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RETÓRICA REACCIONARIA

Racismo de clase

La homología entre la oposición "derecha" / "izquierda" en el campo político y la oposición "burguesía" / "proletariado"
(o "clases dominantes" / "clases dominadas") en el espacio social estructuró mucho tiempo el sentido común político. Es
esta homología la que se propone explícitamente desafiar un informe reciente1 del think tank "Terra nova"2 que llama al
PS a una "refundación ideológica"3. A la "histórica coalición de la izquierda centrada en la clase obrera", hoy "en
decadencia", la invita a sustituir por una nueva coalición "más joven, más diversa, más feminizada, más diplomada,
urbana y menos católica", supuesta "progresista culturalmente" y compuesta de "outsiders al plan socioeconómico"
(sacrificados en provecho de los insiders y/o confrontados con un "techo de cristal") que constituiría "el nuevo
electorado natural de la izquierda". Este nuevo "análisis de clase" valdría, por otra parte, según los autores, para el
conjunto del mundo occidental: por todas partes, "la histórica coalición de clase se borra"4 en beneficio de esta nueva
coalición emergente "con los mismos componentes sociológicos".
Este cambio estratégico reposa en un doble argumento electoral: por un lado, la "clase obrera", numéricamente en
decadencia, "vota cada vez menos a la izquierda", por otra parte, los contornos de la nueva coalición están definidos por
la propensión a votar "a la izquierda".

Del " hombre de piedra " al "beauf"

Según Terra Nova, las transformaciones de la clase obrera son a la vez morfológicas y políticas. El número de obreros a
finales de los años 1970 alcanzó el 37 % de la población activa y el voto obrero "a la izquierda" llegó a su cumbre en
1981 (el 72 % de los obreros votaron a Mitterrand en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales). Este doble
movimiento se invierte a principios de los años ‘80. El "retroceso demográfico de la clase obrera" coincide con la llegada
de "la izquierda" al poder y la desindustrialización. Se acompaña de una recomposición interna que redefine los clivajes
entre "obreros cualificados" y "obreros no cualificados", entre "obreros de la industria" y "obreros de los servicios",
entre "obreros hijo de obreros" y "obreros nacidos de la inmigración", y del retroceso del sentimiento de pertenencia a
la clase obrera5 (es decir, del debilitamiento de la "clase para sí"). Paralelamente, los obreros votan cada vez menos a la
izquierda: en 2002, Lionel Jospin no reúne más que el 13 % de los sufragios obreros.
Sin recusar las grandes líneas de esta descripción rudimentaria6, hay que al menos señalar un dato ocultado. Si bien es
verdad que en el período contemplado los obreros votan cada vez menos al PS, también es cierto que se abstienen cada
vez más: la desmovilización electoral afecta prioritariamente a los obreros, a los empleados y, más generalmente, a los
sectores populares7.
¿Cómo explican los sociólogos de Terra Nova este distanciamiento obrero con respecto al PS? Según ellos, "un cambio
de valores" es "el origen del divorcio": se produce en dos etapas. "Mayo de 68 significa una primera ruptura entre la
izquierda y la clase obrera". Mientras que "la izquierda política" se unía a los valores contra-culturales "post-
izquierdistas 8", portados por "la nueva pequeña burguesía" iniciadora de un estilo de vida libre o "liberado" y que
predicaba "nuevas doctrinas de salvación ética"9, los obreros, supuestos "conservadores de las costumbres" y atados a
sus reivindicaciones "cuantitativas" (prioridad consagrada a los salarios y a la ruptura con el capitalismo), parecían
mostrar menos entusiasmo con respecto a las "liberaciones post-68". Segunda ruptura: "la política de ajuste iniciada en
1983 [..] suscita el desencanto". "La decadencia" que implican "la crisis" y "la mundialización" ("aumento del desempleo,

