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LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA
Ensayos de historiografía de la filosofía
Colaboraciones de:
Charles Taylor
Alasdair Maclntyre
Richard Rorty
Lorenz Krüger
lan Hacking
Bruce Kuklick
Wolf Lepenies
J. B. Schneewind
Quentin Skinner
Sk
ediciones
PAIDOS
Barcelona
Buenos Aires
México
I l i n i o <•111 •111: 1 1 rhihsophy in History
i‘<1 1.11 , .i.l.. n i inglés por Cambridge University Press, Cambridge
SUMARIO
R ichard R orty
J. B. SCHNEEWIND
Q uentin S kinner
COLABORADORES
una discusión. R enunciar a tales esperanzas, c reer que e n p u n to s trao rd in a riam en te im aginativo y productivo que ha urd id o u n relato
cruciales no h ab rá concordancia y que en algún sentido se re g istra rá desm esuradam ente extenso y divagatorio que debe ser re co n stru id o a
u na «inconm ensurabilidad» tan grande que im pida el diálogo, es p a rtir de las cartas del escrito r a sus am igos, los recuerdos de esos
re n u n ciar a la idea de progreso intelectual. Tal pesim ism o debe re am igos, anotaciones hechas en viejos papeles de envolver, c a rta s de
signarse a ver en «la h isto ria del pensam iento europeo» una errónea rechazo de los editores y, asim ism o, a p a rtir de los m an u scrito s con
caracterización de lo que en realidad es una m iscelánea de trad icio servados. Aquel albacea debe p e n e tra r en el m undo de los textos
nes en cerrad as cada u n a en sí m ism a. De acuerdo con ese m odo de con la decisión de p eg ar unos con otros los fragm entos y o b ten er la
ver, no debiéram os em p ren d er u n a h isto ria intelectual, porque lo versión idealm ente com pleta de esa o b ra de ficción. No debe p erm i
que se req u iere es algo que se parece m ás a u n a serie de inform es tirse in d ag ar cuáles de sus p arte s se basan en caracteres de la vida
etnográficos. Tal pesim ism o es característico de aquellos a quienes real ni si ap ru eb a su tono m oral. No se ve a sí m ism o com o si estu
ha im p resionado el ca rác te r m arcad am en te extraño de algunas for viese escribiendo un relato de progreso o de declinación po rq u e, p a ra
m as de ex presarse y de a c tu a r del pasado europeo y el ca rác te r m a r los propósitos de su trab ajo , no su sten ta ninguna opinión acerca
cadam ente anacronístico (esto es, ininteligible p a ra las figuras que cóm o debe se r el desenlace.
son tra ta d a s ) de gran p a rte de la h isto ria intelectual. P ara sus lectores, en cam bio, las cosas son distin tas. Lo típico es
Se h a discutido m ucho e n tre los filósofos de la ciencia y en tre los que lean su libro com o el relato de un progreso: u n progreso en el
h isto riad o re s si ta l pesim ism o está justificado, es decir, si las dis cam po de su especial in terés o de cuestiones que les incum ben espe
continuidades, las revoluciones intelectuales y las ru p tu ra s epistem o cialm ente. (Algunos, p o r cierto, pueden leerlo com o el relato de una
lógicas deben ser in te rp re ta d a s sim plem ente com o m om entos en los declinación, pero tam bién ellos lo ven com o poseyendo u n a dirección.
cuales la com unicación se to rn a difícil o com o m om entos en los que Se preocu p an p o r cómo h a de ser el desenlace.) Sus lectores autom á
se to rn a v erd aderam ente im posible. C reem os que ese pesim ism o no ticam ente com entan d istin tas secciones con frases com o: « p rim er
está justificado, que siem pre hay lo que se ha llam ado «cabezas de reconocim iento del hecho de que p», « p rim era ap rehensión clara del
p u en te racionales» —no criterios de alto nivel sino trivialidades de concepto C» y «falta de reconocim iento de la irrelevancia de p p a ra r».
b ajo nivel— que h an posibilitado el diálogo p o r encim a de los abis Si el lecto r es un filósofo que está m od erad am en te satisfecho con el
mos. Pues no deseam os d iscu tir la cuestión de si es posible escribir estado actual de su disciplina, se so rp ren d erá diciendo cosas com o
la H istoria intelectual de Europa, sino m ás bien la cuestión siguien «Aquí la filosofía se disocia d e... y com ienza a ten er u na h isto ria p o r
te: en la suposición de que la h u b iera escrito, ¿cuál sería su relación sí m ism a» o «Ahora m e doy cu enta de que las figuras realm en te im
con la h isto ria de la filosofía? p o rta n te s de la h isto ria de la filosofía fueron...». Todos los juicios
Tal cuestión se p lan tea ría igualm ente si se sustituyese «filosofía» de ese tipo son in ten to s de p o n er las opiniones propias acerca de lo
p o r «economía», «ley», «m oralidad» o «la novela». P orque en la que se tra te , en conexión con u n relato acerca del descubrim iento
H istoria intelectual de E uropa no se traz an líneas de dem arcación gradual de esos hechos y del descubrim iento, aun m ás gradual, de u n
e n tre géneros, tem as o disciplinas. E n realidad, un libro ideal con léxico en el cual se puedan fo rm u lar las p reg u n tas p a ra las cuales
ese títu lo no se p o d ría escrib ir sin h ab e r puesto en tre p arén tesis la sus prop ias opiniones son respuestas.
discusión de si d eterm in a d a cuestión e ra filosófica, científica o teo Cuando un filósofo se dirige a la H istoria intelectual de E uropa en
lógica, o si determ inado problem a lo e ra de m oral o de costum bres. busca de m ateriales p a ra u n a H istoria de la filosofía occidental, la
Dicho en térm inos m ás generales, en u n a h isto ria com o ésa debieran selección que él haga no dependerá únicam ente de la década y del
ponerse en tre parén tesis la m ayoría de las cuestiones concernientes país en los que escribe, sino tam bién de sus in tereses especiales en
a la referen cia y a la verdad. P ara los propósitos de su tra b a jo , el el ám bito de la filosofía. Si está in teresado fu n d am en talm en te en la
a u to r de una h isto ria así no se preocupa p o r com probar si Paracelso m etafísica, en la epistem ología y en la filosofía del lenguaje, ten d erá
estab a acertad o respecto del sulfuro o Cicerón respecto de la re a p asa r p o r alto los vínculos en cuanto a convicciones y a léxico que
pública. Sólo le in teresa conocer lo que cada uno h u b iera dicho en en la H istoria intelectual de E uropa unen e n tre sí a E spinoza y a
re sp u esta a sus contem poráneos, y facilitar la com unicación entre Séneca. E s ta rá m ás in teresad o en los lazos que u n en a E spinoza con
todos ellos y sus predecesores y sus sucesores. E n sus m il volúm enes D escartes. Si se dedica fu n d am en talm en te a la filosofía de la religión,
nu n ca se p re sta ría atención a la p regunta: «¿De qué h ab lan esas p re s ta rá atención a las conexiones existentes e n tre E spinoza y Filón,
personas?», y m ucho m enos a la pregunta: «¿Cuál de ellas tenía ra y se in te re sa rá m enos p o r las que vinculan en tre sí a Espinoza y
zón?» P or eso su a u to r debe escrib ir u n a crónica antes que un tr a Huygens. Si se especializa en filosofía social, aten d erá m ás a la re
tado. E s com o el albacea literario de un e sc rito r de ficciones ex- lación de E spinoza con H obbes que a su relación con Leibniz,
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E spinoza re p resen tó u n p u n to nodal en u n tejid o de relaciones y ro com o el significado de u n a frase d ada y c o n fro n tar entonces ese
de preocupaciones p a ra el que no es fácil h a lla r u n equivalente en la significado con los hechos. Pero no es evidente que la H istoria inte
organización de la vida intelectual del presente. A E spinoza no podría lectual de E uropa nos hable acerca de lo que las frases del pasado
h aberle sido sencillo resp o n d er a la preg u n ta de si lo que se hallaba significan. La lectu ra com pleta de la versión ideal de ese libro (actu a
«en el ce n tro de su filosofía» era su in terés en el tem a de Dios, en lizada h a sta el año a n te rio r) colocaría al supuesto h isto riad o r de la
el del E stad o , en el de las pasiones, en el de la física m atem ática filosofía en condiciones óptim as p a ra asignar u n significado a u n a
o en el de lo que m ás tard e se conoció com o «teoría de las Ideas». frase incluida en u n texto del pasado. Pero eso es com o decir que el
Pero el a u to r de una H istoria de la filosofía occidental se ve en la p asa r años de su vida con los m iem bros de u n a trib u , ch arlando con
necesidad de fo rm u lar preg u n tas tales. El debe m ira r los escritos ellos, coloca al antropólogo en la posición ó p tim a p a ra tra d u c ir sus
de E spinoza com o organizados en to rn o de ciertos problem as defi- expresiones. Es así, p ero le puede q u ed ar aú n m uchísim o tra b a jo p o r
n id am ente filosóficos y se p a ra r la discusión de esos problem as de realizar antes de ser capaz de actu alizar esa capacidad. Una cosa es
«los in tereses tran sito rio s de la época de Espinoza». e sta r de acuerdo con el juego del lenguaje de otro, y u n a cosa dife
E l hecho de que el a u to r de la H istoria intelectual de E uropa pueda re n te tra d u c ir ese lenguaje al propio. De igual m anera, u n a cosa es
ig n o rar tales cuestiones aligera su ta re a y, en el fondo, la hace po h ab e r llegado a conocer a fondo la H istoria intelectual de Europa, y
sible. E n su o b ra no se caracteriza a Espinoza com o «filósofo» —en u n a cosa d iferen te es sab e r cómo fo rm u lar u n a de las frases citadas
tan to opuesto a «científico»— ni com o «rabino renegado» ni com o en ella de m odo ta l que p erm ita co n fro n tarla con la realid ad del
«racionalista» o «pan-psiquista». Se hace m ención de esos térm inos, m undo.
pero no se los em plea. La m edida de su tino y, p o r tan to , el grado E sa laguna existe en la m edida en que el léxico em pleado en las
en que su o b ra se acerca al ideal, reside en gran m edida en su em frases nos choca a nosotros, m odernos, com o u n a m an era inadecuada,
pleo de las com illas. Su libro no es de ayuda si se tra ta de co n stru ir desm añada, de d escrib ir el m undo o de p lan tea r los p roblem as p o r
u n reticu lad o en el que E spinoza halle su lugar, es decir, que m ues tra ta r. P o r eso estam os ten tad o s de decir cosas como: «Bien, si se
tre que era u n «gran filósofo» o que no lo era. considera que eso significa p, entonces es ciertam en te verdadero, y
C o n stru ir u n reticulado así —esto es, elab o rar los criterios que en realid ad trivial; pero si se considera que significa q, entonces...»
sirv an p a ra resp o n d er a p reguntas com o: «¿Debemos incluir a Es La lectu ra de la H istoria intelectual de E uropa no nos ayuda, por sí
pinoza (o, p a ra co n sid erar casos m ás problem áticos, a M ontaigne o a m ism a, a sab er cóm o debem os considerarlo. Pues si bien ese libro
E m erson) en tre los filósofos?» o «¿Debemos incluirlos en tre los gran puede p erm itirn o s sab er lo que el em isor original de la frase quiso
des filósofos?»— supone disponer de u n a concepción acerca de la decir con ella, lo que h ab ría respondido an te to d a u n a serie de p re
relación en tre la h isto ria in telectual y la realid ad de las cosas. P or guntas form u lad as p o r sus contem poráneos a pro p ó sito del tipo de
que la idea de un «lugar propio» requiere u n m undo intelectual rela acto de habla que estab a llevando a cabo y a p ro p ó sito de la audien
tivam ente cerrado, esto es, u n determ inado esquem a de la realidad cia y la incidencia que aguardaba, toda esa inform ación nos sería de
y, p or tanto, de los problem as que la realidad p lan tea a la inteligen de poca u tilid ad en el m om ento de o p ta r en tre la in terp retació n de
cia q u e la indaga. Exige que uno sepa b a sta n te acerca del m odo en la frase, con vistas a su confrontación con la realidad, com o p o
que el m undo (y ju stam en te no el m undo de las estrellas, los vege com o q. «P» y «q» son frases de nuestro lenguaje, frases adecuadas
tales y el b arro , sino el de los poem as, los dilem as m orales y p olíti y elegantes destin ad as a a ju sta rse a los perfiles del m undo tal como
cos tam bién) se divide en áreas y en problem as, problem as resueltos nosotros lo conocem os. Los predicados que ellas contienen reg istran
o p o r resolver. El a u to r de la H istoria intelectual de E uropa tiene las especies de cosas en las que sabem os que el m undo se divide
que h acer de cu enta que no sabe cóm o es el m undo. (p o r ejem plo: estrellas y galaxias, p ru d en cia y m oralidad). La facili
E s te n ta d o r ex presar la diferencia existente en tre n u estro h isto dad p a ra em p lear m odos de h ab lar inadecuados y desm añados que
ria d o r in telectual ideal y el au to r de u n a H istoria de la filosofía occi p roporciona una acabada fam iliaridad con la H istoria intelectual de
dental diciendo que el p rim ero se ocupa con los significados de ex E uropa nos ayuda m uy poco en el m om ento de sab er cuál de esas
presiones pasadas en tan to que el segundo se ocupa asim ism o con su elegantes altern ativ as hay que p referir.
verd ad y con su im portancia. El prim ero p re sta atención a las p au tas Es te n ta d o r p lan tea r la cuestión de si el significado o la referencia,
p a ra el em pleo de los térm inos; el segundo, a la relación e n tre ese o am bas cosas, de los térm inos em pleados en u n a frase así h an cam
em pleo y la realid ad de los m undos físico y m oral. P ero tal m an era biado en lo que va desde los tiem pos del a u to r a los nuestro s. Pero
de fo rm u lar la cuestión es, y h a sido, m uy errónea. P orque sugiere no es evidente que uno u o tro tipo de h isto riad o r deba fo rm u lar ne
que el segundo de los au to res puede co n sid erar la p alab ra del prim e cesariam ente esa cuestión. E l reciente d ebate de tales tem as p o r p ar
20 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
INTRODUCCIÓN 21
te de los filósofos de la ciencia y de los filósofos del lenguaje fue
inspirado in d u d ablem ente por problem as suscitados en la histo rio ta l pasado.» * M ediante la exclusión de algunas frases com o irrelev an
grafía de las ciencias natu rales. P ero si b ien ese d ebate h a servido tes p a ra sus p ro pósitos y p a ra los p ro pósitos que el propio a u to r se
p a ra am p liar y p a ra p ro fu n d iz ar el ám bito de consideraciones y ejem h u b iera fijado en caso de conocer m ejo r las cosas, y haciendo una
plos juzgados relevantes en la sem ántica filosófica, no ha producido benévola presen tació n de lo re stan te, ayuda al filósofo m u erto a
resu ltad o s que p erm itan a los h isto riad o res com prender con m ayor a c tu a r an te u n nuevo público.
clarid ad sus tare as o sus m étodos. Tam poco parece pro b ab le que ello Ese m odo de d e p u ra r y de p a ra fra se a r da lu g ar a u n a h isto ria que
vaya a o c u rrir en el fu tu ro . Pues si bien ha sido la h isto ria de la en n ad a se asem eja a u n a selección de textos de la H istoria intelec
tual de Europa. P ero es m en ester re c u rrir a él si se desea disponer
ciencia la que originó m uchas de las discusiones actuales ac erc a de
de u n a h isto ria «de la filosofía» o «del p ro b lem a de la relación en tre
la significación y la referencia, esas discusiones se h an ap artad o aho
el alm a y el cuerpo» o «del em pirism o» o «de la m oral secular».
ra tan to de la p rá ctica de la in terp retació n , que re su lta dudoso que
D ecir que tales h isto rias son an acro n ísticas es d ecir u n a verdad, p ero
los h isto riad o res p u ed an e sp e ra r que su rja algo así com o una «teoría
irrelevante. Se da p o r sentado que son an acro n ísticas. El an tro p ó lo
de la in terpretación». Ni la controversia en tre G adam er y B etti acer go no lleva a cabo su ta re a si m eram en te nos propone enseñarnos
ca de la o b jetiv id ad de la in terp retació n , ni la de C harles Taylor y a c h a rla r con su trib u favorita, a iniciarnos en sus rito s, etcétera.
M ary H esse acerca de la distinción en tre G eistesw issenschaften y Na- Lo que querem os que se nos diga es si esa trib u tiene algo in tere
tu rw issenschaften, ni la de D avidson y D um m ett respecto del holism o san te p a ra con tarn o s: in tere sa n te p a ra nuestras perspectivas, que
en sem ántica, ni la concerniente a la variabilidad de u n a teo ría causal responden a nuestras preocupaciones, que nos in fo rm a acerca de lo
de la referencia, p arecen ten er la p ro b ab ilid ad de in fo rm ar al p re te n que nosotros sabem os que existe. El antropólogo que rechace esa
dido h isto ria d o r de la filosofía m ás de lo que él ya sabe acerca del ta re a aduciendo que la d ep u ración y la p aráfra sis d isto rsio n arán y
m odo de u tilizar la H istoria intelectual de E uropa p a ra h allar la m a traic io n a rán la in teg rid ad de la cu ltu ra de la trib u , ya no será a n tro
te ria p rim a que necesita. Los m il volúm enes que h a leído le inform an pólogo sino algo así com o devoto de un culto esotérico. D espués de
de cu an to se puede saber acerca de los cam bios producidos en el todo, tra b a ja p a ra nosotros, no p a ra ellos. De m odo sem ejante, el his
em pleo de los térm inos que a él le interesan. Puede e sta r excusado to ria d o r de X , donde X es algo que nos consta que es real e im
de d ecir que no le in tere sa el m odo en que, sobre la base de ese em p o rtan te , tra b a ja p a ra aquellos de no so tro s que com p arten ese saber,
pleo, la sem ántica procede a d istrib u ir significado y referencia. y no p a ra n u estro s desdichados antecesores que no lo hacen.
Antes que «fundam entos filosóficos de la p rá ctica de la in te rp re ta P o r tanto , el que desee esc rib ir una H istoria de la filosofía occi
ción», lo que ese h isto riad o r necesita es poder p ercib ir cuándo le dental debe, o bien n eg ar que la filosofía co n tem p o rán ea es algo real
está perm itid o excluir sim plem ente las frases en las que tales p ro e im p o rtan te (en cuyo caso escrib irá u n a h isto ria de la filosofía como
blem as de in terp re tació n parecen se r insolubles, y lim itarse a aque quien escribe u n a h isto ria de la b ru je ría ) o bien p ro ced er a d e p u rar
llas frases en las que es posible fo rja r u n a traducción a u n a lengua las frases q u e no m erecen se r trad u cid as y tra d u c ir el re sto con la
m o d ern a que arm onice n ítidam ente con la traducción de o tras fra conciencia de in c u rrir en anacronism os. La m ayoría de tales escri
ses. Lo típico es que u n a traducción así no sea literal, pero, con todo, to res hace un poco de cada u n a de las dos cosas, pues los m ás de
puede ser en teram en te correcta. El antropólogo tiene que decir a ellos no tien en la esperanza de n a r r a r u n a h isto ria coh eren te a p a r tir
m en u d o cosas com o: «Lo que dijo fue: “E l o tro dios blanco m urió de todos los textos que ésta o aquella escuela filosófica contem po
p o rq u e riñó con el esp íritu que h ab ita el m b u r i”, pero lo que quiso rán ea llam a «filosóficos». H isto ria coherente será la que nos m u estre
decir era que Pogson Sm ith m urió porque, com o idiota, com ió algu que algunos de esos textos son cen trales y o tro s periféricos, algunos
n as de las bayas que crecen p o r allí.» A m enudo el h isto riad o r de la genuinam ente filosóficos y otro s m eram en te pseudoglosóficos (o sólo
filosofía tiene que decir cosas como: «Lo que K ant dijo fue: “E sta tangencial y m om en tán eam en te filosóficos). El h isto riad o r de la filo
id en tid ad p erm an en te de la apercepción de una diversidad dada en sofía h a b rá de te n e r u n p arece r en cu an to a si, p o r ejem plo, la filoso
la intuición contiene una síntesis de representaciones y sólo es posi fía m oral es cen tral y la epistem ología relativam ente p eriférica p ara
ble m ediante la conciencia de esta síntesis ...”, pero lo que quiso el tem a, o inversam ente. Tam bién te n d rá que ten er una opinión acerca
decir es que, no o b stan te lo prim itiv a y d esordenada que se supone de cuáles de las escuelas o m ovim ientos de la filosofía contem p o rán ea
que es la experiencia, si está acom pañada de autoconciencia, enton
ces te n d rá que a d m itir al m enos el grado de organización intelectual * La frase que comienza con las palabras «Esta identidad permanente» pro
cede de Kant, Crítica de la razón pura, B 113. Lo que viene después de «Lo que
involucrada en la capacidad de afirm ar com o propio un estado men- quiso decir es» está tomado de Jonathan Bennett, Kant's Analytic, Cambridge,
Cambridge University Press, 1966, pág. 1.19.
22 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA INTRODUCCIÓN 23
deben se r considerados filosofía «genuina» o «im portante». P recisa N ad a errón eo hay en la afirm ación de q ue «la h isto ria nos d a la
m ente debido a sus divergencias en to rn o de tales tem as los histo verdad acerca del pasado», ap a rte de su trivialidad. Surgen, em pero,
riad o res de la filosofía desechan textos que sus rivales ponen de re falsos problem as cuando se in te n ta h ac er u n a d istin ció n e n tre el co
lieve. Todo h isto ria d o r de la filosofía tra b a ja p a ra u n «nosotros» nocim iento de la relación del pasado con el p resen te y el conoci
que está com puesto, básicam ente, p o r aquellos que ven la escena m iento acerca del p asado e n sí m ism o. E sos son casos especiales
filosófica con tem p o ránea tal com o ellos la ven. Así, cada uno tra ta rá del falso p ro b lem a m ás general que se su scita cuando se in ten ta
com o b ru je ría lo que o tro tra ta rá com o antecedente de algún ele d istin g u ir e n tre el conocim iento acerca de la relació n de la re alid ad
m ento real e im p o rtan te de la filosofía contem poránea. con n u e stra s m entes, n u estro s lenguajes y n u estro s intereses y p ro
De la caracterización que hem os hecho p o d ría deducirse que el pósitos, y el conocim iento acerca de la re alid ad ta l com o es e n sí
h isto riad o r intelectual y el h isto riad o r de la filosofía realizan tra m ism a. Esos son falsos p roblem as, p o rq u e no puede establecerse
b ajo s ta n diferen tes que re su lta difícil p en sa r que producen dos ningún co n tra ste e n tre el conocim iento acerca de I y el conoci
especies de u n m ism o género llam ado «historia». E n realidad am bos m iento acerca de las relaciones en tre X e Y, Z, etcétera. N ada puede
expresan dudas de ese tipo acerca de lo que su c o n tra p a rte está h a conocerse acerca de X a p a rte del m odo en que lo describim os en u n
ciendo. Así, el h isto riad o r de la filosofía puede despreciar al histo lenguaje que m u estra sus relaciones con Y, Z, etcétera. La idea de
riad o r intelectu al p o r considerarlo u n m ero anticuario. A su vez, el «la verdad acerca del p asado, no co n tam in ad a p o r las persp ectiv as y
segundo puede d esp reciar al p rim ero p o r considerarlo u n m ero p ro los intereses del p resente» es sem ejan te a la idea de «esencia real, no
pagandista: alguien que reescribe el pasado en favor de u n a de las contam inada p o r los preco n cep to s y los intereses co n stitu id o s en
facciones del p resente. E l h isto riad o r de la filosofía puede pen sar cualquier lenguaje hum ano». E s u n ideal ro m án tico de pureza que no
del h isto riad o r intelectual que es u n a perso n a que no se in teresa g u ard a ninguna relación con indagación real alguna que los seres
p o r la verdad filosófica, y éste puede p en sa r de aquél que es una hum anos hayan em prendido o puedan em prender.
p erso n a que no se in tere sa p o r la verdad histórica. Tales in tercam La idea de «perseverar en los problem as filosóficos y ev itar la
bios de recrim inaciones h an dado lugar a intentos p o r a rre b a ta r la afición a las antigüedades» es m enos ab su rd a que la de «perseverar
h isto ria de la filosofía de las m anos de los h isto riad o res intelectua en el pasado y ev itar su relación con el presente», y ello sólo debido
les y a in ten to s inversos p o r re h ab ilitar la h isto ria intelectual argu a que es posible sim plem ente en u m erar lo que h a de co n siderarse
m en tan d o que el p rim e r deber del h isto riad o r es evitar el anacronis com o «los problem as filosóficos», m ien tras que no es posible señ alar
mo. Se sugiere a veces que debiéram os d esa rro llar u n te rc e r género, «el pasado». E n o tra s p alab ras: es posible d elim itar u n a cosa a la
u n ju sto m edio m ás filosófico que la H istoria intelectual de E uropa cual denom in ar «filosofía», especificando claram en te lo que h a de
e h istó ricam en te m ás preciso que cualquier H istoria de la filosofía considerarse y lo que no h a de co n siderarse com o tal, p ero no es
occidental conocida o actualm ente im aginable. posible d elim itar cosa alguna a la cual d en om inar «historia» haciendo
No es n u e stra intención sugerir que se in ten te lo uno o lo otro, u n gesto p a ra in d icar lo que está a n u estra s espaldas. E l térm ino
ni su g erir que es m en ester u n te rc e r género. Una oposición e n tre los «filosofía» es suficientem ente flexible, de m odo que nadie se sor
h isto riad o res intelectuales y los h isto riad o res de la filosofía nos parece pren d e dem asiado cuando un filósofo pro clam a que debe desecharse
una oposición tan ficticia com o lo sería u n a oposición en tre científi la m ita d del canon de «grandes filósofos» ad m itid o h asta entonces,
cos e ingenieros, o en tre bibliotecarios y eruditos, o en tre desbasta p orque se h a descu b ierto que los problem as de la filosofía son dife
dores y talladores. Es u n a apariencia creada p o r el intento de ser ren tes de com o se h ab ía pensado an terio rm en te. P o r lo com ún un
conceptuoso a p ro p ó sito de «la n atu raleza de la historia» o de «la filósofo así a c la ra rá que lo que se excluye debe ser asum ido com o
n atu raleza de la filosofía», o a propósito de am bas, tra ta n d o «his u n a cosa d istin ta de la filosofía («religión», «ciencia» o «literatura»).
toria» y «filosofía» com o designaciones de especies natu rales, disci P ero esa m ism a flexibilidad constituye la razón p o r la que no cabe
plinas cuyos tem as y cuyos objetivos son bien conocidos y se hallan te n e r esperanzas en la p o sibilidad de d ecir algo general y de in terés
fu era de discusión. Tales intentos provocan acalorados resoplidos acerca de la relación en tre filosofía e h isto ria.
en el sen tid o de que d eterm inado libro «no es lo que yo llam o h is Algo puede decirse en cam bio acerca de la relación ex isten te en
toria» o «no cuenta com o filosofía». E n tales casos se da p o r sentado tr e lib ro s a los que es sum am ente fácil ver com o grandes fragm entos
que existe una p a rte b ien conocida del m undo —el pasado— que es de la H istoria intelectual de E uropa y libros que p reten d en ofrecer
el dom inio de la historia, y o tra p arte , igualm ente bien conocida, to d a la h isto ria de la filosofía occidental o u n g ran segm ento de ella.
concebida p o r lo com ún com o un conjunto de «problem as atem po Lo prim ero que debe señalarse es que n u e stra a n te rio r caracteriza
rales», que es el dom inio de la filosofía. ción de esos dos géneros h a sido la caracterizació n de dos tip o s idea
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les im posibles de realizar. N uestro h isto riad o r intelectual, al que Así com o la necesidad de seleccionar im plica que el h isto riad o r
no in teresa el desenlace de la h isto ria, y n u estro h isto ria d o r d e la intelectual no puede ig n o rar, aun cuando se lo propusiese, la filo
filosofía, que sabe p erfectam ente bien qué es filosofía y de u n vistazo sofía de su p ro p ia época cuando escribe acerca de E spinoza del m is
puede d istin g u ir u n problem a filosófico cen tral de uno periférico y m o m odo, la necesidad de escrib ir acerca de Espinoza (antes que
de uno no filosófico, son caricatu ras. Pero hem os p ro cu rad o conver acerca de lo que se d iría al fo rm u lar ah o ra u n a de las frases de
tirlas en ca ricatu ra s sim páticas p o rq u e vem os a am bos com o casos Espinoza) im plica que el h isto riad o r de la filosofía no puede ign o rar
extrem os de esfuerzos en teram en te encom iables y en igual m edida la h isto ria intelectual. Ni, p o r cierto, lo h a rá p o r m ucho tiem po. La
indispensables p a ra la p ro sp erid ad de la república de las letras. pose que tales h isto riad o re s ad o p tan —«Bien, veam os si este m u
C ada uno d e ellos suele verse llevado a la ca ricatu ra p o r sí m ism o, chacho h a tenido razón en algo»— es sólo u n a pose, siem pre efím era.
p ero tal es la autocaricaturización a la que una ho n esta devoción N o es posib le estim a r si E spinoza tuvo razón en algo an tes de esti
p o r u n fin valioso puede inducir. m ar de qué hablaba. P uesto que el propio E spinoza puede no h ab e r
N unca ex istirá u n libro com o la H istoria intelectual de Europa, sabido acerca de qué estaba h ablando al esc rib ir una frase d eterm i
y ello no sólo p o rq u e el ideal que hem os estipulado no p o d ría ser n ad a (p o rq u e estab a m uy confundido en cuanto a la v erd ad era reali
alcanzado con sólo u n m illar (o u n m illón) de volúm enes, sino tam dad del m undo), no será posible p ro y ectar su frase en el m undo
bién p o rque —tal es la dim ensión de n u estro cerebro y la extensión tal com o sabem os que es sin leer m uchísim as frases de ésas de
de n u estra s vidas— nadie que haya leído o escrito algunos de esos acuerdo con el m odesto m étodo h erm enéutico y reco n stru ctiv o ca
volúm enes p o d ría leer o escrib ir la m ayor p a rte de los restan tes. El ra cterístico de los h isto riad o res intelectuales. No im p o rta cuán filis
hecho de que todo h isto ria d o r deba ser selectivo p ara p o d er in iciar teo el h isto ria d o r de la filosofía se pro p o n g a ser: n ec esitará tra d u c
su trab a jo —escogiendo algunos textos com o centrales y relegando ciones de lo que Espinoza dijo, traducciones que le p erm itan ca p ta r
o tro s a las n o tas al pie— b a sta p a ra desengañarnos del ideal que he el valor de verd ad de las frases de Espinoza. Ello le exigirá exam inar
m os erigido. P ensar en que el estudio del discurso político en la críticam en te las trad u ccio n es actuales p a ra ver si están influidas p o r
F ran cia del siglo x n , la m etafísica alem ana del siglo xix y la p in tu ra las filosofías de alguna de las épocas que nos sep aran de Espinoza, y
de U rbino del siglo xv puedan un día confluir p a ra fo rm a r u n tapiz eventualm en te elab o rar sus p ropias traducciones. Lo desee o no, se
único que sería n u e stra H istoria intelectual de E uropa ideal, es algo convertirá en un eru d ito en h isto ria y en u n re tra d u c to r. Se verá
alentador. Pero es la idea de u n libro no escrito p o r m ano hum ana. llevado a leer en la o b ra de los h isto riad o res intelectuales los estu
P uesto que todo libro referen te a tales tem as estará condicionado dios referen tes al am b ien te in telectu al de E spinoza p a ra sab er cóm o
p o r el sentido que su a u to r tiene de la relevancia, sentido determ inado debe h acer sus traducciones, de la m ism a m an era en que el h isto
p o r todo lo que él conoce —no sim plem ente las cosas que conoce ria d o r in telectu al derivará, consciente o inconscientem ente, de los
acerca de su p ro p ia época sino p o r todo lo que conoce acerca de m ovim ientos filosóficos co ntem poráneos su visión de lo que m erece
todo—, ninguna o b ra de esa índole se com paginará inconsútilm ente ser traducid o .
con o tra s obras acerca de períodos o de tem as adyacentes escritos Así, el re su ltad o de la elaboración de esos dos tipos ideales, y de
p o r u n a generación precedente o p o r una generación posterior. Nin la com probación de que son m eram ente ideales, estrib a en ad v e rtir
gún h isto riad o r in telectual p o d rá eludir esa selectividad que surge que no pued e h ab e r u n a división ta ja n te e n tre las funciones de la
au to m áticam en te del saber que posee acerca de la ciencia, la teo h isto ria intelectu al y las de la h isto ria de la filosofía. E n lu g ar de
logía, la filosofía y la lite ra tu ra de la actualidad. La h isto ria inte ello, cada uno de estos dos géneros será corregido y actualizado p er
lectual no puede se r esc rita p o r quienes desconocen la cultura de m anentem en te p o r el o tro. Es posible ex p resar esta m o raleja con
sus p resu n to s lectores, porque u n a cosa es poner en tre p arén tesis o tro s térm in o s diciendo que b ien p o d ríam o s olvidar los cucos del
cuestiones de verdad y de referencia, y o tra cosa es desconocer cuándo «anacronism o» y de la «afición p o r las antigüedades». Si ser anacro-
surgen esas cuestiones. P oner a los lectores de la actualidad en con nístico consiste en en lazar el p asado X con el p resen te Y en lugar
tacto con u na figura del pasado es precisam ente ser capaz de decir de estu d iarlo aisladam ente, entonces todo h isto riad o r lo es siem pre.
cosas com o: «Más ta rd e esto se conoció com o ...» y «Puesto que E n la p rá ctica el cargo de anacro n ism o significa que se h a relacio
aún no se h ab ía establecido u n a distinción en tre X e Y, el em pleo nado el pasado X con u n contem poráneo Y en lu g ar de h acerlo con
que A hace de “Z ” no puede ser in te rp re ta d o com o ...». P ero saber u n contem po rán eo Z, lo cual h ab ría estad o m ejor. Es siem p re cues
cuándo deben indicarse cosas así, o saber qué es lo que debe poner tión de seleccionar en tre los intereses contem poráneos con los cuales
se e n tre p arén tesis y cuándo se lo debe hacer, exige sab e r q u é h a aso ciar X , y no cu estió n de a b ju ra r de tales intereses. S in alguna
o cu rrid o recien tem ente en áreas de todo tipo. form a de selección, el h isto ria d o r está reducido a re p e tir los textos
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LA FILOSOFIA Y SU HISTORIA
Charles Taylor
que su explicación e ra la única coherente, de todos m odos llegó a tóteles. Pero, ¿he convencido al lecto r de que debe hacérselo re sti
ella p o r m edio de uno de aquellos análisis creativos que, según sos tuyendo a D escartes? Acaso le he dado las razones p o r las cuales
tengo, constituyen la esencia de la filosofía. ése es un m odo adecuado de h a c e r las cosas, pero, ¿le he dem o strad o
Al d ecir esto no quiero en m odo alguno im pugnar o m inim izar que ése es el m odo de hacerlas? ¿Por qué no se pueden re c o n stru ir
la originalidad de Quine. El m ism o Quine h a estad o en el origen de y en u n ciar razones p u ra m e n te contem poráneas p o r las que los p a rti
algunos no tab les análisis creativos; p o r ejem plo, los que ab ren el ca darios del m odelo epistem ológico se aferra n a él y, al hacerlo, seña
m ino a u n a epistem ología «naturalizada». Pero ellos se en cuentran la r altern ativ as p u ram en te contem poráneas, sin re tro ced e r en la h is
sólidam ente establecidos den tro del m odelo epistem ológico, en tan to toria? ¿No es en cierto m odo lo que tam bién h an hecho, p o r ejem plo,
que los de D escartes son los que fundan ese m odelo. Los análisis de H eidegger y M erleau-Ponty? E l fam oso análisis de H eidegger del
Quine nos re su lta rá n suficientes si el m odelo nos parece indiscutible. «ser-el-mundo», pongam os p o r caso, ofrece u n a explicación a lte rn a
Pero si se lo q u iere p o n er en cuestión, entonces tenem os que recu tiva de la m ente-en-el-m undo (si los heideggerianos m e p erd o n an la
r r ir a los de D escartes. expresión), que p arece h allarse exenta de h isto ria.
E n o tras p alab ras, si se quiere escap ar de la prisión epistem ológi La razón p o r la que la explicación genética es indispensable se
ca, si se q u iere e sta r en condiciones de no ver ya ese m odelo com o relaciona en p a rte con la n atu raleza que el olvido reviste aquí.
u n m ap a en el que se indica cóm o son obviam ente las cosas en re ¿E n qué form a u n m odelo com o el epistem ológico d eja de ser u n
lación con la m ente en el m undo, sino com o u n a opción e n tre otras, excitante logro del análisis creativo p a ra convertirse en la cosa m ás
entonces u n p rim e r paso es el de ver que es algo a lo que se puede obvia del m undo? ¿Cómo se m edia al olvido? Ello acontece p o rq u e
llegar a adherir a p a r tir de u n nuevo análisis creativo, algo cuyas el m odelo p asa a ser el p rin cip io o rganizador de u n am plio secto r
razones se p o d rían indicar. Y eso se logra volviendo a las form ula de las prácticas p o r m edio de las cuales pensam os, actuam os y m an-
ciones que lo h an fundado. lenem os tra to con el m undo. E n este caso p a rtic u la r el m odelo se
Pero, p o r supuesto, ni siquiera eso b a sta rá en este caso. Si que insertó en n u e stra m an era de cu ltiv ar la ciencia n atu ra l, en n u e stra
rem os ser capaces de concebir altern ativ as genuinas p a ra ese m odelo, tecnología, en al m enos algunas de las form as p red o m in an tes en que
entonces tam poco podem os to m ar la form ulación de D escartes como organizam os la vida política (las atom ísticas), tam b ién en m uchos de
definitiva. Lo que necesitam os es u n a nueva reform ulación de lo que los m odos en que curam os, reglam entam os y organizam os a los h om
hizo, que haga ju stic ia a las altern ativ as que él relegó a los desechos bres en la sociedad y en o tras esferas que no es posible m encionar
de la h isto ria, p rincipalm ente, en este caso, a la concepción aristo por se r dem asiado num erosas. E sa es la fo rm a en que el m odelo p u d o
télica.2 Tenem os que situ a r la concepción aristotélica en el centro de alcanzar el nivel de u n in discutible p resu p u esto de fondo. Lo que
la atención m ás allá de las deform aciones del R enacim iento tardío organiza y da sentido a u n a p a rte ta n grande de n u e stra vida no
que h icieron de ella fácil p re sa de la naciente concepción epistem o puede sino ap arecer incuestionable a p rim e ra vista, y com o algo p a ra
lógica. Sólo de ese m odo podem os llegar a ver verdaderam ente la em lo cual es difícil incluso concebir una altern ativ a.
p re sa ca rtesian a com o u n a de u n a serie de alternativas posibles: Se tiene u n a im presión irónica de cóm o h an cam biado las cosas
porque, en térm inos del m ism o D escartes, se p re sen ta com o el único cuando se lee la advertencia que D escartes dirige a sus lectores, de
m odo sensato de ver las cosas. Si uno vuelve a a b rir las salidas que estu d ia r con detenim iento las M editaciones y a u n d ed icar u n m es a
él excluyó, en p a rte restituyendo sus form ulaciones (esto es, los reflexionar acerca de la p rim era: ta n ard u o le p arecía ro m p e r con
pasos a través de los cuales las excluyó), uno tiene que re in te rp re ta r la a c titu d m ental a n te rio r y c a p ta r la v erd ad del dualism o. E n la
esos pasos. Y ello significa u n a nueva restitución, la cual nos lleva a actualidad, filósofos que co m p arten m i convicción se p asan años
re m o n ta r aún m ás la h isto ria: en este caso, h a sta A ristóteles y intentando lo g rar que los estu d ian tes (y décadas in ten tad o lo g rar
S anto Tom ás. que los colegas) vean que hay u n a altern ativ a. E n cam bio, el dualis
Una cosa es evidente: si en el in ten to de escap ar del m odelo mo cartesiano puede ser com prendido en u n día p o r estu d ian tes que
epistem ológico uno se rem o n ta a D escartes, entonces no se puede aún no se h an graduado. La idea de que sólo puede h a b e r dos a lte r
a c e p ta r sin m ás el juicio de éste. Uno debe re in te rp re ta r su d estru c nativas viables ■ —H obbes o D escartes— es ad m itid a p o r m uchos, y
ción creativ a del pasado, lo cual significa re s titu ir ese pasado. No res constituye u n a tesis p erfectam en te co m prensible au n p a ra aquellos
titu ir a D escartes p a ra ese com etido sin re s titu ir tam bién a Aris que la rechazan con fervor. S ienten su fu erza y la necesidad de refu
tarla. La situació n en la década de 1640 no era así.
Si se in te n ta estab lecer las razones de este cam bio en la a trib u
2. Aunque no sólo la aristotélica; había concepciones platónicas a las que
igualmente se debiera volver. ción de la carga de la p ru e b a en d istin tas épocas —de p o r qué
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LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
algunas concepciones deben lu ch ar p a ra alcanzar aceptación y cóm o P ero la restitu ció n h istó ric a no sólo es im p o rtan te cuando un o
ad q u ieren c a rá c te r de adm isibles a través de u n análisis creativo, quiere lib rarse de u n a im agen d eterm inada. Es m uy im p o rtan te p a ra
m ien tras que o tras, p o r así decir, son creíbles desde el com ienzo— mi tesis que aun en ese caso negativo, en el que se quiere escap ar
h a de h allarse la resp u esta en el trasfondo de las p rácticas —cien de algo, es m en ester co m p ren d er el p asado a fin de lib erarse. Pero
tíficas, tecnológicas y de acción— y en la naturaleza de los princi la liberación no es el único m otivo posible. Tam bién podem os ver
pios que las organizan. C iertam ente, éstos nunca son m onolíticos; nos conducidos a form ulaciones m ás tem p ran as a fin de restitu ir
p ero en u n a sociedad y en un m om ento dados, las in terp retacio n es una im agen, o las p rácticas que se p iensan que ella inform a. E sa es
y las p rácticas dom inantes pueden e sta r vinculadas en ta l form a con la razón, p o r ejem plo, de p o r qué algunos se dirigen a las fo rm u la
u n m odelo determ inado, que éste, p o r así decir, es constantem ente ciones paradigm áticas de la trad ició n cívica h u m an ista. O, sin p ro
proyectado p o r sus m iem bros com o siendo ése el m odo en que las cu rar u n franco rechazo o u n a p lena restitu ció n , podem os b u sca r
cosas m anifiestam ente son. Creo que ta l es el caso del m odelo epis para n u estro tiem po u n a refo rm u lació n clara de alguna d o ctrin a tr a
tem ológico —y ello tan to d irectam ente com o a través de su conexión dicional, y tam bién esto puede re q u e rir que retrocedam os. P ara te
con concepciones m odernas, de gran influencia, acerca del individuo ner una visión m ás ad ecu ad a de to d a la gam a de posibilidades, qui
y de la lib ertad y dignidad. siera decir algo en térm in o s generales acerca de las p rácticas y sus
P ero si es así, entonces no es posible lib rarse del m odelo sólo n q ¡licitaciones.
señalando u n a alternativa. Lo que se requiere es su p e ra r el p resu
puesto de que la im agen establecida es la única que puede conce
birse. Pero p a ra hacerlo debem os to m a r u n a nueva posición respecto
de n u estra s prácticas. En lu g ar de vivir en ellas y to m a r la versión II
de las cosas im plícita en ellas com o el m odo en que las cosas son,
tenem os que com prender cóm o h an llegado esas prácticas a la exis
tencia, cóm o llegaron a en c errar u n a d eterm in ad a visión de las cosas. Creo que nos ay u d ará a e n ten d e r esta fo rm a de indagación filosó-
E n o tras p alab ras, p a ra a n u la r el olvido debem os explicarnos a no lirn, y la m an era en que ella nos rem ite a n u estro s orígenes, si nos
so tro s m ism os cóm o ocurrió, llegar a sab er de qué m odo u n a im a Minamos en el co n tex to de la necesidad, que a m enudo experim en-
gen fue deslizándose desde su ca rác te r de descubrim iento al de i.u n o s, de fo rm u lar el sentido de n u estra s prácticas, necesidad que
1 1 ni frecuencia debe ser satisfech a a su vez m ediante u n a considera-
p resu p u esto tácito, a la condición de hecho dem asiado obvio p a ra que
se lo m encione. Pero ello re p resen ta u n a explicación genética, una • n >n histórica.
explicación que re stitu y a las form ulaciones a través de las cuales L1 contexto en el cual surge esa necesidad está dado p o r el hecho
tuvo lu g ar su fijación en la práctica. L ibrarnos del presu p u esto del de que u n a de las form as básicas —d esearía d e m o stra r que es la
c a rá c te r único del m odelo exige que pongam os al descubierto los lu m ia básica— en que reconocem os y señalam os las cosas que son
orígenes. E sa es la razón p o r la cual la filosofía es ineludiblem ente im portantes p a ra n o so tro s en el co n tex to hu m an o tiene lugar p o r
h istó rica. medio de lo que podem os llam ar las p rácticas sociales. Con esto
He p ro cu rad o exponer esta tesis en relación con el m odelo episte ni lim o quiero decir en líneas generales: form as en que reg u larm en te
m ológico, p ero p o d ría h ab e r escogido m uchos otros ejem plos. Así, nos com portam os los unos en relación con los otros, o los unos fren-
p o d ría h ab e r m encionado los p resu p u esto s atom istas o los presu p u es ir ;i los otros, las cuales (a) involucran cierta com prensión m u tu a y
tos acerca de los derechos individuales que constituyen el p u n to de (l>) perm iten d iscrim in ar en tre lo co rrecto y lo erróneo, e n tre lo
p a rtid a de m uchas teorías m orales y políticas contem poráneas (pién apropiado y lo inapropiado.
sese, p o r ejem plo, en Nozick y Rawls). V erse libre del p resupuesto Ahora bien: las p rácticas sociales pueden ser en b u en a m edida
del ca rác te r único del m odelo exige, tam b ién aquí, que retro ced a i.u iia s. Ello no q u iere decir que las llevem os a cabo sin el lenguaje.
m os, p o r ejem plo, a K ant y a Locke. E n cada caso se debe re tro ced e r < asi no hay p rá ctica que uno pued a im aginar que no re q u ie ra alguna
h a sta la ú ltim a form ulación claram ente expresada, u n a form ulación Io n n a de intercam b io verbal. Q uiero decir en cam bio que el bien, el
que no descansa en un trasfondo de p rácticas que otorga a la im agen valor incorporad o en u n a práctica, su sentido o p ropósito, puede
u n aspecto altru ístic o carente de toda pro blem aticidad, esto es, que no ser expresam ente form ulado. Las perso n as que intervienen en ella
no descansa en u n trasfondo que v irtu alm en te asegura que, sin un llen en que p ercib ir el bien o el p ro p ó sito en alguna form a: esto se
especial esfuerzo de recuperación, no p o d rá decirse m ucho, o m ucho m a n ifiesta , p o r ejem plo, en las recrim inaciones que se hacen las u n as
no p arecerá digno de ser dicho. a las o tra s cuando y erran (o en las aprobaciones que se from ulan
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cuando se a c tú a bien). Pero pueden no disponer de u n a fo rm a de cación de ellas, hecha en térm in o s filosóficos, que incluye, acaso, la
decir en qué co n siste el bien. leoría que se h alla en su base.
Así pues, los que p ra ctican u n a rte —ya sea el de to c a r g u itarra A hora bien: el fin tácito de esa escala es en cierto m odo p rim ario .
flam enca o el de la filosofía— fo rm u lan ciertos juicios de excelencia. Esto es, som os in tro d u cid o s en los bienes de n u e stra sociedad y
Pueden h a b e r expresado o no en qué consiste la excelencia. E n el se som os iniciados en sus p ro p ó sito s m ucho m ás, y m ucho antes, p o r
gundo de los casos m encionados es probable que se lo haya hecho, medio de sus p rácticas no explicitadas que p o r m edio de fo rm u la
p o rq u e los filósofos se h allan com pulsivam ente inclinados a h acer ciones.
explícitas las cosas, m ien tras que en el prim ero lo es m enos. E n O ntogenéticam ente hablando, ello es p erfectam en te claro. N u estro
éste puede resp o n d erse p o r m edio del aplauso o de alguna o tra fo r lenguaje m ism o está en tre tejid o con un vasto co n ju n to de p rácticas
m a de reconocim iento, com o la im itación, la aceptación de la pericia, .sociales: conversación, in tercam bio, el d a r y el re cib ir órdenes, etcéte
etcétera. Pueden d isponer de térm inos p a ra designar las diferentes ra. Lo aprendem os sólo a través de esos in tercam bios. E n especial,
form as de excelencia, o ni siq u iera eso. P ero a u n en este últim o caso aprendem os los térm in o s que designan virtu d es, excelencias, cosas
hay, no obstan te, discrim inaciones no a rb itra rias. Se es inducido a dignas de adm iració n o de desprecio, etcétera, p rim era m en te a tra
te n e r u n a percepción de ellas m ientras se es introducido en la p rác vés de su aplicación a casos p artic u la res en el curso de tales in te r
tica. Se las ap ren d e al ap ren d er el cante jondo m ism o; se las apren cam bios.
de de u n m aestro. La p rá ctica involucra esas discrim inaciones, y ello Ello quiere decir que, au n cuando m ás ta rd e d esarrollem os nues-
de m an era esencial; en o tro caso, no es la p rá ctica que ella es. Pero i i'o propio p u n to de vista, n u e stra p ro p ia com prensión y n u e stra p ro
las n o rm as pueden ser en gran m edida no explícitas. pia in terp retació n , orig in ariam en te ap reh en d em o s esos térm in o s a
Tóm ese el ejem plo del caballero; o el de su ap a ren te opuesto, el liavés de los juicios en cerrad o s en la calificación de los actos fo rm u
ho m b re «m achista». E n uno y o tro caso la explicitación de las norm as lada p o r los otros, y después p o r no so tro s m ism os, en los in terc am
que indican cóm o se debe ac tu a r y sen tir p a ra ser u n verdadero bios p o r m edio de los cuales aprendem os las prácticas. Aun el vo
caballero o u n verdadero m achista, puede ser m uy escasa. P ero esa cabulario necesario p a ra u n a form ulación m ás p ro fu n d a es el que
explicitación te n d rá lugar en el m odo en que se actú a respecto de podem os a d q u irir en las p rácticas de form ación en las que ap ren
los otro s, respecto de las m ujeres, etcétera; y en buena m edida se dem os, p o r ejem plo, a reflexionar acerca de las cuestiones m orales
la llevará a cabo tam bién en el m odo en que nos m o stram o s a los v a describirlas, o ap ren d em o s el em pleo de los vocabularios cien-
o tro s, en el m odo en que nos p resen tam o s en el espacio público. El íilicos y m etafísicos, etcétera.
estilo tiene aquí m uchísim a im portancia. Es éste otro conjunto de E sto nos ayuda a a c la ra r el proceso que an terio rm en te llam é
p rácticas que hem os aprendido, com o el lenguaje, de los otros, con «olvido histórico». Cuando u n a persp ectiv a ob ten id a inicialm ente
u n m ínim o de explicitación form al. E n realidad, el verdadero rasgo por m edio de un heroico esfuerzo de sobreexplicitación pasa a cons-
de u n cab allero es el vivir según reglas no escritas. Quien necesita iilu ir la base de u n a p ráctica social am pliam ente difundida, puede
que las reglas sean explícitas, no es u n caballero. co n tin u ar inform ando la vida de u n a sociedad —el sentido com ún
Existe u n a escala de explicitación. El extrem o in ferio r corresponde puede llegar a verla incluso com o v irtu alm en te inm odificable—, aun
al caso en el que no se em plea absolutam ente ninguna p alab ra des cuando las form ulaciones originarias, y especialm ente el trasfo n d o
criptiva. P or así decir, vivimos n u estro m achism o en teram en te en el de razones en que se apoyaban, hayan sido acaso en teram en te ab an
m odo en que perm anecem os de pie, cam inam os, nos dirigim os a las
donadas y sean reco rd ad as sólo p o r especialistas. Y aun estos ú lti
m u jeres o a otros hom bres. Se lo lleva en el estilo y en el m odo de mos, em pujado s p o r el sentido com ún de su época, no reconocerán
p re sen tarse a sí m ism o. Podem os su p o n er ahora que nos desplaza el significado de algunos de los argum entos originarios, fo rm ulados
m os h a sta llegar al pu n to en el que se em plean térm inos que designan
inicialm ente en u n m undo cuyos p resu p u esto s fu n d a m e n tales<eran
v irtu d es —p o r ejem plo, «m achista» y «caballero»— y acaso tam bién
muy distintos. Sostengo que u n a cosa así ocu rrió con la p erspectiva
u n vocabulario m ás variado —«galante», «valeroso», etcétera— , pero
al om ista, ce n trad a en la epistem ología, cuyo p re c u rso r fue D esear
sin que la explicitación vaya m ás allá. O hallam os u n lenguaje en el les, e n tre otros, en el siglo xvu.
que los aciertos y las incorrecciones poseen nom bres, pero no se
P oner en tela de juicio u na persp ectiv a así equivale a a n u la r ese
fo rm u la aún qué es lo que hace que sean aciertos e incorrecciones.
proceso de olvido. De n ad a serv irá sólo p re se n ta r u n a altern ativ a en
E n el extrem o su p erio r hallam os p rácticas en las que se h a d eter
la m edida en que sigam os siendo p risio n ero s de los térm in o s de cier-
m inado p lenam ente el sentido de la actividad —los bienes que le
lo «sentido com ún» heredado. P orque, si éste nos retien e p o r h allarse
subyacen o los propósitos insertos en ella— y u n a elaborada ju stifi
inserto en n u e stra s prácticas, entonces, p a ra n eu tra liz ar sus efectos,
40 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA FILOSOFÍA Y SU HISTORIA 41
tenem os que h ac er explícito lo que ellas encam an. De o tro m odo nacionales y las e stru c tu ra s estatales contem poráneas. Pero com o la
seguirem os estando aprisionados, p o r así decir, en el cam po de fuer realidad actu al es re su ltad o de la evolución, y del hip erd esarro llo ,
zas de u n sentido com ún que fru stra todos n u estro s in ten to s p o r de u n a sociedad info rm ad a p o r el m odelo originario, es esencial volver
to m ar u n a posición crítica respecto de sus supuestos básicos. Ese a éste p a ra h allarse en condiciones de en ten d er lo que hoy existe.
cam po d isto rsio n a las alternativas, hace que parezcan extravagantes 1.a sociedad no coincide con el original. P ero es exactam ente eso.
o inconcebibles. P ara to m a r cierta d istancia respecto de él, debem os Nos las habernos con u n a sociedad que no coincide con ese original.
fo rm u lar lo que hoy se halla tácito. Ello hace que, p a ra e n ten d e r a la sociedad, lo m ás im p o rtan te sea
Ello nos ayuda a a c la rar p o r qué este proceso de reform ulación en ten d er el original.
involucra tan a m enudo u n retroceso en la historia. Con m ucha fre Así, el capitalism o m o d ern o no está en fase con el sistem a des
cuencia no podem os su scitar de m anera realm ente efectiva u n a nueva crito y p ro p u esto p o r Adam Sm ith. Eso hace que sea esencial sa
cuestión m ien tras no hayam os vuelto a hacer explícita n u estras prác ber con clarid ad lo que Adam S m ith dijo. Ello se debe a que (a) la
ticas reales. Pero m uchas veces éstas son deudoras de un pu n to de suya fue u n a explicitación p arad ig m ática de las p rácticas y de la
vista que fue form ulado m ejo r o m ás plenam ente o de m an era m ás autocom prensió n que co lab o raro n en la form ación del capitalism o
clara, en el pasado. L ograr u n a aclaración respecto de ellas supone m oderno en buen a p a rte del p lan eta, y (b) esa explicitación fue a su
volver a esa form ulación. Y ello puede no se r fácil. P orque aun vez realm ente recogida y colaboró en la configuración del proceso.
cuando las fó rm ulas de pensadores an terio res son rep etid as con Aun cuando Adam S m ith no hubiese publicado La riqueza de las
veneración p o r los especialistas, con frecuencia las razones en que se naciones en 1776, la lectu ra del m an u scrito seguiría siendo m uy im
apoyaban se to rn a n opacas en u n período p osterior. p o rtan te en la actu alid ad p o r la razón (a); p ero tam b ién la conside
P or supuesto, la recuperación de u n a fórm ula a n te rio r jam ás es ram os sum am ente im p o rtan te en v irtu d de la razón (b).
suficiente p a ra volver a h acer explícita u n a práctica. S ería u n a visión E sto no equivale en ab so lu to a d ecir que Adam S m ith nos ofrezca
in sen satam en te idealista la de en ten d e r que todas las prácticas ac la teo ría del capitalism o contem poráneo. Los que lo p iensan no de
tuales son de algún m odo la concreción de teorías explícitas anterio ben de e sta r en sus cabales, p o r m uchos que sean los P rem ios Nobel
res. P ero el caso que planteo aquí no depende de u n a tesis tan ex
que ganen o p o r grandes que sean los E stados que desgobiernen.
trañ a . B asta con que, p o r la razón que fuere, se hayan recogido
Pero sí equivale a d ecir que u na teo ría que d eterm in a de ese m odo
form ulaciones an terio res y se les haya concedido la condición
la form a que ad q u iere u n d esarrollo se to rn a indispensable p ara
de form ulaciones fundam entales o paradigm áticas en el desarrollo de
e n ten d e r v erd ad eram en te ese d esarrollo y lo que deriva de él, p or
u n a p ráctica. E ntonces, aunque el cam bio social, los im pulsos, la
discordante que llegue a ser el resu ltad o final. Lo que hace fa lta es
p resió n de las o tra s p rácticas, los aciertos inesperados, las m odifi
com p ren d er claram en te las teo rías con las cuales n u e stra cam biante
caciones de la escala social y el olvido histórico hayan producido sus
realidad p re sen te no concuerda. Con ello no aludim os a teo rías re
efectos —de m odo ta l que el resu ltad o final llegue a ser en teram en te
ferentes a ellos que no sean co rrectas, sino a las que desem peñaron,
irreconocible p a ra quienes establecieron p o r p rim era vez aquellas
y aún pueden desem peñar, un papel form ativo.
fórm u las—, no o b stan te puede que la recuperación de sus form ula
ciones sea u n a condición esencial p a ra com prender ese resultado. Así, p a ra en ten d ern o s a n o so tro s m ism os en el p resen te nos ve
P ara to m ar u n ejem plo conocido, la sociedad m oderna, b asad a mos llevados al p asado en b u sca de las afirm aciones p arad ig m áticas
en la noción de agentes individuales libres relacionados e n tre sí por de n u e stra s explicitaciones form ativas. Nos vem os forzados a re tro
co n trato s, colaboró en la form ación del trasfondo en el cual se ceder h a sta el descu b rim ien to pleno de aquello en lo que hem os es
desarrolló el capitalism o tecnológico. Pero este desarrollo h a m odi tado, o en lo que n u estra s p rácticas fu ero n fo rjad as. He señalado
ficado el contexto de la práctica. Q uienes hoy p ractican la teoría que esta necesidad puede su rg ir com o re su ltad o de u n cam bio o de
o rig in aria no pueden en ten d erla de la m ism a m an era en que lo hacían un desarrollo. Pero tam b ién puede su rg ir en razón del m odo en que
sus predecesores; el intento de hacerlo desem boca en la confusión las explicitaciones pu ed en d isto rsio n ar u o cu ltar en p a rte lo que está
y en la oscuridad. H ace falta forzosam ente una reform ulación. im plícito en las p rácticas.
Pero tal reform ulación requiere que uno acierte con la form a Ese puede ser el caso de u n a explicitación fo rm ativ a en u n pe
originaria. No se tra ta de que la form ulación originaria constituya de ríodo dado. P uede ser la explicitación do m in an te y generalm ente
algún m odo la verd ad era expresión de lo que está en la base de la aceptada y ser fo rm ativ a p o r ese m otivo; p ero puede o scu recer o
re alid ad actual. P or el contrario, ha tenido lugar u n cam bio muy negar p a rte s im p o rtan tes de la realid ad im plícita en n u e stra s p rá c
grande al su rg ir las gigantescas y b u ro cráticas corporaciones m ulti ticas. S erá disto rsiv a en cu an to esas p rácticas siguen siendo llevadas
42 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA FILOSOFÍA Y SU HISTORIA 43
a cabo; continuam os obedeciendo a o tro s bienes, pero de m an era con iniendo de este m odo. H ay que re p e tir que ello no se debe a que sólo
fusa y reconocida sólo a m edias. podam os leer la realid ad com o la en carnación de aquélla. P o r el
Podem os h a lla r u n buen ejem plo de ello atendiendo a las dem o contrario, sólo puede h a b e r hab id o u n a d isto rsió n en la p rá ctica
cracias liberales m odernas. Hay tre s grandes form ulaciones, o tipos como re su ltad o de esa ceguera y esa p arcialid ad en la form ulación.
de teoría, que h an desem peñado u n papel de im p o rtan cia en el desa Pero com o esa ú ltim a fo rm ulación plena nos d a rá la teo ría con la
rro llo de esas sociedades. La fuente decisiva fue la teo ría originaria cual n u e stra sociedad no concuerda, ella es u n a p a rte indispensable
del ho m b re -—u n a teo ría de base m edieval— que entiende a éste como de la h istoria.
p o rta d o r de derechos y som etido al im p eriu m y a la ley, cuyo télos Y así, de todas esas form as, el hecho de que n u estra s p rácticas
básico era la defensa y la protección de aquellos derechos. La se estén m odeladas p o r form ulaciones y que éstas im p rim an u n a d e te r
gunda fue la ato m ista, la cual ve a los hom bres com o seres que bus m inada dirección a su desarrollo, hace que au to co m p ren sió n y re-
can la p ro sp erid ad , cada uno de acuerdo con su estrateg ia individual, l'oemulación nos re m itan al pasado: a los parad ig m as que h a dado
y que se un en p a ra vivir som etidos a la ley en razón del interés co form a al desarrollo o a los bienes rep rim id o s que h an estado ac tu a n
m ún y de las necesidades de seguridad que son sentidas igualm ente do. La rep resió n puede h ac er que el pasado se vuelva irrelev an te allí
p o r todos. La te rc era es el m odelo h u m an ista cívico, que nos ve com o ilonde realm en te logra ab o lir to talm en te las p rácticas cuyos bienes
ciudadanos de u n a república, b ajo u n a ley com ún que nos da iden im plícitos encubre. P ero eso o cu rre m ucho m ás ra ram en te de lo
tidad. que p o d ría pensarse. N u estras p rácticas son en realid ad m uy flexibles
Las tres h an desem peñado d iferen tes papeles en el desarrollo de y persistentes. Además, se hallan con frecuencia vinculadas en tre
la sociedad m oderna. H an tenido gravitación en épocas diferentes; sí, de m an era que es v irtu alm en te im posible su p rim ir algunas y, al
el m odelo h u m an ista cívico sufrió incluso u n eclipse p a ra re ap arece r mismo tiem po, m an ten e r o tras. Las prácticas in terrelacio n ad as de
m ás tard e. Pero todos ellos h an dejado su sedim ento en las prácticas la dem ocracia lib eral es u n ejem plo de ello. ¿Cómo elim in ar la ciuda
de las rep úblicas m odernas. Puede o cu rrir, no ob stan te, que p a ra un danía y co n serv ar a la vez la sociedad de derechos o de acto res indi
g rupo dado p o r u n tiem po u n a de ellas se eclipse. La herencia cívica viduales estratégicos? Tal cosa no es fácil de im aginar. P ara te n e r
h u m an ista fue poco reconocida en las dem ocracias anglosajonas de lo uno sin lo otro, es m en ester que se tra te de sociedades con una
las ú ltim as décadas, no sólo en los m edios académ icos sino tam bién Iiis loria m uy d iferente de la n u estra . Acaso algunas sociedades lati
en m uchos sectores de la población. Como re su ltad o de ello tendió a noam ericanas sean así, o algunas o tras sociedades del T ercer M undo.
p re d o m in a r u n a concepción ato m ista del interés, una noción de la Estos ejem plos ilu stran lo que señalé al final d e la p rim era sección
vida política com o la conciliación de los intereses de los individuos y do este tra b a jo . Podem os vernos llevados a u n a recu peración h istó
de los grupos, la cual sin duda fue exacta h asta cierto punto, pero rica no sólo p o r la necesidad de escap ar de u n a d eterm in ad a fo rm a so
tam b ién ciega a la inm ensa im p o rtan cia de la ciudadanía p a ra los cial, sino tam b ién p o r el deseo de re s titu ir o re s ta u ra r u n a fo rm a
h o m b res m odernos, no sólo como u n a b a rre ra in stru m en tal co n tra social que se h alla som etida a u n a p resió n y co rre el peligro de p er
la explotación p o r p a rte del gobierno. Ello deja en la som bra todas derse. Tal es la intención con la que en n u e stra época los p artid a rio s
las p rácticas, sim bólicas y transactivas, m ediante las cuales se evoca del hum anism o cívico frecu en tem en te re c u rre n a la h isto ria. O po
que la ciu d ad anía es p a rte de la dignidad de u n a p ersona libre, que dem os no e s ta r seguros y d esear o rien tarn o s resp ecto de la realid ad
uno no es en teram en te libre y adulto si vive b ajo tu tela. Ello se ateso so c ia l dom inante. Ello puede m otivar u n a recu peración h istó rica
ra en innum erables sitios: en la corrección y en la incorrección del con el objeto, p o r ejem plo, de p ro d u c ir u n a te o ría m ás adecuada del
o b ra r en n u e stra vida social y política; en n u estra s exigencias de capitalism o desarro llad o actual.
s e r oídos; en la im p o rtan cia que se ad ju d ica a la ho n estid ad con que Lo com ún a to d as esas em p resas es la necesidad de h acer explíci
se lleve a cabo la elección de los gobernantes; en la celosa vigilancia to lo que en las p rácticas actuales es tácito. E n todos esos casos
de la resp o n sab ilidad de los servidores públicos; en el desafío de la nos vemos conducidos a lo que podem os llam ar la ú ltim a —esto es,
au to rid a d p o r los subordinados, no sólo en la esfera política sino la más reciente— form ulación clara del bien o del p ro p ó sito in serto
tam b ién en las universidades, en la fam ilia, en los lugares de tra b a rn la práctica. Y ello a veces puede h acern o s re tro ced e r aun m ás,
jo, etcétera. hasta la perspectiv a c o n tra la cual fue elab o rad a aquella form ulación.
Aquí tenem os el típico caso de u n a form ulación d isto rsiv a o p ar
cial que actú a com o pantalla. P ara e n ten d e r qué es lo que está ocu
rrie n d o en u n caso com o éste, tenem os que ir hacia atrás. Debem os
re c u p e ra r la ú ltim a form ulación p u ra del aspecto que se está supri-
44 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA FILOSOFÍA Y SU HISTORIA 45
epistem ológico. Y se hallan fu era de propósito u n a vez que aquél ha m ente sin conexiones y eq u id istan te de to d as las cu ltu ras. La im agen
sido pu esto en tela de juicio. C ontinuam os su sten tán d o las sólo sí no de u n su jeto así es, p o r su puesto, o tra de las nociones originadas
hem os llegado a com prender lo que im plica el d esb a ratam ien to del p o r la trad ició n epistem ológica. Y éste es acaso o tro de los aspectos
supuesto de la unicidad. en que los que del d erru m b e del m odelo epistem ológico concluyen
Pero de este análisis deriva u n a cuestión aun m ás im p o rtan te, con u n a su erte de concepción no re alista últim a, ponen de m anifiesto que
cern ien te a los lím ites de la razón filosófica. No estam os condenados aún no se h an em ancipado en teram en te de aquél.
al agnosticism o fren te a esas dos explicaciones de la mente-en-el-
m undo. E n realidad, no podem os p erm anecer indecisos después de
h a b e r com prendido qué es lo que está en juego, a ca u sa de la rela
ción existente e n tre las dos concepciones antagónicas, la verdad de
u n a de las cuales im pugna la inteligibilidad de la otra. E sas dos con
cepciones se h allan, em pero, en esa relación debido al m odo en que
h an llegado a in sertarse en la h isto ria y en las prácticas de n u estra
civilización. La exclusividad del m odelo epistem ológico fue u n in stru
m ento polém ico de im p o rtan cia al establecerse nuevas form as de
pensam iento científico y nuevas prácticas tecnológicas, políticas y
éticas. La cuestión es si podem os fo rm u lar u n a explicación m enos
d isto rsio n ad a del surgim iento y de la continuación de esas prácticas
abandonando el presu p u esto de su exclusividad. La cuestión surge
d en tro de u n a c u ltu ra y de u n a h isto ria; dentro de u n con ju n to de
prácticas, ta l com o en tre form ulaciones antagónicas de esas p rác
ticas.
