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1.

CONCEPTO
Encontramos en. Nuestro Código Procesal -la regulación de lo que llama ejecución
colectiva y en ella comprende a los concursos (voluntario y forzoso) de acreedores
y a la quiebra. No distingue nuestro sistema, como lo hacen otras legislaciones, la
aplicabilidad de los concursos a los. deudores civiles y la de la quiebra a los
deudores comerciantes. No hay ninguna diferencia en la ejecución colectiva
contemplada en el Código ni en relación a la persona del deudor ni tampoco en
cuanto a la naturaleza de la deuda.
Se trata de procesos de ejecución colectiva y universal. Lo primero, porque quien
ejecuta no es solamente un acreedor sino varios; y lo segundo, porque el objeto
mismo de la ejecución es un patrimonio, el del deudor, que comprende la totalidad
de sus bienes, con ciertas excepciones, el cual- será distribuido en la forma que
establece la ley para el pago- de lo adeudado a los acreedores. Se parte de la
consideración de que el patrimonio del deudor es la garantía común de sus
acreedores y se considera la posibilidad de que la acción individual de los
acreedores absorba en su totalidad o casi completamente dicho patrimonio,
haciendo ilusorios los derechos de los acreedores cuyos créditos aún no están
satisfechos. En estos casos, en los cuales se presenta el peligro de ejecuciones
individuales que consuman el activo de un deudor, ¿sin que esté cubierto
totalmente? su pasivo, las leyes establecen esta clase de procedimientos, que por
su- naturaleza se han llamado colectivos. Los acreedores se encuentran en un
mismo plano de igualdad (par conditio creditorum), sin más preferencias entre ellos
que la prelación de créditos establecida por la ley o los derechos reales de garantía.
Con este fin se suspenden las ejecuciones individuales, se desapodera al deudor
de sus bienes, se procede a la liquidación del haber del deudor y el producto
obtenido de su venía se distribuye entre los acreedores que hubieren justificado sus
créditos, en proporción a su. importe y tomando en cuenta los privilegios que puedan
existir.
Ha suscitado discusión no sólo la naturaleza del derecho concursal y de quiebra,
sino la ubicación de los procesos a través de los cuales los acreedores ejecutan el
patrimonio del deudor. Ello se ve en que, tanto los códigos de comercio como los
códigos civiles regulan aspectos de los concursos y de la quiebra, y los respectivos
códigos procesales hacen lo propio, sin olvidar que también los códigos penales
tipifican delitos originados por la insolvencia y la quiebra. Por otra parte, también se
apoya la idea de que todo lo relativo a los concursos y la quiebra debe figurar en
una ley especial o estatuto específico.
Recientemente se celebró en Colombia el II Congreso de Derecho Procesal y la
idea predominante fue la de que todos los aspectos atinentes a la quiebra debían
reconducirse a un solo Estatuto.3 Pero, cualquiera que sea la ubicación que el le-
gislador quiera darle a los concursos y a la quiebra, lo cierto es que si interviene el
órgano jurisdiccional en la distribución coactiva del patrimonio del deudor, no puede
desconocerse el carácter de proceso de ejecución que tiene, tanto el concurso como
la quiebra.
Garrigues, autor muy destacado en Derecho Mercantil nos dice: «La nota esencial
del Derecho de quiebras consiste, pues, en que regula un procedimiento de
ejecución colectiva o universal que descansa en el principio de la comunidad de
pérdidas. De aquí el carácter predominantemente procesal de la institución. El
examen y calificación del derecho material de los acreedores es sólo un
antecedente lógico de su ejecución sobre el patrimonio del deudor común, que es
la finalidad típica del ordenamiento legal de la quiebra. Como todo procedimiento de
ejecución, el procedimiento de quiebra exige un título ejecutivo: tal es el auto judicial
declarativo del estado de quiebra, especie de título en blanco que sirve para todos
los acreedores, que concurran al procedimiento.
Desde luego que siendo los concursos y la quiebra verdaderos fenómenos jurídicos
y económicos, rio puede estudiárseles desde un solo aspecto, como ocurre con
otras instituciones jurídicas, pero ello no quita que la distribución coactiva del
patrimonio del deudor, con la intervención del órgano jurisdiccional, no constituya
un verdadero proceso de ejecución colectiva, para satisfacer en las condiciones que
determina la ley, créditos legítimos, que de otra manera se harían valer mediante
acciones individuales.
Garrigues lo reconoce, pero advierte: «El aspecto procesal dominante en la
institución de la quiebra no llega a borrar la importancia del aspecto jurídico material.
