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Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis 2009

Bahía Blanca.

Silvina M Candia.
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CAPITALISMO
Dime de que época eres y te diré como amas

“Es claro, no ves que hemos logrado eternamente amarnos


el tiempo no ha pasado!
¡Tú y yo!
¿Quién nos puede separar?
¿Quién se atreve a desafiar
la fuerza que hay en mí ahora que estás junto a mí!
por los siglos te tendré
nada me ha de detener
te pido, espérame”.

¿No es de esta época verdad?. No, es parte de la bellísima letra del Tema de Amor de la
Obra Musical Drácula, de Cibrian- Malher, la obra de teatro, no el libro original, cuenta la
historia de un amor inmortal, impedido por supuesto, del siglo XV.

Si bien “nada sensato o significativo se puede decir sobre el amor” intento hoy pensar
algunas cuestiones que giran en torno a las siguientes preguntas:

¿De qué manera el discurso actual favorece o no el encuentro entre los seres humanos?

¿Cuáles son las “condiciones” para que algo del orden del enamoramiento ocurra?

¿Qué lugar para el amor en el tiempo actual?

Idealizado, como encuentro definitivo del hombre con aquello de lo que carece, aunque
conserve siempre una inquietante vecindad con la soledad, la pérdida y el desamparo.
Fuego que brinda aliento a el alma, el amor promete unificación a quien se encuentra
afectado por la división y la incompletad. Así lo dice Aristófanes en el famoso Banquete de
Platón, …“de todos los dioses, el amor es el más antiguo de los hombres y su mejor
médico, pues sólo él es capaz de curarles de su mayor mal que no es otro sino la pérdida
de su naturaleza originaria”1

Parece que en un principio, los seres humanos formaban una unidad en dos partes, una
masculina y otra femenina. Eran seres arrogantes y vanidosos, pues eran perfectos. Cegados
por su soberbia decidieron escalar al Monte Olimpo -lugar destinado a los dioses- con la
idea de alcanzar la gloria divina, de la que ellos se creían merecedores. Al conocer Zeus y
los demás dioses sus planes, los castigaron separando sus cuerpos y borrando sus mentes
para que no encontraran a su par. La separación fue terrible: Zeus usó rayos como
instrumento para lograrlo. Adoloridos, tristes y vacíos, los seres humanos (como ahora los
conocemos), perdieron la cordura y buscaron a su pareja desesperadamente, pero como no
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Platón. Diálogos: El Banquete. Burea Editor: Buenos Aires, 1999. pág. 40.

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recordaban a su otra mitad la pesquisa se hizo casi imposible. Cada uno de nosotros no es
pues mas que una mitad de ese hombre primigenio. De ahí proviene el amor, nos devuelve
a nuestra naturaleza primitiva, hace todo lo posible para reunir las dos mitades y por
devolvernos a nuestra antigua perfección.

La ilusión del retorno a la unidad perdida es la razón por la que Lacan sostiene que el mito
del andrógino ha triunfado en la civilización occidental. En el mito además de mostrar la
dimensión imaginaria del amor, (amor en lo imaginario: de dos hagamos uno) también se
subraya la idea del encuentro entre alguien a quien algo le falta –sin saber que es- y la
creencia de que eso que le falta lo tiene “otro”.

Los psicoanalistas sabemos que todos somos exiliados del cuerpo de nuestra madre, de un
goce prohibido que llamamos incesto y todo exiliado -como dice el tango- lo que mas
anhela es: volver. Aunque cuando se vuelve nunca es lo mismo, porque si se realizó, se trata
de un exilio irremediable, de una tierra que nunca se tuvo… el amor es nuestro modo de
consolarnos de este exilio, es el encuentro con el otro para paliar la falta de ese territorio
primero.

Vacío, pérdida que lanza al viviente humano a correr los riesgos que el encuentro con el
otro conlleva aunque ese encuentro no sea más que ilusorio. Aunque tenga mucho de
disarmónico, el amor se obstina a pesar de los fracasos porque otorga sentido al ser
afectado por la división. Quisiera rescatar en este sentido el valor del amor en su dimensión
imaginaria.

De cómo el discurso ordena los lazos sociales.

Los modelos socioculturales promueven mandatos de cómo ser y favorecen “modos de


enlaces” acordes a esos “ideales”.
Oscar de Cristóforis sostiene en su reciente libro “Amores y Parejas en el Siglo XXI”: “no
se trata sólo de que las condiciones socioculturales influyan sobre las personas ya
estructuradas sino de cómo estos mandatos culturales intervienen en la construcción
misma de la subjetividad […] así, el tipo de vínculo que se conforma en una determinada
época está también producido e instituido por lo social cultural”2.

Siguiendo la línea del tema que hoy me convoca, podría decir: ¡dime de qué época eres y te
diré cómo amas!.