Ello q u iere decir que nos encontrarem os en u n a situación m uy
d istin ta si oponem os dos concepciones filosóficas procedentes de
cu ltu ra s y de h isto rias m uy diversas. Si se nos llam a a decidir entre
la visión b u d ista del yo y las concepciones occidentales de la p er
sonalidad, nos hallarem os en dificultades. No estoy diciendo que
cuestiones com o ésa sean finalm ente im posibles de decidir; pero es
claro que al en cararlas no tenem os la m ás re m o ta idea acerca de
cóm o m an ejarse en la ta re a de dirim irla. Im aginem os que se pide a u n
e x tra te rre s tre que establezca cuál es la civilización que h a de llevarse
la p alm a p o r su ste n ta r la concepción m ás plausible de la naturaleza
hu m an a. In m ed iatam en te p a rtiría de regreso a Sirio. Una decisión
de ese tipo presu pone que hem os elaborado un lenguaje com ún. Y esto
q u iere decir: u n co n ju n to de p rácticas en com ún. T endríam os que
h a b e r crecido ju n to s com o civilizaciones p a ra que pudiésem os ver
cóm o juzgar.
P ero la com probación de estos lím ites de la razón filosófica m ues
tr a o tro m odo de identificar el e rro r de la concepción filosófica no
realista. Es el de asim ilar todas las cuestiones filosóficas, inclusive
las com parables a la referen te al m odelo epistem ológico, al tipo de
cuestiones que n u estro e x tra te rre stre debería en fren tar. Pero p o d ría
m os co n sid erar que todas las discusiones son así sólo si de hecho en
n inguna p a rte estuviéram os en casa, esto es, si no perteneciéram os
a n inguna c u ltu ra o a ningún conjunto de prácticas. Una concepción
filosófica no re alista p u ra sólo ten d ría sentido p a ra u n su jeto en tera
Capítulo 2
A lasdair M acintyre
cas, p o r o tra , son en b u en a m edida in separables: ésa es u n a lección telectual; D ante y Pope, en fo rm a poética; Espinoza, en lo que él
que puede ap ren d erse tan to de la h isto ria m ism a com o de la consi consideraba que era la fo rm a de la geom etría; Hegel, com o histo ria;
deración de las im plicaciones de la crítica de Quine a la distinción George E liot, D ostoeivsky y S artre , b ajo la fo rm a de novelas, y m u
e n tre lo analítico y lo sintético. El tem a de la filosofía m o ral de los chos de nosotro s en ese género m ás tard ío , el m ás excéntrico de to
siglos x v n y x v m p roporciona u n ejem plo elocuente. Sus herederas dos los géneros filosóficos: el artícu lo d estinado a u n a rev ista espe
y beneficiarías intelectuales del siglo xx ab arcan no sólo la em po cializada.
b recid a y dism inuida disciplina en que se h a convertido la ética Los cam bios verificados en la to talid ad de la división académ ica
filosófica m oderna en las m anos de la m ayor p a rte de sus cultores, del tra b a jo , en la e stru c tu ra c ió n in tern a de la filosofía y en el género
sino tam bién la psicología y las re sta n te s ciencias sociales. Y, p o r su literario , se hallan p o r cierto estrech am en te relacionados con el cam
puesto, ello no h a dado lugar sim plem ente a un reordenam iento de bio conceptual y tam b ién e n tre sí, au n q u e no com o tres procesos
tem as y cuestiones. El proceso m ism o de reordenam iento h a sido en in teracción m u tu a y en in teracción con u n cu arto proceso, sino
tran sfo rm ad o r, y las transform aciones se han extendido, m ás allá de com o aspecto de u n a y la m ism a realidad, co m pleja pero u n itaria, que
las disciplinas académ icas, a la lengua de la vida cotidiana. Es carac es la h isto ria. El grado que alcanza el cam bio conceptual se co rres
terístico que los análisis de costos y beneficios, las evaluaciones ponde con el grado de dificultad con que se tropieza cuando se in
psicológicas de los rasgos de la p ersonalidad y los estudios del orden te n ta tra d u c ir o p a ra fra s e a r los conceptos pro p io s de u n a c u ltu ra
y del desorden político se lleven a cabo en la actualidad en u n a form a lingüística y filosófica específica p o r m edio de los conceptos de que
que supone que ésas no son actividades esencialm ente m orales. El disponen o que pueden e la b o ra r los m iem bros de u na c u ltu ra lingüís
cam po de la m oralidad se h a reducido ju n to con el de la filosofía tica y filosófica m uy d istin ta. Pienso, p o r ejem plo, en innovaciones
m oral. lingüísticas com o las n ecesarias en la h isto ria de la filosofía griega
Una segunda dim ensión de la diferencia h istó rica es igualm ente prim itiv a de George Thom son, esc rita en irlan d és m oderno, y, asi
obvia: la del cam bio en la estru ctu ració n in tern a de la filosofía en m ism o, en sus trad u ccio n es de P lató n a la m ism a lengua. Los p ro
el sentido de cuáles son las discusiones que deben considerarse cen blem as con que debe de h a b e r tropezado T hom son se aclaran si se
trales y cuáles m arginales, cuáles m étodos son fecundos y cuáles es considera el re su ltad o de la resolución de p roblem as paralelos que
tériles. Me refiero aquí a discusiones an tes que a problem as porque se p lan tea n en la trad u cció n de poesía. Tóm ese u n p asaje hom érico;
lo que suscita u n a discusión pueden ser precisam ente concepciones p o r ejem plo, las p alab ras que S arp ed ó n dirige a G lauco en Ilía-
divergentes acerca de lo que es problem ático. Y p robablem ente u n a di da X II, 309-328; y com párense las in terp retacio n es de C hapm an en
vergencia acerca de lo que es problem ático sea inseparable de una el siglo xvi con la de Pope en el siglo x v m y la de F itzgerald en el
divergencia acerca de los fines que la actividad filosófica debe p er siglo xx. Hay, p o r cierto, p u n to s en los cuales uno de ellos desfigura
seguir. De tal m odo, lo que es o parece ser la m ism a argum entación, el original griego y o tro no. P ero en m uchos aspectos no com piten
o u n a argum entación m uy parecida, form ulada en dos épocas filo e n tre sí: F itzgerald es p a ra su época un excelente tra d u c to r, y
sóficas distin tas, puede te n e r significados m uy distintos. El em pleo C hapm an y Pope lo son tam b ién p a ra las suyas. La noción de una
que San Agustín hace del cogito no es en absoluto el m ism o que de trad u cció n in tem p o ral p erfec ta carece de sentido. Y no veo razones
él hace D escartes. La concepción agustiniana del lugar que la defini p a ra suponer que ello no sea v erd ad a pro p ó sito de Platón, com o lo
ción ostensiva ocupa en el aprendizaje del lenguaje ap u n ta a la ilu es a p ropósito de H om ero (la veneración de Jo w ett com pite m aravi
m inación divina de la inteligencia; la concepción, m uy sim ilar, de llosam ente con la veneración de Lang, Leaf o M yers).
W ittgenstein (el hecho de que W ittgenstein considere erróneam ente S ería com pletam ente erróneo d ed u cir de las consideraciones p re
que su explicación está reñida con la de San Agustín da m ás fuerza sentadas h a sta aquí que algún secto r del pasado nos sea necesaria
a m i tesis cen tral) a p u n ta al concepto de form a de vida. m ente inaccesible aq u í y ah o ra. P ero ellas sí sugieren la am p litu d
E stos dos tipos de diferencia se hallan reforzados p o r u n a tercera: y la ingeniosidad de las estratag em as que debem os em plear p a ra no
la del género literario . Platón, Berkeley, D iderot y John W isdom perm anecer p risio n ero s del p resen te, com o a m enudo o cu rre en p ro
escribieron textos filosóficos con la form a de diálogo. Pero los diálo porción insospechada, al p re te n d e r volvernos h acia el pasado. Con
gos de P latón constituyen un género filosófico m uy distinto de cuanto ello acen tú an el dilem a que form ulé al com ienzo. Pues la argum en
fuese posible en los siglos x v m o xx; y en el curso de la com posi tación sugiere h a s ta ah o ra que en b u en a m edida el sen tim ien to de
ción de su diálogo P latón m ism o modificó el género. T anto San Agus co ntinuidad que ta n ta s h isto rias clásicas de la filosofía nos p ro p o r
tín com o San Anselmo escribieron textos filosóficos con la fo rm a de cionan, es ilusorio y depende del u so erróneo, au n q u e sin d u d a incons
u n a plegaria; Santo Tom ás y Duns Escoto, con la de un debate in ciente, de un conjunto de artificios destinados a ocultar la diferencia,
52 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA
LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 53
de las que he estado aduciendo refuerzan ese intento, b u rd o pero Lo que, en la versión platónica, S ócrates hace y dice, h a debido
com ún, de d esa cre d itar a la filosofía. Exam ínese con m ayor deteni s u frir dos tran sfo rm acio n es p a ra que H aré h ay a podido en c o n trar
m iento cóm o es posible lograr bu en éxito en la ta re a de co rreg ir las en S ócrates u n a víctim a p ro p iciato ria. El contexto original del Pro*■
in terp retacio n es erróneas de que es objeto algún período p a rtic u la r tágoras es de ca rác te r dialéctico, y en él el p ro p ó sito inm ediato de
del p asado filosófico, estableciendo las diferencias radicales que lo S ócrates es re fu ta r la creen cia de hoi polloí según la cual los h o m b res
sep aran de no sotros, en fo rm a ta l que parezca que no som os racio pueden verse ap a rtad o s de la persecución de lo que saben que es el
nalm ente capaces de resolver la cuestión de cuál de los p u n to s de bien al su cu m b ir a la atracció n del placer, en tan to que el p ro p ó sito
vista fu ndam entales es el correcto. E xtraigo nuevam ente u n ejem plo u lterio r de S ócrates se refiere al lu g ar que el conocim iento ocupa
de la filosofía m oral. en tre las virtudes. Calificar al contexto de dialéctico equivale a d ecir
E n un capítulo de Freedom and Reason titu lad o «Backsiiding» que entendem os erró n eam en te a S ócrates si consideram os que en esos
[«R eincidencia»] el p ro feso r R. M. H aré subraya lo siguiente: lugares fo rm u la afirm aciones en el curso de u n desarrollo que ap u n
ta a d eterm in ad as conclusiones, e rro r a m enudo alentado p o r los
Existen analogías... entre expresiones como «considero bueno» y trad u cto res. Al final del Protágoras se p re sen ta a Sócrates diciendo:
«considero que debo» por una parte y la palabra «quiero» por otra... «Me parece que ah o ra la salida de n u estro s arg u m en to s de hace
No obstante, las analogías entre el querer y el hacer juicios de valor un m om ento —he árti éxodos— es com o un h o m b re que nos acusa
no deben obsesionamos tanto que ignoremos sus diferencias. Acaso y se b u rla de n o so tro s...» (361a, 4). C. C. W. T aylor trad u c e «he árti
el haber hecho esto último condujo a Sócrates a sus famosas di éxodo» com o «las conclusiones que acabam os de alcanzar», tra d u c
ficultades acerca de la debilidad moral. Los juicios de valor difieren
de los deseos por el hecho de que pueden ser universalizados... y ción que elim ina la connotación d ram ática de esa expresión —una
casi todas las dificultades de Sócrates provienen de no haberlo éxodos es, e n tre o tra s cosas, el final de u n a pieza teatral, y el em pleo
advertido. (Haré, 1963: 71.) ile esa p a la b ra aquí se relacio n a con el em pleo de térm inos pro p io s
de la com edia en o tro s lugares del diálogo— y da lu g ar a la falsa
La n o ta al pie de la página de H aré correspondiente a este texto suposición de que S ó crates h a in ten tad o llegar a u n a conclusión y
no re m ite a la fuente platónica original, el Protágoras, sino a la discu reconoce ah o ra su fracaso. Pero la actividad filosófica de S ócrates, al
sión aristo télica del libro V II de la E tica nicom aquea (1145b, 25). menos según se la re p resen ta en estos lugares del Protágoras, era de
E ntien d o que las «fam osas dificultades» de S ócrates que se m encio naturaleza m uy d istin ta de la que los filósofos p o sterio res em p ren
n an son las de su afirm ación de que nadie actúa en fo rm a co n tra ria dían al afirm ar p rem isas y ex tra er de ellas conclusiones, y el p rim e
a lo que es lo m ejor, salvo p o r ignorancia, lo cual perm ite a Aris ro de los filósofos p o sterio re s en en ten d erlo equivocadam ente fue
tóteles su gerir inicialm ente que lo que él considera com o la tesis Aristóteles.
de S ócrates está com pletam ente reñ id a con tá phainóm ena de akrasía; En realidad, A ristóteles no se re fería a n inguna de las dificulta
y que la afirm ación de H aré según la cual, con sólo reconocer la dis des de S ócrates, fam osas o no, ni co n sid erab a que estuviese haciendo
tinción en tre deseo y form ulación de juicios de valor en que el m ism o tal cosa. P orque cuando señala que la concepción que él atrib u y e
H aré insiste, S ócrates h ab ría entendido que si yo quiero algo al ¡i S ócrates está re ñ id a con tá phainóm ena, lo que quiere d ecir no
p u n to de que lo persigo au n cuando o b ra r así es co n trario al juicio es que ella esté reñ id a con «los hechos observados» (trad u cció n de
de valor acerca del m odo en que los h o m bres deben com portarse W. D. R oss) o con «los m ero s hechos» (trad u cció n de H. R ackham ),
en ese tipo p a rtic u la r de situaciones, y al cual h asta ese m om ento sino con las opiniones recibidas (Owen, 1961), algo que el S ócrates
m e he som etido, entonces, puesto que está en mi poder no in te n ta r del Protágoras ya co m prendía m uy bien. Y lo que A ristóteles con-
satisfacer ese deseo p artic u la r, no puede ser que ahora yo real >luye —y, p o r cierto, él sí está fo rm u lan d o afirm aciones y extra-
m ente acepte el juicio de valor. Así, de acuerdo con el pu n to de vendo conclusiones— es, ex p lícitam ente (1147b, 15), que S ócrates
v ista de H aré, nadie actúa jam ás en form a tal que im plique el tenía razón, que quien p arece h ac er lo que es co n trario a lo que él sabe
desprecio de sus propios juicios de valor, porque «es tautológico i|iie es lo m ejo r p a ra él, no puede sab e r en realidad q ue es así.
decir que no podem os asen tir sinceram ente a u n m andato dirigido I’n r supuesto, al m an ife sta r su acuerdo con S ó crates A ristóteles se
a nosotros, y al m ism o tiem po no llevarlo a cabo si ah o ra es la li.i anticipado a sus descendientes m o dernos en ig n o rar los p asos
ocasión de llevarlo a cabo y está en n u estro poder (físico y psíquico) lu íales del Protágoras y la n atu raleza dialéctica de la actividad filo-
hacerlo» (H aré, 1952, citado en H aré, 1963: 79). Así pues, si Sócrates '.nlica de S ócrates, exponiendo, p o r tan to , erró n eam en te la d o ctrin a
h ubiese tenido el m ism o grado de p enetración que H aré, jam ás h a de éste. P ero esta exposición erró n ea es a su vez erró n eam en te ex
b ría in cu rrid o en sus fam osas dificultades. puesta cuando la discusión aristo télica de la akrasía es tra ta d a p o r
56 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFIA CON SU PASADO 57
H aré como u n a discusión acerca de los m ism os tem as que H aré dis ca racterística u n a rein cid en te. E s alguien cuya educación m o ral es
cute b ajo los títulos de «reincidencia» y «debilidad de la voluntad», aún incom pleta e im perfecta, cuyo m ovim iento h acia el télos que es su
de m an era que la explicación de H aré acerca de esos tem as puede verdadero bien y el b ien p o r él ya reconocido —aunque acaso reco
ser utilizada —com o lo es p o r el propio H aré— p a ra aclararn o s lo nocido de m an era aún im plícita m ás que explícita— , es desviado p o r
que hay de verd adero y lo que hay de erróneo en la teo ría socrática su fa lta de control sobre las páthe que experim enta. P or ta n to , el
(y, p o r im plicación, en la aristotélica) acerca de la akrasía. akratés ocupa u n lu g ar m uy d istin to , en u n ord en m odal m uy dis
Lo que en ello se ignora son las decisivas diferencias en el con tinto, del que tan to la te o ría m o ral n o rm ativ a com o la p rá ctica m oral
texto m oral y cultural, que hacen que el lugar que la reincidencia m o d ern a acu erd an al rein cid en te. P ero h a b e r co m prendido esto
ocupa en la m oralidad m oderna tenga que ser m uy distinto de la equivale a h ab e r corregido in terp retacio n es erró n eas a costa de ten er
akrasía en el p ensam iento y en la acción ateniense. El contexto de que e n fre n ta r u n a situ ació n que, según la he caracterizad o a n te rio r
la teoría de A ristóteles —se ad v ertirá que en m i opinión se debe ser m ente, pone en tela de juicio la g aran tía racional de p u n to s de
m uy cauteloso al ad ju d ica r u n a teo ría a S ócrates— es u n enfoque vista filosóficos fu n dam entales.
teleológico de las virtudes en el cual es necesario d ar cuenta de cómo En el corazón de la m oral filosófica griega se halla la figura del
u n h om bre puede llevar a cabo acciones ju sta s sin ser, sin em bargo, agente m o ral educado cuyos deseos y cuyas elecciones son dirigidas
ju sto , y asim ism o de cóm o u n hom bre puede llevar a cabo acciones por las v irtu d es h acia bienes au tén tico s y, en ú ltim a instancia, hacia
in ju sta s sin ser sim plem ente u n ho m b re injusto. La explicación de el bien. E n el corazón de la filosofía m oral típ icam en te m o d ern a se
esto últim o es al m enos u n a de las funciones centrales de la expli halla la figura del individuo autónom o cuyas elecciones son so beranas
cación aristo télica de la akrasía (1151a, 11). La akrasía n ad a tiene y últim as, y cuyos deseos, según u n a de las versiones de tal teo ría
que ver con las condiciones p a ra ac ep tar juicios de valor. Su ap ari m oral, deben se r balanceados con los de to d a o tra p erso n a o, según
ción presupone u n a distinción e n tre la persona que posee las vir o tra de las versiones de la m ism a teoría, deben ser lim itados p o r
tu d es y la p ersona que, aunque tiene u n a opinión c o rrec ta y acaso reglas categóricas que im ponen restriccio n es n eu trales en todos los
conocim iento del fin al que las virtudes están subordinadas, carece deseos y en todos los intereses. E n la concepción c a rac te rístic a de
de ellas. Una condición p a ra que u n a p ersona m uestre akrasía es los griegos la ju stic ia es u n a cuestión de m érito: se tra ta de asignar
que sus convicciones m orales no req u ieran corrección en cuanto a su bienes en concordancia con la co n trib u ció n que uno hace a aquella
contenido. Aquello de lo que una p ersona que m anifiesta akrasía ca form a de com unidad política que constituye la aren a m oral. E n la
rece, es la plena epistém e o perativa en esta ocasión p a rtic u la r y la concepción típ icam en te m oderna, la ju stic ia es u n a cuestión de igual
plena disposición del ca rác te r necesaria p a ra sostener y realizar esa dad fundam ental. E n cada uno de los cuerpos de teorías los con
operación. E n cam bio, en un enfoque norm ativo m oderno de la ceptos nucleares están in terrelacio n ad o s de tal m odo con u n com
m oralidad, com o lo es el de H aré, no sólo puede no h ab er u n lugar plejo cuerpo de creencias, actitu d es y prácticas, que a b s tra e r cada
p a ra las especies de epistém e relevantes y, en realidad, ni siquiera diferencia conceptual con el o b jeto de resolver las cuestiones u na
u n a concepción de ellas, sino que puede no existir la posibilidad por una, im plica necesariam ente, en la m ayoría de los casos, u n fal
lógica de un hiato en tre conocim iento y acción com o el que ejem pli seam iento y u n a d istorsión, en ta n to que ver cada cuerpo de teorías
fica la akrasía. E n u n a concepción norm ativa acep tar principios es com o u n todo es d esc u b rir que cada uno tra e consigo su p ro p ia
ac tu a r según ellos, salvo en las ocasiones en las que no está en el explicación de la justificación racional de los juicios acerca de la
p o d er de uno hacerlo. Pero la akrasía no es sólo cuestión de d eter práctica m oral.
m inadas ocasiones; es un rasgo de carácter. E ste ejem plo p a rtic u la r del dilem a suscitado p o r la relación de
El hecho de que la akrasía y la debilidad de la voluntad o reinci la filosofía del p re sen te con la del pasado, pone de m anifiesto las
dencia sean tan d istin tas en tre sí es algo que no ha de sorprendernos d islin tas dim ensiones de la diferencia que he enum erado a n te rio r
si re p aram o s en la radical diferencia que separa a los contextos m ente. El pen sam ien to griego, lo m ism o que la p ráctica griega, en-
cu ltu rales y m orales. Una m oralidad norm ativa de principios está en I ¡ende la m oral y la política com o o bjeto u n itario de investigación; la
su elem ento en un m undo social esencialm ente poskantiano en el leoría m oral m o d ern a se distingue de la filosofía política y asim is
que la m oralidad establecida es u n a m oralidad de reglas m orales que m o, y con m ayor claridad, de la ciencia política. De tal m odo,
el agente se p rescrib e a sí m ism o y en la cual el o b ra r en form a la división académ ica del tra b a jo nos p erm ite p ro ced er com o si nues-
d istin ta de la concordante con la p ro p ia pro testació n m oral de obe Iros alum nos p u d iera n en ten d er la E tica de A ristóteles sin leer la
diencia a reglas específicas, es m an ifestar lo que H aré llam a «reinci l’olítica e inversam ente. E l pen sam ien to m o ral griego co n sid era com o
dencia». Pero en m odo alguno es el akratés de m anera necesaria o cosas centrales p a ra su esfera de intereses cuestiones referen tes a
58 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 59
la psicología de la n atu raleza h u m an a q u e son tan ex tra ñ as a la filo ción que se co n tin ú a a través de las generaciones, sino que se h an
sofía m oral típicam ente m oderna, com o algunas de las cuestiones ap artad o de la investigación filosófica activa p a ra con v ertirse en m ero
centrales p a ra e sta ú ltim a filosofía —p o r ejem plo, la distinción en lem a de los h isto riad o res. Quine h a dicho, en chiste, que hay dos
tre hecho y v alo r o la relación e n tre m o ralid ad y u tilid ad — lo son lipos de p erso n as que se in teresan p o r la filosofía: las que se in te re
p ara Platón y A ristóteles. Apenas si hace falta m encionar las dife san p o r la filosofía y las que se in teresan p o r la h isto ria de la filoso
rencias que derivan del em pleo distinto de los géneros lite rario s y fía. E n la concepción que acabo de esbozar, el chiste q ue sirve de
de la canonización de determ inados cuerpos de escritos. Las dificul réplica al a n te rio r es el de que las p ersonas in teresad as ah o ra p o r la
tades de la p aráfra sis conceptual se h allan en el núcleo m ism o del filosofía e stá n p re d estin ad as a co n vertirse en aquellos p o r quienes
problem a. De m odo que el que vem os aq u í es un ejem plo vivido y fian de in teresarse sólo los que se in teresen p o r la h isto ria de la
elocuente de lo que es pro d u cto de n u e stra incapacidad p a ra resol filosofía d en tro de cien años. De ta l m odo, la anulación filosófica del
ver el dilem a inicial: la consiguiente incapacidad p a ra e n c a ra r la pasado d eb id a a esa concepción de la relación e n tre el p asado y el
filosofía m o ral del patrim onio cu ltu ra l a p a rtir del cual n u e stra presente, re su lta se r u n m odo de an u larn o s a no so tro s m ism os de
p ro p ia filosofía m oral fue posible. ¿Qué podríam os resp o n d er ante antem ano. E sta p a rtic u la r división del tra b a jo e n tre el h isto ria d o r
eso? positivo y el filósofo aseg u ra que con el tiem po todo quede lib rad o
Una estrateg ia atra ctiv a consiste en ignorar toda la situación, cosa a la positividad h istórica.
que, al fin y al cabo, la m ayoría de n o so tro s ya hace. E sto es, conti Parece, pues, que no es posible ig n o rar el dilem a; tam b ién la in ac
nu arem o s tra ta n d o n u estro pasado filosófico de dos m an eras distin ción te n d rá d rá stica s consecuencias negativas. Sólo una convincente
tas. P or u n a p arte, com o filósofos, definiendo n u e stra disciplina de explicación acerca del m odo en que es posible e n c a ra r filosófica
acuerdo con lo que los m iem bros de la A m erican Philosophical As- m ente el pasado filosófico, adem ás de hacerlo histó ricam en te, nos
sociation reg u larm ente hacen, adm itirem os a los filósofos del pasado p ro p o rcio n ará lo que necesitam os. Pero u n a explicación así d eb erá
en n u estra s discusiones sólo en n u estro s propios térm inos, y si ello i lar cuenta del m odo en que u n a persp ectiv a filosófica de g ran alcance
supone u na d istorsión histórica, acaso tan to m ejor. H arem os al p a puede ponerse en relación con o tra en los casos en que cad a u n a de
sado el cum plido de suponer que es filosóficam ente tan agudo como e lla s involucra su p ro p ia concepción acerca de lo que es su p erio rid ad
lo som os n o sotros. P or o tra p arte, com o h isto riad o res de la filosofía racional, de m odo tal que ap a ren tem e n te no sea posible re c u rrir a
p ro cu rarem o s con verdadero escrúpulo e n ten d e r el pasado tal com o una p a u ta n e u tra l o independiente. P ero no som os ciertam en te los
realm en te fue y, si con ello el pasado se to rn a irrelev an te desde el prim eros e n n ecesitar de ta l explicación. Los p roblem as referen tes
p u n to de vista filosófico, sim plem ente desacreditarem os la relevan al m odo en que p u ed en reso lv erse racio n alm en te las discusiones
cia y, donde otros hab lan de afición de anticuarios, nosotros h abla ru an d o éstas sep aran a quienes se ad h ieren a p u n to s de vista am plios
rem os de erudición. y com prensivos cuyos desacuerdos sistem áticos ab arcan desacu er
Podem os así felicitarnos p o r el m om ento de que lo que parecía dos acerca del m odo en que d eban caracterizarse aquellos desacuerdos
ser u n p roblem a agudo se h a convertido en realidad en u n a hábil so y ni qué decir acerca de resolverlos—, h an sido ya en carados p o r
lución. Pero ese placer no puede ser sino m om entáneo. P orque tal los h isto riad o res y p o r los filósofos de la ciencia n a tu ra l b a jo el títu lo
solución ac a rre a u n a clara y —espero— in aceptable consecuencia. El ipie les confirió T hom as K uhn. Son p roblem as de inco n m en su rab i
p asado se h a b rá convertido en n ad a m ás que el reino del de facto. lidad. P o r ta n to , vale la p en a p re g u n ta rse cu ál es —o acaso cuál de-
Sólo el p resen te será el reino del de iure. Se h ab rá definido el estu lucra ser— la situación del debate, p a ra v er si podem os e x tra e r de
dio del pasado en fo rm a tal que de él quede excluida toda considera él algo que nos ayude a resolver n u estro p ro p io problem a.
ción acerca de lo que es verdadero o bueno o está racionalm ente Las ca rac te rístic as de las ciencias n atu rales —ca rac te rístic as cuya
g arantizado, su stituyéndosela p o r la de lo que los h o m bres del pasado, identificación llevó a K uhn a sus afirm aciones iniciales acerca de la
con sus peculiares conceptos de verdad, b o n d ad y racionalidad, cre inconm ensurabilidad— tenían, p o r cierto, u n alcance m ucho m ás li-
yeron que era así. La indagación de lo que realm ente es bueno, ver ini lado que las ca racterísticas de la filosofía que dan lu g ar a n u estro
dadero y racional se reserv ará al presente. P ero debe ad v ertirse que presente problem a. E n p rim e r lugar, a u n en u n h isto ria d o r ta n am
p a ra to d a generación filosófica p a rtic u la r su ocupación con el p re plio com o K uhn, de acuerdo con la visión de ciencia n a tu ra l que
sen te sólo puede se r tem p o raria; en u n fu tu ro no m uy d istan te se nniiua al con ju n to de su argum entación, las concepciones m o d ern as
h a b rá convertido en u n a p arte m ás del pasado filosófico. Sus pregun de e s a ciencia pueden d eterm in a r am p liam en te cuáles son las teo rías
tas y sus resp u estas de iure se tra n sfo rm a rá n en u n m arco de refe y cuáles las actividades de las sociedades p rem o d ern as que deben
ren cia de facto. R esu ltará que no han contribuido a una investiga cuidarse com o p re cu rso ra s de la h isto ria de la ciencia n atu ra l. Y ello
60 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DB LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 61
está, p o r cierto, en teram en te legitim ado, p orque n u estro propio con cual pudiésem os ev alu ar las tesis en fren tad as. Tales cu erpos de teo
cepto de ciencia n a tu ra l es u n concepto claram ente m oderno, origi rías p arece n se r m u tu am en te inconm ensurables.
nado e n tre los siglos xvi y xix, en tan to que el concepto de filosofía Las reacciones de los filósofos de la ciencia a la identificación
no lo es. No obstante, la form a que adquirió inicialm ente el problem a del fenóm eno de la in co n m en su rab ilid ad h echa p o r K uhn, h a n sido
en K uhn fue p recisam ente la m ism a del nuestro: ¿cóm o es posible en su m ayoría de dos tipos. Algunos h an sostenido que en realid ad
tra ta r com o antagónicas tesis in sertas en contextos ta n d istin to s que K uhn e stá equivocado y que el concepto de in co n m en su rab ilid ad no
no es posible d isponer de ningún criterio o de ninguna n o rm a neu tiene aplicación e n la h isto ria de la ciencia. O tros h an aceptado la
tra l de argum entación, tal como, según Kuhn, suele o c u rrir cuando tesis de K uhn y h an defendido derivaciones ex traíd as de ella q ue
se co n fro n tan e n tre sí dos am plios cuerpos de teo rías científicas, revisten u n c a rá c te r m ás ra d ic al que las que él h u biese aceptado.
com o la cosm ología física de A ristóteles y la de Galileo? E n tales Unos y o tro s están de acu erd o en la validez de la siguiente conse
casos no podem os re c u rrir a datos n eu tra les e independientes p ro cuencia: si, y e n la m ed id a e n que, el concepto de in co n m ensurabili
porcionados p o r la observación, pues el m odo en que caractericem os dad p u ed a aplicarse a la elección e n tre cuerpos teóricos co n tra p u es
y au n el m odo en que percibam os los datos p ertin e n te s y, a p a rte tos, no disponem os de fu n d am en to s racionales p a ra a c ep tar uno de
de eso, cuáles datos que considerem os p ertin e n te observar, depen ellos m ás bien que el o tro . Q uisiera p o n er en du d a esa consecuencia.
d erán de cuál de las perspectivas teóricas en d isp u ta hayam os adop El argum ento que m e propongo d e sa rro llar exige que p rim eram en te
tad o prim ero: «cuando A ristóteles y Galileo observaban u n a p ied ra subrayem os dos p u n to s a los que los filósofos de la ciencia quizá
a la que se h acía oscilar, el p rim ero veía u n m ovim iento forzado y no h an p re sta d o suficiente atención.
el segundo un péndulo», escribió K uhn en su p rim era form ulación E l p rim ero es que en las ciencias n atu ra les, com o en o tro s ám bi
de esta cuestión. Más ta rd e concluyó que debe rechazarse toda idea tos, las teo rías tien en u n a existencia esencialm ente h istó rica. No exis
de u n a lucha « entre las entidades con las que la teo ría puebla la te u n a cosa com o la te o ría cin ética de los gases; existe sólo la te o ría
naturaleza», p o r u n lado, y «lo que realm ente existe», p o r otro: «No cinética ta l com o era en 1850, la teo ría ta l com o era en 1870, la
hay, según pienso, ninguna m an era de in te rp re ta r expresiones com o teoría tal com o es ah o ra, etcétera. Y de igual m odo no existe u n a
“realm en te existe” que sea independiente de to d a teoría» (K uhn, 1970: cosa com o la teo ría física (aristo télica) m edieval com o tal, sino sólo
esa teo ría ta l com o fue so sten id a en F arís a com ienzos del siglo xiv
121 y 206). Ello equivale a decir que todo cuerpo de teo rías de gran
0 en P adua a fines del xv. E sto es, las teorías p ro g resan o d ejan de
am plitud, com o los indicados, llega a nosotros provisto de su pro p ia
progresar, y lo h acen p o rq u e —y en la m edida en que— p o r m edio
conceptualización acerca de la re alid ad observable que ella explica.
<le sus inconsistencias y su s insuficiencias —inconsistencias e insufi
De ahí que no sea posible re c u rrir, m ás allá del cuerpo de teorías, a ciencias juzgadas de acuerdo con las n o rm as de la p ro p ia teo ría—
u n a realid ad que pueda ser observada con independencia y n e u tra proporcionan u n a definición de los pro b lem as cuya solución p ro p o r
lidad. ciona a su vez u n a orien tació n p a ra fo rm u lar y re fo rm u lar esa m ism a
P or o tra p arte , K uhn p re sen ta tam bién argum entos destinados a 1 curia. E sto es, las inconsistencias y las insuficiencias de u n a teo ría
m o stra r que la utilización de criterios en apariencia independientes, nunca deben ser co n sideradas com o aspectos m eram en te negativos
com o el grado de confirm ación de u n cuerpo teórico en relación con de la teo ría en cuestión. C onstituyen, en efecto, los p u n to s en los
o tro p o r m edio de la observación, o com o la com paración de grado ■n a le s la teo ría se provee a sí m ism a de problem as, de aquellos p ro
y el tipo de anom alía que es posible identificar en cada uno de los blem as en cuyo tra ta m ie n to ella se m u estra aú n capaz de crecer, a ú n
dos cuerpos teóricos en disputa, no nos p roporciona los criterios científicam ente fé rtil o, p o r o tra p arte , incapaz de crecer y estéril.
n eu trales e independientes y racionalm ente garantizados que asp ira Al proveerse a sí m ism a de problem as, u n a teo ría se provee a sí m is
m os a d escubrir. Pues tan to la elección de lo que considerem os com o ma de m etas y de u n a cierta p a u ta p a ra su pro g reso o p a ra su fa lta
casos significativos confirm atorios de u n a teo ría com o la de las ano ile progreso en dirección de esas m etas. La im p o rtan cia de este p u n to
m alías que considerem os de im p o rtan cia central, y no de im p o rtan cia para el p roblem a de la inco n m en su rab ilid ad se ad v e rtirá claram en te
secundaria, en u n a teo ría o en la relación de u n a teoría con la ob cuando añadam o s el segundo.
servación, dep enderán tam bién de m an era decisiva de cuál de las I ,as teorías p artic u la res de p equeña escala nos llegan en su m ayor
p erspectivas teóricas en disputa adoptem os. P or tanto, si nos atene p a rle in sertas en cu erpos de teo rías m ás am plios; esto s ú ltim o s se
m os a los argum entos de K uhn, nos vem os obligados, según parece, a bailan a su vez in serto s en un sistem a de supuestos aú n m ás com
co n clu ir que en opciones teóricas com o las indicadas carecem os ver prensivos. Son esto s sistem as los q u e p ro p o rcio n an el en tra m ad o de
d ad eram en te de todo crite rio independiente y n eu tra l p o r m edio del conlinuidad en el tiem po d en tro del cual se o p era la tran sició n de un
62 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 63
cuerpo de teo rías a o tro cuerpo de teorías con el cual el prim ero fracaso, y la v ictoria y la d e rro ta , en térm in o s de las n o rm as del
es inconm ensurable. Tiene que ex istir u n en tram ad o así, p orque sin éxito y del fracaso, y de la v icto ria y de la d erro ta, pro p o rcio n ad as
los recu rso s conceptuales que él provee no podríam os en ten d er a p o r lo que antes he denom inado la p ro b lem ática in tern a del segundo
am bos cuerpos de teorías com o cuerpos de teorías antagónicos que cuerpo de teorías. No es el éxito y el fracaso, el progreso y la este
p re sen tan explicaciones altern ativ as e incom patibles de un m ism o y rilidad, tal com o los identificam os al fo rm u lar n u estro s juicios desde
único o b jeto y ofrecen m edios incom patibles y divergentes p a ra la p erspectiva de la teo ría racio n alm en te su p erio r, lo que nos p ro
alcanzar un m ism o y único con ju n to de m etas teóricas. Una condi p o rcio n ará el m aterial p a ra que esa teo ría explique. Se tra ta del
ción p a ra que dos cuerpos de teorías antagónicos sean au tén ticam en te éxito y el fracaso, del p ro g reso y la esterilid ad en térm in o s tan to de
inconm ensurables es que la especificación del objeto y de las m etas los problem as com o de los fines que fu ero n o p u d iero n h ab e r sido
teóricas que co m p arten no sea tal que nos proporcione m otivos identificados p o r los ad h eren tes de la teo ría racio n alm en te inferior.
p a ra o p ta r racionalm ente en tre ellos; pero sin la com ún especificación Así, desde el p u n to de v ista de la m ecánica n ew toniana es posible
del o b jeto y de las m etas teóricas en el nivel del en tram ad o de su explicar p o r qué los teóricos del ím petu, al no d isp o n er del concepto
p u esto s —en el nivel de la W eltanschauung— las teorías sencillam en de inercia, p u d iero n avan zar sólo h a sta d eterm inado p u n to y no
te caracerán de las propiedades lógicas necesarias p a ra que con se m ás allá en la solución de aquellos problem as que obstacu lizab an su
g u rid ad podam os clasificarlas com o antagónicas. Así, en la teo ría m archa hacia la m eta de fo rm u lar las ecuaciones generales del m o
física los conceptos de peso, de m asa tal com o la define N ew to n y vim iento.
de m asa tal com o es definida en la m ecánica cuántica —conceptos Lo que sostengo es, pues, que u n cu erp o in co n m en su rab le de
in sertos en cuerpos de teorías inconm ensurables— deben ser igual teorías científicas puede com unicarse con o tro a través del tiem po,
m ente entendidos com o conceptos de la propiedad de los cuerpos que no sólo p o rq u e p ro p o rcio n a u n co n ju n to de soluciones m ás ap tas
determ in a su m ovim ien to relativo si hem os de p o d er e n ten d e r lo p a ra sus problem as cen trales —puesto que, n atu ralm en te, es en la
que hace que am bas sean teorías antagónicas. Y es este léxico com ún, definición de lo que constituye u n p ro b lem a cen tral donde con to d a
p erten ecien te a u n nivel superior, este re p erto rio de sentidos, y de p ro babilidad dos teo rías inconm ensurables discrepen—, sino p o rq u e
referencias que se halla en el plano de la W eltanschauung, lo que proporciona u n a explicación h istó rica de p o r qué algunas de las expe
hace que los que se adhieren a teorías antagónicas inconm ensurables riencias fundam en tales de sus adh eren tes, verificadas cuando éstos
reconozcan que se dirigen a lo que en ese nivel puede definirse com o luchaban con sus pro p io s problem as, fu ero n com o fueron. La ap li
las m ism as m etas. Así, el físico m edieval enredado en los problem as cación de esta p ru e b a de su p erio rid ad racional es m ás sim ple en los
in tern o s de la teo ría del ím petu, los seguidores ren acen tistas de Ga- casos en que es posible com p lem en tarla con o tra p ru e b a que p o r sí
lileo y los científicos del siglo xx que contribuyeron a la m ecánica m ism a no es ni n ecesaria n i suficiente p a ra decidir e n tre las tesis
cuántica, d isp usieron o disponen de u n léxico m ás o m enos com ún de dos cuerpos de teo rías antagónicas e inco n m en su rab les. E n los
que les p erm ite reconocerse com prom etidos en el intento de alcan casos en que la trad ició n investigativa definida p o r u n d eterm in ad o
za r la explicación m ás general y m ás com pleta posible del m ovi cuerpo de teorías h a degenerado en lo que se refiere a la coherencia
m iento de los cuerpos. ¿Por qué tiene esto im portancia? o a la esterilid ad , o no pu ed e ad a p ta rse a los nuevos d escubrim ien
La tiene p o rq u e hace falta u n a form ulación adecuada de esos tos sin caer en la incoherencia (é ste es en lo esencial el significado
dos p u n to s no sólo p a ra el planteo de los problem as a que da lugar de los intentos iniciales de Galileo de arm o n izar los nuevos descu
la in co n m ensurabilidad de dos cuerpos de teorías antagónicos, sino brim ientos con la an tig u a física), los pro p io s p artid a rio s de ese cu er
tam b ién p ara su solución. Y es posible fo rm u lar ah o ra esa solución po de teo rías pu ed en te n e r buenos m otivos p a ra rechazarla, sin que
b ajo la fo rm a de u n criterio p o r m edio del cual puede juzgarse la ad v iertan a ú n con clarid ad b u en as razones p a ra o p ta r p o r u n a a lte r
su p erio rid ad racional de u n cuerpo de teo rías de gran escala respec nativa d eterm in ad a com o m ereced o ra de su adhesión. (Hago esta
to de o tro. Un cuerpo de teorías de ese tipo —p o r ejem plo, la m e observación p a ra co rreg ir lo que sostuve en m i tra b a jo de 1977, si
cánica new toniana— puede ser juzgado com o decisivam ente su p erio r bien en general veo este arg u m en to com o u n desarrollo de algunas
a o tro —p o r ejem plo, la m ecánica de la d o ctrin a m edieval del ím pe afirm aciones incluidas en él.) Vale la p ena n o ta r que en re alid ad no
tu — si y sólo si el p rim e r cuerpo de teorías nos p erm ite d a r una necesitam os a ñ a d ir a los criterio s fo rm ulados el req u isito com ple
explicación adecuada y —de acuerdo con las m ejores norm as de que m entario de que el cuerpo de teo rías juzgado racio n alm en te su p erio r
dispongam os— verd ad era de p o r qué el segundo cuerpo de teorías deba ser relativ am en te co h eren te (no, p o r cierto, dem asiado cohe
gozó de los éxitos y de las victorias que obtuvo y sufrió las d erro tas rente, pues, com o he sugerido, la incoherencia es fu en te del p ro
y las fru stracio n es que padeció, definiéndose en ello el éxito y el greso intelectual) y fecundo en la resolución de problem as, p o rq u e
64 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 65
ningún cu erp o de teorías que deje de satisfacer este req u isito puede, u n a definición m ínim a y u n ita ria sem ejan te de su p u n to de p artid a.
de hecho, o frecer la explicación h istó rica cuyo proporcionam iento es No puede co n sid erarse com o filósofo a n adie q ue finalm ente no tenga
la p ru e b a de la superioridad racional. que ser juzgado según las n o rm as establecidas p o r Platón. No digo
Lo que, de m an era acaso sorpresiva, se desprende, pues, de lo que esto sólo porque, en e x tra o rd in aria m edida, P latón realm en te pro
precede, es que la h isto ria de la ciencia n a tu ra l tiene en cierto m odo porcionó a la filosofía tan to su p u n to de p a rtid a com o la definición
la prim acía respecto de las ciencias naturales. Al m enos en lo que de su cam po y de su o b jeto. Además P latón trascien d e, en la form a
se refiere a los grandes cuerpos inconm ensurables de teo rías identi que he indicado, las lim itaciones de la filosofía p reso crática y, al
ficados p rim eram en te p o r K uhn, en el ám bito de la ciencia n a tu ra l hacerlo, establece una n o rm a p a ra todo in ten to u lte rio r de trascen
es su p erio r la te o ría que su m in istra las razones p a ra cierta especie d er a su vez sus lim itaciones. Así hizo posible a A ristóteles; en reali
de explicación h istórica: la que confiere a la n arració n del pasado dad, así hizo posible a la filosofía. De ahí que todos los filósofos pos
u n a inteligibilidad que de o tro m odo no tendría. E n u n a proporción teriores a P lató n deban e n fre n ta r u n a situación en la cual, si uno no
decisiva la su p erio rid ad racional de la m ecánica new toniana deriva puede tra sc e n d e r las lim itaciones de las posiciones fu ndam entales
de su a p titu d p a ra proveernos de u n a explicación de las experiencias de Platón, o lo que uno co n sid ere com o tales lim itaciones, entonces
de fru stració n intelectual de fines del período m edieval. El m odo uno no tiene suficientes razones p a ra no reconocerse a sí m ism o como
en que juzgam os la posición de la ciencia depende del m odo en que platónico, a no ser, claro está, que uno ab andone definitivam ente la
juzgam os la calidad de la h isto ria que ella ayuda a lograr. Se sigue filosofía. Coleridge se equivocó al p en sa r que todo h o m b re es o pla
de ello que en el terren o de la ciencia n a tu ra l ninguna teo ría es tónico o aristotélico, p ero h a b ría tenido razón si h ubiese afirm ado
defendida com o tal; lo es, o deja de serlo, sólo en relación con aque que todo ho m b re es o platónico o u n a cosa d istin ta, lo cual co n stitu
llas de en tre sus predecesoras con las que h asta entonces h an con ye una disyunción exhaustiva no trivial, p o rq u e to d a filosofía debe
tendido. Las razones m ás poderosas que tenem os p a ra a c ep tar la co ntener esa insu p rim ib le referen cia retro sp ectiv a a los diálogos de
m ecánica cu án tica son u n a conjunción de su explicación d e la n a tu Platón. R econocerlo es p ro p o rc io n a r a la filosofía u n a u n id ad m íni
raleza y de la explicación histórica con la que aquella explicación ma en sentido ta n to prospectivo com o retro sp ectiv o , u n id ad m ínim a
de la n atu raleza puede colaborar p a ra d ar cu e n ta del d erru m b e de la que la situació n actu al de las ciencias n atu ra les p ro p o rcio n a sólo en
m ecánica new toniana. Existe, entonces, u n a insuprim ible referencia sentido retrosp ectiv o .
h istó rica re tro sp ectiv a que une a cada perspectiva científica con la E n segundo lugar, u n aspecto im p o rtan te de m i tesis acerca de
p redecesora con la que es inconm ensurable. Las ciencias naturales, las ciencias n atu ra les era la afirm ación de q ue los fenóm enos de
a p esa r de la m entalidad an tih istó rica que con ta n ta frecuencia im discontinuidad que re p re se n ta la in conm ensurabilidad, se reg istran
pregna su enseñanza y su transm isión, no pueden evadirse de su pa d en tro de u n en tram ad o de co n tin u id ad que se da en el nivel de lo
sado. Pero h ab e r reconocido eso equivale a h ab e r alcanzado u n pu n to que llam é W eltanschauung, esto es, el co n ju n to de supuestos y de
en el cual es posible volver de la h isto ria d e las ciencias n atu rales puntos de referen cia co m p artid o s p o r todos y que no son puestos
a la de la filosofía y exam inar si la relación e n tre el pasado y el p re cu tela de juicio au n cuando m uchas o tra s cosas lo sean. Podría
sente en el ám bito de la filosofía puede ser entendida, si no de la sugerirse que, com o las g randes co n troversias filosóficas suelen in
m ism a m anera, al m enos de m an era m uy análoga. cluir en su esfera lo que he llam ado W eltanschauung, p o d rían faltar,
Una condición p a ra p o d er hacerlo sería la de d ar u n a resp u esta cu episodios p o r lo dem ás m uy sem ejan tes de la h isto ria de la filo
de m an era al m enos m ínim am ente satisfac to ria a las cuestiones sus sofía, los elem entos de co n tin u id ad necesarios, los supuestos y los
citad as p o r tre s diferencias decisivas existentes e n tre los problem as puntos de referen cia co m p artid o s necesarios, cuya caracterización
plan tead o s p o r las ciencias natu rales y los planteados p o r la filosofía. es esencial aun p a ra las afirm aciones y m ucho m ás p a ra la solución
E n p rim e r lugar, según señalé al com ienzo, K uhn pudo apoyarse en de determ inad o s p roblem as de inconm ensurabilidad. No m e propon
u na definición m oderna de las ciencias n atu rales a fin de d elim itar go, p o r cierto, d iscu tir la tesis según la cual las grandes controver
en el pasado lo que puede considerarse com o su historia. P ero en sias filosóficas tien en u n alcance m ayor que las m ás radicales dispu
filosofía, p o r razones que ah o ra son obvias, sería fatal p a ra todo nues las en el terren o de las ciencias n atu rales, y que a m enudo abarcan
tro proyecto d e ja r que el p resen te de la filosofía determ inase lo que lo que he llam ado W eltanschauung. P ero aun las d isp u tas filosófi
deba co n sid erarse com o el pasado filosófico. Ello no quiere decir, cas m ás radicales tienen lu g ar en el contexto de elem entos de con-
em pero, que no contem os con ningún recurso. Porque, m ien tras que (inuidad que no son distintos. La v erd ad filosófica —y es en efecto
las ciencias n atu ra les extraen su definición m ínim a y u n ita ria del mui verdad— de que no es posible p o n e r en tela de ju icio to d as las
p u n to que h an alcanzado en la actualidad, la filosofía puede ex tra er cosas a la vez, tien e su im p o rtan cia; y cuando, p o r ejem plo, ab o rd a
66 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 67
mos los fenóm enos de discontinuidad que se re g istra n en la historia, cierto, los p a rtid a rio s de u n a persp ectiv a d eterm in ad a pueden no
de las páthe aristotélicas, las pasiones del siglo x v n , los sentim ientos reconocer siem pre lo que en v o lucraría la aplicación de sus p ro p ias
del siglo x v m y las em ociones del siglo xx, lo hacem os sabiendo que p au tas, y no hace falta que nos lim item os a lo que de hecho reco
ira y tem or, o sus equivalentes, tienen que figurar en el catálogo nocen o reconocieron, a fin de afirm ar que lo que constituye la su
de cada u n a de ellas, y que aun cuando tengam os n u e stra s reservas p erio rid ad racional de u n a p erspectiva filosófica de gran escala sobre
p a ra trad u c ir, p o r ejem plo, ira d irectam en te com o «ira» y tim a r com o o tra es su capacidad de trasc en d er las lim itaciones de ésta p ro p o r
«tem or», n u e stra s reservas deben ser expresadas en form a ta l que cionando desde su p ropio p u n to de vista u n a explicación y u n a com
se ad v ierta tan to lo que esa trad u cció n logra com o lo que no logra. prensión m ás adecu ad a de las deficiencias, las fru stracio n es y las
Ello equivale a decir que las form as de discontinuidad y de diferen incoherencias del o tro p u n to de v ista (esto es, de lo que son defi
cia que he enum erado al com ienzo de m i argum entación exigen com o ciencias, fru stracio n es e incoherencias de acuerdo con las p au tas in
c o n tra p a rte u n catálogo igualm ente com prensivo de las form as de tern as de ese otro p u n to de v ista) que las que ese otro p u n to de
continuidad, de sem ejanza y de recurrencia. El p roblem a suscitado vista puede d a r de p o r sí, en fo rm a tal que nos p erm ite d a r una
p o r los hechos de discontinuidad y p o r las diferencias no h ab ría explicación h istó rica m ás acabada, u n a exposición m ás adecu ad a y
quedado en m odo alguno elim inado o atenuado si hubiésem os seña m ás inteligible de ese o tro p u n to de vista y de sus éxitos y de sus
lado antes ese hecho. Pero advertirlo en este m om ento u lterio r de fallas, que las que él puede p ro p o rcio n ar de p o r sí.
m i argum entación es u n a condición previa p a ra p asa r de una con R esulta entonces que, así com o los logros de las ciencias n a tu
clusión re fere n te a la h isto ria de las ciencias n atu ra les a una conclu rales finalm ente deben ser juzgados en térm inos de los logros de la
sión referen te a la h isto ria de la filosofía. h isto ria de esas ciencias, de igual m odo los logros de la filosofía
E n te rc e r lugar, mi explicación de la relación en tre las ciencias deben ser juzgados en térm in o s de los logros de la h isto ria de la
n atu ra les y su h isto ria da p o r sentado que en esa h isto ria casi u m filosofía. De acuerdo con esta concepción, la h isto ria de la filosofía
v ersalm ente lo a n te rio r es d erro tad o p o r lo posterior. P ero si bien es la p a rte de la filosofía que señorea sobre el resto de esta disci
de hecho ello h a sido así, no fue ni es necesariam ente así. Y en filo plina. E s ésta u n a conclusión que a algunos p arecerá p a rad ó jica y a
sofía veo m uchas m enos razones p a ra c reer que h a sido así, y no m uchos n ad a bienvenida. P ero tien e al m enos u n m érito: no es ori
veo ab so lu tam ente ninguna razón p a ra p a r tir del supuesto de que ginal. Vico, Hegel y Collingwood llegaron, en m uchos p u n to s, a tesis
h a sido así. Pero, tra s h ab e r expresado esta advertencia, no encuen notablem ente parecidas, y ello, p o r cierto, no fue en m odo alguno
tro m ayores o bstáculos p ara re fo rm u lar la explicación an tes dada casual. P ero al cim en tar su p u n to de vista cada uno de ellos aceptó,
acerca de lo que en el terren o de las ciencias n atu ra les acred ita a lal com o yo debo hacerlo, que la p ru eb a decisiva de tesis así no tiene
un g ran cu erp o de teorías com o racionalm ente su p erio r a otro, en lugar en el nivel de argum entación en el que yo me he m an ejad o
fo rm a ta l que ella se convierte en u n a explicación de lo que acredita h asta ah o ra y en el que ellos m ism os a m enudo se m an ejaro n . La
a u n g ran cuerpo de teorías filosóficas com o racionalm ente superior pregunta decisiva es la de si realm en te es posible esc rib ir u na h isto
a otro. Esa reform ulación es com o sigue. ria de la especie req u erid a. Y la ú nica form a de resp o n d er a esa
Debe reconocerse que los argum entos, las controversias y los en pregunta es la de in te n ta r escribirla, ya sea que salga m al o se tenga
fren tam ien to s filosóficos son al m enos de dos especies distintas. éxito.
E stán , p o r cierto, los que se desenvuelven dentro de u n conjunto de
su p u esto s am pliam ente com partidos concernientes al trasfondo de
creencias, a las n o rm as de argum entación, a los m odos de caracte BIBLIOGRAFIA
rizar los co n traejem plos, a los m odelos de refutación, etcétera. Pero
e stán tam bién las controversias y los enfrentam ientos en tre perspec Haré, R. M.: The Language of Moráis, Oxford, Oxford University Press
1952.
tivas antagónicas de gran escala que he señalado an terio rm en te, en -, Freedom and Reason, Oxford, Clarendon Press, 1963.
las que el desacuerdo es sistem ático, de m an era ta l que parece eli K[j h n , T. S.: The Structure of Scientific Revolutions, 2.* ed., Chicago, Uni
m in arse la posibilidad de toda p au ta com ún p a ra la resolución ra versity of Chicago Press, 1970.
cional del desacuerdo. Cada u n a de las perspectivas opuestas en tales MacI ntyre, Alasdair: «Epistem ological crises, dram atic narrative and the
confrontaciones de gran escala ten d rá su pro p ia problem ática in ter philosophy of Science», The Monist, 60(4), 1977, págs. 453-472.
na, sus m om entos de incoherencia, sus problem as aú n no resueltos, Owen , G. E. L.: «Tithenai ta Phainomena», en S. Mansión (comp.), Ans
juzgando todo ello p o r sus propias p au tas de lo que es problem ático, ióte et les problémes de metkode. Actas del segundo simposio aristo
de lo que es coherente y de lo que es u n a solución satisfactoria. P or télico, Lovaina, 1961.
C apítulo 3
LA HISTORIOGRAFIA DE LA FILOSOFIA:
CUATRO GENEROS
R ichard R orty
ignoraba que no existen cosas tales com o las esencias reales, o Leib- de la co n d u cta de A ristóteles o de Locke que se aju ste a esa re stric
niz que Dios no existe, o D escartes que la m ente no es sino el siste ción, tendrem o s que lim itarn o s, no o b stan te, a u n a que, en su lími-
m a nervioso c e n tra l en u n a descripción alternativa. Vacilam os sólo le ideal, nos diga qué p o d rían h a b e r d icho en re sp u esta a todas las
p o rq u e tenem os colegas que tam b ién ignoran esos hechos, y a quie críticas o a las p reg u n tas q ue p o d rían h ab erles dirigido sus co n tem
nes cortésm en te no caracterizam os com o «ignorantes» sino com o p er poráneos (o, m ás precisam en te, el sector d eterm in ad o de sus con-
sonas «que su sten tan concepciones filosóficas diferentes». Los h isto lernporáneos o casi co n tem p o rán eo s cuyas críticas y cuyas p reg u n tas
riad o res de la ciencia no tienen colegas que crean en las esferas cris ellos p o d rían h ab e r co m prendido en seguida de m an era co rrecta,
talin as o que duden de la explicación de la circulación sanguínea dada es Lo es, todos los ho m b res que, p a ra decirlo en térm in o s generales,
p o r Harvey, y se hallan p o r tan to libres de tales restricciones. «hablaban la m ism a lengua», e n tre o tra s cosas p o rq u e eran tan ig
No hay n ad a erróneo en la a c titu d de d ejar deliberadam ente que norantes de lo que ah o ra n o so tro s sabem os com o lo era el gran fi
n u e stra s p ro p ias opiniones filosóficas determ inen los térm inos en lósofo m ism o). Podem os d ese ar seguir adelante y fo rm u lar p reg u n tas
que se d escriban las ideas del filósofo que ha m uerto. Pero existen como: «¿Qué h a b ría dicho A ristóteles de las lu n as de J ú p ite r (o del
razones p a ra d escribirlos tam bién en o tro s térm inos, en sus propios .iiiliescncialism o de Quine)?», o: «¿Qué h ab ría dicho Locke de los
térm inos. E s provechoso re c re a r el escenario in telectual en el que sindicatos (o acerca de Rawls)?», o: «¿Qué h a b ría dicho B erkeley
los m u erto s vivieron sus vidas, en p a rtic u la r las conversaciones, re a ile!. in ten to de Ayer o de B en n ett de “lingüistificar” sus opiniones
les o im aginarias, que pudieron h ab e r m antenido con sus contem po acerca de la percepción sensible y de la m ateria?». P ero no definire
rán eo s (o casi contem poráneos). P ara ciertos propósitos es prove mos las re sp u estas que nos im aginam o s que ellos d arían a tales p re
choso conocer cómo h ab lab an hom bres que no sabían tan to com o guntas com o descripciones de lo que « dijeron o hicieron» en el sen-
no so tro s sabem os, y conocerlo con b a sta n te detalle, de m anera que lido que S kin n er da a esta expresión.
podam os im aginarnos a no so tro s m ism os hab lan d o la m ism a lengua La p rin cip al razón p o r la que p ro cu ram o s u n conocim iento his-
anticuada. El antropólogo desea saber cómo hablan los prim itivos iúrico de lo que prim itivos no reeducados o filósofos o científicos
e n tre sí y, asim ism o, cóm o reaccionan a la educación que reciben m uertos se h a b ría n dicho los unos a los otro s, resid e en que ello nos
de los m isioneros. Con ese propósito in ten ta m eterse en sus cabezas y ayuda a reconocer que h an tenido form as de vida intelectu al dis
p en sa r en térm inos que jam ás soñaría em plear en su país. De igual tintas de las n u estras. Como co rrectam en te dice S kinner (1969:
m odo, el h isto riad o r de la ciencia que puede im aginar lo que Aris S2-53), «el valor in d ispensable del estu d io de la h isto ria de las ideas»
tóteles p o d ría h a b e r dicho en un diálogo acerca del cielo con A ristar es ap ren d er «la distinción e n tre lo que es necesario y lo que m era
co y Ptolom eo, conoce algo de in terés que perm anece oculto p a ra el m ente es p ro d u cto de n u e stra s p ro p ias y contingentes convenciones».
astrofísico «progresista» que sólo ve cóm o los argum entos de Ga- l.o últim o es, según co n tin ú a diciendo, «la clave de la conciencia
lileo h ab ría n anonadado a A ristóteles. H ay u n conocim iento —un misma». P ero tam bién deseam os im aginarnos conversaciones e n tre
conocim iento h istórico—, al cual puede llegarse sólo si uno pone en nosotros m ism os (cuyas contingentes convenciones incluyen el acu er
tre parén tesis el conocim iento, m ás adecuado, que posee, p o r ejem do general en cu an to a que, p o r ejem plo, no hay esencias reales, no
plo, acerca del m ovim iento de los cielos o la existencia de Dios. existe Dios, etc.) y los poderosos m uerto s. Lo deseam os no sólo p o r
La búsq u eda de tal conocim iento histórico debe obedecer a la que es agradab le e sta r a la a ltu ra de n u estro s superiores, sino p o rq u e
regla fo rm u lad a p o r Q uentin Skinner: quisiéram os ser capaces de ver la h isto ria de n u estra especie com o
un prolongado diálogo. Q uerem os ser capaces de verla de esa m a
nera a fin de aseg u rarn o s de que en el curso de la h isto ria de la
De ningún agente puede decirse finalmente que haya dicho o hecho
algo de lo que nunca se lo pueda inducir a aceptar que es una des que tenem os con stan cia h a hab id o u n progreso racional, y que nos
cripción correcta de lo que ha dicho o ha hecho. (Skinner, 1960: 28.) distinguim os de n u estro s an tep asad o s p o r razones que ellos p o d rían
ser llevados a acep tar. La necesidad de re sta b le cer la confianza en
S k in n er dice que esta m áxim a excluye «la posibilidad de que una este pu n to es tan grande com o la n ecesidad de conciencia. N ecesita
explicación aceptable de la conducta de un agente pueda jam ás sub mos im aginar a A ristóteles estu d ian d o a Galileo o a Quine y cam
sistir tra s la d em ostración de que esa explicación dependía de crite biando de opinión, a Santo Tom ás leyendo a N ew ton o a H um e y
rio s de d escrip ción y de clasificación de los que el propio agente no cam biando la suya, etcétera. N ecesitam os p e n sa r que, en la filosofía
disponía». Hay un sentido fundam ental de «lo que el agente dijo o com o en la ciencia, los poderosos m u erto s equivocados contem plan
hizo», así com o de «explicación de la conducta del agente», p a ra el desde el cielo n u estro s recientes aciertos y se sienten dichosos al ver
cual ésta es u n a restricción ineludible. Si deseam os una explicación que sus e rro res h an sido corregidos.
72 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 73
Ello q u iere decir que no estam os interesados solam ente en lo que pie aquí u n a vez m ás el deseo n atu ra l de h a b la r con h o m b res
el A ristóteles que cam inaba las calles de Atenas «pudo ser inducido cuyas ideas son en p a rte m uy sem ejantes a las n u estras, con 1a. es
a a c ep tar com o u n a descripción co rrec ta de lo que dijo o hizo», sino peranza de inducirlos a a c e p ta r que tenem os esas ideas m ás claras, o
en lo que un A ristóteles idealm ente razonable y educable puede ser con la esperanza de ten erlas m ás claras en el curso del diálogo.1
inducido a a c e p ta r com o u n a descripción así. El aborigen ideal puede Tales in ten to s de conm ensuración son, p or cierto, anacronísticos.
eventualm ente ser inducido a a c ep tar como una descripción de él I'ero si se los lleva a cabo con pleno conocim iento de que tienen
la de quien h a cooperado en la continuación de un sistem a m o n ár 1. P or ta n to , no puedo e sta r de acuerdo con las severas críticas que M ichael
quico destinado a fa cilitar los in ju sto s arreglos económ icos de su Avers dirige a tales intentos, ni con su afirm ación de que es u na «ilusión» el
trib u . Un g u ard ián ideal del Gulag puede eventualm ente ser llevado a 1 ''cor que las ideas de la m etafísica, de la lógica y de la epistem ología com
verse a sí m ism o com o quien h a traicion ado la lealtad que debía i e d e n con las ideas m atem áticas de Euclides «una independencia respecto de
a sus co m p atriotas rusos. Un A ristóteles ideal puede ser inducido a los accidentes de la historia» (Ayers, 1978: 46). E stoy de acuerdo con la afirma-
■¡<m de B en n ett, citada p o r Ayers en la página 54 de ese ensayo, según la
describirse a sí m ism o com o quien erróneam ente h a considerado los u ial «com prendem os a K ant sólo en la m edida en que podem os decir, cla ra
estadios taxonóm icos p re p ara to rio s de la investigación biológica com o m ente y en térm inos contem poráneos, cuáles eran los p roblem as que tra ta b a ,
la esencia de toda investigación científica. En el m om ento en que es rnáles de ellos son aún p roblem as y cuál es la contribución de K ant a su solu-
i ióii». La réplica de Ayers es que «de acuerdo con su in terp re tació n n a tu ral,
llevada a a c ep tar u n a nueva descripción com o ésas de lo que dijo esa afirm ación [la de B ennett] im plica que no es posible u n a cosa ta l com o la
o hizo, cada u n a de esas personas im aginarias se h a tran sfo rm ad o en i oinprensión de un filósofo en sus propios térm inos en ta n to algo d istin to de
«uno de nosotros». Es n u estro contem poráneo o n u estro conciuda la difícil proeza de poner en relación su pensam iento con lo que n o so tro s m is
dano o un m iem bro m ás de la m ism a m atriz disciplinaria a la que mos quisiéram os decir, y an terio r, a ella». Yo añadiría, en apoyo de B ennett,
pertenecem os. que en cierto sentido podem os en efecto com prender en sus propios térm inos
lo que u n filósofo dice antes de p o n er en relación su pensam iento con el nues-
Puede h allarse un ejem plo de un diálogo sem ejante con un m u er lio, p ero que se tra ta de u n a fo rm a m ínim a de com prensión com parable con
to «reeducado» en la obra de S traw son (1966) acerca de K ant. The la capacidad de in tercam b iar cortesías en u n a lengua d istin ta de la n u e stra
B ounds o f Sense está inspirado en los m ism os m otivos que In d ivi .¡ii ser capaz de tra d u c ir a ésta lo qu e se está diciendo. De m an era sem ejante
duáis: la convicción de que la psicología atom ista de H um e está es posible a p re n d er a d em o strar los teorem as m atem áticos de E uclides en
anego an tes de ap ren d er a trad u cirlo s a la term inología especial de las ma-
co m pletam ente erra d a y es artificial, y que los intentos de reem plazar Irniáticas contem poráneas. La trad u cció n es necesaria si «com prender» significa
la e stru c tu ra «aristotélica» de las cosas, reconocida p o r el sentido algo m ás que to m a r p a rte en ritu ales cuyo sentido se nos escapa, y si tra d u c ir
com ún, p o r «hechos» o p o r «estím ulos» (a la m anera de W hitehead una expresión equivale a ponerla en arm onía con n u e s t r a s prácticas. (Véase la
y Quine) están to talm en te desencam inados. Puesto que K ant coinci nula 3 m ás abajo.) Sólo puede llevarse a cabo con éxito u n a reconstrucción
liislórica si se tiene u na idea de lo que uno m ism o piensa acerca de las cues-
de con esta línea de pensam iento y gran p arte de la «Analítica tra s l nmcs en discusión, aunque ello sólo sea que éstas sean falsos problem as. Los
cendental» está dedicada a la form ulación de observaciones simila- inlentos de u n a reconstrucción h istó rica que no se vincule con los intereses del
les, es n a tu ra l que alguien con los intereses de S traw son se proponga •inlor en este sentido (p o r ejem plo, la o b ra de W olfson acerca de E spinoza) no
m o stra r a K ant que puede hacer esas observaciones sin decir o tras .mi ta n to reconstrucciones h istó ricas cuanto recopilaciones de m aterial en b ru to
liara tales reconstrucciones. Así, an te la afirm ación de Ayers (pág. 61), de que
cosas, m enos plausibles, que él dice. E stas últim as son cosas que el ..cu Jugar de so stener la term inología de Locke en c o n tra de la de n u estras
progreso de la filosofía desde los días de K ant nos h a librado de la inopias teo rías, debiéram os in te n ta r com prender sus p ro p ó sito s poniendo en
ten tació n de afirm ar. S traw son puede m o stra r a K ant, p o r ejem plo, relación p en sam iento y sensación ta l com o él lo hace», yo su b ray aría qu e no
cóm o p rescin d ir de nociones com o «en la m ente» o «creado p o r la lindemos hacer m ucho de esto últim o m ien tras no hayam os hecho b a sta n te de
lo prim ero. Si uno no cree que existen facultades m entales tales como «pensa
m ente», nociones de las cuales W ittgenstein y Ryle nos h an liberado. miento» y «sensación» (com o es el caso de m uchos de n osotros, filósofos de la
El diálogo de S traw son con K ant es com o el que uno puede m an ten er m ente p o sterio res a W ittgenstein), uno deberá dedicar cierto tiem po a im agi
con alguien que está b rillan te y originalm ente en lo cierto acerca de narse los equivalentes aceptables de los térm in o s de Locke antes de seguir
algo que es m uy querido p a ra uno, pero que de m anera exasperante leyendo p a ra v er cóm o los em plea: lo m ism o que los ateos hacem os al leer
o bras de teología m oral. E n general creo que Ayers se excede en la oposición
m ezcla ese tem a con gran cantidad de to n terías obsoletas. O tros c u tre «nuestros térm inos» y «sus térm inos» al decir que es posible h acer p ri
ejem plos de tales diálogos son los de Ayer (1936) y B ennett (1971) m ero u n a reco n strucción h istó rica y d e ja r la reconstrucción racional p a ra des
con los em p iristas ingleses acerca del fenom enalism o, diálogos en pués. Ambos géneros n o ..pueden ser ta n independientes, porque no podrem os
los que se in te n ta e x tra e r la esencia p u ra del fenom enalism o sepa sab er m ucho acerca de lo que un filósofo m u erto ha dicho antes de figurarnos
qué sabía de cierto. E stos dos tem as deben ser vistos com o dos m om entos
rán d o la de cuestiones referentes a la fisiología de la percepción y de u n m ovim iento continuo en to rn o del círculo herm enéutico, u n círculo en el
a la existencia de Dios (tem as acerca de los cuales estam os ahora m e cual es necesario g ira r m uchas veces antes de em p ren d er c u a l q u i e r a d e l o s d o s
jo r inform ados y podem os p o r tan to a d v e rtir su irrelevancia). Se cum- i ¡ p o s de reconstrucción.
