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INTRODUCCIÓN
1Iba
NOCIONES PREVIAS
CAPÍTULO I. - Las causas de los fenómenos extraordinarios
Artículo r. -Dios corno autor de los fenómenos místicos I Jesús con sus apóstoles atravesando Samaria camino de
Articulo 2. Las causas puramente naturales Galilea, y al llegar a las proximidades de Sicar, fatigado
Articulo 3.-- Lo diabólico y sediento, se sentó en el brocal del pozo de Jacob, mientras
CAPÍTULO 2. — Los fenómenos en particular sus discípulos se dirigían a la próxima ciudad en busca de
1. Fenómenos de orden cognoscitivo alimentos. Era ya pasado el mediodía. Y en esto, llega una
. Visiones mujer samaritana a sacar agua del pozo. Y Jesús le dijo:
2. Locuciones «Dame de beben».
3, Revelaciones Extrañose la mujer al oír esto y replicó: « ¿Cómo tú. siendo
4. Discreción de espíritus
5. Hierognosis judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Samari-
6. Otros fenómenos de conocimiento tanos y judíos no nos tratarnos». Y respondió Jesús: «Si cono-
ir. Fenómenos de orden afectivo cieses el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber,
r. El éxtasis místico no es gracia gratis dada tú serías la que a mí me lo pidieses, y yo te daría a ti a beber
- Los incendios de amor agua viva... Quien bebe del agua de este pozo, vuelve a tener
III. Fenómenos de orden corporal sed; mas quien bebe del agua que yo le diere, no volverá a
T. Estigmatización tener sed jamás, porque se hará en su interior corno una
2. Lágrimas y sudor de sangre
3. Renovación o cambio de corazones
fuente que salta hasta la vida eternas. Díjole entonces la mu-
4. Inedia jer: «Señor, dame de ese agua para que yo no vuelva a tener
5. Vigilia sed ni tenga que venir más al pozo a buscarlas...
6. Agilidad ¡Dichoso encuentro! Dos personas sedientas que por pri-
7 , Bilocación
8. Levitación
mera vez se ven, que pertenecen a dos categorías de gentes,
9. Sutileza
que viven distanciadas y rehuyendo el tratarse, y que, sin
ro. Luces o resplandores embargo, mutuamente se necesitan y se completan. Los dos
11. Perfume sobrenatural tienen sed... Y la sed del uno la puede satisfacer el otro y la
Conclusión sed de ese otro tan sólo la puede satisfacer el primera El uno
INDICE ANALÍTICO es Jesús; el que al morir en la cruz se quejaba de su ardentí-
sima sed, olvidándose de todos sus demás horribles tormentos.
INDICE ONOMÁSTICO
El otro es... la Samaritana, sin otro nombre; la mujer del
INDICE DE MATERIAS pueblo cismático y hereje que se separó del pueblo de Dios;
la mujer ardientemente apasionada y con una sed inextingui-
ble en las entrañas que nada puede saciar; la que cambia de
postura siete veces, y cambiará setenta, sin encontrar jamás
lo que ansía. ¡Dichoso encuentro, por el cual el Dios huma-
nado suspira y un alma sedienta y vacía ve delante de sí su
tesoro, su felicidad!
Acercábase Jesús a Jericó, rodeado por la turba inmensa
que a todas partes le seguía. Y había en esta ciudad un hombre
X oyó una voz que decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persi-
llamado Zaqueo, que deseaba ver a Jesús; pero no alcanzaba gues?» Voz que a su vez oyeron, aunque sin ver la luz, los
a verle por la turba, que le envolvía, siendo corno él era pe- qae le acompañaban. Y Saulo preguntó: «Señor, ¿quién eres? »
queño de estatura. Subióse entonces a un árbol que había' en Y'rtra vez la voz: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Leván-
el camino por donde Jesús había de pasar. Zaqueo se conten- tatq y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que has de hacer».
taba con verle, aunque fuera un poco de lejos. Levantóse Saulo sin ver nada; y, llevado por los suyos, se
Zaqueo era rico y vivía tranquilo disfrutando de sus rique- dirigió a la ciudad, donde estuvo tres días ciego y sin comer
zas. Era el tipo de hombre satisfecho. Y acaso su curiosidad ni beber, porque la luz interior le había cortado toda comu-
por ver a Jesús era un poco frenada por un instintivo temor nicación con el mundo de fuera. Y allí le vino a ver Ananías,
de que aquel taumaturgo, que tanto recomendaba la limosna el discípulo de Cristo, para darle a conocer debidamente el
y el desprecio a la riqueza, condenando la injusticia de los Evangelio y en nombre de Jesús decirle lo que tenía que hacer
ricos fariseos, pudiese dirigirle a él alguna palabra perturba- respondiendo a su pregunta « ¿Qué quieres que yo haga?»
dora de la tranquilidad de su dormida conciencia. Por eso, lo Y Saulo vio la Luz. Conoció a Cristo y le amó con arden-
mejor era verle desde un árbol, un poco de lejos. tísimo amor y se le entregó por entero hasta llegar a decir:
Mas Jesús al verle, envolviéndole en una mirada de infinito «Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en
amor, le dijo: «Baja del árbol, Zaqueo, que hoy quiero hospe- mí». Para afirmar en seguida que rebosaba de gozo en cuantas
darme en tu casa». Y bajó Zaqueo corriendo. Y, acercándose tribulaciones padecía por el amor de Jesús. Y de perseguidor se
a Jesús y sintiéndose por dentro transformado y lleno de gozo, convirtió en vaso de elección y apóstol de las gentes para llevar
exclamó: «La mitad de mis bienes. Señor, estoy dispuesto a el nombre de Jesús hasta los confines de la tierra y dar por
dar a los pobres; y si a alguno he podido defraudar, le devol- El todos los instantes de su vida, todos los latidos de su cora-
veré el cuádruplo». zón y hasta la última gota de su sangre.
Con sólo ponerse en la presencia del Señor y oír sus pala-
bras, se sintió Zaqueo inundado por un torrente de luz y es- Saulos, Zaqueos y Samaritanas se encuentran a todas horas
tremecido en oleadas de esa inefable felicidad que sólo trae por los caminos de la vida. Esa sociedad nuestra de mitad del
consigo el verdadero amor. Y cambió súbitamente la escala siglo xx en su mayor parte y en su parte más característica;
de valores que en su alma tenía establecida y que informaba eso que en lenguaje evangélico podríamos llamar mundo; esa
toda su conducta. Y comenzó a amar lo que no amaba - a Jesús sociedad que muere de sed, y que para saciar esa sed sale de
y a cuanto Jesús representa...—y a despreciar lo que amaba sí y emprende cada día nuevos caminos; esa sociedad muerta
---las riquezas, a las que dedicaba todos sus cuidados. de miedo a la guerra, y que en plena guerra vive dentro y fuera
Zaqueo es sencillamente uno más de los que el Evangelio de sí, porque ha perdido la clave para establecer un orden sobre
nos presenta que, al conocer a Jesús y al contacto de Jesús, el cual se asienta la paz; esa sociedad que adora ídolos y persigue
se transforman._ para su bien, para su felicidad, para su glo- vacíos ideales y se vuelve de espaldas a la luz, esclava y prisio-
ria. Y para bien y felicidad y gloria de la humanidad entera. nera de sus más bajos instintos; esa sociedad que hace más
Y el Evangelio es eterno. Lo que importa hoy como ayer es de dos siglos viene huyendo de Jesús, con el cual no quiere
que los hombres conozcan a Jesús, que se pongan en relación trato ninguno, y al que, siendo todo amor y todo dulzura,
con El, que es Fuente de salvación y de vida. toma por un fantasma aterrador, siendo así que sólo en El
puede encontrar lo que busca; esa sociedad de nuestros días
Por el camino de Damasco marcha Saulo presuroso en está casi por completo compuesta de Saulos, Zaqueos y Sama-
busca de cristianos que encarcelar y condenar. Un amor ritanas. Que esperan sin saberlo al Redentor. Que buscan,
ardentísimo a su pueblo, a sus tradiciones y a sus ideales ju- sin decírselo ni a sí mismos por cobardía, lo que El solo les
daicos le empuja hasta el sacrificio. Conoce a Cristo de oídas, puede dar, el agua viva que satisfaga plenamente su sed y
y le conoce mal. Y porque le conoce mal, y así, mal conocido, salte hasta la vida eterna; la Luz bajada del cielo que les haga
le encuentra en oposición con sus ideales, le odia y le persigue. perder de vista los fantasmas que ahora les ilusionan y ver las
De pronto, una luz intensísima que del cielo bajaba le cosas todas en su realidad verdadera, temporal o trascendente.
deslumbró, haciéndole perder el equilibrio y caer en tierra.
Esa sociedad no se trata con Jesús o le persigue por falta 41e Lbs: La verdad os hará libres>, con la verdadera libertad de
costumbre, por una educación al revés, porque apenas ha oído Mijos de Dios que han roto los hierros de las pasiones, en las
hablar de El y le conoce mal, porque se han interpuesto pre- que toda esclavitud se apoya.
juicios y fantasmas que la atemorizan, porque no les déjan Una mirada a la historia universal para ir señalando en ella
tiempo sus negocios, sus diversiones, sus placeres; porqué..., coikio con el dedo los períodos de mayor santidad, de mayor
porque es más fácil dejarse ir, arrastrados por la corriEnte perfección, de más acelerado y sólido progreso humano, nos
formada por instintos y pasiones y temor al qué dirán, ¡que convencerá de que ésos son precisamente aquellos en que es
luchar como hombres y marchar como personas libres hacia más intensamente sentida y propagada la fe, más venerada la
un fin previamente establecido. verdad evangélica, más cultivada y metida en la vida la teología.
Algunos, sin embargo, por especial providencia de Dios En los tres primeros siglos de luchas y de triunfos ince-
llegan a encontrarse con El. Y encontrándole y tratándole santes brillaba la verdad con deslumbrante resplandor en
comienzan a conocerle. Y, en la medida en que le van cono- hogueras y cruces de martirio. La verdad vivida más que la
ciendo, le van amando; que el corazón se les va espontánea- verdad predicada o estudiada.
mente hacia tanto Bien, hacia tanto Amor... Por eso abundan Después, esos cuatro siglos magníficos en que la Iglesia de
hoy tanto ]as conversiones, conversiones de primero, de se- Cristo realiza sus máximas empresas: salvar lo que del Imperio
gundo y de tercer grado: conversiones a la fe, conversiones a la romano podía salvarse, sobre todo con la ingente construcción
gracia y conversiones a la vida de perfección y al estado reli- de su derecho, y civilizar a los pueblos bárbaros, convirtiéndolos
gioso. en factores nuevos de progreso y de cultura. Y era todo en-
El libro que con estas líneas comienza podrá dar ocasión tonces evangélica escuela y predicación. Era todo entonces
a muchos para ese dichoso encuentro con Jesús. ¡Hacía tanta teología, como se ve con sólo echar una mirada a esas inmen-
falta! Porque si esta sociedad moderna llegase a conocer y pre- sas bibliotecas de Santos Padres y escritores de todo género
guntar siquiera un poco el don de Dios... hasta pasado el período carolingio y apagarse los últimos res-
coldos de nuestra cultura isidoriana.
II Después, la decadencia. Parece como si el hombre-huma-
nidad, como si el individuo humano se cansara de estar mucho
El Evangelio comienza por ser una doctrina: «Id y ense- tiempo de pie. Que estar de pie y en puntillas, mirando al
ñadA. Era natural que así fuese, porque Cristo es la Verdad cielo y pugnando por elevarse, significa mantenerse a la altura
ante todo, Cristo es la Luz. Y es la verdad lo que predica: de la verdad y de la virtud, que de la altura vienen: «El reino
«Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis?> Y para dar de los cielos padece violencia...1 La invasión musulmana,
testimonio de la verdad ha venido al mundo. por otra parte, había contribuido a obscurecer las tranquilas
Mas como esa verdad es a la vez humana y divina y a la luces de la verdad con el incesante relampagueo de los puñales
vez que ilumina los caminos de la vida temporal es ante todo y las cimitarras.
sobrenatural, y, por lo mismo, trascendente al espíritu del Pero estas épocas de forzosa austeridad y de inevitable
hombre, por eso, tras su predicación, viene la fe. La fe, que esfuerzo preparan de nuevo al hombre para ponerse de pie
nos abre las puertas del infinito; la fe, que con su luz miste- y levantar la frente hasta que las luces de la verdad vuelvan
riosa ilumina todos los grandes misterios de nuestra vida y de a inundarla y sostenerla en los caminos del espíritu. Y vuelve
nuestra muerte; la fe, que sobre nosotros mismos nos levanta, en el siglo xit la teologia, que en el siglo xtrt llega a su máximo
poniéndonos en paz por dentro y por fuera y abriendo horizon- esplendor, extendiendo sus fulgores por todos los horizontes
tes infinitos a nuestras esperanzas. del saber humano. Una mirada otra vez a las bibliotecas y una
Por eso, cuanto es más conocida esa verdad, de la cual mirada al santoral. Y una mirada a las instituciones sociales y
nació la historia universal y el verdadero progreso humano, políticas que allí germinan. Y una mirada a sus programas y
tanto más el hombre se eleva y se perfecciona. La verdad a sus más caros ideales, no de una Sociedad de Naciones sin
evangélica, la verdad de Dios, la verdad de la teología (ciencia ley ni autoridad que las coordine y unifique, sino de una ver-
de Dios), la verdad substancial, que es Cristo. «Ventas liberabit dadera Sociedad Humana que a todos los hombres alcance,
porque todos son hijos de Dios y hermanos en Jesucristo, y todos
tienen el derecho y el deber de mutuamente ayudarse. Una mi- escriben libros de piedad (ascética y mística) que no son
rada a nuestros templos de aquella época. y a nuestros poeipas sipo teología. Y sale al teatro, en mucha mayor proporción
y a nuestra historia, y a todo el conjunto de la cultura europea, qÚ\e en el siglo xnr la teología (autos sacramentales)... y se
,
que a aquel siglo glorioso de la teología tanto debe. Teología escriben poemas de teología (la Cristiada, la Jerusalén liber-
por todas partes, todo es teología: teología en piedra (catedra- tada)_ Y está empapada en teología más de la mitad de la
les y estatuas), teología en colores (pinturas y códices mina- lírica. Y hasta en el Quijote, y en el Romancero, y... en la
dos), teología en versos (Berceo y Cantigas y Divina comedia), literatura picaresca se hacen constantes referencias a la teo-
teología en representaciones escénicas (liturgia y danr2s de la logía. Y mucho más aún en los libros destinados al buen
muerte...), teología en ensayos de historias particulares y de gobierno de los pueblos y a la educación de los príncipes y,
historia general o universal... Todo y por todas partes teolo- en general, a la formación de niños y jóvenes. Y en los proble-
gía, porque todo giraba en torno de Dios y toda construcción mas que suscita la conquista del Nuevo Mundo. Y, en fin, en
tenía a Cristo por cimiento. todo el ya entonces amplísimo contenido de la cultura humana.
Y otra vez el cansancio y la decadencia al correr del si- De tal manera, que bien se puede decir que ese siglo, el más
glo xtv y todo el xv. La teología cae y se extravía; la verdad alto y el más brillante de nuestra historia, está todo informado
se esconde; la moral deja el campo a la corrupción, que lo y empapado, más aún que el siglo xm, en el claro resplandor
invade todo; y hasta las artes y la cultura pierden originalidad de la sagrada teología. Teología que en todas sus ramas florece
y brío, y todo es confusión y desorden. Guerras, intranquilidad (dogma, moral, derecho canónico, Sagrada Escritura, patrís-
por doquier, crímenes siempre impunes, si no es que imponga tica, mística, ascética_..) y a todas las ciencias afines, en las
su castigo la personal venganza; total ausencia de autoridad que puede y debe influir (filosofía en todas sus ramas, derecho
y de justicia... Siempre lo mismo. «Porque te has vuelto de en las suyas. etc.), extiende su influjo. Siglo de esplendor
espaldas a la ciencia (a la ciencia divina, a la verdad trascen- teológico, siglo de intensa cultura y acelerado progreso hu-
dente), te rechazaré...», dijo Dios por un profeta. mano.
Y otra vez el exceso del mal volvió a los hombres cuerdos. III
Y otra vez volvió la teología a iluminar con los más vivos res-
plandores el mundo. Y otra vez el mundo, como despertando, Después, siglos xvin y xix; otra vez la decadencia de la
volvió a elevar el tono de su historia para dejar paso a ese teología y otra vez la decadencia de la humanidad. Quizás esa
glorioso siglo xvi y parte del xvu, que es uno de sus mejores decadencia no se note hasta bastante más tarde; quizás hasta
períodos. Siglo de la teología, siglo de la luz (no de las luces). nuestros días, pues aún hoy estamos recogiendo los frutos que
Siglo de caballeros y santos, en que la tierra conocida casi se en los siglos xvai y xix se sembraron. Recogiendo sus frutos
duplica en extensión y la humanidad ve ante sus ojos atónitos bien amargos cuando ya viene iniciada por las cumbres una
abrírsele por delante horizontes infinitos nunca sospechados. contracorriente de sana reacción, que se va afirmando más
Y es el alma meter de todo esto la sagrada teología. Es la cada día,
que crea el derecho internacional. Y vuelve a sentir a la hu- Poco importan, poco significan los progresos de las cien-
manidad como una sola familia. Y precisa las leyes por las cias experimentales. La humanidad en su conjunto retrocedió.
que esa familia ha de regirse. Y empuja de nuevo la literatura ¿Cuándo estuvo la humanidad más atemorizada desde el tiem-
y las bellas artes hacia alturas aún hoy no superadas. Y afianza po de los bárbaros? ¿Cuándo se abrieron entre pueblo y pue-
la personalidad del hombre, que nunca se siente tan grande blo, entre partido y partido, entre clase social y clase social,
y tan fuerte como cuando se apoya en Dios y pone a Cristo odios más agrios y más profundos abismos? ¿Cuándo sintió
por ayudador y por modelo. la humanidad como en nuestros días un tan profundo y extenso
En el siglo xv[, la teología lo llena todo. Se llena España malestar y tan insolubles problemas como el de la vivienda,
de universidades, y en ellas se enseña principalmente teología por ejemplo? ¿Cuándo se sintió más cansada y con más hastío
y todo gira en torno a la teología. En los púlpitos se predica de la vida, para 10 cual se siente impotente con una especie
teología. En los confesonarios se enseña y se aplica la teología. de abulia atenazadora, que no parece pueda conducirla sino
a un suicidio colectivo por inacción—estéril y egoísta—o a un
suicidio catastrófico, en el que todas sus fuerzas, en dos bandos no hubiera sido tan temible ni tan perjudicial si nosotros, los
concentradas, mutuamente se destruyan? católicos, no hubiéramos perdido tanto nuestra influencia en
Desde la mitad del siglo xvti hasta principios del xx no la vida.
hubo apenas teología. Y la que hubo, bastante desconectada IV
de la vida y con débiles y, en general, no muy acertadas reac-
ciones de sentido apologético (ontologismo, tradicionalismo, El estudio de la teología puede considerarse dividido en
concordismo bíblico...) frente a los problemas candentes que dos etapas: la primera, de abstracción, de aquilatamiento de
la vida misma en esa época tan agitada y revuelta le presentaba. los conceptos o ideas, de método y de organización racional, de
Y, al no haber teología, la reina del saber..., no podía haber especulación rigurosa en suma, para que brille su unidad, su
filosofía constructiva y seria, y todo el saber humano se en- lógico encadenamiento, su totalidad, abarcando todo el hori-
cerró en el estudio de la materia como su objeto exclusivo. zonte del saber divino, al que todo el saber humano se sub-
No había teología. Y la poca que había, concentrada en ordina; y la segunda, de integración o incorporación a la vida.
conventos y seminarios, sin contacto con la realidad; sin querer Al análisis debe seguir de nuevo la síntesis; síntesis vital y
salir a la calle a recoger los problemas vivos que en ella pulu- articulada, pero menos abstracta y en lenguaje menos técnico
laban. Hasta de los púlpitos---y no sé si podríamos decir de y más sencillo. Las dos etapas son necesarias, y de ninguna
los confesonarios—había huido la verdadera teología, Que si de ellas podría impunemente prescindirse. La labor de la
algo de ella a todos sitios llegaba, era tan desmenuzada y primera etapa está constituida principalmente por la esco-
deshecha, tan falta de vida y sin visión total de conjunto, que, lástica; la segunda. por lo que hoy vuelve a hacerse y es abso-
perdida la ligazón con los principios, apenas podía engendrar lutamente necesario hacer: labor de integración y acercamiento
convicciones fuertes, ni apenas influir en la verdadera vida de a la vida. Con lo cual se vuelve un poco al Evangelio, en el
las almas ni en la vida exterior de las humanas sociedades. que apenas hay nada abstracto ni regido por las leyes de la
Desde el siglo xvn, la teología dogmática había perdido su lógica, sino una soltura y como un desorden vital, como el
cohesión interior y su homogeneidad con la doctrina relativa a que la naturaleza—dentro de un orden superior admirable—
la fe eclesiástica. Contra todo lo cual reacciona maravillosa- por todas partes nos ofrece.
mente el P. Marín Sola en su obra trascendental La evolución La producción patrística, tan cerca del Evangelio todavía,
prepara y como esboza ya de algún modo la escolástica, Y de
homogénea del dogma católico. En la moral, con el probabilismo
todas esas anteriores manifestaciones de la verdad divina tiene
primero y con las dos vías para llegar a la santidad (la ascética algo que tomar la integración de la teología con la vida que
y la mística) después, se produce asimismo el desconcierto y hoy necesitamos. El libro para el que sirven estas lineas de
la desorientación; porque ya no hay un camino para alcanzar prólogo tiene ciertamente algo de esto.
la perfección, sino dos o muchos, cuantos tengan a su favor Pero la época moderna de que veníamos hablando no puede
alguna razón de valor probable. En la mística, con la contem- clasificarse en ninguna de estas dos etapas. Viene a ser la debi-
plación adquirida y la autosuficiencia de la ascesis se llega a litación y acabamiento de la escolástica, sin llegar a esa inte-
tales extravíos, que hasta en conventos de monjas de clausu- gración vital que ahora buscamos, Este debilitamiento y des-
ra (!) se llegan a prohibir por ciertos confesores las obras de integración parte de la segunda mitad del siglo xvii. La moral
San Juan de la Cruz y de Santa Teresa... ¡Santos benditos, se va separando cada vez más del dogma. Y, rota la comunica-
quién os lo diría cuando las estabais escribiendo!_. ción con los principios de donde naturalmente fluye, sigue des-
Y, claro está, con una ausencia casi total de la teología en cendiendo hasta el casuísmo más extremista. Ya no es doctrina
la vida o con una teología así... ¿cómo habremos de admirarnos racional dentro de la fe, sino una especie de código penal o
de que la gran masa de nuestras sociedades haya llegado a formulario de recetas para medir la moralidad de cada caso de
hundirse en ese paganismo crudo en que en nuestros días los que se nos pueden ir presentando en la vida. De la parte
se debate? ¡Las sociedades cristianas y que por tales se tienen positiva, es decir, de las virtudes, se va haciendo, cada vez más,
se distinguen ya tan poco de las que no lo son! Todo ese em- caso omiso. Todo el problema consiste en evitar pecados.
peño por encerrar en las sacristías a la Iglesia y a la Religión ¡Como si eso fuera posible sin ir a la vez llenando el alma de
cosa más sustanciosa! El Evangelio no es ley de prohibiciones El derecho y la moral, después de haber echado a Dios de
y negaciones, sino de afirmaciones bien rotundas: amaras...; su campo, buscan afanosos un lavo ardiendo a que agarrarse,
sed perfectos... Que si también se dice que es preciso negarse algo que les pueda servir de cimiento, por deleznable que sea,
y morir..., no es sino para nacer de nuevo en Cristo y por Cris- para sustituir «al que puesto está, que es Cristo Jesús». De este
to e, incorporados con El, como miembros de su Cuerpo místi- modo, ¿qué tiene de extraño que nada se tenga en pie, que
co, participar así de la vida misma de Dios; ego sum vira...; todo se tambalee, que todo esté en crisis en los tiempos que
Veni ut vitam habeant et abundantius habeant... Qui manducar corremos...? ¿No lo había anunciado ya, con mirada proféti-
meare carnero... habet vitam aeternam... Y afirmaciones bien ca y lógica irrefragable, nuestro Donoso Cortés y el alemán
rotundas son también: orad, dad limosna, perdonad, haced bien Spengler, por no citar sino el primero y el último de la serie?...
a vuestros enemigos, bienaventurados los pacificas, vivid unidos Faltó la teología, faltó la fe, y faltó, consiguientemente,
y sed uno («con una sola alma y un solo corazón»), como yo soy como el alma de la humanidad. La razón autónoma no pudo
uno con el Padre y con el Espíritu Santo, y tantas y tantas más. sostenerse. Se perdió el sentido de la vida y, naturalmente, el
La vida espiritual, la vida de las almas que buscan la per- de L muerte. Y, al querer suprimir misterios, todo se convirtió
fección se descuartizó también. Se falseó la idea de la mística, en misterio; y el hombre no encuentra por todas partes, ni
y, una vez falseada, se la combatió sin tregua ni descanso. Se dentro ni fuera de sí, sino insolubles problemas. Y esa nuestra
perdió la idea de la relación entre lo natural y lo sobrenatural voluntad con ansias infinitas, ¿adónde se encaminará?... ¿Ce-
y la misión de cada uno de estos órdenes. Se prescindió en el rrar los ojos? ;Dejar que la bestia impere?... Pero hay algo
estudio de la mística de lo verdaderamente teológico, y los vivo siempre a nuestro interior que no se sacia, que no se pue-
mismos autores católicos se dejaron a veces influir por autores de saciar con lo que se sacian las bestias. «Hicístenos, Señor,
racionalistas, que, viendo sólo en la mística cienos epifenóme- para ti, decía San Agustín, y nuestro corazón no descansa
nos o simplemente accesorios o por entero extraños a ella, la mientras no descanse en ti».
habían reducido a un capítulo de psicología experimental de
histéricos o anormales. V
La liturgia, por otra parte, había caído en un completo des-
uso por parte de los fieles, para los cuales era cosa totalmente El libro que tienes en las manos, lector querido, es un libro
incomprensible y aburrida. Quizá todavía lo es hoy a pesar de teología. Pero no de teología abstracta, sino viva e integral,
de lo que se trabaja por hacerla comprensible al pueblo. Y es que quiere llegar a ser el libro de tu vida. Te marca un ideal,
que la liturgia no es fácil de comprender, ni siquiera de expli- el único ideal que puede y debe escribirse con mayúscula: la
car, si no es sobre principios muy claros (en lo que cabe) de posesión de Dios; Dios mismo, que se te quiere dar por herencia
dogma y de ciencia bíblica. de historia sagrada sobre todo, ya sempiterna. Te marca un ideal, que es la santidad, que es la
que una buena parte de la liturgia está tomada del Antiguo perfección; un ideal, que es la felicidad, la que tú buscas, la
Testamento, en el que todo es como anticipo simbólico y pro- que tú ansías, y de la que tú tienes una sed tan ardiente, que
fético de lo que después había de venir, de lo que a nosotros con ninguna otra cosa puedes saciar. La felicidad, esa única
nos pasa y de lo que nosotros vivimos; pues, como nos dice felicidad para la que hemos sido creados, tan sólo puede ser
San Pablo: «Omnia in figura contigebant Lbs: Todo lo que lógicamente el resultado de la perfección. Porque sólo lo per-
entonces les ocurría era figura de lo cue después habla de fecto alcanza plenamente su fin. Y fin tiene que ser en nos-
venir». otros la felicidad, a la que todo en la vida se ordena.
En el ambiente profano—ciencias, literatura, bellas artes, El libro es dogma y es moral... Moral evangélica, que es
derecho, política...—, no sólo no encontramos, como en los moral de perfección; no moral puramente sinaítica, que no era
siglos xiir y xvi, ambiente y aromas cristianos, sino todo lo sino un primer estadio, en una lenta y larga evolución, que
contrario. De cada adelanto de la ciencia en los siglos xvirr había de coronar Jesucristo. «Nihil ad perfectum adduxit
y xix se hace un arma contra la religión. La política cuenta Y dentro de la moral es ascética y mística, que no pueden ni
entre sus fines principales, y en formas más o menos declara- deben separarse, porque no son dos vías, sino una sola, vista
das, descristianizar a los pueblos. bajo dos aspectos distintos que mutuamente se completan. Es
sencillamente vida cristiana, que sin mística, ni siquiera cristia- vidades inferiores de su ser, y la fuerza o peso resultante de su
na puede ser, porque la vida cristiana toda se mueve en el mis- animalidad, que tiende constantemente a desmandarse.
terio. Pero para nosotros los cristianos el hombre es algo más
La vida cristiana comienza en el bautismo. Y el bautismo que animal racional; y para completar su definición habría
imprime carácter. Y ese carácter es algo de origen sobrenatu- que añadir: elevado al orden sobrenatural. Esta elevación al or-
ral que a nuestro ser natural se añade en forma indeleble. De den sobrenatural no cambia su esencia—las esencias o sustan-
suyo trae consigo la gracia—si no encuentra estorbo—, que cias no pueden cambiar (como los números) sin dejar de ser
es un nuevo elemento sobrenatural añadido a nuestro ser, al lo que son—, pero perfecciona inmensamente su naturaleza.
que da nuevas exigencias y nuevas capacidades. Y la gracia, Como el fuego no cambia la sustancia del hierro que en él se
que forma en nosotros algo así como una segunda naturaleza introduce, pero modifica sensiblemente su naturaleza, sus ac-
de orden trascendente, de orden superior y divino, viene a cons- cidentes, sus maneras de obrar. Por esta elevación al orden
tituir en nosotros como un nuevo principio de acción que a la sobrenatural, el hombre adquiere o puede adquirir la gracia
acción nuestra natural se suma. Y ya nuestra vida será así un santificante, por la que viene a ser hijo de Dios y participante,
resultado de esos dos principios mientras prácticamente el uno de algún modo, de la naturaleza de Dios y del modo de obrar
no llegue a anular al otro por completo. Por lo cual podemos de Dios.
decir que, en un sentido amplísimo, la mística comienza en el Tenemos, pues, en el hombre tres principios de operación:
bautismo, por el elemento sobrenatural que en él se nos in- la animalidad, la razón y la gracia. Y como cada una tiende a
funde, como el granito de mostaza sembrado en el jardín del su propio objeto, de ahí la lucha interior en que el hombre
alma. vive, sin que pueda alcanzar la verdadera paz, la que se apoya
Y si es el elemento natural el que en absoluto predomina, el en el orden perfecto, por el que lo inferior debe estar sometido
hombre vuelve a ser el hijo de Adán pecador, el hijo de Adán a lo superior, hasta que, muerto a sí mismo (totalmente someti-
caído, el hombre animal de que nos habla San Pablo. Si, en do), lo animal se someta a la razón y la razón se entregue y se
cambio, prevalece en nosotros el elemento sobrenatural, lle- someta totalmente a Dios. Y es de advertir que antes aún de
gará un día en que, después de haberse negado el hombre ple- que entre en el alma la gracia puede ya haber en ella algún
namente a sí mismo, después de haber muerto uno a sí mismo elemento sobrenatural –sobre todo la fe—que ejerza también
para resucitar en Cristo y por Cristo, como una nueva criatura algún influjo en sus acciones y conducta.
gobernada plenamente por el espíritu de Dios, pueda decir: Podemos, pues, representar al hombre en orden a su ac-
(Ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí», y este ción, a su conducta, a la dirección y rumbo de su vida por un
fruto ahora maduro queda ya por el bautismo como sembrado sistema de fuerzas constituido en la siguiente forma: una fuer-
en el alma. za de actuación constante, la animalidad, que se ejerce en sen-
En el hombre natural hay, como si dijéramos, una doble tido vertical, hacia abajo, hacia lo sensible, hacia la tierra;
naturaleza, correspondiente a los dos elementos de que se com- otra fuerza de carácter espiritual, intermitente, la razón, que
pone su ser: materia y espíritu o animalidad y alma. La primera se ejerce y tiende a llevarnos en sentido horizontal; y otra ter-
obra por medio de los sentidos, por sus instintos y pasiones; la cera fuerza, lo sobrenatural, la fe, la gracia, también intermi-
segunda, por medio de la razón y la voluntad. Mas como la tente, que nos atrae y empuja hacia arriba, hacia su centro,
naturaleza humana está caída y desordenada por el pecado, la hacia Dios. Decimos que actúa en forma continua la primera
razón está debilitada en sus funciones. Conoce mal la verdad, por lo que tiene de instintivo y hasta de inconsciente, antepo-
entre vacilaciones y sombras. Con lo cual no logra imponerse niéndose a nuestro querer y a nuestra decisión libre. Las dos
a los sentidos y potencias inferiores, que de suyo tienden a sus segundas fuerzas son intermitentes, porque el ejercicio de la
propios objetos sin el control de una razón libre que debida- razón depende, al menos en muy gran parte, del ejercicio de
mente las refrende y las dirija. El hombre natural está, pues, nuestra libertad, intermitente de suyo. Y la fe, lo sobrenatu-
sometido a dos fuerzas: la fuerza especificativa de la razón, ral, es a través de la razón y de la voluntad como en nosotros
débil e impotente en la práctica para reducir al orden las acti- obra.
Ninguna de estas fuerzas actúa en el cristiano en forma la horizontal, va hacia Dios de una manera más o menos di-
absolutamente exclusiva, sino combinada en mayor o menor recta. Y entonces es que va guiada por la razón y por la fe y
proporción con las dos restantes. Y aun en la práctica, y por la gracia. Sus obras son humano-divinas; humanas, porque
lo que hace al conjunto de la vida, una conducta de pura razón proceden de la razón; divinas, porque la razón las produce,
no se da, sino que o se pone al servicio del sentido o al servicio apoyada en la fe y fortalecida por las virtudes infusas. Cuanto
de Dios, según que en ella influya más o menos lo animal o lo más prevalezca este elemento sobrenatural, tanto son más di-
sobrenatural. Y según el predominio de cada una de estas fuer- vinas y tanto se va notando más en nuestras acciones el modo
zas, asi se especifica nuestra vida, nuestra conducta. divino, que es el que caracteriza a la mística 1 .
Quizá pudiéramos añadir aquí que a veces la razón no Pero llega un momento en que el elemento sobrenatural
parece estar al servicio de ninguna de estas dos fuerzas exter- prevalece del todo. Lo humano, en lo que tiene de desordena-
nas, lo sensible y lo sobrenatural, como cuando se apega a sí do, desaparece por completo. Y eso es negarse, morir a sí mis-
misma por la soberbia, por ejemplo. Pero esto no dura, porque mo, para resucitar o nacer de nuevo. Y lo que de nosotros no
el hombre sabe perfectamente que no puede ser fin de sí mis- está desordenado se somete totalmente a Dios por una total en-
mo. Se siente vacío. No es fuente de bien ni de verdad. Es un trega amorosa. Es decir, que ni nuestro entendimiento ni nues-
ser creado y ordenado ad alterum. , a otro, a algo fuera de sí, tra voluntad se mueven ya por sí, sino que el Espíritu de Dios
cuya posesión le llene y le beatifique. En rigor está creado para es únicamente quien los guía. Y entonces, sobre esa negación
Dios, que es el Bien sumo; y cuando tiende a otra cosa es propia, sobre esa total sumisión de todo lo nuestro a Dios en
porque, abstraído e ilusionado por la fuerza de la pasión (abs- Cristo y por Cristo, como miembros docilísimos de su Cuerpo
tractus. et illectus), toma en ese momento por bien sumo cual- místico, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, el Espíritu
quier otra cosa que como bien parcial y momentáneo se le Santo, que nos ha sido dado para que nos vivifique y nos go-
presenta. i He aquí lu figura con su correspondiente explicación:
VI
Según todo esto que venimos diciendo, pudiéramos repre-
sentar gráficamente esta doctrina por una figura geométrica
compuesta de tres círculos que se cortan, lo animal, lo racional,
lo sobrenatural, representando la posición del cristiano en un
momento cualquiera de su vida; de la cual figura parten tres
líneas fundamentales: una vertical hacia abajo, que represen-
taría la conducta del hombre totalmente enviciado y bestializado;
otra horizontal, la de la recta razón, y otra tercera, en fin, ver-
tical hacia arriba, la del cristiano perfecto, la del místico, la del
santo. Y en los cuarteles intermedios, multitud de líneas que
irradian siempre del mismo punto, representando la infinita
variedad de direcciones o conductas resultantes de la combi-
nación de estas tres fuerzas fundamentales según los distintos
grados de intensidad de cada una, dependientes en gran parte
de nuestra propia libertad.
Cuando nuestra conducta viene a estar representada por
alguna de las rayas que están debajo de la horizontal, el alma
H: Es el ham5rz en sus tres esferas n zonas el circulo inferior representa la animalidad,
no va hacia Dios, sino hacia la tierra, hacia el infierno; y es la naturaleza caída; el intermedio, el alma, la razón natural; y el superior, lo sobrenatural,
que está en pecado mortal. Va llevada de la pasión con más la fe, la gracia.
C. Es el cielo, Dios. Les símbolos Ca , C„ C... representan los distintos grados de gloria.
o menos mezcla de una razón esclava y oscura. FN: Esto seria la felicidad natural del hombre no elevado al orden sobrenatural. Hoy,
el limbo de los niños no bautizados.
Cuando, en cambio, empieza a remontarse por encima de 1: Es el infierno, la carencia de Dios y de todo bien, con sus diferentes grados de pena.
bierne, toma posesión de nosotros, y por medio de sus dones Por todo esto podemos ya formarnos un concepto bastante
nos dirige en efecto y nos gobierna. Con lo cual, al morir a sí aproximado de lo que es la mística. Porque hay dos etapas,
mismo nuestro yo, lo que ha hecho ha sido transformarse, reno- como hemos visto, en el desarrollo de la vida cristiana en nos-
varse, nacer de nuevo, sin la carga ya, pudiéramos de algún otros: primera, aquella en la que Dios nos ayuda con sus auxi-
modo decir, de las tristes consecuencias del pecado original; lios sobrenaturales (fe, gracia, virtudes infusas...), y segunda,
perfeccionarse con su última y verdadera perfección que en la aquella en la cual el hombre muerto a sí mismo, habiendo negado
unión con Dios en el ser y en el obrar consiste. todo lo que es suyo, hasta su propio yo, principio de todo pe-
Venimos hablando de la dirección del Espíritu Santo de cado y de toda imperfección, se somete totalmente a Dios, se
identificar nuestro pensar y nuestro querer con el de Dios; entrega totalmente a Dios en un acto de amor perfecto. Desde
pero pudiera alguno preguntar: ¿Cómo conocemos en cada este momento, ya no es él el que vive, sino que Cristo vive en
caso el pensar y el querer de Dios? ¿Cómo distinguimos el él. Es un miembro vivo y docilísimo del Cuerpo místico de
impulso del Espíritu Santo de otras mociones o impulsos a que Jesucristo, que es propiamente el que vive en él y en él obra
podemos estar sometidos?... En general, podemos responder por medio de su Espíritu.
que también aquí hay dos etapas; en la primera, nos habla De este modo, el hombre, a la vez que adquiere una activi-
Dios multifariam multisque tnodis, «con muchas formas y de dad intensísima y perfecta muy superior a la que antes tenía,
muchos modos», como habló primeramente a nuestros padres; pasa a ser, sin embargo, como un agente pasivo, si cabe la ex-
nos habla por medio de la Sagrada Escritura, de los libros es- presión, potius agitar guaro agit, porque es Dios quien obra en
pirituales, de los buenos ejemplos..., y, sobre todo, por medio él; es Dios el que se sirve de él como de un instrumento per-
de los superiores de dentro y de fuera, sobre todo del director fectísimo; instrumento, claro está, de carácter racional y libre
espiritual, al que tanto más nos vamos sometiendo (y por su cuyo esfuerzo es poner toda su capacidad, toda su actividad
medio a Dios) cuanto más nos vamos negando; y todo esto en el pensar y en el querer... a disposición de Dios y como
gobernado por la virtud infusa de la prudencia. En la segunda, adhiriéndose y sumándose plenamente al pensar y al querer
sin que desaparezcan del todo estos medios de conocer la vo- de Dios.
luntad de Dios, se añade, en un orden superior y más íntimo Este es el cambio de corazones que tantas veces vemos reali-
—cuando ya nos hemos negado por completo—, el mismo zado ea la vida de los santos. Esta es la unión perfecta, en lo
que cabe, de Dios con el alma y del alma con Dios. Esto es el
Espíritu Santo, que ya sin estorbos, por medio de sus dones,
Cristo reina, Cristo impera en el mundo interior del alma.
nos gobierna. Tienen así los santos un instinto tan certero, Y cuando a este estado se llega, el alma suele tener conciencia
que les libra de todo error en orden a la salvación. Y hasta en de esta unión y experimenta a Dios dentro de sí amándola, di-
cosas que parecen superar sus alcances ven más y aciertan me- rigiéndola, iluminándola, santificándola y obrando en ella obras
jor que los letrados y teólogos. Y eso es que en nosotros se de santidad v de vida eterna. Esto es lo que suele llamarse es-
cumple la segunda parte de la frase anterior de San Pablo: tado de contemplación infusa o de divina contemplación.
«Novissime dichos istis locutus est nobis in Filio: En estos Y ahora un ejernplito que ya hemos puesto otras veces y
últimos tiempos nos quiso ya hablar por medio del Hijo»... terminamos. Suponed que tenemos que hacer un viaje en au-
El cual, a su vez, nos habla y nos sugiere cuanto necesitamos tomóvil. Nos encanta guiar, aunque no guiamos nada bien, y
por medio de su Espíritu: «suggeret vobis omnia quaecumque al volante nos sentamos. Pero va a nuestro lado un conductor
dixero vobis: nos sugerirá—en forma personal, intimísima— óptimo, un verdadero maestro, que conoce el arte cual ningu-
cuanto Cristo en general nos ha enseñado». Para esto están sus no. Y para ayudarnos comienza por hacernos algunas indica-
dones de sabiduría, de entendimiento, de ciencia, de conse- ciones: «Toca la bocina, que llega una curva»; «No la tomes a
jo, etc., pues bien sabido es que el ejercicio habitual de los contramano, que puede venir otro y chocar»; «Hasta no ver lz
dones del Espíritu Santo es una de las características más pro- salida, suelta el acelerador»; «Evita los cambios de velocidad
pias de la vida mística. Entonces es cuando recibirnos y vivi- demasiado bruscos», etc., etc. A veces, para sacarnos de algún
mos y actuamos (o dejamos que se actúe en nosotros) el don de apuro, él mismo echa la mano al volante y pone el coche er
Dios por excelencia de que hablaba el Señor a la Samaritana. su sitio. Y como el tráfico de coches y camiones aumenta, y
aumentan los peligros, y nosotros nos sentimos cada vez más
incapaces y más conscientes de esa nuestra incapacidad, vamos con sinceridad, cueste lo que cueste; es decir, con sacrificio.
dejando el volante cada vez más en sus manos y apartamos los Con una especie de comienzo a salir de sí, a romper la concha
pies para que él pise el acelerador y los frenos y haga los cam- esclavizadora del egoísmo.
bios de velocidad, etc.; hasta que al fin le decimos: «Mire, Decía Newmann que para juzgar a un alma no importa
mire, es mucho mejor que usted guíe; yo iré más seguro y tanto ver la distancia a que se encuentra de Dios como ver la
más a gusto, porque tengo en usted plena confianza». Ese maes- dirección que lleva. ¿Va hacia El o se aleja?... Pues si va hacia
tro a quien nos confiamos es Cristo, es el Espíritu Santo. Y en- El, si le busca con sinceridad, es que Dios comienza a atraerle;
tonces todo va bien, todo sale perfecto. Nos hemos negado en es que Dios se le acerca.
cuanto a conducir. Hemos muerto a nosotros mismos, aunque No otra cosa quiere decir aquella sed de que el mismo Cris-
sean nuestras manos las que llevan el volante todavía y aunque to nos habla (Io 7,37): «El que tenga sed—de cosas grandes y
nosotros seamos de algún modo instrumentos por medio de nobles, de Verdad, de Belleza, de Amor...—, venga a mí y
los cuales El comunica la dirección del coche. bebas. Y bebiendo—conociéndole—creerá en mí. Y «el que
cree en mí, ríos de agua viva correrán de su seno». Y esto de-
VII cía, añade el evangelista, «refiriéndose al Espíritu que habrían
de recibir los que creyeren en El».
Podríamos todavía esquematizar un poco más esta marcha 2. a Cuando el hombre pregunta, Dios responde.—Este pre-
o ascensión del hombre hacia Dios, analizando las diversas ac- guntar del hombre puede ser en formas variadísimas. Una
titudes del primero para con el segundo y del segundo para desgracia nos puede hacer preguntar por la causa de la misma.
con el primero. Las cuales pueden reducirse a cinco, reflejadas Y, si ahondamos lo bastante, nos encontraremos con Dios,
en las siguientes proposiciones: L a, cuando el hombre busca, que comienza a respondernos. Un fenómeno de la naturaleza,
Dios se acerca; 2.a, cuando el hombre pregunta, Dios responde; o el orden del Universo, ola marcha de la Historia, o el origen
3. 5, cuando el hombre escucha, Dios habla; 4.5, cuando el hombre de la autoridad—si ésta ha de ser verdadera—, o del Derecho
obedece, Dios gobierna; y 5 .5, cuando el hombre se entrega, Dios o de la Moral... En todo esto, si ahondamos, si preguntamos,
obra. Estas proposiciones necesitan aclaración y vamos a dár- Dios comienza a respondernos por medio de la razón.
sela en seguida. Otras veces el hombre pregunta: ¿Qué haré para ser
Ante todo no hemos de creer que cada una de ellas repre- feliz? ¿Dónde está la felicidad? ¿Dónde la verdad y el bien
senta una etapa de nuestra vida totalmente separada y que ex- que ansío?... Otras, como San Pablo: ¿Quién me librará de
cluya del todo a las demás, pues suelen entrelazarse más o me- este cuerpo de muerte?... O ¿quién podrá traer la paz a la
nos las unas con las otras. Se trata simplemente de una carac- tierra?... La paz del alma, la paz de las sociedades... Y Dios
terización general de cada una, según lo que de ley ordinaria sigue respondiendo por medio de la razón, o por medio de
ocurre. Los mismos términos de cada proposición no son del un consejero, o por medio de un libro humano, o por medio
todo propios, y por eso necesitan explicación. Pero, una vez de un libro divino, escrito por El mismo (Sagrada Escritura),
explicados, creemos que podrán dar alguna luz sobre lo que o, en fin, por una iluminación interior, como muchas veces
venimos diciendo. En esta clase de doctrina ni el lenguaje ma- ocurre con los que se convierten. El caso es preguntar con
temático ni la precisión lógica y exacta son generalmente po- ansias de saber. Preguntar sin tregua ni descanso. Preguntarse
sibles. a sí mismo y preguntar a todas las criaturas. Con reconoci-
L a Cuando el hombre busca, Dios se acerca.—Cuando el miento de nuestra radical incapacidad; con un sincero deseo
hombre busca, ¿qué? Pues, naturalmente, cuando el hombre de obtener respuesta y, una vez obtenida, aceptarla. Cuando
busca a Dios. Pero no siempre en forma concreta y definida. así se pregunta, Dios responde.
A veces se busca a Dios sin saberlo, sin nombrarlo ni pensarlo. 3. 5 Cuando el hombre escucha, Dios habla.—Difícil es al
Se busca la Verdad; se busca el Bien; se busca, en fin, la Be- hombre escuchar a un semejante suyo. Lo más difícil de la
lleza infinita... Pero, como todo eso tan sólo en Dios verdade-
ramente se encuentra..., se busca a Dios. Pero hay que buscarlo conversación es precisamente saber escuchar. Pero escuchar
a Dios es mucho más difícil todavía. Vivimos entre una serie
manda por medio de sus representantes en la tierra; obede-
de ruidos infinitos; ruidos, digámoslo así, por fuera y por cerle a El cuando nos habla por medio de un buen libro, de
dentro. Por fuera, las ininterrumpidas impresiones de las un buen consejero, o aun cuando nos habla sin palabras desde
criaturas a través de nuestros sentidos externos. Por dentro, lo más íntimo de nuestro ser. Y así, cuando eI hombre obedece,
los ruidos almacenados en nuestros sentidos internos, que apro- Dios gobierna. Dios entonces nos gobierna por fuera y por
vechan cualquier momento de silencio y calma exterior para dentro. Y el hombre es un fiel servidor que ejecuta en todo
ensordecernos y aturdirnos. Y así no se puede oír la voz de y con la mayor perfección posible sus sagradas órdenes. Cuando
Dios. el hombre obedece, Dios gobierna.
Porque la voz de Dios es dulce y suave. Dios «no dama
ni deja oír su voz por defuera, ni se puede percibir esa voz Y 5. 1 finalmente: Cuando el hombre se entrega, Dios obra.
en las plazas públicas ni entre el ruido del mundo» (Mt 12, r9). Lo cual es la obra perfecta del puro amor. Porque ese amor,
Por eso cuando quiere Dios hablar a un alma «la lleva a la que fue viviendo, que fue creciendo por los caminos del co-
soledad y le habla al corazón» (Os 2,14). Y cuando de esa nocer..., cuando llega a ser sumo, total; cuando con todo el
corazón, porque ya no le quedan capacidades amorosas para
manera habla a un alma, como el esposo a la esposa, nadie
más percibe lo que dice; y sólo al alma que por esposa se le amar nada fuera de Dios, pues a sí mismo se niega y de todas
da comienza a hablarle de ese modo. las criaturas prescinde y para todas y para sí mismo queda
como muerto, cuando esto ocurre, el hombre se entrega... Como
Pero el alma que ha llegado a oír la respuesta (el llamamien-
muerto a la vida de imperfección que llevaba, dirigida por su
to de Dios), le busca en la soledad y quiere seguirle oyendo, razón, por su prudencia, por su egoísmo, más o menos disimu-
y escucha; y pone en este escuchar suplicante todos sus sen- lado. Como muerto a una vida que era incompatible con la
tidos. Es decir: el alma ora. Y si supo aprovecharse de todo vida sobrenatural, tan sólo sobrenatural; con la vida de Dios,
lo que Dios le dijo por mensajeros, a los que nos hemos refe-
rido antes (emultifariam multisque modis ohm Deus loqueas que en él va a comenzar ahora plenamente.
patribus...»), ahora, cuando ya los mensajeros (criaturas) no Y entonces es cuando el hombre se convierte en un miembro
le saben decir más, ahora es cuando muy en el fondo de sí vivo y perfectamente sano del Cuerpo místico de Jesucristo, do-
misma siente a Dios, que le dice: «Aquí estoy». Y Dios co- cilísimo a la acción vital de la Cabeza, docilísimo a la dirección
mienza a hablarle. Y, al comenzar este diálogo, todavía el y al imperio y a la acción vital de su Santo Espíritu, que ya
alma tiene cosas que preguntar; pero poco a poco las pregun- sin estorbos ni resistencias toma posesión del alma.
Nuestro yo queda allí, pero totalmente entregado al yo divino,
tas van cesando, porque ya no le queda al alma nada que
sumado al yo divino, como si a Cristo le ofreciéramos une hu-
decir. Y el alma se hace toda oídos. Y escucha, escucha. Y Dios manité de surcroit, como dice sor Isabel de la Trinidad; una
habla; sólo Dios habla.
El proceso de la oración es así. Al principio parece que humanidad sobreañadida, a la que en el seno purísimo de
sólo habla el alma, porque ésta no entiende bien el lenguaje María se dignó tomar por nosotros y para redención nuestra.
de los libros, etc., por los cuales le habla Dios. Y ni apenas Le ofrecemos a Cristo nuestra pobre humanidad personal, ya
se da cuenta de que es El... Después se entabla el diálogo purificada y sublimada por su gracia y por su amor, para que
(vía iluminativa...). Hasta que al fin cesa de hablar el alma, en ella pueda El seguir viviendo sobre la tierra y continuando
para escuchar tan sólo..., para que hable sólo Dios... su obra redentora. Y así es como puede llegar el hombre a
4.a Cuando el hombre obedece, Dios gobierna.—Cuando se
decir: «Ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en 1ní».
El hombre se vació par completo. de sí mismo y de todo ser
sabe ya que Dios nos habla, con un pleno y perfecto conven- creado para llenarse de Dios; el hombre murió a sí mismo como
cimiento, que nos habla por medio de criaturas o que nos hijo de Adán, para resucitar o nacer de nuevo, uno de la carne
habla por sí directamente; cuando se sabe en forma vital que ni de la sangre», sino del Espiritu de Dios; el hombre se negó
Dios es infinitamente sabio, infinitamente bueno, infinitamente a sí mismo, se enajenó a sí mismo, porque a sí mismo con todas
amoroso, que infinitamente mejor que nosotros sabe e! camino sus energías y capacidades se entregó a Dios. El Verbo de
que tenemos que seguir para nuestro bien, entonces ¡qué Dios se unió primero a nuestra humanidad en Cristo con una
fácil y qué grato es obedecer! Obedecerle a El cuando nos unión hipostática, uniendo a la persona divina la humana natu-
habla por las Sagradas Escrituras; obedecerle a El cuando nos
raleza impersonal, es decir, sin más persona que la segunda de toda su alma, sin que ningún estorbo se interponga: ni el qué
]a Santísima Trinidad. Ahora quiere unirse con nuestra huma- dirán, ni el mundo, ni el propio yo, que por ninguna parte
nidad personal con unión mística, es decir, misteriosa también, aparece.
no sólo sin detrimento de nuestra propia persona, sino subli- El modo humano de obrar desapareció por completo. Sólo
mándola, divinizándola (Ego dixi dii estis), dándosele El mismo queda el modo divino, el estilo divino, de Cristo, que en el Evan-
en posesión, a la vez que el alma queda por El totalmente poseída. gelio encontramos y que viene a ser resumido por estas pala-
Ese es el término de la vida cristiana. En eso consiste la per- bras suyas: «Quae placita sunt el facio semper»: «yo hago
fección; en eso consiste la santidad: en esa unión mística, inefa- siempre lo que agrada al Padre celestial» y del modo que le
ble, con Dios, en la que ya sin estorbos sólo Dios vive y obra agrada. Ese modo o estilo de Cristo por el que los discípulos
en nosotros. No viven en nosotros las criaturas, que han per- de Emaús le conocieron en la fracción del pan, como lo hubie-
dido sobre nosotros todo influjo, toda atracción. No vive ran conocido, si no estuvieran «obcecados», cuando les hablaba,
nuestro yo en cuanto nuestro, porque se enajenó a si mismo, haciendo arder sus corazones. Corno lo conoció San Juan, el
entregándose a Dios totalmente. Y cuando el hombre así se de pupila interior más pura, cuando le vio venir de noche sobre
entrega, el que obra en nosotros es sólo Dios. el mar o al amanecer sobre las arenas de la playa. Como le
conoció la Magdalena con sólo oírle entre las sombras llamarla
por su propio nombre. Como le conocen todas las almas lim-
VIII
pias, purificadas..., cuando, al encontrar una persona mística,
Al llegar aquí ya podemos preguntarnos qué es la mística, exclaman: «Digitus Dei est hic: aquí está la mano de Dios»,
y creemos que es muy fácil de entender la respuesta. Vida aquí está el modo (sobrenatural) de obrar, que es el modo de
mística es esa que lleva el hombre cuando, en unión de amor Cristo, que es el estilo de Cristo y de sus perfectos seguidores,
y entregado totalmente a Dios, es gobernado por el Espíritu Santo que en unión con El vienen a ser otros Cristos. El estilo o modo
por medio de sus dones. Es ese estado pasivo (y activísimo), en humano y el estilo o modo divino se distinguen como lo im-
que ya no es él quien vive, sino que Cristo vive en él. Es esa perfecto (todo lo humano) de lo absolutamente perfecto.
experiencia de Dios que tiene el alma por su estado habituai Pero ya estamos entreteniendo al lector demasiado. Coja
de divina contemplación gozosísinna, y que la hace dichosa y, el libro con calma; no sólo para leer, sino para meditar y sacar
aun en medio de los mayores martirios, bienaventurada. Es, las consecuencias; y a lo ancho, y a lo largo, y a lo profundo
en fin, la vida cristiana en todo su desarrollo; la vida sobrena- hallará en él explicado cuanto aquí, en mirada rapidísima, se
tural—que comenzó en el bautismo—plenamente vivida. resume y cuanto pueda interesarle en orden a resolver el
Y ¿cómo se conoce al hombre que ha llegado a este estado problema fundamental—único de su vida, que es llenar el
místico? Pues por su estilo; por el modo o estilo de conducirse; destino para lo cual fue creado por Dios, y así alcanzar la
por su conducta; por sus obras, repetimos; pues siempre queda eterna bienaventuranza.
verdad aquello de «ex fructibus eorum cognoscetis eos: por
sus frutos los conoceréis». El estilo de Dios se distingue siem- u r
¡¡ H. Colecciones
2. MIGNE, Patrología (latina, 221 vols.; griega, 161 vols.).
M. VILLER, Dictionnaire de Spiritualité (París 1937...).
VACANT- MANGENOT-AMANN, Dictionnaire de Théologie catholique (París
188 9 -1 939).
MIGNE, Dictionnaire de Mystique (1858).
ROUET DE JOURNEL, Enchiridion asceticum (Herder 1936).
DENZINGER, Enchiridion symbolorum (23 ed., Friburgi 1937).
CAVALLERA, Thesaurus doctrinae catholicae (París 1936).
DE GUIBERT, Documenta ecclesiastica christianae perfectionis studium spec-
tantia (Roma 1931).
E
32. Siendo nuestra Teología de la perfección una parte de
Teniendo en cuenta la necesidad de estas almas, nosotros des- a teología única, íntimamente relacionada con la dogmática
cenderemos con frecuencia, en el desarrollo de nuestra obra, la moral—de las que toma sus principios fundamentales—
a detalles y consejos prácticos, que no serían menester en un teniendo, por otra parte, mucho de ciencia práctica y expe-
libro destinado exclusivamente a los directores. imental, en cuanto que nos traza las normas concretas para
onducir a las almas hasta la cumbre de la perfección, el método
4. Modo de estudiarla ue debe emplearse en su estudio tiene que ser, a la vez, el
strictamente teológico—positivo y deductivo—y el inductivo o
31. Al abordar el estudio de esta ciencia, el alumno debe xperimental, apoyado en la experiencia y en la observación
poseer, ante todo, un gran espíritu de fe y de piedad. Es tan ínti- e los hechos.
ma y tan estrecha la relación entre la teoría y la práctica en el
estudio de estas cuestiones, que el que no posea una fe viva ^
una intensa piedad, ni siquiera acertará a juzgar rectamente de
los mismos principios especulativos. Hablando de la teología
L Son grandísimos los inconvenientes que se siguen del empleo exclusivo
e cualquiera de los dos métodos.
P. Pour.:vv, Des rtrdccs d'urai,,a c.6 a.lo bis (t t.. ed. p.103).
37 Cf. P. Gua» icOr-LAGP..ANGE, Perfectinn... p.9.
El método analítico o deductivo presenta, a su vez, los siguiente s
incovetsuadlmpexcsivant:
I) Olvida que los grandes principios de la Teología de la perfecció n 6. Fuentes
deben enfocarse a la dirección de las almas, y, por lo mismo, deben contras-
tarse con los hechos experimentales. Sería un error contentarse con los prin- El doble método que es menester emplear en el estudio de
cipios de Santo Tomás, sin tener para nada en cuenta las admirables des- la Teología de la perfección nos lleva como de la mano a seña-
cripciones de los grandes místicos experimentales San Juan de la Cruz, Santa
Teresa de Jesús, Santa Catalina de Siena, San Francisco de Sales, etc., que
lar sus fuentes. Pueden reducirse a la teología y a la experiencia;
tanto contribuyen a esclarecer y confirmar aquellos grandes principios teo- Pero es conveniente precisar un poco más.
lógicos.
2) Se corre el riesgo de sentar como verdades inconcusas afirmaciones 33• A. Fuentes teológicas.—Hay que distinguir entre
apriorísticas que no concuerdan con la experiencia ni son confirmadas con ,/las que son comunes a todas las partes de la teología y las que
los hechos, estableciendo con ello un lamentable divorcio entre la teoría !pertenecen más propiamente a nuestra Teología de la perfec-
y la práctica, de funestas consecuencias en la dirección de las almas.
ción 3s.
Se impone, pues, el doble método deductivo e inductivo, Í Entre las comunes deben señalarse:
analítico-sintético, racional y experimental. Hay que estudiar,
I) LA SAGRADA ESCRITURA. — Los libros inspirados proporcionan los
ante todo, la doctrina revelada tal cual la encontramos en la 'principios fundamentales sobre los que ha de construirse la teología de la
Princ
Escritura y la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia. Hay; ipios Allí se encuentra la doctrina especulativa sobre Dios y el hom-
que determinar después, a base del método deductivo, la natu- re, que es el fundamento de toda la vida espiritual. Se nos habla de la natu-
raleza de la vida cristiana, su organismo sobrenatural, los mo- raleza de Dios: de sus atributos—inmensidad, sabiduría, bondad, justicia,
misericordia, providencia general y particular—, de su vida íntima, de las
dos de su crecimiento, las leyes que lo presiden, en qué con- rocesiones de las divinas personas, de la encarnación, redención, incor-
siste la verdadera perfección cristiana, qué es lo que entra en poración a Cristo, gracia santificante, virtudes infusas, dones del Espíritu
el desarrollo normal de la gracia santificante como una exi- Santo, inspiraciones actuales, sacramentos, gracias gratis dadas, etc., y se
gencia intrínseca de la misma y qué es lo que hay que con- !nos habla del término final de la vida cristiana, que es la visión beatífica en
siderar como extraordinario y anormal, por caer fuera de esas Ila gloria. Al mismo tiempo, se nos intiman los preceptos—en los que consiste
substancialmente la perfección—, acompañados de preciosos consejos para
exigencias, y otras muchas cosas semejantes. A la vez hay que mejor conseguirla (sobre todo en los libros sapienciales y en el Nuevo Tes-
observar los hechos, recoger los datos de los místicos experi- tamento). Se nos ponen delante los sublimes ejemplos de virtud que nos de-
mentales, examinar sus pruebas, luchas, dificultades, métodos 'aron los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento, y, sobre todo, los
empleados para su perfeccionamiento y santificación, resulta- de Cristo, María y los apóstoles en el Nuevo. Y, por si algo faltara, se pone
a nuestra disposición un riquísimo arsenal de fórmulas de oración (salmos,
dos obtenidos, etc. Y con todo ello a la vista, se tendrá la ga- himnos, doxologías, padrenuestro...) para exquisito alimento de nuestra
rantía de proceder con acierto al señalar y discernir lo esencial piedad y vida interior. No cabe duda: la Sagrada Escritura es la fuente prin-
de lo accidental, lo ordinario de lo extraordinario, lo que es i cipal de la teología de la perfección—como de todas las restantes partes de
absolutamente indispensable para la santificación de cualquier ila ciencia sagrada—y manantial inagotable de la más sólida y auténtica
piedad.
alma de lo que es variable y adaptable a los diferentes tempe-
ramentos, circunstancias, estados de vida, etc. Unicamente así 2) LA TRADICIÓN Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. —Es otra fuente
podrán darse normas de dirección precisas y exactas, que no primaria de la Teología en todas sus partes, que viene a completar el de-
ipósito de la divina revelación contenido en las Sagradas Escrituras. Sabido
obedecerán a unos cuantos principios apriorístict s ni a los es que el testimonio de la Tradición se conserva y manifiesta auténticamente
resultados siempre provisionales y variables de una casuística por la enseñanza de la Iglesia, ya sea con su Magisterio solemne (definicio-
raquítica y enfermiza, sino motivadas y apoyadas en los gran- nes dogmáticas, símbolos y profesiones de fe), ya con su Magisterio ordi-
des principios teológicos, contrastados con la experiencia y nario, que se ejerce principalmente por la enseñanza y predicación de los
pastores de la Iglesia esparcidos por el mundo entero, por la práctica de la
trato directo de las almas. Iglesia en su liturgia, por los escritos de los Santos Padres, por el consen-
Tal es, nos parece, el único método legítimo que debe em- timiento unánime de los teólogos, por las Congregaciones Romanas bajo la
plearse en el estudio de esta rama de la teología, y a ese ideal (vigilancia del Sumo Pontífice y por el consentimiento y unánime sentir
procuraremos acercarnos en el desarrollo de nuestra obra. { del pueblo cristiano.
¡, 3 8 En realidad habría que incorporar aquí todo el tratado de los Lugares teológicos, com-
1 pletándolo con algunos otros que se relacionan más de cerca con nuestra Teología de la per-
fección. Pero para no rebasar excesivamente los límites de esta obra, nos contentaremos con
ligeras indicaciones.
3)
Id P. Fáber, de D. Columba Marmion y del P. Arintero, para no citar más
LA RAZÓN ILUMINADA POR LA FE.—Aunque los principios funda- tue a los más destacados y representativos de todas las tendencias, épocas
mentales en que se apoya la teología hayan sido revelados por Dios y ad-
mitidos por la fe, la razón natural no es extraña a la ciencia sagrada, sine, y escuelas?
que es su auxiliar absolutamente indispensable, ya que es menester dedu- 5) LAS VIDAS DE LOS SANTOS proporcionan también datos preciosos
cir las conclusiones virtualmente contenidas en aquellos principios, y esto ?ara la parte descriptiva de la vida espiritual, al ponernos delante los mo-
no puede hacerse sino a base del discurso de la razón iluminada por la fe. lelos y ejemplares que la misma Iglesia propone a nuestra imitación. Entre
Es preciso, además, confirmar con las luces de la razón las verdades re\ r _ Alas destacan por su excepcional valor las autobiografías que escribieron
Jadas, mostrando—cuando no se pueda otra cosa—que nada hay en ellas los propios santos impulsados por la obediencia o las que tienen por autor
que se oponga en lo más mínimo a sus legítimas exigencias; hay que plan- a un santo que habla de otro santo (v.gr., la vida de San Antonio Abad,
tear, en cada problema teológico, el estado de la cuestión; hay que decla- escrita por San Atanasio, o la de San Francisco de Asís, por San Buena-
rar con comparaciones y analogías las verdades de la fe a fin de hacerlas ventura).
más inteligibles; hay que rechazar con argumentos de razón las objeciones
6) LA HISTORIA DE LA MÍSTICA O ESPIRITUALIDAD CRISTIANA. —Es otra
de los incrédulos y racionalistas, que niegan las verdades de la fe y la rea-
lidad sobrenatural de los fenómenos de la vida mística, etc., etc. El teólogo fuente importantísima de información para el teólogo. Porque, aunque la
no puede prescindir en modo alguno de las luces de la razón, aunque su espiritualidad cristiana, como la gracia de Dios en que se funda, es y será
argumento fundamental ha de sacarlo siempre de las fuentes auténticas de siempre fundamentalmente la misma en todas las épocas y climas, ayuda
la divina revelación. mucho conocer la aplicación que de sus principios fundamentales se ha
venido haciendo a través de los siglos, tendencias y escuelas de espiritua-
lidad cristiana para contrastar procedimientos, prevenir ilusiones, evitar
Además de estas fuentes primarias, comunes a toda la desviaciones, intensificar los medios que la experiencia ha demostrado ser
teología, el teólogo que trate de investigar y construir una Teo- más eficaces para la santificación de las almas, investigar lo que constituye
logía de la perfección tiene que tener en cuenta otras fuentes re- el fondo común de todas las escuelas y lo que no pasa de ser una tendencia
lacionadas de una manera más propia y particular con esta o apreciación particular de alguna de ellas en concreto. La historia es maes-
tra de la vida; y acaso en ningún otro aspecto de la misma el conocimiento
parte de la teología que trata de la perfección. Las principa- de aquélla podrá suministrarnos datos más aleccionadores.
les son:
7) LA HISTORIA DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS DE LAS RELIGIONES
4) Los ESCRITOS DE LOS SANTOS Y MÍSTICOS EXPERIMENTALES.—Apar- FALSAS.—Es una fuente subsidiaria muchísimo menos importante que las
te del valor inapreciable que estos escritos tienen desde el punto de vista demás, ya que los principios del cristianismo—única religión revelada-
descriptivo de la vida espiritual, con frecuencia tienen todavía un nue ■ o . ifieren substancialmente de los de las religiones falsas. Los primeros son
valor por la autoridad que les ha conferido la Iglesia al canonizar a sus auto- estrictamente sobrenaturales; los segundos, pura y simplemente naturales.
res y al declararles muchas veces doctores de la Iglesia. En este sentido tie- Con todo, no deja de ser útil contrastar los fenómenos de la psicología reli-
nen un valor incalculable para la teología de la perfección los escritos c iosa del paganismo (estados internos de consolación o desolación, modos
espirituales de San Agustín, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, San . e oración, prácticas ascéticas y de penitencia, asociaciones de vida per-
Buenaventura, San Juan de la Cruz, San Francisco de Sales, San Alfonso ecta, etc.), que responden muchas veces a exigencias de la psicología hu-
María de Ligorio y otros muchos, que a la ciencia teológica—a veces en i ana, que el teólogo católico puede aprovechar para trasladarlas, debida-
grado altísimo, como en San Agustín y Santo Tomás juntaban una expe- ente expurgadas de sus errores, al orden sobrenatural cristiano, o como
riencia entrañable de los caminos de Dios. Y al lado de ellos hay que colo- uente de información para mejor delimitar el campo sobrenatural de lo
car a las grandes maestras de la vida de oración, tales como Santa Gertru- puramente natural o preternatural 40
dis, Santa Brígida, Santa Catalina de Siena y, sobre todo, Santa Teresa de
Jesús, de la que la misma Iglesia pide oficialmente en su liturgia que (sea- 34• B. Fuentes experimentales.—Entendemos aquí por
mos alimentados con el celeste pábulo de su doctrina» 39 . fuentes experimentales no sólo las que proceden de la expe-
Ni puede limitarse el teólogo al estudio de los místicos experimenta-
les que han alcanzado los honores de la canonización. ¿Qué duda cabe riencia propia o ajena en los caminos de Dios, sino los precio-
que es inapreciable el tesoro místico doctrinal encerrado en las obras del sos datos que nos suministran las ciencias fisio-psicológicas, que
Pseudo-Dionisio Areopagita, de Casiano, de Hugo y Ricardo de San Víc- es menester tener en cuenta para la recta apreciación de mu-
tor, del maestro Eckart, de Taulero, del Beato Susón, de Ruysbroeck, de
hos fenómenos sorprendentes que suelen producirse en la
Gersón, de Dionisio el Cartujano, de Tomás de Kempis, de Walter Hilton,
de García de Cisneros, de Blosio, de Fr. Luis de Granada, del Beato Juan de
vida espiritual, sobre todo en los estados místicos. Entre ellas
Avila, de Francisco de Osuna, de Bernardino de Laredo, de Fr. Juan de lo., el teólogo ha de tener principalmente en cuenta:
Angeles, de Juan de Jesús María, de Felipe de la Santísima Trinidad, de
José del Espíritu Santo, del Beato Alonso de Orozco, de Fr. Luis de León, I) LA PSICOLOGÍA RACIONAL Y EXPERIMENTAL. —La primera nos en-
de Pedro Malón de Chaide, de Luis de la Puente, de Alvarez de Paz, de ,eña el funcionamiento de nuestras facultades externas e internas; de qué
Alonso Rodríguez, de Surín, de Scaramelli, de Olier, del cardenal Bérulle,
40 Cf. P. MARECHAL, Essai sur l'étude comparée des mysticismes: «Revue des Quest. Scien-
39
ifiques» (1926) 2 p.8tss, y Études sur la psychologie des mystiques t.2 p.411 - 83.
Cf. la oración litúrgica de la fiesta de la Santa (15 de octubre).
manera se elaboran nuestras ideas a base de la iluminación por el entendi- ción tenga que ser forzosamente incompleta—ya que cada alma va por su
miento agente de los fantasmas de la imaginación; cuáles son las leyes que camino, y es imposible conocerlas todas—, sin embargo, de la constante
presiden nuestra vida afectiva y sentimental; naturaleza de nuestra alma observación de las diferentes vías por donde Dios santifica a las almas
y sus funciones como forma substancial del cuerpo y la influencia mutua aprenderá el teólogo dos cosas muy importantes, a saber: a no proclamar
y relaciones estrechísimas que de esa unión substancial se derivan para en teoría determinados métodos y procedimientos como los únicos posibles
ambos. La segunda—psicología experimental—complementa los principio s y acertados para la santificación de las almas y a respetar en la práctica
delarcion tsped laobrvciónyásdelo la iniciativa de Dios, que lleva a cada alma por un camino especial hacia la
hechos en sujetos normales y patológicos. El estudio de los estados mor- cumbre de la perfección.
bosos, tanto físicos como psíquicos, es de importancia capital para distin-
guir con acierto lo sobrenatural de lo preternatural y de lo puramente na-
tural en muchos fenómenos aparentemente sobrenaturales o místicos. Hoy 7. División
se ha comprobado mil veces que hay que atribuir a causas patológicas
puramente naturales muchos fenómenos que antiguamente se atribuían a 35. No hay tampoco uniformidad de criterio entre los
causas sobrenaturales o preternaturales (Dios o el demonio). Lo cual es
de gran importancia para juzgar, v.gr., de las llamadas infestaciones demo-
autores para la división de las diferentes partes de que debe
níacas, de las visiones, locuciones, sequedades y arideces, euforias y conso- constar nuestra ciencia.
laciones, etc., que, sin negar, ni mucho menos, su posible trascendencia El P. DE GUIBERT divide su Theologia spiritualis Ascetica
o sobrenaturalidad, muchas veces obedecerán a cansas pura y simplemente et Mystica en cuatro partes fundamentales: I) Esencia de la
naturales en un sujeto habitual o transitoriamente patológico 41 .
perfección espiritual y de las causas que la promueven o impi-
2) LA EXPERIENCIA PROPIA.—Ninguna otra fuente de información po- den. 2) Medios y ejercicios con los cuales el hombre tiende a la
drá suplir enteramente a la experiencia propia para juzgar con acierto en
los caminos de Dios. Se ha comprobado mil veces cuando escritores racio- perfección. 3) Grados con los cuales suele Dios conducir al
nalistas han tratado de interpretar—acaso de buena fe, no hay inconvenien- hombre a la perfección. 4) Diferentes estados de vida con los
te en admitirlo en algunos de ellos—las experiencias de los místicos 42 . cuales puede el hombre tender a la perfección y ejercitarla 45.
Totalmente ajenos a la vida sobrenatural, careciendo incluso de las luces El P. SCHRIJVERS se fija en las cuatro causas: final, eficiente,
de la fe, están radicalmente incapacitados para comprender la vida cris-
tiana. El elemento sobrenatural, que es el todo de esa vida, se les escapa material y formal, dividiendo a base de ellas sus Principios de
por completo. la vida espiritual 46.
Ni basta poseer la vida de la gracia en sus grados incipientes para juz- TANQUEREY divide su Compendio de teología ascética y mís-
gar acertadamente de ciertos fenómenos místicos. Hay cosas que sólo se en dos partes: una teórica, que titula «los principios», y
captan a base de una perfecta afinidad espiritual con ellas mismas. Es aquel
tica
principio tan fecundo y tantas veces recordado por Santo Tomás de que otra más psicológica y experimental, de aplicación de los prin-
«cada uno suele juzgar de las cosas según sus disposiciones» 43 . En este cipios a base de «las tres vías» 47 .
mismo sentido escribía Báñez: «En igualdad de circunstancias será más El P. GARRIGOU-LAGRANGE adoptó para Las tres edades de
docto en teología el que posea la caridad que el que no la tenga; porque
sin ella no se poseen los dones del Espíritu Santo unidos a la fe, que ilu-
la vida interior la división en cinco partes: I) Las fuentes de la
mina la mente y da inteligencia a los pequeñuelos» 44 . Y si esto es cierto vida interior y su fin. 2) La purificación del alma de los prin-
aplicado al estudio de la teología en general, a fortiori hay que decirlo de cipiantes. 3) Los progresos del alma guiada por la luz del Es-
la teología de la perfección. píritu Santo. 4) De la unión de las almas perfectas con Dios.
3) EL TRATO CON LAS ALMAS.—A la experiencia propia hay que añadir 5) De las gracias extraordinarias 48 .
el trato directo y constante con las almas. Quien aspire a conocer a fondo El P. CRISÓGONO divide su Compendio de ascética y mística
los caminos de Dios, no puede contentarse con el estudio teórico de la mís- en cuatro partes: I) Principios de la vida sobrenatural. 2) La
tica, ni siquiera con la experiencia propia, aunque sea un santo de pri-
mera categoría; se impone el trato directo y constante con las almas. No ascética. 3) La mística. 4) Resumen histórico 49 .
todas ascienden a la cumbre de la perfección por el mismo sendero y con Otros autores proponen otras divisiones que, más o menos,
los mismos procedimientos ascético-místicos. No basta conocer un camino; se aproximan a las que acabamos de recoger por vía de ejem-
es preciso conocer el mayor número posible de ellos. Y aunque esta induc-
plo 50 .
4 ] Es útil a este respecto la lectura del precioso libro del P. J. DE TONQUEDEC ¿Accicn
diabólica u enfermedad? (Razón y Fe, 1948). 45 Cf. DE GUIBERT, o.c., n.I2.
42 Véanse, por ejemplo, los estudios de J. BARUZI, Saint Jean de la Croix et le problém e 46 Cf. SCIIRIJVERS, O.C., p.73-4.
de l'expérieme mystique (París 1924); el del P. RoussEcoT, Les mystiques espagnoles (2.. ecl., 47 Cf. TANQUEREY, O.C., n.48.
París 1899); y el de H. DEr_ACRoIx, Études d'histoire et de psucholorie du mysrcisme. Les gran- 48 Cf, GARRIGOL'-LAGRANGE, O.C., p. 2 4 -2 5.
des mystiques chrétiennes (Par1s 19o8). 49 Cf. P. CRlsócoüo, o.c., pról.
43 In Epist. ad I-tebr. c.5 lcct.2. 50 Pueden verse muchas de ellas en HEERrncxx, Inlroductio in Theologiarn Spiritualem
44 BÁÍvEZ, In 11.4 ad 2 conf rmationem 2 arg. p.135SS.
Nosotros vamos a dividir nuestra TEOLOGÍA DE LA PERFEC-
CIÓN en cuatro partes principales en la siguiente forma:
PRIMERA PARTE
Primera parte : Principios fundamentales de la vida cris- Principios fundamentales de la vida cristiana
tiana.
Segunda parte : El organismo sobrenatural y la perfección
cristiana.
Tercera parte : El desarrollo normal de la vida cristiana.
Cuarta parte : Los fenómenos místicos extraordinarios.
CAPITULO I
El fin de la vida cristiana
La consideración del fin es lo primero que se impone en el estudio de
una obra dinámica cualquiera. Y siendo la vida cristiana esencialmente
dinámica y perfectible—al menos en nuestro estado actual de viadores—, es
preciso que ante todo sepamos adónde vamos, o sea, cuál es el fin que pre-
tendemos alcanzar. Por eso, Santo Tomás comienza la parte moral de su
sistema—el retorno del hombre a Dios—por la consideración del último
fin 1.
de Dios, rigurosamente infinita y exhaustiva, y a la que las filósofo impío—, sino que es el colmo de la generosidad y des-
criaturas inteligentes y el universo entero nada absolutamente interés. Porque no buscó con ello su propia utilidad—nada
pueden añadir. ¿Es el misterio de su vida íntima en el que Dios absolutamente podían añadir las criaturas a su felicidad y per-
encuentra una gloria intrínseca absolutamente infinita. ■ fecciones infinitas—, sino únicamente comunicarles su bondad.1
Dios es infinitamente feliz en sí mismo, y triada absoluta- Dios ha sabido organizar de tal manera las cosas, que las cria-
mente necesita de las criaturas) que no pueden aumentarle su turas encuentran su propia felicidad glorificando a Dios. Por
dicha íntima. Pero ,Dios e s Amor 2 , y el amor, de suyo, es eso dice Santo Tomás que sólo Dios es infinitamente liberal y
comunicativo. Dios es el- Bien infinito, y el bien tiende de generoso: no obra por indigencia, como buscando algo que ne-
suyo a expansionarse: bonum est diffusivum sui, dicen los filó- cesita, sino únicamente por bondad, para comunicar a sus
sofos. He ahí el porqué de la creación. criaturas su propia rebosante felicidad 5 .
Dios quiso, en efecto, comunicar sus infinitas perfecciones Por eso la Sagrada Escritura está llena de expresiones en las
a las criaturas, intentando con ello su propia gloria extrínseca. que Dios reclama y exige para sí su propia gloria. «Soy yo, Yavé
La glorificación de Dios por las criaturas es, en definitiva, la es mi nombre, que no doy mi gloria a ningún otro, ni a los
razón última y suprema finalidad de la creación 3 . ídolos el honor que me es debido» (Is 42,8); «Es por mí, por
La explicación de esto no puede ser más clara, incluso a la amor de mí lo hago, porque no quiero que mi nombre sea
luz de la simple razón natural privada de las luces de la fe. escarnecido, y mi gloria a nadie se la doy» (Is 48,11); «Oyeme,
Porque es un hecho filosóficamente indiscutible que todo agente Jacob, y tú, Israel, que yo te llamo; soy yo, yo, el primero y
obra por un fin, sobre todo el agente intelectual. Luego Dios, aún también el postrero» (ibid., 12); «Yo soy el alfa y la omega,
primer agente inteligentísimo, tiene que obrar siempre por un dice el Señor Dios; el que es, el que era, el que viene, el Todo-
fin. Ahora bien, como ninguno de los atributos o acciones de poderoso» (Apoc 1,8), etc., etc.
Dios se distingue de su propia divina esencia, sino que se ¡La gloria de Dios! He aquí el alfa y la omega, el principio y el fin
identifica totalmente con ella, si Dios hubiera intentado en la de toda la creación. La misma encarnación del Verbo y la redención del
creación un fin distinto de sí mismo, hubiera referido y subor- género humano no tienen otra finalidad última que la gloria de Dios: «Cuando
dinado su acción creadora a ese fin—porque todo agente pone le queden sometidas todas las cosas, entonces el mismo Hijo se sujetará
su acción al servicio del fin que intenta al obrar—, con lo cual a quien a El todo se lo sometió, para que sea Dios todo en todas las cosas»
(1 Cor 15,28). Por eso nos exhorta el Apóstol a no dar un solo paso que
se hubiera subordinado Dios mismo, puesto que su acción es no esté encaminado a la gloria de Dios: «Ya comáis, ya bebáis o ya hagáis
El mismo. Y así, ese fin estaría por encima de Dios; es decir, alguna cosa, hacedlo todo para gloria de Dios» (i Cor 10,31); ya que, en
que Dios no sería Dios. Es, pues, absolutamente imposible definitiva, no hemos sido predestinados en Cristo más que para convertir-
que Dios intente con alguna de sus acciones un fin cualquiera nos en una perpetua alabanza de gloria de la Trinidad Beatísima: «Por
cuanto que en El nos eligió antes de la constitución del mundo, para que
distinto de sí mismo. Dios ha creado todas las cosas para su fuésemos santos e inmaculados ante El, y nos predestinó en caridad a la
propia gloria; las criaturas no pueden existir sino en El y para adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su vo-
El 4 . luntad, para alabanza de la gloria de su gracia> (Eph 1,4-5; cf. v. 12 et 14).
Todo absolutamente tiene que subordinarse a esta suprema finalidad. El
2 j Io 4,16. alma misma no ha de procurar su salvación o santificación sino en cuanto
s Bellísimamente expresa Santo Tomás de qué manera con su gloria intrínseca y extrín-
seca se reúne en Dios en grado perfectísimo la plenitud de todas las felicidades posibles: que con ella glorificará más y más a Dios. La propia salvación o santifica-
»Cuanto de deseable hay en cualquier clase de felicidad, todo preexiste de modo más elevado
en la bienaventuranza divina. Por lo que se refiere a la felicidad contemplativa, tiene la con- dice Santo Tomás (en De pot. 3,15 ad 14); «La comunicación, de la bondad no es el último
templación continua y certísima de sí mismo y de todas las otras cosas, y en cuanto a la activa, fin, sino la misma divina bondad, por amor a la cual quiere Dios comunicarla; porque no
tiene el gobierno de todo el universo. De la felicidad terrena, que, según Boecio, consiste en obra por su bondad como apeteciendo lo que no tiene, sino como queriendo comunicar lo
placeres, riquezas, poderío, dignidad y fama, por deleite tiene el goce de sí mismo y de todas que tiene; ya que no obra por el apetito del fin, sino por amor al fin». De donde resulta que
las otras cosas; por riqueza, la omnímoda abundancia que la riqueza promete; por poderío, el fin último de todas las criaturas es la gloria de Dios, o, más exactamente, el mismo Dios,
la omnipotencia; por dignidad, el gobierno de todos los seres, y por fama, la admiración de a quien hay que glorificar. «Todo el universo—añade Santo Tomás en otro lugar (I,65,2)—
todas las criaturas» (I,26,4). con todas sus partes se ordena a Dios como a su último fin, en cuanto que en todas ellas se
4 Cf. I,44,4.—Notese—para mayor inteligencia de la finalidad de la creación—que a refleja la bondad divina por cierta imitación y para gloria de Dios« (cf. RAMÍREZ, De homi-
Dios le conviene obrar por el fin no solamente ex parte operis seu operati, sino también ex nis beatitudine t.i n.932-38).
parte operantis; aunque no como las criaturas, por el deseo o apetito de un fin que no posee 5 «El obrar a impulsos de alguna indigencia es exclusivo de agentes imperfectos, capaces
con perfección en realidad, sino por el solo amor del fin que ya posee siempre actualmente de obrar y de recibir. Pero esto está excluido de Dios, el cual es la liberalidad misma, puesto
en si mismo, que no es otra cosa que su bondad identificada con su propia esencia. Por eso que nada hace por su utilidad, sino todo por sola su bondad» (I,44,4 ad i; cf. 19,2 ad 3).
ción no puede convertirse jamás en fin último. Hay que desearlas y tra-
bajar sin descanso en su consecución; pero únicamente porque Dios lo es, cabalmente, la santidad. Todos estamos llamados a ella—al
quiere, porque ha querido glorificas-se haciéndonos felices, porque nuestra menos con un llamamiento remoto y suficiente, como explica-
propia felicidad no consiste en otra cosa que en la
de la Trinidad Beatísima 6 . eterna alabanza de la gloria remos en su lugar—, aunque en grados muy distintos, según
Tal es la finalidad última y absoluta de toda la vida cristiana. En la la medida de nuestra predestinación en Cristo 11,
práctica, el alma que aspire a santificarse ha de poner los ojos, como blanco Ahora bien, ¿en qué consiste propiamente la santidad?
y fin al que enderece sus fuerzas y anhelos, en la gloria misma de Dios. ¿Qué significa ser santo? ¿Cuál es su constitutivo íntimo y
Nada absolutamente ha de prevalecer ante ella, ni siquiera el deseo de la
propia salvación o santificación, que ha de venir en segundo lugar, como el esencial?
medio más oportuno para lograr plenamente aquélla. Ha de procurar pa-
Son varias las fórmulas en uso para contestar a estas pre-
recerse a San Alfonso María de Ligorio, de quien se dice que «no tenía en guntas, pero todas coinciden en lo substancial. Las principales
la cabeza más que la gloria de Dios» 7
y tomar por divisa la que San Ignacio son las siguientes:
legó a su Compañía: «A la mayor gloria de Dios>>. En definitiva, esta actitud
es la que han adoptado todos los santos en pos de San Pablo, que nos dejó 'a) La santidad consiste en vivir de una manera cada vez más plena
la consigna más importante de la vida cristiana al escribir a los corintios: el misterio inefable de la inhabitación trinitaria en nuestras almas.
Omnia in gloriam Dei facite: hacedlo todo a gloria de Dios 8 . b) Consiste en la perfecta configuración con Jesucristo, en nuestra plena
La santificación de nuestra propia alma no es, pues, el fin último de la cristificación.
vida cristiana. Por encima de ella está la gloria de la Trinidad Beatísima, • c) En la perfección de la caridad, o sea en la perfecta unión con Dios
fin absoluto de todo cuanto existe. Y esta verdad, con ser tan elemental para por el amor.
los que comprendan la trascendencia divina, no aparece, sin embargo, do- • d) En la perfecta conformidad de la voluntad humana con la divina.
minando en la vida de los santos sino muy tarde, cuando ya su alma se ha
consumado por el amor en la unidad de Dios. Sólo en las cumbres de la De las dos últimas fórmulas hablaremos largamente en la
unión transformante, identificados plenamente con Dios, sus pensamien- segunda y tercera parte de nuestra obra 12 . Aquí vamos a expo-
tos y quereres se identifican también con el pensamiento y el querer de
Dios. Solamente Cristo y María, desde el instante primero de su existencia,
ner únicamente las dos primeras.
han realizado con perfección este programa de glorificación divina, que es
el término donde viene a desembocar todo el proceso de santificación acá en
la tierra 9 .
CAPITULO II
En la práctica, nada debe preocupar tanto a un alma que aspire a santi-
ficarse como el constante olvido de sí misma y la plena rectificación de su
intención a la mayor gloria de Dios. «En el cielo de mi alma—decía sor
La Santísima Trinidad
Isabel de la Trinidad—, la gloria del Eterno, nada más que la gloria del
Eterno» 10: he aquí la consigna suprema de toda la vida cristiana. En la Dividiremos este capítulo en dos artículos:
cumbre más elevada de la montaña del amor la esculpió San Juan de la
Cruz con caracteres de oro: «Sólo mora en este Monte la honra y gloria de I.° La vida íntima de Dios.
Dios»a 2.° La inhabitación de la Trinidad en el alma del justo.
2.
La santificación del alma, fin próximo y relativo ARTICULO r
de la vida cristiana
LA VIDA ÍNTIMA DE DIOS
37. Después de la glorificación de Dios, y perfectamente
subordinada a ella, la vida cristiana tiene por finalidad la san- 38.
La razón humana, abandonada a sí misma, no hubiera
tificación de nuestra propia alma. El bautismo, puerta de entra- podido sospechar jamás el misterio insondable de la vida íntima
da en la vida cristiana, siembra en nuestras almas una «semilla de Dios. Remontándose por la escala analógica del ser a través
de Dios»: es la gracia santificante. Ese germen divino está lla- de las criaturas puede el entendimiento del hombre descubrir
mado a desarrollarse plenamente, y esa plenitud de desarrollo al Dios uno, Creador de todo cuanto existe, y precisar algunos
de sus atributos más sublimes: su inmensidad, eternidad, sim-
PON,
6 Cf. sobre este magnífico asunto: TISSOT,
La vida interior simplificada p. t.. I.I, y PHILI-
O.P., La doctrina espiritual de sor Isabel de
plicidad e infinita perfección. Pero jamás acertará a sospechar,
la Trinidad C.4.
SCHRIJVERS, Los principios de la vida espiritual 1
p.3.8 C•4 .
ni menos a descubrir, el menor vestigio de la vida íntima de
8 I Cor I0,31.
9 Cf. PHIEIPRN, O.C., C.4.
Io Retiro de Laudem gloriae día 7. 11 Cf. Eph 4,7. 1 3; Rom 12,3; I Cor 12,11.
(n.147ss) y Conformidad con la voluntad de
12 Cf. Naturaleza de la perfección cristiana
Dios (n.624ss).
Dios. Sólo por divina revelación podrá asomarse el hombre a posición de acto y de potencia, ni movimiento, ni diversidad
ese abismo sin fondo ni riberas. alguna de tiempo o de naturaleza; sino que son eternas con la
La revelación es un hecho. Dios ha hablado a los hombres, misma eternidad de Dios. En las procesiones divinas se cumple
en grado máximo aquel de Santo Tomás 1 en
aunque de una manera gradual y progresiva. En el Antiguo
Testamento aparece claramente como Creador del universo y virtud del cual cuanto una naturaleza es más perfecta y elevada
supremo Legislador de la humanidad, pero el misterio de su .tanto más íntimas son sus emanaciones, hasta llegar en Dios a
vida íntima permanece todavía oculto. Sólo cuando, llegada la la total identidad de las procesiones con la misma esencia di-
plenitud de los tiempos, dejó de hablarnos a través de los pro- vina 2 .
fetas y envió al mundo a su propio Hijo en forma humana, se Por eso la segunda persona de la Santísima Trinidad, el
descorrió por completo el velo, y el hombre contempló atónito Hijo o Verbo del Padre, es Dios como el Padre, posee junta-
el misterio inefable de la divina fecundidad: mente con él y el Espíritu r o,
de vdade
er
Es Dios de Dios, Luz de Luz,, Dios verdadero de
<Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nues-
como decimos en el cuando ái la misa.
tros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos
habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también clamó abiertamente c El adreen yo somos una mi
misma
hizo el mundo; y que siendo el esplendor de su gloria y la imagen de su sosa (Io 10,30).
substancia y el que con su poderosa palabra sustenta todas las cosas, des- La tercera persona de la Santísima Trinidad recibe en la
pués de hacer la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Ma-
Sagrada Escritura y en la tradición nombre misterio-
jestad en las alturas, hecho tanto mayor que los ángeles, cuanto heredó un unión entre y el
nombre más excelente que ellos. ¿Pues a cuál de los ángeles dijo alguna so de Espíritu Santo. Es d azo de tn
vez: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy?» (Hebr Hijo, el Amor subsistente que les abraza y consuma en la
Dios es Padre. Tiene un Hijo, engendrado por él en el eter- unidad.
no hoy de su existencia. Contemplándose a sí mismo en el es- *El Padre—en efecto—viendo reflejado en su propia divina
pejo purísimo de su propia divina esencia, el Padre engendra esencia a su Verbo divino, oque
sí mismo, le ama con un am límites. Y el Verbo, t que esta
una Imagen perfectísima de sí mismo, que lo expresa y repro- Luz del Padre, su Pensamiento eterno, su Gloria, su Hermo-
duce en toda su divina grandeza e inmensidad. Imagen perfec- sura, el Esplendor de todas sus perfecciones infinitas, devuelve
tísima, Verbo mental, Idea, Prototipo, Palabra viviente y subs- a su Padre un amor semejante, igualmente eterno e infinito.
tancial del Padre, constituye una segunda persona en todo igual Y al encontrarse la corriente impetuosa de amor que brota del
a la primera, excepto en la real oposición de paternidad y filia- Padre con la que brota del Hijo, salta—por decirlo así—un
ción, que hace que la primera sea Padre y la segunda Hijo.
torrente de llamas, que es el Espíritu Santo: amor único,
El hombre, al entender cualquier cosa, prorrumpe también que es mutuo, viviente y subsistente; abrazo, vínculo, beso
en un verbo mental, que no es otra cosa que la idea de la cosa
inefable que consume al Padre y al Hijo en la unidad del Es-
entendida. Pero esta suerte de generación intelectual, que da
origen a nuestras ideas, es diferentísima de la generación inte- píritu Santo.
Tal es, en sus líneas fundamentales, y tal como podemos
lectual que da origen al Verbo eterno en el seno del Padre. vislumbrarlo a través de los datos que nos proporciona la divi-
Porque, en el hombre, la acción de entender se distingue real- Dios.
mente del hombre que entiende; es algo accidental, de naturaleza na revelación, el misterio ins ondable espiritual, domCo-
y existencia distintas del sujeto, y va siempre acompañada de Escuchemos al gran maemaestro de la vida vespir
lumbaMrion,expcd ayunióestd
sucesión, de composición de acto y potencia, de movimiento, etc.
En Dios, por el contrario, la acción de entender—lo mismo tan elevadas y sublimes 3 :
que la de amar—se identifica con su propia esencia divina, por- «Dios es la plenitud del ser, el océano sin riberas de la perfección y de
Dios, pues tan pronto
que su entender y su querer constituyen su mismo ser. Por la vida. No podremos nunca figurarnos cómo es
como intentamos hacerlo, le atribuimos una forma concreta, y, por consi-
eso en las dos procesiones divinas, o sea, la que da origen el
Hijo por vía de generación intelectual y la que da origen al 1 Cf. Suma contra los gentiles IV 11. de la primera parte de la Sonia Te. , -
introducción a la cuestión 27
Espíritu Santo por vía de amor procedente del Padre y del Hijo, 2 Cf. CUERVO, O.P.,
1948) p•39.
lógica, edición bilingüe, BAC t.2 (Madrid
no se da sucesión alguna, ni prioridad o posterioridad, ni com- 3 Cf. Jesucristo en sus misterios
2. a cd. (Barcelona 1941) c.3 p.35 - 37•
guíente, con límites. Por mucho que queramos ensanchar esos límites, no
alcanzaremos jamás la infinitud de Dios: Dios es el Ser mismo, el Ser ne-
cesario, el Ser subsistente por sí mismo, que posee en su plenitud todas las ARTICULO
perfecciones.
Pues bien: he aquí una maravilla que nos descubre la revelación: En LA INHABITACIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Dios hay fecundidad, posee una paternidad espiritual e inefable. Es Padre,
EN EL ALMA DEL JUSTO
y como tal, principio de toda la vida divina en la Santísima Trinidad. Dios,
Inteligencia infinita, se comprende perfectamente; en un solo acto ve todo 39• S•TH., 1,43; SUÁREZ, De Trinitate, I2,5; TERRIEN, La gracia s' la gloria 1.4 (Ma-
190o); GAR-
lo que es y cuanto hay en El; de una sola mirada abarca, por así decirlo, la drid 1943); FROGET, De l'habitation du Saint Esprit dans les dines justes (París
L'habitation en
plenitud de sus perfecciones, y en una sola idea, en una palabra, que agota DEIL, La structure de l'drne et l'expérience mystique 2 (1927) 6-87; GALTIER,
nous des Trois Personnes (Roma 1950); RETAILLEAU, La sainte Trinité dans les ámes justes
su conocimiento, expresa ese mismo conocimiento infinito. Esa idea con- (Angers 1932); PHILIPON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad c.3; M. CUERVO,
cebida por la inteligencia eterna, esa palabra por la cual se expresa Dios La inhabitación de la Trinidad en toda alma en gracia (Salamanca 1945).
a Sí mismo, es el Verbo. La fe nos dice también que ese Verbo es Dios,
porque posee, o mejor dicho, es con el Padre una misma naturaleza divina. Vamos a examinar las siguientes cuestiones fundamenta-
Y porque el Padre comunica a ese Verbo una naturaleza no sólo seme- les: existencia, naturaleza, finalidad y modo de vivir el sublime
jante, sino idéntica a la suya, la Sagrada Escritura nos dice que le engendra, misterio de la inhabitación divina en nuestras almas.
y por eso llama al Verbo el Hijo. Los libros inspirados nos presentan la voz
inefable de Dios, que contempla a su Hijo y proclama la bienaventuranza 4o. 1. Existencia.—La inhabitación de la Santísima Tri-
de su eterna fecundidad: «Del seno de la divinidad, antes de crear la luz,-
te engendré» (Ps 109,3); «Tú eres mi Hijo muy amado, en quien tengo to-
nidad en el alma del justo es una de las verdades más clara-
das mis complacencias» (Mc mente manifestadas en el Nuevo Testamento 1 . Con insisten-
Ese Hijo es perfecto, posee con el Padre todas las perfecciones divinas, cia que muestra bien a las claras la importancia soberana de
salvo la propiedad de ser Padre. En su perfección iguala al Padre por la este misterio, vuelve una y otra vez el sagrado texto a inculcar-
unidad de naturaleza. Las criaturas no pueden comunicar sino una natura-
raleza semejante a la suya: simili sibi. Dios engendra a Dios y le da su propia nos esta sublime verdad. Recordemos algunos de los testimo-
naturaleza, y, por lo mismo, engendra lo infinito y se contempla en otra nios más insignes:
persona que es su igual, y tan igual que entrambos son una misma cosa,
((Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendre-
pues poseen una sola naturaleza divina, y el Hijo agota la fecundidad eter-
na, por lo cual es una misma cosa con el Padre: Unigenitus Dei Filius... Ego mos a él y en él haremos nuestra morada» (Io 14,23).
et Pater unum sumus (Io 10,30). «Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios y Dios en
Finalmente, ese Hijo muy amado, igual al Padre y, con todo, distinto él» (i Io 4,26).
« ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita
de El y persona divina como El, no se separa del Padre. El Verbo vive siem-
en vosotros? Si alguno profana el templo de Dios, Dios le destruirá. Porque
pre en la inteligencia infinita que le concibe; el Hijo mora siempre en el
seno del Padre, que le engendra. el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros» (1 Cor 3,16-17).
« ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está
Mora por unidad de naturaleza y mora también por el amor que Padre
en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis?>>
e Hijo se tienen. De ese amor, como de principio único, procede el Espí-
ritu Santo, amor substancial del Padre y del Hijo. (I Cor 6,19).
«Pues vosotros sois templo de Dios vivo» (2 Cor 6,16).
Veis ahora cuál es el orden misterioso de las comunicaciones inefables
«Guarda el buen depósito por la virtud del Espíritu Santo, que mora
de la vida íntima de Dios en la Santísima Trinidad. El Padre, plenitud de
la vida, engendra un Hijo; y del Padre y del Hijo, como de un solo princi- en nosotros» (2 Tim 1,14).•
pio, procede el Espíritu de Amor. Los tres poseen la misma eternidad, la Como se ve, la Sagrada Escritura emplea diversas fórmu-
misma infinitud de perfección, la misma sabiduría, el mismo poder, la mis-
ma santidad, porque la naturaleza divina es idéntica en las tres personas. las para expresar la misma verdad: Dios habita dentro del
Pero cada persona posee propiedades exclusivas: ser Padre, ser Hijo, alma en gracia. Con preferencia se atribuye esa inhabitación
proceder del Padre y del Hijo. Propiedades que establecen entre las perso- al Espíritu Santo, no porque quepa una presencia especial del
nas relaciones inefables y distinguen unas de otras. Existe un orden de ori-
gen, sin que haya ni prioridad de tiempo, ni superioridad jerárquica, ni re-
Espíritu Santo que no sea común al Padre y al Hijo 2 , sino
lación de dependencia. por una muy conveniente apropiación, ya que es ésta la gran
Así nos habla la revelación. No hubiéramos podido llegar a conocer
tales verdades si no nos hubieran sido reveladas; pero Jesucristo no las 1 Como es sabido, aunque en el Antiguo Testamento hay algunos rastros y vestigios
del misterio trinitario—sobre todo en la doctrina del »Espíritu de Dios> y de la »Sabiduría»—,
quiso dar a conocer para ejercicio de nuestra fe y mayor alegría de nuestras sin embargo, la plena revelación del misterio de la vida íntima de Dios estaba reservada al
almas. Cuando contemplemos a Dios en la eternidad, veremos que es esen- Nuevo Testamento.
cial a la vida infinita, y natural al Ser divino, ser uno en tres personas». 2 Así lo pensaron algunos teólogos, como Lessio, Petau, Tomassino, Scheeben, etc.;
pero la inmensa mayoría afirman la doctrina contraria, que se deduce claramente de lbs
datos de la fe y de la doctrina de la Iglesia (Denz. 281-703). Cf. TERRIEN, La gracia y la
gloria 1.6 c.6 y apénd.5; FROGET, De l'habitation du Saint Esprit dans les dines justes apénd.
P.4425; GALTIER, L'habitation en nous des trois Personnes p.1." c.1 (Roma 195o).
sidad, la presencia especial de las personas divinas consiste en su conocimien-
obra del amor de Dios al hombre y es el Espíritu Santo to amor sobrenaturales, o sea en las operaciones provenientes de la gracia.
yEsta
Amor esencial en el seno de la Trinidad Santísima. teoría, mucho más aceptable que la anterior, parece tener en con-
tra, sin embargo, una dificultad insuperable. Si las operaciones de conoci-
Los Santos Padres, sobre todo San Agustín, tienen página miento y amor provenientes de la gracia santificante fueran la causa formal
bellísimas comentando el hecho inefable de la divina inhabita- de la inhabitación trinitaria, habría que negar el hecho de la inhabitación
ción en el alma del justo. en los niños bautizados antes del uso déla razón, en los justos dormidos o
simplemente distraídos y en toda alma santa que dejara de pensar y de amar,
41. 2. Naturaleza.—Mucho han escrito y discutido los en un momento dado, en las divinas personas. A esta dificultad replican los
teólogos acerca de la naturaleza de la inhabitación de las divi- partidarios de esta teoría que aun en esos casos se daría cierta presencia
permanente de la Trinidad por la posesión de los hábitos sobrenaturales de
nas personas en el alma del justo. Nosotros vamos a recoger la fe y la caridad, capaces de producir esa presencia. Pero esta respuesta
aquí las principales opiniones sustentadas por los teólogos, sin no satisface a muchos teólogos, por cuanto la posesión de esos hábitos sobre-
pretender dirimir una cuestión que sólo secundariamente afec- naturales nos daría únicamente la facultad o poder de producir la inhabita-
ta al objeto y finalidad de nuestra obra. He aquí esas opiniones: ción al reducirlos al acto, pero siempre sería verdad que mientras tanto no
tendríamos inhabitación propiamente dicha.
1. a La inhabitación consiste formalmente en una unión física y amis- 4.a Otros teólogos 6 , finalmente, propugnan la unión de`
la primera y
tosa entre Dios y el hombre realizada por la gracia, en virtud de la cual tercera de estas teorías para explicar adecuadamente el hecho de la divina
Dios, uno y trino, se da al alma y está personal y substancialmente presente inhabitación. Según ellos, las personas divinas se hacen presentes de algún
en ella, haciéndola participante de su vida divina. modo por la eficiencia y conservación de la gracia santificante, ya que esta
He aquí cómo explica esta doctrina el P. Galtier, que es uno de sus de- gracia nos da verdaderamente una participación física y formal de la natu-
votos partidarios. La gracia es corno un sello en materia fluida. Y así como raleza divina en cuanto tal—cosa que no ocurre en la eficiencia y conserva-
es indispensable para la permanencia de la sigilación en la materia fluida ción de las cosas puramente naturales—y, por lo mismo, nos da una parti-
la permanente aplicación del sello, ya que de lo contrario desaparecería la cipación en el misterio de la vida íntima de Dios, aun conservando intacto
sigilación, de manera semejante para que permanezca la gracia en el alma el principio teológico certísimo de que en las operaciones ad extra obra
—que es como la sigilación asimilativa del alma a la divina naturaleza—es Dios como uno y no como trino. Presente ya de algún modo la Trinidad en
menester que permanezca siempre esta divina naturaleza físicamente pre- el alma por la gracia, el justo entra en contacto con ella por las operaciones
sente 3 . de conocimiento y amor que brotan de la misma gracia. Por la producción
Esta interpretación es rechazada por muchos teólogos por cuanto no de la gracia, Dios se une al alma como principio; y por las operaciones de
parece trascender el modo común de existir que Dios tiene por esencia en conocimiento y amor, el alma se une a las divinas personas como término
todas las cosas creadas. de esas mismas operaciones. De donde la inhabitación trinitaria es un hecho
(por la producción y con-
2.a Otros teólogos, desde el siglo xiv en adelante, interpretaron el ontológico y psicológico; en primer lugar ontológico
pensamiento del Angélico Doctor como si hubiera puesto la causa formal servación de la gracia) y en segundo lugar psicológico (por el conocimiento
de la inhabitación en el solo conocimiento y amor sobrenaturales, indepen- y amor sobrenaturales).
dientemente de la presencia de inmensidad, esto es, en la sola presencia
intencional. Suárez quiso completar esta doctrina con la de la amistad sobre-
Como se ve, las opiniones son muchas, y acaso ninguna de
natural, que establece la caridad entre Dios y el alma, y que reclama y ellas nos dé una explicación enteramente satisfactoria del modo
exige, según él, la presencia real—no sólo intencional—de Dios en el alma; misterioso como se realiza la presencia real de las divinas per-
de tal manera—dice—, que por la fuerza de esa amistad Dios vendría real- sonas en el alma del justo. En todo caso, para la vida de piedad
y adelantamiento en la perfección, más que el modo como se
mente al alma aunque no estuviera ya en ella por ningún otro título (verbi-
gracia, por la presencia de inmensidad) 4 .
Pero esta explicación suareciana no ha satisfecho a la mayor parte de realiza, interesa el hecho de la inhabitación, en el cual están
los teólogos; porque la amistad, como quiera que pertenezca al orden afec- absolutamente de acuerdo todos los teólogos católicos.
tivo, no se comprende cómo pueda hacer formalmente presentes a las per- Prescindiendo, pues, de las diversas teorías formuladas para
sonas divinas. El amor en cuanto tal no puede hacer físicamente presente
al amado, ya que es de orden puramente intencional. explicar el modo de la divina inhabitación, vamos a señalar en
3.a Un sector de la escuela tomista, a partir de Juan de Santo Tomás 5 , qué se distingue la presencia de inhabitación de las otras pre-
interpreta al Angélico Doctor en el sentido de que, presupuesta ante todo la sencias de Dios que señala la teología.
presencia de inmensidad, la gracia santificante, por razón de las operaciones .
de conocimiento y amor procedentes de la fe y la caridad, es la causa formal
Pueden distinguirse, en efecto, hasta cinco presencias de
de la inhabitación de las divinas personas en el alma del justo. Según esta Dios completamente distintas:
sentencia, el conocimiento y el amor no constituyen la presencia de Dios 11. a PRESENCIA PERSONAL E HIPC)STÁTICA. Es la propia y
en nosotros, sino que, presupuesta esta presencia por la general de inmen- exclusiva de Jesucristo-hombre. En él la persona divina del
3 Cf. P. GSLTIER, La habitation en nous des trois Personnes Sacrac Theelogiae Summa•> (vol., p.61i 2.. cd.
4 Cf. SUÁREZ, De Trinitate I2,1,13. (Roma 1950) p.217-24o. 6 Cf. S. GONZÁLEZ, De gratis n.212: ,
5 Cf. IOANNES .A S.THOMA, Cursos theologicus in I q.43 BAC, 1953).
Verbo no reside como en un templo, sino que constituye su dos cosas fundamentales, a saber: la paternidad y la amistad
propia personalidad, aun en cuanto hombre. En virtud de la divinas, la primera fundada en la gracia santificante y la segun-
unión hipostática Cristo-hombre es una persona divina, de
ningún modo una persona humana. da en la caridad.
Vamos a explicar un poco estas realidades inefables.
2. a PRESENCIA EUCARÍSTICA. En la Eucaristía está pre-
sente Dios de una manera especial que solamente se da en ella. a) LA PATERNIDAD. Propiamente hablando, no puede decirse que
Es el ubi eucarístico, que, aunque de una manera directa e in- Dios sea Padre de las criaturas en el orden puramente natural. Es verdad
que todas han salido de sus manos creadoras, pero este hecho constituye a
mediata afecta únicamente al cuerpo de Cristo, afecta también Dios Autor o Creador de todas ellas, pero de ningún modo le hace Padre
indirectamente a las tres divinas Personas de la Santísima Tri- de las mismas. El artista que esculpe una estatua en un trozo de madera o
nidad: al Verbo por su unión personal con la humanidad de de mármol es el autor de la estatua, pero de ningún modo su padre. Para
Cristo, y al Padre y al Espíritu Santo por la circuminsesión o ser padre es preciso transmitir la propia vida, esto es, la propia naturaleza
específica, a otro ser viviente de la misma especie.
presencia mutua de las tres divinas Personas entre sí, que las Por eso, si Dios quería ser nuestro Padre, además de nuestro Creador,
hace absolutamente inseparables. era preciso que nos transmitiese su propia naturaleza divina en toda su
3. a PRESENCIA DE VISIÓN. plenitud—y éste es el caso de Jesucristo, Hijo de Dios por naturaleza o, al
'^-
Dios está presente en todas menos, una participación real y verdadera de la misma: y éste es el caso del
partes—como veremos en seguida—, pero no en todas se deja alma justificada. En virtud de la gracia santificante, que nos da una parti-
ver. La visión beatífica en el cielo puede considerarse como cipación misteriosa, pero muy real y verdadera de la misma naturaleza di-
una presencia' especial de Dios distinta de las demás. En el vina 7 , el alma justificada se hace verdaderamente
hija de Dios, por una
cielo está Dios dejándose ver. adopción intrínseca muy superior a las adopciones humanas puramente ju-
rídicas y extrínsecas. Y desde ese momento, Dios, que ya residía en el alma
4. 5 PRESENCIA DE INMENSIDAD.
Uno de los atributos de por su presencia general de inmensidad, comienza a estar en ella como Padre
Dios es su inmensidad, en virtud de la cual Dios está realmente y a mirarla como verdadera hija suya. Este es el primer aspecto de la pre-
presente en todas partes, sin que pueda existir criatura o lu- sencia de inhabitación, incomparablemente superior, como se ve, a la sim-
ple presencia de inmensidad. La presencia de inmensidad es común a todo
gar alguno donde no se encuentre Dios. Y esto por tres ca- cuanto existe (incluso a las piedras y a los mismos demonios). La de inhabi-
pítulos: tación, en cambio, es propia y exclusiva de los hijos de Dios. Supone siem-
a) POR ESENCIA,en cuanto que Dios está dando el ser a todo cuanto pre la gracia santificante y, por lo mismo, no podría darse sin ella.
LA AMISTAD. Pero la gracia santificante no va nunca sola. Lleva
existe sin descansar un instante, de manera parecida a como la fábrica de b)
electricidad está enviando sin cesar el fluido eléctrico que mantiene encen- consigo el maravilloso cortejo de las virtudes infusas, entre las que destaca,
dida la bombilla. Si Dios suspendiera un solo instante su acción conserva- como la más importante y principal, la caridad sobrenatural. Como expli-
dora sobre cualquier ser, desaparecería ipso facto ese ser en la nada, como caremos en su lugar, la caridad establece una verdadera y mutua amistad
la lámpara eléctrica se apaga instantáneamente cuando le cortamos la co- entre Dios y los hombres: es su esencia misma 8 . Por eso al infundirse en
rriente. En este sentido Dios está presente incluso en un alma en pecado el alma, juntamente con la gracia santificante, la caridad sobrenatural, Dios
mortal y en el mismísimo demonio, que no podrían existir sin esa presen- comienza a estar en ella de una manera enteramente nueva: ya no está sim-
cia divina. plemente como autor, sino también como verdadero amigo. He ahí el segun-
b) POR PRESENCIA, en cuanto que Dios tiene continuamente ante sus do entrañable aspecto de la divina inhabitación.
ojos todos los seres creados, sin que ninguno de ellos pueda substraerse un
solo instante a su mirada divina. Presencia íntima de Dios, uno y trino, como Padre y como
c) POR POTENCIA, en cuanto que Dios tiene sometidas a su poder to-
das las criaturas. Con una sola palabra las creó y con una sola podría ani- Amigo. Este es el hecho colosal, que constituye la esencia mis-
quilarlas. ma de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma jus-
5. 5 tificada por la gracia y la caridad.
PRESENCIA DE INHABITACIÓN. Es la presencia espe-
cial que establece Dios, uno y trino, en el alma justificada por
la gracia. 42. 3. Finalidad.—La inhabitación trinitaria en nuestras
¿En qué se distingue esta presencia de inhabitación de la almas tiene una finalidad altísima, como no podía menos de
presencia general de inmensidad? ser así. Es el gran don de Dios, el primero y el mayor de todos los
Ante todo hay que decir que la presencia especial de inha- dones posibles, puesto que nos da la posesión real y verdadera
bitación supone y preexige la presencia general de inmensidad, 7 Cf. 2 Petr 1,4.
sin la cual no sería posible. Pero añade a esta presencia general 8 Cf. II-II 23,1.
del mismo Ser infinito de Dios. La misma gracia santificante, con hay que decirlo por lengua mortal, ni el entendimiento humano en cuanto
tal puede alcanzar algo de ello...
ser un don de valor inapreciable, vale infinitamente menos que Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta,
la divina inhabitación. Esta última recibe en teología el nombre que el alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado.
de gracia increada, a diferencia de la gracia habitual o santifican- Porque dado que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad,
te, que se designa con el de gracia creada. Hay un abismo entre ¿que increíble cosa
en que el alma se hace deiforme y Dios por participación,
es que obre ella también su obra de entendimiento, noticia y \ amor, o, por
una criatura—por muy perf€ cta que sea—y el mismo Creador.
mejor decir, la tenga obrada en la Trinidad juntamente con ella como la mis-
La inhabitación equivale en el cristiano a la unión hipostá- ma Trinidad? Pero por modo comunicado y participado, obrándolo Dios en la
tica en la persona de Cristo, aunque no sea ella, sino la gracia misma alma; porque esto es estar transformada en las tres personas en po-
habitual, la que nos constituye formalmente hijos adoptivos de tencia y sabiduría y amor, y en esto es semejante el alma a Dios, y para
que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza...
Dios. La gracia santificante penetra y empapa formalmente ¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!,‘¿qué ha-
nuestra alma divinizándola. Pero la divina inhabitación es como céis? ¿En qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras
la encarnación o inserción en nuestras almas de lo absoluta- posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma,
mente divino: del mismo ser de Dios, tal como es en sí mismo, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo
uno en esencia y trino en personas. que en tanto que buscáis grandezas y gloria os quedáis miserables y bajos,
de tantos bienes hechos ignorantes e indignos! r
Dos son las principales finalidades de la divina inhabita-
ción en nuestras almas. Vamos a exponerlas en otras tantas Hasta aquí, San Juan de la Cruz. Realmente el apóstrofe
conclusiones. final del sublime místico fontivereño está plenamente justi-
Conclusión 1.a La Santísima Trinidad inhabita en nuestras almas ficado. Ante la perspectiva soberana de nuestra total transfor-
para hacernos participantes de su vida íntima divina y transfor- mación en Dios, el cristiano debería despreciar radicalmente
marnos en Dios. todas las miserias de la tierra y dedicarse con ardor inconteni-
43. La vida íntima de Dios consiste, como ya dijimos, en ble a intensificar cada vez más su vida trinitaria hasta remon-
tarse poco a poco a las más altas cumbres de la unión mística
la procesión de las divinas personas—el Verbo, del Padre por
vía de generación intelectual; y el Espíritu Santo, del Padre con Dios. Es lo que sor Isabel de la Trinidad pedía sin cesar a
y del Hijo por vía de procedencia afectiva—y en la infinita sus divinos huéspedes:
complacencia que en ello experimentan las divinas personas «Que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de Vos, ¡oh mi Inmu-
entre sí. table!, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de vues-
Ahora bien: por increíble que parezca esta afirmación, la tro misterio>.
inhabitación trinitaria en nuestras almas tiende, como meta
suprema, a hacernos participantes del misterio de la vida ín- No se vaya a pensar, sin embargo, que esa total transfor-
tima divina asociándonos a él y transformándonos en Dios, en mación en Dios de que hablan los místicos experimentales
la medida en que es posible a una simple criatura , Escuche- como coronamiento supremo de la inhabitación trinitaria tiene
mos a San Juan de la Cruz—doctor de la Iglesia universal— un sentido panteísta de absorción de la propia personalidad
explicando esta increíble maravilla 9 :
en el torrente de la vida divina. Nada más lejos de esto. La
«Este aspirar del aire es una habilidad que el alma dice que le dará allí unión panteísta no es propiamente unión, sino negación abso-
en la comunicación del Espíritu Santo; el cual, a manera de aspirar, con
aquella su aspiración divina muy subidamente levanta el alma y la informa
luta de la unión, puesto que uno de los dos términos—la
y habilita para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Pa- criatura—desaparece al ser absorbido por Dios. La unión mís-
dre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que tica no es esto. El alma transformada en Dios no pierde ja-
a ella le aspira en el Padre y el Hijo en la dicha transformación, para unirla más su propia personalidad creada. Santo Tomás pone el ejem-
consigo. Porque no sería verdadera y total transformación si no se transfor-
mase el alma en las tres personas de la Santísima Trinidad en revelado y ma- plo, extraordinariamente gráfico y expresivo, del hierro can-
nifiesto grado. dente que, sin perder su propia naturaleza de hierro, adquiere
Y esta tal aspiración del Espíritu Santo en el alma, con que Dios la trans-
forma en sí, le es a ella de tan subido y delicado y profundo deleite, que no
las propiedades del fuego y se hace fuego por participación I °.
9 SAN JUAN DE i.a CRuz, Cintic, c.39 n•3 - 4 l' 7.
1, Cf. I-II 1 12,1 ; I 8,1; 1 44,1, etc.
Comentando esta divina transformación a base de la ima- en nuestra vida entera si la tuviéramos constantemente ante los ojos! La
gen del hierro candente escribe con acierto el P. Ramiére 11 : persuasión que tenemos de la presencia real del cuerpo de Jesucristo en el
copón nos inspira el más profundo horror a la profanación de ese vaso de
■ Es verdad que en el hierro abrasado está la semejanza del fuego, mas
metal. ¡Qué horror tendríamos también a la menor profanación de nuestro
no es tal que el más hábil pintor pueda reproducirla sirviéndose de los más cuerpo, si no perdiéramos de vista este dogma de fe, tan cierto como el pri-
vivos colores; ella no puede resultar sino de la presencia y acción del mis- mero, a saber, la presencia real en nosotros del Espíritu de Jesucristo! ¿Es
mo fuego. La presencia del fuego y la combustión del hierro son dos cosas por ventura el divino Espíritu menos santo que la carne sagrada del Hom-
distintas; pues ésta es una manera de ser del hierro, y aquélla una relación bre-Dios? ¿O pensamos que da El a la santidad de esos vasos de oro y
del mismo con una substancia extraña. Pero las dos cosas, por distintas templos materiales más importancia que a la de sus templos vivos y ta-
que sean, son inseparables una de otra; el fuego no puede estar unido al bernáculos espirituales?»
hierro sin abrasarle, y la combustión del hierro no puede resultar sino de
su unión con el fuego.
Así el alma justa posee en sí misma una santidad distinta del Espíritu
Nada, en efecto, debería llenar de tanto horror al cristiano
Santo; mas ella es inseparable de la presencia del Espíritu Santo en esa como la posibilidad de perder este tesoro divino por el pecado
alma, y, por tanto, es infinitamente superior a la más elevada santidad que mortal. Las mayores calamidades y desgracias que podamos
pudiera alcanzar un alma en la que no morase el Espíritu Santo. Esta últi- imaginar en el plano puramente humano y temporal—enfer-
ma alma no podría ser divinizada sino moralmente, por la semejanza de sus
disposiciones con las de Dios; elocristiano, por el contrario, es divinizado
medades, calumnias, pérdida de todos los bienes materiales,
físicamente, y, en cierto sentido, substancialmente, puesto que sin conver- muerte de los seres queridos, etc., etc.—son cosa de juguete
tirse en una misma substancia y en una misma persona con Dios, posee en y de risa comparadas con la terrible catástrofe que representa
sí la substancia de Dios y recibe la comunicación de su vida>.' para el alma un solo pecado mortal. Aquí la pérdida es absoluta
Conclusión 2.8 La Santísima Trinidad inhabita en nuestras almas y rigurosamente infinita.
para darnos la plena posesión de Dios y el goce fruitivo de las divi- ,`, b) PARA DARNOS EL GOCE FRUITIVO DE LAS DIVINAS PER-
nas personas.
,t SONAS. Por más que asombre leerlo, es ésta una de las finali-
44. Dos cosas se contienen en esta conclusión, que vamos 1 dades más entrañables de la divina inhabitación en nuestras
a examinar por separado: i almas.
El príncipe de la teología católica, Santo Tomás de Aquino,
a) PARA DARNOS LA PLENA POSESIÓN DE DIOS. Decíamos
al hablar de la presencia divina de inmensidad que, en virtud escribió en su Suma Teológica estas sorprendentes palabras 13:
de la misma, Dios estaba íntimamente presente en todas las «No se dice que poseamos sino aquello de que libremente podemos usar
cosas—incluso en los mismos demonios del infierno—por esen- y disfrutar. Ahora bien, sólo por la gracia santificante tenemos la potestad
1 de disfrutar de la persona divina («potestatem fruendi divina persona»).)
cia, presencia y potencia. Y, sin embargo, un ser que no tenga / Por el don de la gracia santificante es perfeccionada la criatura racio-
con Dios otro contacto que el que proviene únicamente de esta C. nal, no sólo para usar libremente de aquel don creado, sino para gozar de
presencia de inmensidad, propiamente hablando no posee a t< la misma persona divina («ut ipsa persona divina fruatur»)».
Dios, puesto que este tesoro infinito no le pertenece en modo
alguno. Escuchemos de nuevo al P. Ramiére 12: Los místicos experimentales han comprobado en la práctica
-f, la profunda realidad de estas palabras. Santa Catalina de Siena,
«Podemos imaginarnos a un hombre pobrísimo junto a un inmenso teso- #' Santa Teresa, San Juan de la Cruz, sor Isabel de la Trinidad y
ro, sin que por estar próximo a él se haga rico, pues lo que hace la riqueza
no es la proximidad, sino la posesión del oro. Tal es la diferencia entre el otros muchos hablan de experiencias trinitarias inefables. Sus
alma justa y el alma del pecador. El pecador, el condenado mismo, tienen descripciones desconciertan, a veces, a los teólogos especulati-
a su lado y en sí mismos el bien infinito, y, sin embargo, permanecen en su
indigencia, porque este tesoro no les pertenece; al paso que el cristiano en
{ vos, demasiado aficionados, quizá, a medir las grandezas de
estado de gracia tiene en sí el Espíritu Santo, y con El la plenitud de las Dios con la cortedad de la pobre razón humana, aun iluminada
gracias celestiales como un tesoro que le pertenece en propiedad y del cual por la fe 14.
puede usar cuando y como le pareciere
¡Qué grande es la felicidad del cristiano! ¡Qué verdad, bien entendida 13 I 43,3 c et ad t.
por nuestro entendimiento, para ensanchar nuestro corazón! ¡Qué influjo 14 En realidad, las discrepancias entre teólogos y místicos son más aparentes que reales.
La experiencia mística, por su propia inefabilidad, no es apta para ser expresada con los
11 ENRIQUE RAMIÉRE, S.I., El Corazón de Jesús y la divinización del cristiano (Bilbao 1936)
pobres conceptos humanos. De ahí que los místicos se vean constreñidos a emplear un len-
p.229-30. guaje inadecuado que, a la luz de la simple razón natural, parece excesivo e inexacto, cuando,
12 O.c., p.216-17. en realidad, se queda todavía muy por debajo de la experiencia inefable que trata de ex-
presar. Véase, por ejemplo, el texto de San Juan de la Cruz que vamos a citar inmediatamente.
Escuchemos algunos testimonios explícitos de los místicos terio trinitario, a manera de pregusto y anticipo de la bienaven-
experimentales: turanza eterna. Las personas divinas se entregan al alma para
SANTA TERESA. «Quiere ya nuestro buen Dios quitarle las escamas de
que gocemos de ellas, según la asombrosa terminología del Doc-
los ojos y que vea y entienda algo de la merced que le hace, aunque es por tor Angélico, plenamente comprobada en la práctica por los
una manera extraña; y metida en aquella morada por visión intelectual, por místicos experimentales. Y aunque esta inefable experiencia
cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima Tri- constituye, sin duda alguna, el grado más elevado y sublime
nidad, todas tres personas, con una inflamación que primero viene a su de la unión mística con Dios, no representa, sin embargo, un
espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas personas dis-
tintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandí- favor de tipo «extraordinario» a la manera de las gracias «gratis
sima verdad ser todas tres personas una substancia y un poder y un saber dadas»; entra, por el contrario, en el desarrollo normal de la
y un solo Dios. De manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el gracia santificante, y todos los cristianos están llamados a estas
alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo
ni del alma, porque no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas tres
alturas y a ellas llegarían, efectivamente, si fueran perfectamen-
personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el te fieles a la gracia y no paralizaran con sus continuas resisten-
Evangelio que dijo el Señor: que vendrían El y el Padre y el Espíritu Santo cias la acción santificadora progresiva del Espíritu Santo. Es-
a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos. cuchemos a Santa Teresa proclamando abiertamente esta doc-
¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creer-
las a entender por esta manera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta
trina;
más esta alma, porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que «Mirad que convida el Señor a todos; pues es la misma verdad, no hay
notoriamente ve, de la manera que queda dicho, que están en lo interior de que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos,
su alma; en lo muy muy interior, en una cosa muy honda—que no sabe decir y aunque nos llamara, no dijera: «Yo os daré de beber» (Io 7,37). Pudiera
cómo es, porque no tiene letras—siente en sí esta divina compañía» 15. decir: venid todos, que, en fin, no perderéis nada; y a los que a mí me pa-
SAN JUAN DE LA CRUZ. Ya hemos citado en la conclusión anterior un reciere, yo los daré de beber. Mas como dijo, sin esta condición, a todos,
texto extraordinariamente expresivo. Oigámosle ponderar el deleite inefa- tengo por cierto que a todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará
ble que el alma experimenta en su sublime experiencia trinitaria: este agua viva» 18 .
«De donde la delicadez del deleite que en este toque se siente, es impo-
sible decirse; ni yo querría hablar de ello, porque no se entienda que aque-
Vale la pena, pues, hacer de nuestra parte todo cuanto po-
llo no es más de lo que se dice, que no hay vocablos para declarar cosas damos para disponernos con la gracia de Dios a gozar, aun en
tan subidas de Dios como en estas almas pasan, de las cuales el propio este mundo, de esta inefable experiencia trinitaria. Vamos a re-
lenguaje es entenderlo para sí y sentirlo para sí, y callarlo y gozarlo el que cordar los principales medios para ello.
lo tiene... y así sólo se puede decir, y con verdad, que a vida eterna sabe;
que aunque en esta vida no se goza perfectamente como en la gloria, con
todo eso, este toque, por ser toque de Dios, a vida eterna sabe» 16. 4. Modo de vivir el misterio de la divina inhabitación
SOR ISABEL DE LA TRINIDAD. «He aquí cómo yo entiendo ser la «casa de
Dios»: viviendo en el seno de la tranquila Trinidad, en mi abismo interior,
Exponiendo la espiritualidad eminentemente trinitaria de
en esta fortaleza inexpugnable del santo recogimiento, de que habla San sor Isabel de la Trinidad, señala con mucho acierto el P. Phili-
Juan de la Cruz. pon la manera con que vivía este misterio la célebre carmelita
David cantaba: «Anhela mi alma y desfallece en los atrios del Señor» de Dijon 19 . Sus rasgos esenciales pueden reducirse a estos
(Ps 83,3). Me parece que ésta debe ser la actitud de toda alma que se reco-
ge en sus atrios interiores para contemplar allí a su Dios y ponerse en con- cuatro: fe viva, caridad ardiente, recogimiento profundo y actos
tacto estrechísimo con El. Se siente desfallecer en un divino desvanecimiento fervientes de adoración. Vamos a examinarlos brevemente uno
ante la presencia de este Amor todopoderoso, de esta majestad infinita que por uno.
mora en ella. No es la vida quien la abandona, es ella quien desprecia esta
vida natural y quien se retira, porque siente que no es digna de su esencia a) Fe viva
tan rica, y que se va a morir y a desaparecer en su Dios» 17.
Esta es, en toda su sublime grandeza, una de la finalidades 45. Escuchemos al P. Philipon en el lugar citado:
más entrañables de la inhabitación de la Santísima Trinidad «Para avanzar con seguridad en «esta ruta magnífica de la Presencia de
en nuestras almas: darnos una experiencia inefable del gran mis- Dios», la fe es el acto esencial, el único que nos da acceso al Dios vivo pero
oculto. «Para acercarse a Dios es preciso creer» (Hebr I1,6); es San Pablo
15 SANTA TERESA, Moradas séptimas 1,6-7.
16 SAN JUAN DE I._A CRUZ, Llama de amor viva canc.2 n.21. 18 SANTA TERESA, Camino de perfección 19,I5; Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Llama
17 SOR ISABEL DE LA TRINIDAD, Ultimo retiro de «Lauden> gloriae", día 16. Puede verse caLIC.2 V.27.
en PHILIPON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad, al final. 19 Cf. P. PHILIPON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad c.3.
quien habla así. Y añade todavía: «La fe es la firme seguridad de lo que b) Caridad ardiente
esperamos, la convicción de lo que no vemos» (Hebr II I). Es decir, que la
,
fe nos hace de tal manera ciertos y presentes los bienes futuros, que por 46. La caridad, en efecto, es mejor y vale más que la fe.
ella cobran realidad en nuestra alma y subsisten en ella antes de que los
gocemos. San Juan de la Cruz dice que ella <nos sirve de pie para ir a Dios»
En absoluto es posible tener fe sin caridad, aunque se trataría
y que es «la posesión en estado oscuro». Unicamente ella puede darnos de una fe informe, sin valor santificarte alguno. La caridad, en
luces verdaderas sobre Aquel a quien amamos, y nuestra alma debe esco- cambio, es la reina de todas las virtudes y va unida siempre,
gerla como medio para llegar a la unión bienaventurada. Ella es la que vierte inseparablemente, a la divina gracia y a la presencia inhabitante
a raudales en nuestro interior todos los bienes espirituales».
de Dios.
Esta fe viva nos ha de empujar incesantemente a recordar La caridad nos une más íntimamente a Dios que ninguna
el gran misterio permanente en nuestras almas. El ejercicio de otra virtud. Es ella la única que tiene por objeto directo e in-
la presencia de Dios—cuya gran eficacia santificadora nos parece mediato al mismo Dios como fin último sobrenatural. Y como
ocioso ponderar—cobra aquí toda su fuerza y su razón de ser. Dios es la santidad por esencia y no hay ni puede haber otra
Es preciso recordar, con la mayor frecuencia que la debilidad santidad posible que la que de El recibamos, síguese que el
humana nos permita, que «somos templos de Dios» y que «el alma será tanto más santa cuanto más de cerca se allegue a
Espíritu de Dios habita dentro de nosotros mismos». En reali- Dios por el impulso de su caridad. La fórmula tan conocida:
dad, éste debería ser el pensamiento único, la idea fija y obse- la santidad es amor, expresa una auténtica y profunda realidad.
sionante de toda alma que aspire de verdad a santificarse. Este Por eso el primero y el más grande de los preceptos de Dios te-
es el punto de vista verdaderamente básico y esencial. Todo lo nía que ser forzosamente éste: «Amarás al Señor tu Dios con
que nos distraiga o aparte de este ejercicio fundamental repre- todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas»
senta para nosotros la disipación y el extravío de la ruta directa (Deut 6,4; Mc 12,3o).
que conduce a Dios. La Sagrada Escritura y ] a tradición cristiana universal a
No es preciso, para ello, sentir a Dios. La fe es enteramente través de los Padres de la Iglesia, los doctores y los santos
suprasensible e incluso suprarracional. En el mejor de los casos, están de acuerdo unánimemente en conceder a la caridad la
nos deja entrever a Dios en un misterioso claroscuro y, con fre- primacía sobre todas las virtudes. Ella es «la plenitud de la
cuencia, no es otra cosa que un cara a cara en las tinieblas. El ley» en frase lapidaria de San Pablo (Rom 13,10). San Agustín
alma que quiera santificarse de veras ha de prescindir en abso- pudo escribir, sin que nadie le desmintiera, aquella frase sim-
luto de sus sensibilidades y caminar hacia Dios, valiente y es- plificadora: «Ama y haz lo que quieras». San Bernardo decía
forzada, en medio de todas las soledades y tinieblas. Así lo que «la medida del amor a Dios es amarle sin medida». Y el
practicaba la carmelita de Dijon 2°. gran teólogo de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, escribió
rotundamente: «El amor es formalmente la vida del alma, como
<Soy la pequeña reclusa de Dios, y cuando entro en mi querida celda
para continuar con El el coloquio comenzado, una alegría divina se apode- el alma es la vida del cuerpo» 21 .
ra de mí. ¡Amo tanto la soledad con sólo El! Llevo una pequeña vida de San Juan de la Cruz expresó en un pensamiento sublime la
ermitaña verdaderamente deliciosa. Estoy muy lejos de sentirme exenta de primacía del amor: «A la tarde te examinarán en el amor.
impotencias; también yo tengo necesidad de buscar a mi Maestro que se Aprende a amar a Dios como Dios quiere ser amado y deja
oculta muy bien. Pero entonces despierto mi fe y estoy muy contenta de
no gozar de su presencia, para hacerle gozar a El de mi amor». tu condición» 22.
He aquí una breve exégesis del espléndido pensamiento:
Este espíritu de fe viva es el mejor procedimiento y el ca-
a) A LA TARDE, esto es, al declinar el día de nuestra vida mortal.
mino más rápido y seguro para llevarnos a una vida de ardiente
amor a Dios, que vale todavía mucho más. b) TE EXAMINARÁN EN EL AMOR: la caridad constituirá la asignatura
única—o, al menos, la más importante—de la que habremos de responder
20 SOR ISABEL DE LA TRINIDAD, Carta a su hermana, del I5 de julio de 1906; Cf. PHI- ante el supremo examinador (cf. Mt 25,34 - 4 0 ).
LIPON, 1.C.
C) APRENDE A AMAR A DIOS COMO DIOS QUIERE SER AMADO, esto es,
*con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Deut 6,4).
21 'Caritas est forrnaliter vita anima', sicut et anima corporis> (II-II 23,2 ad 2).
22 SAN JUAN DE LA CRUZ, Avisos y sentencias n.57 (ed. BAC).
d) Y DEJA TU CONDICIÓN: Deja ya tu condición humana, tus miras siasmo una espiritualidad perfectamente compatible con todas
egoístas, tu manera de conducirte puramente natural. Deja ya tu vida de las disipaciones de la vida mundana, so pretexto de que «hay que
hijo de los hombres, para empezar a vivir de veras tu vida de hijo de Dios.
santificarlo todo» y de que el seglar «no puede santificarse a
Lo cual no quiere decir que para santificarse deba el cristiano la manera de los monjes» y de que «no puede ni debe renunciar
ingresar en una orden religiosa de vida contemplativa para vivir a nada de lo que lleva consigo la vida ordinaria en el mundo»,
lejos de las cosas de la tierra. Sería un gran error. La santidad a excepción, naturalmente, del pecado. Los que así piensan
es para todos, y en todos los estados y modos de vida se puede pueden tener la seguridad de que no llegarán jamás a la cum-
de hecho alcanzar. La clave del secreto está en hacer todas las bre de la perfección cristiana. Cristo se dirigió a todos los cris-
cosas por amor—»ora comáis, ora bebáis...», decía San Pablo tianos, y no solamente a los monjes, cuando pronunció aquellas
(I Cor 10,3 I )—, aunque se trate de un vivir sin brillo y sin palabras que no perderán jamás su actualidad: «Si alguno quie-
apariencia humana alguna. Este fue el último pensamiento que re venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su
sor Isabel de la Trinidad ofreció a sus hermanas que recitaban cruz y sígame» (Le 9,23).
junto a ella las oraciones de los agonizantes: «A la tarde de la
vida todo pasa; sólo permanece el amor. Es preciso hacerlo todo d) Actos fervientes de adoración
por amor». Y Santa Teresita de Lisieux, la víspera de su muer-
te, dijo a su hermana Celina que le pedía una palabra de adiós: 48. El recogimiento hacia el interior de nuestra alma ha
Ya lo he dicho todo: lo único que vale es el amor. de impulsarnos a practicar con frecuencia fervientes actos de
adoración a nuestros divinos huéspedes. Como es sabido, el
«Aquí comienza—escribe a este propósito el P. Philipon 23— la dife- mérito sobrenatural no consiste en la mera posesión de los
rencia entre los santos y nosotros. En sus acciones los santos buscan la gloria
de su Dios, <ya sea que coman, ya que beban>, mientras que muchas almas
hábitos infusos, sino en su ejercicio o actualización 24 . Y cada
cristianas no saben encontrar a Dios ni siquiera en la oración, porque se nuevo aumento de gracia santificante lleva consigo una nueva
imaginan que la vida espiritual es cierta cosa inaccesible, reservada a un presencia de la Santísima Trinidad, o sea, una radicación más
pequeño número de almas privilegiadas, llamadas «místicas», y lo com- profunda en lo más hondo de nuestras almas 25.
plican todo. La verdadera mística es la del bautismo, en vistas a la Tri-
nidad y bajo el sello del Crucificado, esto es, en la trivialidad de todos los
Para ello, practiquemos con ferviente espíritu, llenándolas
renunciamientos cotidianos>. de sentido, nuestras devociones trinitarias:
c) Recogimiento profundo a) EL «GLORIA PATRI ET FILIO»..., que tantas veces recita-
mos distraídos, es un excelente acto de adoración y de alabanza
47. Es preciso, sin embargo, evitar la disipación del alma de gloria de la Trinidad Beatísima. Dom Columba Marmión
y el derramarse al exterior inútilmente. En cualquier género de tenía adquirida la costumbre de asociar a cada Gloria Patri del
vida en que la divina Providencia haya querido colocarnos, se final de los salmos la petición de sentirse y vivir cada vez más
impone siempre la necesidad de recogerse al interior de nuestra intensamente su filiación adoptiva. Es una excelente práctica,
alma para entrar en contacto y conversación íntima con nues- altamente santificadora.
tros divinos huéspedes. Es inútil tratar de santificarse en medio
del bullicio del mundo, sin renunciar a la mayor parte de sus b) EL «GLORIA IN EXCELSIS DEO» de la misa es una magní-
placeres y diversiones, por muy honestos e inocentes que sean. fica plegaria trinitaria, impregnada de alabanza y de amor. Mu-
chas almas interiores hacen consistir su oración mental en irlo re-
Ni la espiritualidad monástica, ni la llamada «espiritualidad se-
glar», podrán conducir jamás a nadie a la cima de la perfección corriendo lentamente, empapando su alma de los sublimes pen-
cristiana si el alma no renuncia, al precio que sea, a todo lo samientos que encierra, y dejando arder suavemente su corazón
que pueda disiparla o derramarla al exterior. Sin recogimiento, en el fuego del amor.
sin vida de oración, sin trato íntimo con la Santísima Trinidad c) EL «SANCTUS, SANCTUS, SANCTUS», que oyeron cantar en el
presente en el fondo de nuestras almas, nadie se santificará cielo a los bienaventurados el profeta Isaías (Is 6,3) y el vidente
jamás, ni en el claustro ni en el mundo. Deberían tener presen- del Apocalipsis (Apoc 4, 8), debería constituir para el cristiano,
te este principio indiscutible los que propugnan con tanto entu-
23 L . c . , p 1o7 (I La edición francesa 1954)•
24 Cf. mi 71,5 ad 1; II-II 79,3 ad 4, etc.
25 Cf. I 43,G ad 2.
ya desde esta vida, su himno predilecto de alabanza y de gloria
de la Trinidad Beatísima. su vida en nosotros. El proceso de la santificación es un proceso
de cristificación. El cristiano tiene que convertirse en otro Cristo:
d) El símbolo «QDIcuMQuE» es otro motivo bellísimo de christianus, alter Christus. Solamente cuando con toda exacti-
santa y fecunda meditación del misterio trinitario. tud y verdad podamos repetir el «ya no vivo yo, es Cristo quien
e) LA MISA VOTIVA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD era cele- vive en mí» (Gal 2,2o), podremos estar seguros de haber al-
brada con frecuencia por San Juan de la Cruz, «porque estoy canzado la cumbre de la perfección cristiana.
Examinemos, pues, las líneas fundamentales de lo que San
firmemente persuadido—decía con gracia—que la Santísima Pablo llamaba el «misterio de Cristo, en el que están encerrados
Trinidad es el santo más grande del cielo».
todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia» (Col 2,2-3).
En fin: hay otros muchos medios de fomentar en nosotros Dividiremos el capítulo en dos artículos:
los actos de adoración a la Trinidad Beatísima. A muchas almas
les va muy bien la meditación sosegada y afectiva de la sublime I.° El misterio de Cristo.
2.° Cómo vivir cl misterio de Cristo.
«elevación» de sor Isabel de la Trinidad: «¡Oh Dios mío, Trini-
dad que adoro!...» Otras se preocupan de multiplicar los actos
de adoración, reparación, petición y acción de gracias que son ARTICULO i
los propios y específicos del sacrificio como supremo acto de EL MISTERIO DE CRISTO
culto y veneración a Dios. Otras siguen otros procedimientos
so. MARMION, Jesucristo, vida del alma; Jesucristo en sus misterios; Jesucristo, ideal del
y emplean otros métodos que el Espíritu Santo les sugiere. Lo monje; MERSCH, Le corps mystique du Christ; PRAT, Théologie de S. Paul;
Cristo en nuestros
E. MITRA, Le corps
prójimos; SALIVÉ, Jesús
importante es intensificar, como quiera que sea, nuestro contac- mystique du Christ; PLUS, S.I., Cristo en nosotros;
La vida de identificación con Jesucristo; ADAM, Je-
íntimo; el Corazón de Jesús; JAEGHER, S.I., Jesucristo redentor; SAURAS, El
to íntimo con las divinas personas que están inhabitando con sus Christus; Cristo, nuestro hermano; SCHUTZ, Cristo; GOMÁ,
(BAC, n.2to).
Cuerpo místico de Cristo (BAC, n.83); Royo MARÍN, Jesucristo y la vida cristiana
entrañas de amor en lo más hondo de nuestras almas. CABODEVILLA, Cristo vivo (BAC, n.232).
l
2. Jesucristo, Verdad to encarnado' Todas las enseñanzas de Jesucristo y de los apóstoles están
52. Pero Cristo no solamente es el Camino : es también la sintetizadas en esta verdad, todos los misterios de Jesús propenden a reali-
zarla prácticamente en nuestras almas» 6 .
Verdad. La verdad absoluta e integral. Sabiduría increada en E
cuanto Verbo, comunicó a su Humanidad santísima, y a través Sin duda ninguna, ésta es la causalidad ejemplar más impor-
de ella a nosotros, todos los tesoros de la sabiduría y de la tante que Cristo ejerce sobre nosotros, pero no es la única.
ciencia de Dios. Cristo es, además, nuestro modelo incomparable en sus obras,
Esto nos lleva a hablar de la causalidad ejemplar de Jesucris- o sea, en sus virtudes admirables. , ,
58. b)
Jesucristo, causa eficiente de nuestra vida so- dad de redentor del mundo, por haber realizado con sus pade-
brenatural.—Todas las gracias sobrenaturales que recibió el cimientos y méritos la salvación del género humano: «Se ano-
hombre después del pecado de Adán hasta la venida de Cristo nadó tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a
al mundo se le concedieron únicamente en atención a El: los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho
intuitu meritorum Christi. Y todas las que recibirá la humani- obediente hasta la muerte, y muerte de cruz; por lo cual Dios
dad hasta la consumación de los siglos brotan del Corazón de le exaltó y le otorgó un nombre sobre todo nombre, para que al
Cristo como de su única fuente y manantial. Ya no tenemos nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en
gratia Dei, como la tienen los ángeles y la tuvieron nuestros la tierra y en los abismos» (Phii 2,7-ro).
primeros padres en el estado de justicia original; la nuestra, El Evangelio nos muestra de qué manera utilizaba Cristo en su vida
la de toda la humanidad caída y reparada, es gratia Christi, terrena su propia humanidad para conferir la vida sobrenatural a las al-
o sea, gracia de Dios a través de Cristo, gracia de Dios cristi- mas. «Hijo—le dice al paralítico con su palabra—, tus pecados te son per-
donados». Y al instante se produce el movimiento de sorpresa y de escán-
ficada. dalo entre los que acababan de oír la expresión. «¿Quién es este hombre que
Esa gracia de Cristo se nos comunica a nosotros de muchas maneras pretende perdonar los pecados? Sólo Dios puede hacerlo». Y Cristo, que ad-
—vamos a verlo inmediatamente—; pero el manantial de donde brota es vierte en su interior aquel movimiento de escándalo, les ofrece el argumento
absolutamente único: el mismo Cristo, su humanidad santísima unida per- aplastante de que tiene plena potestad precisamente en cuanto hombre de
sonalmente al Verbo. Esto es lo que significa la expresión: «Cristo, causa perdonar los pecados: «¿Qué andáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué
eficiente de la gracia o vida sobrenatural». es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle:
Levántate, toma tu camilla y vete? Pues para que veáis que el Hijo del hom-
59. c) Jesucristo, fuente de vida sobrenatural.—Jesús bre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados—se dirige al paralíti-
co—, yo te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Y al punto cum-
es fuente de vida. Su santa humanidad es el instrumento uni- plió exactamente lo que Cristo acababa de mandarle, en medio del pasmo
do 16 a su divinidad para la producción eficiente de la vida y estupefacción de la gente 17 .
sobrenatural. Más aún: esa misma humanidad unida al Verbo Cristo emplea, sin duda ninguna, la expresión el Hijo del hombre con
toda deliberación. Es cierto que nadie puede perdonar los pecados sino sólo
puede ser también, si quiere, fuente de vida corporal. Nos Dios o aquel que haya recibido de El esa potestad para utilizarla en nombre
dice el Evangelio que de El salía una virtud que curaba a los de Dios. Ahora bien: el que se atreva a perdonar los pecados, no en nombre
enfermos y resucitaba a los muertos: «virtus de illo exibat et de Dios, sino en nombre propio y prueba con un prodigio sobrehumano que
sanabat omnes» (Lc 6,19). El leproso, el ciego de nacimiento, tiene efectivamente plena potestad para ello, ha dejado fuera de toda duda
que tiene personalmente la potestad misma de Dios; es decir, que es per-
el paralítico, el sordomudo y, sobre todo, la hija de Jairo, sonalmente Dios. Cristo es el Hijo de Dios, el Autor de la gracia, el único que
el hijo de la viuda de Naín y su amigo Lázaro podrían hablar- puede perdonar los pecados por propia autoridad. Pero fijémonos bien: ese
nos con elocuencia de Cristo como fuente de salud y de vida Hijo de Dios utiliza su humanidad santísima como instrumento (unido a su
corporal. divinidad) para la producción eficiente de la vida sobrenatural en las almas.
Por eso emplea la expresión «el Hijo del hombre», como para significar que,
16 Como es sabido, la filosofía emplea, con relación a los instrumentos y desde el punto si precisamente en cuanto hombre obra sus milagros, perdona los pecados y
de vista que aquí nos interesa, la expresión instrumento unido para designar aquel que está distribuye la gracia con libertad, poder e independencia soberanos, es por-
por su propia naturaleza unido a la causa principal que lo emplea (v.gr., el brazo o la mano que su humanidad santísima es de suyo vivificante; es decir, es instrumento
es instrumento unido al hombre para pintar o escribir); e instrumento separado
aquel que de
suyo está separado de la causa principal que lo emplea (v.gr., el pincel del artista o la pluma
del escritor). 1 17 Cf. Mt 9,1-8; MC 2,1-12; Le 5,17-26.
apto para producir y causar la gracia en virtud de su unión personal con el dad ele agua que en cada caso se recoge no depende tan sólo de la fuente,
Verbo divino 18. sino del tamaño del vaso con que vamos a recogerla.
Por eso es de importancia soberana la ardiente preparación para recibir
Ahora bien: ¿de qué manera ejerce Cristo su influjo vital los sacramentos, sobre todo el de la Eucaristía, que nos trae no solamente
en sus miembros vivos que permanecen unidos a El an esta la gracia, sino el manantial y la fuente de la gracia que es el mismo Cristo.
vida por la gracia y la caridad? Lo ejerce de muchas maneras, Por los , sacramentos, sobre todo por la Eucaristía, es como Cristo ejerce
principalmente su influjo vital sobre nosotros. A ellos hemos de acudir,
pero fundamentalmente se pueden reducir a dos; por los sacra- ante todo, para incrementar nuestra vida sobrenatural y nuestra unión con
mentos y por el contacto de la fe vivificada por la caridad. Dios. Son las fuentes auténticas de la gracia, que hay que colocar en primer
Examinemos cada uno de estos dos modos. lugar y que ninguna otra cosa podrá jamás reemplazar. Hay almas que no se
han dado cuenta exacta de ello, y quieren encontrar en otros ejercicios o
1) POR LOS SACRAMENTOS.—ES de fe que Cristo es el autor de los sa- prácticas de devoción un alimento espiritual que está infinitamente lejos de
cramentos 19 . Tenía que ser así, porque no siendo otra cosa que «signos sen- la eficacia de los sacramentos. Es injuriar a Cristo no hacer el debido aprecio
sibles que significan y producen la gracia santificante», sólo Cristo, manan- o relegar a segundo término estos canales auténticos que El mismo ha que-
tial y fuente única de la gracia, podía instituirlos. Y los ha instituido precisa- rido instituir para comunicarnos sus gracias, su propia vida divina; y es
mente para comunicarnos a través de ellos su propia vida divina: «Yo he tributarle un homenaje de gratitud y de amor el acudir a beber con avidez,
venido para que tengan vida, y la tengan abundante» (lo 10,10). Esos signos con la máxima frecuencia que permita cada uno de ellos, del agua limpia y
sensibles tienen la virtud de comunicamos la gracia por su propia fuerza cristalina que nos comunican; de esa agua divina que, brotando del Corazón
intrínseca (ex opere operato), pero únicamente como instrumentos de Cristo 23 , corre después por nuestras almas y salta, finalmente, hasta la
de Cristo,
o sea en virtud del movimiento o impulso que reciben de la humanidad de vida eterna (lo 4,14). El mismo Cristo nos impulsa de manera apremiante:
Cristo unida al Verbo divino y llena de su misma vida. « ¿Pedro bautiza? «El que tenga sed, que venga a mí y beba» (lo 7,37).
—dice San Agustín—: es Cristo quien bautiza. ¿Judas bautiza?: es Cristo
quien bautiza» 20 . Por eso, la indignidad del ministro humano que confiere 2) POR LA FE.—San Pablo tiene en una de sus epístolas una expresión
los sacramentos—pecador, hereje...—no es obstáculo alguno para su vali- misteriosa. Dice que Cristo habita por la fe en nuestros corazones: Christum
dez, con tal de que tenga intención de hacer lo que hace la Iglesia en la ad- habitare per fideur in cordibus vestris (Eph 3,17). ¿Qué significan esas pala-
ministración de ese sacramento. Cristo, Hombre-Dios, quiso poner la co- bras? ¿Se trata de una inhabitación física de la humanidad de Cristo en
nuestras almas, a la manera de la inhabitación de la Trinidad Beatísima en
municación de su divina gracia a través de los sacramentos completamente
fuera y por encima de las flaquezas y miserias humanas; lo cual nos da a toda alma en gracia? Error grande sería pensarlo así. La humanidad de
los cristianos una confianza y seguridad absolutas en la eficacia de esos divi- Cristo viene físicamente a nuestras almas en el sacramento de la Eucaristía,
pero su presencia real, física, está vinculada de tal manera a las especies
nos auxilios, con tal de no poner por nuestra parte ningún óbice al recibirlos.
sacramentales, que, cuando ellas se alteran substancialmente, desaparece
Porque es menester advertir que nosotros sí podemos poner un obstáculo
en absoluto, quedando únicamente en el alma su divinidad (con el Padre
insuperable a la eficacia santificadora de los sacramentos. Ningún sacra-
mento es válido si no se consiente interiormente en recibirlo 21 . La falta de y el Espíritu Santo) y el influjo de su gracia.
Y, sin embargo, es un hecho—consta expresamente por las palabras
arrepentimiento impide la recepción de la gracia en el sacramento de la
de San Pablo—que Cristo, de alguna manera, habita por la fe en nuestros
penitencia o en el bautismo de un adulto en pecado, y el pecado mortal
consciente 22 impide la recepción de la gracia en los cinco sacramentos de corazones. Santo Tomás, comentando las palabras del Apóstol, no vacila
vivos y la convierte en un sacrilegio. en interpretarlas tal como suenan: «Por la fe Cristo habita en nosotros,
Pero aun llevando las disposiciones indispensables para la válida y fruc- como se nos dice en Eph 3,17. Y por lo mismo la virtud de Cristo se une
tuosa recepción de los sacramentos, la medida de la gracia que en cada caso a nosotros por la fe» 24 . Estas últimas palabras del Angélico nos ofrecen
nos comunicarán dependerá no sólo de la mayor o menor excelencia del la verdadera solución. Es la virtud de Cristo la que habita propiamente
en nuestros corazones por la fe. Cada vez que nos dirigimos a El por el
sacramento en sí mismo considerado, sino del grado y fervor de nuestras dis-
posiciones. Si el alma se acerca a recibirlos con su capacidad receptora en- contacto de nuestra fe vivificada por la caridad 25 , sale de Cristo una vir-
sanchada por una verdadera hambre y sed de unirse íntimamente a Dios por tud santificante que tiene sobre nuestras almas una influencia bienhechora.
El Cristo de hoy es el mismo del Evangelio, y todos los que se acercaban a
la digna recepción de su gracia, la recibirá en medida desbordante y plení-
sima. Se ha puesto con frecuencia la imagen de la fuente y el vaso: la canti- El con fe y con amor participaban de aquella virtud que salía de El y sanaba
las enfermedades de los cuerpos y de las almas: «virtus de illo exibat, et
18 Cf. III,8,i ad r; a.6. sanabat omnes» (Lc 6,19). «;Cómo, pues, podríamos dudar de que cuando
19 Cf. ID 844. Como es sabido, la sigla D designa el
Enchiridion Syroholorum de Denzin- nos acercamos a El, aunque sea fuera de los sacramentos, por la fe, con
ger, que recoge los principales decretos y definiciones de la Iglesia.
20
«Petrus baptizet, hic (Christus) est qui baptizat; Paulus baptizet, hic est qui baptizat;
humildad y confianza, sale de El un poder divino que nos ilumina, nos
Iudas baptizet, hic est qui baptizatn (Tract. in Io. 6: ML 35,1428). fortalece, nos ayuda y nos auxilia? Nadie se acercó jamás a Cristo con fe
21
En los niños que reciben el bautismo o la confirmación es la Iglesia quien suple esa
intención.
22 23 oHaurietis aguas in Baudio de fontibus Salvatoris» (Is 12,3).
Subrayamos esta palabra porque, según el consentimiento casi unánime de los teólogos, 24 III,62,5 ad.2.
el pecador que, sin caer en la cuenta de estar en pecado mortal, se acercase de buena fe a 25 Sabido es que «la fe sin obras es muerta», como dice el apóstol Santiago (2,26). Es me-
recibir un sacramento de vivos (v.gr., la Eucaristía) con arrepentimiento de atrición sobre- nester que la fe esté vivificada por la caridad: <nn caritate radicati et fundati», dice San Pablo
natural, recibiría válida y fructuosamente el sacramento, esto es, recibiría la gracia sacra- inmediatamente después de haber dicho que Cristo habita por la fe en nuestros corazones
mental.
(Eph 3.17).
y con amor sin recibir los rayos bienhechores que brotan sin cesar de ese
foco de luz y de calor: virtus de ello exibat...» 26 .
dríamos decir la única, del cristiano que quiere santificarse no
El alma, pues, que quiera santificarse ha de multiplicar e intensificar
ha de ser otra que la de incorporarse cada vez más intensa-
cada vez más este contacto con Cristo a través de una fe ardiente vivificada mente a Cristo para hacerlo todo por El. Es preciso que des-
por el amor. Este ejercicio altamente santificador puede repetirse a cada aparezcamos nosotros, o, mejor dicho—para quitar a la frase
momento, infinitas veces al día; a diferencia del contacto sacramental con todo resabio panteísta—, es preciso incorporar de tal manera
Cristo, que sólo puede establecerse una sola vez al día.
a Cristo todas nuestras buenas obras, que no nos atrevamos a
presentar ante el Padre una sola de ellas sino por Cristo, a
través de Cristo, por medio de Cristo. Esto complacerá al Eterno
ARTICULO 2 Padre y le dará una glorificación inmensa. No olvidemos que
CÓMO VIVIR EL «MISTERIO DE CRISTO»
el Eterno Padre, en realidad, no tiene más que un solo amor y
una sola obsesión eterna—si es lícito hablar así—: su Verbo.
6o. Hay una fórmula sublime que resume admirablemen- Nada le interesa fuera de El; y si nos ama infinitamente a
te todo lo que deberíamos hacer para escalar las más altas nosotros, es «porque nosotros amamos a Cristo y hemos creído
cumbres de la perfección cristiana. La emplea la Iglesia en el que ha salido de Dios»; absolutamente 'por nada más. Lo ha
santo sacrificio de la misa y constituye por sí sola uno de sus dicho expresamente el mismo Cristo: «El mismo Padre os ama
ritos más augustos. El sacerdote, inmediatamente antes de pro- porque vosotros me habéis amado y creído que yo he salido de
nunciar la incomparable oración dominical—el Padrenuestro—, Dios» (Io 16,27). ¡Sublime misterio, que debería convertir
recoge reverentemente la sagrada hostia depositada sobre la nuestro amor a Cristo en una especie de obsesión, la única de
patena y, colocándola verticalmente sobre el cáliz descubierto, nuestra vida, como constituye la única de su Padre celestial
pronuncia estas sublimes palabras: «Per ipsum, et cum ipso, y constituyó y constituirá siempre la única de todos los san-
et in ipso, est tibi Deo Patri omnipotente, in unitate Spiritus tos! ¿Qué otra cosa hace la Iglesia y qué nos enseña en su di-
Sancti, omnis honor et gloria». vina liturgia sino únicamente esto? A pesar de ser la esposa
Vamos a comentar esta breve fórmula y veremos cómo inmaculada de Cristo, en la que no hay la menor mancha ni
efectivamente está contenida en ella la quintaesencia de la vida arruga (Eph 5,27), la santa Iglesia no se atreve a pedirle nada
cristiana y el camino único para llegar a la santidad. al Eterno Padre en nombre propio, sino única y exclusivamente
en el de su divino Esposo: per Dominum nostrum Iesum Christum
6i. IDEA GENERAL.—La glorificación de la Trinidad Bea- Filium tuum...
tísima es el fin absoluto de la creación del mundo y de la re-
dención y santificación del género humano. Pero en la econo- Por Cristo: he ahí la primera gran preocupación que debe tener el
cristiano en la realización de todas sus buenas obras. Sin eso andará fuera
mía actual de la Providencia y de la gracia esa glorificación no de camino, no dará un solo paso hacia adelante, no llegará jamás a la cum-
se realiza sino por Jesucristo, con Jesucristo y en El. De manera bre de la santidad. ¡Qué desorientación, pues, la de los que ponen la «de-
que todo lo que pudiere intentar el hombre para glorificar a voción a Nuestro Señor>, como uno de tantos medios de santificación, al
Dios fuera de Cristo estaría completamente fuera del camino lado del examen de conciencia o de la lectura espiritual!
y sería completamente inepto para lograr esa finalidad. Todo 63. «... et cum ipso...»—Pero hacer todas las cosas por
se reduce, pues, a incorporarse cada vez más a Cristo para ha- Cristo a través de Cristo, es poco todavía. Hay que hacerlas
cerlo todo «por El, con El y en El, bajo el impulso del Espíritu con El, en unión íntima con El.
Santo, para gloria del Padre». Esta es toda la vida cristiana. La divinidad de Cristo, el Verbo de Dios, está presente de
Veámoslo más en particular. manera permanente y habitual en toda alma en gracia. Y el
62. «Per ipsum...»—Cristo es el único Camino (Io 14,6). Verbo puede utilizar continuamente la virtud instrumental de
Nadie puede ir al Padre sino por El (ibid.), ya que sólo El co- su humanidad santísima—a la que está unido hipostáticamen-
noce al Padre y aquel a quien El quisiere revelárselo (Mt 11,27). te—para inundarnos de vida sobrenatural. No olvidemos que
De manera que la preocupación fundamental, y casi po- Cristo, Hombre-Dios, es la fuente y manantial único de la
gracia y que la gracia de Cristo que nos santifica a nosotros no
z6 1VIAR*ioN, Jesucristo, vida del alma,
I,4,4. es su gracia de unión—que es propia y exclusiva de El—, sino
su gracia capital, esto es, la gracia habitual, de que está llena 64. «... et in ipso...»—Sublime es todo lo que acabarnos
su alma santísima, y que se desborda de El sobre nosotros de recordar, pero hay algo mucho más alto todavía. Hacer to-
como de la cabeza refluye la vida a todos los miembros de un das las cosas por Cristo y con El es de un precio y valor in-
organismo vivo I. calculable. Pero hacerlas en El, dentro de El, identificados con
De manera que no es una sublime ilusión, tan bella como El, lleva hasta el paroxismo esta sublimidad y grandeza. Las
irrealizable, eso de hacer todas las cosas con Cristo; es una dos primeras modalidades (por, con) son algo extrínseco a
nosotros y a nuestras obras; esta tercera nos mete dentro de
realidad profundamente teológica. Mientras permanezcamos en
Cristo, identificándonos, de alguna manera, con El y nuestras
gracia, Cristo está con nosotros, está dentro de nosotros—física- obras con las suyas. Tema sublime, que es menester tratar
mente con su divinidad, virtualmente con su humanidad san- con toda serenidad y exactitud para no deformarlo, rebaján-
tísima—, y nada se opone a que lo hagamos todo con El, jun- dole de nivel, o no desbordarlo, cayendo en lamentables ex-
tamente con El, íntimamente unidos a El. ¡Qué valor y precio travíos.
adquieren nuestras obras ante el Eterno Padre cuando se las
presentamos de esta manera incorporados a Cristo y en unión Para vislumbrar un poco, siquiera sea desde muy lejos, este misterio
inefable es preciso recordar las líneas generales de nuestra incorporación
íntima con El! Sin esta unión no valdrían absolutamente nada: a Cristo como Cabeza del Cuerpo místico. En virtud de esta incorporación
nihil, dice expresamente el mismo Cristo (Io 15,5). Con El, en —de la que no nos es lícito abrigar la menor duda, puesto que consta expre-
cambio, adquieren un valor absolutamente incomparable. Es samente en las fuentes mismas de la revelación—, el cristiano forma parte
de Cristo. El Cristo total de que habla San Agustín es Cristo más nosotros.
la gotita de agua, que no vale nada por sí misma, pero que, El cristiano en gracia forma como una misma cosa con Jesús. Sarmiento de
arrojada al cáliz y mezclada con el vino del sacrificio, se con- Cristo, vive de su misma vida, circula por sus venas la misma savia vivifica-
vierte en la sangre de Jesús, con todo su valor redentor y santi- dora de su divina Vid. Jesucristo no está completo sin nosotros. No alcanza
su plenitud de Cristo total si no somos uno con El. Incorporados a El, somos
ficador rigurosamente infinito. partes integrantes de su unidad total.
Esta idea, complementaria de la anterior y preparatoria de la siguiente, «Se dice: Christianus alter Christus: el cristiano es otro Cristo,
constituía la tortura obsesionante de San Pablo. Aquel hombre extraordi- y nada más verdadero. Pero es preciso no equivocarse. Otro no sig-
nario que recibió como ninguno luces vivísimas de Dios para asomarse un nifica aquí diferente. No somos otro Cristo diferente del Cristo ver-
poco al abismo insondable del «misterio de Cristo» no sabía cómo expli- dadero. Estamos destinados a ser el Cristo único que existe: Chris-
carle al mundo las incomprensibles riquezas encerradas en El: «investiga- tus facti sumus, según dice San Agustín. No hemos de hacernos una
biles divitias Christi» (Eph 3,8), y de qué manera el Eterno Padre nos ha cosa distinta de él; hemos de convertirnos en él» 2 .
enriquecido con ellas: «Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por amor vues-
tro, para que vosotros fueseis ricos por su pobreza!> (2 Cor 8,9), hasta lle- Teniendo en cuenta esta divina realidad, se comprenden menos mal
narnos en Cristo de la plenitud misma de Dios: «y estáis llenos de El» (Col 2, aquellas misteriosas expresiones de San Pablo y del Evangelio: nuestros
Io), «para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios» (Eph 3,19). sufrimientos completan lo que falta a su pasión (Col 1,24); El es el que
Todos los esfuerzos del cristiano han de encaminarse a aumentar e combate en nosotros (Col 1,29) y el que triunfa. Cuando se nos persigue
intensificar cada vez más esta unión con Cristo. Ha de hacer todas sus cosas a nosotros, se le persigue a El (Act 9,5); el menor servicio que se nos preste,
con Jesús, en entrañable unión con El. Oración, trabajo, recreo, comida, lo acepta y recompensa como si se lo hubieran hecho a El mismo (Mt 10,42;
descanso..., todo ha de unirlo a Cristo para realizarlo juntamente con El. 2 5,34-4 6). El último y supremo anhelo de Cristo en la noche de la cena
Un solo acto de Jesús glorifica más a Dios que le glorificarán, por toda la es que seamos uno con El (Io 17,21) de una manera cada vez más perfecta,
eternidad, todos los actos de todos los ángeles y bienaventurados junto», hasta que lleguemos a ser «consumados en la unidad» en el seno del Pa-
incluyendo a la misma inmaculada Madre de Dios. ¡Qué riquezas tan in- dre (Io 17,23).
sondables tenemos en Cristo y cuánta pobreza y miseria fuera de El! Aun De manera que está fuera de toda duda que Cristo nos ha incorporado
cuando nos despedazáramos con disciplinas sangrientas, si no incorporá- a sí, nos ha hecho miembros suyos. Nos hemos convertido en algo suyo,
ramos esos dolores a los de Cristo, no tendrían valor ninguno. Nuestra somos realmente su cuerpo. Dependemos enteramente de Cristo, Christi
sangre es impura, y solamente mezclándose con la de Jesús puede tener sumus; mejor aún, Christus sumus; no sólo de Cristo, sino Cristo. San Agus-
algún valor ante Dios. Los santos se aprovechaban sin cesar de estas inefa- tín no vacila en afirmarlo: «Concorporans nos sibi, faciens nos membra
bles riquezas que el Eterno Padre ha puesto a nuestra disposición, y, a tra- sua ut in illo et nos Christus essemus... Et omnes in illo et Christi et Christus
vés de ellas, miraban con confiado optimismo el porvenir, sin que les asus- sumus, quia quodammodo totus Christus, caput et corpus est» 3 .
tase su pobreza. «No te llames pobre teniéndome a mi», dijo el mismo Cristo Pues si esto es así, ya se comprende que el cristiano debe realizar todas
a un alma que se lamentaba ante El de su miseria. sus obras de tal, no solamente por Cristo y con Cristo, sino en El, identi-
2 PLUS, Cristo en nosotros p.2.
1 II1,8,5. 3 SAN .AGUSTÍN, In Ps. 26 enarr.2,2: ML 36,20o.
ficado con El. Ha de revestirse de tal manera de Jesucristo (Rom 1 3, 1 4), si se ha de oponer en lo más mínimo a la de su Padre (Mt 26,39);
que el Eterno Padre, al mirarle, le encuentre siempre. por así decirlo, re- trabaja únicamente por agradarle (lo 8,29); vive únicamente
wstido de Jesús. Era la suprema ilusión de sor Isabel de la Trinidad: «no por El y para El (Io 6,58); y si, llegado el momento, pide a su
veáis en mí más que al Hijo muy amado, en el que tenéis puestas todas
vuestras complacencias». Y para llegar a este sublime resultado le había pe- Padre que le glorifique, es únicamente para que El pueda glo-
dido a Cristo que «la substituyera»; y al Espíritu Santo, que realizara en su rificar también al Padre (Io 17,1). La primera palabra que de
alma «como una nueva encarnación del Verbo», a fin de convertirse para Jesús niño recoge el Evangelio es ésta: « ¿No sabíais que yo
El en «una nueva humanidad sobreañadida, en la cual renueve todo su debo ocuparme en las cosas de mi Padre?» (Lc 2,49); y la
misterio» 4.
No es, pues, una aspiración ilusa y extraviada la de querer hacer todas última que pronunciaron sus labios moribundos en lo alto de
nuestras obras en Cristo, identificadas con las suyas. Es, por el contrario, la cruz fue esta otra: «Padre mío, en tus manos encomiendo
una divina realidad, cuya actualización, cada vez más intensa y frecuente, mi espíritu» (Lc 23,46). Jesucristo vivió y murió pensando en
elevará al cristiano hasta la cumbre de la santidad; hasta sentirse de tal
manera dominado y poseído por Cristo, que se vea impulsado a exclamar
su Padre celestial.
como San Pablo: «mihi vivere Christus est»: mi vida es Cristo (Phil 1,21), El cristiano ha de parecerse a su divino Modelo en todo,
porque ya no soy yo quien vivo, sino Cristo en mí: «vivo autem, iam non pero principalmente en esta aspiración continua a su Padre ce-
ego; vivit yero in me Christus» (Gal 2,20). El cristiano ha alcanzado en- lestial. San Pablo nos lo recordó al decirnos—estableciendo
tonces su plenitud en Cristo (Eph 4,13), ha llegado a su completa y total
cristiflcación, está en la cumbre misma de la perfección y de la santidad.
con ello la jerarquía de valores en todo cuanto existe—: «todas
las cosas son vuestras; pero vosotros sois de Cristo, y Cristo
Echemos ahora una breve ojeada al resto de la fórmula que es de Dios» (i Cor 3,22-23). Y un poco más adelante, en la
estamos examinando. misma epístola, completa su pensamiento cuando escribe: «Es
65. «... est...»—Fijémonos bien. La Iglesia emplea esta preciso que El (Cristo) reine hasta poner a todos sus enemigos
bajo sus pies...»; pero «cuando le queden sometidas todas las
palabra est en indicativo, y no sit, en subjuntivo. No se trata cosas, entonces el mismo Hijo se sujetará a quien a El todo se
de la expresión de un deseo que no se ha realizado todavía, lo sometió, para que sea Dios todo en todas las cosas» (ibid., 15,
sino de la afirmación de un hecho que está presente ya en toda 25-28). La gloria de Dios es el fin último, absoluto, de toda
su realidad infinita. «En estos momentos, cuando la Iglesia la obra divina de la creación del mundo, redención y glori-
está reunida en torno al altar para ofrecer el cuerpo del Señor ficación del género humano. En el cielo es donde se cumplirá
que sobre él descansa, Dios recibe efectivamente toda honra en toda su perfección e integridad aquello de San Juan de la
y gloria» 5 . Cruz: «Sólo mora en este monte la honra y gloria de Dios».
Y esto mismo ocurre con cualquier acción del cristiano que
suba al cielo por Cristo, con El y en El. La más pequeña de 67. «... in unitate Spiritus Sancti...»—Esta gloria de Dios,
sus acciones adquiere de esta manera un valor en cierto modo r. como es obvio, no pertenece exclusivamente a la persona del
infinito y glorifica inmensamente a Dios. El cristiano, no nos 1 Padre. Es la gloria de la divinidad, del Dios Uno y Trino de la
cansaremos de repetirlo, debería tener como preocupación úni- I revelación. Por consiguiente, esa gloria que recibe el Padre por
ca la de su constante incorporación a Cristo. Unica mente de I. Cristo, con El y en El, pertenece también al Espíritu Santo,
esta forma se mantendría continuamente en la línea recta de lazo divino que une al Padre y al Hijo en un inefable vínculo
su santificación, flechada directamente a Dios sin el menor 1 de amor que los consuma a los tres en la unidad de una misma
rodeo ni desviación. Es éste, indudablemente, el punto de l4 esencia.
vista fundamental en que ha de colocarse cualquier alma que
aspire a santificarse en poco tiempo. Por aquí no se rodea, se 68. «... omnis honor et gloria».—Omnis, todo honor y
va directamente al fin. <gloria. Es porque, ya lo hemos dicho, en el plan actual de la
economía de la gracia, toda la gloria que ha de recibir la Tri-
66. «... tibi Deo Patri omnipotenti...»—Todo se ordena, Ilidad Beatísima de los hijos de los hombres ha de subir hasta
finalmente, al Padre. La gloria de su Padre celestial tenía obse- '.. ella por Cristo, con El y en El.
sionado a Cristo. No quiere que se cumpla su propia voluntad No cabe la menor duda. En el per ipsum de la santa misa
< tenemos una fórmula sublime de santificación. El cristiano que
4 Sor. ISABEL DE LA TRINIDAD, Elevación a la Santísima Trinidad. Se dedique a vivirla encontrará en ella un programa acabadísi-
JUNch{ANN, S.I., El sacrificio de la misa tr.2 n.372 (ed. BAC 1951).
mo de perfección y un maná escondido que alimentará su Fundamento de la intervención de María en nuestra
vida espiritual y la irá incrementando hasta llevarla a su plena I.
santificación
expansión y desarrollo en la cumbre de la santidad.
70. Todos los títulos y grandezas de María arrancan del
hecho colosal de su maternidad divina. María es inmaculada,
CAPITULO IV llena de gracia, Corredentora de la humanidad, subió en cuer-
po y alma al cielo para ser allí la Reina de cielos y tierra y la
La Virgen María y nuestra santificación Mediadora universal de todas las gracias, etc., porque es la
69. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Collationes de Ave Maria; SAN ALFONSO MARÍA DE LI- Madre de Dios. La maternidad divina la coloca a tal altura, tan
GORIO, Glorias
DE MONTFORT,
de María; SAN JUAN EliDES, Le Coeur admirable; SAN LUIS MARÍA GRIGNION por encima de todas las criaturas, que Santo Tomás de Aquino,
La verdadera devoción a la Santísima Virgen; El secreto de María; El secreto
admirable del Santísimo Rosario (en ed. BAC, n.t l I); OLIER, Vie intérieure de la tres Sainte tan sobrio y discreto en sus afirmaciones, no duda en calificar
su dignidad de en cierto modo infinita 2 . Y su gran comentarista
Vierge; PERARDI, La Virgen Madre de Dios y la vida cristiana; SEÑERI, El devoto de la Virgen
María; V. AGREDA, Mística ciudad de Dios; GARRIGUET, La Vierge Marie; HUGON, Marie,
pleine de gráce; ARINTERO, Influencia de la Santísima Virgen en la santificación de las almas;
La verdadera mística tradicional, apéndice; TERRIEN, La Madre de Dios y de los hombres; el cardenal Cayetano dice que María, por su maternidad divina,
MERKELBACIt, Mariología; GARRIGOU-LAGRANGE, La Madre del Salvador y nuestra vida in-
terior; ALASTRUEY, Tratado de la Virgen Santísima; SAUVÉ, La intimidad de María; Lxow-
alcanza los límites de la divinidad 3 . Entre todas las criaturas,
MEAU, La vie spirituelle a l'école de Saint Louis-Marie Grignion de Montfort. Para la doctrina es María, sin duda ninguna, la que tiene mayor «afinidad con
estrictamente teológica, véase la magnífica colección de Estudios Marianos que viene publi-
cando la Sociedad Mariológica Española desde 1942.
Dios».
Y es porque María, en virtud de su maternidad divina, entra
<Una de las razones por que tan pocas almas llegan a la plenitud de a formar parte del orden hipostático, es un elemento indispen-
la edad en Jesucristo es porque María, que ahora como siempre es la Ma- sable—en la actual economía de la divina Providencia—para la
dre de Jesucristo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo, no está bastante
formada en sus corazones, Quien desea tener el fruto maduro y bien for-
encarnación del Verbo y la redención del género humano. Aho-
mado, debe tener el árbol que lo produce; quien desea tener el fruto de la ra bien: como dicen los teólogos, el orden hipostático supera
vida, Jesucristo, debe tener el árbol de la vida, que es María. Quien desea inmensamente al de la gracia y la gloria, como este último su-
tener en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa, fiel pera inmensamente al de la naturaleza humana y angélica y
e indisoluble, la divina María... Persuadíos, pues, que cuanto más miréis a
María en vuestras oraciones, contemplaciones, acciones y sufrimientos, si aun a cualquier otra naturaleza creada o creable. La materni-
no de una manera clara y distinta, al menos con mirada general e imper- dad divina está por encima de la filiación adoptiva de la gracia,
ceptible, más perfectamente encontraréis a Jesucristo, que está siempre con ya que ésta no establece más que un parentesco espiritual y
María, grande y poderoso, activo e incomprensible, y más que en el cielo místico con Dios, mientras que la maternidad divina de María
y en cualquier otra criatura del universos i.
establece un parentesco de naturaleza, una relación de consangui-
Estas palabras de uno de los más autorizados intérpretes nidad con Jesucristo, y una, por decirlo así, especie de afinidad
de la devoción a María nos dan ocasión para examinar el papel con toda la Santísima Trinidad 4 . La maternidad divina, que
importantísimo de la Santísima Virgen en la santificación de termina en la persona increada del Verbo hecho carne, supera,
las almas. María es, sencillamente, el camino más corto y se- pues, por su fin, de una manera infinita, a la gracia y la gloria de
guro para llegar a Cristo, y por El al Padre; y ahí está conteni- todos los elegidos y a la plenitud de gracia y de gloria recibida
da toda nuestra santidad. por la misma Virgen María. Y con mayor razón supera a todas
Dios ha hecho lo que ha querido. Y ha querido asociar de las gracias gratis dadas o carismas, como son la profecía, el
tal modo a María a la empresa divina de la redención y santifi- conocimiento de los secretos de los corazones, el don de mila-
cación del género humano, que, en la actual economía, sin gros o de lenguas, etc., porque todos estos dones son inferiores
ella no sería posible lograrlas. No se trata, pues, de una devo- a la gracia santificante, como enseña Santo Tomás 5 .
ción más, sino de algo básico y fundamental en nuestra vida 2 He aquí sus propias palabras: »La humanidad de Cristo por razón de su unión con
Dios; la bienaventuranza creada, que consiste en la fruición de Dios, y la Santísima Virgen,
cristiana. Por eso hemos querido recoger el papel de María en por el hecho de ser Madre de Dios, tienen cierta dignidad infinita, por ser Dios un bien infi-
nuestra santificación en esta primera parte de nuestra obra, nito» (I,25,6 ad 4).
por su propia
3 "Solamente (la Santísima Virgen María) toca las fronteras de la divinidad
que trata de los principios fundamentales de la vida cristiana. operación natural (ad fines óeitatis piar, ia s,peratiDne naturali attigit),
en cuanto que concibe,
engendra, (la a luz y alimenta con su propia leche al mismo Dios» (CAYETnNO, In II-II 10;3,
1 SAN LUIS MARf.A GRIGN1ON DE MONTFORT, La 4 ad 2).
verdadera devoción C.5 a.5 n.164-65 4 Cf. HUGON, Marie, pleine de gráce (5.a ed.) p.63.
P.531-32 (ed. BAC).
5 Cf. P. GARRIGOU-LAGRANGE, La Madre del Salvador p.t.. e.I a.2. Cf. I-11.111,5.
De este hecho colosal—María Madre del Dios redentor— Jesucristo, que en ella plenamente reside, para comunicarla de lleno a los
arranca el llamado principio del consorcio, en virtud del cual miembros verdaderos de Jesucristo y a los verdaderos santos.
g) Porque el Espíritu Santo, que se desposó con María y en ella, por
Jesucristo asoció íntimamente a su divina Madre a toda su ella y de ella tormo su obra maestra, el Verbo encarnado, Jesucristo, como
misión redentora y santificadora. Por eso, todo lo que El nos jamás ha repudiado a María y ésta sigue siendo su verdadera esposa, con-
mereció con mérito de rigurosa justicia—de condigno ex toto tinúa produciendo todos los días en ella y por ella a los predestinados por
rigore iustitiae—, nos lo mereció también María, aunque con verdadero, aunque misterioso modo.
distinta clase de mérito 6 . h) Porque, como dice San Agustín, en este mundo los predestinados
están encerrados en el seno de María y no salen a luz hasta que esa buena
Madre les conduce a la vida eterna. Por consiguiente, así como el niño
recibe todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su de-
2. Oficio de María Santísima en nuestra santificación bilidad, así los predestinados sacan todo su alimento espiritual y toda su fuer-
za de María.
71. No conocemos nada tan sintético, tan exacto y a la i) De dos maneras puede un escultor sacar al natural una estatua
vez tan práctico y piadoso sobre este asunto como la argumen- o retrato: labrándola en materia dura e informe o vaciándola en un molde.
tación de San Luis María Grignion de Montfort en su pre- El primer procedimiento es largo, difícil, expuesto a muchos peligros; un
golpe mal dado de cincel o de martillo basta, a veces, para echarlo todo a
cioso librito El secreto de María 7 . Ofrecemos al lector una sín-
perder. Pronto, fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin gastos, con
tesis de aquellos razonamientos, con frecuencia a base de sus tal de que el molde sea perfecto y que represente al natural la figura; con tal
mismas palabras. de que la materia de que nos servimos sea manejable y de ningún modo re-
sista a la mano.
I) NECESIDAD DE SANTIFICARSE POR MEDIO DE MASÍA.—a) Ahora bien: el gran molde de Dios, hecho por el Espíritu Santo para
Es volun-
tad de Dios que nos santifiquemos. formar al natural un Dios-Hombre por la unión hipostática y para formar
b) Para santificarse hay que practicar las virtudes. un hombre deificado por la gracia, es María. Ni un solo rasgo de divinidad
c) Para practicar la virtud necesitamos la gracia de Dios. falta en este molde; cualquiera que se meta en él y se deje manejar recibe
d) Para hallar la gracia de Dios hay que hallar a María. allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios; y esto de manera suave
2) ¿PoR QUÉ Así ?—a) Porque sólo María ha hallado gracia delante y proporcionada a la debilidad humana, sin grandes trabajos ni angustias;
de Dios, ya para sí, ya para todos y cada uno de los hombres en particu-
de manera segura y sin miedo a ilusiones, pues no tiene aquí parte el demo-
nio ni tendrá jamás entrada donde esté María; de manera, en fin, santa
lar. Ni los patriarcas, ni los profetas, ni todos los santos de la Ley antigua
pudieron hallarla en esta forma. e inmaculada, sin la menor mancilla de culpa.
¡Cuánto va del alma formada en Jesucristo por los medios ordinarios,
b) Porque María dio el ser y la vida al Autor de la gracia, y por eso
que, como los escultores, se fía de su propia pericia y se apoya en su indus-
se la llama Mater gratiae.
tria, al alma bien tratable, bien desligada, bien fundida, que, sin estribar
c) Porque Dios Padre, de quien todo don perfecto y toda gracia des-
en sí, se mete dentro de María y se deja manejar allí por la acción del Es-
ciende como de su fuente esencial, dándole a su divino Hijo, le dio a María píritu Santo! ¡Cuántas tachas, cuántos defectos, cuántas tinieblas, cuántas
todas las gracias,
ilusiones, cuánto de natural y humano hay en la primera! ¡Cuán pura,
d) Porque Dios la ha escogido como tesorera, administradora y dis-
divina y semejante a Jesucristo es la segunda!
pensadora de todas las gracias, de suerte que todas pasan por sus manos;
j) Porque María es el paraíso de Dios y su mundo inefable, donde
y conforme al poder que ha recibido, reparte Ella a quien quiere, como el Hijo de Dios entró para hacer maravillas, para guardarle y tener en él
quiere, cuando quiere y cuanto quiere las gracias del Eterno Padre, las vir-
tudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo. sus complacencias. Un mundo ha hecho para el hombre peregrino, que
e) Porque así como en el orden de la naturaleza ha de tener el niño es la tierra que habitamos; otro mundo para el hombre bienaventurado,
que es el cielo; mas para sí mismo ha hecho un paraíso y lo ha llamado Ma-
padre y madre, así en el orden de la gracia, para tener a Dios por Padre, ría. Por eso es ella templo de la Santísima Trinidad y sagrario de Dios
es menester tener a María por Madre. vivo. ¡Feliz el alma a quien el Espíritu Santo revela el secreto de María
f) Porque así como María ha formado la Cabeza de los predestina-
para que le conozca, y le abre este huerto cerrado para que entre en él,
dos, Jesucristo, a ella pertenece formar los miembros de esta Cabeza, que
y esta fuente sellada para que de ella saque el agua viva de la gracia y beba
somos los cristianos; que no forman las madres cabezas sin miembros ni en larga vena de su corriente! Esta alma no hallará sino a Dios solo, sin
miembros sin cabeza. Quien quiera, pues, ser miembro de Jesucristo, lleno las criaturas, en María; pero a Dios, al par que infinitamente santo y subli-
de gracia y de verdad, debe dejarse formar por María mediante la gracia de me, infinitamente condescendiente y al alcance de nuestra debilidad. En
todas partes está Dios y en todas se le puede hallar; pero en ninguna pode-
ú Cuál sea la naturaleza del mérito de María con relación a nosotros, es cuestión todavía mos hallarle tan cerca y tan al alcance de nuestra debilidad como en Ma-
discutida entre los teólogos. Algunos ven tan sólo un mérito de conveniencia (de congruo );
otros afirman que se trata de un mérito estricto, aunque no según todo el rigor de la justicia, ría. En todas partes es el pan de los fuertes y de los ángeles, pero en María
sino únicamente por cierta proporcionalidad (de condigno ex condignitate). es el pan de los niños 8
parece que llevan razón estos últimos. A nosotros nos .
Corren en España numerosas ediciones. Nosotros utilizamos la de la BAC (n.t t c ) a De esta hermosa idea se desprende que el mejor modo de practicar el espíritu de in-
p.268-300.
fancia espiritual (que tanto inculcó Santa Teresa del Niño Jesús) es abandonarse totalmente
k) En fin: nadie imagine—como ciertos falsos iluminados—que Ma-
ría, por ser criatura, es impedimento para la unión con el Creador. No es 3. La verdadera devoción de María
va María quien vive; es Jesucristo solo, es Dios solo, quien vive en ella. La
transformación de María en Dios excede a la de San Pablo y todos los otros 72. Todavía en esta sección vamos a recoger las ideas de
santos, más que el cielo a la tierra. Por eso, cuanto más unida está un alma
a María, tanto más íntimamente permanece unida a Dios, que habita en ella. San Luis María Grignion de Montfort en su admirable libro
Quien encuentra a María, encuentra en ella a Jesús, y en Jesús a Dios. No La verdadera devoción a la Santísima Virgen, que es la obra
hay camino más seguro y rápido para encontrar a Dios que buscarlo en maestra de la devoción a María, precioso vademécum que debe
María. Según el orden establecido por la divina Sabiduría, como dice Santo
Tomás, no se comunica Dios ordinariamente a los hombres, en el orden de andar continuamente en manos de todos los amantes de María.
la gracia, sino por María. Para subir y unirse a El preciso es valerse del Después de un primer capítulo en el que se habla de la ne-
mismo medio de que El se valió para descender a nosotros, para hacerse cesidad de la devoción a María para la salvación y santificación
hombre y comunicarnos sus gracias; y ese medio tiene un nombre dulcísi- y de un segundo en el que se exponen algunas verdades fun-
mo: María. damentales en torno a la devoción a la Virgen, describe San
Para entrar en los planes de Dios es, pues, necesario tener Luis en el capítulo tercero las características de la verdadera y
una devoción entrañable a María. Ella nos conducirá a Jesús falsa devoción. He aquí un breve resumen de sus ideas, que
y trazará en nuestras almas los rasgos de nuestra configuración deben ser largamente meditadas en su fuente original.
con El, que constituyen la esencia misma de nuestra santidad z. Caracteres de la falsa devoción a María.—Siete son las clases
y perfección. de falsos devotos de María que señala San Luis:
He aquí cómo demuestra esta verdad San Luis María Grig- a) Los DEVOTOS CRÍTICOS: gente orgullosa y altanera que se dedica a
nion de Montfort 9 . Al hablar de los motivos para tener una criticar las prácticas sencillas e ingenuas de devoción a María, tachándolas
gran devoción a María, dice que uno de los principales es con ligereza de antiteológicas o exageradas.
porque conduce a la unión con Nuestro Señor. Y afirma que éste b) Los DEVOTOS ESCRUPULOSOS: que temen rebajar a Cristo si ensalzan
es el camino más fácil, más breve, más perfecto y más seguro. demasiado a María, sin advertir que jamás se honra tanto a Jesucristo como
cuando se honra a María, ya que sólo vamos a ella como medio más seguro
Camino fácil: es el camino que Jesucristo ha abierto viniendo a nosotros, y camino más recto para hallarle a El.
y en el que no hay obstáculo alguno para llegar a El. La unción del Espí- c) Los DEVOTOS EXTERIORES: que hacen consistir toda su devoción a
ritu Santo lo hace fácil y ligero. María en algunas prácticas exteriores; se cargan de medallas y escapularios,
Camino corto: ya porque en él no se extravía nadie, ya porque por él pertenecen a todas las cofradías, asisten a todas las procesiones, rezan dis-
se anda con más alegría y facilidad y, por consiguiente, con más prontitud. traídamente interminables oraciones...; pero sin esforzarse en enmendar su
En el seno de María es donde los jovencitos se convierten en ancianos vida, en corregir sus pasiones y en imitar las virtudes de María. Sólo aman
por la luz, por la santidad, por la experiencia y por la sabiduría, llegando lo sensible de la devoción, sin gustar lo que tiene de sólido; si les falta el
en pocos años a la plenitud de la edad en Jesucristo. sentimentalismo, creen que ya no hacen nada, se desalientan, lo abandonan
Camino perfecto : pues María es la más santa y la más perfecta de todas todo o lo hacen rutinariamente.
las criaturas, y Jesucristo, que ha venido de la manera más perfecta a nos- d) Los DEVOTOS PRESUNTUOSOS: que se amparan en su pretendida de-
otros, no ha tomado otro camino en tan grande y admirable viaje. voción a María para vivir tranquilos en sus vicios y pecados, pensando que
Camino seguro : porque el oficio de María es conducirnos con toda se- Dios les perdonará, que no morirán sin confesión y no se condenarán por-
guridad a su Hijo, así como el de Jesucristo es llevarnos con seguridad a su que rezan la corona, o llevan el escapulario, o pertenecen a la cofradía de la
Eterno Padre. La dulce Madre de Jesús repite siempre a sus verdaderos Virgen, etc. Estos tales cometen una gravísima injuria contra María,
devotos las palabras que pronunció en las bodas de Caná enseñándonos a como si ella estuviera dispuesta a autorizar el crimen o a ayudar a crucificar
todos el camino que lleva a Jesús: <Haced todo lo que El os digas (Io 2,5). a su divino Hijo, salvando, de todas formas, a los que quieren vivir en pe-
cado. Gran señal de reprobación llevan todos éstos encima.
Pero para lograr estas ventajas y saludables efectos es pre-
e) Los DEVOTOS INCONSTANTES: que por ligereza cambian sus prácticas
ciso practicar una devoción a María sólida y verdadera. Veamos de devoción o las abandonan completamente a la menor tentación, sequedad
en qué consiste. o disgusto. Ingresan en todas las cofradías, pero bien pronto dejan de cum-
plir los deberes y prácticas que imponen.
en brazos de María como un niñito en los de su madre. Nadie necesita tanto de los cuí dad,
de una madre como los niños pequeñitos.
9 Cf. La verdadera devoción a la Santísima Virgen c.5
f) Los DEVOTOS HIPÓCRITAS: que ingresan en las cofradías y visten la
a.5 P.522ss (ed. BAC). librea de María para ser tenidos por buenos.
g) Los DEVOTOS INTERESADOS: que no recurren a María más que para
ganar algún pleito, para curar de una enfermedad o pedirle otros bienes tem-
porales, fuera de los cuales se olvidan de ella.
2. Caracteres de la verdadera devoción a María.—Después de des- guirnalda suavísima de rosas con que ceñimos su Corazón
cubrir reprobar las falsas devociones a María, señala San Luis las caracte-
rísticas- de la verdadera. Las principales son cinco:
kinmaculado, clarísima señal de predestinación para todos los
a) DEVOCIÓN INTERIOR: esto es, nacida del espíritu y del corazón. P ro
que le recen devota y diariamente, prenda y garantía de las más
-viendlastmquhceSantísimVrg,delaqunos fecundas bendiciones divinas, al que María ha vinculado en
formamos de su grandeza y del amor sincero y entrañable que le profesamo s . nuestros días—en Lourdes y en Fátima principalmente—la
b) DEVOCIÓN TIERNA: es decir, llena de confianza en la Santísima Vir- salvación del mundo. Ningún devoto de María que se precie
gen, como la del niño en su cariñosa madre. Ella nos hace recurrir a María de tal omitirá un solo día el rezo del santísimo rosario—al me-
en todas las necesidades de alma y cuerpo, en todos los tiempos, lugares y
cosas con gran sencillez, confianza y ternura: en las dudas, para que nos ilu- nos una tercera parte—aunque por circunstancias inesperadas
mine; en los extravíos, para volver al buen camino; en las tentaciones, para tenga que omitir cualquiera otra práctica de devoción mariana:
que nos sostenga; en las debilidades, para que nos fortifique; en las caídas, el rosario las suple todas y a él no le suple ninguna.
para que nos levante; en los desalientos, para que nos infunda nuevos áni- b) Los cinco primeros sábados, a los que la Virgen del Ro-
mos; en los escrúpulos, para que los disipe; en las cruces, trabajos y contra-
tiempos de la vida, para que nos consuele. Siempre y en todo recurriendo a sario de Fátima ha vinculado una regaladísima promesa análo-
María como Madre cariñosa y llena de ternura. ga a la de los primeros viernes en honor del Sagrado Corazón
c) DEVOCIÓN SANTA: o sea, a base de evitar el pecado e imitar las virtu- de Jesús.
des de María, principalmente su profunda humildad, su fe vivísima, su obe-
diencia ciega, su oración continua, su mortificación total, su pureza divina, su He aquí sus propias palabras, dirigidas a Lucía, la afortunada vidente
caridad ardiente, su paciencia heroica, su dulzura angélica y su sabiduría ce- de Fátima, el día Io de diciembre de 1921: «Mira, hija mía, mi Corazón todo
lestial, que son las diez principales virtudes de la Santísima Virgen. punzado de espinas, que los hombres en todo momento le clavan con sus
blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarle y haz saber que
d) DEVOCIÓN CONSTANTE: o sea, que consolida el alma en el bien y hace
yo prometo asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la
que no abandone fácilmente sus prácticas de devoción; le da ánimo para salvación eterna, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco
oponerse a los asaltos del mundo, del demonio y de la carne; le hace evitar meses consecutivos se confiesen, reciban la sagrada comunión, recen la ter-
la melancolía, el escrúpulo o la timidez; le da fuerzas contra el desaliento. cera parte del rosario y me hagan compañía durante un cuarto de hora me-
Y no quiere esto decir que no caiga y experimente algún cambio en lo sensi- ditando en los quince misterios del rosario con intención de darme repa-
ble de su devoción, sino que si tiene la desgracia de caer, se vuelve a levan- ración» lo.
tar en seguida, tendiendo la mano a su bondadosa Madre; y si carece de gusto
y devoción sensible, no se desazona por ello, porque el verdadero devoto de En orden a la conversión de los pecadores y a la perseve-
María vive de la fe en Jesús y en su cariñosa Madre, y no de los sentimientos
corporales.
rancia final de los justos es eficacísima también la devoción de
e) DEVOCIÓN DESINTERESADA: es decir, que no sirve a María por espíritu
las Tres Avemarías, como se ha comprobado muchísimas veces
de lucro o interés ni por su bien temporal o eterno del cuerpo o del alma, en la práctica.
sino únicamente porque ella merece ser servida, y Dios en ella. Ama a c) El Ave María y el Angelus, cuya piadosa y frecuente
María no tanto por los favores que de ella recibe o espera recibir, sino prin- recitación llena de gozo a María al recordarle la escena de la
cipalmente porque ella es digna de todo nuestro amor. Por eso la sirve y
ama con la misma fidelidad en sus contratiempos y sequedades que en las
anunciación y su título supremo de Madre de Dios; la letanía
dulzuras y fervores sensibles: igual amor le profesa en el Calvario que en lauretana, en la que se recorren los títulos y grandezas de María
las bodas de Caná. ¡Cuán agradables y preciosos son ante Dios y su santísima al mismo tiempo que se implora su protección; la Salve, Regi-
Madre estos devotos suyos que no se buscan a sí mismos en ninguno de los na, bellísima plegaria, llena de suavidad y de ternura; el Sub
servicios que les prestan!
tuum praesidium y el O Domina mea!, fórmulas que destilan amor,
confianza y entrega total a María; el Acordaos, de San Bernardo,
4. Principales devociones marianas que, sin duda, recrea los oídos de María por la confianza in-
quebrantable en su maternal misericordia que con ella le ma-
73. Con estas disposiciones hemos de practicar las devo-
nifestamos; y, sobre todo, el Magnificat, cántico sublime que
ciones marianas, escogiendo entre ellas las que nos inspiren el Espíritu Santo hizo brotar del corazón de María para en-
mayor devoción, se acomoden mejor a las obligaciones de nues- grandecer las maravillas que el Altísimo realizó en ella «por
tro estado y exciten más nuestra piedad hacia ella. He aquí haberse fijado en la humildad y pequeñez de su esclava».
las principales: d) El oficio parvo de la Santísima Virgen, verdadero bre-
a) El santísimo rosario: devoción mariana por excelencia, zo Del Manual Oficial del Peregrino de Fátima, editado por orden del obispo de Leiría,
riquísimo sartal de perlas que desgranamos a los pies de María, 9 de mayo de 1939.
viario de las almas enamoradas de María, en el que se ensalzan l.vo el voto y sus consecuencias, se parece mucho al acto heroi-
sus grandezas utilizando las fórmulas incomparables de la li- 0 en favor de las almas del purgatorio:
turgia oficial de la Iglesia. »Hay que escoger un día señalado para entregarse, consagrarse y sacri-
e) El escapulario y la medalla de la Virgen, que son como ficarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento, por
un escudo protector y prenda de una especial bendición de 1entero y sin reserva alguna: cuerpo y alma, bienes exteriores y fortuna, como
María para todos los que sepan llevarlos con espíritu de filial Basa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus méritos, gracias,
virtudes y satisfacciones.
devoción y para imitar mejor sus virtudes. Entre los escapula- Es preciso notar aquí que con esta devoción se inmola el alma a Jesús
rios destaca por su antigüedad y veneración el de la Virgen por María como un sacrificio, que ni en orden religiosa alguna se exige,
Santísima del Carmen, al que María vinculó una promesa de de todo cuanto el alma más aprecia y del derecho que cada cual tiene de
salvación que, al igual que la de los cinco primeros sábados, disponer a su arbitrio del valor de todas sus oraciones y satisfacciones; de
suerte que todo se deja a disposición de la Santísima Virgen, que a voluntad
no obtendrán los que pretendan apoyarse en ella para vivir suya lo aplicará para la mayor gloria de Dios, que sólo ella perfectamente
tranquilamente en pecado; y entre las medallas se ha impuesto, conoce.
principalmente, en todo el orbe católico la llamada Milagrosa, A disposición suya se deja todo el valor satisfactorio e impetratorio de
que inspiró la Santísima Virgen a la humilde hija de la Caridad las buenas obras; así que, después de la oblación que de ellas se ha hecho,
Santa Catalina Labouré. aunque sin voto alguno, de nada de cuanto bueno hace es ya uno dueño;
la Virgen Santísima puede aplicarlo ya a un alma del purgatorio para ali-
viarla o libertarla, ya a un pobre pecador para convertirle.
También nuestros méritos los ponemos con esta devoción en manos de
5. Métodos de vida mariana la Santísima Virgen; pero es para que nos los guarde, embellezca y aumente,
puesto que ni los méritos de la gracia santificante ni los de la gloria podemos
Vamos a decir unas palabras sobre dos métodos excelentes unos a otros comunicarnos. Dámosle, sin embargo, todas nuestras oracio-
da vida mariana que se han propuesto a los fieles con la bendi- nes y obras buenas, en cuanto son satisfactorias e impetratorias, para que las
ción y aliento de la santa Iglesia: la santa esclavitud mariana y distribuya y aplique a quien le plazca. Y si después de estar así consagrados
a la Santísima Virgen deseamos aliviar a alguna alma del purgatorio, salvar
la piedad filial mariana. a algún pecador, sostener a alguno de nuestros amigos con nuestras ora-
ciones, mortificaciones, limosnas o sacrificios, preciso es pedírselo humil-
a) La santa esclavitud mariana 11 demente a ella y estar a lo que determine, aunque no lo conozcamos; bien
persuadidos de que el valor de nuestras acciones, administrado por las ma-
74. Es un método de santificación propuesto por San nos mismas de que Dios se sirve para distribuirnos sus gracias y dones, no
Luis María Grignion de Montfort a base de una entrega total podrá menos de aplicarse a la mayor gloria suya.
a María. «Consiste—explica el Santo—en darse todo entero, He dicho que consistía esta devoción en entregarse a María en calidad
de esclavo; y es de notar que hay tres clases de esclavitud. La primera es es-
como esclavo, a María y a Jesús por ella; y, además, en hacer clavitud de naturaleza; buenos y malos son de esta manera siervos de Dios.
todas las cosas por María, con María, en María y para Ma- La segunda es esclavitud forzada; los demonios y los condenados son de
ría» 12. este modo esclavos de Dios. La tercera es esclavitud de amor y voluntaria;
Este método lleva consigo esencialmente dos cosas: a) un y con ésta debemos consagrarnos a Dios por medio de María del modo más
perfecto con que puede una criatura consagrarse a su Creador»13.
acto de entrega total o perfecta consagración a María, que es el
acto radical y más importante de todos, en virtud del cual co- En cuanto al segundo elemento esencial—vida de unión
mienza para el alma como un estado nuevo (a semejanza del íntima con María—, el que se ha entregado a ella por esclavo
religioso en el día de su profesión); y b) esforzarse en vivir en ha de hacerlo todo:
adelante conforme a las exigencias de esa entrega total, buscan- Por María : o sea, que hay que acudir siempre a Nuestro
do en todas las cosas la unión con María; es decir, haciéndolo Señor por medio de María, sin atrevernos a comparecer nunca
todo por, con, en y para María, a fin de unirnos por ella más ante El sin ir acompañados de su Madre, que lo es también
íntimamente a Jesús. nuestra.
He aquí cómo explica el Santo el alcance cae este acto, quc, Con María : o sea, tomando a la Virgen por modelo acabado
de todo lo que se ha de hacer.
S,av Loen NIist.ín (iRk^:i N DE Mu rr n:r
^ ^ , obras citadas, s el prec ■ nso
En María : es decir, entrando y morando en el Corazón de
de LHOUME.11', La ríe spirihiclle u l'école de Saint Louis-Marie Grignion de 1\.lunt)ort, doiss's
se expone ampliamente este sistema de espiritualidad mariana.
12 Cf. El secreto de María p.2.. n.28 p.279 (ed. BAC). 13 El secreto de María p.2.° n.29-32 p.279-80 (ed• BAC)•
María, en sus intenciones y sentimientos, de tal manera que filial, hasta el punto de que «al hacer suyo, en cierta ocasión, un
sea ella como nuestra atmósfera, nuestro mundo, el aire en que acto de consagración a María del P. Gallifet, autor esclavista,
vivimos y respiramos. conserva el P. Chaminade todo el texto de la oración, pero reem-
Para María: no buscándonos en nada a nosotros mismos, plaza cuidadosamente la expresión esclavo por la de hijo» 16.
sino haciéndolo todo para gloria de María, como fin próximo, Sin embargo, nos parece que no habría captado el verdadero sentido de
y a través de ella, para honra y gloria de Dios, como fin último la piedad filial mariana el que se limitase exclusivamente a ese cambio de
y absoluto. terminología o de actitud interior. No se trata únicamente de amar a María
Como se ve, se trata de un acto muy excelente y heroico, de como hijo, de imitarla como hijo, de vivir continuamente por ella, con ella,
honda trascendencia y repercusión en toda nuestra vida espi- en ella y para ella como hijo, etc. Sin duda que todo eso se requiere para ser
y vivir como hijo auténtico de María. Pero el movimiento de piedad filial
ritual, a la que traza una dirección eminentemente mariana, mariana aspira a mucho más que todo eso. Quiere amar a María, no con
muy concreta y determinada. Por lo mismo, no debe hacerse nuestro propio corazón, que siempre resultará demasiado pequeño y des-
con demasiada ligereza y prontitud, sino después de madura proporcionado, aunque lo pongamos a los pies de María en su máxima ten-
reflexión y de acuerdo con el director espiritual. Porque, aunque sión, sino con el corazón mismo de su divino Hijo Jesús. Esto no es una ilusión
ni una quimera, si tenemos en cuenta que Cristo habita realmente por la fe
es cierto que no lleva consigo un verdadero voto que obligue ' en nuestros corazones (Eph 3,17), y que toda alma en gracia recibe conti-
a su cumplimiento por la virtud de la religión, sería poco serio puamente su influjo vital como miembro de su Cuerpo místico, del cual es
e irreverente volverse fácilmente atrás de la palabra empeñada El la divina Cabeza. Nada impide, por consiguiente, que nos unamos ínti-
o vivir como si no se hubiese hecho tal consagración o no se la mamente a los sentimientos filiales de Jesucristo para con su Madre con el
hubiera dado el sentido profundo que tiene. Pero los que, mo- fin de que, al amar nosotros a María, sea el mismo Cristo quien la ame en
nosotros.
vidos por un especial atractivo del Espíritu Santo, y con la De manera que la piedad filial mariana tiende en primerísimo lugar a
expresa autorización de su director espiritual, se decidan a 'identificarnos con Cristo cada vez más, hasta transformarnos en El y poder
hacer esta entrega total a María, con todas sus inmensas reper- exclamar con toda verdad: «Ya no soy yo quien vivo, sino Cristo en mí;
ya no soy yo quien amo a María, sino Cristo quien la ama en mía. De esta
cusiones, no duden un instante de que—como explica admira- 'suerte, por así decirlo, completaremos en nosotros lo que falta al amor
blemente San Luis—la Santísima Virgen les amará con par- filial de Jesús para con María en relación a los miembros de su Cuerpo
ticular predilección, les proveerá con esplendidez y largueza de místico, que es la Iglesia (cf. Col 1,24).
todo cuanto necesiten en alma y cuerpo, les guiará con mano
firme por los caminos de la santidad, les defenderá y protegerá Los FUNDAMENTOS DOGMÁTICOS de este espléndido método
,de piedad mariana son principalmente estos tres:
contra los peligros y asechanzas de sus enemigos, intercederá
continuamente por ellos ante su divino Hijo y les asegurará su a) La maternidad espiritual de María sobre todos nos-
perseverancia, prenda y garantía de su felicidad eterna 14. otros.
b) El misterio de nuestra incorporación a Cristo por la
gracia y como miembros de su Cuerpo místico.
b) La piedad filial mariana 15
c) La obligación de imitar a Jesús como Hijo de María.
75. Enteramente paralelo y similar al método de esclavi- Hay que aspirar a tener en nuestros corazones los mismos
tud mariana que acabamos de exponer, pero muy distinto en la asentimientos que Jesucristo tuvo en el suyo (Phil 2,5), con lo
manera de enfocar la vida de consagración total a María, existe Cual nuestra piedad mariana no será sino una participación y
el método de piedad filial mariana, propagado principalmente, extensión de la piedad filial de Jesús para con su Madre san-
aunque no exclusivamente, por los marianistas siguiendo las ' tisima; y como Jesús se hizo Hijo de María para salvar a la
huellas de su fundador, el P. Guillermo José Chaminade. humanidad, hay que concluir que la piedad filial mariana ha
Casi todo lo que acabamos de decir en torno a la santa es- de ser eminentemente apostólica. Maria duce! ha de ser el grito
clavitud mariana es válido aplicado a la corriente de la piedad de combate del verdadero hijo de María.
14 La verdadera devoción a la Santísima Virgen c.6 a.2 p.550 56 (ed. BAC).
No podemos detenernos aquí en exponer ampliamente otros rasgos her-
1 s Sobre esta magnífica forma de piedad mariana pueden leerse con fruto las obras del mosísimos de esté método de espiritualidad mariana, que la misma Iglesia
marianista francés NEUBERT Mi ideal, Jesús, Hijo de María (3.. ed. Carabanchel Alto 1949i parece proponer a todos los cristianos al decir en el mismo Código canónico
La devoción a María (Madrid 195o); Nutre Mere, pour la mieux connaítre (ed. X. Mappus. :que *deben todos los fieles honrar con filie' devoción a la Santísima Virgen
1941), etc.; y la de los marianistas españoles BERNARDO CUEVA, Doctrina y vida marianas (Ma-
drid 1953), y FÉLIX FERNÁNDEZ, La piedad filial mariana (Madrid 1954). 16 P. FÉLIX FERNÁNDEZ, S.M., O.C., p.I20.
bien: Dios dispuso el cuerpo dando mayor decencia al que carecía de ella,
María> (cn. r 276). Sin embargo, sería un error tratar de reclamar para una a fin de que no hubiera escisiones en el cuerpo, antes todos los miembros
determinada forma de devoción mariana la exclusiva o el monopolio sobre
se preocupen por igual unos de otros. • De esta suerte, si padece un miembro,
todas las demás. Es preciso respetar la inclinación particular de cada alma, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los
bajo la moción directa del Espíritu Santo, que no lleva a todos por el mismo otros a una se gozan. Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno en
camino. El alma debe seguir el atractivo especial de la gracia y seguir el
parte, según la disposición de Dios en la Iglesia'>.
método de piedad mariana que más eficaz le resulte para desprenderse por
completo de sí misma y entregarse totalmente a María bajo el título de Rei- En torno a esta sublime doctrina expondremos los siguientes
na de cielos y tierra o el dulcísimo de Madre de Jesús y Madre nuestra.
puntos fundamentales:
I. Idea general de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo.
2. Cristo, cabeza del Cuerpo místico.
CAPITULO V 3. El cristiano, miembro del Cuerpo místico de Cristo.
La Iglesia, Cuerpo místico de Cristo t. Idea general de la Iglesia como Cuerpo místico
76. Pío XII, ene. Mystici corporis; CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmático de Cristo
sobre la Iglesia; CONGAR, Ensayos sobre el misterio de la Iqlrsis (Barcelona); SAURAS, El Cuevpa
místico de Cristo (BAC, Madrid); H. DE LUBAC, Meditación sobre la Iglesia (Bilbao); MERSCH,
Le Corp mystique du Christ (Bruselas); MuRA, El Cuerpo místico de Jesucristo (Salamanca); 78. Si quisiéramos ofrecer al lector una visión panorámica
JOLRNET, Teología de la Iglesia (Bilbao); CERFAUX, La Iglesia en San Pablo (Bilbao); CLE-
RISSAC, El misterio de la Iglesia (Madrid).
de la teología de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo, no
podríamos presentarle nada tan completo y sintético como la
77. Después de haber expuesto la doctrina trinitaria, cris- encíclica de Pío XII sobre ese mismo asunto. Ante la imposi-
tológica y mariológica en orden a nuestra vida cristiana, se bilidad de recogerla en su texto íntegro—por falta material
impone la consideración de la Iglesia como Cuerpo místico de espacio—, ofrecemos el siguiente esquema, muy comple-
de Cristo. Ella completa y cierra el ciclo de la obra salvífica to y detallado 2 .
de Dios con relación al hombre y establece el punto de partida
de nuestro retorno hacia Dios. PRIMERA PARTE: LA IGLESIA, CUERPO MÍSTICO DE CRISTO
La doctrina del Cuerpo místico de Jesucristo consta expre- A. Cristo quiso constituir la Iglesia
samente en las fuentes de la divina revelación. El apóstol San
Pablo habla repetidas veces de este sublime misterio, sobre I. Adán había sido creado en gracia, que se transmitiría
todo en la carta primera a los fieles de Corinto. He aquí el pa- a sus descendientes. Pero pecó y manchó con el pecado origi-
saje más importante y explícito 1 : nal a todos los hombres, haciéndoles perder aquel tesoro di-
«Así como siendo el cuerpo uno tiene muchos miembros, y todos los
vino y, con él, el derecho a la vida eterna.
miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también 2. El Verbo de Dios tomó entonces la naturaleza humana
Cristo. Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo y nos ganó como a consanguíneos suyos, no sólo la justificación,
Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya sino una inefable abundancia de gracias.
siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu. Porque el cuerpo no
es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: «Porque no soy mano no
3. Estas gracias pudo repartirlas por sí mismo al género
soy del cuerpo», no por eso deja de ser del cuerpo. Y si dijere la oreja: «Por-
humano, pero quiso hacerlo por medio de una sociedad: ésa
que no soy ojo no soy del cuerpo», no por eso deja de ser del cuerpo. Si es la Iglesia.
todo el cuerpo fuera ojos, ¿dónde estaría el oído? Y si todo él fuera oídos,
¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto los miembros en el cuerpo, B. La Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo
cada uno de ellos como ha querido. Si todos fueran un miembro, ¿dónde
estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, pero uno solo el cuerpo. Y no I. LA IGLESIA ES UN CUERPO:
puede el ojo decir a la mano: «No tengo necesidad de ti». Ni tampoco la
cabeza a los pies: «No necesito de vosotros». a) Uno, indiviso, visible, orgánico, jerárquico.
Aún hay más: los miembros del cuerpo que parecen más débiles son b) Provisto de sacramentos con que subvenir a las nece-
los más necesarios; y a los que parecen más viles los rodeamos de mayor
honor, y a los que tenemos por indecentes los tratamos con mayor decen-
sidades individuales y sociales.
cia, mientras que los que de suyo son decentes no necesitan de más. Ahora c) Cuyos miembros son no sólo los jerarcas ni sólo los
2 Cf. Pío XII, encíclica Mrstici corporis Christi, edición de la Acción Católica Española.
1 Cf. I Coi 12,12-23.
carismáticos, sino todos los bautizados que profesan la verda- sólo el bien del conjunto; en el místico, el fin último es el bien de cada uno
dera fe y n o han sido apartados de la Iglesia por sí mismos
.
u de los miembros o personas.
por la legítima autoridad, aunque sean pecadores.
d) Y están trabados entre sí orgánica y jerárquicamente, b) Ni puramente moral, con elementos exclusivamente ju-
incluso entre quienes no están dotados de la potestad de orden. rídicos y sociales:
Así poseen especial dignidad en la sociedad cristiana los pa- — En el cuerpo moral el principio de unidad es el fin común y la cola-
dres, los padrinos del bautismo y los seglares que prestan su boración mutua bajo una autoridad; en el místico se da un nuevo elemento
colaboración a la jerarquía eclesiástica. sobrenatural e infinito (el Espíritu Santo) que actúa como principio de
unidad.
2. LA IGLESIA ES EL CUERPO DE CRISTO: -- Por eso la Iglesia supera inmensamente a toda otra sociedad pura-
mente natural, aunque ésta reconozca también a Dios como autor.
a) Porque Cristo es su fundador :
c) Por consiguiente, hay que rechazar los errores:
— Que comenzó a edificarla cuando predicaba el Evangelio.
— Y la consumó en la cruz al abolir la ley vieja y extender la Iglesia — de los que se forjan una Iglesia escondida e invisible.
a los gentiles. — de los que la consideran como una simple creación humana.
— Promulgándola el día de Pentecostés. — de los que desprecian la Iglesia «jurídica» en oposición a lo que lla-
man «Iglesia de la caridad».
b) Porque Cristo es su cabeza: — de los que creen deficiente su constitución jurídica, sin tener en
cuenta que a ella pertenecen también los pecadores, de quienes las deficien-
— Por razón de su excelencia como Hombre-Dios. cias proceden.
— Por razón de su gobierno, pues nos instruyó cuando moraba en la
tierra, concedió a los apóstoles y sucesores la potestad de enseñar, regir y
santificar, y en la actualidad dirige a la Iglesia de manera invisible y extra SEGUNDA PARTE: UNIÓN DE LOS FIELES CON CRISTO
ordinariamente por sí mismo, y de manera visible y ordinaria por el papa
y los obispos. A. Semejanzas bíblicas
— Por razón de la mutua necesidad, pues Cristo quiso condicionar los
frutos de la redención a la colaboración de los fieles. La unión de Cristo y de los fieles se compara en la Es-
— Por razón de la semejanza de naturaleza, pues Cristo se hizo consan- critura:
guíneo nuestro, y a su vez nos quiere semejantes a El.
— Por razón de la plenitud y perfección de los dones celestiales. a) A la del vínculo matrimonial (Eph 5,22-23).
— Por razón del influjo que ejerce sobre la Iglesia, al iluminarla y san- b) A la de los sarmientos y la vid (Io 15,1-5).
tificarla como autor y causa de la santidad. c) A la del organismo de nuestro cuerpo (Eph 4,16).
c) Porque Cristo es su sustentador : d) A la unión inefable del Padre y del Hijo (Io 17,21-23).
B. Vínculos de la unión
— Por razón de su misión jurídica, pues es El quien por la Iglesia bau-
tiza, enseña, gobierna, etc.
I. JURÍDICOS Y SOCIALES:
-- Por razón del Espíritu Santo, que es el alma del Cuerpo místico y
que Cristo concedió a la Iglesia como fuente de todo don. a) El fin: la santificación de sus miembros.
d) b) La fuente: la Santísima Trinidad.
Porque Cristo es su Salvador : c) Los sacramentos, que alimentan la vida cristiana.
— Salvador de todos. d) Las leyes de la Iglesia, que la rigen y gobiernan.
— Pero especialmente de los fieles.
e) El Papado, representación viviente de Cristo.
— Y en cuya obra salvadora podemos nosotros prestarle ayuda.
2. LAS VIRTUDES TEOLOGALES:
3. LA IGLESIA ES UN CUERPO MÍSTICO:
a) No físico, como el nacido de María y oculto en la a) La fe.
Eucaristía: b) La esperanza.
c) La caridad, afectiva y efectiva, para con Dios y el pró-
— En el cuerpo físico, cada parte no goza de subsistencia propia; en el jimo.
místico, cada miembro goza de su propia personalidad.
— En el cuerpo físico, los miembros tienen como suprema finalidad
b) Observando sus leyes, incluso las que prescriben ciertas
C. La Iglesia «plenitud» de Cristo mortificaciones, como el ayuno y la abstinencia.
a) Cristo-cabeza forma en unión de sus miembros el c) Y amando a todos los miembros de la Iglesia, aunque
«Cristo total»: ;algunos sean indignos y aun pecadores.
— Por eso Cristo encuentra en su Iglesia su plenitud y complemento. 2. VIENDO A CRISTO EN LA IGLESIA:
— Por eso Cristo desde el cielo ve ante sus ojos y tiene unidos a sí a
todos los miembros de la Iglesia con mucha más claridad y mucho más amor
a) No sólo en el papa, los obispos y los sacerdotes, que
que una madre conoce y ama al hijo que lleva en su regazo, que cualquier a forman la jerarquía.
seconyamíi. b) Sino también en todos los fieles, especialmente en los
b) El amor de Cristo a los fieles se manifiesta principal- ,enfermos, en los heridos, en los débiles, en los niños y en los
mente: pobres.
3. IMITANDO EL AMOR DE CRISTO A LA IGLESIA:
— Por la fundación de la Iglesia.
— Por la donación del Espíritu Santo, que habita en nosotros. a) En la plenitud del afecto, que no excluye a ninguna
— Por la institución de la Eucaristía. raza o estirpe, ni a los mismos enemigos, ni a los hombres que
todavía no están unidos con nosotros en el cuerpo de la Igle-
TERCERA PARTE: EXHORTACIÓN PASTORAL sia, pero que están llamados a ella y a la eterna salvación como
nosotros.
A. Errores sobre la doctrina del Cuerpo místico
b) En la perseverancia en trabajar incansablemente en la
Hay que rechazar como perniciosos errores en torno a la edificación e incremento de la misma Iglesia, mediante la co-
doctrina del Cuerpo místico de Cristo: laboración de todos: sacerdotes, religiosos, miembros de la
a) El falso misticismo de quienes juntan y reúnen en una Acción Católica, asociaciones piadosas, padres y madres de
misma persona física al Redentor y a los redimidos; y atribu- familia.
yendo a los hombres propiedades divinas, hacen a Cristo su- c) En la oración incesante, como Cristo practicó y ense-
jeto de errores y concupiscencias. ñó, por los miembros de la Iglesia, por los paganos, por los
b) El falso quietismo de quienes atribuyen toda la vida hermanos separados—que deben entrar en la Iglesia, pero
espiritual del cristiano a la acción del Espíritu Santo, desde- libre y espontáneamente—, por los gobernantes, responsables
ñando la libre cooperación del hombre. del bien de los pueblos, y por la paz.
c) La falsa persuasión de que no hay que hacer tanto caso 4. PADECIENDO CON CRISTO:
de la confesión frecuente de los pecados veniales, puesto que
tenemos la confesión general que la Iglesia hace cada día por a) Supliendo con ello lo que falta a su dolorosa pasión
sus sacerdotes en nombre de los fieles. en pro de su Cuerpo místico, que es la Iglesia (cf. Col 1,24).
d) La falsa opinión de los que afirman que valen muy El ganó tesoros infinitos, pero la distribución de estos tesoros
poco o nada las oraciones privadas de los fieles, para valorar depende no poco de nuestras mortificaciones y buenas obras.
tan sólo la oración común o pública hecha en nombre de hl b) Levantando nuestros ojos al cielo y ofreciendo a Dios
Iglesia. nuestros dolores, enfermedades, persecuciones, angustias, ca-
e) La afirmación de que hay que dirigir las oraciones al lamidades de todo orden, etc., por el bien de todo el Cuerpo
Eterno Padre por medio de Cristo, pero no al mismo Cristo. místico y de la humanidad entera.
B. Exhortación a amar a la Iglesia C. Invocación final a María, Madre de la Iglesia
I. CON AMOR SÓLIDO: La Santísima Virgen María tiene especial relación con el
a) Amando no sólo los sacramentos y solemnidades litúr- Cuerpo místico de Cristo:
gicas, sino los mismos sacramentales y los diversos ejercicios a) Ella dio su consentimiento, en representación de todo
de piedad. el género humano, a la encarnación del Verbo, uniendo al
Hijo de Dios con la naturaleza humana en una sola hipóstasis
o persona.
b) Ella dio a luz a Cristo, cabeza del Cuerpo místico.
c) Ella presentó al recién nacido a los judíos y gentiles
l ede de la cabeza por la virtud sensitiva y motora que en ella
omina.
Ahora bien: todas estas excelencias pertenecen a Cristo es-
iritualmente; luego le corresponde ser cabeza de la Iglesia.
como Profeta, Rey y Sacerdote.
o rq ue:
p
d) Ella consiguió de Cristo el primer milagro en las bo- a) Le corresponde la primacía de orden, ya que es El el
das de Caná, en virtud del cual sus discípulos creyeron en <primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29) y ha sido
El (Io 2,11). ;constituido en el cielo «por encima de todo principado, potes-
e) Ella ofreció a Cristo en el Calvario por los pecados de tad, virtud y dominación y de todo cuanto tiene nombre, no
los hombres, conquistando por un nuevo título de dolor y de
gloria la maternidad espiritual sobre todos los miembros de sólo en este siglo, sino también en el venidero» (Eph 1,21),
a fin de que «tenga la primacía sobre todas las cosas» (Col 1,18).
Cristo. b) Le corresponde también la perfección sobre todos los
f) Ella consiguió que el Espíritu Santo se comunicara con demás, ya que se encuentra en El la plenitud de todas las gra-
dones prodigiosos a la Iglesia el día de Pentecostés.
cias, según aquello de San Juan (1,14): «Le hemos visto lleno
g) Ella, en fin, como Reina de los mártires, sufrió inmen- de gracia y verdad».
sos dolores y más que todos los fieles «cumplió lo que resta c) Le corresponde, finalmente, el influjo vital sobre todos
que padecer a Cristo en pro de su Cuerpo místico, que es su los miembros de la Iglesia, ya que «de su plenitud recibimos
Iglesia» (Col 1,24). todos gracia sobre gracia» (Io 1,16).
Hasta aquí el resumen esquemático de la encíclica Mystici San Pablo recogió en un texto sublime estas tres funciones
corporis Christi, del inmortal pontífice Pío XII. Veamos aho- de Cristo como cabeza de la Iglesia cuando escribe a los colo-
ra más detalladamente el papel de Cristo como cabeza del senses (1,18-20):
Cuerpo místico.
«El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; El es el principio, el primogé-
nito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas (OR-
2. Cristo, cabeza del Cuerpo místico 3 DEN), y plugo al Padre que en El habitase toda la plenitud (PERFECCIÓN)
79. Jesucristo es la cabeza del Cuerpo místico que es su y por El reconciliar consigo, pacificando por la sangre de su cruz todas las
cosas, así las de la tierra como las del cielos (INFLUJO).
Iglesia. Consta expresamente en la divina revelación: «A El
sujetó todas las cosas bajo sus pies y le puso por cabeza de En otra parte, prueba Santo Tomás que Cristo es cabe-
todas las cosas en la Iglesia, que es su cuerpo» (Eph 1,22-23; za de la Iglesia por razón de su dignidad, de su gobierno y
cf. i Cor I2ss). de su causalidad 5 . Y la razón formal de ser nuestra cabeza es
La prueba de razón la da Santo Tomás en un magnífico la plenitud de su gracia habitual, connotando la gracia de
artículo que responde a la pregunta: «Si a Cristo, en cuanto unión. De manera que es esencialmente la misma la gracia per-
hombre, le corresponde ser cabeza de la Iglesia» 4 . Al pasar a sonal por la cual el alma de Cristo es santificada y aquella por
demostrarlo, establece el Doctor Angélico una analogía con la cual justifica a los otros en cuanto cabeza de la Iglesia; no
el orden natural. En la cabeza humana, dice, podemos consi- hay entre ellas más que una diferencia de razón 6 .
derar tres cosas: el orden, la perfección y el influjo sobre el cuer-
po. El orden, porque la cabeza es la primera parte del hombre
empezando por la superior. La perfección, porque en ella se Extensión de la gracia capital de Cristo
contienen todos los sentidos externos e internos, mientras que 80. ¿Hasta dónde se extiende esta gracia capital de Cris-
en los demás miembros sólo se encuentra el tacto. El influjo. to? ¿A quiénes afecta y en qué forma o medida? Santo Tomás
finalmente, sobre todo el cuerpo, porque la fuerza y el movi- afirma terminantemente que se extiende a los ángeles y a todos
miento de los demás miembros y el gobierno de sus actos pro-
3 Cf. nuestra obra Jesucristo y la vida cristiana (BAC, Madrid 1961) n.88-89, donde cx^ -
S Cf. De veritate q.29 a.4.
nemos largamente esta doctrina. Lo dice expresamente Santo Tomás: , Et ideo eudem est secunduet essentianr gratia
4 Cf. III,8,1. personales qua anima Christi est iustificata et gratia eius secundum quam est caput Ecclesiae
rustificans alios: ditfert tamen secundum rationems (III,8,5).
<Entre los miembros de la Iglesia sólo se han de contar de hecho los
los hombres (excepto los condenados), aunque en diverso s e recibieron las aguas regeneradoras del bautismo, profesan la verdadera
gradosyemuitnfras.Yí: y no se han separado miserablemente ellos mismos de la contextura del
ergo ni han sido apartados de él por la legítima autoridad a causa de
I) CRISTO ES CABEZA DE LOS ÁNGELES, —Consta expresamente en la Sa- Ifgravísimas culpas».
grada Escritura. Hablando de Cristo, dice el apóstol San Pablo: oEl es la
cabeza de todo principado y potestad» (Col 2,1 o). Detallando un poco más, el concilio Vaticano II promulgó
La prueba de razón la da Santo Tomás, diciendo que donde hay un solo
cuerpo hay que poner una sola cabeza. Ahora bien: el Cuerpo místico de
la siguiente doctrina 10 :
la Iglesia no está formado por sólo los hombres, sino también por los án- <'A esta sociedad de la Iglesia están incorporados plenamente quienes,
geles, ya que tanto unos como otros están ordenados a un mismo fin, qu e poseyendo el Espíritu de Cristo, aceptan la totalidad de su organización y
cabeza, eslagoridvnfucó.YetodasmliuCrtoa todos los medios de salvación establecidos en ella, y en su cuerpo visible
porque su humanidad santísima está personalmente unida al Verbo y, por están unidos con Cristo, el cual la rige mediante el Sumo Pontífice y los
consiguiente, participa de sus dones mucho más perfectamente que los án- Obispos, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del go-
geles e influye en ellos muchas gracias, tales como la gloria accidental, ca- bierno y comunión eclesiástica. No se salva, sin embargo, aunque esté in-
rismas sobrenaturales, revelaciones de los misterios de Dios y otras seme- corporado a la Iglesia, quien, no perseverando en la caridad, permanece en
jantes. Luego Cristo es cabeza de los mismos ángeles 7 . el seno de la Iglesia <en cuerpo», pero no < , en corazón». Pero no olviden todos
2) CRISTO ES CABEZA DE TODOS LOS HOMBRES, PERO EN DIVERSOS GRADO , , los hijos de la Iglesia que su excelente condición no deben atribuirla a los
He aquí cómo lo explica Santo Tomás 8 : méritos propios, sino a una gracia singular de Cristo, a la que, si no res-
a) De los bienaventurados lo es perfectísimamente, ya que están uni- ponden con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse, serán juzgados
dos a El de una manera definitiva por la confirmación en gracia y la gloria con mayor severidad» (cf. Le 12,48).
eterna. Dígase lo mismo de las almas del purgatorio, en cuanto a la confir
-maciónegra. Estas últimas palabras del concilio Vaticano II han de ha-
b) De todos los hombres en gracia lo es también perfectamente, ya que cer reflexionar seriamente al cristiano sobre su gran responsa-
por influjo de Cristo poseen la vida sobrenatural, los carismas y dones de bilidad como miembro del Cuerpo místico de Cristo. Porque
Dios y permanecen unidos a El como miembros vivos y actuales por la gracia
y la caridad.
si es verdad que pertenecer a la Iglesia es su mayor timbre de
c) De los cristianos en pecado lo es de un modo menos perfecto, eo gloria y gracia especialísima de Cristo, no lo es menos que esa
cuanto que, por la fe y la esperanza informes, todavía le están unidos de su excelsa condición lleva consigo tremendas responsabili-
alguna manera actual. dades.
d) Los herejes y paganos, tanto los predestinados como los futuros rc-
probos, no son miembros actuales de Cristo, sino sólo en potencia; pero
En la Iglesia todo es social y colectivo. Todo cuanto de
con esta diferencia: que los predestinados son miembros en potencia que ,bueno o de malo haga o deje de hacer el cristiano repercute inevi-
ha de pasar a ser actual, y los futuros réprobos lo son en potencia que nunca tablemente en toda la Iglesia para aumentar o disminuir su propia
pasará a ser actual o lo será tan sólo transitoriamente. vitalidad sobrenatural. De manera semejante a como una sola
e) Los demonios y condenados de ninguna manera son miembros de
Cristo, porque están definitivamente separados de El y ni siquiera en po- gota de agua que se añada o se quite hace subir o bajar el nivel
tencia le estarán jamás unidos. de una serie de vasos comunicantes, cualquier acto de virtud
—por pequeño e insignificante que sea—realizado por un cris-
tiano hace subir el nivel sobrenatural de toda la Iglesia; lo mis-
3. El cristiano, miembro del Cuerpo místico de Cristo
mo que cualquier pecado de comisión o de omisión—por muy
8i. Como acabamos de decir, Cristo es la cabeza de la venial e insignificante que sea—disminuye y recorta algo de
Iglesia, que es su Cuerpo místico. Echemos ahora una mirada aquella vida divina que Cristo nos mereció con su sangre pre-
sobre el cristiano como miembro de ese Cuerpo místico. ciosa y que circula incesantemente por las venas de la Iglesia.
Tres son las condiciones indispensables para incorporarse • ¡Tremendo misterio, tan sublime en su aspecto positivo como
plenamente a la Iglesia como miembro del Cuerpo místico de aterrador en el negativo!
Jesucristo: estar bautizado, profesar íntegramente la fe cató- El cristiano debería tener constantemente ante sus ojos
lica y no haberse separado de la Iglesia ni estar excomulgado. esta proyección social inherente a todos sus actos para regular
Escuchemos a Pío XII proclamando esta doctrina 9 : por ella las actividades todas de su vida. Nada debería alejar-
nos tan radicalmente del pecado como la consideración del
7 Cf. III,8,4.
s Cf. 111,8, 3. 10 Cf, CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia n.14, promulgada
por Pablo VI el 21 de noviembre de 1964.
9 Encíclica Mystici cor iris Christi n.21; cf. 1) 2286.
dejado aparte el buen
daño que con él inferiríamos a toda la Iglesia, y pocas ideas harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios,
ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en
deberían impulsarnos a procurar con tanto empeño nuestra estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta.
propia santificación como el pensamiento de que con ella au- Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil,
mentaremos la energía sobrenatural de todo el Cuerpo místico mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella;
de Cristo. porque de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a
veces nada, y aun a veces daño. Porque Dios os libre que se comience a
Esta proyección social de toda la vida del cristiano como envanecer la sal (Mt 5,13), que, aunque más parezca que hace algo por de
miembro de la Iglesia, no anula, sin embargo, en modo algu- fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las buenas obras
no, su propia personalidad individual. Así como en el orga- no se pueden hacer sino en virtud de Diosa.
nismo corporal cada uno de los miembros contribuye y cola-
bora al bien de todo el cuerpo, pero conservando su autono-
mía funcional propia (v.gr., el corazón impulsando la sangre,
el cerebro dirigiendo la vida sensitiva, etc.); de manera seme-
jante el cristiano, como miembro del Cuerpo místico de Cristo,
ha de contribuir al bien de toda la Iglesia conservando y per-
feccionando su propia personalidad individual. Ello quiere de-
cir que ha de trabajar, ante todo y sobre todo, en su propia
santificación individual, como condición indispensable y medio
más necesario para influir sobrenaturalmente sobre todo el
conjunto de la Iglesia.
Sería un gran error--en efecto—sacrificar la propia e in-
dividual santificación so pretexto de entregarse de lleno al ser-
vicio del prójimo. Una actividad apostólica tan intensa y tre-
pidante que nos obligara, por ejemplo, a suprimir nuestra vida
de oración o reducirla a límites demasiado estrechos, sería de
consecuencias muy funestas no sólo con relación a nosotros
mismos, sino incluso con relación a toda la Iglesia. Es preciso
proclamar con fuerza estos principios, que, por desgracia, se
echan en olvido con demasiada frecuencia, entre la agitación y
el torbellino de una actividad apostólica demasiado indiscreta
y febril. El ejercicio del apostolado—que obliga a todo cris-
tiano sin excepción 11 —no nos autoriza a olvidarnos de nos-
otros mismos, ni debe dispensarnos jamás del ejercicio de la
oración callada y solitaria, del trato íntimo y sosegado con
Dios, sin el cual es del todo imposible la perfección y la santi-
dad. Por lo demás, nunca seremos tan útiles al prójimo y a
toda la Iglesia de Cristo como cuando tratemos en serio de
incrementar nuestra vida de oración y de trato con Dios. Es-
cuchemos a San Juan de la Cruz proclamando con fuerza esta
doctrina 12:
«Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al
mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho
11
1La responsabilidad de diseminar la fe incumbe a todo discípulo de Cristo en su parte >
(CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia,n.17). Cf. el n.667 de esta obra.
12 Cf. Cántico espiritual, anotación para la canción 29.
SEGUNDA PARTE mal, conoce los objetos sensibles, se dirige a ellos por el apetito
sensitivo, con sus emociones y pasiones, y se mueve con movi-
El organismo sobrenatural y la perfecció n miento inmanente y espontáneo; como el ángel—en fin—, pero
en grado inferior y de diferente manera, conoce intelectual-
cristan mente el ser suprasensible bajo la razón de verdadero, y su vo-
luntad se dirige hacia él bajo el concepto de bien racional. El
mecanismo y funcionamiento de todos estos elementos vitales
en su triple manifestación vegetativa, sensitiva y racional cons-
tituye la vida natural del hombre. Estas tres manifestaciones
En esta segunda parte de nuestra obra expondremos los de su vida natural no están sobrepuestas o desvinculadas entre
elementos que constituyen el organismo de la vida sobrena- sí, sino que se compenetran, se coordinan y complementan
tural y precisaremos en qué consiste la perfección cristiana y mutuamente para concurrir a un mismo fin, que no es otro
sus relaciones con la vida mística, procedente de la actuación que la perfección natural de todo el hombre.
de los dones del Espíritu Santo en el alma justa.
Dividiremos nuestro estudio en cuatro capítulos: 2. La vida sobrenatural
1. Naturaleza y organismo de la vida sobrenatural.
2. La perfección cristiana. 83. No hay en la naturaleza del hombre ningún elemento
3. Naturaleza de la mística. que exija o postule, próxima o remotamente, el orden sobrena-
4. Relaciones entre la perfección y la mística. tural. La elevación a este orden es un favor de Dios totalmente
gratuito, que rebasa y trasciende infinitamente las exigencias de
la naturaleza 2 .
Hay, sin embargo, una estrecha analogía entre el orden
.CAPITULO I natural y el sobrenatural. Porque la gracia no viene a destruir
Naturaleza y organismo de la vida sobrenatural la naturaleza ni a colocarse al margen de ella, sino precisamen-
te a perfeccionarla y elevarla. El orden sobrenatural constituye
NOCIONES PREVIAS para el hombre una verdadera vida, con un organismo seme-
Antes de comenzar el estudio de nuestro organismo sobre- jante al de la vida natural. Porque así como en el orden natu-
natural es conveniente tener en cuenta ciertas nociones elemen- ral podemos distinguir en la vida del hombre cuatro elementos
tales sobre la vida natural y sobrenatural del hombre. fundamentales, a saber: el sujeto, el principio formal de su
vida, sus potencias y sus operaciones, de manera semejante en-
contramos todos esos elementos en el organismo sobrenatu-
• z. La vida natural del hombre ral. El sujeto es el alma; el principio formal de su vida sobrena-
82. El hombre es un ser misterioso que se compone de tural es la gracia santificante; las potencias son las virtudes
cuerpo y de alma, de materia y de espíritu, íntimamente aso- infusas y los dones del Espíritu Santo, y las operaciones son
ciados para formar una sola naturaleza y una sola persona. De los actos de esas virtudes y dones. Con ello tenemos ya perfila-
él se ha dicho con justicia que es un mundo en pequeño, un do en sus líneas fundamentales el camino que vamos a recorrer
microcosmos, síntesis admirable de la creación entera. en este capítulo. Vamos a examinar por separado cada una de
«El hombre—dice hermosamente San Gregorio—tiene algo de todas las las siguientes cuestiones:
demás criaturas; porque tiene el ser como las piedras, la vida como los árbo-
les, la sensibilidad como los animales y la inteligencia como los ángeles»
1. i) La gracia santificante.
El hombre—en efecto—existe como los seres inanimados; 2) Las potencias sobrenaturales.
se nutre, crece y se reproduce como las plantas; como el ani- 3) Las gracias actuales.
I SAN GREGORIO, Hom. 29 sup,,r Evang.: ML 76,1214. 2 Cf. n.I00I-I007 I009 IO2I IO236 I079 1671s.
Con esto habremos examinado todos los elementos esen- natural, residen en las potencias o facultades precisamente para
ciales de nuestro organismo sobrenatural en su doble aspecto elevarlas también al orden sobrenatural.
estático y dinámico. De momento no hace falta nada más.
una unión más íntima con Dios fuera de la personal o hipostática, que es 97. Examinado ya el elemento estático o principio formal
propia y exclusiva de Cristo. Los últimos grados de desarrollo que pueda de nuestra vida sobrenatural, que es la gracia santificante, en
alcanzar la gracia en esta vida, la misma unión indisoluble procedente de la
visión beatífica en la patria, no son sustancialmente diferentes de la que
su naturaleza íntima y en sus principales efectos, veamos ahora
se establece entre Dios y un alma que acaba de ser justificada por la infu- el elemento dinámico, esto es, las potencias o facultades sobre-
sión de la gracia en su grado ínfimo. Hay entre una y otras una diferencia naturales, que no son otras que las virtudes infusas y los dones
de grado, pero dentro de la misma línea sustancial. ¡Tal es la inconcebible del Espíritu Santo.
altura a que nos eleva la simple posesión del estado de gracia!
Ya hemos dicho que hay una perfecta analogía entre nues-
96. 8.° Nos hace templos vivos de la Santísima Trinidad.—Es una tro organismo natural y el sobrenatural. Y así como en el pri-
consecuencia de todo cuanto venimos diciendo, que consta expresamente mero nuestra alma no es inmediatamente operativa por su pro-
en la divina revelación. El mismo Cristo se dignó revelarnos el misterio
inefable: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará,
' pia esencia, sino que se vale para obrar de sus potencias o fa-
y vendremos a él y en él haremos morada> 48 . Es la realidad increada, riguro- cultades—entendimiento y voluntad—, que emanan de ella
samente infinita, que lleva consigo inseparablemente la gracia santificante. como de su propia raíz, algo semejante ocurre en nuestro or-
La inhabitación de las divinas personas en el alma justificada recibe en ; ganismo sobrenatural. La gracia santificante, que constituye
teología el nombre de gracia increada. Es evidente, en efecto, que esa inha-
bitación es una realidad infinita e increada, puesto que es el mismo Dios;
como la esencia de ese organismo sobrenatural, no es inmedia-
y no es menos claro y evidente que esa divina inhabitación se nos concede tamente operativa, no es un elemento dinámico, sino estático;
de una manera enteramente gratuita, es decir, sin que la reclame mérito no se nos da en el orden de la operación, sino en el orden del
alguno por nuestra parte: es una gracia insigne de Dios. Luego se trata, ser. La razón es porque, aunque la gracia sea de suyo un acci-
evidentemente, de una gracia increada.