En la doctrina y en las legislaciones se distingue entre Derecho de quiebras material
y Derecho de quiebras formal. El primero regula los supuestos de la declaración de
quiebra y sus efectos sobre los derechos de los participantes en el procedimiento.
El segundo regula la constitución y competencia de los órganos de la quiebra y la
tramitación del procedimiento.
En resumen, para nosotros, tanto los concursos como la quiebra constituyen
verdaderos procesos de ejecución colectiva y su ubicación en el Código Procesal
es correcta. Podrá regularse en otros cuerpos de leyes aspectos sustantivos, tanto
mercantiles como civiles e incluso penales; pero esto sucede igual con otras
instituciones jurídicas. Por ello cuando se emitió el actual Código de Comercio,
Decreto número 2-70 del Congreso, se dejó un sensible vacío en la legislación,
porque los aspectos sustantivos de' la quiebra (con algunas excepciones) se
encontraban en los artículos 1320 a 1326 del anterior Código de Comercio, Decreto
Gubernativo 2946, que estuvo en vigor hasta el 31 de diciembre de 1970. De alguna
manera tiene que llenarse este vacío, lo que posiblemente ocurrirá mediante la
emisión por el Congreso de la República de un decreto específico sobre quiebras.
Los autores De Pina y Castillo Larrañaga, refiriéndose al criterio y orden conforme
a los cuales ha de distribuirse el patrimonio del deudor entre sus acreedores, citan
a Castán Tobeñas y afirman que el reparto de bienes debe estar fundado en un
principio general de proporcionalidad en la distribución, que a su vez se basa en
que si cada uno de los acreedores tiene derecho, por igual, al conjunto de los bienes,
justo es que todos ellos sufran proporcionalmente la reducción de sus créditos,
cuando el patrimonio del deudor no baste para satisfacerlos por entero. Pero este
principio está limitado, desde luego, por los criterios legales que inspiran la llamada
prelación de créditos, o bien., por la existencia de los derechos reales constituidos
a favor de los acreedores sobre los bienes del deudor.6 * Por ello, también la
sustitución de la acción individual en ejecuciones particulares, por la ejecución
colectiva, permite una solución más igualitaria y más justa para los acreedores.
Comentando las notas especiales de los juicios de concurso De Pina y Castillo.
Larrañaga las concretan así: «Las características que se atribuyen a este juicio son
las siguientes: ser universal, intervivos, atractivo y mixto de declarativo y ejecutivo.
Es universal e intervivos, porque tiene por objeto el patrimonio de una persona
existente, y aunque • puede haber abintestatos y testamentarias concursados, el
hecho de la muerte del causante será origen de aquellos juicios, mas no del con-
curso, que se hubiera podido producir sin el fallecimiento; es universal, en el sentido
de que todos los acreedores son llamados a él; es atractivo, porque a él se acumulan
otros, y es declarativo y ejecutivo: lo primero, porque en él se hacen muchas '
declaraciones de derechos; como las del reconocimiento, graduación de créditos,
calificación del concurso o terminación del mismo, y lo segundo, por tomarse
muchas medidas de ejecución, ya preventivas o cautelares, como el embargo,
inhabilitación del concursado, intervención y administración de sus bienes, etc.,- ya
posteriores a resoluciones declarativas o no, como el pago de créditos hasta donde
alcancen los bienes.
De la Plaza estudia al concurso y a la quiebra como entidades procesales
autónomas.8 Dice refiriéndose al proceso concursal! que en él se dan las tres
funciones que se han señalado como características de los procesos, puesto que
aseguran, en provecho común la integridad del patrimonio del deudor, y con ello
cumple un designio cautelar; declara los derechos de los que en la litis intervienen
y establece su rango, con miras a la liquidación (propósito característico del proceso
de cognición), y, por fin liquida él patrimonio, función por esencia ejecutiva.
Consecuente con este modo de pensar precisa cuáles son las fases del
procedimiento del concurso. Una, de naturaleza cautelar para evitar mermas en el
patrimonio que ha de liquidarse. Otra dé conocimiento y declaración que tiene por
objeto conocer la verdadera situación económica del deudor y la posición
privilegiada o no, preferente o no, de sus acreedores y también resolver los
incidentes que se susciten en el proceso. Y finalmente la ejecutiva que se refiere a
la liquidación de la masa constituida por los bienes del activo.
