto
en algunas imágenes en mi mente.
- Soy guerrera- dijo chantal-. Tengo que ayudar al pueblo, no sé si soy
la indicada, Zajoril.
- Lo eres, niña, lo eres- dijo el anciano poniéndose con algo de
dificultad en pie-. Al igual que lo es ella, y te aviso niña, que los
Brujos no te dejarán el camino libre…
- No quiero hacerlo- dijo Zary con los ojos llorosos-. Mi padre está
enfermo, en cualquier momento…
- Ni lo digas- dijo el anciano con la mirada entrecerrada y agarrando
su báculo-. Tenemos otra visión de lo que es el final de camino, me
parece, pero en mi mensaje has escuchado sobre los Silvanos, ellos
te darán la cura que necesitas, no tengo duda, no por ello son
hermanos de los vegetales.

Chantal soltó una risita y Zary le miró atentamente.

- si tienen la cura lo haré- dijo Zary-. Y mi familia?


- Oh, tranquilo, mi mensajero me ha dicho que los Brujos le han
borrado la memoria a todos momentáneamente durante tu viaje,
no sabrán quien eres y la recuperaran en cuanto te vean, pero no te
aconsejo que te despidas de ellos… creéme niña, no te insistiría en
hacer esta misión si no fuese importante, te lo aseguro.

Zary bajó la mirada y se dejó caer en la cama de paja, pensativa.

- Haremos la misión- dijo Chantal-. Pero me extraña eso de no


muertos que has dicho…
- Oh, eso… bueno, el alma se alimenta de las virtudes y defectos de
nuestros amigos y enemigos, solo digo eso… y muchos enemigos lo
son por convicción y costumbre, no por derecho o acción.
- Así que habrá una Orden de todo tipo de criaturas no?
- Esencialmente sí… pero te diré algo, niña Chantal, mientras haya
una virtud que os una, los defectos son meros resquicios sin
importancia.

Chantal asintió entendiendo. Miró a Zary, la cual tenía la cara oculta en


sus manos y no hablaba.

- Es una tarea difícil para una humana- dijo Chantal mirando al Zajoril
- Es difícil, sí, pero no imposible, querida niña- dijo el anciano-. Y si
me disculpáis, he de avisar a tu padre Zarion el mensaje y vuestra
decisión.

Chantal asintió y Zary la miró asombrada. La chica morena simplemente se


dispuso a sonreír a Zary con naturalidad.
Zary seguía a todos lados a Chantal sin saber muy bien qué hacer. El sol
brillaba sobre sus cabezas y los seres de aquel poblado estaban a sus
tareas, demasiado arcaicas de lo que conocía. No se imaginaba a mujeres
cocinando con pucheros bastante viejos y antiguos, lavar la ropa en el
riachuelo a mano y a los hombres con herramientas rudimentarias y no
eléctricas como estaba acostumbraba a ver en su casa o en los principales
talleres del pueblo.

Vio a Chantal coger algo parecido a un saco y andando por el poblado


cogiendo algunas prendas, que seguramente la pertenecerían y alimento
como el que comió la noche anterior. Llegó hasta la zona de hombres y
Zary se fijó en que eran hombres musculosos y bastante hermosos en su
opinión, la mayoría tenía su pecho descubierto ante la necesidad de
librarse del sofoco del calor ante el trabajo que estaban haciendo de forja
y carpintería principalmente. Chantal cogió un arma corta y se la dio a
Zary.

La chica de ojos verdes la miró sin comprender y algo nerviosa por tener
un arma en las manos.

- Es para ti- murmuró Chantal sonriendo levemente-. el Zajoril lo


pidió para ti y bueno, no es muy grande, pero está afilada y te
servirá para protegerte de cualquier peligro.
- Yo no me voy usando una de estas- dijo ella con seriedad.
- Entonces cuál?- preguntó Chantal curiosa
- En realidad ninguna de estas armas.

Chantal la miró pensativa y levantó finalmente los hombros.

- Pues no hay otra…- murmuró Chantal-. Aun así llevaré dos arcos por
si te apetece aprender a tirar con arco y flechas de sobra.

Zary asintió no muy convencida y un hombre la tendió un trozo de cuerpo


y ella le miró curiosa. Era de color marrón y parecía estar poco trabajado.