Ahora bien: esa gracia increada supone necesariamente la presencia en
dente—como ya hemos dicho—, hace, no obstante, las veces de
el alma de otra gracia creada, hasta el punto de que aquélla no sería posible sustancia en el orden sobrenatural; y por eso, a semejanza de
sin ésta. Escuchemos al Doctor Angélico explicando profundísimamente las sustancias, necesita valerse para obrar de una suerte de
esta doctrina 49 : potencias sobrenaturales, que son infundidas por Dios en el
«El tránsito de la no posesión del Espíritu Santo a la posesión del mismo alma juntamente con la misma gracia, de la que son insepara-
no se explica sin un cambio y mutación real que se obre, o en el don mis-
mo, o en el donatario. Pero como el Espíritu Santo--que es el Don que la bles 1 . Y estas potencias sobrenaturales no son otra cosa que las
criatura recibe—es por su naturaleza absolutamente inmutable, forzoso es virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
que el donatario, o sea, la criatura a quien se da el Espíritu Santo, experi- Este elemento dinámico de nuestra vida sobrenatural es
mente un cambio o mutación interior que la perfeccione y capacite para tan importante en la teología de la perfección que es forzoso
recibir y posesionarse del divino Espíritu. Ese cambio o mutación interior
lo experimenta el alma por una cualidad creada, de orden sobrenatural, que examinarlo con la amplitud que el caso requiere 2 .
recibe el nombre de gracia santificante, sin la cual el don del Espíritu Santo t A excepción de la fe y de la esperanza, que pueden subsistir sin ]a gracia, aunq'.ie de
sería imposible para ella». manera informe, como veremos más adelante.
Esta gracia creada—que no es otra que la gracia habitual o santificante, 2 Damos aquí por supuesto todo lo referente al tratado de las virtudes irt gens', ' c al
de las virtudes naturales o adquiridas. El lector podrá encontrar información suficiente sol,i e
como se la designa comúnmente—es la que formalmente nos santifica—por ello en cualquiera de los buenos manuales de moral que circulan entre nosotros, sobre todo
eso se llama santificante—y nos hace hilos de Dios por adopción. En este en los de los PP. Prümmer y Mcrkelbach, O.P., que interpretan muy bien el pensaniicnto
sentido es para nosotros de mayor precio y valor que la misma inhabitación de Santas Tomás. Puede consultarse también nuestra Teolagia moral para sedares (1-3 \C 1(4' .
trinitaria, ya que ésta, aunque de suyo vale infinitamente más por tratarse
de una realidad increada, no nos santifica formalmente—o sea, por informa-
ción intrínseca y ontológica—, ya que Dios no puede ser forma de ningún
ser creado, toda vez que la forma constituye una parte de la esencia de ese
ser y Dios no puede ser en modo alguno parte de ningún ser creado. La
misma unión hipostática en Cristo no se verificó por información de la na-
turaleza divina en la naturaleza humana de Cristo, sino por asunción o ele-
vación de la naturaleza humana a la unión personal con el Verbo.
11 «... da nobis fidei, spei et caritatis augmentum (dom. 13 post Pentee.). por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dados (Ram 5,5).
1, Cf. S. TxoM., De virtut. in com. a.io ad 14.
13 Cf. D 838 y 1.407, y I-II,71,4. 14 Cf. II II,24,10.
<Porque sin la fe es imposible agradar a Dios» (Heb i i,6). 105. 3. Número.—Son tres: la fe, la esperanza y la
«Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero
la más excelente de ellas es la caridad» (o Cor 1 3, 1 3).
caridad. La razón del número ternario es porque con ella se
realiza perfectamente la unión inmediata con Dios, que exige
No cabe hablar con mayor claridad y precisión. su naturaleza de virtudes teologales. Porque la fe nos lo da a
Después de la Sagrada Escritura viene el Magisterio de la conocer y nos une con El como Primera Verdad: «sub ratione
Iglesia. Inocencio III dice que discuten los teólogos si los niños Veri»; la esperanza nos lo hace desear como Bien sumo para
reciben en el bautismo las virtudes infusas; pero nada resuel- nosotros; y la caridad nos une con El con amor de amistad, en
ve 15 . Clemente V en el concilio de Viena lo enseña como más cuanto infinitamente bueno en Sí mismo. Y no puede haber
probable, pero sin definirlo expresamente 16 . Por fin, el con- nuevos aspectos en la unión con Dios, puesto que, aunque las
cilio de Trento enseña con fórmulas equivalentes que el hom- perfecciones divinas sean infinitas, no pueden ser alcanzadas
bre recibe con la gracia otros dones de fe, esperanza, caridad, por los actos humanos más que bajo la razón de Verdad—por
etcétera 17 . Como los actos no se infunden, hay que concluir la inteligencia—o bajo la razón de Bien—por la voluntad—.
que se trata de hábitos permanentes, o sea, de virtudes infusas. Y únicamente esta última admite un desdoblamiento: bien
para nosotros (esperanza) o en Sí mismo (caridad) 19.
Sobre si esa existencia está o no expresamente definida, discuten los
teólogos. Entre otros, Vega, Ripalda, Suárez y Benedicto XIV dicen que Que las virtudes teologales sean distintas entre sí, es cosa que no puede
sí, aludiendo al concilio de Trento. Pero Soto, Medina y Báñez dicen que no ponerse en duda, puesto que pueden separarse realmente. La fe puede
entró en el ánimo del concilio definirlo expresamente, aunque lo dijo equi- subsistir sin la esperanza y la caridad (v.gr., en el que hace un acto de deses-
valentemente. Se trata, pues, por lo menos de una verdad proxima fidei. peración, pero sin perder la fe); la esperanza puede subsistir sin la caridad
Billot dice que es una conclusión teológica certísima. Por lo demás, ningún (aunque no sin la fe) por cualquier pecado mortal que no vaya directamente
teólogo antiguo ni moderno ha negado jamás la existencia de las virtudes contra la fe o la esperanza; la caridad subsistirá eternamente en el cielo sepa-
teologales. Solamente el Maestro de las Sentencias, Pedro Lombardo, erró rada de la fe y de la esperanza, que habrán desaparecido 20 ; y, por fin, en
al identificar la caridad con el mismo Espíritu Santo, con lo cual quedaba este mundo, la fe y la esperanza pueden subsistir sin la caridad, lo cual
destruida como virtud. ocurre siempre que se comete un pecado mortal que no vaya directamente
contra ellas. Claro que en todos estos casos la fe y la esperanza permanecen
en el alma en estado informe—ya que, como veremos más adelante, la cari-
La existencia de las virtudes teologales es postulada por la dad es la forma de todas las virtudes—, y no tienen, por lo mismo, propia
naturaleza misma de la gracia santificante. No siendo ella in- y verdadera razón de virtud 21.
mediatamente operativa—como ya vimos—, necesita princi- Esto nos lleva como de la mano a examinar el orden entre las virtudes
pios operativos sobrenaturales para crecer y desarrollarse has- teologales. Santo Tomás dedica a ello un artículo 22 .
ta alcanzar su perfección. Ahora bien: entre estos principios, io6. 4. Orden entre ellas.—Se pueden distinguir dos
unos deben referirse al fin sobrenatural (virtudes teologales) y órdenes: el de generación y el de perfección. Por el orden de ge-
otros a los medios a él conducentes (virtudes morales infusas). neración u origen 23 , lo primero es conocer (fe); luego, desear
Es una razón que tiene su fuerza, principalmente, habida cuen- (esperanza), y luego, conseguir (caridad). Y esta gradación es
ta de la suavidad de la Providencia divina, que nos es conocida por razón de los actos. Por razón de los hábitos es también la
por la revelación. misma: la fe se antepone a la esperanza y ésta a la caridad, ya
104. 2. - Naturaleza.—Las virtudes teologales son prin- que el entendimiento precede a la voluntad y el amor imper-
cipios operativos con los cuales nos ordenamos directa e inme- fecto al perfecto.
diatamente a Dios como fin último sobrenatural. Tienen al Según el orden de perfección, la caridad es la más excelente
mismo Dios por objeto material y uno de los atributos divinos de todas 24, porque es la que más íntimamente nos une con
por objeto formal. En cuanto estrictamente sobrenaturales, Dios y la única de las tres que permanecerá eternamente en la
sólo Dios puede infundirlas en el alma, y su existencia única- patria. En cuanto a las otras dos, Medina y Báñez dicen que
mente puede ser conocida por la revelación 18 . 19 Cf. I-I1,62,3.
20 Cf. 1 Cor 13,8.
21 Cf. I-I1,65,4.
' 5 Cf. D 41o. 22 Cf. I-II,62,4.
Cf. D 483. 23 Se trata, naturalmente, de una prioridad de naturaleza, no de tiempo, ya que las
17 Cf. D;qq800y821. virtudes infusas se infunden todas a la vez con la gracia.
' 5 Cf. I-II,62,1. 24 s\taior autem horum est caritas d (1 Cor 13,13).
penemos, pues, en estos y otros textos 30 un fundamento escriturario
in se, como virtud teológica, es más excelente la fe que la espe- vt3aderamente sólido, que más tarde elaborarán los Santos Padres y los
ranza, porque mira o dice relación a Dios más en sí mismo que to.=gos hasta darnos un cuerpo de doctrina perfectamente organizado y
la esperanza, que nos lo presenta como un Bien para nosotros si=mático. Es verdad que la Iglesia nada ha definido expresamente 31 ; pero
(no destaca tanto el motivo teológico) y, además, porque es el 11 en día la afirmación de la existencia de las virtudes morales infusas es
ta general y común entre los teólogos católicos, que no podría negársela
fundamento de la esperanza. Aunque, por otra parte, la espe- si~nanifiesta nota de temeridad.
ranza está más cerca de la caridad, y en este sentido es más per-
fecta que la fe. La razón de esa existencia ya la hemos indicado al hablar
dinas virtudes infusas en general y de las teologales en particu-
107 5. Sujeto de las virtudes teologales.—Según la lz Exigidas las virtudes teologales por la gracia santificante
doctrina de Santo Tomás, compartida por la casi totalidad de p-- a ordenarse dinámicamente al fin sobrenatural, las virtudes
los teólogos, la fe reside en el entendimiento; y la esperanza n-=ales infusas son exigidas, a su vez, por las teologales, por-
y la caridad, en la voluntad 25 . Entre los místicos, San Juan de q estar ordenado al fin exige disposición con relación a los
la Cruza pesar de ser eminentemente tomista en toda su n- lios. La relación que dicen las virtudes morales a las teolo-
doctrina 26—puso la virtud de la esperanza en la memoria, sin gs es, en el orden de la gracia, la misma que dicen, en el de
duda porque le venía bien para hablar de la purificación de E iaturaleza, las virtudes adquiridas a los actos de la sindére-
esa potencia, no con ánimo de apartarse de Santo Tomás y de si y rectitud de la voluntad 32.
la doctrina común en teología 27 .
109. 2. • Naturaleza.—Las virtudes morales infusas son
hitos que disponen las potencias del hombre para seguir el
B. Las virtudes morales infusas d- tanLen de la razón iluminada por la fe con relación a los
108. 1. Existencia.—La existencia de las virtudes mo- nim ios conducentes al fin sobrenatural. No tienen por objeto
rales infusas fue negada por algunos pocos antiguos (v.gr., Es- ir- ediato al mismo Dios—y en esto se distinguen de las teo-
coto, Durando, Biel y algún otro nominalista), pero hoy es 1( .les 33 —, sino el bien honesto distinto de Dios; y ordenan
r^ tam-ente los actos humanos en orden al fin último sobrena-
admitida por la casi totalidad de los teólogos, siguiendo las
huellas de San Agustín, San Gregorio y Santo Tomás. tl^ l , y en esto se distinguen de sus correspondientes virtudes
Tiene su fundamento en la Sagrada Escritura. Así, en el a luir-idas 34.
libro de la Sabiduría se nos dice que nada hay que sea más útil .,os medios que han de regular las virtudes morales infusas se refieren
a la vida del hombre que la templanza, la prudencia, la jus- - ime alguna manera—a todos los actos del hombre, incluso (al menos por
ticia y la fortaleza: pie de la prudencia) a los mismos actos de las virtudes teologales, a pesar
d er éstas muy superiores en perfección a las morales 35 . Porque, aunque
«Y si amas la justicia, los frutos de la sabiduría son las virtudes, porque la virtudes teologales, consideradas en sí mismas, no pueden ser excesi-
ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes va y en este sentido no consisten en el medio, como las morales 36—,
más provechosas para los hombres en la vida» 28 . p ~len serlo, no obstante, en el modo de nuestra operación, y ese modo
-^ que cae bajo el objeto de las virtudes morales. De ahí que éstas tengan e
Y el apóstol San Pedro, inmediatamente después de ha- q ser forzosamente muchas—como vamos a ver en seguida—, porque son
ta_lién múltiples y variados los movimientos de las potencias del hombre
blarnos de la gracia como de una participación de la natura- q hay que regular en orden al fin sobrenatural.
leza misma de Dios—«divinae consortes naturae»—, nos dice
que hemos de poner todo nuestro empeño «por mostrar en 0 Cf. Rom 8,5-6; 8,15; 1 Cor 2,14; Iac 1,5. etc.
1 Tenemos, no obstante, insinuaciones suficientemente claras en el Magisterio oficial
nuestra fe virtud, en la virtud ciencia, en la ciencia templanza, due, Iglesia. Así, v.gr., Inocencio III habla de la fe, de la caridad aliasque virtutes en los
ni(D410).ClemtVnsñacoáprbleinódsqucen
en la templanza paciencia, en la paciencia piedad, en la piedad elutisrno se infunde a los niños la gracia y las virtudes (las que se debatían, o sea, teo-
lo_..s y rnorales) (D 483); y el Catecismo Romano de San Pío V enseña que por el bautismo
fraternidad y en la fraternidad caridad» 29. se.«.—funde la gracia y «el nobilísimo cortejo de todas las virtudes , : «Huic (gratiae sancti-
fi ^ —i) aiitem additur nobilissimus omnium virtutwn comitatus, quae in animara cum gratia
25 Cf. II-II,4,2; 18,I; 24,1. infunduntur , (p.2.a de sacr. bapt. c.2 § 39). ditus
26 Cf. P. MARCELO DEL NIÑO JESÚS, C.D., El tomismo de San Juan do la Cruz (Burgos - 2I-II,63,3.
1930). — 3 I-II,62,2.
■ 4 I-11, 63,4.
27 Cf. P. MARCELO, O.C., C.II.
28 Sap 8,7.
s I-I1,58,3; 66,h, etc.
c 6 1-II,64,4; II-11,17,5 ad 2.
29 2 Petr 1,5-7.
11o. 3. • Número. Santo Tomás establece un principio
—
piamente, en cuanto que son como ciertas generales condicio-
fundamental de distinción: «para cualquier acto donde se en- nes necesarias para cualquier virtud (en todas debe resplande-
cuentre una especial razón de bondad, el hombre necesita ser cer la prudencia, la justicia, la fortaleza y la moderación);
dispuesto por una virtud especial» 37 . Según esto, tantas serán y b) más propiamente—melius—, en cuanto afectan a materias
las virtudes morales cuantas sean las especies de objetos ho- especiales, en las que resplandece principalmente la materia ge-
nestos que puedan encontrar las potencias apetitivas como neral de esa virtud.
medios conducentes al fin sobrenatural. Santo Tomás estudia Las virtudes cardinales—en efecto—son virtudes especiales,
en la Suma Teológica más de cincuenta, y acaso no haya entra- no géneros supremos de virtud, que contendrían debajo de
do en su ánimo el darnos una clasificación del todo completa ellos todas las demás virtudes 41 , y tienen, por consiguiente,
y exhaustiva 38 . materias propias, que están constituidas por aquellos objetos
De todas formas, ya desde la más remota antigüedad suelen en los que principalmente y en su grado máximo resplandece
reducirse todas las virtudes morales a las cuatro principales, alguna de aquellas cuatro condiciones generales de toda virtud:
a saber: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Se encuen- prudencia, justicia, fortaleza y templanza o moderación. Es
tran ya—como hemos visto más arriba—literalmente en la Sa- cierto que todas las virtude. deben participar, de alguna ma-
grada Escritura, donde se nos dice que son «las virtudes más nera, de esas cuatro condiciones generales; pero de esto no se
provechosas al hombre en la vida» (Sap 8,7). Las conocieron sigue que toda suerte de discreción la tenga que producir la
también—como virtudes naturales o adquiridas—los filósofos prudencia en sí misma, y toda rectitud, la justicia, y toda firme-
paganos. Sócrates, Platón, Aristóteles, Macrobio, Plotino, Ci- za, la fortaleza, y toda moderación, la templanza. Estas virtu-
cerón, etc., hablan expresamente de ellas considerándolas como des son las que realizan esas condiciones de una manera prin-
virtudes quiciales. Entre los Santos Padres fue San Ambrosio cipal y como por antonomasia, pero no exclusivamente. Otras
el primero, al parecer, que las llamó cardinales 39 . Los teólogos virtudes participan también a su manera de esas mismas cua-
escolásticos unánimemente subdividen las virtudes morales a lidades, aunque en grado menor.
base de las cuatro cardinales.
Digamos, pues, dos palabras sobre estas virtudes tan im- La principalidad de las virtudes cardinales se muestra precisamente en
la influencia que ejercen sobre todas sus anejas y subordinadas, las cuales
portantes. son como participaciones derivadas de la principal, que les comunica su
modo, su manera de ser y su influencia. Son las llamadas partes potenciales
I I I. r Las virtudes cardinales. — 1. Naturaleza. — El de la virtud cardinal, encargadas de desempeñar su papel en materias secun-
nombre de «cardinales» se deriva del latín cardo, cardinis, el darias, reservándose la materia principal para la virtud cardinal correspon-
quicio o gozne de la puerta; porque—en efecto—sobre ellas, diente 42 . La influencia de la principal es manifiesta en las subordinadas:
como sobre quicios, gira y descansa toda la vida moral hu- quien haya vencido la dificultad principal, con mayor facilidad vencerá las
secundarias.
mana. En este sentido, cada una de las virtudes cardinales puede considerarse
Santo Tomás enseña 40 que estas virtudes pueden llamarse como un género que contiene debajo de sí partes integrales, subjetivas y po-
cardinales desde dos puntos de vista distintos: a) menos pro- tenciales. Se llaman partes integrales aquellos complementos útiles o necesa-
rios que deben concurrir para el perfecto desempeño de la virtud corres-
" II-I1,109,2. pondiente; por esta razón, la paciencia y la constancia son partes integrales
38 Sabido es que la clasificación de las virtudes morales infusas hecha por Santo Tomás
de la fortaleza. Partes subjetivas son las diferentes especies subordinadas a
en la Suma Teológica guarda un paralelismo sorprendente con la clasificación que de las
virtudes adquiridas hicieron los filósofos de la antigüedad, sobre todo Sócrates, Aristóteles la virtud principal; así, la sobriedad y la castidad son partes subjetivas de la
y Platón. Ellos—los filósofos—la sacaron de una atenta y perspicaz observación de los movi- templanza. Y se llaman, finalmente, partes potenciales aquellas otras virtu-
mientos de la psicología humana. Y los teólogos, fundándose en dos principios fecundísimos,
a saber: que la gracia no viene a destruir la naturaleza, sino a completarla y perfeccionarla,
des anejas que no tienen la fuerza de la virtud principal o se ordenan a
y que Dios no puede tener menos providencia en el orden sobrenatural que en el natural, actos secundarios. Así, la virtud de la religión es aneja a la justicia, porque
establecieron un perfecto paralelismo y analogía entre estos dos órdenes; pero sin que esto mira a dar a Dios el culto debido, aunque sin poderlo hacer con perfección
quiera decir que las virtudes morales infusas no puedan ser ni más ni menos que las que ellos
señalan. Acaso una introspección más aguda y penetrante pudiera descubrir alguna más.
por no realizarse la condición de igualdad que exige la justicia estricta 43.
Otra cosa es tratándose de las virtudes teologales. Siendo estrictamente sobrenaturales Pero cabe preguntar: la principalidad de la virtud cardinal sobre sus
y no teniendo correspondencia en el orden puramente natural o adquirido, los filósofos las subordinadas, ¿se refiere también a su excelencia intrínseca? Evidentemente
ignoraron totalmente, y su existencia sólo podemos conocerla por la divina revelación. Ahora que no. Dentro de la justicia están la religión y la penitencia, que son más
bien: en esta revelación consta expresamente que las virtudes teologales no son más que
tres: fe, esperanza y caridad (cf. i Cor 13,13).
39 Expos. in Le. 1.5 n.49 et 62: ML 15,1738. 41 Así lo enseñaron Séneca, Cicerón y el mismo San Agustín.
42 Cf. II-II,48.
40 I-II,61,4.
43 Cf. II-II,48.
excelentes por tener objetos más nobles; a la templanza pertenece la humil- Como complemento de estas cuatro fundamentales aparece
dad, que es más perfecta como fundamento «ut removens prohibensa de al numeroso cortejo de sus derivadas y anejas. Reservando
todas las demás virtudes, etc. para la tercera parte de nuestra obra el examen detallado de
De todas formas hay que reservar la principalidad para las virtudes car-
dinales, en cuanto que son quicios o ejes de las demás y realizan su oficio de
cada una de ellas, vamos a recoger aquí en forma de cuadros
un modo más perfecto que sus anejas. Y así, por ejemplo, la justicia conmu- sinópticos todas las que estudia Santo Tomás en la Suma
tativa tiene más razón de justicia que la misma religión o penitencia, etc. La Teológica, agrupándolas en torno a su principal y señalando
materia u objeto de alguna virtud aneja puede ser más excelente que la de la brevísimamente la función u oficio de cada una. De paso indi-
principal; pero el modo más perfecto siempre corresponde a la cardinal co- caremos también el don del Espíritu Santo y la bienaventuran-
rrespondiente.
za correspondiente a cada virtud cardinal y los vicios que se
Santo Tomás, en un artículo muy curioso, recoge y explica, oponen a ellas y a todas sus derivadas.
cristianizándola, la doctrina de Macrobio—tomada de la filoso-
fía neoplatónica—acerca de las virtudes políticas, purificables, I13. LA PRUDENCIA INFUSA Y SUS DERIVADAS
purificadas y ejemplares. Las primeras (virtutes politicae) serían
las cardinales de un buen ciudadano en el orden puramente na- La PRUDENCIA (11-11,47) tiene: -
tural. Las segundas (virtutes purgatoriae) , las cardinales infu- A) Partes integrales, que versan acerca del conocimiento:
sas en un cristiano imperfecto. Las terceras (virtutes iam purga- Considerado en De lo pasado: Memoria (49,1).
a)
ti animi), las heroicas de los santos. Y las últimas (virtutes sí mismo lDe lo presente: Entendimiento (a.2).
exemplares) son las mismas tal como preexisten ejemplarmente
b) En su adquisi- Por la enseñanza ajena: Docilidad (a.3).
en Dios 44. ción Sagacidad (a.4).
Por la invención propia.{ Rápida:
112. 2.. Número.—Que las virtudes cardinales sean pre- Lenta: Razón (a.5).
cisamente cuatro, se prueba bien por varias razones: Con relación al fin: Providencia (a.6).
c) En su recto uso.A las circunstancias: Circunspección (a.7).
a) Por razón del objeto.—El bien de la razón—que es el A los impedimentos: Precaución (a.8).
objeto de la virtud—se encuentra de cuatro maneras: esencial-
mente en la misma razón, y de una manera participada, en las B) Partes subjetivas (o especies):
operaciones y pasiones; y entre las pasiones las hay que impul- a) Para regirse a sí mismo: Prudencia monástica.
san a actos contrarios a la razón y otras que retraen de practi- b) Para regir a En el príncipe: Prudencia regnativa (11-11,50,1).
car los que la razón dicta. De donde debe haber una virtud la multitud: En los súbditos: Política (a.2.).
cardinal que imponga el bien en la misma razón: la prudencia; Prudencia de go- En la familia: Económica (a.3).
bierno En la guerra: Militar (a.4).
otra que rectifique las operaciones exteriores: la justicia; otra
que impulse contra las pasiones que retraen del orden de la C) Partes potenciales (cf. I-II,57,6):
razón: la fortaleza, y otra, finalmente, que refrene los impulsos a) Para el recto consejo: Eubulia (II-II,51,1-2).
desordenados: la templanza 45, b) Para juzgar según las reglas comunes: Synesis (a.3).
c) Para apartarse rectamente de la ley común: Gnome (a.4).
b) Por razón del sujeto.—Cuatro son las potencias del Don del Espíritu Santo correspondiente: Consejo (52,1-3).
hombre capaces de ser sujeto de virtudes morales, y en cada Bienaventuranza correspondiente: Los misericordiosos (a.4).
una de ellas debe haber una virtud principal: la prudencia, en
la razón; la justicia, en la voluntad; la fortaleza, en el apetito VICIOS OPUESTOS
(Mentira (11o).
f) Contra la verdad
Simulación e hipocresía (II I).
Don del Espíritu Santo correspondiente : Piedad (I 21,I ).
Bienaventuranza correspondiente: La mansedumbre (a.2).
o Jactancia (I12).
Ironía (o falsa humildad) (ii3).
• g) Contra la amistad Adulación (115).
1 A la cual, supuesto el pecado, se añade la penitencia, de la que habla Santo Tomás en { Litigio o espíritu de contradicción (116).
a tercera parte de la Suma (q.85
Ú
h) Contra la liberalidad f Avaricia (118).
Prodigalidad (119).
i) Contra la epiqueya : Fariseísmo legalista (120,1 ad 1).
•
V.1. 1N(4tii7aleha y (17¿,,111,<, cc r ku vxsu evUTE'71 t.r lí r.lr 1YJ
C) Partes potenciales:
I 15. LA FORTALEZA Y SUS DERIVADAS
a) Continencia, contra las delectaciones del tacto ( 1 55).
La FORTALEZA (11-11,123) tiene: b) Mansedumbre, contra la ira (157).
c) Clemencia, contra el rigor del castigo ( 1 57).
Un acto principal: el martirio (124). En la estima de sí mismo: Humildad (161).
(
No tiene partes subjetivas (128), por tratarse de una materia muy espe- En el deseo de la ciencia: Estudiosidad (166).
cial y del todo determinada. En los movimientos del cuerpo: Modestia cor-
Partes integrales y potenciales I: d) Modestia (,6o).. poral (168,1).
En los juegos y diversiones: Eutrapelia (168,2).
Para acometer. {Con respecto al fin: Magnanimidad (129). En los vestidos y adornos: Modestia en el orna-
a)
A los medios: Magnificencia ( 1 34). to (169).
Contra los males presentes. { Paciencia (136,1-4). Don del Espíritu Santo correspondiente: Temor (141,1 ad 3; cf. q.19).
b) Para resistir... Longanimidad (a.57. Bienaventuranza correspondiente : Pobres de espíritu (19,12)
En el ejercicio de la virtud. Perseverancia ( 1 37, I. 2 .4) •
Constancia (a.3). VICIOS OPUESTOS
Don del Espíritu Santo correspondiente: Fortaleza (139,I). Insensibilidad (142,1).
Bienaventuranza correspondiente: Hambre y sed de justicia (a.2) Contra la templanza en general... .
Intemperancia (142,2-4).
VICIOS OPUESTOS Contra la abstinencia Gula (148).
Contra la sobriedad Embriaguez (15o).
Timidez (o cobardía) (125). Contra la castidad Lujuria ( 1 53 - 4).
a) A la misma fortaleza. Impasibilidad (126). Contra la continencia Incontinencia (156).
Audacia (temeridad) (127). Contra la mansedumbre. Ira (158).
Presunción (13o). Contra la clemencia Crueldad (159).
b) A la magnanimidad . Ambición (131). Contra la humildad. Soberbia (162).
Vanagloria (132). Contra la estudiosidad Curiosidad y negligencia (167).
Pusilanimidad (i33). Contra la modestia corporal... Afectación y rusticidad.
c) A la magnificencia. /Tacañería (135,i). Contra la eutrapelia Necia alegría y excesiva austeridad ( 1 6 8 ,3-4).
Despilfarro (a.2). Contra la modestia en el ornato. Lujo excesivo y desaliño (169).
d) A la paciencia 2 Insensibilidad.
Impaciencia. Tal es, según el Doctor Angélico, el maravilloso cortejo de
e) A la perseverancia [Inconstancia (138,1). las virtudes infusas que acompañan siempre a la gracia santi-
Pertinacia (a.2).
ficarte. Con ellas todas las potencias y energías del hombre
quedan elevadas al orden de la gracia. En cada potencia, y con
I16. LA TEMPLANZA Y SUS DERIVADAS
relación a cada objeto específicamente distinto, hay un hábito
La TEMPLANZA (II-II,141) tiene: sobrenatural, que dispone al hombre para obrar conforme al
A) Partes integrales : principio de la gracia y desarrollar con esa operación la vida
a) Vergüenza (o temor al oprobio) (144). sobrenatural.
b) Honestidad (o amor al decoro) (t45). Sin embargo, a pesar de tanta profusión y riqueza, todavía
no está completo el organismo sobrenatural. No bastan las vir-
B) Partes subjetivas (o especies): tudes infusas para dar a las potencias del alma toda la perfec-
a) Sobre la nutrición En la comida: Abstinencia (146). ción posible en el orden sobrenatural. Con ellas podemos, sin
En la bebida: Sobriedad ( 1 49).
duda alguna, seguir perfectamente el dictamen de la razón ilu-
b) Sobre la generación.... Í Temporalnte Cad (t 1). minada por la fe; pero por encima de este criterio, sobrenatural
lPerpetuamente:
me : Virginidad ( i 52) .
1 Son las mismas virtudes, que, si se refieren a los peligros de muerte, constituyen las
en su, esencia, pero humano en cuanto al modo, podemos y de-
partes integrales de la fortaleza, y si a otras materias menos difíciles, son sus partes
poten- bemos estar prontos para seguir el dictamen y la moción directa
ciales.
2 Es sorprendente que no hable Santo Tomás de estos vicios en la Suma Teológica.
e inmediata del Espíritu Santo mismo. Tal es la razón de ser
de los dones del Espíritu Santo, que vamos inmediatamente a
estudiar.
Dios se ama y nos ama. De El dice la liturgia de la Iglesia que
• II. Los dones del Espíritu Santo es el don del Dios Altísimo: «Altissimi donum Dei» 3 . El Es-
píritu Santo es el primer don de Dios, no sólo en cuanto que
Dada la gran importancia de los dones del Espíritu Santo es el Amor in divinas, sino también en cuanto está en nosotros
en la Teología de la perfección cristiana, vamos a estudiarlos por misión o envío. En otras palabras: el Espíritu Santo es el
con la mayor amplitud que nos permita la índole de nuestra primer don de Dios, no sólo personalmente, sino también esen-
obra. El orden de nuestro estudio será el siguiente: cialmente. Vamos a explicarlo un poco.
I. Nociones previas.
2. Existencia. El amor de Dios puede considerarse de tres maneras:
3. Número. a) Esencialmente, y en este sentido conviene por igual a las tres divinas
4. Naturaleza. personas.
5. Distinción específica de las virtudes infusas. b) Nocionalmente, y así considerado, no es otra cosa que la «espiración
6. ¿Admiten un doble modo de operación? activa>, común al Padre y al Hijo, que da origen al Espíritu Santo por vía
7. Necesidad de los dones. de procedencia.
8. Relaciones mutuas. c) Personalmente, y de este modo significa la «espiración pasivas, que
9. Relaciones con las virtudes infusas. no es otra cosa que el Espíritu Santo mismo.
I o. Relaciones con los frutos del Espíritu Santo y las bienaventuranzas. De semejante manera, el don—dice Billuart 4 —puede considerarse de
II . Duración. tres modos distintos:
12. Síntesis de la doctrina general sobre los dones. a) Esencialmente, o sea la cosa misma que se da gratuitamente.
b) Nocionalmente, o sea en cuanto importa origen pasivo del que ofrece
el don.
. i. Nociones previas c) Personalmente, o sea en cuanto conviene a una persona como nom-
bre propio.
117. Don en general es «todo aquello que una persona Esto supuesto, decimos que el Espíritu Santo es el primer don de Dios
da a otra por propia liberalidad y con benevolencia» 1 . Decimos personalmente (aludiendo al tercer miembro de la primera serie) y esencial-
«por propia liberalidad» para significar que el don excluye, por mente (primer miembro de la segunda serie).
parte del donante, toda razón de débito, no sólo de justicia,
sino incluso de gratitud o de cualquier otra especie. Y añadi- De este primer gran don proceden todos los demás dones de
mos «con benevolencia» para recoger la intención del dador de Dios; toda vez que, en último análisis, todo cuanto Dios da a
beneficiar a quien recibe gratuitamente su don. sus criaturas, tanto en el orden sobrenatural como en el mismo
natural, no son sino efectos totalmente gratuitos de su libérri-
La exclusión de toda obligación de justicia o de gratitud, o—lo que es mo e infinito amor.
lo mismo—su absoluta gratuidad, es del todo necesaria para la razón de En sentido amplio, por consiguiente, todo cuanto hemos re-
don; de otra manera no se distinguiría de la recompensa o del premio. De
igual modo, no debe llevar consigo la exigencia de alguna compensación o cibido de Dios son «dones del Espíritu Santo». Pero esta ex-
recompensa por parte del que lo recibe gratuitamente con respecto a su presión genérica puede tener varios sentidos específicos, que
generoso bienhechor. No se trata de una operación do ut des, sino de una es preciso determinar.
entrega por completo gratuita que no exige nada en retorno. Es irretornable, Cuatro son los principales 5 :
como dice Santo Tomás citando al Filósofo 2 . Sin embargo, la noción de
don no excluye la gratitud por parte del que lo recibe, como consta por la r) En sentido amplísimo, dones del Espíritu Santo son
experiencia cotidiana; solamente excluye la exigencia de esa gratitud. Más todos aquellos dones de Dios que no incluyen aquel primer don
aún: a veces requiere también el buen uso del mismo, lo cual depende de la que es el Espíritu Santo mismo. Tales son, ante todo, los do-
naturaleza del don o de la intención del donante, como cuando lo da, verbi-
gracia, para que se perfeccione el que lo recibe con su uso. Tales son, sobre
nes naturales hechos por Dios a las criaturas.
todo, los dones que Dios da a sus criaturas. 2) En sentido impropio son aquellos dones que, sin incluir
todavía necesariamente aquel primer gran don ni suponer al
118. Los dones de Dios.—El primer gran don de Dios
es el propio Espíritu Santo, que es el amor mismo con que 3
4
Himno Veni Creator.
Cf. vol.2 p.138 (ed. 1904).
5 Esta división está fundada en la siguiente doctrina de Santo Tomás: «Aunque todos
1 Esta definición es equivalente a la que da el P. GARDEIL: «Donner, c'est accord er á los dones naturales y gratuitos nos los haya dado Dios por amor, que es su primer don; sin
quelqu'un, gratuitement et bénévolement, la propriété d'une chose» (cf. DTC, art. Dons embargo, no en todos los dones se nos da el Amor mismo, sino solamente en el don que es
co1.1 728). una semejanza y participación de aquel amor, o sea, en el don de la caridad» (1 Sent. d.18
2 I-II,68,1 obi.3. Cf. ARISTÓTELES, Topic. IV,4; 125a18. a.3 ad 4)•
alma en posesión obligada de la gracia y la caridad, pertenecen, a) LA SAGRADA ESCRITURA.—ES clásico el texto de Isaías
no obstante, al orden sobrenatural. Tales son principalmente: (11,1-3):
«Y brotará una vara del tronco de Jesé,
a) Las gracias gratis dadas. y retoñará de sus raíces un vástago,
b) Las gracias actuales prevenientes. sobre el que reposará el espíritu de Yahvé:
c) El temor servil de Dios. espíritu de sabiduría y de inteligencia,
d) La atrición sobrenatural. espíritu de consejo y de fortaleza,
e) La fe y la esperanza informes. espíritu de entendimiento y de temor de Yahvé.
Y pronunciará sus decretos en el temor de Yahvé.»
3) En sentido propio son dones del Espíritu Santo todos
aquellos que incluyen el primer gran don de Dios y suponen Este texto es claramente mesiánico y propiamente de sólo
al alma o la constituyen en la amistad y gracia de Dios. Ta- el Mesías habla. Pero, no obstante, los Santos Padres y la misma
les son: Iglesia lo extienden también a los fieles de Cristo en virtud del
principio universal de la economía de la gracia que enuncia San
a) La gracia santificante. Pablo cuando dice: «Porque a los que de antes conoció, a ésos
b) La caridad. los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para
c) La fe y la esperanza informadas por la caridad.
d) Las virtudes morales infusas.
que éste sea el primogénito entre muchos hermanos» (Rom
e) Los siete dones del Espíritu Santo. 8,29). De donde se infiere que todo cuanto hay de perfección
en Cristo, nuestra Cabeza, si es comunicable, se encuentra tam-
4) Estos últimos son propiamente los «dones del Espíritu bién en sus miembros unidos a El por la gracia. Y es evidente
Santo» en sentido estricto y formalísimo, y son los únicos que que los dones del Espíritu Santo pertenecen a las perfecciones
vamos a estudiar largamente en las siguientes páginas. sobrenaturales comunicables, teniendo en cuenta, además, la
necesidad que tenemos de ellos, como veremos en su lugar.
2. • Existencia de los dones del Espíritu Santo Por lo tanto, como la gracia en las cosas necesarias es tan pró-
diga, por lo menos, como la naturaleza misma, hay que con-
119. La existencia de los dones del Espíritu Santo sólo cluir rectamente que los siete espíritus que el profeta vio des-
puede constarnos por la revelación, ya que se trata de realidades cansar sobre Cristo son también patrimonio de todos cuantos
sobrenaturales que rebasan y trascienden por completo la sim- permanezcan unidos a El por la caridad 8 .
ple razón natural 6 . Santo Tomás parte de este supuesto en la Además de este texto, que los Santos Padres y la misma
cuestión especial que dedica a los dones en la Suma Teológica, Iglesia han interpretado como clara revelación de los dones del
diciendo que en lo referente a ellos debemos seguir el modo de Espíritu Santo, suelen citarse por los autores otros muchos tex-
hablar de la Sagrada Escritura, en la que se nos revelan: «in tos del Antiguo y del Nuevo Testamento 9 . Nosotros preferi-
qua nobis traduntur» 7 . mos omitirlos, no sólo por no entrar en nuestros planes una in-
Veamos, pues, ante todo, el fundamento escriturario de la vestigación a fondo sobre el verdadero sentido de esos textos,
existencia de los dones. Después examinaremos brevemente la sino porque nos parece evidente que a base de ellos—por lo
doctrina de la Tradición, el Magisterio de la Iglesia y las sen- menos de la gran mayoría—no se pueden hacer sino cábalas y
tencias de los teólogos, que fueron elaborando poco a poco la conjeturas desprovistas de todo fundamento serio. Es preciso
teología de los dones a base de los datos revelados interpretados reconocer que la doctrina de los dones en la Sagrada Escritura
por la Tradición. se apoya casi exclusivamente en el texto de Isaías; si bien ese
6 »La sabiduría pagana no conoció los dones del Espíritu Santo de que habla Santo To- 8 Por lo demás, el texto de Isaías ofrece no pocas dificultades exegéticas. Si prescindié-
ramos de las interpretaciones de los Santos Padres, de los teólogos y de la misma Iglesia
más; su conocimiento sólo se alcanza por la revelación divina» (JUAN DE SANTO TOMÁS, De —que han elaborado la doctrina de los dones hasta ponerla del todo en claro—, quedaríamos
donis Spiritus Sancti, versión del P. I. G. Menéndez-Reigada, c.1 p.27). poco menos'que a oscuras con sólo los datos escriturarios.
7 Cf. I-II,68,1.
9 He aquí los principales lugares alegados:
a) Del Antiguo Testamento: Gen 41,38; Ex 3i,3; Num 24,2; Deut 34,9; Iud 6,34;
Ps 31,8; 32,9; I18,120; 118,144; 142,10; Sap 7,28; 7,7; 7,22; 9, 1 7; 1o,10; Eccli 15,5; Is 11,;
61,1; Mich 3,8.
b) Del Nuevo Testamento: Lc 12,12; 24,25; Io 3,8; 14,17; 14,26; Act 2,2; 2,38; Rom
8,14; 8,26; Cor 2,10; 12,8; Apoc 1,4; 3, 1 ; 4,5; 5,6.
texto, explicado, confirmado y sacado a plena luz por los San- si habló o no de ellos el concilio de Trento, nada se puede afir-
tos Padres, el Magisterio de la Iglesia y la elaboración de los mar con certeza; es cuestión que está todavía por resolver.
teólogos escolásticos, nos da un fundamento firmísimo sobre He aquí el texto del sínodo romano:
la existencia de los dones, no solamente en Cristo, sino también «Se dijo: Ante todo hay que tratar del Espíritu septiforme que descansa
en cada uno de los cristianos en gracia. A eminentes teólogos en Cristo.
les parece que esta doble existencia está formalmente revelada Espíritu de sabiduría: Cristo virtud de Dios y sabiduría de Dios
en la Sagrada Escritura 10 ; y los que no se atreven a decir tanto (i Cor 2,24).
Espíritu de entendimiento: Te daré entendimiento y te instruiré en el ca-
reconocen que se trata, por lo menos, de una conclusión certí- mino por donde andarás (Ps 31,8).
sima y proxima fidei. Espíritu de consejo: Y se llamará su nombre ángel del gran consejo
(Is 9,6; LXX).
b) Los SANTOS PADRES.—Tanto los Padres griegos como Espíritu de fortaleza: Virtud o fuerza de Dios y sabiduría de Dios
los latinos hablan frecuentemente de los dones del Espíritu (1 Cor 1,24).
Santo, aunque con diversos nombres: dona, nrunera, charismata, Espíritu de ciencia: Por la eminencia de la ciencia de Cristo Jesús
(Eph 3, 1 9).
spiritus, virtutes, etc. Entre los Padres griegos destacan San Espíritu de verdad: Yo soy el camino, la vida y la verdad (Io 04,6).
Justino, Orígenes, San Cirilo de Alejandría, San Gregorio Na- Espíritu de temor (de Dios): El temor del Señor es principio de la sabidu-
cianceno y Dídimo el Ciego, de Alejandría. Entre los latinos, ría (Ps iio,io)» 12.
la primacía se la lleva San Agustín, seguido muy de cerca por En el texto anterior: a) se habla de los dones del Espíritu
San Gregorio Magno; pero se encuentran también muy buenas Santo propiamente dichos; b) se enumeran, con Isaías, los siete
cosas sobre los dones en San Victorino, San Hilario, San Am- dones 13 , y c) se explica cada uno de ellos por la misma Sagrada
brosio y San Jerónimo. No podemos detenernos a recoger los Escritura en cuanto convienen plenísimamente a Cristo.
textos 11 ; pero en ellos se van perfilando casi todas las cuestiones He aquí ahora las palabras del concilio de Trento que se
relativas a la teología de los dones, que elaborarán más tarde prestan a diversas interpretaciones 14:
poco a poco los teólogos escolásticos hasta llegar a Santo To- «A esta disposición o preparación, síguese la justificación misma, que no
más, en el que encontramos una síntesis completa y acabada. es sólo remisión de los pecados (can. i i), sino también santificación y reno-
vación del hombre interior, por la voluntaria recepción de la gracia y de los
c) EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA.—Vamos a subdividirlo dones, de donde el hombre se convierte de injusto en justo y de enemigo en
.
en tres partes: La,a, concilios; 2.a, liturgia, y 3.a, otros docu- amigo, para ser heredero según la esperanza de la vida eterna (Tit 3,7)0 15
mentos. De estas palabras nos parece que puede colegirse razona-
1.a Concilios.—Solamente en un concilio ha hablado la blemente lo siguiente: a) el concilio no habla particularmente
Iglesia claramente de los dones del Espíritu Santo: en el sínodo de los dones ni los nombra expresamente; pero es evidente que
romano celebrado en el año 382 bajo el papa San Dámaso. Sobre en la palabra donorum se alude a ellos al menos remota y gené-
ricamente; b) es probable que los Padres del concilio tratasen
10 Al P. ALDAMA, S.I., le parece que no se trata de una conclusión elaborada a base de
una premisa de fe y otra de razón, sino de una consecuencia que se desprende de dos ver-
de aludir en ese texto a los dones del Espíritu Santo propiamente
dades formalmente reveladas, a saber; la existencia de los dones en Cristo como Mesías (Is 11,2)
y la afirmación de San Juan de que El está lleno de gracia y de verdad y de esa plenitud par-
dichos, teniendo en cuenta que en la época de Trento la noción
ticipamos todos (lo 1,14-16). He aquí sus palabras: »El sentido consecuente supone una
deducción hecha a base de una premisa de razón. Y ése no es el caso aquí. Se trata más bien 12 «Dictum est: Prius agendum est de Spiritu septiforme, qui in Christo requicscit,
de dos verdades igualmente reveladas en la Sagrada Escritura. Por una de ellas se nos des-. Spiritus sapientiae: Christus Dei virtus et Dei sapientia (1 Cor 1,24). Spiritus intellectus:
criben los exuberantes tesoros del organismo espiritual del Mesías; por la otra, se nos dice Intellectu Babo tibi, et instruam te in vía, in qua ingredieris (Ps 31,8). Spiritus consilii: Et soca-
virtus
que de la plenitud de sus gracias, diríamos de la vida de ese organismo en acción, participa- bitur nomen eius magni consilii angelus (Is 9,6; LXX). Spiritus virtutis (ut supra): Dei
mos nosotros. Al comparar los Santos Padres ambas verdades, al aproximarlas entre sí, se et Dei sapientia (1 Cor 1,24). Spiritus scientiae: Propter eminentiam Christi
scientiae Icsu
abre a nuestros ojos en magnífica perspectiva la plenitud del sentido revelado y nos damos apostoli (Eph 3,19). Spiritus veritatis: Ego via et vita et veritas (Io 14,6). Spiritus timoris
cuenta de que la palabra de Dios nos ha enseñado realmente la existencia de los dones del (Dei): Initium sapientiae timor Domini (Ps ito,to)s (D 83).
Espíritu Santo no sólo en Cristo, sino también en los cristianos. Es decir, que no estamos 13 Con la variante de decir spiritus veritatis en vez de pietatis, y spiritus virtutis en vez
ante un sentido consecuente, sino ante un sentido pleno (sensus plenior). Esta solución nos de fortitudinis, que es del todo equivalente.
parece armonizar mejor los datos de la tradición patrísticas (Los dones del Espíritu Santo: 14 Véase, por ejemplo, FERRERO, O.P., en RET (1945) p.43-4-i; y ALDAMA, Si, en
problemas y controversias en la actual teología de los dones, en RET, enero-marzo 1949, P.5). *Estudios Eclesiásticos» (enero-junio 1946) p.241-44.
11 El lector que quiera conocer más a fondo el fundamento escriturario y patrístico sobre 1s •Hanc dispositionem seu praeHarationem iustificatio ipsa consequitur, quae non est
la existencia de los dones consultará con provecho a los PP. GARDEIL en DTC, art. Dons du sola peccatorum remissio (can.if), sed et sanctificatio et renovatio interioris hominis per vo-
Saint Esprit co1.1728s; PARÍS, De donis Spiritus Sancti in genere, apud Marietti, 193o; FERRE- luntariam susceptionem gratiae et donorum, unde homo ex iniusto fit iustus et ex inimico
RO, Los dones del Espíritu Santo (Manila 1941); TOUZARD, en 'Revue Bibliques, abril 1899, etc. amicus, ut sit heres secundum spem vitae aeternae (Tit 3,7)» (D 799).
de los dones era familiar a los Padres del concilio y a toda la
Iglesia, como consta por la liturgia 16 , y c) de las palabras del c) Finalmente, el papa León XIII, en su admirable encí-
concilio se desprende que esos «dones» (sean los que fueren) se clica sobre el Espíritu Santo Divinum illud munas, del 9 de
infunden y reciben juntamente con la gracia. mayo de 1897, recogió, haciéndolo suyo, el testimonio de la tra-
dición católica sobre le existencia, necesidad, naturaleza y efec-
2.a Liturgia.—Mucho más claro es el Magisterio de la tos maravillosos de los dones:
Iglesia por medio de la liturgia. En el himno Veni Creator se
nos habla del septiforme don del Espíritu Santo: «El justo que vive de la vida de la gracia y que opera mediante las vir-
tudes, como otras tantas facultades, tiene absoluta necesidad de los siete do-
«Tu septiformis munere «Tú septiforme en los dones, nes, que más comúnmente son llamados dones del Espíritu Santo. Mediante
digitus Paternae dexterae...» I dedo de la diestra de Dios...» estos dones, el espíritu del hombre queda elevado y apto para obedecer
con más facilidad y presteza a las inspiraciones e impulsos del Espíritu
En la preciosa sequentia de la misa de Pentecostés se le pi- Santo. Igualmente, estos dones son de tal eficacia, que conducen al hombre
den al Espíritu Santo sus siete sagrados dones: al más alto grado de santidad; son tan excelentes, que permanecerán ín-
tegramente en el cielo, aunque en grado más perfecto. Gracias a ellos es
«Da tuis fidelibus «Da a tus fieles movida el alma y conducida a la consecución de las bienaventuranzas evan-
in Te confidentibus que confían en ti gélicas, esas flores que ve abrirse la primavera como señales precursoras
sacrum septenarium». el sagrado septenario». de la eterna beatitud...» 19 .
Y en el himno de vísperas vuelve la alusión a los dones: Como se ve, en el citado texto el Papa hace suya la doctrina
tradicional sobre los dones y la propone con su magisterio ordina-
«Te nunc Deus piissime «Te rogamos, piadosísimo Dios, rio a toda la Iglesia. Tiene, pues, un gran valor dogmático.
vultu precamur cernuo con el rostro humillado,
illapsa nobis caelitus nos infundas los dones d) Los TEÓLOGOS ESCOLÁSTICOS. — En este punto concreto
largire dona Spiritus». celestiales del Espíritu». de la mera existencia de los dones, la opinión de los teólogos sólo
nos interesa en cuanto testigos de la Tradición, ya que ellos
Al administrar el sacramento de la confirmación, el obispo,
con las manos extendidas sobre los confirmandos, exclama: no pudieron crear una doctrina que trata de realidades sobre-
naturales.
«Envía sobre ellos desde el cielo tu septiforme Espíritu Santo Paráclito: La teología de los dones sufrió una lenta y trabajosa elabo-
Espíritu de sabiduría y de entendimiento, Espíritu de consejo y de fortale- ración por los teólogos escolásticos a través de los siglos. Pero
za, Espíritu de ciencia y de piedad; llénalos con el Espíritu de tu amor» 17 ,
su existencia fue universalmente admitida por todos, salvo ra-
donde la Iglesia, en el momento solemne de la administración de rísimas excepciones, que vienen a confirmar la regla general.
un sacramento, recoge y aplica a cada uno de sus fieles el famoso Hoy día, la doctrina sobre la existencia de los dones del Espí-
texto mesiánico de Isaías. ritu Santo se ha impuesto de tal manera en todas las escuelas
3. a Otros documentos eclesiásticos.—a) El Catecismo del católicas, que no hay un solo teólogo que la niegue. Discuten
concilio de Trento—que de tanta autoridad goza entre los teó- largamente sobre su naturaleza y su funcionamiento, pero su
logos—dice que «estos dones del Espíritu Santo son para nos- existencia—repetimos—es universalmente admitida por todos.
otros como una fuente divina en la que bebemos el conocimien- CONCLUSIÓN GENERAL SOBRE LA EXISTENCIA DE LOS DONES. —
to vivo de los mandamientos de la vida cristiana y por ellos El testimonio de toda la Tradición, apoyado con sólido fun-
podemos conocer si el Espíritu Santo habita en nosotros» 18 . damento en la Sagrada Escritura, lleva a una certidumbre abso-
b) En todos los catecismos católicos del mundo se habla luta sobre la existencia de los dones del Espíritu Santo en todos
de los dones del Espíritu Santo como patrimonio de todos los t 9 Cf. LEÓN XIII, encíclica Divinum illud munus, hacia el fin. He aquí el texto latino del
fieles. párrafo por nosotros citado: aHoc amplius homini insto, vitam scilicet viventi divinae gratiae
et per congruas virtutes tanquam facultates agenti, opus plane est septenis illis quae pvoprie
dicuntur Spiritus Sancti donis. Horum enim beneficio instruitur animus et munitur ut eius
16 Nos parece, por lo mismo, un poco exagerada la afirmación de Suárez: non est verisi- vocibus atque impulsioni facilius promptiusque obsequatur; haec propterea dona tantae
mile, ibi loqui Concilium de specialibus donis Spiritus Sancti» (cf. De gratia 1-16 c.lo n.4 sunt efficacitatis ut eum ad fastigium sanctimoniae adducant, tantaeque excellentiae ut in cae-
in fine). lesti regno eadem, quamquam perfectius perseverent. Ipsorumque ope charismatum provo-
17 «Emitte in eos septiformem Spiritum tuum Sanctum Paraclitum de caelis: Spiritum catur animus et effertur ad appetendas adipiscendasque beatitudines evangeiicae, quae,
sapientiae et intellectus, Spiritum consilii et fortitudinis, Spiritum scientiae et pietatis; adim- perinde ac flores yerno temore erumpentes, indices ac nuntiae sunt beatitatis perpetuo men-
pie eos Spiritu timoris tui» (Pont. Rom., De s. sacram. Confirrr. confer.). suras». Este texto nos habla: t.°, de la necesidad de los dones: opus plane est; 2.0, de su na-
18 Catecismo del Concilio de Trento p.s.a c.9 § 3. turaleza: nos hacen dóciles al Espíritu Santo; 3• 0 , de sus efectos: pueden conducimos a la
cumbre de la santidad.
se emplea muchas veces en significación de plenitud, y acaso
los fieles en gracia. Más aún: no faltan teólogos de gran autori- tenga este sentido en el texto de Isaías; pero de aquí no se
dad que afirman que esta existencia es una verdad de fe 20. puede sacar argumento decisivo contra el número septenario
Porque, aunque la Iglesia no la haya definido expresamente, de los dones.
teniendo en cuenta, sin embargo, la constante doctrina de los En efecto: hay dos clases de plenitudes. Una del todo inde-
Padres a través del largo período patrístico, el sentir de la Igle-
sia en su liturgia y en la administración de los sacramentos, terminada, que identifica el término «plenitud» con un número
el consentimiento unánime de los teólogos y el sentir también indefinido, que no se sabe cuál es. Y hay otra plenitud que,
ciñéndose a un número concreto y determinado, expresa con él
unánime de todos los fieles del mundo que lo aprendieron así
todas las realidades posibles en aquel orden de cosas.
desde pequeñitos en el catecismo, parecen dar suficiente fun- Ahora bien: la interpretación unánime de los Santos Padres,
damento para pensar que se trata—en efecto—de una verdad las enseñanzas claras y explícitas de la Iglesia en su liturgia, en
de fe propuesta por el Magisterio ordinario de la Iglesia. Y los
la administración de los sacramentos y en las encíclicas ponti-
que no se atreven a decir tanto, afirman que se trata, por lo ficias y el consentimiento casi unánime de los teólogos escolás-
menos, de una conclusión teológica certísima y «proxima fidei».
ticos, obligan—nos parece—a interpretar la plenitud expresada
por Isaías en este segundo sentido. Así como los sacramentos
3. , Número de los dones
son siete, ni más ni menos, y en ellos se encierra la plenitud
120. Es otra cuestión discutida entre exegetas y teólogos. de las gracias que Dios concede a los hombres ex opere operato,
Dos son las principales dificultades que dan pie a estas vacila- así los dones del Espíritu Santo, siendo siete hábitos distintos,
ciones: a) en la Sagrada Escritura es clásico el número siete ni más ni menos, recogen la plenitud de las mociones del divino
para significar cierta plenitud indeterminada, y b) en el texto Espíritu que se nos hayan de comunicar a través de ellos 23.
masorético de Isaías no se enumeran siete, sino seis dones; falta 2.° En cuanto a que en el texto masorético no se enumeren
el don de piedad. sino seis dones, nada se sigue contra la existencia del don de
Los exegetas modernos se inclinan a pensar que el texto de piedad. Se han propuesto diversas hipótesis para explicar su
Isaías se refiere a una plenitud indeterminada: es la plenitud de omisión en el texto masorético 24 ; pero sea de ellas lo que fuere,
cualidades de gobierno, que pertenecen al Mesías como Rey 21. es cierto que el don de piedad consta en la Vulgata—que
Los Santos Padres y los teólogos escolásticos insisten, por tiene sobre sí el peso de una declaración de la Iglesia, que afir-
el contrario, en el número septenario, y a base de estos siete ma que no contiene errores dogmáticos— 25 , en la versión de
dones establecen sus clasificaciones y paralelismos con las vir- los Setenta, en la tradición patrística, en las enseñanzas oficia-
tudes infusas. Santo Tomás dedica en la Suma Teológica un les de la Iglesia y en el sentir unánime de los teólogos escolás-
artículo ingenioso para justificar ese número 22. ticos. Apartarse o prescindir del peso enorme de todo esto por
¿Qué pensar de todo ello? A nuestro parecer, lo siguiente: ciertas oscuridades en el texto masorético, nos parece franca-
1.° Es cierto que en la Sagrada Escritura el número siete mente excesivo. Algunos exegetas olvidan, a veces, que la
20 Entre ellos, Juan de Santo Tomás, el mejor comentarista del Angélico Doctor en la
Sagrada Escritura no es la única fuente de la divina revelación
doctrina de los dones. He aquí sus palabras: y que hay muchísimas cosas formalmente reveladas en la Sa-
«Ex quibus colligitur non solum esse de fide haec septem dona seu spiritus qui in Christo
fuerunt, supernaturalia fuisse, quia Isaias expresse et ad litteram loquitur de Christo, sed etiam grada Escritura que no aparecieron a plena luz, sino a través de
de fide esse quod in nobis dantur haec dona et quod supernaturalia sino. Cf. I0ANNIS A SANCTO
THOMA. Cursus Theologicus t.6 d.18 a.2 n.4 p•583 (ed. Vivés, 1885).
las interpretaciones de los Santos Padres y del Magisterio de
El P. ALDAMA, S.I., es del mismo parecer: «Prout iacet, thesis dicenda est de fide divina
et catholica: cum satis affirmetur in liturgia et in magisterio ordinario, ut videbimus» (cf. Su-
la Iglesia. Este es el caso del don de piedad. Sea lo que fuere
cree Theologiae Summa [ed. BAC] vo1.3 P.726 [2.. ed. 1953]).
21 He aquí cómo lo explica TouzARD: «Le symbolisme du chiffre sept est ancien, et, 23 Esta explicación, propuesta por el P. ALDAMA (en RET, enero-marzo 1949, p.26, y
selon la remarque des comentateurs, l'emploi de ce chiffre dans le pasage qui nous occupe, en Sacrae Theologiae Summa vQ1.3 p.730, 2.. ed. BAC 1953), nos parece enteramente satis-
a pour but de mettre en relief la plénitude de l'influence divine dans le rameau sorti du tronc factoria.
brisé d'Isaie» («Revue Biblique» [1899] p.250). 24 Véase, por ejemplo, FERRERO, Los dones del Espíritu Santo (Manila 1941), donde se
Por su parte, el P. CEUPPENS hace la misma observación: «In tribus ergo documentis exponen varias de estas hipótesis. Una de ellas es ésta: «Se debe distinguir entre el texto
(o sea el texto masorético, la versión siríaca Pessita y el «Targum» de los judíos) septem hebreo primitivo, que desconocemos, y el texto masorético, que tenemos actualmente. Los LXX,
termini dantur quibus sex tantum dona exprimuntur. Numerus septenarius apud Hebraeos anteriores a la Massora, pueden muy bien haber conservado y transmitido a la posteridad
fuit semper numerus consecratus ad multitudinem vel plenitudinem designandam; unde el texto hebreo original sin los defectos que más tarde se pudieron infiltrar en el texto maso-
non impossibile videtur Isaiam septem admisisse terminos ad donorum plenitudinem signi- retico» (p.64)•
ficandam» («Angelicum» [1928] p.526-7). 2s Cf. D 785-787.
22 I-II, 68,4.
del texto de Isaías, San Pablo describe maravillosamente esa
realidad que la teología conoce con el nombre de don de piedad al afirman expresamente al exponer su doctrina de la conexión
escribir a los romanos: de los dones con la caridad 31 .
3. a Santo Tomás expone la razón teológica en la siguiente
«Porque los que son movidos por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de
Dios. Que no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor,
forma 32:
antes habéis recibido el espíritu de adopción, por el que clamamos: ¡Abba, «Como ya dijimos, los dones son perfecciones del hombre por las cua-
Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos les se dispone a seguir bien la moción del Espíritu Santo. Y es evidente,
hijos de Dios» (Rom 8,14-16). por lo ya dicho, que las virtudes morales perfeccionan la facultad apetitiva
en cuanto que de alguna manera participa de la razón, es decir, en cuanto
Por todas estas razones, preferimos atenernos al sentir de es naturalmente apta para ser movida por el imperio racional. Así, pues,
la Tradición en torno al don de piedad y al número septenario los dones del Espíritu Santo son para el hombre en su relación con el Espí-
ritu Santo lo mismo que las virtudes para la facultad apetitiva en su rela-
de los dones, aunque esta cuestión tenga escasa importancia ción con la razón. Ahora bien, las virtudes morales son hábitos que disponen
para nuestro objeto. Más que el número exacto de los dones, a la facultad apetitiva para obedecer prontamente a la razón. Luego tam-
interesa conocer su naturaleza y funcionamiento, que vamos bién los dones de Espíritu Santo son ciertos hábitos por los cuales el hombre
a examinar a continuación. se perfecciona para obedecer prontamente al Espíritu Santo».
Vamos a explicar la definición palabra por palabra. lo mismo que las virtudes infusas cuyo acto sobrenatural vienen
a perfeccionar los dones dándole la modalidad divina o sobre-
Los DONES DEL ESPÍRITU SANTO, en el sentido propio y humana propia de ellos.
estricto de la palabra, según hemos explicado más arriba 26. Es lo propio y
PARA RECIBIR Y SECUNDAR CON FACILIDAD.
SON HÁBITOS SOBRENATURALES. Es doctrina común entre los característico de los hábitos, que perfeccionan las potencias
teólogos, salvo contadísimas excepciones 27 . He aquí las pruebas: precisamente para recibir y secundar con facilidad la moción
1.a En el famoso texto de Isaías (11,2) se nos dice—según del agente que los mueva.
la exégesis científica moderna 28 —que los dones son conferidos LAS MOCIONES PROPIAS DEL ESPÍRITU SANTO, que es quien
a modo de hábitos, como se desprende claramente del término los mueve y actúa directa e inmeditamente como causa motora
requiescet, que expresa permanencia habitual 29 . Luego análo-
y principal, a diferencia de las virtudes infusas que son movi-
gamente se confieren a los miembros de Cristo también de das o actuadas por el mismo hombre como causa motora y
modo permanente o habitual. La misma fe nos enseña la pre- principal, aunque siempre bajo la previa moción de una gracia
sencia permanente del Espíritu Santo en toda alma en gracia actual.
(1 Cor 6,19), y el Espíritu Santo no está nunca sin sus dones 30 .
AL MODO DIVINO O SOBREHUMANO, como veremos amplia-
2.a Los Santos Padres están concordes en afirmar que los
dones del Espíritu Santo constituyen un grupo específico de mente más abajo. Veamos ahora una interesante dificultad que
gracias o dones habituales. San Agustín y San Gregorio lo se puede formular contra los dones del Espíritu Santo como
26 Cf. n.I18.
hábitos. Su solución nos ayudará a comprender mejor la natu-
27 Tales son, principalmente, Hugo de San Víctor, Vázquez, Brancato do Laurea, el raleza de los mismos como tales.
abate de Bellevue, y, en cierto sentido, el cardenal Billot que, aunque admite que los dones
son hábitos, los confunde prácticamente con la inspiración de la gracia actual. DIFICULTAD. — LOS dones del Espíritu Santo perfeccionan al hombre
28 Cf. P. CEUPPENS, O.P., De donis Spiritus Sancti apud Isaiam, en la revista AnIelicum para ser movido por el mismo Espíritu Santo, como hemos dicho. Pero en
5 (1928) P•537.
29 «Et requiescet super eum... («y reposará cuanto movido por el Espíritu Santo, el hombre se convierte en mero ins-
sobre él...).
30 Cf. 1-II,68,3 sed contra.
31 Santo Tomás se apoya en un texto de San Gregorio (cf. 1-1I,68,3 ad o).
32 Cf, 1-11,68,3.
trumento suyo; luego los dones del Espíritu Santo no son hábitos, puesto acuerdo sobre si los dones eran realmente distintos de las virtudes o sólo
que éstos perfeccionan al agente principal, pero no al instrumento (v.gr., el se distinguían de ellas con una distinción de razón 36 . Pero con la maravi-
hábito de tocar el piano perfecciona al pianista, pero no al piano) 33. llosa síntesis de Santo Tomás, puede decirse que la distinción real, especí-
fica entre las virtudes y los dones adquirió definitivamente carta de natu-
RESPUESTA.—Esa razón es válida para el instrumento completamente raleza en la teología católica. Es cierto que sonarán todavía algunas voces
inerte, al que no corresponde moverse, sino únicamente ser movido (como discordantes, sobre todo de la escuela escotista en torno a su jefe; pero la
el cepillo y la garlopa). Pero el hombre no es tal instrumento, sino que de teoría del Angélico Doctor irá prevaleciendo cada vez más 37 hasta apode-
tal manera es movido por el Espíritu Santo, que también se mueve a sí mismo rarse por completo del campo teológico sin distinción de escuelas ni matices.
en cuanto dotado de libre albedrío; y por eso necesita del hábito 34. Hoy día son tan pocas las excepciones, que puede decirse que es ésta la sen-
De donde se deduce que los dones del Espíritu Santo no son hábitos tencia unánime de todos los teólogos católicos.
puramente activos ni puramente pasivos, sino más bien pasivo-activos. Con
relación a la moción divina son hábitos receptivos o pasivos, pero con rela- El Doctor Angélico estudia esta cuestión en su comentario
ción a la reacción vital del alma son hábitos activos.
En resumen; así como el hombre por las virtudes adquiridas se dispone a las Sentencias 38 , en la Suma Teológica 39 y en otros lugares se-
para ser movido fácil, pronta y deleitablemente por la simple razón natural cundarios 40 . La doctrina es exactamente la misma—a pesar de
en orden a los actos naturalmente buenos, y por las virtudes infusas para cierta variación en las fórmulas, como veremos más adelante—,
ser movido por la razón iluminada por la fe a los actos sobrenaturales al
modo humano, así por los dones del Espíritu Santo el hombre justo se con-
pero no cabe duda que es en la Suma Teológica donde nos da
naturaliza—por así decirlo—con los actos a que es movido por especial
su pensamiento definitivo. Veamos, pues, en primer lugar la
instinto del Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano 35. doctrina que en ella expone 41.
Empieza el Doctor Angélico recogiendo las opiniones erró-
Vamos a ver ahora otra cuestión importantísima para de- neas que sobre la naturaleza de los dones habían formulado
terminar la naturaleza de los dones: su diferencia con las vir- algunos antiguos.
tudes infusas.
He aquí esas opiniones:
5. Si los dones se distinguen de las virtudes infusas z . a Los dones no se distinguen de las virtudes.
2. 8 Los dones perfeccionan la razón; y las virtudes, la voluntad.
122. SANTO TOMÁS, I-II,68,i ; cf. 55,3 Y 4; 63,3; 9,4 Y 6; ht III Sent. d.34 q.1 a.1 c. et ad 2 ;
cf. ad 4 et 5, etc.; GARDEIL: DTC, t.4 art. Dono; DOM LOTTIN: «Recherches de Théol. An- 3. 8 Las virtudes se ordenan a obrar bien; y los dones, a resistir las
cienne et Médiévale» (1929) p.41-97, y «Revue d'Ascétique et de Mystique» I I (1930) p.269s; tentaciones.
J. BONNEFOI, Le Saint-Esprit et ses dons selon S.Bonaventure (París 1929); BIARD, Le doras 4. 8 Las virtudes se ordenan sencillamente a obrar bien; y los dones,
du S. E. d'aprés S.Thomas et S.Paul (Avignon 193o); DR. CAROLO WEIS, De septem donis a conformarnos con Cristo principalmente en su pasión.
Spir. Sancti (Viena 1895); P. PARÍS, O.P., o.c., p.19-25 y 58s: P. ALDA:vuA, S.I., La distinción
entre las virtudes y los dones del Espíritu Santo en los siglos XVI y XVII: «Gregorianum» (1935)
p.562-76; I. G. MENÉNDEZ-REIGADA, O.P., Unidad específica de la contemplación cristiana
(Madrid 1926) p.i8s, y Diferencias generales entre virtudes y dones: «Ciencia Tomista» (julio-
Santo Tomás rechaza todas estas interpretaciones erróneas
diciembre 1946) y «La Vida Sobrenatural» (julio-agosto 1944); P. FERRERO, O.P.: RET (1943) por las siguientes razones:
P.4 1 7 - 33 Y ( 1 945) P•395 y 561s.
A la r.a: ¿Por qué entonces ciertas virtudes se llaman también dones
I23. He aquí una cuestión verdaderamente capital en la y otras no? (v.gr., hay un don de temor, y ninguna virtud de ese nombre).
teología de los dones que es preciso examinar cuidadosamente. Señal de que son cosas distintas.
El orden de nuestro estudio será el siguiente: después de expo- A la 2. 0 : Eso podría ser verdad si todos los dones fueran intelectivos y
todas las virtudes afectivas. Pero no es así.
ner la doctrina de Santo Tomás, señalaremos las principales A la 3. 8 : También las virtudes ofrecen resistencia a las tentaciones con-
coincidencias entre las virtudes y los dones y sus irreductibles trarias. No vale esa distinción.
diferencias. A la 4.a: El mismo Cristo nos impulsa a que nos conformemos con El
según la humildad, la mansedumbre y la caridad 42 , que son virtudes—no
La doctrina de Santo Tomás.—Hasta llegar a Santo Tomás, la opinión
de los teólogos anduvo en esto bastante desconcertada. No se ponían de 36 Cf. DoM LOTTIN, Les dons du Saint-Esprit...: «Recherche de Théologie Ancienne
et Médiévale» (enero de 1929) p•41-97.
33 Cf. I-II 68,3 obj.2.
37 El P. J. A. DE ALDAMA, S.I., estudia la opinión de los teólogos sobre esta cuestión
34 durante los siglos xvi y xvii. He aquí la conclusión a que llega el ilustre jesuita: «Por lo mis-
He aquí las palabras de Santo Tomás: «Ad secundum dicendum, quod ratio illa pro-
mo, la distinción real entre las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo es, sin duda,
cedit de instrumento, cuius non est agere, sed solum agi. Tale autem instrumentum non
est homo, sed sic agitur a Spiritu Sancto, quod etiam agit, inquantum est liben arbitrii; unde en los siglos xvi y xvit sententia communior theologorum». Cf. «Gregorianum» (1935) p.57 6 .
indiget habitu» (I-II,68,3 ad 2). 38 Cf. III Sent. d.34
35 39 Cf. I-II,68,1.
«Per dona nobis, ut ita loquar, connaturalizantur actus ad quos movemur ex speciali
40 Cf. In Isaiam c.11; Ad Gal. c.5 lect.8.
instinctu Spiritus Sancti sicut per virtutes morales adquisitas, vel infusas, actus honesti
41 I41,68,,.
ordinis naturalis vel supernaturalis fiunt nobis connaturales. Sed propter hanc causara virtutes 42 ML I 1,29: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón •; y Io 13,34: «Amaos
illae habent rationem habitus; ergo et similiter dona Spiritus Sancti» (GoNET, Clypeus Theol.
t.3 tr. de virt. et donis d.6 a.i p.1). los unos a los otros como yo os he amado».
clones—que resplandecieron principalmente en su sagrada pasión. Luego Este es el artículo del Santo. En realidad, nada es necesario
tampoco es válido ese criterio de distinción. añadir a una doctrina tan clara y luminosa. Pero para mayor
abundamiento, dada la importancia de la materia, investiga-
Rechazados los errores, pasa Santo Tomás a exponer la remos más despacio las razones profundas en que se apoya la
verdadera doctrina. Hela aquí: distinción específica entre las virtudes y los dones.
En primer lugar es curiosísimo el argumento de autoridad Para comprender mejor las diferencias entre las virtudes
que expone en el sed contra. Cita a San Gregorio, quien en los y los dones nos ayudará a conocer cuáles son sus elementos
Morales distingue perfectamente los siete dones de las tres vir- comunes; o sea, en qué convienen unas y otros.
tudes teologales y de las cuatro cardinales. Los primeros esta-
I24. COINCIDENCIAS ENTRE LAS VIRTUDES Y LOS DONES.—Las principa-
rían significados por los siete hijos de Job; las segundas, por les son las siguientes:
sus tres hijas, y las terceras, por los cuatro ángulos de la casa 43. a) Convienen en el género. Tanto unas como otros son hábitos opera-
Como se ve, la exégesis de San Gregorio no puede ser más in- tivos: dicen orden esencial a la acción y por ella se tienen que especificar.
genua y pintoresca, pero no cabe duda sobre su convicción de b) Tienen la misma causa eficiente: Dios en el orden sobrenatural.
Son hábitos infusos «per se», totalmente sobrenaturales.
que los dones se distinguen de las virtudes, que es lo que Santo c) Tienen el mismo sujeto «in quo»: las facultades humanas. En ellas
Tomás quiere probar por la autoridad de San Gregorio. residen las virtudes y los dones.
En el cuerpo del artículo empieza por advertir que, si nos d) Tienen el mismo objeto material (materia «circa quam») : toda la
fijamos sólo en el nombre de dones, no podemos encontrar di- materia moral, que es común a las virtudes y a los dones.
e) Tienen la misma causa final (fin remoto): la perfección sobrenatural
ferencia con las virtudes infusas, porque también ellas son del hombre, incipiente en este mundo y consumada en el otro.
dones (genéricamente) que hemos recibido gratuitamente de
Dios. Tales son las principales coincidencias entre las virtudes
y los dones. Pero al lado de estas coincidencias—ninguna de
«Por eso—continúa Santo Tomás—, para distinguir los dones de las vir- las cuales compromete la diferencia específica entre unas y
tudes, debemos seguir el modo de hablar de la Sagrada Escritura, la cual
nos habla de ellos no con el nombre de dones, sino con el de «espíritus». Así
otros, por ser todas extrínsecas, a excepción del género y del
lo dice Isaías, 11,2: «Requiescet super eum spiritus sapientiae et intellectus», objeto material, que no son elementos especificativos—tene-
etcétera. Por cuyas palabras se nos da manifiestamente a entender que estos mos las siguientes irreductibles diferencias:
siete espíritus allí enumerados están en nosotros por inspiración divina; y
toda inspiración significa cierta moción del exterior. I25. PRIMERA DIFERENCIA: LA CAUSA MOTORA. —La causa eficiente, en
Es, pues, de considerar que en el hombre hay un doble principio mo- cuanto hábitos, es la misma: Dios, autor de todo el orden sobrenatural.
tor: uno interior, que es la razón, y otro exterior, que es Dios... Y es cosa Pero la causa motora es completamente distinta. En las virtudes es la misma
evidente que todo cuanto se mueve tiene que ser proporcionado a su mo- razón humana (ilustrada por la fe, si se trata de virtud infusa, y siempre bajo
tor; y ésta es precisamente la perfección del móvil en cuanto tal, la dispo- la previa moción de Dios, que en el orden sobrenatural representa una
sición que le permite ser bien movido por su motor. Por eso cuanto más gracia actual); en los dones, en cambio, la causa motora es el mismo Espí-
alto es el motor, tanto más perfecta se requiere la disposición en el móvil ritu Santo, que mueve el hábito de los dones como instrumentos directos
para recibir su acción; y así vemos que el discípulo necesita estar mejor suyos. Por eso del hábito de las virtudes infusas podemos usar cuando nos
preparado para poder captar una doctrina más alta de su maestro. Ahora plazca—presupuesta la gracia actual, que a nadie se niega—, mientras que
bien: es manifiesto que las virtudes humanas perfeccionan al hombre en los dones sólo actúan cuando el Espíritu Santo quiere moverlos 45.
cuanto que es propio del hombre gobernarse por su razón en su vida inte-
rior y exterior. Es, pues, necesario que haya en el hombre ciertas perfeccio- I26. SEGUNDA DIFERENCIA: EL OBJETO FORMAL 46 .—Como es sabido, el
nes superiores que le dispongan para ser movido divinamente; y estas perfec- objeto formal es el propiamente especificativo de un acto o de un hábito.
ciones se llaman dones, no solamente porque son infundidas por Dios, sino 45 La diferencia específica que se deriva de este argumento entre las virtudes infusas
porque por ellas el hombre se hace capaz de recibir prontamente la inspira- y los dones del Espíritu Santo es tan clara y manifiesta, que ha sido admitida hasta por el
ción divina, según la palabra de Isaías (50,5): «El Señor me ha abierto los P. Crisógono, a pesar de favorecer tan poco a sus teorías. He aquí sus palabras:
»La diferencia entre los dones y las virtudes se funda en el diverso principio motor a que
oídos... y yo no me resisto, no me echo atrás»; y el Filósofo mismo dice que unos y otros hábitos se refieren. Mientras las virtudes disponen para seguir el dictamen de
«los que son movidos por instinto divino no deben aconsejarse por la razón la razón, los dones acondicionan para seguir el del Espíritu Santo. Esta diferencia de prin-
humana, sino que deben seguir la inspiración interior, que procede de un cipio es la que exige diferencia de disposición y de razón formal en los actos, aunque el objeto
material sea el mismo. Es manifiesto que los hábitos que dispongan para recibir y seguir
principio más alto» que la razón humana. Y por esto dicen algunos que los la influencia del Espíritu Santo han de ser específi camente distintos de aquellos que disponen
dones perfeccionan al hombre para actos superiores a los de las virtudes» 44. para los dictámenes de la razón, aunque sea iluminada por la fe». Cf. P. C}usÓGDxO, Com-
pendio de ascética y mística p.ig (i.. ed.).
46 Cf. P. MENÉNDEZ- REIGADA, Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana c.3
43 Cf. SAN GREGORIO. Morales 1 c.27 (al I2 in vct.28o: ML
75,544 C). nota G.
44 I-II,68,i.
Un acto o un hábito pueden tener común con otros actos y hábitos las dos retgla a que se ajusta. Teniendo las virtudes infusas por motor al hombre y
causas extrínsecas (eficiente y final) y hasta la causa material (que es un por norma o regla la razón humana iluminada por la fe, necesariamente han
elemento genérico, no específico), sin que haya diferencia específica entre de imprimir a sus actos el modo humano que les corresponde. En cambio
ellos; pero si difieren por su objeto formal, la diferencia específica es clarí- —y por la misma razón—, teniendo los dones por causa motora y por nor-
sima aunque convengan en todo lo demás. Tal ocurre precisamente con nna o regla al mismo Espíritu Santo, necesariamente tienen que revestir sus
las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Unas y otros tienen acctos el modo correspondiente a esa regla y a ese motor, esto es, el modo
—como ya hemos dicho—la misma causa eficiente (Dios, autor del orden diivino o sobrehumano.
sobrenatural), la misma causa final (la santificación del alma, y en defini- De esta tercera diferencia se deducen dos consecuencias de importancia
tiva, la gloria de Dios) y la misma causa material, ya que los dones no tie- excepcional en teología ascética y mística:
nen materia propia, sino que tienen por misión perfeccionar el acto de las a) la imperfección radical de las virtudes infusas por la modalidad hu-
virtudes sobre sus materias respectivas. Y, sin embargo, la diferencia espe- mana de su obrar y la necesidad imprescindible de que los dones del Espí-
cífica aparece clarísima por el objeto formal, que es completamente distinto. riitu Santo vengan en su ayuda para proporcionarles su modalidad divina,
siin la cual jamás las virtudes infusas podrán alcanzar su plena perfección y
Vamos a verlo.
El objeto formal es doble: a) aquel por el cual el acto se constituye en desarrollo; y
su propia naturaleza, inconfundible con cualquier otro, bajo una razón de- b) imposibilidad de una operación de los dones al modo humano, toda
terminada (obiectum «quo», ratio «sub qua») ; y b) aquel que es terminativo vez que su modalidad divina es precisamente un elemento de diferenciación
del acto o hábito bajo larmisma razón de ser (obiectum «quod»). Por ejemplo: específica con las virtudes infusas. Una operación de los dones del Espíritu
el acto de robar tiene por objeto formal constitutivo (obiectum quo) tomar Santo al modo humano envuelve verdadera contradicción.
lo ajeno, que es su causa formal y lo que esencialmente constituye el robo; I28. CUARTA DIFERENCIA: USO A NUESTRO ARBITRIO O AL ARBITRIO DI-
y por objeto formal terminativo (obiectum quod), la cosa ajena. El que esta V:INO.— Otra diferencia que se desprende de las anteriores. De las virtudes
cosa sea dinero o un objeto cualquiera, eso es el objeto material. Aplique- podemos usar cuando queramos, según consta por la experiencia (v.gr., po-
mos a nuestro caso estas nociones elementales. dlemos hacer cuando queramos un acto de fe, esperanza, caridad, o de cual-
a) Objeto formal terminativo (obiectum formale «quod») .—El objeto for- qluier otra virtud infusa). De los dones, en cambio, no podemos usar cuando
mal terminativo de los actos humanos, en cuanto morales, es el bien honesto quueramos, sino sólo cuando quiere el Espíritu Santo mismo.
(bonum honestum), en contraposición al bien útil y al deleitable, que, en La razón de esto es muy clara. Todos aquellos hábitos de los cuales es
cuanto tales, no pueden ser norma de moralidad. Bajo este aspecto no di- regla y motor la razón humana (aunque sea iluminada por la fe) están so-
fieren las virtudes y los dones, porque ambos tienden a ese bien honesto metidos a nuestro libre albedrío en cuanto a su ejercicio, porque son actos
de un modo general. Ya sea que obremos por las virtudes o por los dones, nuestros en toda su integridad 48 . Mas los dones son hábitos que no confie-
siempre practicamos ese bien honesto. ren al alma más que la facilidad para dejarse mover por el Espíritu Santo,
Claro que ese bien tiene dos aspectos muy distintos según recaiga so- que, como ya hemos visto, es la única causa motora de los mismos, sin que el
bre él la regla de la razón iluminada por la fe o la regla del Espíritu Santo alma pueda hacer otra cosa que cooperar a esa moción—aunque de una ma-
mismo. Pero esto cae de lleno dentro del objeto formal quo, o ratio sub qua, niera consciente y libre--no poniendo ningún obstáculo y secundando con
que es el elemento diferencial propiamente especificativo, como vamos a ver. dlocilidad el impulso del Espíritu Santo, que mueve los dones como causa
b) Objeto formal constitutivo («obiectum quo»).—El objeto formal quo, perincipal, limitándose el hombre al papel de simple instrumento, aunque
o ratio sub qua, es totalmente distinto en las virtudes y los dones. En las consciente y libre.
virtudes infusas, la regla próxima e inmediata de sus actos es la razón hu- En orden a la actuación de los dones, nosotros no podemos hacer otra
mana iluminada por la fe; de tal manera que un acto es bueno si se acomoda coosa que disponernos—refrenando, v.gr., el tumulto de las pasiones, el afecto
a ese dictamen y es malo si se aparta de él. En los dones, en cambio, la regla at las criaturas, el tropel de distracciones y fantasmas de la imaginación que
próxima e inmediata de sus actos es el mismo Espíritu Santo, que los go- dificultan la acción de Dios, etc.—para que el propio Espíritu Santo pue-
bierna y mueve directamente como instrumentos suyos, imprimiéndoles la día actuarlos cuando le plazca. En este sentido, podemos decir que nuestros
dirección y haciendo, por consiguiente, que el acto se produzca no por ra- atctos son causa dispositiva de la actuación de los dones. Es lo que Santa
zones humanas, sino por razones divinas, que escapan y trascienden la esfe- Teresa quería decir cuando escribe con tanta precisión y exactitud:
ra de la razón humana aun iluminada por la fe. El acto de los dones brota de
un motivo formal completamente distinto y, por lo mismo, arguye necesaria- <La primera oración que sentí, a mi parecer, sobrenatural, que
mente distinción específica con el de las virtudes. Ahora bien: como es sa- llamo yo lo que con industria ni diligencia no se puede adquirir
bido, los hábitos se especifican por sus actos, y éstos por sus objetos for- aunque mucho se procure, aunque disponerse para ello sí y debe de
males. A objetos formales específicamente distintos corresponden actos es- hacer mucho al caso...» 49 .
pecíficamente distintos; y a éstos corresponden hábitos también específica-
mente distintos. Esto es elemental en filosofía. Es necesario—en efecto—que el sujeto se disponga para que los dones
actúen en él; no con una disposición propia y formal, que ésa la da el mis-
I27. TERCERA DIFERENCIA: MODO HUMANO Y MODO DIVINO 47 .—Esta di- mo don,. sino quitando los impedimentos que en él pueda haber (sieut re-
ferencia se sigue necesariamente de las dos anteriores. La operación tiene
que tener el mismo modo que la causa motora que la impulsa y la norma o
s Aunque siempre, desde luego, bajo la previa moción divina: W•ibnnIi, si se trata de
virtudes adquiridas, y sobrenatural (gracia actual), si se trata de virtudes infusas.
47 Para estas últimas diferencias cf. P. I. G. MENÉNDEZ-REIcADA, Diferencias generales 49 SANTA TERESA, Relación I.° al P. Rodrigo n.3.
entre dones y virtudes: La Vida Sobrenatural (julio-agosto de 1944).
movens prohiben, vel causa «per accidens»), a fin de que esa docilidad al
Espíritu Santo pueda hacerse real (pasando al acto) y no ser sólo potencial cipal primera, pero al hombre le corresponde la plena responsabilidad de
(por la posesión del simple hábito de los dones). Y, en cierto sentido, nues- la acción como causa principal segunda enteramente subordinada a la prime-
tros actos pueden ser también causa meritoria de la actuación de los dones ra; por eso los actos de las virtudes son totalmente nuestros, pues parten
siquiera sea de una manera remota, en cuanto que con nuestros actos sobre- de nosotros mismos, de nuestra razón y de nuestro libre albedrío, aunque
naturales podemos merecer el aumento de la gracia, de las virtudes infusas siempre—desde luego—bajo la moción de Dios como causa primera, sin la
y de los mismos dones del Espíritu Santo en cuanto hábitos. Y a medida cual ningún ser en potencia puede pasar al acto en el orden natural ni en el
que los dones vayan creciendo en perfección, más fácilmente actuarán y sobrenatural. Pero en el caso de los dones, la moción divina que los pone
con mayor intensidad, y vencerán mejor las resistencias o indisposiciones en marcha es muy distinta: Dios actúa no como causa principal primera,
que encuentren a su paso, a la manera que un gran fuego prende fácilmente sino como causa principal única, y el hombre deja de ser causa principal se-
en un leño aunque esté verde o mojado. Pero sea cual fuere el grado de gunda, pasando a la categoría de simple causa instrumental del efecto que el
perfección habitual que los dones hayan alcanzado en nosotros, su actuación Espíritu Santo producirá en el alma como causa principal única. Por eso los
estará siempre completamente fuera del alcance de nuestro libre albedrío. actos procedentes de los dones son materialmente humanos, pero formal-
El Espíritu Santo los actuará cuando quiera y como quiera, sin que nosotros mente divinos, de la misma manera que la melodía que un artista arranca
podamos hacerlo jamás por nuestra cuenta. Es manifiesta por este capítulo de su arpa es materialmente del arpa, pero formalmente del artista que la
la diferencia entre las virtudes y los dones. maneja. Y esto no disminuye en nada el mérito del alma que produce instru-
mentalmente ese acto divino secundando dócilmente la divina moción, ya
I29. QUINTA DIFERENCIA: ESTADO ACTIVO Y ESTADO PASIVO.—Esta dife- que no actúa como un instrumento muerto o inerte—como el cepillo del
rencia nace también de la primera, y no es más que una consecuencia de ella. carpintero o la pluma del escritor—, sino como un instrumento vivo y cons-
En el ejercicio de las virtudes infusas—en efecto—, el alma se encuentra ciente que se adhiere con toda la fuerza de su libre albedrío a la moción di-
en pleno estado activo. Sus actos se producen al modo humano y tiene plena vina, dejándose conducir por ella y secundándola plenamente 51 . La pasivi-
conciencia de que es ella la que obra cuando y como le place: es ella, senci- dad del alma bajo la moción divina de los dones es tan sólo relativa, o sea,
llamente, la causa motora y principal de sus propios actos, aunque siempre, tan sólo con respecto a la iniciativa del acto, que corresponde única y ex-
desde luego, bajo la moción divina—que nunca falta—en forma de una gra- clusivamente al Espíritu Santo; pero, una vez recibida la divina moción,
cia actual. el alma reacciona activamente y se asocia intensísimamente a ella con toda
El ejercicio de los dones es completamente distinto. El Espíritu Santo la fuerza vital de que es capaz y con toda la plenitud de su libre albedrío.
es la única causa motora y principal que mueve el hábito de los dones, pa- De esta manera se conjugan y completan mutuamente la iniciativa divina,
sando el alma a la categoría de simple instrumento, aunque consciente y la pasividad relativa del alma, la reacción vital de la misma, el ejercicio del
libre. El alma reacciona vitalmente al recibir la moción de los dones—y de libre albedrío y el mérito sobrenatural de la acción.
esta manera se salva la libertad y el mérito bajo la acción donal—, pero sólo
para secundar la divina moción, cuya iniciativa y plena responsabilidad co- De manera que, por la moción divina de los dones, el Es-
rresponde por entero al Espíritu Santo mismo, que actúa como única causa píritu Santo, inhabitante en el alma, rige y gobierna inmedia-
motora y principal. Por eso tanto más perfecta y limpia resultará la acción tamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razón humana
donal cuanto el alma acierte a secundar con mayor docilidad esa divina
moción adhiriéndose fuertemente a ella sin torcerla ni desviarla con movi-
la que manda y gobierna; es el Espíritu Santo mismo, que actúa
mientos de iniciativa humana, que no harían sino entorpecer la acción san- como regla, motor y causa principal única de nuestros actos
tificadora del Espíritu Santo. virtuosos, poniendo en movimiento todo el organismo de nues-
Síguese de aquí que el alma, cuando sienta la acción del Espíritu Santo, tra vida sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo.
debe reprimir su propia iniciativa humana y reducir su actividad a secundar
dócilmente la moción divina, permaneciendo pasiva con relación a ella. Esta 51 Lo dice expresamente Santo Tomás al contestar a una objeción sobre la necesidad
pasividad—entiéndase bien—sólo lo es con respecto al agente divino; pero de los dones como hábitos. He aquí la objeción y su respuesta:
OBJECIÓN: «Los dones del Espíritu Santo perfeccionan al hombre en cuanto que obre
en realidad se transforma en una actividad vivísima por parte del alma, movido por el Espíritu de Dios, como ya dijimos. Pero el hombre, movido por el Espíritu de
aunque única y exclusivamente para secundar la acción divina, sin alterarla Dios, se comporta respecto de El como instrumento; y es el agente principal, no el instrumento,
el que debe ser perfeccionado por un hábito. Luego los dones del Espíritu Santo no son ha -
ni modificarla con iniciativas humanas. En este sentido puede y debe decir- bitoso.
se que el alma obra también instrumentalmente lo que en ella se obra, pro- RESPUESTA: «El argumento sería válido en el caso de un instrumento cuya misión no
duce lo que en ella se produce, ejecuta lo que en ella el Espíritu Santo eje- fuera actuar, sino únicamente ser actuado. Pero el hombre no es un instrumento de este ge-
nero, sino que de tal modo es movido por el Espíritu Santo, que también él obra o se mocee,
cuta. Se trata, sencillamente, de una actividad recibida 50 , de una absorción
por cuanto está dotado de libre albedrío. Luego necesita de un hábito> (I-II 68,3 ad 2).
de la actividad natural por una actividad sobrenatural, de una sublimación Santo Tomás repite esta misma doctrina en otros muchos lugares. Véase, por ejemplo,
de las potencias a un orden divino de operación, que nada absolutamente con respecto a la humanidad de Cristo, instrumento del Verbo divino, que se movía, sin embar-
tiene que ver con la estéril inacción del quietismo. go, por propia voluntad secundando la acción del Verbo (III 18,1 ad 2).
Por donde se ve que la moción divina de los dones es muy distinta de
la moción divina que pone en marcha las virtudes infusas. En la moción
divina de las virtudes, repetimos una vez más, Dios actúa como causa prin-
50 ■
En los dones del Espíritu Santo la mente humana no se comporta como motor, sino
como movida> (II-II 52,2 ad 1).
6. ¿Admiten los dones del Espíritu Santo un doble modo
actuación de los dones al modo humano se confunde con el
de operación? modo humano de las virtudes infusas, o no. Si lo primero,
es inútil y superflua, corno es claro y evidente; si lo segundo,
130. Los autores partidarios de un doble camino para al- tenemos una multiplicación de entes sin necesidad. ¿Para qué
canzar la perfección cristiana, a saber: uno puramente ascético, queremos una operación de los dones al modo humano tenien-
a base del ejercicio de las virtudes infusas a nuestro modo hu- do a nuestra disposición, con ayuda de la simple gracia ordi-
mano con ayuda de la gracia ordinaria—que seria el camino naria, el modo humano de las virtudes infusas? ¿Qué podrá
normal y ordinario para la inmensa mayoría de los cristianos—; añadir a las virtudes infusas esa actuación de los dones al
y otro místico, bajo la influencia de los dones del Espíritu Santo modo humano ? ¿La entidad sobrenatural? Ya la tienen las
al modo divino o sobrehumano—que sería del todo anormal y virtudes infusas de por sí. ¿El modo humano de actuar? Tam-
extraordinario, reservado a unos pocos aristócratas del espíri- bién lo tienen las virtudes manejadas por el hombre. Pues si
tu—, tropezaban con una gran dificultad para fundamentar su nada les pueden añadir—toda vez que es imposible distinguir
teoría de la doble vía o doble camino de perfección: el testi- en los dones otras formalidades que la quoad substantiam y la
monio unánime de la tradición cristiana reclamando la actua- quoad modum, que en este caso coincidirían con el quoad sub-
ción de los dones del Espíritu Santo como condición indispen- stantiam y quoad modum de las virtudes infusas—, ¿quién no ve
sable para que las virtudes infusas—teologales y morales— que esto es multiplicar los entes sin necesidad alguna y que
puedan alcanzar su plena expansión y desarrollo, tal como lo en buena filosofía es preciso rechazar estas multiplicaciones
reclama la perfección cristiana. innecesarias?
Para superar tamaña dificultad, algunos autores—entre los
que destacó el P. Crisógono de Jesús Sacramentado, C. D.— 2.° Es FILOSÓFICAMENTE IMPOSIBLE.—En segundo lugar,
intentaron demostrar que los dones del Espíritu Santo admi- si los dones del Espíritu Santo pudieran tener una operación
ten un doble modo de operación, o sea, pueden actuar de dos al modo humano, esta operación sería específicamente distinta
maneras: una al modo divino, propio y característico de la de su operación al modo divino, como es obvio y proclama el
mística; y otra al modo humano, que no rebasaría las fronteras
mismo P. Crisógono. Ahora bien: todo el mundo sabe--es ele-
mental en filosofía escolástica—que dos operaciones específica-
de la ascética. De esta manera se salvaría la necesidad de los mente distintas arguyen, por necesidad ontológica, dos hábitos
dones para la perfección cristiana sin tener que salir de la
específicamente distintos, como quiera que los hábitos se distin-
vía puramente ascética, que sería suficiente, por lo mismo,
para llevarnos a la cumbre de la perfección sin necesidad al- guen y especifican precisamente por sus operaciones, como
guna de la mística. éstas se distinguen y especifican por sus objetos 53 . Luego si
Esta teoría de la doble modalidad de los dones del Espíritu los dones del Espíritu Santo—que son hábitos, como ya hemos
Santo está hoy completamente desacreditada. Ningún teólogo visto, de acuerdo con Santo Tomás y el mismo P. Crisógono-
serio la admite ni puede admitirla, ya que está llena de absurdos pudieran tener un acto al modo humano, distinto específica-
mente de su acto al modo divino, se seguiría inevitablemente
y contradicciones. Los principales son tres:
que un solo y mismo hábito tendría dos actos específicamente
a) Sería inútil y superflua, dado que fuera posible. distintos, lo cual es inaudito e ininteligible en filosofía escolás-
b) Es filosóficamente imposible. tica. Esto sería tan estupendo como si con sólo los ojos corpo-
c) Es teológicamente absurda.
rales pudiéramos ver y oír indistintamente. Para admitir esta
He aquí las pruebas, brevemente resumidas 52: doctrina sería menester renunciar a los principios más elemen-
I. ° SERÍA INÚTIL Y SUPERFLUA. —En primer lugar, esa ac-
tales e inconcusos de nuestra filosofía perenne 54.
tuación de los dones del Espíritu Santo al modo humano--dado 53 Lo dice expresamente Santo Tomás y es doctrina corriente en filosofía escolástica,
como sabe todo el mundo: «Diversitas yero obiectorum secundum speciem, facit diversi-
que fuera posible—sería del todo inútil y superflua o vendría tatem actutim secundum speciem et per consequens habituum» (cf. I-II,54,1 ad 1; ibid., a.2;
1,77,3, etc.).
a multiplicar los entes sin necesidad. Porque una de dos: o esa 54 D. BALDOMERO JIMÉNEZ DUQUE, en un artículo aparecido en RET (octubre-diciem-
bre 1941, P.963-83) rechaza el argumento de la doble operación de los dones con las siguien-
52 En las anteriores ediciones de esta obra estudiábamos este asunto mucho más exten- tes palabras: <para afirmar ese principio de un hábito, como son los dones, creemos que hay
samente. En ésta nos limitamos a este breve resumen, por haber perdido casi todo su interés que negar más de la mitad de los principios filosóficos y teológicos del tomismo». Estamos
al haber abandonado sus mismos partidarios la peregrina teoría de la doble operación donal. completamente de acuerdo.
Pero no acaban aquí todavía los inconvenientes de esa pe- dones del Espíritu Santo; se requiere en cada caso una inter-
regrina teoría. Veamos lo que resulta de ella trasladándola al vención especial del Espíritu Santo independientemente de toda
terreno de la teología, esto es, examinando la naturaleza y iniciativa humana. Lo exige así la naturaleza misma de los
finalidad de los dones en cuanto instrumentos del Espíritu dones, instrumentos directos e inmediatos del mismo divino Es-
Santo. píritu, no del alma en gracia como las virtudes infusas.
Pero hay más todavía. Si los dones pudieran tener un modo
3.° Es TEOLÓGICAMENTE ABSURDA. — Pongamos el argu- humano, en esa modalidad humana, dejarían de ser los instru-
mento en forma. Una actuación de los dones del Espíritu San- mentos directos del Espítitu Santo que ha conocido toda la
to que destruya la naturaleza y finalidad de los mismos es teo- tradición teológica—no podrían serlo, porque el modo depende
lógicamente absurda. Pero la actuación de los dones al modo de la regla y del motor, como demuestra Santo Tomás ss —
humano destruiría su propia naturaleza y finalidad. Luego es para convertirse en instrumentos del hombre, o, si se quiere,
teológicamente absurda. del alma en gracia, como las virtudes infusas. Dígasenos si esto
La mayor es una condicional evidente. Vamos a probar la no es destruir completamente la naturaleza misma de los dones
menor. tal como los ha conocido siempre la teología católica de todas
Según la doctrina de Santo Tomás—en este punto admitida las escuelas.
por todas las escuelas—, los dones del Espíritu Santo son há- Pero es que no quedaría destruida solamente su naturaleza,
bitos sobrenaturales que, movidos directa e inmediatamente sino que, por una consecuencia lógica e inevitable, desaparece-
por el mismo Espíritu Santo como instrumentos suyos, tienen ría también la finalidad misma de los dones. He aquí por qué.
por finalidad perfeccionar el acto de las virtudes infusas. Has- b) Destruiría su finalidad.—Según el Doctor Angélico—lo
ta aquí no hay discusión entre los autores de las diferentes
hemos indicado ya y lo veremos ampliamente en su lugar co-
escuelas. rrespondiente—, los dones tienen por finalidad perfeccionar
Ahora bien: la operación de los dones al modo humano des- el acto de las virtudes infusas, proporcionándoles la «atmósfe-
truiría totalmente estas dos cosas: la naturaleza y la finalidad ra divina» que necesitan para su pleno crecimiento y desarrollo.
de los mismos. Ahora bien: una operación de los dones al modo humano
a) Destruiría su naturaleza.—Si los dones del Espíritu San- sería completamente incapaz de conseguir este fin, sobre todo
to pudieran tener una operación al modo humano, paralela a con relación a las virtudes teologales, en cuyo perfecto des-
la de las virtudes infusas, se seguiría lógica e inevitablemente arrollo consiste principalmente la perfección cristiana. Por-
que en esa modalidad humana podríamos actuar a nuestro ar- que las virtudes teologales, como dice el Angélico Doctor 56,
bitrio los dones del Espíritu Santo, con ayuda de la simple gra- son de suyo más perfectas que los dones, y si necesitan de ellos
cia ordinaria, puesto que el modo humano—aun en el orden para alcanzar su pleno desarrollo y perfección es porque las
sobrenatural—es connatural a nosotros: no trasciende la regla virtudes infusas (tanto teologales como morales) son movidas
de la razón ni las fuerzas del alma elevada por la gracia a ese por el hombre al modo humano, y es preciso que este lastre y
orden sobrenatural. Y así, sin más ayuda que la de la simple sedimento humano que inevitablemente se mezcla en sus ope-
gracia ordinaria, podríamos realizar un acto perteneciente al raciones a la manera ascética (en la que permanecen las virtudes
don de sabiduría o al de entendimiento al modo humano con como abandonadas a sí mismas) desaparezca y substituya por
la misma sencillez y facilidad con que realizamos un acto de el modo divino, totalmente sobrenatural, que le comunicarán
fe, de esperanza o de caridad sobrenatural. Ahora bien: si un los dones, haciéndolas actuar místicamente. Unicamente en-
hábito con dos operaciones específicamente distintas era algo tonces las virtudes infusas producirán actos perfectos, del todo
ininteligible en filosofía, una actuación de los dones del Es- divinos, como corresponde y reclama su naturaleza estricta-
píritu Santo producida por el mismo hombre con ayuda de la sim- mente sobrenatural, sin mezcla ni argamasa de elementos y
ple gracia ordinaria sería una verdadera enormidad en teolo- resabios humanos. Pero si los dones del Espíritu Santo, al
gía. Todos los teólogos sin excepción—cualquiera que sea la acudir en ayuda de las virtudes teologales, les prestaran un
escuela a que pertenezcan—proclaman la imposibilidad abso- ss Cf. III Sent. dist.3 a.36c; d.34 q.r a. 3 re,p.
luta de que podamos actuar por nuestra propia cuenta los 56 I-II,68,8.
modo humano, nada absolutamente habríamos adelantado en dones son necesarios para la perfección de las virtudes. Sobre
orden al perfeccionamiento de esas virtudes. Sus actos conti- esta condicional no cabe discusión.
nuarían tan imperfectos y enfermizos como antes. ¿Cómo una
operación de los dones al modo humano podría perfeccionar La que hay que demostrar es la premisa menor.
el acto de las virtudes teologales, si ese modo sería absoluta- Ante todo no olvidemos que las virtudes infusas son hábi-
tos. Es preciso, pues, examinar los motivos de imperfección que
mente idéntico al que ya tienen esas virtudes manejadas por el
hombre, siendo ellas, por lo demás, superiores a los dones? pueden encontrarse en los hábitos para ver si algunos de esos
¿Quién no ve que esto es absurdo y contradictorio? ¿Tendre- motivos se encuentran en las virtudes infusas.
mos o no razón al calificar esa teoría de teológicamente absurda? Cinco son los principales motivos de imperfección que pue-
Por cualquier lado que se mire es, pues, claro y evidente den encontrarse en un hábito:
que los dones del Espíritu Santo no tienen ni pueden tener más 1.0 Cuando el hábito no alcanza todo su objeto material.
que un solo modo de operación: el divino o sobrehumano, que Tal es el caso de un estudiante de teología que no ha estudiado
exige su naturaleza misma de instrumentos directos e inmedia- todavía algún tratado de la misma. Sabe algo de teología, tiene
ell hábito de la misma, pero incompleta e imperfectamente.
tos del mismo Espíritu Santo. 2.° Por la falta de intensidad con que el hábito alcanza su
*** objeto (v.gr., el estudiante que ha recorrido todo el panorama
Y vamos ahora a estudiar otra cuestión interesantísima, a de una asignatura, pero floja y superficialmente).
saber: la necesidad de los dones para la perfección cristiana e 3.0 Por el poco arraigo que tiene en el sujeto (v.gr., lo ha
incluso para la misma salvación eterna. practicado poco).
Estas tres imperfecciones se encuentran en las virtudes,
7. Necesidad de los dones del Espíritu Santo pero pueden corregirlas por sí mismas. No necesitan la ayuda
Vamos a establecer las tres siguientes conclusiones: de los dones para extenderse a nuevos objetos, para aumentar
1. a Los dones del Espíritu Santo son necesarios para la
laL intensidad de los actos o para multiplicarlos.
perfección de las virtudes infusas. 4.° Por la imperfección intrínseca, esencial, del hábito
2.a Son necesarios para la misma salvación eterna. rrnismo. Tal ocurre, v.gr., con la virtud de la fe (es oscura, o de
3. a No son necesarios para todos y cada uno de los actos
non visis) y con la esperanza (es de non possessis) . Este defecto
saludables. nii pueden corregirlo las virtudes ni los dones; sería destruir el
hábito mismo en cuanto tal.
La conclusión más importante en teología mística es la pri- 5.0 Por la desproporción entre el hábito y el sujeto donde
mera, que vamos a examinar cuidadosamente 57 . residen. Y aquí tenemos precisamente el caso de las virtudes
Conclusión La: Los dones del Espíritu Santo son necesarios para la infusas.
perfección de las virtudes infusas. Sabido es, en efecto, que las virtudes infusas son hábitos
131. El argumento general es muy sencillo. Los dones
sobrenaturales, divinos, y el sujeto en que se reciben es el alma
son necesarios para la perfección de las virtudes infusas si éstas humana, o más exactamente, sus potencias o facultades. Ahora
tienen ciertos defectos que no pueden corregir por sí mismas, buen: como, según el conocido aforismo de las escuelas, «quid-
quuid recipitur ad modum recipientis recipitur» (<do que se re-
sino solamente bajo la influencia de los dones. Pero éste pre-
cisamente es el caso de las virtudes infusas. Luego... ciibe al modo del recipiente se recibe»), las virtudes infusas, al
La premisa mayor de este silogismo condicional es evidente. recibirse en el alma, se rebajan y degradan, vienen a adquirir
nuestro modo humano—por su acomodación al funcionamiento
Si las virtudes no pueden por sí mismas corregir ciertas imper- psicológico natural del hombre—y están como ahogadas en esa
fecciones que les acompañan y estas imperfecciones desapare-
cen bajo la influencia de los dones, es claro y evidente que los atmósfera humana, que es casi irrespirable para ellas. Y ésta
es la razón de que las virtudes infusas, a pesar de ser mucho
57 Cf. el magnífico estudio del P. IGNACIO G. IvlENÉNDE:%-KLIGsOA Necesidad de los rrnás perfectas en sí mismas que sus correspondientes virtudes
dones del Espíritu Santo (Salamanca 194o), en el que principalmente nos inspiramos para
redactar estas conclusiones, y donde encontrará el lector una amplia información sobre esta adquiridas, no nos hacen obrar con tanta facilidad como éstas,
materia.
precisamente por la imperfección con que poseemos los hábitos
sobrenaturales. Se ve esto muy claro en un pecador que se arre- infusas. Bajo la acción de los dones, las virtudes infusas esta-
piente y confiesa después de una vida desordenada; vuelve fá- rán—por decirlo así--«en su propio ambiente».
cilmente a sus pecados a pesar de haber recibido con la gracia Entre todas las virtudes infusas—por esta misma razón—, las
todas las virtudes infusas. que más necesitan el auxilio de los dones son las teologales, en
Ahora bien: es claro y evidente que, si poseemos imperfec- las que consiste principalmente la perfección cristiana cuando
tamente en el alma el hábito de las virtudes infusas, los actos llegan a su perfecto desarrollo. Por su misma naturaleza per-
que provengan de él serán también imperfectos, a no ser que fectísima están reclamando el modo divino de los dones. Por-
un agente superior venga a perfeccionarlos. He ahí la finalidad que esas virtudes nos dan una participación del conocimiento
de los dones del Espíritu Santo. Movidos y regulados, no por sobrenatural que tiene Dios de sí mismo—la fe—y de su mis-
la razón humana, como las virtudes, sino por el Espíritu Santo mo amor—la caridad—, haciéndonoslo desear como supremo
mismo, proporcionan a las virtudes infusas—sobre todo a las Bien para nosotros—la esperanza—. Estos objetos altísimos,
teologales—la «atmósfera divina» que necesitan para desarrollar absolutamente trascendentes y divinos, se ven forzosamente
toda su virtualidad sobrenatural 58 . constreñidos a una modalidad humana mientras permanecen
También se puede ver esta necesidad por el motivo formal gobernados y regidos por la razón humana aunque sea ilumi-
que impulsa el acto de las virtudes infusas. Mientras el objeto nada por la fe. Están pidiendo, reclamando, exigiendo por su
o motivo formal no rebase la regla de la razón humana, aun ilu- propia perfección divina la regulación también divina de los
minada por la fe, será siempre un motivo imperfecto aunque se dones. Este es el argumento de Santo Tomás para probar la
practique materialmente la misma obra que se practicaría bajo necesidad de los dones, incluso para la salvación. He aquí sus
la moción de los dones, toda vez que les faltará esa modalidad propias palabras:
divina, que procede del motivo o regla superior característica (Pero, en orden al fin último sobrenatural, al cual la razón mueve
de los dones. en cuanto que en cierto modo e imperfectamente está informada por las
Y no es que las virtudes infusas sean imperfectas en sí mis- virtudes teologales, no basta la sola moción de la razón si no inter-
viene también el instinto o moción superior del Espíritu Santo, según
mas. Al contrario, de suyo son realidades perfectísimas, estric- la palabra del Apóstol (Rom 8,24 y 17): <Los que son movidos por
tamente sobrenaturales y divinas. Las virtudes teologales son el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios; y si hijos, también he-
incluso más perfectas que los dones mismos del Espíritu Santo, rederos» 61 .
como dice Santo Tomás 59 . Pero las poseemos imperfectamente Y este argumento vale también para las virtudes morales
todas ellas—como dice también el mismo Angélico Doctor 60 — infusas; pues aunque éstas, por razón de su objeto inmediato,
a causa precisamente de esa modalidad humana, que se les pega no trascienden la regla de la razón—ya que no se refieren in-
inevitablemente por su acomodación al funcionamiento psico- mediatamente al fin sobrenatural, sino a los medios para alcan-
lógico natural del hombre cuando son regidas por la simple zarle—, están ordenadas de suyo a un fin sobrenatural y reciben
razón iluminada por la fe. de la caridad su forma y su vida en ese orden trascendente 62.
De manera que la imperfección de las virtudes infusas no Necesitan, por tanto, para ser perfectas recibir un modo divino
está en ellas mismas—son perfectísimas—, sino en el modo que las adapte y acomode a la trascendencia de esa orientación
imperfecto con que nosotros las poseemos, a causa de su misma al fin sobrenatural y las convierta en «virtudes heroicas o divi-
perfección trascendental y nuestra propia imperfección huma- nas», según expresión de Santo Tomás tomada del Filósofo.
na, que les imprime forzosamente el modo humano de la simple Por eso los dones abarcan toda la materia de las virtudes infu-
razón natural iluminada por la fe. De ahí la necesidad de que sas, tanto teologales como morales, acerca de cuyo objeto ma-
los dones del Espíritu Santo vengan en ayuda de las virtudes terial puede siempre exi.stir un acto de los dones perfeccionando
infusas, disponiendo las potencias de nuestra alma para ser mo- el de la virtud 63.
vidas por un agente superior—el Espíritu Santo mismo—, que 61 „ Sed in ordine ad finem ultimum supernaturalem, ad quem ratio 11101','t secundum
las hará actuar de un modo divino, esto es, de un modo total- quod est aliqualiter el imperfecte informata per virtutes theolo;icas, non sufficit ipsa motio
rationis nisi desuper adsit instinctus et motio Spiritus Sancti, secundum illud (Rom 8,14
mente proporcionado al objeto perfectísimo de las virtudes et 17): aQui Spiritu Dei aguntur, hi filii Dei sunt... et heredes» (I-II,68,2).
62 I-II,65,2 ; II-I1,23,7-8.
58 Cf. I-I1,68,2.—Esta es la razón—como ya hemos dicho—de la perfecta inutilidad
63 sIn omnibus viribus hominis, quae possunt esse principia humanorum actuum, sicu`
de una operación de los dones al modo humano, suponiendo que Fuera posible.
59 I-II,68,8. sunt virtutes ita etiam sunt donas (I-II,68,4).
60 I-I1,68,2.
Completemos esta doctrina rechazando las principales ob- Quede, pues, sentado que los dones del Espíritu Santo son
jeciones que contra ella podrían formularse. necesarios para que las virtudes infusas alcancen su plena per-
PRIMERA OBJECIÓN. — ¿Cómo los dones podrán perfeccionar las virtu-
fección y desarrollo. Por lo demás, esta sentencia es común-
des teologales, siendo inferiores a ellas, como dice expresamente el Doctor mente admitida por todas las escuelas de espiritualidad cris-
Angélico? 64, tiana 66.
RESPUESTA.—NO pueden perfeccionarlas intrínseca o formalmente, pero sí
extrínsecamente, por razón del sujeto imperfecto donde residen las virtudes. Conclusión 2.a : Los dones del Espíritu Santo son necesarios, en cierto
Los dones vienen a elevar al sujeto al plano absolutamente divino de las sentido, incluso para la salvación.
virtudes teologales, dándole su posesión plena y perfecta. Vienen a elimi-
nar la atmósfera humana, que las está ahogando, y proporcionarles la atmós- 132. El Doctor Angélico, como es sabido, se plantea ex-
fera divina, que las permitirá crecer y desarrollarse plenamente. Lo que
perfeccionan los dones no es tanto la virtud misma cuanto la potencia en
presamente esta cuestión en la Suma Teológica : «Si lo dones
que reside para acomodarla y connaturalizarla con la misma virtud bajo la son necesarios al hombre para la salvación» 67 . La contestación
acción de un agente superior. es afirmativa.
De aquí se deduce, una vez más, la necesidad de los dones para la per- Para probarlo se fija precisamente Santo Tomás en la im-
fección cristiana. Sin ellos, las virtudes infusas—sobre todo las teologales—
no podrán desarrollar toda su virtualidad y permanecerán raquíticas y en-
perfección con que poseemos las virtudes infusas, como acaba-
fermizas. No por culpa de ellas, sino por razón del sujeto donde residen, mos de ver en la conclusión anterior. Escuchemos, en primer
que no las deja crecer y expansionarse por sus miras egoístas y razonamien- lugar, al Doctor Angélico y después haremos una breve glosa
tos humanos. Y en este sentido son precisamente las virtudes teologales o comentario:
las que más necesitan de los dones, a causa de su misma perfección tras-
cendental, que postula y exige una modalidad divina que sólo los dones les «Los dones son, como ya hemos dicho, ciertas perfecciones que dispo-
podrán proporcionar. nen al hombre a seguir con docilidad las inspiraciones divinas. De donde
SEGUNDA OBJECIÓN. —Para que las virtudes infusas se desarrollen y per- en todas aquellas cosas en las que el instinto de la razón no es suficiente
feccionen basta con que produzcan sus actos cada vez con mayor intensi- es necesaria la inspiración del Espíritu Santo y, por consiguiente, sus do-
dad y conato. Pero esto puede ser efecto de una gracia actual independien- nes. La razón humana es perfeccionada por Dios de dos maneras: en pri-
temente de los dones. Luego éstos no son necesarios para la perfección de mer lugar, con una perfección natural (como la virtud adquirida de sabi-
las virtudes. duría), y en segundo lugar, por una perfección sobrenatural, la de las vir-
tudes teologales. Y aunque esta segunda perfección sea superior a la pri-
RESPUESTA.—La gracia actual, acomodándose al modo humano de las mera, sin embargo, poseernos la primera de un modo más perfecto que la
virtudes infusas, las hará crecer y desarrollarse dentro de esa línea de moda- segunda, porque el hombre posee plenamente su razón natural, mientras
lidad humana. Pero para que salgan de ese modo humano—que siempre que sólo de una manera imperfecta conocemos y amamos a Dios.
será imperfecto por mucho que se desarrolle—y adquieran la modalidad Ahora bien: cualquiera que posea perfectamente una naturaleza, una
divina que les corresponde como virtudes sobrenaturales, se requiere un forma o una virtud puede obrar por sí mismo en ese orden de operación,
nuevo hábito capaz de recibir la moción directa del Espíritu Santo, que ele- aunque siempre, desde luego, bajo la moción de Dios, que obra interior-
vará las virtudes a un modo divino, que la razón humana, aun informada mente en todo agente natural o libre. Pero el que no posee sino imperfec-
por la fe, jamás podría alcanzar 65, tamente un principio cualquiera de actividad (naturaleza, forma o virtud),
INSTANCIA.— ¿Y es que el Espíritu Santo no puede producir directa- no puede obrar por sí mismo a no ser movido por otro. En el orden físico,
mente en las virtudes el modo divino sin el hábito de los dones? el sol, que es perfectamente lúcido, puede iluminar por sí mismo; pero la
luna, que posee imperfectamente la naturaleza de la luz, no ilumina sino
RESPUESTA.—Si admitimos que el Espíritu Santo quiera mover violen-
en cuanto iluminada por el sol. En el orden intelectual, el médico, que co-
tamente a la criatura racional haciéndola salir de su modo connatural sin
dotarla de las disposiciones necesarias para recibir una modalidad superior noce perfectamente su arte, puede obrar por sí mismo; pero el estudiante
con suavidad y sin violencias, sí; de lo contrario, no. Esta es precisamente de medicina, que no está suficientemente instruido, necesita la dirección
la razón tantas veces alegada por Santo Tomás para probar la necesidad y asistencia de su maestro. Así, pues, para las cosas que caen bajo el domi-
nio de la razón, y con relación a su fin connatural, el hombre puede obrar
de los hábitos infusos—como vimos más arriba—: la suavidad y blandura
de la divina Providencia, que mueve a todos los seres de acuerdo con sus por el juicio de su razón; y si, aun en este orden, el hombre fuera ayudado
por una inspiración especial de Dios (per specialem instinctum), esto sería
disposiciones próximas, naturales o sobrenaturales. Por lo demás, esta ob-
jeción hay que resolverla en función de la existencia de los dones como efecto de una .misericordia sobreabundante, más allá de lo necesario (hoc
hábitos infusos, que ya dejamos demostrada en su lugar correspondiente. erit superabundantis bonitatis). De donde, como dicen los filósofos, no todos
64 Cf. I-II,68,8. 66 Véase incluso el mimo P. CRIS6Goxo, Compendio de ascética y mística p.21 (r.a ed.),
65 Cf. JUAN DE SANTO TOMÁS, Cursus Theologicus t.6 q.7o d.18 a.2 § 44.49.50 (ed. Vivés donde dice expresamente que los dones tienen por misión «perfeccionar los actos de las
[Paris 1885] p.596-98), donde se examinan y resuelven magistralmente estas y otras obje- virtudes».
ciones. 67 I-II,68,2.
los que tienen las virtudes morales adquiridas tienen también las virtudes trabajoso de la razón, sino que es preciso que se mueva rápida-
heroicas y divinas. mente, como por instinto sobrenatural, esto es, bajo la influen-
Pero, en orden al fin último sobrenatural, la razón humana, que nos
mueve a él en cuanto informada de alguna manera e imperfectamente (ali- cia y moción de los dones del Espíritu Santo. Sin esa moción
qualiter et imperfecte) por las virtudes teologales, no es suficiente por sí de los dones, la caída es casi segura, dada la inclinación viciosa
misma, sino que necesita el instinto y la moción del Espíritu Santo, según de la naturaleza humana, herida por la culpa original.
aquello de San Pablo: <Los que son movidos por el Espíritu de Dios, ésos
son hijos de Dios... y herederos» (Rom 8,14 et 17); y en el salmo se dice:
Claro que estas situaciones embarazosas y difíciles no son
<Tu espíritu es bueno: lléveme por tierra recta» (Ps 142,1o); porque nadie frecuentes en la vida del hombre. Pero de aquí no se sigue que
puede llegar a la herencia de aquella tierra bienaventurada a no ser movido y los dones del Espíritu Santo no sean necesarios para la salva-
conducido por el Espíritu Santo. Y, por lo mismo, para conseguir aquel fin ción, sino que no lo son para todos y cada uno de los actos sa-
es necesario al hombre el don del Espíritu Santo» 68 . ludables. Y ésta es precisamente la doctrina que vamos a re-
Esta es la doctrina del Angélico Doctor. A muchos les ha coger en nuestra tercera conclusión.
parecido excesiva, pero es porque confunden la cuestión de
iure con la de facto. De hecho, muchos se salvan sin los actos Conclusión 3. 8 : Los dones del Espíritu Santo no son necesarios para
de los dones, aunque no sin sus hábitos 69 ; pero esto es comple- todos y cada uno de los actos saludables.
tamente accidental y en nada compromete la tesis general. 133. Esta cuestión parece haber surgido modernamente por una falsa
De suyo, en el desarrollo de la vida cristiana la actuación más interpretación de la doctrina de Santo Tomás en el ad secundum de este
o menos intensa de los dones es moralmente y a veces física- mismo artículo que acabamos de comentar. He aquí las palabras mismas
mente necesaria para conservar la gracia y, por consiguiente, del Santo:
para la salvación. Tal es, v.gr., el caso del martirio: o se hace <A lo segundo hay que decir que el hombre no está perfeccio-
un acto heroico de fortaleza dando intrépidamente la vida por nado de tal manera por las virtudes teologales y morales en orden
al fin sobrenatural que no necesite ser movido siempre por cierto
la fe (lo cual apenas se concibe sin el don de fortaleza perfeccio- superior instinto del Espíritu Santo, como consta por la razón ya
nando la virtud en su acto más difícil), o se comete un pecado expuesta» 70 .
mortal apostatando. Y de manera semejante hay muchos otros De la simple lectura de este texto parece desprenderse que el Doctor
casos en los que o se hace un acto heroico o se pierde la gracia Angélico requiere la acción de los dones para todo acto saludable. Pero
(v.gr., el caso de Santo Tomás al ser tentado por la mala mujer es cosa clara que no puede tener ese sentido si—como es elemental en
en el castillo de Rocaseca). La razón de esta necesidad es la buena exégesis—se atiende al contexto y a la doctrina inequívoca del Santo
en los lugares paralelos. Santo Tomás quiere decir que el hombre no está
señalada por el mismo Santo Tomás: la insuficiencia de la ra- perfeccionado de tal modo por las virtudes teologales y morales, que no tenga
zón, aun iluminada por la fe, para conducirnos sin tropiezos necesidad, a veces, de ser inspirado por el maestro interior. Sabido es que la
al fin sobrenatural. Pero, además, hay otra razón muy clara que palabra siempre puede tener dos sentidos muy distintos; siempre y en cada
se toma de la corrupción de la naturaleza humana como conse- instante (semper et pro semper), y siempre, pero no en cada instante (semper
sed non pro semper) . Indudablemente, Santo Tomás la emplea aquí en este
cuencia del pecado original. Las virtudes no residen en una na- segundo sentido. Convengamos en que la redacción del texto de la Suma
turaleza sana, sino en una mal inclinada por el pecado. Y aun- es oscura y difícil de traducir; pero el pensamiento del Santo es claro, sobre
que las virtudes, en cuanto depende de ellas, tienen de suyo todo teniendo en cuenta el contexto del artículo y la doctrina general de la
fuerza suficiente para vencer todas las tentaciones que se les Suma 71 . He aquí las pruebas:
1. a Santo Tomás dice en este artículo que los dones son necesarios,
opongan, no pueden de facto, sin la ayuda de los dones, vencer porque sin ellos conocemos y amamos imperfectamente a Dios. Luego sin
las tentaciones graves -que pueden sobrevenir inesperadamente ellos le conocemos y amamos aunque sea imperfectamente. Luego no son
y de súbito en un momento dado. En estas situaciones impre- necesarios para todo acto saludable.
vistas, en las que la caída o la resistencia es cuestión de un ins- 2. 8 En el ad tertium dice el Santo que sin los dones, la razón humana
no puede repeler la estulticia natural quantum ad omnia. Luego, si no pue-
tante, no puede el hombre echar mano del discurso lento y
68 I-II,68,2. 70 «Ad secundum dicendum, quod per virtutes theologicas et morales non ita perficitur
69 He aquí algunos de esos casos: a) Los niños bautizados que mueren antes del uso horno in ordine ad ultimum finem quin semper indigeat moveri quodam superiori instinctu
de la razón. Se salvan sin los actos de la; virtudes ni de los dones, aunque no sin sus hábitos. Spiritus Sancti, ratione iam dictas (I-II,68,2 ad 2).
b) Los que se arrepienten a la hora de la muerte y mueren en seguida; y c1 Los que viven 71 Entre los autores partidarios de la necesidad de los dones para todo acto saludable
una vida tibia (sin actuación manifiesta de los dones) y mueren en gracia. Ya sabemos que se cuentan: LEHMKUHL, Theol. Mor. t.I n.689 (ed. 1885); CARDENAL MANNING, Della mis-
las virtudes pueden sin los dones producir actos imperfectos. Si no se presentan ocasiones sione dello Sp. Santo (ed. 1878) c.7; GAUME, Catech. Pelseverantiae; y MONS. PIERROT: «L'ami
difíciles que requieran la ayuda de los dones, esto bastará para salvarse, pero siempre qtuui du Clergés (1892, 1898 y 190o), que fue refutado por el P. FROGET, O.P., en «Revue Tho-
per ignem, como dice San Pablo (1 Cor 3,15). mistes (1902).
de «en cuanto a todo*, síguese que lo puede «en cuanto a algo>. Luego no [ i) Para penetrar la verdad: Entendimiento.
son necesarios los dones para todo acto de virtud.
El pensamiento de Santo Tomás es, pues, claro teniendo en cuenta el En la razón. 2) Para j uz
contexto del artículo. Por otra parte, es cosa cierta que se puede hacer un gar rec-
(n) De las cosas divinas: Sabiduría.
b) De las cosas creadas: Ciencia.
acto sobrenatural de fe con una gracia actual, sin ninguna ayuda de los Lamen-
, c) De la conducta práctica: Consejo.
dones del Espíritu Santo. Tal es el caso de un cristiano en pecado mortal, te L
que ha perdido los dones del Espíritu Santo juntamente con la caridad, y
que, no obstante, puede hacer todavía actos de fe sobrenatural bajo el in- i) En orden a los demás (Dios, padres, patria): Piedad.
flujo de una gracia actual 72 .
Es, pues, del todo claro que los dones del Espíritu Santo no son nece- En la virtud ape- (a) Contra el temor de los peligros:
sarios para todos y cada uno de los actos saludables, aunque sean nece- titiva 2) En orden j Fortaleza.
sarios a todo lo largo de la vida para los actos perfectos y para vencer ciertas a sí mis-1 b) Contra la concupiscencia desorde-
tentaciones graves e imprevistas que podrían comprometer nuestra salvación, mo .... L nada: Temor.
como hemos visto en la conclusión anterior.
Este artículo está íntimamente relacionado con el 7, donde
Terminado el estudio de la necesidad de los dones, veamos habla el Santo de la dignidad de los dones comparados entre
ahora cuáles son sus relaciones mutuas. sí. Veámoslo brevemente.
8. Relaciones mutuas entre los dones del Espíritu Santo Artículo 7. Si la dignidad de los dones corresponde a la
enumeración de Isaías.—La respuesta es con distinción por la
134• Santo Tomás estudia las relaciones mutuas entre los autoridad de San Agustín.
dones en tres artículos de esta cuestión 68 de la Prima secundae; La enumeración de Isaías, tal como se lee en la Vulgata,
en el 4, donde pregunta si los dones están convenientemente es la siguiente: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza,
enumerados en el famoso texto de Isaías; en el 5, donde habla ciencia, piedad, temor.
de la conexión de los dones, y en el 7, al preguntar si la digni- Santo Tomás dice que el profeta pone la sabiduría y el en-
dad de los dones responde al orden en que los enumera Isaías. tendimiento como primeros sin más; pero el consejo y la for-
Veamos brevemente la doctrina de estos artículos. taleza los pone antes que la ciencia y piedad por razón de la
Artículo 4. Si los dones del Espíritu Santo están convenien- materia sobre que versan, pero no por razón de los principios
temente enumerados.—La respuesta es afirmativa, fundada en y de los actos. Por razón de sus actos propios, los dones hay
la autoridad de Isaías (11,2). que clasificarlos de la siguiente manera:
En el cuerpo del artículo establece el Santo un paralelismo ( i) Sabiduría
entre las virtudes morales y los dones, para concluir que en z Entendimiento ' Corresponden a las virtu-
En la vida contemplativa.
todas las facultades del hombre que pueden ser principios de 3) Ciencia , des intelectuales.
actos humanos hay que poner al lado de las virtudes sus corres- L 4) Consejo
pondientes dones. Pero hay que tener en cuenta que Santo
Tomás cambia de pensar en la Secunda secundae con respecto En la vida activa
r 5) Piedad
. 6) Fortaleza
1 Corresponden a las virtu-
a la clasificación de los cuatro primeros dones 73 , y asigna do- j des morales.
',7) Temor
nes, además, a las virtudes teológicas, cosa desconocida en la
Prima secundae, donde la clasificación se hace únicamente por Atendiendo a la materia sobre que versan, el orden es el
analogía con las virtudes intelectuales y morales 74 . He aquí la de Isaías, con la siguiente distribución:
clasificación definitiva recogiendo ambos lugares:
i) Sabiduría.
72 Cf. sobre esta cuestión P. GARDEIL: DTC, art. Dons col.' 77g.
2) Entendimiento.
Acerca de las cosas arduas
73 Cf. II-II,8,6, donde advierte expresamente Santo Tomás que sobre esta cuestión ha 3)Consejo.
cambiado de pensar: «Sed diligentes intuenti... Et ideo oportet aliter eorum distiectionem
accipereu.
74 Esto no quiere decir—naturalmente—que en la Prima secundae no se consideren
L 4) Fortaleza.
relacionados los dones con las virtudes teologales, antes al contrario, se nos dice que «omnia
dona pertinent ad has tres virtutes, sicut quaedam derivationes praedictarum virtutum»
r5) Ciencia.
(1-II,68,4 ad 3); pero se prescinde de ellas al hacer la clasificación. Por eso el Santo se corrige í tcerca de las cosas comunes 6) Piedad.
a sí mismo en la Secunda secundas. j 7) Temor.
Artículo 8. Si los dones del Espíritu Santo existen en mutua b) Las virtudes teologales son más perfectas que los do-
conexión.—Solución afirmativa por la autoridad de San Gre- nes porque tienen por objeto inmediato al mismo Dios, mien-
gorio. tras que los dones se refieren únicamente a la docilidad en se-
Santo Tomás lo prueba diciendo que así como las virtudes guir las inspiraciones del Espíritu Santo. Pero los dones son
perfeccionan las facultades del alma para ser gobernadas por muy superiores a las virtudes intelectuales y morales, porque
la razón, así los dones las perfeccionan para ser gobernadas por con ellos nos regulamos por el Espíritu Santo mismo, mien-
el Espíritu Santo. Pero como el Espíritu Santo está en nosotros tras que con aquéllas nos regulamos por nuestra propia razón.
por la gracia y la caridad, síguese que el que está en caridad c) Por los dones las facultades del alma quedan perfecta-
posee al Espíritu Santo juntamente con sus dones. Luego los mente preparadas y dispuestas a seguir los impulsos del Espí-
dones están todos en conexión con la caridad, como las virtudes ritu Santo.
morales están todas unidas en la prudencia. No es posible sin d) Las virtudes intelectuales y morales preceden a los
la caridad poseer ninguno de los dones del Espíritu Santo, ni dones en el orden de la generación o disposición, porque, es-
dejar de poseerlos todos juntamente con ella. tando el hombre bien dispuesto a seguir el dictamen de la
Esto nos lleva como de la mano a examinar la cuestión de razón, se prepara y dispone para recibir la moción divina de
las relaciones de los dones con las virtudes teologales y morales. los dones (ad 2).
Veamos ahora las relaciones de los dones con los frutos
9. Relaciones de los dones con las virtudes teologales y morales del Espíritu Santo y las bienaventuranzas evangélicas.
1 35. Santo Tomás examina estas relaciones en el artícu- io. Relaciones de los dones con los frutos del Espíritu Santo
lo 8, donde pregunta si hay que preferir las virtudes a los dones. y las bienaventuranzas evangélicas
Contesta el Santo con distinción. Los dones son más per-
fectos que las virtudes intelectuales y morales, pero las virtudes Santo Tomás estudia largamente las bienaventuranzas evan-
teologales son más perfectas que los dones. gélicas y los frutos del Espíritu Santo, dedicándoles dos cues-
El razonamiento para probarlo es muy sencillo. Los dones tiones enteras a continuación de la de los dones 77. Nosotros
son con respecto a las virtudes teologales—por las cuales el vamos a limitarnos a unas someras indicaciones, suficientes para
hombre se une al Espíritu Santo como principio motor—lo nuestro objeto, pero que no dispensan de la atenta lectura y
que las virtudes morales son con respecto a las intelectuales, meditación del texto bellísimo de la Suma.
por las cuales se perfecciona la razón, que es el principio motor Vamos a comenzar con los frutos, que son más perfectos
de las virtudes morales. Por consiguiente, así como las virtudes que los dones, pero no tanto como las bienaventuranzas evan-
intelectuales son más perfectas que las morales, a quienes rigen gélicas.
y gobiernan, así las virtudes teologales son más perfectas que 1. Los frutos del Espíritu Santo
los dones del Espíritu Santo, a quienes regulan 75 . Pero si com-
paramos los dones con las otras virtudes intelectuales y morales, 136. Cuando el alma corresponde dócilmente a la mo-
los dones son más perfectos, ya que perfeccionan las facultades ción interior del Espíritu Santo, produce actos de exquisita
del alma para seguir el impulso del Espíritu Santo, mientras virtud que pueden compararse a los frutos de un árbol. No
que las virtudes perfeccionan la razón humana o las otras fa- todos los actos que proceden de la gracia tienen razón de fru-
cultades en orden a seguir el impulso de la misma razón. Es tos, sino únicamente los más sazonados y exquisitos, que llevan
manifiesto que a motor más perfecto corresponden más per- consigo cierta suavidad y dulzura. Son sencillamente los actos
fectas disposiciones en el móvil 76. procedentes de los dones del Espíritu Santo 78 . Lo dice expre-
De este artículo conviene destacar lo siguiente: samente Santo Tomás:
a) Los dones son a las virtudes teologales lo que las vir-
tudes morales son a las intelectuales. 77 Cf. I-II,6q y 70.
78 Aunque no exclusivamente. Pueden proceder también de las virtud<s. Según Santo
Tomás, son frutos del Espíritu Santo todos aquellos actos virtuosos en los que el alma halla
7 5 Cf. el ad 3 del a.4 de esta misma c.68. consolación espiritual: 4Sunt enim fructus quaecumque virtuosa opera, in quibus horno
76 I-II,68,8. delectatur» (I-II,70,2).
«Así, pues, nuestras obras, en cuanto son efecto del Espíritu Santo, que recompensas inefables que las acompañan, son ya en esta vida
obra en nosotros, tienen razón de fruto; pero en cuanto se ordenan al fin colmo un anticipo de la bienaventuranza eterna 89 .
de la vida eterna tienen, más bien, razón de flor. Por lo que se dice en la
Escritura (Eccli 24,23): «Y mis flores dieron sabrosos y ricos frutos» 79.
En el sermón de la Montaña, Nuestro Señor las reduce a
ocio: pobreza de espíritu, mansedumbre, lágrimas, hambre y
Se distinguen de los dones como el fruto se distingue de sed de justicia, misericordia, pureza de corazón, paz y persecu-
la rama y el efecto de la causa. Y se distinguen también de las ción por causa de la justicia 90 . Pero también podemos decir
bienaventuranzas en el grado de perfección; estas últimas son que se trata de un número simbólico que no reconoce límites.
más perfectas y acabadas que los frutos. Por eso todas las bien- Santo Tomás dedica dos artículos admirables a la exposición
aventuranzas son frutos, pero no todos los frutos son bienaven- de estas ocho bienaventuranzas y de sus premios correspon-
turanzas 80 . di entes 91 .
Los frutos son completamente contrarios a las obras de la He aquí ahora, en breve visión esquemática, la correspon-
carne, ya que la carne tiende a los bienes sensibles, que son dencia entre las virtudes infusas, los dones del Espíritu Santo
inferiores al hombre, mientras que el Espíritu Santo nos mue- y las bienaventuranzas evangélicas, tal como la establece Santo
ve a lo que está por encima de nosotros 81. Tomás 92 .
En cuanto al número de los frutos, la Vulgata enumera DONES BIENAVENTURANZAS
VIRTUDES
doce 82 . Pero en el texto paulino original sólo se citan nueve:
caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, man- (Caridad .... Sabiduría Los pacíficos.
sedumbre, templanza 83. Es que—como dice muy bien Santo Teologales (acerca Fe f Entendimiento Los puros de corazón.
).Ciencia. Los que lloran.
Tomás, de acuerdo con San Agustín 84— el Apóstol no tuvo del fin)
intención de enumerarlos todos; quiso únicamente mostrar LEsperanza Temor Pobres de espíritu.
qué género de frutos producen las obras de la carne y cuáles ( Prudencia... Consejo Los misericordiosos.
otros producen las del Espíritu, y para ello cita unos cuantos Morales (acerca de' Justicia..... Piedad Los mansos.
`1 Fortaleza. Fortaleza Hambre y sed.
por vía de ejemplo. Sin embargo—añade Santo Tomás—, to- los medios)
Templanza.. Temor (secun-
dos los actos de los dones y de las virtudes pueden reducirse, dariamente) Pobres de espíritu.
de alguna manera, a los frutos que enumera el Apóstol 85.
En el cuadro anterior no figura la octava bienaventuranza
(persecución por causa de la justicia), porque, siendo la más
2. Las bienaventuranzas evangélicas
perfecta de todas, contiene y abarca todas las demás en medio
137. Más perfectas todavía que los frutos son las bien- de los mayores obstáculos y dificultades 93.
aventuranzas evangélicas. Ellas señalan el punto culminante Y pasamos con esto a examinar la última cuestión sobre
y el coronamiento definitivo—acá en la tierra—de toda la vida los dones en general: su duración.
cristiana.
Al igual que los frutos, las bienaventuranzas no son hábi- Ir. Duración de los dones
tos, sino actos 86 . Como los frutos, proceden de las virtudes y 138. Quiere decir: si los dones terminan con esta vida o
de los dones 87 . Pero son actos tan perfectos, que hay que atri- si permanecerán también en la patria.
buirlos a los dones más que a las virtudes 88 . En virtud de las Santo Tomás responde con distinción. Considerados en
79 I-II,70,1 ad 1. cuanto a su esencia—esto es, en cuanto perfeccionan las facul-
8o 1-11,70,2. tades del alma para seguir las mociones del Espíritu Santo—,
811-1I,70,4.
s2 Gal 5,22-23: 'Fructus autem Spiritus est: caritas gaudium, pax, patientia, benigni- los dones permanecerán en la patria de una manera perfectí-
tas, bonitas, longanimitas, mansuetudo, fides, modestia, continentia, castitas».
83 Cf. Biblia NÁCAR-COLUNG.4 (BAC). Epístola a los Gálatas 5,22. sima, ya que allí seremos completamente dóciles a las mocio-
84 I-II,70,3 ad 4; cf. a.4 C.
8s 1 -11,70,3 ad 4. s,
86 1-II,69,1. yo mt 5,3 -10 .
87 1-11,69,I ad t. 9, Cf. 1-II,69,3 \ 4.
88 I-1I,70,2: 'Sed beatitudines dicuntur solum perfecta opera: quae etiam ratione suae 92 Cf. I-11,68-69; II-1I,S.9.I9.4 5 •52.121.139.141 ad 3.
perfectionis, magis atribuuntur donis quam virtutibusu (cf. 69,1 ad 1). 93 1-11,69,3 ad 5.
nes del Espíritu Santo y «Dios lo será todo en todos», como
dice San Pablo 94 . Pero si atendemos a la materia de los dones, fiarse de distintos modos según se atienda a sus actos propios
desaparecerá en parte, porque en el cielo ya no existe tal ma- o a la materia sobre que versan (a.7). El habitual y perfecto
teria ni tiene razón de ser. Y así, v.gr., el don de temor que- régimen de los dones se produce cuando el alma se somete
dará reducido al temor reverencial ante la grandeza e inmen- habitual y perfectamente a Dios (a.6). Los dones producen
sidad de Dios; y lo mismo mutatis mutandis ocurrirá con los ciertos actos exquisitos, llamados frutos del Espíritu Santo
otros dones en la materia correspondiente a la vida activa, (q.7o), y ciertas obras, más perfectas aún, que corresponden a
que habrá cesado para siempre en la patria 95. las bienaventuranzas evangélicas (q.69).
De este artículo hay que notar principalmente: * * *
I.° Que el hombre es movido tanto más perfectamente por
los dones cuanto más perfectamente se somete a Dios. En la El estudio detallado de cada uno de los dones en particular
patria seremos movidos perfectísimamente por ellos, porque lo reservamos para la tercera parte de esta obra, con una orien-
estaremos perfectísimamente sometidos a Dios. tación más práctica y vital. Bástenos saber aquí que con ellos
2.° La vida activa termina con la presente vida 96 . Por queda completo el organismo de la vida sobrenatural: son ellos
eso, las obras de la vida activa no serán en la patria materia de los últimos hábitos que se infunden en el alma. Ya está todo
los dones, pero todos ellos conservarán sus propios actos en lo dispuesto para ponerse en marcha. Tenemos la gracia santi-
referente a la vida contemplativa, que es la vida bienaven- ficante, como principio y base del organismo sobrenatural;
turada 97 . las virtudes infusas, como potencias, y los dones del Espíritu
* * * Santo, como instrumentos de perfección en manos del supre-
mo Artífice. Para poseer una completa visión de todo el orga-
Y con esto terminamos nuestro estudio sobre los dones en nismo maravilloso de nuestra vida sobrenatural nos falta tan
general. Pero antes de pasar a otro asunto recojamos en breví- sólo echar una ojeada sobre el principio activo que pone en
sima síntesis todo lo fundamental que sobre ellos enseña Santo movimiento ese organismo, que no es otro que la gracia actual.
Tomás en la Suma Teológica.
12. Síntesis de la doctrina sobre los dones
ARTICULO 3
1 39. Los dones del Espíritu Santo son siete (a.4) hábitos
sobrenaturales (a.3), realmente distintos de las virtudes (a.i) LAS GRACIAS ACTUALES
con los cuales el hombre se dispone convenientemente para se- Al abordar la cuestión de las gracias actuales, hemos de advertir, ante
guir de una manera pronta, directa e inmediata la inspiración todo, que no vamos a entrar en el torbellino de las disputas que dividen
del Espíritu Santo de un modo superior a su modo connatural desde hace siglos a las principales escuelas teológicas sobre su naturaleza y
humano (a.i; a.2 ad I) y en orden aun objeto o fin que las vir- funcionamiento. Nos vamos a limitar tan sólo a aquellas someras indica-
ciones que interesan más de cerca a la teología mística.
tudes (hic et nunc) no pueden por sí solas alcanzar (a.2), por Los puntos que vamos a examinar son cuatro: naturaleza, necesidad, di-
lo cual son necesarios para la misma salvación (ibid.). Son más visión y oficios o funciones de las gracias actuales. Ello basta para nuestros
perfectos que las virtudes intelectuales y morales, pero no tan- planes.
to como las teologales, de las que se derivan (a.4 ad 3) y por 14o. 1. Naturaleza.—Pueden definirse las gracias ac-
las que son regulados (a.8). Están conexionados entre sí y con tuales diciendo que son aquellas que «disponen o mueven a
la caridad, de tal manera que el que está en caridad los posee manera de cualidad fluida y transeúnte para obrar o recibir
todos y sin ella no posee ninguno (a.5); perdurarán en la pa- algo en orden a la vida eterna». Ordenadas por su misma natu-
tria en grado perfectísimo (a.6). Los dones de sabiduría y en-
tendimiento son los más perfectos; los demás pueden catalo- raleza a los hábitos infusos, sirven para disponer el alma a re-
cibirlos cuando no los tiene todavía o para ponerlos en movi-
94 r Cor t5 -.. ut sit 1),us onsnia in ornnibus»».
^ ^ .
miento cuando ya existen en ella.
95 I-1I,68,6.
9ó 1-1I,68,6 obi.3. Se reciben en las potencias mismas del alma, elevándolas
97 I-II,68,6 ad 3.
unas veces para producir actos sobrenaturales indeliberados
rativo 1 . Pero, en cambio, no podría desarrollarla sin las gra-
—como ocurre con la gracia operante--y otras veces para pro- cias actuales aun dotándonos de toda clase de hábitos operati-
ducirlos de una manera deliberada (gracia cooperante). vos infusos, ya que esos hábitos no podrían jamás pasar al acto
No pueden reducirse a ninguna especie determinada, ya sin la previa moción divina, que en el orden sobrenatural no
que se trata de cualidades fluidas y transitorias comunicadas es otra cosa que la gracia actual.
por Dios e impresas en las potencias del alma a manera de mo- Todo acto de una virtud infusa cualquiera y toda actuación
vimientos o de pasiones transeúntes. Se reducen en cada caso de los dones del Espíritu Santo supone, por consiguiente, una
a la especie del hábito o del acto a que mueven (v.gr., a la fe, previa gracia actual que ha puesto en movimiento esa virtud o
a la esperanza, etc.). ese don 2 . Precisamente la gracia actual no es otra cosa que el
De estas nociones se deducen fácilmente las principales influjo divino que ha movido ese hábito infuso a la operación.
diferencias entre las gracias habituales y las actuales:
i) Las gracias habituales (gracia santificante, virtudes in- 142. 3. División.—Los teólogos han formulado una larga
fusas y dones del Espíritu Santo) son cualidades permanentes lista diferencial entre las gracias actuales. He aquí las princi-
(hábitos) que producen su efecto en cuanto tales de una ma- pales clases con sus correspondientes características:
nera continua e indefectible en el sujeto en que residan (la I) GRACIA OPERANTE Y COOPERANTE. La primera es aquella en la que
esencia del alma o sus potencias y facultades). Las actuales, en el movimiento se atribuye a sólo Dios: nuestra alma es movida, pero no
cambio, son mociones fluidas y transeúntes cuyo efecto final mueve. La cooperante es aquella en la que el alma es movida y mueve a la
vez. Así hablan Santo Tomás y San Agustín 3 .
se frustra muchas veces a causa de la resistencia que les opone
el que las recibe. 2) GRACIA EXCITANTE Y ADYUVANTE. La primera nos impulsa a obrar
2) Las gracias habituales se limitan a disponer para la estando distraídos o inactivos. La segunda nos ayuda a obrar estando ya
decididos a ello.
acción (radical o próximamente, según se trate de la gracia 3) GRACIA PREVENIENTE, CONCOMITANTE, SUBSECUENTE. La primera
misma o de las virtudes y los dones). Las actuales, por el con- precede al acto del hombre moviendo o disponiendo la voluntad para que
trario, empujan y producen la acción misma. quiera. La segunda acompaña al acto del hombre concurriendo con él a un
3) Las virtudes y los dones tienen un campo limitado, mismo efecto. La tercera se dice por relación a un efecto anterior producido
que afecta a determinadas potencias y a determinados objetos por otra gracia 4 .
GRACIA INTERNA Y EXTERNA. La primera ayuda intrínsecamente a
y operaciones. Las gracias actuales, en cambio, se extienden 4)
la potencia y concurre formalmente a la producción del acto. La segunda
a toda la vida sobrenatural y a todas sus operaciones. influye tan sólo exteriormente, moviendo la potencia por medio de los ob-
jetos que la rodean (v.gr., por los ejemplos de Cristo o de los santos).
141. 2. Necesidad.—Las gracias actuales son absoluta-
1 Aunque ya hemos dicho varias veces—de acuerdo con Santo Tomás—que esto sería
mente necesarias en el orden sobrenatural dinámico. Es impo- antinatural y violento. Hablamos ahora únicamente de la potencia absoluta de Dios, no de
lo que de hecho ha realizado en nuestras almas.
sible que el esfuerzo puramente natural del alma pueda poner 2 Aunque, desde luego, no toda gracia actual produce infaliblemente un acto de vir-
tud. Puede tratarse de una gracia suficiente a la que el hombre resiste (v.gr., el pecador que
en ejercicio los hábitos infusos, toda vez que el orden natural oye un sermón y no hace caso).
no puede determinar las operaciones del sobrenatural. Ni es 3 I-II,III,2: «La operación de algún efecto no se atribuye al móvil, sino al motor. Por
consiguiente, en aquellos efectos en que nuestra mente es movida y no motor, sino que es
posible tampoco que puedan esos hábitos actuarse por sí mis- Dios sólo el motor, la operación se atribuye a Dios, y en este sentido se llama gracia operante;
mas en aquellos efectos en los cuales nuestra mente mueve y es movida, la operación no sólo
mos, porque un hábito cualquiera nunca puede actuarse sino se atribuye a Dios, sino también al alma, y en este sentido se llama gracia cooperante».
He aquí esta misma doctrina expuesta por San Agustín: «Porque en verdad comienza
en virtud y por acción del agente que lo causó; y, tratándose El a obrar para que nosotros queramos (gracia operante), y cuando ya queremos, con nosotros
de hábitos infusos, sólo Dios que los produjo puede ponerlos coopera para perfeccionar la obra (gracia cooperante)... Por consiguiente, para que nosotros
queramos, comienza a obrar sin nosotros, y cuando queremos y de grado obramos, con nosotr ^ >s
en movimiento. Se impone, pues, la acción de Dios con la coopera. Con todo, si El no obra para que queramos, o no coopera cuando ya queremos,
nada podemos en orden a las buenas obras de piedad» (cf. De gratia et libero arbitrio c.i7,
misma necesidad absoluta con que se exige en metafísica la ed. BAC, n.5o p.269).
Esta división, que es la fundamental, tiene una gran importancia en ascética y mística.
influencia de un ser en acto para que una potencia cualquiera La gracia cooperante es la propia de las virtudes infusas; por eso el alma tiene conciencia
pueda producir el suyo. En absoluto, Dios podría desarrollar de que se mueve a sí misma, ayudándola Dios, a esos actos de virtud. En cambio, bajo la gra-
cia operante, que es la propia de los dones y contiene eminenter las gracias cooperantes, el
y perfeccionar la gracia santificante, infundida en la esencia alma se siente movida por Dios, limitándose ella a dejarse conducir por El. De ahí proviene
la pasividad—relativa siempre, como veremos en su lugar correspondiente--propia y ca-
misma de nuestra alma, a base únicamente de gracias actuales, racterística del estado místico.
4 I-II,I II, 3.
sin infundir en las potencias ningún hábito sobrenatural ope-
5) GRACIA SUFICIENTE Y EFICAZ. La suficiente nos empuja a obrar. La
eficaz produce infaliblemente el mismo acto. Sin la primera no podemos obrar,
con la segunda obramos libre, pero infaliblemente. La primera nos deja sin
excusa ante Dios, la segunda es un efecto de su infinita misericordia 5 . CAPITULO II
Como se ve, todas estas divisiones pueden reducirse fácil- La perfección cristiana
mente a las gracias operantes y cooperantes. Porque las gra-
cias excitantes y prevenientes son realmente gracias operan- Examinada la naturaleza y organismo de la vida sobrena-
tes, las adyuvantes y subsecuentes coinciden con las coope- tural, veamos ahora en qué consiste la perfección cristiana, a
rantes y las gracias suficientes y las eficaces se reducen a unas cuya consecución se ordena todo aquel organismo.
o a otras según los casos. Y todas son cualidades fluidas que
mueven las potencias del alma a los actos sobrenaturales indeli- He aquí el orden que vamos a seguir: después de una breve introduc-
ción sobre el concepto de perfección en general, expondremos la natura-
berados o deliberados. leza de la perfección cristiana, su obligatoriedad para todos los cristianos,
sus principales grados, su posibilidad y sus relaciones con el formidable
1 43- 4. Oficios y funciones.—Tres son las funciones problema de la predestinación. Al mismo tiempo iremos examinando las
u oficios de las gracias actuales: disponer al alma para recibir cuestiones complementarias que salgan a nuestro paso.
los hábitos infusos, actuarlos e impedir su desaparición. Una
palabra sobre cada uno de ellos. I. De la perfección en general
En primer lugar disponen al alma para recibir los hábitos
infusos cuando carece de ellos por no haberlos tenido nunca o 144. a) Sentido etimológico.—La palabra perfección
por haberlos perdido culpablemente. La gracia actual lleva viene del verbo latino perficere (hacer hasta el fin, hacer com-
consigo, en este caso, el arrepentimiento de las propias culpas, pletamente, terminar, acabar), de donde sale perfectum (lo que
el temor del castigo, la confianza en la divina misericordia, etc. está terminado, acabado) y perfectio (cualidad de perfecto).
En segundo lugar sirven para actuarlos cuando ya se po- Una cosa se dice perfecta cuando tiene todo el ser, toda la
seen en unión con la gracia habitual o sin ella (fe y esperanza realidad que le conviene según su naturaleza. El hombre ciego
informes). Esta actuación, supuesta la unión con la gracia ha- es imperfecto, porque le falta uno de los órganos exigidos por
bitual, lleva consigo el perfeccionamiento de los hábitos infu- su naturaleza humana; pero el no tener alas no significa en el
sos y, por consiguiente, el crecimiento y desarrollo de toda la hombre una imperfección, porque su naturaleza no está he-
vida sobrenatural. cha para volar.
Finalmente, la tercera función de la gracia actual es la de
evitar que los hábitos infusos desaparezcan del alma por el 145• b) Sentido real.—Ya el significado etimológico de
pecado mortal. Implica el fortalecimiento contra las tentacio- la palabra nos ha puesto sobre la pista de su verdadera y auténti-
nes, la indicación de los peligros, el amortiguamiento de las ca significación real. Pero para precisar mejor nuestras ideas es
pasiones, la inspiración de los buenos pensamientos, etc. necesario recordar aquí dos principios filosóficos muy fecun-
Como se ve, la gracia actual es de un precio inestimable. Es dos:
ella en rigor la que da eficacia a la habitual, a las virtudes y a I.o EN TANTO ES PERFECTO ALGUNO EN CUANTO ESTÁ EN
los dones. Es el impulso de Dios, que pone en marcha el orga- ACTO. —Lo cual quiere decir que las ideas de realidad actual y
nismo de nuestra vida divina desde las profundidades más re- de perfección son sinónimas. Por eso, Dios, que es acto puro,
cónditas de nuestra alma. esto es, el ser en toda su plenitud actual, es la perfección por
Sni.rt , A?NTICENSES, De ,irut a d.; o. SO. esencia. El es, en realidad, el único ser perfecto. Todos los de-
más seres—mezcla de potencia y de acto—son tan sólo perfec-
tibles. Lo que les queda de potencia, eso tendrán de perfectibi-
lidad; y como jamás desaparecerá de ellos algún aspecto po-
tencial, síguese que la perfección absoluta es imposible al ser
creado. Ella es patrimonio exclusivo de Dios, en el que todo
es acto puro, sin sombra ni vestigio de potencialidad alguna.
2.o EN TANTO SE DICE DE ALGUNO QUE ES PERFECTO EN
Conclusión La: La perfección cristiana consiste especialmente en la
CUANTO ALCANZA SU PROPIO FIN, QUE ES LA ÚLTIMA PERFECCIÓN perfección de la caridad.
DE LAS COSAS.--ES el principio que invoca Santo Tomás en cl
artículo primero de la cuestión que dedica en la Suma Teológica 148. Precisemos, ante todo, el sentido de la cuestión. No queremos
decir que la perfección cristiana consista íntegra y exclusivamente en la per-
a investigar la naturaleza de la perfección cristiana 1 . Cuando fección de la caridad, sino que es ella el elemento principal, el más esen-
un ser ha alcanzado su fin y descansa en él, puede decirse que cial y característico de todos. En este sentido hay que decir que la medida
ha llegado a su perfección plena. Mientras se va acercando a él de la caridad en el hombre es la medida de su perfección sobrenatural;
sólo posee una perfección relativa o progresiva. de tal manera que el que ha conseguido la perfección del amor de Dios
y del prójimo puede ser llamado «perfecto» en el sentido más genuino de
Hay una perfección sustancial, en acto primero, que es la la palabra (simpliciter), mientras que sólo lo sería relativamente (secundum
que posee un ser cuando está completo en sus principios sus- quid) si lo fuera tan sólo en alguna otra virtud 3 . Esto último, por lo demás,
tanciales según su propia naturaleza específica. Y otra per- es imposible en el orden sobrenatural, dada la conexión de las virtudes in-
fección accidental, en acto segundo, que es la que abarca, ade- fusas con la gracia y la caridad 4 .
más, todas las perfecciones accidentales. Esta última es <da per- Valor de la tesis.—Entendida de esta manera, la presente conclusión
les parece a muchos teólogos casi de fe (proxima fidei) por el evidente tes-
fección» en sentido propio o estricto. Las dos se dan en la vida timonio de la Sagrada Escritura y el consentimiento unánime de la Tradi-
espiritual, como veremos. ción 5 . De hecho es admitida sin discusión por todas las escuelas de espiri-
Volveremos sobre estos principios, que arrojarán mucha tualidad cristiana.
luz en las cuestiones relativas a la perfección cristiana. Prueba de la tesis.
2. Naturaleza de la perfección cristiana I. 0 POR LA SAGRADA ESCRITURA. — ES una de las verdades
146. SANTO TOMÁS, II-II,184; De perfectione vitae spirit. (op. i 8); PASSERINI, De statibus t. i
más inculcadas en las páginas inspiradas. El mismo Cristo nos
in q.184; VALLGORNERA, q.4 d.i ; TANQUEREY, Teología ascética n.296-320; GARRIGOU-
LAGRANGE, Perfection... c•3 y Tres edades... I,8-14; FONCK, art. Perfection en DTC t.12
dice que del amor de Dios y del prójimo pende toda la Ley y los
col. 219S; DE GUIBERT, Theologia spiritUaliS n. 40-125 ; MERCIER, La vida interior conf.3. Profetas 6 . Los textos de San Pablo son muy explícitos y abun-
dantes. He aquí algunos de ellos:
147. Veamos, ante todo, la doctrina de Santo Tomás en
la Suma Teológica. «Pero por encima de todo esto, vestíos de la caridad, que es vínculo de
perfección» 7 .
Comienza el Doctor Angélico preguntando si la perfección «El amor es el cumplimiento de la Ley» 8 ,
de la vida cristiana consiste especialmente en la caridad 2 . Como «Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero
se ve, va directamente al fondo de la cuestión, prescindiendo la más excelente de ellas es la caridad» 9 .
de toda clase de prenotandos y de cuestiones secundarias. «Arraigados y fundados en la caridad para que podáis comprender en
unión con todos los santos...» 1o.
La respuesta, como es sabido, es afirmativa. Lo prueba en «El fin del Evangelio es la caridad» 11.
primer lugar por la autoridad de San Pablo: «Pero por encima
de todo esto, vestíos de la caridad, que es vínculo de perfección» La misma fe recibe todo su valor de la caridad:
(Col 3,14); porque la caridad—comenta el Angélico Doctor- «Pues en Cristo ni vale la circuncisión ni vale el prepucio, sino la fe ac-
en cierto modo liga a todas las demás virtudes en una unidad tuada por la caridad» 12.
perfecta. Las demás virtudes nada son sin ella 13 , etc., etc.
En el cuerpo del artículo establece la prueba de razón, que
3 «Simpliciter ergo in spirituali vita perfectus est qui est in caritate perfectus. Secundurn
no puede ser más sencilla. Si un ser alcanza su perfección cuando quid, autem, perfectos dici potest, secundum quodcumque quod spirituali vitae adiungitur»
llega a su propio fin, hay que concluir que la perfección cristia- (S.TxoM., De perfectione vitae spiritualis i).
«Et ideo secundum caritatem simpliciter attenditur perfectio christianae vitae, sed secun-
na consiste especialmente en la caridad, ya que es ella precisa- dum alias virtutes secundum quid» (II-II,184,1 ad 2).
4 Cf. I-II,65.
mente la virtud que nos une directamente con Dios en cuanto Cf. DE GUIBERT, Theologia Spiritualis n.50.
último fin sobrenatural. 6
7
Mt 22,35-4O;
Col 3,14.
MC 12,28-31.
con aquella plenitud del amor tan rotundamente formulada. En cambio, don de sabiduría, que le hace saborear las cosas divinas por cierta miste-
la legitimidad de nuestro amor a Dios se hace mucho menos sospechosa riosa connaturalidad y simpatía—per quandam connaturalitatern 44— alcan- ,
cuando nos impulsa a practicar callada y perseverantemente, a pesar de zará la caridad su plena expansión y desarrollo en la medida que requiere
todos los obstáculos y dificultades, el penoso y monótono deber de cada y exige la perfección cristiana.
día. El mismo Cristo nos enseña que por sus frutos se conoce el árbol (Mt 7, De donde se sigue, como corolario inevitable, la necesidad de la mís-
15-2o) y que no entrarán en el cielo los que se limiten a decir: <c ¡Señor, tica para la perfección cristiana, toda vez que la característica esencial del
Señor!», sino los que cumplan la voluntad de su Padre celestial (Mt 7,21). estado místico consiste precisamente—como admiten todas las escuelas—
Y esto mismo pone de manifiesto en la parábola de los dos hijos (Mt 21, en la actuación y predominio de los dones del Espíritu Santo al modo di-
28-32). vino o sobrehumano. No se da ni puede darse una perfección o santidad
puramente ascética a base del ejercicio al modo humano de las virtudes
infusas. Es preciso que esa modalidad humana sea sustituida por la divina
Conclusión 6.a : Para su plena expansión y desarrollo, tal como lo de los dones; y esto es mística en el sentido riguroso y técnico de la palabra.
exige la perfección cristiana, la caridad necesita ser perfeccionada
por el don de sabiduría.
Conclusión 7.a : La caridad puede crecer indefinidamente en el hom-
153. Es una sencilla aplicación de la doctrina general de la necesi- bre viador; por consiguiente, la perfección cristiana no puede
dad de los dones para la perfección de las virtudes infusas. Como ya vimos, encontrar un límite infranqueable en esta vida.
sin la influencia de los dones, las virtudes infusas actúan según las reglas de
la simple razón natural iluminada por la fe, o sea a nuestro pobre modo hu- 1 54. De tres maneras—dice Santo Tomás al pasar a la demostra-
mano. Ahora bien: siendo en sí mismas hábitos sobrenaturales y divinos, ción de esta tesis 45 —puede tener término el aumento de una forma. La
las virtudes infusas están reclamando, por su misma naturaleza, un ejer- primera es por parte de la misma forma, cuando tiene una capacidad limi-
cicio al modo divino o sobrehumano, que es la atmósfera y ambiente que les tada, más allá de la cual no pueda avanzar sin desaparecer ella misma; así,
corresponde por derecho propio en su calidad de hábitos sobrenaturales. por ejemplo, si modificamos sin cesar el color gris, llegaremos forzosamente
Mientras los dones del Espíritu Santo no les proporcionen ese modo divino al color blanco o al negro. La segunda es por parte del agente, cuando no
que les caracteriza a ellos, y de que carecen las virtudes infusas abandona- tiene fuerza suficiente para seguir aumentando la forma en el sujeto. Y en
das a sí mismas 41 (por la necesidad en que se encuentran de someterse tercer lugar por parte del sujeto mismo, cuando no es susceptible de una
al control y regla de la simple razón natural iluminada por la fe), es com-
perfección mayor.
pletamente imposible que alcancen su plena expansión y desarrollo.
Ahora bien: por ninguno de estos tres motivos puede asignarse un
Y esto que ocurre con todas las virtudes infusas, de una manera espe-
cialísima afecta a la caridad. Porque, siendo una virtud perfectísima, la término al aumento de la caridad en esta vida. No por parte de la misma
más divina y excelente de todas, está reclamando con imperiosa exigencia caridad, ya que en su propia razón específica no es otra cosa que una par-
la atmósfera divina de los dones del Espíritu Santo para dar de sí todo lo ticipación de la caridad infinita, que es el Espíritu Santo mismo. Ni por
que ella puede dar. La regla de la pobre razón humana, aunque sea ilumina- parte del agente que produce el aumento, que es el mismo Dios, cuyo po-
da por la fe, es del todo insuficiente para darle esa modalidad divina. Por- der es infinito y, por lo mismo, inagotable. Ni, finalmente, por parte del
que la razón natural en sí misma está a infinita distancia del orden sobre- sujeto donde reside la caridad—la voluntad humana—, cuya capacidad
natural y es absolutamente impotente, no ya para producirlo—lo que es obediencial en manos de Dios es también inagotable, y así, a medida que
absurdo y herético—, pero ni siquiera para exigirlo o reclamarlo en modo la caridad va creciendo, crece también la capacidad del alma para un cre-
alguno 42 Y aun elevada el alma al orden sobrenatural por la gracia e ilu-
. cimiento posterior. Luego la caridad no encuentra límite alguno en su des-
minada la razón natural por las luces de la fe, todavía el ejercicio de las arrollo mientras permanezcamos en este mundo, y puede, por lo mismo,
virtudes infusas se realiza al modo humano, bajo la regla y control de la pro- crecer indefinidamente 46 .
pia razón humana, que, actuando (bajo la moción ordinaria de la gracia) Otra cosa será en la patria. El alma habrá llegado ya a su término, y,
como causa motora del hábito virtuoso, tiene que imprimirle forzosamente en el momento mismo de su entrada en el cielo, su grado de caridad que-
su propia modalidad humana. Para que se produzca la modalidad divina
que reclama la caridad es preciso que la razón humana, bajo la moción del 43 11-II,8,1.
44 11-I1,45,2.
41 Tal es la doctrina expresa de Santo Tomás. Recuérdese, por ejemplo, el siguiente tex- 45 I1-II,24,7.
to, tan claro y expresivo: «Dona a virtutibus distinguuntur in hoc quod virtutes perficiunt ad 46 Esta doctrina de Santo Tomás fue proclamada por la Iglesia en el concilio de Viena con-
actos modo humano, sed dona ultra humanum modum» (III Sent. d.34 q.1 a.1). tra los errores de begardos y beguinas (D 471).
42 Cf. la doctrina de la Iglesia contra pelagianos y senvipelagianos (D loes 126s 174s).
dará completamente fijo de acuerdo con la intensidad alcanzada hasta el
preceptos se ordenan a remover las cosas contrarias a la caridad, en unión
último momento de su permanencia en la tierra. Es evidente, desde luego,
con las cuales no podría existir, y los consejos se limitan a remover los obs-
que aun en el cielo podría la caridad crecer indefinidamente por parte de
táculos que impiden el ejercicio fácil y expedito de la caridad, aunque sin
los tres capítulos que acabamos de examinar, ya que allí no se cambia la
contrariarla totalmente. Con lo cual aparece claro que los consejos no son
naturaleza misma de la caridad, ni disminuye el poder de Dios, ni la poten-
esenciales para la perfección cristiana, sino tan sólo instrumentos excelentes
cia obediencial de la criatura en manos de Dios; pero sabemos ciertamente
para mejor llegar a ella.
que no crecerá más por haber sido fijada en su grado correspondiente por
De esta magnífica doctrina, con frecuencia tan olvidada, se deducen gra-
la voluntad inmutable de Dios y haberse terminado el tiempo de merecer 47 .
ves consecuencias prácticas, sobre todo en orden a la obligatoriedad de la
Examinadas las relaciones entre la caridad y las demás virtudes infusas
perfección cristiana para todos los cristianos. Porque es evidente que, si la
en orden a la perfección y algunas de las principales cuestiones comple-
perfección consiste principalmente en los preceptos, como quiera que no
mentarias, veamos, finalmente, el papel que corresponde a los consejos. Esto
está exento de ellos absolutamente ningún cristiano, síguese que todos ellos
acabará de darnos el concepto integral de la perfección cristiana.
—cualquiera que sea su estado y condición—están obligados a aspirar a la
perfección. No se trata de un consejo, sino de un precepto; luego obliga
Conclusión 8.a: La perfección cristiana consiste esencialmente en los a todos.
preceptos; y secundaria e instrumentalmente, en los consejos. Los consejos son los que no nos obligan a todos. Nadie está estrictamente
obligado a abrazar la vida religiosa, donde se practican de una manera
1 55. Santo Tomás dedica un hermoso artículo a esta cuestión 48 . oficial y como profesionalmente los consejos evangélicos. También los no
Y para demostrarla, invoca en el argumento sed contra la autoridad de la religiosos pueden y deben santificarse con el cumplimiento estricto de los
Sagrada Escritura. En el Deuteronomio (6,5) se nos dice: «Amarás a Yahvé, preceptos y con la práctica afectiva de los consejos, o sea con el espíritu de
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder»; y en los mismos. Porque es preciso distinguir entre la práctica efectiva o material
el Levítico (19,18) se añade: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». De de los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia), que no es
estos dos preceptos dice el Señor que pende toda la Ley y los Profetas universalmente obligatoria, y la práctica afectiva, o sea del espíritu de los
(Mt 22,40). Luego la perfección de la caridad, en la que consiste la per- consejos, que obliga absolutamente a todos. La primera suele sancionarse
fección cristiana, se nos manda bajo precepto. con los votos públicos (estado religioso); la segunda afecta a todos los cris-
En el cuerpo del artículo insiste en el mismo argumento en orden a la tianos, cualquiera que sea su estado o condición de vida. Nadie está obligado
caridad. Sabemos ya que la perfección cristiana consiste per se y esencial- a hacer voto de pobreza, de obediencia o de castidad, pero todos lo esta-
mente en la caridad; principalmente en el amor de Dios, y secundariamente mos a practicar esas tres virtudes en la medida y grado compatible con el
en el amor del prójimo. Pero tanto el amor de Dios como el del prójimo estado de vida de cada uno en particular.
constituyen precisamente el primero y el mayor de todos los mandamientos; Y es preciso tener en cuenta, además, que al margen de esos consejos
luego la perfección cristiana consiste esencialmente en los preceptos. evangélicos existen otros muchos consejos particulares o privados, proceden-
El Doctor Angélico se fija a continuación en la forma en que se nos intima tes de inspiraciones interiores del Espíritu Santo, acerca de obras de super-
ese precepto fundamental: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... erogación (v.gr., más oración, más espíritu de sacrificio, mayor desprendi-
y al prójimo como a ti mismo». Ahora bien: «todo» y «perfecto» son una mis- miento de todas las cosas de la tierra, etc., etc.), que, sin constituir propia-.
ma cosa según el Filósofo; y cada uno se ama a sí mismo en grado máxi- mente un verdadero precepto, representan una invitación particular, una
mo. De donde concluye Santo Tomás que el amor de Dios y del prójimo manifestación concreta de la voluntad de Dios sobre un alma determinada,
no caen bajo precepto en determinada medida, de manera que lo que de ella que no puede descuidarse sin cometer una verdadera infidelidad a la gracia,
exceda quede en simple consejo, sino que cae universalmente bajo precepto difícilmente conciliable con el concepto completo e integral de la perfec-
el amor en toda su latitud. Hasta el punto de que, como dice San Agustín, la ción cristiana.
misma perfección de la patria no se excluye de ese precepto 49 . Y lo con- Recojamos ahora, en resumen esquemático, todo cuanto acabamos de
firma con la autoridad de San Pablo: «el fin del Evangelio es la caridad» decir sobre el papel de la caridad, de las demás virtudes y de los consejos
(r Tim 1,5); y es evidente que en el fin no se pone medida alguna, sino en orden a la perfección cristiana.
sólo en los medios para alcanzarlo, así como el médico no pone medida a
la salud que quiere darle al enfermo, sino sólo a las medicinas para alcanzarla.
A continuación prueba Santo Tomás que la perfección consiste secunda-
ria e instrumentalmente en los consejos. Todos ellos—dice—se ordenan,
como los preceptos, a la caridad; pero de manera muy distinta. Porque los
47 Tal es la sentencia unánime de los teólogos de todas las escuelas. No hay sobre esto
ninguna deliniLiun expresa de la Iglesia, pero es una verdad claramente enseñada por su
Magisterio ordinario, repetida por los Santos Padres e incorporada definitivamente a la teo-
logía por todas las escuelas. Cf. I,62,9.
48 I1-1I,184,3 .
49 Cf. el ad 2 de este mismo artículo.
Se trata, pues, de una obligación común a todos los cristianos por el hecho
La perfección cristiana puede considerarse de dos maneras: mismo de estar bautizados en Cristo.
^ Radicalnun_ Simple posesión de la gracia, b) ... ESTÁN OBLIGADOS... —No se trata de una simple invitación, sino
te. 1 virtudes y dones del Espí- de una verdadera obligación, aunque en grados diferentes, como veremos
ritu Santo. más adelante al distinguir entre sacerdotes, religiosos y seglares.
Habitual (en cuanto al ser) . .
c) ... A ASPIRAR... —No se trata, en efecto, de que estemos obligados a
f Desarrollo
Propiamente. l
eminente de la gra-
cia, virtudes y dones en cuan-
ser perfectos ya en acto al comienzo de la vida cristiana o en un momento
determinado de la misma, sino tan sólo a aspirar positivamente a ella como
to hábitos. a un fin que nos proponemos seriamente alcanzar algún día.
P ara con
íEn los actos de ca- d) ... A LA PERFECCIÓN CRISTIANA.—No se trata de la perfección ra-
( Especial o for ridad (sin tasa Para
Dios.
Primaria y I oralmente ..^ ni medida) .. , con el dical o en acto primero, que se reduce a la simple permanencia en el estado
esencial , L prójimo. de gracia, sino a la perfección simpliciter, o en acto segundo, que supone
mente : en.)) un desarrollo eminente de todo nuestro organismo sobrenatural, formado
los precep- Materialmen- rEn los actos preceptuados de las por la gracia, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
tos te. demás virtudes, en cuanto
Actual (en L imperados por la caridad. Esto supuesto, vamos a la prueba de la tesis.
cuanto al
obrar) Í Pobreza. I. ° POR LA SAGRADA ESCRITURA. —Escuchemos en primer
Secundaria e íEvangélicos.. Obediencia. lugar al mismo Verbo encarnado: «Sed perfectos, como perfecto
instrumen- ' UCastidad. es vuestro Padre celestial» (Mt 5,4 8 ).
talmente :
Estas palabras las pronunció Cristo en el sermón de la
en los con- ' (Inspiraciones interiores del Es-
sejos LParticulares...{ píritu Santo acerca de obras Montaña dirigiéndose a todos los hombres. Esta ha sido la
de supererogación. interpretación unánime de los Santos Padres.
Los apóstoles insisten en el mandato de su divino Maestro.
3. Obligatoriedad de la perfección cristiana San Pablo dice que Dios nos ha elegido en Cristo «para que
fuésemos santos e inmaculados ante El» 50 ; que es preciso que
En realidad, esta cuestión ya está resuelta en la tesis ante- nos esforcemos «hasta que todos alcancemos la unidad de la
rior, de la que no es más que una consecuencia inevitable. Si fe y del conocimiento del Hijo de Dios, cual varones perfectos
la perfección cristiana no consiste en los consejos, sino en los a la medida de la plenitud de Cristo» 51 , ya que la voluntad de
preceptos, síguese que es obligatoria para todos, ya que los pre- Dios es que nos santifiquemos todos: «La voluntad de Dios es
ceptos obligan absolutamente a todos. Pero es conveniente exa- vuestra santificación» 52 . San Pedro quiere que seamos santos
minar más despacio todo esto y completar la visión de conjunto en todo, a imitación de Dios, que es santo: «Sed santos en .
con detalles complementarios y cuestiones secundarias, que todo, porque escrito está: `Sed santos, porque santo soy yo'» 53 .
ayudan a la mejor inteligencia de lo fundamental. Y el vidente del Apocalipsis quiere que nadie se considere tan
perfecto que no deba serlo más: «El justo practique aún la
A) SENTIDO Y PRUEBA DE LA OBLIGATORIEDAD GENERAL justicia y el salto santifíquese más» 54.
156. Formulemos ante todo la tesis que hemos de de- 2. ° Los SANTOS PADRES.—La Tradición confirma esta doc-
mostrar. trina. Sería cosa fácil multiplicar los textos. El famoso aforismo
tantas veces citado por los Padres «en el camino de Dios el no
Tesis : Todos los cristianos están obligados a aspirar a la perfección ir adelante es volver atrás» expresa claramente la necesidad de
cristiana. ir siempre adelante en el camino de la perfección cristiana, so
SENTIDO. — a) Decimos TODOS LOS CRISTIANOS para significar que la obli- pena de volver atrás y comprometer nuestra misma salvación.
gación de aspirar a la perfección no es privativa tan sólo de los sacerdotes
y religiosos. Ellos estarán obligados a fortiori por la ordenación sacerdotal 50 Eph 1, 4.
s t Eph 4,13.
o la profesión religiosa, pero la obligación fundamental arranca de la natu- s 2 1 Thess 4,3.
raleza misma de la gracia, recibida en forma de germen con las aguas del 53 I Petr 1,15-I6. —Cf. Lev II,44; I9,2 ■ 20,7.
bautismo, lo cual lleva consigo la exigencia de su crecimiento y desarrollo. `4 Apoc 22,11.
3. 0 EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. —SU Santidad el Papa te para cumplir mejor éste, sino que lo es incluso para nosotros
Pío XI, en su encíclica del 26 de enero de 1923 sobre San Fran- mismos, ya que por ella nos unimos a Dios, que es nuestro
cisco de Sales, dice expresamente: fin último y nuestra perfección objetiva suprema. Ahora bien:
«Ni nadie juzgue que esto obliga únicamente a unos pocos selectísimos cuando se trata del fin, no es posible señalar una determinada
y que a los demás se les permite permanecer en un grado inferior de virtud. medida; y aquí menos que en cualquiera otra cosa por tratarse
Están obligados a esta ley absolutamente todos sin excepción» 55. del fin supremo, que participa en cierto modo de la infinitud
de Dios 57 .
Pero ha sido el concilio Vaticano II quien ha proclamado
con insistencia y claridad meridiana la doctrina de la vocación De aquí se deduce una consecuencia muy importante, capaz de resol-
universal a la santidad y, por consiguiente, la obligación que ver por sí sola las objeciones que contra esta doctrina podría suscitar una
visión superficial del problema. La perfección de la caridad está precep-
incumbe a todos los cristianos de tender eficazmente a con- tuada como fin al que hay que tender, no como materia inmediata que haya
seguirla. He aquí algunos textos de la Constitución dogmática de ejercitarse en seguida 58 . La diferencia es enorme. Si la perfección de
sobre la Iglesia 56: la caridad estuviese preceptuada como materia inmediata, todos los no
perfectos estarían en pecado mortal (por la transgresión de un precepto
«Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado grave como es el del amor). En cambio—como explica admirablemente
o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfec- Santo Tomás 59 —, estando preceptuada únicamente como fin, no es trans-
ción de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano gresor del precepto el que no ha logrado todavía su plena perfección, con
incluso en la sociedad terrena. En el logro de esta perfección empeñen los tal de que camine hacia ella y posea la caridad al menos en su ínfimo grado,
fieles las fuerzas recibidas, según la medida de la donación de Cristo...» (n.4o). que consiste en no amar cosa alguna más que a Dios, ni contra Dios, ni
«Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a bus- tanto como a Dios. Sólo el que no ha alcanzado este grado ínfimo quebranta
car insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado. Estén gravemente el precepto de la perfección.
todos atentos a encauzar rectamente sus afectos, no sea que el uso de las Claro que es preciso no dar tampoco en el extremo contrario. Del hecho
cosas del mundo y un apego a las riquezas contrario al espíritu de pobreza de que no se quebrante el precepto, con tal de poseer la perfección sustan-
evangélica les impida la prosecución de la caridad perfecta. Acordándose qial de la caridad en su grado ínfimo, no se sigue en modo alguno que no
de la advertencia del Apóstol: `Los que usan de este mundo no se detengan estemos obligados a caminar incesantemente hacia la plena perfección de la
en eso, porque los atractivos de este mundo pasan' (cf. i Cor 7,31)» (n.42). caridad, puesto que la finalidad del precepto se refiere a esta perfección
«Todos los fieles, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos plena, no ciertamente como materia inmediata, pero sí como fin al que hay
y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno que tender. De manera que el que de un modo consciente y deliberado
por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el tomase la determinación de no progresar más, contentándose con la per-
mismo Padre» (n. i r). fección ínfima (simple estado de gracia), quebrantaría, sin duda alguna, el
precepto de la perfección.
Es imposible hablar más claro y con más apremiante insis- Ahora bien: ¿qué clase de pecado cometería el que así procediese? De-
tencia. pende de su estado y condición en el Cuerpo místico de Cristo. Vamos a
precisarlo con exactitud al señalar la obligación especial que afecta al sacer-
4.0 LA RAZÓN TEOLÓGICA. — Al razonar Santo Tomás la dote y al religioso.
doctrina de que la perfección consiste en los preceptos—que es
del todo equivalente a la de su obligatoriedad—, se fija en que B) OBLIGATORIEDAD ESPECIAL PARA EL SACERDOTE
la caridad con todos sus grados y con todos sus modos (incluso Y EL RELIGIOSO
el de la patria) es de precepto para todo el mundo. La caridad
no se nos ha preceptuado solamente hasta un determinado lí- 157. Para resolver con acierto esta cuestión es preciso te-
mite o grado, más allá del cual pase a ser cosa de consejo, sino ner en cuenta los siguientes principios 60:
en toda su extensión y latitud : «ex toto corde tuo, et ex tota anima I.° Todos los cristianos están obligados a amar a Dios so-
tua, et ex tota mente tua» (cf. Mt 22,37). Entre todos los valo- bre todas las cosas y, por consiguiente, a tender a la perfección
res espirituales, sólo la caridad tiene razón de fin. No solamen- al menos de una manera general con los medios a su alcance
te es ella el fin de los otros preceptos, que se nos dan únicamen- según su estado.
55II: aquí el texto latino del Papa: <Nec yero quisquans putet ad paucus quosdam lee-
" II-II,184,3; cf. Opuse. 1'7 c.6; ibid., 16 c.1.
58 Cf. CAYETANO, 171 11-11 q.184 a.3; PASSERINI, De statibus in II-II p.134 a.3 0.705,
tissimos id pertinere, ccterisque in inferiore quodam virtutis grado licerc consistere. Tenen- io6s, etcétera.
tur enim hac lege omnes, Hollo excepto>> (Pío XI, encíclica Rerum omnium: AAS t.15 p.50). 5, II-II,184,3 ad 2.
56 Cf. CONCIIAio VATICANO II, Constituciones, decretos, declaraciones, BAC, 3.• ed. (Ma- 60 GARRIGOU-LAGRANGE, De sanctificatione sacerdutum c.I a.I-3; TANQUEREY, Teología
drid 1966). ascttica n.353-406.
2.° Además de esta obligación general, el religioso con- el pecado del simple religioso sin órdenes. Siempre queda, sin embargo,
trae otra especial en virtud de su misma profesión religiosa, que que el religioso no clérigo está obligado a las observancias regulares, a las
que no están obligados los clérigos »65.
le obliga a tender a la perfección propiamente dicha por la prác-
tica de los consejos evangélicos en la forma determinada por Ahora bien: esto supuesto, es muy fácil establecer el argu-
su regla y constituciones. mento. Si el religioso lego que descuida gravemente su perfec-
3.° El sacerdote secular, aunque no está constituido en ción peca mortalmente—como dice San Alfonso de Ligorio—y,
estado canónico de perfección, está obligado, en virtud de su en igualdad de condiciones, el sacerdote secular que falta a
ordenación sacerdotal y de su oficio ministerial, a tender a la sus deberes (<(si aliquid contrarium sanctitati agat») peca más
perfección propiamente dicha, en la que debe sobresalir más que gravemente que el religioso lego, síguese que la transgresión
el religioso no sacerdote 61. del precepto de la perfección—si es una transgresión plena,
Teniendo en cuenta estos principios, ya podemos contes- consciente y deliberada—constituye para el sacerdote secular
tar a la pregunta formulada más arriba acerca de la clase de un verdadero pecado mortal 66.
pecado que cometería el que de una manera consciente y deli-
berada tomase la determinación de no perfeccionarse más. Si Otra cosa es tratándose de seglares. También ellos están obligados a
tender a la perfección cristiana, como hemos visto más arriba. Pero no en
esa persona está consagrada a Dios mediante los votos religio- virtud de una obligación especial—como el religioso, en virtud de sus vo-
sos, cometería indudablemente un verdadero pecado mortal. tos, o el sacerdote, en virtud de su ordenación—, sino únicamente por la
Lo dice expresamente San Alfonso de Ligorio 62 y es una con- obligación general contenida en el primer mandamiento del decálogo y en
secuencia exigida por la naturaleza misma de las cosas, ya las exigencias de su bautismo. En virtud de estos principios, para que un
seglar quede libre de una transgresión grave del precepto general basta con
que con ello faltaría gravemente al deber esencial de su estado, que posea la caridad en su grado ínfimo 67 , poniendo los medios necesarios
que es precisamente el de aspirar y tender a la perfección 63. para no perderla y sin despreciar ni excluir positivamente la perfección cris-
Dígase lo mismo mutatis mutandis del sacerdote secular. tiana 68 , lo cual supone en la práctica cierta tendencia a la perfección y el
También el sacerdote está especialmente obligado a tender a la ejercicio de ciertas obras supererogatorias 69 . Cosa que no bastaría al reli-
gioso o sacerdote, ya que ellos están obligados a la perfección no solamente
perfección cristiana. No porque se encuentre de iure en un por aquella obligación general común a todos los cristianos, sino también
estado de perfección como el religioso, sino por la excelsa digni- por una obligación especial, aunque procedente de diversos títulos: la pro-
dad de las funciones sacerdotales, que exigen de él una santi- fesión religiosa o la ordenación sacerdotal. La obligación general podrían
dad todavía más alta que la del simple religioso no sacerdote. cumplirla con esas disposiciones mínimas que hemos exigido a los seglares,
pero faltarían evidentemente a la obligación especial, que les liga a la per-
Escuchemos a Santo Tomás: fección en cuanto religiosos o sacerdotes.
«Para el digno ejercicio de las órdenes no basta una bondad cualquiera,
65 II-II,184,8.
sino que se requiere una bondad eminente (bonitas excellens); para que así 66 Nótese, sin embargo, que, según la sentencia más probable, tanto para el sacerdote
como aquellos que reciben el orden son puestos en un grado más alto que como para el religioso, la obligación especial de tender a la perfección cristiana se identifica con
la multitud, así también sean superiores por su santidad> 64. la de cumplir digna y santamente los diversos deberes de la vida sacerdotal o religiosa, que de
suyo son eficacísimos para llevarles a la cumbre de la perfección. En virtud del precepto de la
perfección están obligados únicamente a cumplir esos deberes cada vez mejor, siguiendo el
Esto con respecto a los seglares. Veamos ahora lo que dice ritmo del desarrollo de la caridad, que debe crecer hasta la muerte, como enseña Santo Tomás
(cf. II-II,24,7-8).
con respecto a los religiosos no sacerdotes: 67 Escuchemos a Santo Tomás explicando con admirable precisión esta doctrina: «Como
lo que cae bajo precepto puede ser cumplido de diversas maneras, no se quebranta el manda-
«Pero, si el religioso no tiene orden ninguna, es evidente que el clérigo miento por no cumplirlo del mejor modo. La perfección del amor divino cae bajo precepto en
es superior por lo que se refiere a la dignidad, ya que por la orden sagrada toda su extensión, de suerte que no se excluye de él ni siquiera la perfección del cielo, como
observa San Agustín. Pero el que llegue de cualquier manera a esa perfección, se libra de la
queda consagrado a los ministerios más dignos, en los que sirve al mismo transgresión del precepto. El grado ínfimo del amor de Dios consiste en no amar nada con
Cristo en el sacramento del altar, que exige una santidad interior mayor que más intensidad que a Dios, ni tanto como a El, ni contra El. Quien no tenga este grado de
la que exige el estado religioso. Por eso dice Dionisio: «El orden monástico perfección, na. cumple el precepto en manera alguna. Pero hay otro grado de amor perfecto
—el del cielo—al que no se puede llegar en esta vida, como ya se ha dicho. Quien no lo tiene,
debe seguir a las órdenes sacerdotales y elevarse a las cosas divinas, imitán- es evidente que no quebranta el precepto. Ni tampoco lo quebranta el que no llegue a los gra-
dolas». Y así, en igualdad de circunstancias, es más grave el pecado del dos intermedios de la perfección, con tal de que llegue al ínfimo (que consiste—como acaba de
clérigo ordenado in sacris cuando hace algo en contra de la santidad que decir—en no amar nada con más intensidad objetiva que a Dios, ni tanto como a El, ni con-
tra El) r (I1-II,184,3 ad 2).
68 Si la excluyese positivamente y por desprecio, es indudable que aun el seglar quebran-
61 Cf. 11-11,184,8. taría gravemente el precepto de la perfección cristiana (cf. II-II,186,2 ad 2).
62 «Peccat mortaliter religiosus qui firmiter statuit non tendero ad perfectionem, vel nullo 69 Es doctrina común, recogida por Suárez en las siguientes palabras: «Apenas puede
modo de ea curares (Theol. Moralis 5,4 n.t6). moralmente acontecer que un hombre aun secular tenga el firme propósito de no pecar nunca
63 II-II,186,1 ad 3 et 4. —Cf. CIC cn.487 Y 593. mortalmente, sin que, por lo mismo, haga alguna obra de supererogación y tenga el propó-
64 Suppl. 35,1 ad 3. sito formal o virtual de hacerla» (cf. SUÁREZ, De Religione t.4 1.1 c.4 n.12).
Para redondear ahora un poco más la doctrina general sobre poco al bien mejor. Por el contrario, en el plano del amor :;tamos obligados
al bien mejor en toda su extensión» 73 .
la obligatoriedad de la perfección para todos los cristianos,
vamos a recoger algunas advertencias de Santo Tomás, espar- Como se ve, vamos avanzando poco a poco. En la primera
cidas en diferentes lugares de sus obras acerca de la obligato- cita, Santo Tomás nos advertía que no se puede despreciar la
riedad de lo más perfecto para nosotros hic et nunc. Planteemos perfección; en la segunda, que hay que desearla, y en la terce-
la cuestión en forma. ra, que hay que amar el bien mejor.
Pero ¿quedará reducido todo a esto? La aspiración a lo
C) ¿ Es OBLIGATORIA PARA TODOS LA PRÁCTICA DE LO MÁS más perfecto, ¿se limitará a una simple tendencia afectiva y
PERFECTO EN UN MOMENTO DETERMINADO? sentimental, a un puro romanticismo «en el plano del amor», a
un «quisiera», sin llegar jamás al «quiero» enérgico y rotundo?
158. La cuestión es más compleja de lo que a primera Oigamos nuevamente a Santo Tomás:
vista pudiera parecer. Pero, recogiendo algunos principios es- »No puede llamarse perfecta la voluntad si no es tal que, presentán-
parcidos en diferentes lugares de sus obras, podemos recons- dose la ocasión oportuna, se reduzca al acto. Pero, si no se presenta la oca-
truir el pensamiento del Angélico Doctor 70 . He aquí esos sión, el defecto de la perfección que provendría del acto exterior es simpli-
principios: citer involuntario, con tal que la voluntad esté firmemente dispuesta a obrar
si pudiera» 74 .
I.° Contestando a una objeción, advierte en la Suma Teo-
lógica que quebrantaría el precepto del amor todo aquel que, Este principio luminosísimo de Santo Tomás nos da la
satisfecho de poseer la perfección sustancial de la caridad en su clave definitiva para la verdadera solución del problema que
grado ínfimo, despreciase sus grados superiores y su perfección hemos planteado. La voluntad interior no es verdadera volun-
total 71 .
tad si, llegada la ocasión oportuna, no se traduce en obras.
2.0 Pero es poco todavía el simple no despreciar la perfec- Por consiguiente, mal podrá decir uno que ama interiormente
ción. Para cumplir plenamente el precepto es preciso querer el bien mejor o lo más perfecto si, llegado el caso de poderlo
llegar a ella. Escuchemos a Santo Tomás: oportunamente practicar, se abstiene de hacerlo sin motivo
»La perfección de la caridad es doble. Hay una perfección externa, que razonable. La razón alegada por Santo Tomás para probar que
consiste en actos exteriores como signo de las disposiciones interiores, por no nos obliga lo más perfecto en el plano de la acción es—como
ejemplo, la virginidad y la pobreza voluntarias, y a esta perfección (que es hemos visto—la de que nadie está obligado a lo incierto e in-
la materia propia de los consejos) no están todos obligados. Pero hay una
perfección interna de la caridad, que consiste en el amor interior de Dios y
determinado. ¡Son tantas las cosas que podríamos hacer en
del prójimo...; y a esta perfección están todos obligados a tender aunque cada instante más perfectas de suyo que la que de hecho esta-
no la posean actualmente todavía. En efecto: si alguno no quisiese ya amar mos haciendo! Pues por lo mismo que son tantas, tan inciertas
a Dios más de lo que le ama, de ninguna manera cumpliría el precepto de la y tan indeterminadas, no pueden obligarnos en la práctica ni
caridad» 72 . hay culpa alguna en omitirlas, empleando ese tiempo en una
3.0 ¿Será, pues, obligatorio aspirar siempre a lo más per- acción en sí misma menos perfecta. Pero he aquí que, de mo-
fecto y practicarlo en realidad? Veamos la respuesta del An- mento, se nos presenta un bien mejor desprovisto totalmente
gélico Doctor: de su incertidumbre e indeterminación. Habida cuenta de to-
das las circunstancias de lugar, tiempo, condición del sujeto,
»Hay que distinguir. El bien mejor puede considerarse como materia obligaciones del propio estado, etc., se nos presenta franca-
de acción o como objeto de amor. No estamos obligados al bien mejor en el
plano de la acción, pero sí lo estamos en el plano del amor. La razón es muy mente como hacedero y como lo mejor para nosotros en un
sencilla. Toda regla de acción quiere una materia determinada y precisa. momento dado: hic et nunc. En este caso ya no se trata de lo
Pero si alguien estuviese obligado a practicar el bien mejor, estaría obli- más perfecto objetiva o materialmente, que es algo indetermi-
gado a lo indeterminado. Luego en lo que se refiere a los actos exteriores, nado e incierto, sino de lo más perfecto subjetiva o formalmente,
como no podemos estar obligados a lo indeterminado, no lo estamos tam-
que es ya del todo determinado y concreto. Presentándose lo
70 Cf. P. LEMONNYER, O.P., en la traducción francesa de la Suma Teológica, torno La 73 S.Tuos., In Evang. Matthaei 19,12.
vie humaine p.55os; y P. I. G. MENÉNDEZ-REIGADA, O.P., en De dirección espiritual p.157s. 74 I-II,20,4: «Non est perfecta voluntas nisi sit taus quae, opportunitate data, operetur.
71 II-II,r86,2 ad 2. Si yero possibilitas desit, voluntate exsistente perfecta ut operaretur si posset, defectus per-
72 Cf. S.TIIOM., In Epist. ad Hebraeos 6,1. fectionis quae est ex actu exteriori est simpliciter involuntarium«.
más perfecto en esta forma determinada y concreta, estamos vale decir que estamos obligados a practicar lo que hic et nunc aparece ante
nosotros como más perfecto, y que, por consiguiente, dejándolo de hacer
obligados a practicarlo, so pena de incurrir en una positiva o practicando lo menos perfecto sin motivo razonable, deja de ser bueno
resistencia a la gracia. Y el resistir positivamente a la gracia para nosotros. No. En este caso, junto con la imperfección procedente del
sin motivo racional—y nunca lo habrá si se trata de verdadera acto menos perfecto podrá haber un pecado venial de imprudencia, pereza,
inspiración del Espíritu Santo—no puede menos de envolver falta de caridad para consigo mismo, etc., pero el acto bueno imperfecto no
dejará de ser bueno, aunque imperfecto. Cuando rezamos el rosario u otra
para un cristiano alguna falta, por lo menos del tipo de imper- oración voluntaria, estamos realizando una buena acción, aunque acaso vaya
fección, si no queremos admitir ahí un verdadero pecado venial. acompañada de pecados veniales procedentes de distracciones voluntarias.
En la mayoría de los casos se tratará, desde luego, de una ne- De lo contrario, habría que decir que el pecado venial sobreveniente co-
gligencia culpable y, por consiguiente, de un verdadero pecado rrompe totalmente la obra buena haciéndola mala; en cuyo caso sería me-
jor no rezar (ya que se trata de oraciones voluntarias) que rezar imperfec-
venial. Y en los caoss en que así ocurra está claro que esto tamente, lo cual parece absurdo. No hay que confundir lo que es menos
basta para justificar la doctrina de la obligatoriedad de lo más bueno en sí con lo que es malo en sí, ni tampoco lo que es menos bueno para
perfecto cuando se presenta como viable y conveniente hic et nosotros hic et nunc con lo que es malo para nosotros hic et nunc. El bien
nunc, habida cuenta de todas las circunstancias internas y ex- menor no es un mal, como el mal menor no es un bien. No se deben con-
fundir el bien y el mal, ni tampoco los preceptos y consejos 76 .
ternas del sujeto. De lo contrario, habría que decir que el Sin embargo de todo esto, en la práctica será muy difícil decir dónde
Espíritu Santo nos autoriza a cometer culpables negligencias. termina la menor generosidad y dónde empieza la negligencia y la pereza.
Esto nos lleva de la mano a examinar brevemente el con- En la mayoría de los casos habrá de hecho verdadera negligencia, verdadera
cepto de «imperfección», con el que terminaremos esta materia imprudencia, verdadera pereza y verdadera falta de caridad para consigo
mismo y, por consiguiente, verdadero pecado venial. Claro que este pe-
de la obligatoriedad de la perfección cristiana. cado venial adyacente no comprometerá la bondad (aunque menor) del
acto bueno imperfecto, pero es algo que se le añade inseparablemente, y,
D) CONCEPTO DE IMPERFECCIÓN por lo mismo, hay obligación de evitarlo. Pero si, desatendiendo esta obli-
gación, practicamos, no obstante, la obra buena imperfecta, esta obra no
159. Como es sabido, hay dos opiniones que se disputan dejará de ser buena en cuanto tal, siquiera sea menos buena de lo que pu-
el campo entre los teólogos. La primera sentencia afirma que diera ser y vaya acompañada de ciertos pecados veniales, que proceden no
de la misma obra—sería contradictorio—, sino de las malas disposiciones
no existen imperfecciones positivas distintas del pecado venial, del sujeto. Hay obligación de evitar la imperfección por estos pecados ad-
o sea que todas las imperfecciones positivas son verdaderos juntos, pero no por la imperfección misma, que de suyo no es un mal, sino
pecados veniales. La segunda afirma que el pecado venial y un bien, aunque menor 77.
la imperfección (aun positiva) son dos cosas distintas, o sea En resumen, y recogiendo ahora la conclusión que se desprende de
que hay imperfecciones que no son de suyo pecado venial 75. todo cuanto acabamos de decir en estas dos últimas cuestiones, nos parece
Tales serían, principalmente, la omisión de un acto bueno no que lo más perfecto hic et nunc para nosotros nos obliga tan sólo bajo im-
perfección, pero no bajo pecado venial, aunque de suyo esa imperfección
preceptuado (simple consejo) y el modo remiso, flojo, de cum- vaya o pueda ir acompañada de algunos pecados veniales, procedentes de
plir un precepto (o sea con menos intensidad de fervor de la que las malas disposiciones del sujeto, y haya obligación de evitarla por esos
se hubiera podido tener).
¿Qué hay que pensar de todo esto? Nos parece que la 7G La transgresión de un precepto Errare es pecado mortal; la de un precepto leve, pecado
venial, y la de un simple consejo, imperfección. Identificar la imperfección con el pecado
verdad integral puede lograrse en una síntesis armónica que venial equivaldría a suprimir en el orden práctico toda clase de consejos, que resultarían
recoja los elementos válidos de una y otra opinión. Vamos a puras entelequias abstractas.
77 He aquí cómo distingue el cardenal Mercier el pecado mortal del venial y de la im-
explicar de qué manera. perfección:
«El pecado mortal es la repudiación del fin. El pecado venial es el desliz de una voluntad
que, sin apartarse totalmente del fin, se desvía de él.
En teoría, nos parece que no se puede negar cierta diferencia entre el La imperfección no se opone al fin, ni tampoco se aparta, sino que solamente es la ne-
pecado venial y la imperfección aun positiva. Si poseyendo, v.gr., el há- gación de un progreso en dirección al fin.
bito de la caridad con una intensidad de 3o grados hacemos un acto de El pecado venial deja de hacer un bien que podría y debería hacerse; es, pues, la priva-
sólo 20 grados de intensidad, hemos obrado remisamente, y hemos come- ción de un bien, y, por lo mismo, es un mal, ya que el mal, según su definición, es la priva-
ción de un bien.
tido, por lo mismo, una imperfección, pero no es lícito decir que hemos La imperfección es la no-adquisición de un bien, la simple ausencia de un bien, la nega-
cometido un pecado venial. El pecado venial es malo, y el acto por nosotros ción de un bien; hablando, pues, en rigor, ella no es un mal.
Que el hombre no tenga alas no es ningún mal (físico), sino que es simplemente la ausen-
realizado es bueno, siquiera lo sea menos de lo que hubiera podido ser. Ni cia de un bien. Que el hombre no tenga ojos es la privación de un órgano que debería tener,
y esto ya es un mal (físico).
75 Defienden, entre otros, la primera sentencia Passerini, Billuart, Hugueny, Vermeevsch, Estas mismas nociones se aplican al orden moral)) (cf. CARDENAL MERCIER, La vida in-
etcétera; y la segunda, Lugo, Salmanticenses, Garrigou-Lagrange, Cathrein, Richard, etc. terior p.79, ed. Barcelona 193o).
otros pecados, pero no por sí misma, ya que, en definitiva, la imperfección la aparición y ejercicio de nuevas actividades cada vez más
no es un mal, sino un bien, aunque menor. perfectas. Pues algo parecido ocurre con el crecimiento de la
De esta manera, nos parece que pueden armonizarse las dos senten- caridad. Aunque puedan distinguirse en él infinidad de mo-
cias, recogiendo lo que cada una tiene de verdadera y rechazando sus ex-
tremismos y exageraciones. Nadie está autorizado para cometer imperfec- mentos, pueden encuadrarse todos dentro del marco de tres
ciones; hay que evitarlas a todo trance. Pero no porque la imperfección etapas fundamentales, caracterizadas por otras tantas preocu-
sea un mal (en teoría no lo es), sino porque casi siempre va acompañada paciones fundamentales de la conciencia. Escuchemos las pa-
de otros males (pecados veniales adjuntos), que es obligatorio evitar. labras mismas del Angélico Doctor:
«En el primer grado, la preocupación fundamental del hombre debe ser
4. Los grados de la perfección cristiana
la de apartarse del pecado y resistir a sus concupiscencias, que se mueven
16o. Examinadas la naturaleza y obligatoriedad de la per- en contra de la caridad. Y esto pertenece a los incipientes, en los que la cari-
dad ha de ser alimentada y fomentada para que no se corrompa.
fección cristiana, veamos ahora cuáles son sus grados. En el segundo grado, el hombre ha de preocuparse principalmente de
Ante todo hay que tener en cuenta que, no consistiendo adelantar en el bien. Y esto corresponde a los proficientes, que han de pro-
formalmente la perfección cristiana en otra cosa que en la curar que la caridad aumente y se fortalezca en su alma.
En el tercer grado, en fin, el hombre ha de procurar unirse íntimamente
perfección de la caridad, los grados de una y otra han de coin- a Dios y gozar de El. Y esto pertenece a los perfectos que «desean morir
cidir en lo fundamental. Se hace, pues, preciso examinar cuá- para estar con Cristo» (cf. Phil 1,23). Como vemos que ocurre en el mo-
les son los grados fundamentales en el desarrollo y expansión vimiento corporal, en el que lo primero es abandonar el punto de partida,
de la caridad. lo segundo acercarse al término y lo tercero descansar en él» 8 Ó.
Al plantearse el Doctor Angélico la cuestión de los dife-
rentes grados de la caridad, parte de la división clásica a base Esta es la magnífica doctrina del Angélico, admirable de
de las tres vías o etapas fundamentales de la vida espiritual: precisión y exactitud. Con todo, no hay que perder nunca de
purgativa, iluminativa y unitiva. Santo Tomás modifica un vista que—como advierte muy bien el mismo Santo Tomás 81 —
poco la terminología, pero es para sustituirla por otra del todo estas etapas no son más que puntos de vista esquemáticos, que
equivalente con el fin de relacionarla más de cerca con la vir- se limitan a caracterizar, por las notas más típicas y destacadas,
tud de la caridad. Para él—lo mismo que para San Agustín—, los aspectos infinitamente variados de la vida cristiana. La
la caridad puede encontrarse en tres grados fundamentales: curva de la vida sobrenatural es muy sinuosa y sus etapas
incipiente, proficiente y perfecto. Vamos a señalar las carac- tienen infinidad de matices y transiciones muy variables en
terísticas de cada uno de ellos, estableciendo previamente nues- cada individuo. No hemos de imaginar nunca que estos tres
tra tesis. grados fundamentales son como otros tantos departamentos
cerrados a cal y canto, de tal manera que los principiantes
Tesis: En el desarrollo de la caridad se distinguen tres grados funda-
no tengan jamás participación alguna, siquiera sea fugaz y
mentales: incipiente, proficiente y perfecto 78 . transitoria, en las gracias del segundo y aun del tercer grado 82.
Sucede con frecuencia que Dios les da a los mismos princi-
161. En el argumento sed contra cita Santo Tomás el co- piantes gracias particulares que son como relámpagos de la
nocido texto de San Agustín: «la caridad, una vez nacida, se vía unitiva y arras de la perfección de la caridad. Y de modo
alimenta; alimentada, se fortalece; fortalecida, se perfecciona» '79 . semejante, en el camino de los proficientes o aprovechados
Son exactamente los tres grados correspondientes a los princi- pueden ocurrir choques y retrocesos provocados por la natu-
piantes, los aprovechados y los perfectos. raleza mal inclinada o excursiones más o menos intensas ha-
En el cuerpo del artículo, vuelve una vez más el Angélico cia la vida de unión perfecta. En fin, en la misma edad de los
Doctor a la analogía, para él tan querida, con el orden natural. perfectos puede ser necesario volver a la lucha contra las malas
En el crecimiento y desarrollo físico-psicológico de la vida
humana se pueden distinguir tres etapas fundamentales: la 80
81
I1-II,24,9.
11-A,24,9 ad 1, ad 2 ct ad 3.
infancia, la adolescencia y la madurez, que se caracterizan por B2 Es muy conocido el famoso texto de Santa Teresa a este respecto: ,•No habéis de
entender estas moradas una en pos de otra, corno cosa enhilada, sino poned los ojos en el
centro, que es la pieza o palacio adonde está el rey... Déjela andar por estas moradas arriba
78 II - I1,24,9.
70 y abajo y a los lados, pues Dios la dio tan gran dignidad... Por eso digo que no consideren
«Caritas cum fuerit nata, nutritur; cum fuerit nutrita, roboratur; cum fuerit roborata,
per,5citur> (S.AucusT., lo Ep. I lo. tr.5 n.4: ML 35,2084)• pocas piezas, sino un millón* (SANTA TERESA, Moradas primeras c.2 n.8 y 12).
inclinaciones y ejercitarse en la práctica de ciertas virtudes que Ahora bien: de tres maneras podemos considerar la perfección de la ca-
no estaban tan arraigadas como se hubiera podido creer. La ridad. En primer lugar absolutamente, lo cual supone la totalidad del amor,
psicología humana es demasiado compleja para encasillarla en no sólo por parte del que ama, sino incluso por relación al objeto amado,
cuadros demasiado concretos y rígidos. o sea, que Dios es amado tanto cuanto es amable; y esta perfección de la
caridad es imposible a las criaturas, siendo privilegio exclusivo de Dios, en
En la tercera parte de nuestra obra describiremos larga- el que se encuentra el bien integral y esencialmente.
mente estas etapas fundamentales y los principales fenómenos En segundo lugar puede haber una perfección de la caridad que res-
que les acompañan. ponda a la totalidad absoluta tan sólo por parte del que ama, en cuanto
que su afecto tiende a Dios siempre en acto y con todas sus fuerzas. Y esta
perfección no es posible en esta vida, pero lo será en la patria.
5. Si la perfección cristiana es posible en esta vida Y hay, finalmente, otra tercera perfección que no responde a la tota-
lidad ni por parte del objeto amado ni por parte del que ama en el sentido
que acabamos de explicar (tendencia siempre actual), sino únicamente a
162. Otra cuestión hay que examinar ahora íntimamente
la exclusión de todas las cosas que impiden el movimiento del amor divino,
relacionada con las anteriores. La doctrina de que la caridad según aquello de Agustín: «El veneno de la caridad es el deseo desordenado;
puede crecer indefinidamente en esta vida es ciertamente su- su perfección, la ausencia de tales deseos». Y ésta es la perfección que se
blime y dilata hasta el infinito las aspiraciones del alma gene- puede alcanzar en esta vida. Y esto de dos modos: excluyendo todo lo que
rosa y ardiente, pero parece envolver un inconveniente muy contraría a la caridad, como es el pecado mortal, que es el grado de perfec-
ción mínimo para que la caridad pueda subsistir y, por lo mismo, es nece-
grave. Porque si, por mucho que se desarrolle, no encuentra sario para la misma salvación, y excluyendo, además, todo aquello que im-
jamás su tope en esta vida, parece que hay que concluir que pide a la voluntad dirigirse a Dios con todas sus fuerzas («sed etiam omne
la perfección cristiana es imposible, ya que no cabe imaginar illud quod impedit ne affectus mentis totaliter dirigatur ad Deum»). Sin lo
un grado de caridad tan perfecto que no pueda serlo más. cual la caridad no es perfecta, aunque puede existir en los incipientes y
proficientes» 85 .
No escapó a la perspicacia del Doctor Angélico esta obje-
ción. El mismo la plantea y resuelve en dos lugares diferentes Esta es la doctrina del Angélico, que, para mayor claridad,
de la Suma Teológica; en el primero, con relación a la cari- vamos a recoger en el siguiente resumen esquemático:
dad 83 y en el segundo, con relación al hombre 84 Nosotros
, .
qué punto o en qué sentido se puede hablar de perfección acá tiana puede con- dad siempre actual: Los bien
siderarse según la aventurados.
en la tierra. totalidad .
la dicha Noche» 111, suscitadas en su torno dependen por completo de la definición que se haga
Volveremos ampliamente sobre esto al tratar de la necesi- de aquél.
dad de las purificaciones pasivas, donde quedará plenamente Así, por ejemplo, el problema práctico de si la vida mística es el término
normal de la perfección, de si el llamamiento, al menos remoto, a la místi-
demostrado. ca es universal, o, lo que es lo mismo, si el camino de la perfección es ascé-
tico y místico a la par, sin que existan dos distintos, uno puramente ascético
4.a La perfección cristiana implica también necesariamente vida y otro ascético-místico, este problema práctico se reduce sin más en su so-
mística. lución a este otro más sencillo: ¿Qué se entiende por «mística»? El resto serán
solamente consecuencias» 1 .
168. Esta proposición no es más que una consecuencia
de las dos anteriores. El argumento para probarlo no puede Estamos completamente de acuerdo, sobre todo si a este
ser más sencillo. Aparte de que las purificaciones pasivas, según enfoque certero del problema corresponde en su desarrollo un
el sentir unánime de todas las escuelas, son de orden místico, método rigurosamente teológico, científico, racional, único que
las virtudes infusas, como hemos visto más arriba y veremos no deja ningún cabo por atar ni escapatoria posible. Se ha
todavía más extensamente, no pueden alcanzar su perfección abusado muchísimo en estos últimos tiempos del método de
sino bajo la influencia de los dones del Espíritu Santo actuando autoridad—citas de místicos experimentales—, que no ha con-
al modo divino o sobrehumano. Es así que esta actuación de ducido a ningún resultado práctico ni conducirá jamás por ser
los dones del Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano completamente inepto para llegar a un principio de solución o
constituye la esencia misma de la mística. Luego es imposible de acuerdo. El ilustre teólogo que acabamos de citar escribe
la perfección de las virtudes—y, por consiguiente, la perfec- estas palabras, que hacemos también completamente nuestras:
ción cristiana—fuera de la mística. «Desde luego, hay que convenir que los problemas místicos han de es-
La prueba de la menor de este silogismo va a constituir por tudiarse, en cuanto pueden estudiarse—y volvemos a las cuestiones de
sí sola el siguiente capítulo. método—, sobre una base de principios teológicos casi exclusivamente 2 . Al
menos en muchos extremos podremos precisar qué no pueden ser esos fenó-
menos 3 . Los datos experimentales son tan vagos e imprecisos por lo inefa-
bles y lo profundamente psicológicos que se presentan, que apenas pueden
CAPITULO III suministrarnos una luz elemental e indispensable» 4 .
actuado sobre ellas los dones del Espíritu Santo. En esta ma- de muerte y dolores de infierno siente el alma muy a lo vivo, que consiste
nera sobrehumana de obrar caben evidentemente muchos gra- en sentirse sin Dios, y castigada y arrojada, e indigna de El, y que está eno-
jado, que todo se siente aquí; y más, que le parece que ya es para siempre> 74
dos, que dependen del grado de perfección en que el alma se .
encuentra y de la mayor o menor intensidad con que haya ac- El alma, pues, bajo estos estados místicos está muy lejos
tuado el don; pero siempre se da cuando el alma está efectiva- de sentir una experiencia de Dios o de su divina acción en ella.
mente bajo la acción de los dones. Y el director espiritual Y no se diga que, aunque el alma no lo sienta ni perciba, está
prudente y experimentado que se fije en la forma : de reaccionar de hecho bajo la acción divina, que le produce esas angustias
del alma podrá descubrir sin esfuerzo el régimen de los dones y torturas. Ciertísimo: pero el alma de hecho no la siente, no
aun en aquellas situaciones—tales como las noches, sobre todo tiene experiencia de ello, sino precisamente de todo lo contrario:
las del espíritu—en las que a la pobre alma le parece que está le parece que está lejísimos de Dios y abandonada de El para
lejísimos de Dios y aun de su amistad y gracia. siempre. Si a esto se le quiere llamar experiencia de Dios, con-
«... que produce ordinariamente...»—La experiencia de fesemos que hemos de variar el sentido obvio de las palabras
lo divino, que vamos a examinar inmediatamente, es, ya lo
para darles otro completamente distinto del que tienen 75.
En cambio, el alma, en medio de esas espantosas torturas
hemos dicho, una de las más frecuentes y ordinarias manifes-
taciones de la actuación sobrehumana de los dones, hasta el que le causa el sentimiento de la total ausencia de Dios, sigue
practicando las virtudes en grado heroico, en forma más so-
71 Decir, como el P. De Guibert, que esas noches pertenecen a la mística «reductive tantum, brehumana que nunca. Su fe es vivísima; su esperanza, superior
ut eius praeparationem, vel quatenus in eis sicut in illa anima passive se habet» (Theologia
spiritualis n.403) es una salida fácil para salvar la experiencia como elemento esencial de la 72 Cf. Vida 20.9; Moradas sextas 1.9.
73 Fíjese bien el lector: se trata de un estado contemplativo, místico en toda la extensión
mística, pero es manifiestamente contraria al sentir de San Juan de la Cruz y de toda la tra-
dición posterior, que ha visto siempre en las noches del alma fenómenos de orden esencial- de la palabra.
74 Noche obscura 2,6,2.
mente místico. 75 Es preciso notar, sin embargo, que también en el período de las «noches» cabe la ex-
Ni nos parece admisible tampoco la opinión de D. Baldomero Jiménez, que considera
esa experiencia como elemento secundario, pero esencial, al estado místico (RET [19471 periencia de Dios, porque en ellas hay paréntesis de conciencia sobrenatural, es decir, ocasio-
p.236). Lo esencial, aunque sea secundariamente, no falla nunca; y la experiencia de lo divino nes en que se percibe la influencia divina, ya luminosa y deleitable, ya purificadora y dolorosa.
falla por lo menos en las noches del alma, que son esencialmente místicas, como admite el Tiene efectivamente, a veces, el alma clara conciencia de que es Dios quien la aflige, aunque
en largos períodos purificatorios esté lejísimos de poder relacionar con Dios lo que le ocurre,
Sr. Jiménez Duque de acuerdo con nosotros y toda la tradición.
convencida de que es su culpa y miseria la sola explicación.
a toda esperanza (puesto que la mantiene en pie a pesar de que Es verdad que no siempre las comunicaciones místicas son
le parece ver claro que ha perdido a Dios para siempre), y su tan altas como ésta, pero siempre producen—fuera de las puri-
caridad es superior a toda ponderación; llegan incluso a resig- ficaciones pasivas o noches del alma—un sentimiento experi-
narse a ir al infierno con tal de que en él puedan seguir amando mental de la vida de la gracia. Oír y creer : he ahí lo propio y
y glorificando a Dios. característico del asceta. Entender de una manera inefable, ex-
Por donde se ve que el único elemento místico que no falla perimental: he ahí el privilegio del místico. Recuerde el lector
nunca—ni siquiera en estas terribles noches—es la actuación el caso admirable de sor Isabel de la Trinidad, que llegó a
sobrehumana de los dones, precisamente intensísima en estos experimentar la inhabitación de Dios en el alma antes de haber
estados purificativos. En cambio, falta en absoluto el sentimien- oído hablar jamás de ella 77.
to o experiencia de lo divino, que es sustituido por un estado «... pasiva...»—Es otra nota típica de la experiencia mística.
psicológico diametralmente contrario. El místico tiene conciencia clara de que la experiencia que está
De todas formas, es cierto—y lo admitimos de muy buena gozando no ha sido producida por él. Se limita a recibir una im-
gana—que, si excluimos estas noches y algún otro fenómeno presión producida por un agente totalmente extraño a él. Está
purificativo aislado, la experiencia de lo divino es el efecto más bajo la influencia pasiva de una experiencia que no ha sido
ordinario y frecuente de la actuación sobrehumana de los dones. producida por él 78, ni podrá retenerla un segundo más de lo
Vamos a examinar la naturaleza de esta experiencia, y en se- que quiera el misterioso agente que la está produciendo 79 .
guida precisaremos por qué unas veces se produce y otras no
a pesar de actuar en uno y otro caso los dones del Espíritu Santo «En efecto—escribe a este propósito el P. Joret—, leed atentamente
las descripciones que nos han dejado las personas favorecidas del cielo, y
con su modalidad divina o sobrehumana. llegaréis muy pronto a descubrir, entre tantos elementos variables, este
fondo constante de su contemplación. Esta aparece siempre y ante todo
«... una experiencia...»—Esta es una de las diferencias
cúmo una experiencia sentida a través de una especie de pasividad psicoló-
más radicales entre el estado místico y el ascético. El asceta gica del amor que domina y entraña toda su vida. Los místicos tienen la
vive la vida cristiana de una manera puramente humana, sin impresión, más o menos sensible, de una intervención en cierto modo
tener más conciencia de ella que la que le da la reflexión y el extraña a ellos, y que se levanta, no obstante, de las profundidades de su
ser para unificarlos en una tendencia a Dios y en una cierta fruición de El,
discurso. El místico, en cambio, experimenta en sí mismo—fuera que establece la paz en su alma» so.
de las excepciones señaladas—la realidad inefable de esa vida
de la gracia. «Los místicos son los testigos de la presencia Este es un hecho psicológico admitido por todas las escuelas
amorosa de Dios en nosotros» (De Grandmaison). ¡Qué her- como nota típica de la experiencia mística: la pasividad del
alma. Ya en el más remoto tratado de mística propiamente di-
mosamente y con qué admirable precisión lo dice Santa Tere-
sa! Hablando en las Séptimas moradas de la altísima comunica- cha que poseemos, el clásico De divinis nominibus, del Pseudo
Areopagita, se encuentra la famosa expresión patiens divina,
ción de la Santísima Trinidad al alma transformada, escribe que repetirán después todos los teólogos y maestros de la vida
la insigne reformadora del Carmelo: espiritual como nota típica y característica de los estados mís-
«De manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, pode- ticos 81 .
mos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo ni del alma, Claro que se trata de una pasividad relativa, o sea, única-
porque no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas tres Personas, mente por relación a la causa agente principal, que es el Es-
y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que
77 Cf. P. PHILIPON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad e.r n.8 y c.3 n.1.
dijo el Señor: que vendría El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el 78 <Sólo consiente la voluntad en aquellas mercedes que goza» (SANTA TERESA, Vida 17,1 )
alma que le ama y guarda sus mandamientos (Io 14,23). ¡Oh, válame Dios! 79 <No osa bullirse ni menearse, que de entre las manos le parece que se le ha de ir aquel
¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas, a entender por esta ma- bien; ni resolgar algunas veces no quería. No entiende la pobrecita que, pues ella por sí no
nera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta más esta alma, porque nunca pudo nada para atraer a sí a aquel bien,que menos podrá detenerle más de lo que el Señor qui-
siere» (SANTA TERESA, Vida I5,5).
más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve, de la manera 80 La contemplation mystique d'aprés Saint Thomas d'Aquin (Desclée, Lille-Bruges 1927).
que queda dicho, que están en lo interior de su alma; en lo muy muy inte- p.103.
61 Cf. De divinis nominibus c.2: MG 3,648. En la traducción latina se lee el siguiente
rior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es, porque no tiene
letras, siente en sí esta divina compañía» 76 . texto:
<... partim etiam diviniore quadam inspirationc hausit ista non discendo tantum, verum
eti...m divina paciendo assecutus, necnon eorum (si dictu fas sit) compassione, ad illam quae
76 Moradas séptimas 1,6-7. do cri nequit fidem mysticam atque unionem informatus» (co1.647)•
píritu Santo; pero no de una pura pasividad, ya que el alma y reclamen una modalidad divina, que es la única proporcio-
reacciona vitalmente bajo la moción del Espíritu Santo—«con- nada y conveniente a su naturaleza estrictamente sobrenatural,
siente la voluntad», dice Santa Teresa en el texto que acabamos sino por la imperfecta participación con que las posee el alma
de citar—, cooperando a su divina acción de una manera com- en gracia, como explica Santo Tomás 85 y dejamos ya expuesto
pletamente libre y voluntaria. De esta manera se salva la liber- en su lugar correspondiente. Esta participación imperfecta pro-
tad y el mérito bajo la acción de los dones. cede de la regla humana, a que las virtudes infusas, abandona-
das a sí mismas, se ven obligadas a someterse.
«... de Dios o de su acción divina en el alma...»—Unas Las virtudes infusas—en efecto—, abandonadas a sí mis-
veces el alma siente al mismo Dios inhabitando dentro de sí de mas, o sea desligadas de la influencia de los dones, se ven obli-
una manera clarísima e inequívoca, como en el texto de Santa gadas a actuar al modo humano, siguiendo la regla de la razón,
Teresa citado más arriba. Otras es su divina acción 82 , que la que es quien las gobierna y maneja, aunque siempre, desde
va hermoseando y perfeccionando con maravillosos primores. luego, bajo la influencia de una gracia actual que Dios a nadie
Diríase que siente en lo más hondo de su espíritu el contacto del niega 86 . De ahí que esté en nuestro mano—con ayuda de esa
dedo del divino Artista, que va dibujando en él los rasgos de la gracia actual—poner en ejercicio estas virtudes y realizar cuan-
fisonomía de Cristo. El alma se acuerda sin esfuerzo de aquella do nos plazca actos de fe, esperanza, caridad o de cualquier
estrofa del Veni Creator Spiritus en que se habla del dedo de otra de las virtudes infusas. Estos actos, aunque sobrenatu-
la diestra del Padre—digitus paternae dexterae 83 —, que es el rales o divinos en su esencia, se producen a nuestro modo
Espíritu Santo, que está trazando en ella los rasgos divinos de connatural humano, y por eso no nos dan ni nos pueden dar
la silueta adorable de Cristo. una experiencia pasiva de lo divino. El alma no tiene más con-
Veamos ahora cuál es la razón de que los dones del Espíritu ciencia de esos actos que la que resulta de la reflexión y el
Santo produzcan de suyo esa experiencia pasiva de lo divino discurso después de realizados o la simple advertencia psico-
y por qué dejan de producirla en las pruebas pasivas o noches lógica actual mientras los está realizando. La experiencia mís-
del alma. tica escapa en absoluto a sus posibilidades.
La razón de lo primero es muy sencilla. La experiencia Muy otra es la naturaleza y funcionamiento de los dones.
mística es producida por los dones a causa de su modalidad di- Como ya vimos al estudiarlos en sí mismos, los dones son so-
vina o sobrehumana. Y precisamente porque las virtudes infusas, brenaturales no sólo en cuanto a su esencia (quoad substantiam) ,
aun las teologales, actúan en el estado ascético bajo el régimen sino también en cuanto al modo de obrar (quoad modum ope-
de la razón, o sea al modo humano, es imposible que puedan randi), ya que no están sujetos a la moción de la razón huma-
producir bajo ese régimen la experiencia de lo divino. na—como las virtudes infusas—, sino que los mueve directa
Expliquemos un poco estas ideas. e inmediatamente el Espíritu Santo mismo. Y si en cuanto a su
Es doctrina constante de Santo Tomás—seguido en esto esencia son inferiores a las virtudes teologales—aunque son
por todas las escuelas—que la unión del alma con Dios, inicia- superiores, aun en este sentido, a las virtudes morales 87— ,
da en lo esencial por la gracia santificante, se activa y perfec- en cuanto al modo de obrar son superiores a todas las virtudes
ciona por actos de conocimiento y amor sobrenaturales, o sea infusas, ya que el modo propio y característico de los dones—el
por el ejercicio de las virtudes infusas, principalmente de la único que cabe en ellos, como ya dejamos ampliamente demos-
fe y de la caridad 84. trado en su lugar—es el divino o sobrehumano.
Ahora bien: las virtudes infusas, como es sabido, aunque Ahora bien: este modo divino es un elemento completa-
son estrictamente sobrenaturales en cuanto a su esencia, no lo mente extraño a nuestra psicología humana. No es un modo
son en cuanto al modo de obrar. No porque de suyo no exijan connatural a nuestra manera de ser y de obrar, sino del todo
82 En definitiva, Dios mismo también. Ya que, como es sabido, en Dios no se distinguen 8 s I-II,68,2.
realmente el ser y el obrar (cf., v.gr., I-I1,3,2 ad 4.\ 88 La gracia actual, como vimos en su lugar, es un don de Dios que, en cuanto eficaz,
S 3 En la liturgia dominicana se lee dextrae Di tu diditus. nadie puede estrictamente merecer. Pero la misericordia de Dios nos la ofrece ,para ayudar-
84 «Unjo nostra ad Deum est per operationem; inquantum scilicet cum cognoscimus nos en el cumplimiento del deber de cada momento, algo así como el aire entra incesantemente
et amamus...» (III,6,6 ad i). en nuestros pulmones para permitirnos reparar la sangre» (P. GARRIGOU-LAGRANGE, Las
«Gratia coniungit nos Deo per modum assimilationis; sed requiritur quod uniamur el tres edades t. t p. z 04).
per operationem intellectus et affectus» (De caritate 2 ad 7). 87 I-II,68,8; cf. a.4 ad 3.
distinto y trascendente. Y por eso, al producirse un acto de ha entrado en pleno estado místico, cuya característica esencial
los dones 88 el alma percibe ese elemento extraño como algo del es precisamente el predominio de los actos de los dones al
todo ajeno a ella, esto es, como algo que ella no ha producido modo divino sobre el simple ejercicio de las virtudes infusas al
por sí misma ni tiene facultad de retenerlo un segundo más de modo humano, que era la nota típica y característica del estado
lo que quiera el agente misterioso que lo ha producido. Y esto ascético 90.
es cabalmente la experiencia pasiva de lo divino que veníamos De suyo, pues, los dones del Espíritu Santo, si no hay ningu-
buscando. na razón en contra por parte de Dios o de las disposiciones del
La intensidad de esta experiencia depende siempre de la alma, tienden a producir una experiencia de lo divino en vir-
intensidad con que haya actuado el don. Por eso—como vere- tud de esa su modalidad divina extraña a nuestra psicología
mos más adelante—, los actos místicos imperfectos que co- humana. Pero caben excepciones, tanto por parte de la mo-
mienzan a darse en el estado ascético no suelen producir otra ción divina como de las disposiciones del alma, y esto es ca-
cosa que una «rafaguilla o gustillo»—como ha dicho alguien balmente lo que ocurre en las purificaciones pasivas o noches
con mucho acierto—, que apenas puede calificarse de verda- del sentido y del espíritu. La moción divina de los dones tiene
dera experiencia mística. La explicación es clara: el don ha por finalidad en estas noches purificar el alma de todos sus
actuado, pero imperfectamente, con poca intensidad, por no apegos sensibles (en la del sentido) e incluso de los deleites
permitir otra cosa la disposición imperfecta del sujeto. De suyo espirituales que produce la contemplación (en la del espíritu).
ha producido una experiencia de lo divino, pero tan débil e im- Se impone, pues, un tipo de moción que no solamente deje
perfecta, que el alma apenas repara en ella. Si se trata de uno de proporcionarle la experiencia de Dios (siempre llena de
de los dones intelectivos, habrá un acto transitorio de con- suavidad y deleite), sino que le dé el sentimiento contrario, o
templación infusa, pero en grado muy incipiente y, por lo sea de ausencia y abandono de Dios, que le producirá una tor-
mismo, casi imperceptible. Oigamos a San Juan de la Cruz tura de gran valor purificativo. En estos casos, el don se limi-
explicando hermosamente esto: tará a producir su efecto esencial y primario, que es disponer
eAunque verdad es que a los principios que comienza este estado casi
al alma para el ejercicio sobrehumano de las virtudes, dejando
no se echa de ver esta noticia amorosa, y es por dos causas: la una, porque a de producir su segundo efecto, accidental y secundario—que
los principios suele ser esta noticia amorosa muy sutil y delicada y casi in- es la experiencia de lo divino—, por una lógica y natural exi-
sensible; y la otra, porque, habiendo estado habituada el alma al otro ejer- gencia de la purificación que Dios intenta hacer en el alma.
cicio de la meditación, que es totalmente sensible, no echa de ver ni casi
siente estotra novedad insensible que es ya pura de espíritu, mayormente
El Espíritu Santo es dueño de sus dones y puede hacer con
cuando, por no lo entender ella, no se deja sosegar en ello, procurando lo ellos lo que quiera. Y unas veces los actúa en toda su plenitud
otro más sensible; con lo cual, aunque más abundante sea la paz interior (por decirlo así), produciendo sus dos efectos, el esencial (mo-
amorosa, no se da lugar a sentirla y gozarla. Pero cuanto más se fuere habi- dalidad divina o sobrehumana) y el accidental (experiencia
tuando el alma en dejarse sosegar, irá siempre creciendo en ella y sintiéndose
más aquella amorosa noticia general de Dios, de que gusta ella más que de
sentida de Dios), y otras veces se limita a ejercitarlos única-
todas las cosas, porque le causa paz, descanso, sabor y deleite sin trabajo» 89 . mente en su aspecto esencial, dejando por completo en sus-
penso el accidental y hasta produciendo en el alma un efecto
Tal es, en efecto, la naturaleza de la experiencia mística. diametralmente contrario.
Al principio, sutil y delicada, casi insensible, por efecto de la Si a esta diferencia por parte de la divina moción añadimos
actuación imperfecta de los dones del Espíritu Santo; después, las disposiciones del alma en el período de las noches pasivas,
poco a poco, esa actuación se va intensificando en grado y quedará del todo en claro por qué no percibe en esos estados la
multiplicándose en número, hasta que acaba por imponerse y
predominar en la vida del alma. Es entonces cuando el alma 9, Estamos completamente de acuerdo con las siguientes palabras del P. Lucinio, C.D.,
que ya hemos citado en parte: <Que el modo sobrehumano de actuar los dones del Espíritu
88 Es preciso que los dones actúen para poderlos percibir. No basta poseerlos en cuanto Santo sea la nota característica de la mística, no lo dicen solamente los doctores carmelitas.
hábitos. Las realidades entitativas no se perciben, sino sólo las dinámicas. Por eso nuestra Es tesis común. En realidad, por dicha sobrenaturalidad experimenta el místico las realidades
alma no percibe su propia esencia sino a través de los actos del entendimiento, ni los hábitos divinas que pasivamente y sin industria de parte suya Dios le da a gustar, mientras que antes,
que modifican sus potencias sino por sus propios actos (cf. 1,87-1-2). Y ésta es la razón por como sucede a la mayor parte de los cristianos, no era posible tener experiencia de las mis-
que no percibimos la gracia santificante, aunque es divinísima en sí misma, por ser una rea- mas cosas divinas por la connaturalidad en que estaban mezcladas con su actividad normal.
lidad entitativa; ni las virtudes infusas, porque actúan a nuestro modo humano, desligadas l'or eso, el místico tiene una perspectiva de la predestinación muy distinta (puede verse en
de la influencia de los dones. San Juan de la Cruz) de la que tenemos todos nosotros, que, si sintiéramos los dones, sen-
B 9 Subida II,13,7. tiríamos la gracia , (<Revista de Espiritualidad , [19401 P.556).
divina moción de los dones. Porque—como explica admirable- efecto accidental y secundario, que no es otro que la experien-
mente San Juan de la Cruz en el texto que hemos citado cia sentida de Dios.
últimamente—, al comenzar las primeras luces de la contem- De suyo, pues, los dones del Espíritu Santo tienden a pro-
plación (noche del sentido), el alma no está acostumbrada a ducir, si no hay nada que lo impida por parte de Dios o del alma,
aquella luz «muy sutil y delicada y casi insensible» que se le co- una experiencia pasiva de lo divino: es su efecto accidental o
munica en puro espíritu; y como, por otra parte, se encuen- secundario. Pero puede haber por alguna de esas partes, o por
tra imposibilitada para el ejercicio discursivo de la meditación ambas a la vez, razones u obstáculos que les impidan ese efecto
a la que estaba acostumbrada, se queda aparentemente sin lo accidental, manteniendo intacto su efecto primario y esencial,
uno y sin lo otro, o sea completamente a oscuras; hasta que, que es la modalidad divina o sobrehumana con que por su me-
dejándose sosegar y limitándose a mantener su espíritu en una dio se vive la vida cristiana.
sencilla mirada amorosa, vaya percibiendo, cada vez con más
fuerza, la moción divina de los dones, que le proporcionarán, 3. Cuestiones complementarias
finalmente, al salir por completo de la noche del sentido, una
franca e inequívoca experiencia de lo divino. De todo cuanto acabamos de decir se desprenden algunas
En la noche del espíritu ocurre algo parecido. Dios se pro- consecuencias importantes, que es menester recoger aquí para
pone llevar la purificación del alma hasta sus últimas conse- acabar de comprender la verdadera naturaleza de la mística.
cuencias antes de admitirla a la unión transformativa o matri- He aquí las principales brevemente expuestas:
monio espiritual. Y para ello aumenta extraordinariamente la 1. a No es lo mismo «acto místico» que «estado místico».
potencia de la luz infusa. La pobre alma, cegada por tanta 177. En efecto: la experiencia mística—como acabamos de ver—es
luz, no acierta a ver más que el cúmulo de miserias e imperfec- producida por la actuación de los dones del Espíritu Santo a causa de su
ciones de que está completamente llena, y que antes de reci- modalidad divina, que es completamente extraña a nuestra psicología hu-
bir esa luz extraordinaria era incapaz de percibir; bien así mana. Por consiguiente, hay acto místico—más o menos intenso o mani-
«como el agua que está en un vaso, que, si no le da el sol, fiesto—siempre que actúa en el alma un don cualquiera del Espíritu Santo.
Porque la actuación de ese don al modo divino—que es el único posible, como
está muy claro; si da en él, vese que está todo lleno de motas», ya vimos en su lugar correspondiente—dará al alma, si no hay nada que lo
según el bello símil de Santa Teresa 91 El contraste entre la
. impida, de una manera más o menos intensa, pero realísima, la experiencia
santidad y grandeza de Dios y su miseria y pequeñez es tan pasiva de lo divino, que es lo que constituye, desde el punto de vista psico-
grande, que le parece claramente que nunca será posible llegar lógico, el fenómeno más frecuente y ordinario de la mística.
Pero es evidente que no basta alguna que otra actuación aislada de los
a unirse la luz con las tinieblas, la santidad con el pecado, el dones para constituir el alma en el estado místico. Un estado es de suyo algo
todo con la nada, el Creador con la pobre criatura. Esto le fijo, estable, permanente, habitual, que no puede compadecerse con sólo
causa una tortura espantosa, que constituye el fondo sustancial algunos actos débiles, transitorios y pasajeros. No hay estado místico hasta
de la noche del espíritu 92 No advierte la pobre alma que es
.
que la actuación de los dones sea tan intensa y frecuente, que empiece a
predominar sobre el simple ejercicio de las virtudes infusas al modo humano.
precisamente la intensidad de luz contemplativa quien le pro- Claro que la expresión estado místico es menester entenderla rectamente,
duce aquel estado. Ella no ve más que grandezas inefables por porque en algún sentido podría ser falsa. Precisamente por tratarse de un
un lado y miseria y corrupción por otro. Se cree irremisible- simple predominio del régimen de los dones, esa expresión no puede enten-
mente perdida y apartada de Dios. Y, sin embargo, sigue prac- derse nunca de una manera absoluta, sino únicamente relativa. No se trata
de una situación psicológica propiamente habitual, sino tan sólo de un modo
ticando en grado heroico, de una manera más sobrehumana predominante de obrar. El estado místico entendido de un modo permanente
que nunca, las virtudes infusas, sobre todo las teologales, de y habitual, sin ningún género de intermitencias, no se da jamás. Los dones del
las que vive sustancialmente. Los dones están actuando en su Espíritu Santo no están actuando continua e ininterrumpidamente en ningún
alma intensísimamente, produciendo su efecto esencial, que es místico por muy elevado que esté. Los dones actúan en el alma del místico
de una manera cada vez más intensa y frecuente, pero nunca de un modo
esa modalidad divina o sobrehumana con que el alma ejercita permanente e ininterrumpido. La razón es clara: para que actúen se nece-
las virtudes; pero dejando de producir, por una consecuencia sita en cada caso una moción especial del Espíritu Santo—sólo El puede
lógica de la purificación y de las disposiciones del alma, su moverlos directa e inmediatamente—equivalente a la moción de las gracias
actuales, que son de suyo transitorias y pasajeras.
9 , Vida 20,28. Por eso, cuando los teólogos y místicos experimentales hablan del esta-
92 SAN JUAN DE LA CRU z, Noche, II,5,5. do místico, entienden la palabra estado en un sentido amplio, haciéndola
angelical Santa Teresita de Lisieux, que era perfectamente mística, pues esta-
equivalente a un estado habitual de simple predominio de los dones. Quiere ba plenamente poseída por el Espíritu Santo a pesar de no gozar habitual-
decirse con esto que de ordinario, habitualmente, predominan en el alma mente de las dulzuras de la contemplación. En ella destacó de una manera
del místico los actos de los dones por encima de su iniciativa privada, que
extraordinaria—como todo el mundo sabe—el don de piedad, que es pre-
pondría en ejercicio—con ayuda de la gracia—las virtudes infusas al modo
cisamente uno de los dones afectivos, no intelectivos, y es incapaz, por lo
humano. Entendida en este sentido, esa expresión es exacta y verdadera, y
mismo, de producir la contemplación.
tiene la ventaja de sugerirnos inmediatamente la idea de un alma que vive Sin embargo, es preciso advertir que no es esto lo ordinario en las vidas
ya, las más de las veces, bajo la regla y moción de los dones del Espíritu de los santos. Regularmente no suelen entrar en el estado mistico—al me-
Santo. nos de una manera plena y perfecta—sin que reciban de hecho la contem-
De manera que, reduciendo a fórmulas precisas y breves la distinción
plación infusa. La razón es porque los dones del Espíritu Santo—como ya
entre acto y estado místico, podríamos dar las siguientes definiciones: vimos, de acuerdo con Santo Tomás—están en conexión íntima con la ca-
a) Llamamos acto místico a la simple actuación, más o menos intensa, ridad, y juntamente con ella crecen todos a la vez como los dedos de una
de un don del Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano.
mano 95 . Por consiguiente, aunque pueden darse perfectamente actos mís-
b) Entendemos por estado místico el manifiesto predominio de la actua- ticos no contemplativos por la actuación de alguno de los dones afectivos,
ción de los dones al modo divino sobre el simple ejercicio de las virtudes
es muy difícil, y aun podríamos decir moralmente imposible, que el alma
infusas al modo humano.
entre en pleno estado místico sin que actúen alguna vez los dones intelecti-
El olvido de esta distinción tan sencilla ha dado origen a la mayor parte
vos, produciendo la contemplación infusa. De lo contrario, parece que esos
de los errores en que han incurrido muchos autores de espiritualidad sobre
dones intelectivos no tendrían razón de ser ni finalidad alguna en esas
todo en estos últimos tiempos. almas si hubieran de permanecer siempre ociosos y sin actuar jamás. Y así
2.a No es lo mismo «mística» que «contemplación infusa». vemos cómo efectivamente de hecho, en la práctica, aun en aquellos santos
en los que han predominado claramente los dones afectivos, se ha produci-
178. Son muchos los autores que hablan indistintamente de ambas do con frecuencia la contemplación infusa. La misma Santa Teresita de
cosas como si se tratara de una sola y misma realidad; pero, hablando con Lisieux—para no salir del caso citado—confesó a su hermana mayor, sor
precisión, son dos cosas distintas y hasta separables en cierto sentido. No Inés de Jesús, que había gozado varias veces de oración de quietud—segundo
puede haber contemplación infusa sin mística, ya que es ella—la contem- grado de contemplación infusa, según Santa Teresa de Jesús 96 —y que sabía
plación—el acto místico por excelencia; pero puede haber mística sin con- por experiencia lo que es el «vuelo del espíritu>, fenómeno contemplativo
templación infusa. elevadísimo, de orden extático, como explica la insigne Doctora Mística 97 .
La razón de esta aparente antinomia es muy sencilla. Todos los teólogos
están de acuerdo en afirmar que la contemplación infusa es producida por 3.a La ascética y la mística se compenetran mutuamente, de tal ma-
los dones intelectivos—sobre todo los de sabiduría y entendimiento—, no nera que no se da nunca puro estado ascético o puro estado místico.
por los dones afectivos. Esto es doctrina común y admitida por todos 93. El asceta procede a veces místicamente, y el místico, ascéticamen-
Ahora bien: en la práctica puede darse perfectamente el caso de que te. Llamamos, sin embargo, estado ascético a aquel en el que
actúe en el alma alguno de los dones afectivos (el de piedad por ejemplo) y predominan los actos ascéticos, y estado místico a aquel en el que
producir en ella un acto místico, sin que produzca la contemplación infusa, predominan los actos místicos.
ya que ésta procede únicamente de los dones intelectivos. Y no hay incon-
veniente en que estos actos de los dones afectivos se multipliquen e inten- 179. Es otra consecuencia clara de la doctrina expuesta más arriba.
sifiquen hasta el punto de introducir al alma en el <estado místico», sin que Los dones del Espíritu Santo pueden actuar, y actúan de hecho, en pleno
en ella se produzca—al menos de una manera clara y manifiesta—el régimen estado ascético, produciendo transitoriamente un acto místico, aunque acaso
habitual de la oración contemplativa 94 . Tal es, nos parece, el caso de la débilmente y de una manera casi insensible, sobre todo en los comienzos
de la vida espiritual, por no permitir otra cosa la disposición imperfecta del
93 Véase, por ejemplo, repetir esta doctrina al mismo P. Crisógono. Hablando de la alma que lo recibe 98 . Y al contrario: las almas místicas, aun las que han 11e-
gracia actual que pone en movimiento los dones intelectivos para producir la contemplación,
escribe: «Esta gracia actual es recibida en los hábitos de los dones de entendimiento, ciencia I-II,68,5; cf. 66,2.
