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Consejo Editorial
César Delgado Barreto
Gastón Fernández Cruz
Samuel Abad Yupanqui
Asistentes de Edición
Martín Soto Florián
Kenny Díaz Roncal
FACULTAD DE
DERECHO
Carátula: Edward Venero
Impresión: Tarea Gráfica Educativa
Derechos reservados
ISSN: 0251-3412
Contenido
Iván Meini
Sumario: I. Planteamiento del problema.– II. El artículo 15 Código Penal como error
de comprensión culturalmente condicionado. De la propuesta del profesor Zaffaroni
a la legislación nacional.– III. El error de prohibición generado por «cultura o
costumbres» distintos queda abarcado por el artículo. 14, segundo párrafo del Código
Penal– IV. El artículo 15 del Código Penal como causa de inimputabilidad.– V. La
inimputabilidad del extraneus cultural como reacción democrática y respetuosa del
pluralismo cultural.– VI. ¿Es necesario el artículo 15 del Código Penal?– VII. Las
consecuencias jurídicas de la inimputabilidad por diversidad cultural frente al error de
comprensión culturalmente condicionado.
*
Profesor auxiliar de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. Doctor en Derecho por Universidad de Cádiz.
18 Iván Meini
el segundo fallecido [...] fue sorprendido por los nativos cuando extraía
madera en una zona conocida como la primera «Y» del río Las Piedras.
La víctima fue degollada y descuartizada por los indígenas que intentaban
defender sus tierras de los taladores. [...] Como es conocido, existen grupos
de nativos que no tienen contacto con la cultura occidental o sus niveles de
interacción con los mestizos son mínimos, en estos casos, el Gobierno del
Perú, ha venido creando zonas de reserva para asegurar la sobrevivencia de
estas poblaciones».1
2. Este caso explicita con claridad la situación que se aborda en el
presente ensayo: el pluralismo cultural describe la coexistencia, pacífica
o no, de dos o más grupos culturalmente distintos en un mismo espacio
(en un mismo «contexto normativo») que, desde el punto de vista formal,
se rige por las leyes de uno de ellos. La diversidad cultural será relevante
para el Derecho Penal cuando exista un conflicto, en el sentido de que
el comportamiento sea realizado por quien detenta patrones culturales
distintos a los que subyacen al derecho formal y se encuentre penalmente
prohibido en el contexto normativo en donde se lleva a cabo. Dicho con el
ejemplo descrito al principio de este texto, si los indígenas No Contactados
hubieran matado a uno de los suyos por talar madera de forma clandestina,
cuando según las normas de dicho grupo tal sanción es legítima, el grupo
dominante al que tal pena le incomoda no podría, en principio, reaccionar
sancionando a los autores, por más que les sorprendiese la falta de
proporcionalidad o el poco valor que le otorgan a la vida. Quien quiera ver
aquí algún conflicto (al menos en el sentido que en este texto se le da a tal
término) tendrá que reconocer que también existe uno cuando en el grupo
dominante no se mata a quienes talan árboles de manera clandestina, a
pesar del posible reclamo o sorpresa de algún nativo no contactado. La
razón es que el ser mayoría no autoriza a que las normas penales vinculen,
también, a la minoría2, sino de qué límites han de respetarse para mantener
1
En línea:http://www.rpp.com.pe/portada/nacional/imp_3518.php (la noticia fue dada a
conocer por varios medios de comunicación).
2
No se me escapa que cualquier valoración que se haga sobre el tema aquí planteado
siempre estará influenciada por la particular cosmovisión de quien valora. Así, por
ejemplo, en la nota periodística trascrita anteriormente se califica de «acto de defensa»
el hecho de que los no contactados hayan dado muerte a los taladores clandestinos.
Aunque en realidad no se sabe si, en efecto, fue un acto de defensa, o de venganza,
o un acto para conjugar alguna maldición, porque sencillamente se trata de no
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 19
contactados. Sin embargo, aun cuando fuera un acto de defensa no se podría saber
si aquellos no contactados le asignan al término defensa el mismo significado que le
atribuimos nosotros.
3
Pawlik, Person, Subjekt, Bürger. Zur Legitimation von Strafe, Berlin, 2004.
4
Frisch, Comportamiento típico e imputación del resultado, Cuello Contreras/Serrano
Gonzáles (trad.), Madrid, 2004, p. 54 ss., Freund, Strafrecht, Allgemeiner Teil, 1998,
§ 1 núm.marg. 18 ss. En extenso, Ferrajoli, Derecho y razón, sétima edición., Andrés
Ibáñez/Ruiz/Bayón/Terradillos/Cantarero (trad.), Madrid, 2005, p. 353 ss.
5
Roxin, Strafrecht, Allgemeiner Teil, Band I. 3 Aufl., München, 1997, § 12 núm. marg. 107.
20 Iván Meini
6
Roxin, Strafrecht, AT, I, § 21 núm. marg. 21.
7
Véase, sin embargo, Villavicencio Terreros, Derecho Penal, Parte General, Lima, 2006,
núm. marg. 1391 y 1425.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 21
8
Zaffaroni, Tratado de derecho penal, Parte General, IV, Buenos Aires, 1982, p. 183 ss.,
en especial p. 196 y 198 s., el mismo, en Zaffaroni/Plagia/Slokar, Derecho Penal, Parte
General, Buenos Aires, 2000, § 45 II.
9
Tratado, IV, p. 81–83.
10
Zaffaroni, Manual de Derecho Penal, Parte General, quinta edición, novena
reimpresión, 1999, p. 525.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 23
11
Zaffaroni/Plagia/Slokar, DP, § 45 III 1. Sobre las muy diversas interpretaciones que
recibe el art. 34.1 CP argentino, cfr. Sancinetti, Sistema de la teoría del error en el
Código Penal argentino, Buenos Aires, 1990, pp. 27 ss. y 57 ss.
12
Zaffaroni, Tratado, IV, p. 109 ss. Zaffaroni habla aquí de incapacidad psíquica de
culpabilidad, y enumera como casos de inimputabilidad, entre otros, el trastorno
mental transitorio (p. 134), el miedo (p. 138), la psicopatía (p. 151), las deficiencias
mentales (p. 159), epilepsia (p. 165) y neurosis (p. 168). También en Manual, p. 533
ss. y en Zaffaroni/Plagia/Slokar, Derecho Penal, § 46 I ss.
13
Zaffaroni, Tratado, IV, p. 183 ss., el mismo, Manual, p. 543, el mismo en Zaffaroni/
Plagia/Slokar, DP, § 48 I 3 y § 49 I ss.
14
Zaffaroni, Tratado, IV, p. 196 s., el mismo, Manual, p. 549 ss., el mismo en Zaffaroni/
Plagia/Slokar, DP, § 48 IV 1 ss.
15
Zaffaroni/Plagia/Slokar, DP, § 48 IV 1. Nótese que este concepto de error de prohibición
se contrapone, en cuanto no se exige la comprensión de la ilicitud, a nuestros casos de
inimputabilidad, conforme el art. 20.1 CP
16
Zaffaroni, Tratado, IV, p. 200.
17
Zaffaroni, Manual, p. 550.
18
Zaffaroni, Tratado, IV, p. 200, el mismo, Manual, p. 549.
24 Iván Meini
perfectamente conocer las leyes y conocer, por ende, que las inhumaciones
en tales condiciones pueden propagar una enfermedad peligrosa y estar
subsumidas en el artículo 203 del Código Penal argentino. Sin embargo,
el sujeto no podrá internalizar (comprender) la antijuridicidad de su
comportamiento, ya que, comparada a la importancia de su ritual funerario,
el peligro de propalar una enfermedad peligrosa le parecerá nimio y no
podrá exigírsele que lo comprenda de otra manera.19
3. El error de comprensión culturalmente condicionado se da,
siguiendo el razonamiento de Zaffaroni, cuando la diversidad cultural (o
cultura condicionante) es un factor para la no exigibilidad de la comprensión
de la antijuridicidad del comportamiento por parte del sujeto. El error de
comprensión culturalmente condicionado es, en el esquema metodológico de
Zaffaroni, un error de prohibición que, en la legislación argentina, encontraría
respaldo normativo en el artículo 34.1 del Código Penal. Lo anterior lo
expresa Zaffaroni con el recurso a una serie de ejemplos. Los miembros de
la cultura Ahuca, en el oriente del Ecuador, creen que el hombre blanco
les atacará cuando les vea, por lo que creen actuar en legítima defensa de
su vida adelantándose al presunto ataque.20 Aquí el error culturalmente
condicionado no afecta a la comprensión, sino a la justificación;21 no es
pues un error de comprensión culturalmente condicionado. Los médicos
de una determinada cultura pueden tener un conocimiento fallido o falso
sobre la causalidad, y, cuando creen curar con extrañísimos ungüentos, en
realidad causan lesiones o muertes. En estos casos el error culturalmente
condicionado no afecta la comprensión (culpabilidad) sino al conocimiento
de la causalidad, generando errores de tipo.22
19
Ibid.
20
Zaffaroni, Tratado, IV, p. 201, el mismo, Manual, p. 551.
21
Ibid.
22
Zaffaroni, Tratado, IV, p. 201 el mismo, Manual, p. 551. Es importante mencionar que
en este caso Zaffaroni concluye que se da el error culturalmente condicionado que afecta
al conocimiento de la causalidad porque no se realiza «ninguna conducta final de lesión
ni de homicidio» (Tratado, IV, p. 201, cursivas mías). Es decir, partiendo de la teoría
final de la acción, y asumiendo que el dolo queda conformado por el conocimiento y la
voluntad, quien no actúa con la finalidad (intención) de lesionar o matar no actúa con
dolo, por ende, actúa en error de tipo (mantiene la misma posición en Zaffaroni/Plagia/
Slokar, DP, § 28 II, § 34 II 4 ss., § 45 II 5). A la misma conclusión se llega entendiendo
que las intenciones no forman parte del dolo o, mejor dicho, que el elemento volitivo
no tiene autonomía frente al elemento cognitivo (es pues irrelevante, cfr. Frisch,
Vorsatz und Risiko, Colonia/Berlin/Bonn/München, 1983; Laurenzo Copello, Dolo y
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 25
25
Así se advierte en Villavicencio Terreros, PG, p. 622, cita 55.
26
Destacan nítidamente en este sentido sus últimas contribuciones, PG, núm. marg. 1379
ss. y en Código Penal Comentado, Tomo I. Lima: Gaceta Jurídica, 2002, pp. 492 ss.
27
Peña Cabrera, Estudio programático de la Parte General, Tomo I, segunda edición,
Lima, 1995, p. 436; Villavicencio Terreros, PG, p. 622 ss.; el mismo, en CP Comentado,
I, pp. 492 ss.; Bramont Arias/Bramont Arias–Torres, Código Penal anotado, 4ta edición,
revisado y concordado por García Cantizano, Lima, 2001, p. 171 s.; Francia, «Pluralidad
cultural y derecho penal», Derecho, 47, (1993), p. 493 ss.; Yrigoyen Fajardo, «Control
penal y diversidad étnico–cultural», Conflicto y sistema penal (diez estudios sobre la
actual reforma), Salamanca, 1996, p. 90.
28
Peña Cabrera, PG, p. 436; Bramont Arias/Bramont Arias–Torres, CP, p. 171. Aunque
no lo señalan, la cita corresponde al texto de Zaffaroni. También Villa Stein, Derecho
Penal, Parte General, Lima, 1998, p. 419.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 27
29
Peña Cabrera, PG, p. 447, citando a Zaffaroni.
30
Hurtado Pozo, Derecho Penal, Parte General, I, 3era edición, Lima, 2005, núm. marg.
1663 ss. y Pérez Arroyo, «Derecho penal y diversidad cultural», Derecho y Sociedad,
15, (2000), p. 253 s.
31
Pérez Arroyo, Derecho y Sociedad, 15, (2000), p. 253 s.
32
Ídem, p. 256.
33
Hurtado Pozo, PG, núm. marg. 1663 ss, en especial, 1678 ss. Antes en «Impunidad
de personas con patrones culturales distintos», Derecho, 49 (1995), pp. 157 ss. y en
«Artículo 15 del Código Penal Peruano: ¿incapacidad de culpabilidad por razones
culturales o error de comprensión culturalmente condicionado?», Anuario de Derecho
Penal 2003, Lima, 2003, pp. 357 ss.
28 Iván Meini
35
Mir Puig, Derecho Penal, Parte General, 6ta edición, Barcelona, 2002, p. L. 21 núm.
marg. 23.
36
Yrigoyen Fajardo, Conflicto y sistema penal, p. 97.
37
Vid. supra, infra II.10.
30 Iván Meini
38
RN N. 1037–2004 (Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema). Ponente González
Campos.
39
Ibid.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 31
40
Así también Hurtado Pozo, Anuario de Derecho Penal 2003, p. 371.
41
Jescheck/Weigend, Tratado, § 40.III.3.; Maurach/Zipf, Derecho Penal, Parte General, 1,
7ma edición, Bofill/Aimone Gibson (trad.), Buenos Aires, 1994, § 36 núm. marg. 44;
Mir Puig, PG, L. 22 núm. marg. 9 ss.; Bacigalupo, Derecho Penal, Parte General, Lima,
2004, p. 423; Quintero Olivares, Manual de Derecho Penal, Parte General, Pamplona,
1999, p. 536; Villavicencio Terreros, PG, núm. marg. 1335 s.
34 Iván Meini
42
Cursivas añadidas.
43
http://www.secretariasenado.gov.co/leyes/SC370_02.HTM (revisado el 28.AGO.07).
44
Cfr. Velásquez Velásquez, Manual de Derecho Penal, Parte General, 3 edición, Medellín,
2007, p. 431 s.
45
Ídem, p. 432.
46
Supra I.3.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 35
47
Hurtado Pozo, PG, núm. marg. 1678.
48
Ejecutoria Suprema RN N. 3628–2003 de 22 de abril de 2004 (Sala Penal Permanente
de la Corte Suprema. Ponente San Martín Castro).
36 Iván Meini
49
Infra VII.
50
Supra, II.4.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 37
51
Entre otros, Lenckner, en Schönke/Schröder, Strafgesetzbuch Kommentar, 26 Aufl,
München, 2001, previo a §§ 13 núm. marg. 113 ss.; Jescheck/Weigend, Tratado, §
38.II.3 ss.; Maurach/Zipf, PG, 1, § 35 núm. marg. 16 ss; Jakobs, PG, pp. 575 ss.; Roxin,
AT I, § 19 núm. marg. 10 ss.; Stratenwerth, Strafrecht, Allgemeiner Teil, 4 Aufl., Berlin,
2000, § 10 núm. marg. 1 ss.; Mir Puig, PG, L. 20 núm. marg. 46 ss.; Fiandaca/Musco,
Derecho Penal, Parte General, 4ta edición, Niño (trad.), Bogotá, 2006, pp. 331 ss.;
Villavicencio Terreros, PG, núm. marg. 1283 ss.
52
Cfr. Hurtado Pozo, «Derecho penal y diferencias culturales: perspectiva general sobre
la situación en el Perú», Anuario de Derecho Penal 2007, Lima, 2007, pp. 211 ss.
38 Iván Meini
53
Supra IV.I. Villavicencio Terreros, PG, núm. marg. 1336: «En realidad, lo que importa
no es tanto la causa científica de la anormalidad. De lo que se trata es de determinar el
efecto que produce dicha anormalidad sobre el sujeto».
54
Stratenwerth, AT, § 10 núm. marg. 54. Aunque este autor se decanta luego por tratar
este supuesto como error de prohibición, es relevante el enfoque del problema: que los
patrones culturales pueden afectar a la capacidad de culpabilidad.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 39
55
Manual, p. 549.
40 Iván Meini
56
Al respecto, la STC 010–2002–AI/TC del 3 de enero de 2003, fundamento XI. Disponible
en línea: http://www.pucp.edu.pe/idehpucp/images/docs/tc_010–2003–AI.pdf
También Fiandaca/Musco, PG, p. 318.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 41
57
Yrigoyen Fajardo, «Hacia una jurisdicción pluralista». En: Anuario de Derecho Penal
2006, Lima, 2007, pp. 380 ss.
42 Iván Meini
58
Über den Aufbau des Schuldbegriffs, 1907. Sobre el tema, Freudenthal, Culpabilidad y
reproche en el Derecho penal, Guzmán Dalbora (trad.), Buenos Aires, 2003.
59
Muñoz Conde / García Arán, PG, p. 393 s. En sentido similar, y desde distintas
concepciones, Jakobs, PG, p. 579 ss., en especial p. 584; Schünemann, «La función del
principio de culpabilidad», en Schünemann (Comp.), El sistema moderno del Derecho
penal: cuestiones fundamentales, Silva Sánchez (trad.), Madrid, 1991, p. 147 ss., en
especial, p. 158 ss.
60
Muñoz Conde / García Arán, PG, p. 393 s. En el mismo sentido, Bustos Ramírez/
Hormazábal Malarée, Lecciones de Derecho Penal, Volumen II, Madrid, 1999, p. 340.
44 Iván Meini
61
Roxin, AT, § 19 núm. marg. 21; Jakobs, PG, 584 ss. Distinto es concebir el libre albedrío
no como la ausencia de condicionamientos ni espontaneidad del comportamiento, sino
como la libertad en sentido positivo, es decir, como posibilidad cierta de determinarse
por parte del sujeto. Con múltiples referencias, Lenckner/Schönke/Schröder, StGB,
previo al §§ 13 núm. marg. 108. Similar, Schünemann, «La culpabilidad: Estado de
la cuestión», en Sobre el estado de la teoría del delito, Madrid, 2000; el mismo, en
El sistema moderno, p. 154 s.; Wesells/Beulke, Strafrecht, Allgemeiner Teil, 32 Aufl.,
Tübingen, 2002, núm. marg. 397.
62
Por todos, Jakobs, «Culpabilidad y Prevención», Suárez González, (trad.), Estudios de
Derecho Penal, Madrid, 1997, p. 73 ss.
63
Jakobs, Estudios, p. 73 ss., en especial, p. 78 ss.; el mismo, PG, p. 579 ss.
64
Terradillos Basoco, La culpabilidad, México, 2002, p. 58 s. En sentido similar, Bustos
Ramírez/Hormazábal Malarée, Lecciones de Derecho Penal, Volumen II, Madrid, 1999,
p.340 ss. y 358. Aceptando que el entorno condiciona el proceso de socialización que,
a su vez subyace a toda forma de voluntad sin la cual no puede hacer culpabilidad,
Maurach/Zipf, PG, 1, § 35 núm. marg. 17.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 45
65
Terradillos Basoco, Op. cit., p. 60.
66
Raguéz y Vallés, El dolo y su prueba en el proceso penal, p. 389.
67
Ibidem.
68
Ibidem.
69
Con referencias, Lenckner/Perron/Schönke/Schröder, StGB, § 20 núm. marg. 1. En doctrina
nacional cfr. solo Villavicencio Terreros, PG, núm. marg. 1335 ss.; Hurtado, Villa.
46 Iván Meini
70
Terradillos Basoco, La culpabilidad, p. 59.
71
Bustos Ramírez/Hormazábal Malarée, Lecciones, II, p.358.
72
Terradillos Basoco, La culpabilidad, p. 59 ss., en especial p. 61.
73
Sala Penal Permanente de la Corte Suprema.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 47
todo los que se ubican en la vertiente oriental de los Andes, tengan una
percepción de la sexualidad diferente a la que han tenido los legisladores
del ordenamiento penal [...]». La pregunta cae por su peso, ¿por qué, si
se acepta que los patrones culturales distintos han condicionado que la
percepción que tiene el sujeto sobre la sexualidad no se corresponda con la
percepción de los legisladores penales, no se le considera inimputable? En
mi concepto, por un temor infundado de recurrir a tal término cuando de
diversidad cultural se habla.
75
Situación que se presenta también en derecho comparado, cfr. Maurach/Zipf, PG, 1, §
36 núm. marg. 75 ss.
76
Supra VI.
77
RN N. 2552–2002 de 17 de junio de 2003. Sala Penal Permanente de la Corte
Suprema.
Inimputabilidad penal por diversidad cultural sobre el artículo 15 del Código Penal 49
78
Terradillos Basoco, La culpabilidad, p. 59 ss., en especial p. 61 s.; Bustos Ramírez /
Hormazábal Malarée, Lecciones, II, p.343 s.
79
Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre pueblos indígenas y
tribales en países independientes, adoptado el 27 de junio de 1989 y aprobado por el
Estado peruano mediante Resolución Legislativa N. 26253 de 26 de noviembre de 1993.
50 Iván Meini
80
Terradillos Basoco, La culpabilidad, p. 60; Velásquez Velásquez, Manual, p. 432.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 51
Presentación
La reforma de la enseñanza es, desde hace casi cuatro décadas, uno de los
rasgos que forman parte de la identidad institucional de la facultad de derecho
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 53
1
Véase al respecto: Gonzales Mantilla, Gorki. «La enseñanza del derecho en el Perú:
cambios, resistencias y continuidades». En: Clínicas de interés público y enseñanza del
derecho. Argentina, Chile, Colombia, México y Perú. Cuadernos de Análisis Jurídico
Nº 15. Santiago de Chile: Facultad de Derecho – Universidad Diego Portales, 2003, p.
103.
2
Véase Guastini, Ricardo y Giorgio Rebuffa. En Introducción a Tarello, Giovanni. Cultura
jurídica y Política del derecho. México: Fondo de Cultura Económica, 1995, p. 24.
3
Su pretensión es interpretar y racionalizar las conductas relevantes, según sus
propios criterios, para construir y justificar el orden jurídico, como instrumento para
homogeneizar el orden social que termina explicándose en función del primero. El
discurso jurídico ha cumplido un papel vinculado a la imposición —recubierta de
persuasión— de los intereses de los grupos vinculados al poder económico y político en
el Perú. Sobre la noción de Ideología en este caso, véase: Plamenatz, John. La ideología.
México: Fondo de Cultura Económica, Breviarios, 1997, pp. 119–120. Véase, además,
Bourdieu, Pierre, «Elementos para una sociología del campo jurídico». En: La fuerza del
Derecho. Santafé de Bogotá: Ediciones Uniandes/ Instituto Pensar/ Siglo del Hombre
Editores, 2000, pp. 157–158.
4
Merryman, John Henry. La tradición jurídica romano–canónica. México: Fondo de
Cultura Económica, Breviarios, 1997, pp. 111–119.
5
Hasta 1965 la prevalencia del derecho privado en la formación jurídica de la Facultad
de Derecho de la PUCP, era uno de los rasgos característicos de su perfil institucional.
Hampe Martínez, Teodoro. «El desarrollo de la vida académica» Documento sin publicar,
Lima, p. 2.
54 Gorki Gonzales Mantilla
9
Véase: De Trazegnies, Fernando, Jorge Avendaño y Lorenzo Zolezzi. «Nuestra Reforma
de la Enseñanza del Derecho». En: Derecho PUC, revista de la Facultad de Derecho de
la PUCP, Nº 29, Lima, 1971, pp. 132–134.
10
Como ocurre con cualquier perspectiva cultural que lleve consigo ambiciones de
ruptura. Santos, Boaventura de Sousa. Toward a New Common Sense. Law, Science
and Politics in the Paradigmatic Transition, New York, Routledge, 1995.
11
Se trata de una «transformación del campo jurídico de gran magnitud y conictividad
en la disputa por el monopolio de dictar la verdad jurídica». Sobre el particular, véase:
Lista, Carlos Alberto. La educación jurídica en Argentina: tendencias y perspectivas.
En: La formación jurídica en América Latina. Tensiones e innovaciones en tiempos de
la globalización. Lima: Universidad del Externado de Colombia, 2006, p. 264.
12
Gonzales Mantilla, Gorki. «La enseñanza del derecho en el Perú…» Op. cit., p. 142.
13
Pásara, Luis. La enseñanza del derecho en el Perú: su impacto sobre la administración
de justicia. Lima: Ministerio de Justicia, agosto de 2004, pp. 12 y ss.
14
Véase Boza Dibós, Beatriz. «La abogacía: ¿profesión o empresa? Nuevos desafíos para
el ejercicio profesional del abogado». Homenaje a Jorge Avendaño, Tomo I. Lima:
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004, p. 354.
15
Al respecto, el acceso a la justicia bien puede ser entendido metafóricamente como
«igualdad de armas», es decir «la garantía de que el resultado, en última instancia,
depende solamente de los relativos méritos jurídicos de cada una de las partes adversas,
sin relación con otras diferencias que sean ajenas a la fuerza legal (…). Véase: Capelletti,
56 Gorki Gonzales Mantilla
18
Los planes de estudios pueden ser valorados, teniendo a la vista su relación con el
perfil profesional, sobre todo para definir la capacidad de impacto que su desarrollo
produzca en el contexto social. Al respecto, véase: Reisman, Michael. «El diseño del plan
de estudios: para que la enseñanza del derecho continúe siendo efectiva y relevante
en el siglo XXI». En: La enseñanza del derecho y el ejercicio de la abogacía. Martín F.
Böhmer (compilador), Barcelona: Gedisa, 1999, p. 107.
19
Rubio Correa, Marcial. «Proyecto de nuevo Sistema de Enseñanza del Derecho en la Facultad
de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú». En: Derecho PUC. revista de la
Facultad de Derecho de la PUCP, Nº 52, diciembre 1998/ abril 1999, pp. 957–959.
58 Gorki Gonzales Mantilla
20
Como precisa el profesor Marcial Rubio «(…) el profesional del derecho del futuro debe
estudiar hoy para saber los fundamentos del derecho y la metodología de identificación
y solución de problemas. Debe lograr la posibilidad de entender el derecho de hoy
y del futuro, lo que significa que debe aprender a aprender. Tiene que saber que el
derecho aplicable que aprende hoy no será el del futuro y por ello ha de prepararse
para un ejercicio de los próximos setenta años» Rubio Correa, Marcial. Ideas sobre qué
es aprender (y enseñar) derecho… Op. cit., pp. 59–60.
21
Ídem, p. 63.
22
Una argumentación abiertamente contraria al significado de este enfoque ha sostenido
que: «En efecto, no solo es el así llamado método activo, socrático o de aprender
a aprender –de acuerdo al reciclaje temporal del concepto– el que concentra ahora
la atención de quienes siempre han propiciado la reforma de la enseñanza jurídica,
sino que esta vez la novedad parece consistir en adquirir todo el diseño de un plan
de estudios de una universidad del common law, pero sin querer mandar a mejor
vida nuestra tradición romano germánica». Castillo Freyre, Mario y Ricardo Vásquez
Kunze. La reforma de la enseñanza del derecho en debate. Métodos y contenidos en
la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima: Foro
Académico, 2005, p. 65.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 59
23
Santos, Boaventura de Sousa. «Derecho y democracia: la reforma global de la justicia». En: El
caleidoscopio de las justicias en Colombia, Tomo I. Tomo I. Bogotá: Colciencias – Ediciones
Uniandes. Universidad de Coimbra/ Instituto Colombiano de antropología e historia/
Universidad Nacional de Colombia – Siglo del Hombre Editores, 2001, pp. 152–153.
24
Loc. cit.
25
Stiglitz, Joseph E. Cómo hacer que funcione la globalización. México: Taurus, 2006, p. 48.
26
Santos, Boaventura de Souza. La globalización del derecho. Los nuevos caminos de la
regulación y la emancipación. Santafé de Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/
Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos (ILSA), p. 56.
27
Stiglitz, Joseph E. Op. cit., p. 20.
28
Loc. cit.
29
Una transformación como la que implica la globalización produce escenarios culturales
delimitados: lo local y lo global. En este contexto la democracia como sistema de
reglas sobre el poder advierte profundos desajustes en sus aspectos más relevantes,
al punto de afirmar que en el nivel global, que es donde probablemente se toman las
grandes decisiones, no se recurre al auxilio de los mecanismos democráticos, mientras
60 Gorki Gonzales Mantilla
y también los que configuran la idea del derecho. Más aún, este último
adquiere un rol fundamental para legitimar el sentido del nuevo orden y
de los poderes que lo constituyen, gracias al «poder de nombrar» que le es
consustancial y que permite establecer además del nuevo orden político,
una identidad garantizada a los ciudadanos y un conjunto de poderes
socialmente reconocidos, así como derechos para usar esos poderes.30
En suma, la globalización es capaz de desencadenar un proceso abierto
de transformaciones que compromete el ámbito de la información,
del conocimiento, de la comunicación y de las reglas que definen las
relaciones sociales, culturales y políticas más diversas, incluyendo, por
cierto, la posición del ciudadano en esta nueva realidad.31 A un proceso
de características tan complejas, en consecuencia, no se le pueden atribuir
efectos positivos per se.32 El carácter pluridimensional y contradictorio que
la globalización exhibe, la convierten en una fuente creadora de profundos
desequilibrios en el orden internacional y también en el ámbito local.33 Y
en esa misma línea, la globalización propicia un contexto de ganadores y
perdedores,34 en el cual, son las poblaciones más pobres de los países en
vías de desarrollo,35 las que hasta ahora corresponden al segmento de los
que más pierden.36
que en el nivel local dichos mecanismos son relegados para decisiones cada vez más
limitadas quizás únicamente «simbólicas». Sobre el particular véase: Monateri, Pier
Giuseppe. «Cittadinanza senza democrazia? L´incerto destino della globalizzazione».
En: Biblioteca della libertà, núm, 168, enero–april, pp. 33–39.
30
Bourdieu, Pierre. «Elementos para una sociología del campo jurídico…» Op. cit., p. 197.
31
Monateri, Pier Giuseppe. Op. cit. p. 35.
32
Por esa razón, «la globalización debe ser estudiada en una perspectiva multidisciplinaria,
a pesar de que ello complica su definición, dado que, en sí misma, la globalización
es un concepto abstracto, pues no se refiere a un objeto concreto, sino a un proceso
social». Véase: Parodi Trece, Carlos. Globalización ¿de qué y para qué? Lecciones de la
historia. Lima: Universidad del Pacífico/ Centro de Investigación (CIUP), 2002, p. 19
33
Como advierte Stiglitz, una de las inquietudes de los críticos de la globalización
es precisamente que sus «reglas de juego son injustas para beneficiar a los países
industrializados avanzados. De hecho, algunos cambios recientes son tan injustos que
han hecho que algunos de los países más pobres hayan ido en realidad a peor». Stiglitz,
Joseph. Op. cit., p. 33.
34
Santos, Boaventura de Sousa. «Derecho y democracia: la reforma global de la justicia».
En: El caleidoscopio de las justicias en Colombia, Op. cit., pp. 152–153.
35
Stiglitz, Joseph. Op. cit., p. 37.
36
Al respecto se ha llegado sostener « en el caso de la mayoría de los países considerados,
la ayuda controlada por los Estados Unidos ha tenido una relación directamente
proporcional con la creación de un ambiente adecuado para la inversión y una
relación inversamente proporcional con el mantenimiento de un orden democrático y
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 61
los derechos humanos». En Chomsky, Noam y Edgard Herman. The Political Economy
of Human Rights. Vol 1: The Washington Conection and Third World Fascism. Boston:
South End Press, 1979, p. 16 Citado por Santos, Boaventura de Souza. La globalización
del derecho. Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación. Santafé de
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/ ILSA, 1998, p. 191.
37
Santos, Boaventura de Sousa. La globalización del derecho. Op. cit., pp. 56–57.
38
Loc. cit.
39
Santos, Boaventura de Sousa. «Derecho y democracia: la reforma global…» Op. cit.,
pp. 154–155
40
La historia del Perú es pródiga en episodios que evidencian los «desequilibrios»
producidos por la ausencia de límites a los sistemas de explotación de los recursos
naturales. La reproducción del capital y su prioridad política ha sido la razón de fondo
de este escenario. Y estos hechos han sido usados como leit motiv del relato literario en
innumerables ocasiones, historias que han dado testimonio de la destrucción y la barbarie
en nombre del progreso y la ley. En Redoble por Rancas, la novela de Manuel Scorza,
la ciudad de Pasco y todo lo que existía a su alrededor fueron exterminados. Desalojos
masivos y masacres de campesinos y comuneros formaron parte de una práctica que,
en muchos casos, contó con la participación activa del Estado, a través de la policía. El
relato de Scorza no dramatiza la realidad, más bien dibuja los perfiles de historias que
se entrecruzan y proyectan con extrema crudeza escenas que aún hoy son visibles en
la dinámica social del país y que revelan la injusticia radical con la que la globalización
puede abrirse paso en los territorios y los derechos de las comunidades más pobres.
62 Gorki Gonzales Mantilla
41
Bourdieu, Pierre. Op. cit., pp. 192–193.
42
Gracias al trabajo de los juristas, las sociedades logran cierto tipo de estabilidad y
organización que se fundan en cierto tipo de bases racionales. En Bin, Roberto. Come
si studia il diritto. Bologna: Il Mulino, 2006, p. 10.
43
Cfr. Gonzales, Gorki. «Los abogados y la crisis del sistema legal». El Comercio. 30 de
marzo de 2003, p. A–33.
44
Al respecto véase: Lasswell, Harold y Myres S. McDougal. «Enseñanza del derecho y
políticas públicas: entrenamiento profesional para el interés público». En: La enseñanza
del derecho y el ejercicio de la abogacía. Martín F. Böhmer (compilador). Barcelona:
Gedisa, 1999, pp. 75–76.
45
Loc. cit.
46
Loc. cit.
47
Estudios de abogados importantes del medio usan como parte de su «perfil» de venta
hacia el mercado, la experiencia de sus abogados como Ministros, asesores del
Congreso de la República y de Ministros de Estado y hasta ex Vocales del Tribunal
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 63
Fiscal. No llama la atención, por cierto, que algunos de los ex ministros lo hayan
sido del régimen autoritario o fujimorato. Ver (en línea):
http://www.estudiorodrigo.com/abogados/rem_abogados.htm
http://www.echecopar.com.pe/essocios.htm
http://www.munizlaw.com/socios1.asp
http://www.estudiograu.com/abogados.htm
48
Boza, Beatriz. Op. cit., p. 293.
49
Santos, Boaventura de Sousa. El milenio huérfano. Madrid–Bogotá: Editorial Trotta/
ILSA, 2005, p. 260.
50
Ídem, p. 261.
51
Gordon W, Robert. «La práctica del derecho empresarial como un servicio público». En:
La enseñanza del derecho y el ejercicio de la abogacía. Martín F. Böhmer (compilador).
Barcelona: Gedisa, 1999, p. 173.
64 Gorki Gonzales Mantilla
52
Es preciso recordar que la práctica del derecho en general (…) contiene acciones, y
así mismo decisiones, que aspiran erigirse en verdades sobre la micro–realidad social
envuelta en un caso, y a veces pretenden un alcance mayor. En ese campo de la
praxis jurídica, con el efecto de definir sus contenidos, (…) la realidad es ajustada a las
recetas, encajada en sus medidas, con lo cual la fórmula típica de la interpretación de
lo que se debe hacer o es necesario decidir se convierte en la realidad misma; en pocas
palabras, la interpretación (…) tipificada hace la realidad, procreándola o proveyéndola
de existencia, para luego confirmarla o, lo que es lo mismo: la realidad se establece no
de acuerdo con unos hechos específicos sino en virtud de definiciones preestablecidas
sobre ella». En Silva García, Germán. El mundo real de los abogados y de la justicia.
Las prácticas jurídicas. Tomo II. Bogotá: Universidad del Externado de Colombia/ ILSA,
2001, p. 131.
53
Gordon W., Robert. Op. cit., p. 202.
54
Ídem, p. 177.
55
Cfr. Häberle, Peter. El Estado constitucional. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú/ Universidad Nacional Autónoma de México, 2003,
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 65
pp. 175–176.
56
Zagrebelsky, Gustavo. Il diritto mite. Torino: Giulio Einaudi Editore, 1992, p.6.
57
En la definición de lo racional, se identifica una fuerte semejanza con la noción del
Estado de derecho forjada en la inicial teoría del Estado del liberalismo alemán. Como
sostiene Böckenförde, «el Estado de Derecho es el Estado racional, esto es, el Estado
que realiza los principios de la razón en y para la vida común de los hombres, tal
y como estaban formulados en la tradición de la teoría del derecho racional». Sin
embargo, esta acepción del Estado de Derecho determinó el pensamiento político de la
burguesía (…) y el desarrollo posterior del concepto del Estado de Derecho en el siglo
XIX se realiza no obstante bajo el signo de una reducción hacia el llamado concepto
formal del Estado de Derecho» Böckenförde, Ernst Wolfang. Estudios sobre el estado de
derecho y la democracia. Madrid: Editorial Trotta, 2000, p. 24.
58
Zagrebelsky, Gustavo. Il diritto mite. Op. cit., p. 6.
59
Fioravanti, Maurizio. Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las
constituciones. Madrid: Editorial Trotta/ Universidad Carlos III de Madrid, Departamento
de Derecho Público y Filosofía del Derecho. 1996, p. 61.
60
Costa, Pietro. «Lo Stato di diritto: un´intoduzione storica». En: Lo Stato di diritto. Storia, teoria,
critica. A cura di Pietro Costa e Danilo Zolo. Milano: Feltrineli Editore, 2002, p. 95.
61
Fioravanti, Maurizio. Op. cit., p. 61.
66 Gorki Gonzales Mantilla
los representa sean justificadas con tesis estatistas,65 reflejadas en ideas tales
como el interés nacional, la seguridad nacional y la no interferencia basada
en la soberanía, o con perspectivas que aluden a la variable cultural y las
necesidades del desarrollo.66 En el fondo, se trata de un sistema de derechos
humanos que, como parte de su propio ensamblaje funcional de origen,
mantiene la presencia del Estado como «filtro» para validarlo y, en esa
medida, como un criterio no siempre imparcial, para definir el sentido de
los derechos.
De este modo, mientras el proceso de expansión e internacionalización
de las economías fuertes se produce con gran velocidad en el marco de la
globalización, el escenario de los derechos fundamentales encuentra aún
muchos obstáculos formales para instalarse en su amplitud.67 Sin embargo,
esta ambivalencia constituye al mismo tiempo, la razón por la cual los
derechos fundamentales adquieren un valor estratégico, pues a través de
su realización, por encima de los estados y de las contingencias políticas,
es posible orientar los efectos de la globalización en sus distintas vías para
satisfacer las necesidades de las personas en un contexto de comunidad.
Los derechos fundamentales son la pieza arquetípica sobre la que
se construye la democracia en un sentido substancial.68 El carácter de
las necesidades (vida, libertad, igualdad, etcétera) que ellos representan
hace que su satisfacción se convierta en «condición indispensable de la
convivencia civil»69 y su construcción es el reflejo de un proceso histórico
que recoge exigencias morales. Una historia social y política de revoluciones
y rupturas sociales en pos de conquistar condiciones de igualdad70 para el
65
Santos, Boaventura de Souza. La globalización del derecho. Los nuevos caminos de la
regulación y la emancipación. Op. cit., p. 192.
66
Ídem, p. 193.
67
Es un escenario caracterizado por la aceleración del cambio social en los países más
industrializados y de una creciente polarización del poder y la riqueza a nivel mundial:
factores que producen inestabilidad y turbulencia. Un tipo de ordenamiento, en suma,
cuya pretensión de tutela de los derechos fundamentales en un contexto global, se ve
severamente frustrada. Véase: Zolo, Danilo. «Teoria e critica dello Stato di diritto». En:
Lo stato di diritto. Storia, teoria, critica. Op. cit., p. 67.
68
Ferrajoli, Luigi. Los fundamentos de los derechos fundamentales. Madrid: Editorial
Trotta, 2001, p. 35.
69
Ídem, p. 36.
70
La democracia está basada en la igualdad, pero esta no significa homologación
o masificación. Por el contrario, este tipo de igualdad es una condición social y
cultural que debe ser combatida por los individuos, afirmando el propio derecho a
68 Gorki Gonzales Mantilla
79
Ferrajoli, Luigi. Los fundamentos de los derechos fundamentales. Op. cit., p. 35.
80
Ídem, p. 36.
81
Ídem, p. 37.
82
Lo contrario sería un tipo de «democracia absolutista o basada en el terror» y no una
democracia basada sobre la libertad de todos. En Zagrebelsky, Gustavo. Imparare
democrazia. Op. cit., p. 32. Al respecto, el profesor Ferrajoli ha dicho: «Ninguna mayoría
política puede disponer de las libertades y de los demás derechos fundamentales (…)».
Ferrajoli, Luigi. Los fundamentos de los derechos fundamentales. Op. cit., p. 36.
83
Al respecto conviene recordar la argumentación de Locke, sobre el derecho de resistencia,
legitimado cuando el gobernante viola la razón por la cual se instituye el contrato social:
la tutela de los derechos fundamentales. En Locke, John. Segundo Tratado sobre el
gobierno civil. Madrid: Alianza Editorial, 1990, pp.154–155 y 170–172.
84
Véase Gianformaggio, Letizzia. «Diritto e ragione tra esserre e dover essere». En: Le
ragione del garantismo. Discutendo con Luigi Ferrajoli, Torino: Giapichelli, 1993, p.
28. Citada por Ferrajoli, Luigi. Los Fundamentos de los derechos fundamentales. Op.
cit., p. 37.
70 Gorki Gonzales Mantilla
85
Santos, Boaventura de Sousa. «Derecho y democracia: la reforma global de la justicia».
En: El caleidoscopio de las justicias en Colombia, Op. cit., pp. 154–155.
86
Véase Rodríguez Garavito, César. «Globalización, reforma judicial y Estado de Derecho en
Colombia y América Latina: el regreso de los programas de derecho y desarrollo», p. 21.
Tomado de (en línea): www.djs.org.co/pdf/libros/cr.reformajudicial.pdf
87
Loc. cit.
88
Loc. cit.
89
Häberle, Peter. Op. cit., p. 175.
90
Loc. cit.
91
Zagrebelsky, Gustavo. Principi e voti. La Corte costituzionale e la politica. Torino:
Einaudi, 2005, p. 25
92
Ídem, p. 30
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 71
93
Rubio Correa, Marcial. «Proyecto de nuevo Sistema de Enseñanza del Derecho en la
Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú». En: Derecho PUC.
revista de la Facultad de Derecho de la PUCP, Nº 52, Op. cit., pp. 994.
94
Loc. cit.
95
Véase Gonzales Mantilla, Gorki. «La reforma de la justicia en el Perú: entre la
Constitución y las demandas de la realidad». En: Parlamento y Constitución. Anuario.
Cortes de Castilla–La Mancha. Universidad de Castilla–La Mancha. Año 2004, Nº 8,
p.240.
96
Thsuma, Lawrence. «The Political Economy of The World Bank´s Legal Framework
for Economic Development». En: Social & Legal Studies. London: Sage publications,
Thousand Oaks, CA. And New Delhi, vol 8. (1), p. 83.
97
Se buscaba modernizar las instituciones jurídicas porque estas –en los términos de
María Dakolias, funcionaria del Banco Mundial– «contribuyen a la eficiencia económica
y estimulan el crecimiento que, a su vez lleva a la disminución de la pobreza». Como
72 Gorki Gonzales Mantilla
las demandas del mercado, para crear seguridad jurídica, disminuir los costos
de las transacciones y a la vez constituir un marco adecuado de incentivos.98
En la práctica, dichas reformas se implementaron gracias al autoritarismo
del régimen político y, por esa misma razón, resulta singular el carácter que
adquiere el derecho al que se apeló para legitimarlas.99 No parece casual,
por ello, que en versión oficial, la reforma judicial tuviera como objetivo
contar con un marco legal predecible y una «judicatura en disposición de
interpretar y aplicar las leyes en forma efectiva para consolidar las políticas
de estabilización económica y liberalización».100
Todas las consideraciones expuestas permitían imaginar que los cambios
en la enseñanza del derecho debían apuntar a la reforma de las directrices
culturales sobre las cuales se moviliza el discurso jurídico y la formación
legal. La reforma propuesta, sin embargo, vino provista de un mayor énfasis
en la estrategia metodológica: se buscaba profundizar el método activo en
la enseñanza y el trabajo de casos.