- Es para que tengas tu espada en el cinto- dijo Chantal.


- Ah, vale- dijo ella sonriendo levemente al hombre, que enseguida
volvió a su trabajo.
- Bueno, estamos listas para irnos…- dijo Chantal volviendo a su
castro-. Necesitas tú llevarte algo más?
- No- dijo Zary negando con la cabeza y esperó fuera mientras
Chantal entraba en la tienda.

No tardó mucho en salir con la bolsa a cuestas y un par de arcos y una


espada larga en su cinto.

- Ya me despedí de mi padre, a mi manera…- dijo ella con una risita y


Zary la miró sin entender, pero prefería no preguntar nada.

Salieron del poblado ante la despedida de algunos niños que la decían


adiós con la mano.

Tras un rato andando entre matorrales, se preguntaba dónde iban


realmente y si era posible encontrarse con algún humano. Pararon junto a
una piedra sin ver señal de vida alguna de algún humano como ella o
alguna criatura. Todo parecía tranquilo y sereno.

- Chantal…- dijo Zary y la morena la miró curiosa-. Dónde vamos?


- A ver a los Tartesios- dijo la Loba sonriendo ampliamente.

Zary la miró con mirada entrecerrada. Había oído hablar de ese pueblo,
pero nada se sabía de ellos, nada de nada, se los había tragado la tierra un
buen día y solo se había encontrado escasos yacimientos sobre ellos y el
famoso tesoro de Aliseda. Pero eran humano como ella, no concebía la
idea de que realmente hubiese un pueblo escondido en lo más profundo
de Andalucía y el sur de Extremadura.

- No pueden existir- dijo Zary mirando al suelo un poco extrañada


- Existen- murmuró Loba y pegó un mordisco de su bollo que acababa
de sacar de su bolsa-. Solo que ellos no son como vosotros, los
humanos, saben más allá y nos conocen, a los que llamáis criaturas,
además según el Zajoril ellos pueden darnos información buena,
mejores armas y una persona nos espera allí para unirse al camino.
- En serio?- preguntó Zary negando asombrada-. Quién es?
- No lo sé, tenemos que saber quién es, lo único que me dijo el
anciano era que alguien de fuego iba a ayudarnos
Zary no la respondió. No sabía ni qué decirla. Aquello la parecía a cada
momento más extraño y estaba segura que no se hartaría de asombrarse
en los próximos días.

Tras la austera comida reemprendieron su camino. No sabía dónde debían


estar. Preguntó a Chantal y ésta sacó un mapa hecho de piel, pero lo
curioso de todo era que no era un mapa de España como conocía, sino
más bien parecía ser de límites indefinidos y los pueblos estaban en
castellano, sí, pero algunas zonas en vez de poner regiones había
anotaciones sobre las criaturas que encontrarían allí. Era bastante curioso.

- Yo quiero uno de estos- dijo Zary mirando el mapa.


- Si salimos de esta, seguramente te dejaran tener uno. Mi pueblo
tiene varios y los brujos tienen más todavía, incluso del mundo
entero…
- Es increíble- dijo Zary asombrada-. Pero exactamente dónde
estamos?

Chantal miró en torno sonriente y volvió a mirar al mapa.

- Bueno, en un punto pasando la ciudad que hay cerca de tu pueblo.

Zary resopló. Si pensaban recorrer todo el país desde luego iban a tardar
mucho en llegar a casa. Pero tenía que darse prisa y llegar antes de que en
su familia hubiese una tragedia. No quería hacer un camino en vano y que
la muerte de su padre la sorprendiese cuando llegase a casa.

Aquella noche Chantal sacó una saca de su bolsa de viaje e hizo una
especie de tienda de campaña, pero muy rudimentario y de cuero. Zary
negó ante la visión. Echaba de menos la modernidad. Ser como era
Chantal debía ser bastante difícil, sobre todo la forma de vida. La morena
la dio un caso para que se arropase y se dispuso a hacer una hoguera para
ahuyentar, según decía, a las posibles criaturas que se acercasen.