Devis Echandía y Morales Molina después de pasar revista a la doctrina relacionada
con este punto, expresan su criterio concretado en el proceso de quiebra, así;
«Sintetizando ahora nuestro concepto sobre la naturaleza de este proceso, ma-
nifestamos que para nosotros no se trata de un proceso de ejecución corriente con
pluralidad de partes (que será siempre una ejecución concursal, pero no colectiva o
universal), sino de un proceso de jurisdicción, contenciosa en su totalidad, pre-
moderantemente de ejecución o realización coactiva, concursa! y colectivo, de
carácter universal respecto a los acreedores v al patrimonio embargable del
quebrado, con una fase de declaración constitutiva y posteriores aspectos de
condena y de administración judicial, y por lo tanto un proceso mixto, suigeneris.
Aclaran que la circunstancia de que se dé una fase de administración en esta clase
de procesos no le atribuye, al mismo carácter de jurisdicción voluntaria, puesto que
tal administración es consecuencia de la misma contención que existe en ellos.
Se persigue en los procesos de ejecución colectiva la liquidación del patrimonio del
deudor, y por ello, es lógico que el Juez de la quiebra deba conocer de todas las
cuestiones que tengan relación con esa liquidación. Precisamente por ese carácter
de proceso que afecta a la universalidad de bienes^ del deudor se justifica el
llamado fuero de atracción (vis attractiva).
En virtud de este fuero deben acumularse de oficio al proceso de quiebra, tramitado
por juez competente, todos los demás.
El Código Procesal en su art. 21 determina la competencia en los procesos de
ejecución colectiva atribuyéndole competencia al juez en cuya jurisdicción se halle
el asiento principal de los negocios del deudor; pero cuando-no pueda determinarse,
sé preferirá el de su residencia habitual. Por otra parte, encontramos
específicamente señalados los efectos del fuero de atracción en el art. 393 del
CPCYM, en estos términos: «El proceso de concurso y de quiebra atrae todas las
reclamaciones pendientes. contra el deudor y hará cesar las ejecuciones que se
estén siguiendo contra éste, excepto las que se funden en créditos hipotecarios o
prendarios. Atrae asimismo todas las reclamaciones que haya iniciado el deudor, o
se inicien con posterioridad.
Sin embargo, debe tenerse presente también la disposición del inc. lo. del art. 351,
del Código Procesal, que se encuentra en la regulación relativa al concurso
voluntario, pero que también es aplicable al concurso forzoso, y que se refiere a
otros procesos que no se suspenden, aunque se dicte el auto que declara el estado
de concurso. Estos procesos son aquellas ejecuciones en qué ya se haya verificado
el remate de los bienes del deudor; las que consisten en ejecuciones hipotecarias y
prendarias (igual que en la quiebra) y las ejecuciones de sentencias sobre pago de
alimentos.
La posición de nuestro Derecho es bastante clara. No obstante, en doctrina y otras
legislaciones, se toman en cuenta distintos criterios. Así el fuero de atracción sobré
las acciones personales pasivas, o sean aquellas en que el concursado es deudor
de una obligación, opera sin dificultad; en las acciones reales, se está a los
principios generales de la competencia, y, por tal razón, sea que el deudor actúe
como demandado, o que lo haga como actor, el juicio se tramitará ante el juez de la
situación del inmueble; y en cuanto a las personales activas, o sean aquellas en que
el concursado es titular de un crédito, se promoverán o continuarán ante el juez del
lugar convenido para el cumplimiento de la obligación, o en su defecto, ante el del
domicilio del demandado.13 Nuestro Código no hace ninguna de estas
diferenciaciones y sólo contempla las excepciones que. hemos señalado.
En este importante punto, Cervantes Ahumada expresa opinión favorable a la
acumulación al proceso de quiebra de los juicios hipotecarios, en virtud del principio
de universalidad Hace ver las contradicciones en que incurre la Ley de Quiebras y
Suspensión de Pagos vigente en México (se refiere a los ar títulos 213 y 218 en
relación con los arts. 159, fracción VI in_ casó d) y 126 de dicha Ley). Se expresa
así: «Creemos que ésta y las múltiples contradicciones que encontramos en
disposiciones diversas de la ley deben interpretarse en el sentido en que orienten
los principios generales del derecho de quiebras. Creemos, por el principio de
universalidad, que los juicios hípate canos deberán acumularse, para el efecto de
que sea el síndico quien proceda a la venta de los bienes hipotecados y se pague
el acreedor con respeto de su privilegio.