En efecto, hacia julio de 1998 se formó una comisión de profesores que
trabajó hasta febrero de 1999 en la preparación de las bases para la reforma del
nuevo plan de estudios de la facultad de derecho.101 Como resultado de este
proceso se dio a luz un documento, cuyas líneas centrales se definen en los
siguientes términos: «Hay que enseñar primero el sistema, con una formación
resulta evidente, se trata de la lógica del goteo, según la cual la reducción de la pobreza
depende del crecimiento económico «antes que de una combinación de crecimiento
(…)» y justicia distributiva. En: Rodríguez Garavito, César. Op. cit., p. 24.
98
Véase Burgos, Germán. «Reforma judicial, desarrollo económico y banca multilateral».
En: El otro derecho, revista del Instituto de Estudios Legales Alternativos, vol 8º, núm,
1, Bogotá, 1998, p. 128.
99
En efecto, el gobierno autoritario, en alianza con diversos grupos de poder fáctico,
organizó un sistema de criminalidad para perpetrar una cadena de delitos: actos de
corrupción, amenazas y amedrentamiento contra opositores, graves violaciones de los
derechos humanos definen el perfil de este régimen, sin precedentes en nuestra historia
republicana.
100
Son los términos usados por Carlos Boloña, uno de los Ministros de Economía más
importantes del régimen autoritario. Boloña Berh, Carlos. Cambio de Rumbo. El
programa económico para los 90. Lima: Instituto de Economía de Libre Mercado «San
Ignacio de Loyola», 1993, pp. 143 y ss.
101
El profesor Marcial Rubio tuvo a su cargo la responsabilidad de redactar el documento
preliminar que fue usado como punto de referencia para el trabajo de la Comisión.
Además del profesor Rubio Correa, integraron la Comisión los profesores Jorge
Avendaño Valdez (Presidente), Mario Pasco Cosmópolis y Javier de Belaunde López
de Romaña.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 73
102
Rubio Correa, Marcial. Proyecto de Nuevo Sistema de Enseñanza del Derecho en la
Pontificia Universidad Católica del Perú. Documento de Trabajo. Lima. 25 de agosto
de 1998, p. 8.
103
Rubio Correa, Marcial. «Proyecto de Nuevo Sistema de Enseñanza del Derecho…» Op.
cit., pp. 995–996.
74 Gorki Gonzales Mantilla
104
Ibidem.
105
Al respecto, el profesor Marcial Rubio ha puesto en relieve el sentido que adquieren
las denominadas «ramas del derecho» en el proceso de la enseñanza del derecho. Se
reconocen hasta diez áreas del derecho como pauta para la labor docente, pero lo
cierto es que esa no es una clasificación «intemporal», pues «La mitad de dichas ramas
no existían al finalizar el siglo XIX y varias de ellas aún no se dictaban a principios
de este siglo. De otro lado, esas ramas, son en realidad una manera de presentar un
sistema complejo de normas y principios que es el derecho. No son ramas paralelas
y autónomas entre sí sino que se interconectan y relacionan. Lo que pasa es que ello
ocurre en la experiencia profesional, pero no en la enseñanza universitaria. Lo que en
verdad ocurre, es que la actual enseñanza universitaria no refleja adecuadamente la
realidad y, por tanto, prepara imperfectamente para actuar en ella». Ídem, p. 997.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 75
las condiciones sociales del país y del papel que las facultades de derecho
en general cumplen en ese contexto, pues en definitiva, la reforma de la
enseñanza del derecho no se agota en la modernización metodológica del
plan de estudios o en la innovación doctrinaria del derecho.106
Sin embargo, en esta ocasión la «crítica» al derecho, presente en los
lineamientos del movimiento de fines de los años sesenta, no tenía ya el
mismo significado ni la misma fuerza de cambio. Esta vez, el eje de atención
estuvo radicado en la metodología para entender el fenómeno jurídico107 Y
sobre la base de esta premisa, se asume que el aprendizaje no podría dejar
de articularse a través de una dinámica compleja de retroalimentación al
interior del derecho como sistema.
El derecho, entendido como un espacio normativo de creciente
interconexión interna y externa108 —no solo en el plano legislativo—,
justificaba, en los términos de la propuesta, un método de enseñanza
adecuado a un tipo de «aprendizaje integral». Enseñar el derecho en su
complejidad conceptual, observando el bosque para no perderse en él,
atrapado por la visión autárquica de las especialidades —cuando estas se
convierten en referentes de sí mismas—, para entender los principios que
sostienen las instituciones legales y explican sus relaciones.
En esa dirección, integrar no implicaba hacer apología de un tipo
de aprendizaje «generalizador» o superficial. El propósito era crear
espacios de comunicación y articulación en la propia especialidad —para
enriquecerla— de los principios compartidos y de su significado en los
supuestos concretos más allá de las tradicionales divisiones o ramas del
derecho.
El reto era comprender todo esto en el enfoque de la «integración de
la enseñanza del derecho», cuyos alcances se vislumbran a través de los
límites de tipo pedagógico —como se ha dicho antes— que la propuesta
se impone109 y que se resumen en sus dos niveles: i) conocer los «conceptos
esenciales» o principios que dan sentido a las instituciones del sistema y ii)
106
Véase Junqueira Botelho, Eliane. Facultades de Direito ou Fábricas de Ilusoes? Rio de
Janeiro: IDES/ Letra Capital, 1999, pp. 119–120.
107
Rubio Correa, Marcial. Loc. cit.
108
Ibidem.
109
Ibidem.
76 Gorki Gonzales Mantilla
110
Ídem, p. 959.
111
Pontificia Universidad Católica del Perú. Memoria del Decano de la Facultad de
Derecho. Abril de 1999–junio de 2002, pp. 8–9.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 77
112
La evaluación permanente ha sido puesta en práctica a través de distintas vías, pero
principalmente tres: los controles de lectura, las prácticas o evaluaciones de casos y las
intervenciones orales.
113
En buena cuenta el examen parcial se diluye en el contexto de un sistema de evaluación
permanente, como el previsto.
78 Gorki Gonzales Mantilla
114
El crecimiento de la población docente es una evidencia notable de la demanda creada
por la puesta en práctica del plan de estudios. A fines del año 2000, en la Facultad de
Derecho se contaban 204 profesores, mientras que para el primer semestre del 2006 la
cifra asciende a 265.
115
El sistema de créditos también resultó modificado a partir de la vigencia del Plan de
Estudios del 2001, en sus valores asignados. En adelante, para egresar de la facultad
se requiere haber aprobado un total de 163 créditos de los cuales 106 corresponden a
los cursos obligatorios, 09, a los denominados Seminarios de Integración; y 48, a los
cursos electivos. En el Plan de Estudios anterior, el de 1993, se requería un total de 179
créditos, de los cuales: 110 créditos correspondían a cursos obligatorios, 12 créditos
a los seminarios de integración y 57 créditos a los referidos a cursos electivos. La
condición de egresado culmina con la obtención del Bachillerato (grado académico),
que requiere además del certificado de haber aprobado el nivel básico (12 ciclos) del
idioma inglés. Para la obtención del grado profesional se requiere, previamente, el
cumplimiento de un año de prácticas pre–profesionales. Estas se mantuvieron, durante
varios años, en forma paralela y obligatoria al Servicio Social de Graduandos en Derecho
de un año de duración (SECIGRA–DERECHO), en una dependencia pública, creado
por Decreto Ley Nº 26113 el 24 de diciembre de 1992. Hoy este servicio es voluntario,
gracias a la Ley Nº 27687, se eliminó la obligatoriedad del SECIGRA–DERECHO. Las
reglas para la obtención del título de abogado, son las mismas del periodo precedente.
El bachiller tiene que cumplir con un examen público, ante una comisión o tribunal de
tres profesores. Para ello, se considera cualquiera de las siguientes tres opciones: una
tesis (trabajo de investigación), una memoria crítica que dé cuenta de algún problema
jurídico relevante identificado durante el ejercicio laboral (de tres años como mínimo),
o de dos expedientes judiciales concluidos.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 79
116
Al respecto véase Gonzales, Gorki. «Acciones de interés público y enseñanza del
derecho: sobre paradigmas y utopías». En: Rompiendo la indiferencia. Acciones
ciudadanas en defensa del interés público. Santiago de Chile: Fundación Ford, 2000,
pp. 107 y ss.
117
Pásara, Luis. La enseñanza del derecho en el Perú: su impacto…. Op. cit., p. 68.
118
López De Medina, Diego. Teoría impura del derecho. La transformación de la cultura
jurídica latinoamericana. Bogotá: Legis–Universidad de los Andes/ Universidad
Nacional de Colombia, 2004, p. 168.
80 Gorki Gonzales Mantilla
119
Ídem, p. 174.
120
Basta con citar a dos de los autores más representativos de la teoría jurídica del Perú
del siglo XIX: Toribio Pacheco o José Silva Santisteban. El primero a través de su tratado
de Derecho Civil y el segundo en su obra de derecho constitucional, reflejan con
gran intensidad esta asociación que permite configurar la idea del formalismo jurídico,
presentado como doctrina del derecho. Véase: Pacheco, Toribio. Tratado de derecho
civil. 3 tomos. Lima: Establecimiento Tipográfico de Aurelio Alfaro y Cía,– Librería
Hispano–Francesa–Librería Hispano Francesa y Librería Central, 1860–1864. También
Silva Santisteban, José. Curso de Derecho Constitucional. Al joven español Emilio
Cautelar, en homenaje a sus ideales liberales. Segunda Edición, corregida y mejorada.
Lima: Imprenta de autor, 1859.
121
Bourdieu, Pierre. «Elementos para una sociología del campo jurídico». En: La fuerza
del derecho. Santafé de Bogotá: Ediciones Uniandes/ Instituto Pensar/ Siglo del Hombre
Editores, 2000, p. 168.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 81
122
Refiriéndose al caso de las facultades de derecho del Perú, Luis Pásara anota «La
característica prevaleciente en el contenido de la enseñanza es su circunscripción
a la ley. En ocasiones, la explicación del texto legal se acompaña de comentarios
doctrinarios (…)». Véase: Pásara, Luis. Op. cit. p. 69.
123
No llama la atención que aún en la actualidad, desde algunos cursos, en particular
los de matriz procesal, se siga postulando la idea del derecho como ciencia, incluso
autónoma. Y tampoco extraña que desde otras materias, como el derecho penal, se
postule la separación absoluta del derecho y la moral.
82 Gorki Gonzales Mantilla
124
Véase Gonzales Mantilla, Gorki. «La enseñanza del derecho en el Perú: cambios,
continuidades y resistencias». Op. cit., p. 114.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 83
El escenario interno
La indumentaria
125
Para el profesor Marcial Rubio «[…] no se es profesor de contratos o constitucional (ni
de tributario o laboral). El profesor, al buscar el aprendizaje de sus alumnos en estas
ramas, las vincula al tronco. Estamos seguros que la mayoría de los buenos profesores
de Derecho que creen que enseñan una rama, si analizan su trabajo verán que enseñan
sistemáticamente, solo que por diversas razones no han sido plenamente conscientes
de ello». Véase Rubio Correa, Marcial. «Proyecto de Nuevo Sistema de Enseñanza del
Derecho». Op. cit., p. 963.
86 Gorki Gonzales Mantilla
126
Bourdieu, Pierre. «Elementos para una sociología del campo jurídico». En: La fuerza del
derecho. Op. cit., p. 170
127
Merryman, John Henry. «Currículos y métodos de enseñanza» En Derecho & Sociedad,
revista editada por estudiantes de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. Lima, Nº 10, 1995, pp. 149–150. Este texto es una traducción del artículo «The
Legal Education Here and There: A Comparison». Stanford Law Review. Board of Trustees
of the Leland Stanford Junior University, en el Vol. 27, Nº 3, febrero de 1975.
128
Aunque el propio Merryman refiere que el énfasis en este enfoque está puesto en el
método y no en el contenido, parece indudable que este último ha de fluir intensamente
del análisis concreto, más allá del método, como tal.
129
Loc. cit.
130
Loc. cit.
131
Loc. cit.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 87
Que el caso sea real o construido para fines didácticos es una primera
decisión que puede tener consecuencias muy precisas en el momento del
debate o en el desarrollo del análisis. A nivel procesal o incluso en las
consideraciones conceptuales de los problemas implicados y su relación
con los hechos, pueden surgir limitaciones como resultado de la ausencia
de información de un caso construido. A la vez, este tipo de caso, puede
en ciertas circunstancias, tener una dosis mayor de eficacia instrumental
para el objetivo esperado en el seminario, siempre que su complejidad
está debidamente controlada y los problemas relevantes centrados para la
discusión.132
La experiencia de todos estos años, permite constatar que la opción
docente en este aspecto se ha concentrado en el caso real. Así las cosas,
parece claro que la indumentaria adquiere matices que deben formar parte
de las consideraciones que el profesor debe asumir como parte de la tarea
de definir el caso. Un primer aspecto a valorar en este sentido es la fuente de
la cual proviene el caso. Dado que la regla general parece ser la utilización
de resoluciones, el contexto institucional del que proviene la decisión no
debería pasar desapercibido en el enfoque integrado del seminario, sin
embargo, esta cuestión es una real incógnita.
La anterior consideración es de particular relevancia en el Perú, debido
al desequilibro institucional producido por el autoritarismo de los 90. Los
cambios más recientes en el derecho y en el sistema político y social están
asociados en mayor o menor medida proceso de globalización y al impacto
generado por las políticas impulsadas durante dicho periodo así como a
las respuestas que desde el proceso de transición democrática tuvieron que
producirse. Las visibles asimetrías institucionales en distintos aspectos y
áreas de las entidades comprometidas con el sistema de justicia en general,
así como en las agencias que desde la administración pública cumplen
un rol en la definición de derechos ciudadanos, son un factor del análisis
integral que forma parte de la tarea central de los seminarios.
Al respecto, la emergencia de la justicia constitucional ha producido un
impacto decisivo en el ámbito de los derechos y las instituciones políticas,
132
Pérez Perdomo, Rogelio. «Los casos en la enseñanza y en la investigación del derecho».
En: Innovations in Legal Education in Latin America. Stanford Law School, September
14–15, 2006, s/p.
88 Gorki Gonzales Mantilla
que debe ser valorado a la hora de definir el elenco de casos. Durante los
últimos cinco años en particular, el Tribunal Constitucional peruano ha
producido decisiones que han permitido reconfigurar importantes áreas
del ordenamiento jurídico.133 Las consecuencias de este proceso vienen
premunidas de una perspectiva integral —léase unitaria— por el influjo de
los principios constitucionales que se reafirman vivamente en cada decisión.
Hasta cierto punto, entonces, la matriz de estas decisiones atraviesa diversas
disciplinas y perfila la noción expansiva de los principios. Su utilidad para
el trabajo, por todo ello, sobrepasa el sentido puramente instrumental y se
convierte en un referente substancial y ético de inapreciable valor para el
trabajo docente.
Una segunda fuente está referida al desarrollo de la jurisprudencia
derivada de los tribunales administrativos. Esta ha sido igualmente un
referente de la articulación de los intereses ciudadanos, con el Estado y los
particulares. Los temas que recorren este conglomerado son abundantes
y cruciales en el proceso de reconstitución del tejido institucional de los
últimos años, del desarrollo de una noción de lo público no siempre con
sentido ciudadano, en la lógica de establecer el sentido de los servicios
básicos y en la definición de los límites del interés privado.
La tercera fuente alude a la jurisprudencia de los tribunales ordinarios.
Pese a las dificultades institucionales que afligen al sistema judicial, sus
decisiones son el insumo más directo y cotidiano respecto del significado
que adquieren los derechos en la realidad. En este sentido, el caso debe
permitir el acceso a valorar: i) la estructura de la argumentación jurídica,
para corregir desde una visión crítica los postulados del formalismo jurídico
133
Por citar algún ejemplo entre los numerosos casos a los que se puede recurrir,
recuérdese las sentencias Expediente 0014–2002–AI/TC y Expediente 0014–2003–AI/
TC en las cuales el Tribunal se pronuncia para fijar los parámetros de la reforma de la
propia Constitución, un problema ciertamente medular en el escenario de un sistema
democrático, cuyas consecuencias tienen un impacto fundamental en el ámbito del
quehacer legislativo o bien la sentencia Expediente. Nº 010–2002–AI/TC a través de
la cual el Tribunal declara inconstitucional el sistema penal de emergencia instituido
durante el régimen autoritario de la década de los 90´. Otros temas de enorme
relevancia en el ámbito de las relaciones laborales y económicas, y en general, en el
plano del ejercicio de los derechos fundamentales y la vida institucional del país han
sido materia de pronunciamientos del Tribunal Constitucional durante estos últimos
cinco años.
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 89
134
No está de más recordar que espacio judicial suele presentarse como «un espacio
neutral que opera una verdadera neutralización de lo que está en juego a través de
la abstracción de la realidad y el distanciamiento que se producen al transformarse el
enfrentamiento directo de intereses en diálogo entre mediadores». Véase: Bourdieu,
Pierre. Op. cit., p. 183.
135
Sobre el particular téngase en cuenta la diferencia substancial que existe entre los casos
fáciles y los llamados casos difíciles. La importancia de los principios y el despliegue
argumentativo que exige su comprensión y aplicación es un factor esencial en este
contexto. Véase: Dworkin, Ronald. Los derechos en serio. Barcelona: Editorial Ariel
S.A., 1989, p. 146.
90 Gorki Gonzales Mantilla
136
Existen otras estrategias que forman parte de la indumentaria del seminario y le son
propicias. El problema abordado en un proceso cualquiera puede sugerir, como viable,
la necesidad de formular documentos de carácter procesal que podrían recrear una
demanda o una contestación de demanda, pero también documentos de contenido no
procesal como un proyecto de ley, un contrato o un artículo periodístico. El programa
del Seminario de Integración en Derecho Laboral a cargo del profesor Javier Neves
Mujica contempla esta posibilidad. En todo caso, la premisa es la caracterización —
hecha por el profesor– del escenario laboral del abogado que ejerce en esta materia.
«Se ha identificado un conjunto de rubros en los que todo abogado laboralista debe
saber desenvolverse, aunque –por cierto– con énfasis distintos, independientemente
de la forma de ejercicio profesional que adopte (litigante, consultor, magistrado,
investigador, etc.)». (Sílabo del 2006–I)
Enseñanza del derecho y cultura legal en tiempos de globalización 91
Los actores
137
Parece conveniente reconocer que «el derecho es una inusual combinación de lo
académico y lo profesional», pues «la enseñanza del derecho requiere que un profundo
conocimiento de la sociología, la historia, la filosofía, la economía y otras materias (…)
sea utilizado para indicar, de manera disciplinada, los problemas concretos que surgen
del ejercicio del poder de un grupo profesional» En: Fiss, Owen M. «El derecho según
Yale». En: La enseñanza del derecho y el ejercicio de la abogacía. Barcelona: Gedisa,
1999, p. 26.
138
Véase, Gordon, Robert. W. «Conferencia Brendan Brown: La teoría crítica del derecho
como método de enseñanza del derecho». En: La enseñanza del derecho y el ejercicio
de la abogacía. Barcelona: Gedisa, 1999, p. 155.
92 Gorki Gonzales Mantilla
145
En efecto, el ejercicio de la profesión legal se produce de manera tal que «la mayor
parte de los clientes no están habilitados para controlar la actuación del profesional
que contratan para ocuparse de su caso; a diferencia de lo que ocurre en otras
profesiones, el oscuro velo impuesto por el lenguaje y rituales del derecho impide a
un lego determinar a ciencia cierta si está recibiendo o no un buen servicio». Véase,
Pásara, Luis. Op. cit., p. 23.
96 Gorki Gonzales Mantilla
Introducción
*
Profesor de Derecho Civil en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la
Academia de la Magistratura
1
Son los tres fenómenos a los que da importancia Ferrajoli, Luigi Diritto civile e principio
di legalitá en Europa e diritto privato, rivista trimestrale a cura di Bonell, Castronovo, di
Majo y Mazzamuto, Milano: Dott. A. Giuffré Editore, 2005, fascículo 3, p. 655.
2
Cesarini Sforza, Widar, El derecho de los particulares, traducción y nota introductoria
a la versión castellana de José Calvo González, presentación a la edición italiana de
Salvatore Romano, Madrid: Editorial Civitas, 1986.
98 Eric Palacios Martínez
Para corroborar esta afirmación, que para algún devoto del common law
o del análisis económico del derecho podrá aparecer como temeraria, es
ciertamente necesario efectuar algunas reflexiones sobre las consecuencias
que los acotados acontecimientos tienen en vinculación con la preocupante
deformación de las ideas de autonomía privada y ordenamiento jurídico
en general, que ciertamente marcan, al contrario de lo que parece, un
menoscabo importante para el propio derecho civil y para el mismo estado
de derecho, pues al ir desapareciendo el rol de ordenación y de protección
del Estado, es claro que los más débiles, la gran mayoría, podremos ser presa
fácil de las «disposiciones» impuestas desde «entidades» que —respaldadas
por las banderas del desarrollo y de la «sana» inversión— buscan ejercer
su dominio absoluto en un mundo, al que ahora no pueden definir sin el
adjetivo «globalizado».
La justificación que motivan las reflexiones que siguen a continuación
se materializa en la creciente desorientación en la que repentinamente han
caído algunos solo por el hecho de haber visitado, por un breve lapso, al
gran país del norte.3
3
Y me arriesgo a que alguno vuelva a tildarme injustamente de esquizofrénico jurídico
peligroso (Ver Bullard G., Alfredo, «Esquizofrenia jurídica. El impacto del análisis
económico del derecho en el Perú» en Themis – Revista de Derecho, segunda época,
Lima, 2002, número 44, p. 30) basando dicho juicio valorativo solo en apreciaciones
subjetivas que son constantemente repetidas por todos los que defienden, en razón a
su conveniencia y status, la infiltración de ideas —si se les puede llamar así— derivadas
del derecho norteamericano impuesto siempre, todos lo sabemos y sentimos, por la
fuerza de la riqueza y el chantaje perpetrado cuando se amenaza con el retiro de las
inversiones de un determinado país. Nótese como poco a poco observamos, día a día,
como se predica la utilización de los famosos precedentes y decisiones vinculantes en
instancias tan importantes como el Tribunal Constitucional y el Instituto de Defensa
de la Competencia y de la Propiedad Intelectual (Indecopi), sin perjuicio de recordar,
por ejemplo, como en sede administrativa se vive una aletargamiento con respecto a
la actuación de las empresas mineras extranjeras en nuestro país, cuyo resultado más
alarmante es la paulatina destrucción de nuestro ecosistema natural.
Por demás, no me explico cómo el autor mencionado, con quién llevé y aprobé
satisfactoriamente el curso electivo de Análisis Económico del Derecho en nuestra
Facultad de Derecho, pueda acusar de profanos a todos los que no comulgamos con su
manera de pensar el Derecho, afirmación que se contradice cuando detecta una locura
«abstracta» en la «jurisprudencia de conceptos» sin, y esto se desprende de su copiosa
obra, haberla estudiado a profundidad.
Autonomía privada, principio de legalidad y derecho civil 99
4
Para tener una visión clara acerca de la visión que ofrece y la importancia de la
dogmática en el desarrollo racional del derecho ver por todos la obra de Mengoni,
Milano: Luigi Ermeneutica e dogmatica giuridica, Dott. A. Giuffré Editore, 1996.
5
Es importante volver a recordar al profesor italiano Enrico Allorio quién, en defensa
de la dogmática, denunció, en su momento, la antisistematicidad y pragmatismo que
agobia a muchos de los llamados «juristas». Señalaba el recordado maestro que «si
defender la coherencia del ordenamiento jurídico, si repugnar el pensamiento de
que la ley admita, sin diferencia real de situaciones prácticas que regular, soluciones
discordantes; si todo esto es dogmática, entonces no me ruborizo de profesarme
dogmático». Para luego enfatizar que «al ampliar la observación de los fenómenos
jurídicos, y advertir que arduo es el cometido de la construcción sistemática, que
coherentemente abrace un número cada vez mayor de ellos; entonces, por una especie
de insinceridad intelectual, acusamos al sistema; nos parece elegante y bonton renegar
de nuestra vocación constructiva y encerrarnos en el caso, anteponer la experiencia
a los principios, allí donde debería ser nuestra ambición buscar, con el doble auxilio
del estudio y la imaginación, una solidaridad cada vez más audaz entre la experiencia,
minuciosamente conocida y analizada, y los principios ampliamente reconstruidos. Y
es así como, persuadidos de encontrarnos en el camino de Damasco, nos metemos, en
cambio, en un callejón sin salida; agotamos así la ciencia, nivelamos nuestro método a
la altura de la mentalidad de los prácticos, respecto de los cuales deberíamos siempre
considerar mantenernos superiores» (Allorio, Enrico. Problemi di Diritto Dott. Milano:
A. Giuffré Editore, 1957, vol. I, p.8). Cabe indicar que la cita es casi textualmente la
efectuada en un artículo de mi autoría, originalmente publicado en el año 1995 en
una revista cuya orientación ha mutado sustancialmente, intitulado Algunos apuntes
dogmáticos sobre el concepto de negocio jurídico ahora en Contribución a la teoría
del negocio jurídico Lima: Jurista Editores, 2002.
La relevancia de la construcción dogmático–sistemática queda así enmarcada, no
como una actividad netamente científico–jurídica de orden estrictamente académico,
sino por el contrario, como una actividad dirigida a la construcción de los principios
a partir de una experiencia correctamente analizada, considerando, por demás, que
100 Eric Palacios Martínez
esta última requiere también del edificio conceptual que le sirva de apoyo para lograr
su intrínseca coherencia en la aplicación material de sus directrices. Una relación de
interdependencia dinámica entre ambas realidades.
6
Canaris, Claus–Wilhem Función, estructura y falsación de las teorías jurídicas,
traducción del alemán de Daniela Bruckner y José Luis De Castro, Madrid: Editorial
Civitas, 1995, p. 120.
Autonomía privada, principio de legalidad y derecho civil 101
7
Ídem, p. 123.
8
La idea de conciencia jurídica puede ser tomada de tres formas distintas: puede ser el
saber aquello que es el derecho, la seguridad del derecho; también puede ser saber que
cosa debe ser el derecho (derecho justo); y por último, puede ser el saber que solamente
el derecho debe constatarse, el respeto por el ordenamiento jurídico. Así Rehbinder,
Manfred, Sociologia del diritto, traducción del alemán e introducción por Salvatore Patti,
Casa Editrice Dott. Antonio Milani (Cedam), Padova, 1982, pp. 166–167.
9
Que incluso pueden ser «eficaces» que los mecanismos de tutela jurídica. Esta afirmación
se puede constatar en la realidad, solo pensando en la propia experiencia cuando
cumplimos las promesas o las deudas, por ejemplo de orden familiar, sin que pueda
decirse que ello se realiza por temor al uso de los mecanismos jurídicos destinados a
materializar coacción.
102 Eric Palacios Martínez
No creo que nadie pueda lógicamente sostener que el ejercicio del poder
reivindicatorio pueda considerarse como una norma jurídica.
Asentado lo anterior es posible, a manera de resumen, considerar dos
principales formas de regulación de la autonomía privada.
1) Como fuente de normas destinadas a formar parte integrante
del mismo ordenamiento jurídico que la reconoce (por ejemplo,
contrato colectivo de trabajo entre entes dotados de autonomía).
2) Como presupuesto y fattispecie generadora de relaciones jurídicas,
previstos o regulados con antelación, y en modo abstracto y
general por las normas de aquel ordenamiento jurídico (contrato
privado).
10
Schlesinger, Piero, La autonomía privada y sus límites, en Proceso & Justicia, Revista
de Derecho Procesal, traducción de Leysser L. León, Lima: Asociación Civil Taller de
Derecho, N° 3, Año 2002.
11
La destrucción dogmática de la teoría normativa ha sido incontestablemente efectuada
desde la misma visión objetiva, que se propugna en conjunto contra el conocido «dogma
de la voluntad», por el ilustre profesor Renato Sconagmiglio, en la Recensione a la obra
de Luigi Ferri La autonomia privata publicada por Giuffré Editore, Milano, que fuera
publicada en la «Rivista di diritto civile», año XI, parte I, 1961, especialmente cuando
sostiene que tomar al negocio jurídico como fuente normativa es asumir una posición
«viciada de apriorismo y, en todo caso, errónea e infecunda. En torno a esto último
basta con tener en cuenta como la exigencia de fundamentar con válidos argumentos
tal visión del fenómeno negocial induce al autor al reexamen y a la revisión de una serie
de nociones fundamentales de la moderna dogmática (norma, poder, deber, derecho
subjetivo, etc.) que desbordan a nuestra problemática por la más amplia vastedad de la
materia. […] La teoría normativa, en efecto, se apoya, principalmente, en un equívoco,
a saber: que solamente concibiendo el negocio como fuente del derecho sería posible
rendir adecuada cuenta de su esencia dispositiva. […] Se debe replicar, en cambio,
Autonomía privada, principio de legalidad y derecho civil 103
acotarse que el autor citado se apoya en Francesco Gazzoni, Manuale di diritto privato,
X edizione aggiornata e con riferimenti di dottrina e di giurisprudenza, Nápoles:
Edizioni Scientifiche Italiane S.p.A., 2003, pp. 13–15 ).
Nótese cómo dicho autor aborda la conceptuación de la autonomía privada al sostener
que «si reconocemos el carácter normativo del contrato y definimos a la autonomía
privada como poder de producir cambios jurídicos mediante el establecimiento (o
modificación o derogación) de una norma jurídica, la distinción entre derecho público
y privado, entre poder público y poder privado, puede ser perfectamente hallada en el
propósito o fin perseguido con la emanación de la norma. Poder público es solo aquel
que es asignado e impuesto la obtención del interés público. Lo privado resulta, a
contrariis, de la ausencia de tal imposición, es decir de la independencia del poder del
interés público. En este sentido, precisamente, la autonomía privada es poder privado.
También las normas de derecho privado, como por ejemplo las contenidas en el código
de derecho civil, son normas privadas solo en cuanto a su objetivo inmediato, pero son
normas públicas si son consideradas en su formación y en el fin que las han inspirado.
En efecto son el resultado de las actividades de órganos públicos en el ejercicio de sus
poderes normativos. Lo «privado» de tales normas no se refiere a su naturaleza o a su
formación, sino a la materia que regulan, que es materia sobre la cual puede ejercitarse
también el poder normativo de los privados» (Morales Hervias, Op. cit. p. 74).
106 Eric Palacios Martínez
13
Me refiero nuevamente al artículo de Ferrajoli, Luigi Diritto civile e principio di legalitá
en Europa e diritto privato, rivista trimestrale a cura di Bonell, Castronovo, di Majo y
Mazzamuto, Dott. A. Giuffré Editore, Milano, 2005, fascículo 3, pp. 655 y ss, del cual
se recogen la mayoría de ideas vertidas en los párrafos siguientes.
Autonomía privada, principio de legalidad y derecho civil 107
14
El ejemplo más claro en nuestro medio de esta «tendencia» la encontramos en
Fernández Sessarego, Carlos. El supuesto de la denominada «autonomía de la voluntad»
en Contratación contemporánea. Teoría general y principios Palestra — Temis, Lima
— Bogotá, 2000, pp. 243 – 254 donde el conocido profesor sanmarquino afirma que
«cuando nos referimos al acto «jurídico» como un acto «voluntario», estamos haciendo
dos simultáneas afirmaciones. La primera, que el acto «jurídico», como cualquier otro
acto, es una expresión contemporánea de la libertad que es mi existencia y, la segunda,
que la voluntad no se presenta o se da solitaria, sino que se manifiesta conjuntamente con
todas las demás potencias de mi psique. Es decir, con el discernimiento o inteligencia
y con nuestros sentimientos o pasiones». Se llega a la conclusión que «la “autonomía”
radica en la persona en cuanto esta es un ser libertad. Es el ser humano, en tanto ser
libre, quien es autónomo o autárquico. Es en la libertad donde radica su autonomía.
Es esta libertad la que sustenta o fundamenta la “voluntad” y los demás ingredientes
del psiquismo. Es su supuesto. Resulta equívoco, como se ha sostenido, referirse a la
“autonomía” de la “voluntad”. En todo caso, esta expresión debería entenderse como
que la “voluntad” es la expresión fenoménica de la autonomía inherente a la libertad
constitutiva del ser humano».
108 Eric Palacios Martínez
15
Ferrajoli, Luigi. Op. cit., pp. 658 y ss.
Autonomía privada, principio de legalidad y derecho civil 109
Colofón
16
Perfectamente aplicables a la realidad que vivimos son las palabras tomadas de
Barcellona, Pietro. Il suicidio dell´Europa. Dalla coscienza infelice all´edonismo
cognitivo, Bari: Edizioni Dedalo, 2005, p. 130.
Una aproximación a las relaciones entre lenguaje y política: la imagen de la justicia 111
*
Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú y Profesor del Departamento
Académico de Derecho.
112 Percy A. Bazo Ráez
concreta que cumplían —y, por ello mismo, la importancia que tenían—
dichos conceptos en aquellos tiempos. Es imposible separar las expresiones
poéticas o literarias de las relaciones sociales, de la concepción del Estado y,
en especial, de las estructuras de poder y de conocimiento que subyacen a
dichas mismas expresiones. Lo mismo puede decirse con relación a cualquier
manifestación propiamente artística de la Antigüedad grecorromana clásica,
las cuales se han visto despojadas de todo ‘valor simbólico’.
En este orden de ideas, debemos partir por reconocer que las
condiciones que hacen posible el dominio general del saber en una época
determinada —en particular, las formas como se organiza y se establece el
orden en una comunidad—, se rigen por la comprensión de la naturaleza
del lenguaje propia de cada época.1 Sobre este particular, existirían formas
específicas de reproducción de la vida sociocultural, por un lado, por
procesos de producción, es decir, por medio de acciones instrumentales
por las que se aprovechan recursos naturales, convirtiéndolos en valores
de uso o de intercambio; y, por otro lado, por procesos de socialización,
por los cuales los miembros de una comunidad se integran a través de
acciones comunicativas. Estas formas de organización están enmarcadas
en estructuras normativas que, en última instancia, requieren de validez
o legitimidad.2 En otras palabras, las relaciones de poder al interior de
toda comunidad —el despliegue de las fuerzas productivas y el control de
las estructuras normativas—, dependen ambas de enunciados de validez
discursiva, vale decir, de categorías conceptuales que tengan una pretensión
de objetividad y universalidad. En atención a ello, toda comunidad codifica
y transmite sus experiencias o expresiones culturales a través de una
estructura comunicativa autocoherente, exhaustiva y simple, de manera
que sus miembros puedan comprender y adecuarse colectivamente a la
realidad en la que viven.3 En este sentido, en la medida que toda forma
de subjetividad (sean necesidades, sentimientos, intereses, conocimientos,
etcétera) se relaciona con otra por medio de reglas proposicionales que
1
Cfr. Foucault, Michel. Les Mots et les choses, París: Éditions Gallimard, 1966. (The
Order of Things, Nueva York: Pantheon Books, 1973).
2
Cfr. Habermas, Jürgen. Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, Buenos
Aires: Amorrortu Editores, 1975.
3
Cfr. Biondi Shaw Juan y Zapata Saldaña. Eduardo. El discurso de Sendero Luminoso:
Contratexto educativo, Lima: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología–Concytec,
1989.
114 Percy A. Bazo Ráez
4
Cfr. Guénon René, «Autorité Spirituelle et Pouvoir Temporel», París: Vrin, 1929. En
Autoridad Espiritual y Poder Temporal, Barcelona: Paidós Ibérica S.A, 2001.
5
Cfr. Guenon René, Le Roi du Monde, París: Éditions Gallimard, 1958. (El Rey del
Mundo, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A, 2003).
116 Percy A. Bazo Ráez
6
Cfr. Guénon R., Autorité Spirituelle et Pouvoir Temporel, Capítulo IX.
7
En la tradición judeocristiana, estas tres funciones se denominan Adoni–Tsedeq, «señor
de justicia», Kohen–Tsedeq, «sacerdote de justicia», y Melki–Tsedeq, «rey de justicia»,
y son conocidos en la tradición tibetana como el Brahâtmâ, el Mahâtmâ y el Mahânga,
respectivamente. Cfr. Guénon R., Le Roi du Monde.
Una aproximación a las relaciones entre lenguaje y política: la imagen de la justicia 117
8
Cfr. Jaeger Werner. Paideia, p. 90. Es interesante notar a este respecto que el dialecto
lacónico haya sobrevivido hasta la actualidad.
9
Cfr. W. Jaeger, op. cit., pp. 105–107.
118 Percy A. Bazo Ráez
igualdad, pues equivalía a una justicia igual para todos (entiéndase, para
todos los ciudadanos libres), lo que permitiría también el desarrollo de la
democracia griega.10
Como toda sociedad tradicional, la polis tenía como fundamento el
bien común, de donde que, ante la necesidad de mantener el orden social,
se planteara entonces formalmente que el Estado sea quien eduque a sus
ciudadanos, siendo en esta medida considerado ‘justo’. El propio Platón
reconoció este hecho, no solo al sintetizar en las Leyes el pensamiento
político de la Antigüedad helénica, sino también al presentar su obra
filosófica entera como un proyecto pedagógico. La dice, aquello que hacía
que un hombre fuese visto como justo, se convirtió con él en dikayosine,
esto es, en el ‘ocuparse de los propios asuntos’: partiendo de un estudio del
‘alma’ humana y de una distinción de clases objetiva, el concepto platónico
de justicia será el resultado de un equilibrio virtuoso de la naturaleza del
hombre que se alcanza por la ‘prudencia’, lo que logra una armonía entre lo
individual y lo social; estos extremos se relacionarían uno con otro, siendo
en cierta manera la piche una polis interiorizada, y esta a su vez una pique
exteriorizada. Este orden se conserva, justamente, mediante la educación,
pues solo ella haría posible que las personas interioricen influencias
culturales apropiadas. De esta manera, apreciamos cómo un cambio en la
significación de diré reflejó las modificaciones ocurridas en las estructuras
de poder de las comunidades griegas; acuñada esta vez como concepto
filosófico, la justicia será concebida como el resultado de un ordenamiento
eficiente de las funciones propias de toda comunidad. Esto último será
repetido por todos los filósofos posteriores.
Por su parte, la modernidad implicó un cambio radical con estas formas
tradicionales de organización social. A partir de siglo XVI, los cambios
tecnológicos que se impusieron en las sociedades europeas —en particular,
la aparición, pocos años antes, de la imprenta—, modificaron los modos
de percepción y de pensamiento, afectando nuestra comprensión de la
naturaleza propia del lenguaje;11 una de las consecuencias más graves de
ello, fue el reemplazo del ‘criterio de verdad’ tradicional por el ‘criterio de
10
Cfr. Mcluhan, Marshall y Quentin Fiore, The Medium is the Message: An Inventory of
Effects. Nueva York: Bantam Books, 1967.
11
Ibidem.
Una aproximación a las relaciones entre lenguaje y política: la imagen de la justicia 119
12
Cfr. mi artículo «El lenguaje como condición cognitiva en la formación del Derecho
y del Estado modernos», En: Elsa Vílchez, Silvia Valdez y María Rosales (Editoras),
Interculturalidad y Bilingüismo en la formación de Recursos Humanos: Educación,
Medicina, Derecho y Etnodesarrollo, Instituto de Lingüística Aplicada de la UNMSM,
Vol. III., 2007.
120 Percy A. Bazo Ráez
13
Cfr. Peña Jumpa Antonio, Cabedo Mallol Vicente y López Bárcenas Francisco. Constitu-
ciones, Derecho y Justicia en los pueblos indígenas de América Latina. Lima: Fondo
Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002.
14
Por ello, en la medida que es exteriorizada, la noción de voluntad es la que en última
instancia le otorga al Derecho moderno su significado.
15
Cfr. Buzan Barry. People, State & Fear. Colorado: Lynne Rienner Publishers, 1991, Cap. 3.
122 Percy A. Bazo Ráez
Roberto Romboli*
1. Premisa
El tema de la interpretación «conforme», es decir, de la posibilidad e
imperiosidad de atribuir a la ley un significado tal que excluya la necesidad
de una declaración de inconstitucionalidad, presupone e implica toda
*
Profesor ordinario de Derecho Constitucional en la Università di Pisa.
Traducción de Leysser L. León (autorizada por el autor a Derecho PUC).
124 Roberto Ramboli
1
Al respecto, me limito a remitir a las recientes contribuciones de Guastini,
L’interpretazione dei documenti normativi, Milano, 2004. Y Teoria e ideologia
dell’interpretazione costituzionale, en Giur. cost., 2006, p. 743 ss.; Rescigno
G.U, «Interpretazione costituzionale e positivismo giuridico», en Azzariti (cur.),
Interpretazione costituzionale, Torino, 2007, p. 17 ss., quien, refiriéndose a la tesis
de Guastini, según la cual «la interpretación constitucional no presenta ninguna
especificidad respecto de la interpretación de cualquier otro documento jurídico»
(las cursivas son del autor), considera que la tesis es «desconcertante»; Modugno,
Interpretazione per valori e interpretazione costituzionale y Pace, Interpretazione
costituzionale e interpretazione per valori, ambos en Azzariti (director), Interpretazione
costituzionale cit., respectivamente, 51 ss. y 83 ss.
2
Para algunas referencias recientes sobre tal problemática véase: Luciani, Interpretazione
costituzionale e testo della Costituzione. Osservazioni liminari, en Interpretazione
costituzionale cit., 41 ss., 48, quien, al subrayar el límite derivado del texto para toda
actividad interpretativa, destaca que para el intérprete de la Constitución, el texto de
referencia demanda mayor estabilidad interpretativa que la requerida por la ley, y
reclama una vinculación más sólida con la voluntas del autor histórico; Modugno,
Interpretazione per valori cit., 58 ss.; Bin, L’applicazione diretta della Costituzione, le
sentenze interpretative, l’interpretazione conforme a Costituzione della legge, ponencia
presentada en el Congreso Nacional de la AIC sobre «La circolazione dei modelli e delle
tecniche del giudizio di costituzionalità in Europa» (Roma 27–28 octubre 2006), cuyas
actas están en curso de publicación. Según este último autor, el principio de sujeción del
juez a la ley comporta que él no pueda, en modo alguno, falsificar el texto y la letra de
la ley sin provocar una invasión del campo de competencia del poder legislativo.
3
Véanse las afirmaciones del entonces presidente de la Corte Costituzionale, Chieppa (La
giustizia costituzionale nel 2002, en Giur. cost., 2003, p. 3169 ss.), quien opinaba que
«también los jueces constitucionales y comunes resultan, a pleno título, involucrados,
aunque sea dentro de confines determinados, en una suerte de proceso extendido de
producción legislativa, en tanto titulares de atribuciones directamente derivadas de la
Constitución. Y el proceso constitucional mismo termina configurándose como sede
(…), en concreto, de formación y elaboración del «mejor derecho posible»».
La llamada «interpretación conforme» 125
4
La aplicación en nuestro sistema de la llamada «interpretación conforme» ha sido desde
hace tiempo destacada como un elemento importante para que el modelo italiano de
justicia constitucional adquiera las características propias del modelo difuso. En relación
con este punto, cfr., entre otros autores: Pizzorusso, I sistemi di giustizia costituzionale:
dai modelli alla prassi, en Quaderni cost., 1982, p. 527, según el cual la importancia
cada vez mayor que se atribuye al carácter interpretativo de las sentencias hace menos
relevante la diferencia de mayor nivel que permite, hasta ahora, contraponer los
sistemas europeos y el estadounidense; diferencia que deriva de la eficacia erga omnes
de las sentencias estimatorias; Cappelletti, «Questioni nuove (e vecchie) sulla giustizia
costituzionale», en Giudizio «a quo» e promovimento del processo costituzionale,
Milano, 1990, 34; Aragón Reyes, L’interpretazione del Tribunal Constitucional della
Costituzione e delle leggi e la sua forza vincolante , en Riv. dir. cost., 2007.
5
Título cuya responsabilidad corresponde a mi amigo Paolo Carnevale.
