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CURSO DE INTERPRETACIÓN

CONSTITUCIONAL

Profesor: Dr. ENRIQUE ZULETA PUCEIRO

Cursante: DANIEL GUALBERTO GOMEZ

Facultad de Derecho y Cs. Sociales y Políticas

Universidad Nacional del Nordeste.

AÑO 2013
LA DOCTRINA DE LA CSJN COMO FUENTE DE DERECHOS

DOCTRINA DE LA CORTE SUPREMA: Obligaciones jurídicas y Obligaciones

morales. Potestad y sujeción (Hoffel).

PRACTICAS SOCIALES: La praxis constitucional. Las prácticas sociales

institucionalizadas y su influencia en los fallos de la Corte. La regla de

reconocimiento (Hart).
LA DOCTRINA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACION.

El artículo 116 de la Constitución Nacional, según el texto de la Reforma del

año 1994, preceptúa que corresponde a la Corte Suprema y a los tribunales

inferiores de la Nación el conocimiento y decisión de todas las causas que

versen sobre puntos regidos por la Constitución y por las leyes de la Nación.

La Suprema Corte de justicia de la Nación ha dicho de ella misma, analizando

esta norma, que es el intérprete final de la Constitución Nacional, y es –

además- el tribunal de garantía del ejercicio de los derechos fundamentales

consagrados en ella, en función del principio de separación o de División de

los Poderes.

La Corte Nacional como tal, empezó a funcionar casi diez años después de la

creación y vigencia del texto constitucional original de 1853 (ley nº 27 del 13

de Octubre de 1862). Un año después de esta fecha se sancionó en el país la

ley nº 48 que establece y organiza la jurisdicción y competencia de los

tribunales federales.

Según Alfonso Santiago (h) “En medio de una etapa histórica turbulenta,

marcada por constantes conflictos internos, la jurisprudencia de la Corte

Suprema de esta primera etapa tiene por principal objetivo afianzar las

instituciones establecidas en la Constitución y acompañar el proceso de


desarrollo económico del país impulsado principalmente desde el gobierno

nacional. La actuación de la Corte Suprema en este período se orienta

principalmente en tres direcciones: asegurar la supremacía de la Constitución,

consolidar la autoridad del gobierno federal y reafirmar su propio poder

institucional. En el desarrollo de su labor jurisprudencial, la Corte acude

asiduamente a las doctrinas elaboradas por la Corte Suprema de los Estados

Unidos, en cuya autoridad apoya buena parte de sus decisiones.”1

Con respecto a la función de interprete final de la Constitución y tribunal de

garantías, la Corte fue plasmando una doctrina que es seguida por los

tribunales inferiores que dependen de ella como una fuente de creación

espontánea de derechos, una especie de costumbre jurídica que asume el

doble carácter de ser formal y material a la vez. Se ha ido forjando en función

de varios precedentes, algunos de los cuales asumen particular importancia.

Por ejemplo, en uno de sus primeros fallos recaído en el Caso “Ríos” (Fallos,

1:32), declaró la inconstitucionalidad de un decreto del presidente Urquiza

que, ante la falta de tribunales federales, otorgaba jurisdicción al Capitán de

puerto de la ciudad de Rosario para instruir un proceso penal. La Corte

entendió que este decreto afectaba el principio de separación de poderes

1
Alfonso Santiago (h) con la colaboración de Sofía Oyhanarte www.sobrelacorte.com
establecido en la Constitución, y dijo: “siendo el principio fundamental de

nuestro sistema político la división del gobierno en tres grandes

departamentos independientes y soberanos en su esfera, se sigue

forzosamente que las atribuciones de cada uno le son peculiares y exclusivas,

pues el uso concurrente o común de ellas harían necesariamente desaparecer

la línea de separación entre los tres altos poderes y destruiría la base de

nuestro sistema de gobierno”

En el caso caso “Tomkinson” (Fallos, 1:69), la Corte declaró inconstitucional la

imposición de una multa por la autoridad administrativa aduanera, y sostuvo

que “de ninguna manera ha podido inferirse que el ejecutivo Nacional estaba

facultado para asumir temporalmente una atribución dada por los artículos

constitucionales citados en calidad de exclusiva del poder judicial”.

En el Caso “Alem” (fallos 54:453), decidió que no era posible que el Poder

Ejecutivo detuviera a un legislador durante la vigencia del estado de sitio. La

Corte consideró que las prerrogativas de los legisladores están para asegurar

no sólo la independencia de los poderes públicos entre sí, sino también la

existencia de las autoridades establecidas por la Constitución. En el caso

“Simón Luego” (Fallos, 6:227), sostuvo la imposibilidad de que el Presidente

indulte a los procesados.


