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Resumiendo en un cuadro:
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Antítesis (fase negativa) POST-MODERNIDAD:
(como “negación” de la modernidad)
crisis y acabamiento –muerte- de la razón;
pesimismo, desconfianza en la razón;
tiempo de praxis y escepticismo;
Síntesis (fase negativa/positiva) POSTMODERNIDAD:
(como “superación” de la modernidad)
superación –en la discontinuidad- de las contradicciones
de la modernidad;
nuevo conocer (nuevos paradigmas):
+ distinción entre uso-abuso de la razón;
+ incorporación de la experiencia y el sentimiento;
tiempo de sin-razones e irracionalidad;
transformación (como hipótesis o como posibilidad real)
(Rubio M., op. cit., pág. 137).
I. ¿QUE ES LA POSTMODERNIDAD?
Rasgos de la Postmodernidad
1) El desencanto de la razón
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2) El entierro de las utopías
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ofrecen los “mass-media”, hemos perdido el marco de referencia de la
Historia.
+ Vivimos en la inmediatez, en el presente. Nos movemos en un
espacio sin horizonte.
+ No hay una Historia conjunta que se dirija a una meta.
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+ Sólo caben consensos temporales, locales y, por tanto,
rescindibles.
+ Esta “ética débil y provisional” es la única que respeta al hombre
en lo que tiene de particular, de imprevisible y, en el fondo, de
infinito.
+ Vivimos en una sociedad bajo el “síndrome del billete de vuelta”.
7. Hiperindividualismo hedonista
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1. Frente a la razón totalizante, el pensamiento débil.
2. Frente a los “metarrelatos”, los relatos.
3. Frente a los compromisos definitivos, los “consensos blandos”.
4. Frente a los valores absolutos, el “politeísmo” de valores.
5. Frente a la Historia unitaria, las historias parciales.
6. Frente a un mejor Futuro colectivo, el esteticismo presentista.
7. Frente a la Universalidad, el fragmento.
8. Frente a Prometeo, Diónisos y Narciso.
9. Frente a la militancia, el microgrupo.
10. Frente a lo productivo, lo comunicativo.
11. Frente a la uniformidad, la diferencia.
1. Dimensión de la Fe
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2. Dimensión de la Misión
3. Dimensión de la Afectividad-sexualidad
4. Dimensión de la “Pertenencia”
Posibilidades y exigencias
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+ La fe ha de brotar hoy de una experiencia profunda del Dios vivo, y sólo
podremos contagiarla, no a base de argumentos, sino “narrándola como
experiencia propia”.
2. Una fe inculturada
4. Una fe “fruitiva”
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Lo irrenunciable
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II. ESPIRITUALIDAD ZEN PARA UNA SOCIEDAD
POSTMODERNA
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nuestro futuro común, hacia una sociedad postmoderna, como prerrequisito
para nuestra supervivencia como comunidad de la tierrra.
Así pues, ¿cómo concebiremos un futuro común que sea viable, una sociedad
postmoderna que nos movilice para curar la tierra herida y llevar una existencia
común que nos permita celebrar la vida juntos en lugar de destruirnos unos a
otros y cada cual a sí mismo?
Quienes han abordado los problemas que plantea la modernidad han
presentado diferentes escenarios desde las perspectivas literaria, filosófica,
sociológica y otras. Sin entrar en excesivos detalles de los argumentos
procedentes de diferentes grupos y disciplinas que han contribuido al debate de
la modernidad, mantenemos que la sociedad postmoderna, lejos de ser un
hecho establecido, continúa siendo un mero ideal en la mente de muchos
individuos y que necesitamos tomar decisiones y dar pasos concretos para
convertirla en una realidad viable. Tomemos las características de la
modernidad arriba señaladas como un punto de partida para examinar las
características de una sociedad postmoderna, y así trazar un mapa con
trayectorias alternativas para configurar nuestro futuro.
