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Invasiones Inglesas[editar]
Artículo principal: Invasiones Inglesas
Ante la inminencia de una invasión inglesa, el virrey Rafael de Sobremonte pidió urgente
ayuda a España, que rechazó su pedido. Suponiendo que los británicos intentarían ocupar
Montevideo – porque era un mejor puerto y una ciudad amurallada – envió hacia esa ciudad
las escasas fuerzas veteranas de Buenos Aires.
El 25 de junio de 1806, se inició la Primera Invasión Inglesa, cuando 1.600 ingleses,
comandados por William Carr Beresford, desembarcaron en la zona de Quilmes (Buenos
Aires). El intento de defensa a cargo del teniente coronel con 500 hombres fue rápidamente
disuelto por la superioridad aplastante en armamento y táctica de los invasores. También
fracasó el intento de defender la línea del Riachuelo pergreñada por el virrey Sobremonte,
que viendo eso se dio a la fuga hacia Córdoba. La ciudad de Buenos Aires fue ocupada sin
mayor resistencia por una tropa notoriamente exigua, dejando en evidencia la incapacidad
del Imperio Español para defender sus colonias.
En secreto se formaron un conjunto de fuerzas milicianas en los alrededores de la ciudad,
donde se unieron a los Blandengues de las cercanías, bajo el mando de Juan Martín de
Pueyrredón. Mientras tanto, las fuerzas apostadas en Montevideo fueron conducidas hasta
la capital por el coronel Santiago de Liniers, que desembarcó en San Isidro con 1.600
hombres. Allí se reunió a las fuerzas de Pueyrredón y otros voluntarios, con los que inició
la marcha sobre Buenos Aires. Tras ser rechazada su intimación, obtuvo una completa
victoria el 12 de agosto en el centro de la ciudad, en el hecho conocido históricamente
como Reconquista de Buenos Aires, causando 417 muertos y tomando 1.200 prisioneros a
los británicos, incluido el gobernador Beresford.
Formación de las milicias[editar]
El virrey Sobremonte debió delegar el mando militar y político en Liniers, que se abocó a la
formación de milicias locales. Una Junta de guerra convocó al pueblo a alistarse al ejército
en cuerpos separados según su provincia y lugar de origen. Hacia fin de año, se habían
enrolado más de 7.000 hombres,12 divididos en los cuerpos de:13
Infantería: formado por Patricios (el regimiento más grande, dividido en tres
batallones), Catalanes, Cazadores Correntinos, Montañeses (o Cántabros), Vizcaínos y
Asturianos, Pardos y Morenos, Gallegos, Andaluces, Arribeños yGranaderos.
Patricios - 1806.
Arribeños - 1806.
Andaluces - 1806.
Artilleros - 1806.
Declarado fuera de la ley por el gobierno porteño, fue atacado por el barón Eduardo Kaunitz
de Holmberg con 400 hombres, pero el federal Eusebio Hereñú lo derrotó el 22 de febrero en
el combate de El Espinillo, cerca de Paraná. A partir de ese momento, los artiguistas
controlaron Entre Ríos, y tras la Batalla de La Cruz, del 19 de marzo, también la región de
Misiones.74
Mientras tanto, una revolución federal estalló en Corrientes, que se incorporó a los artiguistas,
al tiempo que Fernando Otorgués y otros líderes federales controlaban el interior de la Banda
Oriental. Tanto el gobierno porteño como los realistas creyeron que Artigas se pasaría a estos
últimos, pero éste rechazó todas insinuaciones en ese sentido.
Tras fracasar sus tentativas de vencer a Artigas, Posadas firmó un armisticio con él en el mes
de abril. Dos meses después, Alvear ocupaba Montevideo. Pese a su promesa de entregar la
ciudad a los hombres de Artigas, Alvear atacó a sus lugartenientes, lo que causó el reinicio de
la guerra civil. Esta continuó con altibajos durante varios meses, forzando a mantener tropas
en la Banda Oriental y en Entre Ríos, que no pudieron ser enviadas a reforzar el único frente
que aún existía contra los realistas, en el Norte.75
Se produjeron tres combates: Batalla de las Piedras (1814) (25 de junio) y Batalla de
Marmarajá (6 de octubre) de 1814 a favor de los directoriales, y la Batalla de Guayabos (15 de
enero de 1815) a favor de los artiguistas. Tras esta derrota, el nuevo Director Supremo,
general Alvear, entregó a Artigas el control de la Provincia Oriental y de Montevideo. Ese
pacto liberó algunas fuerzas militares para ser enviadas hacia el norte, pero la negativa de
Artigas a suspender su ayuda a los federales de Entre Ríos y Corrientes obligó a mantener
muchas tropas en esa región y en la Capital.