II. CONCURSO VOLUNTARIO DE ACREEDORES
Ya dijimos antes que en nuestro sistema, tanto los concursos (voluntario y forzoso
de acreedores) como la quiebra se aplican indistintamente a comerciantes y no
comerciantes' En otras legislaciones no ocurre lo mismo y los concursos se reservan
únicamente para los comerciantes (concurso civil de acreedores).15 En nuestro
código tampoco se regulan los llamados juicios de suspensión de pagos, o sean
aquellos procedimientos de que se valen los comerciantes que no pueden hacer
efectivas sus obligaciones, para evitar la quiebra, con el objeto de obtener de sus
acreedores una espera o una quita, o ambas
cosas a la vez. Esta clase de procedimientos en el Código guatemalteco están
incluidos en los llamados concursos de acreedores.
Distingue el código procesal los dos tipos conocidos de concursos o sean el
voluntario y el forzoso de acreedores, también denominado este último necesario
de acreedores. Como muy bien apunta Guasp la regulación legal «se fija en la índole
del sujeto que da vida a la actividad concursal para diferenciar los dos tipos
señalados».16 También formula Guasp la observación sobre la propiedad de la
denominación de esta clase de concursos. Refiriéndose a la legislación española
dice: «En realidad, el concurso voluntario no es tal, pues a tenor del art. 1913 del
CC, el deudor cuyo pasivo sea mayor que su activo y que haya dejado de pagar sus
obligaciones corrientes tiene el deber v no simplemente el derecho, dé presentarse
en concurso ante el Tribunal competente, luego que. la situación le fuera conocida.
En cambio, el concurso necesario, por lo mismo que es promovido por los
acreedores y éstos no tienen obligación de acudir a tal procedimiento, resulta, en el
fondo, mucho más voluntario que el anterior. De voluntad y necesidad sólo puede
hablarse ahora en cuanto que, • procesalmente, el primero de estos dos concursos
procede espontáneamente del deudor y, en el segundo, él deudor cae en concurso,
también procesalmente, por iniciativa de sus acreedores.
A pesar de esas posibles imprecisiones terminológicas, lo cierto es que los
concursos en el sistema guatemalteco han sido de utilidad para evitar el
advenimiento de las quiebras. Debe descartarse totalmente la idea de que los-
procesos de ejecución colectiva* especialmente el relacionado con la regulación de
la quiebra* están instituidos para resolver esa situación calamitosa del deudor
mercantil o civil. Al contrario, el Derecho de cada país debe manifestar en todas las
formas a su alcance la función preventiva de su sistema. Mientras menos quiebras
se produzcan mejor. Los concursos tienen esa finalidad, procurar un avenimiento
ecuánime con los acreedores para el pago de los créditos.
En el Código Procesal guatemalteco se comienza por regular el concurso voluntario
de acreedores. La disposición fundamental está en el art. 347 que dice: «Las
personas naturales o jurídicas, sean o no comerciantes, que hayan suspendido o
es ten próximas a suspender el pago corriente de sus_ obligaciones, podrán
proponer a sus acreedores la celebración de un convenio. Podrán hacerlo también,
aun cuando hubieren sido declaradas en quiebra, siempre que ésta no haya sido
calificada judicialmente de fraudulenta o culpable.
Como se ve, el criterio que sigue el código vigente es el de la suspensión de pagos.
Pero no contempla sólo la hipótesis de que haya ocurrido efectivamente tal cesación
de pagos, sino también la posibilidad de que esa situación pueda presentarse. En
otras palabras, no es preciso que el deudor esté en estado de quiebra o que su
pasivo exceda de tal manera al activo que no pueda cumplir en forma absoluta con
sus obligaciones crediticias. El deudor, comerciante o civil, puede prever esta si-
tuación y solicitar, para evitar consecuencias más graves, que se le declaré en
estado de concurso voluntario.
La finalidad principal de esta clase de concurso es obtener la aprobación de un
convenio que le permita pagar a sus acreedores en forma satisfactoria. El convenio,
según el art. 348 del Código procesal puede versar: lo.) Sobre Cesión de bienes.
2o.) Sobre administración total o parcial del activo por los acreedores, o por el
deudor, bajo la intervención nombrada por ellos; y 3o.) Sobre esperas o quitas, o
ambas concesiones a la vez.