En el caso “Ministerio Publico c/ Benjamín Calvete” (Fallos 1.340) la Corte

afirmó su carácter de intérprete de la Constitución indicando que “la

inconsecuencia o la falta de previsión jamás se supone en el Legislador, y por

esto se reconoce como un principio inconcuso, que la interpretación de las

leyes debe hacerse siempre evitando darles aquel sentido que ponga en

pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las otras, y adoptando,

como verdadero, el que las concilie, y deje a todas con valor y efecto.”2

La cita de los casos paradigmáticos podría extenderse. Para lo que aquí

interesa queda claro que desde la misma Corte, en los inicios de su labor, se

ha afirmado la doctrina según la cual, en nuestro país el máximo Tribunal

ejerce el último control de constitucionalidad y se convierte en Tribunal de

Garantías constitucionales.

La Corte a través de su doctrina sentada en distintos fallos, ha influido

efectivamente en la consagración de una legislación positiva, en algunos

casos llenando vacíos legales, en otros interpretando el sentido de las

2
El Procurador Fiscal, en cumplimiento de una resolución del Senado, acusó ante un juez seccional de la Nación al
Sargento Mayor Benjamín Calvete, por haber publicado en un diario un comunicado donde -a su juicio- se injuriaba y
amenazaba al senador Martín Piñero por un discurso pronunciado en una sesión del Congreso. El juez de primera
instancia se declaró incompetente. La Corte revocó el auto apelado y lo devolvió al juzgado para que, en ejercicio de su
jurisdicción, procediera y resolviera lo que correspondiera por derecho.
normas constitucionales, dando un sentido idéntico o coincidente con texto

gramatical, o distinto.

El amparo no es sino uno de los ejemplos más claros que desembocó

posteriormente en la creación específica mediante una legislación nacional

primero y en el texto constitucional luego, en virtud de su reforma.

El divorcio vincular encontró receptación en un precedente de la Corte antes

que en la legislación positiva. La apertura del recurso extraordinario para la

revisión de sentencias impugnadas por arbitrarias, hasta la fecha es realizada

mediante la invocación de la doctrina de la Corte y de la jurisprudencia

reiterada y constantemente realizada.

Varios principios generales del derecho han sido receptados y vivificados por

la Corte en forma continua. Por ejemplo: la teoría de las cuestiones políticas

no justiciables; la tesis que sostiene que la indemnización expropiatoria no

tiene porqué enriquecer ni empobrecer al expropiado; la doctrina del exceso

ritual manifiesto; la doctrina del control constitucional de los actos

administrativos; el axioma que expresa que la justicia tardía no es verdadera

justicia; la duración razonable del proceso, por no citar unos pocos ejemplos;

el principio según el cual la doble instancia no es un recaudo procesal que

haga a la garantía de la defensa en juicio.


Si resulta innegable el carácter de fuente que la Teoría General del Derecho

le asigna a la jurisprudencia entendida como el sentido concordante de los

fallos judiciales en los casos que interpretan y aplican las mismas normas a

casos semejantes, entonces cabe preguntar ¿cuál es el valor que se le asigna

a los fallos de la Corte como intérprete final de la Constitución?, y ¿de qué

manera obligan (si es que obligan), a los tribunales inferiores?

Si por otro lado, la regulación de las conductas es consecuencia de la doctrina

emanada de la Corte como intérprete final y guardián de la Constitución,

doctrina que en varios casos no coincide con el texto formal Constitucional,

dándole un sentido normativo distinto, ¿dónde estuvo “escondida” la norma,

y en virtud de qué interpretación fue “descubierta” para hacerla vigente?.

Los interrogantes pueden multiplicarse: ¿Una sola sentencia de la Corte en

un caso determinado es suficiente para que produzca algún tipo de

seguimiento?, ¿la doctrina emanada de la Corte es una directiva para el

cuerpo judicial, o para todos los particulares? ¿Qué ocurre por ejemplo con

los cambios de criterio del mismo Cuerpo? ¿Pueden tales cambios ser

tildados de injustos o arbitrarios?

Desde el año 1870 en que la Corte confirmó una sentencia del juez federal de

la Provincia de San Juan en los autos caratulados “Magdalena Videla c/


Vicente García s/ entrega de bienes incidente sobre competencia”, sentó el

criterio de que los jueces federales debían adecuar sus decisiones y

procedimientos a los fallos dictados por la Corte Suprema en cuestiones

análogas (Caso “Videla” Fallos 9:59).-

El efecto vinculante de los fallos cortesanos tiene justificación en la

presunción de verdad y justicia que a su doctrina da la sabiduría e integridad

que caracteriza a los Magistrados que la componen, y tiene por objeto evitar

recursos inútiles. Hay un deber moral para los jueces inferiores de conformar

sus decisiones a los fallos del alto tribunal (Fallos 25:368).

