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UN PENSAMIENTO ANTE EL CORAZÓN DE MÉXICO EL 19 DE SEPTIEMBRE

No soy periodista, actor o estrella de Hollywood; no soy camarógrafo o fotógrafo para capturar lo
que vi y sentí; pero me basta la fuerzas de las palabras, la vivencia y el desliz de mis dedos sobre el
tablero del computador, no para saber qué hice y que no hice, sino para hacer evidente una
identidad, un mundo, un carácter, mejor dicho una realidad en la ciudad de México.

Una realidad que cuando parecía que el velo de terror había cubierto el manto más insólito y
sensible del pueblo de México: se escucharon las voces y los gritos de un pueblo vivo y fuerte. Un
pueblo lleno de valor y honor. Un pueblo donde el rencor lo guardo en un rincón y entrego lo más
grande de su corazón. Un pueblo que escribe entre llagas y cenizas el verdadero nombre de su ser;
¡México!

Por ello, y por más este 29 de septiembre del 2017, con conocimiento de que mi misión aún no
termina, he decidido comenzar a organizar mis observaciones, mis ideas y mis pensamientos sobre
lo que he visto pasar a través de mis ojos desde el 19 de septiembre del 2017 en la ciudad de
México. Fecha en la que a las 13:15, el pueblo de México en la Ciudad y otros estados como:
Puebla, Morelos, Oaxaca, Guerrero y Chiapas, vivieron una tragedia por causa del terremoto de 7.1
grados en la escala Ritcher. Fecha en la que el pueblo se intentó apropiar del tiempo, mientras este
se quedó inmerso entre sus decisiones.

Fecha que hasta estos últimos días, el pueblo de México se demuestra a sí mismo una realidad, en la
que se afirma que puede más allá de lo que se imagina, y los comentarios negativos que nos
etiquetan en la corrupción, violencia y egoísmo. Etiquetas que desde las más oscuras esquinas de las
calles se negaron ser de su presencia.

Fecha que después de que pasaran quince minutos al sismo, el silencio se desvaneciera de las calles,
cuando el ruido de los helicópteros y alarmas de ambulancias como de patrullas rugieran muy cerca
de la casa donde me encontraba. La realidad fue fructífera al salir de casa, cuando mi madre y yo
apresuradas en dirección hacia la escuela de mi hermana, un hombre nos preguntó: ¿No tienen palas
y picos? Se acaba de caer una de las escuelas (guardería) de aquí a la vuelta; era el Enrique
Rebsamen. El tiempo fue inoportuno y se tomó la decisión de dividirnos; mi madre fue por las palas
y los picos, y yo corrí en busca de mi hermana.

La realidad en esas calles se convirtió en un fervor, se convirtió en un semblante de pesadilla


reconstruida, bajo una movilización verdaderamente rápida. Adultos, niños y adolescentes corrían
desesperados y asustados hacía un sentido, un sentido que iba en contra flujo de la dirección
automovilística con el fin de llegar a la escuela que se acababa de caer. Gritos: ¡ayuden, por favor!
¡No estorben! ¡No hay paso!; murmullos: no tengo señal. ¿No sé que pasa?, no me puedo comunicar
con mi familia; y llantos, llenaban la avenida. El tráfico se incrementó. Las calles poco a poco se
volvieron más estrechas de lo común.

Los pensamientos abastecieron entre deseos; si fuese paramédico estaría dando servicio médico a
quienes sufren de heridas físicas; si fuese bombero podría levantar y meterme entre los escombros;
si fuese parte de la militar en la preparatoria estuviera sacando gente, rayos si fuese psicólogo
apoyaría de forma emocional a la gente; todos estos y más estigmas pasaron por mi cabeza, hasta el
punto que me pregunte; qué puedo hacer como estudiante de sociología, a parte de observar,
reportar, estructurar y analizar lo que estoy por comenzar a ver. Así que me intenté quitar la
mascará de sociólogo y tomar la de Nancy, una persona.

Así que, este fue el momento donde, yo, así como de muchos, nuestro papel social, ya sea de
empresario, estudiante o ama de casa se intento cambiar tras bambalinas y pasamos a ser de una
gran organización de la sociedad civil. Una organización en la cual, entre la multitud, la
desesperación y el polvo, se ocultó la necesidad de saber quién eras, el estatus o a la clase social
que pertenecías para otorgar ayuda. Asimismo, el pedir a cambio se desvanecía entre las acciones y
muestras de afecto. El instante donde los protocolos (del gobierno, incluyendo al de los albergues)
no fue impedimento para continuar esta lucha por lo sucedido. El instante donde hacer una cita pare
ver nuevamente el rostro de un niño, no fue impedimento.

La sociedad civil no estructuró un protocolo antes de actuar, se organizó, construyó barreras


humanas, se comunicó, y lo logró. Un logró, en el cual la sociedad civil fuera de protocolos legales
y administrativos respecto a las medidas que se deben tomar en caso extraordinarios como fue el
desplome de una estructura de inmueble, sólo pensó que ahí, entre y debajo los escombros existía la
posibilidad de dar la oportunidad a una vida.