Con Lacan sabemos que “discurso” no es sinónimo de “lenguaje” sino una estructura que
ordena los lazos sociales, una estructura que va mas allá de la palabra (aunque luego
podamos ver que también se muestra en el lenguaje: producción, rapidez, inmediatez,
satisfacción)
Las diferentes formas de discurso dan cuenta de las relaciones entre el sujeto y el Otro y de
los modos de goce. En Mayo de 1972 Lacan presenta el discurso del capitalismo como una
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Oscar de Cristóforis. Amores y parejas en el siglo XXI. Letra Viva Editorial: Buenos Aires; 2009. pág. 176.

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leve alteración en el orden de las letras del discurso del amo, pequeña pero que produce
efectos decisivos en relación al sujeto. El discurso capitalista ordena los lazos sociales
mandando sólo gozar consumiendo. Estructura para ello el funcionamiento de un mercado
cuya finalidad es la producción de “objetos listos para gozar” objetos que colman la
división subjetiva y que le ahorran al sujeto la confrontación con el otro que le recordaría
que “no hay relación sexual”.

El del capitalismo es en realidad un falso discurso porque en él, el sujeto no hace lazo con
ningún otro, porque sabido es que para sostener el lazo social es necesaria la pérdida de una
cuota de goce.

¿Qué forma de lazo, si es que lo podemos llamar así, a la del tiempo actual? Que
posibilidad para el lazo social y para el amor?

La nuestra es una sociedad de consumidores que habitualmente terminan consumidos, pero


el consumismo, no es acumular bienes, sino usarlos y disponer de ellos después de
utilizarlos a fin de hacer lugar para nuevos bienes. Cuando se trata de objetos de consumo,
la satisfacción esperada tiende a ser mesurada en función del costo donde se busca la
relación “costo – beneficio”.

Las relaciones parecen seguir la pauta del consumo, invitando a la liviandad y a la


velocidad.

Al igual que otros productos, la relación es para el consumo inmediato, sin perjuicios, pero
fundamentalmente descartables. Si resultaran defectuosas o no fueran plenamente
satisfactorias, como los productos pueden cambiarse por otros, pero aún, mas, ningún
producto es de uso extendido, aún cuando cumpla con su cometido, pueden ser cambiados
en el momento en que versiones nuevas y mejoradas aparezcan en el mercado.

El conjunto de experiencias definidas con el término amor se ha ampliado enormemente,


relaciones de una noche son descriptas por medio de la expresión “hacer el amor”, breves
episodios, atravesados a priori por la conciencia de su fragilidad y brevedad. Pareciera que
la clase de destreza que se adquiere es la de terminar rápidamente y volver a empezar desde
el principio. Si la calidad defrauda, se propone la salvación en la cantidad, cuando la
duración no funciona, nos redime la rapidez del cambio.

Como lo describe Zygmunt Bauman en su libro Amor Líquido: “en una cultura partidaria
del consumo como la nuestra, partidaria de los productos listos para el uso inmediato, las
soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieran esfuerzos
prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y las garantías de
devolución, en una cultura que promueve los resultados sin esfuerzos, el esfuerzo sin
sudor[…] la conquista de la capacidad de amar, será necesariamente, un raro logro”3.

3
Zygmunt Bauman. Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de Cultura
Económica. 2005. pág. 22.

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Si la característica de la vida moderna es la licuación y el consumismo como única y
exclusiva estrategia, el desconsuelo del ser humano esta asegurado. La ausencia de amor,
lleva a la falta de ilusiones y esperanzas cuyas consecuencias negativas son fácilmente
observables en la cultura postmoderna que nos toca vivir.

Soledad, desencanto, consecuencias, efectos -hoy mas que nunca- de un discurso que
ordena los lazos sociales mandando solo “gozar” y “consumir”.

Hoy, se habla de “conexiones” en lugar de “relaciones” con una gran ventaja de este primer
término sobre el último. Las conexiones son relaciones virtuales a diferencia de las
relaciones a la antigua, por no hablar de relaciones comprometidas, parecen estar hechas a
medida de la moderna vida líquida, en la que se supone y se espera que las posibilidades
románticas fluctúen con mayor velocidad entre las multitudes, con la promesa de ser mas
gratificantes y satisfactorias que las anteriores. Así las relaciones virtuales son de fácil
acceso y salida. Parecen sensatas e higiénicas, fáciles de usar y amistosas con el usuario si
se las compara con las relaciones reales, pesadas, lentas y complicadas… pero allí no
termina la serie de ventajas, todavía hay una más decisiva: uno siempre puede oprimir la
tecla “delete”.4

De este modo la tecnología nos asegura una “conexión” que nos mantenga a distancia del
“encuentro” y por lo tanto del desencuentro, del dolor, de la espera. La “proximidad”
virtual puede ser interrumpida con sólo apretar un botón.

Así “aunque la soledad del hombre es perenne, no sociológica sino metafísica, únicamente
una sociedad como esta podía revelarla en su total magnitud”.5

Sobre el amor, el deseo y el goce

Si bien Lacan nunca lo dice podemos suponer en el viviente humano –si las cosas marchan
bien- una articulación entre amor, goce y deseo.