Destacó el Tribunal supremo “que los jueces inferiores tienen el deber de

conformar sus decisiones a sus sentencias, en virtud de la autoridad

definitiva que tiene la interpretación Constitucional por parte de ella y ello

impone el reconocimiento de la superior autoridad de que esta

institucionalmente investida” (Fallos 212:59). Sostuvo que el apartamiento

de su doctrina importa desconocimiento deliberado de dicha autoridad, por

lo que procedió a apercibir a los Jueces de Cámara que se desviaron del

Criterio de la Corte expuesto en un proceso análogo.

Consideró además que la prescindencia de los fallos de la Corte, cuyo leal

acatamiento es indispensable para la tranquilidad pública, la paz social y la


estabilidad de las instituciones, importa un agravio al orden

institucional (conf. CSJN in re “Sara Pereyra Iraola c/Provincia de Córdoba”,

fallos 212:160).

La autoridad definitiva de la interpretación constitucional en el país ha sido

atenuada considerablemente luego de que en virtud de la vigencia de

tratados internacionales que forman el bloque de constitucionalidad con la

misma jerarquía de la las normas constitucionales nacionales, el país puede

ser denunciado ante los tribunales internacionales, y el caso llevado a

revisión ante la jurisdicción internacional.

La República Argentina ha reconocido la jurisdicción y competencia de la

Corte Interamericana de Derechos Humanos generando una relación cuyo

pronóstico según la jerga médica es “reservado” con respecto a los fallos de

la Corte Suprema de Justicia de la Nación en cuando al carácter de la

jurisprudencia. Queda pendiente el desafío de integrar criterios comunes

sobre el alcance y el tratamiento de casos de violaciones de derechos

humanos con respecto a los cuales la Corte interamericana es intérprete.

Otro tema a considerar, fuera de este trabajo, es el de la fuerza de las

decisiones emanadas de tribunales internacionales.


Por Supuesto que desde la mirada de los jueces inferiores la doctrina de la

Corte en orden a la obligatoriedad de sus fallos, es en parte aceptada pero

también resistida en tanto que los jueces han considerado que la jurisdicción

de la Corte Suprema se agota en el conocimiento del caso, y su doctrina no

puede hacerse extensiva a otros casos de tribunales inferiores porque afecta

la independencia judicial, y el sistema estatuido en la misma Constitución.3

Distinta es la cuestión en los fallos plenarios a propósito de la cita, en que la

obligatoriedad de la doctrina impuesta (por mayoría de votos) es fuente de

derechos por imperio de la ley, y por tiempo limitado.

En un trabajo hasta ahora inédito y facilitado por el autor, Carlos Fernández

expuso los argumentos por los cuales considera que los fallos plenarios son

inconstitucionales. En síntesis, dice este autor que “toda aplicación de una

3
El plenario Nº 9496 del 18 de Septiembre de 2003, sobre “Prescripción” emitido por el Tribunal de Casación Penal de la
Provincia de Buenos Aires, es elocuente en cuanto a la postura de la “Resistencia”. Allí, sobre todo en función del voto
del juez Eduardo Carlos Hortel y recordando la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Buenos Aires
referida también a los fallos de la CSJN dijo “…..Debe señalarse en primer lugar; y como ya lo he hecho en otras
oportunidades (Confr. Causas Nros. 1422 "Chazarreta; Ramón Antonio s/rec. de casación"; Sentencia del 17/4/01; reg. Nº
322; y 2133 "Molina; Hugo s/rec. de casación"; sentencia. del 19/4/01; reg. 349); que las decisiones de la Suprema Corte
de Justicia Provincial no resultan obligatorias para los tribunales de las instancias inferiores. Apelábamos en los
antecedentes citados para fundar nuestra opinión a lo argumentado por la propia Suprema Corte de Justicia de la
Provincia de Buenos Aires con relación a la no obligatoriedad de los fallos de la Corte Suprema de la Nación (S.C.B.A.;
causa P. 39.149; sentencia del 29/9/92). Sostuvo el máximo tribunal provincial que "...La obligatoriedad general de las
doctrinas de 1a Corte Suprema implicaría introducir un componente externo dentro del sistema del art. 31 de 1a
Constitución Nacional... Si las sentencias de 1a Corte Suprema impusieran dependencia más allá de los procesos en que
se dictaren equivaldrían; cuando interpretaran leyes; a la ley misma; y cuando interpretaran a la Constitución; a la propia
Constitución.”“Contra lo expuesto no pueden invocarse razones de seguridad jurídica, tranquilidad pública y paz social;
ni de buen orden, necesidad y estabilidad institucional puesto que, precisamente, a la inversa, en el sistema jurídico
argentino la satisfacción de tales objetivos se busca mediante la organización de división de poderes que obsta al
ejercicio de la jurisdicción más allá de los casos a que se refieren las sentencias judiciales. Tampoco son atendibles
supuestos motivos de economía procesal en tanto ellos no estuvieran receptados por la Constitución y la ley; y por otra
parte, en nuestro régimen procesal no media la certeza de que los Tribunales mantengan indefinidamente sus
doctrinas”.
norma presupone la interpretación previa del texto normativo, y no cabe