Aspecto que, no me es difícil de demostrar al ver cómo en menos de una hora, antes de que ejército
militar llegará de forma errónea en helicóptero cerca de las construcciones caídas; un grupo de
jóvenes y vecinos dirigido por David Vaca, un joven que vive sobre división, se lograron organizar
en la calle de Brujas para evitar el paso automovilístico y el disturbio en la misma. Asimismo, entre
vecinos de quienes habitaban de los edificios dañados, para ayudar del otro lado el paso vehicular,
y el apoyo a sacar, acomodara y guardar en nuestras casas anaqueles y mercancía de la tienda
quedó debajo de los edificios destrozados.

Mientras se gritaba y corría la voz del nombre de los niños que sacaban, sin que hubiera distorsión
del mismo. Se solicitaban herramientas de construcción, agua, mantas y comida. Las calles del otro
lado de las calles se convirtieron en un desierto, al cobrarse el silencio de los centros comerciales y
supermercados: Superama, Sam's, tiendas, restaurantes, Oxxo´s, Plaza paseo Acoxpa, estaban
cerrados. Pero no fue un impedimento; se buscó hasta el rincón menos visible de las calles y, sin
imaginarlo encontrar lo que se necesitaba.

Sin imaginarlo, el rostro de un extraño, se hizo la de un hermano. La de un hermano que extendió su


mano sin importar desde dónde venía. La ayuda llegaba de todas partes. Cuando digo de todas
partes, me permito mencionar a esta mujer, quien con su familia desde Mixcoac, trajo arroz en vez
de tortas o sándwiches preparados para que la gente que estaba apoyando a levantar escombros
degustará de algo distinto. Asimismo, un grupo de jóvenes, procedentes de Xochimilco, que
pasaban en sus bicicletas a los centros de acopio para recopilar lo sobrante de uno y pasarlo al que
faltaba. Familias que venían desde el centro de la ciudad con comida; representantes de las Iglesias
con medicamentos; gente del Norte con un café caliente, así y muchos ejemplos puedo mencionar,
para dejar en claro la fortaleza, calidez y la unión del pueblo de México.

En ello, claro, que no me atrevo a ignorar los grupos militares que otorgaron su ayuda; nuestros
hermanos de Panamá, Estados Unidos, Israel, Japón y España.

No me atrevo a olvidar que, entre el fervor y la calidez del pueblo mexicano; el café caliente cobijo
las noches y tardes del temor y la angustia que se vivió sobre el no saber nada sobre tu hijo,
esperanzado de que este estuviese con vida después de que la escuela donde estudia se cayó y, que
al mismo tiempo sabes que perdiste tu vivienda, que quedaba a unos pasos de esta. Un café caliente,
una torta, un sándwich y un pan, se convirtieron en el combustible durante largas mañanas; noches
frías y lluviosas para continuar luchando juntos.

Lluvias que se volvieron tormentas; las etiquetas negativas de corrupción, egoísmo y el abuso
fueron haciéndose visibles entre el polvo que cubría las calles, a los hombres y mujeres que
otorgaban su ayuda. Los robos a mano alzada y robos a casa habitación fueron emergiendo de las
esquinas, mientras las personas que ayudaban y los afectados se encontraban desprevenidos.
Personas que vivieron el temblor, pero no las consecuencias del mismo, y desapercibidos a unos
pasos de los eventos; la arrogancia, el poder y el egoísmo los seguía dominando.

A estos se agregan las máquinas de estorbo e ignorancia, de quienes el terror y desastre se convirtió
en un teatro; sujetos que sólo estorbaban grabando video o tomando fotos con su celular o que sólo
iban al lugar de los hechos a mirar (INE y civiles); y los medios de comunicación (claro, que cabe
mencionar excepciones como, fue del joven reportero que hizo guardia, bajo la lluvia, aunque sea
20 minutos, para el control vehicular del edificio que se estaba por caer).

Asimismo, se incluyen entre el paso de los días 20, 21, 22, 23, (aún después del sismo) 24, de
septiembre; mientras se mostraba movimiento continuo del pueblo de México por ayudar no sólo
centro de acopio llegará; en estos hasta los más exponentes días 24, 25, 26, 27 de septiembre, no
faltaron la creación de cuentas falsas. La respuesta del gobierno, clara como el agua, esperada como
siempre: 21, 22 de septiembre nos movilizamos junto con otros para comenzar a trasladar
mercancía de sobra de los centros de acopio a otros puntos de la ciudad y Morelos. El camino fue
largo, la mercancía llegó al destino. La desconfianza del gobierno se deslumbró, comenzando por el
DIF y partidos políticos, quienes la mercancía la almacenaban para empaquetarlas en cajas
etiquetadas de su parte.

