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En un comunicado, Kerrie Howard, directora adjunta del Programa para América de Amnistía Internacional,
consideró que “el Gobierno del Presidente Calderón ha guardado silencio sobre este oscuro capítulo de la historia de
México”.
De acuerdo con la representante del organismo internacional “el hecho de que el Gobierno mexicano no haya
establecido la verdad de lo sucedido la noche del 2 de octubre de 1968 ha dejado en la sociedad mexicana una
profunda herida que sólo se curará cuando los hechos se desvelen del todo, cuando se lleve a los responsables ante
la justicia y cuando se proporcione reparación a las víctimas y sus familias”.
Consideró que pese a los constantes esfuerzos de víctimas, familiares y miembros del movimiento estudiantil por
establecer la verdad de lo sucedido aquella noche, los hechos completos nunca se han establecido, y los
responsables no han rendido cuentas.
México. El presidente Felipe Calderón Hinojosa hizo un reconocimiento a la generación universitaria de 1968, cuyo
movimiento “abrió anchas avenidas a la democracia que estaría por venir en el país”.
En la inauguración de la exposición “Tiempo universitario”, en el Colegio de San Ildefonso, el mandatario hizo una
remembranza de los 100 años de la UNAM, de cuando consiguió su autonomía, y calificó como “tragedia nacional”
los acontecimiento del movimiento estudiantil de 1968.
Acompañado por su esposa, Margarita Zavala, y por el rector José Narro Robles, el Ejecutivo federal se refirió, como
no lo habían hecho sus antecesores, al movimiento estudiantil de aquel tiempo.
“Esta noche también recordamos a la Universidad y los tristes acontecimientos de 1968, aquella absurda represión
de la que fueron víctimas, principalmente universitarios”, expresó frente a investigadores, académicos, estudiantes.
Manifestó que esos acontecimientos hirieron profundamente a México y dejaron una herida abierta, pues “por una
puerta cercana a este lugar entró el bazucazo de la incomprensión y la intolerancia”.
No obstante, Calderón Hinojosa dijo que aquel momento dejó en claro también que México no podía seguir
tolerando el autoritarismo y el dictado de la vida nacional desde el poder.
La llegada al poder de Calderón se dio en medio de polémica por los resultados electorales, donde la izquierda alegó
fraude electoral.
Su toma de protesta como presidente se dio en un ceremonia protocolaria atropellada por los diputados del
izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) que tomaron la tribuna para mostrar su inconformidad
con Calderón.
En un operativo de fuerte seguridad Calderón pudo llegar a la sede del Congreso mexicano, por las diversas
protestas en su contra en la ciudad de México.
El presidente y su definición de democracia
López Obrador, candidato de la izquierda, integrada en la coalición Por el Bien de Todos, impugnó el resultado. Por
un lado, argumentó un fraude electoral y reclamó el recuento voto por voto de los sufragios emitidos por la
ciudadanía. Por el otro, exigió que la elección fuera anulada bajo el argumento de que la contienda había sido
inequitativa, pues —manifestó— el entonces presidente, Vicente Fox Quesada, había favorecido al candidato
ganador, el oficialista, además de que se había orquestado en su contra una agresiva campaña en medios
electrónicos que lo comparaba con el polémico presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y que lo calificaba como “un
peligro para México”.
Dos días antes de que iniciara la campaña electoral del año 2012 que puso fin a la era del Partido Acción Nacional en
el poder, el presidente Calderón ofreció un discurso titulado rimbombantemente “Gobierno democrático que rinde
cuentas”, con el cual explicó los avances concretados a lo largo de su mandato.
Entre otros asuntos destacó que, en materia democrática, las reformas penales, de derechos humanos,
constitucional en materia de amparo y las nuevas leyes de migración y refugiados son prueba de que en México se
vive una democracia vibrante que confirma el compromiso del gobierno federal con los derechos humanos y con el
respeto a la libertad de expresión y de manifestación.