privar al juez su potestad para interpretar, dado que ello equivale a su

pérdida de independencia para juzgar, y la situación se ve agravada si se

concede al órgano judicial la potestad de establecer interpretaciones

obligatorias; habida cuenta que eso implica la creación judicial de normas

generales…”. Desde el punto de vista práctico se plantea la cuestión relativa a

la vigencia del fallo plenario, cuando –mediante el acogimiento de un recurso

extraordinario federal o local- la Suprema Corte de Justicia de la Nación

adopta una interpretación contraria al fallo plenario. En tal caso es evidente

que lo decidido en el plenario pierde operatividad, pero tampoco en estos

supuestos, la interpretación del órgano supremo es jurídicamente vinculante,

porque su carácter de supremo y de intérprete final no implican infalibilidad

(como lo ha puesto de manifiesto Hart); porque la obligatoriedad moral a la

que alude la Corte, no se halla sujeto a la legislación positiva ni a la autoridad

jurídica, y porque finalmente muchas veces ha ocurrido que un cambio de

integración del máximo tribunal, ha llevado como consecuencia un cambio de

4
interpretación.

4
Fernández, Carlos María; “Observaciones al proyecto de implementación de fallos plenarios en la provincia
de Corrientes” trabajo inédito facilitado por el autor.
La Corte no se ha expedido claramente en el tema de la obligatoriedad de los

fallos plenarios. En el caso “Solazzi c. Cervecería Quilmes”, reconoció con

carácter limitado la constitucionalidad de la jurisprudencia plenaria. Dijo que

la obligatoriedad de los plenarios solamente debía tener como finalidad

restaurar la unidad del tribunal de apelación dividido en salas pero bajo ese

argumento no podían producirse decisiones abstractas que invadan las

facultades propias del Poder Legislativo.5

También se ha apuntado que el concepto de “casos semejantes” no pueden

ser equiparados a “casos idénticos” o “casos iguales”, de allí pues que la

pauta o doctrina dictada por el tribunal supremo, pueda no ser aplicable,

porque los hechos difieren aun en forma mínima o porque variaron las

concepciones valorativas que en otro tiempo hizo aplicable la doctrina (por

ejemplo, situaciones de emergencia o excepcionalidad, hayan desaparecido).

Es muy poco probable que en el universo de los casos del derecho exista dos

casos completamente iguales (metafóricamente hablando dos casos

gemelos) porque el establecimiento de la igualdad generalmente se dan en

base a criterios que deben ser establecidos y seguidos en todas los casos a fin

5
Fallos 249:22
de salvaguardar el principio de coherencia. Por ello pareciera más atinado

hablar de “casos semejantes”.

El concepto de “jurisprudencia” debe ser distinguido del concepto de

“precedente”. Ambos conceptos son susceptibles de tener varios

significados, pero del modo que aquí se emplea, la jurisprudencia hace

referencia a un conjunto de fallos (concordantes) de los tribunales judiciales

que interpreta y aplican las mismas leyes para los casos semejantes. En

cambio el precedente constituye un fallo, que por su importancia o jerarquía

del tribunal que lo dicta puede convertirse en ejemplo o paradigma de otros

fallos en casos semejantes. Un precedente puede ser el inicio de una línea

jurisprudencial, y un cambio de precedente puede ser el inicio también del

cambio de jurisprudencia.

Es posible así distinguir también entre la ratio decidenci y los obiter dicta de

un fallo. La referencia a la ratio decidendi permite identificar los hechos

específicos del caso sobre los que se toma la decisión. Los obiter dictum

gozan de mayor generalidad al ser un intento de lograr reforzar la

justificación de la decisión.

