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Los excluidos del interior Pierre Bourdieu y Patrick Champagne viermbre de 1986 o noviembre de 1990- de “malestar liceista”, es atribuir indistintamente un ‘estado’ (de saluel o de Animo), en si mismo mal icentificade y mal definido, a la totalidad de una categorla exttemadamente diversificada y dispersa. Resulta claro, en efecto, que el universo de los establecimientos escolares y las poblaciones correspondientes es en realidad ua continuum del que la percepcisn corriente s6lo aprehende Los dos extremos: por un Jado, las instituciones improvisadas que se multiplicaron apresuradamente en los suburbios desheredados pa- ta acoger poblaciones de alumnos cada vex mds numerosas y culturalmente indigentes, ¥ que no tienen mucho que ver con el liceo tal como éste se perpetué hasta los aftos cincuenta\ por el otro. los establecimientos altamente resguardados, donde les liceistas de buena familia pueden llevar todavia hoy una vida escolar que noes radicalmente diferente de la que conocieron sus padres sus abuelos. ¥ aunque pueda reunir en una manifestaci6n a alumnos (o padres) que tenen en comin experimentarlo, el “mal de la escuela” hoy muy difundido reviste formas extremadamente di- versificadas: las dificultades, e incluso las ansiediades, que sufren los alumnos de tas secciones nobles de los grandes liceos parisienses y sus familias difieren, como el dia y la noche, de aquellas que experimentan los alumnos de los colegios de ensefianza técnica de los suburbios pobres de las grandes urbanizaciones. Hasta fines de los afios cincuenta, las instituciones de ensefianza secundaria disfrutaron de una gran estabilidad fundada en Ia eliminaci6n precoz y brutat (en ¢l momento del ingreso en sextoaio) de los hijos de las familias culturalmente desaventajadas. La selecciésn de base social que asi se efec- tuaba era aceptada en gran medida por los nifios que eren sus vietimas y porsus familias, dado que parecia apoyarse exclusivamente en los dones y los méritos de los elegidos, ademas de que la escue- la misma se encargaba especialmente de convencer a quienes no queria de que eran ellos los que no querfana la escuela. La jerarquia de los érdenes de ensefanza, simple y claramente identificable, y muy especialmente la divisién tajante entre el primario (por to tanto, las “primarios’) y el se- cundario, mantenfa una relaci6n intima de homologia con la jerarqufa social: y esto contribufa no po- oa persuadir a quienes no se sentian hechos para la escuela de que tampoco lo estaban para las posiciones que ésta abre (y cierra), vale decit, las profesiones no manuales y, muy en especial, los puestos cirigentes dentro de ellas. Entre las transformaciones que afectaron el sistema de ensefranza desde los afos cincuenta, una de las que tuvieron mayores consecuencias fue sin duda alguna la entrada en el juego escolar de categorias sociales que hasta entonces se exclufan o eran practicamente exeluidas de él, como los pequefios comerciantes, los artesanos, los agricultores ¢ incluso (a causa de !a prolongacién de la obligatoriedad dela ensenanza hasta los 16 aftos y la generalizacién correlativa del ingresaen sexto} } { ablar, como se hace a menudo—en especial cuando se producen crisis como las de no- 363 Los exciuides de! interior Jos obreros industriales; proceso que provocé una intensificacion de la competencia y un aumento. de las inversiones educativas de las categorias que ya eran grandes usvarias del sistems escolar, Uno de los efectos mas paraddjicos de ese proceso, con respecto al cual se ha hablado—con un poco de precipitacién y mucho de prevencién~ de “democratizacién’, fue el descubrimiento progresivo, entre los mas indigentes, de las funciones conservaderas de la escuela “liberadora”. Efectivamente, tras un perfodo de ilustén y hasta de euforla, 1os nuevos benefictarios comprendie- ron en términos generales que, o bien no bastaba con tener accesoa la ensenanza secundaria para tener éxito en ella, o bien no bastaba tener éxito en ella para tener acceso a las posiciones sociales quelos titulos escolares,y en particular el bachillerato, permitian alcanzar en otras épocas, es decir, en momentas en que sus equivalentes no recibian esa ensefianza secundaria. Y no puede dejar de suponerse que la difusin de las grandes conquistas de las ciencias sociales referentesa la educacion ~y en particular a los factores sociales del éxito y el fracaso escolares— debe de haber contribuido a tansformar la percepcién que pueden tener de la escuela nifios y familias ya conovedores de sus efectos en la prictica. Ello, sin duda, gracias a una transformacién progresiva Gel discurso