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una forma de ser dicotómica, sino como una condición relacional interactiva y
mutuamente participativa. Ésta se traducirá en una forma de conciencia que
supere la dicotomía cuerpo-mente, permitiendo una reapropiación de nuestro
modo corporal de estar-en-en-mundo en las diversas dimensiones que eso
entraña. (Véase Cap. 6 “Este es mi cuerpo”, del Habito R., El aliento curativo. –
Espiritualidad Zen para una tierra herida-. San Pablo. Madrid 1994, 151-176,
para una descripción de los elementos que comprende esta forma de
conciencia).
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renovadas de relaciones y modos de comportamiento caracterizados por la
cooperación, el cuidado y el apoyo mutuos, en lugar de la competencia, la
explotación y la destrucción.
Sin embargo, como antes se indicaba, esta era postmoderna no irrumpirá de
una forma determinista, es decir, como un movimiento inevitable de la historia.
Si ha de venir, lo hará en la medida en que haya más personas que tomen
conciencia de la situación crítica de nuestra condición presente como
comunidad de la tierra, y en tanto estas sientan la necesidad de dar un paso
más allá de la mentalidad y estructuras de la modernidad en la sociedad que
han dado pie a esa condición, y adopten decisiones concretas al respecto.
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todos los seres que sufren y de compasión por todos ellos. En otras
palabras, será una espiritualidad de compromiso que se pone al
servicio de la curación de la comunidad de la tierra.
En un contexto cultural y religiosamente plural, lo que nos hará alcanzar una
edad postmoderna no es sino una espiritualidad global. Con esa expresión
queremos dar a entender una forma de vida en contacto con lo espiritual, esa
energía dinámica y creativa que reside en lo hondo de nuestro ser, dispuesta a
recibir inspiración de diferentes tradiciones religiosas sin perder por ello su
raigambre en una u otra en particular. Tras el uso del término global subyace la
visión de la tierra como una totalidad, de la misma forma en que los
astronautas, desde el espacio, pudieron verla y después mostrárnosla en esas
sorprendentes fotografías: una visión sin marca alguna de fronteras nacionales,
políticas, religiosas, o cualesquiera otras. (Cf. E.H. Cousins, Global Spirituality:
Towards the Meeting of Mystical Paths, Radhakrishnan Institute For Advanced
Study in Philosophy, Madras 1985; R. Habito, Towards a Global Spirituality:
Buddhist and Christian Contributions, en Zen Buddhism Today: Annual Report of
the Kyoto Zen Symposium 8 (1990) 112-123. Cita de Habito R., El aliento,
op.cit., 220).
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la interdependencia de todo cuanto existe. Manifiesta una sensibilidad y una
capacidad para escuchar los sonidos de la tierra, incluyendo todo el dolor que
proviene de una condición herida, y está dispuesta a responder de modo que
conduzca a su curación.
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op.cit, pág. 223, nota 10, nos dice: “Aquí quisiera agradecer la sugerencia para
mis exploraciones en torno a una espiritualidad global comprometida al doctor
Chandra Muzaffar, un destacado intelectual y crítico social musulmán de
Malasia. En 1987 fuimos invitados a un encuentro interreligioso de activistas
sociales en Bangkok, Tailandia, auspiciado por el Foro Cultural Asiático para el
Desarrollo, por entonces bajo la dirección de Sulak Sivaraksa. Entre los
participantes se contaba con miembros de las tradiciones budistas, hindú,
musulmana, cristiana, y también maorí (indígenas de Nueva Zelanda). En
nuestras conversaciones, el Dr. Muzaffar señaló cómo todos estamos unidos en
un lazo de espiritualidad común, caracterizada por una postura de solidaridad
con los seres de nuestras sociedades que sufren y están oprimidos, y por un
compromiso en las múltiples tareas de liberación en nuestros contextos
respectivos. Esa postura, compartida por los participantes, trasciende nuestras
diferentes tradiciones religiosas, pero encuentra su sostén y expresión en cada
una de ellas.)
(Tomado de: Habito R., El aliento curativo. –Espiritualidad Zen para una tierra
herida-. Col. Nuevos Fermentos 16. San Pablo. Madrid 1994, págs. 215-223).
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