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En el recién nacido (RN) existe un balance negativo de sodio en los primeros días de vida, evento
auto limitado asociado a la contracción del volumen extracelular. Los cambios en la concentración
plasmática de sodio a esta edad reflejan principalmente cambios en el balance de agua más que
en el de sodio. El balance de agua tiende a ser positivo en el primer día debido al aumento en la
secreción de vasopresina asociada al parto y a la baja tasa de filtración glomerular.
Después del nacimiento hay una caída en la resistencia vascular renal que produce un mayor flujo
sanguíneo renal y una mayor perfusión a los nefrones corticales, resultando en mayor filtración
glomerular, aumento en la diuresis y balance negativo de agua en los siguientes días de vida
posnatal.
Cambios de influencia hormonal: respuesta renal disminuida a la vasopresina, que se traduce en
una menor capacidad concentradora de la orina. Las concentraciones de renina y aldosterona
plasmática son altas en los RN tanto prematuros como de término, sin embargo, la respuesta
tubular a la acción aldosterónica es baja a menores edades gestacionales. Esto da cuenta de una
mayor incapacidad de retener sodio y excretar K en el prematuro19.
Respecto al manejo renal del sodio, existen diferencias en la fracción excretada de sodio (FeNa)
con el adulto, que excreta menos del 1% del sodio filtrado. En prematuros menores de 30 semanas
de gestación, el FeNa puede exceder el 5% durante los primeros 3 días de vida, mientras que en
el RN de término alcanza alrededor del 2%. Se ha postulado un desbalance funcional glomérulo
tubular como el responsable de este alto FeNa previo al nacimiento, sin embargo, otras teorías
sugieren que la reabsorción de sodio por el riñon fetal está relacionada íntimamente con la tasa
de filtración glomerular.
Se cree que la mayor excreción basal de sodio en RN pre término comparada con los de término
es secundaria a la capacidad disminuida del túbulo distal del prematuro de reabsorber el sodio
adecuadamente. En el RN de término, inmediatamente después del parto (2-4 horas), se produce
un aumento transitorio del FeNa, debido a la redistribución del flujo sanguíneo intranenal,
aumento en la liberación de sustancias natriuréticas, y a cambios en la secreción de diferentes
hormonas involucradas en la homeostasis del sodio. Después de las 4 horas se aprecia una rápida
disminución en la excreción de sodio, llegando entre 24-48 horas a un FeNa de alrededor del
1%19.
Los copos de cereales para el lactante están reforzados con hierro reducido electrolíticamente,
que es un hierro fraccionado en pequeñas partículas para m ejorar su absorción. C uatro
cucharadas rasas de cereales aportan 5 m g de h ierro o aproxim adam ente la mitad de la cantidad
que requiere el lactante, por lo que los cereales son normalmente el primer alimento que se añade
a su dieta.
Las frutas y verduras trituradas y «júnior» aportan hidratos de carbono y vitaminas A y C. La
vitam ina C se añade a muchos tarros de frutas y a todos los zumos de frutas. Además, se añade
tapioca a varias frutas en conserva. A las verduras con crema se les añade leche, y en las mezclas
de verdura se añade trigo.
La mayoría de las carnes trituradas y júnior se preparan con agua. Los purés de carne, que tienen
la mayor densidad de calorías que cualquiera de los alimentos comercializados para los bebés,
son una fuente excelente de proteínas de alta calidad y hierro del grupo hemo.
También existen muchos postres, en forma de budines y postres de frutas. La composición de
nutrientes de esos productos varía, pero todos ellos contienen u n exceso de calorías en forma de
azúcar y alm idón de maíz modificado o alm idón de tapioca. La mayoría de los lactantes no
necesita este exceso de calorías.
Existen varios preparados alim entarios com erciales y p ro ductos orgánicos para lactantes. E n
el capítulo 10 se tratan los alimentos orgánicos. Estos productos tienen un valor nutricional muy
variable. Los alimentos para lactantes han de seleccionarse cuidadosamente a fin de satisfacer las
necesidades nutricionales y de desarrollo del niño.
Las madres que quieran elaborar la comida de sus hijos pueden hacerlo fácilmente siguiendo las
orientaciones del cuadro 17-1. Los alimentos preparados en casa suelen tener nutrientes más
concentrados que los alimentos comerciales, porque se usa menos agua. N o se debe añadir sal o
azúcar a los alimentos preparados para lactantes.
