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D) Deseo mimético, exclusién social y cristianismo 1. Deseo versus necesidad y redistribucién de la renta y la riqueza Quiero comenzar este articulo aludiendo a un problema muy comtin en Ja praxis diaria de los que luchan a favor de la vida de los pobres. Frente a tanta pobreza, contrapuesta a Ja riqueza de una minorfa, lo que hoy se denomina como «exclusién social», es frecuente ofr la apelaci6n a una redis- tribuci6n de la renta. Sobre todo en el Brasil, con la segun- da peor distribucién de la renta del mundo. Esta reivindicacién es una de las caracterfsticas princi- pales de los discursos sociales de las Iglesias cristianas, en conereto de la Iglesia cat6lica. Claudia Fuser, al estudiar el pensamiento econdmico de los obispos del Brasil, afirma que uno de los puntos clave del programa econdmico de la CxpB es el de la distribucién de las rentas y bienes de con- sumo inmediato. «Con una actitud de fidelidad a la tradi- cidn, la CNBB ha apelado siempre a los gobiernos y a los propietarios para que se promueva un reparto més equitat- Vo de las riquezas»', También en el transcurso de la Segun- da Semana Social Brasileira, promovida por el sector de pastoral social de la CNBB y que durante meses conté con la participacién de la «base» de la Iglesia y de los diversos movimientos pastorales y sociales, apareci6 con fuerza el tema del reparto: « Queremos una sociedad panticipativa, en Ja que todas las personas se sientan unidas, libres e iguales C. Fuser, 4 economia dos bispos, Bienal S. Palo 1987, p. 203. DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 49 amte la ley y en el reparto de los bienes, conquistando la plena ciudadanfa»’ Esta llamada se justifica no sélo por el contraste entre la riqueza derrochadora de una parte y la clamorosa pobreza de Ia otra, sino también porque el nivel de pobreza y mise- ria es tan grande y por ello tan urgente Ja soluci6n, que no se puede simplemente esperar, como piden muchos econo- mistas, por el crecimiento econémico. Eso sin tener en cuenta que el crecimiento econmico por si solo no supone necesariamente una mejor distribucién de la renta, ya que un modelo econdmico volcado en la acumulacién de la riqueza es muy diferente del crecimiento econémico orien- tado a la superaci6n de la pobreza. Como dice Cristovam Buarque, «la teoria econémica en el Brasil nunca se ha orientado hacia el problema de la pobreza. Olvid6 que la produccién para aumentar la riqueza no es Ja misma que la que se orienta a reducir la pobreza. (...) Con teorfas impor- tadas de los paises ricos, en la ciencia econémica brasilefia no aparece la palabra hambre, y casi no aparecen salarios y precios; la palabra necesidad se ve sustituida por demanda*, €l objetivo del proceso productivo no es satisfacer las nece- sidades bésicas sino aumentar el consumo; la eficacia no consiste-en mejorar la alimentacién sino en producir para la exportacién»', ‘Ademds hay que tener en cuenta que los que estén excluidos del mercado no se beneficiardn del crecimiento econdmico si éste se basa tinicamente en la Iégica del mer- cado. Afiddase a esto el hecho de que-la solucién de nues- tros graves problemas sociales pasa también por la redistri- bucién de un bien fundamental en nuestra economia, un bien que no puede ser acrecentado por la produccién huma- na; la tierra. - SECTOR PASTORAL SoctAl.- CBB, Brasil: alternativas e protagonistas. If Semana Sacial Brasileira, Vozes, PetrOpolis 1994, p. 60, Demanda es el deseo hecho posible por el poder de co CC. BUARQUE, «A pobreza da economia», Rede: Bi crisis de classes médias, n, 11, nov/93, Encante, PetrGpolis. p. 2. 50 DESEO, MERCADO ¥, RELIGION Este discurso de la redistribucién de la renta y de la riqueza, tan frecuente entre las Iglesias cristianas y otros grupos sociales, presupone una constatacin que parece : existen personas que tienen en exceso o mucho mas de lo que necesitan, mientras otros muchos no tienen lo para vivir dignamente. Y la solucign de esa grave injusticia social pasarfa también por la redistribucién o el «teparto». Pero no todo lo que para algunos es obvio lo es, también para otros y éste parece ser uno de esos casos. Basta constatar lo dificil que es entablar un diélogo sobre este asunto de una mejor distribucién y de la integracién de los excluidos en la vida econémica y social En realidad casi todos estan de acuerdo en que es pre- ciso resolver los graves problemas sociales que asolan nuestros paises. Pero la divergencia comienza cuando se discute sobre los medios para ello, pues casi todos estén también de acuerdo en que ellos no tienen de més y por lo tanto las politicas econémicas que conlleven una disminu- cidn de sf renta o'riqueza en beneficio de los més pobres, y en particular de los excluidos del mercado, les parecen inaceptables. La distincién entre «tener de més» y «tener de menos» supone una frontera que separa los dos lados. Esa frontera estarfa, para los defensores de la redistribucién de la renta y de las reformas estructurales en la sociedad, en lo nece- sario para vivir dignamente. Su pensamiento se funda en el concepto de\necesidad humana, El problema surge porque en las sociedades capitalistas se da una gran confusién entre los conceptos de necesidad y de deseo. Asi por ejemplo, P. Kotler, uno de los nombres inds importantes del mundo del marketing, dice: «Cuando una necesidad no se ve satisfecha, la persona buscaré un objeto que la satisfaga o intentard reducirla, Los individuos que formen parte de las sociedades industriales podrin intentar descubrir 0 desarrollar objetos que satisfagan sus deseos. Las personas de sociedades menos evolucionadas posiblemente procurardn reducir sus deseos o satisfacerlos TER DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO ST con 1o que haya disponible»*. Como se ve pasa sencilla- mente de la necesidad al deseo sin més. Las teorias econdmicas liberales y neoliberales y la producein de las empresas privadas est pensadas en ter mrinos de saisfaccin de deseos de los consumidores. Sélo {ue esos deseos son presentados a su vez como necesidade Gon ello se instaura la confusi6n, Hasta tal punto que un autor como Jacques Vervier, sacerdote y doctor en econ: nia, que pretende iniciar un didlogo entre éstay Ta fe cris tiana, afirma que los recursos econémicos son siempre Timitados en la medida en que «las necesidades se hacen presentes de forma absolutamenteilimitadans. En realidad, fo son as necesidades las limitadas sino ls deseos. ASO. mmiendo explicitamente esta confusign, el P, Vervier dice que para evitar ambigiedades él prefiere dejar de lado el Goncepto de necesidad y emplear Unicamente el de deseo. Con ello acepta la noci6n, tan corrente en el pensamnento econémico contemporéneo, que presenta a un ser humana ‘in necesidades corporales, un ser reducido tinicamen ses. : oes ino dice Franz Hinkelammer el pensamiento econs. rico neoclésico y el neoliberal «presuponen que él ser hhumano 10 tiene necesidades sino Ginicamente. gustos. De acuerdo con este enfogue, el hombre no manifesta la exi- gencia de la saisfaccién de sus necesidades de alimenta- {6n, ropa, etcetera, sino Gnicamente sus gustos o preferer~ ae que, por ejemplo, le permiten preferir la carne al ps ado, el algodén a la fibra sintética, eteétera»’ ; Resultallamativo que un autor que es a a. vez sacerdo- te y economista y que pretende articular fe erstana y ec homfa, asuma esa identificacidn entre el deseo y la nes ipios de Markering, Prentice/Hal 5, Ph. Kone & G. ARMSTRONG, P1 Rio de Janeiro 1993, p. 3. Escassez, fel ta Eclesidstica Brasil dade e mereale ensiode ile or ‘ira, vol. 51. fase. 202, jun/1991 épica, Paulinas, S. Paulo 1986. 