95
y sabiduría, que al recibirla se actúan según su operación extraordinaria, como corresponde 96Cf. SANTA TERESA, Relación al P. Rodrigo Alvarez n.4.
a esa gracia e influencia divina que reciben. Esa operación de los dones, que se realiza de un Cf. Moradas sextas c.5, y Relación al P. Rodrigo n.i i.—He aquí los textos referentes
97
modo sobrehumano, es el acto mismo de contemplación infusa> (Compendio de Ascética y a Santa Teresita, según pueden verse en la Novissima verba, anotación perteneciente al II de
Mística p.165). julio; p.409 de las Obras completas (3.a ed. Burgos 195o): «Me recordó—habla sor Inés de
94 Véase sobre esto mismo el notable artículo de M. Jacques Maritain Une question sur Jesús—algunos de sus pasos de oración mental las noches de verano durante el silencio rigu-
la vie mystique et la contemplation, publicado en «La vie spirituellea (marzo 1923), p.636-50, roso, y me dijo haber comprendido por experiencia lo que es «vuelo de espíritu , . Aún me
y las sabias advertencias puestas a continuación por el P. Garrigou-Lagrange. He aquí un habló de otra gracia similar recibida en la ermita de Santa Magdalena, en el huerto del mo-
párrafo de ese artículo, en el que el profesor del Instituto Católico de París resumía admira- nasterio, por julio de 1889, que fue seguida de muchos días de quietud». Nótese que en julio
blemente la misma doctrina que acabamos de exponer: de 1869 se encontraba todavía la Santa en pleno año de noviciado.
«La notion de vie ou d'ordre mystique a une extension plus grande que celle de contem- • 98 Veamos cómo expone esta doctrina el P. GARRIGOU-LAGRANGE. Después de haber
plation, du moins s'il s'agit de la contemplation proprement dite, fruit du don de Sagesse. explicado por qué los dones del Espíritu Santo intervienen en la vida ascética por lo general
Car si tous les dons du Saint-Esprit son connexes entre eux et grandissent avec la charité de un modo latente y poco intenso (a saber, por los pecados veniales, que ponen obstáculo
(elle-méme supérieure aux Dons), cependant l'exercice de tel don peut briller davantage a la acción del Espíritu Santo; por falta de recogimiento, etc.), escribe el célebre profesor
chez l'un ou chez l'autre, et une ame en qui apparaissent avant tout les Dons qui se rapportent del Angelicum: «Sin embargo, a veces en la vida ascética y en los principiantes la inspiración
á l'action (Conseil, Force, Crainte...) sera entrée dans l'ordre mystique sans étre parvenue del Espíritu Santo y el modo de obrar sobrehumano se manifiestan suficientemente, sea
pour cela á la contemplation proprement dite, qui dépend principalement des Dons d'Intel- que se trate de los dones inferiores, por ejemplo, el don de temor o de ciencia, para hacer-
ligence et de Sagesse, (p.639-4o). nos ver la gravedad del pecado, sea que se trate de iluminaciones pasajeras del don de enten-
Estamos completamente de acuerdo.
gado a las más altas cumbres de la unión transformativa, necesitan a veces
proceder a la manera de ascetas por no experimentar en algún momento
Esto nos lleva como de la mano a la cuarta consecuencia.
dado la influencia sobrenatural del Espíritu Santo. Santa Teresa habla her- 4.5 La mística está tan lejos de ser una gracia anormal o extraordina-
mosamente de esto último cuando dice que «no hay estado de oración tan ria—como las gracias «gratis dadas»—, que comienza, por el con-
subido que muchas veces no sea necesario tornar al principio» 9 9, y cuando trario, en pleno estado ascético, y todos los cristianos participan
advierte a sus monjas que, aun a las almas llegadas a las sublimes alturas de más o menos de ella aun cuando se encuentren en los albores mis-
las Séptimas Moradas de su Castillo interior, «algunas veces las deja Nuestro mos de la vida espiritual.
Señor en su natural» loo,
Oigamos al P. Arintero exponer esta misma doctrina: 18o Esta consecuencia, en realidad, no es más que un corolario y
confirmación de la anterior. Si en el simple asceta se producen a veces actos
«En resumen, conforme dijimos ya en la Evolución mística, lo que
místicos y el místico más encumbrado tiene que descender a veces a los
en realidad constituye el estado místico es el predominio de los dones
actos ascéticos, síguese que entre la ascética y la mística no hay una barrera
del Espíritu Santo (y sus consecuencias: los frutos ya maduros y
infranqueable para nadie. Sino que el paso de la una a la otra se hace de
sazonados de las bienaventuranzas) sobre la simple fe viva ordinaria,
una manera completamente normal e insensible, puesto que la mística no
con sus correspondientes obras de esperanza y caridad, mientras que
se diferencia de la ascética más que por el predominio de ciertos actos que
el de éstas sobre aquéllos caracteriza el estado ascético. Pero a veces
ya empiezan a producirse, aunque sea raramente y con poca intensidad, en
el buen «asceta», movido del divino Espíritu, puede proceder mística-
los comienzos mismos de la vida cristiana. He aquí un texto del P. Arin-
mente aunque él no lo advierta; así como, por el contrario, los mís-
tero exponiendo esta doctrina:
ticos, por muy elevados que se hallen, cuando por algún tiempo se
les retira el Espíritu—aunque les deja ricos de grandes afectos y «Puesto que los dones, en mayor o menor grado, son infundi-
frutos, que dan a todos sus actos más intensidad y valor—deben dos—según ya vimos—con la misma gracia santificante y crecen con
proceder y proceden a manera de ascetas... la caridad, todos cuantos viven en ésta pueden, mediante ellos, obrar,
Así, el alma que marcha todavía por las sendas más ordinarias a veces, heroica y místicamente. Y así, aunque en estado muy remiso,
produce, a veces, verdaderos actos místicos, como un místico en mu- en los mismos albores de la vida espiritual se inicia la mística, y ésta,
chas ocasiones los produce ascéticos; y esos actos se le acrecientan en realidad, comprende, en cierta manera, todo el desarrollo de la
hasta que poco a poco, purificada e iluminada ella, vienen a con- vida cristiana y todo el camino de la perfección evangélica, por más
vertírsele como en habituales. Y cuando esto suceda, cuando ha- que sus manifestaciones principalísimas (que son las que suelen lla-
bitualmente produzca actos de virtud y, negada ya a sí misma, casi mar la atención y, por lo mismo, tomarse como típicas) se reserven
de ordinario se deje mover sin resistencia de los toques y soplos del casi todas para la vía unitiva, en la que el alma tiene ya como el
Espíritu santificador, que, como a un instrumento músico muy afina- hábito del heroísmo y de lo divino, y en la que ejercitándose con per-
do, a su gusto la maneja, arrancando de ella divinas melodías, enton- fección en las más dificultosas prácticas de la virtud, ya claramente
ces podremos decir que se halla ya en pleno estado místico, aunque obra supra modum humanum» 102,
a ratos. o a temporadas tenga aún que descender al ascético» 101.
Esta doctrina, llena de luz y de armonía, devuelve a la vida cristiana
dimiento o de sabiduría, para manifestarnos la grandeza de Dios o de sus mandamientos. toda la grandeza y sublimidad que admiramos en la época de la Iglesia pri-
Entonces hay allí actos místicos aislados y de breve duración que no constituyen un estado; mitiva, donde el espíritu cristiano alcanzó indudablemente su máximo flo-
de este modo hay actos de contemplación infusa en aquello que muchos llamaron contem-
plación adquirida. recimiento y esplendor. En la época de los apóstoles y de los primeros
Mas por lo regular en la vida ascética la inspiración del Espíritu Santo y el modo sobre- siglos del cristianismo, lo «sobrenatural»—entendido en el sentido más im-
humano de obrar permanecen latentes. Sin embargo, no hay que decir que los dones no obran presionante, como sinónimo de heroico o sobrehumano—era la asmósfera
entonces al »modo suprahumano»; este modo existe, pero permanece escondido. Hemos dicho
que es como cuando una brisa ligera acompaña el trabajo de los remadores: se tiene más normal que se respiraba en la Iglesia de Jesucristo. Fue después cuando
conciencia de obrar que de ser movido» (Perfection chrétienne et contemplation p.770-I). se fueron introduciendo complicaciones y divisiones en lo que de suyo
99 SANTA TERESA, Vida 13,15.
era fácil y sencillo. Se alteraron y complicaron los caminos del Señor y em-
100 SANTA TERESA, Moradas séptimas 4,I.
101 P. ARINTERO, Cuestiones místicas 6.° a.3 p.663,4 (3.° ed.).—He aquí cómo expone pezaron a escasear los santos. Desde el punto de vista de la doctrina ascético-
esta doctrina el sabio P. JORET, O.P.: »Un ser en el que todos sus movimientos fuesen única- mística, la época de mayor confusión y derJarajuste comienza en los primeros
mente pasivos, no ha existido jamás, fuera de la imaginación de los quietistas. Las mociones años del siglo xvii y se extiende casi hasta principios de nuestro siglo,
divinas a las cuales el alma presta su docilidad caracterizan cuando predominan el estado
místico, como el predominio de las acciones virtuosas producidas por la propia iniciativa en los que comenzó la reacción de retorno a los grandes principios de la
humana constituyen el estado ascético. Pero el alma que se encuentra en el este 'o ascético verdadera mística tradicional. Hoy en día, la verdad se ha abierto paso
obra a veces místicamente, y, al contrario, el alma mística no cesa jamás completamente de
obrar a la simple manera ascética» (La contemplation mystique d'aprés Saint Thomas d'Aqliin
de tal manera, que son ya poquísimos los autores espirituales de alguna
p.503). autoridad y representación que se empeñan todavía en presentar a la mís-
tica como un fenómeno del todo anormal y extraordinario, reservado por una
providencia arcana de Dios para un pequeño grupo de aristócratas del
espíritu. La inmensa mayoría de los autores afirma, por el contrario, que
entre la ascética y la mística no hay una barrera infranqueable para nadie.
No son dos caminos independientes que conduzcan cada uno a su manera
hasta la cumbre de la perfección cristiana, sino únicamente dos etapas de
102 Cuestiones místicas 6.° a.3 p.663 (3.° ed.).
un solo camino de perfección, que todos deben recorrer por grados cada
vez más intensos hasta llegar a la santidad. La mística comienza, en cierto 2. Sentido de la cuestión
modo, en los comienzos de la vida cristiana, ya que en lo que tiene de esen-
cial coincide con la simple actuación de los dones del Espíritu Santo, que 182. Ante todo es preciso que señalemos bien el verda-
todos los cristianos hemos recibido en el bautismo y permanecen habitual- dero sentido de la cuestión, pues no todos la entienden de la
mente en todas las almas en gracia. misma manera 2 .
He aquí lo que vamos a ver un poco más extensamente en el capítulo
siguiente. a) Hay quien cree que lo que se trata de averiguar es si
hay una o varias especies de santidad, determinadas por la
evolución de una o varias especies de gracia santificante. No es
CAPITULO IV ésta la cuestión. La gracia santificante es una, tanto para los
que afirman como para los que niegan la unidad de la vida
Relaciones entre la perfección cristiana espiritual, puesto que no hay ni puede haber otro modo de
y la mística participación de la naturaleza divina que, siendo una verdadera
participación formal bajo el concepto de naturaleza, sea más
i. Planteamiento e importancia de la cuestión perfecto sin dejar de ser accidental.
No se trata, pues, de saber si existe en la vía mística una
181. Una de las cuestiones actualmente más controver- gracia santificante específicamente distinta de la que corres-
tidas entre las diversas escuelas de espiritualidad cristiana es, ponde a la vía ascética. En este sentido, todos los teólogos, cual-
sin duda, la relativa a las relaciones entre la mística y la per- quiera que sea la escuela a que pertenezcan, admiten la unidad
fección cristiana. de la vida espiritual, puesto que una es la gracia, una la fe y
Dos son las principales sentencias que tienen divididos a una la caridad, que constituyen esa vida desde el principio
los teólogos en esta importantísima cuestión. La primera pro- hasta el fin.
pugna la unidad de vía a todo lo largo de la vida espiritual, con- b) Tampoco se trata de saber si existe en la vía mística,
siderando la ascética y la mística como dos etapas de un solo y sólo en ella, un llamamiento a la perfección desconocido en
y mismo camino que todos deben recorrer para alcanzar la la vía ascética. O más claramente todavía: no se trata de saber
perfección; de tal suerte que la etapa ascética sirve como de si todas las almas—sean o no místicas—están llamadas a la
base y preparación a la mística, en la que únicamente puede perfección cristiana. Todas las escuelas de espiritualidad con-
lograrse la plena perfección de la vida cristiana. testan afirmativamente a esta pregunta y en esto están todas de
La segunda sentencia, por el contrario, afirma la dualidad acuerdo. Lo que se discute es si esta perfección cae exclusiva-
de vías—la de la ascética y la de la mística—, por cualquiera de mente bajo el dominio de la mística o si puede alcanzarse tam-
las cuales se puede llegar indistintamente hasta las más altas bién sin salir de las fronteras de la vía ascética.
cumbres de la perfección cristiana; pero de tal manera, que la c) Finalmente, no tratamos de averiguar la cuestión de
vía ascética es la normal y común según la providencia ordi- facto—si son muchos o pocos los que de hecho caminan por
naria de Dios, y, por lo mismo, es la que todos deben seguir y las vías místicas—, sino únicamente la cuestión de iure, o sea,
practicar, a menos de ser llevados por El—en virtud de un si los estados místicos entran de suyo en el desenvolvimiento
arcano de su providencia extraordinaria—por los senderos de normal de la gracia santificante o si son efecto—por el contra-
la mística, que viene a constituir así un camino del todo anor- rio—de una providencia anormal y extraordinaria, fuera en
mal y extraordinario. absoiuto de las vías comunes abiertas a todos los cristianos
A nadie puede ocultársele la importancia excepcional de en gracia.
esta cuestión, no sólo en el orden teórico y de las ideas, sino Descartados los falsos planteamientos de la cuestión, ex-
hasta en el práctico y de los hechos, puesto que de la solución pongamos ahora el verdadero enfoque del problema. Hace-
que se dé a este problema en el orden especulativo depende en mos completamente nuestras las siguientes palabras del pa-
buena parte---si queremos ser lógicos—la dirección y encauce y controversias, limitándose el director a la aplicación de los grandes principios comunes a
que haya de darse a las almas en su marcha hacia la santidad 1 . todas las escuelas (cf. n.687).
2 Cf. P. CRISóGONO, La perfection et la mystique selon les principes de Saint-Thomas (Bru-
1 Sin embargo, no deben llevarse jamás al campo de la dirección espiritual estas disputas ges 1932).
T col. perfección 9
dre Crisógono, a pesar de que nuestras conclusiones van a ser fección. De donde se seguiría que la ascética y la mística en cuanto ciencias
no existirían ni tendrían razón de ser.
del todo opuestas a las suyas: 2. ° Sabemos también—lo hemos visto ampliamente—en qué consiste
la mística. Es sencillamente la actuación de los dones del Espíritu Santo
«Todos estamos llamados a la perfección cristiana. La perfección, o
sea el desenvolvimiento de la gracia y de las virtudes en el alma, es el tér- al modo divino o sobrehumano que produce ordinariamente una expe-
mino de la vida espiritual. Para llegar a esta perfección, ¿es necesario que riencia pasiva de lo divino.
el alma experimente los fenómenos místicos o puede conseguirla sin haber También este punto es universalmente admitido por todos, salvo algu-
experimentado ninguno? En otros términos: la ascética y la mística, ¿son nas diferencias de matices que no afectan al fondo substancial de las cosas.
dos partes de un mismo y único camino que lleva al término de la vida espi- Los que niegan el llamamiento universal a la mística alegarán la posibilidad
de una modalidad humana en los dones u otro subterfugio cualquiera, pero
ritual--la perfección de la caridad—o son dos caminos diferentes que con-
ducen al mismo término? todos admiten substancialmente—lo hemos visto con toda claridad en el
Como se ve, la cuestión no se pone con relación al principio o al tér- largo recorrido del capítulo anterior—que la mística es producida por la
mino de la vida espiritual. Ni en el uno ni en el otro puede existir diferencia modalidad divina o sobrehumana de los dones.
específica, puesto que la gracia y la caridad no pueden ser sino esencial- 3.° Hay también perfecto acuerdo entre todas las escuelas acerca de
mente unas. La discusión se refiere a los medios necesarios a emplear para lo que debe entenderse por desarrollo normal de la gracia santificante. Todo
que el principio de la vida espiritual que es la gracia llegue al término de lo que esté dentro de las exigencias de la gracia entra evidentemente en el
este camino, a su perfecto desenvolvimiento: la perfección de la caridad. desarrollo normal y ordinario de la misma. Y todo lo que esté fuera y al
Por esto mismo la expresión empleada para designar la cuestión que margen de las exigencias de la gracia será algo anormal y extraordinario en
nos ocupa nos parece impropia. Sería más exacto decir que se trata de la el desarrollo de la misma. Sobre esto estamos todos de acuerdo 4 .
unidad de la VÍA espiritual más que de la unidad de la VIDA espiritual* 3 . Ahora bien: ¿quién puede negar que la simple actuación
de los dones del Espíritu Santo está perfectamente dentro de
3. Conclusiones las exigencias de la gracia? ¿Quién osará decir que la simple
Teniendo en cuenta los principios que hemos ido sentando actuación de un don del Espíritu Santo es un fenómeno «anor-
en las páginas precedentes, nos parece que las relaciones prin- mal» y «extraordinario» en la vida de la gracia? ¿Valdría la pena
cipales entre la perfección cristiana y la mística pueden sinte- tomar en serio y pararse a refutar semejante afirmación?
tizarse en las siguientes conclusiones: De hecho, nadie hasta ahora se ha atrevido a decir seme-
jante cosa. Todas las escuelas de espiritualidad cristiana reco-
1. a La mística entra en el desarrollo normal de la gracia. nocen y proclaman que la simple actuación de un don del Es-
2. 5 La plena perfección cristiana se encuentra únicamen-
píritu Santo no puede catalogarse entre los fenómenos extra-
te en la vida mística. ordinarios—como se catalogan, por ejemplo, las gracias gratis
3.a Todos estamos llamados, al menos remota y suficien- dadas—, sino que es algo perfectamente normal y ordinario en
temente, a la vida mística. la vida de la gracia 5 . Y precisamente porque se dan cuenta de
Vamos a examinarlas cada una en particular.
las consecuencias inevitables que se siguen de ese hecho tan
Conclusión I. a : La mística entra en el desarrollo normal de la gracia claro y evidente, los que niegan el llamamiento universal a la
santificante. mística se apresuran a decir que los dones pueden actuar de
dos maneras: una al modo humano—que no rebasa ni trasciende
183. Teniendo en cuenta los principios establecidos an- las fronteras de la ascética—y otra al modo divino, que es el
teriormente, esta conclusión se impone por sí misma con evi-
dencia palmaria. Basta recordar en qué forma recibimos la propio y característico de la mística. Por consiguiente—con-
gracia santificante, qué se entiende por desarrollo normal de cluyen—, del hecho, admitido por todos, de que la actuación
la misma y en qué consiste la mística. de los dones, del Espíritu Santo entre en el desarrollo normal y
4 Cf. P. CRISÓGONO, Compendio de Ascética y Mística p.t.° c.2 a.2.
I.° Como es sabido, la gracia santificante se nos da en forma de se- 5 ¿Cómo podría ser de otra manera, teniendo en cuenta que, como enseña Santo Tomás,
milla, de germen sobrenatural, que pide y exige, por su misma naturaleza, una participación más o menos intensa de los dones es necesaria incluso para la salvación?
crecimiento y desarrollo. Esto es tan claro y evidente, que es tesis indis- (cf. 1-11,68,2) —El mismo P. Poulain—adversario decidido del llamamiento universal a la
mística—admite la perfecta normalidad de la actuación de los dones en toda alma en gracia,
cutida y unánime en las diferentes escuelas de espiritualidad cristiana. y cita a Suárez (De gAi tia 1.6 c.to n.4) y a Billot (De virtutibus infusis a.63 p.160-70), que
Si la gracia se nos infundiera en el alma ya perfectamente desarrollada, enseñan que los dones deben actuar y actúan a todo lo largo de la vida cristiana (cf. Des gráces
d'oraison VI,Iq bis). Por eso, los teólogos que niegan el llamamiento universal a la mística
sería inútil y absurda la obligación que todos tenemos de tender a la per-
se apresuran a explicar la intervención de los dones en la vida ascética por su actuación al
modo humano, y de esta manera tratan de soslayar la tremenda dificultad que se les venía enci-
3 Cf. P. CRISÓGONO, O.C., P.7-8. ma, y que echaría por tierra su tesis fundamental.
ordinario de la gracia no se puede concluir que la mística entre /Esta explicación, exigida por la naturaleza misma de las
también—al menos de una manera necesaria—en ese desarrollo cosas, nos parece que no tiene vuelta de hoja. Mientras no se
normal, porque puede tratarse de una actuación de los dones nos demuestre que la simple actuación de los dones del Espíritu
al modo humano, que puede darse y se da de hecho en pleno Santo es un fenómeno «anormal» y «extraordinario» en la vida
estado ascético. de la gracia—y estamos bien seguros de que nadie lo podrá
Esta explicación—nos complacemos en reconocerlo—sería hacer jamás—, descansaremos tranquilos en nuestra conclusión
irreprochable si fuera verdadera, pero ya sabe el lector que a como en una fortaleza inexpugnable.
nosotros nos parece completamente falsa y errónea en toda la
extensión de la palabra. Conclusión 2. a : La plena perfección cristiana se encuentra únicamente
en la vida mística.
Efectivamente. Como ya dejamos demostrado en su lugar
correspondiente (cf. n. r 3o), los dones del Espíritu Santo no 184. He aquí otra conclusión que se deduce a modo de
tienen ni pueden tener una operación al modo humano. No es corolario de los principios teológicos que hemos establecido
que no la tengan de hecho; es que no la pueden tener de ningu- más arriba. Recordemos algunas ideas fundamentales:
na manera por ser incompatible con la naturaleza misma de
1a
los dones. Ya vimos ampliamente que esa actuación de los La perfección cristiana, según todas las escuelas de espiritualidad,
dones al modo humano, además de ser inútil y superflua (dado consiste en el pleno desarrollo de la gracia santificante recibida en el bautis-
mo en forma de semilla o germen.
que fuera posible), es filosóficamente imposible (destruiría la na- 2. 1 Este desarrollo se verifica por el crecimiento de las virtudes infu-
turaleza misma de los hábitos) y teológicamente absurda (des- sas, teologales y morales, principalmente de la caridad, que es la virtud por
truiría la naturaleza misma de los dones) . Por consiguiente, o excelencia, y cuya perfección coincide con la perfección misma de la vida
cristiana.
los dones no actúan—y entonces estamos fuera de la cuestión— 3.a El estado místico se caracteriza por la actuación predominante de los
o actúan forzosamente al modo divino, y entonces estamos den- dones del Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano sobre el ejercicio pre-
tro de la cuestión y dentro de la mística, porque esa actuación dominante de las virtudes infusas al modo humano, que es lo que caracteriza
al modo divino producirá forzosamente un acto místico—es su al estado ascético.
misma definición—aunque pueda ser muy varia su intensidad 4. a Las virtudes infusas, tanto teologales como morales, no pueden
alcanzar su perfección sino bajo la influencia de los dones del Espíritu Santo,
y duración. En el estado ascético, los dones actúan raras veces, ya que sin ellos no podrán salir de la modalidad humana a que se ven obliga-
imperfectamente y con poca intensidad por no permitir otra das a someterse en el estado ascético a causa del régimen y gobierno de la
cosa la disposición imperfecta de las almas que en él se encuen- razón humana, que las domina y controla en ese estado. Solamente la moda-
tran. El modo sobrehumano de los dones ciertamente se pro- lidad divina de los dones proporciona a las virtudes infusas la atmósfera
propicia que reclaman y exigen por su propia excelencia y perfección, sobre
duce aun en este caso, pero de una manera débil, imperfecta, todo las teologales, que son virtudes de suyo divinas, que se ahogan y asfixian
latente, como gusta decir el P. Garrigou-Lagrange 6 . Todo se en esa atmósfera humana tan desproporcionada a su naturaleza.
reduce a que el alma, con ayuda de la gracia, vaya disponién-
dose cada vez mejor para que los dones intensifiquen y multi- Todo esto lo hemos estudiado y demostrado largamente
pliquen su actuación. No tienen que cambiar de especie, no en sus lugares correspondientes. Ahora bien: esto supuesto, la
necesitan ningún otro elemento sobreañadido a su naturaleza conclusión se impone con la fuerza lógica de un silogismo. Helo
íntima. Basta solamente que ese ejercicio, latente e imperfecto aquí formulado a la manera escolástica con toda precisión:
en el estado ascético, se intensifique y multiplique para que el Las virtudes infusas no pueden alcanzar su perfección sino
alma entre insensible y gradualmente en pleno estado místico, bajo la influencia de los dones del Espíritu Santo actuando so-
cuya característica esencial consiste precisamente en el simple bre ellas al moda divino o sobrehumano. Es así que esa actua-
predominio de la actuación de los dones del Espíritu Santo al
ción de los dones del Espíritu Santo al modo divino o sobrehu-
modo divino sobre el simple ejercicio o predominio de las vir- mano constituye precisamente la esencia misma de la mística.
Luego las virtudes infusas no pueden alcanzar su perfección
tudes infusas al modo humano, que es lo típico y característico fuera de la vida mktica.
de la ascética. Ahora bien: como la perfección cristiana coincide con la
e Véase n.179, nota 98. perfección de las virtudes infusas, sobre todo de la caridad, si
estas virtudes no pueden alcanzar su perfección sino en la y la purga en aquel fuego obscuro para ella como y de la manera que
vida mística, síguese inevitablemente que la perfección cristia- babemos de decir» lo.
na es imposible fuera de esa vida mística. Y esto es cabalmente Como se ve, el pensamiento de San Juan de la Cruz es clarísimo para
lo que queríamos demostrar. todo el que sepa leer. No puede expresarse con más fuerza la necesidad de
Esta segunda conclusión, oscurecida y olvidada durante los las purificaciones místicas para alcanzar la perfección. San Juan de la Cruz
parte del supuesto de un alma que trabaja y se esfuerza seriamente por
tres últimos siglos de decadencia de la mística, se ha abierto purificarse de sus imperfecciones, esto es, de un alma que ha llegado a la
paso otra vez con fuerza arrolladora entre los autores de espi- cumbre del ascetismo; y de esa alma generosa que hace todo cuanto puede,
ritualidad cristiana de nuestros días. Como ya hemos dicho, de ésa precisamente dice el Santo que no puede disponerse en la menor
son muy pocos los de alguna representación y autoridad que parte para la divina unión de perfección de amor—y esto «por más que
cl alma se ayudes—hasta que Dios lo hace pasivamente en ella mediante las
siguen manteniendo las doctrinas de la decadencia, y, desde purificaciones místicas. Querer soslayar la dificultad diciendo que el Santo
luego, ninguno de ellos acierta a oponer un solo argumento dice eso «solamente de los que se han de santificar por la vía mística», eso
serio a la magnífica construcción teológica del Angélico Doc- sí que es «retorcer y dar tormento a las palabras del Místico Doctor» 11.
tor, que coincide totalmente con la de los grandes místicos ex- Para San Juan de la Cruz, la perfección cristiana es absolutamente imposi-
ble fuera de los estados místicos 12.
perimentales. Veámoslo brevemente con respecto a las tres
grandes lumbreras de la mística experimental: San Juan de la 186. Santa Teresa.--Otro tanto hay que decir de la Mística Doc-
tora, tan de acuerdo siempre con San Juan de la Cruz. A Santa Teresa le
Cruz, Santa Teresa de Jesús y San Francisco de Sales, cuyas parecían «pajitas» y «consideracioncillas» todo lo que nosotros podemos hacer
doctrinas coinciden totalmente con los principios del Angélico por vía ascética en los caminos de Dios 13 . Y que la mística sea el término
Doctor, como han demostrado, entre otros, los PP. Garrigou- normal de la vida cristiana, y, por lo mismo, no esté reservada para unos
cuantos aristócratas del espíritu, sino abierta plenamente a todas las almas
Lagrange 7 y Lamballe 8 . en gracia, no sólo lo dice equivalentemente en cien lugares de sus obras 14,
sino que ella misma se encarga de advertir expresamente a todos que la fina-
185. San Juan de la Cruz.—El pensamiento de San Juan de la Cruz
lidad que persigue al escribir sus libros—aparte de la razón de obedecer—
no puede ponerse en duda, si—como es elemental en sana crítica—se atien-
no es otra que la de «engolosinar a las almas en un bien tan alto» 15.
de al conjunto y totalidad de su sistema, francamente orientado hacia la
En cuanto a ciertas contradicciones aparentes en que incurre la gran
mística como término normal e indispensable para llegar a la perfección
Santa al afirmar en algún pasaje lo que al parecer había negado en otros,
cristiana. Fijarse en un texto aislado, desentendiéndose del conjunto de su
la misma Santa Teresa explica con toda claridad y precisión el verdadero
sistema y poniéndose frente a él, podrá ser muy cómodo para defender cual-
alcance y sentido de sus palabras. He aquí el pasaje donde ella misma explica
quier tesis preconcebida, pero no es serio, ni siquiera respetuoso, para el
su propio pensamiento y aparentes contradicciones:
genuino y auténtico pensamiento del gran místico fontivereño. Para todo
el que lea sin prejuicios ni apasionamientos las obras del Místico Doctor «Parece que me contradigo en este capítulo pasado de lo que había
es cosa evidente que, según él, nadie puede llegar a la perfección cristiana, dicho, porque cuando consolaba a las que no llegaban aquí dije que
«por mucho que lo procure», sino a base de las purificaciones pasivas, que 10 Noche obscura I,3,3.
son de orden francamente místico según todas las escuelas. Queremos trans- 11 Cf. P. CRISÓGONO, San Juan de la Cruz, su obra científica y literaria t.i p.222-26.
cribir aquí dos textos del Místico Doctor que se comentan por sí solos: 12 Ni vale oponer—corno se ha hecho muchas veces—el famoso texto de la Noche obscura
(I,9,q): «porque no a todos los que se ejercitan de propósito...', donde el Santo parece negar
el llamamiento universal a la mística. No vale ese texto, porque la interpretación que se le ha
«Porque por más que el principiante en mortificar en sí se ejercite de dar nos la da el mismísimo San Juan de la Cruz en La llama de amor viva (canc.z n.27)
en todas estas sus acciones y pasiones, nunca del todo, ni con mucho, cuando afirma que la causa de que sean tan pocos los contemplativos es únicamente la falta
de generosidad de las almas, no la voluntad de Dios, que antes querría que todos lo fuesen
puede, hasta que Dios lo hace en él PASIVAMENTE por medio de la pur- (cf. ambos textos en el n.169 de esta obra). Nótese, además, que la redacción de la Llama de
gación de la dicha noche» 9 . amor viva es posterior a la de la Noche obscura. La Noche la tenía terminada el Santo en 1583,
«Pero de estas imperfecciones tampoco, como de las demás, se y la Llama la redactó durante su primer vicariato provincial (1585-87), residiendo en Granada
(cf. Vida y obras de San Juan de la Cruz [BAC, 2. a ed.] p.537 y 11581. Es, pues, en la Llama
puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios la ponga en y no en la Noche donde hay que buscar el pensamiento definitivo del Santo.
la pasiva purgación de aquella obscura noche que luego diremos. 13 «Mas hacen aquí al caso unas pajitas puestas con humildad (y menos serán que pajas
Mas conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar de su parte hacer si las ponemos nosotros)...' (cf. Vida c5,7).—«... el mismo Señor la da de manera bien diferente
de la que nosotros podenl ganar con nuestras considcracioncillas, que no son nada en compa-
por purgarse y perfeccionarse, porque merezca que Dios la ponga en ración de una verdadera humildad con luz que enseña aquí el Señor, que hace una confusión
aquella divina cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcan- que hace deshacer» (Vida 15,14; cf. 35,23).
14 He aquí uno de los más egregios de esos lugares:
zaba a remediarse. Porque por más que el alma se ayude, no puede ella ■ Mirad que comida el Señor a TODOS: pues es la misma verdad, no hay que dudar. Si no
activamente purificarse de manera que esté dispuesta en LA MENOR PARTE fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos, y aunque los llamara, no dijera:
para la divina unión de perfección de amor, si Dios no toma la mano ■ Yo os daré de beber. Pudiera decir: Venid todos, que, en fin, no perderéis nada; y los que
a mí me pareciere, yo los dan, de beber. Mas> como dijo, sin esta condición, A Tonos, tengo
por cierto que todos los que no quedaren en el can o as n0 les faltara este agort viva, (Camino de
Cf. Perfection chrétienne et contemplafion passim. perfección 19,15).
s Cf. La coniemplatiDn C.2. 15 «Que sabe Su Majestad que después de obedecer es mi intención engolosinar las almas
9Noche obscura I,7,5. de un bien tan altos (Vida 18,8).
tenía el Señor diferentes caminos por donde iban a El, así como cas. Para no recoger aquí sino algunos de los nombres más co-
había muchas moradas. Así lo torno a decir ahora, porque, como en- nocidos y de verdadero prestigio internacional, podemos citar
tendió Su Majestad nuestra flaqueza, proveyó como quien es. Mas a los benedictinos dom Columba Marmion, dom Vital Leho-
no dijo: Por este camino vengan unos y por éste otros: antes fue tan
grande su misericordia, que a nadie quitó procurase venir a esta fuente
dey, dom Louismet y don Stolz; los dominicos PP. Gardeil,
de vida a beber. ¡Bendita sea por siempre y con cuánta razón me lo Garrigou-Lagrange, Arintero, Joret y Philipon; los francisca-
quitara a mí!» 16 nos De Besse y Peralta; los carmelitas Gabriel de Santa María
Nótese la singular importancia de ese pasaje para comprender el autén-
Magdalena, Jerónimo de la Madre de Dios y Bruno de Jesús
tico y genuino sentir de Santa Teresa. Es la Santa misma quien, dándose María 20 ; los jesuitas Peeters, Gárate, De la Taille y Jaegher;
perfecta cuenta de que lo que acaba de afirmar en el párrafo anterior (que el redentorista Schrijvers; el agustino Cayré; el cardenal Mer-
es el más claro y expresivo del llamamiento universal a la mística, simbo- cier y Mons. Saudreau e incluso seglares como Maritain. En
lizada en el «agua» de la contemplación), parecía envolver contradicción con
lo que antes había dicho «consolando a las que no llegaban aquí», se propone
una palabra: casi todas las grandes figuras de la espiritualidad
aclarar y precisar su pensamiento, dándonos la interpretación auténtica que cristiana de nuestros días han vuelto los ojos otra vez, después
haya de darse a sus palabras. Y puesta a ello y expresándose con todo cui- de un paréntesis de tres siglos, a las sublimes concepciones de
dado y exactitud, perfectamente a sabiendas de lo que va a decir, nos dice los grandes místicos del catolicismo, que pusieron siempre a
que el Señor nos convida a todos a beber el agua limpia y cristalina de la disposición de todas las almas fervientes los caminos que con-
mística contemplación: «... no dijo: Por este camino vengan unos y por éste
otros; antes fue tan grande su misericordia, que ct nadie quitó procurase venir ducen a la unión mística con Dios.
a esta fuente de vida a beber». El más exaltado defensor del llamamiento uni- Y vamos a ver, finalmente, la tercera conclusión, que parece
versal a la mística no acertaría a expresarse con mayor energía y precisión. casi superflua después de cuanto acabamos de decir.
A menos de ponerse arbitrariamente contra la evidencia misma, no puede
negarse que Santa Teresa es decididamente partidaria del llamamiento uni-
versal a la mística. Conclusión 3.a : Todos estamos llamados, al menos remota y suficien-
temente, a los estados místicos.
187. San Francisco de Sales.—En cuanto a San Francisco de Sales,
véase la hermosa demostración hecha por el P. Lamballe en su obra ya i88. Para negar el llamamiento universal a la mística sería
citada 17 donde el santo Obispo de Ginebra nos dice con su lenguaje encan-
, menester negar antes el llamamiento universal a la perfección.
tador que «la oración se llama meditación hasta que produce la miel de la
devoción; después de esto, se convierte en contemplación... La meditación
Si Dios no quiere que todos seamos perfectos, entonces es evi-
es madre del amor, pero la contemplación es su hija... La santa contempla- dente que tampoco quiere que todos seamos místicos. Pero si
ción es el fin y término (la fin et le but) al que tienden todos esos ejercicios el llamamiento a la perfección es absolutamente universal—y
y todos se reducen a ella» 18 . esto es tan claro que lo proclaman todas las escuelas sin excep-
Esta sublime doctrina de Santo Tomás, San Juan de la Cruz, ción y, sobre todo, la misma Iglesia oficialmente 21 —, hay que
Santa Teresa de Jesús y San Francisco de Sales es también la decir que el llamamiento a la mística es también universal.
de San Buenaventura—como ha demostrado recientemente un Creemos haber demostrado plenamente a la luz de los princi-
ilustre franciscano 19— , la de Santa Catalina de Siena, del maes- pios del Angélico Doctor que la perfección cristiana es com-
tro Eckart, de Taulero, de Susón, de Ruysbroeck, de Blosio, pletamente imposible fuera de los estados místicos.
del Beato Juan de Avila, del P. Lapuente y, en general, la de Sin embargo, a pesar de que la cuestión de iure nos parece
todos los teólogos místicos anteriores al siglo xvii, época en fuera de toda duda, no tenemos ningún inconveniente en hacer
que empezó la desorientación y decadencia. En nuestros días, algunas restricciones prácticas. Aquí, como en todas partes,
repetimos, han vuelto a abrirse paso las doctrinas genuinas de si se quiere permanecer en la zona templada de la verdad y
la verdadera mística tradicional, y ya vuelven a difundirlas por evitar las estridencias extremistas, que nacen casi siempre de
el mundo las figuras más prestigiosas de la espiritualidad con- una consideración dema :ado ideal de las cosas, que las aleja
temporánea de todas las órdenes religiosas y escuelas teológi- un poco de la triste y pobre realidad, no hay más remedio que
20 Advierta el lector que las figuras actualmente más sobresalientes de la Orden carme-
16 Camino de perfección 20,1.
de Saint Francois de Sales: la contemplation litana están al lado de las tesis tomistas, que son también indudablemente las genuinas y
17 La cuntemplation.—Cf. c.2 5: ^Sentiment auténticas de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Ello quiere decir que la verdad se va abriendo
est la termo auquel tendent tour les exercices de la vio spirituelle^. paso y que acaso no esté lejano el día en que la deseada unidad doctrinal entre todos los mís-
19 SAN FRANCISCO DE SALES, Tratado del amor de Dins 1.6 c.3 y 6. ticos católicos sea un hecho plenament onseguido.
estu-
19 El P. IGNACIO OMAECHEVARRíA, O.F.M., Teología mística de San Buenaventura, 21 Véanse los textos de Pío XI y di. concilio Vaticano II, que hemos citado en el nú-
dio publicado como introducción general al t.4 de las Obras de San Buenaventura, de la edi- mero 156 de esta obra.
ción BAC (1947).
hacer una distinción entre el orden jurídico y el orden de los se seguiría de una manera terriblemente lógica que el hombre estaría auto-
hechos. Casi nunca coinciden del todo las cuestiones de iure rizado para burlarse de Dios. Ya puede pecar impunemente, entregarse tran-
quilo a toda clase de desórdenes y quebrantar a su gusto todos los preceptos
con las de facto, sobre todo en estas materias, en las que jue- del decálogo; llegará un día en que Dios tendrá que darle las gracias eficaces
gan tan gran papel la miseria y limitaciones humanas. para arrepentirse, se arrepentirá de hecho, se salvará eternamente, y después
Nos parece que la doctrina más serena, la más equilibrada, de haberse reído de Dios ocupará tranquilamente un puesto cerca del trono
la más ajustada a la realidad de las cosas que se ha propuesto de su infinita majestad. ¿Quién no ve que esto es absurdo e inmoral y que
Dios no puede hacer eso sin dejar de ser infinitamente justo e infinitamente
hasta hoy en este punto concreto del llamamiento universal a santo? Evidentemente, Dios no puede ni debe salvamos a todos, ni mucho
la mística es la del que fue insigne profesor del Angélicum menos hacernos santos a todos. Dios exige—tiene que exigir forzosamente—
R. P. Garrigou-Lagrange. Creemos que el magnífico capítulo, que el hombre corresponda libremente a la gracia, haga de su parte todo lo
modelo de serenidad y de equilibrio, que dedica el P. Garri- que pueda para—al menos—no poner ningún obstáculo a la acción divina,
que quiere salvarle o santificarle. Si así lo hace, obtendrá infaliblemente esas
gou a resolver esta cuestión en su obra Perfection chrétienne et cosas—está expresa en la Sagrada Escritura la promesa divina—; pero si se
contemplation 22 podría ser aceptado—con un poco de buena empeña en resistir a la gracia y en sembrarle el camino de obstáculos o, al
voluntad y sincero amor a la verdad por parte de todos—como menos, en andar con flojedad y tibieza en los caminos de Dios, ¿podrá ma-
punto de convergencia y de mutua comprensión por todas las ravillarse nadie de que Dios, en justo y razonable castigo, le prive de las
gracias eficaces en vista del mal uso de las gracias suficientes que tan pródiga
escuelas de espiritualidad cristiana. y abundantemente había derramado sobre él?
Un breve resumen de la doctrina de aquel capítulo es lo Y no se diga que Dios de hecho ha derribado del caballo a alguno de
que vamos a ofrecer al lector a continuación. sus perseguidores precisamente en el momento en que le perseguía. Dios
puede hacer—si quiere libremente hacerlo—un alarde de misericordia so-
Comienza el P. Garrigou precisando los diversos sentidos que se le pue- bre tal o cual alma en particular a pesar de la ausencia y aun contrariedad
den dar a la palabra «llamamiento». de disposiciones por parte de ella. Pero no tiene obligación de hacerlo con
Por de pronto, no es lo mismo ser «llamado» a la vida mística que ser nadie en particular, ni siquiera es conveniente que lo haga con muchos, por
«elevado», conducido, elegido, predestinado a ella. El llamamiento es uni- el grave riesgo a que expondría el cumplimiento de sus mandamientos si esas
gracias tumhativas fuesen demasiado frecuentes y ordinarias. Dios puede,
versal, como lo es el llamamiento a la perfección, que no puede conseguirse
fuera de la mística. Pero como este llamamiento a la perfección corresponde si quiere, disponer interiormente a un pecador para que se arrepienta y deje
—como ya vimos ampliamente en su lugar—a la voluntad de Dios ante- de serlo, pero no tiene obligación ni es conveniente siquiera que lo haga
cedente, que se frustra muchas veces por culpa del hombre, síguese que con todos o con muchos. ¿Que por qué—puesto a hacerlo con sólo unos
no todos los llamados llegan de facto a la vida mística, sino únicamente pocos—escoge a éste con preferencia a aquél? A San Pablo se le ocurrió
aquellos que, además de ser llamados, han correspondido fielmente a las esa misma pregunta, y él mismo, bajo la luz divina de la inspiración profé-
inspiraciones de la gracia y han sido conducidos a ella por la infalible gracia tica, nos dio la espléndida respuesta: « ¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para
pedir cuentas a Dios?» 23 Y antes que San Pablo nos había dicho Cristo en
eficaz, que es efecto infrustrable de la voluntad consiguiente de Dios. La
fórmula del Evangelio: «muchos son los llamados y pocos los escogidos» la parábola del Evangelio: « ¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes?» 24
(Mt 20,16), vale tanto para el llamamiento a la vida eterna como para el lla- Es el arcano indescifrable de la divina predestinación, que, según la fórmu-
mamiento a la perfección. Todos estamos llamados a la una y a la otra según la de Santo Tomás, depende únicamente de la voluntad omnímoda de
Dios 25.
la voluntad antecedente de Dios, y a todos se nos dan las gracias suficientes
para conseguir ambas cosas si nosotros queremos; pero Dios no tiene obli- Todo esto supuesto, en el llamamiento a la vida mística, lo mismo que
gación de darnos, ni nos da de hecho a todos, las gracias infrustrables, que en la vocación a la vida cristiana, cabe distinguir un llamamiento exterior
nos llevarían de hecho infaliblemente a la salvación eterna y a las cumbres (por el Evangelio, la predicación, la dirección espiritual, la lectura, etc.) y
mismas de la perfección cristiana. Ya dijimos en su lugar correspondiente un llamamiento interior (por una gracia de iluminación y de atracción) 26.
que Dios no puede ni debe (si es lícito hablar así) salvarnos a todos, ni mucho El llamamiento exterior será General si se dirige a todos indistintamente,
menos está obligado a elevarnos hasta la cumbre de la perfección, por el y particular o individual si se dirige a una persona determinada. Este se-
absurdo inevitable y la gran inmoralidad que de ahí se seguiría. Porque gundo es posterior y más concreto que el primero, a quien viene precisa-
si correspondiendo a la gracia lo mismo que no correspondiendo, si vi- mente a completar. Así, por ejemplo, todos los paganos están llamados de
viendo castamente lo mismo que revolcándose en toda clase de inmundi- una manera general a la vida cristiana por el Evangelio antes que tal o cual
cias, si cumpliendo exactamente la ley de Dios lo mismo que quebrantando sea llamado en particular o individualmente (v.gr., por el misionero de
sus mandamientos, etc., Dios estuviera obligado a darnos a todos las gra- Cristo).
cias eficaces para levantarnos de nuestros pecados voluntariamente cometidos La vocación puede ser especial, que es aquella que se dirige únicamente
y alcanzar de hecho infaliblemente la salvación eterna y hasta un puesto
eminente en el cielo por haber alcanzado también la perfección cristiana, 23 Rom q,20.
24 Mt 20,1C.
25 « .. non habet rationem nisi divinarn , oluntatemrn... «clepcnd, t eti simplici divina
22 Cf. el c.5: L'appel á la contemplation ou d la vie mystique, sobre todo los tres primeros voluntaten (I.23,5 ad ;).
artículos (P.419-76 en la 7.• ed. francesa). 26 Cf. S.TxxM., I Sent. d.41 q.t a.2 ad-j, yen Epist. ad Runa. c..3 lect.6.
a un grupo reducido de hombres (v.gr., la vocación al sacerdocio); especia- niega tan sólo el llamamiento próximo y eficaz, pero de ninguna manera el
lísima, si se dirige a muy contadas almas y para obras muy concretas (verbi- llamamiento remoto, ni siquiera el próximo suficiente. El que de hecho esas
gracia, para fundar una orden religiosa), y única (como la vocación de María almas así llamadas «no pasen adelante», se debe únicamente a su falta de ge-
a la maternidad divina o la de San José para padre adoptivo de Jesús y esposo nerosidad y de fidelidad a la gracia, como explica muy bien el mismo San
virginal de María). Juan de la Cruz en otro pasaje no menos famoso que el anterior 30 .
La vocación interior puede ser remota o próxima, y esta última puede
ser suficiente y eficaz. Si las virtudes y los dones no pueden alcanzar su pleno Todo esto supuesto, nos parece que en la práctica, de hecho,
desarrollo sino en la vida mística, estarán llamados a ella, al menos con la verdadera solución del problema que nos hemos planteado
llamamiento remoto, todos los que posean aquellas virtudes y dones, esto se encuentra recogida en las siguientes conclusiones:
es, todas las almas en gracia. El llamamiento próximo lo tendrán únicamente
cuando se reúnan en ellas las tres señales clásicas de que habla San Juan de
la Cruz tomándolas de Taulero 27 . Este llamamiento próximo será suficiente 1. a Todos estamos llamados a la mística, corno a la nor-
si el alma de hecho resiste a él, y será eficaz si hace entrar al alma de hecho mal expansión de la gracia santificante, con un llamamiento
en la vida mística 28 . remoto y suficiente por el mero hecho de estar en gracia de Dios.
La vocación próxima puede subdividirse en temprana (como «a su hora>
correspondiente) o tardía (como la de los trabajadores de la viña llamados Razón: El niño está llamado a la virilidad por el mero hecho de nacer.
a última hora) 29. La gracia es el germen de la mística.
En fin, una vocación próxima y eficaz a la vida mística puede subdivi-
dirse todavía según se refiera a los grados más altos de la misma o tan sólo 2.a Si el alma es fiel y no pone obstáculos a los planes de
a sus grados inferiores, lo cual depende en cada caso de la divina predesti- Dios, llegará un momento en que ese llamamiento remoto se
nación.
Pará mayor claridad vamos a recoger todas estas divisiones y subdivi- convertirá en próximo suficiente por la presencia de las tres
siones en el siguiente cuadro sinóptico, que hay que leer de abajo hacia famosas señales enseñadas por Taulero y San Juan de la Cruz
arriba para seguir el progreso ascensional: (cf. n.554).
El llamamiento a la vida mística puede ser: Razón: Los dones del Espíritu Santo, convenientemente desarrollados
como hábitos, están reclamando su actuación de una manera cada vez más
A los grados supe- apremiante.
Eficaz (tempra- riores.
no o tardío).. A los grados infe-
Próximo (las tres 3.a Ese llamamiento próximo suficiente se convertirá en
señales de Tau- riores.
próximo eficaz si el alma al recibir el primero corresponde fiel-
lero y San Juan Suficiente: al cual muchos resisten. «Mu-
de la Cruz).... chos son los llamados y pocos los es- mente a él y no pone ningún obstáculo a la acción divina.
Interior 3 cogidos» (Mt 20,16).
Razón: Dios da siempre la gracia eficaz a quien no resiste a la suficiente.
Remoto : por el simple estado de gracia (la gracia es el ger-
men de la mística, como lo es de la gloria). 4. a La mayor o menor altura que el alma deberá alcanzar
dentro de la vida mística dependerá conjuntamente del grado
Exterior f Individual (v.gr., por el director espiritual). de fidelidad o de correspondencia por parte del alma y de la
General (v.gr., por la Sagrada Escritura).
libre determinación de Dios según el grado de santidad a que
Estas distinciones elementales arrojan mucha luz para resolver acerta- la tenga predestinada.
damente el problema que nos ocupa. Muchas veces, por ejemplo, se inter-
preta erróneamente el pensamiento de San Juan de la Cruz, que parece Razón: El grado de gracia y de gloria lo ha determinado Dios para
negar en un pasaje famoso el llamamiento universal a la mística. Aten- cada uno por la divina predestinación.
diendo al contexto y a los principios de su sistema, aparece muy claro que
Nos parece que estas conclusiones no pueden ser rechaza-
27 Cf. n.212; véase SAN JUAN DE LA CRUZ, Subida del Monte Carmelo 11,13; y Noche
obscura I.9.—En cuanto a TAULERO, véase el libro que resume su doctrina: Las instituciones
das razonablemente por nadie. En ellas está recogido con toda
divinas c.35 (p•214 en la ed. del P. GETtxo, Madrid 1922). fidelidad el pensamiento de K anto Tomás, que coincide plena-
28 Nótese que esta doctrina es válida tanto si se toman las expresiones de suficiente y eficaz
en sentido tomista como en sentido molinista. En el sentido molinista, la eficacia de la gracia mente con el de las más grandes figuras de la mística cristiana
provendrá exclusivamente de la criatura (ab extrinseco); en el tomista, lo habrá sido por si experimental.
misma (ab intrinseco). Pero en uno y otro caso, el alma habrá entrado de hecho en la vida
mística.
Ocioso nos parece advertir que nosotros las empleamos en el más puro sentido tomista. 3o Véanse en el n.169 los dos famosos textos, de los cuales el segundo escrito en fecha
29 Cf. Mt 20,6-7. posterior—es la explicación auténtica del primero, hecha por el propio San Juan de la Cruz.
Advertencia importante.—En las ediciones anteriores de esta obra
añadíamos a continuación una serie de objeciones contra la doctrina
TERCERA. PARTE
que acabamos de exponer y su correspondiente refutación. En adelante pre-
ferimos omitir esas objeciones, ya que la doctrina que hemos expuesto—de El desarrollo normal de la vida cristiana
acuerdo con la verdadera teología mística tradicional—se ha impuesto de
tal modo en las escuelas católicas que han desaparecido prácticamente todos
sus antiguos impugnadores.
INTRODUCCION
189. Examinados ya los grandes principios de la vida cris-
tiana, se impone ahora la consideración del proceso de su des-
arrollo, o sea, la práctica de la misma. He ahí el objeto de esta
tercera parte de nuestra TEOLOGÍA DE LA PERFECCIÓN CRIS-
TIANA.
El enfoque de esta parte, de amplitud vastísima, es muy
vario entre los autores. Algunos dividen la materia a base de
las tres vías tradicionales: purgativa, iluminativa y unitiva, y
en torno a ellas van describiendo el estado y principales carac-
terísticas de las almas a medida que las van atravesando I.
Otros consideran estos tres períodos primero en la ascética y
después en la mística, haciendo de cada una de ellas un cami-
no distinto, que conduce igualmente—dicen—a la cumbre de
la perfección 2 . Otros describen todo el proceso de la vida es-
piritual en torno a la vida de oración 3 . Otros, finalmente,
prescinden más o menos del orden cronológico en que pueden
producirse los fenómenos, para agrupar en secciones homogé-
neas los principales medios de santificación 4 .
Todos estos procedimientos—si prescindimos del segundo,
que nos parece del todo inadmisible—tienen sus ventajas e
inconvenientes. La ventaja principal de los que siguen el pro-
ceso de las tres vías tradicionales es que se acercan más a los
hechos, tal como suelen producirse en la realidad. Pero tiene
el serio inconveniente de aislar demasiado esos tres aspectos
de la vida espiritual, que en la práctica nunca forman depar-
tamentos estancos e irreductibles, sino que se compenetran y
complementan de tal suerte que en cualquier momento o
etapa de la vida espiritual se encuentran aspectos de purifica-
I Por ejemplo, SAUDREAU en Los grados de la vida espiritual y TANQUEREY en su Teolo-
gía ascética y mística.
z El P. CRISÓGONO en su Compendio de Ascética y Mística. El P. NAVAL. habla de las
tres vías Cínicamente en la parte ascética, y ya no vuelven a aparecer en la mística (cf. Curso
de Ascética y Mística). It
3 Así el P. ARINTERO en sus Grados de oración.
4 Así lo hacen, aunque con distintos métodos y orientaciones, el P. GARRIGOU-LAGRANGE
en Perfection et contemplation y en Las tres edades de la vida espiritual; el P. DE GUIRERT en
Theologia spiritualis ascetica et mystica, y el P. SCHRIJVERS en Los principios de la vida espi-
ritual.
ción, iluminación y unión. De ahí las repeticiones inevitables
y toques continuos de atención sobre puntos ya tratados a que Idea general del desarrollo de la vida cristiana
se ven obligados esos autores. 190. Cada alma—lo acabamos de recordar—sigue su pro-
Los que hacen girar todo el proceso de la vida espiritual en pio camino hacia la santidad bajo la dirección e impulso su-
torno a los grados de oración se apoyan en la experiencia—que premo del Espíritu Santo. No hay dos fisonomías enteramente
así lo confirma—y en un texto de San Pío X en el que expre- iguales en el cuerpo ni en el alma. Con todo, los maestros de la
samente se declara que hay una relación íntima entre los gra- vida espiritual han intentado diversas clasificaciones atendien-
dos progresivos de oración que señala Santa Treesa y el cre- do a las disposiciones predominantes de las almas, que no de-
cimiento en toda la vida espiritual 5 . Pero tiene el inconve- jan de tener su utilidad al menos como punto de referencia
niente de dejar sin resolver muchos problemas concomitantes para precisar el grado aproximado de vida espiritual en que se
que van surgiendo a derecha e izquierda o de perder de vista encuentra una determinada alma. Este conocimiento tiene mu-
los grados de oración si se quieren llenar esas lagunas. cha importancia en la práctica, ya que la dirección que hay que
Los que prefieren agrupar los asuntos por secciones ho- dar a un alma que camina por los primeros grados de la vida
mogéneas proceden con mucha claridad y evitan enojosas re- espiritual es muy distinta de la que conviene a almas más
peticiones. Pero se ven precisados a estudiar por separado co- adelantadas y perfectas.
sas que en la vida real van íntimamente unidas. Tres son, nos parece, las principales clasificaciones que se
En resumen: que no hay ni nos parece que pueda haber un método han propuesto a todo lo largo de la historia de la espiritualidad
que reúna todas las ventajas y evite todos los inconvenientes. La vida es- cristiana: la clásica de las tres vías: purgativa, iluminativa y
piritual es muy misteriosa y compleja, y ofrece en su desarrollo tan variados
matices al combinarse la acción divina con la especial psicología de una
unitiva; la del Doctor Angélico, a base de los tres grados de
determinada alma, que es empresa poco menos que imposible tratar de principiantes, aprovechados y perfectos 6 , y la de Santa Teresa
reducirla a esquemas y categorías humanas. El Espíritu Santo sopla donde de Jesús en su genial Castillo interior o libro de las Moradas.
quiere (Io 3,8) y lleva a cada alma por caminos muy distintos hasta la,r um- Reuniendo en una sola estas tres clasificaciones, nos parece
bre de la perfección. En realidad puede decirse que cada alma tiene su
propio camino, que nunca se repite del todo en ningún caso.
que se puede proponer el siguiente cuadro esquemático de
De todas formas, algún método hay que seguir para proceder con cierto toda la vida cristiana 7 :
orden y sobre todo con la máxima claridad posible en estas intrincadas
cuestiones. Por eso, aun reconociendo sus inconvenientes y lamentando En la ronda del castillo 8
tener que incurrir en ellos por ser absolutamente inevitables, vamos a
seguir el procedimiento de estudiar los asuntos por secciones homogéneas.
Teniendo en cuenta la índole de nuestra obra y su finalidad pedagógica, a) Ausencia total de vida cristiana
nos parece que este procedimiento es el más adecuado para poner orden
y claridad en estas difíciles materias. 191. Son las almas de los pecadores endurecidos, que vi-
ven habitualmente en pecado, sin preocuparse de salir de él.
He aquí nuestro plan: después de una ojeada rápida y es- La mayoría de ellos pecan por ignorancia o fragilidad, pero no
quemática a todo el proceso de la vida espiritual, dividiremos faltan quienes se entregan al pecado por fría indiferencia y has-
esta tercera parte de nuestra obra en tres grandes libros: ta por obstinada y satánica malicia. En algunos casos, ausencia
r .° Aspecto negativo de la vida cristiana. total de remordimientos y voluntaria supresión de toda ora-
2.° Aspecto positivo. ción o recurso a Dios.
3.° La perfección cristiana en los diversos estados de vida.
6 Cf. II-II,24,9.
5 He aquí las palabras de SAN Pío X: «Docet enim (S. Theresia): gradus orationis quot 7 Nos inspiramos principalmente en Santo Tomás de Aquino, en Santa Teresa de Jesús,
numerantur, veluti totidem superiores in christiana perfectione ascensus esse. (en carta al Ge- en la excelente obra de SAUDREAU Los grados de la vida espiritual y en el esquema de Dota
neral de los Carmelitas Descalzos del 7 de marzo de 1914; véase en DE GUIBERT, Documenta CHAUTARD en su célebre obrita El alma de todo apostolado p.4 § f.
8 Alude a un conocido texto de Santa Teresa en su Castillo interior: «Hay muchas almas
Ecclesiastica christianae perfectionis studium spectantia n.636).
que se están en la ronda del castillo..., que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué
hay en aquel tan precioso lugar...• (Moradas primeras r,5).
Pecado venial.—A veces, plenamente deliberado. Lucha dé-
b) Barniz cristiano
bil, arrepentimiento superficial, recaídas constantes en la mur-
Pecado mortal.--Considerado como de poca importancia o muración, etc.
fácilmente perdonable, se ponen imprudentemente en toda Prácticas de piedad.—Frecuencia de sacramentos (primeros
clase de ocasiones peligrosas y sucumben a cualquier tentación viernes, fiestas principales, etc.). A veces, misa diaria, pero con
con la mayor facilidad. poca preparación. Rosario familiar, omitido con facilidad.
Prácticas de piedad.—Misa dominical, omitida frecuente- Oración.—Por lo general, oraciones vocales. A veces, algún
mente con pretextos fútiles; confesión anual—omitida a veces— rato de meditación, pero con poca fidelidad y muchas distrac-
hecha rutinariamente, sin espíritu interior, sin ánimo de salir ciones voluntarias.
definitivamente del pecado. A veces, algunas oraciones voca-
les sin atención, sin verdadera piedad y pidiendo siempre cosas 3. Las almas piadosas (terceras moradas)
temporales: salud, riquezas, bienestar...
Pecado mortal.—Rarísima vez. Vivo arrepentimiento, con-
fesión inmediata, precauciones para evitar las recaídas.
Vía purgativa: caridad incipiente
Pecado venial.—Sinceramente combatido. Examen particu-
192. Cuando el alma comienza a desear con toda sinceridad vivir cris- lar, pero con poca constancia y escaso fruto.
tianamente, entra en la vía purgativa o primer grado de caridad. Sus dis-
posiciones fundamentales las describe Santo Tomás con las siguientes pala- Prácticas de piedad.—Misa y comunión diarias, pero con
bras: tEn el primer grado, la preocupación fundamental del hombre es la cierto espíritu de rutina. Confesión semanal, con escasa en-
de apartarse del pecado y resistir a sus concupiscencias, que se mueven en mienda de los defectos. Rosario en familia. Visita al Santísimo.
contra de la caridad. Y esto pertenece a los incipientes, en los que la caridad Vía crucis semanal, etc.
ha de ser alimentada y fomentada para que no se corrompa» 9.
Veamos ahora los grados en que puede subdividirse. Oración.—Meditación diaria, pero sin gran empeño en ha-
cerla bien. Muchas distracciones. Omisión fácil, sobre todo
1. Las almas creyentes (primeras moradas de Santa Teresa) cuando surgen sequedades u ocupaciones, que se hubieran po-
Pecado mortal.—Débilmente combatido, pero sincero arre-
dido evitar sin faltar a los deberes del propio estado. Con fre-
cuencia, oración afectiva, que tiende a simplificarse cada vez
pentimiento y verdaderas confesiones. Con frecuencia, ocasio-
más. Comienza la noche del sentido, como tránsito a la vía ilu-
nes peligrosas voluntariamente buscadas. minativa.
Pecado venial.—Ningún esfuerzo para evitarlo. Se le con-
cede muy poca importancia.
Vía iluminativa: caridad proficiente
Prácticas de piedad.—Las preceptuadas por la Iglesia. Al-
gunas omisiones. A veces, algunas prácticas de supererogación. 193. Cuando el alma se ha decidido a emprender una vida sólidamen-
Oración.—Puramente vocal, pocas veces y con muchas dis- te piadosa y adelantar en el camino de la virtud, ha entrado en la vía ilu-
minativa. Su principal preocupación, según Santo Tomás, es crecer y ade-
tracciones. Peticiones humanas, de intereses temporales, rara lantar en la vida cristiana, aumentando y corroborando la caridad 10 .
vez de tipo espiritual. He aquí los grados en que se subdivide.
2. Las almas buenas (segundas moradas) 4. Las almas fervientes (cuartas moradas)
Pecado mortal.—Sinceramente combatido. A veces, sin e - Pecado mortal.—Nunca. A lo sumo, algunas sorpresas vio-
bargo, ocasiones peligrosas, seguidas de alguna caída. Sincero lentas e imprevistas. En estos casos, pecado mortal dudoso, se-
arrepentimiento y pronta confesión. guido de un vivísimo arrepentimiento, confesión inmediata y
9 He aquí el texto latino: «Diversi gradus caritatis distinguuntur secundum diversa
penitencias reparadoras.
studia ad quae homo perducitur per caritatis augmentum. Nam primo quidem incumbit
homini studium principale ad recedendum a peccato et resistendum concupiscentiis eius, ro «Secundum autem studium succedit, ut horno princ ipaliter intendat ad hoc quod in
quae in contrarium caritatis movent. Et hoc pertinet ad incipientes, in quibus caritas est nu- bono proficiat. Et hoc studium pertinet ad proficientes, qui ad hoc principaliter intendunt ut
triendo vel fovenda ne corrumpatura (II-I1,24,9). in eis caritas per augrnentum roboretun, (II-00,24,9).
Pecado venial.—Seria vigilancia para evitarlo. Rara vez de-
liberado. Examen particular dirigido seriamente a combatirlo. 6. Las almas heroicas (sextas moradas)
Imperfecciones.—E1 alma evita examinarse demasiado sobre Imperfecciones.—Deliberadas, nunca. A veces, impulsos se-
esto para no verse obligada a combatirlas. Ama la abnegación miadvertidos, pero rápidamente rechazados.
y la renuncia de sí mismo, pero hasta cierto punto y sin gran- Prácticas de piedad.—Cumplen con fidelidad exquisita todas
des esfuerzos. las que lleva consigo su estado y condición de vida, pero no se
Prácticas de piedad.—Misa y comunión diarias con fervorosa preocupan sino de unirse cada vez más íntimamente con Dios.
preparación y acción de gracias. Confesión semanal diligente- Desprecio de sí mismo hasta el olvido; sed de sufrimientos y
mente , practicada. Dirección espiritual encaminada a adelantar tribulaciones («o padecer o morir»): penitencias durísimas y
en la virtud. Tierna devoción a María. ansias de total inmolación por la conversión de los pecadores.
Oración.—Fidelidad a ella a pesar de las arideces y sequeda- Ofrecimiento como víctimas.
des de la noche del sentido. Oración de simple mirada, como Oración.—Dones sobrenaturales de contemplación casi ha-
transición a las oraciones contemplativas. En momentos de bitual. Oración de unión muy perfecta, con frecuencia extática.
particular intensidad, oración de recogimiento infuso y de quietud. Purificaciones pasivas, noche del espíritu. Desposorio espiritual.
Fenómenos concomitantes y gracias gratis dadas.
5. Las almas relativamente perfectas (quintas moradas)
7. Los grandes santos (séptimas moradas)
Pecado venial.—Deliberadamente, nunca. Alguna vez por
sorpresa o con poca advertencia. Vivamente llorado y seria- Imperfecciones.—Apenas aparentes.
mente reparado. Prácticas de piedad.—En realidad se reducen al ejercicio del
Imperfecciones.—Reprobadas seriamente, combatidas de co- amor: «Que :'a sólo en amar es mi ejercicio» (San Juan de la
razón para agradar a Dios. Alguna vez deliberadas, pero rápi- Cruz). Su amor es de una intensidad increíble, pero tranquilo
damente deploradas. Actos frecuentes de abnegación y de re- y sosegado; no chisporrotea ya la llama, porque se ha converti-
nuncia. Examen particular encaminado al perfeccionamiento do en brasa. Paz y serenidad inalterables, humildad profundí-
de una determinada virtud. sima, unidad de miras y simplicidad de intención: «Sólo mora
Prácticas de piedad.—Cada vez más simples y menos nume- en este monte la honra y gloria de Dios» (San Juan de la Cruz).
rosas, pero practicadas con ardiente amor. La caridad va te- Oración.—Visión intelectual—»por cierta manera de repre-
niendo una influencia cada vez más intensa y actual en todo lo sentación de la verdad» (Santa Teresa)—de la Santísima Trini-
que hace. Amor a la soledad, espíritu de desasimiento, ansias dad en el alma. Unión transformante. Matrimonio espiritual.
de amor a Dios, deseo del cielo, amor a la cruz, celo desintere- A veces, confirmación en gracia.
sado, hambre y sed de la comunión. ***
Oración.—Vid a habitual de oración, que viene a constituir
como la respiración del alma. Oración contemplativa de unión. 195 El P. Garrigou-Lagrange 12 propone el siguiente es-
Con frecuencia, purificaciones pasivas y epifenómenos místicos. quema del desarrollo de la vida espiritual a base de los tres
grados fundamentales de principiantes, proficientes y perfectos :
Vía unitiva: caridad perfecta
194. Cuando la vida de oración constituye como el fondo y la respi-\ Principiantes
ración habitual de un alma, aun en medio de sus ocupaciones y deberes del (Vía purgativa, vida ascética)
propio estado, que cumple fidelísimamente; cuando la íntima unión con Dios
y el llegar a la cumbre de la perfección cristiana constituye la ilusión supre- Virtudes iniciales. Primer grado de la caridad, templanza,
ma de su vida, ha entrado en la vía unitiva. Su preocupación fundamental, castidad, paciencia; primer grado de humildad.
según Santo Tomás de Aquino, es unirse a Dios y gozar de El 11, Dones del Espíritu Santo. Más bien latentes. Inspiraciones
He aquí los dos principales grados que la constituyen:
a raros intervalos. Poca atención aún a aprovecharse, poca do-
I I «Tertium autem studiura est ut horno ad hoc principaliter intendat ut Deo inhaereat
et eo fruatur. Et hoc pertinet ad perfectos, qui cupiunt dissolvi et esse cura Christo (II-II,24,9). 1 2 Cf. Pcrfectior et contemplation p.V1II.
cilidad. El alma tiene conciencia, sobre todo, de su propia ac- Tal es, en sus líneas fundamentales, el camino que suelen
tividad. recorrer las almas en su ascensión a la santidad. Dentro de él
Purificación activa del sentido y del espíritu, o sea, morti- caben infinidad de matices— no hay dos almas que se parezcan
ficaciones externas e internas. enteramente—, pero el director experto que se fije cuidadosa-
Oración adquirida: oración vocal, oración discursiva, oración mente en las características generales que acabamos de descri-
afectiva, que se simplifica cada vez más, llamada oración adqui- bir podrá averiguar con mucha aproximación el grado de vida
rida de recogimiento. espiritual alcanzado por una determinada alma.
Moradas de Santa Teresa. Primeras y segundas. Vamos a examinar ahora con todo detalle los dos aspectos
fundamentales de la vida cristiana: el negativo, o sea, lo que
hay que evitar o combatir, y el positivo, o sea, lo que hay que
Proficientes practicar o fomentar. Ya hemos dicho que ambos aspectos van
(Vía iluminativa, umbral de la vida mística)
juntos en la práctica y resultan de hecho inseparables; pero por
Virtudes sólidas. Segundo grado de la caridad, obediencia, necesidades pedagógicas y en aras, sobre todo, de la claridad
humildad más profunda; espíritu de consejo. y precisión, vamos a examinarlos por separado en los dos libros
Dones del Espíritu Santo. Comienzan a manifestarse, sobre que constituyen esta tercera parte de nuestra TEOLOGÍA DE
todo, los tres dones inferiores de temor, ciencia y piedad. El LA PERFECCIÓN.
alma, más dócil, aprovecha más las inspiraciones e iluminacio-
nes internas.
Purificación pasiva del sentido, bajo el influjo especialmente
de los dones de temor y de ciencia. Pruebas concomitantes.
Oración infusa inicial. Actos aislados de contemplación in-
fusa en el curso de la oración adquirida de recogimiento. Des-
pués, oración de recogimiento sobrenatural y de quietud. In-
fluencia manifiesta del don de piedad.
Moradas de Santa Teresa. Terceras y cuartas.
Perfectos
(Vía unitiva, vida mística)
196. El aspecto negativo de la vida cristiana consiste en 198. El pecado es el «enemigo número una> de nuestra
luchar y desembarazarse de todo cuanto pueda constituir un es- santificación y en realidad el enemigo único, ya que todos los
torbo en el camino de nuestra santificación. Hay que recoger demás en tanto lo son en cuanto provienen del pecado o con-
también en él las pruebas de Dios o purificaciones pasivas ducen a él.
(noches del sentido y del espíritu), que tienen por objeto com- El pecado, como es sabido, es «una transgresión voluntaria
pletar la purificación del alma que ella por sí sola no podría de la ley de Dios». Supone siempre tres elementos esenciales:
conseguir del todo. materia prohibida (o al menos estimada como tal), advertencia
Teniendo en cuenta estos principios, vamos a dividir este por parte del entendimiento y consentimiento o aceptación por
primer libro en seis capítulos, subdivididos cada uno de ellos parte de la voluntad. Si la materia es grave y la advertencia y
en sus artículos correspondientes. He aquí en esquema el el consentimiento son plenos, se comete un pecado mortal; si
camino que vamos a recorrer: la materia es leve o la advertencia y el consentimiento han sido
CAPÍTULO I.—Lucha contra el pecado (mortal y venial) y contra las im- imperfectos, el pecado es venial. Dentro de cada una de estas
perfecciones. dos categoría hay infini41-1 de grados.
CAPÍTULO II.—Lucha contra el mundo. El estudio detallado de todo esto corresponde a la Teología moral. Aquí
Tentaciones. vamos a recoger únicamente lo que se relaciona más de cerca con la em-
CAPÍTULO III.—Lucha contra el demonio Obsesión. presa de nuestra propia santificación. Examinaremos principalmente la ma-
Posesión. nera de combatir el pecado mortal, el venial y las imperfecciones voluntarias.
CAPÍTULO IV.—Lucha contra la propia carne.
ARTICULO r
CAPÍTULO V.—Purificación activa de las potencias:
EL PECADO MORTAL
I.—De los sentidos f Externos.
Internos.
II.—De las pasiones. 199. 1. Los pecadores.—Son legión, por desgracia, los
hombres que viven habitualmente en pecado mortal. Absorbi-
III.—De las potencias del alma f Entendimiento. dos casi por entero por las preocupaciones de la vida, metidos
Voluntad.
en los negocios profesionales, devorados por una sed insaciable
CAPÍTUI VI.—Las purificaciones pasivas [Noche del sentido. de placeres y diversiones y sumidos en una ignorancia religiosa
Noche del espíritu. que llega muchas veces a extremos increíbles, no se plantean
siquiera el problema del más allá. Algunos, sobre todo si han
recibido en su infancia cierta educación cristiana y conservan
todavía algún resto de fe, suelen reaccionar ante la muerte
5r xixna y reciben con dudosas disposiciones los últimos sa-
cramentos antes de comparecer ante Dios; pero otros muchos
descienden al sepulcro tranquilamente, sin plantearse otro pro-
blema ni dolerse de otro mal que el de tener que abandonar
para siempre este mundo, en el que tienen hondamente arrai-
gado el corazón.
Estos desgraciados son «almas tullidas—dice Santa Teresa-- b) 1,Os PECADOS DE FRAGILIDAD.—Son legión las personas suficiente-
mente instruidas en religión para que no se puedan achacar sus desórdenes
que, si no viene el mismo Señor a mandarlas se levanten, corno a simple ignorancia o desconocimiento de sus deberes. Con todo, no pecan
al que hacía treinta años que estaba en la piscina, tienen harta tampoco por maldad calculada y fría. Son débiles, de muy poca energía y
mala ventura y gran peligro» I. fuerza de voluntad, fuertemente inclinados a los placeres sensuales, irrefle-
En gran peligro están—en efecto—de eterna condenación. xivos y atolondrados, llenos de flojedad y cobardía. Lamentan sus caídas,
admiran a los buenos, «quisieran» ser uno de ellos, pero les falta el coraje y
Si la muerte les sorprende en ese estado, su suerte será espan- la energía para serlo en realidad. Estas disposiciones no les excusan del pe-
tosa para toda la eternidad. El pecado mortal habitual tiene cado; al contrario, son más culpables que los del capítulo anterior, puesto
ennegrecidas sus almas de tal manera, que «no hay tinieblas que pecan con mayor conocimiento de causa. Pero en el fondo son más dé-
más tenebrosas ni cosa tan oscura y negra que no lo esté mu- biles que malos. El encargado de velar por ellos ha de preocuparse, ante
todo, de robustecerlos en sus buenos propósitos, llevándolos a la frecuencia
cho más» 2 . Afirma Santa Teresa que, si entendiesen los peca- de sacramentos, a la reflexión, huida de las ocasiones, etc., para sacarlos defi-
dores cómo queda un alma cuando peca mortalmente, «no se- nitivamente de su triste situación y orientarlos por los caminos del bien.
ría posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores traba- e) Los PECADOS DE FRIALDAD E INDIFERENCIA.—Hay otra tercera cate-
jos que se pueden pensar por huir de las ocasiones» 3 . goría de pecadores habituales que no pecan por ignorancia, como los del
Sin embargo, no todos los que viven habitualmente en pe- primer grupo, ni les duele ni apena su conducta, como a los del segundo.
cado han contraído la misma responsabilidad ante Dios. Po- Pecan a sabiendas de que pecan, no precisamente porque quieran el mal
ciemos distinguir cuatro clases de pecados, que señalan otras por el malo sea, en cuanto ofensa de Dios—, sino porque no quieren re-
nunciar a sus placeres y no les preocupa ni poco ni mucho que su conducta
tantas categorías de pecadores, de menor a mayor. pueda ser pecaminosa delante de Dios. Pecan con frialdad, con indiferencia,
sin remordimientos de conciencia o acallando los débiles restos de la misma
a) Los PECADOS DE IGNORANCIA. —No nos referimos a una ignorancia para continuar sin molestias su vida de pecado.
total e invencible—que eximiría enteramente del pecado—, sino al resultado
La conversión de estos tales se hace muy difícil. La continua infidelidad
de una educación antirreligiosa o del todo indiferente, junto con una inteli-
a las inspiraciones de la gracia, la fría indiferencia con que se encogen de
gencia de muy cortos alcances y un ambiente hostil o alejado de toda in-
hombros ante los postulados de la razón y de la más elemental moralidad, el
fluencia religiosa. Los que viven en tales situaciones suelen tener, no obs-
desprecio sistemático de los buenos consejos que acaso reciben de los que
tante, algún conocimiento de la malicia del pecado. Se dan perfecta cuenta
les quieren bien, etc., etc., van endureciendo su corazón y encalleciendo su
de que ciertas acciones que cometen con facilidad no son rectas moral-
alma, y sería menester un verdadero milagro de la gracia para volverlos
mente. Acaso sienten, de vez en cuando, las punzadas del remordimiento.
al buen camino. Si la muerte les sorprende en ese estado, su suerte eterna
Tienen, por lo mismo, suficiente capacidad para cometer a sabiendas un será deplorable.
verdadero pecado mortal que los aparte del camino de su salvación.
El medio quizá más eficaz para volverlos a Dios sería conseguir de ellos
Pero al lado de todo esto es preciso reconocer que su responsabilidad que practiquen una tanda de ejercicios espirituales internos o los admirables
está muy atenuada delante de Dios. Si han conservado el horror a lo que les cursillos de cristiandad con un grupo de personas afines (de la misma pro-
parecía más injusto o pecaminoso; si el fondo de su corazón, a pesar de las
fesión, situación social, etc.). Aunque parezca extraño, no es raro entre esta
flaquezas exteriores, se ha mantenido recto en lo fundamental; si han prac-
clase de hombres la aceptación «para ver qué es esos de una de esas tandas
ticado, siquiera sea rudimentariamente, alguna devoción a la Virgen apren-
de ejercicios o cursillos, sobre todo si se lo propone con habilidad y cariño al-
dida en los días de su infancia; si se han abstenido de atacar a la religión
gún amigo íntimo. Allí les espera—con frecuencia—la gracia tumbativa de
y sus ministros, y sobre todo, si a la hora de la muerte aciertan a levantar
Dios. A veces se producen conversiones ruidosas, cambios radicales de con-
el corazón a Dios llenos de arrepentimiento y confianza en su misericordia,
ducta, comienzo de una vida de piedad y de fervor en los que antes vivían
no cabe duda que serán juzgados con particular benignidad en el tribunal
completamente olvidados de Dios. El sacerdote que haya tenido la dicha de
divino. Si Cristo nos advirtió que se le pedirá mucho a quien mucho se le
ser el instrumento de las divinas misericordias deberá velar sobre su con-
dio (Lc 12,48), es justo pensar que poco se le pedirá a quien poco recibió. vertido y asegurar, mediante una sabia y oportuna dirección espiritual, el
Estos tales suelen volverse a Dios con relativa facilidad si se les presenta
fruto definitivo y permanente de aquel retorno maravilloso a Dios. Algo pa-
ocasión oportuna para ello. Como su vida descuidada no proviene de ver-
recido a esto suele ocurrir en los admirables «cursillos de cristiandad».
dadera maldad, sino de una ignorancia profundísima, cualquier situación
que impresione fuertemente su alma y les haga entrar dentro de sí puede d) Los PECADOS DE OBSTINACIÓN Y DE MALICIA. —Hay, finalmente, otra
ser suficiente para volverlos a Dios. La muerte de un familiar, unos sermo- cuarta categoría de pecadores, la más culpable y horrible de todas. Ya no
nes misionales, el ingreso en un ambiente religioso, etc., bastan de ordi- pecan pbr ignorancia, debilidad o indiferencia, sino por refinada malicia y
nario para llevarles al buen camino. De todas formas, suelen continuar toda satánicatinación. Su pecado más habitual es la blasfemia, pronunciada
su vida tibios e ignorantes, y el sacerdote encargado de velar por ellos de- precisamente por odio contra Dios. Acaso empezaron siendo buenos cris-
berá volver una y otra vez a la carga para completar su formación y evitar tianos, pero fueron resbalando poco a poco; sus malas pasiones, cada vez
al menos que vuelvan a su primitivo estado. más satisfechas, adquirieron proporciones gigantescas, y llegó un momento
1 Moradas primeras 1,8. 3 Ibíci., II,2. en que se consideraron definitivamente fracasados. Ya en brazos de la deses-
2 Ibíd., II,,. peración vino poco después, como una consecuencia inevitable, la defección
y apostasía. Rotas las últimas barreras que les detenían al borde del precipi- 200. 2. El horror al pecado mortal.—Para
cio, se lanzan, por una especie de venganza contra Dios y su propia concien- lograrlo,
cia, a toda clase de crímenes y desórdenes. Atacan fieramente a la religión nada mejor, después de la oración, que la consideracióri de su
—de la que acaso habían sido sus ministros—, combaten a la Iglesia, odian gravedad y de sus terribles consecuencias. EscuchennoB en
a los buenos, ingresan en las sectas anticatólicas, propagando sus doctrinas primer lugar a Santa Teresa de Jesús:
malsanas con celo y ardor inextinguible, y, desesperados por los gritos de
su conciencia—que chilla a pesar de todo—, se hunden más y más en el «No hay tinieblas más tenebrosas, ni cosa tan obscura y negras que no
pecado. Es el caso de Juliano el Apóstata, Voltaire y tantos otros menos co- lo esté mucho más (habla del alma en pecado mortal)... Ningun- cosa le
nocidos, pero no menos culpables, que han pasado su vida pecando contra aprovecha, y de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere, estando
la luz con obstinación satánica, con odio refinado a Dios y a todo lo santo. así en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria...
Diríase que son como una encarnación del mismo Satanás. Uno de estos una persona (habla de sí misma) a quien quiso Nuestro Señor most ^Yo sé de
desgraciados llegó a decir en cierta ocasión: «Yo no creo en la existencia quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persor irar cómo
la que
del infierno; pero si lo hay y voy a él, al menos me daré el gustazo de no parece, si lo entendiesen, no sería posible ninguno pecar, aunque s(, pusiese le
inclinarme nunca delante de Dios» Y otro, previendo que quizá a la hora de la a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones ¡Oh
muerte le vendría del cielo la gracia del arrepentimiento, se cerró volunta- almas redimidas por la sangre de Jesucristo! ¡Entendeos y habed lai s
riamente a cal y canto la posibilidad de la vuelta a Dios, diciendo a sus vosotras! ¿Cómo es posible que entendiendo esto no procuráis a t tima de
amigos y familiares: «Si a la hora de la muerte pido un sacerdote para con- litar esta
pez de este cristal? Mirad que, si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar
fesarme, no me lo traigáis; es que estaré delirando». de esta luz. ¡Oh Jesús! ¡Qué es ver a un alma apartada de ella! ¡
La conversión de uno de estos hombres satánicos exigiría un milagro Cuáles
quedan los pobres aposentos del castillo! ¡Qué turbados andan los sentidos,
de la gracia mayor que la resurrección de un muerto en el orden natural. que es la gente que vive en ellos! Y las potencias, que son los alcaides y ma-
Es inútil intentarla por vía de persuasión o de consejo; todo resbalará como yordomos y maestresalas, ¡con qué ceguedad, con qué mal g obi
el agua sobre el mármol o producirá efectos totalmente contraproducentes. fin, como a donde está plantado el árbol, que es el demonio, ¿cíerno! En
No hay otro camino que el estrictamente sobrenatural: la oración, el ayuno, zeé fruto
puede dar? Oí una vez a un hombre espiritual que no se espantaba de cosa
las lágrimas, el recurso incesante a la Virgen María, abogada y refugio de que hiciese uno que está en pecado mortal, sino de lo que no hacía. Dios
pecadores. Se necesita un verdadero milagro, y sólo Dios puede hacerlo. No por su misericordia nos libre de tan gran mal, que no hay cosa mientras
siempre lo hará a pesar de tantas súplicas y ruegos. Diríase que estos des- vivimos que merezca este nombre de mal, sino ésta, pues acarrea males
graciados han rebasado ya la medida de la paciencia de Dios y están destina- eternos para sin fin» 4 .
dos a ser, por toda la eternidad, testimonios vivientes de cuán inflexible y
rigurosa es la justicia divina cuando se descarga con plenitud sobre los que
han abusado definitivamente de su infinita misericordia. ADVERTENCIAS AL DIRECTOR ESPIRITUAL
Prescindamos de estos desgraciados, cuya conversión exi- He aquí un breve esquema de las ideas que deberá incul-
giría un verdadero milagro de la gracia, y volvamos nuestros carle a un alma el sacerdote encargado de sacarla del pecado
ojos otra vez a esa muchedumbre inmensa de los que pecan mortal habitual:
por fragilidad o por ignorancia; a esa gran masa de gente que
en el fondo tienen fe, practican algunas devociones superficia- I. a El pecado mortal debe ser un mal gravísimo cuando Dios lo castiga
les y piensan alguna vez en las cosas de su alma y de la eterni- tan terriblemente. Porque, teniendo en cuenta que es infinitamente
justo, y
dad, pero absorbidos por negocios y preocupaciones munda- por I. srlo no puede castigar a nadie más de lo que merece, y que es infinita-
mente misericordioso, y por serlo castiga siempre a los culpables irienos de
nas, llevan una vida casi puramente natural, levantándose y lo que merecen 5 , sabemos ciertamente que por un solo pecado mortal:
cayendo continuamente y permaneciendo a veces largas tem- a) Los ángeles rebeldes se convirtieron en horribles demo
nios para
poradas en estado de pecado mortal. Tales son la inmensa ma- toda la eternidad.
b) Arrojó del paraíso a nuestros primeros padres y sumergi(s a la hu
yoría de los cristianos de «programa mínimo» (misa domini- manidad en un mar de lágrimas, enfermedades, desolaciones y muertes.
cal, confesión anual, etc.), en los que está muy poco desarro- c) Mantendrá por toda la eternidad el fuego del infierno en Castigo de
llado el sentido cristiano, y se entregan a una vida sin horizon- los culpables a quienes la muerte sorprendió en pecado mortal. Es de fe.
tes sobrenaturales, en la que predominan los sentidos sobre la d) Jesucristo, el Hijo muy amado, en el que tenía el Padre puestas sus
razón y la fe y en la que se hallan muy expuestos a perderse. complacencias (Mt 17,5), cuando quiso salir fiador por el hombre culpable,
hubo de sufrir los terribles tormentos de su pasión, y, sobre todo, e kperimen-
¿Qué se podrá hacer para llevar estas pobres almas a una --
tar sobre sí mismo—en cuanto representante de la humanidad pecadora—
vida más cristiana, más en armonía con las exigencias del bau- la indignación de la divina justicia, hasta el punto de hacerle ex
clamar en
tismo y de sus intereses eternos?
4 Moradas primeras II,1.2.4 y 5.
Ante todo hay que inspirarles un gran horror al pecado 5 Citra condignum, dice Santo Tomás hablando incluso de los demonios y condenados
mortal. del infierno (cf. Suppl. 99,2 ad i).
medio de un incomprensible dolor: « ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has todos los males. Ante él palidecen y son como si no fueran todos cuantos
abandonado?» (NIt 27,46). males y desgracias de orden físico puedan caer sobre nosotros y aun sobre
2.a La razón de todo esto es porque el pecado, por razón de la injuria el universo entero. Ni la enfermedad ni la misma. muerte se le pueden com-
contra el Dios de infinita majestad y de la distancia infinita que de El nos parar. Y la ganancia de todas las riquezas del mundo y el dominio natural
separa, encierra una malicia en cierto modo infinita 6 . de la creación entera no podrían compensar la pérdida sobrenatural que
3.a El pecado mortal produce instantáneamente estos desastrosos efec- ocasiona en el alma un solo pecado venial.
tos en el alma que lo comete: Es preciso, pues, tener ideas claras sobre su naturaleza, clases, malicia
a) Pérdida de la gracia santificante, de las virtudes infusas y dones del y lamentables consecuencias, con el fin de concebir un gran horror hacia él
Espíritu Santo. Supresión del influjo vital de Cristo, como el sarmiento y poner en práctica todos los medios para evitarlo.
separado de la vid.
b) Pérdida de la presencia amorosa de la Santísima Trinidad en el alma. 201. I. Naturaleza del pecado venial.—Es una de las
c) Pérdida de todos los méritos adquiridos en toda la vida pasada. cuestiones más difíciles que se pueden plantear en teología.
d) Feísima mancha en el alma (macula animae), que la deja tenebrosa y Para nuestro propósito basta saber que, a diferencia del peca-
horrible.
e) Esclavitud de Satanás, aumento de las malas inclinaciones, remordi- do mortal, se trata de una simple desviación, no de una total
mientos de conciencia. aversión del último fin; es una enfermedad, no la muerte del
f) Reato de pena eterna. El pecado mortal es el infierno en potencia. alma 8 . El pecador que comete un pecado mortal es como el
Es, pues, como un derrumbamiento instantáneo de nuestra vida sobre- viajerb que, pretendiendo llegar a un punto determinado, se
natural, un verdadero suicidio del alma a la vida de la gracia.
Con estas ideas bien pensadas y asimiladas, y, sobre todo, con la ayuda pone de pronto completamente de espaldas a él y empieza a
de Dios, que debe implorar humildemente en la oración, el alma irá adqui- caminar en sentido contrario. El que comete un pecado ve-
riendo un horror cada vez más grande hacia el pecado mortal, hasta deci- nial, en cambio, se limita a hacer un rodeo o desviación del
dirse a romper definitivamente con él y quedar en disposición de morir recto camino, pero sin perder la orientación fundamental ha-
antes que volverlo a cometer.
cia el punto adonde se encamina.
* *
202. 2. División.—Se distinguen tres clases de pecados
Pero no basta simplemente esta decisión de la voluntad. El veniales:
alma es muy débil todavía, y es preciso que se fortalezca con a) Por su propio género, o sea los que por su misma natura-
el empleo de los medios negativos y positivos para adquirir las leza no envuelven sino un leve desorden o desviación (v.gr., una
fuerzas y energías que le faltan. Hay que aconsejarle que huya pequeña mentira sin perjuicio para nadie).
con grandísimo cuidado de toda clase de ocasiones peligrosas, b) Por parvedad de materia, o sea aquellos pecados que de
frecuente los sacramentos, haga examen diario de conciencia suyo están gravemente prohibidos, pero que poi la pequeñez de
para prevenir las sorpresas y evitar las caídas, tenga una tier- la materia no envuelven sino un ligero desorden (v.gr., el robo
na devoción a María, procure estar siempre provechosamente de una pequeña moneda).
ocupada (para combatir la ociosidad, madre de todos los vi- c) Pr la imperfección del acto, o sea cuando faltan la ple-
cios) y pida diariamente a Dios la gracia eficaz para no ofen- na advertencia o el pleno consentimiento en materias que con
derle. De todas estas cosas tratamos ampliamente en otros ellos serían de suyo graves (v.gr., pensamientos obscenos se-
lugares, y a ellos remitimos al lector que quiera más abundan- miadvertidos o semideliberados).
te información 7 . La simple multiplicación de los pecados veniales, de suyo no los hace
cambiar de especie. Mil pecados veniales no equivaldrían jamás a un solo
pecado mortal. Sin embargo, un pecado venial podría convertirse en mortal
ARTICULO 2 por varios capítulos:
a) Por conciencia errónea o también seriamente dudosa acerca de la ma-
EL PECADO VENIAL licia grave de una acción que se ejecuta temerariamente 9 .
b) Por su fin gravemente malo (como el que injuria levemente al pró-
Después del pecado mortal, nada hay que debamos evitar con más cui- jimo con el , fin de hacerle pronunciar una blasfemia).
dado que el pecado venial. Aunque sea mucho menos horroroso que el
mortal, está situado todavía en la línea del mal moral, que es el mayor de 8 1-11,72,5.
» Y así, v.gr., el que c reycra criúneame una acci, ■ n de :,ie.o li, ī t.i ce un pecado
6 (Peccatum contra Deum commisum quandam infinitatem babel ex infinitate divinae mortal, peca mortalmente si la comete. 1' lo mismo cl que duda seriamente si lo sera o no:
luaiestatis, dice expresamente Santo Tomás (IIl,t,z ad 2). es preciso que salga de la duda (v.gr., estudiando, preguntando a un sacerdote, etc.) antes
7 C f. nuestro índice alfabético de materias. de lanzarse temerariamente a la acción.
c) Por peligro próximo de caer en pecado mortal si comete el venial
fecta cuenta de que con ello se desagrada a Dios. Los primeros
(como el que se deja llevar un poco de la ira sabiendo que suele acabar inju- nunca los podremos evitar del todo 13 y Dios, que conoce ,
riando gravemente al prójimo). muy bien el barro de que estamos hechos, se apiada fácilmen-
d) Por escándalo grave que ocasionará verosímilmente (como un sacer- te de nosotros. Lo único que cabe hacer con relación a esas
dote que por simple curiosidad entrara en plena fiesta en una sala de baile
de mala fama).
faltas de pura fragilidad y flaqueza es tratar de disminuir su
e) Por desprecio formal de una ley que obliga levemente 10, número hasta donde sea posible y evitar el desaliento, que sería
f) Por acumulación de materia que puede llegar a ser grave; v.gr., el que fatal para el adelanto en la perfección y que supone siempre
comete varios hurtos pequeños hasta llegar a materia grave: en el último un fondo de amor propio más o menos disimulado. Escuche-
comete pecado mortal (y ya en el primero si tenía intención de llegar poco
a poco a la cantidad grave).
mos sobre este punto a San Francisco de Sales:
<Aunque es razón sentir disgusto y pesar de haber cometido algunas fal-
203. 3. Malicia del pecado venial.—Es cierto que hay tas, no ha de ser este disgusto agrio, enfadoso, picante y colérico; y así es
un abismo entre el pecado mortal y el venial. La Iglesia tiene gran defecto el de aquellos que, en viéndose encolerizados, se impacientan
condenada la siguiente proposición de Bayo: «No hay ningún de su impaciencia misma y se enfadan de su mismo enfado...
pecado por su propia naturaleza venial, sino que todo pecado Créeme, Filotea, que así como a un hijo le hacen más fuerza las recon-
venciones dulces y cordiales de su padre que no sus iras y enfados, así tam-
merece pena eterna» 1 1 . Con todo, el pecado venial constituye bién, si nosotros reprendemos a nuestro corazón cuando comete alguna
de suyo una verdadera ofensa contra Dios, una desobediencia vo- falta con suaves y pacíficas reconvenciones, usando más de compasión que
luntaria a sus leyes santísimas y una grandísima ingratitud a de enojo y animándole a la enmienda, conseguiremos que conciba un arrepen-
sus inmensos beneficios. Se nos pone delante, de un lado, la timiento mucho más profundo y penetrante que el que pudiera concebir
entre el resentimiento, la ira y la turbación...
voluntad de Dios y su gloria, y de otro, nuestros gustos y ca- Cuando cayere, pues, tu corazón, levántale suavemente, humillándote
prichos, y ¡preferimos voluntariamente estos. últimos! Es cier- mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin admi-
to que no los preferiríamos si supiéramos que nos iban a apar- rarte de tu caída; pues ¿qué extraño es que la enfermedad sea enferma, y
tar radicalmente de Dios (y en esto se distingue el pecado ve- la flaqueza flaca, y la miseria miserable? Pero, sin embargo, detesta de todo
corazón la ofensa que has hecho a Dios y, llena de ánimo y de confianza en
nial del mortal, que salta por encima de todo y se aparta por su misericordia, vuelve a emprender el ejercicio de aquella virtud que has
completo de Dios volviéndole la espalda); pero es indudable abandonado» 14 .
que la falta de respeto y de delicadeza para con Dios es de
suyo grandísima aun en el pecado venial. Con razón escribe Haciéndolo así, reaccionando prontamente contra esas fal-
Santa Teresa: tas de fragilidad con un arrepentimiento profundo, pero lleno
de mansedumbre, de humildad y confianza en la misericordia
<Pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él. del Señor, apenas dejan huella en el alma y no representan un
¡Cuánto más que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo
que nos está mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado y
obstáculo serio en el camino de nuestra santificación.
como quien dice: Señor, aunque os pese, haré esto; ya veo que lo veis y sé Pero cuando los pecados veniales se cometen fríamente, dán-
que no lo queréis y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito dose perfecta cuenta, con plena advertencia y deliberación, re-
que no vuestra voluntad. Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no presentan un obstáculo insuperable para el perfeccionamiento
me lo parece por leve que sea la culpa, sino mucho y muy mucho» 12.
del alma. Imposibi dar un paso firme en el camino de la san-
Tan grave es, en efecto, la malicia de un pecado venial en tidad. Esos pecados cometidos con tanta indelicadeza y desen-
cuanto ofensa de Dios, que no debería cometerse aunque con fado contristan al Espíritu Santo, como dice San Pablo (Eph 4,
él pudiéramos sacar todas las almas del purgatorio y aun ex- 3o), y paralizan por completo su actuación santificadora en el
tinguir para siempre las llamas del infierno. alma. Escuchemos al P. Lallemant:
Con todo, hay que distinguir entre los pecados veniales de «Uno se pasma al ver tantos religiosos que, después de haber vivido
pura fragilidad, cometidos por sorpresa o con poca advertencia cuarenta y cincuenta años en gracia, diciendo misa todos los días y practi-
y deliberación, y los que se cometen fríamente, dándose per- cando todos los santos ejercicios de la vida religiosa y, por consiguiente, po-
seyendo todos los dones del Espíritu Santo en un grado físico muy elevado
1» El desprecio se llama formal si recae sobre la autoridad misma, material si sobre otro
aspecto diverso, v.gr., sobre la cosa mandada, que parece de poca importancia, etc. En el
primer caso hay siempre un grave desorden si se hace con toda advertencia y deliberación 13 Se necesitaría para ello un privile:;io especial de Dios, como el que recibió la Santí-
contra la autoridad misma en cuanto tal. sima Virgen María. Está definido po`r, el concilio de Trento (cf. Denz. 833).
11 Cf. Denz. 1020. 14 Vida devota p.3." c.9 'De la maosedumbre con nosotros mininos».
1 2 Camino 41,3.
Teol. perfección 10
y correspondiente a esta suerte de perfección de la gracia que los teólogos
llaman gradual, o de acrecentamiento físico; uno se pasma, digo, al ver que debilitando poco a poco y perdiendo cada vez más energías. La virtud apare-
estos religiosos nada de los dones del Espíritu Santo dan a conocer en sus ce más difícil, la cuesta que conduce a la cima resulta cada vez más escar-
actos y en su conducta; al ver que su vida es completamente natural; que, pada, la experiencia de los pasados fracasos—de los que únicamente ella tiene
cuando se les reprende o se les disgusta, muestran su resentimiento; que ma- la culpa --descorazona al alma y, a poco que el mundo atraiga con sus se-
nifiestan tanta solicitud por las alabanzas, por la estima y el aplauso del ducciones y el demonio intensifique sus asaltos, lo echa todo a rodar y aban-
mundo, se deleitan en ello, aman y buscan sus comodidades y todo lo que dona el camino de la perfección y acaso se entrega sin resistencia al pecado.
halaga el amor propio. De donde:
No hay por qué pasmarse; los pecados veniales que cometen continua-
4.5 PREDISPONE PARA EL PECADO MORTAL. — Es afirmación clara del Es-
mente tienen como atados los dones del Espíritu Santo; no es maravilla que píritu Santo que «el que desprecia lo pequeño, poco a poco se precipitará»
no se vean en ellos los efectos. Es verdad que estos dones crecen juntamente
(Eccli 19,1). La experiencia confirma plenamente el oráculo divino. Rara
con la caridad habitualmente y en su ser físico, mas no actualmente y en la
vez se produce la caída vertical de un alma llena de vida y pujanza sobre-
perfección que responde al fervor de la caridad y que aumenta en nosotros
naturales, por violento que sea el ataque de sus enemigos. Casi siempre, las
el mérito, porque los pecados veniales, oponiéndose al fervor de la caridad,
caídas que dejan al alma maltrecha junto al polvo del camino se han ido pre-
impiden la operación de los dones del Espíritu Santo.
parando poco a poco. El alma ha ido cediendo terreno al enemigo, ha ido
Si estos religiosos procuraran la pureza del corazón, el fervor de la ca-
perdiendo fuerzas con sus imprudencias voluntarias en cosas que estimaba
ridad crecería en ellos más y más y los dones del Espíritu Santo brillarían
de poca monta, han ido disminuyéndose las luces e inspiraciones divinas,
en toda su conducta; pero jamás se les verá aparecer mucho, viviendo como
se han desmoronado poco a poco las defensas que guardaban la fortaleza
viven sin recogimiento, sin atención a su interior, dejándose llevar y arras-
de nuestra alma, y llega un momento en que el enemigo, con un furioso
trar de sus inclinaciones, no evitando sino los pecados más graves y descui-
asalto, se apodera de la plaza.
dando las cosas pequeñas» 15 .
Nos ayudará todavía a comprender la malicia del pecado En la otra vida.—El pecado venial tiene, además, una la-
venial deliberado la consideración de los lamentables efectos mentable repercusión en el purgatorio y en el cielo.
que trae consigo en esta vida y en la otra. I.° EN EL PURGATORIO. — La única razón de ser de las penas del purga-
torio es el castigo y la purificación del alma. Todo pecado, además de la
204. 4. Efectos del pecado venial deliberado 16.— culpa, lleva consigo un reato de pena, que hay que satisfacer en esta vida
En esta vida.--Cuatro son—en esta vida—las principales con- o en la otra. El reato de pena procedente de los pecados mortales ya perdo-
nados en cuanto a la culpa y el de los veniales perdonados o no en esta vida:
secuencias del pecado venial cometido con frecuencia y deli- he ahí el combustible que alimenta el fuego del purgatorio. «Todo se paga>,
beradamente: decía Napoleón en Santa Elena; y en ninguna cosa se cumple mejor esta sen-
tencia que en lo relativo al pecado. Dios no puede renunciar a su justicia, y
I. a Nos PRIVA DE MUCHAS GRACIAS ACTUALES que el Espíritu Santo tenía el alma tendrá que pagar hasta el último céntimo antes de ser admitida al
vinculadas a nuestra exactitud y fidelidad, destruidas por el pecado venial goce beatífico. Y las penas que en el purgatorio tendrá que sufrir por esas
voluntario. Esta privación determinará unas veces la caída en una tentación faltas que ahora tan ligeramente comete calificándolas de «bagatelas», de
que hubiéramos evitado con esa gracia actual de que hemos sido privados; «escrúpulos» y de peccata minuta exceden a las mayores que en este mundo
otras, la negación de un nuevo avance en la vida espiritual; siempre, una dis- se pueden sufrir. Lo dice expresamente Santo Tomás 17 , y sus razones que-
minución del grado de gloria eterna que hubiéramos podido alcanzar con dan plenamente confirmadas si tenemos en cuenta que las penas de esta vida,
la resistencia a aquella tentación o con aquel crecimiento espiritual. Sólo por terribles que sean, son e tipo puramente natural, mientras que las del
a la luz de la eternidad—cuando ya no haya remedio—nos daremos cuenta de purgatorio pertenecen al oren sobrenatural de la gracia y la gloria; hay un
que se trataba de un tesoro infinitamente superior al mundo entero. ¡Y lo abismo entre ambos órdenes,'y tiene que haberlo, por consiguiente, entre
perdimos alegremente por el antojo y capricho de cometer un pecado venial! las penas correspondientes.
2.a DISMINUYE EL FERVOR DE LA CARIDAD y la generosidad en el servi- 2.° EN EL CIELO. — Los aumentos de gracia santificante de que el alma
cio de Dios. Este fervor y generosidad supone un sincero deseo de la per- quedó privada en este vida por la substracción de tantas gracias actuales en
fección y un esfuerzo constante hacia ella, cosas del todo incompatibles con castigo de sus pecados veniales, tendrán una repercusión eterna. El alma
el pecado venial voluntario, que significa una renuncia al ideal de supera- tendrá en el cielo una gloria menor de la que hubiera podido alcanzar con
ción y una parada voluntaria en la lucha empeñada para ello. un poco más de cuidado y fidelidad a la gracia y, lo que es infinitamente más
3.5 AUMENTA LAS DIFICULTADES PARA EL EJERCICIO DE LA VIRTUD.—Es lamentable todavía, glorificará menos a Dios por toda la eternidad. El grado
una resultante de las dos consecuencias anteriores. Privados de muchas gra- de gloria propio y de glorificación divina está en relación directa con el grado
cias actuales que necesitaríamos para mantenernos en el camino del bien y .de gracia conseguido en esta vida. ¡Pérdida irreparable, que constituiría un
disminuido nuestro fervor y 2,enerosidacl en el servicio de Dios el alma se va
,
verdadero tormento para los bienaventurados si fueran capaces de sufrir!
17 sEn el purgatorio hay dos clases de penas: una de daño, que consiste en retardarles
15 P. LALI.eat&NT, L,/ dnctrinc spirituCe princiP.4 c.3 a.3.
le Cf. TvNQUEsEY, Teología ascética n.729 'ia hora de la divina visión; y otra de sentido, que consiste en el tormento del fuego corporal.
- 35• Y una y otra son tan grandes, que la más pequeña pena del purgcito,i, excede a la mayor de
este inundo* (Suppl. a la Suma, cuestión de purgatorio a.3).
205. 5. Medios de combatir el pecado venial. la distinción entre pecado venial e imperfección nos parece
—Anteod smentrconebiruganhor aciél.No muy clara.
daremos un solo paso firme y serio en el camino de nuestra Sin embargo, en la práctica, la imperfección plenamente
santificación hasta que lo consigamos plenamente. Para ello voluntaria trae consecuencias muy funestas en la vida espiri-
nos ayudará mucho considerar despacio las razones que aca- tual y es de suyo suficiente para impedir el vuelo de un alma
bamos de exponer sobre su malicia y fatales consecuencias. hacia la santidad. Escuchemos a San Juan de la Cruz, que es
Hemos de volver a la carga una y otra vez en la lucha contra acaso quien con más claridad y precisión ha hablado de las
el pecado venial, sin abandonarla un instante con el pretexto imperfecciones.
de «tomar aliento». En realidad, con esas paradillas y vacacio- Por de pronto, el Santo distingue muy bien entre pecado
nes en la vida de fervor y de vigilancia continua, quien «toma venial e imperfección; para él son dos cosas perfectamente dis-
aliento» es el pecado, azuzado por nuestra indolencia y cobar- tintas. He aquí sus palabras con todo su contexto:
día. Hay que ser muy fieles al examen de conciencia, general y <<Pero todos los demás apetitos voluntarios, ahora sean de pecado mortal,
particular; hemos de incrementar nuestro espíritu de sacrificio que son los más graves; ahora de pecado venial, que son menos graves; ahora
y de oración; hemos de guardar el recogimiento exterior e inte- sean solamente de imperfecciones, que son los menores, todos se han de vaciar
rior en la medida máxima que nos permitan las obligaciones y de todos ha el alma de carecer para venir a esta total unión por mínimos
que sean. Y la razón es porque el estado de esta divina unión consiste en
del propio estado; hemos de recordar, en fin, el ejemplo de los tener el alma, según la voluntad, con total transformación en la voluntad de
santos, que se hubieran dejado matar antes que cometer un Dios, de manera que no haya en ella cosa contraria a la voluntad de Dios,
solo pecado venial deliberado. Cuando logremos arraigar en sino que en todo y por todo su movimiento sea voluntad solamente de
nuestra alma esta disposición de un modo permanente y ha- Dios» 20 .
bitual; cuando estemos dispuestos, con prontitud y facilidad, El Santo acaba de apuntar la razón fundamental por la que
a practicar cualquier sacrificio que sea necesario para evitar un es preciso renunciar en absoluto a las imperfecciones volun-
pecado venial deliberado por mínimo que parezca, habremos tarias. Y a continuación expone con más amplitud su pensa-
llegado al segundo grado negativo de la piedad, que consiste en miento en la siguiente forma:
la fuga del pecado venial. No es empresa fácil. Si el primer
grado—fuga absoluta del pecado mortal—cuesta ya tantas lu- «Pues si esta alma quisiese alguna imperfección que no quiere Dios, no
estaría hecha una voluntad de Dios, pues el alma tenía voluntad de lo que
chas, ¿qué decir de la fuga absoluta del pecado venial? Pero no la tenía Dios, Luego claro está que para venir el alma a unirse con Dios
por difícil que sea, es perfectamente posible irse acercando a perfectamente pór, amor y voluntad ha de carecer primero de todo apetito
ese ideal con la lucha constante y la humilde oración hasta de voluntad por mínima que sea. Esto es, que advertidamente y conocida-
conseguirlo en la misma medida en que lo consiguieron los mente no consienta con la voluntad en imperfección y venga a tener poder
y libertad para poderlo hacer en advirtiendo» (Ibid., n.3).
santos 18 .
Como se ve, el Santo subraya con fuerza la voluntariedad
ARTICULO 3 de esas imperfecciones para distinguirlas de las de pura fra-
gilidad e inadvertencia, que es imposible evitar del todo. Siga-
LA IMPERFECCIÓN mos escuchándole:
206. El tercer grado de perfección, en el aspecto negativo «Y digo conocidta.mente porque sin advertirlo y conocerlo, o sin ser en
de la palabra, es la ausencia de imperfecciones voluntarias. su mano, bien caerá en imperfecciones y pecados veniales y en los apetitos
Aunque es cuestión vivamente discutida entre los teólogos, naturales que habernos dicho; porque'de estos tales pecados no tan volunta-
rios y subrepticios está escrito que el justo caerá siete veces en el día y se levan-
creemos que la imperfección, aun voluntaria, es distinta del tará (Prov 24,16). Mas los apetitos voluntarios, que son pecados veniales de
pecado venial 19 . Un acto en sí bueno no deja de estar en la advertencia, aunque sean de mínimas cosas, como he dicho, basta uno que
línea del bien aunque hubiera podido ser mejor. El pecado ve- no se venza para impedir» (Ibid., n.3).
nial, en cambio, está en la línea del mal, por mínimo que sea.
Hay un verdadero abismo entre ambas líneas. En teoría, pues, Claro que es preciso distinguir entre algún acto aislado,
aunque sea voluntario, y el hábito arraigado de voluntaria im-
1 $ Cf. TISSOT, La vida interior simplificada p.i.. 1.3 c.i.
19 Cf. n.159, donde explicamos las razones que tenemos para pensar así. 20 Subida I.I I.2.
perfección. Este último es el que impide la perfecta unión con Y ésta es la causa de que en la práctica se frustren tantas
Dios. Lo dice expresamente el Santo: santidades en potencia y escaseen tanto los verdaderos santos.
Son legión las almas que viven habitualmente en gracia de
«Digo no mortificando cl tal hábit o, porque algunos actos, a veces, de Dios, que jamás caen en pecados mortales y se esfuerzan in-
diferentes apetitos aún no hacen tanto cuando los hábitos están mortificados.
Aunque también éstos ha de venir a no los haber, porque también proceden
cluso en evitar los veniales. Y, sin embargo, se las ve paraliza-
de hábito de imperfección. Pero algunos hábitos de voluntarias imperfeccio- das en la vida espiritual; pasan los años y continúan igual o
nes en que nunca acaban de vencerse, éstos no solamente impiden la divina acaso con mayores imperfecciones cada vez. ¿Qué es lo que
unión, pero el ir adelante en la perfección» (Ibid., n.3). ocurre para explicar este fenómeno? Sencillamente, que no se
Y a continuación, por vía de ejemplo, señala algunas de han preocupado de desarraigar sus imperfecciones voluntarias;
estas imperfecciones voluntarias: no han tratado de quebrar «el hilo delgado» que las tiene suje-
tas a la tierra, y por eso no pueden levantar el vuelo hacia las
«Estas imperfecciones habituales son: como una común costumbre de alturas. ¡Con qué acento de compasión y de tristeza lo lamen-
hablar mucho, un asimientillo a alguna cosa que nunca acaba de querer
vencer, así como a persona, a vestido, a libro, celda, tal manera de comida
ta San Juan de la Cruz!:
y otras conversacioncillas y gustillos en querer gustar de las cosas, saber «Y así, es lástima ver algunas almas, como unas ricas naos cargadas de
y oír y otras semejantes» (Ibid., n.4). riquezas, y obras, y ejercicios espirituales, y virtudes, y mercedes que Dios
las hace, y por no tener ánimo para acabar con algún gustillo, o asimiento,
Y vuelve otra vez a la carga para ponderar los daños que o afición—que todo es uno—, nunca van adelante ni llegan al puerto de la
esos hábitos de imperfecciones voluntarias causan al alma, em- perfección, que no estaba en más que dar un buen vuelo y acabar de quebrar
pleando el bello símil del ave atada a un hilo que la impide le- aquel hilo de asimiento o quitar aquella pegada rémora del apetito.
vantar el vuelo: Harto es de dolerse que haya Dios hécholes quebrar otros cordeles más
gruesos de aficiones de pecados y vanidades, y por no desasirse de una niñe-
«Cualquiera de estas imperfecciones en que tenga el alma asimiento y ría que les dijo Dios que venciesen por amor de El, que no es más que un
hábito es tanto daño para poder crecer e ir adelante en la virtud, que, si hilo y que un pelo, dejen de ir a tanto bien. Y lo que peor es, que no solamente
cayese cada día en otras muchas imperfecciones y pecados veniales sueltos no van adelante, sino que por aquel asimiento vuelven atrás, perdiendo lo
que no proceden de ordinaria costumbre, de alguna mala propiedad ordina- que en tanto tiempo con tanto trabajo han caminado y ganado 23 ; porque
ria, no le impedirán tanto cuanto el tener el alma asimiento a alguna cosa. ya se sabe que en este camino el no ir adelante es volver atrás y el no ir ga-
Porque en tanto que le tuviere, excusado es que pueda ir el alma adelante nando es ir perdiendo. Que eso quiso Nuestro Señor darnos a entender
en perfección aunque la imperfección sea muy mínima. Porque eso me da cuando dijo: ««El que no es conmigo, es contra mí, y el que conmigo no
que una ave esté asida a un hilo delgado que a un grueso; porque, aunque sea allega, derrama» (Mt 12,3o). El que no tiene cuidado de remediar el vaso,
delgado, tan asida se estará a él como al grueso en tanto que no le quebrare por un peiqueño resquicio que tenga, basta para que se venga a derramar
para volar. Verdad es que el delgado es más fácil de quebrar; pero por fácil todo el licor ue está dentro. Porque el Eclesiástico nos lo enseñó bien di-
que es, si no le quiebra, no volará. Y así es el alma que tiene asimiento en 23 Estas palabras del santo Doctor necesitan explicación. Como es sabido, los méritos
alguna cosa, que, aunque más virtud tenga, no llegará a la libertad de la contraídos ante Dios nunca disminuyen por muchos pecados veniales que se cometan. Mien-
divina unión» (Ibid., n.4). tras no venga el pecado mortal a destruir totalmente la vida de la gracia, los méritos adqui-
ridos permanecen íntegros delante de Dios, lo mismo que el grado habitual de los hábitos
infusos. Lo dice expresamente Santo Tomás con relación a la caridad (cf. 11-1I,24,50: aUtruln
Esta magnífica doctrina del sublime místico fontivereño caritas possit diminui»). La razón es porque, como explica el Angélico Doctor, ala conser-
encuentra su mejor confirmación en la doctrina tomista del vación de una cosa cualquiera depende de su causa. Ahora bien: la causa de las virtudes
adquiridas son los actos humanos; de donde, si esos actos humanos cesan, las virtudes ad-
crecimiento de los hábitos. Según Santo Tomás 21, la caridad quiridas disminuyen y pueden, finalmente, desaparecer del todo. Pero esto no tiene lugar
con relación a la caridad, porque la caridad, como virtud infusa, no ha sido causada por
y todos los demás hábitos infusos no crecen más que por un los actos humanos, sino únicamente por Dios. De donde se sigue que, aun cesando los actos,
acto más intenso que el hábito que actualmente se posee 22 . no disminuye ni se corrompe, con tal de que no haya pecado en la misma cesación». Y a
continuación explica Santo Tomás cómo efectivamente el pecado venial no hace disminuir
Ahora bien: la imperfección es, por su propia naturaleza, un el hábito de la caridad—ni, por consiguiente, el de las demás virtudes infusas—ni efectiva
ni meritoriamente. Luego con mayor,motivo hay que decir que no las hacen disminuir las
acto remiso, o sea, la negación voluntaria del acto más intenso. simples imperfecciones.
Imposible, pues, dar un paso en la perfección si no se renuncia Sin embargo, rectamente entendido, es verdad lo que dice San Juan de la Cruz. Porque
—como él mismo explica a continuación en el mismo texto que estamos citando—una im-
a las imperfecciones voluntarias. perfección cometida voluntariamente casi nunca va sola; arrastra consigo otras muchas,
que van enflaqueciendo y debilitando las fuerzas del alma (aunque continúen íntegros los
21 hábitos infusos y méritos contraídos ante Dios) la predisponen cada vez más a caer en
Cf. n.285,52.' y 36t, donde explicamos largamente esta doctrina. pecados veniales y, finalmente, en el mortal, que derrumbaría toda su vida sobrenatural.
22 Esa mayor intensidad obedece al empuje de una gracia actual también más intensa
En este sentido concede también Santo Tomas—al final del artículo citado—que el pecado
que el hábito; de lo contrario, sería imposible (nadie da lo que no tiene). De donde se deduce
venial—y no hay inconveniente en decir que también las imperfecciones voluntarias, aun-
la importancia decisiva de la oración, único procedimiento que tenemos a nuestro alcance que más remotamente—disminuyen indirectamente la caridad, en cuanto que la predisponen
para impetrar esas gracias actuales, que, como ya explicamos en su lugar, escapan al mérito a su corrupción o desaparición por el pecado mortal.
propiamente dicho (cf. n.285,14.')•
ciendo: «El que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco irá cayendo». San Juan de la Cruz 24 , y tiene que decirlo cualquiera que se
Porque, como él mismo dice (I1,34), «de una sola centella se aumenta el
fuego». Y así, una imperfección basta para traer otra, y aquéllas, otras; y así, dé cuenta de la magnitud de esa empresa, que rebasa y tras-
casi nunca se verá un alma que sea negligente en vencer un apetito que no ciende por completo las fuerzas de la pobre alma aun ayudada
tenga otros muchos, que salen de la misma flaqueza e imperfección que tiene de la simple gracia ordinaria, que deja en sus manos inexpertas
en aquél. Y así, siempre van cayendo. y ya hemos visto muchas personas
a quien Dios hacía merced de llevar muy adelante en gran desasimiento y el timón y gobierno de sí mismo. La santidad es imposible
libertad, y por sólo comenzar a tomar un asimientillo de afición y so color fuera de la vida mística.
de bien, de conversación y amistad, írseles por allí vaciando el espíritu y
gusto de Dios y santa soledad, caer de la alegría y entereza en los ejercicios
espirituales y no parar hasta perderlo todo; y esto porque no atajaron aquel
principio de gusto y apetito sensitivo guardándose en soledad para Dios» CAPITULO II
(Ibid., n.4 y 5)•
La lucha contra el mundo
Se impone, pues, como algo absolutamente necesario, si
207. Fe. DIEGO DE ESTELL.a, Tratado de la vanidad del mundo;
queremos llegar a la perfecta unión con Dios, la lucha decidida TANQUEREY,
RIBET, L`ascétique c.15;
Teología ascética n.2I0-I8; HELLO, El hombre 1,13 ; IV1ARMION, Jesucristo, idel del
monje c.5.
e incansable contra las imperfecciones voluntarias. El alma debe
poner todo su empeño y desplegar todas sus energías en irlas Después de haber descrito las líneas fundamentales de la lucha contra
disminuyendo por todos los medios a su alcance. Ha de tender el pecado mortal y venial—enemigos principales de nuestra alma—y la ne-
siempre hacia lo más perfecto, procurando hacer todas las cosas cesidad de combatir las imperfecciones voluntarias, que son como su ante-
con la mayor intensidad posible. Naturalmente que esta mayor sala y preparación, se impone ahora determinar las características de los
enemigos secundarios de nuestra santificación: mundo, demonio y carne, y
intensidad no hay que imaginarla como algo de tipo físico u los medios más eficaces para contrarrestar y vencer sus malsanas influencias.
orgánico, como si fuera menester poner en tensión el sistema
nervioso y apretar con fuerza los puños al hacer un acto de 208. 1. Qué es el mundo.—Es difícil definirle por su
amor de Dios. No es eso. Se trata únicamente de perfeccionar misma complejidad. Es, en último análisis, el ambiente anti-
los motivos que nos impulsan a obrar, haciendo todas las cosas cristiano que se respira entre las gentes que viven total-
cada vez con mayor pureza de intención, con mayores ansias de mente olvidadas de Dios y entregadas por completo a las co-
glorificar a Dios, con ardiente deseo de que su acción nos in- sas de la tierra. Este ambiente malsano se constituye y mani-
vada y domine por completo, de que el Espíritu Santo se apo- fiesta en cuatro formas principales.
dere totalmente de nuestra alma y haga lo que quiera de nos- a) FALSAS ÁXIMAS, en directa oposición a las del Evan-
otros en el tiempo y en la eternidad sin tener para nada en gelio. El mundo e alta las riquezas, los placeres, la violencia, el
cuenta nuestros gustos o caprichos. Consiste sencillamente en fraude y el engañ puestos al servicio del propio egoísmo, la
una adaptación cada vez más perfecta y dócil a la voluntad de libertad omnímoda para entregarse a toda clase de excesos y
Dios sobre nosotros, hasta dejarnos llevar por El, sin la menor pecados. «Somos jóvenes, hay que disfrutar de la vida», «Dios
resistencia, a donde El quiera; que no será sino hasta la muer- es muy bueno y comprensivo; no por divertirnos un poco nos
te total a nuestros egoísmos humanos y la plena transforma- vamos a condenar», «Hay que ganar dinero, sea como sea», «Lo
ción en Cristo, que nos permita decir con San Pablo: «ya no principal de todo es la salud y la vida larga», «Comer bien, vestir
vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,2o). bien, divertirse mucho: he ahí lo que hay que procurar», etc.,
Claro que esta profunda transformación de nuestro ser y etcétera. Estas son las máximas consagradas por el mundo y a las
muerte total a nuestro yo egoísta es empresa superior a las que rinde culto y vasallaje. No concibe nada más noble y eleva-
fuerzas humanas, aun ayudadas de la simple gracia ordinaria.
Mientras el hombre tenga la iniciativa de su propia vida cris- 24
He aquí las palabras mismas del santo Doctor, que son una prueba irrefutable de la
necesidad de la mística para la perfección según San Juan de la Cruz: uEstas imperfecciones
tiana mediante el simple ejercicio ascético de las virtudes al baste aquí haber referido de las muchas en que viven los de este primer estado de princi-
modo humano, es imposible alcanzar esa profunda purificación piantes para que se vea cuánta sea la necesidad que tienen de que Dios les ponga en estado
de aprovechados; que se hace entrándolos en la noche obscura que ahora decimos, donde,
de lo más íntimo de nuestro ser. Es menester que se encargue destetándolos Dios de los pechos de estos gustos y sabores en puras sequedades y tinieblas
interiores, les quita todas estas impertinencias y niñerías y hace ganar las virtudes por medios
el Espíritu Santo mismo de hacer esa transformación profunda muy diferentes. Porque, por más que el principiante se ejercite en mortificar en sí todas estas
en su doble aspecto negativo y positivo. Lo dice expresamente sus acciones y pasiones, nunca del todo, ni con mucho, puede, hasta que Dios lo hace en él pasiva-
mente por medio de la purgación de la dicha noche (Noche I,7,5).
a) LA IIUIDA DE LAS OCASIONES PELIGROSAS.—En el mundo
do y le cansan y aburren las máximas contrarias, que son ca- las hay abundantísimas. Sobre todo, el alma que aspira a san-
balmente las del Evangelio. Y va tan lejos el mundo en la sub-
tificarse ha de renunciar de buen grado a los espectáculos, en
versión de la realidad de las cosas, que un vulgar ladrón es la mayor parte de los cuales inocula el mundo su veneno, siem-
«un hombre hábil en sus negocios»; un seductor, un «hombre
alegre»; un impío y librepensador, un «hombre de criterio in- bra sus errores y excita las pasiones bajas. En ninguna otra
dependiente»; una mujer con trajes indecentes y provocativos, parte como aquí tiene aplicación el oráculo del Espíritu Santo:
una que «viste al día»; y así sucesivamente. «El que ama el peligro, perecerá en él» (Eccli 3,27). Es aleccio-
nador, entre otros mil, el caso de Alipio—el santo y entraña-
b) BURLAS Y PERSECUCIONES contra la vida de piedad, con- ble amigo de San Agustín—, que, arrastrado por sus amigos,
tra los vestidos decentes y honestos; contra los espectáculos mo- asistió a un espectáculo peligroso con la intención de demostrar-
rales, que califica de ridículos y aburridos; contra la delicadeza les que tenía sobrada fuerza de voluntad para permanecer todo
de conciencia en los negocios; contra las leyes santas del ma- el tiempo con los ojos cerrados para no contemplar el vergon-
trimonio, que juzga anticuadas e imposibles de practicar; contra zoso torneo, y acabó abriéndolos más que nadie y aplaudiendo
la vida cristiana del hogar; contra la sumisión y obediencia de y vociferando como ninguno 1 .
la juventud, a la que proclama omnímodamente libre para Aparte de esta razón, existe todavía la necesidad de morti-
saltar por encima de todos los frenos y barreras, etc., etc. ficarse plenamente para alcanzar la perfecta unión con Dios.
c) PLACERES Y DIVERSIONES cada vez más abundantes, re-
Ni le parezca a nadie demasiada renuncia la de privarse para
finados e inmorales; teatros, cines, bailes, centros de perver- siempre de la mayor parte de los espectáculos y diversiones.
sión, playas y piscinas con inmoral promiscuidad de sexos; En realidad, a nada renuncia quien deja todas las cosas por
revistas, periódicos, novelas, escaparates, modas indecentes, Dios, ya que todas las criaturas son como si no fueran delante
conversaciones torpes, chistes procaces, frases de doble senti- de El. Sólo a nuestra ceguera y obcecación debemos atribuir
do, etc., etc. No se piensa ni se vive más que para el placer y la el que nos parezca demasiado caro comprar la santidad—que
diversión, a la que se sacrifica muchas veces el descanso y el se traducirá en una felicidad eterna de magnitud inconmensu-
mismo jornal indispensable para las necesidades más apre- rable—a cambio de unos cuantos céntimos; que eso, y me-
miantes de la vida. nos que eso, son todas las criaturas juntas, como dice San Juan
de la Cruz 2 .
d) ESCÁNDALOS Y MALOS EJEMPLOS casi continuos, hasta
b) AVIVAR L FE, que nos da la victoria contra el mundo:
el punto de apenas poder salir a la calle, abrir un periódico,
contemplar un escaparate, oír una conversación sin que aparez- «Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Io
ca en toda su crudeza una incitación al pecado en alguna de 5,4). Guiados por 11a, hemos de oponer a las falsas apariencias
sus formas. Con razón decía San Juan que el mundo está como del mundo la fir e adhesión del espíritu a las cosas divinas
sumergido en el mal y bajo el poder de Satanás: «el mundo invisibles; a sus máximas perversas, las palabras de Jesucristo;
todo está bajo el maligno» (1 Io 5,19), y el divino Maestro a sus halagos y seducciones, las promesas eternas; a sus place-
nos puso en guardia contra las seducciones del mundo: « ¡Ay res y diversiones, la paz de nuestra alma y la serenidad de una
del mundo por los escándalos!» (Mt 18,7), anunciándonos el buena conciencia; a sus burlas y menosprecios, la entereza de
espantoso destino que aguarda a los escandalosos (Mt 18,6-9). los hijos de Dios; a sus escándalos y malos ejemplos, la conduc-
ta de los santos y la afirmación constante de una vida irrepro-
209. 2. Modo de combatirlo.—El remedio más eficaz chable ante Dios y ante los hombres.
contra el mundo sería huir materialmente de él. Pero como C) CONSIDERAR LA VANIDAD DEL MUNDO.—El mundo pasa
no todos los cristianos tienen vocación de cartujos o ermitaños velozmente: «porque pasa la forma de este mundo» (1 Cor 7,3 r),
y la inmensa mayoría han de vivir en medio del mundo, sin y con él pasan sus placeres y concupiscencias: «el mundo pasa
renunciar, no obstante, a la perfección cristiana, es preciso
y también sus concupiscencias» (1 Io 2,17). Nada hay estable
que adquieran el verdadero espíritu de Jesucristo, que es dia- bajo el cielo, todo se mueve y agita como el mar azotado por
metralmente opuesto al espíritu del mundo.
1 Cf. SAN AGUSTÍN, Confesiones 6,8.
Para ello procurarán con toda decisión y empeño: 2 Cf. Subida I,4.
la tempestad. El mundo—además--cambia continuamente sus
juicios, sus afirmaciones, sus gustos y caprichos; reniega a
veces de lo que antes había aplaudido con frenesí, yendo de CAPITULO III
un extremo a otro sin el menor escrúpulo o pudor, permane-
ciendo constante únicamente en la facilidad de la mentira y La lucha contra el demonio
en la obstinación en el mal. Todo pasa y se desvanece como 2I0. L'ascétique c.16; La mystique divine t.3; TANQUEREY, Teología ascética
RIBET,
n.219-25.1531-49; DESIDERIO COSTA, El diablo; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades 5,6;
el humo. Unicamente «Dios no se muda», como decía Santa SAUDREAU, L'état mystique C.22-23; SCIIRAM, Théologie mystique I p.I.a § 174-204; JOSÉ DE
Teresa. Y juntamente con El permanecen para siempre su ver- TONQUEDEC, ¿Acción diabólica o enfermedad?; ÉTUDES CARMÉLITAINES, Satán.
dad: «et veritas Domini manet in aeternum» (Ps 116,2); su El segundo enemigo exterior con el que hemos de luchar a brazo partido
palabra: «verbum autem Domini manet in aeternum» (1 Petr es el demonio. Por su gran importancia en la práctica, vamos a estudiar este
1,25); su justicia: «iustitia eius manet in saeculum saeculi» asunto con la máxima extensión que nos permita la índole de esta obra.
(Ps I10,3), y el que cumple su divina voluntad: «qui autem Damos aquí por sabido todo cuanto enseña la Teología dogmática acer-
ca de la existencia de los demonios, de su naturaleza y de las razones de su
facit voluntatem Dei manet in aeternum» (i Io 2,17). enemistad hacia nosotros t. Nos vamos a fijar únicamente en la acción dia-
bólica sobre las almas, que reviste tres formas principales: la tentación, la
d) PISOTEAR EL RESPETO HUMANO. — La atención al qué obsesión y la posesión.
dirán es una de las actitudes más viles e indignas de un cris-
tiano y una de las más injuriosas contra Dios 3. Para no «dis-
gustar» a cuatro gusanillos indecentes que viven en pecado ARTICULO r
mortal, se conculca la ley de Dios y se siente rubor de mostrarse
discípulo de Jesucristo. El divino Maestro nos advierte clara- LA TENTACIÓN 2
mente en el Evangelio que negará delante de su Padre celes-
tial a todo aquel que le hubiera negado delante de los hombres
211. Según el Doctor Angélico, el oficio propio del de-
monio es tentar 3 Sin embargo, añade en seguida 4 que no todas
(Mt 10,33). Es preciso tomar una actitud franca y decidida .
ante El: «el que no está conmigo, está contra mí» (Mt 12,30). las tentaciones que el hombre padece proceden del demonio;
Y San Pablo afirma de sí mismo que no sería discípulo de Je- las hay que traen su origen de la propia concupiscencia, como
sucristo si buscase agradar a los hombres (Gal ',lo). El cris- dice el apóstol Santiago: «Cada uno es tentado por sus propias
tiano que quiera santificarse ha de prescindir en absoluto de concupiscencias, que le atraen y seducen» (Iac 1,14). Con todo,
lo que el mundo pueda decir o pensar. Aunque le chille el es cierto, que muchas tentaciones proceden del demonio, lle-
mundo entero y le llene de burlas y menosprecios, ha de se- vado de su envidia contra el hombre y de su soberbia contra
Dios 5 . Consta expresamente en la divina revelación: «Revestíos
guir adelante con inquebrantable energía y decisión. Es mejor
adoptar desde el primer momento una actitud del todo clara de la armadura de Dios para que podáis resistir a las insidias
e inequívoca para que a nadie le quepa la menor duda sobre del diablo; que no es nuestra lucha contra la carne y la sangre,
nuestros verdaderos propósitos e intenciones. El mundo nos sino contra los principados, contra las potestades, contra los
odiará y perseguirá—nos lo advirtió el divino Maestro (Io 15, dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus
18-20)—, pero, si encuentra en nosotros una actitud decidida malos de los aires» (Eph 6,11-12). Y San Pedro compara al
e inquebrantable, acabará dejándonos en paz, dandi::: por per- demonio a un león enfurecido que anda dando vueltas en torno
dida la partida. Sólo contra los cobardes que vacilan vuelve una nuestro deseando devorarnos (1 Petr 5,8).
y otra vez a la carga para arrastrarlos nuevamente a sus filas. 1 Cf. I, 63-64.109.114.
2 No conocemos nada mejor sobre la tentación en todas sus formas que los artículos
El mejor medio de vencer al mundo es no ceder un solo paso,
del P. MASSON, O.P., en «La vie spirituelle» (desde noviembre de 1923 hasta abril de 1926).
afirmando con fuerza nuestra personalidad en una actitud de- He aquí el indice de los mismos:
I. La tentación en general (naturaleza, universalidad); II. Sus fuentes. La carne (naturaleza
cidida, clara e inquebrantable de renunciar para siempre a sus de la concupiscencia); El mundo y sus armas (la violencia, la seducción); El demonio (el per-
máximas y vanidades 4 . sonaje y su historia, la obra del tentador, su acción sobre la inteligencia, el apetito sensible
y el cuerpo material); III. El proceso de la tentación; IV. Finalidad de la misma (por parte
3 Cf. el precioso capítulo que dedica al respeto humano ERNESTO HELLO en su obra del demonio, por parte de Dios). El plan de Dios: obra de justicia y de misericordia.
3 I, I14,2.
El hombre I,3.
4 Cf. SAN FRANCISCO DE SALES: «Que no debemos hacer caso de los dichos de los hijos 4 Ibid., 3.
del mundo» (Vida devota p.».' c.I). 5 Ibid., i.
No hay una norma fija o clara señal para distinguir cuándo la tenta- a) SE ACERCA EL TENTADOR.—No siempre lo tenemos a nuestro lado.
ción procede del demonio o de otras causas. Sin embargo, cuando la ten- A g unos Santos Padres y teólogos creen que al lado del ángel de la guar-
tación es repentina, violenta y tenaz; cuando no se ha puesto ninguna cau-
d , deputado por Dios para nuestro bien, tenernos todos un demonio,
sa próxima ni remota que pueda producirla; cuando pone profunda turbación
d ignado por Satanás para tentarnos y empujamos al mal 8 ; pero esta
en el alma o sugiere el deseo de cosas maravillosas o espectaculares, o incita a
suposición no puede apoyarse en ningún texto de la Sagrada Escritura
desconfiar de los superiores o a no comunicar nada de cuanto ocurre al
del todo claro e indiscutible. Parece más probable que la presencia del
director espiritual, bien puede verse en todo eso una intervención más o
demonio junto a nosotros no es permanente y continua, sino circunscrita
menos directa del demonio. a los momentos de la tentación. Esto parece desprenderse de ciertos rela-
tos bíblicos, sobre todo de las tentaciones del Señor en el desierto, termi-
Dios no tienta jamás a nadie incitándole al mal (Iac 1,13). nadas las cuales dice expresamente el sagrado texto que el demonio se re-
Cuando la Sagrada Escritura habla de las tentaciones de Dios, tiró de El por cierto tiempo: «diabolus recessit ab illo usque ad tempus»
usa la palabra «tentación» en su sentido amplio, como simple (Lc 4,13)•
experimento de una cosa—tentare, id est, experimentum sumere Pero, aunque a veces se aleje de nosotros, lo cierto es que otras mu-
chas veces el demonio nos tienta. Y aunque en ciertas ocasiones se lanza
de aliquo 6 —, y no con relación a la ciencia divina (que nada repentinamente al ataque sin previa preparación—con el fin de sorprender
ignora), sino con relación al conocimiento y provecho del hom- al alma—, otras muchas, sin embargo, se insinúa cautelosamente, no pro-
bre mismo. Pero Dios permite que seamos incitados al mal por poniendo en seguida el objeto de la tentación, sino entablando diálogo
nuestros enemigos espirituales para darnos ocasión de mayores con el alma.
merecimientos. Jamás permitirá que seamos tentados por enci- b) PRIMERA INSINUACIÓN: «¿Conque os ha mandado Dios que no comáis
ma de nuestras fuerzas: «Dios es fiel, y no permitirá que seáis de los árboles todos del paraíso?»
tentados sobre vuestras fuerzas; antes dispondrá con la tenta- El demonio todavía no tienta, pero lleva ya la conversación al terreno
que le conviene. Su táctica continúa siendo la misma hoy como siempre.
ción el éxito para que podáis resistirla» (I Cor 10,13). Son in- A personas particularmente inclinadas a la sensualidad o a las dudas con-
numerables las ventajas de la tentación vencida con la gracia tra la fe les planteará en términos generales, y sin incitarlas todavía al mal,
y ayuda de Dios. Porque humilla a Satanás, hace resplandecer el problema de la religión o de la pureza. « ¿De verdad que Dios exige el
asentimiento ciego de vuestra inteligencia o la omnímoda inmolación de
la gloria de Dios, purifica nuestra alma, llenándonos de humil- vuestros apetitos naturales ?»
dad, arrepentimiento y confianza en el auxilio divino; nos obli-
c) LA RESPUESTA DEL ALMA.—Si el alma, al advertir que el simple
ga a estar siempre vigilantes y alerta, a desconfiar de nosotros planteamiento del problema representa para ella un peligro, se niega a
mismos, esperándolo todo de Dios; a mortificar nuestros gus- dialogar con el tentador—derivando, por ejemplo, su pensamiento e ima-
tos y caprichos; excita a la oración; aumenta nuestra expe- ginación a otros asuntos completamente ajenos—, la tentación queda es-
riencia, y nos hace más circunspectos y cautos en la lucha contra trangulada en su misma preparación y la victoria obtenida es tan fácil como
nuestros enemigos. Con razón afirma Santiago que es «bienaven- rotunda: el.tentador se retira avergonzado ante el olímpico desprecio. Pero _
e) LA vACILACIóN. —Escuchemos el relato bíblico: 213. 2. Conducta práctica ante las tentaciones.—Pero
«Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, her- precisemos un poco más lo que el alma debe hacer antes de la
moso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría...» tentación, durante ella y después de ella. Esto acabará de com-
El alma empieza a vacilar y a turbarse profundamente. El corazón
pletar la doctrina teórica y el adiestramiento práctico del alma
late con violencia dentro del pecho. Un extraño nerviosismo se apodera en su lucha contra el enemigo infernal.
de todo su ser. No quisiera ofender a Dios. Pero, por otra parte, ¡es tan i) Antes de la tentación.—La estrategia fundamental para
seductor el panorama que se le pone delante! Se entabla una lucha dema-
siado violenta para que pueda prolongarse mucho tiempo. Si el alma, en
prevenir las tentaciones la sugirió Nuestro Señor Jesucristo a
un supremo esfuerzo y bajo la influencia de una gracia eficaz, de la que se los discípulos de Getsemaní en la noche de la cena: «Velad y
ha hecho indigna por su imprudencia, se decide a permanecer fiel a su orad para no caer en la tentación,> (Mt 26,41). Se impone la
deber, quedará fundamentalmente vencedora, pero con sus fuerzas mal- vigilancia y la oración.
trechas y con un pecado venial en su conciencia (negligencia, semicon-
sentimiento, vacilación ante el mal). Pero las más de las veces dará el paso a) Vigilancia.—El demonio no renuncia a la posesión de nuestra alma.
fatal hacia el abismo. Si a veces parece que nos deja en paz y no nos tienta, es tan sólo para vol-
ver al asalto en el momento menos pensado. En las épocas de calma y de
f) EL CONSENTIMIENTO VOLUNTARIO. sosiego hemos de estar convencidos de que volverá la guerra acaso con
mayor intensidad que antes. Es preciso vigilar alerta para no dejarnos
«Y cogió de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, sorprender.
que también con ella comió». Esta vigilancia se ha de manifestar en la huida de todas las ocasiones
El almr ha sucumbido plenamente a la tentación. Ha cometido el pe- más o menos peligrosas, en la previsión de asaltos inesperados, en el domi-
cado, y muchas veces—por el escándalo y la complicidad—lo hace co- nio de nosotros mismos, particularmente del sentido de la vista y de la
meter también a los demás. imaginación; en el examen preventivo, en la frecuente renovación del pro-
pósito firme de nunca más pecar, en combatir la ociosidad, madre de todos
g) LA DESILUSIÓN. — ¡Cuán distinto encuentra la pobre alma el pe- los vicios, y en otras cosas semejantes. Estamos en estado de guerra con el
cado de como se lo había pintado la sugestión diabólica! Inmediatamente demonio, y no podemos abandonar nuestro puesto de guardia y centinela,
de haberlo consumado experimenta una gran decepción, que la sumerge si no queremos que se apodere por sorpresa, en el momento menos pen-
en la mayor desventura y en el más negro vacío: sado, de la fortaleza de nuestra alma.
«Abriéronse los ojos de ambos, y, viendo que estaban desnudos, b) Oración.—Pero no bastan nuestra vigilancia y nuestros esfuerzos. La
cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones». permanencia en el estado de gracia, y, por consiguiente, el triunfo contra la
tentación, requiere una gracia eficaz de Dios, que sólo puede obtenerse por
La pobre alma se da cuenta de que lo ha perdido todo. Se ha quedado vía de oración. La vigilancia más exquisita y el esfuerzo más tenaz resul-
completamente desnuda delante de Dios: sin la gracia santificante, sin tarían del todo ineficaces sin la ayuda de la gracia de Dios. Con ella, en
las virtudes infusas, sin los dones del Espíritu Santo, sin la amorosa inha- cambio, el triunfo es infalible. Esa gracia eficaz—como ya dijimos—escapa
bitación de la Santísima Trinidad, con pérdida absoluta de todos los mé- al mérito de justicia y a nadie se le debe estrictamente, ni siquiera a los ma-
ritos contraídos a costa de ímprobos esfuerzos durante toda su vida. Se ha yores santos. Pero Dios ha empeñado su palabra, y nos la concederá infali-
producido un derrumbamiento instantáneo de toda su vida sobrenatural, blemente si se la pedimos con la oración revestida de las debidas condicio-
y sólo queda, en medio de aquel montón de ruinas, su amarga decepción nes. Ello pone de manifiesto la importancia excepcional de la oración de
y la carcajada sarcástica del tentador. súplica. Con razón decía San Alfonso de Ligorio, refiriéndose a la necesidad
absoluta de la gracia eficaz, que sólo puede conseguirse por vía de oración: asalto rechazado es un nuevo mérito contraído ante Dios y
«El que ora, se salva, y el que no ora, se condenas. Y para decidir ante la un nuevo fortalecimiento del alma. Lejos de enflaquecerse el
duda de un alma si había o no sucumbido a la tentación solía preguntarle alma con esos asaltos continuamente rechazados, adquiere nue-
simplemente: « ¿Hiciste oración pidiéndole a Dios la gracia cíe no caer vas fuerzas y energía. El demonio, viendo su pérdida, acabará
Esto es profundamente teológico. Por eso Cristo nos enseñó en el Padre
nuestro a pedirle a Dios que «no nos deje caer en la tentación>. por dejarnos en paz, sobre todo si advierte que ni siquiera
Y es muy bueno y razonable que en esta oración preventiva invoquemos logra turbar la paz de nuestro espíritu, que acaso era la única
también a María, nuestra buena Madre, que aplastó con sus plantas virgina- finalidad intentada por él con esos reiterados asaltos.
les la cabeza de la serpiente infernal, y a nuestro ángel de la guarda, uno Conviene siempre, sobre todo si se trata de tentaciones muy
de cuyos oficios principales es precisamente el de defendernos contra los
asaltos del enemigo infernal. tenaces y repetidas, manifestar lo que nos pasa al director es-
piritual. El Señor suele recompensar con nuevos y poderosos
2) Durante la tentación.—La conducta práctica durante la
auxilios ese acto de humildad y sencillez, del que trata de apar-
tentación puede resumirse en una sola palabra: resistir. No tarnos el demonio. Por eso hemos de tener la valentía y el cora-
basta mantener una actitud meramente pasiva (ni consentir ni je de manifestarlo sin rodeos, sobre todo cuando nos sintamos
dejar de consentir), sino que es menester uná resistencia po- fuertemente inclinados a callarlo. No olvidemos que, como
sitiva. Pero esta resistencia positiva puede ser directa o indi- enseñan los maestros de la vida espiritual, tentación declarada,
recta. está ya medio vencida.
a) RESISTENCIA DIRECTA es la que se enfrenta con la tentación misma
y la supera haciendo precisamente lo contrario de lo que ella sugiere. Por 3) Después de la tentación.—Ha podido ocurrir únicamente
ejemplo: empezar a hablar bien de una persona cuando nos sentíamos ten- una de estas tres cosas: que hayamos vencido, o sucumbido, o
tados a criticarla, dar una limosna espléndida cuando la tacañería trataba tengamos duda e incertidumbre sobre ello.
de cerrarnos la mano para una limosna corriente, prolongar la oración cuan-
do el enemigo nos sugería acortarla o suprimirla, hacer un acto de pública a) Si HEMOS VENCIDO y estamos seguros de ello, ha sido únicamente
manifestación de fe cuando el respeto humano trataba de atemorizarnos, etc. por la ayuda eficaz de la gracia de Dios. Se impone, pues, un acto de agra-
Esta resistencia directa conviene emplearla en toda clase de tentaciones, decimiento sencillo y breve, acompañado de una nueva petición del auxi-
a excepción de las que se refieren a la fe o a la pureza, como vamos a decir lio divino para otras ocasiones. Todo puede reducirse a esta o parecida in-
en seguida. vocación: «Gracias, Señor; a vos os lo debo todo; seguid ayudándome en
b) RESISTENCIA INDIRECTA es la que no se enfrenta con la tentación, todas las ocasiones peligrosas y tened piedad de mis.
sino que se aparta de ella, distribuyendo la mente a otro objeto completamente b) Si HEMOS CAÍDO y no nos cabe la menor duda de ello, no nos des-
distinto. Está particularmente indicada en las tentaciones contra la fe o la animemos jamás. Acordémonos de la infinita misericordia de Dios y del re-
castidad, en las que no conviene la lucha directa, que quizá aumentaría la cibimiento que hizo al hijo pródigo, y arrojémonos llenos de humildad y
tentación por lo peligroso y resbaladizo de la materia. Lo mejor en estos arrepentimiento en sus brazos de Padre, pidiéndole entrañablemente per-
casos es practicar rápida y enérgicamente, pero también con gran serenidad dón y prometiendo con su ayuda nunca más volver t pecar. Si la caída hu-
y calma, un ejercicio mental que absorba nuestras facultades internas, sobre biera sido grave, no nos contentemos con el simple acto de contrición; acu-
todo la memoria y la imaginación, y las aparte indirectamente, con suavidad damos cuanto antes al tribunal de la penitencia y tomemos ocasión de nues-
y sin esfuerzo, del objeto de la tentación. Por ejemplo: recorrer mentalmente tra triste experiencia para redoblar nuestra vigilancia e intensificar nuestro
la lista de nuestras amistades en tal población, los nombres de las provincias fervor con el fin de que nunca se vuelva a repetir 9 .
de España, el título de los libros que hemos leído sobre tal o cual asunto,
los quince mejores monumentos que conocemos, etc., etc. Son variadísimcs c) SI QUEDAMOS CON DUDA sobre Si hemos o no consentido, no nos
los procedimientos que podemos emplear para esta clase de resistencia indi- examinemos minuciosamente y con angustia, porque tamaña imprudencia
recta, que da en la práctica positivos y excelentes resultados, sobre todo si provocaría otra vez la tentación y aumentaría el peligro. Dejemos pasar un
se la practica en el momento mismo de comenzar la tentación y antes de cierto tiempo, y cuando estemos del todo tranquilos, el testimonio de la
permitir que eche raíces en el alma. propia conciencia nos dirá con suficiente claridad si hemos caído o no. En
todo caso conviene hacer un acto de perfecta contrición y manifestar al con-
A veces la tentación no desaparece en seguida de haberla fesor, llegada su hora, lo ocurrido en la forma que esté en nuestra concien-
cia o, mejor aún, en la presencia misma de Dios.
rechazado, y el demonio vuelve a la carga una y otra vez con
incansable tenacidad y pertinacia. No hay que desanimarse Escouo.—Suponiendo que se trate de un alma de comunión diaria,
¿podría seguir comulgando hasta el día habitual de confesión con duda de
por ello. Esa insistencia diabólica es la mejor prueba de que si consintió o no en una determinada tentación?
el alma no ha sucumbido a la tentación. Repita su repulsa
una y mil veces si es preciso con gran serenidad y paz, evitando 9 Cf. sobre este asunto el precioso librito de TISSOr El arte de utiliear nuestras faltas,
en el que se recoge largamente la doctrina de San Francisco de Sales.
cuidadosamente el nerviosismo y la turbación. Cada nuevo
No se puede dar una contestación categórica y universal aplicable a verdadera y auténtica obsesión, la presencia y acción de Sata-
todas las almas y a todos los casos posibles. El confesor juzgará teniendo nás es tan clara e inequívoca, que ni el alma ni su director
en cuenta el temperamento y las disposiciones habituales del penitente y
aplicando el principio moral de la presunción. Si es alma habitualmente de- abrigan la menor duda de ello. El alma conserva la conciencia
cidida a morir antes que pecar y, por otra parte, es propensa a escrúpulos, de su acción vital y motriz sobre sus órganos corporales—cosa
deberá mandarle comulgar, despreciando esas dudas y limitándose a hacer que desaparece en la posesión—, pero nota claramente al mismo
un previo acto de contrición por lo que pudiera ser. Si se trata, en cambio, tiempo la acción exterior de Satanás, que trata de violentarla
de un alma que suele caer fácilmente en pecado mortal, de conciencia ancha
y sin escrúpulos, la presunción está contra ella; es probable que consintió con una fuerza inaudita.
en la tentación, y no debe permitirle comulgar sin recibir antes la absolu- <<La obsesión—advierte muy bien Ribet 10 —es el ataque del enemigo,
ción sacramental. El penitente en uno y otro caso debe atenerse con humil- que se esfuerza por entrar en una plaza de la que todavía no es dueño;
dad a lo que le manifieste su confesor o director espiritual y obedecer senci- y esta plaza por conquistar es el alma. La posesión—en cambio—es el ene-
llamente, sin contradecirle o discutir con él. migo en el corazón mismo de la plaza y gobernando en ella despóticamente;
y esta plaza invadida y esclavizada es el cuerpo. Hay, pues, como se ve, una
diferencia notable entre estas dos irrupciones diabólicas. Una es exterior,
ARTICULO 2 otra interior; esta última se dirige por sí misma al cuerpo, a quien mueve
y agita; la primera se dirige al alma, y tiene por finalidad inmediata solici-
LA OBSESIÓN DIABÓLICA tarla al mal. Por esto, la obsesión es más temible que la misma posesión: la
esclavitud del cuerpo es infinitamente menos de temer que la del alma».
La simple tentación es la forma más corriente y universal
con que ejerce Satanás su acción diabólica en el mundo. Na- 215. 2. Clases.—La obsesión puede ser interna o ex-
die está exento de ella, ni aun los mayores santos. En todas las terna. La primera afecta a las potencias interiores, principal-
etapas de la vida cristiana experimenta el alma sus asaltos. mente a la imaginación, provocando impresiones íntimas. La
Varían las formas, cambian los procedimientos, aumenta o segunda afecta a los sentidos externos en formas y grados va-
disminuye su intensidad, pero el hecho mismo de la tentación riadísimos. Rara vez se produce sólo la externa, ya que lo que
permanece constante a todo lo largo de la vida espiritual. Nues- el tentador intenta es perturbar la paz del alma a través de los
tro Señor Jesucristo quiso ser tentado también, para enseñar- sentidos; pero hay casos en las vidas de los santos en que las
nos a nosotros la manera de vencer al enemigo de nuestras más furiosas obsesiones exteriores (apariciones, golpes, etc.)
almas. no lograban alterar en nada la paz imperturbable de sus almas.
Pero a veces el demonio no se contenta con la simple ten- I) LA OBSESIÓN INTERNA no se distingue de las te ntacio- _
tación. Tratándose, sobre todo, de almas muy elevadas, a las nes ordinarias más que por su violencia y duración. Y aunque
que apenas impresionan las tentaciones ordinarias, despliega es muy difícil determinar exactamente hasta dónde llega la
todo su poder infernal, llegando, con la permisión de Dios, simple tentación y en dónde empieza la verdadera obsesión,
hasta la obsesión y a veces posesión corporal de su víctima. La sin embargo, cuando la turbación del alma es tan profunda y
diferencia fundamental entre ambas formas consiste en que la corriente que la arrastra hacia el mal tan violenta que para
en la obsesión la acción diabólica es extrínseca a la persona que explicarla sea preciso suponer una excitación extrínseca—aun-
la padece, mientras que en la posesión el demonio entra real- que nada, por otra parte, aparezca al exterior—, cabe pensar
mente en el cuerpo de su víctima y le maneja desde dentro en una obsesión íntima diabólica.
como el chófer maneja a su gusto el volante del automóvil.
Esta obsesión íntima puede revestir las más variadas formas. Unas ve-
Estudiemos primero la obsesión, dejando para el artículo ces se manifestará en forma de idea fija y absorbente sobre la que parecen
siguiente el análisis de la posesión. concentrarse todas las energías intelectuales; otras por imágenes y represen-
taciones tan vivas, que se imponen como si se tratara de las más expresivas
214. I. Naturaleza de la obsesión. — Hay obsesión y abrumadoras realidades; ora se referirá a nuestros deberes y obligaciones,
siempre que el demonio atormente al hombre desde fuera de produciendo hacia ellos una repugnancia casi insuperable, ora se manifes-
una manera tan fuerte, sensible e inequívoca que no deje lugar tará por la inclinación y vehemente deseo de lo que es preciso evitar, etc.
La sacudida del espíritu repercute casi siempre sobre la vida pasional
a duda sobre su presencia y acción. en virtud de las íntimas relaciones que existen entre ambos aspectos de
En la simple tentación no aparece tan clara la acción diabó-
lica; en absoluto, podría obedecer a otras causas. Pero en la 1 o La mystique divine 11I,9 n.3.
nuestro único yo. El alma, muy a pesar suyo, se siente llena de imágenes
importunas, obsesionantes, que la empujan a la duda, al resentimiento, a a) A LA PERMISIÓN DE DIOS, que quiere con ella acrisolar la virtud de
la cólera, a la antipatía, al odio y a la desesperación, cuando no a peligrosas un alma y aumentar sus merecimientos. En este sentido equivale a una
ternuras y al encanto fascinador de la voluptuosidad. prueba pasiva o noche mística del alma. Desde Job hasta el Cura de Ars pue-
El mejor remedio contra tales asaltos es la oración, junto con la verda- de decirse que no ha habido santo que no la haya experimentado alguna vez
dera humildad de corazón, el desprecio de sí mismo, la confianza en Dios con mayor o menor intensidad.
y en la protección de María, el uso de los sacramentales y la obediencia ciega b) A LA ENVIDIA Y SOBERBIA DEL DEMONIO, que no puede sufrir la vista
al director espiritual, a quien nada se le debe ocultar de todo cuanto ocurra. de un alma que trata de santificarse de veras y de glorificar a Dios con todas
sus fuerzas, arrastrando en pos de sí un gran número de almas hacia la
2) LA OBSESIÓN EXTERNA y sensible suele ser más espec- perfección o salvación.
tacular e impresionante, pero en realidad es menos peligrosa c) A LA IMPRUDENCIA DEL OBSESIONADO, que tuvo el atrevimiento de
que la interior, a menos que se junte con ella, como ocurre provocar o desafiar a Satanás como si fuera cosa de poca monta el derro-
casi siempre. Puede afectar a todos los sentidos externos. Hay tarle y vencerle. Se cuentan varios ejemplos de esta clase de imprudencias,
numerosos ejemplos en las vidas de los santos. que las almas verdaderamente humildes no se permitirán jamás.
d) Aunque más remotamente, puede obedecer también a la propen-
a) La vista es afectada por apariciones diabólicas las más variadas. sión natural del obsesionado, que da ocasión a Satanás para atacarle por su
Unas veces son deslumbradoras, agradables, transformándose Satanás en punto más débil. Esta razón no vale para las obsesiones exteriores, que nada
ángel de luz para engañar al alma e inspirarle sentimientos de vanidad, tienen que ver con el temperamento o complexión natural del que las pa-
complacencia en sí misma, etc., etc. Por estos y semejantes efectos recono- dece; pero es válida para las obsesiones internas, que encuentran el terreno
cerá el alma la presencia del enemigo, aparte de otras normas que examina- abonado en un temperamento melancólico y propenso a los escrúpulos, in-
remos al hablar del discernimiento de los espíritus II. Otras veces aparece quietudes y tristezas. En todo caso, la obsesión, por violenta que sea, no
Satanás en formas horribles y amenazadoras para amedrentar a los siervos priva jamás al sujeto de su libertad, y con la gracia de Dios puede siempre
de Dios y apartarles del ejercicio de las virtudes, como se lee en la vida del vencerla y sacar de ella mayores bienes. Unicamente por esto las permite
santo Cura de Ars, de Santa Gema Galgani y muchos más. Otras, en fin, Dios. Es cierto, sin embargo, que, aunque el sujeto obsesionado no pierde
se presenta en forma seductora y voluptuosa para arrastrarles al mal, como la libertad interior, sí pierde muchas veces el dominio de sus potencias y
ocurrió con San Hilarión, San Antonio Abad, Santa Catalina de Siena y sentidos inferiores, viéndose forzado por impulsos casi incontenibles a decir
San Alfonso Rodríguez. o hacer lo que no quiere. Es posible, a veces, que la obsesión vaya unida
b) El oído es atormentado con estrépitos y ruidos espantosos (Cura con cierta posesión diabólica parcial.
de Ars), con obscenidades y blasfemias (Santa Margarita de Cortona) o
recreado con cantares y músicas voluptuosas para excitar la sensualidad. 217. 4. Conducta práctica del director con las almas
c) El olfato percibe unas veces los olores más suaves (sensualidad) o la obsesionadas.—Ante todo es menester mucha discreción y
más intolerable pestilencia. Hay numerosos ejemplos en las vidas de los
santos. perspicacia para distinguir la verdadera obsesión de un cúmulo
d) El gusto es afectado de muy diversas formas. A veces, el demonio de enfermedades nerviosas y desequilibrios mentales que sē
trata de excitar sentimientos de gula produciendo la sensación de manja- parecen mucho a ella. Insensato sería—además de herético e
res suculentos o licores deliciosos que nunca había probado el sujeto que
lo experimenta. Pero lo más frecuente es excitar la sensación de una amar-
impío—negar en redondo y a rajatabla la realidad de la acción
guísima hiel en los alimentos que toma (para extenuar sus fuerzas apartán- diabólica en el mundo, toda vez que consta expresamente en
dola del sustento necesario), o mezclando con la comida cosas repugnantes las fuentes mismas de la revelación y ha sido contrastada mil
(gusanos, inmundicias de todas clases), o peligrosas de tragar e imposibles veces con pruebas inequívocas e irrefutables en las vidas de
de digerir (espinas, agujas, piedras, fragmentos de vidrio, etc.).
e) El tacto, difundido por todo el cuerpo, sufre de mil maneras la los santos 13 . Pero no cabe duda que un sinnúmero de fenóme-
nefasta influencia del demonio. Unas veces son golpes terribles, como cons- nos aparentemente diabólicos reconocen en la práctica causas
ta históricamente de Santa Catalina de Siena, Santa Teresa, San Francisco mucho menos sensacionales. Es norma de elemental pruden-
Javier y Santa Gema Galgani. Otras, abrazos y caricias voluptuosas, como
cuenta de sí mismo San Alfonso Rodríguez; otras, en fin, permitiéndolo cia—fomentada siempre por la Iglesia—la de no atribuir al
Dios para prueba y provecho de sus siervos, llega la acción diabólica a orden sobrenatural o preternatural lo que pueda explicarse,
extremos y torpezas increíbles, sin culpa alguna por parte del que la padece 12, con mayor o menor probabilidad, por causas puramente na-
216. 3. Causas de la obsesión diabólica.—La obsesión turales.
puede obedecer a múltiples causas. 13 Modernamente se exagera mucho la tendencia a explicarlo todo por causas pura-
mente naturales. Con razón lamenta un gran teólogo contemporáneo que «quizá la victoria
11 Cf. n.7o7ss. más alarmante y peligrosa del demonio sea el haber logrado sacudir de nosotros la fe en su
12 Cf. RIBET, La mastique divise III,g n.6. espantoso poder» (cf. Dom STOLZ, Tenlrstía de la mística, al final del capítulo , El imperio
de Satán, p.q;, Madrid 1951).
haga jamás lo que le sugiera, aunque parezca bueno y razonable. Insístale
El director obrará con prudencia si tiene en cuenta las siguientes normas: en que le dé cuenta detallada de todo cuanto ocurra, sin ocultarle nunca
1,a La obsesión no se produce ordinariamente sino en almas muy ade- absolutamente nada, por duro y penoso que le sea. Hágale ver, en fin, que
lantadas en la virtud. A las almas ordinarias y mediocres, que son la inmensa Dios se vale muchas veces del mismo demonio para purificar y acrisolar
mayoría de los cristianos piadosos, el demonio se contenta con perseguirlas el alma, y el mejor modo de secundar los planes divinos es abandonarse en-
a base de la simple tentación. Examine, pues, el director la clase de alma teramente a su voluntad santísima, permaneciendo en humilde aceptación
que tiene delante, y por ahí podrá sacar una primera conjetura sobre el ori- de todo cuanto disponga y por todo el tiempo que El quiera, pidiéndole tan
gen diabólico o puramente natural de sus presuntas obsesiones. sólo la gracia de no sucumbir a la violencia de las tentaciones y permanecerle
2.a Vea también con toda diligencia y cuidado si se trata de un alma fiel hasta la muerte.
normal, perfectamente equilibrada, de sano juicio, enemiga de las exagera- 5.a En los casos más graves y persistentes podrá echar mano el direc-
ciones y encarecimientos; o si se trata, por el contrario, de un espíritu in- tor de los exorcismos prescritos por el Ritual Romano u otras fórmulas apro-
quieto, desequilibrado, enfermizo, de antecedentes histéricos, atormentado badas por la Iglesia. Pero siempre en privado 14 y sin avisar al paciente que
por los escrúpulos o deprimido moralmente por algún complejo de inferio- se le va a exorcizar (sobre todo si se teme que la noticia le causará gran im-
ridad. presión o turbación de espíritu); basta con decirle que se va a rezar por él
Este segundo dato es de importancia excepcional y muchas veces deci- una oración aprobada por la Iglesia.
siva. Sin embargo, no se debe emitir un dictamen demasiado apresurado.
Cabe perfectamente la obsesión diabólica en un sujeto histérico y desequi-
librado. El diagnóstico diferencial de lo que corresponde a la acción del
demonio y de lo que obedece a su desequilibrio nervioso será muy difícil ARTICULO 3
en la práctica, pero el caso es perfectamente posible, y el director no debe
resolverlo con la solución simplista de achacarlo todo a una u otra causa. LA POSESIÓN DIABÓLICA
Déle por su cuenta las normas de tipo moral que corresponde a su oficio
de director de almas y remítale a un psiquíatra o médico católico que cuide Mucho más impresionante que la obsesión, pero también menos peli-
de aliviar sus tormentos desde el campo de la medicina y de la terapéutica. grosa y mucho más rara que ella, es la posesión diabólica. La diferencia funda-
3.a Los caracteres auténticos de la verdadera obsesión diabólica apa- mental entre ambas, como ya hemos dicho, estriba en que la primera se
recen con suficiente claridad cuando se revela por signos visibles a todos constituye por una serie de asaltos exteriores del demonio, mientras que en
(v.gr., la traslación de lugar de un objeto cualquiera por una mano invisi- la segunda hay una verdadera toma de posesión del cuerpo de la víctima por
ble), cuando aparecen en el paciente marcas ostensibles (huellas de golpes, parte de Satanás.
heridas, etc.) de la crueldad del demonio que no puedan atribuirse a ninguna
causa puramente natural y cuando la persona que la padece ofrece todas las 218. I. Existencia.—La existencia de la posesión dia-
garantías de ecuanimidad, posesión de sí misma, sinceridad y, sobre todo, bólica es un hecho absolutamente indiscutible que parece per-
virtud acrisolada. Ya hemos dicho que el demonio no suele obsesionar a las tenecer al depósito de la fe 15 . En el Evangelio aparecen varios
almas vulgares y mediocres. A veces, sin embargo, permite el Señor la obse-
sión diabólica en almas vulgares y aun pecadores endurecidos como expia- casos de verdadera y auténtica posesión diabólica, y es preci-
ción saludable de sus pecados y con el fin de darles una idea impresionante samente uno de los caracteres impresionantes de la misión di-
de lo espantoso del infierno y de la necesidad de salir del pecado para libe- vina de Jesucristo el imperio soberano que ejercía sobre los
rarse de la esclavitud de Satanás. Pero lo ordinario y corriente es que pa- demonios. Cristo les interrogaba con imperio: « ¿Cuál es tu
dezcan los asaltos obsesionantes del demonio tan sólo las almas de virtud
muy elevada o que caminan muy en serio hacia la santidad. nombre? El dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos»
4.a Comprobada—al menos con discreta y prudente probabilidad—la (Mc 5,9); les obligaba a abandonar su víctima: «Jesús le mandó:
realidad de la obsesión diabólica, el director procederá con la máxima pa- Cállate y sal de él» (Mc 1,25); les prohibía proclamar su mesia-
ciencia y suavidad de formas. Esas almas atormentadas necesitan la ayuda y nismo: «El, con imperio, les mandaba que no le diesen a cono-
el consuelo de alguien que les merezca entera confianza y les hable en nom-
bre de Dios. Su principal preocupación se encaminará a reanimar al alma y cer» (Mc 3,12); liberó a un gran número de endemoniados: «Y
levantar su ánimo abatido. Le hará ver cómo todos los asaltos del infierno le traían... y los endemoniados... y los curaba» (Mt 4,24); con-
resultarán inútiles si ella pone toda su confianza en Dios y no pierde la sere- firió a sus discípulos el poder de atrojar los demonios: «Curad
nidad. Háblele de la insensatez e imprudencia del demonio, que no conse- a los enfermos..., arrojad los demonios» (Mt io,8); que lo
guirá cen sus asaltos más que aumentar los méritos y la belleza de su alma.
Recuérdele que Dios está con ella ayudándola a vencer—«Si Dios está por ejercitaron muchas veces: «Señor, hasta los demonios se nos
nosotros, ¿quién contra nosotros?> (Rom 8,3 1)—, y a su lado está también sometían en tu nombre» (Lc 10,17); lo mismo que San Pablo:
María, su dulce Madre, y el ángel de la guarda, cuyo poder es muy superior «Molestado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: En nombre de
al de Satanás. Recomiéndele que no pierda nunca la serenidad, que despre-
cie al demonio, que le escupa al rostro si se le presenta en forma visible, 14 Sabido es que para los
se requiere el permiso ex;pre;o del ordi-
que se arme con la señal de la cruz y el uso de los sacramentales—sobre todo nario y el empleo de las debidas precauciones (cf. C[G cn. [ i 5 t -a) -
15 Así lo afirma Scuesu:
del agua bendita, de eficacia reconocida contra las asechanzas del demo- «I1 est de foi que le démon peut posséder et obséder le corps
des hommes» (Théub ctie Mystique t.1 c.3 § Q84 P•435, París 1874).
nio—y que nunca deje de hacer lo que el enemigo trate de impedirle ni
Jesucristo, te mando salir de ésta. Y en el mismo instante salió» No obstante, la finalidad primaria de las violencias del demonio es la
(Act 16,18). de perturbar al alma y arrastrarla al pecado. Pero el alma permanece siem-
A todo lo largo de la historia de la Iglesia se han registrado pre dueña de sí misma, y, si es fiel a la gracia de Dios, encuentra en su
numerosísimos casos de posesión diabólica e intervenciones de voluntad libre un asilo inviolable 18 .
gran número de santos liberando a las desgraciadas víctimas. En la posesión pueden distinguirse dos períodos muy dis-
En fin, la Iglesia tiene instituidos los exorcismos oficiales contra tintos: el estado de crisis y el de calma. Los períodos de crisis se
Satanás, que aparecen en el Pontifical y Ritual Romano. No se manifiestan por el acceso violento del mal, y su misma violen-
puede, pues, sin manifiesta temeridad y probablemente sin cia no permite que sean continuos, ni siquiera muy prolonga-
verdadera herejía, negar el hecho real de la posesión diabólica. dos. Es el momento en que el demonio se declara abiertamente
Desde luego, no hay inconveniente ninguno para ella des- por actos, palabras, convulsiones, estallidos de rabia y de im-
de el punto de vista metafísico (no envuelve contradicción), piedad, obscenidades y blasfemias verdaderamente satánicas,
ni físico (no supera las fuerzas del demonio), ni moral (Dios etcétera. En la mayor parte de los casos, los pacientes pierden
la permite en castigo del pecado o para sacar mayores bienes). la noción de lo que pasa en ellos durante ese estado, como ocu-
219. 2. Naturaleza.—La posesión diabólica es un fe-
rre en las grandes crisis de ciertas enfermedades y dolores; y
nómeno sorprendente en virtud del cual el demonio invade el al volver sobre sí mismos no conservan ningún recuerdo de
cuerpo de un hombre vivo y mueve sus órganos en su nombre lo que han dicho o hecho o, por mejor decir, de lo que el de-
y a su gusto como si se tratase de su propio cuerpo. El demo- monio ha dicho o hecho por ellos. A veces perciben un poco
nio se introduce y reside realmente en el interior del cuerpo al espíritu infernal al principio de la irrupción cuando comien-
de su desgraciada víctima y obra en él, habla y lo trata como za a usar despóticamente de sus miembros.
propiedad suya. Los que sufren esta invasión despótica se En ciertos casos, sin embargo, el espíritu del poseso per-
manece libre y consciente de sí mismo en lo más fuerte de la
llaman posesos, endemoniados o energúmenos.
La posesión supone y lleva consigo dos elementos esencia- crisis y asiste con asombro a esta usurpación despótica de sus
les: a) la presencia del demonio en el cuerpo de la víctima, órganos por el demonio. Tal ocurrió con el piadosísimo P. Su-
y b) su imperio despótico sobre él. Desde luego, no hay infor- rin, que, como es sabido, mientras exorcizaba a las ursulinas
mación intrínseca (a la manera que el alma es forma sustan- de Loudun quedó poseso él mismo y permaneció en esta odio-
cial del cuerpo), sino tan sólo una entrada o toma de posesión sa esclavitud durante doce años. En una carta interesantísima
del cuerpo de la víctima por el demonio. El imperio sobre él dirigida al P. D'Attichy, jesuita de Rennes, el 3,de mayo
de 1635, le hace una descripción impresionante de su estado
es despótico, pero no como principio intrínseco de sus actos o
movimientos, sino tan sólo por un dominio violento y exterior interior, que vamos a recoger, al menos en parte, por la impor-
a la sustancia del acto. Se le podría comparar a la función del tancia del testimonio. He aquí sus palabras:
chófer manejando el volante del automóvil y dirigiendo la «Yo no puedo decir lo que pasa en mí durante este tiempo ni cómo ese
energía de su motor hacia donde le place 16. espíritu se una al mío sin quitarme mi conciencia ni mi libertad. El está allí
como un otro yo; parece entonces que tengo dos almas, una de las cuales,
En cualquier forma que se manifieste, la presencia íntima del demonio privada del uso de sus órganos corporales y manteniéndose como a distancia,
se circunscribe exclusivamente al cuerpo. El alma permanece libre o, al
menos, si por una consecuencia de la invasión de los órganos corporales esencia, ni como parte de la misma, ni como virtud que le da el ser, porque el ser existe úni-
el ejercicio de su vida consciente se encuentra suspendido, nunca es inva- camente por creación de Dios. Pero como la sustancia espiritual—o sea, el alma—no tiene
términos de cantidad, sino únicamente de esencia, síguese necesariamente que en la misma
dida ella misma. Sólo Dios tiene cl privilegio de penetrar en su esencia alma no puede entrar sino Aquel que le da el ser, o sea, Dios Creador, que posee la intrínseca
misma por su virtud creadora y establecer allí su morada por la unión espe- operación de la esencia. Las demás perfecciones del ser son sobreañadidas a su esencia; por
cial de la gracia 17 . eso, cuando un ángel ilumina a un alma, no significa que el ángel esté en el alma, sino que
obra en ella extrínsecamente».
18 Cf. S.TH., l.e., ad 7: «Se dice que los demonios incitan al pecado en cuanto que albo-
16 ,,Tal asunción establece una unión semejante a la del motor con la cosa movida—como rotan los humores corporales, disponiendo con ello al alma para que apetezca los placeres
la del navegante a la nave que dirige--, pero no como la que existe entre la forma y la materia» desordenados, de manera semejante a como ciertos manjares excitan la concupiscencia. Pero
(S.TH., in 2 Sent. d.b q.I a.2 ad i1. actuar directamente sobre la misma voluntad es propio y exclusivo de Dios. La razón es porque
17 Cf. S.TH., in 2 Sent. d.s q.i a.c ad 3: ,, Estar dentro de algo significa estar dentro de
la voluntad es libre, y, por lo mismo, es dueña de sus propios actos y no es arrastrada por el
sus términos. Ahora bien: en cl cuerpo hay que distinguir los términos de la cantidad y los objeto que se le propone, a diferencia del entendimiento, que es arrastrado por la demostra-
de la esencia. Cuando un ángel obra dentro de los términos de la cantidad corporal, penetra ción o evidencia de lo que ve.
dentro de ese cuerpo; pero no de tal modo que esté también dentro de los términos de su Por todo lo dicho aparece claro que los demonios pueden actuar sobre la fantasía; los
ángeles buenos, también sobre el entendimiento; pero únicamente Dios sobre la voluntad».
contempla lo que hace la otra. Los dos espíritus combaten sobre el mismo esencial a la posesión, según el cardenal De la Bérulle, «con-
campo de batalla, que es el cuerpo. El alma está como dividida; abierta,
por un lado, a las impresiones diabólicas; abandonada, por otro, a sus pro-
siste precisamente en un derecho que tiene el maligno espíritu
pios movimientos y a los de Dios. En el mismo instante siento una gran de residir en un cuerpo y de actuarle de alguna manera, ya
paz bajo el beneplácito de Dios y no consiento nada en esta repulsión, que sea que la residencia y alteración sea continua o interrumpida,
me impulsa, por otro lado, a separarme de El, con gran extrañeza de los que ya sea violenta o moderada, ya lleve consigo solamente la pri-
me ven. Estoy al mismo tiempo lleno de alegría y empapado de una tristeza
que se exhala en quejas o gritos, según el capricho de los demonios. Siento
vación de algún acto y uso debido naturalmente a la natura-
en mí el estado de condenación y le temo; esta alma extranjera, que me pa- leza o que lleve adjunto un tormento sensible» 20 .
rece la mía, es traspasada por la desesperación como por flechas, mientras Con frecuencia sucede ser muchos los demonios que poseen
que la otra, llena de confianza, desprecia esas impresiones y maldice con a una misma persona. El santo Evangelio dice expresamente
toda su libertad al que las despierta. Reconozco que esos gritos que salen que María Magdalena fue liberada por Cristo de siete demo-
de mi boca parten igualmente de esas dos almas, y me es imposible precisar
si es la alegría o el furor quien los produce. Ese temblor que me invade cuan- nios (Mc 16,9); y eran «legión» los que se apoderaron del ende-
do se acerca a mí la Eucaristía, viene, me parece, del horror que me inspira moniado de Gerasa, que entraron después en la piara de los
esta proximidad y de un respeto lleno de ternura, sin que pueda decir cuál dos mil cerdos (Mc 5,9-13). Estos ejemplos evangélicos se han
de estos dos sentimientos predomina. Si quiero, solicitado por una de esas
dos almas, hacer la señal de la cruz sobre mi boca, la otra alma me retira
multiplicado después a todo lo largo de la historia. Advirta-
el brazo con fuerza y me hace coger el dedo con los dientes y morderlo mos, no obstante, que no siempre hay que dar crédito a las
con una suerte de rabia. Durante estas tempestades, mi consuelo es la ora- declaraciones del demonio, padre de la mentira.
ción; a ella recurro mientras mi cuerpo rueda por el suelo y los ministros
de la Iglesia me hablan como a un demonio y pronuncian maldiciones 220. 3. Señales de la posesión diabólica.—Para no ex-
sobre mí. No puedo expresaros cuán feliz me siento de ser un demonio de poner nuestras creencias y nuestras prácticas a la irrisión de
esta suerte, no por una rebelión contra Dios, sino por un castigo que me los incrédulos, importa sobremanera ser extremadamente cau-
descubre el estado adonde me redujo el pecado; y mientras me aplico las
maldiciones que se pronuncian, mi alma puede abismarse en su nada. Cuan- tos y prudentes en pronunciarse sobre la autenticidad de una
do los otros posesos me ven en este estado, hay que ver cómo triunfan, di- posesión diabólica. Son innumerables las enfermedades ner-
ciendo: »Médico, cúrate a ti mismo; sube ahora al púlpito: será hermoso viosas que presentan caracteres exteriores muy parecidos a los
oírte predicar después que has rodado así por tierra». Mi estado es tal, que de la posesión y no faltan tampoco, por diferentes motivos,
me quedan muy pocas acciones en las que sea libre. Si quiero hablar, mi
lengua se rebela; durante la misa me veo constreñido a pararme de repente; pobres desequilibrados y espíritus perversos que tienen una
en la mesa no puedo acercarme el bocado a mi boca. Si me confieso, se me habilidad tan prodigiosa en simular los horrores de la posesión,
olvidan mis pecados; y siento que dentro de mí está el demonio como en que inducirían a error al más circunspecto observador, si la
su casa, entrando y saliendo cuando y como le place. Si me despierto, allí Iglesia, por fortuna, no nos hubiese dictado normas sapientí-
está esperándome; si hago oración, agita mi pensamiento a su capricho.
Cuando mi corazón se abre a Dios, lo llena él de furor; si quiero velar, me simas para descubrir el fraude y dictaminar con toda garantía
duermo; y se gloría por boca de los otros posesos de que es mi dueño, lo de acierto. Por de pronto, téngase muy presente que los casos
que yo no puedo negar en efecto» 19 . de verdadera y auténtica posesión son muy raros y que es mil
En los períodos de calma, nada hay que manifieste la pre- veces preferible y tiene muchos menos inconvenientes en la
sencia del demonio en el cuerpo del poseso. Diríase que se práctica equivocarse por el lado de la desconfianza que por el
fue. Sin embargo, su presencia se manifiesta muchas veces de una nimia credulidad, que podría acabar—y acaba de hecho
por una extraña enfermedad crónica que rebasa por su excen- muchas veces—en un espantoso ridículo. No bastan la extra-
tricidad las categorías patológicas registradas por la ciencia ñeza del mal, las agitaciones extremas del paciente, las blasfe-
médica y resiste a todos los remedios terapéuticos. mias que profiere, el horror que testimonia por las cosas san-
De todas formas, la posesión no es siempre continua, y el tas. Todas estas señales no proporcionan más que conjeturas,
demonio que la produce puede salir durante algún tiempo, que a veces coincidirán con la verdadera posesión, pero que
para volver después y continuar sus odiosas vejaciones. No no llevan consigo los caracteres de la certeza e infalibilidad, ya
estando ligado por ningún otro lazo que su propio querer, se que ninguna de esas cosas rebasa las posibilidades de la mal-
dad o de las fuerzas humanas.
comprende que el demonio pueda entrar y salir a su gusto El Ritual Romano, en su capítulo De exorcizandis obsessis a
mientras dure la licencia divina necesaria para la posesión. Lo
20 Traité des Energuen. c.6 n.i p.14. Citado por RIBET, La inystique divine 1.c. n.i2.
19 Citado por R[BET, La mystique divine III,10 n.to.
sesión (sobre todo el horror instintivo a lo santo 24
y el espíritu de blasfemia),
daemonio, después de recomendar prudencia y discreción an- se podría pensar sin imprudencia en una acción diabólica.
tes de emitir un dictamen 21 , indica algunas señales que per- En cuanto a la forma de comenzar, es muy variada. A ve-
miten diagnosticar con garantías de acierto la existencia de una
auténtica posesión: hablar «con muchas palabras» una lengua ces es súbita y coincide con la causa a que obedece. El signo
precursor, cuando existe, es de ordinario la obsesión bajo algu-
extraña y desconocida del paciente o entender perfectamente
a quien la habla, descubrir cosas ocultas o distantes, mostrar na de las formas sensibles que hemos descrito. Antes de en-
fuerzas muy superiores a su edad y condición, y otras seme- trar y establecer allí su morada, el demonio da vueltas y se
jantes, que, cuando se reúnen muchas, proporcionan mayores agita por fuera, como el enemigo que prepara el asalto a la
plaza de la que quiere adueñarse. Dios permite estas manifes-
indicios 22. taciones exteriores a fin de advertir la invasión interior de la
Expliquemos un poco estas señales: que son preludio, e inspirar un horror más profundo hacia ella.
que ser muy cauto en la apre-
a) HABLAR LENGUAS NO SABIDAS. — Hay 221. 4.
ciación de esta señal. La psicología experimental ha registrado casos sor- Causas de la posesión diabólica.—De ordina-
prendentes de sujetos patológicos que de pronto empiezan a hablar en un rio, la posesión no se verifica más que en los pecadores, y pre-
idioma que en la actualidad ignoran por completo, pero que aprendieron cisamente en castigo de sus pecados; pero caben excepciones,
y olvidaron en otra época de su vida o del que han oído hablar o leer a otro
que lo sabe. Tal ocurrió con la criada de un pastor protestante que reci-
como lá del P. Surin, la de sor María de Jesús Crucificado, car-
taba pasajes en griego o en hebreo que había oído leer a su señor. Para melita árabe, muerta en olor de santidad en Belén en 1878, y
que esta señal sea una prueba decisiva es preciso que se compruebe bien cuya causa de beatificación está iniciada, y otros semejantes.
la realidad de semejante fenómeno, la falta absoluta de antecedentes pro- En estos casos, la posesión desempeña un papel de prueba pu-
pios o ajenos con relación a tal idioma y la presencia de otras señales inequí- rificadora.
vocas de posesión, tales como el espíritu de blasfemia, el horror instintivo La posesión está siempre regulada por la permisión divina.
e inconsciente a las cosas santas, etc.
Si los malignos espíritus pudieran a su talante realizarla sin
b) REVELACIÓN DE COSAS OCULTAS O DISTANTES sin causa natural que estorbos, todo el género humano sería víctima de ellos. Pero
pueda explicarlas. Hay que andar también con pies de plomo para constatar
con certeza esta señal. Se han dado fenómenos sorprendentes de telepatía Dios les contiene, y no pueden desplegar sus violencias sino
y cumberlandismo cuya explicación es puramente natural. Por otra parte, los en la medida y ocasiones en que su providencia se lo permite.
futuros contingentes y los secretos de los corazones escapan al conocimiento Es difícil en la práctica señalar el punto de partida y la razón
23.
angélico, aunque pueden tener de ellos un conocimiento conjetural
Hay que tener también en cuenta la posibilidad de una adivinación final de una determinada posesión. En muchos casos es un se-
puramente fortuita y casual. De donde para que esta señal revista carac- creto que Dios se reserva, profunda y misteriosa mezcla de
teres de verdadera certeza tiene que ser muy amplia y variada y estar acom- misericordia y de justicia.
pañada de otras señales inequívocas de posesión. Ella sola no bastaría para Señalemos, no obstante, las principales causas a que suele
la certeza absoluta. El Ritual Romano habla con exquisita prudencia cuando obedecer:
exige la reunión de varias causas para engendrar verdadera certeza.
I.a LA PETICIÓN DE
C) EL USO DE FUERZAS NOTABLEMENTE SUPERIORES a las naturales del LA IPROPIA víc1IMA.—Por extraño que parezca, se
sujeto se presta también al equívoco. Hay estados patológicos de particular han dado múltiples casos de esta increíble petición con finalidades muy
frenesí que duplican y aun triplican las fuerzas normales de un sujeto. Sin diversas. Sulpicio Severo cuenta 25 que un santo hombre que ejercía sobre
embargo, hay hechos manifiestamente preternaturales, tales como volar a los demonios un maravilloso poder, sorprendido, o más bien tentado, de
gran altura y distancia como si se tuvieran alas, mantenerse largo rato en un sentimiento de vanagloria, pidió al Señor que le entregara durante cinco
el aire sin punto de apoyo, andar con los pies sobre el techo o la bóveda con meses al poder del demonio y hacerse semejante a los miserables que él
la cabeza hacia abajo, levantar con facilidad pesadas cargas que varios hom- había curado otras veces. Al punto, el demonio se apoderó de él y le hizo
bres no podrían mover, etc. padecer durante cinco meses todas las violencias de la posesión; al final de
Si alguna de estas cosas se presenta unida a otras señales claras de po- las cuales fue liberado no solamente de la opresión diabólica, sino de lo que
valía más aún, de todo sentimiento de vanidad; escarmentó de una vez para
21 «In primis, ne facile credat aliquem a daemonio obsessum esse, sed nota habeat ea siempre.
signa, quibus obsessus dignoscitur ab iis qui vel atrabile vel morbo aliquo laborante.
24 Para que e! horror a lo santo (agua l en.lita, reliquias, etc.), sea señal inanitiesta de
22 •Signa autem obsidentis daemonis sunt: Ignota lingua loqui pluribus verbis, vel lo- pose s ión es absolutamente
quentem intelligere; distaniia et occulta patefacere; vires supra aetatis seu conditionis nato- necesario que sea verdaderamente instintivo e
que lo sufre, o sea, que reaccione ante e 1 un saber inconsciente en el
ram ostendere; et id genus alía, quae, cum plurima concurrunt, maiora sunt indicio. que se le somete a tal tratamiento y que no
23 S.TH., In 2 Sent. d.8 q.t a.5 ad 5: , Cogitationes
cordium scne solius Dei est. Possunt experimente reacción alguna cuando se le aplica cualquier otro objeto no sagrado. De lo
tatuen angeli aliquas earum coniicere ex signis corporalibus exterioribus, scilicet ex immu- contrario, cabe perfectamente la impostura y el engaño.
25 Cf. Dialog. I c.20:
tatione vultus, sicut dicitur: uIn vultu legitur hominis secreta voluntas»; et ex motu cordis, ML 20,196.
sicut per qualitatem pulsus etiam a medicis passiones animae cognoscunturu (cf. I,14,13).
Otras veces esta petición se la formulan a Dios con cándida buena in- Al nombre de Jesucristo, ante los exorcismos de sus sacerdotes y las con-
tención personas piadosas—principalmente mujeres—bajo el pretexto de pa- minaciones de los grandes siervos de Dios, los demonios tiemblan, su-
decer por Cristo. Con razón advierte Schram que esta petición es impruden- plican, responden y abandonan los cuerpos que atormentan. Dios no per-
tísima, ni pueden alegarse los ejemplos de algunos santos, que son más de mite nunca el mal sino para sacar mayores bienes.
admirar que de imitar, y que suponen un especial instinto del Espíritu Santo
que fuera temerario presumir 26. 222. 5. Remedios contra la posesión diabólica.—Todo
Otras veces la petición se dirige al mismo demonio, con el que se esta- cuanto tienda a debilitar la acción del demonio sobre el alma,
blece una especie de pacto a cambio de alguna ventaja temporal, con fre- purificándola y fortaleciéndola, podrá utilizarse como remedio
cuencia de índole pecaminosa. Los desgraciados que se atreven a dar este
paso le dan voluntariamente al demonio un espantoso poder sobre ellos, del general y remoto contra la posesión diabólica. Pero de una ma-
que, en justo castigo de Dios, les será dificilísimo desembarazarse después. nera más próxima y específica el Ritual Romano señala los prin-
En gran peligro se ponen de eterna condenación. cipales remedios 29 , a los que fácilmente pueden reducirse to-
2.a Ei. CASTIGO DEL PECADO. —ES la causa más frecuente y ordinaria dos los demás que señalan los autores especializados en la
de la posesión. Dios no suele permitir este gran mal sino en castigo del materia.
pecado y para inspirar un gran horror hacia él. He aquí los remedios principales:
Entre los pecados, los hay que parecen postular con especial eficacia el
castigo de la posesión. Un gran especialista en la materia, Thyrée 27 , señala I.° LA CONFESIÓN SACRAMENTAL.—Siendo la causa más ordinaria de la
la infidelidad y la apostasía, el abuso de la Santísima Eucaristía, la blasfemia, posesión el castigo del pecado, es preciso, ante todo, suprimir esta causa
el orgullo, los excesos de la lujuria, de la envidia y de la avaricia, la perse- por una confesión humilde y sincera. Sobre todo si es general de toda la
cución contra los siervos de Dios, la impiedad de los hijos para con sus pa- vida tendrá particular eficacia, por la humillación y profunda renovación
dres, las violencias de la cólera, el desprecio de Dios y de las cosas santas, del alma que supone.
las imprecaciones y los pactos por los que se entrega uno al demonio. En
2. ° LA SAGRADA COMUNIÓN.—El Ritual Romano la recomienda con fre-
general, los grandes crímenes predisponen a esta servidumbre horrible, que
convierte al cuerpo del hombre en morada de Satanás. La historia presenta cuencia—saepius—bajo la dirección del sacerdote. Y se comprende que la
numerosos ejemplos de estos castigos espantosos, que hacen presentir a los presencia y el contacto de Jesucristo, vencedor del demonio, tenga par-
pecadores lo que será el infierno. ticular eficacia para liberar de su esclavitud a sus desgraciadas víctimas.
Sin embargo, la sagrada comunión no debe administrarse al poseso sino en los
3.a LA PROVIDENCIA DE DIOS PARA PURIFICAR A UN ALMA SANTA.—Aun- momentos de calma; y hay que procurar, además, evitar todo peligro de
que no sea muy frecuente, se han dado casos en las vidas de los santos. El irreverencia o profanación, como prescribe el Ritual 30.
más notable y conocido es el del P. Surin.
3. ° LA ORACIÓN Y EL AYUNO.—Cierto género de demonios no pueden
Cuando Dios abandona de esta manera el cuerpo de uno de sus siervos
a la crueldad de Satanás, es para santificar más y mejor el alma que le ama echarse sino a base de este medio (Mt 17,2o). La oración humilde y per-
y quiere servirle con todas sus fuerzas. Esta prueba terrible es de eficacia severante, acompañada del ayuno y mortificación, obtienen del cielo infa-
maravillosa para inspirar horror a los demonios, temor de los juicios de Dios, liblemente la gracia de la curación. No debe omitirse nunca este remedio
humildad y espíritu de oración. Dios sostiene con su gracia a estos fieles aunque se empleen también todos los demás.
servidores que se ven acometidos con tanta saña por el enemigo infernal. 4.° Los SACRAMENTALES.—Los objetos consagrados por las oraciones
Esta posesión resulta también útil al prójimo. El espectáculo de una de la Iglesia tienen una virtud especial contra Satanás. Sobre todo el agua
criatura que sufre las más atroces violencias da a conocer, por una parte, bendita tiene particular eficacia, plenamente comprobada en multitud de
el odio, la rabia, la furia del demonio contra el hombre, y por otra, la pro- ocasiones. Santa Teresa era devotísima de ella por haber comprobado su
tección misericordiosa de Dios, que, como se vio en la persona de Job, no extraordinaria eficacia contra los asaltos diabólicos 31 .
deja ir al demonio más lejos de lo que pueden soportar las fuerzas de sus
5.° LA SANTA CRUZ.—E1 Ritual prescribe a los exorcistas tener en las
siervos.
Otra lección no menos importante se desprende todavía de las pose- manos o ante sus ojos el santo crucifijo 32 . Se ha comprobado mil veces
siones en general. Los horribles furores del demonio sobre los cuerpos de 29 «Admoneatur obsessus, si mente et corpore valeat, ut pro se oret Deum, ac ieiunet,
los posesos son un preludio de la condenación, y advierten a todos cuán et sacra confessione et communione saepius ad arbitrium sacerdotis se communiat» (Ritual,
De exorcizandis obsessis).
dignas de compasión son las almas esclavas de sus pecados y colocadas, por 3o •Sanctissima yero Eucharistia super caput obsessi aut aliter eius corpori non admo-
así decirlo, en el vestíbulo del infierno. Como advierte San Agustín 28 , los veatur, ob irreverentiae periculum» (Ritual, De exorcizandis obsessis).
hombres carnales temen más los males presentes que los futuros, y por esto 31 «De muchas veces tengo experiencia que no hay cosa con que huyan más para no
tomar. De la cruz también huyen, mas vuelven. Debe de ser grande la virtud del agua bendita...
les hiere Dios en el tiempo, para hacerles comprender lo que serán los es- Considero yo qué gran cosa es todo lo que está ordenado por la Iglesia y regálame mucho
pantosos suplicios de la eternidad. ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras que así la pongan en el agua, para que sea tan
Las posesiones, finalmente, sirven para hacer brillar la divinidad de grande la diferencia que hace a lo que no es bendito» (SANTA TERESA, Vida 31,4). He aquí las
palabras del Ritual a que alude la Santa: «Exorcizo te, creatura aquae... ut fias aqua exorcizata
Nuestro Señor Jesucristo, el poder de la Iglesia y el crédito de los santos. ad effugandam omnem potestatem inimici, et ipsum inimicum eradicare et explantare valeas
cum angelis suis apostaticis... Ut ubicumque fuerit aspersa, per invocationem sancti nominis
-, Cf. Tlu4o(,,t;iu' ntc, tique t.1 p.5." c.3 j 87. tui, omnis infestatio immundi spiritus abigatur, terrorque venenosi serpentis procul pellatur»
27 Cf. De daernunuic is p.2." c.3o n.0-23. (Ordo ad faciendam aguara bcnedictam).
28 Centra Adimanttun c.17: ML 42,159. 32 «Habeat prae manibus vel in conspectu crucifixumr (De exorcizandis obsessis).
que su sola vista basta para poner en fuga a los demonios. El signo de la
cruz trazado con la mano ha estado siempre en uso entre los cristianos usar de los exorcismos cualquier sacerdote, pero en este caso
como soberano preservativo contra Satanás. Y la Iglesia, que lo utiliza para no son propiamente sacramentales, sino simples oraciones pri-
la mayor parte de las bendiciones que confiere, lo multiplica particularmente vadas, y su eficacia es, por consiguiente, mucho menor.
en los exorcismos. Los santos suelen liberar a los posesos con el solo signo Otra cosa es el conjuro o adjuración, que puede ser ejerci-
de la cruz trazado sobre ellos.
tada en privado incluso por los mismos seglares con las debidas
6.° LAS RELIQUIAS DE LOS SANTOS. — El Ritual recomienda su uso a los condiciones 36 , y tiene por finalidad rechazar como enemigo
exorcistas 33 . El contacto de estos restos benditos y santificados les pro-
duce a los demonios la sensación de carbones encendidos que les queman. al demonio y reprimirle, en virtud del divino nombre, para
Las partículas de la verdadera cruz son, entre todas las reliquias, las más que no perjudique espiritual o corporalmente. Nótese, sin em-
preciosas y veneradas entre los cristianos y las que más horror inspiran bargo, que, como enseña Santo Tomás, jamás puede hacerse
a los ángeles caídos, porque les recuerdan la grande y definitiva derrota
que les infligió en ella el Salvador del mundo.
esta adjuración en tono de súplica o deprecación al demonio
—lo que supoidría cierta benevolencia o sumisión hacia él—,
7.° Los SANTOS NOMBRES DE JESÚS Y DE MARfA. —El nombre de Jesús
tiene una eficacia soberana para ahuyentar a los demonios. Lo prometió sino en tono autoritativo y de repulsa (»vete, calla, sal de aquí»),
el Salvador en el Evangelio . «En mi nombre echarán los demonios» (Mc 16, que supone desprecio y desestima 37 .
17); lo usaron los apóstoles: «En nombre de Jesucristo, te mando salir de ésta. El Ritual señala el procedimiento para realizar los exorcis-
Y en el mismo instante salió>) (Act 16,18), y se ha empleado siempre en la mos solemnes y da muy sabios consejos a los exorcistas. Como
santa Iglesia. Los santos han acostumbrado ejercitar su imperio sobre el
demonio a base de esta invocación santísima acompañada del signo de la cruz. esta materia no es de interés general, omitimos tratarla con
El nombre de María es también odioso y terrible a los demonios. Los detalle. Basta recoger aquí en términos generales que es pre-
ejemplos de su saludable eficacia son innumerables y justifican plenamente ciso ante todo comprobar muy bien la realidad de la posesión
el sentimiento general de la piedad cristiana, que ve en la invocación del (que a tantas falsificaciones se presta); y, una vez obtenida la
nombre de María un remedio soberano contra los asaltos de la serpiente
infernal.
autorización expresa del obispo y haberse preparado diligen-
temente con la confesión sacramental, la oración y el ayuno,
Pero, aparte de estos medios que cada cristiano puede em- se harán los exorcismos en una iglesia o capilla (rara vez en una
plear por su cuenta contra las violencias de los demonios, la ,
casa particular) en compañía de testigos graves y piadosos (po-
Iglesia tiene instituidos otros medios oficiales, cuyo empleo so- cos en número) y con fuerzas bastantes para sujetar al paciente
lemne reserva a sus legítimos ministros. Tales son los exorcis- en las crisis (a cargo de mujeres prudentes y pías si se trata
mos, de los que vamos a tratar brevemente. de posesas). Las interrogaciones se harán con autoridad e im-
• perio, pocas en número, a base sobre todo de las que señala el
223. 6. Los exorcismos.—La santa Iglesia, en virtud Ritual. Los testigos permanecerán en silencio y oración sin
de la potestad de lanzar los demonios recibida de Jesucristo, interrogar jamás al demonio. Se repetirán las sesiones cuantas
instituyó el orden de los exorcistas, que constituye la tercera de veces sea menester hasta que el demonio salga o declare estar
las cuatro órdenes menores 34 . En el momento de conferirla, el dispuesto a salir. Y, una vez obtenida y comprobada plenamen-
obispo entrega al ordenando el libro de los exorcismos al mis- te la liberación 38 , rogará a Dios el exorcista que conmine al
mo tiempo que pronuncia estas palabras: «Toma y encomién- demonio para que jamás vuelva al cuerpo que hubo de aban-
dalo a la memoria; y recibe la potestad de imponer las manos donar; dé gracias a Dios y exhorte al liberado a bendecir al Se-
sobre los energúmenos, ya sean bautizados, ya catecúmenos». ñor y huir cuidadosamente de todo pecado para no caer otra
Desde aquel momento, el ordenado tiene la potestad de expul- vez en poder del espíritu infernal.
sar los demonios del cuerpo de los posesos.
Sin embargo, como el ejercicio de esa potestad supone mu- 36
«Privatirn oropibus quidem licitum est adiurare; solemniter autem tantum Ecclesiae
ministris ad id constitutis, et cum Episcopi expressa licentiai (SAN ALFONSO DE LICORIO,
cha ciencia, virtud y discreción, la Iglesia no permite ejercitar- Theologia moralis 1.3 tr.2 e.i dub.7. Apendix, de Adiuratione n.4 t.2 p 56).
37 Cf. II-II,90,2.
la pública y solemnemente sino a sacerdotes expresamente desig- 38 Téngase muy presente que no siempre se obtendrá, por altos y secretos juicios de
nados para ello por el obispo diocesano 35 . En privado puede Dios. El exorcismo no tiene la eficacia infalible de los sacramentos, que obran ex opere ope-
rato. Puede ocurrir que no convenga a los designios de Dios sobre una determinada alma
33 •Reliquiae quoque sanctorum, ubi haberi possint, decenter ac tuto colligatae, et cooper-
o los que la rodean conceder la gracia de la liberación. No olvidemos que el santo P. Surin
tae, ad pectus vel caput obsessi reverenter, admoveantur; sed caveatur ne res sacrae indigne permaneció doce años bajo la odiosa esclavitud de Satanás. Sin embargo, los exorcismos
tractentur, aut illis a daenione ulla fiat injurian (De exorci_andis obsessis). —como enseña San Ligorio (1.3 n.193)—siernpre producen algún efecto saludable, al menos
34 Cf. CIC cn.949. atenuando las fuerzas del demonio sobre el cuerpo del poseso.
3 5 Cf. CIC cn. I I 5 I -3.
bién de ella el alma, ya que, por su íntima unión con el cuer-
po, el bien sensitivo es también bien del conjunto 1 .
CAPITULO IV El placer-- aun cl sensible y corporal—de suyo no es malo.
Dios mismo, autor de la naturaleza, lo ha puesto en el ejerci-
Lucha contra la propia carne cio de ciertas actividades naturales—las que miran, sobre todo,
chrétienne c.13; TANQUEREY,
a la conservación del individuo y de la especie—para facilitar-
224. BOSSUET, Traité de la concupiscente; RIBET, L'ascétique
Teología ascética n.193-98. las y estimularlas. Lo que ocurre es que, a raíz de la caída ori-
ginal del género humano, se rompió el equilibrio de nuestras
225. El mundo y el demonio son nuestros principales facultades, que sometía plenamente a la razón nuestros apeti-
enemigos externos. Pero llevamos todos encima un enemigo tos inferiores; y, a consecuencia de esa ruptura, la concupiscen-
interno mil veces más terrible que los otros dos: nuestra propia cia o apetito del placer se levanta muchas veces contra las exi-
carne. Al mundo se le puede vencer con relativa facilidad des- gencias de la razón y nos empuja hacia el pecado. Nadie ha
preciando sus pompas y vanidades; el mismo demonio, como expresado jamás con mayor vivacidad y dramatismo que San
acabamos de ver, no resiste al poder sobrenatural de un poco Pablo este combate entre la carne y el espíritu, esta lucha en-
de agua bendita; pero nuestra propia carne nos tiene declarada carnizada e incesante que todos hemos de sostener contra
a todos una guerra sin cuartel, y es dificilísimo ponerse total- nosotros mismos a fin de someter nuestros instintos corpora-
mente a cubierto de sus exigencias y terribles acometidas. les al control y gobierno de la razón iluminada por la fe 2 .
De dos modos muy distintos—aunque se expliquen y com-
plementen mutuamente—nos hace guerra nuestra propia car- La dificultad está en señalar el límite que separa el placer honesto del
desordenado y prohibido y mantenerse siempre dentro de los ámbitos de
ne, convirtiéndose en el mayor enemigo de nuestra alma: a) por aquél. Esta 'dificultad sube de punto si se tiene en cuenta que el uso de
su horror instintivo al sufrimiento, y b) por su afán insaciable los placeres lícitos sirve con frecuencia de aliciente e incentivo a los des-
de gozar. El primero es un gran obstáculo—acaso el mayor de ordenados e ilícitos. Por eso, la mortificación cristiana aconsejó siempre
todos—para la propia santificación, que supone indispensable- privarse de muchas cosas lícitas y de muchos placeres honestos; no por
empeñarse en ver pecado donde no lo hay, sino como defensa y garantía
mente la perfecta renuncia de sí mismo y una abnegación he- del bien, que peligra si se acerca imprudentemente a los linderos del mal.
roica; el segundo puede comprometer incluso nuestra misma En efecto: con frecuencia las satisfacciones concedidas a un sentido
salvación eterna. Es, pues, urgentísimo señalar la manera de despiertan los apetitos de los otros. La razón es porque el placer, locali-
contrarrestar y anular esas dos tendencias tan peligrosas. zado en los cinco sentidos, se encuentra difundido por todo el cuerpo, y
al tocar a uno cualquiera de ellos, se hace vibrar al organismo entero. Esto
Empecemos por la última, de aplicación más necesaria y es particularmente verdadero del sentido del tacto, que reside en cual-
universal. Su vencimiento interesa a todos los cristianos en quier parte del cuerpo, y que, después del pecado original, tiende a los
general, no sólo a los que tratan de santificarse. goces animales con una vivacidad y violencia muy superior a la de los otros
sentidos.
miento, tanto para reparar el pecado como, sobre todo, para ecuación, que juzgamos exactísima: santificación, igual a cris- ;
la santificación del alma. Examinemos estos aspectos por se- tificación; cristificación, igual a sanrificación. La comodidad
parado. moderna y el amor propio humillado ante la propia cobardía
a) PARA REPARAR EL PECADO. — E1 argumento para demos- podrán lanzar nuevas fórmulas e inventar sistemas de santifi-
trarlo es muy sencillo. La balanza de la divina justicia, des- cación cómodos y fáciles, pero todos ellos están inexorable-
equilibrada por el pecado original y restablecida a su fiel por- mente condenados al fracaso. No hay más santificación posible
la sangre de Cristo, cuyo valor se nos aplicó en el bautismo, que la crucifixión con Cristo. De hecho, todos los santos están
quedó nuevamente desequilibrada por el pecado posterior. Ese ensangrentados. Y San Juan de la Cruz estaba tan convencido
pecado puso en uno de los platillos de la balanza el peso de de ello, que llegó a escribir estas terminantes palabras:
un placer—todo pecado lo lleva consigo, y eso es precisamente «Si en algún tiempo, hermano mío, le persuadiere alguno, sea o no pre-
lo que busca el pecador al cometerlo—, que determinó el lado, doctrina de anchura y más alivio, no le crea ni abrace aunque se la
desequilibrio. Se impone, pues, por la misma naturaleza de las confirme con milagros, sino penitencia y más penitencia y desasimiento de
cosas, que el equilibrio se restablezca por el peso de un dolor todas las cosas. Y jamás, si quiere llegar a poseer a Cristo, le busque sin la
cruz» 4 .
33 Subrayarnos intencionadamente esa palabra porque Dios puede muy bien—y lo hace
34 cf. Vida 17,6; M, ∎ radas cuartas 1,13.
3 ` Guía de pecadores 1.2 c.15 § 7•
con frecuencia en los estados místicos—comunicar al alma, sobrenaturalmente, especies inte- 36 Vida 17,5.
ligibles sin intervención alguna de la imaginación.
que lo que retrae a tantas almas del camino de la perfección es pura y sim- fi No CONCEDER DEMASIADA IMPORTANCIA A SUS DISTRACCIONES E IM-
PERTINENCIAS. —A veces, la única manera de combatir
plemente el <horror a las dificultades» corregidas y aumentadas por la ima- con eficacia ciertas
ginación 37 . imaginaciones exaltadas es despreciarlas y no tratar de combatirlas directa-
mente para que no se exacerben más; es consejo de Santa Teresa ;s. Ocú-
3) MEDIOS PARA PURIFICAR LA IMAGINACIÓN. -- Los princi- pese la voluntad en amar a Dios aunque sea en medio de un cúmulo de dis-
tracciones y tenga paciencia con la imaginación hasta que Dios la trans-
pales son los siguientes: forme profundamente mediante las purificaciones pasivas. Mientras tanto,
a) LA GUARDA DE LOS SENTIDOS EXTERNOS. —ES de importancia capital, no haga caso de ella y evite lo que tenga que evitar y haga lo que tenga que
ya que por los sentidos exteriores, principalmente por la vista, entran imá- hacer a pesar de las sugerencias en contrario de la pobre imaginación extra-
genes vanas o torpes, que la fantasía retiene, reproduce y combina de mil viada.
modos, soliviantando al apetito sensitivo y excitando la atención del enten-
dimiento y el consentimiento de la voluntad. No hay, pues, mejor procedi- 4) EN ORDEN A LA PERFECCIÓN CRISTIANA, San Juan de la
miento para evitar todo esto que substraerle la materia a la imaginación Cruz habla largamente de cómo las aprehensiones imaginarias
mediante la guarda de los sentidos externos. no pueden ser medio proporcionado para la unión con Dios
b) LA CUIDADOSA SELECCIÓN DE LAS LECTURAS. —Hay que evitar a toda —ya que Dios no cabe en una especie imaginaria—y del daño
costa no solamente las lecturas malas o francamente peligrosas, sino tam- que hace al alma no saber desasirse de ellas aunque se le hayan
bién las frívolas y vanas, que llenan de fantasmas inútiles la pobre imagi-
nación. A este género pertenecen la mayor parte de las novelas—aun las
representado por vía sobrenatural. Hay que leer y meditar
calificadas benignamente por la censura moral—, cuya lectura es muy incon- despacio la magnífica doctrina del Místico Doctor 39.
veniente para las personas que quieran llevar seriamente una vida de reco- 246.
gimiento y de oración. Además de trasladarnos a un mundo irreal, lleno de 3. La memoria.—Vamos a tratar de la purificación_ de la me-
moria en general, exponiendo los principios, que pueden aplicarse indistin-
sueños enfermizos, las escenas más apasionantes de aquella ficción literaria tamente a la memoria sensitiva y a la intelectiva. Esta segunda, según el Doc-
aparecen como fantasmas importunos a la hora de la seriedad y de la reflexión.
Alma aficionada a novelas es casi imposible que pueda santificarse. tor Angélico, no es facultad distinta de la inteligencia, sino tan sólo una
función de la misma que tiene por objeto conservar o retener las especies
c) COMBATIR LA OCIOSIDAD. —La imaginación nunca está quieta. Si no inteligibles 40. Hay un abismo entre la memoria sensitiva—que tiene por ob-
la sujetamos proporcionándole una ocupación buena y provechosa, ella mis- jeto únicamente lo sensible, particular y concreto—y la memoria intelectiva
ma se buscará materia para desplegar su actividad. Y como está mal incli- —que se alimenta de lo suprasensible, abstracto y universal--; pero el pro-
nada y siente natural propensión a todo lo que halaga los bajos apetitos, ceso de purificación es exactamente el mismo en ambas. Los medios y pro-
bien pronto nos pondrá en trance de peligrosa tentación. Ocúpesela siem- cedimientos de purificación afectan proporcionalmente a las dos.
pre en algo útil, y habremos dado un gran paso para que nos deje en paz.
I) IMPORTANCIA DE LA MEMORIA.—La memoria es una fa-
d) OFRECERLE OBJETOS BUENOS. —NO basta substraerle la materia no-
civa o no permitirle divagar ociosa para tener completamente dominada la cultad importantísima. Con ligereza imperdonable suele con-
imaginación. Es preciso proporcionarle materia santa y provechosa para siderársela como «el talento de los tontos»; pero en realidad
conseguir no sólo que se aparte del mal, sino que se oriente y dirija positi- presta, o puede prestar, inestimables servicios a la inteligen-
vamente al bien. A esto se orienta la llamada <composición de lugar» antes
de comenzar la oración, que consiste, v.gr., en representarse con la mayor cia, de la que es su más poderoso auxiliar. Sin ella, nuestro
viveza posible la escena evangélica que vamos a meditar, ofreciéndole ese espíritu sería como una vasija agujereada, que siempre perma-
pábulo a la imaginación para que no perturbe la paz y sosiego del espíritu nece vacía por mucha agua que se le eche. Para cierta clase de
con representaciones importunas. La lectura de libros santos, en los que conocimientos—idiomas, historia, ciencias físicas y natura-
se describan con fuerza y colorido escenas edificantes, puede contribuir a
formar, en este sentido positivo, la imaginación y ponerla al servicio del en-
les, etc.—es\absolutamente indispensable poseer una excelen-
tendimiento y de la voluntad, como excelente auxiliar de estas potencias su- te memoria.
periores. 2) NECESIDAD DE PURIFICARLA. — Precisamente porque la
ACOSTUMBRARSE A PROCEDER SIEMPRE CON ATENCIÓN A LO QUE SE
e) memoria almacena en el espíritu toda clase de conocimientos,
ESTÁ I-IACIENDO.—El age quod agis—haz lo que haces—de los antiguos está
cargado de profunda sabiduría. El hábito de atender a lo que estamos ha- 38 «El postrer remedio que he hallado, a cabo de haberme fatigado hartos años, es lo
ciendo tiene la doble ventaja de multiplicar nuestras energías intelectuales que dije en la oración de quietud, que no se haga caso de ella más que de un loco, sino dejarla
y disciplinar la imaginación, impidiéndola divagar de unos objetos a otros. con su tema, que sólo Dios se le puede quitar; y, en fin, aquí por esclava queda-> ( Vida 17,7).
39 Cf. Subida II,12 y 16 principalmente.
No conocemos nada más sintético y exacto sobre la atención que las admira- 40 1,79,7.—El reconocer las especies en cuanto pasadas, o sea, como ya anteriormente
bles páginas que escribió Balines en cl capítulo segundo de su famosa obra percibidas, no es propio de la memoria intelectiva, sino sólo de la sensitiva. Sin embargo,
El criterio. A ella remitimos al lector. aún la memoria intelectiva tiene conciencia de lo pasado, no por razón de su objeto—que abs-
trae siempre del hic et nunc—, sino por parte de su acto intelectual, o sea, secundum quod
37 'Ljnum est quod multo» ab emendatione retrahit: horror difhcultatis seu labor cer-
intelligit se prius intellexisse, como dice Santo Tomás (I,79,6c et ad 2). Por !o demás, esta
taminis> (De initationc Christi 1.i c.25). cuestión tiene poca importancia para nuestro objeto.
la paz de la conciencia y de presentarnos poco simpática la figura del cul-
buenos y malos, es necesario someterla a un proceso enérgico pable. Es preciso olvidar por completo el desagradable episodio y procurar
de purificación. A lo largo de la vida se han ido produciendo en incluso rodear de especiales atenciones al que voluntariament e nos lo causó.
torno a nosotros una serie de hechos cuyo recuerdo en nada Santa Juana de Chantal llegó a ser madrina de bautizo de un hijo del que
puede favorecer al alma en su afán de santificarse. Unas veces mató a su marido, acción que llenó de estupor al mismo San Francisco de
son los tristes episodios de nuestras propias culpas y pecados; Sales. Para atraerse definitivamente la simpatía de Santa Teresa había un
procedimiento infalible: insultarla o despreciarla públicamente. Admiremos
otras, las escenas de ciertos espectáculos o hechos desedifican- estos hechos maravillosos de los santos y procuremos imitarlos, al menos
tes que hayamos podido presenciar; otras, las mil informacio- olvidando por completo y para siempre las ofensas recibidas, pensando que
nes inconvenientes que hemos recibido a través de las lecturas, son mucho mayores las que nosotros hemos cometido contra Dios, y que
fotografías, estatuas, etc., que dejaron nuestro espíritu profun- exige de nosotros ese perdón omnímodo para otorgarnos el suyo sin tasa
ni medida. El alma que alimente un rencor, por justificado que le parezca
damente perturbado; otras, en fin, los tristes acontecimientos —jamás lo está ante Dios—, ya puede despedirse de la santidad; y si se
de la vida individual, familiar o social: las desgracias, olvidos, trata de enemistad grave, manifestada sobre todo al exterior, expone a grave
ingratitudes, injurias, etc., etc., de que está llena la pobre vida peligro la misma salvación eterna de su alma.
humana. d) RECORDAR LOS BENEFICIOS RECIBIDOS DE DIos Y NUESTRA INGRA-
Ninguno de estos recuerdos es conveniente o provechoso TITUD PARA CON EL.—Esto pertenece ya al encauce positivo de la memoria
para el alma. Todos ellos tienden de suyo, en una forma o en y ofrece vastísima materia para orientarla hacia Dios. ¿Qué duda cabe que
el recuerdo de los inmensos beneficios que hemos recibido de Dios a todo
otra, a arrebatarle el sosiego, la paz y la tranquilidad, que tan lo largo de nuestra vida, de las infinitas veces que ha perdonado y olvidado
indispensables son para el recogimiento y la vida de oración. nuestras culpas, de los peligros de que nos ha preservado, de las amorosas
Veamos, pues, cuál debe ser la conducta práctica del alma trazas de su providencia sobre nosotros y los seres que amamos, etc„, etc., es
en orden a la purificación activa de la memoria. excelente medio para excitar nuestra gratitud hacia El y el deseo drres-
ponderle con la delicadeza más exquisita? Si a esto añadimos el recuerdo de
3) MEDIOS PARA PURIFICARLA. — He aquí los principales nuestra miseria y nuestra nada, de nuestras desobediencias y rebeldías, de
por orden jerárquico de inferior a superior dignidad: nuestras continuas ingratitudes y resistencias a la gracia, nuestra alma se
llenará de humildad y confusión y experimentará la necesidad de redoblar
a) ELIMINAR LOS RECUERDOS PECAMINOSOS. —ES el primer paso, abso- su vigilancia y sus esfuerzos para ser mejor en adelante.
lutamente indispensable para todos los que aspiren simplemente a la salva- e) RECORDAR LOS MOTIVOS DE LA ESPERANZA CRISTIANA.—Es, acaso, el
ción eterna. El recuerdo de los pecados propios o ajenos, lo mismo que el
procedimiento más eficaz para encauzar nuestra memoria hacia Dios, puri-
de los espectáculos, revistas o escenas inmorales que haya podido contem-
ficándola del contacto con las cosas terrenas. San Juan de la Cruz hace de
plar, tiene una fuerza espantable para sugestionar al alma y hacerla caer
la memoria el asiento de la esperanza cristiana; y aunque esto no sea exac-
nuevamente en el pecado, sobre todo si va asociado a una imaginación es- to 41 , es indudable que pueden encontrarse muchos puntos de contacto entre
pléndida, que colorea con nuevas pinceladas los pasados acontecimientos. El
ambas en orden a la purificación de la memoria. El recuerdo de la eternidad
alma ha de rechazar rápida y enérgicamente esta clase de recuerdos, bien
bienaventurada—objeto central de la esperanza cristiana—es aptísimo para
persuadida de que la simple aprobación o gozo voluntario de aquellos pecados hacernos despreciar los vanos recuerdos de las cosas de la tierra y elevar
pasados es suficiente para constituirla nuevamente rea de ellos aun sin llegar
nuestro espíritu hacia Dios. He aquí cómo expone esta doctrina un famoso
a cometerlos materialmente otra vez. autor contemporáneo:
b) COMBATIR LOS RECUERDOS INÚTILES. —Hay otras muchas cosas, que,
sin ser pecaminosas en sí mismas, todavía su recuerdo es completamente «El olvido de Dios hace que nuestra memoria esté como sumergida
inútil y, por lo tanto, perjudicial para el alma. Tales son, v.gr., los aconte- en el tiempo, del que no ve la relación que tiene con la eternidad, con
cimientos tristes de nuestra vida pasada, desgracias familiares, humillacio- los beneficios y las promesas de Dios. Esta falta inclina a nuestra
nes, fracasos, etc., o los sucesos prósperos, que nos llenaron, acaso, de exce- memoria a contemplar las cosas horizontalmente en la línea del tiempo
siva y destemplada alegría. El recuerdo de unos y otros perturba la paz y quo va huyendo, y del cual sólo es real el momento presente, entre lo
el sosiego del alma, sin ventaja para nadie. Porque ninguno de aquellos suce- pasado, que ya ha desaparecido, y lo futuro, que todavía no ha lle-
sos tristes podremos remediar con nuestra pena y ninguna de aquellas ale- gado. El olvido de Dios nos impide ver que aún el momento presente
grías volverá a reproducir el fausto acontecimiento que la motivó. Mientras se halla en la línea vertical que lo une al único instante de la inmoble
el alma esté ocupada en esas vanas tristezas o alegrías estará incapacitada eternidad y que hay una manera divina de vivir ese presente momen-
para entregarse a la oración en paz y recogimiento de espíritu. to, para que por los méritos pertenezca a la eternidad. Mientras que el
olvido de Dios no nos levanta de la trivial y plana vista de las cosas
C) OLVIDAR POR COMPLETO LAS INJURIAS O DESPRECIOS RECIBIDOS. — en la línea del tiempo que pasa, la contemplación de Dios es como la
Esto ya pertenece a la virtud y es absolutamente indispensable para el alma
que quiera santificarse de veras. A pesar del perdón ofrecido o quizá gene- 41 Véase la nota correspondiente al número 255, en la que un ilustre carmelita expone
rosamente otorgado en medida superior a la estrictamente obligatoria, el !a razón fundamental por la que no puede admitirse esta doctrina y la razón que movió a
recuerdo de la pasada ofensa no puede menos de turbar por un momento San Juan de la Cruz para utilizarla a pesar de todo.
visión vertical de las cosas, que no duran, y del lazo que las une con tendimiento 1. El apetito sensitivo ignora toda razón de bien
Dios, que no pasa jamás. Vivir como sumergidos en el tiempo es olvi- que no sea el puramente sensual o grato a los sentidos. De ahí
dar su valor, es decir, su relación con la eternidad.
¿Cuál será la virtud capaz de sanar este grave defecto del olvido la lucha entablada contra el apetito racional, que busca de suyo
de Dios? San Juan de la Cruz responde: 'La memoria que olvida a '
el bien racional o del espíritu: «Porque la carne tiene tenden-
Dios ha de ser curada por la esperanza de la bienaventuranza eterna, cias contrarias a las del espíritu, y el espíritu tendencias con-
del mismo modo que la inteligencia tiene que serlo por el progreso
en la fe, y la voluntad, por el aumento de la caridad'...
! trarias a las de la carne, pues uno y otro se oponen» (Gal 5,17).
Somos viajeros, y olvidamos que estamos de viaje. Cuando va- El apetito sensitivo, llamado también sensualidad 2 , es una
mos en un tren y vemos que algunos viajeros descienden en una es- fuerza genérica dividida en dos potencias, que son las dos espe-
tación, nos hace esto recordar que pronto tendremos que descender cies del apetito sensitivo, a saber: el apetito concupiscible y el
también; de la misma manera, en nuestro viaje a la eternidad, cuan- irascible. El primero tiene por objeto el bien deleitable y de
do alguien baja, es decir, cuando uno muere, nos hace recordar que
también nosotros hemos de morir y que estamos en viaje a la eter- fácil consecución; el segundo, el bien arduo y difícil de alcan-
nidad» 42, zar. Y estas dos inclinaciones no pueden reducirse a un prin-
cipio únicó o en especie átoma, sino que arguyen forzosamente
4) EN ORDEN A LA PERFECCIÓN, la necesidad de purificar dos potencias realmente distintas entre sí 3 .
la memoria vaciándola de todas las formas terrenas que pueden El entendimiento y la voluntad pueden influir e influyen de
perturbar nuestra unión con Dios obedece a la misma razón hecho sobre el apetito sensitivo; pero no de una manera des-
fundamental que para las demás potencias: ninguna forma pótica (como sobre las manos o los pies, que se mueven sin
creada, sensible o inteligible, puede servir de medio próximo resistencia al imperio de la propia voluntad), sino solamente
y proporcionado para la divina unión. San Juan de la Cruz es con un imperio político, como el de un jefe sobre un súbdito,
inflexible en sacar las consecuencias de este principio con re- que puede resistir al mandato de su superior 4 .
lación a la memoria, de la que exige el olvido de todas las Los diferentes movimientos del apetito sensitivo hacia el
aprehensiones recibidas por vía natural o sobrenatural, para bien aprehendido por los sentidos dan origen a las pasiones.
guiarse únicamente por los motivos de la esperanza cristiana. Regular y purificar el funcionamiento de éstas equivale, pues,
Hay que leer cuidadosamente aquellas páginas tan divinamen- a la regulación y purificación del apetito sensitivo.
te inspiradas 43. b) LAS PASIONES.—Dos son las principales acepciones con
que suele emplearse esta palabra. En su sentido filosófico son
ARTICULO 3 movimientos o energías que podemos emplear para el bien
PURIFICACIÓN ACTIVA DE LAS PASIONES o para el mal. De suyo, en sí mismas, no son buenas ni malas:
todo depende de la orientación que se les dé 5 . Puestas al ser-
247. S.TH., 1-I1,22-48; RIBOT, La psycltologie des sentnnents; PAYOT, L'éduCaHon (le la
volonté; JANVIER, Caréme, 19o5; H. D. NOBLE, L'éducation des passions;
FROBES, Psicología vicio del bien, pueden prestarnos servicios incalculables, has-
empírica y experimental; F. T. D., Psicología pedagógica. ta el punto de poderse afirmar que es moralmente imposible
Examinada ya la purificación activa de los sentidos externos e internos, que un alma pueda llegar a las grandes alturas de la santidad
se impone ahora el estudio de la reforma y encauzamiento de esa otra gran sin poseer una gran riqueza pasional orientada hacia Dios;
facultad orgánica que es el apetito sensitivo, donde tienen su asiento las pero, puestas al servicio del mal, se convierten en fuerza des-
pasiones. tructora, de eficacia verdaderamente espantosa.
248. 1. Nociones previas.—Empecemos, como de cos- En el lenguaje popular, y en el de una buena parte de los
tumbre, recordando unas breves nociones de psicología. autores espirituales, la palabra pasión suele emplearse en su
sentido peyorativo, como sinónimo de pasión mala, como algo
a) EL APETITO SENSITIVO es aquella facultad orgánica por que es preciso combatir y dominar.
la cual buscamos el bien en cuanto material y aprehendido por
los sentidos. Se distingue genéricamente del apetito racional, o 1 1,80,2.
2 1,8i, : sEt sic sensualitas est nomen appetitus
sensitivi .
voluntad, que busca el bien en cuanto aprehendido por el en- 3 Cf. 1,81,2, donde
explica el Angélico Doctor la distinción específica entre ambos ape-
titos, concupiscible e irascible.
42 GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades 11,8. Los subra y ados son del propio P. Garrigou. 4 I,81,3 c et ad 2.—Cf. I - II,17,7; 56,4 ad 3.
43 Cf. Subida I11,1-15. 5 Cf. I-1I,24.
vade el temor. Finalmente, la presencia del mal arduo produce
Nosotros la emplearemos en su sentido filosófico, como
fuerzas de suyo indiferentes que hay que saber encauzar por la ira en el apetito irascible, además de la tristcza en el concu-
los caminos del bien, señalando al mismo tiempo las desvia- piscible. La presencia del bien arduo no puede excitar ningún
ciones que podrían sufrir y los medios para evitarlas. movimiento en el apetito irascible, sino únicamente el gozo en
el concupiscible; por eso, el apetito irascible sólo tiene cinco
249. 2. Naturaleza de las pasiones.—Las pasiones no pasiones, y seis el concupiscible.
son otra cosa que el movimiento del apetito nacido de la aprehen- Para mayor claridad, he aquí, en resumen esquemático, el
sión del bien o del mal sensible con cierta conmoción refleja más panorama de las pasiones:
o menos intensa en el organismo. El bien simplemente aprehendido Amor.
Los psicólogos modernos suelen reservar la palabra pasión para desig- El mal, opuesto al bien Odio.
nar los movimientos pasionales más vehementes e intensos, reservando para En el apetito concu- El bien futuro Deseo.
los de intensidad más suave y ordinaria el nombre de emoción. Como quiera piscible El mal futuro Aversión o fuga.
que sea, siempre suponen algún conocimiento, al menos sensitivo, del bien El bien presente Gozo.
que se busca o del mal que se teme. El mal presente Tristeza o dolor.
'El bien arduo au- rPosible. Esperanza.
El movimiento pasional propiamente dicho siempre suele sente Imposible. Desesperación.
ser intenso. De ahí esa conmoción orgánica que de él se deriva En l apetito irasci-^
como una consecuencia natural. Así, la ira enciende el rostro ble El mal arduo au- ( Superable Audacia.
sente . Insuperable .... Temor.
en indignación y pone en tensión los nervios; el miedo hace
palidecer; el amor ensancha el corazón, y el temor lo encoge, etc.
Con todo, la intensidad de esa conmoción no es siempre unifor-
L El mal arduo presente Ira.
me: dependerá en cada caso de la constitución fisiológica del Bossuet notó agudamente que todas las pasiones pueden
hombre, de la brusquedad de la sacudida pasional y del ma- reducirse al amor, que es la fundamental y como la raíz de to-
yor o menor dominio que se tenga de sí mismo. das ellas. He aquí sus propias palabras:
<<Podernos decir, si consultamos lo que pasa en nosotros mismos, que
250. 3. Número.—San Juan de la Cruz sigue la clasi- nuestras pasiones se reducen a sólo el amor, que las encierra y excita to-
ficación de Boecio, a base de las cuatro pasiones fundamen- das. El odio hacia algún objeto no viene sino del amor que se tiene a algún
tales: gozo, esperanza, dolor y temor 6 . Pero es clásica la divi- otro. No odio la enfermedad sino porque amo la salud. No tengo aversión
hacia alguno sino porque me es un obstáculo para poseer lo que amo. El
sión escolástica, que señala once pasiones: seis pertenecientes deseo no es más que un amor que se extiende a un bien que no se posee
al apetito concupiscible y cinco al irascible. He aquí de qué todavía, así como el gozo es un amor que se apega al bien poseído. La fuga y
manera se originan en ambos apetitos: la tristeza son un amor que se aleja del mal que le privaría de su bien y que
se aflige. La audacia es un amor que emprende, para poseer el objeto amado,
a) EN EL APETITO CONCUPISCIBLE, el bien, que tiene fuer- lo que hay de más difícil, y el temor es un amor que, viéndose amenazado
za de atracción, engendra tres movimientos pasionales; su sim- de perder lo que busca, es atormentado por este peligro. La esperanza es
ple aparición engendra el amor; si se trata de un bien futuro, un amor que confía poseer el objeto amado, y la desesperación es un amor
desolado al verse privado para siempre de él, lo que le causa un abatimiento
da origen al deseo; si se le posee ya presente, produce el gozo. del que no se puede levantar. La ira es un amor irritado al ver que se le
Por el contrario, el mal, que es de suyo repulsivo, su mera apa- quiere quitar su bien y se esfuerza en defenderlo. En fin, suprimid el amor,
rición produce el odio; si es futuro, produce un movimiento y ya no hay pasiones; ponedlo, y las haréis nacer todas> 7 .
de fuga; si se nos ha venido encima, causa tristeza. 251. 4. Importancia de las pasiones.—La gran impor-
b) EN EL APETITO IRASCIBLE, el bien ausente, Si es de po- tancia de las pasiones se deduce de su influencia decisiva en la
sible adquisición, engendra la esperanza; si imposible, produce vida física, intelectual y moral del hombre.
la desesperación. Y de semejante manera, el mal arduo ausente, a) EN LA VIDA FÍSICA.—Sin la previa excitación de los apetitos, ape-
si es superable, enciende la audacia; si es insuperable, nos in- nas damos un paso en nuestra vida física, mientras que la excitación pasional
6 En el 1.i De consolatione philosuphiae expone Boecio su teoría en aquellos conocidos nos hace desplegar una actividad extraordinaria para el bien o para el mal.
versillos: <'Tu quoque si vis — lumine claro — cernere verum — tramite recto — carpere
callen: — Gaudia pelle — pelle timorem — spemque fugato — nec dolor adsit» (ML 63, BOSSUET, Connaisance de Dieu et de soi-rnérne c.1 n.6.
657 A-658 A). Cf. I-II,25,4,) SAN JUAN DE LA Cxuz, Subida III,16.
Añádase a esto que ciertas pasiones influyen poderosamente en la salud )io venciendo, quizá, grandes dificultades, pero llegando a adquirir poco
corporal y pueden llegar a producir la misma muerte, sobre todo la tristeza: poco el pleno dominio y perfecto control de sí mismos.
«quae magis nocet corpori quam aliae passiones», como dice Santo Tomás 8 .
incalculable el influjo de nuestras
Veamos ahora cuáles son los principios fundamentales que
EN LA VIDA INTELECTUAL. —Es
b)
pasiones sobre nuestras ideas. Balmes lo notó agudamente en El criterio 9 .
an de regir la educación de nuestras pasiones.
La mayor parte de las traiciones y apostasías tienen su última y más pro- b) PRINCIPIOS PSICOLÓGICOS FUNDAMENTALES. — El P. Ey-
funda raíz en el desorden de las propias pasiones. Lo advierte con sagacidad
P. Bourget: «Es necesario vivir como se piensa; de lo contrario, tarde o
mieu ha expuesto con acierto esta importante materia 13 . He
temprano se acaba por pensar como se ha vivido» 10. ¿Qué otra cosa puede áquí los tres principios fundamentales que expone largamente
explicar la lamentable defección de Lutero y de tantos otros como él? en su libro:
c) EN LA VIDA MORAL.—Las pasiones aumentan o disminuyen la bon- 1.° Toda idea 14 tiende a producir el acto correspondiente.
dad o malicia, el mérito o demérito de nuestros actos 11 . Lo disminuyen
cuando obramos el bien o el mal más por el impulso de la pasión que de la Este principio es particularmente verdadero si esa idea o sentimiento va
libre elección de la voluntad; lo aumentan cuando la voluntad confirma el acompañado de emociones fuertes y vivas representaciones.
movimiento antecedente de la pasión y lo utiliza para obrar con mayor in- De este principio se desprende, como norma de conducta, la necesidad
tensidad. de fomentar en sí ideas conformes a las acciones que se quieren realizar y evitar
cuidadosamente las que se refieren a acciones que se quieren evitar. De esta
252. 5. Educación de las pasiones.—De la importancia manera se gobiernan los actos por medio de las ideas.
extraordinaria de las pasiones se deduce la necesidad de edu-
carlas convenientemente, apartándolas del mal y poniéndolas 2.° Todo acto suscita el sentimiento del cual es expresión
normal.
al servicio del bien.
La regla de conducta que se desprende de aqu-Lgs que para adquirir el
a) POSIBILIDAD DE EDUCARLAS. — En primer lugar, ¿es po- sentimiento que se desea—o sea para intensificar la pasión que queremos
sible educar las pasiones? Indudablemente que sí. Siendo como fomentar—es preciso obrar como si se tuviera ya. De esta forma se gobiernan
son de suyo indiferentes en el orden moral, su misma natu- los sentimientos por medio de los actos.
raleza exige dirección y encauzamiento. Es verdad que no
tenemos imperio despótico sobre ellas, sino únicamente polí- 3.0 La pasión acrecienta las fuerzas psicológicas del hombre
tico; pero una sabia organización de todos nuestros recursos hasta elevarlas a su mayor intensidad y las utiliza para conseguir
- lo que pretende.
psicológicos 12 puede dar por resultado un perfecto control de
nuestras pasiones, hasta el punto de que únicamente se sus- De donde se deduce la necesidad de procurarse una pasión muy bien
traigan al mismo los llamados «primeros movimientos», que no escogida para llevar al máximo rendimiento nuestras energías psicológicas.
De esta manera, por medio de los sentimientos se gobiernan las ideas y los actos.
afectan, por otra parte, a la moralidad de nuestras acciones.
La experiencia diaria confirma estos principios. Todos tenemos con- Estos son los principios fundamentales en el control y go-
ciencia de la responsabilidad de nuestros impulsos pasionales. Cuando nos bierno de las pasiones. Pero precisemos más en particular las
dejamos llevar de un impulso desordenado, sentimos en seguida las punza- normas de conducta en la línea del mal y en la línea del bien.
das del remordimiento; si, por el contrario, hemos resistido a él, experimen-
tamos la satisfacción y el goce del deber cumplido. Prueba inequívoca de e) LA LUCHA CONTRA EL DESORDEN DE LAS PASIONES. —
que nos sentimos libres frente al ímpetu pasional y de que, por lo mismo, Ante todo es preciso adquirir la firme convicción de la nece-
está en nuestras manos su dirección y encauzamiento. La historia de todas
las conversiones ofrece una nueva prueba, palmaria e indiscutible, de la
sidad de combatir las pasiones desordenadas por los grandes
educabilidad de las pasiones. Hombres que, llevados de sus pasiones des- trastornos que nos acarrearían dejándolas desbordar 15 . Por-
ordenadas, se habían dejado arrastrar hasta los más inmundos lodazales, que ellas—en efecto—perturban nuestro espíritu, impiden la
empiezan, a partir de su conversión, una vida casta y morigerada; al princi- reflexión, hacen imposible el juicio sereno y equilibrado, ener-
8 I-II37,4. 13 Cf. A. EYMIEU, El gobierno de sí mismo (2.. ed., Barcelona iqo8).
sobre todo a partir del § 37. 14 El autor, como explica inmediatamente, entiende por idea 'un fenómeno cognosci-
9 Cf. principalmente los c.ig y 22,
10 P. BOURGET, Le démon de midi II p.253. tivo cualquiera, intelectual o sensible> (p.25).
1 s San Juan de la Cruz habla largamente de la necesidad de purificar los apetitos, que
11 I-II,24,3.
12 Ya comprenderá el lector que la fuerza más importante de que podemos disponer cansan, atormentan, obscurecen, ensucian y enflaquecen el alma (Subida 1,6-13), y las cuatro
para dominar y encauzar las pasiones es la gracia de Dios. Pero ahora estamos examinando pasiones fundamentales: gozo, esperanza, dolor y temor, cuya mortificación o desorden im-
los resortes psicológicos que pueden ayudarnos en la consecución de ese mismo fin. La gra- pediría la unión del alma con Dios (ibid., I11,16-45). Es insustituible la lectura directa del
cia no destruye la naturaleza, sino que la eleva y perfecciona. Santo.
van la voluntad, quitándole casi toda su energía; excitan perni- virtudes. El amor sensual puede transformarse en sobrenatural y divino.
ciosamente la imaginación, alteran nuestros órganos corpora- a ambición es virtud excelente cuando se dirige a la extensión del reino
les y comprometen, en fin, la paz de nuestro espíritu y la de Dios. El temor a los peligros puede resultarnos utilísimo en la fuga de
tranquilidad de nuestra conciencia: « ¿Quién no ha maldecido las ocasiones pecaminosas, etc.
esas horas de desenfreno y embriaguez tan cruelmente expia- Esto nos lleva a hablar de la orientación positiva de las pasiones hacia
el bien.
das? ¿Quién no ha llorado esas ruinas interiores, única reali-
dad que uno halla en sí al desvanecerse la dicha quimérica, a d) ORIENTACIÓN DE LAS PASIONES HACIA EL BIEN. — Seña-
la que se había sacrificado todo, afectos, deberes, tal vez el lemos uno a uno los principales objetos hacia los que hemos
honor, y con su propia dicha, la del prójimo?» (T. Bernard). de encauzar nuestros ímpetus pasionales:
«Los remedios que se han de aplicar dependen de la naturaleza de las
i.° El amor hay que encauzarlo: a) en el orden natural: a la familia,
pasiones que se han de combatir. Se luchará contra las que provienen del a las amistades buenas, a la ciencia, al arte, a la patria...; b) en el orden
sobrenatural: a Dios, a Jesucristo (el amigo más fiel y generoso), a María,
medio ambiente con el alejamiento, las distracciones, los viajes; contra las a los ángeles y santos, a la Iglesia, a las almas...
que proceden del organismo, por un régimen particular, el trabajo, la guarda 2.° El odio hay que orientarlo hacia el pecado, enemigos de nuestra
de los sentidos y de la imaginación; las que tienen origen en el temperamento
alma (mundo, demonio y carne) y todo aquello que pueda rebajarnos y en-
y en el carácter, por la reflexión y fuerza de voluntad. Contra todas deben vilecernos en el orden natural o sobrenatural.
emplearse, además, los medios de orden sobrenatural» 16.
3.° El deseo hay que transformarlo en legítima ambición: natural, de
Desde el punto de vista psicológico, no cabe duda que el ser provechoso a la familia y a la patria, y sobrenatural, de alcanzar a toda
costa la perfección y la santidad.
remedio capital contra las pasiones desordenadas será siem- 4.° La fuga o aversión tiene su objeto más noble-en . la huida de las
pre una voluntad firme y decidida de vencer. Unicamente con- ocasiones peligrosas, en evitar cuidadosamente todo aquello que pueda com-
tra ella se estrellará el ímpetu pasional. Pero no basta una vo- prometer nuestra salvación o santificación.
luntad puramente teórica o soñadora, sino una decisión enér- 5.° El gozo hemos de hacerlo recaer en el cumplimiento perfecto de
la voluntad de Dios sobre nosotros, en el triunfo de la causa del bien en el
gica e inquebrantable, que se traduzca en el empleo de los mundo entero, en la dicha de sentirse, por la gracia santificante, hijo de
procedimientos tácticos para obtener la victoria, sobre todo Dios y miembro vivo de Jesucristo...
si se trata de combatir una vieja pasión fuertemente arraigada. 6.° La tristeza y el dolor hallan su expresión adecuada en la contem-
He aquí las líneas fundamentales de esa estrategia práctica 17 : plación de la pasión de Jesucristo, de los dolores de María, en los sufrimien-
tos y persecuciones de que es víctima la Iglesia o los mejores de sus hijos,
1.° Actuar sin descanso sobre las causas de la pasión.—Temperamento, del triunfo del mal y de la inmoralidad en el mundo...
atavismo, influencias exteriores, facultades intelectuales y sensibles, ocasio- 7.° La esperanza ha de alimentarse en la soberana perspectiva de la fe-
nes próximas y remotas. Este último punto—la huida de las ocasiones— licidad inenarrable que nos aguarda en la vida eterna, en la confianza om-
es básico y fundamental. Una voluntad debilitada por una pasión violenta nímoda en la ayuda de Dios durante el destierro, en la seguridad de la pro-
sucumbirá sin esfuerzo ante una ocasión peligrosa. Se impone como norma tección de María «ahora y en la hora de nuestra muerte»...
indispensable la huida absoluta y radical de todo cuanto pueda resultar in- 8.° La desesperación hay que transformarla en una discreta desconfian-
centivo para la pasión. Sin esto, el fracaso es seguro, y la recaída cierta. za en nosotros mismos, fundada en nuestros pecados y en la debilidad de
nuestras fuerzas, pero plenamente contrarrestada por una confianza omní-
2.° Impedir con energía nuevas manifestaciones de la pasión.—Todo nue-
vo acto da a la pasión nuevas y redobladas energías. No se duerme a una moda en el amor y misericordia de Dios y en la ayuda de su divina gracia.
9.° La audacia ha de convertirse en animosa intrepidez y valentía para
fiera—matarla del todo es imposible en nuestro caso—arrojándola de cuan-
do en cuando un mendrugo... Este es el secreto del fracaso de tantos jóvenes afrontar y superar todos los obstáculos y dificultades que se interpongan
en la lucha contra la impureza. Cuando se sienten fuertemente tentados, ante el cumplimiento de nuestro deber y en el proceso de nuestra santifica-
ceden a los embates de la pasión «para quedarse tranquilos unos días». Es ción, recordando que «el reino de los cielos padece violencia, y solamente
una gran equivocación. Lejos de sosegar sus pasiones, no hacen con ello los que se la hacen a si mismos lo arrebatan» (Mt 11,12).
so. El temor ha de recaer en la posibilidad del pecado, único verdadero
más que aumentar sus exigencias y prolongar indefinidamente una lucha
en la que nunca obtendrán la victoria: han equivocado el camino. Hay que mal que puede sobrevenimos, y en la pérdida temporal o eterna de Dios,
resistir «hasta derramar sangre» si es preciso, como dice enérgicamente que sería su consecuencia; pero no de manera que nos lleve al abatimiento,
San Pablo (Hebr 12,4). Sólo así se va debilitando la fuerza de la pasión, sino como acicate y estímulo para morir antes que pecar.
1 1. La ira, en fin, hay que transformarla en santa indignación que nos
hasta dejarnos, finalmente, en paz.
arme fuertemente contra el mal.
3.° Dar a la pasión objetos distintos de los que se la quiere apartar.—
Ciertas pasiones no tienen más que cambiar de objeto para convertirse en 253. 6. Advertencias prácticas al director espiritual.
