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Revista Anfibia
Una buena idea puede malograrse en un texto pantanoso, poco claro. Y una idea
simple puede brillar si el texto está bien resuelto. El politólogo Andrés Malamud se
ha convertido en un experto en el arte del ensayo breve y polémico. Hace poco le
pidieron el secreto de su método y lo sistematizó en un decálogo que, como todo
buen decálogo, contiene más de diez lecciones.
“¿Cómo escribís una nota?” – me preguntó Juan Pablo Varsky al aire. Varias veces le
había dado vueltas al tema, pero la respuesta salió medio improvisada. Decidí que tenía
que pensarlo mejor.
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2. Tema. Para elegir el contenido no hay reglas: puede responder a un pedido del editor,
a un tema candente, a una antigua obsesión. Pero el supremo estimulante son las ganas
de ganar una discusión, de demostrar que el otro está equivocado.Los argumentos
mejoran cuando tienen rivales.
4. Foco. Pensar, decía Borges, es olvidar diferencias. No sirve de nada el mapa cuando
tiene el mismo tamaño que el territorio. Hay que identificar lo esencial y relegar lo
accesorio. Los matices son importantes, pero el detallismo y los firuletes juegan para el
rival.
6. Estilo. La clave de la buena escritura es KISS: Keep It Short and Simple. Frases
cortas y sin miedo al punto y aparte. Ni cero ni dos: una idea fuerte por párrafo. Limitar
las enumeraciones y los adjetivos. Minimizar las oraciones subordinadas. Riqueza de
vocabulario sí, jerga no.
7. Conceptualización. Hace falta definir los conceptos, sobre todo cuando el uso
cotidiano es ambiguo o disputado. Pero puede hacérselo mediante metáforas, que
denotan menos pero connotan más. El truco es convertir al lector en cómplice, y no en
víctima, del texto.
8. Datos. Las opiniones son como las narices: todos tenemos una, y sólo nos sirve a
nosotros. Los argumentos se defienden con evidencia, no con impresiones. No
pretendamos que el lector crea en nuestra palabra sólo porque es nuestra: a la brigada de
los sin datos se la combate mostrando aquello que más detestan.
9. Fuentes. Una nota periodística no es un paper: hay que evitar el tono y la forma del
académico. Pero tampoco hay que robar. Cuando una idea tiene autor, es cortés
recordarlo. Y también es útil: el lector curioso (o desconfiado) puede así chequear
nuestras afirmaciones y, si lo desea, ir más allá y ampliar sus lecturas. La presentación
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conjunta de datos y fuentes contribuye a tornar una columna de análisis política en una
de divulgación científica.
10. Encuadramiento. ¿Nuestro tema es un caso de qué? ¿A qué reino, familia, género y
especie pertenece? Es crucial distinguir si tratamos de una regularidad histórica o una
coyuntura crítica, de tiempos normales o excepcionales, de un estado, un gobierno o un
régimen. Si hay dudas, las respuestas están en El Príncipe, El 18 Brumario, El político y
el científico o cualquier trabajo de Giovanni Sartori.
12. Humor. Un chiste contribuye a no aburrir, pero además cumple otra función:
enfriar. El humor obliga a tomar distancia y da perspectiva. Porque un ciudadano
indignado es un buen ciudadano, pero un analista indignado es un mal analista.