126 Roberto Ramboli
6
En efecto, el juez nacional es invitado por el Tribunal de Luxemburgo (y también por
la Corte Costituzionale, en algunos casos), para proceder a una interpretación de la
ley nacional conforme al derecho comunitario europeo, antes de proceder a la no
aplicación de la primera en tanto opuesta al segundo. Se trata, por lo tanto, de una
lectura orientada a «salvar» la ley de decisión de la no aplicación.
En la jurisprudencia comunitaria europea, la referencia a la necesidad de una
interpretación conforme se remonta al año 1984 (sentencia del 10 de abril de 1984,
Von Colon y Kamann, causa C–14/83). La afirmación fue confirmada después, y
puntualmente, en el año 1988 (sentencia del 4 de febrero 1988, Murphy, causa C–
157/86). Más recientemente, se ha afirmado que «la exigencia de una interpretación
conforme al derecho nacional es inherente al sistema del Tratado, en tanto permite al
juez nacional asegurar, en el contexto de sus competencias, la plena eficacia de las
normas comunitarias europeas, al resolver la controversia sometida a él» (sentencia
del 5 de octubre de 2004, Pfeiffer, causas reunidas de C–397/01 a C–403/01) y que
«el deber de interpretación conforme es uno de los ‘efectos estructurales’ de la norma
comunitaria europea que permite, junto con el instrumento más invasor de la eficacia
directa, la adecuación del derecho interno a los contenidos y a los objetivos del
ordenamiento comunitario europeo (conclusiones presentadas el 30 de junio de 2005,
por el procurador general Tizzano sobre el «caso Mangold», causa C–144/04).
A menudo, las «sugerencias» del Tribunal de Justicia Europeo se presentan en una
forma similar a la de las sentencias interpretativas de desestimación de la Corte
Costituzionale italiana; otras veces, bajo una forma que podría asemejarse a la de las
sentencias adicionantes o sustitutivas italianas.
Tratándose de sugerencias relativas, en lo sustancial, a la interpretación a aplicar,
por parte del juez, respecto del derecho nacional (más que del derecho comunitario
europeo), podríamos preguntarnos qué grado de vinculación pueden tener dichas
sugerencias para los jueces nacionales.
Al respecto, consúltese la investigación desarrollada por Giovannetti, Integrazione
comunitaria e funzione giurisdizionale, tesis docotral del programa: Dottorato di
Giustizia costituzionale e diritti fondamentali, XIII ciclo, Pisa, 2006.
7
«Questione di costituzionalità» (aquí traducida como «cuestión de constitucionalidad»)
es como se denomina, en Italia, a una suerte de controversia de constitucionalidad
La llamada «interpretación conforme» 127
sobre alguna ley, que es remitida, por ejemplo, por los jueces comunes, para que sea
dirimida por la Corte Costituzionale (Nota del traductor).
8
Esto, según la afortunada expresión de Mezzanotte (La Corte costituzionale: esperienze
e prospettive, en Attualità e attuazione della Costituzione, Bari, 1979, 160) «a los
jueces, la ley; a la Corte Costituzionale, la Constitución».
El presidente De Nicola, en el discurso pronunciado en ocasión de la primera sesión
pública de la Corte Costituzionale, el 23 de abril de 1956, observó, entre otras cosas,
que «en la única tarea en la cual la Corte está ligada a la autoridad judicial [el juicio
sobre las leyes en vía incidental] una y otra deben apuntar, con unidad de propósitos y
de acciones, hacia el mismo fin: la Corte, vigilante de la Constitución; la magistratura,
vigilante de la ley» (Giur. cost., 1956, 168–169).
Cfr. también, respecto de la análoga temática que se presenta en el sistema español
de justicia constitucional: Aragón Reyes, L’interpretazione, op. cit., quien recuerda la
importante sentencia del Tribunal Constitucional n. 50 de 1984, en la cual se afirmó
explícitamente que los principios de unidad del ordenamiento y de superioridad de la
Constitución no permiten distinguir entre «plano de la constitucionalidad» y «plano de
la simple legalidad», como si fueran «mundos distintos e incomunicables», debiendo la
jurisdicción ordinaria, en su actividad interpretativa, tener en cuenta la Constitución;
mientras que los magistrados constitucionales deben tener en cuenta la aplicación de
la ley realizada por los jueces comunes.
128 Roberto Ramboli
9
Corte Costituzionale: sentencia n. 8 del 2 julio de 1956, Giur. cost., 1956, 602.
10
Corte Costituzionale: sentencia n. 1 del 26 de enero de 1957, Giur. cost., 1957, 1,
donde se declaró infundada la cuestión de constitucionalidad sobre el artículo 4 de la
Ley n. 645 de1952, sobre la base de una lectura de dicha disposición en el sentido de
que la apología del fascismo, para cobrar el carácter de delito, «debe consistir, no en
una defensa elogiosa, sino en una exaltación capaz de conducir a la reorganización del
partido fascista».
11
Corte Costituzionale: sentencia n. 356 del 22 de octubre de 1996, Giur. cost., 1996,
3096, donde se estableció que «las leyes no se declaran constitucionalmente ilegítimas
La llamada «interpretación conforme» 129
porque sea posible dar a ellas interpretaciones inconstitucionales (y que algún juez
decida darles), sino porque es imposible dar a ellas interpretaciones constitucionales».
La afirmación se repetirá luego, muchas veces, en la jurisprudencia constitucional
posterior, como una clara señal de la evolución jurisprudencial en favor de la
interpretación conforme por parte de los jueces.
130 Roberto Ramboli
12
Azzariti, Discorso nella seduta inaugurale del secondo anno di attività della Corte,
en Giur. cost., 1957, p. 878 ss., 884–885 (las cursivas son añadidas), quien proseguía
sobre el punto sosteniendo que «es difícil, sin embargo, que ello se ponga en práctica,
porque la autoridad de las interpretaciones adoptadas mediante sentencia de la Corte
Costituzionale es de por sí notable. Además, en la adopción de una interpretación
en lugar de otra, la Corte no opera arbitrariamente, sino afirmando con carácter de
principio su autonomía de juicio, y suele tener en cuenta la interpretación que hayan
dado a la norma los jueces ordinarios y administrativos y, sobre todo, la Corte di
Cassazione, que es el órgano supremo del poder judicial. No es verosímil, por lo tanto,
que existan jueces que quieran apartarse de una corriente jurisprudencial que haya
conferido valor positivo a una disposición legislativa de sentido compatible con las
normas constitucionales, y prefieran adoptar una interpretación que sea contrastante con
la Constitución, especialmente, luego de que una sentencia de la Corte Costituzionale
haya aclarado que, solo entendida en aquel determinado sentido, aquella disposición
legislativa escapa de la declaración de ilegitimidad constitucional. Por lo demás, a la
Corte siempre le quedaría —como ella ha declarado expresamente— la posibilidad
de retomar en examen la cuestión de constitucionalidad de la norma, cuando una
tendencia modificada de la orientación jurisprudencial dé a la norma misma una
interpretación no conforme a los preceptos de la Constitución».
13
Así ha ocurrido, por ejemplo, con referencia a la interpretación del artículo 2 del
T.U.L.P.S., al cual se refiere la primera sentencia interpretativa de desestimación, a la
que me he referido. Respecto a ella, se presentaron diversos casos de «desobediencia»,
sobre los cuales pretendía llamar la atención Mortati (Effetti pratici delle sentenze
interpretative della Corte costituzionale, en Giur. cost., 1959, 552).
La llamada «interpretación conforme» 131
17
Esta es la tesis elaborada por Elia, Sentenze «interpretative» di norme costituzionali e
vincolo dei giudici, en Giur. cost., 1966, p. 1715 ss., luego compartida por la doctrina
absolutamente mayoritaria.
La llamada «interpretación conforme» 133
sistema centralizado habría tenido que evitar, hecho que resultaba bastante
claro para quienes veían en ello el peligro de una renuncia, propiamente
dicha, a los poderes y de las funciones atribuidas a la Corte Costituzionale,
destacándose que «mediante los medios hermenéuticos más audaces» se
podía insertar una ley, de todos modos, en el ámbito de los principios
constitucionales, con lo cual se habría impedido operar a la Corte.18
Al mismo resultado conducían, de igual manera, las tesis según las
cuales el juez, cuando destacaba una posible lectura inconstitucional de
la ley a aplicar, debía proponer, sin más, su duda a la Corte Costituzionale.
Nada importaba la posibilidad de una interpretación conforme de la misma
ley, porque la regla era evitar toda aplicación inconstitucional, mientras
que la «interpretación conforme» era la excepción.19 Esta última podía
ser perseguida directamente por el juez con una escogencia limitada al
ámbito de varias interpretaciones, todas constitucionalmente conformes.
En cambio, la existencia de una posible lectura inconstitucional habría
obligado al juez a formular la cuestión de constitucionalidad.20
En ocasión del importante y famoso Congreso de la ANM21 celebrado
en la ciudad de Gardone en el año 1965, se aprobó luego de un amplio
debate, una orden del día. De esta orden se derivaba con claridad, más
18
Así: Lavagna, Considerazioni sulla inesistenza di questioni di legittimità costituzionale e
sulla interpretazione adeguatrice (1959), ahora en ID., Ricerche sul sistema normativo,
Milano, 1984, p.604.
19
En tal sentido: Pace, I limiti dell’interpretazione adeguatrice, en Giur. cost., 1963, p.
1066 ss., quien destaca que las leyes no tienen eficacia erga omnes, pero que ello no
puede afirmarse respecto de las sentencias de desestimación. Por ello, mientras no se
pueda reconocer efecto vinculante a las sentencias interpretativas, el juez, en la duda,
deberá formular cuestión de constitucionalidad. Según Pace, el poder de «interpretación
conforme» corresponde igualmente al juez común y a la Corte Costituzionale, pero
no para efectos de adecuar la ley a la Constitución, sino para efectos de destacar su
compatibilidad. El papel del primero se detiene en ello, mientras que el papel de la
segunda prosigue, aunque no con fines interpretativos, sino con el objeto de quitar del
ordenamiento la norma inconstitucional.
En el sentido de que el criterio de la «interpretación conforme» debe ser aplicado distintamente
por el juez y por la Corte, pero arribándose a la misma conclusión sobre el deber del
primero de remitir a la segunda una cuestión de constitucionalidad cuando la disposición
dé la posibilidad de una lectura supuestamente inconstitucional, véase: Grottanellide´ Santi,
Manifesta infondatezza e interpretazione adeguatrice, ibid., p. 417 ss.
20
En tal sentido: Pizzetti y Zagrebelsky, «Non manifesta infondatezza» e «rilevanza» nella
instaurazione incidentale del giudizio sulle leggi, Milano, 1972, pp. 94–96.
21
Siglas de la Associazione Nazionale Magistrati (Asociación Nacional de Magistrados)
(N. del T.).
134 Roberto Ramboli
22
Las cursivas son añadidas. Reproduzco el texto completo de la orden del día aprobada
al final de los trabajos del Congreso celebrado en Gardone: «El Congreso afirma
que el problema de la tendencia política en el ámbito de la función jurisdiccional
no se presenta, obviamente, en los términos de una tendencia política contingente,
correspondiente a las fuerzas políticas titulares de la función legislativa y ejecutiva,
sino en los términos de tutela de la tendencia político–constitucional, en atención
a que la Constitución ha codificado determinadas opciones políticas fundamentales,
y las ha impuesto a todos los poderes del Estado, incluido el poder judicial,
atribuyendo a este último, y no solo al Jefe de Estado ni a la Corte Costituzionale,
la tarea de garantizar su respeto. Destaca, igualmente, que la recta conciencia de
estos principios por parte del juez es necesaria para efectos de una aplicación cada
vez más plena de la Constitución, por lo cual afirma que corresponde al juez, en
posición de imparcialidad e independencia frente a la organización política y a todo
centro de poder: 1) aplicar directamente las normas de la Constitución, cuando ello
sea técnicamente posible en atención al hecho concreto controvertido; 2) remitir al
examen de la Corte Costituzionale, de oficio inclusive, las leyes que no se presten a
ser uniformadas, en el momento interpretativo, al dictado constitucional; 3) interpretar
todas las leyes de conformidad con los principios contenidos en la Constitución, que
representan los nuevos principios fundamentales del ordenamiento jurídico estatal. El
Congreso se declara decididamente contrario a la concepción que pretende reducir
la interpretación a una actividad puramente formalista, indiferente al contenido y a la
incidencia concreta de la norma en la vida del país. El juez, por el contrario, debe ser
consciente del alcance político–constitucional de su función de garantía, en forma tal
que se asegure, aunque sea en los insuperables confines de su subordinación a la ley,
una aplicación de la norma que sea conforme a las finalidades fundamentales deseadas
por la Constitución».
La llamada «interpretación conforme» 135
23
En tal sentido: Carlassare, «Perplessità che ritornano sulle sentenze interpretative di
rigetto», en Giur. cost., 2001, p. 186 ss.
24
Crisafulli, Ancora delle sentenze interpretative di rigetto cit., 91
25
Crisafulli, Ancora delle sentenze cit., 98, quien destaca que en una situación semejante
resulta inevitable el dilema «o el juez a quo está vinculado por la interpretación asumida
por la sentencia constitucional en justificación y fundamentación de la decisión de que
la cuestión es infundada, o tendría que demostrarse que, extrañamente, la Corte no tiene
el poder de interpretar (ni de reinterpretar) la ley, al momento de juzgarla en el aspecto
de su conformidad o disconformidad respecto de las normas constitucionales».
136 Roberto Ramboli
26
Así: Onida, «La Corte e i diritti. Tutela dei diritti fondamentali e accesso alla giustizia
costituzionale», en Carlassare (director), Il diritto costituzionale a duecento anni
dall’istituzione della prima cattedra in Europa, Padova, 1998, p. 187.
La llamada «interpretación conforme» 137
el juez común debe atenerse para la solución del caso concreto. La ausencia
de «rimas obligadas», efectivamente, aun cuando excluye una intervención
con validez general de la Corte, no descarta que la solución más correcta
constitucionalmente, sea considerada por el juez caso por caso.
Esto ocurrió, por ejemplo, en relación con la cuestión relativa a la
diferencia máxima de edad prevista en la Ley número 184 de 1983, sobre
la adopción. Dicha ley se originó en un caso de adopción que tuvo lugar
al exterior y se perfeccionó en Italia, por parte de una pareja en la cual uno
de los cónyuges contaban con una edad solo tres meses superior al límite
máximo de cuarenta años, fijado por el legislador.
La Corte Costituzionale, pese a considerar razonable la decisión del
legislador, afirma que se debe reconocer «la posibilidad de que el juez evalúe,
con determinación rigurosa, la necesidad excepcional de permitir, en exclusivo
interés del menor, que este se inserte en la familia de acogida, que es la
única que puede satisfacer aquel interés, incluso cuando, manteniéndose la
diferencia de edad que puede presentarse usualmente entre padres e hijos, la
edad del cónyuge adoptante se aparte, de forma razonablemente contenida,
del máximo de cuarenta años, previsto legislativamente. Sin embargo,
con el objeto de que la excepción no se transforme en regla, aquella debe
responder a un criterio de necesidad en relación con los principios y los
valores constitucionales asumidos como parámetro de valoración de la
legitimidad constitucional de la disposición denunciada (artículos 2 y 31
de la Constitución)».27
Las expresiones que subrayamos en cursivas parecen demostrar, fuera
de toda duda razonable, el amplio margen que la Corte reconoce al
poder interpretativo del juez para «conformar» el dictado normativo a los
principios constitucionales indicados por ella.28
27
Corte Costituzionale: sentencia n. 303 del 24 julio 1996, Giur. cost., 1996, p. 2503,
con comentario de Lamarque, L’eccezione non prevista rende incostituzionale la regola
(ovvero, il giudice minorile è soggetto alla legge, ma la legge è derogabile nell’interesse
del minore).
28
Cfr. Cosentino, «Adoptio natura imitatur»: il divario di età nella adozione legittimante»,
en Foro it., 1997, I, p. 55, quien pone en evidencia el riesgo de una manipulación
sistemática de la prescripción contenida en la Ley N°. 184 de 1983; de un alza gradual,
en los hechos, de la edad para adoptar a un menor; y de una práctica degenerativa,
tendiente a afirmar, imperceptiblemente, la excepción como regla (y la regla en
casualidad y arbitrio).
138 Roberto Ramboli
29
Corte Costituzionale: sentencia n. 11 del 5 de febrero de 1998, Giur. cost., 1998, p.
53. En el caso concreto, sobre la solicitud de admisión al servicio civil, no se había
obtenido una respuesta, porque en el ínterin el solicitante había sido retirado por
motivos de orden físico. La falta de respuesta (que se había hecho imposible) hacía
(absurdamente) aplicable al sujeto la sanción penal prevista para el supuesto. La Corte
Costituzionale reconoce que dicha situación sería inconstitucional, pero niega que sea
atribuible a la disposición censurada, por lo cual requiere al juez para que identifique
en otro argumento la solución jurídica del problema, de modo que se eviten las
consecuencias derivadas de la aplicación de la disposición impugnada.
La llamada «interpretación conforme» 139
que debe asumir sus responsabilidades), sea en relación con los deberes de
instrucción y de manutención que gravan a los padres.
También en este caso, la Corte ha concluido su sentencia afirmando
que «en la actual situación de carencia legislativa, corresponde al juez buscar
en el sistema normativo global la interpretación idónea para asegurar la
protección de los bienes constitucionales antes señalados».30
Una clara tendencia favorable a la interpretación conforme puede
apreciarse, así mismo, en el ya recordado principio que se afirmó, por
vez primera, en la sentencia n. 356 de 1996, según el cual una ley se
declara inconstitucional, no porque sea posible darle interpretaciones
inconstitucionales, sino por la imposibilidad de darle interpretaciones
constitucionales.
32
Se expresa en tal sentido, en relación con la primera sentencia (la sentencia «Alagni»):
Lamarque, Le sezioni unite penali della Cassazione «si adeguano» all’interpretazione
adeguatrice della Corte costituzionale, en Giur. cost., 1999, p. 1412 ss., quien liga
las afirmaciones contenidas en dicho pronunciamiento con la crisis de la función de
nomofilaquia de la Corte di Cassazione, derivada, sea de la crisis del concepto mismo
de nomofilaquia, sea de la incapacidad de la Corte di Cassazione para cumplir esta
tarea. La Corte di Cassazione habría intentado, más bien, valerse del prestigio de la
Corte Costituzionale para reconocer mayor valor a sus propias sentencias.
La llamada «interpretación conforme» 141
33
Vassalli, La giustizia costituzionale nel 1999, en Giur. cost., 2000, p. 1225 ss.
34
Carlassare, Perplessità che ritornano cit., 186 ss.
142 Roberto Ramboli
35
Para la afirmación de que, paradójicamente, parecería ser necesaria una Corte di
Cassazione, antes que una Corte Costituzionale, véase: Bianchi–Malfatti, «L’accesso
in via incidentale», en Anzon, Caretti, Grassi (directores), Prospettive di accesso alla
giustizia costituzionale, Torino, 2000, 78.
Para un cotejo entre las dos sentencias de la Corte di Cassazione recordadas en este
punto, véase también: Dolso, «Le interpretative di rigetto tra Corte costituzionale e
Corte di cassazione», en Giur. cost., 2004, p. 3021 ss.; Campanelli, Incontri e scontri tra
Corte suprema e Corte costituzionale in Italia e in Spagna, Torino, 2005, p. 283 ss.
El «caso Pezzella» se cierra con la sentencia n. 299 del 22 de julio de 2005 (en Giur.
cost., 2005, p. 2930, con notas de Dolso y Gastaldo; comentada por Santoriello, en
Giust. pen., 2005, I, p. 306; por Lacchi, en Giur. it., 2005, p. 2344; por Leo, en Guida
al dir., 2005, fasc. 31, 59; por De Falco, en Dir. e giustizia, 2005, fasc. 32, 50; y por
Romboli, en Foro it., 2006, I, 3323). En dicho fallo, la Corte Costituzionale destaca que
en lo posible intentó salvar la disposición impugnada por una sentencia demoledora de
inconstitucionalidad, mediante una interpretación «adecuadora» de esta, considerada
como posible y, precisamente, indicada en las sentencias anteriores, «incluso a fin de
evitar la formación de lagunas en el sistema, particularmente críticas cuando el régimen
censurado se refiere a la libertad personal». Tomando en cuenta que las Salas reunidas
opinaron que no debía seguirse la interpretación sugerida por la Corte Costituzionale,
que fue indicada como la única constitucionalmente posible (dándose vida, así, a un
«derecho viviente» contrastante con los principios constitucionales), a la Corte no le
quedó más que la declaración de inconstitucionalidad del derecho viviente formado
en tal forma.
En la doctrina formada en torno de este caso, véase, entre otros: Spangher, Custodia
cautelare: la cassazione «sfida» la Consulta, en Giur. cost., 2003, p.1138; Bientinesi,
Un nuovo conflitto sugli effetti delle sentenze interpretative di rigetto, en Giornale
dir. amm., 2004, p. 1203; Bruno, Divergenze interpretative tra le sezioni unite
e la Corte costituzionale in tema di custodia cautelare, en Cass. pen., 2004, p.
2718; Romeo, Magis amica veritas: la cassazione ignora i diktat della Consulta, en
la misma revista, 2004, 2715; Puglisi, La durata massima delle misure cautelari nel
dialogo tra Corte costituzionale e Corte di cassazione, en Giur. cost., 2004, p. 707;
Dolso, Le interpretative di rigetto cit., 3021; Pugiotto, Le metamorfosi delle sentenze
interpretative di rigetto cit., 985; Marceno’, Le ordinanze di manifesta inammissibilità
per «insufficiente sforzo interpretativo»: una tecnica che può coesistere con le decisioni
manipolative (di norme) e con la dottrina del diritto vivente?, en Giur. cost., 2005,
p. 785; Sorrenti, «… la sventurata rispose» (ovvero: interpretazione plausibile versus
interpretazione verfassungskonforme della legge nella sent. 23016/2004 della Corte
di cassazione, sez. unite penali), en Scritti dei dottorandi in onore di Alessandro
Pizzorusso, Torino, 2005, p. 365 ss. y L’interpretazione conforme a Costituzione,
Milano, 2006; Campanelli, Incontri e scontri tra Corte suprema e Corte costituzionale
cit., 290 ss.; Ruotolo, L’interpretazione conforme a Costituzione nella più recente
giurisprudenza costituzionale cit.
La llamada «interpretación conforme» 143
36
Al respecto véase, por todos: Pugiotto, Sindacato di costituzionalità e «diritto vivente».
Genesi, uso, implicazioni, Milano, 1994.
37
Así: Onida, «Il problema dell’interpretazione nei rapporti tra il giudizio costituzionale
ed i giudizi ordinari», en Riforme della Costituzione e cultura giuridica, al cuidado de
Pizzorusso, Pisa, 1998, p. 17 ss.
En sentido opuesto se ha manifestado Pugiotto (La problematica del «diritto vivente»
nella giurisprudenza costituzionale del 1994: uso e matrici, en Foro it., 1995, I, pp.
474–475), quien opina que el riesgo en mención sería inexistente, en atención a la
libertad de interpretación reconocida por la Constitución a todo juez, y al carácter
necesariamente «difuso» del derecho viviente.
38
En tal sentido, véase también: Groppi, «Verso una giustizia costituzionale «mite»?
Recenti tendenze dei rapporti tra Corte costituzionale e giudici comuni», en Pol. dir.,
2002, p. 228 ss.
144 Roberto Ramboli
tuviera que decidir sobre leyes recientemente aprobadas (sobre las cuales,
entonces, aún no se había podido formar jurisprudencia, ni mucho menos
una jurisprudencia «consolidada»).39 Por otro lado, debido a los confines
bastante vagos de su definición, se había generado para la Corte un amplio
margen de discrecionalidad, no siempre utilizado de manera coherente,
para decidir cuándo se podía considera que un «derecho viviente» se había
formado efectivamente o no.40
En los últimos años nos ha sido dado asistir, cada vez con mayor frecuencia,
a hipótesis en las cuales, frente a un derecho viviente inequívocamente
formado, la Corte formula, a pesar de todo, interpretaciones propias y
diferentes.41 En otros casos, la Corte extiende a los jueces, de forma explícita,
una invitación para la interpretación forme, incluso ante la presencia de un
derecho viviente o de una orientación jurisprudencial unívoca, teniendo
el juez «solo la facultad, mas no el deber, de uniformarse a la orientación
jurisprudencial imperante».42
39
Así: Anzon, «Il giudice a quo e la Corte costituzionale tra dottrina dell’interpretazione
conforme a Costituzione e dottrina del diritto vivente», en Giur. cost., 1998, p. 1082 ss.
40
Véanse, en tal sentido, las observaciones de Dolso, «Prognosi sul futuro delle
interpretative di rigetto», en Giur. cost., 2005, 2935, quien observa que a menudo
hace falta un reconocimiento real y por lo menos explícito por parte de la Corte
en cuanto a la existencia de orientaciones consolidadas; y también Sorrenti, Corte
costituzionale, giudici e interpretazione cit., 491–92, quien destaca que la Corte goza
de amplia discrecionalidad para calificar en términos de derecho aplicado tendencias
interpretativas determinadas, y que tal espacio de acción se transforma, a veces, en un
arbitrio, propiamente dicho, para lo cual la autora expone una serie de significativos
ejemplos.
41
Cfr., por ejemplo, Corte Costituzionale: sentencia n. 196 del 28 de mayo de 1999 (Giur.
cost., 1999, 1846), donde no se adopta la interpretación de la disposición impugnada
seguida por la Corte di Cassaziones, y donde se brinda, más bien, una interpretación
distinta capaz de salvar la disposición de la declaración de inconstitucionalidad, con
un pronunciamiento interpretativo de desestimación.
Para otros ejemplos en tal sentido, véanse también las sentencias citadas por Dolso,
Prognosi sul futuro cit., 2934 ss., y por Sorrenti, L’interpretazione conforme a
Costituzione cit., 244 ss.
42
Así: Corte Costituzionale, resolución n. 252 del 1 de julio de 2005, Giur. cost., 2005,
2354. En sentido análogo: Corte Costituzionale: resolución n. 3 del 30 de enero de
2002, en la misma revista, 2002, p. 29.
En la doctrina sobre el punto véanse las observaciones de Cardone, «Ancora sulla
dichiarazione di manifesta inammissibilità per difetto di interpretazione adeguatrice a
quo», en Giur. cost., 2005, 35 ss.; Agro, «Note storiche sui rapporti tra l’interpretazione
del giudice comune e quella della Corte costituzionale», en la misma revista, 2004,
3343 ss.; Dolso, Prognosi sul futuro cit., 2935 ss.; Marceno’, «Le ordinanze di manifesta
inammissibilità» cit., 785 ss.; Ruotolo, «L’interpretazione conforme a Costituzione» cit.
La llamada «interpretación conforme» 145
43
Así: Marceno’, Le ordinanze di manifesta inammissibilità cit., 785 ss.; Sorrenti, Corte
costituzionale, giudici e interpretazione cit., 489, quien habla, al respecto, de un «inútil
calvario».
44
En tal sentido, véanse, entre otros: Anzon, Il giudice a quo e la Corte costituzionale
cit., 1082 ss.; Gambini, «Un’ipotesi di conflitto fra Corte e giudice sull’esistenza
del diritto vivente», en Giur. cost., 2000, 195 ss.; Pugiotto, Le metamorfosi delle
sentenze interpretative cit., 985 ss.; Lipari, «Valori costituzionali e procedimento
interpretativo», en Navarretta, Pertici (directores), Il dialogo tra le Corti. Principi e
modelli di argomentazione, Pisa, 2004, 56; MARCENO’, «Le ordinanze di manifesta
inammissibilità» cit., 785 ss.
45
En orden a las relaciones entre la Corte di Cassazione y la Corte Costituzionale, y a su
evolución en el ordenamiento italiano, véase: Campanelli, «Incontri e scontri tra Corte
suprema e Corte costituzionale» cit., 157 ss.
46
Para tales observaciones véase también: Cardone, «Funzione di nomofilachia della
Cassazione e pronunce della Corte costituzionale», en Giur. cost., 2001, p. 2889 ss.;
Sorrenti, «L’interpretazione conforme a Costituzione» cit., 236.
146 Roberto Ramboli
47
Corte Costituzionale: resolución n. 338 del 19 de octubre de 2001, en Giur. cost.,
2001, 2884, con comentario de Cardone, Funzione di nomofilachia della Cassazione
e pronunce della Corte costituzionale.
Es de subrayar que la Corte se apura en precisar que sus consideraciones se efectúan «con
independencia de toda consideración respecto del resultado al cual la interpretación
sistemática requerida, Constitución incluida, podría conducir».
48
Corte Costituzionale, resolución n. 332 del 27 de septiembre de 2001, Giur. cost.,
2001, 2821, con comentario de Spangher.
La llamada «interpretación conforme» 147
49
Corte Costituzionale, resolución n. 399 del 25 de octubre de 2005, Giur. cost.,
2005,3923.
50
Corte Costituzionale: resolución n. 158 del 9 de mayo de 2003, Giur. cost., 2003,
1292.
51
Cfr. Corte Costituzionale: sentencia n. 189 del 13 de junio del 2000, Giur. cost., 2000,
1625.
148 Roberto Ramboli
52
Corte di Cassazione: sentencia n. 8369 del 12 de junio de 2002, Foro it., 2002, I,
2318.
53
Corte Costituzionale: resolución n. 149 del 3 de mayo de 2002, Giur. cost., 2002,
1278.
54
Cuando la cuestión de constitucionalidad tenga por objeto la norma como resultante
del punto de derecho afirmado por la Corte di Cassazione en la sentencia de remisión,
la Corte Costituzionale, en atención al carácter vinculante de la interpretación para el
juez de remisión, examina en el mérito la cuestión, incluso en presencia de diferentes
líneas interpretativas y también en caso de que las líneas en favor de una interpretación
conforme sean preeminentes (véase la muy reciente sentencia n. 78 del 16 de marzo
de 2007 de la Corte Costituzionale, en la G.U., 1° s.s., 21 marzo 2007, n. 12).
Al respecto, Sorrenti (Corte Costituzionale, giudici e interpretazione cit., 489) habla
de una «paradoja», y destaca que la jurisprudencia constitucional sobre el deber de
ejercer la interpretación conforme puede obligar al juez a «simular» que comparten
la interpretación realizada por la Corte di Cassazione en sede de reenvío, so pena de
incurrir en la declaración de inadmisibilidad por la falta de adhesión subjetiva a la
interpretación censurada.
Para la afirmación según la cual, frente a las sentencias interpretativas de desestimación,
el juez a quo se encontraría en la misma posición del juez de reenvío en relación con
el punto de derecho fijado por la Corte di Cassazione, véase: Crisafulli, Ancora delle
sentenze interpretative di rigetto cit., 102.
La llamada «interpretación conforme» 149
55
Corte Costituzionale: sentencia n. 470 del 22 de noviembre de 2002, Giur. cost., 2002,
3941, la cual, refiriéndose a una sentencia de desestimación precedente de la misma
Corte (la n. 242 del 17 de enero de 1999, en la misma revista, 1999, 2146) destaca «que
el reenvío a las consideraciones expuestas por esta Corte en sostén de la interpretación
propuesta no justifica una declaración de inconstitucionalidad de la norma impugnada:
el hecho de que en dicha sentencia no se haya, en modo alguno, argumentado la
inconstitucionalidad de la interpretación contraria a la propuesta, revela con evidencia
que esta Corte se ha limitado a perfilar la posibilidad de una interpretación distinta
que, en el marco de lo señalado por el juez remitente, habría sido idónea para evitar
las dudas de constitucionalidad presentadas. De aquí la conclusión de que frente a una
opción interpretativa susceptible de determinar un contraste entre la norma censurada
y la Constitución, el intérprete debe buscar una distinta, que evite el supuesto conflicto;
en el caso concreto, la opción interpretativa del remitente no era la única plausible».
56
Corte Costituzionale, resolución n. 322 del 27 de julio de 2001, Giur. cost., 2001,
2592.
150 Roberto Ramboli
57
Corte Costituzionale, sentencia n. 477 del 26 de noviembre de 2002, Giur. cost., 2002,
3980. En relación con este fallo, véanse las observaciones de D’aloia y Torretta, Sentenze
interpretative di rigetto, «seguito» giudiziario, certezza e stabilità del diritto «conforme
a Costituzione», en Bin, Brunelli, Pugiotto, Veronesi (directores), «Effettività» e «seguito»
delle tecniche decisorie della Corte costituzionale, Napoli, 2006, p. 33–34.
58
Solo en el periodo comprendido entre el año 2005 y marzo de 2007, las resoluciones
de manifiesta inadmisibilidad por la falta de demostración de haber realizado la
interpretación conforme llegan a treinta y cinco (74, 89, 115, 130, 245, 250, 252,
306, 361, 381, 399, 419, 427, 452/2005; 34, 35, 57, 64, 94, 125, 187, 193, 209,
244, 272, 280, 299, 324 (que para detectar el mismo vicio adopta, por el contrario, la
decisión de la inadmisibilidad simple y la forma de la sentencia)/2006; 32, 43, 47, 50,
68, 85, 108/2007). Para el periodo inmediatamente anterior véase: Romboli, Il giudizio
di costituzionalità delle leggi in via incidentale, en Aggiornamenti in tema di processo
costituzionale (2002–2004), Torino, 2005, p. 110.
La llamada «interpretación conforme» 151
59
En el sentido de que la imposibilidad de realizar la interpretación conforme incide
en la relevancia, y que por esto se considera condición de admisibilidad el hecho de
haberla realizado de modo efectivo, véase: Amoroso, L’interpretazione «adeguatrice»
nella giurisprudenza costituzionale tra canone ermeneutico e tecnica di sindacato
di costituzionalità, en Foro it., 1998, V, 91. En relación con la incidencia de la
jurisprudencia constitucional examinada sobre el requisito de la relevancia véase
también: Sorrenti, Corte costituzionale, giudici e interpretazione cit., 482.
Según Ruotolo (L’interpretazione conforme a Costituzione cit., nota 81), el intento de
interpretación conforme, en la lógica de la Corte, parecería preliminar y condicionante
de su evaluación en torno de la relevancia y de la declaración de la cuestión como no
manifiestamente infundada.
60
Análogamente, véase: Pugiotto, Le metamorfosi delle sentenze interpretative cit., 988;
Sorrenti, Corte costituzionale, giudici e interpretazione cit., 480 ss.; G.U. Rescigno,
Interpretazione costituzionale cit., 21, según el cual, mediante esta jurisprudencia,
la Corte «revoluciona el mecanismo configurado en la ley constitucional, donde se
152 Roberto Ramboli
prevé que el juez tiene el deber de remitir la cuestión, no cuando está convencido de
la inconstitucionalidad de la norma, sino cuando duda de su constitucionalidad (es
más, y a mi parecer, cuando considera razonable la duda expresada por la parte que ha
planteado la cuestión)».
Al respecto, véase lo observado por Mezzanotte (Il problema della fungibilità tra
eccezione di incostituzionalità e ricorso diretto alla Corte costituzionale, en Giust.
e Cost., 1991, p. 79), según el cual la irrupción de la técnica de la interpretación de
adecuación ha marcado la definitiva caída de la noción de la declaración de la cuestión
como no manifiestamente infundada.
61
Así: Bin, L’applicazione diretta della Costituzione cit.
Las declaraciones de manifiesta inadmisibilidad por falta de fundamentación se refieren,
en un noventa por ciento de los casos, a la condición de la relevancia. Casi nunca se
hace referencia a un defecto de fundamentos en relación con el mérito de la cuestión
de constitucionalidad.
La llamada «interpretación conforme» 153
62
Cfr. Malfatti, Panizza, Romboli, Giustizia costituzionale, Torino, 2003, pp. 130–131.
63
Marceno’, Le ordinanze di manifesta inammissibilità per «insufficiente sforzo
interpretativo» cit., 798 ss.
154 Roberto Ramboli
64
Para tales consideraciones véanse, entre otros: Gambini, Un’ipotesi di conflitto fra Corte
e giudice cit., 195 ss.; y Marceno’, Le ordinanze di manifesta inammissibilità cit., 804 ss.
Según esta última autora, la Corte Costituzionale, en coherencia con la jurisprudencia
que venimos examinando, debería dejar de emitir sentencias interpretativas de
desestimación y de principio, para pronunciar solamente la manifiesta inadmisibilidad
por falta de realización de la interpretación conforme, o bien sentencias interpretativas
de acogida, en presencia de un derecho viviente.
65
Frente a 119 sentencias interpretativas de desestimación pronunciadas en el periodo
1993–1999, en los siete años posteriores (2000–2006) ellas se han reducido a treinta y
cinco. En los primeros tres meses del año 2007 no se ha emitido ninguna.
66
Al respecto, véanse las observaciones de Elia, «Modeste proposte di segnaletica
giurisprudenziale», en Giur. cost., 2002, 3688 ss., y de Celotto, «Il (pericoloso)
consolidarsi delle «ordinanze interpretative»», en la misma revista, 2003, 1462–64.
67
En tal sentido se expresa Sorrenti, L’interpretazione conforme a Costituzione cit.,
232.
68
Para un examen puntual de la jurisprudencia constitucional en orden a la interpretación
conforme en el periodo 2000–2005, véase: Ruotolo, L’interpretazione conforme a
Costituzione cit.
69
Corte Costituzionale: sentencias nn. 74, 115, 130, 306, 419/2005; nn. 209, 324/2006;
n. 68/2007.
La llamada «interpretación conforme» 155
70
Corte Costituzionale: sentencias n. 245/2005; nn. 34, 94, 280/2006.
71
Corte Costituzionale: sentencias nn. 64, 187, 272, 299/2006; nn. 32, 85/2007.
72
Corte Costituzionale: sentencias n. 89/2005; n. 35, 125, 193/2006; n. 43, 47,
50/2007.
73
Corte Costituzionale: sentencias n. 250, 361, 381, 399, 427, 452/2005; n. 57,
244/2006; n. 108/2007.
74
Corte Costituzionale: sentencias n. 410, 460 y 480/2005.
156 Roberto Ramboli
75
Corte Costituzionale, sentencia n. 394 del 21 de octubre de 2005, Giur. cost., 2005,
3892, con comentario de Sicari.
76
Cfr. Tribunal Administrativo Regional (TAR) de Piemonte, resolución del 3 de
septiembre de 2005, en G.U., 1° s.s., 16 de noviembre de 2005, n. 46.
La llamada «interpretación conforme» 157
77
Corte Costituzionale: sentencia n. 141 del 7 de abril de 2006, Giur. cost., 2006,
1319.
78
Corte Costituzionale: sentencia n. 140 del 7 de abril de 2006, Giur. cost., 2006,
1314.
79
Corte Costituzionale: sentencia n. 343 del 27 de octubre de 2006, en G.U., 1° s.s., 2
de noviembre de 2006 (edición extraordinaria).
158 Roberto Ramboli
80
Véanse, al respecto, las observaciones de Guazzarotti, «Fin dove arriva l’interpretazione
correttiva della Corte costituzionale?», en Quaderni cost., 2002, 814–816.
81
Así: Carlassare, Perplessità che ritornano cit., 191.
82
Corte Costituzionale: sentencia n. 197 del 16 de mayo de 2002, y n. 495 del 28 de
noviembre de 2002, en Giur. cost., 2002, 1570 y 4074, con comentario de Frontoni.
83
Corte Costituzionale: sentencia n. 347 del 26 de septiembre de 1998, en Giur. cost.,
1998, 2632.
84
Corte Costituzionale: sentencia n. 198 del 5 de junio de 2003, en Giur. cost., 2003,
1520, donde se declaró infundada, en el sentido señalado en los fundamentos,
la cuestión de legitimidad constitucional del artículo 32, párrafo 1°, del Decreto
Legislativo n. 286 del 25 de julio de 1998, en la parte en que no preveía que, una vez
cumplida la mayoría de edad, el permiso de residencia pudiera ser emitido también
para los menores extranjeros sometidos a tutela en el sentido de los artículos 343 y
siguientes del Código Civil.
Sin embargo, el juez a quo —a pesar de destacar que en algunos casos otras autoridades
judiciales habían considerado la disposición impugnada aplicable también frente a
los menores extranjeros sometidos a tutela, y que tal resultado se impone a la luz
del principio constitucional de la igualdad— había considerado imposible seguir una
interpretación como la descrita, en tanto contraria al tenor literal de la disposición,
y a los cánones hermenéuticos establecidos por el artículo 12 de las disposiciones
preliminares del Código Civil, en atención a que la disposición impugnada se refiere
explícitamente a los menores extranjeros entregados en curatela.
La Corte Costituzionale observa que la interpretación literal del artículo 32, párrafo
1°. del Decreto Legislativo n. 286 de 1998 pondría esta norma en clara contradicción
con los valores personalistas que caracterizan la Constitución italiana, y sugiere,
por lo tanto, una integración de la disposición en vía analógica, sobre la base de la
comparación entre los presupuestos y las características de la relación de tutela del
menor y de la relación de confianza. Se concluía entonces, sobre dicha base, que el
artículo 32, párrafo 1°, del Decreto Legislativo n. 286 de 1998 debía comprender
también el supuesto de los menores extranjeros sometidos a tutela, en el sentido de lo
prescrito en el título X del libro I del Código Civil.
La llamada «interpretación conforme» 159
85
Cfr., por ejemplo: Corte Costituzionale, resolución n. 153 del 25 de mayo de 2004, en
Giur. cost., 2004, 1579.
Muy oportuno ha sido el realce que algún autor (Perini, L’interpretazione della legge
alla luce della Costituzione fra Corte costituzionale ed autorità giudiziaria, en Malfatti,
Romboli, Rossi (directores), Il giudizio sulle leggi e la sua «diffusione», Torino, 2002, 38
ss.) ha efectuado en relación con la posición asumida, con jurisprudencia constante,
por la Corte Costituzionale en materia de conflicto de atribución entre poderes o
entre entidades, cuando la parte formal o sustancial (como en el segundo caso) sea la
autoridad judicial.
Los magistrados constitucionales han subrayado varias veces, en efecto, que al juez no
le está permitido proceder, en ningún caso, a la no aplicación de la ley. El juez, en caso
de sospechar la inconstitucionalidad de la ley, debe limitarse a plantear la excepción
de constitucionalidad, y como no corresponde a la Corte, por otro lado, controlar los
vicios de interpretación de la ley en los cuales haya incurrido el juez, la excepción
debe hacerse valer solamente en el ámbito del sistema de las impugnaciones. La
misma doctrina ha recordado también aquella jurisprudencia constitucional que ha
considerado «plausible», en varias ocasiones, la posición del juez de no poder acceder
a la intepretación conforme cuando la letra de la ley no permita recorrer dicho camino
(véase, a título de ejemplo: Corte Costituzionale, sentencia n. 184 del 9 de junio del
2000, en Giur. cost., 2000, 1602).
86
M. Esposito, «In penetrabilis pontificum repositum erat»: brevi considerazioni sulla
parabola discendente del diritto scritto, en Giur. cost., 2004, especialmente, 3018
ss., quien destaca que con este proceder la Corte Costituzionale escapa del sistema
constitucional, porque ella deriva su legitimación de la función de garantía con método
jurisdiccional; por lo tanto, no le está permitido indicar, con arreglo a su propio juicio,
los contenido «creados» por ella, incluso en oposición a la letra de la ley, en tanto
y en cuanto conformes a la Constitución; de tal forma, se vulneran las dinámicas
de la responsabilidad política, y se plantea un problema de déficit democrático, en
detrimento del principio de la certeza del derecho y del principio de igualdad.
160 Roberto Ramboli
87
Cfr. Elia, Sentenze «interpretative» di norme costituzionali cit., 1717; Ruggeri, Spadaro,
Lineamenti di giustizia costituzionale, 3a. edición, Torino, 2004, 137. Estos autores
consideran que son insuperables, de todas maneras, las dudas sobre la practicabilidad
teórica de un conflicto de atribución entre poderes que ve a la Corte como «parte
pasiva»; Dolso, Prognosi sul futuro delle interpretative di rigetto cit., 2932, según el
cual, «la vía del conflicto, a pesar de haber recibido varias veces las simpatías de la
doctrina, no solo se presenta como problemática en sí misma, y bastante improbable
en los hechos, sino que podría incluso juzgarse como sobrevalorada en relación con el
problema planteado».