En respuesta, Alvear lanzó en el mes de abril una campaña militar con más de 5.000 hombres
hacia Santa Fe. Pero sus oficiales se sublevaron y causaron la caída del Director Alvear. El
Director Supremo sustituto, Ignacio Álvarez Thomas firmó un nuevo acuerdo con Artigas,
gracias al cual se liberaron nuevas fuerzas para ser enviadas en ayuda del Ejército del Norte.
No obstante, meses después, el mismo Álvarez Thomas rompería el acuerdo: en agosto lanzó
una nueva expedición sobre Santa Fe, que cayó en manos del general Juan José Viamonte.76
En marzo de 1816 se inició una nueva revolución federal en Santa Fe; Viamonte fue cercado y
obligado a rendirse. Álvarez Thomas envió una nueva expedición de 3.000 hombres contra la
ciudad, bajo el mando de Manuel Belgrano. Pero el enviado de éste a Santa Fe terminó
pactando con los federales, lo que causó la deposición tanto de Belgrano como de Álvarez
Thomas. No obstante los reiterados anuncios de acuerdo, la intransigencia de las partes
impidió la unión entre los federales y el gobierno central.76
El nuevo Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, lanzó una nueva invasión al mando
de Eustoquio Díaz Vélez – el mismo que había pactado la paz meses antes – que logró
ocupar Santa Fe durante casi todo el mes de agosto. Pero, sitiado por los federales, terminó
por abandonar la ciudad por el río Paraná.
A lo largo de los años que siguieron a la Revolución existieron una serie de alzamientos en
varias provincias del interior contra el gobierno directorial, que fueron resueltas sin
intervención del Ejército. Pero, cuando en diciembre de 1816 se produjo la rebelión de Juan
Francisco Borges en Santiago del Estero, el Ejército del Norte envió tropas a enfrentarlo.
Borges fue derrotado y ejecutado por orden de Belgrano.73 Pocos días más tarde, dos
divisiones del Ejército del Norte fueron utilizadas para imponer la autoridad del Directorio en
Córdoba. Al mando de una de ellas iba el después generalJuan Antonio Álvarez de Arenales.
A partir de 1818, Pueyrredón aprovechó la debilidad de Artigas para lanzar ataques a sus
subalternos en las provincias al oeste del río Uruguay. En enero de ese año, se produjo la
invasión del sur de la provincia de Entre Ríos, con la connivencia de Hereñú, iniciando
la segunda guerra entre el Directorio y Artigas en Entre Ríos. Esta fue la ocasión en que
asumió el mando militar de esa provincia uno de los caudillos federales más
destacados, Francisco Ramírez, que derrotó dos veces al ejército nacional, el 4 de enero y el
25 de febrero.
En Santa Fe, el gobernador federal Mariano Vera contemporizaba con el gobierno central, por
lo que fue derrocado por los federales más decididos, que llevaron al gobierno a Estanislao
López.78 Pueyrredón respondió invadiendo esa provincia desde el sur con 5.000 soldados al
mando de Juan Ramón Balcarce. Éste ocupó fugazmente la capital pero huyó a los pocos
días, arrasando y saqueando la provincia. El gobierno envió en su ayuda una división del
Ejército del Norte al mando de Juan Bautista Bustos, pero López eligió una estrategia
de montonera que le resultó muy eficaz: dejó sin caballos a Bustos y luego hostilizó
continuamente a Balcarce durante semanas, hasta obligarlo a abandonar la provincia.73
Una nueva invasión porteña, de principios de 1819, fue comandada por Juan José
Viamonte desde Buenos Aires, y por Bustos desde Córdoba. López repitió su estrategia:
enfrentó a Bustos en la Batalla de La Herradura y lo obligó a retroceder. En seguida cercó a
Viamonte en Rosario, hasta obligarlo a firmar un armisticio.79
Durante los primeros meses de 1819 no hubo enfrentamientos civiles en las Provincias
Unidas. Pero el nuevo Director Supremo, el general Rondeau, decidió librarse de los federales
con ayuda de los portugueses que ocupaban la Banda Oriental. Al enterarse, Artigas encargó
a Ramírez y López que atacaran al Director Supremo en la propia provincia de Buenos Aires.