Zary tembló al recordar al bichejo feo que casi la atacó, con las patas de
cabra y bastante horrible y asintió y ayudó a recoger ramitas para hacer la
hoguera. Aunque la duda recorría su mente. Era raro que nadie las viese
en el transcurso de un paseo o vigilancia por aquellas tierras.
Durante el día habían saltado vallas de campos con dueños y muros de
pizarra y los animales ni se inmutaban ante la presencia de ambas chicas,
de igual manera los coches que pasaban por la carretera cercana a los
campos parecían no darse cuenta de que ellas estaban allí; porque no era
lógico ver a una chica normal junto a una chica morena, de ojos amarillos
y con pinta de ser casi india y con una vestimenta basada en el coser de
pieles de animales.

Finalmente se echó en su saco y cerró los ojos pensando en dormir, sabía


que mañana sería un día difícil y no la quedaba más remedio que intentar
descansar, aunque sabía que sus sueños desde hace tiempo estaban algo
alterados por la situación de su padre y lo que estaba viviendo tampoco
dejaría a su mente descansar por varias horas con tranquilidad.

No sabía cuánto tiempo había estado andando. Llevaba desde hace días
las mismas rutinas, levantarse, andar, comer, volver a andar, cenar y
dormir. Había perdido la cuenta de los días que llevaban andando y estaba
sinceramente ya bastante agotada. Cuando se la acabaron los suministros,
Chantal se había dispuesto a cazar algún que otro jabalí o ciervo en su
paso hacia el sur, o bien pescando en riachuelos, pantanos o ríos.

Igualmente la había intentado enseñar algo del manejo de la espada, o


más bien la mini espada, puesto que la suya no era tan enorme como la de
Chantal. Todo constaba de mantener el equilibrio del cuerpo y formar un
ángulo recto inicialmente entre el brazo extendido y el resto del cuerpo,
básicamente eso.

Chantal parecía intentar darla siempre, pero por fortuna frenaba a escasos
milímetros de su cuello, o corazón o brazo. Acababa agotada de esas esas
sesiones y en una de ellas estaba ya enfadada y ceñuda mirando a una
tranquila Chantal riéndose de su esfuerzo.

- Porqué nunca chocas las espadas?- preguntó curiosa.


- La tuya es demasiado corta, Azahara- murmuró Chantal señalando
con su espada la pequeña espada de Zary-. Además en los combates
reales con espada no se chocan, el principal motivo de luchar con
ellas es dar en el blanco y a ser posible algo blando.
- Entonces no son como en las películas- murmuró para sí Zary
asombrada y Chantal la miró sin entender-. Cosas de humanos. Así
que básicamente es para hacer daño directamente y no chocarlas…
he perdido el tiempo!

Chantal comenzó a reír de nuevo y asintió.

- Así mismo, el escudo es para evitar que el contrincante de en el sitio


blando me entiendes?
- Te entiendo…- dijo Zary ceñuda y muy convencida-. Vamos a
intentarlo de nuevo.
- No, no creo que debieras, estás muy cansada- dijo Chantal con
seriedad en ese momento y mirando con curiosidad a la chica-.
Mejor lo dejamos para otro día.
- Insisto- dijo Zary mirándola a los ojos y Chantal levantó los
hombros-. No quiero volver a sentirme una inútil si me vuelve a
atacar alguna otra criatura.
- Es valeroso lo que haces, pero recuerda, Azahara, sólo matarás por
necesidad, nunca por placer.

Zary la miró sin comprender y sintió algo de temor ante la furia de la


mirada de Chantal, en contraposición con la relajación del cuerpo de la
chica.

- No voy a matar a nadie ni a nada por placer- dijo Zary con un


murmullo-. Solo para defenderme y en el peor de los casos para
comer. Porqué me cuentas esto?
- Porque no serías la primera humana que mata por placer, por
deporte o trofeo- murmuró Chantal metiendo su espada en el cinto-
. No sabes las veces que he tenido que ver a cazadores humanos
con esas armas de fuego disparar a ciervos y jabalíes, incluso zorros
y no he podido hacer nada, solo observar con furia como mataban
por el simple hecho de sentirse más poderosos, sin saber que
realmente son peores animales que aquellos que matan.
- Sí, bueno, yo había escuchado algo así, pero yo no soy como ellos,
no me gusta abusar de débiles ni animales.
- Tal vez sea una de las razones de las que estés aquí- dijo Chantal
sonriendo levemente y la puso una mano en el hombro.