88
Sobre este punto, véase la polémica que enfrentó a Giuseppe Branca, favorable a que
se reconociera una eficacia legal a las sentencias interpretativas, y a Giuliano Amato,
contrario a dicha innovación (en Pol. del dir., 1971, p. 31 ss., p. 277 ss. y p. 655 ss.).
Más recientemente, véase: Bianchi–Malfatti, L’accesso in via incidentale cit., 75 ss.
89
En tal sentido se expresan también Silvestri, voz «Legge (controllo di costituzionalità)»,
en Dig. Disc. Pubbl., Torino, 1994, IX, 31 ss., según el cual, el único acto idóneo para
imponer a los jueces un determinado significado para una disposición normativa es la
ley de interpretación auténtica; y Pugiotto, Le metamorfosi delle sentenze cit., 988.
La llamada «interpretación conforme» 161
las precisiones que señalaremos y con la obvia reserva para los magistrados
constitucionales de la posibilidad de declarar inconstitucional una ley o
cierta interpretación de esta.
97
Sobre este punto, véanse las observaciones de: G.U. Rescigno, Interpretazione
costituzionale cit., 21 ss.; y de Bin, L’applicazione diretta della Costituzione cit.
98
Al respecto, véase: Pierandrei, Corte costituzionale cit., 987, según el cual, la Corte
ejerce una función de «magisterio constitucional» (o de «didáctica constitucional»), en
el sentido de que a ella está reservada la «interpretación final» de la Constitución y,
en el juicio de constitucionalidad, la interpretación de las leyes en el aspecto referido
a su relación con la Constitución. También Elia, Sentenze «interpretative» cit., 1723,
habla de «interpretación final» de la Constitución, la cual estaría reservada a la Corte
Costituzionale.
Según Mezzanotte (Il problema della fungibilità cit., 79), la actividad de interpretación
de la Constitución alcanza el nivel más alto de atendibilidad y objetividad cuando
proviene del magistrado constitucional.
Véase, igualmente: Modugno, Interpretazione per valori cit., 59–60, según el cual
la Corte cumple, entre los intérpretes, un papel muy especial, y su jurisprudencia
representa el derecho constitucional vigente y efectivo. A su vez, Pace, Interpretazione
costituzionale cit., 109 ss., niega que a la Corte se le pueda reconocer un «método
interpretativo» propiamente dicho, ni el poder de definir la forma en que las normas
deben ser aplicadas a las fattispecie concretas.
En relación con el problema de la división funcional del trabajo entre la jurisdicción
común y el Tribunal Constitucional alemán, véase: Haberle, La Verfassungsbeschwerde
nel sistema della giustizia costituzionale tedesca, Milano, 2000, p. 63, quien observa:
«los jueces están llamados a interpretar la normativa ordinaria sobre la base de su
experiencia práctica, y de su proximidad al caso a juzgar; en cambio, el Tribunal
Constitucional Federal tiene la tarea de hacer valer el derecho constitucional material,
incluso en sus reflejos en la normativa ordinaria».
La llamada «interpretación conforme» 165
99
Así: Amoroso, L’interpretazione «adeguatrice» nella giurisprudenza costituzionale cit.,
102, según el cual: «la Corte, ubicada en el nivel superior de las técnicas de control
de constitucionalidad, no se limita a orientar la elección entre las interpretaciones
atendibles, sino que transita por el balance de valores, la comparación de situaciones,
la restitución de racionalidad al sistema y reconstruye, con una estimación de mérito
sobre la constitucionalidad de la disposición censurada, reconstruye un significado
normativo que asegure la legitimidad de la disposición».
Cfr. también: Sorrenti, Corte costituzionale, giudici e interpretazione cit., 477, autora
que adopta la distinción entre «interpretación conforme» e «interpretación adecuadora»,
en cuya virtud la segunda indicaría una operación de «reconversión integral de la ratio
de las disposiciones legislativas impugnadas», que queda comprendida en la exclusiva
disponibilidad de la Corte Costituzionale.
En sentido análogo: Corte di Cassazione, decreto del 11 de enero de 2003, Tega,
en Foro it., Rep. 2003, voz «Intercettazione di conversazioni», n. 19. En este fallo, a
propósito de una interpretación de la Corte, considerada por el juez de legitimidad
como «más integradora que adecuadora», se consideró que dicha interpretación estaba
«encaminada, para mérito suyo, a balancear valores constitucionales igualmente
imprescindibles en las modernas sociedades democráticas», y que ella competía «más
que a la autoridad judicial, al juez de de las leyes, mediante el instrumento vinculante
de las sentencias interpretativas desestimatorias».
100
Cfr., retro, texto y nota 11.
101
Cfr., retro, texto y nota 20.
166 Roberto Ramboli
102
Cfr. Pace, La garanzia dei diritti fondamentali nell’ordinamento costituzionale italiano:
il ruolo del legislatore e dei giudici «comuni», en Nuove dimensioni nei diritti di libertà,
Padova, 1990, 124, según el cual «hoy por hoy ya no existe —desde el punto de
vista de la sensibilidad frente al derecho constitucional— un juez ‘bueno’ (la Corte
Costituzionale) y muchos jueces ‘malos’ (los jueces ‘comunes’). Mientras más los valores
constitucionales penetran en la cultura individual de los jueces, más difusa se vuelve la
tutela de los derechos constitucionales, en todos los niveles de la jurisdicción».
103
Para un juicio positivo en lo concerniente a la inserción de los jueces comunes en
la resolución de la cuestión de constitucionalidad, realizada con la interpretación
conforme, véase: Cappelletti, Questioni nuove (e vecchie) cit., 34, según el cual ello
prefigura el desarrollo, todavía más acentuado, que la sentencia n. 170 de 1984 de la
Corte Costituzionale iba a extender a todos los jueces con el control de la legitimidad
«comunitaria» europea del derecho nacional.
104
Sobre el futuro del instrumento de las sentencias intepretativas de desestimación véanse
las observaciones de Dolso, Prognosi sul futuro delle interpretative di rigetto cit., 2930
ss., y de Marceno’, Le ordinanze di manifesta inammissibilità cit., 785 ss.
La llamada «interpretación conforme» 167
procesal y dinámica de la Constitución, que «si la eficacia obligatoria se extendiera
también a los fundamentos, el «coloquio jurídico» sería impedido, los otros jueces
perderían el coraje de plantear interpretaciones distintas, y la fuerza innovadora de
eventuales opiniones discrepantes, resultaría bloqueada. La sociedad abierta de los
intérpretes de la Constitución devendría, al menos en parte, una sociedad «cerrada»».
109
Subrayan la importancia que cobra, en relación con este punto, la exigencia de proteger
el principio de la certeza del derecho: Anzon, Il giudice a quo e la Corte costituzionale
cit., 1082 ss.; D’aloia, Torretta, Sentenze interpretative di rigetto cit., 42 ss.; Ruotolo,
L’interpretazione conforme a Costituzione cit.
110
Véase, al respecto: Pugiotto, Le metamorfosi delle sentenze cit., 988 ss., quien destaca
que los magistrados constitucionales se encuentran entre dos polos: el consenso y la
responsabilidad, en el sentido de que si no obtienen, en vía colaborativa, el consenso
de la autoridad judicial, la Corte deberá asumir la responsabilidad de una declaración
de inconstitucionalidad; y en sentido análogo concluyen también: Agro’, Note
storiche sui rapporti tra l’interpretazione del giudice comune cit., 3341 ss.; Schefold,
L’interpretazione conforme cit.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 171
Aldo Petrucci*
1. Premisa
*
Profesor de Derecho Romano en la Facultad de Derecho de la Universidad de Pisa.
Traducción de Leysser L. León (autorizada por el autor a Derecho PUC).
1
Cfr. A. Petrucci, Colonie romane e latine nel V e IV secolo a.C. I problemi (Napoli,
1989) [= Legge e società nella repubblica romana, al cuidado de F. Serrao II (Napoli,
2000) 1 ss.], en adelante citado como: Colonie romane e latine e Il trionfo nella storia
costituzionale romana dagli inizi della repubblica ad Augusto (Milano, 1996), y en
modo abreviado como Il trionfo nella storia costituzionale romana.
2
Sobre este tema remito, por todos, a F. de Martino, Storia della costituzione romana I
(Napoli, 1972) p. 215 ss. y II (Napoli 1973) p. 138 ss.; F. Serrao, «La legge», en Enc.
Dir. XXIII (Milano, 1973) p. 794 ss. [= Classi partiti e legge nella repubblica romana
(Pisa, 1974) p. 36 ss.] y «L’interpretazione della legge (Diritto romano)», en Enc. Dir
172 Aldo Petrucci
XXII (Milano, 1972) p. 239 ss. [= Classi partiti e legge cit. p. 134 ss.]; P. Cerami, Prassi
e convenzioni costituzionali nel sistema della libera res publica romana, en Annali
Università di Palermo 47(2002) 123 ss. y allí, bibliografía adicional.
3
Acerca del contenido e importancia de estas leyes cfr., por todos, De Martino, Storia
della costituzione romana cit. I, p. 380 ss.; F. Serrao, Diritto privato, economia e società
nella storia di Roma I.1 (Napoli, 1984) p. 157 ss.; adicionalmente: L— L. Labruna,
Lineamenti di storia del diritto romano bajo la dirección de M. Talamanca (Napoli,
1989) p. 122 ss.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 173
4
Para una panorámica de las fuentes sobre dichas fundaciones, permítaseme remitir
a mi estudio Colonie romane e latine nel V e IV secolo a.C. cit. 29 ss. (sobre las
últimas décadas del siglo IV a.C.), p. 107 ss. (sobre el siglo V y los inicios del siglo IV
a.C.). Cfr. además: L. Capogrossi Colognesi, Cittadini e territorio. Consolidamento e
trasformazione della ‘civitas Romana’ (Roma, 2000) pp. 69– 127 ss.
5
Véase, por todos: E. Gabba, La società romana fra IV e III secolo, en Storia di Roma
dirigida por A. Schiavone, 2.1 (Torino, 1990) p. 11 ss.; U. LAFFI, La colonizzazione
romana tra la guerra latina e l’età dei Gracchi: aspetti istituzionali, en Dialoghi di arch.,
ser. III, 6 (1988,2) [= Studi di storia romana e di diritto (Roma, 2001) p. 85 ss.], y allí,
bibliografía adicional.
6
Sobre los dos modelos de colonización: coloniae civium Romanorum e coloniae
Latinae, cfr. Colonie romane e latine cit. 33 ss. (con amplias referencias bibliográficas),
y más brevemente: Capogrossi Colognesi, Cittadini e territorio cit. 127 ss.
174 Aldo Petrucci
7
Sobre este tema cfr., además de Colonie romane e latine cit. p. 42 ss., con fuentes
y bibliografía precedente: Gabba, La società romana fra IV e III secolo cit. p. 12;
Capogrossi Colognesi, Cittadini e territorio cit. 128 s.
8
Sobre dicha condición remito, por todos, una vez más a Capogrossi Colognesi, Cittadini
e territorio cit. 132 ss.
9
Cfr. Colonie romane e latine cit. 27 ss., 122 ss., con la bibliografía principal.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 175
10
Etsi belli pars cum Sidicinis restabat, tamen, ut beneficio praevenirent desiderium plebis,
de colonia deducenda Cales <consules> rettulerunt; factoque senatus consulto ut
duo milia quingenti homines eo scriberentur, tres viros coloniae deducendae agroque
dividundo creaverunt C. Duillium T. Quinctium M. Fabium.
11
Festo, s.v. Saticula, p. 340, edición Müller.
12
En la parte inmediatamente anterior del texto (Liv. 10.21.5–7) se afirma, en efecto: Ceterum
parte curae exonerarunt senatum L. Volumni consulis litterae… Itaque et supplicationes ob
rem bene gestam consulis nomine decernunt et iustitium remittitur… Tum de praesidio
regionis depopulatae ab Samnitibus agitari coeptum; itaque placuit …
176 Aldo Petrucci
13
A estos casos, Laffi, La colonizzazione romana cit. 92– 104, añade el de la institución
de la colonia Latina libertinorum de Carteia en España, en el año 170 a.C., sobre los
cuales, Tito Livio, Storia di Roma, 43.3.1–4 indica: … senatus decrevit, uti nomina sua
apud L. Canuleium profiterentur … eos Carteiam ad Oceanum deduci placere …
14
Exitu anni huius Q. Aelius Tubero tribunus plebis ex senatus consulto tulit ad plebem,
plebesque scivit ut duae Latinae coloniae una in Bruttios, altera in Thurinum agrum
deducerentur.
15
C. Atinius tribunus plebis tulit ut quinque coloniae in oram maritimam deducerentur…
trecenae familiae in singulas colonias iubebantur mitti.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 177
16
Para un marco sintético de los datos tradicionales, además de mi repetidamente citado
estudio Colonie romane e latine cit. 72– 107 ss., véase: LAFFI, La colonizzazione
romana cit. p. 90 ss., para el periodo entre la guerra latina de los años 340–338 a.C. y
la época de los Graco (133–122 a.C.).
17
Sobre lo atendible de los datos de la tradición de los historiadores latinos en torno de
la colonización precedente a los Graco, cfr. los convincentes argumentos de Laffi, La
colonizzazione romana cit. p. 105 ss.
18
Al respecto cfr. Colonie romane e latine cit. 68 ss.
19
Me limito a señalar, por todos: V. Arangio Ruiz, Storia del diritto romano (Napoli,
1985) p. 115; G. Grosso, Lezioni di storia del diritto romano (Torino, 1965) p. 247; A.
Burdese, Manuale di diritto pubblico romano (Torino, 1966) p. 108; De Martino, Storia
della costituzione romana cit. II, 102 y nota (75); Cassola – Labruna, Lineamenti di
storia del diritto romano cit. 241– 246; A. Guarino, Storia del diritto romano (Napoli,
1994) p. 240.
20
T. Mommsen, Römisches Staatsrecht II (Leipzig, 1887) p. 625 ss. [= Droit public romain
IV, trad. francesa (París, 1894) p. 337 ss.].
21
No hay que olvidar que en las Instituciones de Gayo (1.3) la ley es definida como «lo
que el pueblo ordena y establece», y el plebiscito como «lo que la plebe ordena y
establece». Serrao, «La legge», en Enc. Dir. XXIII cit. 839 ss.
178 Aldo Petrucci
22
Cfr. Colonie romane e latine cit. 69 ss. y Laffi, La colonizzazione romana cit. 85 ss. Es
una singular coincidencia, como destaca el propio Laffi en su apostilla (ibidem, 111),
la de haber arribado a resultados convergentes en este punto, y de forma totalmente
independiente.
23
Sobre este punto cfr., por todos, De Martino, Storia della costituzione romana II cit. 247
ss.; W. Kunkel – R. Wittman, Staatsordnung und Staatspraxis der römischen Republik.
Die Magistratur (München, 1995) p. 617 ss.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 179
24
Sobre este fenómeno de estabilización de la estructura constitucional, en particular, en
la segunda parte del siglo IV a.C. cfr., por todos, Serrao, Diritto privato, economia e
società cit. 127 ss.
25
A. F. Rudorff, Gromatische Institutionen in Erläuterungen zu den Schriften der
römischen Feldmesser (Berlín, 1852) p. 331.
26
P. Willems, Le sénat de la république romaine II (Lovaina, 1883 – 1885) p. 678 ss.
27
Véanse los ejemplos señalados en la continuación de su estudio por el propio Willems,
Le sénat de la république romaine cit. 683 ss.
180 Aldo Petrucci
28
Así, además de Colonie romane e latine cit. 83 ss., cfr. Laffi, La colonizzazione
romana cit. 94 ss. A esta explicación adhieren hoy autorizados estudiosos como M.H.
Crawford, Roman Statutes I (Londres, 1996) p. 445, y E. Gabba, Il Senato romano nelle
età dell’imperialismo e della rivoluzione (264 – 31 a.C.) en Il Senato nella storia, I:
il Senato nell’età romana (Roma, 1998) p. 99 y nota (26). Véase, al respecto: Laffi,
Postilla, ibidem, 111.
29
Sobre este pasaje, cfr. mis realces en Colonie romane e latine cit. 80 s.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 181
30
Sobre dicho programa cfr., además de Colonie romane e latine cit. 28 ss.; Gabba, La
società romana fra IV e III secolo cit. 7 ss.; Capogrossi Colognesi, Cittadini e territorio
cit. 127 ss.
31
Así: Laffi, La colonizzazione romana cit. 97 ss. En el mismo sentido: Colonie romane e
latine cit. 73 – 90 ss.
32
Cfr., por ejemplo: Tito Livio, Storia di Roma 6.21.4 en relación con la colonia de
Nepete, en el año 383 a.C.
33
Véase: Tito Livio, Storia di Roma 3.1.6, en relación con Anzio, en el año 467 a.C.; 8.16.14,
acerca de Cales, en el año 334, y 9.28.8 acerca de Interamna, en el año 313 a.C.
182 Aldo Petrucci
34
Sobre este tema véanse: Laffi, La colonizzazione romana cit. p. 95 ss. y Colonie romane
e latine cit. 87 ss., con la bibliografía principal.
35
Así: Laffi, La colonizzazione romana cit. 97 ss., según el cual «los testimonios
posteriores muestran a los cónsules y pretores alternándose en la presidencia de estas
Asambleas de comicios; empero, una vez introducida la nueva práctica constitucional,
no parece seguir siendo necesario recurrir a un plebiscito para legitimar que se confiera
la presidencia de las elecciones a un pretor».
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 183
36
Sobre los reflejos constitucionales de la acción de Curio Dentato y Flaminio cfr., por
todos, De Martino, Storia della costituzione romana cit II, 141 ss. En relación con el
papel de la ley Hortencia (sobre la cual hay referencias en Gayo, 1.3), remito, por
todos, a Serrao, Classi, partiti e legge cit. 39 ss.
37
Ya expresada por mí en Colonie romane e latine nel V e IV secolo a.C. cit. 74 nota
(168).
38
De conformidad con la opinión de la mayoría de los autores modernos: cfr. Willems,
Le sénat cit. II, 680; J. Bleicken, Das Volkstribunat der klassischen Republik. Studien zu
seiner Entwicklung zwischen 287 und 133 v.Chr. (München, 1968) 55 nota (2).
39
Así: Laffi, La colonizzazione romana cit. 101 ss.
40
Por parte de Laffi, La colonizzazione romana cit. 104.
184 Aldo Petrucci
antes indicados, entre el Senado y los órganos plebeyos, sobre todo después
de la mitad del siglo IV a.C.; b) una subestimación de los episodios y
transformaciones del siglo III a.C. en orden, en primer lugar, al papel de
la Asamblea de la plebe; c) una indeterminación o, en todo caso, cierta
oscilación de competencias entre el Senado y los comicios populares en
esta materia, incluso en la primera mitad del siglo II a.C., por lo cual
se podía seguir cierta praxis por pocos años, para luego abandonarla,
cuando la realidad es que sabemos que en dicha fase, justamente, existe
una estabilidad de principios y reglas en el plano constitucional; d) la
falta de una explicación adecuada, apta para justificar la total inversión
de atribuciones entre el Senado y las Asambleas a partir de la época de
los Graco, que conduce a una plena y cabal superación del papel del
primero.
A la luz de tales consideraciones, considero que la doctrina mayoritaria
es la más convincente en lo que concierne, justamente, a los comienzos del
siglo II a.C. Me parece difícil, entonces, si no es que excepcional, no tanto
la presencia de un voto de un comicio o del Concilio de la plebe, sino su
ausencia para la suspensión (o eliminación, inclusive) de su competencia.
Por ello, cuando el relato tradicional recuerda solo la resolución del
Senado, es probable que junto con él también fuese aprobado (en un
momento posterior, por regla) un plebiscito (y más raramente un ley), con
excepción, tal vez, de la hipótesis de la integración del número de colonos.
En dicho supuesto, en efecto, dado que no se tenía que decidir la creación
de un nuevo establecimiento, sino suplir las deficiencias de habitantes de
uno ya existente, no se descarta el Senado pudiese proveer por sí solo,
disponiéndose la elección de triunviros ad hoc.
A la consolidación de esta «concertación» entre el Senado y las
Asambleas populares, que tiene lugar justamente a inicios del siglo II a.C.,
junto con los «precedentes» de la práctica constitucional», han de haber
contribuido también dos órdenes de factores adicionales: por un lado, el
Senado, frente a la dilatación de sus propias tareas, había sido constreñido
a colaborar más estrechamente con los magistrados y, sobre todo, con los
tribunos de la plebe, que en este periodo de tiempo devinieron un órgano
ordinario de la República, privado de su cariz revolucionario original; por
otro lado, el instrumento del plebiscito había asumido plenamente (basta
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 185
El otro sector escogido para analizar las relaciones entre distintos órganos
de la República romana es, como indicamos en el acápite § 1, el del
derecho–poder de celebrar el triunfo por parte del comandante victorioso
en guerra (ius triumphandi).42
La sacra dimensión de la fiesta de congratulación por una empresa
bélica realizada con éxito, en la cual el vencedor era vinculado, o incluso
identificado, con la divinidad suprema, comprendía el límite sacro de la
ciudad (el pomerium) sin alterar el poder de comando militar (imperium)
y sin perder los poderes conexos de auspicio (auspicia), y que era seguida
y exaltada por el ejército en armas, explica por qué, desde la época más
antigua, la disciplina del triunfo cobró particular relevancia en el campo
constitucional. La posición extraordinaria ocupado por el triunfador
durante la celebración incidía, así, y aunque sea temporalmente, en las
reglas existentes y en los equilibrios subyacentes en las relaciones entre
magistrados aspirantes, Senado, tribunos y Concilio de la plebe (con
implicancias, a partir del siglo I a.C., para el ejército), con lo cual se
daba vida a una alternancia, durante todo el periodo de la República, de
41
Sobre este tema remito a Serrao, Classi, partiti e legge cit. 176 s., especialmente, 187 s.
42
Prácticamente contemporáneo a mi estudio citado al comienzo (supra, nota 1) es el
breve análisis dedicado al tema por Kunkel y Wittmann, Staatsordnung und Staatspraxis
cit. 307 ss. Con posterioridad, el tema ha sido parcialmente retomado por C. Masi Doria,
Spretum imperium (Napoli, 2000) pp. 39– 149 ss., en relación, respectivamente, con la
conocida contentio entre el dictador L. Papirio Cursore y el magister equitum Q. Fabio
Rulliano, en los años 325 – 324 a.C., y con el derecho a celebrar el triunfo por este
último cargo.
186 Aldo Petrucci
43
Cfr. Il trionfo nella storia costituzionale romana cit. 57 ss., 140 ss., 253 ss.
44
Para una panorámica al respecto cfr. Il trionfo nella storia costituzionale romana cit. 2 ss.
45
Römisches Staatsrecht cit. I, 126 ss. (= Droit public romain cit. I, 144 ss.).
46
Los requisitos subjetivos habrían consistido en que debía tratarse de un magistrado
titular del imperio militar más alto y de los auspicios, elegido de conformidad con
las reglas constitucionales y en posesión del cargo al momento de la ceremonia del
triunfo (con exclusión, por lo tanto, de los magistrados que no estaban en el cargo, de
los magistrados privados y de aquellos que no eran comandantes al momento de la
victoria, de los magistrados creados como excepcional sistema constitucional, de los
promagistrados, para los cuales era necesaria una ley especial de prórroga del poder
de imperio, de los magistrados o promagistrados que habían transmitido el comando a
los sucesores antes de la culminación victoriosa de la guerra, de los comandantes que
habían combatido bajo comando ajeno). En cambio, habrían sido requisitos objetivos
el carácter justo de la guerra (con exclusión de aquellas declaradas con prescindencia
de ritos, serviles o civiles) y la seriedad de la victoria obtenida, demostrable por un
número mínimo de enemigos muertos (por lo menos cincuenta mil, luego de una ley
o de un plebiscito del año 179 a.C.). En lo que atañe a la competencia, la intervención
del senadoconsulto, la decisión de una Asamblea popular y de los tribunos de la plebe
representarían el punto de llegada de un proceso histórico, iniciado en el siglo IV a.C.,
orientado a limitar los poderes de los magistrados. También critican la posición de
Mommsen en este punto: Kunkel y Wittmann, Staatsordnung und Staatspraxis cit., 308.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 187
A. Entre el año 367 y fines del siglo IV a.C., hay casos en los cuales se
aplica aquel principio que se remonta por vez primera a la segunda mitad
del siglo V, y en virtud del cual el «derecho de triunfar» se fundaba en un
senadoconsulto y en la decisión de un comicio o del Concilio de la plebe,
ubicados en un plano de igual dignidad. La existencia de dicho principio
es atestiguada de modo explícito o implícito, inclusive. Una mayor serie de
triunfos, empero, se realiza por efecto de un senadoconsulto (en los años
339, 335, 329, 322, 310 y 309 a.C.), sin que en lo que atañe a ellos sea
posible encontrar huellas de votaciones populares.47
B. En el año 356 a.C. se atribuye el triunfo al primer dictador
plebeyo, Marcio Rutilo, mediante un plebiscito «sin autorización de los
senadores»:
Cayo Marcio Rutilo […] con un ataque inesperado, conquistó
también el campamento <enemigo> y, luego de haber capturado ocho
mil enemigos, y de haber quitado la vida o alejado del territorio a todos
los demás, triunfó sobre la base del voto del pueblo, sin autorización
de los senadores (Tito Livio, Historia de Roma: 7.17.9).48
47
Fuentes y debates sobre este punto en Il trionfo nella storia costituzionale romana cit.
45 ss.
48
C. Marcius Rutilus… castra quoque nec opinato adgressus cepit et octo milibus hostium
captis, ceteris aut caesis aut ex agro Romano fugatis sine auctoritate patrum populi
iussu triumphavit.
49
Al respecto, Tito Livio, Storia di Roma 3.63.8–11 afirma: «…entonces, por vez primera,
se celebró el triunfo sin la autorización del Senado, en virtud del voto del pueblo». Para
un análisis en este punto remito a Il trionfo nella storia costituzionale romana cit. 34 ss.
50
Descritos por Tito Livio, Storia di Roma 7.17.7.
188 Aldo Petrucci
51
Sobre este episodio véase mi estudio Il trionfo nella storia costituzionale romana cit.
47ss.
52
E. Pais, Fasti triumphales populi Romani I (Roma, 1920) 7 e 54; A. Degrassi, Fasti
Capitolini (Torino, 1947) 95.
53
PAIS, Fasti triumphales cit. 7 e 59; Degrassi, Fasti Capitolini cit. 96.
Reflexiones sobre las relaciones entre órganos en una constitución no escrita 189
54
Para un análisis de todo lo ocurrido, permítaseme remitir, una vez más, mi trabajo Il
trionfo nella storia costituzionale romana cit. 52 ss., con bibliografía al respecto.
55
En torno de ellos cfr. Il trionfo nella storia costituzionale romana cit. 83 ss.
190 Aldo Petrucci
Otro fenómeno interesante tiene que ver con las relaciones entre
magistrados y promagistrados aspirantes y tribunos de la plebe, cuya
función de garantes de las reglas constitucionales ha sido tratado en
el acápite precedente. El desarrollo de tales relaciones gira, a partir del
episodio de P. Megello verificado en el año 294 a.C., en torno del ejercicio
de la intercesión formal mediante la cual se apunta a paralizar, modificar o
postergar los pedidos de ceremonias de triunfo. Los resultados varían según
las circunstancias (fracaso en la petición, cambio de esta, retiro del veto),
pero expresan, en todos los casos, la plena integración de esta magistratura
plebeya con aquella integrada por los ciudadanos, así como la pérdida de
la carga revolucionaria original de la primera, en muchas fases del periodo
considerado por nosotros.
4. Conclusiones
La reforma política
*
Doctor en Sociología por la Pontificia Universidad Católica del Perú y Profesor Principal
en el Departamento de Ciencias Sociales, en la especialidad de Ciencia Política. Ha
sido Presidente del Congreso de la República y lo integró desde 1993 hasta el 2006.
1
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La Democracia en América
Latina. Hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas. Dante Caputo (director del
proyecto). Lima: Quebecor Perú SA., abril 2004.
198 Henry Pease
2
Pease García, Henry. La Autocracia Fujimorista. Del Estado intervencionista al Estado
Mafioso. Lima: Fondo Editorial PUCP / Fondo de Cultura Económica, 2003. Véase:
Capítulo 9, Para repensar la transición a la Democracia.
3
Manín, Bernard. Los principios del gobierno representativo. Versión de Fernando
Vallespín, España: Alianza Editorial, 2006. (Ver el cuadro número 1).
La reforma política 199
1
El presente cuadro ha sido elaborado sobre la base del texto del profesor Manín; las citas referidas en el mismo
se encuentran hacia el final del presente artículo.
2
Es mediante la individualidad que los candidatos inspiran confianza y no a través de sus conexiones con
otros representantes o con conexiones políticas.
3
La elección selecciona un tipo particular de élite: los Notables. La primera mitad del siglo XIX contempló
la proliferación de movimientos extraparlamentarios (...) que organizaban manifestaciones, peticiones de
firmas y campañas de prensa…Algunas cuestiones como la libertad de credo, la reforma del parlamento y
el libre comercio no fueron planteadas en las campañas electorales ni fueron resueltas por los resultados
electorales… Más bien fueron presentadas ante este foro por organizaciones creadas ad hoc y solucionadas
mediante presiones externas al parlamento. (250).
4
La ampliación del electorado, resultante del derecho de voto imposibilita la relación personal con los
representantes. Los ciudadanos ya no votan a alguien a quien conocen personalmente sino a alguien que
lleva los colores de un partido. Los partidos políticos, con sus burocracias y redes de militantes, fueron
creados para movilizar a un electorado ampliado.
5
Cuando se formaron los partidos de masas, se creía que iban a llevar a los cargos políticos al «hombre
común» (…) no solo acabarían los Notables sino también el elitismo (…). El Estudio de Michels demuestra
no solo que los elegidos cambian de posición sino que eran ya originariamente diferentes (…) (253). En
esta forma de representación, un cierto sentido de pertenencia y de identidad social determina mucho más
las actitudes electorales que la adhesión a los programas de los partidos (157).
6
Hasta mediados de los 70 los estudios electorales concluían que las preferencias políticas eran explicables
a partir de las características sociales, económicas y culturales de los votantes… ya no es así (267).
7
La individualidad de los candidatos parece ser uno de los factores esenciales de estas variaciones: las
personas parecen votar de modo distinto de una elección a otra dependiendo de la persona en particular
(…), tendencia a la personalización del poder entre el ejecutivo y el electorado (…), incluso en regímenes
parlamentarios las campañas se centran en la personalidad del líder de cada partido (…). Es que (a) los
canales de comunicación afectan la naturaleza de la relación representativa (radio y TV permite a candidatos
volver a comunicarse directamente) (…) ha pasado la época del rol del activista y el hombre de partido el
creciente papel de las personalidades a costa de los programas es una respuesta a las nuevas condiciones
en que los cargos electos ejercen su poder (…). Como consecuencia de la interdependencia económica,
el entorno al que ha de enfrentarse cada gobierno es el resultado de decisiones tomadas por un creciente
número de agentes. Esto significa que los problemas que han de afrontar los políticos una vez en el cargo
se vuelven cada vez más impredecibles, ergo no están inclinados a atarse (267-270).
200 Henry Pease
8
Los ciudadanos votan por partidos diferentes en elecciones presidenciales, legislativas y locales. El voto
depende de las percepciones sobre lo que está en juego. En cada elección se expresa más que identidades
(social o cultural). Los ciudadanos no constituyen una masa homogénea que pueda ser dividida de cualquier
manera por las opciones que se ofrecen (…) en tal situación la iniciativa en términos de la opción electoral
competen al político, no al electorado(…) Los políticos, sin embargo, tienen sólo una cierta autonomía: no
pueden inventar con autonomía absoluta las líneas de fractura (…) “Lo que estamos viendo surgir en la
actualidad es una nueva forma de representación. Los representantes son personas que toman la iniciativa
a la hora de proponer una línea de división. Tratan de identificar divisiones en el electorado y trasladar
algunas de ellas al escenario público. Presentan al escenario público una u otra división social llamando la
atención sobre una fractura social que antes no era aparente. Los representantes ya no son, consecuentemente,
portavoces, la personalización de la opción electoral los ha convertido, en cierta medida, en fideicomisarios.
Pero también son actores seleccionando y exponiendo divisiones. (271-276)
9
El parlamentario ya no es libre de votar según su conciencia o juicio (…) está obligado con el partido al
que le debe su elección. Kelsen propone una serie de medidas para el control efectivo del representante,
incluyendo la dimisión obligatoria de los que abandonen el partido y que éstos sean capaces de destituir a
sus representantes. El Parlamento se convierte en un instrumento que mide y registra la fuerza relativa de
los intereses sociales en conflicto. Así, el que pierde las elecciones pierde todo y puede patear al tablero
en vez de “tratar” de convencer a los parlamentarios del otro bloque. Por eso la democracia de partidos
solo es viable si los intereses contrapuestos aceptan el principio del compromiso político. El espacio de
maniobra entre límites políticos fijados aparece también en la relación entre el partido y su representación
parlamentaria (259-262).
10
Una campaña electoral (…) es un proceso de careo, contrapone varias imágenes. Tomadas aisladamente
pueden significar cualquier cosa, pero el error estriba precisamente en considerarlas aisladas. Estas imágenes
son, en realidad, representaciones mentales muy simplificadas y esquematizadas (...) al ser elegidos así los
representantes tienen cierta libertad de acción en el cargo… (277.278).
11
Parlamento es un órgano deliberante en todo su sentido porque sus miembros no están atados a quienes
los eligen (ni electores ni partidos deliberan lo que piensan y llegan a acuerdos entre ellos (252).
12
En la democracia de partidos, los partidos organizan la competencia electoral y la expresión de la opinión
pública (manifestaciones, peticiones, campañas de prensa). Todas las expresiones de la opinión pública están
estructuradas siguiendo divisiones partidistas. Las diversas asociaciones y la prensa están relacionadas con
los partidos. (262-263).
13
…no obstante hay algo que el partido en el poder no controla, el partido de oposición y su voz (…). Si es
posible llegar a compromisos, puede ser viable el orden político basado en bandos sólidamente unificados…
(264).
14
El hecho esencial es que en la democracia de audiencia los canales de comunicación pública (periódicos,
televisión, etc.) son, en su mayor parte, políticamente neutrales, es decir no partidistas. Pueden tener incluso
sus propias preferencias políticas, pero no están vinculados estructuralmente a los partidos que compiten
por los votos (279).
15
Las sesiones plenarias dejan de ser el foro de discusiones deliberativas. En cada bando hay una estricta
disciplina de voto. (…) Como regla cada grupo parlamentario vota de acuerdo a su actitud frente al gobierno:
el bando mayoritario apoya sistemáticamente todas las iniciativas del gobierno y el minoritario se opone a
ellas. (264-265).
16
Lo que hoy se interpreta como una crisis de representación política aparece como una nueva luz si
recordamos que el gobierno representativo fue concebido en oposición explícita al gobierno del pueblo
y que sus instituciones centrales han permanecido sin variación… (283). La impresión de malestar en la
representación se debe sobretodo a la percepción de que, con el auge de esta nueva élite, la historia está
dando un giro inesperado. Cuando los activistas y los burócratas ocuparon el lugar de los notables, la historia
parecía reducir la brecha entre gobernantes y ciudadanos corrientes (…) el desfase social y cultural entre la
élite y la masa del pueblo es algo difícil de precisar pero no hay razones para pensar que las actuales élites
políticas y mediáticas estén mas cerca del pueblo que lo que estuvieron los burócratas de partidos (284). La
impresión de crisis que hoy prevalece refleja la frustración de expectativas anteriores sobre el rumbo de la
historia. Al expandir enormemente su base, el gobierno representativo se ha vuelto más democrático de lo
que nunca fue. Esta evidencia no se ha revertido; la historia ha confirmado lo que se creía. No obstante, la
democratización de la representación, el estrechamiento de la brecha entre representantes y representados
y la creciente influencia de los deseos de los gobernados sobre las decisiones de los gobernantes, han
resultado ser, como se ha visto, menos duraderas de lo esperado. Aunque se pueda afirmar con certeza que
la democracia se ha ampliado, no se puede decir con igual certeza que sea más profunda.” (283-286).
La reforma política 201
4
Me reero a Lima y algunas capitales de departamento que son tan grandes en relación
a las demás provincias de su departamento que las han dejado sin representantes
propios.
202 Henry Pease
Los partidos serán todo lo contrario a un ghetto. Habrá que actuar «en
redes» para prefigurar lo que harán en el poder de una sociedad pluralista.
Sus propuestas buscarán consensos y articularán lazos a través del Internet,
los debates virtuales y los eventos convocados por diversas entidades.
No pretenderán capturar esos espacios como condición para actuar
en ellos, no se sentirán enemigos ni competidores con Organismos No
gubernamentales (ONG, universidades, colegios profesionales, etcétera; y
respetando su especificidad ganarán respeto ante ellos. Aprenderán allí lo
que es la sociedad en la que viven, o terminarán aislados.
Los partidos tendrán que diseñar cómo gobernar en comunicación,
«en tiempo real» con el electorado que se asienta en múltiples instituciones,
que se organiza en la sociedad civil y es audiencia que puede encaminarse
avanzando de la pasividad a la comunicación, participando de múltiples
maneras y exigiendo respeto a su propio ritmo. Participar en política
comienza siendo preguntar, escuchar con atención, proponer; para
terminar en actividad que coopera en los momentos electorales y exige
y toma cuentas a los diferentes niveles de gobierno. No hay modelos y el
camino se hace al andar, pero se vienen tiempos de necesaria concertación
en que hay menos espacio para discursos grandilocuentes y más necesidad
de diálogo y concertación entre diferentes posiciones.
No hay nada que reemplace a los partidos como clubes de ciudadanos
que quieren meter goles en un arco que sintetice los mejores objetivos
para la sociedad en un tiempo determinado. No es cierta la idea neoliberal
que pretende sostener que los humanos somos incapaces de proponernos
objetivos grandes y capaces de movilizar nuestras energías en dirección
a un «nosotros» que nos haga crecer y compartir más allá del éxito
individualista. Su fe ha convertido el mercado en un dios profano que
imaginan perfecto, justo y capaz de reemplazar todo objetivo movilizador,
solidario y compartido. Pero con esa perspectiva ideológica conviviremos,
en debate y competencia, con todo derecho buscaremos superarla pero
jamás excluirla, como con cualquier otra posición.
Esto implica garantizar la democracia interna en los, partidos,
asegurarles acceso a los medios de comunicación y a una economía austera
que no los haga dependientes de los grupos de poder tanto legales como
criminales.
204 Henry Pease
Reformar la representación
5
Cfr. (en línea) http://www.apoyo.com/
Delitos sexuales en agravio de menores 207
1. Introducción
*
Profesor principal de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del
Perú y Vocal de la Corte Suprema de Justicia.
208 César E. San Martín Castro
a. Reserva de identidad;
b. Consentimiento para el examen médico legal; y,
c. Actuación probatoria, teniendo en cuenta su estado físico y
emocional.
6) La Ley número 27055, del 24 de enero de 1999, que dispone
que tratándose de niños y adolescentes víctimas de delitos de
violencia sexual la pericia médica también podrá realizarse en los
Establecimientos de Salud del Estado y en los centros médicos
autorizados, y por un solo perito médico.
210 César E. San Martín Castro
§ 3. El artículo 20°.2 del Código Penal define el ámbito o piso básico del
juicio de imputación subjetiva. Desde la capacidad penal, solo puede ser
sujeto activo de un delito —de cualesquiera— el que ya cumplió 18 años
de edad. El Código Penal incorpora una presunción legal, jure et de jure,
según la cual los mayores de 18 años son, de manera normal, capaces de
actuar culpablemente. De igual manera, el artículo 22° del Código Penal
establece un periodo intermedio entre 18 y 21 años, bajo la consideración
de que el crecimiento de un ser humano aún no ha terminado —aunque
Pinatel expresa que ese periodo en realidad se extiende hasta los 25 años—,
en cuya virtud adopta como consecuencia la posibilidad de reducirle
prudencialmente la pena. Llama la atención, empero, que el citado
artículo 22° del Código Penal, modificado por la Ley número 27024, del
25 de diciembre de 1998, impide esa reducción de pena —descarta ese
periodo paulatino de desarrollo—, entre otros, en los delitos de violación
de la libertad sexual. Excepción, a nuestro juicio, de dudosa legitimidad
constitucional desde la garantía de igualdad ante la ley, al introducir una
diferencia de tratamiento circunscrita al ámbito de la antijuricidad respecto
de un factor que, sin embargo, está referido a la imputabilidad.
Delitos sexuales en agravio de menores 213
de abuso sexual de menor: acceso carnal vaginal, acceso carnal anal, acceso
carnal bucal y acto análogo. La ley no toma en cuenta el medio comisivo,
luego, puede ser con violencia, engaño o ‘consentimiento’, medios que,
en todo caso, tendrán que valorarse para la determinación judicial de la
pena. Preside el concepto, enseña Fontán Balestra, la idea de penetración
—material constitutiva del delito—, de suerte que cualquier era relación
sexual que no importe penetrar, carece de tipicidad para configurar el
delito analizado. Esta se produce, apunta Soler, cuando el órgano genital
entra en el cuerpo, ya sea por vía normal o anormal; no es bastante el coitus
inter femora.
El acceso carnal, tanto desde la perspectiva biológica —penetración
por vía vaginal— como desde una perspectiva normativa —penetración
anal y bucal—, supone necesariamente la intervención del órgano sexual
masculino. El acto análogo importa, de un lado, la introducción de
objetos, sucedáneos del órgano sexual masculino —que sean capaces de ser
utilizados con propósitos sexuales—; y, de otro lado, de partes del cuerpo
—aquellos que tienen posibilidades anatómicas de ser introducidas, de
modo penetrante, dentro de las cavidades vaginal o anal (dedos, manos,
pies, codos, rodillas).
Los instrumentos de acceso carnal no se limitan al miembro viril, pues
también se prevé como elementos de acceso otros ‘objetos’, es decir, de
elementos materiales inanimados: palos, prótesis, etcétera (se trata, apunta
De Vicente Martínez, de todo aquel objeto que reúna condiciones para ser
apto para un ejercicio de sexualidad). También lo serán ‘partes del cuerpo’,
esto es, todos aquellos que tienen apariencia de pene o que pueden utilizarse
simbólicamente como tal, ser sucedáneos de él: dedos (que pueden ser del
propio agresor como de la víctima, que es lo que se denomina «penetración
digital»), lengua.
El acto bucogenital se considera como ‘acto análogo’, así como la
utilización de la lengua, en tanto que también el tipo legal abarca el sexo
realizado entre mujeres, «cualquiera sobre cualquiera» en su variante activa.
Aquí es importante precisar que, a través de esas conductas, no solamente
se protege la libertad de la víctima, sino también su dignidad personal y
su intimidad; de hecho la introducción de objetos importa un salvaje y
degradante atentado que recae sobre la libertad sexual del sujeto pasivo,
Delitos sexuales en agravio de menores 217
atender cómo se lleva a cabo el acceso carnal y quién lo realiza. Será sujeto
activo, entonces, el que imponga el acceso carnal a un menor de edad.
El sujeto pasivo puede ser un menor de 18 años, varón o mujer, y
por su propia minoridad; esta condición, por cierto, debe ser probada
legalmente. La presunción iure et de iure, absoluta, sobre la edad de la
víctima opera incluso en los casos en que el menor es el que ha provocado
el contacto sexual. El cómputo de la edad atiende al criterio biológico, sin
que ninguna relevancia ostente la mayor o menor madurez psicológica de
la víctima a estos efectos (Morales Prats/García Alberó). La edad, acota
Soler, no es un elemento subjetivo del tipo dotado de carácter positivo
expreso (el que tuviera acceso carnal con una persona que sabe menor de
edad); juega, pues, este elemento como cualquier otro elemento objetivo.