dominan- 1 sobre la escuela: en efecto, aunquea menudo regrese, como por lapsus inevitables (por ejemplo, “con respecto a los “superdotadas”), a los principios de visin y divisién mas profundamente en- terrados, fa vulgata pedagégica y 1ode su arsenal de vagas nociones sociclogizantes ~“desventajas sociales’, “obstaculos culturales” o “insuficiencias pedagégicas’- han difundido la idea de que el fracaso escolar yanoes -oyanc es exclusivamente— imputablea las deficiencias personales,es de- cir, naturales, de los exeluidos. Asi, la lOgica de la responsabilidad colectiva tiende poco a pocoa reemplazar en los espiritus la de la responsabilidad individual, que conduce a “culpara la victima’; las causas de apariencia natural, como el don el gusto, dejan su lugac a factores sociales mal defini- dos, como la insuficiencia de los medios puestos en prictica por la escuela o la incapacidad e incompetencia de los maestros (a quienes los padres consideran cada vez mas responsables de los matos resultados de sus hijos) e incluso, mis confusamente atin, la ldgica de un sistema glodalmen- le deficiente, que se trata de reformar. Habria que mostrar aqui, evitando alentar la dlusién finalista (0, en terminos mas precisos, el funcionalismo de lo peor), de qué manera, en elestado completamente diferente del sistema esco- lar que queds instaurado com la llegada de nuewas clientelas, se mantuva en sus aspectos esenciales la estructura de la distribucion diferencial de las ganancias escolares y las ganancias sociales currelativas, a costa de un desplazamiento globul de las separaciones, Pero, detodos modos, conuna diferencia fundamental: al diferirse y extenderse en el tiempo el proceso de eliminacién, y quedar con ello parcialente diluido en la duracion, la institucion se ve habitada de manera duradera por excluidos en potencia, que importan a ella las contradicciones y los conflictos asociados a una escolaridad sin otro fin que simisma. En sintesis, lacrisis crénica cuyo lugar es la institucidn escolar, que de tanto en tanto experimenta manifestaciones cruciales, es la contrapartida de tos ajustes insensibles y 3 menudo inconscientes de la estructura y las actitudes a través de las cuales las contradicciones ocasionadas por el acceso de nuevas capasa la ensefanza secundaria e incluso la superior encuentran una forma de solucion;e, en térmings més claros, pero también mis inexactos ¥ por lo tanto mAs peligrosos, esos “cisfuncionamientas" son el “precio que hay que pagar” pos ias ganancias (politicas, en especial) deta “democratizacion’. Resulta claro que no es posible hacer que los hijos de las familias mas indigentes en términos econémicos y culturales tengan acceso a los diferentes niveles del sistema escolar, y en particular alos maselevacios, sin modificar profundamente el valorecondmicoy simbélico de tos diplomas Cy sin hacer correr un riesgo, al menos en apariencia, a los poseedores de titulos); pero no es menos bos excluidos del interior claro que sus primeras victimas son los responsables directos del fenémeno de devaluacién resultan- te de la multiplicacién de los titulos y de sus poseedores, es decir, los recién llegados. Los alumnos. oestudiantes salidos de las familias mas desprovistas culturalmente no tienen muchas posibilidades de obtener, al cabode una larga escolaridad a menudo pagada con pesadas sacrificies, otra casa que un titulo devaluado; y, sifracasan—lo cual sigue siendo el destino mis probable para ellos-, quedan condenados a una exclusién sin duda mas estigmatizadora y total que en el pasado: mas es- tigmatizadora en la medida en que, en apariencia, tuvieron “su posibilidad”, y en que la institucion escolar tience a definir cada vez mas completamente la identidad social; mAs total, en cuanto una parte cada vez mas grande de los puestos del mercado de teabajo se reserva por derecho a los poseedores -y es ccupada de hecho por ellos-, cada vez m4s numerosos, de un diploma (lo que explica que el fracaso escolar se viva crecientemente como una catdstrofe, hasta en los medios populares). Asi, la institucién escolar tiende cada vez mAs a presentarse ante las familias y los mis- mes alumnos como un engafo, fuente dena inmensa decepcidn colectiva: camo el horizonte, esta derra prometida retrocede a medida que se avanza hacia ella. La diversificacién de las ramas, que se asocia a procedimientos de orientacién y selecciéncada vez mis precoces, tiende a instaurar practicas de exciusién suaves o, mejor, insensibles, en el doble sentido de continuasy gracuales e imperceptibles e inadvertidas, tanto por quienes las e/ercen co- mo por quienes las sufren, La eliminacion callada esa la climinacién