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CLÁSICO.
1. Introducción
La búsqueda de la veracidad universal se convirtió en un paradigma básico en la institucionalización del relato
histórico en el marco académico. El lograr unos resultados comprobables, premisas fundamentales para la
ciencia, no ha sido fácil para la historiografía. La principal preocupación de la historiografía del arte ha sido
ser ciencia histórica.
4. El supermercado metodológico.
La historiografía es una construcción intelectual que ofrece resultados relacionados con los elementos y los
intereses que confluyen en su creación. El discurso historiográfico clásico parte idealmente de un esquema
que cruza la disposición de una pregunta de investigación con el uso de una perspectiva metodológica y el
recurso a unas fuentes de información concretas. En este formato, como en toda investigación académica, el
elemento fundamental de partida es la pregunta de investigación. Normalmente, el objetivo final del
conocimiento perseguido debería determinar las herramientas metodológicas y los materiales manejados.
Simplificando mucho las cosas, una historia de las formas arquitectónicas puede preguntarse, por ejemplo,
por la evolución de los tambores de las cúpulas, e indagar para ello en los materiales y técnicas constructivas
utilizadas y en el análisis comparativo de los lenguajes compositivo y ornamental. Siguiendo con el mismo
ejemplo, una historia social de la arquitectura podría interesarse por el significado ideológico y político de las
cúpulas, y esto llevaría a trabajar los usos de los edificios. Las dos preguntas sobre la evolución de las formas
y el significado político se dirigen a unos objetos comunes, pero su lanzamiento determina los recursos
utilizados y el discurso final. Es posible que ambos trabajos analicen un mismo documento coetáneo referido
a la construcción de una de las cúpulas estudiadas, pero probablemente cada uno encontrará elementos
diversos en él, al estar buscando respuestas para diferentes preguntas. El relato que finalmente se construya
divergirá igualmente.
El juego entre estos tres elementos: pregunta, método y fuentes, está determinado en gran medida por la
existencia de tradiciones intelectuales que favorecen la multiplicidad de acercamientos posibles para cualquier
objeto de estudio. Un conocido texto de Gombrich analizaba con cierta ironía esta situación; la multiplicidad
de posibles acercamientos historiográficos que presenta su reflexión, describe una realidad hermenéutica que
forma parte ineludible de toda investigación y que actúa en la construcción de todo relato, sea éste científico
o no. La historia de la historiografía del arte ha consistido en parte en la evolución de los discursos provocada
por las variaciones habidas en las preguntas, los métodos y las fuentes.
Las diferencias entre las escuelas empirista y especulativa implican apreciar el discurso historiográfico como
producto de la intervención de distintas tradiciones intelectuales y de los cambios en el espectro de intereses
del historiador y la sociedad. Estas tradiciones han conformado métodos de investigación diferenciados entre
sí por atender áreas de interés particulares y utilizar para ello herramientas teóricas diversificadas. Hay que
entender que estos métodos historiográficos no se han planteado normalmente como opciones excluyentes.
La autonomía formal que proponía Wölfflin sería interpretada de forma incorrecta si no se considerara el
respaldo que le ofrecía el marco de la historia cultural de la escuela de Viena. Wölfflin no pretendía encarar la
totalidad de un problema. Reconocía él mismo: “se me considera el formalista entre los historiadores del arte.”.
Frente a esta idea de integración disciplinar sobre una base teórica fundamentada en una ontología previa de
la obra de arte, la concreción metodológica ha llevado a considerar la disciplina como un abanico de métodos
cerrados y listos para su uso. Como denunciara Preziosi, esto ha convertido a la historia del arte en una
especie de grandes almacenes de opciones metodológicas, donde el historiador puede seleccionar, mezclar o
hacer encajar los productos que desee de acuerdo con sus necesidades, o más frecuentemente, con sus
inclinaciones personales.