La prueba de la edad cronológica, en todo caso, tiende a objetivarse al
máximo; de modo general, la Corte Suprema ha expuesto que con efecto
se debe contar con la partida de nacimiento o supletoriamente con el
certificado médico de edad (Ejecución Suprema del 27 de enero de 1994,
recaída en el R.N. número 816–92/Junín). Prima, por cierto, la partida de
nacimiento o, en su defecto, la partida de bautismo o el certificado médico
de nacimiento —en tanto prueba instrumental preconstituida—, así como
la prueba testimonial del hecho del nacimiento y demás circunstancias
concomitantes y/o periféricas, y, tal vez, con mayor grado de objetividad la
prueba pericial supletoria de edad, con las pericias auxiliares indispensables
(odontograma u otras). No es de olvidar, empero, que la edad es un hecho que
debe ser probado y las evidencias deben apreciarse con extrema rigurosidad
y razonabilidad, alejadas por completo de consideraciones formales o
enunciados abstractos. No se puede decir, simplistamente, que una pericia
médica supletoria de edad debe apreciarse con una diferencia de dos años
en sus extremos inferior y superior y que en esos casos ha de estarse a lo
más favorable al reo (Ejecución Suprema recaída en el R. N. número 526–
80/Lima), desconociendo otras evidencias o indicios que pueden ayudar
a precisar ese dato; incluso, eventualmente podría rechazarse la propia
partida de nacimiento si se advierten inexactitudes e incompatibilidades
con la prueba actuada en ese orden (Cfr.: Castillo Alva).
Desde la tipicidad subjetiva solo se requiere el dolo. La Corte Suprema
ya definió que no hace falta el denominado «ánimo lúbrico», basta el
Delitos sexuales en agravio de menores 219
conocimiento del agente que con su conducta, la que exige el tipo legal,
vulnera la indemnidad sexual de la víctima (véase: Ejecución Suprema del
29.1.2007, R.N. número 4942–2006/Ancash, inédita). No se está, por
consiguiente, ante un delito de tendencia interna intensificada (el ánimo
lúbrico no está expresamente recogido en la ley), el cual por lo demás es de
difícil definición por su contenido moral y puede terminar restringiendo
la tutela de la libertad sexual (Caro). El acento en la descripción típica
—en la descripción objetiva de la conducta— no está en que se trata de
una agresión de carácter finalmente sexual, sino en que debe concurrir un
atentado contra la libertad sexual; solo basta el conocimiento del carácter
sexual del comportamiento realizado (Cancio Meliá).
Es posible, por otro lado, el error sobre el objeto, en particular sobre
la edad de la víctima; y, como no se sanciona el atentado culposo, el error
vencible o invencible, dará como resultado la impunidad del agente. Así ha
sido determinado por la Corte Suprema, en la Ejecutoria del 28.5.2004,
4to. Fundamento Jurídico (R.N. número 472–2003/Arequipa). Pero,
como es obvio, ser requiere de una creencia equivocada razonable de que
se tiene acceso carnal con una persona mayor de 18 años; no tiene, en
cambio, efecto liberador la simple ignorancia, que se traduce en una duda
apta para configurar el dolo eventual (Fontán Balestra).
Desde la antijuricidad no existen causas de justificación que puedan
eliminar la relevancia penal del hecho. En todo caso el consentimiento de
la víctima es irrelevante.
La culpabilidad, amén de la capacidad de culpabilidad del sujeto activo,
permite discutir la posibilidad de un error de prohibición, que niega el
conocimiento del injusto como elemento matriz de la categoría culpabilidad.
Es posible, en este ámbito, por ejemplo, que el sujeto considere que tener
sexo con una joven mayor de 14 y menor de 18 años no es delito —error de
prohibición—; y, muy especialmente, que desde sus valoraciones culturales
— artículo 15° Código Penal—, distintas de la concepción oficial de la ley
penal, no pueda comprender el carácter delictuoso de su conducta. No
se trata, en puridad, de un error culturalmente condicionado, sino de un
caso particular de incapacidad penal de un individuo que pertenece a una
cultura diferente de la oficial, que tiene patrones culturales diferentes de los
que forman la base del Código Penal, y como tal no posee las condiciones
220 César E. San Martín Castro
de la Cámara Nacional de Casación Penal, Sala III, «Videla, Hugo L.», del
23 de febrero de 2004). La crueldad debe concurrir no solo a nivel de los
actos de consumación del abuso sexual, también puede manifestarse en los
actos ejecutivos previos a la penetración (Castillo Alva).
Si como consecuencia del empleo de fuerza física por el agente se
producen lesiones, estas serán inherentes al acceso carnal si se trata de
lesiones de escasa trascendencia, siempre que no sobrepasen lo que resulte
normal o consustancial a la violencia utilizada, si son estrictamente
necesarias para la actuación sexual; si lo sobrepasan —en casos de exceso—
se producirá un concurso ideal con el delito de lesiones. De otro lado,
si por medio de amenazas o coacciones se procede de igual modo —la
duración temporal excesiva de la privación de libertad en relación con la
propia agresión sexual—, salvo que estas se perpetren tras el acceso carnal,
en cuyo caso se está ante un concurso real de delitos.
§ 7. El delito de seducción, previsto y sancionado por el artículo 175°
del Código Penal, en rigor ‘abuso sexual fraudulento’, si bien ha quedado
vacío de contenido exige un nivel de precisión, en la medida en que por
diversas técnicas hermenéuticas puede dejarse sin efecto la circunstancia
de 14 a 18 años como edad de la victima para la sanción por el delito de
abuso sexual de menor.
El tipo legal exige acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal o
introducción de objetos o partes del cuerpo por alguna de las dos primeras
vías, situación ya analizada, siempre y cuando, de un lado, la víctima tenga
entre 14 y 18 años de edad, y, de otro lado, el medio comisivo sea el
engaño, que es el elemento rector del delito. ¿Por qué la edad límite de 18
años? Como precisa Cancio Meliá, siguiendo la jurisprudencia española:
«quienes alcanzan los 18 años son mayores de edad por mandato de la
Constitución y tienen la madurez suficiente para no precisar una tutela
específica en el ejercicio de su libertad sexual».
El agente debe desplegar una conducta fraudulenta idónea que induzca
a error a la víctima, a consecuencia de lo cual preste su consentimiento para
aceptar el acceso carnal sexual. Así ha insistido la Corte Suprema al señalar
que sin ese elemento no existe delito de seducción y que este debe perseguir
el consentimiento de la víctima para el acceso carnal (Ejecución Suprema
del 6 febrero de 2006, recaída en el R.N. número 16–2006/Piura). Engaño,
224 César E. San Martín Castro
interesadas (Vives Antón). Por tanto, las conductas criminalizadas solo son
aquellas aptas para generar el peligro de producir perjuicio en la evolución
o el desarrollo de la personalidad del menor.
El primer delito, que es de mera actividad, requiere que se desarrollen
conductas obscenas en lugar público. Lo obsceno es aquello de contenido
sexual uniforme, que carece de valor estético o literario, que apunta a
estimular la lascivia del receptor (Villa Stein). Desde una perspectiva más
concreta, Morales Prats/García Alberó, señalan que los actos de exhibición
obscena reclaman conductas de contenido objetivamente lúbrico, como
por ejemplo la exhibición de genitales, o bien prácticas masturbatorias, que
habrán de ser cualitativamente graves para colmar la exigencia típica relativa
a la obscenidad de la conducta. Otros supuestos, que están radicados en
menores, son: a) entregarle productos obscenos, con entidad para alterar su
desarrollo y formación sexual; b) incitar a que el menor practique un acto
obsceno o facilitar su acceso a un prostíbulo; y, c) permitir el ingreso a una
representación obscena.
El segundo delito, que tutela la indemnidad de los menores, a quienes
se pretende proteger de que participen o intervengan en el material
pornográfico (la representación sexual con menores, al igual que la que
utilizan la violencia y el bestialismo, a través de diversos medios, son
calificadas de pornografía «dura» según Muñoz Conde), o que sean usados
para confeccionar ese material. Lo pornográfico es un término normativo–
social, que exige que tenga entidad para perturbar, en los aspectos sexuales,
el normal curso de la personalidad en formación de menores o adolescentes
(Corcoy Bidasolo). Según la jurisprudencia norteamericana el criterio
determinante para calificar un producto de pornográfico —que debe
diferenciarse del erotismo— requiere, en primer lugar, que el conjunto de la
obra esté dominado por un contenido groseramente lúbrico o libidinoso —
potencialmente ofensiva—, tendente a excitar o satisfacer instintos sexuales
y carente de valor artístico, literario, científico o pedagógico; y, en segundo
lugar, que la representación sea potencialmente ofensiva por desviarse de
los estándares dominantes contemporáneos de la comunidad relativos a la
representación materias sexuales (Morales Prats/García Alberó). El Tribunal
Supremo Español, recuerdan Orts/Roig (STS del 10.10.2002), en esa
misma línea, previene que el concepto de pornografía está en función de
Delitos sexuales en agravio de menores 231
§ 11. La persecución penal de los delitos sexuales en los que son víctimas
los menores de edad presenta una serie de especialidades procedimentales,
que en buena cuenta destacan la vulnerabilidad intrínseca de un menor que
se ve convocado a que participe, incluso coactivamente, en las actuaciones
del proceso penal.
Un dato esencial, que vino recién con la Ley número 27115, del 17
de mayo de 1999, es la persecución pública de los delitos sexuales. Desde
esta opción legislativa, si se tiene en cuenta que el normal desarrollo de la
sexualidad constituye parte esencial del Derecho fundamental al desarrollo
de la personalidad y que, como tal Derecho Fundamental, los Poderes
públicos deben garantizar, entonces, su perseguibilidad no puede quedar a
la libre iniciativa de los particulares (Fuentes Soriano), lo que por lo demás
se erige en un factor criminógeno que fomente las extorsiones sobre la
232 César E. San Martín Castro
por cuando si cumple con estas prestaciones y no pone en peligro los bienes
de la víctima no se justifica su ingreso en prisión preventiva, cumpliéndose,
de este modo, el principio de la «alternativa menos gravosa» para el
derecho a la libertad (Gimeno Sendra). El presupuesto de estas medidas
es la existencia de indicios racionales de la comisión de un delito asociado
a la violencia familiar, y deben ser concebidas, tanto en su adopción como
en su mantenimiento ulterior, como medidas de aplicación excepcional,
provisional y proporcionadas a la consecución de los fines de protección
mencionados; no solo se atenderá los intereses tutelados, sino también la
situación económica del inculpado y los requerimientos de su salud, su
situación familiar y actividad laboral, atendiendo a la posible continuidad
de esta última durante la vigencia de la medida y tras su finalización.
Las medidas de protección. La Ley no detalla en qué consisten (Por
ejemplo, según la Ley Española 27/2003, del 31 de julio, en lo penal prevé:
desde la detención hasta las restricciones ya reconocidas en la ley; en lo
civil: vivienda familiar, régimen de custodia, de alimentos; en lo asistencial,
dirigida a la Administración: medidas de seguridad o de asistencia social
en general, como albergues, apoyo económico, jurídico, sanitario,
psicológico o de otra índole). Tienen un carácter integral y son más
amplias que las medidas limitativas de derechos. Por encima de cualquier
otra consideración, pretenden dispensar a la víctima una protección
completa en el proceso penal, evitándole el peregrinar a la jurisdicción civil
y activando los mecanismos asistenciales administrativos. Se ha de tomar
en cuenta el fumus delicti (apreciación judicial de la existencia del hecho y
de la responsabilidad del imputado), no tanto el periculum in mora (peligro
para la ordenada marcha del proceso por la tardanza) y, relevantemente, el
periculum in damnum (sobre la base de la situación objetiva de riesgo para
la víctima).
§ 22. Algunas aclaraciones finales. La Ley, indistintamente a las medidas
glosadas, las denomina medidas de protección y medidas cautelares. Si
bien ambas requieren un mandato judicial fundado o motivado y pueden
dictarse antes de la incoación del proceso o durante su desarrollo, presentan
una naturaleza jurídica diferente.
Las medidas de protección, o medidas de seguridad, en estricto derecho
procesal, más allá que sean inmediatas o no, no importan limitación de
Delitos sexuales en agravio de menores 249
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252 César E. San Martín Castro
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La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 253
1. Introducción
*
Profesor principal de derecho penal en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú) y Doctor en
Derecho por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
1
Vid. Villavicencio T., Felipe: Derecho penal, Parte general, Grijley, segunda reimpresión,
Lima, 2007, pp. 291 y ss.
254 Felipe A. Villavicencio Terreros
2
Bacigalupo: Principios de derecho penal, parte general, 5ª edición Akal, Madrid 1998,
p. 172. Cfr. Muñoz Conde/García Arán: Derecho penal, parte general, 2ª edición,
Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p. 242.
3
Jescheck/Weigend: Tratado de de derecho penal, parte general, 5ª edición, Comares,
Granada, p. 297.
4
Cfr. De La Cuesta Aguado: Tipicidad e imputación objetiva, X, Tirant lo Blanch,
Valencia, 1996, p. 108; Muñoz Conde/García Arán, 1996, p.242; Velásquez Velásquez:
Manual de derecho penal. Parte general, Temis, Bogotá 2002, p. 263.
5
De la Cuesta Aguado, 1996, pp. 108–109.
6
Bramont Arias: Derecho penal, parte general, 3ª edición, Tomo I, Editorial Vilok, Lima,
1978, p. 329; Hurtado Pozo: Manual de derecho penal, Parte general 2ª edición,
Lima, 1987, pp. 341 y ss.
7
Hurtado Pozo: Manual de derecho penal, Parte general 3ª edición, Lima, 2005, pp.
420 y ss.; Peña Cabrera: Tratado de derecho penal. Estudio programático de la parte
general, 3ª edición, Grijley, Lima, 1997, pp. 302 y ss.; Villa Stein: Derecho penal. Parte
general. Editorial San Marcos, Lima, 1998, pp. 218 y ss.; Bramont–Arias Torres, L. M:
Manual de derecho penal. Parte general. Editorial Santa Rosa, Lima, 2000, p. 133;
Bramont Arias, L. A: Código penal anotado, 4ª edición, Lima, 2001, p. 34.
8
Quintero Olivares: Manual de derecho penal. Parte general. 2ª edición, Aranzadi,
Navarra, 2000, p. 319.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 255
9
Stratenwerth: Derecho penal. Parte General, 4ª edición, Hammurabi, Bs.As. 2005, p. 148,
num. 18.
10
De la Cuesta Aguado, 1996, p. 111.
11
Cancio Meliá: Conducta de la víctima e imputación objetiva. Bosch, Barcelona, 2001
p. 64. Véase, Frisch: Tipo penal e imputación objetiva; Colex, Madrid 1995; Jakobs,
256 Felipe A. Villavicencio Terreros
2. Riesgo permitido
El peligro creado por el sujeto activo debe ser un riesgo típicamente relevante
y no debe estar comprendido dentro del ámbito del riesgo permitido
(socialmente adecuado), pues de lo contrario se excluiría la imputación.
Existen en la sociedad riesgos que son adecuados a la convivencia y son
permitidos socialmente, de tal manera que no todo riesgo es idóneo
de la imputación de la conducta. «No toda creación de un riesgo del
resultado puede ser objeto de una prohibición del derecho penal, pues
ello significaría una limitación intolerable de la libertad de acción».19 Hay
riesgos tolerables como permisibles debido a la utilidad social que ellas
implican, pero de darse el caso que el individuo rebase más allá el riesgo de
lo que socialmente es permisible o tolerable, el resultado ocasionado debe
de ser imputado al tipo objetivo.
«En determinados ámbitos, la necesidad de un riesgo permitido en
modo alguno es contradictoria con la protección de bienes jurídicos: para
poder hacer uso de los bienes, es necesario poner en peligro estos u otros
bienes. Simplemente, quien sale a la calle se pone en peligro, y quien llama
17
Jurisprudencia en materia de imprudencia: «El riesgo socialmente aceptado y permitido
que implica conducir un vehículo motorizado no desemboca necesariamente en la
penalización del conductor cuando produce un resultado no deseado, ya que sería
aceptar que el resultado es pura condición objetiva de punibilidad y que basta que se
produzca, aunque sea fortuitamente, para que la acción imprudente sea ya punible.
Absurdo que se desvanece a nivel doctrinario con la teoría de la imputación objetiva,
en el sentido de que solo son imputables objetivamente los resultados que aparecen
como realización de un riesgo no permitido implícito en la propia acción» (Exp. 8653–
97. 6 de agosto de 1998. Ejecutoria Superior de la Sala Penal de Apelaciones para
Procesos Sumarios con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima. En Rojas
Vargas I, 1999, p. 628).
18
Cfr. Roxin, 1999, p. 364.
19
Bacigalupo, 1998, p. 188.
258 Felipe A. Villavicencio Terreros
20
Jakobs, La imputación objetiva en el derecho penal. Las tradiciones de una determinada
sociedad han jugado un papel importante en relación a la permisibilidad de ciertos
riesgos, a tal grado que se han convertido en costumbres. Grijley, Lima 2001, p. 27.
21
Roxin, 1999, p. 371. Vid. Jakobs, Derecho penal. Parte general. Marcial Pons Ediciones,
Madrid, 1995, p. 245 y ss.
22
Ibid.
23
Cancio Melía en Díaz–Aranda / Cancio Melía: La imputación objetiva del resultado a la
conducta, Rubinzal–Culzoni, Bs.As. 2004, p. 23.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 259
24
Bacigalupo, 1998, p. 190.
25
Cfr. Roxin, 1999, pp. 365–366.
26
Bacigalupo, 1998, p. 191.
27
Sobre el principio de la insignificancia, con diferentes fundamentos. Roxin: Política
criminal, p. 53. Zaffaroni / Alagia / Slokar, Manual de derecho penal. Parte general,
Ediar, Bs.As. 2005, pp. 372 (atipicidad conglobante por la insignificancia de la
afectación). Welzel (Derecho penal alemán, Parte general, Depalma Bs. As., 1976,
p. 84) incluye las lesiones insignificantes, privaciones de libertad irrelevantes, juegos
en pequeñas cantidades, entrega de regalos de escaso valor para año nuevo, etc. en
el desarrollo de su teoría de la adecuación social. Mir Puig las separa, «porque no
supone la total aprobación social de la conducta, sino solo una relativa tolerancia
de las mismas por su escasa gravedad» y coloca como ejemplos las faltas deportivas,
empujones y molestias en los transportes, etc. (1985, p. 461).
28
Mir Puig: Significado y alcance de la imputación objetiva en derecho penal, p. 16.
Disponible (en línea): http://crimenet.urg.es/recpc/recpc05–05.pdf
260 Felipe A. Villavicencio Terreros
3. Principio de confianza
29
Jakobs, 1995, p. 254.
30
Exp. 142–06, Tercera Sala Especializada en lo Penal para Procesos con Reos Libres, Corte
Superior de Justicia de Lima, dos de abril de dos mil siete (séptimo considerando).
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 261
Resulta necesaria una división del trabajo para que «los participantes
no tengan que controlar todas las posibilidades de influencia, sino solo
determinadas, y estas solo con atención no dividida».31 Siendo así decaería
la posibilidad de confianza permitida, por ejemplo, cuando al competente
en sí le falte el conocimiento de las reglas o la posibilidad de seguirlas,
o cuando es función de un participante compensar el comportamiento
defectuoso de otros.32 Tiene importancia práctica ante los constantes
contactos anónimos, donde las consecuencias de nuestras acciones dependen
de personas que desconocemos y en actividades o trabajos peligrosos que
se basan en un reparto de funciones en beneficio social. «El principio de
confianza no solo posibilita contactos anónimos sino que también permite
organizar una tarea común sin que esta se vea impedida por el temor a que
se responda por hechos defectuosos ajenos».33
4. Prohibición de regreso
31
Jakobs, 1995, p. 255.
32
Ibid.
33
Feijoo Sánchez, 2002, pp. 300–301.
34
Véase la evolución histórica de la prohibición de regreso: Reyes Alvarado, 1995, pp.
320–330. Sobre la reformulación de la prohibición de regreso y su actual importancia
en la teoría de la imputación jurídico–penal, véase Caro John, José A., La imputación
objetiva en la participación delictiva, Comentarios a la jurisprudencia penal, Grijley,
Lima 2003. Vid. ídem: Das erlaubte Kausieren verbotener Taten– Regressverbot.
Studien zum Strafrecht Band 11, Nomos/Dike 2007.
35
Jakobs 2001, p. 30.
36
Zaffaroni/Aliaga/Slokar 2005, p. 397: vid. La distinción entre roles banales y no banales.
262 Felipe A. Villavicencio Terreros
37
Ejecutoria suprema del 25 de noviembre del 2004, R. N. 552–2004 Puno, considerando
tercero.
38
Cfr. Jakobs 2001, p.64
39
Cfr. Caro John, «Sobre la no punibilidad de las conductas neutrales». En: Revista
Peruana de Doctrina y Jurisprudencia Penales, Nº 5 Lima 2004, p. 105
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 263
40
Jakobs, Loc. cit., p. 73.
41
«La responsabilidad por un delito de resultado mediante comisión decae cuando una
acción llega a ser causal de un resultado típico solo porque un tercero desvía, sin relación
con el agente las consecuencias de la acción hacia el daño» (Jakobs, 1995, p. 259)
42
Jakobs, 2001, p. 85.
43
Cfr. López Peregrín, La complicidad en el delito, Tirant lo Blanch, Valencia, 1997,
p. 264. Sobre los riesgos permitidos y los actos cotidianos, Roxin considera que la
calificación de una conducta como un acto cotidiano y su consecuente impunidad
no se desprende de manera automática –como piensa Jakobs– del hecho que se trate
de un intercambio habitual comercial o de información, sino que dependerá de las
circunstancias que se presenten en el caso específico. »Si el sujeto que realiza el acto
cotidiano conoce la intención del autor, responderá como cómplice en el caso de
que su aportación no tenga para el autor sentido en sí misma, sino solo dentro del
plan delictivo. Si no conoce la intención del autor, pero se plantea como posible la
comisión del delito, responderá por dolo eventual solo si, además, se dan suficientes
elementos objetivos como para desvirtuar el principio de confianza» (López Peregrín,
1997, p. 270).
264 Felipe A. Villavicencio Terreros
44
Jakobs, 2001, p. 77.
45
Ídem, p. 78.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 265
46
Ejecutoria suprema de la Sala Penal del 16 de setiembre del 2004, R. N. 2270–2004–
La Libertad.
47
Ídem., p. 82.
48
López Peregrín, 1997, pp. 277–278.
49
Jescheck, 2002, p. 747. «La eficacia causal puede tener lugar de varias formas. Facilita
el hecho principal quien, por ejemplo, entrega herramientas que efectivamente son
266 Felipe A. Villavicencio Terreros
utilizadas en el robo, quien sujeta la escalera mientras el autor sube por ella para
entrar por una ventana, o quien entrega la dirección de un abortista a la mujer que
acude allí a que le sea practicada una interrupción ilegal del embarazo. Intensificada
el resultado principal, por otro lado, quien aporta un arma o un veneno susceptible
de provocar un daño mayor que aquellos que poseía el autor, siempre que este los
utilice en la comisión del delito. Por su parte, asegura el resultado principal aquél que
aporta información sobre los horarios o costumbres de la víctima, si esta es utilizada
para elegir el momento más propicio para la ejecución del plan delictivo. Por último,
acelera la producción del resultado quien, por ejemplo, se encarga de ir metiendo en
el coche las pesadas bolsas con los objetos robados que el autor va sacando de la casa,
o quien ayuda a reunir la leña con la que el autor va a prender fuego a un local» (López
Peregrin, 1997, p. 282).
50
Bacigalupo, 1998, p. 387. «La causalidad es, pues, un requisito necesario para afirmar
la tipicidad objetiva de la aportación del cómplice. Pero no es el único: al Derecho
penal solo le interesan los resultados causados por acciones u omisiones desvaloradas
jurídicamente. En consecuencia, la delimitación de la conducta típica de complicidad
pasa por definir tanto los requisitos del desvalor de la acción del cómplice, como del
desvalor del resultado de colaboración» (López Peregrin, 1997, p. 357).
51
Samson, Cursos causales hipotéticos en derecho penal. Una contribución sobre la
causalidad de la complicidad, Hammurabi, Bs.As. 2003, p. 83. Sobre complicidad e
Imputación Vid. López Peregrin, 1997, pp. 225 y ss.
52
Ransiek, «Colaboración neutral en organizaciones formales». En: Revista Peruana de
Doctrina y Jurisprudencia Penales N° 4, 2003, p. 335. Vid. Robles Planas; Ricardo, La
participación en el delito: fundamento y límites, Marcial Pons, Barcelona, 2003, pp.31
y ss. Fidel Mendoza LL.: Conductas neutrales, conocimientos especiales e imputación
objetivas, en Revista Peruana de Doctrina y Jurisprudencia Penales, Nº 7, Grijley, Lima
2006, p. 37.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 267
Caso de la Arrendadora:
En autos no se encuentra acreditado que la encausada absuelta hubiera
incurrido en el ilícito penal de tráfico ilícito de drogas, puesto que al
ser propietaria del inmueble donde se arrendaban cuartos no supone
participación en la conducta de sus inquilinos, lo que está corroborado
por el sentenciado, quien manifestó igualmente que las especies con
adherencias de droga, las utilizó para transportar la pasta básica de
cocaína húmeda que se encontró en su poder; actuando está dentro de
una conducta adecuada y dentro de un ámbito de confianza; no siendo
así atendible otorgar, en este caso con tales elementos, reprochabilidad
penal a la propietaria.55
53
López Peregrin, 1997, p. 273. Vid. el análisis crítico de las soluciones que plantean
Roxin y Jakobs. En: López Peregrin, 1997, pp. 258–270.
54
Ejecutoria suprema del 7 de marzo del 2001, R. N. 4166–99. En: Caro John, 2003, p. 92.
55
Ejecutoria suprema del 24 de noviembre del 2004, R. N. 608–2004 Ucayali,
considerando primero
268 Felipe A. Villavicencio Terreros
7. Imputación a la víctima
56
Cfr. Jakobs 2001, p. 32. Cancio Melia 2001, pp. 284 y ss.
57
Exp. 4288–97 Ancash. Lima, 13 de abril de 1998. Sala Penal de la Corte Suprema.
En: Prado Saldarriaga: Derecho Penal, Jueces y Jurisprudencia, ob. cit., p. 99. Otra
jurisprudencia: «El accidente de tránsito en el cual se produjo la muerte del agraviado
tuvo como factores preponderantes el estado etílico en que este se encontraba, el
que según el Certificado del Dosaje Etílico (…)alcanzaba los dos puntos cincuenta
Cg/L unido al hecho que manejaba su bicicleta sin frenos en sentido contrario al del
tránsito y sin que en modo alguno esté probado que el procesado hubiera actuado
imprudentemente, pues por lo contrario está demostrado que conducía de acuerdo
a las reglas de tránsito». Exp. 1789–96 Lima. 25 de febrero de 1997. Primera Sala
Penal de lo Corte Superior de Lima. En: prado saldarriaga, Derecho Penal, Jueces y
Jurisprudencia, Op. cit., p. 95.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 269
8. Relación de riesgo
58
Calentador digital de agua.
59
Exp. 1219–04 Corte Superior de Justicia de Lima, Tercera Sala Especializada en lo penal
para procesos con Reos Libres, Lima 1º septiembre 2006, octavo considerando. Vid.
también: Cornejo Perales/Bellido Clavijo: imputación a la víctima: una aproximación
a su contenido dogmatico (crítica a la sentencia de la Sala Penal Transitoria R.N. Nº
623–2004–Cusco en JUS Doctrina & Practica Nº 5 2007, pp.61 y ss).
60
Cancio Melía. En: Díaz–Aranda / Cancio Melía, 2004, pp. 32–33.
61
García Cavero. Derecho penal económico. Parte general, Ara, Lima 2003, p. 447.
270 Felipe A. Villavicencio Terreros
62
Mir Puig, 2004, p. 257.
63
Se excluye la imputación si falta la realización del peligro. El peligro debe de darse
en el resultado. Si ocurre que el resultado se genera no por la producción del peligro
sino por un mero nexo de causalidad, no habrá imputación (Cfr. Roxin, 1999, p. 373).
«El examen de la realización del peligro es previo, de tal manera que el curso de los
hechos realmente producido debe medirse en un segundo juicio de peligro que hay
que efectuar tras concluir la acción del autor» (Roxin, 1999, p. 373).
64
Bacigalupo, 1998, p. 197.
65
Roxin, p. 369.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 271
66
Mir Puig, 2004, pp. 257–258.
67
Gómez Rivero: La imputación de los resultados producidos a largo plazo. Especial
referencia a la problemática del SIDA. Tirant lo Blanch, Valencia, 1998, p. 17–18.
68
Gómez Rivero, 1998, p. 46. Cfr. Bacigalupo, 1998, p. 197.
69
Vid. sobre la responsabilidad del autor en los casos de producción del resultado tardío
y las posibilidades de apreciar la tentativa en los procesos causales a largo plazo:
Gómez Rivero, 1998, pp. 80 y ss. Rechaza la responsabilidad por tentativa: Vásquez
Chimajuko: Responsabilidad penal por contagio de SIDA. Aspectos político–criminales
y problemas de tipicidad, Grijley, Lima, 2004, p. 97.
272 Felipe A. Villavicencio Terreros
70
Jakobs, 1995, p. 277, num. 81.
71
«Que no podamos imputar efectos tardíos por un tiempo indefinido tiene su razón,
por tanto, no en un criterio de Justicia, sino únicamente en la conclusión práctica del
conflicto. No es una cuestión de principio, sino una consecuencia procesal inevitable
del carácter de cosa juzgada de la sentencia» (Puppe: La imputación del resultado en
derecho penal ARA Lima, 2003, p. 262). Esta autora precisa que resulta legítimo dejarlo
al azar, como ocurre en otros supuestos de cosa juzgada, de manera que si el autor es
condenado en sentencia firme por tentativa o por imprudencia del primer daño antes
que aparezca el resultado tardío, habrá tenido suerte; sin embargo, si el autor fuere
detenido después de la muerte de la víctima no habría razón para no condenar al autor
por un homicidio consumado (Ídem).
72
Cfr. Muñoz Conde/García Arán, 1996, p. 246.
73
Gómez Benítez, 1987, p. 190.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 273
74
Bacigalupo, 1998, pp. 195 y 196.
75
Kuhlen: «Cuestiones fundamentales de la responsabilidad por el producto». En:
Responsabilidad penal de las empresas y sus órganos y responsabilidad por el producto.
J.M. Bosch, Barcelona 1996, p. 239.
76
Rodríguez Montañez: «Problemas de responsabilidad penal por comercialización
de productos adulterados: algunas observaciones acerca del «Caso de la Colza»».
En Responsabilidad penal de las empresas y sus órganos y responsabilidad por el
producto. J.M. Bosch, Barcelona 1996, p. 265. Vid. comentarios de Klaus Tiedemann al
«Caso Degussa» (Lesiones corporales y responsabilidad penal por el producto en http://
www.unifr.ch/derechopenal/articulos/pdf/tiedemann0205.pdf (citado 30 de agosto de
2007).
274 Felipe A. Villavicencio Terreros
77
Puppe: «Problemas de imputación del resultado en el ámbito de la responsabilidad por el
producto». En Responsabilidad penal de las empresas y sus órganos y responsabilidad
por el producto. J.M. Bosch, Barcelona 1996, p. 229. Cfr. Idem: La imputación del
resultado en el derecho penal. Ara, Lima 2003, pp 65 y ss, 110 y ss. Cfr. Gimbernat: La
omisión impropia en la dogmatica penal alemana en Ensayos penales, Tecnos, Madrid
1999, p. 330–335.
78
Hurtado Pozo, 2005, p. 573, num. 1488; Peña Cabrera, 1998, p. 422 y ss; Bramont
Arias/Bramont–Arias Torres, 2001, pp. 194 y ss.; Villa Stein, 1998, p. 333; Salinas
Siccha en Código Penal comentado I, 2004, p. 785. A favor de nuestra posición
se encuentran Bramont–Arias Torres, L. M., 2000, pp. 220–221; Caro John, J.A.:
Comentarios al Articulo 20º inciso 11 del código penal en JUS Legislación Nº 7,
2007, p. 284; Caro Coria, D.C.: Comentarios sobre el decreto Legislativo Nº 982
que reforma el código penal en JUS Legislación Nº 7, 2007, p. 275. En este sentido,
la jurisprudencia: «Se colige de autos que la conducta del sentenciado se encuentra
amparada en la justificante del cumplimiento de un deber, toda vez que al tener la
condición de funcionario público que en la fecha de los hechos se encontraba de
servicio dando cumplimiento a un operativo de captura de elementos integrantes de
agrupaciones delictivas, tenía el deber de prestar seguridad a su superior jerárquico por
encontrarse en una estrecha relación de subordinación, estando autorizado a repeler
de modo legítimo cualquier tipo de agresión o ataque que pudiera sufrir su superior;
desapareciendo así la antijuridicidad de la conducta, siendo del caso absolverlo de los
cargos de lesiones graves». Exp. 2683–97 Lima. Ejecutoria Suprema del 21 de mayo de
1998. En Rojas Vargas I, 1999, p. 139.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 275
79
Bustos: Manual de derecho penal español. Parte general. Ariel, Barcelona, 1984, p.
257.
80
También sería posible entender que el actuar bajo el cumplimiento de un deber es un
riesgo permitido que excluye la imputación objetiva de la conducta.
81
Jurisprudencia penal vinculante: Ejecutoria suprema del 22 de diciembre del 2004,
R. N. 1062–2004 Puno, considerando séptimo. Vid. desde el ángulo del acto médico
como conducta neutral el comentario de Mendoza LL., Fidel (ob. cit., p.33).
82
Muñoz Conde/García Arán, 2002, p. 344.
cumplimiento de deberes militares y policiales, quienes en el cumplimiento
de su deber usan armas de fuego reglamentarios con resultados de muertes
o lesiones. Creemos que esta reciente modificación resulta innecesaria por
estar comprendida en el inc. 8 del mencionado art. 20º C.P. peruano83 y
además, consideramos errada la sumilla asignada al art. 20º del C.P. por el
Decreto Legislativo 982 (de 21 julio 2007) que califica a esta causal dentro
de los supuestos de inimputabilidad.
15. Consentimiento
83
Cfr. Caro John, J.A.: «Comentarios al Articulo 20º inciso 11 del código penal» en JUS
Legislación Nº 7, 2007, p. 284–286.
84
En la ciencia penal extranjera se considera al consentimiento como un producto del
derecho consuetudinario (Bacigalupo, 1987, p. 237).
85
De la Gandara Vallejo: Consentimiento, Bien Jurídico e Imputación objetiva, Colex,
Madrid 1995, pp. 67–68. Uno de los primeros intentos por la fundamentación del
consentimiento como excluyente de antijuridicidad se encuentra en la teoría del
negocio jurídico de Zittelmann que configura al consentimiento como «un verdadero
negocio jurídico que concedería al autor un derecho revocable a realizar la acción
típica con lo cual, puesto que el ejercicio de un derecho nunca puede ser contrario al
Derecho, el consentimiento operaría excluyendo la antijuridicidad de la acción en el
Derecho Penal como en el Derecho Civil» (Ídem, p. 67).
86
Ídem, p. 68.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 277
87
Ídem, p. 70.
88
Choclán Montalvo en Calderón Cerezo/Choclán Montalvo, 2001, p. 191;De la Gandara
Vallejo, 1995, p. 247. El primero en señalar esta doble perspectiva del consentimiento
fue Geerds. Vid. sus planteamientos en: De la Gandara Vallejo, 1995, pp. 75–79. En la
primera edición de esta obra nosotros nos inclinamos por esta doble fundamentación
(1990, p. 160).
89
Mir Puig, 1985, p. 447.
90
De la Gandara Vallejo (1995, p. 75) prefiere optar el término «conformidad».
91
Stratenwerth, 1982, p. 127 (num. 362). Jescheck I, 1981, p. 510.
92
Choclán Montalvo en Calderón Cerezo/Choclán Montalvo, 2001, p. 191.
278 Felipe A. Villavicencio Terreros
con él, el desvalor de la acción.93 «Esta teoría considera que cuando el bien es
disponible se trata de proteger el ámbito de dominio del titular; en todos los
casos en que concurre un consentimiento consciente y libre no hay necesidad
de intervención del Derecho penal, quedan fuera del ámbito de protección
de la norma y con ello se excluye la imputación objetiva, pues la libre
determinación del titular prevalece sobre el interés social en la conservación
del sustrato material».94 Creemos que esta es la posición más aceptable.
En cuanto al ámbito de eficacia del consentimiento, este no es de
aplicación general pues no se aceptará en el caso de delitos contra la
colectividad «puesto que en ellos se protegen bienes independientes de
la voluntad de un individuo, aunque supongan que la acción recae sobre
una persona concreta».95 Ejemplo: en el delito de violencia y resistencia a
la autoridad (artículo 365, Código Penal) el consentimiento no se acepta.
Por el contrario, el consentimiento podrá aceptarse en delitos contra los
particulares siempre que sean exclusivamente privados y renunciables
como puede ocurrir en delitos contra el patrimonio, contra el honor. Así,
la jurisprudencia peruana señala que:
El ejercicio de la acción, en los delitos contra el honor, es privado, por
lo que al ser un bien jurídico disponible el consentimiento excluye
la responsabilidad, no existiendo infracción cuando el titular del
derecho hubiese otorgado al efecto su consentimiento.96
En otro caso:
El haber recibido la agraviada un cheque sin fondos, conociendo este
hecho, debe considerarse como un consentimiento valido y eximente
de responsabilidad del inculpado.97
93
Ídem, p. 192; De la Gandara Vallejo, 1995, pp. 109 y 247. Cfr. Roxin, 1999, p. 517;
Mir Puig 2004, p. 506.
94
Choclán Montalvo. Loc. cit..
95
Mir Puig, 2004, p. 508. Sin embargo, la jurisprudencia nacional utiliza al consentimiento
como una figura atenuante de la pena: «En el delito de falsificación de documentos, si
bien el consentimiento de la persona cuya firma fue falsificada, no exime de pena al
inculpado, al ser el Estado el titular del bien jurídico, puede tomarse en cuenta para
disminuir la pena por debajo del mínimo legal» Ejecutoria superior del 10 de mayo de
1999, Exp. 31.–L–1–98. En: Serie de jurisprudencia 4, 2000, p. 277.
96
Exp. 378–98. 31 de marzo de 1998. En: Guía Rápida de Jurisprudencia Penal y Procesal
Penal, Diálogo con la Jurisprudencia. Lima: Gaceta Jurídica, 2001, p. 81.
97
Exp. 4165–98 Lambayeque. Chiclayo, 30 de noviembre de 1998. En: Serie de
Jurisprudencias 3, ob. cit., p. 275.
La imputación objetiva en la jurisprudencia peruana 279
98
El Código Penal peruano sanciona con pena reducida el homicidio piadoso (artículo
112), pero consideramos que los supuestos de eutanasia deberían ser tratados como
eximentes de responsabilidad. Vid. Villavicencio: Código Penal comentado. Lima: 1ª
reimpresión de la 3ª edición, Grijley, 2002, p. 304.
99
Hurtado Pozo (2005, p. 496 num. 1295) se refiere a límites fijados en la carta
fundamental y el respeto a los derechos ajenos y, considera que en este contexto deben
comprenderse los criterios de orden público y buenas costumbres a los que alude el
art. 6 del código civil peruano.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 281
*
Profesor de Derecho Mercantil de la Facultad de Derecho de la PUCP. Master en
Derecho (LL.M.) por Harvard Law School
**
Profesor de Derecho Tributario de la Facultad de Derecho de la PUCP
Agradecemos la valiosa colaboración de los abogados Ricardo Postigo Bazán y Paloma
Tovar Gutiérrez en la formulación y discusión de varias de las ideas contenidas en
este artículo. Asimismo, expresamos nuestra gratitud a los estudiantes Alvaro del Valle
Roeder y Ana Cecilia Munive Rojas por su colaboración en esta investigación.
1
«Every few years there’s a shift in the type of financier that becomes the rock–star
embodiment of capitalism unfetteredición The ‘80s icon was the investment banker.
The ‘90s belonged to the venture capitalist. And if the first years of the new millennium
went to the hedge fund manager, the player who now gets all the love is the private
equiteer». Documento disponible (en línea):
http://money.cnn.com/magazines/fortune/fortune_archive/2007/01/22/8397970/
index.htm
282 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
2
«Private equity has become a driving force of the economy – both in the United States
and around the world. Buyout firms, which purchase established companies with their
own funds and borrowed money, accounted for one–fifth of last year’s record $3.8
trillion deal activity» Documento disponible (en línea):
http://money.cnn.com/2007/03/30/markets/pe_cheat_sheet/index.htm
3
En el Reino Unido la industria de private equity viene creciendo en gran medida, asi
«According to the British Venture Capital Association (BVCA) approximately £27,314
million of private equity funding was raised in 2005 (representing an eight times increase
over 2004), with 79% coming from overseas sources and North America being the
largest contributor with 45% of the funds raised (overseas sources provided 66% of the
funds raised in 2004) (see BVCA Report on Investment Activity 2005)» Citado por Simon
Beddow, Ashurst. Private equity and buyouts: an overview. Disponible (en línea):
www.practicallaw.com/0–107–4033.
4
Para mayor profundización en materia de private equity, recomendamos: Levin, Jack
S. Structuring Venture Capital, Private Equity and Entrepreneurial Transactions. Aspen
Law Business, 1997.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 283
5
Recomendamos, con el fin de obtener una aproximación más de negocio y recientes
tendencias en el mundo de los LBO´s, consultar: Tuck School Of Business at Darmouth
– Center for Private Equity and Entrepreneurship, Note on Leveraged Buyouts. Setiembre
2003.
284 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
6
Acceso a un detallado análisis corporativo y tributario sobre los buyouts, y en especial,
los LBOs en el sistema norteamericano, encontrarán en: Ginsburg, Martin D. y Levin,
Jack S. Mergers, Acquisitions, and Buyouts. A Transactional Análisis of the Governing
Tax, Legal, and Accounting Considerations. Two Volumes. Aspen Law and Business,
1997.
7
De más está decir que esta es solo una de la tantas variantes que, en materia de
operaciones de private equity ,puede darse.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 285
8
Usamos la referencia a accionista controlador, en la medida que bajo la Ley General de
Sociedades de la República del Perú, se requiere la presencia de más de una accionista
en una sociedad. En consecuencia, para efectos de este artículo se asume que SPV será
titular del 99.99% de las acciones comunes con derecho a voto de Newco.
286 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
ADQUIRIENTES ADMINISTRADORES
SPV
Préstamo Equity
NEWCO
Equity
SOCIEDAD
OBJETIVO
9
Usamos la referencia a accionista controlador, en la medida que bajo la Ley General de
Sociedades de la República del Perú, se requiere la presencia de más de una accionista
en una sociedad. En consecuencia, para efectos de este artículo se asume que Newco
será titular del 99.99% de las acciones comunes con derecho a voto de la Sociedad
Objetivo.
288 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
B. Análisis societario
B.1.Consideraciones previas
12
La doctrina societaria es pacífica, mayoritariamente, en sostener que el supuesto
descrito, en principio, viola una cláusula general de Asistencia Financiera Prohibida.
