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Abstract: This work analyzes the relation between Madrigal —the gracioso character of
La gran sultana— and his supposed ability to understand the singing of birds, in two
episodes of Act II of this Cervantine comedy. The promise he made to the Cadí to teach
one of the sultan’s elephants to speak —which allows Madrigal to escape the punishment
for having an affair with an Arab woman— is somehow linked to the aforementioned
ability. I aim to study these connections based on the virtues and faults attributed to
animals in medieval bestiaries.
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desheredada@yahoo.com.mx
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ADÁN A. RANGEL GARCÍA
E
n este artículo analizo dos episodios de La gran sultana1 en los que in-
terviene el gracioso Madrigal, pues considero existente cierta relación
entre las acciones del personaje y los animales —en su mayoría, aves—
que utiliza en su discurso para evadir el castigo mortal impuesto por el Cadí.
Me parece que el nexo entre las acciones de Madrigal y dichos animales se
encuentra en las virtudes y defectos atribuidos a éstos en los bestiarios me-
dievales. Cabe señalar que este personaje ya ha sido analizado y relacionado
con el bufón o el loco de corte por Jean Canavaggio (1985-1986: 538-547),
en tanto que éste juega con su vida al prometer algo imposible de cumplir,
además de que su comportamiento y sus bufonadas en una tierra extraña
podrían costarle la vida. Asimismo, la anécdota del gracioso como maestro
del elefante ya ha sido estudiada ampliamente por Paloma Díaz-Mas (2003:
265-276), quien ha profundizado en los orígenes de este relato, mismo que
se repite en infinidad de obras (tanto en verso como en prosa)2 con diferentes
variantes.3 Sin embargo, considero que aún no se ha explorado la relación
1 Para este análisis cito la edición de Luis Gómez Canseco (2010), La gran sultana doña
Catalina de Oviedo, Biblioteca Nueva. En adelante sólo indico los números de verso entre
paréntesis.
2 Respecto a la inclusión de cuentos y canciones populares en algunas obras de los Siglos de
Oro, Margit Frenk (2005: 49) opina: “A diferencia de lo que ocurrió en la Edad Media, [...]
muchas de esas manifestaciones penetraron en la cultura aristocrática y urbana, integrándose
a la poesía, la narrativa, el teatro: cuentos folclóricos incorporados a los nuevos relatos,
[...] toda una amplia gama de manifestaciones literarias que pudieron surgir gracias a la
cultura oral procedente de la Edad Media y que seguía viva en la España del Siglo de Oro”.
3 La autora señala: “Se distinguen dos variedades, cuyo inicio es similar, pero que tienen
distinto desenlace: en la variedad representada por la historieta de La gran sultana (que
llamaremos a), el protagonista se compromete a enseñar a hablar a una bestia en un plazo
fijo, confiando en salir airoso porque espera que en ese tiempo se muera el animal, fallezca
el poderoso a quien ha prometido la hazaña o muera él mismo, con lo cual nadie le podrá
pedir cuentas. En la variedad que llamaremos b, el protagonista promete enseñar a leer a
un animal (normalmente, un asno) y recurre a la estratagema de ponerle comida (granos
de cebada, por ejemplo) en las hojas de un libro para que, cuando el animal coma, mueva
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la cabeza de manera que parezca que está leyendo” (266). Como muestra de esto, cabe
recordar que en el mamotreto lxv de La lozana andaluza (429-431), Aldonza promete
a Porfirio que su asno Robusto habrá de obtener el grado “de bacalario” mediante esta
treta: “[Porfirio.] Bien sé yo que a este Robusto le falta lo mejor, que es el leer, y si en
esto lo examinan primero, no verán que sabe cantar, y ansí me lo desecharán sin grado, y
yo perderé mi apuesta. [...] Señora, bien que me veis ansí solo, no so de los ínfimos de mi
tierra, mas la honra me constriñe, que, si pudiese, querría salir con una apuesta que con
otros hice, y es que si venía a Roma con dinero, que ordenaba mi Robusto de bacalario.
