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Recogiendo los rasgos que los especialistas han señalado como relevantes
dentro del aprendizaje escolar, quizás se pueda construir un perfil ideal que
defina más comprensivamente el aprendizaje y, por consiguiente, las
implicaciones del mismo en tareas educativas. Este perfil vendría dibujado por
los siguientes rasgos definitorios: se trata de un proceso cognitivo (basado en el
conocimiento), mediado, activo (intencional, organizativo, constructivo,
estratégico), significativo y complejo. Es decir, un proceso socialmente mediado
que requiere la implicación activa del sujeto y desemboca en un cambio en la
comprensión significativa.
Los profesores suelen facilitar este proceso pidiendo a los estudiantes que
compartan lo que ellos conocen sobre un tema y sugiriéndoles utilizar lo que ya
conocen para hacer predicciones que son probadas y modificadas a medida que
estudian e interactúan con el profesor y otros estudiantes. Además, los
profesores favorecen el aprendizaje estimulando a los estudiantes a que hagan
algo con el nuevo conocimiento para integrado con su conocimiento general de
fondo. Por ejemplo, pueden aconsejarles a elaborar lo que se ha presentado, o
comparar la nueva información con otras informaciones. La meta es que los
estudiantes construyan nuevas teorías y esquemas para sus ideas.
Otro rasgo importante del aprendizaje, del que cuesta mucho convencer a los
estudiantes, es su carácter activo, es decir, la necesidad de que el estudiante,
para aprender, esté comprometido activamente. Y es que no hay ninguna
posibilidad de evitar la participación activa si uno quiere conseguir el verdadero
producto del aprendizaje. Si el estudiante decide no participar, el aprendizaje no
se produce. Y esto, aunque sea obvio para los adultos, no lo es tanto para los
estudiantes. Sin embargo, participar no es sólo tener los ojos puestos en el
profesor o en el libro. La participación en el aprendizaje requiere la activación y
regulación de muchos factores adicionales como la motivación, las creencias, el
conocimiento previo, las interacciones, la nueva información, las habilidades y
estrategias. Además, los estudiantes deben hacer planes, controlar el progreso y
emplear habilidades y estrategias, así como otros recursos mentales para poder
alcanzar sus metas. El aprendizaje requiere esfuerzo y, sobre todo, requiere que
el estudiante manipule mentalmente el conocimiento.
Para que el aprendizaje tenga lugar, el estudiante debe tener una meta como,
por ejemplo, comprender o completar una tarea y estar activamente
comprometido, tratando de alcanzar esa meta. Los estudiantes avanzados saben
que el proceso de conocimiento implica analizar la tarea de aprendizaje que
incluye la meta y las condiciones para lograrla, dividir la meta en submetas y
diseñar un plan apropiado para la meta o la submeta. Las metas determinan a
qué estímulos responderá el estudiante y a cuáles no. El conocimiento previo se
evoca y se utiliza como un punto de referencia para evaluar y/o asimilar la nueva
información. Los estudiantes reciben la nueva información en un clima de
anticipación, adivinando y prediciendo lo que va a venir. Por último, los
estudiantes evalúan lo que han aprendido para determinar si han logrado o no
las metas del aprendizaje que se habían propuesto. Las metas de uno determinan
si se producirá o no el aprendizaje, así como la clase de actividad mental
necesaria para el aprendizaje.