La consideración central radica en el hecho de que se usen los propios recursos de
la sociedad para pagar el financiamiento de la adquisición de las acciones emitidas
por la misma sociedad. Como verán líneas adelante, y en una posición claramente
minoritaria, creemos que puede haber excepciones a esta general prohibición de
usar los ingresos de la sociedad para el pago mencionado. No obstante lo anterior, es
importante destacar que no todo pago efectuado por la sociedad ha sido considerado
ilegal en doctrina. Existe cierta unanimidad en considerar que si la Sociedad Objetivo
paga ese prestamo con las utilidades que genera, específicamente, con aquellas que
corresponderían a los Adquirentes y Administradores no se generaría afectación
alguna, lo cual compartimos, ya que la titularidad de las utilidades acordadas a repartir
corresponde a los accionistas.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 291
C. Análisis tributario
C.1 Prestamo otorgado en favor de Newco
C.1.1 Impuesto a la Renta (IR)
(a) Subcapitalización
Tal como ha sido señalado en la parte introductoria del presente artículo,
partimos de la premisa según la cual los Adquirentes son los accionistas
del SPV, siendo este último titular del 99.99% de las acciones comunes
con derecho a voto de Newco. En consecuencia, y de conformidad con
las normas que regulan el IR en el Perú, los Adquirentes y la Newco son
considerados como «partes vinculadas».13
13
De conformidad con lo establecido por el literal b) del numeral 3 del artículo 32–A de la
Ley del IR, se considera que dos o más personas, empresas o entidades son partes vinculadas
cuando una de ellas participa de manera directa o indirecta en la administración, control
o capital de la otra; o cuando la misma persona o grupo de personas participan directa o
indirectamente en la dirección, control o capital de varias personas, empresas o entidades.
También operará la vinculación cuando la transacción sea realizada utilizando personas
interpuestas cuyo propósito sea encubrir una transacción entre partes vinculadas.
292 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
Asimismo, el literal a) del artículo 24 del Reglamento de la Ley del IR dispone que
se entenderá que existe conjunto económico o vinculación económica cuando
una persona jurídica posea más del treinta por ciento del capital de otra empresa,
directamente o por intermedio de un tercero.
14
Los contribuyentes que se constituyan en el ejercicio considerarán como patrimonio
neto su patrimonio inicial.
15
Aguilar Saldívar, Lourdes. «El Tratamiento tributario de la subcapitalización en la
legislación peruana y en la legislación comprada». En: Ius et Veritas, revista editada por
alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Año XII No.23, p. 248.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 293
(b) Causalidad
Una vez superada la restricción cuantitativa para la deducción del gasto por
concepto de intereses establecida normativamente, resta por analizar si el
gasto además cumple con el principio de causalidad, necesario igualmente
para su deducibilidad.
Sobre el particular, resulta necesario establecer los alcances del referido
principio. El principio de causalidad recogido en el artículo 37 de la Ley
del IR señala que a fin de establecer la renta neta de tercera categoría se
deducirá de la renta bruta los gastos necesarios para producirla y mantener
su fuente, en tanto la deducción no esté expresamente prohibida.
Si bien el artículo 37 enumera una serie de gastos que recogen el
indicado principio, esto es, que resultan necesarios para producir la renta
y mantener la fuente productora, se ha dejado establecido en uniforme
y reiterada jurisprudencia que tal enumeración no es en modo alguno
taxativa sino meramente enunciativa.
Así, en la Resolución No. 602–4–2000 del 14 de julio de 2000, el
Tribunal Fiscal16 ha dejado establecido que
[...] es necesario recalcar que la determinación de la renta neta de tercera
categoría se basa en el Principio de Causalidad, debiendo tenerse en
cuenta que la lista de gastos deducibles contenida en el artículo 37º de
la Ley del Impuesto a la Renta no es taxativa sino enunciativa, pues se
pueden deducir otros gastos realizados por las empresas, en la medida
que se cumpla con el referido Principio de Causalidad.
Asimismo a nivel doctrinario se ha dejado establecido el carácter amplio
de las deducciones de los gastos. En esa línea Hernández Berenguel
sostiene que: «Basta probar que un gasto es necesario para producir
la renta o para mantener la fuente productora y que su deducción no
esté expresamente prohibida por la Ley del IR, para que proceda tal
deducción aún cuando se trate de un gasto no incluido expresamente en la
enumeración de gastos deducibles que el propio artículo 37 contiene».17
16
Órgano encargado de resolver en última instancia administrativa las reclamaciones
sobre materia tributaria general, regional y local, conforme lo dispone el artículo 143
del Código Tributario.
17
Hernández Berenguel, Luis. «Algunas consideraciones sobre el principio de causalidad
en el Impuesto a la Renta» . En: Ius et Veritas, revista editada por alumnos de la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Año XIII No.25, p. 297.
294 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
18
Op. cit., pp. 299–300.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 295
tienen que competir entre sí por los precios en el mercado, iv) Reducir
ordenadamente la capacidad instalada innecesaria, para adecuarla a
los requerimientos del mercado y, v) Convertir a las empresas en
rentables (generadoras de utilidades gravadas), a través de los ahorros
propios del control unificado de las mismas.
De esta forma se advierte que la adquisición de acciones de otras
empresas puede obedecer a distintas estrategias financieras y/o
operativas, distintas a la mera obtención de dividendos y que más
bien puede obedecer, exclusivamente, a la necesidad de mantener la
actividad generadora de ingresos gravados, como es el caso de una
empresa que compre acciones de otra para continuar una relación
comercial con la empresa vendedora o asegurar una posición más
competitiva en el mercado, siendo la obtención de dividendos un
beneficio accesorio e inclusive accidental.
Asimismo, cabe recordar que aun cuando la adquisición no respondiese
a ninguna de las razones económicas expuestas, queda la posibilidad que
la empresa invasora, posteriormente, venda las acciones fuera de rueda
de bolsa, generando así renta gravada con el Impuesto a la Renta.
De lo expuesto anteriormente se tiene que mientras forme parte
del activo de la empresa, e incluso con su venta bajo determinados
condiciones, la inversión en acciones de otra empresa, puede generar
diversos beneficios económicos que coadyuven al mantenimiento de la
fuente o generación de rentas gravadas, por lo que los gastos incurridos
sí cumplen con el principio de causalidad y por tanto son deducibles.
la Sociedad Objetivo deja de tener una relación causal razonable, cual es, la
de afrontar la deuda de su accionista a título gratuito.
Sin perjuicio de lo señalado precedentemente, el solo hecho de existir
el criterio del Tribunal Fiscal y que el mismo no constituya jurisprudencia
de observancia obligatoria en los términos así establecidos por el artículo
156 del Código Tributario, supone que la Administración Tributaria objeta
la deducción de tales gastos.
Dicha objeción se ha visto materializada en el Informe No. 094–2001–
SUNAT/K00000 de 28 de mayo de 2001, expedido por la Intendencia
Nacional Jurídica de la Superintendencia Nacional de Administración
Tributaria, cuando interpreta que para efectos del IR, «los gastos de
financiación y asesoría relacionados a la compra de acciones en que
incurren las empresas cuya actividad es la adquisición y manejo de acciones
de otras empresas (holding), y que obtienen exclusivamente ingresos
por concepto de dividendos no gravados [...], no son deducibles, total
ni proporcionalmente, al no cumplir dichos gastos con el principio de
causalidad».
Debemos recordar, con relación al contenido y alcances de las consultas
que absuelve la SUNAT, que conforme al artículo 144 del Reglamento
de Organización y Funciones (ROF) de la Superintendencia Nacional
de Administración Tributaria, aprobado por Decreto Supremo No. 115–
2002–PCM, publicado en el Diario Oficial El Peruano el 28 de octubre
de 2002, la Intendencia Nacional Jurídica es un órgano directamente
dependiente de la Superintendencia Nacional Adjunta de Tributos
Internos, y se encarga, entre otros, de interpretar el sentido y alcance de las
normas tributarias y aduaneras para su aplicación por los órganos internos
de la Institución.
A mayor abundamiento, el literal f ) del artículo 145 del precitado ROF
establece que son funciones de la Intendencia Nacional Jurídica,
Absolver consultas referidas al sentido y alcance de las normas tributarias
y aduaneras formuladas por los Órganos internos de la Institución,
cuando el caso lo amerite, así como por las entidades representativas
y entidades del sector público nacional. El pronunciamiento que emita
será de obligatorio cumplimiento por los distintos órganos de la Institución
(la cursiva es nuestra).
298 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
19
Concretamente los requisitos son que se acredite el ingreso de la moneda extranjera al país
en caso de prestamos en efectivo y que el crédito no devengue un interés anual al rebatir
superior a la tasa preferencial predominante en la plaza de donde provenga, más tres puntos.
Los referidos tres puntos cubren los gastos y comisiones, primas y toda otra suma adicional al
interés pactado de cualquier tipo que se pague a beneficiarios del extranjero.
Por su parte, el artículo 30 del Reglamento de la Ley del IR establece que para efectos
de la aplicación de la tasa de 4.99%, se tendrá en cuenta lo siguiente:
i. Los créditos externos, en efectivo o bajo otra modalidad, deben estar destinados a
cualquier finalidad relacionada con el giro del negocio o actividad gravada, así como a
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 299
exista vinculación entre las partes. Ahora bien, en el caso que la entidad
domiciliada en el país y los sujetos no domiciliados califiquen como partes
vinculadas —como en el caso materia de análisis—, la tasa aplicable será
la general de 30%.
En efecto, el literal g) del artículo 56 de la Ley del IR señala expresamente
que los intereses derivados de créditos externos que no cumplan con el
requisito establecido en el numeral 1) del inciso a) o en la parte que excedan
de la tasa máxima establecida en el numeral 2) del mismo inciso; así como
los intereses que abonen al exterior las empresas privadas del país por
créditos concedidos por una empresa del exterior con la cual se encuentra
vinculada económicamente, o por un acreedor cuya intervención tiene
como propósito encubrir una operación de crédito entre partes vinculadas,
se encontrarán sujetos al IR con una tasa de 30%.
20
Para determinar si las transacciones son comparables se tomarán en cuenta aquellos
elementos o circunstancias que reflejen en mayor medida la realidad económica de
las transacciones, dependiendo del método seleccionado, considerando, entre otros,
los siguientes elementos: a) las características de las operaciones; b) las funciones o
actividades económicas, incluyendo los activos utilizados y riesgos asumidos en las
operaciones, de cada una de las partes involucradas en la operación; c) los términos
contractuales; d) las circunstancias económicas o de mercado; o d) las estrategias de
negocios, incluyendo las relacionadas con la penetración, permanencia y ampliación
del mercado. La norma agrega que cuando para efectos de determinar transacciones
comparables, no se cuente con información local disponible, los contribuyentes pueden
utilizar información de empresas extranjeras, debiendo hacer los ajustes necesarios
para reflejar las diferencias en los mercados.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 301
cuyo efecto deberá considerarse el que resulte más apropiado para reflejar
la realidad económica de la operación.21
Empero, en el supuesto que el financiamiento no fuera realizado entre
empresas vinculadas, el valor de mercado del servicio de crédito —en
virtud a lo establecido por el literal a) del artículo 19–A del Reglamento
de la Ley del IR— será el que normalmente se obtiene en condiciones
iguales o similares, en los servicios onerosos que la empresa presta a terceros
Los métodos que prevé la norma impositiva peruana, son los siguientes:
21
C.1.2 IGV
22
Córdova Arce, Alex. «Aspectos Técnicos del Impuesto General a las Ventas: Necesidad
de presevarlos» En: Temas de Derecho Tributario y de Derecho Público. Libro
Homenaje a Armando Zolezzi Moller. Lima: Palestra Editores, 2003, pp. 1048–1049.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 303
C.2.1 IR
C.2.2. IGV
A. Descripción de la operación
ADQUIRIENTES ADMINISTRADORES
SPV
Préstamo Equity
NEWCO
SOCIEDAD
OBJETIVO
306 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
ADQUIRIENTES ADMINISTRADORES
SPV
Absorbió
por fusión
SOCIEDAD
NEWCO
OBJETIVO
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 307
ADQUIRIENTES ADMINISTRADORES
SPV
Absorbió
por fusión
SOCIEDAD
NEWCO
OBJETIVO
B. Análisis societario
Direct Merger o Reverse Direct Merger, cabe resaltar que esta Modalidad
tiene dos etapas, que pueden ser conceptualizadas como dos transacciones
independientes:
1. MBO/LBO mediante el cual Newco adquiere el control de la
Sociedad Objetivo, a través de la compra de las acciones emitidas
por esta a los Accionistas (fase a de la modalidad ii); y,
2. La integración corporativa a través de la cual Newco se fusiona
con la Sociedad Objetivo, por medio de Forward Direct Merger o
Reverse Direct Merger (fase b de la modalidad ii).23
A la fase a de la modalidad ii le resultan aplicables en su integridad
todas las consideraciones descritas en los acápites 2.1.B.1, 2.1.B.2 y 2.1.B.3
de este artículo.
23
Cabe resaltar que, en función de un caso concreto, podrían analizarse otras formas
de reorganización societaria alternativas a la fusión, como podrían ser la escisión o la
reorganización simple.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 309
C. Análisis tributario
24
Otra figura de MBO/LBO que no admite mucho cuestionamiento en doctrina y
legislación comparada, es la referida no a una fusión con la Sociedad Objetivo sino
a la disolución y liquidación de esta, usando los Adquirentes y Administradores el
patrimonio resultante de la liquidación para pagar el prestamo que financió parcialmente
la compra de las acciones en la Sociedad Objetivo.
25
Córdova Arce, Alex. «Alcances de la responsabilidad solidaria tributaria de los
adquirientes de activos y/o pasivos de empresas». Ponencia sustentada en las XI
Jornadas Nacionales de Derecho Tributario, «Los sujetos pasivos responsables en
materia tributaria» organizada por el Instituto Peruano de Derecho Tributario, Lima
2006.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 311
(b) IR
(c) IGV
26
Suárez, Andrés. Diccionario terminológico de Economía, Administración y Finanzas.
Ediciones Pirámide. Madrid, 2000.
27
Intención para incrementar el acervo particular.
314 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
28
El concepto es estudiado con mayor amplitud en Le Pera. Sergio. Cuestiones de
Derecho Comercial Moderno. Empresa. hacienda y fondo de comercio. Astrea. Buenos
Aires, 1979 y en Garrigues, Joaquín. Curso de Derecho Mercantil. Editorial Porrúa.
México, 1984. En esta última obra se señalan las diversas construcciones jurídicas del
concepto: como persona jurídica. como patrimonio separado. como organización y
como universalidad.
29
Ferrara, Francisco. Teoría de la Persona Jurídica. Madrid. Edición Atus. 1929, pp 359.
Private equity y buyouts (mbo y lbo) 315
ADQUIRIENTES ADMINISTRADORES
SPV
Préstamo
Equity
SOCIEDAD
OBJETIVO
B. Análisis Societario
Consideramos que, sea por el daño grave o por la limitante del 10%,
la Sociedad Objetivo no podrá llevar a cabo la MODALIDAD
III sin amortizar las acciones adquiridas de los Accionistas y
transfiriéndolas al SPV.
2. Cuando la adquisición de acciones de propia emisión se efectúe
para amortizarlas deberá reducirse el capital o, si la amortización es
parcial, podrá no reducirse el capital y aumentar el valor nominal
de las acciones remanentes. Además tener en cuenta que si la
adquisición de acciones de propia emisión se realiza por un valor
superior al valor nominal de las acciones, la diferencia solo podrá
ser pagada con cargo a beneficios y reservas libres de la sociedad.
318 Juan Luis Hernández Gazzo / Jaime Escribens Olaechea
C. Análisis tributario
C.1 Préstamo en favor de la Sociedad Objetivo por parte de SPV
C.1.1 IR
(a) Causalidad
C.1.2 IGV
C.2.1 IR
(a) Enajenación de acciones
C.2.2 IGV
4. Conclusiones
e) Aspecto contable
– Dado que nuestra norma tributaria no condiciona la deducción
al registro SAB 54, nuestra legislación del IR no se ve vinculada
por dicha norma contable; en efecto, la SAB 54 no será aplicable
a los estados financieros que para efectos tributarios la Sociedad
Objetivo debe presentar en el Perú ante la Administración
Tributaria.
Reflexión final
El teletrabajo*
∗
Ponencia presentada por el autor en el XIV Congreso Mundial de Relaciones de
Trabajo, «Nuevas Tecnologías, Organización del Trabajo y Actores Sociales en el Siglo
XXI», Lima, Asociación Internacional de Relaciones de Trabajo–Asociación Peruana de
Relaciones de Trabajo, 11–14 de setiembre de 2006.
**
Profesor de Derecho del Trabajo en la Facultad de Derecho y en la Escuela de
Graduados (Diploma de Postgrado en Derecho de la Empresa, modalidad virtual) de la
Pontificia Universidad Católica del Perú. Candidato a Magíster en Relaciones Laborales
en la misma universidad. Miembro de la Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y
de la Seguridad Social. Dirección electrónica: rgsaco@pucp.edu.pe
326 Raúl Saco Barrios
1. Denominación
Existen diversos términos para referir el trabajo efectuado por una persona
a distancia y mediante la telemática1 o, más ampliamente, por medio de
las telecomunicaciones.
Al efecto, se usan, mayormente, palabras inglesas como: telecommuting
(expresión muy difundida, similar a «teledesplazamiento» y utilizada para
destacar que el teletrabajo ahorra el doble viaje diario: de la casa al trabajo
y del trabajo a la casa);2 telework (teletrabajo), networking (trabajo en red),
remote working (trabajo a distancia), flexible working (trabajo flexible) y
home working (trabajo en casa);3 electronic cottage, flexi–place, electronic
homeworking, telehomeworking, etcétera.4 O más simplemente, E–work o
eWork.
En castellano, parece haberse impuesto la voz teletrabajo.5
2. Concepto
2.1 Generalidades
1
Telemática: «Aplicación de las técnicas de la telecomunicación y de la informática a la
transmisión a larga distancia de información computarizada» (Real Academia Española,
Diccionario de la Lengua Española, 22ª. edición, 2001). «Aplicación de la informática
a las telecomunicaciones» (Barrero Fernández, Antonio, El teletrabajo, Madrid: Editorial
LIBSA, 2000, p. 159).
2
Ortiz Chaparro, Francisco, El teletrabajo. Una nueva sociedad laboral en la era de la
tecnología, Madrid: McGraw–Hill / Interamericana de España, 1997, p. 37.
3
Barrero Fernández, Antonio, op. cit., p. 16.
4
Raso Delgue, Juan, La contratación atípica del trabajo, Montevideo: Editorial Amalio
M.Fernández S.R.L., 2000, p. 276.
5
Aunque algunas veces utilizadas, las expresiones «trabajo a distancia» o «trabajo
periférico» o «trabajo remoto» no han tenido mayor acogida o difusión.
6
Ortiz Chaparro, Francisco, Loc. cit.
7
Civit Alaminos, Cristina, y March Merlos, Montserrat, Implantanción del teletrabajo en
la empresa, Barcelona: Ediciones Gestión 2000 S.A., 2000, p. 43.
8
Ibidem, p. 44.
El teletrabajo 327
9
Loc. cit.
10
Diccionario Enciclopédico, Colombia: Ediciones Larousse (coedición internacional),
2003.
11
Sanguineti Raymond, Wilfredo. Teletrabajo y globalización: En busca de respuestas al
desafío de la transnacionalización del empleo, Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales, 2003, pp. 7–8.
12
Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo, punto 2). Suscrito en Bruselas el 16 de julio
del 2002 por organizaciones representantes de los empleadores y por la Confederación
Europea de Sindicatos (CES), el Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo establece la
obligatoriedad de su cumplimiento en todos los países de la Unión Europea, a los que
debe agregarse Noruega e Islandia.
13
Rodríguez, Francisco Antonio, «El teletrabajo en España. ¿Trabajo subordinado o
autónomo?» En: V Congreso Regional Americano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
328 Raúl Saco Barrios
Social, Lima: Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, 2001,
p. 228.
14
Thibault Aranda, J. (2001), cit. por Sanguineti Raymond, Wilfredo, op. cit., p. 8, nota
1. De todos modos, el propio autor de la definición transcrita aclara que el teletrabajo
«debe llevarse a cabo por una persona física, ya sea por cuenta propia o ajena, sin que
pueda ser prestado por una persona jurídica» (Loc. cit.).
15
Barrero Fernández, Antonio, op. cit., p. 7.
16
Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
17
Villanueva, Pantaleó, cit. por Civit Alaminos, Cristina, y March Merlos, Montserrat, op.
cit., p. 48.
18
Asetra. Asociación Española de Empleo, Autoempleo y Teletrabajo, cit. por Civit
Alaminos, Cristina, y March Merlos, Montserrat, op. cit., p. 48.
19
González Molina, M.D. y López Ahumada, J.E. (1999), cit. por Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
20
Ortiz Chaparro, Francisco, op. cit., p. 38.
El teletrabajo 329
21
Blanpain, R. (1997), cit. por Sanguineti Raymond, Wilfredo, Loc. cit.
22
Gaeta, L. (1995), cit. por Sanguineti Raymond, Wilfredo, Loc. cit.
23
Gray, M., Hodson, N., Gordon, G. y otros (1995), cit. por Rodríguez, Francisco Antonio,
Loc. cit.También, cit. por Toselli, Carlos Alberto y Ulla, Alicia Graciela, La cuestión
del teletrabajo; en: V Congreso Regional Americano, cit., pp. 85–86.Y también cit. por
Civit Alaminos, Cristina, y March Merlos, Montserrat, op. cit., p. 45. A esta definición,
se agrega en la Revista de Teletrabajo: «No entran en la definición aquellos que de
siempre han realizado su actividad profesional fuera de la empresa ni tampoco los que
trabajan en casa solo ocasionalmente» (Revista de Teletrabajo, cit. por Civit Alaminos,
Cristina, y March Merlos, Montserrat, op. cit., p. 46).
24
Gontier, G. (1995), cit. por Raso Delgue, Juan, op. cit., pp. 276–277. A nuestro
juicio, la expresión «en tiempos reales» involucra implícitamente la idea de «trabajo a
distancia».
330 Raúl Saco Barrios
2.2 Síntesis
25
Lemesle (1994), cit. por Raso Delgue, Juan, op. cit., p. 276.
26
Di Martino, Vittorio, y Wirth, Linda, Teletrabajo: Un nuevo modo de trabajo y de vida,
en «Revista Internacional del Trabajo», Ginebra, 1990, vol. 109, n. 4, p. 471.
27
Comisión Europea (D.G. de Empleo, Relaciones Industriales y Asuntos Sociales),
Informe : Le travail à domicilie dans l´Union Europeenne – Rapport du groupe de travail
ad hoc. Rapporteur Jane Tate. De. (s.f.), cit. por Rodríguez, Francisco Antonio, Loc. cit.
También, cit. por Toselli, Carlos Alberto y Ulla, Alicia Graciela, op. cit., p. 86.
El teletrabajo 331
Telemática 1, 2, 4, 5, 7, 4, 5, 9 2, 13 5, 14, 15
8, 9, 10, 13,
14, 15
Informática 3 3 3
2.3 Definición
Para especificar sobre qué hablamos y con base en las definiciones expuestas,
consideramos, por lo tanto, que «Teletrabajo es el trabajo a distancia
prestado mediante el uso de las telecomunicaciones».
En consecuencia y en el ámbito del Derecho del Trabajo, entendemos
en el presente estudio que: «Teletrabajo es el trabajo a distancia prestado
mediante el uso de las telecomunicaciones, por una persona y bajo
subordinación».
28
Civit Alaminos, Cristina, y March Merlos, Montserrat, op. cit., p. 43.
29
Ibidem, p. 44.
30
Loc. cit.
332 Raúl Saco Barrios
31
Raso Delgue, Juan, op. cit., p. 277.
32
Ortiz Chaparro, Francisco, Loc. cit. Sobre las modalidades del teletrabajo, vid. infra 3.
El teletrabajo 333
33
El teletrabajo «se caracteriza por el uso de las nuevas tecnologías, aunque no siempre con
la misma intensidad (teléfono, fax, Internet, etc.)». Un teletrabajador «es un empleado
(…) que, usando un ordenador, un fax y un teléfono (o cualquier combinación de ellos)
realiza trabajo y se comunica con los cotrabajadores desde fuera de las oficinas» (Civit
Alaminos, Cristina, y March Merlos, Montserrat, op. cit., pp. 47 y 48).
34
Raso Delgue, Juan, Loc. cit. Este mismo autor precisa, sin embargo, que «aunque
muchas tareas de teletrabajo utilizan pantallas de visualización, el mismo no se
agota en prestaciones realizadas ante la pantalla de una computadora. Pertenecen
al mundo del teletrabajo otras actividades que no utilizan pantallas, o solo lo
hacen excepcionalmente: el caso más notorio es el telemarketing (…) que se realiza
básicamente por vía telefónica» (Raso Delgue, Juan, Loc. cit.).
35
Sobre la actividad personal como elemento esencial y especialísimo o propio del
contrato de trabajo, el profesor Américo Plá Rodríguez enseña: «No es posible que el
contrato sea celebrado por una asociación civil o una persona jurídica. Una corporación
—sea o no persona jurídica— no puede empeñar energía de trabajo. En el extremo,
334 Raúl Saco Barrios
3. Modalidades
puede asumir una obligación de hacer cumplir cierta tarea, ejerciendo una función
intermediaria entre patrones y trabajadores» (Plá Rodríguez, Américo, Curso de Directo
do Trabalho. Contratos de Trabalho, Sao Paulo, Editora LTR Ltda.., 1982, p. 28). Lo
mismo cabe decirse acerca del «contrato de teletrabajo».
36
O más ampliamente, como expone Javier Neves Mujica: el trabajo del cual se ocupa
el Derecho del Trabajo es el «trabajo humano, productivo, por cuenta ajena, libre y
subordinado» (Neves Mujica, Javier, Introducción al Derecho Laboral, Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú–Fondo Editorial, 2003, pp. 15–17).
37
«En la práctica del teletrabajo caben multitud de modalidades que dan, tanto al
trabajador como a la empresa, un abanico de posibilidades entre las que elegir la
solución más conveniente a sus situaciones particulares. Al fin y al cabo, el teletrabajo
no es sino una forma de racionalizar unas relaciones de trabajo que, en el modo en que
se desarrollan actualmente, resultan incómodas, caras y despilfarradoras de recursos:
energía, dinero o tiempo» (Ortiz Chaparro, Francisco, op. cit., p. 57).
38
Loc. cit.
39
Loc. cit.
El teletrabajo 335
40
Para Francisco Antonio Rodríguez, la referencia al enlace entre empleador y trabajador
corresponde al «momento cualitativo de la prestación» (Rodríguez, Francisco Antonio,
op. cit., p. 229).
41
On line: «En tiempo real. Se refiere a las operaciones o transacciones realizadas sobre
una red de comunicaciones de las que se tiene respuesta de manera inmediata. Se
utiliza para operaciones bancarias, reserva de billetes, telecompra» (Barrero Fernández,
Antonio, op. cit., p. 156).
42
Raso Delgue, Juan, op. cit., p. 280.
43
Rodríguez, Francisco Antonio, Loc. cit. Similarmente, Sandra Fernández Rocha escribe:
«El teletrabajador opera sobre una videoterminal inserta en una red de comunicaciones
electrónicas que permite un diálogo interactivo entre la computadora central y los
diferentes ordenadores» (Fernández Rocha, Sandra, Una nueva forma de trabajar:
el teletrabajo. En: V Congreso Regional Americano de Derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social, Lima, Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social, 2001, p. 142).
44
Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
45
Fernández Rocha, Sandra, Loc. cit.
46
Rodríguez, Francisco Antonio, Loc. cit.
336 Raúl Saco Barrios
47
Pérez de los Cobos, F., cit. por Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
48
Pizzi, P., cit. por Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
49
Raso Delgue, Juan, op. cit., pp. 280–281.
50
Rodríguez, Francisco Antonio, Loc. cit. Con palabras semejantes, Fernández Rocha
anota: «[…] el teletrabajador desarrolla una actividad con un terminal conectado de
modo muy rudimentario con la computadora central de la empresa, a la que fluyen
directamente los datos, sin que, no obstante, sea posible una intervención directa de
esta sobre el terminal externo. Se trata de una conexión en sentido único» (Fernández
Rocha, Sandra, Loc. cit.).
51
Vid. Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
El teletrabajo 337
52
Off line: «Fuera de línea, desconectado» (Barrero Fernández, Antonio, op. cit., p. 155).
53
Raso Delgue, Juan, op. cit., p. 280.
54
Rodríguez, Francisco Antonio, Loc. cit. Análogamente, Fernández Rocha apunta: «…
el teletrabajador, tras recibir unas instrucciones iniciales, desarrolla una actividad
informática sin enlace informático directo con la computadora central de la empresa, a
la que solo después hace llegar los datos. El teletrabajador envía su trabajo a través de
mensajería, correo o transporte convencional. Puede también por este medio recibir
instrucciones» (Fernández Rocha, Sandra, Loc. cit.).
55
Al respecto, Rodríguez alude a un «control sucesivo del empresario» (Rodríguez,
Francisco Antonio, Loc. cit.).
56
Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
338 Raúl Saco Barrios
Lugar de la prestación57
Por cuanto toca al lugar de la prestación, el teletrabajo puede ser:
57
Desde otro punto de vista, las modalidades del teletrabajo según el lugar de la
prestación consideran el vínculo entre la organización y los trabajadores (Rodríguez,
Francisco Antonio, op. cit., p. 228). Al respecto, Rodríguez menciona un «sistema
distribuido» en el cual «diversas pequeñas unidades desarrollan las varias fases del
trabajo, comunicándose telepáticamente entre ellas» (Ibidem, p. 229).
58
Ortiz Chaparro, Francisco, Loc. cit. Al respecto, este mismo autor formula una simpática
descripción: «En la mente de muchos surge la imagen idílica del trabajador que se
programa su tiempo de la manera más conveniente. Se levanta cuando le parece bien,
desayuna tranquilamente, pasea por los alrededores, quizá con su perro, y cuando
le apetece, se pone a trabajar junto a una ventana cuyos cristales acarician la lluvia
mansa o las ramas de los árboles del jardín. Naturalmente, en la imagen también entra
el canto de los pájaros y, quizá, el rumor de un torrente cercano» (Loc. cit.).
59
Raso Delgue, Juan, op. cit., p. 281.
60
Según Rodríguez, en ambas situaciones importa el «momento cuantitativo de la prestación
(es decir, su distribución geográfica)» (Rodríguez, Franciso Antonio, Loc. cit.).
61
Ortiz Chaparro, Francisco, Loc. cit.
El teletrabajo 339
62
Ibidem, p. 58.
63
Raso Delgue, Juan, Loc. cit.
64
Ortiz Chaparro, Francisco, op. cit., p. 61.
340 Raúl Saco Barrios
65
Loc. cit. Vale decir que para Juan Raso Delgue, la peculiaridad de estas agencias o
centros o telecentros «deriva de que son de propiedad de una empresa, la que arrienda
sus instalaciones y equipos a varias empresas que necesitan este tipo de lugares, con
el fin de instalar a sus teletrabajadores para ejecutar tareas telemáticas. Estos centros
aglutinan a trabajadores que proceden de empresas distintas e incluso a profesionales
independientes» (Raso Delgue, Juan, Loc. cit.).
66
Ortiz Chaparro, Francisco, op. cit., p. 63.
67
Loc. cit.
El teletrabajo 341
más bajos y donde el diferente huso horario permite trabajar las veinticuatro
horas del día».72
Cuando utilizada, esta modalidad concurre con cualquiera (o
cualesquiera) de las modalidades precedentes (i.e., teletrabajo offshore en
el domicilio o «en casa» del trabajador, teletrabajo offshore en una agencia
de servicios informáticos o centro de recursos compartidos o centro de
teletrabajo o centro vecinal u oficina de vecindad o telecentro o work–o–tel,
teletrabajo offshore en un centro satélite y/o teletrabajo offshore móvil).
4. Ventajas y desventajas
4.1 Ventajas
4.2 Desventajas
73
«Los sindicatos se encuentran ante una situación que los desborda del marco tradicional
al cual estaban acostumbrados y los obliga a cambiar de actitud ante la masa de
trabajadores» (Fernández Rocha, Sandra, op. cit., p. 148).
El teletrabajo 345
Interesa exponer ahora algunos aspectos que debieran ser considerados por
el ordenamiento jurídico a propósito del teletrabajo, en beneficio de la
seguridad para los actores sociales y específicamente de la protección que
debe darse al trabajador.
En primer lugar, debiera admitirse que en el teletrabajo no existe una
desaparición total de la subordinación sino más bien un debilitamiento de
esta, «por el hecho de que el trabajador no está físicamente en el centro del
trabajo».75
En segundo lugar y sobre la base de la consideración anterior, debieran
precisarse las características del teletrabajo subordinado. Así, son elementos
a considerar: la integración del teletrabajador con la organización y
dirección de la empresa y el grado o la intensidad de la iniciativa personal
del teletrabajador para el desempeño de sus tareas. Al respecto, parece
indispensable atender a las peculiaridades de cada caso concreto, debido a
las diversas modalidades existentes de teletrabajo. Como afirma Fernández
Rocha:
Ante esta amplia gama de posibilidades de teletrabajo, es muy difícil
lograr una delimitación exacta entre una actividad asalariada /
dependiente y una actividad autónoma / independiente. Es decir, que
no toda forma de prestar el teletrabajo es susceptible de definirse como
74
«En la era de la oficina virtual, para muchos empleados se ha vuelto cada vez más difícil
separar o medir el tiempo que dedican al trabajo o al placer» (Hellriegel, Don, Slocum,
Jr., John W. y Woodman, Richard W., Comportamiento organizacional. México:
Internacional Thomson Editores, S.A. de C.V., 2003, p. 198).
75
Rodríguez, Francisco Antonio, op. cit., p. 230. Aquí puede verse, además, el
temperamento de la jurisprudencia española acerca de la existencia de contrato de
trabajo en determinados supuestos de teletrabajo.
346 Raúl Saco Barrios
76
Fernández Rocha, Sandra, op. cit., p. 146.
77
Sigo la relación elaborada por Toselli, Carlos Alberto, y Ulla, Alicia Graciela (op. cit.,
pp. 88–89).
78
Raso Delgue, Juan, op. cit., p. 278.
El teletrabajo 347
79
Loc. cit.
80
Ibidem, p. 279.
81
Jiménez, Carlos, El contrato de trabajo a distancia en el Anteproyecto de la Ley General
del Trabajo. En: Primer Congreso Nacional de la Sociedad Peruana de Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social. Lima: Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de
la Seguridad Social, 2004, p. 492.
348 Raúl Saco Barrios
82
Ibidem, p. 493.
83
Loc. cit.
84
Raso Delgue, Juan, op. cit., p. 284.
85
Loc. cit.
El teletrabajo 349
6. Conclusiones
86
Sobre el seguro de salud concretamente, Carlos Jiménez anota: «Es necesario prever
algún tipo de seguro a favor del trabajador que preste servicios bajo la modalidad de
contrato de trabajo a distancia. No es razonable que el trabajador con contrato de trabajo
a domicilio sí esté asegurado al seguro de salud, cuando ambas modalidades de trabajo
se realizan fuera de las instalaciones de la empresa» (Jiménez, Carlos, op. cit., p. 496).
350 Raúl Saco Barrios
*
Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú y Doctor en Derecho por la
Universidad de Bolonia (Italia). Miembro del Instituto Riva Agüero y Profesor de la Facultad
de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha escrito los Libros «La
Descentralización Ficticia. Perú: 1821–1998», «El Sueño Obcecado. La Descentralización
Política en la América Andina» y «La Insistencia de la Voluntad. El Actual Proceso Peruano
de Descentralización Política y sus Antecedentes Inmediatos (1980–2004)».
2
Ley publicada el 24 de enero del año 2007.
352 Johnny Zas Friz Burga
1. Descripción general
2. Casos relevantes
A continuación se presentará un conjunto de Resoluciones del Jurado
Nacional de Elecciones relacionadas con diversos casos de vacancia y de
suspensión de autoridades regionales y locales.
1
Ley Nº 28961, publicada el 24 de enero del año 2007.
2
«Artículo 42.– En el caso que el Concejo no pueda reunirse por falta de quórum, se
seguirá el siguiente procedimiento.
1. El Alcalde conmina a los Regidores cuya inasistencia impide la instalación o
funcionamiento del Concejo.
El requerimiento se hace, en el plazo de ocho días, por tres veces, sentándose acta
suscrita por el Alcalde, Secretario y Regidores asistentes. El tercer requerimiento se
hace bajo apercibimiento de declarar la vacancia.
2. Si persistiere la inasistencia de los apercibidos en la tercera citación se deja
constancia de ello en el acta, suscrita por el Alcalde y los Regidores asistentes, cuya
copia autenticada se remite al Jurado Nacional de Elecciones.
3. El Jurado Nacional de Elecciones declara la vacancia y llama a los suplentes en
orden de elección de la lista respectiva. Si los suplentes se excusaren o no se hicieren
presentes se cita al siguiente hasta agotar la lista. Agotada esta, convoca a elecciones
complementarias para cubrir los cargos vacantes.
Los Alcaldes y Regidores que ocasionen la vacancia, conforme a este artículo, no
pueden postular ni desempeñar cargo público alguno durante los tres años siguientes.
Esta inhabilitación no alcanza a los suplentes».
Una aproximación a la vacancia y suspensión de autoridades regionales y locales 357
3
Publicada el 19 de octubre del año 2003.
4
Publicada el 25 de septiembre del año 2004.
5
Publicada el 11 de septiembre del año 2005.
6
Publicada el 21 de enero del año 2004.
7
Publicada el 18 de mayo del año 2004.
8
Publicada el 25 de septiembre del año 2004.
9
Publicada el 12 de diciembre del año 2004.
10
Publicada el 11 de marzo del año 2005.
11
Publicada el 13 de mayo del año 2005.
12
Publicada el 9 de mayo del año 2004.
13
Publicada el 24 de mayo del año 2004.
14
Publicada el 27 de mayo del año 2004.
15
Publicada el 25 de septiembre del año 2004.
16
Publicada el 28 de octubre del año 2004.
358 Johnny Zas Friz Burga
Por último, se han considerado, las Resoluciones del JNE vinculadas con
la vacancia del Alcalde de la Municipalidad Provincial de Chiclayo (periodo
2003–2006): Resoluciones Nº 156–2005–JNE17 y Nº 196–2005–JNE.18
3. Análisis
17
Publicada el 7 de junio del año 2005.
18
Publicada el 21 de julio del año 2005.
Una aproximación a la vacancia y suspensión de autoridades regionales y locales 359
Para las inasistencias, una simple alegación sin sustento es una excusa y
no una justificación. Toda inasistencia requiere una justificación y exige
medios probatorios fehacientes e indubitables. Asimismo, el Consejo
Regional tiene la atribución, en primera instancia, de calificar las asistencias
del Presidente del Gobierno Regional y Consejeros.
Agotada la lista ganadora para cubrir los vacíos dejados por efecto de las
vacancias y suspensiones, los demás puestos de regidores del Concejo
Municipal se cubrirán hasta completar el número legal con los miembros de
las demás listas conforme al artículo 187º20 de la Constitución Política.
19
Artículo 25º.–Únicamente si se confirmase la revocatoria de más de un tercio de los
miembros del Concejo Municipal, se convoca a nuevas elecciones. Mientras no se
elijan a los reemplazantes en el cargo, asumen las funciones los accesitarios. Se sigue
el mismo procedimiento en el caso de confirmarse la revocatoria de un tercio de los
miembros del Consejo de Coordinación Regional, elegidos directamente. Quienes
reemplazan a los revocados completan el periodo para el que fueron elegidos estos.
20
Artículo 187°.– En las elecciones pluripersonales hay representación proporcional,
conforme al sistema que establece la ley.
La ley contiene disposiciones especiales para facilitar el voto de los peruanos residentes
en el extranjero.
Una aproximación a la vacancia y suspensión de autoridades regionales y locales 361
21
El artículo 8º de la Ley Nº 15265 señalaba que «en caso de vacancia, solo en el supuesto
de que no quedase ningún integrante de una misma lista de candidatos, se incorporará
el integrante de otra lista, debiendo ser esta la que siga en el orden del cómputo de los
sufragios».
La Ley Nº 15265 adicionó disposiciones a la anterior Ley de Elecciones Municipales, Ley
Nº 14669. Sin embargo, esta última Ley fue derogada por la nueva Ley de Elecciones
Municipales, Ley Nº 26864.
362 Johnny Zas Friz Burga
22
Bernales, Enrique y Otárola, Alberto. La Constitución de 1993. Análisis Comparado.
Lima: Constitución y Sociedad (ICS), 1999, p. 672.
Una aproximación a la vacancia y suspensión de autoridades regionales y locales 369
27
Abad, Samuel. El Proceso Constitucional de Amparo. Lima: Gaceta Jurídica, 2004, pp.
439–448.
28
Donayre, Christian, «Entre la Autonomía y la Autarquía del Jurado Nacional de
Elecciones: La Irrevisabilidad de sus Decisiones en Sede Jurisdiccional en Cuestión»
En: Derecho PUC, Revista de la Facultad de Derecho, Lima: Fondo Editorial PUCP, Año
MMVI, Número 59, p. 136.
También revisar la sentencia del Expediente 5854–2005–PA/TC, del 8 de noviembre
del año 2005 (caso «Pedro Andrés Lizana Puelles»).
Una aproximación a la vacancia y suspensión de autoridades regionales y locales 371
29
Inciso 9) del artículo 139º de la Constitución Política del Estado.
30
Para un análisis de la analogía revisar: Rubio, Marcial, El Sistema Jurídico. Introducción
al Derecho. Lima: Fondo Editorial PUCP, 1999, pp. 289–302.
372 Johnny Zas Friz Burga
4. Conclusiones y recomendaciones
∗
Agradezco a mi colega en la Facultad de Derecho de Sevilla Luis H. Clavería sus sabios
consejos desde la perspectiva civilista de su especialidad.
∗∗
Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de
Sevilla
376 Antonio Ojeda Avilés
1
El Código de Comercio de 1885 asignaba a los factores y mancebos la responsabilidad
por daños producidos a sus principales por malicia, negligencia o «infracción de
las órdenes o instrucciones que hubieren recibido» (art. 297). La Ley de Accidentes
de Trabajo de 1900, cuerpo legislativo de gran impacto en este asunto debido a las
ambigüedades del Código Civil, hablaba del trabajo ejecutado por cuenta ajena (art.
1). Por la misma época el RD de 13 de noviembre de 1900, Reglamento de la Ley
sobre trabajo de mujeres y menores, considera patrono a «el que contrate por salario
el aprovechamiento de servicios personales para un trabajo cuya dirección y vigilancia
se reserva» (art.1). Buscando tempranamente la hibridación, el Reglamento de la
Ley de Descanso Dominical, RD 19 de abril de 1905, entendía que «es trabajo por
cuenta ajena el que se realiza por orden de un tercero, sin más beneficio (…) que el
jornal» (art. 3). Por último la Ley de Contrato de Trabajo de 1931 define al contrato
que le da nombre como «aquél por virtud del cual una o varias personas participan
en la producción mediante el ejercicio voluntariamente prestado de sus facultades
intelectuales y manuales, obligándose a ejecutar una obra o a prestar un servicio a
uno o varios patronos o empresarios o a una persona jurídica de tal carácter bajo la
dependencia de estos, mediante una remuneración, sea cual fuere la clase o forma
de ella» (art. 1). Dicha definición pasa a la Ley de Contrato de Trabajo (LCT) de 1944,
en su primer artículo. De todas formas el rasgo de la dependencia venía atenuado
en otros artículos del mismo texto legal, sobre todo en el artículo 2 de ambas LCT,
a cuyo tenor el objeto del contrato era todo trabajo «que se realice por cuenta y bajo
dependencia ajena», o como cuando el art. 23 LCT 1931 decía que «el producto del
trabajo contratado pertenecerá al patrono».