Es importante mencionar que este convenio puede celebrarse en forma
extrajudicial, situación que está permitida por el art. 349 del Código Procesal. Esta
disposición solamente requiere que en estos casos concurra el acuerdo de todos
los interesados y que se celebre en escritura pública. Nosotros aplaudimos esta
disposición porque creemos que, si las empresas son susceptibles de poder
continuar desenvolviéndose, éste debe ser el móvil principal de los interesados y no
contribuir a su liquidación, con todos los perjuicios inherentes, no sólo en las
relaciones negociales, sino para la economía del país. Es claro que obtener el
acuerdo de todos los interesados puede, en la práctica, resultar difícil, pero no
imposible. La experiencia ha demostrado, que las empresas se han salvado de ir a
la quiebra mediante acuerdos extrajudiciales de administración. El Derecho Español
impone ciertas limitaciones. Dice Guasp: «En principio, según el art. 1303, en
cualquier estado del juicio del concurso, después que se haya hecho el examen y
reconocimiento de los créditos, y no antes, pueden hacer los acreedores y el
concursado los convenios que estimen oportunos. Como se ve se exige como
requisito esencial que se haya hecho judicialmente el examen y reconocimiento de
los créditos. En el sistema guatemalteco tal apreciación corresponde hacerla al
Notario, puesto que el convenio extrajudicial tiene que celebrarse en escritura
pública.
Esta forma de evitar las declaraciones de estado de quiebra reciben además del
nombre de concursos, la de concordatos o convenios preventivos. Dice Cervantes
Ahumada que los autores italianos pretenden que el concordato o convenid pre-
ventivo tiene su origen en el derecho estatutario, pero sostiene el autor mexicano
que desde el siglo XIII esta institución se asienta en el Derecho Español.19 Sostiene
que la institución estaba regulada en la Ley V, Título XV, Partida' 5a., y también por
la Ley VI que trata el problema del convenio. Por ello se puede apreciar con claridad
que las Leyes de Partida regularon el convenio preventivo en sus dos categorías:
convenio dilatorio y convenio remisorio.
III. CONCURSO NECESARIO DE ACREEDORES
Este tipo de concurso puede ser promovido por uno o varios acreedores cuando el
deudor (comerciante o no comerciante) ha suspendido el pago corriente de sus
obligaciones. No supone necesariamente que el deudor esté en insolvencia. Las
legislaciones son confusas al referirse a insolvencia del deudor y a cesación de
pagos, sin precisar si se trata de cesación provisional (temporal) o definitiva en el
cumplimiento de los pagos, que supone a su vez una impotencia patrimonial para
cumplir de modo general con los pagos a que está obligado el deudor.
Nuestro Código al tratar de la procedencia del concurso necesario de acreedores lo
refiere al deudor que ha suspendido el pago corriente de sus obligaciones. Igual
ocurre en el con curso voluntario, en el cual el deudor puede solicitar que se le
declare en ese estado cuando ha suspendido el pago corriente de sus obligaciones,
pero también, además, cuando está-próximo a suspenderlos;
Según apunta Garrigues en la tradición legal hispánica es conocida la distinción
entre el comerciante que cesa definitivamente, en sus pagos (insolvente) y aquel
que sólo cesa tempo realmente por acontecimientos pasajeros (atrasado). Señala
que esta distinción proviene de las Ordenanzas de Bilbao, de donde paso al. Código
de Comercio español de 1829.41 De ese modo la situación pasajera, transitoria,
que aflige al deudor por el incumplimiento temporal en sus pagos, revela un estado
de iliquidez, que puede ser superado. En cambio, cuando se da el sobreseimiento
o cesación definitiva y general en el pagó corriente de las obligaciones, esta
situación conduce a la declaración de quiebra.
A. Procedencia
De conformidad con el art. 371 del código procesal, cualquier acreedor puede pedir
el concurso necesario del deudor en los dos casos siguientes: lo.) Cuando ha sido
rechazado por los acreedores c desaprobado judicialmente el convenio previo
propuesto por el deudor; y 2o.) Cuando hay tres o más ejecuciones pendientes
contra el mismo deudor y no hubiere bienes suficientes y libres para cubrir las
cantidades que se reclaman.
Dice Guasp: Mayor complicación presenta la promoción del concurso en caso de
concurso necesario. Se sabe* en "efecto, que, en este tipo de concurso, la iniciativa
de su. promoción la asumen los propios acreedores. Mas, entonces, no basta ya,
como es lógico, con una declaración de voluntad de los mismos, en la que
meramente se indique un fundamento que se presume, sino que es necesaria una
aportación de pruebas o, por lo menos, de acreditamientos de la existencia de
motivo legal de la ejecución general.
En efecto, así es. Los acreedores deberán justificar documentalmente su solicitud.