Por su parte, Rondeau ordenó al Ejército de los Andes y al Ejército del Norte que se
trasladaran a Buenos Aires, para atacar Santa Fe. San Martín desobedeció abiertamente,
mientras Belgrano renunció al comando del Ejército del Norte, aunque éste se trasladó hacia
Buenos Aires bajo el mando de Francisco Fernández de la Cruz.73
Pero la autoridad del Director se derrumbaba rápidamente: la mayor parte del interior de la
provincia de Córdoba estaba en manos de montoneros. En el mes de noviembre se sublevó la
pequeña guarnición del Ejército del Norte que había quedado en Tucumán y llevó al gobierno
a Bernabé Aráoz, que incorporó esas fuerzas a las de su provincia. A principios de enero
siguiente se sublevó el Batallón Nº 1 de Cazadores de los Andes en San Juan, nombrando al
jefe de la revuelta, Mariano Mendizábal, gobernador de la Provincia de San Juan, separada de
la de Cuyo. Esto restó un buen número a los efectivos que iban a participar en la campaña
libertadora del Perú.80
De modo que Rondeau había perdido toda su autoridad fuera de la Provincia de Buenos Aires;
no obstante, marchó a enfrentar a Ramírez y López al frente de 2.000 hombres. El 1 de enero
chocó con 1.600 federales en la Batalla de Cepeda: ante un error táctico de Rondeau, una
rápida carga de caballería federal alcanzó para dispersar por completo la caballería directorial,
incluido el general Rondeau. El resto del ejército se dirigió a San Nicolás de los Arroyos,
desde donde se embarcaría hacia Buenos Aires.73
Anunciando que no iban en tren de conquista, sino a salvaguardar sus instituciones, los jefes
vencedores avanzaron hacia la capital. En la capital, el general Soler declaró depuesto a
Rondeau y el Congreso de Tucumán se declaró a sí mismo disuelto el 11 de febrero. Por
presión de López y Ramírez, fue electo gobernador Manuel de Sarratea, que el 23 de febrero
firmó con los caudillos el Tratado del Pilar. A partir de ese momento, cada provincia se
gobernó por sí misma, y los restos del ejército nacional en las provincias, incluida la de
Buenos Aires, fueron incorporados a las mismas.76
Como fuerza nacional, la única que se salvó fue la parte del Ejército de los Andes que estaba
acantonada en Chile, más las que San Martín alcanzó a retirar hacia ese país tras la
revolución en San Juan.
Poco antes de la Batalla de Cepeda había ocurrido otra novedad significativa: Artigas había
sido derrotado definitivamente en la batalla de Tacuarembó y había evacuado la Banda
Oriental hacia la Mesopotamia. La ocupación de la Provincia Oriental por parte de Portugal era
definitiva, y ésta sería poco después incorporado al Reino Unido de Portugal, Brasil y
Algarve como Provincia Cisplatina.81
En el año y medio que siguió a la disolución del poder central, Ramírez derrotó y exilió
definitivamente a Artigas, y López derrotó y causó la muerte de Ramírez. Por su parte, Buenos
Aires quedó sometida a una profunda anarquía durante diez meses. Los tratados
de Benegas y del Cuadrilátero estabilizarían las relaciones entre las provincias, pero
fracasarían en reorganizar el poder central.82
El general José de la Sernadirigió dos invasiones a Salta y más tarde fue virrey del Perú.