Y siendo venido y proveído de dinero, y vezado a Robusto todas las cosas que han sido
posible vezar a un su par, y agora como veo que no sabe leer, no porque le falte ingenio,
mas porque no lo puede expremir por los mismos impedimentos que Lucio Apuleyo [...]
Lozana. Micer Porfirio, estad de buena gana, que yo os lo vezaré a leer, y os daré orden que
despachés presto para que os volváis a vuestra tierra. Id mañana, y haced un libro grande
de pergamino, y traédmelo, y yo le vezaré a leer, e yo hablaré a uno que, si le untáis las
manos, será notario, y os dará la carta del grado. [...] Mirá, no le deis de comer al Robusto
dos días y, cuando quisiere comer, metelde la cebada entre las hojas, y ansí lo enseñaremos
a buscar los granos y a voltar las hojas, que bastará. Y diremos que está turbado, y ansí el
notario dará fe de lo que viere y de lo que cantando oyere”.
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el gesto y la voz debían darle una pista al espectador de cuál era la situación.
Como señala Margit Frenk: “Oírlo era percibirlo con los cinco sentidos, pues
se estaba en contacto físico con el que lo leía, recitaba, contaba o cantaba; se
palpaba su presencia, su ‘voz viva’, sus ademanes corporales; se sentía la presen-
cia de los demás oyentes; se interactuaba con ellos en el evento común” (2005:
166. Cursivas mías).
En pocas palabras, como en el caso de esta comedia, se hacía partícipe del
engaño del gracioso al público de los corrales, tal y como haría un come-
diante de la actualidad. Seguramente un guiño, un gesto —o incluso el tono
de voz— indicaría a los asistentes cómo debían interpretarse sus palabras.
Así, los espectadores confirmaban esta complicidad a través de sus risas o de
alguna otra señal (2005: 176). Como señala Frenk, el público de los corrales
de los Siglos de Oro estaba perfectamente educado en cuestiones de actio
et pronunciatio; por ello, eran capaces de interpretar las intenciones de los
personajes por el tono en que éstos decían las cosas. Es decir, los hombres y
mujeres espectadores de comedias eran expertos en asuntos de entonación
por las horas de entrenamiento —si así se le puede decir— que habían tenido
frente a los actores de los corrales.
Respecto a lo que debía resultar cómico para Cervantes, Florencio Sevilla
Arroyo y Antonio Rey Hazas definen al alcalaíno como “un tratadista de corte
clasicista, de remota raigambre aristotélica, pero abiertamente proclive hacia
la innovación o recreación” (1987: xlviii). Esto quiere decir —y así podemos
verlo en sus comedias y entremeses— que para Cervantes lo cómico era aquello
digno de reproche social, tal y como lo planteaba el estagirita en su poética:
“La comedia es [...] imitación de hombres inferiores, [...] lo risible es un de-
fecto y una fealdad que no causa dolor ni ruina” (Aristóteles, 2010: 141-142.
Cursivas mías). En este sentido, seguramente Cervantes debía reconocerles
algunas virtudes a los musulmanes. Dudo que el autor cayera en la postura
maniquea de sus contemporáneos acerca de éstos, sobre todo después de haber
convivido cinco años con ellos y observar sus buenas y malas costumbres. Pero,
por muy abierta que fuera la mente del alcalaíno, me queda la duda de qué
tanto aceptara el hecho de que no reconocieran a Cristo como el salvador y
le dieran un lugar privilegiado a Mahoma.
