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Ante todo, podemos decir que las medidas de seguridad son aquellas acciones tendientes al
cuidado de la integridad del conductor, del vehículo y del medio por el cual se circula. Dichas
acciones se sostienen en la existencia de normas de tránsito que, por su sustento legal, son
obligatorias y tiene entre sus finalidades regular prácticas que puedan poner en riesgo la vida
del conductor y las de otros.
La seguridad, al ser un término general que abarca distintas medidas y pautas de cuidado
preventivo, se clasifica en dos tipos:
SEGURIDAD ACTIVA
La Seguridad Activa está orientada a evitar al máximo los siniestros viales y comprende el
conjunto de todos aquellos elementos que contribuyen a proporcionar una mayor eficacia en la
conducción garantizando una frenada estable y potente, buenas recuperaciones y un
comportamiento previsible que nos permita superar las posibles situaciones críticas. En el
automóvil, la Seguridad Activa está compuesta por los siguientes dispositivos:
• Sistema de Frenos
• Sistema de Dirección
• Neumáticos.
SEGURIDAD PASIVA
El elemento por excelencia que integra este tipo de seguridad en lo que respecta a motocicletas
es el Casco. Es un elemento que cubre la cabeza, integralmente o en su parte superior, para
protegerla de eventuales golpes. Su función es la de reducir el riesgo de traumatismo
craneoencefálico llevando a cabo tres subfunciones: a) Reduciendo la desaceleración del cráneo
y por tanto disminuir el movimiento del cerebro al absorver el impacto; b) Dispersar la fuerza
del impacto en una superficie más grande, evitando que se concentre en áreas particulares del
cráneo; c) Prevenir el contacto directo entre el cráneo y el objeto que hace impacto actuando
como una barrera mecánica entre ambos.
Ahora bien, es preciso mencionar algunos hechos de importancia. Habiéndose tenido en cuenta
anteriormente aspectos psico-evolutivos que conciernen al periodo de la Adolescencia, se
constata que estas medidas de seguridad, sobre todo en lo que refiere al empleo del casco, no
son tenidas en cuenta durante este periodo. Esto se debe principalmente a las intermitencias
por las que atraviesa el desarrollo de la identidad del individuo, siendo que esta suele manifestar
posturas refractarias frente a las posibles consecuencias que acarrea el desconocimiento de
tales medidas, consecuencias que suelen ser recordadas por padres, amigos y otras personas
afines cuando el grado de imprudencia de estos jóvenes conductores pone en alerta a su
entorno más próximo, y que en mayores observaciones insta al Estado y a los organismos de
seguridad vial a tomar medidas al respecto. Llamativo es, en la esfera individual, otro aspecto
que concierne a los modelos identificatorios de estos jóvenes que nos presenta la actualidad,
con ello nos referimos a la perentoria necesidad que ellos experimentan en responder a
determinados estereotipos que se deben de acatar para ser aceptados por otros grupos distintos
de la familia, a menudo compuesto por amigos o compañeros del colegio. La posesión y manejo
de un bien es un emblema que otorga inclusión. Así, la identidad en el torbellino de cambios y
experiencias nuevas encuentra su fundamento en el tener. Esta postura de los jóvenes
conductores no es un aspecto estático o ajeno a una posible intervención, sabemos que
encuentra su variabilidad en lo mas profundo de la subjetividad humana y que por otro lado se
ha de contemplar en razon del factor socio-cultural. Este último es importante para analizar
como las practicas juveniles se reúnen y reflejan el estado actual de las pautas o medidas de
seguridad, cual es el asiento que estas tienen en un determinado contexto y como son captadas
por un pensamiento cuya responsabilidad aún se encuentra en formación. Decir que no es un
aspecto estático es decir que los jóvenes pueden hacer uso de sus procesos de aprendizajes para
poder efectivizar los usos y lograr que estos sean realizados en el marco de los fines para los que
se ha diseñado el vehículo y las normas sociales y morales que lo rigen. Si el conductor es aquel
“ser inteligente que debe saber y poder controlar y dominar el vehículo, con libertad y
responsabilidad ante cada circunstancia que se le presente tomando la decisión adecuada y
correcta tendiente a preservar su integridad física y moral y la de los demás”, podemos entender
que es libre porque es capaz de asumir responsabilidades, lo cual supone un grado de moralidad
más elevado y que es capaz de llevar a cabo un acto que es producto de una decisión razonada,
esto se puede emparentar con lo que Kohlberg ha sabido denominar como moral autónoma,
siendo el dominio de sí el indicador por excelencia de que la propia persona es capaz de hacer
uso de su bagaje y facultades siempre y cuando esta autonomía se haya consolidado sobre la
base de una correcta internalización de estas medidas de seguridad, cuya naturaleza es de
carácter social y dicho trabajo debe de poder involucrar distintas instituciones que puedan
despertar intereses en los jóvenes, aproximarlos a cuestiones como la realidad que entrañan las
rutas y caminos o la incidencia que el uso de sustancias psicoactivas puede tener en sus
facultades psicológicas a la hora de conducir.
Según datos de UNICEF pertenecientes al año 2016 que versan sobre la situación de la niñez y
la adolescencia en la Argentina, la tasa de mortalidad en adolescentes de 10 a 19 años es de 5,4
defunciones por cada 10.000 adolescentes. La mortalidad entre los varones es dos veces más
alta que entre las mujeres y, como en otros aspectos de la salud, hay importantes diferencias
entre las provincias. El 60% de las muertes de adolescentes se debe a causas externas, entre las
que se destacan los accidentes de tránsito (asociados a conductas de riesgo como el consumo
de alcohol y otras sustancias), los suicidios y las agresiones.