Por lo que sabían, acababan de pasar la frontera de su región y estaban ya


casi en la zona de influencia de los Tartesios. Estaba deseosa de saber de
esa gente, saber cómo lo hacían para pasar desapercibidos de la sociedad,
de saber por qué un día desaparecieron de la faz de la tierra sin motivo
alguno a pesar de ser uno de los pueblos más prósperos antes de la
dominación romana.

No tardaron ni un día en sentir que cosas se movían a su alrededor


escondidos entre los parajes. Zary no dejaba de mirar a todos lados
curiosa y recelosa. Tenía la vaga sensación de que estaban siendo vigilada,
en contraposición de Chantal, que se mostraba tranquila y con una breve
sonrisa ante la actitud de la adolescente.

- Nos están siguiendo?- preguntó Zary mirando a Chantal ya tras un


tiempo algo nerviosa.
- Si- dijo la chica morena y Zary sintió un escalofrío-. Tal vez sean los
tartesios que ya saben de nuestra presencia en sus tierras.
- Oh, bien- dijo Zary pensativa-. Y son peligrosos?
- Oh, no, tranquila, humana- murmuró Chantal ampliando su sonrisa-.
No suelen ser muy amables con los humanos, pero a estas alturas
deben saber que si tú estás conmigo es que eres especial.
- Eso espero- dijo Zary un poco encogida-. No me gustaría para nada
que me viesen como una intrusa.

Chantal rio divertida y negando levemente. Entraron en una zona de


tupidos árboles cuando sintieron ruidos a su alrededor. Chantal sacó su
espada de su cinto y miró en torno con mirada fiera y recelosa. Zary se
puso tras ella y sacó su pequeña espada para defenderse si ocurría el caso.

Tras un momento de profundo silencio, tenso y en el cual se habían


detenido el movimiento de las ramas, y en el que las dos chicas estaban
mirando de un lado a otro esperando cualquier ataque o emboscada,
aparecieron unos hombritos de apenas un metro treinta entre la maleza y
Zary les miró curiosa y por un momento se olvidó del arma que tenía
encima y les miraba fijamente, sopesando si eran o no el pueblo perdido.

Uno de los hombritos, vestidos con túnicas de color grisáceo se adelantó


mientras no las quitaba la mirada. De las manos de la visita había
machetes y hachas y al parecer bastante afiladas.

- Sois la Loba y la Humana?- preguntó el hombre que se había


adelantado.

Parecía ser de avanzada edad, por su pelo cano y arrugas variadas en su


rostro, además tenía barba de un par de días y su mirada verde clara daba
algo de miedo.

- Si- dijo Chantal con tranquilidad-. Solicitamos hablar con vuestro


jefe.
- Ya nos avisaron que vendrían- dijo el mismo hombre-. Mi nombre es
Crallón y les guiaré hasta el jefe de mi pueblo.

Chantal asintió secamente y los hombres las dieron las espaldas para
andar hacia la dirección donde iban ellas. No tardó Zary en darse cuenta
que mientras andaban, aparecían cabezas de esos hombres o se movía la
maleza, y apostados andaban con sus armas desenvainadas por fuera de
ellas más de esos hombres. El hombre que las había hablado andaba
justamente delante de ellas y parecía no querer contactar comunicación
con ellas. Zary miró de reojo a Chantal y la Loba la miró de igual manera y
la sonrió levemente, dando a entender que no se tenía que preocupar por
nada.

No supo cuánto tiempo estuvieron andando, rodeada de esos hombres,


cuando llegaron a la orilla de aquel bosque y lo que vio la dejó impactada.
Había una gran cuidad blanquecina tras una gran muralla igual de blanca.

Dos enormes gigantes de piedra estaban apostados dando la bienvenida a


los huéspedes e invitados y seguramente haciendo presagiar mal augurio
a aquellos que viniesen a atacar la ciudad. Zary mientras se acercaba
levantaba la cabeza para observarlos embelesada y como crecían en
estatura mientras se acercaban a la entrada de la muralla que tenían
frente a ellas. Los gigantes iban vestidos de guerreros y tenían barba, era
lo único que terminó a alcanzar a ver, puesto que si no medían sus diez
buenos metros, no medían nada.