74 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA la h i s t o r i o g r a f í a de la f il o s o f ía 75
ese carácter, son inobjetables. Los únicos problem as que suscitan m uertos com o altern an d o e n tre la reco n stru cció n h istó rica, que de
son el p ro b lem a verbal de si debe considerarse que las re co n stru c pende de la obediencia a la regla de Skinner, y la reco n stru cció n ra
ciones racionales «aclaran lo que los filósofos m u erto s realm ente h an cional, que depende de que se la ignora, no h a b rá n ecesariam ente
dicho», y el problem a, asim ism o verbal, de si quienes llevan a cabo las un conflicto e n tre am bas. Cuando respetem os la regla de S kinner, da
reco n stru ccio n es racionales están «realm ente» haciendo historia. N ada remos del p ensad o r m u erto u n a explicación «en sus pro p io s térm i
depende de la re sp u esta a una u o tra de estas preguntas. Es n a tu nos», haciendo caso om iso del hecho de que p ensaríam os m al de
ral d escrib ir a Colón com o el d escubridor de Am érica y no de Catay, quien aún hoy em please esos térm inos. Cuando ignoram os la regla
no sabiendo que lo hacía. Casi ta n n a tu ra l com o eso es caracterizar de S kinner, dam os una explicación en n u estro s propios térm inos,
a A ristóteles com o quien, ignorándolo, describía los efectos de la haciendo caso om iso del hecho de que el p en sad o r m uerto, dados los
gravedad m ás bien que el m ovim iento n a tu ra l hacia abajo. Es algo hábitos lingüísticos en los que vivió, rech azaría esos térm inos com o
apenas m ás forzado —pero con ello sólo se da u n paso m ás adelante extraños a sus intereses y a sus intenciones. E m pero, el co n traste
en la m ism a línea— d escrib ir a P latón com o quien inconscientem ente en tre esas dos tareas no debe ser enten d id o com o el que existe e n tre
creía que todas las p alab ras eran nom bres (o cualquier o tra prem i la ta re a de d escu b rir lo que el p en sad o r del pasado pensó y la de des
sa que los co m entadores m odernos de orientación sem ántica hallen a cu b rir si lo que dijo era verdad. D escubrir lo que u n a p erso n a dice
m ano al re c o n stru ir sus argum entos). Es m uy claro que en el sentido equivale a d escu b rir de qué m an era su expresión se acom oda a sus
que S kinner d a a «decir» P latón no dijo nada sem ejante. Cuando pautas generales de con d u cta lingüística y de o tro orden; esto es,
en fo rm a anacrónica decim os que «realm ente» sostuvo tales doc equivale m ás o m enos a d escu b rir lo que h a b ría dicho al resp o n d er
trin as, querem os d a r a en ten d er que, en una discusión im aginaria a p reguntas acerca de lo que dijo an terio rm en te. Así, «lo que dice»
con filósofos de la actu alid ad acerca de si él h ab ría sostenido alguna varía según quién form ule esas p reg u n tas. Dicho en térm in o s m ás
o tra concepción, se vería llevado a u n a prem isa que nunca form uló generales: «lo dicho» v aría según la am p litu d de la gam a de con
y que se refiere a u n tem a que nunca consideró: u n a p rem isa que ductas reales o posibles que uno tiene en cuenta. Suele decirse,
acaso debe serle sugerida p o r u n benévolo re p resen ta n te de las re ron m ucha razonabilidad, que uno descubre lo que dijo aten d ien d o a
construcciones racionales. lo uno, después agrega, cuan d o se escucha reaccio n ar a las consecuen
Las reco n strucciones h istó ricas de lo que pensadores m uertos cias de su expresión original. E s p erfectam en te razonable d escrib ir
«no reeducados» h ab ría n dicho a sus contem poráneos —re co n stru c a Locke descubriendo lo que él realm en te decía, lo que realm en te
ciones que se atienen a la regla de S kinner— son, idealm ente, recons estaba estableciendo en el Segundo Tratado, sólo después de h ab e r
trucciones con las que todos los histo riad o res pueden e sta r de acuer conversado en el cielo sucesivam ente con Jefferson, M arx y Rawls.
do. Si la cuestión es la de lo que Locke probablem ente h ab ría dicho I am bién es p erfectam en te razonable h acer a u n lado la cuestión de
a un H obbes que hubiese vivido y conservado sus facultades algunas lo que u n Locke ideal e in m o rtal h a b ría decidido que decía. H ace
décadas m ás, no hay razón p o r la que los h isto riad o res no lleguen a mos esto últim o si estam o s in teresad o s en las diferencias e n tre lo que
u n acuerdo, acuerdo que p o d ría ser confirm ado p o r el descubrim iento era se r p en sa d o r político en la In g la te rra de Locke y en n u e stra
de u n m an u scrito de Locke en el que éste im aginase una conversación cu ltu ra del siglo xx de este lado del Atlántico.
e n tre él y H obbes. Las reconstrucciones racionales, p o r o tra p arte, Podem os, p o r cierto, lim ita r el térm in o «significado» a lo que n o s
no tienden a coincidir, y no hay m otivo p o r el que debiesen hacerlo. proponem os h a lla r en la segunda em presa, esto es, en la skinneriana,
Una p erso n a que piensa que la cuestión de si todas las p alab ras son cu lugar de em plearlo en fo rm a tal que p erm ita que u n texto tenga
nom bres, o cu alquier o tra tesis sem ántica, es u n a de las cuestiones lautos significados cuantos contextos dialécticos haya en los que
decisivas p ara su pro p ia concepción acerca de m uchos otros tem as, pueda se r situado. Si deseam os lim itarlo de ese m odo, podém os adop-
m an ten d rá con P latón u n diálogo im aginario m uy distinto del que lar la distinción en tre «significado» (m eaning) y «significación» (sig-
so sten d ría u n a persona que piensa que la filosofía del lenguaje es uificance) establecida p o r E. D. H irsch, y re strin g ir el p rim er térm in o
u n a m oda p asajera, irrelevante p a ra las verdaderas discrepancias que a lo que está de acu erd o con las intenciones del a u to r en la época de
sep aran a P latón de sus grandes antagonistas m odernos (W hitehead, la com posición del texto, y em p lear «significación» p a ra el caso en
H eidegger o P opper, p o r ejem plo). El p artid a rio de Frege, el de Krip- el que se lo in se rta en algún o tro contexto.2 Pero nada depende de
ke, el de P opper, el de W hitehead y el de H eidegger desean, cada
uno de ellos, «reeducar» a P latón de u n a m anera en cada caso dis
2. A propósito de esta distinción, véase Hirsch (1976: 2 y sigs.). Debo decir
tin ta an tes de em pezar a d iscu tir con él. '|iie no estoy de acuerdo con la afirmación de Hirsch, semejante a la de Ayers,
Si nos rep resentam os la discusión en tre los grandes filósofos de que no podemos descubrir la significación sin haber descubierto antes el
76 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 77
eso, salvo que optem os por in sistir en que la ta re a del «historiador» hecho, caren te de in terés, de que algunos de esos distin to s contex
es la de d escu b rir el «significado» y (en el caso de los textos filosó tos re p re se n ta n las diferen tes opiniones de m iem bros de la m ism a
ficos) la del «filósofo» indagar la «significación» y eventualm ente la profesión. P o r eso, acerca de cuántas verdades pueden d escu b rirse
verdad. Lo que im p o rta es a c la rar que la captación del significado de en los escrito s de A ristóteles, hallam os m ayor desacuerdo en tre los
u n a afirm ación depende de que se sitúe a ésta en un contexto, y no h isto riad o res de la filosofía que en tre los h isto riad o re s de la biología.
es cuestión de e sc arb a r en la cabeza de quien la form ula p a ra sacar La resolución de esas d iscrepancias es u n a cu estió n m ás «filosófica»
una p ep ita de sentido. Que privilegiem os el contexto constituido p o r que «histórica». Si e n tre los h isto riad o res de la biología se a rrib a ra
lo que el que la form uló pensaba al respecto en la época en que lo a u n desacuerdo sem ejante, su resolución sería u n tem a «biológico»
hizo, depende de lo que nos propongam os alcanzar pensando acerca antes que «histórico».
de la afirm ación. Si lo que nos proponem os es, com o dice S kinner,
«consciencia», entonces debem os evitar el anacronism o ta n to cuanto
sea posible. Si nos proponem os u n a autojustificación p o r m edio de II. La G eistesgeschichte com o fo rm ación del canon
un diálogo con los pensadores m u erto s acerca de n u estro s proble
m as actuales, entonces som os libres de en treg arn o s a ello ta n to cuan H asta ah o ra he sugerido que la h isto ria de la filosofía difiere de
to queram os m ien tras nos dem os cu en ta de que estam os procedien la h isto ria de u n a ciencia n a tu ra l sólo incidentalm ente. En am bas
do así. encontram os u n co n tra ste en tre explicaciones contex tu alistas que cie
¿Y qué, pues, en cuanto a establecer si lo que el p en sa d o r m u erto rran el paso a desarrollos u lterio res, y explicaciones «progresistas»
dice es verd ad? Así com o la determ inación del significado es cues que re c u rre n a n u estro m e jo r conocim iento. La ú n ica diferencia que
tión de colocar u n a afirm ación en el contexto de u n a conducta real he m encionado es la de que, com o la filosofía es u n a disciplina m ás
o posible, de igual m odo, la determ inación de la verdad es cuestión polém ica que la biología, las reco n stru ccio n es anacrónicas de los
de colocarla en el contexto de las afirm aciones que no so tro s m ism os grandes filósofos del p asado son m ás v ariadas que las de los grandes
estaríam os dispuestos a form ular. P uesto que lo que considerem os biólogos del pasado. Pero h a sta ah o ra he om itido en mi discusión
p a u ta inteligible de conducta está en función de lo que creem os que el p ro b lem a de cóm o d istin g u ir a quien cu en ta com o u n g ran filó so fo
es verdad, no es posible establecer la v erd ad y el significado com o del pasado, en tan to opuesto a u n gran h om bre del pasado que no
cosas independientes la una de la otra.*3 H ab rá ta n ta s re co n stru c lo sea. H e pasado p o r alto, pues, el p ro b lem a de cóm o distin g u ir la
ciones racionales que p reten d an d esc u b rir verdades significativas, historia de la filosofía de la h isto ria del «pensam iento» o de la
o fecundas e im p o rtan tes falsedades, en las obras de los grandes «cultura». En la h isto ria de la biología no se suscitan problem as de
filósofos m uertos, cuantos contextos significativam ente distintos haya, este últim o tipo p o rq u e la h isto ria de la biología es coextensiva con
en los cuales pu ed an in sertarse esas obras. P ara re p e tir m i observa la h isto ria de los escritos acerca de p lan tas y anim ales. El pro b lem a
ción inicial: la ap a ren te diferencia que existe e n tre la h isto ria de la surge sólo en la h isto ria de la quím ica, pero de m an era relativ a
ciencia y la h isto ria de la filosofía es poco m ás que u n reflejo del m ente trivial, p o rq u e n adie se p reo cu p a dem asiado de si llam am os
a Paracelso «quím ico», «alquim ista» o am bas cosas. C uestiones como
la de si Plinio era biólogo en el m ism o sentido en que lo era M endel,
significado, y ello por las mismas razones, de inspiración davidsoniana, por las n si el De generatione et corrupiione de A ristóteles debe co n siderarse
que me he manifestado en desacuerdo con Ayers en la nota precedente. una o b ra de quím ica, no in sp iran p ro fu n d as pasiones. E llo se debe
3. En los artículos de Donald Davidson reunidos en su Inquines Into Inter a que en esas áreas claram en te podem os n a rra r la h isto ria de un
pretador! and Truth, que aparecerá próximamente, se hallarán razones en favor
de la afirmación que he consignado en las notas precedentes, de acuerdo con progreso. No tien e m ayor im p o rtan cia en qué m om ento se inicia esa
¡a cual no podemos descubrir lo que alguien dice sin descubrir antes en qué historia, esto es, en qué m om ento vem os que de u n caos de especula
sentido sus prácticas, tanto lingüísticas como de otro carácter, se asemejan a ción surge u n a «disciplina».
las nuestras y difieren de ellas, ni podemos hacerlo tampoco al margen de la Ello es im p o rtan te, en cam bio, si pasam os a la h isto ria de la filo
generosa suposición de que la mayoría de sus convicciones son correctas. Tanto
la suposición de Ayers, de que las reconstrucciones históricas preceden natu sofía. Ello se debe a que « historia de la filosofía» ab arca u n te rc e r
ralmente a las racionales, como la de Hirsch, de que el descubrimiento del genero, a p a rte de los dos que he d iscutido h a sta ahora. Al lado de
significado precede naturalmente al descubrimiento de la significación, descan las reconstruccio n es histó ricas de c a rá c te r skinneriano, com o la de
san, a mi modo de ver, en una teoría insuficientemente holística de la inter l.ocke hecha p o r John D unn o la de Sidgw ick hecha p o r J. B. Schnee-
pretación, teoría que he defendido en otro lugar (por ejemplo, en «Pragmatism,
Davidson and truth», que aparecerá en un volumen de ensayos acerca de Da wind, y al lado de las reco n stru ccio n es racio n ales com o la de los
vidson compilados por Em est Lepore). em piristas ingleses esc rita p o r B ennett o la de K ant, de S traw son,
78 LA HISTORIOGRAFIA DE LA FILOSOFÍA 79
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
se hallan las g randes y vastas n arracio n es geistesgeschichtlich, género sideren que la filosofía es lo que ellos co n sid eran que es—, an tes
cuyo p arad ig m a es Hegel. E n n u estro tiem po este género está re p re que el que den a los pro b lem as filosóficos las soluciones p articu lares
sentado, e n tre otros, p o r Heidegger, R eichenbach, F oucault, Blumen- que ellos dan. P ro cu ran o to rg a r p lau sib ilid ad a u n a d eterm in ad a
berg y M aclntyre.4 A punta a la autojustiñcación, lo m ism o que la imagen de la filosofía, an tes que o to rg ar p lau sib ilid ad a d eterm in ad a
reco n stru cció n racional, p ero en u n a escala diferente. Es típico de solución a u n pro b lem a filosófico destacando cóm o u n gran filósofo
las reco n stru cciones racionales que tiendan a decir que los grandes del pasado anticipó esa solución o, curiosam ente, que no lo haya
filósofos m u erto s h an tenido algunas ideas excelentes, pero que la hecho.
m en tab lem en te no eran correctas debido a «las lim itaciones de su La existencia de esta tercera, geistesgeschichtlich, fo rm a de his
época». R egularm ente se lim itan a u n a sección relativam ente pequeña toria de la filosofía es u n a razón co m p lem en taria de la diferencia que
de la o b ra del filósofo; p o r ejem plo, la relación e n tre apariencia y prim a facie se re g istra e n tre la h isto ria de la ciencia y la h isto ria de
realid ad en K ant, o la m odalidad en Leibniz, o las nociones de esen la filosofía. Los h isto riad o re s de las ciencias no exp erim en tan la
cia, existencia y predicación en A ristóteles. Se las escribe a la iuz m enor necesidad de ju stific ar que, com o físicos, estem os in teresad o s
de algunas o b ras filosóficas recientes de las que puede decirse razo en las p artíc u la s elem entales o, com o biólogos, en el ADN. Si uno
nablem ente que tra ta n «acerca de las m ism as cuestiones» que el gran puede sin tetiz ar esteroides, no necesita de u n a legitim ación histórica.
filosofo m u erto discutía. E stán destinadas a m o stra r que la respues Pero los filósofos sí n ecesitan ju stificar su in teré s p o r la sem ántica,
ta que éste dio a esas cuestiones, au n q u e plausibles y atractivas, re p o r la percepción o p o r la u n id ad de su jeto y o bjeto o p o r el ensan
quieren u n a reform ulación o u n a depuración, o, acaso, u n a precisa cham iento de la lib e rta d h u m an a o p o r aquello en lo que esté de
refu tació n como la que recientem ente o tra o b ra de la especialidad ha hecho in teresad o el filósofo que nos esté n a rra n d o la enorm e y v asta
hecho posible. E n cam bio, la G eistesgeschichte actú a en el nivel de historia. Las cuestiones a las que las h isto rias geistesgeschichtlich
las p ro blem áticas antes que en el de las soluciones de los problem as. de la filosofía están p rin cip alm en te consagradas son la de cuáles
Dedica m ayor p a rte del tiem po a p reg u n tar: «¿Por qué la cuestión problem as son «los p ro b lem as de la filosofía», la de cuáles cuestiones
de... fue u n a cuestión central p a ra el pensam iento de este filósofo?», son las cuestiones filosóficas. E n cam bio, las h isto rias de la biología
o: «¿Por qué alguien consideró seriam ente el problem a de...?», que o de la quím ica pu ed en d e sc a rta r esas cuestiones p o r ser sólo
a p re g u n ta rse en qué sentido la resp u esta o la solución pro p u esta verbales. Pueden to m a r sim plem ente los sectores generalm ente no po
p o r un g ran filósofo del pasado concuerda con la de filósofos contem lém icos de la disciplina en cuestión com o aquello a lo cual la his
poráneos. Es típico que exponga al filósofo en térm inos de toda su to ria conduce. El term in u s ad quem de la-historia-de-la-ciencia-como-
o b ra antes que en los térm inos de sus argum entos m ás célebres historia-de-progreso, no está en disputa.
(p o r ejem plo, a K ant com o el au to r de las tres Críticas, p artid a rio He dicho an terio rm en te que u n a razón de la a p a ren te diferencia
apasionado de la R evolución F rancesa, p re c u rso r de la teología de existente en tre la h isto ria de la ciencia y la h isto ria de la filosofía
S chleierm acher, etcétera, antes que a K an t com o au to r de la «Ana derivaba del hecho de que los filósofos que discrep an , p o r ejem plo,
lítica trascendental»). P rocura ju stificar que el h isto riad o r y sus acerca de la existencia de Dios son, no o b stan te, colegas profesiona
am igos tengan el tipo de intereses filosóficos que tienen —que con les. La segunda razón de la ap aren te d iferen cia e strib a en que quie
nes discrepan acerca de si la existencia de Dios es u n a cuestión
4. Pienso en Heidegger (1973) y en el modo en que en sus obras posterio im p o rtan te, in tere sa n te o «real», son asim ism o colegas profesionales.
res concretó esos esbozos. He discutido el libro de Reichenbach The Rise of La disciplina académ ica llam ad a «filosofía» engloba no sólo resp u es
Scientific Philosophy (la versión más amplia de la historia positivista de cómo tas d istin tas a las cuestiones filosóficas, sino tam b ién u n to tal desa
la filosofía^ emergió gradualmente del prejuicio y la confusión) en mi trabajo cuerdo acerca de qué cuestiones son filosóficas. Desde este p u n to de
de 1982 (págs. 211 y sigs.). The Order of Things, de Foucault, es discutido como
ejemplo de Geistesgeschichte en la última sección del presente trabajo. Mis re vista, las reco n stru ccio n es racionales y las re in te rp reta cio n es geistes
ferencias a Blumenberg y a Maclntyre lo son respectivamente a sus obras The geschichtlich difieren sólo en grado: en el grado de desacuerdo con
Legitimacy of the Modern Age y a A fter Virtue. Al afirmar que ésas son obras los grandes filósofos m u erto s que son o b jeto de reco n stru cció n o de
de auto justificación no quiero dar a entender, por cierto, que justifiquen el re in terp retació n . Si uno está en desacuerdo con él p rin cip alm en te en
actual estado de cosas, sino más bien que justifican la actitud del autor res
pecto ese estado de cosas. Las melancólicas historias de Heidegger, Foucault y las soluciones de los problem as, an tes que en cuáles son los p ro b le
Mclntyre condenan las prácticas presentes pero justifican los pareceres que m as que re q u ie ren discusión, uno p en sa rá que lo está reco n stru y en d o
sus autores adoptan respecto de esas prácticas y, con ello, justifican la selec (com o, p o r ejem plo. Ayer reco n stru y ó a B erkeley). Si uno piensa
ción que ellos hacen de lo que debe considerarse como una discusión filosó que está m o stran d o lo que no se debe p en sa r acerca de lo que él
fica apremiante. La misma función cumplen las historias optimistas de Hegel, intentó p en sa r (com o, p or ejem plo, en la re cu sato ria in terp retació n
Reichenbach y Blumenberg.
80 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFIA DE LA FILOSOFÍA 81
que Ayer hace de H eidegger o en la recu sato ria descripción que Hei- de las aves o de las variedades de la locura. P ara los fines de la
degger hace de K ierkegaard com o « escrito r religioso» antes que como reconstrucción racional y de la consiguiente discusión no es necesa-
«pensador»), entonces uno pen sará que está explicando p o r qué no i'io in q u ietarse p o r sab er si u n tem a es «ineludible». P ara la G eiste
debiera considerárselo com o un colega filósofo. Uno redefinirá «fi sgeschichte, esto es, p a ra la h isto ria in telectu al con m oraleja, existe
losofía» en fo rm a tal de leerlo a p a rtir del canon. en cam bio ta l necesidad. P orque la m o raleja p o r ex tra er es la de
La form ación del canon no es u n problem a p a ra la h isto ria de la que hem os m antenido —o no hem os m an ten id o — el ru m b o co rrecto al
ciencia. No hay necesidad de asociar la propia actividad científica p lan tear las cuestiones filosóficas que ú ltim am en te hem os planteado,
con la de algún gran científico m u erto a fin de que parezca m ás digna y que el G eisteshistoriker está justificado al a d o p ta r d eterm in ad a p ro
de respeto, ni de d esacred itar a algún predecesor p re su n ta m e n te dis blem ática. M ientras que el que cultiva la reco n stru cció n racional sien
tinguido p resen tándolo como pseudocientífico a fin de legitim ar los te ta n poco la necesidad de p reg u n tarse si la filosofía an d a en el
propios intereses. La form ación de u n canon es im p o rtan te en la his rum bo correcto, como el h isto riad o r de la ciencia la de p re g u n ta rse
to ria de la filosofía p orque «filosofía», adem ás de sus em pleos des si la condición de la bioquím ica con tem p o rán ea es buena.
criptivos, tiene u n im p o rtan te em pleo honorífico. E m pleada descrip El em pleo honorífico de «filosofía» es tam b ién irrelevante, en
tivam ente, la expresión «cuestión filosófica» puede designar a u n a teoría p a ra la reco n stru cció n histórica. Si la G eistesgeschichte lee a
cuestión com únm ente debatida p o r alguna «escuela» contem poránea, l.ocke o a K ierkegaard a p a r tir del canon filosófico, los h isto riad o res
o puede d esignar a u n a cuestión deb atid a p o r todas o p o r m uchas contextualistas pueden c o n tin u ar describiendo, im p ertu rb ab les, cóm o
de las figuras h istó ricas h abitualm ente catalogadas como «filósofos». era ser Locke o K ierkegaard. Desde el p u n to de vista de la h isto ria
E m pleada honoríficam ente, sin em bargo, designa a cuestiones que contextualista no hay necesidad de enorm es h isto rias que ab a rq u en
deben ser debatidas: que son ta n generales y ta n im p o rtan tes que varios siglos p ara in se rta r en ellas u n a explicación de lo que sig
debieran h a b e r estado en la m ente de los pensadores de todos los nificaba ocuparse de la p o lítica en la In g la te rra del siglo x v n o de
tiem pos y de todos los lugares, ya sea que esos pensadores hayan la religión en la D inam arca del siglo xix. P ara tales h isto riad o res, la
p ro cu rad o fo rm u larlas explícitam ente o no.5 cuestión de si las figuras que ellos escogen «realm ente» eran u n filó
E ste em pleo honorífico de la expresión «cuestión filosófica» es, en sofo fundam en tal o u n filósofo secundario, u n político, un teólogo o
teoría, irrelevante p a ra las reconstrucciones racionales. Un filósofo un literato , es ta n irrelev an te com o lo son las actividades taxonóm i
contem poráneo que se propone d iscu tir con D escartes acerca del dua cas de la Sociedad O rnitológica A m ericana p a ra el n a tu ra lis ta de
lism o del alm a y el cuerpo, o con K ant acerca de la distinción en cam po que to m a no tas acerca de la conducta de apaream ien to de un
tre apariencia y realidad, o con A ristóteles acerca de la significación pájaro ca rp in tero que aquella sociedad acaba de reclasificar a sus
y la referencia, no necesita afirm ar ■ —y h ab itu alm en te no afirm a— espaldas. Uno p o d ría, según la p ro p ia capacidad filosófica, co m p artir
que esos tem as son ineludibles toda vez que u n ser hum ano reflexio la convicción anglosajona de que ningún progreso filosófico se p ro
n a acerca de su condición y de su destino. Lo típico es que el que dujo en lo que va de K ant a Frege, y, com o h isto riad o r, com placerse
lleva a cabo una reconstrucción racional se lim ite a decir que de todos m odos en revivir las preocupaciones de S chiller y Schelling.
ésos son tem as que h an hecho u n a in teresan te ca rre ra, y que acerca P ero esa independencia teórica, com ún a las reco n stru ccio n es his-
de ellos siguen escribiéndose obras in teresan tes, tal com o u n h isto Iúricas y a las racionales, respecto de la form ación de u n canon,
ria d o r de la ciencia po d ría decir lo m ism o acerca de la taxonom ía raram ente es llevada a la p ráctica. Los que cultivan la re co n stru c
ción racional en realid ad no se m olestan en re c o n stru ir filósofos
5. La necesidad de un empleo honorífico de «filosofía», de un canon, y de m enores y en d iscu tir con ellos. Los que cultivan la reco n stru cció n
una autojustificación, me parece que explica lo que John Dunn llama «la mis
teriosa tendencia, que se observa especialmente en la historia del pensamiento histórica desean re c o n stru ir figuras que fueron «significativas» en el
político, a hacer que los textos consistan en la indicación de a qué propo desarrollo de algo: si no de la filosofía, acaso del «pensam iento
siciones de qué obra importante remite el autor de qué proposición en qué otra europeo» o del «pensam iento m oderno». E n am bos géneros recons-
obra importante» (1980: 15). Esa tendencia es la nota característica de la ma Iructivos se tra b a ja siem pre buscando la o b ra m ás reciente referid a
yoría de las Geistesgeschichte, y no me parece que sea misteriosa. Es la ten
dencia a la que tanto los historiadores como los filósofos dan rienda suelta a la form ación del canon, y éste es el privilegio del G eisteshistoriker,
cuando se quitan la toga y conversan acerca de lo que han encontrado de útil porque él es quien m an eja expresiones com o «filosofía» o «cuestión
en sus grandes libros favoritos. A mi modo de ver, lo bueno de la Geistesge lilosófica» en su sentido honorífico. E s él p o r tan to el que decide
schichte —lo que la hace indispensable— es que satisface necesidades que ni la cuáles son los tem as (dignos de ser o b jeto del pensam iento, esto es,
historia no filosófica ni la filosofía no histórica pueden colmar. (En la última
sección del presente ensayo puede hallarse una discusión de la posibilidad de el que establece cuáles cuestiones son las que p erten ecen a las «con
que reprimamos esas necesidades.) venciones contingentes» de la actu alid ad y cuáles las que nos vinculan
82 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 83
con nu estro s predecesores). Como perso n a que decide quién «descu dejan escritos, éstos p asan a fo rm a r un canon, un catálogo de l e c t u
bría» lo que realm en te era im p o rtan te y quién m eram ente se d istraía ras que uno debe h ab e r exam inado cu idadosam ente p ara ju stificar lo
con los epifenóm enos de su época, desem peña el papel que en el que se es.
m undo antiguo desem peñaba el sabio. Una diferencia que separa Puedo re su m ir lo que he estad o diciendo acerca del te rc e r génezro
a ese m undo del n u estro estrib a en el hecho de que la elevada cu ltu ra de la h isto rio g rafía de la filosofía, señalando que es el género que s e
de los tiem pos m odernos h a llegado a to m ar consciencia de que hace responsable de identificar qué escrito res son «los grandes filo s o-
las cuestiones que los hom bres p ensaban que eran ineludibles, han los del pasado». E n ese papel se h alla en una relación p a r a s i t a r i a
cam biado en el tran sc u rso de los siglos. H em os llegado a tom ar con los o tro s dos géneros —las reconstrucciones histó ricas y l a s
consciencia •—cosa que el m undo antiguo no logró— de que podem os reconstrucciones racionales, y tam b ién a diferencia de la h isto ria «de
no sab er cuáles son las cuestiones realm en te im p o rtan tes. Tem em os la ciencia, debe precaverse de in c u rrir en anacronism os, p o rq u e ano
que acaso estem os tra b a ja n d o aú n con vocabularios filosóficos cuya puede e n c a ra r la cuestión de quién debe ser considerado com o filó s o fo
relación con «los verdaderos» problem as sea la m ism a que, p o r ejem como u n a cuestión ya re su elta p o r la p rá ctica de quienes m ás tar« d e
plo, el vocabulario de A ristóteles g u ard a con «el verdadero» objeto fueron caracterizados así. No o b stan te, a diferencia de las re c o n s -
de la astrofísica. La percepción de que la elección del vocabulario es l dicciones históricas, no puede q u ed arse con el vocabulario e m p le a d o
p o r m enos ta n im p o rtan te com o las resp u estas a las p reguntas plan por m ía figura del pasado. Debe «situar» ese vocabulario en una s e r 'ie
tead as con un vocabulario determ inado, h a hecho que el Geisteshis- de vocabularios y estim ar su im p o rtan cia in sertán d o lo en u n a n a n r a -
to riker desplazase al filósofo (o, com o en el caso de Hegel, N ietzsche <ión que sigue el hilo de los cam bios de vocabulario. Se justifica a sí
y Heidegger, h a hecho que el térm ino «filosofía» se em plee como misma, de m an era sim ilar a com o lo hace la reco n stru cció n ra c io n a l,
designación de cierta especie, p artic u la rm en te ab stra c ta y de juego pero la em p u ja el m ism o anhelo de m ayor consciencia que lleva a
libre, de la h isto ria intelectual). los hom bres a e m p re n d er reco n stru ccio n es histó ricas. Pues la G eiste.s-
E ste últim o punto puede ser expresado de m anera m ás sim ple ¡•cschichte se pro p o n e m an ten ern o s conscientes del hecho de q u e
diciendo que en la actualidad nadie está seguro de que el sentido mín estam os en cam ino, y de que el d ram ático relato que nos o f r e c e
descriptivo de «cuestión filosófica» tenga m ucho que ver con su lia de ser continuado p o r n u estro s descendientes. Cuando es p l e n a
sentido honorífico. N adie está dem asiado seguro de si las cuestiones m ente consciente, se p re g u n ta si acaso todas las cuestiones d is e n t i
discu tid as p o r los profesores de filosofía (de u n a escuela) contem das h asta ah o ra no h a n sido p a rte de «convenciones c o n tin g e n te s»
poráneos, «necesariam ente» o m eram en te fo rm an p a rte de nues de épocas pasadas. In siste en el hecho de que aun cuando algunas d e
tra s «convenciones contingentes». Por o tra p arte, nadie está seguro e ll a s hayan sido n ecesarias e ineludibles, no sabem os con c e r te z a
de si las cuestiones discutidas p o r todo o p o r la m ayor p a rte del i miles lo fueron.
canon de grandes filósofos m u erto s que nos ofrecen libros denom ina
dos H istoria de la filosofía occidental —cuestiones como: los uni
versales, el alm a y el cuerpo, el libre arb itrio , apariencia y realidad, III. Doxografía
hecho y valor, e tcé tera— son cuestiones im portantes. A veces, tan to
d en tro com o fu era de la filosofía, se escucha fo rm u lar la sospecha Los tres géneros que he d escrito h asta aquí apenas si están r e l a
de que algunas de ellas, o todas, son «m eram ente filosóficas»: expre cionados con el p rim ero que nos viene a m ientes cuando se e m p le a
sión em pleada con el m ism o sentido peyorativo con que un quím ico la expresión «histo ria de la filosofía». E ste género —el cu arto p a r a
dice «alquím ico», un m arx ista « su p erestru ctu ral» o un a ristó crata mi - es el m ás conocido y el m ás dudoso. Lo llam aré «do x o g rafía» .
«clase media». La consciencia que nos dan las reconstrucciones his La ejem plifican libros que p a rte n de Tales o de D escartes y v a n a
tó ricas es la consciencia de que hom bres que fueron n u estro s pares p arar a alguna figura m ás o m enos co n tem p o rán ea del au to r, e n u m e -
intelectuales y m orales, no estaban interesados en cuestiones que nos i -i iicio lo que diversas figuras trad icio n alm en te llam adas «filósofos»
p arecen inevitables y profundas. Como tales reconstrucciones h istó ri dijeron acerca de p roblem as trad icio n alm en te llam ados «filosóficos».
cas son u n a fu en te de duda en cuanto a si la filosofía (en cualquiera de Iv. éste el género que provoca ab u rrim ie n to y desesperación. A él
sus sentidos descriptivos) es im p o rtan te, es el G eisteshistoriker el ¡ilude G ilbert Ryle (1971: x) al señ alar ab ru p ta m en te, com o u n a ex c u -
que asigna su lu g ar al filósofo, m ás bien que a la inversa. Y lo hace ‘..i de su p ro p ia av e n tu rad a reco n stru cció n racional de P latón y d e
elaborando u n elenco de personajes históricos, y un dram ático rela olios filósofos, que «la existencia de n u estra s clásicas h isto rias d e la
to, que m u estra en qué form a hem os llegado a plan tearn o s preguntas Idosofía» e ra «una calam idad, y no el m ero riesgo de u na ca la m id a d » .
que hoy creem os ineludibles y profundas. Cuando esos personajes Sospecho que la m ayoría de sus lectores estab an sin ceram ente de
84 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 85
acuerdo con él. Aun los m ás honestos, escrupulosos y exhaustivos li re ad ap tar el canon de m an era que se aju ste a los nuevos descu b ri
b ro s titulados H istoria de la filosofía —especialm ente ésos, en reali m ientos.
dad— p arecen descortezar a los pensadores que discuten. Es a esta La prin cip al razón de esta re ite ra d a tibieza es la idea de que «fi
calam idad a lo que los defensores de la reconstrucción histórica losofía» es el nom bre de u n a especie n atu ra l: el n om bre de u n a
resp o n d en insistiendo en la necesidad de estu d iar el contexto en que disciplina que, en todos los tiem pos y en todos los lugares, se h a
cada texto fue escrito, y al que los defensores de la reconstrucción propuesto ah o n d ar en las m ism as p ro fu n d as y fu ndam entales cues
racional resp o n den insistiendo en que observam os a los grandes filó tiones. Así, u n a vez que de alguna m an era se h a identificado a al
sofos del pasado a la luz «de las m ejores obras que hoy se producen guien com o u n «gran filósofo» (p o r oposición al g ran poeta, al gran
acerca de los problem as que ellos discutieron». Ambos son intentos científico, al gran teólogo, al gran teórico de la política, o lo que
de d ar nueva vida a figuras a las que sin q u erer se h a m om ificado. fuere), debe p resen társelo com o investigando aquellas cuestiones.6
La explicación de esta calam idad estriba, según pienso, en que la Puesto que cada nueva generación de filósofos p re te n d e h ab e r des
m ayor p arte de los h isto riad o res de la filosofía que in ten tan n a rra r cubierto cuáles son en realid ad esas cuestiones p ro fu n d as y fu n d a
«la h isto ria de la filosofía desde los presocráticos h asta nuestros m entales, cada una tiene que im aginar la m an era de ver al g ran filóso
días» saben de antem ano cuáles h an de ser los títulos de la m ayoría fo com o habiéndose ocupado con ellas. De ese m odo obtenem os
de sus capítulos. En realidad, saben que sus editores no aceptarían nuevas doxografías anim osas que, pocas generaciones m ás tard e, se
sus m an u scrito s si se om itiera buen núm ero de los títu lo s esperados. m uestran ta n calam itosas com o sus predecesoras.
Es típico que tra b a je n con un canon que tenía sentido en el m arco P ara desem barazarnos de esa idea de que la filosofía es u n a es
de las nociones neokantianas del siglo xix de «los problem as ce n tra pecie n a tu ra l hacen falta, p o r u n lado, m ás y m ejo res re co n stru c
les de la filosofía», nociones que pocos lectores actuales tom an en ciones históricas y, p o r o tro, m ás G eistesgeschichte segura de sí.
serio. Ello h a dado lugar al desesperado intento de hacer que Leibniz Debemos darnos cu en ta de que las cuestiones que las «contingentes
y Hegel, Mili y N ietzsche, D escartes y C arnap hablen acerca de tem as convenciones» de la época p re sen te nos hace ver com o las cuestiones,
com unes, tengan el h isto riad o r o sus lectores algún in terés p o r esos son cuestiones que pueden ser m ejo res que las que n u estro s predece
tem as o no. sores se plantearo n , p ero no n ecesitan ser las m ism as. No son cues-
E n el sentido en que em plearé aquí el térm ino, la doxografía es l iones con las que cu alq u ier ser h um ano p ensante necesariam en te
el in ten to de im poner una problem ática a u n canon elaborado al m a r se haya topado. Debem os vernos, no com o respondiendo a los m is
gen de esa pro b lem ática, o, inversam ente, de im poner u n canon a una mos estím ulos a los que n u estro s p red ecesores respondieron, sino
p ro b lem ática establecida al m argen de ese canon. Diógenes Laercio como habiendo creado p a ra n o so tro s m ism os estím ulos nuevos y m ás
dio m ala fam a a la doxografía al in sistir en responder a la pregunta interesantes. D ebiéram os ju stificarn o s afirm ando que form ulam os m e
«¿Qué pensó X que era el bien?» p ara todo X incluido en un canon jores cuestiones, no afirm ando que dam os m ejores resp u estas a las
«cuestiones pro fu n d as y fundam entales» p erm an en tes a las que nues-
p reviam ente form ulado. Los h isto riad o res del siglo xix le dieron una
l ros antepasados resp o n d iero n m al. Podem os p en sa r que las cues-
fam a aun p eo r al in sistir en resp o n d er a la pregunta: «¿Cuál pensó X
Iiones fundam entales de la filosofía son cuestiones que en realid ad
que era la n atu raleza del conocim iento?» p ara todo X incluido en
lodos los h om bres deben h ab erse form ulado, o cuestiones que todos
u n canon sim ilar. Los filósofos analíticos están bien encam inados en
lo s h om bres se h ab ría n form ulado de h a b e r podido, p ero no que las
el sentido de em peorar la situación al in sistir en o b ten er u n a respues cuestiones que todos los ho m b res se fo rm ularon efectivam ente, lo
ta a la p reg u n ta: «¿Cuál era la teoría del significado de X?», lo m ism o supiesen o no. Una cosa es decir que el g ran filósofo del p asado
que los heideggerianos al in sistir en o b ten er una resp u esta a la p re se h ab ría visto llevado a so sten er d eterm in ad a concepción acerca de
g u n ta: «¿Qué pensó X que era el Ser?» Tales desm añados intentos de cierto tem a si hu b iéram o s tenido la posibilidad de h a b la r con él y po-
h acer, no obstante, que las nuevas doxografías se iniciaron h ab itu al
m en te com o in tentos revisionistas, novedosos y decididos, de disipar
la som nolencia de la tradición doxográfica precedente, in ten to s inspi 6. En Jonathan Rée se halla mucha información acerca del desarrollo de
Iíi idea de que existe un conjunto común ahistórico de cuestiones a las que
rad o s p o r la convicción de que finalm ente se había descubierto la los filósofos han de responder. En su excelente ensayo «Philosophy and the
v erd ad era p ro b lem ática de la filosofía. La dificultad de la doxografía liisiory of the philosophy» Rée habla de la convicción de Renouvier de que «la
es, pues, que ella re p resen ta un in ten to tibio de contarnos u n a nueva llamada historia de la filosofía era en realidad sólo la historia de individuos
■iue optan por diferentes posiciones filosóficas; las posiciones mismas se en-
h isto ria del p rogreso intelectual describiendo todos los textos a la ■nentran siempre allí, eternamente disponibles e invariables» (Rée, 1978: 17).
luz de d escubrim ientos recientes. Es tibio p o rq u e le falta valentía p ara I'.se es el supuesto que orienta a lo que llamo doxografía.
86 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFIA DE LA FILOSOFÍA 87
nerlo en condiciones de ver cuáles son en realid ad las cuestiones originado cierto desprecio p o r la biología p rim era com o disciplina
fundam entales de la filosofía. O tra cosa es decir que sostuvo acerca autónom a.
de ese tem a u n a concepción «im plícita» que podem os e x tra er de lo Las analogías que he in ten tad o estab lecer relacionan a la «biolo
que escribió. A m enudo lo que in teresa en él es que jam ás se le cruzó gía prim era» con la « h isto ria de la filosofía» y a la «biología segun
p o r la m ente que debía ten er u n a concepción acerca de ese tem a. da» con la «historia intelectual». D esconectada de la h isto ria, m ás
Es precisam en te la inform ación de ese tipo la inform ación de interés am plia, de los intelectuales, la h isto ria de la filosofía co bra cierto
que obtenem os de las reconstrucciones históricas contextualistas. sentido si ab arca sólo uno o dos siglos; si es, p o r ejem plo, u n a h is
Mi afirm ación de que la filosofía no es u n a especie n a tu ra l puede toria de los pasos que co n d u jero n de D escartes a K ant. La h isto ria
ser refo rm u lad a en relación con la noción co rrien te según la cual del desarrollo que lleva de la su b jetiv id ad cartesian a h a sta la filosofía
la filosofía se ocupa con m etaproblem as «m etodológicos» o «concep trascendental, elab o rad a p o r Hegel, o la h isto ria, debida a Gilson,
tuales» desechados p o r las disciplinas especiales o, m ás generalm ente, de la reductio ad a b su rd u m de las teorías rep resen tacio n alistas del
p o r o tra s áreas de la cultura. Tal afirm ación es plausible si lo que conocim iento, son ejem plos de in teresan tes n arracio n es que pueden
con ella se da a en ten d er es que en todas las épocas ha habido cues ser elaboradas ignorando contextos m ás am plios. E sas son p recisa
tiones surgidas de la colisión en tre las viejas ideas y las nuevas m ente dos de las m uchas form as aceptables e in teresan tes de regis
(en las ciencias, en las artes, en la política, etc.), y que esas cues tra r sim ilitudes y diferencias en u n co n ju n to de figuras n o to rias e
tiones constituyen el ám bito de com petencia de los intelectuales m ás im presionantes que ab arcan alre d ed o r de ciento seten ta y cinco años
originales, d iletantes e im aginativos del m om ento. Pero se to rn a ina (D escartes, H obbes, M alebranche, Locke, Condillac, Leibniz, Wolff,
ceptable si con ella se da a en ten d er que esas cuestiones se refieren Berkeley, H um e y K ant, añadiendo o quitan d o algunos n o m b res a
siem pre a los m ism os tem as, por ejem plo, la n atu raleza del conoci discreción del h isto riad o r de la filosofía). Pero si se in ten ta enlazar
m iento, la realidad, la verdad, la significación o alguna o tra ab stra c en Hegel m ism o un o de los extrem os de esa h isto ria, o en B acon y
ción lo suficientem ente oscura p a ra d ilu ir las diferencias existentes kam us el otro, entonces las cosas se to rn an m ás bien tendenciosas.
en tre las diversas épocas históricas. Puede p aro d ia rse esa noción Cuando uno se pro p o n e p o n er en relación a P latón y A ristóteles, p are
de filosofía im aginando que en los com ienzos del estudio de los ani ce h a b e r ta n ta s fo rm as d istin tas de h acerlo —dependiendo ello del
m ales se hubiese establecido u n a distinción en tre u n a «biología p ri diálogo platónico o del tra ta d o aristotélico que uno considere «fun
m era» y u n a «biología segunda», análoga a la distinción aristotélica dam ental»—, que las h isto rias altern ativ as com ienzan a p ro liferar
en tre u n a «filosofía prim era» y u n a «física». De acuerdo con esa desenfrenadam ente. Además, Platón y A ristóteles son tan enorm es e
concepción, los anim ales m ás grandes, m ás notorios, m ás im presio im presionantes, que d escrib irlo s m ediante térm in o s o rig inariam ente
n an tes y paradigm áticos, serían objeto de una disciplina especial. Se elaborados p a ra su em pleo a p ro p ó sito de h o m b res com o H obbes y
h u b iera n d esarrollado así teorías acerca de los rasgos com unes a la Berkeley com ienza a p arece r u n poco extraño. D espués está el p ro
pitón, al oso, al león, al águila, al avestruz y a la ballena. Tales teo blem a de si debe tra ta rs e a San Agustín o a S anto Tom ás y a Occam
rías, form uladas con la ayuda de abstracciones adecuadam ente oscu com o filósofos o com o teólogos, p a ra no m encionar los problem as
ras, serían b a sta n te ingeniosas e interesantes. Pero se h u b iera conti provocados por Lao Tsé, S h an k ara y especím enes exóticos parecidos.
n u ad o descubriendo cosas que podían a ju sta rse al canon de «ani Para em p eo rar las cosas, m ien tras los h isto riad o re s de la filosofía se
m ales prim eros». La ra ta gigante de S um atra, las m ariposas gigantes preguntan cóm o m eter a to d a esa gente b ajo los antiguos ru b ro s,
del B rasil, y (de m anera m ás polém ica) el unicornio, ten d rían que malignos intelectuales co n tin ú an u rd ien d o nuevos com puestos in te
h a b e r sido tom ados en consideración. Los criterios de adecuación lectuales y desafiando a los h isto riad o re s de la filosofía a que se nie
de las teorías de la biología p rim era se h u b ieran vuelto m enos claros guen a llam arlos «filosofías». Cuando se ha to rn ad o necesario id ear
a m edida que se fuese am pliando el canon. E ntonces vendrían los una h isto ria que conecte a todos los n o m b res m encionados, o a la
huesos del dínornis y del m am ut. Las cosas se h u b ieran com plicado m ayoría de ellos, con G. E. M oore, Saúl K ripke y Gilíes Deleuze,
aú n m ás. E ventualm ente, los especialistas en biología segunda h a los h isto riad o res de la filosofía ya están casi dispuestos a renu n ciar.
b ría n tenido tan to éxito en la producción de nuevas form as de vida Debieran ren u n ciar. D ebiéram os d e ja r de in te n ta r escrib ir libros
en tu b o s de ensayo, que se divertirían haciendo crecer sus gigantes con el títu lo de H istoria de la filosofía que em piecen con Tales y con
cas nuevas creaciones y exigiendo a los atu rd id o s especialistas en bio cluyan, p o r ejem plo, con W ittgenstein. E n tales libros se hallan a
logía p rim era que les hiciesen u n lugar. El contem plar las contor cada paso excusas d esesp erad am en te artificiosas p o r no d iscu tir, p o r
siones de los especialistas en biología p rim era cuando intentasen ejem plo, a Plotino, Com te o K ierkegaard. V alerosam ente in ten tan
id ear teorías que adm itiesen esos nuevos ítem s canónicos h ab ría e n c o n trar algunas «preocupaciones» que se extienden a lo largo de
88 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA 89
LA ° HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA
los g randes filósofos incluidos. P ero continuam ente se ven em bara equivale a decir que el d esacuerdo es incom patible con esa p e rte
zados p o r el hecho de que au n las figuras m ás pro m in en tes e insos
nencia. P o r ejem plo, en los E stad o s Unidos la elección de la p ersona
layables no discuten algunos de esos tem as, o p o r la existencia de por quien ha de vo tarse es «una cuestión de opinión», p ero sabem os
esos prolongados lapsos estériles en los que esta o aquella preocupa
que la p re n sa debe e sta r lib re de cen su ra oficial. Rusos bienpensan-
ción parece h ab e r desaparecido de la m ente de todos. (Tienen que in
tes saben que tal cen su ra es necesaria, pero ven com o u n a cuestión
quietarse, p o r ejem plo, p o r la ausencia o la escasez de capítulos de opinión la de si h a de enviarse a los disidentes a cam pos de
titu lad o s «La epistem ología en el siglo xvi» o «La filosofía m oral en
trab ajo o a asilos. E sas dos com unidades no acep tan como m iem bros
en el siglo x n » o «La lógica en el siglo xvm ».) No es llam ativo que
de ellas a aquellos que no afirm an que sea conocim iento lo que ge
los h isto riad o res intelectuales geistesgeschichtlich —los que escribie neralm ente es considerado com o tal. De m an era análoga, decir que la
ro n las v astas h isto rias au to ju stificato rias— a m enudo desdeñen la existencia de las esencias reales o la de Dios es, en los In s titu to s de
doxografía del tipo que es com ún a W indelband y Russell. Ni lo es
filosofía, u n a «cuestión de opinión» es decir que perso n as que disien
tam poco el hecho de que los filósofos analíticos y los heideggerianos ten en ese pu n to pueden no o b stan te o b ten er subvenciones o em pleos
in ten ten —cada uno de los dos grupos a su m anera— d escu b rir algo
en las m ism as in stitu cio n es, o to rg ar títu lo s a los m ism os estu d ian
nuevo p a ra que la h isto ria de la filosofía exista. El in ten to de desna-
tes, etcétera. E n cam bio, las que su sten tan las ideas de Ptolom eo acer
ta r la h isto ria in telectual escribiendo una h isto ria «de la filosofía» ca de los planetas o las de W illiam Jennings B ryan acerca del origen
está tan condenado de antem ano com o el intento de m is im aginarios
de las especies, son excluidos de todo In stitu to de astro n o m ía y de
especialistas en «biología prim era» de d esn atar el reino anim al. Am biología que se precie, p o rq u e la p erten en cia a ellos req u iere que
bos in ten to s suponen que determ inados com ponentes elem entales de
tino sepa que esas opiniones son falsas. De esa m anera, alguien puede
u n a m ateria h eteró clita que se agita en el fondo n atu ra lm e n te han
legitim ar el em pleo que hace de la expresión «conocim iento filosófico»
de em erger a la superficie.
con sólo re m itir a u n a com unidad de filósofos consciente de sí, la ad
La a n te rio r im agen del desnatam iento supone u n co n tra ste entre misión a la cual exija un acuerdo acerca de ciertos p u n to s (p o r ejem
la h isto ria, m ás p u ra y elevada, de u n a cosa llam ada «filosofía» —la
plo, que existen, o que no existen, esencias reales, o derechos h u m a
búsq u ed a de u n conocim iento acerca de tem as perm anentes y peren
nos inalienables, o Dios). D entro de esa co m unidad h a b rá acuerdo
nes p o r p a rte de hom bres especializados en tal cosa— y la «historia
acerca de prem isas conocidas, y b ú sq u ed a de m ás conocim iento, exac
intelectual» com o crónica de extravagantes tergiversaciones de opi
tam ente en el sentido en que hallam os tales prem isas y tal b ú sq u ed a
nión e n tre ho m bres que eran, en el m ejo r de los casos, literatos, ac
en los In stitu to s de biología y de astronom ía.
tivistas políticos o clérigos. Cuando se ponen en tela de juicio esa
No ob stan te, la existencia de u n a com unidad así es com pleta
im agen y el c o n tra ste im plícito en ella, suele experim entarse como
m ente irrelevan te p a ra la cuestión de si algo la vincula con A ristóte
un agravio la sugerencia de que la filosofía no es la búsqueda de un
les, Plotino, D escartes, K ant, M oore, K ripke o Deleuze. Tales com u
conocim iento, sino (com o suelen decir los estudiantes de p rim er año)
nidades serían libres de estab lecer sus propios antecesores intelec
«sólo u n a cuestión de opiniones». O bien se expresa la m ism a ofensa
tuales sin re ferirse a un canon, p reviam ente fijado, de grandes filó
diciendo que si elim inásem os el tradicional contraste, reduciríam os
sofos del pasado. T am bién p o d rían s u s te n ta r no ten er ab so lu tam en te
la filosofía a «retórica» (com o opuesta a «lógica») o «persuasión»
ningún anteceso r. P o d rían sen tirse en lib e rta d de e x tra er del p asado
(com o o p u esta a «argum entación») o a alguna o tra cosa b a ja y lite
lo s segm entos que a ellas les gusten y llam arlas «la h isto ria de la
ra ria an tes que elevada y científica. P uesto que la im agen que la filo
filosofía» sin re m itirse a n ad a que alguien p reviam ente h aya deno
sofía tien e de sí m ism a com o disciplina profesional depende aún de
m inado «filosofía», o tam b ién de ig n o rar en teram en te el pasado,
su ca rác te r cuasi científico, la crítica dirigida al supuesto que se halla
(filien esté dispuesto a re n u n ciar al in ten to de h allar in tereses co
tra s la m etáfo ra del desnatam iento es considerada com o un cuestio-
m unes que lo u n an a la A m erican Philosophical A ssociation o a la
n am ien to dirigido a la filosofía m ism a com o actividad profesional,
Mind A ssociation o a la D eutsche P hilosophische G esellschaft (y uno
y no m eram ente a u n a ram a de ella llam ada «historia de la filosofía».
tendría que e sta r u n poco loco p a ra no e sta r d ispuesto a re n u n ciar
E s posible m itig ar la ofensa, y evitar, a la vez la m etáfo ra del des
;i ese intento), es lib re entonces de re n u n ciar al in ten to de escrib ir
natam ien to , ad o ptando una visión sociológica de la distinción entre
una H istoria de la filosofía con los aco stu m b rad o s títu lo s de cap ítu
conocim iento, o saber, y opinión. De acuerdo con esa visión, decir
lo. Esa person a tien e la lib e rta d de c re a r u n nuevo canon en la m e
que algo es cuestión de opinión equivale a decir que el hecho de ap a r
dida en que resp ete el derecho de los o tro s p a ra c re a r cánones a lte r
ta rse del consenso h ab itu al acerca de ese tem a es com patible con la
nativos. D ebiéram os salu d ar la ap arició n de h o m b res que, com o
p erten en cia a u na com unidad relevante. D ecir que es conocim iento
Reichenbach, desechan a Hegel. D ebiéram os ale n ta r a los que sienten
90 LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 91
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
la ten tació n de deshacerse de A ristóteles como de u n biólogo que se descripciones que, en su m ayor p arte , p o n en e n tre p arén tesis la cues
m etió en h o n d u ras o de B erkeley com o de un obispo excéntrico, o de tión de qué actividades d esarro llab an qué intelectuales. La h isto ria
Frege como de u n lógico original con injustificadas pretensiones epis intelectual puede p asa r p o r alto ciertos problem as que hace fa lta
tem ológicas, o de M oore com o de u n en cantador aficionado que nun plantear p a ra escrib ir la h isto ria de u n a disciplina, a saber, p roblem as
ca entendió m uy bien lo que hacían los profesionales. D ebiéram os un como el de establecer quién es u n científico, quién u n poeta, quién u n
girlos a que lo intenten, y ver qué tipo de h isto ria pueden contarnos filósofo, etcétera. D escripciones com o las que tengo en m ente pueden
cuando se d eja afu era a aquellas figuras y se incluyen o tras m enos aparecer en obras con títu lo s com o «La vida in telectu al en la B olonia
conocidas. Sólo con la ayuda de tales alteraciones experim entales del del siglo xv», pero tam b ién en algunos ra ro s capítulos o ap a rtad o s de
canon puede eludirse la doxografía. Son precisam ente tales altera historias políticas, sociales, económ icas o diplom áticas, y aun en
ciones las que hacen posible la G eistesgeschichte y desalientan la algunos ra ro s capítulos o a p a rtad o s de las h isto rias de la filosofía
doxografía. (de cualquiera de los cu atro géneros distinguidos m ás arrib a). C uan
do son leídos y ponderados p o r quien está interesad o en determ in ad o
segm ento espaciotem poral, tales obras, capítulos y ap artad o s perm i-
IV. H istoria intelectual len p ercib ir en qué consistía ser un intelectu al en ese m om ento y en
ese lugar: qué libros se leían, cuáles eran las inquietudes, cuáles eran
H asta ah o ra h e distinguido cuatro géneros y he sugerido que pode los vocabularios, las esperanzas, los am igos, los enem igos y las ca
m os d e ja r que uno de ellos perezca. Los tres re sta n te s son indispen rreras posibles.
sables y no se excluyen en tre sí. Las reconstrucciones racionales son P ara p ercib ir lo que era ser u n a p erso n a joven e in telectu alm en te
necesarias pues colaboran a que los filósofos actuales pensem os nues curiosa en determ in ad o m om ento y en determ in ad o lugar hace falta
tro s p roblem as íntegram ente. Las reconstrucciones históricas son ne conocer m ucha h isto ria social, política y económ ica, y asim ism o m u
cesarias p o rq u e nos advierten que esos problem as son pro d u cto s his cha h isto ria de la disciplina. Un libro com o M aking o f the E nglish
tóricos, al d em o strar que no eran visibles p a ra n u estro s predecesores. W orking Class (1963), de E. P. T hom pson, nos dice m ucho acerca de
La G eistesgeschichte es necesaria p a ra legitim ar n u e stra convicción las posibilidades y los públicos a que ten ían acceso Paine y C obbett,
de que nos hallam os en m ejo r situación que esos predecesores debido v asim ism o, acerca de los salarios y de las condiciones de vida de
a que hem os llegado a re p a ra r en esos problem as. Todo libro de his los m ineros y de los tejed o res, y acerca de las tácticas de los políti-
to ria de la filosofía consistirá, p o r supuesto, en u n a m ezcla de esos i os. Un libro com o Moral P hilosophy at Seventeent-C entury Har-
tres géneros. Pero p o r lo com ún p red o m in ará a uno u otro m otivo, ya viird (1981), de N orm an Fiering, nos dice m ucho acerca del tipo de
que hay tres tareas distin tas p o r llevar a cabo. La distinción de esas m lelectual que uno podía ser en H arv ard d u ra n te ese período. El
tres tareas es im p o rtan te y no debe elim inársela. Es precisam ente la libro de F iering ab u n d a en secciones referen tes a las biografías de
tensión en tre el anim oso «progresism o» de los p artid a rio s de las re na lores de H a rv ard y de g obernadores de M assachusetts, lo cual per-
construcciones racionales y la reflexiva e irónica em patia de los mi le p ercib ir cóm o h an cam biado esas posibilidades. El de T hom pson
contextualistas —en tre la necesidad de llevarse bien con la tare a incluye m uchas secciones referen tes a las biografías de B entham y
em p ren d id a y la necesidad de ver todo, incluso esa tarea, como de M elbourne que ponen de m anifiesto cóm o h an cam biado o tras po
u n a convención contingente— lo que da lugar a la necesidad de una sibilidades. La to talid ad de esos lib ro s y de esas secciones se reú n en
G eistesgeschichte, de la autojustificación que este terc er género p ro cu la m ente de quien los lee en fo rm a tal que puede p ercib ir las dife-
porciona. No o b stan te, cada una de tales justificaciones provoca la i curias en tre las opciones que se le p re sen tan a un in telectual en dife-
eventual aparición de u n a nueva serie de com placientes doxografías, i r u l e s épocas y lugares.
el disgusto p o r las cuales in sp irará nuevas reconstrucciones racio b ajo el lem a « historia intelectual» yo incluiría libros acerca de
nales b ajo la égida de nuevas problem áticas filosóficas que h ab rán Un los aquellos ho m b res que ejerciero n u n a e x tra o rd in aria influencia
surgido en tre tan to. E stos tres géneros constituyen p o r tan to u n lindo v no form an p a rte del canon de los grandes filósofos del pasado, si
ejem plo de la clásica tría d a dialéctica hegeliana. bien suele llam árselos «filósofos», ya sea p o rq u e ocu p aro n cáted ras
Q uisiera em plear la expresión «historia intelectual» p a ra designar de filosofía, o sim plem ente a falta de m ejo r idea: h o m b res com o Duns
un género m ucho m ás rico y difuso: un género que cae fuera de esa I T r i t i o , B runo, R am us, M ersenne, W olff, D iderot, Cousin, Schopen-
tríad a . E n m i opinión, la h isto ria in telectual consiste en descripcio h.uicr, H am ilton, McCosh, B ergson y Austin. La discusión de estas
nes de aquello en lo que los intelectuales estab an em peñados en una "hi'tiras m enores» se u ne a m enudo a u n a p ro lija descripción de or-
época determ in ada, y de su interacción con el re sto de la sociedad, ili-uamientos institu cio n ales y de m odelos disciplinarios, p o rque p a rte
92 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 93
del p ro b lem a h istó rico que ellas p lan tea n es la explicación de por fos», y eventualm ente esas rectificaciones originan nuevos cánones de
qué esos filósofos que no son grandes filósofos o que son cuasi filóso grandes filósofos del pasado. Lo m ism o que la h isto ria de cu alq u ier
fos, debieran h ab e r sido considerados con ta n ta m ayor seriedad o tra cosa, la h isto ria de la filosofía es escrita p o r los vencedores. Los
que los filósofos com probadam ente grandes de su época. Después es vencedores logran elegir a sus antep asad o s —en el sentido de que
tán los libros acerca del pensam iento y la influencia de h o m b res que deciden cuáles de sus dem asiado num erosos antep asad o s m encio
h ab itu alm en te no son llam ados «filósofos», pero que son al m enos nar—, escriben sus biografías y las tran sm iten a sus descendientes.
casos lim ítro fes de la especie. Son h om bres que, en realidad, hicieron E n la m edid a en q ue el térm in o «filosofía» ten g a u n em pleo ho
los tra b a jo s q ue vulgarm ente se supone que los filósofos hacen: p ro norífico, im p o rta rá qué figuras son consideradas com o «filósofos».
m over la refo rm a social, p ro p o rcio n ar nuevos léxicos p a ra la refle Así, si las cosas m arch an bien, podem os esp e rar co n tinuas revisiones
xión m oral, desviar el curso de las disciplinas científicas y lite raria s del canon filosófico con el fin de arm onizarlo con las necesidades p re
hacia nuevos canales. Incluyen, por ejem plo, a Paracelso, M ontaigne, sentes de la c u ltu ra superior. Si m arch an mal, cabe e sp e rar la o b sti
Grocio, Bayle, Lessíng, Paine, Coleridge, A lejandro von H um boldt, nada p erp etu ació n de u n can o n q ue p arece rá m ás arcaico y ficticio a
E m erson, T. H. Huxley, M athew Arnold, W eber, F reud, F ranz Boas, m edida que pasan las décadas. E n la im agen que de ella m e he p ro
W alter Lippm an, D. H. L aw rence y T. S. K uhn, p a ra no m encionar a puesto p re sen tar, la h isto ria in telectu al es el m aterial en b ru to de la
todos aquellos n om bres escasam ente conocidos (por ejem plo, los historiografía de la filosofía o, p a ra v aria r de m etáfo ra, el suelo a
au to res de influyentes tra ta d o s acerca de los fundam entos filosóficos p a rtir del cual pu ed en crecer las h isto rias de la filosofía. La tría d a
de la P olizeiw issenschaft) que aparecen en las notas al pie de página licgeliana que he esbozado se to rn a posible sólo u n a vez que, ten ien d o
de los libros de Foucault. Si uno desea com prender qué era ser un n i cuenta tan to las necesidades co n tem poráneas com o las obras re-
eru d ito en la Alem ania del siglo xvi, o un p en sad o r político en los <¡entes de los h isto riad o res intelectuales revisionistas, hem os fo rm u
E stad o s Unidos del siglo x v m , o u n científico en la F ran cia de fines lado u n canon filosófico. P o r o tra p arte , la doxografía, com o género
del siglo x ix o u n p erio d ista en la In g la te rra de com ienzos del si 'iue p retende h allar u n a vena co n tin u a de m in eral filosófico que co rre
glo XX —si un o desea conocer las disensiones, las tentaciones y los •i Iravés de todos los segm entos espaciotem porales d escrito s p o r la
dilem as con que se en fren tab a un joven que quería fo rm a r p a rte de Insloria intelectual, es relativ am en te in d ependiente de los d esarrollos
la c u ltu ra su p erio r de esos tiem pos y de esos lugares— , son hom bres ■n i nales de la h isto ria intelectual. Sus raíces se hallan en el pasado,
com o ésos los que uno tiene que conocer. Si uno sabe b astan te acerca su la olvidada com binación de necesidades cu ltu rales ya trascen d id as
de m uchos de ellos, uno puede n a r r a r una h isto ria y d etallad a his v de h isto ria in telectu al ob so leta que dio lugar al canon que ella
to ria acerca de la conversación de E uropa, u n a h isto ria en la cual vsiicra.
D escartes, H um e, K an t y Hegel son m encionados sólo de paso. Sin em bargo, la u tilid ad de la h isto ria intelectual no e strib a sólo
Una vez que descendem os desde el nivel del salto-de-cumbre-en- i ii su papel de in sp ira r la refo rm u lació n de cánones (filosóficos o de
cum bre de la G eistesgeschichte al áspero corazón de la h isto ria inte " lio carácter). E lla es ú til tam b ién p o rq u e desem peña, respecto de
lectual, las distinciones en tre los grandes filósofos y los filósofos m e l,i G eistesgeschichte, el m ism o p ap el dialéctico que la reco n stru cció n
nores del pasado, en tre los casos claros y los casos fronterizos de lif.lórica desem peña respecto de la reco n stru cció n racional. He se-
«filosofía», y e n tre filosofía, lite ra tu ra , política, religión, y ciencias ii.iludo que las reco n stru ccio n es histó ricas nos tra e n a la m em oria
sociales, son cada vez m enos im p o rtan tes. La cuestión de si W eber i'nl.i.s esas curiosas discusiones m enores que in q u ietaro n a lo filósofos
fue u n sociólogo o un filósofo, Arnold u n crítico lite rario o u n filóso <l>- gran nom bre, las que los d istra je ro n de los pro b lem as «reales»
fo, F reu d u n psicólogo o u n filósofo, L ippm an u n filósofo o u n pe v "persistentes» que noso tro s, los m odernos, hem os logrado p o n er
rio d ista, así com o la de si podem os incluir a Francis B acon com o bajo una luz m ás clara. Al reco rd árn o slas, inducen u n sano escepti-
filósofo cuando excluim os a R o b ert Fludd, son obviam ente cuestiones ■r.iiio acerca de si n u estro s p roblem as no son tan etéreo s y son tan
que se deben p la n te a r después de que hayam os escrito n u e stra his n .iles. E n form a análoga, Ong a p ro p ó sito de R am us, Y ates a pro-
to ria intelectual, y no antes. A parecerán, o no aparecerán, in teresan l'" Mlo de Lull, F iering a p ro p ó sito de M ather, W artofsky a p ro p ó sito
tes filiaciones que enlacen esos casos fronterizos con casos m ás claros de heiierbach, etcétera, nos recu erd an que los g randes filósofos del
de «filosofía», y sobre la base de esas filiaciones rectificarem os nues pie..ido a cuya reco n stru cció n dedicam os n u estro tiem po, tuvieron a
tra taxonom ía. Además, los nuevos casos paradigm áticos de filosofía ineiiiiilo m enos influencia —ocu p aro n u n lu g ar m enos cen tral en la
dan lugar a térm inos nuevos p a ra tales filiaciones. Las nuevas ex versación de sus p ro p ias generaciones y en la de varias generacio
posiciones de la h isto ria intelectual in te ra c tú a n con los desarrollos n e s siguientes— que m uchísim os h o m b res en los que jam ás hem os
contem poráneos p a ra rectificar de m an era continua la lista de «filóso pensado. Ellos tam bién nos hacen ver a los h o m b res que figuran en
94 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 95
n u estro canon usual como m enos originales, m enos característicos im portante p a ra los alum nos en ten d e r lo que noso tro s, los filósofos
de lo que nos h ab ía parecido antes. Pasam os a verlos com o espe contem poráneos, estam os haciendo. E s u n a h o n esta duda acerca de
cím enes en los que se re ite ra un tipo extinguido, antes que com o •.í m ism o com o ésa la que da a los ho m b res el m otivo y el valor de
cum bres de m ontañas. Así la h isto ria intelectual hace que la Geis- escribir u n a G eistesgeschichte radicalm ente innovadora tal com o se
tesgeschichte se m antenga honesta, ta l como las reconstrucciones la halla ejem plificada en T he O rder o f Things, de F oucault, con su
h istóricas lo hacen con las reconstrucciones racionales. lam osa referencia a «la figura que llam am os Hume».