En el primer caso, o sea cuando ha sido rechazado por los acreedores o
desaprobado judicialmente el convenio previo propuesto por el deudor, los extremos
a probar constan en el proceso de concurso voluntario, y no hay ninguna prohibición
legal para que la solicitud de concurso necesario se formule en el proceso de
concurso voluntario, ya que éste puede ser un antecedente del forzoso, aunque no
siempre le precede. Ya vimos que el art. 367 contempla esta situación.
En el' segundo caso, o sea cuando hay tres o más ejecuciones pendientes contra
el mismo deudor, se debe acreditar la existencia de ellas, no. importando su cuantía,
y, además, que no existen bienes suficientes y libres para cubrir las cantidades que
se reclaman.
Una vez acreditado cualquiera de los supuestos legales que establece el código
para la procedencia del concurso necesario, él juez lo declara sin previa notificación
al deudor (art. 371 párr. final).
IV. La Quiebra
Mencionamos antes que la quiebra es un fenómeno complejo, que no puede
estudiarse únicamente en sus efectos procesales, por las repercusiones que tiene
en el ámbito del derecho material y por sus implicaciones de orden social y econó-
mico. En Derecho Mercantil se estudia el derecho de quiebras, considerándolo en
su aspecto económico como «la situación en que se encuentra un patrimonio que
no puede satisfacer las deudas que sobre él pesan» o sea que se está en quiebra
cuando se presenta un estado dé desequilibrio entre los valores realizables y los
créditos por pagar, lo. que lleva a que no pueda satisfacerse íntegramente a todos'
los que tienen derecho a ser pagados.
Pero, también razones de justicia, apoyadas en la naturaleza social del Derecho,
abonan la' regulación especial de esta materia por los ordenamientos jurídicos. Así
lo expresa Garrigues: «Una exigencia de justicia, que armoniza perfectamente con
la naturaleza social del Derecho, impone en los casos de quiebra económica una
organización de defensa de los acreedores como colectividad. Al estímulo individual
y egoísta de la ejecución aislada, que premia al que llega primero, se opone
entonces un principio de equidad: el principio de que el régimen del azar o del favor
debe son sustituido por el de la comunidad de pérdidas y el tratamiento igual para
todos los acreedores^ cuando el patrimonio del deudor no basta a satisfacerlos
íntegramente.
Se trata pues, de llegar a la liquidación forzosa del patrimonio del deudor en esas
condiciones, es decir, con aplicación de los principios de comunidad de pérdidas y
tratamiento igual para todos los acreedores. Sin embargo, en algunos casos, debe
respetarse también el privilegio qué tienen ciertos créditos o las garantías reales
constituidas en los bienes del deudor. Todo ello conduce a la necesidad de
establecer un régimen procesal especial para la ejecución de un patrimonio.
Por otro lado, para los mercantilistas, la quiebra tiene que estudiarse desde los
aspectos formal y material. Garrigues apunta que el aspecto procesal es el
predominante y _ aunque duda sobre si es posible separarlo del aspecto material,
concreta el contenido de éste así: «Desde el punto de vista del Derecho material,
que es el propio del Derecho mercantil (y en tanto en cuanto es posible su
aislamiento), el Derecho de quiebra abarca en esencia los temas siguientes:
primero, el concepto legal de la quiebra (supuestos de la quiebra en el Derecho
vigente); segundo, los. efectos jurídico-materiales de la declaración judicial de la.
quiebra sobre el deudor (inhabilitación), sobre, sus acreedores (constitución de la
masa pasiva) y sobre el deudor (constitución de la masa activa o masa de ía
quiebra); tercero, las operaciones de la quiebra (liquidación del pasivo), y cuarto, la
solución de la quiebra.
En Guatemala, ya lo indicamos antes, cuando se derogó el anterior Código de
Comercio (Decreto Gubernativo 2946), que estuvo en vigor hasta el 31 de diciembre
de 1970, y se sustituyó por el actual Código de Comercio, Decreto 2-70 del Con-
greso de la República, no se incluyó en éste la regulación de la quiebra, que sí la
traía el derogado código de Comercio (arts. 1320 a 1366). El criterio que apoyó esta
determinación fue que se consideró a la quiebra como una institución de índole
procesal y que, en consecuencia, era en el código procesal civil y mercantil donde
debía incluirse su regulación completa. En realidad, esta posición olvida los
aspectos de derecho material que en la quiebra se presentan, y por ello, la ausencia
de preceptos de esa naturaleza ha creado problemas en las diversas quiebras que
se han producido en el país. Por ello, al comentar la regulación de la quiebra en
nuestro sistema jurídico, tendremos que hacer alusiones al derogado código de co-
mercio, para ir señalando los vacíos que quedaron en la legislación positiva
guatemalteca.
