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Figuras como Luis Carlos Galán o Rodrigo Lara Bonilla brillan cada vez más en el tiempo.
Ellos entendieron la dimensión del poderoso monstruo. No fueron los únicos, y muchos otros
tampoco sobrevivieron.
Una noche, dos semanas antes de su asesinato por el Cartel de Medellín, el entonces
ministro de Justicia Rodrigo Lara acudió a una invitación de un grupo de periodistas en la
sede de la Fundación Friedrich Ebert en Bogotá.
En esa década de los 80 se comentaba en los corrillos de prensa que los narcotraficantes
estaban enviando a sus hijos a estudiar a las mejores universidades del mundo, porque el
proyecto era que regresaran a mandar. Limpios ante la justicia, por supuesto.
La verdad, uno no entiende cómo es que jóvenes que tienen todo nuestro afecto y
solidaridad, hijos de padres admirables asesinados por el narcotráfico, aceptan o han
aceptado cargos en este gobierno.
Rodrigo Lara Restrepo tenía ocho años cuando su padre fue asesinado en una calle de
Bogotá, protegido por fuerte escolta, el 30 de abril de 1984. Casi 23 años después, en
marzo de 2006, aceptó el cargo de zar anticorrupción, precisamente en el gobierno de
Álvaro Uribe. Con ello, dejó boquiabierto a más de uno.
Para explicar por qué trabajó con el gobierno Uribe, él dice que "perder el odio es empezar
una nueva vida", y yo le creo. Dice que nunca revisó el expediente sobre la muerte de su
padre. Le creo.
Para un niño que vivió un episodio tan traumático, evadir durante un tiempo, largo o breve,
quizá sea necesario para fortalecerse y labrarse una personalidad autónoma. Las
convicciones son más fuertes cuando provienen de cosecha propia.
El posible fin de esa etapa de evadir, para el joven ex zar anticorrupción, sobrevino porque
el 9 de diciembre el laureado periodista investigativo colombiano Gerardo Reyes publicó en
El Nuevo Herald, de Miami, extractos de una de tantas declaraciones bajo juramento que
han sido echadas al olvido por la justicia colombiana.
La hermana del inmolado ministro, Cecilia Lara Bonilla, dijo en julio de 1984 al juez 77 de
instrucción criminal de Bogotá que Rodrigo Lara mencionó al hoy presidente Álvaro Uribe
Vélez y a su padre, Alberto Uribe Sierra, como ejemplos de la infiltración de la mafia en
sociedad.
La declaración de Cecilia Lara "sugiere que el ex ministro consideraba que Uribe Sierra
estaría vinculado con el mundo del narcotráfico" porque un helicóptero de una firma de la
que era socio fue encontrado en Tranquilandia, gigantesca zona industrial del narcotráfico
en el Yarí, sur de Colombia.
El ministro "dijo que lo de Tranquilandia era muy grave y comprometía a gente muy
importante de la política del país, que el helicóptero que habían cogido en Tranquilandia era
del papá de Alvaro Uribe Vélez", cita el Nuevo Herald la declaración juramentada de Cecilia
Lara, "fue entonces cuando me dijo, en ese momento: ’La mafia ha entrado todos los
estamentos del país, no sólo a la política sino a la economía’ ".
Cecilia Lara agregó que su hermano, al mencionar el helicóptero, aseguró que Uribe Sierra
había sido asesinado bajándose del aparato, "inclusive me contó que Álvaro Uribe [Vélez]
había dado declaraciones a la prensa de que al papá lo había matado la guerrilla porque no
se había dejado secuestrar".
Dice que se ratifica "en todas y cada una de las palabras" de su testimonio de entonces.
Que no cita nombres hoy, porque algunas personas mencionadas por ella en esa época
pueden haber corregido su rumbo.
"Yo creo que él sí tenía muchas dudas de Uribe [Vélez]. Él nos las manifestó claramente", le
dijo ahora a El Nuevo Herald.
Se han publicado fotos de Uribe Sierra participando como rejoneador en una corrida de
toros en beneficio de "Medellín Sin Tugurios", el proyecto de vivienda social que promovió
Escobar en la capital de Antioquia cuando decidió hacer avalar con votos su inmenso poder
conseguido como narcotraficante.
Lara Bonilla "me manifestó que si a él le hacían un atentado iban a ser los que eran
propietarios de lo cogido en Yarí cuando se descubrieron los laboratorios de cocaína. Le pedí
una mayor explicación y él me dijo: ’Sí, los dueños del helicóptero y los aviones que ustedes
cogieron en el Yarí’", declaró Ramírez.
El presidente Uribe argumenta que la firma por entonces propietaria del helicóptero,
Aerofoto Amórtegui y Cía. Ltda., de la cual era socio su padre, habría vendido la nave antes
de la operación antinarcóticos de Tranquilandia.
"Según logró establecer El Nuevo Herald, el 1 de mayo de 1986 un helicóptero con las
mismas características y similar matrícula cayó con cocaína en un céntrico sector de
Medellín. El diario El Colombiano publicó la noticia: ’El helicóptero de matrícula HK 2704 es
de propiedad de la firma Aerofoto Amórtegui y Cía. Ltda. de la ciudad de Medellín’."
Por su parte, el periodista Gonzalo Guillén, corresponsal local de El Nuevo Herald, consigna
en su libro Los Confidentes de Pablo Escobar (Ediciones Un Pasquín, Bogotá, mayo de 2007)
que en el expediente oficial del helicóptero todavía no aparece el traspaso a nombre de
Agudelo.
Agrega Guillén que las autoridades aeronáuticas (al momento de escribir el libro) "dicen
desconocer el paradero del HK-2704X, el cual fue adjudicado a la Policía Nacional, y 11 años
después de haber sido decomisado en el complejo cocalero, la Fiscalía ordenó devolverlo a
los dueños legítimos con el argumento de que no hubo, a la postre, sentencia judicial alguna
que comprobara oficialmente la relación del helicóptero con el narcotráfico, a pesar de
haber sido encontrado en el laboratorio de cocaína más grande del mundo en todos los
tiempos."
Rodrigo Lara Restrepo argumenta, como una de las razones para no haber leído el
expediente sobre la muerte de su padre, que la investigación "no llegó a nada", y
apenas "condenó a unos miserables sicarios. Condenó a un niño de 18 años".
El juez Tulio Manuel Castro Gil, que acusó a Pablo Escobar del asesinato del ministro Lara,
fue asesinado en 1985. En noviembre de 1986 fue asesinado el coronel Ramírez. Rodríguez
Gacha fue abatido en 1989 por las autoridades, y Pablo Escobar en 1993.
Por cierto: a los periodistas colombianos que abordan estos temas los cercan con amenazas
de muerte, y el presidente enfurecido les dice todo tipo de improperios. Si me va a llamar a
mí, crucen los dedos para que no me coja ese día de mal genio.