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BREVE COMENTARIO SOBRE EL TEATRO CRÍTICO UNIVERSAL DE FRAY JERÓNIMO BENITO

FEIJOO

César Chávez Bonilla

El mundo que nos rodea ha estado, desde tiempos que no se pueden recordar,

cifrado en términos de lo mítico y lo que puede considerarse como más bien

científico. Las explicaciones que damos a los fenómenos que nos rodean han

precisado una constante alimentación por parte de las creencias colectivas, es decir,

por parte de una serie de “conocimientos” que no están basados en los resultados

de la observación objetiva, sino en un entramado de muy complejo de ideas

firmemente asentadas y, por lo tanto, difíciles de tener por inaceptables, aun cuando

éstas sean de lo más inverosímiles.

La de Fray Benito Jerónimo Feijoo, en su Teatro Crítico Universal, es una

literatura del desengaño. Pretende, abordando una gama muy diversa de materias,

desmentir las creencias colectivas, implantando así una forma de pensar y un

conocimiento que estén basados en la observación clara, más científica y objetiva.

Fray Benito sabe bien, pues así lo menciona en su prólogo al lector, que si

bien los falsos “conocimientos” son de por sí demasiados, existe uno que podría ser

el gobernante y sostén de todos ellos. Éste yace en la conciencia colectiva, o quizás

inconciencia colectiva. Critica necesariamente la voz popular, diciendo que es el

pueblo, el vulgo, el que concede en primer lugar todas éstas cosas equívocas, todos

estos errores comunes, como el mismo decide llamarlos. Y si es en la voz popular


donde yacen todos estos errores que ameritan desengaño, hay que empezar por

allí; y es justo lo que hace el benedictino.

Es cierto que la pugna entre la religión y la ciencia lleva también muchísimo

tiempo de vigencia en la historia general del hombre. Pero son notables las

relaciones de éstas dos a lo largo del tiempo. Por ejemplo, no era de la mano del

dios que escribía Lucrecio sobre la naturaleza de las cosas, su poema que también

desengañaba tantas creencias equívocas. Y el Fray en el nombre de Benito deja

claro que el benedictino necesariamente cumple con su labor religiosa; sin

desligarse de su devoción, se inscribe como un divulgador de la ciencia. Para

terminar la ilustración, acaso valga la pena traer a cuento dos nombres más bien

contemporáneos: Carl Sagan y Neil deGrasse Tyson. Ambos astrofísicos y

divulgadores de la ciencia estadounidenses. Carl Sagan, quien fue tutor del primero,

comenzó a hacer su labor de divulgación con una postura más bien agnóstica,

declarando que no se puede estar cierto o incierto del todo con respecto a lo

religioso; pero también retoma como muy valiosos algunos aspectos de la filosofía

hindú (esto es necesariamente la religión) al momento de explicar algunos

conceptos. Por su parte Tyson descuella, hasta el día de hoy, en la famosa lid que

los hombres de ciencia y los creacionistas se traen. Tyson, al contrario de Feijoo,

llega a hacer su labor científica más bien lejos de cualquier idea de dios, teniéndola

ya hasta por peligrosa y viciosa. Sagan se aleja prudentemente sin desdeñarla.

De este modo, se observa cómo la labor de divulgación científica ha tomado

distintas formas a lo largo de la historia, pero acaso siempre una misma intención

que, desde mi punto de vista, jamás será abyecta.

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