brutal lo que el intercambio de dones y contradones esal toma y daca: al escalonarel proceso en el tiempo, brinda a quienes lo vi- ven la oportunidad de ocultarse su verdad o, al menos, de entregarse con posibilidades de éxito al wabajo de la mata fe mediante el cual uno puede logear mentirse a sf mismo con respecto alo que hace. En un sentido, las “elecciones” mas decisivas son cada vez mas precoces (desde tercer ano y no, come antafio, luego del bachillerato ¢ incluso mis alla) y el destino escolar queda sellado cada vexméstemprano (lo que contribuye a explicar la presencia de liceistas muy jévenes en las Gltimas grandes manifestaciones); pero, en otro sentido, Jas consecuencias que entrafian esas elecciones aparecen cada vex. mas tarde, como si tedo conspirara para estimular y mantener a los alumnos o- estudiantes ev suspenso en el trabajo que deben hacer para diferir el balance final, el momento de la verdad en que el tiempo pasady en Ia institucion escolar se les aparecerd come un tiempo muer- to, un tempo perdido. En mas de un caso, ese trabajo de la mala fe puede prolongarse mucho més all del final de los estudios, en especial gracias ala vaguedad ¢ indeterminacién de algunos lugares inciertos del espacio social que, debido a que ofrecen menos asidero a la clasificacién, dejan mas margen de maniobra al dable juego. Reside en ello una de los efectos mas paderosos, y también mejor ocul- tos -y con razdn-, de la instituciGn escolar y sus relaciones con el espacio de las posiciones socia- lesa las que presuntamente da acceso: aquélia produce cada vez mas individuos afectados por esa especie de malestar crénico que instituye la experiencia mas o menos teprimida— del fracaso escolat, absolute orelarivo, y obligados a sostener poruna suerte de bieff permanente con respec- toa los otros y también a si mismos, una imagen propia duraderamente dafada, herida o mutilada. El paradigana de esos innumerables fracasos relativas que es posible encontrar incluso-en los nive- les mas altos de rendimiento escolar —por ejemplo, en el caso de los alumnos de las escuelas comu- nes con respecte a los de las escuelas superiores, o los de malas calificaciones de estas dltimas en relacién con los de mejor rendimienta, y asi sucesivamente- es sin duda él contrabajista de Patrick Siskind,* cuya desdicha, muy profunda y real, proviene de que todo, en el seno mismo de un uni- ‘Alusi6a 2 W novela de Patrick Siskind, £f conirabafo, Bareclona, Seix Sarral, 1986 (n, del 12. Los excluidos def interior verso altamente privilegiado como el suyo, parece heche adrede para recordarle que ocupa en é! una posicién deprimida. Pero el trabajo de represiGn de la verdad objetiva de la posicin ecupada dentro del sistema escolar (o del espacio social) nunca tiene completo éxito, ni siquiera cuando le sostiene toda la logi- ca de la institucion y los sistemas de defensa colectiva que ésta establece. La "paradoja del mentizo- s0” noes nada ante las dificultades que plantea la mentira a uno mismo. Lo que mejor lo muestra son las palabras de algunos de estos excluidos en suspenso, en las que coexisten la lucidez mas extrema sobre la verdad de una escolaridad sin otro fin que si misma y la decisién casi deliberada de entrar en el juego de la ilusion, tal vez para disfrutar mejor del tiempo de libertad y grawidad asi olrecido por la institucién: quien se propone hacer suys la mentira que ésta pronunicia a su respecto estd condenado, por definicién, ala doble conciencia y el doubie-bind. Pero Ja diversificacion oficial Cen ramas) u oficiosa Cen estabiecimientos 9 clases escolares sutilmente jerarquizados, en especial a través de las lenguas vivas) también tiene por efecto contribuit a recrear un principio, particularmente disimulada, de diferenciacién: los alumnos bien nacidos que recibieron de sus familias un sentido de la ubicacién muy agudo, y también los ejemplos o los conse~ jos capaces de sostenerio en caso de incertidumbre, estén en condiciones de colocar sus inversiones enel momento y el lugar aportunos, es decir, en las buenas ramas, los buenos estabslecimientos, las ‘buenas secciones, etcétera; al contratio, quienes salieron de las familias mas desprovistas, y enes- pecial los hijos de inmigrantes, a menudo librados completamente a si mismas, desde el final de los estudios primarios estan obligados a atenerse a las conminaciones de la institucién escolar 0 bienal azar para encontrar su camino en un universo cada vex mas compleja, porlo que estan condenados a inyertic en un momento y un sentido inadecuados un capital culture a fin de cuentas extremada- mente rectucides. Se enceventra alliuno de los mecanismos que, sumados a la