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— [...

] ésa es la Puerta del Sol y la plaza de armas de la mejor fruta que hay en

Madrid. Aquella bellísima fuente de lapislázuli y alabastro es la del Buen Suceso,

adonde, como en pleito de acreedores, están los aguadores gallegos y coritos gozando

de sus antelaciones para llenar de agua los cántaros. Aquélla es la Victoria, de frailes

mínimos de San Francisco de Paula, retrato de aquel humilde y seráfico portento que

en el palacio de Dios ocupa la silla de nuestro soberbio príncipe Lucifer1.

Así era la Puerta del Sol que Vélez de Guevara describe en su Diablo Cojuelo. De

todo ello solo queda el recuerdo de la fuente, situada en el lugar que ocupa la réplica de la

estatua que la coronaba y a la que los madrileños bautizaron como la «Mariblanca». A su

espalda, en el espacio ocupado por el edificio del hotel París (el del anuncio de Tío Pepe), se

hallaba la iglesia-hospital del Buen Suceso, de donde recibía el nombre.

Solamente el nombre de la calle en que se encontraba nos recuerda el convento de San

Francisco de Paula de los Mínimos (más conocido como el Convento de la Victoria) situado

en la confluencia de la Carrera de San Jerónimo con dicha calle. La coincidencia del nombre

hizo que la iglesia de San Francisco se denominara a partir de entonces el Grande para

diferenciarla de la de este convento. En palabras de Ramón Gómez de la Serna, «tenía fama

entre damas y galanes la reunión de gentes que se celebraba en esta iglesia, además de que los

frailes Vitorios tenían también reputación de decir las misas muy ligeras, y, sabido es lo que

eso pesa en el corazón ligero de los fieles»2.

En la manzana situada entre las calles del Correo y Esparteros se encontraba el

convento de San Felipe el Real. Por la parte de Mayor y Correo, el edificio se montaba sobre

una lonja muy espaciosa, conocida con el nombre de las «gradas de San Felipe». Debajo

estaban las «covachuelas», arcos porticados ocupados por tiendas donde se vendían, entre

1
Luis Vélez de Guevara. El diablo cojuelo. Ed. de Ángel R. Fernández e Ignacio Arellano. Madrid: Castalia,
1988, p. 203-4.
2
Ramón Gómez de la Serna. Historia de la puerta del sol. Madrid: Méndez & Molina Editores / Ediciones
Almarabú, 1987, p. 25. En la misma página recoge algunas alusiones del teatro español de la época a este
templo.
otras cosas, juguetes.

El principal mentidero de Madrid, «de adonde salen las nuevas primero que los

sucesos»3, tenía su sede en las citadas gradas, apareciendo frecuentemente en los textos de la

época4. En la acera contraria, en la casa de la calle Mayor, debió de estar la mancebía de Las

Soleras, la principal de Madrid, inmortalizada por Quevedo en su romance «A la perla de la

mancebía de las Soleras»5.

Entre Arenal y Mayor, se encontraba el Palacio de Oñate 6, a cuya puerta fue asesinado

un domingo de agosto del año 1622 el conde de Villamediana 7. El crimen, que quedó sin

resolver, inspiró la famosa décima que dice:

Mentidero de Madrid,

decidnos: ¿quién mató al conde?

Ni se dice, ni se esconde.

Sin discurso discurrid.


3
«—Y aquellas gradas que están allí enfrente —prosiguió la tal Rufina María— tan llenas de gente, ¿de qué
templo son, o qué hacen allí tanta variedad de hombres vestidos de diferentes colores?
— Aquéllas son las gradas de San Felipe —respondió el Cojuelo—, convento de San Agustín, que es el
mentidero de los soldados, de adonde salen las nuevas primero que los sucesos» (El diablo cojuelo, ed. cit.,
p. 202).
4
Recordemos la despedida cervantina en su Viaje del Parnaso
Adiós de San Felipe el gran paseo,
donde si baja o sube el turco galgo
como en gaceta de Venecia leo…
5
Francisco de Quevedo. Poesía original completa. Ed. de José Manuel Blecua. Barcelona: Planeta, 1990 (3ª),
p. 1043-5. Ramón Gómez de la Serna apunta: «Entre la calle Mayor y la del Arenal se hallaban las casas de
mancebía —una de ella llamada de «Las Soleras»—, que autorizó Felipe II para solar [sic] de sus vasallos de
noble estirpe y que por Real cédula de Carlos I fueron trasladadas al terreno que por indemnización a los
dueños «y para construir otras nuevas», se les dio en la calle del Carmen, en el sitio que hoy es iglesia y en
cuya ventana principal pusieron una figura de mujer que, aunque en ademán indecoroso, pretendía ser una
representación de la Virgen.» (Historia de la Puerta del Sol, p. 24).
6
Era el lugar desde donde la familia real presenciaba los actos solemnes que tenían lugar en la plaza. Como
la entrada en Madrid de la princesa Mariana de Austria, esposa de Carlos II en 1680. Ver Mª Isabel Gea
Ortigas. El Madrid desaparecido. Madrid: Ediciones La Librería, 1992, p. 85-6.
7
Leon Pinelo, en su obra Anales de Madrid (desde el año 447 al de 1658), lo narra del siguiente modo:
Año 1622.— Domingo, 21 de agosto, en la calle Mayor, yendo en su coche D. Juan de Tarsis, Conde de
Villamediana, aún casi de día, se llegó al estribo un hombre, y con alguna arma fuerte y que hería de
golpe, por si llevaba defensa, se le dio tan cruel, que rompiéndole las costillas no le dio más lugar que
para decir: ¡Jesús, esto es hecho! y luego murió. Los juicios que se hicieron fueron varios, como advierte
D. Gonzalo de Céspedes en su Historia.
(Tomado de: José Simón Díaz. Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos. Madrid: Instituto de
Estudios Madrileños / Ediciones La Librería, 1994, p. 133).
Unos dicen que fue el Cid,

por ser el conde lozano;

¡disparate chabacano!,

pues lo cierto de ello ha sido

que el matador fue Bellido

y el impulso soberano8.