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[...] la inverosimilitud controlada por el autor era necesaria para que la burla
fuera efectiva: “Un tipo de coincidencias inverosímiles pero necesarias para
la densificación económica del enredo afecta a las relaciones (de amor, de
familia y de mistad) entre los personajes. [”...] La trama de la comedia de
capa y espada no obedece a razones de verosimilitud, sino a la técnica del azar
controlado por el dramaturgo al libre albedrío de su imaginación y necesidades
de enredo. [...] a mi juicio la complicación es el objetivo. Dicho de otro modo:
no deberíamos hablar, en todo caso, de ‘artificie llevrai semblance théatrale’,
sino más bien de artificiosa inverosimilitud teatral. (Arellano, 1988: 37-38)
4 En su artículo “El arte de lo risible en Cervantes”, Javier Durán Barceló señala: “el arte
de Cervantes para jugar con lo ridículo depende de la moral” (689). Como se verá más
adelante, cuando Madrigal acuse al Cadí de sodomita, este tipo de relaciones es lo que lo
haría el blanco perfecto de la burla cervantina.
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Andrea
¿Esa trompeta es de plata?
Madrigal
De plata la pedí yo;
mas dijo quien me la dio
que bastaba ser de lata.
(ii, vv. 1510-1513)
Esto debía causar las carcajadas del público y ese sentimiento de superiori-
dad del cual hablan algunos teóricos que han reflexionado acerca de la risa. En
su recorrido por las diferentes teorías existentes, Rosana Llanos López encuen-
tra que para algunos filósofos, como Thomas Hobbes, el burlador experimenta
un sentimiento de superioridad frente al objeto o sujeto causante de la risa:
Para algunos teóricos, la risa proviene de superar algo impuesto. En este caso,
en su condición de cautivo —es decir, un ser inferior— Madrigal lograría la risa
del público por medio de la burla y de imponerse al Cadí en su calidad de ser
superior. Así, no es extraño que para Sigmund Freud la risa estuviera asociada
a lo infantil, como cuando el niño sabe que no debe hacer aquella travesura y,
sin embargo, la hace y logra salirse con la suya frente al adulto. Al comparar
las propuestas de Henri Bergson y Freud, Llanos López las encuentra muy
similares. Por ello, en su teoría psicocrítica, Charles Mauron los toma como
las más grandes referencias que han reflexionado acerca de dicho fenómeno:
[...] los dos grandes teóricos de la risa para Mauron son Bergson y Freud [...]
Así, tenemos que para Bergson el que espera es el “vivo”, en el sentido de
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5 Esto mismo podemos apreciarlo en El amante liberal: “Ya sabes, Ricardo, que es mi amo el
cadí desta ciudad, que es lo mismo que ser su obispo”(2001a: 163. Cursivas mías).
6 Actualmente los cristianos y judíos de tendencias liberales no prohíben estas bodas, algo
que el Islam sí restringe tajantemente, a menos que el conyuge profese la religión islámica:
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jornada, este personaje argumenta a Andrea que la razón para no haber esca-
pado de Turquía es estar profundamente enamorado de una alárabe.7 Ésta es
la causa por la cual, al inicio de la segunda jornada, el gracioso es apresado in
fraganti mientras mantenía relaciones sexuales con dicha mujer. Vale recordar
que el castigo en aquellos años para una relación así era la muerte de ambos
amantes, a menos que el hombre renegara de su fe y se uniera a la mujer en
matrimonio.8 Este es el motivo por el cual el Cadí ordena a los moros arrojarlos
“Los hombres musulmanes pueden casarse con una mujer judía o cristiana. El cristiano en
cambio no puede casarse con una musulmana. A las mujeres musulmanas se les prohíbe
contraer matrimonio con un no musulmán. Si una musulmana enamorada de un cristiano
se quiere casar con él, el cristiano debe antes hacerse musulmán”. “Preguntas y respuestas
frecuentes sobre el Islam”, Agencia Católica de Informaciones (ACI), [http://www.aciprensa.
com/controversias/Islam/islam5.htm].