El holding y la ratio decidendi de un fallo fueron definidos por Mac Cormnick

como “una decisión tomada por un juez con racionalidad suficiente para
resolver cuestiones planteadas por las parte en un caso y que se valora como

necesaria para justificar como carácter de norma individual el fallo que

resuelve el caso” 6

Según Carlos Fayt, el obiter dictum es una opinión vertida en un fallo sobre

una cuestión de derecho que puede ser adoptada o no, referida a cuestiones

colaterales del fallo en cuestión.7

La doctrina del stare decisis tiene su origen en el derecho anglosajón. Su

propósito es uniformar la jurisprudencia y afirmar el respeto a la jerarquía de

los tribunales, a la vez que opera como una predicción de la decisión del

tribunal. Aplica a un caso los precedentes sentados en casos anteriores, sea

del mismo tribunal o de tribunales superiores en jerarquía, cuando los

hechos que motivan el fallo son semejantes. Se establece a través del

examen de los hechos y de la ley adecuada para arribar a la decisión. Según

Fayt los mismos innovadores jurídicos que desarrollaron la doctrina del stare

decisis, también desarrollaron los argumentos para evitar la obligatoriedad

de la decisión en casos similares. Consiste básicamente en distinguir el caso a

resolver del caso previo en sus aspectos fácticos relevantes. Como dentro de

un mismo Estado las sentencias de los tribunales superiores son obligatorias

6
Fayt, Carlos; “La Corte Suprema y la Evolución de su jurisprudencia”; La ley; Bs. As. 2004 Pág. 205.
7
Fayt, Carlos; op. cit. Pág. 205
para los inferiores, éste puede evadir su obligación expresando que lo

decidido es obiter dictum (argumento no esencial). Lo que hace a la

obligación del tribunal inferior para el seguimiento del precedente son las

consideraciones fundamentales del superior en caso similares, es decir, la

ratio decidendi del fallo.

Este autor comenta que en la causa “Payne v. Tennesse” 501 U.S 808 (1991)

la mayoría de la Corte Estadounidense recordó que la doctrina del stare

decisis constituye una política inteligente, no obstante lo cual no es un

imperativo inexorable ni una formula mecánica de adherencia a la última

decisión judicial, y agrega que la Corte nunca se ha visto obligada a seguir un

precedente cuando lo decidido en él ya no tiene vigencia o fue fruto de un

razonamiento erróneo. 8

Los hechos singulares del caso cobran relevancia en función del precedente

que se considera aplicable; dan la posibilidad de diferenciarlos y crean una

tendencia a generar un proceso de gradual abstracción de los conceptos que

permita la aplicación de los criterios sentados a nuevos casos, tal como si

fuera un texto legal. La relación entre los hechos del caso y la decisión, en el

proceso silogístico antes señalado, marca una tendencia general de la

8
Fayt, Carlos; Op. cit. Pág 206/207
doctrina del precedente a la preservación de dicho criterio; a la búsqueda de

soluciones por medio de respuestas concretas brindadas en el pasado en

casos semejantes.

Este proceso generalmente seguido en la doctrina de stare decisis que brinda

relativa seguridad a los justiciables de que sus casos serán fallados de manera

idéntica no es posible de verificar de la misma manera que en el derecho

anglosajón en el derecho argentino, donde se evidencia por parte de los

jueces, una cierta tendencia a desentenderse de los hechos del caso y a

asignar mayor relevancia a las abstracciones por el valor persuasivo que

poseen, máxime cuando la doctrina es extraída de la Corte Suprema. Se

buscan las reglas generales sin importar si existe o no una correspondencia

de los hechos de la causa con lo efectivamente discutido en el caso que le

sirve de antecedente.

Este modo de operar de nuestros tribunales ha sido puesto en evidencia por

Genaro Carrió en los siguientes términos: “en lugar de analizar los hechos de

casos anteriores para verificar que fue lo que realmente se decidió,

preferimos deducir párrafos sueltos, muchas veces tomados fuera de

contexto, para la solución del problema o del caso que tenemos a

examen...ese no es un defecto imputable a nuestros jueces y juristas. Es


imputable a las creencias que se encuentran a la base de nuestro sistema

jurídico, el sistema propio de la Europa Continental. Esas creencias asignan

una importancia excesiva al papel del legislador y, paralelamente, oscurecen

el de los jueces...Hay una especie de atracción hacia lo abstracto, un deseo de

superar el marco de los hechos del caso, utilizándolos como trampolín para

saltar a construcciones de vasto alcance. Otro modo de razonamiento, más

apegado a las modalidades propias del complejo factico que se tiene a la

vista, se nos antoja cosa un tanto pedestre, tarea casuista, empresa de poco

vuelo.”9

Una objeción al criterio que asigna a la jurisprudencia de la Corte una fuente

importante y uniforme de derechos en nuestro país se encuentra marcada

por la labor fluctuante que en muchos casos importantes y semejantes ha

realizado la Corte, debido en algunos supuestos a las interrupciones en la

vida institucional del país por golpes de Estado, y al acompañamiento que a

través de sus fallos realizó a las políticas de los grupos dominantes sean

civiles o militares.