No hace falta mucha imaginación para deducir el origen del nombre de la calle del

Arenal. A lo largo del Siglo de Oro son frecuentes las quejas acerca del barro y la basura

existente en las calles de Madrid. Sobre todo la segunda será objeto de observaciones como la

que sigue:

Tengo a esta villa de Madrid por la más sucia y puerca de todas las de España. Por las

calles no se ve otra cosa que grandes servidores (como ellos los llaman), que son

grandes orinales llenos de mierda que los madrileños vacían por las calles, lo cual

engendra una fetidez insoportable y villana. [...] Después de las diez de la noche, no

es divertido pasearse por la ciudad, pues a partir de esa hora se oye volar orinales

cuya porquería se vacía por todas partes9.

En esta calle se encuentra la iglesia de San Ginés. El primitivo templo se hundió en

1642, levantándose en su lugar el actual, que se abrió al culto tres años más tarde. Digna de

visitar no sólo por su valor arquitectónico sino por su significado para el mundo de las letras,

ya que en ella fue bautizado Quevedo y Lope contrajo matrimonio con Isabel de Urbina.

Enfrente de este templo tomamos la calle de San Martín, donde se hallaba el convento

dedicado a dicho santo, y desembocamos en la plaza de las Descalzas, presidida por el

8
Alejo Martínez Martín. Madrid en la poesía. I. Madrid: Comunidad de Madrid, 1993, p. 53. Como es bien
sabido, la décima se atribuye a varios poetas, Góngora y Lope entre ellos.
9
Lamberto Wyts, Viaje por España, en Gachard, Noticia de los manuscritos relativos a la historia de Bélgica
que existen en la Biblioteca imperial, Bruselas, Leipzig, 1894 (ap. Madrid en la prosa de viaje, I, p. 7).
convento de las Descalzas Reales. Fue fundado por Juana de Austria, hermana de Felipe II, en

1564, con la intención de retirarse a vivir allí los últimos años de su vida. Otras reales

personas seguirían posteriormente su ejemplo, y entre ellas la emperatriz doña María de

Austria. Dada su relación con la monarquía, el monasterio recibió a lo largo de su historia

importantes donaciones, formando una de las mejores colecciones de arte de todo el país.

La calle de Flora nos encamina hacia la plaza de Opera, donde se encontraba la Puerta

de Balnadú, una de las primitivas puertas de la muralla, que fue derribada en 1567 por orden

de Felipe II. En esa misma plaza, se hallaba, aproximadamente donde esta el teatro, el

convento de Santa Catalina de Siena10. Siguiendo por Arrieta llegamos a la Plaza de la

Encarnación. Allí se encuentra el monasterio de agustinas descalzas que le da nombre, uno de

los principales monumentos del Madrid de los Austrias. Careciendo Madrid de catedral y el

Alcázar de capilla, fue fundado por la esposa de Felipe de II doña Margarita de Austria, con

la intención de que en él se celebrasen aquellas ceremonias religiosas en que participase la

Corona. Así mismo, serviría para cumplir en ella los preceptos ordinarios. La fachada es la

primera obra de la arquitectura barroca en nuestra ciudad y sirvió de modelo a la de otros

templos construidos con posterioridad. El monumento a Lope de Vega situado en un

rinconcito de la plaza es obra de Mateo Inurria y se trasladó a este lugar no hace mucho

tiempo.

Lo que hoy conocemos como Plaza de Oriente (y que en realidad se halla en el

occidente de Madrid), estuvo ocupado en la época que nos ocupa por las huertas de la Reina y

de la Priora, así como por los edificios de la Casa del Tesoro 11 y de la Biblioteca Real. Todo

ello presidido por el Alcázar Real. Nada sobrevive y la zona está muy transformada,

comenzando por la propia residencia real, incendiada en la Nochebuena de 1734 al prenderse

unas cortinas de la habitación del pintor de cámara francés Jules Ranc. Sobre el lugar por él

10
El Madrid desaparecido, p. 66-7.
11
Una placa en el número 3 de la plaza nos recuerda que allí vivió Quevedo.
ocupado se construyó en el siglo XVIII el nuevo Palacio Real. José Bonaparte continuó la

transformación de la plaza, derribando numerosos edificios, entre ellos varios conventos y

parroquias (como la iglesia de San Gil, que se hallaba donde hoy se encuentran los Jardines

de Lepanto), con la idea de crear un gran espacio que uniera el Palacio con la Puerta del Sol.

La brevedad del reinado y las penurias económicas hicieron imposible tal proyecto,

debiéndose a Isabel II la configuración actual del conjunto.