Logica dela transmisin del capital cultural, hacen que [as instituciones escolares mas elevadas, y en particular las que lievan a las po- siciones de poder econdmico y politico, sigan sienda tan exclusivas como en el pasado. Y que ese sistema de ensefanza en gran medida abierte a todos y sin embargo estrictamente teservado a algunos logre la hazaia de conjugar las apariencias de la “demnoceatizacién” y !a realidad de la re- produccién, que se cumple en un nivel superior de disimulo y por lo tanta con un mayor efecto de legitimacion social. Pesoesta conciliacidin de los apuestos no carece de contrapartida. Las demostraciones liceistas que con pretextos diversos surgen de cuando en cuando desde hace unos veinte afios ylas grandes © pequefias violencias constantemente presentes en los establecimientos escolares mas deshereda- dos, no son mas que la manifestaci6n visible de los efectos permanentes de las contradicciones de la institucién escolar y la violencia de una especie completamente nueva que inflige 2 quienes no estén hechos para elia. La escuela excluye, como siempre, pero en lo sucesive lo hace de manera continua, en todos los niveles del cursus Centre las clases de transicién y los liceos de ensefianza técnica tal vez nohaya sing una diferencia de grado}, y conserva en su seno2 quienes excluye, contentindase con relegar- losa las ramas mas o menos desvalorizadas, De ello se deduce que esos excluidos del interior estan condenados a moverse, sin duda en funcién de las fluctuaciones y oscilaciones ce sus sanciones, entre Iaadhesin entusiasta a la ilusién que ptopone y la resignaci6n a sus veredictos, entre €l sometimien- to ansioso y a rebelin impotente. No pueden dejar de descubrir, mas o menos pronto, que {a iden- Tidad de tas palabras Cliceo", “licefsta”, “profesor”, “estudios secundarios’, "bachillerato”) oculta la, diversidad de las cosas; que el establecimiento en que los coloce la orientacién escolar es un lugar Los excluidos del interior de reagrupamiento de los mas desprovistos: que el diploma que preparan es un tule en baja (Prepare un pequena ¢2”,* dice por ejemplo uno de ellos); que el bachillerato obtenido, sin las menciones indispensables, los conden a las ramas menores de una ensefianza que de superiors6- lotiene el nombre, y asi sucesivamente. Obligaclos por las sanciones negativas de ta escuela a re- nunciar a las aspiractones escolares y sociales que Ja escuela misma les habia inspirado, y forzados, enuna palabra, a bajar sus pretensiones, arrastran sin convicciéin una escolaridad que saben sin futu- To. Se terminé ef tiempo de las carteras de cuero, de los uniformes de aspecto austero, del respeto acordado a los profesores, otros tantos signos de la adhesin que los hijos de las familias populares profesaban a la institucién escolary que hoy deja su lugara una relacion mis distante:|a resigaacion desencantada, disfrazada de indolencia desenvue_la, se sefiala en la indigencia alectada del equipo escolar, ka carpeta sosten:da por tuna cuerda o una banda elistica que se lleva despreocupadamen- te sobre el hombro, tos marcadores descartables que reemplazan a la cara estilografica que se ha regalado, en concepto de estimuloa la inversion escolar, en oportunidad de un cumpleafios, etcétera; se expresa tmbi€n en la multiplicaciGn de los signos desafiantes dirigidosa los docentes, como el walkman que se usa a veces en clase 0 la ropa, ostentasamente informal y a menudo cubierra de nombres de grupos de rack de moda, escritos con boligrafo omarcador, que quieren recordar, en el seno mismo de la escuela, que la verdadera vida esta en otra parte Quienes, movides por el guste de la dramatizacién ola busqueda de lo sensacional, hablan de buen grado del “malestar liceista”, reduciéndolo, por uno de esos atajos del pensamiento prelégico que con tanta frecuencia hace estragos en el discurso cotidiano, al "malestar de los suburbios”, en si mismo-contaminado porel fantasma de los "inmtigrantes", toca sin saberlo una de las contradiccio- nes mas fundamentales del mundo social en su estado actual: particularmente visible en el fun- cionamiento de una instituci6n escolarque sin duda nunca desempeaé un papel tan importante como hoy. y para una parte tan importante de la sociedad, esta contradiccion es la de un orden social que tiende cada vez nvis a dar todo a tode el mundo, en especial en materia de consume de bienes materiales o simbdlicos, ¢ incluso politicas, pero en las formas ficticias de la apariencia, el simulacro oelsimil, comosi ésefuera el énivo medio de reservare algunos la posesi6n real y legitima de esos bienes exclusives. «

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