16 F. T. D., Psicología pedagógica n.379. El director debe examinar cuidadosamente cuál es la pasión
17 Cf. F. T. D., ibid.
o pasiones que predominan en el alma que se pone bajo su
gobierno. Y, una vez averiguadas, impóngale como materia sentido interno (memoria sensitiva) es potencia autónoma, dis-
de examen particular no la extinción de esas pasiones (sería tinta de los demás sentidos internos y de la memoria intelecti-
trabajo inútil y contraproducente), sino su dirección y encau- va 3 . Por lo demás, la purificación de la memoria intelectiva
zamiento en la forma que hemos indicado. Dirija sus esfuer- sigue un proceso enteramente análogo al de la sensitiva, de la
zos principalmente a la reforma y encauce de la pasión domi- que ya hemos hablado anteriormente.
nante, atacándola de frente, sin descuidar, empero, la refor- Vamos, pues, a precisar el proceso de purificación activa
ma de las demás pasiones. Vuelva a la carga una y otra vez, de las dos potencias del alma realmente distintas entre sí: el
pídale cuenta de los adelantos y retrocesos y no descanse, en entendimiento y la voluntad.
fin, hasta conseguir orientar hacia Dios toda la vida pasional
del dirigido. No es trabajo fácil, y la labor durará toda la vida A. Purificación activa del entendimiento
sin duda alguna; pero es algo de importancia verdaderamente
capital. Una de las causas más generales de tantas santidades 256. i. Nociones previas.—EL ENTENDIMIENTO es una
frustradas es la de no haberle concedido la debida importan- facultad del alma por la cual aprehendemos las cosas en cuanto
cia al encauce y utilización de las grandes energías de la vida inmateriales. Su efecto propio son las ideas, que abstrae de los
pasional. Sin pasiones, sin grandes pasiones orientadas hacia el objetos exteriores a través de los fantasmas de la imaginación
bien, es imposible ser un santo. iluminados por la fuerza abstractiva del propio entendimiento,
llamada en filosofía entendimiento agente 4 El conocimiento in-
.
las almas son gobernadas de una manera especialísima por el Veamos ahora en particular las dos principales manifesta-
mismo Espíritu Santo a través de sus preciosísimos dones y ciones de esas purificaciones pasivas; o sea, las llamadas por
divinas mociones. Iluminadas por las luces de la contempla- San Juan de la Cruz noche del sentido y noche del espíritu.
ción con resplandores del cielo, descubren mucho mejor su
nada y su miseria, a la vez que los ardides de sus enemigos ARTICULO 2
exteriores y de su propia sensualidad. Son mucho más cautas, LA NOCHE DEL SENTIDO
juiciosas, prudentes y dóciles a sus maestros y guías espiritua-
les precisamente por efecto natural de las dolorosas purifica- 266. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura I; SCARAMELLI, Directorio místico tr.5
c.1-15;
MEYNARD, La vida espiritual t.2 1.2 C.2; LEHODEY, Los caminos de la oración mental
p.3."
ciones pasivas a que se han visto sometidas antes de penetrar C.3; TANQUEREY, Teología ascética n.1420-34; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades
p.3. s c.4-5.
o hacer nuevos progresos en los estados místicos. Escuchemos 267. 1. Naturaleza.—La noche del sentido consiste en
al P. Garrigou-Lagrange llamando la atención sobre este punto una serie prolongada de arideces, sequedades y oscuridades sensi-
importantísimo: bles producidas en un sujeto imperfecto por la contemplación infusa
« ¡Grave cuestión! Sostener que se llega al pleno desenvolvimiento de inicial.
la vida cristiana sin pasar, en una forma o en otra, por las purificaciones pa- Psicológicamente se caracteriza por esa serie de arideces pro-
sivas, que son de orden místico, sin haber sido elevado a la contemplación
infusa, iniciación oscura y secreta del misterio de Dios presente en nc sotros, fundas, persistentes, que sumergen al alma en un estado muy
¿no es, acaso, disminuir muy notablemente el ideal de la perfección?; y, - penoso y ponen a dura prueba su perseverancia en el deseo de
bajo el pretexto de evitar las ilusiones, de seguir la vía común, los caminos santificarse. Es tan difícil de soportar esta crisis del sentido, que
trillados, ¿no se suprime, acaso, el impulso y las grandes aspiraciones de la
vida interior? ¿No es, acaso, proponer a las almas una bien pequeña vía
la inmensa mayoría de las almas retroceden asustadas y aban-
iluminativa y unitiva de naturaleza tal que pueda hacerles caer en una donan la vida de oración 12 .
ilusión contraria a las que se quieren evitar? Bajo el pretexto de combatir La causa de esta noche es la contemplación infusa inicial
una forma de presunción, ¿no es, acaso, caer en otra? ¿No es, acaso, llevar al recibirse en un sujeto imperfecto o no preparado para ella.
las almas a creer que están a punto de alcanzar la perfección, que están ya
en la vía unitiva, cuando puede ser que no sean sino principiantes y apenas
Son absolutamente necesarios estos dos elementos. Sin la con-
tienen idea de la verdadera vía iluminativa o de los proficientes? ¿No es, templación infusa podría haber purificación activa o ascética,
acaso, exponerlas, además, a quedar completamente desconcertadas cuando pero no pasiva o mística. Y sin la disposición imperfecta del
sobrevengan las dolorosas purificaciones pasivas, durante las cuales creerán alma, la contemplación no causaría tormento, oscuridad ni
retroceder, cuando en realidad esas pruebas son la puerta estrecha que aridez, sino deleite, luz y suavidad inefable. Pero esto requiere
conduce a la verdadera vida? Quam angosta porta et arcta via est, quae ducit
ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam! Medítense a este propósito las
una mayor explicación.
palabras de San Juan de la Cruz que hemos citado en las páginas prece- 268. 2. Causas.—Nadie como San Juan de la Cruz ha
dentes» 10.
explicado con tanta precisión y claridad la naturaleza, necesi-
Está, pues, fuera de toda duda que las purificaciones pasi- 11 El mismo Scaramelli reconoce esta necesidad. He aquí sus propias palabras: (No
vas—que, según el sentir unánime de todas las escuelas de es- puede el hombre, por más que se ayude y esfuerce, llegar con sus industrias a reformar los desór-
denes de su naturaleza, corrompida por el pecado de Adán, y muchas veces más desconcer-
9 Con razón exclama Santa Teresa hablando de la vida de oración: *Quien os dijere tada por él con pecados y malos hábitos que con ellos ha contraído; por consiguiente, no
que esto es peligro, tenedle a él por el mismo peligro y huid de él; y no se os olvide que por puede con las fuerzas ordinarias de la gracia hacerse hábil para el don de la contemplación
ventura habéis menester este consejo. Peligro será no tener humildad y las otras virtudes; infusa. Es necesario que Dios ponga su mano omnipotente, y con las purificaciones que los
mas camino de oración camino de peligro, nunca Dios tal quiera. El demonio parece haber místicos llaman pasivas haga cumplida la reforma de su natural desordenado y corrompido,
inventado estos miedos, así ha sido mañoso a hacer caer a algunos que tenían oración al pa- y de esta manera lo haga apto para las comunicaciones divinas» (Directorio místico tr.5 c. n.1o).
12 Conocida es la expresión, sin duda exagerada, de Godínez, que hace ascender al
recer. Y mirad qué ceguedad del mundo, que no miran los muchos millares que han caído
en herejías y en grandes males sin tener oración, sino distracción; y entre la multitud de éstos, noventa y nueve por cien estas almas pusilánimes que retroceden ante las primeras dificulta-
si el demonio, por hacer mejor su negocio, ha hecho caer a algunos que tenían oración, ha des. He aquí sus propias palabras: *De mil personas que llama Dios a la perfección, apenas
hecho poner temor a algunos para las cosas de virtud. Estos que toman este amparo para corresponden diez; y de cien personas que llama Dios a la contemplación faltan las noventa
librarse, se guarden, porque huyen del bien para librarse del mal. Nunca tan mala invención y nueve; por lo cual digo que son muchos los llamados, pero muy pocos los escogidos. (Prác-
he visto; bien parece del demonio* (Camino 21,7-8). tica de la Teología mística 1.7 e.1). Sin llegar a tanto como esto, es cierto que el fracaso de
10 Perfection chrétienne et contemplation c.3 a.3. tantas almas llamadas por Dios a la perfección obedece a su falta de ánimo para soportar
las dolorosas purificaciones pasivas del sentido y del espíritu.
dad, causas y efectos de la purificación pasiva del sentido. El lísima que va directamente al entendimiento sin el concurso
libro primero de la Noche oscura es el código insustituible don- de los sentidos, produce necesariamente en ellos oscuridad,
de habrán de estudiarse siempre los cánones fundamentales vacío, negación y desamparo; y estamos cabalmente en pre-
sencia de la noche del sentido. Escuchemos al propio San Juan
que regulan la noche del sentido. Vamos a recoger aquí los hitos de la Cruz:
fundamentales que señalan la dirección de su pensamiento.
Ante todo es menester advertir que San Juan de la Cruz «Pues como el estilo que llevan estos principiantes en el camino de
Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba
incluye bajo la palabra sentido no solamente los sentidos exter- queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y sacarlos de
nos e internos, sino también el apetito sensitivo y el entendi- este bajo modo de amor a más alto grado de amor de Dios, y librarlos del
miento en cuanto discursivo 13 , que se vale, como es sabido, del bajo ejercicio del sentido y discurso, que tan tasadamente y con tantos in-
concurso de la imaginación para fabricar sus discursos. convenientes, como habemos dicho, andan buscando a Dios, y ponerlos en
el ejercicio de espíritu, en que más abundantemente y más libres de imper-
Comienza San Juan de la Cruz describiendo la suavidad y fecciones puedan comunicarse con Dios, ya que se han ejercitado algún
regalo que suelen experimentar los principiantes en el servicio tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en
de Dios, explicándolo por la bellísima metáfora de la madre que con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las
que está amamantando a su hijito: cosas del mundo y cobrado algunas fuerzas espirituales en Dios, con que
tienen algo refrenado los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por
«Es, pues, de saber que el alma, después que determinadamente se con- Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás al mejor tiempo; cuando
vierte a servir a Dios, ordinariamente la va Dios criando en espíritu y rega- más a su sabor y gusto andan en estos ejercicios espirituales y cuando más
lando, al modo que la amorosa madre hace al niño tierno, al cual al calor claro a su parecer les luce el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios
de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce le toda esta luz y ciérrales la puerta y manantial de la dulce agua espiritual
cría, y en sus brazos le trae y le regala. Pero, a la medida que va creciendo, que andaban gustando en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos
le va la madre quitando el regalo, y escondiendo el tierno amor, pone el querían, porque, como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para
amargo acíbar en el dulce pecho y, abajándole de los brazos, le hace andar por ellos, como dice San Juan en el Apocalipsis (3,8), y así los deja tan a oscu-
su pie, para que, perdiendo las propiedades de niño, se dé a cosas más ras, que no saben por dónde ir con el sentido de la imaginación y el discurso.
grandes y sustanciales» 14. Porque no pueden dar un paso en el meditar, como antes solían, anegado
ya el sentido interior en esta noche, y déjalos tan a secas, que no sólo no
Los principiantes—en efecto—usan mal de este trato tan hallan jugo y gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían
dulce y regalado que reciben de Dios en los albores de su vida ellos hallar sus deleites y gustos, mas en lugar de esto hallan, por el contra-
espiritual. Se apegan fuertemente a esas consolaciones sensi- rio, sinsabor y amargura en las dichas cosas. Porque, como he dicho, sintién-
dolos ya Dios aquí algo crecidillos, para que se fortalezcan y salgan de man-
bles, y, acaso sin darse cuenta de ello, ese sabor y gusto que tillas, los desarrima del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos, los veza a
hallan en los ejercicios y prácticas de devoción es la causa y el andar por sus pies, en lo cual sienten ellos gran novedad porque se les ha
motivo principal que les impulsa a practicarlas. Y al sentirse vuelto todo al revés» 17 .
tan favorecidos de Dios, su flaca virtud les hace pensar que Y que la causa de este sinsabor y vacío de los sentidos sea
ya son santos o poco menos. De donde les nacen grandes im- la contemplación infusa, lo dice expresamente San Juan de la
perfecciones acerca de los siete vicios capitales, que San Juan Cruz al explicar las señales para conocer si el alma ha entrado
de la Cruz describe con finísimo y maravilloso análisis, y que ya en la noche del sentido :
es preciso leer y meditar en sus propias páginas 15. «Porque como aquí comienza Dios a comunicársele, no ya por el sen-
Se impone una purificación a fondo de tantas miserias y tido, como antes hacía por medio del discurso, que componía y dividía
flaquezas. Y como ellos no la intentarán jamás—porque igno- las noticias, sino por el espíritu puro, en que no cae discurso sucesivamente,
ran en gran parte sus propias imperfecciones y jamás podrían comunicdndosele con acto de sencilla contemplación, la cual no alcanzan los
conseguirlo del todo con sus propias industrias aunque las sentidos de la parte inferior, exteriores ni interiores; de aquí es que la ima-
ginativa y fantasía no puedan hacer arrimo en alguna consideración ni hallar
conocieran, como advierte el mismo San Juan de la Cruz 16—, en ella pie ya de ahí adelante» 18 .
interviene la amorosa Providencia con las primeras luces de la
contemplación infusa, que, al recaer sobre un sujeto asido fuer-
Las causas de la noche del sentido son, pues, dos: la contem-
temente a lo sensible y tratarse de una comunicación espiritua- plación infusa inicial recayendo sobre un sujeto imperfecto o no
preparado para recibirla.
13 Léanse con atención los capítulos 6 ■ 9 del libro I de la Noche oscura.
14 Noche I,1,2. 1187 Noche I,8,3.
1 s Cf. Noche I c.2-7. Ibid., 9,8.
1» Ibid., 7,5.
Veamos ahora las señales para distinguir la noche del sen- T.° Si se trata de un efecto de la tibieza que se va apode-
tido de otros estados psicológicos que nada tienen que' ver randp del alma, se conocerá sin esfuerzo, porque ese hastío
con ella. de las cosas de Dios va acompañado de una fuerte inclinación
269. 3. Señales para conocerla.—¿ Qué señales habrá a los jsatiempos y diversiones del mundo, en los que encuen-
para conocer la presencia de la noche del sentido y saberla dis- tra plader y bienestar, junto con una gran disipación del alma,
tinguir de las sequedades y arideces que podrían provenir de que apenas hace caso del pecado mortal y se entrega al venial
otras causas, tales como la disipación del alma, la indisposi- sin resistencia alguna. El remedio estará en arrepentirse sin-
ción corporal del sujeto, la influencia del demonio y otras se- ceramente de esos malos pasos y volver a reemprender con
mejantes? nuevo fervor el camino de la vida espiritual.
El primero en hablar de ellas fue el gran místico alemán 2.° Si se trata de una enfermedad mental o desequilibrio
Juan Taulero 19 . Pero San Juan de la Cruz las precisa con toda nervioso, no es difícil tampoco distinguirla de las arideces y
exactitud en un precioso capítulo de la Noche oscura 20 . He sequedades de la noche del sentido. He aquí un texto muy ex-
aquí un breve resumen de su doctrina, que es preciso leer en presivo y sintético del P. Garrigou-Lagrange:
toda su integridad:
«A fin de distinguir bien la neurastenia de la purificación pasiva hay
a) La primera es que «así como no halla gusto ni consuelo en las cosas que advertir que los síntomas más corrientes de la neurastenia son la fatiga
de Dios, tampoco lo halla en alguna de las cosas criadas». Porque, si lo hallara casi permanente, con sensación de abatimiento y desgana; dolores de ca-
en estas últimas, es evidente que el disgusto de Dios obedece a la disipación beza habituales (sensación de casco, dolores sordos de la nuca o de la colum-
del alma. Los tibios no hallan gusto en las cosas derDios, pero sí en las del na vertebral); insomnio, tanto, que el neurasténico se levanta más fatigado
mundo. que al acostarse; dificultad en el ejercicio de las facultades intelectuales y en
Pero como este disgusto universal «podría provenir de alguna indispo- mantener atención continua; impresionabilidad, emociones intensas por cau-
sición o humor melancólico, el cual muchas veces no deja hallar gusto en sas insignificantes, que les hacen creer en enfermedades que no existen;
nada, es menester la segunda señal y condición». excesivo análisis de sí mismos hasta en los menores detalles y constantes pre-
b) La segunda señal es que «ordinariamente trae la memoria en Dios con ocupaciones por no sufrir daño alguno 21.
solicitud y cuidado penoso, pensando que no sirve a Dios, sino que vuelve atrás, Los neurasténicos no son, sin embargo, enfermos imaginarios; la im-
como se ve con aquel sinsabor en las cosas de Dios. Y en esto se ve que no potencia que sufren es muy real, y sería gran imprudencia quererles con-
sale de flojedad y tibieza este sinsabor y sequedad, porque de razón de la vencer de que su fatiga no es nada y animarlos a no tenerla en cuenta. No
tibieza es no se le dar mucho ni tener solicitud interior por las cosas de Dios». es el querer lo que les falta, sino el poder querer.
Y cuando obedece a una enfermedad, «todo se va en disgusto y estrago del Las causas de la neurastenia pueden ser orgánicas, como las intoxica-
natural, sin estos deseos de servir a Dios que tiene la sequedad purgativa». ciones, las perturbaciones endocrínicas o hepáticas y la parálisis; mas con
El demonio por su parte tampoco puede inspirar deseos de servir a Dios. frecuencia son también psíquicas: la sobrefatiga o surmenage intelectual,
Esta es, pues, una de las señales más claras e inequívocas. los disgustos de orden moral, las emociones dolorosas, que son carga dema-
c) La tercera señal «es el no poder ya meditar ni discurrir en el sentido siado pesada para su sistema nervioso. Aun en el caso de anomalía psíquica,
de la imaginación como solía, aunque más haga de su parte». La causa de el mal afecta al organismo; por eso el neurasténico necesita reposo absoluto;
esta impotencia discursiva es la contemplación infusa inicial, como dice a luego se le ha de llevar por la persuasión a que haga algunos trabajillos pro-
renglón seguido San Juan de la Cruz en el texto que hemos citado más arriba porcionados a sus fuerzas y se le debe animar constantemente.
y explica largamente después. No se ha de olvidar que las psiconeurosis pueden subsistir junto con una vida
intelectual intensa y elevada vida moral.
Cuando se reúnan estas tres señales de una manera clara De ahí, como advierte San Juan de la Cruz al hablar de las tres seña-
y duradera, el alma y su director pueden pensar que se hallan les de la noche pasiva del sentido, que esa vida intelectivo-moral pueda darse
en presencia de la noche del sentido y obrar en consecuencia. simultáneamente con la melancolía o neurastenia, como diríamos hoy; mas se
Pero, para mayor abundamiento, concretemos un poco más distingue perfectamente de este estado de fatiga nerviosa por la segunda
señal (recuerdo de Dios, a la vez que gran solicitud y diligencia por no ir
los medios para averiguar con certeza si las grandes sequeda- hacia atrás) y por la tercera (imposibilidad casi total de meditar y tendencia
des y arideces que el alma experimenta en ese estado obedecen a la sencilla y amorosa mirada a Dios, principio de la contemplación in-
efectivamente a la noche del sentido o a cualquiera de las otras fusa). Ese vivo anhelo de Dios y de la perfección que se manifiesta a través de
causas indicadas. tales señales distingue claramente la purificación pasiva de la neurastenia
19 Cf. FR. JUAN TAULERO, Las instituciones divinas C.35 p•213-14 (ed. del P. GETINO,
que a veces puede acompañarla» 22.
Madrid 1922). -
20 El 9 del libro primero. Habla también de ellas en el 1.2 c.13 de la Subida del Monte 21 Cf. R. DE SINETY, Psychopathologie et direction
(1934) 1166-87 (cita del P. GiRRIGOU).
Carmelo. 22 Tres edades III,4.
3.0 Si se trata de tentaciones o perturbaciones diabólicas No todas las almas sufren la noche del sentido con estos rigores tan inten-
—permitidas a veces por Dios como un medio de purificación sos. Depende del grado de perfección a que Dios quiera elevarlas, del mayor
o menor número de imperfecciones de que tengan que purificarse, de las
del alma—, se conocerá en que la aridez y sequedad coincide fuerzas y energías del alma y de su docilidad y paciencia en soportar la
con fuertes sugestiones pecaminosas de una tenacidad ■ esacos- dolorosa prueba. En la práctica, siempre hay sus más y sus menos en esta
tumbrada, junto con un horror instintivo del alma hacia ellas. clase deurificaciones. Conviene advertir, además, que Dios da siempre su
La acción del maligno tiene por objeto en estos casos pertur- gracia y fortaleza en el grado y medida que el alma necesita.
bar la paz y tranquilidad del alma y apartarla del ejercicio de De todas formas, cuando se presentan de una manera clara
la oración. El alma le vencerá insistiendo, a pesar de todas las y persistente las tres señales clásicas que enumera San Juan
repugnancias sensibles, en sus ejercicios de piedad y ponien- de la Cruz, el alma se encuentra manifiestamente en la noche
do en juego los demás procedimientos para vencer al enemigo del sentido. Vamos a señalar las principales normas de conduc-
infernal que dejamos indicados al hablar de la tentación y ta que debe observar en semejante coyuntura.
obsesión diabólicas.
4.o Téngase muy en cuenta que a veces pueden coincidir 27o. 4. Conducta práctica del alma.—E1 alma obrará
con la verdadera noche del sentido algunas de estas otras causas con prudencia si se atiene a las siguientes normas:
indicadas, sobre todo la segunda y la tercera. En este caso se I. a SUMISIÓN COMPLETA Y AMOROSA A LA VOLUNTAD DE
requiere una cuidadosa y penetrante labor de análisis para Dios, aceptando con paciencia y resignación la dolorosa prue-
discernir lo que pertenece a una u otra causa y combatirlo ba por todo el tiempo que Dios quiera. Es preciso que el alma
con los remedios oportunos. Júntanse también a veces las lla- no tenga por malo este estado purgativo, sino que vea en él un
madas pruebas accesorias o concomitantes a la noche del sen- medio de fortalecerse y adelantar en la vida espiritual. Lo ad-
tido, que son muy varias: a) de parte del demonio, terribles vierte con mucho encarecimiento San Juan de la. Cruz:
tentaciones contra la fe, la esperanza y la caridad; fuertes su-
«Los que de esta manera se vieren, conviéneles que se consuelen perse-
gestiones contra la pureza, con feas y abominables representa- verando en paciencia, no teniendo pena; confíen en Dios, que no deja a los
ciones en la imaginación; espíritu de blasfemia, con tal ímpetu que con sencillo y recto corazón le buscan, ni les dejará de dar lo necesario
y violencia, que a veces «casi se las hace pronunciar, que les es para el camino, hasta llevarlos a la clara y pura luz de amor, que les dará
grave tormento», como dice San Juan de la Cruz: oscuridades, por medio de la otra noche oscura del espíritu, si merecieren que Dios les
ponga en ella» 25.
que los llenan «de mil escrúpulos y perplejidades, tan intrinca-
das al juicio de ellos, que nunca pueden satisfacerse con nada», 2. a PERSEVERANCIA EN LA ORACIÓN a pesar de todas las
y otras cosas semejantes 23 ; b) de parte de los hombres suelen dificultades, a imitación del divino agonizante de Getsemaní,
verse abrumadas con burlas y persecuciones, a veces por parte que, puesto en agonía, oraba con mayor intensidad: «Factus
de los buenos, que es una de las mayores tribulaciones que se in agonía prolixius orabat» (Le 22,43). La oración en medio de
pueden padecer en la tierra, según le dijo San Pedro de Alcán- estas terribles arideces y sequedades es un verdadero tormen-
tara a Santa Teresa de Jesús 24 ; los mismos superiores, los ami- to para el alma, y sólo a fuerza de una violencia inaudita podrá
gos y hasta el propio director espiritual atormentan al alma, mantenerse en ella; pero es menester que se la haga—pidién-
confundiendo su estado con la tibieza o no acertando a aliviar- dole a Dios la fortaleza necesaria—, si no quiere volver atrás
la con los remedios oportunos; y c) por si algo faltara, júntanse y echarlo todo a perder. Es aquí donde mayor cantidad de al-
a veces enfermedades, fracasos, pérdida de la fama, de la ha- mas fracasan. Atormentadas por esas angustias nocturnas, vuel-
cienda, de las amistades, etc. Diríase que el cielo y la tierra se ven atrás y abandonan la vida de oración cuando estaban ya
han conjurado contra la pobre alma, que se siente como aplas- a punto de recibir los primeros rayos del sol naciente, que
tada, permitiéndolo todo Dios para desprenderla de todas las hubieran inundado sus almas de resplandores de cielo y las
cosas de la tierra y recordarle que nada puede sin El y lo muy hubieran hecho caminar a pasos de gigante hacia la cumbre de
necesitada que está de su divina misericordia y asistencia. la santidad.
Pero es menester que el alma sepa cómo debe cond ucirse
23 Noche I,14.
24 MHúbome grandísima lástima. Dljome que uno de los mayores trabajos de la tierra
en la oración, pues ha comenzado a entrar en una nueva etapa
era el que había padecido, que es contradicción de buenos...» (SANTA TERESA, Vida 3o,6). 25 Noche I,10,3.
diferentísima de la anterior, y sería gran imprudencia querer estado todo el tiempo destinado a la oración. En realidad, como
mantener a toda costa los métodos y procedimientos anterio- volvería atrás sería empeñándose en volver al ejercicio discur-
res. He aquí lo que debe hacer según San Juan de la Cruz: sivo de sus potencias.
3.a «DEJEN ESTAR EL ALMA EN SOSIEGO Y QUIETUD. , ., CON-
Téngase en cuenta, sin embargo, que muchas veces, a los
TENTÁNDOSE SÓLO CON UNA ADVERTENCIA AMOROSA Y SOSEGADA
principios de su vida contemplativa, el alma no sentirá este
EN DIOS», SIN PARTICULAR CONSIDERACIÓN Y SIN «GANA DE GUS-
especial atractivo del Espíritu Santo a estarse quieta y sose-
TARLE O DE SENTIRLE>. —La razón es porque el alma está reci-
gada; en cuyo caso, como advierte el mismo San Juan de la
biendo en el puro espíritu la luz de la contemplación infusa, Cruz 27 , debe practicar la meditación en la forma acostumbra-
que nada tiene que ver con los procedimientos discursivos de da para no quedarse sin lo uno y sin lo otro. Pero siempre que
la oración ascética o meditación que hasta entonces practicaba. encuentre dificultad en el discurso de las potencias junto con ganas
De donde, si se empeña en seguir discurriendo y meditando, de estarse en atención amorosa a Dios, con mirada simple y sen-
le será imposible percibir la luz de la contemplación (por el cilla, sin particular consideración, debe dejarse llevar de este
desasosiego de su espíritu) y no conseguirá tampoco la medi- atractivo de la gracia. El alma está recibiendo entonces la con-
tación que pretendía, pues ya no es tiempo para eso. De donde templación infusa, y empeñarse en mantener todavía el ejer-
se impone la quietud y sosiego espiritual, sin más ejercicio que cicio de la meditación sería echarlo todo a perder.
el de una advertencia sencilla y amorosa a Dios, sin particular 4.a A UN DIRECTOR PRUDENTE Y EXPERIMENTA-
DOCILIDAD
consideración de cosa alguna y sin querer sentir a Dios a tra- DO. —Nunca como en estas penosas crisis se hacen tan nece-
vés de los consuelos sensibles que experimentaba en la oración sarios los consejos y orientaciones de un director espiritual pru-
ascética, y que son incompatibles con la contemplación en puro dente y experimentado. En medio de sus oscuridades y tinie-
espíritu: blas, la pobre alma no acierta a encontrar el remedio y solución
«Y aunque más escrúpulos le vengan de que pierde el tiempo y que sería a los males que la afligen; y si, en vez de un director prudente
bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, y experimentado que la anime a permanecer tranquila y sose-
súfrase y estése sosegada, como que no va allí más que a estarse a su placer gada con la simple atención amorosa que hemos dicho, en-
y anchura de espíritu. Porque, si de suyo quiere algo obrar con las poten-
cias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de
cuentra quien le diga que retrocede y vuelve atrás 28 , «crece la
aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en ella; bien así pena y el aprieto del alma sin término y suele llegar a más que
como si algún pintor estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el morir» 29 . El resultado de esa dirección equivocada suele ser
rostro se menease en querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor y le un verdadero retroceso en la vida espiritual:
turbaría lo que estaba haciendo. Y así, cuando el alma se quiere estar en paz
y ocio interior, cualquiera operación y afición o advertencia que ella quiera «Estos en este tiempo, si no hay quien los entienda, vuelven atrás, de-
entonces tener, la distraerá e inquietará y hará sentir sequedad y vacío del jando el camino o aflojando, o, a lo menos, se estorban de ir adelante, por
sentido. Porque cuanto más pretendiese tener algún arrimo de afecto y no- las muchas diligencias que ponen de ir por el camino de meditación y dis-
ticia, tanto más sentirá la falta, de la cual no puede ya ser suplida por aque- curso, fatigando y trabajando demasiadamente el natural, imaginando que
lla vía. queda por su negligencia o pecados. Lo cual les es ya excusado, porque los
De donde a esta tal alma le conviene no hacer aquí caso que se le pierdan lleva ya Dios por otro camino, que es de contemplación, diferentísimo del
las operaciones de las potencias, antes ha de gustar que se le pierdan presto; primero; porque el uno es de meditación y discurso, y el otro no cae en
porque, no estorbando la operación de la contemplación infusa que va Dios imaginación ni discurso» 30.
dando, con más abundancia pacífica la reciba y dé lugar a que arda y se
encienda en el espíritu el amor que esta oscura y secreta contemplación trae Vea, pues, el alma que quiera adelantar en la perfección
consigo y pega al alma. Porque la contemplación no es otra cosa que una «en cúyas manos se pone, porque cual fuere el maestro, tal
infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios, que, si la dan lugar, inflama
al alma en espíritu de amor» 26, 27 sPero en tanto que sacare jugo y pudiere discurrir en la meditación, no la ha de dejar
si no fuere cuando su alma se pusiere en la paz y quietud que se dice en la tercera señal,
No se esfuerce, pues, el alma en meditar. Permanezca (Subida I1,13,2). Esta misma doctrina expone Santa Teresa, aconsejando no atajar el discurso
a no ser que ya esté despierto el amor: .Que si Su Majestad no ha comenzado a embebernos,
tranquila y sosegada ante Dios con una sencilla mirada amoro- no puedo acabar de entender cómo se pueda detener el pensamiento de manera que no haga
más daño que provechos (Moradas cuartas 3,4).
sa, sin pensar ni discurrir en cosa alguna. Y, aunque le parezca 28 •Y también habrá quien le diga que vuelve atrás, pues no halla gusto ni consuelo como
que pierde el tiempo y que vuelve atrás, permanezca en ese antes en las cosas de Dios. Y así doblan el trabajo a la pobre alma* (Subida pról. n.5).
29 Subida ibid.
26 Noche I,io,5-6. 30 Noche I,I0,2.
será el discípulo, y cual el padre, tal el hijo» 31 . Porque, «con Por eso, el alma, a la vista de estos tan preciosos frutos que
ser este daño más grave y grande que se puede encarecer, es le han traído aquellas oscuridades y angustias, tiene por dicho-
tan común y frecuente, que apenas se hallará un maestro es- sa ventura salir sin ser notada (o sea, sin que la molesten sus
piritual que no le haga en las almas que comienza Dios a reco- apetitos y pasiones) «a comenzar el camino y vía del espíritu,
ger en esta manera de contemplación» 32. que es el de los aprovechantes y aprovechados, que, por otro
Con todo, tenga presente el alma que Dios a nadie aban- nombre, llaman vía iluminativa o de contemplación infusa, con
dona, y menos que a nadie, al alma que desea sinceramente san- que Dios de suyo anda apacentando y reficionando el alma»
tificarse para darle gloria. Si no tiene director espiritual, o no tan (14, 1), teniendo ya perfectamente sosegados sus bajos apetitos
excelente como fuera de desear, El suplirá por otros caminos, y pasiones:
como sea de verdad humilde y no busque en nada sus propios
intereses, sino únicamente el beneplácito de Dios en todo. Lo En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
que en todo caso le conviene hacer cuando advierta claramente ¡oh dichosa ventura!,
en sí misma las señales que hemos dado más arriba es perma- salí sin ser notada,
necer tranquila y sosegada, con atención amorosa a Dios, sin el estando ya mi casa sosegada.
menor esfuerzo ni violencia por volver a la meditación. Dios
se encargará de todo lo demás. 272. 6. Duración. — La duración de estas dolorosas
pruebas de la noche del sentido es muy varia según los casos.
271. 5. Efectos.—San Juan de la Cruz examina los gran- San Juan de la Cruz advierte que esto depende del grado de
des provechos que causa en el alma la noche del sentido bien so- amor a que Dios quiera levantarlas y del mayor o menor ba-
brellevada en los capítulos 12 y 13 del libro primero de la gaje de imperfecciones de que tengan que purificarse; y tam-
Noche oscura. He aquí un 'resumen de sus enseñanzas, que hay bién que a las almas flacas y débiles no las purifica con tanta
que meditar más despacio en su fuente original: presteza e intensidad como a las más fuertes, sino que va al-
ternando períodos de luz y oscuridad para que no desfallezcan
a) Conocimiento de sí mismo y de su miseria al verse tan llena de oscu- y vuelvan atrás en busca de los consuelos del mundo 33.
ridades e impotencias (12,1-2).
b) El tratar con Dios con más comedimiento y cortesía del que solía tener Estas alternativas de luz y de tinieblas son muy frecuentes
cuando nadaba en consuelos y regalos (12,3). en la vida espiritual. Hay almas que de este modo van pasando
c) Luces mucho más vivas sobre la grandeza y excelencia de Dios, pro- su noche del sentido sin que de una manera cierta y determina-
ducidas por la contemplación infusa incipiente (12,4-6). da pueda saberse cuándo la empezaron y terminaron. Como
d) Profunda humildad, «porque, como se ve tan seca y miserable, ni
aun por primer movimiento le pasa que va mejor que los otros, ni que les
sucede en la naturaleza, el día y la noche alternan en esas
lleva ventaja, como antes hacía» (12,7). almas; el director ha de tener muy en cuenta la posibilidad y
e) Amor al prójimo, «porque los estima y no los juzga como antes solía el hecho de estas alternativas para no engañarse acerca del
cuando se veía a sí con mucho fervor y a los otros no» (12, 8). verdadero estado del alma.
e Sumisión y obediencia, pues «como se ven tan miserables, no sólo De todas formas, cuando Dios quiere levantar a un alma
oyen lo que les enseñan, mas aun desean que cualquiera los encamine y
diga lo que deben hacer» (32,9). a muy alta perfección suele someterla largamente y con inten-
g) Limpieza y purificación de la avaricia, lujuria y gula espiritual, de que sidad a estas dolorosas purificaciones del sentido. El cardenal
estaban llenos antes de esta noche sensitiva (13,1-3). Igualmente de la ira, Bona dice que San Francisco de Asís estuvo diez años en tales
envidia y pereza (13,7-9).
h) «Ordinaria memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás», lo
pruebas purgativas; Santa Teresa, dieciocho; Santa Clara de
cual es muy provechoso para el alma (13,4). Montefalco, quince; Santa Catalina de Bolonia, cinco; Santa
i) «Ejercicio de las virtudes de por junto» (13,1 5).
- Magdalena de Pazzis, cinco años primeramente y luego die-
j) «Libertad de espíritu, en que se van granjeando los doce frutos del ciséis más; el Venerable Baltasar Alvarez, dieciséis 34. Estos
Espíritu Santo» (13,11). períodos debieron, sin duda, de estar salpicados de pequeños
k) Victoria contra los tres enemigos del alma: mundo, demonio y car-
ne (13,12). intervalos de consolaciones sensibles con el fin de dejar respi-
31 Llama 3,30. 33 Cf. Noche I,14,5.
32 Llama 3,43. 34 Cf. CARDENAL BONA, L ' la co1)1peIU1il c101 DeLlm c.IO n.6; citado por I'ANQI;EREY,
lo•<a ascética 0.1434.
rar un poco al alma y cobrar nuevas fuerzas para seguir lle- El pensamiento de San Juan de la Cruz está clarísimo en ese
vando la cruz de la purificación. Tal es la providencia ordina- texto con relación a las tres vías. Pero un poco más abajo pre-
cisa aún más su pensamiento con relación a la noche del sentido
ria de Dios, llena de suavidad y de paz. en términos tan claros y explícitos, que no dejan ya lugar a la
¿Será lícito y conveniente pedir a Dios que abrevie esta menor duda:
prueba dolorosa? Si fuera de una manera puramente condi-
cional y con perfecta sumisión a la voluntad de Dios--«Padre, u... por medio de esta dichosa noche de la purgación sensitiva salió el
si - posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, alma a comenzar el camino y vía del espíritu, que es de los aprovechantes
y aprovechados, que, por otro nombre, llaman VÍA ILUMINATIVA o de con-
sino la tuya» (Mt 26,39)—, no habría inconveniente en ello. templación infusa, con que Dios de suyo anda apacentando y reficionando
Pero lo mejor es abandonarse enteramente en manos de Dios al alma, sin discurso ni ayuda activa de la misma alma» 40,
y estar a lo que El disponga y por todo el tiempo que quiera.
Téngase en cuenta que la noche del sentido no es un mal, sino Según San Juan de la Cruz, es, pues, claro que la noche del
una prueba dolorosa de la que se siguen grandísimos bienes, sentido señala el tránsito de los principiantes a los aprovecha-
como hemos visto. La mejor y más sencilla fórmula para cual- dos, de la vía purgativa a la iluminativa, de la ascética a la
quier situación triste o alegre de la vida espiritual es la que nos mística, de los que meditan en la vida espiritual a los que co-
enseñó Nuestro Señor Jesucristo: «Fíat voluntas tua sicut in mienzan a verse ya envueltos en los resplandores de la contem-
caelo et in terca» (Mt 6,1o). plación infusa.
Pasemos ahora a estudiar la segunda clase de purificacio-
273. 7. Lugar que ocupa en la vida espiritual.—No nes pasivas, o sea, la terrible y espantosa noche del espíritu, a la
todos los autores están concordes en el lugar que le correspon- que solamente llegan las almas que han de alcanzar las cum-
de a la noche del sentido en el conjunto de la vida espiritual. bres más elevadas del heroísmo y de la santidad.
Algunos 35 la incluyen en el período purificativo, y ésta es la
opinión más común. Otros la hacen pertenecer a la vía ilumi- ARTICULO 3
nativa 36 , y hasta no falta quien la ha querido elevar a la vía
unitiva o de los ya perfectos 37 . LA NOCHE DEL ESPÍRITU
A nosotros nos parece que, según San Juan de la Cruz, la 274. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura II; SCARAMELLI, Directorio místico tr.5 c.16 - 22;
noche del sentido señala exactamente el tránsito entre la vía pur- MEYNARD, La vida espiritual t.2 1.2 C.3; SAUDREAU, Los grados de la vida espiritual 1.6 c.2-3;
GARRIGOU-LAGRANGE, Perfection et contemplation c.3 a.3 y c.5 a.2 § 2; Tres edades p.4.B c.1 - 6;
gativa y la iluminativa, y participa, por lo mismo, de algo de TANQUEREY, Teología ascética n.1462-68.
las dos. Cuando el alma entra en ella, pertenece todavía a la Siendo la noche del espíritu de interés menos común—toda vez que no
vía purgativa, va cargada de imperfecciones y defectos, de los llegan a ella sino las almas heroicas, que han de escalar las más altas cum-
que habrá de purificarla precisamente la noche del sentido. bres de la santidad—, vamos a limitarnos a unas breves indicaciones. En
Y al salir de ella purificada de aquellas imperfecciones e ilumi- la bibliografía que apuntamos encontrará el lector más abundante infor-
mación.
nada por los resplandores de la contemplación infusa ha en-
trado ya de lleno en la vía iluminativa. La noche señala el 275. i. Naturaleza.—La noche del espíritu se constituye
tránsito de la una a la otra. Escuchemos al Místico Doctor: por una serie de purificaciones pasivas extremadamente dolo-
«En esta noche oscura comienzan a entrar las almas cuando Dios las
rosas, que tienen por objeto completar la purificación del alma,
va sacando del estado de principiantes 38 , que es de los que meditan en el que la noche del sentido no hizo más que comenzar. Mediante
camino espiritual, y las comienza a poner en el de los aprovechantes, que es las horribles pruebas de esta segunda noche, los defectos e im-
ya el de los contemplativos, para que, pasando por aquí, lleguen al estado perfecciones del alma se arrancan en sus mismas raíces, cosa
de los perfectos, que es el de la divina unión del alma con Dios» 39 .
que no pudo conseguir la primera purificación de los sentidos.
35 Tales como Felipe de la Santísima Trinidad, Antonio del Espíritu Santo, Vallgornera
y Antonio de la Anunciación.
Escuchemos a San Juan de la Cruz:
36 Así José del Espíritu Santo, Francisco de Santo Tomás, etc.
37 Así TANQUEREY en su Teología ascética y mística (n.t4zoss) y en un plan de un tra- «De donde la noche que habemos dicho del sentido, más se puede y debe
tado de espiritualidad aparecido con su firma en la « R evue d'Ascétique et de Mystique llamar cierta reformación y enfriamiento del apetito que purgación. La causa
(janvier 1921) p•35. es porque todas las imperfecciones y desórdenes de la parte sensitiva
38 Yerran, pues, profundamente los que colocan la noche del sentido en la via uni±iva
o de los ya perfectos. 40 Noche I,14,1•
39 Noche I,I,I.
su fuerza y raíz en el espíritu, donde se sujetan todos los hábitos buenos y «De donde, para mayor claridad de lo dicho y de lo que sc ha de decir,
malos, y así, hasta que éstos se purguen, las rebeliones y siniestros del sen- conviene aquí anotar que esta purgativa y amorosa noticia o luz divina
tido no se pueden bien purgar> 41 . que aquí decimos, de la misma manera se ha en el alma, purgándola y dis-
poniéndola para unirla consigo perfectamente, que se ha el fuego en el ma-
276. 2. Causas.—Las causas de la noche del espíritu dero para transformarlo en sí. Porque el fuego material, en aplicándose al
madero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad
son las mismas que las del sentido—contemplación infusa e im- fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene. Luego le va poniendo negro,
perfección del alma—, aunque en grado superior de intensidad obscuro y feo y aun de mal olor, y yéndole secando poco a poco, le va sa-
por parte de la luz contemplativa. El exceso de esta luz ator- cando a la luz y echando afuera todos los accidentes feos y obscuros que
menta y ciega el alma al mismo tiempo que le muestra al des- tiene contrarios al fuego. Y, finalmente, comenzándole a inflamar por de
fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el
cubierto las más pequeñas e insignificantes imperfecciones de mismo fuego. En el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión
que se ve completamente llena 42 . El contraste entre la gran- hay ni acción propia, salvo la gravedad y cantidad más espesa que la del
deza inefable de Dios, que barrunta a través de aquellos res- fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está
plandores contemplativos, y la sentina de imperfecciones y mi- seco, y seca; está caliente, y calienta; está claro, y esclarece; está ligero mu-
cho más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos» 45.
serias que el alma descubre en sí misma, le hacen concebir la
idea de que jamás será posible la unión de tanta luz con tantas Y a continuación va el santo Doctor aplicando esta imagen
tinieblas, y que, por lo mismo, está irremisiblemente conde- a la acción purificadora de la noche del espíritu y poniendo de
nada a vivir eternamente apartada de Dios. Esta situación, manifiesto los admirables efectos de santificación que produce
que al alma le parece evidentísima y sin remedio posible, la su- en el alma que la padece. El alma sale de esta prueba resplan-
merge en un estado de angustia y de tortura tan espantosas, deciente y hermosísima, completamente transformada en Dios
que no solamente suele superar a los tormentos del purgato- y libre ya para siempre de sus flaquezas, imperfecciones y mi-
rio—en el que las almas, al fin y al cabo, saben que tienen serias. Habiéndose purificado plenamente de ellas—por el es-
asegurada su salvación eterna—, sino que, salvo la desespera- pantoso purgatorio místico que ha sufrido—, ha escalado las
ción y el odio a Dios, se asemeja mucho a la pena de daño del cumbres más altas de la santidad, está confirmada en gracia 46,
infierno 43. y no le queda sino esperar que la muerte rompa los lazos que
Asusta leer la descripción de ese estado hecha por las almas la retienen todavía a este mundo para penetrar—sin purifica-
que han pasado por él 44 . Sólo a una particular asistencia de ción alguna de ultratumba 47— en los resplandores eternos de
Dios, que las sostiene y conforta al mismo tiempo que las la visión beatífica.
somete a tan terribles pruebas, hay que atribuir el que el alma 278. 4.
no se abandone a la más negra y horrenda desesperación. Necesidad.—¿ Es absolutamente necesaria la no-
che del espíritu para alcanzar la perfección cristiana?
277. Efectos.—Para explicar «de raíz» la naturaleza y Es preciso distinguir. Para alcanzar una perfección relativa
efectos de estas terribles pruebas purificadoras, usa San Juan tal como corresponde a las almas que han logrado escalar las
quintas y primeras manifestaciones de las sextas moradas de
de la Cruz la bellísima comparación del leño arrojado al fue-
Santa Teresa (oraciones contemplativas de quietud y de unión),
go. He aquí sus propias palabras: evidentemente que no. Dios puede suplir—y suple de hecho
41 Noche II,3,1. en esas almas relativamente perfectas—las tremendas purifica-
42 Santa Teresa tiene comparaciones muy gráficas para hacer ver de qué manera la luz,
cuando es muy intensa, descubre muchas cosas que se nos escapaban a primera vista: «En
ciones de la noche del espíritu con otras pruebas dolorosas in-
pieza adonde entra mucho sol no hay telaraña escondidas (Vida i9,2); »Es como el agua que termitentes, alternando la luz con las tinieblas, «haciendo ano-
está en un vaso, que, si no le da el sol, está muy claro; si da en él, vese que está todo lleno
de motas. Al pie de la letra es esta comparación» (Ibid., 20,28). 45 Noche
43 .Siéntese al alma tan impura y miserable, que le parece estar Dios contra ella y que
ella está hecha contraria a Dios. Lo cual es de tanto sentido y pena para el alma, porque le 46 Al menos así lo cree San Juan de la Cruz. He aquí sus palabras: «Y así pienso que
parece aquí que la ha Dios arrojado... Porque, viendo el alma claramente aquí por medio de esta este estado—el del «matrimonio espiritual», adonde desemboca la noche del espíritu—nunca
pura luz (aunque a oscuras) su impureza, conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura acaece sin que esté el alma en él confirmada en gracia. (Cántico espiritual c.22 n.3). Induda-
alguna. Y lo que más la pena es que piensa que nunca lo será y que ya se le acabaron sus bienes» blemente habla el Santo de una seguridad moral, no de una impecabilidad absoluta. Santa
(Noche 1I,5,5). Y sigue el Santo describiendo los tormentos del alma en los capítulos siguien- Teresa no estaba tan segura de esa confirmación en gracia, y habla con mucha cautela, acaso
tes (6-8). teniendo en cuenta unas definiciones del Tridentino (cf. D 825 826 y 833) que había podido
44 pueden leerse en SAUDREAU, Los grados de la vida espiritual (1.6 c.2 § 6), los casos de oír a alguno de sus confesores (cf. Moradas séptimas 2,9 y 4,3). — Cf. n.593 de esta obra.
Santa Verónica de Juliani, Santa Catalina de Génova, Santa Angela de Foligno, Santa Teresa, 47 »Porque éstos, que son pocos, por cuanto ya por el amor están purgadísimos, no en-
Santa Juana de Chantal y San Pablo de la Cruz. tran en el purgatorio» (Noche II,20,5; cf. 6,6).
checer y amanecer a menudo» 48 hasta elevarlas al grado de al alma en esta horrenda noche «para llevarla a la divina unión» 50 ,
pureza y perfección a que las tiene predestinadas. Pero para re- no se refiere a la vía unitiva tomada en su conjunto, sino única
montarse hasta las séptimas moradas y escalar las más altas y exclusivamente a la unión transformativa, que es efectiva-
cumbres de la santidad, la noche del espíritu es absolutamente mente la unión final a que el alma se encamina. De lo contrario
indispensable. Lo dice en cien lugares San Juan de la Cruz, y se habría que excluir de la vía unitiva incluso los maravillosos
comprende que tiene que ser así por la naturaleza misma de fenómenos de la unión extática—que ya no aparecen ni tienen
las cosas: el alma no puede unirse con Dios en unión transfor- lugar en la unión transformativa, como dice el mismo San Juan
de la Cruz 51 —, y que, sin embargo, pertenecen manifiesta-
rnativa mientras no se purifique enteramente de todas sus mi-
serias y flaquezas. Y éste es cabalmente el efecto propio de la mente a la vía unitiva según el testimonio de la tradición. Sen-
noche del espíritu. timos discrepar en esto no sólo del P. Crisógono, sino incluso
del P. Garrigou-Lagrange, que creen que, según San Juan de la
279. 5. Duración.—Ya se comprende que no puede ha-
Cruz, la noche del espíritu señala el tránsito de la vía iluminativa
ber regla fija, por depender de circunstancias muy varias; pero a la unitiva 52 . Por lo demás, esta cuestión, que tiene cierto in-
estas dolorosas purificaciones suelen durar mucho tiempo—años terés especulativo, carece de importancia en la práctica.
enteros a veces—antes que el alma sea admitida a la unión con so Noche II,1I al final.
51 Noche II,I,z.
Dios transformativa o matrimonio espiritual. De cuando en 52 Cf. P. CRISÓGONO, Compendio de ascética y
mística p.3.° C.2 a.7; y
cuando suele Dios levantar un poco la mano y deja respirar un CRANGE, Tres edades p.4.° tít. y sec.I.
GARRIGOU-LA-
316. Para el grado de gracia que nos ha de aumentar el 4 Teólogos hay que afirman que el sacramento puede producir nuevos aumentos de gra-
cia ex opere operato todo el tiempo que permanecen incorruptas las especies sacramentales
sacramento ex opere operato es más importante la preparación en el interior del que ha comulgado (si se producen nuevas disposiciones por su parte).
que la acción de gracias. Porque ese grado está en relación con Pero esta teoría tiene muy pocas probabilidades. Es muchísimo más teológico decir que el
efecto ex opere operato lo produce el sacramento una sola vez, en el momento mismo de re-
las disposiciones actuales del alma que se acerca a comulgar, y, cibirse (cf. III,8o,8 ad 6). Lo que si cabe son nuevos aumentos de gracia ex opere operantis
(intensificando las disposiciones), pero esto ya nada tiene que ver con el efecto propio de
los sacramentos (que es el ex opere operato), y puede producirse también independientemente
3 Lo recuerda hermosamente Santo Toma, 'El movimiento natura! (v.gr., el de una
de ellos por cualquier acto de virtud coda interim) que el hábito de la misma que actualmente
piedra al caer) es más acelerado cuanto más se acerca al término. Lo contrario ocurre con el se posee. Este acto más intenso supone, naturalmente, una previa gracia actual más intensa
movimiento violento (v.gr., el de una piedra arrojada hacia arriba). Ahora bien: la gracia también, que es quien lo hace posible.
inclina al modo de la naturaleza. Luego los que están en gracia, cuanto más se acercan al s Cf. Camino 34,to.
fin, tanto más deben crecen (In epist. al Hebr i,2s).
(el leproso: Mt 8,2); «Señor, haced que vea» (el ciego de Jericó: Mc 10,51); estrechísimo como si realmente acabara de entrar en nuestro co-
«Señor, dadme siempre de esa agua» (la samaritana: Io 4,15); «Señor, aumén-
tanos la fe» (los apóstoles: Lc 17,5); «Creo, Señor; pero ayuda tú a mi poca razón. Esta práctica piadosísima, bendecida y fomentada por
fe» (el padre del lunático: Mc 9,24); «Señor, enséñanos a orar» (un discípulo: la Iglesia, es de gran eficacia santificadora y tiene la ventaja de
Lc 11,I); «Señor, muéstranos al Padre, y esto nos basta» (el apóstol Felipe: poderse repetir innumerables veces al día. Algunas personas la
Io 14,8); «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (el
apóstol San Pedro: Io 6,68). ¡Cómo gozará Nuestro Señor viendo la senci-
asocian a una determinada práctica que haya de repetirse mu-
llez, la fe y la humildad de los nuevos leprosos, ciegos, enfermos e ignorantes, chas veces (v.gr., al rezo del avemaría al dar el reloj la hora).
que se acercan a El con la misma confianza y amor que sus hermanos del Nunca se alabará suficientemente esta excelente devoción; pero
Evangelio! ¿Cómo será posible que deje de atendernos, si El es el mismo evítese cuidadosamente la rutina y el apresuramiento, que lo
de entonces—no ha cambiado de condición—y nosotros somos tan misera- echan todo a perder.
bles y aún más que aquellos del Evangelio? Nada hay que conmueva tanto
su divino Corazón como un alma sedienta de Dios que se humilla reconocien-
do sus llagas y miserias e implorando el remedio de ellas. 5. La visita al Santísimo
DURACIÓN. — Es conveniente prolongar la acción de gracias 318. Es otra excelente práctica que no omitirán un solo
media hora por lo menos. Es una suerte de irreverencia e inde- día las personas deseosaa de santificarse. Consiste en pasar un
licadeza para con el divino Huésped tomar la iniciativa de ter- ratito—repetido varias veces al día si es posible—a los pies del
minar cuanto antes la visita que se ha dignado hacernos. Con Maestro, presente en la eucaristía. La hora más oportuna es el
las personas del mundo que nos merecen algún respeto no atardecer, cuando la lamparita del Santísimo empieza a preva-
obramos así, sino que esperamos a que den ellas por terminada lecer sobre la luz de la tarde que se va 7 . En esta hora misterio-
la entrevista. Jesús prolonga su visita a nuestra alma todo el sa, todo convida al recogimiento y al silencio, que son excelen-
tiempo que permanecen sin alterarse sustancialmente las espe- tes disposiciones para oír la voz del Señor en lo más íntimo del
cies sacramentales, y aunque no pueda darse sobre esto regla alma. El procedimiento mejor para realizar la visita es dejar
fija—depende de la fuerza digestiva de cada uno—, puede se- expansionarse libremente el corazón en ferviente coloquio con
ñalarse una media hora como término medio en una persona Jesús. No hace falta tener letras ni elocuencia alguna para ello,
normal. Permanezcamos todo este tiempo a los pies del Maestro sino únicamente amar mucho al Señor y tener con El la confianza
oyendo sus divinas enseñanzas y recibiendo su influencia san- y sencillez infantil de un niño con su padre amantísimo. Los
tificadora. Sólo en circunstancias normales y extraordinarias libros pueden ayudar a cierta clase de espíritus 8 , pero de nin-
—un trabajo o necesidad urgente, etc.—preferiremos acortar la gún modo podrán suplantar jamás la espontaneidad y frescura
acción de gracias antes que prescindir de la comunión, supli- de un alma que abra de par en par su corazón a los efluvios de
cando entonces al Señor que supla con su bondad y misericor- amor que emanan de Jesucristo sacramentado.
dia el tiempo que aquel día no le podamos dar. En todo caso,
no debe desayunarse—si puede hacerse sin grave incomodi- II. LA SANTA MISA COMO MEDIO DE SANTIFICACIÓN
dad—sino después de media hora larga de haber recibido la
319. GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades II,14; III,24;
sagrada comunión 6 . TANQUEREY, Teología ascética
n.271-6; MARMION, Jesucristo, vida del alma c.7; JuNGMANN, El sacrificio de la misa (ed. BAC);
Rojo, La misa y su liturgia; MONETA, La misa vivida; ARAMI, Vive tu vida c.21.
4. La comunión espiritual
I. Nociones previas
317. Un gran complemento de la comunión sacramental
que prolonga su influencia y asegura su eficacia es la llamada 320. Recordemos en primer lugar algunas nociones dog-
máticas.
comunión espiritual. Consiste esencialmente en un acto de fer- Laa La santa misa es sustancialmente el mismo sacrificio
viente deseo de recibir la eucaristía y en darle al Señor un abrazo
de la cruz, con todo su valor infinito: la misma Víctima, la
b Es intolerable la práctica de ciertas personas que salen de la iglesia casi inmediata- misma oblación, el mismo Sacerdote principal. No hay entre
mente después de comulgar. Sabido es que San Felipe Neri mandó en cierta ocasión que
dos monaguillos con cirios encendidos acompañasen por la calle a una persona que salió de
ellos más que una diferencia accidental: el modo de realizarse
la iglesia apenas terminar de comulgar. Si en algún caso excepcional nos viésemos obligados a 7
Como es obvio, se trata de un detalle accidental que puede variarse según las nece-
interrumpir antes de tiempo nuestra acción de gracias, procuremos conservar un buen rato el sidades u obligaciones del que practica la visita al Santísimo.
espíritu de recogimiento y oración aun en medio de nuestras ocupaciones inevitables... s Los hay excelentes, sobre todo el de San Alfonso María de Ligorio.
(cruento en la cruz, incruento en el altar). Así lo declaró la so valor de santificación que encierra para nosotros el santo
Iglesia en el concilio Tridentino 9 . sacrificio del altar.
2.a La santa misa, como verdadero sacrificio que es, rea- Consecuencia.— ¡Qué tesoro el de la santa misa! ¡Y pensar que muchos
liza propísimamente las cuatro finalidades del mismo: ado- cristianos—la mayor parte de las personas devotas—no han caído todavía en
ración, reparación, petición y acción de gracias (D 948 y 95o). la cuenta de ello, y prefieren sus prácticas rutinarias de devoción a su incor-
poración a este sublime sacrificio, que constituye el acto principal de la reli-
3.a El valor de la misa es en sí mismo rigurosamente in- gión y del culto católico!
finito. Pero sus efectos, en cuanto dependen de nosotros, no
se nos aplican sino en la medida de nuestras disposiciones in- 2.° REPARACIÓN.—Después de la adoración, ningún otro
teriores. deber más apremiante para con el Creador que el de reparar
las ofensas que de nosotros ha recibido. Y también en este
sentido el valor de la santa misa es absolutamente incompara-
2. Fines y efectos de la santa misa ble, ya que con ella ofrecemos al Padre la reparación infinita de
Cristo con toda su eficacia redentora.
321. La santa misa, como reproducción que es del sacri-
ficio redentor, tiene los mismos fines y produce los mismos «En el día, está la tierra inundada por el pecado; la impiedad e inmo-
efectos que el sacrificio de la cruz. Son los mismos que los del ralidad no perdonan cosa alguna. ¿Por qué no nos castiga Dios? Porque cada
sacrificio en general como acto supremo de religión, pero en día, cada hora, el Hijo de Dios, inmolado en el altar, aplaca la ira de su
Padre y desarma su brazo pronto a castigar.
grado incomparablemente superior. Helos aquí: Innumerables son las chispas que brotan de las chimeneas de los buques;
sin embargo, no causan incendios, porque caen al mar y son apagadas por
I.0 ADORACIÓN. —E1 sacrificio de la misa rinde a Dios una
el agua. Sin cuento son también los crímenes que a diario suben de la tierra
adoración absolutamente digna de El, rigurosamente infinita. y claman venganza ante el trono de Dios; esto no obstante, merced a la virtud
Este efecto lo produce siempre, infaliblemente, ex opere ope- reconciliadora de la misa, se anegan en el mar de la misericordia divina...» 10
rato, aunque celebre la misa un sacerdote indigno y en pecado
mortal. La razón es porque este valor latréutico o de adoración Claro que este efecto no se nos aplica en toda su plenitud
depende de la dignidad infinita del Sacerdote principal que lo infinita (bastaría una sola misa para reparar, con gran sobre-
ofrece y del valor de la Víctima ofrecida. abundancia, todos los pecados del mundo y liberar de sus
Recuérdese el ansia atormentadora de glorificar a Dios que penas a todas las almas del purgatorio), sino en grado limitado
experimentaban los santos. Con una sola misa podían apagar y finito según nuestras disposiciones. Pero con todo:
para siempre su sed. Con ella le damos a Dios todo el honor a) Nos alcanza—de suyo ex opere operato, si no le pone-
que se le debe en reconocimiento de su soberana grandeza y su- mos obstáculos—la gracia actual, necesaria para el arrepenti-
premo dominio; y esto del modo más perfecto posible, en grado miento de nuestros pecados 11 . Lo enseña expresamente el
rigurosamente infinito. Por razón del Sacerdote principal y de concilio de Trento: ((Huius quippe oblatione placatus Domi-
la Víctima ofrecida, una sola misa glorifica más a Dios que le nus, gratiam et donum paenitentiae concedens, crimina et pec-
glorificarán en el cielo por toda la eternidad todos los ángeles y cata etiam ingentia dimittit» (D 94o).
santos y bienaventurados juntos, incluyendo a la misma Santísima
Consecuencia.—Nada puede hacerse más eficaz para obtener de Dios la
Virgen María, Madre de Dios. La razón es muy sencilla: la conversión de un pecador como ofrecer por esa intención el santo sacrificio
gloria que proporcionarán a Dios durante toda la eternidad de la misa, rogando al mismo tiempo al Señor quite del corazón del pecador
todas las criaturasjuntas será todo lo grande que se quiera, pero los obstáculos para la obtención infalible de esa gracia.
no infinita, porque no puede serlo. Ahora bien: la gloria que b) Remite siempre, infaliblemente si no se le pone obs-
Dios recibe a través del sacrificio de la misa es absoluta y ri-
gurosamente infinita. táculo, parte al menos de la pena temporal que había que pa-
gar por los pecados en este mundo o en el otro. De ahí que la
En retorno de esta incomparable glorificación, Dios se in- santa misa aproveche también a las almas del purgatorio.
clina amorosamente a sus criaturas. De ahí procede el inmen-
10 ARAMI, Vive tu vida c.21.
9,,Una enim eademque est hostia, idem nunc offerens sacerdotum ministerio, qui se 11 Nótese bien que nos referimos a la gracia actual, no a la habitual, que es fruto del
arrepentimiento perfecto y de la absolución sacramental.
ipsum tunc in cruce obtulit; sola offerendi ratione diversa , (D 940).
(D 94 0 y 95o). El grado y medida de esta remisión depende de —que ya le daría una dignidad y eficacia especial ex opere
nuestras disposiciones 12, operantis Ecclesiae—, sino que se confunde con la oración in-
Consecuencias.—Ningún sufragio aprovecha tan eficazmente a las almas
finita de Cristo. El Padre le escucha siempre: «Yo sé que siem-
del purgatorio como la aplicación del santo sacrificio de la misa. Y ninguna pre me escuchas» (Io 11,42), y en atención a El nos concederá
otra penitencia sacramental pueden imponer los confesores a sus penitentes a nosotros todo cuanto necesitemos.
cuyo valor satisfactorio pueda compararse de suyo al de una sola misa ofre-
cida a Dios. ¡Qué dulce purgatorio puede ser para el alma la santa misa! Consecuencia.—No hay novena ni triduo que se pueda comparar a la
eficacia impetratoria de una sola misa. ¡Cuánta desorientación entre los
3. 0 PETICIÓN. —»Nuestra indigencia es inmensa; necesita- fieles en torno al valor objetivo de las cosas! Lo que no obtengamos con la
mos continuamente luz, fortaleza, consuelo. Todo esto lo en- santa misa, jamás lo obtendremos con ningún otro procedimiento. Está
muy bien el empleo de esos otros procedimientos bendecidos y aprobados
contramos en la misa. Allí está, en efecto, Aquel que dijo: por la Iglesia; es indudable que Dios concede muchas gracias a través de
«Yo soy la luz del mundo, yo soy el camino, yo soy la verdad, ellos; pero coloquemos cada cosa en su lugar. La misa por encima de todo.
yo soy la vida. Venid a mí los que sufrís, y yo os aliviaré. Si
alguno viene a mí, no lo rechazaré» 13, 4.0 ACCIÓN DE GRACIAS. — Los inmensos beneficios de or-
Y Cristo se ofrece en la santa misa al Padre para obtener- den natural y sobrenatural que hemos recibido de Dios nos
nos, por el mérito infinito de su oblación, todas las gracias de han hecho contraer para con El una deuda infinita de gratitud.
vida divina que necesitamos. Allí está «siempre vivo interce- La eternidad entera resultaría impotente para saldar esa deuda
diendo por nosotros» (Hebr 7,25), apoyando con sus méritos si no contáramos con otros medios que los que por nuestra
infinitos nuestras súplicas y peticiones. Por eso, la fuerza im- cuenta pudiéramos ofrecerle. Pero está a nuestra disposición
petratoria de la santa misa es incomparable. De suyo ex opere un procedimiento para liquidarla totalmente con infinito saldo
operato, infalible e inmediatamente mueve a Dios a conceder a nuestro favor: el santo sacrificio de la misa. Por ella ofrece-
a los hombres todas cuantas gracias necesiten, sin ninguna ex- mos al Padre un sacrificio eucarístico, o de acción de gracias,
cepción; si bien la colación efectiva de esas gracias se mide por que supera nuestra deuda, rebasándola infinitamente; porque
el grado de nuestras disposiciones, y hasta puede frustrarse es el mismo Cristo quien se inmola por nosotros y en nuestro
totalmente por el obstáculo voluntario que le pongan las cria- lugar da gracias a Dios por sus inmensos beneficios. Y, a la
turas. vez, es una fuente de nuevas gracias, porque al bienhechor le
gusta ser correspondido.
«La razón es que la influencia de una causa universal no tiene más límites Este efecto eucarístico, o de acción de gracias, lo produce
que la capacidad del sujeto que la recibe. Así, el sol alumbra y da calor lo
mismo a una persona que a mil que estén en una plaza. Ahora bien: el sa-
la santa misa por sí misma: siempre, infaliblemente, ex opere
crificio de la misa, por ser sustancialmente el mismo que el de la cruz, es, operato, independientemente de nuestras disposiciones.
en cuanto a reparación y súplica, causa universal de las gracias de ilumina-
ción, atracción y fortaleza. Su influencia sobre nosotros no está, pues, limi- ***
tada sino por las disposiciones y el fervor de quienes las reciben. Así, una
sola misa puede aprovechar tanto a un gran número de personas como a una Tales son, a grandes rasgos, las riquezas infinitas encerradas
sola; de la misma manera que el sacrificio de la cruz aprovechó al buen ladrón en la santa misa. Por eso, los santos, iluminados por Dios,
lo mismo que si por él solo se hubiese realizado. Si el sol ilumina lo mismo la tenían en grandísimo aprecio. Era el centro de su vida, la
a una que a mil personas, la influencia de esta fuente de calor y fervor espi-
ritual como es la misa, no es menos eficaz en el orden de la gracia. Cuanto
fuente de su espiritualidad, el sol resplandeciente alrededor
es mayor la fe, confianza, religión y amor con que se asiste a ella, mayores del cual giraban todas sus actividades. El santo Cura de Ars
son los frutos que en las almas produce» 14 . hablaba con tal fervor y convicción de la excelencia de la santa
misa, que llegó a conseguir que casi todos sus feligreses la
Al incorporarla a la santa misa, nuestra oración no sola- oyeran diariamente.
mente entra en el río caudaloso de las oraciones litúrgicas Pero para obtener de su celebración o participación el má-
12 Al menos en lo relativo a las penas debidas por los pecados propios. Porque, en lo
relativo al grado de descuento a las almas del purgatorio, es lo más probable que ex opere
ximo rendimiento santificador es preciso insistir en las dispo-
operato dependa únicamente de la voluntad de Dios, aunque ex opere operantis ayude tam-
bién mucho la devoción del que dice la misa o del que la encargó (cf. III,79,5; Suppl. 71,9
siciones necesarias por parte del sacerdote que la celebra o del
ad 3 et5). simple fiel que la sigue en compañía de toda la asamblea.
13 DOM COLUMBA MARMION, Jesucristo, vida del alma c.7 n.4.
14 GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades 11,14.
do de extirpar por completo los rastros y reliquias de los peca-
3. Disposiciones para el santo sacrificio de la misa. dos y preparar al alma para su entrada inmediata en la gloria.
Escuchemos al P. Philipon explicando hermosamente esta doc-
322. Alguien ha dicho que para celebrar o participar dig- trina 1 :
namente en una sola misa harían falta tres eternidades: una
para prepararse, otra para celebrarla o participar en ella y otra «Cristo ha pensado en todo. Se inclina sobre la frente del niño desde
su nacimiento para comunicarle por el bautismo las primeras gracias de
para dar gracias. Sin llegar a tanto como esto, es cierto que salvación; le acompaña a todo lo largo de su existencia por la economía de
toda preparación será poca por diligente y fervorosa que sea. los otros sacramentos; y después, al llegar la tarde, la hora de la partida,
Las principales disposiciones son de dos clases: externas Cristo está allí todavía con un sacramento supremo para ayudar al hombre
que muere a abandonar la tierra en cristiano.
e internas. Las Sagradas Escrituras nos recuerdan, en mil variadas formas, la im-
a) Externas.—Para el sacerdote consistirán en el perfecto presionante brevedad de la vida. «El hombre se desvanece como una som-
cumplimiento de las rúbricas y ceremonias que la Iglesia le bra» (Iob 14,2). Por la mañana se levanta jubiloso; por la tarde ha desapa-
señala. Para el simple fiel, en el respeto, modestia y atención recido sin dejar rastro. Ahí está su habitación, su mesa de trabajo. Ahí está
el lecho donde todavía ayer reposó. Ahora, nada queda de él. «El tiempo
con que debe participar activamente en ella. es corto..., la figura de este mundo pasa» (i Cor 7,29 31). -
b) Internas.—La mejor de todas es identificarse con Je- El cristiano que en el día de su bautismo veía abrirse ante sí una larga
vida, bien pronto se encuentra viejo y cerca de la muerte. Su jornada de
sucristo, que se inmola en el altar. Ofrecerle al Padre y ofre- trabajo ha terminado. Ha llegado la hora de partir. Piensa con amargura en
cerse a sí mismo en El, con El y por El. Esta es la hora de pe- los años de pecado, en tantas gracias desperdiciadas: ¡hay siempre tantas
dirle que nos convierta en pan, para ser comidos por nuestros en una vida de hombre o de mujer! Su alma de bautizado, hecha para las
hermanos con nuestra entrega total por la caridad. Unión ín- cumbres de la vida divina y para la amistad íntima con Cristo, se ha arras-
tima con María al pie de la cruz; con San Juan, el discípulo trado en la tibieza, con frecuencia en el pecado. Apenas algunos raros pe-
ríodos de fervor y de fidelidad. Las gracias de la redención han pasado en
amado; con el sacerdote celebrante, nuevo Cristo en la tierra vano sobre esta alma: gracias del bautismo, de la confirmación y del sacra-
(«Cristo otra vez», gusta decir un alma iluminada por Dios). mento de la penitencia, gracias de tantas comuniones eucarísticas, gracias
Unión a todas las misas que se celebran en el mundo entero. del matrimonio o del sacerdocio, sin contar todas las inspiraciones divinas,
No pidamos nunca nada a Dios sin añadir como precio infinito todos los auxilios actuales, todas las mociones del Espíritu Santo intervi-
niendo sin cesar, juntamente con el Padre y el Hijo, para proteger esta vida
de la gracia que anhelamos: «Señor, por la sangre adorable de de hijo de Dios, llamado a vivir cada vez más íntimamente en la amistad
Jesús, que en este momento está elevando en su cáliz un sacer- de las tres divinas personas, en compañía de todos los ángeles y santos.
dote católico en algún rincón del mundo» 15. ¿Cómo no temblar, incluso al final de una vida enteramente fiel ? Se
La santa misa celebrada o participada con estas disposi- han visto santos temblando a la hora del juicio de Dios. ¿Acaso no ha pe-
dido Jesús a los suyos que sean «perfectos como su Padre celestial»? (Mt 5,
ciones es un instrumento de santificación de primerísima ca- 48). Abandonado a sus solas fuerzas, el hombre se vería tentado de deses-
tegoría, sin duda alguna el más importante de todos. peración. Pero en este momento supremo viene el mismo Cristo a traer a
sus fieles el alivio y confortación de su omnipotencia redentora y de su pre-
sencia próxima. Ha instituido, para la hora de los últimos combates, un sa-
AR TICULO 6 cramento especial para acabar en nosotros su obra de purificación, para
sostener a los «suyos» hasta el fin, arrancarles del poder invisible del demo-
nio e introducirles sin demora en la casa del Padre. La unción de los enfer-
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS mos es el sacramento de la partida. El sacerdote está allí, en nombre de
Cristo, a la cabecera del enfermo, para perdonarle sus faltas y conducir su
323. Es evidente que el sacramento de la unción de los alma al paraíso».
enfermos no se relaciona con nuestra vida cristiana a lo largo En efecto: según la doctrina de Santo Tomás, compartida
de su desarrollo, pero tiene una importancia extraordinaria por gran número de teólogos—entre los que figuran San Al-
para nuestra plena purificación antes de comparecer delante berto Magno, San Buenaventura, Escoto, Suárez, Gonet, San
de Dios en los umbrales de la eternidad, ya que está encarga- Ligorio, etc.—, el sacramento de la unción de los enfermos dis-
15 Siendo más de cuatrocientos mil los sacerdotes católicos existentes actualmente en el
pone al alma para su entrada inmediata en la gloria, o sea, sin
mundo, y celebrando una sola misa diaria cada uno de ellos, resulta un total de cinco eleva- pasar por el purgatorio. Escuchemos al Doctor Angélico 2 :
ciones por segundo aproximadamente. Claro que la distribución del clero católico no es uni-
forme en todo el mundo, y regiones habrá donde las misas sean muchas más y en otras mu- 1 Los sacramentos en la vida cristiana c.8.
chas menos en igualdad de tiempo. 2 Contra gen!. 4,73; cf. Summa Theol. III , 6,,1; SuppI. 29,1 ad 2.
«Como el hombre por negligencia o por las varias ocupaciones de la Señor Jesucristo por el que se confiere la potestad espiritual y la
vida, o también por causa de la brevedad del tiempo o cosas parecidas, no gracia necesaria para el recto desempeño de los ministerios ecle-
cura de raíz y perfectamente los defectos provenientes del pecado, se le siásticos.
provee saludablemente para que por este sacramento logre dicha curación
y se libre de la pena temporal, de modo que, al salir el alma del cuerpo, nada Como es sabido, el ministro ordinario del sacramento del
haya en él que pueda impedir a su alma la percepción de la gloria. Y por esto orden es el obispo consagrado (cf. cn.951); y el sujeto receptor es
dice Santiago que tel Señor le aliviará» (Iac 5,15). Acontece también que el únicamente el varón bautizado (para la validez) que se sienta
hombre no conoce o no recuerda todos los pecados que cometió, con el fin
de borrarlos todos por la penitencia. Hay, además, pecados cotidianos que con vocación y reúna las cualidades necesarias a juicio de su
acompañan de continuo la vida presente, de los cuales es conveniente que ordinario propio (para la licitud, cf. cn.968).
se purifique el hombre por este sacramento al partir, con la finalidad de
que nada haya en él que impida la percepción de la gloria.
Y por esto añade 326. 2. Efectos.—Los efectos principales que produce
Santiago: «Si está en pecado, se le perdonará». el sacramento del orden en el alma del que lo recibe son dos:
Todo esto demuestra que este sacramento es el último y, en cierto la gracia y el carácter sacramental. A ellos hay que añadir otro
modo, el que consuma toda la curación espiritual, sirviendo como de medio
para que el hombre se prepare para recibir la gloria».
tercero, que es una simple consecuencia del segundo: la incor-
poración a la jerarquía de la Iglesia,que el sacramento del orden
Como se ve, este sacramento es de un precio y valor incal- crea y conserva perpetuamente. Vamos a examinar por sepa-
culable para lograr la plena purificación del alma antes de com- rado cada uno de estos efectos.
parecer delante de Dios. Sin embargo, no siempre el que ha
recibido la unción de los enfermos consigue liberarse de las a) La gracia sacramental
penas del purgatorio, sino únicamente cuando obtiene el pleno
fruto del sacramento, lo cual depende de sus íntimas disposi- Como ya dijimos en su lugar correspondiente, la producción
de la gracia santificante, con el matiz propio y peculiar de cada
ciones. sacramento, es el efecto primario de todos ellos. Es doctrina de
Hemos de pedir humildemente al Señor que nos conceda
recibir este gran sacramento en el trance final de nuestra vida. fe, expresamente definida por el concilio de Trento con relación
Y, mientras tanto, hemos de proseguir sin descanso el proceso a todos los sacramentos en general (D 849-851) y del sacra-
de nuestra propia purificación por todos los medios a nuestro mento del orden en particular (D 964).
alcance. He aquí el hermoso razonamiento de Santo Tomás expli-
cando la necesidad de la gracia que confiere el sacramento del
orden:
ARTICULO 7
«Las obras de Dios son perfectas, como dice la Sagrada Escritura
EL SACRAMENTO DEL ORDEN (Deut 32,4). Por eso, a quien se da divinamente una potestad, se le da tam-
bién los medios para usarla dignamente. Y esto aparece hasta en el orden
324. Como vimos al hablar de los sacramentos en general, natural. Ahora bien: así como la gracia santificante es necesaria para que
los cinco estudiados hasta ahora pertenecen a la vida individual el hombre reciba dignamente los sacramentos, de igual modo lo es para
su digna administración. De donde se deduce que, así como en el bautismo,
del hombre considerado como persona particular. Los dos que que hace al hombre capaz de recibir los demás sacramentos, se da la gracia
nos quedan por estudiar tienen una función marcadamente so- santificante, igualmente ha de darse en el orden, que destina al hombre
cial, a saber: la de proporcionar a la Iglesia los ministros idóneos para la administración de los mismos» 1 .
para regir a los fieles, administrar los sacramentos y dar el La gracia sacramental propia de los sacramentos no es espe-
culto debido a Dios (sacramento del orden) y para aumentar el cíficamente distinta de la gracia santificante obtenida por otra
número de los miembros del cuerpo místico de Cristo y de los
vía (v.gr., por la perfecta contrición de los pecados), ya que la
futuros ciudadanos del cielo (sacramento del matrimonio) . gracia es una en especie átoma indivisible. Pero—como ya diji-
Dejando para otro lugar la exposición más detallada de la espiritualidad mos en su lugar correspondiente (cf. n.295)—cada sacramento
propia del sacerdote (cf. n.716-24) nos limitamos aquí a dar brevemente la
noción y los efectos del sacramento del orden en aquél que lo recibe.
la confiere con un matiz o modalidad especial. El matiz propio
de la del sacramento del orden es conferir al ordenado una
325. 1. Noción.—El sacramento del orden puede defi-
nirse del siguiente modo: Un sacramento instituido por Nuestro 1 Suppl. 35,1.
fuerza o vigor especial para ejercer convenientemente sus fun- ciertas funciones relacionadas más o menos de cerca con el ser-
ciones ministeriales y el derecho a lox auxilios actuales que irá vicio del altar.
necesitando a todo lo largo de su vida para el recto desempeño La potestad que confiere el carácter sacerdotal es doble:
de esas mismas funciones. En las tres órdenes que son cierta- a) PRINCIPAL, acerca del cuerpo real de Cristo, o sea, para consagrar,
mente sacramento (episcopado, presbiterado y diaconado), esta ofrecer y administrar el cuerpo y la sangre del Señor.
gracia sacramental se confiere al ordenando ex opere operato, b) SECUNDARIA, acerca del Cuerpo místico de Cristo, o sea para pre-
o sea, por la eficacia misma del sacramento. En las otras órde- parar a los fieles a la digna recepción de la eucaristía; lo que se consigue
nes que no son sacramento se confiere una gracia especial (no remotamente por la predicación de la divina palabra, y próximamente por
sacramental) ex opere operantis, o sea, en virtud de las disposi- la administración de los demás sacramentos, principalmente del bautismo
y de la penitencia.
ciones del sujeto receptor. El carácter del sacramento del orden presupone necesariamente el del
El sacramento del orden confiere la gracia en grado eminente, bautismo, ya que sólo los bautizados son sujetos capaces de recibir los de-
ya que es el de mayor dignidad después de la eucaristía (cf. más sacramentos. Y por conveniente disposición de la Iglesia se requiere
que el ordenando haya recibido también el sacramento de la confirmación
n.294). antes de las sagradas órdenes (cn.974 § I, I •°)•
b) El carácter sacramental c) La incorporación a la jerarquía eclesiástica
Es una verdad de fe, expresamente definida por el conci- Es una consecuencia natural y espontánea del carácter que
lio de Trento, que el sacramento del orden imprime carácter imprime el sacramento del orden. Solamente los que lo han
en el que lo recibe (D 852-964). El carácter—como ya dijimos— recibido pertenecen o forman parte de la jerarquía eclesiástica,
es una especie de sello indeleble impreso en el alma, que distin- no los simples fieles que no han sido ordenados.
gue y separa irrevocablemente a quien lo recibe de todos los Por divina institución, la jerarquía es doble:
demás hombres. Su condición indeleble e irrevocable hace que a) DE ORDEN. Está formada por los obispos, presbíteros y ministros
el sacramento que lo imprime no pueda recibirse más que una (al menos los diáconos), como consta por la definición expresa del concilio
sola vez en la vida. de Trento (D 96o 966). Tiene por misión ofrecer el santo sacrificio y admi-
Escuchemos a Pío XII explicando esta doctrina: nistrar los sacramentos a los fieles.
b) DE JURISDICCIÓN. La forman el Papa, como Pontífice supremo, y
■ Así como el agua bautismal distingue y separa a los cristianos de quie- los obispos a él subordinados. Tiene por misión el régimen y gobierno de
nes no han sido purificados por la onda regeneradora, de la misma manera los fieles.
el sacramento del orden segrega a los sacerdotes del resto de los fieles que Por disposición de la Iglesia se añadieron además otros grados (v.gr., car-
no han recibido este don, pues solamente aquéllos, llamados por un celes- denales, patriarcas, arzobispos, etc.), que son accidentales con relación a
tial atractivo, han ingresado en el ministerio sagrado, que los destina al aquellos dos fundamentales (cf. cn.io8).
servicio del altar y los hace ser como instrumentos divinos mediante los
cuales se comunica la vida sobrenatural al Cuerpo místico de Cristo» 2 .
328. 1. Noción.—La palabra matrimonio es una con- Conclusión I.a El fin primario del matrimonio es la generación y edu-
tracción del latín matris munium = oficio de la madre, porque cación de los hijos (cn. I o i 3 § I ).
«la mujer debe casarse principalmente para ser madre; y por- He aquí las pruebas:
que engendrar, alumbrar y educar a la prole es oficio de la
madre» 1 . En cambio, se llama patrimonio a los bienes externos a) LA SAGRADA ESCRITURA. Dios instituyó el matrimonio como con-
de la familia, porque es propio del padre buscar los alimentos trato natural con las siguientes palabras: «Procread y multiplicaos y henchid
la tierra» (Gen 1,28). Luego ésa es su finalidad primaria y principal.
y las demás cosas necesarias a la misma.
b) EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. Como acabamos de indicar, el Có-
EN ATENCIÓN A SU ESENCIA, que consiste en la unión o mutuo consenti- digo canónico declara expresamente que «la procreación y la educación de
miento de los que lo contraen, recibe el nombre latino de coniugium, de la prole es el fin primario del matrimonio» (cn.IoI3 § I). Este fin es tan
donde sale la palabra cónyuge, que designa a cada uno de los que se han necesario y tan esencial, que, si se le excluye positivamente, no puede haber
unido bajo un yugo o vínculo común. matrimonio válido, pues a él se ordena el matrimonio por su misma natu-
raleza.
Si SE ATIENDE A SU CAUSA, que es la celebración del contrato matrimo-
nial, se le llama nupcias (del latín nubo, velarse), porque en la solemnidad c) LA RAZÓN TEOLÓGICA. La da Santo Tomás en la siguiente forma:
del desposorio cúbrese con un velo la cabeza de los novios; y porque anti- «El matrimonio fue instituido principalmente para el bien de la prole, no
guamente la esposa, cuando le era entregada al esposo, cubría su cabeza sólo para engendrarla, ya que eso puede verificarse también fuera del ma-
con un velo en señal de pudor y de sumisión. trimonio, sino, además, para conducirla a un estado perfecto, pues todas las
cosas tienden a que sus efectos logren la debida perfección. Dos perfeccio-
En cuanto a la realidad significada por el nombre, el con- nes podemos considerar en la prole, a saber: la perfección de la naturaleza
no sólo en cuanto al cuerpo (educación física), sino también respecto del
trato matrimonial puede considerarse de dos maneras: activa- alma mediante aquellas cosas que pertenecen a la ley natural (educación
mente, en su celebración, y pasivamente, o sea, celebrado ya el moral) y la perfección de la gracia (educación religiosa) 3.
contrato. Y así:
Es cuchemos a Pío XI insistiendo en esta doctrina:
a) CONSIDERADO ACTIVAMENTE, puede definirse: el contrato por el cual
un varón y una mujer jurídicamente hábiles se entregan legítimamente el de- «No acaba con el beneficio de la procreación el bien de la prole, sino
recho mutuo, perpetuo y exclusivo sobre sus cuerpos en orden a los actos de que es necesario que a aquélla se añada la debida educación. Porque, en
suyo aptos para la generación y educación de la prole (cf. cn.io8i). verdad, no hubiera Dios, sapientísimo, provisto suficientemente a la prole,
ni por lo mismo a todo el género humano, si no hubiese encomendado el
b) CONSIDERADO PASIVAMENTE, es el vínculo indisoluble que resulta
derecho y la obligación de educar a quienes dio el derecho y la potestad de
de ese contrato, o sea, la unión permanente, perpetua y exclusiva de un varón
engendrar. Porque a nadie se le oculta que la prole no se basta ni se puede
con una mujer para engendrar y educar hijos (cf. cn.IO82). proveer a sí misma en las cosas pertenecientes a la vida natural, y mucho
menos en las que atañen a la vida sobrenatural, sino que, durante muchos
Como sacramento, el matrimonio es el mismo contrato ma- años, necesita el auxilio, la instrucción y la educación de lo demás. Y es
trimonial celebrado entre bautizados. Por consiguiente, entre bau- evidente que, por disposición natural y divina, el derecho y el deber de edu-
tizados no puede haber contrato matrimonial válido que por car a la prole pertenece, en primer lugar, a quienes, al engendrarla, dieron
el mismo hecho no sea sacramento (cf. cn. ><o 12). comienzo a la obra de la naturaleza, ya que, si la dejaran incoada e imper-
fecta, la expondrían a una ruina segura, y esto se les prohibe en absoluto.
Los ministros del sacramento del matrimonio son los mismos Ahora bien, a esta tan necesaria educación de los hijoproveyó de la ma-
contrayentes, no el sacerdote que lo bendice en nombre de la
Iglesia; si bien la presencia y bendición del sacerdote es necesa- 2 El Código canónico dice expresamente que «en peligro de muerte es válido y lícito el
matrimonio celebrado ante testigos solamente (o sea, sin que asista ningún sacerdote); y tam-
bién lo es fuera del peligro de muerte si prudentemente se prevé que aquel estado de cosas
1 SAN AGUSTÍN, Contra Faustum 1.19 c.26: ML 42,365. Santo Tomás advierte que, «aun- (o sea, la imposibilidad de acudir a un sacerdote) habrá de durar por un mes. (cn.1o98,1. °)
que el padre sea más digno que la madre, ésta, sin embargo, tiene más cuidado de los hijos En ambos casos, los testigos han de ser, al menos, dos.
que aquél. (Suppl. 44,2 ad 1). 3 Suppl. 59,2. Los paréntesis explicativos son nuestros. Cf. Suppl. 41,5.
nera más perfecta posible en el matrimonio, por el cual, estando los padres cupiscencia con el uso del matrimonio, deja de incitar a otras corruptelas.
unidos entre sí con vínculo indisoluble, se hallan siempre a mano sus bue- Por eso dice el Apóstol «que mejor es casarse que abrasarse» (i Cor 7,9).
nos servicios y mutuo auxilio» 4 . Y aunque es verdad que los actos de la concupiscencia contribuyen de suyo
a exacerbarla, sin embargo, en cuanto van ordenados por la razón, consi-
Conclusión 2 El fin secundario del matrimonio es la ayuda mutua guen reprimirla; pues «de actos semejantes engéndranse disposiciones y há-
de los cónyuges y el remedio de la concupiscencia (cn.1o13 § 2). bitos semejantes» (o sea, según el recto orden de la razón)» 7 .
c) Fe interna, si permanece en el interior de nuestra alma, y fe externa, paréntesis algunas pequeñas explicaciones para ponerlas al al-
si la manifestamos al exterior con palabras o signos.
cance de los no versados en teología:
A su vez, la fe objetiva se subdivide de la siguiente forma: s
Cuáles sean concretamente estas verdades es cuestión discutida entre los teólogos. Todos
a) Fe católica, que está constituida por las verdades reveladas y pro- están conformes—ya que la doctrina contraria está condenada por la Iglesia (D ti 72)— en
que se requiere, al menos, la fe en la existencia de Dios remunerador, o sea, premiador de
puestas por Dios a todos los hombres para obtener la vida eterna (o sea todo buenos y castigador de malos. Algunos teólogos exigen todavía el conocimiento (siquiera
sea imperfecto y rudimentario) del misterio de la Santísima Trinidad y el de Cristo Reden-
a Cf. 11-11,2 3,6-8. tor. Santo Tomás parece decir esto mismo (cf. II-II,2,7-8), pero sin exigir para los infieles
una fe explícita, sino únicamente implícita en la divina Providencia: «creyendo ser Dios el
5 Cf. II-I1,23,7. s:riz
«Fides est humanae salutis initiurc, fundamentum et radix omnis iustificationis, liberador de los hombres según su beneplácito y según lo haya revelado a algunos conoce-
dores de la verdad> (II-II,2,7 ad 3).
qua impossihile est placere Den (Hebr t 1,6) et ad tiliorum eius consortium pervenire' (I) 8oi 9 Cf. II-II,5,4: la fe puede ser en u no mayor que en otro'.
7 Cf. 11-11,7.
c) Procurarán extender y aumentar el conocimiento de las verdades
«La cantidad de un hábito puede considerarse de dos modos: por parte
del objeto o de su participación en el sujeto. (En nuestro caso, la fe objetiva de la fe estudiando los dogmas católicos con todos los medios a su alcance
(catecismos explicados, obras de formación religiosa, conferencias y sermo-
y la subjetiva.) nes, etc.), aumentando con ello su cultura religiosa y extendiendo sus cono-
Ahora bien: el objeto de la fe (las verdades reveladas, fe objetiva)
puede
considerarse de dos modos: según su razón o motivo formal (la autoridad cimientos a mayor número de verdades reveladas (crecimiento extensivo de
la fe objetiva) .
de Dios que revela) o según las cosas que se nos proponen materialmente
d) En cuanto al crecimiento de la fe subjetiva,
para ser creídas (todas las verdades de la fe). El objeto formal de la fe (la procurarán fomentarlo
autoridad de Dios) es uno y simple, a saber, la Verdad primera. De donde con la repetición enérgica y frecuente de los actos de fe y con la práctica de
por esta parte la fe no se diversifica en los creyentes, sino que es una espe- las sapientísimas reglas para «sentir con la Iglesia» que da San Ignacio de
Loyola en sus Ejercicios Espirituales. Repetirán con fervor la súplica de los
cíficamente en todos (o se acepta la autoridad de Dios o no; no hay término
medio para nadie). Pero las cosas que se nos proponen materialmente para apóstoles al divino Maestro: «Señor, auméntanos la fe» (Lc 17,5).
creer son muchas (todas las verdades de la fe) y pueden conocerse más o 2.° LAS ALMAS ADELANTADAS se preocuparán del incremento
de esta vir-
menos explícitamente (el teólogo conoce muchas más y mejor que el simple tud fundamental hasta conseguir que toda su vida esté informada por un
fiel). Y según esto puede un hombre conocer y creer explícitamente más co- auténtico espíritu de fe, que las coloque en un plano estrictamente sobre-
sas que otros. Y así puede haber en uno mayor fe según la mayor explícita- natural desde el que vean y juzguen todas las cosas: «iustus ex fide vivit»
ción de esa fe. (Rom 1,17). Para ello:
Pero si se considera la fe según su participación en el sujeto (fe subje- a) Hemos de ver a Dios a través del prisma de la fe, sin tener para
en-
tiva), puede acontecer de dos modos. Porque el acto de fe procede del(que nada en cuenta los vaivenes de nuestro sentimiento o de nuestras ideas an-
tendimiento (es el que asiente a las verdades reveladas) y de la voluntad tojadizas. Dios es siempre el mismo, infinitamente bueno y misericordioso,
es la que, movida por Dios y por la libertad del hombre, impone ese asenti- sin que cambien su naturaleza los consuelos o arideces que experimentemos
miento a la inteligencia). En este sentido puede la fe ser mayor en uno que en la oración, las alabanzas o persecuciones de los que nos rodean, los su-
en otro; por parte del entendimiento, por la mayor certeza y firmeza (en ese cesos prósperos o adversos de que se componga nuestra vida.
asentimiento), y por parte de la voluntad, por la mayor prontitud,
devoción b) Hemos de procurar que nuestras ideas sobre los verdaderos valo-
o confianza (con que impera a la inteligencia aquel asentimiento)». res de las cosas coincidan totalmente con las enseñanzas de la fe, a despecho
de lo que el mundo pueda pensar o sentir. Y así hemos de estar íntimamente
Nada se puede añadir sustancialmente a esta magnífica doc- convencidos de que en orden a la vida eterna es mejor la pobreza, la manse-
trina Pero es conveniente señalar el modo con que las almas dumbre, las lágrimas del arrepentimiento, el hambre y sed de perfección,
deben intensificar su fe a todo lo largo del proceso de la vida la misericordia, la limpieza de corazón, la paz y el padecer persecución
(Mt 5,3-1o) que las riquezas, la violencia, las risas, la venganza, los place-
cristiana. res de la carne y el dominio e imperio sobre todo el mundo. Hemos de ver
I.° Los PRINCIPIANTES. — A semejanza de lo que ocurre con la caridad en el dolor cristiano una auténtica bendición de Dios, aunque el mundo no
incipiente 10 , el principal cuidado de los principiantes con relación a su fe acierte a comprender estas cosas. Hemos de estar convencidos de que es
ha de ser nutrirla y fomentarla para que no se pierda o corrompa. Para ello: mayor desgracia cometer a sabiendas un pecado venial que la pérdida de la
a) Convencidos, ante todo, de que la fe es un
don de Dios completa- salud y de la misma vida. Que vale más el bien sobrenatural de un solo indi-
mente gratuito que nadie puede merecer 11 , pedirán al Señor en oración viduo, la más insignificante participación de la gracia santificante, que el
ferviente que les conserve siempre en sus almas esa divina luz que os en- bien natural de todo el universo 12 . Que la vida larga importa mucho menos
seña el camino del cielo en medio de las tinieblas de nuestra .igno ncia. que la vida santa; y que, por lo mismo, no hemos de renunciar a nuestra
Su jaculatoria favorita, repetida con fervor muchas veces al día, ha ser vida de mortificación y de penitencia aunque estas austeridades acorten un
aquella del Evangelio: «Creo, Señor; pero ayuda tú a mi poca fe» (Mc 9, 2 3 poco el tiempo de nuestro destierro en este valle de lágrimas y miserias.
b) Rechazarán con energía, mediante la divina gracia, todo cuanto pue- En fin: hemos de ver y enjuiciar todas las cosas desde el punto de vista de
da representar un peligro para su fe: a) las sugestiones diabólicas (dudas, Dios, a través del prisma de la fe, renunciando en absoluto a los criterios
tentaciones contra la fe, etc.), que combatirán indirectamente—distrayén- mundanos e incluso a los puntos de vista pura y simplemente humanos.
dose, pensando en otra cosa, etc.—, nunca directamente, o sea, enfrentándose Sólo con la fe venceremos definitivamente al mundo: «Esta es la victoria que
con la tentación y discutiendo con ella, buscando razones, etc., que más bien ha vencido al mundo: nuestra fe» (i Io 5,4).
aumentarían la turbación del alma y la violencia del ataque enemigo; b) las c) Este espíritu de fe intensamente vivido será para nosotros una fuen-
lecturas peligrosas o imprudentes, en las que se enjuician con criterio anti-la te de consuelos en los dolores y enfermedades corporales, en las amarguras
cristiano o mundano las cosas de la fe o de la religión en general; y c) y pruebas del alma, en la ingratitud o malquerencia de los hombres, en las
soberbia intelectual, que es el obstáculo más radical e insuperable que puede pérdidas dolorosas de familiares y amigos. Nos hará ver que el sufrir pasa,
oponer el desgraciado incrédulo a la misericordia de Dios para que le con- pero el premio de haber sufrido bien no pasará jamás; que las cosas son
ceda el don divino de la fe, o el camino más expedito para su pérdida en tal como las ve Dios y no como se empeñan en verlas los hombres con su
los que ya la poseen, según aquello de la Escritura: «Dios resiste a los so- criterio mundano y antojadizo; que los que nos han precedido con el signo
berbios y da su gracia a los humildes» (Io 4,6; Petr 5,5). de la fe nos esperan en una vida mejor (la vida se cambia, pero no se quita)
y que después de las incomodidades y molestias de esta «noche en una mala
10 Cf. II-II,24,9.
11 «Pues de gracia habéis sido salvados por la fe, y esto no os viene de vosotros, es don 12 Cf. I-II,113,9 ad 2.
de Dios» (Eph 2,8).
constituye, por lo mismo, en motor y regla de los actos que de ellos proce-
posadas—que eso es la vida del hombre sobre la tierra, en frase de Santa
den. De ahí proviene necesariamente la modalidad divina de los actos dona-
Teresa 13—nos aguardan para siempre los resplandores eternos de la ciudad les (única posible por exigencia intrínseca de la misma naturaleza de los do-
de los bienaventurados: Y al deshacerse la casa de esta morada terrena, se
nes). El hombre no puede hacer otra cosa con ayuda de la gracia que dispo-
nos prepara en el cielo una mansión eterna (prefacio de la misa de difuntos). nerse para la divina moción—removiendo los obstáculos, permaneciendo fiel
¡Cuánta fortaleza ponen en el alma estas luces divinas de la fe para soportar
el dolor y hasta abrazarlo con alegría, sabiendo que las tribulaciones mo- a la gracia, implorando humildemente esa actuación santificadora, etc.—y
secundar libre y meritoriamente la moción del divino Espíritu cuando se
mentáneas y leves de esta vida nos preparan el peso abrumador de una su-
produzca de hecho.
blime e incomparable gloria para toda la eternidad! (cf. 2 Cor 4,17). Nada
tiene de extraño que los apóstoles de Cristo—y en pos de ellos todos los d) «... SE HACE APTA PARA UNA PENETRANTE INTUICIÓN...»—Es el objeto
mártires—, encendida en su alma la antorcha de la fe, caminaran imperté- formal del don de entendimiento, que señala la diferencia específica entre
rritos a las cárceles, suplicios y muertes afrentosas, gozosos de padecer él y la virtud de la fe. Porque la virtud de la fe proporciona al entendimiento
aquellos ultrajes por el nombre de Jesús (Act 5,41). creado el conocimiento de las verdades sobrenaturales de una manera im-
perfecta, al modo humano, que es—como vimos en su lugar correspondiente—
3. ° EN LAS ALMAS PERFECTAS, iluminada por los dones de entendimiento
y de ciencia, alcanza la fe su máxima intensidad, llegando a emitir resplan- el propio y característico de las virtudes infusas, mientras que el don de
entendimiento le hace apto para la penetración profunda e intuitiva (modo
dores vivísimos, que son el preludio y la aurora de la visión beatífica. Pero
sobrehumano, suprarracional) de esas mismas verdades reveladas 15 . Es, sen-
esto requiere párrafo aparte. cillamente, la contemplación infusa, que consiste en una simple y profunda
intuición de la verdad: «simplex intuitus veritatis'> 16 . El don de entendi-
El don de entendimiento miento se distingue, a su vez, de los otros dones intelectivos (sabiduría,
ciencia y consejo) en que su función propia es la penetración profunda en las
336. Damos aquí una breve nota bibliográfica para que el lector pueda completar su in-
formación sobre el funcionamiento de los dones en particular. S.TH ., II-II,8 ,g.lg.4S.5z•IzI• verdades de la fe en plan de simple aprehensión (sin emitir juicio sobre ellas),
139; LOAN. A SANCTO THOMA, Cursus Theologicus in I-II d.18; I. G. MENÉNDEZ-REIGADA,
Los mientras que a los otros dones intelectivos corresponde el recto juicio sobre
dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana; Necesidad de los dones del Espíritu Santo; ellas. Este juicio, en cuanto a las cosas divinas, pertenece al don de sabidu-
GARDEIL, LOS dones del Espíritu Santo en los santos dominicos; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres
edades; Perfection et contemplation; TANQUEREY, Teología ascética n.13o7-1358; ARINTERO, ría; en cuanto a las cosas creadas, al don de ciencia, y en cuanto a la aplica-
Evolución mística p. c.3; PHILIPON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad c.6; ción.a las obras,singulares, al don de consejo 17 .
Los dones del Espíritu Santo (Barcelona 1966); MARTÍNEZ (arzobispo de Méjico), El Espíritu
Santo II; SAVARESE, El Espíritu Santificador XXV-XXXII; BARRE, Tractatus de virtutibus... C) «... DE LAS VERDADES REVELADAS ESPECULATIVAS Y PRÁCTICAS Y HASTA
p.1. 8 c.2 a.4; POTTIER, Vie et doctrine spirituelle du P. L. Lalsemant (París 1924) princ.4 c.3 - 4; DE LAS NATURALES EN ORDEN AL FIN SOBRENATURAL».—Es el objeto material
MESCHLER, El don de Pentecostés.
sobre el que versa o recae el don de entendimiento. Abarca todo cuanto
337. 1. Naturaleza.—Puede definirse el don de enten- pertenece a Dios, Cristo, el hombre y las criaturas todas, con su origen y
su fin, de tal modo, que su objeto material se extiende primariamente a las
dimiento como un hábito sobrenatural infundido con la gracia verdades de la fe y secundariamente a todas las demás cosas que tengan cierto
santificante por el cual la inteligencia del hombre, bajo la acción orden y relación con el fin sobrenatural 18 .
iluminadora del Espíritu Santo, se hace apta para una penetrante
intuición de las verdades reveladas especulativas y prácticas y 331 . 2 . Necesidad.—Por mucho que se ejercite la fe
hasta de las naturales en orden al fin sobrenatural. al modo humano o discursivo (vía ascética), jamás podrá llegar
Expliquemos un poquito la definición: a su ple í , \perfección y desarrollo. Para ello es indispensable
la influencia del don de entendimiento (vía mística).
a) Es un «HÁBITO SOBRENATURAL INFUNDIDO CON LA GRACIA SANTIFICAN-
palabras expresan la razón genérica de los dones del Espíritu
La razón es muy sencilla. El conocimiento humano es de
TE...» —Estas
Santo (hábitos sobrenaturales) y la raíz de donde brotan, que es la gracia suyo discursivo, por composición y división, por análisis y sín-
santificante. Por eso, en cuanto hábitos, poseen los dones del Espíritu Santo tesis, no por simple intuición de la verdad. De esta condición
todas las almas en gracia y crecen todos a la vez juntamente con ella 14. general del conocimiento humano no escapan las virtudes in-
b) «... POR EL CUAL LA INTELIGENCIA DEL HOMBRE...» —E1 don de en- fusas al funcionar bajo el régimen de la razón y a nuestro modo
tendimiento reside en el entendimiento especulativo, a quien perfecciona—pre- humano (ascética). Pero, siendo el objeto primario de la fe la
viamente informado por la virtud de la fe—para recibir connaturalmente la
Verdad primera manifestándose (Ventas prima in dicendo) 1 9 ,
moción del Espíritu Santo, que pondrá el hábito donal en acto.
1 s *EI don de entendimiento recae sobre los primeros principios del conocimiento gra-
c) «... BAJO LA ACCIÓN ILUMINADORA DEL ESPÍRITU SANTO...» —Sólo el tuito (verdades reveladas), pero de otro modo que la fe. Porque a la fe pertenece asentir a
divino Espíritu puede poner en movimiento los dones de su mismo nombre. ellos; y al don de entendimiento penetrarlos profundamente') (II-II,8,6 ad 2).
Sin su divina moción, los hábitos donales permanecen ociosos, ya que el 16 Cf. II-II,180,3 ad I.
hombre es absolutamente incapaz de actuarlos ni siquiera con ayuda de la 17 Cf. II-II,8,6.
16 Cf. II-II,8,3.
gracia. Son instrumentos directos e inmediatos del Espíritu Santo, que se 19 A Dios se le puede considerar corno Verdad primera en un triple sentido: in essendo,
in cognoscendo et in dicendo. Se llama Verdad primera in essendo la misma deidad en cuanto
13 Cf. Camino 40,9. distinta de las deidades falsas (Deus Veius); in cognoscendo, la infinita sabiduría de Dios,
la Cf. I1-11,8,4; I-II,68,6.
que es simplicísima, el modo discursivo, complejo, de conocerla hondo de las verdades reveladas y deducir después por el dis-
no puede ser más inadecuado ni imperfecto. La fe es de suyo curso teológico las conclusiones en ellas implícitas.
un hábito intuitivo, no discursivo 20 ; y por eso, las verdades de El Doctor Angélico señala seis modos diferentes con que el
la fe no pueden ser captadas en toda su limpieza y perfección
don de entendimiento nos hace penetrar en lo más hondo y mis-
(aunque siempre en el claroscuro del misterio) más que por el terioso de las verdades de la fe 23.
golpe de vista intuitivo y penetrante del don de entendimiento.
O sea, cuando la fe se haya liberado enteramente de todos los I) Nos HACE VER LA SUBSTANCIA DE LAS COSAS OCULTAS
elementos discursivos que la impurifican y se convierta en una BAJO LOS ACCIDENTES.
fe contemplativa. Entonces se llega a la fe pura, tan insistente-
mente recomendada por San Juan de la Cruz como único medio En virtud de este instinto divino, los místicos perciben la divina realidad
oculta bajo los velos eucarísticos. De ahí su obsesión por la Eucaristía, que
proporcionado para la unión de nuestro entendimiento con llega a constituir en ellos un verdadero martirio de hambre y sed. En sus
Dios 21. visitas al sagrario no rezan, no meditan, no discurren; se limitan a contem-
plar al divino Prisionero del amor con una mirada simple, sencilla y pe-
Hermosamente supo explicar un autor contemporáneo en qué consiste netrante, que les llena el alma de infinita suavidad y paz: «Le miro y me miran,
esta fe pura: «Entiéndese por fe pura la adhesión del entendimiento a la como dijo al Cura de Ars aquel sencillo aldeano poseído por el divino Es-
verdad revelada, adhesión fundada únicamente en la autoridad de Dios, píritu.
que revela. Excluye, pues, todo discurso. Desde el momento en que entra en
juego la razón, desaparece la fe pura, porque se mezcla con ella un elemento 2) Nos
ajeno a su naturaleza. El raciocinio puede preceder y seguir a la fe, pero
DESCUBRE EL SENTIDO OCULTO DE LAS DIVINAS ES-
no puede acompañarla sin desnaturalizarla. Cuanto más haya de discurso, CRITURAS.
menos hay de adhesión a la verdad por la autoridad de Dios, y, por consi-
Es lo que realizó el Señor con sus discípulos de Emaús cuando «les
guiente, menos hay de fe pura» 22.
abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras» (Lc 24,45). Todos
¡Lástima que el aludido autor no supiera sacar las consecuencias de esta
hermosa doctrina! Porque ella lleva inevitablemente a la necesidad de la los místicos han experimentado este fenómeno. Sin discursos, sin estudios,
contemplación mística (causada por el don de entendimiento) para llegar a sin ayuda alguna de ningún elemento humano, el Espíritu Santo les descubre
de pronto y con una intensidad vivísima el sentido profundo de alguna sen-
la fe pura, sin discurso, de que habla San Juan de la Cruz; y, por consiguien-
tencia de la Escritura que les sumerge en un abismo de luz. Allí suelen
te, a la necesidad de la mística para la perfección cristiana.
encontrar su lema, que da sentido y orientación a toda su vida: el «cantaré
eternamente las misericordias del Señor>, de Santa Teresa (Ps 88,i); el «si
339. 3. Efectos.—Son admirables los efectos que pro-
alguno es pequeñito, venga a mí», de Santa Teresita (Prov 9,4); el «alabanza
duce en el alma la actuación del don de entendimiento, todos de gloria», de sor Isabel de la Trinidad (Eph i,6)... Por eso se les caen de
ellos perfeccionando la virtud de la fe hasta el grado de increí- las manos los libros escritos por los hombres y acaban por no encontrar
ble intensidad que llegó a alcanzar en los santos. Porque les gusto más que en las palabras inspiradas, sobre todo en las que brotaron
manifiesta las verdades reveladas con tal claridad, que, sin des- directamente de los labios del Verbo encarnado 24.
cubrirles del todo el misterio, les da una seguridad inquebran- 3) Nos MANIFIESTA EL SIGNIFICADO MISTERIOSO DE LAS
table de la verdad de nuestra fe. Esto se ve experimentalmente SEMEJANZAS Y FIGURAS.
en las almas místicas, que tienen desarrollado este don en grado
eminente; estarían dispuestas a creer lo contrario de lo que ven Y así, San Pablo vio a Cristo en la piedra que manaba agua viva para
con sus propios ojos antes que dudar en lo más mínimo de alguna apagar la sed de los israelitas en el desierto: «petra autem erat Christus»
(o Cor 10,4). Y San Juan de la Cruz nos descubre, con pasmosa intuición
de las verdades de la fe. mística, el sentido moral, anagógico y parabólico de multitud de semejan-
Este es un don utilísimo a los teólogos—Santo Tomás lo te- zas y figuras del Antiguo Testamento que alcanzan su plena realización en
nía en grado extraordinario—para hacerles penetrar en lo más el Nuevo, o en la vida misteriosa de la gracia.
que no puede engañarse; in dicendo, la suma veracidad de Dios, que no puede engañarnos. 23 Cf. II-II,8,1: «Sunt autem multa genera eorum quae interius latent, ad quac oportet
En el primer sentido (in essendo = Deus Verus) constituye el objeto formal de la fe; y en el cognitionem hominis quasi intrinsecus penetrare. Nam sub accidentibus latet natura rerum
segundo y tercero, o sea, la autoridad de Dios revelante, que procede de su sabiduría (in substantialis, sub verbis latent significata verborum, sub similitudinibus et tiguris latet verbas
co .¢ noscendn) y veracidad (in dicendo 1, es el motivo formal, o propiamente especificativo de figurata: res etiam intelligibiles sunt quodammodo interiores respectu rerum sensibilium
la misma fe (cf. ZUSIZARRETA, Theologia Dogmatico-Scholastica vol.3 n.357 -8 ). quae exterius sentiuntur, et in causis latent effectus et e converso».
20 Cf. n.547. 24 «Yo apenas encuentro algo en los libros, a no ser en el Evangelio. Ese libro me basta>
21 Otras razones para probar la necesidad de que la fe sea perfeccionada por el don de (SANTA TERESITA DEL NIÑO ,JESÚS; «Novissima Verba» 15 de mayo).
entendimiento las expone magistralmente el P. I. G. MENÉNDEZ-REIGADA en su preciosa
obra Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana (Madrid 1948) c.5 p.427-48.
22 P. CrusócoNo, Compendio de Ascética y Mística p.2.. c.2 a.3 p.104 (1.° ed.).
4) Nos DESCUBRE BAJO LAS APARIENCIAS SENSIBLES LAS mucho a la visión intuitiva. Es Santo Tomás, modelo de pon-
REALIDADES ESPIRITUALES. deración y de serenidad en todo cuanto dice, quien escribió
La liturgia de la Iglesia está llena de simbolismos sublimes, que es-
estas asombrosas palabras: «En esta misma vida, purificado el
capan en su mayor parte a las almas superficiales. Los santos, en cambio, ojo del espíritu por el don de entendimiento, puede verse a
experimentaban gran veneración y respeto a «la menor ceremonia de la Igle- Dios en cierto modo» 28 . Al llegar a estas alturas, la influencia
sia» 25 , que les inundaba el alma de devoción y ternura. Es que el don de de la fe se extiende a todos los movimientos del alma, iluminan-
entendimiento les hacía ver, a través de aquellos simbolismos y apariencias
sensibles, las sublimes realidades que encierran.
do todos sus pasos y haciéndola ver todas las cosas a través del
prisma sobrenatural. Estas almas parece que pierden el instinto
5) NOS HACE CONTEMPLAR LOS EFECTOS CONTENIDOS EN de lo humano para conducirse en todo por el instinto de lo di-
LAS CAUSAS. vino. Su manera de ser, de pensar, de hablar, de reaccionar ante
«Hay otro aspecto del don de entendimiento particularmente sensible
los menores acontecimientos de la vida propia o ajena, descon-
en los teólogos contemplativos. Después de la dura labor de la ciencia hu- ciertan al mundo, incapaz de comprenderlas. Diríase que pa-
mana, todo se ilumina de pronto bajo un impulso del Espíritu. Un - mundo decen estrabismo intelectual para ver todas las cosas al revés
nuevo aparece en un principio o en una causa universal: Cristo-Sacerdote de como las ve el mundo. En realidad, la visión torcida es la
único Mediador del cielo y de la tierra; o bien el misterio de la Virgen corre- de este último. Aquéllos han tenido la dicha inefable de que
dentora, llevando espiritualmente en su seno todos los miembros del Cuerpo
místico, o en fin, el misterio de la identificación de los innumerables atri- el Espíritu Santo, por el don de entendimiento, les diera el
butos de Dios en su soberana simplicidad y la conciliación de la unidad de sentido de Cristo : «Nos autem sensum Christi habemus» (i Cor
esencia con la trinidad de personas en una Deidad que sobrepasa infinita- 2,16), que les hace ver todas las cosas a través del prisma de
mente las investigaciones más secretas de toda mirada creada. Otras tantas la fe: «El justo vive de fe» (Rom 1,17).
verdades que profundiza el don de entendimiento sin esfuerzo, sabrosamen-
te, en el gozo beatificante de una «vida eterna comenzada en la tierras a la 34o• 4. Bienaventuranzas y frutos que de él se de-
luz misma de Dios» 26.
rivan.—Al don de entendimiento se refiere la sexta bienaven-
6) NOS HACE VER, FINALMENTE, LAS CAUSAS A TRAVÉS DE turanza: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
LOS EFECTOS. verán a Dios» (Mt 5, 8). En esta bienaventuranza, como en las
demás, se indican dos cosas: una, a modo de disposición y de
«En sentido inverso, el don de entendimiento revela a Dios y su todo-
poderosa causalidad en sus efectos, sin recurrir a los largos procedimientos mérito (la limpieza del corazón), y otra, a modo de premio (el
discursivos del pensamiento humano abandonado a sus propias fuerzas, sino ver a Dios); y en los dos sentidos pertenece al don de enten-
por simple mirada comparativa y por intuición «a la manera de Dios». En dimiento. Porque hay dos clases de limpieza: la del corazón,
los indicios más imperceptibles, en los menores acontecimientos de su vida, por la que se expelen todos los pecados y afectos desordenados,
un alma atenta al Espíritu Santo descubre de un solo trazo todo el plan de
la Providencia sobre ella. Sin razonamiento dialéctico sobre las causas, la realizada por las virtudes y dones, que pertenecen a la parte
simple vista de los efectos de la justicia o de la misericordia de Dios le hace apetitiva; y la de la mente, depurándola de los fantasmas cor-
entrever todo el misterio de la predestinación divina, el «excesivo amor» porales y de los errores contra la fe, y ésta es propia del don
(Eph 2,4) con que persigue a las almas para unirlas a la beatificante Trini- de entendimiento. Y en cuanto a la visión de Dios es también
dad. A través de todo: Dios conduce a Dios» 27,
doble: una perfecta, por la que se ve la misma esencia de Dios,
Tales son los principales efectos que produce en el alma y ésta es propia del cielo; y otra imperfecta, que es propia del
la actuación del don de entendimiento. Ya re comprende que, don de entendimiento, por la que, aunque no veamos qué cosa
perfeccionada por él, la virtud de la fe llega a alcanzar una in- sea Dios, vemos qué cosa no es y tanto más perfectamente co-
tensidad vivísima. No se rompen jamás en esta vida los velos nocemos a Dios en esta vida cuanto mejor entendemos que ex-
del misterio (Ahora vemos por un espejo y oscuramente: I Cor cede todo cuanto el entendimiento puede comprender 29.
13,12); pero sus profundidades insondables son penetradas por En cuanto a los frutos del Espíritu Santo—que son, como
el alma con una vivencia tan clara y entrañable, que se acerca vimos en su lugar, actos exquisitos procedentes de los dones—,
25 «Contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, por ella o por cual-
pertenecen al don del entendimiento, como fruto propio, la
quier verdad de la Sagrada Escritura, me pondría yo a morir mil muertes , (SANTA TERESA,
Vida 33,5). 28 «In hac etiam vita, purgato oculo per donum intellectus, Deus quodammodo videri
26 P. PHILIPON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad c.8 n.7. potest» (I-II,69,2 ad 3).
29 Cf. II-II,8,7.
27 P. PHILIPON, ibid., ibid.
fides, o sea la certeza de la fe; y como fruto último y acabadísi- 342. 6. Medios de fomentar este don.—La actuación
mo, el gaudium (gozo espiritual), que pertenece a la voluntad 30. de los dones depende enteramente del Espíritu Santo. Pero el
alma puede hacer mucho de su parte disponiéndose, con ayuda
34 1 . 5. Vicios contrarios al don de entendimiento.— de la gracia, para esa divina actuación 34.
Santo Tomás dedica una cuestión entera al estudio de estos
vicios 31 . Son dos: la ceguera espiritual y el embotamiento del He aquí los principales modos de disponerse:
sentido espiritual. La primera es la privación total de la visión
a) LA PRÁCTICA DE UNA FE VIVA CON AYUDA DE LA GRACIA ORDINARIA.—
(ceguera); la segunda, un debilitamiento notable de la misma Sabido es que las virtudes infusas se perfeccionan y desarrollan con la prác-
(miopía). Y las dos proceden de los pecados carnales (gula y tica cada vez más intensa de sus propios actos. Y aunque es verdad que
lujuria), por cuanto nada hay que impida tanto los vuelos del sin salir de su actuación al modo humano (vía ascética) no podrán jamás
entendimiento—aun naturalmente hablando—como la ve- alcanzar su perfección, es disposición excelente para que el Espíritu Santo
hemente aplicación a las cosas corporales que le son contrarias. venga a perfeccionarlas con los dones el hacer todo cuanto esté de nuestra
parte por los procedimientos ascéticos. Es un hecho que, según su provi-
Por eso, la lujuria—que lleva consigo una más fuerte aplicación dencia ordinaria, Dios da sus gracias a quien mejor se dispone 35.
a lo carnal—produce la ceguera espiritual, que excluye casi b) PERFECTA PUREZA DE ALMA Y CUERPO.—Al don de entendimiento,
por completo el conocimiento de los bienes espirituales; y la como acabamos de ver, corresponde la sexta bienaventuranza, que se re-
gula produce el embotamiento del sentido espiritual, que debilita fiere a los limpios de corazón. Sólo con la perfecta limpieza de alma y cuer-
al hombre para ese conocimiento, de manera semejante a como po se hace el alma capaz de ver a Dios : en esta vida, por la iluminación
un objeto agudo y punzante, v.gr., un clavo, no puede penetrar profunda del don de entendimiento en el claroscuro de la fe, y en la otra,
con la clara visión de la gloria. La impureza es incompatible con ambas
con facilidad en la pared si tiene la punta obtusa y roma 32 . cosas.
«Esta ceguera de la mente es la que padecen todas las almas tibias; por- C.) RECOGIMIENTO INTERIOR.—El Espíritu Santo es amigo del recogi-
que tienen en sí el don de entendimiento; pero, engolfada su mente en las miento y de la soledad. Sólo allí habla en silencio a las almas: «la llevaré al
cosas de aquí abajo, faltas de recogimiento interior y espíritu de oración, desierto y le hablaré al corazón» (Os 2,14). El alma amiga de la disipación
derramadas continuamente por los caños de los sentidos, sin una conside- y del bullicio no percibirá jamás la voz de Dios en su interior. Es preciso
ración atenta y constante de las verdades divinas, no llegan jamás a des- hacer el vacío a todas las cosas creadas, retirarse a la celda del corazón para
cubrir las claridades excelsas que en su oscuridad encierran. Por eso las vivir allí con el divino Huésped hasta conseguir gradualmente no perder
vemos frecuentemente tan engañadas al hablar de cosas espirituales, de las nunca la presencia de Dios aun en medio de los quehaceres más absorben-
finezas del amor divino, de los primores de la vida mística, de las alturas de tes. Cuando el alma haya hecho de su parte todo cuanto pueda por reco-
la santidad, que tal vez cifran en algunas obras externas cubiertas con la gerse y aislarse, el Espíritu Santo hará lo demás.
roña de sus miras humanas, teniendo por exageraciones y excentricidades
las delicadezas que el Espíritu de Dios pide a las almas. d) FIDELIDAD A LA GRACIA.—El alma ha de estar siempre atenta a no
Estos son los que quieren ir por el camino de las vacas, como se dice negar al Espíritu Santo cualquier sacrificio que le pida: si hoy oyereis su voz,
vulgarmente; bien afincados en la tierra, para que el Espíritu Santo no pueda no endurezcais vuestros corazones (Ps 94,8). No solamente ha de evitar
levantarlos por los aires con su soplo divino; entretenidos en hacer mon- cualquier falta voluntaria, que, por pequeña que fuera, contristaría al Es-
toncitos de arena, con los que pretenden escalar el cielo. Padecen esa ce- píritu Santo, según la misteriosa expresión de San Pablo: «Guardaos de en-
guera espiritual, que les impide ver la santidad infinita de Dios, las mara- tristecer al Espíritu Santo de Dios» (Eph 4,3o), sino que ha de secundar po-
villas que su gracia obra en las almas, los heroísmos de abnegación que sitivamente todas sus divinas mociones hasta poder decir con Cristo: «Yo
pide para corresponder a su amor inmenso, las locuras del amor por Aquel hago siempre lo que es de su agrado» (Io 8,29). No importa que a veces los
a quien el amor condujo a la locura de la cruz. Los pecados veniales los tienen sacrificios que nos pida parezcan superar nuestras fuerzas. Con la gracia
en poco, y sólo perciben los de más bulto, haciendo caso omiso de lo que lla- de Dios, todo sr puede—»Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Phil 4,
man imperfecciones. Son ciegos, porque no echan mano de esa antorcha 13) , y siemp e nos queda el recurso de la oración para pedirle al Señor
—
que alumbra un lugar caliginoso (2 Petr 1,19), y muchas veces con presun- por adelantado eso mismo que quiere que le demos: «Dadme lo que man-
ción pretenden guiar a otros ciegos (Mt 15,14)
34 «Aunque en esta obra que hace el Señor no podemos hacer nada, mas para que Su
El que padece, pues, esa ceguera o esa miopía en su vista interior, que
Majestad nos haga esta merced, podemos hacer mucho disponiéndonos» (SANTA TERESA, Mo-
le impide penetrar las cosas de la fe hasta lo más mínimo, no carece de radas quintas 2,1). Habla la Santa de la oración contemplativa de unión, efecto de los dones
culpa, por la negligencia y descuido con que las busca, por el fastidio que de entendimiento y sabiduría.
le causan las cosas espirituales, amando más las que le entran por los sen- 35 Lo dice hermosamente de muchas maneras Santa Teresa de Jesús: «Como no quede
por no habernos dispuesto, no hayáis miedo se pierda vuestro trabajo» (Camino 1 8,3).) «Linda
tidos» 33. disposición es (el ejercicio de las virtudes) para que las haga toda merced» (Moradas terceras
1,5). «¡Oh, válgame Dios, qué palabras tan verdaderas y cómo las entiende el alma que en
30 Cf. II-II,8,8. 31 Cf. II-II,15. 32 Cf. II-II,15,3. esta oración lo ve por si! ¡Y cómo las entenderíamos todas si no fuese por nuestra culpa...!
33 P. I. MENÉNDEZ-REIGADA, Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana c.9 Mas, como faltarnos en no disponernos..., no nos vemos en este espejo que contemplamos>
n.T p.593 - 4. (Moradas séptimas 2,8).
dáis y mandad lo que queráis» 36 . En todo caso, para evitar inquietudes y C) «... BAJO LA ACCIÓN ILUMINADORA DEL ESPÍRITU SANTO...»—Es la
zozobras en esta fidelidad positiva a la gracia, contemos siempre con el con- causa agente que pone en movimiento el hábito sobrenatural del don. En
trol y los consejos de un sabio y experimentado director espiritual.
virtud de esa moción divina, diferentísima de la gracia actual ordinaria que
e) INVOCAR AL ESPÍRITU SANTO.—Pero ninguno de estos medios po- pone en movimiento las virtudes, la inteligencia humana aprehende y juzga
dremos practicar sin la ayuda y gracia preveniente del mismo Espíritu Santo. las cosas creadas por cierto instinto divino, por cierta connaturalidad, que el
Por eso hemos de invocarle con frecuencia y con el máximo fervor posible, justo posee potencialmente, por las virtudes teologales, con todo cuanto
recordándole al Verbo encarnado su promesa de enviárnoslo (Io 14,16- 1 7). pertenece a Dios. En virtud de este don, el hombre no procede por racioci-
La secuencia de Pentecostés («Veni Sancte Spiritus»), el himno de tercia nio laborioso, sino que juzga rectamente de todo lo creado por un impulso
(«Veni Creator Spiritus») y la oración litúrgica de esta fiesta («Deus qui corda superior y una luz más alta que la de la simple razón iluminada por la fe.
fidelium...») deberían ser, después del Padre nuestro, las oraciones predilectas d) «... JUZGA RECTAMENTE...»—Esta es la razón formal que distingue al
de las almas interiores. Repitámoslas muchas veces hasta obtener aquel rec-
don de ciencia del don de entendimiento. Este último, como ya vimos, tiene
ta sapere que nos ha de dar el Espíritu Santo. Y, a imitación de los apóstoles por objeto captar y penetrar las verdades reveladas por una profunda intui-
cuando se retiraron al cenáculo para esperar la venida del Paráclito, aso- ción sobrenatural, pero sin emitir juicio sobre ellas («simplex intuitus verita-
ciemos a nuestras súplicas las del Corazón Inmaculado de María («cum tis»). El de ciencia, en cambio, bajo la moción especial del Espíritu Santo,
Maria matre Iesu»: Act 1,14), la Virgen fidelísima 37 y celestial esposa del juzga rectamente de las cosas creadas en orden al fin sobrenatural. Y en esto
Espíritu Santo. se distingue también del don de sabiduría, cuya función es juzgar de las
cosas divinas, no de las creadas 40 .
El don de ciencia «La sabiduría y la ciencia tienen algo de común. Las dos hacen
S. TH., II-II,9.—Véase, además, la nota bibliográfica del n.336 conocer a Dios y a las criaturas. Pero cuando se conoce a Dios por
Algunos autores asignan al don de ciencia la misión de perfeccionar la las criaturas y cuando nos elevamos del conocimiento de las causas
segundas a la causa primera y universal, es un acto de ciencia. Cuan-
virtud de la esperanza. Pero Santo Tomás lo adjudica a la fe, asignando a
la esperanza el don de temor 38 . Nosotros seguimos este criterio del Doctor do se conocen las cosas humanas por el gusto que se tiene de Dios
Angélico, que se funda, nos parece, en la naturaleza misma de las cosas. y se juzga de los seres creados por los conocimientos que se tienen
del primer Ser, es un acto de sabiduría» 41,
343. 1. Naturaleza.—E1 don de ciencia es un hábito e) «... DE LAS COSAS CREADAS EN ORDEN AL FIN SOBRENATURAL».—Es el
sobrenatural infundido con la gracia santificante, por el cual la obj eto material sobre el que recae el don de ciencia. Comprende todas las
inteligencia del hombre, bajo la acción iluminadora del Espíritu cosas creadas en cuanto tienen relación con el fin sobrenatural. Y como las
Santo, juzga rectamente de las cosas creadas en orden al fin so- criaturas pueden relacionarse con el fin ya sea impulsándonos a él, ya tra-
tando de apartarnos del mismo, el don de ciencia da al hombre justo el
brenatural. recto juzgar en ambos sentidos 42 . Más aún: el don de ciencia se extiende
a) «ES UN HÁBITO SOBRENATURAL INFUNDIDO CON LA GRACIA...» —No también a las cosas divinas que se contemplan en las criaturas procedentes
se trata de la ciencia humana o filosófica, que da origen a un conocimiento de Dios para manifestación de su gloria 43 , según aquello de San Pablo: «Lo
cierto y evidente de las cosas deducido por el raciocinio natural de sus prin- invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las
cipios o causas próximas; ni de la ciencia teológica, que deduce de las ver- criaturas» (Rom 1,2o).
dades reveladas las virtualidades que contienen valiéndose del discurso
«Este recto juzgar de las criaturas es la ciencia de los santos; y se
o raciocinio natural, sino de cierto sobrenatural conocimiento, procedente de
funda en aquel gusto espiritual y afecto de caridad que no descansa
una ilustración especial del Espíritu Santo, que nos descubre y hace apre-
solamente en Dios, sino que pasa también a las criaturas por Dios,
ciar rectamente el nexo de las cosas creadas con el fin último sobrenatural.
ordenándolas a El y formando un juicio de ellas según sus propieda-
Más brevemente: es la recta estimación de la presente vida temporal en or-
des; esto es, por las causas inferiores y creadas; distinguiéndose en
den a la vida eterna. Es un hábito infuso, sobrenatural, inseparable de la
esto de la sabiduría, que arranca de la causa suprema, uniéndose a
gracia, que se distingue esencialmente de los hábitos adquiridos de la ciencia
ella por la caridad» 44 .
y de la teología.
b) «... POR EL CUAL LA INTELIGENCIA DEL HOMBRE...»---El don de cien- 344. 2. Necesidad.—El don de ciencia es absolutamente
cia como hábito reside en el entendimiento, lo mismo que la virtud de la fe, necesario para que la fe pueda llegar a su plena expansión y
a quien perfecciona. Y es primariamente especulativo y secundariamente
práctico 39. inquantum scilicet homo scit quid fide tenere debeat. Secundario autem se extendit etiam ad
36 SAN AGUSTÍN, Confesiones 1.10 c.29. operationem, secundum quod per scientiam credibilium, et eorum quae ad credibilia conse-
37 La preciosa invocación de la letanía de la Virgen: VirLfo f,lrlis, ora pro nobis, debería quuntur, dirigimur in agendis».
ser una de las jaculatorias predilectas de las almas sedientas de Dios. El divino Espíritu se ao Cf. II-II,8,6.
les comunicará en la medida de su fidelidad a la gracia; y esta fidelidad la hemos de obtener 41 p. LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.4 c•4 a.3; cf. II-II,9,2 ad 3.
42 Cf. II - II,9,4.
por medio de María, Mediadora universal de todas las gracias.
43 Cf. II-II,9,2 ad 3.
3 s Cf. II-II,9 y 19.
39 II-II,9,3: aDonum scientiae primo quidem et principaliter respicit speculationem, 44 JUAN DE SANTO TOMÁS, In I-II d.18 a.4 § 3 n.Io. Cf. REIGADA, Los dones del Espíritu
Santo y la perfección cristiana p.505.
desarrollo en otro aspecto distinto del que ya hemos visto con paisaje, de una puesta de sol, o al escuchar «el silbo de los aires amorosos».
La nada de las cosas creadas, contemplada a través del don de ciencia, hacía
relación al don de entendimiento. No basta aprehender la ver- que San Pablo las estimase todas como basura con tal de ganar a Cristo
dad revelada aunque sea con esa penetración profunda e intui- (Phil 3,8); la belleza de Dios, reflejada en la hermosura y fragancia de las
tiva que proporciona el don de entendimiento; es preciso que flores, obligaba a San Pablo de la Cruz a decirlas entre transportes de amor:
«Callad, florecitas, callad...» Y este mismo sentimiento es el que daba al
se nos dé también un instinto sobrenatural para descubrir y juzgar Poverello de Asís aquel sentido sublime de fraternidad universal con todas
rectamente de las relaciones de esas verdades divinas con el mundo las cosas salidas de las manos de Dios; el hermano Sol, el hermano Lobo, la
natural y sensible que nos rodea. Sin este instinto sobrenatural, hermana Flor...
la misma fe peligraría: porque, atraídos y seducidos por el en- Era también el don de ciencia quien daba a Santa Teresa aquella facili-
canto de las cosas creadas e ignorando el modo de relacionarlas dad extraordinaria para explicar las cosas de Dios valiéndose de compara-
ciones y semejanzas tomadas de las cosas creadas.
con el mundo sobrenatural, fácilmente erraríamos el camino,
abandonando—al menos prácticamente—las luces de la fe y 2) Nos GUÍA CERTERAMENTE ACERCA DE LO QUE TENEMOS
arrojándonos, con una venda en los ojos, en brazos de las criatu- QUE CREER O NO CREER.
ras. La experiencia diaria confirma demasiado todo esto para
Las almas en las que el don de ciencia actúa intensamente tienen ins-
que sea menester insistir en cosa tan clara. tintivamente el sentido de la fe. Sin haber estudiado teología ni tener letras
El don de ciencia presta, pues, inestimables servicio a la fe, de ninguna clase, se dan cuenta en el acto si una devoción, una doctrina, un
sobre todo en la práctica. Porque por él, bajo la moción e ilus- consejo, una máxima cualquiera está de acuerdo y sintoniza con la fe o está
tración del Espíritu Santo y por cierta afinidad y connaturalidad en oposición con ella. No les preguntéis las razones que tienen para ello, pues
no las saben. Lo sienten así con una fuerza irresistible y una seguridad in-
con las cosas espirituales, juzgamos rectamente, según los prin- quebrantable. Es admirable cómo Santa Teresa, a pesar de su humildad y
cipios de la fe, del uso de las criaturas, de su valor, utilidad o rendida sumisión a sus confesores, nunca pudo aceptar la errónea doctrina
peligros en orden a la vida eterna; de tal manera que del que de que en ciertos estados de oración conviene prescindir de la consideración
obra bajo el influjo de este don puede decirse con mucha pro- de la humanidad adorable de Cristo 46.
piedad y exactitud que ha recibido de Dios la ciencia de los san- 3) Nos HACE VER CON PRONTITUD Y CERTEZA EL ESTADO DE
tos : «dedit illi scientiam sanctorum» (Sap I o, I o). NUESTRA ALMA.
345. 3. Efectos. — Son admirables y variadísimos los Todo aparece transparente y claro a la penetrante introspección del don
efectos que produce en el alma la actuación del don de ciencia, de ciencia: «nuestros actos interiores, los movimientos secretos de nuestro
todos ellos de alto valor santificante. He aquí los principales: corazón, sus cualidades, su bondad, su malicia, sus principios, sus motivos,
sus fines e intenciones, sus efectos y consecuencias, su mérito y su demé-
. rito» 47 . Con razón decía Santa Teresa que «en pieza adonde entra mucho
I) Nos ENSEÑA A JUZGAR RECTAMENTE DE LAS COSAS CREA-
sol no hay telaraña escondida» (Vida 19,2).
DAS EN ORDEN A DIOS.
Es lo propio y específico del don de ciencia. «Bajo su impulso, un doble 4) Nos INSPIRA EL MODO MÁS ACERTADO DE CONDUCIRNOS
movimiento se produce en el alma: la experiencia del vacío de la criatura, CON EL PRÓJIMO EN ORDEN A LA VIDA ETERNA.
de su nada; y también a la vista de la creación, el descubrimiento de la hue-
lla de Dios. El mismo don de ciencia arrancaba lágrimas a Santo Domin- En este sentido, el don de ciencia, en su aspecto práctico, deja sentir
go al pensar en la suerte de los pobres pecadores, mientras que el espectácu- su influencia sobre la misma virtud de la prudencia, de cuyo perfecciona-
lo de la naturaleza inspiraba a San Francisco de Asís su famoso Cántico al miento directo se encarga el don de consejo, como enseña Santo Tomás.
sol. Los dos sentimientos aparecen en el conocido pasaje del Cántico espiri- «Un predicador conoce por este don lo que debe decir a sus oyentes
tual, de San Juan de la Cruz, donde el Santo describe el alivio y al mismo y cómo debe apremiarles; un director conoce el estado de las almas que dirige,
tiempo el tormento del alma mística a la vista de la creación, cuando las sus necesidades espirituales, los remedios de sus faltas, los obstáculos que
cosas del universo le revelan el paso de su Amado, mientras que El perma- se oponen a su perfección, el camino más corto y seguro para conducirlas;
nece invisible hasta que el alma, transformada en El, le encuentre en la visión cuándo hay que consolarlas o mortificarlas; lo que Dios obra en ellas y lo
beatífica» 45. que deben hacer de su parte para cooperar con Dios y cumplir sus designios.
El primer aspecto hacía exclamar a San Ignacio de Loyola al contem- Un superior conoce de qué manera debe gobernar a sus súbditos.
plar el espectáculo de una noche estrellada; « ¡Oh, cuán vil me parece la 46 N... y aunque me han contradecirlo en ella y dicho que no lo entiendo, porque son
tierra cuando contemplo el cielo!»; el segundo hacía caer arrobado a San caminos por donde lleva Nuestro Señor, y que cuando ya han pasado de los principios es
mejor tratar en cosas de la Divinidad y huir de las corpóreas, a mí no me liarán confesar que es
Juan de la Cruz ante la belleza de una fuentecilla, de una montaña, de un pp^ buen camino» (Moradas srxias 7,5; cf. Vida c.22.23 y 24, donde explica ampliamente su pen-
samiento).
45 P. PHII.IPON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad c.8 n.6. 47 P. LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.4 c.4 a.3.
Los que participan más del don de ciencia son los más esclarecidos en alma, tan grande que no sé si lo entenderá sino quien lo posee; porque es el
todos sus conocimientos. Ven maravillas en la práctica de la virtud. Descu- propio y natural desasimiento, porque es sin trabajo nuestro. Todo lo hace
bren grados de perfección que son desconocidos por los otros. Ven de una Dios; que muestra Su Majestad estas verdades de manera que quedan tan
simple vista si las acciones son inspiradas por Dios y conformes a sus desig- impresas, que se ve claro no lo pudiéramos por nosotros de aquella manera
nios; tan pronto como se desvían un poco de los caminos de Dios, lo perci- en tan breve tiempo adquirir» (Vida 38,4).
ben en el acto. Señalan imperfecciones allí donde los otros no las pueden
reconocer y no están sujetos a engañarse en sus sentimientos ni a dejarse 6) Nos ENSEÑA A USAR SANTAMENTE DE LAS CRIATURAS.
sorprender por las ilusiones de que el mundo está lleno. Si un alma escrupu-
losa se dirige a ellos, sabrán lo que es necesario decirle para curar sus es- Este sentimiento, complementario del anterior, es otra derivación na-
crúpulos. Si han de dirigir una exhortación a religiosos o religiosas, les acu- tural y espontánea del recto juzgar de las cosas creadas propio del don de
dirán a la mente pensamientos conformes a las necesidades espirituales de ciencia. Porque es cierto que el ser de las criaturas nada es comparado con
estas personas religiosas y al espíritu de su Orden. Si se les proponen difi- el de Dios, pero no lo es menos que «todas las criaturas son meajas que
cultades de conciencia, las resolverán excelentemente. Pedidles la razón de cayeron de la mesa de Dios» 51 , y de El nos hablan y a El nos llevan cuando
su respuesta y no os dirán una sola palabra, puesto que conocen todo esto sabemos usar rectamente de ellas.
sin razón, por una luz superior a todas las razones. Esto es cabalmente lo que hace el don de ciencia. Los ejemplos son in-
Gracias a este don predicaba San Vicente Ferrer con el prodigioso éxito numerables en las vidas de los santos. La contemplación de las cosas creadas
que leemos en su vida. Se abandonaba al Espíritu Santo, ya fuera para pre- remontaba sus almas a Dios, del que veían su huella en las criaturas. Cual-
parar los sermones, ya para pronunciarlos, y todo el mundo salía impre- quier detalle insignificante que pasa inadvertido al común de los mortales
sionado. Era fácil ver que el Espíritu Santo hablaba por su boca. Un día que impresiona fuertemente sus almas llevándolas a Dios.
debía predicar ante un príncipe, creyó que debía aportar a la preparación de
su sermón un mayor estudio y diligencia humana. Lo hizo así con extraor- 7) Nos LLENA DE CONTRICIÓN Y ARREPENTIMIENTO DE
dinario interés; pero ni el príncipe ni el resto del auditorio quedaron tan NUESTROS PASADOS ERRORES.
satisfechos de esta predicación tan estudiada como de la del día siguiente,
que hizo, como de ordinario, según el movimiento del espíritu de Dios. Se Es otra consecuencia natural e inevitable del recto juzgar de las criatu-
le hizo notar la diferencia entre esos dos sermones. «Es—respondió—que ras. A la luz resplandeciente del don de ciencia descubre el alma la nada
ayer predicó Fr. Vicente y hoy ha sido el Espíritu Santo» 48 . de las criaturas: su fragilidad, su vanidad, su escasa duración, su impoten-
cia para hacernos felices, el daño que el apego a ellas puede acarrearle al
alma. Y, al recordar otras épocas de su vida en las que acaso estuvo sujeta
5) Nos DESPRENDE DE LAS COSAS DE LA TIERRA.
a tanta vanidad y miseria, siente en lo más íntimo de sus entrañas un viví-
En realidad, esto no es más que una secuencia de aquel recto juzgar simo arrepentimiento, que estalla al exterior en actos intensísimos de con-
de las cosas, que constituye la nota típica del don de ciencia. Todas las cria- trición y desprecio de sí mismo. Los patéticos acentos del Miserere bro-
turas son como si no fueran delante de Dios 49 . Por eso hay que rebasarlas tan espontáneamente de su alma como una exigencia y necesidad psico-
y trascenderlas para descansar en sólo Dios. Pero únicamente el don de lógica, que le alivia y descarga un poco del peso que le abruma. Por eso co-
ciencia da a los santos esa visión profunda sobre la necesidad del despren- rresponde al don de ciencia la bienaventuranza de «los que lloran», como
dimiento absoluto que admiramos, por ejemplo, en San Juan de la Cruz. veremos en seguida 52.
Para un alma iluminada por el don de ciencia, la creación es un libro abierto
donde descubre sin esfuerzo la nada de las criaturas y el todo del Creador. Tales son, a grandes rasgos, los efectos principales del don
«El alma pasa por las criaturas sin verlas, para no detenerse sino en Cristo... de ciencia. Gracias a él la virtud de la fe, lejos de encontrar
El conjunto de todas las cosas creadas, ¿merece siquiera una mirada para obstáculos en las criaturas para remontarse hasta Dios, se vale
aquel que ha sentido a Dios aunque no sea más que una sola vez?» 5o. de ellas como palanca y ayuda para hacerlo con más facilidad.
Es curioso leer el efecto que produjeron en Santa Teresa las joyas que
le enseñó en Toledo su amiga doña Luisa de la Cerda. He aquí el texto Perfeccionada por los dones de entendimiento y de ciencia, la
teresiano con toda su inimitable galanura: virtud de la fe alcanza una intensidad vivísima, que hace pre-
«Cuando estaba con aquella señora que he dicho, me acaeció una vez, sentir al alma las divinas claridades de la visión eterna.
estando ya mala del corazón (porque, como he dicho, le he tenido recio,
aunque ya no lo es), como era de mucha caridad, hízome sacar joyas de oro
y piedras, que las tenía de gran valor, en especial una de diamantes que apre-
346. 4. Bienaventuranzas y frutos que de él se deri-
ciaba en mucho. Ella pensó que me alegraran. Yo estaba riéndome entre mí
van.—Al don de ciencia corresponde la tercera bienaventu-
y habiendo lástima de ver lo que estiman los hombres, acordándome de lo que ranza: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán con-
nos tiene guardado el Señor, y pensaba cuán imposible me sería, aunque yo solados» (Mt 5,5). Y ello tanto por parte del mérito como del
conmigo misma lo quisiere procurar, tener en algo a aquellas cosas si el premio. Por parte del mérito (las lágrimas), porque el don de
Señor no me quitaba la memoria de otras. Esto es un gran señorío para el ciencia, en cuanto importa una recta estimación de las criatu-
48 P. LALLEMANT, I.C.
49 Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Subida 1,4. 51 SAN JUAN DE LA CRUZ., Subida 1,6,3.
50 Cf. P. PHILIPON, l.e. 52 Cf. II-II,9,4 ad 1.
ras en orden a la vida eterna, impulsa al hombre justo a llorar Esta ignorancia puede ser culpable y constituir un verdade-
sus pasados errores e ilusiones en el uso de las criaturas. Y por \ro vicio, en cuanto puede ser voluntaria. Y lo puede ser ya sea
parte del premio (la consolación), porque, a la luz del don de or ocupar nuestro espíritu en cosas vanas o curiosas, o aun
ciencia, se estiman rectamente las criaturas y ordenan al bien n las ciencias humanas sin la debida moderación (dejándonos
divino, del cual se sigue la espiritual consolación, que comienza a sorber excesivamente por ellas y no dando lugar al estudio
en esta vida y alcanzará su plena consumación en la otra 53. d la ciencia más importante, que es la de nuestra propia sal-
En cuanto a los frutos del Espíritu Santo, corresponden ál v ción o santificación), ya por vana presunción, confiando de-
don de ciencia los mismos que a los dones de entendimiento¡ y m siado en nuestra ciencia y nuestras propias luces, poniendo
sabiduría, ya que los tres tienen por objeto lo verdadero en con ello obstáculo a los juicios que habíamos de formar con la
orden al fin último sobrenatural. Por lo mismo, produce en luz del Espíritu Santo. Este abuso de la humana ciencia es el
el entendimiento esa certeza especial acerca de las verdades principal motivo de que abunden más los místicos entre per-
sobrenaturales que se llama fides; y en la voluntad, por re- sonas sencillas e ignorantes que entre los intelectuales y sabios.
dundancia, cierto gusto, deleite y fruición que es el gaudium o Mientras no renuncien a su voluntaria ceguera y soberbia inte-
gozo espiritual 54. lectual, no es posible que lleguen a actuar en sus almas los
347. 5. Vicios contrarios al don de ciencia.—Santo dones del Espíritu Santo. El mismo Cristo nos avisa en el
Tomás, en el prólogo a la cuestión relativa a los pecados contra Evangelio: «Gracias te doy, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
el don de entendimiento i5), alude a la ignorancia como porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las re-
vicio opuesto al don de ciencia, remitiéndose a lo que de ella velaste a los pequeñuelos» (Mt 11,25).
había ya dicho en otro lugar (1-11, 76). De manera que la ignorancia, contraria al don de ciencia
El don de ciencia es indispensable para desvanecer comple- —que puede darse y se da muchas veces en grandes sabios se-
tamente, por cierto instinto divino, la multitud de errores que gún el mundo—, es indirectamente voluntaria y culpable, cons-
en materia de fe y de costumbres se nos infiltran continuada- tituyendo, por lo mismo, un verdadero vicio contra el don 56.
mente a causa de nuestra ignorancia y debilidad mental. No so- 6. Medios de fomentar este don.—Aparte del
lamente entre personas incultas, sino aun entre teólogos de 34 8 •
recogimiento, fidelidad a la gracia, invocación del Espíritu San-
nota—a pesar de la sinceridad de su fe y del esfuerzo de su to, etc., que son medios comunes de fomentar los dones del Es-
estudio—, corren multitud de opiniones y pareceres distintos píritu Santo en general, podemos señalar algunos más especia-
en materia dogmática y moral, que forzosamente tienen que les, que se refieren particularmente al don de ciencia. He aquí
ser falsos a excepción de uno solo, porque una sola es la ver- los principales:
dad. ¿Quién nos dará un criterio sano y certero para no decli-
nar de la verdad en ninguna de esas intrincadas cuestiones ? a) CONSIDERAR LA VANIDAD DE LAS COSAS CREADAS.—Nunca, ni con
En el orden personal y subjetivo 55 , esto es algo que supera las mucho, podremos con nuestras pobres «consideracioncillas> 57 acercarnos
a la penetrante intuición del don de ciencia sobre la vanidad de las cosas
fuerzas humana aun del mejor de los teólogos; sólo el Espíritu creadas; pero es indudable que podemos hacer algo meditando seriamente
Santo, por el don de ciencia, nos lo puede proporcionar a modo en ello con los procedimientos discursivos a nuestro alcance. Dios no nos
de instinto divino. Y así se da el caso de personas humanamente pide en cada momento más que lo que entonces podemos darle; y a quien
sin cultura y hasta analfabetas que asombran a los mayores hace lo que puede de su parte, no le niega jamás su ayuda para ulteriores
avances 58 .
teólogos por la seguridad y profundidad con que penetran las
verdades de la fe y la facilidad y acierto con que resuelven por b) ACOSTUMBRARSE A R LACIONAR CON DIos TODAS LAS COSAS CREA-
DAS.—ES otro procedimient psicológico para irse acercando poco a poco
instinto los más intrincados problemas de moral. En cambio, al punto de vista en que n s colocará definitivamente el don de ciencia.
¡cuántas ilusiones padecen en las vías del Señor los que no han No descansemos en las c aturas; pasemos a través de ellas hasta Dios.
sido iluminados por el don de ciencia! Todos los falsos místicos
56 Cf. P. I. G. MENÉNDEi-REIGADA, Los dones del Espirito Santo y la perfección cristiana
lo son precisamente por la ignorancia, contraria a este don. C. 9 n.T p.596-600.
Cf. IT-II,9,4 c et ad i. 57 La expresión, de una fuerza realista insuperable, es de Santa Teresa (cf. Vida 15,14)•
58 Puede ayudar en esta labor la lectura de ciertas obras sobre este mismo asunto. El
5 a Cf. II-II,8,8 c et ad 3.
55 Venerable P. Granada escribió páginas admirables en varias de sus obras, y Fr. Diego de
Otra cosa muy distinta es en el orden universal y objetivo, en virtud del Magisterio
de la Iglesia, criterio infalible de verdad. Estella compuso su famoso Tratado de la vanidad del mundo, que no ha perdido todavía su
frescura y actualidad.
¿Acaso las bellezas creadas no son un pálido reflejo de la divina Hermosura?
Esforcémonos en descubrir en todas las cosas la huella y el vestigio de Dios,
r
espe ar (objeto formal <quo») es la omnipotencia auxiliadora de Dios, conno-
tando\\ a misericordia y la fidelidad de Dios a sus promesas.
preparando los caminos a la acción sobrehumana del Espíritu Santo.
e) OPONERSE ENÉRGICAMENTE AL ESPÍRITU DEL MUNDO.—E1 mundq;
2)) La esperanza reside en la voluntad, ya que su acto pro-
como vimos en su lugar, tiene el triste privilegio de ver todas las cosas pio es\cierto movimiento del apetito racional hacia el bien, que
—desde el punto de vista sobrenatural—precisamente al revés de lo que son. es el objeto de la voluntad 1 .
No se preocupa más que de gozar de las criaturas, poniendo en ellas su feli- 3) \ La caridad y la fe son más perfectas que la esperanza 2
cidad, completamente de espaldas a Dios. No hay, por consiguiente, otra En absdluto, la fe y la esperanza pueden subsistir sin la caridad
actitud más contraria al espíritu del don de ciencia, que nos hace despreciar
las criaturas o usar de ellas únicamente por relación a Dios y en orden a1El. (fe y esperanza informes), pero ninguna virtud infusa puede
Huyamos de las reuniones mundanas, donde se lanzan y corren como Mo- subsisth sin la fe 3 .
neda legítima falsas máximas totalmente contrarias al espíritu de Dios. Re- 4) La esperanza tiende con absoluta certeza a su objeto 4 .
nunciemos a espectáculos y diversiones tantas veces saturados o al menos Ello quiere decir que, aunque no podamos estar ciertos de que
influidos por el ambiente malsano del mundo. Andemos siempre alerta para
no dejarnos sorprender por los asaltos de este enemigo artero, que trata de conseguiremos de hecho nuestra eterna salvación—a menos de
apartar nuestra vista de los grandes panoramas del mundo sobrenatural. una revelación especial (D 8o5)—, podemos y debemos tener
d) VER LA MANO DE LA PROVIDENCIA EN EL GOBIERNO DEL MUNDO Y
la certeza absoluta de que, apoyados en la omnipotencia auxilia-
EN TODOS LOS ACONTECIMIENTOS PRÓSPEROS O ADVERSOS DE NUESTRA VIDA.— dora de Dios (motivo formal de la esperanza), no puede salirnos
Cuesta mucho colocarse en este punto de vista, y nunca lo conseguiremos al paso ningún obstáculo insuperable para la salvación; o sea,
del todo hasta que lo haga en nosotros el don de ciencia y, sobre todo, el que por parte de Dios no quedará, aunque puede quedar por
de sabiduría; pero esforcémonos en hacer lo que podamos. Es un dogma
de fe que Dios cuida con amorosísima providencia de todos nosotros. Es
nosotros. Se trata, pues, de una certeza de inclinación y de
nuestro Padre, que sabe mucho mejor que nosotros lo que nos conviene motivo, no de previo conocimiento infalible ni de evento o eje-
y nos gobierna con infinito amor, aunque no acertamos muchas veces a cución infrustrable 5 .
descubrir sus secretos designios en lo que dispone o permite sobre nosotros, 5) Los bienes de este mundo caen también bajo el objeto
sobre nuestros familiares o el mundo entero.
secundario de la esperanza, pero únicamente en cuanto puedan
e) PREOCUPARSE MUCHO DE LA PUREZA DE CORAZ6N.—Este cuidado atrae- sernos útiles para la salvación. Por eso dice Santo Tomás que,
rá la bendición de Dios, que no dejará de darnos los dones que necesitamos
para lograrla del todo, si somos fieles a su gracia. Hay una relación muy
fuera de la salvación del alma, no debemos pedir a Dios ningún
estrecha entre la guarda del corazón y cumplimiento exacto de todos nues- otro bien a no ser en orden a la misma salvación 6 .
tros deberes y las iluminaciones de lo alto: «Soy más entendido que los an- 6) La esperanza teologal es imposible en los infieles y
cianos, si guardo tus preceptos» (Ps I18,ioo). herejes formales, porque ninguna virtud infusa subsiste sin la
fe. Pueden tenerla (aunque informe) los fieles pecadores que
no hayan pecado directamente contra ella. Se encuentra pro-
ARTICULO 2 piamente en los justos de la tierra y en las almas del purgato-
LA VIRTUD DE LA ESPERANZA rio. No la tienen los condenados del infierno (nada pueden es-
perar) ni los bienaventurados en el cielo (ya están gozando del
349. S.TH. II-II,17-22; SCARAMELLI, Directorio ascético t.4 a.2; MONS. GAY, Vida y vir-
tudes cristianas t.I tr.5; Cii. DE SMEDT, Notre vie surnat. t.i p.272-364; BARRÉ, Tractatus de
'Bien infinito que esperaban). Por esta última razón, tampoco
virtutibus tertia pars c.2; JANVIER, Caréme 1913; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades III,i8; la tuvo Cristo acá en la tierra (era bienaventurado al mismo
IVII; TANQUEREY, Teología ascética n.1190-1206; PRÜMMER, Manuale Theologiae Moralis
I n.533-550; RAMÍREZ, O. P., La esencia de la esperanza cristiana (Madrid 196o). tiempo que viador) 7 .
7) El acto de esperanza (aun el informe) es de suyo honesto
350. I. Nociones.—i) La esperanza es una virtud teo- y virtuoso (contra Calvino, Bayo, jansenistas y Kant, que afir-
logal infundida por Dios en la voluntad por la cual confiamos con man que cualquier acto de virtud realizado por la esperanza
plena certeza alcanzar la vida eterna y los medios necesarios para del premio eterno es egoísta e inmoral). Consta expresamente
llegar a ella apoyados en el auxilio omnipotente de Dios.
1 Cf. II-II,i8,i.
2 Cf. II-II,17,7-8.
El objeto material primario de la esperanza es la bienaventuranza eterna, 3 Cf. I- II,65,4-5.
y el secundario, todos los medios que a ella conducen. El objeto formal «quod» 4 Cf. II-II,18,4. Cf. D 8o6.
S Cf RAMÍREZ, De certitudine spei christianae (Salamanca , 5938).
es el mismo Dios, en cuanto bienaventuranza objetiva del hombre, conno- 6 Cf. II - II,17,2 ad 2.
tando la bienaventuranza formal o visión beatífica. Y el motivo formal de 7 Cf. II-II,18,2-3.
misericordioso, pero también infinitamente justo, y nadie puede reírse de
en la Sagrada Escritura 8 y puede demostrarlo la razón teológi- El (G*l 6,7). Está dispuesto a salvarnos, pero a condición de que coopere-
ca, ya que la vida eterna es el fin último sobrenatural del hom- mos voluntariamente a su gracia (1 Cor 15, I o) y obremos nuestra salvación
bre: luego obrar con la mira puesta en este fin no sólo es ho- con terror y temblor (Phil 2,12).
Contra la desesperación y el desaliento recordarán que la misericordia
nesto, sino necesario. La doctrina contraria está condenada por de Dios des incansable en perdonar al pecador arrepentido, que la violencia
la Iglesia (D 1303). de nuestros enemigos jamás podrá superar al auxilio omnipotente de Dios
8) Por lo mismo, no hay en esta vida ningún estado de y que, si es cierto que por nosotros mismos nada podemos, con la gracia de
perfección que excluya habitualmente los motivos de ,la espe- Dios seremos capaces de todo (Phil 4,13). Hay que levantarse animosa-
ranza. Tal fue el error de quietistas y semiquietistas, conde- mente de las recaídas y reemprender la marcha con mayores bríos, tomando
ocasión de la misma falta para redoblar la vigilancia y el esfuerzo: *Todas
nados respectivamente por la Iglesia (D 1227.1232.r 327ss). las cosas contribuyen al bien de los que aman a Diosa, dice el apóstol San
El error de los jansenistas y quietistas al afirmar que el obrar por la Pablo (Rom 8,28); y San Agustín se atreve a añadir: etiam peccata: «hasta
esperanza es inmoral o imperfecto estriba en imaginarse que con ello de- los mismos pecados», en cuanto que son ocasión de que el alma se torne
seamos a Dios como un bien para nosotros, subordinando a Dios a nuestra más vigilante y precavida.
propia felicidad. No es eso. Como explica el cardenal Cayetano (In II II -
2) PROCURARÁN LEVANTAR SUS MIRADAS AL CIELO:
1 7, 5 n.6): *aliud est concupiscere hoc mihi, et aliud concupiscere propter me». a) Para despreciar las cosas de la tierra.—Todolo de acá es sombra, va-
Deseamos a Dios para nosotros, pero no a causa o por razón de nosotros, sino nidad y engaño. Ninguna criatura puede llenar plenamente el corazón del
por El mismo. Dios sigue siendo el fin del acto de esperanza, no nosotros. hombre, en el que ha puesto Dios una capacidad infinita. Y aun en el caso
En cambio, cuando deseamos una cosa inferior (v.gr., el alimento material), de que pudieran satisfacerle del todo, sería una dicha fugaz y transitoria,
la deseamos para nosotros y por nosotros: nobis et propter nos. Es completa- como la vida misma del hombre sobre la tierra. Placeres, dinero, honores,
mente distinto. aplausos; todo pasa y se desvanece como el humo. Tenía razón San Fran-
cisco de Borja: «No más servir a señor que se me pueda morir». En fin de
351. 2. Pecados contra la esperanza.—Santo Tomás cuentas: * ¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su
explica que a la esperanza se oponen dos vicios: uno, por de- alma para toda la eternidad?* (Mt 16,26).
fecto, la desesperación, que considera imposible la salvación b) Para consolarse en los trabajosy amarguras de la vida.—La tierra es
eterna, y proviene principalmente de la acidia (pereza espiri- un lugar de destierro, un valle de lágrimas y de miserias. El dolor nos acom-
tual) y de la lujuria; y otro por exceso, la presunción, que revis- paña inevitablemente desde la cuna hasta el sepulcro; nadie se escapa de
esta ley inexorable. Pero la esperanza cristiana nos recuerda que todos los
te dos formas principales: la que considera la bienaventuranza sufrimientos de esta vida no son nada en comparación de la gloria que ha
eterna como asequible por las propias fuerzas, sin ayuda de de manifestarse en nosotros (Rom 8,13) y que, si sabemos soportarlas san-
la gracia (presunción heretical), y la que espera salvarse sin tamente, estas momentáneas y ligeras tribulaciones nos preparan el peso
arrepentimiento de los pecados u obtener la gloria sin mérito eterno de una sublime e incomparable gloria (2 Cor 4,17). ¡Qué consuelo
tan inefable experimenta el alma atribulada al contemplar el cielo a través
alguno (pecado contra el Espíritu Santo). La presunción suele »del cristal de sus lágrimas!
provenir de la vanagloria y de la soberbia 9 . c) Para animarse a ser buenos.—Cuesta mucho la práctica de la virtud.
tR
Hay que dejarlo todo, hay que renunciar a los propios gustos y caprichos
352. 3. El crecimiento de la esperanza.—La esperan- hay que rechazar los continuos asaltos del mundo, demonio y carne.
za, como toda otra virtud, puede crecer y desarrollarse cada Sobre todo al principio de la vida espiritual se hace muy dura esta lucha
vez más. Veamos las principales fases de su desarrollo a través ntinua. ¡Pero qué aliento tan grande se experimenta al levantar los ojos
de las diferentes etapas de la vida espiritual. cielo! Vale la pena esforzarse un poco durante los breves años del des-
Ilierro a fin de asegurarse bien la posesión eterna de la patria. Más adelante,
l"uando el alma vaya avanzando por los caminos de la unión con Dios, los
A) LOS PRINCIPIANTES motivos del amor desinteresado prevalecerán sobre los de la propia felicidad;
pero nunca se abandonarán del todo (error quietista), y aun los santos más
I) ANTE TODO EVITARÁN TROPEZAR en alguno de los dos escollos con- grandes encuentran en la nostalgia del cielo uno de los más poderosos es-
trarios a la esperanza: la presunción y la desesperación. Para evitar el primero tímulos para seguir adelante sin desmayo en la vía del heroísmo y de la
han de considerar que sin la gracia de Dios no podemos absolutamente nada '.santidad.
en el orden sobrenatural: sine me nihil potestis facere (Io 15,5), ni siquiera
tener un buen pensamiento o pronunciar fructuosamente el nombre de Je- B) LAS ALMAS ADELANTADAS
sús (i Cor 12,3). Tengan en cuenta que Dios es infinitamente bueno y
A medidaue q el alma va progresando
p g en los caminos de la perfección,
8 Véanse, por ejemplo, los siguientes textos: Mt 19,21 V 29; 1 Cor 9,24; 2 Cor 4,17; procurará cultivar la virtud de la esperanza intensificando hasta el máximo
Eph 1,18; Col 3,24, etc., etc. su confianza en Dios y en su divino auxilio. Para ello:
9 Cf. II-II,20-21.
I) No SE PREOCUPARÁ CON SOLICITUD ANGUSTIOSA DEL DÍA DE MAÑA- gloria divina. Diríase que las contradicciones y obstáculos, lejos de dismi-
NA.—Estamos colgados de la divina y amorosísima providencia de nuestro nuirla, intensifican y aumentan su confianza en Dios, que llega con frecuen-
buen Dios. Nada nos faltará si confiamos en El y lo esperamos todo de El: cia hasta la audacia. Recuérdese, por ejemplo, los obstáculos que tuvo que
a) Ni en el orden temporal: «Ved los lirios del campo...; ved las aves vencer Santa Teresa de Jesús para la reforma carmelitana y la seguridad
del cielo...; ¿cuánto más vosotros, hombres de poca fe?» (Mt 6,25-34). firmísima del éxito con que emprendió aquella obra superior a las fuerzas
b) Ni en el orden de la gracia: «Yo he venido para que tengan vida y humanas, confiando únicamente en Dios 11 . Llegan, como de Abraham dice
la tengan abundante» (Io 10,1o). «Según las riquezas de su gracia que super- San Pablo, «a esperar contra toda esperanza» (Rom 4,18). Y están dispuestos
abundantemente derramó sobre nosotros» (Eph 1,7-8). Por eso: en todo momento a repetir la frase heroica de Job: «aunque me matare,
esperaré en El» (Job 13,15). Esta confianza heroica glorifica inmensamente
2) SIMPLIFICARÁ CADA VEZ MÁS SU 0RACIóN. — »Cuando orareis no ha-
a Dios y es de grandísimo merecimiento para el alma.
bléis mucho..., que ya sabe vuestro Padre celestial las cosas que necesitáis
antes de que se las pidáis» (Mt 6,7-13). La fórmula del Padre nuestro, ple- 2) PAZ Y SERENIDAD INCONMOVIBLES. — E5 una consecuencia natural de
garia incomparable, que brotó de los labios del divino Maestro, será su pre- su omnímoda confianza en Dios. Nada es capaz de perturbar el sosiego de su
dilecta, junto con aquellas otras del Evangelio tan breves y llenas de con- espíritu. Burlas, persecuciones, calumnias, injurias, enfermedades, fraca-
fianza en la bondad y misericordia del Señor: «Señor, el que amas está sos..., todo resbala sobre su alma como el agua sobre el mármol, sin dejar
enfermo...; si tú quieres, puedes limpiarme...; haced que vea...; enséñanos la menor huella ni alterar en lo más mínimo la serenidad de su espíritu. Al
a orar...; auméntanos la fe...; no tienen vino...; muéstranos al Padre, y esto santo Cura de Ars le dan de improviso una tremenda bofetada y se limita a
nos basta». ¡Cuánta sencillez y sublimidad en el Evangelio y cuánta com- decir sonriendo: «Amigo: la otra mejilla tendrá celos». San Luis Beltrán bebió
plicación y amaneramiento en nosotros! El alma ha de esforzarse en conse- inadvertidamente una bebida envenenada y permaneció completamente tran-
guir aquella confianza ingenua, sencilla e infantil que arrancaba milagros al quilo al enterarse. San Carlos Borromeo continúa imperturbable el rezo del
corazón del divino Maestro. santo rosario al recibir la descarga de un arcabuz, cuyas balas pasaron ro-
zándole el rostro. San Jacinto de Polonia no se defiende al verse objeto de
3) LLEVARÁ MÁS LEJOS QUE LOS PRINCIPIANTES SU DESPRENDIMIENTO DE
horrenda calumnia, esperando que Dios aclarará el misterio. ¡Qué paz, qué
TODAS LAS COSAS DE LA TIERRA.— ¿Qué valen todas ellas ante una sonrisa de
serenidad, qué confianza en Dios suponen estos ejemplos heroicos de los
Dios? «Desde que he conocido a Jesucristo, ninguna cosa creada me ha pa-
santos! Diríase que sus almas han perdido el contacto de las cosas de este
recido bastante bella para mirarla con codicia» (P. Lacordaire). Ante el mundo y permanecen «inmóviles y tranquilas como si estuvieran ya en la
pensamiento de la soberana hermosura de Dios, cuya contemplación nos eternidad» (sor Isabel de la Trinidad).
embriagará de felicidad en la vida eterna, el alma renunciará de buen grado
a todo lo terreno: cosas exteriores (desprendimiento total, amor a la pobre- 3) DESEO DE MORIR PARA TROCAR EL DESTIERRO POR LA PATRIA.—Es una
za), placeres y diversiones (hermosuras falaces, goces transitorios), aplausos de las más claras señales de la perfección de la esperanza. La naturaleza
y honores (ruido que pasa, incienso que se disipa), venciendo con ello la siente horror instintivo a la muerte; nadie quiere morir. Sólo cuando la
triple concupiscencia, que a tantas almas tiene sujetas a la tierra impidién- gracia se apodera profundamente de un alma comienza a darle una visión
dolas volar al cielo (1 Io 2,16). más exacta y real de las cosas y empieza a desear la muerte terrena para co-
menzar a vivir la vida verdadera. Es entonces cuando lanzan el «morior quia
4) AVANZARÁ CON GRAN CONFIANZA POR LAS VÍAS DE LA UNIÓN CON
non morior», de San Agustín, que repetirán después Santa Teresa y San
Dios.—Nada podrá detenerla, si ella quiere seguir adelante a toda costa. Juan de la Cruz—»que muero porque no muero»—, y que constituye uno
Dios, que la llama a una vida de íntima unión con El, le tiende su mano de los más ardientes deseos de todos los santos. El alma que continúa ape-
divina con la garantía absoluta de su omnipotencia, misericordia y fidelidad gada a la vida de la tierra, que mira con horror a la muerte que se acerca,
a sus promesas. El mundo, el demonio y la carne le declararán guerra sin muestra con ello bien a las claras que su visión de la realidad de las cosas
cuartel, pero «los que confían en el Señor renuevan sus fuerzas, y echan y su esperanza cristiana es todavía muy imperfecta. Los santos—todos los
alas como de águila, y vuelan velozmente sin cansarse, y corren sin fati- santos—desean morir cuanto antes para volar al cielo.
garse» (Is 40,31). Con razón decía San Juan de la Cruz que con la librea
verde de la esperanza «se agrada tanto al Amado del alma, que es verdad 4) EL CIELO, COMENZADO EN LA TIERRA. — Los santos desean morir para
decir que tanto alcanza de él cuanto de ella El espera» 10 . El alma que, a pesar volar al cielo; pero, en realidad, su vida de cielo comienza ya en la tierra.
de todas las contrariedades y obstáculos, siga animosamente su camino con ¿Qué les importan las cosas de este mundo? Como dice un precioso res-
toda su confianza puesta en Dios, llegará, sin duda alguna, a la cumbre de ponsorio de la liturgia dominicana, los siervos de Dios viven en la tierra nada
la perfección. 11 He aquí algunas expresiones admirables de la Santa en las que muestra su confianza
inquebrantable en el Señor: «Todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza
C) LAS ALMAS PERFECTAS de nosotros, no la ponemos en Dios» (Vida 8,12); «ponía toda mi confianza en Dios» (Ibid.,
9,3); «Y aunque la hacienda era poca, algo se había de fiar de Dios» (Ibid., 32,17); «... no
Es en ellas donde la virtud de la esperanza, reforzada por los dones del puede faltar Dios a quien le sirve» (Relaciones 2 p.1 4); «Hasta ahora.., tenía más confianza
en ayudas del mundo; ahora entiendo claro ser todos unos palillos de romero seco» (Ibid., 3,1);
Espíritu Santo, alcanza su máxima intensidad y perfección. He aquí las «tenía muy creído que no había de faltar el Señor a las que no traían otro cuidado sino en
principales características que en ellos reviste: cómo contentarle» (Fundaciones 1,2); «el ánimo no desfallecía, ni la esperanza» (Ibict., 2,6);
«para hacer muchos monasterios de pobreza sin renta, nunca me falta confianza , (Ibid., 20,13);
1) OMNÍMODA CONFIANZA EN DIos.—Nada es capaz de desanimar a un «la confianza que suelo tener en Nuestro Señor no se me quitaba-> (Ibid., 25,1); <.si tenéis
siervo de Dios cuando se lanza a una empresa en la que está interesada la confianza en El..., no hayáis miedo que os falte nada» (Ibid., 27,52); <, la confianza del buen
suceso no se me pierde un punto» (Cartas 242,1); «fíe de Dios, que es verdadero amigo»
lo Noche II,21,8. ('bid., 325,1).
más que con el cuerpo; pero su alma, su anhelo, su ilusión, está ya fija en el El temor servil es aquel que impulsa a servir a Dios y a cumplir su divina
cielo 12 . Es, sencillamente, la traducción .de aquel «nostra autem conversa- voluntad por los males que de no hacerlo así caerían sobre nosotros (castigos
tio in caelis est» (Phil 3,20), que constituía la vida misma de San Pablo. temporales, infierno eterno). Este temor, aunque imperfecto, es bueno en su
substancia (a.4); pues, en fin de cuentas, nos hace evitar el pecado y se ordena
El don de temor a Dios como a su fin, no considerando la pena como el mal único (si así fuera,
sería malo y pecaminoso) (a.6). Huye de la culpa para evitar la pena 14.
II-11,19.—Véase, además, la nota bibliográfica del n.336
El temor filial (llamado también reverencial o casto) es el que impulsa a
Las disposiciones sublimes de los santos que acabamos de servir a Dios y a cumplir su divina voluntad, huyendo de la culpa sólo por ser
ofensa de Dios y por el temor de ser separado de El. Se llama filial porque es
recordar son efecto manifiesto de la actuación sobrehumana de propio de los hijos temer la pérdida y separación de su padre. Este temor,
los dones del Espíritu Santo. Las virtudes, abandonadas a sí como es claro, es bueno y perfecto. Huye de la culpa sin tener para nada en
mismas, nunca llegan a estas alturas. La regla de la pobre ra- cuenta la pena.
zón, aun iluminada por la fe, es demasiado imperfecta para El temor inicial ocupa un lugar intermedio entre los dos últimos. Es aquel
que huye de la culpa principalmente en cuanto ofensa de Dios, pero mez-
percibir estos matices exquisitos; eso es cosa del Espíritu Santo clando en esa huida cierto temor a la pena. Este temor es mejor que el servil,
sometiendo al alma al régimen de sus dones. pero no tanto como el filial.
Según Santo Tomás de Aquino, el don encargado de per- Ahora bien: ¿cuál de estos temores es don del Espíritu Santo?
feccionar la virtud de la esperanza es el de temor. Vamos a es- Es evidente que ni el mundano ni el servil pueden serlo. El mundano,
porque es pecaminoso: teme más perder al mundo que a Dios, a quien aban-
tudiarlo brevemente. dona por el mundo. Y tampoco el servil, porque, aunque de suyo no es
malo, puede darse también en el pecador mediante una gracia actual que le
353. 1. Naturaleza.—El don de temor es un hábito so- mueva al dolor de atrición por el temor de la pena. Este temor es ya una
brenatural por el cual el justo, bajo el instinto del Espíritu Santo, gracia de Dios que le mueve al arrepentimiento, pero todavía no está co-
adquiere docilidad especial para someterse totalmente a la divina nectado con la caridad ni, por consiguiente, con los dones del Espíritu
voluntad por reverencia a la excelencia y majestad de Dios, que Santo.
Según Santo Tomás (a.9), sólo el temor filial o casto entra en el don de
puede infligirnos un mal. temor, porque se funda en la caridad y reverencia a Dios como Padre y teme
Para entender esta doctrina es menester plantear un problema previo, separarse de El por la culpa. Pero como el temor inicial no difiere substan-
como hace Santo Tomás en el artículo primero de esta cuestión: ¿Es posible cialmente del filial (a.8), también aquél entra a formar parte del don de
que Dios sea temido? Y contesta diciendo que Dios en sí mismo, como su- temor, aunque sólo en sus manifestaciones incipientes e imperfectas. A me-
prema e infinita Bondad, no puede ser objeto de temor, sino de amor. Pero, dida que crece la caridad, se va purificando este temor inicial, perdiendo su
en cuanto que en castigo de nuestras culpas, puede infligimos un mal, puede modalidad servil, que todavía teme la pena, para fijarse únicamente en la
y debe ser temido. Y al contestar a una objeción armoniza el temor y la culpa en cuanto ofensa de Dios.
esperanza—que a primera vista parecen incompatibles—, diciendo que en En la Sagrada Escritura se nos dice que «el temor de Dios es el principio
Dios hay justicia y misericordia, la primera de las cuales excita en nosotros de la sabidurías (Ps i lo, ro). Pero esto hay que entenderlo no en cuanto a la
el temor, y la segunda, la esperanza. Y así, por diversas razones, Dios es esencia de la sabiduría especulativa—cuyos primeros principios son los ar-
objeto de temor y de esperanza 13 . tículos de la fe—, sino en cuanto a la sabiduría práctica, cuyo primer efecto
es sujetar a los súbditos a la ley de Dios, que se consigue imperfectamente
Pero es menester examinar la naturaleza de ese temor, por el temor servil y con toda perfección por el temor filial (a.7).
El don de temor, como todos los demás, permanecerá en el cielo. No en
porque hay muchas clases de temor, y no todos son dones del cuanto servil—en este sentido no es don del Espíritu Santo—ni en cuanto
Espíritu Santo, ni siquiera honestos. Es lo que hace Santo To- inicial, ya que ninguna pena será entonces posible, sino sólo en cuanto
más en los artículos siguientes, un resumen de los cuales ofre- filial. Y únicamente en su aspecto reverencial ante la Majestad de Dios; no
cemos aquí: 14 La recta inteligencia de la moralidad del temor servil ofrece alguna dificultad. Para
disiparla téngase en cuenta que el miedo a la pena puede influir de tres maneras en el que
El temor se divide en mundano, servil, filial e inicial (a.2). realiza una buena acción o deja de cometer un pecado: a) como causa única; v.gr., «Cometería
El temor mundano es aquel que no vacila en ofender a Dios para evitar el pecado si no hubiera infierno». En este sentido se le llama temor servilmente servil, y es
malo y pecaminoso, porque, aunque de hecho evita la materialidad del pecado, incurre for-
un mal temporal (v.gr., apostatando de la fe para evitar los tormentos del malmente en él por el afecto que le profesa; no le importaría para nada la ofensa de Dios si
tirano que la persigue). Este temor es siempre malo, ya que pone su fin en no llevara consigo la pena. b) Como causa remota sobreañadida a la próxima y principal;
este mundo, completamente de espaldas a Dios (a.3). Huye de la pena tem- v.gr., «No quiero pecar, porque es ofensa de Dios y además redundaría en perjuicio mío».
Es claro que en este sentido es bueno y honesto (es el llamado temor inicial). c) Como causa
poral, cayendo en la culpa ante Dios. próxima, aunque sin excluir otra razón suprema; v.gr., «No quiero cometer este pecado,
porque me llevaría al infierno, además de ser ofensa de Dios». Este es el llamado temor sim-
12 ■, Quoniam in hac peregrinatione solo corpore constitutus, cogitatione et aviditate in illa plemente servil; imperfecto sin duda alguna, pero honesto en el fondo, puesto que, aunque
aeterna patria conversatus est» (responsorio tercero del primer nocturno del común de con- sea más remotamente (por esto es imperfecto), rechaza también como razón suprema la ofensa
fesores en el Breviario dominicano). de Dios en cuanto tal. No hay inconveniente ninguno en que un fin próximo inferior se re-
13 Cf. II-II,19,1 c et ad 2.
lacione y subordine a otro fin remoto superior: son dos cosas perfectamente compatibles.
en su aspecto de temor de la ofensa divina, que será completamente impo- desprecio y castigo. Sólo así puede la humildad llegar a su perfección; y tal
sible por la impecabilidad intrínseca a la bienaventuranza (a.1 i ). era la humildad que vemos en los santos, con un desprecio absoluto de sí
mismos» 18 .
354. 2. Necesidad.—La necesidad de los dones, en ge- Al lado de estas tres virtudes fundamentales, el don de te-
neral, se toma de la imperfección con que sin ellos practicamos
las virtudes infusas al someterlas a la regla de la razón humana mor deja también sentir su influencia sobre otras varias, rela-
aunque sea iluminada por la fe. cionadas de algún modo con aquéllas. No hay ninguna virtud
Tres son las principales virtudes que necesitan ser reforza- moral que, a través de alguna teologal o cardinal, deje de re-
das por la regulación divina del don de temor: la esperanza, la cibir la influencia de algún don. Y así, a través de la templanza,
templanza y la humildad 15, el don de temor actúa sobre la castidad, llevándola hasta la de-
licadeza más exquisita; sobre la mansedumbre, reprimiendo to-
a) LA ESPERANZA. — El hombre siente natural propensión talmente la ira desordenada; sobre la modestia, suprimiendo en
a amarse desordenadamente a sí mismo, a presumir que algo absoluto cualquier movimiento desordenado interior o exte-
es, algo vale y algo puede en orden a conseguir su bienaventu- rior; y combate las pasiones que juntamente con la vanagloria
ranza. Es el pecado de presunción, contrario a la virtud de la son hijas de la soberbia: la jactancia, la presunción, la hipocresía,
esperanza, que únicamente arrancará de raíz el don de temor al la pertinacia, la discordia, la réplica airada y la desobediencia 19.
darnos un sentimiento sobrenatural de nuestra impotencia ab-
soluta ante Dios—ni siquiera el nombre de Jesús podemos pro- 355. 3. Efectos.—Son inapreciables los efectos santifica-
nunciar convenientemente sin el auxilio divino (I Cor 12,3)—, dores que produce en las almas la actuación del don de temor,
que traerá como consecuencia el apoyarnos únicamente en la con ser el último y menos perfecto de todos 20 . He aquí los
omnipotencia auxiliadora de Dios, que es cabalmente el motivo principales:
formal de la esperanza. Sin el don de temor, esta última nunca I) UN VIVO SENTIMIENTO DE LA GRANDEZA Y MAJESTAD DE
llegará a ser del todo perfecta 16. DIOS, QUE LAS SUMERGE EN UNA ADORACIÓN PROFUNDA, LLENA
b) LA TEMPLANZA. — Santo Tomás dice que el don de te- DE REVERENCIA Y HUMILDAD.
mor mira principalmente a Dios, cuya ofensa nos hace evitar, Es el efecto más característico del don de temor, que se desprende de su
y en este sentido pertenece a la virtud de la esperanza, como ya misma definición. El alma sometida a su acción se siente transportada con
hemos dicho. Pero secundariamente puede mirar a cualquier fuerza irresistible ante la grandeza y majestad de Dios, que hace temblar a
otra cosa de la que el hombre se aparte para evitar la ofensa de los mismos ángeles: «tremunt potestates». Delante de esa infinita majestad
Dios. Y en este sentido corresponde al don de temor corregir se siente nada y menos que nada, puesto que es una nada pecadora. Y se
apodera de ella un sentimiento tan fuerte y penetrante de reverencia, sumi-
la tendencia más desordenada que el hombre experimenta-la sión y acatamiento, que quisiera deshacerse y padecer mil muertes por Dios.
de los placeres carnales—, reprimiéndola mediante el temor Entonces es cuando la humildad llega a su colmo. Sienten deseos inmen-
divino, ayudando y reforzando la virtud de la templanza 17. sos de «padecer y ser despreciados por Dios» (San Juan de la Cruz). No se
les ocurre tener el más ligero pensamiento de vanidad o presunción. Ven tan
c) LA HUMILDAD. — Escuchemos a un teólogo contempo- claramente su miseria, que cuando les alaban les parece que se burlan de
ráneo explicando esta doctrina: ellos (Cura de Ars). Santo Domingo de Guzmán se ponía de rodillas a la
entrada de los pueblos, pidiendo a Dios que no castigase a aquel pueblo
«Ama el hombre, ante todo, su grandeza, dilatarse y ensancharse más donde iba a entrar tan gran pecador. Llegados a estas alturas, hay un proce-
de lo que le corresponde, lo cual constituye el orgullo, la soberbia; mas la dimiento infalible para atraerse la simpatía y amistad de estos siervos de
humildad le reduce a sus debidos límites para que no pretenda ser más de lo Dios: injuriarles y llenarles de improperios (Santa Teresa de Jesús).
que es según la regla de la razón. Y sobre esto viene a actuar el don de temor, Este respeto y reverencia ante la majestad de Dios se manifiesta también
sumergiendo al alma en el abismo de su nada ante el todo de Dios, en las en todas las cosas que dicen de algún modo relación a El. La iglesia
profundidades de su miseria ante la infinita justicia y majestad divinall Y así, u oratorio, el sacerdote, los vasos sagrados, las imágenes de los santos...
penetrada el alma por este don, como es nada delante de Dios y no tiene de todo lo miran y tratan con grandísimo respeto y veneración. El don de pie-
su parte más que su miseria y su pecado, no intenta por sí misma grandeza dad produce también efectos semejantes; pero desde otro punto de vista,
ni gloria alguna fuera de Dios, ni se juzga merecedora de otra cosa que de como veremos en su lugar correspondiente.
15 Cf. I. G. MENÉNDEZ-REIGADA, Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana
(Madrid 1948) c.8 n.S p.575-84.
18
19
P. I. G. MENÉNDEZ-REIGADA, l.c., p.579-8o; cf. II-II,iq,q ad 4.
16 Cf. 11-1I,19,9 ad 1 et 2; 141,1 ad 3. Cf. II-II, 1 32,5
20 Cf. II-II, 19,9
17 Cf. II-I1,141,1 ad 3.
Este es el aspecto del don de temor, que continuará eternamente en el
cielo 21 .Allí no será posible—dada la impecabilidad del bienaventurado— 4) DESPRENDIMIENTO PERFECTO DE TODO LO CREADO.
el temor de la ofensa de Dios, pero permanecerá eternamente—perfeccionada
y depurada—la reverencia y acatamiento ante la infinita grandeza y majes-
tad de Dios, que llenará de estupor la inteligencia y el corazón de los santos. Ya vimos al don de ciencia producir este efecto en el alma, pero desde
otro punto de vista. Es que los dones están mutuamente conectados entre sí
UN GRAN HORROR AL PECADO Y UNA VIVÍSIMA CONTRI- y con la caridad y se entrelazan e influyen mutuamente 22.
2)
Se comprende perfectamente. El alma que a través del don de temor ha
CIÓN POR HABERLO COMETIDO. vislumbrado un relámpago de la grandeza y majestad de Dios, ha de estimar
Iluminada su fe por los resplandores de los dones de entendimiento y forzosamente como basura y estiércol todas las grandezas creadas. Honores,
ciencia y sometida la esperanza a la acción del don de temor, que la enfrenta riquezas, poderío, dignidades..., todo lo considera menos que paja, como algo
directamente con la majestad divina, el alma comprende como nunca la mali- indigno de merecer un minuto de atención. Recuérdese el efecto que pro-
cia en cierto modo infinita que encierra cualquier ofensa de Dios por insigni- dujeron en Santa Teresa las joyas que le enseñó en Toledo su amiga doña
ficante que parezca. El Espíritu Santo, que quiere purificar el alma para Luisa de la Cerda; no le cabía en la cabeza que la gente pueda sentir aprecio
la divina unión, la somete a la acción del don de temor, que le hace experi- por unos cuantos cristalitos que brillan un poco más que los corrientes y or-
dinarios (cf. Vida 3 8 ,4).
mentar una especie de anticipo del rigor inexorable con que la justicia divina
ofendida por el pecado la ha de castigar en la otra vida si no hace en ésta la Teniendo en cuenta este efecto, relaciona Santo Tomás el don de temor
debida penitencia. La pobre alma siente angustias mortales, que alcanzan su con la primera bienaventuranza—pobreza de espíritu—, como vamos a ver
seguidamente.
máxima intensidad en la horrenda noche del espíritu. Le parece que está irre-
misiblemente condenada y que ya nada tiene que esperar. En realidad es en-
tonces cuando la esperanza llega a un grado increíble de heroísmo, pues el 356. 4. Bienaventuranzas y frutos que de él se deri-
alma llega a esperar «contra toda esperanza»—como Abraham (Rom 4,18)- van.—Según el Doctor Angélico, con el don de temor se rela-
y a lanzar el grito sublime de Job: «aunque me matare, esperaré en él» cionan dos bienaventuranzas: la primera—«Bienaventurados los
(Job 13, 1 5). pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»
El horror que experimentan estas almas ante el pecado es tan grande,
que San Luis Gonzaga cayó desmayado a los pies del confesor al acusarse (Mt 5,3)—y la tercera—»Bienaventurados los que lloran, por-
de dos faltas veniales muy leves. San Alfonso de Ligorio experimentó se- que ellos serán consolados» (Mt 5,5)—. La primera es la que
mejante fenómeno al oír pronunciar una blasfemia. Santa Teresa de Jesús corresponde directamente al don de temor, ya que, en virtud
escribe que «no podía haber muerte más recia para mí que pensar si tenía
ofendido a Dios» (Vida 34,1o). Y de San Luis Beltrán se apoderaba tal tem-
de la reverencia filial que nos hace sentir ante Dios, nos impulsa
blor al pensar en la posibilidad de condenarse, perdiendo con ello eterna- a no buscar nuestro engrandecimiento ni en la exaltación de
mente a Dios, que los cristales de su habitación retemblaban como cuando nosotros mismos (soberbia) ni en los bienes exteriores (honores
pasa por la calle cercana un camión. y riquezas); todo lo cual pertenece a la pobreza de espíritu, ya
Su arrepentimiento por la menor falta es vivísimo. De él procede el ansia
reparadora, la sed de inmolación, la tendencia irresistible a crucificarse de
se la entienda del aniquilamiento del espíritu soberbio e hin-
mil modos que experimentan continuamente estas almas. No están locas. chado—como dice San Agustín—, ya del desprendimiento de
Es una consecuencia natural de las mociones del Espíritu Santo a través del todas las cosas temporales por instinto del Espíritu Santo, como
don de temor. dicen San Ambrosio y San Jerónimo 23.
UNA VIGILANCIA EXTREMA PARA EVITAR LAS MENORES
Indirectamente, ex consequenti, se relaciona también el don
3)
OCASIONES DE OFENDER A DIos.
de temor con la bienaventuranza relativa a los que lloran 24.
Porque del conocimiento de la divina excelencia y de nuestra
Es una consecuencia lógica del efecto anterior. Nada temen tanto estas pequeñez y miseria se sigue el desprecio de todas las cosas te-
almas como la menor ofensa de Dios. Han visto claro, a la luz contempla- rrenas y la renuncia a las delectaciones carnales, con llanto y
tiva de los dones, que en realidad es éste el único mal sobre la tierra; los
demás no merecen el nombre de tales. ¡Qué lejos están estas almas de me- dolor de los pasados extravíos.
terse voluntariamente en las ocasiones de pecado! No hay persona tan apren- Por donde se ve claro que el don de temor refrena todas las
siva que huya con tanta rapidez y presteza de un enfermo apestado como pasiones, tanto las del apetito irascible como las del concupis-
estas almas de la menor sombra o peligro de ofender a Dios. Esta vigilancia
extrema y atención constante hace que esas almas vivan, bajo la mociéh es-
cible. Porque, por el miedo reverencial a la majestad divina
pecial del Espíritu Santo, con una pureza de conciencia tan grande, que a ofendida por el pecado, refrena el ímpetu de las irascibles y
veces hace imposible—por falta de materia—la recepción de la absolución rige y modera el de las concupiscibles. Es, pues, un don de
sacramental, a menos de someter a ella alguna falta de la vida pasada, sobre
la que recaiga nuevamente el dolor y arrepentimiento. 22 Cf. 1-1I,68,5.
23 Cf. II-Il,19,12.
21 Cf. II-I1,19,11. 24 Cf. II-II,19,12 ad 2.
valor inapreciable, aunque ocupe jerárquicamente el último netrante que proporcionan los dones del Espíritu Santo 30 . Pero algo pode-
mos hacer reflexionando en el poder y majestad de Dios, que saco todas las
puesto entre todos. cosas de la nada (Gen 1 , 1), que llama por su nombre a las estrellas y acuden
De los frutos del Espíritu Santo pertenecen al don de temor en el acto temblando de respeto (Bar 3,33-36), que es más admi rabie e
la modestia, que es una consecuencia de la reverencia del hom- imponente que el mar embravecido (Ps 92,4), que vendrá sobre Las nu-
bre ante la divina majestad, y la continencia y castidad, que se bes del cielo con gran poder y majestad a juzgar a los vivos y a los rasuertos
(Lc 21,27) y ante el que eternamente temblarán de respeto los principados
siguen sin esfuerzo de la moderación y encauce de las pasiones y potestades: «tremunt potestates».
concupiscibles, efecto propio del don de temor 25.
b) ACOSTUMBRARSE A TRATAR A DIOS CON CONFIANZA FILIAL, PERO LLE-
357• 5 • Vicios opuestos.—A1 don de temor se opone NA DE REVERENCIA Y RESPETO.—NO olvidemos nunca que Dios es muestro
principalmente la soberbia, según San Gregorio 26 , pero de Padre, pero también el Dios de terrible grandeza y majestad. Con frecuen-
cia, las almas piadosas se olvidan de esto último y se permiten en .el trato
modo más profundo que a la virtud de la humildad. El don de con Dios familiaridades excesivas, llenas de irreverente atrevimiento.. Es in-
temor—como hemos visto—se fija ante todo en la eminencia creíble ciertamente hasta qué punto lleva el Señor su confianza v familiari-
y majestad de Dios, ante la cual el hombre, por instinto del Es- dad con las almas que le son gratas, pero es preciso que tome El la ini ciativa.
píritu Santo, siente su propia nada y vileza. La humildad se Mientras tanto, el alma debe permanecer en una actitud reverente y sumisa,
que, por otra parte, está muy lejos de perjudicar a la dulce confianza, e inti-
fija también preferentemente en la grandeza de Dios, en con- midad propia de los hijos adoptivos.
traste con la propia nada, pero a la luz de la simple razón ilu-
MEDITAR CON FRECUENCIA EN LA INFINITA MALICIA DEL PECCADO Y
minada por la fe, y con una modalidad humana e imperfec- C.
CONCEBIR UN GRAN HORROR HACIA ÉL.—Los motivos del amor son de suyo
ta 27 . De donde es manifiesto que el don de temor excluye la más poderosos y eficaces que los del temor para evitar el pecado como
soberbia de un modo más alto que el de la virtud de la humildad. ofensa de Dios. Pero también éstos contribuyen poderosamente a detener-
El temor excluye hasta la raíz y el principio de la soberbia, como nos ante el crimen. El recuerdo de los terribles castigos que Dioes tiene
preparados para los que desprecian definitivamente sus leyes serla muy
dice Santo Tomás 28 . Luego la soberbia se opone al don de bastante para hacernos huir del pecado si lo meditáramos despacio. y con
temor de una manera más profunda y radical que a la virtud prudente reflexión. Es «horrendo—dice San Pablo—caer en las manos de
de la humildad. Dios ofendido» (Hebr 10,31). Hemos de pensarlo con frecuencia, sob re todo
Indirectamente se opone también al don de temor el vicio cuando la tentación venga a poner ante nosotros los halagos del m -undo o
de la carne. Hay que procurar concebir un horror tan grande al pecado, que
de la presunción, que injuria a la divina justicia al confiar exce- estemos prontos y dispuestos a perder todas las cosas, y aun la mistara vida,
siva y desordenadamente en la misericordia. En este sentido, antes que cometerlo. Para ello nos ayudará mucho la huida de las occ asiones
dice Santo Tomás que la presunción se opone por razón de la peligrosas, que nos acercarían al pecado; la fidelidad al examen diario de con-
materia, o sea, en cuanto que desprecia algo divino, al don de ciencia, para prevenir las faltas voluntarias y llorar las que se nos hayan es-
temor, del que es propio reverenciar a Dios 29. capado; y, sobre todo, la consideración de Jesucristo crucificado, víctima pro-
r,'piciatoria por nuestros crímenes y pecados.
358• 6. Medios para fomentar este don.—Aparte de d) PONER ESPECIAL CUIDADO EN LA MANSEDUMBRE Y HUMILDAD EN EL
los medios generales para atraerse la mirada misericordiosa del TRATO CON EL PRÓJIM0.—El que tenga conciencia clara de que el Dios de
Espíritu Santo—recogimiento, pureza de corazón, fidelidad ex- la infinita majestad le ha perdonado misericordiosamente diez mil talentos,
quisita a la gracia, invocación frecuente del divino Espíritu, ¿cómo osará exigir con altanería y desprecio los cien denarios que acaso
pueda deberle un consiervo hermano suyo? (cf. Mt 18,23-35). Hemos de
etcétera.—, he aquí algunos medios relacionados más de cerca perdonar cordialmente las injurias, tratar a todos con exquisita delicadeza,
con el don de temor:
I con profunda humildad y mansedumbre, teniéndolos a todos por mejores
que nosotros (al menos en cuanto que probablemente no hubieran resistido
a) MEDITAR CON FRECUENCIA EN LA INFINITA GRANDEZA Y MAJESTAD
DE Dios.—Nunca, ni con mucho, podremos llegar a adquirir con nuestros áa la gracia tanto como nosotros si hubieran recibido los dones que Dios nos
pobres esfuerzos discursivos el conocimiento contemplativo, vivísimo y pe- 'ha dado con tanta abundancia y prodigalidad). El que haya cometido en su
Cf. II-II,19,12 ad 4.
I vida algún pecado mortal, ya nunca podrá humillarse bastante: es u_n «res-
25
26
catado del infierno», y ningún lugar tan bajo puede haber fuera de él .que no
Cf. SAN GREGORIO, I Mor. c.32; ML 75,547 AB; cf. S.To., I-II,68,6 ad 2.
27 Cf. II11,161,1-2.
1, sea demasiado alto y encumbrado para el que mereció un puesto eterno a
28 Cf. II-II,19,0 ad 4; 161,2 ad 3. 'líos pies de Satanás.
29 »No cualquier clase de presunción es un pecado contra el Espíritu Santo, sino única-
mente aquella por la cual se desprecia a la divina justicia por una desordenada confianza en
la divina misericordia. Y tal presunción, por razón de la materia, o sea, en cuanto que por 30 *Meditar en el infierno, por ejemplo, es ver un león pintado; contemplar el infierno
ella se desprecia algo divino, se opone a la caridad, o más bien, al don de temor, a quien es ver un león vivo» (P. LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.7 c.4 a.5). Sabido que la
pertenece reverenciar a Dios» (II-II,130,2 ad 1; cf. ibid., 21,3). contemplación es efecto de los dones del Espíritu Santo.
a) El objeto material sobre que recae la caridad lo constituye prima-
e) PEDIR CON FRECUENCIA AL ESPÍRITU SANTO EL TEMOR REVERENCIAL riamente Dios, y secundariamente nosotros mismos y todas las criaturas
DF. Dios.—En fin de cuentas, toda disposición perfecta es un don de Dios racionales que han llegado o pueden llegar a la eterna bienaventuranza;
que sólo por la humildad y perseverante oración podremos alcanzar. La y aun, en cierto modo, todas las criaturas, en cuanto son ordenables a la
liturgia católica está llena de fórmulas sublimes: «se estremece mi carne por gloria de Dios.
temor a ti, y temo tus juicios» (Ps i18,120); «mantén para con tu siervo tu
b) El objeto formal «quod»—llamado también objeto material prima-
oráculo, que prometiste a los que te temen» (Ps 118,38), etc., etc. Estas y
otras fórmulas parecidas han de brotar frecuentemente de nuestro corazón rio—es el mismo Dios como Sumo Bien, o sea, la bondad increada de Dios
y nuestros labios, bien convencidos de que «el temor de Dios es el principio en sí misma considerada, abarcando la esencia divina, todos los divinos
atributos y las tres divinas personas.
de la sabiduría» (Eccli 1,16) y de que es menester obrar nuestra salvación
«con temor y temblor» (Phil 2,12), siguiendo el consejo que nos da el mismo c) El objeto formal «quo», o sea, el motivo del amor de caridad es Dios
Espíritu Santo por medio del salmista: «servid al Señor con temor, rendidle como amigo, o sea, el Sumo Bien como objeto de su bienaventuranza y de
homenaje con temblor» (Ps 2 r r). ,
la nuestra (a. r y 4).
La caridad, como hábito infuso, reside en la voluntad, ya que se trata
de un movimiento de amor hacia el Sumo Bien, y el amor y el bien consti-
tuyen el acto y el objeto de la voluntad (24,1). Y es una virtud sobrenatural,
ARTICULO 3 que Dios infunde en la medida y grado que le place, sin tener para nada en
cuenta las dotes o cualidades naturales del que la recibe (24, 2- 3).
LA VIRTUD DE LA CARIDAD
359. S.TH., 1I-11,23-46; SAN FRANCISCO DE SALES, Tratado del amor de Dios; SCARAMELLI,
3.0 La caridad es virtud específicamente una, con especie
Directorio ascético t.4 a.3-5; MONS. GAY, Vida y virtudes cristianas t.z tr.12; CH. DE SMEDT, átoma ( 2 3,3-5). Porque, aunque su objeto material recaiga so-
Notre vie surnat. t.i p.365-493; BARRÉ, Tractatus de virtutibus tertia pars c.3; JANNIER, Ca-
rémes 2925-26; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades 111,19 - 20; VT,I2; TANQUEREY, Teología bre objetos tan varios (Dios, nosotros y el prójimo), el motivo
ascética n.2207-61; FRÜMNER, Manuale Theologiae Moralis I n.552-624; MAHIEU, Probatio del amor—que es la razón formal especificatica—es único: la
charitatis (5.a ed.; Brugis 2949); MASSOULIÉ, Traité de l'amour de Dieu (1793). ROYO MARÍN,
Teología de la caridad (BAC). divina Bondad en sí misma y en cuanto comunicada a nosotro s
y al prójimo.
Hemos tratado ampliamente en otro lugar (n.147-155) de las íntimas
relaciones existentes entre la perfección cristiana y la caridad. Pero es pre-
ciso tratar—siquiera sea brevemente—de los demás aspectos de esta virtud De donde se sigue que, cuando nos amamos a nosotros mismos o al
prójimo por algún motivo distinto de la bondad de Dios, no hacemos un
fundamental, la más importante y excelente de todas. Seguiremos el orden
acto de caridad, sino de amor natural, filantropía, etc., o acaso de puro
admirable de Santo Tomás en la Suma Teológica. Para no multiplicar las
egoísmo (por las ventajas que nos puede traer). ¡Cuántos actos que parecen
llamadas, daremos entre paréntesis la cita o referencia correspondiente, cosa
de caridad heroica están muy lejos de serlo! El heroísmo puramente humano
que seguiremos haciendo en todo este tratado de las virtudes.
no vale nada en el orden sobrenatural; es como moneda falsa que no circula
en los bancos del cielo.
360. I. La caridad en sí misma.—i.° Comienza Santo 1
Tomás diciendo que la caridad es una amistad entre Dios y 4.0 La caridad es la más excelente de todas las virtudes. No
el hombre. Como toda amistad, importa necesariamente una s solamente por su propia bondad intrínseca (es la que más nos \
mutua benevolencia, fundada en la comunicación de bienes (11- une con Dios), sino porque sin ella no puede ser perfecta nin-
11,23,1). Por eso, la caridad supone necesariamente la gracia, guna otra virtud, ya que es la forma de todas las demás virtudes
que nos hace hijos de Dios y herederos de la gloria. infusas (23,7-8).
El hombre, que por naturaleza no pasa de siervo del Creador, llega a
ser, por la gracia y la caridad, hijo y amigo de Dios. Y si ya aquella servi- Ya hemos explicado en otro lugar (n.149) en qué sentido la caridad es
dumbre le ennoblece tanto (servir a Dios es reinar), ¡quién podrá medir la la forma de todas las virtudes. Su excelencia intrínseca proviene de ser la
altura a que nos eleva la caridad de Dios, «que se ha difundido en nuestros virtud que más nos une con Dios, ya que descansa en El tal como es en sí
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado»! (Rom 5,5). A ti, mismo, por su sola divina bondad. Las únicas virtudes que podrían discu-
que debieras permanecer siervo, te admite Dios como amigo. ¡Dignidad tirle la primacía son las otras dos teologales (fe y esperanza), pero la caridad
incomprensible del cristiano! las supera con mucho. Porque la fe, que es un conocimiento intelectual,
l`` achica y empequeñece a Dios al traer su divina grandeza a la pequeñez de
2. ° La caridad es una realidad creada, un hábito sobrenatu-
ral infundido por Dios en el alma (a.2). Puede definírsera di-
P,nuestro entendimiento, mientras que por la caridad la voluntad lu sale de sí
misma y descansa en Dios en toda su infinita grandeza. Además, el conoci-
miento de la fe es oscuro, mientras que la caridad ama a Dios tal como es
ciendo que es una virtud teologal infundida por Dios en la vo- 'en sí. Y en cuanto a la esperanza, es un deseo de la divina Bondad, cuya
luntad por la que amamos a Dios por sí mismo sobre todas las posesión real nos la da la caridad: imperfectamente en esta vida y perfectísi-
amente en la otra (23,6-8).
cosas y a nosotros y al prójimo por Dios.
La excelencia y superioridad de la caridad sobre las otras dos virtudes
teologales—y, por consiguiente y a fortiori, sobre todas las demás—es un 1.° La caridad puede aumentar en esta vida (24,4). Por-
dato de fe que pertenece al depósito de la revelación. Lo dice expresamente que siendo un movimiento de tendencia a Dios como último
el apóstol San Pablo: «Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza fin, mientras seamos viajeros es posible acercarse cada vez más
y la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridad» (i Cor 13,13). al término; y este mayor acercamiento se verifica precisamente
5.° Por el acto propio de la caridad, la voluntad sale de por el incremento de la caridad.
sí misma para descansar en Dios tal como es en sí mismo (23,6). En este crecimiento, la caridad no puede encontrar tope
en esta vida; puede crecer in infinitum (24,7). Lo cual no es
Esta profundísima doctrina de Santo Tomás, completada con lo que dice obstáculo para que pueda llegar a ser relativamente perfecta
en el ad primum de este mismo artículo, nos da la clave para la solución de
la tan debatida cuestión sobre si el entendimiento es superior a la voluntad en esta misma vida (24,8). Hemos hablado largamente de esto
o al revés. La voluntad en sí misma no cabe duda que es inferior al entendi- en otros lugares, donde remitimos al lector (cf. n.154 y 162).
miento, porque la voluntad es potencia ciega, y no puede producir su acto 2.° La caridad—como todos los demás hábitos—no crece
si el entendimiento—que es luz—no le pone delante el objeto apetecible. por adición de forma a forma, sino por una mayor radicación
Luego el entendimiento antecede y guía a la voluntad, que sin él nada po-
dría amar (nadie ama lo que no conoce). Pero la operación del entendimiento
en el sujeto ( 2 4,5).
es completamente distinta de la de la voluntad. Porque el entendimiento No puede crecer por adición, porque esto es posible únicamente en las
atrae a sí las cosas, vaciándolas, por decirlo así, en su propio molde intelectual. cosas cuantitativas, pero no en las cualidades, como son los hábitos. La razón
De donde, cuando conoce los seres inferiores a él (v.gr., las cosas materia- es porque para que una cosa pueda unirse por adición a otra es necesario
les), los ennoblece y dignifica, haciéndoles ascender al orden intelectual; que se distinga realmente de ella (v.gr., el trigo que se añade a un montón
pero, cuando conoce los seres superiores a él (Dios, los ángeles, las verdades es realmente distinto del que ya existía); en cuyo caso, más que de unión,
sobrenaturales), los empequeñece y achica, obligándoles a entrar en sus hay que hablar de reunión (ya que el trigo sobreañadido no se ha unido in-
moldes intelectuales inferiores. trínsecamente al otro, sino que se ha colocado al lado de él). Pero esto es
Con la voluntad ocurre exactamente lo contrario. En virtud de su acto imposible en las formas cualitativas (v.gr., la blancura no puede sumarse a
—el amor—, la voluntad sale de sí misma para descansar en el objeto amado la blancura, la caridad no puede sumarse a la caridad). Sólo cabe un aumento
tal como es en sí. De donde, si ama a los seres inferiores a ella (v.gr., las por mayor radicación en el sujeto. El alma—en este caso, la voluntad—va
cosas de la tierra), se empequeñece y degrada, rebajándose a su nivel inferior; participando cada vez más de la caridad, en cuanto qu .cada vez se va
pero, si ama a los seres superiores (Dios, los ángeles, etc.), se engrandece arraigando y penetrando más profundamente en ella.
y sublima, elevándose hasta el nivel de aquellos seres superiores en los que
descansa por el amor tal como son en sí mismos. Por eso decía profundísi- 3.° La caridad—lo mismo que las demás virtudes—no
mamente San Agustín: «Si amas la tierra, tierra eres; pero si amas a Dios, aumenta por cualquier acto, sino sólo por los actos más intensos
¿qué he de decir sino que eres Dios?» 1 .
De donde hay que concluir que aunque en sí mismo—como potencia
que el hábito que actualmente se posee (24,6).
natural—es más perfecto el entendimiento que la voluntad, en esta vida, Es una consecuencia inevitable de lo que acabamos de decir. Si la ca-
y por la naturaleza misma de la operación, es más perfecto amar a Dios con ridad creciera por adición, cualquier acto de la misma, por débil y remiso
la voluntad que conocerle por el entendimiento. Hay teólogos que saben que fuera, la aumentaría cuantitativamente; y así, el que teniendo, verbi-
muchas cosas de Dios, pero de una manera fría, puramente intelectual; y gracia, roo grados de caridad habitual hiciera un acto de amor de Dios
hay almas sencillas y humildes que apenas saben nada de teología, pero como de dos o tres (flojísimo, como se ve), se le añadiría a los roo y empe-
aman intensamente a Dios. Esto último es mejor. zaría a tener 102 Ó 103, con lo cual, en poco tiempo, y a base únicamente de
De esta sublime doctrina se desprende otra consecuencia práctica de multiplicar en gran escala los actos tibios e imperfectos, el termómetro de
gran importancia. La única manera de no envilecernos y rebajarnos con su caridad habitual alcanzaría una altura fabulosa, superior a la de los ma-
el amor de las cosas creadas inferiores a nosotros es amarlas en Dios, por yores santos. ¡A tales absurdos y aberraciones conducen las teorías falsas!
Dios y para Dios; o sea, por el motivo formal perfectísimo de la caridad. De Muy otra es la verdadera naturaleza del crecimiento de la caridad. Como
donde se sigue que la caridad es como la varita mágica que convierte en forma cualitativa que es, sólo puede crecer por una mayor radicación en el
oro todo cuanto toca, incluso las mismas cosas inferiores a nosotros, que, sujeto, y esto es imposible sin un acto más intenso que los anteriores. El ter-
como hemos dicho, pueden ser referidas y ordenadas al amor y gloria de mómetro no puede marcar un nuevo grado de calor si la temperatura del
Dios. medio ambiente no aumenta efectivamente en un grado. Si juntamos dos
termómetros, uno que esté marcando 3o grados y el otro 15, no reunimos
361. 2. El aumento de la caridad. A. PRINCIPIOS— 45 grados de calor, sino únicamente 3o; porque los 15 grados de calor del
Ya hemos hablado de esto en otro lugar de nuestra obra segundo nada pudieron añadir a los 3o del primero. Para que tengamos 31 es
(cf. n.285,12. 1). Pero dada la importancia de la materia, vamos preciso que aumente el calor hasta ese grado. Esto exactamente ocurre con
el crecimiento de la caridad y de las demás virtudes.
a insistir un poco más.
Consecuencia práctica importantísima.—Si vivimos con flojedad y tibieza,
1 Cf. S.AucusT., In epist. Ioannis tr.2 n.14: ML 35,1997. podemos tener completamente paralizada nuestra vida cristiana, aun en el
supuesto de vivir habitualmente en gracia de Dios y practicar multitud de es poco—en esta vida—que con esos actos remisos el alma haya logrado
buenas obras imperfectas. El grado esencial de caridad—y, por consiguien- mantenerse en una zona templada, que, al menos, la ha mantenido en
te, el de gracia y el de todas las demás virtudes, puesto que crecen todas gracia de Dios y le ha conservado el grado esencial de méritos contraídos,
a la vez juntamente con la gracia y la caridad—estará paralizado a pesar aunque no haya logrado hacer subir la escala termométrica un solo grado más.
de aquella multitud de obras buenas imperfectas 2 . Pero hay más todavía. En la otra vida, esos actos flojos y remisos no
Esta consecuencia, que no es más que un corolario inevitable de los quedarán tampoco sin premio ninguno. Es cierto que, por muchos que
principios que acabamos de sentar, adquiere en la experiencia de cada día hayan sido, no tienen fuerza suficiente para aumentar un solo grado de
una plena y total confirmación, que viene de rechazo a demostrar también gloria esencial (visión beatífica), que corresponde exactamente al grado habi-
la verdad y solidez de aquellos principios. Vemos, en efecto, multitud de tual de gracia y de caridad alcanzado en este mundo. Pero, además de ese
almas buenas que viven habitualmente en gracia de Dios, que acaso llevan premio esencial, en el cielo hay otras muchas clases de premios accidentales.
cuarenta o cincuenta años de vida religiosa en un monasterio sin haber Cada uno de aquellos actos remisos—que, en fin de cuentas, fueron actos
cometido en todos ellos una sola falta grave, y habiendo practicado infinidad buenos y meritorios, puesto que fueron realizados en estado de gracia y
de obras y actos de sacrificio, etc., etc., y que, sin embargo, están muy bajo la influencia de la caridad—tendrá su correspondiente premio acciden-
lejos de ser santas. Si se las molesta o contraría, se enfadan; si les falta algu- tal de entre aquella variedad infinita de premios secundarios (del alma y del
na cosa, ponen el grito en el cielo; si los superiores ordenan alguna cosa cuerpo) que constituyen la gloria accidental de los bienaventurados. Luego
que no les agrada, murmuran y refunfuñan o, al menos, lo llevan interior- los actos remisos no son del todo inútiles ni en esta vida ni en la otra.
mente a mal; que nadie les critique o les humille, si no quiere enemistarse De todas formas, la diferencia entre los actos más intensos y los flojos
con ellos, etc., etc. Todo esto muestra bien a las claras que están muy lejos o remisos es inmensa en orden a la vida eterna. Como dice Báñez—el gran
todavía de haber alcanzado la perfección cristiana. Ahora bien: ¿cómo se comentarista de Santo Tomás, cuya doctrina acabamos de resumir en estas
explica este fenómeno después de tantas buenas obras practicadas durante páginas 3 —, a los actos más intensos les corresponde un aumento de gloria
aquellos largos años de vida cristiana, religiosa o sacerdotal? La explicación esencial (premio del Bien infinito), mientras que a los flojos y remisos les
teológica es muy sencilla: han practicado multitud de buenas obras, es ver- corresponde un aumento de gloria accidental (premio de bienes creados,
dad; pero de una manera floja y tibia, no con actos cada vez más fervientes, limitados y finitos). ¡Pérdida inmensa la que se ha acarreado la tibieza, que
sino, al contrario, acaso más remisos e imperfectos. El resultado ha sido ya no tendrá remedio por toda la eternidad!
que el termómetro de su caridad—y, por consiguiente, el grado de gracia
y de las demás virtudes—ha permanecido completamente parado en lo esen- Examinemos ahora algunas objeciones que se pueden po-
cial. Son tan tibios e imperfectos como al principio de su conversión o de ner a esta doctrina, cuya solución contribuirá a comprenderla
su vida religiosa.
Pero se dirá: Entonces tanta multitud de obras buenas, aunque imper- en toda su verdad y grandeza.
fectas, ¿no les han valido para nada? O en términos más científicos: Los OBJECIÓN La <■ Si esa teoría fuera cierta, sería de peor condición el
actos flojos y remisos, inferiores al grado habitual del hábito, ¿son comple- santo que el tibio. Porque el santo—cuyo grado de caridad vamos a suponer
tamente inútiles y estériles? que sea r oo—para llegar a un grado más tendría que hacer un esfuerzo in-
A esto respondemos que esos actos remisos no son completamente inúti- menso (como de lo t), mientras que al tibio (que tiene, v.gr., 5 grados) le
les y estériles. Sirven para dos cosas, una en esta vida y otra en la gloria. En es muy fácil hacer un acto un poco mayor (como de 6 ó 7)>r.
esta vida sirven para que no se enfríen del todo las disposiciones del alma,
que la pondrían en trance de cometer un pecado mortal, que destruiría por RESPUESTA.—Tan fácil y más le resulta al santo hacer un acto de i o
completo toda su vida cristiana. Es cierto que el que no realiza un acto más como al tibio el de 6 ó 7. El objetante ha olvidado que el crecimiento de la
intenso que el hábito que posee, no logrará jamás hacerlo crecer en sí mismo; gracia y de la caridad va aumentando al mismo tiempo la capacidad y fuerzas
pero, si se mantiene en una zona templada, no muy alejada de él, logra por del alma. Aun en el orden puramente humano, un niño pequeñito no puede
lo menos que no se le pierda del todo. Porque, como dice Santo Tomás resistir una carga de cinco kilos, y el mozo de cuerda se carga tranquila-
(24,1o), el grado de caridad alcanzado nunca disminuye en sí mismo aunque se mente un saco de So. Y si en este orden corporal puede haber un límite in-
viva muchos años en la tibieza practicando actos inferiores o menos intensos; franqueable—por la limitación de las fuerzas humanas—, esto no tiene lugar
a no ser que se cometa un pecado mortal, en cuyo caso no sólo disminuye, en el crecimiento de la gracia, que va aumentando en cada caso las fuerzas
sino que se destruye totalmente: baja bruscamente a cero (24,12). Ocurre del alma, cuya capacidad obediencia) en manos de Dios es absolutamente
algo así como con los termómetros que usan los médicos para tomar la fiebre inagotable. Los santos hacen actos de amor de Dios de una intensidad in-
a los enfermos: suben (si aumenta el grado de fiebre), pero no bajan, a no creíble con gran dulzura y facilidad.
ser a base de una brusca y violenta sacudida (pecado mortal). La razón de OBJECIÓN 2. a «Supongamos a un santo que hace un acto de amor de
no disminuir es clara: el grado de intensidad, una vez adquirido, lleva con- Dios como 5o; inferior, con todo, al grado de su caridad habitual. Y a su lado,
sigo el derecho a un premio eterno, que el alma nunca pierde, aunque ya un alma tibia hace un acto de 25, superior al grado habitual que ya poseía.
no vuelva en toda su vida a merecer un aumento más. Aquel derecho per- Esta última recibe por su acto de 25 un aumento esencial de gracia y de gloria,
manece delante de Dios, y Dios jamás se vuelve atrás. Puede perderlo ton y el santo nada recibe por su acto de 50. Luego es de peor condición el
por el pecado mortal; pero, si no se produce ese pecado, los méritos adqui- santo>.
ridos ante Dios tendrán su correspondiente premio en la vida eterna. No
3 Cf. I,95,4; I,12,6; BÁÑEZ, De fide, spe et charitate in q.24 a.6 (Salmanticae 1584), en la
2 Cabe, no obstante, un aumento por la virtud ex opere operato de los sacramentos, como que demuestra ser ésta la verdadera doctrina de Santo Tomás; y Relectio de merito et au-
explicaremos en seguida. mento charitatis (ibid., 159o), en la que contesta a las objeciones que se le hicieron.
RESPUESTA. —Todo es relativo en este mundo. Este santo que hace el el crecimiento de la gracia por vía de mérito extrasacramental se requiere
acto de 5o, obra floja y remisamente en relación con lo que podría hacer la disposición física más intensa para que el aumento pueda producirse de
con su grado superior de caridad habitual; está muy puesto en razón que hecho.
no se le recompense—al menos con el premio esencial—por su voluntaria Téngase en cuenta, además, que, aun en la recepción de los sacramentos,
falta de disposición. Mientras que el alma imperfecta que logró un acto más el grado de gracia que en cada caso confieren varía infinitamente según las
intenso merece un aumento esencial por el esfuerzo y fervor con que realizó disposiciones del que los recibe. De dos personas que comulguen una al
ese acto. ¿Hemos olvidado que el Señor en el Evangelio exigió cinco talentos lado de la otra, es posible que la primera haya recibido la gracia como I o
al siervo que había recibido otros cinco, y únicamente dos al que sólo había y la otra como Ioo. Es porque el efecto ex opere operato de los sacramentos
recibido dos? (cf. Mt 25,14-23). En todo caso, el acto imperfecto del santo se conjuga y combina con las disposiciones ex opere operantis del que los
no será del todo inútil, ya que, además de mantener su alma en una atmós- recibe en orden al grado de gracia que se le ha de dar. El efecto mínimo
fera templada, no demasiado alejada del acto más intenso, tendrá en el cielo ex opere operato que el sacramento lleva en sí mismo lo producirá en todos
su correspondiente premio accidental. igual, con tal que no se le ponga obstáculo alguno; es el caso de los niños
que se les bautiza sin que ellos lo sepan: reciben todos ex opere operato
OBJECIÓN 3. 8 «El concilio de Trento definió que el justo por sus bue- el mismo grado de gracia que lleva consigo el sacramento 5 ; pero el mayor
nas obras merece el aumento de la gracia y de la gloria (D 842). Nada dice o menor grado de gracia que hayan de recibir los adultos ex opere operantis
del acto más o menos intenso de esas buenas obras. Luego no es necesario depende en absoluto de las disposiciones del que los recibe 6 .
que sea más intenso».
OBJECIÓN 5. a «¿Cómo un acto más intenso puede salir de un hábito
RESPUESTA. —Tres siglos antes de que la Iglesia definiese esa doctrina, ya menor? ¿Es que el efecto puede ser mayor que su causa?»
se la propuso como dificultad y dio la solución Santo Tomás de Aquino.
He aquí sus propias palabras (24,6 ad I): «A lo primero hay que decir que RESPUESTA.—Ya se comprende que ese acto más intenso no puede salir
cualquier acto de caridad merece la vida eterna, pero no para que se le dé del hábito menor a no ser que le empuje una previa gracia actual más in-
en seguida, sino a su tiempo. De semejante manera, cualquier acto de cari- tensa también. Sin la gracia actual proveniente, el hombre no podría hacer
dad merece el aumento de la caridad, pero cuando se disponga para este au- absolutamente nada en el orden sobrenatural, y sin una gracia más intensa
mento (sed guando aliquis conatur ad huiusmodi augmentum) », o sea, cuando es imposible el acto más intenso, como ya explicamos en su lugar corres-
hace el acto más intenso, como ha explicado en el cuerpo del artículo. Ocu- pondiente (cf. n.141 y 285,12). Esa gracia actual más intensa no se puede
rre aquí exactamente lo mismo que con la vida eterna. El justo la merece merecer (sería contradictorio); pero puede impetrarse infaliblemente, aunque
con sus buenas obras, pero no se le da en seguida, sino a su tiempo, o sea, a título gratuito o de limosna, por la oración revestida de las debidas condi-
cuando muere en gracia de Dios. Pero podría ocurrir que muriera en pe- ciones (cf. n.285,14.a y 287).
cado mortal y perdiera para siempre la vida eterna a pesar de haberla me-
recido con sus anteriores buenas obras. De semejante manera, cualquier Expuestos ya los principios y resueltas las principales ob-
acto de caridad, aun los menos intensos, merecen el aumento de la gracia
y de la caridad habitual, pero no se le dará de hecho ese aumento hasta que
jeciones, saquemos ahora algunas consecuencias de importan-
se produzca la disposición física indispensable para ello, o sea, el acto más cia capital en la práctica. No serán sino sencillas aplicaciones
intenso, Y si ese acto no se produce, el acto remiso tendrá un premio acci- o corolarios de los principios que acabamos de sentar.
dental, pero en nada aumentará el premio esencial, como ya hemos explicado 4 .
OBJECIÓN 4. 8 «De hecho, es de fe que los sacramentos aumentan la 362. B. CONSECUENCIAS PRÁCTICAS. I.a Vale más un
gracia ex operato sin necesidad de un acto dispositivo más intenso; basta acto intenso que mil tibios o remisos.
simplemente no ponerles obstáculos—<non ponentibus obicem», dice el
concilio de Trento (D 849)—. Luego lo mismo puede ocurrir con el creci- Razón.—El acto intenso aumentará nuestro grado habitual de caridad,
miento de la caridad fuera de los sacramentos». mientras que los tibios serán absolutamente impotentes para ello. Vale
RESPUESTA. —Niego en absoluto la paridad. Los sacramentos producen pues, infinitamente más una sola avemaría rezada con ardiente devoción que
o aumentan la gracia por su propia virtud intrínseca (ex opere operato), un rosario entero rezado distraídamente y con rutinaria languidez. Por eso
cosa que no ocurre con el crecimiento de las virtudes por vía de mérito, que es conveniente no cargarse demasiado de rezos voluntarios o devociones par-
se produce únicamente por el esfuerzo del que las practica con ayuda de ticulares. Lo que interesa es la devoción, no las devociones 7 .
la gracia (ex opere operantis). Es diferentísimo el caso. Por eso en los sacra-
mentos no se requiere otra disposición que la puramente negativa de no 5 Cf. Ilf:6q,8.
ponerles obstáculos, lo cual supone únicamente el estado de gracia en los
6 Cf. Denz. 790, donde el concilio de Trento, hablando de la justificación, dice que cada
uno la recibe en la medida y grado que el Espíritu Santo quiere y see'ín sus propias disposi-
sacramentos de vivos o la atrición sobrenatural en los de muertos; pero en ciones: «secundum mensurara quam Spiritus Sanctus partitur singulis prout volt (I Cor 12,1 1)
et secundum propriam cuiusque dispositionem et cooperationem'. Esto mismo exactamente
hay que decir de los sacramentos (cf. I1I,69,8).
4 No nos convence la teoría, que defienden incluso muchos tomistas, de que el alma
al entrar en el cielo hará un acto intensísimo de caridad, que será la disposición física inme- Cf. I1-II,83,14, donde Santo Tomás pregunta si la oración ha de ser muy larga; y con-
diata para que se le dé el aumento merecido en la tierra por todos aquellos actos remisos. testa que ha de durar tanto como sea útil para excitar el deseo interior del fervor o devoción;
Aparte de que esta afirmación es completamente gratuita— ¿dónde consta todo eso?—, es no más,JJero tampoco menos. De donde hay que prevenirse contra la sobrecarga, pero tam-
mucho más lógica y profunda la doctrina de Santo Tomás, que exige la disposición física en bién contra la tibieza y negligencia, que pueden encontrar fácil pretexto para acortar el tiem-
po destinado a la oración.
esta vida.
2.a Un justo perfecto agrada más a Dios que muchos tibios Corolario.—Luego, cuando amamos al prójimo por cualquier otro mo-
e imperfectos 8 . tivo distinto de Dios, no le amamos con amor de caridad. ¡Cuánto amor pu-
ramente natural que muchas veces es un verdadero egoísmo!
Razón.—Porque si un acto ardiente de caridad vale más delante de Dios
que mil actos imperfectos, el justo, que realiza continuamente esos actos, 2.° Debemos amar incluso el hábito mismo de la caridad
tiene que ser más grato a Dios que los otros mil imperfectos. (la virtud en cuanto tal). No en calidad de amigo—como es
Esto mismo se puede probar por parte del mismo Dios. Como el amor
de Dios a sus criaturas no es solamente afectivo, sino efectivo—es decir, que
obvio—, sino como un bien que queremos para nosotros mis-
produce en ellas el bien que les desea, como explica profundísimarnente San- mos y para nuestros amigos.
to Tomás (I,20)—, hay que concluir que Dios ama más a los más perfectos, Corolario.--Desearle al prójimo los bienes sobrenaturales: ése es el ver-
ya que derrama sobre ellos esas gracias actuales más intensas, que valen mil
dadero amor y la verdadera amistad.
veces más que las gracias menos perfectas.
3.° Las mismas criaturas irracionales pueden y deben ser
3.a La conversión de un pecador a una gran perfección agrada amadas en caridad. No como amor de amistad—que supone
más a Dios y le glorifica más que la conversión de muchos pecado- la naturaleza racional y la comunicación de bienes, principal-
res a una vida tibia e imperfecta 9 . mente de la bienaventuranza eterna—, pero sí en cuanto bienes
Razón.—Es un sencillo corolario de los principios que acabarnos de que podemos utilizar para gloria de Dios y servicio del prójimo.
sentar. En este sentido, Santo Tomás no vacila en añadir: «Y así el
mismo Dios las ama también en caridad».
4. 5 Agrada más a Dios y le glorifica más el predicador o
Corolario.—Ahora se comprenden aquellas locuras del Pobrecito de Asís:
maestro espiritual que convierte a un solo pecador llevándolo hasta el hermano Lobo, el hermano Sol, la hermana Flor...
la perfección cristiana, que el que convierte a muchos, pero deján-
dolos tibios e imperfectos 10. 4.° También hemos de amarnos a nosotros mismos con
amor de caridad. Porque, aunque no podemos amarnos como
Razón.—Otra consecuencia natural de los principios sentados, que debe amigos—la amistad supone siempre alteridad—, somos un bien
servir de gran consuelo y estímulo a los directores de almas que carezcan
de dotes de elocuencia para el púlpito. En el silencio de un confesonario de Dios, capaces de su gracia y de su gloria; y en este sentido,
pueden hacer mayor bien y glorificar muchísimo más a Dios que los gran- podemos y debemos amarnos.
des predicadores de campanillas, que acaso se buscan a sí mismos en sus
aparentes triunfos oratorios. Corolario.—Cuando para proporcionarnos un placer nos permitimos con-
culcar la ley de Dios aunque sea en cosas mínimas, en realidad hacemos un
acto de odio contra nosotros mismos. Porque nos hacemos un daño y nos
363. 3. Objeto de la caridad.—Santo Tomás dedica al procuramos un mal, que es precisamente lo contrario de la caridad. Unica-
objeto de la caridad una preciosa cuestión dividida en doce mente nos amamos de verdad cuando nos amamos en Dios, por Dios y
artículos (1I-11,25). He aquí un breve resumen de los mismos: para Dios.
1.° La caridad no se refiere únicamente a Dios, sino tam-
bién al prójimo. Porque el amor a Dios nos hace amar todo 5.° Por la misma razón, hemos de amar con amor de ca-
aquello que pertenece a Dios o en donde se refleja su bondad. ridad nuestro propio cuerpo, en cuanto que por su naturaleza
Y es evidente que el prójimo es un bien de Dios y participa o es obra de Dios y está llamado a cooperar a la consecución de
puede participar de la eterna bienaventuranza, fundamento de nuestra bienaventuranza eterna, que redundará sobre él. Si
nuestra amistad sobrenatural. Por eso, el amor de caridad con bien, en cuanto naturaleza mal inclinada por el pecado, estímu-
que amamos al prójimo es exactamente el mismo específica- lo del mal y olttáculo para nuestra salvación, no debemos amar-
mente con que amamos a Dios. No hay dos caridades, sino lo, sino más bien desear salir de él, como decía San Pablo:
una sola, ya que el motivo formal de amar al prójimo es la « ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?» (Rom 7,24);
bondad misma de Dios reflejada en él. y también: «Deseo morir para estar con Cristo» (Phil 1,23).
Corolario. -- l. a luortificación cristiana, que tiene por objeto dominar las
-
8 Cf. SALMANTICENSES, De caritate d.5 n.76. tendencias ∎de l cuerno y reducirle a servidumbre, no es uu acto de odio
9Cf. SALMANTICENSES, De caritate d.5 n.80.
10 SALMANTICENSES, De caritate d.5 n.85. Ya se comprende que de esta doctrina no pue- contra él, sino de verdadero y auténtico amor. tPobre cuerpo mío—decía
de sacarse la falsa consecuencia de que no tiene importancia la gravísima empresa (le la con- San Francisco de Asís—, perdóname; pero sepas que te trato tan mal en
versión de los pecadores.
este mundo porque te quiero mucho y quiero que seas eternamente feliz>.
a la unidad y al bien. Y por estas señales examina cuidadosamente si por
Y San Pedro de Alcántara, aquel hombre que por la dura penitencia a que veetura tres enemigo tuyo; y medita esto con frecuencia e incluso diaria-
sometió su cuerpo no tenía más que los huesos revestidos de nervios y de mente».
piel—»parecía estar hecho de raíces de árboles», dice Santa Teresa, que le
conoció en vida—, se apareció después de muerto a la misma Santa Teresa, 8.° Hay que amar también por caridad a los propios ene-
diciéndole lleno de gozo: « ¡Bendita penitencia, que tan grande gloria me migos, o sea, a los que nos desean, nos han hecho o tratan de
ha proporcionado!» 11 . ¡Esto sí que es amar con verdadero amor el propio
cuerpo! En cambio, el desgraciado pecador, que ahora le proporciona toda hacernos algún mal. No precisamente en cuanto enemigos—sería
clase de gustos y placeres pecaminosos, le está preparando un terrible casti- amar su propia maldad—, pero sí en cuanto hombres, con el
go en el otro mundo. Esto, que ahora parece amor al propio cuerpo, equi- amor general debido a todos ellos. Y cuando nuestro enemigo
vale a un auténtico y verdadero odio. se vea necesitado de nuestro particular amor, porque peligre
6.° Los pecadores en cuanto tales no son dignos de nuestro espiritual o corporalmente, tenemos obligación de atenderle
amor, ya que son enemigos de Dios y ponen obstáculo volun- ele particular como si no fuera enemigo nuestro. Fuera de estos
tario a su bienaventuranza eterna (en cuya participación se casos de necesidad, no tenemos obligación de darle muestras
funda el amor de caridad). Pero en cuanto hombres son hechura especiales de amor (porque no estamos obligados a amar con
de Dios y capaces de la eterna bienaventuranza, y en este senti- amor particular a todos y cada uno de los hombres, lo que sería
do se les puede y debe amar. imposible); es necesario únicamente no negarle las señales ge-
nerales de afecto que son debidas a todos nuestros semejantes;
Corolario.—Santo Tomás no vacila en añadir: «De donde, en cuanto a la v.gr., el saludo cortés y cristiano.
culpa, que lo hace adversario de Dios, es digno de odio cualquier pecador,
aunque se trate del padre, de la madre y de los parientes, como se nos dice en Corolario.—Los santos, sin embargo, iban más lejos. Amaban tanto a
el Evangelio (Le 14,26). Hemos, pues, de odiar en los pecadores lo que tie- Daos y a cualquier cosa con El relacionada, que este inmenso amor les hacía
nen de pecadores y amar lo que tienen de hombres, capaces todavía (por el prescindir en absoluto de la mala voluntad que veían en sus prójimos. Más
arrepentimiento) de la eterna bienaventuranza. Y esto es amarlos verdade- aún: se sentían atraídos con particular predilección hacia los que les perse-
ramente por Dios con amor de caridad» (ibid.). guían y calumniaban, como se comprobó muchas veces en Santa Teresa
Esta doctrina tiene particular aplicación cuando los padres se oponen de Jesús. Este heroísmo no es obligatorio para todos, pero el alma que quie-
ilegítimamente a la vocación religiosa o sacerdotal de sus hijos, cometiendo re santificarse de veras es preciso que tienda a él con todas sus fuerzas para
con ello un gravísimo abuso. Hay que romper con ellos si es preciso, para ser perfecta hija de Aquel «que hace salir el sol sobre buenos y malos y
obedecer a Dios antes que a los hombres. llover sobre justos y pecadores» (Mt 5,45).
7.° Los pecadores se aman naturalmente a sí mismos, en 9.° Por lo mismo, es absolutamente obligatorio para todos,
cuanto que desean su propia conservación; pero en realidad bajo pecado mortal, no negar a nuestros enemigos los benefi-
incurren en una gran equivocación al creer prácticamente que cios o señales de afecto que se dan a todos los prójimos en común
lo mejor que hay en ellos es su naturaleza sensitiva, a la que, (v.gr., no excluirle de nuestras oraciones generales por todos los
por lo mismo, proporcionan toda clase de placeres, en contra pecadores, etc.); pero no es necesario para la salvación—a no
de su naturaleza racional, que es evidentemente la mejor. Si a ser en la disposición interior del ánimo, o sea, en el supuesto
esto añadimos que con ello se acarrean una gran pérdida y de que se produjera un caso de particular necesidad—hacerles
desgracia en el orden sobrenatural, quedará bien claro que los participantes de los beneficios o señales especiales de amor, que
no se clan a todos los hombres, sino sólo, v.gr., a los familiares
pecadores, lejos de amarse verdaderamente a sí mismos, son
y amigos.
precisamente sus peores enemigos.
Corolario.—Sería pecado //; ^ raye excluir al enemigo de las oraciones co-
Corolario.—El cardenal Cayetano pone a este artículo el siguiente pre- munes o de las limosnas, velta de artículos comerciales, correspondencia
cioso comentario práctico: «Graba bien en tu corazón las conclusiones de en el saludo, etc.; pero no son obligatorias las muestras de amistad especial,
este artículo y de qué manera los malos, en cuanto tales, no se aman a sí a no ser que por las circunstancias haya escándalo en negarlas o sea éste el
mismos; y las cinco señales del verdadero amor a sí mismo, que solamente único procedimiento para que el enemigo se convierta deponiendo su odio,
corresponde a los buenos, a saber: a) amar al hombre interior, o sea, vivir o que éste haya pedido perdón o dado especiales muestras de arrepenti-
según la parte racional; b) querer para sí el bien de la virtud; c) trabajar en miento y de afecto, pues en estos casos no corresponderle sería de ordinario
este sentido; d) conversar consigo mismo alegremente en el recogimiento señal de verdadero od,,o 12.
interior; e) concordar perfectamente consigo mismo por la tendencia total
12 Cf. AesFCUT, Compendio de Teología moral n.139.
11 cf. SANTA TERESA, Vida 27,I8-19; 36,2O.
Claro que la perfección de la caridad exige mucho más que esto. Como
añade Santo Tomás a continuación, el perfecto no solamente se guarda de
I) La caridad ha de tener un orden, ya que se extiende a
ser vencido por el mal—lo que es estrictamente obligatorio—, sino que aspira una serie de objetos que participan de muy diverso modo de
también a vencer al mal con el bien (Rom 12,21); en cuanto que no solamente la eterna bienaventuranza, que es el fundamento de la misma
evita el odio, sino que procura atraerse el amor de su enemigo colmándole (26,I).
de beneficios.
2) En primer lugar hay que amar a Dios en absoluto y
Io.° Hay que amar a los ángeles, a los bienaventurados y sobre todas las cosas, ya que es sumamente amable en sí mis-
a las almas del purgatorio con verdadero amor de caridad, ya mo y primer principio de la eterna bienaventuranza, que con-
que éste se funda en la comunicación de la bienaventuranza siste esencialmente en la posesión eterna del mismo Dios (26,2).
eterna, que nos es común con todos ellos. Por lo cual debemos amarlo más que a nosotros mismos, ya
que nosotros somos simples participantes de la bienaventuran-
Corolario.—El amor a los ángeles y a los bienaventurados en cuanto ta- za, que se encuentra en Dios en toda su plenitud universal,
les es señal de una caridad exquisita y perfecta. Almas hay que practican
ciertos actos penosos de virtud por amor a los bienaventurados y para pro- como primer principio y origen fontal, del que se deriva a to-
porcionarles con ello una alegría accidental. Por la misma razón, es un acto dos cuantos participan de ella (26,3).
exquisito de caridad el amor y la compasión hacia las almas del purgatorio,
manifestado con la aplicación frecuente de sufragios. Hemos de amar a Dios con todas las fuerzas y de todos los modos po-
sibles con que se le puede amar. Y así hemos de practicar:
I I .° No es lícito amar a los demonios ni a los condenados a) El amor penitente, doliéndonos de haberle ofendido en el pasado y
proponiéndonos no volver jamás a disgustarle;
con amor de caridad. Porque, aunque su naturaleza de criaturas b) el amor de conformidad, cumpliendo exactamente los divinos pre-
es obra de Dios y ejecutan y reflejan la justicia divina, están ceptos y aceptando no sólo con resignación, sino con alegría y gratitud,
obstinados en el mal y son incapaces de la eterna bienaventu- todas cuantas pruebas quiera enviarnos, por duras y penosas que sean, pi-
ranza, que es el fundamento del amor de caridad. Amarlos diéndole su gracia para serle fiel en todo momento;
c) el amor de benevolencia, por el que desearíamos, si posible fuera,
equivaldría a odiar a Dios o a rechazar su infinita justicia, que proporcionarle a Dios algún nuevo bien y felicidad que no tenga todavía;
es tan adorable como su misericordia. y como esto no es posible intrínsecamente—ya que en sí mismo es el Bien
absoluto e infinito—, por lo menos nos esforzaremos por aumentar su glo-
Corolario.—Para que se vea la horrenda desdicha que supone la conde- ria extrínsecamente, trabajando en la salvación y santificación de las almas y
nación eterna. Esos desgraciados han perdido para siempre el derecho a ser
en extender su reinado de amor en todos los corazones. El celo—dice Santo
amados. En cuanto enemigos obstinados de Dios, tenemos obligación de
Tomás—proviene de la intensidad del amor (I-II,28,4);
odiarles eternamente con el mismo odio con que rechazamos el pecado, con
d) el amor de amistad, que se funda en el de benevolencia y añade la
el que se encuentran identificados. ¡Terrible y espantosa desgracia para toda
mutua correspondencia y comunicación de bienes. Y, sobre todo,
la eternidad! e) el amor de complacencia, que es el amor puro y sin mezcla alguna de
interés, por el que descansamos en las infinitas perfecciones de Dios, ale-
I2.° La lista general de los seres u objetos a que se extien- grándonos y complaciéndonos en ellas porque le hacen infinitamente feliz y
de la caridad es, pues, la siguiente: en primer lugar, Dios, que dichoso, sin tener para nada en cuenta las ventajas que de esa su dicha y
es la fuente de la bienaventuranza; a continuación, nuestra felicidad puedan refluir sobre nosotros. Este amor puro no puede darse como
propia alma, que participa directamente de ella; en tercer lugar, estado habitual (D r327)—porque no podemos ni debemos prescindir de
la esperanza y deseo de nuestra propia felicidad, que encontraremos en
nuestros prójimos (hombres y ángeles), compañeros de nuestra Dios—, pero sí como acto aislado y transitorio, como lo experimentaron to-
bienaventuranza, y, finalmente, nuestro cuerpo—en el que re- dos los santos.
dunda la gloria del alma—y aun las mismas cosas o seres irra-
cionales, en cuanto ordenables al amor y gloria de Dios. 3) En segundo lugar, debemos amar por Dios el bien espi-
ritual de nuestra alma más todavía que el del prójimo. Porque
Corolario.—La caridad es la virtud por excelencia que abarca en toda
su inmensa grandeza los cielos y la tierra, que caben perfectamente dentro
nuestra alma participa directamente de la bienaventuranza,
del corazón de Dios. mientras que el prójimo es dan sólo nuestro compañero en la
participación de ese inmenso bien (26,4).
3 64. 4. Orden de la caridad.—El último artículo de la
cuestión anterior es como el puente de enlace con la siguiente, Corolario.--- Lo saca el mismo Santo Tomás cuando escrikc: ,Y prueba
que trata del orden de la caridad (11-11,2 6). He aquí un breve de esto es que el hombre no debe sufrir el daño de cometer un pecado--que
contraría a la participación de la bienaventuranza--, ni siquiera para libe-
resumen de la misma: rar al prójimo del pecado» Kibid.). Tanto es así, que el hombre no debería
jamás decir una pequeña mentira voluntaria—injuriando con ello a Dios y con mayor intensidad subjetiva a la esposa y a los hijos que a
acarreándose el daño de un pecado venial—, aunque con ella pudiera con- los padres, y a la madre más que al padre (26,9-II).
vertir a todos los pecadores del mundo, libertar todas las almas del purgato-
rio y aun cerrar eternamente las puertas del infierno para que no se con- 7) Objetivamente debemos amar más a nuestros bienhe-
dene nadie más. Y si, en vista de estas grandes ventajas, se decidiera el chores que a los beneficiados por nosotros, porque aquéllos
hombre a cometer aquel pequeño pecado, haría una gran injuria a Dios tienen para nosotros razón de principio de los bienes recibidos;
(estimando en más el bien de las criaturas que el honor de Dios a quien pero subjetivamente solemos amar más a nuestros beneficiados,
ofende) y se acarrearía a sí mismo un daño que no podría compensarse con
todos aquellos bienes. ¡Tan grande es la malicia de un solo pecado venial y
porque en el beneficio vemos una como prolongación de nos-
tan funesto el daño que acarrea a quien voluntariamente lo cornete! otros mismos (a.12).
8) El orden que la caridad señala en la tierra permanecerá
4) Por la misma razón hay que amar el bien espiritual del en lo sustancial en el cielo. Pero como allí será Dios «todo en
prójimo más que a nuestro propio cuerpo. Porque el alma todas las cosas» (1 Cor 15,28), el orden se tomará exclusiva-
del prójimo participa directamente con nosotros de la eterna mente con relación a Dios, no con relación a nosotros. Y así,
gloria, mientras que nuestro cuerpo participa tan sólo indirec- amaremos más—no sólo objetiva, sino incluso intensiva y sub-
tamente, por redundancia en él de la gloria del alma (26,5). jetivamente—a los más cercanos a Dios (los más santos) que a
Corolario.—Cuando lo exige así la salvación eterna del prójimo, colo-
los más cercanos a nosotros (parientes, amigos...), si bien a
cado en extrema o casi extrema necesidad (v.gr., un niño que va a morir sin estos últimos les amaremos—en el grado que les corresponda
bautismo si nosotros no se lo administramos), estamos obligados por caridad, según su cercanía a Dios—por un doble título (26,13).
bajo pecado mortal, a atenderle aun con grave peligro de la propia vida.
Vale más la vida eterna del prójimo que nuestra propia vida corporal. 365. 5. Del amor, acto principal de la caridad.—Otra
Las aplicaciones de este principio son variadísimas, sobre todo en casos preciosa cuestión, a la que Santo Tomás dedica ocho artículos
de ginecología (es un crimen el aborto voluntario, aun el llamado terapéu-
tico para salvar la vida de la madre, puesto que se sacrifica la vida eterna
(II-II,27). He aquí un brevísimo índice de las conclusiones a
del niño—que muere sin bautismo—por salvar la vida temporal de la ma- que llega:
dre, que vale infinitamente menos) o en la asistencia espiritual a enfermos
contagiosos, apestados, etc.
r) Es más propio de la caridad amar que ser amado. Porque aunque,
como amistad que es, supone necesariamente ambas cosas, el primero es un
acto propio, y el segundo del amigo (27-1).