En el centro de la plaza se halla la estatua ecuestre de Felipe IV, la primera en

presentar el caballo haciendo una corbeta (lo que se logró, según la leyenda, gracias al

ingenio de Galileo). Se la conoce por la estatua de los cuatro genios, ya que aparte de Galileo,

en su diseño y construcción trabajaron Velázquez, Juan Martínez Montañés y el italiano Piero

Tacca. Concebida por el Conde Duque de Olivares hacia 1640 para adornar el jardín de la

Reina en el Palacio del Buen Retiro, fue trasladada a su actual emplazamiento a mediados del

siglo pasado.

Donde hoy se sitúa la Plaza de Ramales estuvo la iglesia de San Juan, en la cual fue

enterrado Velázquez, cuyos restos se perdieron al ser derribada durante la remodelación

ordenada por José I. En el centro de la plaza existe una columna con una cruz y una placa que

recuerda que, en algún lugar de la zona, se encuentran los restos del pintor.

Mejor suerte corrió la iglesia de San Nicolás (donde fuera bautizado Alonso de

Ercilla), un ejemplo más de la arquitectura religiosa madrileña de la época.

Toda esta zona (comprendida entre la calle Bailén y la Plaza de la Villa) formaba el

barrio de la Almudena, residencia de la nobleza ansiosa de habitar cerca del Alcázar Real.

Esto podría hacernos pensar en la existencia de calles espaciosas, repletas de lujosas

edificaciones, pero en cambio lo que hubo fueron callejuelas sombrías y tortuosas, con

grandes caserones, de escaso valor arquitectónico12. El nombre lo tomaba el barrio de la

12
José Simón Díaz. Guía literaria de Madrid. De murallas adentro. Madrid: Instituto de Estudios
Madrileños / Ediciones La Librería, 1993, p. 328.
iglesia de Santa María, que se hallaba en la confluencia de la calle Mayor con Bailén, y a

cuyas puertas Cervantes sitúa la actuación de su Gitanilla el día de la llegada de esta a

Madrid13.

Entre el palacio de Uceda y la calle del Factor, se encontraba el Arco de Santa María,

derribado en 1572 para ensanchar el camino con motivo de la entrada de doña Ana de

Austria, última esposa de Felipe II. En su lugar se construyó una nueva puerta que aunque se

denominó Puerta de Santa María de la Almudena, siguió siendo llamada Arco de Santa

María14.

Según llegamos a Mayor por San Nicolás, queda a la izquierda el palacio de Abrantes

edificado sobre el anterior caserón de Éboli y hoy Instituto Italiano de Cultura 15. Enfrente de

él, en la misma esquina de Bailén, se encuentra el Palacio del Duque de Uceda, valido de

Felipe III. El palacio, con sus torres y su tejado de pizarra (elementos ambos que perdió

posteriormente) sentó modelo y dictó las pautas para la posterior arquitectura palaciega

madrileña. Junto al palacio, hizo construir un convento (denominado del Sacramento), del

que sólo se conserva la iglesia, hoy sede del vicariato general castrense.

Continuando por la calle Sacramento podemos observar (entre Traviesa y Doctor

13
«Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fue un día de Santa Ana, patrona y abogada de la villa,
con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano gran bailarín, que
las guiaba, y aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal que poco a poco fue
enamorando los ojos de cuantos la miraban. De entre el son del tamborín y castañetas y fuga del baile salió
un rumor que encarecía la belleza y donaire de la Gitanilla, y corrían los muchachos a verla, y los hombres a
mirarla. Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza cantada, ¡allí fue ello! Allí sí que cobró aliento la
fama de la Gitanilla, y de común consentimiento de los diputados de la fiesta, desde luego le señalaron el
premio y joya de la mejor danza, y cuando llegaron a hacerla en la iglesia de Santa María, delante de la
imagen de Santa Ana, después de haberla bailado todas, tomó Preciosa unas sonajas, al son de las cuales,
dando en redondo largas y ligerísimas vueltas, cantó el romance siguiente:
Árbol preciosísimo,
que tardó en dar fruto
años que pudieron
cubrirle de luto,
y hacer los deseos
del consorte puros,
contra su esperanza
no muy bien seguros [...]»
Cervantes. La Gitanilla. Apud Madrid en la novela, p. 4.
14
El Madrid desaparecido, p. 144-5.
15
En El Madrid desaparecido, p. 179-80, se lee: «En su lugar se construyeron unos jardines colocándose el
busto de Larra en medio», afirmación que entiendo puede ser compatible con lo dicho.
Nájera) las tapias de los jardines del Palacio de Camarasa. Como puede verse en el plano de

Texeira, en el Madrid de los Austrias era normal que los palacios y casas de cierto rango (e

incluso algunas casas de vecindad) tuviesen jardines y huertas en la parte trasera. Estos

lugares conformaban, junto a las huertas de los conventos, las únicas zonas verdes de la Villa,

no demasiadas, dada la escasez de suelo que sufría.

Subiendo por Puñonrostro llegamos a la plaza del Conde de Miranda, donde se halla

el convento de monjas jerónimas del Corpus Christi, conocido popularmente como las

Carboneras, a causa de una imagen milagrosa de la Virgen allí conservada que fue encontrada

por un fraile entre el carbón de una carbonera. El interior del templo sobrevivió a incendios y

destrucciones y se conserva tal cual fue concebido, destacando sobre todo su importante

retablo mayor.