A partir de 1816, la defensa de la provincia de Salta había quedado en manos del gobernador
Güemes, mientras el ejército de Rondeau se retiraba hacia Tucumán, donde se encargó de la
protección del recién formado Congreso de Tucumán. En el mes de agosto sería – fue
reemplazado como comandante del ejército por el general Belgrano. Éste tampoco pudo
lanzar ningún ataque hacia el norte. Por el contrario, su ejército se vio disminuido porque
muchas tropas y oficiales fueron trasladados al Ejército de los Andes.73
En septiembre de 1816, tras el nombramiento de Pezuela como virrey del Perú, asumió el
comando el general José de la Serna, que al frente de un gran ejército se lanzó a una
ambiciosa invasión de las Provincias Unidas a fines de octubre. Fue obligado a retroceder por
las sucesivas victorias de los gauchos de Güemes.31
Belgrano intentó ayudar a Güemes enviando desde Tucumán una expedición al mando del
coronel Lamadrid, con 350 hombres, para cortar las líneas de comunicación realistas.
Lamadrid obtuvo algunas victorias, la principal de ellas el 14 de abril de 1817 en [[Batalla de
La Tablada de Tolomosa|La Tablada], junto a Tarija, por lo que se lanzó al interior del Alto
Perú. Llegó a atacar la ciudad de Chuquisaca; pero fue derrotado y debió retirarse. Regresó a
Tucumán a fines de julio de 1817. Esa fue la última ofensiva del Ejército del Norte en el Alto
Perú.83 Durante los años siguientes, los gauchos de Güemes se las arreglaron solos para
rechazar varias invasiones más, aunque menos masivas que la de 1817. Si bien el Ejército del
Norte no aportó tropas, algunos oficiales pasaron a servir en las fuerzas salteñas.34
Tras la derrota, tanto los auxiliares argentinos como gran cantidad de civiles y unos 600
militares chilenos emigraron a Mendoza. Allí fueron protegidos por el general San Martín,
gobernador de la Provincia de Cuyo.86 87
San Martín había renunciado al Ejército de los Andes por haber llegado a la conclusión de que
era inútil intentar avanzar por el Alto Perú mientras la administración colonial en Lima pudiera
sostener los esfuerzos militares en la región. El objetivo central era el centro de la resistencia,
Lima, que podría ser alcanzado por mar, desde Chile. La idea original la habría tenido durante
su paso por Inglaterra, tomando la idea de los antiguos proyectos británicos de conquista de
América del Sur,88 o bien por orden de autoridades militares británicas.89 Caída Lima, San
Martín afirmaba que sería mucho más fácil derrotar al resto de los realistas de América del
Sur. Ese era el llamado “Plan Continental” de San Martín.
La reconquista española de Chile complicó los planes de San Martín, por lo que éste decidió
libertar primeramente ese país. Reforzó los recursos militares de su provincia, e incorporó a
los oficiales y las tropas chilenas a los mismos. Los Auxiliares Argentinos se fueron
reorganizados como Regimiento N° 11 de Infantería, al mando del coronel Las Heras.90 91
El Capitán General Casimiro Marcó del Pont contaba con 5.500 hombres y con la ventaja de la
defensa. Por ello San Martín le hizo creer alternativamente que iba a invadir por el sur o por el
norte del país, valiéndose para ello de informaciones falsas y de los indígenas pehuenches,
obligándolo a fraccionar sus tropas a todo lo largo de Chile.92
En enero de 1817 iniciaron el Cruce de los Andes 5.350 hombres. 2.334 eran tropas de
infantería, dividida en cuatro batallones, con cuatro compañías de fusileros, una compañía de
granaderos y una compañía de volteadores cada uno. Los 1.395 hombres de caballería estaba
compuesta de cuatro escuadrones, un regimiento entero de Granaderos a Caballo y un
escuadrón escolta. La artillería, servida por 258 hombres, estaba compuesta de 17 piezas. El
resto de los hombres eran tropa auxiliar, que conducía 7.250 mulas de silla, 1.929 mulas de
carga y 1.200 caballos de batalla. También se habían incluido equipamiento para facilitar el
paso por la cordillera, entre ellos puentes colgantes, un hospital portátil y ganado en pie.94 En
honor a la participación chilena en la campaña, ésta se hizo bajo la Bandera del Ejército de los
Andes, no de laBandera Argentina.95
El cruce se realizó simultáneamente por seis rutas distintas: las dos principales estaban al
mando del general Las Heras – que cruzó por el Paso de Uspallata – y el propio San Martín,
que lo hizo por el paso de Los Patos. Ambas columnas se unirían para atacar la ciudad
de Santiago de Chile.96 Otras cuatro columnas debían operar al norte y al sur de las
principales, por los pasos de Come Caballos (al mando de Francisco Zelada), Guana (al
mando de Juan Manuel Cabot),Portillo (al mando de José León Lemos)97 y Planchón (al
mando de Ramón Freire).98
Las columnas de Cabot y Freire ocuparon algunas plazas en el norte y sur del país,
manteniendo parte de las tropas chilenas alejadas de la capital. Por su parte, las dos
columnas principales debieron despejar su camino con varios combates menores –
en Achupallas, Las Coimas y Guardia Vieja – antes de unirse el 9 de febrero en Los Andes.