7 Paul Lewis-Smith ha señalado que la relación de Madrigal con la alárabe es una especie
de espejo burlesco de la trama de Catalina y el sultán, cuestión que no comparto (1981:
68-82). Me parece que la gran diferencia entre ambas relaciones radica en que el gracioso
sólo desea la satisfacción sexual, sin que le importen las consecuencias o, como en este
caso, dejar a la deriva a una mujer a la cual le espera la muerte. Por otro lado, si bien el
sultán queda deslumbrado por la belleza de Catalina, éste desea hacerla su esposa, a pesar
de que podría saciar su deseo sin el consentimiento de ésta, como señala el renegado
Rustán: “Como de su alhaja, puede/ gozar de ti a su contento” (vv. 1098-1099). Podría
argumentarse que el no ser libre es un sinónimo de la muerte, sin embargo, a Catalina no
le espera la muerte en realidad, sino que para ella la unión con un infiel es similar a ésta.
Cabría matizar más sobre la situación de Catalina y el concepto de libertad, según Santo
Tomás de Aquino, quien profundizó en el tema, pero eso excede los límites de este trabajo.
8 Tanto para la Iglesia católica como para el Islam y el Judaísmo, las nupcias perfectas serán
siempre las de las personas que profesan la misma religión. Sin embargo, a diferencia del
Judaísmo y de las iglesias cristianas, el Islam sí prohíbe las uniones de una mujer con un no
musulmán. La fuente en la cual se basa la prohibición para no casarse con alguien de religión
diferente se remonta al Viejo testamento. Puntualmente, la encontramos en Deuteronomio
7:3 : “No te cases con ellos, no des a tu hija al hijo de él, y no tomes la hija de él para tu
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madrigal
Mas yo sé que desta vez
no he de morir, señor bueno.
cadí
¿Cómo, si yo te condeno,
y soy supremo jüez?
De las sentencias que doy
no hay apelación alguna.
(854-858)
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10 Apolonio de Tiana nació en la Capadocia turca cerca del año 4 d. C. de acuerdo con
la mayoría de las obras que hablan sobre su vida. Fue discípulo de Pitágoras y viajó por
una gran cantidad de lugares. Cabe señalar que este personaje se ve rodeado de un gran
misterio, además de que no ha sido poca la importancia que se le ha dado a lo largo de
la historia. Se le ha llegado a comparar con algunos mensajeros divinos —en especial
con Jesús— por haber predicado la paz y por la realización de supuestos milagros, entre
los que destacan la resurrección de una joven recién fallecida en Roma, haber salvado a
la ciudad de Éfeso de una plaga, la adivinación del futuro de los reyes en Babilonia o la
práctica de exorcismos en Corinto, entre otros. En su época tuvo una gran cantidad de
seguidores, su nombre es citado en varios escritos de los cronistas de su tiempo. En el siglo
iii d. C., Filóstrato elaboró una biografía basándose en los escritos de Damis, su discípulo
y compañero. El único escrito original de Apolonio de Tiana, conservado por Filóstrato,
es la Apología (Mead, 1905: 71).
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No extraña que el cautivo logre salvar su vida gracias a una de sus bufo-
nadas. No obstante, resulta significativo que el supuesto profeta por el cual
Madrigal saldrá bien librado del asunto sea un ruiseñor. Debo señalar que
existen ciertos puntos en común entre el personaje cervantino y sus acciones,
así como algunas características de esta ave según los bestiarios:
Si se pensaba que el ruiseñor era cautivado por la mirada, y que al ver a las
serpientes se lanzaba contra ellas para ser devorado —comparándolo con los
hombres que se dejaban seducir por mujeres impúdicas— esta razón se aco-
modaría en cierta medida con la situación del gracioso. Al respecto, Nitzaira
Delgado García argumenta que, en sus textos con temática de cautiverio,
Cervantes demuestra que las mujeres moriscas ejercían una sexualidad más
libre que la de sus contrapartes cristianas; incluso, eran las moriscas quienes
tomaban la iniciativa y buscaban a los cautivos cristianos con el propósito de
tener amoríos con ellos:
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del marido.11 Podemos imaginar que Madrigal habría sido seducido por la
hermosura de los ojos de la alárabe, como el ruiseñor del que habla Picinelli.
