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Personajes Bíblicos

Absalón
Un Hijo que traicionó a su padre
Primera Parte

¿Ha tenido usted alguna vez confianza absoluta en alguien-cónyuge, hermano o hermana en
Cristo, amigo, compañero de trabajo—y esa persona lo ha traicionado? La traición puede
ser la herida emocional más devastadora que una persona le puede hacer a otra. ¿Se puede
imaginar cómo se sentiría usted si lo traicionara su propio hijo?
Cuando Absalón traicionó a su padre, el rey David, la angustia de ese padre se volvió
casi insoportable. Peor aún para David, él sabía que aquello formaba parte del juicio de
Dios sobre él, a causa de sus pecados de adulterio y asesinato. Aunque el Señor lo había
perdonado, le hizo ver con claridad que “la espada no se apartaría jamás” de su casa (2
Samuel 12: 10) Y ciertamente, eso es lo que sucedió.
El comienzo de una traición
Absalón ya había demostrado que era un hombre violento. Había matado a su hermano
Amnón después de que éste violara a su hermana Tamar. Una vez hecho esto, había huido
al exilio durante un tiempo, para esperar a que se aplacara la ira de David. Cuando David le
permitió volver a Jerusalén, Absalón de dedicó a la tarea de socavar el reinado de su
padre.
Comenzó por agenciarse el favor del pueblo. Se detenía en la puerta de la ciudad para
“darles la mano” a aquellos de Israel que entraban y salían por ella. A base de sutiles
insinuaciones, fue fabricándose la imagen de ser una persona más interesada en ellos que
su padre, y un líder mejor que él. Sus atractivos personales fueron eficaces y terminó por
“robar el corazón de los de Israel “ (15: 6)
David no estaba al tanto de la conspiración de Absalón. No tenía idea de que su hijo
hubiera “enviado mensajeros” en secreto por todo el territorio para planificar un
derrocamiento (15:7-12) Amaba a Absalón y confiaba demasiado en él para creer que su
propio hijo haría una cosa tan terrible.
Cuando David descubrió la conjura, era demasiado tarde. El pueblo se había decidido a
apoyar a Absalón, y el rey David tuvo que huir de Jerusalén a toda carrera para salvar la
vida. No obstante, David terminó enfrentándose a Absalón y a su ejército. Aunque
Absalón era sagaz, no fue más listo que su padre, ni pudo luchar con mayor fuerza que él,
que era un guerrero experimentado. En aquella carnicería, el ejército de Israel sufrió
veinte mil bajas (18: 6-8)
El precio de la traición
Aquel mismo día, Absalón pagó el precio definitivo por su traición. Mientras trataba de
escapar del campo de batalla, pasó cabalgando por debajo de un árbol. Es evidente que su
larga y hermosa cabellera quedó atrapada entre las ramas. Su mulo siguió delante, de
manera que lo dejó suspendido de aquellas ramas (18: 10)

Cuando Joab, uno de los generales de David, llegó al lugar, él y su escudero desoyeron
las órdenes directas de David y mataron a Absalón. Aun después de su flagrante traición,
su padre le quería salvar la vida. David recordaba que a él lo habrían debido apedrear por
sus propios pecados, así que ahora le parecía que tenía que ser misericordioso con Absalón,
sobre todo porque sabía que él era responsable, al menos en parte, por la rebelde conducta
de aquel hijo suyo.
Por supuesto, el que David hubiera sido un padre con muchas deficiencias no justificaba
las decisiones pecaminosas de Absalón-. Todos somos responsables de nuestras propias
acciones, hayan hecho nuestros padres lo que hayan hecho. Absalón pagó un precio
terrible por haber quebrantado el mandamiento de Dios que ordena “honrar al padre”
(Éxodo 20: 12)
Ahora David se enfrentaba con un dolor casi increíble, no sólo por la traición de
Absalón, sino también por su muerte. Las palabras de David en su lamentación revelan
tanto la intensidad de su amor como la profundidad de su angustia: “¡Hijo mío Absalón, hijo
mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío,
hijo mío!” (18: 33)
El dolor de la traición
Cada vez que decidimos desobedecer al Señor, traicionamos a nuestro Padre celestial.
La angustia que sintió David por Absalón sólo da una ligera idea de lo que siente Dios
cuando lo traicionan sus hijos. No obstante, ¿cómo responde Dios cuando nosotros nos
apartamos de nuestro pecado y nos volvemos a Él? ¡He aquí la buena noticia! “No ha hecho
con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros
pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia
sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones” (Salmo 103: 10-12)
Ante la misericordia de Dios hacia nosotros, ¿cómo debemos reaccionar cuando nos
traicionan? No debemos permitir que nuestro dolor se convierta en amargura. Perdonar
como hemos sido perdonados, es la norma que Dios nos ha dado. Esto no significa que no
podamos orar para pedir justicia, y tener la esperanza de recibirla; sin embargo, en última
instancia, hacer justicia es algo que está en las manos de Dios. Nuestra responsabilidad,
con un acto de la voluntad y en el poder del Espíritu Santo, consiste en decidirnos a
perdonar a quien nos haya traicionado (Mateo 6: 14)
Los recuerdos y la angustia de una traición pueden perdurar por mucho tiempo, peor el
“Dios de toda consolación” (2 Corintios 1: 3), el Dios que “se compadece de nuestra
debilidades” (Hebreos 4: 15), nos sostendrá. desarrollar en
los Cultos de Familia

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