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RESUMEN SEMANA 8: Intervención Psicosocial Infanto Juvenil en psicopatologías área

conductual-social-moral

LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y SOCIAL, EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

1. TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓNCON HIPERACTIVIDAD

Las intervenciones psicosociales para niños y adolescentes con diagnóstico de TDAH incluyen:

1.1 Psicoeducación.
Anteriormente se ha definido la psicoeducación como la educación que se puede entregar
al paciente y a su familia respecto del trastorno que se le haya diagnosticado, ya sea
respecto de las causas, síntomas, pronóstico y tratamientos como de los riesgos que
puedan estar asociados a dichos tratamientos. Uno de los objetivos de la psicoeducación
es el empoderar a los padres y al propio niño o adolescente diagnosticado con el trastorno
para que se hagan responsables y partícipes de la toma de decisiones respecto del plan de
tratamiento (MINSAL, 2013). Para el caso de los niños o adolescentes con TDAH, la
psicoeducación constituye un apoyo a los otros tratamientos y según Palacio et. al. (2009)
debiera incluir las asesorías a los padres o cuidadores con el fin de que conozcan los
tratamientos del niño, se ofrezca apoyo a los padres y se facilite la comunicación entre
padres, profesores y equipo tratante, de manera que se trabaje de manera integral en pro
del bienestar del niño. Aspectos importantes a tratar también en la psicoeducación son el
orden e implementación de hábitos de sueño, rutinas de actividades, orden en la
alimentación, actividades estructuradas en casa, entre otras.

1.2 Entrenamiento en manejo parental (EMP)

El entrenamiento en manejo parental se basa en la premisa de que cuando las habilidades


de los padres para educar a sus hijos son deficientes, esto se relaciona con conductas
disruptivas en los niños. Por lo tanto, se debe intervenir para el fortalecimiento de las
habilidades de los padres, a través de intervenciones conductuales que les enseñen las
destrezas adecuadas para el manejo y prevención de las conductas inapropiadas en los
niños. Se ha demostrado que este tipo de intervención es muy efectiva. De hecho, los
estudios acerca de la efectividad del Entrenamiento en manejo parental de niños
preescolares con TDAH apuntan a que este tipo de intervención psicosocial reduce los
síntomas del TDAH. Cuando se ha puesto otra variable como en el caso de madres que
tienen depresión, la respuesta a este tipo de intervención es menor y, por lo tanto, habrá
menos efectividad en las intervenciones con el Entrenamiento en manejo parental. En
estos casos, se debe considerar enviar a la madre a psicoterapia individual, lo que muchas
veces se establece como un requisito para la implementación de las intervenciones
psicosociales (Palacio et. al., 2009).
1.3 Terapia interaccional padre-hijo (TIPH)

Otro modelo de entrenamiento para padres es la Terapia interaccional padre-hijo (TIPH),


que fue elaborado por Eyberg y surge a finales de los años 1980. Se ha demostrado que
esta intervención psicosocial aporta sustantivamente al tratamiento de niños preescolares
con TDAH y con problemas conductuales. Este tipo de tratamiento fue elaborado para
niños de 2 a 7 años, se trabaja entre 8 a 12 sesiones, con los niños y sus padres, con
sesiones extra si son necesarias. Se espera que los padres puedan aprender y practicar
habilidades específicas de comunicación y de manejo conductual para el niño, de manera
acompañada en una sala de terapia. El terapeuta orienta a los padres desde otra sala,
mientras ellos interactúan con el niño (Palacio et. al., 2009). El principal objetivo de la TIPH
es apoyar a los padres para que éstos puedan instaurar una relación cercana con su hijo y,
de esta forma, mejorar las conductas del niño. La terapia se realiza a través del juego,
trabajando en las interacciones entre padre e hijo. De acuerdo a Ferro, Vives & Ascanio
(2010) esta terapia consta de dos fases:

1.4 Intervenciones conductuales en el aula.


La idea de generar intervenciones en el aula es lograr que el niño obtenga niveles de
autorregulación. Para eso se trabaja en el entrenamiento de los docentes para que se
manejen planes adecuados de manejo conductual y de contingencia con el niño. En ese
sentido, la manera más efectiva de intervenir en la escuela es aplicar técnicas que tengan
un costo-respuesta, es decir, cada conducta del niño tiene una consecuencia, por lo que es
importante llevar un recuento detallado a través de un tablero de fichas donde se haga el
recuento de las conductas y el niño sepa claramente cuál es la evaluación de dichas
conductas.

1.5 Tratamiento farmacológico.


Para el caso de los niños con TDAH, la medicación más utilizada en nuestro país es el
metilfenidato. Si bien Palacio et. al. (2009) recomiendan esperar el inicio de este
tratamiento y si se realiza, comenzar con dosis muy bajas, es importante mencionar que
sólo algunos casos de TDAH ameritan un tratamiento farmacológico. Esa decisión debe
tomarla un médico especialista, considerando de manera particular los beneficios versus
los riesgos de la medicación. No obstante, si el niño o niña esta con tratamiento
farmacológico, DEBEN respetarse todas las indicaciones médicas. En este sentido, en otros
países (Argentina, por ejemplo) ha habido críticas por la forma en que se trata a los niños
con sospecha de diagnóstico de TDAH, pues se les diagnostica y comienza a tratar con
fármacos de manera inmediata. Esta situación es a lo que se ha llamado medicalización.
2. TRASTORNO DE CONDUCTA.

Ya se ha mencionado que el DSM V (American Psychiatric Association, 2014), clasifica al


trastorno de conducta y el trastorno negativista desafiante en los llamados “Trastornos
destructivos del control de impulsos y de la conducta”, los que implican patrones de
comportamiento donde existe descontrol de impulsos y problemas complejos de
conducta. En términos generales, el trastorno de conducta implica un patrón repetitivo de
conducta donde predomina la falta de respeto a los derechos de los demás y la infracción
a las reglas esperables para la edad, en tanto el Trastorno Negativista Desafiante (TND) se
refiere a un patrón repetitivo de conductas negativistas, desafiantes, el niño se muestra
desobediente y hostil con las figuras de autoridad. Ambos trastornos -para ser
diagnosticados- deben provocar un deterioro significativo en el desarrollo social,
académico o familiar del niño o adolescente, es decir no se trata sólo de un niño inquieto y
desordenado, sino aquel en que sus conductas le provocan graves problemas con su
entorno. En estos casos, no hay un solo tipo de intervención, pues se requiere un abordaje
en distintos niveles. En principio, se trataría de intervenciones psicosociales en el plano
familiar y social y psicoterapia individual acompañada de tratamiento farmacológico
(Boyano, 2013). Boyano (2013) plantea que en un plano individual, uno de los
tratamientos indicados se dirige al incremento de las habilidades sociales y las destrezas
cognitivas, además de la instauración de pautas de conductas más adaptativas, asertivas y
adecuadas al entorno. La complejidad de los trastornos de conducta y especialmente del
TND implica el desarrollo de tratamientos multidisciplinarios que además consideren los
factores emocionales y así: “configurar un proceso de educación de emociones
adaptativas, que puedan llegar a canalizar los procesos cognitivos en la dirección
adecuada. Las emociones se consideran una fuerza organizadora que dirige la conducta y
las cogniciones hacia determinadas metas personales” (Boyano, 2013).

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