5) Aun entre los diversos prójimos existe una cierta je- 2) El amor, en cuanto acto de caridad, supone la benevolencia (desear el
rarquía en el amor de caridad que les debemos; porque no bien) hacia el amigo, pero incluye, además, la unión afectiva. Por eso, la
todos participan igualmente de la divina bondad, ni todos nos benevolencia es principio de la amistad (27,2).
están unidos con los mismos lazos. Y así, objetivamente ha- 3) Dios es infinitamente amable por sí mismo, y la caridad le ama en
cuanto tal, sin ninguna subordinación a otro fin. Pero cabe que algo dis-
blando, hay que desear mejores bienes a los mejores—los más tinto de Dios nos disponga para adelantar en ese amor: los beneficios que
santos, que están más cercanos a Dios—, aunque podemos amar de El hemos recibido o esperamos recibir y las penas que tratamos de evi-
con mayor intensidad subjetiva a nuestros parientes según la tar ( 2 7,3).
sangre, e incluso desear que lleguen a ser más santos que nadie, 4) A Dios le podemos amar de una manera inmediata aun en esta vida.
Porque, a diferencia del entendimiento, que trae las cosas a sí, la voluntad
con gozo y sin envidia de los santos actuales. En igualdad de sale de sí misma por el amor para descansar inmediatamente en el objeto
condiciones, siempre hay que amar más a los parientes según amado tal como es en sí (27,4).
la sangre; y después de ellos, a los compatriotas, compañeros 5) Dios no puede ser amado por las criaturas tanto como merece serlo
de milicia o profesión, etc. (26,6-8). (infinitamente). Pero podemos y debemos amarle totalmente (o sea, todo
cuanto El es y todo cuanto le pertenece de algún modo) y con todo nuestro
6) Entre los parientes, el orden objetivo reclama el primer ser, ya aue, al menos habitualmente, hemos de ordenarnos y ordenar todas
lugar para los padres, que son nuestro principio, al que después nuestras cosas a El (27,5).
de Dios debemos el ser: y entre ellos es antes el padre que la 6) En el amor de Dios no puede haber risa ni medida objetiva, ya que
madre, porque el principio activo de la generación es más ex- de suyo es infinitamente amable. Pero puede y tiene que haberla forzosa-
celente que el pasivo 13 . Pero esto no impide que se pueda amar mente por parte nuestra; no en cuanto a la caridad interna—que cuanto más
intensa será mejor—, sino en cuanto a sus manifestaciones externas, que no
Según la moderna biología, el germen materno de la generación sería tan activo como
el paterno; con lo cual la razón invocada por Santo Tomás, a base de la biología medieval, parte de su valor. Sea de ello lo que fuere, el mismo Santo Tomás admite (en la solución de
ya no sería válida. Sin embargo, eminentes biólogos modernos vuelven a decir que el germen las dificultades de este mismo artículo ,, to) que pueden darse otras razones que hagan más
paterno es más activo que el materno, con lo cual el argumento del Angélico recupera gran amable a la madre que al padre.
pueden ser continuas (v.gr., necesitamos entregarnos al sueño o a ocupa- 2) LA LIMOSNA (32,I-Io), que es un acto de caridad preceptuada a todos
ciones absorbentes, estudio, etc., que suspenden el ejercicio actual de nues- (aunque en diferentes grados y medidas), y puede ejercitarse en lo corporal
tra vida afectiva), aunque puedan y deban recibir estas mismas la orienta- y en lo espiritual (obras de misericordia), siendo estas últimas de suyo más
ción a Dios de la caridad habitual y el influjo de la virtual (27,6). perfectas que aquéllas; y
7) Entre el amor al amigo y al enemigo, ¿cuál de los dos es mejor y más 3) LA CORRECCIÓN FRATERNA (33,I-8), que es una excelente limosna
meritorio? Hay que distinguir: si se ama al enemigo únicamente por Dios y al espiritual encaminada a poner remedio a los pecados del prójimo. Requiere
amigo por Dios y por alguna otra razón humana, es mejor el primero, puesto
el concurso de la prudencia para escoger el momento oportuno y los medios
que tiene a Dios por exclusiva causa; si se ama a ambos únicamente por
más adecuados; y pueden y deben ejercitarla no sólo los superiores sobre
Dios, será más perfecto y meritorio el amor que se practique con mayor in- sus súbditos, sino incluso éstos sobre aquéllos, con tal de guardar los debidos
tensidad (que ordinariamente será el amor al enemigo, puesto que para ello miramientos y consideraciones y en el supuesto de que se pueda esperar
se requiere mayor ímpetu de amor de Dios; aunque también la cercanía y
con fundamento la enmienda; de lo contrario, están dispensados de corre-
amistad con el amigo suelen encender con vehemencia el fuego del amor); gir y deben abstenerse de hecho. Lo cual no puede aplicarse a los superiores,
pero, si se les ama únicamente por Dios y con la misma intensidad, es más que tienen obligación de corregir y de aplicar al que resiste las penas corres-
perfecto y meritorio amar al amigo que al enemigo, porque es más meritorio pondientes para salvar el orden de la justicia y promover el bien común
amar a los mejores, y es mejor el amigo que ama que el enemigo que odia mediante el escarmiento de los demás.
(27,7).
8) De semejante manera, si se consideran separadamente el amor de 367. 7. Pecados opuestos a la caridad.—El estudio de-
Dios y el del prójimo, sin duda ninguna es mejor el amor de Dios. Pero si
se les une, es mejor el amor del prójimo por Dios que el amor de Dios solo; tallado de los pecados opuestos a las virtudes pertenece a la
porque el primero incluye ambos amores, y el segundo sólo el de Dios; y teología moral &I su aspecto negativo. Recordamos aquí úni-
es más perfecto el amor de Dios que se extienda también al prójimo, ya que camente que los que se oponen a la virtud de la caridad son los
<hemos recibido de El el mandamiento de que quien ama a Dios, ame tam- siguientes según el Doctor Angélico (II - II,34-43):
bién al prójimo» (i lo 4,21) (27,8).
17 Recuérdese el episodio de Santa Teresa que hemos recordado más arriba (0.345,5)• 19 Cf. P. PI-ILIPON, La doctrina espiritual de sur Isabel de la Trinidad c.8 n.8.
18 Cf. P. GARDEIL, Los dones del Espíritu Santo en los santos dominicos c.8 (Vergara 1907). 20 P. PIIILIPON, ibid.
los misterios de Dios por fuera y por dentro, el don de sabiduría, por así de- total al propio egoísmo. Entonces es cuando empiezan a cumplir el primer
cirlo, no sale jamás del corazón mismo de la Trinidad. Todo se le presenta mandamiento de la ley de Dios con toda la plenitud compatible con las
en este centro indivisible. El alma así deiforme no puede ver las cosas más flaquezas y miserias del destierro...
que por sus razones más altas y divinas. Todo el movimiento del universo, En el aspecto que mira al prójimo, la caridad llega, paralelamente, a una
hasta los menores átomos, cae bajo su mirada a la purísima luz de la Trini- perfección sublime a través del don de sabiduría. Acostumbrados a ver a
dad y de los atributos divinos, pero ordenadamente según el ritmo en que Dios en todas las cosas, aun en los más mínimos acontecimientos, lo ven
las cosas proceden de Dios. Creación, redención, orden hipostático, todo de una manera especialísima en el prójimo. Le aman con una ternura pro-
se le presenta, aun el mismo mal, ordenado a la mayor gloria de la Trinidad. funda, enteramente sobrenatural y divina. Le sirven con una abnegación
Elevándose, en fin, en una suprema mirada por encima de la justicia, de heroica, llena, por otra parte, de naturalidad y sencillez. Ven a Cristo en
la misericordia, de la providencia y de todos los atributos divinos, descubre los pobres, en los que sufren, en el corazón de todos sus hermanos..., y
de pronto todas estas perfecciones increadas en su Fuente eternal; en esta corren a ayudarle con el alma llena de amor. Gozan privándose de las cosas
Deidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que sobrepuja infinitamente todas más necesarias o útiles para ofrecérselas al prójimo, cuyos intereses ante-
nuestras concepciones humanas, estrechas y mezquinas, y deja a Dios incom- ponen y prefieren a los propios, como antepondrían los del mismo Cristo,
prensible, inefable incluso a la mirada de los bienaventurados y aun a la con quien le ven identificado. El egoísmo personal con relación al prójimo
mirada beatífica de Cristo; este Dios, que es a la vez, en su simplicidad sobre- ha muerto enteramente. A veces, el amor de caridad que abrasa su corazón
eminente, unidad y trinidad, esencia indivisible y sociedad de tres personas es tan grande, que rebosa al exterior en divinas locuras que desconciertan
vivientes, realmente distintas según un orden de procesión que no suprime la prudencia y los cálculos humanos. San Francisco de Asís se abrazó estre-
en modo alguno su consustancial igualdad. El ojo humano no hubiera podi- chamente a un árbol—como criatura de Dios—, queriendo con ello estre-
do jamás descubrir un tal misterio, ni el oído percibir tales armonías, ni el char en un abrazo inmenso a toda la creación universal, salida de las manos
corazón sospechar una tal beatitud, si por gracia la Divinidad no se hubiera de Dios...
inclinado hasta nosotros en Cristo para hacernos entrar en estas insondables
profundidades de Dios bajo la dirección misma de su Espíritu» 21, 5) PROPORCIONA A TODAS LAS VIRTUDES EL ÚLTIMO RASGO
El alma llegada a estas alturas ya no sale nunca de Dios. Si los deberes DE PERFECCIÓN Y ACABAMIENTO, HACIÉNDOLAS VERDADERAMEN-
de su estado así lo exigen, se entrega exteriormente a toda clase de trabajos, TE DIVINAS.
aun los más absorbentes, con una actividad increíble; pero «en el más pro-
fundo centro de su alma»—como diría San Juan de la Cruz—siente per-
Es una consecuencia inevitable del efecto anterior. Perfeccionada por
manentemente la divina compañía de «sus tres» y no les abandona un solo
el don de sabiduría, la caridad deja sentir su influencia divina sobre todas las
instante. Se han juntado en ella Marta y María de modo tan inefable, que demás virtudes, de la que es verdaderamente forma, aunque extrínseca y
la actividad prodigiosa de Marta en da compromete el sosiego y la paz
accidental, como explicamos en su lugar. Todo el conjunto de la vida cris-
de María, que permanece-día y noche en silenciosa y entrañable contem- tiana experimenta esta divina influencia. Es ese no se qué de perfecto y aca-
plación a los pies de-sí divino Maestro. Su vida acá en la tierra es ya un
bado que tienen las virtudes de los santos, y que en vano buscaríamos en
comienzo de la eternidad bienaventurada. almas menos adelantadas. En virtud de esta influencia del don de sabiduría
a través de la caridad, todas las virtudes cristianas se elevan de plano y ad-
4) LLEVA HASTA EL HEROÍSMO LA VIRTUD DE LA CARIDAD.
quieren una modalidad deiforme, que admite innumerables matices—se-
Es precisamente la finalidad fundamental del don de sabiduría. Libe- gún el carácter personal y el género de vida de los santos—, pero todos tan
rada de sus ataduras humanas y recibiendo a pleno pulmón el aire divno sublimes, que no se podría precisar cuál de ellos es más delicado y exquisito.
que el don le proporciona, el fuego de la caridad adquiere muy pronto pro- Muerto definitivamente el egoísmo, perfecta en toda clase de virtudes, el
porciones gigantescas. Es increíble hasta dónde llega el amor de Dios en alma se instala en la cumbre de la montaña de la santidad, donde se lee aque-
las almas trabajadas por el don de sabiduría. Su efecto más impresionante lla sublime inscripción: «Sólo mora en este monte la honra y gloria de Dios»
es la muerte total al propio yo. Aman a Dios con un amor purísimo, por sola (San Juan de la Cruz).
su infinita bondad, sin mezcla de interés o de motivos humanos. Es verdad
que no renuncian a la esperanza del cielo, sino que lo desean más que nun- 371. 4. Bienaventuranzas y frutos que de él se deri-
ca; pero es porque en él podrán amar a Dios con mayor intensidad aún y van.—Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, adjudica al don
sin descanso ni interrupción alguna. Si, por un imposible, pudieran amar y de sabiduría la séptima bienaventuranza: «Bienaventurados los
glorificar más a Dios en el infierno que en el cielo, preferirían sin vacilar pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).m'
los tormentos eternos 22 . Es el triunfo definitivo de la gracia, con la muerte
prueba que le conviene en sus dos aspectos: en cuanto al méri-
21 P. PHILIPON, ibid.
22 Este sentimiento lo han experimentado gran número de santos. Véase, por ejemplo,
to y en cuanto al premio.`En cuanto al mérito («bienaventura-
con qué sencilla y sublime delicadeza lo expone Santa Teresita del Niño Jesús: «Una noche, dos los pacíficos»), porque la paz no es otra cosa que la tran-
no sabiendo cómo testificar a Jesús que le amaba y cuán vivos eran mis deseos de que fuera
servido y glorificado por doquier, me sobrecogió el pensamiento triste de que nunca jamás,
quilidad del orden; y establecer el orden (para con Dios, para
desde el abismo del infierno, le llegaría un solo acto de amor. Entonces le dije que con gusto
consentiría verme abismada en aquel lugar de tormentos y de blasfemias para que también allí
con nosotros mismos y para con el prójimo) pertenece precisa-
fuera amado eternamente. No podía glorificarle así, va que El no desea sino nuestra biena- mente a la sabiduría. Y en cuanto al premio («serán llamados
venturanza; pero cuando se ama, se ve uno forzado a decir mil locuras» (Historia de un alma
c.5 n.23; 3.a ed. Burgos 195o). hijos de Dios»), porque precisamente somos hijos adoptivos
de Dios por nuestra participación y semejanza con el Hijo I) ESFORZARNOS EN VER TODAS LAS COSAS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE
unigénito del Padre, que es la Sabiduría eterna 23 . Dios.— ¡Cuántas almas piadosas y hasta consagradas a Dios ven y enjuician
En cuanto a los frutos del Espíritu Santo, pertenecen al todas las cosas desde un punto de vista puramente natural y humano, cuan-
do no del todo mundano! Su cortedad de vista y miopía espiritual es tan
don de sabiduría, a través de la caridad, principalmente estos grande, que nunca aciertan a remontar sus miradas por encima de las cau-
tres: la caridad, el gozo espiritual y la paz 24 . sas puramente humanas para ver los designios de Dios en todo cuanto ocu-
rre. Si se les molesta—aunque sea inadvertidamente—, se enfadan y lo
372. 5. Vicios opuestos.—Al don de sabiduría se opone llevan muy a mal. Si un superior les corrige algún defecto, en seguida le
el vicio de la estulticia, o necedad espiritual 25 , que consiste en tachan de exigente, tirano y cruel. Si les manda alguna cosa que no encaja
con sus gustos, lamentan su «incomprensión», su «despiste», su completa
cierto embotamiento del juicio y del sentido espiritual que nos «ineptitud para mandar». Si se les humilla, ponen el grito en el cielo. A su
impide discernir o juzgar las cosas de Dios según el mismo lado hay que proceder en todo con la misma cautela y precaución que si se
Dios por contacto, gusto o connaturalidad, que es lo propio tratara de una persona mundana, enteramente desprovista de espíritu so-
del don de sabiduría. Más lamentable todavía es la fatuidad, brenatural. ¡No es de extrañar que el mundo ande tan mal, cuando los que
deberían dar ejemplo andan tantas veces así!
que lleva consigo la incapacidad total para juzgar de las No es posible que en tales almas actúe jamás el don de sabiduría. Ese
cosas divinas. De donde la estulticia se opone al don de sa- espíritu tan imperfecto y humano tiene completamente asfixiado el hábito
biduría como cosa contraria; y la fatuidad, como la pura nega- de los dones. Hasta que no se esfuercen un poco en levantar sus miradas
ción (46,1). al cielo y, prescindiendo de las causas segundas, no acierten a ver la mano de
Dios en todos los acontecimientos prósperos o adversos que les suceden,
«De esta estupidez adolecemos siempre que apreciaras en algo las nade- seguirán siempre arrastrando por el suelo su pobre y penosa vida espiritual.
rías de este mundo o juzgamos que vale algo cualquier cosa que no sea la Para aprender a volar hay que batir muchas veces las alas hacia lo alto; al
posesión del sumo Bien o lo que a ella conduce. De a í que, si no somos precio que sea y cueste lo que cueste.
santos, tenemos que reconocer que somos verdaderamente estúpidos, por 2) COMBATIR LA SABIDURÍA DEL MUNDO, QUE ES ESTULTICIA Y NECEDAD
mucho que a nuestro amor propio le duela» 26. ANTE Dros.—La frase, como es sabido, es de San Pablo (1 Cor 3,19). El
mundo llama sabios a los necios ante Dios (1 Cor 1,25). Y, por una antíte-
Cuando esta estupidez es voluntaria por hab rre sumergido sis inevitable, los sabios ante Dios son los que el mundo llama necios (i Cor
el hombre en las cosas terrenas hasta perder la • sta o hacerse 1,27; 3,18). Y como el mundo está lleno de esta suerte de estulticia y nece-
inepto para contemplar las divinas, es un verdadero pecado dad, por eso nos dice la Sagrada Escritura que «es infinito el número de los
necios» (Eccl 1,15).
(46,2), según aquello de San Pablo: «el hombre animal no com-
prende las cosas del Espíritu de Dios» (i Cor 3,14). Y como no «En efecto—escribe el P. Lallemant—, la mayor parte de los hom-
bres tienen el gusto depravado, y se les puede con justa razón lla-
hay cosa que embrutezca y animalice más al hombre hasta mar locos, puesto que hacen todas sus acciones poniendo su último
sumergirle por completo en el fango de la tierra que la lujuria, fin, al menos prácticamente, en la criatura y no en Dios. Cada uno
de ella principalmente proviene la estulticia o necedad espiri- tiene algún objeto al que se apega y refiere todas las demás cosas, no
tual; si bien contribuye también a ella la ira, que ofusca la teniendo casi afección o pasión sino en dependencia de ese objeto;
y esto es ser verdaderamente loco.
mente por la fuerte conmoción corporal, impidiéndole juzgar ¿Queremos conocer si somos del número de los sabios o de los
con rectitud (46.3 c et ad 3). necios? Examinemos nuestros gustos y disgustos, ya sea ante Dios y
las cosas divinas, ya ante las criaturas y las cosas terrenas. ¿De dónde
373. 6. Medios de fomentar este don.—Aparte de los nacen nuestras satisfacciones y sinsabores? ¿En qué cosas encuentra
medios generales que ya conocemos (recogimiento, vida de nuestro corazón su reposo y contentamiento? r
Esta suerte de examen es un excelente medio para adquirir la pu-
oración, fidelidad a la gracia, invocación frecuente del Espíritu reza de corazón. Deberíamos familiarizarnos con él, examinando con
Santo, humildad profunda, etc.), podemos disponernos para frecuencia durante el día nuestros gustos y disgustos y tratando poco
la actuación del don de sabiduría con los siguientes medios, a poco de referirlos a Dios.
que están perfectamente a nuestro alcance con ayuda de la Hay tres clases de sabiduría reprobadas por la Escritura (Iac 3,15)
que son otras tantas verdaderas locuras. La terrena, que no gusta
gracia ordinaria: más que de las riquezas; la animal, que no apetece más que los pla-
ceres del cuerpo, y la diabólica, que pone su fin en su propia exce-
23 Cf. II-II,45,6. lencia.
24 Cf. I-II,70,3; II-II,28,1 y 4; 29,4 ad 1.
25 Cf. II-II, 46. Y hay una locura que es verdadera sabiduría ante Dios. Amar la
26 P. I. G. MENÉNDEZ-REIGADA, Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana pobreza, el desprecio, las cruces, las persecuciones, es ser loco se-
c.9 n.T p•595. gún el mundo. Y sin embargo, la sabiduría, que es un don del Espí-
ritu Santo, no es otra cosa que esta locura, que no gusta sino de lo cierto engrandecimiento, aunque falso, y las veréis al instante cam-
que Nuestro Señor y los santos han gustado. Pero Jesucristo ha de- biar de aspecto; su corazón se llenará de gozo, como ante el anuncio
jado en todo cuanto tocó en su vida mortal—como en la pobreza, en de algún gran éxito o acontecimiento.
la abyección, en la cruz—un suave olor, un sabor delicioso; mas son I'or otra parte, como no tienen el gusto de la devoción, no califican
pocas las almas que tienen los sentidos suficientemente finos para per- sus prácticas más que de bagatelas y de entretenimiento s de espíritus
cibir este olor y para gustar este sabor, que son del todo sobrenatu- débiles. Y no solamente se gobiernan ellos mismos por estos prin-
rales. Los santos han corrido tras el olor de estos perfumes (Cant 1,3); cipios erróneos de la sabiduría humana y diabólica, sino que comu-
como un San Ignacio, que se regocijaba de verse menospreciado; un nican además sus sentimientos a los otros, enseñándoles máximas del
San Francisco, que amaba tan apasionadamente la abyección, que ha- todo contrarias a las de Nuestro Señor y del Evangelio, del cual tra-
cía cosas para quedar en ridículo; un Santo Domingo, que se encon- tan de mitigar el rigor por interpretaciones forzadas y conformes a
traba más a gusto en Carcasona, donde era ordinariamente escarne- las inclinaciones de la naturaleza corrompida, fundándose en otros
cido, que en Tolosa, donde todo el mundo le honraba» 27 . pasajes de la Escritura mal entendidos, sobre los cuales edifican su
ruina 29.
3) No AFICIONARSE DEMASIADO A LAS COSAS DE ESTE MUNDO AUNQUE
SEAN BUENAS Y HONESTAS. — La ciencia, el arte, la cultura humana, el progreso 4) No APEGARSE A LOS CONSUELOS ESPIRITUALES, SINO PASAR A DIOS A
material de las naciones, etc., son cosas de suyo buenas y honestas si se las TRAVÉS DE ELLOS. —Hasta tal punto nos quiere Dios únicamente para sí,
encauza y ordena rectamente. Pero si nos entregamos a estas cosas con de- desprendidos de todo lo creado, que quiere que nos desprendamos hasta
masiado afán y ardor, no dejarán de perjudicarnos seriamente; acostumbrado de los mismos consuelos espirituales que tan abundantemente, a veces, pro-
nuestro paladar al gusto de las criaturas, experimentará cierta to, poza o diga en la oración. Esos consuelos son ciertamente importantísimos para
estulticia para saborear las cosas de Dios, tan diferentes en todo. E haberse nuestro adelantamiento espiritual 30 , pero únicamente como estímulo y alien-
dejado absorber por el apetito desordenado de la ciencia—aun de a sagrada to para buscar a Dios con mayor ardor. Buscarlos para detenerse en ellos y
y teológica—, tiene paralizadas en su vida espiritual a una multit de almas, saborearlos como fin último de nuestra oración sería francamente malo e in-
que se acarrean con ello pérdida irreparable; pierden el gusto de a vida inte- moral; y, aun considerados como un fin intermedio, subordinado a Dios, es
rior, abandonan o acortan la oración, se dejan absorber por el rabajo inte- algo muy imperfecto, de que es menester purificarse si queremos pasar a
lectual, y descuidan la <única cosa necesaria» de que nos haba el Señor en la perfecta unión con Dios 31 . Hay que estar prontos y dispuestos para servir
rl Evangelio 28 . ¡Lástima grande, que lamentarán en el otro mundo cuando a Dios en la oscuridad lo mismo que en la luz, en la sequedad que en los
ya no tenga remedio! consuelos, en la aridez que en los deleites espirituales. Hay que buscar di-
rectamente al Dios de los consuelos, no los consuelos de Dios. Los consuelos
< ¡Qué diferentes—continúa admirablemente el P. Lallemant—son son como la salsa o condimento, que sirve únicamente para tomar mejor
los juicios de Dios de los de los hombres! La sabiduría divina es una los alimentos fuertes, que nutren verdaderamente el organismo; ella sola no
locura a juicio de los hombres y la sabiduría humana es una locura a alimenta y hasta puede estragar el paladar, haciéndole insípidas las cosas
juicio de Dios. A nosotros toca ver con cuál de estos juicios quere- convenientes cuando se las presentan sin ella. Esto último es malo, y hay
mos conformar el nuestro. Es preciso tomar el uno o el otro por re- que evitarlo a todo trance si queremos que el don de sabiduría comience a
gla de nuestros actos. Si gustamos de alabanzas y de honores, somos actuar intensamente en nosotros.
locos en esta materia; y tanto tendremos de locura cuanto tengamos
de gusto en ser estimados y honrados. Como, al contrario, tanto ten-
dremos de sabiduría cuanto tengamos de amor a la humillación y
a la cruz. B. LAS VIRTUDES MORALES
Es monstruoso que aun en la religión se encuentren personas que
no gustan más que de lo que puede hacerlas agradables a los ojos del 374. Inmediatamente después del estudio de las virtudes
mundo; que no han hecho nada de cuanto han hecho durante los
veinte o treinta años de vida religiosa sino para acercarse al fin a que teologales comienza Santo Tomás el de las morales. El orden
aspiran; apenas tienen alegría o tristeza sino relacionada con esto, o, lógico lo exige así. Rectificadas ya las potencias de nuestra
al menos, son más sensibles a esto que a todas las demás cosas. Todo alma en orden al fin sobrenatural por las virtudes teologales,
lo demás que mira a Dios y a la perfección les resulta insípido, no es preciso rectificarlas también en orden a los medios para al-
encuentran gusto alguno en ello.
Este estado es terrible y merecería ser llorado con lágrimas de canzarlo. Tal es el papel de las virtudes morales infusas.
sangre. Porque ¿de qué perfección son capaces esos religiosos? ¿Qué Como ya advertimos en otro lugar (n. r zo), las virtudes
fruto pueden hacer en beneficio del prójimo? Mas ¡qué confusión morales son muchas, sin que pueda precisarse exactamente su
experimentarán a la hora de la muerte cuando se les muestre que du- número. Santo Tomás estudia en la Suma Teológica hasta 54,
rante todo el curso de su vida no han buscado ni gustado más que
el brillo de la vanidad como mundanos! Si están tristes estas pobres pero es muy posible que no tuviera intención de agotar en ab-
almas, decidles una palabra que les proporcione alguna esperanza de
29 P. LALLEMANT, ibid.
30 Cf. 1'. Ais srrao, Cuestiones místicas 1.B a.S.
27 P. LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.4 c.4 a.r.
28 Cf. Lc 10,42. 3, Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Subida del monte Carmelo y Noche oscura passirn.
soluto el número de las posibles o realmente existentes. En C) «... PARA EL RECTO GOBIERNO DE NUESTRAS ACCIONES PARTICULA-
RES...».— El acto propio de la virtud de la prudencia es dictar- (en sentido
todo caso, destacan entre todas cuatro fundamentales, alrede- perfecto, o sea, intimando o imperando) lo que hay que hacer en concreto
dor de las cuales giran todas las demás, como la puerta sobre en un momento determinado hic et nunc (objeto material), habida cuenta de
sus goznes o quicios. Por eso se llaman cardinales (del latín todas las circunstancias y después de madura deliberación y consejo 4 .
cardo, el quicio de la puerta). Tales son la prudencia, justicia, d) «... EN ORDEN AL FIN SOBRENATURAL».—Es el objeto formal o motivo
fortaleza y templanza, con las cuales—y el conjunto de sus próximo que la distingue radicalmente de la prudencia natural o adquirida,
virtudes anejas o derivadas—queda rectificada toda la vida que sólo se fija en las cosas de este mundo.
moral con relación a los medios.
377. 2. Importancia y necesidad.—La prudencia es la
Nosotros vamos a estudiar con alguna extensión estas cua-
tro virtudes cardinales y algunas de sus derivadas más impor- más perfecta y necesaria de todas las virtudes morales. Su in-
tantes, limitándonos a ligeras alusiones a todas las demás. No fluencia se extiende absolutamente a todas las demás señalán-
dolas el justo medio, en que consisten todas ellas, para no pe-
permite otra cosa la naturaleza y extensión de nuestra obra. El
lector que desee información más abundante no podrá encon- car por carta de más ni por carta de menos. De alguna manera,
incluso las virtudes teologales necesitan el control de la pru-
trar nada más profundo y sintético a la vez que lo que enseña
Santo Tomás en la segunda parte de su maravillosa Suma Teo- dencia; no porque ellas consistan en el medio (ya que la me-
lógica. dida de la fe, de la esperanza y del amor de Dios es creer en
El, esperarle y amarle sin medida), sino por razón del sujeto y
del modo de su ejercicio, esto es, a su debido tiempo y teniendo
ARTICULO 4 en cuenta todas las circunstancias; porque sería imprudente
ilusión vacar todo el día en el ejercicio de las virtudes teologa-
LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA les, descuidando el cumplimiento de los deberes del propio
375. S.TH., II-1I,47-56; SCARAMELLI, Directorio ascético t.3 a.I; CH. DE SMEDT, NV t11 0
surnaturelle t.I p.1-13; BARRÉ, Tractatus de virtutihus p.2.. c 1; JANVIER, Caréete 1917; TAN-
estado 5 .
QUEREY, Teología ascética n.I016-36; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades 111,8; PRCIMMER, 15,1a-
nuale Theolugiae Moralis I n.625-36; LUMBRERAS, De prudentia. La importancia y necesidad de la prudencia queda de manifiesto en mul-
titud de pasajes de la Sagrada Escritura. El mismo Jesucristo nos advierte
376. I. Naturaleza. — La prudencia natural o adquirida que es menester ser (prudentes como serpientes y sencillos como palomas»
fue definida por Aristóteles, con mucha exactitud y precisión, (Mt Io,16). Sin ella, ninguna virtud puede ser perfecta. A pesar de ser una
virtud intelectual, es, a la vez, eminentemente práctica. Es la encargada de
«recta ratio agibilium», la recta razón en el obrar 1 . Esta misma decirnos en cada caso particular lo que conviene hacer u omitir para alcan-
definición vale en lo esencial para la prudencia infusa o so- zar la vida eterna. Por eso se llama a la prudencia auriga virtutum, porque
brenatural. Pero, para mayor abundamiento, vamos a dar la dirige y gobierna a todas las demás virtudes.
siguiente definición más detallada: Una virtud especial infun- La prudencia es absolutamente necesaria para la vida humana 6 . Sobre
todo en el orden sobrenatural o cristiano nos es indispensable:
dida por Dios en el entendimiento práctico para el recto gobierno
de nuestras acciones particulares en orden al fin sobrenatural. a) PARA EVITAR EL PECADO, dándonos a conocer—adoctrinada por la
experiencia—las causas y ocasiones del mismo y señalándonos los remedios
Expliquemos un poco los términos de la definición.
oportunos. ¡Cuántos pecados cometeríamos sin ella y cuántos cometeremos
a) MUNA VIRTUD ESPECIAL...» distinta de todas las demás 2 . de hecho si no seguimos sus dictámenes!
b) u... INFUNDIDA POR DIOS EN EL ENTENDIMIENTO PRÁCTICO...». — La b) PARA ADELANTAR EN LA VIRTUD, dictándonos en cada caso particular
prudencia adquirida reside también en el entendimiento práctico, ya que lo que hay que hacer o rechazar en orden a nuestra santificación. A veces
las dos recaen sobre el mismo objeto material, que son los actos humanos es difícil encontrar la manera de conciliar en la práctica dos virtudes aparen-
particulares o concretos; pero difieren sustancialmente tanto por su origen temente opuestas, como la humildad y la magnanimidad, la justicia y la mi-
(la repetición de actos naturales o el mismo Dios) como por su extensión sericordia, la fortaleza y la suavidad, el recogimiento y el celo apostólico,
(el orden natural o el sobrenatural), como, principalmente, por su objeto o etcétera, etc. Es la prudencia quien nos ha de sacar del apuro, señalando el
motivo formal (la simple sindéresis natural y el apetito natural del bien o procedimiento concreto para conciliar ambas tendencias sin destruirlas mu-
los motivos de la fe informada por la caridad) 3 . tuamente.
386. 6. Medios de fomentar este don.—Aparte de los 388. 1. Naturaleza.—Con frecuencia, la palabra justicia
medios generales comunes a todos los dones (recogimiento, se emplea en la Sagrada Escritura como sinónima de santidad:
vida de oración, fidelidad a la gracia, etc.), sobre los que nunca los justos son los santos. Y así dice Nuestro Señor en el ser-
se insistirá bastante, los siguientes medios nos ayudarán mucho món de la Montaña (Mt 5,6): <(Bienaventurados los que tienen
a disponernos para la actuación del don de consejo en nuestras hambre y sed de justicia» (es decir, de santidad). Pero en sen-
almas: tido estricto, o sea, como virtud especial, la justicia puede de-
I) PROFUNDA HUMILDAD para reconocer nuestra ignorancia y demandar finirse: Un hábito sobrenatural que inclina constante y perpetua-
las luces de lo alto. En los Salmos tenemos multitud de fórmulas sublimes: mente a la voluntad a dar a cada uno lo que le pertenece estric-
«Doce me facere voluntatem tuam quia Deus meus es tu, Spiritus tuus bonus tamente 1.
deducet me in terram 1-ceban» (i42, o); «Vias tuas, Domine, demonstra mihi,
et semitas tuas edoce me» (24,4); <Doce me iustificationes tuas» (118,12.26. a) duBiTo soBRENATuRAL...», como todas las demás virtudes infusas
64.124.125). La oración humilde y perseverante tiene fuerza irresistible ante y dones del Espíritu Santo.
la misericordia de Dios. Es preciso invocar al Espíritu Santo por la mañana b) «... QUE INCLINA CONSTANTE Y PERPETUAMENTE...1, porque, como
al levantarnos para pedirle su dirección y consejo a todo lo largo del día; advierte Santo Tomás, «no basta para la razón de justicia que alguno quiera
al comienzo de cada acción, con un movimiento sencillo y breve del corazón, observarla esporádicamente en un determinado negocio, porque apenas ha-
que será, a la vez, un acto de amor; en los momentos difíciles o peligrosos, brá quien quiera obrar en todos injustamente, sino que es menester que el
en los que, más que nunca, necesitamos las luces del cielo; antes de tomar hombre tenga voluntad de conservarla siempre y en todas las cosas» (58,1
una determinación importante o emitir algún juicio orientador para los de- ad 3). La palabra constante designa la firmeza de ese propósito, y la expresión
más, etc., etc. perpetuamente, la intención de guardarlo siempre (ad 4).
2) ACOSTUMBRARNOS A PROCEDER SIEMPRE CON FEFLEXIÓN Y SIN APRE-
c) «... LA VOLUNTAD...»—La justicia, como virtud, reside en la volun-
SURAMIENTO.—Todas las industrias y diligencias humanas resultarán mu-
tad, no en el entendimiento, ya que no se ordena a dirigir un acto cognos-
chas veces insuficientes para obrar con prudencia, como ya hemos dicho;
citivo (como la prudencia), sino a regular las relaciones debidas a los de-
pero a quien hace lo que puede, Dios no le niega su gracia. Cuando sea me-
más, o sea, el bien honesto en las operaciones, que es el objeto de la vo-
nester actuará sin falta el don de consejo para suplir nuestra ignorancia e
impotencia; pero no tentemos a Dios esperando por medios divinos lo que luntad (58,4)•
podemos hacer por los medios puestos a nuestro alcance con ayuda de la d) «... A DAR A CADA UNO LO QUE LE PERTENECE ESTRICTAMENTE1.—
gracia ordinaria. «A Dios rogando y con el mazo dando». En esto se distingue de sus virtudes anejas, como la gratitud, la afabilidad,
3) ATENDER EN SILENCIO AL MAESTRO INTERIOR.—Si lográramos hacer etcétera, que no se fundan en un derecho estricto del prójimo, sino en cierta
el vacío en nuestro espíritu y acalláramos por completo los ruidos del mun- honestidad y conveniencia; y de la caridad o beneficencia, que nos obliga a
do, oiríamos con frecuencia la voz de Dios, que en la soledad suele hablar socorrer al prójimo como hermano, sin que tenga derecho estricto a una de-
al corazón (Os 2,14). El alma ha de huir del tumulto exterior y sosegar terminada limosna.
por completo su espíritu para oír las lecciones de vida eterna, que le expli- Tres son ras notas típicas o condiciones de la justicia propiamente
cará el divino Maestro, como en otro tiempo a María de Betania sosegada y
dicha: alteridad (se refiere siempre a otra persona), derecho estricto
tranquila a sus pies (cf. Lc to,39). (no es un regalo, sino algo. debido) y adecuación exacta (ni más ni
4) EX11:12M AR NUESTRA DOCILIDAD Y OBEDIENCIA A LOS QUE Dios HA menos de lo debido).
PUESTO EN SU IGLESIA PARA GOBERNARNOS.— IMiteMOS IOS ejeMplOS de los
Cf. 11-11,58,t
20 Cf. 1'. LALLEMANT, 0.C., pi inc.4 c.4 a•4.
389. 2. Importancia y necesidad.—Después de la pru- el mal) que el de omisión (no hacer el bien). Y así, peca más el hijo que inju-
dencia, la justicia es la más excelente de las virtudes cardina- ria a sus padres que el que se limita a no darles el debido honor, pero sin
injuriarles positivamente. Con todo, puede ocurrir a veces que el pecado de
les (58,12), aunque es inferior a las teologales e incluso a al- omisión sea más grave que el de transgresión; v.gr., es más grave omitir cul-
guna de sus virtudes derivadas (la religión), que tiene un objeto pablemente la misa un domingo que decir una pequeña mentira jocosa (79,4).
inmediato más noble (81,6).
La justicia tiene una gran importancia y es de absoluta ne- B) PARTES SUBJETIVAS O ESPECIES 4
cesidad tanto en el orden individual como en el social. Pone
orden y perfección en nuestras relaciones con Dios y con el Tres son las especies o partes subjetivas de la justicia: legal
prójimo; hace que respetemos mutuamente nuestros derechos; (o general) y particular, subdividida en otras dos: conmutativa
prohíbe el fraude y el engaño; prescribe la sencillez, veracidad y distributiva.
y mutua gratitud; regula las relaciones particulares de los in- La justicia legal es la virtud que inclina a los miembros del cuerpo
dividuos entre sí, de cada uno con la sociedad y de la sociedad social a dar a la sociedad todo aquello que le es debido en orden al bien
con los individuos. Pone orden en todas las cosas y, por con- común. Se llama legal porque se funda en la exacta observancia de las leyes,
siguiente, trae consigo la paz y el bienestar de todos, ya que que cuando son justas—únicamente entonces son verdaderas leyes—obli-
la paz no es otra cosa que «la tranquilidad del orden>>. Por eso gan en conciencia a su cumplimiento. Más aún: como el bien común prevalece
—en el mismo género de bienes—sobre el bien particular, los ciudadanos
dice la Sagrada Escritura que la obra de la justicia es la paz: están obligados, por justicia legal, a sacrificar a veces una parte de sus bienes
«opus iustitiae, pax>> (Is 32,17); si bien, como explica Santo y hasta a poner en peligro su vida en defensa del bien común (v.gr., en una
Tomás, la paz es obra de la justicia indirectamente, o sea, en guerra justa). La justicia legal reside principal y arquitectónicamente en el
cuanto que remueve los obstáculos que a ella se oponen; pero príncipe o gobernantes, y secundaria o ministerialmente, en los súbditos
(58,6).
propia y directamente proviene de la caridad, que es la virtud
que realiza por excelencia la unión de todos los corazones 2. La justicia distributiva es la virtud que impone a quien distribuye los
bienes comunes la obligación de hacerlo proporcionalmente a la dignidad,
39o. 3 . Partes de la justicia.—Como en las demás vir- méritos y necesidades de cada uno. A ella se opone el feo pecado de la
tudes cardinales, hay que distinguir en la justicia sus partes acdpción de personas (63), que distribuye los bienes sociales y las cargas a
capricho, por favoritismo o persecución puramente personal, sin tener para
integrales, subjetivas y potenciales. nada en cuenta los verdaderos méritos de los particulares ni las reglas de la
equidad. En este sentido, las llamadas recomen4ciones, en virtud de las
cuales se otorga un beneficio acaso al que menos lo merece (sólo por compla-
A) PARTES INTEGRALES 3 cer al que recomienda), constituyen un verdadero pecado y un atropello
contra la justicia distributiva.
En toda justicia, ya sea general, ya particular, se requieren
dos cosas para que alguien pueda ser llamado justo en toda la La justicia conmutativa—que es la que realiza en toda su plenitud y
extensión de la palabra: apartarse del mal (no cualquiera, sino perfección el concepto de justicia—regula los deberes y derechos de los ciu-
dadanos entre sí. Su definición coincide casi totalmente con la que hemos
el nocivo al prójimo o a la sociedad) y hacer el bien (no cualquie- dado de la justicia en general: es la constante y perpetua voluntad de una
ra, sino el debido a otro). Estas son, pues, las partes integrales persona privada de dar a otra también privada lo que le pertenece en estricto
de la justicia, sin las cuales—o sin alguna de ellas—quedaría derecho y en perfecta igualdad. Y así, v.gr., el que ha recibido prestadas
manca e imperfecta. No basta no perjudicar al prójimo (decli- mil pesetas debe devolver otras mil, ni más ni menos 5. Su transgresión en-
vuelve siempre la obligación de restituir. A ella se oponen un buen número
nare a malo); es pi eciso darle positivamente lo que le pertenece de pecados: el homicidio, la mutilación, flagelación, encarcelamiento injusto,
(facere bonum). hurto y rapiña, injusticias ante los tribunales, injuria o contumelia, difama-
ción o calumnia, murmuración, burla, maldición, fraude comercial y usura,
Nótese que, como advierte Santo Tomás, el apartarse del mal no signi- cuyo etudio detallado pertenece al aspecto negativo de la Teología moral 6.
fica aquí una pura negación (simple abstención del mal), que no supone nin-
gún mérito aunque evite la pena que nos acarrearía la transgresión, sino un N..13.—A veces suele hablarse nor los autores de justicia social, interna-
movimiento de la voluntad rechazando positivamente el mal (v.gr., al sentir cional, vindicativa, etc. No son especies distintas de las que señala Santo To-
la tentación de hacerlo), y esto es virtuoso y meritorio (79,1 ad 2). más. La justicia social coincide en el fondo con la legal, aunque recibe—se-
Nótese también que de suyo es más grave el pecado de transgresión (hacer gún algunos autores--cierta influencia de la distributiva, y hasta hay quienes
4 Cf. II-II,6:; cf. 58 a.5.6.7.
2 Cf. II-II,29,3 ad 3. 5 A no ser, Naturalmente, los justos réditos o intereses legítimos pi eviamente convenidos.
3 Cf. 11-11,79. 6 Cf. II-II,64-78-
la identifican con ella. La llamada internacional, que regula el derecho entre
multiplicando las pequeñas injusticias (que a veces—si la materia lo sufre—
las naciones, debe apoyarse en los grandes principios del derecho de gentes
pueden acumularse y llegar a pecado grave, como en los hurtillos pequeños),
y regirse por las normas de la justicia legal, distributiva o conmutativa, según
y, sobre todo, se va uno acostumbrando a no concederle importancia al pe-
se trate de los deberes que las naciones tienen para con el bien común de
cado venial, cuando en realidad la tiene grandísima.
toda la humanidad, o de los deberes de la Organización de Naciones Unidas
Este principio tiene infinidad de aplicaciones. Y así es preciso llamar al
(O. N. U.)—cuando exista y funcione honradamente—para cada una de ellas
cobrador del tranvía para pagarle el billete, si por distracción se le ha olvi-
en particular, o de las transacciones comerciales y contratos particulares de
dado pedírnoslo; no se debe callar cuando al devolvernos el dinero de una
las naciones entre sí. Y, finalmente, la llamada justicia vindicativa—que es la
cuenta nos entregan inadvertidamente unas monedas de más: hay que en-
que regula las penas que hay que aplicar a los transgresores de la ley—perte-
tregarlas en el acto a su legítimo dueño; al encontrarnos un objeto perdido
nece, en diversos aspectos, a alguna de las tres especies tradicionales 7.
es preciso hacer las debidas investigaciones para averiguar quién sea su ver-
dadero dueño, y no quedarnos con él hasta después de ver claro que no es
C) PARTES POTENCIALES 8 posible averiguarlo, etc., etc. Todas estas cosas son exigidas por la justicia
más elemental, y ni siquiera deben ser consideradas como actos de virtud,
Son las virtudes anejas a la justicia, que se relacionan con sino como simple y estricto cumplimiento del deber: «siervos inútiles somos;
no hemos hecho más que lo que teníamos obligación de hacer» (Lc 7,1o).
ella en cuanto que convienen en alguna de sus condiciones o
notas típicas que hemos señalado más arriba (alteridad, derecho 2) No contraer deudas y liquidar cuanto antes las que ha-
estricto e igualdad), pero no en todas; fallan en algo, y por lo yamos contraído ya.
mismo no tienen toda la fuerza de la virtud cardinal.
Se distribuyen en dos grupos: a) las que fallan por defecto No siendo de estricta y absoluta necesidad, es mil veces preferible care-
cer de un objeto que poseerlo con el gravamen de una deuda, que acaso no
de igualdad entre lo que dan y lo que reciben, y b) las que no se podrá pagar a su debido tiempo. Es una injusticia dejar de satisfacer las
se fundan en un derecho estricto del prójimo. Al primer grupo deudas contraídas con el pretexto de que no se puede, cuando en realidad se
pertenecen la religión, que regula el culto debido a Dios; la está malgastando por otros muchos conceptos. Sobre todo, clama al cielo la
piedad, que regula los deberes para con los padres, y la obser- defraudación o el retraso del justo salario a los obreros o sirvientes. Si no se
les puede atender, no se tengan; pero si se tienen, la entrega del salario a su
vancia, dulía y obediencia, que regulan los debidos a los supe- debido tiempo se ha de mirar COMD algo sagrado, que es menester cumplir a
riores. Al segundo grupo pertenecen la gratitud por los bene- toda costa.
ficios recibidos; la vindicta, o justo castigo contra los culpables;
la verdad, afabilidad y liberalidad en el trato con nuestros se- 3) Tratar las cosas ajenas con mayor cuidado que si fueran
mejantes, y la epiqueya, o equidad, que inclina a apartarse con propias.
-
justa causa de la letra de la ley para cumplir mejor su espíritu. ¡Cuántas injusticias se cometen en este sentido! Sobre todo entre per-
Es forzoso examinar, siquiera sea brevemente, cada una sonas que viven en comunidad es frecuente observar el poco cuidado que
de estas virtudes. Pero antes hemos de indicar los principales se pone en la conservación o custodia de lo que pertenece a ella. Líbros rotos,
muebles maltratados, despilfarros injustificados... «Esto no es mío, poco im-
medios para perfeccionarse en la virtud de la justicia en sí porta». Y con este descabellado criterio se quiere disculpar la injusticia ma-
misma. nifiesta. Aparte de la mala educación que esto representa, con frecuencia es
ocasión de escándalo—lo copian e imitan los demás—, de disgustos con los
391. 4. Medios para perfeccionarse en la justicia.— superiores y, sobre todo, de ofensa de Dios. Muy de otra suerte proceden
Son de dos clases: a) negativos, evitando los defectos opuestos, los que saben practicar la virtud de la justicia; tratan lo ajeno con mayor
y b) positivos, practicando la virtud en todos sus aspectos. He cuidado todavía que lo propio, porque, en fin de cuentas, destrozando lo
propio, se podrá faltar a la pobreza, pero no a la justicia, que es virtud más
aquí los principales:
excelente.
Cf. 11-11,8t. se a El por cierta unión espiritual. Pero que el hombre se entregue a Dios para alguna obra
12 Por la excelencia de su objeto, no por la realización de todas las condiciones reque- del culto divino pertenece inmediatamente a la religión y mediatamente a la caridad, que es
ridas para la virtud cardinal. En este último sentido es más perfecta la justicia, como vimos. el principio de la religión. (82,2 ad 1).
,3 Cf. II-11,82 pról. 17 .La devoción que se tiene a los santos de Dios, muertos o vivos, no termina en ellos
14 Cf. II-11,84 pról. mismos, sino que pasa a Dios: en cuanto que en los ministros de Dios veneramos al mismo
'5 Cf. 11-11,82. Dios (82,2 ad 3).
devoción. Pero la causa intrínseca por parte nuestra es la me- OBJECIóN 3.a—Si la contemplación fuese la propia causa de la devoción,
ditación y contemplación de la divina bondad y de los bene- se seguiría que los que son más aptos para la contemplación serían también
ficios divinos, juntamente con la consideración de nuestra mi- los más aptos para la devoción. Y vemos que no es así, porque la devoción se
seria, que excluye la presunción y nos empuja a someternos encuentra más frecuentemente en ciertos varones sencillos y en las mujeres,
en los que falta ciencia o contemplación. Luego esta última no es la propia
totalmente a Dios, de quien nos vendrá el auxilio y remedio causa de la devoción.
(82,3). Su efecto más propio y principal es llenar el alma de RESPUESTA.—#La ciencia y todo aquello que pertenece a la grandeza es
espiritual alegría, aunque a veces accidentalmente pueda causar ocasión de que el hombre confíe en sí mismo y, por lo tanto, de que no se
tristeza según Dios (82,4). entregue totalmente a Dios. Y de ahí que estas cosas impidan a veces ocasio-
nalmente la devoción; y por eso en las mujeres y sencillos abunda la devo-
Son interesantísimas las objeciones y respuestas de Santo Tomás en el ción, comprimiendo la exaltación de sí mismos. Pero si el hombre somete
artículo tercero. Helas aquí: perfectamente a Dios la ciencia o cualquier otra perfección, aumenta por ello
OBJECIóN I.a—Ninguna causa impide su efecto; pero las sutiles medita- mismo la devoción* (ad 3).
ciones de cosas inteligibles impiden muchas veces la devoción; luego la con- Es una lástima muy grande--en efecto—que la ciencia, que debería ser
templación o meditación no es causa de la devoción. un poderoso estímulo y aliento para excitar la devoción—sobre todo la cien-
cia sagrada—, sirva muchas veces de obstáculo y freno para ella. Es el or-
RESPUESTA.-0La consideración de las cosas que son aptas para excitar el gullo humano, que, pagado de sí mismo, recibe el justo castigo de Dios,
amor de Dios causa la devoción. Pero la consideración de cualquier otra privándole de la gracia de la devoción. Con razón lamenta San Agustín que
cosa que no pertenece a esto, sino que distrae la mente de ello, impide la «se levantan los indoctos y arrebatan el cielo; y nosotros, con nuestra cien-
devoción» (ad t). cia, faltos de corazón, he aquí que nos revolcamos en la carne y la sangre.
De donde es imposible que alcancen la verdadera devoción las personas ¿Acaso porque aquéllos se nos han adelantado tenemos vergüenza de seguir-
que se entregan con afán a la lectura de novelas, espectáculos mundanos, los, y no la tendremos siquiera de no seguirlos?» 19.
etcétera, etc.
395. b) La oración 2° es el segundo acto interior de la
OBJECIóN 2.a—Si. la contemplación fuera causa propia de la devoción, se
seguiría que las cosas que son de más alta y excelente contemplación excita- virtud de la religión, que pertenece propiamente al entendi-
rían más la devoción. Y vemos que no es así, porque con frecuencia excita miento, a diferencia de la devoción, que radicaba en la volun-
mayor devoción la consideración de la pasión de Cristo y de otros misterios tad. Por su extraordinaria importancia en la vida espiritual
de su humanidad que la consideración de la divina grandeza; luego la con-
determinaremos largamente en capítulo aparte su naturaleza
templación no es causa propia de la devoción.
y sus grados (cf. n.466ss).
RESPUESTA.—<<LaS cosas que pertenecen a la divinidad son de suyo (secun-
dum se) las más propias para excitar el amor y, por consiguiente, la devoción, 396. c) La adoración 21 es un acto externo de la virtud
porque a Dios hay que amarlo sobre todas las cosas. Pero por la debilidad de la religión por el que testimoniamos el honor reverencia que
de la mente humana ocurre que así como el hombre necesita ser conducido nos merece la excelencia infinita de Dios y nuestra sumisión ante
al conocimiento de las cosas divinas por las cosas sensibles que conocemos
mejor, así las necesita también para excitarse al amor. Entre las cuales está El (84,1). Aunque de suyo prescinda del cuerpo—también los
principalmente la humanidad de Cristo, según aquello del prefacio: «ut dum ángeles adoran—, en nosotros, compuestos de espíritu y materia,
visibiliter Deum cognoscimus, per hunc in invisibilium amorem rapiamur». suele manifestarse corporalmente. Esta adoración exterior es
Y por lo mismo, las cosas que pertenecen a la humanidad de Cristo excitan expresión y redundancia de la interior—que es la principal—
hasta el máximo la devoción como llevándonos de la ?nano («per modum
cuiusdam manuductionis»), sin que esto sea obstáculo para que la devoción y sirve para excitar y mantener esta última (84,2). Y porque
consista principalmente en las cosas pertenecientes a la divinidad» (ad 2). Dios está en todas partes, en todo lugar podemos adorar a Dios
Si hubieran tenido en cuenta esta luminosa doctrina de Santo Tomás aque- interior y exteriormente, si bien el lugar más propio es el tem-
llos teólogos que trataron de apartar a Santa Teresa de la consideración de plo, porque en él reside Dios especialmente—sobre todo si se
la humanidad de Cristo, no hubieran incurrido jamás en semejante torpeza
y error. Aunque es cierto que es superior la divinidad a la humanidad, te- guarda en él la Eucaristía—, nos aleja y separa del mundanal
niendo en cuenta—sin embargo—la condición de la humana mente, que va ruido, hay en él muchos objetos santos que excitan la devoción
siempre de lo sensible a lo inteligible, la consideración de los misterios de y nos estimula y alienta la compañía de los demás adoradores
la humanidad de Cristo será siempre un medio aptísimo para excitar «hasta
el máximo» la devoción. No hay estado de perfección tan alto en el que la
(84,3).
consideración de la humanidad de Cristo pueda representar un estorbo. 397. d) El sacrificio 22 es el acto principal del culto ex-
Santa Teresa lo atisbó con acierto genial 18. terno y público, y consiste en la oblación externa de una cosa
I Cf. Vida 22,s-r 4 ; Moradas sextas 7,5 - 15. 19 Cf. Confesiones 1.8 c.8 n.19. 21 Cf. 11-11,84.
20 Cf. 11-11,83. 22 Cf. II-11,85.
400. g) El juramento 26 es la invocación del nombre de
sensible con su real inmutación o destrucción realizada por el
sacerdote en honor de Dios para testimoniar su supremo dominio Dios en testimonio de la verdad, y sólo puede prestarse con ver-
y nuestra rendida sumisión ante El. En la nueva ley no hay más
dad, con juicio y con justicia (cn.r3i6). En estas condiciones
sacrificio que el de la santa misa, que, por ser renovación in- es un acto de religión. Puede ser asertorio o promisorio, según
cruenta del sacrificio del Calvario, da a Dios una gloria infinita se limite a testificar alguna verdad o se prometa con él el cum-
y tiene valor sobreabundante para atraer sobre los hombres to- plimiento de una cosa. La validez, licitud, obligación, dispen-
das cuantas gracias necesitan. Hemos estudiado ampliamente la sa, etc., del juramento promisorio coincide casi totalmente con
santa misa en otro lugar de esta obra (cf. n.32o-22). lo correspondiente a los votos.
4or. h) El conjuro 27.--Es otro acto de religión que
398. e) Las ofrendas u oblaciones 23.—Ofrenda en, ge- consiste en la invocación del nombre de Dios o de alguna cosa
neral es la entrega o donación espontánea de una cosa. De sagrada para obligar a otro a ejecutar o abstenerse de alguna
donde en sentido religioso es la espontánea donación de tina cosa cosa. Hecho con el respeto debido y con las condiciones ne-
para el culto divino. Las hay de dos clases: una inmediata y cesarias (verdad, justicia y juicio) es lícito y honesto. La Iglesia
propiamente dicha, por la cual se ofrece algo en honor de Dios, lo emplea principalmente en los exorcismos contra el demonio
ya sea para el culto o para sostenimiento de sus ministros o de (cf. n.223).
los pobres (tales como las antiguas primicias de los frutos de la
tierra y las modernas colectas para obras pías), y otra mediata 4o2. i) La invocación del santo nombre de Dios 28.
o impropiamente dicha, que se ofrece al sacerdote para su propio Consiste principalmente en la alabanza externa—como manifes-
sustento (tales como los diezmos antiguos y los estipendios iación del fervor interno—del santo nombre de Dios en el culto
modernos por las misas y otros servicios religiosos). La Iglesia público o privado (91,i). Es útil y conveniente acompañarla del
puede señalar la cuantía de estas ofrendas, y así lo hizo en siglos canto «ut animi infirmorum magis provocentur ad devotionem»
anteriores; pero hoy lo deja a las costumbres legítimas de los (91,2). Es muy curiosa la doctrina de Santo Tomás en la solu-
pueblos 24. ción de las objeciones de este segundo artículo.
Contra este acto de religión está la invocación del santo
399. f) El voto 25 es una promesa deliberada y /ibre hecha nombre de Dios en vano. El nombre de Dios es santo, y no se
a Dios de un bien posible y mejor que_ su contrario (cn.i3o7). He- ,debe pronunciar sin la debida reverencia y, por lo mismo, nunca
cho con las debidas condiciones es un acto excelente de religión ren vano o sin causa. Por eso se nos dice en el libro del Ecle-
que aumenta el mérito de las buenas obras al ordenarlas al siástico (23,9-ii): «No te habitúes a proferir juramentos ni a
culto y honor de Dios. Por lo mismo, su transgresión volunta- 1,, pronunciar el nombre del Santo; pues como el esclavo puesto
ria es un pecado contra la religión, que, si recae sobre una ma- de continuo en la tortura no está libre de cardenales, así el que
teria ya preceptuada de antemano (v.gr., castidad), constituye 'y siempre jura y profiere el nombre de Dios no se verá limpio de
un segundo pecado, que es menester declarar en confesión. Si pecados».
los votos quebrantados son los de una persona consagrada pú-
blicamente a Dios, el pecado cosnetido contra la religión es un 403. 3. Pecados opuestos a la virtud de la religión.—
sacrilegio (cf. cn.132 y 13o8,1.°). No consta que lo sea también tos principales son los siguientes:
el quebrantamiento del voto de castidad emitido por una per- LA SUPERSTICIÓN, que se opone por exceso a la virtud de la religión,
sona privada, aunque ciertamente sería un pecado grave contra 1. dando a Dios un culto indigno de El o dando a las criaturas el que sólo a
la religión—de infidelidad o perfidia hacia Dios (88,3)—, que Dios pertenece (92). Tiene varias especies, que son:
a) El culto indebido a Dios con cosas falsas o superfluas (93);
habría que declarar expresamente en la confesión. b) La idolatría, que consiste en tributar a una criatura el culto debido a
El estudio detallado de todo cuanto se refiere a los votos Dios, y constituye un gravísimo pecado, en cierto modo el mayor de cuantos
pertenece a la Teología moral. se pueden cometer (94);
c) La adivinación, que consiste en pretender averiguar los futuros con-
23 Cf. 11-11,86-87. , 26 Cf. 11-11,84
24 ■‹En cuanto al pago de lo, diezmos ■ primicia., se obsenaran los estatutos peculiares 27 Cf. II-II 40.
las costumbres laudables de cada regiów (cn.r502). Cf IT II>
25 Cf. 11-11,88.
tingentes por medios desproporcionados o indebidos, y se subdivide en mu- secundarios, se les debe el culto especial de la virtud de la piedad. A los con-
chas especies (95); y sanguíneos se les debe también este mismo culto, en cuanto que proceden cle
d) La vana observancia, que consiste en fijarse en algunas circunstan- un mismo tronco común y se reflejan en ellos nuestros mismos padres (tot,i).
cias del todo desproporcionadas o fortuitas (v.gr., el martes, el día 13, etc.) Según esto, el sujeto sobre quien recaen los deberes de la piedad es triple:
para conjeturar sucesos prósperos o adversos y gobernar por estas conjetu-
a) Los PADRES, a los que se refiere principalmente, porque ellos son,
ras la vida propia o ajena (96).
después de Dios, los principios de nuestro ser, educación y gobierno;
Por defecto se oponen a la virtud de la religión: b) LA PATRIA, porque también ella es, en cierto sentido, principio de
nuestro ser, educación y gobierno, en cuanto que proporciona a los padres
1. La tentación de Dios, que consiste en pedir y exigir, sin respeto a la —y por medio de ellos a nosotros—multitud de cosas necesarias o conve-
majestad divina, la intervención de Dios, como poniendo a prueba su omni-
nientes para ello. En ella están comprendidos todos los compatriotas y ami-
potencia o esperándola en circunstancias indignas de Dios. Tentamos a Dios
gos de nuestra patria. El patriotismo bien entendido es una verdadera virtud
cuando confiamos en su auxilio sin hacer de nuestra parte lo que podemos cristiana; y
y debemos hacer (97);
c) Los CONSANGUÍNEOS, porque, aunque no sean principio de nuestro
2. El perjurio, que consiste en poner a Dios por testigo de algo falso (es
siempre pecado mortal, por la grave injuria a Dios, aunque la cosa que se ser y gobierno, en ellos están representados, de algún modo, nuestros mismos
confirme con juramento sea una prqueña mentira sin importancia) o en ne- padres, ya que todos procedemos de un mismo tronco común. Por extensión
garse a cumplir lo prometido con juramento (98); se pueden considerar como parientes los que forman como una misma fami-
3. El sacrilegio, que consiste en la violación o trato idigno de algo sa- lia espiritual (v.gr., los miembros de una misma Orden religiosa, que llaman
grado; y puede ser personal, local o real, según se profane una persona, lugar <padre» común al fundador de la misma).
o cosa sagrada (99); y
4. La simonía,
que consiste en la intención deliberada de comprar o Por donde se ve que la piedad es una virtud distinta de las
vender por un precio temporal una cosa intrínsecamente espiritual (v.gr., los virtudes afines, tales como la caridad hacia el prójimo y la
sacramentos) o una cosa temporal unida inseparablemente a una espiritual justicia legal. Se distingue de la primera en cuanto que la piedad
(v.gr., un cáliz consagrado) (Ioo).
se funda en la estrechísima unión que resulta de un mismo tron-
co o estirpe familiar común, mientras que la caridad se funda
II. La virtud de la piedad 29
en los lazos que unen con Dios a todo el género humano. Y la
404. 1. Naturaleza.—La palabra piedad se puede em-
piedad para con la patria se distingue de la justicia legal en que
plear en muy diversos sentidos: a) como sinónimo de devoción, esta última se relaciona con la patria considerando el bien de
la misma como un bien común a todos los ciudadanos, mientras
religiosidad, entrega a las cosas del culto de Dios; y así habla-
mos de personas piadosas o devotas; b) como equivalente a que la piedad la considera como principio secundario de nues-
compasión o misericordia; y así decimos: «Señor, tened piedad tro propio ser. Y por cuanto la patria conserva siempre este
de nosotros)); c) para designar una virtud especial derivada de segundo aspecto con relación a nosotros, hay que concluir que
la justicia: la virtud de la piedad, que vamos a estudiar en se- el hombre, aunque viva lejos de su patria y haya adquirido
guida; y d) aludiendo a uno de los siete dones del Espíritu carta de naturaleza en otro país, está obligado siempre a conser-
Santo: el don de piedad. var la piedad hacia su patria de origen, mientras que ya no está
Como virtud especial derivada de la justicia, puede de- obligado a los deberes procedentes de la justicia legal, por cuan-
finirse: Un hábito sobrenatural que nos inclina a tributar a los to ha dejado de ser súbdito del gobierno de su patria.
padres, a la patria y a todos los que se relacionan con ellos el Siendo la piedad una virtud especial, hay que concluir que los pecados
honor y servicio debidos (101,3). que se cometan contra ella son también pecados especiales, que hay que de-
clarar expresamente en confesión. Y así, golpear o maltratar al padre o a la
El objeto material de esta virtud lo constituyen todos los actos de honor, madre es un pecado especial contra la piedad distinto y mucho más grave
reverencia, servicio, ayuda material o espiritual, etc., que se tributan a los que golpear a un hombre extraño. Algo semejante hay que decir de los peca-
padres, a la patria y a todos los consanguíneos. dos que se cometan contra la patria en cuanto tal y contra los parientes
El objeto formal quo, o motivo de esos actos, es porque los padres y la o consanguíneos. -
patria son el principio secundario de nuestro ser y gobernación (1°1,3). A Dios,
como primer principio de ambas cosas, se le debe el culto especial que le 405. 2. Pecados opuestos.—A laiedad familiar se
tributa la virtud de la religión 30. A los padres y a la patria, como principio oponen dos, uno por exceso y otro por defecto. Por exceso se
29 Cf. hijos suyos adoptivos, Dios es nuestro verdadero Padre, y en este sentido tenemos para con El
3, Esto es cierto considerando a Dios únicamente como nuestro
Creador, primer Prin- verdaderos deberes de piedad (cf. ror,3 ad 2). Volveremos sobre esta sublime materia al
cipio de todo cuanto existe. Pero en cuanto nos ha elevado por la \gracia a la categoria de hablar del don de piedad.
opone el amor exagerado a los parientes (101,4), que impulsara
a dejar ineumplidos deberes más altos que los debidos a ellos El don de piedad
(v.gr., el que renunciara a seguir su vocación religiosa o sacer- II-II,I2r.—Vease, además, la nota billiográfica del n.336.
dotal por el único motivo de no disgustar a su familia). Y por
defecto se opone la impiedad familiar, que desatiende los de-
Santo Tomás estudia el don de piedad al final de todo el tratado de jus-
ticia, después de haber hablado de todas las virtudes anejas (II-II,12 I), y
beres de honor, reverencia, ayuda económica o espiritual, etc., ése es su lugar lógico en la organización de la Suma Teológica. Pero dada su
pudiendo y debiendo cumplirlos. especial afinidad con la virtud del mismo nombre, nosotros vamos a estu-
A la piedad para con la patria se opone por exceso el na- diarlo aquí.
cionalismo exagerado, que desprecia con palabras u obras a todas 407. 1. Naturaleza.—E1 don de piedad puede definirse
las demás naciones; y por defecto, el cosmopolitismo de los como un hábito sobrenatural infundido con la gracia santificante
hombres sin patria, que tienen por santo y seria el viejo adagio para excitar en la voluntad, por instinto del Espíritu Santo, un
de los paganos: «Ubi bene, ibi patria». afecto filial hacia Dios considerado como Padre y un sentimiento
06. 3. Medios de adelantar en ella.—Es convenien- de fraternidad universal para con todos los hombres en cuanto
tísimo que los hijos mediten con frecuencia en los inmensos hermanos nuestros e hijos del mismo Padre, que está en los cielos.
beneficios que han recibido de sus padres, a quienes jamás po- Expliquemos un poco la definición:
drán corresponder como deben 31. Por lo mismo, se esforza- a) «UN H ÁBITO SOBRENATURAL...».—Es el género próximo de la defini-
rán en mostrarles cada vez mayor cariño, respeto y veneración, ción, común a todos los demás dones.
aun cuando deban vencer para ello su temperamento melan- b) «... INFUNDIDO CON LA GRACIA SANTIFICANTE...».--Todos los justos
cólico o tengan que olvidar alguna injuria o malos tratos reci- están en posesión de los dones del Espíritu Santo en cuanto hábitos, ya que
bidos. Los padres son siempre padres, y ninguna razón puede se infunden con la gracia y son inseparables de ella.
haber para rebajar la estima y el respeto que nos deben mere- c) «... PARA EXCITAR EN LA VOLUNTAD...».—Corno don afectivo que es,
cer en cuanto tales. El mismo respeto, cariño y veneración tiene su asiento en la voluntad, en unión de las distintas virtudes infusas que
en ella descansan.
hemos de mostrar a todos nuestros familiares, sobre todo a los
más cercanos y que conviven bajo un mismo techo, recordando d) POR INSTINTO DEL ESPÍRITU SANTO...».—Es lo propio y caracterís-
que «somos todos de una misma carne» (como dijo Judá a los tico de los dones del Espíritu Santo, en contraposición a las virtudes adqui-
ridas, que se regulan exclusivamente por las luces de la razón natural, y a
demás hijos de Jacob, que querían matar por envidia a su her- las virtudes infusas, que son gobernadas por la misma razón iluminada por
mano José; Gen 37,27) y que nada hay que contribuya tanto la fe.
al bienestar y felicidad propios y a la edificación ajena como e) «... UN AFECTO FILIAL HACIA DIOS CONSIDERADO COMO PADRE...».—
el sublime espectáculo de una familia cristiana íntimamente Es lo formal y propio del don de piedad, que le distingue de la virtud de la
unida en el Señor, así como no hay nada que tanto escandalice religión adquirida o infusa, que venera a Dios como Creador, o sea como
a los demás y tanto contribuya a la infidelidad de un hogar primer Principio de todo cuanto existe, conocido por las luces de la razón
y de la fe, mientras que el don de piedad le considera más bien como Padre,
como las continuas reyertas y altercados familiares. que nos ha engendrado a la vida sobrenatural, dándonos con la gracia santi-
Hemos de cultivar también el amor a la patria, estudiando ficante una participación física y formal de su propia naturaleza divina. En
su historia, publicando sus glorias y esforzándose en servirla este sentido, Dios es verdaderamente nuestro Padre, que está en los cielos;
por todos los medios a nuestro alcance; hasta dar, si preciso y esto hace que el culto que le tributamos como Padre mediante el don de
piedad sea más noble y excelente que el que le ofrecemos por la virtud de
fuera, nuestra propia vida por ella, sin envidia ni menosprecio la religión, como advierte expresamente Santo Tomás 32.
de las demás naciones. f) Y UN SENTIMIENTO DE FRATERNLDAD UNIVERSAL PARA CON TODOS
31 A veces, sin embargo, puede darse el caso de un hijo que devuelva a sus padres ma- LOS HOMBRES...».—Es el principal efecto secundario del don de piedad. Santo
yores bc.neficios que los que de ellos ha recibido; v.gr., convirtiéndolos del paganismo o la Tomás advierte expresamente que «así como por la virtud de la piedad ofrece
herejía a la verdadera religión, o de una vida de pecado a otra cristiana y ejemplar; con lo
que vale infinitamente más que la vida el hombre culto y veneración no ,c5lo al padre carnal, sino también a todos
cual les pone en camino de obtener la vida eterna,
temporal que de ellos recibió. Por donde se ve que el mayor servicio de piedad que podemos
ofrecer a nuestros padres, parientes o compatriotas es trabajar sin descanso en hacerles rivis 32 He aquí sus propias palabras: ,Ofiecer culto a Dios como Cleador, como hace la
buenos y 171ej, re, ci religión, es mis excelente que ofrecérselo al padre carnal, como hace la virtud de la piedad.
Pero ofrecer culto a Dios como Padre es n-as excelente todav!a que ofrecerselo como Crea-
dor v Señor. De donde la religión es más importante que la virtud de la piedad; pero el don
de piedad es más importante que la religión, (t4I,I ad 2).
los consanguíneos, en cuanto pertenecen al padre, así el don de piedad no 4o9. 3. Efectos.—Son maravillosos los efectos que pro-
se limita al culto y veneración de Dios, sino que lo extiende también a todos
los hombres, en cuanto pertenecen a Dios» (1 2 I , ad 3).
duce en el alma la. actuación intensa del don de piedad. He
aquí los principales:
Ni es éste el único efecto secundario del don de piedad. Se extien-
de también a todo cuanto pertenece al culto de Dios y aun a toda
la materia de la justicia y virtudes anejas, cumpliendo todas sus exi-
I) PONE EN EL ALMA UNA TERNURA VERDADERAMENTE FI-
gencias y obligaciones por un motivo más noble y una formalidad
LIAL HACIA NUESTRO PADRE AMOROSÍSIMO, QUE ESTÁ EN LOS
más alta; a saber: considerándolas como deberes para con sus herma- CIELOS.
nos los hombres, que son hijos y familiares de Dios 33.
Es el efecto primario y fundamental. El alma comprende perfectamente
g) EN CUANTO HERMANOS NUESTROS E HIJOS DEL MISMO PADRE, QUE y vive con inefable dulzura aquellas palabras de San Pablo: «Porque no ha-
EST Á EN LOS CIELOS*.—Es otra vez el motivo formal del don de piedad ilu- béis recibido el espíritu de esclavitud para reincidir de nuevo en el temor,
minando este efecto secundario. Así como la virtud de la piedad es la vir- antes habéis recibido el espíritu de filiación adoptiva, por el que clamamos:
tud familiar por excelencia, así el don de piedad, en un plano más alto y uni- ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos
versal, es el don que une y congrega bajo la amorosa mirada del Padre ce- hijos de Dios* (Rom 8,15- 6).
lestial a toda la gran familia de los hijos de Dios. Santa Teresita—en la que, como es sabido, brilló el don de piedad en
grado sublime--no podía pensar en esto sin llorar de amor. «Al entrar cierto
408. 2. Necesidad.—E1 don de piedad es absolutamen- día una novicia en su celda—leemos en la Historia de un alma 34—, se detuvo
te necesario para perfeccionar hasta el heroísmo la materia per- sorprendida de la expresión celestial de su rostro. Estaba cosiendo muy ac-
teneciente a la virtud de la justicia y a todas sus derivadas, es- tiva y, sin embargo, parecía absorta en contemplación profunda. « ¿En qué
piensa ?», le preguntó la novicia. «Estoy meditando el Padrenuestro—respon-
pecialmente la religión y la piedad, sobre las que recae de una dió ella—. iEs tan dulce y consolador llamar Padre a un Dios tan bueno!»
manera más inmediata y principal. ¡Qué distinto es, por ejem- Y las lágrimas brillaban en sus ojos».
plo, practicar el culto de Dios únicamente bajo el impulso de Dom Columba Marmion, el célebre abad de Maredsous, poseía también
la virtud de la religión, que nos lo presenta como Creador y en alto grado este sentimiento de nuestra filiación divina adoptiva. Para él,
Dueño soberano de todo cuanto existe, a practicarlo por el ins- Dios es, ante todo, nuestro Padre. El monasterio es la «casa del Padre» y
todos sus moradores forman la familia de Dios. Esto mismo hay que decir
tinto del don de piedad, que nos hace ver en El a un Padre del mundo entero y de todos los hombres. Insiste repetidas veces, a todo lo
amorosísimo que nos ama con infinita ternura! Las cosas del largo de sus obras, en la necesidad de cultivar este espíritu de adopción, que
servicio de Dios—culto, oración, sacrificio, etc.—se cumplen debe ser la actitud fundamental del cristiano frente a Dios. El mismo pedía
casi sin esfuerzo alguno, con exquisita perfección y delicadeza; mentalmente este espíritu de adopción al inclinarse en el Gloria Patri al
final de cada salmo 35. He aquí un texto de su preciosa obra Jesucristo en
se trata del servicio del Padre, no ya del Dios de terrible ma- sus misterios, que resume admirablemente su pensamiento: «Así, pues, no
jestad. Y en el trato de los hombres, ¡qué nota de acabamiento olvidemos jamás que toda la vida cristiana, como toda la santidad, se reduce
y exquisitez pone el sentimiento entrañable de que todos so- a ser por gracia lo que Jesús es por naturaleza: Hijo de Dios. De ahí la subli-
mos hermanos e hijos de un mismo Padre, a las exigencias, midad de nuestra religión. La fuente de todas las preeminencias de Jesús,
del valor de todos sus estados, de la fecundidad de todos sus misterios, está
de suyo ya sublimes, de la caridad y de la justicia! Y aun en lo en su generación divina y en su calidad de Hijo de Dios. Por eso, el santo
referente a las mismas cosas materiales, ¡cómo cambia todo de más encumbrado en el cielo será el que en este mundo fuere mejor hijc de
panorama! Porque para los que están profundamente goberna- Dios, el que mejor hiciere fructificar la gracia de su adopción sobrenatural
dos por el don de piedad, la tierra y la creación entera son la en Jesucristo» 36.
La plegaria predilecta de estas almas es el Padrenuestro. Encuentran en
«casa del Padre*, en la que todo cuanto existe les habla de El y él inefable dulzura y devoción. Hemos visto a Santa Teresita llorar de amor
de su infinita bondad y ternura. Descubren el sentido religioso al pronunciar sus primeras palabras. Ella misma nos dice que el Padrenues-
que late en todas las cosas. Todas ellas—incluso el lobo, y tro y el Avemaría «son las únicas oraciones que me elevan, las que nutren
la flor, y la muerte--son hermanas nuestras, como decía San mi alma a lo divino; ellas me bastan» 37. Lo mismo le ocurría a aquella pobre
vaquera que nunca podía acabar el Padrenuestro «porque desde hace cinco
Francisco de Asís. Entonces es cuando las virtudes cristianas años, cuando pronuncio la palabra Padre y considero que Aquel que está
adquieren un matiz delicadísimo, de exquisita perfección y en lo alto de los cielos es mi Padre, me echo a llorar, y me estoy así todo el
acabamiento, que fuera inútil exigir de ellas desligadas de la día mientras guardo mis vacasl 38.
influencia del don de piedad. Sin los dones del Espíritu Santo, 3 4 C. I 2 n.4.
ninguna virtud infusa puede llegar a su perfecto desarrollo y 3 Debemos estos datos al precioso estudio de Dom RAYMOND THIBAUT
la vie spirituelle: Dom Columba Marmion (Desclée '929), sobre todo en su c.16.
maitre de
expansión. 3' MARMION, Jesucristo en sus misterios 3,6.
" Historia de un alma 10,19.
33 Cf. JUAN DE SANTO TOMÁS, III I- a.6 § n.26. 8 H. BREMOND, Hist. littéraire t .2 p.66 (citado por TANQUEREY, 0.C., n.1349,n).•
yor, y hace por él lo que con Cristo haría. Y todo cuanto hace— con ser he-
2) Nos HACE ADORAR EL MISTERIO INEFABLE DE LA PATER- roico y sobrehumano muchas veces— le parece tan natural y sencillo, que se
NIDAD DIVINA INTRATRINITARIA. admiraría muchísimo y le causaría gt an extrañeza que alguien lo ponderase
como si tuviera algún valor: « ¡Pero :si es mi hermano!», se limitaría a respon-
En sus manifestaciones más altas y sublimes, el don de piedad nos hace der. Todos sus movimientos y operaciones en servicio del prójimo los realiza
penetrar en el misterio de la vida íntima de Dios, dándonos un sentimiento pensando en el Padre común, corlo propios y debidos a los hermanos y fa-
vivísimo, transido de respeto y adoración, de la divina paternidad del Padre miliares de Dios (Eph 2,19); y es:o hace que todos ellos vengan a ser actos
con respecto al Verbo Eterno. Ya no se trata tan sólo de su paternidad espi- de religión de un modo sublime y eminente. Aun el amor y la piedad que
ritual hacia nosotros por la gracia, sino de su divina paternidad etervamente profesa a sus familiares y consanguíneos están profundamente penetrados de
fecunda en el seno de la Trinidad Beatísima. El alma se complace con inefa- esta visión más alta y sublime, que les presenta como hijos de Dios y herma-
ble dulzura en ese misterio inenarrable de la generación eterna del Verbo, nos en Jesucristo.
que constituye, si es lícito hablar así, la felicidad misma del Padre, que en Este es el don que hacía a San P ablo afligirse con los afligidos, llorar con
su Hijo divino tiene puestas todas sus complacencias (cf. Mt 17,5). Y ante los que lloraban, reír con los que reían y soportar sin enfado las flaquezas
esta perspectiva soberana, siempre eterna y siempre actual, el alma siente la y miserias del prójimo, haciéndose todo para todos a fin de salvarlos a todos
necesidad de anonadarse, de callar y de amar, sin más lenguaje que el de la (cf. COT 9,19-22).
adoración y de las lágrimas. Gusta repetir en lo más hondo de su espíritu
aquella sublime expresión del Gloria de la misa: «Gratias agimus Tibi propter 5) Nos MUEVE AL AMCR Y DEVOCIÓN A LAS PERSONAS Y
magnam, gloriam tuam>>. Es el culto y la adoración de la Majestad divina por
COSAS QUE PARTICIPAN DE ALGÚN MODO DE LA PATERNIDAD DE
sí misma, sin ninguna relación con los beneficios que de ella hayamos podido
recibir. Este sentimiento era familiar a la gran sor Isabel de la Trinidad 39. DIOS O DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA.
3) PONE EN EL ALMA UN FILIAL ABANDONO EN LOS BRAZOS En virtud del don de piedad se perfecciona e intensifica en el alma el
amor filial hacia la Santísima Virgen María, a la que considera como terní-
DEL PADRE CELESTIAL.
sima Madre y con la que tiene todas las confianzas y atrevimientos de un
Intimamente penetrada del sentimiento de su filiación divina adoptiva, hijo para con la mejor de las madres; ama con ternura a los ángeles y santos,
el alma se abandona tranquila y confiada en brazos de su Padre celestial. que son sus hermanos mayores, que ya gozan de la presencia continua del
Nada le preocupa ni es capaz de turbar un instante la paz inalterable de que Padre en la mansión eterna de los hijos de Dios; a las almas del purgatorio,
goza. No pide nada ni rechaza nada en orden a su salud o enfermedad, vida que atiende y socorre con sufragios continuos, considerándolas como her-
corta o larga, consuelos o arideces, energía o impotencia, persecuciones o ala- manas queridas que sufren; al pa,9ct., el dulce Cristo en la tierra, que es la
banzas, etc. Se abandona totalmente en manos de Dios, y lo único que pide cabeza visible de la Iglesia y padre de toda la cristiandad; a los superiores,
y ambiciona es glorificarle con todas sus fuerzas y que todos los hombres en los que se fija, sobre todo, en su carácter de padres más que en el de jefes
reconozcan su filiación divina adoptiva y se porten como verdaderos hijos o inspectores, sirviéndoles y obeelaciéndoles en todo con verdadera alegría
de Dios, alabando y glorificando al Padre, que está en los cielos. «Nada de filial; a la patria, que quisiera verla empapada del espíritu de Jesucristo en
un método demasiado rígido ni de fórmulas complicadas que pudieran pa- sus leyes y costumbres y por la que derramaría gustosa su sangre o se dejaría
ralizar los impulsos de su corazón filial. Corre a Dios como un hijo hacia quemar viva, como Santa Juana de Arco; a la Sagrada Escritura, que lee con
su padre» 4°. el mismo respeto y amor que si se tratase de una carta del Padre enviada
desde el cielo para decirle lo que tiene que hacer o lo que quiere de ella; a
4) Nos HACE VER EN EL PRÓJIMO A UN HIJO DE DIOS Y las cosas santas, sobre todo las que pertenecen al culto y servicio de Dios
HERMANO EN JESUCRISTO. (vasos sagrados, custodias, etc.), en los que ve los instrumentos del servicio
glorificación del Padre. Santa Teresita estaba gozosísima con su oficio de
Es una consecuencia natural de la filiación adoptiva de la gracia. Si Dios sacristana, que le permitía tocar los -vasos sagrados y ver su rostro reflejado
es nuestro Padre, todos somos hijos de Dios y hermanos en Jesucristo, en en el fondo de los cálices...
acto o al menos en potencia. Pero ¡con qué fuerza perciben y viven esta
verdad tan sublime las almas dominadas por el don de piedad! Aman a todos 4.10. 4. Bienaventuranzas y frutos que de él se deri-
los hombres con apasionada ternura, viendo en ellos a hermanos queridísi- van.—Según Santo Tomás (:21,2), con el don de piedad se re-
mos en Cristo, a los que quisieran colmar de toda clase de gracias y bendi-
ciones. De este sentimiento desbordaba el alma de San Pablo cuando escri- lacionan tres de las bienaventuranzas evangélicas:
bía a los Filipenses (4,r): «Así que, hermanos míos amadísimos y muy de- a) la segunda: Bienaventurados los mansos, porque la man-
seados, mi alegría y mi corona, perseverad firmes en el Señor, carísimos>>. sedumbre quita los impedimentos para el ejercicio de la piedad;
Llevada de estos entrañables sentimientos, el alma se entrega a toda clase b) la cuarta: Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de obras de misericordia hacia los desgraciados, considerándolos como ver-
daderos hermanos y sirviéndoles para complacer al Padre de todos. Todos
de justicia, porque el don de piedad perfecciona las obras de
cuantos sacrificios le exija el servicio del prójimo—aun del ingrato y desagra- la justicia; y
decido—le parecen poco. En cada uno de ellos ve a Cristo, el Hermano ma- c) la quinta: Bienaventurados los misericordiosos, porque la
39 Cf. P. PHIL1PON, La doctrina espiritual de sor Isabel de la Trinidad c.8 n.4. piedad se ejercita también en las obras de misericordia.
40 P. PHILIPON, 0.C., ibid.
De los frutos del Espíritu Santo deben atribuirse directa- nes, que son, dicen, buenas para mujeres, pero impropias de un espíritu só-
mente al don de piedad la bondad y la benignidad; e indirecta- lido, llamando solidez de espíritu a esta dureza de corazón, tan opuesta al
mente, la mansedumbre, en cuanto aparta los impedimentos para espíritu de piedad. Deberían pensar estos tales que la devoción es un acto
de religión, o un fruto de la religión y de la caridad, y que, por consiguiente,
los actos de piedad (121,2 ad 3). es preferible a todas las virtudes morales, ya que la religión sigue inmedia-
tamente en orden de dignidad a las virtudes teologales.
411. 5. Vicios opuestos.—Los vicios que se oponen al Cuando un padre grave y respetable por su edad o por los cargos que ha
don de piedad pueden agruparse bajo el nombre genérico desempeñado en la religión testifica delante de los jóvenes religiosos que
de impiedad. Porque como precisamente al don de piedad co- estima los grandes talentos y los empleos brillantes, o que prefiere a los que
rresponde ofrecer a Dios con filial afecto lo que le pertenece sobresalen por su ciencia o ingenio más que los que no tienen tanto de estas
cosas aunque tengan más virtud y piedad, hace un grandísimo daño a esta
como Padre nuestro, todo aquel que de una forma o de otra pobre juventud. Es un veneno que se les inocula en el corazón, y del que
quebrante voluntariamente este deber merece propiamente el acaso no curarán jamás. Una palabra que se dice confidencialmente a otro
es capaz de trastornarle completamente» 43.
nombre de impío.
Por otra parte—como dice hermosamente Santo Tomás 41—, 412. 6. Medios de fomentar este don.—Aparte de los
«la piedad, en cuanto es don, consiste en cierta benevolencia
sobrehumana hacia todos», considerándolos como hijos de Dios medios generales para fomentar los dones del Espíritu Santo
y hermanos nuestros en El. Y en este sentido, San Gregorio en general (recogimiento, oración, fidelidad a la gracia, etc.),
se relacionan más de cerca con el don de piedad los siguientes:
Magno opone al don de piedad la dureza de corazón cuando
dice que el Espíritu Santo con sus dones da «contra duritiam, I.° CULTIVAR EN NOSOTROS EL ESPÍRITU DE HIJOS ADOPTIVOS DE
DIOS.—
No hay verdad que se nos inculque tantas veces en el Evangelio como la de
pietatem» 42. que Dios es nuestro Padre. En sólo el sermón de la Montaña lo repite el
El P. Lallemant ha escrito una página admirable sobre esta Señor catorce veces. Esta actitud de hijos ante el Padre destaca tanto en la
dureza del corazón. Hela aquí: nueva ley, que algunos han querido ver en ella la nota. típica y esencial del
cristianismo.
«El vicio opuesto al don de piedad es la dureza de corazón, que nace del Nunca insistiremos bastante en fomentar en nuestra alma este espíritu
amor desordenado de nosotros mismos: porque este amor hace que natu- de filial confianza y abandono en brazos de nuestro Padre amorosísimo. Dios
ralmente no seamos sensibles más que a nuestros propios intereses y que es nuestro Creador y será nuestro Juez a la hora de la muerte; pero, ante
nada nos afecte sino lo que se relaciona con nosotros; que veamos las ofensas todo, es siempre nuestro Padre. El don de temor nos inspira hacia El una
de Dios sin lágrimas y las miserias del prójimo sin compasión; que no que- respetuosa reverencia—jamás miedo—, que en nada es incompatible con la
ramos incomodarnos en nada para ayudar a los otros; que no podamos so- ternura y confianza filial que nos inspira el don de piedad. Sólo bajo la acción
portar sus defectos; que arremetamos contra ellos por cualquier bagatela y transformante de este don el alma se siente plenamente hija de Dios y vive
que conservemos hacia ellos en nuestro corazón sentimientos de amargura con infinita dulzura su condición de tal; pero ya desde ahora podemos hacer
y de venganza, de odio y antipatía. Al contrario, cuanta más ca.ridad o amor mucho para lograr este espíritu disponiéndonos, con ayuda de la gracia, a
de Dios tiene un alma, más sensible es a los intereses de Dios y del prójimo. permanecer siempre delante de Dios como un hijo ante su amorosísimo pa-
Esta dureza es extrema en los grandes del mundo, en los ricos avaros, dre. Pidamos continuamente el espíritu de adopción, vinculando esta petición
en las personas sensuales y en los que no ablandan su corazón por los ejer- a cualquier ejercicio que tengamos que repetir muchas veces al día 44, y es-
cicios de piedad y por el uso de las cosas espirituales. Se encuentra también forcémonos en hacer todas las cosas por amor a Dios, tan sólo por complacer
con frecuencia en los sabios que no juntan la devoción con la ciencia, y que a nuestro amorosísimo Padre, que está en los cielos.
para lisonjearse de este defecto lo llaman solidez de espíritu; pero los ver-
daderos sabios han sido los más piadosos, como un San Agustín, un Santo 2.° CULTIVAR EL ESPÍRITU DE FRATERNIDAD UNIVERSAL CON TODOS LOS
Tomás, un San Buenaventura, un San Bernardo, y en la Compañía, Laínez, HOMBRES.—Es éste, como vimos, el principal efecto secundario del don de
Suárez, Belarmino, Lesio. piedad. Antes de practicarlo en toda su plenitud por la actuación del don,
Un alma que no puede llorar sus pecados al menos con las lágrimas del podemos hacer mucho por nuestra parte con ayuda de la gracia ordinaria.
corazón, tiene mucho de impiedad o de impureza, o de ambas cosas a la -Ensanchemos cada vez más la capacidad de nuestro corazón hasta lograr
vez, como sucede de ordinario a los que tienen el corazón endurecido. meter en él al mundo entero con entrañas de amor. Todos somos hijos de
Es una gran desgracia cuando se estiman más en la religión los talentos Dios y hemanos en Jesucristo. ¡Con qué persuasiva insistencia lo repetía
naturales y adquiridos que la piedad. Veréis con frecuencia religiosos, y tal San Pablo a los primeros cristianos!: «Todos sois hijos de Dios por la fe en
vez superiores, que dirán en voz alta que hacen mucho más caso de un espí- Cristo Jesús; porque cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os habéis
ritu capaz de atender muchos negocios que de todas esas pequeñas devocio- vestido de Cristo. No hay ya judío o griego, no hay siervo o libre, no hay
43 La docti ine princ.-1 c.4 a.s.
«Pietas, secundum quod est donum, consistit in quadam benevolentia supra modum 44 Recuérdese que Dom Columba Maimión—que vivió tan hondamente este
espíritu
humanum ad omnes» (III Sent. d.9 q.i a.i q.ar ad 4)• ad t. de adopción—tenía vinculada esta tan hermosa petición a cada Gloria Patri que recitaba
42 II Moral. c.49: ML 75,593.—Cf. S.Th., I-II,68,2 ad 3; 6 ad 2 ; II-11,159 al final de los Salmos y en otras muchas ocasiones (cf. DOM THIBAUT, 0.C., c.r6 p.453-4)•
hombre o mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús» (Gal 2,26-28). Si Puede definirse con Santo Tomás: aquella virtud por la cual
hiciéramos de nuestra parte todo cuanto pudiéramos para tratar a todos nues- ofrecemos culto y honor a las personas constituidas en dignidad
tros semejantes como verdaderos hermanos en Dios, sin duda atraeríamos (io2,I).
sobre nosotros su mirada misericordiosa, que en nada se complace tanto como
en vernos a todos íntimamente unidos en su divino Hijo. El mismo Cristo Cualquier persona constituida en alguna verdadera dignidad
quiere que el mundo conozca que somos discípulos suyos en el amor entra- es merecedora, por ese mismo hecho, de nuestro respeto y ve-
ñable que nos tengamos los unos a los otros (lo 13,35). neración. Y así, el siervo debe respetar a su señor, el soldado a
3.° CONSIDERAR TODAS LAS COSAS, AUN LAS PURAMENTE MATERIALES, su capitán, el súbdito al prelado, el joven al anciano, el discípu-
COMO PERTENECIENTES A LA CASA DEL PADRE, QUE ES LA CREACIóN ENTERA.— lo a su maestro. Ahora bien: esta actitud habitual, respetuosa
¡Qué sentido tan profundamente religioso encuentran en todas las cosas las
almas gobernadas por el don de piedad! San Francisco de Asís se abrazó
y sumisa hacia los que nos aventajan en alguna excelencia o
apasionadamente a un árbol porque era un <■ hermano suyo» en Dios. San dignidad, procede cabalmente de la virtud de la observancia.
Pablo de la Cruz se extasiaba ante las florecillas del jardín, que le hablaban Santo Tomás advierte que a las personas constituidas en
del Padre celestial. Santa Teresita se echó a llorar de amorosa ternura al dignidad se les debe honor y culto. Honor, por razón de su ex-
contemplar a una gallina cobijando a sus polluelos bajo sus alas, acordán-
dose de la imagen evangélica con que Cristo quiso mostrarnos los senti-
celencia, y culto, obediencia o servicio, por razón del oficio de
mientos más que paternales de su divino Corazón incluso para con los hijos gobierno que tengan sobre nosotros (io2,2). Por eso se debe
ingratos y rebeldes. Sin llegar a estas exquisiteces, que son propias del don honor a cualquier persona excelente, pero obediencia o servi-
de piedad actuando intensamente, ¡qué sentido tan distinto podríamos dar cio sólo a los que tengan gobierno o jurisdicción sobre nos-
a nuestro trato con las criaturas—aun las puramente materiales—si nos es- otros (ad 3). De ahí que la observancia se divida en dos partes
forzáramos en descubrir, a la luz de la fe, su aspecto religioso, que late tan
profundamente en todas ellas! La creación es la casa del Padre, y todas cuan-
o especies: la dulía y la obediencia. Vamos a estudiarlas breve-
tas cosas hay en ella le pertenecen a El. ¡Con qué delicadeza trataríamos mente.
aun las puramente materiales! Descubriríamos en todas ellas algo divino, que
nos las haría respetar como si se tratase de vasos sagrados. ¡A qué distancia
del pecado—que es siempre una especie de sacrilegio contra Dios o las cosas A) LA DULÍA 46
de Dios—nos pondría esta actitud tan cristiana, tan religiosa y tan meritoria
delante de Dios! Toda nuestra vida se elevaría de plano, alcanzando una al-
414. Como indica su mismo nombre (del griego 801.0■Eía
tura sublime ante la mirada amorosísima de nuestro Padre, que está en los = servidumbre), la dulía en sentido estricto consiste en el
cielos. honor y reverencia que el siervo debe a su señor. En sentido
4.° CULTIVAR EL ESPÍRITU DE TOTAL ABANDONO EN BRAZOS DE DIOS.— más amplio significa el honor que se debe a cualquier persona
En toda su plenitud no lo conseguiremos hasta que actúe en nosotros in- constituida en dignidad. Y en el sentido recibido comúnmente
tensamente el don de piedad. Pero esforcémonos mientras tanto en hacer de por el uso de la Iglesia significa el culto y veneración que se
nuestra parte todo cuanto podamos. Hemos de convencernos plenamente de
que, siendo Dios nuestro Padre, es imposible que nos suceda nada malo en
debe a los santos, que gozan ya en el cielo de la eterna bienaven-
todo cuanto quiere o permite que venga sobre nosotros. Y así hemos de turanza. A la Santísima Virgen, por razón de su excelencia
permanecer indiferentes a la salud o enfermedad, a la vida corta o larga, a sobre todos los santos, se le debe el culto llamado de hiperdulía
la paz o la guerra, a los consuelos o arideces de espíritu, etc., etc., repitiendo (o sea, más que de simple dulía). Y a San José, el de protodulía
continuamente nuestros actos de entrega o abandono. El «fiat*, el «sí*, el
«lo que quieras, Señor» debería ser la actitud fundamental del cristiano ante
(o sea, el primero entre los de dulía).
su Dios, en total y filial abandono a su divina y paternal voluntad. Volvere- En su acepción filosófica, el culto de dulía supone siempre
mos sobre esto en otro lugar (cf. n.626-33). alguna superioridad o excelencia en la persona honorificada.
Aunque no es menester que sea más excelente que el que lo
III. La virtud de la observancia 45 ofrece, con tal que tenga alguna superioridad sobre otros (y
así, el general honra al capitán en cuanto superior al simple
413. Es otra parte potencial de la virtud de la justicia que
tiene por objeto regular las relaciones de los inferiores para con soldado) o sobre él mismo en algún aspecto particular (y así,
los superiores, excepto cuando estos superiores sean Dios, los el príncipe honra a su profesor en cuanto tal) (ro3,2).
padres o las autoridades que gobiernan en nombre de la patria, El honor o culto que se le debe a Dios (latría) puede ser
meramente interior, ya que El conoce perfectamente los mo-
cuya reg_wlación pertenece a las virtudes de la religión y de la vimientos de nuestro corazón. Pero el debido a los superiores
piedad.
45 Cf. II-11,io2. " Cf. 11-11,1o3.
interiormente y quejándose de la ((falta de visión», de la <4mprudencia>> del
humanos tiene que manifestarse de algún modo por algún sig- superior, etc., etc., se desvirtúa en su misma esencia el acto virtuoso, que
no exterior (palabra, gesto, etc.), porque hay que honrarles no deja automáticamcnte de serlo. Lo mismo ocurre cuando se obedece exclu-
solamente ante Dios, sino también ante los hombres (1 o3, t). sivamente por la simpatía que sentimos hacia la persona pai ticular del supe-
rior, o porque lo mandado nos parece razonable, o porque encaja con nues-
tros gustos y aficiones, etc., etc. En todos estos casos falta el motivo formal
B) LA OBEDIENCIA de la obediencia—que es la autoridad del superior, en cuanto representante
de Dios—, y por lo mismo no existe en cuanto virtud sobrenatural (104,2
415. S.TH., II-II,Io4; SCARAMELLI, Directorio ascético t.3 a.7; CH. DE SMEDT, Notre vie ad 3). Santo Tomás afirma que ni el mismo martirio tendría valor alguno si no
surnat. t.2 p.124-151; MONSEÑOR GAY, Vida y virtudes cristianas tr.I I ; TANQUEREY, Teolo-
gía ascética n.m57-74; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades II1,15; COLUMBA MARMION, Cristo, se ordenase al cumplimiento de la divina voluntad: «nisi haec ordinaret ad
ideal del monje conf.i2; Cotax, El culto de los votos c.17-22. impletionem divinae voluntatis quod recte ad obedientiam pertinet>> 04,3).
t) Obediencia rutinaria: puro automatismo, sin espíritu interior, como 423. Es otra virtud cristiana, parte potencial de la justicia,
el reloj, que da las horas puntualmente, pero ignorando que las da... que tiene por objeto recompensar de algún modo al bienhechor
2) Obediencia sabia : siempre con el Código Canónico o la regla en la por el beneficio recibido. El bienhechor, dándonos gratuitamente
mano para saber hasta dónde está obligado a obedecer o dónde empieza «a
excederse» el superior. ¡Qué mezquindad!
alguna cosa a la que no teníamos ningún derecho, se hizo
3) Obediencia crítica : «El superior es superior, ¡no faltaba más!, pero acreedor a nuestra gratitud; y en todo corazón noble brota es-
eso no impide que sea poco simpático, riguroso, frágil, impulsivo, sin pizca pontáneamente la necesidad de demostrársela llegada la ocasión
de tacto...; que le falte a menudo cordura, prudencia, oportunidad y cari- oportuna. Por eso es tan vil y degradante el feo pecado de la.
dad» (CotAN). Se le obedece al mismo tiempo que se le despelleja...
ingratitud.
4) Obediencia momificada : no se tiene ocasión de practicarla, porque
el superior no se atreve a mandar o porque el súbdito se substrae habilido- Tanto la gratitud como su vicio opuesto tienen diversos
samente de tener que obedecer... grados, que resume Santo Tomás maravillosamente del si-
5) Obediencia seudomística : desobedece al superior so pretexto de obe- guiente modo:
decer al Espíritu Santo. ¡Pura ilusión!
6) Desobediencia camuflada : es «el arte de conducir hábilmente al supe- «Tiene diversos grados, por orden a las cosas que requiere la gratitud.
rior, a fuerza de excusas y objeciones, a retirar o modificar sus mandatos» De las cuales la primera es que el hombre reconozca el beneficio recibido;
(CoLiN). la segunda, que lo alabe y dé las gracias; la tercera, que lo re( ompertse, a su
7) Obediencia pa' y adójica : es la que pretende obedecer haciendo la pro- dCbido tiempo y lugar, según sus pc,sit,iliclacks. Pero como lo que es último
pia voluntad, o sea imponiéndosela al superior. en la ejecucii'm lia de ser in Tm imel o en la intención, cl imer Qratlo de in-
gratitud es que el hombre no recompense el beneficio recibido; el segundo,
54 Cf. 11-11,1o5.
55 Cf. Cot.m, o.c., C.20, donde se exponen ampliamente los conceptos que vamos a 56 SANTA CATALINA DE SIENA, Diábigu C.I62
resumir. 57 Cf. 11-11,106.
que disimule, no demostrando haber recibido el beneficio, y el tercero, y muchas veces un amor propio exacerbado y acaso verdadero
más grave, que ni siquiera lo reconozca, ya sea por olvido, ya de cualquier
otro modo. Y como en la afirmación se entiende la negación opuesta, de ahí
odio al prójimo. Por eso, a esta virtud se la llama «pequeña
que al primer grado de ingratitud pertenece devolver mal por bien; al se- virtud», y es siempre de aconsejar que se perdonen las injurias
gundo, criticar y vilipendiar el beneficio, y al tercero, reputar como malo el del prójimo en vez de castigarlas, a no ser que el amor de Dios,
beneficio» 58. del prójimo o el bien común exijan la reparación de la injuria.
En otro artículo precioso pregunta Santo Tomás si está A esta virtud se oponen dos vicios: uno por exceso, la
más obligado a dar gracias a Dios el inocente que el penitente. crueldad, y otro por defecto, la indulgencia excesiva, que puede
Y contesta diciendo que por razón de la grandeza del beneficio animar al culpable a continuar sus fechorías.
recibido está más obligado el inocente, que ha recibido de Dios
mayor y más continuado don; pero por razón de la gratuidad VI. La veracidad 63
del don está más obligado el penitente, ya que, mereciendo 425. Es la virtud que inclina a decir siempre la verdad y, a
castigo, se le da gratuitamente el perdón 59. manifestarnos al exterior tai como somos interiormente (1o9,1.3
Santa Teresita del Niño Jesús, sin haber estudiado Teología, intuyó ma- ad 3). Está íntimamente relacionada con la simplicidad, que
ravillosamente esta doctrina al decir que el Señor ole había perdonado más rectifica la intención apartándonos de la doblez, que nos im-
que a Santa Magdalena*, porque le había perdonado anticipadamente, impi- pulsaría a manifestarnos exteriormente en contra de nuestras
diéndole caer en ellos, los muchos pecados que hubiera podido cometer 60. verdaderas intenciones (1o9,2 ad 4; II 1,3 ad 2), y con la fideli-
dad, que inclina la voluntad a cumplir lo prometido, confor-
V. La vindicta o justo castigo 61 mando así la promesa con los hechos (1'0,3 ad 5).
No siempre estamos obligados a decir la verdad, pero sí lo
424. Es una virtud difícil de explicar por lo fácilmente
que puede confundirse con un verdadero pecado contra la estamos a no mentir jamás (1[1°,3). Cuando la caridad, la jus-
caridad. Tiene por objeto castigar al malhechor por el pecado ticia o alguna otra virtud exijan no manifestar la verdad, podrá
buscarse un pretexto para no decirla (silencio, rodeo, restric-
cometido. Santo Tomás explica su verdadero sentido y alcance
en las siguientes palabras, modelo de precisión y exactitud: ción mental, etc.), pero jamás es lícito mentir directa y positi-
vamente ni siquiera para conservar la vida o cualquier otro
oLa vindicación se hace por alguna pena que se impone al culpable. Hay bien temporal.
que atender en ella al ánimo del que la impone. Si su intención recae y des-
cansa principalmente en un mal que se desea al culpable del crimen co- 426. Pecados opuestos.—A la veracidad se oponen va-
metido, es completamente ilícita, porque deleitarse en el mal de otro es pro- rios pecados:
pio del odio, que repugna a la caridad, por la que debemos amar a todos los
hombres. Ni vale excusarse diciendo que se le desea un mal a aquel que in-
a) La mentira (In)), que consiste en manifestar exterior-
justamente nos lo hizo antes a nosotros, porque no nos excusa el odiar a mente con la palabra lo contrario de lo que se piensa interior-
quien nos odia a nosotros. No puede el hombre pecar contra nadie so pre- mente. Se divide en jocosa, oficiosa y perniciosa, según se in-
texto de que antes pecó él contra nosotros; esto equivaldría a ser vencido tente divertir a los demás, sacar algún provecho propio o aje-
por el mal en vez de vencer al mal con el bien, como dice el apóstol San
Pablo (Rom 12,2 1). Pero si la intención del que castiga recae principalmente
no o perjudicar a alguien. Las dos primeras no suelen pasar de
en algún bien al que se llega por la aplicación de la pena, a saber: la enmienda pecados veniales, pero la tercera es por su propia naturaleza
del pecador, o, al menos, su sujeción y tranquilidad de los demás, la conser- pecado mortal, si bien a veces puede ser tan sólo venial en
vación de la justicia o del honor de Dios, puede ser lícita la vindicta, guardan- atención a la pequeñez del perjuicio causado (11°,4).
do todas las demás circunstancias debidas» 62.
b) La simulación e hipocresía (III), que consisten en men-
De todas formas, en la práctica, rara vez será conveniente tir no con las palabras, sino con. los hechos (simulación), o en
que el hombre privado o particular ejerza o pida este castigo; querer pasar por lo que uno no es (hipocresía).
porque, bajo el pretexto de justicia y de equidad, se esconderá c) La jactancia 0[12), que consiste en atribuirse excelen-
cias que no se poseen o en elevarse sobre lo que uno es.
• II-11,107,2.
59 TI-11,106,2. d) La ironía o falsa humildad (i 13), que consiste en ne-
• Cf. Historia de un alma 4 n.26-28.
• 11-11,1o8.
gar que se posean cualidades o merecimientos que en realidad
62 II-11,108,1. 63 Cf. 11-11,1o9.
se ,tienen. Pero no seamos fáciles en achacar a este defecto la dia la mueve la compasión; a la beneficencia, el amor; y a la
humildad aparentemente exagerada de los santos. La mentira liberalidad, el poco aprecio que se hace del dinero, lo que
consiste en hablar contra lo que se siente; y así como un pro- mueve a. darlo fácilmente no sólo a los amigos, sino también
fesor de Teología puede llamarse teólogo con relación a sus a los desconocidos. Se distingue también de la magnificencia
alumnos, aunque acaso sea menos que aprendiz con relación en que ésta se refiere a grandes y cuantiosos gastos invertidos
a Santo Tomás, así los santos, iluminados con luces vivísimas en obras espléndidas, mientras que la liberalidad se refiere
sobre la santidad de Dios, se veían a sí mismos llenos de mi- a cantidades más modestas.
serias y defectos que nosotros no alcanzamos a descubrir. Su nombre de liberalidad le viene del hecho de que, des-
prendiéndose del dinero y de las cosas exteriores, el hombre
'VII. La amistad o afabilidad 64 se libera de esos impedimentos, que embargarían su atención
y sus cuidados (117,2). El vulgo suele calificar a estas personas
427. Es la virtud que nos impulsa a poner en nuestras pa- de desprendidas o dadivosas.
labras y acciones exteriores cuanto pueda contribuir a hacer ama- Tiene dos vicios opuestos: uno por defecto, la avaricia (118),
ble y placentero el trato con nuestros semejantes (I I4,I). Es la que es uno de los pecados llamados capitales por ser cabeza de
virtud social por excelencia y una de las más exquisitas e in- otros muchos, particularmente de la dureza de corazón, in-
confundibles señales del auténtico espíritu cristiano. quietud, violencia, engaño, fraude, perjurio y traición (118,8);
Sus actos son variadísimos, y todos excitan la simpatía y y otro por exceso, la prodigalidad 019), que derrocha el dinero
cariño de nuestros semejantes. La benignidad, el trato delica- sin ton ni son, fuera de su debido orden, tiempo, lugar y per-
do, la alabanza sencilla, el buen recibimiento, la indulgencia, sonas.
el agradecimiento manifestado con entusiasmo, el desagravio,
la paz, la paciencia, la mansedumbre, la exquisita educación
en palabras y modales, etc., ejercen un poder de seducción IX. La equidad o epiqueya
y simpatía en torno nuestro, que con ningún otro procedi- 429. Es la virtud que 110S inclina a apartarnos rectamente,
miento pudiéramos lograr. Con razón escribió Gounod que en circunstancias especiales, de la letra de la ley para cumplir
<lel hombre se inclina ante el talento, pero sólo se arrodilla mejor su espíritu. El legislador, en efecto, no puede ni debe
ante la bondad» 65. prever todos los casos excepcionales que pueden ocurrir en la
Esta preciosa virtud tiene dos vicios opuestos: uno por práctica. Hay circunstancias en las que atenerse a la letra ma.-
exceso, la adulación o lisonja, por la cual se trata de agradar a terial de la ley sería una verdadera injusticia: «summum ius,
alguien de manera desonlenada y excesiva para obtener de Pumma iniurial, dice el adagio jurídico. El mismo legislador
él alguna ventaja propia (1 5); y otro por defecto, el litigio o llevaría a mal que se cumpliese entonces su ley. La virtud
espíritu de contradicción, que trata de contristar o al menos de de la epiqueya es la que nos dice en qué circunstancias y de
no agradar al adversario (116). qué manera es lícito y hasta obligatorio apartarse de la letra
de la ley. Está íntimamente relacionada con la virtud llamada
VIII. La liberalidad 66 gnome, que es una parte potencial de la prudencia (cf. n.378,
c.3), que proporciona a la epiqueya el recto juicio para obrar
428. Es otra virtud cristiana, parte potencial de la justi- honestamente. El gnome dirige; la epiqueya, ejecuta.
cia, que tiene por objeto moderar el amor a las cosas exteriores, Contra la epiqueya existe un vicio: la excesiva rigidez o
principalmente a las riquezas, e inclina al hombre a desprenderse fariseísmo legalista, que se aferra siempre a la letra de la ley
fácilmente de ellas, dentro del recto orden, en bien de los demás. aun en aquellos casos en los que la caridad, la prudencia o la
Se diferencia de la misericordia y de la beneficencia la libe- justicia aconsejan otra cosa (i zo,i ad 1).
ralidad por el distinto motivo que las impulsa: a la misericor-
67 II-II, r 20.
14.
6, Citado por J. GUIBERT en su preciosa obrita La bondad 1,4. Con las debidas reservas
—por algunos consejos menos rectos y falta de espíritu sobrenatural en toda ella—, puede
leerse con provecho la obra de DALE CA1ZNEGIE Cómo ganar amigos.
6, II-11,117.
Para la defensa del bien, reprimiendo o exterminando a los
ARTICULO 6 impugnadores, y otras hay que resistir con firmeza sus asaltos
rlara no retroceder un paso en el camino emprendido. De estos
LA VIRTUD DE LA FORTALEZA
dos actos, el principal y más difícil es resistir (contra lo que
430. S.TH., II-11,123,40; SCARAMELLI, Directorio ascético t.3 a.3; CH. DE SMEDT, Notre vie
surnaturelle p.210-67; BARRÉ, Tractatus de Virtutibus p.2.• c.3; JANVIER, Catétne 1920;
comúnmente se cree), porque es más penoso y heroico resistir
TANQUEREY, Teología ascética n.1075-98; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades IV,13; PRÜM- a, un enemigo que por el hecho mismo de atacar se considera
MER, Manuale Theologiae Moralis II n.626-42.
Más fuerte y poderoso que nosotros, que atacar a un enemigo
431. 1. Naturaleza.—La palabra «fortaleza» puede to- a quien, por lo mismo que tomamos la iniciativa contra él,
marse en dos sentidos principales: a) en cuanto significa, en consideramos más débil que nosotros. Hay todavía otras ra-
general, cierta firmeza de ánimo o energía de carácter. En este zones, que expone admirablemente Santo Tomás (123,6 c et
sentido no es virtud especial, sino más bien una condición ge- ad 1). Por eso, el acto del martirio, que consiste en resistir o
neral que acompaña a toda virtud, que, para ser verdadera- soportar la muerte antes que abandonar el bien, constituye el
mente tal, ha de ser practicada con firmeza y energía; y b) para acto principal de la virtud de la fortaleza (124).
designar una virtud especial que lleva ese mismo nombre. La fortaleza se manifiesta principalmente en los casos re-
Y así entendida, puede definirse: Una virtud cardinal infundida pentinos e imprevistos. Es evidente que el que reacciona en
con la gracia santificante que enardece el apetito irascible y la el acto contra el mal, sin tener tiempo de pensarlo, muestra
voluntad para que no desistan de conseguir el bien arduo o difícil ser más fuerte que el que lo hace únicamente después de ma-
ni siquiera por el máximo peligro de la vida corporal. Explique- dura reflexión (123,9).
mos un poco la definición: El fuerte puede usar de la ira como instrumento para su
acto de fortaleza en atacar; pero no de cualquier ira, sino
a) «UNA VIRTUD CARDINAL...», puesto que vindica para sí, de manera
especialísima, una de las condiciones comunes a todas las demás virtudes, únicamente de la controlada y rectificada por la razón (123, lo).
que es la firmeza en el obrar 123,1i).
432. 2. Importancia y necesidad.—La fortaleza es una
b) «... INFUNDIDA CON LA GRACIA SANTIFICANTE...», para distinguirla de virtud muy importante y excelente, aunque no sea la máxima
la fortaleza natural o adquirida.
entre todas las cardinales. Porque el bien de la razón—objeto
c) «... QUE ENARDECE EL APETITO IRASCIBLE Y LA voLuNTAD...*--La de la virtud—pertenece essentialiter a la prudencia; effective,
fortaleza reside, como en su sujeto propio, en el apetito irascible, porque se
ejercita sobre el temor y la audacia, que en él residen. Claro que influye a la justicia, y sólo conservative (o sea removiendo los impedi-
también, por redundancia, sobre la voluntad para que pueda elegir el bien mentos) a la fortaleza y templanza. Entre estas dos últimas
arduo y difícil sin que le pongan obstáculo las pasiones. Propiamente, la prevalece la fortaleza, porque es más difícil superar en el ca-
fortaleza, en cuanto virtud, reside en el apetito irascible para superar el mino del bien los peligros de la muerte que los que proceden
temor y moderar la audacia (123,3).
de las delectaciones del tacto. Por donde se ve que el orden de
d) «... PARA QUE NO DESISTAN DE CONSEGUIR EL BIEN ARDUO O DIFÍCIL...» perfección entre las virtudes cardinales es el siguiente: pru-
Como es sabido, el bien arduo constituye el objeto del apetito irascible
(1-11,23,1). Ahora bien: la fortaleza tiene por objeto robustecer el apetito
dencia, justicia, fortaleza y templanza (123,12).
irascible para que no desista de conseguir ese bien difícil por grandes que La fortaleza, en su doble acto de atacar y resistir, es muy importante y
sean las dificultades o peligros que se presenten. necesaria en la vida espiritual. Hay en el camino de la virtud gran número
e) «... NI SIQUIERA POR EL MÁXIMO PELIGRO DE LA VIDA CORPORAL1.— de obstáculos y dificultades que es preciso superar con valentía si queremos
Por encima de todos los bienes corporales hay que buscar siempre el bien llegar hasta las cumbres. Para ello es menester mucha decisión en emprender
de la razón y de la virtud, que es inmensamente superior al corporal; pero el camino de la perfección cueste lo que costare, mucho valor para no asus-
como entre los peligros y temores corporales el más terrible de todos es la tarse ante la presencia del enemigo, mucho coraje para atacarle y vencerle y
muerte, la fortaleza robustece principalmente contra estos temores (123,4). mucha constancia y aguante para llevar el esfuerzo hasta el fin sin abandonar
Y entre los peligros de muerte se refiere principalmente a los de la guerra las armas en medio del combate. Toda esta firmeza y energía tiene que pro-
023,5). porcionarla la virtud de la fortaleza.
La fortaleza tiene dos actos: atacar y resistir. La vida del 433. 3. Vicios opuestos.—A la fortaleza se oponen tres
hombre sobre la tierra es una milicia (Iob 7,1). Y, a semejanza vicios: uno por defecto, el temor o cobardía (125), por el que
del soldado en la línea de combate, unas veces hay que atacar se rehúye soportar las molestias necesarias para conseguir el
c as, pero sobre todo la virtud. Es virtud muy rara entre los hombres, puesto
bien difícil o se tiembla desordenadamente ante los peligros q e supone el ejercicio de todas las demás virtudes, a las que da como la
de muerte; y dos por exceso: la impasibilidad o indiferencia (126), ú tima mano y complemento. En realidad, los únicos verdaderamente mag-
que no teme suficientemente los peligros que podría y debe- n nimos son los santos.
ría temer, y la audacia o temeridad (127), que desprecia los dic- 1 A la magnanimidad se oponen cuatro vicios: tres por ex-
támenes de la prudencia saliendo al encuentro del peligro. cso y uno por defecto. Por exceso se oponen directamente:
434. 4. Partes de la fortaleza. — La fortaleza no tiene a) La presunción (r3o), que inclina a acometer empresas
partes subjetivas o especies por tratarse de una materia ya muy superiores a nuestras fuerzas.
especial y del todo determinada, como son los peligros de muer- b) La ambición (r3r), que impulsa a procurarnos hono-
te. Pero sí tiene partes integrales y potenciales, constituidas res indebidos a nuestro estado y merecimientos.
ambas por las mismas virtudes materiales, pero con la particu- c) La vanagloria (132), que busca fama y nombradía sin
laridad de que, si sus actos se refieren a los peligros de muerte, méritos en que apoyarla o sin ordenarla a su verdadero fin,
constituyen las partes integrantes de la misma fortaleza, y si a que es la gloria de Dios y el bien del prójimo. Como vicio ca-
otras materias menos difíciles, constituyen sus partes poten- pital que es, de él proceden otros muchos pecados, principal-
ciales o virtudes anejas (128). Unas y otras se distribuyen del mente la jactancia, el afán de novedades, hipocresía, perti-
siguiente modo: nacia, discordia, disputas y desobediencias (132,5).
d) Por defecto se opone a la magnanimidad la pusilanimi-
ra) Con prontitud de ánimo y confianza en el fin:
Para acometer MAGNANIMIDAD (129); dad (133), que es el pecado de los que por excesiva descon-
cosas grandes . . b) Sin desistir a pesar de los grandes gastos que fianza en sí mismos o por una humildad mal entendida no
ocasionen: MAGNIFICENCIA (134). hacen fructificar todos los talentos que de Dios han recibido;
lo cual es contrario a la ley natural, que obliga a todos los
ra) Causadas por la tristeza de los males presentes:
2.° Para resistir las I PACIENCIA Y LONGANIMIDAD ( 136);
seres a desarrollar su actividad, poniendo a contribución to-
dificultades.. . . . b) Sin abandonar la resistencia por la prolongación dos los medios y energías de que Dios les ha dotado.
del sufrimiento: PERSEVERANCIA Y CONSTAN-
CIA (I 37). 436. 2) La magnificencia (r34).—Es la virtud que in-
He aquí una breve descripción de cada una de ellas. clina a emprender obras espléndidas y difíciles de ejecutar sin
arredrarse ante la magnitud del trabajo o de los grandes gastos
435. t) La magnanimidad (r 29).—Es una virtud que in- que sea necesario invertir. Se distingue de la magnanimidad en
clina a emprender obras grandes, espléndidas y dignas de honor en que ésta tiende a lo grande en cualquier virtud o materia,
todo género de virtudes. Empuja siempre a lo grande, ado es- mientras que la magnificencia se refiere únicamente a las gran-
pléndido, a la virtud eminente; es incompatible con la medio- des obras factibles, tales como la construcción de templos, hos-
cridad. En este sentido es la corona, ornamento y esplen.dor pitales, universidades, monumentos artísticos, etc. (134,2 ad 2).
de todas las demás virtudes. Es la virtud propia de los ricos 1, que en nada mejor pueden
La magnanimidad supone un alma noble y elevada. Se la suele conocer
emplear sus riquezas que en el culto de Dios o en provecho
con los nombres de «grandezle alma» o «nobleza de carácter». El magná- y utilidad de sus prójimos.
nimo es un espíritu selecto, exqito, superior. No es envidioso, ni rival de
nadie, ni se siente humillado por el bien de los demás. Es tranquilo, lento, Es increíble la obcecación de muchos ricos que se pasan la vida ateso-
rando riquezas, que tendrán que abandonar a la hora de la muerte, en vez
no se entrega a muchos negocios a la vez, sino a pocos, pero grandes o es-
de fabricarse una espléndida mansión en el cielo con su desprendimiento y
pléndidos. Es verdadero, sincero, poco hablador, amigo fiel. No miente nun-
ca, dice lo que siente, sin preocuparse de la opinión de los demás. Es abierto y generosidad en este mundo. Son legión los que prefieren ser millonarios se-
franco, no imprudente ni hipócrita.. Objetivo en su amistad, no se obceca tenta arios en la tierra en vez de serlo en el cielo por toda la eternidad.
para no ver los defectos del amigo. No se admira demasiado de los hombres,
de las cosas o de los acontecimientos. Sólo admira la virtud, lo noble, lo A la magnificencia se oponen dos vicios: uno por defecto,
grande, lo elevado: nada más. No se acuerda de las injurias recibidas: las la tacañería o mezquindad (135,1), que en los gastos a realizar
olvida fácilmente; no es vengativo. No se alegra demasiado de los aplausos
ni se entristece por los vituperios; ambas cosas son mediocres. No se queja i Sin embargo, también los pobres pueden y deben poseer su espíritu en la preparación
por las cosas que le faltan ni las mendiga de nadie. Cultiva el arte y las cien- o disposición del ánimo.
se queda muy por debajo de lo espléndido y magnífico, ha, e) LA LOCURA DE LA CRUZ, que prefiere el dolor al placer y pone todas
s s delicias en el sufrimiento exterior e interior, que nos configura con Je-
ciéndolo todo a lo pequeño y a lo pobre; y otro por exceso, el sucristo: «Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la crwz de
derroche o despilfarro (135,2), que lleva al extremo opuesto, 'Diestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo
fuera de los límites de lo prudente y virtuoso. para el mundo* (Gal 6,14); «O padecer o morir» (Santa Teresa); «Padecer,
Señor, y ser despreciado por Vos» (San Juan de la Cruz). «He llegado a no
437. 3) La paciencia (136).—Es la virtud que inclina a poder sufrir, pues me es dulce todo padecimiento>> (Santa Teresita).
soportar sin tristeza de espíritu ni abatimiento de corazón los pa-
decimientos físicos y morales. Es una de las virtudes más nece- Contra la paciencia pueden señalarse dos vicios opuestos:
sarias en la vida cristiana, porque, sien.do in.numerables los uno por defecto, la impaciencia, que se manifiesta al exterior
trabajos y padecimientos que inevitablemente tenemos todos con ira, quejas, murmuraciones y otras cosas semejantes; y otro
que sufrir en este valle de lágrimas, necesitamos la ayuda de por exceso, la insensibilidad o dureza de corazón, que no por
esta gran virtud para mantenernos firmes en el camino del motivo virtuoso, sino por falta de sentido humano o social, no
bien sin dejarnos abatir por el desaliento y la tristeza. Por no se inmuta ni impresiona ante ninguna calamidad propia o
tener en cuenta la práctica de esta virtud, muchas almas pier- ajena.
den el mérito de sus trabajos y padecimientos, sufren muchí- 438. 4). La longanimidad (136,5) es una virtud que nos
simo más al faltarles la conformidad con la voluntad de Dios da ánimo para tender a algo bueno que está muy distante de nos-
y no dan un solo paso firme en el camino de su santificación. otros, o sea, cuya consecución se hará esperar mucho tiempo.
Los principales motivos de la paciencia cristiana son los si- En este sentido, se parece más a la magnanimidad que a la
guientes: paciencia; pero teniendo en cuenta que, si el bien esperado tar-
a) La conformidad con la voluntad amorosísima de Dios, que sabe me- da mucho en llegar, se produce en el alma cierta tristeza y do-
jor que nosotros lo que nos conviene, y por eso nos envía tribulaciones y lor, la longanimidad, que soporta virtuosamente este dolor, se
dolores. parece más a la paciencia que a ninguna otra virtud.
b) El recuerdo de los padecimientos de Jesús y de María—modelos in-
comparables de paciencia—y el sincero deseo de imitarles. «La longanimidad es una virtud que consiste en saber aguardar. Saber
c) La necesidad de reparar nuestros pecados por la voluntaria y vir- aguardar a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. ¿En qué? En el bien que
tuosa aceptación del sufrimiento, en compensación de los placeres ilícitos de ellos esperamos. Por consiguiente, la longanimidad consiste en evitar la
que nos hemos permitido al cometerlos. impaciencia que podría causarnos la demora o tardanza de este bien. Saber
d) La necesidad de cooperar con Cristo a la aplicación de los frutos de sufrir esta tardanza, he aquí, en realidad, lo que es la longanimidad. Por eso
su redención a todas las almas, aportando nuestros dolores unidos a los suyos la llaman algunos larga esperanza.
para completar lo que falta a su pasión, como dice el apóstol San Pablo Es la virtud de Dios, que sabe aguardarnos a todos a nuestra hora; la
(Col 1,24). virtud de los santos, siempre sufridos, siempre pacientes con todos. Grande
e) La perspectiva soberana de la eternidad bienaventurada clie nos y admirable virtud, que el apóstol San Pablo coloca entre los doce frutos
aguarda si sabemos sufrir con paciencia. El sufrir pasa, pero el fruto de del Espíritu Santo (Gal 5,22)* 3.
haber santificado el sufrimiento no pasará jamás.
439. 5) La perseverancia (137).—Es una virtud que in-
Veamos ahora los principales grados que pueden distinguir- clina a persistir en el ejercicio del bien a pesar de la molestia que
se en la práctica progresiva y cada vez más perfecta de esta su prolongación nos ocasione. Se distingue de la longanimidad
virtud 2. en que ésta se refiere más bien al comienzo de una obra virtuo-
a) LA RESIGNACIÓN sin quejas ni impaciencia ante las cruces que el
sa que no se consumará del todo hasta pasado largo tiempo;
Señor nos envía o permite que vengan sobre nosotros. mientras que la perseverancia se refiere a la continuación del
b) LA PAZ Y SERENIDAD ante esas mismas penas, sin ese tinte de tris- camino ya emprendido, a pesar de los obstáculos y molestias
teza o melancolía que parece inseparable–de_la mera resignación. que vayan surgiendo en él. Lanzarse a una empresa virtuosa de
C) LA DULCE ACEPTACIÓN, en la que empieza a manifestarse la alegría larga y difícil ejecución es propio de la longanimidad; perma-
interior ante las cruces que Dios envía para nuestro mayor bien. necer inquebrantablemente en el camino emprendido un día
d) EL GOZO COMPLETO, que lleva a darle gracias a Dios, porque se digna y otro día, sin desfallecer jamás, es propio de la perseverancia.
asociarnos al misterio redentor de la cruz.
Todas las virtudes necesitan la ayuda y complemento de
2 Cf. TOUBLAN, Las virtudes cristianas c.86. Siendo muy afín esta materia con la de los
grados de amor al sufrimiento, remitimos al lector a lo que dijimos en aquel otro lugar (cf. n.232). 3 TOUBLAN, LaS virtudes cristianas c.go.
la perseverancia, sin la cual ninguna podría ser perfecta ni si- Muchas delectaciones; y otro por exceso, la pertinacia o ter-
quiera mantenerse mucho tiempo. Porque, aunque todo hábito oedad (138,2) del que se obstina en no ceder cuando sería
o virtud, por comparación al sujeto donde reside, sea una cua- razonable hacerlo.
lidad difícilmente movible y, por lo mismo, persistente de suyo,
la especial dificultad que proviene de la prolongación de la 441. 7) Medios de perfeccionarse en la fortaleza y
vida virtuosa hasta el fin ha de ser vencida por una virtud virtudes derivadas.—Los principales son los siguientes 6.
también especial, que es la perseverancia (137,1 ad 3). I.° PEDIRLA INCESANTEMENTE A Dios.—Porque, aunque es verdad que
éste es un medio general que puede aplicarse a todas las virtudes, ya que todo
Es imposible la perseverancia en el bien sin una especial ayuda de la don sobrenatural viene de Dios (Iac t,t7), no lo es menos que en orden a la
gracia. Santo Tomás se plantea expresamente esta cuestión y la resuelve ma-
fortaleza necesitamos una especial ayuda de Dios, dada la debilidad y flaque- •
gistralmente (137,4). De la doctrina que expone en ese artículo, completada
za de nuestra pobre naturaleza humana, vulnerada por el pecado. Sin el
con la de sus lugares paralelos, se desprende lo siguiente: auxilio de la gracia, no podemos nada (cf. Io 15,5), pero todo lo podemos
a) La virtud de la perseverancia, con-io hábito sobrenatural, es insepa- con El (Phil 4,13). Por eso en la Sagrada Escritura se nos inculca tan insis-
rable de la gracia santificante; perdida la gracia, se pierde la perseverancia tentemente la necesidad de pedir el auxilio de Dios, que es nuestra fortale-
juntamente con todas las demás virtudes (137,4). za: «Tú eres ciertamente mi roca, mi ciudadela» (Ps 30,4), y el que la da a
b) Para poner en ejercicio cualquier virtud infusa se requiere el previo su pueblo: «Es el Dios de Israel, el que da a su pueblo fuerza y poderío»
empuje de la gracia actual ordinaria, que Dios, por otra parte, no niega a (Ps 67,36).
nadie que no ponga obstáculo alguno a su recepción (I-II,109,9).
c) Para perseverar durante largo tiempo en el bien se requiere una gra- 2.° PREVER LAS DIFICULTADES QUE ENCONTRAREMOS EN EL CAMINO DE
cia actual especial, sin la cual no se podría de hecho, pero con la cual se pue- LA VIRTUD Y ACEPTARLAS DE ANTEMANO.—Lo recomienda el Angélico Doc-
de siempre 4. tor como cosa conveniente a todos, y principalmente a los que no han ad-
d) Para perseverar en el bien hasta la muerte (perseverancia final) se quirido todavía el hábito de obrar con fortaleza (123,9). Así va perdiendo
requiere un auxilio especialísimo de Dios enteramente gratuito, que, por lo poco a poco el miedo, y cuando sobrevienen de hecho esas dificultades, se
mismo, nadie puede estrictamente merecer, aunque puede impetrarse infa- las vence con intrepidez como cosa ya prevista de antemano,
liblemente con la oración revestida de las debidas condiciones 5. 3.° ABRAZAR CON GENEROSIDAD LAS PEQUEÑAS MOLESTIAS DE LA VIDA
DIARIA PARA FORTALECER NUESTRO ESPÍRITU CONTRA EL DOLOR.—E1 que se va
440. 6) La constancia (137,3) es una virtud íntimamen- acostumbrando a vivir a la intemperie, se considerará feliz y dichoso al en-
te relacionada con la perseverancia, de la que se distingue, sin contrarse bajo tejado, aunque carezca de calefacción central. Si no acepta-
embargo, por razón de la distinta dificultad que trata de su- mos generosamente las pequeñas molestias inevitables: frío, calor, dolorci-
llos, contradicciones, ingratitudes, etc., de que está llena la vida humana,
perar; porque lo propio de la perseverancia es dar firmeza al jamás daremos un paso serio en la fortaleza cristiana.
alma contra la dificultad que proviene de la prolongación de la
4.° PONER LOS OJOS CON FRECUENCIA EN JESUCRISTO CRUCIFICADO.—No
vida virtuosa, mientras que a la constancia pertenece robuste- hay nada que tanto conforte y anime a las almas delicadas como la contem-
cerla contra las demás dificultades que provienen de cualquier plación del heroísmo de Jesús. Varón de dolores y conocedor de todos los
otro impedimento exterior (v.gr., la influencia de los malos quebrantos (Is 53,3), nos dejó ejemplo con sus padecimientos para que si-
ejemplos); y esto hace que la perseverancia sea parte más prin.- gamos sus pasos (1 Petr 2,21). jamás tendremos que sufrir en nuestro cuet po
de pecado dolores comparables a los que El quiso voluntariamente soportar
cipal de la fortaleza que la constancia, porque la dificultad que por nuestro amor. Por grandes que sean nuestros sufrimientos de alma o
proviene de la prolongación del acto es más intrínseca y esen- cuerpo, levantemos los ojos hacia el crucifijo, y El nos dará la fortaleza para
cial al acto de virtud que la que proviene de los exteriores im- sobrellevarlos sin queja ni amargura. También el recuerdo de los dolores
pedimentos, de los que se puede huir más fácilmente. inefables de María (« ¡Oh vosotros cuantos por aquí pasáis: mirad y ved si
hay dolor comparable a mi dolor!»: Lam 1,12) es manantial inagotable dc
Vicios opilestos.—A la perseverancia y constancia se oponen consuelo y fortaleza.
dos vicios: uno por defecto, la inconstancia—que Santo Tomás 5.° INTENSIFICAR NUESTRO AMOR A DIOS.—E1 amor es fuerte como la
llama molicie o blandura (138,1)—, que inclina a debistir fá- muerte (Cant 8,6) y no retrocede ante ningún obstáculo a trueque de con-
cilmente de la práctica del bien al surgir las primeras dificul- tentar al amado. El es el que daba a San Pablo aquella fortaleza sobrehumana
tades, provenientes, sobre todo, de tener que abstenerse de para superar la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnu-
dez, el peligro y la espada: «Mas en todas estas cosas vencemos por aquel
Esta doctrina ha sido proclamada por la Iglesia en el concilio de Trento: «Si quis di- que nos amó» (Rom 8,35-37), Cuando se ama de verdad a Dios, las dificul-
xerit, iustificatum vel sine speciali auxilio Dei in accepta iustitia perseverare posse, vel cum tades en su servicio no existen y la flag, ten. misn-ta del alma se trueca en un
eo non posse: A.S.. (D 832). motivo más para esperarlo todo de El: «Muy gustosamente, pues, continuaré
5 '41,109,10; II-II,I37,4. El concilio de Trento llama a la perseverancia final «magnum
illud donum» (cf. D 826; vide 8o6; y para lo relativo a la oración, n.183 Y 804). 6 cf. SCARAMELLI, Directorio ascético t.3 a.3 c.3.
gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo..., La fortaleza natural o adquirida robustece el alma para sobrellevar
pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte* (2 Cor 12,9-1o). los mayores trabajos y exponerse a los mayores peligros—como vemos
Claro que este heroísmo es ya efecto del don de fortaleza, del que vamos a en muchos héroes paganos—, pero no sin cierto temblor o ansiedad,
hablar ahora. nacido de la clara percepción de la flaqueza de las propias fuerzas,
únicas con que se cuenta. La fortaleza infusa se apoya ciertamente en
el auxilio divino—que es de suyo omnipotente e invencible—, pero
El don de fortaleza se conduce en su ejercicio al modo humano, o sea, según la regla de
S.TH., II-II,I 39 —Véase la nota bibliográfica del n.336 la razón iluminada por la fe, que no acaba de quitarle del todo al
alma el temor y temblor. El don de fortaleza, en cambio, le hace so-
442. 1. Naturaleza.—E1 don de fortaleza es un hábito brellevar los mayores males y exponerse a los más inauditos peligros
sobrenatural que robustece al alma para practicar, porinstinto con gran confianza y seguridad, por cuanto la mueve el propio Espí-
ritu Santo no mediante el dictamen de la simple prudencia, sino por
del Espíritu Santo, toda clase de virtudes heroicas con invencible la altísima dirección del don de consejo, o sea, por razones entera-
confianza en superar los mayores peligros o dificultades que pue- mente divinas 9.
dan surgir.
443. 2. Necesidad.—E1 don de fortaleza es absoluta-
Expliquemos un poco la definición. mente necesario para la perfección de las virtudes infusas
a) «UN HÁBITO SOBRENATURAL...»—COMO los demás dones y virtudes —particularmente de la del mismo nombre—y a veces para la
infusas (género próximo de la definición). simple permanencia en el estado de gracia.
b) «... QUE ROBUSTECE AL ALMA...*—Precisamente tiene por misión ele- a) PARA LA PERFECCIÓN DE LAS VIRTUDES INFUSAS.—Uni-
var sus fuerzas, por decirlo así, hasta el plano de lo divino. camente puede llamarse perfecta una virtud cuando su acto
c) «... PARA PRACTICAR, POR INSTINTO DEL ESPÍRITU SANTO...*—Es lo brota del alma con energía, prontitud e inquebrantable perse-
propio y específico de los dones. Bajo su acción, el alma no discurre ni ra- verancia. Ahora bien: este heroísmo continuo y jamás desmen-
zona; obra por un impulso interior, a manera de instinto, que procede directa
e inmediatamente del Espíritu Santo mismo, que pone en marcha sus dones. tido es francamente sobrenatural, y no puede explicarse sa-
tisfactoriamente más que por la actuación del modo sobrehu-
d) «... TODA CLASE DE VIRTUDES HEROICAS...»—AUnqUe la virtud que el
don de fortaleza viene a perfeccionar y sobre la que recae directamente sea
mano de los dones del Espíritu Santo, particularmente—en este
la de su mismo nombre, sin embargo, su influencia llega a todas las demás sentido—del don de fortaleza.
virtudes, cuya práctica en grado heroico supone una fortaleza de alma ver-
b) PARA LA PERFECCIÓN DE LA VIRTUD DE LA FORTALEZA.—
daderamente extraordinaria, que no podría proporcionar la sola virtud aban-
donada a sí misma. Lo dice expresamente Santo Tomás 7, y se comprende La doctrina anterior—valedera para todas las virtudes—, ¿pue-
sin esfuerzo que tiene que ser así. Por eso, el don de fortaleza, que tiene de aplicarse también a la virtud de la fortaleza? Indudablemen-
que abarcar tantos y tan diversos actos de virtud, necesita, a su vez, ser go- te que sí. Porque, como explica Santo Tomás, aunque la virtud
bernado por el don de consejo (139,i ad 3).
de la fortaleza tiende de suyo a robustecer al alma contra toda
«Este don—advierte el P. Lallemant—es una disposición habitual clase de dificultades y peligros, no lo acaba de conseguir del
que pone el Espíritu Santo en el alma y en el cuerpo para hacer y todo mientras permanezca sometida al régimen de la razón
sufrir cosas extraordinarias, para emprender las acciones más difíci-
les, para exponerse a los daños más temibles, para superar los traba- iluminada por la fe (modo humano). Es preciso que el don de
jos más rudos, para soportar las penas más horrendas; y esto cons- fortaleza le arranque de cuajo todo motivo de temor o indeci-
tantemente y de una manera heroica» 8. sión al someterla a la moción directa e inmediata del Espíritu
e) «... CON INVENCIBLE CONFIANZA EN SUPERAR LOS MAYORES PELIGROS Santo (modo divino), que le da una confianza y seguridad in-
O DIFICULTADES QUE PUEDAN SURGIR...»—Es una de las más claras notas de quebrantables (139 ad 1). He aquí cómo expone esta doctrina
diferenciación entre la virtud y el don de fortaleza. También la virtud—dice un autor contemporáneo:
Santo Tomás—tiene por misión robustecer al alma para sobrellevar cual-
quier dificultad o peligro; pero proporcionarle la invencible confianza de que «Claro está que la virtud de la fortaleza se extiende a los mismos objetos
los superará de hecho, pertenece al don de fortaleza (139,1 ad 1). que el don, pero a pesar de ello deja en el alma cierta flaqueza. Para vencer
las dificultades, desafiar los peligros, soportar la adversidad, se funda la vir-
7 «Cuanto más alta es una potencia, tanto se extiende a mayor número de cosas... Y, pc¿ r tud, en parte, en los recursos humanos y, en parte, en los sobrenaturales y
lo mismo, el don de fortaleza se extiende a todas las dificultades que pueden surgir en las cosc s
humanas, incluso sobre las fuel zas humanas... El acto principal del don de fortaleza es soportar divinos. Sólo que, siendo meramente virtud, no posee nunca completamente
todas las dificultades, ya sea en las pasiones, ya en las operaciones ( In III Sent. d.34 q.3 a.i estos últimos y obra siempre de modo humano.
q..2 sol.).
8 P. LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.4 c.4 a.6. 9 Cf. IOAN. A S.THom., In I-II d.18 a.6.
Esta impotencia de la virtud de la fortaleza la suple el don quitando al
tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo» 12.
hombre aquella duda instintiva, la nativa flaqueza, que la virtud no consigue Esto es francamente sobrehumano y efecto clarísimo del don de fortaleza.
nunca vencer por completo. Para este fin se vale de la fortaleza de Dios, El P. Meynard resume muy bien los principales efectos de esta energía
como si fuera la suya, o, más bien, el Espíritu Santo es quien por su moción
sobrehumana en la siguiente forma: «Los efectos del don de fortaleza son
nos reviste de su poder y nos ayuda a tender enérgica, constantemente y sin
interiores y exteriores. El interior es un vasto campo abierto a todas las ge-
temor hacia nuestro fin» o. nerosidades y sacrificios, que llegan con frecuencia al heroísmo; son luchas
incesantes y victoriosas contra las solicitaciones de Satanás, contra el amor
c) PARA PERMANECER EN ESTADO DE GRACIA.—Hay ocasio- y la rebusca de sí mismo, contra la impaciencia. En el exterior son nuevos y
nes en que el dilema se plantea repentina e inexorablemente: magníficos triunfos obtenidos por el Espíritu Santo contra el error y el vicio;
el heroísmo o el pecado mortal. En estos casos—mucho más y también nuestro pobre cuerpo, participando de los efectos de una fortale-
za verdaderamente divina y entregándose con ardor, ayudado sobrenatural-
frecuentes de lo que se cree—no basta la simple virtud de la mente, a las prácticas de la mortificación o sufriendo sin desfallecer los más
fortaleza. Precisarnente por lo violento, repentino e inesperado crueles dolores. El don de fortaleza es, pues, verdaderamente el principio
de la tentación—cuya aceptación o repulsa, por otra parte, es y la fuente de grandes cosas emprendidas o sufridas por Dios» 13.
cuestión de un segundo—no es suficiente el modo lento y
2) DESTRUYE POR COMPLETO LA TIBIEZA EN EL SERVICIO
discursivo de las virtudes de las prudencia y fortaleza; es me- DE DIOS.
nester la intervención ultrarrápida de los dones de consejo y
de fortaleza. Precisamente el Doctor Angélico se funda en este Es una consecuencia natural de esta energía sobrehumana. La tibieza
argumento para proclamar la necesidad de los dones incluso —esa tuberculosis del alma que a tantos tiene completamente paralizados
en el camino de la perfección—obedece casi siempre a la falta de energía y
para la salvación eterna (I-11,68,2). fortaleza en la práctica de la virtud. Les resulta demasiado cuesta arriba tener
que vencerse en tantas cosas y mantener su espíritu un día y otro día en la
«Este don—escribe a este propósito el P. Lallemant—es extremadamente
monotonía del cumplimiento exacto del deber hasta en sus detalles más mí-
necesario en ciertas ocasiones en las que se siente uno combatido por tenta-
nimos. La mayoría de las almas desfallecen de cansancio y renuncian a la
ciones apremiantes a las que, si se quiere resistir, es preciso resolverse a
lucha, entregándose a una vida rutinaria, mecánica y sin horizontes, cuando
perder los bienes, el honor o la vida. En estos casos, el Espíritu Santo ayuda
no vuelven del todo las espaldas y abandonan por completo el camino de la
poderosamente con su consejo y su fortaleza al alma fiel, que, desconfiando virtud. Sólo el don de fortaleza, robusteciendo en grado sobrehumano las
de sí misma y convencida de su debilidad y de su nada, implora su auxilio fuerzas del alma, es remedio proporcionado y eficaz para destruir en absolu-
y pone en El toda su confianza. to y por completo la tibieza en el servicio de Dios.
En estos trances, las gracias comunes no son suficientes; se precisan luces
y auxilios extraordinarios. Por esto, el profeta enumera juntamente los dones 3) HACE AL ALMA INTRÉPIDA Y VALIENTE ANTE TODA CLASE
de consejo y de fortaleza, el primero para iluminar el espíritu, y el otro para
DE PELIGROS O ENEMIGOS.
fortalecer el corazón» 11.
Es otra de las grandes finalidades o efectos del don de fortaleza, que apa-
444. Efectos. Son admirables los efectos que pro-
3. rece con caracteres impresionantes en la vida de los santos. Los apóstoles,
duce en el alma el don de fortaleza. He aquí los principales: cobardes y miedosos, abandonando a su Maestro en la noche del Jueves
Santo—laquel Pedro que le negó tres veces después de haberle prometido
I) PROPORCIONA AL ALMA UNA ENERGÍA INQUEBRANTABLE morir por su amor!—, se presentan ante el pueblo en la mañana de Pente-
costés con una entereza y valentía sobrehumanas. No temen a nadie. No
EN LA PRÁCTICA DE LA VIRTUD.
tienen para nada en cuenta la prohibición de predicar en nombre de Jesús
Es una consecuencia inevitable del modo sobrehumano con que a través impuest por los jefes de la Sinagoga, porque «es preciso obedecer a Dios
del don se practica la virtud de la fortaleza. El alma no conoce desfalleci- antes q e a los hombres» (Act 5,29). Son apaleados y afrentados, y salen
mientos ni flaquezas en el ejercicio de la virtud. Siente, naturalmente, el del con ilio «contentos y alegres de haber sufrido aquel ultraje por el nom-
peso del día y del calor, pero con energía sobrehumana sigue impertérrita bre de Jesús» (Act 5,41). Todos confesaron a su Maestro con el martirio;
hacia adelante a pesar de todas las dificultades. y aquel Pedro que se acobardó de tal modo ante una mujerzuela, que no
Acaso nadie con tanta fuerza y energía haya sabido exponer las dispo- vaciló en negar a su Maestro, muere con increíble entereza, crucificado ca-
siciones de estas almas como Santa Teresa de Jesús cuando escribe estas pa- beza abajo, confesando al Maestro a quien negó. Todo esto era efecto sobre-
labras: «Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada humano del don de fortaleza, que recibieron los apóstoles, con una plenitud
determinación de no parar hasta llegar a ella (la perfección), venga lo que inmensa, en la mañana de Pentecostés.
viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure Después de ellos son innumerables los ejemplos en las vidas de los santos.
quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no Apenas se conciben las dificultades y peligros que hubieron de vencer un
San Luis, rey de Francia, para ponerse al frente de la cruzada, una Santa
lo SCHEIWERS, LOS principios de la vida espiritual 1.2 13.2.s C.4 a.2,111.
ti p. 12 Canzino de perfección 21,2.
LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.4 c.4 a.6.
'3 MEYNARD, Traité de la vie intérieure 1,264.
biendo encontrar en su regla del Carmelo «la forma de su santidad* y el
Catalina de Siena para devolver a Roma al papa, una Santa Teresa para re- secreto de «dar su sangre gota a gota por la Iglesia hasta su agotamiento».
formar toda una Orden religiosa, una Santa Juana de Arco para luchar con El don de fortaleza, en efecto, en contra de lo que se cree comúnmente,
las armas contra los enemigos de Dios y de su patria, etc., etc. Eran verda- consiste menos en emprender con valor grandes obras por Dios que en so-
deras montañas de peligros y dificultades las que les salían al paso; pero portar con paciencia y con la sonrisa en los labios todas las crucifixiones de
nada era capaz de detenerles: puesta su confianza únicamente en Dios, se- la vida. Esta fortaleza de alma brilla en los santos a la hora del martirio y en
guían adelante con energía sobrehumana hasta ceñir su frente con el laurel la vida de Jesús en el momento de su muerte en la cruz. Juana de Arco es
de la victoria. Era sencillamente un efecto maravilloso del don de fortaleza más fuerte sobre su hoguera que en su entrada victoriosa en Orleáns al fren-
que dominaba su espíritu. te de su ejército* 15.
4) HACE SOPORTAR LOS MAYORES DOLORES CON GOZO Y 445. 4. Bienaventuranzas y frutos correspondientes.
ALEGRÍA. Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, atribuye al don de
La resignación, con ser una virtud muy laudable, es, sin embargo, im-
fortaleza la cuarta bienaventuranza: <<Bienaventurados los que
perfecta. Los santos propiamente no la conocen. No se resignan ante el do- tienen hambre y sed de santidad, porque ellos serán hartos»
lor: salen a buscarlo voluntariamente. Y unas veces esta locura de la cruz se (Mt 5,6), porque la fortaleza recae sobre cosas arduas y difíci-
manifiesta en penitencias y maceraciones increíbles (María Magdalena, Mar- les; y desear santificarse, no de cualquier manera, sino con ver-
garita de Cortona, Enrique Susón, Pedro de Alcántara) y otras en una pe-
ciencia heroica, con la que soportan, con el cuerpo destrozado, pero con el
dadera hambre y sed, es en extremo arduo y difícil 16. Y así
alma radiante de alegría, los mayores sufrimientos, enfermedades y dolores. vemos, en efecto, que las almas dominadas por el don de for-
«He llegado a no poder sufrir—decía Santa Teresita del Niño Jesús—, por- taleza tienen un deseo insaciable de hacer y de sufrir grandes
que me es dulce todo padecimiento* 14. ¡Lenguaje de heroísmo, verdadera- cosas por Dios. Ya en este mundo comienzan a recibir la re-
mente sobrehumano, que procede directa e inmediatamente de la actuación
intensísima del don de fortaleza! Los ejemplos son innumerables en la vida
compensa con el crecimiento de las virtudes y los goces espi-
de los santos. rituales intensísimos con que Dios llena frecuentemente sus
almas.
5) PROPORCIONA AL ALMA EL «HEROÍSMO DE LO PEQUEÑO», Los frutos que responden a este don son la paciencia y la
ADEMÁS DEL HEROÍSMO DE LO GRANDE. longanimidad. El primero, para soportar con heroísmo los su-
No se necesita mayor fortaleza para sufrir de un golpe el martirio que
frimientos y males; el segundo, para no desfallecer en la prác-
para soportar sin el menor desfallecimiento ese martirio a alfilerazos que tica prolongada del bien (139,2 ad 3).
constituye la práctica heroica del deber de cada día, con sus mil pequeños
detalles y menudas incidencias. Este principio, que es válido en cualquier 446. 5. Vicios opuestos.—Según San Gregorio 17, al don
género de vida cristiana, adquiere, acaso, su máximo exponente en la vida de fortaleza se oponen el temor desordenado o timidez, acompa-
religiosa. He aquí un precioso texto de un autor contemporáneo: ñado muchas veces de cierta flojedad natural, que proviene del
«La vida religiosa es un verdadero martirio. Las almas de los santos en-
cuentran en ella abundante cosecha de sacrificios crucificantes, en los que
amor a la propia comodidad, y nos impide emprender grandes
el mérito puede igualar y aun sobrepasar el martirio de sangre. A condición cosas por la gloria de Dios y nos impulsa a huir de la abyec-
de que no se deje pasar ninguna ocasión de mortificar la naturaleza y de en- ción y del dolor.
tregarse sin reserva a las exigencias del amor. Dios sabe descubrir para cada
alma, en el marco de su vocación, el camino del Calvario, que la conducirá «Mil temores—escribe a este propósito el P. Lallemant—nos asaltan en
sin rodeos hasta la configuración perfecta con el Crucificado. La sola prác- todo momento y nos impiden avanzar en el camino de Dios y hacer multitud
tica—absolutamente fiel—de una regla religiosa aprobada por la Iglesia bas- de bienes que haríamos si siguiéramos la luz del don de consejo y si tuvié-
taría para encaminar las almas hacia las más altas cumbres de la santidad. ramos el ánimo y valor que proviene del don de fortaleza; pero tenemos de-
Por esto decía el papa Juan XXII: «Dadme un dominico fiel a su regla y masiados puntos de vista humanos y todo nos hace miedo. Tememos que un
constituciones y, sin más milagros, le canonizaré». Lo mismo podría decirse empleo que la obediencia quiere darnos constituya un fracaso, y este temor
de la legislación del Carmelo o de toda otra forma de vida religiosa. El per- nos lleva a rehusarlo. Tenemos miedo de arruinar nuestra salud, y esta
fecto cumplimiento del deber oscuro exige el ejercicio cotidiano del don aprehensión hace que nos limitemos a un pequeño y cómodo empleo, sin
de fortaleza. No son las cosas extraordinarias las que hacen a los santos, sino que ni el celo ni la obediencia puedan determinamos a hacer algo más. Te-
la manera divina de cumplirlas. Este «heroísmo de la pequeñez*, del que nemos miedo de molestarnos, y este miedo nos aleja de las penitencias cor-
Santa Teresita del Niño Jesús es, acaso, el ejemplo más brillante en la Igle- porales o nos las hace usar con demasiada parsimonia. No se puede decir
sia, encuentra una nueva forma de realización en la Carmelita de Dijón. de cuántas omisiones nos hace culpables el miedo. Son muy pocas las perso-
Las mortificaciones extraordinarias le estuvieron siempre prohibidas, y las 5 p. PHILIPON, La doctlina espiritual de sor Isabel de la Trinidad c.8 n.3.
suplió con una fidelidad heroica a las menores observancias de su Orden, sa- 16 11-11,139,2.
17 Cf. MOT. c.49: ML 75,593.
4 Cf. «Novissima verba« (29 de mayo).
nas que hacen por Dios y por el prójimo todo cuanto podrían hacer. Es preciso Teresita se alegraba de sentirse tan débil y con tan pocas fuerzas, porque así
imitar a los santos, no temiendo más que al pecado, como San Juan Crisós- ponía toda su confianza en Dios y todo lo esperaba de E119.
tomo; enfrentándonos con toda clase de riesgos y peligros, como San Fran-
cisco Javier; deseando afrentas y persecuciones, como San Ignacio* 18. 4) BusQuEmos EN LA EUCARISTÍA LA FORTALEZA PARA NUESTRAS ALMAS.
La Eucaristía es el pan de los ángeles, pero también el pan de los fuertes.
¡Cómo robustece y conforta el alma este alimento divino! San Juan Crisós-
447. 6. Medios de fomentar este don.—Además de tomo dice que hemos de levantarnos de la sagrada mesa con fuerzas de león
los medios generales para el fomento de los dones (recogimien- para lanzarnos a toda clase de empresas heroicas por la gloria de Dios 20.
to, oración, fidelidad a la gracia, invocar al Espíritu Santo, etc.), Es que en ella nos ponemos en contacto directo y entrañable con Cristo,
afectan más de cerca al don de fortaleza los siguientes, entre verdadero León de Judá (Apoc 5,5), que se complace en transfundir a nues-
otros muchos: tras almas algo de su divina fortaleza.
más fuertes y vehementes de la naturaleza humana, que facilí- za, como virtud cardinal que es, hay que distinguir sus partes
simamente se extravían sin una virtud moderativa de los mis- integrales, subjetivas y potenciales.
mos. La divina Providencia, como es sabido, ha querido unir
un deleite o placer a aquellas operaciones naturales que son A) PARTES INTEGRALES
necesarias para la conservación del individuo o de la especie;
Son—como ya sabemos—aquellos elementos que integran una virtud o
de ahí la vehemente inclinación del hombre a los placeres del la ayudan en su ejercicio. La templanza tiene dos: la vergüenza y la honestidad.
gusto y del apetito genésico, que tienen aquella finalidad altí-
sima, querida e intentada por el Autor mismo de la naturaleza. 453. 1) La vergüenza (14.4) no es propiamente una vir-
Pero precisamente por eso, por brotar con vehemencia de la tud, sino cierta pasión laudable que nos hace temer el oprobio y
misma naturaleza humana, tienden con gran facilidad a des- confusión que se sigue del pecado torpe. Es pasión, porque la
mandarse fuera de los límites de lo justo y razonable—lo que vergüenza lleva consigo una transmutación corpórea (rubor,
sea menester para la conservación del individuo y de la especie temblor...); y es laudable, porque este temor, regulado por la
en la forma y circunstancias señaladas por Dios, y no más—, razón, infunde horror a la torpeza (144,2).
arrastrando consigo al hombre a la zona de lo ilícito y pecami- Nótese que nos avergonzamos más de quedar infamados
noso. Esta es la razón de la necesidad de una virtud infusa mo- ante personas sabias y virtuosas—por la rectitud de su juicio y
derativa de esos apetitos naturales y de la singular importancia el valor de su estima o aprecio—que ante las de poco juicio y
de esta virtud en la vida humana. razón (por eso, nadie se avergüenza ante los niños muy peque-
ños o los animales). Y sobre todo, sentimos la vergüenza del
Tal es el papel de la templanza infusa. Ella es la que nos oprobio ante nuestros familiares, que nos conocen mejor y con
hace usar del placer para un fin honesto y sobrenatural, en la los que tenemos que convivir continuamente (144,3).
forma señalada por Dios a cada uno según su estado y condi- Santo Tomás observa agudamente que la vergüenza es pa-
ción. Y como el placer es de suyo seductor y nos arrastra fá- trimonio sobre todo de los jóvenes medianamente buenos. No
cilmente más allá de los justos límites, la templanza inclina a la la tienen los muy malos y viciosos (son desvergonzados), ni
mortificación incluso de muchas cosas lícitas para mantenernos tampoco los viejos o muy virtuosos, porque se consideran muy
alejados del pecado y tener perfectamente controlada y some- lejos de cometer actos torpes. Estos últimos, sin embargo, con-
tida la vida pasional. servan la vergüenza en la disposición del ánimo, esto es, se
45I• 3. Vicios opuestos. Santo Tomás señala dos: uno
—
avergonzarían de hecho si inesperadamente incurrieran en algo
por exceso, la intemperancia (142,2), que desborda los límites torpe (144,4).
de la razón y de la fe en el uso de los placeres del gusto y del 454. 2) La honestidad (145) es el amor al decoro que
Cf. 1-11,63,4; II-11,142,i c et ad et ad 2. proviene de la práctica de la virtud. Coincide propiamente con
lo honesto (i4.5, I) y lo espiritualmente decoroso (145,2). Pue- 456. 2) La sobriedad (149), entendida de una manera
de coincidir en un mismo sujeto con lo útil y deleitable siem- general, significa la moderación y templanza en cualquier ma-
pre lo es el ejercicio de la virtud— , pero no todo lo útil y delei- teria, pero en sentido propio o estricto es una virtud especial
table es honesto (145,3). Es propiamente una parte integral que tiene por objeto moderar, de acuerdo con la razón iluminada
de la templanza, por cuanto la honestidad es cierta espiritual por la fe, el uso de las bebidas embriagantes. Es curiosísimo el
pulcritud; y como lo pulcro se opone a lo torpe, la honestidad artículo cuarto de esta cuestión, donde Santo Tomás dice que,
corresponderá de una manera especial a aquella virtud que aunque la sobriedad es conveniente a toda clase de personas,
tenga por objeto hacemos evitar lo torpe; y tal es la templanza de un modo especial deben cultivarla los jóvenes, ya de suyo
(145,4). tan inclinados a la sensualidad por el ardor de su juventud;
Corolario práctico.—Es utilísimo inculcar estas dos virtudes—vergüen- las mujeres, por su debilidad mental; los ancianos, que deben
za y honestidad—a los niños desde su más tierna infancia. Son como los
dar ejemplo a los demás; los ministros de la Iglesia, que deben
guardianes de la castidad y de la templanza. Desaparecida la vergüenza y la dedicarse a las cosas espirituales, y los gobernantes, que deben
honestidad, el hombre se precipita en las mayores torpezas y desórdenes. gobernar con sabiduría.
Nunca se insistirá bastante en esto aun en el trato entre hermanitos y her-
manitas.
A la sobriedad se opone la embriaguez (i5o), que es uno
de los vicios más viles y repugnantes. La embriaguez voluntaria
que llega a la pérdida total de los sentidos es pecado mortal
B) PARTES SUBJETIVAS
(150,2).
Son las diversas especies en que se subdivide una virtud cardinal. Como
457. 3) La castidad (I 5i) es la virtud sobrenatural mode-
rativa del apetito genésico. Es una virtud verdaderamente angé-
la templanza tiene por principal misión moderar la inclinación a los placeres
que provienen del gusto y del tacto, sus partes subjetivas se distribuyen en
dos grupos: a) para lo referente al gusto: la abstinencia y la
sobriedad; y lica, por cuanto hace al hombre semejante a los ángeles; pero
b) para lo referente al tacto: la castidad y la virginidad.
Examinémoslas bre- es una virtud delicada y difícil, a cuya práctica perfecta no se
vemente.
llega ordinariamente sino a base de una continua vigilancia y
455. t) La abstinencia (146) nos inclina a usar modera- de una severa austeridad.
damente de los alimentos corporales según el dictamen de la recta Tiene varias formas, a saber: virginal, que es la abstención
razón iluminada por la fe. La abstinencia, como virtud infusa voluntaria y perpetua de toda delectación contraria; juvenil, que
o sobrenatural, va más lejos que la virtud adquirida del mismo se abstiene totalmente de ellas antes del matrimonio; conyugal,
que regula según el dictamen de la razón y de la fe las delec-
nombre. Esta última se gobierna por las solas luces de la razón
natural y usa de los alimentos en la medida y grado que exija taciones lícitas dentro del matrimonio, y vidual, que se abstiene
la necesidad o salud del cuerpo. La infusa, en cambio, tiene totalmente después del matrimonio.
cuenta, además, con las exigencias del orden sobrenatural La castidad se refiere a la materia principal; para regular
(v.gr., absteniéndose en ciertos días de los manjares prohibi- los actos secundarios existe la pudicicia, que no es una virtud
dos por la Iglesia). especial distinta de la castidad, sino una circunstancia de la
Acto propio de la virtud de la abstinencia es el ayuno (147), misma (i5i, 4).
cuyo ejercicio obligatorio está regulado por las leyes de la Al hablar de la lucha contra la propia carne hemos indicado
Iglesia 2. Al margen de esas leyes generales puede practicarse los principales medios para conservar la castidad (cf. n.227).
también por otras leyes especiales (v.gr., las constitucionales A la castidad se opone la lujuria en todas sus especies y ma-
de una Orden religiosa) o por la devoción de cada uno controla- nifestaciones (153 y 154), que es el vicio más vil y degradante
da por la prudencia y discreción sobrenatural. de todos cuantos se pueden cometer, aunque no sea el mayor
Vicio opuesto.—A la abstinencia se opon.e la gula (148), feo de todos los pecados. Como vicio capital que es (153,4), de él
se derivan otros muchos pecados, principalmente la ceguera
vicio, del que hemos hablado ampliamente en otro lugar (cf.
n.241). de espíritu, la precipitación, la inconsideración, la inconstancia,
el amor desordenado de sí mismo, el odio a Dios, el apego a esta vida
Cf. CIC m.1250-54.
y el horror a la futura (153,5).
458. 4) La virginidad (152) es una virtud especial quiera se producen vehementes movimientos pasionales en
(152,3) distinta y más perfecta que la castidad (152,5) que con- contra de la razón (155,1). Su materia propia son las delecta-
siste en el propósito firme de conservar perpetuamente la integridad ciones del tacto (155,2), principalmente las relativas al apetito
de la carne por un motivo sobrenatural. Para que tenga perfecta genésico (ad 4), si bien en su sentido más general e impropio
razón de virtud debe ser ratificada por un voto 3. puede referirse a cualquier otra Materia (ad
Nótese que en la integridad de la carne pueden distinguir- Su vicio opuesto es la incontinencia (156), que no es un
se tres momentos: a) su mera existencia sin propósito especial hábito propiamente dicho, sino la privación de la continencia
de conservarla (v.gr., en los niños pequeños); b) su pérdida en el apetito racional, que sujetaría la voluntad para no dejarla
material inculpable (v.gr., por una operación quirúrgica o por arrastrar por la concupiscencia; y en el apetito sensitivo es el
violenta opresión no consentida interiormente), y c) el propó- mismo desorden de las pasiones concupiscibles en lo referente
sito firme e inquebrantable, por un motivo sobrenatural, de al tacto (cf. 156,3).
abstenerse perpetuamente del placer venéreo, nunca volun-
tariamente experimentado. Lo primero no es ni deja de ser 46o. 2) La mansedumbre (157) es una virtud especial
virtud (está al margen de ella, pues no es voluntario). Y lo que tiene por objeto moderar la ira según la recta razón. La ma-
segundo es una pérdida puramente material, perfectamente teria propia de esa virtud es la pasión de la ira, que rectifica y
compatible con lo formal de la virtud, que consiste en lo ter- modera de tal forma que no se levante sino cuando sea nece-
cero (152,i c et ad 3 et ad 4). sario y en la medida en que lo sea. A pesar de ser una parte
La perfecta virginidad, voluntariamente conservada por potencial de la templa.nza (157,3), reside en el apetito irascible
motivo virtuoso, no sólo es lícita (152,2), sino que es más ex- (como la ira que ha de moderar), no en el concupiscible, como
celente que el matrimonio. Se demuestra plenamente por el la templanza (cf. ibid., ad 2).
ejemplo de Cristo y de la Santísima Virgen, por las palabras
expresas del apóstol San Pablo (I Cor 7,25ss) y por la razón CRISTO, MODELO INCOMPARABLE.—La mansedumbre es una
teológica, que nos ofrece un triple argumento: ya que el bien virtud hermosísima profundamente cristiana, de la que el mis-
divino es más perfecto que el humano, el bien del alma más mo Cristo quiso ponerse por supremo modelo (Mt 11,29).
excelente que el del cuerpo y la vida contemplativa es prefe- He aquí algunas de las más impresionantes manifestaciones de
rible a la activa (152,4). su dulzura y mansedumbre divinas 4:
a) CON SUS APÓSTOLES: les sufre sus mil impertinencias, su ignorancia,
C) PARTES POTENCIALES su egoísmo, su incomprensión. Les instruye gradualmente, sin exigirles de-
masiado pronto una perfección superior a sus fuerzas. Les defiende de las
Son las virtudes anejas o derivadas, que se relacionan en algunos aspec-
acusaciones de los fariseos, pero les reprende cuando tratan de apartarle los
tos con su virtud cardinal, pero no tienen toda su fuerza o se ordenan tan
niños o cuando piden fuego del cielo para castigar a un pueblo. Reprende
sólo a actos secundarios. Las correspondientes a la templanza son las si-
a Pedro su ira en el huerto, pero le perdona fácilmente su triple negación,
guientes:
que le hace reparar con tres sencillas manifestaciones de amor. Les aconseja
459. 1) La continencia (155) es una virtud que robustece la mansedumbre para con todos, perdonar hasta setenta veces siete (es decir,
siempre), ser sencillos como palomas, corderos en medio de lobos, devolver
la voluntad para resistir las concupiscencias desordenadas muy bien por mal, ofrecer la otra mejilla a quien les hiera en una de ellas, dar su
vehementes (155,1). Reside en la voluntad (155,3), y es virtud capa y su túnica antes que andar con pleitos y rogar por los mismos que les
de suyo imperfecta, ya que no lleva a la realización de alguna persiguen y maldicen...
obra positivamente buena y perfecta, sino que se limita a im- b ) CON LAS TURBAS: les habla con gran dulzura y serenidad. Nada de
pedir el mal, sujetando a la voluntad para que no se deje voces intempestivas, de gritos descompasados, de amenazas furibundas. No
arrastrar por el ímpetu de la pasión. Las virtudes *perfectas, apaga la mecha que todavía humea, ni quiebra del todo la caria ya cascada.
Ofrece a todos el perdón y la paz, multiplica las parábolas de la misericor-
por otra parte, dominan de tal modo las pasiones, que ni si- dia, bendice y acaricia a los niños, abre su Corazón de par en par para que
3 Así al menos lo exige Santo Tomás en esta cuestión de la Suma Teológica (152,3 ad 4). encuentren en él alivio y reposo todos los que sufren, oprimidos por las tri-
Pero antes había escrito en las Sentencias que no es esencial el voto para recibir en el cielo bulaciones de la vida...
la aureola de la virginidad (cf. IV Sent. d.33 q.33 a.2 ad 4; puede verse en el Suplemento de
la Suma Teológica 96,5); y así lo creen también muchos insignes tomistas, tales como Paludano,
Domingo de Soto, Silvestre, Silvio, Billuart y otros. cr. , a -ti, a n.1161-3.
cio de la misma, hemos de estar siempre vigilantes y alerta
C) CON LOS PECADORES extrema hasta lo increíble su dulzura y manse-
dumbre: perdona en el acto a la Magdalena, a la adúltera, a Zaqueo, a Mateo
el publicano; a fuerza de bondad y delicadeza convierte a la samaritana;
para no dejamos sorprender por el ímpetu de la pasión o
como Buen Pastor, va en busca de la oveja extraviada y se la pone gozoso para controlar sus manifestaciones dentro de los límites in-
sobre los hombros y hace al hijo pródigo una acogida tan cordial que levanta franqueables que señala la razón iluminada por la fe. En caso
la envidia de su hermano; no ha venido a llamar a los justos, sino a los pe- de duda es mejor inclinarse del lado de la dulzura y manse-
cadores, a penitencia; ofrece el perdón al mismo Judas, a quien trata con el
dulce nombre de amigo; perdona al buen ladrón y muere en lo alto de la dumbre antes que del rigor excesivo.
cruz perdonando y excusando a sus verdugos. A la mansedumbre se opone la ira desordenada o iracun-
dia (158). Como vicio capital que es (158,6), de ella nacen mu-
A imitación del divino Maestro, el alma que aspire a la chos otros pecados, principalmente la indignación, la hincha-
perfección ha de poner extremo cuidado e interés en la prác- zón de la mente (pensando en los medios de vengarse), el griterío,
tica de la mansedumbre.
la blasfemia, la injuria y la riña (158,7). En la ira misma distin-
<Tara imitar a Nuestro Señor, evitaremos las disputa.s, las voces destem- gue Aristóteles tres especies: la de los violentos (acuti), que
pladas, las palabras o las obras bruscas o que puedan hacer daño, para no se irritan en seguida y por el más leve motivo; la de los renco-
alejar a los tímidos. Cuidaremos mucho de no devolver nunca mal por mal;
de no estropear o romper alguna cosa por brusquedad; de no hablar cuando
rosos (amari), que conservan mucho tiempo el recuerdo de
estamos airados. Procuraremos, por el contrario, tratar con buenas maneras las injurias recibidas, y la de los obstinados (difficiles sive gra-
a todos los que se llegaren a hablarnos; poner a todos rostro risueño y afable, ves), que no descansan hasta que logran vengarse (158,5).
aun cuando nos cansen y molesten; acoger con especial benevolencia a los
pobres, los afligidos, los enfermos, los pecadores, los tímidos, los niños; sua- 461. 3) La clemencia (157) es una virtud que inclina al
vizar con algunas buenas palabras las reprensiones que hubiésemos de ha- superior a mitigar, según el recto orden de la razón, la pena o cas-
cer; cumplir con nuestro cometido con ahínco, y haciendo, a veces, algo tigo debido al culpable. Procede de cierta dulzura de alma, que
más de lo que se nos exige, y sobre todo, haciéndolo de buena gana. Esta-
remos dispuestos, si fuese menester, a recibir un bofetón sin devolverle y a
nos hace aborrecer todo aquello que pueda contristar a otro
presentar la mejilla izquierda al que nos hiere en la derecha» 5. (157,3 ad 1). Séneca la define como «la moderación del espíritu
en el poder de castigar o la lenidad del superior para con el in-
Nótese, sin embargo, que en ocasiones se impone la ira, ferior en el señalamiento de las penas» 8.
y renunciar a ella en estos casos sería faltar a la justicia o a la El perdón total de la pena se llama venia. La clemencia
caridad, que son virtudes más importantes que la mansedum- siempre se refiere a un perdón parcial o mitigación de la pena.
bre. El mismo Cristo, modelo incomparable de mansedum- No se debe ejercer por motivos bastardos (v.gr., por soborno),
bre, arrojó con el látigo a los profanadores del templo (Io 2, I 5 ) sino por indulgencia o bondad de corazón y sin comprometer
y lanzó terribles invectivas contra el orgullo y mala fe de los los fueros de la justicia (157,2 ad 2). Es la virtud propia de los
fariseos (Mt 23,13ss). Ni hay que pensar que en estos casos príncipes cristianos, que suelen ejercerla con los reos condena-
se sacrifica la virtud de la mansedumbre en aras de la justicia dos a muerte, principalmente el Viernes Santo en memoria del
o de la caridad. Todo lo contrario. La misma mansedumbre divino Crucificado del Calvario.
—es su misma definición—enseña a usar rectamente de la pa- A la clemencia se oponen tres vicios: dos por defecto, la
sión de la ira en los casos necesarios y de la manera que sea crueldad (159,i), que es la dureza de corazón en la imposición
conveniente según el dictamen de la razón iluminada por la de las penas, traspasando los límites de lo justo, y la sevicia o
fe 6. Lo contrario no sería virtud, sino debilidad o blandura
ferocidad (159,2), que llega incluso a complacerse en el tor-
excesiva de carácter, que en modo alguno podría compaginar- mento de los hombres. Con razón se le llama vicio bestial o
se con la energía y reciedumbre que requiere muchas veces el inhumano, y se ejerce—lo mismo que la crueldad—primaria-
ejercicio de las virtudes cristianas, y sería, por lo mismo, un mente en los hombres y secundariamente en los animales, a
verdadero pecado, COMG dice Santo Tomás 7. Lo que ocurre quienes se complace también en maltratar. Por exceso se opo-
es que, siendo muy fácil equivocarse en la apreciación de los ne a la clemencia la demasiada blandura o lenidad de ánimo
justos motivos que reclaman la ira o desmandarse en el ejerci-
(cf. 159,2 ad 3), que perdona o mitiga imprudentemente las
5 TANQUEREY, 0.C., n 1T 1.
justas penas que es necesario imponer a los culpables. Es muy
6 cf. II-I1,1;-7,1; ,;3,I,2 8.
7 ,Elt sic dcfcctus irac ab,que dubio e,t De clementia 1.2 c.3 (p.193 en Obras completas, Aguilar, Madrid 19.13)•
SÉNECA,
perniciosa para el bien público, porque fomenta la indiscipli- propia grandeza, y toda moderación cae bajo el campo de la templanza
na, anima a los malhechores y compromete la paz de los ciu- (161,4). Lo cual no impide que la humildad resida en el apetito irascible
dadanos. (a diferencia de la templanza, que reside en cl concupiscible), ya que se
refiere a un bien arduo. La diferencia de sujeto en nada compromete su
462. 4) La modestia (i6o) es una virtud derivada de la coincidencia en el modo jormal, que consiste en moderar o reprimir (161,
templanza que inclina al hombre a comportarse en los movimien- 4 ad 2).
tos internos y externos y, en el aparato exterior de sus cosas dentro b) «... quE NOS INCLINA A COHIBIR...» O moderar el apetito de grande-
zas. Lo propio de la humildad no es empujar hacia arriba (como la magna-
de los justos límites que correspondan a su estado, ingenio v for- nimidad), sino más bien hacia abajo. Ni esto establece antagonismo o con-
tuna. O sea que, así como la templanza modera el apetito de tradicción entre esas virtudes aparentemente opuestas, puesto que las dos
los deleites del tacto—que son los más difíciles de moderar—y proceden, según el recto orden de la razón, desde puntos de vista distintos
la mansedumbre modera la ira, y la clemencia el apetito de (161,1 ad 2; 4 ad 3).
venganza, la modestia se encarga de moderar otros varios mo- c) «... EL DESORDENADO APETITO DE LA PROPIA EXCELENCIA...»—Esta es
vimientos menos difíciles, pero que necesitan también el con- precisamente la definición de la soberbia, vicio contrario a la humildad.
trol de una virtud (I6o,i). Esos movimientos secundarios y d) «... DÁNDONOS EL JUSTO CONOCIMIENTO DE NUESTRA PEQUEÑEZ Y
menos difíciles son cuatro: a) el movimiento del alma hacia MISERIA...»—Ante todo, la humildad es luz, conocimiento, verdad; no gaz-
la excelencia, que es moderado por la virtud de la humildad; moñetía ni negación de las buenas cualidades que se hayan recibido de
Dios. Por eso decía admirablemente Santa Teresa que la humildad es andar
b) el deseo o natural apetito de conocer, regulado por la estu- en verdad 9.
diosidad; c) los movimientos y acciones corporales, que son Ahora bien: ¿cómo es posible que el que vea claramente que ha recibido
moderados por la modestia corporal en las cosas serias y por la grandes dones de Dios, naturales o sobrenaturales, pueda tener ese «justo
eutrapelia en los juegos y diversiones, y d) lo relativo al ves- conocimiento de su pequeñez y miseria» que requiere la humildad?
Santo Tomás se plantea y resuelve admirablemente esta objeción. Su
tido y aparato exterior, que se encarga de regular la virtud de luminoso razonamiento nos dará a conocer la verdadera naturaleza de la
la modestia en el ornato (16°,2). virtud de la humildad. Pero antes es preciso recoger las últimas palabras de
Vamos a examinar estas virtudes, que, aunque siguen sien- la definición, que son un presupuesto esencial para darse cuenta de lo que
do virtudes derivadas o partes potenciales de la templanza, se constituye la entraña misma de esta admirable virtud.
encierran todas más inmediatamente bajo el ámbito general e) «... PRINCIPALMENTE CON RELACIÓN A Dios».—E1 Doctor Angélico
de la modestia. insiste repetidas veces en esta relación, que señala, indudablemente, la raíz
de la humildad, su aspecto más entrañable y profundo:
«La humildad principalmente importa la sujeción del hombre a
I. La humildad (1 6i)
Dios. Por eso San Agustín... la atribuye al don de temor, por el cual
463. s.TH., 11-11,161-2; CASIANO, 18,1 ; S kN JUAN CLIMACO, E.SCal. 25; SAN BER- el hombre reverencia a Dios» (161,2 ad 3).
NARDO, De gradibus humilitatis et superbiae; SAN FRANCISCO DE SALES, Vida devota
p.3.a <,La humildad, en cuanto virtud especial, mira principalmente a la
SCARAMELLI, Directorio ascético t.3 a.ii ; SAN LIGORIO, La verdadera esposa c.11; MoNs. GAY ,
Vida v virtudes tr.6; BEAUDENOM, Formación en la humildad; CH. DE SMEDT, .\;otre vie sur- sujeción del hombre a Dios, por el cual se somete también a los de-
naturelle t.2 p.305-42; Dom COLUMBA MARMION, Jesucristo, ideal del monje c.it ; TANQUE- más, humillándose ante ellos» (161,i ad 5).
REY, Teología ascética 11. 1127-53 ; GARRIGOU-LAGRANGE, Tres edades 111,12-13. «El virtuoso es perfecto. Pero, por comparación a Dios, falta toda
perfección. Por eso la humildad puede convenir a cualquier hombre
Es una de las más fundamentales virtudes, que, por su por muy perfecto que sea» ad 4)•
gran importancia en la vida espiritual, vamos a estudiar con
alguna extensión. Teniendo en cuenta este principio fundamental, ya pode-
rnos resolver la dificultad que planteábamos anteb. He aquí las
464. 1. Naturaleza.—La humilda.d es una virtud deriva- propias palabras del Doctor Angélico, traducidas con cierta
da de la templanza que nos indina a cohibir el desordenado apetito libertad, pero recogiendo fidelísimamente su pensamiento:
de la propia excelencia, dándonos el justo conocimiento de nuestra
«En el hombre se pueden considerar dos cosas: lo que tiene de Dios y
pequeñez y miseria principalmente con relación a Dios. lo que tiene de sí mismo. De sí mismo tiene todo cuanto significa imperfec-
Expliquemos un poco la definición: ción o defecto, ya que esto es evidente que no puede provenir de Dios. De
a) 4UNA VIRTUD DERIVADA DE LA TEmpLANzA...»—Virtud, porque nos Dios, en cambio, tiene todo cuanto se refiere a bondad y perfección, ya que
toda bondad o perfección creada es participación de la divina e increada.
inclina a algo bueno y excelente Y derivada de la templanza—a tra-
vés de la modestia--, porque lo propio de ella es moderar el apetito de la
9 M.)radas sexta, lo,7.
Ahora bien: la humildad, como hemos dicho, se refiere propiamente a la de la religión 1 0. De este luminoso principio se derivan dos grandes conse-
reverencia, que el hombre debe a Dios. Y por lo mismo, cualquier hombre, cuencias, que explican dos cosas imposibles de aclarar prescindiendo de él:
por lo que tiene de sí, se debe someter a lo que hay dc Dios en cualquie)a de MIS la humildad cada vez mayor de los santos y la humildad incomparable de
pi Ojimos. Jesucristo. Los santos, en efecto, a medida que van creciendo en perfección
Sin en-ibargo, no es menester que sometamos lo que hay de Dios en nos- y santidad, van recibiendo de Dios mayores luces sobre sus infinitas per-
otros a lo que externamente aparezca de Dios en los demás. Porque no hay fecciones; cada vez, por consiguiente, perciben con mayor claridad y trans-
inconveniente en que los que han recibido algo de Dios conozcan o sepan que lo parencia el abismo existente entre la grandeza de Dios y su propia pequeñez
han recibido, según aquello de San Pablo: «Y nosotros no hemos recibido el y miseria. El resultado es una humildad profundísima, con la que se pon-
espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios, para que conozcamos los dones drían gozosísimos a los pies del hombre más vil y despreciable del mundo.
que Dios nos ha concedido» (1 Cor 2,12). Por lo cual, sin perjuicio de la Por eso, María—la criatura más iluminada por Dios—fue también la más
humildad, pueden preferir los dones que han recibido de Dios a los dones que humilde. No hay peligro de que las luces de Dios envanezcan a un alma;
se vea externamente haber recibido el prójimo. si efectivamente proceden de El, cada vez la sumergirán más hondamente
De manera parecida, tampoco requiere la humildad que el hombre consi- en el abismo de la humildad.
dere lo que tiene de sí mismo (sus pecados) como cosa peor que lo que el prójimo En cuanto a la humildad incomparable de Nuestro Señor Jesucristo
tiene de sí mismo (los pecados propios de ese prójimo). De otra forma, cual- —que de otra manera parecería incompatible con la plena conciencia que
quier hombre, por santo que fuera, tendría obligación de considerarse el tenía de su santidad infinita—, se explica perfectamente con ese principio.
mayor pecador del mundo, lo cual sería manifiestamente falso. Lo que sí Como explica Billuart, Cristo en cuanto hombre fue verdaderamente hu-
podemos pensar es que acaso el prójimo tenga algún bien que nosotros no tene- milde incluso con su interno juicio. No podía juzgarse vil o imperfecto absolu-
mos o que nosotros tenemos algún mal que acaso el prójimo no tenga; y en este tamente, porque conocía su excelencia e impecabilidad por su unión perso-
sentido podemos, sin falsedad ni exageración, someternos humildemente a nal con el Verbo y, por lo mismo, sabía que era digno de todo honor y reve-
todos los hombres» (161,3). rencia. Pero sabía también su santísima humanidad que todo lo tenía de Dios
y que si, por un imposible, fuera abandonada por la divinidad, caería en
la ignorancia y en la inclinación al pecado, propia de la pobre naturaleza
Apenas se puede añadir nada a una doctrina tan clara y humana. Por esta razón fue en cuanto hombre verdaderamente humilde con
tan magistralmente expuesta. De ella se deduce que el hom- su juicio interno, sometido profundamente a la divinidad, y refiriendo a ella
bre, por muy santo y perfecto que sea y aunque vea con me- todo el bien que poseía y todos los honores que se le tributaban.
La humildad, por consiguiente, se funda en dos cosas principales: en
ridiana transparencia haber recibido grandes dones de Dios
la verdad y en la justicia. La verdad nos da el conocimiento cabal de nosotros
(cosa que no le prohíbe la humildad, con tal de que los refiera mismos—nada bueno tenemos sino lo que hemos recibido de Dios—y la
efectivamente a Dios, de quien los ha recibido), siempre tiene justicia nos exige dar a Dios todo el honor y la gloria que exclusivamente a
motivos para humillarse profundamente. No solamente ante El le pertenece (i Tim 1,17). La verdad nos autoriza para ver y admirar
los dones naturales y sobrenaturales que Dios haya querido depositar cn
Dios—lo cual es clarísimo, ya que todas las perfecciones crea- nosotros, pero la justicia nos obliga a glorificar, no al bello paisaje que con-
das son como granos de polvo ante la perfección infinita de templamos en aquel lienzo, sino al Artista divino que lo pintó.
Dios—, sino incluso ante cualquier hombre por miserable que
aparezca al exterior. Porque sin falsedad o exageración alguna 465. 2. Excelencia de la humildad.—La humildad no
puede pensar que acaso ese hombre tenga alguna buena cua- es, ciertamente, la mayor de todas las virtudes. Sobre ella están
lidad de la que él carece o acaso carezca de algún defecto que las teologales, las intelectuales y la justicia, principalmente la
todavía. hay en él. Y, en último término, siempre puede pen- legal (161,5). Pero en cierto sentido es ella la virtud fundamen-
tal, como fundamento negativo (uf removens prohibens) de
sar que, si ese miserable pecador hubiese recibido de Dios el
todo el edifiCio sobrenatural. Es ella, en efecto, la que remueve
cúmulo de gracias y beneficios que a él le ha concedido, hu- los obstáculos para recibir el influjo de la gracia, que sería im-
biese correspondido a la gracia mil veces mejor. De donde posible sin ella, ya que la Sagrada Escritura nos dice expresa-
siempre y en todas partes tiene cualquier hombre sobrados mente que «Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los
motivos para humillarse ante cualquier otro, sin dejar de «an- humildes» (Iac 4,6). En este sentido, la humildad y la fe son
dar en verdad», que es lo propio y característico de la humil- las dos virtudes fundamentales, en cuanto que constituyen
dad (cf. 161,3 ad 1).
como los cimientos cle todo el edificio sobrenatural, que se le-
Es, pues, la relación a las infinitas perfecciones de Dios lo que constituye vanta sobre la humildad como fundamento negativo remo- —
La verdadera solución es la que da Santo Tomás (83,2). COROLARIOS.—i.° La oración no es, pues, una simple condición, sino
Comienza citando, en el argumento sed contra, la autoridad di- una verdadera causa segunda condicional. No se puede cosechar sin haber
sembrado: la siembra no es simple condición, sino causa segunda de la co-
vina de Nuestro Señor Jesucristo, que nos dice en el Evangelio: secha.
<es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer» (Lc 18,1). 2.° La oración es causa universal. Porque su eficacia puede extenderse
Y en el cuerpo del artículo dice que a la divina Providencia a todos los efectos de las causas segundas, naturales o artificiales: lluvias,
cosechas, curaciones, etc., y es más eficaz que ninguna otra. Cuando en un
corresponde determinar qué efectos se han de producir en el enfermo ha fracasado todo lo humano, todavía queda el recurso de la oración;
mundo y por qué causas segundas y con qué orden. Ahora bien: y a veces se produce el milagro. Otro tanto hay que decir con relación a
entre estas causas segundas figuran principalniente los actos todas las demás cosas.
humanos, y la oración es uno de los más importantes. Luego 3.° La oración es propia únicamente de los seres racionales (ángeles y
es convenientísimo orar, no para. cambiar la providencia de hombres). No de las divinas personas—que no tienen superior a quien pc-
Dios (contra egipcios, magos, etc.), que es absolutamente in- dir— , ni de los brutos animales, que carecen de razón (83,1o).
Es, pues, convenientísimo orar. He aquí un breve resumen b) Natural : el hombre está lleno de necesidades y miserias, algunas de
de sus grandes provechos y ventajas: las cuales solamente Dios las puede remediar. Luego la simple razón natu-
ral nos dicta e impera la necesidad de la oración. De hecho, en toda:, las
i) Practicamos con ella un acto excelente de religión. religiones del mundo hay ritos y oraciones.
2) Damos gracias a Dios por sus inmensos beneficios. c) Eclesiástico : la Iglesia manda recitar a los fieles ciertas oraciones en
3) Ejercitamos la humildad, reconociendo nuestra pobreza y deman- la administración de los sacramentos, en unión con el sacerdote en la santa
dando una limosna. misa, etc., e impone a los sacerdotes y religiosos de votos solemnes la obli-
4) Ejercitamos la confianza en Dios al pedirle cosas que esperamos ob- gación, bajo pecado grave, de rezar el breviario en nombre de ella por la
tener de su bondad. salud de todo el pueblo.
5) Nos lleva a una respetuosa familiaridad con Dios, que es nuestro
amantísimo Padre. ¿CUÁNDO OBLIGA CONCRETAMENTE ESTE PRECEPT0?—Hay
6) Entramos en los designios de Dios, que nos concederá las gracias que distinguir una doble obligación: per se y per accidens, o sea,
que tiene desde toda la eternidad vinculadas a nuestra oración. de por sí o en determinadas circunstancias.
7) Eleva y engrandece nuestra dignidad humana: «Nunca es más gran-
de el hombre que cuando está de rodillasl. Los animales nunca rezan... Obliga gravemente <per se».—a) Al comienzo de la vida moral, o sea
cuando el niño llega al perfecto uso de razón. Porque tiene obligación de
478. 3. Necesidad.—Pero la oración no es tan sólo con- convertirse a Dios como a último fin.
veniente. Es también absolutamente necesaria en el plan actual b) En peligro de muerte, para obtener la gracia de morir cristianamente.
c) Frecuentemente durante la vida. Cuál sea esta frecuencia, no está
de la divina Providencia. Vamos a precisar en qué sentido. bien determinada por la ley, y hay muchas opiniones entre los autores. El
Hay dos clases de necesidad: de precepto y de medio. La que oye misa todos los domingos y reza alguna cosa todos los días puede
primera obedece a un mandato del superior que en absoluto estar tranquilo con relación a este precepto.
podría ser revocado; no es exigida por la naturaleza misma de las <<Per accidens» obliga el precepto de orar.—a) Cuando sea necesario para
cumplir otro precepto obligatorio (v.gr., el cumplimiento de la penitencia
cosas (v.gr., ayunar precisamente tales o cuales días por dispo- sacramental).
sición de la Iglesia). La segunda es de tal manera necesaria, que b) Cuando sobreviene una tentación fuerte que no pueda vencerse sino
de suyo no admite excepción alguna; es exigida por la natura- por la oración. Porque estamos obligados a poner todos los medios necesa-
leza misma de las cosas (v.gr., el aire para conservar la vida rios para no pecar.
animal). Esta última, cuando se trata de actos humanos, toda- c) En las grandes calamidades públicas (guerras, epidemias, etc.). Lo
exige entonces la caridad cristiana.
vía admite una subdivisión: a) necesidad de medio ex institu-
tione, o sea, de ley ordinaria, por disposición general de Dios, 2) Es NECESARIA TAMBIÉN CON NECESIDAD DE MEDIO, POR
que admite, sin embargo, alguna excepción (v.gr., el sacramen- DIVINA INSTITUCIÓN, PARA LA SALVACIÓN DE LOS ADULTOS.—Es
to del bautismo es necesario con necesidad de medio para sal- doctrina común y absolutamente cierta en Teología. Hay mu-
varse, pero Dios puede suplirlo en un pagano con un acto de chos testimonios de los Santos Padres, entre los que destaca
perfecta contrición, que lleva implícito el deseo del bautismo); un texto famosísimo de San Agustín, que fue recogido y com-
y b) necesidad de medio ex natura rei, que no admite excep- pletado por el concilio de Trento: «Dios no manda imposibles;
ción alguna absolutamente para nadie (v.gr., la gracia santifi- y al mandarnos una cosa, nos avisa que hagamos lo que po-
cante para entrar en el cielo; sin ella—obtenida por el proce- damos y pidamos lo que no podamos y nos ayuda para que po-
dimiento que sea—, nadie absolutamente se puede salvar). damos» 9. Sobre todo, la perseverancia final—que es un don de
Presupuestos estos principios, decimos que la oración es ne- Dios completamente gratuito—no se obtiene ordinariamente
cesaria: 1) con necesidad de precepto, y 2) con necesidad de sino por la humilde y perseverante oración. Por eso decía San
medio por institución divina. Vamos a probarlo. Alfonso de Ligorio que «el que ora, se salva; y el que no ora,
se condena». He aquí sus propias y terminantes palabras:
1) Es NECESARIA CON NECESIDAD DE PRECEPTO (83,3 ad 2).
Es cosa clara que hay precepto divino, natural y eclesiástico : <Tongamos, por tanto, fin a este importante capítulo resumiendo todo lo
dicho y dejando bien sentada esta afirmación: que el que ora, se salva cierta-
a) Divino : consta expresa y repetidamente-Qn la Sagrada Escritura: mente, y el que no ora, ciertamente se condena. Si dejamos a un lado a los niños,
,Vigilad y orad» (Mt 2 6,41). <,Es preciso orar en todo tiempo y no desfalle- todos los demás bienaventurados se salvaron porque oraron, y los condena-
cer» (Lc '8,1). «Pedid y recibiréis» (Mt 7,7). <<Orad sin intermisión» (i Thess dos se condenaron porque no oraron. Y ninguna otra cosa les producirá en
5,17). <Permaneced vigilantes en la oración» (Col 4,2), etc.
9 Cf. S.AuGusT., De nattaa et gratia c.43 n.5o: ML 44,271 y D 804.
el infierno más espantosa desesperación que pensar que les hubiera sido cosa
muy fácil el salvarde, pues lo hubieran conseguido pidiendo a Dios sus gra- Respuesta.—a) Cristo es el único mediador de redención, pero nada im-
pide que los santos sean mediadores de intercesión, apoyando con las suyas
cias, y que ya serán eternamente desgraciados, porque pasó el tiempo de la nuestras oraciones y rogando a Dios las despache favorablemente.
oración ,> lo. hacemos
b) Es falso que no se enteren. Todas las peticiones que les
las ven en el Verbo de Dios, en el que se refleja todo cuanto ocurre en el
Todo esto es cierto de ley ordinaria por expresa disposición universo como en una pantalla cinematográfica (83,4 ad 2). Y esto aunque
de Dios; pero caben, sin embargo, excepciones. Nadie puede se trate de oraciones meramente internas, no manifestadas por ningún signo
penetrar en el arcano indescifrable de la divina predestinación. exterior: «etiam quantum ad interiores motus cordis», dice expresamente
Dios ha concedido sus gracias, a veces, a quienes no se las pe- Santo Tomás (ibid.).
dían (v.gr., a San Pablo camino de Damasco). Lo que sí es c) La bondad infinita de Dios no es incompatible con la intercesión de
los santos, sino que se armoniza admirablemente con ella. Dios es el Padre
cierto es que «jamás las niega a quien se las pide con las debidas amantísimo que se complace en ver a sus hijos intercediendo ante El unos
condiciones/ (Mt 7,8). Por consiguiente, el que ora en tales por otros.
condiciones puede esperar confiadamente (fundándose en la Trento proclamó
DOCTRINA DE LA IGLESIA.--E1 concilio de
promesa de Dios) que obtendrá de hecho las gracias necesarias
para su salvación, aunque por vía de excepción y de milagro solemnemente la utilidad y conveniencia de invocar a los santos
podría salvarse también el que no ora. y venerar sus reliquias y sagradas imágenes 11. Es, pues, una
verdad de fe que pertenece al depósito de la doctrina católica.
De donde se sigue que el espíritu de oración es una grandísima señal de
predestinación. Y que la desgana y enemistad con la oración es un signo ne-
Las principales razones teológicas que la abonan son:
gativo verdaderamente temible de reprobación. a) La bondad divina, que ha querido asociarse a sus criatu-
ras (María, ángeles, santos, bienaventurados y justos de la
479. 4. A quién se debe orar (83,4 y r r).—La oración tierra) en la obtención y distribución de sus gracias.
de súplica—por razón del sujeto en quien recae—puede con- b) La comunión de los santos, que nos incorpora a Cristo
siderarse de dos maneras: a) en cuanto que se pide algo a otro y a través de El hace circular vis gracias de unos miembros
directamente y para que él mismo nos lo dé, y b) o indirectamente,
a otros.
para que nos lo consiga de otra persona superior (simple inter- c) La caridad perfectísiina de los santos, que les mueve a
cesión). interceder por nuestras necesidades, que ven y conocen en el
En el primer sentido sólo a Dios se le deben pedir las gra- Verbo divino 12.
cias que necesitamos. Porque todas nuestras oraciones (aun las Examinemos ahora algunas cuestiones complementarias en
que se refieren a los bienes temporales) deben ordenarse a con- torno al culto de los santos.
seguir la gracia y la gloria, que solamente Dios puede dar, como
dice el Salmo: La gracia y la gloria la da el Señor (Ps 83,12). i.a Con qué clase de culto se les debe invocar u honrar. --El
Esta clase de oración dirigida a los santos sería idolatría. culto de latría es propio y exclusivo de Dios. Honrar a los santos con él
A los santos se les debe el
sería un gravísimo pecado de idolatría (94,1-3).
En el segundo sentido—como simples intercesores—, se culto de dulía (103,2-4), y a la Santísima Virgen, por su excelsa dignidad de
puede y se debe orar a los ángeles, santos y bienaventurados lvIadre de Dios, el de hiperdulía (ibid., 4 ad 2). A San José se le debe el culto
del cielo, y especialísimamente a la Santísima Virgen María, de protodulía, o sea el primero entre el propio de los santos.
Mediadora universal de todas las gracias. Expliquemos un ¿Es siempre eficaz su intercesión?—Santo Tomás contesta
2.a
poco más este punto importante. (III, Suppl. 72,3) estableciendo una luminosa distinción. Hay—dice—dos cla-
que consiste en la intercesión explícita y
ses de intercesión: a) tina expresa,
Proposición: Es lícito y muy conveniente invocar a los santos para- actual ante Dios en favor de tal o cual persona concreta y determinada;
que intercedan por nosotros. (implícita o habitual), que brota de sus méritos con-
y h) otra interpretativa
' traídos en este mundo, cuya sola presencia ante Dios es como tina incesante
Errores.—Lo niegan muchos herejes, entre los que se cuentan Eustasio
de intercesión en nuestro favor, de manera semejante a como dice San Pablo
Sebaste, Vigilancio, cátaros, wiclefitas, luteranos, calvinistas, etc. Dicen. que la sangre de Cristo habla por nosotros ante el Padre mejor que la de
a) que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres;
b) que los Abel (Hebr 12,24) 13.
santos no se enteran de nuestras oraciones; y c) que Dios es tan bueno, que
no necesita intercesores para darnos lo que nos hace.falta. Cf. D 941 952 984 998; f. n. j42 t17()
y Supo!. 72::
lo SAN ALFONSO DE LIGORIO, 12 1-My otras razones, nue pueden verse en Santo Tomas (1[11,8 331
Del gran medio de la oracido c.1 párrafo final (p.7o en en su liturgia esas dos clases de intercesion: «Corccsle
la ed. de Madrid 19,36). En el texto se lee
rezar, en vez de orar; pero está mal traducido. 1' La Iglesia recoge coi, fre, oeneia
. nos Domine, meritis et itnerce,,,,oc Sancti ..»
Ahora bien, en este segundo sentido (intercesión interpretativa) no siem- las conozcan concretamente) a impulsos de su amor a nosotros (v.gr.,
pre son oídos; no porque su oración no sea de suyo eficaz para obtenernos familiares) o de la caridad universal en que se abrasan. Esto encajaría
cualquier gracia, sino porque podemos nosotros poner algún obstáculo a su muy bien con el dogma de la comunión de los santos, que parece
recepción. Pero en el primer sentido (intercesión expresa), siempre son es- envolver cierta reciprocidad o beneficio mutuo entre los miembros
cuchados favorablemente, ya que nunca piden sino lo que ven claramente de las tres iglesias de Cristo. Los que vivimos todavía en la tierra po-
que Dios tiene voluntad de conceder: y así nunca falla su oración. demos aumentar la gloria accidental de los bienaventurados. Podemos
también ofrecer a Dios los méritos contraídos en este mundo por las
DIFICULTAD.—Luego entonces es ociosa la intercesión de los santos.
almas actualmente en el purgatorio (intercesión interpretativa). Y si
Porque lo que Dios quiere conceder, igual lo concedería sin ella. bien es cierto que no ven nuestras necesidades concretas, porque no
RESPUESTA.—Puede Dios haber determinado desde toda la eterni- gozan todavía de la visión beatífica, no es imposible que Dios se las
dad conceder esas gracias si se las piden y negarlas en caso contrario. manifieste de algún modo (por inspiración interior, por el ángel de
Luego la oración de los santos es provechosísima, no para cambiar la guarda, por los que van llegando de la tierra, etc.), y que puedan
la voluntad de Dios (lo que es absurdo e imposible), sino para entrar por lo mismo interceder concretamente por nosotros (cf. 1,89,8 ad 1).
ellos en los designios de Dios, que quiere y espera su oración (ibid., Acaso podría intentarse también la solución afirmativa con los si-
3 ad 5). Es una simple aplicación del principio que hemos sentado guientes datos:
más arriba acerca de la conveniencia y eficacia de la oración. a) Es de fe que podemos ayudar con nuestros sufragios a las al-
mas del purgatorio (D 95o).
3.1 Poder de su intercesión.—E1 poder de intercesión de los santos
b) No sabemos en qué proporción ni en qué forma se les aplican
depende del grado de méritos adquiridos en esta vida y del grado de gloria los sufragios, aunque es de suponer que en forma de alivio de sus
correspondiente. Los santos más grandes tienen más poder de intercesión sufrimientos, además de la reducción del tiempo que habían de per-
ante Dios que los no tan gloriosos, porque su oración es más acepta a Dios manecer allí.
que la de estos últimos. En este sentido es incomparable el poder de interce -
sión de la Santísima Virgen María: mayor que la de todos los ángeles y san- c ) Si es así, el alma, al notar el alivio del sufragio—toda petición
a ellas debe ir acompañada de un sufragio—, puede lógicamente pen-
tos juntos.
sar que alguien está rezando por ella; y no hay inconveniente en que,
Pero de aquí no se debe concluir que haya que invocar únicamente movida por la gratitud, pida a Dios por las intenciones de la persona
a la Santísima Virgen o a los santos de historial más brillante, omi- caritativa que la está ayudande, aunque ignore en absoluto quién sea
tiendo la invocación de los demás. Santo Tomás se plantea esta ob- esa persona o cuáles sus intenciones.
jeción y la resuelve admirablemente. Por cinco razones—dice—es OBsERvAcioNEs.—I.a No parece admisible que puedan darse fe-
conveniente invocar también a los santos inferiores: a) porque acaso nómenos de radiestesia, telepatía, etc., entre las personas de este
nos inspire mayor devoción un santo inferior que otro superior, y de mundo y las almas del purgatorio (v.gr., entre un hijo y su madre
la devoción depende en gran parte la eficacia de la oración; b) para difunta), porque esos fenómenos suelen transmitirse por las ondas
que haya cierta variedad que evite el fastidio o monotonía; c) porque hertzianas a través de la atmósfera, y afectan a la hipersensibilidad y
hay santos especialistas en algunas gracias; d) para dar a todos el debi-
afinidad orgánica de los dos sujetos. Ahora bien: el purgatorio es ajeno
do honor; y e) porque pueden conseguir, entre todos, lo que acaso uno a la atmósfera, y las almas separadas no tienen ya órganos sensitivos
solo no conseguiría (Suppl. 72,2 ad 2). En otro lugar paralelo a su servicio.
83,ix ad 4) añade todavía una razón: porque acaso Dios quiere ma- tal hora
2.a El hecho, muchas veces comprobado, de despertarse a
nifestar con un milagro la santidad de su siervo (tal vez no canoni- determinada después de haber invocado para ello a las almas del pur-
zado aún). De otra suerte habría que concluir lógicamente que bas- gatorio es un fenómeno psicológico que puede explicarse fácilmente
taba implorar directamente la misericordia de Dios sin la intercesión por causas puramente naturales (v.gr., la misma preocupación o de-
de ningún santo (ibid.). seo latente en la subconsciencia).
4.a ¿Puede invocarse a las almas del purgatorio para obtener al-
guna gracia?—La Iglesia nada ha determinado sobre esto y es cuestión 480. 5. Por quién se debe orar (83,7-8).—Como prin-
muy discutida entre los teólogos. A Santo Tomás le parece que no, y da cipio general se puede establecer el siguiente: Podemos y debe-
dos razones muy fuertes: a ) no conocen nuestras peticiones, porque no go- mos orar no sólo por nosotros mismos, sino también en favor de
zan todavía de la visión del Verbo divino, donde las verían reflejadas (83,1 cualquier persona capaz de la gloria eterna.
ad 3); y b) porque los que están en el purgatorio, aunque son superiores a
nosotros por su impecabilidad, son inferiores en cuanto a las penas que están
kAzóN.—E1 dogma de la comunión de los santos nos garantiza la posibi-
padeciendo; y en este sentido no están en situación de orar por nosotros,
sino más bien de que nosotros oremos pc)r ellos (83,1 ad 3). lidad. La caridad cristiana—y a veces la justicia—nos urge la obligación.
Luego es cierto que podemos y debemos orar por todas las criaturas capaces
otno se ve, las tazone,, de Santo Tom.ís son
tnuy setia,,, Sin de la eterna gloria, sin excluir a ninguna determinada: <Crad unos por otros
embargo, muchos teólogos—incluso de la e,,cuela lomista--delienden para que os salvéis,> (Iac 5,16).
la respuesta afirmativa ilindándose en razones no despieciables. Pue- APLICACIONES.—I . a Hay que rogar por todos aquellos a quienes debe-
den — dicen — pedir en general por nuestras necesidades (aunque no
mos amar. Luego por todas las personas capaces de la eterna gloria (incluso
los pecadores, herejes, excomulgados, etc., y nuestros propios enemigos). y caminar con suavidad por el camino de la penitencia y del trabajo, seas
Pero por todos éstos basta pedir en general, sin excluir positivamente a nadie. hombre de oración. Si quieres ojear de tu ánima las moscas importunas de
2.8 Ordinariamente no estamos obligados a pedir en particular por nues- los vanos pensamientos y cuidados, seas hombre de oración. Si la quieres
tros enemigos, aunque sería de excelente perfección (83,8). Hay casos, sin sustentar con la grosura de la devoción y traerla siempre llena de buenos
embargo, en los que estaríamos obligados a ello; por ejemplo, en grave pensamientos y deseos, seas hombre de oración. Si quieres fortalecer y con-
necesidad espiritual del enemigo, o cuando pide perdón, o para evitar el firmar tu corazón en el camino de Dios, seas hombre de oración. Final-
escándalo que se seguiría de no hacerlo (v.gr., si hay costumbre de orar pú- mente, si quieres desarraigar de tu ánima todos los vicios y plantar en su
blicamente por los enemigos en tales o cuales circunstancias y no quisiéra- lugar las virtudes, seas hombre de oración: porque en ella se rescibe la unión
mos hacerlo). Siempre hemos de estar dispuestos a ello, al menos <dri prae- y gracia del Espíritu Sancto, la cual enseña todas las cosas. Y demás desto,
paratione animi», como dicen los teólogos, esto es, haciéndolo de buena si quieres subir a la alteza de la contemplación y gozar de los dulces abrazos
gana cuando se presenta ocasión para ello. Jesucristo nos dice expresamente del esposo, ejercítate en la oración, porque éste es el camino por do sube el
ánima a la contemplación y gusto de las cosas celestiales» 15.
en el Evangelio: «Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persi-
guen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace a otro autor, escribe:
salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos y pecadores» (Mt s, SAN PEDRO DE ALCÁNTARA.—Citando
44-45)• «En la oración se alimpia el ánima de los pecados, apaciéntase la caridad,
3.a Podemos y debemos orar por las almas del purgatorio; siempre al certifícase la fe, fortaléscese la esperanza, alegrase el espíritu, derrítense las
menos por caridad y muchas veces por piedad (si se trata de familiares) o por entrañas, pacifícase el corazón, descúbrese la verdad, véncese la tentación,
justicia (si están allí por culpa nuestra; v.gr., por los malos consejos y ejem- huye la tristeza, renuévanse los sentidos, repárase la virtud enflaquecida,
plos que les dimos). despídese la tibieza, consúmese el orín de los vicios, y en ella saltan cente-
4.a Es sentencia común entre los teólogos que podemos pedir el au- llas vivas de deseos del cielo, entre las cuales arde la llama del divino amor.
mento de la gloria accidental de los bienaventurados; no el de la gloria esen- Grandes son las excelencias de la oración, grandes son sus privilegios. A ella
cial (visión y goce beatíficos), que es absolutamente inmutable, y depende están abiertos los cielos, a ella se descubren los secretos, y a ella están siem-
del grado de gracia y de caridad que tenga el alma en el momento de sepa- pre atentos los oídos de Dios» 16.
rarse del cuerpo.
5.1 No es lícito orar por los condenados, por estar completamente fue- SANTA TERESA.—Para la gran maestra de la vida espiritual, la oración es
el todo. No hay otro ejercicio en el que insista tanto en todos sus escritos y
ra de los vínculos de la caridad, que se funda en la participación de la vida
al que conceda tanta importancia santificadora como a la oración 17. Nos
eterna. _Aparte de que sería completamente inútil y superflua una oración
que para nada les aprovecharía. parece ocioso citar textos: basta abrir al azar cualquiera de sus libros. Se-
gún ella, el alma que no hace oración está perdida; jamás llegará a la santi-
481 6. dad. Lo mismo pensaba San Juan de la Cruz, tan identificado con la insigne
Eficacia santificadora de la oración (83,15-16).
reformadora del Carmelo.
Remitimos al lector a los n.286-7, donde hemos explicado los cuatro va-
lores de la oración, a saber: meritorio, como virtud; satisfactorio, como obra SAN FRANCISCO DE SALES.---«Por la oración hablamos a Dios y Dios nos
penosa; impetratorio de las gracias divinas y de refección espiritual del alma habla a nosotros, aspiramos a El y respiramos en El, y El nos inspira y res-
por su contacto de amor con Dios. Allí mismo hemos señalado las condicio- pira sobre nosotros.
nes requeridas para la eficacia infalible de la oración. Mas ¿de qué tratamos en la oración? ¿Cuál es el tema de nuestra conver-
Aquí vamos a hablar únicamente de la eficacia santificadora de la oración. sación? En ella, Teótimo, no se habla sino de Dios; porque ¿acerca de qué
puede platicar y conversar el amor más que del amado? Por esta causa, la
Los Santos Padres y los grandes maestros de la vida espi- oración y la teología mística no son sino una misma cosa. Se llama teología
porque, así como la teología especulativa tiene por objeto a Dios, también
ritual están todos conformes en proclamar la eficacia santifica- ésta no habla sino de Dios, pero con tres diferencias: I.a, aquélla trata de
dora verdaderamente extraordinaria de la oración. Sin oración Dios en cuanto es Dios, y ésta habla de El en cuanto es sumamente amable;
—sin mucha oración es imposible llegar a la santidad.
— e.s decir, aquélla mira la divinidad de la suma bondad, y ésta la suma bondad
Son innumerables los testimonios que se podrían alegar 14. de la divinidad; 2.a, la teología especulativa trata de Dios con los hombres
y entre los hombres; la teología mística habla de Dios, con Dios y en Dios;
Unicamente, por vía de ejemplo, vamos a recoger unos pocos:
3.a, la teología especulativa tiende al conocimiento de Dios, y la mística, al
SAN BUENAVENTURA.--1,S1 quieres sufrir con paciencia las adversidades amor, de suerte que aquélla hace a sus alumnos sabios, doctos y teólogos;
y
miserias desta vida, seas hombre de oración. Si quieres alcanzar virtud mas ésta los hace fervorosos, apasionados y amantes de Dios)) 18.
y
fortaleza para vencer las tentaciones del enemigo, seas hombre de oración.
Si quieres mortificar tu propia voluntad con todas sus aficiones y apetitos, 15 Citado o comentado por San Pedrc> de Alcántara: Tratado de la oración p.t.ft c.t. Esta
obrita, como es sabido, es una recopilación de la que con el mismo título publicó Fr. Luis
seas hombre de oración. Si quieres conoscer las astucias de Satanás y defen-
de Granada. Wase en Ob1 as completa, de Fr. Luis de G7 anada (ed. p. Cuervo) t.to p.439-52.o.
derte de sus engaños, seas hombre de oración. Si quieres vivir alegremente El texto que citamos se lee en la p.444.
1, Tratado de la oracion p.l.a (D.445 en la ed. del P. Cuervo).
4 con
Remitimos al lector a la preciosa obra del P. ARINTERO Cuestiones oísticas, princi- 17 Véase en las Conci,rciancias de Santa Teresa (Bureos 1945) la palabra ,'ora,.iom ■
palmente a la cuestión 2 a.4-5, donde encontrará un verdadero arsenal de testimonios de los una serie larguísima de citas.
Santos Padres y místicos experimentales. T,:iudo del 1.0 c.'.
Los textos podrían multiplicarse en gran abundancia, pero B. CAUSAS VOLUNTARIAS.—a) Falta de la debida preparación próxima;
no es necesario. Todas las escuelas de espiritualidad cristiana en cuanto al tiempo, lugar, postura, tránsito demasiado brusco a la oración
después de una ocupación absorbente...
están de acuerdo en proclamar la necesidad absoluta de la ora- b) Falta de preparación remota; poco recogimiento, disipación habitual,
ción y su extraordinaria eficacia santificadora. A medida que tibieza de la vida, vana curiosidad, ansia de leerlo todo...
el alma va intensificando su vida de oración, se va acercando C. REMEDIOS PRÁCTICOS.—No hay una receta infalible para suprimir en
más a Dios, en cuya perfecta unión consiste. la santidad. La absoluto las distracciones. Sólo en los estados contemplativos muy elevados
oración es la fragua del amor; en ella se enciende la caridad y se o por un especial don de Dios se puede orar sin distracción alguna. Pero
ilumina y abrasa el alma con sus llamaradas, que son luz y mucho se puede hacer con humildad, oración y perseverancia.
vida al mismo tiempo. Si la santidad es amor, unión con Dios, a) Puede disminuirse el influjo pernicioso de las causas independientes
de la voluntad con varias industrias: leyendo, fijando la vista en el sagrario
el camino más corto y expedito para llegar a ella es la vida de o en una imagen expresiva, eligiendo materias más concretas, entregándose
continua y ardiente oración 19. a una oración más afectiva, con frecuentes coloquios (incluso vocales, si es
preciso), etc.
482. 7. Dificultades de la oración.—La oración en to- Cuando, a pesar de todo, nos sintamos distraídos con frecuencia no nos
das sus formas es un ejercicio de alta eficacia santificadora, pero impacientemos. Volvamos a traer suavemente nuestro espíritu al recogi-
su práctica asidua y perfecta envuelve no pocas dificultades miento—aunque sea mil veces, si es preciso—, humillémonos en la presen-
cia de Dios, pidámosle su ayuda y no examinemos por entonces las causas
para el pobre espíritu humano, de suyo tan flaco y enfermizo. que han motivado la distracción. Dejemos este examen para el fin de la ora-
Las principales son dos: las distracciones y las sequedades o ción, con el fin de prevenirnos mejor en adelante. Y téngase bien presente
arideces. Examinémoslas brevemente. que toda distracción combatida (aunque no se la venza del todo) en nada
a) LAS DISTRACCIONES 2°.—Las distracciones en general compromete el fruto de la oración ni disminuye el mérito del alma.
b) En cuanto a las causas que dependen de nuestra voluntad, se las
son pensamientos o imaginaciones extrañas que nos impiden combatirá con energía hasta destruirlas por completo. No omitiremos ja-
la atención a lo que estamos haciendo. Pueden afectar a la más la preparación próxima, recordando siempre que lo contrario sería ten-
imaginación sola, en cuyo caso el entendimiento puede seguir tar a Dios, como dice la Sagrada Escritui-a 22. Y cuidemos, además, de una
pensando en lo que hacía, aunque con dificultad; o al entendi- seria preparación remota, que abarca principalmente los puntos siguientes:
silencio, huida de la vana curiosidad, custodia de los sentidos, de la imagi-
miento mismo, en cuyo caso la atención a lo que se hacía des- nación y del corazón, y acostumbrarnos a estar en lo que se está haciendo
aparece totalmente. (age quod agis), sin dejar divagar voluntariamente la imaginación hacia otra
Sus causas son muy varias. Las expone muy bien el P. De parte.
Guibert, cuyas sabias distinciones trasladamos aquí 21:
A.
b) LAS SEQUEDADES Y ARIDECES 23.—Otra de las grandes
CAUSAS INDEPENDIENTES DE LA VOLUNTAD.—a) La índole y tempe- dificultades que se encuentran con frecuencia en el ejercicio
ramento: imaginación viva e inestable; efusión hacia las cosas exteriores; in-
capacidad de fijar la atención o de prorrumpir en afectos. Pasiones vivas, de la oración—mental sobre todo—es la sequedad o aridez de
no bien dominadas, que atraen continuamente la atención hacia los objetos espíritu. Consiste en cierta impotencia o desgana para producir
amados, temidos u odiados... en la oración actos intelectivos o afectivos. Esta impotencia a
b) La poca salud y la fatiga mental, que impide fijar la atención o abs-
traer de las cosas o circunstancias exteriores.
veces es tan grande, que vuelve penosísima la permanencia en
c) La dirección poco acertada del padre espiritual, que quiere imponer la oración. Unas veces afecta al espíritu, otras sólo al corazón.
artificialmente sus propias ideas al alma, sin tener en cuenta. el influjo de la La forma más desoladora es aquella en la que Dios parece
gracia, la índole, el estado y las necesidades de la misma, empeñándose, haberse retirado del alma.
v.gr., en hacer continuar la meditación discursiva cuando Dios le mueve a
tina oración más sencilla y profunda o apartándola demasiado pronto del dis- SUS CAUSAS son muy varias. El mal estado cíe la salud, la fatiga corporal,
curso cuando lo necesita todavía... las ocupaciones excesivas o absorbentes, tentaciones molestas, que atormen-
d) El demonio, a veces directamente, otras muchas indirectamente, uti- tan y fatigan al alma; deficiente formación para orar de modo conveniente,
lizando otras causas y aumentando su eficacia perturbadora. empleo de métodos inadecuados, etc. A veces son el resultado natural de la
19 El P. DE MAUMIGNY,
al hablar de la excelencia de la oración mental, señala las siguien- tibieza en el servicio de Dios, de la infidelidad a la gracia, de los pecados
tes glandes ventajas: t.a, es una conversación familiar con Dios; 2.a, asegura nuestra salva- veniales cometidos en abundancia y sin escrúpulo, de la sensualidad, que
ción y nos proporciona abundantes méritos; 3.a, conduce a la perfección cristiana; 4.a, hace
gustar al alma alegrías espirituales, superiores, sin comparación, a los engañosos placeres del
mundo; 5.a, comunica a las obras apostólicas su verdadera fecundidad (cf. La práctica de la 22 ,■ Ante orationern praepani animarn tuam et noli esse qua,i homo qui tentat Deim,
ora, ión mental tr.i p.r.a c.r-5). (Eccli. 18,23).
zo RIBET, L'ascétique chrétienne C.22; LEHODEY, Los caminos... p.i.a C.5; DE GUI- 23 Cf. SAN FRANCISCO DE SALES, Vida devota 11,9; IV,I.t - is; RIBET, . C.) ;
B.ERT, Theologia spiritualis n.258-6o; Études Carmelitaines (abril i934)• DE GUIBERT, Theologia spiritualis n.267-71; TANQUEREY, TE;Ología amxtica 11.925-31; DE
21 Cf. DE GuiBEur, o.c., n.259. MAUMIGNY, La práctica de la oración mental p.4.a c.z.
sumerge al alma en la materia; de la disipación y vana curiosidad, de la lige- metodizada, que lleva a cierto automatismo semiinconsciente, que la priva
reza y superficialidad de espíritu. casi totalmente de su eficacia santificadora.
Otras veces son una prueba de Dios, que suele sustraer el consuelo y b) EL EXCESO DE ACTIVIDAD NATURAL, que quiere conseguirlo todo como
devoción sensible que el alma experimentaba en la oración para purificarla a fuerza de brazos, adelantándose a la acción de Dios en el alma; o la excesiva
del apego a esos consuelos, humillarla viendo lo poco que vale cuando Dios pasividad e inercia, que, so pretexto de no adelantarse a la divina acción, no
le retira esa ayuda, aumentar su mérito con sus redoblados esfuerzos im- hace ni siquiera lo que con la gracia ordinaria podría y debería hacerse.
pulsados por la caridad y prepararla a nuevos avances en la vida espiritual. c) EL DESALIENTO, que se apodera de las almas débiles y enfermizas al
Cuando estas arideces permitidas por Dios se prolongan largo tiempo pue- no comprobar progresos sensibles en su larga vida de oración; o el excesivo
de pensarse que el alma ha entrado en la noche del sentido o en alguna otra optimismo de otras muchas que se creen más adelantadas de lo que en reali-
purificación pasiva. Hemos hablado largamente de estas cosas, así corno de dad están.
las señales para distinguirlas de la tibieza o voluntaria flojedad (cf. n.269-7o). d) EL APEGO A LOS CONSUELOS SENSIBLES, que engendra en el alma una
Los REMEDIOS contra las sequedades o arideces consisten, ante todo, en especie de «gula espiritual» 26, que la impulsa a buscar los consuelos de Dios
suprimir sus causas voluntarias, principalmente la tibieza y flojedad en el en vez de al Dios de los consuelos.
e) EL APEGO EXCESIVO A UN DETERMINADO MÉTODO, COMO Si fuera el
servicio de Dios. Cuando son involuntarias, lo mejor es resignarse a los de-
único posible para el ejercicio de la oración; o la excesiva ligereza, que nos
signios de Dios por todo el tiempo que El quiera; convencerse de que la de-
voción sensible no es esencial al verdadero amor de Dios; que basta querer mueve a prescindir de él o abandonarlo antes de tiempo.
amar a Dios para amarle ya en realidad; humillarse profundamente, recono- Otras muchas ilusiones que padecen las almas en su vida de oración
habrán de ser corregidas por la mirada vigilante de un experto y competente
ciéndose indigno de toda consolación; perseverar, a pesar de todo, en la
oración, haciendo lo que aún entonces se puede hacer (fiat, miserere mei...), director espiritual. Sin esta ayuda exterior es casi imposible no incurrir en
algunas de ellas, a pesar, tal vez, de la buena voluntad y excelentes disposi-
etcétera. Y, a fin de aumentar el mérito y las energías del alma, procurar
unirse al divino agonizante de Getsemaní, que «puesto en agonía oraba con ciones del alma que las sufre.
más insistencia» (Lc 22,44), y llevar la generosidad y el heroísmo a aumen-
tar incluso el tiempo destinado a la oración, como aconseja San Ignacio 24.
¿No será lícito pedir a Nuestro Señor el cese de la prueba o el retorno SECCION II
de la devoción sensible? Sí, con tal de hacerlo con plena subordinación a su
voluntad adorable y se intente con ello redoblar las fuerzas del alma para LA ORACIÓN LITÚRGICA Y LA PRIVADA
servirle con más generosidad, no por el goce sensible que aquellos consuelos
484. Pío XII, encíclica Mediator Dei; VAGAGGINI, Sentido teológico de la liturgia (BAC);
nos hayan de producir. La Iglesia pide en su oración litúrgica de Pentecos-
BRASó, Liturgia y espiritualidad (Montserrat 1956); GARRIDO, Curso de liturgia (BAC); IVIER-
tés «gozar siempre de las consolaciones del Espíritu Santo» y todos los maes- CIER, Cristo y la liturgia (Patmos).
tros de 'la vida espiritual hablan largamente de la «importancia y necesidad
de los divinos consuelos)) 25. Pero téngase en cuenta que el mejor procedi- 485. Vamos a precisar en esta sección las relaciones entre
miento—presupuestas la oración y la humildad—para atraerse nuevamente la oración litúrgica o pública y la privada o particular. Con fre-
los consuelos de Dios es una gran generosidad en su divino servicio y una
fidelidad exquisita a las menores inspiraciones del Espíritu Santo. Las se-
cuencia se ha querido establecer entre ellas una especie de
quedades se deben con frecuencia a la resistencia a estas delicadas insinua- antagonismo o exclusividad, como si la una fuera obstáculo para
ciones del divino Espíritu; una generosa inmolación de nosotros mismos nos la otra o si cualquiera de ellas fuera del todo suficiente para ali-
las volverá a traer con facilidad. Pero sea que vuelvan en seguida o que se mentar la vida cristiana con exclusión de la otra. Nada más
hagan esperar, cuide sobre todo el alma de no abandonar la oración ni dis-
minuirla a pesar de todas las arideces y repugnancias que pueda experimentar.
falso y absurdo que esta oposición o disociación de lo que debe
ir siempre muy unido y compenetrado. Nada tampoco más per-
483. 8. Escollos que se han de evitar.—En la vida nicioso para la vida espiritual individual o colectiva. Urge
de oración surgen no pocas dificultades y obstáculos, que el mucho, por consiguiente, examinar con serenidad esta cuestión
alma, ayudada de la gracia, debe superar; pero no se requieren para dejar las cosa, en el lugar que les corresponde según la
menos tino ni menos ayudas para no dar en alguno de sus es- verdad objetiva, de acuerdo con las directrices del magisterio
collos o peligros. He aquí los principales: supremo de la Iglesia que nunca debieran de haberse olvidado.
a) LA RUTINA en la oración vocal, que la convierte en un ejercicio pura- Examinaremos por separado la oración litúrgica y la pri-
mente mecánico, sin valor y sin vida; o la fuerza de la costumbre en la mental vada., estableciendo las relaciones íntimas y mutua armonía en
la que ambas deben desenvolverse 1.
24 <Asimismo es de advertir que, como cn el tiempo ele la consolación, es fácil y leve
estar en la contemplación la hora entera; assí en el tiempo de la dessolación es muy difícil 26 Cf. SAN JUAN DE A CRUZ, Noche os, ura 1,6.
cumplirla; por tanto, la persona que se excr,ta, por hacer contra la dessolación y vencer las cf. nuestra ohra religiosa (11.\C. n.244) n.2Si -S,.„ donde c,ponemos esta misma
tentaciones, dehe siempre estar alguna cosa más (le 1,1 hora cumplida: porque no sólo se avece doct rina.
a resi,tir ad, ersario, inás aun a derrocálle, Eiercicios Espiri:uales n.i3; cf.
Cf. P. ARIN1 ERO, Cuestiones místicas 1,6, donde se recogen gran número de te,timonio,..
divinidad. Dios Padre se complace infinitamente en él, puesto que expresa
t. La oración litúrgica exhaustivamente sus infinitas perfecciones. No tiene necesidad de ninguna
otra alabanza, ya que es itnposible añadir absolutamente nada a la glori-
486. 1. Excelencia.—La oración litúrgica ocupa obje- ficación infinita que el Padre recibe del Verbo en unión con el Espíritu Santo
tivamente el primer lugar entre todas las demás clases de ora- en el seno de la Trinidad Beatísima.
ción que el cristiano puede practicar. Es la oración oficial de b) Pero «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (I° I,I4)•
Y desde ese momento, la creación entera quedó asociada al canto eterno
la Iglesia, en la que interviene todo el cuerpo místico de Cristo del Verbo a través de la humanidad adorable de Cristo. Ya no sólo en el
con su divina Cabeza al frente. En igualdad de circunstancias santuario inaccesible de la vida íntima de Dios, sino desde el fondo de la
y de disposiciones subjetivas por parte del que la ejercitu, nin- creación comenzó a elevarse hacia la Trinidad Beatísima un himno gran-
dioso de alabanza de gloria: «Por Cristo, con Cristo y en Cristo te es dado
guna otra oración tiene la fuerza y eficacia santificadora de la todo honor y gloria, Dios Padre omnipotente en unidad del Espíritu Santo»
oración litúrgica. (canon de la misa).
Dom Columba Marmion dedica dos preciosos capítulos a c) Terminada su misión redentora en la tierra, Cristo dejó a su Igle-
la oración litúrgica en su celebrada obra jesucris‘to, ideal del sia—su amadísima esposa—el encargo de perpetuar a través de los siglos
monje. Recogemos a continuación los hitos fundamentales de aquella incesante ((alabanza de gloria» comenzada por El en la tierra y con-
tinuada en el cielo como Cabeza de su cuerpo místico hasta el fin de los
su pensamiento 2: siglos (cf. Hebr 7,25). He aquí la liturgia, o sea, la alabanza de la Iglesia
I.° Para juzgar del valor objetivo de una cosa hay que unida y apoyada en Cristo: mejor aún, la alabanza del mismo Cristo, Verbo
considerar el grado de gloria que proporciona a Dios, ya que encarnado, ofrecida a Dios por la Iglesia. Por eso el Opus Dei es la oración
Dios ha creado todas las cosas para su propia gloria (cf. Prov por excelencia; ésta es la diferencia fundamental que lo distingue de las
demás oraciones, éste es su privilegio inalienable e incomunicable: el ser
16,4). Las cosas valen tanto cuanto Dios las estima y no más:
la obra de Dios, realizada juntamente con Cristo y en su nombre por la Igle-
éste es el único criterio objetivamente verdadero para juzgarlas. sia, que es su amadísima esposa. Es la «voz de la esposal—vox sponsae —
2.° Hay cosas que glorifican a Dios por su propia natura- que Dios escucha siempre con particular complacencia y que tiene, por lo
leza, por ejemplo, la santa misa, los sacramentos, la práctica mismo, una eficacia incomparable ante su divino acatamiento.
de las virtudes cristianas, etc.; otras, en cambio, le glorifican d) La Iglesia asocia a esta perpetua alabanza de la gloria de Dios a
todos sus hijos; pero confía de manera especialísima esa divina misión a un
tan sólo cuando un ser inteligente las ordena y encamina a grupo escogido de almas selectas: son los sacerdotes y religiosos obligados
esa finalidad, a la que no se dirigen de suyo por sí mismas, al rezo de las horas canónicas. Al ejercer su augusta función, desempeñan
por ejemplo, el trabajo manual o intelectual, la enseñanza, el el papel de embajadores de la Iglesia ante el trono del Altísimo. De esta ma-
nera el oficio divino, cantado con la boca y el corazón del hombre, viene
cultivo del jardín, etc. La oración pertenece al primer grupo, a ser el himno de toda la Creación ante su supremo Hacedor.
no sólo por la intención del que la recita (fin del que obra), e) El oficio divino, que es un homenaje especialísimo de fe, de espe-
sino por su misma naturaleza y por los propios elementos de ranza y de caVidad, alcanza su máxima perfección cuando va acompañado
que consta (fin de la cosa misma). del sacrificio doloroso del que lo recita. Entonces se convierte en un verda-
3.° Entre todas las oraciones posibles ocupa objetivamen- dero sacrificio de alabanza—sacrificium laudis—que glorifica inmensamente
a Dios por su unión íntima con el divino Mártir del Calvario.
te el primer lugar la oración pública de la Iglesia, o sea, la ora-
ción litúrgica oficial. Juntamente con el santo sacrificio de la 5.° Además de la alabanza divina--que es su finalidad pri-
misa, con el que se relaciona íntimamente, la oración litúrgica maria—, la oración litúrgica se convierte para el que, la recita
constituye la expresión más completa de la religión. El rezo debidamente en fuente inagotable de gracia.s y en medio efica-
oficial del breviario constituye una obra verdaderamente divi- císimo de santificación personal. Y esto por -varias razones en-
na: es el verdadero Opus Dei. teramente convincentes:
4.° Para vislumbrar un poco la excelencia del oficio divi-
no es preciso remontarse al fundamento de donde deriva y a) La liturgia nos ofrece bellísimas fórmulas de oración de súplica o
petición. Es cierto que no debemos ir al coro para mendigar, sino ante todo
examinar después su naturaleza, sus elementos, su propio fin. para alabar a Dios. Pero los salmos no expresan únicamente la admiración,
a) El fundamento último de su excelencia es el canto eterno del Verbo el gozo, la alegría desbordante del alma ante las divinas perfecciones, sino
que imploran también el remedio de todas nuestras necesidades espirituales
divino en el seno del Padre. El Verbo es el himno sublime que Dios se canta
y materiales. La alabanza se entremezcla continuamente con la súplica. Aho-
a sí mismo eternamente y que brota de los abismos insondables de su propia
ra bien: no es posible vencer a Dios en generosidad: al esfuerzo con que
2 Cf. je,Nci ¡s'o, idell del monje
c.14 y 15. En lo posible, hacernos el resumen a base de tratamos de intensificar nuestra alabanza, corresponde El volcando sobre
las mismas palabras de dona Marmion. nosotros un verdadero torrente de gracias y bendiciones.
b) Durante la recitación del oficio divino se n-iultiplican los actos de objeto de nuestros actos de religión y permanece unido a El, hecho visible
fe, esperanza, caridad, religión, paciencia, humildad, etc., convirtiéndose, en los inisterios y en el poder de su gi acia.
por lo mismo, en fuente abundantísima de méritos. No hay camino mas seguro que este para permanecer unidos a Jesús
c) La liturgia nos pone delante la persona y los misterios de Cristo y caminar hacia Dios. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, nos conduce
a través del ario litúrgico. Todo nos conduce a contemplar a Jesús y acer- a Cristo, y Cristo nos conduce al Padre haciéndonos gratos a El. ¡Qué in-
carnos íntimamente a El, lo cual es de una eficacia santificadora verdade- comparable seguridad, qué poderosa fecundidad de vida interior nos garan-
ramente incomparable. Toda nuestra santidad consiste en unirnos a Cristo tiza este camino espiritual!»
y asimilarnos a El para gloria del Padre.
No es de extrañar, por tanto, que el concilio Vaticano II,
6.0 Sin embargo, la oración litúrgica no es un sacramento al proponerse «acrecentar de día en. día entre los fieles la vida
ni produce en nosotros la gracia por sí misma como los sa- cristiana y adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo
cramentos. Es cierto que tratándose de la oración oficial de la las instituciones que están sujetas a cambio..., crea que le co-
Iglesia tiene cierta eficacia por sí misma—ex opere operantis rresponde de un modo particular proveer a la reforma y al
Ecclesiae—, pero está muy lejos de la eficacia intrínseca—ex fomento de la liturgia» 6. Y al explicar con más detalle la suma
opere operato—de los sacramentos. Su eficacia santificadora de- importancia de la liturgia afirma solemnemente el sacrosanto
pende en su mayor parte de las disposiciones subjetivas del concilio 7:
que la practica. «La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al
mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos
487. Eficacia santificadora.—Para sacar de la ora-
2. apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el
ción litúrgica su máximo rendimiento santificador es preciso bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen
recitarla en las siguientes condiciones: en el sacrificio y coman la cena del Señor.
Por su parte la liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados «con
a) En unión íntima con Cristo, cabeza del Cuerpo místico, y de toda los sacramentos pascuales», sean «concordes en la piedad»; ruega a Dios que
la Iglesia militante, purgante y triunfante. «conserven en su vida lo que recibieron en la fe»; y la renovación de la alian-
b) Digna, atenta y devotamente 3. za del Señor con los hombres en la eucaristía enciende y arrastra a los fieles
C) Con el mayor ímpetu posible de caridad. No olvidemos que el Mé- a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la liturgia, sobre todo de
rito sobrenatural en relación con el premio esencial de la gloria se valora la eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente, y se obtiene
siempre por el grado de caridad que hemos puesto al realizar la obra me- con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y
ritoria 4. aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden
como a su fin>>.
Realizada en estas condiciones, la. oración litúrgica tiene
una eficacia santificadora verdaderamente incalculable. Sin embargo, el propio concilio se encarga casi a renglón
seguido de advertir que no basta la oración litúrgica, a pesar
«Nuestra santidad—escribe todavía dom Marmion 5—es de orden so- de su soberana eficacia. Es preciso prepararla y completarla
brenatural, absolutamente trascendental, que tiene su origen no en nos- con la oración particular o privada. He aquí las palabras mis-
otros, sino en Dios. Pero, como dice San Pablo, «no sabemos cómo debemos
orar»; no sabemos servirnos bien de este importantísimo medio de santi- mas del concilio 8:
ficación; pero el Espíritu de Jesús, que mora en nosotros desde el bautismo, «Con todo, la participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida
que dirige a la Iglesia y es como el alma del Cuerpo místico, ruega en nos- espiritual. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obs-
otro, «con gemidos inenarrables» (Rom 8,26). En el oficio litúrgico, todo ha tante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto(cf. Mt 6,6);
sido inspirado por El, todo ha sido compuesto bajo su impulso. El, que es más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol (cf. f Thess 5,17).
el autor de los salmos, imprime profundamente en el alma dócil y devota Y el mismo Apóstol nos exhorta a llevar siempre la mortificación de Jesús
la verdad que expresan tan admirablemente, y suscita en ella los sentimien- en nuestro cuerpo, para que también su vida se manifieste en nuestra carne
tos que brotan de los sagrados cánticos. Poco a poco vive y se alimenta de mortal (cf. 2 Cor 4,10- 1 f). Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio
ellos; ve y juzga todas las cosas como las ve y juzga el mismo Dios; vive de la misa que, «recibida la ofrenda de la víctima espiritual», haga de nos-
constantemente en el mundo sobrenatural, se acerca a Aquel que es el único otros mismos una «ofrenda eterna» para sí».
3 Es una lástima que haya sido suprimida la oración Aperi Domim, OS
Meti111..., que antes Vamos, pues, a hablar ahora de la oración particular o pri-
se recitaba obligatoriamente al empezar el oficio divino. En ella se recogían estas condicio-
nes, que tanta importancia tienen para la eficacia sobrenatural del rezo litúrgico. Muchas
vada, como complemento absolutamente indispensable de la
personas piadosas siguen recitando laudablemente aquella oración preparatoria, aunque en
la actualidad no se exige obligatoriamente.
oración pública o litúrgica.
4 cf. n.285,to; y nuestra
Teología de la caridad 2.a ed. (13,\C., Madrid ic)63) n.so. CONCILIO VATICANO II, Constitución sobre la sagrada liturgia n.1.
5 Je:Jucristo, ideal del monje c.is n.3. Ibid., n.12.
7 Ibid., n.10.
Iglesia, aventaja a todas las otras por razón de la dignidad de la esposa de
2. La oración privada Cristo, sin embargo, todas las plegarias, aun las dichas muy en privado,
lejos de carecer de dignidad y virtud, contribuyen mucho a la utilidad del
488. 1. Excelencia y necesidad.—Si grande es la. im- mismo Cuerpo místico en general, ya que en él todo lo bueno y justo que
portancia de la oración pública o litúrgica, no es menor la obra cada uno de los miembros redunda, por la comunión de los santos,
' en el bien de todos. Y nada impide a cada uno de los hombres, por el hecho
eficacia santificadora de la oración. particular o privada, en- de ser miembros de este cuerpo, el que pidan para sí mismos gracias espe-
tendiendo por tal, principalmente, la oración mental practicada ciales, aun de orden terreno, con la debida sumisión a la voluntad divina,
en el recogimiento y la soledad. Ambas formas de oración no toda vez que son personas libres y sujetas a especiales necesidades 12. Y cuán
solamente no son incompatibles entre sí, sino que se com- grande aprecio hayan de tener todos de la meditación de las cosas celestiales
se demuestra no sólo por las enseñanzas de la Iglesia, sino también por el
plementan y benefician mutuamente, siendo la oración mental
uso y ejemplo de todos los santos».
el mejor fruto de la litúrgica, y a su vez, su mejor prepara-
ción. Escuchemos al inmortal pontífice Pío XII en su admi- Es, pues, un error funesto y pernicioso menospreciar o re-
rable encíclica sobre la liturgia 9: bajar la oración particular y privada, o concederle menos im-
«En la vida espiritual no puede existir ninguna oposición o repugnancia portancia de la que en realidad tiene, con el pretexto de que
entre la acción divina, que infunde la gracia en las almas para continuar la oración pública o litúrgica es más excelente y eficaz. Ambas
nuestra redención, y la efectiva colaboración del hombre, que no debe ha- oraciones no sólo no son incompatibles entre sí, sino que han
cer vano el don de Dios (cf. 2 Cor 6,1); entre la eficacia del rito externo
de los sacramentos, que proviene ex opere operato, y el mérito del que los de ir estrechamente unidas a fin de influenciarse mutuamente
administra o los recibe, acto que suele llamarse opus operantis; entre las y aumentar con ello, en alto grado, la eficacia santificadora que
oraciones privadas y las plegarias públicas, entre la ética y la contemplación, cada una de ellas tiene de por sí independientemente de la
entre la vida ascética y la piedad litúrgica, entre el poder de jurisdicción y otra.
de legítimo magisterio y la potestad eminentemente sacerdotal que se ejer-
cita en el mismo sagrado ministerio. Más aún: es un hecho comprobado experimentalmente en la vida de los
Por graves motivos, la Iglesia prescribe a los ministros del altar y a los santos que en ciertos estados de oración muy elevada—contemplación in-
religiosos que, en determinados tiempos, atiendan a la devota meditación, fusa—, la oración litúrgica les resulta altamente penosa y mortificante, aun-
al diligente examen y enmienda de la conciencia y a los otros ejercicios que cumplen fidelísimamente sus deberes litúrgicos con toda exactitud y
espirituales 10, porque especialmente están destinados a realizar las funcio- cuidado. El reposo profundo de la oración contemplativa se aviene mal con
nes litúrgicas del sacrificio y de la alabanza divina. Sin duda, la oración litúr- las ceremonias externas que acompañan inevitablemente al rezo de las ora-
gica, siendo oración pública de la ínclita Esposa de Jesucristo, tiene una ciones litúrgicas. Si el fenómeno contemplativo es muy intenso, se produce
dignidad mayor que las oraciones privadas; pero esta superioridad no quiere casi siempre la llamada «ligadura de las potencias», que les impide casi ma-
decir que entre estos dos géneros de oración haya contraste u oposición. terialmente pronunciar una sola palabra. Sólo violentándose mucho y lle-
Las dos se funden y se armonizan, porque están animadas por un espíritu gando a veces la misma distracción voluntaria consiguen desembeberse
único: «Todo y en todos, Cristo» (Col 3,11), y tienden al mismo fin: «Hasta de su altísima oración contemplativa y rezar el oficio divino en el coro o en
que se forme en nosotros Cristo» (Gal 4,19)». privado 13. En estos casos sería manifiesta imprudencia resistir a la acción
del Espíritu Santo, que está actuando intensísimamente en el alma, bajo el
Cuatro arios antes, en su encíclica sobre el Cuerpo místico pretexto de atender a las oraciones vocales—por muy litúrgicas que sean—,
de Cristo, había escrito el mismo pontífice Pío XII 11: a no ser cuando se trate de la santa misa, o del rezo obligatorio del oficio
divino.
dlay algunos que niegan a nuestras oraciones toda eficacia propiamente
impetratoria, o que se esfuerzan por insinuar entre las gentes que las ora- 489. 2. Oración litúrgica y privada comparadas.—
ciones dirigidas a Dios en privado son de poca monta, mientras que las
que valen de hecho son, más bien, las públicas, hechas en nombre de la En un notable artículo sobre oración litúrgica oración particu-
Iglesia, ya que brotan del Cuerpo místico de Jesucristo. Todo esto es cier- lar, un célebre teólogo contemporáneo llega a las siguientes
tamente erróneo: porque el divino Redentor tiene estrechamente unidas a conclusiones 14:
sí, no sólo a su Iglesia como esposa que es amadísima, sino en ella también
a las almas de cada uno de los fieles, con quienes ansía conversar muy ínti- I.aLa oración litúrgica es de suvo la más excelente y eficaz.
mamente, sobre todo después que éstas se acercan a la mesa eucarística. 2.aTodos los cristianos, y particularmente los sacerdotes y religiosos,
Y aunque la oración común y pública, como procedente de la misma Madre deben ser competentemente aleccionados de esta excelencia y eficacia de la
9 Pío XII, encíclica Mediator Dei, del 20 de noviembre de 1947. 11.36-37. ( .1.. 11-11,83,5 6.
lo Cf. Código canónico, cn. 125,126,565.571.595,1367. 13 Cf. n.544 de c.nt ()Loa.