32 DESEO, MERCADO Y RELIGION dad, una identificacién que elimina el concepto de necesi- dades humanas. Muy al contrario, el cristianismo trabaja con una nocién de ser humano basada en la distincién entre los conceptos de necesidad y deseo. Nos bastard ver el fa- moso texto de Mt 25,31-46, en el que Jestis sitia nuestra preocupacién por las necesidades bisicas del préjimo (comida, bebida, casa, salud, etc.) al nivel de criterio de sal- vaci6n; o si no, el texto de Heh 4,32-35, segiin el cual el tes- timonio préctico de la fe en la resurreccidn de Jesis consis- tia en que «no habia ningtin necesitado entre ellos». El ejemplo del texto del P. Vervier pone de manifiesto la enor- me confusign, la negacién de la diferencia entre deseo y necesidad, existente en nuestra sociedad capitalista. Cuando necesidades y deseos pierden sus diferencias especificas, sea por la dificultad de establecer las diferen- cias, sea a causa de una opcién teérica, resulta muy dificil entablar un didlogo acerca de la redistribucién de la renta y Ja riqueza. Veamos un pequefio ejemplo. Una persona que habita en una casa de 250 mil délares, tiene una casa en la playa de 100 mil délares, un coche de importacién de 80 mil délares y el equivalente a 500 mil délares en inversio- nes financieras, ;tiene de mas o de menos? Depende del cri- terio que se emplee. Si aplicamos el criterio de la necesi- dad, tiene més de lo que necesita y, por consiguiente, tiene también algo que ha de compartir. Pero esa persona podrd argiiir en contra afirmando que atin le falta mucho para rea- lizar su deseo de vivir en una casa de 1 millén de délares, poseer una isla y un coche de importacién de 400 mil déla Tes y un jet privado. Cuando uno piensa a partir de sus deseos, los limites no existen, se busca Jo ilimitado, Y cuando se desea lo ilimita- do nunea sobra nada para compartir; siempre falta algo. Por eso no se acepta un didlogo acerca de la redistribucign de la renta y las riquezas, Es fundamental que comprendamos las diferencias exis- tentes entre la necesidad y el deseo, las relaciones entre ambos y el papel del deseo en la economfa capitalista, si DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 53 queremos avanzar en nuestra lucha por una sociedad mas justa y humana. 2, Desarrollo econémico y deseo mimético Siendo verdad que sin una redistribucién de la renta y de la riqueza no podremos resolver nuestros cruciales problemas sociales, también lo es que nuestro discurso no se puede situar so a este nivel, La dstibucién dela renta0 su con, centracién queda determinada ya, en gran medida, en el mismo proceso productivo. ; EI modelo de desarrollo adoptado en América Latina para el perfodo que va desde la segunda guerra mundial hasta la década de los 70 fue el de «substitucién de impor- taciones», marcado por la ideologfa del desarrollismo y por lo que Celso Furtado llamé el «mito del desarollo», segtin el cual «el desarrollo econdmico, tal como viene siendo practicado por los paises que lideran 1a revolucin indus: trial, puede ser universalizado»’, Pero lo que realmente pretendia era que el patron de consumo de la minorfa rica de los paises ricos fuese accesible a las grandes masas de poblacién de los pases del tereer mundo, Es preciso recor dar que ese patrén de consumo quedé marcado por «ansia consumista que el capitalismo consiguié difundir en la conciencia de la humanidad y que se identifica con una biisqueda esquizofténicamente acelerada, convitiéndose en la misma raz6n de ser de la actividad econémica y en la raz6n ontolégica del proceso civilizador»’. Esa idea, prolongacién del mito del progreso que fue el norte de la modernidad, suscité en nuestros paises un tipo de modernizacién marcado por las innovaciones en el con- sumo de Ia elite local, sin el correspondiente desarrollo en la esfera productiva. Este modelo de desarrollo «agravé la BG. Fureaco, O miedo desenvolvimento econnico, Paz Terra, Ro de Fanci 17h pi “* nugue&desordem do progress: 0 fn da era ds econo 9 Seonanirso do futur, Pare Tera: Rio de Sento 1990p. 32 54 DESEO, MERCADO Y RELIGION cancentracign de i riquezay la renta ya existntes, ace fase de la industrializacién.sustituti : titutivan, uando es obvio que sla adopcién de patrons de consumo Jos de sociedades con niveles de ri s de riqueza superiores, hace inevitable el dualismo socialn'® et cts de la dua extema, al nico de Ia deenda , que generé una «década perdida» en térmi : » en términos econdmicos y sociales, se cambi : sociales, i6 el modelo econdmic {asamos del desarolismo al modelo de wajuste econdmi- Cov), pero se mantuvo la modemizacin basada en la imi- tacin de los patrones de consumo de la elite de les patses Ticos ala vez que se incrementaba la «adecuscién» de nues- tas economfas a las demands del mercado intemacional Para Celso Furtado es fandamental que abandonemos las iusiones de cana modemidad que not condena aun mime: esterilizanten y que huyam smo elurale amos «de la obsesién Perfil de los que se autod. rollados» y en consec copra rollados; uencia «que asumamos nuestr pia identidad»", con el fin de su nomi. i perar el dualismo econémi 0 y social que marca a Brasil, Para é al que . Para él es fundament creemos una nueva concepeién de desarrollo, a lemmas set todos y capa de preservar el equilibria eoldieo. inio Sampaio Jr., en esta misma linea, di s . nea, dice que dependencia cultural junto con la desigual difusién de a ecnologia y la dependenca financiera, componen las prin- cipales caracteristicas dela nueva dependencia. Segan é {as tansformacione ene! modelo de desarlio capa icado la dependencia cultural. «Lo tecnol6gicos en las area 6a y-del ase s de la comunicacié pcos ; ny del trans- orte han agudizado el mimetismo eutura llevando al pa, a tendencia de las clases medias | r 1 edias y altas a copiar los patrones de consumo y comportamiento difundidos des. 10. ©. Funtio0, Brasil: a consingao Janeiro 1998p. #4 Pats ne dca de desarolo ptados nA Bia, ease 1M, Sto, Dens verrmpide, Pax © Tera, Rio de fscusion ms ample soe los modelos \mérica Latina, y su relacién i DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO SS de el centro hegeménico»”. Tal como hemos visto anterior- mente, la mayor concentracién de la renta y la creciente exclusién social son los efectos perversos de esta forma de incorporacién del progreso técnico a las sociedades perifé- ricas. Y eso es asi porque, debido a la diferencia existente en la productividad media del trabajo entre los pafses tec- nolégicamente avanzados y los nuestros, Ja concentracién de la renta es el tinico medio por el que las elites incultura- das en ese sistema pueden alcanzar la renta media necesa- ria con la que tener acceso a Jos niveles de vida opulentos de las