De Chacabuco a Maipú[editar]
El 12 de febrero, las dos columnas principales unidas chocaron con las fuerzas realistas del
coronel Rafael Maroto en la Batalla de Chacabuco; pese a que el general chileno Bernardo
O’Higgins se apresuró y puso en peligro las fuerzas patriotas, cuando éste pudo poner en
juego todas sus tropas la victoria quedó del lado de San Martín. Los realistas perdieron 500
muertos y 600 prisioneros, frente a 130 muertos y 180 heridos patriotas.99
Dos días después, el Ejército de los Andes entró en Santiago y O'Higgins fue nombrado por el
cabildo "Director Supremo del Estado de Chile", iniciando el período conocido como la Patria
Nueva. San Martín fue nombrado comandante del "Ejército Unido Libertador de Chile", una
agrupación militar formada por las unidades del "Ejército de los Andes" más las formaciones
chilenas que se incorporaron.100
En enero de 1818 desembarcó en Talcahuano el general realista Mariano Osorio, con 3.000
hombres de refuerzo y 12 piezas de artillería; sumados a los 1.600 hombres de Ordóñez,
volcó la relación a su favor, obligando a O’Higgins a retroceder. San Martín se unió a las
fuerzas de éste cerca de Talca, pero el 19 de marzo fue sorprendido por un ataque nocturno
en la Batalla de Cancha Rayada.102
La Batalla de Maipú.
Pese a la pérdida de gran cantidad de armamento, San Martín retrocedió hasta Santiago y
reorganizó nuevamente el Ejército unido. Quince días más tarde, el 5 de abril, en la Batalla de
Maipú, la superioridad táctica de San Martín dio a los 5.050 patriotas la victoria más absoluta
frente a los 5.300 realistas. Éstos perdieron 2.000 muertos y 3.000 prisioneros, mientras los
patriotas tuvieron 1.000 muertos: fue la batalla más sangrienta de las guerras de
independencia de la Argentina y de Chile.103 La independencia de Chile quedaba asegurada.
Durante los años siguientes, las tropas realistas se mantuvieron en distintos puntos del sur de
Chile, en continua retirada; las fuerzas argentinas ejercieron como auxiliares de las chilenas,
pero fracasaron en sus repetidos intentos de ocupar Chillán.104 Cuando esta ciudad fue
finalmente ocupada, la última participación del Ejército Argentino en la guerra de
independencia chilena ocurrió en la Batalla del Bío Bío en enero del año 1819.105 De allí en
adelante, la defensa de la causa del rey en Chile estaría en manos de las partidas irregulares
de origen chileno, que continuarían una guerra de guerrillas. La respuesta del ejército chileno
a esta estrategia, la llamada guerra a muerte,106 no contó con participación argentina, ya que
las fuerzas de este origen se concentraron en el norte del país para preparar la campaña
libertadora del Perú.
