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Historia de la Iglesia Moderna y Contemporánea.

David Olarte Carrasco

Importancia teológica de “la actividad humana en el mundo”


en Gaudium et spes

¿Por qué el capítulo III de la primera parte de Gaudium et spes marca un hito fundamental
en la reflexión teológica del Concilio Vaticano II?

1. Introducción
En el tercer capítulo de la primera parte de la constitución pastoral Gaudium et
spes el Concilio Vaticano II estudia al hombre desde su dinamismo creador, acción
individual y colectiva; es decir considera la actividad humana desde la perspectiva de la
antropología cristiana. Precisamente esta consideración marcará un hito fundamental, ya
que la reflexión teológica por primera vez centra su mirada sobre el sentido de la actividad
humana en el mundo, por lo que ésta reflexión constituye un punto de llegada de la
reflexión de la teología precedente y a la vez un punto de partida para ulteriores
reflexiones teológicas sobre el valor de la actividad humana.
La historia de la redacción de este capítulo, hasta llegar a su configuración
definitiva, es relativamente breve aunque no por ello constituye uno de los grandes
problemas del Concilio. Así el esquema de este capítulo elaborado en Ariccia y Roma en
febrero de 1965 será atacado en la cuarta sesión por los obispos orientales, quienes
afirman que este capítulo da excesiva importancia a la actividad humana olvidando el
valor de la contemplación. Además, se le acusa de que estaba ausente el misterio de la
resurrección de Cristo y de los sacramentos. Por su parte los obispos alemanes también
atacaron el esquema sosteniendo que el texto era ingenuamente optimista, por lo que
pidieron se cambie la redacción teniendo en cuenta el carácter trágico de la existencia
humana y especialmente de la fuerza del pecado.1
Después de Ariccia la segunda parte del capítulo resultó muy modificada en la fase
final del Concilio, suprimiéndose varios números, permaneció su enfoque general: el
sentido de la acción del hombre en el mundo y el significado de una actividad humana
creadora de valores, civilización y técnica. Este fue aprobado el 16 de noviembre de 1965.
A continuación, siguiendo el esquema que presenta este capítulo vamos a
justificar nuestro planteamiento: ¿Por qué el capítulo III marca un hito fundamental en la
reflexión teológica del Concilio Vaticano II?
2. La actividad humana en el mundo.
El tercer capítulo de GS trata sobre la actividad humana y el sentido último de
esta. El hombre está llamado a cooperar en la creación del universo y a realizar
plenamente su vocación mediante su actividad libre y responsable. Este hecho se
manifiesta en el esfuerzo de los hombres por mejorar sus condiciones de vida dominando
la naturaleza. Desde esta perspectiva se plantea tres preguntas claves para el desarrollo
de este capítulo: “¿Cuál es el sentido y valor de esta actividad? ¿Cómo se deben usar