economias centrales. Cuanto mayor sea la distancia entre desarrollados y subdesarrollados, tanto mayor serd la desigualdad social necesaria, En el centro del andlisis del dualismo social, 0 de la exclusién social, de Celso Furtado, lo mismo que en el de Sampaio Jr., nos encontramos con ¢l problema de Ja imita~ cidn, de la mimesis en la dindmica econémica. Asumimos 2 los que se autodenominan desarrollados como el modelo a ser imitado por nosotros, alienéndonos de nuestra realidad ¢ identidad, Ese deseo mimético ha guiado nuestra econo- mfa y generado una concentracién brutal de la renta y un dualismo social y econémico. Como resultado tenemos, no sélo una gran desigualdad social, con la exclusién de un sector importante de la poblaciGn de los beneficios econé- micos y sociales, sino también una separacién entre dos Brasiles que cada vez se comunican menos en términos de procesos productivos a causa de la distancia tecnol6gica, agravada por la revolucién de la misma tecnologfa en curso en e] mundo, Es éste uno de los motivos por el que algu- nos autores han empleado ya el concepto de «segregacién social», El problema consiste en que no es fécil de superar ese deseo mimético de consumo o, en palabras de René Girard, deseo mimético de apropiacién”. Ese tipo de deseo mimé- 2, PA. Sanpato s8-«Dependéncia e barbirie», Teorla & Debate. n. 34, rmatimai 97, S. Paslo, pp. 57-60. Cita tomada dels. 60. 13, Re GikakD, La violencta 10 sogrado, Anagrama, Barcelona 1998’. 56 DESEO, MERCADO Y RELIGION tico esté en el centro de la misma modemidad’en la que vivimos. La modernidad se caracteriza por el mito del pro. 2res0 y la construccién de un nuevo género de utopfa La wopfa o esperanza escatolégica de la Edad Media se ha Secularizado y transformado en una apertura ut6pica del horizonte de expectativas que parte del concepto de progre- S08 El «paraiso» ha sido desplazado desde la transcenden- E ee ies <1 futuro, posibiltado por el progre- para te aeese, Con ello desaparece la noci6n de limite Es esta revolucién en el concepto de la histori posbilidades humanas lo que leva, por sep eae yama a afirmar que «la tecnologia hace posible la acumula. Cién ilimitada de tiqueza y, por lo tanto, la satisfaccion de un conjunto siempre creciente de deseos humanos»", Pars alguien que piense como él, la clave para la satisfacciGn de todos los deseos, actuales y por venir, esté en el progreco tecnol6gico hecho posible’ gracias al sistema de Mmesealo libre. Lo que pocos han pereibido es que la clave de ox Progreso tecnol6gico esta en el deseo mimético, de Titstich Hayek, el «papa» del neoliberalismo, es uno le los que entendieron esto. Dice él que una de las caracte, tisticas de las sociedades’modemas consiste en que la mayorfa. de las cosas que los individuos se esfuerzan por conseguir solo pueden ser obtenidas con avances tecnoldeh 0s. Es la dindmica del progreso. Los beneficios de los ne, vos conocimientos s6lo se pueden difundir gradualmente “por mas que la gran mayorfa tenga deseos del objeto que todavia es s6lo accesible a unos pocos»". ae Ta Ws tcl 1 aan, are ny toda hist, Peers. Lisa, sh} M.Sc Te ee la libertad, (Obras Completas, vo. . 62 (ed. orig. inglesa, 1959}. DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 57 Y el que la mayorfa, imitando el deseo de consumo de la elite, dese también consumir las novedades del progre- so, es la raz6n de que ese mismo progreso discurra en direc- cidn aun aumento de la produccién de esos bienes para las masas. Por eso afirma: «AI principio, un bien nuevo o una nueva inercancfa, antes de egar a convertirse en una necesidad publica y formar parte de las necesidades de la vida, rye por lo general el capricho de unos pocos elegidos”. “Los lujos de hoy son las necesidades de mafiana”. Més atin: las cosas nuevas, los nue- vos bienes, (..) llegan a constituir el patrimonio de la mayo- ria de la gente s6lo porgue durante algiin tiempo fueron el Iujo de una minorfay”. Afirma aqui que «los lujos de hoy», es decir, los objetos del deseo, «son las necesidades de mafiana». Se da pues en este punto un sutil paso del deseo a la necesidad. Volveremos més adelante sobre ello. Como consecuencia de esta posicién, Hayek defiende la idea de que la produccién econémica debe estar orientada a Ja satisfaccién de los deseos de la elite, pues esas serdn las, futuras necesidades de las masas. Y para la masificaci6n de la produccién de esos bienes es necesario el progreso. La necesidad del progreso que genera esa ampliacién de la produccién proviene del hecho de que «la mayoria de las ‘cosas que nos esforzamos por conseguir, la queremos por- que otros ya la tienen>'*, Si esto es asf, para Hayek el deseo mimético es el impulsor del progreso. «Ahora bien, toda sociedad en vias de progreso, en la medida en que depende de dicho proceso de aprendizaje e imitacién, s6lo admite los deseos que crea como acicate para un esfuerzo poste- rior, pero no garantiza al individuo resultados positivos»' El incentivo al deseo mimético por parte de las socieda- des capitalistas, no es un incentivo abstracto y generaliza- 17. Bid, p. 64, La primera cursiva es nuestra 18. Ibid, p. 65. 19. Ibid, p.65. 58 DESEO, MERCADO Y RELIGION do. Por el contrario, la sociedad s6lo acepta deseos que el mismo mercado crea como acicate para introducirse en la «guerra» del mercado. El mercado es el criterio que dirime entre deseos aceptables e inaceptables. La falta de garantfa de resultados positivos, 0, més atin la imposibilidad de que todos obtengan resultados positi: vos, es una consecuencia l6gica de la estructura del deseo mimético y de la misma dindmica de la economia moderna, La estructura bisica del deseo mimético consiste en que yo deseo un objeto, no tanto por el objeto en si, sino por el hecho de que otro lo desea. Si esto es asf, el objeto deseado Bor ambos serd siempre escaso con relaci6n @ los sujetos lel deseo. Y porque es escaso es por lo que se convierte en Objeto de deseo. Se crea de ese modo wna rivalidad entre los dos individuos que desean el mismo objeto, Esa rivalidad 0 conflicto recibe el nombre modemo de competencia y Is competencia, para los economistas liberales, es la impulso- ra del progreso, Rivalidad, competencia, son conceptos que se oponen a solidaridad, a comunidad. Ademés, dentro de la dindmica de la economia capitalista, como siempre habré novedades que sean objetos de deseo, la escasez (siempre con relacién a los deseos).serd un hecho fundamental. Y en consecuencia, la rivalidad y violencia que de ella se deri- van, llegardn a ser endémicas, estardn siempre presentes, Esto supone que siempre habré personas insatisfechas en la dinémica del deseo mimético. Hayek lo reconoce afirma que la sociedad capitalista «desprecia los putter tos que conllevan los deseos insatisfechos suscitados por el ejemplo del otro. Parece cruel, porque incrementa el deseo de todos en proporcién al incremento de unos bienes que benefician tinicamente a unos cuantos. Ahora bien, para que una sociedad contintie progresando es inevitable que alti, nos dirijan y el resto les sigay’ seas ___ Pero de hecho, la insatisfaccién alcanza a todos. Aun los integrados en el mercado con un alto poder adquisitivo 20. id p. 65. DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 59 viven una eterna insatisfaccién porque su modelo de deseo se esté constantemente renovando en su consumo, lo que Jos lleva a correr tras un consumo mayor. En el fondo se trata de una carrera sin fin, rumbo al consumo infinito, para intentar satisfacer de modo pleno y definitivo todos los deseos. El problema es que resulta imposible satisfacer ple- namente todos los deseos de consumo, bien por la escasez de bienes materiales, en raz6n de la limitacién de los recur- sos naturales y de los limites ecol6gicos, bien porque el ‘objeto que se desea es escaso e incluso varfa constante- mente, Es obvio que los insatisfechos a los que se refiere Hayek no son éstos y sf mas bien aquéllos que no son lo bastante competentes como para mantener un alto patron de ‘consumo, o han quedado excluidos del mercado a causa del proceso de competencia. Alguien podria preguntarse: ,por qué mantenerse en esa dinémica de progreso-deseo mimético si el resultado va a ser inevitablemente la frustracién de muchos, por no decir de todos? La respuesta dada por Hayek hay que compren- derla dentro del mito del progreso de la modernidad, dentro de la ilusién de que el progreso tecnolégico nos Ievard al «paraiso terrenal», Dice asi: «Las aspiraciones de las grandes masas del mundo s6lo pue~ den ser satisfechas mediante un rapido progreso material. En el actual estado de dnimo, la frustraci6n de las esperanzas de .s masas conduciria a graves conflictos internacionales € incluso a Ja guerra, La paz del mundo y con ella la misma civilizacién dependen de un progreso continuo a un ritmo rapido. De ahi que no s6lo somos criaturas del progreso; sino también sus esclavos. Aunque Jo desedramos, no podriamos dar la espalda al camino y disfrutar ociosamente de lo que hayamos conseguido. Nuestra tarea consiste en dirigir. en ponernos al frente por la ruta que tantos otros, estimulados por nosotros, intentan seguir»” Nos hallamos ante un discurso mistico, en ¢] sentido literal del término. La elite del capitalismo mundial se ha conver 21. Wid, p. 72. 60 DESEO, MERCADO Y RELIGION lo en el profeta y gufa de la humanidad en direccién ala terra prometida. Es una tarea demasiado ardua que ellos mismos no gustarian de realizar, pero, como verdaderos profetas se sienten «esclavos» de esa misi6n; ellos no se sienten con fuerzas para dar la espalda al sufrimiento del pueblo y «disfrutar ociosamente» de lo que ya han conse- guido. Es como si la fuerza misteriosa de Dios ardiese en ‘Sus pechos y los llevase al frente en la misién de conducir al resto del mundo con su ejemplo, rumbo al «paraiso», Es claro que esa busqueda desenfrenada de una produccién cada vez mayor amenaza el equilibrio ecol6gico y que la misma légica de la competencia, de la «supervivencia del més fuerte», va a excluir a los mAs «débiles» del mercado, gue se quedardn a mitad de camino. Pero ellos dicen que ésos son los sacrificios necesarios para el progreso. Al absolutizar e] mercado, al asumir su légica como algo omnipotente, capaz de producir resultados sobrehuma- os y contra Ja que no podemos ni debemos oponer resis- tencia, los neoliberales acaban confesdndose impotentes frente a ese mismo mercado. Esta omnipotencia que con- siste en poder colocar la I6gica de la acumulacién capitalis- tay su pura racionalidad de coste y beneficio por encima de la reproduccién de la vida humana, acaba generando’ la impotencia de no poder oponerle resistencia alguna, de que no podamos ni siquiera intentar imponer ningin tipo de orientacién con el objeto de integrar a més personas, de Jograr la supervivencia de los excluidos y, en definitiva, de hacer que sobreviva el mismo medio ambiente que posibi- lita la vida humana. Franz Hinkelammert llamé a esto la «impotencia de la omnipotencia»®, Celso Furtado nos propone buscar un concepto de desa- rrollo sin el mimetismo que ha generado el dualismo y las crisis sociales; Hayek defiende la l6gica del deseo miméti- €0 como eje central y propulsor del progreso econémico. 22, F. Hivketamment, «Una sociedad en la que todos quepan: de la impo- tencia de la omnipotencian. en J. Dugue (ed.), Por und sociedad donde 4quepan todos, D€1, Costa Rica 1996, pp. 379-391. aon DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 61 Furtado pretende combatir e] dualismo social, en tanto que para Hayek no es mAs que una necesidad l6gica de la dind- mica del progreso. Furtado busca la satisfaccién de las necesidades bisicas de toda poblacién; Hayek, la satisfac- cién de los deseos transformados en necesidades, «olvidan- do» o excluyendo de su pauta las necesidades basicas. Es- tos dos autores representan dos posturas opuestas frente a la modernidad burguesa en que vivimos. Pero, con independencia de estas dos interpretaciones contrapuestas de la realidad, no se puede negar un hecho evidente: en América Latina e] crecimiento econémico de la posguerra slo generé un modesto desarrollo social Siendo esto asf, ,qué explicacién tiene el mantenimiento de este modelo de desarrollo basado en la mimesis? Es claro que el poder econdmico, politico y militar de las elites apoya su mantenimiento, pero cémo explicar la adhesin (al menos la pasividad de las masas? 3. La promesa del paraiso y los sacrificios necesarios Quiero enumerar aqui Gnicamente tres hipétesis que pue- den ser complementarias. La primera esté ligada al mismo dinamismo de] crecimiento econémico. En la medida en {que la economia crece, Jo que sucedié hasta el comienzo de la década de los 80, se hace plausible la promesa de que en el futuro, mediante ese mismo crecimiento econémico, seré posible satisfacer las necesidades y los deseos transforma- dos en necesidades, de las masas. Los mitos del progreso y del desarrollo siempre han tenido a su favor la circunstan- cia de que las promesas se posterguen al futuro. Esto es parte de la l6gica de tales mitos. La Gnica condicion exigi- da es que haya signos visibles de progreso que garanticen a Jas masas la esperanza de que sus deseos se verdn realiza- dos en e] futuro. En Brasil se ha hecho famosa una frase del entonces ministro Delfin Neto que refleja esta I6gica: «Hay que esperar a que la tarta aumente para poder después repartirlay, 62 DESEO, MERCADO Y RELIGION La segunda hipétesis, complementaria de la primera, est ligada a una caracteristica de la modernidad relaciona- da con los deseos miméticos. En las sociedades premoder- nas estos deseos eran reprimidos o controlados como con- secuencia de la violencia que los mismos deseos podfan y pueden generar en las comunidades humanas®. Los tabies, Jos mitos y Jos rituales eran mecanismos institucionales que intentaban proteger a la comunidad contra Jas violencias intestinas que, en caso extremo, podrfan incluso provocar su misma disolucién. Segtin Girard, «en las sociedades ar- caicas, las tramas de 0 prohibido y los comportamientos que esas tramas definen, llevan a cabo oficialmente la dis- tribucién de los objetos disponibles entre los miembros de esa cultura». Como los bienes deseados son escasos, la distribucisn no es satisfactoria: o la distribucién es homo- génea y no contenta plenamente el deseo de nadie, o la dis- tribucion es desigual y satisface a unos mas que a otros Pero como la legitimacién de ese proceso distributivo se realizaba mediante un procedimiento institucional que era igual para todos los miembros de la comunidad humana de un grupo determinado, la causa de la insatisfaccidn no se explicaba en términos individuales y verdaderamente humi- antes. Se puede decir que la explicacién se producia en términos colectivos. Por ejemplo, una persona que no pu- diese tener acceso a un bien por pertenecer a una casta infe- rior, no tenia el sentimiento de fracaso personal porque su insatisfaccién no era un problema personal sino el de su casta como totalidad. Es verdad que esta solucién no elimina el problema de la justicia en el proceso de la distribucién de los bienes deseados, pero el sentimiento de fracaso no recae sobre ¢l individuo. En esas sociedades, al estar ausente la nocién del mito de un progreso infinito, se tiene més clara la nocién de los limites, lo que las leva a producir meca: 23. Sobre deseo mimético y violencia, véase: R. GIRARD, op. cit 24. R. Ginanp, El misterio de nuestro mundo, Sigueme, Salamanca, 1982, . 