La Constitución Nacional permite al Poder Judicial (y a la Corte Suprema

como cabeza de ese poder) controlar (al menos formalmente) a los otros

9
Genaro Carrió., “Recurso de amparo y técnica judicial”; Abeledo-Perrot, segunda edición, 1987, págs. 174
poderes del Estado. Las similitudes con el sistema adoptado por la

Constitución de la EEUU es tal, que la Corte Suprema Nacional ha seguido la

jurisprudencia de su par de los Estados Unidos de Norteamérica, como por

ejemplo en el caso “Sojo”10 donde aplicó por analogía el precedente de su par

de los Estados Unidos en el caso Marbury vs. Madison.

Sin embargo pese a los parecidos en la formalidad de las disposiciones

Constitucionales de ambos países y al asignado control de constitucionalidad,

varias circunstancias sociales, políticas y culturales hicieron que dicho

parecido no se pudiera plasmar en la materialidad de las causas y los hechos.

Entre las causas sociales cuentan algunas actitudes discriminatorias, clasistas

por acción u omisión de los grupos dirigentes lo que impidió por ejemplo

hasta la fecha que nuestra corte fuera integrada por algún miembro o

integrantes de determinadas comunidades, etnias o pueblos originarios.

Recién en el siglo XXI pudo ingresar a la Corte Suprema una mujer.

Entre las causas políticas cuenta la inestabilidad del país desde la creación de

la Constitución que hizo por ejemplo que se sancionara en su momento el

artículo 104 (manteniéndose la redacción en el actual 121).

10
Por un dibujo que realizara el 04 de Septiembre de 1887, el director del diario “El Quijote” Eduardo Sojo, la Honorable
Cámara de Diputados ordenó su prisión por todo el tiempo que durara el período ordinario de sesiones. Contra esta
sanción Sojo interpuso recurso de Hábeas Corpus.
El sistema de selección judicial hizo que en muchas oportunidades el mérito

para la función provenga de la militancia política antes que de los

antecedentes personales y académicos. El marcado sistema presidencialista

hace que el sistema de selección judicial dependa en última instancia de la

voluntad del líder o partido gobernante.

El período democrático iniciado en el año 1983 hasta nuestros días no fue la

excepción a esta situación política fluctuante que repercutió en la

composición de la Corte. El traspaso de poder democrático ocurrido

anticipadamente en el año 1989 tuvo como derivado la sanción de una ley

por la cual se amplió el número de miembros de la Corte a nueve. La mayoría

automática de voluntades obtenida a través del artilugio legal produjo en la

sociedad la falta de seguridad sobre los fallos. El Poder Ejecutivo elegido en el

año 2003 promovió juicios políticos a los jueces de la Corte identificados con

la administración nacional que gobernó en el período anterior. Las

destituciones decididas por el Senado y las renuncias de jueces permitieron

que el nuevo Gobierno elegido en el 2003, luego de una prolongada crisis

política que derivó en la proclamación de cinco presidentes en menos de un

mes, promoviera una nueva integración de la Corte. Se ha dicho con

fundamento que existe una especie de tradición o práctica arraigada que


pone en tela de juicio la idea de independencia entre los tiempos judiciales y

los gubernamentales.

La doctrina del certiorati11 implementada a través de normas instrumentales

(procesales) a nivel nacional contribuyó a que la Corte empleara criterios

discrecionales (que en algunos supuestos llegó a la arbitrariedad) para tratar

de morigerar los efectos del gran numero de causas que anualmente llegan a

conocimiento del Alto Cuerpo judicial, lo que impide que la labor se torne

temporalmente eficaz.

Con anterioridad y como consecuencia de los efectos de doctrina sentada en

el caso Strada (último tribunal de la causa) la Corte se desprendió de la

jurisdicción de gran cantidad de causas que se encontraban paralizadas y a la

espera de una decisión judicial en el más alto nivel.

Siguiendo esta tendencia de política tribunalicia, la Corte más recientemente

a través de una Acordada (4/2007 y sus modificatorias) ha reglamentado

formalmente la posibilidad de articular el recurso federal extraordinario y el

recurso de queja por apelación extraordinaria federal denegada,

estableciendo una serie de limitaciones tanto a la expresión como a la

extensión y forma del recurso. Muchos recursos articulados por los litigantes

11
Ver artículos 280 y 285 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
en tiempo propio son rechazados por no cumplimentar estrictamente con la

forma impuesta por el Acuerdo. Con esta metodología prosiguió con una

tendencia actual de modificar o abrogar leyes procesales (cuya competencia

es del legislativo) por simples acuerdos (que son normas administrativas por

excelencia) produciendo de tal modo una trasgresión a principios

constitucionales de la división de poderes.