La h o n estid ad consiste aquí en ten er presente la posibilidad de Los p artid a rio s de F oucault pued en o b je ta r m i caracterización de
que n u e stra conversación au to ju stificato ria sea con c ria tu ra s de ese libro com o G eistesgeschichte, pero es im p o rtan te p a ra mi arg u
n u estra p ro p ia fan tasía antes que con personajes históricos, au n cuan m entación ag ru p arla ju n to con las h isto rias de Hegel y de Blumen-
do éstos sean perso n ajes h istóricos idealm ente reeducados. Tal posi lierg, p o r ejem plo. A p e sa r de la in sisten cia de F oucault en la m ate
bilidad debe ser reconocida p o r aquellos que declaran esc rib ir Geis- rialidad y en la contingencia, y de su consciente oposición al ca rác te r
tesgeschichte, p orque deben p reocuparse por ver si los títulos de sus gi'istlich y dialéctico de la h isto ria de Hegel, hay m uchas sem e
capítulos acaso no h an sido dem asiado influidos p o r los de las doxo- janzas en tre esta h isto ria y la suya. Ambas ayudan a resp o n d er a la
grafías. E n p artic u la r, cuando u n p ro feso r de filosofía se propone invgunta que la doxografía evade: ¿en qué sen tid o estam os en m ejo r
em p ren d er u n proyecto autojustificatorio así, h ab itu alm en te lo hace ■alnación y en qué sentido estam os en p eo r situación que este o aquel
sólo después de h ab e r dado d u ran te décadas cursos acerca de varios ii ni junto de predecesores? Ambos nos asignan u n lugar en u n a epo
grandes filósofos del pasado: acerca de aquellos cuyos nom bres apa peya, en la epopeya de la E u ro p a m oderna, si bien en el caso de
recen en el p ro g ram a de exám enes de sus estudiantes, u n program a Fnucault se tr a ta de u n a epopeya que ningún G eschick preside. La
que él quizás ha heredado antes que com puesto. Es n a tu ra l p ara de Foucault, lo m ism o que la de Hegel, es u n a h isto ria con u n a m o
él escrib ir G eistesgeschichte enhebrando unas con o tras m uchas de raleja: es v erd ad que tan to F oucault com o sus lectores hallan di-
sus anotaciones, esto es, saltando de u n a a o tra de las viejas altas lieiillades p a ra fo rm u lar esa m o raleja, p ero debem os re co rd a r que
cum bres y p asando en silencio las llanuras filosóficas de, p o r ejem lu m ism o fue cierto a p ro p ó sito de Hegel y de sus lectores. F oucault
plo, los siglos x ili y xv. Cosas de este tipo han llevado a casos ex asocia «la figura que llam am os Hum e» con lo que los m édicos y la
trem o s com o el in ten to de H eidegger de escrib ir «la h isto ria del Ser» Imlicía hacían en esa época, tal com o Hegel vincula a varios filósofos
com entando textos m encionados en los exám enes de doctorado en ion lo que hacían los sacerd o tes y los tiran o s de su época. La su b
filosofía de las universidades alem anas a com ienzos de este siglo. an ición de lo m aterial en lo esp iritu al en Hegel cum ple la m ism a fun-
Cuando h a pasado la im presión que deja el dram a puesto en escena i mu que la explicación de la verd ad en térm in o s de p o d er en F oucault.
p o r Heidegger, uno puede em pezar a h allar sospechoso ese Ser tan Ambos in ten tan convencernos a nosotros, los intelectuales, de algo
estrech am en te atado al program a. i|in- urgentem ente necesitam os creer: que la c u ltu ra su p erio r de un
Los seguidores de H eidegger m odificaron el program a a fin de período d eterm in ad o no es algo in su stancial, sino, an tes bien, ex
h ac er que todo condujese a N ietzsche y a Heidegger, tal com o los presión de algo que siem pre va a lo p rofundo.
seguidores de R ussell cam biaron el suyo p a ra h acer que todo con Insisto en este p u n to p orque el ejem plo de Foucault, unido a la
du jese a Frege y a Russell. La G eistesgeschichte puede cam biar los ■.iispccha que he form ulado acerca de la filosofía com o especie n a
cánones de u n a m an era que en la doxografía no se observa. Pero tal tural, y acerca del m odelo del d esn atam ien to p a ra la relación e n tre
revisión p arcial del canon pone de relieve que N ietzsche sólo puede la historia intelectu al y la h isto ria de la filosofía, p o d ría co nducir a
p arece r tan im p o rtan te a personas m uy im presionadas p o r la ética la sugerencia de que si la doxografía m archa, se lleva a la Geistesge-
k an tian a, así com o Frege sólo puede p arece r tan im p o rtan te a perso liichte consigo. M uchos ad m irad o res de F oucault están inclinados
nas im presionadas p o r la epistem ología kantiana. Con todo, nos deja a |>cnsar que ya no necesitam os explicaciones acerca de cóm o die
cavilando en la cuestión de cóm o K ant llegó a ser p rim eram en te tan i , 1 /ifel sehen einander. E n realidad, uno p o d ría se n tir la ten tación
im p o rtan te. Propendem os a explicar a n u estro s alum nos que su pen i Ir avanzar aún m ás y su g erir que «la h isto rio g rafía de la filosofía»
sam iento filosófico debe p e n e tra r a K ant y no g irar en torno de él. i", ella m ism a u n a noción que h a sobrevivido a su u tilidad, porque,
P ero no es claro que dem os a en ten d er o tra cosa ap a rte de que no i a jícneral, el em pleo honorífico de «filosofía» h a sobrevivido a la
h an de en ten d er n u estro s propios libros sí no han leído los de K ant. ■■uva. Si disponem os de esa especie de h isto ria in telectu al com pleja,
Cuando nos ap artam o s del canon filosófico en la form a en que lo ili n.sa, cautelosa con los cánones (filosóficos) literario s, científicos
hace posible la lectu ra de las detalladas e in trin cad a s n arracio n es que ii ni ros), ¿no tenem os b astan te ? ¿H ay m ás necesidad de la h isto ria
se hallan en la h isto ria intelectual, podem os preg u n tarn o s si es tan dr una cosa especial llam ada «filosofía» que de ejercer una disci
96 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 97
plina que o sten ta ese m ism o nom bre? Si realm ente creem os que no E n esa suposición, lo que necesitam os es ver la h isto ria de la
existe Dios ni las esencias reales ni su stitu to alguno de esas cosas, filosofía com o la h isto ria de los h o m b res que h an hecho in ten to s
si seguim os a F oucault y som os consecuentem ente m ateria listas y espléndidos pero m uy fallidos de fo rm u lar las p reg u n tas que noso
nom inalistas, ¿no querrem os revolver las cosas al pu n to de que no tros debem os form ular. Esos serán los candidatos p a ra u n canon,
haya fo rm a de d istin g u ir la n a ta de la leche, lo conceptual y filosófi esto es, p a ra u n a lista de los au to res que uno d ebiera sab er m uy bien
co de lo em pírico e h istó ric o ? 7 que debe leer antes de in te n ta r im aginarse cuáles son las cuestiones
Como buen m aterialista y nom inalista, obviam ente sim patizo con filosóficas en el sentido honorífico de «filosofía». P o r supuesto, un
esa línea de pensam iento. Pero com o aficionado a la G eistesgeschich candidato determ in ad o puede co m p artir los intereses de éste o de
te quisiera resistirm e a ella. Soy enteram ente p artid a rio de desem aquel grupo de filósofos contem poráneos, o no hacerlo. Uno no e sta rá
b arazarse de cánones que se h an vuelto m eram ente anticuados, pero en condiciones de sab er si la falla es de él o del g rupo en cuestión
no creo que podam os p asarla sin cánones. Ello se debe a que n o po basta que uno haya leído a todos los o tro s can d id ato s y establecido
dem os p asa rla sin héroes. N ecesitam os de las cim as de las m ontañas su propio canon, o relatad o la p ro p ia G eistesgeschichte. C uanto m a
p a ra elevar la m irada hacia ellas. N ecesitam os contarnos a nosotros yor sea el c a rá c te r de h isto ria intelectu al de la h isto ria que o b ten
m ism os detalladas h isto rias acerca de los poderosos m u erto s p ara gamos, y del tipo de aquellas en las que no in q u ieta qué cuestiones
h ac er que n u estra s esperanzas de sobrepasarlos se concreten. Nece son filosóficas y quién debe ser considerado filósofo, tan to m ejo res
sitam os tam b ién la idea de que existe algo tal com o «filosofía» en el serán n u e stra s posibilidades de d isp o n er de u n a lista conveniente
sentido honorífico del térm ino, la idea de que hay —si tuviéram os m ente am plia de candidatos p a ra u n canon. Cuanto m ás variados sean
el talen to de p lan tea rlas— ciertas cuestiones que todos los hom bres los cánones que adoptem os —cuanto m ás rivalicen con las Geiste-
deben de h ab erse form ulado siem pre. No podem os re n u n ciar a esa sgesckichten que tengam os a m ano— tan to m ayor será n u e stra apti-
idea sin re n u n ciar a la noción de que los intelectuales de las épocas 11id p a ra re co n stru ir, p rim ero racionalm ente y después h istó rica
an terio res de la h isto ria europea form an una com unidad, una com u mente, a los pensadores de in terés. A m edida que ese certam en se
n idad de la que es bueno ser m iem bro. Si hem os de p e rsistir en vuelva m ás intenso, la tendencia a esc rib ir doxografías será m enos
esta im agen de nosotros m ism os, tenem os que sostener conversacio Inerte, y con ello ten d rem o s de sobra. No es p ro b ab le que el ce rta
nes im aginarias con los m uertos, y, asim ism o, la convicción de que men concluya alguna vez, p ero m ien tras p ersista no h ab rem o s p er
hem os visto m ás que ellos. Ello quiere decir que necesitam os de la dido ese sentido de com unidad que ú n icam en te el diálogo apasionado
G eistesgeschichte, de conversaciones autojustificatorias. La altern a hace posible.8
tiva es el intento que F oucault u n a vez anunció, pero al cual, espero,
ha renunciado: el in ten to de no ten er ro stro , de trasc en d er la com u
n idad de los intelectuales europeos fingiendo u n a anonim idad sin
contexto, com o esos p ersonajes de B eckett que han renunciado a la
autojustificación, al intercam bio dialógico y a la esperanza. Si uno BIBLIOGRAFIA
en efecto desea em p ren d er ese intento, entonces, p o r supuesto, la
G eistesgeschichte —aun la variedad de u n a G eistesgeschichte m ate
rialista, nom inalista, entzauberte, que estoy adjudicando a F oucault— Ayer, A. J.: Language, Truth and Logic, Londres, Gollancz, 1936.
es u n a de las p rim eras cosas de las cuales uno debe deshacerse. He Aylrs, Michael : «Analytical philosophy and the history of philosophy», en
escrito lo an terio r en la suposición de que no querem os llevar a cabo Jonathan Rée, Michael Ayers y Adam Westoby, Philosophy and its
ese intento, sino que, p o r el contrario, querem os hacer que nues Past, Brighton, Hervester Press, 1978.
tro diálogo con los m uertos sea m ás rico y pleno. Kunnett, J onathan: Loche, Berkeley, Hume: Central Themes, Oxford, Ox
ford University Press, 1971.
IfiiNN, J o h n : Political Obligation in its Historical Context, Cambridge,
7. Una expresión de esa línea escéptica de pensamiento es la polémica de Cambridge University Press, 1980.
Jonathan Rée contra el papel de «la idea de la Historia de la Filosofía» al pre i iiíring, N orman: Moral Philosophy at Seventeenth-Century Harvard:
sentar a «la filosofía como un sector autónomo y eterno de la producción inte A Discipline in Transition, Chapel Hill, University of North Carolina
lectual» y como poseyendo «una historia de sí misma que se interna en el pa Press, 1981.
sado como un túnel a través de los siglos» (Rée, 1978: 32). Estoy enteramente
de acuerdo con Rée, pero pienso que es posible evitar ese mito, continuando los
tres géneros que he encomendado, simplemente por medio del uso consciente de 8. Agradezco a David Hollinger por sus útiles observaciones acerca de la
«filosofía» como término honorífico antes que descriptivo. primera versión de este trabajo, y al Center for Advanced Study in the Beha-
vtoral Sciences por proporcionarme las condiciones ideales para su redacción.
98 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
sentido de un a u to r que h a advertido la p ro fu n d id ad del problem a que aquí en H eg el2 o en la A ufbau der geschichtlichen W elt in den
tra ta y de ese m odo se ve llevado a la conclusión de que lo m ejor G eistesw issenscahften, de D ilthey [Dilthey, 1910] o, m ás recien te
que puede h ac er es volverse hacia sus grandes predecesores a fin m ente, en G adam er [G adam er, 1960], cuya o b ra co n sid erarem o s m ás
detalladam ente en lo que sigue.) P or tan to , m i in ten to de p o n er en
de abordarlo.
Sea com o fuese, advierto una discrepancia o un desequilibrio en relación la h isto ricid ad de la filosofía p rim aria m e n te con las ciencias
tre la im presionante cantidad de estudios históricos (a m enudo exce n atu rales parecerá e star erró n eam en te orientado. Creo, no obstan te,
lentes) p o r un lado, y el alcance de la com prensión y de la justifica que u n enfoque m ás trad icio n al y atendible no a c e rta rá en la dem os
ción de tales estudios p o r otro. La im portancia de ese desequilibrio tración, a la que m e propongo llegar, de que la filosofía es esencial
m ente de n aturaleza h istó rica.3
no sería tan grande si no fuera p o r el hecho de que los filósofos
estu d ian la h isto ria a p a rtir de u n a cierta consciencia de sus nece En el desarrollo y en la defensa de esta in aceptable tesis avan
sidades y de sus obligaciones profesionales. No obstante, esa cons zaré dando distintos pasos: (I) d iscu tiré la concepción de la his
toria de la filosofía m ás am pliam ente difundida y de m ás fácil acep
ciencia está lejos de ser clara y distinta: antes bien, ella constituye
tación: la concepción que la p re sen ta fu n d am en talm en te com o u na
p o r sí u n p ro b lem a filosófico. Dicho en pocas palabras, creo que es
indispensable com prender, si no su p erar, el desequilibrio o la discre «historia de los problem as». E spero d em o strar su insuficiencia y,
en p artic u la r, tam bién su ca rác te r fu n d am en talm en te ahistórico.
pancia en tre la p ráctica de la investigación y las autovaloraciones
(II) A ñadiré algunas observaciones referen tes a la relación existente
teóricas.
en tre la ciencia m oderna y la filosofía que pueden ac la rar los m otivos
E n este trab ajo , m i intento de h ac er fren te a esa ú ltim a cuestión
e sta rá guiado p o r la idea de que al m enos una razón de im p o rtan p o r los que se vincula a la h isto ria de la filosofía con disciplinas
distintas de las ciencias n atu rales. (III) A continuación d iscu tiré
cia, si no la m ás im p o rtan te, del hecho de que los filósofos estudien
una versión, reciente y de peso, de la afinidad en tre la filosofía en
la h isto ria de la filosofía estrib a en que las ciencias n atu ra les y la
tendida h istó ricam en te y las G eistesw issen sch a ften : la filosofía h e r
tecnología b asad a en las ciencias natu rales poseen u n a irred u ctib le
m enéutica de Hans-Georg G adam er, e in te n ta ré señ alar las lim itacio
dim ensión h istó rica. E sto no equivale a la trivial observación de que
nes de esa concepción. (IV ) Me vuelvo entonces a la cuestión de si
la ciencia y la tecnología no em ergen rep en tin am en te com o Palas
las ciencias n atu rales y la tecnología no son tam b ién ellas in trín seca
Atenea de la cabeza de Zeus. La cuestión es, m ás bien, que no se las
m ente históricas, concepción que espero p o d er p re se n ta r com o p lau
puede co m p ren d er adecuadam ente si no se las ve com o aconteci
sible. (V) En la ú ltim a sección ex traeré algunas conclusiones que h a
m ientos históricos únicos.
blan en favor de la h isto ricid ad de la filosofía m ism a, y p o n d ré en
A p rim era vista puede p arece r en teram en te inaceptable suponer
relación esta tesis con las figuras y con los tem as fu n d am en tales de
que la filosofía recibe su irred u ctib le histo ricid ad de las ciencias
la filosofía alem ana de este siglo.
naturales. Pues estas disciplinas se caracterizan precisam ente p o r su
capacidad de d esarro llarse exitosam ente sin preocuparse por su ori
gen o p o r su h istoria. Se las estim a ju stam en te porque sus re su lta
dos rem iten firm em ente a los hechos n atu rales, los cuales se sitúan
I
m ás allá de la h istoria. P or ello p o d ría p arece r que si la filosofía pue
de vincularse con esas disciplinas, o en la m edida en que ello sea
posible, deberá ser capaz de su p erar las contingencias de la histo
La idea de escrib ir h isto rias de p roblem as filosóficos (o «historias
ria de la razón y de alcanzar finalm ente una verdad firme. (Uno
problem áticas» de la filosofía) se d esarrolló poco a poco en el curso
piensa aquí en K ant com o uno de los filósofos que se propuso re
de la elaboración de las m ás com plicadas h isto rias de los sistem as
fo rm a r la filosofía de acuerdo con el m odelo de la ciencia n a tu ra l a
fin de «colocar a la m etafísica en el cam ino seguro de la cien cia» .)1 2. Una concisa fórmula dice: «La filosofía [es] su tiempo aprehendido en
In v ersam ente, cabría e sp e rar que sólo en la m edida en que se la el pensamiento», Hegel, 1920, Vorrede, Bubner, 1982, presenta un iluminador
disocia de la ciencia n a tu ra l y se la vincula con o tras disciplinas análisis de la conexión entre la filosofía y las ciencias sociales establecidas por
académ icas, o con el conjunto de la vida social o cultural, la filosofía Hegel, en el que se pone especial énfasis en esa sentencia hegeliana.
3. Doy por sentado que (casi) todos admitirán que en ocasiones hay razones
se vuelve esencial e irred u ctib lem en te histórica. (Podem os pensar 1 prácticas para estudiar el material histórico a fin de lograr una comprensión
filosófica transhistórica. El objetivo del presente trabajo es mostrar que esa
posición es demasiado débil: no hace justicia con nuestros compromisos his
tóricos reales ni revela el alcance y la importancia de nuestras tareas históricas.
1. Kant, 1781 y 1787, B XXIII-XXIV.
102 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 103
filosóficos. Fue form ulada p o r W indelband y difundida m ás tard e requisito previo p a ra reconocer la existencia de u n a y la m ism a dis
p o r N icolai H a rtm a n n en Alemania.4 En la actualidad ejerce un p re ciplina que se d esarro lla co n tin u ad am en te a lo largo del tiem po, a
dom inio casi indiscutido, en especial en los países de h abla inglesa. saber, m étodos y teorías. Cabe c o n je tu ra r que la restricció n a los
Sim plificando un poco las cosas puede decirse que el núcleo com ún problem as y a los enfoques tien e algo que ver con la creciente opo
de las d istin tas variedades de esta concepción reside en el supuesto sición a la m etafísica que tuvo lu g ar tra s la declinación de los g ran
de que la filosofía se caracteriza p o r un conjunto específico de tareas des sistem as idealistas. E n efecto, el tem a de los «problem as» re a
que se m antiene constante a lo largo de la historia. Ese conjunto, se parece u n a y o tra vez e n tre los críticos de Hegel en to rn o del paso
sostiene, se pone de m anifiesto en la constante re cu rre n cia de ciertos al siglo presente. A los n o m b res de los h isto riad o res alem anes de p ro
problem as típicos y, asim ism o, en la persistencia de ciertos enfoques blem as pueden añ ad irse n o m b res ingleses: en 1910 y 1911 G. E. M oore
altern ativ o s fu n d am entales p a ra su solución. En u n nivel de sufi dicta u n curso con el títu lo S o m e M ain P roblem s o f Philosophy, y en
ciente generalidad es posible ilu stra r fácilm ente esa concepción m e 1912 B. R ussell publica The P roblem s o f P hilosophy.6 La nueva es
diante ejem plos: desde Platón form ulam os p reguntas com o «¿Qué trateg ia del análisis filosófico (com o opuesto a la co nstrucción de
es el conocim iento?» o «¿Cuáles son los fundam entos de la conduc teorías y de sistem as) conduce eventualm ente a los aforism os en
ta m oral?», etcétera. Es quizá m enos claro cóm o deba indicarse la los que el ú ltim o W ittgenstein p ro p o n ía p a ra la filosofía u n papel
tipología de actitu d es alternativas que re cu rre n com o re sp u esta a m eram ente terap éu tico , en ten d ien d o que su función se lim ita a la
tales problem as. P resum iblem ente debem os p en sar en pares de con disolución de rom pecabezas o de problem as aislados. E stas ráp id as
ceptos com o «noologismo dogm ático» y «em pirism o escéptico» (según observaciones ap u n tan sólo a m o s tra r el precio que el h isto riad o r de
la term inología em pleada p o r K ant en su h isto ria de la razón),5 o problem as tiene que pagar: ren u n cia a la b ú sq u ed a de u n a co n tin u i
«idealism o» y «m aterialism o», «libertad» y «determ inism o» (Renou- dad teórica p a ra salvar la contin u id ad en el nivel de los problem as.
vier, 1885-1886), etcétera. No o bstante, en el siglo xix difícilm ente podían preverse tales
Sin em bargo, no es necesario acep tar tales esquem atizaciones p ara costos. P or el co n trario : debe de h ab erse considerado que el c e n tra r
explicar la idea cen tral de la h isto ria de «problem as». M aurice Man- la atención en los problem as co n stitu ía u n p rocedim iento típ icam en
delbaum (1965) h a explicado esa idea distinguiendo e n tre «historias te científico y, p o r tan to , u n a estrateg ia que debía ser in tro d u cid a en
evolutivas» espacial y tem poralm ente continuas por u n a p arte, e «his las ciencias sociales, en las h u m anidades y, asim ism o, en la h isto ria
to rias parciales» o «especiales» discontinuas p o r o tra p arte. La histo y en la filosofía. Los p roblem as deben hab erse presen tad o entonces
ria cu ltu ra l es un ejem plo del p rim e r tipo; la h isto ria de la filosofía com o el tópico n a tu ra l y, en realid ad com o el tópico conductor, de
es un ejem plo del segundo. Las conexiones in tern as en las h isto rias la h istoriografía.
de la segunda especie consisten en argum entos recíprocam ente rela P robablem ente pu ed a h allarse u n a razón co m plem entaria de la
cionados que cub ren las lagunas espaciotem porales y proporcionan, decisión de lim itarse a los p roblem as en la falta de sistem as filosó
al m ism o tiem po, los nexos causales. La existencia de tales conexiones ficos que hiciesen fren te a la rá p id a expansión del conocim iento cien
da cu enta tam bién de la independencia o la autonom ía intelectual tífico en diversas disciplinas que tuvo lu g ar d u ra n te el siglo xix.
de la disciplina, la cual, p o r cierto, no tiene p o r qué desconocer las Los filósofos deben de h ab e r sentido que era cada vez m ás difícil
excepciones o ser absoluta. E sta concepción es m uy conocida y am m an ten er el prestigio y la acep tab ilid ad in telectu al de su tra b a jo en
p liam ente aceptada. C uenta, adem ás, con u n a innegable base en la el m undo científico. E l m odelo historiográfico de la h isto ria de los
realidad: u n filósofo lee y critica al otro. problem as sirvió, en tre o tra s cosas, p a ra h acer lu g ar a algo sem ejan
Puede ser m ás in teresan te preg u n tarse cóm o y p o r qué ha surgi te al progreso en la investigación filosófica. W indelband, p o r ejem plo,
do el creciente in terés p o r los problem as com o algo opuesto a las observa que «cada uno de los g randes sistem as filosóficos em prende
doctrin as, las teo rías o los sistem as. Por qué un conjunto de proble la resolución de su ta re a refo rm u lán d o la nuevam ente ab ovo com o
m as, u n co n ju n to de térm inos en los cuales pueden form ularse los si apenas hubiesen existido o tro s sistem as» (W indelband, 1889:
problem as, m ás u n conjunto de enfoques básicos de esos problem as, Einleitung, § 2.1, pág. 7), m ien tras in ten ta, sin em bargo, a través de
son datos que constituyen una base todavía m uy pobre p ara la con la h isto ria de los sistem as anterio res, d escu b rir la e stru c tu ra p erm a
tin uidad, en com paración con lo que en o tro s casos se considera com o nente de la razón h u m an a (W indelband, 1889: E inleitung, § 2.6, pág. 16;
4. Esta corriente de la historiografía de la filosofía se halla pormenoriza- 6. Agradezco a lan Hacking por haberme hecho reparar en este rasgo de
damente descrita en Geldsetzer, 19682?. Otras fuentes se citan en Oehler, 1957; la reciente historia de la filosofía. Hasta donde sé, no hay hasta ahora estudios
véase especialmente su nota 29 en pág. 521. detallados y aclaratorios al respecto. Agradezco a Lorraine Daston sus ilumi
5. Immanuel Kant, 1781 y 1787, A 852/B 880 y sigs. nadores comentarios.
104 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDJO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 105
cf. págs. 11 a 14). E n su artículo «Philosophy, H istoriography of» siglo xvii. La situación de un p roblem a en u n a ciencia n a tu ra l no
del diccionario inglés de filosofía John Passm ore codifica, p o r así está d eterm in ad a p o r la pugna e n tre concepciones básicas alte rn a ti
decir, la concepción de que la h isto ria de los problem as es progre vas (p o r ejem plo, e stru c tu ra continua versus e stru c tu ra ato m ísti
siva; dice: «el h isto riad o r de la filosofía, a diferencia del h isto riad o r ca); p o r ello no perm anece invariable a lo largo del tiem po, sino que
de la cu ltu ra, se in teresa especialm ente en los períodos de progre es tran sfo rm ad a esencialm ente p o r la teo ría precedente. El ato m ista
so».7 La filosofía, se halla aquí caracterizada en form a análoga a m oderno no pone en relación su o b ra con la de D em ócrito, aun cuan
o tras disciplinas, esto es, com o una investigación (relativam ente) do pueda decirse que co m p arte con este filósofo el enfoque fu n d a
autónom a. E s eso, p o r cierto, lo que hace que la concepción de la m ental, sino, antes bien, con ciertos aspectos de la m ecánica del
h isto ria de la filosofía com o h isto ria de problem as esté ta n divulgada.8 continuum ; p o r ejem plo, con la m ecánica de las ondas. El c a rá c te r
P asaré ah o ra a estim a r críticam ente esa concepción. Estoy lejos progresivo de la investigación científica parece dep en d er de la exis
de su sten tar que sea erróneo en todos los casos cultivar la historia tencia de u n a serie de teorías, las cuales pueden no ser m u tu am en te
de los problem as; tal h isto ria constituye una form a a m enudo útil, com patibles, pero son susceptibles de ser p u estas en relación y m e
y a veces excelente, de filosofía. No o bstante, creo que la co rresp o n jo rad a s poco a poco. E n cam bio, la p reten sió n del h isto ria d o r de p ro
diente posición historiográfica, considerada com o com ponente de blem as descansa en el sup u esto de que en la filosofía no se reg istra
u n a teo ría filosófica, es m uy deficiente. A causa de esa deficiencia la una continuidad teórica de ese tipo.
h isto ria de los problem as om ite en fren ta r un aspecto cen tral de la R especto de (2), esto es, resp ecto de la au to n o m ía de la filosofía,
ta re a histórica. La idea re cto ra de mi crítica es la de que la con uno deberá p reg u n tarse de dónde provienen los p roblem as de la filo
cepción de la h isto ria de la filosofía com o una h isto ria de los p ro sofía. P or su p ro p ia n aturaleza, la concepción de la h isto ria de la
blem as su stituye el desarrollo au tén ticam en te tem poral p o r u n espu filosofía com o h isto ria de p roblem as no deja lugar p a ra u n a expli
rio presente. P ara explicar esta afirm ación discutiré tres cuestiones cación filosófica del origen y de la im p o rtan cia (relativ a) de esos
concatenadas: 1) la asim ilación de la filosofía a la investigación problem as. En los textos de los h isto riad o res de los problem as que
usu al es errónea; 2) la filosofía no es autónom a; y 3) la concepción he leído, el origen de los nuevos p roblem as ap arece siem pre com o
que asim ila la filosofía a la investigación usual, autónom a, elim ina la una suposición fáctica adicional; en realidad, com o u n a concesión
v erd ad era dim ensión histórica de la filosofía. que en buena m edida se acerca a la aceptación de objeciones c o n tra
R especto de (1) puede observarse, de paso, que la propia suposi la autonom ía de la filosofía. D ejaré que W indelband, uno de los m ás
ción de u n a persistencia de los problem as no arm oniza con la afir decididos defensores de la autonom ía, hable en favor de su posición:
m ación de que la filosofía progresa. El progreso parecería im plicar
que los problem as son resueltos, y no que recurren. P odría repli La filosofía recibe sus problemas, lo mismo que el m aterial para
carse que tam bién en la h isto ria de la investigación usual —p o r ejem su solución, de las ideas de la consciencia general de la época y de
plo, en el ám bito de la teo ría física— los problem as recurren; tal es las necesidades de la sociedad. Las grandes realizaciones y las cues
el caso, en tre otros, del problem a de la e stru c tu ra de la m ateria. tiones nuevas de las ciencias particulares, el movimiento de la cons
P ara resp o n d er a esa objeción debo hacer una observación m ás ciencia religiosa, las revoluciones de la vida social y política dan
repentinamente a la filosofía nuevos impulsos y determinan las
esencial, a saber, que p lan tea r el problem a de la m ateria en la actu a
direcciones en que ha de orientarse su interés (...) y, en medida
lidad es una cosa d istin ta de p lan tearla en la A ntigüedad o en el no inferior, los cambios de las preguntas y de las respuestas a lo
largo del tiempo.9
7. Passmore, 1967, 22. El texto citado se refiere al historiador de problemas,
tal como lo muestra el contexto.
8. Jürgen Mittelstrauss ha defendido recientemente la concepción de la his No sólo la autonom ía, sino tam bién la existencia o, al m enos, la
toria de la filosofía como historia de problemas sosteniendo que es la única im portancia de los p roblem as re c u rre n te s p arecen ser puesto s en tela
que nos permite interpretar a la historia de la filosofía como disciplina de la de juicio aquí. (M ás ad elan te discu tirem o s brevem ente el m odo en que
que podemos extraer una enseñanza (Mittelstrass, 1977). Este autor está de
acuerdo con John Passmore, quien había afirmado que «sólo de la historia de W indelband in ten ta escap ar de esta dificultad.) Si el contexto h istó rico
los problemas tiene el filósofo algo que aprender» (Passamore, 1965; la cita es es un contexto form ado p o r problem as, y no p o r doctrin as o p o r
de la pág. 31). Lo que debe aclararse aquí es la siguiente pregunta: ¿enseñar teorías, entonces no es posible explicar o evaluar la selección, la g ra
acerca de qué o para qué? Passmore y Mittelstrass parecen suponer para esa vitación y la in terrelació n de esos p roblem as con la ayuda de u n a
pregunta una respuesta que es independiente del conocimiento histórico y que
determina si una historiografía dada conduce a la enseñanza o no. Lo que me teoría filosófica previa. E n lugar de ello, n ecesitarem os u n a evalua-
propongo poner en tela de juicio en este trabajo es precisamente el supuesto de
tal independencia. 9. Windelband, 1889, Einleitung, § 2.4, pág. 11.
106 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 107
ción p erm an en te de la situación del problem a actual de acuerdo con autónom a, y que constituyó el vehículo de lo que él denom ina «un
las necesidades que se advierten en el presente. N ada erró n eo pa intento de escap ar de la histo ria» .13
rece h ab er en ello en el supuesto de que la capacidad de ad v ertir E stoy de acuerdo con R orty en dos de sus tesis fu n d a m e n tales:
las necesidades sea suficientem ente aguda. Pero en esta concepción a) que el grandioso in ten to de la filosofía m oderna p or co n stitu irse
no se indica el m otivo p o r el cual los problem as deban reaparecer, en u n a disciplina in d ependiente y fu n d am en tal era ho stil a la v er
o sean en algún sentido específicam ente filosóficos. Además, la esen d adera historicidad , y b) que ese in ten to fracasó. El fracaso se debió
cial referen cia al p resen te re d u cirá el pasado (o, m ás exactam ente, en p a rte a la exitosa com petencia que con ella protagonizó la ciencia
los problem as del pasado tal com o hayan sido seleccionados p ara exitosam ente, la cual puso en tela de juicio el carác te r a priori de
su estudio) a u n p resen te espurio. la filosofía, y en p a rte y, acaso, p rin cip alm en te, a una im p o rtan te
P o r últim o, en relación con (3), esto es, a p ropósito de u n tem a inadvertencia: ex h yp o th esi los pro b lem as y los enfoques posibles
de la filosofía que sea invariable en el tiem po, debem os conside p ara su solución son ellos m ism os ahistóricos. Pueden su rg ir en el
ra r la posibilidad de reclam ar u n dom inio de la realidad com o espe curso de la h isto ria, pero sólo com o posibles nuevos tem as de u n a
cífico de la filosofía. La existencia de u n a cosa así explicaría la p er consideración filosófica tran sh istó rica. Som os nosotros, que vivimos
sistencia de las cuestiones aun sin que se diese u n a continuidad en en la actualidad, quienes tenem os n u estro s problem as. M odesta y
las teorías. P uesto que no hay aspecto o p a rte de la realidad que no sabiam ente decidim os am p liar el círculo de p articip an tes en la dis
sea reclam ado tam bién al m enos p o r alguna o tra disciplina, la suge cusión filosófica a quienes p restam o s atención, p a ra incluir en él a
ren cia de que exista un tem a específico de la filosofía parece no tener m uchos de n u estro s notables colegas del pasado. Tal es —dicho rá p i
m ucho sustento. Podem os considerar, de todos m odos, el tem a que dam ente— la ac titu d im plícita en la concepción de la h isto ria de la
tiene m ayores p robabilidades de co n stitu ir el tem a específico de la filosofía com o h isto ria de problem as; esa ac titu d corresponde en gran
filosofía. Si nos lim itam os al período m oderno, ese tem a es sin duda m edida a su p rá ctica historiográfica real y, a veces, tam b ién a sus
el intelecto y la consciencia hum anos, la m ente hum ana o, en térm inos autoevaluaciones teó ricas.14
m ás generales, la n atu raleza hum ana. La m ayor p a rte de los grandes P ara ev itar m alentendidos debo su b ray ar que no estoy ob jetan d o
filósofos m odernos considera que el exam en de ese tem a constituye el ocasional tra ta m ie n to de n u estro s grandes predecesores com o si
el nú m ero teórico de sus doctrinas. K ant expresó de la m ejo r m ane fuesen contem porán eo s; podem os, p o r cierto, ap ren d er d irectam en te
ra cuál era el objetivo que la crítica de la facultad hum ana de co de ellos. La suposición de que existen problem as com unes a ellos
nocim iento se p roponía alcanzar: co n v ertir a la m etafísica en una y a nosotros puede incluso d escu b rir u n a com prensión histórica. Lo
ciencia.101No tenem os que sorprendernos, p o r tanto, si hallam os ves que p a ra mí constituye u n in trin cad o p ro b lem a son las condiciones
tigios de esa idea en u n h isto riad o r de problem as pu n tu alm en te de posibilidad de aquel ap ren d izaje y de esta com prensión. La h isto
k an tian o com o W indelband, quien señala, p o r ejem plo, lo siguiente: ria de los problem as los deja com o hechos sin explicación. A esta
«C onstituyen el tem a de la h isto ria de la filosofía aquellas form acio lim itación corresponde otra: las razones p ara p ro d u c ir obras h is
nes cognitivas que, consistiendo en form as de concebir o de juzgar, se tóricas siguen siendo ad hoc y m eram en te pragm áticas. La h isto ria
h an m antenido vivas perm anentem ente y por ello h an puesto de no se p re sen ta com o un com ponente esencial de la filosofía, o bien
m anifiesto claram ente la e stru c tu ra in tern a de la razón.» 11 El cono la p ro p ia filosofía no es concebida com o algo histórico.
cim iento que la razón tiene de sí m ism a vuelve a ap arecer en el cen El resu ltad o de mi crítica es, en pocas palab ras, el siguiente: la
tro m ism o de la ap a ren te h istoricidad de la h isto ria de los proble h isto ria de la filosofía tal com o es concebida p or el h isto riad o r de
m as.12 R ichard R orty h a sostenido recientem ente que el supuesto problem as carece del contexto teórico indispensable p a ra que se la
de u n a razón h u m ana o de u n a n atu raleza hu m an a intem poral es pueda asim ilar a la investigación científica (lo cual co n stitu ía el o b je
esencial p a ra la pro p ia idea de la filosofía m oderna com o disciplina tivo del h isto riad o r de problem as). El contexto ausen te puede ser
13. Rorty, 1978, 8-9. Los historiadores contemporáneos de problemas pare
10. Kant, 1781 y 1787, B XXIII-XXIV. cen estar de acuerdo: Passmore, por ejemplo, explica la recurrencia de los
11. Windelband, 1889, Einleitung, § 2.1, pág. 7. problemas desde Platón aduciendo el hecho de que todos somos seres hu
12. Cabe notar que los historiadores de problemas posteriores que desecha manos (1965, pág. 13).
ron el residuo de trascendentalismo de la historiografía de Windelband, no 14. Michael Ayers expone en forma crítica un ejemplo saliente: P. F. Straw-
disponen ya de una fundamentación conceptual de la autonomía de la filosofía y son elogia a J. Bennett por tratar a Kant como «un gran contemporáneo...
de la identidad de los problemas. La posibilidad de defender esta concepción con el cual podemos discutir», tal como podemos hacerlo con Locke, Leibniz,
está mucho más íntimamente ligada a la epistemología tradicional de lo que a llerkeley y Hume no menos que con Ryle, Ayer y Quine. Así en Bennett (1968)
menudo se advierte. acerca de Kant; la exposición está tomada de Rée, Ayers y Westoby, 1978, 55.
108 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 109
suplido desde afuera, ya sea desde la ciencia o desde la h isto ria
De hom ine y De cive ilu stra n con m ucha clarid ad aquello a lo que
cu ltu ral y social en general. Pero el h isto riad o r de problem as no
aludo. P or o tra p arte, h a sido u n a cosa m uy m anifiesta desde la b ri
puede, com o filósofo, acep tar esa suplem entación, p o rq u e viola la
llante época de la ciencia griega que las m atem áticas y las ciencias
autonom ía de la filosofía, cosa que él considera m uy valiosa. Además,
exactas pueden g u ard arse a sí m ism as. Ellas contienen en sí las
contradice su fu ndam ental convicción de que existen problem as p er
norm as de sus p ro p ias verdades y de sus acciones. Dicho brevem ente,
m anentes. P or o tra p arte , el intento de su plir el contexto faltan te
asp iran a la autonom ía y son capaces de poseerla.
de la h isto ria de la filosofía desde el in te rio r de la filosofía y estable
El térm ino «autonom ía» se opone aquí al térm in o «tradícíonali-
cer de ese m odo su autonom ía, reposa en una evaluación de la situa
dad», esto es, a la p ro p ied ad de ser d eterm inado p o r la trad ició n .
ción actu al del problem a. Ello conduce así a la reducción del pasado
E sta oposición es u n aspecto conocido de la caracterización que la
a un p resen te espurio; ello involucra la pérd id a de la historia.
Ilu strac ió n hacía de sí m ism a, p ero req u iere de todos m odos u n
Una consecuencia de todo eso es que la concepción de la h isto ria
com entario. Las ciencias exactas, ¿no tienen y necesitan de sus p ro
de la filosofía com o h isto ria de problem as retien e la discrepancia,
pias tradiciones? Parece b astan te evidente que sí; pero entonces debe
antes m encionada, en tre una p ráctica historiográfica y su com pren
resolverse la difícil cuestión de cóm o pueden ev itar re c u rrir a la
sión o su justificación filosófica, pace la difundida tesis de acuerdo trad ició n p a ra ju stificarse a sí m ism as. Un cam ino m uy sencillo p a ra
con la cual sólo esa concepción puede su p erar la discrepancia.15 O tra hacerlo consiste en a d u c ir la presen cia y la p erm an en te disponibili
consecuencia, acaso m ás im p o rtan te, es que u n a justificación filo
dad del objeto de estudio: la n aturaleza. E n realid ad p arece ex istir
sófica, aun cuando lo sea del conjunto actual de los problem as fi un solo ejem plo en sentido co n trario de u n a ciencia 16 que no tiene
losóficos, está condenada a fracasar. P ara que fuese exitosa la filoso dificultades con la trad icio n alid ad sino que hace de ella un uso esen
fía d ebiera disponer de una estru c tu ra teórica ta n firm e com o la de cial p a ra su legitim ación: la teología. Su «objeto», Dios, es concebido
las ciencias que h an llegado a u n buen resultado. Puesto que, como com o siem pre p resen te e in m u tab le (m ás que la n aturaleza) p ero
es reconocido, no es posible disponer de nada sem ejante, cabe p re carente del rasgo de la disponibilidad.
g u n tarse si la b ú squeda de una analogía en tre la filosofía y la ciencia Ahora bien: la teología su m in istró un m arco de referen cia con
no estab a quizá m al o rientada. ¿Acaso debe concebirse la relación fiable p a ra todo conocim iento y p a ra toda acción h asta el surgim ien
en tre la ciencia y la filosofía de u n a m anera com pletam ente dis to de la ciencia m oderna. A los efectos de mi argum ento, d aré p o r
tin ta? sentado que la confianza que se ten ía en ese m arco tiene que h a b e r
ido pareciendo cada vez m ás discutible a m edida que se reconocía
la autonom ía de la ciencia. La filosofía, que se hallab a en trelazada con
las ciencias que afirm aban su au tonom ía y era aún casi insep arab le
II de ellas, se libró de su posición an cillar respecto de la teología y en
form a m uy n atu ra l asum ió el papel de se r la única fu ente a lte rn a
tiva de orientació n p a ra el conocim iento y p a ra la acción. Sin em
E n este pu n to pueden ser p ertin en tes algunas observaciones re
bargo, en u n aspecto decisivo la filosofía no pudo asem ejarse a la
feren tes a la relación e n tre la filosofía y o tra s disciplinas. E spero que teología: no pudo som eterse a la trad icio n alid ad . E n ese asp ecto la
ellas pued an p re p a ra r el cam ino p a ra u n a concepción m ás acabada filosofía europea no sólo se inició com o disciplina secular, sino que
del ca rác te r histórico de la filosofía. O riginariam ente, y d u ran te tam bién se reafirm ó com o tal, al m argen de todo lo que, p o r lo
largo tiem po, fue m uy difícil, si no im posible, tra z a r u n a línea de
dem ás, pueda d istin g u irla de las ciencias co rrien tes y útiles.
separación en tre la filosofía y o tras disciplinas teóricas. E sto es ver
A consecuencia de ello la filosofía se vio fren te al p ro b lem a de su
dad al m enos p a ra la tradición europea, p artic u la rm en te p a ra los
relación con el m undo, esto es, com o un o b jeto de estudio que posee
grandes innovadores de la filosofía m oderna. Los Principia Philoso-
la presencia y la disponibilidad necesarias p a ra h acer posible la
phiae de D escartes y la trilogía de H obbes form ada p o r De corpore,
autonom ía. El ráp id o crecim iento de las ciencias n atu ra les en trañ ó
15. Así, John Passmore identifica «la historia problemática de la filosofía»
con la «historia real de la filosofía», y afirma que sólo la historia de ese tipo 16. En este punto debo solicitar del lector permiso para emplear el término
puede ayudar al filósofo a convertirse en mejor filósofo (Passmore, 1965, 30-31). «ciencia» para designar toda disciplina con pautas profesionales y pretensiones
En Alemania Klaus Oehler ha sostenido la tesis de que «el problema es el lazo cognoscitivas reconocibles que se enseña en instituciones de altos estudios; en
verdadero y esencial entre la filosofía y su historia» (Oehler, 1957, 524). Véase una palabra, para designar todo lo que en alemán se denomina «Wissenschaft».
Para mi presente propósito este uso inflacionario del término tiene una venta
también la nota 8 más arriba. ja: no presupone una determinada clasificación de las disciplinas académicas.
110 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 111
p a ra la filosofía u n a singularización institucional y sustancial cada de algunos de los pensadores posthegelianos m ás sobresalientes, com o
vez m ayor, lo cual obligó a los filósofos a p ro c u rar u n a fundamenta-, Marx, N ietzsche, Dilthey y H eidegger. La o b ra de Hans-Georg Ga-
ción independiente y específicam ente filosófica de la autonom ía. La dam er re p resen ta u na fase recien te de ese desarrollo y u n a expre
filosofía derivó hacia u n a filosofía trascendental, esto es, hacia un sión p artic u la rm en te explícita de sus supuestos fundam entales. P or
in ten to de ju stificar toda pretensión de objetividad m ediante la in ello me propongo exam inar su concepción de la inevitable h isto rici
dagación que el sujeto cognoscente hace de sí m ism o. La filosofía dad de la filosofía a fin de esbozar con la m ay o r clarid ad posible
h alla su pro p io objeto en el intelecto hum ano y en la consciencia una altern ativ a de la concepción de la h isto ria de la filosofía com o
hum ana, o en la razón en sus dos aspectos, el teórico y el práctico, h isto ria de problem as, concepción de la que he afirm ado que es
con el objeto de conectarlos en u n a e stru c tu ra conceptual unitaria. au fond ahistórica.
Con ello pareció posible u n conocim iento filosófico que no apela a
la tradicionalidad, puesto que o tras ciencias h abían alcanzado la
autonom ía estableciendo u n a relación específica con determ inados
aspectos o p artes de la n atu raleza (no hum ana). III
No m e propongo indagar las dificultades y el eventual fracaso de
la filosofía trascen d en tal. (Creo que es posible y necesario co n tin u ar
exam inando las cuestiones y los argum entos trascendentales, pero
no disponer de u n a teo ría o u n a disciplina trascendental.) Ya hem os Puesto que m e refiero a G adam er sólo com o ejem plo de d eterm i
dado p o r sentado ese fracaso al reconocer la inicial plausibilidad de nado tipo de filosofía de m en talid ad h istó rica, estoy exim ido de la
la concepción de la h isto ria de la filosofía com o h isto ria de p ro b le tare a de e stim ar su o b ra en general. Me lim itaré a algunos rasgos de
m as. El re c u rre n te conflicto de las afirm aciones filosóficas a priori su pensam iento que considero especialm ente sugerentes y útiles. El
con los descubrim ientos científicos no es la m enos im p o rtan te de las principal libro de G adam er (G adam er, 1967a) contiene u n in ten to de
razones de ese fracaso. Los principios de la ciencia n atu ra l de K ant d escu b rir la verd ad era n atu raleza de la filosofía, en p a rtic u la r su
re p resen ta n uno de los casos a los que se refiere lo an terio r. Se trata , historicidad, relacionándola con el a rte y con las G eistesw issenschaf
no o b stante, de u n fracaso que se p ro d u jo debido a razones de m u ten. En b u en a m edida el c a rá c te r diferencial de estas ú ltim as es
cho peso, e n tre las cuales se destacan el entrelazam iento de la filo establecido p o r m edio de su c o n tra ste con las ciencias n atu rales.
sofía con o tras ciencias y su orientación hacia una autonom ía. En todo ello la intención de G adam er no es la de elab o rar u n a
Con estas breves observaciones históricas no pretendo o frecer m etodología de la G eistesw issenschaften ni u n a teo ría estética, sino
sino perspectivas conocidas; no obstante, pueden p erm itim o s ad v e rtir fundam entalm en te u n nuevo enfoque filosófico e incluso u n a nueva
con m ayor claridad las posibilidades que se ofrecen p a ra u n a cap ontología. T ra ta de la un iv ersalid ad de la herm en éu tica y de la on-
tación teórica de la historicidad, firm em ente establecida, de la filo tología del lenguaje.17
sofía del p resen te que se observa en la p ráctica académ ica actual Si, com o he sostenido, es lícito carac te rizar a la filosofía pre-
y, ocasionalm ente, en la autoevaluación consciente de los filósofos. hegeliana p o r su estrecho vínculo con las ciencias n atu rales, puede
Veo dos posibilidades de esa índole: a) ro m p er los vínculos que ser m uy aclarato rio exam inar el m odo en que G adam er señala el
un en a la filosofía con las ciencias n atu rales (p resu n tam en te) ahistó- c o n tra ste en tre las ciencias n atu ra les y las G eistesw issenschaften.
ricas y ligarla con las ciencias h istó ricas y sociales, disciplinas algo Es posible re su m ir el núcleo de su concepción en dos tesis: 1) La fo r
m ás recientes pero en vigoroso desarrollo, o b ) m o stra r la historici m a típica y, asim ism o, m ás elevada de conocim iento en el ám bito
dad in trín seca de todas las ciencias, en p a rtic u la r y principalm ente hum ano o social no es el establecim iento y la explicación de los
de las ciencias n aturales. D iscutiré am bas posibilidades en ese orden. hechos, sino su com prensión. 2) La com prensión no es u n a actividad
Puede decirse que la posibilidad a) fue puesta de m anifiesto p o r que se lleve a cabo de acuerdo con determ in ad as reglas m etodológi
p rim era vez p o r Hegel. E ste filósofo se m antuvo dentro del m arco cas, sino que consiste m ás bien en desplazarse a la situación de uno
de la filosofía trascendental, pero dio ya p o r sentada la p rio rid ad en la tradición. Una frase su b ray ad a p o r G adam er en W ahrheit und
de la com prensión histórica respecto de la de la ciencia n a tu ra l y M ethode reza: «No debe concebirse la com prensión m ism a tan to
p re p a ró con ello el terren o p a ra la p o sterio r alianza de la principal com o un acto de la su b jetividad, sino m ás bien com o u n ingreso
co rrien te de la filosofía continental con las G eistesw issenschaften
h istóricas. Si bien las tesis trascendentales de Hegel y su idealism o 17. Gadamer, 1960, Vorwort; véase también «Die Universalitát des herme-
fu ero n d u ram en te criticados, esa nueva alianza arraigó en la m ente neutischen Problems» en Gadamer, 1967a, 101-112.
EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
112 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
yes son aplicadas a situaciones nuevas, y de ese m odo se crean propongo ex p resar m i in q u ietu d an te la autosuficiencia de un cosm os
nuevos dogm as o nuevos precedentes legales. El logro filosófico de intelligibilis de aspecto idealista. Me p arece que esa tendencia idea
G adam er consiste en h ab e r conferido a esos acontecim ientos digni lista, si bien puede ser sep a rad a de la actividad de la herm en éu tica,
dad ontológica, esto es, en habernos enseñado que se los puede ver no puede serlo de la tesis de la un iv ersalid ad de la herm en éu tica.22
com o fenóm enos que re p resen ta n la e stru c tu ra general de todo lo pero en tal caso el análisis, estru c tu ra lm e n te atractivo, de la h isto rici
histórico. dad se logra a un alto precio: el confinam iento de lo histó rico en la
Un últim o rasgo debe m encionarse ahora: 4) com o sólo puede esfera del lenguaje y del significado o, dicho en térm inos algo dis
alcanzarse la com prensión m ediante u n intento, siem pre renovado, tintos, la concepción de que la h isto ria se agota en la continuación
de redefinir las relaciones en tre la perso n a que com prende y la que de sí m ism a de la c u ltu ra consciente a la m an era de u n a lev ad u ra
es com prendida, «finalm ente —señala G adam er— toda com prensión que ap a ren tem e n te crece desde sí m ism a.
es com prensión de sí mismo».20 ¿E s ésa u n a concepción p erju d icial? R orty, nuevo defensor de la
P reguntém onos ah o ra si la reo rien tació n de la filosofía que la herm enéutica, cree que «los acontecim ientos que nos to rn an capaces
a p a rta de las ciencias n atu rales y la acerca a las ciencias históricas de decir cosas nuevas e in tere sa n tes acerca de no so tro s m ism os son
fue exitosa. En vistas de 4), parece claro que un éxito pleno reque ... m ás “esenciales” p a ra no so tro s (...) que los acontecim ientos que
rir á que todo lo h istó rico pueda a ju sta rse al m odelo de la auto- m odifican n u e stra s fo rm as o n u estra s n orm as de vida» (R orty, 1979:
com prensión. ¿E n qué consiste la h isto ria hum ana consciente? O, m e 359). Tal afirm ación sería increíblem ente fu erte e inaceptable si no
jo r, ¿cuál es el o b jeto de la com prensión? (H asta aquí m e he refe fu e ra p o r la restricció n señ alad a e n tre p arén tesis y o m itida en la
rido únicam ente a la e stru c tu ra form al del conocim iento histórico.) cita precedente, la cual dice: «al m enos p a ra n o sotros, in telectu a
P robablem ente la breve resp u esta de G adam er sería: toda la he les relativ am en te ociosos que h ab itam o s u n a región del m undo esta
rencia cu ltu ral en la m edida en que está incorporada en el lengua ble y próspera». Si elim inam os esa restricción, o con sólo d u d a r de
je, u n a h erencia que ab arca tam bién a la naturaleza, pero la n atu la estab ilid ad (p a ra lo cual existen m ás razones de las que posible
raleza ta l com o la conocem os o la n atu raleza tal com o hem os llegado m ente cualquiera desearía), se insinúan dos peligros de la concepción
a p o d er h a b la r de ella. Así dice G adam er: «El ser que puede ser h erm enéutica: 1) la subestim ación de las innovaciones m ateriales y
contendido es lenguaje» (G adam er, 1960: 450). 2) la falta de ad ap tació n al p luralism o h istórico o cultural.
E sa sentencia provoca dudas: ¿basta con com prender el lengua R especto de (1), podem os conceder que los cam bios m ás d ram á
je? ¿R ealm ente n ad a com prendem os ap a rte del lenguaje? ¿Com pren ticos e irrevocables que se p ro d u cen en la h isto ria dependen, en tre
deríam os el lenguaje si com prendiéram os sólo lenguaje? Después o tra s cosas, de las condiciones de la com prensión y de la autocom -
de todo, el lenguaje se refiere a algo que sólo ocasionalm ente es a prensión que caracterizan a u n a c u ltu ra d eterm inada; pero no se
su vez lenguaje o la actividad inteligible de u n hablante. El lenguaje los puede com pren d er ú n icam en te en relación con esas condiciones,
se refiere tam bién a aquellas condiciones de las acciones y del habla y m ucho m enos pueden p ro d u cirse a p a rtir de ellas. El m undo
que se hallan m ás allá del alcance de la acción hum ana, esto es, a tecnológico y científico de la actu alid ad no es p o r cierto re su ltad o
la n aturaleza. ¿No com prendem os la naturaleza, p o r lim itada que de u n a tran sfo rm ació n de n u estra s consciencias, aun cuando tales
p u ed a se r n u e stra co m p ren sió n ?21 Con estas preguntas re tó ric as m e transform aciones desem peñan sin du d a u n papel en ello. Una de las
20. Gadamer, 1960, 246. Es iluminador comparar esta afirmación con la no
ción de Gadamer de dos especies de experiencias (1960, parte 2, II.3.b). Gadamer se dirige precisamente a esa suerte de especulación poskantiana referente a
sostiene que, mientras que la experiencia repetible de las ciencias naturales ne la unidad del mundo, el lenguaje y la conciencia reflexiva.
cesariamente elimina toda historicidad, la experiencia hermenéutica resulta ser 22. La observación de que la idea de un mundo amplio y cerrado de la com
la «propia» porque sólo ella transforma nuestra consciencia y crea con ello el prensión trae consigo connotaciones idealistas se halla explícitamente formulada,
carácter irreductiblemente histórico de todo conocimiento. por ejemplo, en Geldsetzer, 1968a (véanse págs. 10-11). Karl-Otto Apel ha seña
21. Tengo conocimiento del contexto en que Gadamer presenta su tesis lado las raíces idealistas de las Geisteswissenschaften (Apel, 1967, especialmen
de que todo lo que puede ser comprendido es lenguaje. Ampliando la expe te 35-53). Richard Rorty cita estos textos y sostiene que la asociación del idea
riencia con textos y conversaciones llega a hablar de la acción de las cosas lismo con la hermenéutica está fuera de lugar (Rorty, 1979, VII.4); pero puede
mismas («das Tun der Sache selbst») que se apodera de nosotros, que podemos decir tal cosa sólo porque desea defender la necesidad de la hermenéutica, no
hablar, de manera que en este sentido las cosas acerca de las cuales puede su universalidad. Además, considera a la hermenéutica como vehículo de edi
haber un lenguaje poseen ellas mismas la estructura de un lenguaje. Dicho ficación antes que de la verdad, en tanto que Gadamer es mucho más ambi
aún más exactamente: «El lenguaje es el medio en el cual el yo y el mundo ... cioso al decir: «La comprensión ... es auténtica experiencia, esto es, un encuen
se muestran como originariamente unidos (Gadamer, 1960, 449 y sig.). Mi crítica tro con algo que se afirma como verdadero» (1960, 463).
116 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 117
tareas p rin cip ales de n u e stra com prensión es no reflexiva: concierne
a la interacción m aterial en tre el hom bre y la n aturaleza y a las con form a im percep tib le debido a la len titu d de su cam bio, p arecería n a
diciones naturales que gobiernan a la conducta h u m ana en esa in tu ral seguir viendo a la ciencia y a la tecnología com o el descu b ri
teracción. m iento y la utilización graduales de un te rrito rio h a sta entonces des
E n cuanto a 2), el p ro g ram a herm enéutico (el de G adam er, no el conocido. Ante este cu ad ro p arece ría posible en principio, al m enos
de R orty), p o r su p ro p ia lógica in tern a (aunque quizá co n tra su a propósito de sectores determ in ad o s de ese territo rio , tra z a r algo
propio espíritu), se refiere siem pre a una tradición p artic u la r, a sa así com o un m apa definitivo y p en sa r en algo así com o u n a lista
ber, la trad ició n respecto de la cual el ocupar la p ro p ia situación exhaustiva de los usos de sus productos.
constituye el acontecim iento de la com prensión. E n el enfoque de N ada hay en n u estro conocim iento científico del p resen te que
G adam er queda com o problem a sin resolver el análisis de la es hable en c o n tra de la concepción ontológica que subyace a esa m e
tru c tu ra de los acontecim ientos de com unicación que unen a dos táfora. Sin em bargo, n u e stra experiencia real de la ciencia no coincide
tradiciones independientes, salvo en térm inos de subordinación de con ella. P uesto que las disciplinas que p ro sp eran y p ro g resan son
una a otra. Bien podría ser que la com prensión tra n sc u ltu ra l de la fundam entalm en te disciplinas teóricas, esto es, sus objetos son co
n atu raleza y de la relación del hom bre con la n atu raleza resu lte ser sas o fenóm enos que nunca hem os de p ercib ir de m an era d irecta
u n elem ento esencial en el análisis de esos acontecim ientos. o de m anera sem ejante a com o se dice que u n descu b rid o r p ercibe
Como conclusión de las consideraciones precedentes deseo consig un nuevo país. A parte de la percepción de las cosas y de los acon
n a r lo que sigue: acaso pueda re te n erse la e stru c tu ra de la h isto ri tecim ientos corrientes, identificam os los objetos únicam en te a través
cidad d escrita p o r G adam er rechazando al m ism o tiem po su exclu del m edio que constituyen las teorías. Además, el uso técnico de la
siva orientación hacia las G eistesw issenschaften históricas. El con n atu raleza m ás d esarro llad o es insep arab le de esa form a de iden
tra s te e n tre las ciencias n atu rales y las G eistesw issenschaften en lo tificar lo invisible. E n u n a era a la que hem os llegado a d enom inar
que se refiere a la h istoricidad bien puede ser erróneo. De ello con «edad atóm ica» no es difícil h a lla r u n fácil ejem plo de aquello a lo
que aludo.
cluyo que vale la pena co n sid erar la posibilidad b), m encionada al
final de la sección II, esto es, la h istoricidad intrínseca de las p e n Una consecuencia del c a rá c te r teórico de la ciencia que la filoso
d a s n atu rales. fía de la ciencia ha com probado recientem ente de m an era clara, es
lo que podem os llam ar la «historicidad local» de la investigación:
nunca es posible ju zg ar u na nueva teo ría sólo en relación con los
fenóm enos em píricos p a ra cuya explicación h a sido form ulada; hace
IV falta, ap a rte de eso, una com paración con las teorías p reviam ente
adm itidas.23 Además, g eneralm ente se em plean las teorías p o sterio
res p a ra in te rp re ta r a las que les h an precedido y p a ra e stim ar los
D u ran te el apogeo de la filosofía trasc en d en tal y de la autonom ía lím ites de su aplicabilidad. La co n traposición de la teo ría de la gra
de las ciencias h a b ría sido in su ltan te p o n er en tela de juicio el vedad de E instein con la de N ew ton es u n ejem plo clásico.
ca rác te r tran sh istó rico de la ciencia n atu ral. El triu n fo del pensa E ste ejem plo nos p erm ite p a sa r a o tra observación referen te a la
m iento evolucionista en el siglo xix no m odificó en principio esa historicidad de la ciencia, observación m ucho m enos frecu en tem en te
situación. Pero la creciente incidencia de la ciencia en la vida y en hecha y m ucho m ás discutible. Me propongo so sten er que las cien
las instituciones sociales hizo que se dirigiera la atención a las con cias n atu rales no sólo tienen la pro p ied ad de p o seer u na h isto rici
diciones de la producción social de la ciencia y de la tecnología. dad local sino tam bién u n a « h isto ricid ad global». Con ello quiero
Sólo entonces se tornó atray en te pen sar en térm inos de m odelos de decir que tan to el d escubrim iento com o la justificación de to d a nue
desarrollo científico esencialm ente históricos, esto es, no acum ulati va teo ría necesita de la teo ría precedente, o, m ás bien, del encadena
vos y no convergentes. Después de The S tru ctu re of S cien tific Revo- m iento o de la red fo rm ad a p o r las teorías precedentes. A p rim e ra
lutions de Thom as K uhn (1962), la nueva concepción h istoricista, vista, tal afirm ación, si bien acaso resu lte aceptable en lo que se
aun cuando no se hallase fuera de toda discusión, pasó a se r pro refiere al descubrim iento, p arecerá m anifiestam ente falsa en lo que
piedad intelectual com ún de los filósofos de la ciencia. No obstan atañe a la justificación. Si la justificación de una teo ría em pírica
te, en la m edida en que continuam os suponiendo que existe afuera consiste n ad a m ás que en su adecuación em pírica, las teorías prece-
u n a realid ad llam ada «naturaleza» que es invariable o que a lo
largo de la h isto ria de la ciencia y de la tecnología cam bia sólo en 23. En esta conclusión coinciden enteramente filósofos fundamentales tan
distintos entre sí como Karl Popper y Thomas Kuhn.
118 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 119
dentes son irrelevantes. Ahora bien: en esa form a la objeción ni si raleza de la verd ad científica. Sólo las proposiciones acerca de las
q u iera es com patible con la histo ricid ad local. Más im p o rtan te es que es posible, en p rincipio, d ecid ir de m an era directa, pueden ser
ad v e rtir que la variedad de teorías em píricam ente adecuadas que verdaderas o falsas en el sentido co rrien te y no p roblem ático del
pueden concebirse, es m ucho m ás am plia. Sus lím ites son siem pre térm ino; en el caso de las teo rías científicas —en realidad, ya en el
evasivos. Es pro b able que esa variedad ni siquiera sea finita. ¿Cómo caso de las afirm aciones teóricas p articu lares que ad q u ieren signi
las reducim os, entonces, en la investigación real, a m edidas m aneja ficado y verificabilidad sólo en el m arco de u n a teo ría— ello no es
bles? E n to d as las disciplinas que avanzan exitosam ente ello se logra así. Ni la teo ría de la gravitación de N ew ton n i (p ro b ab lem en te) la
con la ayuda de teorías ya existentes y (en parte) exitosas. (P or cier de E instein son sim plem ente v erd ad eras o falsas, si bien alguna p ro
to, no todas las teorías de esas características sirven a tal propósito; piedad que guard a cierta relación con la diferencia en tre «verdade
la cuestión es que algunas sí. Sólo en el caso de disciplinas cuyo ro» y «falso» es com ún a am bas y las distingue, p o r ejem plo, de la
progreso es dudoso puede e sta r ausente la historicidad global, y ser teoría de la gravitación de D escartes (cuya refu tació n consideró
su h isto ricid ad de una especie distinta: no intrínseca sino extrínse N ew ton que m erecía todo u n libro de sus Principia).
ca.) P ara ilu strarlo podem os rem itirnos nuevam ente a N ew ton y a Por tanto, es im posible in te rp re ta r las teo rías científicas com o
E instein: de no h a b e r sido p o r la m ecánica y la teo ría de la gravi entidades que, al final de la investigación o en u n caso fáctico ideal
tación new tonianas, sería difícil en ten d e r que se haya descubierto en sentido contrario , q u ep a en ten d e r com o u n a im agen de la reali
la relativ id ad general o se haya considerado atractiv a su estru c tu ra dad que sea verd ad era en el sentido co rrien te del térm ino. No sólo
conceptual.24 el sueño filosófico de u n a ciencia a priori fue u n a ilusión; la con
Sólo la h isto ricid ad global nos p erm ite considerar a cada teoría cepción teleológica del conocim iento científico, tal com o es defendi
nueva no com o u n a teo ría que com pite con las anteriores, sino com o da p o r C harles S anders Pierce o p o r K arl R aim und P opper no es
su continuación corregida. Sin ello difícilm ente p o d ría p resen tarse m enos im posible.25 Me propongo so sten er la concepción opuesta:
com o aceptable u na tesis que, p o r cierto, es com patible con el cono no es posible evaluar el o b jeto de la ciencia y el conocim iento que
cim iento científico actual, aunque no acreditado p o r él, a saber, la tenem os de él en relación con u n p u n to im aginario de convergencia
de que las teo rías sucesivas tra ta n de la m ism a realidad; p o r ejem situado en el futu ro , sino en relación con el cam ino cognoscitivo de
plo, la gravitación. (Se adm ite, p o r supuesto, que se refieren, al me experiencia y de teorización re co rrid o en el pasado.
nos en p arte, a los m ism os fenóm enos observables.) Sólo la h isto ri Una elaboración y u n a defensa m ás d etalladas de esta tesis se
cidad global, entonces, hace posible el progreso teórico, puesto que hallan m ás allá de los pro p ó sito s de este trab a jo .26 No o bstante, pue
la adm isión del p rogreso excluye la visión del cam bio teórico como de ser provechoso concluir esta p a rte de m i ensayo con el agregado
la sim ple su stitu ción de una teo ría p o r otra. de u n a breve lista de los p u n to s que a m i juicio m erecen u n exam en
Si consideram os asim ism o el progreso tecnológico, esto es, el cre u lte rio r y que pueden avalar m i tesis an te el lector. 1) La tesis arm o
cim iento, en alcance y en intensidad, de la interacción en tre hom bre niza con la realid ad de la investigación en el sentido de que los
y n atu raleza («progreso» no es aquí u n térm ino que exprese u n logros científicos siem pre tienen u n com ienzo p ero nu n ca tienen un
valor), tendrem os que a d m itir la com binación de dos cosas: 1) una fin. 2) Es u n lug ar com ún a trib u ir a la ciencia u n papel (auto-)crítico,
n atu raleza invariable (o cuya variación es im perceptible p o r su len
titu d ) m ás allá del poder hum ano, y 2) u n a h isto ria única de la 25. Debe o bservarse en este contexto que esa concepción ayuda a G adam er
investigación de la n atu raleza y de su utilización. La ciencia es acce a estab lecer el c o n traste en tre la ciencia y las disciplinas herm enéuticas que
sible sólo como algo histórico, incluyendo en ello sus afirm aciones estoy in ten tan d o d estru ir. E scribe G adam er: «El o b jeto de las ciencias n a tu
rales puede ser d eterm inado i d e a l i t e r com o lo que se conocería un a vez concluida
referen tes a algo transhistórico. la investigación» (G adam er, 1960, 269).
E ste sim ple estado de cosas está íntim am ente ligado con la n a tu 26. Uno de los pun to s fundam entales de esa elaboración y de esa defensa
sería la explicación de p o r qué el ca rá c te r histórico de la ciencia, que sostengo
que es esencial, no involucra, sin em bargo, la p ráctica de u na investigación
24. Es m ucho lo que p o d ría añ ad irse en este respecto; p o r ejem plo, que h istó rica en la ciencia. Parece necesario invocar aquí el ca rá c te r no reflexivo
algunos elem entos específicos de la teo ría de N ew ton, com o la equivalencia de la ciencia: ja m ás u n a disciplina científica incluye u na investigación de su
en tre la m asa inercial y la m asa gravitacional, h allan u n a explicación p o r m edio p ro p ia actividad y de su desarrollo. Si, com o he de sostener, en la división del
de la teo ría de E instein; o que no es posible d e te rm in a r la adecuación em p íri tra b a jo de investigación la filosofía se ha convertido (o ha de convertirse) en
ca de la teo ría de E in stein sino m ediante el em pleo de la de N ew ton (suponién la consciencia del m undo científico, tiene que c a rg a r con todo el peso de la
dose entonces la com patib ilid ad conceptual y n u m érica de am bas teorías), com o h isto ricid ad . La p ráctica de la filosofía o ste n ta rá ese rasgo en m ayor o m en o r
en el caso del cálculo del valo r observando del m ovim iento del perihelio de grado, según las condiciones h istó ricas (m ás abajo, en la sección V, se h allarán
M ercurio. indicaciones referen tes a lo que quiero d a r a entender).