328 (ong. francés: Des choses cachées depuis la fondation du monde, 1978), DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 63 nismos que controlan los deseos miméticos, aunque sea inconscientemente. En las sociedades modernas, con el mito del progreso, Jos deseos miméticos en vez de ser reprimidos son incenti- vados. Ademds, como lo que se busca es alcanzar el «para- {so terrenal» o el «reino de la libertad», «los modernos siempre se imaginan que su malestar y sus desgracias pro- vienen de las trabas que imponen al deseo los tabties reli- giosos y las prohibiciones culturales, incluyendo en éstas hasta las protecciones legales de los sistemas judiciales. Una vez derribadas esas barreras, piensan que se podré expandir el deseo y que su maravillosa inocencia daré final- mente sus frutos», A esta diferencia basica entre los dos tipos de sociedad se referia Kotler en la cita aludida: «Las personas de las sociedades menos desarrolladas (Jas premodernas), posible- ‘mente intentardn reducir o satisfacer sus deseos con Jo que tengan a su alcance», en tanto que «los individuos pertene- cientes a las sociedades industrials podrén intentar encon- trar o desarrollar objetos que satisfagan sus deseos»*. De ese modo desaparecen las prohibiciones culturales ‘0, mejor dicho, los interdictos culturales se toman del revés, incentivando el deseo mimético. Asf la frustracién de no poder realizar el propio deseo y cumplir con la prohibicién de realizarlo -frustracién de la que una parte de la sociedad rno puede huir por la misma l6gica del deseo mimético- se explica en términos individuales. En consecuencia, el indi- viduo «frustrado», el pobre en el caso de nuestra sociedad capitalista, internaliza el sentimiento de culpa por su fraca- so, Percibe su situacién como fruto de su culpabilidad y no como el resultado necesario de un modelo de desarrollo adoptado. Y a la vez, no se puede rebelar contra ese mismo modelo, al que sigue considerando como el camino tnico para satisfacer, tal vez. en e] futuro, sus deseos miméticos. Bid, p. 323, 26. Véase la note. 5. 64 DESEO, MERCADO Y RELIGION Cuando una parte significativa de la sociedad ya no acepta la postergacién del cumplimiento de las promesas ni la culpabilizaci6n individual de los pobres y propone una visién més «clasista» del problema, pasando a exigir la par- ticipacién en los beneficios del progreso.o Ja satisfaccién inmediata de las necesidades y deseos, se llega al agota- miento de la forma de legitimacién capitalista analizada anteriormente. En los casos més graves, enfrentados con la posibilidad de la irrupcién violenta de una crisis, los secto- res dominantes de la sociedad pueden y suelen usar de solu- ciones violentas para controlar la situacién. En la década de Jos 70 las ilusiones del mito del desa- . frollo comienzan a desmoronarse, En 1972 se publicé un estudio encargado por el Club de Roma, The Limits to the Growth ®, que dejé patente que si el ritmo de crecimiento econémico y el nivel de consumo del primer mundo se di- fundfan por el resto de los pafses, nos encontrarfamos ante un caos econdmico a causa de la crisis de Jos recursos no renovables y de la contaminacién ambiental. En 1973 tuvi- mos la crisis del petréleo que supuso casi una «ratificacién» hist6rica de Ja alerta suscitada por. aquel estudio. Esos datos presentaron ante el mundo un hecho objetivo: que posible dar satisfaccién a los deseos mineticos ke ‘aden, En 1982 experimentamos el comienzo de la crisis de la deuda extema y de la «década perdida» con los ajustes es- tructurales impuestos por el FMI y el Banco Mundial, _ Con la conciencia de los limites del crecimiento econ6- mico y los problemas sociales derivados de las duras medi- das de ajuste econémico impuesto en nombre de las leyes del mercado, se volvié ineficaz el mecanismo de control basado nicamente en la promesa y en la demora de reali zacién de los deseos. Por eso se hacia necesario un meca- 27. D.H. Meapows, J. RANDERS, W. BEHERENS a Nueva York 2. 26. Sobel cris dela dene exeray su rly con I og: vase JIM. Sune, A lola dotapnalen mone des pobre Pasting & DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRI nismo extemo violento con el que controlar una posible revuelta nacida de la frustracién de un deseo que habia sido incentivado por los mismos mecanismos de la sociedad, Las personas ya no estarjan dispuestas a controlar de mane- ra voluntaria el deseo de satisfaccién de sus necesidades basicas y deseos miméticos. Hace asi su aparicién de modo virulento lo que ya esta- ba latentemente presente de forma timida: el argumento de los «sacrificios necesarios para el progreso» demandados por las leyes del mercado. Si el progreso es fruto de la com- petencia y de la ley de la supervivencia de los mas capaci- tados dentro de la dindmica del deseo mimético, se sigue una deduccién I6gica: los sacrificios de los menos capaci- tados pasan a convertirse en una necesidad de la dindmica del mismo progreso, Tenemos aqui la tercera hipétesis. E] problema consiste en que el incentivo del deseo mimético en una situacién de estancamiento 0 bajo creci- miento econémico genera una crisis (las personas ya.no res- petan las reglas establecidas para la realizacién de sus dese- 0) si el mecanismo de autocontrol basado en la prome- sa/demora ya no funciona. De este modo el argumento de los sacrificios necesarios pasa a asumir también Ja funcién de mantener bajo control esta contradiccién de la légica mimética, evitando asf una crisis ms grave. El discurso de los sacrificios necesarios resulta también eficaz porque las personas pobres interiorizan el sentimiento de culpabilidad al que nos hemos referido anteriormente. En cuanto culpa- bles, aceptan ser victimas de los sacrificios necesarios; 1o que, en contrapartida, ofrece una buena conciencia a los sectores sacrificadores 0 beneficiarios de este mecanismo sacrificial. Galbraith, al analizar la «cultura de la satisfac~ cién» existente en nuestras sociedades, dice que esos secto- res perciben sus beneficios como «justo merecimiento» y ‘que «si Ja buena fortuna se gana 0 es recompensa al mérito personal, la equidad no justifica ninguna actuacién que la 20. MAH. SIMONSEN, Brasil 2002, aPec, Rio de Janeiro 1976. p28. 