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Han transcurrido 30 días desde la jornada electoral del 1 de julio y la Feria de las
Mamarrachadas, no tiene parangón.
De una a otra, las ideas expresadas por quien va a gobernar este país, confirman
la megalomanía escondida tras el discurso rosado del amor y el bienestar.
Cómo empezar un gobierno que se quiere alejar del pasado, pero que basa su
“cuarta transformación”, su “proyecto de nación” en ocurrencias y estridencias.
Cómo quizá siquiera pensar en un país con un proyecto distinto, basado en los
delirios, la desinformación, la ignorancia jurídica y la falta de asesores inteligentes,
de quien lo gobernará por los próximos seis años.
Mi intuición sabía que este país sería un caos si ganaba, pero ni en mis peores
fantasías retorcidas pensé que sería una pesadilla aun antes de empezar.
Desde que al gobierno se le ocurrió que hacer foros, crear comisiones, comités y
reunirlos periódicamente es la solución a los problemas, las cosas se han puesto
peores. Más burocracia. Más dinero público invertido en pozos sin fondo.
Alguien tendrá que decirle que no hay nada nuevo bajo el sol. La misma ineficacia,
quizá aderezada de estulticia, se cierne sobre el futuro. No. No le doy ni un voto
de confianza. No tiene la capacidad. Y tampoco quiero ver que le vaya mal a este
país.
CARPE DIEM
Lo que mal empieza mal acaba. Si no, al tiempo… el virtual alcalde de Toluca –no
sé porque se me vino a la mente el chascarrillo del burro que tocó la flauta-
emplazó al gobierno municipal actual, a iniciar el proceso de transición, según lo
que leo en algunos diarios locales.