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precarización, fragmentación social, pérdida de identidad colectiva") y la incapacidad de comprender que el PS ya no era
"capaz de sostener" las reformas introducidas en 1981 ("el Estado no puede todo", declara así Lionel Jospin10), llevan a
los obreros a "reacciones de repliegue", al "resentimiento" cuyos blancos predilectos serían "los inmigrados", "los
asistidos", "los marginales". Así es como, según Terra Nova, "el electorado obrero giró hacia la derecha" y que
"compartiendo las ideas culturales del FN, sin votar por él a causa de su extremismo", va en fin a poder hacerlo gracias a
"la republicanización del FN iniciada por Marine Le Pen", haciendo entonces del FN "el partido de los obreros y, más
globalmente, el partido de las clases populares trabajadoras".
Ha sido necesario poco menos de medio siglo para que una fracción de la intelectualidad parisina abjure abiertamente
de un populismo exaltado que se embelesaba por virtudes que ella adjudicaba al "hombre de piedra" (del 1968 al 1973)
y asuma un "racismo de clase"11 que, desde la segunda mitad de la década del 70, proyecta sobre las clases populares la
imagen del "beauf", con sus infamias machistas, homófobas, racistas, islamófobas, etc., deducidas por simple inversión
de las virtudes que se les adjudica.
Sin negar el refuerzo de las divisiones (clivajes) internas de las clases populares12 y, en particular, el agravamiento de las
tensiones entre "establecidos" y "marginales" (más o menos superponibles a los clivajes entre "obreros villeros" y
"obreros de ciudades", o entre franceses "de origen" e inmigrados)13, a menudo vinculada al desarrollo de "la cultura de
calle" (al "sentimiento de inseguridad" y al "sálvese quien pueda" que él engendra14), sin embargo hay que recordar que
la propensión de los obreros a votar al FN se presta a controversias15, que los estigmas atribuidos a las clases populares
se deben más al racismo de clase que a la investigación, y sobre todo que los obreros y los empleados (más de 50 % de la
población activa) comenzaron a dejar de votar al PS desde 1983 (con "el retorno del ajuste" que sería sin duda mejor
llamado "conversión al neoliberalismo") y a refugiarse en la abstención. Si esto es así, es mucho más probablemente, no
tanto a causa de un "conflicto de valores" supuesto entre el PS y las clases populares, sino a causa del cambio
atestiguado por la orientación política del PS. A los ojos de los profanos, su "giro a la derecha" (sin duda menos
discutible que el atribuido a las clases populares) lo hace más o menos indistinguible del UMP que dice reemplazar (lo
que es atestiguado, si fuera necesario, por la "política de apertura" y "las tomas" de Nicolas Sarkozy). La equivalencia de
hecho entre el "social-liberalismo" del PS y el "neoliberalismo" del UMP16: tal es, probablemente, la conclusión común,
extraída de la experiencia adquirida en el curso de las alternancias, de las clases populares. La indiferenciación de "la
derecha" y de la "izquierda", atestigua que "los pueblos, aunque ignorantes, son capaces de la verdad" (Maquiavelo).

Del “(pequeño) burgués libre” al “francés de la diversidad”

Si no es muy difícil de reconocer el origen "post-68" de los "nuevos valores" que habrían provocado el divorcio de las
clases populares con el PS -"la tolerancia, la apertura a las diferencias, una actitud favorable hacia los inmigrados, hacia
el Islam, hacia la homosexualidad, la solidaridad con los más desposeídos"- los sociólogos de Terra Nova se les dificulta
visiblemente atribuirles una "base social". Reuniría, según ellos, a "los diplomados, los jóvenes, las minorías y los barrios
populares y las mujeres" reunidos por su propensión a votar al PS, sus "valores culturales progresistas"17 y una condición
compartida de outsiders del mercado de trabajo18. Pero es difícil ver cómo estos criterios de clasificación -el diploma, la
edad, la raza, el género- podrían delimitar grupos sociales que tengan un mínimo de coherencia objetiva y, a fortiori, de
unidad subjetiva. Y es aún más difícil ver cómo estos grupos podrían definir los contornos de una nueva "alianza de
clases" ("la Francia del mañana"), donde "las jóvenes mujeres diplomadas de origen inmigrante" (que acumulan todos
los atributos positivos) serían lógicamente la vanguardia. De hecho, la promoción "post-68" de las divisiones
perpendiculares a las divisiones de clase -hombres/mujeres, jóvenes/viejos, franceses/inmigrados-, abriendo así "nuevos
frentes" inicialmente percibidos como "secundarios", ha logrado ocultar y finalmente remitir las divisiones de clase a los
basureros de la historia.

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Antes que a esta coalición improbable, parecería que este "cambio de valores" puede atribuirse a la nueva pequeña
burguesía "predispuesta a colaborar en la imposición del estilo de vida que propone la nueva burguesía"19 (es decir la
fracción iluminada e internacionalizada de la burguesía) cuya "neo-filantropía", garantía de su "apertura a las
diferencias", se destina a los "franceses de las villas, jóvenes desclasados, minorías" o incluso "francés de la
diversidad"20. Así termina el ciclo de las metamorfosis de "la izquierda" (a la que encarna el PS): portavoz histórico de los
"valores de la clase obrera", "de sus reivindicaciones sociales y de su visión de la economía", hoy es el de las fracciones
"iluminadas"("cool") de las clases dominantes.

Para una "izquierda de la izquierda".


Es decir que hay espacio en el campo político para una expresión "de izquierda" de las clases populares desheredadas
(abandonadas) y confrontadas a la "inseguridad social". A pesar de las dificultades (comenzando con la necesidad de
reunir a trabajadores franceses e inmigrantes, obreros y empleados, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, que en todas
partes y de mil modos se obstinan en dividir), la tarea no es sin duda más insuperable que la que asignan al PS los
especialistas en marketing electoral de Terra Nova21: desposeer a la derecha de los sufragios de las clases dominantes.
¿Hay que precisar que la reconstrucción de una expresión política "de izquierda" de las clases populares no excluye
evidentemente los combates contra las discriminaciones raciales o a favor de la igualdad hombres / mujeres? …

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