Esta metáfora del supermercado procede de una consideración del desarrollo de la historiografía como una
progresión de estratos independientes entre sí, que además se han sucedido en el tiempo invalidando o
ignorando a los anteriores. Tal imagen resulta alentada por la estructura habitual de nuestra mirada sobre la
disciplina, que tradicionalmente ha encerrado a los historiadores, las corrientes ideológicas y sus métodos de
aplicación en compartimentos estancos. Aunque el pensamiento historiográfico ha analizado la disciplina
desde otras perspectivas en múltiples ocasiones, las necesidades clasificatorias de la didáctica han promovido
el mantenimiento de esta estructura taxonómica en los clásicos de la historia de la historiografía y en los
repertorios antológicos. Estos textos ofrecen una imagen del devenir metodológico de la disciplina basada en
la sucesión de escuelas:
Kultermann:
- Parte de la prehistoria de la historiografía del arte entre Vasari y Winckelmann. Se detiene en la historia
de los artistas, la academia y la Ilustración.
- Sigue por la formulación de la Historiografía Científica en el siglo XIX, con la historia del arte del
Romanticismo, la escuela alemana universitaria, el positivismo francés y la codificación del
Atribucionismo.
- En el paso al siglo XX: Escuela de Viena, Formalismo, Iconología, y finalmente la variedad de la
historiografía del segundo tercio de ese siglo.
En otro ejemplo más reciente, desde una perspectiva menos historicista y radicalmente anglosajona es
Schneider: La lista cambia si cambia el punto de vista. Para Adams las metodologías de la historia del arte
son:
- Formalismo y estilo.
- Iconografía, los acercamientos contextuales del Marxismo y el Feminismo.
- La Biografía y la Autobiografía, la Semiótica, en sus variantes de Estructuralismo, Postestructuralismo y
Deconstrucción.
- El Psicoanálisis de Freud, Winnicott y Lacan; y la mezcla de Estética y Psicoanálisis en Fry y Barthes.
Esta percepción del método como una moda que tan pronto se impone como desaparece está igualmente
relacionada con la propia historia interna de la disciplina y sus practicantes. La experiencia de la segunda
mitad del siglo XX apunta en este sentido. La expansión del marxismo, la iconología, el estructuralismo, y su
contraste con la historiografía tradicional filológica y atribucionista, creó colectivos de historiadores que se
encuadraban en escuelas cerradas y muchas veces enfrentadas entre sí.
La difusión motivó además el surgimiento de grupos de seguidores y epígonos que practicaron en ocasiones
una versión dogmática y empobrecida, lo que condujo a un cierto agotamiento y a la formulación de
alternativas y propuestas antitéticas. Los métodos podían convertirse además en lenguajes cerrados,
caracterizados por el uso de una terminología específica que convertía sus resultados poco menos que en
arcanos sólo aptos para iniciados.
Esta noción de la sucesión organizada de métodos estancos es uno de los pilares de la metáfora del
supermercado a la que nos referíamos antes, y fundamenta su entendimiento erróneo de la teoría y el método
en la historiografía del arte como fórmulas magistrales listas para la combinación y el uso libre. Lejos de ser
componentes intercambiables, los distintos métodos históricos no deben ser utilizados sin considerar el
aparato teórico que los sostiene. La validez de un método científico depende de su capacidad crítica y de la
coherencia que muestre entre sus fines y los medios utilizados, es decir entre la pregunta de investigación que
disponga y los recursos que maneje para ello. En la historia del arte, hay que considerar además la relación del
método con el concepto de obra de arte y con la epistemología histórica en la que ésta se inserte. Esto
invalida el eclecticismo como solución historiográfica que pretende combinar libremente métodos sumando
los distintos acercamientos teóricos para ofrecer una imagen global de la obra de arte en todos sus aspectos.
Si el eclecticismo pretende de alguna manera sustituir los vaivenes del pensamiento por la falta de debate, no
puede ser coherente ni crítico. Tal integración sólo sería viable desde una reflexión teórica previa que no
puede limitarse a la voluntad de sumar facetas, como sugiere el supermercado metodológico. El eclecticismo
no es posible si la historiografía debe partir de una inquisición previa sobre su objeto de estudio. Si uno parte
de una noción de fenómeno artístico centrada en la existencia física de la obra de arte, y por tanto en la
historia del objeto artístico, o si por el contrario entiende que el elemento fundamental es la experiencia
artística y por tanto puede pretenderse incluso una historiografía del arte sin obras de arte.