Estrategia conjunta[editar]
Pese al enorme esfuerzo del gobierno, la escuadra chilena era claramente insuficiente para
enfrentar la flota española del Pacífico, por lo que San Martín contrató varios buques en Gran
Bretaña, y al marino Thomas Cochrane para dirigir la escuadra. Durante el año 1819,
Cochrane debilitó a la escuadra española en varios ataques, preparando la campaña.107
Por otra parte, para 1820 las fuerzas realistas totales en Perú sumaban 24.000 hombres,
divididas entre el Alto Perú (7.000), el Perú (8.000) y el litoral marítimo,
desde Arica a Guayaquil (9.000).108 San Martín jamás podría trasladar tropas suficientes para
hacer frente a semejante enemigo, por lo que decidió reunir aportes y simpatías en territorio
peruano. La idea consistía en desembarcar en el sur del Perú, atrayendo al enemigo hacia él,
enviar una campaña a conquistar parte del interior, y reembarcar el resto del Ejército hacia el
norte del país, esperando que la campaña militar y propagandística surtiera efecto.
Tenía a su favor un factor inesperado: el primer día del año 1820 había estallado una
revolución que había iniciado el llamado Trienio Liberal en España, que se debilitó en luchas
entre absolutistas y liberales.109
En cambio, jugaba en contra la falta de apoyo del gobierno rioplatense, disuelto en febrero.
Los oficiales del Ejército de los Andes firmaron el Acta de Rancagua, por el que declararon
que, pese a que el gobierno que había conferido su autoridad a San Martín ya no existía, éste
seguiría siendo su comandante.110
El 20 de agosto partió de Valparaíso la Expedición Libertadora del Perú, con 4118 soldados y
296 oficiales, de los cuales unos 750 eran rioplatenses, bajo el mando del general San
Martín.111 Desembarcaoron a principios de agosto en Paracas, cercana a la villa de Pisco, y
desde allí partió una división al mando del general Juan Antonio Álvarez de
Arenales ainternarse en la Sierra.
La campaña de la Sierra fue muy exitosa, y demostró que podía atravesar el Perú sin
oposición. Obtuvo una victoria importante en la Batalla de Pasco el 6 de diciembre, antes de
reincorporarse al ejército de San Martín.112
Por su parte, San Martín se reembarcó y se trasladó por mar a Huaura y luego en Ancón, al
norte del Perú, donde inició negociaciones diplomáticas con el virrey. Aprovechando
hábilmente las divisiones entre los realistas – que llevaron al reemplazo del virrey Pezuela por
De la Serna – San Martín forzó el abandono de Lima por parte de los realistas. La capital fue
ocupada sin lucha, y el 28 de julio San Martín declaró la Independencia del Perú. Seis días
más tarde, San Martín era nombrado Protector del Perú.113 También las ciudades
de Guayaquil114 y Trujillo115 se pronunciaron por la independencia.
Pero no todo el Perú había sido liberado. Una serie de combates menores, como la captura
de Callao, el Combate de Mirave y otros116 no lograron avances consistentes en el sur del
Perú, donde De la Serna contaba con el poderoso ejército del Alto Perú y la lealtad de la
población.
Mientras tanto, la ciudad de Guayaquil había solicitado la protección de Simón Bolívar – que
acababa de terminar la campaña de independencia de la Gran Colombia – para terminar con
el poderío realista en Quito. Pese a la habilidad del general Antonio José de Sucre, que
asumió el mando de las fuerzas de Guayaquil, la campaña no logró el éxito esperado. Por ello,
San Martín envió auxilios a Sucre, con los que éste logró terminar la campaña. Las fuerzas
argentinas – en particular los Granaderos de Juan Lavalle, vencedor en la Batalla de
Riobamba y la infantería de José Valentín de Olavarría – tuvieron una participación muy
destacada en la victoria final, obtenida en la Batalla de Pichincha, del 24 de mayo de 1822.117
Viendo que no lograba vencer a los realistas sin ayuda externa – el gobierno porteño se había
desentendido completamente de la guerra118 – y que sólo Bolívar se la podía aportar, San
Martín se entrevistó con él en Guayaquil el 26 de julio. Ante la imposibilidad de conciliar las
estrategias respectivas, San Martín presentó su renuncia y encargó al libertador del norte
concluir la campaña.119
Las fuerzas argentinas pasaron a depender del ejército de Bolívar. Antes de ser
completamente absorbidas, una parte de las mismas – 1.700 rioplatenses junto a 1.390
peruanos y 1.200 chilenos – participó en la Campaña a Puertos Intermedios, que terminó en
un desastre tras las derrotas en las batallas de Torata y Moquegua.120
Gran parte del resto de las fuerzas de origen rioplatenses – en respuesta al retraso de los
pagos y su situación de extrema pobreza – se sublevó y entregó la ciudad de El Callao a los
realistas.121
El resto de las fuerzas rioplatenses, unos pocos cientos, tuvieron una actuación destacada en
las batallas de Junín yAyacucho, con las que terminó la guerra de independencia en el
Perú.122
Una última campaña sobre el Alto Perú, comandada por el general Arenales en su carácter de
gobernador de la Provincia de Salta no tuvo efecto alguno en el final de la guerra en esa
región, que se produjo el 1de abril de 1825, con la muerte del general Pedro Antonio
Olañeta en el Combate de Tumusla.123
"El juramento de los treinta y tres orientales" por Juan Manuel Blanes.