Esto también trajo como consecuencia el ejercicio de la arbitrariedad por

exceso rigor formal de los fallos de la Corte que rechazan los recursos

contrariando su misma y vigorosa doctrina del exceso ritual.-

Con tales recaudos la Corte no ha eliminado la litigiosidad, pero si ha

consagrado en nombre de la formalidad, en algunos casos, una verdadera

injusticia.

La falta de praxis democrática durante largos períodos y los continuos

vaivenes de la política hizo que las distintas integraciones de la Corte no

pudieran afirmar doctrinas perdurables y permanentes en el tiempo. Solo dos

jueces (Petrachi y Fayt) subsisten en sus cargos en la integración de la Corte

desde la nueva apertura del sistema democrático inaugurado en el año

1983.-
Otra de las causas que atentan contra la perdurabilidad de las normas en

general y de los criterios de la corte en particular es la marcada anomia que

se advierte en la sociedad argentina, lo que hace también a la cultura,

instrucción cívica y educación democrática (materia que se rendía en los

colegios secundarios de las dictaduras o gobiernos de facto, marcando una

ironía convertida en burla).

Cabe preguntar con este panorama hasta qué punto las decisiones de la

Corte obligan a los tribunales inferiores.-

La obligatoriedad de los fallos de la CSJN.

El seguimiento y aplicación de las decisiones de la Corte según su misma

doctrina y terminología reviste para los jueces inferiores un carácter de

obligación moral.

¿De qué manera existen las obligaciones morales? La metaética es la parte de

la ética que se ocupa del estudio del significado de los términos éticos y el

carácter de los juicios de valor.

Desde el positivismo se ha realizado una distinción entre la moral y el

derecho como partes de la ética, destinados a regular el comportamiento

humano. Se ha dicho que el derecho debe contener un mínimo moral, o que

el derecho solo reconoce un solo principio moral válido que establece que
hay que obedecer las disposiciones del derecho positivo. Muchos positivistas

como Ross y Kelsen han manifestado su postura escéptica con relación a la

universalidad de los juicios morales, dado que –constatan- tales juicios varían

de lugar en lugar y de época en época.

Lentamente fueron ganando terreno nuevas concepciones morales (entre

ellas las reflexiones de un constructivismo moral) y a la par se elaboró una

teoría de derechos humanos con un claro tiente ideológico, tendientes a

poner vallas al poder del legislador, al omnímodo poder del Estado, y sobre

todo a las violaciones que por parte de los funcionarios del Estado que con el

monopolio de la fuerza estatal se realizaban en distintas partes del mundo

(sobre todo en occidente) a derechos fundamentales del individuo.

Paulatinamente la moral fue convertida en una instancia crítica influyente en

el derecho, y se elaboró un discurso moral para la justificación de las acciones

y decisiones.

En la filosofía moral desde Kant hacia adelante se han profundizado las

teorías que establecen los requisitos y procedimientos del discurso moral, y

fueron señalados como distintivos la universalidad y la coherencia de los

principios morales.
Se señala a la libertad como una de las condiciones y presupuesto de

desarrollo del discurso moral, y la elaboración de principios consensuales. La

publicidad del discurso moral refiere a la posibilidad de que todos al

participar, conozcan los principios derivados; que por lo mismo deben ser

generales. En este contexto autores como Benn y Peters, Ross y entre

nosotros Nino refieren a la superioridad moral de la democracia como la

mejor forma de gobierno atento a que es el régimen bajo el cual pueden

desplegarse todas las potencialidades y beneficios del discurso moral.

A la vez que en el ámbito de la filosofía moral avanzaban estas concepciones,

en el ámbito del derecho surgía una nueva teoría positivista denominada

positivismo metodológico o conceptual, llamado así por sostener muy

sintéticamente que existen características fácticas que contribuyen a

identificar un núcleo normativo como derecho (por ejemplo la sanción

positiva de la norma, la intención de regulación de conductas, el hecho de

que las normas sean acatadas, la vigencia de las instituciones que las normas

regulan, etc...) sin que tales verificaciones contengan juicios de valor (por

ejemplo, justo o injusto). Este método de “descubrimiento” del derecho

distingue la fácticidad del derecho por un lado y la validez por otro, y permite

que se realicen juicios de valor sobre las propiedades fácticas del derecho.
Para el iusnaturalismo puro, es imposible que un sistema normativo injusto