Dice Ramírez: A la quiebra se le denomina, en un principio, devotico, decisiones, y
doctor al quebrado, con lo que quiere significarse que el patrimonio de éste se
consume como alimento arrojado al fuego. Luego se le llama fallimento (de falliré,
faltar), y también bancarrota., que trae su origen en la costumbre de romper el banco
en la plaza pública, que tenía el negociante que no cumplía sus obligaciones.
Mencionamos el origen de la palabra quiebra porque pone de manifiesto la
importancia social que desde el medioevo tenía la situación del quebrado. Apodada
y Osuna al respecto dice: En las ciudades italianas del medioevo el comerciante,
banquero, etcétera, solían solventar sus obligaciones contando su dinero a la vista
de los acreedores, sobre un banco en la plaza pública; cuando el comerciante se
encontraba en la imposibilidad de hacer frente a sus obligaciones vencidas, se
rompía el banco en señal de protesta y como medida simbólica, punitiva e
infamante, de ahí que se llamara bancarrota el estado de insolvencia en que se
encontraba el comerciante.
Dice Cervantes Ahumada: Escriche anota que en las ferias españolas,
principalmente en la muy famosa de Medina del Campo, acudían los comerciantes
de. todas las latitudes y ejercían su oficio los banqueros, que se llamaban así
porque, como dice Joseph de la Vega, iban, «de feria en feria con su mesa y silla y
banca...». Cuando un banquero sufría quebrantos y quedaba imposibilitado para
pagar, los. funcionarios de la feria hacían romper, públicamente y de manera
infamante, su banca sobre su mesa, y quedaba el banquero imposibilitado
legalmente para seguir actuando en la feria. De allí las expresiones de quiebra y
bancarrota, que se extendieron a otros países europeos con la influencia del
derecho español.
Aunque antes mencionamos la opinión de algunos autores sobre la naturaleza
jurídica de la quiebra, creemos oportuno insistir un poco más sobre este debatido
punto. Sostienen de Pina y Castillo Larrañaga: «La generalidad de los autores define
la quiebra como un juicio universal, inter vivos, que tiene por objeto averiguar el
activo y pasivo de un. deudor comerciante para satisfacer los créditos que gravan
su patrimonio y proceder al pago de los acreedores y a la rehabilitación del
quebrado, en el caso de que proceda».50 Y luego, al referirse a la naturaleza
jurídica de la quiebra, específicamente, resumen las diferentes posiciones de la
doctrina, de esta manera: Acerca de la naturaleza jurídica de la quiebra se han
manifestado, esencialmente, tres posiciones: la que la considera como un
procedimiento ejecutivo general; la que ve en ella un proceso unitario, sui generis,
en el que se advierten diferentes
aspectos (conocimiento, ejecución, administración, etc., unidos por una finalidad
común); y la que sostiene que las actividades que supone constituyen un sistema
de simples actos administrativos encaminados a la liquidación de un patrimonio,
mercantil».5! Para estos autores, la quiebra es un juicio ejecutivo o más bien, un
procedimiento de ejecución colectiva y universal que descansa sobre el principio de
comunidad de pérdidas Dicen: Las características de la quiebra, como medio de
ejecución colectiva o general, son las mismas que las del. concurso de acreedores.
La existencia de medios distintos de ejecución general, según se trate de deudores
comerciantes (quiebras) o no comerciantes (concursos), no tiene a nuestro juicio un
fundamento lo suficientemente sólido, por lo que sería deseable llegar a la
unificación de ambos tipos de proceso, sistema seguido por la legislación alemana
y. austríaca, y que se inspira en el fundamento común en la naturaleza análoga de
los juicios de concurso y de quiebra.52 Es el mismo problema .que se plantea
Garrigues cuando se pregunta si debe subsistir la sepa- ración entre quiebra y
concurso de acreedores. Sostiene tan prestigiado autor, que las mismas razones
que aconsejan establecer un sistema de ejecución colectiva son aplicables sea cual
fuere la naturaleza del deudor común. Aclara que en España el rigor original del
procedimiento de quiebra fue neutralizado por la Ley de Suspensión de Pagos (de
26 de julio de 1922) que dulcificó las consecuencias de la quiebra. Concluye en la
conveniencia de unificar ambos procedimientos, posibilidad que se confirma por la
propia LEC española que aplica a la quiebra las mismas normas dictadas para el
concurso.