Desde la disolución del gobierno central en 1820 despareció el Ejército Argentino. Cada
provincia, completamente autónoma de las demás, tenía su propio ejército, en parte derivado
de desprendimientos del Ejército nacional, además de sus milicias, dedicadas a proveer
seguridad a las zonas rurales. El último resto del ejército expedicionario al Perú, las tropas del
Regimiento de Granaderos a Caballo, llegó a Buenos Aires a mediados de 1826, y fue disuelto
a los pocos días.124
La Banda Oriental había sido incorporada al Imperio del Brasil como [[Provincia Cisplatina] con
la anuencia de una parte de su población, mientras los militares que habían combatido contra
la invasión portuguesa permanecían en el exilio, o bien eran severamente vigilados por el
gobierno ocupante.
El 19 de abril de 1825 se inició desde Buenos Aires la campaña de los Treinta y Tres
Orientales, liderados por Juan Antonio Lavalleja, que aspiraban a independizarse del Brasil y
reincorporarse a las Provincias Unidas. En pocos días, sumaron el apoyo de miles de
compatriotas, que se unieron al ejército y derrotaron a los brasileños en la Batalla de
Sarandí.125 A continuación pusieron sitio a Montevideo, y el 25 de agosto, el Congreso de La
Florida declaraba la anexión a las Provincias Unidas.126
En Buenos Aires estaba reunido, desde el año anterior, el Congreso General Constituyente,
con la misión de reunificar las Provincias Unidas. Pese a la simpatía que despertaba el
movimiento emancipador oriental, éste no contaba con medios para apoyarlo, al menos hasta
tanto se organizara un poder central, que a su vez debería esperar la sanción de una
constitución. Pero prevaleció el apoyo popular a la campaña, y el 25 de octubre la Provincia
Oriental fue oficialmente reincorporada a las Provincias Unidas.127 En respuesta, el día 10 de
diciembre el Imperio anunció la declaración de guerra a las Provincias Unidas, que fue
respondida el 1 de enero de 1825 por el Congreso.128
El 8 de febrero, el Congreso decidió – considerando que una guerra nacional debía ser llevada
adelante por un gobierno nacional – crear un poder ejecutivo, con la denominación de
Presidente de las Provincias Unidas, cargo para el que nombró a Bernardino Rivadavia. Este
gesto cayó mal en las provincias interiores, que reclamaron que no se hubiera sancionado
antes una constitución. A esa reacción se debe que el apoyo de las provincias interiores a la
campaña militar fuese muy exiguo. Por otro lado, la intromisión el los asuntos internos de las
provincias de varios oficiales que habían sido enviados al interior a reclutar soldados impidió la
incorporación de tropas de muchas provincias al Ejército nacional. Las posteriores acciones
del Congreso, en particular la sanción de la Constitución Argentina de 1826, de neto
corte unitario, rechazada por la mayoría de las provincias del interior, disminuyeron aún más el
aporte de las provincias al esfuerzo bélico.130 131
Tras una serie de choques menores, las tropas brasileñas quedaron divididas en dos cuerpos:
una parte defendía la ciudad de Montevideo, y la otra estaba ubicada al noreste de la
Provincia Oriental, tanto en territorio de ésta como en la vecina Provincia de Río Grande de
San Pedro.