La calle del Codo (cuyo nombre no hace falta explicar) nos encamina a la Plaza de la

Villa, antiguamente de San Salvador, ya que estaba presidida por la iglesia. En ella destaca el

edificio del Ayuntamiento, cuyas obras iniciara Juan Gómez de Mora en 1620, concluyéndose

en 1692. Toma como modelo y lleva a su plenitud el estilo iniciado en el Palacio de Uceda,

siendo la culminación de la arquitectura civil de la época. En el centro de la plaza se halla la

estatua de don Álvaro de Bazán, triunfador de Lepanto, realizada en 1891 por Mariano

Benlliure. Una buena descripción de la plaza la tenemos en un cuadro de Juan Bautista

Martínez del Mazo, en el que se puede observar en el centro la Fuente de la Villa, también

llamada Fuente de los Leones, situada junto a Platerías.

La iglesia se encontraba aproximadamente en el actual nº 70 de la calle Mayor, en la

confluencia con Señores de Luzón. Fue sede provisional del concejo madrileño, ya que en

una sala existente encima de su pórtico estuvo su primer salón de sesiones. Aquí fue

enterrado Calderón de la Barca cuyos restos, como los del resto de los grandes autores de la

época, se hallan hoy en paradero desconocido. Desde la torre de este templo se inicia el
fantástico viaje por Madrid del Diablo Cojuelo:

[...] y asiéndole por la mano el Cojuelo y diciéndole: «Vamos, don Cleofás, que quiero

comenzar a pagarte en algo lo que te debo», salieron los dos por la buarda como si los

dispararan de un tiro de artillería, no parando de volar hasta hacer pie en el capitel de

la torre de San Salvador, mayor atalaya de Madrid, a tiempo que su reloj daba la una,

hora que tocaba a recoger el mundo poco a poco al descanso del sueño[...]16.

El trozo de la calle Mayor, comprendido entre la plaza de la Villa y la Puerta de

Guadalajara, se conocía como calle de Platerías o más corrientemente la Platería, por ser en el

que los artesanos de la plata se hallaban establecidos 17. En esta zona (exactamente en el

número 61 de Mayor) se halla la casa que perteneció a don Pedro Calderón de la Barca. Con

una fachada muy estrecha, pero con fondo, representa un tipo de vivienda muy de la época,

resultado de la gran escasez de suelo que padecía la ciudad.

A la altura de la plaza del Comandante Las Morenas estuvo la Puerta de Guadalajara,

la principal de la Villa. Fue derribada en 1570 (tras incendiarse durante la celebración de la

victoria de Felipe II sobre Portugal), conservando el solar resultante la denominación.

Destacaba por sus comercios, y es tópica la imagen de las mujeres esperando la llegada de

algún galán que las regale. Una buena descripción nos la ofrece el siguiente pasaje de El

buscón:

«Fuime por las calles de Dios, llegué a la puerta de Guadalajara, y sentéme en un

banco de los que tienen en sus puertas los mercaderes. Quiso Dios que llegaran a la

tienda dos de las que piden prestado sobre sus caras, tapadas de medio ojo, con su

vieja y pajecillo. Preguntaron si había algún terciopelo de labor extraordinaria. Yo


16
El diablo cojuelo, ed. cit., p. 76-7.
17
Eran corrientes las exhibiciones con motivo de las celebraciones, y valga como ejemplo la siguiente
descripción:
«La Platería estaua compuesta de riquisimos aparadores de piezas de plata y oro joyas de ynestimable valor, de
una y otra parte que parezía ynposible aber juntado tanta riqueza, y pienso que fue de las mejores cosas de la
fiesta». Relación de la entrada de sus magestades en Madrid, el domingo 26 de octubre de 1599 y de las
fiestas y señores que se hallaron a ellas. Ms de la AH (Apud José Simón Díaz. Relaciones breves de actos
celebrados en Madrid de 1541 a 1650. Madrid: Instituto de Estudios Madrileños, 1982, p. 41).
empecé luego, para trabar conversación, a jugar del vocablo, de tercio y pelado, y

pelo y apelo y pospelo, y no dejé güeso sano a la razón. Sentí que les había dado mi

libertad algún seguro de la tienda, y yo, como quien no aventuraba a perder nada,

ofrecílas lo que quisiesen. Regatearon, diciendo que no tomaban nada de quien no

conocían. [...]18

Aunque la cosa se les fue poniendo difícil, como podemos ver en Las harpías en Madrid:

...pues en viendo los galanes deste tiempo coche de damas vecino de tienda de

mercader, huyen dél como de lugar apestado19.

Era aquí donde se publicaban los pregones, según nos recuerda Cervantes en El vizcaíno

fingido, haciendo a la vez alusión al problema del tráfico en la zona:

Brígida: [...] Has de saber, hermana, que viniendo agora a verte, al pasar por la puerta

de Guadalajara, oí que en medio de infinita justicia y gente estaba un pregonero

pregonando[...]20.

En una casa de la zona nació en 1562 Lope de Vega (aproximadamente en el nº 48 de

la calle Mayor21), siendo bautizado en la cercana parroquia de San Miguel de los Octoes,

cuyos terrenos ocupa el mercado de San Miguel.