Tales opiniones las hemos transcrito porque nos hacen ver que es acertado el
criterio que ha seguido el Derecho guatemalteco en cuanto a no hacer ninguna
diferenciación entre deudor comerciante y no comerciante. Además, aunque con
ciertas características especiales para los concursos, estos y la quiebra se regulan
como procesos de ejecución colectiva. Es cierto que los primeros (concurso
voluntario y forzoso) tienden a evitar la quiebra a través de la celebración de un
convenio preventivo, pero 'de todas maneras lo que en ellos se persigue, en. último
término, es la satisfacción de créditos legítimos con. el patrimonio del deudor, que
de otra manera serían hechos valer a través de ejecuciones individuales. Por otra
parte, esta posición del Derecho guatemalteco guarda perfecta consonancia con la
decisión del legislador de mantener los mismos mecanismos procesales para los
asuntos civiles y mercantiles.
Este punto de vista se confirma con el que expone Be la plaza al comentar el
concurso y la quiebra. Dice: «Pensando, pues, en la unidad, de ambos institutos,
que ha permitido en nuestros ordenamientos subrayar el carácter supletorio de las
normas reguladoras del concurso para subvenir a las deficiencias de las rectoras de
la quiebra, no habrá de extrañar que para la exposición que nos proponemos hacer,
sigamos un orden parecido al que acabamos de emplear en el capítulo anterior;
toda vez que la declaración de quiebra, epígrafe general que abarca muy diversas
y complejas cuestiones, es un verdadero título de ejecución (título en blanco le llama
Garrigues) que ampara a cuantos acreedores concurren al proceso, y en el
desarrollo del que por esa declaración se inicia, pueden separarse, ni más ni menos
que en el proceso concursal, fase preventiva o cautelar, la de cognición y la de
ejecución servicio, aunque aquellas dos no sean sino un obligado antecedente de
la última, enderezado rectamente y en relación de medio a fin con el más
trascendente de liquidación del patrimonio que el proceso persigue.
Guasp expresa que se «entiende por quiebra aquel proceso de ejecución general
que tiene por objeto repartir el patrimonio de un deudor comerciante entre sus
diversos aperadores. Expone el mismo autor que como la quiebra es un proceso, la
sola intervención del órgano jurisdiccional elimina la pertenencia de esta institución
al llamado derecho material. No pertenece al derecho público ni al derecho
administrativo. No se trata en la quiebra dice de que las Autoridades públicas
intervengan en economías claudicantes haciéndolas desaparecer del tráfico jurídico
en interés de la sanidad económica de la colectividad, sino agrega: La Autoridad
pública que interviene en una quiebra no lo hace con la finalidad de velar por el bien
común de la supervivencia de economías fuertes, sino que lo hace para dar
satisfacción a reclamaciones de particulares con vistas a repartir de un modo justo
y seguro el patrimonio de un deudor, de cierta clase, entre sus diferentes
acreedores. Tampoco pertenece la quiebra, al derecho mercantil, aunque
obviamente en ella se suscitan cuestiones de esa índole, igual que puede ocurrir en
cualquier otro proceso y sin que sea tampoco obstáculo para esta apreciación, la
equivocada colocación de los preceptos de la ley en los diferentes cuerpos legales.
Es un proceso de ejecución extraordinaria porque la entrega de cantidades de
dinero destinadas a satisfacer los créditos es de tal modo organizada y compleja
que rebasa el módulo normal de la ejecución apropiativa. Es además un proceso de
ejecución, extraordinario general. La generalidad de la quiebra dice Guasp se
desprende de su mismo concepto y se traduce en su esencia como proceso
colectivo y universal. La colectividad viene dada por la pluralidad de acreedores que
en toda quiebra figuran; la universidad viene dada por la totalidad del patrimonio
sobre que la quiebra recae.
En definitiva, pensamos que es correcta la ubicación en el código procesal, tanto de
los concursos como de la quiebra, dentro de la categoría de procesos de ejecución
colectiva. Todos ellos persiguen la satisfacción de los créditos que el deudor tiene
con sus acreedores; y como ocurre que si los primeros, es decir los concursos, no
culminan con un convenio aprobado judicialmente, se declara el estado de quiebra
con todas sus consecuencias jurídicas, no puede decirse que la liquidación del
patrimonio del deudor no sea coactiva, es decir ejecutiva.

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