11 Pío XII, encíclica Mystici corporis Ch,isti, del 29 de junio de 19-H, 11.40, en I.' Cf. MARCE:111NO 1-1.‘,11.1,, OlaciÓ,1 V vial i,i1/ 1,,11 ! id) : TeOlOgía E,-
ció/1 de en, iclicas publicada por A. C. E. piritual n.i5 (196 i) p.461-478.
piedad litúrgica, para que la aprecien, la aprovechen, la prefieran y subordi- lo mejor que les sea posible en los oficios públicos que les sean obli,_;ados,
nen e inspiren en ella, cuanto puedan, su piedad particular. pues, a pesar de sus inconveniencias, no dejarán de serles fructuosos. Pelo
3.a Aunque la excelencia y la eficacia del culto litúrgico son, en parte, es preciso reconocer que las exterioridades litúrgicas no son entonces el me-
indefectibles, requieren para su debido efecto, sobre todo en los partici- jor cauce para la piedad íntima de esas almas. El modo en que Dios se les
pantes en él, la cooperación de la religiosidad personal. comunica es entonces el mejor para comunicarse con EL>.
4. a La religiosidad cristiana no se limita y satisface con la plegaria litúr-
gica, sino que exige múltiples variedades de piedad particular que la prepa- De todo esto se deduce con toda claridad y evidencia que
ran y complementan. no es buen sistema ni coin.cide con la verdad objetiva de las
5.a La piedad particular o extralitúrgica es también oración cristiana
y eclesial, es decir, realizada en dependencia y unión con Cristo y con la
cosas el método exclusivista de los que pretenden hacer de la
Iglesia, y al impulso del único y común Espíritu divino. oración litúrgica la única forma aceptable de relacionar el alma
6.a Aunque la oración comunitaria o litúrgica es de suyo superinr y con Dios, ni tampoco el de los que rebajan la importancia de
más eficaz, cabe que de hecho sea mejor y más ventajosa la verificada en la misma para conceder el monopolio santificador a la oración
particular».
privada o particular. Ambos extremos son igualmente viciosos;
He aquí cómo justifica el docto teólogo esta última conclu- la verdad se halla en. el término medio, o sea, en la perfecta
sión: armonía y compenetración de ambas formas de oración, que
se benefician mutuamente con sus respectivas ventajas y ex-
#Reconocida la superioridad en excelencia y eficacia de la oración-litúr- celencias.
gica, ya antes ponderada, es justo advertir que, de hecho, puede resultar
mejor y más santificadora la particular. «La oración—escribe dom Columba Marmion, refiriéndose a la men-
¿Por qué razones? tal 16—es uno de los medios más eficaces para realizar acá en la tierra nues-
La primera y más respetable es, sin duda, el beneplácito divino, que se tra unión con Dios y nuestra imitación de Jesucristo. El contacto frecuente
comunica cuando, como y cuanto quiere, y que da más o menos a cada uno, del alma con Dios en la fe, por la oración y la vida de oración, ayuda podero-
según le place. No hay razón contra esta razón. Nadie le ata las manos a samente a la transformación de nuestra alma desde el punto de vista sobre-
Dios, como nadie sabe sus sapientísimos designios ni influye sus libérrimos natural. La oración bien hecha, la vida de oración, es transformante.
quereres. La experiencia comprueba que la difusión de las gracias divinas Más aún, la unión con Dios en la oración nos pone en trance de partici-
de oración y de divina unión se da muchas veces en mayor abundancia fuera par con mayor fruto de los otros medios que Cristo ha establecido para
de las celebraciones litúrgicas. comunicarse a nosotros y hacernos semejantes a El. ¿Por qué así ? ¿Será la
Otra motivación hay que verla en las condiciones peculiares del sujeto, oración más eminente, más eficaz, que el santo sacrificio, que la recepción
es decir, en sus disposiciones actuales y concretas de todo orden, sobre todo de los sacramentos, que son los canales auténticos de la gracia? Ciertamente
de orden psicológico y moral. no. Cada vez que nos acercamos a estas fuentes recibimos un aumento de
No hay duda de que estas condiciones pueden, a veces, ser más favora- gracia, un acrecentamiento de vida divina. Pero este acrecentamiento de-
bles en una oración privada que en la oración oficial. Cabe, por ejemplo, pende, en parte al menos, de nuestras disposiciones.
que la urgencia de la necesida.d, el fervor religioso de aquella hora, etc., fa- Ahora bien, la oración, la vida de oración, mantiene, estimula, aviva y
ciliten una buena oración particular. perfecciona estos sentimientos de fe, de humildad, de confianza y de amor,
No olvidemos que, en definitiva, es cada alma la que ora, porque aun cuyo conjunto constituye la mejor predisposición del alma para recibir la
la oración común se la ha de apropiar y personalizar cada uno, y no siem- abundancia de la gracia divina. Un alma familiarizada con la oración saca
pre las funciones y fórmulas comunes responden a las predisposiciones per- mayor provecho de los sacramentos y de los restantes medios de salvación
sonales. Es, naturalmente, el sujeto el que ha de procurar acomodarse al que otra en la que la oración, intermitente, se realiza sin continuidad y sin
espíritu religioso de la Iglesia. Pero es indudable que muchas veces el orante vigor. Un alma que no se entrega con fidelidad a la oración, puede recitar el
encuentra en la libertad de su comunicación personal con Dios mayor faci- oficio divino, asistir a la santa misa, recibir los sacramentos, oír la palabra
lidad y mayor fruto. de Dios; pero sus progresos serán con frecuencia muy mediocres. ¿Por qué
Las causas pueden ser múltiples; y entre ellas son de señalar el sentido así ? Porque el autor principal de nuestra perfección y de nuestra santidad
de las plegarias rituales, que pueden contrastar con el sentimiento y la ne- es el mismo Dios, y la oración mantiene al alma en contacto frecuente con
cesidad del orante; la amplitud de las mismas, que no se conmensura con Dios; la oración establece y, después de haberlo establecido, mantiene en
la de su fervor interior; y más aún, la situación espiritual psicológica de el alma como un brasero, en el cual, aunque no siempre en actividad, se
los sujetos, nada o muy poco compaginables, a veces, con las prácticas re- esconde siempre el fuego del amor; y cuando esta alma se pone en comuni-
ligiosas externas. cación directa con la vida divina, por ejemplo en los sacramentos, es como
Se comprende que las prescripciones litúrgicas no pueden acomodarse un soplo poderoso que la envuelve, la levanta y la llena con una abundancia
a estas peculiaridades 15 y que las personas en cuestión han de participar maravillosa. La vida sobrenatural de un alma se mide por su unión con Dios
15 Nr, olistante, debería tencrse siempr, inu ■ presente la norma de niodcra,:ión dada produciría tedio, no se debe prolongar más... E igual que hay que tener esto en cuenta en
p‹-n- Santo 'Fumas, iiue dice así: ‹.1.a medida de la; (osas cl,termina por su fin, como la la oración particular con respecto al fervor del orante, también hay que tenerla en la ora-
medicina por la salud. Por eso la oración debería durar lo que convenga para excitar el fer- ción común, por referencia a la devoción del pueblo, (2-2,83,14).
vor del deseo interior. Cuando ha rebasado esta medida, de tal inoclo que su continuación '6 En Jesucristo, vida del alma 11,1c).
por Cristo en la fe y en el amor; es preciso que este amor se manifieste en tra consumada. Sus descripciones experimentales no han sido superadas has-
actos; pero estos actos, para ser producidos cle una manera regular e intensa, ta ahora absolutamente por nadie—ni siquiera por San Juan de la Cruz—y
reclaman la vida de oración. Puede asegurarse que, de kv ordinaria, nuestro nos parece muy difícil que lo puedan ser jamás.
progreso en el amor divino depende prácticamente de nuestra vida de Ni se diga que Santa Teresa se limita a describir su propia experiencia,
oración.1 y que, por lo mismo, sus descripciones no tienen valor universal ni pueden
aplicarse a todas las almas. A esto hemos de responder varias cosas:
Y vamos a pasar ahora a otro punto interesantísimo de la I.a No es enteramente cierto que Santa Teresa se limite a describir su
vida de la oración: sus diferentes grados y principales fenóme- propia experiencia. La Santa conoció y tuvo trato íntimo con gran número
nos que les acompañan. de almas que caminaban a su lado por los senderos de la vida espiritual. Do-
tada como estaba de excepcionales dotes de talento natural y de agudísima
penetración psicológica, se fijó en las reacciones de esas almas, observó cui-
dadosamente sus luchas y dificultades, recibió sus confidencias más íntimas,
SECCION III examinó sus fenómenos extraordinarios y se aprovechó largamente de todo
en la redacción de sus obras magistrales. No siempre se refiere a ella misma
Los GRADOS DE ORACIÓN cuando dice: «Yo conocí un alm-a....; me dijo una vez un alma que lo había
experimentado bien...», etc. Pocos, poquísimos maestros de la vida espiri-
4.9o. 1. Introducción.—A Santa Teresa de Jesús debe- tual y directores de almas han tenido a su disposición tantos datos y de tan
mos la clasificación más profunda y exacta de los grados de alto valor como los que logró reunir Santa Teresa en el trato directo con las
oración que se conoce hasta la fecha. En su genial Castillo almas.
interior va describiendo las etapas sucesivas de la santificación 2.1 Nadie más enemigo que Santa Teresa de clasificaciones estrechas y
de «libros muy concertados» 3. Ella misma nos advierte al comenzar su Cas-
del alma en torno a su vida de oración. Para la gran santa de tillo interior o libro de Las Moradas que «no hemos de entender estas mora-
Avila, los grados de oración coinciden con los de la vida cris- das una en pos de otra, como cosa enhilada... Porque las cosas del alma
tiana en su marcha hacia la santidad. Este punto de vista, que siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza... Esto im-
porta mucho a cualquier alma que tenga oración, poca o mucha, que no la
puede justificarse plenamente por la razón teológica—la in- arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los
tensidad de la oración coincide con la de la caridad—, fue lados, pues Dios la dio tan gran dignidad; no se estruje en estar mucho
confirmado por San Pío X, en carta al general de los Carmelitas tiempo en una pieza sola» 4. Y un poco más adelante nos dice: «Por eso digo
el 7 de marzo de 1914, al decir que los grados de oración ense- que no consideren pocas piezas, sino un millón; porque de muchas maneras
ñados por Santa Teresa representan otros tantos grados de su- entran almas aquí...15
De manera que las moradas teresianas, según proclama la misma Santa,
peración y ascenso hacia la perfección cristiana l. no constituYen departamentos estancos e irreductibles. Caben en ellas in-
Sería, pues, aventurado y temerario intentar una nueva finidad de matices y pueden caminar por ellas holgadamente todas las almas
clasificación. Nosotros vamos a seguir las huellas de la gran que aspiren a la perfección, cualquiera que sea el camino particular por don-
santa española, bien persuadidos de que haciéndolo así pisamos de el Espíritu Santo las conduzca. Pero como punto de partida para una cla-
sificación ordenada y metódica de los principales grados y manifestaciones
terreno firme y seguro. de la vida de oraCión en sus líneas fundamentales, nos parece que las des-
Se ha reprochado a Santa Teresa que insiste demasiado en lo psicológico, cripciones de Santa Teresa son de un precio y valor incalculable por llegar
con perjuicio de lo teológico 2. Creemos, sin embargo, que esta acusación hasta las raíces más hondas de la psicología humana común a todas las almas.
—que tiene, desde luego, un fundamento real—no se puede lanzar contra Por estas razones, nosotros vamos a seguir a la gran Doctora Mística con
una mujer que no se propuso en sus libros «hacer teología», sino únicamente escrupulosa fidelidad. Esto no quiere decir que dejemos de aprovechar al
enseñar a sus monjas en lenguaje sencillo y familiar, «como de vieja caste- paso las preciosas enseñanzas de otros grandes místicos experimentales, so-
llana junto al fuego», el verdadero camino de perfección o sendero que habían bre todo las de San Juan de la Cruz, en todo tan conforme con Santa Teresa;
de recorrer para alcanzar las cumbres de la santidad. Falta en ella, natural- de San Francisco de Sales, del Venerable P. Granada--otro gran maestro
la doctrina teológica, especulativa, de principios; se mueve única- de la vida de oración--y de otros muchos antiguos y modernos, que comple-
mente en el terreno psicológico y experimental. Pero sus magistrales des- tarán y redondearán las doctrinas teresianas 6. En todo caso, no es menester
cripciones concuerdan y se armonizan maravillosamente con los principios advertir que tendremos siempre delante los grandes principios del Doctor
teológicos más firmes. Al teólogo profesional corresponde señalar el entron- Angélico, con los que tan maravillosamente concuerdan las enseñanzas de
que y concordancia de ambas cosas; pero de ningún modo puede prescindir Santa Teresa.
de esos datos experimentales, en los que Santa Teresa aparece como maes-
3 Cf. Camino 2Ii4.
He aquí las palabras del Santo Pontífice: «... gradus orationis quod numerantur veluti 4 niradas primeid, 11,8.
totidem superiores in christiana perfectione ascensus esse...» (cf. DE 5 Ibid.,11,1 2.
GUIBERT, Doc-umenta
ecclesiastica christianae perfectionis studium snectantia n.636). 6 El lector que quiera más abundante información sobre las principales clasificaciones
2 cf. DoNf ST012, 0.S.B.,
Teología de la mística, en el capítulo titulado »Vida de oraiiín de los grados de oración propuestos antes y después de Santa Teresa, puede encontrarla en
ascensión mística», p.1.52ss (ed. Madrid 1951). RIBET, La mystique divine c.io y en el P. ARINTERO, Grados de oración a.6.
491. 2. Clasificación que adoptamos.—He aquí en es-
quema la clasificación de los grados de oración propuesta por PRIMER GRADO DE ORACIÓN: LA VOCAL
la mayoría de los autores espirituales en pos de las huellas de
Santa Teresa, que vamos a exponer detalladamente en las pá- El primer grado de oración, al alcance de todo el mundo,
ginas siguientes: lo constituye la vocal. Es aquella que se manifiesta con las pala-
bras de nuestro lenguaje articulado, y constituye la forma casi
I.° Oración vocal. única de la oración pública o litúrgica.
2.° Meditación.
493. 1. Conveniencia y necesidad de la oración vo-
3.° Oración afectiva.
4.° Oración de simplicidad. cal.—Santo Tomás se pregunta en la Suma Teológica «si la
s.° Recogimiento infuso. oración debe ser vocal» (II-II,83,12). Contesta diciendo que
6.° Quietud. forzosamente tiene que serlo la oración pública hecha por los
7.° Unión simple. ministros de la Iglesia ante el pueblo cristiano que ha de par-
8.° Unión extática. ticipar en ella, pero no es de absoluta necesidad cuando la
9.° Unión transformativa. oración se hace privadamente y en particular. Sin embargo
—añade—, no hay inconveniente en que sea vocal la misma ora-
Los tres primeros grados pertenecen a la vía ascética, que ción privada por tres razones principales: a) para excitar la
comprende las tres primeras moradas del Castillo interior; el devoción interior, por la cual se eleva el alma a Dios; de donde
cuarto señala el momento de transición de la ascética a la mís- hay que concluir que debemos usar de las palabras exteriores
tica, y los otros cinco pertenecen a la vía mística, que comienza en la medida y grado que exciten nuestra devoción, y no más;
en las cuartas moradas y llega hasta la cumbre del castillo (san- si nos sirven de distracción para la devoción interior, hay que
tidad consumada). El paso de los grados ascéticos a los místicos callar 7; b) para ofrecerle a Dios el homenaje de nuestro cuerpo
se hace de una manera gradual e insensible, casi sin darse además de nuestra alma; y c) pata desahogar al exterior la
cuenta el alma, como veremos ampliamente en su lugar. Son vehemencia del afecto interior.
las etapas fundamentales del camino de la perfección, que van Nótese la singular importancia de esta doctrina. La oración vocal de tal
sucediéndose con espontánea naturalidad, poniendo claramen- manera depende y se subordina a la mental, que en privado, únicamente
te de manifiesto la unidad de la vida espiritual v la absoluta para excitar o desahogar aquélla, tiene razón de ser. Es cierto que con ella
ofrecemos, además, un homenaje corporal a la divinidad; pero desligada de
normalidad de la mística, a la que todos estamos llamados, y a la la mental, en realidad ha dejado de ser oración, para convertirse en un acto
que llegarán de hecho todas las almas que no pongan obstáculos puramente mecánico y sin vida. Volveremos sobre esto al hablar de la ne-
a la acción de la gracia y sean enteramente fieles a las divinas cesidad de la atención.
mociones del Espíritu Santo.
La necesidad de la oración vocal es manifiesta en la oración
pública o litúrgica; únicamente a base de ella pueden interve-
A) ETAPA PREDOMIN.ANTEMENTE ASCETICA nir todos los fieles en una oración común. Y en igualdad de
condiciones, o sea, realizada con el mismo grado de fervor, es
492. Decimos predominantemente (y no ascética, sin más) porque, como más provechosa que la privada; hay un texto del todo claro en
ya hemos explicado en otro lugar, no se da nunca en la vida cristiana una el Evangelio 8. Además, cuando se trata de la oración oficial
etapa exclusivainente ascética y otra exclusivamente de la Iglesia, tiene una particular eficacia santificadora en virtud
mística. La ascética y la
mística se compenetran mutuamente como dos aspectos distintos de un de la intervención misrna de la Iglesia, que suena ante los oídos
mismo camino espiritual, en cuya etapa primera predominan los actos ascéti-
cos, y en la segunda, los místicos. El asceta comienza ya a recibir desde los del Señor como la voz de la esposa.: «vox sponsae» 9. Con todo,
primeros pasos de su vida espiritual cierta influencia más o menos latente o siempre será cierto que nada absolutamente puede suplir al
intensa de los dones del Espíritu Santo (mística) y el místico más encumbra- obligatoria para el que la emplea,
7 A no ser—naturalmente—que la oración vocal sea
do realiza con frecuencia actos francamente ascéticos con ayuda de la gracia como lo es para el sacerdote y religioso de votos solemnes el rezo del breviario.
ordinaria. Se trata, pues, de mero predominio de unos u otros actos; no de ex- Mt 18,20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo
clusivismos de ninguna clase. Hemos explicado todo esto en otra parte, don- en medio de ello<,.
de remitimos al lector (cf. n.t 77-180). 9 Cf. las preciosas conferencias de Dost COLUMBA MARMION dedicadas a la oración litúr-
gica en Jcsticri,to, vicia dcl alma c.9, y en jesucristo, ideal del monje 14 y 15.
fervor de la caridad con que se realiza la oración. Y así, si un que ni mira si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene aprendido
ni plegue a Dios que ningún
alma ejercita con mayor conato e intensidad el amor a Dios en por hacerlo otras veces, no la tengo por oración,
cristiano la tenga cle esta suerte» 11.
la oración callada y mental que en la vocal, merecerá más con
aquélla y deberá renunciar a sus oraciones vocales, a. excepción De manera que la oración vocal para que sea propiamente
sería
de las estrictamente obligatorias según su estado. Lo contrario oración es menester que .ea atenta. La atención actual
sería preferir lo menos perfecto en perjuicio de lo mejor y con- la mejor, y a conseguirla a toda costa han de enderezarse los
fundir lamentablemente la devoción con las devociones. esfuerzos del alma 12. Pero al menos es indispensable la virtual,
que se ha puesto intensamente al principio de la oración y si-
494. 2. Sus condiciones.—Según Santo Tomás y la na- gue influyendo en toda ella a pesar de las distracciones invo-
turaleza misma de las cosas, la oración vocal ha de tener dos luntarias que puedan sobrevenir. Si la distracción es plenamen-
condiciones principales: atención y profunda piedad. te voluntaria, constituye un verdadero pecado de irreverencia,
a) ATENCIÓN.—Al contestar el Doctor Angélico a la pre- que, según el Doctor Angélico, impide el fruto de la oración
gunta sobre «si la oración ha de ser atenta» (83,13), establece (83,13 ad 3).
unas luminosas distinciones que es preciso tener muy en. cuenta.
b) PROFUNDA PIEDAD.—Es la segunda condición, comple-
La oración—dice—tiene o produce tres efectos: el primero es merecer, mentaria de la anterior. Con la atención aplicábamos nuestra
como cualquier otro acto de virtud, y para ello no es menester la atención inteligencia a Dios. Con la piedad ponemos en contacto con El
actual, basta la virtual I 0. El segundo es impetrar
de Dios las gracias que el corazón y la voluntad. Esta piedad profunda envuelve y su-
necesitamos, y para ello basta también la atención virtual, aunque no bas-
taría para ninguno de estos dos efectos la simplemente habitual. El tercero,
pone un conjunto de virtudes cristianas de primera categoría.:
finalmente, es cierto deleite o refección espiritual del alma, y para sentirlo la caridad, la fe viva, la confianza, la humildad, la devoción y
es absolutamente necesaria la atención actual. reverencia ante la Majestad divina y la perseverancia (83,15).
A continuación señala el Angélico Doctor la triple clase de atención que Es preciso llegar a recitar así nuestras oraciones vocales. No
se puede poner en la oración vocal, a saber: la material, que atiende a pro-
nunciar correctamente las palabras en las fórmulas de oración; la literal, que
hay inconveniente en disminuir su número si no nos es posi-
se fija y atiende al sentido de esas palabras, y la espiritual o mística,
que atien-
ble recitarlas todas en esta forma. Pero lo que en modo alguno
de al fin de la oración, o sea a Dios y a la cosa que se pide. Esta última es la puede admitirse es convertir la oración en un acto mecánico
más excelente, pero el ideal consiste en la unión de las tres, que son perfec- y sin vida, que no tiene ante Dios mayor influencia que la que
tamente compatibles entre sí.
podrían tener esas mismas oraciones recitadas por un gramófo-
Es admirable la correspondencia entre esta doctrina del no o cinta magnetofónica. Más vale una sola avemaría bien
Angélico y la de Santa Teresa de Jesús. La insigne monja cas- rezada que un rosario entero con voluntaria y continuada dis-
tellana parece salir de las aulas de una facultad de Teología tracción. Esto nos lleva a plantear la cuestión del tiempo que ha
cuando escribe con galanura inimitable: de durar la oración vocal.
Tomás
<sPorque a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este cas-
495. 3. Duración de la oración vocal.—Santo
tillo es la oración y consideración; no digo más mental que vocal, que como se plantea expresamente este problema al preguntar «si la ora-
ción ha de ser muy larga» (83,14). Contesta con la clarividencia
sea oración ha de ser con consideración. Porque la que no advierte con quién
habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración,
aunque mucho menee los labios. Porque aunque algunas veces sí será aunque de siempre, estableciendo una distinción. En su causa—dice—,
no lleve este cuidado, más es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese esto es, en el afecto de la caridad, de donde tiene su origen, la
de costumbre hablar con la majestad de Dios como hablaría con su esclavo, oración debe ser permanente y continua, porque el influjo actual
Sabido es que la atención puede ser externa e interna. La primera es aquella que evita
o virtual de la caridad ha de alcanzar a todo el conjunto de
todos los actos externos que serían del todo incompatibles con la atención a lo que se está nuestra vida; y en este sentido, todo cuanto hacemos estando
en gracia de Dios y bajo la influencia de la caridad puede de-
haciendo interiormente (v.gr., la lectura—durante la oración—de un libro completamente
ajeno a ella). La interna es la que excluye, además, la divagación de la mente. Esta última se
subdivide en habitual, virtual y actual. La
habitual—que sólo abusivamente se puede llamar cirse que es oración. Pero, considerada en sí misma y en cuanto
atención, porque en realidad no es tal—es la que tienen permanentemente, aun durante el
sueño, las personas que suelen llevar una vida de oración. Más que atención es una
sión a la atención. La virtual propen-
es la que se tuvo al principio de la oración y perdura a todo lo Moradas primeras 1,7. v de la
de la purificación act,va de la memoria
largo de la misma mientras no se retracte, aunque sobrevengan distracciones involuntarias.
Y la actual es la que hic et nunc '2 Véase lo que hemos dicho al hablar conveniente para evitar las distracciones en la °rajón.
está atendiendo a la oración dándose plena cuenta de ello. imaginación (cf. n•245-46), que es n-iuy
tal, la oración no puede ser continua, ya que hemos de vacar a gloria. de Dios, y el fin secundario o relativo es nuestra propia.
otros muchos negocios indispensables. Ahora bien: la cantidad perfección y felicidad (cf. n.36-37). Escuchemos ahora a Santo
de una cosa cualquiera ha de ser proporcionada. al fin a que se Tomás:
ordena, como la cantidad de medicina que tomamos es ni más «Es cosa clara que lo primero que hay que desear es el fin; y después
ni menos que la necesaria para la salud. De donde hay que con- los medios para llegar a él. Ahora bien: nuestro fin es Dios. Y hacia El tien-
cluir que la oración debe durar todo el tiempo que sea menester den nuestros afectos de dos maneras: La primera, en cuanto queremos la
para excitar el fervor interior, y no más. Cuando rebase esta gloria de Dios; la segunda, en cuanto queremos gozar de ella. La primera
medida de tal forma que no pueda continuarse sin tedio ni pertenece al amor con que an-lamos a Dios en sí mismo; la segunda corres-
ponde al amor con que nos amamos a nosotros en Dios. Y por eso la pri-
fastidio, ha de cesar la oración. Y esto ha de tenerse en cuenta mera petición del Padre nuestro es santificado sea tu nombre, por la cual pe-
no sólo en la oración privada, sino también en la pública, que dimos la gloria de Dios; y la segunda es venga a nosotros tu reino, por la cual
debe durar cuanto sea menester para excitar la devoción del pedimos llegar a la gloria de su reino, esto es, alcanzar la vida eterna».
pueblo, sin causarle tedio ni aburrimiento.
Como se ve, las dos primeras peticiones del Padre nuestro
De esta luminosa doctrina se desprenden las siguientes consecuencias
prácticas:
no pueden. ser más sublimes. En la primera pedimos la gloria
I.a No es conveniente multiplicar las palabras en la oración, sino in-
de Dios, o sea, que todas las criaturas reconozcan y glorifiquen
sistir sobre todo en el afecto interior. Nos lo advierte expresamente el Señor (eso significa aquí santificar) el nombre de Dios. Tal es el fin
en el Evangelio: «Cuando orareis no habléis mucho, como los gentiles, que último de la creación: la gloria de Dios, o, más exacta y teoló-
piensan serán escuchados a fuerza de palabras. No os asemejéis a ellos,
pues vuestro Padre conoce perfectamente las cosas que necesitáis antes de
gicamente, Dios mismo glorificado por sus criaturas. Esta gloria
que se las pidáis>) (Mt 6,7-8). Ténganlo en cuenta tantos devotos y devotas
de Dios constituía la obsesión de todos los santos. En la cum-
que se pasan el día recitando plegarias inacabables, con descuido acaso de bre de la montaña de la santidad se lee siempre e indefectible-
sus deberes más apremiantes. mente el rótulo que puso San Juan de la Cruz en lo alto de su
Monte Carmelo : «Sólo mora en este monte la honra y gloria de
2.a No se confunda la prolijidad en las fórmulas de oración—que debe
cesar cuando se haya logrado el afecto o fervor interior—con la permanen-
cia en oración mientras dure ese fervor. Esto último es convenientísimo y Diosl. El yo humano, terreno y egoísta, ha muerto definitiva-
debe prolongarse todo el tiempo que sea posible, incluso varias horas, si es mente.
compatible con los deberes del propio estado (cf. 83,14 ad 1,2 et 4). El Pero Dios ha querido encontrar su propia gloria en nuestra
mismo Cristo nos dio ejemplo de laraa oración, pasando a veces en ella las propia felicidad. No solamente no se nos prohibe, sino que se
noches enteras (Lc 6,12) e intensificándola en medio de su agonía de Get-
semaní (Lc 22,43), aunque sin multiplicar las palabras, sino empleando nos manda desear nuestra propia felicidad en Dios. Pero única-
siempre la misma breve fórmula: <4liat voluntas tua». mente en segundo lugar, en perfecta subordinación a la gloria
3.a Como el fin de la oración vocal es excitar el afecto interior, no he- de Dios, en la medida y grado de su beneplácito divino: «bus-
mos de vacilar un instante en abandonar las oraciones vocales—a no ser que
sean obligatorias—para entregarnos al fervor interior de la voluntad cuando
cad primero el rein.o de Dios y su justicia, y todo lo demás se os
éste ha brotado con fuerza. Sería un error muy grande querer continuar en- dará por añadidura» (Mt 6,33). Al pedirle a Dios el advenimiento
tonces el rezo vocal, que habría perdido ya toda su razón de ser y podría de su reino sobre n.osotros, le pedimos en realidad la gracia y
estorbar al fervor interior 13. la gloria para nosotros; o sea, lo más grande y sublime que po-
496. 4. Las fórmulas de oración vocal.—Es imposi- demos pedir después de la gloria de Dios.
ble sobre este asunto dar normas fijas que tengan valor universal Después del fin principal y secundario hay que desear, ló-
para todas las almas. Cada una ha de seguir el impulso interior gicamente, los medios para alcanzarlo. Sigamos escuchando a
del Espíritu Santo y emplear las fórmulas que más exciten su Santo Tomás:
fervor y devoción, o no emplear ninguna determinada si en- «Al fin que acabamos de decir nos puede ordenar algo de dos maneras:
cuentra la paz hablando sencillamente con Dios como un niño directa o indirectamente 14. Directamente (per se) nos ordena el bien que sea
útil al fin. Y este bien puede ser de dos maneras: primaria y principalmente,
He aquí cómo expone esta doctrina el dulce SAN FRANCISCO DE SALES : 'Si, haciendo nos ordena al fin el mérito con que merecemos la bienaventuranza eterna
oración vocal, sentís vuestro corazún atraído y convidado a la oracion interior o mental, no obedeciendo a Dios, y por esto se ponen aquellas palabras: hágase tu vo/un-
rehusil.is hacerlo así, mas dejad vuestro cora,an inclinarse dulcemente de ese lado y no os
preocuréis pc_Jco ni mucho cle no haber terminado las oraciones vocales que teníais intención tad en la tierra corno se hace en el cielo; secundaria e instrumentalmente, todo
de recitar; porque la oración mental que habéis hecho en su lugar es más azradable a Dios
y más útil a vuestra alma. Exceptúo el oficio eclesiástico, si estáis obligado
a decirlo, porque 14 El Santo emplea la fórmula escolástica per se y per accidens, que en nuestro caso puede
en e,re caso es prvcis,, cumplir el deber, ( dt-uota p.2.. e.t 11.9). traducirse muy bien por directa e indirectamente.
pequeño con su padre. Objetivamente hablando, es indudable aquello que puede ayudarnos a merecer la vida eterna, y para esto se dice:
que las mejores fórmulas son las que la Iglesia nos propone el pan nuestro de cada día dánosle hoy. Y esto es verdadero tanto si se entiende
del pan sacramental, cuyo uso cotidiano es muy provechoso al hombre (y en
en su liturgia oficial. Tienen una. eficacia especia.' pasa expresar el que se sobrentienden todos los demás sacramentos), como si se entiende
los deseos de la Esposa de Cristo y recibir la influencia colectiva del pan material, significando con ese pan todas las cosas necesarias para
de los miembros todos de su Cuerpo místico. Las fórmulas vivir; porque la Eucaristía es el principal sacramento, y el pan material es
más conocidas y familiares son precisamente las de más hondo el principal alimento».
contenido y profundidad. No hay nada comparable al Padre
nuestro, el avemaría, el credo, la salve, el Gloria, el Angelus, las Como se ve, después de haber pedido lo relativo al fin prin-
cipal y al secundario, se empieza inmediatamente a pedir lo
oraciones de la mañana y de la noche, la bendición de la mesa,
relativo a los medios. También aquí se procede ordenadamente,
las palabras que pronunciamos al hacer la señal de la cruz, al
acercarnos a comulgar, el acto de contrición y la confesión pidiendo en primer lugar que cumplamos la voluntad de Dios
general. El rezo del rosario, tan profundo y sencillo al mismo de manera tan perfecta, si fuera posible, como se cumple en el
cielo. Es porque el cumplimiento de la voluntad de Dios es el
tiempo, constituye también una de las plegarias favoritas del
único medio directo e inmediato de glorificar a Dios y de santifi-
pueblo cristiano deseoso de honrar a María y recibir de ella
su bendición maternal. No podemos detenernos en exponer esas car nuestra alma. Nadie se santificará ni podrá glorificar a Dios
preciosas fórmulas de oración, pero es forzoso que hagamos más que cumpliendo exacta y rigurosamente su divina y adora-
una excepción con la más excelente y sublime de todas: el ble voluntad. Si Dios nos pide oscuridad y silencio, enferme-
Padre nuestro, llamado también «oración dominical)) por haber dad e impotencia, vida escondida y desconocida, es inútil que
brotado de los labios mismos del divino Redentor. tratemos de glorificarle o de santificarnos soñando en grandes
empresas apostólicas o en obras brillantes en el servicio de
497. 5. Exposición del Padre nuestro.—Santo Tomás Dios: andaremos completamente fuera de camino. Nada glo-
pregunta en un artículo de la Suma Teológica «si están bien rifica a Dios ni santifica al alma sino el perfecto cumplimiento
puestas las siete peticiones del Padre nuestro>> (83,9). Creemos de su divina voluntad.
que la maravillosa doctrina que expone al contestar afirmati- Pero, al lado de este medio fundamental e inmediato, nece-
vamente hace de ese artículo uno de ]os más sublimes y pro- sitamos también la ayuda de los medios secundarios, simboliza-
fundos de su obra inmortal, verdadero alcázar de la Teología dos en la palabra pan, que es el alimento por excelencia. Pedi-
católica. mos el pan, o sea, lo indispensa.ble para la. vida (nada de rique-
He aquí la doctrina del Santo, con algunas ampliaciones zas y honores, que son bienes fugaces y aparentes, que tanto se
para facilitar su plena inteligencia a los no versados en Teología. prestan a desviarnos de los caminos de Dios); y únicamente
Comienza Santo Tomás diciendo que la oración dominical para hoy, «con el fin de quedar obligados a pedirlo mañana y
es perfectísima, ya que en ella se contiene todo cuanto hemos corregir nuestra codicia>>--como dice admirablemente el cate-
de pedir y en el orden mismo con que hay que pedirlo. He aquí cismo—y para que descansemos confiados y tranquilos en los
sus palabras:
brazos de la providencia amorosísima de Dios, que alimenta a
‹,La oración del Señor es perfectísima; porque, como dice San Agustín, los pájaros del cielo y viste a las flores del campo con soberana
si oramos recta y congruentemente, nada absolutamente podemos decir que no
esté contenido en esta oración. Porque como la oración es como un intérprete
hermosura (Mt 6,25-34).
de nuestros deseos ante Dios, solamente podemos pedir con rectitud lo que Sigamos la exposición de Santo Tomás.
rectamente podemos desear. Ahora bien: en la oración dominical no sólo se
piden todas las cosas que rectamente podemos desear, sino hasta por el orden <Indirectamente (per accidens) nos ordenamos a la bienaventuranza re-
mismo con que hay que desearlas; y así esta oración no sólo nos enseña a moviendo los obstáculos que nos la podrían impedir. Tres son estos obstácu-
pedir, sino que informa y rectifica todos nuestros afectos y deseos». los: el primero y principal es el pecado, que nos excluye directamente del
reino de los cielos, y por esto decimos perdónanos nuestras deudas. El segundo
A continuación comienza el Angélico la exposición del Pa- es la tentación, que es como la antesala del pecado y puede impedirnos el
dre nuestro. Para entender el primer párrafo conviene tener cumplimiento de la divina voluntad, y por esto añadimos no nos dejes caer
en la tentación. El tercero, finalmente, lo constituyen todas las demás cala-
presente lo que ya dejamos explicado al comienzo de esta obra, midades de la vida que pueden perturbar nuestra alma, y para ello decimos
a saber: que el fin último y absoluto de la vida cristiana es la líbranos de todo mal».
A través de esta magnífica exposición. de Santo Tomás continuar el procedimiento discursivo de la meditación ordi-
—completada todavía con la solución. a las objeciones—, se naria representaría una imprudencia y un gran obstáculo para
advierte claramente que es imposible pedir a Dios más cosas, ulteriores avances; pero esto jamás ocurre con la oración vocal.
ni mejores, ni más ordenadamente, ni con menos palabras, ni Siempre es útil y conveniente, ya sea para excitar el fervor in-
con mayor sencillez y confianza que en la sublime oración del terior, ya para desahogarlo cuando es demasiado vehemente.
Padre n.uestro. Por eso, los santos, ilumin.ados por Dios me- La enemistad con las oraciones vocales es un signo de mal es-
diante los dones del Espíritu Santo, encuentran un verdadero píritu, en el que han incurrido una verdadera legión de almas
<Imaná escondido/ en la oración dominical. Viven de ella arios ilusas y de falsos místicos.
enteros, y aun toda la vida, alimentando su oración con sus
divinas peticiones. Santa Teresita llegó a no encontrar gusto SEGUNDO GRADO DE ORACIÓN: LA MEDITACIÓN
sino en el Padre nuestro y avemaría 15. San.ta. Teresa lo comen-
ta magistralmente en su Camino de perfección 16. Y muchas al- Siendo abundantísima la literatura religiosa sobre la meditación discur-
siva como forma ordinaria de oración mental en la mayor parte de las per-
mas sencillas y humildes encuentran en él pasto abundantísimo sonas piadosas, nos limitaremos a recoger aquí con brevedad los puntos
para su oración 17 y hasta para remontarse a las más altas cum- fundamentales.
bres de la contemplación y unión con Dios. Lo dice expresa-
mente Santa Teresa de Jesús: 498. 1. Naturaleza.—La meditación discursiva puede
definirse como la aplicación razonada de la mente a una verdad
«Conozco una persona que nunca pudo tener sino oración vocal, y asida
a ésta lo tenía todo; y si no rezaba, íbasele el entendimiento tan perdido, que sobrenatural para convencernos de ella y movernos a amarla y
no lo podía sufrir. Mas tal tengamos todos la mental. En ciertos Paternósters practicarla con ayuda de la gracia. El exa.men detallado de la
que rezaba a las veces que el Señor derramó sangre se estaba, y en poco más definición nos dará a conocer los elementos fundamentales de
rezado, algunas horas. Vino una vez a mí muy acongojada, que no sabía este modo de oración.
tener oración mental ni podía contemplar, sino rezar vocalmente. Pregun-
tele qué rezaba; y vi que, asida al Paternóster, tenía pura contemplación y la d._,A APLICACIÓN RAZONADA DE LA MEN ...»—Es el elemento más típico
levantaba el Señor a juntar/a consigo en unión; y bien se parecía en sus obras y característico de la meditación, que la distingue perfectamente de los res-
recibir tan grandes mercedes, porque gastaba muy bien su vida. Así, alabé tantes grados de oración mental. Todos suponen una aplicación de la mente
al Señor y hube envidia su oración vocal. Si esto es verdad, como lo es, no al objeto que se está considerando o contemplando (es, sencillamente, la
penséis los que sois enemigos de conternplativos que estáis libres de serio, si las atención, que es indispensable y común a todos los grados de oración as-
oraciones vocales rezáis como se lian de rezar, teniendo limpia conciencia.> 18. céticos o místicos), pero la meditación tiene como nota típica y caracte-
Y en otro lugar de sus obras añade la insigne Doctora Mística este es- rística una aplicación razonada, discursiva, a modo de raciocinio. De tal
pléndido panegírico del Padre nuestro: «Es cosa para alabar mucho al Señor manera es esencial este elemento, que, si falta, ha desaparecido la medita-
cuán subida en perfección es esta oración evangelical, bien como ordenada ción en cuanto tal. Cuando el discurso desaparece, el alma ha dado en
de tan buen Maestro, y así podemos, hijas, cada una tomarla a su propósito. la distracción, o en la oración afectiva, o en la contemplación; y en cualquiera
Espántame ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación y per- de los tres casos, la meditación ya no existe.
fección encerrada, que parece no hemos menester otro libro, sino estudiar Claro que el discurso de la razón está muy lejos de ser el fin de la medi-
en éste. Porque hasta aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de oración tación como oración cristiana. ¿En qué se distinguiría entonces del simple
y de alta contemplación, desde los principiantes a la oración mental y de estudio o especulación sobre la verdad revelada ? Como veremos en seguida,
quietud y unión que, a ser yo para saberlo decir, se pudiera hacer un gran ese discurso se encamina a una finalidad afectiva y práctica, sin la cual deja-
libro de oración sobre tan verdadero fundamento.> 19. ría de ser oración. Pero como elemento previo o preparatorio es tan indis-
pensable, que sin él no hay meditación propiamente dicha. Toda medita-
Es, pues, de la mayor importancia en la vida espiritual el ción implica discurso, aunque no sea éste el elemento más importante de la
rezo ferviente de las oraciones vocales. Nunca se pueden omitir misma.
del todo, ni siquiera en las más altas cumbres de la santidad. «... A UNA VERDAD SOBRENATURAL ...›)—Es evidente desde el momento en
Llega un momento, como veremos, en el que empeñat se en que nos encontramos ante una oración, no ante un estudio científico de una
rama cualquiera del saber humano. Esa verdad sobrenatural puede ser muy
15 .-\lgunas ‘eces, cuando rni espíritu se halla en gran sequedad, de modo que no se
me ocurre ni un pensamiento bueno, re2o muy despacio un Padrenuestro o un avemaría. varia: un texto de la Sagrada Escritura, un pasaje de la vida de Cristo o de
Estas oraciones son las únicas que me elevan, las que nutren mi alma a lo divino; ellas me un santo cualquiera, un principio teológico, una fórmula litúrgica, etc., etc.;
bastan, (I listoria de un alma c. Ic
lo Desde el capítulo 27 hasta el 42 (tina' del libro).
pero siempre con la doble finalidad que vamos a explicar a continuación.
17 Recuérdese el caso de aquella pobre vaiiiiera que hemos citado más al riba f. n.4o9,1). «... PARA CONVENCERNOS DE ELLA ...»—La meditación como oración cris-
Camiti 30,7.
19 Ca71/11/, 37,1; cf. 42,5. tiana tiene dos finalidades: una intelectiva y otra afectiva. La intelectiva tiene
por objeto llegar a convicciones firmes y enérgicas que resistan el embate de ta Teresa de Jesús—, que, si no viene el mismo Señor a mandarlas
las influencias contrarias que puedan sobrevenir por parte de los enemigos se levanten, como al que hacía treinta años que estaba (Al la piscina,
del alma. Sin estas convicciones firmes, el alma sucumbiría fácilmente ante tienen harta inala ventura y gran peligro, 2°.
tales acometidas. Lo puramente sentimental y sensiblero puede producir un
efecto momentáneo de felicidad y de paz; pero no teniendo su apoyo y fun- 499. 2. Importancia y necesidad de la meditación.--
damento en la firme convicción intelectiva, se hundirá sin resistencia al me- La meditación, que es convenientísima para salvarse, es abso-
nor soplo de pasión. No se puede construir una casa sólida sobre la arena lutamente imprescindible para emprender seriamente el cami-
movediza del sentimiento; es preciso el fundamento pétreo e inconmovible
de las convicciones hondamente arraigadas en la inteligencia. A lograrlas se no de la propia santificación. Vamos a examinar estas dos afir-
endereza directamente esta primera finalidad de la meditación. maciones.
Pero esta sola no basta. Ni siquiera es la principal en cuanto oración.
Esas firmes convicciones pueden también adquirirse con el simple estudio a) Es CONVENIENTÍSIMA PARA SALVARSE.—La inmensa ma-
de la verdad sagrada sin intención alguna de oración. Por esto es menester yoría de los que viven habitualmente en pecado es sencillamen-
añadir la segunda y más importante finalidad, que acabará de perfilar el con- te porque no reflexionan. Ya lo dijo hace muchos siglos el pro-
cepto cabal de la meditación cristiana. feta Jeremías, y sus palabras continúan siendo de palpitante
Y MOVERNOS A AMARLA...»—He aquí el elemento más importante de actualidad: «Toda la tierra es desolación por no haber quien
la meditación en cuanto oración cristiana. Es menester que la voluntad se recapacite en su corazón» (Ier r 2, 1 r). En el fondo no tienen mal
lance al amor de la verdad que el entendimiento le presenta elaborada por corazón ni sienten enemistad alguna con las cosas de Dios o de
su discurso. Si transcurriera todo el tiempo dedicado a la meditación en los
procedimientos discursivos preliminares, en realidad no habría oración. Se- su eterna salvación; pero, entregados con desenfreno a las acti-
ría un estudio más o menos orientado a la piedad, pero en modo alguno un vidades puramente naturales (negocios, etc.) y olvidados en-
ejercicio de oración 19. Esta comienza propiamente cuando el alma, enar- teramente de los grandes intereses de su alma, fácilmente se
decida por la verdad sobrenatural que el entendimiento convencido le pre- dejan llevar del ímpetu de sus pasiones desordenadas—que no
senta, prorrumpe en afectos y actos de amor a Dios, con quien establece un
contacto íntimo y profundo que da a la meditación anterior toda su razón de encuentran ningún obstáculo ni freno para expansionarse li-
ser en cuanto oración cristiana. bremente—, y se pasan arios enteros y a veces la vida entera
Claro que es preciso que este amor y entusiasmo afectivo no quede en sumergidos en el pecado. La prueba más clara y evidente de
las puras regiones del corazón o de la fantasía. Es menester que se traduzca que su triste situación espiritual obedecía en el fondo, más que
en enérgicas resoluciones prácticas. Y a ello responde el nuevo elemento de
la definición, que termina y redondea el concepto integral de la oración dis-
a protervia o maldad de corazón, a un atolondramiento irrefle-
cursiva. xivo procedente de la ausencia absoluta de todo movimiento
«... Y PRACTICARLA CON AYUDA DE LA GRACIA,>.—Toda meditación bien
de introspección, es que cuando estos tales, por azar o provi-
hecha ha de terminar en un propósito y en una plet,,aria. Un propósito enér- dencia divina, aciertan a practicar una tanda de ejercicios espi-
gico de llevar a la práctica las consecuencias que se desprenden de aquella rituales o asisten a los actos de una misión general suelen ex-
verdad o misterio que hemos considerado y amado y una plegaria a Dios perimentar una impresión fuertísima, que les lanza muchas ve-
pidiéndole su gracia y bendición para poderlo Cumplir de hecho, ya que ces a una verdadera conversión, traducida en adelante en una
nada absolutamente podemos hacer sin El.
vida cristiana seria e intachable.
Nunca se insistirá bastante en estos dos últimos elementos de la Con razón, pues, afirma San Alfonso de Ligorio que la oración mental
definición: el amor de Dios y el propósito práctico, enérgico y deci- es incompatible con el pecado. Con los demás ejercicios de piedad puede
dido. Son legión incontable las almas piadosas que se ejercitan dia- el alma seguir viviendo en pecado, pero con la oración mental bien hecha no
riamente en la meditación y que, sin embargo, apenas sacan de ella podrá permanecer en él mucho tiempo: o dejará la oración o dejará el peca-
ningún provecho práctico. La explicación hay que buscarla en el do 21. Es, pues, de la mayor importancia para la salvación eterna la práctica
modo defectuoso de hacerla. Insisten demasiado en lo que no es sino asidua y cuidadosa de la meditación cristiana.
mera preparación para la oración propiamente dicha. Se pasan el tiem-
po leyendo, discurriendo o en perpetua distracción semivoluntaria. b) Es ABSOLUTAMENTE IMPRESCINDIBLE PARA EL ALMA QUE
El resultado es que cuando termina el tiempo destinado a la oración
no han permanecido en ella, en realidad, un solo instante. De su alma
ASPIRE A SANTIFICARSE.—E1 conocimiento de sí mismo, la hu-
no ha brotado un solo acto de amor, una aspiración a Dios, un pro- mildad profunda, el recogimiento y soledad, la mortificación
pósito práctico, concreto y enérgico. (‘Son almas tullidas—decía San- 2, Moradas primeras 1,8.
21 He aquí sus propias palabras: «Cum reliquis pietatis operibus potest peccatum consis-
tere, sed non possunt cohabitai e oratio et peccatum: anima aut relinquet orationem aut pecca-
Solo quiero que estéis advertidas que, para aprovechar mucho en este camino y subir
a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, smo en amar mucho>) (SANT k tum Aiebat enim quidam servus Dei quod multi recitent rosarium, officium B.M.Virgi-
TERESA, Moradas cuartas 1,7; cf. Fundaciones .5,2). nis, ieiunent, et in peccatis vivere pergant; sed qui orationem non intermittit, impossibile
est ut in Dei offensa vitain prosequatur ducere.. » (Praxis confessarii n.122).
de los sentidos y otras mucha.s cosa.s absolutamente necesarias lo largo de los siglos 22. Todos ellos se practican en la Iglesia
para llegar a la perfección apenas se conciben ni son posibles y todos tienen sus ventajas e inconvenientes. El alma, orientada
moralmente sin una vida seria de meditación bien preparada y por su director espiritual, ensayará el procedimiento que mejor
asimilada. El alma que aspire a santificarse entregándose de encaje con su propio temperamento y procurará atenerse a él
lleno a la vida apostólica con mengua y menoscabo de su vida mientras el movimiento interior de su espíritu no se oriente
de oración, ya puede despedirse de la santidad. La experiencia hacia otros horizontes. Al hacer la elección téngase en cuent-a,
confirma con toda certeza y evidencia que nada absolutamente sobre todo,- que el mejor procedimiento para cada uno es el
puede suplir a la vida de oración, ni siquiera la recepción diaria que le empuje con mayor eficacia al amor de Dios y- desprecio
de los Santos Sacramentos. Son legión las almas que comulgan de sí mismo.
y los sacerdotes que celebran la santa misa diariamente y que
a) En la antigüedad.—Según CASIANO 23, la forma de
llevan, sin embargo, una vida espiritual mediocre y enfermiza. oración mental practicada por los Padres antiguos consistiría
La explicación no es otra que la falta de oración mental, ya en repetir muchas veces con atenta consideración y afecto el
sea porque la omiten totalmente o porque la hacen de manera
versículo «Deus in adiutorium meum intende...>> del salmo 69.
tan imperfecta y rutinaria, que casi equivale a su omisión. Re-
petimos lo que dijimos más arriba: sin oración, sin mucha ora- b) En la Edad Media.—I) SAN BERNARDO en su libro
ción, es imposible llegar a la perfección cristiana, cualquiera De consideratione 24, dirigido al papa Eugenio III, apunta ya
que sea nuestro estado de vida o las ocupaciones a que nos de- un método de oración mental, pero de líneas borrosas e im-
diquemos. Ninguna de ellas, por santa que en sí sea, puede precisas.
suplir a la oración. El director espiritual debe insistir sin des- 2) HUGO DE SAN VÍCTOR en algunas de sus obras 25 señala
canso en este punto. Lo primero que ha de hacer cuando un cinco momentos: lección., meditación, oración, operación y con-
alma se confíe a su dirección es llevarla a la vida de oración. templación. En su libro De modo dicendi et meditandi 26 indica
No ceda en este punto. Pídale cuenta de cómo le va, qué difi- sólo tres: pensamiento (cogitatio), meditación y contemplación.
cultades encuentra, indíquele los medios de superarlas, las ma-
3) GUIDO CARTUJANO 27 recomienda cuatro: lección, me-
terias que ha de meditar con preferencia, etc. No logrará cen-
trar un alma hasta que consiga que se entregue a la oración de ditación, oración y contemplación, de los cuales «los preceden-
una manera asidua y perseverante, con preferencia a todos los tes sin los siguientes aprovechan poco o nada; pero los siguien-
demás ejercicios de piedad. tes sin los precedentes, nunca o rara vez se pueden tener» (c.7t ).
Pero si su diario y largo ejercicio es absolutamente indis- Otros muchos autores, principalmente San Buenaventura y
pensable, está muy lejos de serlo el método o procedimiento Gersón, siguieron exponiendo sus sistemas.
concreto que haya de seguirse. Vamos a examinar esta cuestión. c) A partir del siglo XVI se perfilan con mucha preci-
sión—aunque desde distintos puntos de vista—diversos méto-
5oo. 3. Método de la meditación.—Un doble escollo dos de oración mental:
hay que evitar en lo relativo al método o< forma de practicar la
i) FRAY LUIS DE GRANADA enseña cinco partes o momen-
meditación: la excesiva rigidez y el excesivo abandono. Al prin-
tos: preparación, lección, meditación, acción de gracias y peti-
cipio de la vida espiritual es poco menos que indispensable la
sujeción a un método concreto y particularizado. El alma no ción 28.
sabe andar todavía por sí sola, y necesita, como los niños, unas 2) SAN PEDRO DE ALCÁNTARA en SU Tratado de la oración,
andaderas. Pero a medida que va ya creciendo y desarrollán- que no es sino una adaptación y resumen del libro del P. Gra-
dose sentirá cada vez menos la necesidad de aquellos moldes, 22 Cf. SAUDREAU, piété trayers les tiges passim; DE GUIRERT, Theologia
n.283-88, y TANQUEREY, n.688-702
y llegará un momento en que su empleo riguroso representaría 23 COLlat. X,TO: PL 49,832 et E.A.829.
24 ii,2.SS; PL 182.745,
un verdadero obstáculo e impedimento para la plena expansión y
25 F.I1 De meditdridi artiru i0 (PL 176,993) E1H,iitiO dideiSiaika V.9 (PL 176,797) :
del alma en su libre vuelo hacia Dios. Icctio cognoscendam veritatcm materiam minkttat, meditatio coaptat, ()ratio ,u1,1,,at,
operatio componit, contemplatio in ipsa
Vamos a recoger aquí con brevedad esquemática algunos de 2, 5 :
2.7
176,878.
PL 184,473s.
los principales métodos de meditación que se han propuesto a 2, Lila, cle la oración y 1TICCiitc1CiÓn tr. I C.2 y Mcpu,lial de la vida cristiana tr.l,
nada, pone seis partes: preparación, lección, meditación, acción 'i.' La memoria — recordando cl hecho o asunto con
de gracias, ofrecimiento y petición 29. Le siguen la mayor par- sus variadas circunstancias.
te de los franciscanos (v.gr.,MuRILLo en su Escala espiritual IV ,
¿Qué debo considerar acerca de
r)
p.3.a c.8-9). esta materia?
2) ¿Qué consecuencias debo sacar
3) El P. JERÓNIMO GRACIÁN y la mayor parte de los car- para mi vida?
melitas posteriores ponen siete: preparación, lección, medita- 3) ¿Qué motivos tengo para ello?
ción, contemplación, acción de gracias, petición y epílogo 3°. 2.° El en tencii.- 4) ¿Cómo me he conducido hasta
Pero el P. JUAN DE JESÚS MARÍA y otros en pos de él señalan II. Cuerpo de la miento exami- hoy en este punto?
meditación, nando 5) ¿Cómo debo portarme en ade-
sólo seis, suprimiendo la contemplación 31. lante?
o ejercicio de.
4) SAN IGNACIO DE LOYOLA señala en sus Ejercicios espi- las potencias. 6) ¿Qué dificultades tendré que
vencer?
rituales varios métodos de oración mental: la aplicación de las 7) ¿Qué medios debo emplear para
tres potencias: memoria, entendimiento y voluntad (n.45-54); lograrlo?
contemplación imaginaria de los misterios de la vida de Cristo
(n.ioi-9 y Iio-17); aplicación de los cinco sentidos (n.65-71. -i) Excitando a todas las demás po-
tencias a orar.
121-26); tres «modos de orar» (n.238ss), que consisten: el pri- Prorrumpiendo en afectos a to-
2)
mero, en una especie de examen en torno a los mandamientos, J." La voluntad.
do lo largo de la oración, espe-
pecados capitales, etc.; el segundo, en considerar una por una cialmente al final.
3) Formando propósitos prácticos,
las palabras de una determinada fórmula de oración, v.gr., el concretos, enérgicos, humildes
Padrenuestro; y el tercero (que el Santo llama «oración por com- t_ y confiados.
pás»), en pronunciar de una manera rítmica y acompasada (a Coloquios: con Dios Padre, Jesucristo, la Santísima
r i.°
cada respiración) alguna palabra de una fórmula determinada Virgen y los santos.
(el Padrenuestro, por ejemplo) mientras se va meditando en
ella. En la famosa «contemplación para. alcanzar amor» (n.23o-7) ro
¿Cómo hice la meditación?
III. Conclusión . 2) ¿A qué se debe el haberla he-
propone un método para ascender de las criaturas a Dios, a cho bien o mal?
semejanza de San Buenaventura en su Itinerario. 3) ¿Qué consecuencia práctica he
De entre todos los métodos ignacianos, el más conocido sacado, qué peticiones hice, qué
L2.° Examen.. ... propósitos prácticos, qué luces
y generalizado es el de la aplicación de las tres potencias. He recibí?
aquí en esquema sus diferentes momentos: [4) Escoger un pensamiento como
q-amillete espiritual» para tener-
(-I.'
Acto de fe en la presencia de Dios y humilde reve- lo presente durante todo el día.
rencia o acatamiento.
S) SAN FRANCISCO DE SALES, siguiendo a Sa.n Ignacio y a
2.° Oración preparatoria general, pidiendo la gracia de
I. Preparación y hacer bien la meditación.
preludios . . 3.° Primer preludio: composición de lugar (ejercicio
fray Luis de Granada, señala la preparación (presencia de Dios,
de la imaginacióri). invocación, proposición del misterio), consideraciones, afectos,
¡.4.° Segundo preludio: petición de la gracia especial que proPósitos y conclusión con el fruto y ramillete espiritual 32.
se quiere sacar de la meditación.
6) SAN ALFONSO DE LIGORIO propugna un método muy
" C.5 (n.486 en el t.ro de las Obras de Fr. Luis de Gianaila, cd. P.Cuervo).
30 Oración mental r (Obras, ed. P.Silvcrio, 1,336). parecido: preparación (fe, humildad, contrición, petición), con-
Instructio nouitiorum
31 C.2. sideración, afectos, petición, propósitos, conclusión (acción de
gracias, renovación de los propósitos, petición de auxilio y ra-
millete espiritual) 33.
7) El llamado MÉTODO DE SAN SÚLPICIO es el que se usa
en el seminario de ese mismo nombre en París. Procede del
32 Cf. Introducción a la vida devota 11,2-7 (véase 1,8-18). La verdadera esp.sa c.i ...
33 Praxis confe,sarii X,217s; 1X,121 (ed. CiAunt, t.4) y
cardenal De Bérulle, con retoques del P. De Conclren, del 8) SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, que fue discípulo de
Venerable Olier y de Tronson. Es de los más conocidos y- Tronson, propone a sus hermanos 34 U11 método muy parecido
neraliza.dos, y tiene por idea básica y fundamental la unión con al de San Sulpicio. Insiste, al prepararse, en la. presencia de
el Verbo encarnado, que constituye la. quintaesencia de la es- Dios (en las criaturas, en nosotros, en la Iglesia); siguen tres
piritualidad beruliana. He aquí una visión esquemática del actos en torno a Cristo (fe, adoración y acción de gracias), tres
mismo: en torno a sí mismo (confusión, contrición y aplicación del mis-
rRemota = una vida de recogimiento y de sólida piedad. terio) y tres actos últimos (unión con Cristo, petición e invo-
cación de los santos).
p) Escoger el punto la víspera por la noche: pre- Como se ve, las fórmulas son variadísimas (prueba de que
O
1C-3
ver las principales consideraciones y propó- ninguna de ellas es esencial o indispensable), aunque todas
sitos que habremos de formar.
< Próxima 2) Dormirse pensando en la materia de la me-
vienen a coincidir en el fondo. Se trata de que el alma se ponga
< ditación. en la presencia de Dios, recapacite sobre lo que ha hecho y lo
3) Al levantarse aprovechar el primer tiempo libre que debe hacer y se entregue a una conversación afectiva con
1:4 L para hacer la meditación. Dios en demanda de sus gracias y bendiciones, terminando con
r) Ponerse en la presencia de Dios (especialmen-
una resolución enérgica, muy concreta y particularizada. Estas
te en nuestro corazón). son las líneas generales en las que vienen a coincidir todos esos
lInmediata 2) Humillarnos profundamente: acto de contri- métodos. Cada alma, repetimos, debe escoger el que mejor
ción. encaje con su temperamento y psicología, pero sin atarse de-
3) Invocar al Espíritu Santo: Veni Sancte
ritus. masiado, ni mucho menos dejarse esclavizar por él. Deje a su
espíritu seguir con facilidad y sin esfuerzo las distintas mocio-
r) Considerar en Dios, en Jesucristo o en algún nes que le inspire en cada momento la acción santifica.dora del
fP r i rn e r p n t o : santo sus afectos, palabras y acciones en torno
Adoración (Je- Espíritu Santo.
a lo que hemos de meditar.
o sús ante nos- 2)
soi. 4. IVIaterias que se han de meditar. En esto,
Rendirle homenaje de adoración, admiración,
c'.5' otros) 1 alabanza, acción de gracias, amor, gozo o com-
—
« ¿Sería bueno hacer la oración ante los espectáculos de la naturaleza: Sin embargo, los antiguos monjes solían hacer breves pero
sobre las montañas, a la orilla del mar, en la soledad de los campos ? Hay frecuentes e intensas oraciones 47, que encajaban muy bien con
que responder que lo que para unos es conveniente, representa para otros el habitual recogimiento de la vida monástica.
un obstáculo. Las disposiciones particulares y la experiencia deben señalar El Doctor Angélico enseña—como ya vimos—que la ora-
aquí la regla de conductv 43.
ción debe durar todo el tiempo que el alma mantenga el fervor
C) POSTURA.—La postura del cuerpo tiene una gran im- y devoción, debiendo cesar cuando no pueda continuarse sin
portancia en la oración. Sin duda es el alma quien ora, no el tedio y continuas distracciones 48. Pero téngase cuidado con
cuerpo; pero, dadas sus íntimas relaciones, la actitud corpo- no dar oídos a la tibieza y negligencia, que encontrarían fácil
ral repercute en el alma y establece una especie de armonía pretexto en esta norma para sacudir el penoso esfuerzo que
y sincronización entre las dos. requiere casi siempre la oración. Huelga, finalmente, advertir
En general, conviene una postura humilde y respetuosa. Lo que la oración, cualquiera que sea su duración, no puede
ideal es hacerla de rodillas, pero esta regla no debe llevarse considerarse como un ejercicio aislado y desconectado del res-
hasta la rigidez o exageración. En la Sagrada Escritura hay to de la vida. Su influencia ha de dejarse sentir a todo lo largo
ejemplos de oración en todas las posturas imaginables: de pie del día embalsamando todas las horas y ocupaciones, que han
(Iudith 13,6; Lc 18,13); sentado (2 Reg 7,18); de rodillas de quedar impregnadas del espíritu de oración. En este sentido
(Lc 22,41; Act 7,6o); postrado en tierra (3 Reg '8,42; Iudith 9,i; —advierte el Angélico en el mismo lugar—, la oración ha de
Mc 14,35), y hasta en el lecho (Ps 6,7). ser continua e ininterrumpida. Mucho ayudará a conseguir esto
Evítense, cualquiera que sea la postura. adoptada, dos in- la práctica asidua y ferviente de las oraciones jaculatorias, que
convenientes contrarios: la excesiva comodidad y la mortifica- mantendrán a lo largo del día el fuego del corazón. Pero, sea.
ción excesiva. La primera, porque, como dice Santa Teresa, como fuere, hay que conseguirlo a todo trance si queremos
«regalo y oración no se compadecen)) (Camino 4,2); y la se- llevar una vida de oración que nos conduzca gradualmente
gunda, porque una postura excesivamente penosa e incómoda hasta la cumbre de la perfección cristiana. Sin vida de oración
podría ser motivo de distracción y aflojamiento en el fervor, sería escasísimo el fruto que reportaríamos de media hora
que es lo principal de la oración. diaria de meditación aislada.
d) DURACIÓN.—La duración de la oración mental no pue- 44 qncipiat ergo confessarius introducere animarn in orationem. Ab initio non plus quarn
mcdiae horac spatium assignct, quod deinde cre,cente spiritu, plus minusve augebib> (Pra-
de ser la misma para toda.s las almas y géneros de vida. El xis confess. n.123)•
45 Vida devota p.2.. c.i 11.3.
que los hombres oren en 10,1) lugar, (i Tim Rccit,rde,,e la com " SANTA TERES : ,SiqUiera CI,, horas cada día, ( Vida 8,6); FR. LUIS DE GRANAD ,
de Cristo con la samaritana a propósito de adorar al Padre ,atio, con tal de quc ion V rneditaciiíii
aca <3.-r3 e,pititi, y en Verdad, (10. 4,20-2-11 47 Cf. SAN I3ENI-ro, Rewilit 20.
RuiLT, c.32 4 8 Cf. II-11,8A,m.
« ¡Triste enfermedad—lamenta Tissot—esa del aislamiento!... Esta re- que cada vez va tomando mayor preponderancia el corazón
glamentación mecánica, perversión materialista de la regularidad, hace de
la vida como una suerte de armario lleno de cajoncitos. A tal hora abro uno
por encima del previo trabajo discursivo. Creemos, por lo mis-
de éstos, el de la meditación; le dedico media hora, y lo cierro, y por hoy mo, que no hay diferencia específica entre ella y la meditación,
basta. Luego abro otro, el del rezo; por tres cuartos de hora, y vuelvo a como la hay entre ésta y la contemplación. Se trata, repetimos,
cerrarlo. Y así con los demás ejercicios y ocupaciones; cada uno de ellos de una meditación. simplificada y orientada al corazón; nada
tiene su cajoncito. Los ejercicios de piedad vienen a quedar de esta suerte
aislados en aquella parte del día a ellos dedicada y separados del curso de
más. Esto explica que el tránsito de la una a la otra se haga de
la vida; y sólo ejercen en el alma esa momentánea influencia, si es que ejer- una manera gradual e insensible, aunque con más o menos ra-
cen alguna... El conjunto de mi vida resulta descosido y sin unidad)). pidez o facilidad, según el temperamento del que la ejercita,
Y más adelante añade: (4.,a invasión del formulismo aislador en ninguna el esfuerzo que ponga, la educación recibida, el método em-
parte ha sido más funesta que en la meditación... Confinándola a una media
hora, se hará este ejercicio para tener la satisfacción de haberlo hecho; y
pleado y otros factores semejantes.
con guardar mejor o peor el tiempo reglamentario, creerá uno haber cum- «Hay espíritus—advierte con razón el P. Crisógono—que por su natural
plido, y se dará por terminada la oración, sin que ésta apenas tenga eco en entrañable y afectuoso llegan muy pronto a poder prescindir casi comple-
lo restante del día y sin saber casi lo que es la vida de oración. Encerrando tamente del discurso porque una ligera reflexión excita suficientemente los
y aislando de esta manera la meditación, se ha llegado a matar la contem- afectos. Otros, en cambio, de carácter frío y enérgico, necesitan que vaya
plación... siempre por delante el discurso reflexivo, y aun así, no son los afectos nu-
En otro tiempo— lo acreditan las reglas de las órdenes antiguas—, los merosos; con frecuencia cada afecto exige un nuevo discurso. Estas almas
fieles eran menos exclusivistas y menos formulistas; cuidaban más de la uni- necesitarán evidentemente más tiempo y más ejercicio que las anteriores
dad de los ejercicios y de la circulación de la vida en todos los actos de pie- para llegar a la oración afectiva. Finalmente, hasta el método seguido en la
dad... Como el alma cristiana vivía de la liturgia, la vida iba progresiva- meditación influye eficazmente en esto. Así, por ejemplo, el método de San
mente transformándose en un estado de meditación continua, que por fin Ignacio, que da tanta importancia a la parte intelectual, no favorece el trán-
llegaba a la contemplación. Si la media hora de oración que hoy acostum- sito a la oración afectiva corno el método franciscano, que ya desde sus
bran a tener todas las almas deseosas de santificarse estuviera menos aislada; principios resta importancia al entendimiento para dársela al corazón>>50.
si en vez de ser una pieza suelta, como otra cualquiera y yuxtapuesta a ella,
tendiese a ser como el resumen, el alma y el corazón de todo el día; si la ¿Cuándo debe hacerse el tránsito? Hay que evitar dos esco-
sangre de los otros ejercicios y actos dia.rios viniese a vivificarse aquí; si en llos: demasiado pronto o demasiado tarde. Creemos, sin em-
vez de hacerla salir tan exclusivamente de un método, a veces muy conven- bargo, que en la práctica pueden evitarse fácilmente, si se
cional, y de libros superficiales procurásemos hacerla brotar de las entra-
ñas del alma y de la vida ordinaria; si ella fuera la que pusiese en acción el
tiene cuidado en ir simplificando la meditación de una manera
oficio, la misa, las oraciones, los incidentes y todas las ocupaciones del día lenta, insensible, sin esfuerzo ni violencia alguna. No se em-
y de la vida, llevando y dirigiendo todo esto a Dios; si por ella aprendiése- peñe el alma en provocar violentamente afectos hacia los que
mos a leer en nuestra vida la acción de Dios sobre nosotros, a verle en sus no se siente impulsada ni con fuerzas para ello; pero entréguese
relaciones vivas con nuestra alma..., y en vez de confinarse en su media
hora tendiese a invadir todos los momentos del día, creando en el corazón
a ellos dócilmente si siente el atractivo de la gracia, sin preocu-
como una necesidad de volver a sumergirse, de vez en cuando, algunos ins- parse poco ni mucho de recorrer los puntos o momentos de su
tantes en plática fervorosa con Dios, entonces sería más eficaz y más fácil; acostumbrada oración discursiva. De este modo, con suavidad
nos costaría mucho menos y nos aprovecharía mucho más. El aislamiento lo y sin esfuerzo, evitando toda violencia, se hará el tránsito de
mata todo, pero en ninguna cosa daña tanto como en la oración)> 49.
la meditación a la oración afectiva, que acabará por reducir
a su mínima expresión, cuando no a suprimirlo del todo, el
TERCER GRADO DE ORACIÓN: LA ORACIÓN AFECTIVA previo trabajo del entendimiento discursivo.
Santa Teresa no emplea esta expresión en ningún lug,ar de sus obras, Lo que nunca puede darse es una oración pura y exclusivamente afectiva
pero habla claramente de ella (Vida 13,1i) y ha sido unánimemente acep- sin ningún conocimiento previo. L,a voluntad es potencia ciega, y sólo puede
tada por todas las escuelas de espiritualidad cristiana. Uno de los primeros lanzarse a amar el bien que el entendimiento le presenta 51. Pero acostum-
en emplearla fue Alvarez de Paz en su obra De inquisitione pacis (1617), brado el entendimiento por las meditaciones anteriores a encontrar fácil-
inspirándose en el jesuita catalán Antonio Cordeses (1518-16o1). mente ese bien, se lo presentará cada vez con mayor prontitud a la volun-
tad, proporcionándole la materia de la oración afectiva.
503. 1. Naturaleza.—La oración afectiva. es aquella en
la que predominan los afectos dc la voluntad sobre el discurso 504. 2. Práctica de la oración afectiva.—Nos parecen
del entendimiento. Es como una meditación simplificada en la muy acertados los siguientes consejos del P. Crisógono 52:
5, Compendio de ascética y mí,tica p.2.a c.2 a.5.
49 Cf. La vida interiur simphficada 2.3.. 1.2 C.3 - 4. 51 Cf I-II,0,1. " 0.c., ibid.
t.° No suspender el discurso antes de que haya brotado el afecto. Sería nos reportara a nosotros ninguna utilidad ni ventaja. Son los motivos cada
perder el tiempo en una necia ociosidad y fomentar una ilusión peligro- vez más puros y elevados los que dan tanto precio a los actos rná, insi,zni-
sísima.
2.° No forzar los afectos. Cuando no broten espontáneos o se hayan ficantes de los santos.
extinguido, volver a excitarlos suavemente por el discurso, pero nunca que- b) El, CREERSE MÁS ADELANTAD() C11 la vida espiritual de I() que en 1Cd.-
rer mantenerse en uno más de lo que él dé de sí. lidad se está. Hay almas que, al sentir su corazón lleno de dulces emocio-
3.° No tener prisa por pasar de unos afectos a otros. Es el extremo con- nes y al ver la facilidad y prontitud con que les brotan del alma los actos de
trario al anterior. Se expondría el alma a perder el fruto del primero y a no amor de Dios, se creen poco menos que en los confines del éxtasis. Cuán
conseguir luego el segundo, como el que deja una presa segura por otra falsa sea su apreciación, se comprueba sin esfuerzo pocos minutos después
incierta. de terminada su oración, cuando empiezan sin escrúpulo a faltar al silencio,
4.° Procurar ir reduciendo y simplificando progresivamente los afec- a criticar a fulanito, a despachar mal y de prisa las obligaciones de su estado,
tos. Al principio no importa que sean muchos, para que la falta de intensi- cuando no las omiten totalmente, etc. El verdadero adelanto en la vida es-
dad sea suplida por el número; pero, a medida que el alma va adelantando, piritual consiste en la práctica cada vez más seria y perfecta de las virtudes
conviene irlos reduciendo hasta llegar, si es posible, a la unidad. Así la in- cristianas, no en las dulzuras que se puedan experimentar en la oración, que
tensidad será mayor. a tantas ilusiones se prestan.
c) LA GULA ESPIRITUAL 54, que impulsa a buscar en la oración afectiva
505. 3. Ventajas de esta oración.--Psicológicamente ha- la suavidad de los consuelos sensibles en vez de estímulo y aliento para la
blando, esta oración representa un verdadero alivio para el práctica austera de las virtudes cristianas. Dios suele castigar este afán egoís-
alma, que viene a disminuir la ruda labor de la meditación ta del alma sensiblera retirándola sus consuelos y sumergiéndola en la aridez
y sequedad más desoladoras para que aprenda a rectificar la intención y vea
discursiva. Pero mucho más importantes son las ventajas espi- por experiencia lo poco que vale cuando Dios se le retira.
rituales que reporta. Las principales son:
a) Una unión más íntima y profunda con Dios, efecto d) LA DEJADEZ Y PEREZA del alma, que la impulsa a una estéril ociosi-
dad cuando faltan los afectos por no molestarse en volver a los discursos de
infalible del ejercicio del amor, que nos va acercando cada la simple meditación. Es una ilusión muy grande pensar que, una vez llegada
vez más al objeto amado. el alma a la oración afectiva habitual, ya nunca tendrá necesidad de volver
b) Un desarrollo proporcionado de todas las virtudes in- a la meditación. Jamás ocurre esto ni siquiera a las almas que han logrado
remontarse hasta la cumbre de la perfección. Hablando de las almas que han
fusas, ya que, estando en conexión con la caridad, crecen todas logrado escalar las séptimas moradas, Santa Teresa de Jesús escribe expre-
a la vez como los dedos de una mano 53. samente: «No habéis de entender, hermanas, que siempre en un ser están
C) Suele producir consuelos y suavidades sensibles, que estos efectos que he dicho en estas almas, que por eso, adonde se me acuer-
si el alma sabe explotarlos, sin apegarse desordenadamente a da, digo lo ordinario; que algunas veces las deja Nuestro Señor en su natural,
y no parece sino que entonces se juntan todas las cosas ponzoñosas del arra-
ellos, le servirán de gran estímulo y aliento para la práctica de bal y moradas de este castillo para vengarse de ellas por el tiempo que no
las virtudes cristianas. las pueden haber a las manos» 55. Pues si esto sucede a veces a las almas
d) Es una excelente preparación para la oración de sim- llegadas a la plena unión con Dios, ¡cuánto más ocurrirá a las que no han
plicidad y primeras manifestaciones de la contemplación in- logrado trascender ni siquiera las fronteras de la ascética en la oración afec-
fusa. tiva! Es menester en estos casos luchar contra la ociosidad y distracciones,
haciendo lo que se pueda con los recursos de la simple meditación u ora-
ción discursiva. Lo contrario sería dar de bruces en una actitud perezosa
5o6. 4. Obstáculos e inconvenientes.—Pero tan pre-
y quietista que abriría la puerta a todo un mundo de ilusiones.
ciosas ventajas pueden verse comprometidas por ciertos in-
convenientes contrarios. Hay que evitar cuidadosamente so- 507. 5. Frutos de esta oración. Hay una norma infa-
bre todo: lible para juzgar de la legitimidad o bondad de la oración:
examinar los frutos. Es la norma suprema del discernimiento
a) EL ESFUERZO VIOLENTO para producir los afectos. El alma debe con-
de los espíritus, como dada por Nuestro Señor Jesucristo
vencerse de que el verdadero fervor reside en la voluntad, no en la sensi-
bilidad. Hay algunos que creen hacer un acto intensísimo de amor de Dios (Mt 7,16). El fruto de la oración afectiva no puede medirse
apretando fuertemente los puños y encendiendo su rostro hasta la conges- por la intensidad de los consuelos sensibles en ella experimen-
tión al mismo tiempo que lanzan la exclamación amorosa. No es esto. Sin tados, sino por la mejora y perfeccionamiento manifiesto del
tanto aparato ni espectacularidad se puede llegar a un acto perfectísimo con conjunto de la vida. La práctica cada vez más intensa de las
sólo rectificar y elevar de plano los motivos del mismo, o sea, haciéndolo
llana y simplemente por glorificar a Dios en plan de puro amor, aunque no virtudes criGtianas, la pureza. de intención, la abnegación y
5 1 54 Cf. S ,./•1 JUAN DE LA CRUZ, Noche 1,6.
5, Mol ddd, ,éptimas 4,1.
desprecio de sí mismo, el espíritu de caridad, el cumplimiento amorosa hacia algún objeto divino, ya sea Dios en sí mismo o al-
exacto de los deberes del propio estado y otras cosas seme- guna de sus perfecciones, ya sea Nuestro Señor Jesucristo o alguno
ja.ntes nos darán el índice de la legitimidad de nuestra oracion. de sus misterios, ya otras verdades cristianas".
4,0 demás son lagrimillas que se evapora.n, suspiros que se
desvanecen en la atmósfera» (P. CRISóGON0). Como se ve, se trata de una oración ascética extremadamente simplifica-
da. El discurso se ha transformado en simple mirada intelectual; los afectos
variados, en una sencilla atención amorosa a Dios. La oración continúa sien-
CUARTO GRADO DE ORACIÓN: LA ORACIÓN DE SIMPLICIDAD do ascética—el alma puede ponerse en ella cuando le plazca después de haber
adquirido el hábito de la misma—, pero ya empieza a sentir las primeras
508. 1. El nombre.—E1 primero en emplear esta expresión fue Bos- influencias de la oración infusa, para la que la oración de simplicidad es
suet 56, pero el modo de oración designado con este nombre ya se conocía excelente disposición. Lo dice expresamente Bossuet inmediatamente después
anteriormente. Santa Teresa habla de ella con el nombre de oración de re- de las palabras de la definición que acabamos de subrayar. He aquí sus pro-
cogimiento activo o adquirido 57, en contraposición al recogimiento infuso, que pias palabras:
constituye el primer grado de contemplación manifiestamente sobrenatural «El alma deja entonces el discurso, y se vale de una dulce contemplación,
o mística 53. que la mantiene en dulce sosiego y atención y la hace susceptible de las ope-
Otros muchos autores la llaman oración de simple mirada, de simple pre- raciones e impresiones divinas que el Espíritu Santo le quiere comunicar; tra-
sencia de Dios o de simple visión de fe. baja poco y recibe mucho; su trabajo es grato, y no por eso deja de ser fruc-
A partir del siglo xvii, los Carmelitas, y con ellos muchos autores, em- tuoso; y como cada vez se llega más de cerca a la fuente de donde manan la
pezaron a llamarla contemplación adquirida 59. Creemos que la innovación luz, la gracia y las virtudes, recibe más y más de ellal (ibid.).
en la nomenclatura constituyó un verdadero desacierto, que ha dado origen
a multitud de confusiones y errores. San Juan de la Cruz y Santa Teresa Por donde aparece claro que la oración de simplicidad
jamás emplean esa expresión, y es extraño que la mantengan los que más señala exactamente el tránsito de la ascética a la mística, de la
empeño debían mostrar en conservar la terminología de los dos sublimes
Reformadores del Carmen. Nosotros, que no tenemos inconveniente en ad-
adquirida a la oración infusa. El mismo Bossuet nos habla
mitir la realidad del fenómeno designado con esa palabra--es sencillamente —en el texto citado—de una dulce contemplación que el alma
la oración de recogimiento adquirido de Santa Teresa, que coincide entera- comienza a recibir y la hace susceptible de las impresiones del
mente con la de simplicidad de Bossuet—, renunciamos a emplear esa des- Espíritu Santo. Ello alude clarísimamente a la contemplación
afortunada expresión, que ninguna ventaja ha traído y sí grandes confusio-
nes y trastornos. infusa, que comienza a alborear en la oración de simplicidad.
Hay en ella elementos adquiridos e infusos que se mezclan y
Naturaleza.—La oración de simplicidad fue de-
509. 2. entrelazan en diversas proporciones. Si el alma es fiel, los ele-
finida por Bossuet como una simple visión, mirada o atención mentos infusos se irán incrementando progresivamente hasta
llegar a prevalecer del todo. De esta forma, sin violencia ni
36 A él al menos se atribuye generalmente el opúsculo Maniére courte et facile pour faite
l'oraison en foi et de simple présence de Dieu, pero su autenticidad no es del todo cierta (cf.
esfuerzo, casi insensiblemente, el alma irá saliendo de la ascé-
POURRAT, Spir. Chrét. 4 [19261 p.164 nt.). Por lo demás, el célebre obispo de Meaux debió tica para entrar de lleno en la mística, como prueba evidente
de aprender esa expresión de las religiosas de la Visitación—a las que trataba íntimamente—,
puesto que aparece ya en las Respuestas de Santa Juana de Chantal que vieron la luz pública de la unidad de la vida espiritual, o sea, de un solo camino de
en 1629, o sea, dos años después del nacimiento de Bossuet.
57 Habla de ello largamente la Santa en varios pasajes de sus obras, sobre todo en el perfección que empieza en las primeras manifestaciones ascé-
Camino de pei fección c.28ss. Y que es recogimiento activo o adquirido, lo dice claramente ticas (oración vocal, meditación) y acaba en las cumbres de la
cuando escribe: »Entended que esto no es cosa sobrenatural, sino que está en nuestro querer
y que podernos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada, ni podemos mística (unión transformativa) sin la menor violencia, trastor-
de nosotros tener un buen pensamiento» (ibid., 29,4)•
5, Habla de él la Santa—entre otros lugares—en las Moradas cuartas (c.3), y lo distin- no o solución de continuidad.
gue claramente del adquirido con estas palabras: 0Y no penséis que es por el entendimiento
adqui?ido, procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en
sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda sobre verdad, que lo es
51o. 3. Práctica de esta oración.---Precisamente por
estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que esto cada uno lo puede hacer su misma simplicidad, no cabe en esta oración un método pro-
(con el favor del Señor se entiende todo). Mas lo que digo es en diferente manera; y que algunas
veces, antes .que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé piamente dicho. Todo se reduce a mirar y amar. Pero pueden
por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor» (n.3).
59 Que la llamada contemplación adquirida—cuya expresión material era conocida desde
ser útiles algunos consejos sobre el modo de conducirse en
antiguo y la empleó Molinos—coincide con la oración de simplicidad de Bossuet, lo decla- ella. Helos aquí:
ran expresamente sus más devotos partidarios. Véase, por ejemplo, el P. Crisógono en su
Compendio de ascética y mística (p.2.a c.3 a.3), donde, después de describir las dos fórmulas
de contemplación adquirida que él admite, escribe textualmente: 0A estas dos formas se re-
(1) AN'FES DE LA ()RACIÓN.— Ctlide el alma de no adelan-
ducen las llamadas oraciones de simple mirada, de presencia de Dios y de simplicidad, que
no son más que una cosa con nombres dislintos» (p.136 t.' ed.). Lo mismo declaran expresamente
tarse a la ihora de Di();. Mientras pueda discurrir y saque. fr tito
el P. DE (itnisERT en su Theo/ogia Spnitualis 11.251 y el P. PouLAIN en SU Des gt
Son c .2 n.S.
d'uf ai-
" Maniére courte... n.3. Puede verse el opúsculo íntegro de Bossuet en nuestra obra
La vida religiosa (n.287), publicada en esta misma colección de la BAC.
de la meditación ordinaria, no intente paralizar el discurso. ción amorosa de la voluntad habría que reanudarla con los procedimientos
indicados.
Caería. en una lamentable ociosidad, que Santa Teresa no duda 3.a No se desanime el alma por las sequedades. La oración de simpli-
en calificar de verdadera bobería 61. cidad está muy lejos de ser una oración siempre dulce y sabrosa. Precisa-
Evite también el extremo contrario. No se aferre a la medi- mente por representar el tránsito de la oración ascética a la mística, en ella
tación, ni siquiera a la multitud de actos de la oración afectiva, comienzan las sequedades y arideces de la noche del sentido. Hemos hablado
largamente en otro lugar de la conducta que debe observar el alma en esta
si nota claramente que su espíritu gusta de permanecer en dolorosa prueba (cf. n.27o).
atención. amorosa a Dios sin particular consideración ni multi-
plicación de actos. Santa Teresa sale al paso de los que califican C) DESPUÉS DE LA ORACTÓN.—No se olvide que el fruto de
de ociosidad y pérdida de tiempo este dulce reposo en Dios, la oración se ha de traducir en una mejora general del conjunto
diciendo: «Luego les parece es perdido el tiempo, y tengo yo por de la vida cristiana. Toda ella ha de experimentar la benéfica
muy ganada esta pérdida>> (Vida 13,ii). Y San Juan de la Cruz influencia de la oración de simplicidad. Y como la gracia tiende
lanza terribles anatemas contra los directores ignorantes que cada vez más a simplificar nuestra conducta hasta reducirla a la
tratan de mantener a las almas a toda costa en los procedimien- unidad en el amor, hemos de fomentar esta tendencia huyendo
tos discursivos haciéndolas «martillar con las potencias>) y es- de todo amaneramiento y complicación en nuestras relaciones
torbándolas el sosiego y la paz en Dios 62. con Dios y con el prójimo.
b) DURANTE ELLA.—Hay que tener en cuenta algunas nor- 64—se extiende
<,Esa simplificación—advierte oportunamente Tanquerey
mas para sacar el máximo rendimiento de esta forma de ora- muy pronto a todo nuestro vivir». <,E1 ejercicio de esta clase de oración, dice
ción. He aquí las principales: Bossuet, ha de comenzar desde que despertamos, haciendo un acto de fe en
Dios, que está en todas partes, y en Jesucristo, cuya mirada jamás se apar-
i.a
Conviene que el alma tenga preparada de antemano una materia tará de nosotros aunque nos halláramos en lo más escondido del centro de
determinada como si se tratara de una simple meditación, sin perjuicio de la tierra». Continúa durante todo el día. Aun ocupados en nuestros queha-
abandonarla inmediatamente si el atractivo de la gracia así lo pide. Nada per- ceres ordinarios, nos unimos con Dios, le miramos y le amamos. En las ora-
deremos con haber hecho esa preparación aunque el Espíritu Santo nos lleve ciones litúrgicas y en las vocales cuidamos más de la presencia de Dios que
a otra materia distinta, y, en cambio, podríamos perder mucho—permane- del sentido de las palabras y procuramos manifestarle nuestro amor. El exa-
ciendo en la ociosidad—si no sintiéramos el atractivo especial de la gracia ha- men de conciencia se simplifica; con una mirada rápida echamos de ver las
cia una materia determinada 63. Pero procúrese que esa preparación sea muy faltas apenas cometidas y nos dolemos al punto de ellas. El estudio y las obras
sencilla: el simple recuerdo de un misterio de la vida de Cristo, un texto de exteriores de celo las hacemos con espíritu de oración, en la presencia de
la Sagrada Escritura, una breve fórmula de oración, etc. Dios y con ardiente deseo de darle gloria: <ucl maiorem Dei gloriam». Ni aun
2.5 Procure el alma mantener la atención amorosa a Dios con suavidad siquiera las obras más ordinarias dejan de estar penetradas del espíritu de
y sin violencia, pero luchando contra las distracciones y el embobamiento fe y de amor y de convertirse en hostias ofrecidas de continuo a Dios: ‹,offerrc
ocioso. Ayúdese, si es preciso, de la imaginación y multiplique los actos afec- spirituales hostias acceptabiles Deo* Petr 2,5).
tivos si el espíritu se distrae o disipa fácilmente cuando se le quiere sujetar
a uno solo. Y si no basta esa multiplicidad de afectos, eche mano sin vacilar 511. 4. Ventajas.—Las ventajas que señalábamos a la
del discurso de la razón. Precisamente por su misma simplicidad es muy di-
fícil permanecer mucho tiempo en este modo de oración; habrá que hacer
oración afectiva sobre la meditación (cf. n.so3) hay que tras-
frecuentes excursiones a la oración afectiva y aun a la simple meditación para ladarlas aquí corregidas y aumentadas. Así como la oración
evitar las distracciones o la pérdida de tiempo. Pero hágase todo con suavi- afectiva es excelente disposición para la de simplicidad, ésta
dad y sin violencia, sacando en cada momento el mayor partido que se pueda, lo es para la contemplación infusa, de la que ya comienza a par-
y no más. Mientras la voluntad permanezca unida a Dios en atención amorosa
confusa y orneral, déjdela tranquila a pesar de las distracciones involunta-
ticipar. El alma, con menos trabajo y esfuerzo, consigue resul-
rias. Unicamente cuando estas distracciones extinguieran del todo la aten- tados santificadores más intensos. Todo el conjunto de la vida
sube de plano y se va perfeccionando y simplificando cada vez
6 He aquí sus palabras: »Si Su Majestad no ha comenzado a ernbebernos, no puedo
acabar de entender cómo se pueda detener el pensamiento de manera que no haga más daño
más. Es que--no lo perdamos nunca de vista—cada nuevo
CILIC
provecho... Mas si este Rey aún no entenden-los que nos ha orclo ni nos ve, no nos herno,
de CS.! ■ IT
grado de oración representa un nuevo avance en el conjunto
';')
que lo queda harto el alina cuando ha procurado esto ..» (Morada, <
de toda la vida cristiana, como declaró expresamente San Pío X
c,2 Cf. Llama 3,43; ef.
n 3o-62. Aunque el Santo habla propiamentc del repo,,
I, la "ntemplaciun infti,a, puede aplican,- lo que dice, proporcionalmente, a la oración (cf. n.484), y se comprende que tiene que ser así por la misma
de
I.o re,ornienda con mudia prudencia San Franckco de Sales, a quien 1,, contrario
naturaleza de las cosas.
le parecía »un poco duro...» y le causaba »un tanto de repugnancia» (en carta a Santa Juana
de Chantal del de marzo de t6io; en Oeuvres t.i4 p.266). 64 Teología ascética n.i369.
512. 5. Objeciones.—Contra la oración de simplicidad sus diferentes grados y manifestaciones, se impone un estudio
se pusieron antaño algunas objeciones, que ya están del todo previo de la oración mística en general, que no es otra cosa que
desacreditadas y resueltas; pero bueno será recordarlas bre- \ la conte mplación infusa.
vemente.
Objeción i.1—«Es tina pérdida de tiempo y una puerta abierta a la ocio- LA CONTEMPLACION EN GENERAL
sidad». 514. s.TH., 11-11,180-182; SAN BUENAVENTURA, Itinerario; BEATO SUSÓN, El libro de la
TAULERO, Instituciones divinas; RUYSBROECK, El ornato
de las nupcias espirituales;
Solución.—A Santa Teresa de Jesús le parecía lo contrario (cf. Vicia Sabiduría;
De vita spirituali t.3 1.5;
SANTA TERESA y SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras; ALVAREZ DE PAZ,
13,1i), y la experiencia diaria en la dirección de las almas confirma plena- SCARAMELLI, Directorio místico; P. LALLEMANT, Doctrina espiritual princ.7; RIBET, La Mysti-
mente su criterio. Lo que ocurre es que a veces «se ponen» en oración de que divine; POULAIN, Des gráces d'oraison; P. DE MAUMIGNY, -cíctica de laespiritucd;oración mental;
L'état
simplicidad—nunca tan bien empleado el nombre en su sentido peyorativo— LEHODEY, Los caminos de la oración mental; SAUDREAU, Los gradJs de la vida
mystique; MEYNARD, Tr. de la vie intérieure; ARINTERO, Evolución mística; Cuestiones místicas;
almas ilusas que están muy lejos de encontrarse en ese grado de oración. Pero LAMBALLE, La contemplación; MARÉCHAL, Études sur
la psychologie des mystiques; FARGES,
entonces acháquense los inconvenientes a la bobería de esas almas o a la in- Les phénoménes mystiques; TANQUEREY, Teología ascética y mística; JORET, La contemplation
experiencia de sus directores, no a la oración en sí misma, que es excelente mystique d'aprés Saint Thornas; DE GUIBERT, Theologia spiritualis; GARRIGOU-LAGRANGE,
Perfection et contemplation; Tres edades; STOLZ, Teología de la mística; DE LA TAILLE, L'orai-
y altamente santificadora. son contemplative; MARITAIN, Les degrés du savoir p.5o2s (París 1932); exposición de la pala-
Objeción 2.a—«Concretar la atención en una idea fija y en un solo afecto bra contemplation en el Dictiorntaire de Spiritualité fasc.t4-15 cols.1643-2193.
es romperse la cabeza y violentar el corazón».
He aquí los cinco puntos fundamentales que vamos a examinar en esta
Solución.—Si el alma no está preparada para ello, estamos completamente
previa visión de conjunto:
de acuerdo. Pero si lo está, lejos de ser un ejercicio violento, es incompara-
blemente más sencillo y fácil que el de la meditación discursiva y el de la t. Naturaleza de la contemplación.
oración afectiva multiforme y variada. Todo está en no adelantarse a la hora 2. Excelencia de la vida contemplativa.
de Dios ni retrasarse cuando ha sonado ya. 3. ¿Es deseable la divina contemplación?
Objeción 3.a---«Siempre es más perfecto hacerse violencia». 4. Disposiciones para ella.
Solución.—Es completamente falso. Santo Tomás enseña que la mera 5. Llamamiento inmediato a la contemplación.
dificultad de una acción no aumenta su mérito a no ser que se ponga mayor
amor en realizarla 65. Y con esa violencia nos exponemos, además, a parali- 515. Naturaleza de la contemplación.—La pala-
1.
zar la acción del Espíritu Santo, que quiere mantener al alma sosegada y bra contemplación, en su acepción más amplia y genérica, su-
tranquila para comenzar a comunicarle la contemplación infusa 66. giere la idea de un grandioso espectáculo que llama poderosa-
mente la atención y cautiva el espíritu. Contemplar en general
es mirar un objeto con admiración. Se contempla la inmensidad
B) ETAPA PREDOMINANTEMENTE MISTICA del mar, el paisaje dilatado de una verde campiña, un vasto
513. Repetimos aquí lo que ya dijimos al empezar la descripción de la sistema de montañas, la belleza del firmamento en una noche
etapa ascética. Si se quiere hablar con propiedad y precisión, no se puede serena cuajada de estrellas, las grandes creaciones artísticas del
hablar de etapa ascética y etapa mística sin más. Ambos aspectos de la vida espíritu humano y, en general, todo aquello que es apto para
cristiana se compenetran mutuamente, de tal forma que los ascetas reciben excitar la admiración y cautivar el alma.
a veces ciertas influencias místicas—a través de los dones del Espíritu Santo,
que posee toda alma en gracia—y los místicos proceden a veces ascéticamente A) CONTEMPLACIÓN NATURAL.—Toda potencia cognosciti-
(siempre que el Espíritu Santo no actúe en ellos con sus dones). Lo único
cierto es que en la primera etapa predominan los actos ascéticos, y en la se-
va puede realizar, más o menos perfectamente, un acto de con-
gunda los místicos; pero sin que puedan atribuirse exclusivamente ninguno
templación. De ahí que puedan darse ciertos actos de contem-
de ellos a una determinada fase de la vida espiritual (cf. n.i 77- 8o). plación puramente natural, que, según la potencia a quien afecta,
serán de orden sensible, imaginativo o intelectual.
La oración de simplicidad señala el paso de la oración ascé-
1) <Es sensible cuando se mira por mucho tiempo y con admiración algu-
tica a la mística. Los elementos infusos— de los que comienza na cosa bella, por ejemplo, la inmensidad del mar o la majestad de una cor-
ya a participar—acaban por prevalecer sobre los adquiridos dillera. 2) Llámase imaginativa cuando con la imaginación nos representa-
de un modo gradual y progresivo hasta que el alma entra de mos largo rato con admiración y cariño una cosa o persona amada. 3) Inte-
lleno en la oración mística o contemplación. Antes de describir lectual o filosófica cuando se para admirativa la mirada de la mente, con sólo
considerar y sin discurrir, en alguna luan síntesis filosófica, por ejemplo, crl
el concepto del ser absolutamente simple e inmutable, principio y fin de todos
6, ii-I1,27,8 ad 3; cf. I-11,1r4,4 ad 2; II-II,r23,12 ad 2; 155,4 ad 2; 182,2 ad t; 184,
8 ad 6. los otros seres ■) 1.
( :f. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche I,to n.5-6, y en otros muchos
lugares de sus obras. TANQUEREY, Teo10,7,i1/ a:Céticd 11.1297.
Claro que todos estos actos de contemplación puramente Las fórmulas podrían multiplicarse indefinidamente. Nos-
natural tienen que ser forzosamente muy imperfectos y transi- otros vamos a exponer la naturaleza de la contemplación infusa
torios. Los dos primeros—sensibles e imaginativos—no son, siguiendo las huellas del Doctor Angélico, Santo Tomás de
propiamente hablando, actos contemplativos, ya que, como ve- \ Aquino. Para proceder con claridad y orden, vamos a establecer
remos más abajo, ninguna potencia puramente orgánica puede una serie de conclusiones escalonadas. Al final daremos la de-
ser principio elicitivo de contemplación. Y el tercero—el de la finición sintética de la divina contemplación 12.
i
contemplación intelectual o filosófica—no puede ser muy per-
fecto y duradero, puesto que la visión intuitiva y sin discurso 1.° El principio elicitivw5 psicológico
no es propia de la naturaleza racional del hombre, que va de
516. Conclusión La : El principio inmediato elicitivo de la contem-
suyo analizando y discurriendo. El espíritu humano cae inde- plación no es la esencia misma del alma.
fectiblemente en una especie de pasmo o embobamiento cuando
se empeña en atajar naturalmente el discurso antes de recibir Esta conclusión se opone a la doctrina defendida por algunos místicos
una luz infusa que lo supla o substituya con ventaja 2. (Eckart, Ruysbroeck, Taulero, etc.), según la cual el ápice supremo de la
contemplación consistiría en la omnímoda quietud y silencio de las poten-
B) CONTEMPLACIÓN SOBRENATURAL O INFUSA.—La con- cias. La substancia de Dios—dicen—es del todo inmediata a la substancia
del alma en el centro mismo del alma. Es un «contacto substancial de ambas
templación cristiana, sobrenatural o infusa, ha sido definida substancias». Y esta contemplación activísima se realiza por el alma misma,
con muy variadas fórmulas a través de los siglos, pero todas sin ninguna intervención de las potencias.
ellas coinciden en lo fundamental; se trata de una suspensión
SE PRUEBA LA CONCLUSIÓN.—I .° Lo que no es inmediatamente opera-
admirativa del entendimiento ante el esplendor de la verdad tivo, no es principio elicitivo inmediato de las operaciones subsiguientes.
sobrenatural. Ahora bien, la esencia del alma no es inmediatamente operativa, ya que nin-
Recojamos brevemente algunas de las más bellas definicio- gx.ina substancia creada puede serlo, porque ninguna esencia creada es o pue-
El ser es acto de
nes que nos ha legado la tradición cristiana 3. de ser suurn esse ni puede ser, por consiguiente, suurn agere.
la esencia. Si el alma, pues, obrase por su esencia, su operación se confundi-
ría con su ser y con su propio acto; y tendríamos un ser per se, un verdadero
«La contemplación es una deliciosa admiración de la verdad resplande-
ciente» 4. acto puro, lo cual repugna absolutamente en el ser creado.
2.° Por muy elevada que sea la contemplación que pueda alcanzarse en
«Una santa embriaguez que aparta al alma de la caducidad de las cosas
esta vida, siempre será inferior a la del cielo. Pero la del cielo se realiza por el
temporales y que tiene por principio la intuición de la luz eterna de la Sa-
biduría, 5. entendimiento, que es una potencia del alma; luego con mayor razón la de la
«Una elevación y una suspensión del espíritu en Dios que es un anticipo tierra.
de las dulces alegrías eternas.> 6. 3.° La contemplación cristiana es altamente meritoria, como admiten
todos. Ahora bien, el mérito no puede consistir en la esencia del alma, sino
«Una mirada libre y penetrante del espíritu suspendida de admiración
ante los espectáculos de la divina Sabiduría» 7. en un acto segundo y libre de coacción y de necesidad (como consta por la con-
«Una sencilla intuición de la verdad que termina en un movimiento afec- denación de los errores de Jansenio; D tog4). Luego consiste en un acto
tivo, 8. de las potencias.
¿Cómo se justifican entonces aquellas expresiones de los místicos a que
«La contemplación es ciencia de amor, la cual es noticia infusa de Dios
antes aludíamos? Aquella quietud omnímoda de que hablan hay que enten-
amorosa y que juntamente va ilustrando y enamorando al alma hasta subirla
de grado en grado a Dios, su Criador» 9. derla de los sentidos interiores y exteriores y del esfuerzo violento de las po-
tencias del alma. La contemplación altísima a que se refieren procede de un
«La contemplación no es más que una amorosa, simple y permanente
atención del espíritu a las cosas divinas» 1(1. modo tan suave y delicado, que da la impresión de que no hay operación
alguna de las potencias; y, sin embargo, hay operación en grado sumo, para
«La contemplación es una vista de Dios o de las cosas divinas simple,
libre, penetrante, cierta, que procede del amor y tiende al amon 11. la que se nos dan las virtudes teologales y los dones. La operación, como es
sabido, cuanto más alta y perfecta es (por el ejercicio, por la experiencia o por
Cf. SANTA TERESA, Vida C.I2 (sobre todo el n.5),
la perfección del sujeto), tanto es más fácil, suave y menos agitada.
contra semejantes embobamientos adquiridos.
donde pone en guardia a las monjas Puesto en claro que la esencia del alma no puede ser el principio elicitivo
3 Cf. RIBET, La mystique dirine inmediato de la contemplación, es preciso averiguar ahora a cuál de sus po-
p.r.a c.r.
4 El autor del libro De Spiritu et Anima
(c.32), atribuido antiguamente a San Agustín.
S'.N ACUSTfN, Contra Faustum Manich.
1.12 c.48.
tencias corresponde.
6 El autor de la famosa
Scala Claustraliwn (atribuida a San Bernardo) c.r. PRENOTANDO.—Las potencias son de dos p-,éneros: a)
puramente espiri-
7 RrrARDo LE SAN VíCLOR,
Beniamin Majo> 1.1 c.4: MI. 10,67.
S.TH., J1-11,180,3 ad r et ad 3. tuales, anorgánicas, y éstas son del alma sola en cuanto al principio y en cuan-
SAN JUAN DI: LA CRUZ, Noche 11,18,5.
ampliamente para redactar estas conclusiones las notas de un cursillo iné-
1, SAN FRANCISCO DE SALES,
Tratado del amor de Dios 1.6 c.3. , 2 Utili7amos O.P., en la Pontificia Facultad
11 P. LALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.7 c.4 dito ,ol-ne la contemplación dado nor el P S,,NTIAGO RAMÍREZ,
a•s• de Teología del convento de San Esteban, de Salamanca, durante el curso escolar 1950-51.
to al sujeto; b) orgánicas, y éstas son del alma en cuanto al principio, pero de en la visión beatífica; y estos actos son propios de la caridad y de la esperanza
todo el compuesto en cuanto al sujeto. Y estas últimas todavía se subdividen teologales, que están en la voluntad.
en vegetativas (en las plantas y animales) y sensitivas (en los animales, al me- Además, la contemplación cristiana es grandemente meritoria en el or-
nos en los más perfectos), que se desdoblan, a su vez, en aprehensivas (sen- den sobrenatural, y no podría serlo sin el influjo de la caridad, que es virtud
tidos interiores y exteriores) y apetitivas (apetito sensitivo: concupiscible afectiva y reside en la voluntad.
e irascible). 3.° Consiguientemente: La contemplación cristiana produce una gran
uietud, paz y delectación de espíritu. Su dulzura y suavidad supera con
517. Conclusión 2.a: La contemplación no puede proceder de las po- ucho todos los deleites de esta vida, como dicen reiteradamente los místi-
tencias orgánicas, cualesquiera que sean, como de su principio OS 15. Estos deleites enardecen la caridad; y ésta, a su vez, mueve y excita a
elicitivo. eguir contemplando para gozarlos más y rnf s.
Por donde aparece claro que la contempláción cristiana, aunque formal-
SE PRUEBA.--I.° La vida contemplativa es propia de la vida humana en
ente es acto del entendimiento especulativo, causaliter et terrninative con-
cuanto humana, esto es, en cuanto racional; no es una vida común a los .ste también en el afecto de la voluntad 16.
hombres, animales y plantas. Pero las potencias vegetativas son comunes al
hombre con las plantas y animales, y las sensitivas al hombre con los anima- 1,
les. Luego la vida contemplativa no puede brotar de esas potencias orgánicas. , 2.° El principio elicitivo sobrenatural
2.° La contemplación se da también en los ángeles y en las almas sepa- ,
radas, ya que la contemplación de la tierra no difiere de la del cielo sino en el Vamos a proceder por conclusiones.
grado de perfección. Pero los ángeles no tienen ninguna potencia orgánica,
y las almas separadas las tienen tan sólo virtual o radicalmente (en cuanto que 519. Conclusión I.a : La contemplación infusa no es una gracia gra-
el alma es principio de todo el compuesto), pero no actualmente (ya que en tis dada.
su ejercicio actual dependen de sus respectivos órganos). Luego... No pu-
diendo proceder la contemplación de las potencias orgánicas, tienen que pro- SE PRUEBA.—I.° Porque la contemplación es substancialmente sobrena-
cuanto
ducirla las puramente espirituales. Estas son dos: el entendimiento y la vo- tural (quoad substantiarn) y las gracias gratis dadas lo son tan sólo en
luntad. Veamos a cuál de las dos pertenece y en qué forma. al modo (quoad modurn).
2.° La contemplación se ordena al bien espiritual del que la tiene y las
518. Conclusión 3.a : Esencialmente, la contemplación es acto elicitivo gracias gratis dadas se ordenan al bien de los demás.
del entendimiento solo. Sin embargo, es también acto de la vo- 3.° Porque la contemplación infusa es formalmente santificadora y las
luntad antecedente, concomitante y consiguientemente. gracias gratis dadas no lo son de suyo.
Esta conclusión tiene dos partes, que vamos a probar por separado. Conclusión 2.a : La contemplación infusa requiere necesariamen-
52o.
Primera parte : Esencialmente es acto elicitivo del entendimiento solo. te la gracia habitual o santificante.
N. B.—Nos referimos al entendimiento posible, no al entendimiento agen- Porque—como veremos en seguida—no se da jamás contemplación
1.°
te, que no es cognoscitivo, ya que su misión se limita a iluminar los fantasmas infusa sin intervención de los dones intelectivos del Espíritu Santo, que son
de la imaginación, presentándolos en forma de especie inteligible al entendi- inseparables de la gracia y la caridad.
miento posible, que es donde se realiza formalmente la intelección 13. Y se 2.° Porque la contemplación se realiza a impulsos del amor de Dios
trata del entendimiento especulativo, no del práctico. —que supone gracia santificante—y, a su vez, aumenta y enardece el amor.
SE PRUEBA.—E1 objeto propio y el fin de la contemplación es la verdad. 3.° De lo contrario, la contemplación sería una gracia gratis dada, no
Pero la verdad pertenece formal y elicitivamente a sólo el entendimiento. formalmente santificadora.
Luego...
Como es sabido, la potencia se ordena a su acto, y el acto a su objeto. Hay 521. Conclusión 3.a : No basta la gracia habitual; sc requiere necesa-
una relación trascendental de la potencia al acto y del acto a la potencia, como riamente el impulso de la gracia y la caridad actual.
la hay del acto al objeto y del objeto al acto. Luego si el objeto de la contem-
Porque la contemplación es un acto sobrenatural que requiere la previa
plación es la verdad, la contemplación debe pertenecer al entendimiento, de II-loción divina sobrenatural, y eso es la gracia actual.
quien es acto propio conocer la verdad 14.
Segunda parte : Antecedente, concomitante y consiguientemente es también 15 t Te aquí unos textos de SANTA TERESA:
<I-S sobre todos los gozos de la tierra, v sobre
todos los deleites, y sobre todos los contentos, y niás que no tiene que ver...»
(11;foradas
acto de la voluntad. [bienl que en la vida se puede gustar, aunque se junten
quintas 1,6). »Sabe que es el mayor
amor de Dios
SE PRUEBA.—I.° Antecedenteniente Porque la contemplación es un acto juntos todos los deleites y gustos del mundol (Conceptos de 4,4).
16 Lo dice expresamente S,,N-ro TomÁs: Aíita contemplativa,
quantum ad ipsam essen-
exercendum talem
libre en cuanto a la especificación y al ejercicio. Luego antecedentemente de- tiam actionis, pertinet ad intelleetum: quantum autem ad id quod movet ad
potentias, et etiam intellectum,
pende de la voluntad, que aplica al entendimiento a contemplar. operationem, pertinet ad voluntatem, quae movet omnes alias
quia unusquisque delectatur cum adeptus fuerit id quod amat, ideo vita
2.° Concomitantemente : La contemplación de las cosas divinas enardece ad suum actum... Et
contemplativa te)minatur ad delectationem, quae est in affectu; ex qua etiam amor intenditur,
en el alma el fuego del amor divino y el deseo de poseer plenamente a Dios (II II,I8o,t).
13 Cf. 1,7034 y 8s-.
" Cf. II-11,18o,i.
522. Conclusión 4.a : La gracia actual ordinaria que mueve las virtu-
Conclusión 7.a : El principio inmediato elicitivo de la contempla-
\
des infusas no basta para el acto contemplativo; se requiere la 525.
ción debe ser una virtud infusa del entendimiento.
gracia actual que mueve el hábito de los dones.
Primera parte: porque de lo contrario, todo acto de virtud infusa—al SE PRUEBA.—Negativamente : por exclusión de las virtudes afectivas.
Positivamente : porque la potencia elicitiva de la contemplación es el en-
menos las de orden intelectivo—sería contemplativo, lo cual es completa- ) tendimiento; luego el hábito que concurra con la potencia intelectiva tiene
mente falso.
Segunda parte: porque la contemplación infusa procede de los dones, que ser también de orden intelectivo.
Ahora bien: son muchos los hábitos intelectivos: Sagrada Teología, cien-
como veremos en seguida.
cia infusa, prudencia infusa, la fe y los dones intelectivos. ¿Cuál de ellos?
Es sobrenatural
523. Conclusión 5.a : Además de la gracia habitual y actual, se requie- 1.° No puede ser el hcíbito de la Sagll ida Teología.—a)
tan sólo radicaliter, y la contemplación lo es substantialiter.
re para la contemplación el hábito de las virtudes infusas y los
dones del Espíritu Santo. b) La Teología es esencialmente discursiva, y la contemplación es in-
' tuitiva.
Porque la gracia habitual no es inmediatamente operativa. Obra siempre c) El hábito de la Teología puede darse sin la caridad, y la contempla-
mediante sus potencias, que son los hábitos infusos de las virtudes y dones, ción jamás.
La gracia actual sin el hábito de las virtudes y dones produciría un acto d) Son legión los teólogos no contemplativos; luego son cosas separables.
sobrenatural violento : tránsito de la potencia radical al acto Es gracia gratis dada, y la con-
segundo, sin pasar
por el acto primero (disposiciones infusas habituales); y la contemplación 2.° Ni el hábito de la ciencia infusa.—a)
es templación es gracia santificadora.
un acto lleno de suavidad y dulzura, que nada tiene de violento. b) No todos los contemplativos tienen ese hábito ni todos los que lo
tienen son contemplativos.
524. Conclusión 6.a : Ninguna virtud infusa o don del Espíritu Santo c) El hábito de la ciencia infusa es discursivo, y la contemplación es
de orden afectivo puede ser formal y elicitivamente principio in- intuitiva.
mediato del acto contemplativo, aunque sí pueden ser principios
dispositivos antecedente y consiguientemente. 3.° Ni la prudencia infusa ni el don de consejo correspondiente.—Porque
y, por lo mismo, se refieren a la vida
pertenecen al entendimiento práctico,
/31 in/era parte : activa. La contemplación es acto del entendimiento posible o especulativo.
porque la contemplación, como vimos, es acto elícito del gratis dada; y ade-
entendimiento; luego los hábitos operativos elicitivos de la contemplación 4.° Ni la profecía.—Porque la profecía es una gracia
deben ser de orden cognoscitivo, no afectivo. más no es un hábito, sino una gracia ti anseúnte.
Segunda parte : porque la contemplación no puede realizarse sin la rec- exclusión de los
5.° Luego tiene que ser la fe o los dones intelectivos.—Por
tificación de las pasiones. El que se entrega a los vicios—sobre todo a los de demás hábitos intelectivos. Pero veamos en qué forma.
la carne—y el que vive entre risas y tumultos no tiene su alma dispuesta para
el sosiego y quietud de la contemplación. Luego las virtudes infusas de orden 526. Conclusión 8.a : No es la fe sola.
afectivo concurren dispositiva y terminativamente
a la contemplación.
Pero de modo y en grados distintos según se trate de las virtudes morales, t.° La fe puede ser muerta (informe) o viva (informada por la caridad);
de los dones o de las virtudes teologales afectivas. Y así: y ninguna de las dos puede ser el principio elicitivo de la contemplación.
a) Las virtudes morales concurren de una manera
remota, indirecta y a) No la fe informe : porque esta fe es compatible con el pecado mortal,
per accidens, o sea, rectificando el apetito acerca de los medios. Ya sea nega- y la contemplación infusa jamás lo es.
tivamente, removiendo los obstáculos; ya positivamente, porque esta información sería la ra-
estableciendo la ar- b) No la informada por la caridad :
mcnía y la paz contra las diversas partes inferiores del hombre. Son las que zón formal de la contemplación o sólo una condición sine qua non. No puede
producen la purificación activa de los sentidos y de las pasiones (ascética). ser la razón formal, porque la contemplación pertenece esencialmente al
b) Los dones correspondientes a las virtudes morales entendimiento, y esta información procede de la caridad, que reside en la
ción pasiva de los sentidos y de las pasiones. Porque los producen la purifica-
dones son también voluntad. La caridad concurre a la contemplación como disposición próxi-
hábitos activos; sólo por orden al Espíritu Santo que los mueve son hábitos ma, pero no da la misma eficiencia formal, ya que no es cognoscitiva en
receptivos o pasivos. En la purificación pasiva intervienen principalmente cuanto caridad. Y condición sine qua non ciertamente que lo es para que pue-
los dones. da darse la contemplación, pero esta condición no da la causalidad; es un
c) Las virtudes teologales afectivas (esperanza y caridad) concurren a la mero requisito previo.
cum assensione cogitare, esen-
conl'emplación directamente y per se, causando la rectitud del apetito en 2.° Aden-iás, el acto de fe es creer, o sea,
orden al fin. Ya sea negativamente, quitando el torpor o pereza de la volun- de cosas oscuras, y la contemplación—como vere-
cialn-iente de non visis,
tad; ya positivamente, mos—es cierta manera de visión. Por esto, no todos los justos son contem-
elevando al hombre a la unión afectiva con Dios (pu-
rificación activa de la voluntad). plativos ni tienen a su di,nosición el acto de la contemplación, como tienen
d) Los dones correspondientes a la esperanza (temor) y a la caridad (sabi- el acto de fe.
duría) causan la purificación pasiva de la voluntad, que es excelentísima dis-
posición para la contemplación.
527. Conclusión 9.1 : esta misma vida, purificado el ojo del espíritu por el don de entendimiento,
Ni sólo los dones intelectivos del Espíritu Santo
sin la fe. puede verse en cierto modo a Dios» 20.
conforma al hombre con Dios por cierta filiación
1.° Porque en los viadores 17 b) El don de sabiduría de Dios no discursivo, sino in-
estos dones no pueden darse sin la fe 18. adoptiva 21. En cuanto implica conocimiento
Ahora bien: estos dones son a la fe lo que la conclusión es a su principio. tuitivo y experimental, pertenece a la fe; en cuanto importa experiencia sa-
Pero las conclusiones no pueden darse independientemente de su principio;
toda la fuerza de la conclusión la trae de su principio. brosa de Dios y de los misterios sobrenaturales, responde a la caridad. Es
2.. un conocimiento sabroso y afectivo. Radicalmente responde a la fe.
Porque los dones obran con las virtudes correspondientes acerca de se refiere al objeto secundario de la contemplación:
la misma materia. No tienen actos propios independientes de los de las vir- c) El don de ciencia
las cosas creadas. Por ellas el hombnP se eleva al conocimiento de Dios,
tudes; no se dan actos (tonales
correspondiente. que no sean, a la vez, actos de la virtud infusa objeto primario de la contemplación.
Es conveniente ampliar un poquito estas ideas. Los dones de entendi-
irreductible a las cate-
528. Conclusión io : El hábito inmediato miento y sabiduría causan la llamada visión mística,
elicitivo del acto de contem- gorías de visión de esta vida terrena. La fe da la materia, la sustancia da
plación es la fe informada por la caridad y reforzada por los dones la contemplación; más perfectamente que los dones por razón de su objeto
de conocer. Por
intelectuales del Espíritu Santo. La fe informada proporciona la o motivo formal, pero inferior a ellos en cuanto al modo
Es un
sustancia del acto, y los dones intelectuales (sabiduría, entendi- los dones—en efecto—se tiene este modo de evidencia experimental.
miento y ciencia) proporcionan el modo sobrehumano gustada de los misterios sobrenatu-
19. conocimiento afectivo, una experiencia
rales. Es cierto conocimiento inmediato, no por discurso ni remoto (como
Como quiera que un solo y mismo acto no puede proceder
por igual de el conocimiento del fin por los medios). Es un contacto con Dios, no tal
hábitos específicamente diferentes, tiene que proceder de ellos
terior y posterior. Y así: según lo an- como es en sí, en su misma esencia, sino por los efectos sobrenaturales que
I.° La fe Dios produce en el alma; no considerados de una manera abstracta, sino
proporciona la sustancia del acto, estableciendo formalmente contemplados, gustados, saboreados. Estos efectos son los medios objetivos
el contacto con la primera Verdad en sí misma, pero sin dar la visión. Con-
de este modo de conocer; y no se conoce a Dios por este medio de una ma-
curre como causa que pone intelectualmente en contacto formal con la pri-
nera abstracta y por el entendimiento, sino afectiva y experimentalmente.
mera Verdad, pero de una manera oscura. Da el acto mismo de conocer. sentido espiritual
La fe proporciona la materia Este conocimiento es, en parte, positivo (existe cierto
de la contemplación: Dios, objeto primario, y negativo. Cuanto mayores son estos efec-
las verdades divinas de la fe. Los dones intelectuales hacen el papel de para captarlo), pero principalmente
como veremos en seguida. La fe concurre como forma, tos amorosos, más se acerca negativamente el alma a Dios, concibiendo una
porcionando la sustancia causa propia principal pro- idea más pura de El, removiendo de El toda imperfección, etc. Es cierta
del conocimiento. Los dones intelectuales concu-
rren como causa propia secundaria, dice el Pseudo-Dionisio—, por cuanto todos
proporcionando el modo contemplativo, tiniebla (caligo mentis)—como
los efectos ad extra distan infinitamente de Dios. Y porque la fe formada
sabroso, experimental, de la Verdad Primera como presente y connatural. (efecto formal del amor,
2.° La caridad
concurre, no estableciendo el contacto formal, sino como supone la caridad, supone también la unión afectiva
disposición próxima efectiva (efecto de la unión afectiva; del afecto se pasa
que aplica el objeto al sujeto; por la caridad el objeto de el amor mismo) y la
la fe se hace presente al sujeto bajo la razón de don presente al efecto, a la cosa: la unión misma). Y aunque la caridad en esta vida, por
y connatural. razón del estado, sea de objeto distante (Dios), sin embargo, de suyo, por
Concurre, pues, no elicitiva, sino dispositivamente; pero necesariamente, ya
que es indispensable que la fe esté informada por la caridad. su propia esencia, exige la presencia.
3." Los dones intelectuales del Espíritu Santo concurren proporcionando Esto no significa que el conocimiento de fe sea inferior según su esencia,
el modo sobrehumano, o sea, en cuanto al objeto formal, al conocimiento de los dones; sino que los
contemplativo, experimental; y la permanencia y esta- en cuanto unidos a la caridad. Quitan en
bilidad de la contemplación. La fe proporciona la materia del acto contem- dones tienen este modo superior que proviene de la
plativo; los dones le proporcionan la forma contemplativa. Pero la forma cierto modo la oscuridad de la fe por la connaturalidad
no puede darse sin la materia, ni el modo sin la sustancia; luego los dones caridad.
dependen de la fe, y en todas las operaciones contemplativas concurre la fe. Ahora cabe preguntar: ¿en que estado de perfección es la fe principio
Pero veamos en qué forma concurren cada uno de los dones intelectuales.
a) El don de entendimiento de la contemplación?
da el conocimiento formal místico; el objeto virtudes teologales están o pucclen estar en un triple
se hace presente bajo la razón de conocido. PRENOTANDO.—Las
Por eso dice Santo Tomás: <1En
17 Sabido es que por el término riadores estado:
se entiende en Teología a los habitantes de este todavía permanecen en ellos las manchas del pe-
mundo,
- llama que caminan hacia la patria eterna. Y a los que gozan ya de la visión beatífica se les
comprehensores. 1.° En los incipientes : tengan el principio de ello,
is cado, ni están todavía en paz y sosiego, aunque
A excepción de Jesucristo mientras vivía en este mundo, que era a la vez viador y los hábitos infusos de las virtudes y dones.
comprehensor. Por eso no tenía fe—no podía tenerla, puesto que su alma santísima gozaba en cuanto están en gracia y poseen
tienen ciertamente los dones y las virtudes algo
ya de la visión beatífica—, aunque tenía en grado perfectísimo todos los dones del Espíritu
Santo. 2.° En los proficientes:
" más desarrollados que los principiantes, pero todavía en grado imperfecto,
Esta tesis es admitida por todas las escuelas de espiritualidad cristiana sin excepción.
El mismo
sus propiasP.palabras:
Crisógono la proclama abiertamente citando a José del Espíritu Santo. He aquí sin ejercer toda su virtualidad.
<■
El conocimiento intuitivo de la contemplación infusa tiene, de la fe,
la sobrenaturalidad de la sustancia del acto, y de los dones del Espíritu Santo, la sobrena- ad 5; Verit. 18,4
turalidad del modo de la operación» (P. CRISÓGONO, zo 1-11,69,2 ad 3 ; Cf. c et r; 11-1I,S,7; 45.(); IV Sent.
a.2 p.t67 i.•ed.). Compendio de ascética y mística p.3.° c.x ad 1, etc.
21 1-11,69,3 ad 1; 11-11,45,6.
3.°
En los perfectos: tienen los hábitos infusos perfectamente desarro- de la visión, que es siempre el objeto contemplado, sino el medio por el que
llados; se adecuan perfectamente al sujeto; están en perfecta paz y quietud; y en el que se ve). De lo contrario, la contemplación se confundiría con la
pueden prorrumpir fácilmente en el acto sublime de la contemplación. visión inmediata e intuitiva, que es la propia de la visión beatífica.
Estos tres estados corresponden a las tres vías tradicionales: purgativa, El conocimiento contemplativo en esta vida se realiza, pues, a base dc
iluminativa y unitiva. Y se dan los tres en las virtudes teologales, en los do- especies inteligibles. Pero esto plantea un nuevo y último problema, que
nes del Espíritu Santo y en las virtudes morales. vamos a resolver en la siguiente conclusión.
Veamos ahora, en una nueva conclusión, la contestación a la pregunta
formulada. Conclusión 13: La contemplación no requiere nuevas especies
53x.
infusas; bastan las mismacl especies sobrenaturales que propor-
529. ciona la fe iluminadas por ia luz infusa procedente de los dones
Conclusión II : La fe no es principio inmediato elicitivo de la
contemplación en su primer estado (incipiente), ni lo es perfec- intelectuales del Espíritu Santo.
tamente en el segundo (proficiente), sino únicamente en el ter-
cero (estado perfecto). Esta conclusión tiene dos partes, que vamos a probar separadamente.
Primera parte.—No requiere nuevas especies infusas.
Esta conclusión tiene tres partes, que vamos a probar por separado. r.° Porque ya hemos visto más arriba (conclusión o) que el hábito in-
Primera parte.—No es en el estado incipiente, porque en él, aunque se mediatamente elicitivo del acto contemplativo es la fe informada por la cari-
posee el hábito de la fe, sus actos brotan con muy poca intensidad y firmeza dad y reforzada por los dones intelectuales del Espíritu Santo. No se requiere
a causa de las huellas y reliquias que dejaron en el alma los pasados pecados, nada más.
de los que no está todavía suficientemente purificada. Ahora bien: la con- 2.° Porque, de lo contrario, la contemplación infusa se confundiría con
templación supone un acto vivísimo de fe, incompatible, de ley ordinaria 22, ya que esa nueva especie infusa equivaldría a una
las gracias gratis dadas,
con este estado de cosas.
verdadera revelación de algo desconocido hasta entonces, y esto es un ver-
Segunda parte.—No lo es perfectamente en el segundo (proficiente), por- dadero milagro que está fuera en absoluto de las vías normales de la san-
que, aunque en este estado—correspondiente a la vía iluminativa—comien- tidad 23.
zan ya las primeras manifestaciones de la contemplación infusa (recogimien- Segunda parte.—Bastan las verdades de la fe iluminadas por los dones in-
to infuso, quietud y unión simple), sin embargo, todavía los hábitos infusos telectivos.
Porque las verdades de la fe son de suyo oscuras, como de non visis, y
no están perfecta y totalmente connaturalizados con el sujeto de manera que
en sí mismas a no ser que
puedan pronta y fácilmente producir el acto contemplativo en grado perfecto. por eso no pueden ser propiamente contempladas no
Tercera parte.—Unicamente una luz infusa venga a iluminarlas dándoles una especie de evidencia;
en este estado perfecto la fe y los dones intrínseca u objetiva (los misterios continúan siéndolo en esta vida por mu-
están plenamente arraigados y connaturalizados con el sujeto. El acto con-
templativo brota con grandísima facilidad y en grado intensísimo. Son las cho que se les ilumine), pero sí subjetiva o experimental: y éste es cabalmente
oraciones místicas, correspondientes a la vía unitiva : el efecto propio de los dones intelectivos del Espíritu Santo, que nos dan
unión plena, unión ex- un conocimiento sabroso, contemplativo, experimental, de las cosas de la fe
tática y unión transformativa, en la que se realiza el llamado matrimonio
espiritual entre Dios y el alma. Se produce una gran paz y quietud, estupor por una especie de instinto y connaturalidad con lo divino.
y pasmo ante las grandezas de Dios, silencio espiritual perfecto, embriague-
ces y deliquios místicos, acompañados con frecuencia de epifenómenos y Características psicológicas de la contemplación
gracias extraordinarias. El alma queda transformada en Dios y puede excla- 3.°
mar con San Pablo: «para mí la vida es Cristo» (Phil 1,2r); o también : «ya
532 Precisada ya teológicamente
la naturaleza íntima de
no vivo yo, es Cristo quien vive en rrib (Gal 2,2o).
la contemplación infusa, vamos a recoger ahora las principales
53o. Conclusión 12: características de tipo psicológico y experimental
que permiten
En cualquier grado de perfección que se pro-
duzca el acto contemplativo, siempre se realiza a base de tina reconocerla en la práctica y distinguirla de otros fenómenos del
doble especie inteligible : impresa y expresa. espíritu que pudieran parecérsele.
Algunos autores—pocos—afirman que la contemplación se realiza sir-)
Algunos autores—entre los que destaca el P. Poulain—se li-
ninguna especie inteligible, impresa o expresa. Se trata—dicen—de un co- mitan exclusivamente a la exposición de este aspecto puramente
nocimiento concreto e intuitivo que no puede hacerse por estas especics
abstractas.
psicológico y experimental de la contemplación, dejando com-
pletamente a un lado la investigación teológica de su naturaleza
Pero esta doctrina no puede admitirse. En esta vida, todo acto de cono-
cimiento natural o sobrenatural requiere necesariamente un verbo mental
íntima. Esta actitud puede admitirse si—como advierte expre-
<lun
(especie expresa), que, a su vez, exige la excitación
de una previa especie samente el P. Poulain se trata Únicamente de presentar
impresa. Estas especies son el medio del conocimiento (no el objeto
misn7o simple manual parecido a esos tratados de medicina práctica
22 Declina, de
porque en absoluto no e, informacion sobre la no necesidad de especies inrusas
del todo imposible un acto transi- 23 El lector que desee tina amplia Garrigou-Lagrange,
torio de contemplación infusa en los comienzos mismos de la vida espiritual, como vimos en Para la contemplación, leerá con provecho los extensos artículos del P.
otro lugar de esta obra (cf. n.179). pf 1-511 de la 7.. ed.
recogidos en su obra Pcrfection el contemplation
que, sin perderse en altas teorías biológicas, enserian buena- Para mayor claridad puede describirse lo que se siente designando esta sen-
mente a diagnosticar con rapidez cada enfermedad y a sación con el nombre de toque interior> 29.
recetar
el remedio conveniente» 24; pero es a todas luces insuficiente Las almas experimentadas--en efecto--se sienten empapadas de lo so-
si brenatural como una esponja que se sumerge en el agua.
Ello les produce de-
se quiere presentar una obra verdaderamente científica. Nos- leites inefables «diferentísimos de los de acá» (Santa Teresa), aunque con
otros no desdeñamos este aspecto psicológico de la contempla- mayor o menor intensidad según el grado de oración en que se encuentran
ción (sería absurdo tratándose de una realidad eminentemente y el grado de intensidad de la divina acción a través de los dones del Es-
psicológica como ella es); pero nuestro modesto trabajo nos píritu Santo 3°.
parecería muy incompleto si no hubiéramos examinado pre- 535. 3.a Imposibilidad A.,soluta de producir por nuestros propios
viamente sus fundamentos teológicos, esfuerzos la experiencia mística.—Esta es una de las notas más típicas y
únicamente de los cuales características, que tiene, además, la ventaja de no fallar nunca en ninguno
puede recibir solidez y consistencia. de los estados de oración mística o contemplativa. El alma tiene conciencia
He aquí, pues, las principales características psicológicas clarísima de que la experiencia inefable de que está gozando no ha sido pro-
que
suele presentar en la práctica la contemplación infusa: ducida por ella, ni durará un segundo más de lo que quiera el misterioso
agente que la está produciendo. El alma es el sujeto pasivo de una sublime
533. i.a experiencia que por sí sola no podría producir jamás. Los textos de los mís-
La presencia de Dios sentida.—E1 P. Poulain insiste mucho
en esta nota, que considera la más importante y esencial ticos experimentales—particularmente de Santa Teresa—son innume-
de la contempla-
ción infusa. «La verdadera diferencia—dice—con los recogimientos de la rables 31.
oración ordinaria es que, en el estado místico, Dios no se contenta con ayu- Causa de esta impotencia.—La razón de esta impotencia es muy sencilla.
darnos a PENSAR en El y a RECORDARNOS Como la contemplación es producida por los dones del Espíritu Santo ilu-
conocimiento intelectual experimental su presencia, sino que nos da un
de esta presencia; en una palabra, nos minando la fe, y el hombre no puede actuar por sí mismo los dones, ya que
hace sentir no son instrumentos suyos--como las virtudes—, sino directa e inmediata-
que entramos realmente en comunicación con él» 25.
Los discípulos del P. Poulain repiten esta misma doctrina. Fue el mente del Espíritu Santo, sólo cuando El quiera y mientras El quiera se
P. Grandmaison quien propuso la siguiente fórmula, que ha hecho fortuna ponen en movimiento, no antes ni después.
entre los autores: «Los místicos son los testigos de la presencia amorosa de El P. Poulain, siguiendo su estilo de prescindir de las explicaciones teo-
Dios en nosotros» 26. lógicas para describir psicológicamente los hechos, pone un símil muy grá-
Nada tendríamos que oponer a esta doctrina si nos la presentaran como fico y expresivo. Helo aquí con sus mismas palabras: «Las tesis que acabamos
la nota más frecuente y ordinaria de exponer nos hacen entrever por qué la unión mística no está a nuestra
de la experiencia mística; pero los hechos
obligan a rechazarla si se la quiere presentar como la nota típica y disposición como la oración ordinaria. Esto obedece a que esta unión nos
esencial da una posesión experimental de Dios. Una comparación hará comprender
que nunca falla. Hemos expuesto en otra parte las razones que nos obligan
a ello, y nada tenemos que añadir aquí (cf. n.176). esta explicación. Si un amigo mío se oculta detrás de un muro, puedo siem-
realmente en rela-
534. 2.a pre pensar en él cuando me plazca. Pero si quiero entrar
La invasión de lo sobrenatural en el alma.—Es otra cle las ción con él, mi voluntad no basta; es preciso que el muro desaparezca. De
características más típicas _v frecuentes, semejante manera, Dios está oculto. Con ayuda de la gracia, depende siem-
aunque puede fallar y falla de hecho
cn los intervalos de purificaciones pasivas. Cuando se produce—que es lo pre de mi voluntad pensar en él; y esto es la oración ordinaria. Pero se com-
más Qrdinario—, el alma se siente invadida de una manera inequívoca e prende que, si quiero entrar realmente en comunicación con él, esta volun-
sólo la mano divina lo
inefable por algo que no sabría expresar con precisión, pero que siente cla- tad no basta. Hay un obstáculo que se ha de quitar, y
ramente que «a vida eterna sabe». Es la acción desbordada de los dones, que puede hacer». Y a renglón seguido añade atinadamente:
inundan al alma de vida sobrenatural. «El hombre—advierte el P. Grand- «Si no se puede producir a voluntad el estado místico, al menos se puede
maison—tiene la impresión de entrar no por un esfuerzo, sino por un llama- uno disponer. Y esto por la práctica de las virtudes y también por una vida
miento, en contacto inmediato, sin imagen, sin discurso, aunque no sin luz, de recogimiento interior y exterior.
con una Bondad infinita» 27. A veces es uno sorprendido por la unión mística leyendo algún libro
El P. Poulain añade: «En los estados inferiores
al éxtasis no puede decirse que se vea a Dios, si no es en casos excepciona-
le.:; no se siente uno impulsado instintivamente a emplear la palabra 2° P. POULAIN, 0.C., c.6 n.8.
Lo que constituye, por el contrario, el fondo común de todos ver. 30
He aquí un texto muy expresivo de SANTA TERESA: «Mas no puedo decir lo que se
28 los grados siente cuando el Señor la da a entender secretos y grandezas suyas; el deleite tan sobre cuan-
de unión mística es que la impresión espiritual por la que Dios manifiesta tos acá se pueden entender, que bien con razón hace aborrecer los deleites de la vida, que
su presencia le hace sentir algo así como una cosa son basura todos juntos. Es asco traerlos a ninguna comparación aquí—aunque sea para go-
penetrada el alma; es una sensación de imbibición,
interior de la que está zados sin fin—, y de estos que da el Señor, sola una gota de agua del gran río caudaloso que
31,1o, donde dice que el deleite
de fusión, de inmersión. nos está aparejado» (Vida 27,12; cf. Camino de perfección
de la contemplación «es diferentísimo de los contentos de acá y que no bastaría señorear el inun-
24 P. POULAIN, do con todos los contentos de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción que es en lo
z s p. POUI AIN, Des gráces d'oraison pret.. n.2 (i ed•)•
0.C., c.,5 n.3. interior de la voluntad»).
26 DE GRANDMAISON, consiente la voluntad en aquellas merce-
Religion perminclle p.178 (ed. París 1927). 31 He aquí unos textos de SANTA TERESA: ,SÓ10
27 GRANDMAISON, 0.C., p.I59. «No osa bullirse ni menearse, que de entre las manos le parece
zs des que goza» (Vida 17,1).
que se le ha de ir aquel bien; ni resolgar algunas veces no querría. No entiende la pobrecita
ya sabe el lector que nosotros no admitimos esta totalidad absoluta, aunque sea ése bien, que menos podrá detenerle mris
el efecto más frecuente y ordinario de la experiencia mística.--.\:. que, pues ella por sí no pudo nada para traer a sí a aquel
del A. de lo que el Señor quisiere» (Vida 15,r).
piadoso u oyendo hablar de Dios. En este caso, la lectura o la conversación Espíritu Santo y en la medida y grado que El quiera. Es cierto que el alma,
no son la causa, sino la ocasión de la gracia recibida. Esta gracia tiene por bajo la acción de los dones, reacciona vitalmente y coopera con todas sus
única causa a Dios; pero Dios tiene cuenta la dit:posición fuerzas a la influencia divina, pero se trata de una actividad recibida—por
en que nos en-
contramos» 32. así decirlo—, efecto inmediato de la gracia operante. Es el famoso paticns
De aquí se siguen varias consecuencias 33.
a) Nadie puede ponerse a contemplar divina del Pseudo-Dionisio, que han experimentado todos los místicos. Por
cuando le plazca. No basta que eso dice Santo Tomás: «El hombre espiritual no se inclina a obrar alguna
uno quiera; es menester que quiera también el Espíritu Santo. cosa movido principalmente por su propia voluntad, sino por instinto del
b) El alma puede y debe disponerse para recibir esa acción del Espíritu Y en otra parte: «En los dones
Espíritu Santo» (In Ep. ad Rom 8,14,3.a).
sino más
Santo, y es cosa importantísima, como advierte Santa Teresa 34. Pero no del Espíritu Santo el alma hunS,,na no se conduce como motora,
siendo estas disposiciones la causa eficiente de la contemplación, a veces se
recibe de improviso (sin ninguna preparación previa) y otras veces no se bien como movida» (11-11,52,2 aci 1).
recibe por mucho que el alma se prepare para ello. 537. 5.a El conocimiento experimental que se tiene de Dios du-
c) Una vez recibida la divina moción, no se la puede rante la unión mística no es claro y distinto, sino oscuro y confuso.--
intensificar a pesar
de todos los esfuerzos del alma (que, por otra parte, no servirán sino de San Juan de la Cruz explica amplia y maravillosamente este carácter de la
Noche
obstáculos a la acción divina). Nadie se hunde en Dios sino en la medida contemplación en la Subida del Monte Carmelo y, sobre todo, en la
y grado en que El lo quiere. contemplativa de
oscura. La razón teológica fundamental es porque la luz
d) Nadie puede determinar con sus esfuerzos la especie
de esa unión los dones recae sobre el acto sustancial de la fe, iluminándole extrínseca y
intrínseca y ob-
mística, o sea, el grado de oración mística a que corresponde. Depende en- subjetivamente, como hemos explicado más arriba 37, pero no
y los misterios sobrenatu-
teramente de Dios, que no siempre sigue la clasificación o el orden señalado jetivamente, ya que de suyo la fe es de non visis,
por Santa Teresa o los demás místicos experimentales. Dios hace en cada rales continúan siendo misterios por mucho que se les ilumine en esta vida.
alma lo que quiere, cuando quiere y como quiere. Sólo el lumen gloriae romperá los sellos del misterio y nos dará una con-
e) A veces, la experiencia mística comienza, se intensifica y va dismi- templación clarísima y distinta de Dios y sus misterios, que no será otra
nuyendo poco a poco hasta desaparecer del todo en aquella ocasión, y esto que la visión beatífica. Pero en este mundo, mientras continúe la vida de fe,
es lo más frecuente y ordinario. Pero otras veces aparece y desaparece brus- la visión contemplativa tiene que ser forzosamente oscura y confusa, no
camente sin que el alma haya hecho absolutamente nada para provocarla o clara ni distinta.
alejarla. En la vida mística pueden producirse, sin embargo, epifenómenos ex-
f) Ordinariamente no se puede interrumpir la experiencia mística por traordinarios que aparecen al alma claros y distintos. Son ciertas gracias
un simple querer interior de la voluntad (sobre todo si la experiencia es gratis dadas (como las visiones y revelaciones) que suponen nuevas especies
fuerte e intensa). Es preciso, para disminuirla o hacerla desaparecer, mo- infusas o una acción divina del todo especial, gratuita y extraordinaria, que
verse, distraerse, entablar una conversación enteramente ajena a la expe- nada tiene que ver con el mecanismo normal de la contemplación infusa a
riencia, etc., y aun así no acaba de conseguirse del todo hasta que Dios base de la luz contemplativa de los dones sin infusión de nuevas especies.
quiere. De donde se sigue que un director espiritual que exija al alma diri- La contemplación infusa, de suyo, recae sobre el acto sustancial de la fe,
gida que se desembeba de su oración mística para volver a la oración «ordina- que es necesariamente oscuro y confuso, no claro ni distinto 38.
ria», además de cometer una torpísima imprudencia, le pide un imposible
g) «Otra consecuencia de lo que precede es que en la unión mística 35. 538. 6.a
La contemplación infusa da al alma plena seguridad de
se
siente uno, con relación a ese favor, en una dependencia absoluta que se encuentra bajo la acción de Dios.—Según las descripciones de
luntad divina; depende de sólo Dios darla, aumentarla o retirarla.de la vo- los místicos experimentales, mientras dura el acto contemplativo, el alma
Nada hay más propio para inspirar sentimientos de humildad. Porque no puede abrigar la menor duda de que se encuentra bajo la acción de Dios
el alma ve claramente que desempeña un papel muy secundario: el del pobre e íntimamente unida a El. Pasada la oración, podrá dudarlo; pero mientras
que alarga la mano. En la oración ordinaria, al contrario, se siente tentada permanece en ella, la duda se le hace del todo imposible. Es verdad que esta
a atribuir a sus talentos la mayor parte del éxito. seguridad admite diferentes grados—en la oración de unión es tan firme y
Esta dependencia continuamente sentida produce también un temor absoluta, que, si falta, afirma Santa Teresa que no es verdadera unión 39—,
filial de Dios. Porque vemos cuán fácilmente puede castigar nuestras inficle- pero comienza ya a tenerse en las primeras manifestaciones contemplativas.
liclacics, haciéndonos que lo perdamos todo instantáneamente» La razón es muy sencilla. El alma tiene conciencia clarísima de que no
36.
ha producido ella misma aquella experiencia divina de que está gozando.
53G. 4.a En la contemplación, el alma es más pasiva que activa.— Y el Espíritu Santo, que la está produciendo con sus dones, pone en ella
Es una consecuencia de cuanto acabamos de decir. El alma no puede «po-
37
Cf. la décima conclusión que hemos establecido para precisar la naturaleza de la con-
nerse a contemplar» cuando ella quiera, sino únicamente cuando quiera el
templación infusa (n.528).
32 Ox.. C.7 ri.7-8. preciso, en la práctica de la dirección espiritual, tener muy en cuenta este carácter
38 Fs
3, Cf. P. POULAIN, 0.C., c.7 n.5. oscuro y misterioso de la contemplación infusa para no incurrir en lamentables confusiones.
34 Cf. Relación al P. Rodrigo Cuando el alma manifiesta que «siente una cosa muy grande que la lleva a Dios, pero que no
Alvalez n.3. un director experimentado reconocerá
35 sjn embargo—advierte atinadamente el P. Poulain (ihid., n.6)—, sabe lo que es, ni la comprende, ni la sabe explicat,,
mostrar su buena voluntad ensayando el dirigido deberá en seguida una de las características más típicas de la experiencia mística, mientras que otro
dócilmente a obedecer. El resultado será nulo—a menos puede pensar fácilmente que se trata de un alma extraviada y soñadora, a la
cíe abandonar totalmente la oración, lo que sería una locura—, pero no importa. La obedien- menos a ■ isado por los senderos, «ordinarios» y a practicar otro tipo menos ab-
cia no puede obligarle a conseguirlo, sino sólo a ensayarlo. Aunque lo mejor que podría (pie hay que obligar a camit Jai- cuando se ignotan
hacer surdo de oración. ¡Cuántas v cuan zia ■ cs imprudencias se pueden cometer
36 el alma es cambiar de director, abandonando una dirección tan imprudente.
P. POULAIN, 0.C., I1.7 C.7. los verdaderos caminos de Dios!
39 Cf. Moradas quintas 1,
una seguridad tan firme e inequívoca de que la tiene sometida a su acción, Solamente se puede concebir una seguridad más firme a base de una re-
que, mientras la está gozando, el alma dudaría antes de la existencia del sol velación tan clara, que su realidad se impusiera absolutamente al espíritu.
o de su propia existencia que de la realidad divina que está experimentando. Lo que acabamos cle decir permite tranquilizar a las almas místicas que
Aquí es donde se cumple aquello de San Pablo: «El Espíritu mismo da tes- son asaltadas por violentas tentaciones. Con frecuencia quedan inquietas te-
timonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios4 (Rom 8,16). miendo haber cedido más o inenos. Deben decirse a sí mismas que, aunque
Sin embargo, en las noches pasivas, esta seguridad de estar bajo la acción fuera fundado el temor de una falta grave, han hallado de nuevo el estado
divina sufre un eclipse en el alma, por las razones que ya hemos explicado de gracia por efecto mismo de la unión mística, que se lo ha devuelto 44.
en su lugar correspondiente (cf. n.176). No se trata, pues, de una certeza absoluta e infalible—que no puede
darse, según la definición deh:-.oncilio de Trento, a menos de una especial
539. 7.a La contemplación infusa lleva al alma la seguridad moral
revelación divina—; pero sí de una certeza moral, incomparablemente más
de estar en gracia de Dios.—Es una consecuencia natural y obligada de grande que la que puede -tener un simple cristiano examinando sus actuales
la característica anterior. Pero es menester entenderla rectamente para no disposiciones 45.
dar en lamentables extravíos.
Es de fe—fue definido por el concilio de Trento—que sin una especial 540. 8.a La experiencia mística es inefable.—Los místicos no acier-
revelación de Dios nadie puede saber con certeza que pertenece al número tan a expresar con claridad lo que les pasa. «No hay lenguaje para platicar
de los predestinados, o que no puede volver a pecar, o que se convertirá de estas cosas*, diría Santa Teresa. La misma Santa, al comenzar a describir la
nuevo después del pecado, o que recibirá el gran don de la perseverancia contemplación infusa en las Cuartas moradas, escribe textualmente: «Co-
final 40. Ni tampoco puede saber con certeza de fe—que no puede fallar— mienzan a ser cosas sobrenaturales, y es dificultosísirno de dar a entender,
haber recibido la gracia de Dios (D 8o2 823). si Su Majestad no lo hace* 46. SÓI0 a fuerza de metáforas, ejemplos, compa-
Ahora bien: esa seguridad grandísima que la contemplación infusa pone raciones «que no les contentan)) 47 y otros rodeos y circunloquios aciertan a
en el alma de que está bajo la acción amorosa de Dios, ¿equivale a una ver- decir algo de lo que les pasa a los que nunca lo han experimentado.
dadera revelación divina ? Moralmente hablando, nos parece que sí. Hace- La razón es siempre la misma. La acción sobrenatural de los dones tras-
mos enteramente nuestras las siguientes palabras del P. Poulain 41: ciende el modo discursivo de la razón humana. Lo intuitivo se percibe, pero
«Dado que se tenga la unión mística, ¿puede uno concluir que está en es- no se puede expresar con propiedad a base de discursos y razonamientos
tado de gracia? Si se tuvieran simplemente revelaciones y visiones, la res- humanos.
puesta sería negativa. Porque la Sagrada Escritura refiere visiones que fue-
ron enviadas a pecadores, como Balaam, Nabucodonosor y Baltasar 42. 541. 9.a La contemplación puede revestir diversas formas.—No
Pero aquí hablamos de la unión mística. He aquí la respuesta: los que siempre el fenómeno contemplativo se produce de igual forma. Unas veces
reciben esta unión sin revelación especial sobre su estado de gracia tienen prevalece la iluminación del entendimiento (contemplación querúbica de los
simplemente la certeza moral de encontrarse en la amistad con Dios. Es una antiguos), otras la inflamación de la voluntad (contemplación seráfica). A ve-
certeza muy superior a la que un cristiano ordinario puede sacar de sus dis- ces—la inmensa mayoría—es suave y deleitable, pero otras es terriblemente
posiciones. dolorosa y purificadora. De ordinario deja al alma en quietud y paz, sin que
En efecto, se puede tener la certeza moral de que el estado de oración que se le ocurra desear mayor felicidad; pero otras veces enciende en el alma una
se experimenta es precisamente la contemplación mística tal como la conci- sed devoradora de poseer el Bien infinito de una manera más plena y pro-
ben todos los autores. Pero: 1.° Esta unión encierra o incluye un acto con- funda. Son variadísimas, en fin, las formas que puede revestir la contempla-
tinuo de amor perfecto, lo que sería suficiente para devolver el estado de ción, y es preciso tener muy en cuenta este detalle para no desorientarse en
gracia si no se le tuviera ya. Por consiguiente, la comprobación dc la unión la dirección de las almas.
mística es una prueba sólida del estado de gracia. Lo supone o lo produce.
2.° Se admite que esta contemplación es producida por ciertos dones del Es- 542. Io.a La unión mística presenta fluctuaciones o variaciones
píritu Santo, los cuales suponen necesariamente el estado de gracia. No en- continuas.—Oigamos a Santa Teresa: «Aunque a veces dura gran rato,
otras de presto se acaba, como quiere comunicarle el Señor, que no es cosa
tra en el plan de la Providencia producir los actos de los dones sin los dones
mismos. 3.° En esta contemplación, Dios muestra al alma su amistad; lo que que se puede procurar por ninguna vía humana. Mas aunque está algunas
le concede es una presencia de amigo 43. veces rato, quitase y torna: en fin, nunca está estante, y por eso no acaba de
Se tiene, pues, una certeza moral, y por esto con razón se mira la unión abrasar al alma, sino ya que se va a encender, muérese la centella y queda
mística como una primera expansión de la gracia santificante que prepara con deseo de tornar a padecer aquel dolor amoroso que le causa» 48.
Con estas fluctuaciones y alternativas puede permanecer el alma en ora-
la expansión definitiva, que será la visión beatífica. « ¿Qué es la vida mís-
tica sino la vida de la gracia haciéndose consciente, como experimental ?,) " Ya se comprende que—aun en este caso—estas almas quedarán obligadas a someter
(R. P. BAINVEL, Nature et surnaturel e.2,5). su falta grave a la absolución sacramental, lo mismo que el que ha recuperado el estado de
giacia en virtud de un acto de contrición.—N. del A.
4, Cf. D 8o5 825 826 833. 45 Cf. MI,' 2,5, donde Santo Tomás pone como signos conjeturales para conocer si es-
41 0.C., C.I2 n.ro. tamos en gracia .se delectari in Deo... contemnere res mundanas... non esse sibi conscius
42 alicuius peccati mortalis... per quandam experientiam dulcedinis, quam non experitur ille qui
Como es sabido--y estudiaremos en su lugar correspondiente - , las visiones y revela- non accipit». Sin embargo, añade a continuación que este conocimiento es imperfecto; o sea,
ciones son gracias gratis dadas que no entran en el desarrollo normal de la gracia y pueden
que no puede darnos una certeza absoluta, sino tan sólo moral o por conjetura.
recibirlas incluso los que están en pecado mortal.-- N. del A. 46 Cual tas moradas 'J.
43 Santa Teresa hablando de la quietud: 4-os que esta merced conojeron (SAIsil A
sí, tt,tiqau,,
por tales (habla de los amigos de Dios), si saben responder con las leyes que aun la buena 47 ,,Riéndome estoy de estas comparaciones, que no me contentan, mas no sé otras,/
amis- TERESA, Moradas séptimas 2,11).
tad del mundo pide» (Vida 1.5,5).—Nota del P. Poulain.
48 Moladas sextas 2,4.
ción mística varias horas, según Santa Teresa 49. A veces, la unión mística distinguir cuidadosamente entre los actos constitutivos de la unión mística
no dura más que un instante (toque mMico); otras, se prolonga largo rato. y los actos adicionales a ella 53. Se llaman actos constitutivos o fundamentales
Pero ordinariamente no permanecerá ni cinco minutos en el mismo grado los que pertenecen necesariamente a ella y siempre la acompañan, tales como
de intensidad. Durante el pe' íodo ascendente, cl alma espera anhelante lle- pensar en Dios, amarle, etc. Y son actos adicionales fuera de las distraccio-
gar hasta. una cumbre inefable que presiente y adivina; pero he aquí que de nes—aquellos otros que no son propios de la unión mística, esto es, que ni
pronto, y sin saber por qué, comienza a descender. Es entonces cuando el son causa ni efecto de ella. El término adicional expresa con claridad que se
alma comienza a lanzar—aunque en grados diferentes —la dolorosa excla - ha añadido algo no esencial a la acción divina; v.gr., rezar un avemaría, leer
moción de San Juan de la Cruz: unas líneas de un libro piadoso, ponerse a pensar en la muerte, etc.; y, en
general, toda iniciativa humana S(.:xclependiente o al margen de la acción divina.
¡Oh llama de amor viva, Ahora bien: la unión mística impide, más o menos, la producción de estos
que tiernamente hieres actos adicionales. En el éxtasis, la dificultad es insuperable. En las oraciones
de mi alma en el más profundo centro! inferiores, la imposibilidad no es absoluta, pero siempre se siente alguna di-
Pues ya no eres esquiva, ficultad, tanto mayor cuanto mayor sea la intensidad de la unión mística.
acaba ya, si quieres; Las almas experimentan durante la contemplación verdadera dificultad, v.gr.,
rompe la tela de este dulce encuentro. en el rezo de las oraciones vocales. A veces comienzan a recitar el Padre-
nuestro, pero una secreta fuerza interior les obliga a suspender su oración
543. 'La La contemplación mística repercute con frecuencia so-
bre el cuerpo.—Esta repercusión puede afectar muy diversas formas. He
a las dos o tres palabras. Intentan proseguir con un verdadero esfuerzo, y
apenas se dan cuenta, cuando ya han dejado de hablar otra vez. Sólo a cos-
aquí las principales:
ta de grandes esfuerzos y continuas interrupciones podrían recitar por en-
a) A veces, el deleite espiritual intensísimo de que está gozando el tero el rosario u otra oración vocal de relativa extensión.
alma tiene una repercusión en la sensualidad, en la que pueden producirse En resumen: el estado místico tiende comúnmente a excluir todo lo que le
desconcertantes fenómenos 59. Pero San Juan de la Cruz advierte que eso es extraño, principalmente lo que proviene de nuestra industria y esfuerzo.
suele ocurrir únicamente en los principiantes de natural dierno y delezna- A veces, sin embargo, hay excepciones. Dios puede muy bien, si quiere,
ble» 51. El remedio está en no hacer caso y seguir adelante en la oración, re- inspirar al alma uno de estos actos adicionales, que no perjudicará en este
chazando y despreciando aquel efecto corporal. caso a la unión mística. Pero siempre suele tratarse de actos suaves y senci-
b) Cuando la contemplación es muy intensa, el organismo se altera llos, jamás enérgicos o violentos, que, lejos de favorecerla, la extinguirían
visiblemente. Los ojos se empañan como afectados por una niebla que di- fácilmente.
ficulta la visión. La respiración se vuelve débil e intermitente, si bien reac- La conducta práctica que debe observar el alma es secundar dócilmente
ciona fuertemente, de cuando en cuando, en una profunda aspiración instin- la acción de Dios, sin empeñarse en producir actos adicionales si experimenta
tiva como para absorber la necesaria cantidad de aire. Los miembros se pa- dificultades para ello. Limítese, a lo sumo, a alguna breve aspiración amo-
ralizan en parte (los dedos, por ejemplo, pierden su fuerza para sostener un rosa, repetida de vez en cuando para prevenir las distracciones y cooperar
objeto cualquiera, que les cae fácilmente de las manos). El calor vital dismi- suavemente a la divina acción 54. Unicamente cuando se trate de oraciones
nuye, sintiéndose un ligero enfriamiento, sobre todo en las manos y pies, vocales obligatorias (v.gr., el rezo del breviario para los obligados a él) ha-
etcétera. Todos estos datos se han comprobado mil veces en las almas con- bría que rezarlo a toda costa, aunque fuera a base de disminuir la unión mís-
ternplativas, y Santa Teresa habla de ello en diferentes lugares de sus obras 52. tica, poniéndose, v.gr., a andar, a recitar con un compañero, etc.
Cuando se produce el éxtasis, la enajenación de los sentidos es completa y
total, como veremos en su lugar. Ejemplos concretos en los santos.—He aquí unos cuantos datos tomados
del P. Poulain 55. San Felipe Neri no podía, a veces, terminar de rezar su
La explicación de estos fenómenos hay que buscarla en la limitación de breviario a no ser alternando con un compañero; de lo contrario, le arreba-
nuestras energías. Cuando el espíritu se absorbe en una operación intensí- . taba el éxtasis y se hundía en Dios, abandonando el rezo. San José de Cuper-
sima, el cuerpo tiene que acusar forzosamente el contragolpe y desamparo tino llegaba con frecuencia al anochecer sin haber podido rezar el breviario,
de la energía que le ha robado el alma. Y al revés: cuando el hombre se en- aunque lo había intentado muchas veces. Durante treinta y cinco años, los
trega febrilmente a las cosas corporales, el espíritu queda debilitado para superiores le excluyeron de las ceremonias del coro, de las procesiones y
sus propias operaciones. Por eso dice San Pablo que el hombre carnal no hasta del refectorio común, porque, a causa de sus éxtasis continuos, inte-
puede comprender las cosas espirituales (1 Cor 2,14).
c) A veces, en los estados muy intensos de contemplación, se produ- rrumpía la marcha de la comunidad. Era un verdadero milagro—dice su
historiador—que en medio de sus éxtasis pudiera el Santo acabar de decir
cen otros fenómenos corporales verdaderamente sorprendentes: lágrimas de su misa. Apenas terminada, corría a su celda, lanzaba un grito y caía de ro-
sangre, aureolas luminosas, suspensión en el aire, estigmatización, etc., etc.
dillas en éxtasis. A San Ignacio de Loyola le dispensaron el rezo del brevia-
Pero todo esto pertenece al capítulo de los epifenómenos extraordinarios rio por la misma razón. Con frecuencia se veía obligado a interrumpir varias
y gracias gratis dadas, que estudiaremos en su lugar correspohdiente.
544. 12.a La contemplación mística suele producir la suspensión 53 El P. Poulain ha explicado muy bien esta distinción; cf. o.c., c.o n.13.
54 Santa Teresa lo avisa con mucha oportunidad a sus monjas: «Bien es procurar más so-
o ligadura de las potencias.—Para comprender este efecto es menester ledad para dar lugar al Señor y dejar a Su Majestad que obre como en cosa suya; y cuando más
49 Cf. V'ida 18,12-13. una palabra de rato en rato suave, como quien da un soplo en la vela, cuando viera que se ha
muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no sirve de más de matarla, a mi pa-
5, Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura 1,4.
recer. Digo que sea suave el soplo porque por concertar mucha, palabras con el entendimiento
5, [bid., n.s. no ocupe la voluntadl (Camino 31,7).
52. Cf., entre otros, Vida 18,1o; 19,2;
2o,3, etc. 55 0.c., c.1.1 n.16.
veces su misa, de suerte que empleaba más de una hora en decirla, a pesar
de sus esfueizi ,s por no rebasar la inedia hora que había señalado a sus e- 5.° Definición de la contemplación infusa
)s.
547. De acuerdo con las explicaciones dadas para precisar
545. 13.a La contemplación infusa lleva consigo un gran impulso la naturaleza de la contemplación infusa, podemos dar de ella
a la práctica de las virtudes cristianas.—Es una de las notas más típicas
e inequívocas de la verdadera contemplación. Santa Teresa lo repite cons-
la siguiente definición sintética: es una simple intuición de la
tantemente. El alma que no salga de su oración con grandes impulsos hacia verdad divina procedente de la fe ilustrada por los dones de en-
las virtudes sólidas: la humildad, la perfecta abnegación de sí mismo, el ex- tendimiento, sabiduría y hiencia en estado perfecto.
píritu de sacrificio, el amor a la cruz y, sobre todo, el amor de Dios y del Expliquemos brevemente la definición:
prójimo en grado intensísimo, puede estar bien segura de que no ha tenido
oración contemplativa. «Es UNA SIMPLE INTUICIÓN-1—Entendemos aquí por intuición un juicio
Y lo más sorprendente y maravilloso es que, a veces, el alma contempla- inmediato. Porque la contemplación, en efecto:
tiva se siente instantáneamente en posesión de una virtud que no había po- 1) No es una simple aprehensión, porque en ésta todavía no se encuen-
dido conseguir en largos años de continuos esfuerzos. Santa Teresa compara tra formalmente la verdad, sino tan sólo incoativa e imperfectamente, y la
estos cambios tan profundos a un gusano de seda que se convierte de pronto contemplación posee formalmente la verdad 57. La verdad está formalmente
en una «mariposica blanca muy graciosa» (Moradas quintas 2,2). El alma no en el juicio.
podría conseguir en muchos arios de meditación lo que allí le comunica el 2) Tampoco es un juicio discursivo, porque la contemplación procede de
Señor en un instante (ibid., n.i la fe ilustrada por los dones, y ni la fe ni los dones son discursivos.
Es preciso, sin embargo, no exagerar. En las primeras oraciones contem- 3) Luego es un juicio intuitivo.—Se prueba: a) Por exclusión de los an-
plativas, la transformación no es tan profunda que desaparezcan del alma teriores. b) El acto propio de la fe es creer, asentimiento sin discurso (curn
toda clase de defectos incluso involuntarios. Y así se equivocaría grande- assensione cogitare), lo cual es un juicio inmediato. De otra manera, la fe sería
mente el director que juzgase ilusoria la contemplación de un alma sujeta discursiva, adquirida, no sobrenatural, y su objeto no sería la Verdad pri-
todavía a ciertos defectos, que provienen muchas veces más del tempera- mera, sino una verdad concluida por discurso. Del mismo modo, el acto pro-
mento y del carácter que de la propia voluntad. La contemplación ayuda pio de los dones es un juicio inmediato, sin discurso. Los actos de la fe y de
elicacísimamente a la santificación del alma, pero no produce instantánea y los dones son actos del entendimiento en cuanto intellectus (por el que nos
necesariamente un santo. asemejamos al modo de entender de Dios y de los ángeles), no en cuanto
ratio, o sea, discurriendo de los efectos a la causa y de los principios a las
conclusiones 58. La contemplación es, pues, un simple juicio intuitivo, afir-
4.° Proceso teológico-psicológico de la contemplación mativo por la fe, distinto de los demás en cuanto sabroso, experimental, por
los efectos vitales de Dios—procedentes de los dones del Espíritu Santo-- ,
546. He aquí ahora, en sintética visión de conjunto, el que nos ponen en contacto con El.
proceso teológico-psicológico del fenómeno contemplativo: Accidentalmente concurren al acto contemplativo otros actos del enten-
dimiento especulativo y práctico (auditio, lectio, cogitatio, consideratio vel
I. A mono DE DISPOSICIONES: meditatio, speculatio, °ratio, admiratio, etc.), que son disposiciones o redun-
dancias del acto contemplativo, que consiste formalmente en el juicio intui-
A) Por parte del
apetito
2)
fi) Virtudes morales.
Virtudes teologales afectivas (esperanza
y caridad).
tivo de la verdad 59.
«... DE LA VERDAD DIVINA...»—ES el objeto material primario de la divi-
j B) Por parte del [ I) Natural: virtudes intelectuales 56.
na contemplación. Este objeto lo proporciona sustancialmente la fe, y es
iluminado por los dones de entendimiento y sabiduría para darle la eviden-
conocimiento 2) Sobrenatural: la prudencia infusa. cia subjetiva y experimental propia del acto contemplativo.
Secundariamente son también objeto material de la divina contempla-
I. FORMA CONSTITUTIVA: el acto de la fe, ilustrada por los dones
de entendimiento y sabiduría acerca de la primera Verdad en 57 Cf. II-11,1mi ; iSc>,1; t8o,3, etc.
5, ni Sent. 35 q.i a.2 q..2 arg.2 sed contra.
sí misma. 59 II-11,180,3. De este artículo se desprende claramente la unidad específica de la contem-
e■-• Tfr A plación cristiana a base de los elementos infusos y la imposibilidad de tina contemplación sobre-
n MODO DE REDUNDANCIA: natural propiamente adquirida. Todos los actos previos que el hombre pueda poner por su
propio esfuerzo y conato (ayudado por la gracia ordinaria) serán excelentes disposiciones para
1) Admiración profunda de la primera Verdad. la contemplación; pero el acto formalmente contemplativo--clel que recibe su unidad especí-
2) Gozo de Dios y de las cosas divinas. fica—no es otro que el simple juicio intuitivo de la divina verdad. Ahora bien: este juicio intuit 17'0
procede, como hemos demostrado más arriba, de la fe, en cuanto a su sustancia, y de los dones
3) Purificación cada vez mayor de las potencias del alma. del Espíritu Santo, en cuanto a su modalidad snbrehumana, que trasciende el modo discursivo,
propio de la naturaleza racional.
" Como es sabido, las virtudes intelectuales adquiridas son cinco: sabiduría, ciencia, Y no se diga que la fe también es intuitiva, y, por consiguiente, ella sola basta para el a, to
inteligencia, prudencia y arte (cf. 1-11,57). La prudencia es, de suyo, virtud intelectual; pero contemplativo sin ayuda de los dones. No basta. Porque la fe es, de suyo, de non visis, y, por
por su objeto, que consiste en poner el orden de la razón en los actos humanos—recta lidio lo mismo, sin la luz contemplativa de los dones no puede darnos esa especie de evidencia mil,-
agibiiium—, se relaciona también con las virtudes morales, de las que es la primera y más ex- jetiva y experimental propia del acto contemplativo, que procede únicamente del modo bolpi c-
celente (cf. 1-11,58,3 ad ; 11-11,141,8). humano de los dones del Espíritu Santo (cf. n.526.528 y 531).
ción las cosas creadas v humanas iluminadas por el don de ciencia. La con-
Tesis: La vida contemplativa es muy superior a la activa por razón
templación de estos efectos divinos (cosas creadas) pertenece secundaria-
de su principio, de su objeto y de su fin.
mente a la vida contemplativa, en cuanto que por ellas el hombre puede
elevarse al conocimiento de Dios, como dice Santo Tomás 6°. t.° POR RAZÓN DEL PRINCIPIO.—En el orden sobrenatural, los princi-
PROCEDENTE DE LA FE ILUSTRADA POR LOS DONES DE ENTENDIMIENTO,
pios elicitivos de la contemplación y de la acción son las potencias del alma
SABIDURÍA Y CIENCIA EN ESTADO PERFECTO,>.—Es el principio quo de la con- y los hábitos infusos. Pero las potencias y los hábitos que producen la con-
templación, del que ya hemos hablado en su lugar correspondiente (n.415-16). templación son más excelentes que los de la acción. Luego...
a) Las potencias.—La ccW-emplación procede del entendimiento especu-
* * * lativo; y la acción, de la voluntad y en parte del entendimiento práctico y
del apetito sensitivo, que son potencias inferiores.
Examinado ya con amplitud el punto primero de esta visión b) Los hábitos infusos.—La contemplación procede de la fe y de los
general de la contemplación—naturaleza íntima de la misma--, dones intelectivos del Espíritu Santo bajo el impulso de la caridad y de la
veamos ahora más brevemente los otros cuatro que anunciába- esperanza. La acción, en cambio, proviene de las virtudes morales con los
mos al principio. dones prácticos correspondientes, que son menos perfectos que las virtudes
teologales y dones intelectivos.
2. Excelencia de la vida contemplativa.—Santo To- 2.° POR RAZÓN DE SU OBJET0.—E1 objeto primario de la contemplación
más dedica en Ja. Suma Teológica una cuestión interesantísima es Dios y las cosas divinas conocidas por la fe y bajo la altísima iluminación
de los dones. El objeto de la acción, en cambio, son las cosas creadas y pe-
a precisar las relaciones entre la vida activa y la contemplativa
recederas. Hay un abismo entre ambos.
(11-11,182). La cuestión se divide en cuatro artículos. Vamos a
3.° POR RAZóN DEL FIN.—La contemplación se refiere al bien honesto,
exponer brevemente su magnífica doctrina. que se busca por sí mismo y no se ordena a otro bien. La acción, en cambio,
ARTÍCULO I. SI LA VIDA ACTIVA ES MEJOR QUE LA CONTEMPLATIVA.
se refiere al bien útil, que se ordena o debe ordenarse a otro bien superior.
Solución de las razones en contrario.—A la .5: A los prelados no perte-
548. Las principales razones que parecen afirmarlo son tres: i.a, por- nece únicamente la vida activa, sino que deben sobresalir también, y en gra-
que la vida activa es la propia de los prelados, que están constituidos en el do excelente, en la contemplativa.
más excelente estado de perfección; 2.a, porque la vida activa dispone y or- A la 2.5: La vida activa no dispone ni ordena directamente a la conten-i-
dena a la contemplación; y 3.a, porque, de lo contrario, ningún contem- plativa, sino que ordena las obras exteriores, disponiendo al sujeto para la
plativo podría aceptar el cargo de prelado, pues saldría perjudicado. contemplación. Por donde es sierva, no señora, de la vida contemplativa.
Pero en contra está la autoridad de Nuestro Señor: «María ha escogido A la 3. a: Las necesidades de la presente vida pueden, a veces, obligar a
la mejor parte» (Lc o,42). Y sabido es que María representa la vida con- alguien a dedicarse a la acción, aunque sin abandonar del todo la contempla-
templativa. ción. Porque hay que tener en cuenta que cuando alguien es llamado de la
En el cuerpo del artículo da hasta ocho razones —tomadas de Aristóte- vida contemplativa a la activa, esto no debe hacerse a manera de resta, sino
les—para probar la superioridad de la vida contemplativa sobre la activa. de suma y añadidura 61.
Porque:
1.5 Se trata de algo más propio del hombre, ya que la vida contempla- ARTÍCULO 2. SI LA VIDA ACTIVA ES MÁS MERITORIA QUE LA CONTEM-
tiva se refiere a la vida intelectual, y la activa a las cosas exteriores. PLATIVA.
2.a Puede ser más continua y duradera que la activa.
3. a Es mucho más deleitable. 549. Las principales razones que parecen afirmarlo son tres: I .a El
4.a mérito se relaciona con el premio; y San Pablo afirma que «cada uno recibirá
Es más libre, por cuanto el hombre necesita menos cosas para en-
tregarse a la contemplación que a la acción. su recompensa conforme a su trabajol Cor 3,8); y el trabajo pertenece
5.a La contemplación se desea por sí misma., mientras que la acción a la vida activa, así como el reposo a la contemplativa. 2.5 La vida contem-
se ordena a otras cosas. plativa es como un anticipo de la felicidad eterna; pero en el cielo ya no se
6.a Es más tranquila y sosegada. merece, sino que se disfruta del premio merecido; luego la vida contempla-
7.a La contemplativa se refiere a las cosas divinas, y la activa a las co- tiva tiene razón de premio más que de mérito; y 3.a Dice San Gregorio que
sas humanas; y
" Nótese la singular importancia de esta doctrina del Angélico Doctor. La vida activa
8.a La contemplativa es propia del hombre, y la activa nos es común no dispensa a nadie de la contemplación, y menos que a nadie, al sacerdote de Cristo que tiene
con los animales. cura o ministerio de almas. La acción debe ser algo sobreañadid. a la contemplación, no algo
Aparte de estas razones que convienen analógicamente a la conten-ipla- que se le quita o sustrae.
Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, anotación para la canción 29, donde escribe:
ción natural y a la sobrenatural, puede establecerse la siguiente tesis teoló- 4Adviertan aquí los muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras
gica, que se refiere y afecta únicamente a la sobrmatural. exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios (de-
jando aparte el buen ejemplo que de sí darían) si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en
estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alto como ésta. Cierto, enton-
60 ,Etiarn contemplatio divinortun cff,tuurn ,ccundario \ itani cóntemplativarn
net, picut scilicet ex hoc manuducitur homo in Dei cognitioncm, (II-11,180,4; cf. II-11 .),2, ces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, v ha-
para lo relativo al don de ciencia). biendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera, todo es martillar y hacer
poco más que nada: y a veces, nada, y aun a veces, dario.
ningún sacrificio es más acepto a Dios que el celo por las almas, que perte- Ahora bien: todo acto realizado en caridad es meritorio. Luego numérica-
nece de lleno a la vida activa. mente son más los méritos de la vida activa.
Pero en contra, el mismo San Gregorio dice que son grandes los méritos Pero téngase muy en cuenta que una cosa son los méritos accidentales y
de la vida activa, pero mayores los de la contemplativa. Vamos a probarlo. otra muy distinta el mérito esencial. Para merecer los primeros basta cual-
PRENOTANDO.—E1 mérito es correlativo al premio. Pero el premio es quier acto realizado en caridad, o sea, en gracia de Dios; pero para el aumento
doble: del mérito esencial hace falta un acto más ferviente de caridad que los reali-
a) Esencial: es la gloria esencial del alma con relación al mismo Dios zados anteriormente, como hemos explicado en otro lugar (cf. n.361,3.0).
(grado de visión beatífica, premio de bono infinito). Y como en la contemplaci(zi la caridad suele actuar con mayor intensidad
b) Accidental: es la gloria accidental del alma, que se refiere a las cosas que en la acción, un solo acto de contemplación puede ser más meritorio
accidentales con relación a Dios (premio de bono creato, no infinito). que muchos actos de la vida activa.
El mérito es, pues, doble: esencial y accidental. C) POR REDUNDANCIA DE LA CONTEMPLACIóN.—La vida activa no debe
Esto supuesto, vamos a exponer la doctrina de Santo Tomás en dos con- considerarse como contrapuesta a la contemplación, sino como algo sobreaña-
clusiones. dido a ella, como dice Santo Tomás (a. ad 3). Debe ser una redundancia
de la contemplación, un desbordamiento hacia fuera de la plenitud interior.
Conclusión 1.8: La vida contemplativa es de suyo más meritoria que En este sentido, la vida mixta reúne el mérito de las otras dos y es superior
la activa. a cualquiera de ellas consideradas separadamente (cf. II-II, 88,6).
Pero nótese los requisitos que exige Santo Tomás para que esta vida ac-
He aquí las pruebas: tiva resulte más meritoria que la contemplativa: «si por la abundancia del
i.a Por la mayor dignidad del principio, del objeto y del fin de la vida
divino amor... para cumplir su divina voluntad... y por su mayor gloria
contemplativa (véase el artículo anterior). sufre a veces ser separado temporalmente de la dulzura de la divina con-
2.a Porque la raíz del mérito es la caridad Ahora bien: de templación» («si propter abundantiam divini amoris... ut eius voluntas im-
los dos actos que tiene la caridad, el amor de Dios en sí mismo es más me- pleatur... propter ipsius gloriam... interdum... sustinet a dulcedine divinae
ritorio que el amor del prójimo por Dios (II-II,27,8). Por consiguiente, todo contemplationis... ad tempus... separari»). O sea que no se trata jamás de
aquello que pertenezca más directamente al amor de Dios será de suyo más la vida activa en cuanto tal, sino de la vida mixta : y no cualquiera, sino la
meritorio que lo que pertenezca directamente al amor del prójimo por Dios. que proceda de la plenitud desbordada de la contemplación.
Pero la vida contemplativa pertenece directa e inmediatamente al amor de
Dios, y la activa directa e inmediatamente al amor del prójimo. Luego por ARTÍCULO 3. SI LA VIDA ACTIVA ES OBSTÁCULO PARA LA CONTEMPLACIóN.
su misma naturaleza, la vida contemplativa es más meritoria que la activa.
Solución de las razones en contrario.—A la I.a: El trabajo exterior se or- 550. Las principales razones que parecen afirmarlo son tres: i.a La
dena al aumento del premio accidental, pero el aumento del mérito con res- contemplación es un descanso, y la vida activa una agitación; luego ésta se
pecto al premio esencial pertenece principalmente a la caridad, signo de la opone a aquélla. 2.a La vida activa impide la claridad de la visión que se
cual es el trabajo exterior tolerado por amor a Cristo. Pero es signo mucho requiere para la contemplativa; y 3.a La vida activa se dedica a muchas co-
más expresivo de este amor abandonar todas las cosas que se refieren a esta sas, y la contemplativa a una sola; luego se oponen entre sí.
vida y entregarse de lleno y exclusivamente a la divina contemplación. Pero en contra dice San Gregorio que el que quiera vacar a la contem-
A la 2.a: La vida contemplativa del cielo no es meritoria, porque el hom- plación es preciso que antes se ejercite en el campo de la vida activa.
bre ha llegado ya al estado inmutable de término y a su plena perfección;
pero mientras peregrina en esta vida, su contemplación puede perfeccio- Tesis: En diferentes aspectos, la vida activa se opone y ayuda a la
narse más y más, aumentando a la vez su mérito por el ejercicio interno de contemplativa.
la caridad que supone.
EN UN ASPECTO SE OPONE, a saber: en cuanto a la preocupación y cuidado
A la 3.8: El sacrificio más acepto a Dios es el ofrecimiento y consagra-
de las cosas exteriores. El hombre activo se afana en multitud de obras exterio-
ción de sí mismo a Dios, y después el de las almas de los demás. San Grego-
res, sobre todo los que están constituidos en autoridad y tienen mayor res-
rio quiere decir que es más aceptable a Dios el ofrecimiento de sí mismo y
de los demás que el de cualquier otra cosa exterior. ponsabilidad ante Dios y los hombres. Deben preocuparse de todos, aten-
der a las necesidades de cada uno, entregarse de lleno al gobierno de los
Conclusión 2.8: Pero puede ocurrir a veces que la vida activa sea más demás. Todas estas cosas no se pueden hacer sin el ejercicio de las virtudes
meritoria que la contemplativa. prácticas, que impiden en muchas cosas el ejercicio de las intelectuales
(v.gr., por falta de tiempo para ello). En este sentido resulta prácticamente
De tres maneras podría darse el caso: imposible el ejercicio eminente de ambas vidas a la vez. Solamente Nuestro
a) POR PARTE DEL SUJETO (intensive).—Es evidente que el que realiza
Señor Jesucristo, que era viador y comprehensor al mismo tiempo, las rea-
lizó juntamente en grado perfectísimo, lo mismo que la Santísima Virgen
las obras de la vida activa con un ferviente amor a Dios tiene mayor mérito
por gracia especialísima de Dios. Los grandes contemplativos, cuando lle-
—aun esencial—que el que se entrega de una manera tibia y negligente a la
contemplación. gan a la cumbre de la vida mística, se aproximan mucho a este ideal, jun-
tándose en ellos Marta y María, como dice Santa Teresa 62. Tal parece que
b) POR EL MAYOR NÚMERO DE ACTOS (extensive).—La vida activa se agita
62 «Cuando el alma está en este estado, nunca dejan de obrar casi juntas Marta y María;
en muchas cosas y realiza numéricamente más actos Que la contemnlativa. porque en lo activo y que parece exterior, obra lo interior, y cuando las obras activas salen de
fue la vida de San Pablo, cuya prodigiosa actividad exterior en nada com- humildemente desear y pedir, aunque con plena, sumisión a
prometió su exuberante vida contemplativa, que le hacía llevar aquella vida
completamente escondida con Cristo en Dios que deseaba a sus neófitos la voluntad adorable a Dios La misma Iglesia pide oficial-
(cf. Col 3,3). Y lo mismo puede decirse de otros grandes contemplativos, mente en su liturgia. de Pentecostés que descienda sobre todos
tales como Santa Catalina de Siena, Santa Teresa, etc., que desarrollaron una los fieles el Espíritu Santo con sus preciosísimos dones, que
actividad prodigiosa en medio de su altísima vida contemplativa.
son la causa eficiente de la contemplación infusa.
EN OTRO ASPECTO LA AYUDA, a saber: en cuanto que la vida activa pone Claro es que una cosa es la contemplación mística en cuan-
orden y concierto en las obras exteriores, ejercita las virtudes que encauzan
las pasiones y no deja lugar a los fantasmas peligrosos de la imaginación, que to tal y otra mulistinta los epifenómenos y gracias gratis
encontrarían pábulo abundante en la ociosidad e impedirían el sosiego y la dadas que con frecuencia la acompañan, tales como las visiones,
paz de la contemplación. revelaciones, etc., etc. Todos los autores están unánimemente
Y con esto quedan contestadas las razones en contrario que recordába- de acuerdo en que sería temeridad, imprudencia, presunción y
mos antes. Todas ellas se refieren al primer aspecto y en él son válidas; pero
no al segundo, en el que fallan totalmente. soberbia desear o pedir tales gracias concomitantes, que nada
tienen que ver con el desarrollo normal de la gracia santificante
ARTÍCULO 4. SI LA VIDA ACTIVA ES ANTERIOR A LA CONTEMPLATIVA. y pueden recibirlas incluso los que están en pecado mortal,
55 r. Hay que distinguir. Según el orden de dignidad o perfección (cau- como veremos en la cuarta parte de esta obra.
salidad formal), la vida contemplativa es anterior a la activa, a quien ordena He aquí—a propósito de esto—una página preciosa de un excelente au-
y dirige. Pero, según el orden de generación o de tiempo (causalidad mate- tor contemporáneo 64, que nos complacemos en trasladar íntegramente aquí
rial o dispositiva), la vida activa es anterior a la contemplativa, para la que traducida al castellano. Aunque se dirige principalmente a los sacerdotes,
dispone el sujeto. La forma viene cuando el sujeto está bien dispuesto; y todos pueden aprovecharse de su espléndida doctrina:
esta disposición la realiza la vida activa principalmente en sus primeras fases «La gracia de la contemplación sobrenatural es altamente santificadora
(purgativa e iluminativa), y nunca puede prescindirse enteramente de ella, del alma; más aún, suele llevar a la más eminente santidad. De donde todo
pues no hay sujeto tan perfecto y bien dispuesto que no pueda disponerse aquel que se preocupe de su perfección puede y debe aspirar a la contempla-
más para una ulterior perfección. Por eso dice Santo Tomás que los que por ción y a la correspondiente unión con Dios.
su temperamento inquieto y bullicioso son más aptos para la vida activa, ¿La estimo yo, sacerdote, y aspiro a ella con ardiente deseo? ¿Me ejerzo
pueden con ella prepararse a la contemplación, y los que por su índole pací- generosa y constantemente en la mortificación y el recogimiento con la espe-
fica y sosegada son más aptos para la contemplación, pueden ejercitarse en ranza de obtener de Dios algún día esta gracia?
las obras de la vida activa para mejor disponerse a la divina contemplación Consideraré. atentamente los motivos que me deben impulsar a clic', a
(ad 3). saber:
Según esto, he aquí el doble orden que puede establecerse entre ambas
Mf PROPIA UTILIDAD.—Xle uniría a Dios más íntimamente y per-
ri) Vida activa exterior. fectamente, y me haría de este modo un verdadero santo. Por los dones del
A) Orden ascendente o de generación . . 2) Vida activa interior. Espíritu Santo ejercería más divinamente las obras de las virtudes, y realiza.ría,
Vida contemplativa. si así pluguiera a Dios, obras más altas, verdaderamente sublimes y heroi-
cas. ¿Por qué no me lanzo, como si estuviera contento con cierta mediocri-
ri, Vida contemplativa. dad, con cierto cristianismo vulgar, dejando la verdadera santidad pata los
B) Orden descendente o de redundancia 2) Vida activa interior. religiosos y para los que me parecen «santos desde su nacimiento,)?
'3) Vida activa exterior.
2.° LA GLORIA DE Dios.--a) En mi alma: Conocería y amaría más
552. 3. ¿Es deseable la divina contemplación?—Esta perfectamente a mi Dios, que es lo más grande y sublime que se puede pen-
cuestión parece ociosa después de todo cuanto acabamos de sar, y de este modo le alabaría y glorificaría mucho más digna e íntimamente.
decir. La contemplación es una gracia formalmente santificadora, b) Eit /as almas a nií conliaCias: I'orque «esta suprema unión de caridad
con Dios es el fundamento y la raíz de toda nuestra vida apostólica, la única
puesto que procede de la fe viva ilustrada por los dones del que puede darle verdadera eficacia e infundirle omnímoda fecundidad»
Espíritu Santo y bajo el impulso de una ardiente caridad. No (NIONS. WAFFELAERT). Porque de este modo nos unimos íntimamente a
desearla equivaldría a no desear la propia perfección y santidad. " Además de los autores de la escuela tornista, para los que la tesis de la deseabilidad de
Aun los autores partidarios de la doble vía—que creen posible la contemplación es del todo evidente e indiscutible, proclaman esta misma doctrina casi to-
dos los pertenecientes a las restantes escuelas de espiritualidad cristiana, hasta el punto cle
una perfección puramente ascética sin influencia de las gracias que hoy puede afirmarse que se trata de una tesis Ccaldirl. \léanse, por ejemplo, entre los más
representativos, los PP. Poui AiN, Des gráces d'oraison C.25; DE GUIBERT, Theologia spiritualis
místicas—admiten que la contemplación infusa, es una gracia 11.443,s; LEHOPEY, LoS camirins de la ación mental p.3.. c.f 3; TANQUEREY, Teología asceticd
eminentemente santificadora, y que, por lo mismo, se la puede mi 417; SCHRIIVERS, LoS VincipiOS c/C la vida espiritual 1.3 c.3 a.7 cuestf; NAVAL, CUY., de As-
cétict, v Mística n.218 (3oo en la S.. ed.), etc., etc. La misma doctrina proclamó el famoso
esta raíz., son admirables N olorosísimas llores” (Conceptos del amor de Dios 7,3; cf. Vid,/ 17,4; Coug, eso Carmelitano de Madrid (marzo de I923) al aprobar las conclusiones que henii, re-
Caiitiiiu 31,5, etc.). cogido en otra parte (L'f. n.173).
clunitatis n.16t,b ed., Brugis 1949) P•407-9
Dios «ex quo omnia, per quem omnia, in quo omnia» (liturgia de la fiesta de Ahora bien: ¿en qué consiste esta preparación? ¿Qué es lo
la Trinidad). que el alma tiene que hacer para disponerse convenientemente a
I lermosantente dice San Bei nardo ( In Can t. k..1111.1 S): -Si tienes coi dula que Dios le comunique la contemplación. infusa?
te mostrarás concha, no canal». El (-anal deja pasa, sencillamente el agua,
sin retener una sola gota; la concha, por el contrario, primero se llena a sí Al hablar de cada uno de los dones en particular, ya dijimos
misma y después da lo que le sobra de la plenitud de su abundancia. Y aña- lo que el alma debe hacer para fomentarlos en cuanto esté de
de San Bernardo: «Hoy tenemos muchos canales en la Iglesia, pero muy po- su parte. Las principales disposiciones generales nos parece que
cas conchas». Seamos, pues, conchas principalísimamente por la contempla- son las siguientes
ción, y de la abundancia de nuestro corazón hablarán después nuestros labios.
Esta es la verdadera elocuencia apostólica, que los fieles captan y gustan I) UNA GRAN PUREZA DE CORAZÓN. —Hay una relación muy estrecha
como por cierta intuición y les mueve íntima y eficazmente: Quedaron lle- entre ella y la contemplación. El Señor en el Evangelio relaciona íntimamente
nos del Espíritu Santo—los apóstoles—y comenzaron a hablar...; y los oyen- ambas cosas cuando dice: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque
tes: se sintieron compungidos de corazón..., siendo incorporados (a la Iglesia) ellos verán a Dios». Sabido es que la contemplación es corno un esbozo y
aquel día unas tres mil almas (Act 2,4 y 41). anticipo imperfecto de la visión beatífica.
¿Acaso no juzgo—y así lo estiman demasiados sacerdotes—que el celo «Esta pureza de corazón es fruto de la mortificación exterior e interior.
consiste únicamente en la conversión de los pecadores, y no en el perfeccio- Esta cuesta mucho indudablemente; es preciso no tener apego alguno al
namiento de los justos? Sin embargo, San Juan de la Cruz no duda en afir- pecado, no perdonarnos nuestros defectos ni hacer las paces con ellos. Es
mar que «es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este preciso entrar por la puerta estrecha que conduce a la verdadera vida y se
puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, comprenden mejor que nunca aquellas palabras: «Muchos son los llamados
que todas esas otras obras juntas» (Cántico espiritual, anotación a la can- y pocos los escogidos». Es necesario estar pronto a pasar por el fuego de los
ción 29). sufrimientos, porque la pureza del corazón debe crecer, con la contempla-
¡Cuántas almas hay, no solamente en el estado religioso, sino entre las ción, por las pruebas purificadoras que Dios no deja de enviar a los que de-
que viven en el mundo, que tienen hambre y sed de justicia y santidad y no sean humilde y ardientemente su divina intimidad. Es celoso, como dice la
encuentran quien les parta el pan y les dé a beber el agua que salta hasta la Escritura, y quita las personas o las cosas a las cuales se apegaría el alma y
vida eterna! ¡Cuántos sacerdotes hay que buscan en vano un padre y direc- la hace pasar por un crisol para despojarla de todas sus escorias. Cuando
tor espiritual! ¡Cuán útil podría ser a la gloria de Dios y salvación de las las inclinaciones desordenadas, las turbulencias de la sensualidad, del egoís-
almas si fuese un hombre de Dios, lleno de Dios, rebosante de Dios («effun- mo, del amor propio, del orgullo intelectual y espiritual han desaparecido,
dens Deum»); si adelantara yo mismo e hiciese adelantar a los demás en la el corazón purificado es como un límpido espejo donde se refleja la belleza
ciencia de los santos!» de Dios. Pero ¿quién puede decir: Yo no puedo tener el corazón puro?» 66.
2) SIMPLICIDAD DE ESPÍRITU.—La contemplación es una mirada senci-
553. 4. Disposiciones para la contemplación. — La lla y amorosa a Dios que se aviene mal con un espíritu complicado y multi-
contemplación mística es un don de Dios que el hombre no forme. Esta simplicidad consiste, ante todo, en reducir todas las cosas a la
podría jamás producir por sí mismo. Aunque posee con la gra- unidad, viéndolas todas a través de Dios : los acontecimientos prósperos o
cia todos los hábitos infusos capaces de producirla, no está en adversos, los cargos y ocupaciones agradables o desagradables, las personas
simpáticas o antipáticas con las que tenemos que convivir, etc., etc. Esto
su mano la actuación de los dones del Espíritu Santo que es simplifica grandemente el espíritu, sosiega y tranquiliza el corazón y dispo-
absolutamente indispensable para ella. Pero es indudable que ne al alma para el reposo y la paz de la contemplación. En un espíritu tur-
el cristiano puede y debe prepararse para que el Espíritu Santo bulento y agitado apenas se concibe la posibilidad de la oración contem-
los actúe; y aunque esta preparación no puede ser jamás la plativa.
causa determinante de esa actuación, en el plan actual de la 3) HUMILDAD DE CORAZÓN.—Todos los maestros de la vida espiritual
Providencia ejercerá, la inmensa mayoría de las veces, una están de acuerdo en que es ésta una de las condiciones más indispensables.
«Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes,>, dice la Sagrada
influencia decisiva, corno causa dispositiva. El Espíritu Santo Escritura (i Petr 5,5). Y Santa Teresa, que tan maravillosamente conocía
suele actuar cada vez con mayor frecuencia sus preciosísimos los caminos de Dios, advierte con mucho encarecimiento a sus monjas
dones a medida que van creciendo y desarrollándose en cuanto que «todo este edificio, como he dicho, es su cimiento humildad; y si no
hábitos; y el crecimiento y desarrollo de los dones en cuanto hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy
hábitos puede el alma en gracia merecerlo con mérito estricto alto, porque no dé todo en el suelo» (Séptimas moradas 4,8). Y un poco más
abajo añade todavía: «Por eso os aviso que ninguna fuerza pongáis si hallareis
o de condigno (cf. n.285,6.a). Sólo falta la moción especial del resistencia alguna; porque le enojaréis de manera que nunca os deje entrar
Espíritu Santo—que a nadie niega, si está convenientemente en ellas. Es muy amigo de humildad. Con teneros por tales que no mere-
dispuesto—para que actúen de una manera cada vez más in- " Cf. VALLGORNI.RA, Mystica theolo,;ia Thorille q.3 d.3 a.4 p.453, (ed. Turín T911):
tensa, produciendo—si se trata de los dones intelectivos---el Nii.).-.7ARD, La vie intériell re p.2.. 1.I C.4; GARRIGOU-LAGRANGE, Perfection et contemplation c.5
a.4; POULAIN, Des gnices d'oraison c.28 n.24.
fenómeno de la contemplación mística o infusa. 46 P. GARRIGOU-LAGRANGE, PerfeCti0II... C.5 a.4 p.484 - 85 (7.° ed.).
céis aún entrar en las terceras, le ganaréis más presto la voluntad para llegar
a las quintas; y de tal manera le podéis servir desde allí, continuando a ir de la gracia a las supremas oraciones ascéticas (recogimiento adquirido y
muchas veces a ellas, que os meta en la misma morada que tiene para sí, de oración de simplicidad). En la vida espiritual, lo mismo que en la física, el
donde no salgáis más» (lbíd., párrafos finales, n.2). crecimiento no se realiza a saltos, sino de una manera lenta, gradual e in-
«Esta humildad—escribe el P. Garrigou-Lagrange—dispone a la con- sensible.
templación, porque ella canta ya la gloria de Dios. Si hay tan pocos contem- El director espiritual de un alma que aspira seriamente a santificarse,
plativos, dice la Imitación, es, sobre todo, porque hay pocas almas profun- nunca insistirá bastante en este capítulo de la oración. Tiene que convencer
damente humildes. Para recibir la gracia de la contemplación es preciso ge- al alma de que ninguna otra cosa le es tan necesaria e indispensable como el
neralmente haber hecho un acto profundo de verdadera humildad, un acto ejercicio de la oracióri liiental y trato íntimo con Dios. Que prescinda, si es
que haya tenido honda repercusión en toda la vida. Cuando un alma ha re- preciso, de otras cosas, acaso buenas y útiles, pero no necesarias del todo.
conocido frecuentemente y prácticamente que toda su existencia depende Que se entregue largamente a la oración, con la máxima prolongación que
absolutamente de Dios, que no subsiste más que por El, que ella no practica le permitan los deberes de su propio estado, que es menester cumplir con
el bien sino por su gracia, que produce en nosotros el querer y el obrar, escrupulosa fidelidad. No olvide que, como dicen los santos, la larga oración
que no se dirige bien más que por su luz, que no ha hecho por sí misma otra es el camino más corto y expedito para la alta oración. Es difícil que un alma
cosa que pecar a cada momento, que es una sierva inútil y despreciable, en- pueda remontarse muy arriba en la contemplación si no se dispone al menos
tonces llega generalmente a recibir la gracia ele que estarnos hablando» 67. con dos horas diarias de oración mental 69.
j) UNA TIERNA Y ENTRAÑABLE DEVOCIÓN A MARÍA.—Es ella el modelo
4) RECOGIMIENTO PROFUNDO.—Es imposible que la contemplación se
produzca en un alma derramada al exterior. Una vida agitada, llena de ocu- incomparable de las almas contemplativas, la Esposa dulcísima del Espíritu
paciones absorbentes, que llegan casi al surmenage: ese «materialismo en Santo y Madre amantísima de nuestras almas, a las que está deseando her-
acción, que, después de haberse alejado de Dios y de la verdadera vida del mosear y santificar con las gracias soberanas de la unión mística. La con-
espíritu, busca su equivalente en el orden de las cosas materiales, multipli- templación es uno de los frutos de la verdadera devoción a María, como ex-
cándolas lo más posible y haciendo que la actividad sea siempre más intensa» plica admirablemente San Luis María Grignion de Montfort 7°. Muchas al-
(P. Garrigou), es un obstáculo casi insuperable para el reposo quieto y pací- mas no llegan nunca, o con mucho retraso, a la contemplación, porque se
fico de la contemplación. Es cierto que, si esas ocupaciones son del todo ne- olvidaron de hacer intervenir en su deseo a la dulce Mediadora universal
cesarias o impuestas por la obediencia, Dios no puede castigar el cumpli- de todas las gracias.
miento del deber; pero con frecuencia nos sobrecargamos voluntariamente
de ocupaciones innecesarias, cuando no inútiles del todo, y esto representa 554. 5. Llamamiento inmediato a la contemplación.
una lamentable equivocación; deja.mos el oro por el oropel, la unión con Como vimos ampliamente en otro lugar (cf. n.188), todos es-
Dios por el servicio de las criaturas, nuestros grandes intereses eternos por
la satisfacción de nuestros gustos y caprichos del momento. ,Procure ciar
tamos llamados con un llamamiento remoto y general a la con-
de mano—advicrte Santa Teresa—a las cosas y negocios rio necesars, cada templación infusa por el mero hecho de estar llamados a la
tino conforme a su estado. Que es cosa que le importa tanto para llegar a la perfección cristiana, que no puede conseguirse plenamente sin
morada principal, que si no comienza a hacer esto, lo tengo por imposibl, , aquélla. Pero el llamamiento próximo y particular para entrar
(Aforadas primeras 2, I 4). de hecho en la contemplación se manifiesta por ciertas seña-
5) LA PRÁCTICA CADA VEZ MÁS INTENSA DE, LAS VIRTUDES CRISHANAs, les características, que la mirada de un experto director des-
SOBRE TODO DE LAS TEOLOGALES.—La contemplación no puede ser premio
de perezosos y recompensa de gente ociosa. El alma ha de hacer todo I() que
cubrirá sin esfuerzo en el alma dirigida.
pueda, con ayuda de la gracia ordinaria, para adelantar en la vida espiritual. El primero en proponer estas señales fue Taulero, el fa-
Se impone la práctica cada vez más intensa de todas las virtudes, vivificadas moso dominico alemán, que, en frase del P. Crisógono, es
por una caridad ardiente. Tan claro es esto, que no es menester insistir. «el mayor místico de cuantos existieron antes de los sublimes
6) LA PRÁCTICA ASIDUA DE LA ORACIÓN.—E1 alma ha de dedicar el Reformadores del Carmelo» 71. He aquí el texto de Taulero
tiempo posible a la práctica de la oración en su doble aspecto de peti-
ción y de unión con Dios. Ha de practicar incesantemente la oración de sú- tal como se lee en las Instituciones :
mental (en el grado ascético actualmente a su alcance), porque la contcin- esta preciosa obrita: <Dios Espíritu Santo ha comunicado a María, su fiel Esposa sus dones
inefables, escogiéndola por dispensadora de todo lo que El posee; en forma que ella distribu-
aunque excepcionalmente podría Dios conceeleila v la cones :la a
ye a quien ella quere, cuanto ella quiere, como ella quiere y cuando ella quiere todos sus do-
veces – a almas todavía muy imperfectas e insuficientemente ore! aradas, <- nes y gracias, y no se concede a los hombres don alguno del cielo que no pase por sus virgina-
dinatiamente no se concede sino a las que han 1(-)1.1-a(1() rcp1,,m1,;p.e les manos, (c.i a.r § 2.° n.25). < ■ No creo yo que persona alguna pueda adquirir una unión ínti-
con avtai,i ma con Nuestro Señor y una fidelidad perfecta al Espíritu Santo sin una estrechísima unión
con María y una gran dependencia de su socorro.< (c.1 a.2 § 2.° n.43)• *Quien desea tener en
67 Perfection... 1.c. sí /a operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa fiel e indisoluble, la divina María, que
68 Cf. n.285,14.ft, y 287 de esta obra. le da fertilidad y fecundidad, como hemos dicho ya en otro lugar. (c.5 a.5 § 4 n.i 64)•
71 P. CpfsócoNo, Sun Juan de la Cruz: su obra científica... intr. p.45.
oPero es de advertir cuándo se han de posponer las dichas imágenes, por sin quererlo, se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad: y sin artificio
que no se dejen más temprano ni se retengan por más tiempo de lo que con- parece que se va labrando el edificio para la oración que queda dicha» 2.
viene. l'ara lo cual pongo tres señales: la primera, cuando ya el hombre viene dlagamos cuenta que estos sentidos y potencias (que ya he dicho que
a tal estado, que, oyendo o entendiendo algo de ellas, recibe hastío; la se- son la gente de este castillo, que es lo que he tomado para saber decir algo),
gunda cuando, oyendo o tratando de ellas, ningún deleite recibe; la tercera que se han ido fuera y andan con gente extraña, enemiga del bien de este
cuando sentimos crecer en nosotros la lumbre y deseo de aquel sumo bien castillo, días y años; y que ya se han ido, viendo su perdición, acercando a él,
que aún no podemos alcanzar; tanto que digamos: o ¡Señor, Dios mío! Ya aunque no acaban de estar dentro, porque esta costumbre es recia cosa; sino
no puedo pasar adelante. Mío es pedirte; de ti solo es conceder lo que pido». no son ya traidores y andan alrededor. Visto ya el gran Rey, que está en la
Quien estas tres cosas en sí experimentare, no solamente podrá, mas con- morada de este castido, su buena voluntad, por su gran misericordia quiére-
venirle ha, dejar las santas imágenes y consideraciones que dijimos» 72. los tornar a El, y como buen pastor, con un silbo tan suave, que aun casi
ellos mismos no le entienden, hace que conozca su voz y que no anden tan
San Juan de la Cruz repitió esta doctrina con algunas aña- perdidos, sino que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo del
pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y
diduras y complementos interesantísimos 73. Desde entonces métense en el castillo» 3,
estas señales han venido a ser clásicas y las repiten todos los
autores sin excepción. Hemos hablado largamente de todo Y unos renglones más abajo, para distinguir este recogi-
esto al tratar de la noche del sentido, y a aquellas páginas remi- miento sobrenatural del que podría conseguir el alma con sus
timos al lector (cf. n.269). Sabido es que—según San Juan de esfuerzos y ayuda de la gracia, escribe la insigne Reformado-
la Cruz—las primeras manifestaciones contemplativas produ- ra del Carmelo:
cen precisamente la noche del sentido, que señala, de este modo,
«Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar
el tránsito normal de la vida ascética a la mística. dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Bueno es esto
y excelente manera de meditación, porque se funda sobre verdad, que lo es
estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que esto cada uno lo
LOS GRADOS DE ORACION CONTEI\iIPLATIVA puede hacer (con el favor del Señor, se entiende todo). Mas lo que digo es en
diferente manera; y que algunas veces, antes que se comience a pensar en
555. Expuesta ya someramente la teoría general de la contemplackin Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el
7 principales cuestiones complementarias, pasemos ahora a la exposición de silbo de su pastor. Que no fue por los oídos, que no se oye nada; mas siéntese
los principales grados en que suelen dividirla los autores en pos de las notablemente un recogimiento suave al interior, como verá quien pasa por ello,
huellas de Santa Teresa. El primero de ellos—recogimiento infuso—es el que yo no lo sé aclarar mejor. Paréceme que he leído que como un erizo o
quinto con relación al conjunto total de los grados de oración. Vamos a con- tortuga cuando se retiran hacia sí; y debíalo de entender bien quien lo es-
tinuar esta numeración única para que aparezca más clara la maravillosa cribió. Mas éstos, ellos se entran cuando quieren; acá no estd en nuestro que-
unidad de la vida espiritual y la transición insensible de la ascética a la mística. rer sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced. Tengo para mí que cuando
Su Majestad la hace, es a personas que van ya dando de mano a las cosas
del mundo» 4.
QUINTO GRADO DE ORACIÓN: EL RECOGIMIENTO INFUSO
Según estas admirables descripciones teresianas, la oración
556. 1. Naturaleza.—He aquí las magistrales descripciones de Santa del recogimiento infuso se ca.racteriza, ante todo, por la unión
Teresa:
del entendimiento con Dios, «el cual—escribe el P. Arintero—,
<■ La primera oración que sentí, a mi parecer, sobrenatural,
que llamo yo con su hermosura y claridad infinita, lo atrae y embelesa por
lo que con industria ni diligencia no se puede adquirir aunque mucho se de fuera, o sea, objetivamente; mientras por dentro, con su
procure, aunque disponerse para ello sí y debe de hacer mucho al caso, es
un recogimiento interior que se siente en el alma, que parece ella tiene allá oti os omnipotente virtud, lo posee, cautiva y conforta, enriquecién-
sentidos, como acá los exteriores, que ella en sí parece se quiere apartar de dole con los preciosos dones de ciencia, consejo e inteligencia,
los bullicios exteriores; y así, algunas veces los lleva tras sí, que le da gana (1, mediante los cuales le hace penetrar como de un golpe en ese
cerrar los ojos y no oír, ni ver, ni entender sino aquello en que el alma entonces mundo superior donde resplandecen sus inefables maravillas» 5.
se ocupa, que es poder tratar con Dios a solas. Aquí no se pierde ningún sen-
tido ni potencia, que todo está entero, mas estálo para emplearse en Dios» 1. 557. 2. Fenómenos concomitantes 6.—E1 recogimiento infuso suele
<<Un recogim.iento que también me parece sobrenatural, porque no es presentar diversos fenómenos antecedentes o subsiguientes que no se dis-
estar en obscuro ni cerrar los ojos, ni consiste en cosa exterior, puesto que, 2 Moradas cuarta, 3,1.
3 Ibid., n.2.
72 FR. JUAN TAULERO, LaS inStitUCi011t'S dit'illaS C.35
p•213-14 (ed. del P. Getino, Ma- 4 ibiti., n.3.
drid 1922). ed.).
5 Grados de (nación a.S p.141
" Cf. Subida al Monte Carmelo 11,13, y Noche oscura 1,9.
6 Nos referimos aquí a fenómenos de orden tontmtplativo, santificadores de su,o; no a !),
SANTA TERESA, Relación primera al P. Rodrigo Alvarez n.3. epifenómenos extraordinarios o gracias grati, dada,, que no santifican de suyo ni son exigidos
tinguen sustancialmente de esta oración, ya que no son otra cosa que su
preparación inmediata o simples efectos de la misma. Los principales, se- dida 11. No advierten—en efecto—que vale más y deja al alma mucho más
rica y santificada un pequeño toquecito interior del Espíritu Santo, por in-
gún el P. Arintero 7, son:
significante que sea, que todos los ejercicios habidos y por haber que se les
a) Una viva presencia de Dios sobrenatural o infusa que precede ordi-
ocurran y realicen por propia iniciativa.
nariamente al recogimiento en cuanto tal. Santa Teresa habla de ella expre-
samente 8. 3.° ENTREGARSE CON TODA EL ALMA A LA VIDA INTERIOR.—E1 alma que
b) Una admiración deleitosa que ensancha el alma y la llena de gozo y ha recibido estas primeras comunicaciones místicas es serial de que Dios la
alegría al descubrir en Dios tantas maravillas de amor, de bondad y de her- tiene predestinada para grandes cosas. Si no queda por su culpa, llegará muy
mosura.. arriba en la montaña amor. Plenamente convencida de la necesidad de
c) Un profundo silencio espiritual, en que ella se queda atónita, absorta, una exquisita correspohdencia a la gracia, el alma debe romper definitiva-
abismada y como anonadada ante tanta grandeza. mente con las mil bagatelas que la tienen todavía atada a la tierra y darse de
d) Luces vivísimas sobre Dios y sus misterios. En un momento y sin lleno y con todas sus fuerzas a la práctica de la virtud. Ha de insistir prin-
trabajo alguno adquiere el alma unas luces tan grandes como no hubiera cipalmente en el recogimiento habitual, en el silencio interior y exterior, en
podido lograrlas en arios enteros de estudio y meditación. la mortificación de los sentidos, en el desprendimiento absoluto y total de
las cosas de la tierra, en la humildad profunda y, sobre todo, en el amor ar-
diente a Dios, que informe y vivifique todo cuanto haga. Entréguese de lleno
558. 3. Conducta práctica del alma.--E1 director es- a la vida de oración y permanezca vigilante y atenta a la voz suavísima de
piritual tiene que adiestrar al alma que empieza. a recibir la.s Dios, que la llamará con frecuencia—si le es fiel—al reposo santo de la con-
primeras luces contemplativas para que no les ponga el menor templación. Guárdese, sin embargo, de forzar las cosas. Dios llegará a su
obstáculo y saque de ellas el máximo rendimiento espiritual hora; pero mientras tanto haga con suavidad y sin violencia todo cuanto pue-
He aquí los principales consejos que ha de darle: da con ayuda de la gracia ordinaria.
1.° No SUSPENDER EL DISCURSO HASTA SENTIR CLARAMENTE LA INVITA- SEXTO GRADO DE ORACIÓN: LA QUIETUD
CIÓN DEL SEÑOR.—Santa Teresa advierte que, «si Su Majestad no ha comen-
zado a embebernos, no puedo acabar de entender cómo se puede detener el 559. 1. Naturaleza.—La oración de quietud con.siste en
pensamiento de manera que no haga más daño que provecho... Mas si este
Rey aun no entendemos que nos ha oído ni nos ve, no 710S hemos de estar bobos, un sentimiento íntimo de la presencia de Dios que cautiva la t'O-
que lo queda harto el alma cuando ha procurado esto; y queda mucho más luntad y llena al alma y al cuerpo de una suavidad y deleite
seca y por ventura más inquieta la imaginación con la fuerza que se ha he- verdaderamente inefables.
cho a no pensar nada» 9.
Oigamos a Santa Teresa:
SUSPENDER INMEDIATAMENTE EL DISCURSO AL SENTIR EL AT'RACTIVO
DE LA GRACIA QUE IMPULSA A ELL0.---Es la consecuencia. coniplementarií_i de «De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz intei ior muy
regalada, que está el alma que no le parece le falta nada, que aun el habla r
la anterior. Suspender el pensamiento antes de hora es insensatez y bobería;
le cansa, digo el rezar y el meditar; no querría sino amar. Dura rato y au
pero empeñarse en seguir obrando con las potencias cuando la gracia nos
invita_ al recogimiento y sosiego de la contemplación, sería torpe impruden- ratos»12.
cia que paralizaría la acción de Dios. Lo advierte expresamente Santa Te- «Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros pot di-
ligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz o ponerla el
resa en párrafos inimitables, que es preciso leer por entero y meditar muy
despacio 1(1. Señor con su presencia, por mejor decir... Entiende el alma, por una mane-
ra muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que está ya junto cabe
No pocos esfuerzos tendrá que hacer el director para convencer al alma
su Dios, que, con poquito más, llegará a estar hecha una misma cosa con El
de que debe abandonarse inn-iediatamente a la acción de Dios apenas co-
mience a notarla. La mayoría de las almas son en este punto muy desobe- por unión... Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción
dientes y recalcitrantes. Acostumbradas a sus rezos vocales y a sos ejerci- en el alma» 13.
Estos deleites espirituales son diferentísimos de los consuelos de la ora-
cios discursivos, les parece que pierden el tiempo y quedan con escrúpulo
ción ordinaria o ascética. Santa Teresa pone el bello símil de las dos pilas
si los omiten, siendo así que Santa Teresa tenía por gran ganancia esta pér-
o estanques de agua. Al uno viene el agua de muy lejos «por muchos arca-
necesariamente por los estados de oración contemplativa, auneme con Frecuencia le,
duces y artificios», y entra en él con mucho ruido y alboroto; son los consue-
panen. Lo mismo advertimos para los restante.s grados de contemplación aLoin- los sensibles de la oración ascética. El otro «está hecho en el mismo naci-
1 Cf. Grados de oración a.S. miento del agua y vase hinchendo sin ningún ruido»; es la oración mística
8 Cf. Relación primera al P. Rodrigo Alvarez
n.25; Vicia 10 ,1 . de quietud. Escuchemos a la gran Doctora Mística:
9 Moradas cuartas 3 n.4 y 5.
Por aquí se puede ver cuán enemiga era Santa Teresa de Mxla
suerte de »contemplación» más o menos adquirida. Suspender el pensamiento ,inies :ioe dA] estotra fuente—pila quiere decir--viene el agua de su mismo na-
Su Majestad haya coulenzacio a embebemos» le parece büHria y 1,,rdida cimiento, que es Dios; y así como Su Majestad quiere cuando es servido
comenzado tiemuo.
mbeberno,, estamos en presenci, de la ora, iuri de recorziniLnt,i M'uso.
lugar queda para la Ilamtda ,conternplaciíín, ad,:uiri. la ?. --;Ctiant
mas teresiano s.eria renun- les parece es perdido el tiempo, y tengo }o por mu} ganada esta péld;da»
ciar definitivamente a esa desafortunada expresión v llamarla simplemente »recogimiento ad- 11 *Luego
quirido», como la llama la gran Santa de Avila! (Vida 13,11).
I° Moradas cuartas 3 n.4-7. 12 Relación primera al P. Rodrigo Alvarez n•4.
1, Camino de perfección 31,2-3.
hacer alguna merced sobrenatural, produce con grandísima paz y quietud y se consigue del todo hasta que el alma llega a la cumbre de la
suavidad de lo muy interior de nosotros mismos, yo no sé hacia dónde ni cómo, unión con Dios.
ni aquel contento y deleite se siente como los de acá en el corazón, digo, en
su principio, que después todo lo hinche; vase revertiendo este agua por todas 56o. 2. Efectos.—Son admirables los efectos santifica-
las moradas y potencias hasta llec.,,ar al cuerpo; que por eso dije que comienza dores que produce en el alma la oración de quietud. Santa
de Dios y acaba en nosotros; que cierto, como verá quien lo hubiere proba-
do, todo el hombre exterior goza de este gusto y suavidad» 14. Teresa expone algunos de ellos en un párrafo admirable 17,
que, para mayor claridad, vamos a descomponerlo en sus ideas
La diferen.cia fundamental entre esta oración de quietud y principales'.
la de recogimiento in.fuso que la precedió—aparte, naturalmen-
mente, de la mayor intensidad de luz contemplativa y de los a) Una gran libertad de espíritu: «Un dilatamiento o ensanchamiento
en el alma... para no estar tan atada como antes en las cosas del servicio de
deleites mucho más intensos—es que el recogimiento infuso Dios, sino con mucha más anchura».
era como una invitación de Dios a reconcentrarse en el interior b) Temor filial de Dios, con miedo de ofenderle : «Así en no apretarse con
del alma don.de quiere El comunicarse. La quietud va más el temor del infierno, porque, aunque le queda mayor de no ofender a Dios,
lejos: comienza a darle al alma la posesión, el goce fruitivo del el servil piérdese aquí».
c) Gran confianza de eterna salvación : «Queda con gran confianza que le
soberano Bien. El recogimiento afecta principalmente al en- ha de gozar».
tendimiento (que recoge o atrae hacia sí a todas las demás po- d) Amor a la mortificación y trabajos : «El (temor) que solía tener, para
tencias), mientras que la quietud afecta, ante todo, a la volun- hacer penitencia, de perder la salud, ya le parece que todo lo podrá en Dios;
tiene más deseos de hacerla que hasta allí. El temor que solía tener a los tra-
tad. El entendimiento y la memoria, aunque sosegados y tran-
bajos, ya va más templado, porque está más viva la fe y entiende que, si
quilos, están libres para pensar en lo que está ocurriendo; pero los pasa por Dios, Su Majestad le dará gracia para que los sufra con pacien-
la voluntad está plenamente cautiva y absorta en Dios. Lo dice cia; y aun algunas veces los desea, porque queda también una gran voluntad
expresamente Santa Teresa: de hacer algo por Dios)).
e) Profunda humildad : «Como va más conociendo su grandeza (la de
«No le parece hay más que desear; las potencias sosegadas, que no que- Dios), tiénese ya por más miserable».
rrían bullirse; todo parece le estorba a amar, aunque no tan perdidas, por- f) Desprecio de los deleites terrenos : «Como ha probado ya los gustos de
que pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres. La voluntad es Dios, ve que es una basura los del mundo; vase poco a poco apartando de
aquí la cautiva, y si alguna pena puede tener estando así, es de ver que ha ellos y es más señora de sí para hacerlo».
de tornar a tener la libertad. El entendimiento no querría entender más de g) Crecimiento en todas las virtudes : «En fin, en todas las virtudes que-
una cosa, ni la memoria ocuparse en más; aquí ven que ésta sola es necesaria, da mejorada y no dejará de ir creciendo, si no torna atrás ya a hacer ofensas
y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease, porque les de Dios, porque entonces todo se pierde, por subida que esté un alma en
parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir; dales pena el ha- la cumbre».
blar; en decir Padre nuestro una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca,
que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey y ven 3. Fenómenos concomitantes.—En torno a la oración
que las comienza ya a dar aquí su reino; no parece están en el mundo ni le de quietud suelen girar otros fenómenos contemplativos, que
querrían ver ni oír, sino a su Dios; no les da pena de nada, ni parece se la ha
de dar. En fin, lo que dura, con la satisfacción y deleite que en sí tienen, no son sino efectos y manifestaciones de los distintos grados
están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan que hay más que desear, de intensidad por ella alcanzados. Los principales son el sue-
sino que de buena gana dirían con San Pedro: «Señor, hagamos aquí tres mo- ño de las potencias y la embriaguez de amor.
radas» 15.
561. El sueño de las potencias.—Santa Teresa, en el libro de su Vida,
La quietud, pues—como su mismo nombre lo indica—, considera como un grado de oración superior y distinto de la quietud el lla-
tiende de suyo al silencio y reposo contemplativo. Sin embar- mado sueño de las potencias, que constituye la dercera agua» con que se riega
go, como el entendimiento y las potencias orgánicas están li- el vergel del alma 18. Pero en sus obras posteriores cambió de pensar 19,
bres, pueden ocuparse en las obras de la vida activa, y así lo 17 Moradas cuartas 3,9.
hacen frecuentemente con mucha intensidad. En estos casos, 8 Cf. Vida 16,1.
19 Fje aquí las pruebas. Santa Teresa terminó la redacción de su Vida en San José de
la voluntad no pierde del todo su dulce quietud—aunque sue- Avila en 1562. Ahora bien:
que empezó a escribir la Santa en Salamanca en 1573 (o sea, oonce
a) En las Fundaciones,
le debilitarse algo—y comienzan a juntarsé Marta y María, años después», como ella misma recuerda en el prólogo), escribe textualmente: oAcaece mu-
como dice hermosamente Santa TereFa 16. Claro que esto no chas veces comenzar una oración de quietud a manera de sueño espiritual...» (c.6,i).
6) En la primera Relación al P. Rodrigo Alvarez (1575), inmediatamente después de ha-
14Moradas cuartas 2,4. blar de la oración de quietud, escribe: d)e esta oración suele proceder un sueño que llaman de
15Camino de perfección 31,3. las potencias.... (n.51.
" Cf. Camino de perfección 31,5. c) Finalmente, en las Moradas (1577), su obra más madura y acabada, donde, hablando
considerándolo como un simple efecto de la quietud en su grado máximo sus manifestaciones supremas. Hasta la unión transformativa le queda al
de intensidad. A esto último nos atenemos. alma todavía mucho trecho que andar, pero con sus fuerzas y luces actuales
Según la misma Santa Teresa, este fenómeno «es un sueño de las poten- <le parece que ya no queda nada más que deseap>.
cias que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavi-
dad y deleite es más sin comparación que lo pasado; es que da el agua a la 563. 4. Conducta práctica del alma.--La disposición
garganta a esta alma de la gracia, que no puede ya ir adelante, ni sabe cómo, general que conviene al alma en todos los estados de oración
ni tornar atrás; querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que está
con la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la de-
contemplativa es secundar dócilmente la divina acción, sin ade-
sea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir. lantarse ni retrasarse un punto, y hundirse cada vez más y
No me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas más en el abismo de su nada mediante una profundísima hu-
del mundo y estar gozando de Dios. Yo no sé otros términos cómo decirlo, mildad. Pero para mayor abundamiento, señalemos algunas
ni cómo declararlo, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si
hable, ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial
normas concretas para la oración de quietud y sus fenómenos
locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera concomitantes.
de gozar el alma» 20.
Este fenómeno contemplativo se distingue de la simple quietud en que a) En la oración de quietud
se produce la unión no solamente de la voluntad, sino también del entendi-
1) NO REALIZAR JAMÁS EL MENOR ESFUERZO PARA <PONERSE» EN ORA-
miento; y se distingue de la unión plena en que no afecta todavía a la me-
CIóN DE QUIETUD.—Sería trabajo inútil y <se enojaría el Señor>> (Santa Tere-
moria y a la imaginación. Lo dice expresamente Santa Teresa: «Coge Dios
la voluntad, y aun el entendimiento, a mi parecer, porque no discurre, sino sa) queriendo producir por nuestra cuenta lo que sólo misericordiosamente
está ocupado gozando de Dios, como quien está mirando, y ve tanto, que puede El concedernos.
no sabe hacia dónde mirar; uno por otro se le pierde de vista, que no dará 2) SECUNDAR INMEDIATAMENTE LA ACCIóN DE DIOS APENAS EMPIECE A
señas de cosa. La memoria queda libre, y junto con la imaginación debe ser; SENTIRLA.—No resistir un solo instante bajo el pretexto de terminar los re-
y ella, como se ve sola, es para alabar a Dios la guerra que da y cómo procura zos vocales—a no ser que fueran obligatorios y no quedara oportunidad
desasosegarlo todo... No parece sino de estas maripositas de las noches, im- para rezarlos más tarde—o seguir el método de oración acostumbrado. Se-
portunas y desasosegadas; así anda de un cabo a otro. En extremo me parece ría dejar el fin para seguir entreteniéndose en los medios. «Lo que ha de
le viene al propio esta comparación, porque aunque no tiene fuerza para ha- hacer el alma en los tiempos de esta quietud no es más de con suavidad y
cer ningún mal, importuna a los que la ven» 21. sin ruido... La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se negocia
bien con Dios a fuerza de brazos, y que éstos son unos leños grandes pues-
562. La embriaguez de amor.—Los deleites intensísimos del sueño de tos sin discreción para ahogar esta centella... Más hacen aquí al caso unas
pajitas puestas con humildad (y menos serán que pajas si las ponemos nos-
las potencias llegan a veces a producir una especie de divina embriaguez, que
se manifiesta al exterior en forma de verdaderas locuras de amor, que mue- otros) y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de razones
muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo la ahogarán» (SANTA TERESA,
ven al alma a dar gritos y saltos de alegría, a entonar cánticos de alabanza o
expresar en inspirados versos el estado interior de su espíritu. « ¡Oh, válame Vida 15,6 y 7).
Dios—exclama Santa Teresa—, cuál está un alma cuando está así! Toda ella 3) No TURBAR LA QUIETUD DE LA VOLUNTAD INQUIETÁNDOSE POR EL AL-
querría fuesen lenguas para alabar al Señor. Dice mil desatinos santos, atinan- BOROTO DE LAS OTRAS POTENCIAS.—En particular la memoria, junto con la
do siempre a contentar a quien la tiene así. Yo sé persona—es ella misma— imaginación, «es para alabar a Dios la guerra que da>>, como dice Santa Te-
que con no ser poeta, que le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas resa. Pero la misma Santa advierte a continuación «que no se haga caso de
declarando su pena bien... Todo su cuerpo y alma querría se despedazase ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo Dios se la puede
para mostrar el gozo que con esta pena siente. ¿Qué se le pondrá entonces quitar» (Vida 17,7). Continúe el aln-ia tranquilamente en su dulce paz y
delante de tormentos que no le fuese sabroso pasarlos por su Señor?» 22 deje a la «loca de la casa» 23 divagar por donde le plazca, que no tiene fuerza
Como se ve, estos fenómenos son altamente santificadores del alma y es- suficiente para desembeber al alma: «porque, en fin, no puede, por mucho
tán muy lejos de pertenecer al capítulo de las gracias gratis dadas, como las que haga, traer a sí las otras potencias, antes ellas, sin ningún trabajo, la
visiones y revelaciones. Es, sencillamente, la contemplación infusa en un hacen venir muchas veces a sí. Algunas es Dios servido de haber lástima de
grado muy notable de intensidad, que está, sin embargo, lejos todavía de verla tan perdida y desasosegada, con deseo de estar con las otras, y con-
siéntela Su Majestad se queme en el fuego de aquella vela divina donde
las otras están ya hechas polvo, perdido su ser natural casi, estando sobre-
precisamente de la oración de quietud, ella misma advierte que en algunas cosas ha cambiado natural gozando tan grandes bienes» (ibid.).
de pensar con relación a lo que escribió en la Vida, puesto que muizá me ha dado el Señor I 71ci S
claridad en estas cosas de lo que entonces entendía» (Moradas cua7tas 2,7), inmediatamente des- 4) HUIR CON GRANDÍSIMO CUIDADO DE LAS OCASIONES DE OFENDER A
pués de hablar de la oración de quietud (Moradas cuartas), comienza a hablar de la oración
de unión (Moradas quintas). Sólo hay una ligera alusión al sueño de las potencias hablando de Dios.—Es Santa Teresa quien lo advierte con mucho encarecimiento a sus
la oración de quietud Woradas cuartas 3,1i), pero sin hacer de él grado especial alguno. Est e
es, pues, el pensamiento definitivo de Santa Teresa. 23 En otro lugar compara Santa Teresa la imaginación a una tarabilla de molino, que nun-
20 Vicia 6,1.
21 / 7,5 y 6. ca deja de golpear mientras anda el molino; y dice a sus monjas que <tno os traiga inquietas y
afligidas. sino que dejemos andar esta tarabilla de molino y molamos nuestra harina, no de-
22 Vida 16,4.
jando de obrar la k oluntad y entendimiento» (Cuartas moradas 1,13).
monjas, porque el alma no tiene fuerzas todavía para afrontar los peligros; Téngase en cuenta, además, todos los consejos que acabamos de dar ha-
y, si vuelve atrás, irá de mal en peor. «Aviso tanto que no se pongan en blando de la quietud en general.
ocasiones, porque pone mucho el demonio más por un alma de éstas que
por muy muchas a quien el Señor no haga estas mercedes; porque le pueden c) En la embriaguez de amor
hacer gran daño con llevar otras consigo, y hacer gran provecho, podría
ser, en la Iglesia de Dios. Y aunque no haga otra cosa sino ver el que Su Los principales consejos especiales son: tener cuidado con no confundir
Majestad las muestra amor particular, basta para que él se deshaga porque esos transportes de alegría espiritual con una efervescencia puramente na-
se pierdan; y así son muy combatidas y aun mucho más perdidas que otras, tural, propia de espíritus impresionables o entusiastas—nótenlo los direc-
si se pierden». Y aludiendo a la posibilidad de que el demonio pudiera pro- tores—; no dejarse llevar de esos ímpetus—sobre todo en público—, sino
ducir en el alma ciertas dulzuras sensibles a imitación de las de la quietud, moderarlos' io más que se pueda; no creerse por ellos demasiado adelanta-
les da la norma suprema para conocerlo: «Y de que el demonio quiera con- dos en la vida espiritual, que muchas veces están muy lejos de corresponder
trahacer estas mercedes, conocerse ha en que no hará estos efectos, sino todo al grado de virtud alcanzado por el alma; humillarse profundamente y no
al revés» 24. entregarse jamás a la oración para buscar los consuelos de Dios, sino única-
«Las pequeñas infidelidades—advierte con razón el P. Crisógono—sue- mente al Dios de los consuelos. El director insistirá siempre en la necesi-
len costar muy caro a las almas que Dios puso en los primeros grados mís- dad de practicar las virtudes—que es lo que verdaderamente santifica al
ticos. Porque son éstos como un ensayo que hace el Señor con los que quie- alma—y concederá poquísima importancia a todas estas otras cosas, sobre
re unir a sí, y de la conducta del alma dependerá que Dios retire esas gra- todo si ve que el dirigido se la concede demasiado o empieza a descubrir en
cias o que siga comunicándoselas hasta llevarla al matrimonio espiritual» 25. él algún repunte de vanidad; que no será fácil si las comunicaciones son ver-
daderamente de Dios, pues éstas dejan siempre al alma sumergida en un
5) No DEJAR JAMÁS LA ORACIÓN A PESAR DE TODAS LAS DIFICULTADES O
océano de humildad. Esta es la gran serial para distinguir el oro del oropel.
TROPIEZOS.—Santa Teresa le concede a esto grandísima importancia. Para
ella tendría consecuencias mucho más desastrosas en un alma que ha comen-
zado a sentir las primeras experiencias místicas abandonar o descuidar la SÉPTIMO GRADO DE ORACIÓN: LA ORACIÓN DE UNIÓN 28
oración, que una misma falta grave de la que se levantara en seguida arre-
pentida y escarmentada. Es menester leer despacio, saboreándolos, sus pá- 564. t. Naturaleza.—La oración de unión es aquel grado
rrafos inimitables (cf. Vida 15,3). de contemplación infusa en el que todas las potencias interiores
b) En el sueño de las potencias
están cautivas u ocupadas en Dios. En la quietud solamente
quedaba cautiva la voluntad; en el sueño de las potencias se
El principal aviso que da Santa Teresa es no dejarse embeber demasiado unía también el entendimiento, pero quedaban en libertad la.
para no dar en una especie de modorra y atontamiento, que podría degene- memoria e imaginación, que le daban al alma mucha guerra.
rar en lamentables desequilibrios mentales. «Algunas, de la mucha peni-
tencia y oración y vigilias, y aun sin esto, sonse flacas de complexión; en te- En la oración de unión, todas las potencias interiores, incluso
niendo algún regalo, sujétales el natural; y como sienten contento alguno la memoria y la imaginación, quedan cautivas. Sólo quedan
interior y caimiento en lo exterior y una flaqueza, cuando hay un sueño que libres—aunque imperfectamente—los sentidos corporales ex-
llaman espiritual, que es un poco más de lo que queda dicho, paréceles que
es lo uno como lo otro y déjanse embebecer. Y mientras más se dejan, se em-
teriores, que quedarán cautivos también al sobrevenir el si-
bebecen más; porque se enflaquece más el natural y en su seso les parece arro- guiente grado de oración—la unión extática—, que en este
bamiento. Y llámole yo aboban-tiento, que no es otra cosa más de estar per- solo detalle (aparte del grado de intensidad de la luz contem-
diendo tiempo allí y gastando su salud. A una persona le acaecía estar ocho plativa) se diferencia de esta oración de unión 29.
horas, que ni están sin sentido ni sienten cosa de Dios. Con dormir y comer
y no hacer tanta penitencia, se le quitó a esta persona, porque hubo quien la 2s No hay uniformidad entre los autores para designar este grado de oración. Santa Te-
resa emplea simplemente la palabra unión, sin más (oración de unión). Otros la llaman unión
entendiese; que a su confesor traía engañado y a otras personas y a sí misma;
simple, para significar este grado especial, distinto de los demás estados místicos en los que se
que ella no quería engañar. Bien creo que haría el demonio alguna diligen- da también unión con Dios. Otros, finalmente, la denominan unión plena, para significar que
cia para sacar alguna ganancia y no comenzaba a sacar poca». Y añade a en ella todas las potencias del alma están unidas con Dios.
Es preciso confesar que ninguna de estas expresiones es del todo exacta. La misma de San-
renglón seguido: «Fiase de entender que cuando es cosa verdaderamente de ta Teresa tiene el inconveniente de sugerir la idea de que en las oraciones místicas anteriores
Dios, aunque hay caimiento interior y exterior, que no le hay en el alma no había unión del alma con Dios, lo cual es enteramente contrario a la verdad v al mismo
que tiene grandes sentimientos de verse tan cerca de Dios, ni tampoco dura tan- pensamiento de Santa Teresa. La segunda es inexacta también, y acaso le convendría mejor
to, sino muy poco espacio, bien que se torna a embebecer; y en esta oración, a la simple oración de quietud (es la unión mística con Dios más simple y sencilla de todas).
Y la tercera nos parece que debe reservarse para el grado siguiente (unión extática), donde
si no es flaqueza como he dicho, no llega a tanto que derrueque el cuerpo 26 únicamente se da la unión plena de todas las potmcias espirituales y corporales, interiores y
ni haga ningún sentimiento exterior en él» 27. exteriores.
A falta, pues, de una terminología más precisa y exacta, nosotros preferimos mantener la
2 4 Moradas cuartas 3,1o.
sencilla expresión de Santa Teresa, aun reconociendo que no es del todo perfecta. Aca,o la
2s Compendio de c‘scética y mística
Santa se dio cuenta también de ello, pero no quiso inventar una palabra nueva o no la enco,l-
p.3. a c. a.4 p. 85 -6. tró aunque lo intentara. En fin de cuentas, las expresiones ambiguas tienen el sentido que en
26 Esto está reservado para el éxtasis, y
en esto se distingue, entre otras cosas, el llamado un momento dado se les quiere dar, y todo el mundo sabe perfectamente lo que Santa Teresa
sueño de las potencias.—N. del A.
27 Moradas cuartas 3,11-13. quiere decir cuando habla de oración de unión.
29 Nótese cuán profundamente psicológica es la admirable clasificación teresiana de los
La intensidad de la experiencia mística que produce la 565. 2. Características esenciales de esta oración.—
oración de unión es indecible. Es incomparablemente supe- La oración de unión presenta las siguientes características esen-
rior a la de los grados anteriores, hasta el punto de que tiene ciales, que son, a la vez, las seriales para conocerla y distinguir-
sobre el mismo cuerpo una influencia profunda, rayana en el la de otros fenómenos más o menos parecidos:
éxtasis. Los sentidos exteriores, sin perderse del todo, acusan Lo AUSENCIA DE DISTRACCIONES.—Mientras permanece en este grado
fuertemente la sublime elevación del alma, que casi los desam- de oración, el alma no se distrae jamás. La razón es muy sencilla: las poten-
para y abandona. He aquí cómo expresa estas cosas la gran cias culpables de las distracciones son la memoria y la imaginación, que
Santa de Avila: quedan aquí 1,ienamente cautivas y absortas en Dios. Son aquellas «maripo-
sitas de las noches, importunas y desasosegadas», que tanta guerra dan al
alma en las oraciones pasadas, que «aquí se les queman las alas» en el fuego
«Estando así el alma buscando a Dios, siente, con un deleite grandísimo
inmenso de la unión con Dios 32. Caben—ya lo hemos dicho—ciertas alter-
y suave, casi desfallecer toda con una manera de desmayo que le va faltando
nativas y altibajos en esta oración, descendiendo a los grados inferiores y
el huelgo y todas las fuerzas corporales, de manera que, si no es con mucha
volviendo a remontarse a la unión. En estas alternativas o descensos caben
pena, no puede aun menear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos
las distracciones--la memoria y la imaginación recobran de momento la li-
cerrar, o si los tiene abiertos, no ve casi nada; ni si lee acierta a decir letra,
bertad—, pero mientras el alma está en verdadera unión, la distracción es
ni casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas como el entendimiento
psicológicamente imposible.
no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye.
Así que de los sentidos no se aprovecha nada, si no es para no acabarla de 2.° CERTEZA ABSOLUTA DE HABER ESTADO UNIDA EL ALMA CON Dios.--Du-
dejar a su placer, y así antes la dañan. Hablar es por demás, que no atina a rante el fenómeno contemplativo, el alma nunca duda de que está íntima-
formar palabra, ni hay fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciar; por- mente unida con Dios, a quien siente de una manera inefable. Pero, al salir
que toda la fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para me- de la oración, en los grados anteriores a éste le quedan al alma ciertas dudas
jor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es grande y o temores sobre si estuvo o no verdaderamente con Dios, si fue antojo suyo,
muy conocido. Esta oración no hace daño por larga que sea» 3°. si tal vez la engañó el demonio dándole aquellas ternuras sensibles, etc. En
la oración de unión, en cambio, la certeza de haber estado con Dios es tan
Como se ve, el alma está experimentando realidades inefa- plena y absoluta que Santa Teresa llega a decir que, si el alma no la siente
bles, con una intensidad tal, que, un poquito más, superaría del plenamente, no ha tenido verdadera oración de unión. He aquí sus palabras:
«Fija Dios a sí mismo en lo interior de aquel alma, de manera que, cuando
todo sus fuerzas corporales y la haría caer en éxtasis. Al prin- torna en sí, en ninguna manera puede dudar que estuvo en Dios v Dios en ella.
cipio esta sublime absorción de las potencias en Dios dura Con tanta firmeza le queda esta verdad, que, aunque pasen años sin tornarle
poco tiempo—una media hora a lo sumo—; pero con diversos Dios a hacer aquella merced, ni se le olvida ni puede dudar que estuvo». Y un
grados de intensidad puede prolongarse varias horas. Oiga- poco más abajo añade: «Y quien no quedare con esta certidumhre, no diría
yo que es unión de toda el alma con Dios, sino de alguna potencia, y otras
mos a Santa Teresa: muchas maneras de mercedes que hace Dios al alma» 33.
El demonio no puede contrahacer o falsificar esta oración. Tanto es así,
<Digo que de una vez es muy poco espacio sin tornar alguna potencia que Santa Teresa cree que ni siquiera conoce la existencia de esta oraci(di
en sí. La voluntad es la que mantiene la tela, mas las otras dos potencias tan íntima y secreta. He aquí sus palabras: «Y osaré afirmar que, si verdade-
presto tornan a importunar. Con-io la voluntad está queda, tórnalas a sus- ramente es unión de Dios, que no puede entrar el demonio ni hacer ningt'ai
pender y están otro poco y tornan a vivir. En esto se pueden pasar algunas daño; porque está Su Majestad tan junto y unido con la esencia del alma, que
horas de oración y se pasan; porque, comenzadas las dos potencias a embo- no osará llegar ni aun debe de entender este secreto. Y está claro; pues dicen
rrachar y gustar de aquel vino divino, con facilidad se tornan a perder de que no entiende nuestro pensamiento, menos entenderá cosa tan secreta, que
sí para estar muy más ganadas, y acompañan a la voluntad, y se gozan todas aun no la fía Dios de nuestro pensamiento. ¡Oh, gran bien, estado adonde
tres. Mas este estar perdidas del todo y sin ninguna imaginación en nada, este maldito no nos hace mal!» 34.
que, a mi entender, también se pierde del todo, digo que es breve espacio;
aunque no tan del todo tornan en sí, que no pueden estar algunas horas como '3.° AUSENCIA DE CANSANCIO.—Se comprende sin esfuerzo. El alma está
desatinadas, tornando de poco en poco a cogerlas Dios consigo» 31. sabos reando con deleites inefables unas gotitas de cielo que han caído sobre
ella. Esto no puede cansarla ni fatigarla por mucho rato que dure. Y así dice
grados de oración mística. Cada vez el fenómeno contemplativo va afectando a mayor número Santa Teresa: «Esta oración no hace daño por larga que sea; al menos a n-lí
de potencias hasta avasallarlas todas. N' cuando lo ha conseguido plenamente, ya no falta más nunca me le hizo, ni me acuerdo hacerme el Señor ninguna vez esta merced
que la permanencia de esa unión (unión transformativa o matrimonio espiritual). Dentro de
estas líneas fundamentales caben infinidad de niatices y los fenómenos se alternan y entre- --por mala que estuviese--que sintiese mal, antes quedaba con gran mejo-
mezclan, de manera qm.. a veces, se encuentran en los grados inferiores manifestaciones tran- ría. Mas ¿qué mal puede hacer tan gran bien?» 35
sitorias de los superiores y en estos últimos se producen como baches o descensos a los infe-
riores. Pero, puestos a clasificar con algún orden estas manifestaciones estupendas de la vida
sobrenatural superior, apcnas cabe imaginar nada más perfecto y acabado que las admirables 1 Cf. SANTA TI RESA, Vidt1 17,6 V
CAusA FoRmAL.—La causa formal del éxtasis es la contemplación ", Cf. P. CMSOCONO, ;bid.
(' Cf. SANTA TERIusA, ■ (), donde c,pone 1,-)s cfect, maravillci,-)s
infusa en grado muy intenso, aunque no máximo. Es, sencillamente, el efecto santificación i_.¡Lie prcduce el
l'2 Cf. II-II 17,,3 ad f.
5, C:f. CRIsócioNo, SA,.] \ 20,3.
Compendio de Ascética y Mística p.3.a C.2 a.3 n.2o4 (1.. ea.).
sano, que estaba bien enfermo y lleno de grandes dolores, y con más habi- libre durante el éxtasis, porque la infusión divina no implica necesidad en
lidad» 64. la voluntad. Solamente la visión beatífica atrae irresistiblemente al alma,
En la segunda forma la dolorosa-- es el padecer corporal «tan excesivo, pero ninguna otra comunicación divina llega a tanto como esto. El alma ex-
que el sujeto le puede mal llevar; y así, algunas veces se me quitan todos tática se adhiere con todas sus fuerzas a la acción divina, que la tiene absor-
los pulsos casi..., las canillas muy abiertas y las manos tan yertas, que yo ta y transportada. Es cierto que le sería muy difícil volver a la normalidad
no las puedo algunas veces juntar, y así me queda dolor hasta otro día en —al menos de una manera brusca e instantánea—mientras se encuentre
los pulsos y en el cuerpo, que parece me han descoyuntado» 65. San Juan de sometida a la divina acción; pero está muy lejos de querer volver a ella.
la Cruz dice que este género de éxtasis «causa debilidades, y detrimentos, y Quiere libérrimamente secundar la acción de Dios, y si alguna pena tiene,
flaquezas de estómago»; que «parece se le secan los huesos, y se marchita el es pens.Pr que ha de volver a la normalidad 71; pero en absoluto podría vol-
natural, y estraga su calor y fuerza»; que «es a veces tan grande el tormento, ver a élla—a costa de un gran esfuerzo—, y esto basta para salvar la libertad
que no le hay que así descoyunte los huesos y ponga en estrecho el natu- y el mérito.
ral»; en fin, «que se queda helado y encogidas las carnes como muerto» 66. Téngase en cuenta, además, que el alma ha caído en éxtasis precisamen-
A la primera forma—suave y deleitosa—se le llama éxtasis simplemen- te por la intensidad del amor de Dios en que se abrasa, y ya sabemos que el
te; y a la segunda, que implica cierta violencia, arrobamiento. Santa Teresa mérito esencial de nuestras obras se mide por el grado de amor de Dios que
—y después de ella todos los autores—hablan todavía del «vuelo del espíri- ponemos al realizarlas.
tu», en el que «parece es arrebatado el espíritu con una velocidad que pone
harto temor» y «verdaderamente parece que el alma se aparta del cuerpo,
586. 9. Efectos del éxtasis 72.—Vamos a examinarlos en su doble
porque se ve perder los sentidos y no entiende para qué» 67. A este fenóme-
aspecto: en el cuerpo y en el alma.
no se le llama también rapto.
I.° EN EL CUERPO.—Los principales son tres: a) la insensibilidad or-
582. s. Actitud del extático.—Es muy varia, pero siempre digna y
gánica; b) la expresión de la fisonomía, y c) la agilidad o levitación.
decorosa. Por lo general continúan en la actitud en que les sorprendió el
a) Ya hemos hablado de la primera. Cuando el éxtasis es total y per-
fenómeno: de rodillas, de pie, sentados, etc. Así solían producirse en Santa
fecto, la insensibilidad es absoluta. Las incisiones más dolorosas, las sacu-
Teresa. San José de Cupertino lanzaba un grito, caía de rodillas y extendía
didas más bruscas, las mismas quemaduras, etc., son inútiles para despertar
los brazos en cruz. Santa Catalina de Ricci ocultaba el rostro entre las ma-
a estos dormidos a lo divino. Con frecuencia, los ojos conservan toda su
nos. Santo Tomás de Villanueva se quedaba de pie, inmóvil, con los ojos
actividad, pero es para fijarla sobre la visión divina con una vivacidad que
clavados en el cielo. A Santa Catalina de Siena se le contraían las manos y
parece agrandarlos considerablemente. No perciben absolutamente nada de
los pies violentamente, siendo imposible arrancarle los objetos que tenía en-
tre las manos 68.
las cosas materiales, como puede comprobarse pasando bruscamente por de-
lante de sus ojos abiertos una luz o un objeto cualquiera sin que se produz-
583. 6. Duración del éxtasis.—En general es breve. Santa Teresa ca el más leve movimiento en sus párpados o pupilas.
cree que ordinariamente no pasa de la media hora; y si es muy fuerte y sus- Sin embargo, santos hubo que durante sus éxtasis hablaban del objeto
pende todos los sentidos, su duración es todavía menor. Sin embargo, san- de su visión contemplativa e incluso echaban a andar—«marcha extática»--.
tos hubo que permanecieron arrebatados en el aire—éxtasis con levitación— Son famosos los casos de Santa Catalina de Siena y Santa Magdalena de Paz-
durante varias horas (así, v.gr., Santo Tomás de Villanueva) y éxtasis sin zis. Sin embargo, estos hechos son excepcionales; lo ordinario es la insen-
levitación que duraron varios días. Y así, la Bienaventurada Angela de Fo- sibilidad e inmovilidad total.
ligno estuvo tres días en éxtasis; la Bienaventurada Columba de Rieti, cinco; Durante el éxtasis, el calor vital va disminuyendo lentamente, sobre todo
Marina de Escobar, seis; San Ignacio de Loyola, ocho en la cueva de Man- en las extremidades—manos y pies—. Las funciones vitales parecen inte-
resa; Santa Coleta, quince; y, en fin, Santa /\,4agdalena de Pazzis estuvo cua- rrumpirse: nada de respiración, nada de circulación apreciable de la sangre,
renta días sin volver en sí. ni siquiera el más ligero movimiento de labios. Poco a poco, las funciones
vitales van como retornando y haciendo volver insensiblemente al paciente
584. 7. Frecuencia.—En algunos santos ha sido grandísima. Para a la plena normalidad 73. Ya hemos oído decir a Santa Teresa que el éxtasis
Santa Magdalena de Pazzis, San Miguel de los Santos y San José de Cuper- suave no sólo no perjudica la salud del cuerpo, sino que la robustece y con-
tino, la vida no fue sino una serie continua de éxtasis 69. Pero, en general, forta. Otra cosa es el éxtasis violento—rapto o arrobamiento—, que deja
se produce raras veces y sólo en almas muy adelantadas en la vida espiritual. al cuerpo quebrantado a veces para muchos días.