2
Por ejemplo, De La Villa Gil L.E. considera como presupuestos sustantivos del concepto
de trabajador a los de «actividad libre, productiva, dependiente y por cuenta ajena»
(«En torno al concepto de Derecho Español del Trabajo», Revista de Trabajo 26 [1969],
112 ss., ahora en De La Villa Gil, Derecho del Trabajo y Seguridad Social, ob cit.,
p. 271). También el profesor Montoya Melgar admite matizadamente la dependencia
como rasgo típico, «siempre que sea concebida como el sometimiento del trabajador a
los poderes del empresario» (El poder de dirección del empresario, IEP, Madrid 1965,
p. 72), pese a mantener como criterio distintivo básico el de la ajenidad en la utilidad
patrimonial, y detrás de ellos la mayor parte de la doctrina y de la manualística asume
la dualidad. El Tribunal Supremo había utilizado ya ambos criterios desde, al menos, las
sentencias de 22 de junio de 1932 (C.L.S. vol. VIII, p. 470), 11 de enero de 1934 (C.L.S.
vol. VII, p. 32), 11 de junio de 1935 (C.L.S., vol. XI, p. 53), 3 de enero de 1942 (AR.
77), 17 de junio de 1946 (AR. 950), 4 de marzo de 1942 (AR. 384), 13 de noviembre
de 1950 (AR. 1596), 26 de junio de 1950 (AR. 1092), 1 de julio de 1959 (AR. 1217),
18 de octubre de 1951 (AR. 2137), 21 de febrero de 1952 (AR. 187), etc., con un
predominio que parece estar a favor de la dependencia, hasta llegar a una sentencia
de 3 de febrero de 1961 (AR. 414), citada entusiásticamente por Bayón Chacón G.,
«El concepto de dependencia en el Derecho del Trabajo. ¿Comienza una evolución
jurisprudencial?», Revista de Derecho Privado, junio de 1961, pp. 461 ss., y también
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 377
citada por Montalvo Correa, Fundamentos, pág. 219, en nota. Debe tenerse en cuenta
que los mismos defensores de las teorías de la ajenidad y la dependencia han partido
de considerar válida a la contraria, aunque con un menor peso dogmático: «Reconocer
esta propiedad originaria de los frutos no significa necesariamente aceptar que sea el
único criterio utilizable para definir el trabajo objeto del Derecho del Trabajo», dice
vgr. Rodriguez–Pìñero Bravo–Ferrer, Lecciones de Derecho del Trabajo, multicopiados,
Sevilla 1970, pág. 6. Para Alonso Olea, por su parte, la dependencia existe, pero como
derivación de la ajenidad en los frutos, que sería la verdadera causa del contrato,
mientras que aquella sería un adjetivo del objeto contractual: Alonso Olea y Casas
Baamonde, Derecho del Trabajo, Civitas, Madrid 2005, pp. 53–54.
3
En Bayón Chacón, «El concepto de dependencia», cit., págs. 451 ss., y Bayón Chacón
G. y Pérez Botija E., Manual de Derecho del Trabajo, Victoriano Suárez, Madrid 1958–
59, pp. 18 a 21.
4
En Alonso Olea M., Introducción al Derecho del Trabajo, Revista de Derecho Privado,
Madrid 1974, pp. 207–209, y en La materia contenciosa laboral, Instituto García
Oviedo, Sevilla 1967, 49 ss.
5
A partir de «Sobre la esencia del Derecho del Trabajo», Murcia 1972, defiende la teoría
de la ajenidad en la utilidad patrimonial del trabajo (últimamente, en Derecho del
Trabajo, Tecnos, Madrid 2005, p. 38), muy próxima a la de la ajenidad en los frutos de
Alonso Olea.
6
«En torno a la polémica ajenidad–dependencia», Cuadernos de la Cátedra de Derecho
del Trabajo de Valencia 1 (1971), 41 ss. Defiende la teoría de la ajenidad en la
titularidad de la organización, ya muy próxima a la teoría de la inserción en el círculo
director y organizador del empresario, de matriz personalista.
7
«La ajenidad en el mercado», REDT 28 (1986), 495 ss.
8
«La dependencia y la extensión del ámbito del Derecho del Trabajo», Revista de Política
Social 71 (1966), 162 ss. Ya en su artículo «Empresa y contrato de trabajo», Anales de
la Universidad Hispalense XX (1960), p. 22, indicaba que la subordinación gozaba en
Europa de «casi unanimidad».
378 Antonio Ojeda Avilés
9
Colin y Capitant, Curso Elemental de Derecho Civil, traducción española, volumen IV,
Reus, Madrid 1955, pág. 482, cit. por Montalvo Correa J., Fundamentos de Derecho
del Trabajo, Civitas, Madrid 1975, p. 201. Otras influencias menos probables son
las Marx, Sartre y otros filósofos estudiados por Alonso Olea M. en varios estudios,
principalmente en Alienación: Historia de una palabra, IEP, Madrid 1974, y en «Sobre
la alienación», Revista de Estudios Políticos 179 (1971). Para otros autores la influencia
francesa se encuentra en la temprana traducción al español de la obra de Chatelain,
E., «El contrato de trabajo», Revista General de Legislación y Jurisprudencia CII (1903),
225 ss., 449 ss., y CIII (1903), pp. 5 ss., 211 ss. Del mismo, El contrato de trabajo.
Naturaleza de este contrato determinada por el derecho de propiedad del obrero sobre
el producto de su trabajo, Reus, Madrid 1904.
10
Sentencia del Tribunal Supremo, de 23 de noviembre de 1974, citada por Lacruz
Berdejo, J.L., Manual de Derecho Civil, Bosch, Barcelona 1979, p. 706.
11
La expresión se repite en otros artículos, pues el auxiliar, sobre todo el factor, puede
también actuar por cuenta propia, en cuyo caso se obligará directamente con la
contraparte del negocio (art. 286). Todos los artículos hacen referencia al Código de
Comercio actualmente en vigor, de fecha 1885, el cual reproduce lo establecido en el
anterior Código de Comercio de 1829.
12
La bibliografía de cada uno, incluidos los primeros, con obras respectivamente de
1895 (Moneva Pujol), y 1932 (Hinojosa Ferrer), en De la Villa Gil, «Apuntes sobre el
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 379
concepto», 11, en nota. En la doctrina italiana los más conocidos seguidores de la teoría
del riesgo son Asquini, Il diritto commerciale nel sistema della nuova codificazione.
L’architettura del libro del lavoro. Profili dell’impresa, en Scritti giuridici, Padua 1961,
vol. III, 28; y Prosperetti U., Il lavoro subordinato, en Trattato di Diritto Civile diretto
da G. Grosso e F. Santoro–Passarelli, F. Vallardi, Milán 1964, 37 ss.
13
Rodríguez–Piñero, loc cit..
14
De la Villa Gil, L.E., «Apuntes sobre el concepto», cit. p. 11, minimiza dicho impacto
porque «se abstrae el fenómeno social de la dinámica que le es propia», puesto que «el
riesgo que asume coincide con la pérdida de su condición de trabajador por cuenta
ajena».
15
Hay una mayor amplitud cuantitativa en la responsabilidad del contratista respecto a la
del trabajador: el primero no responde de los casos de fuerza mayor, mientras que el
segundo responde por ineptitud o dolo (artículos. 52 y 54 ET), y puede ser sancionado
disciplinariamente por negligencia. El resultado defectuoso o inexistente también corre
de cuenta del trabajador, pues si el salario es a comisión, solo cobrará cuando se
realice y pague el negocio (artículo 29.2 ET); si es por piezas, solo se tienen en cuenta
las no defectuosas, y si es por tiempo también perderá el salario (artículo 47 ET) o habrá
de recuperar el tiempo perdido (artículo 30 ET).
380 Antonio Ojeda Avilés
16
Lacruz Berdejo J.L., Manual de Derecho Civil, p. 706.
17
Op. cit., p. 717.
18
Al menos el «consulting engineering» es asimilable, aunque no idéntico, al
arrendamiento de servicios, opina Uría R., Derecho Mercantil, Madrid 19686, 535,
quien bajo este concepto engloba actividades tan dispares como los simples estudios
técnicos de organización empresarial, promoción o planificación de actividades
industriales o mercantiles, confección de proyectos, construcción y montaje de plantas
industriales, asistencia técnica, suministro de bienes de equipo, cesión de patentes y
otras similares.
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 381
19
Cfr. Montalvo Correa J., Fundamentos de Derecho del Trabajo, Civitas, Madrid 1975,
202–203: «tesis a la que —con ciertas matizaciones– me siento más próximo», dice.
20
De La Villa Gil, «Apuntes sobre el concepto», p 12.
21
Alonso Olea M., Introducción al Derecho del Trabajo, en el resumen efectuado por
Albiol Montesinos I., «En torno a la polémica», págs. 24–26.
22
CESSARI A., «In tema di struttura del contratto di lavoro», Rivista Trimmestrale di Dirritto
Processuale Civile, 1958, 1252, citado por ALBIOL, «En torno a la polémica», 25.
23
«Apuntes sobre el concepto», p. 12.
24
«Cuando no hay ‘resultado de trabajo’, entendido como producción de obra nueva, no
tiene objeto plantearse la cuestión de los frutos»: Lecciones, p. 6.
382 Antonio Ojeda Avilés
25
Quien agrega: «Es pues un contrato obligacional creador de un título que justifica y
da causa a una ulterior adquisición. Por el mero hecho de comprar, yo no llego a
ser dueño de la cosa comprada: es preciso que me la entregue el vendedor, y solo
entonces adquiero la propiedad» (manual de Derecho Civil, cit. p. 686.
26
Cfr., por ejemplo, la situación de los reporteros y fotógrafos free lance y la jurisprudencia
sobre los mismos analizada por Soler Masota y Luque Parra, «Relación laboral
y propiedad intelectual: el caso de los reporteros gráficos», Relaciones Laborales II
[1999], 609: «cuando el medio de prensa explote de manera continuada las fotografías
que adquiere de sus reporteros, estos toleren la situación, y (sobre todo) no se constate
pacto escrito que gobierne esta situación, cabrá presumir la existencia de una relación
laboral entre las partes». En general el trabajo de los artistas plantea en la cesión de
la propiedad intelectual el problema de la deslaborización del contrato, como indica
Hurtado González L., Artistas en espectáculos públicos. Régimen laboral, propiedad
intelectual y Seguridad Social, La Ley, Madrid 2006, p. 247.
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 383
27
«En torno a la polémica», ídem, p. 39.
28
Salvo cuando el contratista pone la materia sumministrada, artículos 940 y 2223 CC
italiano, indica en «Variazioni sull contratto di opera», en VVAA (Carullo V., coord.),
Studi in memoria di Ludovico Barassi, Giuffrè, Varese 1966, pp. 811–812.
384 Antonio Ojeda Avilés
29
Entre los análisis históricos y filosóficos sobre la revolución industrial y la alienación del
trabajador cabe citar, significativamente, a Alonso Olea M., «La Revolución Industrial y
la emergencia del Derecho del Trabajo», Revista de Trabajo 41/42 (1973); del mismo,
«Inalienabilidad de la persona, alienabilidad de los servicios», Anuario de Derecho Civil
XXVIII/V (1975); del mismo, De la servidumbre al contrato de trabajo, Tecnos, Madrid
1979; del mismo, Alienación: historia de una palabra, IEP, Madrid 1974; del mismo,
«Personalidad, propiedad y arrendamiento de servicios. Un estudio sobre Hegel», en
VVAA, Libro Homenaje a Jaime Guasp, Comares, Granada 1984; del mismo, «Sobre
la alienación», Revista de Estudios Políticos 179 (1971) y 181 (1972); del mismo,
«Alienación en Sartre. La visión terrorífica del otro», en VVAA, Estudios en memoria
del profesor Legaz Lacambra, CEC y FDUC, Madrid 1983; del mismo, «División del
trabajo y alienación en ‘La riqueza de las naciones’ «, Hacienda Pública Española 53
(1978); del mismo, «Las raíces del trabajo alienado en Carlos Marx», Anales de la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas 61 (1984).
30
La intención de la teoría fue desde el principio «salvar alguna objeción contra la tesis
de la ajenidad en los frutos, que evidentemente sirvió de punto de partida, señala
MONTOYA MELGAR A., Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid 200526, pág. 38,
en nota, donde además recogía las palabras de Alonso Olea en la edición de su
Introducción al Derecho del Trabajo inmediatamente posterior a la aparición de la
teoría de la utilidad: «La expresión fruto ha de ser entendida en el amplio sentido
de abarcar toda resultante del trabajo productivo del hombre (…); de ahí que pueda
afirmarse que la ajenidad refiere a la utilidad patrimonial del trabajo».
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 385
31
Albiol Montesinos I., «En torno a la polémica», p. 31.
32
Albiol Montesinos I., op. cit., p. 39.
386 Antonio Ojeda Avilés
33
De la Villa Gil L.E., «Apuntes sobre el concepto», p. 12.
34
Albiol Montesinos I., «En torno a la polémica», p. 33.
35
Alarcón Caracuel M.R., «La ajenidad en el mercado», cit., pp. 495 ss. En la página 549
indica que su tesis es la de la intermediación del empleador.
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 387
36
Por ejemplo, el servicio doméstico, en la crítica efectuada por Valle Muñoz J.M.,
«Evolución doctrinal sobre el concepto de trabajador en el Derecho del Trabajo
Español», Revista de Trabajo 889 (1988) 87 ss., considerada como «la crítica más
decisiva que puede hacerse a la postura» (Cairós Barreto D.M., Contratos de mediación
laboral y de agencia mercantil. Un estudio sobre el objeto del contrato de trabajo y sus
transformaciones, Lex Nova, Valladolid 2004, p. 74).
37
Se calcula en cerca de 200,000 el número de económicamente dependientes en una
cifra global de aproximadamente 3,5 millones de autónomos afiliados al Régimen
Especial de la Seguridad Social de Autónomos.
38
VV.AA. (Supiot A., coord.), Beyond Employment, Changes in Work and the Future of
Labour Law in Europe, Oxford University Press, Oxford 2001, p. 17 (hay traducción
española).
39
Por ejemplo, el contrato de agencia mercantil viene definido en la Ley 12/1992, de 27
de mayo, sobre Contrato de Agencia Mercantil, de la siguiente forma en su art. 1: «Por el
contrato de agencia una persona natural o jurídica denominada agente se obliga frente
a otra de manera continuada y estable a cambio de una remuneración, a promover
actos u operaciones de comercio por cuenta ajena, o a promoverlos y concluirlos por
cuenta y en nombre ajenos, como intermediario independiente, sin asumir, salvo pacto
en contrario, el riesgo y ventura de tales operaciones». El artículo 2 admite y regula la
posibilidad de que tales agentes puedan ser trabajadores subordinados: «Se presumirá
dependencia cuando no pueda organizar su actividad profesional ni el tiempo dedicado
a ella conforme a sus propios criterios».
388 Antonio Ojeda Avilés
40
Véase el RD 1438/1985, d 1 de agosto, por el que se regula la relación laboral de
carácter especial de las personas que intervengan en operaciones mercantiles por
cuenta de uno o más empresarios, sin asumir el riesgo y ventura de aquellas. En el
sentido de la ambivalencia de los mediadores, representantes de comercio y agentes
comerciales, Cairós Barreto, Contratos de mediación laboral y de agencia mercantil,
cit., p. 77.
41
Véase la nota anterior, en donde las notas de dependencia no derivan del buen fin de
la operación, el cual puede regularse por pacto entre las partes.
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 389
42
Cfr. por ejemplo, las dificultades para establecer este criterio en el caso de los reporteros
gráficos, que lleva a Soler Masota y Luque Parra a hablar de «diáspora jurisprudencial»
y a ubicar la ajenidad en el mercado como criterio que camina parejo al de la ajenidad
en los frutos y necesita de este («Relación laboral y propiedad intelectual», cit., pp.
606–608).
43
García Becedas G., Introducción al Derecho Español del Trabajo. Caracteres y
Fundamento, Civitas, Madrid 1994, p. 271.
44
Defiende la ajenidad como una noción compleja Luján Alcaraz J., La contratación
privada de servicios y el contrato de trabajo, MTSS, Madrid 1994, pp. 355 y ss.
45
Cairós Barreto hace esta crítica, acertadamente, a la teoría de la ajenidad en el mercado,
en Contratos de mediación laboral, cit., p. 73.
46
Derecho del Trabajo, Ceura, Madrid 2003, pág. 627 y 641. En el mismo sentido, Cairós
Barreto, op.cit., p. 77, y sentencias TS de 7 de julio de 1996 (AR. 5631) y 21 de
octubre de 1996 (AR. 8177) citadas por la autora.
390 Antonio Ojeda Avilés
47
Soler Masota y Luque Parra, «Relación laboral y propiedad intelectual», cit., p. 608.
48
Pérez De Los Cobos F., «El trabajo subordinado como tipo contractual», pp. 39 y 43.
49
Rodríguez–Piñero M., Lecciones, p. 10.
50
Rodríguez–Piñero M., ibídem, donde agrega: «Entre las partes existe un vínculo personal
de mutua lealtad».
51
En una sistematización cumplida por De la Villa Gil, L.E., las primeras normas laborales
referidas a la relación laboral serían: normas sobre el trabajo de mujeres, niños y otra
categorías especiales de personas; normas sobre salarios; normas sobre descanso dominical;
normas sobre jornada de trabajo; y normas sobre seguridad e higiene: La formación histórica
del Derecho Español del Trabajo, Comares, Granada 2003, pp. 83 ss.
52
«La simpleza del sistema indiciario es la base de la eficiencia de la subordinación»,
señala Ugarte Cataldo J.L., «La subordinación jurídica y los desafíos del nuevo mundo
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 391
contar para nada con su poseedor. Y el trabajo ha sido durante siglos una
mercancía que los economistas trataron de aislar conceptualmente para
darle un precio y someterla a las reglas del mercado, en lo cual hallaron
inesperados aliados en los propios trabajadores que competían unos contra
otros por alzarse con el empleo.56 El empresario desea poder utilizar sin
trabas esa fuerza de trabajo ajena, por lo que se reserva el cómo una vez
que ha contratado el cuándo.57 Pretende disponer del control de esa fuerza
con la misma libertad que hallaba en los primeros siglos de la liberalización
y le garantizaron las leyes, cuando el trabajador se hallaba inerme y su voz
no contaba porque llegaba a la ciudad expulsado de sus antiguos campos.
Para el uso cuasipleno del trabajo dispone de una vía sutil y elegante
en la mayoría de los países, la aplicación analógica de los principios del
arrendamiento de cosas a las numerosas lagunas del arrendamiento de
servicios en los Códigos: en el español, por ejemplo, hablamos de los
cuarenta artículos del de cosas contra los cinco del de servicios, ocupando
los trece del de obra una posición intermedia quizá más proclive al primero
que al segundo. En otros países las recopilaciones civiles eran aún más
chirriantes. Como indica Veneziani, el laconismo del Código se debía
suplir de alguna forma destilando de los principios generales relativos a
la locación de las cosas los aplicables a la de servicios.58 Pero los contratos
civiles no sirven, probablemente porque la codificación y la pandectística
56
De «guerra civil» entre los trabajadores habla Pérez Díaz P., El contrato de trabajo y la
cuestión social, con prólogo de don Gumersindo de Azcárate, presidente del Instituto
de Reformas Sociales, Reus Editores, Madrid 1917, pág. 154. Los conflictos derivados
de la competencia por obtener los empleos y mantener los salarios debieron ser
frecuentes, pues incluso están documentadas protestas de los trabajadores adultos por
el empleo de niños en los puestos de trabajos reservados a aquellos. Los empresarios
del textil, por ejemplo, contrataban habitualmente a familias enteras, y los anuncios
en la prensa indicaban incluso el número de hijos que deseaban para emplear en
las diferentes tareas: así, un anuncio de 1820 en Reino Unido por el que una fábrica
de algodón buscaba familias con entre cinco y ocho hijos para contratar, citado por
Kuczynski, Evolución de la clase obrera, Guadarrama, Madrid 1967, 63, y Montalvo
Correa, Fundamentos, 104.
57
Sentencia Collins vs. Herts County Council [1947]: «en un caso el comitente puede
ordenar o requerir qué debe hacerse, mientras que en el otro, [el empresario] no solo
puede ordenar o requerir qué debe hacerse, sino cómo debe hacerse». Sentencia
Mersey Docks and Harbour Board vs. Coggins and Griffith Liverpool Ltd. [1947]: es
empresario la persona que no solo controla el trabajo a realizar, sino también el cómo
de realizarlo. Ambas sentencias cit. por Galiana Moreno J., El contrato de trabajo en el
Derecho inglés, Bosch, Barcelona 1978, p 33.
58
«Contratto di lavoro, potere di controllo e subordinazione», p. 413.
394 Antonio Ojeda Avilés
59
Los debates jurídicos sobre la naturaleza de la relación laboral como de compraventa o
arrendamiento fueron frecuentes, y todavía en el proyecto de Código Civil de 1821, el
art. 42 establecía: «Es propiedad: 1º. El derecho de aprovecharse y disfrutar libremente
del producto del trabajo personal. 2º. El derecho de aprovechar los servicios que
prestan a cada uno las personas o las cosas ajenas con arreglo a la ley».
60
«Por control entendemos el poder de impartir órdenes al trabajador, con la expectativa
de que serán obedecidas»: Fridman G.H.L., The Modern Law of Employment, Stevens
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 395
and Sons, Londres 1963, pág. 20, quien agrega: «Visto en tal sentido, el test más
importante de servicio es si la persona considerada como trabajador (servant) se hallaba
bajo el control del considerado como empleador (master)», y cita en este sentido varias
sentencias.
61
Veneziani B., op. cit., p.412.
62
Las frases entre comillas últimamente citadas pertenecen a las Sentencias Performing
Right Society Ltd. vs. Mitchell and Booker [1924] y Gibb v. United Steel Co. Ltd.
[1957]. Ambas sentencias, y la Yewens vs. Noakes, en Galiana Moreno J., El contrato
de trabajo en el Derecho inglés, pág. 32. En pág. 39 cita también las sentencias debidas
a Lord Cooper y a Lord Thankerton en los casos Park vs. Wilsons and Clyde Coal Co.
Ltd [1928] y Short vs. Henderson Ltd. [1946], respectivamente, el segundo recogiendo
literalmente lo establecido por el segundo, en el sentido de considerar como indicios
de la relación laboral: (a) al poder del empresario de elegir al trabajador, (b) al pago de
un salario, (c) al poder del empresario de controlar el modo de ejecución del trabajo,
y (d) al poder del empresario de suspensión y despido. De los cuatro indicios, el de
control se consideraba el más importante.
396 Antonio Ojeda Avilés
1917 Pérez Díaz, este contrato no puede ser más que el uso y disfrute de
la actividad ajena, con un fin útil, por mayor o menor cantidad de tiempo
a cambio de remuneración o recompensa.63 Ocurre, sin embargo, que los
contratos vienen denominados normalmente conforme a la prestación
típica, que es la debida por quien percibe el precio, y en este caso se trataba
del trabajo. Pese a lo cual hay contratos cuya denominación no sigue
tal regla, como por ejemplo el de compraventa, o el romano de locatio
conductio.64
En puridad el de trabajo refiere, no a la accesión o a la especificación,
sino al usufructo, a cuyo tenor el usufructuario/empleador consigue «el
derecho de goce más amplio que se puede estructurar sobre cosa ajena»,
como indica el artículo 471 CC,65 con derecho a «gozar plenamente de la
cosa; a extraer de ella la totalidad de sus utilidades»,66 durante el tiempo y
en las condiciones marcadas por el título de constitución y, evidentemente,
salva rerum substantia. Tal es la intención del empleador cuando contrata,
la explotación absoluta de las fuerzas productivas del trabajador durante la
jornada pactada, como le reconocerá radicalmente el legislador británico
durante los siglos XVIII y XIX y con mayores matices la judicatura francesa
del siglo XIX.67
Mediante el contrato de trabajo se trataba de marcar la diferencia con
los tipos conocidos de contratos contemplados por los códigos civiles y
63
Pérez Díaz P., El contrato de trabajo y la cuestión social, p. 130.
64
Que en Derecho Romano se utilizaba para regular la entrega de una cosa por su
propietario a un tercero para ser usada o para trabajar sobre ella, pagando el precio
quien resultara beneficiado por la cesión, ya el locator, ya el conductor.
65
Díez–Picazo y Gullón Ballesteros, Instituciones de Derecho Civil, vol. II, Tecnos,
Madrid 1974, p. 218.
66
Lacruz Berdejo J.L., Manual de Derecho Civil, cit., p. 390.
67
La jurisdicción francesa de los tribunales industriales posterior a la Revolución y hasta
1868 consideró que los preceptos del Code por los que el amo sería creído respecto
a la cuantía del salario no eran aplicables a los trabajadores, sino solo a los criados y
jornaleros. No hubo durante ese tiempo penalización criminal de los abandonos del
empleo. Desde los años 1860, el deber de obediencia a las órdenes del empresario
se acentuó, sin embargo, mientras que las sanciones criminales británicas quedaron
abolidas, en una convergencia hacia el concepto unitario de contrato de trabajo:
Cottereau A., «Industrial Tribunals and the Establishment of a Kind of Common Law of
Labour in Nineteenth Century France», apud VVAA (Steinmetz W., edición), Private Law
and Social Inequality in the Industrial Age. Comparing legal cultures in Britain, France,
Germany and the United States, Oxford University Press, Oxford 2000, pp. 219–220.
El autor suaviza bastante, sin embargo, las consecuencias esclavizadoras de la libreta
de trabajo en Francia.
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 397
68
Así, en el cuidado de los bienes entregados en usufructo (art. 497 CC), o en el
cumplimiento de la obligación (artículo 1104 CC).Ver también arts. 270, 498, 1094,
1555, 1719.2, 1889, 1903 in fine CC.
69
Se alude al mismo en la gestión de cuentas en participación, en la gestión de los
asuntos confiados al factor, o en la explotación de empresa arrendada, por ejemplo. El
criterio halla también expresión en Alemania.
70
Vaquero Pinto M.J., El arrendamiento de servicios. Propuesta de modelo general para
la contratación de servicios, Comares, Granada 2005, p. 505.
71
Pese a lo cual, algunas sentencias británicas han considerado distintos los test de obediencia
y de control, como explica Fridman G.H.L., The Modern Law of Employment, Stevens and
Sons, Londres 1963, pp. 19–20, quien añade que están «íntimamente conectadas».
Ajenidad, dependencia o control: la causa del contrato 399
72
Subsisten sin embargo algunas diferencias: en las relaciones industriales se ha
abandonado mayoritariamente la idea de la autogestión de los trabajadores, que
correspondería a la democracia política plena, en favor de la cogestión, que deja a
los empresarios una sustancial cuota de poder. El objetivo de la democracia industrial
no consiste en transferir el control de los medios de producción, sino en compartirlo
a partes iguales, posiblemente bajo el modelo germánico de la Mitbestimmung in der
Montanindustrie.
73
La evolución del concepto de Industrial Democracy en los países anglosajones y de la
Wirtschaftsdemokratie en Alemania, con su riqueza de acepciones, en Pedrazzoli M.,
Democrazia industriale, pp. 127 ss.
74
Zachert U., «Hugo Sinzheimer: juriste praticien et pionnier du droit moderne. Autonomie
collective, liberté individuelle et démocratie sociale», apud VVAA (Herrera C.M., dir.),
Les jurites de gauche sous la République de Weimar, Kimé, París 2002, 56. Pedrazzoli
M., Democrazia industriale e subordinazione, Giuffrè, Milán 1985, en especial pp.
103 a 107. Otros intentos de contrarrestar la verticalidad del contrato con el equilibrio
de la asociación se han dado en la Historia, siendo uno de los más importantes el de
400 Antonio Ojeda Avilés
este sector del Ordenamiento; a pesar de que Barassi viene criticado como
uno de los autores que más hizo por conservar el contractualismo estricto y
«civilista» en el Derecho del Trabajo,75 el poder de dirección del empresario
le inspiró su teoría de la potestad del empresario para alternar, a signoria,
los contratos de trabajo con los de servicios autónomos en el desempeño
de la moderna empresa. Un fenómeno muy actual en toda Europa, del cual
se extrae una segunda evolución futura del Derecho del Trabajo hacia los
campos inéditos del trabajo autónomo.
El poder organizativo del empresario explica con mayor precisión,
como acabamos de ver, los antecedentes, la evolución y las posibles rutas
del contrato y su causa. Las convulsiones de los siglos XVIII y XIX en
Europa impiden un seguimiento más preciso de la doctrina judicial ante el
fenómeno de las relaciones industriales, salvo en el caso de Reino Unido, y
las pocas sentencias del siglo XIX español expurgadas por la meritoria labor
de algunos especialistas no ofrecen pistas seguras sobre la actitud judicial
ante el nacimiento del contrato de trabajo.76
De más está decir que la diferencia con otros tipos contractuales
cercanos, como el arrendamiento de servicios, se halla en el tipo —y no
77
La distinción entre obligación de medios del trabajador como reflejo del modo de ser
subordinado del contrato de trabajo, como contrapuesto a la obligación de resultados
del contratista independiente, en Santoro–Passarelli F., «Variazioni sull contratto di
opera», cit., pp. 810–811.
78
Sobre el «nuevo criterio de la integración orgánica», Luján Alcaraz J., «Las notas de laboralidad.
Una aproximación en clave jurisprudencial», Aranzadi Social V (2000), p. 269.
79
Prosperetti U., Il lavoro subordinato, cit., pp. 40–41.
80
Así lo expresaba la sentencia Performing Right Society Ltd. vs. Mitchell and Booker
[1924] I K.B. 762 at p. 767: «Certainly the test to be generally applied lies in the nature
and degree of detailed control over the person alleged to be a servant» (apud Cooper
W.M. y Wood J.C., Outlines of Industrial Law, Butterworths, Londres 1966, p. 4).
81
De ahí que para Santoro–Passarelli F. no quepa efectuar una distinción entre contrato
de trabajo y de arrendamiento de obra, porque este último puede efectuarse también
en régimen de subordinación («Variazioni sull contratto di opera», pp. 810–811).
402 Antonio Ojeda Avilés
entre las partes y dar así origen al tipo contractual moderno. Cuyos
vínculos con el arrendamiento de servicios son meramente formales,
porque su causa no se encuentra en el resultado o fruto, sino en el control
del esfuerzo laboral, y las correcciones iniciales a la verticalidad del mismo
advienen de la mano de la negociación colectiva y/o de los medios de
solución extrajudiciales. Del mismo modo que los comerciantes crearon
un Derecho mercantil autónomo que después el Estado hizo propio, así
también industriales y obreros crearon un Derecho del Trabajo autónomo
en las populosas fábricas de las grandes ciudades, cuyo instrumento más
olvidado hasta el presente es el contrato que le da nombre.82 Un tema al
que dedicaré atención en otro lugar.
82
La sociedad crea un Derecho al margen del Estado en multitud de áreas, y no solamente
en materia laboral o mercantil. Gurvitch G., L’Idée du Droit Social. Notion et système
du Droit Social, Sirey, París 1932, pp. 53 y ss., distingue al respecto entre Derecho
Social puro e independiente (el Derecho Canónico, el económico, el internacional,
etc.), el Derecho Social puro, pero sometido a la tutela estatal (el de integración de
diversos grupos particulares, etc.), el Derecho Social anexionado por el Estado, pero
autónomo (tendencias descentralizadoras territoriales, autogobierno local, sindicatos
[corporativos], servicios públicos descentralizados, representaciones profesionales en
órganos del Estado, etc.), y Derecho Social condensado en el Ordenamiento estatal
(autolimitación del Estado, soberanía del pueblo, derechos públicos subjetivos, Estado
federal, etc.).
RESEÑAS
Luna Pizarro: político y legislador 405
La primera vez que oí de Javier de Belaunde fue cuando llegó a Lima, esta
vez para quedarse, en 1956, en su calidad de diputado por el departamento
de Arequipa. Integraba, vale decir, la lista parlamentaria del novísimo como
pujante partido Demócrata Cristiano, que tanta influencia iba a tener en
los próximos años, hasta su total desaparición en los inicios del docenio
militar.
Era yo, por entonces, estudiante del colegio de los padres jesuitas, y
ahí matriculó a su hijo, Javier junior, por así llamarlo, y con quien con los
años iba a compartir.
De este hecho me enteré por la lectura de los periódicos, a los que fui
muy aficionado desde niño, en una época en que Lima no era una ciudad
muy animada —salvo en determinadas épocas del año— y en donde,
además, no habían demasiados espectáculos públicos y por cierto no
existía la televisión. Por medio de mi madre fui noticiado —como dicen
los argentinos— de este pariente mío por doble vertiente —Belaunde y
además Diez–Canseco— pero que había permanecido en el terruño, a
diferencia de mi rama que, por motivos políticos y de fuerza mayor, se vio
obligada a trasladarse a la capital.
∗
Reconstrucción de la intervención en la presentación del libro de Javier de Belaunde
Ruiz de Somocurcio «Justicia sin crueldad» (Cartas inéditas 1814–1854) Francisco
Javier de Luna Pizarro, fundador de la República editada por el Fondo Editorial del
Congreso de la República, y que se llevó a cabo el día 23 de octubre de 2006 en el
local del Congreso.
∗∗
Profesor Principal de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del
Perú.
406 Domingo García Belaunde
*******
Ahora bien ¿por qué tienen importancia las cartas de Luna Pizarro? La
respuesta sería que en principio las cartas, siempre o casi siempre, dicen
cosas interesantes, que nos ayudan a entender mejor a un personaje. Es
cierto que a veces existen cartas impublicables, pero no siempre esto es así.
Las cartas, mucho mejor que las memorias—que a veces son memorias
de los otros—reflejan aspectos o detalles que no salieron a la publicidad,
sea por descuido o por prudencia. En lo personal, siempre he sentido una
fascinación por el epistolario de las personas, de manera especial de aquellas
que ocuparon altas posiciones o tuvieron actividad destacada en alguna
actividad pública o de importancia cultural. Pero muchas veces la edición
de las cartas demora, o llegan incompletas o mutiladas, lo cual obliga a un
mayor esfuerzo en la edición y comprensión de las mismas. Pero, como
decía, son siempre un elemento a tomar en cuenta.
Sin embargo, en el caso de Luna Pizarro las cartas son esenciales
para conocer su pensamiento político, ya que él mismo, como ha sido
señalado por los estudiosos, era hombre de acción más que hombre de
letras. El mismo Basadre, tan acertado en sus juicios, dice que mientras
Sánchez Carrión hablaba, Luna Pizarro actuaba. Y no solo no escribió
nada, sino que lo que sabemos de él se desprende de su actuación, de
algunos de los discursos que pronuncio, de la impresión que dejo sobre sus
contemporáneos y de lo que se dice en su correspondencia.
Quizá por eso mismo, y por el largo silencio que el mismo Luna
Pizarro se impuso, es que su actuación política ha dado origen a un
sinfín de interpretaciones, muchas de ellas contradictorias como para ser
todas ellas verdaderas. A lo que se añade que son pocos, poquísimos, los
que han dedicado su atención a nuestro personaje. Sin ser exhaustivos,
recordemos en la década del 20 los estudios de Jorge Guillermo Leguía,
a fines de la década del cincuenta, el notable trabajo de Alberto Tauro y
más recientemente la muy completa biografía de Carmen Villanueva. En
ninguna de ellos existe, hasta donde alcanza mi información, una relación
de los libros de la biblioteca de Luna Pizarro, que este donó al final de sus
408 Domingo García Belaunde
días, por lo que es difícil saber realmente cuáles fueron sus lecturas o sus
textos de preferencia y que nos ayudarían a entender lo que hizo o lo que
pretendió. Es claro que mantenía correspondencia epistolar con gente que
lo informaba y sobre todo era lector asiduo de periódicos europeos—en
especial españoles e ingleses—que lo mantenían al día de los sucesos del
exterior. Pero esto siendo interesante, no es suficiente.
De ahí pues la dificultad de ubicar al personaje y sobre todo comprenderlo
(Bolívar, como se sabe, lo llenó de epítetos, si bien al principio confió
en él). Como dice Jorge Guillermo Leguía: «calla más que lo que dice
[...]» Y William Tudor, cónsul de los Estados Unidos en la Lima de aquel
entonces, en cita que trae Tauro, dice de él: «Es un hombre de talento, de
maneras agradables, muy republicano en sus principios, y parece que de
sacerdote no tiene más que el hábito». Y el mismo Tauro reconoce que fue
un republicano liberal.
La breve presentación que hace a este volumen Javier de Belaunde,
no solo recuerda estos hechos y los amplia y precisa, sino que añade una
explicación a las actitudes que Luna Pizarro tuvo en los tres lustros que actuó
de manera decisiva en política y que con toda seguridad ayudará a terminar
de eliminar cierta leyenda negra que parecería aun flotar sobre el ambiente.
De hecho, si bien Sánchez Carrión fue el tribuno de la República (así lo
calificó Porras Barrenechea), fue Luna Pizarro el que contribuyó a asentarla
y hacerla firme y en todo caso, a fundar nuestro constitucionalismo liberal,
como lo demuestra una objetiva comprobación de los hechos.
*******
La vida y la obra de Luna Pizarro han sido analizadas, las pocas veces que
esto ha sucedido, dentro del ámbito de su actuación política, importante
por cierto. Pero yo quisiera destacar aquí, por deformaciones propias del
oficio, lo que en su momento Tauro y ahora Javier de Belaunde, ponen
de manifiesto, que es su labor constitucional. En efecto, Luna Pizarro,
estuvo vinculado no solo a la independencia política del Perú, sino además
a su configuración como república constitucional, como lo acredita, sobre
todo, su activa participación en la confección y puesta en práctica de las
«Bases de la Constitución peruana» de 1822, que dieron golpe de gracia
a las aspiraciones monarquistas de San Martín (que por lo demás, ni eran
Luna Pizarro: político y legislador 409
*******
Cuando mi tío Javier de Belaunde se puso a la tarea de ordenar estas
cartas y publicarlas para cumplir un viejo anhelo, nunca pensé que me
pediría que participase en la presentación de este ingente trabajo suyo.
Cuando así lo hizo, me sentí muy honrado porque significaba una
deferencia hacia mí, fruto, seguramente, de la amistad que hemos cultivado
en las últimas décadas. Pero al mismo tiempo, asustado por la tarea de
meterme en textos históricos en los cuales me declaro incompetente. Pero
leyéndolos, me he animado a repasar, desde un punto de vista jurídico–
Luna Pizarro: político y legislador 411
Dos maestros y amigos nos han regalado sendos prólogos en los que advierten
al lector de la sutil unidad que anima esta obra colectiva «Ensayos Jurídicos
Contemporáneos. Testimonio de una Huella Académica», que nuestra
promoción 1980 presenta esta noche, como una prueba universitaria de
gratitud a todos los que nos formaron en las aulas de la Facultad de Derecho
de la Universidad Católica, y como una expresión de gozo por habernos
reunido la Providencia en esta promoción que no es sino un vehículo de
hermandad que se actualiza a cada momento.
Marcial Rubio y Fernando de Trazegnies, nuestros prologuistas, fueron
en efecto dos de nuestros más apreciados profesores y quiero arriesgarme
a desarrollar la idea de la sutil unidad de la obra que presentamos,
apoyándome en las clases y temas que ellos trataron y en la evolución que,
*
Nota explicativa o crónica del claustro: La promoción de la Facultad de Derecho
«Enrique Normand Sparks» celebró el año 2005 el aniversario vigésimo quinto de
haber egresado de las aulas universitarias. Con tal motivo, durante el año jubilar se
organizaron diversas actividades sociales, deportivas y una muy especial de homenaje
a nuestro recordado padrino en noviembre del 2005. No quisimos, como promoción,
que las celebraciones carecieran de contenido académico y, con este ánimo, se
editó una compilación de artículos y ensayos jurídicos, escritos por miembros de la
promoción. La publicación, bajo el título que da nombre a la presentación que sigue
(Lima: Pacífico Editores, 2006), tuvo como editor al profesor y miembro de la promoción
Pierre Foy y fue presentada en un acto académico en el Auditorio de Derecho el martes
26 de septiembre del 2006, con la presencia del decano de la Facultad de Derecho,
doctor Javier Neves, y del doctor Fernando de Trazegnies, quienes brindaron cálidas y
generosas palabras para nuestra promoción. En dicha ocasión, me cupo compartir una
reflexión sobre la obra publicada. El texto siguiente es la versión corregida del discurso
ofrecido aquella noche. (N. del autor)
**
Profesor principal del Departamento Académico de Derecho. Secretario General de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
414 René Ortiz Caballero
desde esos años, es posible advertir en esta publicación y que nos permite
llamar contemporáneos a estos ensayos jurídicos.
Empecemos con dos puntuales recuerdos: Marcial Rubio nos dictó el
primer curso de la carrera, Introducción al Derecho, y lo sigue haciendo
hoy bajo el nombre de Introducción a las Ciencias Jurídicas. No había
publicado aún en 1977 su obra fundamental, sin cuya lectura no era ni es
posible ser abogado, pero compartió con nosotros esas ideas que luego se
imprimirían.
¿Cómo ser abogado sin conocer cabalmente las tres teorías básicas del
sistema jurídico? Es decir: La teoría de las fuentes del derecho, la teoría de
la norma jurídica y la teoría de la interpretación jurídica. Si usted, abogado,
no sabe dónde están las normas, qué dicen las normas y qué quieren decir
las normas, entonces aún no es abogado.
Estas tres teorías eran los pilares de un todo orgánico, racionalizado,
conocido como «El Sistema Jurídico», a la postre el título de este libro
esencial, sirviendo de imagen necesaria a partir de la cual se podía empezar
a aprender el derecho. La ley se enseñoreaba todavía lozana por sobre
los desdenes de las ciencias sociales, que nos invitaban seductoramente
a distinguir entre «derecho y sociedad». Marcial mismo propiciaba
estos acechos pero la interpretación estricta, aplicando los métodos a
partir de ciertos criterios, nos proporcionaba certidumbre en nuestro
desenvolvimiento como estudiantes de derecho y luego como abogados.
Segundo recuerdo. «Estudiar Derecho es estudiar la ley» era una oración
provocadora que Fernando de Trazegnies escribía en la pizarra durante sus
clases de Filosofía del Derecho retándonos a contradecirla. El reto nos
parecía fácil pues constituíamos una generación que se había formado en
la década de los setenta, la del boom de las ciencias sociales, pero solo en
apariencia. Fernando, paso a paso, clase tras clase, nos hacía caer en la
cuenta, a partir de la reflexión personal provocada con la frase, de que
cada uno exhibía en su desenvolvimiento cotidiano como abogado, como
aprendiz de abogado, una «noción de derecho» no necesariamente explícita
y menos acabada. Y lo peor de todo es que esa noción o idea acerca del
derecho se acercaba peligrosamente a la oración de la pizarra y que, para
colmo, no era original sino que reflejaba un modelo teórico, el del derecho
moderno, un derecho organizado bajo formas racionales, autónomo
Ensayos jurídicos contemporáneos: testimonio de una huella académica 415
de la norma que prescribe conductas para reemplazarla por una norma que
postula objetivos por alcanzar; a la seguridad jurídica, le opone una justicia
de nuevo cuño, porque es indispensable que esos nuevos valores u objetivos
que servirán para discernir lo lícito de lo ilícito encuentren concreción en
la asignación proporcional de responsabilidades. Dar a cada quien lo que
le corresponde y no solo estar seguro de lo propio es, una vez más, la tarea
encomendada a los hombres y mujeres de leyes.
Repasemos rápidamente los catorce trabajos y verán que los autores,
sin habernos puesto de acuerdo, reproducimos estas características.
Alberto Bolívar nos describe la legislación sobre seguridad y defensa
nacional y antes que postular qué debe decir la norma, reclama que sean
reguladas a partir de una opción política por un estado democrático, es
decir, por un valor superior.
Gladys Camacho desarrolla los principios de publicidad y transparencia
que deben guiar el proceder de los órganos de un Estado, al punto que
contribuyen a autorregular el comportamiento de la autoridad y postula
criterios que hacen patente la justicia que debe presidir esa temática: por
ejemplo, terminar con el secretismo, que la información sea oportuna, veraz
y suficiente, no discrecional sino un deber para todas las dependencias
públicas. Por si hiciera falta, la autora nos ofrece grados de realización de
los señalados principios de publicidad y transparencia, los nuevos nombres
de la verdad con la que se alcanza una justicia por ende nueva.