Desde la Puerta de Guadalajara hasta la del Sol discurría originariamente «la calle

Mayor, no sólo de Madrid, sino del mundo22». El tramo fue adquiriendo cada vez más

importancia y absorbió a los precedentes, tomando esta denominación toda la vía

comprendida entre la Puerta del Sol con la de la Vega 23. Baptista Remiro de Navarra en su

obra Los peligros de Madrid dedica su «Peligro Sexto», a esta calle, destacando, entre otras

cosas, el riesgo para la bolsa de circular por allí junto a damas, sugiriendo algunos trucos para
18
Francisco de Quevedo. El buscón. Apud, Madrid en la novela, p. 77.
19
Alonso de Castillo Solórzano. Las harpías en Madrid. Ed. de Pablo Jauralde. Madrid: Castalia, 1985, p. 161
20
Miguel de Cervantes. El vizcaíno fingido. Apud Ángel Berenguer. Madrid en el teatro. Siglos de Oro.
Madrid: Comunidad de Madrid, 1994, p. 153).
21
J. Entrambasaguas. Vivir y crear de Lope de Vega, I, p. 13-4. Apud, Guía literaria de Madrid. De murallas
adentro, p. 469.
22
Los peligros de Madrid. Ed. cit., p. 60-1, Peligro Primero.
23
Abundantes textos sobre esta calle en Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos, p. 127-34.
evitar el gasto. En la misma obra, queda atestiguado el ya incipiente problema de tráfico en la

zona:

«¡Calle Mayor de Madrid que en esta variedad te aclamará el orbe! ¡Oh, tú, paseo de

los días tempestuosos del invierno, donde sustentas más coches que piedras!24»

Entramos a la Plaza Mayor por la que se denominó calle Nueva, abierta, poco después

del incendio que destruyó la puerta de Guadalajara, para empalmar el solar resultante (que

pronto se convertiría en gran centro de atracción) con la Plaza Mayor. La plaza actual procede

de la reconstrucción realizada, a finales del siglo XVIII, por Juan de Villanueva tras el

incendio que la destruyó en 1790. De la plaza del XVII queda la Casa de la Panadería (de

1672, en sustitución de la anterior que se quemó en 1590) que sobrevivió a las llamas y fue

respetada por el citado arquitecto. Aparte de servir de marco a todo tipo de fiestas y actos

públicos,

el uso cotidiano de la Plaza Mayor era el de servir de marco, [...], para el único

mercado que se celebraba en la ciudad. En los soportales se situaba un mercado

especializado, sobre todo gremial. Así, los mercaderes de paños se situaban entre la

calle Nueva y la de Toledo, cáñamos y sedas entre la de Toledo y Gerona, sedas e

hilos entre la Nueva y la de la Sal, quincallería entre la de la Sal y Gerona, estando en

el centro, al aire libre, toda la animación del mercado, con fruteras, meloneras,

verduleras, aguadores y todo un mundo abigarrado de vendedores, que fue objeto de

abundante literatura en la época25.

La construcción originaria de la plaza, con abundante madera, la hacía sufrir frecuentes

incendios, los cuales dejaron también múltiples recuerdos literarios26.


24
Baptista Remiro de Navarra. Los peligros de Madrid. Ed. de María Soledad Arredondo. Madrid: Castalia /
Comunidad de Madrid, 1996, p. 117.
25
VV. AA. Madrid de los Austrias. Madrid: Fundación Caja de Madrid / Ediciones La Librería, 1992
(Colección Recorridos Didácticos por Madrid), p. 53.
26
Ejemplo son el soneto de Quevedo «Al incendio de la plaza de Madrid, en que se abrasó todo un lado de
cuatro» (suceso ocurrido el 7 de julio de 1631) o el de Francisco de Ataide y Sotomayor «Al incendio de la
plaza de Madrid el año 1652» (Alejo Martínez Marín. Madrid en la poesía. I. Madrid: Comunidad de
Madrid, 1993, p. 161).
La estatua que preside la plaza se trajo en 1848, procedente del palacete de la Casa de

Campo27, donde se había colocado en 161628.

Salimos de la plaza hacia Atocha y desembocamos en la Plaza de la Provincia, sede de

la Cárcel de Corte, cuyo edificio ocupa actualmente el Ministerio de Asuntos Exteriores. La

cárcel propiamente dicha estaba en la parte trasera del edificio (donde hoy está el Palacio de

Viana), dedicándose las dependencias de la fachada a las tareas administrativas. Enfrente, la

Plazuela de Santa Cruz confundida como hoy con la de la Provincia y hasta donde se extendía

el mercado de la plaza Mayor. En la confluencia de la calle de la Bolsa con Esparteros, se

encontraba la Iglesia de Santa Cruz. Su torre era la más alta de Madrid y su campana, junto a

la de San Salvador, era la encargada de tocar cuando había un incendio. Al ser derribado el

templo, se trasladó la parroquia al cercano convento de Santo Tomás, sobre cuyo solar se

levantaría a principios de este siglo la actual iglesia de Santa Cruz.