585. 8. ¿Merece el alma durante el éxtasis?—Indudablemente que b) En cuanto a la expresión de la fisonomía, suele presentar un aspecto
característico, que revela el transporte íntimo del alma. Por una irradiación
sí. Santa Teresa da una razón de conveniencia: la de que el alma no pierda de la energía psíquica sobre la materia, las embriagueces y claridades de
inútilmente aquel tiempo 79. Pero hay otra razón más profunda: el alma es
dentro repercuten y se reflejan fuera; la visión sobrenatural arroba y beati-
" SANTA TERESA, Vida 20,21 ; Cf. I0,I I.
fica al mismo tiempo, aunque diversamente, al alma y al cuerpo. Bajo sus
SANTA TERESA, VU./..1 20,12. rayos y atractivos divinos, la fisonomía del extático se ilumina de una belle-
" SAN JUAN DE 1-A CRUZ, NOChe 11,1,2 ; CdEdiC0 13,1,4; 14,5,19; cf. P. CRISóGONO, u., ,
D.206.
" SANTA TERESA, Moradas sextas 5 n.i y 12.
Cf. FARGES. LeY phenuménes mystiques p.2.a c 2 a.2; cf. P. CRISOGONO, 0.C., p.207. 71 Cf. SANTA TERESA, V111 20,22.
72 cf. R1BET, 0.C., t.2 C.20 n.8.
Cf. Put:LAIN, Des gycices d'oraisun c. 8 n. to.
De hecho, las funciones de la vida veletativa sólo desaparecen aparentemente, no en
7° S AN EA TERESA. Con( entn, ,Imnr rip n f,
realidad, ni siquiera en el caso estupendo de Moisés y San Pablo (cf. II - II,I 75,5 ad 3).
za celestial, que traduce la admiración más profunda y el más ardiente amor. 588. . La llamada al extático 79.—Con frecuencia se ha hecho
Es una verdadera transfiguración. sobre los extáticos una experiencia que se ha designado con el nombre de
c) En fin, todavía el éxtasis produce con frecuencia sobre el cuerpo la «llamada al extático». Consiste en darle la orden formal de volver en sí y
del paciente un efecto más maravilloso aún: el cuerpo sigue dócil el impulso retornar al estado normal. Esta orden debe darla—para que resulte eficaz—
del alma hacia arriba, y se levanta sobre el suelo, contra todas las leyes de el superior, confesor o cualquiera otra persona que haya recibido de la Igle-
la gravedad. Es la levitación, uno de los fenómenos extraordinarios más sor- sia autoridad espiritual sobre esas personas. Esta «llamada» puede hacerse
prendentes de la Mística, que estudiaremos al hablar de las gracias gratis de dos modos: externa o vocalmente e interna o mentalmente.
dadas (cf. n.848-5r). He aquí los resultados obtenidos y su explicación.
p ) La llamada exterior o vocal resulta siempre eficaz si el éxtasis es
2.° EN EL ALMA.—E1 efecto propio y característico del éxtasis sobrena- veidaderamente divino. No se conoce entre los santos una sola excepción.
tural es el de comunicar al alma una energía sobrenatural que llega hasta el b) Si el superior da la orden exterior, pero conservando la voluntad in-
heroísmo en la práctica de todas las virtudes cristianas. Es un hecho cons- terior de no ser obedecido, el extático no vuelve en sí. Lo mismo ocurre
tante que el éxtasis verdadero procede del amor y, a su vez, enciende en el si, en lugar de una orden absoluta, se la da condicionada, o si se contenta
alma un amor más ardiente e insaciable todavía; y el amor llegado a este pun- con suplicarle, sin mandárselo expresamente.
to sublime está pronto a sufrirlo y soportarlo todo por el Objeto amado; y c) La orden puramente mental es obedecida muchas veces; pero lo más
esto es el heroísmo. Es el «éxtasis de las obras», que acompaña siempre y es frecuente es que no sea obedecida.
la señal más clara y característica del verdadero «éxtasis del amor» 74. Santa ¿Cómo se explican estos hechos? La razón más satisfactoria parece ser
Teresa tiene páginas bellísimas exponiendo los efectos admirables que pro- la siguiente: en realidad, quien obedece es Dios—suspendiendo su acción
ducían en su alma los éxtasis divinos 75. divina productora del éxtasis—, no el extático, pues éste no ve ni oye nada
Por eso es un gran error incluir el éxtasis místico entre las gracias gratis y muchas veces ni siquiera sabe que ha sido llamado, como han declarado
dadas, como hacen muchos autores. De ninguna manera pertenece a ellas, muchos de ellos al volver en sí. Dios se retira simplemente, sin que el pa-
sino que entra de lleno en el desarrollo normal de la contemplación infusa, ciente sepa el motivo. Consintiendo en ejecutar la orden dada, Dios quiere
de la que constituye precisamente uno de sus grados. Cuando la contem- glorificar la autoridad espiritual del superior, que viene del mismo Dios.
plación llega a un grado de intensidad superior a la energía psíquica y fuer- Pero esto requiere que el superior manifieste públicamente su voluntad de
zas corporales del paciente, el fenómeno extático se produce como una ser obedecido. Por eso, la llamada puramente mental resulta muchas veces
consecuencia natural e inevitable. En lo que tiene de interior, el éxtasis es ineficaz; la autoridad del superior no sufre con ello el menor menoscabo
altamente santificador, y, por lo mismo, nada tiene que ver con las gracias ante los demás. Si a esto añadimos que la orden mental no es propiamente
gratis dadas, que no santifican—de suyo--al que las recibe. orden—puesto que le falta una nota esencial para que se convierta formal-
Claro que, por lo que tiene de exterior y espectacular, todos los maes- mente en ley o mandato, a saber: la promulgación externa, condición esen-
tros de la vida espiritual están conformes en decir que sería manifiesto atre- cial o al menos sine qua non para la existencia obligatoria de la ley, según el
vimiento pedírselo a Dios. Esto supondría en el alma cierta arrogancia y Angélico Doctor 80—, se comprende fácilmente por qué la orden puramen-
presunción, como si ya estuviera preparada para ello. La humildad y des- te mental no es obedecida regularmente.
precio de sí mismo es siempre la mejor disposición y el camino más expedi- De estos principios se desprende una importante consecuencia práctica:
to para alcanzar los dones de Dios. la prudencia extraordinaria con que hay que proceder en estas llamadas.
El extático está en esos momentos bajo la influencia inmediata del Espíritu
587. o. El desposorio espiritual.--En medio de uno de estos éxta- Santo. Llamarle a la ligera, sin ton ni son o para satisfacer una simple curio-
sis inefables tiene lugar el llamado desposorio espiritual, que no es otra cosa sidad, sería cometer una manifiesta irreverencia. Muy otra fue la conducta
que la promesa de Dios de llevar al alma hasta la unióntransformativa o matri- del gran teólogo Fr. Domingo Báñez ante un éxtasis en que cayó Santa Te-
monio espiritual. Santa Teresa cree que es indispensable el arrobamiento resa mientras el insigne dominico les predicaba una plática a las Carmelitas
para no morir ante el resplandor de la divina Majestad 7°. Al recibir el alma de Avila. lina de las monjas que presenció el hecho lo declaró en el pro-
la promesa divina de llegar algún día hasta la cumbre de la unión con Dios, ceso de canonización en la siguiente forma: «Otra vez, estando el P. Fr. Do-
experimenta una alegría tan inefable, que la pone en trance de morir. «En mingo Báñez... haciendo una plática a las religiosas de este convento al lo-
este dichoso día—escribe hermosamente San Juan de la Cruz—, no solamen- cutorio, la santa Madre se quedó arrobada, y el dicho Padre se quitó la
te se le acaban al alma sus ansias vehementes y querellas de amor que antes capilla y dejó la plática y puso gran silencio hasta que volvió en sí» 81.
tenía, mas, quedando adornada de los bienes que digo, comiénzale un estado Téngase presente, además, que la vuelta del extático a la normalidad
de paz y deleite y de suavidad de amor» 77. Si permanece fiel, el alma tiene no es señal infalible de que su éxtasis era verdadero o sobrenatural. La vuel-
asegurada la llegada a la cumbre de la montaña del amor; pues, como dice ta a la normalidad podría ser un efecto de telepatía puramente natural; y
la insigne Doctora Xlística, la sexta morada—donde se realiza el desposo- en absoluto podría también tratarse de un éxtasis diabólico: el demonio
rio—y la séptima-1a del matrimonio espiritual—«se pudieran juntar bien, podría simular lo exterior de un éxtasis para simular también la obediencia.
porque de la una a la otra no hav puerta cerrada» 78. Si a esto añadimos que la «llamada», tratándose de un verdadero éxtasis mís-
tico, hace casi siempre sufrir mucho al extático—a causa del choque psico-
74 Cf. SV, /, S:i 1,, Ttut,,,b, d,/ ,,n1 o de
lógico producido por el tránsito brusco de un estado a otro tan diferente—,
1,7 c 6.
( T. SAN] A TERF,A, \ 1,1,1 .\1,1chit/, /' I—h.
7'1 Cf. Moradus•sevta, c.4 Lt a,,c todo e'ne mairtvillo,,o capitulo. 79 Cf. P. POLLAIN, Des grtkes d'ordis.in c.18 11.12-22.
77 Cántico espiritual anotación para la canción 14, n.2. 80 1-11,00,4.
78 Moradas sextas
c.4 n.4. 81 Cf. P. FLLIPE MARTÍN, 0.P , Sarltd Tere,a v la Orden de Predi,: tdores 9391 T
debemos sacar la conclusión de que no debe practicarse esta experiencia
sino rara vez y por verdadera necesidad. Y en los casos en que sea conve- manece inmóvil, absorto en profunda contemplación 83. El so-
niente hacerlo, no debe imponérsele la vuelta instantánea a la normalidad, námbulo tiene la expresión inerte y la mirada empañada cuando
sino dándole un cierto margen de tiempo (v.gr„ mientras se rezan vocal- sus ojos astán abiertos; el extático está radiante y transfigurado.
mente algunas oraciones) para que el tránsito de un estado a otro no sea En el primero, la actividad cerebral se desarrolla con detri-
tan brusco y violento.
mento del espíritu; en el segundo, por el contrario, la actividad
sensible se paraliza, con provecho del espíritu, que se sume en
Las falsificaciones del éxtasis místico goces celestiales. No cabe confusión alguna entre los dos es-
Acabamos de estudiar la naturaleza del éxtasis místico en ta/ros.
sus líneas fundamentales. Pero antes de pasar a otro asunto, 3.° LA HIPNOSIS.—La hipnosis presenta también algunas
digamos una palabra sobre sus falsificaciones, o sea sobre los analogías exteriores con el éxtasis; pero sus diferencias son tan
llamados éxtasis natural y éxtasis diabólico. profundas, que es muy fácil establecer el diagnóstico diferen-
589. A) El éxtasis natural. — Es indudable que pueden cial. He aquí las principales:
darse en el orden puramente natural—sobre todo en el campo a) El hipnotizado despierta en el momento en que se lo
ordene el hipnotizante; al extático es imposible despertarle a no
de lo patológico—una serie de fenómenos que presentan ciertas ser por orden terminante de la autoridad eclesiástica, como he-
apariencias exteriores semejantes a las del éxtasis místico. Pero
son, por otra parte, tantas y tan claras las características y se- mos explicado más arriba.
ñales que los diferencian, que sería menester una ignorancia b) En la hipnosis, la voluntad queda casi totalmente sus-
pendida, la conciencia se entorpece y la memoria de la actividad
estupenda de los fenómenos sobrenaturales para no encontrar desarrollada se pierde enteramente al despertar; los recuerdos
en seguida la clave de su diagnóstico diferencial con esas falsi- del extático quedan, por el contrario, muy presentes y su sueño
ficaciones naturales. Examinemos brevemente los principales no altera en lo más mínimo ni la voluntad ni la conciencia.
fenómenos naturales que más se parecen al éxtasis 82.
c) En la catalepsia provocada por la hipnosis, una causa
I.° EL DESVANECIMIENTO NATURAL O SÍNCOPE.—Es fácil dis- mórbida y material detiene el funcionamiento del organismo,
cernirlo del éxtasis místico. Su duración es muy corta; se puede pone en rigidez los músculos y hace imposible todo fenómeno
retornar al enfermo con ciertos recursos terapéuticos: posición psicológico; en el éxtasis es el fenómeno psicológico, espiritual,
horizontal, aire libre, percusión de las manos, aspersiones frías el que adquiere una fuerza extraordinaria; el extático no se
en la cara, excitaciones de la mucosa pituitaria con fuertes olo- parece a un muerto más que en la inmovilidad: pero todo su
res—vinagre, amoníaco, éter, etc.—, procedimientos todos que ser, su rostro especialmente, respira la vida que palpita inten-
serían del todo inútiles para hacer salir de su estado a los ver- sísima en su interior. Uno y otro fenómeno son como la noche
daderos extáticos. El desvanecimiento natural produce, además, y el día.
la pérdida del conocimiento y la suspensión de las facultades
4 .° LA HISTERIA.—Es la neurosis que más ha preocupado
psíquicas, en diametral antagonismo con el éxtasis místico, que a la ciencia y al vulgo en los últimos tiempos. A ella quieren
se produce precisamente por una superintensión de aquellas los racionalistas reducir el éxtasis místico, cuando en realidad
facultades. El éxtasis místico, pues, es completamente distinto
presenta casi siempre características opuestas.
del desvanecimiento puramente natural aun prescindiendo de La histeria es una enfermedad general que trastorna pro-
los frutos de santificación, que son excelentísimos en el primero fundamente las funciones orgánicas y cuyo diagnóstico es fácil.
y totalmente nulos en el segundo.
Las crisis son violentas. Lejos de simular el éxtasis, recuerdan
2.° EL SONAMBULISMO ESPONTÁNE0.—E1 más bien, por ciertos cara.cteres, la crisis de la posesión diabó-
automatismo ce-
rebral que caracteriza este estado patológico tiene caracteres lica. Fuera de ellas, el histérico tiene estigmas especiales: es
opuestos a los del éxtasis místico. El sonámbulo va, viene, anda, propenso a la ilusión y la fantasía, muy movible y antojadizo, im-
sube, ejecuta trabajos manuales; el extático, por lo general, per-
8 2 Utilizamos, ante todo, para redactar esta sección la obra del 8 Ya hemos advertido que a veces se produce la llamada «marcha extática»; pero, aun
DR. SURBLED—CUS'aS pala- entonces, las características del modo, manera, expresión del rostro, efectos producidos, etc.,
bras citamos a veces literalmente—La moral en sus relaciones con la Medicina y la Iligiene (Bar-
celona 1937) 1.3 p.ir c.13. no permiten confundirla en modo alguno con el sonambulismo natural. Por lo demás, la
«marcha e\ tática« es un fenómeno rarísimo entre los místicos.
presionable hasta el extremo, malhumorado, vanidoso, embus- el diagnóstico diferencial es relativamente fácil y no puede dar
tero. Su piel acusa en ciertos puntos una insensibilidad carac- lugar a dudas. En el éxtasis místico todo es santo, sobrenatural,
terística. divino. Las características del diabólico, por el contrario, son:
El éxtasis místico no tiene ninguna de estas características, vivir en pecado, gozar del éxtasis a capricho, hacer muecas y
sino precisamente todas las contrarias. Se produce siempre en contorsiones, proferir palabras incoherentes, no conservar re-
sujetos normales, ‹larchinormales—dice muy bien el P. Me- cuerdo alguno después del éxtasis, buscar sitios concurridos
néndez-Reigada 84—, pues son sujetos de una virtud acrisola- para llamar la atención, quedar con gran turbación al volver
da». Nada de las convulsiones horribles de la histeria, sino, al en sí y, por último, recibir en el éxtasis comunicaciones que
contrario, un adormecimiento tranquilo, lleno de suavidad y de incitan al mal o mueven a un bien aparente y con malos fines 86.
paz. Nada de la modorra y embotamiento cerebral, de los gestos
bruscos, de los gritos inarticulados, etc., etc., cara.cterísticos NOVENO GRADO DE ORACIÓN: LA UNIÓN TRANSFORMATIVA O MA—
de la histeria. En el extático, todo es tranquilo, digno, decoroso, < TRIMONIO ESPIRITUAL
edificante, sobrenatural. No es posible, a menos de estar ciego,
confundir la luz con las tinieblas. 591. El último grado de oración clasificado por los místi-
Tales son las principales afecciones mórbidas con las que cos es el de la unión con Dios transformativa, conocido también
s:>. ha querido comparar el éxtasis. Como acabamos de ver, hay con el nombre de matrimonio espiritual. Constituye la séptima
un verdadero abismo entre unos fenómenos y otros, y sólo la morada del Castillo interior, de Santa Teresa, y se le designa
ignorancia. o la mala fe podrán involucrar las cosas para esta- también con los nombres de unión consumada y deificación del
blecer una relación, no ya de causalidad, pero ni siquiera de se- alma. Es el último grado de perfección clasificable que se puede
mejanza, entre cosas tan distintas y hasta diametralmente alcanzar en esta vida y constituye un preludio y preparación
opuestas. inmediata de la vida bienaventurada de la gloria.
sgo. B) El éxtasis diabólico.—Más fácil todavía que 592. 1. Naturaleza.—San Juan de la Cruz lo define: Una transforma-
ción total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de
el natural es el diagnóstico del llamado éxtasis diabólico. Es una
forma especial de obsesión, que confina con la posesión y se juzga la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma
hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida 87.
por ella. Analizando esta definición, se descubren los tres elementos esenciales
Notemos en primer lugar que el demonio no puede pe- del matrimonio espiritual: la transformación total en el Amado, la mutua
entrega y la unión permanente de amor. Examinémoslos por separado.
netrar en el interior del alma. Como veremos en su lugar co-
rrespondiente—cf. n.777—, el entendimiento y la voluntad son .° TRANSFORMACIÓN EN EL AMADO.—A la manera que el fuego de Una
fragua, cuando se apodera totalmente del hierro que a ella se arrojó, lo trans-
absolutamente invulnerables a los manejos diabólicos. Lo único forma enteramente en sí—sin que el hierro pierda, no obstante, su propia
que puede hacer es suprimir la sensibilidad exterior para con- naturaleza de hierro—, así el alma metida en lo más hondo de la hoguera
centrar toda la atención del alma sobre los cuadros sugestivos del divino amor se transforma en el mismo Dios, sin perder, no obstante,
provocados por él en la imaginación. Veamos cómo expone su condición de criatura. San Juan de la Cruz lo expresa en un párrafo su-
esta doctrina el famoso López Ezquerra: blime: «El alma—dice—queda esclarecida y transformada en Dios, y le co- -
munica Dios su ser sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios
«Ei demonio no puede producir un verdadero éxtasis porque no puede y tiene lo que tiene el mismo Dios. Y se hace tal unión cuando Dios hace al
penetrar en el fondo del espíritu... Pero en el alma, que todavía no ha sido alma esta sobrenatural merced, que todas las cosas de Dios y el alma son
liberada de los sentidos, puede causar el demonio un deliquio material y em- unas en transformación participante. Y el alma más parece Dios que alma, y
botar de tal manera las potencias, que le parezca al alma que se le ha infun- aun es Dios por participación; aunque es verdad que su ser naturalmente
dido aquella luz inmediatamente en las potencias espirituales y que ha pa- tan distinto le tiene del de Dios como antes, aunque está transformada;
decido un éxtasis9 85. como también la vidriera le tiene distinto del rayo, estando de él clarifi-
cada» 88.
Santa Teresa afirma que hay un abismo entre los fenómenos En otro lugar había comparado San Juan de la Cruz el proceso de la
santificación de un alma al fuego que se va apoderando de un madero hasta
divinos y las falsificaciones y contrahechos del demonio. Te- transformarlo todo en sí: «Porque el fuego material, en aplicándole al ma-
niendo en cuenta, sobre todo, los efectos producidos en el alma,
84 Cf. L,,s dones del Espíritu Sinto y la perfección crIstiand nota K 86 Cf. BENEDICTO XIV. De ,ernorum Dei beat. 1.3 c.4. n.5 5 6.
85 Cf. LÓPEZ EZQUERRA, Lucerna rnvstic,t
p.37o. 87 Cántic, 22 n.3.
tr.5 C.20 11.212.
88 Sub,la 11,5,7
dero, lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad comunicación de bienes, lo mismo ocurre entre Dios y el alma dichosa ad-
fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene. Luego le va poniendo ne- mitida a este espiritual matrimonio.
gro, oscuro y feo y aun de mal olor; y yéndole secando poco a poco, le va, Esta entrega mutua, indisoluble 92, constituye la esencia misma del ma-
sacando a la luz y echando fuera todos los accidentes feos y oscuros que trimonio espiritual, de la misma manera que la mutua entrega y aceptación
tiene contrarios al fuego. Y, finalmente, comenzándole a inflamar por de de los cónyuges constituye la esencia misma del sacramento del matrimonio.
fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle hermoso como el Nadie se debe escandalizar de que los místicos hayan establecido esta
mismo fuego. En el cual término, ya de parte del madero ninguna pasión comparación entre la unión con Dios y el matrimonio. Antes que ellos la
hay ni acción propia, salvo la gravedad y cantidad, más espesa que la del había empleado el Espíritu Santo en el sublime epitalamio del Cantar de
fuego, porque las propiedades del fuego y acciones tiene en sí; porque está los Cantares. Cristo la usa también en el Evangelio para expresar los dones
seco, y seca; está caliente, y calienta; está claro, y esclarece; está ligero mucho de la gracia y de la gloria 93. San Pablo recuerda a los fieles de Corinto que
más que antes, obrando el fuego en él estas propiedades y efectos* 89. «los ha desposado con Cristo)) (2 Cor 11,2); y en su epístola a los de Efeso
establece un sublime paralelismo entre el matrimonio y la unión de Cristo
Al llegar a estas sublimes alturas, el alma adquiere propie- con la Iglesia, de la que dice que es «un gran misterio» (Eph 5,23-32). En
dades divinas y, en cierto modo, se puede decir con San Juan pos de las Sagradas Escrituras, toda la tradición cristiana ha venido emplean-
do ese símil para significar la íntima unión con Dios del alma llegada a la
de la Cruz que se ha hecho Dios por participación. Es la plenaj., cumbre de la santidad.
transformación en el Amado, tantas veces soñada y deseada Y en verdad que el caso no es para menos. Hugo de San Víctor llega a
por el alma en los grados anteriores, y que solamente al llegar a decir que el matrimonio espiritual no es una simple comparación con menos
estas alturas ha logrado conseguir. realidad y verdad que el matrimonio humano, sino que es éste, más bien,
el que no es sino una sombra y figura de aquél. Si el matrimonio es grande,
Pero ¿en qué consiste propiamente esta transformación? es, sobre todo, por Cristo y la Iglesia. Todo lo que se encuentra de intimidad,
No pudiendo consistir en una transformación ontológica—deli- de fecundidad, de alegría y de grandeza en las uniones terrestres no es más
rio panteísta condenado por la Iglesia 9° y por el simple buen que frialdad, impotencia, tristeza y abatimiento comparado con la unión
sentido—, tiene que referirse a una transformación de nuestras espiritual del alma transformada en Dios 94.
En realidad, el alma en simple posesión del estado de gracia ya es, de
facultades superiores en cuanto al modo de obrar. alguna manera, esposa verdadera de Dios. Pero solamente en las grandes
«El alma—dice el P. Poulain 91—tiene conciencia de que en sus actos alturas de la unión transformativa adquiere la conciencia experimental per-
sobrenaturales de inteligencia, de amor, de voluntad, participa de la vida manente de que efectivamente lo es.
divina, de los actos análogos que están en Dios. Esto es lo esencial del matri- Esta entrega mutua tiene lugar, a veces, en forma de ceremonia especial
monio espiritual». Y un poco más abajo añade, explicando su pensamiento: que la simboliza y significa. En el caso de Santa Catalina de Siena y Santa
«El bautismo y la gracia santificante nos dan ya esta participación de la na- Teresa de Jesús hubo aparición de la humanidad sacratísima de Cristo, en-
turaleza divina, pero en estado inconsciente. Otra cosa sucede en el matri- trega de anillos, etc. 95. Nada de esto es esencial al estado de transformación;
monio espiritual. Se tiene conciencia de la comunicación de la vida divina. lo único esencial es que se establezca en adelante una unión permanente e
Dios ya no es solamente—como en los grados precedentes—el objeto de indisoluble entre Dios y el alma.
nuestras operaciones sobrenaturales de inteligencia y voluntad, sino que se 3.° LA UNIÓN PERMANENTE DE AMOR.—ES la tercera nota esencial del
muestra como coprincipio de nuestras operaciones, la ayuda de que nos matrimonio místico, que la distingue y separa de los grados anteriores. Lo
servimos para producirlas. Nuestros actos nos parecen, en cierto modo, di- dice expresamente Santa Teresa: «Porque entended que hay grandísima dife-
vinos; nuestras facultades son ramas en las que sentimos circular la savia rencia de todas las pasadas a las de esta morada, y tan grande del desposorio
divina. Se cree sentir en sí mismo a Dios viviendo por los dos. Se vive en espiritual al matrimonio espiritual, como la hay entre dos desposados, a los
El, de El, por El. Ninguna criatura puede manifestarse a nosotros de esta que ya no se puede apartar» 96. Y un poco antes había explicado de qué
manera». manera el alma transformada siente a las divinas personas inhabitando per-
«En el cielo—continúa--, este mecanismo de la gracia aparecerá en toda manentemente en ella: «Y cada día se espanta más esta alma, porque nunca
su claridad; allí veremos al descubierto este «matrimonio» de las dos opera- más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve, de la manera
ciones, divina y humana, y el predominio de la primera, es decir, nuestra que queda dicha, que están en lo interior de su al?na; en lo muy muy interior,
«divinización*. El cuarto y último grado de oración es el preludio, el gusto en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras,
anticipado, más o menos intenso, de este conocimiento experimental. Aquí siente en sí esta divina compañía» 97.
abajo la transformación ha comenzado, pero no se la conoce más que por En esta conciencia experimental de la unión permanente con Dios caben,
la fe».
2.° LA 92 Ya precisamos más abajo el \ erdadero alcance cle esta palabra.
MUTUA ENTREGAes una consecuencia inevitable de esta profunda '3 Cf. Mt 22,3; 25,to; l_c 12,36, etc.
transformación del alma en Dios. Así como entre dos esposos hay perfecta ( :f. sacramentis 1.2 p.2.a c. 3: NIL 176,182.
9, Cf. para S-anta Catalina: licAlo R<ONII'NDO CAPUI, Leyenda de Santa Catalina de
Siena p.". C.12. Y para Santa Teresa: Mnall, ,éntimos 2,1; Relación 3;; Obras, ed. critica,
89 Noche oscura II,to,I.
90 Cf. L.) 5 os y 1225. P. SILVERIO, I.2 P.64 y 38; ibid., p.66.
9, Moradas séptimas 2,2.
91 P. POULAIN, 0.C., c.19 n.ir. Continúa en el n.13. 9, Moradas séptimas 1,7.
sin embargo, algunos eclipses; lo advierte la misma Santa Teresa 98. Perc i.° No se trata de verdadera impecabilidad intrínseca, cosa imposible en
esta vida—se requiere para ello la visión beatífica—y que está, además, con-
son tan breves y transitorios, que puede decirse que el alma goza permanen.
temente de esta divina compañía. Aun durante el sueño continúan en uniór denada por la Iglesia 1°3.
que, sin volver al alma
permanente de amor 99, cumpliéndose al pie de la letra la bella expresiór 2.° Se trata. de una asistencia especial de Dios,
del Cantar de los Cantares: «Yo duermo, pero mi corazón vela. Es la voz de impecable, impedirá de hecho que peque mortalmente.
amado que me llama* (Cant 5,2). Es entonces cuando se realiza en toda su 3.° Esta asistencia especial se refiere únicamente al pecado mortal, no
plenitud la estrofa 28 del Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz: a los pecados veniales, ni mucho menos a las imperfecciones, que requiriría
un privilegio especialísimo, que sólo consta haberlo recibido la Santísima
Mi alma se ha empleado Virgen María 1°4.
y todo mi caudal en su servicio. A la luz de estos principios hay que entender las expresiones tan fre-
Ya no guardo ganado, cuentes en los místicos relativas a la unión indisoluble del matrimonio espi-
ni ya tengo otro oficio, ritual del alma con Dios; aquello de que «ya no se pueden apartar*, de Santa
que ya sólo en amar es mi ejercicio. Teresa; la «confirmación en gracia», de San Juan de la Cruz, etc. De esta
manera se armonizan muy bien las enseñanzas de la Iglesia y las afirmacio-
593. 2. ¿Hay confirmación en gracia?—Ahora bien: esta nes de los místicos experimentales.
unicy_
permanente de amor, ¿implica que el alma transformada está confirmada
en gracia? 594. 3. ¿Cabe en esta vida la contemplación de la divina esencia?
El supremo grado de contemplación que puede alcanzar una criatura humana
San Juan de la Cruz lo afirma, aunque con cierta timidez. Después de
describir el matrimonio espiritual con la definición que hemos dado más o angélica es la visión beatífica, o sea la contemplación intuitiva y facial de la
arriba, añade el Místico Doctor: «Y así pienso que este estado nunca acaece esencia misma de Dios. Ello constituye el summum analogatum de la escala
sin que esté el alma confirmada en gracia, porque se confirma la fe de ambas contemplativa y la esencia misma de la eterna bienaventuranza. El cielo no
partes, confirmándose aquí la de Dios en el alma. De donde éste es el más es esencialmente otra cosa.
Ahora bien: ¿cabe en esta vida esa sublime contemplación? ¿Es posible
alto estado a que en esta vida se puede llegar»
acá en el destierro un acto transitorio de visión beatífica?
Santa Teresa, sin embargo, opina lo contrario. Varias veces advierte ex-
Santo Tomás niega terminantemente que pueda darse en esta vida de
presamente que mientras el alma permanezca en este mundo tiene que
andar con cautela y recelo de ofender a Dios. He aquí uno de los lugares una manera habitual 105. Lo único que admite, a base de un milagro estu-
pendo, fuera en absoluto de la providencia ordinaria de Dios—supernatura-
más expresivos: «Tampoco os pase por pensamiento que, por tener estas
almas tan grandes deseos y determinaciones de no hacer una imperfección liter, et praeter communem ordinem—, es una comunicación transitoria del
por cosa de la tierra, dejan de hacer muchas, y aun pecados. De adverten- lumen gloriae, concedida a Moisés y San Pablo, que les permitió contemplar
la esencia divina estando totalmente abstraídos de los sentidos 1°6.
cia". no, que les debe el Señor a estas tales dar muy particular ayuda para
El único que aun en esta vida gozó habitual y permanentemente de la
esto. Digo pecados veniales, que de los mortales que ellas entiendan están
visión de la divina esencia fue Nuestro Señor Jesucristo, que en su condi-
libres, aunque no seguras; que tendrán algunos que no entienden, que no
les será pequeño tormento Hl. También se les dan las almas que ven que se ción de Hijo de Dios, mientras permaneció en este mundo, era, a la vez,
pierden; y aunque en alguna manera tienen gran esperanza que no serán de viador y comprensor 1°7. La mayor parte de los teólogos admite también
para la Santísima Virgen transitoriamente, en los momentos culminantes de
ellas..., no pueden dejar de temer, como tengo dicho. Y la que se viere de
su vida, algunos instantes de verdadera visión beatífica 1°8.
vosotras con mayor seguridad en sí, ésta tema más... Su Majestad nos am-
Fuera de estos casos, no consta con certeza de ningún otro, y sería muy
pare siempre; suplicárselo para que no le ofendamos es la mayor seguridad
que podemos tener» 102. arriesgado lanzarse a hacer cábalas y conjeturas. Santa Teresa habla de una
visión intelectual de la Santísima Trinidad «por cierta manera de represen-
Sin embargo, creemos que, rectamente entendida, se puede seguir y es
más probable la opinión de San Juan de la Cruz. La Santa habla prudentí- tación de la verdad* 1°9, o sea por especies creadas, infinitamente distantes
simamente, escribiendo como escribía a sus monjas y teniendo en cuenta de la verdadera visión beatífica. Y el mismo San Juan de la Cruz, que tiene
expresiones mucho más atrevidas, habla siempre de que «no se acaban de
que ningún daño se le sigue al alma de pensar que puede pecar y perderse,
sino grandes bienes para andar con humildad y cautela. Pero esta norma, de quitar todos los velos» 110 en las más sublimes contemplaciones a que son
exquisita prudencia práctica, no invalida la afirmación teórica de San Juan admitidas las almas transformadas.
La conclusión que hay que sacar es, pues, que la visión beatífica no entra
de la Cruz si se la entiende rectamente. Y para ello nos parece que debe
entenderse del siguiente modo: a formar parte de los grados contemplativos propios de esta. vida. Lo que sí
es cierto es que la contemplación infusa está de suyo orientada y ordenada
98 Moradas séptimas 3,11; 4,1 2.
9Q
Lo dice expresamente Santa Teresa: quinca salía de oración; aun slurmiendo, me pa- 103 Cf. D 471, contra begardos y beguinas.
recía estar en ellw (Vida 29,7) "4 Cf. D 833; vid. etiam 8o4 8to 1276,.
El caso se repite con frecuencia, como consta expresamente
de Santa Gertrudis, Santa Catalina de Siena, Santa Margarita de Alacoque, San Alfonso Ro- 1" Cf. 1,12,11.
dríguez v otros santos transformados. 1°6 Cf. I,T2,11 ad 2; 11-11,175,3-6.
lo° Cántico 22,3. "7 Cf. 111,04; to,1-4.
tos cf. GARRicou-LAGRANGE, Madte del Saivador p.t.a c.3 a.6; ALASTRUEY, Trata-
11)1
Quiere decir la Santa que estas últimas almas tienen miedo de tener algún pecado (ed. BAC).
mortal oculto o desconocido, lo que ?es causa un gran tormento.--N. do de la Virgen Santísima p.a.' c.5 a.3
102 Moradas séptimas del A. "9 Moradas séptimas 1,6.
4,3; cf. 2,9; Vida 39,2o, iDíjorne
dad mientras vivíamos en esta carne; Camino
el Señor... que no había seguri- ito «y entonces traslúcese y vese así algo cribe osiuramente (mime no se quitan todos los
tulo); 10,1; 39,4; ,10,7; 41.9; Moradas terceras (ti- velos) aquel rostro suyo lleno ele gracia,, (Llama c.4 n.7).
1,1; 1,2; Moradas quintas 4,7; COTICCTO O, 2 ,1 3 , etc.
a la visión beatífica, en la que encuentra su supremo analogado; de la misma Dios», escribió San Juan de la Cruz. Es el ad maiorein Dei glorian' de San
manera que la gracia santificante está orientada y ordenada a la vida eterna, Ignacio de Loyola, que constituye la obsesión única de todas las almas
en la que encuentra su plena expansión y desarrollo. El último grado con- transformadas.
templativo que se pueda lograr en esta vida —a base de la fe—será, pues, el Esta caridad ardiente y esta perfectísima pureza de intención dan un
preludio normal de la visión beatífica. valor inmenso al más pequeño acto realizado por estas almas endiosadas.
San Juan de la Cruz llega a decir—y se comprende a la luz de la teología
595. 4. Efectos. Nadie como Santa Teresa ha descrito
— que no hay exageración en sus palabras—que el alma merece más en uno
los maravillosos efectos que produce en el alma la unión trans- solo de ellos que en todos los que había realizado en toda su vida junta antes
de llegar a este grado. He aquí sus palabras:
formativa o matrimonio espiritual. El capítulo tercero de las
oY ésta es la operación del Espíritu Santo en el alma transformada en
Séptimas moradas es uno de los más admirables que brotaron amor, que los actos que hace interiores es llamear, que son inflamaciones de
de la pluma de la Mística Doctora. He aquí una breve expo- amor, en que, unida la voluntad del alma, ama subidísimamente, hecha un
sición, sistematizada, del genial capítulo 11 1: amor con aquella llama. Y así, estos actos de amor del alma son preciosísi-
sin
mos, y merece más en uno y vale más que cuanto había hecho toda su vida
I.° MUERTE TOTAL DEL PROPIO EGOÍSMO.—San Francisco de Sales so- esta transformación, por más que ello fuese» 113.
lía decir sonriendo que el egoísmo muere oun cuarto de hora después di UN GRAN DESEO DE PADECER, PERO SOSEGADO Y TRANQUILO, ENTE-
3.°
morir»; tan metido lo tenemos todos en nuestras entrañas. Sin embargo, las RAMENTE SUBORDINADO A LA VOLUNTAD ADORABLE DE Dios.—La CrUZ ha
almas llegadas a la unión transformativa han realizado ya en esta vida ese constituido siempre una verdadera obsesión en las almas auténticamente
supremo ideal. Es la plena realización de aquellas palabras de San Pablo: enamoradas del divino Redentor. El heroísmo de Jesús crucificado les sub-
oYa estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col 3,
yuga y arden en deseos de crucificarse con El. Ahora bien: cuando el fuego
3). Escuchemos a Santa Teresa:
del divino amor no se ha apoderado todavía de lo más hondo y entrañable
«Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya murió, con grandísima ale-
del espíritu, la llama chisporrotea y lanza hacia fuera centellas encendidas
gría de haber hallado reposo y que vive en ella Cristo. Veamos qué vida (penitencias extremosas, locuras de amor, etc., etc.); pero cuando el amor
hace o qué diferencia hay de cuando ella vivía; porque en los efectos veremos divino se ha apoderado totalmente del alma, hasta lo más íntimo y profundo
si es verdadero lo que queda dicho. A lo que puedo entender, son los que de ella, la llama ya no chisporrotea; el alma se ha convertido en brasa mucho
diré» (n.i).
n-iás ardiente que antes, pero sosegada y tranquila, sin aquel alboroto ante-
«El primero, un olvido de sí, que verdaderamente parece ya no es, como
rior. Ahora se comprenden las palabras de Santa Teresa:
queda dicho; toda está de tal manera, que no se conoce ni se acuerda que para manera que la in-
ella ha de haber cielo, ni vida, ni honra, porque toda está empleada en procu- <,Lo segundo, un deseo de padecer grande, mas no de
quiete como solía; porque es en tanto extremo el deseo que queda en estas
rar la de Dios; que parece que las palabras que le dijo Su Majestad hicieron almas de que se haga la voluntad de Dios en ellas, que todo lo que Su Ma-
efecto de obra, que fue mirarse por sus cosas, que El miraría por las suyas» jestad hace tienen por bueno; si quiere que padezca, enhorabuena; si no, no
(n.2).
se mata, como solía» (n.4).
2.° LA GLORIA DE DIOS, ÚNICA PREOCUPACIÓN.—De esta muerte total Es la percepción clara e instintiva del verdadero valor y jerarquía de
al propio yo tiene que seguirse inevitablemente un hambre y sed devorado- las cosas. El sufrimiento sobrellevado por amor a Dios es altamente san-
ras de la honra y gloria de Dios, que constituye su única preocupación: tificador sin duda ninguna, pero mucho menos que el cumplimiento per-
«Y así, de todo lo que puede suceder, no tiene cuidado, sino un extraño fecto de la voluntad adorable de Dios. Por encima de esto último no hay
olvido, que, como digo, parece ya no es, ni querría ser en nada, nada; si no nada, ni siquiera la misma gloria de Dios. Si, por un imposible, pudiera
es para cuando entiende que puede haber por su parte algo en que acrecien- darse el absurdo de poder emprender una gran obra a gloria de Dios contra-
te un punto de gloria y honra de Dios, que por esto pondría muy de buena riando su divina voluntad, habríamos de renunciar en el acto a glorificarle
gana su vidal (n.2). en aquella forma para no apartarnos un punto de su divina voluntad. Por
Es la plena realización del ideal cristiano. Como vimos en la primera eso, los santos hubieran renunciado en el acto a las más sublimes hazañas
parte de nuestra obra, la glorificación de Dios constituye el fin último absolu- emprendidas por la divina gloria si se hubiera manifestado claramente en
to y la única razón de ser de la creación entera. Hemos nacido, ante todo contra la voluntad adorable de Dios (v.gr., en virtud de la obediencia de-
y sobre todo, para glorificar a Dios. Nuestra misma salvación y felicidad bida al legítimo superior) 114.
eterna constituyen un fin secundario, enteramente subordinado y dependien- Tolerar la persecución en silencio por
te de la gloria de Dios. Por consiguiente, hasta que se logre plenamente esta 4.° GOZO EN LA PERSECUCIÓN. --
amor de Dios es una obra muy grande de virtud. Pero gozarse en ella,
subordinación de lo secundario a lo principal, no puede decirse que se haya considerarse feliz en ella, bendecir a Dios y amar con predilección a los
logrado plenamente el ideal cristiano, ni siquiera el ideal de una pura cria- que nos persiguen y calumnian (Mt 5,43-48) es ya el colmo del heroísmo y
tura 112.
Sólo en 'as alturas de la unión transformativa se realiza este ideal, en la 113 Lrima n.3.
medida posible en esta vida. oSólo mora en este monte la honra y gloria de ,4 Cf. SANTA TEREsA, tda Este principio es fecundísimo en aplicaciones prácti-
contra la
cas, sobre todo, para las personas consagradas a Dios. Nada de cuanto se emprenda
Damos entre paréntesis el número correspondiente a ese capítulo. obediencia debida al legitimo superior puede glorificar a Dios. por estar claramente en con-
1, 2 En la economía actual de la Providencia, el ideal de pura criatura coincide con el ideal por otra parte, pueda parecer la
tra de su divina voluntad por muy grande y sublime Li ue,
cristiano, ya que no se da el estado de naturaleza pura, por haber sido elevado todo el genero obra intentada. Nada glorifica a Dios como la perfecta obediencia y sumisión a los que nos
humano al orden sobrenatural. gobiernan en su nombre.
de la santidad. A estas sublimes alturas se han remontado las almas transfor- 6.° DESPRENDIMIENTO DE TODO LO CREADO, ANSIAS DE SOLEDAD, AUSEN-
madas. Santa Teresa se frotaba las manos de contento cuando se enteraba CIA DE SEQUEDADES ESPIRITUALES.—Se
comprende perfectamente que un alma
de que la calumniaban. Se llegó a entender por todos que había un procedi- que goce casi habitualmente de los inefables deleites que se siguen a la unión
miento infalible para conquistar su simpatía y predilección: insultarla o hu- con Dios transformativa estime como basura todas las cosas de este mundo,
millarla de alguna manera. He aquí cómo describe lo que ella tan heroica- corno dice repetidas veces Santa Teresa y había dicho ya San Pablo (Phil 3,8),
mente practicaba: y guste de estar a solas con Dios en dulce y entrañable conversación.
«Tienen también estas almas un gran gozo interior cuando son persegui- «Un desasimiento grande de todo y deseo de estar siempre a solas u ocu-
das, con mucha más paz de lo que queda dicho, y sin ninguna enemistad con padas en cosa que sea provecho de algún alma. No sequedades ni trabajos
los que las hacen mal o desean hacer, antes les cobran amor particular;de ma- interiores, sino con una memoria y ternura con Nuestro Señor, que nunca
nera que, si los ven en algún trabajo, lo sienten tiernamente, y cualquiera querría estar sino dándole alabanzas; y cuando se descuida, el mismo Señor
tomaría por librarlos de él y encomiéndanlos a Dios muy de gana; y de las la despierta de la manera que queda dicho que se ve clarísimamente que pro-
mercedes que les hace Su Majestad holgarían perder porque se las hiciese cede aquel impulso, o no sé cómo le llame, de lo interior del alma, como se
a ellos, porque no ofendiesen a Nuestro Señor» (n.5). dijo de los ímpetus... Me parece eran bien empleados cuantos trabajos se
Estas últimas palabras nos dan la clave para entender este sublime he- pasan por gozar de estos toques de su amor, tan suaves y penetrativos»
roísmo. En definitiva, es el amor de Dios lo que aquí prevalece, como en (n.8 y 9).
todo lo demás que estas almas hacen. Esas persecuciones y calumnias no alma llegada a estas alturas
les afectan personalmente en nada, antes se gozan y recrean en ellas. Lo 7.° PAZ Y QUIETUD IMPERTURBABLES.—E1
goza permanentemente de una paz y sosiego imperturbables. No hay tem-
único que sienten es que sus enemigos ofenden con ellas a Dios; y para r'
pestad de la tierra ni vendaval del infierno tan furiosos que puedan conmo-
evitar esta ofensa divina, con gusto les cederían algunas de las mercedes que
ver en lo más mínimo el centro o fondo más profundo de estas almas, con-
Dios les hace, aun a trueque de quedarse sin ellas. Es el amor de Dios y del
vertido en un océano de paz. Santa Teresa advierte expresamente que en
prójimo llevado hasta el último extremo de acabamiento y perfección.
este asilo imperturbable «no osará entrar el demonio ni le dejará el Señor»
5.° CELO ARDIENTE POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS.—Santa (n.to); y que todas las mercedes que el Señor la hace van ocon tanta quietud
Teresa des-
cribe en este párrafo un fenómeno sorprendente. Antes de llegar a estas y tan sin ruido..., que en este templo de Dios, en esta morada suya, sólo El
alturas, apenas tenían estas almas un deseo más vehemente que el de morir y el alma se gozan con grandísimo silencio» (n. Es la realización per-
para volar al cielo: «que muero porque no muero». Ahora, en cambio, mil fecta de aquel solas con El solo que Santa Teresa quería para todas sus hi-
veces por encima del deseo de morir, prevalece el deseo de servir a Dios y jas 117, y que constituyó la obsesión de una de las más preclaras que han
salvarle almas al precio que sea. Quisieran vivir largos años—ohasta el fin albergado los claustros de la reforma carmelitana: sor Isabel de la Trinidad.
del mundo», dice la Santa en otra parte (Vida 37,2)—para servir a Dios y profunda es esta paz
emplearse enteramente en el servicio espiritual del prójimo 115. Escuchemos 8.° AUSENCIA DE ÉXTASIS Y ARROBAMIENTOS.—Tan
sus palabras: y quietud interior, que nunca es perturbada ni siquiera per fenómenos mís-
oLo que más me espanta de todo es que ya habéis visto los trabajos ticos violentos. El alma no padece ya, a no ser rarísima vez, éxtasis y arro-
y bamientos, a pesar de que las comunicaciones divinas son más íntimas y
aflicciones que han tenido por morirse, por gozar de Nuestro Señor. Ahora
penetrantes que antes. La razón de esto hay que buscarla no sólo en la ma-
es tan grande el deseo que tienen de servirle, y que por ellas sea alabado,
y de aprovechar algún alma si pudieren, que no sólo no desean morirse, mas yor fortaleza del alma, que se ha ido acostumbrando a esas comunicaciones,
y así puede ya soportarlas sin caer en el desfallecimiento del éxtasis, sino
vi-uir muy muchos años padeciendo grandísimos trabajos, por si pudiesen que
además y principalmente porque la acción de Dios recae más directamente
fuese el Señor alabado por ellos aunque fuese en cosa muy poca. Y si supie- "8.
sobre el espíritu, con total preterición de todo lo orgánico y corporal
sen cierto que, en saliendo el alma del cuerpo, ha de gozar de Dios, no les «En llegando aquí el alma, todos los arrobamientos se le quitan..., si no
hace al caso ni pensar en la gloria que tienen los santos; no desean por en- es alguna vez, y ésta no con aquellos arrebatamientos y vuelo de espíritu;
tonces verse en ella. Su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo y son muy raras veces... Ni le hacen al caso grandes ocasiones de devoción
al Crucificado, en especial cuando ven que es tan ofendido y los pocos que que vea, como antes; que, si ven una imagen devota u oyen un sermón, que
hay que de veras miren por su honra, desasidos de todo lo demás» (n.6). casi no era oírle o música; como la pobre mariposilla andaba tan ansiosa,
Tales son los sublimes sentimientos de todos los santos. San Ignacio de todo la espantaba y hacía volar. Ahora, o es que halló su reposo, o que el
Loyola llegó a decir que preferiría quedarse en este mundo sirviendo a Dios alma ha visto tanto en esta morada, que no se espanta de nada, o que no se
y ayudando a las almas con peligro de condenarse, antes que irse inmediata- halla con aquella soledad que solía, pues goza de tal compañía... Quizá es
mente al cielo con menoscabo de esas almas "6. Y antes que él, ya San Pablo que la ha fortalecido el Señor y ensanchado y habilitado...>> (n.12).
había expresado el deseo de ser, si fuera preciso, anatema de Cristo por la
salud de sus hermanos (Rom 9,3). Es, una vez más, el olvido total de sí 596. 5. La muerte de los santos.—Se comprende que
mismo y el amor de Dios llevado hasta la locura. la muerte de los santos llegados a estas alturas haya de ser dul-
císima y verdaderamente inefable. Más que un castigo inherente
La inmensa mayoría de la gente quisiera vivir tamhien hasta el tin del rnundw. Pero
es porque est in muy por debato del deseo de morir que
alcanzaion los santos en alguna épo,a
a la naturaleza humana caída por el pecado, ven en ella un
de su vida. Cuando llegan a la unión transformativa, los santos lo rebasan por
an if,3. El mo- premio y una liberación. «Temor ninguno tiene de la muerte,
tivo es diametralmente contrario. En los primeros es egoísmo y apego a esta vida; en los se-
gundos es olvido total de sí mismos y desprendimiento absoluto de sus propios intereges. Cf. Vida 36,29.
"6 Cf. R1PADENEIRA,
Vida del Bienaventurado P. Ignacio de Loyola 1.5 c.2. s Cf. SAN jlikN Cql,Z, Noche 11,1 11.2; v Cjntico 13,6.
más que tendría de un suave arrobamiento», dice Santa Tere- Esta firmísima enseñanza de la teología ha sido plenamente confirmada
sa 119. San Juan de la Cruz tiene una página bellísima descri- por los místicos experimentales. Santa Teresa convida a todas las almas sin
excepción en nombre de Dios Nuestro Señor:
biendo la muerte de estas almas privilegiadas: «Mirad que convida el Señor a todos; pues es la misma verdad, no hay
que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos,
«De donde es de saber que el morir natural de las almas que llegan a
y aunque los llamara, no dijera: «Yo os daré de beber» (To 7,37). Pudiera
este estado, aunque la condición de su muerte, cuanto al natural, es seme-
jante a las demás, pero en la causa y en el modo de la muerte hay mucha decir: Venid todos, que, en fin, no perderéis nada; y los que a mí me pare-
diferencia. Porque si las otras mueren muerte causada por enfermedad o por ciere, yo los daré de beber. Mas como dijo, sin esta condición, a todos, tengo
longura de días, éstas, aunque en enfermedad mueran o en cumplimiento de por cierto que a todos los que no se quedaren en el camino no les faltará este
edad, no las arranca el alma sino algún ímpetu y encuentro de amor mucho agua viva» 122.
«Mirad que es así cierto, que se da Dios a sí a los que todo lo dejan por
más subido que los pasados y más poderoso y valeroso, pues pudo romper
la tela y llevarse la joya del alma. El. No es aceptador de personas, a todas ama; no tiene nadie excusa, por
Y así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce, más ruin que sea...» 123.
que les fue la vida espiritual toda su vida; pues que mueren con más subidos Y porque estos textos se refieren a la contemplación en general, he aquí
ímpetus y encuentros sabrosos de amor, siendo ellas como el cisne, que can- otro bien expresivo, que alude expresamente a las sublimes alturas del ma-
ta más suavemente cuando se muere. Que por eso dijo David que era «pre- trimonio espiritual:
«Que es muy cierto que, en vaciando nosotros todo lo que es criatura y
ciosa la muerte de los santos en el acatamiento de Dios» (Ps 5,15), por-
que aquí vienen en uno a juntarse todas las riquezas del alma y van allí a desasiéndonos de ella por amor de Dios, el mismo Señor la ha de henchir
entrar los ríos del amor del alma en la mar, los cuales están ya tan anchos 1, de sí. Y así, orando una vez Jesucristo Nuestro Señor por sus apóstoles, no
represados, que parecen ya mares» 120. sé adónde es, dijo que fuesen una cosa con el Padre y con El, como Jesu-
cristo Nuestro Señor está en el Padre y el Padre en El (Io 17,21). ¡No sé qué
Es la muerte de amor, que tantas veces soñó Santa Teresita mayor amor puede ser que éste! Y no dejaremos de entrar aquí todos, porque así
dijo Su Majestad: «No sólo ruego por ellos, sino por todos aquellos que han de
del Niño Jesús y que de hecho obtuvieron. todos los santos creer en mí también» (ibid., 2o); y dice: «Yo estoy con ellos» (ibid., 23). ¡Oh,
transformados. Su muerte no es otra cosa que el tránsito a la válgame Dios, qué palabras tan verdaderas y cómo las entiende el alma que en
gloria, como dice San Juan de la Cruz: «Porque éstos, que son esta oración lo ve por sí! ¡Y cómo lo entenderíamos todas si no fuese por nues-
pocos, por cuanto ya por el amor están purgadísimos, no en- tra culpa, pues las palabras de Jesucristo, nuestro Rey y Señor, no pueden
tran en el purgatorio. De donde San Mateo (5,8) dice: «Bien- faltar! Mas como faltarnos en no disponernos y desviarnos en todo lo que puede
embarazar esta luz, no nos vemos en este espejo que contemplamos, adonde
aventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a nuestra imagen está esculpida» 124.
Dios» 121. Por su parte, San Juan de la Cruz repite la misma doctrina de la insigne
Reformadora del Carmelo. Después de describir las sublimes alturas de la
597. 6. Todos podríamos llegar a estas alturas.—Este unión transformativa, en las que las almas unidas con Dios «esos mismos
ideal sublime de perfección y santidad está abierto a todas las bienes poseen por participación que El por naturaleza; por lo cual verdade-
ramente son dioses por participación, iguales y compañeros suyos de Dios»,
almas en gracia y a todas lo ofrece el Señor. Aquel «sed per- lanza la siguiente dolorosa exclamación:
fectos como vuestro Padre celestial lo es» (Mt 5,48) va dirigido «¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas! ¿Qué
a todos sin excepción. Y esto mismo se desprende con toda hacéis? ¿En qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas, y vues-
evidencia del último texto que acabamos de citar de San Juan tras posesiones, miseria. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma,
de la Ci uz. Porque, si sólo los santos que ha.n alcanzado el pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo
que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos,
último grado de amor en las alturas de la unión transformativa de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!» 125.
dejan de ir al purgatorio, síguese lógicamente que ese estado
122 Camino de perfección 19,15.
de transformación debería ser el término normal de toda vida 12 3 Vida 27,12.
cristiana, a no ser que digamos que Dios quiere a priori que 1 24 Moradas séptimas 2,7-8.
125 Cdntico c.39 n.6 y 7.
algunos vayan al purgatorio. La vida cristiana, desarrollándose
gradualmente y sin obstáculos, tendría que desembocar for-
zosamente en la unión con Dios transformativa, que de esta
manera vendría a ser para todos el preludio normal de la visión
beatífica.
"9 Moradas séptimas 3,7.
12, /Jama c.r n.3o.
121 Noche 11,2°,5.
A) RESORTES QUE AFECTAN AL
III. MEDIOS SECUNDARIOS PARA EL AU- ENTENDIMIENTO
MENTO Y DESARROLLO DE LA VIDA DE 6oz. Al entendimiento afectan principalmente dos medios
LA GRACIA de mejoramiento importantísimos: la presencia de Dios y el
examen de conciencia. El primero nos coloca frente a Dios, que
598. Examinados ya los medios fundamentales para el cre- preside en cada momento todo cuanto estamos pensando o
cimiento y desarrollo en nuestras almas vida cristiana, haciendo. El segundo nos coloca frente a nosotros mismos, dán-
tanto ex opere operato como ex opere operantis, vamos ahora a donos el conocimiento cabal de nuestro propio interior con sus
estudiar brevemente los medios secundarios, que no por serlo luchas, miserias, anhelos y esperanzas. A nadie puede ocultár-
dejan de tener también gran importancia en la práctica. Estos sele la importancia que todo esto puede tener en el desarrollo
medios son de dos clases: internos y externos. Los primeros se de la vida cristiana.
subdividen en dos grupos: psicológicos y fisiológicos 1. Vamos, pues, a examinar estos dos resortes intelectivos.
Más tarde examinaremos también los que afectan a la voluntad
y al propio organismo corporal.
CAPITULO IV
ARTICULO
Medios secundarios internos de perfección
LA PRESENCIA DE DIOS
pleó en la dirección espiritual de sus compañeros más que el ejercicio del bre de propia introspección para sacar de ,1.1 toda su utilidad y eficacia.
saron—, sino los hábitos o disposiciones del alma. Si llego a conocerlos, ha- síón a su voluntad, a la conformidad con el movimiento de su gracia. Esta
bré averiguado el verdadero estado de mi alma; de otra manera no. resolución puedo y debo particularizarla haciéndola recaer sobre el punto
3) Ahora bien, para hacerme cargo y apoderarme, por decirlo así, de especial que domina en mi corazón; debe enderezar la tendencia que más
la «fisonomía de mi alma» me hago esta sencilla pregunta: ¿Dónde está mi se haya apartado de Dios o bien afirmar la que más se ha acercado a El, y
corazón? Y al instante encuentro la respuesta en mí mismo. Esta pregunta poner así completamente mi corazón en presencia cle la gloria de Dios, bajo
me hace dirigir un golpe de vista rápido sobre el centro íntimo y profundo la voluntad de Dios y en la gracia de Dios. A esto debemos venir a parar
de mi alma, y en seguida veo el punto saliente; aplico el oído al sonido que siempre.
da mi alma, e inmediatamente recojo la nota dominante. Es un procedimien- 7) Tres son, pues, los elementos constitutivos del examen: golpe de
to intuitivo, instantáneo. Puedo repetirlo centenares de veces al día. No hay vista, contrición y resolución. Y los tres pueden adaptarse perfectamente al
necesidad de investigaciones, de esfuerzos de memoria, de cálculos mate- examen general y al particular de que habla San Ignacio. En general, el golpe
máticos. Es un golpe de vista, rápido y certero, que me dice inmediatamente de vista recogerá, en primer lugar, la disposición dominante durante el día.
en qué postura se encuentra mi alma: flechada hacia Dios, hacia sí misma Luego puede extenderlo a las disposiciones secundarias que le han ocupado
o hacia las cosas exteriores, que la disgregan y disipan. Esa disposición fun- un instante, pero sin llegar a dominarla del todo. La contrición enderezará
damental es el gran resorte que hace mover-todas las piezas del reloj. Y ésa lo torcido y la resolución afirmará lo recto. El examen particular es más fácil
es la que hay que afinar y corregir, si queremos que todo lo demás marche todavía; en realidad, ya lo tengo hecho al descubrir mi disposición funda-
bien. mental; ése es el Goliat que hay que derribar si es mala o ésa la tendencia
4) Los detalles, el número exacto de las manifestaciones exteriores de que hay que fomentar si es buena. El examen preventivo debe servir al prin-
aquella disposición fundamental, es lo que menos importa 9. No tengo que cipio del día para asegurar durante él la buena dirección y hacerme evitar
cortar las ramas del árbol cuando el mismo árbol está cortado, ni tengo los extravíos a que estoy más expuesto.
que seguir el curso de los arroyos cuando estoy en la fuente de donde nacen. 8) De esta manera, el examen dará unidad y consistencia a toda mi vida
Cuando por los cien pequeños agujeros de una regadera salta el agua como cristiana. Por él veo, soy iluminado, evito los peligros, corrijo los defectos,
de un surtidor, ¿no sería absurdo ir tapando uno a uno los agujeros en vez enderezo los caminos. Por medio de él, y sirviéndome de antorcha, registro
de dar sencillamente la vuelta a la llave que los ciega todos ? El qpe en su y veo claro todo mi interior; y de este modo no puedo permanecer en el mal,
examen se detiene en detalles, obra del primer modo; el golpe de vkta inte- sino que me veo obligado a hacer la verdad, es decir, a adelantar en la piedad.
rior cierra la llave del agua I o. Es cierto que los actos externos son los que
revelan la situación interior; pero esta situación puedo descubrirla también
No cabe duda que este ejercicio, bien practicado, ha de te-
mirándola directamente, sin perderme en cl bosque de sus manifestaciones ner hon.da repercusión en todo el conjunto de nuestra vida es-
externas. piritual. Pero en esto, como en todo, la eficacia está vinculada
5) Pero, preocupándome exclusivamente de esta disposición principal, en parte decisiva a la perseverancia. Omitir con frecuencia el
¿no perderé de vista las otras disposiciones del corazón, que crecerán así en
la sombra, sin que me dé cuenta de ellas? No hay peligro de esto. Esas dis-
examen. o serle materialmente fiel, pero practicándolo con un
posiciones no pueden abrirse paso para salir si la llave del corazón está espíritu rutinario y sin. vida, es condenarlo a una esterilidad
bien cerrada, esto es, si todo él se encuentra vuelto y enderezado hacia Dios casi absoluta. El alma que quiera santificarse de veras ha de
por el resultado del examen. Todas las disposiciones secundarias están, por
• lo tanto, sujetas. Por lo demás, la disposición dominante no siempre es la
persuadirse de que se frustrarán en gran. parte todos los demás
misma; los defectos se manifiestan cada uno a su vez, según las circunstan-
medios de adelantamiento si no se les somete al control y vi-
cias, y desde el momento en que llegan a dominar por un ímpetu cualquiera, gilancia del examen diario de conciencia practicado con exqui-
el examen se apodera de ellos y los reprime. sita y vivificante fidelidad.
6) ¿Pero puedo contentarme con ese golpe de vista ? ¿Consiste todo en
ver? De ninguna manera. Es preciso enderezar los extravíos, si los hay;
afirmar y desarrollar el movimiento bueno cuando existe. La vista de mi RESORTES QUE AFECTAN A LA VOLUNTAD
interior debe, pues, llevarme a la contrición y a la resolución. La contri-
B)
ción, que endereza el mal; la resolución, que afirma el bien; la contrición,
que mira al pasado; la resolución, que mira el camino por recorrer. La con- 613. A la voluntad afectan, principalmente, cuatro grandes
trición ha de inspirarse en el motivo esencial de mi existencia: la gloria de resortes psicológicos para el adelantamiento en la vida espiritual.
Dios, el amor de Dios por El mismo y para su gloria. La resolución ha de El primero es la energía de carácter. Siendo puramente natural,
llevarme también a lo único esencial: al conocimiento de Dios, a la sumi- no puede ser, en modo alguno, causa de progreso en la vida
9 Habla el autor—lo advierte expresamente—en el supuesto de que se trate tinicamente sobrenatural; pero puede contribuir a ello remotamente, como
de imperfecciones y faltas veniales, que no es obliptorio someter al tribunal de la penitencia.
Otra cosa sería tratándose de pecados mortales, de los que habría que averiguar el número
mera y excelente disposición natural »puesta al servicio de la
exacto—si fuera posible—para someterlo a las llaves de la Iglesia.
lo Ei p. GARRIGOU-LAGRANGE insiste en estas mismas ideas:
gracia. Los otros tres—ya de tipo sobrenatural y bajo el impul-
trata menos de hacer
una completa enumeración de las faltas que de investigar y acusar sinceramente el principio so de la gracia—son: el deseo ardiente de la perfección, la perfec-
de donde generalmente proceden en nosotros. Para curar una erupción no se cuida separada-
mente cada una de las manchitas que aparecen en la piel; más eficaz es purificar la sangre, ta conformidad con la voluntad de Dios y la exquisita fidelidad
(Tres edades p.z.a c.4)• a la gracia. Vamos a examinarlos uno por uno.
otros, unas buenas, otras malas; y de esas innumerables influencias del pasado
ARTICULO 3 hay a veces una que domina, que nos caracteriza, que es la propietaria y due-
ña del temperamento. Pero el conjunto es tan complejo en su composición
LA ENERGÍA DE CARÁCTER corno múltiple en su origen» 13.
Sin embargo, es menester no exagerar demasiado esta doctrina. La he-
614. GUIBERT, El carácter (Madrid 1935); TANQUEREY. Teología ascética a0.2; MAL A- rencia tiene una importancia muy grande en la constitución de nuestro ca-
PERT Les éléments du caractére (París 1906); Le caractére (París 19o2); FOUILLEE, rácter, pero no es decisiva ni incorregible. Una sabia terapéutica en la for-
Le tempe-
rame'nt et le caractére (París 1926); PAULHAN, Les caractéres (París 1893); QUEYRAT, Les ca-
ractéres et l'éducation morale (París 1896); BARBADO, Estudios de Psicología experimental t.2 mación del carácter puede llegar a modificar profundamente las tendencias
(Madrid 1948); FaijaEs, Psicología empírica y expelirnental t.2 (Madrid 195o); BRENNAN, Psi- innatas y mantenerlas perfectamente controladas por la razón y la voluntad.
cología general (Madrid 1952). Es falsa la opinión de los deterministas—a los que hacen coro Kant, Scho-
penhauer y Spinoza—, que niegan la posibilidad de transformar el propio
615. I. Naturaleza.—En su origen, la palabra carácter carácter. La experiencia cotidiana está manifiestamente contra ellos.
parece ha.ber significado cierto tipo de marca que era grabada
en un puesto fronterizo 11. Más ta.rde vino a significar cualquier 11) EL AMBIENTE EXTERIOR.—Si es verdad que el hombre ha recibido
por el nacimiento un impulso y una orientación, no está del todo consolidado
signo que da a conocer una cosa distinguiéndola de las demás. y acabado. Bosquejado solamente por la naturaleza, queda sometido mien-
Psicológicamente puede definirse: la resultante habitual de tras viva a la influencia de los agentes exteriores que le rodean. En realidad
las múltiples tendencias que se disputan la vida del hombre. Es está siempre en formación, y ninguno de sus días se parece enteramente a
los que le han precedido. Las variaciones producidas no siguen una línea
como la síntesis de nuestros hábitos. Es la manera de ser habi- recta, sino que están sujetas a curiosas oscilaciones, adelantos y retroceb os.
tual de un hombre, que le distingue de todos los demás y le A la larga, empero, acaba por dominar una determinada actitud, que nos da
da un.a. personalidad moral propia. Es la fisonomía o «marca el carácter o marca moral del hombre.
moral» de un individuo. Estos agentes exteriores que actúan sobre nuestro carácter son de tipo
muy vario. Los hay físicos, como la alimentación, el aire, el clima y la higie-
Con frecuencia se confunden temperamento y carácter, pero son dos cosas ne. Las gentes del Mediodía tienen sol en la sangre, y por eso, ardor y ale-
realmente distintas, aunque íntimamente relacionadas. El temperamento gría en el corazón; los del Norte son más fríos y sombríos, como el cielo que
—como veremos—es el conjunto de las inclinaciones íntimas que brotan de se cierne sobre ellos, cargado siempre de nubes. El hombre de las montañas
la constitución fisiológica de los individuos, y el carácter es el conjunto de las tiene más vivacidad y energía, el de las llanuras es más débil y flojo. El niño
disposiciones psicolOicas que nacen del temperamento en cuanto modificado insuficientemente alimentado y condenado a vivir en un ambiente malsano,
por la educación y el trabajo de la voluntad y consolidado por el hábito. sin luz y sin aire, crece raquítico y enfermizo, entristecido y apático. La ali-
mentación sana y abundante, el aire puro y el sol, la habitación amplia y
616. 2. Origen del caráter 12.—De su misma noción ventilada son, por el contrario, manantial de alegría y de optimismo.
ya se desprende con claridad que el carácter es una cosa muy Otros agentes exteriores son de tipo moral. La educación y ambiente
familiar ocupan el primer lugar. Educado por padres cuidadosos y amantes,
compleja. Por lo mismo, sus causas serán múltiples. Tres son el niño es franco, confiado, cariñoso; si no ha conocido a su familia— ¡pobres
la.s fundamentales: el nacimiento, el ambiente exterior y la propia
huérfanos o abandonados!—o ha sido desatendido o tratado bruscamente por
voluntad. ella, es tímido, retraído, sombrío, susceptible. La influencia de los buenos
o malos ejemplos recibidos de los padres es de las más hondas y profundas
a) EL NACIMIENTO.—Hay acuerdo general en que los factores de la he- en la psicología humana. De ahí la inmensa responsabilidad de los padres
rencia tienen importancia capital en la constitución del carácter. El niño que en la educación de sus hijos.
viene al mundo trae la «marca de fábrica» que le han impreso sus propios Pero al lado del ambiente familiar hay que poner las amistades. El viejo
padres, y ese sello jamás se borrará del todo. De ahí la inmensa responsa- proverbio «dime con quien andas y te diré quién eres» es siempre de palpi-
bilidad de los padres sobre el porvenir de sus hijos y de su propia patria. tante actualidad. Nuestra vida entera puede depender de la elección de una
«La sangre que nos comunica la vida se parece a esas aguas que descien- buena o mala amistad. Al lado de un buen amigo se siente uno mejor y de-
den de lo alto de las cimas de las montañas y realizan largos viajes subterrá- cidido a imitarle en la práctica del bien. El mal amigo, por el contrario,
neos antes de aparecer en los valles. En el camino, las aguas ocultas han ido destruye en el alma las ideas nobles, los sentimientos dignos, las aspiraciones
tomando en los diferentes suelos que atraviesan los más variados elementos, elevadas; en su compañía experimenta uno el decaimiento y la degradación.
de suerte que cuando salen de la tierra presentan en su composición la hue-
No cabe duda. Dígase lo que se quiera, cada cual es tributario del am-
lla de todas las etapas que han recorrido; a veces se distinguen por una pro- biente que le rodea y es hijo de su época. No podemos sustraernos del todo,
piedad dominante: unas son ferruginosas, otras alcalinas o bien sulfurosas. por mucho que lo procuremos, a la influencia de nuestros padres, amigos,
De la misma manera, las ondas vitales que circulan por nuestras venas se maestros, libros y hasta del simple periódico y hoja volandera de propagan-
resienten de todas las generaciones que han recorrido antes de llegar a nos- da. Es cosa extraña que el espíritu, tan libre en apariencia, tenga que rendir
' Cf. BRENNAN, O.P., Psicología general probl.33,1 p.42; ( ed. Madrid tan fuerte tributo al ambiente que le rodea.
1952).
12 Cf. GUIBERT, El carácter e.4 (ed. Madrid 1935),
del que citamos a veces sus mismas
palabras.
3 IBERT , C.4 11 I p.8o-i.
C) LA VOLUNTAD.—E1nacimiento y el medio ambiente : he ahí dos fuer- sin importarle nada los aplausos o vituperios de los hombres. No conoce
zas formidables en la formación del carácter. Con todo, una voluntad enér- la esclavitud y vileza del «respeto humano». Siente instintivo horror a la
gica y tenaz puede llegar a contrarrestar su peso e inclinar definitivamente mentira e hipocresía, no conoce el horrendo antagonismo entre la teoría y
la balanza a su favor. Los que desconfían de esta verdad es porque nunca la práctica, entre la vida íntima y la vida pública o profesional. Su honradez
han intentado seriamente corregirse de sus defectos. No basta un indolente en los negocios es intachable; prefiere renunciar a las riquezas antes que
quisiera; es preciso llegar a un enérgico quiero.
«La voluntad no es omnipo- adquirirlas a costa de su conciencia. Puede confiársele, sin recibo, cualquier
tente, pero se pueden vencer centenares de catarros y otros males y aun di- tesoro: a la hora convenida lo devolverá intacto a su dueño.
gerir una ballena si se empeña uno en ello114. Nuestra conciencia—con sus
aplausos o reproches—nos da claro testimonio de que somos dueños de FUERZA DE VOLUNTAD.—Donde
falta la voluntad no hay hombre.
b)
nosotros mismos. Tenemos la inquebrantable convicción de que nuestra Con la voluntad se llega a la plena posesión de sí mismo, al dominio y eman-
alma está en nuestras manos, y que a nosotros corresponde sustraerla de cipación de las pasiones, a la plena liberación de las malsanas influencias ex-
la violencia de las pasiones o abandonarnos ciegamente a ellas. teriores. Poco importa que todos cuantos le rodean se aparten del recto ca-
Ya precisaremos más abajo el papel de la voluntad en la formación del mino; él sigue imperturbable la marcha hacia el ideal aunque se quede com-
propio carácter. pletamente solo. No hay fuerza humana que pueda doblegar su voluntad y
apartarle del cumplimiento del deber: ni castigos, ni amenazas, ni seduccio-
617. 3. Rasgos del carácter ideal nes, ni halagos. Morirá mártir si es preciso, pero no apostatará. Si se le ponen
15.—Podemos consi- delante una montaña de dificultades, repetirá la frase de Napoleón: « ¡Fuera
derarlo desde dos puntos de vista: el psicológico y el moral.
los Alpes!*, y seguirá adelante a pesar de todo. En fin, es de los que han
I) PSICOLóGICAMENTE,el mejor carácter es el perfectamente equilibra- tomado ya esa «muy determinada determinación* de que habla Santa Tere-
do, o sea el que posee la inteligencia, voluntad y sensibilidad en proporcio- sa 16, que—fecundada por la gracia—lleva ya en sí, en germen y esperanza
nes equivalentes. cierta, el heroísmo y la santidad.
a) La inteligencia es clara, penetrante, ágil, capaz de tanta amplitud
c) BONDAD DEL CORAZÓN.—No basta la rectitud de la conciencia y la
como profundidad. Si está servida por una memoria feliz, el ideal se comple- energía de la voluntad para constituir un gran carácter; es menester añadir
ta y redondea hasta la perfección.
b) La voluntad es firme, tenaz, perseverante. Estos tales saben perfec- la bondad del corazón para no convertir la primera en arisca intransigencia
y la segunda en fría terquedad. Gracias al corazón, el carácter vendrá a ser
tamente lo que quieren y avanzan hacia la consecución de su fin a pesar y amable, porque será bueno.
en contra de todas las dificultades y obstáculos. La bondad del corazón se manifiesta principalmente en la afabilidad,
c) La sensibilidad es fina, delicada, serena, perfectamente controlada
virtud exquisita, parte potencial de la justicia 17, que embalsama el ambiente
por la razón y la propia voluntad. Es muy difícil encontrar naturalmente y hace agradable la vida. El hombre afable es sencillo, complaciente, con-
reunidos todos estos rasgos en un solo individuo. Ordinariamente sólo con- versa de buen grado con todos, alaba sin adulación las buenas cualidades
siguen aproximarse a este ideal los que han sabido perseverar arios enteros ajenas, conserva siempre una dulce sonrisa en sus labios. Tiene particular
en la ruda labor de irlo adquiriendo poco a poco. cuidado en no lastimar a nadie, procede en todo con sumo tacto y delica-
deza; por eso, todo el mundo le quiere y no se crea enemigos en ninguna
2) MORALMENTE, las características fundamentales de un parte. Su bondad le hace generoso, magnánimo, desinteresado. Es profun-
- gran carácter son las siguientes: damente compasivo, tiene particular tino para descubrir las miserias y ne-
cesidades ajenas, y no pasa de largo ante ellas, sino que se detiene, las soco-
a) RECTITUD DE CONCIENCIA.—Si rre y alivia como el buen samaritano. Jamás habla bruscamente; su tono no
falla esta primera cualidad, es impo-
sible un buen carácter. Un hombre sin conciencia es un hombre sin honor; es imperioso; su palabra no hiere, su respuesta nunca mortifica aunque con-
y sin él, todas las demás cualidades se vienen abajo. La conciencia es un tradiga nuestros gustos. Jamás la sonrisa burlona aparece dibujada en sus
vigía experimentado y fiel que aprueba lo bueno, prohíbe labios. Disimula con exquisita caridad nuestros olvidos, descortesías o im-
lo malo y permite
lo indiferente, haciéndolo bueno por el buen fin y las debidas circunstan- pertinencias. No se cansa de hacer el bien, no escatima su tiempo cuando
cias. Es un testigo de nuestra vida moral al que no se le escapa ningún de-
se trata de ponerlo al servicio del prójimo. Es profundamente agradecido:
talle, un fiscal que acusa, un abogado que defiende y un no olvidará jamás un pequeño servicio que se le preste. Practica, en fin,
juez que falla siem-
pre con arreglo a la ley, sin dejarse nunca sobornar. Es un timbre de alarma todas las virtudes que señala San Pablo como derivadas de la caridad: «es
que suena avisando el peligro, un freno enérgico que detiene al hombre ante paciente, benigno, no conoce la envidia, ni la jactancia, ni la hinchazón; no
el precipicio, un acicate y estímulo poderoso que nos empuja siempre hacia
es descortés, ni interesado, ni se irrita, ni piensa mal; no se alegra de la in-
el cumplimiento del deber.
justicia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo
lo espera,
El hombre de conciencia es sincero y leal; cumple su deber aun cuando
nadie le vigile, porque se siente siempre vigilado por la mirada de Dios, a todo lo tolera* 18.
la que nada ni nadie puede sustraerse. Sabe guardar un secreto; jamás grande y muy determinada determinación de
16 «Digo que importa mucho. y el todo, tina
traiciona a nadie. Dice y hace en cada caso lo que tiene que decir o hacer, no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se
trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o
14 p. Werss, El a, te de vivir no tenga cora7ón para los trabajos que hav en él,
siquiera se hunda el mundo« (SANTA 'l'ERES",
c.4 n.6.r2.
5 Cf. F.T.D., Psicología pedagógica C(11//inG 21,2).
11.435, y GulaERT, o.c., c 3. Citam us con frecuencia de esta obra.
textualmente. 17 11-11,114,2. C:f. n.4.27
I Cor
una influencia decisiva para el concepto que nos formamos de una persona.
La bondad del corazón es una de las características más atrayentes de
El éxito o el fracaso ante los demás dependen en gran parte de nuestras cua-
un gran carácter. Por ella todo el mundo se deja dominar; es llave maestra
de ios corazones piedra imán que los atrae. El amable y bondadoso con- lidades externas. Los que se quejan de su «mala suerte», la mayoría de las
seguirá más con Una sola conversación agradable que otros con cien repren- veces deberían quejarse de sí mismos.
siones. Por el contrario, el áspero y desabrido, como no habla nunca sin Tales son las notas distintivas de un gran carácter. La rectitud de con-
herir, es aborrecido de todos y se hace blanco del odio universal. ciencia constituye su honradez, la fuerza de voluntad le da su verdadero
valor, la bondad de corazón constituye su encanto, las buenas maneras ex-
d) LA PERFECTA COMPOSTURA EN LOS MODALES.—Es la nota que viene
teriores realzan su dignidad ante los demás. Es difícil reunir todas estas
a poner el último detalle y complemento a un gran carácter. Perfectamente
excelentes cualidades; pero las enormes ventajas que su adquisición nos trae-
equilibrada la inteligencia, la voluntad y el corazón, es menester que los
rían compensan con usura el trabajo y los esfuerzos que pongamos en la noble
modales exteriores estén a tono con la belleza del mundo interior. Esta sin-
tonía consiste en que todas las acciones exteriores, sean movimientos, ade- empresa.
Precisemos brevemente cuáles son los principales medios para lograrlo.
manes, palabras, tono de voz, posturas, actitudes, etc., convengan al decoro
618. 4. Formación del carácter.—«No es cosa fácil la
de la persona y se acomoden a sus circunstancias, estado y situación, en
forma que nada desentone, sino que en todo resplandezca la más perfecta
armonía. Esta compostura exterior está íntimamente relacionada con la formación del carácter. Es el rudo trabajo de toda la vida. Sólo
amistad o afabilidad y con la verdad 19. tienen carácter los que en empeñada lucha consigo mismo han
Los buenos modales son como el vestido moral del hombre. El exterior merecido tenerlo» 21.
de una persona deja transparentar sin esfuerzo su interior. La razón es por-
que los movimientos exteriores son signos de las disposiciones interiores 2°.
Guibert 22 reduce a tres puntos fundamentales la ruda labor
Por eso nos llevamos una decepción y cambiamos rápidamente el concepto de la. formación del propio carácter: el conocimiento de sí mismo
que nos habíamos formado de la dignidad de una persona desconocida al para saber lo aue hay que corregir o encauzar, un plan de vida
comprobar la negligencia de sus vestidos, la vulgaridad de sus palabras y que ate nuestra voluntad inconstante y el empleo de ciertos
la rusticidad de sus maneras.
Los buenos modales se relacionan con el carácter principalmente de tres
apoyos exteriores para sostener n.uestros esfuerzos.
modos: a) El conocimiento de sí mismo se logra principalmente por
t) En cuanto que lo manifiestan.—Vestidos desordenados, rotos, poco el examen de conciencia bien practica.do y las caritativas adver-
limpios, revelan un descuidado y desidioso. Conversaciones triviales, térmi- tencias de nuestros buenos amigos. Hemos hablado ya del prime-
' nos bajos y chabacanos, familiaridades y atrevimientos inconvenientes, etc., ro (cf. n.609-12) y hablaremos más abajo de los segundos (cf.
ponen de manifiesto la falta de dignidad. «Tener mala memoria para con-
testar cartas o devolver visitas, no ceder el paso o el asiento a personas de
n.660-63).
mayor dignidad significa falta de delicadeza y de educación. Afectación en b) El plan de vida se ordena a robustecer nuestra voluntad,
el porte, hablar mucho de sí mismo, contar por menudo las propias hazañas fortaleciéndola, sobre todo, contra la volubilidad e inconstan-
y proezas: vanidad y autosuficiencia. Lo mismo sucede en todas las demás cia. Hablamos de él en otro lugar (cf. n.650-53).
cosas exteriores. No acusemos a los que nos critican: (■ arrojar la cara importa,
que el espejo no hay por qué».
c) Los apoyos exteriores principales son tres: el director
2) En cuanto que influyen sobre él.--«Toda falta en los modales repercute
espiritual, las amistades santas y la lectura espiritual. De toJo
inmediatamente en el carácter. La vulgaridad en las maneras, la flojedad en
ello hablaremos en sus lugares correspondientes (cf. n.671 ss;
la marcha, el abandono en los vestidos, la trivialidad en las resoluciones, 66o-63.655-58).
una amalgama de mala ley en las relaciones, la tendencia a adoptar maneras
tabernarias: he ahí prácticas que rebajan el carácter; porque los sentimien-
tos se ponen en seguida al unísono del lenguaje que se habla o de los hábitos
ARTICULO 4
de que se vive. Por el contrario, ten cuidado de que tus palabras sean siem- EL DESEO DE LA PERFECCIÓN
pre dignas, tus conversaciones elevadas, tus gestos mesurados, tus pasos
irreprochables, tu porte regulado, segun convenga a tu estado, y está seguro 61g. SCARAMELLI, Directorio ascético t.i tni ad 2; RIBET, L'ascétique chrétienne C.I7;
que tu carácter, influido y sostenido con las felices condiciones de tal am- ARINTERO. Cuestiones místicas t.° a.4; TANQUEREY, Te0/ugja ascética n.409-30;
DE GUIEERT,
biente, se penetrará infaliblemente de gravedad sin altivez y de nobleza sin Theologia spiritualis n.117-125; NAVAL, Curso de ascética n.38-41 (12o-123 en la 8.. ed.).
afectación» (G BERT).
620. Entre los resortes psicológicos que afectan a la volun-
3) En cuanto que aumentan o disminuyen su poder social.— La autoridad y
prestigio de una persona proviene de un no sé qué de serio, uniforme, grave,
tad dentro ya del orden sobrenatural, ocupa lugar destacado
constante, decidido, digno y elevado, que hace presentir a través de todo un sincero y ardiente deseo de alcanzar la perfección. Pregun-
ello un gran carácter interior. La conducta y los modales exteriores tienen tado Santo Tomás de Aquino por una hermana suya qué tenía
Cf. 11-11,162,1 21 GOMÁ, La EUCC11 istía y la vida cristiand c.17 n.2.
19 c ct ad -,.
20 I'5,4otus exteriores sunt quaedant signa interiaris dispositioni, (II - 11,168j a 11. '2 0.C., C
I.° HA DE SER SOBRENATURAL, es decir, procedente de la gracia divina
que hacer para llegar a la santidad, se limitó a contestarle: y orientado a la mayor gloria de Dios, fin último y absoluto de nuestra mis-
quererlo. Ya se entiende el sentido que quiso darle a esta pala- ma existencia. Ello quiere decir que el verdadero deseo de la perfección es
bra el Angélico Doctor. ya un gran don de Dios, que hemos de pedirle humilde y perseverantemente
hasta obtenerlo de su divina bondad.
Vamos a examinar la naturaleza de ese deseo, su necesidad, sus cualida-
2.a PROFUNDAMENTE HUMILDE, es decir, sin apoyarlo jamás sobre nues-
des y el modo de excitarlo en nosotros. tras propias fuerzas, que son pura flaqueza y miseria delante de Dios. Ni
hemos de aspirar a la santidad viendo en ella un modo de engrandecernos,
621. 1. Naturaleza.—E1 deseo en general es un movi- sino únicamente el medio más excelente para amar y glorificar a Dios con
miento del alma hacia un bien ausente y posible de alcanzar. Nadie todas nuestras fuerzas. Al principio es muy difícil que tal deseo no vaya
desea el mal, o un bien. que ya tiene o que es imposible conse- acompañado de un poco de presunción y de egoísmo—que Dios castigará,
tal vez, permitiendo caídas vergonzosas para que el alma vea claramente lo
guir. que tiene de sí misma cuando El no la sostiene—; pero es preciso rectificar
El deseo de la perfección puede definirse: un acto de la vo- cada vez más la intención y perfeccionar los motivos hasta conseguir que
luntad que, bajo el influjo de la gracia, aspira sin cesar al adelan- recaigan únicamente sobre la mayor gloria de Dios y conformidad con su
tamiento espiritual hasta llegar a la santidad. divina voluntad.
Es acto elicitivo de la voluntad, porque el bien es el objeto 3.a SumAmm.rrE CONFIADO.—Es el complemento de lo anterior. Nada
propio de esta potencia 23. Y bajo el influjo de la gracia, porque podemos por nosotros mismos, pero todo lo podemos en aquel que nos con-
forta (Phil 4,13). El Señor permite que se nos pongan delante verdaderas
es un deseo manifiestamente sobrenatural que rebasa las exi- montañas de dificultades precisamente para probar nuestra confianza en El.
gencias y tendencias de la simple naturaleza. Y tiene que ser ¡Cuántas almas abandonan la senda de la perfección al surgir estas dificul-
constante en su anhelo de superación; y no detenerse en algún tades, por este desaliento y falta de confianza, pensando que no es para ellas
grado intermedio de perfección, sino aspirar a la cumbre de la una cosa tan ardua y difícil! Sólo los que siguen adelante a pesar de todo,
santidad. pensando que de las mismas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham
(Mt 3,9), lograrán coronarse con el laurel de la victoria.
622. 2. Necesidad.—La santidad es el supremo bien que podemos 4.' PREDOMINANTE, es decir, más intenso que cualquier otro. Nada
alcanzar en este mundo. De suyo es, pues, infinitamente deseable por su tiene razón de bien sino la gloria de Dios, y, como medio para ello, nuestra
misma naturaleza. Pero como se trata de un bien arduo y difícil, es impo- propia perfección. Todos los demás bienes hay que sube–,1.inarlos a este su-
sible tender eficazmente hacia él a menos del impulso fortísimo de una premo. Es la margarita preciosa del Evangelio, para cuya adquisición el
voluntad decidida a alcanzarlo a toda costa. Hemos oído a Santo Tomás sabio mercader vende todo cuanto tiene (Mt 13,46). Ciencia, salud, aposto-
dándole a su hermana el consejo de querer llegar a ser santa como medio in- lado, honores..., todo vale infinitamente menos que la santidad: «Buscad
dispensable para conseguirlo. Santa Teresa considera de importancia deci- primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadi-
siva tomar «una grande y muy determinada determinación de no parar hasta dura» (Mt 6,33). El deseo de la perfección no puede ser uno de tantos, puesto
llegar a ella», sin tener para nada en cuenta las dificultades del camino, las al lado o al margen de otros muchos que le disputen la primacía. Tiene que
murmuraciones de los que nos rodean, la falta de salud o el hundimiento ser el deseo fundamental y dominante de toda nuestra vida. El que quiera
del mundo 24. ser santo de veras es preciso que se dedique a ello profesionalmente, echando
Habría que repetir aquí, con sólo elevarlo al orden sobrenatural, todo por la borda todo lo demás y considerando las cosas de este mundo como
lo que ya hemos dicho acerca de la energía de canícter. Sólo las almas esfor- enteramente caducadas para él: «porque estáis ya muertos y vuestra vida
zadas y enérgicas, con ayuda de la gracia divina, lograrán escalar la cumbre está escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3). Por no acabar de decidirse del
de la montaña del amor. todo a esto y andar haciendo traspiés entre las cosas de Dios y las del mundo
fracasan tantísimas almas en el camino de su santificación.
623. 3. Cualidades.—Para obtener de él toda su efica- 5.5 CONSTANTE Y PROGRESIVO.—Hay muchas almas que bajo la influen-
cia santificadora, el deseo de la perfección ha de tener las si- cia de un acontecimiento de su vida (al salir de unos ejercicios, al recibir
guientes cualidades: las órdenes sagradas o entrar en religión, etc.) tienen una gran arrancada.
Pero muy pronto se cansan al experimentar las primeras dificultades y aban-
23 Por eso, el deseo de la perfección no es menester que sea sensible; basta que esté firme-
donan el camino de la perfección o dejan enfriar, al menos, el deseo ardiente
n-lente arraigado en la voluntad. que tenían. A veces se permiten vacaciones y paradillas en la vida espiritual
4 SANTA TERESA, Camino 21,2. En otra parte dice: tConviene mucho no apocar los de- con el pretexto de «respirar un poco» y recuperar las fuerzas del alma. Es
seos, sino creer de Dios que si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego, podremos una gran equivocación. El alma no sólo no recupera fuerza alguna con esas
llegar a lo que muchos santos con su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y
poco a poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su Majestad y es ami- vacaciones, sino que, por el contrario, se debilita y enflaquece extraordina-
go de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza en si; y no he visto riamente. Más tarde, cuando se quiera reemprender la marcha, se la encon-
a ninguna de éstas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con amparo de trará desentrenada y somnolienta, y habrá que hacer un gran esfuerzo para
humildad, que en muchos años ande lo que estotros en muy pocos. Espántame lo mucho
que hace en este camino animarse a grandes cosas» (Vida 13,2). colocarla otra vez en el grado de tensión espiritual que antes había logrado.
Todo esto se hubiera evitado si el deseo de la perfección se impusiera siem-
pre, de una manera constante y progresiva—sin violencias ni extremismos,
pero sin desfallecimientos ni flaquezas—, impidiéndole al alma esas vaca- AR TICULO .5
ciones espirituales que tan caras le van a resultar después.
LA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DE DIOS
6.a PRÁCTICO Y EFICAZ.—No se trata de un quisiera, sino de un
quiero, 1.8 y 9;
que ha de traducirse eficazmente en la práctica, poniendo Inc et nunc todos 625• S.TH., I-II,19,9-to; SAN FRANCISCO DE SALES, Tratado del amor de Dios
SAN ALFONSO DE LIGORIO, Conformidad con la voluntad de Dios; PINY, El cielo en la ti,rra
los medios a nuestro alcance para conseguir la perfección a toda costa. Es abandono en la Providencia divina; LEHODEY, El santo abandono;
(Madrid 1947); CAUSSADE, El
muy fácil hacerse la ilusión de que se tiene el deseo de la perfección por TANQUEREY, Teología ascética n.476-g8; DE GUIBERT, Theologia spiritualis n.111-16;1■,IAHIEu,
en Dios
ciertas veleidades y caprichos que se le ocurren al alma en la oración. Pero Probatio caritatis p.2.. C.2 a.2; GARRIGOU-LAGRANGE, La Providencia y la confianza
«el movimiento se demuestra andando». Desear la perfección en teoría, pero P.4.s; Ttsso-r, La vida interior simplificada p.2.•
«esperar a terminar este trabajo», o a «que pase tal o cual fecha», o «al acabar
de sanar del todo», o «al salir de tal oficio o cargo absorbente», etc., etc., es 626. La perfecta conformidad con la voluntad divina es uno de los
vivir en perpetua ilusión. De plazo en plazo y de prórroga en prórroga, la
principales medios de santificación. Escribe Santa. Teresa: «Toda la preten-
vida va pasando insensiblemente, y nos exponemos a comparecer delante de sión de quien comienza oración (y no se olvide esto, que importa mucho)
Dios con las manos vacías. ha de ser trabajar y determinarse y disponerse, con cuantas diligencias pue-
da, a hacer su voluntad conforme con la de Dios..., y en esto consiste toda
624. 4. Medios para excitar el deseo de la perfección.—Los prin- la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual. Quien
cipales son los siguientes: más perfectamente tuviera esto, más recibirá del Señor y más adelante está
en este camino. No penséis que hay aquí más algarabías ni cosas no sabidas
I.° PEDÍRSELO INCESANTEMENTE A DIOS.—En
de arriba puede venirnos.
cuanto sobrenatural, sólo y entendidas; que en esto consiste todo nuestro bien>> 25.
Dada la singular importancia de este medio, vamos a estudiar cuidado-
2.° RENOVARLO CON FRECUENCIA.—Diariamente en el momento más so- samente su naturaleza, su fundamento, su excelencia y necesidad, el modo de
lemne e importante (v.gr., después de comulgar); en las principales festivi- practicarla y, finalmente, sus grandes frutos y ventajas.
dades, proponiéndose, v.gr., intensificarlo más y más hasta la próxima fes-
tividad; en el día de retiro mensual; al hacer los santos ejercicios; al morir 627. 1. Naturaleza.—Consiste la conformidad con la
un amigo o conocido, pensando que pronto le seguiremos nosotros, y es
menester darse prisa en santificarse, etc., etc.
voluntad de Dios en una amorosa, entera y entrañable sumisión
y concordia de nuestra voluntad con la de Dios en todo cuanto dis-
3.. MEDITAR CON FRECUENCIA EN LOS MOTIVOS QUE TENEMOS PARA ELLO.
He aquí los principales:
ponga o permita de nosotros. Cuando es perfecta, se la conoce
a) La obligación grave que tenemos de aspirar a la perfección (cf. más bien con el n.ombre de santo abandono eh la voluntad de
'57). n. 156- Dios. En sus manifestaciones imperfectas se la suele aplicar
b) Es el mayor de los bienes que podemos alcanzar en este mundo. el nombre de simple resignación cristiana.
Es asco y basura todo lo demás en su comparación (Phil 3:8). Todo pasa Para entender rectamente esta doctrina hay que tener en
y se desvanece como el humo; sólo la santidad perdurará eternamente. cuenta algunos pren.otandos. Helos aquí:
c) El gran peligro que corremos si no tratamos de santificarnos
de
veras. La tibieza llama al pecado mortal, y éste a otros muchos, hasta perder PRENOTANDOS.--t.° La santidad es el resultado conjunto de-la acción
quizá la vocación a la santidad y la misma fe. Las almas consagradas a Dios de Dios y de la libre cooperación del hombre. «Ahora bien: si Dios trabaja
que perdieron la vocación y apostataron de la fe empezaron por aquí. El con nosotros en nuestra santificación, justo es que El lleve la dirección de la
que no sienta vivamente el deseo de su santificación, tiene verdaderos mo- obra; nada se deberá hacer que no sea conforrne a sus planes, bajo sus órde-
tivos para temblar. nes y a impulsos de su gracia. Es el primer principio y último fin; nosotros
d) La perfecta imitación de Jesucristo exige perfección y santidad. La hemos nacido para obedecer a sus determinaciones* 26.
vista de Jesucristo crucificado debería ser el acicate más noblz y eficaz para
empujarnos a la santidad. Amor con amor se paga. 2.° La voluntad de Dios, simplicísima en sí misma, tiene diversos actos
con relación a las criaturas. Los teólogos suelen establecer la siguiente di-
visión:
a) Voluntad absoluta, cuando Dios quiere alguna cosa sin ninguna con-
dición, como la creación del mundo; y condicionada, cuando lo quiere con
alguna condición, como la salvación de un pecador si hace penitencia o se
arrepiente.
b) Volunta.d antecedente es la que Dios tiene en torno a una cosa en sí
misma o absolutamente considerada (v.gr., la salvación de todos los hombres
en general), y voluntad consiguiente es la que tiene en torno a una cosa re-
27 GARRIGOU-L4GRANCE, P,oridemia y la conflan,d fos 2.' c•7. 31 LEHODEY, 0.C., p.4.a c.i.
28 Cf. 1,19,12. 32 Cf. El cielo en la tierra (Avila 1947)• El original francés, publicado en 1683,
llevaba el
29 LEHODEY, El santo abandono p.2.. prol, título de Lo más perfecto, o de las vías interiores la que más glorifica a Dios y rnás santtfica al alma.
3° Cf. P. GARRIGOLT, 0.C., p.4.a C.I. 33 Cf. /vLkHiEu, Probatio caritatis n.70-73.
630. 4. Modo de practicarla.—En sus líneas funda- providencial puede arrojar en brazos de Dios a un alma extraviada. Todo
lo que el Señor dispone es bueno y, óptimo para nosotros, aunque de momen-
mentales, ya lo hemos indicado más arriba. Hay que confor- to pueda causarnos gran tristeza o dolor. Ante est0s acontecimientos pról,e_
marse, ante todo, con la voluntad de Dios significada, aceptando ros o adversos, individuales o familiares, que nos vienen directamente de la
con rendida sumisión y esforzándose en practicar con entrañas mano de Dios, sin intervención alguna de los hombres (v.gr., accidentes im-
de amor todo lo que Dios ha manifestado que quiere de nos- previstos, enfermedades incurables, muerte de familiares o amigos, etc.),
sólo cabe una actitud cristiana: fiat voluntas tua. Si el amor de Dios nos hace
otros a través de los preceptos de Dios y de la Iglesia, de los rebasar la simple resignación—que es virtud muy imperfecta—y lanzamos,
consejos evangélicos, de los votos y de las reglas, si somos reli- aunque sea a través de nuestras lágrimas, una mirada al cielo llena de reco-
ligiosos; de las inspiraciones de la gracia en cada momento. Y nocimiento y gratitud (Te Deum... Magnificat...) por habernos visitado con
hemos de abandonarnos enteramente, con filial confianza, a los el dolor, habremos llegado a la perfección en la vía de abandono y de per-
ocultos designios de su voluntad de beneplácito, que, de mo- fecta conformidad con la voluntad de Dios.
mento, nos son completamente desconocidos; nuestro porvenir, 2.° «PERmisióN>>.—Dios nunca quiere positivamente lo que permite, por-
que se refiere a un mal, y Dios no puede querer el mal. Pero su infinita
nuestra salud, nuestra paz o inquietudes, nuestros consuelos o bondad y sabiduría sabe convertir en mayor bien el mismo mal que permite,
arideces, nuestra vida corta o larga. Todo está en manos de la y por esto precisamente lo permite. El mayor mal y el más grave desorden
Providencia amorosa de nuestro buen Dios, que es, a la vez, que se ha cometido jamás fue la crucifixión de Jesucristo, y Dios supo orde-
nuestro Padre amantísimo: que haga lo que quiera de nosotros narla al mayor bien que ha recibido jamás la humanidad pecadora: su propia
en el tiempo y en la eternidad. redención.
¡Qué mirada tan corta y qué funesta miopía la nuestra cuando en los
Esto es lo fun.damental en sus líneas generales. Pero para males que Dios permite que vengan sobre nosotros nos detenemos en las
mayor abundamiento, vamos a concretar un poco más la ma- causas segundas o inmediatas que los han producido y no levantamos los
nera de practicar esta santa conformidad y abandono en las ojos al cielo para adorar los designios de Dios, que las permite para nuestro
principales circunstancias que se pueden presentar en nuestra mayor bien! Burlas, persecuciones, calumnias, injusticias, atropellos, etc., etc.,
de que somos víctimas son, ciertamente, pecados ajenos, que Dios no pue-
vida 34. de querer en sí mismos, pero los permite para nuestro mayor bien. ¿Cuán-
631. A) Con relación a la voluntad significada.—De cinco ma- do sabremos remontarnos por encima de las causas segundas para ver en
neras dice Santo Tomás (I,19,12), se nos manifiesta o significa la voluntad todo ello la providencia amorosa de Dios, que nos pide no la venganza o
de Dios: el desquite, sino el amor y la gratitud por ese benefie:,, que nos hace? En
la injusticia de los hombres hemos de ver la justicia de Dios, que castiga
Haciendo algo directamente y por sí mismo: Operación. nuestros pecados, y hasta su misericordia, que nos los hace expiar.
2.a Indirectamente, o sea, no impidiendo que otros lo hagan: Permisión.
3.a Imponiendo su voluntad por un precepto propio o de otros: Pre- 3.0 «PREcEvro*.—Ante todo y sobre todo es preciso conformarnos con
cepto. la voluntad de Dios preceptuada: «porque antes pasarán el cielo y la tierra
4.a Prohibiendo en igual forma lo contrario: Prohibición. que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla ■> (Mt 5,18).
5.a Persuadiendo la realización u omisión de algo: Consejo. Sería lamentable extravío y equivocación tratar de agradar a Dios con prác-
El Doctor Angélico advierte (ibid.) que la operación y el permiso se re- ticas de supererogación inventadas y escogidas por nosotros, y descuidando
fieren al presente; la operación al bien, y el permiso al mal. Los otros tres los preceptos que El mismo nos ha impuesto directamente o por medio de
modos se refieren al futuro en la siguiente forma: el precepto, al bien futuro sus representantes. Mandamientos de Dios y de la Iglesia, preceptos de los
necesario; la prohibición, al mal futuro, que es obligatorio evitar, y el consejo, superiores, deberes del propio estado: he ahí lo primero que tenemos que
a la sobreabundancia del bien futuro. No cabe establecer una división más cumplir hasta el detalle si queremos conformarnos plenamente con la vo-
perfecta y acabada. luntad de Dios manifestada. Tres son nuestras obligaciones ante esos pre-
Examinemos ahora brevemente los principales modos de conformarnos ceptos: a) conocerlos: «no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la
con cada una de esas manifestaciones de la voluntad de Dios significada: voluntad del Señorl (Eph 5,17); b) amarlos: «por eso yo amo tus manda-
mientos más que el oro purísimo» (Ps 118,12'7), y c) cumplirlos: «porque
1.° «OPERActólo.—Dios siempre quiere positivamente lo que hace por sí no todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino
mismo, porque siempre se refiere al bien y siempre está ordenado a su mayor el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos,) (Mt 7,21).
gloria. A este capítulo pertenecen todos los acontecimientos individuales,
familiares y sociales, que han sido dispuestos por Dios mismo y no depen- 4.° «PRomnicióN».—E1 primer paso y el más elemental e indispensable
den de la voluntad de los hombres. Unas veces esos acontecimientos son para conformar nuestra voluntad con la de Dios ha de ser evitar cuidadosa-
dulces, y nos llenan de alegría; otras son amargos, y pueden sumirnos en mente el pecado que le ofende, por pequeño que sea o parezca ser. «Pecado
la mayor tristeza, si no vemos en ellos la mano amorosísima de Dios que muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él. ¡Cuánto más
ha dispuesto aquello para su gloria y nuestro mayor bien. Una enfermedad que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo que nos está
34
mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado y como quien
Cf. principalmente: LEHODEY, 0.C., p.3.8; Cos.RRIGOU-LkGRANGE, 0.C., p.4.8 C.2, y
MAHIEU, 0.C., n.74-123. dice: Señor, aunque os pese, esto haré; ya veo que lo veis y sé que no lo
queréis y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no
vuestra voluntad. Y que en cosa de esta suerte hay, poco, a mí no me lo pa- a) FUNDAMENTO.—La santa indiferencia se apoya en aquellos tres prin-
rece por leve que sea la culpa, sino mucho y muy mucho» Nada se puede cipios teológicos que acabamos de recordar, que son su fundamento incon-
añadir a estas juiciosas palabras de Santa Teresa. movible. Es evidente que si la voluntad divina es la causa suprema de todo
Pero puede ocurrir que, a pesar de nuestros esfuerzos, incurramos en cuanto ocurre, y ella es infinitamente buena, santa, sabia, poderosa y amable,
alguna falta. y acaso en un pecado grave. ¿Qué debemos hacer en estos la conclusión se impone: cuanto más se conforme y coincida mi voluntad
casos? Hay que distinguir en toda falta dos aspectos: la ofensa de Dios y la con la de Dios, tanto más buena, santa, sabia, poderosa y amable será. Nada
humillación nuestra. La primera hay que rechazarla con toda el alma; nunca malo puede ocurrirme con ello, pues los mismos males que Dios permita
la deploraremos bastante, por ser el único mal verdaderamente digno de que vengan sobre mí contribuirán a mi mayor bien si sé aprovecharme de
lamentarse. La segunda, en cambio, hemos de aceptarla plenamente, go- ellos en la forma prevista y querida por Dios.
zándonos de recibir en el acto ese castigo que empieza a expiar nuestra falta: b) NATURALEZA.—Para precisar la naturaleza y verdadero alcance de la
«bien me ha estado ser humillado, para aprender tus mandamientos* (Ps santa indiferencia hay que tener en cuenta tres principios fundamentales:
71). Hay quien, al arrepentirse de sus pecados, lamenta más la humillación .° Su finalidad es que el hombre se entregue totalmente a Dios saliendo
que le han acarreado (v.gr., ante el confesor) que la misma ofensa de Dios. de sí mismo. No se trata de un encogimiento de hombros estoico e irracio-
¿Cómo es posible que una contrición tan humana produzca verdaderos fru- nal ante lo que pueda ocurrirnos, sino del medio más eficaz para que nues-
tos sobrenaturales? 36 tra voluntad se adhiera fuertemente a la de Dios.
5.° «CoNsEjo».—E1 alma que quiera practicar en toda su perfección 2.° Esta indiferencia se entiende solamente según la parte superior del
la total conformidad con la voluntad de Dios ha de estar pronta a practicar alma. Porque, sin duda alguna, la parte inferior o inclinación natural —vo-
los consejos evangélicos—al menos en cuanto a su espíritu, si no es persona luntas ut natura, como dicen los teólogos—no puede menos de scntir y acu-
consagrada a Dios por los votos religiosos—y a secundar los movimientos sar los golpes del infortunio o la desgracia. Sería tan imposible pedirle a la
interiores de la gracia que le manifiestan lo que Dios quiere de ella en un sensibilidad que no sienta nada ante el dolor como decirle a una persona que
momento determinado. Pero de esto hablaremos largamente en el artículo acaba de encontrarse con un león amenazador: no tengas miedo. No es posi-
siguiente al tratar de la fidelidad a la gracia. ble dejarlo de tener (San Francisco de Sales). De donde no hay que turbarse
cuando se siente la repugnancia de la naturaleza, con tal de que la voluntad
632. B) Con relación a la voluntad de beneplácito.-- Los designios quiera aceptar aquel dolor como venido de la mano de Dios, a pesar de todas
de Dios en su voluntad de beneplácito nos son—decíamos—enteramente las protestas de la sensibilidad inferior. Este es exactamente el ejemplo que
desconocidos. No sabemos lo que Dios tiene dispuesto sobre nuestro porve- nos dio Nuestro Señor Jesucristo, quien por una parte deseaba ardientemen-
nir o el de los seres queridos. Pero sabemos ciertamente tres cosas: a) que la te su pasión—«quomodo coarctor!»... (Lc 12,5o); «desiderio desideravi*„.
voluntad de Dios es la causa suprema de todas las cosas; b) que esa voluntad (Lc 22,15)—y por otra parte acusaba el dolor de la par,e sensible: «Me mue-
divina es esencialmente buena y benéfica, y c) que todas las cosas próspe- ro de tristeza»... (Mt 26,38); «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
ras o adversas que pueden ocurrir contribuyen al bien de los que aman a (Mt 27,46). Y cuando San Juan de la Cruz lanzaba su heroica exclamación:
Dios y quieren agradarle en todo. ¿Qué más podemos exigir para abando- «Padecer, Señor, y ser despreciado por vos», o Santa Teresa su «o morir o
narnos enteramente al beneplácito de nuestro buen Dios con la misma con- padecer», o Santa Magdalena de Pazzis su «no morir, sino padecer», es evi-
fianza filial que un niño pequeño en brazos de su madre? dente que no lo decían según la parte inferior de su sensibilidad—pues eran
Es la santa indiferencia, que recuerda San Ignacio en el «principio y fun- de carne y hueso, como todos los demás--, sino únicamente según su vo-
damento* de sus Ejercicios como disposición básica y fundamental de toda luntad superior, que querían someter totalmente al beneplácito divino a
la vida cristiana: «Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las despecho de todas las protestas de la naturaleza sensible.
cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albe- 3.° Esta indiferencia, finalmente, no es meramente pasiva, sino verdade-
drío y no le está prohibido; de tal manera que no queramos de nuestra parte ramente activa, aunque determinada únicamente por la voluntad de Dios.
más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida En los casos en que esta voluntad divina aparece ya manifestada (voluntad
larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando de signo), la voluntad del hombre se lanza a cumplirla con generosidad rá-
y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados» 37. pida y ardiente. Y en los que la divina voluntad no se ha manifestado todavía
Pero es preciso entender rectamente esta indiferencia para no dar en los (voluntad de beneplácito) está en estado de perfecta disponibilidad para acep-
lamentables extravíos del quietismo y sus derivados. Examinemos cuida- tarla y cumplirla apenas se manifieste.
dosamente su fundamento, su naturaleza y su extensión 38. Esta indiferencia, pues, nada tiene que ver con la quietud ociosa e inactiva
que soñaron los quietistas, justamente condenada por la Iglesia 39.
3, SANTA TEREsA, T11i110 41 ,3.
C) EXTENSIóN.—<1La indiferencia—dice San Francisco de Sales—se ha
3. Cf. TISSOT, vida interior simplificada p.2.6 1.3 c.to, donde expone por extenso estas
ideas. de practicar en las cosas referentes a la vida natural, como la salud, la enfer-
37 SAN IGNACIO, Ejercicios n.23: Principio y fundamento. En las últimas palabras—que pa- medad,Aa hermosura, la fealdad, la flaqueza, la fuerza; en las cosas de la
recen faltas de lógica con lo anterior—da San Ignacio la clave para entender rectamente su vida social, como los honores, categorías y riquezas; en los diversos estados
pensamiento. La indiferencia de que habla se refiere únicamente a todas aquellas cosas que
no caen bajo la voluntad expresa o significada de Dios; pero no puede afectar—sería herético de la vida espiritual, como las sequedades, consuelos, gustos y arideces; en
e inmoral—a las cosas de su divino servicio y al cumplimiento de sus santos mandamientos. las acciones, en los sufrimientos y, en fin, en toda clase de acontecimientos
Hay un abismo entre la santa indiferencia de San Ignacio N. la absurda y estúpida del quie- o circunstancias* 4°.
t ismo.
38 Cf. MAIIIIEU, 0.C., 11.118-123. 39 Cf. D 122IS.
40 SAN FRANCISCO DE SAI ES, Tratado del amor de Dios 1.9 c.5.
En los capítulos siguientes describe maravillosamente el santo obispo de
Ginebra cómo haya de practicarse esta indiferencia y omnímodo abandono ARTICULO 6
en las más difíciles circunstancias: en las cosas del servicio de Dios, cuando
El permite el fracaso después de haber hecho por nuestra parte todo cuanto LA FIDELIDAD A LA GRACIA
podíamos; en nuestro adelantamiento espiritual, cuando, a pesar de todos
nuestros esfuerzos, parece que no adelantamos nada; en la permisión de los 634. S.TH., 1 - 11,1o9,9; 111,2-3; SAN FRANCISCO DE SALES, AMOT de Dios 11,19,12;
pecados ajenos, que hemos de odiar en sí mismos, pero adorando a la vez la MAHIEU, Probatio caritatis 11.97-102; TISSOT, La vida interior simplificada p.2.a; GARRIG00-
LAGRANGE, Perfection••• c•4 a•5 § 3 y 4; Tres edades p.i.a c.3 a.5; LALLEMANT, La doctrine
divina permisión, que no los permite jamás sino para sacar mayores bienes; spirittielle princ.4 c.i -2 y 6; DE GUIBERT, Tbeologia spiritualis n.127-39; TANQUEREY, TC0/ ■ ,-
en nuestras propias faltas, que hemos de odiar y reprimir, pero aceptando a gía ascética n.483-4; PLus, La fidelidad a la gracia (Barcelona 1950.
la vez la humillación que nos reportan y doliéndonos de ellas con un «arre-
Uno de los medios más importantes e indispensables para el adelanta-
pentimiento fuerte, sereno, constante y tranquilo, pero no inquieto, turbu-
miento espiritual es la fidelidad a la gracia, o sea, a las mociones interiores
lento ni desalentado», etc., etc. Es preciso leer despacio esas preciosas pá-
del Espíritu Santo que nos empuja a cada momento al bien.
ginas, llenas de delicadas sugerencias e ingeniosas comparaciones, que cons-
Vamos a estudiar cuidadosamente esta fidelidad a la gracia, examinando
tituyen como el código fundamental que han de tener en cuenta las almas
en su vida de abandono a la divina voluntad 41. su naturaleza, su importancia y necesidad, su eficacia santificadora y el modo
Una. última cuestión: ¿hay que llegar en este omnímodo abandono a ha-
de practicarla.
cerse indiferente a la propia salvación, como decían los quietistas y semi- 635. 1. Naturaleza.—PRENOTANDO.—La gracia actual.—Como fun-
quietistas ? De ninguna manera. Este delirio y extravío está expresamente damento indispensable para entender el verdadero alcance y significado de
condenado por la Iglesia 42. Dios quiere que todos los hombres se salven la fidelidad a la gracia es preciso tener en cuenta todo lo relativo a la natura-
(1 Tim 2,4), y solamente permite que se condenen los que voluntariamente leza, necesidad, división, oficios y funciones de la gracia actual, que coincide
se empeñan en ello conculcando sus mandamientos y muriendo impeni- precisamente con la inspiración del Espíritu Santo, a la que debe prestar el
tentes. Renunciar a nuestra propia salvación con el pretexto de practicar alma su fidelidad. Hemos hablado ya de todo esto en otro lugar, adonde re-
con mayor perfección el abandono total en manos de Dios sería oponernos mitimos al lector (cf. n.140-43).
a la voluntad misma de Dios, que quiere salvarnos, y al apetito natural de Esto supuesto, examinemos ahora la naturaleza de la fidelidad a la gracia.
nuestra propia felicidad, que nos viene del mismo Dios a través de la natu-
raleza. Lo único que se debe hacer es desear nuestra propia salvación, no La fidelidad en general no es otra cosa que la lealtad, la
sólo ni principalmente porque con ella alcanzaremos nuestra felicidad, sino cumplida adhesión, la observancia exacta de la fe que uno
ante todo porque Dios lo quiere, y con ella le glorificaremos con todas nues-
tras fuerzas. El motivo de la gloria de Dios ha de ser el primero, y debe pre- debe a otro. En el derecho feudal era la okljgación que tenía
valecer por encima del de nuestra propia felicidad, pero sin renunciar ja- el vasallo de presentarse a su señor y rendirle homenaje, que-
más a esta última, que entra plenamente—aunque en segundo lugar—en el dándole sujeto y llamándose desde entonces hombre del se-
mismo querer y designio de Dios.
ñor X, o sea, tomando el nombre de su señor y quedando en-
633. 5. Frutos y ventajas de la vida de abandono en Dios.—Son teramente obligado a obedecerle. Todo esto tiene aplicación
inestimables los frutos y ventajas de la vida de perfecto abandono en la amo- —y en grado máximo—tratándose de la fidelidad a la gracia,
rosa providencia de Dios. Aparte de los ya señalados al hablar de su exce-
lencia, merecen recordarse los siguientes 43:
que no es, en fin de cuentas, más que la lealtad o docilidad
r.° Nos hace llevar una vida de dulce intimidad con Dios, como el niño
en seguir las inspiraciones del Espíritu Santo en cualquier forma
en brazos de su madre. que se nos manifiesten.
2.° El alma camina con sencillez y libertad; no desea más que lo que
«Llamamos inspiraciones—dice San Francisco de Sales—a todos los atrac-
Dios quiera.
tivos, movimientos, reproches y remordimientos interiores, luces y conoci-
3.° Nos hace constantes y de ánimo sereno a través dc todas las situa-
mientos que Dios obra en nosotros, previniendo nuestro corazón con sus
ciones: Dios lo ha querido así.
bendiciones (Ps 20,4), por su cuidado y amor paternal, a fin de despertar-
4.° Nos llena de paz y de alegría: nada puede sobrevenir capaz de alte- nos, excitarnos, empujamos y atraernos a las santas virtudes, al amor celes-
rarlas, pues sólo queremos lo que Dios quiera.
tial, a las buenas resoluciones; en una palabra, a todo cuanto nos encamina
5.° Nos asegura una muerte santa y un gran valimiento delante de Dios:
a nuestro bien eterno» 44.
en el cielo, Dios cumplirá la voluntad de los que hayan cumplido la de El
De varias maneras se producen inspiraciones divinas. Los mismos pe-
en la tierra.
cadores las reciben, impulsándoles a la conversión; pero para el justo, en
• E, también altamente recomendable el prec io,o libro dc Dom VIT LLITODEV E! santo quien habita el Espíritu Santo, es perfectamente connatural el recibirlas a
aband ,1?o, fuertemente influcnciacio por el espíritu de San Franc isco de Sale,, a quien cita cada momento. El Espíritu Santo mediante ellas ilumina nuestra mente para
continuamente.
▪ = Cf. I) 1227. que podamos ver lo que hay que hacer y mueve nuestra voluntad para que po-
43 Cf. L1,1100E1', 0.C., p.4.. c.2, donde c,111,1,ta ítutc, damos y queramos cumplirlo, según aquello del Apóstol: «Dios es el que obra
en nosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Phil 2,13).
44 Vida devota p.2.• c.18.
Porque es evidente que el Espíritu Santo obra siempre según su bene-
plácito. Inspira y obra en el alma del justo «cuando quiere y como quiere,: para introducir en los pulmones ese aire que renueva nuestra sangre, de
«Spiritus ubi vult spirat» (Io 3,8). Unas veces ilumina solamente (v.gr., en mismo modo hemos de desear positivamente y con docilidad recibir la gra-
los casos dudosos para resolver la duda); otras mueve solamente (v.gr., a que cia, que regenera nuestras energías espirituales para caminar en busca de
el alma realice aquella buena acción que ella misma estaba pensando); otras, Dios. Quien no respira, acaba por morir de asfixia; quien no recibe con do-
en fin—y es lo más frecuente—, ilumina y mueve a la vez. A veces se produce cilidad la gracia, terminará por morir de asfixia espiritual. Por eso dice San
la inspiración en medio del trabajo, como de improviso, cuando el alma es- Pablo: «Os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios* (2 Cor 6,1).
taba enteramente distraída y ajena al objeto de la inspiración; otras muchas Preciso es responder a esa gracia y cooperar generosamente a ella. Es ésta
se produce en la oración, en la sagrada comunión, en momentos de recogi- una verdad elemental que, practicada sin desfallecimiento, nos levantaría
miento y de fervor. El Espíritu Santo rige y gobierna al hijo adoptivo de basta la santidad)) 45.
Dios tanto en las cosas ordinarias de la vida cotidiana como en los negocios
de gran importancia. San Antonio Abad entró en una iglesia y, al oír que el Pero hay más todavía. En la economía ordinaria y normal
predicador repetía las palabras del Evangelio: «Si quieres ser pei fecto, ve y de su providencia, Dios tiene subordinadas las gracias poste-
vende cuanto tienes», etc. (Mt 19,21), marchó en el acto a su casa, vendió riores que ha de conceder a un alma al buen uso de las ante-
todo cuanto tenía y se retiró al desierto.
El Espíritu Santo no siempre nos inspira directamente por sí mismo.
riores. Una simple infidelidad a la gracia puede cortar el rosa-
A veces se vale del ángel de la guarda, de un predicador, de un buen libro, rio de las que Dios nos hubiera ido concediendo sucesivamen-
de un amigo; pero siempre es él, en última instancia, el principal autor de te, ocasionándonos una pérdida irreparable. En el cielo vere-
aquella inspiración. mos cómo la inmensa mayoría de las santidades frustradas
—mejor dicho, absolutamente todas ellas—se malograron por
636. 2. Importancia y necesidad.—Nunca se insistirá
una serie de infidelidades a la gracia—acaso veniales en sí
demasiado en la excepcional importancia y absoluta necesidad mismas, pero plenamente voluntarias—, que paralizaron la
de la fidelidad a la gracia"para avanzar en el camino de la per- acción del Espíritu Santo, impidiéndole llevar al alma hasta la
fección sobrenatural. En cierto sentido es éste el problema fun- cumbre de la perfección. He aquí cómo explica estas ideas el
damental de la vida cristiana, ya que de esto depende el pro-
greso incesante hasta llegar a la cumbre de la montaña de la P. Garrigou-Lagrange:
perfección. o el quedarse paralizados en sus mismas estriba- «La primera gracia de iluminación que en nosottlus produce eficazmente
ciones. La preocupación casi única del director espiritual ha un buen pensamiento es ,uficiente con relación al generoso consentimiento
voluntario, en el sentido de que nos da, no este acto, sino la posibilidad de
de ser llevar al alma a la más exquisita y constante fidelidad a realizarlo. Sólo que, si resistimos a este buen pensamiento, nos privamos de
la gracia. Sin esto, todos los demás métodos y procedimientos la gracia actual, que nos hubiera inclinado eficazmente al consentimiento a
que intente están irremisiblemente condenados al fracaso. La ella. La resistencia produce sobre la gracia el mismo efecto que el granizo
razón profundamente teológica de esto hay que buscarla en sobre un árbol en flor que prometía abundosos frutos; las flores quedan
la economía divina de la gracia actual, que guarda estrecha aaostadas y el fruto no llegará a sazón. La gracia eficaz se nos brinda en la
gracia suficiente, como el fruto en la flor; claro que es preciso que la flor
relación con el grado de nuestra fidelidad. no se destruya para recoger el fruto. Si no oponemos resistencia a la gracia
En efecto: como enseña la Teología, la gracia actual es suficiente, se nos brinda la gracia actual eficaz, y con su ayuda vamos pro-
absolutamente necesaria para todo acto saludable. Es en el or- gresando, con paso seguro, por el camino de la salvación. La gracia suficien-
te hace que no tengamos excusa delante de Dios y la eficaz impide que nos
den sobrenatural lo que la previa moción divina en. el orden gloriemos en nosotros mismos; con su auxilio vamos adelante humildemente
puramente natural: algo absolutamente indispensable para que y con generosidad» 46.
un ser en potencia pueda pasar al acto. Sin ella nos sería tan
imposible hacer el más pequeño acto sobrenatural—aun pose- La fidelidad a la gracia es, pues, no solamente: de gran im-
yendo la gracia, las virtudes y los dones del Espíritu Santo— portancia, sino absolutamente necesaria e indispensable para
como respirar sin aire en el orden natural. La t-oacia actual es progresar en los caminos de la unión con Dios. El alma y su
como el aire divino, que el Espíritu Santo envía a nuestras al- director no deberán tener otra obsesión que la de llegar a una
mas para hacerlas respirar y vivir en el plano sobrenatural. continua, amorosa y exquisita fidelidad a la gracia.
Ahora bien: «La gracia actual—dice el P. Garrigou-Lagrange—nos es 637. 3. Eficacia santificadora.—Dejamos la palabra al
constantemente ofrecida para ayudarnos en el cumplimiento del deber de P. Lallemant en unos párrafos admirables:
cada momento, algo así como el aire entra incesantemente en nuestros pul-
mones para permitirnos reparar la sangre. Y así como tenemos que respirar 45 7-1CS c dades p. . a C. 3 a.5.
46 Ibid.
«Los dos elementos de la vida espiritual son la purificación del corazón cuando hubieran podido caminar diez mil si se hubieran abandonado a la
y la dirección del Espíritu Santo. Estos son los dos polos de toda la espiri- dirección del Espíritu Santo.
tualidad. Por estas dos vías se llega a la perfección según el grado de pureza Al contrario, las personas verdaderamente interiores, que se conducen
que se haya adquirido y en proporción a la fidelidad que se haya tenido en por la luz del espíritu de Dios, a la que se han dispuesto por la pureza de
cooperar a los movimientos del Espíritu Santo y en dejarse conducir por El. corazón y siguen con perfecta sumisión, avanzan a pasos de gigante y vuelan,
Toda nuestra perfección depende de esta fidelidad, y puede decirse que por decirlo así, en los caminos de la gracia147.
el resumen y compendio de la vida espiritual consiste en observar con aten- Estas son las inmensas ventajas de la fidelidad a la gracia y su extraor-
ción los movimientos del Espíritu de Dios en nuestra alma y en reafirmar dinaria eficacia santificadora. En realidad, todo depende de esto. Veamos,
nuestra voluntad en la resolución de seguirlos dócilmente, empleando al pues, ahora la manera de practicarla.
efecto todos los ejercicios de la oración, la lectura, los sacramentos y la
práctica de las virtudes y buenas obras...
638. 4. Modo de practicarla.—Vamos a examinar la parte de Dios
y la nuestra propia; o sea, la inspiración del Espíritu Santo en sí misma y
El fin a que debemos aspirar, después de habernos ejercitado largo tiem- nuestra respuesta a su amorosa invitación 48.
po en la pureza de corazón, es el de ser de tal manera poseídos y goberna-
dos por el Espíritu Santo, que él solo sea quien conduzca y gobierne todas A) La inspiración del Espíritu Santo.—Santo Tomás de Aquino,
nuestras potencias y sentidos y quien regule todos nuestros movimientos comentando las palabras del Apóstol: d'orque los que son movidos por el
interiores y exteriores, abandonándonos enteramente a nosotros mismos por Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios* (Rom 8,14), escribe: «Estos son
el renunciamiento espiritual de nuestra voluntad y propias satisfacciones. regidos como por cierto conductor y director; lo cual hace el Espíritu, en
Así, ya no viviremos en nosotros mismos, sino en Jesucristo, por una fiel cuanto nos i/umina interiormente sobre lo que debemos hacer... Pero el
correspondencia a las operaciones de su divino Espíritu y por un perfecto hombre espiritual no sólo es instruido por el Espíritu Santo sobre lo que
sometimiento de todas nuestras rebeldías al poder de su gracia... debe hacer, sino que el mismo Espíritu Santo mueve su corazón para que lo
Ocurre a veces que, habiendo recibido de Dios una buena inspiración, haga. Y por eso se dice que son movidos—aguntur—los que son movidos
nos encontramos en seguida atacados por repugnancias, dudas, perplejida- por cierto instinto superior. De donde de los animales decimos que no se
des y dificultades, que vienen de nuestro fondo corrompido y de nuestras mueven, sino que son movidos—non agunt sed aguntur—, porque son mo-
pasiones, contrarias a la inspiración divina. Si la recibimos, empero, con vidos por el instinto de la naturaleza, y no por su propia elección, a realizar
entera sumisión de corazón, nos llenará de esa paz y consolación que el es- sus acciones. De semejante manera, el hombre espiritual no se mueve prin-
píritu de Dios lleva consigo, y que comunica a las almas en las que no en- cipalmente a realizar alguna cosa por el movimiento de su propia voluntad,
cuentra ninguna resistencia... sino por el instinto del Espíritu Santo. Sin que por se excluya que obre
La causa de que se llegue tan tarde o de que no se llegue jamás a la per- también por su voluntad y libre albedrío, porque ese mismo movimiento de
fección es que no se sigue en casi todo más que a la naturaleza y al sentido su voluntad y libre albedrío lo causa el Espíritu Santo, según aquello del
humano. No se sigue nunca, o casi nunca, al Espíritu Santo, del que es pro- Apóstol (Phil 2,13): «Dios es el que obra en nosotros el querer y el obrar
pio esclarecer, dirigir y enardecer. según su beneplácito» 49.
La mayor parte de los religiosos, aun de los buenos y virtuosos, no si- La inspiración del Espíritu Santo es al acto de virtud lo que la tentación
guen en su conducta particular y en la de los otros más que a la razón y al acto del pecado. Por un triple escalón desciende el hombre al pecado:
el buen sentido, en el que muchos de ellos sobresalen. Esta regla es buena, tentación, delectación y consentimiento. El Espíritu Santo propone el acto
pero no es suficiente para la perfección cristiana. de virtud al entendimiento y excita la voluntad; el justo, finalmente, lo
Estas personas se conducen de ordinario por el sentimiento común de aprueba y lo cumple.
aquellos con quienes viven; y como éstos son imperfectos aunque su vida Los actos de virtud se producen, pues, bajo el impulso y dirección del
no sea desarreglada, porque el número de los perfectos es muy pequeño, Espíritu Santo; y a medida que el alma va siendo fiel a este impulso, va
no llegan jamás a las sublimes vías del espíritu. Viven como el común, y adquiriendo facilidad y delectación en el ejercicio de las virtudes, y estos
su manera de gobernar a los otros es imperfecta. actos se llaman entonces frutos del Espíritu Santo. Algunos de ellos brotan
El Espíritu Santo espera durante cierto tiempo a que entren en su inte- del alma con tanta perfección y suavidad, que hacen feliz al alma ya en esta
rior y a que, observando las operaciones de la gracia y las de la naturaleza, vida, aunque principalmente en la otra, y entonces se llaman bienaventuran-
se dispongan a seguir su dirección y gobierno. Pero si abusan dcl tiempo ZaS (cf. n. 3 6- 3 7).
y del favor que les ofrece, les aban-dona por fin a ellos mismos y les deja Teniendo en nuestras almas por infusión amorosa del divino Espíritu
cn esta oscuridad e ignorancia de su interior, en la que viven en adelante sus preciosísimos dones, que tienen por finalidad precisamente la de hacer-
con gran peligro de su salvación. nos dóciles a sus divinas inspiraciones so, tenemos como un cierto título y
Puede decirse con verdad que no hay sino poquísimas personas que se derecho a pedirlas y esperarlas. Ninguna otra petición deberíaMos hacer con
mantengan constantemente en los caminos de Dios. Muchos se desvían sin 47 1):1,ALLEMANT, La doctrine spirituelle princ.4 C.2 a.t y 2.
cesar. El Espíritu Santo les llama con sus inspiraciones; pero como son indó- 48 Cf. MAIIIEU, Probatio caritatis n.98-toz, donde se exponen más ampliamente las ideas
ciles, llenos de sí mismos, apegados a sus sentimientos, engreídos de su pro- que resumimos aquí. Son también dignas de leerse la celebrada obra del P. LALLEM4NT
doctrina esPiritual (Princ.4) y la del P. PLus La fidelidad a la gracia, que tratan hermosamente
pia sabiduría, no se dejan fácilmente conducir, no entran sino raras veces de este mismo asunto.
en el camino y designios de Dios y apenas permanecen en él, volviendo a 49 S.TH., Ad Romanos c.8 lect.3.
so Lo dice expresamente Santo Tomás y es doctrina común en la teología de los dones:
sus concepciones e ideas que les hacen dar el cambio. Así avanzan muy *Quia secundum ea homo disponitur ut efficiatur prompte mobilis ab inspiratione
divina
poco y la muerte les sorprende no habiendo dado más que veinte pasos, (I-II,68,t).
mayor frecuencia que ésta: «Veni Creator Spiritus, mentes tuorum visita... c) Por nuestras aficiones desordenadas.—#Si alguno no estuviere del todo
libre de las criaturas, no podrá tender libremente a las cosas divinas. Por
Accende lumen sensibus, infunde amorem cordibus... Da nobis in eodem
Spiritu recta sapere, et de eius semper consolatione gauderel (liturgia de Pen- eso se encuentran tan pocos contemplativos, porque pocos aciertan a desem-
barazarse totalmente de las criaturas y cosas perecederas* (Kempis, I11,31).
tecostés).
Dos cosas, pues, es preciso practicar para oír la voz de Dios: despren-
B) Nuestra. respuesta.—Tres cosas son necesarias por parte nuestra: derse de todo afecto terreno y atender positivamente al divino Huésped de
la atención a las inspiraciones del Espíritu Santo, la discreción para saberlas nuestras almas. El alma ha de estar siempre en actitud de humilde expec-
tación: «Hablad, Señor, que vuestro siervo escucha» ( Reg 3,1o).
distinguir de los movimientos de la naturaleza o del demonio y la docilidad
para llevarlas a cabo. Expliquemos un poco cada una de ellas. 2) DISCRECIóN.—Es de gran importancia en la vida espiritual el discer-
nimiento o discreción de espíritus (cf. n.7o7ss.) para saber qué espíritu nos
I) ATENCIóN.—Consideremos con frecuencia que el Espíritu Santo ha-
mueve en un momento determinado. He aquí algunos de los más importan-
bita dentro de nosotros mismos (1 Cor 6,19). Si hiciéramos el vacío a todas tes criterios para conocer las inspiraciones divinas:
las cosas de la tierra y nos recogiéramos en silencio y paz en nuestro propio
interior, oiríamos, sin duda, su dulce voz y las insinuaciones de su amor. a) La santidad del objeto.—E1 demonio nunca impulsa a la virtud: y la
No se trata de una gracia extraordinaria, sino del todo normal y ordinaria naturaleza tampoco suele hacerlo cuando se trata de una virtud incómoda
en una vida cristiana seriamente vivida. y difícil.
¿Por qué, pues, no oímos de hecho su voz? Por tres razones principales: b) La conformidad con nuestro propio estado.—E1 Espíritu Santo no pue-
a) Por nuestra habitual disipación.—Dios está dentro y nosotros vivi- de impulsar a un cartujo a predicar, ni a una monja contemplativa a cuidar
mos fuera. «El hombre interior—dice Kempis, II,I—se recoge muy pronto, enfermos en los hospitales.
porque nunca se derrama del todo al exterior». El mismo Espíritu Santo c) Paz y tranquilidad del corazón.—oUna de las mejores señales de la
nos lo recuerda: «La llevaré a la soledad y allí le hablaré al corazón» (Os 2,14.). bondad de todas las inspiraciones, y particularmente de las extraordinarias,
He aquí unos párrafos notables del P. Plus insistiendo en estas ideas: es la paz y la tranquilidad en el corazón que las recibe; porque el divino
«Dios es discreto; pero no lo es ni por timidez ni por impotencia. Podría Espíritu es, en verdad, violento, pero con violencia dulce, suave y apacible.
imponerse; si no lo hace, es por delicadeza y para dejar a nuestra iniciativa Se presenta como un viento impetuoso (Act 2,2) y como un rayo celestial,
más campo de acción. pero no derriba ni turba a los apóstoles; el espanto que su ruido causa en
Mas no puede imaginarse que el Señor no sea un gran señor; no puede ellos es momentáneo y va inmediatamente acompañado de una dulce se-
ser que no tenga muy vivo el sentimiento de su suprema dignidad. Supon- guridad» 52. El demonio, por el contrario, alborota y llena de inquietud.
gamos que donde quiere entrar u obrar no hay más que locas preocupacio- d) Obediencia humilde.—«T odo es seguro en lat obediencia y todo es
nes, estrépito de carracas, agitaciones, torbellinos, potros salvajes, frenesí de sospechoso fuera de ella... E 1 que dice que está inspirado y se niega a obe-
velocidad, desplazamientos incesantes, busca inconsiderada de naderías que decer a los superiores y seg uir su parecer, es un impostor* 53. Testigos de
se agitan; ¡para qué va a pedir audiencia! esto son gran número de herejes y apóstatas que se decían inspirados por
Dios no se comunica en el ruido. Cuando descubre el interior de un alma el Espíritu Santo.
obstruido por mil cosas, no tiene ninguna prisa en entregarse, en ir a alo- e) El juicio del director espiritual.—En las cosas de poca importancia
jarse en medio de esas mil nimiedades. Tiene su amor propio. No le gusta que ocurren todos los días no es menester una larga deliberación, sino elegir
ponerse a la par con las baratijas. A veces, no obstante, lo toma a su cargo, simplemente lo que parezca más conforme a la voluntad divina, sin escrúpu-
y, a pesar de la inatención, impone la atención. No se le quería recibir; ha los ni inquietudes de conciencia; pero en las cosas dudosas de mayor im-
entrado y habla. Pero en general no procede así. Evita una presencia que portancia, el Espíritu Santo inclina siempre a consultar con los superiores
bien claro está no se buscaba. Si el alma está en gracia, es evidente que El o con el director espiritual.
reside en ella, pero no se le manifiesta. Ya que el alma no se digna adver-
tirlo, El permanece inadvertido; puesto que hay sustitutivos que se le pre- 3) DOCILIDAD.—Consiste en seguir la inspiración de la gracia en el
fieren, el Bien supremo evita hacerse preferir a pesar de todo. Cuanto más mismo instante en que se produzca, sin hacer esperar un segundo al Espíritu
el alma se derrama en las cosas, tanto menos insiste El. Santo 54. El sabe mejor que nosotros lo que nos conviene; aceptemos, pues,
Si, por el contrario, observa que alguno se desembaraza de esas naderías lo que nos inspire y llevémoslo a cabo con corazón alegre y esforzado. El
y busca el silencio, DioS se le acerca. Esto le entusiasma. Puede manifestarse, alma ha de estar siempre dispuesta a cumplir la voluntad de Dios en todo mo-
pues sabe que el alma le oirá. No siempre se manifestará, ni será lo más mento: «Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios» (Ps 142,1o).
común mostrarse de una manera patente; pero el alma, a buen seguro, se
sentirá oscuramente invitada a subir»51. El cardenal Mercier estaba plenamente convencido de la
b) Por nuestra sensualidad.—Somos todavía demasiado carnales, y no alta importancia de esta fidelidad a las mociones del Espíritu
estimamos ni saboreamos más que las cosas exteriores y agradables a los Santo en orden a nuestra plena santificación. He aquí unas
sentidos. Y, como dice San Pablo, «el hombre animal no percibe las cosas palabras suyas, llenas de suavidad y de unción:
del Espíritu de Dios» (1 Cor 2,14). Es absolutamente indispensable el espí-
SAN FRANCISCO DE SALES, Tratado del amor de Dios 8,12.
ritu de mortificación. Amor de Dios 1.6 c.13.
54 Ya se entiende que esto se refiere únicamente a los casos en los que la inspiración di-
s p. PLus, La fidelidad a la gracia p.59-6o (ed. Barcelona ig51), preciosa obrita, que es vina es del todo clara v manifiesta. En los casos dudosos habría aue reflexionar, aplicando
de lo mejor que se ha escrito sobre este importante asunto. las reglas del discerniiniento o consultando con el director espiritual.
«Voy a revelaros un secreto de santidad y de felicidad. Si todos los días, Como se ve por estas nociones, el temperamento es algo innato en el
durante cinco minutos, sabéis acallar por completo vuestra imaginación, ce- individuo. Es la índole natural, o sea, algo que la naturaleza nos impone.
rrar los ojos a las cosas sensibles y vuestros oídos a todos los ruidos de la Por lo mismo, no desaparece enteramente nunca: ogenio y figura hasta la
tierra para reentrar en vuestro interior; y allí, en el santuario de vuestra sepultura)); pero una educación oportuna y, sobre todo, la fuerza sobrenatu-
alma bautizada, que es el templo del Espíritu Santo, le decís: ral de la gracia pueden, si no transformarlo totalmente, sí, al menos, reducir
hasta el mínimum sus estridencias y aun suprimir del todo sus manifesta-
¡Oh Espíritu Santo, alma de mi alma! Yo os adoro. Ilurninadme, ciones exteriores. Testigo de ello—entre otros mil—, San Francisco de Sales,
guiadme, fortalecedme, consoladme. Decidme lo que debo hacer. que ha pasado a la posteridad con el nombre de osanto de la dulzura* a pesar
Dadme vuestras órdenes. Yo os prometo someterme a todo cuanto de su temperamento fuertemente colérico.
deseéis de mí y aceptar todo cuanto permitáis que me suceda. Ha-
cedme solamente conocer vuestra santa voluntad. 642. 2. Clasificación de los temperamentos.—Des-
Si hacéis esto, vuestra vida transcurrirá feliz, serena y consolada aun en
pués de mil tentativas y ensayos, los tratadistas modernos
medio de las penas; porque la gracia será proporcionada a la prueba, dán- vuelven a la clasificación de los antiguos clásicos, que parece
doos la fuerza para sobrellevarla, y llegaréis a las puertas del paraíso cargados traer su origen del propio Hipócrates. Según ella, los tempera-
de méritos. mentos fundamentales son cuatro: el sanguíneo, nervioso, colé-
Esta sumisión al Espíritu Santo es el secreto de la santidad» 55.
rico y flemático, según predomine en ellos la constitución fisio-
lógica que su mismo nombre indica.
Vamos a recoger las características principales de cada uno
2) RESORTE FISIOLOGICO de ellos. Pero antes es preciso advertir que ningun.o de los
temperamentos que vamos a describir existe «químicamente
ARTICULO 7 puro» en la realidad; generalmente se hallan mezclados y ade-
más presentan grados muy diversos. Así, los flemáticos nunca
MEJORA DEL PROPIO TEMPERAMENTO lo son del todo, sino que se encuentran. en ellos muchos ras-
639. FOUILLÉE, Tempérament et caractéres (1895), Les caractéres (París 19o2); MALAPERT gos de sensibilidad; los sanguíneos tienen, á veces, cualidades
Les élérnents du caractére et leurs lois de combination (1897); J. GUIBERT, El carácter (Ma-
drid 1935); l'IZÓ/3ES, Psicología empírica y experimental t.2; TANQUEREY, Teología ascética y propias del nervioso, etc. Se trata únicamenie de algo predo-
mística, ap.; CONRADO HocK, Los cuatro temperamentos (Buenos Aires 194o); BRENNAN, Psi-
cología general (Madrid 1952); BARBADO, Estudios de Psicología experimental t.2 (Madrid 1948). minante en la constitución fisiológica de un individuo. Es me-
nester tener muy en cuenta esta observación para evitar un
64°. Además de estos grandes recursos psicológicos de tipo natural y juicio prematuro—al descubrir en seguida algunos rasgos pro-
sobrenatural que acabamos de examinar, podemos aprovechamos también
en el camino de nuestra santificación de una ayuda de tipo puramente fisio-
pios de un determinado temperamento—, que podría estar
lógico: nuestro propio temperamento, mejorando sus buenas disposiciones y muy lejos de la objetiva realidad.
corrigiendo en lo posible sus defectos. Naturalmente que esto concurre muy Vengamos ahora a la descripción detallada de cada uno de ellos. Segui-
de lejos a nuestra santificación, en un plano puramente dispositivo y mera- mos principalmente a Conrado Hock y a Guibert, de los que citamos, a ve-
mente natural; pero no deja de tener su importancia, al menos negativa, re-
ces, sus propias palabras.
moviendo obstáculos (ut removens prohibens).
Vamos, pues, a estudiar la naturaleza, clasificación v medios de perfeccio- 643. A) Temperamento sanguíneo.—i) CARACTERÍSTICAS ESEN-
nar el temperamento. CIALES CON RELACIóN A LA ExciTABILIDAD.—E1 sanguíneo se excita fácil y
fuertemente por cualquier impresión. La reacción suele ser también inme-
64r. 1. Naturaleza.—Hay una gran diversidad de opiniones entre diata y fuerte; pero la impresión o duración suele ser corta. El recuerdo de
los autores acerca de la naturaleza y clasificación de los temperamentos. cosas pasadas no provoca tan fácilmente nuevas emociones.
Nosotros vamos a recoger aquí la doctrina más comúnmente admitida, dán-
dole una orientación eminentemente práctica. 2) BUENAS CUALIDADES.—E1 sanguíneo es afable y alegre, simpático y
obsequioso para todos, sensible y compasivo ante las desgracias del prójimo,
NOCIÓN.—E1 temperamento es el conjunto de inclinaciones dócil y sumiso ante sus superiores, sincero y espontáneo (a veces hasta la in-
conveniencia). Es verdad que ante la injuria reacciona a veces violentamente
íntimas que brotan de la constitución fisiológica de un hombre. y prorrumpe en expresiones ofensivas; pero lo olvida pronto todo, sin guar-
Es la característica dinámica de cada individuo, que resulta dar rencor a nadie. Desconoce en absoluto la terquedad y obstinación. Se
del predominio fisiológico de un sistema orgánico, como el sacrifica con desinterés. Su entusiasmo es contagioso y arrebatador; su buen
nervioso o el sanguíneo, o de un humor, como la bilis o la corazón cautiva y enamora, ejerciendo una especie de seducción en torno
linfa. suyo.
Suele tener una concepción serena de la vida, es fundamentalmente opti-
" Citado por BECAUD, L'action, instrument d'évangélisation (París 1955) P.432. mista, no le arredran las dificultades, confía siempre en el buen éxito. Le
sorprende mucho que los demás se enfaden ante una broma poco agradable,
que le parecía a él la cosa más natural y simpática del mundo. Tiene un gran examen de conciencia, aplicándose fuertes penitencias por las transgresiones
sentido práctico de la vida, es más inclinado a idealizar que a criticar. que sean fruto de su inconstancia y volubilidad. Tiene que ponerse en manos
Dotado de una exuberante riqueza afectiva, es fácil y pronto a la amistad, de un experto director espiritual y obedecerle en todo. En la oración ha de
y se entrega a ella con ardor y a veces apasionadamente. luchar contra su tendencia a los consuelos sensibles, perseverando en ella a
Su inteligencia es viva, rápida, asimila fácilmente, pero sin mucha pro- pesar de la aridez y sequedad.
fundidad. Dotado de una memoria feliz y de una imaginación ardiente, La sensualidad, en fin, deberá contrarrestarla con una vigilancia constante
triunfa fácilmente en el arte, la poesía y la oratoria, pero no suele alcanzar y una lucha tenaz. Debe huir como de la peste de toda clase de ocasiones pe-
la talla del sabio. Los sanguíneos serían muy frecuentemente espíritus su- ligrosas, en las que sucumbiría fácilmente al aliarse su sensualidad con su
periores si tuviesen tanta profundidad como sutileza, tanta tenacidad en el inconstancia. Debe tener particular cuidado en la guarda de la vista, acor-
trabajo como facilidad en las concepciones. dándose de sus dolorosas experiencias. En él, más que en nadie, se cumple
aquello de que «ojos que no ven, corazón que no siente». Debe guardar el
3) MALAS cuALIDADEs.—Pero al lado de estas buenas cualidades, el recogimiento y practicar la mortificación de los sentidos externos e internos.
temperamento sanguíneo presenta serios inconvenientes. Debe, en fin, pedir humilde y constantemente a Dios el don de la perfecta
Sus principales defectos son la superficialidad, la inconstancia y la sen- pureza de alma y cuerpo, que sólo del cielo nos puede venir (Sap 8,21).
sualidad. La primera se debe principalmente a la rapidez de sus concepcio-
nes. Le parece haber comprendido en seguida cualquier problema que se le B) Temperamento nervioso.--i) CARACTERÍSTICAS ESENCIALES CON
pone delante, y en realidad lo ha percibido tan sólo de una manera super- RELACIÓN A LA EXCITABILIDAD.—La del nervioso es débil y difícil al prin-
ficial e incompleta. De ahí proceden sus juicios apresurados, ligeros, inexac- cipio, pero fuerte y profunda por repetidas impresiones. Su reacción pre-
tos con frecuencia, cuando no enteramente falsos. Es más amigo de la am- senta estos mismos caracteres. En cuanto a la duración, suele ser larga;
plitud fácil y brillante que de la profundidad. El nervioso no olvida fácilmente.
La inconstancia del sanguíneo es fruto de la poca duración de sus im-
presiones. En un instante pasa de la risa al llanto, del gozo delirante a una 2) BUENAS CUALIDADES.—Los nerviosos tienen una sensibilidad menos
negra tristeza. Se arrepiente pronto y de verdad de sus pecados, pero vuelve viva que la de los sanguíneos, pero más profunda. Son naturalmente incli-
a ellos en la primera ocasión que se le presente. Los sanguíneos son vícti- nados a la reflexión, a la soledad, a la quietud, a la piedad y vida interior. Se
mas de la impresión del momento, sucumben fácilmente ante la tentación. compadecen fácilmente de las miserias del prójimo, son bienhechores de la
Son enemigos del sacrificio, de la abnegación, del esfuerzo duro y continua- humanidad, saben llevar la abnegación hasta el herot-- __no, sobre todo al lado
do. Son perezosos en el estudio. Les resulta poco menos que imposible re- de los enfermos. Su inteligencia suele ser aguda y profunda, madurando sus
frenar la vista, los oídos, la lengua y la guarda del silencio. Se distraen fácil- ideas con la reflexión y la calma. Es pensador y gusta del silencio y la sole-
mente en la oración. A épocas de gran fervor suceden otras de languidez y dad. Puede ser un intelectual seco y egoísta, encerrado en su torre de mar-
desaliento... fil, o un contemplativo que se ocupe de las cosas de Dios y del espíritu.
La sensualidad, en fin, encuentra terreno abonado en la naturaleza ar- Siente atractivos por el arte y tiene aptitud para las ciencias. Su corazón es
diente de 1 sanguíneo. Se deja arrastrar fácilmente de los placeres sensuales de una gran riqueza sentimental. Cuando ama, se desprende difícilmente de
de la gula y de la lujuria. Reacciona prontamente contra sus caídas, las de- sus afecciones, porque en él las impresiones se arraigan muy adentro. Sufre
plora con sinceridad; pero le falta energía y coraje para dominar la pasión con la frialdad o ingratitud. La voluntad sigue las vicisitudes de sus fuerzas
cuando vuelve a levantar cabeza. físicas; es débil y casi nula cuando el trabajo le ha agotado, fuerte y generosa
4) EDUCACIóN DEL SANGUÍNE0.—La educación y encauce de cualquier cuando disfruta de salud o cuando un rayo de alegría ilumina su espíritu. Es
temperamento ha de consistir en fomentar sus buenas cualidades y en re- sobrio y no siente apenas el desorden pasional, que tanto atormenta a los
primir los defectos. Por lo mismo, el sanguíneo ha de procurar a su exube- sanguíneos. Es el temperamento opuesto al sanguíneo, como el colérico es
rante vida afectiva un cauce noble y elevado. Si logra enamorarse fuerte- el opuesto al linfático. Fueron temperamentos nerviosos el apóstol San Juan,
mente de Dios, llegará a ser un santo de primera categoría. Sanguíneos cien- San Bernardo, San Luis Gonzaga, Santa Teresa del Niño Jesús, Pascal.
por cien fueron el apóstol San Pedro, San Agustín, Santa Teresa y San Fran-
cisco Javier. 3) MALAS CUALIDADES.—E1 lado desfavorable de este temperamento es
Pero es menester que luche tenazmente contra sus defectos hasta te- la tendencia exagerada hacia la tristeza y melancolía. Cuando han recibido
nerlos completamente a raya. Ha de combatir su superficialidad adquiriendo alguna fuerte impresión, les penetra profundamente en el alma y les produ-
el hábito de la reflexión y ponderación en todo cuanto haga. Debe hacerse ce una herida sangrante. No tienen el corazón en la mano como el sanguí-
cargo de los problemas examinándolos por todas sus caras, previendo las neo, sino muy en el fondo, y allí saborean a solas su amargura. Se sienten
dificultades que puedan surgir, dominando el optimismo demasiado confiado inclinados al pesimismo, a ver siempre el lado difícil de las cosas, a exagerar
e irreflexivo. las dificultdes. Ello les hace retraídos y tímidos, propensos a la desconfian-
Contra la inconstancia tomará serias medidas. No bastan los propósitos za en sus propias fuerzas, al desaliento, a la indecisión, a los escrúpulos y a
y resoluciones, que, a pesar de su sinceridad y buena fe, quebrantará en la cierta especie de misantropía. Son irresolutos por miedo a fracasar en sus
primera ocasión que se le presente. Es menester que ate su voluntad a un empresas. El nervioso «nunca acaba de acabar», como diría Santa Teresa;
plan de vida—convenientemente revisado y aprobado por su director espi- es el hombre de las oportunidades perdidas. Mientras los demás están ya
ritual—en el que esté todo previsto y señalado y en el que nada se deje al al otro lado del río, él se está pensando y reflexionando sin atreverse a va-
arbitrio de su voluntad floja y antojadiza. Tiene que practicar seriamente el dearlo. Sufren mucho, y sin quererlo--porque en el fondo son buenos—
hacen sufrir a los demás. Santa Teresa no los juzgaba aptos para la vida re- lentamente todo lo que les retarda y aparecen ante los demás como unos
ligiosa, sobre todo cuando la melancolía está muy arraigada 1. egoístas sin corazón. Tratan a los otros con una altanería que puede llegar
hasta la crueldad. Todo debe doblegarse ante ellos. El único derecho que
4) EDUCACIÓN DEL NERVIOS0.—E1 educador ha de tener muy en cuen- reconocen es la satisfacción de sus apetitos y la realización de sus designios.
te la fuerte inclinación del nervioso a la concentración sobre sí mismo; de
lo contrario, se expone a no comprenderle y tratarle con gran injusticia y 4) EDUCACIÓN DEL COIARICO.—Tales hombres serían de un precio in-
falta de tacto. El sanguíneo es franco y abierto en la confesión; el nervioso, estimable si supieran dominarse y gobernar sus energías. Con relativa faci-
en cambio, quisiera desahogarse por medio de un coloquio espiritual, pero lidad llegarían a las más altas cumbres de la perfección cristiana. Muchísi-
no puede; el colérico pudiera expresarse, pero no quiere; el flemático, en fin, mos santos canonizados por la Iglesia poseían este temperamento. En sus
ni puede ni quiere hacerlo. Hay que tener en cuenta todo esto para no in- manos, las obras más difíciles llegan a feliz término. Por eso, cuando logran
tentar procedimientos educativos contraproducentes. encauzar sus energías son tenaces y perseverantes en los caminos del bien y
Al nervioso hay que infundirle una gran confianza en Dios y un sereno no cejan en su empeño hasta alcanzar las alturas más elevadas. Hay que
optimismo de la vida. Hay que inspirarle una suma confianza en sí mismo, o aconsejarles que sean dueños de sí mismos, que no obren precipitadamente,
sea, en la aptitud de su alma para las grandes empresas. Hay que aprove- que desconfíen de sus primeros movimientos. Hay que llevarles a la verda-
char su inclinación a la reflexión para hacerle comprender que no hay mo- dera humildad de corazón, a compadecerse de los débiles, a no humillar ni
tivo alguno para ser susceptible, desconfiado y retraído. Si es preciso, somé- atropellar a nadie, a no dejar sentir con violencia su propia superioridad, a
tasele a un régimen de reposo y sobrealimentación 2. Sobre todo hay que tratar a todos con suavidad y dulzura.
combatir su indecisión y cobardía, haciéndole tomar resoluciones firmes y
lanzarse a grandes empresas con ánimo y optimismo. 646. D) Temperamento flemático.—I) CARACLERÍSTICAS ESEN-
652. 3. Sus cualidades.—Para obtener del plan de vida su máximo néfica influencia de un buen libro. Es un excelente amigo con
rendimiento y utilidad es preciso trazarlo sabiamente, de acuerdo con el quien se puede hablar cuando tino quiera, «que nos pone de-
director espiritual, y no adoptarlo definitivamente sino después de haberlo lante los ejemplos de los santos, condena nuestra indiferencia,
2 Citado por RIBET, L'ascétique chrétienne c.41.
nos recuerda los juicios de Dios, nos habla de la eternidad,
El alma debe escoger en cada caso—de acuerdo con su director espiri-
disipa las ilusiones del mundo, responde a los falsos pretextos tual --el libro más apto y conveniente a sus disposiciones y necesidades actua-
del amor propio, nos proporciona los medios para resistir les. No siempre lo mejor es lo más conveniente para un alma; y hay libros
nuestras pasiones desordenadas. Es un monitor discreto que que pudiendo prestarnos servicios incalculables en una determinada época de
nos avisa en secreto, un ami09 que jamás nos engaña, un juez nuestra vida, pueden resultar no tan útiles y hasta inconvenientes en otras
que decide con imparcialidad, \ un. profeta que anuncia la ver- circunstancias. «En todo es menester discreción», decía Santa Teresa 4. y
así, v.gr., a las almas timoratas y llenas de escrúpulos se les prohibirán
dad sin lisonjas ni halagos. No es importuno, puesto que le los libros terroríficos o exagerados, que podrían aumentarles su mal; a las
tomamos o dejamos cuando nos place; ni contradictor, puesto almas sensibles y amigas de dulzuras y consuelos se les dará a leer la Subida
que nos ofrece sus pensamientos sin disputar con los nuestros; del Monte Carmelo, de San Juan de la Cruz, y otros libros semejantes para
ni indiscreto, pues nos da sus consejos sin saber si los segui- que se acostumbren a comer «pan con corteza»—como decía el Venerable
P. Granada—, es decir, manjares sólidos y sustanciosos; y así en otros casos
remos o no; ni susceptible de envidia, puesto que nos deja en semejantes.
libertad de discrepar de sus consejos o de preferir los de otro» 3.
658. 3. Modo de leer.—Después de la acertada elec-
657. 2. Libros principales.—No todos los libros espiri- ción del libro es de importancia capital saberlo leer bien. La
tuales tienen el mismo valor y eficacia santificadora. El primer lectura espiritual no es un estudio, sino un ejercicio de piedad.
lugar lo ocupa, naturalmente, la Sagrada Escritura, tanto el Si vamos a ella en busca de luces, es para nutrir el corazón y
Antiguo como el Nuevo Testamento. En los libros sapiencia- alimentar nuestra oración.
les del Antiguo Testamento encontramos consejos sublimes; Lo importante, pues, no es leer mucho, sino asimilar con-
en los Salmos, fórmulas insuperables de oración; en los libros venientemente lo leído. Hay que insistir repetidas veces en un
proféticos e históricos, fecundas enseñanzas para el gobierno mismo pasaje que nos haya impresion.ado, a fin de grabarlo
de nuestra vida. No todas las almas, sin embargo, están pre- fuertemente en nuestro espíritu 5. Es preciso reaccionar con-
paradas para abordar ciertos pasajes bíblicos de la Antigua tra la tentación de creer que eso equivO> a una pérdida de
Ley, y por eso hay que contar con la aprobación del director tiempo; como se pierde tiempo es, por el contrario, leyendo
espiritual antes de proceder a esa lectura. En cambio, todos mucho y mal. «Pocos libros se necesitan sabiendo leer», decía
pueden leer con gran provecho las divinas enseñanzas de Je- el P. Lacordaire.
sús en los santos Evangelios, los admirables ejemplos de los
Hay que luchar también contra la inconstancia y volubilidad, que nos
apóstoles y de la Iglesia primitiva, las sublimes concepciones empuja a cambiar de libro antes de terminado el anterior o apenas iniciada
de San Pablo y hasta las maravillosas predicciones del Apoca- su lectura. No es serio ni fecundo ese proceder, y tiene, además, la desven-
lipsis. La Sagrada Escritura ha sido y será siempre el más puro taja de influir deplorablemente en la formación de nuestro carácter. A menos
manantial de espiritualidad que Dios ha puesto a disposición de sufrir una inesperada tentación o de que haya surgido en nuestro espíritu
de los hombres. una necesidad imprevista sobre la que pueda darnos luces un libro distinto
del que estamos leyendo, hemos de proseguir su lectura basta el fin.
Después de los libros inspirados, la lectura de las vidas de Relacionada, en fin, íntimamente la lectura con la oración, es preciso
los santos es la más estimulante de todas. Los ejemplos vivos que ambos ejercicios vayan a la par y se beneficien mutuamente. Es utilísi-
de sus virtudes heroicas excitan la admiración y estimulan el mo pasar de la oración a la lectura y de ésta a la oración. De esta suerte se
esfuerzo para alcanzar esas alturas. Esta clase de libros tuvie- evita el disgusto y aburrimiento que podría producir la prolongación exce-
siva de cualquiera de las dos. El ideal es mezclar de tal suerte ambas cosas
ron la eficacia de convertir a un soldado herido en el cuerpo y que no constituyan más que una sola ocupación con matices distintos. Uti-
maltrecho en el alma en un San Ignacio de Loyola. lizar la lectura para cobrar nuevas fuerzas cuando la oración empieza a de-
Luego vienen las obras ascético-místicas, de orientación caer e interrumpir con frecuencia la lectura para dejar desahogar el corazón
práctica, escritas precisamente para fomentar la piedad de los en breves jaculatorias y ardientes aspiraciones. De esta manera se pueden
pasar varias horas casi insensiblemente en estos santos y fecundos ejercicios.
fieles. Entre ellas ocupan lugar preeminente los Soliloquios, de
San Agustín; la Imitación de Cristo, de Kempis; las obras de 4 Vida 13,1.
5 Es\muy conveniente—escribe el P. Garrigou-Lagrange—volver a leer las obras que años
Santa Teresa, San Juan de la Cruz, P. Granada, P. Rodríguez, atrás hicieron bien a nuestras almas. La vida es corta; por eso nos hemos de contentar con leer
y releer aquellos escritos que verdaderamente llevan impresa la huella de Dios, y no perder el
P. La Puente, Beato Avila, San Francisco de Sales y San Al- tiempo en lecturas de cosas sin vida y sin valor. Santo Tomás de Aquino no se cansaba de leer
fonso María de Ligorio. las Conferencias de Casiano. "Cuántas almas no han mejorado grandemente leyendo con fre-
cuencia la Imitación de Jesucristo! Es más provechoso penetrarse profundamente de un libro
de este género que leer superficialmente toda una biblioteca de autores espirituales (Tre,
3 P. BERTHIER, Reflexions spirituelles
t.5 P.234 (cit. por RIBET, L'ascétique c.44 P.457)• edades p.i.. c.16).
Tres son las principales ventajas que proporciona una verdadera y santa
ARTICULO 3 amistad: la de encontrar en el amigo un consejero íntimo, al que confiamos
los problemas de nuestra alma para que nos ayude a resolverlos; un correc-
LAS AMISTADES SANTAS tor prudente y cariñoso, que nos dirá la verdad sobre nuestros defectos y nos
impedirá cometer innumerables imprudencias; un consolador, en fin, que
659. SAN FRANCISCO DE SALES, Vida devota p.3." c.17-22; RIBET, L'ascétique
c.43; TAN- escuchará con cariño el relato de nuestros dolores y encontrará en su cora-
QUEREY, Teología ascética n.595-606; F.T.D., Psicología pedagógica n.323-29;
DE GUIBERT, zón las palabras y remedios oportunos para suprimirlos o suavizarlos.
Theologia spiritualis n.223-3o.
66o.Otra de las má eficaces ayudas para la vi-tud que 662. 2. Diferentes clases de amistad.—Como explica
nos puede proporcionar el mundo exterior es la que proviene Santo Tomás, la amistad es un amor de mutua benevolencia
de una santa amistad. El P. Lacordaire ha podido escribir: fundado sobre alguna comunicación. Escuchemos sus propias
«La verdadera amistad es una cosa rara y divina, es la serial palabras 9:
cierta de un alma noble y la mayor de las recompensas visibles «No todo amor tiene razón de amistad, sino únicamente el amor que en-
vinculadas a la virtud» 6. traña benevolencia, esto es, cuando de tal manera amamos a alguien que que-
remos el bien para él. Si, pues, no queremos el bien para las cosas amadas, sino
661. 1. Valor de un buen amigo.—«Un amigo fiel es que apetecemos su bien para nosotros—como decimos que nos gusta el
poderoso protector; el que le encuentra halla un tesoro. Nada vino, el caballo, etc.—, ya no hay amor de amistad, sino de cierta concu-
piscencia, pues sería ridiculez decir que uno tiene amistad con el vino o
vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable. Un con el caballo. Mas tampoco basta la benevolencia para la razón de amistad,
amigo fiel es remedio saludable; los que temen al Señor lo en- sino que se requiere cierta mutua reclamación o correspondencia, pues el
contrarán». Así habla el Espíritu Santo en la Sagrada Escri- amigo es amigo para el amigo. Esta correspondida benevolencia se funda
tura (Eccli 6,11.-16). en alguna comunicación».
La experiencia confirma diariamente estas verdades. El San Francisco de Sales ha examinado con mucho deteni-
estímulo y acicate de un verdadero amigo es uno de los más
eficaces para la conquista de sí mismo y la práctica del bien. miento las tres clases de amistad que ya se:ialaba Aristóteles, y
Porque la amistad verdadera, como decía Bossuet, es «una da consejos muy atin.ados para la conducta práctica con rela-
alianza de dos almas que se unen para obrar el bien». La ver- ción. a cada una de ellas. He aquí sus propias palabras 10:
dadera amistad es desinteresada, paciente hasta el heroísmo, <iNo todo amor es amistad. Se puede amar sin ser amado, y en ese caso
sincera y transparente. No conoce la doblez ni la hipocresía, existe amor, pero no amistad, porque ésta es amor mutuo. Ni basta que sea
mutuo; las partes se han de amar entre sí dándose cuenta de su recíproco
alaba al amigo sus buenas cualidades, pero le descubre con amor; si lo ignoran, habrá amor, pero no amistad. Requiérese que entre ellas
santa libertad sus defectos y flaquezas con el fin de corregirle exista alguna suerte de comunicación, que es precisamente el fundamento
de ellas. Nada tiene de sensual; se aprecia y ama únicamente el de la amistad.
valor moral del amigo. «La amistad—dice todavía Bossuet—es Según la diversidad de dicha comunicación, la amistad es también diver-
sa. Las comunicaciones son diferentes según la diferencia de bienes que se
la perfección de la caridad». Por eso no puede haber verdadera comunican entre sí. Si son bienes falsos y malos, la amistad es falsa y vana. Si
amistad si no va apoyada en la virtud. «No puedo amar a al- se trata de bienes verdaderos, la amistad es verdadera; y cuanto más exce-
guien—escribe el P. Lacordaire 7—sin que el alma se vaya lentes sean los bienes, más excelente será la amistad».
tras el corazón y ande Jesucristo de por medio. No me parecen
íntimas las comunicaciones si no son sobrenaturales. ¿Qué in- Veamos ahora cómo describe cada una de estas ti es amis-
timidad puede haber donde no se va hasta el fondo de los pen- tades:
samientos y de los afectos que llenan el alma de Dios?» Ya a) AMISTADES MALAS.--d_,a comunicación de los deleites carnales es
Aristóteles distinguía tres clases de amistades: una fundada propensión mutua y cebo brutal que no puede recibir el nombre de amistad
en el placer (sensual), otra en el interés (utilitarista), y la ter- entre los hombres, como no podría decirse en esa relación que tienen amis-
tad los jumentos y los caballos. Y si no existiera otra comunicación en el ma-
cera en la virtud (honesta). Sólo esta última es verdadera trimohio, no existiría en él amistad alguna; pero como, además de esto, existe
amistad 8.
danos tienen relaciones; los magnates tienen cortesanos; los déspotas y tiranos tienen sierun,
P. LACORDAIRE, Santa María Magdalena.
Sólo los hombres virtuosos tienen amigos. Es porque la \,erdadera y desinteresada amistad sólo
7 Epistolario 1,22o («Obras del P. Lacordaire, ed. española del P. Castaño, t.m).
puede fundarse en la virtud.
Los malos—en efecto—no tienen amigos, sino cómplices; los libertinos tienen compañeros 9 II-11,23,I.
de cuy-, lOn y libertinaje; los interesados y Lomerciantes tienen
asociados; los ociosos y mun- I' Introducción a la vida devota p. 3.' c. 17 y 19.
la comunicación de la vida, de la industria, de los bienes, de los afectos y de
una indisoluble fidelidad, 1)1 amistad del matrimonio es una de las verdaderas «Se comienza—dice San Francisco de Sales 1—por amor virtuoso; mas
y santas amistades)). si no se usa discreción, pronto anda en juego el amor frívolo; después, el
sensual, y últimamente, el carnal. El mismo riesgo puede haber en el amor
b) AMISTADES FRiVOLAS.—<,La amistad fundada en comunicación de espiritual si no se está alerta, aunque el peligro no sea tan grande, porque
placeres sensuales es grosera e indigna del nombre de amistad, como la que su pureza y candor hacen resaltar más las argucias de Satanás; por eso cuan-
se basa en dotes frívolas y vanas que dependen de los sentidos. Llamo pla- do él pretende adulterar este amor, procura que las acciones menos honestas
ceres sensuales a los que se relacionan inmediata y principalmente en los sen- se vayan filtrando de manera insensible».
tidos externos, como el placer de contemplar la hermosura, de escuchar una
voz melodiosa, de tocar y cosas semejantes. Llamo dotes frívolas a ciertas Ahora bien: ¿cuáles son las seriales o manifestaciones por
habilidades vanas que los espíritus débiles consideran perfecciones... Como
todo se relaciona con los sentidos, las amistades que de ello provienen se
las que pueda entreverse que un.a amistad, al principio sana y
denominan sensuales, vanas y frívolas, y merecen más el nombre de locura virtuosa, comienza a desviarse por caminos torcidos que pue-
que de amistad». den llevar a una verdadera catástrofe espiritual? El P. De Gui-
c) AMISTADES VERDADERAS.--«Ama a todo el mundo con amor de ca- bert señala con acierto las siguientes 12:
ridad, pero no profesés amistad más que a los que pueden hablar contigc de
cosas virtuosas. Cuanto más exquisitas sean las virtudes que jueguen en el «El más característico parece ser el exclusivismo en los afectos y relacio-
intercambio de esta amistad, más perfecta será ella. Si la comunicación tie- nes. Así, no poderse tolerar una sefial de cariño dada a otro por el amigo;
ne por objeto la ciencia, tu amistad será muy digna de alabanza, y mucho más o cuando se conversa con él, aun de cosas indiferentes y sin secreto, sentir
todavía si se fundamenta en la virtud, en la prudencia, en la discreción, en desagrado con la llegada de un tercero a quien se le mira como a un intruso;
la fortaleza y en la justicia. Y si se funda en la caridad, en la devoción, en la los celillos hacen sospechosa la amistad que les da ser. Ocurre también el
perfección cristiana, entonces, ¡amistad preciosa! Será excelente porque pro- estar pensando sin cesar en el amigo, aun durante la oración, el estudio, el
cede de Dios; excelente, porque a Dios tiende; excelente, porque su lazo de trabajo absorbente; se experimenta la necesidad de verle a cada momento,
unión es Dios; excelente, porque durará para siempre en Dios. ¡Cuán her- de hablarle; y gran inquietud si no estaba donde se le esperaba. Se tienen
moso es amar en la tierra como se ama en el cielo, y aprender a amarse en charlas inacabables y fuera de propósito cuando están juntos; hay intercam-
este mundo como amaremos eternamente en el otro! bio exagerado de donecillos y otros ligeros testimonios de afecto. Falta mu-
No hablo aquí del amor simple de caridad, porque éste se debe a todos tua franqueza con tendencia a excusarlo todo en el amigo. Existe la tenden-
los hombres. Me refiero a la amistad espiritual, mediante la cual, dos, tres cia a secretear aun las confidencias más insustanciales y, a fortiori, si hay algo
o más almas se comunican su devoción, sus afectos espirituales, y forman tal vez en estas relaciones que instintivamente requiera la necesidad de ocul-
un solo espíritu entre sí. ¡Qué bien pueden cantar esas almas dichosas: tarlo».
Mirad cuán bueno y cuán agradable es vivir los hermanos en unión! (Ps
Sí, porque el bálsamo de la devoción se comunica de corazón a corazón me- En la práctica se notará también que una amistad comienza
diante continua participación, de forma que se puede decir que Dios ha hecho a desviarse por el camino de lo sensible hacia lo sensual y car-
descender sobre esta amistad su bendición v la vida por los siglos de los siglos nal si se producen los siguientes efectos:
(Ps 132,4).
Todas las otras amistades me parecen sombras, comparadas con ésta; a) Entre un grupo de personas, la mirada se escapa con insistencia hacia
y sus lazos, ligaduras de vidrio o de estopa, comparadas con el lazo fuerte de una determinada.
la santa devoción, que es de oro. No contraigas amistades de otra clase; b) Vuelco en el corazón ante su presencia inesperada (movimiento pu-
pero no hace falta descuidar o despreciar para esto las amistades que la na- ramente afectivo, pasional, no sensual todavía).
turaleza o tus obligaciones te obligan a cultivar entre parientes, allegados, c) Aparición de esa persona en el sueño. Razón: al faltarle el control del
bienhechores, vecinos y otros semejantes; sólo me refiero a las elegidas ex- entendimiento y de la voluntad, la vida pasional aparece y se manifiesta en
presamente por toda su plenitud en el sueño.
663. 3. Desviaciones peligrosas.—Es menester andar LA CONDUCTA PRÁCTICA para controlar esta desviación afec-
muy sobre aviso para que las amistades buenas y verdaderas tiva es la siguiente:
se mantengan. siempre dentro de sus auténticos límites y no a) Al iniciarse con cierta insistencia los primeros sínto-
desborden nunca el cauce de la virtud y del bien. Porque, si mas de la desviación afectiva, cortar rápidamente; con sereni-
es cierto que un buen amigo es un poderoso estímulo para la dad, sin nerviosismo, pero de una manera del todo decidida y
virtud, no lo es menos que apen.as puede encontrarse una tajante. Al principio cuesta mucho menos que si dejamos im-
fuerza destructora más formidable que la de una mala amistad. prudentemente que tomen fuerza aquellas primeras manifes-
El paso de una a la otra clase de amistad se hace con fre- taciones.
cuencia de una manera gradual e insensible, sobre todo entre
personas de diferente sexo: Iba, C.20.
12 Lecciones de Teología espiri!tial (Madrid 1953) vo1.1 lect.32 p.411.
b) Si la amistad sensible y sensual ha arraigado ya fuer- nabe, que son los apóstoles por antonomasia; pero otras veces
temente en el corazón, el peligro es grave y el remedio urgente. se da también el nombre de apóstoles a toda clase de predica-
Hay que romper a raja tabla—buscando, quizá, un pretexto dores del Evangelio, incluso no pertenecientes a la jerarquía
para suavizar la determinación ante el amigo—esa amistad que eclesiástica. Así San Pablo escribe en su carta a los Romanos:
a nada bueno puede conducir a ninguno de los dos. Lo mejor Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de
sería trasladarse a vivir a otro lugar donde fuera imposible en- cautiverio, que son muy estimados entre los apóstoles (Rom 16,7).
contrarse con la peligrosa amistad. No siempre será posible,
sin. embargo. Escuchemos, en este último caso, a San Francis- Nótese que las palabras misión y apostolado, lo mismo que misionero y
apóstol, son etimológicamente equivalentes. Misión y misionero vienen del
co de Sales 13: verbo latino mitto, que significa enviar; exactamente igual que las palabras
«El que no se puede alejar, ¿qué debe hacer? Es necesario que evite toda apóstol y apostolado, que, como hemos dicho antes, proceden del verbo grie-
conversación a solas, toda entrevista secreta, toda mirada tierna, las sonrisas go áTrocrrIXXco, que significa también enviar.
afectuosas y, en general, toda suerte de comunicaciones que pueden alimen-
tar este fuego pestífero y r¿aloliente; o, por lo menos, si necesariamente tiene
b) REALMENTE. La significación nominal o etimológica de
que hablar con el otro, que sea para manifestarle de manera dura y tajante la palabra apóstol nos ha puesto en la ruta de su verdadero sig-
que ha jurado permanecer eternamente separado de compañía tan pernicio- nificado o contenido real. Porque, en el sentido eclesiástico que
sa. Yo digo a voz en grito a todos aquellos que han caído en desgraciados aquí nos interesa, apóstol no es, en definitiva, sino un enviado
amores: «¡Corta, rompe, rasga! Es necesario destruir, deshacer los lazos, rom-
per o cortar. Se trata de ataduras que no tienen valor alguno. No hay que
de Dios para predicar el Evangelio a los hombres. Lo dice expre-
andar con miramientos en un amor tan contrario al amor de Dios...» samente San Pablo (Rom ',I) y es doctrin.a común en toda la
« ¡AM—me dirás—, pero ¿no es ingratitud incalificable romper de pronto tradición eclesiástica. La expresión apostolado no significa otra
con una amistad?» ¡Dichosa la ingratitud que nos hace gratos a Dios. No, cosa que la obra y actividad propia del apóstol.
no será ingratitud, sino grande beneficio que harás a la otra persona, pues
rompiendo los lazos que a ella te unen, romperás también los suyos, que son 666. 2. Grados. Pero la palabra apóstol es indudable-
—
La razón de todo esto es porque nadie puede dar lo que no tiene ni más 683. 3.a Bondad y suavidad de carácter.—E1 celo ardiente corre el
de lo que tiene. Y, estando desprovisto el maestro espiritual de espíritu in- peligro de convertirse en una intransigencia e incomprensión arisca—de la-
terior o poseyéndolo muy débil y enfermizo, está radicalmente incapacitado mentables resultados en la formación de las almas—si no va contrapesado con
para llevar a mayor altura el espíritu de su discípulo. Y no se diga que la una inmensa bondad y suavidad de carácter. El director ha de estar animado
santificación es obra del Espíritu Santo mediante su gracia y que ésta no de los mismos sentimientos de Nuestro Señor Jesucristo (cf. Phil 2,5), el
necesita disposiciones en el instrumento que utiliza para comunicarse. Por- Buen Pastor, que iba en busca de la oveja extraviada (Lc i5,4), que no que-
que, aparte de que ese argumento prueba demasiado—ya que entonces ha- braba jamás la caña cascada ni apagaba la mecha humeante (Mt 12,2o) y
bría que concluir que ni siquiera hace falta otra dirección espiritual que la que acogía a todos con inmensa bondad y compasión. No olvide que, como
del propio Espíritu Santo, contra el sentir unánime de la Tradición—, hay decía San Francisco de Sales, (se consigue más con una onza de miel que
con un barril de hiel».
21 Llama canc.3 n.3o.
22 Subida 111,45,2.
23 ,Zelus, quocumque modo surnatur, intensione amoris provenit» (1-11,2o,11.
«La perfección--advierte sabiamente Ribet 24—es una obra difícil, sobre Cristo como si fuesen propias y no de Cristo, demuestran que sc aman a sí
todo en sus comienzos, por los temores que inspira y los obstáculos que es mismos y no al Señor* 26. Y San Lorenzo Justiniano califica semejante pro-
preciso superar. Un rigor excesivo y reproches intempestivos tendrían por ceder de robo sacríleeo, ya que reivindica para sí lo que es de Cristo y reclama
efecto desanimar a las almas y comprometer, acaso para siempre, la obra de el Salvador imperiosamente 27.
su santificación. Esto es particularmente verdadero en las almas fuertemente Ni siquiera ha de importarle nada el agradecimiento o ingratitud de las
tentadas, en espíritus poco abiertos, en caracteres susceptibles, en natura- almas. Ha de verlas con toda serenidad alejarse de su dirección espiritual
lezas débiles e inconstantes. La severidad les desconcierta, les exaspera, les y ponerse en manos de otro sin haberles dado ningún motivo para ello.
impide la apertura del corazón, la confianza y la esperanza. La humana mi- Jamás ha de considerar a los demás directores como rivales y competidores
seria y las dificultades de la virtud recomiendan, pues, en el director una en una misión en la que nadie puede tener la presunción de tener el monopo-
paciencia inalterable*. lio y la exclusiva. Respete siempre la libertad de las almas; ámelas únicamente
El director, en efecto, ha de estar animado de sentimientos verdadera- «en las entrañas de Jesucristo*, como decía San Pablo (Phil 1,8); no acepte
mente paternales, obsesionado únicamente por la altísima misión de formar jamás de ellas regalitos y obsequios como recompensa humana de una labor
a Cristo en las almas que Dios le confía, hasta poder decir con San Pablo: enteramente divina; y, aunque puede aceptar y aun pedirles la ayuda de sus
« ¡Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo oraciones, no les imponga jamás el menor sacrificio o mortificación en pro-
formado en vosotros!* (Gal 4,19). Ha de ser para ellas el báculo que sostie- vecho propio. Su norma única de conducta ha de inspirarse en la fórmula
ne, no el palo que hiere y lastima. Las almas quieren ser tratadas con bondad. sublime del Apocalipsis: «Benedictio, et claritas, et sapientia, et gratiarum
Ha de procurar el director atraerse su confianza y obediencia con una in- actio, honor, et virtus, et fortitudo Deo nostro in saecula saeculorum. Amen*
mensa bondad y suavidad en su trato, sin perjuicio de mantener con energía (Apoc 7,12).
inquebrantable los principios mismos de la dirección. Santa Juana de Chantal
resumía sabiamente estos consejos al escribir a una superioi a: «A medida Estas. son las principales cualidades morales de que ha de
que voy viviendo más, veo más claramente que la dulzura es necesaria para
entrar y mantenerse en los corazones y para hacerles cumplir su deber sin
estar adornado el director espiritual. Precisamente por ser
tiranía. Porque, en fin de cuentas, nuestras hermanas son las ovejas de Nues- tantas y tan perfectas, escasean tanto los buenos directores de
tro Señor; nos está permitido, al conducirlas, tocarlas con el cayado, pero no almas. San Juan de la Cruz afirma que <para este camino, a lo
aplastarlas* 25.
menos para lo más subido de él, y aun para lo mediano, ape-
684. 4.a Profunda humildad.—E1 director necesita también una nas se hallará un guía cabal según todas las partes que ha
gran dosis de humildad por tres razones principales. En primer lugar, por
orden a Dios, que «resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes»
menester» 28. El Beato Juan de Avila, citando un texto del
Petr 5,5). Sin luces especiales de Dios, ¿de qué podrían servir todas las Eclesiástico (6,6), dice que hay que escogerlo <ftino entre mil»29.
ciencias y sabidurías humanas en una obra tan divina como la santificación Y San Francisco de Sales llega a decir <(uno entre diez mil» 3°.
de las almas? Sin embargo, no hay que pensar que el aln-ia que no puede
En segundo lugar, por relación a sí mismo. El humilde desconfía de sí;
no es audaz para resolver irreflexivamente las dificultades que se le presen- tener un director del todo perfecto y acabado está incapaci-
ten; estudia, n-iedita, consulta si es preciso a otros más doctos que él, toma tada para llegar a la perfección. Si tiene ardiente deseo de san-
toda clase de precauciones para asegurar el acierto en sus decisiones. Con tificarse y procura ser en todo fiel a la gracia, secundando las
ello se evita a sí mismo los posibles disgustos que le ocasionarían sus desacier-
tos ante los hombres y, sobre todo, la grave responsabilidad que contraería
mociones internas del Espíritu Santo, no dejará de llegar a la.
con ellos ante Dios. cumbre aunque su director espiritual no reúna todas las con-
En tercer lugar, por orden-a las almas. La humildad atrae y cautiva a diciones requeridas y aun sin ninguna dirección humana. No
todo el mundo. Una reprensión hecha con humildad se recibe con gusto y
agradecimiento; mas, si se hace con soberbia y altanería, enojará a quien la
olvidemos que la dirección espiritual, aunque utilísima y mo-
recibe y causará mayores daños. ralmente necesaria según la providencia ordinaria de Dios, no
Imite el director a Jesucristo, que era «manso y humilde de corazón)) es absolutamente indispensable para las almas que, a pesar de
(Mt 11,29) y sólo buscaba en el trato de las almas la gloria de su Padre
(Io 8,5o), sin menoscabo de aquella energía divina con que corregía los vicios
su deseo y buena voluntad, no pueden encontrarla en ninguna
y pecados y manifestaba al mundo la verdad que le escandalizaba y habría parte o no tan buena como fuera de desear.
de costarle la vida.
26 hoc animo pascuut aves Christi ut suas velint essc, non Christi, convincuntur
685. 5.a Perfecto desinterés y desprendimiento en el trato con las amare, non Christum, (Tract. I 23 in .
almas.—E1 director ha de amar a las almas no por las satisfacciones y con- " Optimum et acceptabile Deo opus estifiro utilitatibus animarum insis-
tere, illarumque continuum tructum spiritualem acquirere. nOn .e.1 Domino. Qui eniin
suelos que puedan proporcionarle, sino únicamente para llevarlas a Dios. quidquid sibi vindicat quod debetur C:hristo, fai e< Litro eo dainnabilior quo Dco cariora
San Agustín advierte enérgicamente que «los que conducen las ovejas de piaeLiatui, (De compl. Citristo pe) fect.,).
=8 llana canc.3 n.3o.
24 L'ascétiuue c.39 I1.6. 29 Reglas muy provechosas .. (Obras cuitiplctus, BAC t.' p.tn48).
25 Conseils á une Supjlieure: Vie et Ocuvres, vol.3 p.328 (edit. Plon). " Vida devota p. t.. c. 4.
4. Oficios y obligaciones del director espiritual.—Los encauzará por el verdadero camino que han seguido siempre todos los san-
tos y las hará llegar de hecho a la cumbre de la perfección. «La dirección
principales son los siguientes: que ha de darse a las almas no ha de depender jamás de cuestiones discutidas,
686. Lo Conocer el alma dirigida.—Ante todo, debe el director sino de doctrinas admitidas comúnmente» 31.
conocer a fondo el alma que trata de dirigir. Su carácter, temperamento, in- 688. 3.° Estimularla.—Son poquísimas las almas, aun entre las más
clinaciones buenas y malas, defectos, repugnancias, aficiones, fuerzas y ener- adelantadas, que no necesitan esta ayuda. Débiles de voluntad, desiguales,
gías, etc. Debe conocer, al menos en sus líneas generales, las cosas más im- inconstantes, antojadizas, volverían fácilmente atrás sin el estímulo y aliento
portantes de su vida pasada: qué pecados principales cometió, a qué vicios del director. No olvide nunca el guía de almas que no es solamente un con-
estuvo sometida y por cuánto tiempo, qué medidas tomó para enmendarse sejero encargado de resolver las dudas y dificultades que se le propongan,
de ellos y con qué resultado práctico, qué gracias recibió de Dios, qué pro- sino un verdadero educador y maestro que debe contribuir positivamente
gresos realizó en la virtud y por qué medios, cuáles son sus disposiciones a la formación espiritual del alma que Dios le confía. Y de ningún otro
actuales, qué intensidad alcanza el deseo de su propia santificación, qué sa- modo podrá hacerlo mejor que con un aliento y estímulo constante. Debe
crificios está dispuesta a realizar para lograrla, qué tentaciones padece, cuáles infundir a las almas un sano optimismo—fundado en la confianza en Dios
son los obstáculos y dificultades que experimenta. y en el desprecio de sí mismas—, de que están llamadas individualmente a
Pero, fuera de casos verdaderamente excepcionales y rarísimos, guárdese la perfección y de que la alcanzarán de hecho si son fieles a la gracia. Debe
de exigir al dirigido una relación por escrito de su vida pasada y, menos aún,
tenderles paternalmente la mano cuando han caído y hacerles ver que sería
de admitírsela si él mismo la propone. Tales escritos ofrecen no pocos in- de peores consecuencias para su vida espiritual el desaliento por la caída
convenientes, tanto por parte del dirigido—que fácilmente se ilusiona pen- que la caída misma. Anímelas a aprovecharse de sus mismas faltas para
sando en las autobiografías de algunos santos, y escribe, acaso, con vistas a incrementar su vigilancia y exactitud en el servicio de Dios 32. Es incalcu-
la futura publicación de su vida y milagros—como por parte del director, lable el daño que se les podría hacer con un trato duro y áspero en el preciso
a quien hacen perder un tiempo precioso y le ponen en peligro de quebran- momento en que esas almas destrozadas necesitan apoyo, confianza y estímulo
tar el secreto natural que esas relaciones exigen, ya que pueden fácilmente para seguir adelante sin desfallecer en la penosa marcha hacia el ideal. Nada
caer en otras manos indiscretas. La información del director debe ser oral, les anima y fortalece tanto como verse acogidas con inmensa bondad y mi-
recibida directamente del dirigido o de otras personas que le conozcan a sericordia, cuando creían merecer una áspera reprensión del que conside-
fondo, salvadas siempre la prudencia y discreción más elementales. Ni tiene ran representante directo y auténtico de Dios.
obligación de creer al dirigido en todas sus manifestaciones—y en esto se
distingue del confesor, que debe juzgar siempre según lo que el penitente 689. 4.° Controlar su vida espiritual.— Es una de las finalidades
le manifieste en su favor o en contra—, sino que puede y debe examinar des- más importantes de la dirección espiritual. El alma no debe dar un solo
pacio las cosas y no ser demasiado crédulo, sobre todo si se trata de mujeres paso—al menos si es de relativa importancia—sin contar con la aprobación
de virtud poco acrisolada y abundan en sus relaciones los fenómenos extraor- expresa de su director espiritual. Plan de vida, método de oración, prácticas
dinarios y las gracias gratis dadas. de devoción, de penitencia o de apostolado, materia del examen particular,
etcétera, todo debe estar controlado por el director.
687. 2.° Instruirla.—E1 director debe dar al dirigido oportunas ins- Pero limítese la dirección a las cosas estrictamente relacionadas con el
trucciones teórico-prácticas con el fin de que sepa formarse conciencia rec- aprovechamiento del alma en la vida espiritual. No tolere el director que
ta y resolver por sí mismo sus propios problemas al menos en las cosas se infiltren subrepticiamente en la dirección asuntos familiares, negocios
más fáciles y de menor importancia. Debe evitar las contestaciones dema- temporales, preocupaciones humanas, sueños descabellados, etc., etc. Corte
siado autoritativas sin ninguna justificación doctrinal, a no ser tratándose de a raja tabla, con energía y rapidez, cualquier desviación en este sentido. Sea
almas escrupulosas o excesivamente curiosas a quienes haya que corregir inflexible sobre todo en exigir la brevedad máxima en la manifestación de
de este defecto. Ordinariamente procederá con acierto si muestra brevemen- los problemas, sin perjuicio, no obstante, de atender largamente a las almas
te al dirigido de qué manera sus consejos se fundan en el dogma y se apoyan cuando realmente lo hayan menester. Si acostumbra a las almas desde el
en la experiencia y práctica de la Iglesia. Eso da una gran autoridad al di- principio a esta manera de proceder, las educará excelentemente en un
rector, instruye al dirigido y llena su alma de una paz y seguridad que con- punto importante, se ahorrará a sí mismo lamentables pérdidas de tiempo
tribuirán poderosamente a su adelantamiento espiritual. y evitará, acaso, la impaciencia y desesperación de los que están guardando
Pero evite cuidadosamente el director llevar al campo de la dirección turno alrededor del confesonario.
las disputas y controversias de las diversas escuelas de espiritualidad cris-
tiana, las cuestiones abstrusas de la Teología especulativa (predestinación, 690. 5.° Corregir sus defectos.--E1 director ha de saber compaginar
gracia eficaz, libertad humana, etc.) y, en general, todas las que tendrían la suavidad y dulzura de su trato con el imperioso deber de corregir los de-
únicamente por objeto satisfacer la curiosidad del dirigido, sin aportar nue- fectos del alma dirigida. Ha de tener siempre presente que, aunque la fina-
vos elementos de mejora y progreso en su vida espiritual. Insista en los lidad misma de la dirección es eminentemente positiva—llevar al alma hasta
puntos fundamentales comunes a todas las escuelas (necesidad de la propia la cumbre de la perfección—, no podrá lograrse jamás ese ideal sin la cons-
abnegación, del perfecto desprendin'áento, de la fidelidad a la gracia, de la tante labor negativa de corregir y arrancar defectos, que nunca faltan del
humildad profunda, etc., etc.) y procure fundar la perfección en el amor todo en ninguna de las etapas de la vida espiritual. Y en esta corrección y
de Dios y del prójimo y en el exacto cumplimiento de los deberes del pro- Teología ascética y mística n.32a.
31 TANQUEREY,
pio estado. Por aquí no hay peligro de extraviarse ni de perder el tiempo 32 ConSÚlteSe sobre esta materia la excelente obrita de TISSOT El arte de utilizar nues-
en cuestiones bizantinas. Esta dirección aprovechará a todas las almas, las tras faltas.
enderezamiento de lo torcido ha de atender no solamente a los defectos mo-
rales, sino también a los psicológicos y temperamentales. Corrija la precipi-
tación, ligereza, inconstancia, superficialidad, antojos y caprichos, puntos de C. El dirigido
vista equivocados, etc., y obligue a seguir una norma seria, fija, constante,
invariable, que no deje margen a interpretaciones equívocas y escapaderas 693. 1. Definición.—Es toda alma que, aspirando seria-
de amor propio. Humille a las almas haciéndolas ver que de sí mismas no mente a la perfección cristiana, se ha puesto voluntariamente bajo
tienen absolutamente nada, y que si el Señor se ha fijado en ellas, ha sido el régimen y gobierno de un director espiritual.
precisamente porque su amor y misericordia le inclinan siempre a compa-
decerse de los seres más flacos y miserables. No tolere nunca que el amor a) «... TODA ALMA...»—Nadie absolutamente está excluido de la nece-
propio levante cabeza en ninguna forma. Y sin abatirlas, antes al contrario, sidad moral de someter las cosas de su alma al gobierno y control de un
estimulándolas y alentándolas, como hemos dicho antes, procure que las director. Ni siquiera los que ejercen profesionalmente el cargo de directo-
almas estén anonadadas ante su propia miseria, poniendo su confianza úni- res de almas, ni los grandes teólogos, ni los obispos, ni el mismo Sumo Pon-
camente en la gracia de Dios y en la intercesión de María. tífice. No sólo porque nadie es buen juez de sí mismo—aunque acaso lo
sea excelente de los demás—, sino porque el valor y la eficacia de la direc-
691. 6.° Proceder progresivamente. La dirección ha de ser pro-
—
ción no reside únicamente en la solución teórica de las dificultades—que
gresiva y acomodada al grado de virtud, al temperamento, edad y circuns-
puede no ser necesaria o imposible cuando el dirigido es más docto y com-
tancias actuales del dirigido, a imitación de San Pablo, que se hacía todo petente que el mismo director—, sino en la fuerza estimulante de los con-
para todos (i Cor 9,22), y no imponía sobre nadie cargas insoportables sejos y exhortaciones del director y en la humildad, obediencia y sumisión
(t Cor 3,2; cf. Mt 23,4). El maestro Daza estuvo a punto de desorientar a del dirigido. El que por creerse superior a los demás desprecia los consejos
Santa Teresa por exigirle demasiado a prisa algunas cosas para las que la de un prudente director, ya puede despedirse de alcanzar jamás la perfec-
Santa no estaba preparada todavía 33. Y sin caer en el extrei-no opuesto de
<dejar hacer»—que esterilizaría por completo la dirección—, la prudencia ción cristiana.
del director deberá marcar en cada caso el límite máximo más allá del cual b) «... QUE ASPIRANDO SERIAMENTE A LA PERFECCIÓN CRISTIANA...»--
el alma no podría llegar con sus fuerzas actuales. Prácticamente, cuando Sin esto, la dirección espiritual sería completamente inútil e imposible por
trate de intensificar la vida espiritual del alma, propóngaselo por vía de en- faltarle su objeto propio. Para obtener la simple absolución de los pecados,
sayo. Observe cómo reacciona, si efectivamente le hace adelantar la nueva para arrastrar una vida mediocre y enfermiza, sin ideales de perfección ni
orientación o si se le convierte en carga abrumadora que le preocupa o con- anhelos de santidad, no hace falta para nada un director espiritual; basta
turba. Proceda siempre con energía y firmeza, pero al mismo tiempo con un simple confesor ocasional.
suavidad y paciencia, evitando por igual la negligencia y flojedad, que im-
pediría el progreso por falta de estímulo, y el excesivo rigor, que lo haría c) «... SE HA PUESTO VOLUNTARIAMENTE...»---Ya vimos cómo la elección
de director es completamente voluntaria y libre por parte del dirigido. Exa-
imposible por desaliento del alma.
minaremos más abajo la cuestión de la elección (cf. n.702).
692. 7.° Guardar secreto. Procure el director guardar la más ab-
—
d) «... BAJO EL RÉGIMEN Y GOBIERNO DE UN DIRECTOR ESPIRI tUAL4. -
soluta reserva sobre las confidencias que haya recibido de las almas, no sólo Como es obvio, este gobierno se refiere exclusivamente a las cosas interio-
porque muchas de ellas estarán con frecuencia relacionadas con el sigilo res de la vida espiritual. El director en cuanto tal no tiene jurisdicción al-
sacramental, sino porque—aun las recibidas sin carácter de confesión—obli- guna sobre su vida externa; y así, tratándose de una persona consagrada a
gan de suyo al silencio por el secreto natural de oficio, que es el que obliga Dios, se guardará mucho de imponerle ninguna carga que pueda perturbar
más estrictamente en conciencia, como enseñan los moralistas. Las almas en lo más mínimo las observancias regulares de su Orden; y, tratándose de
suelen llevar muy a mal esta clase de iRdiscreciones; y con frecuencia basta una persona seglar, deberá acomodar su dirección a los deberes de su pro-
este solo capítulo para hacerles perder la confianza en su director. Sobre pio estado, haciéndola perfectamente compatible con ellos.
todo si se trata de almas muy adelantadas, con fenómenos y carismas sobre-
naturales, hay que extremar la prudencia y discreción por los grandísimos 694. 2. Cualidades y deberes del dirigido.—Podemos
inconvenientes que podrían seguirse de lo contrario. Reprima el director el distinguir dos categorías de deberes: A) con relación a la direc-
prurito de querer comunicar esas cosas bajo el pretexto de edificación y no
tema sobrepasarse nunca en el rigor y severidad de su silencio. ción misma, y B) con relación al director.
3 3 Cf Vida 21,8 V 9. Cf. A7 ' iq0 S n.9. A. CON RELACIÓN A LA DIRECCIÓN MISMA. --Los principa-
les son cuatro: plena sinceridad, docilidad y obediencia, perse-
verancia y discreción absoluta.. Vamos a examinarlas por se-
parado:
695. 1.° Plena sinceridad y apertura del corazón.—Es el primero
y principal de sus deberes, pues sin esto sc hace completamente imposible
la dirección. El director ha de saberlo y controlarlo todo: las tentaciones y
flaquezas, para que nos ayude a vencerlas o superarlas; nuestros propósitos
y resoluciones, para someterlos a su examen y aprobación; las inclinaciones
buenas y malas, para que fomente las primeras y contrarreste las segundas; El alma obediente puede estar segura de no equivocarse y de mantenerse
las dificultades y estímulos; los triunfos y las derrotas; las esperanzas ilusio- siempre dentro del ámbito de la voluntad de Dios.
nes..., todo se lo debemos manifestar con humildad y se ez. ay autorés
q're exigen incluso la manifestación de la falta de confianza que se empiece COROLARIOS.-1.6 ¿Qué hay que pensar del voto de obediencia al
a sentir con relación a él 34. director? Hay ciertamente antecedentes en las vidas de los santos,
pero en general hay que desaconsejarlo, ya que en la práctica suele
Por aquí se ve cuánto se equivocan los que practican el doble juego de
utilizar al director únicamente para manifestar las cosas buenas o menos traer mayores inconvenientes que ventajas 38. Jamás ha de tomar el
malas, dejando para un confesor desconocido sus verdaderas miserias y pe- director la iniciativa, que sería manifiesto abuso de autoridad. Este
cados 35. En esta forma es imposible la dirección espiritual. Porque, aunque abuso llegaría a su colmo si se hiciera añadir al voto de obediencia
es verdad—como ya vimos—que no es absolutamente indispensable que un el de nunca mudar de director o el de no consultar jamás a otros.
Pero si reiterada y espontáneamente pidiera el dirigido el simple voto
mismo sacerdote sea a la vez confesor ordinario y director espiritual, es pre-
ciso que, aun en los casos de doble personalidad, no se le oculte al director de obediencia—para aumentar el mérito de su sumisión y docili-
absolutamente nada de cuanto haya ocurrido, y menos que nada los propios dad—, podría tolerársele con estas condiciones: 1) que sea por pe-
pecados y miserias. Sin esto, fuera mejor renunciar a una dirección espiri- queñas temporadas prorrogables; 2) relacionado únicamente con dos
tual que es pura y simplemente un engaño y pérdida de tiempo. o tres materias bien claras y definidas (v.gr., el tiempo de oración,
Sin embargo, es menester no exagerar. Al director se le debe manifestar mortificaciones permitidas, etc.); 3) en un súbdito plenamente nor-
con absoluta sinceridad todo cuanto tenga alguna relación importante con mal, sereno y equilibrado; 4) revocable en cuanto surjan dificultades
la vida espiritual; pero sería un abuso manifiesto darle cuenta detallada de o inquietudes.
las más pequeñas incidencias y pormenores de la vida íntima del dirigido. 2.° ¿Y en caso de conflicto entre el superior y el director? Hay que
Cien directores no bastarían para controlar esas nimiedades, que pueden y obedecer sin vacilar al superior aun cuando se tenga voto de obedien-
deben ser resueltas por las mismas almas. En los intervalos que separan cia al director. No sólo porque los votos privados de los súbditos re-
las sesiones de dirección, el alma deberá decidir por su cuenta lo que deba ligiosos no son firmes sin la aprobación del superior 39, sino porque,
hacerse en multitud de ocasiones no previstas ante el director. Dios acep- aun en el caso de haber emitido el voto de obediencia al director con
tará, sin duda, como conforme a su divino beneplácito, todo cuanto se haya autorización del superior religioso, éste nunca pierde sobre su súb-
realizado con buena voluntad y simplicidad de corazón. Hay que ser pru- dito la plena potestad de que goza sobre él en virtud de la misma
dente en esto como en todo, evitando todo cuanto pueda turbar la paz del profesión religiosa 4°.
alma y hacerla vivir en la inquietud o en la incertidumbre constante.
697. 3.° Perseverancia.—A nadie se le oculta la importancia de esta
696. Plena docilidad y obediencia.—Es cierto que el director en
2.° condición. El frecuente cambio de director por razones fútiles e inconsisten-
cuanto tal, aun en las cosas pertenecientes a su oficio, no goza de una auto- tes; el pasarse largas temporadas prácticamente sin dirección; el cambiar
ridad propiamente dicha, a la que corresponda el estricto deber de la obe- continuamente de ejercicios, métodos y procedimientos de santificación; el
diencia, como corresponde, v.gr., al superior religioso. Sin embargo, el di- dejarse llevar sin resistencia del capricho del momento o de una voluntad
rector no está colocado en un plano de igualdad o de mera amistad con el antojadiza y voluble en la práctica de las normas recibidas del director,
dirigido. Por su mismo cargo goza de cierta verdadera superioridad, como esteriliza por completo la dirección y la hace prácticamente nula.
la del educador o maestro, a la que debe responder una verdadera docilidad
4.° Discreción absoluta.—No
olvide el dirigido que si su
y sumisión por parte del discípulo o dirigido, que, más que a la virtud de la 698.
obediencia, hay que atribuirla a la prudencia y humildad 36. Sin esta doci- director está obligado al sigilo sacramental o al secreto natural, este último
lidad y sumisión, la dirección espiritual carecería en absoluto de eficacia y también le obliga a él con respecto a su director. Jamás debe confiar a otros
se convertiría en pura pérdida de tiempo. Por esto, aunque desprovisto de los avisos, normas o consejos particulares recibidos de su director, ni si-
autoridad en el sentido estricto de la palabra, el director debe exigir la obe- quiera a título de edificación de los demás. Esos consejos particulares dados
diencia omnímoda en las cosas pertenecientes a la dirección, bajo pena de en orden a una determinada alma y con vistas a su especial psicología y tem-
negarse en absoluto a continuarla. El dirigido debe obedecer sencillamente, peramento pueden no convenir a otras almas colocadas en distintas circuns-
sin distinciones, cortapisas ni interpretaciones propias. I,a dirección tiene tancias o dotadas de un temperamento diferente. ¡Cuántos disgustos, ren-
precisamente por objeto someterse a las orientaciones de un guía, del que cillas, celos por parte de otras almas y otros mil inconvenientes se siguen a
se aceptan voluntariamente la,s luces, los consejos y las órdenes. veces de la indiscreción de los penitentes! Naturalmente que esta indiscre-
Y nótese que mucho peor que la desobediencia sería ingeniarse cl alma ción del dirigido será motivo más que suficiente para que el director le nie-
para que no le mande el director más que lo que ella quiere. San Juan de la gue en absoluto una dirección de la que tan indigno se muestra.
Cruz condena severamente esta ilusión y este abuso 37. Sin embargo, no se-
en el director, in-
ría contrario a la obediencia tomar la iniciativa en señalar atractivos y re- " Los principales inconvenientes son: aumento de responsabilidad
exagerada (sobre todo en el alma femenina), multiplica-
pugnancias y hasta proponer respetuosamente objeciones con ánimo, no quietudes en el dirigido, pasividad
ITURBIDE, Avisos sobre la dirección espiritual
das entrevistas, apegos desordenados, etc. (cf.
obstante, de obedecer humildemente si el director insiste a pesar de ellas. p.58; P. GABRIEL DE SANTA MARÍA MAC,DALENA, C.D., Le voeu d'obéissance au directcur:
<,Études Carmelitaines», rna,o de i95i).
34 Cf. P.
CRISóGONO, Compendio de Ascética y Misika p.2.. e.t ass. 39 Cf. 11-11,88,6 c et ad 3.
3, Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche 1,2 40 Cf. II-11,88,8 ad 3.
3' Cf. DE GIJIBERT, Theologia spiritualis n.187-88.
3 7 Cf. Noche 1.2,3; 6,1-4, etc.
B. CON RELACIÓN AL DIRECTOR.—Los principales son : res- <De la misma dirección fácilmente puede brotar un afecto paterno
en el director, principalmente en los casos en que ha podido ya ayu-
peto, confianza y amor sobrenatural. dar mucho al alma, o la conoce más necesitada de auxilio, o ve sus
699. ." Respeto.—E1 primer deber del dirigido es el de un respeto grandes esfuerzos, generosidad, celo, sacrificios en el servicio de Dios.
profundo a su director. Ha de ver en él no al hombre dotado de estas o las Más aún: ordinariamente esas almas fervientes, conocidas mucho me-
otras cualidades, sino al representante legítimo de Dios y aun al mismo Je- jor y más íntimamente por el director, aparecen ante él mucho más
sucristo, cuyo lugar ocupa y cuyos intereses defiende. Si tuviese defectos cor- santas que ante los ojos de los demás; y de la misma dirección nace
porales que aparecen con toda claridad al exterior, se guardará muy bien de también fácilmente un afecto filial en el alma dirigida de gratitud por
criticarle o murmurar de él ante los demás, plenamente persuadido de que los beneficios y auxilios recibidos, de confianza en el padre espiritual,
no es su director precisamente por aquellos defectos, sino únicamente en por el sentimiento de la propia debilidad y el deseo de encontrar quien
cuanto representante de Dios e investido de su autoridad. En todo caso, si estimule y dirija; lo cual ocurre principalmente entre mujeres que,
no está conforme con él o sus cosas, tiene un procedimiento más eficaz y por la índole de su temperamento femenino, inclinado a buscar el
noble de remediarlo que la murmuración y la crítica: cambiar de director. auxilio del varón, encuentran en el director quien las oiga, a quien
Este respeto profundo será, además, utilísimo para servir de freno a la pueden libremente abrirles el alma y en quien puedan apoyarse en
excesiva confianza y amistad, manteniéndola siempre dentro de sus jus- las dificultades que se presenten...143.
tos límites. Ahora bien: de esta amistad, al principio tan legítima y sobrenatural,
7oo. pueden derivarse serios peligros tanto para el director como para el diri-
2.°Confianza.—Sin embargo, al lado del respeto profundo, se
impone también la más absoluta confianza. Sin ella sería muy difícil la gido. Escuchemos nuevamente al P. De Guibert, que trata este asunto con
plena apertura del corazón que es absolutamente indispensable, como hemos gran acierto y delicadeza:
visto. Esta confianza ha de ser enteramente filial y tan absoluta, que ante <,a) El grave peligro que puede haber, principalmente donde se
nuestro director nos encontremos con el alma jubilosa y alegre, sin el me- produzca una amistad entre el director y la mujer, aumenta fácil-
nor recelo, con la mayor naturalidad, como si tuviéramos el alma de cristal mente por las necesarias comunicaciones de las cosas de conciencia,
y no nos importara nada que se nos transparente tal cual es, con todas sus de las tentaciones, o acaso culpas... Ni se ha de creer demasiado fá-
miserias y flaquezas. Jamás debe el dirigido sentirse cohibido y tímido ante cilmente que el peligro no existe por las circunstancias de la edad,
su director. Mientras no se llegue a esta intimidad y confianza no alcanzará temperamento físico y otras semejantes.
la dirección toda su intensidad y eficacia. b) Pero además de este peligro—del que se trata expresamente en
7or. 3.° Amor sobrenatural.—Ahora bien: esta intimidad y con- la Teología Moral y Pastoral—hay otros muchos: porque donde esta
amistad se hace puramente natural y sensible, aunque las circunstan-
fianza, ¿ha de llegar hasta el amor? ¿Es lícito amar al propio director?
cias excluyan por completo el peligro de pecado grave, se produci-
Esta pregunta plantea uno de los problemas más delicados que se pue-
rán muchos pecados veniales (envidias, sospechas, pérdida de tiem-
den agitar en torno a la dirección espiritual. Y como no es un problema me-
po...) y fácilmente el escándalo de los demás (que acaso podrán sos-
tafísico, sino que se plantea diariamente en el orden de los hechos, vamos
a examinarlo con la atención que se merece. pechar cosas mucho más graves).
En general, no hay inconveniente en responder afirmativamente, con tal c) Hay que tener en cuenta, sobre todo, los perjuicios que tales
amistades naturales han de ocasionar a la mutua santificación. Por-
de añadir al sustantivo amor el adjetivo sobrenatural. Las historias de los
que esta dirección se hace mucho más difícil (aunque a primera vista
santos están llenas de estos afectos sobrenaturales aun tratándose de perso-
nas de diferente sexo 41. Lo difícil del caso es que ese amor se mantenga pudiera parecer lo contrario) y menos eficaz, por la falta de libertad,
de verdadera autoridad y espíritu sobrenatural, por el mutuo respeto
siempre dentro del orden estrictamente sobrenatural. Esto es lo que hay que
conseguir a todo trance. Pero ¿cómo lograrlo? humano... Principalmente donde se reciben regalitos, se prestan ser-
Examinemos en primer lugar las causas principales que pueden produ- vicios que establecen verdaderos vínculos, etc., ocurre lo que Santa
cir esa corriente afectiva entre el dirigido v el director 42. Esto nos ayudará Teresa advierte de todas aquellas amistades ( Vida c.24, hacia el
• mucho a encontrar la recta solución de este problema. fin 44), a saber: que ya no puede haber entre ambos aquella verdadera
a) Puede obedecer a cualquiera de las causas generales que engendran libertad del corazón sin la cual es imposible cualquier perfección de
las demás amistades, ya sean malas, como la inclinación sensual; ya buenas la vida cristiana>) 45.
naturalmente, como las buenas cualidades interiores y exteriores de la per- Ni vale oponer a estos argumentos los ejemplos de verdadera amistad
sona, o alguna circunstancia que establezca cierta afinidad entre las dos (del sobrenatural entre el director y la persona dirigida que se encuentran en
mismo origen, profesión, estudios...); o ya sobrenaturales, como la santidad las vidas de los santos, porque lo único que prueban esos casos es que esta
o peculiares dones de la gracia.
b) Pero puede brotar también como un efecto de la dirección misma. He amistad sobrenatural es posible, pero no que esté exenta de serios peligros
y dificultades. Nótese, además, que esas grandes amistades solían brotar
aquí cómo lo expone el P. De Guibert: entre dos almas ya muy adelantadas en la vida espiritual o al menos, dotada
Recu,'rdense los casos de Sao Jerónimo y Santa Paula, del Beato Raimundo de Capua 43 DE GUIBERT, 0.C., n.227.
y Santa Catalina de Siena, de San Juan de la Cruz v Santa Teresa, de San Francisco de Sales y 44 N.5-8. Véanse también las maravillosas páginas que la Santa consagra a esta materia
Santa Juana de Chantal, cle San Vicente de Paúl Santa Luisa de Marillac, etc. en su Camino de pelfección c.6-7.- -N . del A.
42 Cf. 1)) n.227-230, tit' quien recogemos toda esta doctrina. 45 DE GUIBERT, 0.C., n.228.
una de ellas de eximia santidad; lo cual, desgraciadamente, escasea muchí-
simo en la práctica.
Pero, fuera de estos casos excepcion.ales, la elección de director
debe hacerse con arreglo a las siguientes n.ormas 48:
CONDUCTA PRÁCTICA DEL DIRECTOR.--En la práctica hay que extremar la
prudencia y delicadeza, sin incurrir, no obstante, en el extremo contrario La Pedirle a Dios en la oración las luces necesarias para proceder con
de una timidez excesiva rayana en el hurafiismo y misantropía. acierto en cosa tan importante.
Examinemos los diferentes casos que se pueden presentar 46: 2.5 Examinar quién está adornado de mayor prudencia, bondad y ca-
a) Si se trata de un afecto natural y sensible (aunque no sea todavía ridad entre todos los sacerdotes que podemos elegir libremente.
gravemente peligroso), mutuo y conocido como tal por ambas partes, lo me- 3.5 Es preciso evitar que tomen parte en esta elección las simpatías
jor será aconsejar a la persona dirigida que busque otro director. No sólo naturales o, al menos, que sean ellas las que decidan como razón única o
por el peligro evidente de que esa amistad sensible vaya degenerando en principal. Aunque tampoco conviene elegir al que nos inspira antipatía o
sensual y carnal, sino porque en tales condiciones apenas puede pensarse repugnancia natural, ya que esto haría muy difícil la confianza y apertura
en una verdadera, seria y eficaz dirección espiritual, aun en el supuesto ilu- del corazón, absolutamente indispensables para la eficacia de la dirección.
sorio de que jamás habrían de presentarse aquellos peligros. 4.a No proponerle en seguida que sea nuestro director. Conviene pro-
b) Si el director experimenta en sí mismo cierto afecto natural sensible bar por experiencia durante una temporada si es el que necesitamos para
hacia la persona dirigida, examine seriamente delante de Dios si ese afecto nuestro adelantamiento espiritual.
perturba su espíritu, o le pone en peligro de tentaciones, o le quita la liber- 5.5 En igualdad de circunstancias, elegir el más santo para los casos
tad para proceder con energía en la dirección, o trae algún otro inconveniente ordinarios, y el más sabio para los extraordinarios, como se infiere de la
por el estilo. En cuyo caso, sin manifestar jamás ese afecto a la persona in- doctrina de Santa. Teresa 49.
teresada (sobre todo si es mujer), procure buscar un pretexto para abando- 6.a Una vez hecha la elección< no ser fácil en cambiar de director por
nar su dirección. Pero si, a pesar de ese afecto sensible, no se produce nin- razones fútiles e inconsistentes. Esto nos lleva de la mano a la cuestión del
guno de aquellos inconvenientes y el director advierte con sinceridad ante cambio de director.
Dios que posee plenamente el control de sus corrientes afectivas, puede con-
tinuar la dirección, extremando, no obstante, la prudencia y guardándose 703. 2.a Cambio de director.—Es evidente que se pue-
mucho de manifestar o dar a entender de algún modo a la persona intere- de cambiar de director cuando hay razones suficientes para ello.
sada el afecto sensible que se siente por ella.
c) Si el director se siente amado por la persona dirigida sin que él ex-
Sin embargo, no se ha de proceder a la ligera en la apreciación
perimente ningún afecto sensible hacia ella, examine si ese afecto perturba de la suficiencia de esas razones. Un cambio frecuente de direc-
la tranquilidad de esa alma o le provoca tentaciones, etc., en cuyo caso debe tor equivale a anular la dirección misma.
aconsejarle y hasta exigirle con energía que cambie de director espiritual.
Pero si se trata de un afecto meramente sensible, sin peligro próximo de que d-lay quienes son tentados de mudar de confesor por curiosidad, para
degenere en sensual o carnal, y más que con relación a la persona determi- ver cómo los gobernaría otro; cánsanse de oír siempre los mismos consejos,
nada del director se produce en esas almas con relación a cualquier persona especialmente si son de cosas que no agradan a su natural; por inconstancia,
que se interese material o espiritualmente por ellas, puede mantenerse la porque no pueden perseverar por mucho tiempo en los mismos ejercicios;
dirección, con tal de no fomentar con una conducta imprudente aquel por soberbia, porque quieren ir con el director más afamado o más en can-
afecto sensible y procurando con suavidad y energía sobrenaturalizarlo cada delero, o gustan de que les regalen los oídos; por cierta especie de inquietud,
vez más. que es causa de que jamás estén contentos con el que tienen y de que estén
siempre soñando en una perfección imaginaria; por un deseo desordenado de
manifestar su interior a diversos confesores para que éstos se interesen por
D. Cuestiones complementarias ellos o para asegurarse más; por falsa vergüenza, para ocultar al confesor
ordinario ciertas flaquezas humillantes. Estos motivos son a todas luces in-
702. I .a Elección de director.—<,Grandemente le conviene al alma suficientes, y hemos de rechazarlos si queremos adelantar sin tregua en el
que quiere ir adelante en el recogimiento y perfección mirar en cúyas manos camino del espírittp> 50.
se pone, porque cual fuere el maestro, tal será el discípulo; y cual el padre,
tal el hijcp>47. ¿Cuáles son los motivos serios o razonables para cambiar de
No todas las almas pueden elegir libremente su director director ? Pueden reducirse a dos: cuando la dirección resulta
espiritual. Las hay que no pueden tener trato más que con un inútil o perjudicial.
determinado sacerdote (religiosas de clausura, aldeas peque- Lo La dirección resulta inútil cuando, a pesar de nuestra buena vo-
ñas, etc.). En. estos casos hay que aceptar la voluntad de Dios, luntad y sincero deseo de adelantar, no sentimos hacia nuestro director el
y El se encargará de suplir las deficiencias del director si el alma respeto, la confianza o la franqueza indispensables para la eficacia de la di-
rección; o también cuando vemos que no se atreve a corregir nuestros de-
procura ser fiel a la gracia y hace de su parte todo lo que puede. fectos, no se preocupa de estimularnos en el camino de la virtud, no Solu-
46 DE GuIBERT, 0.C., n.23o. Véanse también las juiciosas observaciones del P.
Vu- \ en as cf, NAvAL, Teol,,gía ascética y mística n.43 (125 en la 8.a ed.).
su libro Guía de almas p.4... 49 SANTA TERESA, Vida 13,16-18; Camino 5,2; Moradas sextas 8,8.
47 SAN JUAN DE LA t:Ruz, Llama canc.3 n.3o. 50 TANQUEnEY, Teología ascética n 556.
ciona nuestro problemas, no muestra interés especial por nuestra santi- do en cuenta únicamente las precauciones que exige de suyo el
ficación, etc.
2.° Resulta perjudicial: género epistolar; lo escrito, escrito queda.
a) Cuando advertimos claramente que el director carece de la ciencia, - 2.° Consultas, repetidas con relativa frecuencia, de perso-
prudencia y discreción necesarias. nas que tienen su director espiritual ordinario. Hay que extre-
b) Cuando fomenta nuestra vanidad, tolera fácilmente nuestras faltas mar la prudencia en las respuestas, sobre todo si no se tiene
y defectos o ve las cosas desde un punto de vista demasiado natural y hu-
mano.
una plena seguridad y confianza en la buena fe y discreción del
c) Si es aficionado a perder el tiempo mezclando en la dirección con- consultante. A veces esas cartas se buscan para presentar al
versaciones frívolas, o de simple curiosidad, o totalmente ajenas al asunto propio director un argumento de autoridad en contra de sus
de que se trata. Y con mayor razón si se ha transparentado a través de ellas propias orientaciones, con los disgustos e inconvenientes que
una afición demasiado sensible hacia nosotros o si la experimentamos nos-
otros hacia él.
se pueden suponer. Por lo mismo, hay que procurar, ante todo,
d) Si tratara de imponernos cargas superiores a nuestras fuerzas, o in- apoyar lo hecho por el director ordinario, a no ser que sea ma-
compatibles con los deberes del propio estado, o quisiera atarnos con votos nifiestamente equivocado; y cuando sea preciso corregirle, hay
o promesas de no consultar con ningún otro director las cosas de nuestra que procurar que aparezca como una ampliación de lo aconse-
alma.
e) Si advertimos claramente que los consejos y normas dadas por él,
jado por él, no como una rectificación total.
lejos de hacernos adelantar, más bien nos perjudican espiritualmente te- 3.° Dirección espiritual propiamente dicha, o sea, corres-
niendo en cuenta nuestro temperamento y especial psicología. Pero hay pondencia dirigida habitualmente a un alma como director
que tener cuidado con las ilusiones del amor propio, que fácilmente se pue- único. De esta última hablamos aquí.
de mezclar en estas apreciaciones. En todo caso, antes de cambiar de direc-
tor por este motivo, habría que manifestarle lo que pasa, con el fin de ensa-
Veamos sus ventajas e inconvenientes.
yar otros procedimientos. I.° VENTAJAS.—a) Puede ser el único procedimiento viable de orien-
tación para un alma ausente, privada enteramente de toda dirección espi-
704. 3.a Pluralidad de directores.—¿ Es conveniente
ritual.
tener varios directores a la vez? b) Hay antecedentes en las vidas de los santos (sobre todo en San
Hay, algún antecedente histórico, sobre todo en Santa Te- Francisco de Sales y San Pablo de la Cruz) que dieron excelentes resultados.
resa, pero en general hay que contestar negativamente. Ver- c) Es un excelente acto de caridad por las molestias que supone.
dad.ero director no puede haber más que uno, por los grandes 2.° INCONVENIENTES.—Pero al lado de estas ventajas hay también in-
inconvenientes de orden práctico que se seguirían para el alma convenientes. He aquí los principales:
a) Imposibilidad moral de que el director adquiera un verdadero co-
de una pluralidad de consejos y orientaciones dispares 51. Sin nocimiento del alma dirigida, a no ser que ya la conozca a fondo por largos
embargo, es perfectamente compatible con la unidad de direc- arios de trato directo u oral. En las cartas es muy difícil transfundir nuestra
ción la petición de consejo a. otros sacerdotes competentes en fisonomía interior aun cuando se intente sinceramente; casi siempre sale
algún caso difícil o extraordinario que pueda presentarse. El deformada, ya sea por influjo inconsciente del amor propio, ya por una mo-
destia y humildad mal entendida.
mismo director, si es prudente y experimentado, tomará la. b) Imposibilidad de corregir en el acto la errónea interpretación de lo
iniciativa de indicar al dirigido esta consulta extraordinaria para manifestado (cosa facilísima en la dirección oral), que puede dar pie a con-
contrastar su parecer con el de otros directores. Pero fuera de sejos desacertados o contraproducentes.
estos casos hay que mantener la unidad de dirección, sobre todo c) Imposibilidad moral de manifestar por escrito muchas cosas útiles
y acaso necesarias para la acertada dirección.
si se trata de almas propensas a escrúpulos o ansiedades, que d) Peligro de que caigan las cartas en manos ajenas, ya sea por extra-
encontrarían en la pluralidad tle consejos y, pareceres una agra- vío, ya por comunicación espontánea del dirigido a otras personas a quienes
vación de su mal. acaso no convengan aquellos consejos y hasta les escandalicen por no cono-
cer todo el conjunto de circunstancias.
7o5. 4.a La dirección epistolar.—ESTADO DE LA CUES- e) Dificultad muy grande de no rozar en las cartas ninguna materia
TIÓN.—En las consultas espirituales por correspondencia epis- relacionada con el sigilo sacramental o con el secreto natural.
tolar se pueden distinguir tres casos:
CONDUCTA PRÁCTICA DEL DIRECTOR.—En la práctica, el di-
I.° Una consulta aislada, sin relación ninguna con una
rector obrará con prudencia si se atiene a las siguientes normas:
dirección habituaL No hay inconveniente en resolverla, tenien-
51 l'orque así (como] en lo corporal muchas manos diversas suelen más descomponer i.a No sea fácil en admitir dirección epistolar propiamente dicha, a no
que ataviar, así suele acaecer en lo espiritual.. (BE vi o Jt. \N DE AVII-A, Reglas muy movecliu- ser que conozca ya de antemano al alma dirigida, o que se trate de una per-
sas . n.9 ; as completas, BAC, t.i p. I o48). sona que no pueda tener ninguna otra dirección espiritual.
2.a No escriba jamás una sola línea que roce para nada el sigilo sacra-
mental. Si recibe confidencias en este sentido por parte del dirigido, rompa
inmediatamente la carta y prohíbale severamente reincidir en ello bajo pena
de abandonar ipso facto la dirección. No admita excusas en este punto, ni APENDICE
siquiera a base del permiso expreso en la propia carta. Tiene muchos incon-
venientes.
3.a Sea breve y seco. Nada de frases afectuosas, de saludos cordiales,
El discernimiento de los espíritus
etcétera, etc. Directores muy sabios y experimentados suelen contestar con 706. GERSÓN, De probatione spirituum (Opera I,37s); DIONISIO CARTUJANO, De discyetio-
monosílabos o frases brevísimas en la misma carta del dirigido, remitida nue- ne et examinatione spirituum (Opera t.4o); SAN IoNAcio, Ejercicios-Reglas...313-336; SAN FRAN-
vamente a él sin firma ninguna. En los casos en que sea preciso una mayor CISCO DE SALES, Amor de Dios 8,10-14; P. Luis DE LA PUENTE, Guía espiritual I C.20-24;
CARDENAL BONA, De discretione spirituum; SCARAMELLI, Discernimiento de los espíritus (Ma-
extensión, limítese a resolver las dudas, a dar ánimo, excitar el fervor, drid igo5); SCHRAM, Théologie rnystique 11,3 (n.433-83); RIBET, L'ascétique C.40; GODíNEZ,
inculcar los principios de una sólida y profunda vida interior, etc., sin mez- Práctica de la Teología mística 1.8; TANQUEREY, Teología ascética n.951-57.1281-88; DE GUI-
clar asuntos o negocios ajenos a la dirección. BERT, Theologia spiritualis n.1.50-7o; NAVAL, CUYSO de ascética y mística n.276-3o3 (358-385
en la 8.a ed.); A. CHOLLET, art. Discernement des esprits: DTC (VAcANT) IV (i9io) 1335 -
4.a Extreme la prudencia y delicadeza. No escriba jamás una carta que 1415, con abundante bibliografía.
no pudiera leer su obispo o provincial. No olvide que, a pesar de la buena
voluntad de todos, es inevitable el peligro de extravío y de las falsas inter- 707. Complemento indispensable de las normas de direc-
pretaciones. Escriba de tal modo, que no tenga nada que temer en cual- ción. espiritual que acabamos de recordar son las relativas al
quiera de estos casos.
5.a Deje siempre en libertad para consultar a otros directores. Hay conocimiento o discreción de espíritus para saber fallar en un
casos urgentes o de tal naturaleza, que no son aptoá para resolverse por caso determinado si tal o cual alma está movida por el espíritu
carta. de Dios, por el espíritu de las tinieblas o por las aberraciones
6.a Evite a toda costa la clandestinidad en el envío y recepción de esas
de su propia fantasía. Sin el discernimiento de los espíritus, la
cartas. Si en algún caso (v.gr., en religiosas de clausura) hubiera abusos de
autoridad local prohibiéndoles sin motivo una corre8pondencia sana, que
acción del director espiritual resultará vana y muchas veces
denuncien el abuso a las autoridades competentes, pero no recurran nunca hasta perniciosa y contraproducente. De aquí la importancia
a la clandestinidad de la correspondencia. y necesidad de tener ideas claras sobre esta materia.
Escolio.— ¿Puede el superior o superiora religiosos inspec- 708. 1. Nociones previas.—a) QuÉ SE ENTIENDE POR ESPÍRITU.—
Escuchemos a un celebrado autor: «Espíritu es una interior propensión del
cion.ar las cartas de sus súbditos cuan.do se refieren a la dirección alma; si es a cosa buena, será espíritu bueno en aquel genero; si es a cosa
espiritual y se le entregan cerradas con la nota expresa de ser mala, será espíritu malo. Un hombre que tiene propensión a la oración se
«de conciencia»? dirá que tiene espíritu de oración; si a la penitencia, tiene espíritu de peni-
Ordinariamente hay que responder que no. Se trata de un tencia; si a pleitos y altercados, se dirá que tiene espíritu de contradicción;
secreto natural muy serio relacionado con el ministerio sacer- si se inclina al retiro, soledad y pobreza, se dice que tiene espíritu de estas
cosas; y así, el que se inclina a la oración, compostura, modestia, silencio y
dotal. Pero, si el superior o superiora tienen motivos positivos buen ejemplo y habla, trata y piensa de cosas espirituales, se dice varón
graves para sospechar que bajo ese marchamo se tratan otros espiritual» 1.
asuntos muy ajenos a la dirección espiritual, la mayoría de los b) QUÉ SE ENTIENDE POR DISCERNIMIENTO.—E1 hombre—en efecto—
autores, apoyándose en la doctrina de San Alfonso María de siente inclinaciones o propensiones en sus potencias apetitivas, la voluntad
Ligorio 52, les conceden el derecho de leer lo indispensable para y el apetito sensitivo. Psicológicamente tienen todas la misma naturaleza:
comprobar si se trata o no de verdadero asunto de conciencia, son mociones que parten de la libertad e impulsan a una acción. Pero ori-
ginariamente pueden provenir o de la espontaneidad propia o de una exci-
y guardando después el más riguroso secreto sobre lo leído. tación especial por parte de Dios o del demonio. El discernimiento de los
Pero otros autores opinart que deberían denunciar su sospecha espíritus consistirá, pues, en averiguar, en estos movimientos de la voiun-
al ordinario y atenerse a lo que él disponga. Otros, finalmente, tad, sus diferentes principios y en señalar cuáles han sido provocados di-
afirman que lo que debería hacer el superior es romper esas recta o indirectamente por Dios, por el demonio o por la propia naturaleza
humana.
cartas sin leerlas, avisando de ello al súbdito para que recurra,
si quiere, al superior mayor 53. Téngase en cuenta, además, c) CLASES DE DISCERNIMIENTO.—Hay dos clases de discernimiento, uno
adquirido y otro infuso. El primero constituye un arte especial complemen-
lo que dispone el cn..6i 54.
52 SAN AI FONSO DE LIGORIO, Theologia Moralis 1.5 n.7o. denal protector, a los superiores mayores propios, al superior de la casa cuando se halla ausen-
5, Cf. sobre este asunto a SABINO ALONSO, O.P., Doecho del superior religioso a revisar te, al Ordinario del lugar a quien estén sujetos y, tratándose de monjas que están bajo la
las cartas de sus súbditos: «Revista Española de Derecho Canónico, (enero-abril de 1949). jurisdicción de los regulares, también a los superiores mayores de la Orden; e igualmente
54 Dice así: .Todos los religiosos, así varones como mujeres, libremente pueden enviar pueden dichos religiosos, varones o mujeres, recibir cartas de todos éstos, sin que nadie pueda
cartas, sin que a nadie le sea lícito revisarlas, a la Santa Sede y a su legado en la nación, al car- inspeccionarlas» (CIC cn.611).
GoDíNEZ, Práctic,1 de 1,1 Tedlogía mi ■ tica 1.8 c.i.
tario de la dirección espiritual ordinaria, y su adquisición está al alcance He aquí los principales medios de alcanzar ese divino arte 4:
de todos, a base de los medios que señalaremos en seguida. El segundo es I.° La oración.--Es el más importante y fundamental. Aunque se trate
una gracia carismática (gracia gratis dada) concedida por Dios a algunos de un arte que se puede ir adquiriendo poco a poco con el estudio y esfuerzo
santos. De este último hablaremos en otro lugar al tratar de las gracias gra- personal, todo resultará insuficiente sin la ayuda especial del Espíritu Santo
tis dadas (cf. n.759 y 8o8ss). a través de la virtud de la prudencia y del don de consejo. Nos referimos no
El discernimiento infuso, carismático, es infalible: no se equivoca nun- sólo a la oración general y constante que pide a Dios la luz del discernimiento,
ca, puesto que obedece a una moción instintiva del Espíritu Santo, en el sino a la plegaria particular y ocasional que solicita el favor de conocer los
que no cabe el error. Pero desgraciadamente esa gracia es muy rara: ni si- caminos de santificación de una determinada alma. A esta oración particu-
quiera todos los santos la han tenido. El adquirido—en cambio—está al lar responderá Dios con gracias especiales, que no serán, ciertamente, el don
alcance de todos, pero está muy lejos de ser infalible. En la práctica presenta infuso y extraordinario del discernimiento, pero sí ese concurso sobrenatu-
grandes dificultades, pero su necesidad es imperiosa para el director espi- ral ordinario que la divina Providencia nos concede cada vez que lo implo-
ritual. Sin él es incapaz de desempeñar rectamente su misión; puesto que, ramos para desempeñar convenientemente nuestros deberes y obligaciones.
ignorando cuál sea el origen de los diversos movimientos del alma, le será No basta poseer la teoría para acertar en la aplicación práctica y concreta;
imposible dictaminar con acierto cuáles deban reprimirse y cuáles fomen- para ello son necesarias las luces del Espíritu Santo impetradas por la ora-
tarse. En este sentido, la responsabilidad del director es grandísima. Porque, ción.
como dice San Juan de la Cruz, «el que temerariamente yerra, estando obli-
2.° El estudio.—Es preciso penetrarse profundamente de los datos que
gado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, nos suministran la Sagrada Escritura, los Santos Padres, los teólogos y maes-
según el daño que hizo» 2. Y el P. Scaramelli añade por su cuenta: «Un
tros de la vida espiritual, sobre todo los que juntaron a la vez la ciencia y la
director que no ha adquirido la suficiente discreción de espíritus, no puede
experiencia.
conocer de dónde provengan los impulsos y movimientos de nuestros áni-
mos, si de Dios, si del demonio, o si de nuestra corrupta y depravada natu- 3.° La experiencia propia.—En el ejercicio de este arte, eminentemente
raleza: lo que es aún más verdadero cuando las mociones interiores son ex- práctico, la experiencia personal se impone con absoluta necesidad. La teoría
traordinarias, como sucede frecuentemente a las almas contemplativas. Por sola no basta. Es imposible que un ciego dictamine con acierto acerca de
lo cual se expone a manifiesto peligro de aprobar lo que es digno de repre- la luz. ¿Cómo sabrá distinguir las obras de Dios, llenas de luz, de las que
sión, y a reprender lo que es digno de aprobació'n, y de prescribir reglas tor- provienen del espíritu de las tinieblas un director espiritual que no esté
cidas, por las cuales, en vez de promover las almas a la perfección, las ponga acostumbrado a recibir la luz divina, que se infunde de ordinario en la ora-
impedimento o quizá las encamine por la senda de la perdición. De aquí ción y trato íntimo con Dios ?
se debe inferir que no puede eximirse de cierta nota de temeridad y de 4.° La remoción de los obstáculos.—Hay que evitar, sobre todo, el espí-
alguna mancha de culpa cualquiera que se meta a padre espiritual de las ritu de autosuficiencia, que impulsa a decidir por propia cuenta, sin consultar
almas sin haber adquirido la debida noticia y discernimiento de los espíritus; jamás a los sabios y experimentados. Dios suele negar sus gracias a estos
y mucho más si se expone a confesar en los monasterios de religiosas, entre espíritus soberbios; la humildad, en cambio, atrae siempre las luces y ben-
las cuales hay siempre muchas que seriamente atienden a la perfección y diciones de lo alto. Evítese también con cuidado el apego o demasiada afición
siempre se encuentra alguna a quien Dios conduce por camino extraordina- al dirigido, que enturbia la claridad de la visión, impidiéndonos ver sus de-
rio, y no puede con otro que con su confesor conferir los movimientos de fectos o impulsándonos a proceder con demasiada blandura y falta de ener-
su corazón» 3. gía. Hay que mantenerse siempre en igualdad de ánimo y examinarlo todo
Es preciso, pues, examinar cuidadosamente los medios que tenemos a con rectitud y sencillez. No juzgue nunca el director por razones humanas,
nuestro alcance para conseguir el discernimiento adquirido de los espíritus. sino por los dictámenes de la prudencia sobrenatural. Ni sea precipitado en
la emisión de sus juicios, sino sométales a madura reflexión, aunque sin
7139. 2. El discernimiento adquirido y medios de al- excesivas sutilezas y cavilosidades. Tenga mucha confianza en Dios y en la
protección de María, Virgen prudentísima, que no dejarán de ayudarle si
canzarlo. E1 discernimiento adquirido es un verdadero arte,
—
procede en todo con absoluta rectitud de intención y espíritu sobrenatural.
el más difícil y provechoso de todos, que constituye una fuente
de gracias para el que lo ejercita y para el que lo recibe. Consis- vo. 3. Los tres espíritus que mueven al alma.—San
te en. una habilidad especial para examinar los principios y los Bernardo señala hasta seis espíritus diversos que pueden mover
efectos de los diversos movimientos del alma, contrastándolos al hombre en sus operaciones: espíritu divino, angélico, diabó-
con las reglas que/el Espíritu Santo nos da en las Sagradas Es- lico, carnal, mundano y humano 5. Pero fácilmente se pueden
crituras o a través de la tradición cristiana, a fin de dictaminar reducir a los tres que enserian comúnmente los maestros de la
con las máximas garantías de acierto si esos movimientos vienen vida espiritual, ya que el espíritu angélico se reduce al divino, en
cuanto que los ángeles son in.strumentos de Dios, y no obran
de Dios, del espíritu de las tinieblas o de los extravíos de la pro-
pia imaginación. sino según sus divinas inspiraciones; el mundano se reduce al
4 Cf. ScARAMELLI, Discernimiento cle los esphitus C.5: CHOLLET, Discemernent des es-
2 Llama canc.3 n.5 6. DTC, IV col.r4o2-3.
3 Dzsceinnmento de los e,píritus c.4 n 33. 5 Cf. SAN BERNARDO, St'l MO de discretione spirituum: ML 183,600.
diabólico, en cuanto que el mundo es el mejor aliado de Sata- los fenómenos místicos extraordinarios—en los que el discer-
nás; y el carnal se reduce al humano, del que es una de sus ma- nimiento se hace más difícil e indispensable--, ya precisaremos
nifestaciones más frecuentes. con detalle las normas particulares que hayan de emplearse en
Dios siempre nos impulsa al bien, obrando directamente cada caso.
sobre nuestros espíritus o sirviéndose de las causas segundas.
El demonio siempre nos impulsa al mal, ya sea por sí mismo, 712. a) SEÑALES DEL ESPÍRITU DE DIOS 7.—Siendo dos
ya por el mundo, que es su amigo y aliado. La naturaleza nos las potencias de nuestra alma—entendimiento y voluntad ,
inclina unas veces al bien, conocido por la razón y apetecido vamos a señalar separadamente las características que afectan
por la voluntad, y otras veces al mal, arrastrada por la propia a cada una de ellas.
concupiscencia, que le hace tomar como bien aparente lo que I.. ACERCA DEL ENTENDIMIENTO.—I .a Verdad.—Dios es la verdad in-
en realidad es un mal. finita y no puede inspirar a un alma sino ideas verdaderas. Por consiguien-
te, si una persona que se dice o se cree inspirada por Dios sostiene afirmacio-
Pero téngase en cuenta que a veces estos espíritus se interfieren y mez- nes manifiestamente contrarias a la doctrina de la Iglesia o a verdades filo-
clan de mil maneras. Es evidente que no puede impulsar a una buena ac- sóficas indiscutibles, hay que concluir, sin más, que es una pobre víctima
ción el espíritu de Dios y el diabólico a la vez; pero sí puede darse el movi- del demonio o de su propia imaginación. Dios no puede jamás inspirar el
miento divino y el puramente natural hacia una acción de suyo buena y error.
honesta. Con frecuencia ocurrirá también que la gracia venga a intensificar
y dirigir una buena impresión recibida por una causa puramente natural 2.a Gravedad.—Dios no inspira jamás cosas inútiles, infructuosas, im-
pertinentes o frívolas. Cuando El impulsa o mueve a un alma es siempre
(v.gr., el consejo de un buen amigo), y el demonio aprovechará, a su vez,
para asuntos serios e importantes. Tampoco suele dirimir con su autoridad
las sugestiones malignas del mundo para azuzarlas e incrementarlas en la
divina las controversias y disputas teológicas entre las diversas escuelas ca-
fantasía. Por eso, cuando en alguna moción o consolación se advierten cla-
ramente las características del espíritu de Dios, no se puede concluir, sin tólicas.
más, que todos los demás movimientos antecedentes o subsiguientes son 3.a Luz.—Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna (I Io 1,5). Sus
también divinos; puede ocurrir que antes o después de la iluminación divina inspiraciones traen siempre luz al alma. Aun en las pruebas tenebrosas (no-
se hayan introducido inconscientemente muchos movimientos puramente che del sentido y del espíritu), impulsa a las almas a obrar con perfección
naturales o humanos que hayan difuminado no poco sus contornos divinos, aun desconociendo ellas mismas los motivos que tienen para ello.
haciéndoles perder su primitiva pureza. En estos casos se requiere en el 4.a Docilidad.—Reconociendo humildemente su ignorancia, las almas
director una gran sagacidad sobrenatural para saber distinguir el oro del movidas por Dios aceptan con gozo y facilidad las instrucciones y consejos
oropel. de su director o de otras personas espirituales. Esta obediencia, flexibilidad
Más aún. No parece que repugne o sea imposible que después de una y sumisión es una de las más claras señales del espíritu de Dios; sobre todo
moción divina se entrometa subrepticiamente—permitiéndolo Dios --la si se la encuentra en un alma culta e instruida, por el mayor peligro que
acción diabólica en el alma. No siempre será fácil distinguir en dónde ter- tienen estos tales de apegarse a su propio parecer.
mina la acción de Dios y en dónde comienza la influencia del espíritu de 5.1 Discreción.—E1 espíritu de Dios hace al alma discreta, juiciosa, pru-
las tinieblas o de los propios impulsos naturales 6. dente, recta y ponderada en todas sus acciones. Nada de precipitación, de
Nótese, además, que a veces en almas muy buenas se advierten señales ligereza, de exageraciones. Todo es serio, religioso, equilibrado, edificante,
de mal espíritu, ocasionadas por situaciones circunstanciales, v.gr., suges- lleno de suavidad y de paz.
tión u obsesión diabólica. Hay que tener gran cuidado y discreción para sor-
prender o descubrir la verdadera disposición íntima de almas que atraviesan 6.a Pensamientos humildes.—Es una de las notas más inconfundibles
del espíritu de Dios. El Espíritu Santo llena siempre al alma de sentimien-
grandes crisis espirituales, como las de las purificaciones pasivas. La natu-
tos de humildad y anonadamiento. Cuanto más sublimes son las comuni-
raleza y a veces el demonio plantean problemas y producen fenómenos com-
caciones de lo alto, más profundamente se inclina el alma hacia el abis-
plejísimos, que es menester enjuiciar con gran tino y prudencia.
mo de su nada: oEcce ancilla Domini, fiat mihi sccundum verbum tuum»
De todas formas, el atento examen y cuidadosa comparación de las ca-
racterísticas generales de cada uno de los tres espíritus proporcionará, en (Lc 1,38).
la mayoría de los casos, datos suficientes para poder hacer el discernimiento 2.° ACERCA DE LA VOLUNTAD.—I.a Pa-7.—Sail Pablo habla varias ve-
con garantías de acierto, presupuesta la humildad y la fervorosa invocación ces del oDios de la paz» (cf. Rom 15,33; Phil 4,9). Y Jesucristo la ofrece a
de las luces divinas. sus apóstoles como marca inconfundible de su espíritu (Io 14,27). La Sa-
Veamos ahora cuáles son esas características generales. grada Escritura está llena de semejantes expresiones. Es ella uno de los
frutos del Espíritu Santo (Gal 5,22) y no falta nunca en las comunicaciones
7ii. 4. Seriales de cada uno de los espíritus.—Vamos divinas. Después de recibidas en la oración, queda impresa en el alma una
a señalar aquí las principales características generales de cada uno paz íntima, serena, sincera, profunda estable. Gran señal del espítitu de
de los tres espíritus. Al estudiar en la cuarta parte de nuestra obra Dios.
6 Cf. SAN IGNACIO, F:je/c it ios, Reglas.. 11,5 Y 8 n•333-36. 7 Cf. SCARAMELLI, 0.C., C.6; CHOLLET, o.c.: DTC co1.1405-7.