66 DESEO, MERCADO Y RELIGION menoscabe 0 que reduzca lo que se disfruta o podria dis- arse», La otra cara de la moneda de esta visién es que I discurso de los sacrificios necesarios que z hace oligos nos planta el problems de a seculaizacion ene sociedad madera”. Nonos es posible desurolarest ema >. Pero para que capte - fundidad de esa Ica del sarificio =accesiio en orien a a maximizacin del progresoy el logro del paraiso, aa vez gue necesario para mantener ta esabiliad del orden Social hemos de superar la visiéningenva de que, una ver jcanzada la secularizacién de las sociedades modemas no se dé en ellas la presencia de lo sagrado en el émbito Paiblico, politico y econdmico. " El hecho de que las religiones tradicioy elfandamento de orden social no signiice aecesoenene que el nuevo fundamento no reivindique para sf earacteris. ticas atribuidas con anterioridad a la esfera religiosa y sa. grada, Esto nos resulta més claro si tenemos en cuenta que uno de los rasgos fundamentales de la modemnidad e< la inmanentzacion de la escatologia medieval. Esto quiere diving con kaon medion ee ' iadora de la Ilesia sacrali ha pasado a ser esperado como resultado del Tass n el mundo capitalista ese progreso redentor es esperad en y a través del mercado, ¥ por eso el mercado. como nuevo fundamento de la sociedad, reivindiea para si el cardcter de sagrado; un carécter que sus ardorosos dé - % icter sus ardorosos defenso- 30. 3K. Gateram, La 31 BM G.Maeranno, Cielo terra: Genealogi Barcelona 1998 Poder seculracl: as coopers da os sinsula, Barcelona 1989: S. MARTELLI, A apelpet lina noderna: entre secularizaca¢ bapa eae ia de la satisfaccién, Ariel, Barcelona 1992", DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL CRISTIANISMO 67 En este sentido, el proceso de secularizacién no puede entenderse como Ja eliminacién de lo sagrado, como la desacralizacién de Ja sociedad, sino como un desplaza- miento de lo sagrado, desde la Iglesia, esfera religiosa tra- dicional, hacia el mercado, Raz6n por la cual el discurso de Jos sacrificios necesarios aparece hoy asociado més al campo econémico que al campo religioso tradicional. En el capitulo anterior ya propusimos un pequefio ejemplo de como el discurso econémico capitalista esté lleno de légica y terminologias religiosas que convierten a esos sacrificios ten sacrificios auténticamente religiosos". Por su parte, el mismo René Girard, gran estudioso de Ja violencia y lo sagrado, piensa la secularizacién de la sociedad moderna en términos de desacralizacién y por ello afirma que ésta, en contraposici6n a las arcaicas, ya no uti- liza del mecanismo sacrificial para la superacin de sus cri- sis, E] cree que el sistema judicial moderno ha sustituido de tuna forma més eficaz al sistema sacrificial. El problema es ue las sociedades capitalistas modernas son incentivadoras de los deseos miméticos, lo que suscita el gran reto de man- tener el orden frente a la permanente amenaza de los con- flictos que tales deseos generan. Antes de seguir adelante, es importante decir que, tal como Girard ha mostrado en ‘sus estudios sobre las sociedades arcaicas, el sistema sacri- ficial es eficaz en el mantenimiento del orden social en la medida en gue la sociedad sacrificial no tenga conciencia de su mecanismo. Siendo esto asi, podemos decir que el mecanismo sacrificial al que aqui aludimos es eficaz por- que ayuda al mantenimiento del orden social, que se basa en el incentivo del deseo mimético, gracias a la inconscien- cia que casi todos tienen de ese mecanismo. Una incons- ciencia alimentada en nombre de la secularizaciGn de las sociedades modernas que hace que ni siquiera las personas sso econdmico, véase por ej. J.M. Hf. ASSMANN, Desa avert, Las armas 78 68 DESEO, MERCADO Y RELIGION admitan la existencia de mecanismos sacrificiales. Otro punto importante para esa eficacia es la «certeza» de la cul- pabilidad de las victimas que poseen tanto los miembros del sistema sacrificial como los mismos sacrificados. Cuando defendemos a idea de que el sistema capitalis- ta se sirve de los mecanismos sacrificiales no estamos pre~ tendiendo afirmar que esos mecanismos sean los mismos que los de las sociedades arcaicas. Existe sin duda un caréc- ter distintivo de la violencia sacrificial de la modernidad™ Con la cristiandad se introdujo en Occidente una nocién radicalmente nueva: la nocién de un mundo en el que no habria escasez y en el que, por lo tanto, serfan satisfechos todos los deseos (parafso), haciendo innecesarios los sacri- ficios. Surge asf la idea del «tltimo sacrificio», el de Jest, y el de una sociedad sin sacrificios. No podemos olvidar que esa nocién se da en la transicién de las sociedades pre- modemnas a las modernas, A pesar de esta doctrina y del establecimiento del «paraiso» en el horizonte del futuro hist6rico, las socieda- des siguen teniendo el problema de la escasez y, como con- secuencia, el de los deseos miméticos no satisfechos. Ahora en lugar de recurrir al mecanismo anterior, tipico de las sociedades arcaicas de reproducir el ritual sacrificial en tomo al «chivo expiatorio», lo que se produce es una refor- mulacién de la nocién de sacrificio. El retraso de la parusfa se justifica por la existencia de paganos que todavia cele- bran sacrificios, no aceptando el sacrificio definitivo de Jesiis. Por ello se pretende la conversién obligatoria de todos ellos sacrificando a los sacrificadores para acelerar la Iegada del paraiso. En la actualidad ya no se sacrifica en 33. Bl ue en mayor grado me ha influido a} elaborar'esta idea de la a sacrificial de la modemnidad ha sido Franz HINKELAMMERT. con destacar su obra Sacrifici nos y sociedad occidental la Bestia, vet, Costa Rica 1991 (Version portuguesa de la Paulus): Igualmente, H. ASSMANN y F. HINKELAMMERT, con su libro Idolatria do mercado, Vozes. Petrépolis 1989, Sobre a wopia sacrificial de la moderidad, véase también J. M. SUNG, Teologia y ecancy vis, capa DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO. 69 orden a reprimir y controlar los deseos miméticos sino més bien para realizarlos. En la modernidad, el camino hacia el paraiso se mani- fiesta bajo el aspecto de progreso técnico y econdmico. El incentivo del deseo mimético exige més sacrificios con los que mantener un orden que vive en permanente inestabili- dad y crisis por la misma dinémica de progreso-deseo mi- mético, Ahora el sacrificio de los menos competentes, los que quedan hoy excluidos de la dinémica econémica, es una necesidad del progreso; y mAs en concreto, el sacrificio de los que no se someten a las leyes del mercado, preten- diendo obtener los bienes necesarios para la vida sin respe- tar la propiedad privada o la relacién de compra-venta, Finalmente, también se hace preciso sacrificar a cuantos no acepten la «sacralidad» del mercado y pretendan intervenir en él en nombre de metas sociales o de Ja justicia social. Porque, como dice Girard, «la funcién del sacrificio con- siste en apaciguar las violencias intestinas, impidiendo la explosién de conflictos»™, El hambre y la muerte de millones de pobres en toda América Latina y en otros paises de! Tercer Mundo son los sacrificios necesarios para que no haya més necesidad de sacrificios. Las calumnias y persecuciones en contra de los defensores de los derechos humanos y de la dignidad de los pobres, forman parte de ese proceso sacrificial. 