1
José María Guix Ferreres. Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes. Madrid: BAC, 269.

1
todas estas cosas? ¿Cuál es el fin que pretenden conseguir los esfuerzos de los individuos
y las sociedades?”2.
Las preguntas manifestadas evidencian la visión positiva del Concilio respecto
del valor del trabajo y de la actividad del hombre. Así, la reflexión teológica intenta dar
una respuesta centrado en la persona humana y en la sociedad, consideradas en su
condición de afectadas por el pecado y por la redención.
2.1. ¿Cuál es el sentido y fin de la actividad humana que subraya la reflexión
teológica?
El número 34 de GS trata fundamentalmente de la bondad ontológica del esfuerzo
humano. El sentido y el fin de la actividad humana no pueden ser sino responder a la
voluntad de Dios, pues todo responde al plan de Dios. De aquí que el hombre, en cuanto
imagen y semejanza de Dios, está llamado a transformar la propia condición de vida y
del mundo en que habita3. Dios, al habernos creado, nos ha comunicado su poder creador
y su domino sobre el universo, de tal manera que cada ser humano está llamado a cooperar
en la realización del plan divino con su inteligencia, libertad e iniciativa.
La actividad humana es buena en todas sus dimensiones: cósmica, personal,
familiar, social e histórica. En este sentido, el progreso técnico es considerado como el
desarrollo normal de la creación. No solo la naturaleza, sino la naturaleza transformada
por los hombres es buena. Así, los esfuerzos del hombre para conseguir un dominio cada
vez más extenso y profundo de las fuerzas de la naturaleza no tienen nada de condenable
en sí mismo. Más bien la fe cristiana muestra a un Dios deseoso de que el ser humano
continúe su obra creadora y la perfeccione, pues el éxito y el progreso constante del
hombre es un signo de la grandeza de Dios, el fruto de su designio respecto de él:
“Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de
Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario,
persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de
su inefable designio”4.
Esta actividad humana debe ir debidamente garantizada por la responsabilidad a
fin de conseguir los beneficios sin incurrir en el mal, de modo que su acción no perjudique
a la humanidad y siga el designio inefable de Dios.
En el número siguiente se reafirma que el valor de la actividad humana procede
del hombre en cuanta imagen de Dios, pero “así como procede del hombre, así también
se ordena al hombre. Pues éste con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad,
sino que se perfecciona a sí mismo”.5 Así, el fin último es el desarrollo y
perfeccionamiento del hombre. En cuanto toda su actividad del hombre va orientado
hacia Dios, él sigue siendo un valor absoluto en el mundo creado; ley y norma universal
para las relaciones interpersonales y sociales.
Hasta aquí, habiendo desarrollado la reflexión teológica sobre la actividad humana
es necesario dar una respuesta parcial a nuestro cuestionamiento: ¿Por qué el capítulo III
de la Gaudium et spes marca un hito fundamental en la reflexión teológica del Concilio
Vaticano II? Un hito fundamental es la toma conciencia del Concilio de que el mundo y
la actividad humana son una realidad para los cristianos. Como afirma Javier Sánchez,
“el ethos cristiano ante las realidades terrenas no puede hacerse derivar de un concepto

2
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n° 33.
3
Cf. Gn 1,26; 2,15-20.
4
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n°. 34, 3.
5
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n°. 35,1.

2
inicialmente negativo del mundo o de la actividad humana. El mundo es parte integrante
de cada hombre. También del cristiano”.6 Para el concilio queda claro que la actividad
humana es buena en sí misma, acorde con la voluntad de Dios, que cuenta con los
esfuerzos individuales y comunitarios del hombre para la transformación de su condición
de vida y del mundo. Así al introducir una reflexión teológica sobre el tema de la actividad
humana el Concilio intenta esbozar una doctrina acerca del carácter redentor del trabajo.
2.2. La justa autonomía de la realidad terrena ante la iglesia y la religión.
En este número la reflexión teológica del Concilio es más extensa y bastante
distinto a la de los anteriores. Aquí el Concilio quiere exponer con brevedad la justa
autonomía de que deben gozar las realidades terrenas ante la Iglesia y la religión. En el
fondo se busca responder a una pregunta fundamental ¿cómo debe ser la relación de las
cosas terrenas con la realidad sobrenatural?
El texto comienza señalando el temor de nuestros contemporáneos de que “por
una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra
trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia.”7. Es un problema real,
que tiene sus raíces históricas en el supuesto antagonismo entre razón y fe, ciencia y
religión, Iglesia y sociedad civil. Al momento de plantear el tema, el Concilio comienza
hablando en términos afirmativos: la autonomía de las cosas temporales es una exigencia
justa, legítima:
“Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan
de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es
absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente
los hombres de nuestro tiempo”.8
Por las palabras que siguen, se entiende que la legitimidad de esta autonomía no
se basa en factores sociológicos, ni en un reclamo por parte del mundo contemporáneo,
sino se funda en la realidad misma de la creación, y el Concilio no duda en afirmar que
es voluntad del Creador. Es decir, la autonomía de la realidad es querida por Dios como
Creador de la naturaleza propia de las cosas. No hay pues contradicción alguna entre
autonomía y carácter creatural, sino que ambas se requieren y complementan
mutuamente.
Finalmente, el hombre está llamado a construir la sociedad con sus instituciones,
actividades y ordenamientos propios, respetando el contenido de cada ámbito de la
realidad. Sin embargo el Concilio advierte más adelante la ambivalencia del progreso que
es susceptible de ser utilizada no solo para hacer el bien sino también puede ser un
instrumento de pecado, del mal. Por ello, no se debe olvidar que la actividad humana esta
ordenada al servicio de Dios. De aquí que el número 36 rechaza la autonomía entendida
como absoluta independencia de Dios y precisa el sentido en que ha de entenderse la
autonomía: la autonomía supone, en definitiva, el reconocimiento de que las cosas creadas
tienen sus propios fines, leyes, medios y valores9. Una vez que el hombre lo haya
reconocido tiene la obligación de aprender a utilizar esas leyes y respetar esos valores en
cada uno de los ámbitos de su actividad terrena.