Nada más entrar, había dos guardas apostados a ambos lados de la


puertas con altas lanzas y bastante puntiagudas. Lo primero que pensó
Zary era que quien fuese pinchado por esa arma lo iba a pasar muy mal,
mientras Chantal miraba al frente con pasmosa tranquilidad, como si no
se asombrase de lo que veía.

- Tú ya has estado aquí?- preguntó Zary curiosa y Chantal negó con


seriedad
- Se nota que eres humana, todo esto te asombra- dijo sin mirarla
siquiera y Zary levantó los hombros-. No saques en ningún
momento el arma y solo responde cuando te lo pregunten.
- Vale- dijo la chica en un susurro y volvió a mirar hacia delante.

Los guardias les hicieron pasar y continuaron esa rara procesión. Mientras
cruzaban hacia un puente que se veía a los lejos frente a ellas, vio como
las casas que había eran bastante antiguas y rudimentarias, hechas sobre
todo en las paredes de adobe, pizarra y piedra y los techos de paja o basto
ramaje. La gente que paseaba por aquellos lugares no parecía ser muy
rica, con sus ropas de lino o lana y bastas túnicas de color marrón o
grisáceo en su mayoría y el suelo era de arena o tierra.

Tuvo que hacerse a un lado cuando unos niños cruzaron riendo por su
lado con algo parecido a una pelota hecha al parecer y según veía, de tripa
de animal. Ojala la sociedad en la que vivía ella todavía supiesen lo que
era jugar en una calle con algo menos que una pelota en condiciones.

Algunos curiosos que pasaban cerca de ellos miraban a Chantal y a ella


con curiosidad marcada y bastante descarada, mirándolas fijamente y
señalándolas con la mano. Seguramente no habían visto en su vida a una
Loba y a una humana tan cerca o más bien, dentro del pueblo, visto el
hermetismo en que se ocultaba aquel pueblo.
Cuando llegaron al puente, no tardó en darse cuenta que había otra
especie de calle al otro lado de puente y estaba empezando a pensar que
posiblemente la ciudad fuese concéntrica, es decir, el rio o lago que
estaba sobre la ciudad había hecho círculos concéntricos y la gente había
cambiado la forma de la ciudad con este propósito, como murallas
naturales añadidas a las levantadas con dura piedra y granito para
protección de la ciudad.

Era asombroso como aquella gente no hablaba nada. Los guardias no


hablaban nada y no parecían notar siquiera la presencia de las chicas, pero
sabía que era mala idea separarse de aquel grupo. Pasaron el puente de
piedra blanca mirando el agua azulada que había bajos sus pies por el
poco espacio que tenía entre los guardias. No tenía claro si era un lago o
un rio, luego le preguntaría a Chantal.

Llegaron ante el segundo trazo concéntrico de tierra y aquello parecía ser


el propio mercadillo de su pueblo. Había más gente y éstas hablaban en
voz más alta y más entusiasta mirando los puestos. Era increíble como en
aquel lugar que apenas conocía el mundo las costumbres se asemejaban a
éste, puesto que era normal en un mercado tener una carpa y con sus
típicos vendedores gritando precios y productos.

Pero aun así, no era ni parecido a los puestos que aún se exponían en su
pueblo los domingos. No había venta de pollos fritos recién hechos, ni
ropa barata, sino era increíble cómo se vendían gallinas y gallos que
profijaban un quejido cuando el dueño los agarraba con las manos y se lo
ofrecían a los compradores, cómo había venta de lana y telares en grandes
rollos, cómo de igual manera como la realidad se vendían hortalizas y
tubérculos y además una cosa que la encantaba y aún tenía constancia
que se hacía en los adaptados mercadillos medievales en pleno siglo XXI
en algunas de las ciudades que conocía, como la venta de quesos y
charcutería propia de su país. En ese entonces se dio cuenta que su
estómago rugía hambriento y Chantal soltó una risita al parecer
percatándose de dicho ruido.

Sin duda juraría que era de las zonas más ruidosas de la ciudad.
Volvieron a llegar ante un puente tras pasar una pequeña muralla blanca
como la leche y se percató que el puente era mucho más labrado y
refinado que los otros anteriores y por su cabeza pasó que estaba cerca de
la zona más importante de la ciudad. Pasaron el puente, más estrecho que
los anteriores porque sencillamente por allí no había rastro alguno de que
pasase algún carro con animales o cargas enormes de peso. El guardia que
estaba a la cabeza del grupo miró atrás y dijo:

- La zona donde vamos ahora es la parte central de la ciudad y zona


sagrada para los habitantes de esta ciudad. No se permite tocar
ninguna escultura, ni gritar, ni blasfemar a la Madre Naturaleza o
alguno de los dioses menores. El alcalde de la ciudad estará
esperándonos en su palacio y tampoco toleraremos preguntas y
comentarios inconvenientes.