120 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 121
esto es, re s ta r credibilidad a cualquier sugerencia en el sentido de problem as p artic u la res e investigarlos separados de su contexto y,
que un logro científico pueda se r definitivo. 3) N u estra relación p rác en especial, separados de su desarrollo h istórico, la filosofía se v erá
tica con el m undo, en la m edida en que está d eterm in ad a por la estim ulada ■ —y h a sido estim u lad a— a llevar a cabo el m ism o in tento.
ciencia, es la de e n fre n ta r un fu tu ro abierto, antes que la de a p u n ta r Con frecuencia, tan to en el pasado com o en la actualidad, esa e stra
a u n a m eta preconcebida; ello es v erd ad tanto a p ropósito de la tegia h a tenido sentido y h a sido tan exitosa cuanto la filosofía puede
orientación in telectual como a propósito de la aplicación tecnológica. serlo. Pero en u n a p erspectiva ah istó rica o en la p erspectiva de la
E n este sentido la ciencia se asem eja al lenguaje n atu ral. E ste últim o h isto ria de la filosofía com o h isto ria de los problem as, se disto rsio
sirve p erm an en tem ente p a ra h acer fren te a situaciones nuevas, y ello n ará a algunos de éstos, y o tro s ni siq u iera serán p lanteados. La
b asta p a ra que nunca pueda convertirse en u n lenguaje com pleto o distorsión am enaza a aquellos problem as de g ran generalidad que
ideal, o nunca pueda ad m itirse la aproxim ación a u n lenguaje tal m encioné an terio rm en te, tales com o: «¿Qué es el conocim iento?» o
como m edida de su adecuación. De igual m odo, la ciencia no adm ite «¿Cuáles son los fundam entos de la m oral?» ¿Cómo podem os h a b la r
la aproxim ación a u n tipo ideal de conocim iento com o m edida de con sentido acerca del conocim iento sin co n sid erar el caso p arad ig
su progreso. P o r últim o, 4) la ciencia sólo es posible com o experien m ático del conocim iento, es decir, el conocim iento científico, con su
cia. La experiencia de u n individuo no se desarrolla en u n lapso breve, dinám ica histó rica? ¿Cómo podem os cu ltiv ar exitosam ente la ética
sino sólo en el curso de la vida. P or ser u n a especie de experiencia en la actualidad sin colocar en el lu g ar cen tral la p lu ralid ad cu ltu ral
social o colectiva, la ciencia no es, ni siquiera en principio, pro del planeta o el novedoso hecho de que las consecuencias de n u e stra s
ducto del p resen te (de u n m om ento afortunado, p o r así decir), sino acciones afectan a m uchas de las generaciones fu tu ras? Los p ro b le
sólo de u na prolongada h istoria. Sólo cuando se la ve com o tal es m as que en la perspectiva de la h isto ria de la filosofía como h isto ria
posible en ten d erla y tam bién, cabe esp erar, controlarla. de los problem as ni siq u iera se p lantean, com prenden a los que po
seen en sí m ism os un contenido histórico, an te todo la cuestión de
las fuentes y las m etas de la ciencia y de la tecnología.
E sta ú ltim a observación m e conduce al p u n to con el que deseo
V concluir este ensayo. Me parece que el radical giro histó rico de la
filosofía que he esbozado con especial referen cia a G adam er, se
originó a p a rtir de u n a fu ente que en G adam er m ism o no se to rn a
Es m om ento de volver a la filosofía y ap licar a ella la lección que suficientem ente perceptible, debido a que este filósofo ce n tra su
he in ten tad o ex tra er de la ciencia. H em os discutido ya la íntim a atención princip alm en te en las G eistesw issenschaften. E sa fu en te es
relación que existe en tre la ciencia y la filosofía, especialm ente du la experiencia de la ciencia y de la tecnología com o fuerzas h istó ricas
ra n te la época m oderna. Ahora podem os ex tra er de ella u n a conclu o, en realidad, como n u estro sino histórico. Sólo si se reconoce esa
sión: cab ría e sp e rar que la filosofía m antuviese con la h isto ria una experiencia puede ten erse la esperanza de d ar u n a explicación ade
relación m uy sem ejante a la que las ciencias m antienen con la his cuada de la in tran sig en te h isto ricid ad de algunas de las tendencias
toria. E n la m edida en que las ciencias tuvieron com o m eta el des filosóficas m ás recientes. H eidegger y el últim o H u sserl ofrecen ejem
cu b rim ien to de un orden atem poral y etern o de las cosas, la filoso plos salientes de ello.
fía se vio llevada a concebir su ta re a en los m ism os térm inos, e La o b ra de H u sserl acerca de la crisis de las ciencias europeas
inversam ente. (No se supone con ello u n a distinción rígida en tre la (H usserl, 1934-1936) atestig u a con la m áxim a clarid ad deseable que
filosofía y la ciencia, y m ucho m enos una orientación causal.) La fi fue su inquietu d an te la ciencia (n a tu ral) m o d ern a lo que lo llevó
losofía investigó la e stru c tu ra , que trasciende al tiem po, de la ra a estu d ia r la h isto ria del p en sam ien to m oderno. H usserl, sosten ed o r
zón o de la natu raleza hum anas. Cuando las ciencias transgredieron de u n análisis a priori de la consciencia hum ana, llegó a escrib ir, al
los esquem as ontológicos preconcebidos, pero parecieron acercarse térm ino de su c a rre ra, afirm aciones com o las siguientes: «Puesto
poco a poco a la V erdad, tam bién la filosofía pudo ten er la espe que no sólo tenem os u n a h erencia cu ltu ral y esp iritual, sino que,
ranza de h allar la ley de su desarrollo en suposiciones o en antici adem ás, no som os o tra cosa ap a rte de lo que hem os llegado a ser a
paciones de u na fase definitiva y perfecta. E ste m odelo puede ob través de n u e stra h isto ria cu ltu ral y esp iritu al, tenem os una tare a
servarse desde Hegel h asta la actualidad; nom bres tan diferentes que es au tén ticam en te n u estra. Podem os en c ara rla con p ro p ied ad ...
com o los de C harles S anders Pierce, K arl P opper y Jürgen H aberm as únicam ente a través de u n a com prensión crítica de la to talid a d de
o cu rren a la m ente en relación con ello. la h isto ria: de nuestra histo ria» (H u sserl, 1934-1936: 72; edición
Además, en la m edida en que en las ciencias sea posible aislar los de S tróker, pág. 77). E stas frases se hallan en m edio de un análisis de
EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 123
122 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
p o r así decir, em papada de ciencia y de tecnología. No sólo los peli ción será válida entonces tam b ién a propósito de la filosofía. Nece
gros y las prom esas de hoy, nu estro s tem ores y n u estras esperanzas, sitam os estu d ia r la h isto ria de la filosofía no sólo p a ra sac ar p ro
son m uy distin to s de lo que solían ser en siglos pasados: tam bién vecho de la presencia v irtu al de n u estro s grandes colegas del pasado,
las convicciones, los proyectos de acción y de vida h an variado fun y no sólo p a ra m e jo ra r n u e s tra com prensión de la génesis del es
dam entalm ente. P or eso en la actualidad apenas si es posible sep a rar p íritu (y, en ese sentido, n u estro autoconocim iento). La h isto ria de
el L ebensw elt del m undo tal com o es visto y m odelado p o r la cien la filosofía es n ecesaria si la filosofía ha de o b ra r com o algo sem e
cia. El pu n to de p a rtid a del análisis filosófico sólo puede ser u n a ja n te a la consciencia profesionalizada del m undo científico y tec
«L ebensw elt cien tífica». 2) La separación en tre las disciplinas o las nológico, y, cabe esp erar, com o su consciencia m oral.52
ciencias p artic u la res y u n a teoría filosófica trascendental, es sum a
m ente discutible. Hay buenas razones p a ra ad m itir cuestiones tra s
cendentales y argum entos trascendentales; pero después de dos si
glos de teorías trascendentales supuestam ente a priori, m as en rea BIBLIOGRAFIA
lidad variables, debiéram os concluir que el in ten to de estab lecer una
au to rid ad filosófica independiente h a fracasado. En caso de conflicto
en tre un científico y u n filósofo, norm alm ente este últim o p erd erá Apel, K.-O.: Analytic Philosophy Language and the Geisteswissenschaften.
Dordrecht, Reidel, 1967.
la b atalla, a no ser que el p rim ero extrapole su especialidad p a ra
Bennett, J.: «Strawson on Kant», Philosophical Review 77: 340-349, 1968.
h acer de ella u n a teo ría única y om nicom prensiva del m undo, en cuyo Br é h ie r , E.: «The foundations of our history of philosophy», en Philosophy
caso sencillam ente se convertirá en u n filósofo del a priori. and History — Essays presented to Ernst Cassirer, comps. R. Klibansky
Además, el enfoque trascendental, especialm ente en su versión y H. J. Patón, Gloucester, Mass., Smith, págs. 159-172, 1975.
h erm en éu tica (V erstehen com o existenciario —H eidegger— o una B ubner, R.: «On Hegel’s significance for the social Sciences», Gradúate
ontología del lenguaje —G adam er— ), se p resen ta com o conceptual Faculty Philosophy Journal 8: 1-25, 1982.
m ente inadecuado p a ra tra ta r ap ropiadam en te la novedad histórica. Dilthey , W.: «Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geisteswissen
La interacción y el descubrim iento m ateriales requieren u n estatu to schaften», en Gesammelte Schiften, vol. VII, Leipzig/Berlín, Teubner,
conceptual coordinado, al lado de las e stru c tu ra s reflexivas de la 1910 y 1927.
autoexperiencia. Ya he form ulado este rep aro contra G adam er al F ranzen, W.: Von der Existentialontologie zur Seinsgeschichte, Meisen-
heim am Glan, A. Hain, 1975.
referirm e a las im plicaciones idealistas de la herm enéutica universa Gadamer, H.-G.: Wahrbeit und Methode, Tubinga, Mohr, 1960. Todas las
lista. Parece p o d er ser aplicado en general a todos los enfoques citas son de la 2.” ed., publicada en 1965.
trascen d en tales en los que «trascendental» rem ite a u n a teoría a — Kleine Schriften I: Philosophie, Hermeneutik, Tubinga, Mohr, 1967a.
priori de la subjetividad. — «Rhetorik, Hermeneutik, un Ideologiekritik», en Gadamer 1967a: 113-
P o r tan to , u n a cosa es conceder que H eidegger y G adam er ofre 130, 1967b.
cen u n a p ro fu n d a percepción de la h istoricidad de la filosofía, y Geldsetzer, L.: Was heisst Philosophiegeschichte? Dusseldorf, Philoso-
o tra cosa es acep tar sus argum entos específicos. Ambos se concen phia-Verlag, 1968a.
tra n en la experiencia extracientífica de la vida, o en las Geisteswis- — Die Philosophie der Philosophiegeschichte im 19. Jahrhundert — Zur
senschaften, en form a tal que pasan p o r alto el irresuelto problem a Wissenschaftsheorie der Philosophiegeschichtsschreibung und -betrach-
filosófico de com prender adecuadam ente la relación en tre esos do tung, Meisenheim am Glan, A. Hain, 1968b.
H egel, G. W. F.: Grundlinien der Philosophie des Fechts, ed. E. Gans, 1820.
m inios: el de la experiencia científica y la acción científicam ente fun
dada. Yo sugeriría que tal com prensión en tra ñ a ría el reconocim iento 32. Nancy Cartwirght, Ian Haking y Lorraine Daston tuvieron la amabili
de la h isto ricid ad del conocim iento científico. dad de leer un borrador de este trabajo y me ayudaron a aclarar mis pensa
P ara resu m ir brevem ente: he intentado sostener que en n u estra mientos; sé, empero, que no pude habérmelas debidamente con sus críticas
trad ició n la filosofía está inseparablem ente entrelazada con las cien y con sus preguntas. Fueron muy instructivas para mí las discusiones que
mantuve en la Universidad Johns Hopkins y en la Universidad de Tubinga, y
cias (en el sentido am plio del térm ino), y que, p o r ello, la h isto ria de es mucho lo que aprendí especialmente de Jerome Schneewind, Richard Rorty y
la filosofía es igualm ente inseparable de la h isto ria de las ciencias. Rüdiger Bubner, y asimismo de las conversaciones que sostuvo con Hans-Georg
Las ciencias, especialm ente las ciencias n atu ra les en su relación con Gadamer y con Hans-Friedrich Fulda. Norton Wise me ayudó en la traducción
la tecnología, no pueden ser entendidas —y m ucho m enos m aneja de las citas de autores alemanes. Por último —aunque no es lo menos im
das— adecuadam ente, salvo sobre la base de n u e stra experiencia portante—, debo mencionar mi deuda con Richard Rorty por su meticulosa
corrección estilística, sin la cual el texto de este trabajo difícilmente habría
h istó rica (si acaso pueden ser entendidas y m anejadas). E sta afirm a resultado legible.
126 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA
p o r lo m enos algunas de las ciencias hum anas. E stas serán, entre Conozco poco de porcelana. Consigno, sin la m en o r p reten sió n de
m is ideas, las m ás difíciles de aclarar, pero, al m enos p a ra quienes discernim iento, que en D resde m is ojos fueron cautivados especial
prefieren las tesis a las parábolas, hay allí u n a tesis. E n cierto sen m ente p o r las obras hechas en el estilo llam ado «la fam ilia verde».
tido es u n a castañ a vieja pero to stad a —espero— en carbones nuevos. En una de las grandes regiones exp o rtad o ras se d esarro llaro n nue
Las p aráb o las pueden ser evasivas, pero las cinco parábolas que vas técnicas de esm altado. Los resu ltad o s fueron m aravillosam ente
a continuación presento, al m enos, se refieren a d istin tas relaciones bellos. No destaco las piezas de Augusto der S ta rk como la culm i
en tre la filosofía y su pasado. La p rim era es una advertencia en nación del a rte chino. Suelen ser m ás estim adas en O ccidente las
cuanto a que la lectu ra anacrónica de algunos textos canónicos pue obras algo posteriores, y sé m uy bien que obras m ucho m ás tem
de poseer de p o r sí u n valor fundam ental. La segunda recu erd a que pranas tienen u n a gracia y u n a sim plicidad que afectan al esp íritu
esos m ism os textos pueden h a b la r en favor de u n a com pleta dislo m ás profundam en te. R ecurro a la fam ilia verde m ás bien com o p a
cación de n u e stra p a rte respecto de n u estro pasado. La terc era con rábola de la variación de los gustos y de la p ersisten cia de los va
cierne al uso exagerado de la h isto ria en el análisis de conceptos y lores.
de problem as filosóficos. La c u a rta se refiere a la h isto ria y a la Augusto der S ta rk pudo h a b e r am ado sus porcelanas chinas al
filosofía y de la ciencia n atu ral, m ien tras que la q u in ta versa acerca punto de h a b e r hecho co n stru ir u n palacio p a ra ellas, pero los con-
de la h isto ria y la filosofía de algunas de las ciencias sociales y naisseurs posterio res co n sid eraro n que no ten ían m ás valor que u n a
hum anas. La c u a rta recu rre m ás a T. S. K uhn; la quinta, a Michel colección de m uñecas. D u rante un siglo se ag o staro n en u n a bodega
Foucault. a b a rro ta d a en la que en días oscuros apenas si se pueden co lu m b rar
las form as salientes de algunas de las piezas de m ayor tam año. Un
hom bre en especial custodió este oscuro tesoro: el Dr. G ustav Klem m ;
I. La fa m ilia verde él canjeó duplicados de piezas con otro s polvorientos conservadores
p ara am p liar la que se co n v ertiría en la colección de este género
Hace no m ucho tiem po visité la ciudad fénix de Dresde, la cual, de obras m ás nobles de E uropa. Sólo hacia fines del siglo XIX se
ap a rte de sus colecciones de arte europed, alberga u n a notable ex la devolvió a la luz. E ntonces se hizo pública p a ra m aravilla y de
posición de po rcelana china. Debem os am bas cosas al hom bre que leite no sólo de especialistas sino tam bién de p ersonas de paso com o
en S ajonia todos llam an Augusto der Stark, si bien técnicam ente yo. D urante la Segunda G uerra M undial las piezas de cerám ica china
es Augusto II (1670-1733), en algún tiem po rey de Polonia, y Federico regresaron a las bodegas y sobrevivieron a la d estrucción de Dresde.
Augusto I, elector de Sajonia. Es m enos adm irado p o r su habilidad Todas las colecciones de esta ciudad fu ero n llevadas entonces a
com o político y com o guerrero que p o r su p ro fu sa colección de Moscú p a ra su cuidado y custodia. E n 1958 reg resaro n p a ra ser a lb er
obras de arte, p o r su prodigiosa fuerza y (en algunos lugares) por gadas en las re co n stru id as nobles habitaciones del palacio Zwinger.
h ab er pro cread o la m ás grande cantidad de niños que se registre Es posible em plear esta contingencia p a ra re la ta r dos h isto rias
en la h isto ria. Augusto com pró cu an ta porcelana de calidad llegó a opuestas. Una dice: he aquí u n a típica h isto ria h u m an a de opulencia,
sus m anos. El ám bito a que corresponden sus piezas es lim itado: la codicia, cam bios del gusto, destrucción, supervivencia. Sólo u n a se
m ayoría de ellas proceden del período de K ’ang Hsi, 1662-1722. En cuencia de accidentes creó el com ercio chino de exportación de ob
1717 m andó co n stru ir u n pequeño palacio p a ra sus porcelanas chi jetos apropiados p a ra cierta m oda europea de las cosas chinas alre
nas, y ese m ism o año canjeó a Federico G uillerm o I de P rusia un dedor de 1700, llevó algunos ejem p lares característico s b ajo pródigo
granado regim iento de D ragones p o r 151 ja rro n e s conocidos aún como techo, vio a la p referen cia pública a p a rta rse de ellos, fue testigo de
los Dragonenvasen. Si bien es verdad que em puñó, no m uy eficaz u n renacim iento, de u n a tem p estad de fuego y de u n regreso. Es u n
m ente, su espada, no era ningún prusiano. Augusto der S ta rk hizo m ero hecho histó rico que Leibniz (p o r ejem plo) tu v iera g ran afición
fu n d am en talm ente el am or, no la guerra. Em pleó el dinero desti p o r las obras chinas, pues tal era la m oda de su tiem po. De igual
nado a la investigación y el desarrollo, no en el cañón, sino en la m odo yo, m ás insipientem ente, m e em bobo tam bién an te ellas, con
quím ica, apoyando financieram ente el redescubrim iento del antiguo dicionado p o r las tendencias actuales. E n cam bio, p a ra Wolff, K ant
secreto chino de la m an u factu ra de porcelana, con lo que Meissen, o Hegel no eran dignas de adm iración. E n pocas p alab ras: hubo
en Sajonia, se convirtió en la principal fábrica europea de porcelana. períodos en que esas piezas fueron v aloradas y períodos en que
(E llo ten ía tan to u n interés com ercial com o estético, pues en aque se las despreció, se las olvidó, no se las am ó. Lo m ism o o c u rrirá
llos días la p orcelana era la principal m ercancía m an u factu rad a que nuevam ente, no sólo en E u ro p a sino tam b ién en el país en el que
se im p o rtab a a E uropa.) se las fabricó. E n pocos años se las co n d en ará com o ejem plo de
130 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 131
tem p ran a subordinación a la b urguesía europea y a sus colonias en tre esos grandes libros; digo, com o los de D escartes...» A m aban
(la fam ilia v erde tuvo enorm e éxito entre las fam ilias de colonos a D escartes y sus M editaciones.
de Indonesia). Años m ás tard e se las sacará de las bodegas chinas O curre que doy te rrib le s lecciones acerca de D escartes, pues
y se las in v estirá de un au ra to ta lm en te distinta. E vid en tem en te, no siem pre refu n fu ñ o diciendo que no lo entiendo dem asiado. Pero eso
hay en esos chism es valor intrínseco alguno: ascienden y descienden no im porta. D escartes h ab la de m an era d irecta a esos jóvenes que
en la escala de la adm iración hum ana según soplen los vientos. acerca de D escartes y de su época conocen tan poco com o yo acerca
R aram en te los relativistas afirm an su posición de m an era tan de la fam ilia verde y de su época. Pero así com o la fam ilia verde se
burda, p ero eso es en líneas generales lo que piensan. N adie p retende m e m ostró a m í p o r sí m ism a, de igual m odo D escartes se les m u e stra
que la conclusión: «no hay en esos chism es valor intrínseco algu p o r sí m ism o a ellos. Mi lista de lectu ras cum ple la función de la
no» se siga de los hechos p resentados en m i ejem plo; p ero m e p ro galería Zwinger: es la p ro p ia porcelana, o la p ro p ia lectura, y no
pongo establecer, en co n tra de esa conclusión, u n a afirm ación algo la galería o el aula, lo que pro d u ce la exhibición. El valor de Des
m ás em pírica, apoyada, según pienso, p o r los hechos históricos. Sos cartes p a ra esos estu d ian tes es en teram en te anacrónico, fu e ra del
tengo que, sea cual fuere la duración de las edades oscuras, m ien tiem po. La m itad de ellos h a b rá com enzado con la idea de que Des
tra s las bodegas nos preserven u n a buena colección de obras del cartes y S a rtre eran co n tem poráneos, p o r ser am bos franceses. D escar
estilo de la fam ilia verde, h a b rá generaciones que las redescubran. tes, m ucho m ás que S artre, puede h ab larles directam en te a través
de los m ares del tiem po. E l h istoricism o, aun el de R orty, lo olvida.
Se harán ver u n a y o tra vez. No hace falta re co rd a r que esa porce
Un p rin cip ian te n ecesita alim entos; después, espacio; después,
lana se h a rá ver sólo en determ inadas condiciones de prosperidad,
tiem po; después, u n incentivo p a ra leer, y a m enudo eso apenas si
orgullo y excentricidades hum anas (tales com o la extravagante p rác
b asta, porque, lo m ism o que la fam ilia verde, D escartes te n d rá sus
tica de atra v e sa r desapacibles regiones p a ra d a r vueltas en u n a ex
ascensos y sus descensos. H ace ciento cincuenta años, en L ondres,
trañ a in stitu ción que llam am os «museo»).
Espinoza causaba fu ro r y D escartes era ignorado. E n la actu alid ad
No p reten d o p a ra la fam ilia verde u n yalor intrínseco que se halle ninguno de los dos cae bien en D resde o en Cantón. Ambos serán
en los cielos, sino sólo u n valor esencialm ente hum ano, u n m inúscu m uy leídos allí en el fu tu ro si las condiciones físicas y h u m an as lo
lo ejem plo de un haz de valores in trín secam en te hum anos, algunos perm iten; eso es al m enos lo que creo.
de los cuales se m anifiestan m ás vigorosam ente en u n m om ento y E n lo que se refiere a n u estra s circu n stan cias m ás inm ediatas,
otros m ás vigorosam ente en otro m om ento. Las creaciones de los uno de diez m il cursos de conferencias servirá como la galería en
hom bres poseen u n a extraña p ersistencia que c o n tra sta con la m oda. la que D escartes se exhiba. Puede ser mi b alb u cean te in ten to de
La m ayor p a rte de la ho jarasca que cream os no tiene ese valor. situ a r a D escartes en la p ro b lem ática de sus días; puede se r la des
Una experiencia suficientem ente am plia de las viejas colecciones p ri trucción de Rorty; o puede ser alguno de los clásicos cursos de los
vadas europeas —cuyas piezas son conservadas m ás p o r razones de am igos-epistolares-a-través-de-los-m ares-del-tiem po. No presen to nin
piedad h istó rica que p o r razones de gusto— nos asegura que el he gún argum ento p a ra av alar m i convicción, sino que solam ente invito
cho de ser «m useíficado» es de valor casi irrelevante. La colección a dirigirse a la experiencia. Rem edo a G. E. M oore cuando alzaba su
de Augusto es especial, como lo atestigua su sistem ática supervi m ano ante u n a audiencia de ansiosos escépticos. La m ayoría de no
vencia y renacim iento. sotros estam os tam b ién dem asiado ansiosos aún p a ra re c o rd a r el
¿Qué tiene que ver esto con la filosofía? El resurgim iento del his- m odo en que D escartes nos habló inicialm ente. Ese es el p u n to al
toricism o en la filosofía acarrea el relativism o que le es propio. que se refiere m i parábola. E xtraigo de mi p asado reciente u n pa
R ichard R orty lo h a atra p ad o —o se piensa que lo h a hecho— en ralelo de esa p rim era expresión. In vito a los lectores a in v en tar o a
su vigoroso libro P hilosophy and the M irror of N ature. Yo era di re m e m o rar sus propios paralelos personales. Pero si se resisten
chosam ente inm une a ese m ensaje. Poco antes de la aparición de la a ello, perm ítasem e señalarlo u n a vez m ás; Hegel dom inó en la for
o b ra de R orty yo dictaba a los estudiantes u n curso de introducción m ación de Dewey y acaso en la de Pierce y tam bién en la de los
a los filósofos que fueron contem poráneos de la fam ilia verde y de encum brados M oore y Russell, quienes en pocos años los arrasaro n .
Augusto der Stark. Mi héroe había sido Leibniz, y, com o de cos No obstante, Hegel perm aneció largo tiem po inadvertido en tre quie
tu m b re, m i audiencia m e m irab a con pena. Pero después de la ú lti nes leen y escriben en inglés. Pero m e b asta con señ alar al a u to r
m a clase algunos estudiantes m e ro d earo n y com enzaron con el con del capítulo inicial de este libro, C harles T aylor (cuyas exposiciones
vencional «¡C aram ba, qué buen curso!». Las observaciones posterio tienen m ucho que ver con la nueva p rá ctica anglohablante de leer
res era n m ás instructivas: «Pero u sted no podía h acer m enos ... a Hegel) p a ra re co rd a r al lecto r que Hegel está de regreso. Poco
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antes el lecto r de h ab la francesa h allab a dificultades aun m ayores al Pero sería u n poco m olesto si no existieran árboles o cosas sem e
in te n ta r la lectu ra de Hegel, h a sta que le a n H yppolite proporcionó jan tes, p orque entonces estaríam o s m uerto s p o r falta de oxígeno.
la galería en la que Hegel se m o stra ría nuevam ente. Pero ah o ra has Esa verdad puede ser conocida p o r m edio de la teoría, p ero es la
ta hallam os a M ichel F oucault —p o r m ás que en sus publicaciones interacción p ráctica con los árboles lo que constituye el núcleo
pueda ap a rec er com o denegador de la sustancialidad del «texto»— de esa certeza.
dispuesto a a d m itir con júbilo en u n diálogo, al p reg u n társele p o r su Alguno sen tirá que B rech t vive en o tro m undo, u n m undo m enos
reacción a la Fenom enología del espíritu, que es un beau livre. Como fam iliar que el de D escartes. El lecto r puede d isen tir de la ideología
en efecto lo es. P ara u n esc rito r com o Hegel eso es h a b la r o tra vez ap aren tem en te ingenua de B recht, y se n tir a ú n su g rito de aso m b ro
directam ente, p rim ero a los franceses y después a nosotros, tras ante la expresión de D escartes. No estoy diciendo que el p irro n ism o
décadas de olvido. sea im pensable. Los h o m b res pasan p o r operaciones intelectuales
que los conducen a expresiones escépticas, y p asan después p o r o tra s
operaciones tales que los alivian del escepticism o. No m e opongo a
II. La paradoja de B recht eso. No estoy esgrim iendo los argum entos lingüísticos del «caso
paradigm ático» de hace un p a r de generaciones, en los que se sos
Después de h a b e r expresado cierta sab id u ría convencional, debo tenía que no es posible em p lear co h erentem ente el inglés p a ra p lan
cuando m enos consignar la sab id u ría opuesta. Me cuesta m ucho ha te a r problem as escépticos. B rech t m e conduce a u n a zozobra de m ás
llar un sentido en D escartes, incluso después de h ab e r leído a sus peso. ¿Cómo puede u n a persona, con la seriedad m ás p rofunda, h a
co m en taristas, a sus predecesores y los 'm ás arcanos textos de su cer que la existencia dependa del pensam iento? ¿Cómo rem ed iar u n a
época. C uanto m ás logro entenderlo, tan to m ás m e parece h a b ita r duda real m ediante u n encadenam iento de reflexiones que culm inan
en u n universo extraño. Ello es algo singular, porque D escartes creó en: «aun cuando dudo, pienso, y si pienso, soy»? E l paso a la res
la esc ritu ra filosófica francesa y continúa siendo uno de sus m odelos cogitans parece tra n sp a re n te en com paración con ese p rim e r p en sa
dom inantes. No d eb atiré ahora m is problem as recu rrien d o a pedan m iento. C uriosam ente H in tik k a da u n paso in terp re tativ o casi brech-
tescos escrúpulos. En lugar de ello, consideraré algunas n o tas es tiano cuando sostiene que el cogito debe ser entendido com o u n a
critas p o r B erto ld B recht en 1923, cuando, tam bién él, había leído a expresión p erfo rm ativ a en el sentido de J. L. Austin. Puede ver esto:
D escartes con consternación. un o ra d o r m oderno, cuyo tra b a jo es hab lar, puede h a b la r p a ra p ro
Es ú til rem itirse a B recht p orque su reacción es m uy directa. b a r que existe. Todos hem os oído a p ersonas a las que en fo rm a
«¡E ste ho m b re debe de vivir en otro tiem po, en u n m undo diferente sarcástica caracterizam os ju stam en te en esos térm inos. Pero no es
del mío!» No le in q u ietan las sutilezas. Su q ueja deriva de un po eso lo que D escartes está haciendo, ni hay lectores de H in tik k a a
deroso estado de p erp lejid ad ante la proposición fundam ental de los que p o r regla general la in terp re tació n «perform ativa» del cogito
D escartes. ¿Cómo es posible que el pensam iento sea la g aran tía de persuada.
m i existencia? Lo que m e asegura de m i existencia es lo que hago: No estoy llam ando la atención acerca de conceptos cartesian o s
p ero no cu alq u ier form a del hacer. Es el hacer con un propósito, en que h an sido tran sm u tad o s («sustancia») o que h an m u erto («reáli-
especial los actos que form an p arte de la o b ra que hago. B recht es tatis objetivae», expresión co rrectam en te trad u c id a p o r Anscom be
u n escrito r. Su tra b a jo es la escritura. Es bien consciente del papel y Geach com o «realidad representativa»). Podem os, con esfuerzo, re
que se halla fren te a él. Pero no es ese sab er el que (a la m anera de co n stru ir esos conceptos. B rech t fo rm u la u n a p ro testa c o n tra el
M oore) lo hace e s ta r seguro de la existencia del papel. Desea escrib ir núcleo m ism o del pensam iento de D escartes. N ingún ser de m i tiem
en él, y lo hace. Dispone del papel en el que están escritas sus ano po —afirm a B rech t— puede pro p o n erse seriam en te la sentencia ca r
taciones, lo cam bia. No puede ten er ninguna duda de ello. Añade, un tesiana fundam ental.
poco irónicam ente, que debe de ser m uy dificultoso saber algo de E stoy de acuerdo. H e dicho tam b ién en m i p rim e ra p aráb o la que
la existencia sin m anipularlo. cada u n a de las sucesivas generaciones am a las M editaciones y se
B rech t escribe m anifiestam ente a p a rtir de u n a ideología. Su si siente en ese texto com o en su elem ento. Creo que ésa es u n a p a ra
guiente co m en tario se titu la: «Presentación del capitalism o com o fo r d oja insoluble de la h isto ria y de la filosofía. «Se puede m e jo ra r la
m a de existencia que req u iere de dem asiado pensam iento y de dem a historia», «Los estu d ian tes son poseídos p o r el estilo de la p ro sa
siadas virtudes.» Es en la práctica, y no en la teoría, com o están cartesiana, sólo creen que la en tien d en y se relacionan con ella em
co n stitu id o s él y su ser. Volviendo tácitam en te a Berkeley, destaca páticam ente»: ésas son sólo expresiones de consuelo que no ca p ta n
que m uy bien se puede d u d ar de si en fren te existe o no un árbol. la seriedad de la reacción b re ch tian a, o no ca p ta n la seried ad de los
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estu d ian tes a los que D escartes h ab la de m anera directa. Uno no fruslerías grandilocuentes p u siero n de m anifiesto claram en te que yo
necesita, n atu ra lm e n te , re c u rrir a B recht p ara h acer esta observa había estado leyendo a F oucault, p ero significativam ente yo había
ción. La creo ú til p a ra que recordem os que m ientras que nosotros, estado leyendo an te todo Les M ots et les Choses, u na o b ra que no
los filósofos, nos vam os p o r las ram as, u n profano a lerta e inquisi pone tan to énfasis en las m o ts a expensas de las choses, cuanto con
tivo puede llegar in m ediatam ente al corazón de lo que en D escartes tiene una vigorosa tesis acerca del m odo en que las p alab ras im
es ininteligible. ponen u n orden en las cosas.
Es fácil estab lecer u n a serie de p rem isas que conducen a m i p u n to
de vista histórico lingüístico. La m ayoría de ellas p arecerán ser
III. D emasiadas palabras lugares com unes m ien tras no se las reúna. Alguna vez re p resen ta ro n
m i m etodología. Como tal las afirm é en u n a reu n ió n del Club de
B recht pone en relación el surgim iento del capitalism o con dos Ciencias M orales de la U niversidad de C am bridge en la p rim av era
vicios gem elos: dem asiadas virtudes, dem asiado pensam iento. No de 1974. V arios de los co laboradores del p re sen te volum en se h alla
son ésos n u estro s vicios. N uestro problem a son las dem asiadas pala b an en tre el público, e n tre ellos uno de los com piladores, Q uentin
b ras: dem asiada confianza en las p alab ras com o lo que lo es todo, S kinner, a quien puedo ap e la r com o testigo.
la su stan cia de la filosofía. Acaso Philosophy and the M irror of Na-
ture, de R ichard R orty, con su d o ctrin a cen tral de la «conversación», 1. La filosofía se refiere a problem as. E sta no es u n a verdad
p arecerá algún día u n a filosofía de ca rác te r ta n lingüístico com o el eterna. Fue fijada en inglés p o r títu lo s com o S o m e Main P roblem s o f
análisis que hace u n a o dos generacionfes provino de Oxford. P ara Philosophy (M oore, Londres, Lecciones en el M orley College, invier
re c o rd a r en qué consistió es m ejo r p en sa r en la ru tin a an tes que en no de 1910-1911), S om e P roblem s o f P hilosophy (Jam es, 1911), The
la ocasional in sp iración de u n m aestro com o Austin. Leem os en un P roblem s o f P hilosophy (R ussell, 1911).
libro acerca de la ética de K ant, p o r ejem plo, que «una discusión 2. Los problem as filosóficos son conceptuales. Surgen de hechos
que se m an tien e estrictam en te den tro de los lím ites de la ética no referen tes a conceptos y de la confusión conceptual.
te n d ría ningún propósito m ás allá del análisis y la clarificación de 3. Una explicación verbal de conceptos. Un concepto no es una
n u estro pensam iento m oral y de los térm inos que em pleam os p ara entidad a b stra c ta no lingüística cap tad a p o r n u e stra m ente. Se lo
ex p resar ese pensam iento». Su au to r, A. R. C. Duncan, tran scrib e debe en ten d e r en térm in o s de las p alab ras que em pleam os p a ra ex
adem ás la definición de Sidgwick, procedente de la p rim era página p re sa r el concepto y de los contextos en que em pleam os esas pa
de su Etica: «el estudio de lo que es correcto o de lo que debe ser labras.
en la m edida en que depende de los actos voluntarios de los indi 4. Las palabras en sus lugares. Un concepto no es m ás que u na
viduos». D uncan dice que él y Sidgw ick com parten la m ism a con palabra, o varias p alab ras, en los lugares en que son em pleadas.
cepción de la ética. ¡Ay, pobre Sidgwick, p o b re K ant, que creyeron Una vez que hem os considerado las frases en las cuales se em plea la
que estab an estu d ian d o lo que es correcto o lo que debe ser! Po palabra, los actos llevados a cabo al ex p resar las frases, las condicio
dríam os h a b la r aquí de u n a obnubilación lingüística: u n a obnubi nes de o p o rtu n id ad o de a u to rid a d p a ra la expresión de esas frases,
lación que p erm ite que uno tran sc rib a u n a frase de la p rim era pági etcétera, hem os agotado cuanto hay que decir acerca del concepto.
n a de Sidgw ick sin ser capaz de leerla. G ustav B ergm ann escribió Una versión e stric ta diría que hem os agotado el concepto cuando
acerca del «giro lingüístico» de la filosofía, sugerente expresión que hem os considerado (per im p ossibile) todas las expresiones específi
R o rty em pleó p a ra d a r títu lo a u n a antología de ese período. Como cas reales de las p alab ras co rrespondientes. Una versión m enos es
lo m u estra la n o table com pilación de R orty, el giro lingüístico apre tric ta nos au to rizaría a co n sid erar las circu n stan cias en las cuales
m iante, y, visto retrospectivam ente, parece h ab e r sido dem asiado la p alab ra p o d ría ser em pleada p ero en realid ad no lo es. El rig o r
ap rem ian te. Hay, no obstante, vendas lingüísticas que cubren los m e inclina hacia la versión estricta, pero la m ás flexible es m ás
ojos y son m ás sutiles que las que nos hacen leer a K ant com o un aceptada.
filósofo del lenguaje. P ara evitar faltas de cortesía m e arran c aré 5. Los conceptos y las palabras no son cosas idénticas. Ello se
las m ías. Se publicó en u n libro com o The Em ergence of Probability debe a que, ap a rte de la am bigüedad sincrónica, las m ism as p ala
y en u n a solem ne conferencia acerca de Leibniz, D escartes y la filo b ras, a través de cam bios de d istin to tipo, pueden llegar a ex p resar
sofía de las m atem áticas p ronunciada en la Academ ia B ritánica. E sta conceptos diferentes. Pero los conceptos no deben ser m ultiplicados
conferencia concluía con la afirm ación de que «es form ada p o r la m ás allá de lo necesario. La diferencia de lu g ar p ro p o rcio n a la p ru e
p reh isto ria, y sólo la arqueología puede m o stra r esa form a». E stas ba de la diferencia en el concepto: la p alab ra es em pleada p o r dife
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ren tes clases d e personas p a ra h ac er cosas diferentes. Aún adm iro 9. « E sta consciencia desdichada, in tern a m en te fragm entada, p o r
una teo ría acerca de cómo h acer ta l cosa y que m uchas veces no que su n atu ra leza esencialm ente co n trad ich a es p ara ella u n a cons
es tenida en cu en ta en este sentido: la de Sem antic Analysis, de ciencia única, debe ten er siem pre p resen te en u n a consciencia tam
Paul Ziff. A nálogam ente, debem os a c ep tar que en diferentes mo bién la o tra; y entonces es llevada, a p a rtir de cada u na, o tra vez
m entos el m ism o concepto puede se r expresado m ediante p alab ras al propio m om ento en que im agina que h a alcanzado exitosam ente
diferentes d en tro de la m ism a com unidad. Una inclinación p o r las u n a pacífica un id ad con la o tra...»
ideas de Ziff m e hace ser en este respecto m ás cauteloso de lo que El noveno pu n to no es u n a p rem isa, sino u n proyecto cuya in
se es com únm ente. Tomo en serio el M odern E nglish Usage de fluencia h a sido am plia. M arx y F reu d son los gigantes engendrados
Fow ler y su afirm ación de que en eí inglés de G ran B retañ a existe p o r Hegel, pero los filósofos conocen tam bién ese m odelo. E n la
u n solo tip o de sinónim os exactos; p o r ejem plo, fu rze y gorse [«árgo- filosofía analítica está tan fu ertem en te vinculado con la te ra p ia com o
m a»]. Aún hoy, al a d v e rtir que la p a la b ra «determ inism o» aparece lo está en Freud. Los m ás pro b ad o s tera p eu tas fueron los an alistas
en A lem ania alred ed o r de 1788, y que su em pleo en térm inos de causas del lenguaje que p en saro n que u n a vez elim inadas las confusiones
eficientes an tes que en térm inos de m otivos p re d eterm in an tes se di lingüísticas los problem as filosóficos desaparecerían. V inieron en
funde en todos los lenguajes europeos alrededor de 1860, m e veo tonces los an alistas no lingüísticos, el m ás n o table de los cuales fue
so rp ren d en tem en te inclinado a decir que con el uso de la palab ra John W isdom , y que h icieron explícitas com paraciones con la psi
apareció u n nuevo concepto. coterapia. W ittgenstein ejerció cierta influencia sobre la fo rm ación
6. R evoluciones. En los cuerpos de conocim ientos tienen lugar de las ideas de W isdom , pero en cu en tro en la p ro p ia o b ra de W itt
ru p tu ra s, m utaciones, fractu ra s epistem ológicas, cortes: cu an tas m e genstein m enos m enciones de la «terapia» que m uchos o tro s de sus
táfo ras el lecto r desee. Lo típico es que un concepto, u n a categoría o lectores. El proyecto hegeliano, sea cual fuere su procedencia, me
un m odo de clasificación pueda no sobrevivir indem ne a una revo lleva a mi últim a prem isa. E s la m enos p ro b ab le de todas.
lución. Aun cuando conservem os la m ism a palabra, ella p o d rá ex 10. Los conceptos tienen recuerdos o, en todo caso, en n u estro s
p re s a r un concepto nuevo que reem plaza a uno anterior. No debem os propios m odelos de p alab ra rem edam os inconscientem ente la filoge
su cu m b ir a u n exceso de inconm ensuralibidad en este punto. No nos nia de n u estro s conceptos. Algunos de n u estro s problem as filosóficos
es forzoso su p o ner que u n hablante posrevolucionario tenga dificul acerca de los conceptos son re su ltad o de su h isto ria. N uestro des
tades p a ra co m p ren d er a un hab lan te prerrevolucionario que p erm a concierto no surge de aquella p a rte d elib erad a de n u e stra h isto ria
nece adherido a las antiguas m odalidades. Pero de ello sí se sigue, que recordam os, sino de la que olvidam os. Un concepto se to rn a
si se añ ad e la p rem isa precedente, que los conceptos pueden ten er posible en un m om ento determ inado. Es hecho posible p o r u n o rd e
un com ienzo y u n fin. nam iento diferen te de ideas an terio res que se d erru m b aro n o esta
7. Conceptos problem áticos. P or lo m enos u n a de las especies llaron. Un prob lem a filosófico es creado p o r la falta de coherencia
fu n d am en tales de confusión conceptual surge con los conceptos que e n tre el estado a n te rio r y el nuevo. Los conceptos re cu erd an ese
p asan a la existencia en u n a ru p tu ra com parativam ente m arcada. hecho, p ero no so tro s no: nos la pasam os royendo pro b lem as ete r
E llo puede o c u rrir de m an era trivial, sencillam ente p orque las p er nam ente (o d u ra n te el lapso de vida del concepto) p o rq u e no enten
sonas no han tenido tiem po p a ra resolver las cosas. dem os que la fu en te del p ro b lem a es la falta de coherencia en tre el
8. Problem as persistentes. E stá tam bién el estereotipo m enos tri concepto y aquel o rd enam iento a n te rio r de las ideas que hizo posi
vial de que algunos problem as filosóficos p ersisten a lo largo de toda ble al concepto.
la vida de u n concepto. Algunos problem as son tan viejos com o el El m odelo de la te ra p ia nos en señ aría que podem os resolver o
m undo, pero otros son específicos y están fechados, e incluso pode disolver n u estro s p roblem as acom etiendo su p reh isto ria. Yo m e a p a r
m os p en sa r que algunos realm ente m u riero n hace tan to tiem po que to vehem entem ente de ese m odelo. Es extraño a la h isto ria de la
ni siq u iera todos los artificios herm enéuticos de resu rrecció n que hay consciencia desdichada. H ace m ás o m enos diez años u n ecléctico
en el m undo pueden devolverlos a la vida. Conocemos tam bién el p siq u iatra noruego subrayó en u n a conversación que m antuve con él
fenóm eno del m ism o conjunto de argum entos que son form ulados que F reud era b rillan te en la explicación de los fenóm enos psíqui
u n a y o tra vez, de generación en generación. A hora estam os cerca cos, desde los lapsos h a sta la neurosis p asando p o r los sueños. Sus
del térm ino de n u estro viaje, y p asa a convertirse en clara especula explicaciones suelen se r m agníficas, lo m ejo r que hay en plaza, aun
ción el que el p roblem a su rja debido a lo que haya hecho posible que, en lo que se refiere a la curación de las p ersonas, F reu d no es
ese concepto. Es com o si el concepto problem ático tuviera u n a cons especialm ente bueno n i m alo. La observación acerca de la curación
ciencia desdichada. tiene sus tediosos p a rtid a rio s en favor y en co ntra. La observación
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LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
acerca de la explicación m e resu ltó excitante. E n p a rte debido a una sase de ese giro em pleándolo en expresiones com o «estilo judío
form ación positivista, yo no im aginaba posible creer en explicaciones de pensam iento». Fleck sobrevivió a esas expresiones. (Su profesión
carentes de sus correspondientes predicciones. A hora po d ría ad m itir era la de san itarista. Fue u n talentoso ex p erim en tad o r m édico que
a la vez que la explicación de F reud y de los freudianos acerca del en 1942 se las arregló p a ra p u b licar un tra b a jo acerca de la diag
sueño y de m uchas conductas ex trañ as eran sencillam ente brillantes. nosis del tifus. Lo hizo en la G azcta Z ydow ska, u n a publicación ju
Pero no cu en tan p a ra la curación. día clandestina de Lvov. D espués de 1945, cuando ten ía unos cin
cuenta años y h ab ía logrado salir de los cam pos de concentración,
E sta p rem isa negativa (la de que no debe aguardarse u n a tera publicó m ás de u n cen ten ar de artícu lo s m édicos acerca de la in
pia) cierra el fundam ento de m i m odelo de explicación de (algunos) vestigación experim ental h a s ta su m uerte, acaecida en 1961.)
problem as filosóficos. P ara ca p ta r la n atu raleza de los problem as Una vez que se ren u n cia a la p rim era p rem isa de 1911, según
filosóficos se debe com prender la p re h isto ria de los conceptos pro la cual la filosofía tra ta de problem as, ninguna de las re sta n te s se
blem áticos y lo que los hace posible. De ese m odo se explicarían los m antiene m uy firm e. E n determ in ad o sentido son terrib lem en te fir
problem as. No es necesario que ello influya en cuanto a si los proble m es, p orque fo rm an p a rte del gam bito idealista que tan to se ha
m as con tin ú an inquietándonos. P ara los que buscan soluciones a los difundido en la filosofía occidental. La filosofía tra ta de p roblem as, los
problem as filosóficos su explicación no re p resen ta rá ninguna ayuda. problem as nacen de las p alab ras, las soluciones deben re ferirse a
P o r o tra p arte, u n a explicación del concepto de «problem a filo las palabras, y surge entonces la «conversación». Aun cuando la con
sófico» (de acuerdo con la p rim era prem isa, un concepto fechado en versación afirm e que rechaza las prem isas, ella surge igualm ente.
el sentido de la q u in ta prem isa) podría, según espero, in crem en tar O casionalm ente alguno aúlla. Un ejem plo de ello es C. S. Peirce, el
n u estra incom odidad fren te a la idea m ism a de resolver problem as único ex p erim en tad o r idóneo de n u estro canon, quien, al ver lo que
filosóficos. los verbalistas h ab ían hecho con su p alab ra «pragm atism o», aulló
Puedo ca ricatu riz ar estas p rem isas diciendo que consisten en «ic» e inventó la p alab ra, si no el hecho, del pragm aticism o. El p rag
u n a pizca de esto y u n a pizca de aquello, pero h asta llegar al ver m atism o es nom in alista e idealista, las dos cosas; pero el p rag m a
dadero final, eran los lugares com unes de una form ación perfecta ticism o de Peirce, com o él declaró p en dencieram ente, es en teram en
m e n te tradicional en filosofía analítica. Aun en el final, donde lo que te realista. Aunque tiene su concepción acerca del significado de las
se p ro c u rab a era u n análisis m ás historizante que filosófico, las palabras, no red u ce la filosofía a palab ras. Tam poco lo hace Fleck,
ideas adicionales eran escasam ente originales. en teram en te sensible a los estilos de razonam iento, p o rq u e un experi
¿P or qué no m e agradan ya esas prem isas? E n p rim er lugar, no m en tad o r no puede p erm itirse el lujo del idealism o ni el de su fo rm a
p o r su énfasis en el lenguaje o en el pasado. Sino —com o m uchos actual del verbalism o. Una ta re a in stru ctiv a p a ra un a u to r m ás crí
podían hab erm e advertido— debido a la prem isa inicial. Se estaba tico que yo, sería la de co m p ro b ar si cada revolución poscoperni-
en la tare a de «resolver» problem as filosóficos. A pesar de un gallar cana enaltecida p o r K uhn no h a sido en realid ad prom ovida p o r el
do in ten to de hacerlo en relación con el razonam iento probable y tra b a jo de labo rato rio : hechos, no pensam ientos; m anipulación, no
de u n coqueteo m ás breve con ese enfoque en la filosofía de las el pensar.
m atem áticas, yo no lo estaba haciendo. Pero, ¿no he tenido éxito en He desnudado una secuencia de p rem isas que conducen a u n a fo r
la tare a de explicar la existencia y la p ersistencia de los problem as? m a de h acer filosofía histó ricam en te. Se a ju sta al tem a de esta serie
Bien, a nadie le agradan las explicaciones tan to com o a mí: ¡una de ensayos. In tern am en te, d en tro de esta secuencia de parábolas,
b u en a advertencia! tiene al m enos o tro papel. Me sugiere que u n a m etodología bien
A hora creo que yo estaba haciendo o tra cosa. E staba em barcado articu lad a puede conducirnos a un tra b a jo in teresan te p a ra el cual
en el estudio del desarrollo de diferentes estilos de razonam iento, la m etodología es en realid ad en teram en te irrelevante. Si el p resen te
lab o r h istó rica que creo que es de gran im portancia. He sido capaz volum en re su lta exitoso, p ro p o n d rá m etodologías que im p o rtan sólo
de afirm ar tal cosa sólo m ucho m ás recientem ente, gracias a las su en ta n to dan lugar a u n tra b a jo in tere sa n te p ara el cual las m eto
gerencias que he hallado en un libro de A. C. Crom bie: Stiles of dologías son irrelevantes.
S cien tific T hinking in the E uropean Tradition. H ab ría llegado a sa
b erlo m ucho antes de un libro que es aú n m ucho m ás m encionado
q ue leído: G énesis and D evelopm ent of a S cien tific Fací, de Ludwig
Fleck, en el que se dicen m uchas cosas in teresan tes acerca del Denk-
stil, au n cuando p o r esa época (1935) poco faltab a p ara que se abu
140 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA
CINCO PARÁBOLAS 141
Kuhn. Su a u to r fue acusado de socavar escandalosam ente la racio tal p orque proveyó u n a co rrien te co n tin u a de electricidad y con
nalidad. La «ciencia norm al» parecía no ten er ninguna de las v irtu ello hizo que la aguja m agnética se desviara. In au g u ró así u n a nueva
des que u n a generación a n te rio r de positivistas le había adjudicado época: la del electrom agnetism o.
a la ciencia. P eor aún: el cam bio revolucionario no era acum ulativo; La «tentación» de K uhn «de h a b la r de que se vive en un m undo
n i se p ro d u cía p o rq u e hubiese u n a b u en a razón p a ra llevarlo a cabo, diferente» sugiere que es u n p en sa d o r idealista, esto es, u n a p e r
sólida evidencia p a ra la nueva ciencia posrevolucionaria. P a rte de sona que sostiene, en cierto m odo, que la razón y sus ideas d eter
la com unidad filosófica defendió sus vulnerados derechos y p ro testó m inan la e stru c tu ra de n u estro m undo. P ero pienso que él no es
que la h isto ria nu n ca p o d ría enseñarnos n ad a acerca de la raciona idealista, y propongo que no pensem os en la dicotom ía p o sk an tian a
lidad científica. El h isto riad o r p o d ría m o stra r algunos hechos de realism o / idealism o, sino en la an tig u a distinción escolástica realis
la h isto ria de la ciencia, pero siem pre h aría falta el filósofo p ara m o / nom inalism o. K u h n no se cu e n ta e n tre los que ponen en tela
decir si esos hechos eran racionales o no. de juicio la existencia ab so lu ta de las entidades o de los fenóm enos
La p rim era ola de reacción filosófica fue, pues, con m o tivo de la científicos, ni e n tre los que d u d an de las condiciones de verd ad de
racionalidad, y aú n se discute la contribución de K uhn —si aportó las proposiciones teóricas. Cree, en lu g ar de eso, que las clasifica
alguna— a la m etodología de la ciencia. El m ism o K uhn estab a un ciones, las categorías y las posibles descripciones que desarrollam os,
poco preocupado p o r esa recepción, com o se lo advierte en su curso son en gran m edida de n u e s tra invención. P ero en lu g ar de d e ja r
«objetividad, ju icio de valor y elección de teoría», 1973. S uscribía
inaclarado el m isterio de cóm o p asan a la existencia las categorías
finalm ente a los valores tradicionales: las teorías deben ser escru
hum anas, K uhn hace ah o ra de la creación y de la adaptación de los
pulosas, co n sistentes, de am plio alcancé, sim ples y fru ctífera s en esquem as de clasificación u n elem ento de s u definición de revo
nuevos descubrim ientos. Insistió en que esos objetivos no eran en lución:
general decisivos. Además, el peso relativo atrib u id o a esas conside
raciones v aría de u n grupo de investigación a o tro , de u n a disciplina
a o tra , y de u n a e ra de la ciencia a otra. P or últim o, el verdadero Lo que caracteriza a las revoluciones es, pues, el cambio de mu
deso rd en de la investigación es dem asiado caótico p a ra que pueda chas de las categorías taxonómicas necesarias para la descripción y
para la generalización científicas. Además, el cambio consiste en la
h ab e r u n algoritm o sistem ático. K uhn no fue, sin em bargo, u n irra adaptación no sólo de los criterios relevantes para la categoriza-
cionalista que re b ajase esos valores del sentido com ún, y, en m i opi ción, sino también del modo en que se distribuyen objetos y situa
nión, el ru m o r de u n a «crisis de la racionalidad» provocado p o r K uhn ciones entre las categorías preexistentes.
fue exagerado.
O tro tem a de K uhn fue, al com ienzo, m enos discutido que el de
In te rp re to esto com o u n a fo rm a de nom inalism o, y lo denom ino
la racionalidad: u n antirrealism o; u n a poderosa tentación, al p are
«nom inalism o revolucionario», p o rq u e la tran sició n de u n sistem a de
cer, p o r el idealism o. No sólo son las revoluciones «cam bios de la
categorías a o tra se pro d u ce d u ra n te las ru p tu ra s revolucionarias
visión del m undo» —afirm ación no dem asiado atrevida—, sino que
con el pasado cuyas e stru c tu ra s K uhn se propone describir. E s tam
K uhn está «tentado» de decir que después de u n a revolución se «vive
bién, p o r cierto, u n nom inalism o historificado, p o rq u e explica h istó
en u n m undo distinto». Hoy, unos veinte años después de la publi
ricam ente (¿o es sólo u n a m etáfo ra h istó rica?) la génesis y la tra n s
cación del libro (período d u ra n te el cual K uhn com pletó su m onu
form ación de los sistem as de denom inación. Tiene adem ás el g ran
m en tal estu d io acerca de la em bestida de la cuantización), volvió
valor de ser local an tes que global, p o rq u e si bien incluye en tre las
a aquel tem a. Los hom bres ven, en efecto, el m undo de diferente
revoluciones los g randes acontecim ientos (Lavoisier, C opém ico), K uhn
m an era: ¡no hay m e jo r p ru eb a de ello que el hecho de que lo dibu
insiste en que la m ayoría de las revoluciones se dan sólo d en tro de
jen de m an era diferente! K uhn ilu stra esto con los prim eros dibujos
u n a reducida com unidad de, digam os, unos ceten ares de investiga
de la p ila eléctrica de Volta. Si los exam inam os con atención de dores fundam entales.
bem os decir que los p ares no pueden h a b e r sido hechos así, porque
El nom inalism o revolucionario de K uhn sugiere la posibilidad de
sencillam ente no h u b iera n funcionado. El p a r voltaico, podem os aña
una h isto ria del cam bio de las categorías. P ero bien puede p arece r
dir, no es u n a invención m enor, sino uno de los in stru m en to s funda
que los objeto s de las ciencias, aunque d escritos m ediante cam
m en tales de to d a la ciencia. Se lo creó en 1800, en coincidencia con
b iantes sistem as de categorías, no se constituyen ellos m ism os h is
el renacim iento de la teo ría o n dulatoria de la luz, de las radiaciones
tóricam ente. Pero, ¿qué son esos ob jeto s? ¿Incluyen a los p ares
in fra rro ja s y de m uchas o tras cosas que no hallan u n lugar inm e
voltaicos, p o r ejem plo? ¿Incluyen fenóm enos tales com o la desvia
diato en la física new toniana. La invención de V olta fue fundam en
ción de u n a aguja m agnética p o r la co rrien te eléctrica continua, o
144 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 145
los m ás ingeniosos artificios de Faraday, el generador eléctrico y la no podem os d a r créd ito a sus dibujos, p o rque están hechos so b re
dínam o eléctrica? Esos no son ru b ro s eternos del inventario del la b ase de analogías erró n eas. P ero la cosa anduvo. La c o rrien te
universo, sino que pasan a la existencia en m om entos bien definidos. fluyó. U na vez hecho eso, la física n u n ca volvió atrás. De igual m o d o ,
Ni m e satisface decir que las invenciones tienen u n a fecha, m ientras el efecto fotoeléctrico fue p ro d u cid o quizá p o r p rim era vez en 1829
que los fenóm enos y las leyes de la n atu raleza en las que ellas se p o r B ecquerel. A lo largo del siglo xix se obtuvieron m uchas m a n i
basan son etern as. H e estado sosteniendo d u ra n te cierto tiem po que festaciones fotoeléctricas. E s posible arg u m en tar a la m a n e ra de
u n a de las actividades fundam entales del experim entador en el ám bi K uhn diciendo que el efecto no fue pro p iam en te «descubierto» h a s ta
to de las ciencias físicas es, en sentido com pletam ente literal, crear la época d e L en ard (1902) o incluso h a s ta E instein y la teo ría d e los
fenóm enos que antes no existían. Además, la ciencia física (como fotones (1905). P o r cierto , u n a vez que disponem os de la te o ría po
op u esta a la astronom ía) se refiere en su m ayor p a rte a fenóm enos dem os em p lear los fenóm enos q u e hem os com enzado a crear. Las
que no ex istieron h a sta que los h om bres les dieron existencia. Lo que p u erta s au to m áticas de los su p erm ercad o s y la televisión no e s ta b a n
desde la década de 1980 los físicos h an llam ado «efectos» (el efecto m uy a trá s. P ero si (com o algunos h a n sostenido) fu era n ecesario
fotoeléctrico, el efecto Zeem an, el efecto Com pton, el efecto Jo- rev isar p ro fu n d am en te la te o ría de los fotones o rechazarla re v o lu
sephson) son, en lo fundam ental, fenóm enos que no existían, al m e cionariam ente, no p o r ello las p u e rta s de los superm ercados d e ja
nos en estado p u ro , en ningún lugar de la p u ra naturaleza, pero de rían de funcionar. Los fenóm enos se a d a p ta n a la teoría. La física
su sten tarse que constituyen aquellos a lo cual la física se refiere elem ental puede en señ ar u n a h isto ria co m pletam ente distin ta a c e rc a
o h a llegado a referirse. E n m i reciente li,bro R epresenting and In- del m odo en que operan , p ero o p erarán . Aun cuando, p ara v o lv er a
tervening establezco de m anera m ás porm enorizada y cuidada esta citar a K uhn, haya u n a « adaptación no sólo de los criterio s rele
idea. La form ulo aquí con m enos consideraciones p a ra su g erir que vantes p a ra la categorización, sino tam bién del m odo en que se dis
h ay u n a razón que p erm ite decir que los objetos m ism os de la tribuyen objeto s y situaciones en tre las categorías preexistentes»,
ciencia física no son sim plem ente recategorizados y reordenados, los fenóm enos que hem os creado co n tin u arán existiendo y las in ven
com o dice K uhn, sino que p asan a la existencia gracias al ingenio ciones co n tin u arán funcionando. El in terés que tengam os p o r ellos
hum ano. puede desaparecer. Podem os reem plazarlos p o r fenóm enos m ás ú ti
Si llego a ese extrem o, ¿no se d erru m b a la distinción e n tre cien les o m ás interesan tes. P odríam os p e rd e r las habilidades necesarias
cia h u m an a y ciencia n a tu ra l que he propuesto? ¿No es el caso que p a ra p ro d u c ir un fenóm eno (nadie puede en la actualidad tra b a ja r
los objetos de la ciencia n a tu ra l se convierten en «históricam ente el latón com o lo hacía el asisten te de u n lab o rato rio en el siglo xix,
constituidos»? No lo creo. E n realid ad he vuelto a la consideración y estoy seguro de que la m ayoría de las antiguas técnicas de pu lid o
seria de la ciencia experim ental precisam ente p ara su ste n ta r varias de lentes hoy h an dejado de em plearse). Soy el últim o filósofo en
conclusiones realistas, antiidealistas, antinom inalistas. E n la sección olvidar los cam bios rad icales que se p ro d u cen en las técnicas expe
de R epresentig and In terven in g dedicada a la «representación», afir rim entales. Sigo sosteniendo que los ob jeto s de la ciencia física en
m o que en principio ninguna discusión en el nivel de la teorización b u en a m edida son creados p o r los hom bres, y que una vez cread o s no
p o n d rá fin a ninguna de las controversias en tre el realism o y el a n ti hay m otivos, a p a rte de la ap o stasía hum ana, p o r los que no deban
realism o lib rad as en el ám bito de la filosofía de la ciencia n atu ral. En c o n tin u ar persistien d o .
la sección referen te a la «intervención», sostengo que el recono Afirmo, pues, que K uhn nos conduce a un «nom inalism o revolucio
cim iento de los hechos de la vida experim ental y de la modifica nario» que to rn a al nom inalism o m enos m isterioso al d esc rib ir los
ción del m undo conduce vigorosam ente al realism o científico. El lec procesos h istó rico s p o r los cuales p asa n a la existencia nuevas ca
to r identificará ah o ra u n a de las fuentes de m i adm iración p o r el tegorías y nuevas d istrib u cio n es de los objetos. P ero sostengo que
d irecto m aterialism o de B recht, que afirm a a la «m anipulación», an u n paso ap a ren tem e n te m ás rad ical —creencia literal en la crea
tes que al «pensam iento», com o fuente del realism o. Mi «realism o ción de los fenóm enos— m u estra p o r q u é los o b jeto s de la ciencia,
experim ental» no invita al nom inalism o en m ayor m edida que lo si bien p asa n a la existencia en u n m o m en to del tiem po, no se cons
hace el m aterialism o de B recht. Creo que los fenóm enos físicos que titu y en históricam en te. Son fenóm enos después, al m argen d e lo
son creados p o r los seres hum anos son m ás bien flexibles al cam bio que ocurra. Llam o a esto «realism o experim ental».
teórico. El ejem plo del p a r voltaico aducido p o r el propio K uhn sir No hay que asu starse p o r ag reg ar algunos «ismos» m ás a n u es
ve bien a m i propósito. tro «ísm icam ente» co n tu rb ad o m undo. Yo d iría que m i p o sición es
K uhn escribe que V olta vio a su invención en analogía con la notablem ente parecid a a la que h a dado lu g ar el «racionalism o ap li
b o tella de Leyden. La descripción que V olta hace de ella es extraña, y cado y m aterialism o técnico» de G astón B achelard. Ningún o tro fi-
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147
CINCO PARÁBOLAS
lósofo o h isto ria d o r estudió tan intensam ente las realidades de la m iento de im po rtan cia. E l hecho en cuestión o cu rrió hace tre s m e
vida experim ental, ni hubo o tro m enos inclinado que él a suponer ses. Confirm a algunas co n jetu ras hechas p o r Ferm i algunos años
que la razón carece de im p o rtan cia (su racionalism o aplicado). Hace antes. F erm i pen sab a que debía de existir u n a p artícu la, u n a débil
cu aren ta años B achelard enseñaba que en las ciencias se producen p artíc u la elem ental o bosón W, que fuese en cierto sentido el « tran s
ru p tu ra s epistem ológicas (p o r ejem plo: «el efecto fotoeléctrico re m isor» de las corrien tes n e u tra s débiles (así com o el electrón tra n s
p resen ta u n a discontinuidad absoluta en la h isto ria de las ciencias»). m ite las co rrien tes cargadas ord in arias). A lrededor de 1970 se in ten
Al m ism o tiem po creía en la acum ulación científica y en la connaisan- taba h a lla r el W, p ero entonces la com unidad de la física de alta
ce aprochée. Lo que acum ulam os son técnicas experim entales y es energía pasó a investigar las co rrien tes n eu trales débiles m ism as.
tilos de razonam iento. La filosofía de la ciencia de h ab la inglesa ha C onsideraron el W com o u n a m era en tidad h ipotética, com o u n a
discutido dem asiado la cuestión de si el conocim iento teórico se invención de n u e stra im aginación. La búsq u ed a no se reinició sino
acum ula. P osiblem ente no o cu rra así. ¿Y qué hay con ello? Los fe esta década, en niveles de energía m ucho m ás elevados q ue lo que
nóm enos y las razones se acum ulan. Ferm i h abía creído necesario. F inalm ente en enero de 1983 el Con
T ras este pequeño gesto de cortesía hacia B achelard paso a uno sejo E uropeo de Investigaciones Científicas anunció que h ab ía loca
de sus descendientes espirituales, a saber, M ichael F oucault. In ten lizado el W en la desintegración del p ro tó n -an to p ro tó n a 540 billones
ta ré ten er p resen te u n a de las advertencias expresadas p o r Addison de electro voltios. Puede co n tarse u n com plejo relato de h isto ria de
en The Spectator: «Algunas reglas generales extraídas de los autores la ciencia a p ro p ó sito del aban d o n o y la reiniciación de la b ú sq u ed a
franceses, acom pañadas de ciertas p alab ras extravagantes, pueden de W. H ubo p o r cierto circu n stan cias forzosas, pero no u n «forza
elevar a u n esc rito r inculto y pesado arite el crítico m ás juicioso y m iento de la verdad». No supongo que exista u n a teo ría v erd ad era de
form idable.» 1 la verdad, pero existe u n a que es in stru ctiv a, a saber, la teo ría de la
redundancia, de acuerdo con la cual «p es verdad» no dice m ás
que p. Si algo verbal forzó a los p rim ero s investigadores, fue p, no
V. Crear seres hum anos la v erd ad de p. Lo que en re alid ad forzó a los trab a jad o res de la
investigación fue la necesidad de disponer de m ayores fuentes de
Al final de u n a reciente reseña de Consequences o f Pragm atism , energía; se tuvo que esp e ra r a la siguiente generación p a ra c re a r los
de R orty, B ern ard W illiam s cita p rim ero una frase de F oucault ci fenóm enos buscados que involucren la desintegración del protón-
tad a p o r Rorty: «el ser del lenguaje continúa b rillando siem pre con an tip ro tó n . H ubo circu n stan cias co n strictiv as perm an en tem en te, p ero
m ás in ten sid ad en el horizonte». ninguna de ellas se relacio n ab a con la verdad, a no ser que p o r u n a
viciosa p endien te sem án tica expresem os las constricciones con el
Continúa diciendo entonces que si no tenem os presente que la em pleo de la re d u n d an te p alab ra «verdadero».
ciencia encuentra su s cam inos a partir de la celda de las palabras, La teo ría de la verd ad b asad a en la idea de red u n d an cia es ins
y si no volvem os a tener en cuenta que la búsqueda de ciencia es tru ctiv a pero insuficiente. No m e refiero a deficiencias form ales, sino
una de nuestras experiencias esenciales del ser, forzada por la ver a deficiencias filosóficas. Da lu g ar a que p arezca que la expresión
dad, hallarem os que los resplandores del lenguaje en el horizonte se
convierte en los del fuego en el que el héroe soberanam ente libresco
«es verdadero» es m eram en te red u n d an te, p ero inocua. Creo que
del A u to da Fé de Cantti se inm ola en su biblioteca. invita a ascen d er p o r la p en d ien te sem án tica y nos ab re el cam ino
hacia aquella celda de p alab ras en la que los filósofos, sin excluir
Tales juegos de m eta-m eta-citas sugieren pocos ardores, pero ten a W illam s, se confinan. Si existe u n a teo ría in tere sa n te de la verd ad
go dos m otivos p a ra c ita r a W illam s. El m enos im portante, e inci p o r d iscu tir en este m om ento, se la h allará en lo que F oucault con
dental, es que el propio W illam s puede e sta r atra p ad o en la celda signa com o «sugerencias su jetas a u lte rio r p ru eb a y evaluación»:
de las p alabras. El cam ino p ara salir de la celda de W illam s no es
el ser forzado p o r verdad sino el c rear fenóm enos. Sólo en u n a filo «Verdad» debe entenderse com o un sistem a de procedim ientos
sofía de la ciencia v erbalística y dom inada p o r la teoría, «la búsque ordenados para la producción, la regulación, la distribución, la circu
da de ciencia es u n a de n u estras experiencias esenciales del ser for lación y la operación de afirm aciones.
zada p o r la verdad». Tom em os el ejem plo reciente de u n descubri- 1 La «verdad» m antiene una relación circular con sistem as de
poder que la producen y la sustentan, y con los efectos de poder
que ella induce y que la extienden.