sea catalogado como derecho. Para el positivismo lógico la única materia de

análisis es el derecho positivo. El método del positivismo conceptual permite

que el juicio de valor (justo injusto) sea posible tomando como referente un

sistema normativo distinguido por cualidades fácticas que pueden ser

descriptas. Por ejemplo para Nino un orden jurídico que incrementa el

bienestar global básico pero a costa de menoscabar derechos individuales

infringe el principio moral de la inviolabilidad de la persona y no esta, por

ende, moralmente justificado. Sugiere la hipótesis de que es la función de

hacer efectivos los derechos individuales básicos lo que porvee la

justificación moral primaria de la existencia de un orden jurídico o sea de un

12
gobierno establecido. De allí pues que siguiendo esta hipótesis si ha de

entenderse la cabeza de uno de los poderes del Estado, como un tribunal que

otorga garantía y vigencia a través de sus fallos de los derechos

fundamentales básicos, genera también la justificación moral primaria de sus

fallos, y por ende una obligatoriedad moral de seguimiento, aún cuando con

razón pueda sostenerse que la Corte garantiza el control constitucional de un

gobierno y no puede sostenerse de que ella misma sea gobierno en el

12
Nino, Carlos S; “Etica y derechos humanos” Paidos; 1984; 226.-
sentido tradicional de la palabra.13Según Raz cuando el derecho es justo la

obligación moral de obedecerlo coincide con las obligaciones morales que los

individuos tendrían lo mismo si ese derecho fuere distinto o no existiera.14

La obligación moral de obedecer los fallos de la Corte deben ser entendidas

como una recomendación dirigida a los jueces. Existen dos formas de

obedecer las disposiciones que componen el derecho entendido como

sistema de normas, por razones prudenciales o por razones morales.

Prudencialmente por miedo a la sanción o por autoridad del órgano del que

emana la disposición, o porque efectivamente se asiente lo que establece la

disposición. En la recomendación de la Corte ambos aspectos se encuentran

presentes, aunque siempre es preferible la segunda opción a la primera, sea

por la envergadura intelectual de los miembros por importancia de la materia

por el mismo peso del contenido de la disposición, y por convicción de que la

pauta o standars normativo que surge del fallo contribuye efectivamente a la

vigencia del derecho.

13
Conf. Fernandez Carlos María “Formación de una nueva cultura judicial” Ponencia en jornadas de la
Magistratura del Chaco; 2004 “en la medida en que constituye un poder del Estado, es también
sustancialmente expresión de su poder político y ejerce de manera manifiesta su fuerza imperativa al
disponer la aplicación de sanciones que prevé el sistema normativo, y al decidir la clausura definitiva de las
controversias”
14
Raz Josep “La autoridad del Derecho” tr. De Tamayo y Salmorán; Mexico 1982; pág. 290
No obstante contra esto debemos afirmar que la obligación de seguimiento

moral del sentido del fallo, no puede llegar al punto de sancionar al juez que

no lo sigue, o no quiera seguirlo para el futuro, y menos aun en nuestro

sistema normativo, la pretensión de que las decisiones recaídas en una causa

particular operen como si fuera una norma general que alcanza a una clase o

un grupo determinado o indeterminado de individuos.

Desde otro punto de vista German Bidart Campos 15razona que si la corte es

el intérprete final de la Constitución y la interpretación judicial de la

Constitución hace un todo con ésta dentro de su rango inminente, aunque

parezca un juego de palabras la supremacía del Derecho judicial en la labor

interpretativa no es tanto supremacía de la jurisprudencia que interpreta la

Constitución sino más bien supremacía de la propia Constitución

judicialmente interpretada.

15
Bidart Campos, German J; “La Corte Suprema”; Ediar; Bs. As. 1984. Pág. 20
Citas bibliográficas.

Alfonso Santiago (h) con la colaboración de Sofía Oyhanarte. Pág. 243.-

Bidart Campos, German J; “La Corte Suprema”; Ediar; Bs. As. 1984. Pág. 264

Carrió, Genaro; “Recurso de amparo y técnica judicial”; Abeledo-Perrot, segunda edición, 1987.

Pág. 255.

Fayt Carlos “La Corte suprema y la evolución de su jurisprudencia” La Ley; Bs. As. Pçags. 252 -253.

Fernández, Carlos María; “Observaciones al proyecto de implementación de fallos plenarios en la

provincia de Corrientes”. Pág. 250

Nino, Carlos S; “Etica y derechos humanos” Paidos; 1984. Pág. 263

Raz Josep “La autoridad del Derecho” tr. De Tamayo y Salmorán; Mexico 1982. Pág. 263

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