4, Tabies y dignidad humana Una caracterfstica importante de la solucién sacrificial rel giosa premoderna es la elaboracién de tabiies que normat vizan las acciones de los miembros de la comunidad, prohi- biendo el deseo de objetos que’ puedan crear una crisis mi- mética, El ejemplo clasico del tabti es el del incesto. 34. R. GIRARD, A violencia e lencia y lo sagrado, Ava sagrado, Op. cit, p. 27 (trad. cast.: La viow sa, Barcelona 1998), 70 DESEO, MERCADO ¥ RELIGION * Este tabii del incesto constituye un buen ejemplo para hacemos percibir que los tabes también sirven para dife- renciar a los seres humanos de los «monstruos», Todavia hoy es corriente ofr emo algunas personas se refieren a los individuos que rompen con tablies fundamentals, por ejemplo el del incesto, calificéndolos de «monstruos». Lo contrario también es valido: cuando la sociedad o algiin grupo quiere eliminar, sin justificacién razonable, a indi. viduos 0 grupos, suele impuitarles antes el crimen del inces- to 0 algin otro crimen «perverso», es decir, zlguno de los que rompen con los tabties. Quien no obedezca a los tabis es no es humano y, en consecuencia, no tiene derechos n dignidad. Como hemos visto anteriormente, en la sociedad mo- derma capitalista el deseo mimético que genera el mercado se ve incentivado. Esto no quiere decir que ya no haya ta- biies; siguen existiendo puesto que los deseos miméticos Permanecen, s6lo que asumen otra forma. Ahora no todos los tabies son prohibitivos, del género «ino puedes!». Mu. chos son «obligatorios»: «jdebes!». La inversién del tabi més conocido es la del sexual: del «no puedes» hemos pasado al «debes». En el terreno de la economia, el tabi es sin duda: «jcompre!», «jcompre mercancia de ultima modal». Nizan Guanaes, director de creacién de una gran agen- cia de propaganda, escribié que: «Nike no es un calzado de tenis, es un modelo de vida. Nike es un estilo y una vision del mundo. Sus anuncios son evangélicos. No sélo venden, sino que adoctrinan. No s6lo convencen; convierten»” Seguin él, Nike transforma alas personas, hace que se sien. tan como los idolos que lo usan. «Nike hace que el golfillo del tercer mundo se sienta tan bien como si estuviera esni. fando pegamento. Por eso pandillas de arrapiezos que no podrian tener Nike, lo tienen, Porque si no lo tuvieran morirfan>". Y, podemos afadir, esa es la raz6n por la que 35. Nike es un estilo y una visidn del mundo», Fo ike um exo y ido», Folha de S. Paulo, pp.2-4, DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO— 71 algunos «meninos da rua» matan para tener Nike y otros prefieren poner su vida en peligro antes que salir a la calle sin su Nike. «Compre Nike» 0 cualquiera otra marca que esté de moda y sea objeto del deseo mimético de todos, ha pasado a convertirse en un tabti, una condicién de pertenencia a la comunidad humana. Las personas no van a comprar un tenis sino que van a la busqueda de ser «alguien», algo que les posibilite ser reconocidas como tales por otras personas de la comunidad que viven bajo el mismo tabi, De este modo Nike ha dejado de ser objeto de deseo, para conver- tirse en una necesidad. Llegamos asf, finalmente, al nudo gordiano donde se entrelazan en enmarafiada confusién el concepto de necesidad, el de deseo y el misterioso pasaje de deseo a necesidad de que hablaba Hayek. Tendremos que distinguir entre las necesidades objeti- vas para la reproduccién de nuestra vida corpérea, y las necesidades introyectadas por el tabii y el deseo mimético, necesidades que son tales por que se han convertido en con- diciones de pertenencia a una sociedad o a un grupo social. Nadie muere por no tener Nike; pero s{ que muere si no come ni bebe, independientemente de que desee 0 no de- see comer. El caso extremo de la anorexia nos ayuda a per- cibir la diferencia entre necesidad real y deseo transforma- do en necesidad debido a problemas culturales (tabties) 0 siquicos. Uno de los aspectos de la relacién existente entre nece- sidad y deseo es la relaci6n entre el objeto u objetivo dese- ado y Ia condicién de posibilidad de alcanzarlo. «Yo deseo ser aceptado por este grupo y para ello necesito tener unos tenis de importacién». El hecho de poseer unos tenis de importacién no significa necesariamente que se pertenezca al grupo, pero sf que supone la condicién de posibilidad, ya gue esa es la condiciGn previa impuesta por el grupo en cuestin. Al hablar de Ia necesidad como condicién de posibili- dad, debemos distinguir dos tipos de necesidad: la «basica> R DESEO, MERCADO Y RELIGION y la «social o siquica». La primera condicién para que cual- quier individuo pueda desear algo y luchar por ello es la de estar vivo. Un sujeto muerto ya no es sujeto, y mucho me- nos sujeto de deseos. Esto significa que la satisfaccién de las necesidades bésicas que hagan posible su supervivencia ¢s la condicién primordial. Este es el tipo de necesidad que Jos movimientos populares y eclesiales plantean en primer término. Pero, ademés de vivir, las personas necesitan «sen- tirse vivas», es decir, sentir que pertenecen a un grupo so- cial en el que son reconocidas como personas por otros semejantes. Es aquf donde interviene la «necesidad social o siquica» a la que aluden Hayek y el personal dedicado al marketing. Lo que mueve a las personas, lo que hace que las per- sonas saquen fuerzas para luchar, es el deseo. El deseo atrae a las personas, mientras que las necesidades, sobre todo las mas bésicas, nos «empujan», Otro punto en el que debemos insistir es el cardcter «tnistico» de las mercancfas en nuestras sociedades. Es lo que Marx Iamé el «fetiche de la mercancfa». Ese «ser» misterioso ¢ infinito que se busca «detrés», por ejemplo, de un coche importado, gran objeto del deseo mimético de nuestros dfas, es el que provoca que la gente no dcepte ni comprenda el porqué de la redistribucién de la renta o de Jas reformas estructurales profundas. Y los pobres que no consiguen comprarlo ni superar esa mistica del fetiche de la mercancia viven el sentimiento de «ser menos», de ser infe- riores, de ser culpables, gente sin dignidad y por consi- guiente sin derechos por los que luchar. Contra los «monstruos» violentos (los pobres que no compran mercancias con etiquetas de moda y que intentan satisfacer sus necesidades basicas sin rendir pleitesfa al tabti de la propiedad privada y a las leyes del mercado), la sociedad, es decir, los integrados en el mercado que ha interiorizado esos tabiies, se sienten en el derecho de em- plear todas las formas de violencia «legal» 0 hasta ilegal, con tal que sean «legitimas» de acuerdo con el espfritu de mercado, DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 73, 5. Desafios para el cristianismo La lucha en favor de los pobres y excluidos de nuestras sociedades pasa por la urgente redistribucién de la renta y la riqueza, por la mutacién del sistema productivo que pei- mita una mejor distribucién de la renta, y por profundas reformas en la estructura