1. Spectator, 291 (sábado 2 de septiembre), 1711-1712.
CINCO PARÁBOLAS 1 4 9
seriam ente, pued e ser in te rp re ta d a tam b ién com o algo que nos orien
Si la verdad en cierra p ara n o so tro s un interés filosófico, debié ta hacia su exacto opuesto.
ram os p re s ta r atención al m odo en que p asan a la existencia afirm a Sea com o fu ere la cu estió n de la frase de R oussell, considerem os
ciones con el c a rá c te r de susceptibles de ser verdaderas o falsas y de la secuencia fu n d am en tal de la o b ra de Foucault: el m anicom io, la
posibles objetos de conocim iento. P ero aun en este caso «verdadero» clínica, la prisión, la sexualidad y, en general, el en trelazam iento de
es red u n d an te, p o rq u e aquello de lo que nos ocupam os es sim ple «conocim iento» y «poder». H e señalado que K uhn n ada dice acerca
m ente el m odo en que las afirm aciones pasan a la existencia. de las ciencias sociales o del conocim iento de los seres hum anos,
Tal es la observación incidental que m e proponía hacer. Veam os del m ism o m odo, F oucault n ad a dice de las ciencias físicas. Sus
ah o ra qué o cu rre con la crítica que W illiam s dirige a F oulcault. No observaciones acerca de lo que, de m an era en can tad o ra, llam am os
o b stan te las opiniones acerca de T he O rder of Things que m e form é ciencias de la vida, están dirigidas p rin cip alm en te, au n q u e no ente
después, las observaciones de W illam s m e parecen curiosam ente ram ente, al m odo en que in terferim o s en las vidas h u m an as. He
fu e ra de lugar. Los libros de F oucault tra ta n en su m ayor p a rte escuchado c ritic a r a F oucault p o r tem er a la ciencia física. Consi
acerca de las p rácticas y del m odo en que afectan el h ab la en la derem os, en lu g ar de eso, la hipótesis de que la división del trab a jo
que las fijam os y son a su vez afectadas p o r ella. El resu ltad o de es en lo esencial co rrecta: K uhn p a ra las ciencias físicas y Foucault
ello es m enos u n a fascinación p o r las p alab ras que p o r los seres p a ra las cuestiones hum anas.
hum anos y las instituciones, p o r lo que les hacem os a los seres h u Me ce n tra ré en u n a sola cosa, estableciendo u n c o n tra ste espe
m anos o hacem os p o r ellos. F oucault está noblem ente obsesionado cífico con el nom inalism o revolucionario de K uhn. El p ro b lem a del
p o r lo que considera que es opresión: el asilo, la prisión, el hospital, nom inalism o escolástico, pienso, consiste en que deja en to tal m isterio
la salud pública y la m edicina forense. Su m isión de esas prácticas n u e stra interacción con el m undo y la descripción que hacem os de
puede ser en teram en te errónea. H ay quien dice que ya h a provocado él. Podem os en ten d e r m uy bien p o r qué la p alab ra «lápiz» se co rres
u n daño in d escriptible a los pobres desequilibrios a los que se dejó ponde p erfectam en te con determ in ad o s objetos. F abricam os lápices:
a n d a r lib rem en te p o r las calles de las ciudades de los E stad o s Uni p o r eso éstos existen. E l nom inalism o referen te a los p ro d u cto s del
dos p o rq u e F oucault convenció a los m édicos de que no se debe artificio hum ano no constituye ningún problem a. Es el nom inalism o
d eten er a los desequilibrados. Pero una cosa es clara: sin p re te n d er referen te a hierbas, árboles y estrellas el que constituye u n p ro b le
en m odo alguno ignorar el valor de las im p o rtan tes actividades po m a. ¿E n qué fo rm a pu ed en n u estra s p alab ras c u a d ra r a la tie rra y
líticas de C harles Taylor, F oucault h a estado m ás lejos de en c errarse a los cielos si no hay, an tes q ue n o sotros, árboles y estrellas? Un
en u n a celda de p alab ras que cualquiera de quienes h an sido invita nom inalism o estricto y u niversal es un ab su rd o m isterio. ¿Qué ocu
dos a co n trib u ir al p resen te volum en. Además, es precisam ente su rre, em pero, con las categorías que se aplican a los seres hum anos?
o b ra intelectual, su o b ra filosófica, la que a p a rta n u e stra atención Los seres hum an o s están vivos o m u ertos, son grandes o peq u e
de n u e stra h ab la p ara dirigirla a n u estra s prácticas. ños, fu ertes o débiles, creadores o trab a jad o res, d isp aratad o s o inte
No estoy negando el verbalism o de F oucault. Pocas personas han ligentes. E stas categorías surgen de la n atu raleza de los propios
leído su p rim e r libro, acerca del su rre alista R aym ond R oussell. Rous- seres hum anos, aunque ah o ra sabem os m uy bien en qué fo rm a es
sell p arece ser u n verdadero com pendio del hom bre en cerrado en posible re to rc e r la «inteligencia» m ediante cocientes. P ero considé
la celda de las p alab ras. Uno de sus libros se titula: «Cómo he es rense las categorías ta n reelab o rad as p o r F oucault, que com pren
crito algunos de m is libros.» Dice que in te n ta ría h allar u n a frase den la locura, la crim in alid ad y o tras desviaciones. C onsidérese in
tal que, si se cam biase la le tra de u n a de las p alab ras, se m odificaría cluso su afirm ación (en la cual no creo dem asiado) acerca de lo que
el significado de todas las p alab ras de la frase y asim ism o la gra era u n soldado en la época m edieval y lo que h a llegado a ser con
m ática. (E sp ero que nadie en el MIT se en tere de eso.) E ntonces las nuevas institu cio n es de la disciplina y el uniform e: los pro p io s
se escribe la p rim e ra frase al com ienzo de una novela y se sigue soldados p asan a ser especies de seres hum anos distintos. Podem os
h a sta term in ar el libro con la segunda frase. E scribió un libro, «Im com enzar a ca p ta r u n a fo rm a d iferen te de nom inalism o a la que
presiones de Egipto», y después recorrió E gipto p a ra asegurarse de llam o nom inalism o dinám ico. Las categorías de seres hum anos pasan
que n ad a de lo consignado en su libro e ra verdad. Provenía de buena a la existencia al m ism o tiem po en que las especies de seres h u m a
estirp e. Su m adre, rica y loca, fletó u n a nave p a ra h acer un viaje a nos p asan a la existencia p a ra co rresp o n d er a esas categorías, y existe
la India. Al acercarse a la costa extendió su catalejo, dijo: «Ahora e n tre esos procesos u n a in teracción en am bas direcciones.
ya h e visto la India», y em prendió el viaje de regreso. R oussell se E sto no es dem asiado sensacional, cuando la m ayoría de las cosas
suicidó. Todo ello puede in te rp re ta rse en el nivel de u n a obsesión in teresan tes en n o so tro s son lo que elegim os h ac er o in ten tam o s no
lingüística h ip erparisina. P ero u n a caricatu ra , au n cuando se la viva
150 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 151
hacer, cómo nos conducim os bien o nos conducim os m al. Adhiero de la perso n alid ad m últiple. H a sta 1875 no se re g istran m ás que uno
a la concepción sostenida por G. E. M. Anscombe en In ten tio n , según o dos casos de p erso n alid ad m últiple p o r generación. Después hay
la cual en todo respecto la acción intencional es acción con arreglo u n a m u ltitu d de ellos. Además, esta especie de insania desem peñó
a una descripción. Tiene que haber, pues, descripciones. Si podem os un papel político m uy claro. P ierre Jan et, el distinguido p siq u iatra,
d em o strar que las descripciones varían, que algunas llegan y o tra s se refiere que u n a ta l Félida X, que a tra jo m ucho la aleació n en 1875,
van, entonces sencillam ente h a b rá u n a variación en lo que podem os cobró la m ayor im p o rtan cia. «Su h isto ria fue el gran argum ento
(como u n a cuestión de lógica) h acer o no hacer. Es posible re in te r que los psicólogos p ositivistas em plearon en la época de las h ero i
p re ta r m uchos de los libros de F oucault com o consistentes en p arte cas luchas co n tra el dogm atism o espiritu alisla de la escuela de Cou-
en h isto rias acerca de la conexión e n tre ciertas especies de descrip sin. Pero p a ra Félida no es seguro que existiese una cáu-dra de Psi
ciones que pasan a la existencia y d ejan de existir, y ciertas especies cología en el Collége de France.» Jan e t ocupo precisam ente esa
de seres hum anos que pasan a la existencia y dejan de existir. Y, lo cátedra. D espués de Félida, hubo u n to rre n te de casos de personali
que es m ás im p o rtan te, uno m ism o puede h ac er expresam ente tra dad m últiple que aú n no se h a agotado. ¿O niem de» ir que v irtu al
bajo s de ese tipo. E studio el m ás insípido de los tem as: las estadís m ente no hub o casos de p erso n alid ad m últiple antes d<- l'elida? ¿No
ticas del siglo xrx. R esulta ser uno de los aspectos de lo que F oucault o cu rre sólo que los m édicos sim plem ente ................. registrarlos?
llam a u n a «biopolítica de la población», la cual «da lugar a am plias Puedo e sta r en un erro r, p ero lo que q u icio dci u i . que solam ente
m ediciones, a evaluaciones estadísticas, a intervenciones dirigidas a después de que los m édicos h u b iero n hecho su iml>a|o las personas
la to talid ad del cuerpo social o a grupos considerados com o u n todo». p e rtu rb a d a s disp u siero n de ese síndrom e para adopi.ulos. Hl síndro
¿Qué hallo al com ienzo del gran torbellino de núm eros, alrededor m e floreció en F ran cia y pasó después a los lisiados i imdos, que ah ora
de 1820? No o tra cosa que la estad ística de las desviaciones, o de la es su hogar.
locura, del suicidio, de la prostitución, de la vagancia, del crim en No tengo u n a idea de lo q ue tal nomínale.m<> dinám ico puede
co n tra las personas, del crim en c o n tra la propiedad, de la ebriedad, re p resen ta r. C onsiderem os de todos m odos .ir. impln a. iones p ara la
de les m iserables. Ese vasto conjunto de datos reciben el nom bre de h isto ria y la filosofía de las ciencias sociales l o mismo que el no
anályse morale. E ncontram os constantes subdivisiones y reo rd en a m inalism o revolucionario de K uhn, el nom inalism o dm.umi o de Fou
m iento del loco, p o r ejem plo, com o progresos válidos. H allam os cault es un nom inalism o historízado. Pero hay ui¡-.. que es funda
clasificaciones de m ás de cuatro m il casilleros diferentes de los mo m entalm ente d istin to . La h isto ria desem peña un papel esencial en
tivos de asesinato. No creo que los locos de esas especies, o esos la constitución de los o b jeto s allí donde los o lq .n ., ,,n los seres
m otivos de asesinato, hayan existido en general h asta que pasó a la hum anos y las form as en que se com portan A pe sai .1, mi d o ctrin a
existencia la p ráctica de com putarlos. radical acerca de la creación experim ental de l o .....i. no ,, sostengo
C onstantem ente se inventaban nuevas form as de h acer el recuen la visión del sentido com ún según la cual el ele. n. i..i..rl.vii-¡co es
to de los seres hum anos. Se creaban nuevas a b e rtu ra s en las que atem p o ral al m enos h a sta este grado: si uno li e • d é lo m inadas
se podía caer y se r contado. Incluso, los censos hechos cada diez cosas, ap arecerán determ in ad o s fenóm enos. N im ia i p i m irn m has
años en los distintos E stados revelan asom brosam ente que las ca ta este siglo. N osotros los produjim os. Pero lo .................. . e s t á im
tegorías en las que se distribuyen a los seres hum anos varían cada puesto p o r «el m undo». Las categorías creadas pm i.. que Foucault
diez años. E n p a rte ello se debe a que el cam bio social genera nue llam a anatom o p o lítica y biopolítica, al igual que .-i ............. inter
vas categorías de seres hum anos, pero pienso que los recuentos no m ediario de relaciones» e n tre aquellas dos polilii a < a < <om .iiiuido
eran m eros inform es. E ra n p arte de u n a creación —elaborada, hon en u n m arco esencialm ente histórico. No obsiani. , . . M i . i minos
rad a y, a decir verdad, inocente— de nuevas especies del m odo de de esas m ism as categorías com o las ciencias h u m a n a . . .u iicsg an
ser de los seres hum anos, y éstos inocentem ente «elegían» caer en a describirnos. Además, esas ciencias generan mu v.i . . .iq-oii.p,, las
esas nuevas categorías. cuales, en p arte , generan nuevas especies de sen -. ................ Prim ee
F oucault habla de «dos polos de desarrollo», uno de los cuales m os el m undo, p ero cream os seres hum anos. IV . i un, un d r su
es la biopolítica y el o tro u n a «anatom opolítica del cuerpo hum ano», advertencia acerca de los escritos pesados y las p.il.ilu , h.un esas
referen te al individuo, al cuerpo y a sus acciones. E sto es u n a cosa extravagantes con que cerré m i c u a rta parábola, A.l.li ,..n . i ibió
acerca de la cual no sé tan to que pueda fo rm u lar un juicio fundado. lo siguiente: «es u n a cosa m uy cierta que u n aulm <pn m> lia apren
P ero sigo, no obstante, u n hilo, y sostengo que se inventó al m enos dido el a rte de d istin g u ir las p alab ras y las cosas, v ,i. p<>m-r en
u n a especie de insania, y entonces los seres hum anos desequilibrados ord en sus pen sam ientos y expresarlos según su m o d o ■|. u i p o so -
h asta cierto pu n to eligieron ser locos de esa form a. El caso es el nal, sean cuales fu eren los conceptos que tengan, »■ p. id .m m la
152 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
estableció el grupo vigente en los E stados Unidos contribuye, al Johnson, p ro n to a se r tu to r en Yale y conocido com o m aestro de
m enos, a refin ar la resp u esta de m i filósofo a la p re g u n ta «¿Por qué Jo n ath an E dw ards, escribió su E ncyclopeáia o f Philosophy. E ste
esos filósofos?»; p ero tam bién nos dice algo acerca de la ocupación libro no en cierra un conocim iento firm e acerca del universo, p ero sí
de escrib ir la h isto ria de la filosofía.*2 la erudición filosófica recibida en A m érica del N o rte a com ienzos
Comienzo con la h isto ria de las ideas en los siglos xvi y xvii. del siglo x v iii . Antes de su ap o stasía —se convirtió al episcopalianis-
Una línea im p o rtan te e n tre los h u m an istas del R enacim iento fue su mo— el propio Johnson fue considerado com o un p en sad o r so b re
crítica de lo que ellos veían como la añagaza aristotélica de la esco saliente de Nueva In g laterra. E n la E ncyclopeáia p resen ta u n breve
lástica. Los h u m an istas sostenían que la filosofía debía ser la guía esbozo de la filosofía desde Adán. E l resu m en del desarrollo desde
p a ra la vida, y que la escolástica, al co n centrarse en ciertos aspectos la edad apostólica m erece ser citado in ex te n so :
de la lógica de A ristóteles, había a p a rta d o a la filosofía de los asun
tos de los hom bres. E n oposición a ello, algunos h u m an istas insistían Desde Grecia la filosofía fue introducida en Italia y desde allí a
en que la retó rica debía ser elevada a la m ism a a ltu ra que la lógica; Alemania, Holanda, España, Francia e Inglaterra. En esos países se
de ese m odo no sólo se sería capaz de c a p ta r la verdad, sino tam bién hallaron no pocos de los más grandes hombres; porque su doctrina
de convencer a o tro s de ella. E sta noción halló su form ulación m ás era cristiana. Entre esos innumerables hombres, las sectas princi
extrem a en la o b ra de Pedro R am us, cuya obra titu lad a Diálecticae pales eran las de los platónicos, la de los peripatéticos y la de los
fue decisiva p a ra la controversia intelectual en la E u ro p a de su siglo eclécticos. El jefe de los eclécticos fue un gran hombre, Ramus,
tras su publicación en 1543. R am us inventó un nuevo m odo de en cuya huella siguió Richardson; a éste siguió después Ames, el más
ten d er el m undo —su dialéctica—, que sintetizaba lógica y retórica. grande de todos ellos; y nosotros seguimos a Ames.
E l novedoso m étodo era u n m odo de análisis que capacitaba a quien
lo ap ren d ía p a ra ca p ta r la e stru c tu ra de ciertas proposiciones —por Voilá! H e aq u í la trad ició n que constituyó el p rim e r foco de
tan to , si la proposición era verdadera, tam bién la e stru c tu ra del especulación en A m érica del N orte: Platón, A ristóteles, P edro R am us,
m undo— y, p o r últim o, la m anera convincente de expresar esas A lexander R ichardson, W illiam Ames, y Sam uel Jo h nson de Yale.3
verdades. El hum anism o de R am us fue la colum na v erteb ral filo E sta es u n a visión levem ente inexacta de la trad ició n de com ien
sófica de gran p arte de la teología calvinista, y en In g late rra gravitó zos del siglo x v iii . H acia fines del siglo x v ii se conoció y se apreció
en las obras de los p u ritan o s de C am bridge de fines del siglo XVI, en Am érica del N o rte el pen sam ien to cartesiano, al que se in te rp re
A lexander R ichardson y W illiam Ames. Ames, en p artic u la r, fue una tab a h ab itu alm en te com o u n a extensión de las ideas de R am us.
figura saliente de com ienzos del siglo xvn. N unca llegó a e sta r en el D espués de 1690 se difundió u n a versión m arcad am en te racio n alista
Nuevo M undo, si bien proyectaba una expedición hacia ese conti de Locke. Es ju sto decir que a m ediados del siglo x v iii ya no se
n en te en la época de su m uerte, en el segundo cuarto de siglo. No consideraba que el grupo de p en sadores que acabo de m encionar
obstan te, las ideas y los textos de Ames fueron fundam entales p ara en cerrasen toda la sab iduría. Se divulgaron las nuevas d o ctrin as fi
los p u ritan o s de Am érica del N orte y constituyeron el núcleo de su losóficas de Locke (y de N ew ton), si bien se tra ta b a aún de u n Locke
pensam iento en el período de setenta y cinco años que siguieron a entendido en u n m arco cartesian o : de u n Locke visto a través de la
la fundación de H arv ard en 1636. En 1714 el norteam ericano Sam uel lente del racio n alista new toniano inglés Sam uel Clarke. Se em pleó
ese Locke prin cip alm en te p a ra «m odernizar» la teología calvinista;
ése es el elem ento ca racterístico de la o b ra de Jo n ath an E d w ard s.4
E n la A m érica del N o rte de fines del siglo x v iii , la filosofía h ab ía
versión norteamericana puede ser ahora al menos anglonorteamericana. Un com enzado a em erger com o u n a em p resa independiente, p ero no h a
buen ejemplo del tratamiento francés es Brehier, 1930 y 1938. A Descartes y el
cartesianismo se le dedican ochenta páginas, a Malebranche veintiocho, a John bía ya u n con ju n to de d o ctrin as co h erentes y aceptado p o r to d o s a
Locke y la filosofía inglesa veinticinco, a Hume diecisiete, a Condillac dieciocho, cuya form ación hubiesen con trib u id o unos pocos hom bres. P or u n a
a Rousseau quince. Algunos de los tratamientos alemanes clásicos se citan más p arte , p a ra los pensadores, p ro fu n d am en te religiosos, que tra b a ja b a n
abajo en el texto. con el nuevo sistem a establecido p o r E d w ards, la trad ició n que era
2. Los estudios acerca del modo en que comprendemos la historia de la
filosofía no son frecuentes; un excelente libro, aparecido recientemente, es, sin decisiva p a ra la visión ra m ista del m undo h ab ía p erd id o im p o rtan cia.
embargo, Loeb, 1981. El lector debe consultar también el número especial de P or o tra p arte , los filósofos que tra b a ja b a n en los colegios norteam e-
The Monist, 1969, Mandelbaum, 1976 y Walton, 1977. Un estudio en el que se
reflexiona acerca de la formación de la tradición literaria norteamericana, que 3. Esta explicación se apoya en Flower y Murphey, 1977 (la cita de Johnson
también ha sido provechoso, es Baym, 1981. Asimismo Skinner, 1987 atiende a se halla en ese trabajo, I, 20), y Murphey, 1979.
la cuestión de lo canónico. 4. La base para este sumario proviene de Flower y Murphey (1977, I, 365-373).
156 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA SIETE PENSADORES 157
ricanos h ab ían em pezado a ver a D escartes y a Locke com o «grandes y asistem ático del corpus de H am ilton —g ran p a rte de su o b ra fue
hom bres» cuyas o b ras h abía que leer; p ero no se concebía a ninguno publicada p ó stu m am en te p o r sus discípulos— y ac u sar a su a u to r
de los dos com o p arte s de un diálogo en curso. de lo que^ a m uchos p areció obvias contradicciones. Con m ag istral
El paso al nuevo siglo señaló el com ienzo de u n a trad ició n clara estilo polém ico. Mili destruyó el prestigio de H am ilton, no sólo en
m ente «m oderna». El pensam iento de la Ilu stració n inglesa y fra n G ran B retañ a sino tam b ién en los E stados Unidos.
cesa, atractiv o p a ra hom bres como F ran k lin y Jefferson, era visto El éxito de la E xam ination de Mili es u n dato crucial p a ra com-
con h o stilid ad p o r la m ayoría de los pensadores de form ación filo PJe^ e r desarrollo de la concepción contem p o rán ea de la Filosofía
sófica y teológica. H um e, en p artic u la r, era visto con tem o r y des M oderna en los E stad o s Unidos, p ero no fue p a ra Mili u n éxito
precio. Pero teólogos y filósofos hallaron en u n a Ilu strac ió n escocesa personal. P or el lado negativo, no sólo destruyó a H am ilton, sino que
ad u lterad a u n an tídoto co n tra Hum e, con lo que com enzó u n a alianza tam bién arru in ó la credibilidad de toda la rép lica escocesa a Hum e.
en tre los pensadores estadounidenses y el realism o «natural» de los Mili dejó sólo a Locke en pie. P o r el lado positivo, Mili convirtió a
escoceses que d u ra ría m edio siglo. Los teólogos que en las escuelas lo que p o d ría caracterizarse com o la posición em p irista escéptica,
de su especialidad em pleaban la filosofía como trasfondo de sus en algo que nuevam ente debía ser conjurado. Pero no fue Mili —ni
estudios, y los filósofos que en los colegios tra ta b a n problem as cla su E xam ination ni su Logic— el que se to rn ó lectu ra obligada; fue
ram en te filosóficos p o r sí m ism os, ju ra ro n fidelidad a T hom as Reid m as bien H um e el que ocupó un lugar p ro m in en te en el em pirism o.
y hallaro n en su obra toda u n a serie de persuasivas resp u estas al La E xam ination de Mili se difundió en los círculos filosóficos
escepticism o de H um e. E n el curso del siglo xix surgió u n a definida estadounidenses en to rn o de 1870. Diez años m ás ta rd e se fijaron
tradición de pensam iento. Leído a la luz de los posteriores d esarro las líneas fun d am en tales de la tradición del siglo xx. Pues en su
llos hechos en Escocia, Locke fue in terp re tad o de u n a m an era que búsqueda de u n a «respuesta» a H um e, los filósofos n o rteam ericanos
se relaciona con la que los m anuales p re sen tan en la actualidad: la de orientación teológica com enzaron a en fren tarse con la Crítica de
del realism o y el em pirism o del sentido com ún; el Locke racio n alista la razón p ura de m an era directa, en lugar de hacerlo m ediante sus
se to rn ó m enos im portante, y lo m ism o ocurrió con su predecesor in terp retacio n es escocesas. K ant cobró im p o rtan cia tam bién en In
D escartes. Además, el ex trao rd in ario triu n fo de Reid y sus seguidores g laterra, pero el p ro fu n d o c a rá c te r religioso de la vida intelectual
convirtió a H um e en u n a figura secundaria. H ubo u n a transición n o rteam erican a hizo que en los E stados Unidos persistiese h asta
n a tu ra l del Locke em pirista al Reid em pirista, pero ese Locke no m ucho después de que en In g late rra la m oda h u b o pasado. E n los
era aún el n u estro. E ra alguien que, sean cuales fueren sus virtudes, E stados Unidos el apreciado K ant reem plazó al deslucido H am ilton
ejem plificaba el m ayor defecto del pensam iento del siglo x v n : la en su condición de co n q u istad o r del escepticism o religioso. Los fi
adhesión a una teo ría representacional del conocim iento. El paso de lósofos se com placían en en señ ar y llegaron a creer que, al d esp e rtar
Locke a R eid consistió en la corrección que el segundo hacía del e rro r a K ant de su sueño dogm ático, H um e había conducido d irectam en
del p rim ero m ediante u n a teo ría de la percepción directa. El pensa te a su sucesor y a su p ro p ia refutación. Tenem os, p o r tan to , el
m iento de Reid pareció h ab e r sido reforzado en sus detalles p o r su com ienzo de la Filosofía M oderna: Locke, H um e, K ant.
discípulo, Dugald S tew art. Además, ad en trad o el siglo xix los esta Me propongo ah o ra re se ñ a r el m odo en que se com pletó ese es
dounidenses creyeron que con la o b ra de S ir W illiam H am ilton la bozo; pero an tes de eso es necesario decir algo acerca de la in tro
posición escocesa había superado la crítica de Reid hecha p o r K ant ducción del m anual de la h isto ria de la filosofía en el discurso filo
en la Critica de la razón pura. H am ilton fue u n hom bre de inm ensa sófico estadounidense. La b iblioteca del colegio estadounidense ha
erudición; in tro d u jo el pensam iento alem án en In g late rra en la déca sido p o r largo tiem po el rep o sito rio de los m anuales em pleados p ara
da de 1830, y ejerció la cáted ra de Lógica y M etafísica en E dim burgo. in cu lcar filosofía. Esos textos eran de dos tipos: resúm enes, reela
E n los E stados Unidos se lo reconoció com o quien había refinado borados, de las ideas de los p en sadores p referidos, e investigaciones
las ideas escocesas p ara recoger lo que h u b iera de valioso en Kant. sinópticas originales del ám b ito de la filosofía m oral con algunas
Tenem os, pues, aquí una segunda tradición en los E stados Unidos, soluciones ap ro p iad as p a ra p roblem as de lo que p odríam os llam ar
la cual predom inó h a sta 1870 aproxim adam ente: Locke, Reid, Ste la filosofía de la razón. E n 1871 y en 1873 se tra d u je ro n del alem án
w a rt y S ir W illiam H am ilton. k)s dos volúm enes de la H isto ry o f P hilosophy fro m Thales to the
E n 1865 Jo h n S tu a rt Mili publicó su E xam ination of the Philosophy Present T im e 5 de Überweg, la cual h ab ía sido p ublicada originaria
o f S ir W illiam Hamilton-, Mili estaba en el apogeo de su ca rre ra, y m ente de 1862 a 1866. La o b ra de Ü berw eg fue m uy conocida en los
H am ilton, que h abía m u erto diez años antes, no podía responder.
Mili fue tam bién capaz de sacar provecho del ca rác te r fragm entario 5. Überweg, 1871, 1873.
158 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA SIETE PENSADORES
E stados Unidos, p ero en realid ad sólo ejem plifica el in terés entonces te testim onio del deseo de los pen sad o res n o rteam erican o s del si
creciente p o r los sectores especulativos de «la h isto ria de la filoso glo xix de em peñ arse en h a lla r u n a víctim a p ro p iciato ria filosóficas
fía» ta l com o se la concibe en Alem ania. Lo que ello significó p a ra los D escartes apareció com o el prin cip al racionalista. P o r no hallarse"
estadounidenses fue que la filosofía conscientem ente pasó a ser vista, interesado en la observación científica, se lo podía co n tra p o n er aL
p rim ero, com o u n a em presa colectiva en la que la h u m an id ad había em p irista Locke. E ste desarrollo se coordinó intelectu alm en te con
«encarnado en concepción científica su s visiones del m u n d o y sus el surgim iento del idealism o alem án, el cual, en su m ás extravagante
juicios de vida», p a ra citar la trad u cció n norteam erican a de 1893 form a, puede ser visto com o la in fo rtu n a d a culm inación de u n racio
de la H isto ry de W indelband.6 Segundo, pasó a ser vista com o una nalism o desenfrenado. Pero esa culm inación sólo se po n d ría de m a
dialéctica en la que h abía un im pulso intrínseco hacia la verdadera nifiesto después de la P rim era G uerra M undial. A fines del siglo xix
n atu raleza del pensam iento, p a ra p a ra fra se a r la aú n com pleja His se d estacaba al racionalism o cartesian o p a ra p o n er de relieve lo
tory o f P hilosophy norteam erican a de F ra n k Thilly.7 F inalm ente, pasó que h abía de sensible en el em pirism o de Locke.
a vérsela com o u n decurso que conducía inevitablem ente, a través B erkeley em ergió com o u n a figura fu n d am en tal p o r razones dife
de los alem anes, a las superiores ideas del presente. Como dice rentes. Aquí los norteam erican o s estab an influidos p o r los id ealistas
A rth u r K enyon R ogers en su ex tra o rd in aria S tu d e n t’s H istory of ingleses que resu citaro n a B erkeley com o p re c u rso r de sus p ro p ias
Philosophy, él alcanzó los objetivos de su libro «por m edio de u n a ideas hegelianas. Los n o rteam erican o s se acercaro n a la o b ra de Ale-
m ódica reproducción de la filosofía hegeliana de la historia».8 El libro xan d er Cam pbell F rase r y Thom as Hill Green: el p rim ero red escu b rió
de R ogers se publicó p o r p rim era vez en 1901, pero hubo después a Berkeley p a ra los lectores ingleses; el segundo encabezó en G ran
m uchas ediciones y reim presiones. Es texto de p ru eb a de u n a «His B retaña el com bate p o r el reconocim iento de la realid ad del yo com o
to ria de la Filosofía M oderna» norteam ericana. Las obras alem anas entidad consciente.
no lo son, pero en las dos últim as décadas del siglo xix co n stitu Los influyentes artícu lo s de C hales Peirce de la década de 1870
yeron p a ra los norteam ericanos el m odelo de cóm o debe ser una y la o b ra de Josiah Royce Religious A spects o f P hilosophy, publicada
au tén tica h isto ria del pensam iento m oderno y de cóm o debe estable en 1885, la cual fue ex trao rd in ariam en te im p o rtan te, re p resen ta n lo
cerse u n a vinculación en tre los pensadores. que o cu rría con D escartes y B erkeley en los E stad o s Unidos. N inguno
E sos m odelos, unidos a los tres filósofos aún vigentes después del de aquellos dos au to res fue un defensor del realism o rep resen tacio
ataq u e de Mili —Locke, H um e y K ant—, rep resen ta ro n cuanto fue nal cartesiano, pero cada uno de ellos -—Royce, b asándose en el
esencial p ara p ro d u c ir algo m ás que u n a serie de «grandes pensado ejem plo de Peirce— to m an a D escartes com o la p rim era m u estra
res» o incluso una tradición de discurso predom inante: el canon de de lo que h abía habido de erróneo en la filosofía m oderna y de los
la Filosofía M oderna. P ara m o stra r cóm o se lo form ó llam aré p ri argum entos fund am en tales de varias concepciones equivocadas: el
m ero la atención acerca de u n renacim iento local del interés p o r dualism o, la teorización a priori acerca de la ciencia y la teo ría causal
D escartes y de u n a preocupación p o r B erkeley in sp irad a p o r el res de la percepción. Sus resp u estas a B erkeley eran m ás com plejas:
peto de los norteam ericanos p o r los neohegelianos ingleses. Peirce se propuso s u s te n ta r el idealism o p lu ralista de B erkeley p ero
P ara los norteam ericanos K an t suscitó la cuestión de la inteligibi condenando su nom inalism o; Royce in te rp re tó a B erkeley com o u n
lidad del realism o representacional. Ellos h allaro n en D escartes un filósofo que llega sólo h a sta la m itad del cam ino que conduce a la
realista a quien podía reprochársele u n a serie de erro res que el co rrecta posición del idealism o absoluto. No obstan te, p a ra am bos
p ensam iento k an tiano podía corregir. Tam bién Locke era un realista el trata m ien to que hacen de Berkeley desem peñó u n papel sem e
rep resen tacio n al, pero en los E stados Unidos no era sólo y m eram ente ja n te al de su trata m ie n to de D escartes; h u b o de este filósofo un
u n epistem ólogo: era tam bién el p ad re intelectual de la C onstitu renacim iento que lo colocó al comienzo del canon; B erkeley pasó a
ción. E ra el «filósofo de América», «el grande y celebrado señor fo rm a r p a rte de él sin p ro c ed er de ningún lu g ar definido. P o r cierto,
Locke», cuyas expresiones de afecto p o r A m érica del N orte databa en el caso de B erkeley es posible ver que su in terp re tació n en el
de los días de la Revolución. El lugar de D escartes en el canon es en grupo de pensadores com o u n a figura cronológicam ente situ ad a en tre
p a rte testim onio de la veneración de la c u ltu ra p o r Locke, y en p ar Locke y H um e, llevó u lterio rm en te a la conclusión, fu n d ad a en el
p o st hoc ergo p ro p ter hoc, de que B erkeley h ab ía acep tad o los p re
6. Windelband, 1893, 9 (el subrayado se halla en el original). supuesto de Locke, y que Hum e, recogiendo el m en saje de Berkeley,
7. Thilly, 1914, 1-2. También debiera leerse el prefacio de la tercera edición los continuó en todos los aspectos. Se exaltó así a D escartes, en p a rte
revisada (Thilly y Wood, 1956, v-viii). porque n adie deseaba a ta c a r a Locke; y la exaltación de B erkeley
8. Rogers, 1907, vi. Esta «Nueva edición revisada» es la más antigua que
he encontrado. reflejó, en p arte , la incidencia de la m etrópolis en la provincia.
160 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
SIETE PENSADORES 161
Es m ás difícil ver de qué m odo los sucesores de D escartes se
u nieron a los otros cinco. Espinoza y Leibniz ingresaron tard íam en te nista. Royce era el an tag o n ista decisivo, y la discusión e n tre éste y
en el canon, y aú n hoy, sospecho, posiblem ente se los excluya del Jam es definió los lím ites del d eb ate filosófico en los E stados Unidos
curso de Filosofía M oderna si uno llega a em pantanarse en las Me p o r u n a generación. Jam es seg u ram en te sabía de la gran im p o rtan cia
ditaciones o si se le quiere dedicar m ucho tiem po al E nsayo sobre que Royce había concebido a Espinoza. Si bien au n u n som ero cono
el en ten d im ien to hum ano. Tengo acerca de ellos u n a co n jetu ra ba cim iento de la m an era en que Jam es en tiende a Leibniz pone de
sada en los hechos. m anifiesto que no e ra p a rtid a rio del o p tim ism o sostenido p o r este
E n 1892 Royce escribió u n estudio, m uy leído, titu lad o T he S p irit filósofo, es tam b ién evidente que an h elab a h a lla r en el p asado especu
o f M odern Philosophy. Como reco rd ab a Georg H e rb ert Mead, debie lativo u n con ju n to de cuestiones sem ejantes a las que h ab ían im
ra h ab e r «una edición especial de The Spirit of M odern Philosophy pulsado su propio pensam iento. Tengo el p resen tim ien to de el hecho
en cu ad ern ad a en m arro q u í fileteado, m árgenes ilum inados y p arág ra de que E spinoza y Leibniz ocupen los lugares que ocupan es ra s tro
fos inicialados, e ilu strad o con im ágenes de Rafael, p a ra sim bolizar pluralism o de com ienzos del siglo xx. Sólo si se ve de ese m odo el
lo que significó p a ra los jóvenes el que Royce com enzara a enseñar florecim iento del canon —esto es, del p a r fo rm ado p o r E spinoza y
en Cam bridge».9 E n la segunda p arte del libro se p ro c u ra d em o strar Leibniz— puede explicarse que se p resen te a Leibniz co rrien tem en
que el idealism o de Royce era com patible con D arw in, pero la te com o el sucesor de Espinoza (o com o su altern ativ a) m ás bien que
p rim era p a rte era u n a h isto ria de la filosofía. Si bien e ra claro que com o crítico del em pirism o de Locke, lo cual no es m enos plausible
la o b ra de Royce era en teram en te personal, su a u to r ejerció una que lo an terio r. Tenem os así: D escartes, Espinoza, Leibniz. He insi
decisiva au to ridad. Lo que entendía p o r Filosofía M oderna era un nuado ya que en Am érica del N orte el racionalism o de la filosofía
estudio de los filósofos poskantianos (para él) m ás o m enos con m o d ern a fue fru to de la incidencia del idealism o absoluto a fines
tem poráneos: Fichte, Hegel, Schopenhauer. Pero su concepción de del siglo xix. Tenem os ah o ra m ás p ru eb as de ello. E n los E stad o s
lo que p a ra n o so tro s es el período de la Filosofía M oderna es cu Unidos Jam es hizo m ucho p o r a c re d ita r la existencia de la trad ició n
riosa. Su culm inación era K ant; antes de ello, Royce consideraba racionalista; hizo tam b ién m ucho p o r d esa cre d itar su m érito en
que el p eríodo com prendía dos épocas. P rim ero, «el p en sa d o r especu contraposición con el em pirism o, el p lu ralism o y el resp eto p o r la
lativo m ás profundo» del siglo x v n , Espinoza; segundo, el período ciencia.
que va «de E spinoza a K ant».10 ¿P or qué esa veneración p o r Espi D escartes, E spinoza, Leibniz; Locke, B erkeley, H um e; K ant. P ero
noza? Sim plem ente porque Royce vio en E spinoza el filósofo que éste no es el final de la h isto ria. La p re g u n ta que debe fo rm u larse
an tes de K ant re p resen tó m ás claram ente la verdad que Royce había ah o ra es: ¿qué pasó con H egel? Y la re sp u esta c o rrec ta es: au n q u e
alcanzado en 1892: la verdad del idealism o absoluto. pueda h ab e r sido golpeado con an terio rid ad , lo m ataro n en la P ri
Unos quince años m ás tard e se escribió otro opúsculo p a ra esos m era G uerra M undial.
tiem pos, que es im p o rtan te p ara com prender la h isto ria de la filoso E n los círculos filosóficos n o rteam erican o s de fines del siglo xix
fía ta l com o se la concebía entonces. E n el p rim e r capítulo de su había m ás hegelianos de to d o género que los que un o p o d ría enu
P ragm atism distinguió W illiam s Jam es en tre los filósofos de esp íritu m erar. Royce no era hegeliano, p ero su concepción de la h isto ria
d u ro y los filósofos de esp íritu blando, en tre los que él llam aba empi- del pensam iento conduce a Hegel y a trav és de Hegel. Aun W illiam
rista s y racionalistas. No se tra ta de d iscu tir el m odo en que Jam es Jam es, com o he señalado, p ro p en d ía a definirse en oposición a los
en tiende la h isto ria de la filosofía p er se, pero en tre o tras cosas seguidores de Hegel. George Sylvester M orris, que p o r un tiem po
Jam es llam a la atención acerca de E spinoza y Leibniz com o m entali presidió en el m odo alguno insignificante eje H opkins-M innesota-
dades m o n ista y p lu ralista respectivam ente, y señala a Leibniz como M ichigan de incipiente filosofía profesional, ejem plificaba m ejo r el
filósofo m o n ista no o b stan te ser racionalista: de acuerdo con la tipo de figura podero sa que alen tab a el estudio de Hegel. M orris
tipología de Jam es, los racionalistas eran m onistas y los em piristas fue, adem ás, el tra d u c to r de la H isto ry o f P hilosophy de Überweg.
eran p lu ralistas. A los fines de este exam en conviene d estac ar que No o b stan te, el m ejo r ejem plo es la o b ra del discípulo hegeliano
la o b ra de Jam es está dirigida fundam entalm ente a d ar validez al de M orris, Jo h n Dewey.
m onism o del a u to r en el contexto de la discusión de aquellos días, En 1884 Dewey escribió u n artícu lo titu lad o «K ant and philoso-
que era, a su entender, aunque erróneam ente denom inada así, m o phic m ethod». Lo que se en cu en tra en ese ensayo es u n a cabal con
cepción de la h isto ria de la filosofía p ro p ia del siglo xx, concepción
9. Mead, 1916-1917, 69. que claram ente proviene de las ideas alem anas de m ediados del
10. Royce, 1892, 41, 9. siglo xxx referen tes a la h isto ria especulativa. Dewey sostenía que
hay en la h isto ria del pen sam ien to u na lógica in tern a que conducía,
SIETE PENSADORES 163
162 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
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C apítulo 7
W o lf Lepenies
La h isto ria de la ciencia, con su producción, m ás que ocasional, de chám ente asociado con el que ejercía en ese dom inio, debía c e n trarse
libros m uy volum inosos, no h a gozado de una rep u tació n especial en las épocas m ás recien tes del desarrollo científico, m ien tras que al
m ente bu en a e n tre los científicos. Ya sea que la escribiesen h isto ria h isto riad o r político le estab a p erm itid o dirigirse a las épocas m ás
dores profesionales o aficionados, o científicos en ejercicio o retirados, rem otas de la h isto ria de la hum anidad.
se la h a visto siem pre —p ara p a ra fra se a r o tra vez a N ietzsche— Ni el com prom iso de R anke y su genuino in terés p o r el d esarrollo
com o ocupación de u n a raza de eunucos, «bulliciosos su jeto s que se de la h isto ria de la ciencia, ni las innúm eras h isto rias de d istin tas
com paran con los rom anos com o si fu eran sem ejantes a ellos», como disciplinas que de hecho se h an esc rito después de su p ro p u esta, h an
com pensación de los que nunca pudieron hacer ciencia ellos m is sido aceptadas, o se les ayudó a in co rp o rar a la profesión h istó rica
mos, ya sea p orque d ejaron de hacerla o porque nunca la hicieron el cam po recientem ente establecido. P ro bablem ente los h isto riad o res
suficientem ente bien. estaban convencidos de que el d esarrollo de la ciencia debía ser p re
Las tres especies de h isto ria que N ietzsche pro p u so distinguir sentado en la fo rm a de m anuales de h isto ria, pero no podía indu
—la m onum ental, la an ticu aría y la crítica— pueden h allarse asim is círselos a que les gustasen. El que tan to los científicos en actividad
mo en la h isto ria de las ciencias. N inguna o tra disciplina h a tom ado com o los h isto riad o res de la ciencia, co m p artan la concepción de la
con m ás seriedad que la h isto ria de la ciencia la advertencia de h isto ria de las ciencias como u n relato de esp len d o r y felicidad, con
N ietzsche de que el pasado sólo puede ser explicado p o r lo que en cepción expresad a p o r E d w ard Gibbon al com ienzo de su E ssay on
el p resen te es m ás poderoso. P or eso el h isto riad o r de la ciencia hace th e S tu d y of L iterature (1764), no convence al h isto riad o r político
un h ábito del llegar m ucho después de la época de la cosecha, y no tradicional, que, inm erso en el m asoquism o característico de su dis
com o huésped bienvenido sino como huésped tolerado en la com ida ciplina, prefiere escrib ir la h isto ria de los im perios y, p o r tan to , de
de acción de gracias celebrada p o r la com unidad científica, cayendo acuerdo con Gibbon, la de las m iserias de la hum anidad.
a veces «tan b ajo que se satisface con cualquier alim ento y [devora] A unque co m p artía con quienes ejercen la ciencia la creencia en
ávidam ente cu an tas m igas caen de la m esa bibliográfica». Que al u n crecim iento acum ulativo del conocim iento y en u n continuo p ro
científico no le im p o rte cuando suscita el interés del h isto riad o r, y greso del pensam iento científico, el h isto riad o r de la ciencia no sólo
que éste a b u rra cuando adula a aquél: ése es el dilem a que afro n ta nos n a rra u n a h isto ria de los héroes y del culto a los héroes, sino que
el h isto riad o r de la ciencia. al m ism o tiem po fo rm u la u n a condena de los villanos. E n el esce
La suya era u n a h isto ria de m anual, com o la llam ó J'oseph Agassi: nario no aparecen ú n icam en te ingeniosos ad elantados y b rillan tes
pero incom prendidos p recu rso res: hay asim ism o heréticos y tra m
posos, p etard ista s y plagiarios, y, p o r p resen tarlo s, la h isto ria de la
En la prim era edición de su historia de la física, de 1899, Cajori ciencia constituyó, b a sta n te parad ó jicam en te, u n esfuerzo constante
calificó con un enorm e signo negativo a los que creían en los elec
trones. En la segunda edición, de 1929, calificó a esa s m ism as per
p o r re c o rd a r al científico aquellos a quienes era m ejo r que olvidara.
sonas con un enorm e signo positivo. Puede hallarse una crítica P resentando p a ra algunos el aspecto de u n p an teó n y p a ra otro s el
explicación de tal cam bio de actitud en el increíblem ente ingenuo de u n a penitenciaría, la h isto ria de la ciencia fue, com o la describió
prefacio de la segunda edición, en el que expresa su lealtad al ma u n a vez G astón B achelard, u n a disciplina n o rm ativ a con u n insacia
nual de física al día. Así, toda vez que el m anual se modifica, la his ble interés p o r los erro res.
toria de la ciencia cam bia en el m ism o sentido (Agassi, 1963: 33). Aunque no me propongo excusarm e p o r tra z a r este b u rd o esbozo
de u n a im agen m ucho m ás sutil e in teresan te, m e g u staría d estacar
No o bstante, los h isto riad o res de la ciencia n o escriben prefacios que en la h isto ria de la ciencia h a habido m ás bien diversas o rien ta
o h isto rias de m anuales porque deseen com placer a los científicos. ciones, y que po d ría caracterizarse a algunas de ellas com o p erten e
Al hacerlo satisfacen, p o r lo general, tam bién las expectativas de cientes a d istin tas trad icio n es nacionales de enseñanza y de investi
los profesionales de la h istoria. E n u n m em orando presentado ante gación. D istinguiendo en tre u n enfoque u nidisciplinario y u n enfoque
la Real Academ ia de Ciencias de M unich en septiem bre de 1858, m u ltidisciplinario y sep aran d o la m odestia idiográfica de las aspi
Leopold von Ranke, uno de los pocos h isto riad o res algo interesados raciones nom otéticas, p o d ría afirm arse que la a c titu d anglosajona en
en el tem a, sugirió acom eter una am plia serie de libros de h isto ria la history of Science h a sido la de co n cen trarse en u n grupo de dis
de la ciencia («Geschichte der W issenschaften»). E ra m anifiesto p ara ciplinas, a saber, las ciencias n atu rales, m ien tras que las am plias
R anke que esos libros sólo podían ser escritos de u n a m anera es connotaciones del térm in o Wissenschaft h a conducido a los h isto ria
pecífica: ten d rían que c o n stitu ir una «historia de los resultados cien dores de la ciencia alem anes a o cu parse con cam pos diversos de la
tíficos». E ra evidente que el h isto riad o r de la ciencia, siem pre estre- investigación y a p re s ta r especial atención a las diferencias in trín se
174 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 175
cas que existen en tre ellos, esto es, a las diferencias existentes entre de h isto ria de la filosofía suenen m uy parecidos a los m anuales de
las Naturwissenschaften y las Geis tewissenschaften. Tengo la im pre h isto ria de la ciencia p o r ser escritos desde u n p u n to de v ista filo
sión de que, acaso debido a la influencia de la epistem ología neokan- sóficos diferente. La influencia de la ortodoxia p ro te sta n te y la in
tiana, la trad ició n alem ana en el terren o de la h isto ria de la ciencia fluencia de Leibniz son m anifiestas en B ru ck n er (H istoria critica
es in trín secam en te idiográfica en u n a fo rm a en que la trad ic ió n anglo philosophiae, 1742-1744), lo m ism o que en T iedem ann (Geist d er spe-
sajona, que estuvo tam bién in tere sa d a en m odelos de desarro llo cien kulativen Philosophie, 1791-1797), y la h isto ria de la filosofía de Ten-
tífico m ás generales, jam ás lo h a sido. P or o tra p arte , hay u n a tra nem ann {G eschichte der Philosophie, 1798-1819) revela su origen
dición específicam ente fran cesa de orientación m ás p lu ralista, com o kantiano en no m en o r m edida en que la de H. R itter (G eschichte der
in m ediatam ente lo revela la denom inación de «histoire des Sciences», Philosophie, 1829-1853) revela su esp íritu hegeliano (Delbos, 1917).
y que no retro ced e ante la teorización. Debem os distin g u ir u n im No continuaré discutiendo h isto rias de la filosofía. E s u n a ta re a
p o rta n te grupo de historiadores de la ciencia franceses, tan to de sus p a ra la cual no estoy p re p ara d o ni soy lo b a sta n te com petente. A pe
colegas anglosajones com o de sus colegas alem anes, de los cuales sar de lo que he señalado h a s ta aquí, acerca de este tem a se h an
po d rían decir, com o C ournot: «Ces savants du Nord ne ressemblent escrito valiosos estudios, com o la H istoire de l’histoire de la philo-
pas á nos tetes frangais.» S ería u n problem a in tere sa n te p a ra la soprie de Lucien B raun, p recisam en te u n discípulo de Georges Can-
p ro p ia h isto ria de la ciencia establecer p o r qué esta trad ició n france guilheim . Debem os reco rd ar, em pero, que lo que se analiza aquí es
sa perm aneció m ás bien p arroquial, dado el contexto internacional siem pre investigación filosófica. P ero no es del todo evidente q u e la
en que siem pre ha dom inado la history of Science anglosajona. Sería h isto ria de la filosofía haya desem peñado en la investigación y en
asim ism o in teresan te, creo, p re g u n ta rse p o r qué esa histoire des las publicaciones filosóficas el m ism o papel que desem peñó en la
Sciences epistem ológicam ente orientada, encendida e inflam ada por enseñanza de la filosofía y, p a ra u sa r u n a expresión de R o b ert Mer-
las osadas visiones de G astón B achelard y solidificada p o r la m eticu ton, en la tran sm isió n oral del conocim iento filosófico.
losa investigación em pírica de Georges Canguilhem , condujo a Mi- Hay u n profu n d o ánim o an tih istó rico en to d a la filosofía, u n a con
chael F oucault y a sus seguidores a u n sendero que ah o ra resu lta fianza, continua y siem pre so rp ren d en te, del ego filosofante en sus
ser un callejón sin salida, a p esa r de que el im ponente edificio en capacidades p a ra p ro c u rarse y gozar del en canto que sólo u n conoci
el que se h a colocado el letrero de «Sin salida» es n ad a m enos que m iento definitivo y com pleto puede p ro p o rcio n ar, u n conocim iento
el Collége de France. I. llevado, como dice K ant en los Prolegóm enos, «a tal com pletud y
fijeza, que ya no req u iere de u lte rio r m odificación ni está su jeto a
argum entación alguna p o r descu b rim ien to s nuevos» (K ant, 1950: 115).
II. La historia de la filosofía en cuatro filósofos En este sentido, la filosofía es u n a disciplina nostálgica, p ero que
sólo puede ser colm ada en el presen te, nunca en el pasado. La his
No sólo hay m uchas h isto rias de la filosofía: tam bién hay filosofías to ria de la filosofía p arece ta n superficial p a ra los filósofos dogm á
de la h isto ria de la filosofía, h isto rias de la filosofía de la historia, e ticos como fú til a los escépticos. Se convierte en u n a in q u ietu d de
h isto rias de la h isto ria de la filosofía. La m ayor p arte de ellas con la m ente (N ietzsche) y, p o r últim o, el certificado de defunción que
firm a la creencia de que la dem asiada reflexión sólo conduce hacia la filosofía llena p a ra sí m ism a cuando al final se la red u ce al p u n to
atrá s, y que el erudito caviloso siem pre corre el peligro de conver de que sólo es posible esc rib ir su h isto ria (T roeltsch).
tirse en lo que D iderot llam ó a su vez «un systém e agissant d re- / E l pasado de la filosofía no es igual que, p o r ejem plo, el pasado
boursy>. La p ro fusión de libros de h isto ria de la filosofía no señala la dé la quím ica. Un quím ico puede h a b e r escuchado h a b la r de La-
legitim idad del género, sino m ás bien la dificultad de lograrla. Con- voisier, o h ab er leído acerca de él, p ero p a ra él sería u n derro ch e
d orcet debe de h ab e r estado de h u m o r irónico al afirm ar que no hay de tiem po, y no ten d ría m ucho sentido, re p e tir en su lab o rato rio los
m e jo r indicio del avance de u n cam po que la facilidad con que experim entos del T raité élém entaire./Los filósofos, en cam bio, aunque
es posible escrib ir libros m ediocres acerca de él. se les consiente desconfiar de la du d a rad ical de D escartes, rech azar
H éroes y villanos aparecen u n a vez m ás en la h isto ria de la filoso la m onadología de Leibniz o d e te sta r la concepción del E stad o de
fía. P ara algunos —com o B rucker— es u n a señal de erro res y de Hegel, difícilm ente p u ed an d esd eñ ar a D escartes, Leibniz y Hegel p o r
infinitos ejem plos de pensam iento equivocado y que induce a equi ser sim plem ente anticuados. E l p asado de la filosofía está vivo p o rq u e
vocación. A m enudo es una h isto ria de dilem as (R enouvier), pero a posee una inextinguible capacidad de g en erar polém ica (G ueroult).
la vez —al m enos p a ra la m irada retrospectiva de Hegel— «una su Sólo es posible p re serv ar esa capacidad, sostienen los filósofos, en la
cesión de m entes nobles». Difícilm ente so rp ren d a que los m anuales m edida en que el p asado filosófico sea despojado de su contexto his
176 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 177
tórico. El térm ino «presentism o» n u n ca suena a los filósofos com o La b ú squeda ca rtesian a de u n a v erd ad en las ciencias es u n a
un reproche; no, al m enos, a aquellos que, como Hegel, declaran que h isto ria de desengaño p o r la lectu ra de libros y de desilusión an te
no hay pasado en la filosofía, sino sólo u n presente. P o r tanto, la la experiencia m u ndana. Las falacias de los que a ju sta n su co n d u cta
m ayoría de las h isto rias de la filosofía son o m eras clasificaciones y a los ejem plos h allados en los libros, son obvias:
cronologías, o u n a crítica de los dogm as y de las doctrinas. Sólo
raram en te in ten tan in te rp re ta r el pasado filosófico en su contexto
Pero yo creía que ya había dedicado bastante tiempo a las len
cultural. guas y a la lectura de los libros de los antiguos, tanto a sus histo
P erm ítasem e ah o ra dirigirm e a cu atro filósofos y decir algo acerca rias como a sus mitos. Pues conversar con hombres de edades
de sus concepciones de la h isto ria de la filosofía. E n tre ellos, Des pasadas es como viajar. Es bueno saber algo de las costumbres
cartes ejem plifica el hum or an tih istó rico característico no sólo de la de los distintos pueblos, a fin de juzgar las nuestras correctamente,
filosofía, sino tam bién de m uchas h isto rias de la filosofía. Hegel ... Pero cuando se pasa mucho tiempo viajando, uno puede conver
reem plaza la h isto ria p o r la teleología. D ilthey in te rp re ta a la filoso tirse en extranjero en el propio país, y cuando uno siente vivo in
fía como u n sistem a cu ltu ral específico. H usserl in ten ta su p erar los terés por las cosas del pasado, comúnmente permanece ignorante
peligros del relativism o histórico in ten tan d o (re-)establecer a la filoso de las del presente (Descartes, 1965: 7).
fía com o ciencia estricta. Al hablar, siquiera brevem ente, de esos cua
tro filósofos, m e propongo indicar que la h isto ria de la filosofía está Ahora, a m ás ta rd a r, puede p arece r escasam ente original llam ar
indisolublem ente entrelazada con la filosofía de la h isto ria y, en al D iscourse de D escartes pieza de lite ra tu ra de viajes: ésa es la
principio, red u cida a ella. m etáfo ra del au to r, no la del lector. Al re c u rrir a ella D escartes p re
senta lo que p o d ría denom inarse el dilem a del filósofo. No estoy se
guro de la influencia de D escartes en este sentido, p ero m e so rp ren d e
V iajes cartesianos que el dilem a del etnógrafo, u n leitm o tiv desde R ousseau h asta Lévi-
S trau ss, suene com o u n a variación del tem a cartesiano, la cual ex
René D escartes estuvo en F rancia y en B aviera, en Polonia y en presa, p o r así decir, los p roblem as del viaje al ex tran jero , en tan to
Prusia, en Suiza, Italia, H olanda y Suecia: fue, pues, un filósofo que que D escartes se h ab ía referid o a los p roblem as de v iajar de regreso
viajó m ucho, y probablem ente se sitúa, en térm inos de kilóm etros al pasado.
reco rrid o s, en el extrem o su p erio r de u n a escala cuyo extrem o infe P or supuesto. D escartes no v iaja sólo de regreso al pasado, sino
rio r debe ocu p ar sin duda Im m anuel K ant. Salvo un corto viaje por tam bién a otros países. E ventualm ente, las experiencias del etn ó
m a r que dio lu gar a una extensa n o ta al pie acerca de los m areos grafo acrecientan el escepticism o del h isto riad o r: costu m b res dis
provocados p o r la navegación en su Antropología desde el punto tin ta s n o son m ás satisfacto rias que libros antiguos, y la creencia del
de vista pragm ático, K ant nunca abandonó su nativa K oenigsberg filósofo «en algo que m e haya sido enseñado sólo p o r el ejem plo y la
en la P rusia o riental. D escartes y, con él, u n a nueva época de la costum bre» desaparece com pletam ente.
filosofía, com ienza con u n a pieza de lite ra tu ra de viajes. Tal es, según P o r tan to , u n desencanto y u n a ru p tu ra con el pro p io pasado se
sugiero, el m odo en que debem os ver p o r un m om ento el Discours ñalan el com ienzo de la filosofía m oderna. La h isto ria de la filosofía
de la M éthode (1637). puede satisfacer, en el m e jo r de los casos, un deseo exótico, p o rq u e
Es tan to u n a n arrac ió n como u n trata d o , y desde su inicio llam a no nos es posible im aginar algo ta n extraño e increíble que no haya
la atención u n a nota m ás bien íntim a: sido dicho p o r algún filósofo. Sin em bargo, esta ac titu d an tih istó rica
se sitú a m uy cuidadosam ente en un contexto histó rico preciso. Des
Estuve entonces en Alemania, adonde había marchado con moti cartes sigue el consejo de Guez de Balzac de su m in istra r u n a h isto ria
vo de las guerras que aún no han terminado; y cuando regresaba de su e sp íritu y de su heroico com bate c o n tra los géants de l’école
a mi ejército tras la coronación del Emperador, el comienzo del (c a rta del 30 de m arzo de 1628). Al hacerlo, se satisfacía u n deseo
invierno hizo que me detuviera en un lugar en el que, por no hallar m ás bien com ún de contin u id ad y de coherencia biográfica. Los argu
un compañero de conversación que me entretuviera y, además, por m entos de quienes p ro c u ran m o s tra r dónde y con qué frecuencia
no tener, afortunadamente, preocupaciones o pasiones que me D escartes in cu rre en u n e rro r cronológico en su explicación, están
turbaran, permanecí todo el tiempo solo en una abrigada habita
ción en la que dispuse de total libertad para revisar mis pensamien en teram en te fu e ra de lugar. D ifícilm ente sea u n a cuestión esencial
tos (Descartes, 1965: 11). la de si las fechas que indica son co rrectas o incorrectas, p ero es
im p o rtan te a d v e rtir que D escartes necesitó que n o sotros, sus lecto-
178 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
«.cuestiones interesantes » 179
res, supiéram os que hubo u n m om ento de ilum inación que, en sus
m editaciones, lo condujo a la conclusión de que, en lugar de d ejarse filosofía, ese «cam po de b a ta lla cu b ierto p o r los huesos de los m u er
guiar p o r los filósofos del pasado, debía guiarse en ad elan te p o r sí tos», Hegel expresab a que n ad a hay de a rb itra rio en la actividad del
mismo: de acuerdo con las Cogitationes privatae, ello ocurrió el esp íritu pensante, y que cu an to o cu rre debe ser racional. El estu d io
10 de noviem bre de 1619. de la h isto ria de la filosofía es, p o r tan to , u n a intro d u cció n a la filo
Los viajes de D escartes en el espacio y en el tiem po lo rem o n taro n sofía m ism a. La filosofía, sistem a en desarrollo, no es o tra cosa que
al ego filosofante. Ni los viajes im aginarios en el m undo de los libros su p ro p ia h isto ria. A cam bio de ese m odo de e s tru c tu ra r la h isto ria
ni los viajes reales en el libro del m undo pueden p ro p o rcio n ar el debe pagarse el precio h ab itu al: la teleología. E sa h isto ria de la fi
conocim iento sólido y firme que es necesario p a ra la fundam enta- losofía, a la que el propio Hegel llam a teodicea, se convierte en u n a
revelación «de lo que h a co n stitu id o la m eta del esp íritu a lo largo
ción de la filosofía. El filósofo puede h allar ese conocim iento sólo
en sí m ism o, solitario pero seguro, en una hab itació n ab rig ad a un de la historia», u n prolongado y com plejo ensayo, que al com ienzo
frío día de invierno. sonó desigual e inseguro, p ero que después fue m ejo ran d o co n stan
tem ente p a ra cu lm in ar en u na gran d io sa arm onía, no exactam ente u n
p o tp o u rrí, com o suponía el oído poco ejercitad o , sino u n a pieza
E l ensayo de H egel larga y coherente que Hegel, según se supo al final, no sólo dirigió,
sino que tam bién arregló, corrigió y, quién sabe, acaso h asta com puso.
A fin de d esa rro llar su ideal de u n a h isto ria de la filosofía v erd a
E n sus Lecciones de historia de la filosofía (segunda edición, 1980),
deram ente filosófica, Hegel solía co m p ararla con la h isto ria de la
Hegel d eclarab a que la influencia de D escartes estribó ante todo en
ciencia. Sin em bargo, u n a com paración con la h isto ria del a rte es
«su ac titu d de h acer a u n lado todos los presupuestos precedentes
igualm ente aprop iad a, si no lo es m ás. Quizá no hay o b ra m ás cer
e in iciar [el pensam iento filosófico] en form a libre, sim ple y, asi
cana a la H istoria de la filosofía de Hegel que la H istoria del arte
m ism o, com ún» (Hegel, 1974: II I, 221). D escartes h ab ía dicho que el
antiguo de Jo h an n Joachim W inckelm ann, a quien Hegel no pudo
pensam iento debe iniciarse necesariam ente a p a rtir de sí m ism o, de
m enos que elogiar com o a quien h ab ía sugerido una nueva visión y
m odo que las filosofías precedentes eran hechas inm ediatam ente a
ab ierto perspectivas novedosas en el m undo del arte. P ara W inckel
un lado. Fue su rechazo de las filosofías del pasado lo que aseguró
m ann, la belleza p erfecta debía ser b u scad a en el pasado rem o to , en
a D escartes su lugar en la h isto ria de la filosofía. D escartes, em pero,
los orígenes del a rte griego; p a ra Hegel la verdad ú ltim a se h ab ía
no p o día ser elogiado. Con él com enzó u n a nueva época de la filosofía,
revelado finalm ente en el p resen te real de su p ro p ia filosofía. P ara
p ero puso m anos a la obra «de m anera m uy sim ple e ingenua, con una
W inckelm ann la estética prevalecía sobre la h isto ria del arte, tal
n arració n de sus reflexiones [ta l] como se le habían ocurrido». Aun
com o una filosofía de la h isto ria p a rtic u la r prevalecía sobre la h is
que pu ed an so n ar a reproche, Hegel form ula esas observaciones, no
to ria de la filosofía de Hegel.
obstan te, con u n ánim o m ás bien distante: h abía que critica r a Des
cartes, pero no se lo podía censurar. La aparición de su filosofía, lo
m ism o que la de cualquier o tra filosofía, respondía, de acuerdo con
Hegel, a una necesidad. Los a r c h iv o s de D il t h e y
P ara Hegel la h isto ria de la filosofía puede ser fácilm ente distin
E n tre las ú ltim as ob ras que W ilhelm Dilthey fue capaz de con
guida de la h isto ria de la ciencia en razón de su m anifiesta desven
clu ir se co ntaba u na h isto ria de la ju v en tu d de Hegel: uno de sus
taja: no h abía una concepción clara del objeto de la filosofía ni, p o r
m uchos intentos, com o él m ism o lo describió, de revivir la vida de
tan to , consenso alguno acerca de su pasado y de sus posibles reali
u n filósofo y p o r re c o n stru ir u n sistem a filosófico a p a rtir de m a
zaciones fu tu ras. Se h abían escrito h isto rias de la filosofía volum i n u scrito s («aus den Papieren zu schreiben»). D irigidas a co m p ren d er
nosas y h asta sabias, pero estaban dedicadas a lo que Hegel llam a
la evolución del p ensam iento filosófico, las p ro p ias contribuciones
ba «la existencia externa y la h isto ria externa de la filosofía», de lo
de D ilthey a la h isto ria de la filosofía están esc rita s incuestionable
cual estab a visiblem ente ausente toda au tén tica inteligencia filosó m ente en co n tra de Hegel y con u n esp íritu hegeliano. P or ejem plo, en
fica. Los au to res de todas las historias de la filosofía precedentes eran
deliberado c o n tra ste con Hegel, Dilthey explica el d esarrollo de la
com o anim ales que percibían las notas sin que sus sentidos pudie
filosofía, no com o u n cam bio progresivo del pensam iento ab stracto ,
ra n p e n e tra r la arm onía de u n a pieza m usical.
sino com o p a rte in teg ra n te de u n a h isto ria cu ltu ral m ás am plia. P or
T ras h ab e r desdeñado a su m agistral m odo, p o r com unes y su
largo tiem po la h isto ria de la filosofía se lim itó o bien a la b iografía
perficiales, todas las ideas precedentes acerca de la h isto ria de la
de filósofos fam osos o b ien a la h isto ria de disciplinas y especiali
180 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA o«CUESTIONES INTERESANTES» 181
sin presupuestos. La filosofía sólo puede re cu p erar su créd ito cons personal, y si bien las M editaciones no eran sólo docum ento del filo
tituyéndose com o «ciencia de los verdaderos com ienzos, de los orí sofar de D escartes, eran aún u n m odelo p a ra to d o nuevo com ienzo
genes». de la filosofía. Sólo en su p erju icio las ciencias positivas n o to m a
La filosofía com o ciencia rigurosa sólo puede d esarro llarse com o ron dem asiado conocim iento de las M editaciones, y H usserl em p ren
una fenom enología trascendental, m ediante un enérgico m ovim iento dió incluso u n a especie de reco n stru cció n co n trafáctica de la h isto ria
de separación respecto de la opinión de filósofos del pasado y del de la filosofía euro p ea p reg u n tán d o se qué p o d ría h ab e r o cu rrid o si
presente, y o rien tado hacia las cosas m ism as. Pero si b ien la oposi no se h u b iera inhibido el crecim ien to y el desarro llo del germ en de
ción de la fenom enología trascen d en tal a las consideraciones histó la filosofía de D escartes.
ricas (R icoeur) se puso de m anifiesto desde el com ienzo m ism o, Hus- P or supuesto, H u sserl no continuó a p a r tir del p u n to en que Des
serl no descuidó en teram en te la h isto ria de la filosofía. Las refle cartes h ab ía dejado. D escartes perten ecía a aquellos que h acen un
xiones histó ricas de Crisis, p o r ejem plo, no fueron decididas sim ple descubrim iento —el del ego cogito en su caso— pero desconocen lo
m ente «a los efectos de una p resentación que im presionase (Hus- que h an descubierto. Las M editaciones cartesianas de H u sserl se
serl, 1970: xxix, Intro d u cció n del T raductor); no eran u n aspecto dirigen a las deficiencias de D escartes tan to com o a las fallas de las
accidental de su m étodo. P or o tra p arte, es obvio que H usserl en ciencias positivas. La fenom enología es el grandioso —quizá dem a
m uchos lugares —en secciones históricas de su tra b a jo tem p ran o y siado grandioso— in ten to de cu m p lir u n a p ro m esa y co rreg ir un
program ático «La filosofía como ciencia estricta» (1910-1911), en la erro r.
extensa sección in tro d u cto ria titu lad a «H istoria crítica de las ideas» La epokhé fenom enológica es tam bién u n a epokhé histó rica, aun
con que ab ría sus lecciones de filosofía p rim era (1923-1924) y en la cuando H usserl llegue a evocar las circu n stan cias h istó ricas en las
p ro p ia Crisis (1938), y tam bién en los desarrollos históricos de m u que D escartes escribió sus obras, a fin de ju stificar su propio in ten to
chas de sus lecciones— intentó ante todo m o stra r que «los prim eros de su scitar u n renacim iento de las M editaciones, p reg u n tán d o se si el
filósofos no eran capaces de resolver los problem as que él h u b iera in fo rtu n ad o p re sen te que él vive no co rresp o n d e acaso al m iserab le
procedido a reso lver m ediante la fenom enología» (1970: xxviii). H us pasado que provocó la filosofía de D escartes. S in em barggo, al refe
serl echa u n a m irad a retrospectiva a las filosofías del pasado sólo p ara rirse a D escartes, H u sserl no se propone volver a u n sistem a filosófi
asegurarse de esas deficiencias; p asa las páginas de u n vasto errorum co del pasado. E stá in teresad o en la reco n stitu ció n de la idea m ism a
Índex que constituye la h isto ria de la filosofía p a ra p re p a ra r un de filosofía, no en la reco n stru cció n del contexto cu ltu ra l o del desa
lib ro m ejo r, dirigiendo su m irada a la h isto ria de la filosofía com o rro llo h istó rico d e u n a filosofía determ in ad a. E n la h isto ria de la
p rep aració n m ental, com o u n a m otivación esp iritu al p a ra h allar la filosofía se alm acenan ideas y proposiciones, y no so tro s podem os
única y sola v erd ad era filosofía: la fenom enología. em plearlas p a ra n u estro s p ro p ósitos, sin p reo cu p arn o s dem asiado p o r
Cuando E d m und H usserl fue invitado p o r el In stitu í d ’E tudes si proceden de K ant o de S anto Tom ás, de D arw in o de A ristóteles,
germ aniques y p o r la Société Franqaise de Philosophie p a ra d ar de H elm holtz o de P aracelso. D ebiéram os e s ta r m enos in teresad o s
cu a tro lecciones con el carác te r de u n a «Introducción a la fenom e en D escartes que en los m otivos filosóficos de sus M editaciones, las
nología trascendental», en febrero de 1929, habló en el A nphithéátre cuales son etern am en te válidas (E w ig keitsb ed eu tu n g ). Cuando, al
D escartes de la Sorbona. D ifícilm ente podía h ab erse hallado u n lu final de sus com ienzos, H u sserl cita a San A gustín —«Noli joras iré,
g ar m ás apto p a ra la p rim era presentación de lo que m ás tarde, en in te redi, in interiore h o m in e habitat veritas»— el lecto r no puede
la versión publicada, llam ó M editaciones Cartesianas. Cuando, al final m enos que re co rd a r a D escartes, quien ya trescien to s años an tes
de esa obra, H usserl había desarrollado su idea central de una h ab ía reclam ado al filósofo que perm an eciera en casa, que m ira ra
epokhé fenom enológica, se pudo ad v e rtir con claridad h a sta qué d en tro de sí m ism o y nun ca m ás v iajara de regreso a la h isto ria de
p u n to h ab ía rep etido y variado el tem a cartesiano, y que, lo m ism o la filosofía.
que D escartes, h abía in ten tad o igualm ente zafarse de todas las opi p
niones precedentes y em p ren d er u n nuevo com ienzo, «com m encer
to u t de nouveau dans les fo n d e m e n ts». III. Una historia de orden m edio
H usserl vio a D escartes y se vio a sí m ism o com o «filósofos inci
pientes» (anfangende P hilosophen). Al escrib ir acerca de D escartes Deseo ah o ra p re se n ta r u n a altern ativ a a la noción de la h isto ria de
m anifestó u n a afinidad selectiva p o r las o b ras de ese filósofo, acaso la filosofía p re sen tad a h a sta aquí. A fortunadam ente, esa altern ativ a
la ú n ica afinidad de esa índole que puede h allarse en sus reflexio puede ser h allad a en los escrito s de los m edios filósofos que ya he
nes. La filosofía, decía H usserl, fue siem pre u n a cuestión m ás bien m encionado. H e de ce n trarm e en la con trib u ció n de Hegel.