No muy lejos, en la calle de Atocha entre Conde de Romanones y Relatores, se

hallaba otro convento, el de la Trinidad. De él queda en pie la pequeña capilla del Ave María

que en la actualidad forma ángulo recto con el cine Ideal y en el resto del solar se construyó

el edificio del teatro Calderón, abriéndose a la vez la calle del Doctor Cortezo. Fue

importante centro de reunión social en el Siglo de Oro, aparte de por el horario de sus misas 29,

por la importancia de sus predicadores, entre los que destaca fray Hortensio Paravicino 30.
27
A ello alude el soneto de Quevedo «Huye la Casa del Campo (donde está el coloso del señor Felipe III) la
competencia del Retiro» que comienza «Piedras apaño cuando veis que callo».
28
Más datos sobre la Plaza Mayor y sus alrededores en Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos,
p. 15-134, donde se pueden encontrar descripciones de las actividades que allí se desarrollaron así como de
las calles del entorno.
29
«Se vistió y fue a Misa al Monasterio de la Santísima Trinidad y al entrar por su vistosa lonja, adorno de la
más frecuente y hermosa calle de Madrid, llamada de Atocha [...] vio a algunos de sus amigos, que
esperaban a las once Misa, hora propia de los que haciendo de la noche día, son sus más virtuosas
ocupaciones comedias, calle Mayor y Prado, frecuentando iglesias [...] más por entretenimiento que por el
fin que se debe, donde oyendo en conversación los divinos Oficios, hacen siempre más daño que provecho»
(Diego Agreda y Vargas. Novelas morales. Madrid: 1620, p. 325-7).
30
A ello alude la siguiente carta escrita en 1623:
«La señora duquesa de Medina de Rioseco, mujer del señor Almirante, celebró fiesta al nombre
santísimo de María en la Trinidad. Dijo el P. Rojas la Misa, predicó el Maestro Hortensio Félix, más
felice ingenio que el Romano, si más valiente Orador».
Desde aquí salían, además, las expediciones trinitarias que iban a rescatar cautivos, y entre

ellas, en mayo de 1580 la encabezada por fray Juan Gil y fray Antonio de la Bella que

lograría el rescate de Cervantes31.

La calle de Atocha32, que en su origen no era más que el camino a la ermita de la

Virgen de este nombre fue poco a poco poblándose, tanto con edificaciones religiosas y

benéficas como con posadas y buenas casas de vecindad, en que se instalaron abundantes

comercios33.

Entre las iglesias, cabe destacar por su importancia para las letras españolas la de San

Sebastián, que sería reconstruida tras la Guerra Civil respetando muy poco de su traza

original. En su parte trasera, haciendo esquina con la calle de las Huertas, se hallaba el

cementerio de la parroquia (en el lugar que hoy ocupa una floristería). En él estuvo enterrado

Lope de Vega, cuyos restos desaparecieron en una de las extracciones de cadáveres que

periódicamente se realizaban. En su archivo, entre otros muchos grandes nombres de nuestras

letras, cabe destacar el de Miguel de Cervantes, cuya partida de defunción aún conserva. La

parroquia servía de sede a las cofradías de la Soledad y la Pasión, administradoras de los dos

corrales de comedias existentes en el XVII, así como a la cofradía de Nuestra Señora de la

Novena. La imagen de ésta última (una Virgen con su hijo dormido en brazos y S. Juan

Bautista velando el sueño) estuvo en un principio en un humilladero en la esquina de la calle


(Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos, p. 230-1).
31

Ver Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos, p. 228-34.


32
Sobre el nombre de la calle ver María Isabel Gea Ortigas, Los nombres de las calles de Madrid. (Madrid:
Ediciones La Librería, 1993): p. 35.
33
»Con un elogio a su anchura, la menciona Castillo Solórzano:
«Asistían en la antigua e insigne villa de Madrid... tres nobles caballeros, casados, que vivían en tres
principales casas en la anchurosa calle de Atocha» [Tiempo de regocijo, f. 1r]
»A uno de sus mesones se refiere Salas Barbadillo en estos términos:
«Vivía en Madrid, en la calle de Atocha, un mesonero llamado Molina, mulato en la color del rostro [...];
tenía en su casa una moza de buen parecer, socorro de pasajeros, briosa y entendida, para todo hábil» [El
caballero puntual]
»Y Tirso de Molina indica:
«Sí, que en la calle de Atocha
en el mesón de la Oliva
se apeó» [Por el sótano y el torno]»

(Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos, p. 221-2)


de León con Santa María. Se le atribuía la curación milagrosa de Catalina Flores (madre de la

actriz Bernarda Ramírez), impedida desde hacía muchos años, quien sanó tras acudir nueve

días consecutivos a rezar a sus pies. El hecho tuvo un gran impacto entre las gentes de teatro,

que la adoptaron a partir de entonces como patrona34.

En torno a la parroquia se alzaban los barrios de San Sebastián,

[...] alegres por su sana vivienda como por estar cerca de los dos teatros de las

comedias; y porque cerca dellos viven los representantes y las damas de la Corte, se

llaman comúnmente los barrios del placer35.

Dado el carácter del barrio, no es de extrañar que casi enfrente se hallara el Convento

de la Magdalena, que se dedicaba a la «reconversión» de mujeres de mala vida.

Otra institución que daba carácter al barrio era el famoso hospital de Antón Martín,

que se alzaba donde hoy lo hacen la Iglesia de San Salvador y San Nicolás y el pasaje de

Doré. Fue fundado en 1552 por el religioso de dicho nombre 36 para atender a los aquejados

por las enfermedades venéreas, la sarna y otras enfermedades cutáneas. Su dedicación a la

cura de estos males le hizo objeto de múltiples alusiones en los textos de la época37.