Otro punto en común es que son sus propios verdugos, pues ambos
provocan su perdición. De acuerdo con lo señalado por el agustino: “El
ruiseñor que, volando desde el árbol, cae en las fauces de la serpiente, lleva
el lema: SE INGERIT ULTRO (se lanza espontáneamente); este mote, que quizá
sería más apropiado para el pez que cae en la red o para el pájaro que cae
en una trampa, se aplica al que fue causante de su propio daño” (434). Si
recordamos las palabras del gracioso, el ruiseñor-profeta le habría advertido
“Cogeránte en el garlito,/ ya cumplido tu deseo” (vv. 918-919); garlito, se-
gún lo señalado por el Tesoro de la lengua de Covarrubias (432), es: “cierto
genero de nasa hecha, o de mimbres, o de hilo para pescar pezes: los quales
entran en ella como por lo ancho de vn embudo: y despues no pueden
salir. Caer en el garlito, coger alguno con el ceuo de la codicia, o interés,
11 Sura 24:31. “Y di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren
más adorno que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo y no exhiban sus
adornos sino a sus esposos, a sus padres, a sus suegros, a sus propios hijos, a sus hijastros, a
sus hermanos, a sus sobrinos carnales, a sus mujeres, a sus esclavas, a sus criados varones
fríos, a los niños que no saben aún de las partes femeninas. Que no batan ellas con sus pies
de modo que se descubran sus adornos ocultos. ¡Volveos todos a Alá, creyentes! Quizás,
así, prosperéis”. Si bien no existe una opinión uniforme acerca de esta orden del profeta
Mahoma, es una realidad que muchas mujeres en países como Afganistán esconden sus
rostros tras el burka, el cual es un tipo de velo que se ata a la cabeza, con el objeto de cubrir
toda la cara, con excepción de un espacio en los ojos para que la mujer pueda ver. [http://
www.webislam.com/articulos/30285-hijab_no_es_el_velo_ islamico.html].
En este punto, vale recordar la vestimenta de la mora Zoraida en el “Capítulo xxxvii”
de la primera parte del Quijote, lo cual, en cierta medida, nos recuerda la forma en que una
mujer debe vestir de acuerdo con el Corán: “Entró luego tras él, encima de un jumento, una
mujer a la morisca vestida, cubierto el rostro, con una toca en la cabeza; traía un bonetillo de
brocado, y vestida una almalafa, que desde los hombros a los pies la cubría” (2001b: 461).
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Es sabido que entre los nombres sánscritos del cuclillo se encuentran los de
anyapushta y anyabhrita, que significan “criado por otro” (el cuervo es llamado
12 Sólo uniformo la grafía /s/ en el caso de la letra /ſ/, el resto lo mantengo como está en
el original.
13 El libro de Gubernatis nos presenta múltiples ejemplos en los que el cuclillo es el
protagonista de numerosas narraciones de adulterio. Si bien el ruiseñor no protagoniza
tantas historias, tampoco queda exento de dicha simbología. Por razones de espacio sólo
menciono dichas anécdotas, y no ejemplifico con ninguna cita.
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anyabhrit o el que nutre a los otros, porque incuba los huevos del cuclillo, el
cual, por otra parte, los deposita también en el nido de pájaros mucho más
pequeños). Era natural deducir de esta singular costumbre del cuclillo que el
macho forma una pareja adúltera con el pájaro hembra de raza distinta, a la
que confía luego sus huevos, que serían, de este modo, los productos bastardos
de la misma hembra que los incuba. (Gubernatis, 2002: 56-57)
Otra razón más para identificar al ruiseñor con el amante adúltero es que
esta ave se caracteriza por hacerse presente por medio de su canto, sin que
se le logre divisar por ninguna parte: “como el cuclillo se muestra raramente
[...] representa esencialmente el sol oculto en las nubes” (2002: 58). Por otro
lado, “El ruiseñor, como indica el nombre en las lenguas germánicas, es el
cantor de la noche y un ave nocturna” (2002: 62): un “pájaro que canta sin
que se le vea”, lo cual encaja a la perfección con el amante “adultero, que
frecuenta en secreto a la mujer de otro” (2002: 59), y vive ocultándose de los
ojos del marido.