2.a Humildad profunda y sincera.—La humildad afecta al entendimiento, y serenidad. Hacen sus oraciones, sus comuniones y penitencias y todos los
dándole al hombre un. juicio bajo de sí mismo, y a la voluntad, dándole la demás ejercicios espirituales con gran puntualidad y fervor, pero los dejan
gozosa aceptación de su nada delante de Dios e impulsándole a tratarse en con la misma facilidad cuando la caridad, la necesidad o la obediencia lo
consecuencia. Es una de las más claras e inconfundibles señales del espíritu piden, sin el menor gesto de displicencia o mal humor. Gran señal del espí-
de Dios. El mismo Cristo nos asegura en el Evangelio que Dios oculta sus ritu de Dios.
secretos a los que se estiman sabios y prudentes y los comunica amorosa- io.a Gran deseo de imitar a Cristo en todo.—Esta es la serial más clara,
mente a los pequeñuelos y humildes (Mt 11,25). Si falta la humildad, no porque, como afirma San Pablo, no se puede tener el espíritu de Dios sin
es menester seguir examinando al alma para poder fallar, sin miedo a equi- tener el espíritu de Jesucristo (Rom 8,9), su divino Hijo, en el cual tiene
vocarse, que no hay allí espíritu de Dios. Y tiene que tratarse de una humil- puestas todas sus complacencias (Mt 17,5). Por eso dice San Juan de la
dad profunda y sincera; no afectada ni exterior, que tan fácilmente se pres- Cruz que el alma que aspire a santificarse ha de tener «un ordinario apetito
ta a falsificaciones. Someta el director, si permanece en duda, a desprecios de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual
y humillaciones al alma que se cree iluminada por Dios y observe atenta- debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se
mente cómo reacciona ante ellos. Pero proceda siempre al mismo tiempo hubiera él» 8.
con suavidad y caridad para humillar sin abatir.
I I .a Una caridad mansa, benigna, desinteresada.—Tal como la describe
3.a Confianza en Dios y desconfianza en sí mismo.—Es la contrapartida el ..Apóstol Cor 13,4-7). San Agustín la tenía por señal tan clara del espí-
de la humildad y su consecuencia obligada. No pudiendo contar consigo ritu de Dios, que llegó a escribir sin vacilar: «Ama con amor de caridad y
misma, el alma se lanza en brazos de Dios sabiendo que nada puede por sus haz lo que quieras; no errarás. Ya hables, ya calles, ya corrijas, hazlo todo
propias fuerzas, pero todo lo puede con la ayuda divina: «omnia possum in con interno amor; no puede ser sino bueno lo que nace de la raíz de una
eo qui me confortat» (Phil 4,13). íntima caridad» 9.
4.' Voluntad dócil y fácil en doblegarse y ceder.—Esta flexibilidad—ex-
plica Scaramelli—consiste primeramente en cierta prontitud de la voluntad 713. b) SEÑALES DEL ESPÍRITU DIABÓLIC0.—Examinadas
a rendirse a las inspiraciones y llamamientos de Dios: «et erunt omnes do- las características del espíritu de Dios, es fácil determinar las
cibiles Dei» (Io 6,45). Secundariamente consiste en una cierta facilidad en del espíritu de las tinieblas. Son, como es obvio, diametralmen-
seguir los consejos de otros, sobre todo cuando son de los superiores, que
te opuestas y contrarias. Por eso es fácil distinguirlas cuando se
están en lugar de Dios y le representan en su persona. De esta santa flexi-
bilidad resulta en el alma cierta propensión a descubrir a los superiores es- presentan de una manera descarada y manifiesta.
pirituales todos los secretos de su corazón y una humilde sumisión para
Pero es preciso tener en cuenta que el enemigo infernal se disfraza a ve-
ejecutar prontamente sus órdenes, acompañada de repugnancia y temor a
ces de ángel de luz, y sugiere al principio buenas cosas para disimular por
emprender ninguna cosa importante sin su consejo y aprobación.
cierto tiempo sus arteras intenciones y asestar mejor la puñalada en el mo-
5.a Rectitud de intención en el obran—El alma busca en todas sus accio- mento oportuno cuando el alma esté más desprevenida. Por eso hay que
nes únicamente la gloria de Dios y el cumplimiento perfecto de su divina proceder con cautela, examinando los movimientos del alma en sus oríge-
voluntad, sin ningún interés humano ni mezcla de motivos de amor propio. nes y derivaciones y no perdiendo nunca de vista que lo que empezó apa-
6.a Paciencia en los dolores de alma y cuerpo.—Llevar con paz y sosiego rentemente bien puede acabar mal, si no se corrigen y enderezan en el acto
los dolores, penas y enfermedades; las persecuciones, calumnias y despre- las desviaciones que empiecen a manifestarse.
cios; la pérdida de la hacienda, de los parientes y amigos y otras cosas se- He aquí las señales manifiestas del espíritu diabólico:
mejantes es gran serial del espíritu de Dios, Pero tiene que obedecer a mo-
I.° ACERCA DEL ENTENDIMIENTO.—I.a Espíritu de falsedad.—A veces
tivos sobrenaturales para que sea serial inconfundible; que a veces se dan sugiere la mentira envuelta en otras verdades para ser más fácilmente creído.
naturales fríos y estoicos, que nada les afecta ni impresiona por complexión
2.a Sugiere cosas inútiles, curiosas e impertinentes para hacer perder el
e índole puramente natural.
tiempo en bagatelas, distrayendo y apartando de la devoción sólida y fruc-
7.a Abnegación de sí mismo y mortificación de las inclinaciones internas.— tuosa.
Es serial inconfundible dada por el mismo Cristo: «si alguno quiere venir en 3.a Tinieblas, angustias, inquietudes; o falsa luz en la sola imaginación,
pos de mí, niéguese a sí mismo, torne su cruz y sigame» (Mt 16,24). El de- sin frutos espirituales.
monio y la propia naturaleza inspiran siempre comodidades y regalos. 4.' Espíritu protervo, obstinado, pertinaz. No da nunca el brazo a tor-
8.a Sinceridad, veracidad y sencillez en la conducta.—Son virtudes evan- cer. Gran señal.
gélicas que van siempre juntas y nunca faltan en las personas movidas por 5.a Indiscreciones continuas.—Excita, por ejemplo, a los excesos de pe-
el espíritu de Dios. nitencia para provocar la soberbia o arruinar la salud 10; no guarda el debido
9.a Libertad de espíritu.—Sin apego a nada, ni siquiera a los dones mis- tiempo (v.gr., sugiere alegrías el Viernes Santo o tristezas el día de Navidad),
ni el debido lugar (grandes arrobamientos en público, jamás en secreto), ni
mos de Dios. Aceptan con agradecimiento las consolaciones sensibles
las circunstancias de la persona (v.gr., impulsando a los solitarios al apos-
—cuando el Señor se las da—, aprovechándose de ellas para incrementar
su fervor y abnegación; pero quedan tranquilas y, en paz cuando el Señor 8 subida 1,13,3.
se las retira, dejándolas en la aridez sequedad. En este estado se esfuer- 9 In Epist. S.lo. tr .7 : ML 35,2033.
10 Cuando Dios pide al alma grandes austeridades, se nota claramente ser ésa su divina
zan en seguir adelante, cumpliendo puntualmente, a pesar de todas las le- voluntad por el conjunto de circunstancias. Y siempre da, a la vez, las fuerzas suficientes
pugnancias, todas las obligaciones y deberes de su estado con plácida calma para llevarlas a cabo.
tolado y a los apóstoles al retiro y soledad, etc.). Todo lo que vaya contra sus consejos. Busca la alegría, el éxito, los honores y aplausos.
los deberes del propio estado viene del demonio o de la propia imaginación, Quiere ser la protagonista de todo cuanto excite admiración,
jamás de Dios.
6.a Espíritu de soberbia.--Vanidad, preferencia sobre los demás, etc. de lo exterior y espectacular, de lo que deleita y halaga. En
2.° ACERCA DE LA VOLUNTAD.—I.1 /riqUietUd, turbación, alboroto y zo-
una palabra: no entiende ni sabe de otra cosa que de las satisfac-
zobra en el alma. ciones multiformes de su propio egoísmo 12.
2.a Soberbia. O falsa humildad: en las palabras y no en las obras, o
llenando al alma de turbación y alboroto, incapacitándola para el ejercicio En la práctica, muchas veces es difícil poder discernir con seguridad si
de la virtud. Abatimiento de espíritu. alguno de estos movimientos torcidos proviene de la sugestión diabólica o
3.a Desesperación, desconfianza y desaliento. O bien presunción, vana del simple impulso de nuestra propia naturaleza, mal inclinada por el pe-
cado. Pero es siempre relativamente fácil distinguir los movimientos de la
seguridad y optimismo irracional, atolondrado e irreflexivo.
4.a Desobediencia, obstinación en no abrirse al director, penitencias de gracia de cualquiera de estos otros dos, pues la distancia entre ellos es gran-
dísima. En todo caso bastará poder determinar con precisión que aquel
propio capricho dejando las obligatorias, dureza de corazón.
5.a Fines torcidos : vanidad, complacencia propia, ganas de ser aprecia- movimiento no puede ser de Dios para que se le combata y reprima, aunque
do y tenido en mucho. no se sepa si viene de la propia naturaleza depravada o del impulso del es-
6.a Impaciencia en los trabajos y sufrimientos. Resentimiento pertinaz. píritu de las tinieblas; para el caso es exactamente igual.
7.a Desconcierto y rebelión de las pasiones por motivos fútiles y causas
desproporcionadas; ofuscación violenta de la razón; impulsos pertinaces de
He aquí, sin embargo, algunas normas para distinguir los
voluntad hacia el mal. impulsos puramente naturales de la.s sugestiones diabólicas:
8.a Hipocresía, doblez, simulación. El demonio es el padre de la men-
tira. IMPULSO NATURAL SUGESTIÓN DIABÓLICA
9.a Apego a lo terreno, a los consuelos espirituales, buscándose siem- —
«También nosotros en la misa debemos ofrecernos en calidad de hostia, 72o. El Breviario.—Intimamente conectado con el sacrifi-
siguiendo así el ejemplo de Cristo, de modo que Dios pueda hacer de nos- cio del altar—para el que prepara o complementa--está el sacri-
otros lo que plazca a su voluntad. Debemos abandonarnos en manos de ficio de la alabanza: sacrificium laudis. El sacerdote debe pa-
nuestro Creador y Salvador, ofreciéndonos completamente a su disposición.
Aceptemos de buen grado, uniéndonos al Verbo encarnado, todas las pe-
sar su vida alabando a Dios, principalmente a través del rezo
nalidades y todas las dificultades que nos proporciona nuestro ministerio del Breviario, que constituye la oración oficial que la Iglesia le
y aceptémonos a nosotros mismos, con todas nuestras insuficiencias, nues- ha confiado para que la eleve diariamente a Dios en nombre
tras miserias y nuestras enfermedades corporales. Habituémonos a morir a de todo el pueblo cristiano.
las solicitaciones y satisfacciones que nos brinda el mundo, siempre que se El rezo del Breviario—distribuido, si es posible, a todo lo
opongan al reinado de Dios en nuestras almas» (dom Marmion).
largo del día según las horas correspondientes—ha de consti-
Estas son, sin duda, las disposiciones fundamentales. Como tuir para el sacerdote la fuente más importante de su propia
ya dijimos más arriba (cf. n.322), hay que ofrecer al Padre la santificación, inmediatamente después de la santa misa. Por
divina Víctima y ofrecernos nosotros mismos en El, con El y desgracia, la rutina, que todo lo echa a perder, se apodera con
por El. Hemos de pedirle que nos convierta en pan para ser frecuencia del sacerdote en el rezo precipitado y semidistraído
comidos por nuestros hermanos con nuestra entrega total por del Breviario. En vez de constituir un manantial inagotable
la caridad. Hemos de unirnos íntimamente con María al pie de de consuelos, estímulos y alientos sobrenaturales, se convierte
la cruz, rogándole ofrezca al Señor aquellos mismos senti- muchas veces en una pesada carga y en semillero de pecados
veniales por las continuas irreverencias y distracciones volun-
Ha expuesto con gran acierto este aspecto fundamental de la vida del sacerdote el
P. Emmio SAURAS, O.P. (cf. Santidad sacerdotal y apostolado, en Teología espiritual n.17,
enero-agosto de i962). 6 P. SAURAS, 1.C., p.237.
tarias. Es una verdadera lástima que nunca se lamentará bas- haciendo bien y sanando a todos» (Act 10,38), el sacerdote de
tante. Cristo ha de pasar su vida bendiciendo y haciendo bien a to-
Para sacar del rezo del Breviario la máxima eficacia santi- dos. No puede ni debe excluir a nadie; pero, a imitación del
ficadora es preciso poner el máximo empeño en su ferviente mismo Cristo, ha de preferir a los niños, a los pobres, a los en-
recitación. Hay que recogerse profundamente antes de comen- fermos, a los despreciados del mundo, a los que sufren, a los
zarlo para pedirle a Dios la gracia de rezarlo fervorosamente 7. pecadores. Ha de ser, siempre y en todas partes, el hombre de
Hemos de unirnos íntimamente a Cristo y a la Iglesia entera bendición. Cuando no pueda otra cosa, ha de estar siempre pron-
para que nuestra oración litúrgica suene gratamente a los oídos to a derramar en las almas atormentadas unas gotas de sereni-
de Dios Padre como la voz dulcísima del Hijo muy amado y dad, de paz y de consuelo.
de la esposa de Cristo: vox Christi et vox sponsae. Hemos de sa- Comentando el tremendo poder de bendecir a los hombres
borear despacio los sublimes sentimientos de adoración, alaban- y a las cosas conferido al sacerdote en su ordenación sacerdotal,
za, arrepentimiento, petición y acción de gracias de que están escribe un piadoso autor 10:
llenos los salmos y meditar las enseñanzas que se desprenden
de las lecciones, sobre todo las de la Sagrada Escritura y Santos «¡Cuánta bendición traerá de aquí en adelante el uso frecuente del po-
der que ahora se te confiere! ¡Cuántas veces se levantarán tus manos sobre
Padres que la Iglesia nos pone delante cada día. Hemos de centenares y miles que tú bendecirás! ¡Cuántas rodillas se doblarán, cuán-
considerar, en fin, el rezo del Breviario no sólo como un honor tas cabezas se inclinarán para recibir tu bendición! ¡Cuántas veces impon-
altísimo, sino como una fuente inagotable de consuelos espiri- drás estas manos en el santo bautismo al bautizando y en la extremaunción
tuales y uno de los más poderosos y eficaces medios de nuestra al enfermo, y cuántas veces las juntarás en el confesonario y las levantarás
para absolver y bendecir, como Cristo las imponía y las extendía para ben-
propia santificación sacerdotal 8. decir!
Bien persuadidos, sin embargo, de que la oración litúrgica ¡Ah! ¡El día del juicio final manifestará los torrentes de bendiciones que
u oficial no es suficiente en sí misma, sino que ha de completar- se han derramado sobre el mundo por medio de las manos consagradas del
se con la oración privada y silenciosa—como ha declarado ex- sacerdote!
Mas también manifestará toda dejadez y todo abandono de los dispen-
presamente el concilio Vaticano II 9—, el sacerdote que aspire sadores de las gracias, que tienen las llaves de los tesoros de la Iglesia y no
de verdad a santificarse dedicará a la oración privada el máxi- las utilizan para abrir las puertas de estos tesoros a los fieles, en bien de
mo tiempo que le permitan sus ocupaciones, sin que en ningún ellos; y esto quizá sólo por comodidad o porque les falta la verdadera com-
caso baje, al menos, de media hora diaria. Hemos hablado de prensión de las necesidades de las almas, o porque no tienen idea del sacer-
docio y del poder que les está dado en bien del mundo, del cual son deudo-
esto en otro lugar de esta obra, adonde remitimos al lector res por su cargo de medianeros.
(cf. n.488-89). ¿Por qué no usamos más de nuestra facultad de bendecir? Hay sacerdo-
tes que cada noche, antes de dormir, bendicen a sus feligreses, al mundo
b) Bendecir entero y envían su bendición al purgatorio. ¡Qué costumbre más hermosa
y fácil de imitar!1
721. Uno de los momentos más emocionantes de la orde-
nación sacerdotal es aquel en que el obispo consagrante, des- La bendición del sacerdote tiene un carácter absolutamen-
pués de haber ungido las manos del ordenando con. el óleo de te universal. Recae no solamente sobre las personas, sino tam-
los catecúmenos, pronuncia estas solemnes palabras: Para que bién sobre las cosas inanimadas, para santificarlas relacionán-
todo lo que bendijeren quede bendecido y todo lo que consagraren dolas con Dios. A este propósito escribe hermosamente el
quede consagrado y santificado, en el nombre de nuestro Señor cardenal Suhard I:
Jesucristo. «Bendice la casa, el pan, los huevos, los frutos. Piensa en las fuentes, en
A semejanza de su divino Mae.stro, que «pasó por el mundo los barcos, en los establos, en los campos, en los animales enfermos. Se
acuerda de las abejas, de la cera, de los instrumentos de trabajo. Santifica
Nluchos sacerdotes siguen recitando, con gran provecho, la oración »Aperi Domine...» el agua, la luz, el fuego, el incienso. Nada hay que no acoja con simpatía y
al comienzo de las horas canónicas. Aunque en la actualidad no es obligatorio su rezo, es muy aun con ternura. Ningún descubrimiento, ni aun los más recientes, le sor-
conveniente y provechoso para unir nuestra oración a la de Cristo y recordar que debe re-
zarse digne, attente ac devote. prenderá: máquinas, vías férreas, automóviles, aviones, telégrafo, sismógra-
8 El sacerdote que quiera estudiar más a fondo la excelencia y eficacia santificadora del
Breviario leerá con provecho a nom COLUMBA MARMION en Jesucristo vida del alma
Jesucristo, ideal de! sacerdote 14; y Jesucristo, ideal del monie 14 y 15. II,9; i o p.
STIEGELE, E,cicicios espirituales para sacerdotes (Buenos Abes 1946) p.( 1",9.
9 Cf. Constitución sobre la sagrada liturgia n.12. " CARDENAL SUHARD, El sacerdote en cl mundo, en (Dios, Iglesia, Sacerclocicy> (Ma-
drid 1953) P•347.
fo, televisión. Abarca todo, todo lo admite, todo lo santifica para el buen 4E1 sacerdote—escribe a este propósito dom Columba Marmion 12—es
uso del hombre en relación a su fin eterno, al que estos elementos mismos el continuador en el mundo de la misión del Salvador. Esta es la razón de
sirven de símbolos, como lo subraya su liturgia)). por qué el Señor no ha elegido los dispensadores de su gracia de entre los
ángeles, por puros que sean y por mucho amor que le profesen, sino preci-
El sacerdote es, indudablemente, el «hombre de bendición». samente de entre los hombres. Los que así hayan sido elegidos, <por la ex-
periencia personal que tienen del peso de su debilidad humana y por el
Y en la administración. de esas bendiciones de cosas tan múl- sentimiento de su propia indigencia, se compadecerán mejor de las debili-
tiples y variadas ha de encontrar un medio excelente de eleva- dades y de las ignorancias de los pecadores: Qui condolere possit iis qui ig-
ción a Dios en orden a su propia santificación. norant et errant, quoniarn et ipse circunidatus est infirmitato (Hebr 2,5).
Si la dignidad de Jesucristo nos llena de admiración y reverencia, su
c) Presidir bondad y su misericordia nos confortan y nos subyugan. Lo mismo sucede
al pueblo cristiano que venera la sublimidad del sacerdocio; pero lo que le
722. El mundo desprecia con frecuencia al sacerdote o se atrae en el sacerdote y lo que excita su amor hacia el ministro de Dios es
principalmente su bondad, su compasión para toda suerte de dolores y de-
niega a reconocer su dignidad sublime de ministro y lugarte- bilidades y su entrega absoluta al servicio de todos, semejante a la de San
niente de Jesucristo, que le coloca mil veces por encima de Pablo, que le impulsaba a escribir con santo orgullo a los romanos: <<Me
todos los demás hombres e incluso de las mismas jerarquías debo tanto a los sabios como a los ignorantes: Sapientibus et insipientibus de-
angélicas. No hay dignidad alguna en la tierra ni en el cielo bitor sutil)) (Rom 1,14).
comparable a la del sacerdote de Cristo si excluimos la dignidad <Una nota particular de la espiritualidad sacerdotal—escribe un autor
excelsa de la Virgen María como verdadera Madre de Dios. contemporáneo 13—es la disponibilidad, sentida interiormente y actuada con
humilde sumisión en todas las circunstancias de la vida. En todo momento
Por eso al sacerdote le corresponde por derecho propio presidir el sacerdote debe sentirse a disposición de Dios y de la Iglesia, pronto a
la asamblea de los hombres reunidos en iglesia. correr a donde se requiera su ministerio, a gastar sus energías en el bien de
Claro que esta presidencia no se refiere tanto al honor cuan- las almas. Es deber suyo darse a los fieles en todas las horas del día y de la
to a la utilidad y servicio del prójimo. Precisamente por ocupar noche, en todas las formas de asistencia pastoral que requieran las circuns-
tancias: en el confesonario, en la enseñanza del catecismo, en la predica-
el primer puesto y estar colocado por encima de todas las de- ción, a la cabecera de los enfermos y moribundos. Todo sacerdote, por hu-
más criaturas, el sacerdote es el mediador entre el cielo y la milde y modesto que sea, encuentra su progran-ia en aquellas palabras de
tierra, entre Dios y los hombres: «Es preciso que los hombres San Pablo: «Yo de muy buena gana me gastaré y me desgastaré hasta ago-
vean en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los tarme por vuestras almas, aunque, amándoos con mayor amor, sea menos
misterios de Dios» (1 Cor 4,1). Por eso, el primer sacerdote de amado» (2 Cor 2,15)*.
Cristo, su máximo representante y- Vicario en la tierra, el Pon- Este servicio del prójimo, esta entrega total e incesante a la
tífice de Roma, suele firmar sus escritos con la fórn-iula impre- sublime misión de salvar las almas extendiendo entre ellas el
sionante de siervo de los siervos de Dios. reinado de Cristo, constituye una de las notas más característi-
El sacerdote ha de estar siempre pronto al servicio de las cas de la espiritualidad sacerdotal y ha de representar para el
almas. Con mayor razón que el simple cristiano ha cle tener sacerdote una de las fuentes más puras y auténticas de su propia
siempre presente la conducta y la doctrina de su divino Jefe: santificación.
«El que entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo, d) Predicar
así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y dar su vida en redención de muchos» (Mt 2°,28). En 723. He aquí otra de las funciones sacerdotales más impor-
virtud de este mandato expreso de Jesucristo, rubricado con tantes y otra de las notas más típicas de su propia espiritualidad
su propia sangre, el sacerdote se ha de entregar en cuerpo y sacerdotal.
alma a continuar en el mundo la misión salvadora de Cristo, El sacerdote ha recibido de Dios, a través de la Iglesia, el
hasta perder la salud y la vida por la salvación de sus hermanos. ministerio de la palabra: ministerium verbi (Act 6,4). Es deber
El sacerdote ha de sobresalir e imponerse sobre los demás suyo sacratísimo anunciar al pueblo la palabra de Dios, a fin
no por el afán de jefatura y de mando, al que le daría derecho de que todos «tengan vida, y la tengan en abundancia» (Io o, o).
La predicación de la divina palabra constituye para el sacer-
su dignidad incomparable, sino precisamente por su humildad,
su abnegación, su plena entrega y dedicación al servicio del dote un. honor altísimo y, a la vez, una de sus más graves y
prójimo. 2 0.c., p.88-89.
Sphittialifd e stati di vita (Roma 1962) p.78.
11 P. ALBINO MARCHEM,
abrumadoras obligaciones. El apóstol San Pablo ten.ía plena
conciencia de ello cuando escribía a los corintios: Porque evan- e) Bautizar
gelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evan- 724. Con esta palabra expresa el Pontifical Romano otro
gelizara! (1 Cor 9,16). La fe del pueblo cristiano y la dilata- de los más augustos poderes y de las más graves obligaciones
ción en el mundo del reino de Cristo depende, en gran escala, del sacerdote de Cristo: la administración de los santos sacra-
del ministerio de la palabra. Lo dice expresamente el propio mentos al pueblo de Dios.
apóstol San Pablo: ¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han
creído? Y cómo creerán sin haber oído de El? Y ¿cómo oirán si «El sacerdote—escribe Pío XI en su magnífica encíclica sobre el sacerdo-
nadie les predica? Y ¿cómo predicarán si no son enviados? (Rom cio 14—está constituido «dispensador de los misterios de Dios» (I Cor 4, 1)
1°,14-15). en favor de los miembros del cuerpo místico de Jesucristo, siendo como es
ministro ordinario de casi todos los sacramentos, que son los canales por
En el desempeño de este altísimo ministerio, el sacerdote ha de tener donde corre en beneficio de la humanidad la gracia del R edentor. El cris-
muy presente que no está hablando en nombre propio, sino en nombre tiano, casi a cada paso importante de su mortal carrera, encuentra a su lado
del mismo Cristo, de quien es legado y embajador: Somos embajado- al sacerdote en actitud de comunicarle o acrecentarle con la potestad reci-
res de Cristo, COMO si Dios os exhortase por medio de nosotros (t Cor 5,2o). bida de Dios esta gracia, que es la vida sobrenatural del alma. Apenas nace
Por lo mismo, no ha de predicarse jamás a sí mismo ( ¡terrible profanación a la vida temporal, el sacerdote lo regenera con el bautismo, infundiéndole
de la cátedra sagrada!), ni entretenerse en vanas filosofías e inanes falacias una vida más noble y preciosa, la vida sobrenatural, y lo hace hijo de Dios
fundadas en elementos del mundo y no en Cristo (Col 2,8), sino que ha de ex- y de la Iglesia de Jesucristo. Para darle fuerzas con que pelear valerosamente
poner el Evangelio según el expreso mandato de Jesucristo: «id por todo el en las luchas espirituales, un sacerdote revestido de especial dignidad le
mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 6,16). No ha de buscar hace soldado de Cristo en la confirmación. Apenas es capaz de discernir y
jamás sus propios intereses, sino únicamente los «intereses de Jesucristo» apreciar el Pan de los Angeles, el sacerdote se lo da, como alimento vivo y
(cf. Phil 2,21). Y aunque ha de esforzarse en presentar la palabra de Dios de vivificante bajado del cielo. Caído, el sacerdote lo levanta en nombre de
la manera más digna y elevada posible, su palabra no ha de apoyarse en la Dios y lo reconcilia por medio de la penitencia. Si Dios le llama a formar
vana sabiduría humana, sino en la manifestación del espíritu de Dios, a imi- una familia y a colaborar con El en la transmisión de la vida humana en el
tación de San Pablo, que escribió a los corintios: «Mi palabra y mi predica- mundo, para aumentar primero el número de los fieles sobre la tierra y des-
ción no fue en persuasivos discursos de humana sabiduría, sino en la n-iani- pués el de los elegidos en el cielo, allí está el sacerdote, como testigo autori-
festación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabi- zado por la Iglesia, para bendecir sus bodas y su casto amor. Y cuando el
duría de los hombres, sino en el poder de Dios» (I Cor 2,4-5). cristiano, llega- do a los umbrales de la eternidad, necesita fuerza y ánimos
antes de presentarse en el tribunal del divino Juez, el sacerdote se inclina
Ha de ser la «caridad de Cristo» el principio y el motor que sobre los miembros del doliente, y de nuevo le consagra y le fortalece con
impulse al sacerdote a entregarse de lleno al ministerio de la la extremaunción. Por fin, después de haber acompañado así al cristiano
palabra: Caritas Christi urget nos (2 Cor 5,14). No ha de darse durante su peregrinación por la tierra hasta las puertas del cielo, el sacei do-
ta acompaña su cuerpo a la sepultura con los ritos y oraciones de la esperan7a
punto de reposo hasta conseguir formar a Cristo en el corazón inmortal, y al alma hasta más allá de las puertas de la eternidad, para ayu-
de todos los fieles que Dios ponga en su camino. Donec forme- darla con cristianos sufragios, por si necesitara aún de purificación y refri-
tur Christus in vobis (Gal 4,19), aunque para ello tenga que su- gerio. Así, desde la cuna al sepulcro; más aún, hasta el cielo, el sacerdote
frir dolores, incomprensiones, humillaciones y tenga que dejar está al lado de los fieles, como guía, aliento, ministro de salvación, distri-
en las zarzas del camino jirones de su propia vida y aun la buidor de gracias y bendiciones».
vida misma\ No olvide el sacerdote que no se pertenece a sí Ya se comprende que el ejercicio digno y competente de
mismo, sino a las almas que Dios le confía para que las apa- semejantes poderes exige en el sacerdote una gran pureza de
ciente y lleve a la vida eterna. Y aunque pierda la vida en la de- conciencia y una santidad eximia. Porque, aunque es cierto que
manda habrá de considerarse como siervo inútil, que no hizo la validez de los sacramentos no está vinculada a la santidad
sino lo que tenía obligación de hacer (cf. Lc 17, o), a semejan- personal del que los administra (ni siquiera a su simple perma-
za de su divino Maestro, que «nos amó y se entregó por nos- nencia en el estado de gracia), no lo es menos que su digna y
otros en oblación y sacrificio a Dios en olor suave>> (Eph 5,2). lícita administración está reclamando a gritos la santidad del
Haciéndolo así, la predicación de la divina palabra repre- administrador. Esta administración, por otra parte, ha de cons-
sentará para el sacerdote--a la vez que el cumplimiento de uno
tituir para el sacerdote, por la fe viva y el amor ardiente que ha
de sus más sagrados deberes—una fuente inexhausta de mere- de poner en ella, una de las fuentes más abundantes y fecundas
cimientos y uno de los más poderosos elementos de su propia
y personal santificación. 14 pío XI, encielica ,,Ith,,lici 0.1,,t1;. del 20 de diciembre de 193s', 11.8.
de su propia santificación personal. Escuchemos de nuevo a
Pío XI poco después del texto ya citado 15: ARTICULO 2
«Tan excelsos poderes, conferidos al sacerdote por un sacramento espe-
cial instituido para esto, no son en él transitorios y pasajeros, sino estables
EN EL ESTADO RELIGIOSO
y perpetuos, unidos como están a un carácter indeleble, impreso en su 725. CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia n.43-47; Decreto
alma, por el cual ha sido constituido «sacerdote para siempre)) (Ps 109,4), sobre la adecuada renovación de la vida religiosa; nom COLUMBA MARM1ON, Cristo, ideal del
a semejanza de Aquel de cuyo eterno sacerdocio queda hecho partícipe. 1710Yde; COURTOIS, Les états de perfection; COLIN, El culto de la regla; El culto de los votos;
PEINADOR, Teología moral de los estados de perfección; ROYO MARÍN, La vida religiosa; I\i1AR-
Carácter que el sacerdote, aun en medio de los más deplorables desórdenes CHETTI, Spiritualitá stati di vita; F. SEBASTIÁN AGUILAR, La vida de perfección en la Iglesia.
en que puede caer por la humana fragilidad, no podrá jamás borrar de su
alma. Pero juntamente con este carácter y con estos poderes, el sacerdote,
por medio del sacramento del orden, recibe nueva y especial gracia con de- I. Noción
recho a especiales auxilios, con los cuales, si fielmente coopera, mediante
su acción libre y personal, a la acción infinitamente poderosa de la misma 726. El Código canónico define el estado religioso en los
gracia, podrá dignamente cumplir todos los arduos deberes del sublime es- siguientes términos:
tado a que ha sido llamado, y llevar, sin ser oprimido por ellas, las tremen-
das responsabilidades inherentes al ministerio sacerdotal.). «Modo estable de vivir en común, por el cual los fieles, además de los
preceptos comunes, se imponen también la obligación de practicar los con-
Estas son las principales funciones y obligaciones que el sejos evangélicos mediante los tres votos de obediencia, castidad y pobreza>)
Pontifical Romano señala al sacerdote, y en cuyo ejercicio ha (cn.487).
de encontrar su específica espiritualidad sacerdotal y su propia Y al señalar las obligaciones ptopias y específicas que les
y personal santificación. No son, sin embargo, las únicas. El afectan como tales religiosos, establece lo siguiente:
Código canónico prescribe a todos los sacerdotes los siguientes
ejercicios de piedad 16: «Todos y cada uno de los religiosos, lo mismo superiores que súbditos,
deben no sólo cumplir íntegra y fielmente los votos que han hecho, sino
1. Confesión frecuente. también ordenar su vida en conformidad con las reglas y constituciones de
2. Oración mental diaria. la propia religión, y de esta manera tender a la perfección de su estado.>
3. Visita al Santísimo Sacramento. (cn.593).
4. Santo Rosario.
5. Examen de conciencia. Estos dos cánones señalan los elementos fundamentales de
6. Ejercicios espirituales, al menos cada tres arios. la espiritualidad propia y específica de los religiosos. El pri-
De todas estas cosas hemos hablado largamente en sus lu- mero expone los comunes a todas las órdenes y congregaciones
religiosas: vida común estable y profesión de los consejos evan-
gares correspondientes, adonde remitimos al lector. No cabe
duda que todas estas prácticas de piedad, realizadas con espíri- gélicos. El segundo recoge los propios de cada instituto religio-
tu de fe y, sobre todo, con ardiente caridad, contribuirán tam- so: su propia regla y constituciones. Y esto es todo.
Vamos, pues, a exponer muy brevemente en. este artículo
bién poderosamente a la santificación de los sacerdotes y les
harán «llevar una vida interior y exterior más santa que los se- la finalidad y esencia del estado religioso y los elementos co-
glares y sobresalir como modelos de virtud y buenas obras» munes y específicos de la espiritualidad propia del religioso 1.
(cn. 24).
15 Ibid.,
2. Finalidad y esencia del estado religioso
n 9.
En lo, cánon,
727. a) Finalidad.—Como explica el Doctor Angélico, el
125 126.
Los seglares han de desempeñar esta sublime misión apos- 740. S.TH., ; 11-T1,17i-178; Contra gentesIII-154; VALLGORNERA, Mystica Theo-
tólica «primordialmente mediante el testimonio de su vida, logia divi Thornae q.3 disp.5 (ed. Marietti, iglú; BENEDICTO XIV, De servorum Dei beatifica-
tione; CARDENAL BONA, De discretione spirituum; ScARAmEw, Directorio místico tr.4; Discer-
por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad», como nimiento de los espíritus; LÓPEZ EZQUERRA, Lucerna mystica; RIBET, La mystique divine tr.2 - 3
Tres edades
Y 4; FARGES, Les phénornénes mystiques; GARRIGOU-LAGRANGE, Perfection... c.5 a.5;
dice el propio concilio en el texto que hemos recogido al fren- p.5..; SAUDREAU, Les faits extraordinaires de la vie spirituelle; MEYNARD, La vida espiritual
t.2 1.4; ARINTERO, Evolución mística p.2.a c.7 (ed. BAC); Los fenómenos místicos; SCHRIJVERS,
te de este capítulo. A través de su vida cristiana intachable, Principios... 1.3 p.t.a c.3 a.6; DE IVIAUMIGNY, La práctica... tr.2 p.5.a; NAVAL, ClltS0... p.3.a
del testimonio de su propio ejemplo y del sentido sobrenatu- sect.3; POULAIN, Des grdces d'oraison ; P. MIR, El milagro (Barcelona 1915); La profecía
(Madrid 19°3); TANQUEREY, Teología ascética n.1489-1549; P• I. G. MENÉNDEZ-REIGADA,
ral con que han de vivir las mismas estructuras humanas y Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana n.K; DR. HENRI BON, Compendio de Me-
temporales descubrirán a Cristo a los demás y, al igual que la dicina católica p.6.a; DR. SURBLED, La Moral en sus relaciones con la Medicina y la Higiene
p.i r..; B. MARECHEUX, Le merveilleux divin et le merveilleux démoniaque; P. DE BONNIOT,
levadura, contribuirán desde dentro a la santificación del mun- Le miracle et ses contrefacons; GOERRES, La rnystique divine; DR. POOD, Los fenómenos miste-
riosos del psiquismo; P. HEREDIA, Los fraudes espiritistas y los fenómenos metapsíquicos (Buenos
do, como dice el propio concilio 2°. Aires 1946); THURSTON, Los fenómenos fí.5icos del misticismo (San Sebastián 1953)•
En otro lugar de esta obra hemos hablado del apostolado 1. Introducción.—Uno de los aspectos de la Mística que más
741.
en general, de su obligatoriedad, de sus principales formas y interés ha despertado en todos los campos del saber ha sido indudablemente
de sus relaciones con la perfección cristiana (cf. n.664ss). El el relativo a los fenómenos extraordinarios que suelen presentarse casi siem-
propio concilio Vaticano II promulgó—como es sabido—un pre en la vida de los grandes místicos experimentales. En torno a estos fe-
magnífico esquema dedicado al apostolado de los laicos 21, que nómenos maravillosos ha aparecido en los últimos años una abundarxtísima
literatura de muy diversa tendencia y orientación. Los racionalistas han lan-
constituye la última palabra sobre este importantísimo asun- zado sus mejores máquinas de guerra c ontra este aspecto tan sorprendente
to. Después de un espléndido proemio sobre la importancia de lo sobrenatural, y han tratado de abrir brecha en las explicaciones de los
y necesidad del apostolado de los laicos, el concilio expone la teólogos católicos negando el carácter sobrehumano de esos fenómenos por-
tentosos y explicándolo todo por causas fisicopsíquicas, con frecuencia pa-
vocación apostólica de los mismos, los fines de su apostolado, tológicas y siempre puramente naturales.
sus campos de acción, sus diferentes modalidades, el orden Es, pues, de sumo interés y de palpitante actualidad examinar este pro-
que se ha de guardar en su ejercicio y los principios funda- blema a la luz de los grandes principios de la Teología católica tradicional
mentales para la formación. de los apóstoles seglares. Es un y de los últimos hallazgos y descubrimientos de las ciencias experimentales
verdadero tesoro que todos los seglares deberían leer y estu- modernas. He aquí lo que nos proponemos hacer, aunque sea a grandes ras-
gos, en esta cuarta y última parte de nuestra obra.
diar cuidadosamente para el digno desempeño de su sublime
misión apostólica en el mundo. 742. 2. Nuestro plan.—Es elemental en filosofía que solamente he-
mos alcanzado el conocimiento científico de una cosa cuando logramos se-
Ibid., ibid., n.31.
21 Cf. De apostolatu laico?urn, promulgado por Pablo VI el 18 de noviembi e de 196s.
ñalar sus causas. No en vano se define la ciencia «cognitio certa per causas» 1.
Mientras no se sale del campo de lo particular y fenoménico, no hemos en-
trado todavía en el campo de la ciencia: «de singularibus non est scientia»,
dicen todavía los filósofos. Es preciso remontarse por la vía del análisis de
lo particular a lo universal, de los efectos a las causas, de lo que es posterior
a lo que es anterior «secundum naturam» 2.
Ahora bien: los fenómenos extraordinarios de la Mística cuya investi-
gación científica vamos a emprender, únicamente pueden ser atribuidos a
alguna de estas tres causas: a una causa sobrenatural, o a una preternatural,
o a una puramente natural 3. Es imposible la producción de un fenómeno
racional).
747. La primera fuente de los fenómenos místicos—la única y exclusi-
Lo preternatural dista infinitamente de lo sobrenatural quoad substan- va de los verdaderos—es el mismo Dios como autor del orden sobrenatural.
tiam, puesto que se trata de algo pura y entitativamente natural en sí mismo, No puede haber en ello dificultad alguna. Los fenómenos místicos—en
y no rebasa, por consiguiente, las fuerzas naturales de los ángeles o los de- efecto—se desarrollan siempre, como veremos, en alguno de estos tres cam-
monios. Y no debe confundirse tampoco con el sobrenatural quoad modum, pos o en varios de ellos a la vez: el intelectual, el afectivo o el orgánico.
porque aunque lo sobrenatural quoad modum sea entitativamente natural Ahora bien: ¿no tiene Dios, acaso, libre acceso a esos tres campos y no puede
—y en esto coincide con lo preternatural—rebasa, sin embargo, en el modo extender o restringir a su voluntad la esfera de sus actividades, multiplicar
las fuerzas naturales, no sólo del hombre, sino de toda naturaleza creada o suspender sus energías? En el orden intelectual, ¿no podrá Dios, que es
o creable, como hemos visto más arriba; y por eso el sobrenatural quoad la Luz y la Verdad por esencia (Io 8,12; 14,17), abrir a nuestro espíritu
moduin constituye una subdivisión del sobrenatural absoluto (cf. el croquis aspectos y horizontes nuevos, hablarnos interiormente por comunicaciones
del P. Garrigou-Lagrange). El sobrenatural quoad niodurn constituye un ver- puramente intelectuales o por medio de signos sensibles exteriores o inte-
dadero milagro (v.gr., la resurrección de un muerto: algo entitativamente riores? ¿Quién podrá discutir al Bien Infinito, término final de nuestra vida
natural, pero realizado de un modo sobrenatural, que rebasa y trasciende el afectiva 1, el poder de obrar directamente sobre nuestra voluntad y deter-
poder natural de toda naturaleza creada o creable). Lo preternatural, cn minar en ella, por medio de la gracia, ímpetus y ardores que rebasen sus
cambio, no constituye un milagro propiamente dicho, puesto que, además fuerzas naturales? Y en el orden puramente corporal y orgánico, ¿no podrá
de ser entitativamente natural, no rebasa las fuerzas naturales de to.cla na- Dios alterar nuestras energías corporales modificando libremente sus formas
turaleza creada o creable, sino sólo las de alguna natura/e,-,,t (v.gr., la del y sus funciones.)
hombre, pero no la de los ángeles o los demonios). Es, pttc!s, una especie Las manifestaciones extranaturales que no comprometan ninguna lev rno-
de sobrenatural puramente relativo (con relación a las naturalezas inferio-
res) distinto completamente del sobrenatural absoluto, ya sea quoad substan- 16 Cf. MÉRIC, L'imaginut¿ort et les ptodige, t.2 p.277.
tiam, ya quoaci modum. 1 Cf. Deut 6,5; NIt 22,37; Io 4,16«
ral o que no impliquen contradicción pueden, pues, tener a Dios por autor, La gracia grattim faciens—que es la gracia simpliciter, habitual o santi-
ya que el poder divino no reconoce otros límites que los del mal moral o del licante—tiene por objeto establecer la amistad sobrenatural entre Dios \-
absurdo. nosotros, dándonos una participación física y formal—aunque accidol í,
como es obvio—de la naturaleza misma de Dios. Abarca tres aspectos dis-
tintos, aunque inseparables entre sí: la gracia santificante propiamente di-
Causas inmediatas de los fenómenos místicos cha, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Hemos hablado va
de todas estas cosas en sus lugares correspondientes, y nada tenemos
748. La mayor parte de los fenómenos místicos extraordinarios los pro- añadir aquí.
ducen o pueden reducirse fácilmente a las gracias llamadas gratis dadas. La gracia gratis dada—en cambio—tiene por objeto inmediato o directo,
Decimos la mayor parte y no todos, porque—como veremos al estudiar los no la propia santificación del que la recibe, sino la utilidad espiritual del
fenómenos en particular—muchos de ellos se explican, sin más, por una prójimo. Y se llama gratis dada porque está fuera no solamente de la poten-
especie de redundancia y efecto connatural del grado sublime de espiritua- cia natural—que esto es común con la misma gracia santificante—, sino
lización a que han llegado las almas místicas en las que esos fenómenos incluso del mérito sobrenatural de la persona que la recibe. Veamos cómo
suelen realizarse. En este entido,
s, algunos de ellos podrían ser atribuidos lo expresa Santo Tomás:
a ciertos efectos extraordina ios de los dones del Espíritu Santo, que no en-
tran, sin embargo, en el des rrollo normal de la gracia ni se producen—por «La gracia es doble: una por la cual el hombre mismo se une con
lo mismo—en todos los santos, a pesar de que todos ellos poseen los dones Dios, y se llama gracia gratum faciens; otra por la cual un hombre
del Espíritu Santo en grado sublime de desarrollo. De todas formas, la fuente coopera a que otro se vuelva a Dios; y ésta se llama gracia gratis
principal de los fenómenos extraordinarios son siempre las llamadas gracias data, porque está sobre el poder de la naturaleza y se concede al hom-
gratis dadas, que vamos a estudiar ampliamente a continuación. bre por encima del mérito de la persona. Pero como no se le da para
que quede él mismo justificado, sino más bien para que coopere a
la justificación de otro, por eso no se llama gratum faciens. Y de ésta
LAS GRACIAS «GRATIS DADAS» dice el Apóstol (1 Cor 12,7): «A cada uno se le otorga la manifes-
tación del Espíritu para común utilidad», esto es, para utilidad de
749. I. Introducción.—Como explica San Pablo en su maravillosa los demás» 7.
epístola primera a los Corintios, las gracias o dones de Dios son múltiples
y diversos, mas el Espíritu es uno mismo 2. Todos cuantos beneficios he- 751. 3. Naturaleza de las gracias «gratis dadas».—Recogiendo aho-
mos recibido de Dios, aun en el orden puramente natural, son gracias y dones ra la doctrina de Santo Tomás sobre la naturaleza de las gracias gratis dadas
suyos. Y todos en un sentido amplio podrían llamarse gracias gratis dadas 3, esparcida a lo largo de sus obras, podemos precisar los siguientes puntos
como quiera que, independientemente de la libre voluntad de Dios, que ha fundamentales 8:
querido derramarlos graciosamente sobre nosotros, no podía haber en nos- 1.° Las gracias gratis dadas no forman parte del organismo sobrena-
otros mismos título alguno o exigencia que los reclamara. No olvidemos que tural de la vida cristiana, integrado por la gracia habitual, las virtudes in-
la causa omnímoda de todas las cosas es la voluntad libérrima de Dios 4. fusas y los dones del Espíritu Santo. Ni tienen punto de contacto con la
Pero esto no obstante, para precisar mejor la diferencia entre los dones gracia actual, que es la que pone en ejercicio los hábitos anteriores.
naturales y los sobrenaturales, y, dentro de los sobrenaturales, entre unas 2.° Son meros epifenómenos de la vida de la gracia, como cosa adya-
gracias y otras, es preciso restringir la terminología y circunscribirla a expre- cente a ella, y que, por lo mismo, pueden darse sin ella.
sar un grupo determinado de gracias en el conjunto innumerable de todas 3.° No son ni pueden ser objeto de mérito de «congruo» ni de «condig-
las que hemos recibido de Dios. no» aun supuesta la gracia santificante. Por eso se las llama por antonomasia
gratis dadas.
75o. 2. Concepto fundamental y principales divisiones de la gra-
4.° No constituyen un hábito—como la gracia santificante, las virtu-
cia.—Según el uso bíblico y- el eclesiástico recibido en Teología, la palabra des y los dones—, sino que el alma las recibe al modo de moción transeúnte.
gracia se emplea tan sólo para significar el don sobrenatural concedido por 5.° No son intrínsecamente sobrenaturales (quoad substantiam), sino
Dios a la naturaleza racional en orden a conseguir la vida eterna 5. sólo extrínsecamente (quoad modum), esto es, por sus causas extrínsecas,
Pero al analizar este don establecen todavía los teólogos muchas divi- en cuanto que tienen un agente y un fin sobrenaturales. Pero en sí mismas
siones y subdivisiones. Y así hablan de la gracia increada y de la creada, son realidades intrínseca y formalmente naturales.
de la gracia de Dios y de la de Cristo, de la habitual y de la actual, de la 6.° Por lo mismo que esas gracias no forman parte de nuestro orga-
eficaz y de la suficiente, de la preveniente, operante y concomitante; de la nismo sobrenatural, no están contenidas en las virtualidades de la gracia
interna y de la externa, etc., etc. 6
santificante, ni el desarrollo normal de esta gracia puede jamás producir-
De todas estas divisiones y subdivisiones hay una que aquí nos interesa las o exigirlas.
sobremanera destacar. Es la que divide la gracia—por razón del fin a que se
7.° Las gracias gratis dadas requieren, pues, en cada caso una inter-
ordena—en gracia gratum faciens y gracia gratis dada.
vención directa y extraordinaria de Dios, de tipo milagroso.
De estas características esenciales que acabamos de señalar se despren-
2 cf. 1 C•ir 12,1 6.
, Cf. 1-II,Iii,4, dif.i.. den las siguientes principales consecuencias, que nos interesa destacar aquí:
4 Cf. I,16,4.
5 Hemos hablado largamente de ella en otro luear (cf. n.86ss). T-IT,Irt,r.
, Cf. en el n.142 las subdivisiones de la gracia actual. Cf. P. MENÉNDEZ-REIGkDA, LOS dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana c.4 n.K.
a) Que sería temerario desear o pedir a Dios estas gracias gratis da-
datas, aunque se dan para utilidad de los demás, sin embargo, puede
das. Cuino quiera que no son necesarias para la salvación ni santificación y y debe el que las recibe procurar con su uso la propia utilidad y pro-
requieren—muchas de ellas al menos—una intervención milagrosa de Dios. vecho espiritual» 10.
Vale más un pequeño acto de amor de Dios que resucitar a un muerto.
b) Que la causa instrumental de que Dios se vale para producir tales Tanto es así, que de hecho—ya hemos examinado la cuestión de iure--
hechos milagrosos—el hombre—no necesita estar unida sobrenaturalmente sólo en los grandes santos suelen resplandecer estas gracias gratis dadas,
con El por la caridad, ni mucho menos ser un santo. siendo más que rarísimo encontrarlas en almas imperfectas, y mucho me-
c) Que estas gracias gratis dadas no santitican de suyo al que las recibe, nos todavía en los grandes pecadores, aunque esto no sea imposible teórica-
el cual puede recibirlas en pecado mortal y permanecer en él después de re- mente. El mismo Cristo hacía sus milagros no sólo en confirmación de su doc-
cibidas. trina, sino como argumento en favor de su persona. Y promete estas gracias
d) Que esas gracias no se ordenan de suyo al bien del sujeto a quien también a los que creyeren en él como serial para reconocerlos: «Y echarán
se conceden, sino al provecho de otros y edificación de la Iglesia. en mi nombre los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus ma-
e) Que por lo mismo no es menester que todos los santos estén ador- nos las serpientes y, si bebieren algún licor venenoso, no les dañará; pon-
nados con las gracias gratis dadas, puesto que son independientes de la san- drán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos» 11. Y en otro lugar: «El
tidad. De hecho, muchos santos no las tuvieron. San Agustín expone muy que cree en mí hará también las cosas que yo hago, y las hará todavía mayo-
bien la razón cuando dice que Dios no ha querido ligar necesariamente es- res, por cuanto yo me voy al Padre» 12, aludiendo claramente a las gracias
tos dones milagrosos a la santidad para no dar pie a la flaqueza humana a gratis dadas. Por eso dice Santo Tomás que en Cristo «brillaron excelentísi-
hacer más caso de estas cosas que de las buenas obras que nos merecen la mamente todas las gracias gratis dadasl 13. El mismo San Pablo habla de es-
vida eterna: «non libus sanctis ista tribuuntur, ne perniciosissimo errore tas gracias como de cosa normal en la Iglesia y aun aprueba el que se procu-
decipiantur infirmi, existimantes in talibus factis maiora dona esse, quam in ren y deseen, anteponiendo siempre—claro está—la virtud de la caridad,
operibus iustitiae, quibus aeterna vita comparatur» 9. que es la más excelente de todas 14. Lo cual apenas se explicaría si no tuvieran
Es preciso, sin embargo, no exagerar demasiado esta doctrina. Es cierto relación alguna con la santidad. Oigamos otra vez a Suárez sobre este par-
que la gracia habitual o santificante se ordena de suyo a santificar al que la ticular:
recibe y que las gracias gratis dadas se ordenan de suyo al provecho del pró- «Aunque Dios, por secreto designio, se sirva a veces de un hombre
jimo. Pero no hemos de olvidar que cualquier gracia de Dios—teológica- hipócrita para hacer un milagro o conceder algún beneficio extraor-
mente considerada—se ordena en último término a la salvación eterna, ya dinario, esto es muy raro; ordinariamente no suele obrar tales mila-
sea intrínsecamente y por su propia entidad, ya extrínsecamente por especial gros sino por hombres justos y buenos» 15.
disposición de Dios. La suave providencia de Dios, que se adapta maravi-
Más todavía: no faltan autores que admiten una doble serie de gracias
llosamente a la naturaleza de las causas segundas, pide que unos hombres
sean ayudados por otros en el magno negocio de la salvación eterna. Para gratis dadas. Unas que se ordenan primo et per se a la utilidad de los demás,
tales como la gracia de curar enfermedades, la discreción de espíritus. el
esto, empero, se requiere la gracia. De ahí el doble género de gracias: unas
que primo et se se ordenan a la propia salvación y santificación del que don de lenguas, etc., y otras que se ordenan, ante todo, al provecho del que
las recibe, y otras que primo et se se confieren para procurar la salud de las recibe; y estas últimas deben llamarse todavía gratis dadas en cuanto que
no son absolutamente necesarias para la santificación ni caen bajo el desarro-
los demás. Pero esto no es obstáculo para que la gracia habitual se dé de tal
llo normal de la gracia santificante. Tales serían, v.gr., las visiones, revela-
manera para la santificación del que la recibe, que pueda y a veces deba re-
dundar en beneficio de los demás. Y, al contrario, las gracias gratis dadas, ciones, raptos y otras semejantes. Veamos cómo expone esta doctrina el
aunque de suyo se den para utilidad de los demás, puede y debe el que las famoso autor de la Lucerna mystica, López Ezquerra:
recibe o ejercita utilizarlas también para intensificar su propia vida espiri- «Otras gracias se llaman comúnmente gratis dadas, que no se di-
tual. Esto no pertenecerá de suyo al fin primario de esas gracias, pero sí rigen a la utilidad del prójimo, sino al bien de la propia alma que las
indudablemente a su fin secundario. ¿Qué duda cabe, por ejemplo, que al recibe; y se llaman, sin embargo, gratis dadas—en sentido lato--por-
resucitar a un muerto con el poder de Dios experimentará el taumaturgo un que son beneficios concedidos gratuitamente por Dios... Y a este
verdadero estremecimiento de admiración y de estupor, que llenará su alma género pertenecen las visiones, revelaciones, raptos, éxtasis y, otras
de sentimientos de adoración y reverencia ante la majestad y el poder infi- cosas semejantes que nadie puede negar que exceden el poder de la
nito de Dios? He aquí de qué manera la gracia gratis dada, que se ordenaba naturaleza» 16.
de suyo a la utilidad de los demás—en este caso, del muerto resucitado y Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que las llamadas gracias gratis dadas
de los que presenciaron el milagro—, vino a redundar secundariamente en
tienen casi siempre una irradiación bienhechora sobre el alma de los que las
provecho del que la ejecutó como instrumento de Dios. reciben y que, al menos muchas de ellas, acompañan casi siempre a los esta-
Suárez expone muy bien esta doctrina en su tratado De gratia. He aquí dos elevados de oración que caracterizan a los grandes santos.
sus palabras:
752. 4. Número de las gracias «gratis dadas».—Expuesta ya sornc-
«Hay que añadir que la gracia gratum faciens se da de tal manera en ramente la naturaleza de estas gracias, vengamos ahora a la cuestión del
provecho del que la recibe, que puede también, y debe, redundar y número de las mismas.
ejercerse para utilidad de los demás. Y, al contrario, las gracias gratis o SUÁREZ, D gultia prolel c.4 n.7.
11 1637-11-.
14 Cf. Cur
9 Cf. S.Arcusl., 12 jo 14,12. 5 SUÁREZ, De gunia proleg 3 c.1 TI.
dive/ s. quac,t. 83 q.79: 1VIL 4o,92. n.6.
13 cf, 111,7,7. LóPEZ EZQUERRA, Lucerna rny,tica c.1
Como base fundamental hay que partir de la clasificación de San Pablo. 5. Exposición de cada una de ellas.—Vamos a decir una palabra
Escuchemos, ante todo, las palabras del gran Apóstol en su primera epístola sobre cada una de estas gracias, siguiendo el orden del Doctor Angélico tal
a los fieles de Corinto: como aparece en el croquis anterior 21.
«Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para co- 753. a) Fe.--Es evidente que la fe, en cuanto gracia gratis dada,
mún utilidad. A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; no es la virtud teologal por la cual nos adherimos a las verdades reveladas;
a otro la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro fe en el
pero los autores no están concordes en precisar su significación.
mismo Espíritu; a otro don de curaciones en el mismo Espíritu; a otro Algunos quieren ver en ella la fe que hace milagros; aquella fe que, se-
operaciones de milagros; a otro profecía, a otro discreción de espíritus, a gún la palabra de Nuestro Señor (Mt 17,19), repetida por San Pablo (1 Cor
otro género de lenguas, a otro interpretación de lenguas. Todas estas co-
2), traslada las montañas. Esta es la interpretación de San Juan Crisósto-
sas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno se- mo 22, de muchos otros Padres griegos y latinos y de algunos teólogos
gún quiere* 17. escolásticos, tales como Cayetano, Salmerón y Vázquez 23.
Santo Tomás—y con él la mayoría de los teólogos—aceptan reverentes Otros la entienden en el sentido de una especie de intrepidez heroica
la nomenclatura y clasificación del Apóstol y se esfuerzan en justificarla filo- para confesar, predicar y defender las verdades de la fe. Y también la cons-
sóficamente 18. No faltan, sin embargo, teólogos que piensan que San Pablo tancia con la que algunos confiesan la fe en las persecuciones.
no ha tenido intención de formular una enumeración completa y rigurosa de Otros quieren que esta fe sea cierta virtud y facultad con la que algunos,
todas las gracias gratis dadas existentes o posibles. Esta es también la opi- aunque no comprendan de un modo distinto y perfecto las verdades dog-
nión de los mejores exegetas modernos. El Apóstol no ha señalado sino máticas, aciertan a explicarlas a los demás con una maestría y exactitud
algunas de las innumerables gracias gratis dadas que el Espíritu Santo suele asombrosas, a veces superior a la de los más esclarecidos teólogos.
conceder a los hombres, principalmente aquellas que más interesaban al Según Santo Tomás, seguido por la mayoría de los teólogos y exposito-
apostolado y ministerio de la Iglesia. Fuera o al margen de su enumeración res sagrados, se trata de una certeza sobreeminente de la fe que hace capaz
existen otros muchos dones gratuitos, a los cuales hay que referir una buena a quien la tiene de proponer y persuadir a los demás las verdades que ella
parte de los fenómenos místicos extraordinarios, como veremos en su lugar nos enseña. Escuchemos sus palabras: «La fe no se enumera aquí entre las
correspondiente.
gracias gratis dadas en cuanto que es una virtud que justifica al hombre en
Ni se opone en nada esta interpretación de los modernos exegetas a la sí mismo (la fe teologal), sino en cuanto importa cierta sobreeminente certeza
doctrina de Santo Tomás. El Doctor Angélico en el maravilloso artículo de en la fe, que hace al hombre apto para instruir a los otros en las cosas per-
la Prima secundae, que dedica a la exposición de las gracias gratis dadas
tenecientes a la fe* 24.
según la clasificación del Apóstol 19, no intenta pronunciarse sobre el número En este sentido, la gracia de la fe se debería a una iluminación milagrosa
de las mismas, sino que, aceptando la descripción de San Pablo, y prescin- del espíritu, secundada por una palabra lúcida, ardiente y fácil, que lleva-
diendo de si se trata de una clasificación adecuada y exhaustiva o de una ría la convicción a los demás. Pero como, por otra parte, suponiendo a un
simple enumeración de las más importantes y fundamentales, la ordena y alma encendida en el celo de la más ardiente caridad, nada impediría atri-
explica con una maestría genial. En ninguna parte del citado artículo afirma buir el poderío y la fuerza de su palabra a una irradiación de su fe íntima
el Santo que las gracias gratis dadas no pueden ser ni más ni menos que las (como virtud teologal), es preciso señalar algún elemento que nos permita
enumeradas por el Apóstol. Podemos, pues, admitir la opinión de los teó- establecer el diagnóstico diferencial entre la fe virtud infusa y la fe gracia
logos y exegetas modernos sin tener que apartarnos en lo más mínimo de la gratis dada. Suárez quiere verlo en el hecho de que la fe virtud infusa es un
admirable clasificación de Santo Tomás.
hábito permanente, mientras que la gracia gratis dada consiste en un acto,
Para contemplar de un solo golpe de vista, en visión sintética de con- en una moción actual y transitoria del Espíritu Santo, de la que resulta el
junto, el magnífico artículo del Doctor Angélico comentando la clasificación don sobrenatural de la elocuencia 25.
de San Pablo, vamos a transeribirle aquí en forma de cuadro sinóptico 2°.
La gracia «gratis dada* se ordena a instruir al prójimo en las cosas divinas: 754. b) Palabra de sabiduría. La «sabiduría* se toma aquí por un
—
conocimiento sabroso de las cosas eternas, lo mismo que en el don del Espíritu
1) Para tener un co- rFe, sobre los principios.
Santo del mismo nombre. Pero se distinguen en que la sabiduría don es un
nocimiento pleno-j Palabra de sabiduría,sobre las principales conclusiones.
gusto experimental de las cosas divinas percibido tan sólo por el alma que
de ellas LPaiabra de ciencia, sobre los ejemplos y efectos. io experimenta, mientras que la sabiduría gracia gratis dada (palabra de sabi-
2) /Don de curaciones. duría) es la aptitud para comunicar a los demás por la palabra esta impre-
Para confirmar la (-Obrando . . sionabilidad sobrenatural de manera que les instruya, deleite y conmueva
revelación divina. UDon de milagros.
Y esto de dos ma- profundamente 26. Es la facultad de explicar a los fieles la «sabiduría* de la
neras (Profecía religión cristiana; esto es, los altísimos misterios de la Trinidad, encarna-
t_Conociendo . • ción, redención y predestinación, como el mismo San Pablo sabía hacerlo.
..UDiscrcción de espiiiius.
3) Para proponer convenientemente f-Don de lenguas. 21 Hemos consultado para hacer esta exposición al propio SANTO TomÁs (en diversos
a los oyentes la palabra divina .. Interpretación de lenguas lugares de sus obras); a RIBET, La mystique divine t .3 c.5 , a BERAZA, De gratia Christin.18-27
22 Cf. Honi. 29 in epi,t. Cor 12: MG 61,245.
:7 Cor r2,7 11. 23 SuÁREZ, De gratia proleg.3 c.5 n.to.
1-11,11r,I. 24 1-11,111,4 ad 2
1,) cf. 25 Cf. RiBFT, C.5 11.6.
.20 Cf. GARRIGOU-LkGRANGC, De revelatione t.' p.209. Cf. B-11,177,1-2.
Este es el carisma propio y característico de los apóstoles y cl que res- «A veces puede consistir esta ciencia y sabiduría en los dones del
plandecía cn ellos con preferencia a todos los demás de que estaban adot- Espíritu Santo en grado muy perfecto, que en sí son dones que per-
nados. Peto, salvando las distancias, puede entendet se tambien de los apó,- tenecen a la gracia gratum faciens, pero cuyo uso para utilidad de
toles en sentido más lato y universal. Por lo cual no faltan autores que iden- los demás puede referirse a las gracias gratis dadas» 29.
tifican este carisma del sermo sapientiae con el don que suelen llamar de 756. d ) Don de curaciones.—Esta gracia comprende e incluye los
apostolado. hechos milagrosos que tienen por objeto la salud corporal. Es la facultad de
755. c) Palabra de ciencia.—La «ciencia» es la gracia que propone y curar las enfermedades de un modo que supera las fuerzas naturales.
hace gustar al alma las verdades divinas por medio de razonamientos, que Es una de las formas del don de milagros (operaciones de milagros) ; pero
muestran su armonía y su belleza, y por medio de analogías y ejemplos to- esta forma merece mención especial en atención a la preferencia que para el
mados de la naturaleza, que ayudan a entenderlos. Es la facultad de comu- hombre tienen las cosas pertenecientes a su propio cuerpo con relación a
nicar y demostrar las verdades de la religión cristiana de tal manera, que la de las simples cosas exteriores. Puede señalarse todavía otro nuevo matiz
todos, aun los más rudos, puedan entenderlas y retenerlas. San Agustín diferencial: el don de curaciones tiene por objeto conferirnos el beneficio de
—menos exactamente al parecer—enseña que la palabra de ciencia es la facul- la salud corporal, mientras que el de operaciones de milagros se dirige, ante
tad de exponer las cosas que pertenecen a las buenas obras y costumbres 27. todo, a la manifestación de la gloria de Dios y a confirmarnos en la fe. Vea-
Entre la gracia gratuita de «ciencia* y el don del mismo nombre existe mos cómo lo expresan Santo Tomás y los Salmanticenses:
la misma relación que entre la gracia gratuita, palabra de sabiduría,y el don de Santo Tomás.—«El don de curaciones se enumera aparte, porque
sabiduría. El don es para el alma que lo recibe, la gracia gratuita es para con él se confiere al hombre el beneficio de la salud corporal, ade-
la instrucción-y-edificación del prójimo. Oigamos a Santo Tomás, que lo más del beneficio común que se muestra en todos los milagros, o
dice así expresamente:
sea que los hombres vengan en conocimiento de Dios» 3c).
«La sabiduría y la ciencia no se cuentan entre las gracias gratis Salmanticenses.--«Se divide (la gracia de los milagros) en don de
dadas en el sentido en que se enumeran entre los dones del Espíritu curaciones, cuando se hacen los milagros en provecho de nuestra sa-
Santo, o sea en cuanto que el alma se dispone convenientemente para lud y vida corporal; y en operaciones de milagros, cuando se limitan a
ser movida por el Espíritu Santo en orden a las cosas pertenecien- manifestar la divina omnipotencia confirmando con ello la fe* 31.
tes a la sabiduría y a la ciencia...; pero se cuentan entre las gracias
gratis dadas en cuanto importan cierta abundancia de ciencia y sabi- 757. e ) Don de milagros.—«Esta gracia se entiende comúnmente
duría, de tal modo que el hombre pueda no sólo saborear rectamente del don de milagros en el orden físico, con el que se relaciona, como la es-
las cosas divinas en sí mismo, sino también instruir a los otros y pecie al género, el don de curaciones, del que acabamos de hablar. Abarca,
convencer a los contradictores. Y por eso se pone significativamente pues, todas las derogaciones de las leyes de la naturaleza, realizadas sobre
entre las gracias gratis dadas la palabra de sabiduría y la palabra de cien- el hombre o las otras cosas sensibles, ya sea para convencer de la realidad
cia, porque, como dice San Agustín (De Trinitate 1.11. c.x ad med.), de la doctrina, ya para manifestar el poderío de la santidad. Privilegio glo-
una cosa es conocer solamente lo que el hombre debe creer para al- rioso que posee tan sólo la Iglesia de Jesucristo como testimonio irrefraga-
canzar la vida eterna, y otra conocer cómo puede esto mismo apro- ble de su celestial origen y de su misión divina» 32.
vechar a los buenos y defenderse contra los malos* 28. El texto griego de la epístola de San Pablo pone en plural estas dos
últimas gracias: xapíoverra Tapa-rcav = «gratias sanitatum»; ._vEpy.,pccra 6v-
));
Este carisma palabra de ciencia solían tenerlo comúnmente los doctores, de
váliEc.zy = «operationes virtutum>> (vers.9- ro). Con lo cual insinúa clara-
que habla el Apóstol después de nombrar a los apóstoles y a los profetas mente que estos dos carismas deben ser considerados como dos géneros,
( Cor 12,28). Los doctores eran distribuidos en la primitiva Iglesia por las que incluyen debajo de ellos varias especies diferentes. De tal manera que
ciudades y aldeas; allí residían, y tenían la facultad de explicar de una ma- los que estaban adornados con estos carismas no sanaban todas las enfer-
nera apta y conveniente a los catecúmenos y neófitos las verdades de la fe medades ni producían toda clase de milagros, sino únicamente aquellos para
cristiana cuyo conocimiento era necesario para todos. Sin embargo, el oficio los que el Espíritu Santo les daba virtud especial. De forma que para las
de los «doctores)) era distinto del ordinario ministerio eclesiástico, aunque diversas enfermedades y distintas especies de milagros se requerían diver-
también a los mismos ministros ordinarios de la Iglesia incumbía el oficio sos y distintos carismas 33.
de enseñar y exhortar a los fieles.
Pero es preciso advertir que cuando la santidad interior acompaña a las 758. f) Profecía.—Al estudio de esta gracia—una de las más im-
gracias exteriores, esto es, cuando en lo íntimo del alma han alcanzado los portantes entre las gratis dadas—dedica Santo Tomás cuatro grandes cues-
dones del Espíritu Santo proporciones extraordinarias, se pueden conside- tiones en la segunda parte de su Suma Teológica 34, y alude a ella en casi
rar las gracias gratuitas de «sabiduría» y de «ciencia* como una irradiación todas sus demás obras. Dada su importancia, vamos a recoger aquí, aunque
y extensión de los dones del Espíritu Santo del mismo nombre. O, sí se sea brevísimamente, las conclusiones de la Suma Teológica.
quiere, podemos decir que, en tanto que procuran la santificación del alma
que las recibe, la «sabiduría* y la «ciencia* son dones del Espíritu Santo; y 29 SUÁREZ, De gratia proleg.3 c.5 n.8; cf. RIBET, 0.C., C.5 11.5.
pasan a ser gracias gratis dadas en cuanto concurren a la edificación del 30 II-II,178,1 ad 4.
prójimo. Oigamos a Suárez exponer esta doctrina: SAIMANT10ENSES, Arl,nr praedicanient. virtu!urn § 17 n.166.
32 RiBET, 0.C.. f.3 C.5 11.8; Cf. II-11,178.
27 s.Aucusr., De Trinit. 1.12 C.14 : ML 4.2,1oo9-i 2. 3, Cf. BER \ZA, De g ■ atia 11.23.
28 1-11,111,4 ad 4. 34 Cf. II-11,171-74.
Cuestión r7r.—i) La profecía es un fenómeno de conocimiento. Es un 16) Como los profetas son movidos por el Espíritu Santo, como ins-
milagro intelectual que abarca un doble elemento: un conocimiento intelec- trumentos deficientes con respecto al principal agente, no es necesario que
tual sobrenatural y la manifestación de esc conocimiento (a.1). los profetas conozcan todas las cosas que el mismo Espíritu Santo intenta
2) A semejanza de las demás gracias gratis dadas, la profecía no es un manifestar en sus visiones, palabras o hechos proféticos (a.4).
hábito. La luz profética la recibe el profeta a modo de pasión o de impre-
Cuestión 174.-17) La profecía se divide convenientemente según la
sión transeúnte (a.2).
divina predestinación, la presciencia y la conminación (a. r).
3) Aunque es cierto que bajo la luz profética pueden caer tanto las
18) La profecía que se hace por visión intelectual es mucho más exce-
cosas divinas como las humanas, tanto las espirituales como las corporales,
lente que la verificada por visión imaginaria y por semejanza de las cosas
sin ernbargo, le pertenece proprísimamente la revelación de los futuros con-
corporales (a.2).
tingentes (a.3).
19) Los grados de la profecía propiamente dicha hay que establecer-
4) El Profeta no conoce por la divina revelación todas las cosas que los según las diferentes clases de visiones imaginarias; no según las visio-
pueden conocerse proféticamente--necesitaría para ello contemplar en sí
nes corporales (por defecto) ni según las intelectuales (por exceso) (a.3).
mismo la Verdad primera, que es el Principio de donde emanan—, sino
2o) Entre todos los profetas del Antiguo Testamento, Moisés fue el
únicamente las que se le comunican por la misma divina revelación (a.4)•
mayor en absoluto (simpliciter); lo cual no impide que otros fueran mayo-
5) El profeta tiene la máxima certeza de que le ha sido revelado por
res en determinados aspectos (secundum quid) (a.4).
Dios todo lo que conoce en virtud de su espíritu profético; pero las cosas
21) Como la profecía incluye en sí la visión de alguna verdad sobre-
que conoce únicamente por su instinto profético no tienen para él certeza
natural lejana, síguese que no hay lugar para ella entre los bienaventura-
absoluta, ni puede plenamente distinguir si las pensó por algú.n instinto
dos (a.5).
divino o sólo por su espíritu propio (a.5).
22) La profecía, en cuanto se ordenaba a la manifestación de la fe,
6) Como la profecía no es sino un reflejo de la divina presciencia, es
creció con la sucesión de los tiempos; pero en cuanto por ella se dirigía el
imposible otise se refiera a algo falso (a.6).
género humano en sus obras, no convenía que se diversificara según los
Cuestión 72.-7) Como la profecía propiamente dicha se refiere a los diversos tiempos, sino según la condición de los negocios (a.6).
futuros contingentes, que escapan en absoluto a toda previsión humana, es Es imposible determinar con mayor precisión, claridad y exactitud todo
imposible que tenga una causa puramente natural. Sólo puede verificarse lo referente a esta gracia extraordinaria de la profecía que la expresada en
por divina revelación (a.i). las anteriores conclusiones del Doctor Angélico. Ellas nos darán la clave
8) La revelación profética tiene por autor principal al mismo Dios; y para juzgar de la verdad o falsedad de las profecías que se registran con
llega a los hombres por medio de los ángeles, como ministros de Dios (a.2). frecuencia en las historias de los verdaderos y falsos místicos.
9) No se requiere para la profecía ninguna disposición previa natural.
Se infunde a los hombres por la sola voluntad del Espíritu Santo (a.3). 75g. g) Discreción de espíritus.—Es la facultad de distinguir los ver-
o) Aunque por la maldad de costumbres y el desorden de los afectos daderos de los falsos profetas; el espíritu bueno, del malo; las inspiraciones
se ponga un gran impedimento a la profecía, puede, sin embargo, existir en de Dios, de los engaños del demonio; las mociones de la gracia, de los sim-
un sujeto privado de caridad, toda vez que afecta al entendimiento (no a la ples movimientos de la naturaleza.
voluntad, como la caridad) y es infundida por Dios para utilidad de los Este don de discreción de espíritus se confería ordinariamente, en la pri-
prójimos, no para la santificación propia (a.4). mitiva Iglesia, junto con el don de profecía; de tal forma, que la exhortación
1) El demonio no puede ser la causa de una profecía propiamente de un profeta era juzgada por los demás profetas en virtud de su don de
dicha, porque el conocimiento de los futuros contingentes trasciende y re- discernimiento. La discreción de espíritus debe considerarse, pues, como un
basa las fuerzas del entendimiento angélico, siendo propio y exclusivo de complemento de la profecía para precaver sus peligros.
Dios (a.5). San Felipe Neri, San José de Cupertino, M. Olier y sobre todo Santa
12) Sin embargo, los falsos profetas, inspirados por el demonio, dicen Rosa de Lima y el santo Cura de Ars poseyeron este don en grado eminen-
a veces alguna verdad. Ya porque es imposible un conocimiento totalmente te, como veremos en su lugar (cf. n.8o8ss).
falso sin mezcla alguna de verdad, ya por especial disposición del Espíritu
Santo, como en el caso de Balaam. Y así aquello verdadero que dicen pro- 76o. h ) Don de lenguas.—Es la <T'asolana>, o don de lenguas,
cede del Espíritu Santo (a.6 c et ad 1). que se presenta bajo diversas formas. Consiste ordinariamente en un cono-
Cuestión 173.-13) Las cosas que conocen los profetas no las perciben cimiento infuso de idiomas extranjeros sin ningún trabajo previo de estu-
dio o ejercicio. El prodigio se verifica en el que habla o en los que escuchan,
contemplando la esencia divina; sino en ciertas semejanzas, reflejadas como
según que se hable o que se entienda una lengua hasta entonces desconocida.
en un espejo y percibidas por divina ilustración (a.i).
Pero a veces el milagro toma un carácter todavía más maravilloso: mien-
14) La revelación se hace a los profetas a veces por simple ilumina-
tras el orador se expresa en un idioma extran iero, los oyentes le escuchan
ción de su entendimiento, y otras veces por nuevas especies infusas u orde-
en el suyo propio, completamente diferente; o lo que es todavía más prodi-
nadas de otra manera (a.2).
gioso: hombres de diversas naciones escuchan, cada uno en su propio idio-
15) La visión profética no siempre se hace con abstracción de los sen-
ma, lo que el orador va diciendo en uno solo completamente distinto 35.
tidos, o sea de tal manera que el profeta nada perciba por sus sentidos ex- Esta <Tlosolalim alcanzó su máximo exponente en la mañana de Pen-
ternos; sino solamente la que se verifica en sueños o en la contemplación tecostés cuando los apóstoles empezaron a publicar en diversas len,,uas las
de las cosas divinas por especies imaginarias, para que no se confunda con
lo que se está percibiendo exteriormente (a.3). Cf
grandezas de Dios (Act 2,4). Es también muy extraordinario el caso de San fuerza superior, estuviesen netamente definidos y perfectamente caracteri-
Vicente Ferrer. zados, la confusión entre los dos órdenes sería imposible y no habría lugar
para estudiar aquí los fenómenos naturales que puedan parecerse a los mís-
76x i) Interpretación de lenguas.—Este don fue en la primitiva ticos. Pero como, por desgracia, aunque es cierto que la naturaleza tenga
Iglesia un complemento del anterior. Ocurría con frecuencia que las pala- sus leyes fijas y reconozca fronteras que no le es permitido traspasar, el co-
bras proferidas mediante el don de lenguas no eran entendidas por los oyen- nocimiento imperfectísimo que tenemos de la potencia intrínseca de los
tes, por realizarse el fenómeno sólo en el que hablaba. De donde se hacía seres naturales y de sus condiciones exteriores de acción nos expone a gran-
necesario otro don para interpretar aquellas palabras extrañas. Consistía, des perplejidades e incluso a incurrir en verdaderas equivocaciones y enga-
pues, este don en la facultad de exponer en lengua conocida las cosas pro- ños sobre las auténticas fronteras que dividen y separan los dos mundos:
feridas en lenguas extrañas mediante el don de lenguas. Esta facultad acom- el natural y el sobrenatural» 39.
pañaba a veces al mismo glosólalo; otras veces la recibía alguno de los pre- Si a esto añadimos que muchas veces se presentan las dos cosas juntas
sentes súbitamente inspirado por el Espíritu Santo. Los que poseían este o mezcladas, presentando un mismo fenómeno aspectos puramente natu-
carisma solían llamarse «intérpretes», y su oficio era interpretar a los glosó- rales y otros francamente sobrenaturales, la dificultad sube de punto y llega
lalos, exponer públicamente las epístolas de San Pablo o de otros y tradu- a su paroxismo, requiriéndose en la práctica extraordinaria habilidad y
cirlas a otros idiomas. cautela para acertar a distinguir lo natural de lo sobrenatural y el oro del
Tales son las maravillosas manifestaciones gratuitas del Espíritu Santo oropel.
tal como las concebía el Apóstol. Evidentemente no fue su intención enu- De todas formas es preciso no exagerar. Un espíritu culto, reflexivo y
merarlas todas y es probabilísimo que en la práctica existan muchas más. atento encontrará siempre en todo caso datos suficientes para poder formu-
Sólo Nuestro Señor Jesucristo las poseyó todas por modo eminente y en lar su diagnóstico con todas las garantías de acierto. No sabemos ciertamente
forma de hábitos permanentes que podía usar a su arbitrio 36. En los santos todo lo que puede la naturaleza, pero sabemos ciertísimamente lo que no puede
no se encuentran sino con reservas y alternativas 37; nunca o rarísima vez en de ninguna manera. En la mayoría de los casos bastará estudiar atentamente
forma habitual. el fenómeno producido, con todas sus circunstancias y efectos, para poder
Más adelante, al estudiar los fenómenos místicos en particular, veremos discernir con las máximas garantías de seguridad si se trata de algo pura-
el papel importantísimo que en la explicación de tales hechos habrá que mente natural o si es necesario buscarle una causa más allá del mundo de
conceder a las gracias gratis dadas. Pero antes es preciso que digamos dos lo sensible o en qué proporción se mezclan lo natural y lo sobrenatural. En
palabras sobre las otras dos causas que pueden producir fenómenos aparen- este examen y diagnóstico es preciso evitar con el mayor cuidado dos ex-
temente místicos: la simple naturaleza y el demonio. tremos igualmente viciosos: transformar continuamente lo extraordinario en
sobrenatural y empeñarse en no ver nunca sino efectos y manifestaciones de
las fuerzas ocultas de la naturaleza.
ARTICULO 2 763. 2. Causas principales de los fenómenos de orden natural.—
Dejando a un lado los pseudofenómenos producidos por la impostura y el
LAS CAUSAS PURAMENTE NATURALES engaño—no es ése el objeto de nuestro estudio y son, por otra parte, los
más fáciles de descubrir para un técnico en la materia—, cuatro son las prin-
En este artículo—como en el anterior—examinaremos el problema des- cipales fuentes de esta clase de fenómenos puramente naturales:
de un punto de vista general, reservando la explicación del papel que la
naturaleza puede desempeñar en cada caso al estudiar los fenómenos mís- 1. a Elementos de orden fisiológico.
ticos en particular 38. 2.a La imaginación.
3.a Los estados depresivos del espíritu.
762. 1. Importancia y dificultad de esta materia.---1Es evidente 4.a Las enfermedades.
que la naturaleza, en el hombre particularmente, puede ofrecer anomalía s y Vamos a decir dos palabras sobre cada una de ellas.
fenómenos sorprendentes, que confinan, al menos aparentemente, con los
prodigios sobrenaturales; y este parecido lleva consigo el peligro, tan grave 764. I.a ELEMENTOS DE ORDEN FISIOLÓGIC0.—Sin llegar a los exce-
como frecuente. de confundir estos dos órdenes, tan diferentes en realidad. sos de la escuela criminológica de Lombroso—que hace de los delincuen-
Es, pues, cuestión de importancia capital señalar ese peligro, conocer sus tes otros tantos enfermos al proclamar la doctrina de que la conducta del
causas y formas diversas y formular reglas precisas y exactas para evitar o hombre es el resultado fatal de sus tendencias innatas, a las que es imposi-
prevenir las ilusiones. ble resistir—, es preciso reconocer que el temperamento, o sea, «la natura-
La dificultad de discernir lo sobrenatural de lo natural es a veces muy leza física del hombre o el conjunto de sus inclinaciones innatas modificadas
grande. Lo sobrenatural empieza donde lo natural acaba. Si estos límites, por el medio ambiente» 40, juega un papel muy importante en la trama com-
que marcan el punto final de la naturaleza y la entrada en escena de una plejísima de la psicología humana.
La explicación de este hecho es preciso buscarla en las relaciones estre-
36 Cf. 111,7,7. chísimas que existen entre nuestro cuerpo y nuestra alma. Sustancias in-
37 Cf. LÓPEZ EZQUERRN, 1,1/Cerila MV,tiCO tr.4 c. n.S.
3 Heln, consultado principalmente las ,,i,y,uient, obras: Rnir.T. my,tique divine t 4 completas, ordenadas el uno a la otra, se unen en un todo sustancial para
(París 9031; MÉRic, L'imagination et les prodilz.'s (Parí, 1927); DR. T. PooD, Los fenMnen,,s constituir nuestro yo único. De ahí la constante y mutua repercusión del
misterios,e del psiquismo; I)R. SURBLED, La moral en sm relacione, con lo medicina (Barcelo-
na 1937); HENRI 130N, Compendio de medicina c,tt,ilica (Madrid 1942); GoEnRI.,, mys- 39 RIRET, 0.C., t 4 c n.I - 2.
tique divine (París 1861-6.2. 40 1. GUIRERT, El carcí, ter p.91.-5.
elemento somático sobre lo psíquico y de éste sobre aquél. Una noticia ines- to no impiden alcanzarlas cuando le place a Dios comunicarlas. Santo Tomás
perada, recibida de pronto en nuestro entendimiento, hace latir fuertemente proclama esta doctrina al hablar de la profecía—lo hemos visto más arri-
nuestro corazón; una ligera anomalía en el funcionamiento de cualquiera de ba 45—, y otro tanto se debe decir de todas las demás comunicaciones so-
nuestros órganos vitales es capaz de trastornar nuestro espíritu, incapacitán- brenaturales. La historia de las almas admitidas a estos favores de la divina
dolo para el desempeño expedito de sus funciones. gracia atestigua claramente que Dios sabe acomodarse a las más diversas
De ahí la necesidad de atender cuidadosamente al elemento físico-psíqui- complexiones, y que ninguna de ellas puede representar un obstáculo insu-
co del paciente cuando se trata de buscar las causas de los fenómenos místi- perable a Aquel que con sola su voluntad pudo sacar todas las cosas de la
cos o de dictaminar sobre su verdad o falsedad en un caso determinado. nada.
Hablando el cardenal Bona de las visiones y revelaciones y formulando
reglas para discernir las verdaderas de las falsas, recomienda examinar con 766. b) El sexo.—Otro de los factores somáticos que es preciso tener
toda escrupulosidad y exactitud la constitución corporal del paciente, a causa en cuenta al dictaminar sobre fenómenos real o aparentemente místicos es
de la influencia que puede ejercer en la producción de esos fenómenos. Es- el referente al sexo, ya que, en igualdad de circunstancias, las mujeres están
cuchemos sus palabras: más predispuestas a la ilusión. Su organización nerviosa, delicada, afectiva,
las hace más accesibles al sentimiento que a la razón, más a la pasividad que
«Hay que considerar la constitución del cuerpo, de la cual depen- al dominio de sí mismas. Mucho más puras que el hombre—cuando son
den la mayor parte de las inclinaciones del alma. Por lo mismo pue- puras—, van a Dios con un impulso más fácil; y débiles, inconstantes, in-
den ser engañados fácilmente los que gozan de poca salud, los que saciables de emociones, ¿qué de extraño es que hagan a veces de la piedad
poseen una imaginación alborotada y vehemente, los que abundan un asilo y un apoyo para fomentar toda clase de ilusiones espirituales? Por
en algún humor (atrabile) que suele trastornar la fantasía impri- eso, todos los maestros de la vida espiritual recomiendan la propensión a la
miendo en ella las imágenes de los sentidos alterados, de tal forma desconfianza cuando se presenten los primeros síntomas de fenómenos ex-
que creen soñar despiertos y hasta ver y oír lo que ni con la vista ni traordinarios en almas femeninas cuya virtud acrisolada no esté ya fuera de
el oído perciben» 41. toda duda por una larga experiencia de dirección espiritual. Es preciso man-
tenerse en guardia contra sus impresiones, insinuaciones y relatos, y no pro-
Echemos ahora una rápida ojeada a los principales elementos de orden nunciarse sobre la sobrenaturalidad de sus fenómenos sino después de madu-
fisiológico que más de cerca pueden influir en la producción de fenómenos ro examen y de las pruebas más convincentes. Santa Teresa tiene observa-
aparentemente místicos: el temperamento, el sexo y la edad 42. ciones atinadísimas hablando de este delicado asunto; tenía «harta experien-
cia de ellol 46.
765. a) El temperamento 43.—De todos los temperamentos fisiológicos,
No obstante, es preciso añadir en favor del sexo débil que estas desven-
el melancólico es el más propenso y expuesto a las ilusiones místicas. Re-
tajas puramente somáticas están contrapesadas en la mujer por una abnega-
cuérdense las páginas que le dedica Santa Teresa poniendo en guardia a las
ción y generosidad en el servicio de Dios incomparablemente superiores a
prioras sobre la admisión o conducta que deben observar con las monjas
las del varón. De hecho, todos los autores se ven obligados a admitir que
«melancólicas» 44.
a ellas les corresponde la mejor parte en la distribución divina de las gracias
Por su misma naturaleza, el melancólico tiende a la concentración de su
místicas. Quien negara este hecho pondría de manifiesto su ignorancia de
espíritu y a los extravíos de la imaginación. Se comprende perfectamente
la historia de la espiritualidad cristiana.
que, llevada hasta el exceso, la abstracción de las cosas exteriores tenga cier-
to parecido con el éxtasis y que la vivacidad de las imágenes suscitadas en 767. c) La edad.—En fin, independientemente de su constitución ín-
el espíritu haga creer en visiones y revelaciones sobrenaturales. tima o temperamento y de las influencias del sexo, el organismo humano
El temperamento nervioso, en el que predominan la impresionabilidad acusa fuertemente las vicisitudes de la edad. La infancia y la vejez son los
y el movimiento, puede dar lugar a las mismas ilusiones. Las conmociones períodos de máxima debilidad. Al principio de la vida, el cerebro, demasia-
inesperadas y profundas imprimen una sacudida brusca en la imaginación, do tierno todavía, recibe las impresiones con. una vivacidad excesiva, que,
la exaltan y la muestran por todas partes, en el desconcierto de sus imáge- unida a la inexperiencia, sabe dar muchas veces cuerpo real a representacio-
nes, lo extraordinario y sobrenatural; divino o diabólico, triste o alegre, se- nes puramente imaginarias. En el declive de la vida, el órgano corpóreo que
gún las circunstancias. la Providencia puso al servicio de nuestra vida intelectual escapa con fre-
El temperamento sanguíneo, amigo del placer y ávido de caricias, se incli- cuencia al imperio de la voluntad, y la impotencia o dificultad de razonar
na por su propio peso a las dulzuras místicas, a las suavidades espirituales hace tomar por realidades las imágenes vacilantes del espíritu. Los prime-
y, por lo mismo, a todas las ilusiones de la vida activa y sentimental. ros impulsos de fervor exponen también a los adolescentes y novicios a toda
No se debe exageran—Claro está que del hecho de que estas tendencias clase de ilusiones, haciéndoles tomar por manifestaciones sobrenaturales las
somáticas exponen al error sería absurdo concluir que las gracias místicas conmociones de un organismo impetuoso y las vivas pinturas de una ima-
verdaderas no se encuentran jamás en las complexiones que acabamos de ginación sobreexcitada.
señalar. Dios no toma consejo para derramar sus gracias sino a su miseri- De todas formas, ninguna edad está excluida de las comunicaciones mís-
cordia y a su bondad. Los deseos y anhelos de la naturaleza no pueden ticas. Niño todavía, el casto José entrevé bajo una forma simbólica su futura
elevar a estas alturas, del mismo modo que las dificultades del temperamen- grandeza 47, y el patriarca Jacob, anciano decrépito, despliega ante los ojos
4 1 CARDENAL BONA, De discretione sphituum C.20 n.3.
42 cf. RIBET, 0.C., t.4 C.3, cuyas palabras traducimos, a trechos, literalmente. 45 11-11,172,3.
4 3 Hemos hablado largamente de él en otro lugar (cf. n.64oss). 46 cf. k TERESX, /-101,/c/C'011CS C.8.
47 Cf. Gen 37,7.
44 SANTA TERESA, Ft/tIdatiOtleS C.7.
de sus hijos los misterios del porvenir 48. Samuel y más tarde Daniel reciben en términos generales, vamos a establecer desde ahora dos principios de im-
desde su infancia la misión profética, y la ejercen hasta edad muy avanza- portancia capital para saber hasta dónde puede llegar la imaginación y cuáles
da 49; y a San Juan Evangelista, anciano desterrado en Patmos, se le confían son las fronteras que no le es permitido traspasar. Helos aquí con toda cla-
los secretos del Apocalipsis y la redacción de su sublime evangelio 5°. La ridad y pi ecisión:
historia de los santos no es sino una gloriosa confirmación de los preceden-
tes escriturarios que acabamos de señalar. 769. a) La imaginación no crea nada.—Lo que se ha convenido en lla-
mar «creaciones de la fantasía* no son creaciones propiamente tales; son sim-
768. 2.5 LA IMAGINACIÓN 51.—La segunda fuente puramente natural ples combinaciones de imágenes ya adquiridas anteriormente. Según los prin-
de donde emanan gran parte de los fenómenos pseudomísticos es, induda- cipios de la filosofía aristotélico-tomista, los oficios de la imaginación son
blemente, la imaginación del paciente. únicamente estos tres: a) recibir las percepciones del sentido común y retener-
Es la imaginación una de nuestras facultades más fecundas. Tiene a su las en ausencia de los sensibles; b) evocarlas y reproducirlas; c) unirlas entre
disposición el formidable poder de evocar los fantasmas pasados, de crear sí y con la sensación del sentido externo y del sentido común, con lo cual
nuevas imágenes, de separar o juntar los elementos de las cosas, de multipli- convierte la simple sensación en percepción. La fantasía recibe sus objetos de
car los seres coloreándolos con exquisito lujo de matización. Facultad má- los sentidos externos mediante el sentido común. Nada hay ni puede haber
gica que, siendo puramente corporal y orgánica, confina, no obstante, con «naturalmente» en la fantasía que no estuviera antes de algún modo en el
el mundo de los espíritus; que sabe espiritualizar los cuerpos y materializar sentido externo: «nihil est in phantasia, quod prius aliquo modo non fuit
los espíritus; lazo misterioso de unión entre los dos mundos, en que la na- in sensu externo» 54. •
turaleza del hombre se refunde en la unidad y la armonía. Por consiguiente, por viva y poderosa que la supongamos, la imagina-
El cerebro es el órgano e instrumento de la imaginación y de la memoria ción encuentra límites—ya en el mismo campo puramente natural—que no
sensitiva, como lo es también del sentido común y de la facultad estimati- le es posible franquear. El círculo de su acción es limitado. Recibe los mate-
va 52. Y como, en el estado actual de la naturaleza humana, nuestro entendi- riales que le llegan de los sentidos externos a través del sentido común, se
miento necesita de los fantasmas de la imaginación como único modo conna- apodera de ellos, los conserva, los aproxima y combina según las leyes de la
tural de conocer, se comprende fácilmente que según que el cerebro, órgano asociación, que no son conocidas todavía sino de una manera muy imper-
de la imaginación, esté más o menos sano y dispuesto, la vida intelectual se fecta; fabrica con ellas escenas, cuadros tristes o alegres, ordenados o con-
ejercerá con mayor o menor regularidad y perfección. La imaginación, más fusos, que tienen siempre por punto de partida un objeto que nosotros hemos
que ninguna otra facultad orgánica, se resiente de las menores alteraciones visto o percibido por los sentidos externos y que se confunde con el recuerdo.
del organismo; y si el cerebro escapa al imperio de la voluntad, las imágenes Pero jamás tiene el poder de crear esos materiales. La imaginación nada sabe
van y vienen como las hojas de un libro abandonadas al capricho del viento: fuera de lo que ha percibido por el mundo de los sentidos.
unas veces vivas y ardientes como las más concretas realidades; otras veces, Esto quiere decir que cuando nos encontremos, v.gr., con un sujeto que
vagas, indecisas, flotantes como los sueños de la noche. hable o escriba correctamente idiomas extranjeros sin haberlos jamás apren-
De aquí proceden las innumerables ilusiones de que la imaginación hace dido, sin haberlos oído pronunciar nunca o sin conocer siquiera los carac-
víctima al hombre. Por admirable que sea en su mecanismo y en sus pintu- teres gráficos con que se representan en la escritura, hay que concluir inme-
ras, la imaginación es también para el hombre una fuente perpetua de erro- diatamente que aquello no puede ser el resultado de un impulso de la ima-
res. Pero nótese bien: no porque ella traicione jamás a la verdad, toda vez ginación. Estamos en presencia de un fenómeno que rebasa manifiestamente
que las imágenes que presenta existen y son siempre verdaderas en cuanto las fuerzas naturales de la imaginación. El fenómeno será sobrenatural o
imágenes, sino porque el hombre se engaña a sí mismo por un juicio erróneo, preternatural: habrá que estudiarlo en cada caso; pero, desde luego, puede
ya sea transformando esas imágenes en objetos reales, ya refiriéndolas a una afirmarse, sin ningún género de duda, que de la simple imaginación no pue-
causa exterior gratuita o falsamente supuesta. La imaginación presenta una de ser.
imagen y el hombre la convierte en realidad; el error no está en la imagina-
ción, sino en el juicio que le sigue 53. Por consiguiente, no es lícito llamar 77o. b) La imaginación no puede derogar las leyes de la naturaleza.—
a la imaginación da loca de la casa»; la locura está en el que afirma lo que Las curaciones súbitas de heridas exteriores notables, de lesiones profundas,
no ve o más de lo que ve; no en la facultad, que se limita a presentar la rea- de llagas inveteradas, de mutilaciones; en una palabra, todas las restaura-
lidad de la imagen tal como es en sí misma. ciones orgánicas (instantáneas o no) para cuya explicación satisfactoria no
De todas formas es inmenso el poder de la imaginación para turbar el basten las fuerzas reparadoras de la naturaleza, acusan la presencia de una
juicio del entendimiento más sereno y equilibrado. Es preciso reconocer que causa superior y no pueden en modo alguno atribuirse a la imaginación.
a ella se deben la mayor parte de las ilusiones místicas puramente naturales. Por ahora basten estos dos principios. Al estudiar los fenómenos en par-
Al estudiar los fenómenos místicos en particular, hablaremos largamente del ticular, insistiremos en el papel que en cada uno de ellos podría desempeñar
papel que la imaginación puede desempeñar en cada uno de ellos. Pero ya, la imaginación. En la mayoría de los casos, nos bastará una sencilla aplica-
ción de los principios que acabamos de sentar para pronunciar nuestra sen-
48 Cf. Gen 49,1s. tencia con todas las garantías de seguridad y acierto. •
49 cf. Reg c.3 ; Dan r.
50Cf. Apoc 77r. 3.5 Los ESTADOS DEPRESIVOS DEL ESP íRITU.—Bajo este título, un
5 seguimos citando a RIBET, 0.C., t.4 C.4.
52 Cf. GREDT,
poco amorfo e inconcreto, querernos recoger ciertas irregularidades del es-
Y.I n.492 al 504-
5, Esto no es sino una aplicación de aquella doctrina aristotélico-tomista que pone la ver- píritu que no encajarían bien en ninguna de las otras divisiones que hemos
dad o falsedad en el juicio del entendimiento, jamás en la simple aprehensión. Cf. GRLDF,
0.C., Y.I n.27. 54 cf. H.c., t.1
establecido para el estudio de las causas naturales de los fenómenos aparen-
temente místicos. Estos estados depresivos del espíritu podemos reducirlos 775. Criterios de distinción.—Es preciso, pues, señalar las diferencias
a tres: a) el trabajo intelectual absorbente; b) la meditación religiosa mal que distinguen y separan la excentricidades de la naturaleza sobrecargada
regulada, y c) las austeridades excesivas. Digamos algo de cada uno de ellos de trabajo o extenuada por la debilidad, de los hechos verdaderamente so-
en particular 55. brenaturales. He aquí algunas de las principales reglas prácticas:
I.a En principio, se debe atribuir a la simple naturaleza todo lo que
772. a) El trabajo intelectual absorbente.—Es cosa del todo averiguada sea capaz de realizar por sí misma; y solamente en el caso de que su insu-
que el trabajo intelectual llevado hasta el exceso hace perder la noción de las ficiencia sea notoria para explicar el fenómeno, recurrir a lo sobrenatural
cosas exteriores y fija a veces el espíritu en una especie de inmovilidad ra- o preternatural. Ante una absorción mental que, aun llegada a la enajena-
yana en la enajenación. Platón dice de sí mismo que se absorbía de tal forma ción de los sentidos, pueda explicarse naturalmente, no podemos concluir
en sus contemplaciones filosóficas, que llegaba, a veces, a perder el uso de a priori que estamos en presencia de un éxtasis místico.
sus sentidos externos 56. Lo mismo se cuenta de Sócrates, Carnéades, Ploti- 2.a La manera con que se produce esta absorción y, mejor aún, lo que
no, Jámblico y otros muchos sabios de la antigüedad. Es célebre el caso de de ella se sigue nos dará la clave para distinguirla del verdadero éxtasis mís-
Arquímedes, cuyo poder de abstracción era tan enorme que le tornaba in- tico. La mejor regla para el discernimiento de las verdaderas gracias místi-
capaz de atender a otra cosa que a sus problemas y preocupaciones; y esta cas será siempre la que Cristo nos dejó en el Evangelio: «Por sus frutos los
abstracción fue la causa de su muerte. Es también famoso el caso de Santo conoceréis» 6°.
Tomás de Aquino golpeando, abstraído, la mesa del rey de Francia al en- 3.a La suspensión que proviene de la naturaleza abate y enerva las
contrar, de pronto, la solución a un difícil problema que le tenía preocupado. fuerzas corporales; la sobrenatural, por el contrario, reanima las fuerzas y
De nuestro insigne Ramón y Cajal hemos oído contar que el mismo día en parece comunicar al organismo algo de la robustez y energía del alma.
que debía contraer matrimonio una de sus hijas, se levantó por la mañana Ya veremos más adelante, al estudiar los fenómenos en particular, las
a la hora acostumbrada y se disponía ya a salir de casa para dirigirse a su demás reglas especiales que habrán de tenerse en cuenta en cada caso.
laboratorio, completamente olvidado del fausto acontecimiento familiar.
La suspensión admirativa es todavía más común entre los artistas que 776. 4.a LAS ENFERMEDADES 61.—He aquí otra fuente inexhausta de
entre los sabios y filósofos. Y, entre todas las artes, la música es la más efi- fenómenos naturales que pueden presentar analogías y semejanzas con los
caz para transportar el espíritu y hacerle caer en una especie de enajenación de orden místico. Pero es preciso, en esto como en todo, guardar el equili-
extática. brio mental para caminar siempre por la vía media de la verdad, apartada
773. b) La meditación religiosa mal regulada.—La absorción del espí- por igual de los dos extremos viciosos que hemos señalado más arriba: la
ritu en una meditación religiosa excesivamente intensa y prolongada podría excesiva credulidad del público sencillo y devoto y la hipercrítica raciona-
lista.
producir también ciertos estados morbosos parecidos a los contemplativos.
Los objetos espirituales sobre los que se fija la mirada interior pueden apare- Desgraciadamente, el campo de la medicina ha sido invadido por el ra-
cer como imágenes sensibles, vivas, impresionantes, que se tomarán por reali- cionalismo en casi todas las naciones del mundo. Con un aire de suficiencia
dades o tal vez por manifestaciones de seres misteriosos de ultratumba. Unos y superioridad en el que va implícito un gran orgullo y desprecio de lo so-
creen ver visiones celestiales, otros contemplan horrorizados al demonio, no brenatural, la turbamulta de los sedicentes depositarios del patrimonio
faltan quienes llegan a ver cara a cara la misma esencia divina y otras muchas científico contemporáneo frente al oscurantismo medieval, niegan en nom-
cosas tan estupendas y peregrinas como éstas. Santa Teresa dice que este abu- bre de la ciencia todo lo que pueda trascender los límites de una explica-
so de fijeza y concentración en la oración se encuentra con bastante frecuencia ción puramente natural. «Lo sobrenatural—afirman—es una quimera y una
entre las mujeres; y lo juzga tan pernicioso, que propone, si los otros proce- imposibilidad. Dios—si es que lo hay—no puede derogar las leyes de la
mientos resultan ineficaces, disminuir y aun prohibir a estas personas tem- naturaleza; el demonio—si es que existe—no tiene nada que ver con las
poralmente el ejercicio de la misma oración 57. cosas humanas. Los llamados «milagros* no son sino anomalías, extravíos
aparentes de las leyes de la naturaleza, cuyo conocimiento y dominio po-
774. c) Las austeridades excesivas.—Llevadas hasta el exceso y que- seemos todavía muy imperfectamente; los visionarios son simples alucina-
brantando las fuerzas corporales, las austeridades indiscretas exponen tam- dos; los extáticos, pobres catalépticos, histéricos o letárgicos; los obsesos y
bién a los extravíos del espíritu, transformando los sueños de la imagina- posesos son los hipocondríacos y los locos; y la estigmatización no es sino
ción en favores divinos o en asaltos diabólicos. Los maestros de la vida es- un género especial de neuropatía perfectamente clasificada: la neuropatía
piritual están unánimes en hacer esta observación. Una larga inanición estigmática*.
—afirma el cardenal Bona 58—, los ayunos frecuentes y las vigilias inmode- Ignorancia o mala fe sería desconocer o negar que el desequilibrio orgá-
radas consumen el cerebro y excitan en él vanas y confusas representacio- nico producido por ciertas enfermedades--mentales y nerviosas sobre todo—
nes, a las que el alma ilusionada se adhiere obstinadamente como a revela- pueden presentar analogías y semejanzas con ciertos fenómenos místicos.
ciones divinas. Santa Teresa cuenta que no pudo curar a una religiosa de Pero ¿será preciso acudir a los modernos laboratorios de psiquiatría o a los
semejantes ilusiones sino aconsejando a su confesor «que la quitase los ayu- sanatorios de anormales para explicar a San Pedro de Alcántara, a San Juan
nos y disciplinas y la hiciese divertir» 59. de la Cruz, a San Felipe Neri, a San Francisco de Asís, al evangelista San
Juan, a San Pedro y San Pablo y a todos los profetas que han recibido los
55 Cf. RIBET, 0.C., t.4 C.7.
5, Cf. PLATóN, De convivio, hacia el rin. favores divinos de la contemplación y clel éxtasis? ¿Habrá que recurrir a
5, SANTA TERESA, Fundaciones c.7 n.9; Moradas sextas 3,3. la histeria para comprender a Santa Teresa, a Santa Catalina de Siena, a
58 CARDENAL BONA, De discr. spir. C.20 111,3.
59 SANTA TERESA, Fundaciones c.6 n•14. 60 Mt 7 16
'1 Cf. Rini 1, ,t
Santa Magdalena de Pazzis, a Santa Inés, a Santa Lucía, a esas legiones de
a los ángeles—buenos o malos—y a los demás seres creados, que pueden
vírgenes que el Salvador ha inundado de luz y embriagado de su amor?
influir sobre nosotros. El demonio, pues, sólo puede mover la voluntad ex-
Y cuando Cristo Redentor expulsa a los demonios del cuerpo de los pose- triwecamente «per modum suadentis», esto es, ofreciendo a los sentidos ex-
ternos e internos las especies de las cosas que incitan al mal o excitando el
sos, cuando les increpa públicamente o cuando la santa Iglesia pronuncia
apetito sensitivo para que tienda desordenadamente a esos bienes sensibles;
sobre ellos sus exorcismos, ¿habremos de pensar en una comedia o impos-
tura para explicar esos hechos? jamás inmutando intrínsecamente la misma voluntad (cf. n.219).
Ni tienen derecho los médicos racionalistas a increpar a los teólogos por
4.a Los ángeles buenos y los demonios pueden inmutar intrínsecamente
la imaginación y los demás sentidos internos y externos 66. La razón es por-
«atreverse a invadir el campo de la medicina, que nos pertenece exclusiva-
que esta inmutación puede producirse por el movimiento local de las cosas
mente a nosotros». ¡Bien que han invadido ellos el campo de la Teología,
exteriores o de nuestros humores corporales, y la naturaleza corporal obe-
que debiera ser coto cerrado por su desconocimiento total de la materia!
dece al ángel en cuanto a su movimiento local, como explica Santo Tomás 67.
¿Quién no ve en todo esto una parcialidad irritante y una manifiesta mala fe?
Este es el estado de la cuestión en lo referente a esta clase de fenómenos
5.a Los demonios no pueden hacer verdaderos milagros, como quiera
que éstos excedan por definición las fuerzas de toda naturaleza creada o
que podrían ser atribuidos a desequilibrios patológicos. Por ahora baste-
nos esto. Al estudiar los fenómenos en particular, examinaremos con serena
creable. Pero como la potencia de la naturaleza angélica—que conservan
íntegra después de su pecado—excede con mucho las fuerzas naturales hu-
imparcialidad lo que haya de verdad en todo esto.
manas, pueden los demonios hacer cosas prodigiosas, que exciten la admira-
ción del hombre en cuanto que sobrepasan sus fuerzas y conocimientos
naturales 68.
ARTICULO 3 El demonio, pues, tiene una potencia natural muy superior a la del hom-
bre y puede obrar con ella cosas prodigiosas, que, sin ser verdaderos y pro-
Lo DIABÓLICO pios milagros, exciten la admiración de los hombres y planteen verdaderos
problemas para el discernimiento de esos fenómenos en su relación con los
Al estudiar esta tercera fuente de fenómenos aparentemente místicos naturales y los sobrenaturales. En su lugar señalaremos las principales re-
hemos de contentarnos con someras indicaciones. No podemos desarrollar glas de discernimiento en cada caso; pero bueno será que ya desde ahora
ampliamente un tema que abarca casi toda la Teología de los ángeles y que adelantemos, en sintética visión de conjunto, lo que el demonio no puede
rebasaría desorbitadamente los límites de nuestra obra. hacer de ninguna manera por exceder en absoluto sus fuerzas naturales y lo
que de suyo no excede su capacidad y potencia natural, y podría por lo
777. Doctrina teológica sobre los demonios.—I-Ic aquí, brevísima- mismo realizar con la permisión divina 69.
mente expuesta, la doctrina cle la Iglesia sobre los demonios y las principa-
les conclusiones a que han llegado los teólogos partiendo de los datos re- 778. A) Lo QUE EL DEMONIO NO PUEDE HACER.—I.° Producir un fe-
velados: nómeno sobrenatural de cualquier índole que sea. Es algo que rebasa y
I.a Es de fe que existen los demonios, o sea, un número considerable trasciende toda naturaleza creada o creable, siendo propio y exclusivo de
de ángeles que fueron creados buenos por Dios, pero que se hicieron malos Dios.
por su propia culpa 62. 2.° Crear una sustancia. Supone un poder infinito el hacer pasar una
2.a Los demonios ejercen, por permisión de Dios, un maligno influjo cosa de la nada al ser. Por eso, las criaturas no pueden ser utilizadas por
sobre los hombres, incitándoles al mal 63 y a veces invadiendo y torturando Dios ni siquiera como instrumentos de creación 7°.
sus mismos cuerpos 64. 3.° Resucitar verdaderamente a un muerto. Unicamente podría simular
3.a En medio de los asaltos y torturas de los demonios, la voluntad una resurrección aletargando a un enfermo o produciendo en él un estado
humana siempre permanece libre. La razón es porque—como explica Santo de muerte aparente para producir la ilusión de su maravillosa resurrección.
Tomás 65—la voluntad sólo puede ser inmutada de dos maneras: intrínseca 4.° Curar instantáneamente heridas o llagas profundas. La naturaleza
o extrínsecamente. Ahora bien: sólo Dios puede moverla intrínsecamente, ya —incluso en manos de la potencia angélica—requiere siempre cierto tiempo
que el movimiento voluntario no es otra cosa que la inclinación de la VO- para poder realizar esas cosas. Lo instantáneo está tan sólo en manos de Dios.
luntad a la cosa querida, y sólo Aquel que ha dado esa inclinación a la natu- q.° Las traslaciones verdaderamente instantáneas. Suponen una altera-
raleza intelectual puede inmutada intrínsecamente; porque así como la in- ción de las leyes de la naturaleza, que únicamente puede realizarla su Autor.
clinación na tura/ procede del Autor de la naturaleza, así la inclinación vo- El demonio, como espíritu puro, puede trasladarse de un sitio a otro sin
luntaria no viene sino de Dios, que es el autor de la misma voluntad. Ex- pasar por el medio 71. Pero no puede trasladar un cuerpo sin que éste tenga
trínsecamente, la voluntad puede ser movida de dos maneras: a) eficazmente, que recorrer todo el espacio que separa el punto de partida (término a quo)
o sea, actuando sobre el mismo entendimiento y haciéndole aprehender el del punto de llegada (término ad quem); y esto no puede hacerse instantá-
objeto como bien apetecible (y en este sentido sólo Dios puede mover eficaz- neamente por muy rápido que supongamos ese movimiento.
mente la voluntad, porque sólo El puede penetrar directa e intrínsecamente 6.° Las leyes actuales no permiten en modo alguno la compenetraci(;n
en el entendimiento), y b) ineficazmente, o sea, a modo de simple persuasión
(«per modum suadentis tanturnmodo). Y éste es el modo que corresponde 66 Cf. et 4.
67 Cf. .1,1'0,3; 111,3.
68 Cf. 1,114,4.
6, Cf. D 428; Mt 25,41: 2 rett 2,4.
63 Cf. Eph 6,11-12; Thess 3,5; Petr 5,8 - q.
69 Cf. RIBET, 0.C., t.3 C.6-7.
64 Mt 4,24; I0,I; LC 8,2, etc.
78 Cf. 1,45,5.
65 Cf. L111,2. 71 Cf. I,53,2.
de los cuerpos sólidos. El demonio, espíritu puro, puede, sin duda, atrave-
sar a su arbitrio las sustancias materiales; pero conferir a un cuerpo el pri- 8) Puede substraer los cuerpos a nuestra vista interponiendo entre ellos
vilegio de compenetrarse con otros—atravesando, v.gr., tina pared—supone y nuestra retina un obstáculo que desvíe la refracción de la luz o produ-
una virtud trascendente que Dios se reserva para sí. ciendo en nuestro aparato visual una impresión subjetiva completamente
7.° La profecía estrictamente dicha sobrepasa las fuerzas diabólicas, diferente de la que vendría del objeto.
aunque puede el demonio simularla con ayuda de previsiones naturales, 9) Puede producir la incombustión de un cuerpo interponiendo un
de fórmulas equívocas o de mentiras audaces. Sin embargo, Dios puede obstáculo invisible entre él y el fuego.
valerse de falsos profetas para anunciar alguna cosa verdadera, como en el En resumen: todos los fenómenos que puedan resultar de un movimiento
caso de Balaam o de Caifás; pero entonces aparece claro por el conjunto natural de fuerzas físicas, aunque el hombre no sea capaz de producirlas
de circunstancias que el falso profeta es utilizado en aquel momento como ni siquiera llevando hasta el límite máximo sus energías naturales, puede
instrumento de Dios. en absoluto producirlas el demonio—supuesta la permisión divina—en vir-
8.° El conocimiento de los pensamientos y de los futuros libres escapa tud de su propia potencia natural, extraordinariamente superior a la del
igualmente al control de Satanás; sólo puede valerse de conjeturas. Pero hombre. Pero, cualquiera que sea la naturaleza del fenómeno producido
téngase presente que para la extraordinaria potencia intelectual de la natu- por las fuerzas diabólicas, no rebasará jamás la esfera y el orden puramente
raleza angélica las conjeturas son mucho más fáciles que para el psicólogo natural. Lo sobrenatural no existe aquí más que por relación al hombre, e sto
más eminente; el temperamento, los hábitos adquiridos, las experiencias pa- es, en cuanto que los fenómenos producidos sobrepujan las fuerzas humanas;
sadas, la actitud del cuerpo, la expresión de la fisonomía, el conjunto de pero, considerados en sí mismos, se trata de realidades pura y simplemente
circunstancias, etc., etc., hacen adivinar fácilmente a los espíritus angélicos naturales. Es un caso típico de sobrenatural relativo, que debe llamarse, con
las meditaciones silenciosas de nuestro entendimiento y las determinacio- mayor precisión y exactitud teológica, «preternaturah.
nes secretas de nuestra voluntad. Y con esto vamos a pasar al examen directo de los principales fenóme-
9.° El demonio no puede producir en nosotros fenómenos de orden nos místicos.
puramente intelectual o volitivo 72. Ya hemos señalado más arriba la razón:
en el santuario de nuestra alma, nadie, fuera de Dios, puede penetrar di-
rectamente.
Estas son, brevemente expuestas, las principales cosas que el demonio
CAPITULO II
no puede hacer, relacionadas todas con los fenómenos místicos. Omitimos
muchas otras cosas que no interesan a nuestro propósito.
Los fenómenos en particular
Veamos ahora rápidamente—en espera de un examen más detenido en
sus lugares correspondientes—los fenómenos místicos que el demonio po- División fundamental
dría falsificar.
779. B) Lo QUE EL DEMONIO PUEDE HACER PERMITIE"NDOLO DIOS.— 780. Al proceder al examen y crítica de los fenómenos místicos extra-
i) Producir visiones y locuciones corporales o imaginarias (no las intelec- ordinarios, es preciso que establezcamos ante todo un criterio científico
tuales). para su clasificación y división. No es empresa fácil, ciertamente, por las
2) Falsificar el éxtasis (produciendo un desmayo preternatural). razones que vamos a indicar 1.
3) Producir resplandores en el cuerpo y ardores sensibles en el cora- Es evidente—en efecto—que la acción sobrenatural y mística de Dios
zón. Hay más de un ejemplo de «incandescencia diabólica». sobre el hombre, se dirige principal y finalmente a la voluntad, a fin de ex-
4) Producir ternuras y suavidades sensibles. citar en ella el movimiento inefable de la caridad hacia Dios, que constituye
5) Curar, incluso instantáneamente, ciertas enfermedades extrañas pro- el blanco y fin de toda la vida cristiana. Pero, conforme al orden normal que
ducidas por su acción diabólica. Claro está que no se trata propiamente de rige a la naturaleza racional, esta acción sobre la voluntad pasa de antemano
curación, sino tan sólo de «dejar de dañar», como dice Tertuliano: «Laedunt por la inteligencia y a ella vuelve todavía por el reflejo luminoso del amor.
enim primo, dehinc remedia praecipiunt, ad miraculum, nova sive Y uno y otro—el movimiento intelectual y el afectivo—tienen que some-
contra- terse a la ley inexorable que ata el alma al cuerpo en virtud de su mutua
ria; post quae desinunt laedere, et curasse creduntur» 73. Como la pretendida
enfermedad era debida exclusivamente a la acción de Satanás, cesando la dependencia; y si es cierto que ellos pueden ejercer sobre los mismos ór-
causa, desaparece instantáneamente el efecto. ganos corporales una irradiación gloriosa, los sentidos, a su vez, envían al
6) Producir la estigmatización y los demás fenómenos corporales y sen- alma innumerables influencias del mundo exterior.
En virtud de estas mutuas relaciones y dependencias entre los tres as-
sibles de la mística, tales como los olores suaves, coronas, anillos, etc. Nada
pectos fundamentales de la vida humana—el intelectual, el afectivo y el
de esto sobrepasa las fuerzas naturales de los demonios, como veremos en
sus lugares correspondientes 74. orgánico—, resulta muy difícil y arriesgado intentar establecer una clasi-
7) No puede el demonio derogar las leyes de la gravedad, pero puede ficación verdaderamente científica de los fcnomenos místicos, toda vez que
la mayoría de ellos tienen una repercusión simultánea o sucesiva en los tres
simular milagros de este género por el concurso invisible de sus fuerzas na-
órdenes citados. Sin embargo, según que la acción divina tenga su foco y
turales. Téngase presente para la cuestión de la levitación: pueden darse
levitaciones diabólicas, como en el caso de Simón Mago. asiento principal en el entendimiento, en la voluntad o en el organismo del
que la experimenta, podemos clasificar y caracterizar los fenómenos místicos
7' Cf.
73 TERTULIANO, Apolog C.22: ML 2,468-69. por este aspecto predominante y fundamental.
7 4 Cf CARDENAL BONA, n.C., C.7
MIL
Cf. RIBET, O C., t.2 preambulo.
Vamos, pues, a clasificar y dividir los grandes fenómenos de la mística Apenas hay nada que añadir aquí sino que la expresión espiritual-cla-
a base de esos tres grandes aspectos de la vida humana: el intelectual, el ramente explicada, por otra parte, por el mismo San Agustín-fue substi-
afectivo y el orgánico. Tres serán, según esto, las series de fenómenos que tuida posteriormente por la de <dmaginaria», más precisa y exacta.
vamos a examinar: Esta división de San Agustín ha sido aceptada con absoluta unanimidad
a) Fenónzenos de orden cognoscitivo. por los Padres y los teólogos 5. Santo Tomás habla de ella en varios lugares
de sus obras, sobre todo al explicar el rapto de San Pablo en la Suma Teo-
b) Fenómenos de orden afectivo.
c) Fenómenos de orden corporal. lógica 6.
Estas tres clases de visiones-advierte Meynard 7-pueden ser simultá-
Cada una de estas series tendrá sus correspondientes subdivisiones, como neas o sucesivas. No hay entre ellas orden absoluto y riguroso-Dios puede
veremos. Y al estudiar los fenómenos en particular, procuraremos tener el comunicarlas en la forma que le plazca-, aunque sí orden de prelación y
siguiente estilo: ante todo, expondremos el hecho en sí mismo y en sus prin- jerarquía. El primer lugar corresponde a las intelectuales, que son las más
cipales variedades-si las tiene-; a continuación señalaremos sus causas, y, excelentes; luego vienen las imaginarias, y en último lugar las corporales,
finalmente, examinaremos sus falsificaciones en el orden natural y en el que son las que más se prestan a ilusiones y engaños.
preternatural, dando-si el caso lo requiere-1as principales normas para Digamos una palabra de cada una de ellas, empezando por las más im-
su discernimiento. perfectas.
Entre los santos se han dado también muchos casos. Santa Teresa cuen- Vamos a estudiar ahora uno de los fenómenos más sorprendentes y ma-
ravillosos de la Mística y uno de los más difíciles de explicar: la bilocación.
ta que en cierta ocasión se le apareció San Pedro de Alcántara—viviendo
aún sobre la tierra—a pesar de que se encontraba a varias leguas de distan-
cia 28. San Felipe Neri se apareció varias veces del mismo modo viviendo 846. 1. El fenómeno y casos históricos.—La bilocación consiste en
la presencia simultánea de una misma persona en dos lugares diferentes.
aún en este mundo. Es muy notable también el caso de San Martín de Po-
rres, del que se cuentan varios prodigios de este género. Se han dado numerosos casos en la vida de los santos. Los más notables se
refieren al papa San Clemente, San Francisco de Asís, San Antonio de Pa-
845. 3. Explicación del fenómeno.—Es evidente que el fenómeno dua, Santa Ludwina, San Francisco Javier, San Martín de Porres, San José
en sí escapa a las posibilidades actuales de la simple naturaleza. Acaso con de Cupertino, las Venerables María de Agreda e Inés de Langeac y San
el tiempo se encuentre la posibilidad natural de trasladarse de un sitio a otro Alfonso de Ligorio. Por vía de ejemplo vamos a citar los casos de San José
con la velocidad de la electricidad o de la radio; pero, hoy por hoy, esto está de Cupertino y de San Alfonso de Ligorio.
muy lejos de poderse realizar. 1.° San José de Cupertino asistió a la muerte de su madre en su pueblo
El fenómeno, pues, tiene que ser sobrenatural o preternatural. Veamos natal sin abandonar el convento de Asís donde residía a la sazón. Estando
lo que puede ocurrir en cada uno de los dos casos. ella a punto de expitar gritó con gran acento de dolor: « ¡Oh Fr. José, hijo
a) FENÓMENO PRETERNATURAL.—Ninguna dificultad hay en que este mío, ya no te veré más!» Al instante apareció una gran luz que iluminó la
fenómeno sea realizado por una acción diabólica. El demonio conserva, des- habitación, y la moribunda, viendo a su hijo, gritó de nuevo llena de júbilo:
pués de su pecado, su naturaleza angélica con todo su poderío natural. Ahora « ¡Oh Fr. José, hijo mío!>> Pero al mismo tiempo el bienaventurado se encon-
bien, una de las cualidades de los espíritus puros es la de poderse trasladar traba en Asís y salía, llorando, de su celda, encaminándose a la iglesia a orar.
de un sitio a otro con la velocidad del pensamiento. No hay inconveniente El padre guardián le encontró y preguntó la causa de su llanto. Su respuesta
en que lleven consigo un cuerpo extraño al trasladarse de un sitio a otro. fue: «Mi pobre madre acaba de morir». La carta que llegó muy pronto con-
firmó la noticia; pero también se supo que el Santo había asistido personal-
26 Cf. Vida 20,21; 18,11. mente a su madre moribunda. Todos estos hechos constan en el proceso de
27 La mjsma
Santa Teresa parece ser de esta opinión. Después de referir las increíbles 30.
penitencias de San Pedro de Alcántara relativas al ayuno v falta de sueño, termina diciendo. beatificación
Debía ser estando en oración, porque tenía grandes arrobamientos
e ímpetus de amor de Dios,
de que una vez yo fui testigo» (Vida 27,17).
29 Cf. 1,53;1-3; SuPPI. 843.
=8 Cf. SANTA TERESA, Vida 27,19.
30 cf. RIBET, 0.C., t.2 C.I3 n. t.
2.° He aquí el caso de San Alfonso de Ligorio tal como se lee en el La razón alegada por el Angélico es clarísima y no tiene vuelta de hoja.
proceso de canonización 31: Pero para mayor abundamiento he aquí algunos de los absurdos y contra-
«El 21 de septiembre de 1774, estando el venerable siervo de Dios en dicciones que se seguirían de la presencia circunscriptiva de un mismo
Arienzo, pequeña villa de su diócesis, cayó en una especie de desvaneci- cuerpo en dos lugares distintos:
miento. Sentado en su sillón, permaneció cerca de dos días en dulce y pro- a) La medida de ese único cuerpo equivaldría a la medida de dos cuer-
fundo sueño. Uno de sus criados quiso despertarle, pero su vicario general, pos iguales a él.
D. Juan Nicolás de Rubino, ordenó que le dejaran reposar, aunque sin per- b) Estaría y no estaría a la vez todo entero en un mismo lugar.
derle de vista. Despertándose por fin y llamando un poco con su campani- c) Sería individuo y dividido a la vez.
lla, acudieron en seguida sus servidores. Viéndoles grandemente asombra- d) Distaría de sí mismo.
dos: — ¿Qué es lo que pasa ?, les preguntó. — ¿Que qué pasa ?, le respondie- e) Podría estar a la vez en dos posiciones distintas (arriba y abajo, a
ron ellos. — ¡He aquí que hace dos días que no habéis hablado, ni comido, la derecha y a la izquierda, sentado y de pie, etc.).
ni dado señal de vida! —Vosotros, dijo el siervo de Dios, me creíais dormido, Como todas estas cosas son evidentemente absurdas y contradictorias,
pero no sabéis que he ido a asistir al papa, que acaba de morir. Poco después hay que concluir con el Angélico que repugna absolutamente que un mismo
llegaba la noticia del fallecimiento de Clemente XIV, ocurrida el 2 2 de sep-
cuerpo pueda estar localiter vel circurnscriptive en dos lugares a la vez.
tiembre, a la una de la tarde; es decir, en el momento preciso en que el siervo
de Dios había agitado la campanilla». OBJECIóN.—Contra esta doctrina del Angélico Doctor suele oponerse la
El Santo, en efecto, fue visto en ambos sitios a la vez por multitud de de otros autores de nota que no encuentran imposible la n-iultiplicación
testigos de cuya seriedad no es lícito dudar. circunscriptiva o local. Esta teoría, sostenida por la mayoría de los filósofos
Los hechos, pues, aparecen con todas las garantías de autenticidad que franceses partidarios de la teoría leibniziana de la extensión y del espacio,
la crítica más severa puede exigir. El fenómeno es absolutamente cierto e compartida en España por Balmes 35, en Italia por Tongiorgi 36 y, entre los
indudable. antiguos, por Suárez y Belarmino 37, afirma que no hay contradicción algu-
na en que un mismo cuerpo ocupe simultáneamente dos lugares por muy
847. 2. Explicación del fenómeno.—Ningún otro fenómeno extra- distantes que estén el uno del otro. Esto—dicen—será una cosa extrana-
ordinario de la Mística presenta tantas dificultades como éste para su ex- tteral, dadas las condiciones actuales del espacio; pero no teniendo estas
plicación satisfactoria. Se han ensayado multitud de teorías, pero es pre- condiciones nada de absoluto ni de necesario, pueden ser cambiadas por una
ciso confesar que ninguna de ellas ha logrado producir la luz definitiva en decisión libre del Creador, lo mismo que fueron establecidas y que per-
torno a un problema lleno de oscuridad y de misterio. severan por un acto libre de su voluntad. Para que la bilocación se produzca
No podemos entrar—dados los límites de nuestra obra—en el examen bastará que Dios levante la ley—libremente puesta y libremente manteni-
y crítica de las diferentes teorías propuestas para explicar el fenómeno 32. da—en virtud de la cual, para pasar de un sitio a otro, se deben atravesar
Vamos a exponer únicamente la teoría que nos parece más aceptable, y que los puntos intermedios que los separan. No se tendrá dificultad ninguna en
ha sido propuesta por los teólogos que siguen las directrices aristotélico- entender esto si nos formamos una noción exacta de la presencia y de la
tomistas. Hela aquí en forma de conclusiones: distancia y si se reflexiona que un mismo ser puede ponerse en relación
inmediata con muchos seres a la vez. Un ser está presente en un sitio mien-
Conclusión La : La bilocación a base de la presencia tras está u obra en él sin ningún intermediario y está más o menos distante
circunscriptiva
y simultánea de un mismo cuerpo en dos lugares distintos repugna de él según que los intermediarios que los separan y los unen sean más o
absolutamente. menos numerosos. Y que un mismo ser—ya sea material o espiritual—pue-
da establecer múltiples relaciones de presencia con varios seres, no ofrece
En efecto: es doctrina clara y expresa de Santo Tomás que la presencia dificultad alguna: el alma está simultáneamente presente en todas las par-
circunscriptiva o local 33 de un mismo cuerpo en dos lugares a la vez envuelve tes de su cuerpo y el punto central de la circunferencia está presente en el
contradicción; y no puede realizarse, por lo mismo, ni de potencia absoluta primer punto de cada uno de sus radios. Si, pues, la ley contingente de los
de Dios. He aquí las palabras del Doctor Angélico: intermediarios queda levantada, un ser podrá entrar simultáneamente en
relación inmediata o de presencia con una multitud de puntos cualquiera
«Estar localmente algún cuerpo en algún lugar, no es otra cosa que que sea la distancia entre ellos y sin que esta distancia sea suprimida. La
ser circunscrito y abarcado por ese lugar según la medida de las pro- presencia simultánea del alma en todas las partes del cuerpo no destruye
pias dimensiones. Pero lo que está comprendido en algún lugar, de la distancia que separa los pies de la cabeza o un brazo del otro; y la pre-
tal manera está en ese lugar que nada de él está fuera de ese lugar. sencia multiplicada de Jesucristo en tantos tabernáculos y altares no impide
De donde afirmar que está localmente en ese lugar y, no obstante, que estos tabernáculos y altares estén muy distantes entre sí.
decir que está en otro lugar envuelve contradicción. De donde, en la
forma indicada, esto no puede ser hecho ni por el mismo Dios» 34. CRíTICA.—A pesar de la aparente claridad y de lo facilísimamente
que se explicaría de este modo el fenómeno de la bilocación, no podernos
3 Cf. Informatio, animadversiones et responsio supra suscribir en modo alguno esta teoría. La presencia simultánea de un mis-
virtutibus V.S.D. Mphonsi Wariae dc
Ligorio (cit. por RIBET, 0.C., t.2 c. I 3
32 Algunas de ellas las expone n.r4)• mo cuerpo en dos lugares distintos envuelve contradicción, digan lo que quie-
RrsEr en el lugar citado.
33 Sabido es que la presencia circunscriptiva
Cf. Filosofía fundamental 1.3 c.33 n.259 (Obras, ed.
BAC, t.2 p.401).
tensas o corpóreas: Ex dictis patet ubi o local es la que corresponde a las cosas ex- 35
circumscriptivurn rebus extensis seu corporibus tan- 36 Cf. Inst. philosoph Cosrool. n.313 vo1.2.
tum conveniren (cf. GREDT, 0.C., t. r D.I95).
3, Cf. SUÁREZ, De Euch. d•48 sect.4 n.5;
S. BELARMINO, De Sacram. Eucharist. 1.3 c.3
34 Quaest. disput.
1.5 quodlib.3 q.1,2.--Cf. I,67,2; et Contra Gentes 1.3 t.3 p.662.
c.roi et 102.
ran los partidarios de ella. No solamente por el argumento clarísimo del An- de la naturaleza angélica—buena o mala—, ni mucho menos la potencia
gélico Doctor que hemos expuesto más arriba, sino por la misma flojedad de infinita de Dios. La dificultad está en que esa representación pueda veri-
los argumentos y ejemplos alegados por sus defensores. Veámoslo. ficarse también naturalmente. Pero vayamos por partes.
En primer lugar, parten del falso supuesto—defecto inicial de la escuela Examinemos los casos posibles:
voluntarista—de que las leyes de la naturaleza fueron establecidas por la vo-
luntad de Dios y no por su inteligencia, como afirma y prueba la escuela SOBRENATURALMENTE.—Los fenómenos de bilocación sobrenatural se
tomista siguiendo las huellas del Angélico Doctor 38. Es cierto que Dios pue- verifican por una representación sensible hecha milagrosamente por Dios en
de alterar o derogar accidentalmente las leyes de la naturaleza, pero con tal uno de los términos de la bilocación.
de que esta derogación no envuelva contradicción. Lo contradictorio no pue- He aquí cómo explica esta teoría uno de los que han estudiado más a
de ser hecho ni de potencia absoluta de Dios. Sencillamente porque son cosas fondo el problema de la bilocación 43:
absurdas, quiméricas, que no tienen ni pueden tener realidad alguna fuera «La bilocación puede hacerse de dos maneras: o puramente en espíritu
de nuestra imaginación. o bien en cuerpo y alma. Cuando se realiza únicamente en espíritu y va acom-
No valen los ejemplos alegados para explicar la multilocación corporal. pañada de aparición, la presencia de la persona es física en el punto de par-
1.° No el del alma presente en todas las partes del cuerpo, a quien informa, tida, o término «a quo», y es puramente representativa allí donde la aparición
porque el alma no está presente en esas partes localiter vel circumscriptive, tiene lugar, o sea donde el espíritu se representa visiblemente revestido de
sino sólo definitive, como enseña la filosofía 39. Y esa presencia definitiva no un cuerpo (término «ad quem»).
puede equipararse a la circunscriptiva, que es la única que pueden tener los Cuando la bilocación se hace en cuerpo y alma, la presencia de la per-
cuerpos, como enseñan también los filósofos 4°. 2.° No vale tampoco el ejem- sona es física allí donde el cuerpo y el alma se presentan y aparecen de una
plo del punto central de la circunferencia presente en el primer punto de manera visible (término «ad quem»), y es representativa en el sitio que la
todos los radios de la misma, porque éste es un mero juego de palabras, ya persona abandona (término «a quo») .
que todos esos puntos no son en realidad sino un solo y mismo punto que En el primer caso, el cuerpo que el espíritu toma para hacerse visible
coincide con el centro de la circunferencia. No hay aquí multilocación ni a lo lejos (término «ad quem») representa a la persona que físicamente está
nada que se le parezca. 3.° Es inválido también el ejemplo de Jesucristo en en otra parte; en el segundo caso, el cuerpo que parece permanecer en el tér-
la Eucaristía, porque Cristo no está ni puede estar en la Eucaristía localiter, mino «a quo», y que los circunstantes creen que no se ha movido para nada,
sino sólo sacramentaliter, con una ubicación especialísima que prescinde en no es más que una representación de la persona hecha por el ministerio de
absoluto de la extensión y del espacio. Está sencillamente «secundum modum un ángel (o de otro modo desconocido por nosotros), mientras que la verda-
substantiae», como explica Santo Tomás 41. dera persona se ha trasladado en cuerpo y alma a la otra parte (término
No valen, pues, ni los principios ni los ejemplos alegados por los par- «ad quem»).
tidarios de esta teoría. Es forzoso rechazarla 42. Esta doble presencia, representativa, de un lado, y física, del otro, es
esencial a la bilocación de cualquiera manera que ésta se verifique, sea en
Conclusión 2.a: No pudiendo tener un mismo cuerpo una presencia cuerpo y alma, sea puramente en espíritu, pero de manera visible. Es pre-
real y circunscriptiva en dos lugares distintos, es forzoso que en uno ciso también insistir en que esta doble presencia de que hablamos, la una
de ellos no esté de esa manera, sino sólo representativa o aparen- física y la otra representativa, supone necesariamente, para constituir ver-
temente. dadera bilocación, la traslación, o paso real de la persona de un lugar a otro,
ya sea en cuerpo y alma, ya al menos en espíritu. Si este paso real no tiene
Esta conclusión no es más que una consecuencia lógica y obligada de lugar, si la persona permanece toda entera en el lugar donde se encuentra
la anterior. Si el cuerpo no puede estar realmente en los dos sitios, es forzoso y si, sin este paso o traslación, aparece al mismo tiempo en otra parte, no
que en uno de ellos lo esté tan sólo representativa o aparentemente, a menos se trata de una verdadera bilocación: no es más que una simple aparición
de negar en absoluto la existencia del fenómeno bilocativo, que ha sido ple- sobrenatural que Dios obra, ignorándolo la persona misma, ya sea por el
namente comprobado en multitud de casos cuya autenticidad no es lícito ministerio de un ángel, ya de otra manera desconocida>>.
poner en duda. Esta es la explicación que a nosotros nos parece más aceptable del fenó-
Ahora bien: ¿En qué consiste esa representación y cuáles son las causas meno de la bilocación. Se nos dirá que con ella recurrimos al milagro. Pero,
que la producen? Vamos a precisarlo en una nueva conclusión. si no hay ninguna otra manera razonable de explicar el fenómeno, ¿qué
le vamos a hacer? ¿Acaso todos estos fenómenos extraordinarios de la Mís-
Conclusión 3.8: Esa representación puede verificarse «sobrenatural»,
tica que venimos estudiando no están llenos de milagros? ¿Será lícito ex-
«preternatural» y acaso también «naturalmente». plicar esos otros fenómenos a base de una intervención sobrenatural de Dios,
y no lo será tratándose de la bilocación, que es precisamente el más sorpren-
Que pueda verificarse por intervención divina—sobrenaturalmente--o
por intervención diabólica—preternaturalmente—, no ofrece dificultad algu- dente y maravilloso?
na. Ya vimos más arriba que esta clase de representaciones, por condensa- ¿Cómo se explica, pues, el fenón-ieno de la bilocación registrado en la
ción del aire o por otro procedimiento que ignoramos, no rebasa las fuerzas vida de los santos? Hay que decir que en realidad no existe tal bilocación
circunscriptiva. El santo permanece localmente en un solo lugar, y en el otro
38 Cf. 1,14,8: .Utrum scientia Dei sit causa rerurn, (cf. 1,19,4). se verifica una representación sobrenatural hecha por Dios, y conocida por
39 Cf. GREDT, 0.C., t.i n.3I2 Y 53r•
" Cf. GREDT, 0.C., t.I n.195.—Cf. S.Tir., 111,76,4.
41 Cf. 111,76,5. 43 Cf. p. SERAFÍN, Principes de Théologie Mystique p.430. Citado por MÉRic, L'imagina-
42 Cf. GREDT, 0.C., ti n.325 - 28.
tion et les prodiges p.224-225.
el santo como referida a él mismo por un fenómeno de conocimiento sobre- del todo necesaria para que se produzca el fenómeno, puesto que es ella
natural. —la representación—quien se mueve y actúa en ese término, mientras el
Ahora bien: ¿Dónde se obra la representación? ¿Es en el lugar donde cuerpo real permanece inactivo en el término a quo; pero cuando el fenó-
se produce la aparición o en el que la persona abandona para trasladar- meno se realiza por verdadera traslación corporal al término ad quem, ¿qué
se corporalmente al otro lugar? Las dos cosas son posibles—en el segun- hace esa representación inactiva en el término a quo? ¿Qué necesidad hay
do caso mediante una traslación corporal realizada por un fenómeno de de hacer intervenir a Dios para producir un milagro que sólo tiene por
agilidad sobrenatural, tal como lo hemos estudiado—; pero la sentencia finalidad la de producir en los que lo contemplan la ilusión de que están en
más común es que la persona continúa en el lugar en que se encontraba, presencia del cuerpo real del bilocado, siendo así que en realidad no se trata
produciéndose la representación sobrenatural en el otro lugar. Esta era la sino de su mera representación?»
opinión que tenía de sus propias bilocaciones la Venerable María de Agreda.
Respuesta.—Muchas cosas se pueden contestar aquí. En primer lugar,
En la relación escrita por ella misma se leen estas palabras: ((Lo que me
no es cierto que esa representación en el término a quo esté siempre inactiva.
parece más cierto con relación al modo es que un ángel aparecía allá bajo
Puede estarlo, y lo está de hecho, siempre que la bilocación se verifica es-
mi figura y predicaba y catequizaba a los indios; y que el Señor me mos- tando el bilocado en éxtasis real o aparente; tanto es así, que el cuerpo repre-
traba aquí, en la oración, lo que pasaba allá» 44. sentativo del bilocado aparece frecuentemente como sumido en un sueño
Esta es—repetimos—la teoría que tiene mayores visos de probabilidad. profundo y a veces casi como muerto. Pero otras veces, en cambio, aparece
Pero contra ella se han formulado objeciones que es menester examinar.
el cuerpo representado en perfecta actividad en el término a quo. Si se trata
He aquí las principales expuestas con toda su fuerza: de una persona religiosa, se la ve asistir al coro, rezar con los demás, mo-
Primera objeción.—<,Esta teoría explica la bilocación negándola. Porque, verse, etc., aunque puede advertirse claramente que no está. en estado normal,
si el cuerpo real permanece tan sólo en uno de los dos extremos y en el otro que algo misterioso está pasando en aquel cuerpo que parece moverse como
no hay sino una representación del mismo, ¿dónde está la bilocación ?» un autómata o semidormido. Pero, aun en los casos en los que el cuerpo
Respuesta.— Esta teoría no destruye la bilocación, sino que la explica representado está totalmente inactivo en el término a quo por haberse tras-
en la única forma posible. El objetante parte del supuesto de que para que ladado realmente el cuerpo físico al término ad quem, se explica perfecta-
exista verdadera bilocación es preciso que el cuerpo real esté en los dos mente la razón de ser de esa representación inactiva. Es para lograr una
lugares a la vez. Ahora bien: en este sentido, claro está que la teoría pro- finalidad importantísima, que puede presentar dos aspectos del todo dis-
puesta destruye la bilocación. Porque esa bilocación real que supone la pre- tintos y opuestos:
sencia circunscriptiva del cuerpo en los dos lugares a la vez es absolutamente a) Para ocultar el fenómeno a los demás. Habrá casos en que no con-
imposible y contradictoria, como hemos demostrado más arriba, de acuerdo venga que los demás se enteren de que el cuerpo real se ha trasladado física-
con ei Angélico Doctor. No cabe más bilocación que la puramente repre- mente a otra parte para realizar allí el efecto o efectos sobrenaturales que
sentativa en uno de los dos extremos. Y, esto no obstante, se trata de ver- Dios quiera hacerle realizar. Por eso queda en el término a quo la representa-
dadera bilocación—en el único sentido verdadero que puede tener esta ción del cuerpo trasladado, que hace pensar a los circunstantes en un éxtasis
palabra—, puesto que el sujeto de la misma tiene conciencia de que está más de los muchos que han presenciado en el sujeto paciente. Esto nos pa-
actuando en los dos sitios; no real y físicamente, puesto que esto es imposi- rece que ocurrirá en la mayoría de los casos cuando el paciente sea una reli-
ble, pero sí realmente en uno y representativamente en el otro de los dos lu- giosa de clausura; de lo contrario, se produciría en el monasterio un movi-
gares. Cosa que no ocurre en un simple fenómeno de traslación, puesto que miento de turbación y escándalo al encontrarse de pronto con que había
en éste el sujeto tiene conciencia de que se traslada corporalmente al otro desaparecido misteriosamente un miembro de la comunidad.
extremo, pero sin que quede huella ni rastro suyo en el término de partida b) Pero puede también ocurrir lo contrario: es posible que entre en los
que queda completamente vacío y abandonado tanto real como represen- planes de Dios dar a conocer el fenómeno a todo el mundo para una ma-
tativamente. En el fenómeno bilocativo, en cambio, el sujeto paciente tiene yor glorificación de su siervo o por otros fines altísimos de su sabiduría in-
perfecta conciencia de que se traslada corporalmente—si la bilocación se finita. Y en este caso la representación en el término a quo tiene la misión de
verifica en cuerpo y alma—al término ad quem, pero quedando a la vez una ofrecer a todos la prueba irrefutable del fenómeno. Porque, al comprobarse
representación suya en el término a quo, que, por lo mismo, a los ojos de más tarde la presencia simultánea del paciente en los dos lugares—como
los circunstantes no queda abandonado, aunque lo quede realmente. O al ocurrió, v.gr., en los casos de San José de Cupertino y San Alfonso de Ligo-
revés: en el caso de que la bilocación se verifique sólo en espíritu, el sujeto rio, que hemos citado más arriba—, aparece el fenómeno radiante e indis-
tiene conciencia de que permanece realmente en el término a quo, pero a cutible a los ojos de todos.
la vez percibe su representación en el término ad quem, obrando en su nom- Queda, pues, perfectamente justificada esa representación sobrenatural
bre y como si se tratara de sí mismo 45. de la persona bilocada en cualquiera de los dos casos posibles en que se la
De manera que la objeción que se nos pone no tiene fuerza ninguna, puede considerar.
puesto que parte de un falso supuesto que nosotros no admitimos.
2.° PRETERNATURALMENTE.—E1 fenómeno bilocativo puede tener a ve-
Segunda objeción.—<Cuando el fenómeno bilocativo se verifica por re-
presentación en el término ad quem, podría admitirse esa explicación como ces, sin duda ninguna, un origen preternatural o diabólico. El demonio pue-
de perfecta.mente—permitiéndolo Dios—encargarse de realizar la represen-
44 Cf. JOSÉ GIMÉNEZ SAMANIEGO, Vida de la Venerable Mal ía de Agreda c. I 2. Citado por tación de la persona ((bilocada» en uno de los términos de la bilocación. La
Ribet, o.c., t.2 p.258. explicación coincidiría con la de una simple aparición diabólica—por con-
45 De esta manera, como hemos visto, explicaba sus propias bilocaciones la Venerable
María de Jesús de Agreda, en la que se verificaron muchos casos de bilocación plenamente densación y coloreamiento del aire o de otra forma cualquiera—, y la per-
comprobados. misión divina no ofrece mayor dificultad que en la de otra cualquiera apari-
ción del espíritu de las tinieblas. El contexto o circunstancias que acompa- Por lo regular, la levitación mística se verifica siempre estando el paciente
ñan a esas bilocaciones será el único criterio diferencial para distinguirlas en éxtasis. Si la elevación es poca, se la suele llamar éxtasis ascensional. Si el
de las sobrenaturales, de acuerdo con las normas y reglas del discernimiento cuerpo se eleva a grandes alturas, recibe el nombre de vuelo extático. Y si
de los espíritus. empieza a correr velozmente a ras del suelo, pero sin tocar en él, constituye
Más difíciles de explicar—por no decir del todo imposibles en el estado la llamada marcha extática.
actual de las ciencias experimentales—son los casos que se citan de biloca-
849. 2. Casos históricos.—Se han dado multitud de casos en las vi-
ciones al parecer puramente naturales. Digamos tan sólo unas palabras so- das de los santos. Los principales son los de San Francisco de Asís, Santa
bre ello. Catalina de Siena, San Felipe Neri, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de
3 .° NATURALMENTE.— ¿Pueden las simples fuerzas de la naturaleza pro- Jesús, San Juan de la Cruz, San Francisco Javier, Santo Tomás de Villanueva,
yectar a lo lejos el fantasma del propio cuerpo y darle en el término ad queni San Pablo de la Cruz y, sobre todo, San José de Cupertino, que es, sin dispu-
consistencia ponderable, de manera que se le pueda ver y tocar por los que ta, el primero de todos en esta manifestación extraordinaria de lo sobrena-
presencien el fenómeno ? Tal es, nos parece, el verdadero enfoque del pro- tural. En su proceso de canonización se registran más de setenta casos de
blema y ésa es la pregunta que habría que contestar para explicar la bilo- levitación ocurridos sólo en la villa de Cupertino o sus alrededores; el nú-
cación en la única forma posible a las simples fuerzas de la naturaleza. Por- mero total fue muchísimo mayor. Se le vio volar bajo las bóvedas de la igle-
que, siendo del todo imposible y contradictoria la verdadera bilocación cor- sia, sobre el púlpito, a lo largo de las murallas o delante de un crucifijo o
poral o circunscriptiva, sólo a base de un fantasma emitido por el sujeto de imagen piadosa; planear sobre el altar o en torno del tabernáculo, sobre las
la bilocación podría explicarse ésta naturalmente sin necesidad de recurrir a copas de los árboles, sostenerse y balancearse como un pájaro ligero sobre
lo sobrenatural o preternatural. las ramas debilísimas, franquear de un salto largas distancias. Una palabra,
Ahora bien: ¿Es posible a las fuerzas de la naturaleza la emisión del una mirada, el menor incidente relacionado con la piedad, le producían estos
fantasma del propio organismo y su proyección al término ad quem? ¿Cómo transportes. En una época de su vida llegaron a ser tan frecuentes que sus
se verifica la emisión y proyección de ese fantasma, de esa especie de «doble» superiores hubieron de excluirle del cargo de hebdomadario en el coro, pues,
de la persona que se va a bilocar? ¿Cuál es su naturaleza íntima, sus elemen- en contra de su voluntad, interrumpía y perturbaba las ceremonias de la
tos constitutivos? ¿En virtud de qué misterio puede llegar a condensarse, a comunidad con sus vuelos extáticos. Dichos vuelos fueron perfectamente
materializarse, a reproducir la imagen de la persona; en una palabra: a con- vistos y comprobados por multitud de personas, entre ellas por el papa Ur-
vertirse en algo palpable y corpóreo lo que parecía ser puramente ideal, im- bano VIII y el príncipe protestante Juan Federico de Brunswick, quien
palpable e incorpóreo ? quedó tan impresionado por el fenómeno, que no solamente se convirtió
Entre el orden natural y el preternatural hay una zona inmensa, miste- al catolicismo, sino que tomó el hábito de la Orden franciscana, a la que
riosa, mal definida y casi del todo desconocida: la zona de lo maravilloso, pertenecía el Santo.
de lo supranormal, dentro del orden puramente natural. Comprende un nú- También es notabilísimo el caso de la Venerable sor María de Jesús de
mero considerable de fenómenos raros, irregulares, de características extra- Agreda. En sus éxtasis, su cuerpo se hacía inmóvil, insensible, y se mante-
ñas y misteriosas, que se rigen por leyes que nosotros desconocemos todavía. nía un poco elevado sobre la tierra, ligero como si hubierse perdido su peso
Estos fenómenos siguen, a veces, a una disposición natural hereditaria, a un material. Bastaba con soplarle ligerísimamente, aun desde lejos, para verle
desorden físico o moral, que viene a perturbar accidentalmente las leyes or- agitarse y balancearse como una ligera pluma 4°.
dinarias de la materia o del espíritu, o a una causa extraña, que modifica
85o. 3. Explicación del fenómeno.—Cuando el fenómeno se rea-
las condiciones ordinarias de las relaciones entre el cuerpo y el alma. liza en los santos, tiene un origen evidentemente sobrenatural, aunque podría
Ahora bien: teniendo en cuenta todo esto, volvemos a preguntar: ¿es también verificarse por intervención diabólica, como veremos. La simple na-
posible a la simple naturaleza la emisión y proyección de ese fantasma en turaleza no puede alterar las leyes de la gravedad, siempre fijas y constantes.
las condiciones que acabamos de señalar ? Creemos sinceramente que, a pe- <,Los racionalistas—advierte Tanquerey 47—han intentado explicar este fenó-
sar del extraordinario desarrollo que han alcanzado en nuestros días las cien- meno de un modo natural, ya por la aspiración profunda de aire en los pul-
cias meta.psíquicas, nadie puede contestar de una manera categórica y abso- mones, ya por una fuerza física desconocida, ya por la intervención de espí-
luta a esta pregunta. De hecho, todas las explicaciones intentadas hasta ritus o de almas separadas; quiere esto decir que no han hallado explicación
ahora no pasan de simples hipótesis y tanteos en el misterio. A nosotros nos
seria de ellos».
parece preferible confesar llanamente nuestra impotencia para resolver esta La explicación clásica de los autores católicos (López Ezquerra, Scara-
cuestión. Los pretendidos casos de bilocación puramente natural que se
melli, Ribet, etc.) es la de Benedicto XIV, recogida en estas tres conclu-
citan por los autores sólo pueden explicarse, hoy por hoy, por una interven-
siones 48:
ción preternatural o por un fenómeno de telepatía o de ilusión óptica. La elevación en el aire bien comprobada no puede explicarse na-
I .a
turalmente.
8) Levitación 2.a No supera, sin embargo, las fuerzas del ángel ni del demonio, los
cuales pueden levantar en vilo los cuerpos.
He aquí otro fenómeno maravilloso que no presenta, sin embargo, las
dificultades del anterior para su explicación satisfactoria. 3.a En los santos, ese fenómeno es una participación anticipada del don
de agilidad, propio de los cuerpos gloriosos.
848. 1. El hecho.—Como su nombre indica, consiste este fenómeno
46 cf. DR. SURBLED, 0.C., p.609.
en la elevación espontánea, mantenimiento o desplazamiento en el aire del 47 cf. Teología ascética n.1518.
cuerpo humano sin apoyo alguno y sin causa natural visible. 48 cf. De beatific. 1.3 c•49.
851. 4. Sus falsificaciones.—Sin embargo, aunque esta explicación —cuando no se deben al fraude y al engaño de los mediums, frecuentísi-
sea plenamente satisfactoria y nada deje que desear, hay que tener en cuenta mamente comprobados—hay que atribuirlos a esta acción preternatural
que es éste uno de los fenómenos sobrenaturales que más fácilmente se pue- diabóli ca 50.
den falsificar, no sólo por la acción preternatural diabólica, sino incluso por
los mismos extravíos de la patología humana. Vamos, pues, a dividir estas 9) Sutileza
falsificaciones en dos grupos: naturales y preternaturales.
852. t. El hecho.—Consiste este fenómeno en el paso de un cuerpo
a) FALSIFICACIONES NATURALES.—Los casos más interesantes hay que a través de otro. Supone, en el momento del tránsito, la compenetración o
buscarlos en la patología. En las crisis del tétanos, las fuerzas de los enfer- coexistencia de los dos cuerpos en un mismo lugar.
mos se centuplican, y a veces se les ve elevarse en el aire, por encima de las
camas y de las mesas. «Nosotros mismos– -escribe el Dr. Surbled, de quien 853. 2. Casos históricos.--Este prodigio tiene su prototipo en la
tomamos los datos que citamos 49--hemos visto a uno dar un brinco en su persona divina de Nuestro Señor Jesucristo cuando en la tarde del mismo
día de su gloriosa resurrección y ocho días después se presentó ante sus
cuarto y trepar por una lámpara con apariencia de verdadero volador. En
las fiebres graves con delirio, especialmente en la fiebre tifoidea, puede ob- discípulos estando las puertas cerradas: «ianuis clausis» (Io 20,19-26). Se
servarse el mismo fenómeno. Una de nuestras enfermas, en los accesos fre- citan también varios casos en las vidas de los santos. Es célebre el de San
néticos, se elevaba a alturas increíbles, hasta el techo, con ligereza descon- Raimundo de Peñafort entrando en su convento de Barcelona estando las
certante». puertas cerradas 51. De otros santos se citan hechos similares.
El histerismo ofrece casos verdaderamente sorprendentes. «El período de Explicación del fenómeno.—Todos los autores están con-
contracciones clónicas de las crisis histéricas—añade el Dr. Surbled—se ca- 854. 3.
formes en que este fenómeno, cuando se da, tiene que ser necesariamente
racteriza por sus movimientos, tan bruscos como poderosos. La enferma se sobrenatural. No puede ser natural ni siquiera preternatural, ya que la com-
eleva súbitamente, como empujada por un resorte, y su cuerpo rígido y como penetración de los cuerpos supone un milagro tan grande, que sólo puede
de una pieza salta de la tierra y se lanza al aire, volviendo a caer y rebotando explicarse haciendo entrar en juego la omnipotencia misma de Dios.
de nuevo sin parar hasta quince o veinte veces. Hay lanzamientos de una En efecto: sabido es que el efecto formal priinario de una cosa no puede
rapidez sorprendente; saltos verdaderamente prodigiosos».
suprirnirse sin que quede suprimida la cosa misma. Es evidente con sólo
Explicación de estos hechos.—Se trata de simples actos de agilidad o de tener en cuenta la índole o naturaleza del efecto formal primario o constitu-
acrobacia, determinados por la violencia de las crisis nerviosas, sin relación rivo esencial, que se define por los filósofos aquello sin lo cual no puede
alguna con la levitación sobrenatural o preternatural. Es muy fácil distin- concebirse una cosa, y cuya supresión suprime la cosa misma: «id sine quo
guir estos casos patológicos de los sobrenaturales. En sus crisis más violen- omnino res concipi non potest, et quo sublato tollitur ipsa res» 52.
tas, ningún enfermo, ninguna histérica, llega a ascender lenta y gradualmente Ahora bien: el efecto formal primario o razón formal de la cantidad es
por el aire fuera de todo apoyo, a mantenerse inmóvil, a permanecer suspen- el orden de las partes en el todo: «ordo partium in toto», dicen los filósofos.
dido entre cielo y tierra y a guardar por largo tiempo, lejos del suelo, una Este efecto formal no puede ser suprimido—ni siquiera de potencia absoluta
posición totalmente contraria a las leyes del equilibrio y de la. gravedad. de Dios—sin que se suprima la cantidad misma.
Todas éstas son condiciones necesarias para constituir una verdadera levi- Pero, además de este efecto primario o esencial, tiene la cantidad otro
tación, y todas ellas—o al menos en su conjunto—escapan manifiestamente efecto formal secundario, que es el ubi y el situs, o sea el orden de las partes
a las simples fuerzas de la naturaleza aun exacerbada por lo morboso y pa- en el lugar: «ordo partium in loco». Este efecto secundario es realmente dis-
tológico. tinto y separable del primario al rnenos de potencia absoluta de Dios.
A base de estos principios, fundamentales en la filosofía aristotélico-
h) FALSIFICACIONES PRETERNA FURALES.--MáS difíciles de distinguir tomista, ya tenemos la clave de la solución. Vamos a exponerla en tres con-
son las falsificaciones preternaturales. No solamente porque el demonio pue- clusiones.
de reproducir el fenómeno con todas las apariencias externas exigidas p-ara
la levitación sobrenatural, sino porque su acción cabe—pern-iitiéndolo Dios- -- Conclusión I.a : Los cuerpos son naturalmente impenetrables, de don-
hasta en los mismos santos y personas de comprobada y sólida piedad. de se deduce que el fenómeno de la «sutileza» es naturalmente
Como norma de discernimiento habrá que recurrir a la cle los efectos que imposible.
produce en el alma el fenómeno. La razón es clarísima. El efecto secundario de la cantidad es el orden
Es evidente que el demonio no puede alterar las leyes de la naturaleza, de las partes en el lugar, que lleva consigo la impenetrabilidad natural.
toda vez que ni los ángeles buenos pueden hacerlo. Sólo Dios, autor de esas Pero téngase presente que pueden distinguirse dos clases de impenetra-
leyes, puede suspenderlas o derogarlas en algún caso particular. El demo- bilidad: interna y externa o local. La impenetrabilidad interna sigue al efec-
nio no puede suspender la ley de la gravedad, pero puede simular los mila- to primario de la cantidad, y suprimirla equivaldría a suprimir la cantidad
gros de este género por el concurso invisible de sus fuerzas naturales. Así misma. La externa, en cambio, sigue al efecto secundario de la cantidad (que
se explican—cuando son diabólicos—los desplazamientos y elevación de es la distribución de las partes en el lugar), que puede ser suspendido por
objetos inanimados, la marcha y la suspensión sobre las aguas, los vuelos 5, Cf. FARGES, LeS phéllOrriélleS /71yStiqtles t.2 c.3 a.2; HEREDIA, Los fraudes
espiritistas y 10,
las traslaciones rápidas, etc. La mayoría de los fenómenos espiritistas fenómenos rnetapsíquicos (Buenos Aires 1946).
si Cf. Brev. Rom., 23 ianuari, lect.6; suurn coenobium, ianuis clausis, fuerit in-
49 Cf. DR. gressus».
SURBLED, 0.C., p.6o7s. 52 Cf. GREDT, n.c., t .1 11.316.
la omnipotencia divina sin que desaparezca la cantidad. Tal es el caso de ver con los fenómenos de luminosidad observados en la persona de los san-
la Eucaristía; según enseña la fe, está en ella el cuerpo adorable de Jesucristo tos. La fotogenesia animal requiere humedad, una temperatura favorable y
con toda su cantidad dimensiva; sin embargo, no ocupa lugar, por haberse oxígeno para la vida celular (aunque acaso no para la luminosidad misma).
suspendido, en virtud de un milagro estupendo, el efecto formal secundario Está bajo la dependencia del sistema nervioso; la excitación a distancia la
de la cantidad. De donde: aumenta; los anestésicos (éter, cloroformo, etc.) la disminuyen; la estric-
nina la estimula, etc. Nada de esto aparece en los fenómenos de luminosidad
Conclusión z.a: No repugna que los cuerpos puedan compenetrarse mística. No es posible confundir unos con otros 56.
sobrenaturalmente.
Lo acabamos de probar. De donde hay que concluir que la no repugnan- Conclusión 2.5 Se han comprobado fenómenos luminosos en las se-
:
cia del fenómeno de la sutileza puede demostrarse por la filosofía a la luz siones espiritistas.
de la simple razón natural 53. Consisten generalmente en una especie de fuegos fatuos flotantes en el
aire a poca distancia del medium. Tan pronto parecen verse claramente de-
Conclusión 3.8: Esta compenetración sobrenatural se verifica por un
lante, como velados a través de una cortina. Suben, bajan van a derecha e
verdadero milagro realizado por Dios, no por una simple partici-
izquierda, etc.
pación anticipada y transitoria de la sutileza del cuerpo glorioso. No es posible confundir estos hechos con los fenómenos sobrenaturales.
Por de pronto se verifican siempre en el aire, jamás en el rostro o en el
Esta es la explicación que da Santo Tomás incluso para el caso de Nues-
tro Señor Jesucristo resucitado. Según el Doctor Angélico, la sutileza del cuerpo de los mediums. Tan sólo una de ellas—miss Burton—presentó en
cierta ocasión una saliva fosforescente, que podría relacionarse con el mucus
cuerpo glorioso no le confiere el poder de penetrar los cuerpos, sino que se
requiere para ello un milagro de la omnipotencia divina 54. luminoso de los moluscos.
La explicación de estos hechos habrá que buscarla la mayoría de las ve-
N.B.—No es preciso señalar normas de discernimiento para este fenó- ces en el fraude y el engaño. Es facilísimo provocar en el aire ciertos fenó-
meno. No pudiendo verificarse natural ni preternaturalmente, basta compro- menos pirotécnicos, teniendo en cuenta, sobre todo, el ambiente de semi-
barlo con certeza para poder fallar, sin más averiguaciones, sobre su sobre- oscuridad y de misterio en que suelen desarrollarse las sesiones espiritis-
naturalidad manifiesta. tas. El famoso grito oMeno luce, meno luce5), de Eusapia Paladino, es todo
un poema para explicar la naturaleza de estos pretendidos oprodigios>> es-
o) piritistas.
Luces o resplandores
855. 1. El hecho.—Consiste este fenómeno en cierta claridad res- Conclusión 3.a : Estos fenómenos luminosos pueden ser producidos
plandeciente que irradian a veces los cuerpos de los santos, sobre todo du- por influencia diabólica.
rante las horas de la contemplación y éxtasis.
Es evidente. Se trata de algo entitativamente natural—la luz— -, cuya
856. 2. Casos históricos.—Se han dado multitud de casos. Ya en la producción no trasciende las fuerzas de la naturaleza angélica. El demonio
Sagrada Escritura constan los de Moisés al descender del Sinaí y el de Nues- tiene, sin duda, infinidad de recursos naturales para proyectar en el rostro
tro Señor Jesucristo en la cumbre del Tabor 55. o cuerpo de la persona escogida un foco de luz que dé la sensación aparente
Entre los santos se produjo el fenómeno—ente otros muchos—en San del fenómeno que venimos estudiando, ya sea produciendo efectivamente
Luis Beltrán, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Paula, San Felipe esa luz mediante una acción invisible, que, por lo mismo, pasaría inadver-
Neri, San Francisco de Sales, San Carlos Borromeo, el santo Cura de Ars, tida por los circunstantes, ya produciendo en la retina de éstos la ilusión
etcétera, etc. Es uno de los fenómenos más frecuentes entre los grandes óptica del fenómeno.
místicos. En todo caso, las reglas de discernimiento serán las mismas de siem-
pre. Habrá que examinar en cada caso si la persona de la que salen esos
857. 3. Explicación del fenómeno.—Vamos a darla en forma de rayos es virtuosa y santa; si se produce durante un acto religioso, un éxtasis,
conclusiones. un sermón, una oración o después de comulgar; si es resultado de los efec-
tos de la gracia, de conversiones duraderas, etc.; si es sólo una centella bre-
Conclusión La: Se dan casos de fosforescencia animal. vísima, a la manera de chispa eléctrica, o si se prolonga el fenómeno por
tiempo notable o se repite muchas veces; si en todo el conjunto de circuns-
Tales son, v.gr., los de ciertos insectos—luciérnagas o gusanos de luz—,
tancias que rodean al fenómeno y a la persona que lo experimenta nada hay
ciertas bacterias, como las que contaminan las carnes o el pescado y los
desedificante, nada que trascienda a vanidad, orgullo, superchería, etc.,
hacen luminosos en la oscuridad; protozoarios (fosforescencia del mar);
sino que, por el contrario, todo es serio, religioso, edificante, santo, sobre-
vegetales (champiñones y algas); los pólipos; ciertos pescados, provistos de
órganos luminosos y hasta de verdaderos fanales de luz sobre la cabeza, etc. natural.
Es evidente que este hecho de la fosforescencia animal nada tiene que 5, Cf DR. 1-1F,ZR1 o c , p 268 9.
Conclusión 3.a : Los suaves aromas que exhalan los santos son una
consecuencia espontánea del estado de divinización del alma o una
comunicación anticipada de las perfecciones del cuerpo glorioso.
INTRODUCCION GENERAL
PRIMERA PARTE
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA VIDA CRISTIANA
CAPÍTULO I.—El fin de la vida cristiana
I. La gloria de Dios, fin último y absoluto
2. La santificación del alma, fin próximo y relativo
CAPÍTULO II.—La Santísima Trinidad
Art. r.--La vida íntima de Dios
Art. 2.—La inhabitación trinitaria en el justo
i. Existencia
2. Naturaleza
3. Finalidad
4. Modo de vivir el misterio de la inhabitación....
CAPÍTULO III. - -La configuración con Jesucristo
Art. 1.—E1 misterio de Cristo
I. Jesucristo, Camino
2. Jesucristo, Verdad
3) Número
a) En su persona 4) Orden entre ellas
b) En sus obras 5) Sujeto
c) En su doctrina
I3. Las virtudes morales
3. Jesucristo, Vida
I) Existencia
a) Como causa meritoria de la gracia.. 2) Naturaleza
b) Como causa eficiente 3) Número
c) Como fuente de vida sobrenatural..
Las virtudes cardinales
Art. 2. - Cómo vivir el misterio de Cristo I) Naturaleza
CAPÍTULO IV.-La Virgen María y nuestra santificación 2) Número
Cuadros sinópticos
I. Fundamento de la intervención de María en nuestra santi
ficación La prudencia y sus derivadas .
2. Oficio de María en nuestra santificación La justicia y sus derivadas
3. La verdadera devoción a María La fortaleza y sus derivadas...
4. Principales devociones marianas La templanza y sus derivadas.
5. Métodos de vida mariana II. Los dones del Espíritu Santo
a) La santa esclavitud mariana I. Nociones previas
b) La piedad filial mariana 2. Existencia
3. Número
CAPÍTULO V. -La Iglesia, cuerpo místico de Cristo 4. Naturaleza
I. Idea general 5. Distinción específica de las virtudes infusas.
2. Cristo, cabeza del cuerpo místico 6. ¿Admiten un doble modo de operación?
3. El cristiano, miembro del cuerpo místico de Cristo 7. Necesidad de los dones
8. Relaciones mutuas
9. Relaciones con las virtudes infusas .
SEGUNDA PARTE I o. Relaciones con los frutos del Espíritu Santo y las bien
CAPÍTULO I.-La lucha contra el pecado CAPÍTULO V.-La purificación activa de las potencias.
Art. r .-El pecado mortal Art. T.-Necesidad de la purificación de las potencias..
I. Los pecadores Art. 2.- La purificación activa de los sentidos
a) Los pecados de ignorancia Nociones previas
b) Los pecados de fragilidad
A. Purificación de los sentidos externos
c) Los pecados de indiferencia
d) Los pecados de malicia T. La vista
2. El oído y la lengua
2. El horror al pecado mortal 3. El olfato
Advertencias al director espiritual 4. El gusto
Art. 2.-El pecado venial 5. El tacto
i. Naturaleza B. Purí_ cación de los sentidos internos.
2. División z. El sentido común y la estimativa.
3. Malicia 2. La imaginación
4. Efectos 3. La memoria
5. Medios de combatirlo Art. 3. -Purificación activa de las pasiones
Art. 3.-La imperfección I. Nociones previas
CAPÍTULO II.-La lucha contra el mundo 2. Naturaleza de las pasiones
3. Número
1. Qué es el mundo 4. Importancia
2. N'iodo de combatirlo 5. Educación de las pasiones
6. Advertencias al director
CAPÍTUI.o III.-La lucha contra el demonio
Art. 4.--Purificación activa de las potencias del alma
Art. i.-La tentación
A. Purificación del entendimiento
r. Nociones previas A rl. a. --El 1,rutis1110
2. Aspecto negativo
1. Naturaleza
3. Aspecto positivo
2. Efectos
B. Purificación de la voluntad 3. Exigencias que lleva consigo
i. Nociones previas 4. El aniversario del bautismo
2. Necesidad de purificarla Art. 3.--La confirmación
a) El desprendimiento de todo lo creado s. Naturaleza
b) La perfecta abnegación de sí mismo 2. Efectos
CAPÍTULO VI. - Las 3. Exigencias que lleva consigo
purificaciones pasivas
Art. I. - Necesidad de las purificaciones pasivas Art. 4. - La penitencia
r. Su valor sustantivo
Art. 2. - La noche del sentido 2. Disposiciones para recibirlo fructuosamente
r. Naturaleza 3. Efectos
2. Causas 4. La virtud de la penitencia y el espíritu de compun-
3. Señales ción
4. Conducta práctica del alma.
Art. s.--La eucaristía
5. Efectos
6. Duración I. La eucaristía como sacramento
7. Lugar que ocupa en la vida espiritual r. Eficacia santificadora de la eucaristía.
Art. 3.-La noche del espíritu 2. Disposiciones para comulgar
3. La acción de gracias
r. Naturaleza 4. La comunión espiritual
2. Causas 5. La visita al Santísimo
3. Efectos La santa misa como medio de santificación
Il.
4. Necesidad
5. Duración r. Nociones previas
6. Lugar que ocupa en la vida espiritual 2. Fines y efectos de la santa misa
3. Disposiciones para el santo sacrificio de la misa,
LIBRO II.--Aspecto positivo de la vida cristiana Art. 6.-La unción de los enfermos
Art. 7. - E1 orden sacerdotal
I. Leyes fundamentales del desarrollo de la vida cristiana
I. Noción
Conclusión r.a: La gracia puede y debe crecer 2. Efectos
Conclusión 2.a: Dios, causa eficiente del aumento.
Art. Q5.---El matrimonio
Conclusión 3.a: Medios para el crecimiento
a) 1. Noción
Los sacramentos
b) El mérito sobrenatural 2. Fines
3. Efectos
c) La oración
Conclusión 4.a: Cómo se verifica el crecimiento. C.;Pí•ri'LO II.--Las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo
A. Las virtudes teologales
II. Medios fundamentales para el desarrollo de la gracia.
C'.sPíruLo L-Los sacramentos
Art. r. - La virtud de la fe.
I. Nociones
Art. I. - Los sacrmentos
a en general 2. Pecados contra la fe
1. Noción 3. El crecimiento en la fe.
2. Número El clon de entendimiento
3. División r. Naturaleza
4. Orden 2. Necesidad
5. Gracia que confieren 3. Efectos
6. El carácter sacramental 4. Bienaventuranzas y frutos derivados
El don de consejo
5. Vicios contrarios.
6. Medios de fomentar este don T. Naturaleza.
2. Necesidad
El don de ciencia 3. Efectos.
i. Naturaleza 4. Bienaventuranzas y frutos correspondientes.... .
2. Necesidad 5. Vicios opuestos.
;. Efectos 6. Medios de fomentar este don.
4. Bienaventuranzas y frutos derivados
5. Vicios contrarios Art. 5. - La virtud de la justicia
6. Medios de fomentar este don t . Naturaleza.
2. Importancia y necesidad
Art. virtud de la esperanza
2. - La
3. Partes en que se divide
i. Nociones a) Integrales.
2. Pecados contra la esperanza b) Subjetivas
3. El crecimiento en la esperanza c) Potenciales
El don de temor 4. Medios para perfeccionarse en ella
t. Naturaleza. Virtudes derivadas.
2. Necesidad .
I. La religión
3. Efectos
4. Bienaventuranzas y frutos derivados t. Naturaleza.
5. Vicios contrarios . 2. Actos
6. Medios de fomentar este don a) La devoción
b) La oración.
Art. 3.-La virtud de la caridad.
c) La adoración.
t. La caridad en sí misma d) El sacrificio.
2. El aumento de la caridad e) Las ofrendas u oblaciones.
A. Principios f) El voto.
B. Consecuencias prácticas g) El juramento.
3. Objeto de la caridad lt) El conjuro.
4. Orden de la caridad i) La invocación del nombre de Dios.
5. Del amor, acto principal de la cariclad 3. Pecados opuestos
6. Efectos de la caridad II. La piedad.
7. Pecados opuestos
t . Naturaleza.
El don de sabiduría 2. Pecados opuestos
t. Naturaleza 3. Medios para adelantar en ella.
2. Necesidad. El don de piedad
3. Efectos
4. Bienaventuranzas y frutos correspondientes t . Naturaleza
5. Vicios opuestos 2. Necesidad.
6. Medios de fomentar este clon 3. Efectos
4. Bienaventuranzas y frutos correspondientes.
B. Las virtudes morale s 5. Vicios opuestos
6. Medios de fomentar este don.
Art. 4.---La virtud de la prudencia
11I. La observancia
I. Naturaleza
2. Importancia y necesidad A. La dulía
3. Partes en que se divide B. La obediencia.
a) Integrales. Naturaleza.
1)) subjetivas 2. Excelencia.
c) Potenciales 3. Grados.
4. 4. Cualidades.
Vicios opuestos
5. Ventajas.
5. M'odios para perfeccionarse en la prudencia.
6. Cristo, Modelo supremo.
7. Falsificaciones. 2. Excelencia.
IV. La gratitud . 3. Importancia
V. La vindicta o justo castigo. 4. Grados.
VI. La veracidad . 5. Práctica.
VII. La afabilidad o amistad 6. Vicio opuesto
VIII. La liberalidad. II. La estudiosidad.
1X. La equidad o epiqueya. III. La modestia corporal
IV. La eutrapelia
Art. 6.-La virtud de la fortaleza.
V. La modestia en el ornato
r. Naturaleza. El don de temor y la virtud de la templanza
2. Importancia y necesidad
3. Vicios opuestos. aníTULO III. - La vida de oración
4. Partes en que se divide
Sección I.-De la oración en general.
Virtudes derivadas.
r. Naturaleza.
i. La magnanimidad.
2. Conveniencia.
2. La magnificencia.
3. Necesidad
3. La paciencia.
4. A quién se debe orar.
4. La longanimidad.
5. Por quién se debe orar
5. La perseverancia.
6. Eficacia santificadora de la oración
6. La constancia. ¡. Dificultades de la oración
7. Medios de perfeccionarse en todas ellas
a) Las distracciones
El don de fortaleza
b) Las sequedades y arideces
I. Naturaleza .
8. Escollos que se han de evitar
2. Necesidad
3. Efectos. Sección II.-La oración litúrgica y la privada
4. Bienaventuranzas y frutos correspondientes. r. La oración litúrgica
5. Vicios opuestos. r) Excelencia.
6. Medios de fomentar este don. 2) Eficacia santificadora
Art. 7.- La virtud de la templanza.. 2. La oración privada.
r. Naturaleza. r) Excelencia y necesidad.
2. Importancia y necesidad 2) Oración litúrgica y privada comparadas.
3. Vicios opuestos. Sección III.-Los grados de oración.
4. Partes en que se divide
1. Introducción.
a) Integrales. 2. Clasificación que adoptamos .
r) La vergüenza. A. Etapa predominantemente ascética.
2) La honestidad.
Primer grado de oración: la vocal
I)) Subjetivas
r . Conveniencia y necesidad de la oración vocal
r
) La abstinencia 2. Sus condiciones.
2) La sobriedad. 3. Duración
3) La castidad 4. Fórmulas
4) La virginidad 5. Exposición del Padre nuestro
c ) Potenciales
Segundo grado de oración: la meditación.
r) La continencia. r. Naturaleza
2) La manseduml-re 2. Importancia y necesidad
3) La el, - mrncia 3. Método.
4) La r cic:a i,r. 4. Materias que se han de meditar
I. La humildad 5. Detalles complementarios
r. Naturaleza a) Tiempo
h) Lugar
b) Los ímpetus.
c) Postura. c) Las heridas de amor.
d) Duración d) Las llagas de amor
Tercer grado de oración: la afectiva Octavo grado de oración: la unión extática
r. Naturaleza I. El fenómeno exterior
2. Práctica. 2. Sus causas posibles.
3. Ventajas
4. Obstáculos.
I. El éxtasis sobrenatural.
5. Frutos. r . Noción
2. Sus clases
Cuarto grado de oración: la de simplicidad
A. Extasis profético
I. El nombre B. Extasis místico.
2. Naturaleza
3. Práctica. r) Definición.
4. Ventajas 2) Causas.
5. Objeciones. 3) Grados.
4) Formas
B. Etapa predominantemente mística 5) Actitud del extático.
INTRODUCCIÓN.-La 6) Duración.
contemplación en general. .
7) Frecuencia.
I. Naturaleza 8) ¿Merece el alma en él?
A. Contemplación natural. q) Efectos.
B. Contemplación sobrenatural ro) El desposorio espiritual
I r) La llamada al extático
1. El principio elicitivo psicológico
2) El principio elicitivo sobrenatural 11. Las falsificaciones del éxtasis místico
3) Características psicológicas de la con- A. El éxtasis natural
templación I. El desvanecimiento natural
4) Proceso teológico-psicológico de la o síncope.
contemplación 2. El sonambulismo.
5) Definición de la contemplación infusa 3. La hipnosis.
2. Excelencia de la vida contemplativa. 4. La histeria
3. ¿Es deseable la divina contemplación? B. El éxtasis diabólico.
4. Disposiciones para la contemplación
Noveno grado de oración: la unión transforrnativa.
5. Llamamiento inmediato a la contemplación
1. Naturaleza
Quinto grado de oración: el recogimiento infuso ¿Hay confirmación en gracia? .
2.
r . Naturaleza 3. ¿Cabe en esta vida la visión beatífica?.
2. Fenómenos concomitantes . 4. Efectos.
3. Conducta práctica del alma. 5. La muerte de los santos.
Sexto grado de oración: la quietud 6. Todos podríamos llegar a estas alturas
r. Naturaleza
2. Efectos III. Medios secundarios para el desarrollo de la gracia.
3. Fenómenos concomitantes. Medios secundarios internos
CAPITULO IV.
a) El sueño de las potencias.... .
b) La embriaguez de amor. I. RESORTES PSICOLÓGICOS.
4. Conducta práctica del alma. A. Que afectan al entendimiento
Séptimo grado de oración: la de unión Art. r. La presencia de Dios
-
r. Naturaleza r . Naturaleza.
2: Características esenciales 2. Eficacia santificadora.
3. 'Efectos 3. Fundamento teológico.
4. Fenómenos concomitantes. 4. Consecuencias
5. Modo de practicarla
a) Los toques místicos
Art. 2.-El examen de conciencia 2. Libros principales
r. Naturaleza. 3. Modo de leer
2. Importancia
Art. 3.-Las amistades santas.
3. División.
4. Modo de hacerlo I. Valor de un buen amigo
2. Diferentes clases de amistad.
B. Que afectan a la voluntad. 3. Desviaciones peligrosas.
Art. 3.-La energía de carácter Art. 4.-El apostolado
I. Naturaleza. I. Concepto.
2. Origen. 2. Grados.
3. Rasgos del carácter ideal.... . 3. Obligatoriedad
4. Formación del carácter. 4. Formas.
Art. 4.-El deseo de la perfección 5. Relaciones con la perfección cristiana.
I. Naturaleza. Art. 5.-- -La dirección espiritual
2. Necesidad . A. Nociones previas.
3. Cualidades
I. Naturaleza.
4. Medios para excitarlo 2. Importancia y necesidad
Art. 5.-La conformidad con la voluntad de Dios... 13. El director
I. Naturaleza. I. Definición
2. Fundamento. 2. Confesión y dirección
3. Excelencia y necesidad 3. Cualidades del director. .
4. Modo de practicarla
a) Técnicas
5. Frutos y ventajas. b) Morales.
Art. 6. - -La fidelidad a la gracia. 4. Oficios y obligaciones
I. Naturaleza. C. El dirigido
2. Importancia y necesidad.
I. Definición
3. Eficacia santificadora.
2. Cualidades y deberes.
4. Modo de practicarla. .
a) Con relación a la dirección .
II. RESORTE FISIOLÓGICO b) Con relación al director.
Art. 7.-Mejora del propio temperamento D. Cuestiones complementarias
r. Naturaleza . I.a Elección de director.
2. Clasificación de los temperamentos. 2. a Cambio de director.
A. Sanguíneo. 3.a Pluralidad de directores.
B. Nervioso. 4.a La dirección epistolar
C. Colérico Escolio
D. Flemático
APÉNDICE. -E1 discernimiento de los espíritus.
3. Conclusión general sobre los temperamentos
4. El temperamento ideal t. Nociones previas
a) Qué se entiende por espíritu
CAPÍTULO V.--Medios secundarios externos.
b) Qué se entiende por discernimiento
Art. r.---E1 plan de vida. e) Clases de discernimiento.
r• Noción. 2. El discernimiento adquirido y medios de alcanzarlo
2. Utilidad . 3. Los tres espíritus que mueven al alma
3. dualidades. 4. Señales de cada uno de ellos.
4. Su cumplimiento A. Del espíritu de Dios
B. Del espíritu diabólico
Art. La lectura espiritual
-
C. Del espíritu humano
I. Utilidad e importancia..
5. Señales de espíritu dudoso
LIBRO III. —La perfección cristiana en los diversos estados Fe.
de vida
a)
b) Palabra de sabiduría
Art. r.--En el estado sacerdotal e) Palabra de ciencia
d) Don de curaciones
t. Introducción
e) Operaciones de milagros.
2. La espiritualidad sacerdotal
f) Profecía.
a) Ofrecer g) Discreción de espíritus
b) Bendecir lr) Género de lenguas.
c) Presidir i) Interpretación de lenguas
d) Predicar.
e) Bautizar. Art. 2. — Las causas puramente naturales.
Art. 2. — En el estado religioso i. Importancia y dificultad de esta materia.
2. Causas principales de los fenómenos de orden natural..
r . Noción.
2. Finalidad y esencia del estado religioso. I. Elementos de orden fisiológico
3. La vida común. a) El temperamento..
4. Los votos religiosos b) El sexo
5. Las reglas y constituciones c) La edad
Art. 3.—En el estado seglar. 2. La imaginación
i. Introducción. a) No crea nada
2. Qué se entiende por laicos o seglares h) No puede derogar las leyes de la naturaleza.. .
3. Características de la espiritualidad seglar 3. Los estados depresivos del espíritu.
a) La santificación de su vida familiar. a) El trabajo intelectual absorbente.
b) La santificación de sus actividades profesionales . . b) La meditación religiosa mal regulada.
c) La <consagración del mundos. c) Las austeridades excesivas.
d) El apostolado en su propio ambiente Criterios de distinción
4. Las enfermedades.
CUARTA PARTE Art. 3.—Lo diabólico.
Los FENÓMENOS MÍSTICOS EYTRAORDINARIOS Doctrina teológica sobre los demonios.
A. Lo que el demonio no puede hacer
I. Introducción. B. Lo que puede hacer permitiéndolo Dios.
2. Nuestro plan.
CAPÍTULO II.—Los fenómenos en particular.
NOCIONES PREVIAS.
División fundamental.
i. La «naturalezas y lo snaturáls
2. Lo sobrenatural
I. Fenómenos de orden cognoscitivo
a) Noción.
b) División. I. VISIONES
3. Lo preternatural. I) Noción
2) División
CAPÍTULO I.—Las causas de los fenómenos extraordinarios.. .
A. Corporales
Art. r.—Dios como autor de los fenómenos místicos.. B. Imaginarias
Causas inmediatas de los fenómenos C. Intelectuales.
Las gracias gratis dadas. I .° Características.
r . Introducción. 2.° Elementos
2. Concepto y divisiones de la gracia. 3.° Su plena certeza y origen divino ...
3. Naturaleza de las gracias gratis dada 3) Objeto de las visiones
4. Número de las mismas 4) Naturaleza teológica
5. Exposición de cada una de ellas. 5) Reglas de discernimiento.
2. LOCUCIONES. 11I. Fenómenos de orden corporal
I) Noción
2) División í. ESTIGMATIZACIÓN
A. Auriculares I) El hecho.
B. Imaginarias 2) Número de los estigmatizados.
3) ¿Fue estigmatizado San Pablo? ..
5) Modo de producirse.
3) Naturaleza teológica de las locuciones.. 6) La estigmatización diabólica
3. REVELACIONES.
2. LÁGRIMAS Y SUDOR DE SANGRE..
I) Noción.
I) El hecho.
2) División fundamental
2) Casos históricos.
3) Otras divisiones
3) Explicación de estos fenómenos
4) Las revelaciones privadas
a) Existencia 3. RENOVACIÓN 0 CAMBIO DE CORAZONES
c) Quemadura material.
Io. LUCES 0 RESPLANDORES
3) Explicación de estos fenómenos
I) El hecho.
2) Casos históricos
^ 1 F' rHraciñn..
INDICE ONOMASTICO
II. PERFUME SOBRENATURAL. (Las cifras remiten a los números marginales con sus notas correspondientes)
i) El hecho.
2) Casos históricos.
3) Naturaleza del perfume....
4) Explicación del fenómeno..
CONCLUSIÓN.
Atanasio (San) 533.
Adans 9. Aurelianense 7.
Adam (Karl) 5o. Aureliano del Santísimo Sacramento 18.
Agreda (M. de) 16 69 805 812 846 847 849. Autperto 7.
Agueda de la Cruz 814 841. Avicena 827.
Agustín (San) 6 17 33 40 46 58 64 71 91 1o8 Avila (Beato Juan de) 23 33 187 657 685 704.
111 119 121 136 142 155 160 161 162 165
209 221 226 227 231 241 262 265 3 28 34 2
2 35 6 3 60 371 379 3 83 384 394 411 445 35 B acón 87 255.
464 47 1 476 478 515 576 643 657 685 712 Bail 21.
751 755 782. Bainvel 174 539.
Agustín de San Ildefonso 17. Balmes 25 245 251 256 847.
Alacoque (Santa Margarita de) 20 59 2 8 35. Baltanás 15.
Alastruey 69 594. Baltasar de Santa Catalina 18.
Alberto Magno (San) 8 II 323. Baker 14.
Alcántara (San Pedro de) 16 269 363 444 Báñez 34 103 106 285 361 588.
481 500 6o6 '776 822 841 844 849. Barbado 614 639.
Aldama 119 120 122 123. Barbansón 16.
Alfonso de la Dolorosa 18. Barbo 8.
Alipio 209 227. Bardy 1.
Alonso de Madrid 16. Barré 332 33 6 349 359 3 6 8 375 3 8 7 430 448.
Alonso de Orozco 17 33. Barthier 15.
Alonso (Sabino) 705. Bartolomé de los Mártires 15.
Altaner I1. Baruzi 34.
Alvarez (Baltasar) 19 272. Basilio (San) 5 239.
Alvarez (Rodrigo) 178 535 556 557 559 5 6 1 Baudot 14.
5 6 9 57o. Bayo 203 35o.
Alvarez de Paz 19 33 197 5 0 3 5 1 4 576. Beaudenom 23 283 289 463 67o.
Amann 2. Beaunis 827.
Ambrosio (San) 6 110 119 356. Bécaud 638.
Ana de San Bartolomé 18. Beda (San) 7.
Andrés Avelino (San) 809. Belarmino (San Roberto) 19 411 847.
Andriani 832 838. Beltrán (San Luis) 35 2 355 856.
Andrónico 473. Beltrán de Heredia i 5.
Angela de Foligno (Santa) 12 276 5 8 3 838. Bellevue 121.
Angeles (Fr. Juan de los) 16 33• Benedicto XIV (véase Lambertini).
Angélico (Fray) 817. Benllintani de Salo 16.
Anselmo (San) 8 467. Benito (San) 6 467 5o2.
Antolinez 17. Beraza 752 757.
Antonino de Florencia (San) u 3 8 3. Berchmans (San Juan) 391.
Antonio Abad (San) 33 215 635. Bernadot 15 313.
Antonio de la Anunciación 18 273. Bernard, R. 15.
Antonio de la Cruz 18. Bernard, T. 252.
Antonio del Espíritu Santo 18 197 273. Bernardino de Laredo 16 33.
Antonio de Padua (San) 12 846. Bemardino de Sena (San) 12.
Antonio María Zacarías (San) 15 23. Bernardo (San) 8 33 46 73 152 227 411 463
Arami 319 321. 467 500 515 55 2 644 710.
Aravalles (Juan de Jesús María) 18. Berthier 656.
Arbiol 16. Bérulle 21 33 219 500.
Areopagita (Pseudo-Dionisio) 5 18 33 17( I3esse 16 187.
536. Biard 122.
Argentán 16. Biel 87 1o8.
Argentina 87. Billot 103 121 183 308.
Arintero 16 24 25 33 69 172 175 179 18c Billuart 118 159 162 458 464.
187 189 33 6 373 475 481 482 490 5 1 4 553 Blosio 14 33 187.
556 557 61 9 74 0 812 813. Boecio 36 250.
Aristóteles ¡lo 117 226 26o 376 460 470 548 Bon 74o 762 827 831 833 839 857 859 861.
661 662 678. Bona 14 272 706 740 764 774 779 808 810
Arquímedes 772. 830.
Arregui 363. Bonilla 16.
Arnhard (Dr. Von) 827. Bonnefoi 122.
Ars (Santo Cura de) 215 216 231 321 339 Bonniot 174 74o.
35 2 355 383 6o6 669 715 Soy 810 856. Borromeo (San Carlos) 3o9 352 856.
Elisabeth de Rcutc 838. 6o8 612 625 627 628 630 634 636 651 654
Bosco (San Juan) 20. Clímaco (San Juan) 5 463. 658 670 740 743 745 752.
Bossuct 23 224 226 250 468 475 508 509 510 Coleta (Santa) 583. Emery 23.
Enrique de Gante 87. Garriguet 21 69.
627 661. Colin 415 4 1 9 42o 422 725. Gaudé 500.
Bouchage 22. Colombisre (Beato de la) 19. Ermans 732.
Esbarroya 15. Gaudier (Le) 19 26.
Boulexteix 175. Condren 21 500. Gaume 133.
Bourdaloue 226. Escoto 87 308 323.
Congar 76 732 733 734 73 8 . Gavaston 15.
Bourget 25t. Contenson 15. Escupoli 23.
Esplugas 16. Gay 21 332 349 359 415 4 6 3.
Bourgoing 21. Cordeses 503. Gema Galgani (Santa) 23 215 232 822 825
Bouycr 717. Estanislao de Kostka (San) 822
Corrnier 15. 859.
Brancati de Laurea 16 23 121. Costa (Desiderio) 209. Eúdes (San Juan) 21 69.
Eugenio del Niño Jesús 38. Gerardo 18.
Brasó 484. Courtois 725. Gerest 15 172.
I3rémond 409. Crema (Bautista de) 15 23. Eugenio III 500.
Eusapia Paladino 857. Gersón 13 33 576 706.
Brennan 614 615 639. Cressy 14. Gertrudis (Santa) 8 33 592 815 835.
Brlgida (Santa) 8 33 822. Eustasio de Sebaste 479.
Crisógono de Jesús 3 11 18 26 35 125 130 Getino t, 15 188 269 554.
Bruno de Jesús María 187. 131 162 173 176 178 382 183 186 189 280 Evagrio Póntico 5.
Evmard 23. Gibbons 23 672.
Brunsuwick (Federico de) 849. 338 503 504 507 5o 8 528 554 563 568 Gilson 8.
Buenaventura (San) 10 12 33 187 323 411 Evmieu 252.
572 578 579 581 695 807. Giménez Samaniego 847.
476 481 500 514 576. Crisóstomo (San Juan) 5 446 447 476 753. Giraud 23.
Burton 857. Cristina de Stumbeln 832. Godínez 19 267 706 708.
Fáber 23 33 (( 0 7 1 4.
Butler 14 171. Cuervo (Justo) 15 481 500. Factor (Beato Nicolás) 16. Gocrrcs 23 74 0 762.
Cuervo (Manuel) 38 39. Farges 23 175 534 572 5 82 740 851. Goiburu 232.
Cueva (Bernardo) 75. Felipe de la Santísima Trinidad 15 18 33 Gomá 5o 313 618.
Cabodevilla 5o.
Cabrera 15. 273 785 788. Gonet 121 323.
Cabro) 1. Felipe de Meneses 15. Gonzaga (San Luis) 355 370 644.
Chaminade (P. Guillermo José) 75. Felipe Neri (San) 23 316 544 759 77 6 809 González 41.
Cafasso (San José) 23.
Champeaux (Guillermo de) 9. 822 844 849 856 859. Gotescalco 165.
Calatayud 23.
Chanta) (Santa Juana de) 20 246 276 505 Fenelón 19 23 259. Gounod 427.
Calmet 833.
510 672 683 703. Fernández (Félix) 75. Grabmann 23.
C'.alvino 399 35o.
Chardon 15. Ferrero 119 120 122. Gracián 18 500.
Camus 20 6o6.
Chaumont 20. Festugiére 1. Granada (Fr. Luis dc) 15 16 33 245 348 475
Canfeld 16.
Chautarcl 14 191. Fiocchi 3. 481 490 500 502 654.
Cano (Melchor) 35. Chevrier 23.
Capréolo 87. Flórez 17. Grandmaison 19 174 175 533 534.
Chollet 706 709 712. Foch 19. Granié 839.
Carnéades 772.
Carnegie (Dale) 427. Fonck 146 175. Gredt 579 742 76 8 769 788 847 854.
Foucauld 23. Gregorio Magno (San) 6 82 3o8 119 121 123
Casiano 6 33 463 500 658.
D'Ailly 13. Fouillée 614 639. 2 4 1 357 4 11 446 469 549 55 0 715.
Castañiza 14.
D'Attichy 219. Francisca Romana (Santa) 812 8 59. Gregorio Nacianceno (San) 5 119.
Castaño 15 661.
D'Hulst 23 197. Francisco de Angelis 859. Gregorio Niseno (San) 5 476.
Castel 8.
D. Jamet 23. Francisco de Asís (San) 12 33 272 345 3 6 3 Grignion de Montfort (San Luis María) 21
Castelvetcre 16.
Damasceno (San Juan) 5 476.
Catalina de Bolonia (Santa) 12 272 817. 370 373 40 8 4 12 673 776 817 825 826 827 69 71 72 74 23 1 553.
Dámaso (San) 119. 846 849 859. Groot 13.
Catalina de Génova (Santa) 33 276 822.
Damiano (San Pedro) 7. Francisco de Borja (San) 19 309 352. Grou 19.
Catalina de Raconixio (Beata) 835 838 859.
David de Augshurgo 12. Francisco de Levanto 859. Guérangcr 14.
Catalina de Ricci (Santa) 15 582 8 35 841 859.
Daza 691. Francisco de Paula (San) 809 856 859. Guevara 16.
Catalina de Siena (Santa) II 32 33 44 187 Dehau (Pedro-Tomás) 15. Francisco de Sales (San) 20 23 3 2 33 352 356 Guibert (José de) 2 3 19 24 26 28 29 35 146
215 232 309 315 383 422 444 582 5 8 6 592 Delacroix 34.
672 673 703 776 805 812 834 815 835 838 175 384 187 203 209 213 246 359 463 475 148 174 176 189 482 490 500 508 514 552
Delcroix 812. 481 482 490 495 500 502 510 515 586 604 602 619 625 6 34 659 663 67o 672 673 696
849. Denderwindeke 3 16.
Catalina Emnlsri0h 812. 6o6 625 627 632 634 635 638 641 645 657 701 706.
Denifle I r 15. 650 662 663 670 672 685 701 705 706. Guibert (J.) 23 427 614 616 617 618 639 6 4 2
Cathrein 159.
Denzinger 2 II 59 83 84 86 101 103 108 119 Francisco de Santo Tomás 18 273. 764.
Causade 19 625.
120 150 1 53 154 162 165 233 259 277 254 Francisco Javier (San) 19 215 446 643 817 Guido Cartujano 500.
Cavalca 11.
285 286 291 292 296 320 321 326 333 35 0 822 846 849. Guigo I 3o.
Cavallera 2.
Cayetano 70 156 35 0 3 63 753 795 833• 61 364 439 478 479 516 539 592 593 632 3 I- róbes 247 6 1 4 639. Guigo II 3o.
Cayetano (San) 809. 745 777,- Froget 15 39 40 133.
Desurmont 22 670.
Cayré 1 375 187. llamón 21 6o6.
Devine 23.
Cecilia (Santa) 837. Harp 12.
Diadoco 5. Gabriel dc Santa lolaria Magdalena 18 173
Cecilia del Nacimiento 18. Heerinckx 16 24 26 28 35.
Didimo el Ciego 119. 187 698.
Cerda (Luisa de la) 345 355. Helio 207 209.
Diego de Estella 16 207 348. Gallifet 75.
Cerfaux 76. Heredia 740 85t.
Diego de la Madre de Dios 16. Galtier 39 40 41.
Ceuppens 320 121. Hernias 5.
Dillenschneider 717. tárate 187.
Cicerón 110 III. Hernández 313.
Dionisio el Cartujano 10 33 706. García de Cisneros 14 34.
Cirilo de Alejandría (San) 5 119. Hilarlo (San) 119.
Dohen 732. García Hughcs 21.
Cirilo de Jerusalén (San) 5. Hilarión San) 215.
Cipriano (San) 6. Domingo de Guzmán (Santo) 11 355 373. Cardeil 15 39 117 119 122 133 172 187 330
Dominici 11. Hildegarda (Santa) 8.
Clara de Asís (Santa) 859. 37o. Hilton 13 34.
Donoso Cortés 669. Gar-Mar 165 605.
Clara de Montefalco (Santa) 272. Hipócrates 31 641.
Dosda 22. Garrido 484.
Claret (San Antonio ría) 23. 1100113 825.
Claudio de Jesús Crucificado 173 1 74-
Dupanloup 23. Garrigou-Lagrange 3 15 24 26 25 29 32 35
Durando 87 1o8 149. 69 70 146 157 150 172 173 17 6 1 7 8 179 I lock ((5.) 630 642.
Clemente V 108. Iunoratn de Santa daría 18.
(:lémente XIV 846. 183 184 187 188 189 195 209 228 244 ,
255 266 269 274 280 289 309254 8264
Hugo de Balma lo
Clemente de Alejandría (San) 5 227. Eckart 11 34 187 516. Hugo de San Caro 11.
Clemente Romano (San) 5 846. 3 1 3 3 1 9 3 21 332 .333 33 5 349 359 378 387
Efrén de la Madrc de Dios 18. Hugo de San Víctor 9 33 121 500 592.
Clcrissac 76. Egidio Romano 87. 4 1 5 430 448 463 475 514 531 553 56 8 594
Hugón 69 70 313.
Hugueny 159. Kant 350 616. Mahieu 243 z 8 9 3 1 3 359 552 625 629 63o Nagore (A.) (véase L.6p e c E:guerra
Huijben 171. Kempis 13 17 33 2 45 6 3 8 657 714. 632 634 638. Napoleón 204 617.
Humberto de Ronlanis 11. Kleutgen 174. Mahoma 827. Naval 23 26 29 175 189 243 264 265 552 602
1\lalapert 614 639. 6o8 619 654 67o 702 706 740 So;.
Labouré (Santa Catalina) 73. Maldonado 833. Nebreda 23.
Icard 21.
Lacordaire 15 352 658 66o 661. Malet 14. Neubert 75.
Ignacio de Antioquía (San) 5. Malón de Chaide 17 34.
Laínez 411. Newman 23.
Ignacio de Loyola (San) 8 14 19 36 309 345 Mangenot 2.
Lagrange (J. M.) 826. Nicolás de Flüe 838.
373 380 418 446 467 468 482 500 502 544 Manning 23 133.
Lallemant 19 203 336 343 343 358 372 381 Nicolás de Jesús María 18.
583 595 610 611 612 632 645 657 673 706 Maquart 175.
710 856. 3 82 385 411 442 443 446 514 515 6 34 637 Nieremberg 19 23.
638. Marcelo del Niño Jesús 107 255. Nilo de Ancira 5.
Imbert 812 825 827. Marchetti 28 717 722 725 732 737.
Inés (Santa) 776. Lamballe 21 175 184 187 514. Noble 15 247.
Lambertini (Benedicto XIV) 16 23 103 590 Maréchal 3 19 34 174 514. Norwic 13.
Inés de Jesús 178. Marécheux 740.
Inés de Langeac 835 846. 740 804 807 827 833 836 8 50 861. Nouet 19.
Langeac 23. Margarita de Cortona (Santa) 215 444. Noury 839.
Inocencio III 108. María de Jesús Crucificado 221.
Isabel de la Trinidad 18 36 43 44 45 46 51 Lanspergio lo.
Lateau 812 8,3 838. María de la Encarnación 23.
64 176 232 256 261 336 339 352 37o 409 María de los Angeles 86o. Odón de Cluny 7.
444 595 607. Lavaud (Benito) 15.
Lavigerie (Cardenal) 669. María Teresa del Corazón de Jesús 232. Olazarán 3.
Isidoro de Sevilla (San) 6. Marillac (Santa Luisa de) 672 701. Olier 21 33 69 467 500 759 809.
Iturbide 698. Lazzari 832 838.
Lebreton 1. Marín Sola 29. Omaechevarria 187.
Ivo de Mohón 16 175. Marina de Escobar 583. Orígenes 119.
[yo de París 16. Lecurey 717.
Leduc 14. Maritain (J.) 23 175 178 187 514. Ortega 175.
Lefébre 8, 2. Marmión 14 33 38 48 50 53 57 59 17 1 187 ()sana de Mantua (Beata) 1I 814 835
207 3 11 313 3 1 9 32 1 409 412 415 4 1 9 463 Osende 15.
J acinto de Polonia (San) 352.
Jacobo de Todi 817.
Lehrnkuhl 133.
Lehodey 14 171 187 266 475 482 514 552 46 4 467 468 486 487 489 493 717 7 1
9 7 20 Osuna 16 33.
625 627 628 629 6,3o 632 633. 7 2 5. Ozanam 817.
jaegher 19 50 187.
Lejeune 23 175 839. Martín 588.
Jámblico 772. Martín de Porres (San) 844 846.
Jansenio 516. Lemonnyer 15 158. Pablo VI 81 739.
León (San) 6 86. Martínez (Graciano) 17.
Janvier 15 197 2 47 332 359 375 387 430 448. Pablo de la Cruz (San) 23 276 345 412 7 0 5
León XIII 119 672. Martínez (Luis M.) 336.
Jerónimo (San) 6 119 356 645 672 701. Masson (Inocencio Le) Io. 822 849.
Jerónimo de la Madre de Dios 18 173 187. León (Fr. Luis de) 17 34. Pablo de León i5.
Lesseur 23 231. Masson 211.
Jiménez Duque 130 169 175 176. Pacheu 174.
JOIv 175. Lessio 40 411. Massoulié 15 359 475.
Palma (Luis de la) 19.
Letourneau 21. Matilde (Santa) 8.
Jordán de Sajonia I, 861. Paludano 458.
Lhoumeau 21 69 74. Mauburno (o Mombaer) 13.
Joret 15 172 176 179 187 514. Paris 119 122.
Libermann 21. Mauro del Niño Jesús 18.
José de Cupertino (San) 544 582 584 759 Máximo (San) 5. Pascal 377 644.
8o9 846 847 8 49 859. Ligorio (San Alfonso María de) 22 33 36 69 Passavanti 11.
José de Jesús María 18. 157 213 223 227 309 318 323 355 463 475 Maumigny 19 174 475 4 82 5 1 4 740 . Passerini 146 149 156 159.
47 8 499 500 502 625 657 705 8 4 6 847. Maury 827.
José del Espíritu Santo (el Portugués) 18. Mayela (San Gerardo M.) 859. Paula (Santa) 672 701.
José del Espíritu Santo (el Andaluz) 18 33 Lilí Alvarez 732. Paulhan 614.
Lippomani 10. Maynard 242 254.
273 528. Medina (Bartolome de) 87 103 106. Paulot 23 175.
Journet 76. Locatelli 12. Payot 247.
Lombardo 87 103. Medina (Miguel de) 16.
Juan XXII 11 148 444. Pazzis (Santa Magdalena de) 18 227 272 5 4 3
Lombez 16. Menéndez-Reigada (Fr. Albino) prólogo y
Juan Bautista de la Concepción 23. 584 586 632 835.
López (Esperanza) 8 14. 171 172.
Juan de Dios (San) 809. Menéndez-Reigada (Fr. Ignacio) 15 119 122 Peeters 19 187.
Juan de Jesús María 18 34 500. López Ezquerra (Agustín Nagore) 10 190 Peinador 725.
740 751 761 85o. 126 I27 130 158 162 172 336 338 341 343
Juan de la Cruz, O.P. 15. Peralta 187.
Juan de la Cruz (San) 16 IS 32 33 36 43 44 Louismet 14 171 175 187. 347 354 3 6 9 372 3 8 5 5 8 9 67 8 740 751 86t.
Menessier 24. Perardi 69.
45 46 si 81 107 167 169 173 176 184 185 Lottin 122 123. Petau 40 212.
Lozano 15 172. Mercier 23 26 146 159 187 484 638,
186 187 188 194 206 227 229 23o 231 232 Peters 13 187.
Lubac (De) 76. Meric 746 847.
2 35 237 239 240 241 242 243 245 246 250 Petitot 15.
Lucas 175. Merkeibach 69 97 390.
2 5 2 254 215 257 258 261 262 264 265 266 Petrarca 827.
268 269 270 271 272 273 274 275 2 Lucas de San José 18. Mersch 50 76.
77 278 Mesard 11. Philip 12.
Lucía de Fátima 73. Philipon 15 18 36 39 44 45 4 6 51 176 187 289
28o 309 333 338 339 345 352 355 370 373 Meschler 19 336.
437 481 490 497 501 506 508 510 512 514 Lucía (Santa-) 776. 290 305 3 2 3 33 6 339 345 37 0 409 444.
Lucinio del Santísimo Sacramento 173 176. Meynard 15 26 243 264 266 274 444 475 514
515 537 542 543 549 552 554 567 568 570 Philippe 15.
Ludolfo de Sajonia 10. 553 74 0 782 795 803 804 807. Pictaviense 16.
571 581 587 592 593 594 595 596 597 607 Micaela del Santísimo Sacramento (Santa)
632 657 671 672 676 677 678 679 681 685 Ludwina (Santa) 812 838 846 859. Pierrot 133.
695 6g6 701 702 708 712 77 6 7 8 9 795 796 Lugo 1J9. 315. Pinamonti 19.
Luis (San), rey de Francia 444. Migne 2.
797 799 805 8o6 849 859. Miguel de los Santos (San) 23 5 8 4 835 8 3 6 Pineda 16.
Juan de San Sansón 18. Lulio (Beato Raimundo) 12. Piny 15 625 629.
Juan de Santa Ana 23Q. Lumbreras 375. Mir 740. Pío V (San) 108.
Juan de Santo Tomás1^5 41 119 131 285 336 Lutero 199. Molina (Antonio de) 10.
Pío X (San) 189 315 490 511.
\ Lutgarda (Santa) 832 835, Molinos lo 15 19 508.
343 4 0 7 442 745• Pío XI 156 188 329 330 717 7 2 4.
Monasterio 17.
Juana de Arco (Santa) 383 409 444. Pío XII 76 78 8, 296 326 484 4 8S 66 7 717
Juana de Valois 835. Mónica (Santa) 231.
Llamera (Marceliano) 172 489 727 73o. 738.
Jungmann 65 310. Moneta 319.
Llaneza 15. Pitágoras 61o.
Juliana de (.or.'lillon 822. Monsabré 475.
Montgeron (Carré de) 830. Platón I10 772.
Juliano el Apóstata 199. Mabillón 14. Plotino I IO 772.
Morice (Magdalena) 832.
Justiniano (San Lorenzo) 13 65;. islach 19. Plus 19 50 64 231 232 63) 638 670.
Justino (San) 119. Morin 14.
Macrobio 110. Policarpo (San) 5.
Mura 50 76.
Murillo 16 500. Pomponacio 837.
Teresa de Jesús Marta 18. Vaca 17 701.
7'eresita del Niño Jesús (Santa) 18 46 55 71 Vacant 2 7o6.
Pood 784 802. 276 289 332 349 359 375 387 4 1 5 416 43o 178 227 232 339 370 3 8 3 40 9 412 4 2 3 437 Vagaggini 484.
Posadas (Beato) 15 44 1 448 4 63 475 514 6o2 6o8 619 670 706 444 447 497 596 644 667 737. Valencia 87.
Pottier 3.16. 708 709 712 713 715 740 85o. Teresa Neumann 8o9 812 825 832 838 839. Valensin 24 174.
Poulain 3 19 32 1 74 t 8 3 475 508 514 532 Scheel,en 23 40. Terrien 39 4o 69. Valuy 19.
533 534 535 539 544 552 553 572 584 588 Scheuer 3. Tertuliano 779. VaI1gorncra 15 18 146 197 2.55 243 254 273
592 740. Schopenhauer 616. Thibaut 171 409 412 419 468. 553 572 740 783 79 0 793 Soo.
Pourrat 1 5o8. Schram 14 209 218 221 706 782 787. Thiriot 11. Van Roey 148.
Prat 5o 148. Schrijvers 22 24 26 29 35 36 175 187 189 289 Thurston 740. Vázquez I2I.
Prümmer 97 332 349 359 375 387 430 44 8 . 443 552 67o. Thyrée 221. Vega 103.
625
Puente (Luis de la) 19 33 187 475 657 67o Schutz 5o. Tissot 20 26 36 205 213 309 5o2 6o8 612 Vermeersch 159.
706. Sebastián Aguilar 725. 631 688. Vernet 1.
Putigny 832. Segneri 19. Tocannier 809. Verónica de Juliani (Santa) 16 276.
Seisdedos 19. Tomás de Aouino (Santo) passim. Veuillot 717.
Séneca III 461. Tomás de Celano 817. Vicente de Paúl (San) 21 242 672 701.
Q ueyrat 614
Quiroga i8.
Señeri 69. Tomás de Jesús 18. Vicente Ferrer (San) II 303 309 345 67 2 7t 0
Serafín (P.) 23 847. Tornassino 4o. 802 817.
Serafín de Fermo 23. Tomé de Jesús 17. Victorino (San) 119.
Rafael de San Juan 23. Sertillanges 165 475. Tongiorgi 847. Vigilando 479.
Raimundo de Capua (Beato) 592 672 701 Silverio de Santa Teresa 18 500 592 788. Tonquedec 34 209. Villanueva (Santo Tomás de) 17 582 583 849
835. Silvestre 458. Toro 16. 859.
Raimundo de Peñafort (San) 853 859. Silvio 458. Torquemada 11. Viller 2.
Ramiére 19 43 44. Simeón el Teólogo 7. Toublan 437 43 8 . Vincent 20.
Ramírez 24 27 36 349 350 515. Sinety 269. Touzard 119 120. Vives y Tutó 16.
Ramón y Cajal 772. Smaragdo 7. Tremblay 16. \'oltairc 199.
Rancé 14. Smedt 19 26 332 349 359 375 415 43 0 448 461, Trochu 231 6o6 715 8oy.
Raynaldo de Priverno 8,6. Sócrates IIO 772. Tronson 21 500.
Sorazu 23. Truhlar 3. Vaffclaert 23 175 55 2 .
Regamey 15 24.
Soto (Domingo de) 87 103 387 458. \Veis (Alberto María) 15.
Reguera 19.
Retailleau 39. Spicq 717. Weis (Carlos) 122 616.
Rivadeneyra 595. Spinoza 616. U rbano 15. \Venceslao (San) 822.
Wenceslao del Santísimo Sacramento 18.
Stiegele 72I. Urbano VIII 849.
Ribet 21 175 207 209 214 215 219 224 227
228 289 313 475 482 490 501 502 514 515 Stolz 14 171 187 217 490 514.
572 576 586 6o2 651 654 656 659 670 683 Studita (San Teodoro) 7, Zacchi 228.
7ō 6 740 753 757 762 764 768 771 776 777 Suárez 19 4r 87 103 119 117 162 183 323 411 Zimmermann 3.
780 813 814 821 822 823 834 840 846 847 475 753 755 810 833 8 47. Zubizarreta 285 338.
85o 8S7 86o 861. Suhard 721.
Ribot 247. Sulolcio Severo 22I.
Ricardo de San Víctor 9 33 515. Surbled 589 74o 762 812 813 827 833 849 851.
Ricciotti 833. Surín 19 33 219 221 223.
Richard 15 159. Surjo IO 13.
Rieti (Columba de) 583. Susón (Beato Enrique) II 33 187 444 5 1 4.
Rigoleuc 19. Swiney (Mac) 839.
Ripalda 103.
Rocaberti i5.
Taille (M. de la) 19 174 187 514.
Rodríguez (San Alfonso) 19 215 592.
Tanqucrey 3 21 24 26 29 35 146 1 57 1 75 189
Rodríguez (Alonso) 19 33 657 670.
204 207 209 224 228 235 254 266 273 274
Rodríguez (Tomás) 17.
Rojo 232 429. 2 8 9 313 319 332 336 349 359 375 377 387
409 415 430 448 460 463 468 475 500 510
Rosa de Lima (Santa) 759 809 814 841 859.
514 515 552 572 6o2 6o8 614 619 625 6 34
Rosa de Viterbo (Santa) 859.
Rosanas 1. 639 654 6 59 670 687 703 706 740 781 787
824 827 85o.
Rosinini 23.
Tarragó 19.
Rouet de Journcl 2 148.
Taulero io II 14 33 187 188 269 514 516
Rousseau 15.
Rousselot 34. 554.
Teodoro dé San José 18.
Rousset 15.
Teótimo de San Justo 175.
Roy (Le) 232.
Teresa de Jesús (Santa) 10 16 18 21 28 32 33
Royo Marín 5o 289 359 725.
Rubino 846. 44 48 128 161 169 175 176 179 184 186
187 189 190 191 192 1 95 1 99 200 203 209
Ruysbroeck 13 17 33 187 514 516.
215 222 227 229 231 232 238 239 241 245
246 265 269 270 272 276 278 280 301 311
Salmanticenses 87 142 149 159 284 285 362 315 316 333 335 339 342 345 348 352 355
745 756. 363 37o 383 386 391 394 437 444 464 466
Salmerón 753. \ 476 481 490 494 497 498 501 502 503 508
Salle (San Juan Bautistá de la) 21 500. 510 512 514 515 518 534 535 538 540 542
Sarnelli 22. 543 544 545 550 553 555 556 557 558 559
Saudreau 23 28 175 187 189 191 197 209 274 56o 561 562 563 564 665 566 567 569 570
475 500 514 740 790 804. 579 581 582 583 585 586 587 588 590 591
Sauras 15 5o 76 719. 592 593 594 595 596 597 617 622 626 631
Sauvé 21 So 54 69 313. 632 6 43 6 44 646 657 671 672 673 676 679
Savarese 336. 691 7o1 702 704 765 766 773 774 77 6 7 8 5
Savonarola 11. 787 788 789 798 815 827 841 842 844 841
Scaramelli 19 33 235 238 264 265 266 274 859 861.
INDICE ALFABETIC0 DE MATERIAS contemplación 553; llamamiento inmedia- Distracciones en la oración: causas y re-
to a ella 554. medios 482, a).
(Las cifras remiten a los números marginales) Contemplación natural: Si cs posible Dolor (véase
515 a). 1)on: cn tsccttrf -a f t 17.
Contemplativa (Vida): es mejor que la vida Dones de Dios: 118.
activa 548; y más meritoria 549; puede Dones del Espíritu Santo: nociones pre-
ser impedida o ayudada por la activa 55o; vias 117 - 18; existencia 119; número 120;
es anterior a la activa en dignidad, pero naturaleza 121; se distinguen específica-
posterior en el orden de la generación 551. mente de las virtudes infusas 122-29; no
admiten otra modalidad que la divina 13o;
Continencia: en qué consiste 459.
Corazón (Renovación o cambio del) : el he- son necesarios para la perfección de las
A bnegación de sí mismo: su necesidad Castidad: en que consiste 456; medios para
conservarla 227.
cho 834; casos históricos 835; explicación virtudes 131 ; y para la misma salvación
262. del fenómeno 836. 132; pero no para todo acto saludable 133;
Abstinencia: es una virtud parte subjetiva Ciencia (I)on de): naturaleza 343; necesi- Crecimiento en la vida espiritual: sólo Dios se relacionan mutuamente entre si 134;
de la templanza 455• dad 344; efectos 345; bienaventuranzas « es la causa eficiente del mismo 283; se son más perfectos que las virtudes mora-
Adoración: en qué consiste 396. frutos correspondientes 346; vicios con- realiza por los sacramentos 284; por el les, pero no tanto corno las teologales 135;
Afectiva (Oración): naturaleza 503; práctica trarios 347; medios de fomentarlo 348. mérito sobrenatural 285; y por la eficacia actos suyos son los frutos del Espíritu
504; ventajas 505; obstáculos 506; frutos Clemencia: en qué consiste 461. impetratoria de la oración 286-87; cómo Santo y las bienaventuranzas evangélicas
507. Comunión (véase Eucaristía). se realiza 288. 136 - 37; permanecerán eternamente en el
Agilidad: el hecho 843; casos históricos 844; Concupiscencia: naturaleza 226; remedios cielo 138; síntesis de la doctrina de Santo
Cristo (véase Jesucristo).
explicación del fenómeno 8 45. contra ella 227. Cuerpo místico: la Iglesia, cuerpo místico "Tomás sobre los dones 139; su actuación
Alma humana: es la forma sustancial del Confirmación (Sacramento de la): natura- de Cristo 78; Cristo, cabeza del cuerpo en el estado místico 176-80; la contempla-
cuerpo y sujeto de la vida sobrenatural 84. leza 305; efectos 3o6; exigencias que lleva místico 79; extensión de la gracia capital ción infusa v dones 528; pueden ser fuen-
Almas víctimas: 232 5.° consigo 307. de Cristo 8o; el cristiano, miembro del te de ciertos fenómenos místicos 748.
Almas del purgatorio: si puede invocárse- Confirmación en gracia: si se da en esta cuerpo místico 81. Dulía: es una virtud 414.
las 479 4. a vida 593•
Amistad o afabilidad: en qué consiste como Conformidad con la voluntad de Dios:
virtud 427; rasgos característicos 617 2,c. naturaleza 627; fundamento 628; excelen- D eberes del propio estado: no omitirlos Edad: su influencia en los fenómenos mís-
ticos 767.
Amistades santas: valor de un buen amigo cia y necesidad 629; modo de practicarla por el dolor 232,1.o
Demonio: la ientacein diabólica 211; psi- Embriaguez de amor: sigue a veces a la
661; diferentes clases de amistad 662; des- 630-32; frutos y ventajas 633. quietud mística 562; conducta del alma
viaciones peligrosas 663. cología de la misma 212; modo de com-
Conjuro: en qué consiste 401. en este estado 563, c).
Apostolado: concepto 665; grados 666; batirla 213; la obs ssión diabólica: su na-
Consejo (Don de) : naturaleza 381; necesi- turaleza 214; clases 215; causas 216; con- Enfermedades: su influencia en lo; fenó-
obligatoriedad 667; formas 668; relacio- dad 382; efectos 383; bienaventuranzas y ducta práctica del director 217; la pose- menos místicos 776.
nes con la perfección cristiana 669.
frutos correspondientes 384; vicios opues- Entendimiento: qué es 256; aspecto nega-
Aridez o sequedad: causas y remedios
tos 385; medios de fomentar este don 386.
sión diabólica: existencia 218; naturaleza tivo de su purificación 257; aspecto posi-
482, b). 219; señales 220; causas 221; remedios
Constancia: en qué consiste 44o. tivo 258.
Artes: habilidad infusa para ellas 817. 222; los exorcismos 223; doctrina teoló-
Contemplación infusa: naturaleza 515; su gica sobre los demonios 777; lo que el Entendimiento (Don de): naturaleza 337;
Ascética: se compenetra con la mística 179;
principio elicitivo psicológico no es la esen- demonio no puede hacer 778; lo que pue- necesidad 338; efectos 339; bienaventu-
en ella comienza a manifestarse la acción
cia del alma 516; ni las potencias orgáni- de hacer permitiéndolo Dios 779. ranzas y frutos correspondientes 34o; vi-
de los dones 180.
cas 517; sino el entendimiento con in- Desarrollo normal de la vida cristiana: cios contrarios 341 ; medios de fomentar-
Austeridades: cuando son excesivas depri-
men el espíritu 774. fluencia de la voluntad 518; no es una cuadros esquemáticos 190-95; esquema de lo 342.
gracia gratis dada 519; requiere necesa- su aspecto negativo 196; ídem del positi- Equidad o epiqueya: es una virtud 429.
Ayuno absoluto (véase Inedia).
riamente la gracia habitual 52o; y la ac- vo 281 ; leyes fundamentales de su des- Esperanza: nociones 35o; pecados opues-
tual 521-22; y el hábito de las virtudes arrollo 282-88. tos 35t; el crecimiento en ella 352.
13 autismo: naturaleza 298; efectos 299; exi- infusas y dones del Espíritu Santo 523; Deseo de la perfección: naturaleza 621; Estado religioso: noción 726; finalidad 727;
gencias que ]leva consigo 300-2; el aniver- no procede de las virtudes o dones afec- necesidad 622; cualidades 623; medios esencia 728; la vida común 729; los votos
sario del bautismo 303. tivos 524; sino de una virtud infusa en el para excitarlo 624. religiosos 730; la regla y constituciones
Bienaventuranzas evangélicas: qué son entendimiento 525; que no es la fe sola Desposorio espiritual: naturaleza 587. 731.
y de dónde brotan 137; correspondientes 526; ni sólo los clones intelectivos 527; Desprendimiento de lo creado: su nece- Estado sacerdotal: introducción 718; la e- ,
al don de entendimiento 340; al don de sino la fe iluminada por los dones inte- a) ofrecer 719-20;-pirtualdscerotal:
sidad 261.
ciencia 346; al don de temor 356; al don lectivos del Espíritu Santo 528; principal- Devoción: en qué consiste 394. h) bendecir 721; c) presidir 722; d) pre-
de sabiduría 371; al don de consejo 384; mente en su grado o estado perfecto 529; Desvanecimiento natural: se distingue del dicar 723; e) bautizar 724.
al don de piedad 410; al don de fortale- siempre se realiza a base de especies in- Estado seglar: introducción 733; qué se en-
éxtasis 589,1.°
za 445. teligibles 53o; pero no se requieren nue- Dirección espiritual: naturaleza 671 ; im- tiende por laicos o seglares 734; caracte-
Bilocación: el fenómeno y casos históricos vas especies infusas 531. - Sus principales portancia y necesidad 672; confesión y di- rísticas de la espiritualidad seglar 735;
846; explicación 847. Curaderjcticas psicológicas son: la presen- a) la santificación de su vida familiar
rección 674; el director: definición 673;
Breviario: corno oración litúrgica 720. cia de Dios sentida 533; ]a invasión de lo cualidades técnicas 676-79; cualidades mo- 736; h) de sus actividades profesionales
sobrenatural en el alma 534; imposibili- rales 68o-85; oficios y obligaciones 686- 737; c) la «consagración del mundo , 738;
dad de producirla por nosotros mismos c1 apostolado en su propio ambiente
Carácter (Energía de): naturaleza 615; ori- 92; el dirigido: definición 693; cualidades
535 ; pasividad 536; conocimiento oscuro 739.
gen 616; rasgos del carácter ideal 617; y deberes: a) con respecto a la dirección
y confuso 537; plena seguridad 538; cer- Estigmatización: el hecho 824; número de
formación del carácter 618. 695-98; b) con respecto al director 699-
teza moral de estar en gracia de Dios 539; los estigmatizados 825; ¿lo fue San Pa-
Carácter sacramental: qué es 296. 703; pde director 702; cambio
c elección
experiencia inefable 540; reviste diversas blo? 826; explicación racionalista 827; ey -
Caridad: en ella consiste esencialmente la director 7o3 ; luralidad de directores 704;
dire
formas 541; presenta fluctuaciones con- plicación católica 828; modo de producir-
perlttci, ■ n cristiana 148-53 ; caridad afec- tinuas 542; repercute con frecuencia so-
la dirección epistolar 705.
se 829; la estigmatización diabólica 850.
tiva t c leetí,a 152; no puede encontrar 11-- Discernimiento de espíritus: nociones pre-
bre el cuerpo 543; suele producir la liga- vias 708; el discernimiento adquirido y Estudiosidad: en qué consiste 470.
mite en ta vida -4-S4, la caridad en sí Eucaristía: excelencia 312; su eficacia san-
dura de !a., pDtcn._ia•: 144; impulsa a la medios de alcanzarlo 709; los tres espíri-
misma 35.o; cún e o crece y aumenta 285 12' tificadora 314; disposiciones para comul-
y 361 - 2 ; Objeto de la misma 363 ; orden Fuá; rica de la virtud 545; proce.o teoló- tus que mueven al alma 71o; señales del
gico-psicológico de la contemplación 546; espíritu de Dios 712; del espíritu diabóli- gar 315; la acción de eracias 316; la co-
3 6 4; el autor es su acto principal 363; definición de la contemplación infusa 547; munión espiritual 317; la visita al Santí-
co 713; del espíritu humano 714; señales
efectos 366; pecados opuestos 367. es muy deseable como gracia formalmen- simo 318. La eucaristía como sacrificio
Carne (véase Concupiscencia). de espíritu dudoso 715; el discernimiento
te santificadora 752; disposiciones para la como gracia gratis dada 8o8; casos histó- (véase Misa).
ricos 809; explicación del fenómeno Si o. Eutrapelia: en que. consiste 472.
alma 270; efectos 271; duración 272; lugar
Examen de conciencia: naturaleza 609; Llagas de amor: naturaleza de las mis- que ocupa en la vida espiritual 273.
importancia 61o; división 6i 1 ; inodo de Hábitos infusos: c,ímo se desarrollan 288.
hacerlo 612. Heridas de amor: naturaleza de las inis- mas 571.
Exorcismos: 111 ■ s 570. Obediencia: naturaleza 416; excelencia
Éxtasis: cl fenoincno exterior 574; sus cau- 1-iicrognosis (conoci)1 icnto inr.tinlivo de lo 417; grados 418; cualidades 419; ventajas
Magnanimidad: qué es 435.
sas posibles 575; noción del éxtasis sobre- sagrado): el Trecho 811; casos históricos Magnificencia: en qué consiste 436. 420; Cristo, modelo supremo 421; falsifi-
natural 576; el éxtasis profético 577; de- 812; explicación del fenómeno 813. Mansedumbre: qué es y cómo se practi- caciones 422.
finición del éxtasis místico 578; sus cau- Hipnosis: se distingue del éxtasis místi- Observancia (Virtud de la): en qué consiste
ca 460.
sas 579; grados 58o; formas 581; actitud co 589, 3•° María Santísima: interviene eficazmente 413.
del extático 582; duración 583; frecuen- Histeria: se distingue del éxtasis místi- en nuestra santificación 7o; oficio de Ma- Obsesión diabólica: naturaleza 214; clases
cia 584; ¿merece el alma en él? 585; efec- co 589, 4.° ría 71; la verdadera devoción a la Virgen 215; causas 216; conducta práctica del di-
tos 586; el desposorio espiritual 587; la Honestidad: es una virtud parte integral 72; devociones marianas 73; la santa es- rector 217.
llamada al extático 588; el éxtasis natu- de la templanza 454• clavitud mariana 74; la piedad filial ma- Ofrendas y oblaciones: son actos de la vir-
ral 589; el éxtasis diabólico 59o; el éxta- Humildad: naturaleza 464; excelencia 465; tud de la religión 398.
riana 75.
sis místico no es gracia gratis dada 82o. importancia 466; grados 467; cómo se Matrimonio espiritual (véase Unión trans- Oído (Sentido del) : modo de purificarlo 239.
practica 468; vicio opuesto 469. Olfato (Sentido del): modo de purificarlo
forma tiva) .
Iglesia, Cuerpo místico de Cristo (véase Matrimonio (Sacramento del): noción 328; 24o.
Fantasía (véase Imaginación). Cuerpo místico). Oración: puede aumentar la vida de la gra-
fines 329; efectos 33o.
Fe: nociones 333; pecados contra ella 334; Meditación: naturaleza 498; importancia y cia por su eficacia impetratoria 286; con
el crecimiento en ella 335. Imaginación: es uno de los sentidos inter- necesidad 499; método 500; materias que las debidas condiciones es siempre infali-
Fenómenos místicos extraordinarios: di- nos 234,6) ; importancia, necesidad y mo- se han de meditar 5o1; tiempo 502,0); ble 287; es acto de la virtud de la religión
visión fundamental 780. do de purificarla 245; influencia en los lugar 502,b) ; postura 5o2,c) ; duración 395; naturaleza 476; conveniencia 477; ne-
Fidelidad de la gracia: naturaleza 635; im- fenómenos místicos 768-7o. 502,d); mal regulada, deprime el espíri- cesidad 478; a quién se debe orar 479; por
portancia y necesidad 636; eficacia santi- Imperfección: concepto de la misma 159; quién 480; eficacia santificadora 481; las
tu 773.
ficadora 637; modo de practicarla 638. (nodo de combatirla 206. Memoria: la sensitiva es uno de los senti- distracciones 482,a) ; las sequedades y
Fin de la vida cristiana: lin último y abso- Impetus: qué son 569. dos internos 234,b); la intelectiva es una arideces 482,b) ; escollos que se han de
luto 36; próximo y relativo 37. Incendios de amor: el hecho 821; sus gra- función del entendimiento 246 (cf. 255); evitar 483; grados principales de oración
Fortaleza: (Don de): naturaleza 442; nece- dos 822; explicación de estos fenómenos importancia y necesidad y modo de pu- 490-91; oración vocal 492-97; meditación
sidad 44;3; efectos 444; bienaventuranzas ,823. rificarlas 246. 498-502; oración afectiva 503-507; oración
y frutos correspondientes 445; vicios Inedia (ayuno absoluto): el hecho 837; ca- Mérito: es un medio para desarrollar la de simplicidad 508-12; oración de recogi-
opuestos 446; medios de fomentar este sos históricos 838; explicación del fenó- vida cristiana 285. miento infuso 556-58; oración de quietud
don 447. meno 839. Método: en los estudios místicos debe pre- 589-63; oración de unión 564-71; oración
Fortaleza: cuadro esquemático 115; natu- Inhabitación trinitaria: existencia 40; na- valecer el método teológico sobre el des- extática 573 - 9 0 ; oración de unión trans-
raleza 431; importancia y necesidad 432; turaleza 41; finalidad 42-44; modo de vi- criptivo y experimental 169. formativa 591-96.
vicios opuestos 433; Partes en que se di- virla 45-48. Misa (Santa): nociones 32o; fines y efectos Oración litúrgica: excelencia 486; eficacia
vide 434-40; medios de perfeccionarse en Invocación del santo nombre de Dios: 321; disposiciones 322. santificadora 487; comparada con la priva-
ella 441. es acto de la virtud de la religión 402. Mística: introducción y cuestiones de mé- da 489.
Frutos del Espíritu Santo: qué son y de todo 169; estado actual de la cuestión 170; Oración privada: excelencia y necesidad
dónde brotan 136; correspondientes al don
de entendimiento 340; al clon de ciencia J esucristo: su papel en nuestra santifica-
ción 49; es el Camino 51; la Verdad 52-
su constitutivo esencial según los autores
benedictinos 171; dominicos 172; carmeli-
488; comparada con la litúrgica 489.
Orden (Sacramento del): noción 325; efec-
346; al don de temor 356; al don de sabi- 55; y la Vida 56; causa meritoria de la tas 173; jesuitas 174; y autores indepen- to 326.
duría 371; al don de consejo 384; al don gracia 57; y causa eficiente 58; y fuente dientes 175; síntesis teológica sobre su ín- ' Ordinario y extraordinario en la vida cris-
de piedad 410; al don de fortaleza 445. tima naturaleza 176; no es lo mismo acto tiana (Lo): qué debe entenderse por ello
de vida sobrenatural 59; cómo hemos de
vivir el <misterio de Cristo.) 6o-68; Cris- místico que estado místico 177; ni mística 25 27 y 183.
to, cabeza de la Iglesia 79-80. que contemplación infusa 178; la mística y
Gloria de Dios: fin último de la vida cris- Juramento: en qué consiste 400. la ascética se compenetran mutuamente
tiana 36. Justicia: cuadró esquemático 114; natura- 179; la mística comienza en pleno estado Paciencia: naturaleza y grados 437.
Gracia santificante: naturaleza 86; reside leza 388; importancia y necesidad 389; ascético 180; relaciones de la mística con Padre nuestro: exposición 497.
en la esencia del alma 87; efectos 88; nos partes integrales, subjetivas y potencia- la perfección cristiana 181-82; la mística Pasiones: noción 248; naturaleza 249; nú-
hace hijos de Dios 89; herederos del cie- les 39o; medios para perfeccionarse en entra en el desarrollo normal de la gracia mero 250; importancia 251; educación
lo 90; hermanos de Cristo y coherederos ella 391. santificante 183; únicamente en la vida 252; advertencias al director 253.
de El 91; nos da la vicia sobrenatural 92; mística puede alcanzarse la perfección cris- Pecado: en qué consiste 198; a) Pecado mor-
nos hace justos y agradables a Dios 93; tiana 184; así lo enseñan San Juan de la tal: de ignorancia. fragilidad, indiferencia
nos da la capacidad de merecer sobrena- Lágrimas
g1e) de sangre (véase Sudor de san- Cruz 185 ; y Santa Teresa 186; y San Fran- v malicia 199; horror hacia él 200; b) Peca-
turalmente 94; nos une íntimamente con cisco de Sales 187; todos estamos llamados do venial: naturaleza 201; división 202;
Dios 95; nos hace templos vivos de la Laicos (véase Estado seglar). malicia 203; efectos 204; medios de com-
a la vida mística 188.
Santísima Trinidad 96; está llamada a Lectura espiritual: utilidad e importancia Modestia: en qué consiste 462; virtudes batirlo 205.
crecer y desarrollarse 282; fidelidad a la 656; libros principales 657; modo de leer derivadas 464ss; modestia corporal 471; en Penitencia (Sacramento de la): valor sus-
gracia 6 35-38. 658. tantivo 3o8; disposiciones para recibirlo
el ornato 473.
Gracias actuales: naturaleza 140; necesi- Lengua: modo de purificarla 239. Mortificación: practicarla voluntariamente 309: efectos 3,o; la virtud de la penitencia
dad 141; división 142; oficios y funcio- Levitación: el hecho 848; casos históricos Purificación). y el espíritu de compunción 31i.
23 22 ,3. ° (véase
nes 143. 849; explicación del fenómeno 850; sus Muerte: la de los santos es dulcísima 596. Perfección: la perfección en general 144-45
falsificaciones 85t. Mundo: qué es 208; nodo de combatirlo naturaleza de la perfección cristiana 147;
Gratis dadas (Las gracias) : naturaleza 751;
número 752; fe 753; palabra de sabiduría Liberalidad: es una virtud' 428.
200. consiste especialmente en la caridad 148: ■ •
Liturgia (véase Oración litúrgica). en las demás virtudes en cuanto imperadas
754; palabra de ciencia 755; don de cura-
ciones 756; don de milagros 757; profecía Locuciones: noción 791; división 792; lo- por la caridad 149; crece a medida que Se
cuciones auriculares 793; imaginarias 794; Natural: qué se entiende por ello 743,11).
758; discreción de espíritus 759; don de len- intensifican la caridad y demás virtudes
intelectuales 795; a) sucesivas 796; b) for- Naturaleza: noción de ella 743, a). 15o; consiste primariamente en el amor
guas 76o; interpretación de lenguas 761. Noche del espíritu: naturaleza 275; causas
males 797; c) sustanciales 798; naturaleza de Dios y secundariamente en el amor al
Gratitud: es una virtud parte potencial de teológica de las locuciones 799. 276; efectos 277; necesidad 278; duración
la justicia 423. 279; lugar que ocupa en la vida espiritual prójimo 15t ; y más en la caridad afectiva
Longanimidad: en qué consiste 438. que en la efectiva 152; es indispensable la
Gula (véase Gusto). Luces o resplandores: el hecho 855; casos 280.
Gusto (Sentido del): modo de purificar- Noche del sentido: naturaleza 267; atusas actuación del don de sabiduría 153, no
históricos 856; explicación del fenóme- puede encontrar límite en esta vida 154;
lo 241. no 857. 268; señales, 269; conducta práctica del
Vergüenza: es una virtud parte integral de
clusión general sobre los temperamentos
consiste en los preceptos más que en los Resignación: aceptar con ella las cruces 647; el temperamente ideal 648; influencia la templanza 453.
consejos 155; es obligatoria para todos los 232,2.° del temperamento en los fenómenos mís- Vida: la vida natural del hombre 82 ; la vida
cristianos 156; pecan mortalmente el re- Revelaciones: noción 80o; división funda- ticos 566. sobrenatural 83.
ligioso y el sacerdote que la descuidan 1 57; mental 8o1; otras divisiones 802; las revr- Templanza: cuadro esquemático 116; natu- Vida cristiana: idea general ele su desarrollo
y aun el simple seglar si la desprecia 157; lacion:os privadas: existencia 803; no en- raleza 449: importancia y necesidad 4;o; 190-95.
en qué sentido obliga la práctica de lo más tran en el depósito de la fe 804; alcance de vicios opuestos 451; partes integrales 453 - Vigilia constante (privación del sueño): cl
perfecto fue et nunc 158; los grados de la las mismas 805; naturaleza teológica de 54; subjetivas 455 - 5 8 ; y potenciales 459 - 73• hecho 84o; casos históricos 841 ; explica-
perfección cristiana 16o-61; si es posible las revelaciones 8o6; reglas de discerni- Tentación: la que procede del demonio 211; ción del fenómeno 842.
en esta vida 162; la perfección cristiana y miento 8o7. su psicología 212; modo de combatirla 213. Vindicta: es una parte potencial de la justi-
la predestinación 163; supone siempre un Teología de la perfección: nociones de ter- cia 424.
desarrollo eminente de la gracia 165; y la minología 25; el nombre 26; relaciones Virginidad: en qué consiste 458.
perfección de las virtudes infusas 166; y Sabiduría (Don de): naturaleza 368; nece- Virtudes infusas: existencia y necesidad 98;
con las otras ramas de la teología 27; su
purificaciones pasivas 167; y vida mística sidad 153 y 369; efectos 37o; bienaventu- extensión o campo 28; definición 29; im- naturaleza 99; sus diferencias con las vir-
168; la perfección se encuentra únicamen- ranzas y frutos correspondientes 371; vi- portancia y necesidad 3o; modo de estu- tudes naturales o adquiridas loo; propie-
te en la vida mística 184; así lo enseña San cios opuestos 372; medios de fomentar diarla 31; método 32; fuentes 33 - 34; divi- dades generales tot ; división 102; a) vir-
Juan de la Cruz 185; Santa Teresa 186; y este don 373. sión 35. tudes teologales: existencia 103; naturale-
San Francisco de Sales 187; el deseo de la Sacerdotes (véase Estado sacerdotal). Toques místicos: en qué consisten 568. za 104; número tos; orden entre ellas 106;
perfección 620-24. Sacramentos: aumentan la gracia y desarro- Trabajo intelectual: cuando es absorbente sujeto donde residen 107; b) virtudes mo-
Perfume sobrenatural: el hecho 858; casos llan la vida cristiana 284; noción 291; nú- deprime el espíritu 772. rales: existencia 108; naturaleza 109; nú-
históricos 859; naturaleza del perfume mero 292; división 293; orden 294; gracia Trinidad (La Santísima): mora en nosotros mero 110. Las virtudes cardinales: natu-
86o; explicación del fenómeno 861. que confieren 295; el carácter sacramental 40; de qué manera 41; nos hace partici- raleza t t 1; número 112.
Perseverancia: en qué consiste 439. 296; bautismo 297 - 303; confirmación 304- pantes de su vida intima 43; se constituye Visión beatífica: si cabe en esta vida 594.
Piedad (Don de): naturaleza 407; necesidad 7; penitencia 308-11; eucaristía 312-22; en objeto fruitivo de la experiencia mística Visiones: noción 781; división 782; visiones
408; efectos 409; bienaventuranzas y fru- unción de los enfermos 323; orden sacer- 44; modo de vivir el misterio de la divina corporales 783; ima,inarias 784; intelectua-
tos derivados 410; vicios opuestos 41i ; dotal 324-26; matrimonio 327-3o. inhabitación 45-48. les: características 785; elementos 786; su
medios de fomentar este don 412. Sacrificio: en qué consiste como acto de la plena certeza y origen divino 787; objeto
Unción de los enfermos 323.
Piedad (Virtud de la): naturaleza 404; peca- virtud de la religión 397. 788; naturaleza teológica de las visiones
dos opuestos 405; medios de adelantar en Santificación del alma: fin próximo de la 789; reglas de discernimiento 79o.
ella 406. vida cristiana 37. Unión (Oración de): naturaleza 564; carac- Visita al Santísimo: 318.
Plan de vida: noción 65o; utilidad 651; Santos: se les debe invocar 479. terísticas esenciales 565; efectos 566; fenó- Vista: modo de purificarla 238.
cualidades 652; su cumplimiento 6 53. Seglares (véase Estado seglar y Matrimonio). menos concomitantes 567 - 71. Vocal (Oración) : conveniencia y necesidad
Posesión diabólica: existencia 218; natura- Sentidos externos: noción 234,a) ; necesidad Unión extática (véase Extasis). 493; condiciones 494; duración 495; fór-
leza 219; señales 220; causas 221; reme- de purificarlos 237. Unión transformativa: naturaleza 592; mulas 496; exposición del Padrenuestro
dios 222-23. Sentidos internos: noción 234,8) ; purifica- ¿hay confirmación en gracia? 593; ¿cabe 497.
Potencias: necesidad de purificarlas 233. ción del sentido común y de la facultad en esta vida la visión beatífica? 594; efec- Voluntad: qué es 259; necesidad de purifi-
Presencia de Dios: naturaleza 6o3; eficacia estimativa 244; de la imaginación o fan- tos 595; todos podríamos llegar a ella 597. carla 26o.
tasía 245; de la memoria 246. Voluntad de Dios (véase Conformidad con).
santificadora 604; fundamento teológico Voto: en qué consiste 399.
605; consecuencias 6o6; modo de practi- Sequedades o arideces: causas y remedios
482,b). Veracidad: en qué consiste 425; pecados Votos religiosos: 730.
carla 607. opuestos 426.
Preternatural: qué es 746. Sexo: su influencia en los fenómenos místi-
cos 567.
Prudencia: cuadro esquemático 113; natu- Simplicidad (Oración de): el nombre 508;
raleza 376; importancia y necesidad 377; naturaleza 509; práctica 510; ventajas 511 ;
partes integrales, subjetivas y potenciales objeciones 512.
378; vicios opuestos 379; medios para per- Síncope (véase Desvanecimiento natural).
feccionarse en ella 380. Sobrenatural: noción de lo sobrenatural
Psicología: nociones 84. 744; división 745•
Purificación: necesidad de purificar las po- Sobriedad: es una virtud parte subjetiva de
tencias 233; purificación activa de los senti- la templanza 456.
dos: nociones previas 234; sentidos exter- Sonambulismo: se distingue de la (mtarcha
nos: necesidad de purificarlos 237; la vis- extática» 589,2.°
ta 238; el oído y la lengua 239; el olfato Sudor y lágrimas de sangre: el hecho 831;
24o; el gusto 241; el tacto 242; sentidos casos históricos 832; explicación de estos
internos: del sentido común y facultad es- fenómenos 833.
timativa 244; de la imaginación 245; de la Sueño (véase Vigilia).
memoria 246; de las pasiones 248 - 53; de Sueño de las potencias: sigue a la quietud
las potencias del alma 255; del entendi- mística 561; conducta del alma en este es-
miento 256-58; de la voluntad 259-62. tado 563,h).
Purificaciones pasivas: necesidad para al- Sufrimiento: necesidad 230; excelencia 231;
canzar la perfección 265; noche del senti- grados de amor a él 232.
do 26 7 - 73; noche del espíritu 275-80. Sutileza: el hecho 852; casos históricos 853;
explicación del fenómeno 854.