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Durante el reinado de Nabucodonosor, hubo un profeta llamado Daniel, era un

israelita en cautiverio, el cual el ángel Gabriel le revelo la importancia que


tendrían tanto Israel como nación, Judá como región y Jerusalén como ciudad
en los planes de Dios para toda la humanidad y en el reloj profético de Dios.

Según las profecías, Israel, Judá y Jerusalén serían el centro de atención


mundial en los acontecimientos que se llevaría a cabo a nivel mundial en los
últimos tiempos a medida que el reloj de Dios avanzara.

Daniel predijo sobre la instauración de dos grandes gobernantes que tendrían


gran influencia a nivel global, así como de la importancia que tendría un futuro
templo judío en los planes de cumplimiento de esas profecías, las cuales están
reveladas en el libro de Daniel en su capítulo 9: 24 – 27.

Estos eventos señalados en la profecía, son conocidos como “LAS SETENTA


SEMANAS DE DANIEL”.

Para entender mejor el tema de las 70 semanas de Daniel, debemos


remontarnos a la histórica relación de Dios con el pueblo de Israel, la cual
proviene desde hacen más de cuatro mil años, específicamente sobre el año
2.100 a C en la cuidad de Ur, actualmente Irak, donde vivía Abraham y su
familia, los cuales tomaron ruta hacia Canaán, actualmente Israel.

En la ruta, en la ciudad de Harán, Dios se apareció a Abraham y le dijo:



1. Pero Jehová había dicho a Abram: Vete
de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la
tierra que te mostraré.
2. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré
tu nombre, y serás bendición.
3. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren
maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias
de la tierra ”.Génesis 12:1-3 (versión Reina Valera).

Cuando llegó Abraham a la tierra de Moriah, acualmente Jerusalén, Dios


prometió dársela, Gen. 12:7.

Estando ya en Canaán, habiendo nacido su hijo Isaac, Dios prueba la fe y


fidelidad de Abraham, cuando le ordena en el monte Moriath sacrificar a su hijo,
lo cual obedeció y cuando estaba a punto de sacrificarlo, un ángel intervino
evitando el sacrificio, por lo cual Dios le hizo una promesa, la cual está en
Gen. 22:17-18. Estableciendo un pacto que luego se pasaría a su desendencia,
a Isaac y a Jacob.

Abraham, Isaac y Jacob fueron enterrados junto con sus esposas en una
tumba en la ciudad de Hebrón, que Abraham había comprado antes de morir
en la cueva de Macpela, sitio conocido como “La tumba del Patriarca” hasta
hoy es un lugar disputado por judíos y palestinos.

Cuando hubo una hambruna en toda la región, Jacob se trasladó a Egipto con
toda su familia, donde el segundo hijo menor de Jacob, (José) era el segundo
hombre de importancia en Egipto, luego de faraón, y luego de haberlo vendido
a los egipcios como esclavo pasó a ser gobernador, no solo los recibió , sino
que los protegió, más tarde José y sus once hermanos, pasaron a ser las 12
tribus de Israel.

Fueron creciendo en número que el faraón sentía incomodidad con la


presencia de Israel

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