Para terminar con esta ave, el bestiario de Louis Charbonneau-Lassay señala
que “fue muy pronto uno de los emblemas del Gozo, de ese gozo que, desde
los dificilísimos tiempos de las persecuciones romanas, fue como la caracterís-
tica del espíritu cristiano” (1997: 530). Si bien el gracioso es quizás el único
que se la pasa bien en tierras turcas —como apunta Stanislav Zimic: “para
Madrigal el cautiverio es muy placentero y prometedor de grandes ganancias
materiales” (1992: 196)— el resto de los cautivos sufre por estar en un mundo
ajeno, e, incluso, es probable que se sintieran perseguidos como los primeros
cristianos. Además, es importante señalar que, a diferencia de Catalina o de
otros personajes de la comedia, Madrigal sólo se guía por sus deseos: “Son las
leyes/ del gusto poderosas sobremodo” (vv. 501-502). Por lo cual el gracioso
de La gran sultana disfruta —es decir, goza— burlándose de cualquiera que
se le ponga enfrente. Durante toda la obra juega a ser aprendiz de mucho,
maestro de nada, para lo cual alega tener múltiples oficios que desconoce
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(Ortiz Lottman, 1996)14 con tal de pasársela bien y burlarse de los demás;
por ello, se puede considerar que vive gozando hasta donde es posible de la
ingenuidad de sus amos turcos y de las libertades que le concede el Cadí. No
obstante, estos privilegios le han sido otorgados a cambio de que le enseñe al
paquidermo a hablar, pues el Cadí confía en el beneficio que dicho prodigio
le generaría ante el sultán.15
14 Llama la atención que algunos oficios mencionados por el gracioso sean de poca
importancia, lo cual lo acerca al típico personaje del entremés. De acuerdo con Javier
Huerta Calvo, en estas piezas cómicas breves los protagonistas “proceden de las capas
sociales humildes [...] En el entremés acción, espacio y tiempo pretenden ser un remedo de
la realidad —deformación o caricatura—”, (1995: 26). Me parece que las burlas de Madrigal
y la ingenuidad del Cadí —la cual aparece de forma tan caricaturizada y grotesca— se
presentan como un remedo cómico de la realidad trágica que vivían los verdaderos cautivos
en aquellos años.
15 Aquí resultan pertinenetes las palabras de Salec al inicio de la obra: “Tienen aquí los
pobres esta usanza/ cuando alguno a pedir justicia viene/ —que sólo el interés es quien la
alcanza—” (vv. 7-9. Cursivas mías) y de Mahamut en El amante liberal: “has de saber que
es costumbre entre los turcos que los que van por virreyes de alguna provincia no entran
en la ciudad donde su antecesor habita hasta que él salga de ella y deje hacer libremente
al que viene la residencia; y en tanto que el bajá nuevo la hace, el antiguo se está en la
campaña esperando lo que resulta de sus cargos, los cuales se le hacen sin que él pueda
intervenir a valerse de sobornos ni amistades, si ya primero no lo ha hecho. Hecha, pues,
la residencia, se la dan al que deja el cargo en un pergamino cerrado y sellado, y con ella se
presenta a la Puerta del Gran Señor, que es como decir en la Corte ante el Gran Consejo
del Turco; la cual vista por el visir-bajá, y por los otros cuatro bajás menores, como si
dijésemos ante el presidente del Real Consejo y oidores, o le premian o le castigan, según la
relación de la residencia; puesto que si viene culpado, con dineros rescata y excusa el castigo. Si
no viene culpado y no le premian, como sucede de ordinario, con dádivas y presentes alcanza
el cargo que más se le antoja, porque no se dan allí los cargos y oficios por merecimientos, sino
por dineros: todo se vende y todo se compra” (2001a: 164-165. Cursivas mías).
