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¿BUENA MUERTE O HOMICIDIO DISFRASADO?

David Pérez Fonseca davidefonsy@hotmail.com

Una de las cosas que más acongoja al ser humano es el estado de enfermedad, y
precisamente es en estas situaciones cuando comprende el valor de la salud como el
lado opuesto de su estado actual. La enfermedad aunque muchas veces sea
solamente física afecta el estado anímico de la persona, pues ésta se hace consciente
de sus limitaciones, y anhela con deseo ferviente el alivio a su padecimiento. No
obstante el desaliento provocado por su malestar, conserva la esperanza de
recuperación cuando se ha encontrado una solución a su padecimiento. Pero cuando
la enfermedad presenta pocas posibilidades de ser remediada, la misma vida pierde
su sentido entonces se busca una salida inmediata al dolor solicitando una muerte
asistida lo que muchos podemos calificar técnicamente como Eutanasia.

¿Qué es la eutanasia?
La definición etimológica proviene del griego: Eu = bueno, y Thanatos =Muerte.
(Buena muerte).

La definición real es: “acción u omisión que por naturaleza, o en la intensión, causa
la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor.

Etimológicamente, la palabra eutanasia significaba en la antigüedad una “muerte


dulce”, sin sufrimientos atroces. Hoy no nos referimos tanto al significado original
del término sino más bien a la intervención de la medicina encaminada a mitigar o
disminuir los dolores de la enfermedad y la agonía, a veces incluso con el riesgo de
suprimir prematuramente la vida. Además el término es usado, en sentido más
estricto, con el significado de “causar la muerte por piedad”, con el fin de eliminar
radicalmente los últimos sufrimientos o de evitar a los niños subnormales, a los
enfermos mentales o a los incurables la prolongación de una vida desdichada, quizá
por muchos años, que podría imponer cargas demasiado pesadas a las familias o a la
sociedad.

Ante el dolor de una persona gravemente enferma, muchas veces se puede pensar
que lo mejor es que deje de sufrir, considerando así que la ausencia del dolor es más
importante incluso que la misma vida. Y con tal de que el paciente ya no padezca;
sus familiares, o incluso él mismo solicitan la muerte asistida.

Valoración Moral.
Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o
embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie, además
puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su
responsabilidad, ni puede consentirlo. Se trata, en efecto, de una violación de la ley
divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la
vida, de un atentado contra la humanidad.

La enfermedad ya de por sí, siempre intranquiliza y distorsiona la capacidad de


tomar decisiones sobre lo que es mejor para sí mismo. Incluso Las súplicas de los
enfermos muy graves que alguna vez han deseado la muerte no deben ser entendidas
como expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; éstas, en efecto, son casi
siempre peticiones angustiadas de asistencia y de afecto. Además de los cuidados
médicos, lo que necesita el enfermo es el amor, el calor humano y sobrenatural, con
el que pueden y deben rodearle todos aquellos que están cercanos, padres e hijos,
médicos y enfermeros.

El otro extremo.
si bien la eutanasia es de alguna manera adelantar la muerte; la medicina tiene otra
manera de intervenir en una persona enferma de gravedad, la “distanasia”, que
consiste en alargar inútilmente la vida, mediante procedimientos terapéuticos
ineficaces, que lo único que provocan es prolongar la dolorosa agonía del paciente.
Si la eutanasia elimina toda posibilidad de recuperación, la distanasia intenta a toda
costa extender la vida de alguien que ya no tiene posibilidad de recuperarse, o dicho
de otra manera de alguien que solo está llevando una vida vegetativa.

Conclusión.
Cuando una persona está gravemente enferma se deben aplicar los medios ordinarios
o proporcionados, es decir todo aquello de lo que la medicina dispone y que es
proporcional tanto a la situación del paciente como a las mismas posibilidades que
se infieren del diagnóstico sobre la recuperación de éste y a las mismas posibilidades
económicas de él o de sus familiares.

Para actuar de una manera correcta ante una situación semejante nos puede ayudar el
tener en cuenta los siguientes criterios:

a) Es lícito siempre contentarse con los medios normales que la medicina puede
ofrecer. Por tanto, no se puede imponer a nadie la obligación de recurrir a un tipo
de cuidados que, aunque ya se estén utilizando, sin embargo no están exentos de
peligro o son muy costosos.
b) En la inminencia de una muerte inevitable a pesar de los medios utilizados, es
lícito en conciencia retomar una decisión de renunciar a tratamientos que
proporcionarían una prolongación precaria y penosa de la vida. sin interrumpir no
obstante los cuidados normales debidos al enfermo.

BIBLIOGRAFÍA.
SGRECCIA Elio, Manual de Bioética, Traducc. V.M. Fernández, Instituto de
humanismo en ciencias de la salud ed Diana, Mexico DF. 1996.

Congregación para la doctrina de la fe. Declaración sobre la Eutanasia (Iura et


Bona), mayo de 1980.

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