econémica, social y politica. Pero, para ello, es fundamental que desenmascaremos el meca- nismo sacrificial del deseo mimético aquf analizado. Sin eso, es muy di econémica la satisfaccién de las necesidades basicas de toda la poblacién, No pretendo negar el espacio que le corresponde al deseo; tinicamente intento introducir el sen- tido comin en la dindimica social. Las sociedades premodernas se valian de tabiies religio- sos para «domesticar» los deseos miméticos que podian suponer un riesgo para la integridad de la comunidad como tolalidad. Hoy, en las sociedades modernas, eso ya no es posible ni deseable, teolégicamente hablando, El deseo es algo constitutivo del ser humano y tiene una dinmica mimética. Esto significa que el mimetismo del consumo, una de las causas de nuestro dualismo, no va a ser nunca eliminado por ningsin decreto ni por ninguna revolu- cin, Si fuese posible la construccién de una sociedad total- mente nueva, basada en hombres y mujeres totalmente nue- vos, quizs podriamos pensar en una economia sin este pro- blema del consumo mimético. Pero como esa realidad «absolutamente nueva» no es histéricamente posible, el de- seo mimético de apropiacién es un componente antropolé- gico y social con el que debemos aprender a lidiar. Una de las formas posibles de afrontar este proceso, con Ja mirada puesta en la superacién de la exclusin social, es el desenmascaramiento, el desvelamiento del mecanismo sacrificial que se esconde bajo nuestra cultura de consumo exagerado. Y, partiendo de ahi, por medio de mecanismos democraticos y nuevos pactos sociales, establecer politicas econémicas y leyes que delimiten la satisfacci6n de los de- 74 DESEO, MERCADO Y RELIGION seos de consumo de bienes de Iujo provocados, que son los que dificultan un desarrollo econémico orientado a la tota- Iidad de la poblacién, Para que este tipo de orientacién de la sociedad se con- vierta en un consenso 0 pueda recibir el apoyo de la mayo- ria de la poblacién, condicién basica para la democracia, es fundamental que relativicemos el deseo mimético de apro- piacién. En el capitalismo, el deseo de tener no s6lo se ha convertido en algo central sino que esté asumiendo una dimensién casi totalitaria. Hasta en las relaciones persona- Jes «las personas se ven transformadas en cosas; sus rela- ciones mutuas asumen el cargcter de propiedad»™, Relativizar el deseo mimético de apropiacién no signi- fica que pretendamos aqui acabar con él, sino mas bien limitarlo y atenuarlo al poner en primer plano otro tipo de deseo mimético, el deseo de ser como aquellas personas a las que aceptamos como modelos o maestros. En la termi- nologia de Girard, se trataria del mimetismo de representa- cidn. ¥ para que la l6gica del «tener» sea relativizada por la l6gica del ser, o mejor atin, para que el «ser» no se busque nicamente en el tener, es preciso que establezcamos la diferencia existente entre esas dos légicas. Como afirma Fromm, «la diferencia entre tener y ser no es fundamental- mente una cuestién de Oriente y Occidente. Es, eso si, una diferencia entre una sociedad centrada entomo a las perso- nas y otra centrada entomno a las cosas»”, Y para que la dimensién humana y cualitativa de la vida sea mas valorada en la sociedad, para que el deseo no sea canalizado tnicamente hacia el tener, sino sobre todo ha el ser como personas que han descubierto el sentido huma- no de la vida, necesitamos, como nos recuerda L. Boff, figuras ejemplares como la de san Francisco de Asis, que «sirvan de espejo donde se muestren de modo convincente los suefios que suministran fuerza a las précticas y los valo- 36. E. Fron, Ter ou ser?, Zahar, Ed, Rio de Janeiro 1982 p. 83 (ad, east: :Tener o ser?, Fondo de Cultura Econémica, Madrid 1995 37. Ibid. pp. 38-39, DESEO MIMETICO, EXCLUSION SOCIAL Y CRISTIANISMO 75, res que alimentan Ids grandes motivaciones y confieran sen- tido para vivir, sufrir, luchar y esperar», necesitamos de alguien que en el encuentro y comunién solidaria con los pobres y Ia naturaleza haya Vivido el «desnudarse del ins- Tinto de posesién»”. Para priorizar algunas metas sociales necesitamos, ade- ms de la diferenciacién de los conceptos de necesidad y deseo, que se restablezca la verdad de la inocencia de las victimas. Si el cristianismo atin tiene relevancia histérica y puede contribuir a la construccién de una sociedad alterna- tiva en América Latina, debemos fundamentar nuestra con- tribuci6n sobre el nicleo central de nuestra fe: la resurrec- cién de Jestis; resurreccién que, en el fondo, no es sino la de la inocencia de una victima de un sistema En este sentido, Hugo Assmann ha dicho que «la, novedad esencial del mensaje cristiano (...) consiste en la afirmacién central de que las victimas son inocentes y que no hay disculpa ni pretexto que justifiquen su victima- cidn»®, y que ese elemento central de nuestra fe nos impo- ne una actitud de solidaridad con todas las victimas de nuestro entorno, La defensa de las victimas de los sacrificios exigidos por el sistema de mercado nos permite desenmascarar el sistema sacrificial y percibir la perversidad de la l6gica y las leyes de ese mercado, asf como la responsabilidad de todos aquellos que de é1 se benefician y lo adoran. Ya que s6lo una institucién transcendentalizada (idolo) puede demandar tantos sacrificios humanos en nombre de un futu- ro paraiso y dejar con la conciencia tranquila a sus adora- dores y defensores. 38. L, Bor, Ecologia: grito da Terra, grito dos pobres, Atica, S. Paulo 1995, p. 310 (tad. cast: Ecologia: grta dela tierra, grto de fos pobres, Trott, Madrid 1996). 39, Ibid, p. 327. 40. H. Assmann, «The strange impu Theology», (Conference on Rel jon of violence 10 Liberation 16 DESEO, MERCADO Y RELIGION Ponerse del lado de las victimas, ayudndolas a recons- truir la dignidad humana que les ha sido denegada, nos per- mite comprender porque nos posibilita una revolucién epistemolégica- que Dios «no quiere sacrificios sino mise- ricordia» (Mt 9,13); que no nos hacemos més humanos por- ‘que compremos mercancfas que también otros desean sino por el encuentro solidario con nuestros hermanos; y que el pecado consiste precisamente en el cumplimiento de la Ley (del mercado)". No podremos transformar en profundidad nuestras es- tructuras econémicas y sociales injustas sin la participacion de sectores importantes de la sociedad, de muchas perso- nas, Para ello, tenemos que ayudarlos a superar la l6gica del deseo mimético del mercado y su mecanismo sacrificial. Tenemos que ayudarlos a descubrir la inocencia de las vic- timas sacrificiales de nuestra economia y a buscar un modo alternativo de vivir sus vidas y de relacionarse en la socie- dad. De ese modo, juntos, iremos construyendo un nuevo proyecto de sociedad y de civilizacién. Pienso que noso- tr0s, los cristianos, tenemos un papel importante que llevar a cabo en este desafio histérico. A fin de cuentas, nuestra fe nace de la afirmacién de la inocencia de la victima de un sistema y un dios sacrificiales. 41, Sobre esta cuestiGn fundamental dela ley y el pecado en S, Pablo, véase E. Tamez, Contra toda condena, det, Costa Rica 1991 (versin portu- guesa en la Ed, Paulus)

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