184 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA „ «CUESTIONES INTERESANTES» 185
Antes de h a b la r de la h isto ria de la filosofía com o u n sistem a utilidades de ellas; así ocurre con sus intentos y sus logros en el
de desarrollo en la Idea, cuya revelación h a constituido la m eta del arte y en la ciencia, con sus religiones, sus guerras y sus relaciones
esp íritu a lo largo de la historia, y, finalm ente, com o v erd ad era teodi exteriores; tam bién con la decadencia de los E stados en los que
ese principio y esa form a particular han m antenido su suprem acía,
cea, Hegel desecha «las ideas corrientes» acerca de la h isto ria de la
y con la originación y el desarrollo de nuevos Estados en los que
filosofía. Al leer con diligencia los Anuales y b u rlarn o s de las inge encuentra su m anifestación y su desarrollo un principio m ás ele
n u as h isto riografías de antaño, no podem os sino h acer u n a señal de vado (H egel, 1974: I, 53).
asentim iento cuando Hegel declara que u n a m era colección de hechos
no constituye ciencia, y que «la n arrac ió n de algunas opiniones filo Una vez dirigida n u e stra atención a esas «cuestiones in tere sa n
sóficas tal com o surgieron y se m an ifestaro n en el tiem po es árid a y tes», las hallam os en m om entos y en lugares en los que difícilm ente
desprovista de interés». hubiésem os esp erado h allarlo s alguna vez. Así, p a ra d ar u n solo
E n el repaso de diferentes géneros de la h isto ria de la filosofía, ejem plo, E dm u n d H usserl, al lanzarse tra s la h isto ria de la idea
em pero, el rechazo y el elogio no son las únicas form as de la valo m ism a de filosofía, y sosteniendo su coherencia en v irtu d de u n a
ración de Hegel. E stá asim ism o la indiferencia. Lo que sugiero, pues, «oculta unidad de in terio rid ad intencional» («verborgene E in h eit
es m odificar la tría d a hegeliana: d a r p o r sentado lo que él rechaza, intentionaler In n erlich keit» j, de rep en te se detiene y com ienza a p re
rechazar lo que él elogia, elogiar lo que le es indiferente: gu n tarse si la concepción —en teram en te erró n ea en su opinión— de
que la psicología experim ental deba con v ertirse en la base de la filoso
La filosofía tiene una historia de su s orígenes, su difusión, su fía, no tiene acaso m ucho que v er con el deplorable hecho de que las
madurez, su decadencia, su resurrección; una historia de quienes ciencias n atu ra les de su tiem po están alojadas en los d ep artam en to s
la enseñaron, la prom ovieron y de quienes se opusieron a ella; de filosofía y que en ellos la m ayoría de los científicos reg u larm en te
a menudo, tam bién de su relación externa con la religión y, ocasio no m b ran a psicólogos en las cáted ras de filosofía (H usserl, 1910-
nalm ente, con el Estado. Este aspecto de su historia da lugar, ade 1911: 321).
más, a cuestiones interesantes (H egel, 1974: I, 9).
No sé qué contribuciones a la h isto ria de la filosofía que se con
ce n tra en las «cuestiones in teresantes» de Hegel existen ya. Lo que
D eslindados de la h isto ria de su «contenido interno», estos as
sé, em pero, es que pueden h allarse im p o rtan tes fragm entos de ella
pectos perten ecen a la «historia externa» de la filosofía. Aunque
en las filosofías del pasado, pocas veces en lugares pro m in en tes, la
Hegel dijo m ás cosas acerca de esta especie de historia, y da la im
m ayoría de las veces ocultas p o r ahí, en n o tas al pie y en epílogos,
presión de que p o d ría volver a ella una vez escrita la h isto ria in tern a
en obras m enores y en piezas ocasionales, ap aren tem en te espúrias,
de la filosofía, es indudable que esas «cuestiones interesantes» tu
pero in q u ietan tem en te presen tes. Com ienza a em erger u n a nueva his
vieron p a ra él sólo im p o rtan cia secundaria.
to ria de la filosofía cuando —p a ra no m encionar sino dos de las
Si tenem os p resen te que Hegel concedió a la h isto ria externa
«viejas» m etáfo ras— raíces y nacim ientos son m enos im p o rtan tes que
de la filosofía u n a cierta im portancia, aunque m enor, se hace po
ram as y bautism os. No hallándose aún en posesión de resp u estas
sible leer sus afirm aciones program áticas en dos niveles diferentes.
com pletas y en busca todavía de «cuestiones in teresantes», ésa será
El que la filosofía pertenezca a su propio tiem po y esté restrin g id a
u n a h isto ria de o rd en m edio, p a ra to m a r en p réstam o u n a noción
sólo p o r sus p ro p ias lim itaciones, puede ser in terp retad o , com o hace
de R obert M erton. Se situ a rá en algún p u n to en tre los sistem as a n tro
Hegel regularm ente, en la perspectiva de su filosofía de la historia:
pológicos de D ilthey y sus pro ced im ien to s filológicos. No será ta n
cada filosofía es v ista entonces como la m anifestación de u n estadio
sagrada com o la teodicea de Hegel ni ta n superficial com o sus «ideas
p a rtic u la r de la h istoria, com o u n eslabón en la cadena global del
corrientes», sino m ás bien ta n realista y secu lar com o su h isto ria
d esarrollo espiritual. P ero cuando Hegel advierte, p o r ejem plo, que
externa.
«no debiéram os... convertir una antigua filosofía en algo m uy distin
to de lo que fue originariam ente» y previene acerca de «no in tro
d u cir m aterial extraño» en la presentación de ideas filosóficas, in
IV. La historia de la filosofía en co n texto disciplinario
ten tab a an te todo p re serv ar el contexto de u n a filosofía específica:
«un g ran edificio aquí, uno pequeño allá» y con calles que eran to r pura, B 861), sino m ed ian te ejem plos de una arq u ite c tu ra h istó ric a
cidas y desp arejas. D escartes, proyectando sobre esa ciu d ad u n a que nos diga de qué m odo algo puede llegar a contem p larse com o
m irad a estética, decidió co n stru ir u n a m ejor, «concebida y realizada científico.
p o r u n solo arquitecto», ordenada p o r él, ingeniero filosófico, «en P ara em plear fó rm u las de Q uentin Skinner: la h isto ria de disci
com pleto acuerdo con su im aginación». P redom ina en la h isto ria plinas p ro c u ra re c u p e ra r intenciones, re co n stru ir convenciones y res
de la filosofía u n deseo de pureza arquitectónica y el gozo de la pla titu ir contextos. Se inicia con la observación, m ás bien trivial, de
nificación. Así, sugiere D escartes —puesto que no es posible recons que los am bientes cognoscitivos, h istó rico s e in stitucionales de las
tru ir enteram en te toda la ciudad— «considerar cada uno de [su s] disciplinas están constitu id o s an te todo p o r o tras disciplinas, y que
edificios p o r sí m ismo». K ant, casi con las m ism as p alab ras, define debido a u n a «econom ía de recursos» (A bram s) cad a disciplina que
la ciencia com o u n sistem a p o r sí m ism o que «arquitectónicam ente» se propone artic u la r, sistem atizar o institu cio n alizar o p rofesiona
debe ser tra ta d o com o «un todo que existe de p o r sí... un edificio lizar u n co n ju n to de ideas y de p rácticas, p ro c u ra tam b ién d istin g u ir
separado e independiente, ... y no com o u n a dependencia o com o se de o tra s disciplinas existentes. P o r lo com ún, im itará a algunas
una p arte de otro» (Crítica del Juicio, § 68). Finalm ente, Hegel, con pocas y c ritica rá a m uchas. E ste es uno de los p resu p u esto s elem en
el fin de no co n fu n dir el tratam ien to de la h isto ria de la filosofía, se tales p a ra lo g rar el reconocim iento de los p ares académ icos y el
expresa en favor de su separación de o tro s dep artam en to s del co apoyo del público m ás am plio.
nocim iento relacionados con ella. No es posible a trib u ir id en tid ad d iscip lin aria de una vez y p a ra
Una pureza de esa índole —aunque tam poco en este pu n to estoy siem pre apelando al «significado últim o» de u n a ciencia. Se la ad
seguro— puede ser ú til p a ra la epistem ología, pero tiene ciertam en quiere, se la pone en tela de juicio, se la m antiene y se la m odifica,
te sus peligros p a ra la investigación h istó rica en general y en especial en circunstancias h istó ricas y cu ltu ra le s específicas. Una disciplina
p a ra lo que a p a rtir de ah o ra denom inaré «la h isto ria de las disci afirm a u n a identidad cognoscitiva, la un icid ad y la coherencia de
plinas». «sus orientaciones intelectuales, sus esquem as conceptuales, sus p a
P ara m o stra r lo que entiendo p o r ese género debo volver a los radigm as, sus pro b lem áticas y sus h erram ien tas de investigación».
escritos de m is filósofos y ser ¡ay! o tra vez rebelde a sus preceptos. A la vez, debe h a lla r u na identidad social «bajo la fo rm a de sus
E n realid ad pro p en do a p en sa r que p a ra u n h isto riad o r las ciudades ordenam ientos in stitucionales superiores» (M erton, 1979). F inalm ente
viejas y m ad u ras que a D escartes no le agradan, son un lugar m u debe ad q u irirse u n a identidad histórica, la reco n stitu ció n de un p a
cho m ás apto p a ra vivir que los «distritos regulares» que él p rom ete sado disciplinario al cual en p rin cip io todos los m iem bros de u n a
traz ar, y que u n a m irad a a « [la] h isto ria de las o tras ciencias, de la com unidad científica e starán de acuerdo en p erten ecer. La p ru eb a de
cu ltu ra y, an te todo, a la h isto ria del arte y de la religión» podría id en tid ad cognoscitiva cum ple el papel de u n p ro g ram a teórico p ri
— pace Hegel— en riquecer la h isto ria de la filosofía. En su «Ana m ariam en te distinguiéndola de disciplinas establecidas o rivales. Al
lítica del juicio teleológico» K ant distingue en tre los principia do canza la id en tid ad social p o r m edio de la estab ilid ad institucional, la
m estica —los principios de u n a ciencia inherente a ella m ism a— y los cual la to rn a m ás a p ta p a ra sobrevivir a la p erm an en te lucha aca
principios extraños, principia peregrina, que descansan en «concep dém ica. La afirm ación de u n a id en tid ad h istó rica la distingue de sus
ciones que sólo pueden ser confirm adas fu e ra de esa ciencia». K ant com petidoras, pero al m ism o tiem po im pide la diferenciación p re
dice que esas ciencias se basan en lem m ata, proposiciones auxiliares m a tu ra de la disciplina. Yo su b ray aría especialm ente que el proceso
que ellas «tom an en p réstam o de o tra ciencia». N uevam ente, ésta po de institucionalización im plica actos de rechazo: las disciplinas ad
d ría ser u n a distinción ú til a los fines de la epistem ología o, en su quieren su id en tid ad no sólo m ediante afirm aciones sino tam b ién
caso, p a ra los de la m etafísica, pero tales distinciones no encierran m ediante negaciones. No sólo deben d ec la rar a quién desean seguir
ninguna u tilid ad a los fines históricos, a no ser que los pongam os sino tam b ién a quién desean ab an d o n ar. P ara esas estrateg ias de in
en m ovim iento. Si atendem os a sus com ienzos y a sus desarrollos, serción y de elusión, la rep u tació n de la disciplina es de sum a im
h allarem os que no hay ciencias de principios extraños y dom ésticos, po rtan cia: h ab itu alm en te la id en tid ad cognoscitiva, la id en tid ad so
que no se tra ta de principia dom estica o peregrina, sino siem pre de cial y la id en tid ad h istó rica se fo rm an según el m odelo de alguna
procesos de dom esticación y de peregrinación que constantem ente disciplina de m ucho prestigio, m ien tras que las afirm aciones de u n i
cam bian de dirección y de m archa. La h isto ria de disciplinas es un cidad o de im itación de los rangos m ás b ajo s queda com o la excep
in ten to p o r describir y p o r com prender ese m ovim iento: no a tra ción de la regla. E n los tres niveles de form ación de id en tid ad pue
vés de u n a búsq u eda de lo arquitectónico de la razón pura, «la doc den observarse procesos de selección, rechazo, alm acenam iento y
trin a de lo científico de n u estro conocim iento» (Crítica de la razón de recuperación de o rientaciones altern ativ as.
188 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA <íCUESTIONES INTERESANTES» 189
E sta persp ectiva cobró im p o rtan cia en los últim os años, no sólo m ás im p o rtan te que el que h a desem peñado h a s ta ahora. La sucesión
en la h isto ria de las ciencias hu m an as y de las ciencias sociales, sino de las ideas, las opiniones, los sistem as y las d o ctrin as filosóficas con
asim ism o en la h isto ria de las ciencias natu rales {G raham , Lepenies tin u arían teniendo el prin cip al in terés, p ero ni se la expondría inge
y W eingart, 1983). E n ese ám bito se increm enta la opinión de que nuam ente com o u n a sim ple n arració n , ni se la juzgaría de u n a vez
en el lab o rato rio puede h ab e r m enos racionalidad, y en el inform e p a ra siem pre desde u n pu n to de vista filosófico superior. Se la re
de investigación m ás razonam iento, de lo que h a sta ah o ra se había flejaría, en cam bio, en la ram ificación de las especialidades filosófi
supuesto. E n o tro lugar he re cu rrid o a esta perspectiva p a ra anali cas, en el traslad o y en los intercam b io s de los cen tro s y las p eriferias
zar las relaciones, tan to históricas com o actuales, que existen entre filosóficas, en la form ación de d iferentes actitu d es nacionales en
las disciplinas académ icas, y he in ten tad o explicar p o r qué esta la filosofía y fren te a ella, y, p o r últim o —p ero no p o r ello m enos
perspectiva, en m i opinión, h a com enzado a p o n er en tela de juicio im p o rtan te— en la m igración del pen sam ien to filosófico a o tro s cam
algunas de las concepciones m ás tradicionales de la h isto ria de la pos del conocim iento y a o tra s disciplinas académ icas, y en el alm a
ciencia que he m encionado al com ienzo del p resen te tra b a jo . E n una cenam iento y la tran sfo rm ació n que allí experim entan.
o b ra algo volum inosa acerca de h isto ria de la sociología (Lepenies, El m otivo del lam ento de Hegel —de que «no se le deja lím i
1981) he p ro cu rad o re u n ir contribuciones que 1) discuten las rela te... a la filosofía»— d eb iera co n vertirse en u n a razón de peso
ciones e n tre la construcción de teorías en sociología y la h isto rio p a ra que se renovase el in terés p o r su h isto ria. La h isto ria de u n a
g rafía del cam po, 2) sientan la im p o rtan cia de narraciones, biografías disciplina cualqu iera debe escrib irse forzosam ente en relación con
y autobiografías p a ra la adquisición de la identidad h istó rica de la otras; p o r ejem plo, en relación con las disciplinas que aquella de la
sociología, 3) ponen en relación grupos de teorías, escuelas y proce cual se tra ta , id o latra, im ita com o m odelos, acep ta com o aliadas,
sos de institucionalización, 4) form ulan la distinción en tre la h isto ria tolera com o vecinas, rechaza com o rivales o desdeña com o in ferio
de la sociología p ropiam ente dicha y la h isto ria de la investigación res. Ello es igualm ente cierto a p ro p ó sito de la filosofía. Después de
social em pírica com o diferencia en tre u n a h isto ria de discontinuida todo, ¿no es la h isto ria de la filosofía occidental al relato de su des
des y u n a h isto ria de continuidad, 5) buscan el origen de las rela falleciente dom inación de disciplinas, p rim ero de las ciencias n a tu
ciones y los conflictos interdisciplinarios, 6) identifican las tradicio rales y, después, poco tiem po m ás tard e , de las ciencias h u m an as y
nes sociológicas nacionales, y 7) persiguen los cam biantes contactos sociales? ¿N o es u na h isto ria de segregaciones vacilantes y exitosas
en tre algunas de ellas. y de fallidos acercam ientos, de tard ío s in ten to s p o r re s ta u ra r la u n i
Si se m e p id iera un ejem plo de esa h isto ria de las ciencias, m en dad e n tre la filosofía y su infiel descendencia, de los cuales la Crisis
cionaría la o b ra de Georges Canguilhem , cuyo estudio de la com pli de H usserl, su defensa de u n a filosofía com o ciencia estricta, es aca
cada relación e n tre las disciplinas y las ciencias de la vida en el si so el ejem plo m ás grandioso? Antes que p ro p u g n a r la p resen tació n de
glo x v i ii q u ed ará com o un m odelo de precisión y com prensión (Can panoram as ta n vastos, sin em bargo, q u isiera vqr esbozos que p re
guilhem , 1950). senten a la filosofía en u n contexto d isciplinario m ás pequeño, u n a
H u sserl sugirió o rd e n ar el m undo social y sus alter egos «en aso serie de im ágenes estáticas que, p resen tad as u n a tra s o tra, ad q u ieran
ciados (U m w e lt), contem poráneos (M itw elt), predecesores (Vor- el c a rá c te r de u n filme y revelen, no exactam ente objetos, sino sus
w e lt) y sucesores (Folgew elt)». A tendiendo al m undo social de las cam biantes relaciones, su ap arició n y su desaparición en u n m arco
disciplinas, se puede distin g u ir la h isto ria tradicional de la ciencia, de referencia estable.
com o h isto ria de los predecesores y los sucesores, de la h isto ria de S olam ente puedo o frecer unos pocos ejem plos, de c a rá c te r m ás
disciplinas aquí p ropuesta, com o h isto ria de asociados y contem po bien lim itado, de la h isto ria de la filosofía en u n contexto discipli
ráneos. Son ah o ra m enos im p o rtan tes las secuencias de influencia nario. E n su m ayoría son ejem plos de lo que d eb ería o p o d ría h a
que u n a re d de relaciones interdisciplinarias, y la p re h isto ria del cerse, no de lo que ya se h a hecho. Casi todos ellos se restrin g en
p resen te no llam a tan to la atención com o los géneros em ergentes a las ciencias hum an as y a las ciencias sociales.
y las etnografías disciplinarias del pasado (Geertz, 1983).V . Una h isto ria de la filosofía en u n contexto disciplinario d eb iera
cen trarse, p o r cierto, en dos procesos: en la diferenciación de enfo
ques, ram as y especialidades en la filosofía, y, asim ism o, en la sepa
V. Un p rim er ejem plo: W u n t y sus revistas ración de cam pos de conocim iento de la filosofía. Tengo la im presión
de que am bos procesos h an sido en realid ad m inuciosam ente des
Me p regunto si tal perspectiva de u n a h isto ria de las disciplinas crito s y aun in terp re tad o s, si bien a m enudo en fo rm a discutible.
no p o d ría desem peñar en la h isto ria de la filosofía u n papel u n poco No se h a probado , em pero, p o n er esos procesos en relación e n tre sí.
190 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 191
La separación de la psicología resp ecto de la filosofía —si ello en considerado com o verd ad ero p ro b lem a filosófico estab a lejos de es
efecto alguna vez se produjo— es quizás el caso m ejo r docum entado ta r decidida. La psicología experim ental se asem ejab a a u n eclecti
h asta ah o ra (W oodw ard y Ash, 1982). E sa separación alcanzó su clí cism o filosófico in vivo.
m ax con el ataq u e de H usserl al psicologism o com o in ten to m ás Veinte años m ás tard e apareció el ú ltim o n ú m ero de los Philoso
osado p o r «co n siderar a la razón com o dependiente... de algo de phische Studien. Con los dos volúm enes del F estsch rift dedicado a
carácter no racional» (Wild, 1940: 20), ataque que al m ism o tiem po W undt se habían publicado en to ta l veinte volúm enes. W undt ap o r
alim entó la esperanza de los fenom enólogos de que eventualm ente la tab a un epílogo (S chlussw ort) en el que nostálgicam ente volvía la
psicología p u d iera convertirse en el fundam ento de todas las o tras m irad a a los heroicos com ienzos de la psicología experim ental, cu an
disciplinas u n a vez que se la hubiese radicalizado lo suficiente p ara do el In stitu to de Leipzig no era n ad a m ás que u n a m o d esta em
alcanzar dim ensión filosófica (G urw itsch, 1966: 68). p re sa privada. Al co n sid erar u n a vez m ás el p ro b lem a del títu lo de
A fin de m o s tra r h asta qué pu n to esos procesos de separación y la revista, W undt d eclarab a entonces ab iertam en te que h ab ía sido
de reconciliación pueden ser com plejos y so rp ren d en tes en sus deta u n títu lo deliberad am en te polém ico, «ein K am pfestitel». Sin em bargo
lles, he de p re se n ta r u n solo ejem plo. Se refiere al «origen» de la —y esto W undt no lo h ab ía dicho an tes— el títu lo estab a dirigido
psicología experim ental, norm alm ente asociado con la «fundación», no sólo a los filósofos que se h ab ían reh u sad o a realizar los necesa
en 1875, del lab o rato rio de W undt en Leipzig. E n 1883 W undt lanzó rios cursos in tro d u cto rio s a la psicología, sino tam bién c o n tra los
una nueva rev ista p a ra prom over sus ideas en m ateria de psicolo científicos natu rales, especialm ente los fisiólogos que d esp reciab an
gía. E l p rim e r nú m ero incluía artículos acerca de inducción y apercep com o acientífico cu an to se relacionaba, siq u iera rem o tam en te, con la
ción, ca rtas de colores, la lógica de la quím ica, el libre arb itrio , la filosofía.
noción de sustancia en Locke y en H um e y la m edición de olores A com ienzos del siglo xx W undt se veía a sí m ism o y a su psi
y de sonidos. E ra u n a revista que prom ovía la psicología experi cología en u n a posición m ás bien incóm oda. E n las ciencias n atu ra les
m ental, y sólo podía llevar u n título: Philosophische Studien. Un la N aturphilosophie especulativa, la filosofía n a tu ra l del siglo x ix
año m ás tard e, al final del p rim e r volum en, W undt declaraba que que veinte años an tes p arecía co m pletam ente obsoleta, surgía nueva
con to d a deliberación había om itido cualquier afirm ación progra m ente y hacía que la concepción epistem ológica, cautelosa y m ás
m ática en el p rim e r núm ero de la revista. Los propios artículos de bien m oderada, de W undt y sus seguidores, ap areciera com o u n a
b ían d em o strar lo que el lecto r podía e sp e rar h a lla r en la nueva filosofía reaccionaria. P o r el o tro lado, los llam ados «filósofos p u
revista. De todos m odos, señalaba W undt con bu rla, h an form ulado ros», que rechazaban todo m étodo científico, y en especial el de la
objeciones c o n tra el título de la revista aquellos filósofos que, ansio psicología experim ental, h ab ían arrib ad o a la conclusión de que era
sos p o r leer artículos acerca de «problem as trascen d en tes e inm a m ás o m enos tiem po de ex p ulsar definitivam ente a la psicología de
nentes», la «noción de Ser» y los « E rro res tipográficos en las obras la filosofía. W undt, sin em bargo, reafirm aba su convicción de que
de K ant» hallados m ás recientem ente —todos los títulos de artículos las ciencias finalm ente ren u n ciarían a todos los sueños especulativos,
im aginarios son de W undt, no m íos— se h an visto defraudados y y que los filósofos caerían en la cu en ta de la fu tilid ad de sus in ten
desalentados. Los filósofos especulativos y los literato s filósofos se tos p o r prom over u n a psicología que era ta n acientífica com o podía
aterro riza b an al ad v e rtir quién estab a p o r integrarse en su alta serlo. W undt se a p resu rab a a añ a d ir que no debía co n sid erarse el
sociedad («Seit w ann hat m an gehórt, dass diese und ahnliche Dinge hecho de concluir con los P hilosophische S tu d ien en ese m om ento
es wagen, die guíe G esellschaft der P hilosophie ungem ütlich zu ma com o u n a expresión de resignación. A p esa r de su títu lo , la rev ista
chen?»), y declaraban que no eran capaces de com prender lo que había sido de alcances m arcad am en te locales en m uchos aspectos,
o cu rría en la psicología, pero de todos m odos les desagradaba. De siendo principalm en te u n órgano del propio in stitu to de W u n d t en
h ab e r sabido de antem ano de esas quejas, concluía W undt con cierta Leipzig y de su psicología. A hora se h ab ía fu ndado u n a publicación
terq u ed ad , h ab ría cam biado el títu lo p o r el de Philosophische Studien, con u n a orientació n m ás universal, el Arcfíiv fü r die gesam te Psy-
aun cuando o rig inariam ente hubiese pensado en otro. chologie —cuyo d irec to r era E. M eum ann, de Z urich—, la cual con
Sólo p ara una visión retrospectiva, al parecer, el títu lo de la tin u aría con lo que W undt y su rev ista h ab ían iniciado veinte años
nueva rev ista de W undt suena polém ico, algo así com o u n nom de antes.
guerre, m ediante el cual la reciente establecida psicología experi E n esas p alab ras finales, escritas en feb rero de 1903, W u n d t decía
m en tal p reten d ía ser p a rte legítim a de la filosofía, capaz de influir haberse p reguntad o ya si finalm ente h ab ía llegado el m om ento de
en o tro s cam pos filosóficos com o la epistem ología, y de d em o strar re n u n ciar al viejo no m b re de la rev ista y elegir o tro, que elu d iera
de m an era bien visible que la cuestión de qué era lo que debía ser tan to la E scila científica del reduccionism o psicológico com o la
192 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA “ «CUESTIONES INTERESANTES» 193
citiva específica «independiente de to d a filosofía» com o dice en las sch a ft), desconocía su derecho a establecerse com o nuevo cam po de
R ules o f Sociological M ethod. Sin em bargo, astu tam en te apoyó la investigación. H abía en o tra s disciplinas p u n to s de vista sociológicos
hegem onía de la filosofía en las universidades, y h a sta aceptó que, p o r cierto, debían ser p reservados, p ero no h ab ía necesidad de la
p o r b astan te tiem po el papel auxiliar de la sociología com o p a rte sociología com o ciencia autónom a. Como ta l era incluso peligrosa,
del plan de estudios de filosofía (K arady, 1979). La h isto ria de la puesto que aceptaba —a fin de alcanzar su independencia cognosciti
sociología fran cesa en el siglo xx no es m enos u n a h isto ria de su va respecto de la h isto ria y de las ciencias políticas trad icio n ales
h erencia filosófica, la cual fue continuam ente negada y atacada, pero (Staatsw issensch a ften )— la separación de la sociedad resp ecto del
que siem pre siguió ejerciendo u n a influencia. La p rofecía de Lévi- E stado. Pero el ataq u e de T reitsch k e c o n tra la sociología e ra u n a
S trauss, según la cual la ascendencia filosófica de la sociología fran polém ica de m ala consciencia, al p arecer. E n m uchas cartas escritas
cesa, que en el pasado le había hecho algunas ju g arretas, p o d ría antes y después de su publicación, m an ifestab a su disgusto p o r su
«acreditarse finalm ente como su m ejo r capital» (Lévi-Strauss, 1945: propio ensayo y p o r el in fo rtu n ad o tem a que h ab ía elegido p a ra él,
536), fue confirm ada sólo veinte años m ás tarde: en todo respecto pues e ra dem asiado joven p a ra tra ta rlo , de cualquier m an era (c a rta s
la sociología francesa, debido a su orientación filosófica, no sólo del 11 de noviem bre de 1858, 26 de diciem bre de 1858, 19 de enero
h a resistido al rig o r em pírico de la sociología norteam ericana; se h a de 1859 y del 25 de enero de 1859). E l lecto r siente la im p resió n de
convertido finalm ente —al m enos en opinión de los sociólogos fran que el a u to r lleva a cabo su ataq u e con indiferencia, que está invo
ceses— incluso en su m ala consciencia filosófica (B ourdieu y Passe- lucrado en una b atalla que no está dem asiado ansioso p o r g an ar
ron, 1967). y que h ab ría sido m ejo r si en p rim e r lu g ar no la h u b iera planeado.
Una razón de esta a c titu d es, p o r cierto, el hecho de que R o b ert
von Mohl, co n tra quien T reitschke escribió su librito, había sido,
La oculta unidad de la sociología alemana y seguiría siendo, uno de sus m ás influyentes p atro n o s y p ro te c to
res. Un acuerdo im plícito o, al m enos, un in ten to de llegar a él, p re
E n Alem ania la sociología obtuvo d u ra n te m ucho tiem po sólo una dom ina en la polém ica de T reitschke. E n co n tré u n indicio, pequeño
débil id en tid ad in stitucional. El que A lem ania fuera u n país con so pero revelador, de ta l en ten d im ien to m ien tras red actab a este artíc u
ciólogos p ero no con u n a sociología, era un hecho no sólo lam entado lo. El ejem p lar del libro de T reitschke Die G esellschaftsw issenschaft
en la R epública de W eim ar, sino ya señalado en el siglo xix, y se que yo necesitaba debió ser solicitado p o r m edio del sistem a de p ré s
re ite ra ría después de la Segunda G uerra M undial. El convencional tam os en tre bibliotecas. F inalm ente llegó u n ejem p lar de la p rim era
apotegm a de la desigualdad casi n a tu ra l de la ciencia social alem ana edición perteneciente a la vieja «College Library» de Yale, y que era
d eja de te n e r fu ndam ento, em pero, cuando se considera a la filosofía m anifiestam ente el ejem p lar p erso n al del an tag o n ista de T reitschke.
y a la sociología en u n contexto com ún. La dedicatoria m an u scrita en la p o rtad a decía: «H errn Geh. R ath
Ya Hegel en la introducción a sus Lecciones de H istoria de la R obert von Mohl in b eso n d erer V erehrung, d er V erfasser.»
Filosofía h ab ía in ten tad o distinguir u n peculiar m odelo alem án del E n 1935, H ans Freyer, a u to r del influyente panfleto R evo lu tio n
desarrollo de la filosofía y de las ciencias respecto del de los otros fro m the R ight (1932), y sin du d a uno de los com pañeros de ru ta
países europeos. M ientras que fu era de Alem ania «se habían prose conservadores de nazism o, au n q u e nu n ca se in co rp o ró al p a rtid o
guido con celo y con respeto las ciencias y el cultivo del entendi ni a alguna de sus organizaciones, publicó u n artícu lo acerca de las
m iento», ya no se reco rd ab a a la filosofía. Sólo en Alem ania siguió ta re a s presentes de la sociología alem ana («G egenw artsaufgaben der
siendo im p o rtan te. «Hemos recibido —declaraba solem nem ente H e deutschen Soziologie»). E l títu lo era u n poco am biguo, p o rq u e se lo
gel— el alto llam ado de la N aturaleza de ser los conservadores de podía in te rp re ta r com o el de u n a pieza de sociología «alem ana», esto
esta llam a sagrada...» es, u n a sociología b asad a en la ideología ra cista y en la eugenesia.
N adie en Alem ania se som etió al llam ado de Hegel con m ás pun El artículo era un in ten to p o r convencer a los jefes nazis p a ra que
tu alid ad que el h isto riad o r H einrich von Treitschke, quien creía que no abolieran las ciencias sociales, p o rq u e p o d rían servir m uy b ien a
todo alem án h abía nacido con un instin to m etafísico: echado en los propósitos ideológicos. Freyer, sean cuales fu eren las m otivaciones
bosques, la sangre le dictaba que yacía, estética y filosóficamente, políticas que tenía, in ten tab a estab lecer u n origen específico y u n a
so b re su espalda, m ien tras que los otros, y especialm ente los identidad cognoscitiva p ecu liar de la sociología alem ana, que la dis
latinos, yacían to scam ente sobre sus estóm agos (Trilling, 1963: 235). tinguiese tan to de las ciencias sociales b ritán icas com o de las fra n
Cuando, en 1859, T reitschke atacab a a la nueva ciencia social en su cesas. La característica m ás im p o rtan te de la sociología alem ana era
influyente tesis de doctorado en filosofía (Die Gesellschaftsw issen- su estrecha alianza con la filosofía.
198 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA « CUESTIONES INTERESANTES» 199
H abía, según Freyer, algo p arad ó jico , después de todo, en el a ta logia, la decadencia de esa disciplina no se expresaba m enos en su
que de T reitschke. La oposición e n tre la sociedad civil y el E stado debilitam iento del in terés filosófico. P o r supuesto, ello no e ra u n
como dos esferas diferentes ten ía su origen en el propio Hegel, y la renacim iento del hegelianism o, sino m ás bien u n a reacción c o n tra
nueva disciplina de la sociología podía señalarlo com o uno de sus él. Es im p o rtan te en este contexto que tan to cierta trad ic ió n con
fundadores ju n to con H erder, K ant, Fichte y S chleierm acher. La servadora de la sociología alem ana com o una versión específicam ente
sociología alem ana se distinguía igualm ente de sus equivalentes anglo alem ana del pensam iento antisociológico en filosofía, ú n icam en te p u e
sajones y franceses p o r el hecho de que no expresaba convicción algu den ser in te rp re ta d a s com o u n in ten to p o r revivir la estrech a re
n a en u n p rogreso social evolutivo. E l desarrollo de O ccidente hacia lación en tre sociología y filosofía o d ep lo rar su pérdida.
u n a sociedad de clases in d u strial era descrito con indiferencia, ni se lo La diversidad y la incoherencia de la sociología alem ana h a sido
acep tab a n i se lo rechazaba, viéndoselo com o u n estadio tran sito rio , siem pre lam en tad a p o r quienes la p ractican y m aliciosam ente ex
com o u na situación de caos que h ab ía que to lera r h a sta que p u d iera p u esta p o r sus adversarios. No o b stan te, u n a vez que se sitú a a la
su rg ir u n nuevo orden social. La sociedad civil no era en m odo alguno filosofía y a la sociología en u n contexto com ún, com ienza a ap a rec er
expresión de u n a ley n a tu ra l de la sociedad, como los m iopes teóri una im agen sorp rendente. Se to rn a m anifiesto que hay u n a p ersp ec
cos ingleses de la econom ía pensaban; era u n fenóm eno histórico, y la tiva epistem ológica específica que da al pen sam ien to sociológico
sociología co n stituía el intento p o r com prenderlo com o tal. E n este alem án u n a un id ad y u n a coherencia ocultas. E n el paso a este siglo
sentido, la sociología alem ana era, en m edida m ucho m ayor que la esa u n id ad se expresó an te todo en u n in terés generalizado p o r la
ciencia social fran cesa e inglesa, a la vez h istó rica y em pírica, pero filosofía kantiana, la cual, según sugerían m uchos, p ro p o rcio n aría
siem pre capaz, debido a su orientación filosófica, de reflejar el sig
u n a b ase sólida p a ra las ciencias sociales. E n este respecto, K ant, y
nificado y la estru ctu ra de la sociedad y del E stad o en general. El
no Hegel, aparece com o «padre fundador» de la sociología alem ana.
hecho de que estuviese exenta de confundir la sociedad civil con el
(O tra cuestión es, em pero, la de si K ant, al e jercer u n a influencia en
sistem a n a tu ra l de la sociedad, explicaba el realism o de la sociología
D urkheim a través de R enouvier y de B runschw icg, p o r ejem plo, no
alem ana. E ste realism o no provenía ni de una m etodología positiva
ha sido el p ad re fu n d ad o r de la sociología eu ro p ea en general. Su
ni de u n a orientación avalorativa, sino de su legado filosófico, una
tran sfo rm ació n de la filosofía hegeliana del derecho que se verifica influencia, p ro fu n d a y p ersisten te, puede d istin g u ir a la trad ició n
b a en u n verdadero esp íritu hegeliano. europea en el ám bito de las ciencias sociales, de la trad ició n n o r
team ericana.)
E n este sentido —continuaba F reyer— T reitschke y sus oponentes
no se hallab an en bandos diferentes; puesto que estaban de acuer No puedo e n tra r aquí en detalles. O bservaré únicam en te u n de
do en re ch az ar la situación h istó rica que había creado a la socio talle m enor, a fin de a c la ra r en qué estoy pensando. E n la edición
logía, esa coincidencia era m ucho m ás im p o rtan te que la disidencia inglesa de W irtsch a ft un d Gesellschaft, p re p a ra d a p o r G ü n th er R oth
acerca de la fo rm a y la orientación concretas de la nueva disciplina. y Claus W ilttich —la cual ha sido m uy elogiada, y con ju stic ia—, el
La ta rd ía y, p o r tanto, p recip itad a industrialización de Alem ania títu lo del p rim e r cap ítu lo de W eber es trad u c id o com o «Basic
halló a los sociólogos alem anes en guardia. P uesto que conocían el sociological term s» [«T érm inos sociológicos básicos»], con lo que
m odelo inglés, contem plaban ese proceso con los ojos abiertos y se p ierde u n im p o rtan te, si no el m ás im p o rtan te, aspecto del ca
sin reservas in teriores, com o lo hacían los franceses. E n la filosofía pítulo. P orque en el original alem án el títu lo «Soziologische Kate-
alem ana h ab ía hallado expresión p o r p rim e ra vez u n anhelo de su gorienlehre» [T eoría sociológica de las categorías»] tiene u n a con
p e ra r a la sociedad civil m oderna; ese anhelo se continuaba y se notación k an tian a que pued e h allarse en los m ás diversos sistem as
conservaba en la sociología alem ana. La sociología e ra tan to la ex de la sociología alem ana. Refleja la convicción de que la sociología,
p resió n como la condena de la sociedad industrial. a p esa r de todos sus legítim os in ten to s de d istin g u irse de la filo
N o puedo d iscu tir en este tra b a jo el artícu lo de F reyer en su con sofía, no h a perd id o su o rien tació n trasc en d en tal en el exacto sen
texto histórico. Es im p o rtan te p orque re p resen ta u n a trad ició n de tido k antiano del térm ino. «T rascendental» no significa u n a cosa que
la sociología alem ana que in ten ta establecer y conservar su cohe va m ás allá de la experiencia, sino «lo que le precede a p rior i, p ero
ren cia com o disciplina filosófica. No hay ninguna p a ra d o ja en la que sim plem ente está encam inado a h ac er posible el conocim iento
afirm ación de que u n a cierta a c titu d antisociológica que caracteriza em pírico», com o dice K an t en los Prolegóm enos (K ant, 1950: 122-123).
a la filosofía alem ana tiene su origen en el m ism o contexto histórico E n este sentido, u n enfoque trascen d en tal caracteriza a la inci
que u n a trad ición específicam ente «alem ana» de la sociología. P ara pien te sociología alem ana. Las categorías de W eber son expresión
Ñietzsche, que fue el prim ero y m ás persuasivo o p o sito r a la socio- de ella, tal com o lo es la b ú sq u ed a de Sim m el de u n a priori social
200 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 201
y su ensayo de in iciar la sociología con una p re g u n ta kantiana: general. No m e propongo lib ra r u n a discusión algo escolástica refle
¿Cómo es posible la sociedad? xionando acerca de cuánto, p o r qué y con qué derecho la filosofía
De la sociología alem ana no sólo se h a deplorado la diversidad. fue o debiera h a b e r sido ancilla o dom ina de la teología o de cual
Su desarrollo se h a caracterizado tam bién p o r la discontinuidad. quier o tra disciplina. Antes bien, com o estoy m ás interesad o en g ra
Después de la Segunda G uerra M undial parecía com o si los sociólo dos y en p au tas de visibilidad que en p roblem as de jera rq u ía, con
gos alem anes, reeducándose diligentem ente, sucum biesen a u n em pi fesaré m i elevada estim a p o r ese p re p ara d o jesu íta que es Alfred
rism o aun m ás obtuso que el de sus colegas norteam ericanos, a los H itchcock y sugeriré que la h isto ria de la filosofía se investigue en
que ellos im itaban. E sta im agen no es com pletam ente falsa, dada la un contexto disciplinario com o u n a h isto ria llam ad a The Lady Va-
diferenciación de las especialidades sociológicas y el lu g ar y la rep u nishes.
tación que ellas poseen en el cam po sociológico. P ero es en tera Una p erso n a m ás b ien m ayor con la que acabam os de fam iliarizar
m ente erró n ea si se atiende a la sociología en su co njunto y se la nos —de m aneras y aspecto m anifiestam ente pasados de m oda, p ero
sitúa, una vez m ás, en el m ism o contexto que la filosofía. Inm edia a veces m uy aguda, y que m uy a m enudo silba u n a to n ad a ex tra ñ a—
tam en te uno advierte que, de diversas m aneras, los sociólogos ale es am enazada, atac ad a y finalm ente desaparece. M ientras lam en ta
m anes m ás im p o rtan tes habían preservado sus intereses y sus orien mos su destino (p ero no dem asiado, p o rque e ra en realid ad dem a
taciones filosóficas. T anto el em igante Plessner com o Gehlen, que no siado anticuada), podem os escuchar de p ro n to su tonada, ah o ra fa
era em igrante, desarro llaro n sus concepciones sociológicas sobre la m iliar, pues no pudim os m enos que silb ar así n o so tro s m ism os de
base de u n a antropología filosófica. T anto el em igrante René Koenig tan to en tanto. E stá allí, en u n lu g ar en el que n u n ca h u b iéram o s
com o H elm ut Schelsky, que no em igró, favorablem ente inclinados esperado e n c o n trarla y, chispeante, nos cu en ta lo que realm en te
al kantism o, coincidían en que la sociología debía ten er u n a orienta o cu rría cuando creíam os que se h ab ía m arch ad o p a ra siem pre.*
ción trascen d en tal, que necesitaba de u n sistem a conceptual que
fuese a n te rio r a todo tra b a jo em pírico. T heodor W. Adorno y K arl R.
Popper, am bos inm igrantes, que sostuvieron u n a prolongada y agria
confrontación en la h isto ria de la sociología alem ana de la pos
g u erra («P ositivism usstreit»), coincidían al m enos en oponerse los
dos a to d a separación e stric ta en tre la sociología y la filosofía. BIBLIOGRAFIA
R esulta, pues, finalm ente, que la sociología alem ana, vista en un
vasto contexto am biental e histórico, estab a m ucho m enos d ispersa
Agassi, J o s e p h : Towards an Historiography of Science (History and Theo-
y ofrecía una discontinuidad m ucho m en o r de lo que a m enudo se ry Supplement 2), La Haya, M outon, 1963.
h a afirm ado. Siem pre fue arduo identificar un sentido de perten en As h , M itchell G.: «Academic politics in the history of Science: experi
cia y de so lidaridad e n tre los sociólogos alem anes. No ob stan te, ese m ental psychology in Germany, 1879-1941», Central European Histo
sentido se m anifiesta en seguida cuando esos sociólogos van m ás ry 14: 255-286, 1981.
allá de los lím ites de su profesión e ingresan en la arena filosófica. B ouglé, Célestin : «Die philosophischen Tendenzen der Soziologie Em ile
P o r supuesto, aún están en desacuerdo. P ero parecen h a b e r dejado Durkheims», en Jahrbuch fiir Soziologie. Eine Internationale Sammlung,
a trá s las d isputas m enores (aunque verdaderam ente p ertu rb ad o ras), bajo la dirección de G. Salom ón, 1: 47-52. Karlsruhe, G. Braun, 1926.
a fin de ponerse de acuerdo acerca de las cuestiones m ayores (aun B ourdieu, P ierre , y J ean-Claude Passeron: «Sociology and philosophy in
que m ás rem otas), lo m ism o que conciudadanos que diariam ente en France since 1945: death and resurrection of a philosophy w ithout sub-
ject», Social Research 34(1): 162-212, 1967.
cu e n tran nuevas razones p a ra ignorarse y aun odiarse e n tre sí, pero B outroux, E mile : «W issenschaft und Philosophie», Lagos, 1: 35-56,
se reú n en alegrem ente cuando p o r casualidad se en cuentran en el 1910-1911.
ex tran jero . V
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Canguilhem , Georges: Essai sur quelques problémes concernant le nor
V II. Conclusión: la dam a desaparece mal et le pathologique, 2.a ed., París, Les B elles Lettres, 1950.
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I
dependiente. Ello arm oniza m uy bien con aquella línea de la ética un p en sad o r p o sterio r, seguirá siendo en g ran m edida u n a explica
contem poránea que ve a la filosofía m oral como c e n trad a en esos ción in te rn a si pone de relieve que se com prende m ejo r la con
parien tes cercanos de la epistem ología, los tem as de m etaética. En cepción consideran d o que resuelve las consecuencias del hecho de
este sentido es in teresan te ad v e rtir que existe un m odelo am plia ab an d o n ar u n a de las creencias sostenidas p o r los pensadores a n te
m ente aceptado p a ra la enseñanza de la historia de la epistem ología riores, p ero no to d as ellas. Al d a r p rio rid ad a la búsq u ed a de u n a
y de la m etafísica m odernas desde D escartes h asta K ant (m odelo explicación intern a, no m e propongo su gerir que las consideraciones
cuya h isto ria es exam inada por el p ro feso r K uklick en este m ism o externas carezcan de im p o rtan cia o no sean asequibles. E stoy lejos
volum en), p ero ningún m odelo sim ilar am pliam ente aceptado p ara de eso. P ero creo que p a ra e s ta r en condiciones adecuadas p a ra b u s
la enseñanza de la h isto ria de la ética m oderna. Por supuesto, es ca r la explicación ex tern a de u n d esarrollo h istórico en el ám bito
posible que no haya en realidad u n a vida independiente p a ra la his de la filosofía, debem os d isp o n er p rim ero de la m ejo r explicación
to ria del pensam iento acerca de la m oralidad, que la ética m oderna in tern a posible.
sim plem ente em ane de los cam bios de las m ejores perspectivas exis Una de las razones de ello e strib a en que quisiéram os co m p ren
tentes acerca del conocim iento y de la constitución ú ltim a del univer d er la o b ra de los p en sadores an terio res com o filósofos. De acu erd o
so. No obstan te, creo que no es así. Y si no lo es, entonces se plantea con el concepto que tenem os de la filosofía, ésta involucra la arg u
la in tere sa n te p re g u n ta de p o r qué se h a supuesto h a sta ah o ra que m entación y la elaboración de las im plicaciones en teram en te lógicas
es así. En lugar de especular aquí acerca de esa cuestión, m e cen de u n principio o de u n a posición. Q uerem os así que el h isto riad o r de
tra ré en el esbozo de una form a altern ativ a de considerar la h isto ria la filosofía nos explique a los p en sadores an terio res, y sus conversa
de la ética m oderna. ciones, en fo rm a tal que exprese sus aspectos filosóficos. No estam os
El período que h a de in teresarn o s se inicia a fines del siglo xvi satisfechos si sim plem ente se nos dice que llegaron a so sten er d e te r
con la ob ra de M ontaigne, que inaugura la época m oderna en el m inadas concepciones —descuidándose p o r qué lo hicieron—, y que
terren o del pensam iento m oral, y con la de H ooker, que p resen ta esas concepciones influyeron en au to res p o sterio res —descuidando en
la ú ltim a g ran form ulación en lengua inglesa de la antigua concep qué fo rm a lo hicieron—. Un im p o rtan te h isto riad o r in telectu al nos
ción. Se extiende a lo largo de la época de K ant, B entham y Reid, dos dice, p o r ejem plo, que la Ilu stració n «se desplazó siem pre desde un
siglos m ás tard e. M ostraré que podem os ver el decurso del pensa sistem a del universo en que to d as las decisiones de im p o rtan cia eran
m iento filosófico en m ateria de m oralidad d u ran te ese período como tom adas fuera del ho m b re, a u n sistem a en el que se convirtió en
cen trad o en d eterm inadas cuestiones éticas específicas, referen tes a responsabilidad del h o m b re el o cu p arse él m ism o de ellas».1 Eso
la cooperación, la ju sticia y la responsabilidad. No m e propongo ne puede se r cierto. E n verdad, creo que lo es. Pero no lo com prendo
g ar que los cam bios producidos en el ám bito de la m etafísica y de filosóficam ente h asta que logro ver cuáles fueron los pasos racio n a
la epistem ología, y, asim ism o, en el de la creencia religiosa, fueron les que co n d u jero n a varios p en sadores desde el «sistem a» a n te rio r
de vital im p o rtancia p a ra el pensam iento en m ateria de m oralidad. al p o sterio r. Y verlo es d isp o n er de u n a explicación in tern a del
Pero u na teo ría adecuada en esa m ateria encierra sus propias exi cam bio.
gencias, y las m odificaciones producidas en aquellas áreas adquieren E n form a m ás general, creo que la explicación m ás satisfacto ria
im p o rtan cia p a ra la m oralidad a través de u n a dinám ica que em ana posible de p o r q ué u n a p erso n a cree u n a cosa, es la que m u estra
de aquellas exigencias. Es esa dinám ica la que confiere a la ética que lo creído es verdad, o es re su ltad o exacto de u n arg u m en to cons
m o d ern a su p roblem a cen tral y, con ello, su independencia. trictivo que p a rte de p rem isas que la p erso n a en cuestión acepta,
Antes de p a sa r a lo que constituye mi tem a principal, deseo hacer y que esa perso n a estab a en condiciones ap tas p a ra advertirlo. Po
una observación acerca de la utilid ad que este trab a jo puede ofrecer. dem os te n e r necesidad de re c u rrir a facto res externos p a ra explicar
P ara em plear térm inos hoy usuales, m e propongo p re se n ta r una p o r qué u n p en sad o r estab a en condiciones de a d v e rtir u n a verd ad
explicación pred om inantem ente interna, antes que externa, de la his o de ver im plicaciones, h a sta entonces in ad vertidas, de algunas de
to ria de la ética en el período que se extiende aproxim adam ente des sus convicciones. P ero sentim os —sin duda con razón— que el he
de la época de M ontaigne h asta la de K ant. P ara una explicación cho de que u n a p erso n a ad v irtiese la verdad de alguna proposición
in tern a, una sucesión de posiciones filosóficas se desarrolla a p a rtir o viese la solidez de u n arg u m en to que, a p a r tir de sus p ro p ias con
de consideraciones argum entativas o racionales en las que se em plean vicciones, condujese a una nueva conclusión, tiene que ser u n a ex
fund am en talm en te los m ism os térm inos, y que se apoyan —cons plicación firm e de p o r qué esa p erso n a llegó a creer lo que creyó. Si
cien tem en te o no— en supuestos com unes. Una explicación que con
tenga la afirm ación de que un supuesto com ún fue abandonado por 1. Véase Wade, 1971, 21, donde se atribuye esta concepción a Cassirer.
208 LA FILOSOIÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 209
u n a explicación así es asequible y co rrec ta , se to rn a entonces inne tian a de la m o ralidad. Pero u n a com prensión inad ecu ad a de la lógica
cesaria la b ú sq u ed a de u n a explicación u lterio r, no racional, de por de esa posición h a obstaculizado n u e stra capacidad de p ercib ir su
qué esa p ersona sostuvo esa creencia. P areciera pues que sólo cuando papel en desarro llo s fu tu ro s. Se supone a m enudo que u n a de las
no podem os h a lla r explicaciones in tern as de la h isto ria del pensa cuestiones esenciales en to rn o de u n a m o ralid ad religiosa es la de
m iento debem os volvernos a las explicaciones externas; y si es así, si es, o no es, v o lu n tarista o in telectu alista: si los actos m o ralm en te
entonces es clara la razón de p o r qué tenem os que in iciar nuestro correctos son co rrectos p o rq u e Dios nos m an d a llevarlos a cabo o,
trab a jo con la b ú squeda de explicaciones internas. inversam ente, si Dios nos m an d a llevarlos a cabo p o rque son co
Ahora bien: esta concepción conduce —como lo lam enta, con ra rrecto s en sí m ism os. E ste p roblem a, de significativa im p o rtan cia
zón, un h isto riad o r del pensam iento político— «a u n a form a de his p a ra los teólogos, tiene relevancia m ucho m en o r p a ra la m o ralid ad
to ria que siem pre tiende esencialm ente a rem o n tarse a los orígenes como tal. El in terés p o r él, reavivado a veces p or el in terés p o r la
de las cosas, a los com ienzos p rim ero s de las ideas que ella ve ope llam ada falacia n a tu ra lista , sirve sólo p a ra a p a rta r la atención de lo
ra n te ... Los filósofos sienten la tentación de rem o n tarse aguas a rri que constituye u n aspecto m ucho m ás im p o rtan te de la m o ralid ad
b a h asta llegar a la fuente. El h isto riad o r tiene que decirnos de qué cuando se la considera b ajo la égida de u n a D ivinidad com o la que
m odo el río hace su curso, p o r en m edio de qué obstáculos y de el C ristianism o enseña. Mi in ten to de p re se n ta r una h eu rística de la
qué dificultades».2 El peligro de suponer que debe d em o strarse que h isto ria de la ética debe com enzar, p o r tan to , con el esbozo de un
las concepciones filosóficas son sim plem ente desarrollos de u n punto m odelo de la concepción religiosa en el que se pongan de m anifiesto
originario absoluto, es real. Cabe tem er entonces que se ignoren los los rasgos que considero m ás im p o rtan tes. Digo «modelo» p o rque, si
contextos en los que se desenvuelven las posiciones filosóficas. Si bien creo que m i bosq u ejo incluye los rasgos relevantes de u n a am
v erd ad eram en te nos proponem os ser historiadores, aun cuando nues plia variedad de concepciones realm en te existentes, deja tam bién
tro o bjeto sea la filosofía, debem os ser conscientes de esos peligros. ab iertas varias opciones acerca del m odo en que deban com pletarse
Debem os e sta r dispuestos a b u sca r y a reconocer puntos en los que los detalles. El esbozo que p re sen taré concluye con un cu ad ro de
hay, d en tro de la h isto ria de la filosofía, discontinuidades radicales. lo que llam aré «la C orporación Divina», pero se inicia sim plem ente
Pero u n m odo de localizar esos puntos consiste en llevar adelante la con algunas observaciones acerca de la división del tra b a jo y la coo
b ú sq u ed a de explicaciones internas h asta que dejem os de e n c o n tra r peración. Lo que digo puede ser obvio —acaso lam en tab lem en te ob
las. Nos h allarem os entonces en u n a situación en la que deberem os vio— p ero no en m en o r m edida cierto p a ra todo ello.
b u sca r explicaciones externas. P or cierto, m uchas de las conside C onsidérese, pues, la idea de u n a em presa cooperativa en la que
raciones que nos ayudan a com prender de qué m odo llegó un pen los agentes se reú n en p a ra p ro d u c ir u n bien que ninguno de ellos
sador a u n a posición en la que pudo ca p ta r u n a nueva verdad o un po d ría p ro d u c ir solo. Cada uno de los p artic ip a n te s tiene u n a tare a
nuevo argum ento, son externas. Cuestiones referentes a los m otivos o u n conjunto de tareas. Las tareas de cada uno pueden ser indica
p o r los que determ inadas discusiones ad q u iriero n relevancia en un das b ajo la fo rm a de reglas en las que se expresan los deberes
m om ento determ inado, o p o r los que se abandonaron en general su de cada puesto. Es la realización, co n ju n ta o sucesiva, p o r p a rte de
puestos que u n a vez h abían sido com unes, m ientras que otros no fue cada uno, de los deberes de su p uesto lo que p roduce el bien. Puede
ro n abandonados, o p o r los que u n a línea de pensam iento tom ó de h ab e r o no u n p uesto distinto, de rango m ás elevado, o u n con ju n to
term in ad o cam ino e ignoró o tro s que eran igualm ente asequibles, de puestos, p a ra las funciones de supervisión o de dirección. Pero
pueden exigir a m enudo respuestas con u n a b ase externa. Pero no hay ni un in sp ecto r ni un tra b a ja d o r de p rim e r rango es p ersonalm ente
fo rm a de decir a priori qué tipo de explicación re su ltará accesible. responsable de la p roducción del bien. No o b stan te, en m uchos casos
Sólo el detallado estudio de desarrollos p articu lares puede decír no sería razonable p a ra los agentes re strin g irse estricta m e n te a las
noslo. responsabilidades fo rm alm en te establecidas y reh u sarse a ir m ás allá
de ellas. Suponem os h ab itu alm en te que cada agente tiene —p o r enci
m a de las resp o n sabilidades indicadas com o deberes de su p u esto —
II la responsabilid ad general de p re s ta r atención al m odo com o m ar
chan las cosas, y de in terv en ir a fin de com pensar la acción defi
Es indiscutible que, a com ienzos del período que consideraré, el ciente de o tro s agentes o los efectos de contingencias im previstas. De
p ensam iento estuvo dom inado p o r u n a persisten te concepción cris tal m odo, aun cuando a ningún tra b a ja d o r se le h a asignado indivi
dualm ente u n a resp o n sab ilid ad definida com o «responsabilidad de
2. Venturi, 1971, 2-3. orig in ar el bien que el grupo se pro p o n e pro d u cir» cada uno de ellos
210 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
LA CORPORACIÓN DIVINA 211
tiene u n a cierta vaga responsabilidad de ten er p resen te aquel bien expuesto a re cib ir graves rep ro ch es desde o tro pu n to de vista. P ara
y de o rd en ar sus actividades de acuerdo con ello. Y cada uno de los ten er u n a organización en la que n u e stra s responsabilidades im pon
que p articip an en la em presa e sta ría sujeto a censura o, acaso, a gan un lím ite absoluto a las posibilidades de que se nos im p u te algo
castigo en caso de ignorar esa responsabilidad general. —u n a organización en la que debiéram os cu m p lir con n u estro s de
El que cada agente deba ten er esa vaga responsabilidad general beres sin preo cu p arn o s p o r las consecuencias— debem os avanzar aún
no es un rasgo necesario de los tra b a jo s hechos en cooperación. Por u n poco m ás. E l bien a cuya consecución colaboram os debe po seer
el contrario, sólo es razonable atrib u írse la en determ inadas condicio u n a im p o rtan cia su p rem a y ser dem asiado com plejo p a ra que lo
nes. Esas condiciones pueden e sta r p resen tes o ausentes en grados podam os com prender. E l encargado de la inspección debe ser absolu
variables. Parece n a tu ra l, p o r ejem plo, que, en la m edida en que la tam en te eficiente. N unca debe co m eter e rro re s en cu an to a la m an era
com prensión que los particip an tes tienen del bien que debe p ro d u de dividir el trab a jo . Debe an ticip arse a to d as las contingencias y
cirse es m enor, m enos se los puede critic a r si se lim itan a cum plir disponer de p o d er suficiente p a ra h ac er fren te a cu alq u ier im p re
con sus deberes específicos. C uanto m enos sabe cada uno acerca del visto. Debe ser tan leal que no haya dudas en cuanto al m odo en
m odo en que los o tro s deben llevar a cabo su aporte, m enos sujeto que dispone de los puestos. Debe, pues, d a r a cada uno de los agentes
está cada uno a la crítica p o r aten d e r sólo a sus propias ocupacio instrucciones ad ecuadas acerca de sus tareas; debe asignarles tra
nes. E n la m edida en que haya, y se sepa que hay, un g ra n sistem a bajos que estén d en tro de sus capacidades y recom pensarlos sobre
de apoyo, de m odo tal que los erro res o las fallas de los otros sean la base de sus m éritos. P or últim o —aunque no es lo m enos im por
rem ediadas, d ecrecerá la vaga responsabilidad general que uno tiene ta n te — debe ser ta n bueno que nun ca asigne tareas que desde algún
de o rd en ar las p ropias acciones atendiendo a los resultados. Si quien pu n to de vista sean im propias. E sa em presa cooperativa es la Cor
está a cargo de inspeccionar el trab a jo que uno tiene, h a aclarado que poración Divina, y su a d m in istra d o r es m anifiestam ente poco com ún.
a uno se lo recom pensa p o r llevar a cabo sus propias obligaciones E n realidad, en el m undo occidental se h a pensado g eneralm ente que
estrictam en te, sin m ira r ni a lo que se hace a la izquierda o a la es único.
derecha, entonces nuevam ente se reduce la posibilidad de ser cri
ticado p o r hacerlo.