Zary y Chantal asintieron secamente mirando atentamente al hombre y


procuraron no decir nada. No eran enemigos, pero una palabra en falso y
sabían que estarían en problemas.

Cruzaron en puente y entraron en el último círculo de muralla, mucho más


gruesa que las anteriores y con bajorrelieves a lo largo del arco de
traspaso de la muralla.

Zary miraba arriba, a las imágenes en piedra de guerras y ofrendas que


habían sido talladas sobre el arco. Y volvió a mirar hacia delante, donde no
tardó en percatarse que el suelo estaba adoquinado de granito y ahora
entendía en parte por qué no corrían carros por allí, todo estaba impoluto,
realmente así era el aspecto de una zona sagrada.

En el medio de la inmediata plaza donde estaban, había un pedestal con


un toro y lo miró curiosa.

- Es uno de los dioses- dijo Chantal en voz baja-. Adoran el toro y una
vez al año suelen hacer una ofreda matando a este animal y
ofreciéndoselo a los dioses.
- Es increíble que las costumbres no cambien- dijo Zary con una
sonrisita ladeada.
- No, no cambian, solo olvidamos porqué aparecieron- dijo Chantal y
Zary la miró y asintió dándola la razón.

Tras el pedestal había un palacio y el guardia volvió a mirarlas y dijo:

- Esa es la casa del señor Alcalde- murmuró mientras bordaban el


pedestal con el toro de piedra-. Seáis bienvenidas, aquí ya termina
mi recorrido con ustedes.
- Pensaba… pensaba que nos acompañaría hasta dentro- dijo Zary
curiosa y el hombre rio fríamente
- Tranquila, humana, si no lo hacéis e intentáis iros, no llegaréis muy
lejos vivas.
- Eso me tranquiliza- dijo irónica Zary en voz baja.

Entraron bajo el arco de una gran puerta. No había una casa como aquella
que habían visto, toda de mármol. Entraron por el oscuro pasillo tras pasar
la puerta. De repente, la luz se hizo en el interior encendiéndose las
antorchas que había en unas columnas sin que nadie las encendiese y Zary
pegó un respingo ante ese hecho.

Miraron a ambos lados para ver como el lugar era igualmente de mármol,
pero en tonos grisáceos y con varias hileras de columnas a lo largo del
lugar.

Chantal la miró con seriedad y comenzó a andar hacia delante. Zary, algo
temerosa de quedarse atrás, apuró el paso hasta llegar a ella, notando
como sus pies hacían eco en el lugar al andar. Se puso a la misma altura
que Chantal y susurró:

- No pensé que esto fuese así- pero su voz baja era en vano, había
eco y se propagaba por el lugar su fémina voz.
- Esto creo que antes era un templo- dijo Chantal simplemente,
sabiendo que no debían hablar más de la cuenta y que sospechaba
que estaban siendo vigiladas-. Estamos siendo vigiladas.

Zary abrió más los ojos y la miró algo asustada. No veían más allá que las
hileras de columnas que las rodeaban. Cualquiera podría estar entre las
sombras acechándolas.

Chantal paró en seco y vio al fondo algo parecido a un trono, de reluciente


oro y respaldo negro. Entrecerró los ojos mirando dicho trono y luego
miró a ambos lados, aquello era sumamente extraño.

- No se supone que debería haber una corte o algo así?- preguntó en


un susurro Zary y Chantal asintió secamente-. Y el alcalde?
- No lo sé- dijo Chantal.

Zary avanzó un par de pasos más en el pleno silencio del lugar. Había algo
que la inquietaba mucho y no supo de donde había sacado el valor para
sentir la curiosidad de acercarse al trono aquel. Todo era muy extraño.

- Azahara, no te acerques más- la advirtió Chantal, pero Zary seguía


avanzando a paso lento hacia aquel trono oscuro y dorado.

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