En el seminario XVII, El Reverso del Psicoanálisis6, Lacan desliza la idea de una originaria
pérdida de goce introducida por el significante, a partir de la cual el cuerpo queda marcado
para siempre por la nostalgia y el anhelo constante de recuperar esa unidad, lo simbólico
produce un cuerpo en el que se pierde el organismo, dejando al mismo tiempo la marca de
las primeras impresiones recibidas, tallando de este modo un recorrido que el hablante
intentará repetir una y otra vez en la ilusión de recuperar la unidad que el cuerpo tenía antes
de la irrupción del significante.

Así, el goce perdido motoriza la búsqueda de un objeto que contenido en el cuerpo de otro
humano le sirva de señuelo.
4
Ibídem.
5
Ernesto Sábato. Antes del fin: Memorias. Seix Barral: Barcelona; 2002.
6
Jacques Lacan. El Seminario, Libro XVII. El reverso del psicoanálisis (1969-1970). Editorial Paidós: Buenos
Aires; 1992. Clase del 14 de enero de 1970. págs. 41-56.

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Pero el goce es parcial y es del cuerpo y cuando un cuerpo goza se “olvida del sujeto”, hay
un riesgo entonces de aniquilación subjetiva comparable a quedar confundido con el objeto,
comparable a “ser” ese objeto en lugar de “parecerlo”.

Vuelvo entonces a la pregunta: ¿qué forma de lazo social propicia un discurso que manda
sólo gozar?.

Sólo la existencia de la dimensión amorosa preserva de la angustia por el aniquilamiento


subjetivo que la búsqueda única de goce implica. El amor que inviste “personas totales”
limita la degradación cuando la búsqueda es sólo de satisfacción.

Es decir, que sólo por amor, ese “engaño recíproco” entre el sujeto y el Otro se sostiene,
sin embargo, hoy, los encuentros con el otro parecieran ser como en los shopings, que los
consumidores compran por “por ganas”, ganas que surgen de inmediato y que mueren del
mismo modo. En las relaciones también todo parece reducirse al goce bobo y a la
desafectivización. Sin amor, el goce no logra condescender al deseo y el único deseo que
puede surgir es el de repetir una y otra vez la experiencia del breve encuentro lo
suficientemente breve, laxo y descomprometido como para que se pueda abandonar
cuando se satisfizo la pulsión.

Se revela así lo problemático de que no exista esta dimensión engañosa del amor en el
momento en que se advierte una vez más que el objeto encontrado no era el buscado.

Una última reflexión

El avance científico se alía con la renegación característica de nuestro tiempo para


desconocer de la incompletud y de la castración, la cultura actual promueve que se puede
paliar la angustia por la finitud sin pasar por los escollos que implica el encuentro con el
otro, hoy ya no es necesario unirse dos para concebir un hijo, se puede recurrir
sencillamente al banco de esperma, hoy en día los hijos pueden venir ya no como resultado
del encuentro de dos.

Finalizando

La idea que se tiene de amor como las maneras en que se pone en práctica el ritual amoroso
son reflejo de cómo se vive en una época determinada, reflejo de lo valores e ideales que en
ella se sostienen.

¿Qué lugar posible para el amor, siempre disarmónico y sin garantías, en tiempos de la
completud y de la satisfacción garantizada?

Si bien el psicoanálisis puede hacer lectura de lo social, trabaja en la singularidad y su ética


es a contrapelo del consumismo/utilitarismo capitalista.

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En tiempos de lo light, de la banalización del erotismo y del sexo sin compromiso, volver a
otorgarle al amor su valor como aquel capaz de limitar la degradación y hacer condescender
el goce al deseo, es la propuesta. En medio de los objetos y del consumo, rescatar la
subjetividad, subjetividad siempre herida de vacíos, anhelos y carencias e inventar a partir
del reconocimiento de la falta, transformando la imposibilidad de dar lo que “no se tiene”
en imposibilidad misma, esencial para causar deseo.

Que así podamos ir al encuentro de otro aún a sabiendas de que nada elimina el abismo que
hay entre los seres humanos, sólo ilusoriamente y como Octavio Paz podamos decir “al fin
la vida tiene una cara y un nombre”7.

7
Octavio Paz. “Carta de creencia”, en Obra Poética (1935-1988). Seix Barral: Barcelona. 1990.

Otra Bibliografía consultada (no citada en el texto)

Couso, Osvaldo: El Amor, El Deseo y el goce. Edit Lazos


Jacques Lacan: El Seminario, Libro 20 Aún.1972- 1973 Edit. Paidós
Jacques Lacan, El Seminario, Libro 8 La Transferencia, 1960-1961. Edit Paidós.
Vega Isidoro y otros: Los Discursos y la Cura. Acme Agalma Edit. 1999

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