6
Javier Sánchez Cañizares, La actividad humana en la perspectiva del Concilio Vaticano II, Scripta
Theologica. 645.
7
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n°. 36,1.
8
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n°. 36,2.
9
Cf. Javier Sánchez Cañizares, La actividad humana en la perspectiva del Concilio Vaticano II, Scripta
Theologica. 657.

3
2.3. La deformación de la actividad humana por el pecado y la salvación en y por
Cristo.
En este número la cuestión que se pone de relieve es el aspecto negativo de la
actividad técnica del hombre, que como consecuencia del pecado envuelven al mundo en
las sombras. La reflexión teológica evidencia por lo menos cuatro puntos preponderantes:
hay consecuencias del pecado original sobre el trabajo del hombre, la actividad humana
tiene un valor ambivalente respecto al progreso, el pecado personal tiene una repercusión
cósmica y una influencia sobre el trabajo, frente a todo ello está la necesidad de
purificación de la actividad humana.10
Como consecuencia del pecado el hombre ha perdido el don preternatural de la
impasibilidad y quedó sujeto a la porosidad del trabajo. De este modo, junto a la legítima
autonomía y al desarrollo completo de la persona se hallan estrechamente ligados sus
límites y la amenaza del pecado original, que corrompe su actividad. Pues la ambivalencia
del progreso reafirma que aunque el progreso es en sí mismo un bien, lleva también en sí
una tentación de orgullo y de egoísmo por lo que puede llegar a ser una terrible amenaza
para el hombre mismo. Esta esclavitud a las fuerzas del mal, contraria al designio de Dios
ha sido causada por el pecado inicial, pero perdurará no solo en una dimensión personal
sino también social hasta el día del retorno glorioso de Cristo. Con todo el Concilio
evidencia que la acción humana siempre estará entrelazada en una lucha monumental
entre el bien y el mal.
En el cuarto párrafo el concilio manifiesta dos ideas fundamentales respecto a la
constante amenaza que sufre el hombre por el orgullo y el amor propio en sus actividades:
la necesidad de purificación la actividad del hombre mediante la cruz y la resurrección
de Cristo y el deber de amar a las cosas creadas por Dios, usando y disfrutado de ellas de
una forma recta:11
“A la hora de saber cómo es posible superar tan deplorable miseria, la norma cristiana es que hay
que purificar por la cruz y la resurrección de Cristo y encauzar por caminos de perfección todas
las actividades humanas, las cuales, a causa de la soberbia y el egoísmo, corren diario peligro. El
hombre, redimido por Cristo y hecho, en el Espíritu Santo, nueva criatura, puede y debe amar las
cosas creadas por Dios”.12
Esta nueva y fundamental actividad del corazón hace posible una postura ante el
mundo. Cristo no solo purifica los deseos y propósitos de los hombres, sino que sus
mismas actividades deben ser purificadas por él. Entonces, amando a Dios y al prójimo
el hombre puede y debe amar también las cosas terrenas sin peligro de perderse en ellas.
Pues contemplando el misterio pascual, se aprende a recibirlo todo de la misma mano de
Dios con acción de gracias y a mirar todas las cosas como portadoras del amor que Dios
nos tiene.13
La perfección de la actividad humana en el misterio pascual es posible gracias a
que Cristo es la Sabiduría de Dios que “se extiende poderosa de uno al otro extremo y lo
gobierna todo con suavidad”14. Así, el misterio de Cristo tiene un alcance más extenso y
profundo que el pecado, pues es un acontecimiento de alcance cósmico, universal, que
extiende su influencia a toda la creación.

10
Cf. Ramon M. Nubiola. Trabajo y redención en la “Gaudium et spes”. 1996. 130- 135.
11
José Maria Guix Ferreres. Concilio Vaticano II, Costitucion gaudium et spes 1968, 269.
12
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n. 37,4.
13
Cf. 1 Co 10, 30; 1 Tm 4,4.
14
Cf. Sap 1, 8.