En la misma calle de Atocha (esquina con la Costanilla de los Desamparados), donde

Texeira sitúa el albergue de San Ildefonso para niños desamparados, estuvo instalada la

imprenta de Juan de la Cuesta, de cuyas prensas salió la edición príncipe de la primera parte

del Quijote. El edificio fue reformado en 1852, y en él se instaló el hospital de incurables de

34
Se puede ver una Relación verdadera del origen, y principio de la imagen de nuestra Señora de la Nouena,
que está en la Parroquia de san Sebastián desta villa de Madrid (Madrid: 1624) en Relaciones breves de
actos celebrados en Madrid de 1541 a 1650, p. 321.
35
Alonso de Castillo Solórzano. La niña de los embustes, Teresa de Manzanares. Apud Madrid en la novela,
p. 130).
«Traía aviso la astuta vieja de Sevilla que los barrios cerca de San Sebastián eran los más frecuentados de
todo Madrid de la gente moza, así por estar cerca los dos corrales de las comedias, como por vivir en
ellos muchas damas de la profesión, que pensaban ser las que Teodora introducía en la Corte; y así quiso
hacer su habitación en ellos, para lo cual mandó al cochero que guiasé allá.» (Las harpías en Madrid,
p.53).
36
La vida de su fundador, el venerable hermano Antón Martín, convertido a raíz de su encuentro con san Juan
de Dios, inspiró a Lope de Vega la comedia Juan de Dios y Antón Martín, publicada en 1618 en la «Décima
parte» de las suyas. Ver Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos, p. 243-4.
37
Una selección de textos en la Guía literaria de Madrid. Arrabales y Barrios Bajos, p. 245-50.
Ntra. Sra. del Carmen, siendo hoy sede de la Sociedad Cervantina.

Proseguimos por la calle de Moratín, antigua de San Juan al Prado, y pasamos por la

plaza de san Juan, que fue en el siglo XVII el centro del mundo erótico, pues en las calles

circundantes había varias mancebías. A un lado queda la calle de Fúcar, que —en palabras de

Ramón Gómez de la Serna— «parece llevar un nombre de antigua fuente o de batalla menor

en Flandes»38 y que debe su nombre a los Fugger, importantes banqueros de la época. Son el

precedente de los fondos de inversión, como atestiguan abundantes textos de la época, como

el siguiente:

Señor dotor, yo tengo seis mil escudos en poder de los Fúcares y en plata. Cuando los

dejé allí para que ganasen, me pusieron por condición que cuando los quisiese yo

sacar de su poder, les había de avisar un mes antes39.

La forma españolizada del apellido pasó a denotar «hombre muy rico y hacendado», según

recoge todavía el Diccionario de la Real Academia Española.

La calle y la plaza de Jesús, toman el nombre del antiguo convento de la Encarnación,

de trinitarios descalzos, más conocido por el convento de Jesús. En esta zona estuvo el

Palacio del Duque de Medinaceli, antes del Duque de Lerma, cuyo conjunto ocupaba una

enorme manzana comprendida entre la Carrera de San Jerónimo, el paseo del Prado y las

calles de Huertas, Jesús, Cervantes, San Agustín y la plaza de las Cortes. En parte de la

huerta, cedida por el duque de Lerma, se fundó el ya mencionado convento de la Encarnación

1606. En su iglesia se venera la imagen del Jesús de Medinaceli, que, según la tradición, fue

rescatada en una de sus expediciones a tierra infiel por los propios trinitarios.

Subamos por la calle de Cervantes, antigua de Francos, en la que paradójicamente, en

su número 11, encontramos la que fuera, desde 1610 y hasta su muerte, casa de Lope de

Vega. Que el Fénix se encontraba orgulloso de haber podido con su trabajo adquirir la

38
Ramón Gómez de la Serna. Nostalgias de Madrid. (Madrid: El Grifón de Plata, 1956): p. 259-262
39
Alonso de Castillo Solórzano. Las harpías en Madrid. Ed. de Pablo Jauralde. Madrid: Castalia, 1985, p.156
vivienda, lo demuestra la inscripción que hizo poner sobre la puerta: D.O.M. / PARVA

PROPIA MAGNA / MAGNA ALIENA PARVA («Al Dios mejor y más grande / Que propio

albergue es mucho, aun siendo poco / y mucho albergue poco siendo ajeno»). Al disponer de

dos plantas, la casa tenía «carga de aposento», redimida por Lope en 1613.

Seguimos por la calle de Quevedo, que no hemos de confundir con la glorieta del

mismo nombre, y que fue hasta el siglo XIX calle del Niño. En la esquina de esta calle con

Lope de Vega se encuentra la casa en que habitó Góngora y a la que hace referencias en

algunas de sus cartas («He alquilado casa que en el tamaño es dedal y en el precio de plata»;

«tengo una casilla agradable...aunque estrecha»40). En 1625 la casa fue comprada por

Quevedo y Góngora tuvo que abandonarla, hecho al que alude el primero en los siguientes

versos:

[...]

Y págalo Quevedo

porque compró la casa en que vivías,

molde de hacer arpías;

y me ha certificado el pobre cojo

que de tu habitación quedó de modo

la casa y barrio todo,

hediendo a Polifemos estantíos,

coturnos tenebrosos y sombríos,

y con tufo tan vil de Soledades,

que para perfumarla

y desengongorarla

40
La primera cita de carta fechada el 13 de agosto de 1619; la segunda con fecha de 22 de octubre del mismo
año, ambas dirigidas a Francisco del Corral. Apud, Fco. Rodríguez Oquendo y F. J. Collantes Fernández.
Madrid para escolares. El Barrio del Parnaso. Madrid: Publicaciones Pablo Montesino, 1991, p. 59. Todo lo
referente a esta casa aparece en las p. 59-60.
de vapores tan crasos,

quemó como pastillas Garcilasos:

pues era con tu vaho el aposento

sombra del sol y tósigo del viento41.