Mencionó también el impulso del Estado a una estrategia para fortalecer el tejido social que recupere los valores y
abra oportunidades para los jóvenes. En su discurso asimismo señaló que hubo una transformación profunda en
educación y se creó una red de protección social efectiva para las familias de menores ingresos,
Sin embargo, de acuerdo con el maestro en Administración Pública y doctor en Ciencia Política, en el sexenio que
está por concluir hubo tres logros positivos en materia de reformas por la democracia: “Uno, la materia de reforma
de derechos humanos de 2011. Dos, una reforma política ambiciosa que propuse en 2009, que se disminuyó, aunque
la versión final promulgada en 2012 es una reforma positiva, pero modesta. Y tres, la reforma laboral aprobada hace
pocos días, que se da en los últimos minutos del sexenio y que, efectivamente, es positiva en cuanto al tema de
rendición de cuentas de los sindicatos.
“Salvo esas tres excepciones, que son importantes, en lo general no hubo un intento consistente para tratar de
transformar los obstáculos políticos y mejorar el sistema democrático”.
Por su forma y contenido, la elección presidencial de 2006 no ayudó a solidificar la confianza ciudadana que había
empezado a emerger seis años antes.2 La forma y el contenido del ejercicio mismo del poder de la presidencia de
Calderón llevó a que en diciembre de 2012 el poder ejecutivo volviera a quedar en manos del viejo partido
autoritario -el PRI-,Además, la añeja desconfianza de la ciudadanía mexicana en los comicios y en sus resultados
volvió a surgir.3 En fin, entre la segunda parte del gobierno de Vicente Fox y el final del de Calderón, la transición
democrática mexicana se desvió y la naturaleza misma del régimen quedó en entredicho.
Por primera vez se había celebrado una elección presidencial en condiciones óptimas, pues a la ciudadanía se le
presentaron opciones significativas -tres candidatos con proyectos relativamente diferentes-, el ambiente no fue de
temor sino de clamor por el cambio, el aparato estatal ya no pudo sesgarse demasiado en favor del candidato oficial,
la información difundida por los medios resultó menos inequitativa que en el pasado, hubo observadores externos
efectivamente imparciales y la institución encargada de vigilar el proceso y contar los votos fue confiable.7 La
elección de 2006 ya no mantuvo esas características. La ceremonia de toma de protesta de Calderón como
presidente el 1 de diciembre de 2006 se caracterizó por la protesta tumultuaria escenificada por la oposición en el
Congreso y por la ausencia de cualquier rasgo de solemnidad.
a política hacia los sindicatos mostró dos caras opuestas, una muy dura y otra extremadamente complaciente. La
dura la ejemplifica la disolución,. En contraste, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE),
encabezado por Elba Esther Gordillo -más de un millón de agremiados-, fue de apoyo mutuo. Al SNTE, Calderón le
dio posiciones clave dentro de la estructura gubernamental,
Para empezar, con el objetivo de lograr estabilizar al país, el nuevo gobierno se vio obligado a confirmar el acuerdo de estabilización pactado con el
Fondo Monetario Internacional al final de la administración anterior, mismo que presuponía principalmente la reducción del déficit del sector público
la limitación del endeudamiento externo, el no crecimiento del gobierno, la apertura al exterior y la aplicación de políticas restrictivas del salario.
Parte fundamental del programa del nuevo gobierno fue la reforma administrativa. Con ésta, aparte de achicar y haces más racional el aparato
público, se buscó introducir la racionalidad y la planeación, es decir, modernizar a la burocracia. Para ello, el gobierno, además de la creación
inmediata de la Secretaría de Programación y Presupuesto -destinada a planear la forma en como se gastaban los egresos-, envió al Congreso tres
iniciativas de leyes: la Ley sobre Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público que atribuyó la política presupuestaria a esta Secretaría para hacer
coincidir en ella la confección del presupuesto con la planeación; la Ley General de Deuda Pública que colocó a la Secretaría de Hacienda como
controlador único de la contratación de toda la deuda pública, y la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, que redistribuyó funciones
entre dependencias.
Después de meses de discusiones, la reforma política se plasmó en la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos
Electorales (LFOPPE), que fue aprobada por el Congreso en diciembre de 1977, junto con un paquete de 17 reformas y adiciones,
necesarias para su funcionamiento, a otros tantos artículos de la Constitución ( artículos 6, 41, 51, 52, 53, 54, 55, 60, 61, 65, 70, 73,
74, 76, 93, 97 y 115). La LFOPPE, además de elevar a rango constitucional el reconocimiento de los partidos políticos como
entidades de interés público, estaba orientada a la ampliación del sistema de partidos y la participación de éstos en el
Congreso.