4
En este sentido, otra vez recalcamos la respuesta a nuestro planteamiento ¿Por
qué el capítulo III de la primera parte de Gaudium et Spes marca un hito fundamental en
la reflexión teológica del Concilio Vaticano II? Porque la reflexión teológica logra
vincular la estructura básica de la historia de hombre con la gran estructura del misterio
pascual. Pues ahora, todas las actividades del hombre en el universo resultan alcanzadas
por el misterio del amor de Cristo, que le ofrece la solución a sus enigmas, rehaciendo su
misma imagen terrena. “Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido
dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el
corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando,
purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos propósitos con los
que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este
fin.”15. Así, toda la actividad humana debe quedar integrada en el misterio pascual, al
hombre solo le queda actuar según el evangelio de Cristo, con humildad e evitando el
afán de avaricia, además animar en su corazón la generosidad y el espíritu de servicio a
los demás y el bien común.
2.4. Transformación final del mundo: tierra nueva y cielo nuevo.
Finamente, el número 39 pretende dar el debido realce a la conexión existente
entre nuestro esfuerzo y el más allá. Pues la reflexión teológica afirma que el mundo
actual sufrirá una transformación radical. La consumación mas no destrucción, del reino
de este mundo se efectuará con la parusía del Señor, tal como muestra la comprensión de
Apocalipsis 2,7 y segunda de Pedro 3,13. Sin embargo:
“Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco
conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el
pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde
habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que
surgen en el corazón humano”.16
Con todo el Concilio quiere hacer notar que la continuidad entre nuestra tierra y
la tierra nueva empezará con la parusía. El hombre está llamado a preparar el
advenimiento del mundo futuro sobre el cual reinará eternamente con Jesucristo. Por eso
el progreso terreno tiene mucho que ver con el reino de Dios, aunque no pueda
identificarse con él. En consecuencia, el valor de la actividad humana tiene un horizonte
salvífico.
3. Conclusión
Hemos partido preguntándonos ¿Por qué el capítulo III de la primera parte de Gaudium
et Spes marca un hito fundamental en la reflexión teológica del Concilio Vaticano II?
Ciertamente el desarrollo de los números 33-39 da cuenta de la importancia teológica de
“la actividad humana en el mundo”. Sin embargo hay que subrayar tres hitos
fundamentales. Primero, el esfuerzo teológico por esbozar una doctrina sobre el carácter
redentor del trabajo, pues para el concilio el mundo y la actividad humana son una
realidad buena en sí misma para los cristianos, esto acorde a la voluntad de Dios.
Segundo, frente al problema de diálogo entre la Iglesia y le mundo, el concilio adopta una
actitud positiva y de confianza reconociendo el derecho de libertad que en todas las
realidades terrenas tiene el hombre y la Iglesia. Tercero, la reflexión teológica logra
vincular la estructura básica de la historia de hombre con la gran estructura del misterio
pascual. Pues para el concilio queda claro que todas las actividades del hombre en el
universo resultan alcanzadas por el misterio del amor de Cristo, pues en él son nuevas

15
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n°. 38, 1.
16
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, n°. 39.

5
todas las cosas. De aquí que en el planteamiento escatológico se afirme que valorar la
actividad humana en el mundo no significa rechazar a Dios. Y adorar a Dios no significa
despreciar al hombre y sus actividades. El hombre coopera en la Redención del mundo
por medio del sufrimiento que acompaña al trabajo.

Bibliografía.

Biblia de Jerusalén, nueva revisión revisada y aumentada. Desclée de Brouwer: Bilbao,


1998.
Guix Ferreres, José María. Concilio Vaticano II, Costitución Gaudium et spes. BAC:
Madrid: BAC, 1968.
Nubiola, Ramon M. Trabajo y redención en la “Gaudium et spes”. Editorial Albada:
Barcelona, 1996.
Sánchez De Toca Alameda, Melchor. <<La cultura y las culturas: La gran novedad de
Guadium et spes>>. Efemérides mexicana, vol 30. N° 90. 2012. 523-547.
Concilio Vaticano Ecuménico II, Constituciones, Decretos y Declaraciones. BAC:
Madrid, 2004.
Sánchez Cañizaress, Javier. <<La actividad humana en la perspectiva del Concilio
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Sachez Rojas, Gustavo. <<La vision cristiana del Hombre, reflexiones sobre Gaudium
et spes>>. Revista Teologica limense. Vol. xLVI. N°3. 2012. 277-296

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