Entregando $3,000.00 para que la gente que se quedó sin casa, rentará un departamento. Aquí, antes
de continuar, la ignorancia no cabe más que en un frasco de agua, considerando que basta vivir bajo
el techo un mes, con el precio mínimo de la canasta básica;$ 2,948.50; sin pensar que después del
sismo, mucha gente perdió su empleo, ya sea porque su negocio se cayó o porque fue despedida,
dado que el tiempo perdido en el trabajo no completo el pago para el salario. Creando esperanzas
falsas.

Los pensamientos se dividieron entre dos mundos compartidos, entre el grito y desesperación de
algunos por saber que su hijo estaba ahí debajo de la tierra y que aún tiene vida y, por otro lado el
rostro de la gente preocupada porque se ha quedado sin una casa.

Los días pasaron hasta que llegó el 27 de setiembre del 2017, momento en que me canse de saber
sobre que decían las noticias que se transmiten por la televisión y se redactan en los periódicos de
papel como digitales. El momento en que deteste YouTube y las redes sociales, donde sólo
anuncian y anuncian lo mismo: derrumbes, llantos, dolor y perdidas. Salir a la calle y ver por un
lado una lista de niños, flores blancas, recibir cubre bocas por precaución a la contingencia por la
descomposición de los cuerpos que quedaron; y por el otro lado un grupo pequeño de hombres y
mujeres fuera del edificio, esperando una respuesta. Avanzar y escuchar entre la gente preguntarse:
¿dónde estuviste durante el sismo?, ¿Si supiste que pasó con la escuela se cayó?

Estos pensamientos que se acompañaron entre el coraje de saber que existe gente que se abastece de
dinero y se encuentra sentado cómodamente en su sillón o en las sillas de la cámara de diputados,
preocupándose por como abastecer su bolsillo de ignorancia y egoísmo.

Mientras, se escuchaba por un lado respuestas de una niña no más de 8 años, después de
preguntarle: ¿quieres realizar una actividad con nosotros?, -no, porque ya casi me voy a casa. Un
niño de 14 años, sin ganas de regresar a la secundaria, y poco que desear de su futuro. Y los adultos,
que creen que después de haber perdido su vivienda, la esperanza se acabó y su vida esta arruinada.
Por otra parte, sujetos que se quedaron sin trabajo, que tiene la esperanza de volver a tener su
vivienda (aun físicamente designado), porque nos le dan una respuesta rápida y certera. Otros que
muestran coraje de lo que esta pasando, vieron y escucharon e intentan empezar.

Sujetos que quieren ser escuchados cómo se sienten, sujetos que quieren dejar de ser objeto de
circo, esto quiere decir; entrevistas por parte de las máquinas de estorbo. Ellos quieren sentir el
apoyo; quieren que se les otorgue una respuesta.

Días, en los que me pude llegar sentirme mal por no empacar todos lo días, pero hoy me siento
satisfecha de que después de sentarme con la gente, un completo extraño y, decir; soy Nancy; qué
quiere hacer, cómo se siente. y después de que ellos hablaran, compartirles lo que yo veo,
mexicanos fuertes, que aún estando ahí compartimos algo, y no es la desgracia o la pérdida, sino;
una oportunidad más de vida. Una oportunidad de seguir adelante y mostrar el camino a los más
pequeños y grandes. Con esto, no les pido a ellos como a mí que todo regrese a curso, que se les
olvide, porque es algo que no se borrara nunca.

Satisfecha, saber que alenté aun que sea a cinco personas, y ver de en su rostro una expresión
distinta, como escuchar el recuerdo de sus motores de vida (hijos y hermanos). Ver y recordar las
sonrisas de esas niñas. Luz e Ivana, pequeñas almas no mayores de 5 años, sucias de su pequeño
rostro, inquietas como los manzanos, y vivas como los girasoles.
Ahora, regreso a ese pensamiento, donde dije; si fuese tal, para decir que, no necesitas ser bombero,
ingeniero, militar, psicólogo, un payaso o Superman para tomar una pala y recoger escombro; para
comprar un poco de pan, jamón y queso; y preparar un sándwich o una torta; para levantarte
temprano o no dormir para apoyar en la distribución o vigilancia; para escuchar quien más padece;
para ver nuevamente la sonrisa de un niño o de un adulto.

Muchos en la academia, dirían que se tiene mucho material para analizar, lo cual pude comenzar,
pero preferí empezar con este pensamiento y, hoy me siento feliz de saber que entre el polvo que
cubrió a la ciudad se deslumbró la fuerza humana en México es un tesoro de valor que, entre
acciones no pretendieron recibir una medalla de reconocimiento o un aplauso y, por tanto, hoy toca
aplaudir y sentirnos orgullos encima de quienes intentaron e intentan aplastarnos en el elitismo,
egoísmo e ignorancia.

De esta forma, me permito decir que hoy, México, después de estos días tan duros, avanza y sabe
que aún se intente regresar a nuestras actividades rutinarias, aun que sea entre pasos pequeños, no
habrá una rendición que en menos uno esperé, serán grandes pasos. México, hoy es un pulmón de
vida, donde hoy resucita en nuestro vocabulario, la solidaridad.. Un corazón que por trabajo que
cueste deberá seguir bombeando.

Nancy Limón Yáñez

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