Im agine, pues, el lecto r que él tiene u n a tare a con responsabili II I
dades bien definidas dentro de una v asta em presa cooperativa. Su
insp ecto r debe co ordinar los esfuerzos de m uchos otros trab a jad o res
que el lecto r no conoce. A su vez, el in sp ecto r rinde cuentas ante La visión del universo com o u n a C orporación Divina conlleva un
un d irecto r que ocupa un puesto aún m ás elevado, un d irecto r en tre cierto m odo de e n te n d e r las leyes m orales, que tiene, a su vez, im
m uchos, vigilado a su vez p o r un genial ad m in istrad o r que se sabe p o rta n te s consecuencias p a ra la ta re a del filósofo m oral.
que atiende las vastas ram ificaciones de la com pleja, m ultifacética Las leyes m ediante las cuales Dios estru c tu ró las p arte s inanim a
y oculta operación. El lector, creo, com etería un gran e rro r si in ter das y subhum an as del cosm os y las leyes m ediante las cuales se orga
firiese en la tare a de los otros. Sería inexcusable p ara él su p o n er que nizaron las p a rte s h u m an as y superiores, no son fu n d am en talm en te
p o d ría co m p ren d er suficientem ente bien qué se p reten d ía que resu l d istin tas en especie. Son los m an d ato s que Dios dirige a sus cria tu
tase de la intervención del tra b a jo de otro: pen sar que el adm inis ras, y to d as deben obedecerlos. Pero hay u n a diferencia en el m odo
tra d o r prin cip al h a dejado de prever todas las contingencias, o ad ju en que lo hacen. Las p arte s in anim adas y no racionales del universo
dicarse a sí m ism o responsabilidades directivas. E n ta l caso, las se a ju sta n a sus leyes (en la m edida en que lo hacen: no se puede
responsabilidades que uno tiene fijan lím ites estricto s a las posibi e sp e ra r u n a ju ste p erfecto en seres m enos que p erfecto s) au to m áti
lidades de crítica o de castigo. O al m enos ello es así en la esfera cam ente, sin que haga falta ninguna especie de sab e r consciente de
de acción de la corporación. Un sargento que, ejecutando órdenes di esas leyes. Las cria tu ra s racionales —los h o m b res y, p resum iblem en
rectas del com andante de su com pañía, asigna a un ingobernable gru te, los ángeles— se a ju sta n a ellas p o r m edio de elecciones cons
po de soldados la tare a de lavar cubos de b asu ra d u ran te toda la cientes, guiadas p o r cierto grado o p o r cierta especie de sab e r acerca
noche a u n a te m p e ra tu ra bajo cero, no es susceptible de crítica m i de aquellas leyes. La diferencia en el papel que la consciencia desem
lita r si uno o dos hom bres enferm an de neum onía y m ueren. Pero peña p a ra aseg u rar que los agentes n atu ra les y m orales actú en de
puede arg u m en tarse que se le pueden im p u ta r o tra s cosas. Un agen m an era apropiad a, da lugar a u n a diferencia significativa en tre am
te secreto puede cum plir con sus deberes inobjetablem ente y re cib ir bos dom inios. Las leyes de los dos tipos deben ser universales. Deben
de sus sup erio res n ad a m ás que elogios, p ero a p esa r de ello está d eterm in a r el m odo en que debe co m p o rtarse to d a en tid ad de la
212 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 213
especie que ellas gobiernan. De ta l m odo, las leyes que gobiernan a y de subordinación a los designios de Dios. No hay u n a ta ja n te discon
los seres hum anos, lo m ism o que las que gobiernan a las re sta n te s tinuidad en tre la filosofía n a tu ra l y la filosofía m oral, pero sí algunas
especies n atu rales, deben aplicarse a todos los seres hum anos en diferencias. El filósofo m oral nos h ab la de la sustan cia de las leyes
tan to son hum anos, m ientras que puede h ab e r leyes especiales p a ra del m undo m oral, así com o el filósofo n a tu ra l nos h abla de la su stan
los subgrupos incluidos en la especie. (L a C orporación Divina no re cia de las leyes del m undo n atu ral. Además de ello, el filósofo m o ral
quiere, como tal, u n a e stru c tu ra je rá rq u ic a o de clases en las socie debe p roporcio n arn o s una explicación de la universalidad, la su p re
dades hum anas.) Además, las leyes de los dos tipos deben ser las m acía y la ejecu tab ilid ad de las leyes m orales; esto es, debe explicar
determ in an tes sup rem as de la co n d u cta de los seres que ellas go nos que puede h ab er u n m undo específicam ente m oral. Pero en cierto
biernan. Después de todo, los designios de Dios no pueden fru stra rse . sentido, que tiene su im p o rtan cia, el filósofo m oral, a diferencia del
Pero, ap a rte de ser universales y suprem as, las leyes que gobiernan filósofo n atu ra l, no nos dice n ad a nuevo. E l filósofo n a tu ra l des
a los seres hum anos deben ten er u n rasgo que en las leyes que go cu b rirá aspectos h a sta entonces desconocidos del trab a jo del m undo
b iern an a las c ria tu ra s no racionales no es necesario. Deben ser n atu ra l, y lo que nos in fo rm e acerca de ellos nos en señ ará nuevos
tales que los seres hum anos puedan llevar a cabo con conocim iento m odos de la p a rte de la creación que Dios hizo p a ra que nos sirv iéra
de causa y de m anera deliberada lo que la ley exige. P orque si los m os de ella. E n cam bio, la filosofía m oral es correctiva an tes que
hom bres no pueden a c tu a r en conform idad con las leyes m orales, inform ativa. Su u tilid ad no e strib a en el d escubrim iento de cosas
esas leyes no pueden e stru c tu ra r en m odo alguno la contribución nuevas, sino en elim in ar los e rro re s en los que p erm an en tem en te
h u m an a al bien cósm ico; y si no pudiéram os ac tu a r con plena cons estam os ten tad o s de in cu rrir. P o r tan to , ella nos despeja el cam ino
ciencia de que ob ram os tal como ellas lo ordenan, la diferencia en p a ra que podam os vivir con la guía no teórica que debe e s ta r a
tre las cria tu ra s racionales y las no racionales desaparecería. De disposición de todos nosotros.
signaré este te rc e r rasgo con el b á rb a ro tém ino de «ejecutabilidad» No todos, d u ra n te el período que nos ocupa o antes o después
[« perform ability»}. de él, h a b ría n estad o de acuerdo en cu an to a que hay u n m undo
Es posible ver esos tres rasgos de las leyes del m undo m oral m oral. P ero la concepción cristian a de la m o ralid ad conduce n a tu
tam bién como consecuencias n atu rales de u n a concepción de la m o ralm ente, com o hem os indicado, a la convicción de que lo hay, y
ralid ad del tipo de la C orporación Divina. Como he dicho, es exi ofrece u n a podero sa explicación tan to de su e s tru c tu ra in tern a com o
gencia de tal concepción que la cabeza de la em presa sea com pleta de su ap a ren te desorden. Cuando las creencias cristian as fueron a ta
m ente ju sta. P ara aseg u rar n u e stra m otivación, las tareas que nos cadas y se debilitaron, o se las abandonó p o r entero, las explicacio
im pone revisten suprem a im portancia p a ra cada uno de nosotros. nes que podían darse de la e stru c tu ra y de la posibilidad del m undo
P or tan to , está bien que sepam os en qué consisten y que podem os m oral fueron tam bién obligadas a cam biar. Lo que an te todo me
hacerlas. Si la ejecución es la condición p a ra que obtengam os nues propongo su g erir es que explicarem os m e jo r el d esarrollo de la ética
tro s prem ios, no sería ju sto que unos tuvieran tareas m ás pesadas y m oderna si la consideram os com o re su ltad o de los in ten to s p o r de
o tro s tareas m ás llevaderas, o que alguno estuviera m ejo r equipado fender la creencia en la realid ad del m undo m oral en tendido com o
p a ra h acer sus tra b a jo s y le resu ltasen p o r tan to m enos pesados. u n a em presa cooperativa ju sta , aunque acom odándose a los cam bios
P orque la recom pensa es esencialm ente la m ism a p a ra cada tra b a del b asam ento religioso de esa creencia o a las desviaciones resp ec
jad o r. De tal m odo, el tra b a jo que debem os realizar p a ra m erecerla to de él.
debe ser en algún aspecto fundam ental la m ism a p a ra todos, y to
dos deben ser igualm ente capaces de realizarlo. De acuerdo con ello,
el m undo m oral es un m undo ju sto , y, com o m iem bros de ese m un
do, p articip am o s en una em presa cooperativa justa. IV
El filósofo n a tu ra l tiene, pues, la ta re a de explicar el m undo no
racional. E n él puede p ercib irse desorden e irregularidad, pero deben
po d er com prendérselos de algún m odo a la luz del orden y del p ro H e in ten tad o m o s tra r que en la dinám ica de to d a em p resa en
pósito fundam entales. La filosofía m oral tiene una tare a análoga en la que los hom b res tra b a ja n p a ra p ro d u c ir u n b ien que ninguno de
relación con el m undo m oral, esto es, el m undo de agentes goberna ellos p o d ría p ro d u c ir solo, se contiene u n im p o rtan te principio. E ste
dos p o r la consciencia que ellos tienen de leyes universales, supre principio es el de que la resp o n sab ilid ad individual p o r el resu ltad o
m as y ejecutables. Tam bién allí debe d em o strarse que es posible ex exitoso de u n esfuerzo en com ún, varía en relación inversa con la
plicar el desorden y la irreg u larid ad ap arentes en térm inos de orden com plejidad de la em p resa y con la perfección del directo r. La Cor
214 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 215
poración Divina en carna ese principio en m edida no m en o r que que el papel que ellos definen p a ra n o so tro s contribuye al bien cósm i
o tra s em presas sem ejantes. Pero la idea de la C orporación Divina tal co. P or o tra p arte , si suponem os que el sentido de la em presa co o p era
com o la he esbozado h asta aquí, es am bigua e im precisa en m uchos tiva es h ac er que todos sean dichosos, entonces es n a tu ra l p en sar que
aspectos de im portancia. La C orporación exige varios elem entos, cada las leyes m orales son, m enos desde el p u n to de vista de Dios, reglas
uno de los cuales pu ede ser in terp re tad o de distintas m aneras. Cada generales de utilid ad . Desde la p erspectiva h u m an a tales reglas siem
m odo de concebir un elem ento reclam ará u n modo distinto de com p re tienen excepciones. Así, p a ra p re serv ar su un iv ersalid ad p o d ría
p ren d er a los re sta n te s elem entos o las relaciones en tre los elem en m os sostener que Dios siem p re exige que su creación obre según leyes
tos, si h a de co n servarse la e stru c tu ra de la C orporación. E s esta generales. O pod ríam o s so sten er que las leyes son ab solutas p a ra
am bigüedad o a p e rtu ra a m uchas in terp retacio n es lo que hace posible nosotros sim plem ente debido a n u e stra posición su b o rd in ad a d en tro
u tilizar el m odelo p a ra com prender u n a am plia gam a de posiciones. de la C orporación.
D aré algunos ejem plos. E stas opciones acerca de la n atu raleza o el estatu to de las leyes
Perm ítasem e com enzar p o r el bien que .los agentes que tra b a ja n del m undo m oral están, p o r cierto, estrech am en te vinculadas con
en la C orporación deben producir. H asta ah o ra h e hablado com o si las opciones re fere n tes al m odo en que los agentes pueden lleg ar a
su trab a jo d eb iera culm inar en u n p ro d u cto distin to del tra b a jo ten er consciencia de lo que h a n de ser. La necesidad de d a r cu e n ta
m ism o. Ese es el m odo en que lo entienden m uchos teóricos de la de la ejecu tab ilid ad im pone aquí las p rincipales lim itaciones. Si se
C orporación Divina que consideran que el pro d u cto es la felicidad considera, p o r ejem plo, que las leyes m o rales pueden ser d escu b iertas
de la hum anidad. P ero tam bién o tras posiciones son posibles. P odría p o r la razón, el filósofo debe explicar que en efecto todas las perso n as
co n siderarse a la C orporación Divina sobre la base de u n a analogía tienen esencialm ente la m ism a capacidad de conocer las verdades
con u n a com pañía de b allet o con u n a orquesta, casos en los cuales m orales. Los teóricos del conocim iento p ro b ab lem en te se desplacen
el p ro d u cto no puede ser separado igualm ente de las actividades a u n a posición in tu icio n ista, al m enos a p ro p ó sito de la m oralidad,
de los ejecu tan tes. Se podría sostener entonces que n u e stra co n tri puesto que parece m anifiesto que las perso n as no tienen la m ism a
bución al orden cósm ico, o a que se ponga de m anifiesto plenam ente capacidad p a ra razo n ar acerca de cuestiones com plejas; y se h a sos
la gloria de Dios, es sim plem ente el conducirnos en la form a en que tenido co rrien tem en te que las perso n as sí tien en la m ism a capacidad
Dios nos h a m o strado que es la adecuada. E sta concepción del sen p a ra co m p ren d er las verdades in tu itiv as. P ara elu d ir el intuicionis-
tido de la em presa cooperativa cobija o tra que, com o ella, no da mo, y, con él, sus vínculos con teo rías que involucran la aceptación
m ucha im p o rtan cia a las consecuencias. Dios, cabe observar, puede de ideas innatas, o bien com o m an era de a ju sta rse al v o lu n tarism o
o rig in ar cu alq u ier estado de cosas que podem os concebir, salvo uno, teológico, el teórico p o d ría p re se n ta r u n a explicación no cognitiva
al m argen de n u e stra cooperación. Lo único que no puede p ro d u cir del sab er m oral. Ello p o d ría p e rm itir d a r cu en ta fácilm ente de la
p o r sí m ism o es n u e stra libre decisión de cooperar, n u estra elección ejecutabilidad, pu esto que puede ay u d ar con la cuestión m otivacio-
v o lu n taria de o b ra r com o Dios lo ordena. Acaso la única co n trib u nal y, asim ism o, con la disponibilidad de u n a guía. P ero entonces
ción que hacen los seres hum anos a la m anifestación cósm ica de el req u isito de la un iv ersalid ad exige explicar p o r qué las em ociones
la gloria de Dios es el debido ordenam iento de sus alm as o de sus m orales o el sentido m o ral deban ser los m ism os en todos los hom
voluntades. bres. Un teórico de la C orporación Divina ten d erá en todo caso a sos
D espués está, p o r cierto, la cuestión de la n atu raleza y del esta te n e r que existe un consensus gen tiu m en m ateria m oral, y nece
tu to de las leyes que gobiernan el m undo m oral, lo cual constituye un sita rá explicar lo que se p re sen te com o u n a excepción seria a ese
elem ento, si no el único, de im portancia. P uede sostenerse, quizá acuerdo.
sobre la base de fu ndam entos teológicos, que los principios m orales Acaso el rasgo m ás in tere sa n te de la epistem ología de las teorías
son leyes que los decretos de Dios hacen necesarios y nos son tra n s de la C orporación Divina sea el de que su ta re a fu n d am en tal es la
m itidos com o señales de n u estro s papeles en la m anifestación de su de co lab o rar en la explicación. No se tr a ta de ju stificar los p rin ci
gloria. No ten d ríam os entonces ni una com prensión racional de las pios m orales com o tales. Se supone que todos n o sotros, o la m ayoría
leyes m ism as ni en tenderíam os dem asiado de qué m odo lo que se de nosotros, sabem os lo que debem os h ac er y estam os de acuerdo
nos encarga contribuye al bien cósm ico. P odría argüirse, si no, que acerca de los p u n to s principales. Se apela a la epistem ología p a ra
cada principio tom ado p o r sí m ism o debe ser intrínsecam ente razo d e m o stra r p o r qué es así. No se re c u rre a ella p a ra su scitar o p a ra
nable, y que Dios pone en vigor los principios porque son así. E n elim in ar p ro fu n d as d udas escépticas acerca de la m o ralid ad en su
tonces su racio n alid ad debiera ser p a ra nosotros evidente p o r sí m is conjunto. Se p re sen tan argum entos —epistem ológicos o de o tra índo
ma, au n cuando pudiéram os no com prender plenam ente el m odo en le— referen tes a los principios específicos que m ejo r ponen de m a
216 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 217
nifiesto la su stan cia del m undo m oral. Y un filósofo bien puede lím ite de la C orporación Divina no ten d ría razones p a ra p en sa r que
h allar un arg u m ento p a ra m o stra r que los principios m orales son ra puede in cre m en tar sus rem u neraciones p o r esa vía. Los deberes del
cionales o que son p u ram en te em ocionales. Pero en cu alq u ier caso em pleado serían p a ra éste absolutos, a p esa r del hecho de que Dios
la cuestión es cim en tar un desarrollo explicativo de la ju s ta em presa ve su tra b a jo com o dirigido a u n propósito. La C orporación Divina
cooperativa de la que todos som os p arte . puede entonces m o d elar algunos rasgos de m oralidad, ya sea que
P or últim o, está la in terp re tació n de los m otivos de los agentes considerem os que la corporación involucre coordinación o plena coo
p a ra llevar a cabo lo que les es asignado. Se tra ta de la vieja cues peración.
tión de la n atu ra leza hum ana. P ara p re c isa r el am plio m argen de am C onsiderem os ah o ra las cuestiones que se su scitan si lo que in
bigüedad en ju ego aquí, debo o bservar que la C orporación, tal como volucra es cooperación. E n ta l caso, al m enos p a rte de la m otivación
se la h a esbozado h a sta aquí, p o d ría involucrar sólo la coordinación p a ra p a rtic ip a r en la em p resa está co n stitu id a p o r el deseo de ayu
del trab a jo de diversos agentes, y no necesariam ente su plena coo d ar en la originación del bien. Ello no necesariam en te equivale al
peración. Si u n a persona em pleara tra b a ja d o re s p a ra p ro d u c ir un deseo de ese bien m ism o, sea cual fuere. Si el bien que debe p ro
bien que sólo u n esfuerzo conjunto puede p ro cu rar, pero los em ducirse en con ju n to es v erd ad eram en te u n bien com ún —esto es, un
pleados no saben que están tra b a ja n d o ju n to con otros en u n p ro bien que es u n b ien p a ra cada uno de los agentes, ap a rte de ser el
yecto así, no p odríam os decir que están cooperando los unos con bien p o r el cual Dios creó to d a la em p resa—, entonces puede o fre
los otros. Si p erm itiéram o s que los em pleados supiesen que hay otros cerse alguna de las varias explicaciones acerca del m odo en que cada
agentes al lado de ellos y, aun, que tuviesen cierto conocim iento del uno h alla su p ro p ia dicha en ese bien. Si no se tra ta de u n bien
objetivo o del sentido de la em presa com ún, ello no nos au to rizaría com ún en ese sentido, entonces debe p re sen tarse u n a explicación
todavía a decir que su tra b a jo es cooperativo. Será, a lo sum o, un d istin ta del m otivo p o r el que p articipam os. Podem os ver eso tam
tra b a jo coordinado. P odrá decirse que los agentes cooperan sólo si, bién com o la cuestión de si las perso n as que p artic ip a n com o agen
adem ás de las condiciones indicadas h a sta aquí, es verdad tam bién tes en la C orporación Divina tien en d en tro de sí u n a fu en te de orden,
que p o r lo m enos u n a de las razones que cada agente tiene p ara esencial a su n aturaleza, que los conduce a a c tu a r com o m iem bros
realizar su tra b a jo es el deseo de ay u d ar a generar el bien a cuya de u n a em presa cooperativa ju sta , o si, com o o cu rre en u n a em p resa
producción está d estinada la em presa. coordinada, deben ser inducidos o em pujados, m ediante sanciones
C onsiderem os p rim ero a los tra b a ja d o re s que intervienen en una y recom pensas externas, a a c tu a r de m an era ap ropiada. E n cu alq u ier
em presa m eram en te coordinada. Es probable que tra b a je n sólo con teo ría de la m otivación, la necesidad de explicar la sup rem acía de
vistas a sus propios fines: cada uno de ellos ha aceptado el tra b a jo las leyes m orales es tan im p o rtan te com o la necesidad de d a r cuenta
p o r su rem uneración, y, en esa m edida, ninguno de ellos tiene fun de la ejecutabilidad; y el filósofo debe tam b ién d ejar espacio p a ra
dam entos p a ra p o n er en tela de juicio la tare a que le es asignada. una explicación de p o r qué no siem pre actuam os en concordancia
Si cada uno sabe que hay otros em pleados, y sabe algo acerca del con las leyes del m undo m oral.
sentido de la em presa en com ún, pero tra b a ja aún con la rem une
ración, re su lta entonces que hay u n principio análogo al que, según
he señalado, actú a en u n a em presa v erdaderam ente cooperativa. Po
drem os ad v ertirlo im aginando a u n tra b a ja d o r de u n a em presa V
co o rd in ad a que desea in crem en tar sus rem uneraciones. Sabe que
tam bién otro s p articip an , y sabe del sentido de la em presa. Si el
p a tró n es leal, el tra b a ja d o r puede suponer razonablem ente que se H a sta ah o ra h e m an ten id o m i discusión acerca de la C orporación
lo reco m p en sará en proporción con su a p o rte al bien que, p o r las Divina al m argen de las realid ad es h istóricas. U nicam ente he in ten
razones que fuere, el d irec to r desea producir. El tra b a ja d o r puede, tado m o stra r que la idea puede en carn arse en una am plia variedad
pues, p en sa r razonablem ente que puede in crem en tar su contribución de posiciones que tienen en com ún el rasgo esencial de b asarse en
com pensando la deficiencia de la actuación de los otros, o haciendo la lógica de la coordinación o la cooperación b ajo u n in sp ecto r p er
cosas que son im p o rtan tes pero se las deja sin hacer. Pero cuanto fecto. No m e propongo su g erir que se h an ejem plificado realm en te
m ás com pleja es la em presa y m ás perfecto el director, tan to m enos todas las v arian tes posibles. Tam poco quiero decir que a com ienzos
razonable es p a ra el em pleado suponer que realm ente puede incre del período que aquí consideram os la ética de la C orporación Di
m e n ta r su contribución al bien y p asa r a m erecer p o r ello rem u n era vina haya predo m in ad o b ajo la fo rm a genérica y sim ple en que la he
ciones m ás altas yendo m ás allá de sus responsabilidades. En el caso presentado. P or el co n trario : las d o ctrin as religiosas referen tes a la
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necesidad de la gracia divina, ya fuese en su form a m ás recia, anti- rram ie n ta m ás im p o rtan te que nos p ro p o rcio n a la idea de la Cor
pelagiana, o en fo rm a m ás débil, sem ipelagiana, siem pre h an plan poración Divina p a ra co m p ren d er la h isto ria de la ética en el pe
teado dificultades en relación con la ejecutabilidad, en ta n to que los ríodo al que nos referim os.
escepticism os de variadas especies dieron lugar o a dudas acerca de En lo que sigue p ro c u ra ré ilu strarlo exam inando m uy ráp id am en te
la universalidad, y el estoicism o y el m aquiavelism o p lan tea ro n di los cam bios que co n d u jero n a las posiciones de Reid, B en th am y
ficultades en relación con la suprem acía. P ero sí me propongo afir K ant. Con la o b ra de estas figuras llegam os, creo, a la culm inación
m ar que la C orporación Divina re p resen ta lo que se to m ó cada vez del período clásico de la ética m o d ern a y a la tran sició n a u n nuevo
m ás im p o rtan te p a ra la enseñanza m oral del cristianism o. P o r ello el período. La idea de la C orporación Divina h a b rá servido p a ra su
m odelo puede ser ú til p ara los propósitos del historiador. propósito si nos p erm ite explicar el m odo en que sus concepciones
En p rim er lugar, nos ayuda a co m p ren d er los rasgos estru c tu rales surgieron razonablem ente de concepciones anterio res.
y dinám icos de u n a serie im p o rtan te de posiciones que realm ente
se h an dado y ejerciero n una influencia. Santo Tom ás de Aquino y
sus m uchos seguidores de la tradición de la ley n atu ral, tan to en el
lado católico com o en el p ro testan te , a través de Suárez y de H ooker, VI
sostienen concepciones que se a ju sta n al m odelo de la C orporación
Divina. Lo m ism o hacen los pensadores de la ley n atu ra l «m oderna»
que dependen de Grocio. No hallam os pensadores com o P ufendorf, El cam bio fu n d am en tal reg istrad o en el pensam iento religioso
B urlam aqui y V attel, que suscitan en la actualidad gran interés fi d u ra n te el período que nos ocupa fue el rechazo, h asta donde fuese
losófico, p o rque el aspecto filosófico de sus obras, deslindado de sus posible, de la apelación al m isterio y a la in co m prensibilidad com o
preocupaciones p o r la política y p o r la ley internacional, con fre elem ento cen tral de toda elaboración conceptual adecuada de la fe
cuencia m eram ente re p ite n lo que se h abía elaborado an terio rm en te. cristiana. E se cam bio llevó a resu ltad o s dram ático s p ara la explica
P ero rep resen tan lo que creo que constituyó el m arco de pensa ción de la m o ralid ad d en tro de la C orporación Divina. Cuando no
m iento com ún de los sectores cultos del m undo d u ra n te los si podem os en ten d e r ni el bien colectivo al que contribuim os ni nu es
glos xvix y x v iii . Los filósofos de ese período a los que consideram os tro propio papel en su producción, y cuando creem os en u n a vigi
en n u estro estudio, llam an n u estra atención en p arte porque m odi lancia providencial co n stan te de la vida, sólo es racional —tal lo he
ficaron ese m arco, se a p a rta ro n de él y, eventualm ente, lo abando sostenido— co n sid erar n u estro s deberes com o absolutos. E llo es así,
naron. P ara com prenderlos es decisivo sab er de qué se apartab an , tan to si cada uno de n o sotros está m otivado ú n icam en te p o r el
ver p o r qué lo h acían y com probar h asta dónde llegaron. P or tanto, propio interés, com o si no lo está. P or consiguiente, el filósofo que
la C orporación Divina es ú til no sólo com o pu n to de p a rtid a sino da cuenta del m undo m oral debe d ar de esos deberes una explicación
tam bién com o pu n to de referencia. En la m edida en que u n filósofo que dé lu g ar a esa fo rm a de verlos, A m edida que los pro p ó sito s de
se m antiene cercano a él, podem os considerarlo conservador; en la Dios se to rn a n m ás com prensibles y a m edida que se to rn a m ás
m edida en que se a p a rta de él, como innovador. Ello nos proporciona clara la p a rte que nos toca p a ra co lab o rar en ellos, hay cada vez
u n a cierta p au ta general del cam bio en el te rre n o de la filosofía m o m enos razones p a ra concebir los deberes de esa m anera. E sto es
ral en térm inos que po d rían h ab e r utilizado los pensadores del pe p artic u la rm en te cierto cuando se deja de v er a Dios p rim ariam en te
ríodo que in ten tam os com prender, y no sólo en n u estro s propios com o juez ju sto , y com ienza a concebírselo m ás b ien com o A utor
térm inos. B enevolente de la N aturaleza. Entonces su finalidad será n u e stra di
E n segundo lugar, la idea de la C orporación Divina nos ayuda cha, ya no la incom prensible m anifestación de u n a gloria infinita;
a ver la h isto ria de la ética com o regulada p o r u n interés en el m un y si el objetivo es la dicha, la p arte que nos toca en su originación
do m oral como em presa cooperativa justa. Al colocar ante nosotros es entendida m ás fácilm ente. E sta tendencia cobra m ás fuerza cuan
el com plejo con ju nto en el que deben aco rd arse los elem entos de do, com o lo hacen los teístas y los deístas, se in sista en que después
la vida m oral, sea cual fuere la in terp retació n filosófica que deba de la C reación Dios hizo que el m undo o b ra ra sin u n a providencia
dárseles, nos advierte que no debem os a trib u ir indebida im portancia especial im predecible, esto es, que puso en m ovim iento la m áquina
explicativa a discusiones filosóficas acerca de uno solo de esos ele del m undo y la dejó sola. Porque entonces ya no podem os p en sa r
m entos. Un cam bio en la in terp re tació n de u n elem ento reclam ará que u n p o d er inteligente corrige n u estro s erro res y n u e stra s om isio
otro s cam bios en la explicación filosófica del m undo m oral. La in te nes, y com pensa los accidentes. Lo razonable es p en sa r que la p a rte
ligencia de la dinám ica que vincula a esos cam bios es quizá la he m ayor de la resp o n sab ilid ad de o b ra r así es n u estra. E xisten, pues,
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cada vez m ejores razones p a ra en ten d e r la m oralidad en térm inos de se lo deba co n sid erar en general com o teórico de la Divina C orpo
n u e stra resp o n sab ilidad de aten d e r al objetivo de n u estro s deberes ración. Reid sostiene que los principios m orales son evidentes p o r
—al bien que h an de p ro d u c ir n u estro s esfuerzos cooperativos— como sí m ism os y que todo ho m b re tiene de esos principios u n a com pren
guía d irecta de la acción. sión in tu itiv a suficiente p a ra g u iar la acción de acuerdo con ellos.
E xisten a la vez razones p ara re sistir esa tendencia u tilita rista . Su análisis de la intuición concede a ésta en la aclaración de n u estro
Como cabría esp erar, se la puede p o n er en tela de juicio en razón conocim iento de la n atu ra leza el m ism o papel que ten ía en nues
de que al u tilitarism o le es difícil explicar cómo sabe cada uno de tro conocim iento de la m oralidad. P uesto que con ello dispone de fun
no so tro s qué es lo que h a de hacer. H allam os tam bién o tra form a dam entos m uy generales p a ra a c e p ta r que las convicciones m orales
de razonar. N u e stra experiencia m oral —p a ra no ap elar a la doc corrientes tien en peso racional, p areciera no ten er necesid ad de
trin a religiosa— es em pleada com o fuente de argum entaciones con apoyarse en la creencia b u tle ria n a de que la facu ltad m o ral nos ha
tra las concepciones u tilitaristas. N u e stra experiencia m oral tiene sido dada p o r Dios. P areciera tam b ién que R eid no piensa q ue el
u n peso racional porque, de acuerdo con u n a teo ría de la C orpora o b ra r de acuerdo con los principios, evidentes p o r sí m ism os, de la
ción Divina, Dios tiene que habernos proporcionado el m odo de lle m oralidad, esté d estinado a serv ir a o tro fin cu alq u iera m ás allá
g ar a sab er qué es lo que se req u iere de nosotros. De ahí que la de la conform idad m ism a. Parece, pues, d efender u n a concepción
experiencia p o r la cual cada uno de n o so tro s aprende a a c tu a r de deontológica com o la que m ás tard e d ifu n d iero n P rich ard y Ross.
bidam ente, tiene que reflejar las realidades del m undo m oral. Y como Pero si en este sentido se h alla fu e ra del dom inio de la C orporación
esa experiencia está igualm ente a disposición de todos nosotros, ella Divina, existe o tro aspecto de su posición que no lo está. R eid sos
nos pro p o rcio n a datos com unes a p a rtir de los cuales arg ü ir razo tiene que n u estra s convicciones m orales o rd in arias co n stitu y en el
nablem ente. B u tler es el locus classicus. T ras a c ep tar que el único criterio que debem os em p lear p a ra analizar teorías referen tes a las
ca rác te r m oral positivo que podem os a d ju d ica r a Dios es la bondad, leyes generales de la m oralidad. Y, teniendo p resen te ese citerio,
ad m ite que Dios contem pla el m undo com o u n u tilita rista . Pero concluye, c o n tra H um e, que ninguna ley básica sim ple es adecuada.
no so tro s no nos hallam os en la situación de Dios. N osotros no sa E xisten unos diecisiete axiom as in tu itiv am en te evidentes de la mo
bem os lo suficiente p a ra ser u tilitaristas, y la experiencia m oral nos ralidad. No es posible red u cirlo s a u n principio único. E n este p u n to
m u estra que tenem os deberes p artic u la res de o tras especies: concluye la independencia de Reid resp ecto de la confianza en la
Divinidad. Debe d isp o n er de u n Dios que garan tice que n u e stra s in
Como no som os jueces com petentes de lo que está en general para tuiciones revelan un m undo m oral, y no u n caos. Se n ecesita a Dios
el bien del m undo, puede haber otros fines inm ediatos a los que p a ra e sta r seguro de que la lista, ap aren tem en te a rb itra ria , de axio
estam os destinados a perseguir, aparte del de hacer el bien o pro m as es com pleta, y de que los axiom as no se hallan en conflicto en tre
ducir dicha. Aunque el bien de la creación sea el único fin de su sí. E n especial, Reid re c u rre a Dios p a ra m o s tra r que la prudencia,
Autor, no obstante, él puede habernos im puesto obligaciones par
im puesta p o r la evidencia, no e n tra en conflicto con las exigencias
ticulares que podem os discernir o sentir, m uy distintas de la per
cepción de que la observancia o la violación de ellas es para dicha de benevolencia, ju stic ia y con los re sta n te s principios, tam b ién evi
o desdicha de las dem ás criaturas. Y ése es en realidad el caso dentes p o r sí m ism os, de la m o ralidad. C ontra el u tilitarism o m o
{The W orks o f B ish o p B utler, 1, 166n). n ista de quien, com o B entham , no ad m itía n inguna apelación a Dios
com o en tid ad explicativa. R eid podía d isp o n er sólo de dos líneas
E n o tro s lugares B u tle r p re sen ta m uchos detalles en favor de esta argum entativas. Una es la de afirm ar que la m e jo r explicación del
ú ltim a tesis. E n p a rte ataca aquí a H utcheson, quien sostiene que, hecho de que todos co m p artim o s las m ism as convicciones m orales,
m ien tras que disponem os de un sentido m oral que nos sirve de es la de que ellas re su ltan de la percepción exacta de la realidad
guía —evitándose con ello quebraderos de cabeza en relación con la m oral fundam en tal. La o tra es el recu rso a lo evidente en sí m ism o.
ejecu tab ilid ad —, sus dictados se re g istra n del m ejor m odo en una P ero B entham sostiene que la m ejo r explicación de esas conviccio
ley u tilitarista. M ientras que B u tler considera inaceptable esta ú lti nes co m p artid as es que surgen del condicionam iento social y psi
m a conclusión, otros critican la concepción no cognitiva señalando cológico. A R eid le queda, p o r tan to , la epistem ología de u n intui-
que es incapaz de d ar cuenta de la universalidad. El previsible re cionism o general com o línea b ásica de defensa de u n p lu ralism o de
sultado de estos lances es la reafirm ación de la concepción intuiti- los principios m orales c o n tra el m onism o u tilita rista . E n este p u n to
v ista en Price y, en ú ltim a instancia, en Reid. em pezam os a vérnoslas con las cuestiones que p asa ro n a ser cen
E n R eid hallam os la ú ltim a y la m ás red u cid a de las teorías de trale s en la siguiente fase de la h isto ria de la ética.
la C orporación Divina del siglo xv m . En realidad es discutible que
222 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 223
—como lo señala C harles Taylor en su arrem etid a co n tra este con cedente de su ensayo, en la cual ad m ite que podríam os co n sid erar
senso— la idea de lib ertad debe ser analizada como un m ero «con una versión secularizada de la creencia de que el servicio a Dios es
cepto de oportunidades», com o consistiendo sólo en la ausencia de la lib ertad p erfec ta «sin h a c e r con ello que la p alab ra “lib e rta d ”
constricciones, y, p o r ello, como desvinculada de la prosecución de p ierd a en teram en te su significado», si bien añade que el significado"
Lodo lin o todo p ropósito determ inado (Taylor, 1979: 177). que en tal caso debiéram os a trib u ir al térm in o pro b ab lem en te no
Es típico de los teóricos que sostienen u n a idea negativa de la sería el exigido p o r u n a concepción negativa de la lib ertad (B er
lib ertad — H obbes es una vez m ás el ejem plo clásico— que indiquen lin, 1969: 160-162).
las im plicaciones de esa tesis cen tral en térm inos polém icos. La fina A p esa r de esas lim itaciones, los defensores m ás im parciales de
lidad de ese m odo de proceder h a sido p o r lo general el de rechazar la lib ertad negativa h an aceptado a veces la posibilidad de elab o rar
tíos postulados referen tes a la lib ertad social —ocasionalm ente de u n a teoría coheren te —au n q u e in h ab itu al— de la lib ertad social, en
fendidos los dos en la histo ria de la teo ría política m o d ern a— en la que la lib e rta d de los individuos p u d iera co nectarse con los idea
razón de que son incom patibles con la idea fundam ental de que gozar les de v irtu d y de servicio público.8 Como B erlin, en p artic u la r, ha
de lib ertad social es sim plem ente cuestión de no ser obstaculizado, subrayado, todo lo que hace falta añ ad ir p a ra que tales afirm acio
lino de ellos h a sido la sugerencia de que sólo es posible ase g u rar la nes com iencen a a d q u irir sentido es la sugerencia —en ú ltim a ins
libertad individual d en tro de una fo rm a p a rtic u la r de com unidad tancia aristo télica— de que som os seres m orales que poseen d eter
autónom a. Dicho m ás claram ente: lo que se afirm a es que (como m inados fines verdad ero s y pro p ó sito s racionales, y que nos hallam os
dice R ousseau en Du C ontrat Social) la conservación de la lib ertad en posesión de n u e stra lib ertad en el sentido m ás pleno cuando vivi
personal depende de la ejecución de los servicios públicos. La o tra m os en u n a com unidad tal, y actuam os en fo rm a tal, que aquellos
propuesta, relacionada con la precedente, que es objeto del ataque fines y aquellos pro p ó sito s se logran tan to cu an to es posible (B er
de los teóricos del concepto negativo de la libertad, es la de que las lin, 1969: 145-154).
cualidades re q u erid as en cada ciudadano individualm ente a fin de Algunos au to re s co ntem poráneos h an añadido, adem ás, que de
aseg u rar la realización efectiva de esos deberes cívicos, deben ser las bem os agregar esta p rem isa co m plem entaria y reconocer que (dicho
virtudes cívicas. P ara decirlo, o tra vez, m ás claram ente (com o lo hace con p alab ras de C harles Taylor) la lib ertad no es un concepto de
Espinoza en el T ractatus Politicus), lo que se sostiene es que la lib er «oportunidad» sino de «ejercicio», que som os libres sólo «en el eje r
tad supone la v irtud, que únicam ente los virtuosos son v erd ad era cicio de ciertas capacidades» y, p o r tan to , que «no som os libres, o
m ente o plenam ente capaces de aseg u rar su propia lib ertad indi m enos libres, cuando esas capacidades están obstaculizadas o no se
vidual. realizan» (Taylor, 1979: 179). Lo característico es que tales teóricos,
A m an era de resp u esta a esas p arad o jas, algunos teóricos con tra s h ab e r dado ese paso, p ro ced an a observ ar que ello nos lleva al
tem poráneos de la lib ertad negativa sim plem ente han seguido a H ob m enos a co n sid erar la reh abilitación de las dos tesis acerca de la li
bes en su insistencia en que, puesto que la lib ertad de los sujetos b e rta d social tan vigorosam ente rechazadas p o r H obbes y sus dis
debe involucrar «inm unidad respecto del servicio del Estado», toda cípulos m odernos. E n p rim e r lugar, com o señala Taylor, si la n a tu
afirm ación en el sentido de que la lib ertad involucra la ejecución raleza h u m an a no tiene en realid ad una esencia, no deja de ser
de tales servicios, y de que p a ra ejecu tarlo s es necesario el cultivo plausible la suposición —so sten id a de hecho p o r m uchos filósofos de
de las virtudes, tiene que e sta r com pletam ente desencam inada (H ob la A ntigüedad— de que su plena realización sólo es posible «en
bes, 1968: 266). Isaiah B erlin subraya, por ejem plo, al final de su d eterm in ad a form a de sociedad» a la que es m en ester que sirvam os y
celebrado ensayo «Two concepts of liberty», que h ab lar de que uno defendam os, si tan to n u e stra v erd ad era n atu raleza como, p o r consi
se to rn a libre llevando a cabo virtuosam ente sus deberes sociales y, guiente, n u e stra p ro p ia lib e rta d individual h an de alcanzar su desa
p or tanto, equiparando v irtu d con interés, es sim plem ente «echar rro llo m ás pleno (Taylor, 1979: 193). Y, en segundo lugar, com o Ben
un m anto m etafísico sobre u n a hipocresía que o se engaña a sí m is jam ín Gibbs, p o r ejem plo, sostiene en su ob ra F reedom and Libera-
m a o es deliberada» (B erlin, 1967: 171). La reacción m ás m oderada
y habitual, em pero, h a sido la de sugerir que, sean cuales fueren 8. Pero en modo alguno ocurre que todos hayan sido tan imparciales. Los
los m éritos de las dos afirm aciones heterodoxas que he puesto de seguidores estrictos de Hobbes (como Steiner, 1974-1975; Day, 1983 y Flew, 1983)
relieve, no concuerdan p o r cierto con un análisis negativo de la li insisten en que el único modo de dar cuenta del concepto de libertad es el ne
b erta d , y deben de a p u n ta r en cam bio a u n a concepción d iferente gativo. Y, en la medida en que el análisis de MacCallum sugiere una com
prensión negativa de la libertad como ausencia de constricciones sobre las op
—acaso, incluso, a un concepto diferente— de la lib ertad política. ciones del agente (las que él hace), aquello es también una implicación de su
Tal p arece ser la concepción del propio B erlin en u n a sección pre concepción y de las que dependen de ella.
>32 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 233
t¡mi, una vez que hem os reconocido que n u e stra lib ertad depende
..de la obtención y el goce de los bienes cardinales apropiados a
niicsLra naturaleza», difícilm ente podríam os ev itar la u lte rio r con
clusión de que la p rá ctica de las virtudes puede ser indispensable II
para la ejecución de las acciones m o ralm en te im p o rtan tes que sir
ven para señalarnos com o «acabadam ente libres» (Gibbs, 1976: 22,
I .M) 131). No obstante, antes de em p re n d er esa ta re a es m en ester resp o n
Puede decirse, pues, que b u en a p a rte de la discusión e n tre los d er p rim eram en te a u n a obvia p re g u n ta acerca de tal m odo de p ro
([iie conciben la lib ertad social como una noción negativa de o p o rtu ceder. Pues p o d ría m uy bien p lan tea rse la cuestión de p o r qué p ro
nidad y los que la conciben com o u n a noción positiva de ejercicio, pongo exam inar en este contexto el reg istro h istó rico en lu g ar de
dei iva de u n a co n troversia m ás p ro fu n d a acerca de la n atu raleza in te n ta r d irectam en te d esa rro llar u n análisis filosófico m ás co m p ren
Ini ni a i ia . Lo que au fo n d está en cuestión es si podem os te n e r la sivo de la lib e rta d negativa. Mi re sp u esta no es que yo suponga que
e s p e r a n z a de distin g uir u n a noción objetiva de eudaim onía, o ple no haya que p e n sa r en tales ejercicios p u ra m e n te conceptuales; p o r
nitud hum ana.9 Los que desdeñan esa esperanza p o r considerarla el co n trario : ellos constituyen la c a rac te rístic a de las co n trib u cio
ilusoria —tal com o hacen B erlín y sus m uchos seguidores— conclu nes m ás h o ndas y m ás originales al d ebate co n tem poráneo.10 Se tr a ta
yen (|ue p o r ello es u n peligroso e rro r conectar la lib ertad individual m ás bien de que, a causa de algunas suposiciones m uy d ifundidas
c o n los ideales de v irtu d y de servicio público. Los que creen en acerca de los m étodos m ás adecuados p a ra el estudio de los con
m lereses hum anos reales o identificadles —Taylor, Gibbs y o tro s— ceptos sociales y políticos, su g erir que podría utilizarse un concepto
r e s p o n d e n insistiendo que p o r ello puede al m enos su sten tarse que coherentem ente de m an era no hab itu al, p ro b ab lem en te llegaría a
s o l o el ciudadano virtuoso, anim ado p o r los intereses públicos y que p arece r m ucho m enos convincente que m o s tra r que se lo ha u tili
.u ve al E stado, se halla en plena posesión de su libertad. zado de m an era in h ab itu al p ero coherente.
E l l o a su vez im plica, no obstante, que hay un presu p u esto fun Es posible ilu s tra r fácilm ente la n atu raleza de las suposiciones en
d a m e n t a l co m partido p rácticam ente p o r todos los que p artic ip a n en las que estoy pensando a p a r tir de la b ibliografía actual acerca del
la dise nsión actual acerca de la lib ertad social. Incluso C harles Tay- concepto de lib ertad . El po stu lad o básico de todos los au to res que
lin e Isaiah B erlín pueden e star de acuerdo en lo siguiente: sólo si he m encionado h asta ah o ra es que explicar un concepto com o el de
p o d e m o s d a r u n contenido a la idea de plenitud hum ana objetiva lib ertad social, consiste en d a r cu en ta de los significados de los té r
( al i e esp e rar que ad q u iera sentido u n a teo ría que asp ire a p o n er en m inos que em pleam os p a ra expresarlo. Se está de acuerdo, adem ás,
(in s l i ó n el concepto de lib ertad individual con actos virtuosos de en que la com prensión de los significados de tales térm inos es u n a
m i v i r i o público. cuestión concerniente a la com prensión de su uso co rrecto , a la
I a tesis que me propongo defender es la de que ese presupuesto captación de lo que se puede y lo que no se puede decir y h acer
com ún fundam ental es un erro r. Y a fin de defenderla m e volveré con ellos.11
.i lo (pie considero que son las lecciones de la historia. In te n ta ré H asta ahí todo va bien; o, m ejor, h a sta ahí todo va w ittgenstei-
...... si r a í que en u n a trad ició n de pensam iento m ás tem p ra n a y ahora nianam ente, lo cual estoy d isp u esto a su p o n er que, en estos tem as,
d e s e c h a d a la idea negativa de la lib ertad com o m era ausencia de obs- significa lo m ism o. A parte de eso, se tiende a e q u ip arar esos p roce
i i i K c i ó n p a ra el o b ra r de los agentes individuales en la prosecución dim ientos con u n a explicación del m odo en que nosotros p o r lo
d e los lines elegidos p o r ellos, se com bina con las ideas de v irtu d y general em pleam os los térm in o s del caso. Lo que se nos p rescrib e
d e s e r v i c i o público precisam ente en la form a en que en la actualidad exam inar es, pues, «lo que n o rm alm en te diríam os» acerca de la li
i o d o s l a s p artes en disp u ta consideran im posible h acer sin in c u rrir b erta d , y lo que ad vertim os que «no querem os decir» cuando reflexio
en una incoherencia. In ten ta ré, pues, com pletar y corregir el sen tir nam os en form a d ebidam ente consciente acerca de los usos del
.......m aulé y erróneam ente estrecho de lo que se puede y no se puede térm ino.12 Se nos dice que perm anezcam os «lo m ás cerca posible
hacer y decir con el concepto de lib ertad negativa, exam inando el his-
lonal de las cosas, m uy distintas, que se h an hecho con ese con- 10. Tengo presente especialmente MacCallum, 1972 y Baldwin, 1984.
. epio en fases an terio res de la h isto ria de n u e stra cultura. 11. Para una presentación explícita de esos postulados, aplicados al «de
sarrollo» del concepto de libertad, véase por ejemplo Parent, 1974a, 149-151 y
•i I'.sloy en deuda con Baldwin, 1984 por haber subrayado y señalado que Oppenheim, 1981, 148-150, 179-182.
, ii i-i mu leo de las concepciones más «positivas» de la libertad estriba una 12. Parent, 1974b, 432-433. Véase también Benn y Weinstein, 1971, 194 en re
• mil rju ion así. lación con la necesidad de examinar «lo que generalmente se puede decir» acerca
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 235
234 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
o aun (com o a continuación p ro c u ra ré indicar) a a b a n d o n ar algunas se convirtió en u n tru ism o la afirm ación de que —com o h ab ía soste
de n u estras convicciones actuales a la luz de esas perspectivas m ás nido H obbes— to d a teo ría de la lib e rta d negativa debe ser en efecto
am plias. u n a teo ría d e los derechos individuales.19 Al llegar a las discusiones
P ara a b rir la senda hacia esa noción m ás com prensiva de «rele actuales hallam os que ese sup u esto se h alla ta n p ro fu n d am en te a rra i
vancia», abogo, pues, p o r una h isto ria de la filosofía que, en lugar de gado, que en u n a o b ra com o Anarchy, S ta te and Utopia, de R o b ert
su m in istra r reconstrucciones racionales a la luz de los prejuicios Nozick, se la sien ta al com ienzo com o el único axiom a in d iscu tib le
actuales, p ro cu re evitar a estos últim os tan to cuanto sea posible. sobre el que después se erige la to talid a d del sistem a conceptual.20
Es indudable que no se los puede ev itar en teram ente. Es, con razón, P ero no siem pre se h a visto la cuestión b ajo esa luz. Como los críti
un lugar com ún de las teorías herm enéuticas que, com o especial cos republicanos de H obbes van am en te in ten tab an señ alar o p o rtu n a
m ente G adam er lo h a destacado, en n u e stra aprehensión im aginativa m ente, jam ás hubo razones p a ra ac e p ta r la falaz tesis de H obbes de
de textos h istó ricos es fácil que nos hallem os condicionados en u n a acuerdo con la cual, al an alizar la lib e rta d com o u n derecho, m era
form a de la que ni siquiera podem os e sta r seguros de p o d er llegar m ente fo rm u lab a definiciones n eu trales de térm inos. P or el co n trario ,
a ser conscientes. Cuanto propongo es que, en vez de inclinarnos com o en especial Jam es H arrin g to n p ro c u rab a so sten er en su Ocea-
an te esa lim itación y erigirla en principio, debem os lu c h a r co n tra na, de 1656, cabía ver esa concepción de la lib ertad no sólo como
ella con to d as las arm as que los h isto riad o res ya com enzaron a ela polém ica sino com o sum am ente p o b re.21 A dherirse a ella su ponía vol
b o ra r en sus esfuerzos por re co n stru ir sin anacronism o las mentáli- ver las espaldas a las trad icio n es políticas de «los antiguos», especial
tés extrañas a no sotros de períodos anteriores. m ente el ideal del estoicism o rom ano de la lib ertad b ajo la ley. Tam
bién suponía —lo cual acarreab a u n em pobrecim iento aún m ayor—
ig n o rar las lecciones im p artid as m ás recien tem en te p o r el discípulo
m ás versado de los m o ralistas rom anos, Nicolás M aquiavelo, a quien
II I H a rrin g to n exaltaba com o «el único político de los tiem pos poste
riores», y de cuyos D iscursos sobre T ito Livio decía que co n stitu ían
el in ten to m ás im p o rtan te de re cu p erar y de ap licar u n a co m p ren
Las observaciones precedentes son excesivam ente program áticas sión esencialm ente clásica de la lib ertad política a las condiciones
y pueden so n ar algo estridentes. P ro cu raré ahora darles consistencia de la E u ro p a p o sterio r a la E d ad M edia (H arrin g to n , 1977: 161-162).
refiriéndolas al caso específico que he planteado, esto es, la cuestión Me hallo p len am en te de acuerdo con estos juicios de H a rrin g to n
de lo que es posible y no es posible h ac er y decir coherentem ente —los cuales p ro n to serían rep etid o s p o r Espinoza—, y en lo que
con n u estro concepto de lib ertad negativa. Como ya lo he insinuado, sigue m i objetivo p rin cip al será sim plem ente el de am pliarlos.22
mi tesis es la siguiente: es m enester que m irem os m ás allá de los E sto es, in te n ta ré m o s tra r que es la del estilo de pen sam ien to del
confines de las discusiones actuales acerca de la lib ertad positiva estoicism o rom ano acerca de la lib ertad política la trad ició n que en
versus la lib ertad negativa, a fin de investigar la to talid ad de los
argum entos referen tes a la lib ertad social elaborados en el curso 19. Acerca del trasfondo de este desarrollo, véase Tuck, 1979, donde se ha
de la filosofía política de la E uropa m oderna; y que esa indagación llará también una importante discusión acerca de la concepción de Hobbes
nos conducirá a u n a línea de argum entaciones acerca de la lib ertad acerca de los derechos individuales. En relación con los mismos supuestos como
negativa que en el curso de la discusión actu al h a sido am pliam ente trasfondo del pensamiento de Locke, véase Tully, 1980.
20. Así, la frase inicial de Nozick, 1974 reza: «Los individuos tienen dere
om itida, pero que sirve p a ra a rro ja r algunas dudas acerca de los chos, y hay cosas que ninguna persona ni ningún grupo pueden hacerles (sin
térm in o s de esa p ro p ia discusión. violar sus derechos).» Véase Nozick, 1974, ix.
La p erd id a línea de argum entación que d esearía re h a b ilita r es la 21. En relación con el trasfondo de esta afirmación, véase Pocock, 1981.
que se halla in serta en la teo ría republicana clásica y, especialm ente, Pocock se ha esforzado más que nadie por revivir esta perspectiva harringto-
niana y por aclarar sus fuentes en Maquiavelo. Véase Pocock, 1975, a quien
rom ana, de la ciudadanía, teo ría que gozó de un resurgim iento b ri mucho adeudo. En relación con la indicación general que aquí formulo, en el
llante, aunque efím ero, en la E u ro p a re n ace n tista antes de ser contra sentido de que a fin de obtener una perspectiva más crítica acerca de los
dicha y eventualm ente eclipsada p o r los estilos m ás individualistas supuestos y las creencias actuales debemos volvernos a los momentos históricos
(y, en especial, c o n tra ctu alista s) de razonam iento político que triu n en los que las ortodoxias del presente eran aún heterodoxias, véase también el
trabajo de Charles Taylor incluido en este mismo volumen.
fa ro n en el curso del siglo xvn. El éxito de la teo ría opositora, sobre 22. También intento hacerlo, a propósito de otro aspecto de las opiniones
todo en la form ulación hecha p o r enem igos confesos del republica de Maquiavelo acerca de la libertad social, en Skinner, 1893, artículo que
nism o clásico com o Thom as H obbes, fue ta n com pleto que p ro n to puede ser leído como una continuación del presente.
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 241
240 LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA
secuencia de capítulos, en los cuales considera los fines y los p ro
realidad debem os an te todo re cu p erar si deseam os h a lla r u n correc pósitos que los h o m b res co m ú n m en te persiguen en la sociedad p o líti
tivo del dogm atism o referen te al tem a de la lib ertad social que ca ca y, en consecuencia, sus fu n dam entos p a ra v alo rar su lib ertad . No
racterizan tan to al Leviatán de H obbes como a los escrito s de los obstante, con el c a rá c te r de u n p relim in ar a esa discusión señala
teóricos m ás recientes de los derechos n atu ra les o hum anos. Y me an te todo que en to d as las organizaciones políticas re co rd ad as p or
co n cen traré en los D iscursos de M aquiavelo acerca de Tito Livio p o r la h isto ria h an existido siem pre dos grupos de ciudadanos, diferen-
ser —p ara cita r el juicio de Espinoza— la reelaboración m ás ú til y ciables en líneas generales, que siem pre h an tenido disposiciones
aguda de la teo ría clásica en los anales del pensam iento político mo (um ori) co n tra p u estas y, p o r consiguiente, razones diversas p a ra va
derno (Espinoza, 1958: 313). Me dedicaré, pues, a d e sa rro llar una lo ra r su lib e rta d de p erseg u ir los fines que h an elegido (137). Por
tesis h istó rica acerca de las intenciones de M aquiavelo en sus Discur u n lado están los grandi, el rico y el poderoso, a quienes en ocasiones
sos y, asim ism o, u n a discusión m ás general acerca del valor de la M aquiavelo identifica con la nobleza (139). Lo característico es que sus
recuperación de lo que considero que fue la línea de pensam iento principales deseos sean los de alcanzar el p o d er y la gloria p a ra sí
de M aquiavelo. Mi tesis histórica —a la que p o r el m om ento lam en m ism os y ev itar la ignom inia a todo precio (150, 203). Además, a m e
tablem ente sólo puedo a sp ira r a p re se n ta r d e m anera escueta y nudo desean esos fines con ta n ta pasión, que los persiguen con in
p rogram ática— 23 es que, si bien puede afirm arse que son p o r cierto tem perancia,25 tom ando su in tem p eran cia la fo rm a de lo que Ma
m uchas las cosas que M aquiavelo lleva a cabo en sus D iscursos, quiavelo llam a am bizione, u n a ten d en cia a alcan zar la p reem inencia
acaso lo que ce n tralm en te le in tere sa es expresar —en p a rte p ara a expensas de cu alq u ier o tro (139, 414).26 E stas actitu d es p erm iten
p o n erla en tela de juicio, pero prin cip alm en te p a ra re ite ra rla — aque explicar p o r qué los grandi oto rg an u n v alor tan alto a su lib ertad
lla concepción de la libertas que h ab ía sido fundam ental objeto de personal. Pues su prin cip al objetivo es n a tu ra lm e n te m an ten erse
preocupación del pensam iento político republicano de los rom anos, cuanto es posible libres de to d a o b strucción ( senza ostaculo) a fin
p ero que p o sterio rm en te había sido obliterado p o r la com prensión, de o b ra r de m odo de alcanzar la gloria p a ra sí m ism os m ediante
m uy distin ta, de ese concepto que caracteriza a la E dad Media.24 la dom inación de los otro s (176, 236). Como concluye M aquiavelo, u na
Ya he sentado mi tesis m ás general, a saber, la de que la recuperación m inoría así «desidera di essere libera p er com andare» (176).
de la e stru c tu ra de esa teoría, h asta donde es posible en sus propios Así com o siem pre h a b rá grandi, siem pre e sta rá la m asa de los
térm inos, puede ayudarnos a su vez a am pliar n u e stra com prensión ciudadanos ord in ario s, la plebe o popolo (130). Su prin cip al preo cu
de la lib ertad negativa. pación será h ab itu alm en te sólo la de vivir u n a vida segura «sin in
quietudes acerca del libre gozo de su propiedad, sin dudas acerca
del h o n o r de las m u jeres y los niños de su fam ilia, sin tem o r alguno
p o r ellos m ism os» (174). P ero tam bién ellos son proclives a experi
IV m e n ta r esos deseos apasio n ad am en te y, en consecuencia, a perse
guirlos con intem p eran cia. E n este caso la tendencia a la in tem p eran
cia tom a la fo rm a de lo que M aquiavelo llam a licenza, «un deseo
E n los dos capítulos iniciales del libro p rim ero de sus Discursos excesivo de libertad», u n afán p o r ev itar to d a intervención en sus
M aquiavelo define lo que significa ser u n hom bre libre. Pero em asuntos, au n de p a rte del gobierno legítim o (134, 139, 227). A con
pren d e la discusión fundam ental de la lib ertad social en la u lterio r secuencia de ello, tam b ién el popolo m u estra u n a elevada conside
ración —dem asiado elevada en realid ad — p o r su lib e rta d perso
nal (139). P orque su objetivo fu n d am en tal es n atu ra lm e n te el de
23. Aguardo publicar en breve una monografía acerca de la idea republica
na de libertad, en la que presentaré y documentaré más acabadamente las dis m an ten erse libre, h a sta donde es posible, de to d a fo rm a de interfe-
tintas afirmaciones que aquí debo formular de manera inevitablemente concisa.
Nótese que, en lo que sigue, todas las referencias lo son a Maquiavelo, 1980, y
que todas las traducciones han sido hechas por mí, si bien debo expresar mi 25. Esto es, por lo que Maquiavelo llama métodos straordinari. Nótese que
agradecimiento a Russell Price por su correspondencia acerca de los problemas esos son métodos, como dirían Cicerón o Tito Livio, extra ordinem. Pero obrar
de traducción que plantea el texto de Maquiavelo, correspondencia que ha sido re d e et ordine (otra frase favorita de Tito Livio), es satisfacer uno de los dos
para mí un valioso auxilio. Adviértase también que, debido a que el contexto escritos del obrar temperantia, con templanza. (Véase la nota 32 más abajo.)
indica claramente todas las veces que cito de los Discursos, me ha parecido De ahí que podamos decir que los métodos straordinari son, para Maquiavelo
suficiente consignar la referencia a las páginas de esta fuente dentro de mi lo mismo que para sus fuentes clásicas, casos de intemperancia.
propio texto sin añadir en cada caso «Maquiavelo, 1960». 26. El mejor examen del papel de la ambizione en el conjunto del pensa
24. Para esta concepción de la libertad política, véase Harding, 1980 y las re miento político de Maquiavelo se lo hallará en Price, 1982.
ferencias indicadas allí.
242 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
como la m ejo r ilu stració n de esta v erd ad general. Debido a la ambi- dispuesto a co m b atir h asta la m u erte (213; cf. 303, 369). P or cierto,
zione los rom anos llevaron continuam ente la guerra c o n tra los pue M aquiavelo no dice con ello que u n a ciudad que defiende su cuerpo
blos que los ro d eaban, logrando su p ro p ia «suprem a grandeza», su con sus p ro p ias arm as g aran tizará entonces a los ciudadanos su
propio poder y su pro p ia gloria, m ediante la conquista de cada uno libertad. F ren te a una su p erio rid ad ex tra o rd in aria , com o la que los
de sus pueblos vecinos uno p o r uno, despojándolos de su liberta sam nitas com pro b aro n al co m b atir c o n tra Rom a, no hay en definiti
y som etiéndolos a R om a (p o r ejem plo, 279, 294). va esperanza alguna de ev itar la servidum bre (279, 285). Pero sí nos
Lo m ism o que en los individuos grandi, esta disposición a ac tu a r advierte que, si no estam os p erso n alm en te dispuestos a c o n trib u ir a
am biciosam ente es, en las com unidades consideradas en su conjunto, la defensa de n u e s tra com unidad c o n tra la agresión externa, «la
a la vez n atu ra l e insuprim ible. Algunas com unidades jam ás están dejarem os expuesta com o p resa de quien decida atacarla», a conse
«satisfechas con lim itarse a sí m ism a», sino que siem pre están «bus cuencia de lo cual antes de lo que se supone nos verem os esclavi
cando d om inar a otras», de lo cual se sigue que «m onarcas y re zados (144; véase 304-306, 369).
públicas vecinas siem pre experim entan un n atu ra l aborrecim iento E n tre las cualidades personales que debem os cultiv ar p a ra de
recíproco, p ro d u cto de esa am bizione di dom inare» (219, 426). Ade fender n u e stra lib ertad con m ayor eficacia, M aquiavelo d estaca an te
m ás, tal com o los clientes de los am biciosos grandi se en cu en tran todo dos. E n p rim e r lugar, debem os ser sabios. Pero la sab id u ría que
obligados a serv ir a los fines de su p ro tecto r, de igual m odo los necesitam os no es en m odo alguno la del sabio consciente y juicioso,
ciudadano de u n E stad o que se convierte en cliente de o tro p er los savi a los que M aquiavelo (siguiendo a T ito Livio) tra ta general
derán au to m áticam ente su lib ertad personal, porque se verán obli m ente con ironía. S er savio es, p o r lo com ún, carecer precisam en te
gados a ejec u tar lo que m anda quien los h a conquistado, apenas su de aquellas cualidades de sab id u ría que son realm en te esenciales en
com unidad es red ucida a la servidum bre (p o r ejem plo, 129, 334-335, las cuestiones m ilitares y, en realidad, tam b ién en las civiles (349,
426). Se sigue de ello que toda ciudad que desee p reserv ar su liber 361). Las cualidades relevantes son las n ecesarias p a ra elab o rar ju i
tad siem pre debe e sta r p rep arad a p a ra co n q u istar a otras, porque cios prácticos, el cálculo cuidadoso y eficaz de las posibilidades y de
«a no ser que un o esté p rep arad o p a ra atacar, se co rre rá el riesgo los resultados. Son, en u n a p alab ra, las cualidades de la prudenza.
de ser atacado» (199, 335). La m oraleja es en este caso que «nunca Cuando m archam o s a la g u erra la p ru d en cia nos indica cóm o debe
se puede ten er la esperanza de h allarse seguro, salvo m ediante el m os conducir la cam paña, cóm o sobrellevar los cam bios de fo rtu n a
ejercicio del poder» (127). (p o r ejem plo, 302, 314, 362). Es u n a de las cualidades p o r las que
Existen, en resum en, dos am enazas tan to c o n tra la lib ertad p er los grandes com andantes m ilitares siem pre se h an distinguido, jefes
sonal com o co n tra la cívica, las cuales surgen de la om nipresencía com o Tulio y Camilo, decisivos los dos p a ra el éxito inicial de R om a,
de la am bizione. ¿Cómo se las puede com batir? C onsidérese en p ri cada uno de los cuales fue p ru d en tissim o en el ejercicio del m ando
m er térm ino el peligro de «la servidum bre que surge desde fuera». (186, 428).
P ara h acer fren te a esa am enaza, los m iem bros de u n a com unidad La o tra cualidad indispensable p a ra la defensa eficaz es p o r
libre deben, n atu ralm en te, seguir los m étodos correctos y cultivar supuesto el anim o, la valentía, a la que M aquiavelo en ocasiones aso
las cualidades ap ropiadas p a ra u n a defensa eficaz. M aquiavelo con cia con la ostinazione, firm e determ in ació n y perseverancia. La va
sid era que unos y o tra s son los m ism os tan to p a ra los cuerpos polí len tía es el o tro a trib u to fu n d am en tal de los m ás grandes jefes m i
ticos com o p ara los naturales. El m étodo co rrecto es estab lecer dis litares, com o M aquiavelo re ite rad am e n te señala al re ferirse a los
posiciones m ilitares p ara aseg u rar «que los ciudadanos obren como éxitos m ilitares de la R om a de los p rim ero s tiem pos. Cuando Cin-
defensores de su p ro p ia libertad»; p o r tanto, alejarlos de la adop cinato, p o r ejem plo, abandonó el arado al ser llam ado p a ra o rganizar
ción de la desidiosa y afem inada altern ativ a de c o n tra ta r a o tro s o la defensa de su ciudad, asum ió la d ictad u ra, reunió u n ejército ,
de confiarse en o tro s p a ra que com batan en su ayuda (186-189). Con avanzó y d erro tó al enem igo en u n lapso d ram áticam en te breve. La
fiar en m ercenarios, según advierte reiterad am en te M aquiavelo, es cualidad a la que debe esa victo ria es la grandezza dello anim o, su
la form a segura de provocar la ruina de u n a ciudad y de p e rd e r la gran valentía. «N ada en el m undo lo am ed ren tó , n ad a lo alarm ó o lo
p ro p ia libertad, sencillam ente porque el único m otivo p a ra com batir confundió en m odo alguno» (458). La v alen tía es tam b ién la cuali
«es la pequeña m onta de la paga que se les da». Ello significa que dad que an te todo debe insuflarse en cada uno de los soldados
«nunca serán leales, nunca serán am igos de uno al pu n to de p erd er si h a de obtenerse la victoria. N ada es m ás letal, n ad a puede aca
sus vidas p o r la causa de uno». En cam bio, un ejército de ciudada r r e a r m ás fácilm ente u n a «franca d erro ta» que «el accidente que
nos siem pre se esforzará p o r alcanzar la gloria en el ataq u e y p o r tiene el efecto de q u ita r a u n ejército su valentía» y d ejarlo a te rra
conservar su lib ertad en la defensa, y, p o r tan to , e sta rá m ucho m ás do (487). Como nos lo re cu erd a an te todo la co n d u cta de los fran ce
248 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
° LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 249
ses en la b atalla, la «im petuosidad n atu ral» jam ás es suficiente; lo
que se req u iere es u n a im petuosidad disciplinada p o r la p ersev eran com unidad, deben ser h o m b res de pru d en cia. Si nos preguntam os,
cia o, en u n a p alab ra, valentía (484). p o r ejem plo, cóm o fue capaz la an tig u a R om a de in s titu ir «todas las
Aun cuando se haya com batido exitosam ente la am bición «exter leyes necesarias p a ra p re serv ar su lib ertad » d u ra n te tan to tiem po,
na», subsiste el peligro, m ás insidioso, de que la m ism a m alvada dis hallarem os que la ciudad fue p erm an en tem en te organizada y re o r
posición s u rja «desde dentro» de la ciudad, en los pechos de los ganizada «por m uchísim os h o m b res que eran prudenti», y q ue ese
ciudadanos que la conducen, y nos reduzca así a la servidum bre. hecho es la clave p a ra explicar su éxito (241-244).
¿De qué m odo se la puede prevenir? M aquiavelo arguye nuevam ente La o tra cualidad que todo ciudadano debe cultivar es el deseo
que, en p rim era in stancia, ello es cuestión de establecer las reglas y de ev itar tod a fo rm a de co n d u cta in tem p era n te y desordenada, ase
las disposiciones co rrectas y alude nuevam ente a la m etáfo ra del gurando con ello que las cuestiones cívicas sean deb atid as y decididas
cuerpo político al in d icar cuáles son las leyes que se requieren. en u n estilo ordenado, bien tem p erad o . E n este punto, recogiendo el
Deben ser tales que im pidan que cu alq u ier m iem bro del cuerpo en ideal rom ano de la tem perantia, M aquiavelo sigue de cerca sus fuen
p a rtic u la r ejerza u n a influencia indebida o coercitiva sobre su vo tes clásicas —especialm ente Tito Livio y Cicerón— y divide su dis
luntad. Pero ello quiere decir que si las leyes que gobiernan la con cusión en dos p artes. Lino de los aspectos de la tem perantia, como
d u cta de la com unidad h an de ex p resar su voluntad general, y no lo h ab ía explicado C icerón en De Officiis, consiste en el co n ju n to
m eram en te la v oluntad de su p a rte activa y m ás am biciosa, deben de cualidades que u n ciudadano debe a d q u irir p a ra d elib erar y a c tu a r
ex istir antes que n ad a leyes e instituciones capaces de servir com o v erd ad eram en te a la m an era de u n ho m b re de E stado. Y la m ás
un tem p era m en to —u n in stru m en to p a ra atem p e rar, u n freno— p a ra im p o rtan te de ellas, según afirm a con insistencia, son m o d estia y
co n tro lar la am bizione egoísta de los ricos y de la nobleza (423). Pues, m oderatio.31 M aquiavelo está en teram en te de acuerdo en ello. «El
com o afirm a reite rad am e n te M aquiavelo —recu rrien d o a u n a m etá consejero no tiene o tra fo rm a de ac tu a r ap a rte de la de hacerlo
fo ra m uy em pleada p o r Virgilio, al igual que p o r Tito Livio y p o r m oderatam ente» y «defender sus opiniones d esap asio n ad am en te y
Cicerón—, si los grandes no son «refrenados», si no se les «pone con m o d estia » (482). La o tra existencia de la tem perantia, com o h abía
freno» (a freno), su n a tu ra l in tem perancia ráp id am en te conducirá añadido C icerón (I. 40. 142), es la de que todos deben co m p o rtarse
a desordenados y tiránicos resultados.30 «con orden» (ordine), sen tim ien to que se re en cu e n tra en la in sisten
Finalm ente, tan to en las cuestiones civiles com o en las m ilitares cia de Tito Livio en que es necesario a c tu a r recte et ordine, de m a
existen ciertas cualidades que todos los ciudadanos deben cultivar n e ra re c ta y ord en ad a.32 Una vez m ás M aquiavelo está en teram en te
p a ra que actú en com o vigilantes guardianes de su pro p ia libertad. de acuerdo. P ara co n serv ar un vivere libero los ciudadanos deben
O tra vez destaca M aquiavelo dos de ellas. N uevam ente afirm a que la ev itar todo disordine y co m p o rtarse ordinariam ente, de m an era orde
p rim era es la sabiduría, pero, u n a vez m ás, esa sabiduría no es la del nada. Si se p erm iten los m étodos in tem p eran tes y desordenados
sabio profesional. Más bien se tra ta de la sabiduría m u n d an a o la ( m odi straordinari), de ello re su lta rá la tiran ía; pero m ien tras se
p ru d en cia del ho m bre de E stado experim entado, el hom bre de capa sigan m étodos tem p erad o s ( m odi ordinari), puede p reserv arse exito
cidad p ráctica p a ra ju zg ar cuál es el m ejo r curso de acción y p ara sam ente la lib ertad d u ra n te largos períodos de tiem po (146-149;
seguirlo. No se afirm a m eram ente que esta cualidad sea indispensa cf. 188, 191, 242, 244).
ble p a ra u na conducción política eficaz; es tam bién u n a de las tesis M aquiavelo nos ayuda resum iendo to d a su argum entación hacia
cen trales de la teo ría política de M aquiavelo que jam ás puede u n a el final del libro p rim ero , en el curso de su explicación de p o r qué
com unidad ten er esperanzas de e sta r «bien ordenada» si no es pues cree que las ciudades de T oscana «fácilm ente h ab ría n in tro d u cid o un
ta en ord en p o r un pru d en te ordinatore, p o r un sabio m undano que vivere civile» con sólo h a b e r surgido u n h o m b re p ru d e n te (un uom o
organice su vida cívica (129-130, 153, 480). A parte de ello, no es me prudente) p a ra guiarlos «con u n conocim iento de la p o lítica antigua».
nos decisivo que todos los ciudadanos que aspiren a in terv en ir en Como fundam en to s de ese juicio señala el hecho de que los m iem
el gobierno, a co laborar en el su stentam iento de la lib ertad de su b ros de las com unidades en cuestión siem pre h an exhibido animo,
valentía, y ordine, tem p eran cia y orden. De lo cual se sigue que con
30. Véase Maquiavelo, 1960, 136 y también 142, 179-180, 218, 229-231, 243-244, sólo h a b e r añadido el fa lta n te ingrediente de u n co n d u cto r p ru d en te
257, 314. En relación con la idea clásica de tem peram entum que Maquiavelo «habrían sido capaces de con serv ar su libertad» (257).
también cita, véase Cicerón, De legibus, 111, 10, 24. Respecto de la imagen del
freno, véase Virgilio, Eneida, I, 541 (lugar al que Maquiavelo parece aludir
en 173) y I, 523. En relación con el uso de la misma metáfora en Tito Livio,
Ab urbe condita, véase por ejemplo, 26, 29, 7. 31. Cicerón, De Officiis, I, 27, 93; véase también I, 27, 96; I, 40, 143; I, 45, 159.
32. Por ejemplo, Tito Livio, Ab urbe condita, 24, 31, 7; 28, 39, 18; 30, 17, 12.
250 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA JLA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 251
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