Litiasis: La razón exacta de la menor incidencia en los países industrializados parece estar
relacionada con cambios en la dieta, de una a base de carbohidratos a otra actual con alto
contenido proteico. Paradojalmente, la dieta “proteica” se asocia a un aumento de la litiasis en el
tracto urinario alto en adultos en proporciones casi epidémicas, probablemente por la asociación
de mayor producción y excreción de uratos, aunque los cálculos sean mayormente de oxalato de
calcio
Estas dietas de alto contenido en proteínas y bajo contenido de frutas y hortalizas, generan una
cantidad importante de ácidos, principalmente en forma de sulfatos y fosfatos. El riñón responde
a esta sobrecarga ácida con un aumento en la excreción ácida neta en forma de amonio y acidez
titulable. Concomitantemente, el hueso contribuye a esta respuesta con su función amortiguadora
mediante la resorción ósea, con el consecuente incremento en la excreción urinaria de calcio.
Las proteínas de la dieta, según sea su tipo, difieren significativamente en cuanto a su carga ácida
potencial y por lo tanto, en su efecto generador de acidosis metabólica. Una dieta con un elevado
contenido en proteínas de cenizas ácidas ocasiona una pérdida de calcio excesiva debido a su
contenido acidogénico. La adición de amortiguadores externos a una dieta hiperproteica, bien en
forma de sales químicas (bicarbonato de sodio, citrato de potasio, etc.) o bien en forma de frutas
y hortalizas, reduce la excreción urinaria de ácidos y de calcio. Se puede lograr así detener la
resorción ósea e incluso incrementar la acreción de hueso.
Una dieta de cenizas ácidas es aquella que genera ácido en su proceso metabólico. Alimentos tales
como pescado y carnes (rojas y blancas) tienen una carga ácida potencial renal elevada (PRAL,
por sus siglas en inglés) (22). Muchos productos de granos y quesos también tienen una PRAL
elevada. Por el contrario, la leche y productos lácteos diferentes al queso, tales como el yogurt,
tienen una PRAL baja. Las frutas y las hortalizas tienen una PRAL negativa, lo cual significa que
producen cenizas alcalinas.
Una evidencia importante de que los efectos de una dieta hiperproteica son mediados a través de
cambios en el balance ácido base proviene de algunos estudios en los cuales las cargas ácidas de
las proteínas de la dieta son neutralizadas con bicarbonato. Lutz suplementó una dieta elevada en
proteínas (102 g/día) con bicarbonato de sodio y midió el efecto sobre el calcio urinario y el
balance de calcio (24). Los sujetos se encontraban en balance de calcio negativos mientras
consumían 102 gramos de proteínas diariamente, pero el suplemento de bicarbonato disminuyó
el calcio urinario en 66 mg/día y el balance pasó a ser ligeramente positivo. Los sujetos tenían
balances de calcio similares con dietas hiperproteicas (102 g/día) más bicarbonato, ó bien con
dietas con contenido moderado de proteínas (44 g/día). Un estudio más elaborado fue realizado
por Sebastian y col. (25) quienes estudiaron los efectos de una dieta de 96 g/día de proteínas.
Durante la suplementación con bicarbonato, el calcio urinario disminuyó y el balance de calcio
se hizo más positivo.
Las frutas y hortalizas constituyen la mayor fuente de amortiguadores en la dieta. Ya hace algunas
décadas, Appel y col. (26) reportaron el efecto de una dieta con alto contenido de frutas y
hortalizas en un grupo de 350 personas durante 8 semanas. El aumento de la ingesta de frutas y
hortalizas de 3.6 a 9.5 raciones diarias disminuyó la excreción urinaria de calcio de 157 ±7 a
110±7mg/d. Esta disminución no fue un efecto relacionado con la ingesta de sal, debido a que el
sodio urinario disminuyó sólo 232 mg/día.
Existen una serie de razones que sugieren que las dietas HP pueden inducir alteraciones
importantes de la función renal y de otros aspectos del metabolismo (41). Se ha demostrado que
estas dietas pueden ocasionar hiperfiltración glomerular e hiperemia, proteinuria, diuresis,
natriuresis, kaliuresis y aumento en los factores de riesgo para la producción de urolitiasis
(hipercalciuria, hiperuricosuria, hipocitraturia y disminución del pH urinario). En pacientes con
distintos grados de enfermedad renal crónica se ha demostrado que las dietas hiperproteicas
contribuyen a la aceleración del deterioro de la función renal