Con la intención de definir la guerra, en los primeros días de 1826 el general Alvear avanzó en
busca del ejército imperial al mando de 12.000 hombres. La rápida marcha que realizó para
introducirse entre las dos divisiones imperiales que se retiraban lentamente se frustró por el
mal tiempo que obligó al Ejército Republicano a permanecer varios días inactivo enBagé.
Unido el Ejército Imperial, Alvear partió finalmente en su búsqueda, y tras dispersar a las
divisiones volantes enBacacay, y Ombú, lo obligó a presentar batalla en Ituzaingó el 20 de
febrero. Este enfrentamiento entre 7.700 republicanos y 6.300 brasileños fue una victoria
brillante del Ejército Argentino.132
El Ejército Argentino quedó bajo el mando del jefe de los orientales, Lavalleja; bajo su mando
reinó la indisciplina, y la falta de pago generalizó las deserciones.135
Presionado por el bloque brasileño, por los comerciantes ingleses y por la misión diplomática
de John Ponsonby, ministro plenipotenciario de Gran Bretaña, Rivadavia encomendó
a Manuel José García llegar a una paz honorable con el Imperio. Éste decidió por su cuenta
firmar una Convención Preliminar de Paz el 24 de mayo de 1827, que desde el punto de vista
argentino equivalía a una rendición, ya que la República Argentina – ya se llamaba
oficialmente así, desde la sanción de la Constitución de 1826 – renunciaba a la Provincia
Oriental.137 La pésima acogida de la noticia de la Convención Preliminar en la opinión pública
y en el Congreso obligó a Rivadavia a rechazarlo, y aun así se vio obligado a renunciar. En su
lugar fue electo gobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego, que intentó continuar la guerra,
aunque debió enfrentar presiones en su contra aún más fuertes que las que había sufrido
Rivadavia.
Con la intención de obligar al Imperio a negociar desde una posición menos dominante,
Dorrego ordenó – más exactamente autorizó – una campaña dirigida por Estanislao López
y Fructuoso Rivera para reconquistar las Misiones Orientales, ocupadas por Portugal en 1801.
La campaña fue un éxito,138 pero causó una reacción negativa en el emperador Pedro I, que
decidió continuar la guerra a cualquier costo y rechazar cualquier consideración que tuviera en
cuenta la situación en las Misiones Orientales.
Mientras tanto, Lavalleja se iba convenciendo progresivamente que la única opción posible a
la recuperación de la Provincia Oriental por el Imperio era su independencia, y presionó a sus
diputados y al propio gobernador porteño en ese sentido.139 Dorrego terminó por rendirse a la
evidencia y en agosto de 1828 firmó la Convención Preliminar de Paz con el Imperio, que
creaba el Estado Oriental del Uruguay.140
Las tropas orientales pasaron a ser el ejército del nuevo estado, y las argentinas – cuyos jefes
se sentían traicionados por Dorrego – regresaron a Buenos Aires en dos divisiones. La
primera en llegar, comandada por Juan Lavalle, estaba formada por tropas porteñas, y fue
utilizada para derrocar a Dorrego. Tras la guerra civil que siguió, terminó por ser unificada con
el ejército de la Provincia de Buenos Aires por su vencedor, Juan Manuel de Rosas.141
La segunda división, comandada por José María Paz, se dirigió al interior, donde fue utilizado
para derrocar el gobernadorcordobés Juan Bautista Bustos y derrotar a sus aliados,
especialmente al riojano Facundo Quiroga. A lo largo de lasegunda guerra entre unitarios y
federales en el interior, tanto Paz como Quiroga comandaron ejércitos interprovinciales, y
ambos anunciaron que lo hacían en nombre de todo el país. No obstante que la victoria quedó
en definitiva en manos de Quiroga, no volvió a organizarse ningún ejército argentino. El Pacto
Federal, que fue firmado por todas las provincias argentinas en 1831, organizaba las
relaciones entre las provincias; en lo militar, establecía que el mando de cualquier ejército inter
o supraprovincial quedaría al mando del gobernador de la provincia en que se combatiese.14