Pierre Foy, editor cabal de este libro, nos introduce en ese todavía
joven ámbito de valores que llamamos «derecho ambiental» que, como él
mismo refiere, surge ante la crisis ambiental y ante modelos de desarrollo
denominados insostenibles. Pierre empieza diciendo que examinará la
Ley General del Ambiente, lo cual suena a moderno, pero no se limita
a ella; siente que debe definir el derecho ambiental y ofrecer al lector ese
ámbito de valores que el derecho en sus distintas ramas, internacional,
procesal, administrativo o tributario debe cautelar. En suma, una visión
compendiosa del derecho desarrollado en torno de otro campo de valores
superiores.
Sandro Fuentes toca un tema técnico del derecho de los contratos y,
me dije, aquí sí encontraremos doctrina jurídica ortodoxa. Pero no. Sandro
Ensayos jurídicos contemporáneos: testimonio de una huella académica 417
En defensa de la PUCP
*
El presente texto contiene la demanda, la contestación a la demanda y 5 informes sobre
el tema.
426 Jorge Avendaño V.
A partir de noviembre del año 1957, al haber cesado todas las personas
designadas nominalmente por el testador como integrantes de la junta de
administración, esta quedó conformada por el entonces Rector de la PUCP,
Monseñor Fidel Tubino, y el Señor Germán Ramírez Gastón, designado
por el Arzobispo de Lima.
El año 1964, esto es veinte años después del fallecimiento de don José
de la Riva Agüero, la PUCP adquirió la propiedad de los bienes de la
herencia. Así quedó inscrito en el Registro de la Propiedad Inmueble en las
partidas de inscripción correspondientes.
La junta siguió actuando con posterioridad al año 1964 (veinte años
de la muerte de Riva Agüero). Sin embargo, en sesión del 13 de julio de
1994, la propia junta, con la presencia del Rector Salmón Lerner Febres y
del representante del Arzobispo Dr. Carlos Valderrama Adrianzén, acordó
por unanimidad lo siguiente:
[…] la interpretación adecuada de la intención de don José de la
Riva Agüero y Osma de entregar la administración de sus bienes a
una Junta era la de asegurarse los fondos necesarios para perpetuar
la mandas que había dispuesto en su testamento, por lo que no se
428 Jorge Avendaño V.
De la parte demandante.–
De la parte demandada.–
propiedad como la enfiteusis, por una o más «vidas» (cada una de 50 años),
conducían a una propiedad de la cual no se podía disponer o, en todo caso,
cuya disposición no quedaba librada solo a la decisión del propietario.
Las normas jurídicas atienden así a las ventajas de orden económico:
conviene que la propiedad circule con la sola decisión de una persona. La
circulación de la propiedad crea riqueza.
La norma del artículo 882 del Código Civil, ya citado, concuerda
con la del artículo 189 del mismo Código, según la cual si el hecho que
constituye el cargo es ilícito, el acto jurídico subsiste sin cargo alguno.
Como ya vimos, la prohibición de enajenar es ilícita, no se puede pactar.
Pues entonces Riva Agüero no podía imponer a su heredera un cargo
contrario a la ley.
En cuanto a la doctrina, la más autorizada admite que el testado
establece la prohibición de enajenar, pero tal inalienabilidad del legatario
(en este caso la PUCP) no puede ser perpetua. Así, los Mazeaud2 dicen:
La inalienabilidad no crearía bienes en manos muertas más que si fuera
perpetua; en consecuencia, solamente cabe prohibir la inalienabilidad
perpetua.
Luego, comentando la jurisprudencia francesa, los mismos autores
señalan:
La inalienabilidad debe ser solamente temporal. La Corte de Casación
indica la razón de esta exigencia: una prohibición perpetua «tendría
por resultado colocar los bienes, durante muchísimo tiempo, fuera
de la circulación», y sería un atentado gravísimo para la libertad de
comercio.
Por otra parte, el autor español José Ignacio Cano Martínez de Velasco
en su obra «Las prohibiciones de disponer» dice:
Se ha considerado, y esta es la tesis más correcta y generalizada, que la
disponibilidad es una facultad substancial del derecho subjetivo, que
lo hace transmisible y renunciable. Por ello, para que las prohibiciones
de disponer valgan, tienen que tener una causa que se identifica con
la existencia de un interés serio, jurídicamente apreciable aunque no
se exprese en las prohibiciones de origen voluntario y lícito, que lo
2
Mazeaud Henry, Mazeaud León y Mazeaud Jean. Lecciones de Derecho Civil. Parte Primera,
Vol. I, Ediciones Jurídicas Europa–América, Bs. As. Argentina, 1959, pp. 345, 347.
En defensa de la PUCP 437
3
Cano Martínez de Velasco, José Ignacio. Las prohibiciones de disponer o la fuerza
constitutiva del Registro. Barcelona: J.M. Bosch Editor, 2006, pp. 23.
4
Loc. cit., pp. 102–103.
5
Borda, Alejandro. La teoría de los actos propios. Abeledo–Perrot, Bs. As. Argentina:
1986, p. 71.
438 Jorge Avendaño V.
Jorge Avendaño V.
En defensa de la PUCP 439
Pontificia Universidad Catolica del Peru (en adelante PUCP), con RUC
N° 20155945860, con domicilio real en Av. Universitaria s/n cuadra 18,
distrito de San Miguel, representada por el doctor Marcial Rubio Correa,
identificado con DNI N° 07273539, según poder inscrito en la Partida
N° 11013233 del Registro de Personas Jurídicas de Lima, señalando
domicilio procesal en la Casilla N° 299 del Colegio de Abogados de Lima,
atentamente decimos:
Introducción
I.– Petitorio
1
Discurso pronunciado por Riva Agüero con motivo de las Bodas de Plata de la PUCP.
En defensa de la PUCP 443
2
Por acuerdo de la Junta del 9 de octubre de 1996, se modificó la periodicidad de las
sesiones, disponiéndose: «… las sesiones ordinarias de la Junta se celebrarán cada año
En defensa de la PUCP 445
durante el mes de octubre (…). Las sesiones de Junta extraordinarias, cada vez que la
convoque el presidente de la Junta».
446 Demanda
Son varios los aspectos legales que explican por qué están amenazados, y en
algunos casos violados, nuestros derechos constitucionales a la propiedad,
la inmutabilidad de los acuerdos y la autonomía universitaria. De ellos nos
ocupamos a continuación.
3
Romero Romaña, Eleodoro. Derecho Civil. Los Derechos Reales. Tomo I. Lima, Librerías
Studium, 1957. p. 111.
En defensa de la PUCP 451
La actitud del señor Walter Muñoz Cho, según los hechos expresados en
el punto 2.1, constituye una amenaza, y en algunos casos una violación,
de nuestros derechos constitucionales de propiedad, inmutabilidad de los
acuerdos y autonomía universitaria. Veamos.
2.2.3.1 Propiedad
4
Sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el expediente N° 008–2003–AI/
TC, en el proceso de acción de inconstitucionalidad interpuesto por más de 5,000
ciudadanos contra el artículo 4 del Decreto de Urgencia N° 140–2001.
En defensa de la PUCP 455
En tal sentido, las pretensiones del señor Muñoz Cho, de revisar este
acuerdo, retomando una discusión agotada sobre la administración de
los bienes de la PUCP, constituye una amenaza, contra nuestro derecho
constitucional a la inmutabilidad de los acuerdos.
Si bien los actos del señor Walter Muñoz Cho constituyen una
continuación de la postura del señor Arzobispo de Lima, estamos ante
conductas de personas distintas. La presente demanda solo se entiende
contra el señor Muñoz Cho, por los actos expresados en sus cartas del 15
de febrero y primero de marzo de 2007.
IV.– Anexos
Jorge Avendaño V.
Abogado
Reg. CAL N° 1819
Martín Mejorada C.
Abogado
Reg. CAL N° 18573
Contestación a la demanda
Expediente Nº 09137–2007
Esp. Legal Paola Medina
Contestación de la demanda de Amparo
Señor juez de cincuentiun (51) juzgado especializado en lo civil
de Lima:
1. 08 Ventas
2. 04 Cesiones en uso gratuito
3. 03 Donaciones
4. Numerosas permutas
5. La urbanización del Fundo Pando
6. La independización de la Ciudad Universitaria del Fundo
Pando
7. La prosecución de varios juicios de rectificación de áreas de las
propiedades bajo su administración
8. Las declaraciones juradas a presentarse ante las diversas
municipalidades de Lima sobre los inmuebles bajo su
administración.
9. Innumerables Contratos de Arrendamiento
10. Transacciones con disposiciones de bienes (inclusive con el
Estado Peruano)
11. Innumerables procesos de desalojo, entre otros.
5. Medios probatorios
6. Anexos
Por tanto:
Sírvase el Juzgado tener por contestada la demanda, declarar fundadas
nuestras alegaciones de nulidad y defensas previas y en consecuencia
improcedente la demanda o sin perjuicio de nuestros medios de defensa
formular un pronunciamiento sobre el fondo al establecer que es infundada
la demanda.
Lima, 21 de Marzo de 2007
OTROSI DIGO: Que tal y conforme fluye (pág. 24, 3er. Parágrafo
del escrito de manda), la demandante señala que, conforme lo norma
también la Ley Universitaria, «la comunidad universitaria de PUCP está
integrada por los graduados y conforme consta en la copia del reporte del
13 de marzo de 2007, de la página Web de la misma PUCP, el señor Juez
Eduardo Armando Romero Roca es un Egresado Asociado de la misma
PUCP. En consecuencia, se estaría configurando la causal que da motivo
a sustentar la recusación del magistrado que tiene a su cargo la presente
demanda, pues no puede ser extraño a los términos de la litis que hay un
interés subyacente en el resultado del proceso y una vinculación amical
con su alma mater, que no puede soslayarse. Esto constituye a nuestro
criterio una razón suficiente para formular expresa recusación contra el
Señor Juez de la causa o en caso de no hacer atendido nuestro pedido,
invitarlo a una reflexión para que aplique lo normado por el artículo 313
del Código Procesal Civil que señala las causales del decoro del magistrado
para inhibirse del conocimiento de la litis, por los fundados motivos que
tenemos expuestos. Sírvase el Juzgado declarar fundado nuestro pedido.
Señor
Marcial Rubio Correa
Vicerrector Administrativo
Pontifica Universidad Católica del Perú
Lima.–
Muy señor mío:
Me es grato acusar recibo de la consulta que se me formula a fin de
que exprese mi opinión legal en relación con la demanda de Amparo
interpuesta por esa Universidad contra la pretensión del representante del
Arzobispado de Lima ante la Junta Administradora de la herencia de D.
José de la Riva Agüero y Osma. Para tales efectos se me acompaña diversa
documentación (acuerdos de la Junta Administradora, testamentos de D.
José de la Riva Agüero, demanda y contestación en el proceso de Amparo
iniciado, entre otros).
Siendo varios los puntos de materia constitucional que se me solicitan,
los desarrollaré en su orden.
El problema
Derechos afectados
la década del treinta del siglo pasado, que constituye una voluntad
privada por muy respetable que sea, no puede —en este hipotético
supuesto— alterar normas de orden público como son las que rigen a
las universidades, sobre todo desde hace algunos años. Hacerlo ahora,
significarla desconocer una autonomía que goza la Universidad por
expreso mandato constitucional.
b) La propiedad privada (Const. art. 2, inc. 16, art. 70): en efecto,
desde 1964 la Universidad Católica adquirió a plenitud La propiedad de
los inmuebles que le dejó D. José de la Riva Agüero y Osma, lo que se
demuestra con las administraciones de esos años, hasta que en 1994 decidió
dejarla de lado, de común acuerdo entre Las partes y sin impugnación
de nadie. La Junta Administradora, como se sabe, sigue existiendo en
la medida que hay bienes que fueron dejados para el cumplimiento de
determinadas obligaciones y mandas, pero ella no tiene competencia
para adicionalmente administrar bienes que pertenecen a otros. Que
esta es la voluntad del testador, se desprende en forma meridiana cuando
dispone que en caso de no existir la Universidad Católica a los 20 años
de su fallecimiento, dichos bienes deberian destinarse a entidades o fines
en el exterior, los cuales, indudablemente, no podrían ser administrados
por una Junta residente en Lima.
Intentar mediante La Junta Administradora que la Universidad
Católica tenga que revisar toda su historia administrativa y
económica de los últimos años–con las eventuales consecuencias
que ello traería–y aun más someter a los mismos controles a los
movimientos actuales y futuros, significa desconocer uno de los
atributos de la propiedad, como es su libre manejo dentro de la ley,
y además, vulnerar la autonomía universitaria, ya señalada.
c) el derecho a la libre concertación de acuerdos es otro derecho
fundamental que aparece amenazado. En efecto, de conformidad
con eI artículo 2, inciso 14 y artículo 62 de la Constitución del
Estado, las personas tienen el derecho de actuar libremente y adoptar
acuerdos y convenios entre ellos, los cuales no pueden ser modificados
unilateralmente. En tal sentido, la Junta Administradora adoptó
un acuerdo el 13 de julio de 1994, vigente hasta la fecha y que en
ningún momento ha sido impugnado. Y por tanto, una de las partes
492 Domingo García Belaunde
Conclusiones
Primera consulta
1
En realidad, Riva Agüero otorgó seis testamentos, dos de los cuales fueron revocados
mediante el Testamento de 1938.
Informe legal 497
3. Queda claro, entonces que, por disposición expresa del artículo 1830°
del Código Civil de 1936, son las disposiciones de este Código, las
aplicables a todos los Testamentos. Consecuentemente con ello,
el Código del 36 será el referente legal en la interpretación de los
mismos.
2
Lohmann Luca de Tena, Guillermo. «La Interpretación de Testamentos» en «La Familia
en el Derecho Peruano. Libro Homenaje al Dr. Héctor Cornejo Chávez»; p. 575.
498 Shoschana Zusman
5
Así por ejemplo, la palabra «condición» tiene un significado jurídico (modalidad) y un
significado lato (estipulación).
6
Lohmann; op. cit.; p. 571.
7
Lohmann; op. cit.; p. 576.
500 Shoschana Zusman
8
Danz; op. cit.; p. 352.
Informe legal 501
9
Testamento ológrafo de 1938.
10
Publicada en Folleto del Instituto Riva Agüero; año 1994.
502 Shoschana Zusman
11
Doctor Carlos Arenas de Loayza (Testamento de 1933).
12
El artículo 1830° del Código Civil de 1936, Disposiciones Finales establecía que «Los
derechos a la herencia del que hubiere fallecido antes de hallarse en vigor este Código,
se regirán por las leyes anteriores. La herencia de los fallecidos después, sea o no con
testamento, se adjudicará con arreglo al presente Código; pero se cumplirán, en cuanto
este lo permita, las disposiciones testamentarias».
Informe legal 503
17
Ver en ese sentido, De Castro y Bravo, Federico. Tratado Práctico y Crítico de Derecho
Civil. Tomo X, El Negocio Jurídico; Instituto Nacional de Estudios Jurídico. Madrid
1967, p. 14.
18
Así por ejemplo, la principal desmembración de la propiedad —el usufructo– tenía
carácter temporal y se extinguía con la muerte del usufructuario (artículo 943°) y a
los 30 años de la constitución de la persona jurídica usufructuaria (artículo 950°). Lo
mismo puede decirse de los derechos reales de garantía, que, en tanto que derechos
accesorios, su existencia depende de la existencia de los derechos que aseguran o
garantizan.
506 Shoschana Zusman
19
Ya hemos señalado que también la servidumbre es un derecho real perpetuo.
Informe legal 507
20
Ferrer, Francisco. Cómo se Interpretan los Testamentos. Abeldó–Perros. Buenos Aires,
1994., p. 12 (Citando a Baudry Lecantinerie–Colin. Des donations entre vifs et des
testaments)
508 Shoschana Zusman
21
Contestación a la demanda de amparo; p. 8.
Informe legal 511
23
Ibidem, p. 22.
24
En su Memoria del año 1962, Monseñor Tubino da cuenta de las dificultades que
originaba la condición de la Universidad como usufructuaria de los bienes del
Testador.
Informe legal 513
25
Testamento de 1933, cláusula vigésima primera: «Si al cumplirse el vigésimo año de
mi muerte, no existiere en forma alguna la Universidad Católica del Perú, y a juicio
de la Junta Administradora de mis bienes, no fuere posible el restablecimiento de la
Universidad Católica dentro de un año más, cesará la Junta Administradora, y pasarán
mis bienes, en una mitad, a la fundación de becas de peruanos en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Católica de Lovaina, establecidas estas becas en la forma
y modo que establezca la Junta Administradora de mis bienes, la cual se prorrogará
solo hasta dejar asentada dicha fundación de becas en Lovaina; y la otra mitad de mis
bienes, pasará, según las bases que establezca la misma Junta administradora de mis
bienes, al Colegio Pío Latino Americano de Roma, para seminaristas peruanos».
26
Los artículos 64° y siguientes del Código Civil de 1936 regulan lo referido a las
fundaciones.
514 Shoschana Zusman
19. Haber sido designada heredera sustituta fue, pues, la razón de ser de
la perpetuidad de la Junta, razón que resulta coherente con el sistema
jurídico y, precisamente por eso, expresa la verdadera intención del
Testador. No es sostenible, entonces, que el Testador pueda haber
tenido la intención de apartarse de las reglas y principios jurídicos
más elementales del Derecho Moderno y crear una vinculación
explícitamente desterrada del mundo jurídico desde fines del siglo
XVIII. Nada de eso pudo haber tenido lugar en la mente del Testador,
ni como jurista ni como hombre de su tiempo. Por eso, la interpretación
más adecuada de los Testamentos es entender que, en coherencia con
las reglas y principios establecidos en el Código Civil de 1936 (que,
además citó expresamente), el Testador atribuyó perpetuidad a la Junta,
únicamente en su condición de heredera sustituta.
20. Es importante mencionar, finalmente, que la perpetuidad de la Junta
Administradora tampoco se justifica por la existencia de mandas
perpetuas, porque o dichas mandas fueron también encargadas a los
herederos o no fueron encargadas a nadie, con lo cual, se entiende que
el encargo era, primero a los albaceas y luego a los herederos. Así, en
el Testamento de 1933, el Testador no señala quién es el encargado
de entregar una pensión anual de mil soles a la fiesta de la Virgen de
Valvanera, (cláusula decimocuarta); en la manda referida al cuidado
de su mausoleo y sepulcro en Roma, el encargado fue Eduardo
Loetscher y si dicho mausoleo y sepulcro estaban en el Perú, la Junta
Administradora y «la institución que me herede» debían encargarse de
ello. Asimismo, si bien en el Codicilo de 1935, encarga a la Junta el
cuidado de sus mausoleos en Lima y en Roma, en el Testamento de
1938 modifica dicha disposición, encargando a sus herederos y, en
especial, a la Junta Administradora y a sus criados el cuidado de su
mausoleo en Roma, disponiendo además la celebración de un contrato
de conservación perpetua en el cementerio Campo de Verano en Roma
(cláusula décimo quinta). Con lo cual, evidenció la no perpetuidad de
la Junta. Respecto a su mausoleo en Lima, encarga su cuidado a la
Junta y a sus herederos (cláusula décimo quinta). Encargó también a
sus herederos, albaceas y administradores, que todos los años se celebre
una misa rezada en el altar de la Virgen del Rosario en Santo Domingo
Informe legal 515
21. En los acápites anteriores hemos expuesto las razones por las cuales la
interpretación de los Testamentos lleva a la conclusión que el Testador
no dispuso la perpetuidad de la Junta Administradora, en tanto que
albacea de los bienes heredados por la Universidad, sino en su condición
de heredera sustituta. No obstante, en el supuesto negado que la
voluntad del Testador hubiera sido instituir a la Junta Administradora
como albacea perpetua sobre dichos bienes, incluso después de su
adquisición en propiedad por la Universidad, las estipulaciones
testamentarias serían nulas y podrían, incluso, arrastrar consigo a los
propios Testamentos. Ello, por cierto, con total independencia de que
la acción de nulidad del testamento, está largamente prescrita, tanto
según las disposiciones del Código de 1936, como, según las reglas del
Código Civil actual.
22. En efecto, de haber dispuesto el Testador la perpetuidad del albaceazgo
de la Junta atribuyéndole capacidad persecutoria, habría creado un
derecho real distinto a los restrictivamente considerados en el Código
Civil de 1936, vulnerando con ello lo dispuesto por el artículo 852º del
mismo, que, con el objeto de desterrar las vinculaciones del Derecho
feudal, prohíbe crear derechos reales mediante actos jurídicos. Y, de
conformidad con el artículo III del Título Preliminar del Código Civil
de 1936, dicha contravención produciría la nulidad (llamada virtual)
de la disposición testamentaria, por oponerse a una norma prohibitiva
y de orden público.
516 Shoschana Zusman
27
Contestación a la demanda de amparo, p. 8.
28
Naturalmente, cualquier acción de nulidad de los Testamentos, ha prescrito largamente,
tanto para el Código del 36, como para el Código Civil actualmente vigente. El recurso
a la nulidad, entonces, es meramente hipotético y se utiliza como un principio de
interpretación y no como una posibilidad real de que la nulidad de los Testamentos
pueda ser declarada.
Informe legal 517
Segunda consulta
26. Las partes pertinentes del Acuerdo son, textualmente, las siguientes:
Sesión de 13 de julio de 1994
[…]El Presidente de la Junta Administradora de la Herencia Riva
Agüero recordó que la Pontificia Universidad Católica del Perú es
propietaria de los bienes que pertenecieron a don José de la Riva
Agüero y que consecuentemente puede también administrarlos,
habida cuenta del hecho de haber entrado tales bienes a formar parte
del patrimonio institucional una vez cumplido el vigésimo año del
fallecimiento del testador, esto es desde 1964.
29
Danz; op. cit.; p. 352.
518 Shoschana Zusman
30. Lo primero que conviene señalar es que el título30 a través del cual la
Universidad adquirió la propiedad absoluta de los bienes de la herencia
fue el Testamento de 1933 (ratificado por los siguientes Testamentos) y
no el Acuerdo. Eso significa que, en el supuesto de haber coincidencia
entre ambos actos jurídicos —los Testamentos y el Acuerdo— este
último tendrá valor y efecto de acto formal de reconocimiento de la
propiedad absoluta de la Universidad y del consecuente cese de las
funciones de la Junta Administradora en la administración de los bienes
de dicha institución. Puede decirse, en ese sentido, que el Acuerdo no
hizo otra cosa que seguir la línea trazada por (i) la inscripción de los bienes
de la herencia a favor de la Universidad, obtenida mediante auto de 7 de
noviembre de 195731, expedido por el Juez de Primera Instancia en lo
Civil, doctor Francisco Velasco Gallo; (ii) la declaración del […] «doctor
Valderrama (quien, entre otros aspectos) comentó que en realidad la
función administrativa de la presente Junta se había limitado a dejar
constancia contable de las rentas de los inmuebles que aún se encontraban
registralmente a nombre del testador don José de la Riva Agüero y
Osma, pero que en la práctica la gestión de tal cobranza y la aplicación
de los montos los realizaba la Universidad directamente en su calidad
de heredera propietaria de tales inmuebles»; y (iii) el funcionamiento
mismo de la Junta Administradora, que, aún antes del año 1964, estuvo
integrada por el Rector y por el Tesorero de la Universidad Católica,
con lo cual, en los hechos, fue la propia Universidad la que administró
sus bienes durante dicho período. Todos los actos realizados, pues,
apuntaban a la terminación del «tutelaje» de la Junta Administradora
sobre la Universidad, tutelaje que no tenía, según lo confirmaba dicho
Acuerdo, ningún sentido jurídico o práctico.
30
Según Messineo, «se llama título de adquisición al acto o al hecho jurídico (voluntad
del hombre; ley) que justifica la adquisición (origen de la adquisición)». (Messineo,
Francesco Manual de Derecho Civil y Comercial, Ediciones Jurídicas Europa–América,
Buenos Aires 1954, Tomo II, p. 53).
31
Nótese que dicha adquisición de propiedad se produjo con antelación al año 1964,
año en que terminaba el usufructo.
Informe legal 521
32
Contestación a la demanda de amparo, p. 9.
522 Shoschana Zusman
b) Pero, hay algo más: la nulidad es una figura prevista para aquellos
casos en que el acto jurídico atente contra una norma imperativa o de
orden público y no cuando contradiga otro acto jurídico, ya que, de
ser ese el caso, el problema sería de interpretación y no de nulidad. Por
eso, incluso si la correcta interpretación de los Testamentos fuera la que
concluye en la perpetuidad de la Junta como albacea y administradora
de los bienes de la Universidad, la acción de nulidad no procedería,
dado que el Acuerdo no se opondría a una norma imperativa y de
orden público, como exige el antes señalado artículo V del Título
Preliminar del Código del 84.
33
Contestación a la demanda de amparo; p. 9.
Informe legal 523
IX. Conclusiones
Primera consulta
Segunda consulta
Shoschana Zusman T.
Informe legal 527
Primero.– hechos
1
Art. 657 del Código Civil de 1936.– Desde la muerte de una persona , se trasmiten la
propiedad y la posesión de bienes y derechos que constituyen la herencia a aquellos
que deban recibirlos.
Art. 1830 del mismo cuerpo legal: Los derechos a la herencia del que hubiese fallecido
antes de hallarse en vigor este Código, se regirán por las leyes anteriores. La herencia de
los fallecidos después, sea o no con testamento, se adjudicará con arreglo al presente
Código, pero se cumplirán en cuanto este lo permita las disposiciones testamentarias.
Art. 145 del Tratado de Derecho Internacional Privado de La Habana de 1928 suscrito
por el Perú que al respecto dice: «Es de orden público internacional el precepto en
cuya virtud los derechos a la sucesión de una persona se transmiten desde el momento
de la muerte».
532 César Fernández Arce
IV: Conclusiones
1.– Al haberse cumplido la condición suspensiva impuesta por el Dr.
Don José de la Riva Agüero y Osma a la institución de heredera, la
Pontificia Universidad Católica del Perú, persona jurídica de Derecho
Privado, debidamente inscrita en los Registros Públicos, ha adquirido
en propiedad absoluta la herencia que le dejó su benefactor, habiéndola
recibido de la Junta Administradora a los 20 años de la muerte de
aquél, octubre de 1964.
2.– La calidad de propietaria absoluta implica tener la plenitud de sus
atributos, derecho de usar, disfrutar, disponer y reivindicar los bienes
materia del derecho dominial sin más limitaciones que provengan del
interés público.
3.– La facultad de disposición no tiene condicionamiento alguno. Su
derecho es autónomo.
4.– La Junta Administradora concluyó definitivamente sus funciones
en octubre de 1964 al haberle entregado los bienes de la herencia del
Dr. Riva Agüero a la heredera instituida, la Universidad Católica.
542 César Fernández Arce
CARTA Nº 241–2007–BFE/cf
Lima, 16 de mayo de 2007
Señores:
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ
Presente.–
Atención: Dr. Marcial Rubio Correa
Vice Rector Académico
Asunto: Disputa surgida con el Arzobispado de Lima en relación a la
herencia de Don José de la Riva Agüero y Osma y las facultades de la
Junta de Administración
Estimados señores:
Tenemos el agrado de dirigirnos a ustedes en atención a la opinión
legal que han tenido a bien solicitarnos en relación a la disputa surgida
a propósito del legado de Don José de la Riva Agüero y Osma a favor de
la Pontificia Universidad Católica del Perú (en adelante la PUCP) y las
facultades de la Junta de Administración de la herencia.
De los documentos y antecedentes del caso que hemos tenido a la vista
se desprende que el tema central en disputa tiene que ver con las facultades
de la Junta de Administración de la herencia Riva Agüero sobre los bienes
de propiedad de la PUCP. Para la PUCP, la Junta de Administración no
tiene facultades de administración sobre los bienes que recibió en herencia,
correspondiendo dicha facultad a la PUCP de forma exclusiva en tanto es
propietaria. Para el representante del Arzobispado de Lima, en cambio, la
Junta de Administración sí cuenta con facultades para administrar dichos
bienes.
Puntualmente, nos piden que emitamos opinión legal en relación a los
siguientes aspectos de la disputa:
1. Considerando la voluntad declarada en sus testamentos. ¿Don José de
la Riva Agüero y Osma entregó propiedad absoluta a la PUCP?
544 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
I Antecedentes
1
Artículo 2o.– Toda persona tiene derecho: […] 16. A la propiedad y a la herencia.
Informe legal 551
2
De Trazegnies, Fernando, La transformación del derecho de propiedad, Lima, Revista de
Derecho Nº. 33, 1978, pp. 78.
552 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
3
Código Civil de 1936: «Artículo 1830.– Los derechos a la herencia del que hubiere
fallecido antes de hallarse en vigor este Código, se regirán por las leyes anteriores. La
herencia de los fallecidos después, sea o no con testamento, se adjudicará con arreglo
al presente Código; pero se cumplirán, en cuanto este lo permita, las disposiciones
testamentarias».
554 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
4
Cohen, George M. «Implied Terms and Interpretation in Contract Law» pp. 82–83.En
Encyclopedia of Law & Economics, Publicada por Edgar Elgar y University of Ghent,
Editores Generales Boudewijn Bouckaert y Gerrit De Geest, http://encyclo.findlaw.
com/.
Informe legal 555
5
Carlos Enrique Cornejo Carpio Ramírez. Tesis «Análisis Jurídico de las Disposiciones
Testamentarias de Don José de la Riva Agüero y Osma» presentada por en setiembre
de 1994, para optar al título profesional de abogado en la PUCP. Página 209.
6
Op Cit. Página 225.
Informe legal 557
el artículo 999 del Código Civil de 1984 «El usufructo confiere las
facultades de usar y disfrutar temporalmente de un bien ajeno» (el
subrayado es nuestro).
11. Entonces que el testamento de Riva Agüero instituyó como heredera
a la PUCP desde un inicio (desde su fallecimiento) y que el llamado
«usufructo» que se le entregaba, en estricto, no era tal (jurídicamente
hablando). Se trató realmente de darle a la PUCP propiedad desde
el fallecimiento de Riva Agüero, pero una propiedad sobre la que
temporalmente tendría una «administración limitada», administración
que no le privaría de los frutos que generaran los bienes.
12. Cuando decimos una administración limitada temporalmente, nos
referimos a aquella parte del testamento de 1933 que en la cláusula
décimo séptima señala: «Instituyo por mi heredera a la Universidad
Católica del Perú, la que tendrá el usufructo de mis bienes, recibiendo
sus productos de la Junta Administradora; y los adquirirá en propiedad
absoluta dicha Universidad Católica del Perú, entregándoselos la Junta
Administradora solo si la Universidad Católica existiera al vigésimo año
contado desde el día de mi fallecimiento» (el subrayado es nuestro).
13. Como se observa de la cita anterior y los resaltados, la voluntad declarada
por Riva Agüero fue que durante los primeros veinte años posteriores
a su fallecimiento, la PUCP (no obstante su calidad de propietaria)
solamente percibiera los frutos de tales bienes, habiéndole encomendado
la administración de los mismos a la Junta Administradora.
14. Se trataba de limitar la facultad de administración y disposición de la
PUCP durante los primeros veinte años posteriores al fallecimiento
de Riva Agüero. Transcurrido dicho plazo de administración limitada,
si la PUCP continuaba existiendo, entonces terminaba con ello la
administración limitada a cargo de la Junta de Administración y la
PUCP adquiriría lo que Riva Agüero llamó «propiedad absoluta» sobre
sus bienes, quedando sin efecto las facultades de administración de la
Junta Administradora.
15. Sobre este particular, es pertinente citar la opinión personal del Rector
de la PUCP, señor Fidel Tubino Mongliardi contenida en el llamado
«Memorándum sobre la naturaleza jurídica de la Testamentaria
558 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
7
Carlos Enrique Cornejo Carpio Ramírez. Tesis «Análisis Jurídico de las Disposiciones
Testamentarias de Don José de la Riva Agüero y Osma» presentada en setiembre de
1994, para optar al título profesional de abogado en la PUCP. Página 209.
Informe legal 559
8
Op. Cit. Página 76.
562 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
9
Op. Cit. Página 231.
Informe legal 563
12. Riva Agüero declaró expresamente que dicha «madurez» sería alcanzada
por la PUCP si a los veinte años posteriores a su fallecimiento esta
seguía existiendo. Y, de ser el caso que la PUCP no existiera en dicho
momento o no fuera posible entregarle propiedad absoluta (por
cualquier otra razón), Riva Agüero previó la necesidad de que la Junta
Administradora se mantuviera vigente y se transformara de «guardián»
en su nuevo heredero. Una especie de heredero «sustituto» que para
concretarse como tal, previamente, debía convertirse en Fundación.
13. Es pertinente a este respecto citar la opinión del Rector de la PUCP,
monseñor Fidel Tubino Mongilardi contenida en su «Memorándum
sobre la naturaleza jurídica de la Testamentaría Riva Agüero:10 «Si el
testamento no hubiera dicho nada, en caso que la Universidad hubiera
muerto (en cualquier año), ya se sabe que en el año 1964 la Universidad
no podrá recibir ninguna propiedad (ni absoluta ni no absoluta), y
los bienes los recogería la entidad llamada por la ley; pero como el
testamento ha fijado otro heredero para esa oportunidad, los bienes
pasarían en 1964 (o antes) según el testamento de 1938 a la Junta–
Fundación para el cumplimiento de los otros fines testamentarios».
14. Entonces, concordando lo declarado por Riva Agüero en su testamento
cerrado de 1933, con su testamento ológrafo de 1938, concluimos
lo siguiente respecto de la voluntad declarada por Riva Agüero y la
propiedad que heredó la PUCP:
a) La PUCP heredó desde el fallecimiento de Riva Agüero.
10
Op Cit, Página 223.
Informe legal 565
11
Código Civil de 1984
«Artículo 2001.– Plazos prescriptorios de acciones civiles
Prescriben, salvo disposición diversa de la ley:
1. A los diez años, la acción personal, la acción real, la que nace de una ejecutoria y la
de nulidad del acto jurídico (…)».
12
De Trazegnies, Fernando, La Transformación de Derecho de Propiedad, Lima, Revista
de Derecho No. 33, 1978, pp. 78.
568 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
13
Guzmán Ferrer, Fernando, Código Civil Tomo III, Lima, Legislación Peruana, 1977, pp.
552–553.
14
Guzmán Ferrer, Fernando, Código Civil, Tomo III, Lima, Legislación Peruana, 1977, pp. 555.
570 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
[…] Con igual finalidad (que el art. 851) el art. 846 (852) prohíbe
crear derechos reales distintos de los permitidos por la ley, así como
cercenar el atributo esencial de la propiedad que es el de poder
enajenarla. (Rev de Derecho y C. P.)15 (los subrayados son nuestros).
18. En consecuencia, teniendo en cuenta lo dispuesto en el Código Civil
de 1936, se confirma que cuando Riva Agüero se refirió a propiedad
absoluta se refirió al derecho de propiedad en los términos previstos
en los artículos 850 y 852 arriba referidos.
19. Es un principio de interpretación que, de dos interpretaciones distintas,
una que conduce a la ilegalidad o nulidad de un acto jurídico, y
otra de la que se deriva la validez del mismo, debe preferirse la que
conduce a la validez. Ello se deriva del principio de conservación del
acto jurídico. Por ello, incluso si Riva Agüero hubiera entendido algo
distinto, y hubiera pretendido crear un derecho diferente, es decir una
propiedad limitada perpetuamente, su decisión hubiera sido ilegal,
por que contravendría la esencia del derecho de propiedad. Por ello
debemos preferir la interpretación que sostenemos en este informe.
20. Por otro lado, son muy pertinentes los comentarios de Jorge Eugenio
Castañeda al Código Civil de 1936, cuando se pronuncia sobre el
albaceazgo, y las limitaciones que este puede generar al derecho de
propiedad señalando que: «[...] es notorio que este traba y obstaculiza
el derecho de propiedad de quienes deben disponer libremente de los
bienes de que son titulares por derecho sucesorio».16 En opinión de
Jorge Eugenio Castañeda «El albaceazgo no puede importar jamás una
limitación al dominio, que impusiere el testador para que subsista mas
allá de su vida».17 Y «En general, debe la jurisprudencia dejar sentado
que los derechos que el testador otorga al albacea deben ser interpretados
restrictivamente».18
21. Entonces, incluso si se considerara que Riva Agüero legó sus bienes a la
PUCP pero dejándole la facultad de disposición sobre los mismos a la
15
Ibidem, p. 563.
16
Eugenio Castañeda, Jorge, Derecho de las Sucesiones, Lima: Editorial Imprenta Amauta
S.A. 1966. p. 94.
17
Ibidem, p. 96.
18
Ibidem, p. 97.
Informe legal 571
19
Ibidem, p. 109.
572 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
20
Levaggi, Abelardo, El Proceso Desamortizador y Desvinculador de los Bienes de Manos
Muertas desde la Óptica Jurídica, En: Cuadernos de historia latinoamericana, No 7: «El
Proceso Desvinculador de Bienes Eclesiásticos y Comunales en la América Española
Siglos XVIII y XIX», 1999, pp. 52, En: http://www.ahila.nl/publicaciones/cuaderno7.
pdf (10 de mayo de 2007).
21
Guzmán Ferrer, Fernando, op. cit., p. 553.
22
De Trazegnies, Fernando, La transformación de derecho de propiedad, Lima, Revista de
Derecho Nº 33, 1978, p. 80.
Informe legal 573
23
Ibidem, p. 82.
24
Levaggi, Abelardo, op. cit. p. 52.
574 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
Manos muertas: Manos muertas era el nombre que recibían los bienes
de la iglesia y comunidades religiosas que estaban bajo la especial
protección del monarca. Los obispos abades no podían venderlos, en
todo caso requería consentimiento del cabildo. Si no se hiciese así,
las dignidades eclesiásticas que hubieran procedido incorrectamente
podían ser apartadas de sus oficios e incluso excomulgados. Además
quien adquiría estos bienes, los perdería sin más derecho que reclamar
contra quien se los vendió, y en ningún caso contra la Iglesia.25
33. La posición del representante del Arzobispo de Lima tiene entonces un
problema de fondo mucho más complejo de lo que uno puede imaginarse.
Plantea la resurrección de una institución medieval que a duras penas
sobrevivió hasta el siglo diecinueve y comienzos del veinte, que fue barrida
y eliminada por los Códigos y Leyes liberales en los últimos dos siglos.
34. Así, no solo es una posición contraria a lo que dispone el Código Civil
de 1936, sino que además es una posición anacrónica pues pretende
revivir instituciones que el legislador del Código Civil de 1936 sepultó,
como son las llamadas «manos muertas», «capellanías» o «mayorazgos».
Lo que plantea el representante del Arzobispado es que Riva Agüero
creo una suerte de «manos muertas», una propiedd vinculada, es decir
un «fósil jurídico», fósil al que se pretende resucitar hoy dando una
curiosa interpretación.
25
Mayorazgo. En: http://es.wikipedia.org/wiki/Manos_muertas (10 de mayo de 2007).
Informe legal 575
26
Heller, Michael A. La tragedia de los anticomunes: la Propiedad en la época de
transición entre Marx y las economías de mercado, p. 624 (traducción libre).
27
Op. Cit. Página 677. (Traducción Libre)
Informe legal 577
28
Ellickson, Robert C., Carol M. Rose, Bruce A. Ackerman. Perspectives on Property
Law. Second Edition. Aspen Law & Business. Aspen Publishers Inc. 1995. Chapter
8. Subdividing Property in Time: Of Estates, Landlords and Tenants. A. Neighbors in
Time: Of Future Interests. Economic Analysis of Law. Richard Posner. Página 364 y
365. (Traducción libre).
578 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
29
Op. Cit., p. 364.
Informe legal 579
30
Morello, Augusto. Dinámica del Contrato. Enfoques. Buenos Aires: Librería Editorial
Platense. 1985. Pág. 59.
Informe legal 581
31
Por ejemplo: Emilio Betti (citado por Diez Picazo, Luis. La Doctrina de los Propios
Actos. Un estudio crítico sobre la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Barcelona:
Bosch. Pág. 245) señala «La buena fe, hemos dicho varias veces, implica un deber de
coherencia del comportamiento, que consiste en la necesidad de observar en el futuro
la conducta que los actos anteriores hacían prever».
Por su parte, Lehmann (citado por Diez Picazo, Luis., Ibid. Pág. 245) indica que «La
necesidad de coherencia del comportamiento limita los derechos subjetivos y las
facultades del sujeto, que solo pueden ser ejercitadas en la medida en que este ejercicio
sea coherente o compatible, no contradictorio, con el comportamiento anterior».
En igual sentido Alsina Atienza (citado por Borda, Alejandro. Teoría de los Actos
Propios. Buenos Aires: Abeledo Perrot. Pág. 41) indica que la doctrina «Se reduce
a que, quien, mediante cierta conducta, positiva o negativa, infunde o crea en otra
persona, la confianza fundada de que aquel mantendrá su comportamiento en lo
sucesivo, deberá, sí, mantenerlo efectivamente, aunque en su fuero interno hubiere
abrigado otro propósito en realidad».
582 Alfredo Bullard / Huáscar Ezcurra
32
Ver página 9 de la contestación de demanda.
Informe legal 585
VI Conclusiones
Atentamente,
Alfredo Bullard G.
Huáscar Ezcurra R.
Informe legal 587
De mi mayor consideración:
Me es grato dirigirme a Ud., no sin antes extenderle mis saludos
cordiales, a efectos de adjuntarle a la presente la consulta solicitada con
relación a la controversia suscitada entre la Pontificia Universidad Católica
del Perú y el señor Walter Arturo Muñoz Cho, en su calidad de miembro
de la Junta Administradora de la herencia de don José de la Riva Agüero
y Osma.
I. Aspectos generales
PARTE CERRADA
II. Problemática
1. Agente capaz.
2. Objeto física y jurídicamente posible.
3. Fin lícito.
4. Observancia de la forma prescrita bajo sanción de nulidad».
Asimismo, consideramos que tiene conocimiento que venció en
demasía el plazo para declarar la nulidad de un acto jurídico, que según el
artículo 2001° del Código Civil es de 10 años. Por lo que, cuando intenta
desconocer lo pactado, no es más que un acto inconstitucional tendiente a
limitar el derecho de propiedad de la PUCP, amenaza que debe ser reparada
por el Juez que resolverá la demanda de Amparo interpuesta.
De igual forma, también se está desconociendo la autonomía
universitaria, establecida en el artículo 18º de la Constitución Política de
1993, que le asiste a la Pontificia Universidad Católica. Conforme afirma
Leguina Villa: «Si la libertad de cátedra es un derecho de cada docente o
investigador, la titularidad del derecho a la autonomía corresponde a cada
Universidad y no a cada uno de sus miembros ni tampoco al conjunto de
las Universidades. La Universidad es contemplada aquí en su sentido más
estricto o indispensable, esto es, como la comunidad universitaria que en
cada institución ejerce la libertad académica a través de la docencia, la
investigación y el estudio».1
Y como consecuencia de ello: «Esta autonomía requiere que la libertad
de la ciencia sea garantizada no solo en la vertiente individual (aspecto
cubierto por la libertad de cátedra), sino también en la colectiva de la
institución, y tanto ad extra como ad intra, razones por las que la titularidad
del derecho fundamental corresponder a cada Universidad individualmente
considerada (y no a cada uno de sus miembros uti singuli), identificada
para ello con su elemento personal indispensable, esto es, la comunidad
1
Leguina Villa, Jesús. «La autonomía universitaria en la Jurisprudencia del Tribunal
Constitucional», en Estudios sobre la Constitución española. Homenaje al profesor
Eduardo García de Enterría, Sebastián Martín Retortillo (Coordinador), Tomo II,
Editorial Civitas, S.A., Madrid, 1991, págs. 1202.
598 José Palomino Manchego
V. Conclusiones
Atte:
2
Cámara Villar, Gregorio. «La autonomía universitaria en España», en La democracia
constitucional. Estudios en homenaje al profesor Francisco Rubio Llorente, Congreso
de los Diputados, Tribunal Constitucional, Universidad Complutense de Madrid,
Fundación Ortega y Gasset, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
2002, p. 694.