Enfrente de esta casa, en la calle de Lope de Vega, antigua calle de Cantarranas, se

halla el convento de San Ildefonso de religiosas trinitarias descalzas (conocido como de las

Trinitarias). Es recomendable su visita por pinturas más antiguas, del siglo XVI, flamencas y

de gran calidad. En su primitiva iglesia (la actual procede de 1673) fue enterrado, como es

conocido, Cervantes.

Aquí profesó también, con el nombre de Sor María de Félix, Marcela Carpio, hija de Lope de

Vega. Por esta razón, la comitiva fúnebre de Lope de Vega se desvió de su recorrido para que

ella pudiera contemplarlo. Y fue escenario de un famoso suceso en enero de 1628: Pedro

Calderón de la Barca entró violentamente, en compañía de la justicia, en el convento en

persecución del cómico Pedro de Villegas que había herido a un hermano del comediógrafo,

lo que originaría una importante polémica en la que intervinieron Lope y Paravicino.

En la esquina de la calle de León con Cervantes (en el nº 2 de esta última) estuvo la

casa en que murió el autor del Quijote, que entonces tenía su entrada por León, muy cerca de

donde se hallaba el mentidero de los representantes (en la calle de León, en la desembocadura

de la calle de Cantarranas, como se puede ver en el plano de Texeira).

Desde aquí, llegamos por Infante a la antigua calle del Lobo (hoy de Echegaray) por

la que accedemos a la calle de las Huertas. Era esta una de las muchas que hubo dedicada a la

prostitución, y así lo reflejan dichos antiguos como «en la calle de Huertas, una puta en cada

puerta» o «calle de las Huertas, más putas que puertas». En 1612, Cervantes, su esposa y su

sobrina Constanza vivieron en una casa de esta calle (aproximadamente en el nº 18). A esta
41
Francisco de Quevedo. Poesía original completa. Ed. cit., p. 1106.
vivienda se refiere don Miguel en algunas ocasiones llamándola «humilde choza mía», y en

la Adjunta al Parnaso se autocita de esta forma:

Aquí llegábamos a nuestra plática, cuando Pancracio puso la mano en el seno,

y sacó dél una carta con su cubierta y, besándola, me la puso en la mano. Leí

el sobrescrito y vi que decía desta manera: «A Miguel de Cervantes, en la calle

de Huertas, frontero de las casas donde solía vivir el príncipe de Marruecos, en

Madrid».

Las casas a las que se refiere son el Palacio de Santoña o del Príncipe Negro, que hace

esquina con la calle del Príncipe y hoy sede de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid.

Fue, a finales del siglo XVI, lugar de residencia de Ruy Lope de Vega, y más tarde ocupada

por el príncipe de Marruecos Muley Xeque, quien se convirtió al cristianismo con el nombre

de Felipe de África, conocido popularmente como el Príncipe Negro.

En la actual plaza de Santa Ana se hallaba el convento de ese nombre, construido por

deseo expreso de Santa Teresa. El edificio fue derribado por orden de José I, y en 1868 se

hizo lo mismo con las casas que aún se interponían entre ella y el teatro Español. Es en el

lado opuesto a este donde se encuentra el monumento a Pedro Calderón de la Barca.

El Teatro Español fue antes Corral de Comedias del Príncipe y estaba levantado sobre

solares pertenecientes al doctor Álava de Ibarra, médico de Felipe II. Contiguo a esta casa se

erigía el Corral de la Pacheca. Este corral fue adquirido en 1582 por las cofradías de la Pasión

y de la Soledad, que lo explotaban económicamente. En tiempos de Felipe IV el local seguía

siendo descubierto, y en 1745 se construyó el recinto cubierto, denominándose Teatro del

Príncipe. El teatro se incendió el 11 de junio de 1802 y fue reconstruido por Juan de

Villanueva, abriéndose otra vez al público en 1807.

Sigue la ruta por Núñez de Arce, que antiguamente recibía el nombre de la Gorguera,

en la que estuvo instalada la famosa imprenta de Ibarra. En sus prensas se hicieron las más
bellas e importantes ediciones del siglo XVIII, entre ellas la primera académica del Quijote

(1780).

Tomando el famoso y valleinclanesco callejón del Gato, salimos a la calle de la Cruz,

donde se levantara el Teatro de la Cruz, inaugurado en 1579. En un principio se trató de un

simple corral descubierto, hasta que en 1743 Sachetti construyó el primer edificio. Años más

tarde fue reformado por Pedro de Ribera, y fin derribado en 1859. La situación exacta del

teatro era el cruce de las calles de la Cruz y Espoz y Mina. Esta calle en un principio

terminaba en la de Cruz, porque enfrente, justamente, estaba la entrada del teatro de la Cruz,

que cubría la prolongación de la calle actual y las casas que le dan inicio.

La calle de la Cruz lleva al caminante hasta la plaza de Canalejas, desde la que,

tomando la Carrera de San Jerónimo42, volverá a encontrarse en la Puerta del Sol, punto de

inicio de este apacible paseo por las calles del Madrid del Siglo de Oro.

42
Una carrera es una calle larga. El nombre de San Jerónimo lo toma por conducir al antiguo convento de San
Jerónimo el Real.

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