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queman sus huesos y su piel, el olor que resulte ahuyentará a las serpientes,
su veneno y su maldad, pues tal es su naturaleza. De tal manera se vence a
las serpientes, a las ponzoñas y a las alimañas, por las obras de Dios y por su
poder” (2002: 75); por ello, podríamos imaginar que, para los cristianos de
la época, un musulmán sería casi un seguidor del demonio, oponiendo ambas
religiones y ambos animales (el elefante cristiano y la serpiente musulmana).
Hay otras características del elefante que también lo acercarían a Cristo,
además de las mencionadas anteriormente. Según este mismo autor: “No
existen animales mayores que [...] Los elefantes [además de que éstos] se
defienden mediante colmillos de marfil” (2002: 73). El que no exista animal
de mayor magnitud —me parece— es otra razón más para compararlo con
el salvador de la humanidad, pues no existe humano digno que pueda com-
pararse con Jesús en tanto hijo único del Dios todo poderoso, pero también
hijo de hombre. En su antología, Malaxecheverría incluye una historia que
encaja perfectamente con la comparación de este animal con Cristo:
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madrigal
La jerigonza de ciegos,
la bergamasca de Italia,
la gascona de la Galia
y la antigua de los griegos;
con letras como de estampa
una materia le haré,
adonde a entender le dé
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la famosa de la hampa;
y si de aquéstas le pesa,
porque son algo escabrosas,
mostraréle las melosas
valenciana y portuguesa.
(vv. 1546-1558)
Como puede apreciarse por las lenguas que piensa enseñarle al elefante,
Madrigal se regocija a costa de la credulidad del moro. La jerigonza —supues-
tamente— era una lengua usada por los ciegos para comunicarse, sin embar-
go, como demuestra José Luis Alonso Hernández (1990) jamás existió.17 El
significado de la palabra tiene acepciones de engaño y fraude, para los cuales
posee habilidad nuestro personaje. Respecto a las otras lenguas, en varias
notas al pie de su edición de La gran sultana, Luis Gómez Canseco asegura
que el bergamasco era un dialecto usado por los zanni —criados, siervos o
sirvientes— en la commedia dell’arte, mientras que la gascona hacía alusión a
aquellos hombres —gascones— que pasaban a España como “lacayos, merce-
ros, afiladores o buhoneros” (2010: 281). La única lengua que quizá merezca
llamarse grave es “la antigua de los griegos”, aunque, conociendo la capacidad
de Madrigal para burlarse de todos y en todo momento, seguramente se trata
17 Esta supuesta lengua es mencionada por primera vez en el Lazarillo de Tormes, por lo
que se asociaba con el hampa y lo rufianesco. Cabe indicar que la alusión a esta lengua
era un recurso comúnmente empleado por los escritores áureos. Por ello, es mencionada
en las novelas El diablo cojuelo, de Luis Vélez de Guevara; en El buscón, de Francisco de
Quevedo; La vida del escudero Marcos de Obregón, de Vicente Espinel; El Viaje de Turquía
(anónimo), así como La vida y hechos de Estebanillo González, sin olvidar Pedro de Urdemalas
y, obviamente, La gran sultana de Cervantes. Sobre ella pueden consultarse los estudios
de Claude Allaigre (“El humorismo socarrón de Lazarillo de Tormes”) y Carmen Rabell
(“La confesión en jerigonza del Lazarillo de Tormes”).
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cadí
Hazme un placer, español.
madrigal
Por cierto que a mí me place.
Declara tu voluntad,
que luego será cumplida.
cadí
Será el mayor que en mi vida
pueda hacerme tu amistad.
Dime: ¿qué iban hablando,
con acento bronco y triste,
aquellos cuervos que hoy viste
ir por el aire volando?
Que por entonces no pude
preguntártelo.
madrigal
Sabrás
(y de aquesto que me oirás
no es bien que tu ingenio dude),
sabrás, digo, que trataban
que al campo de Alcudia irían,
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18 Sólo uniformo la grafía /s/ en el caso de la letra /ſ/, el resto lo mantengo como está en
el original.
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el color del plumaje del ave y el de la piel de la mujer alárabe permiten cierta
equiparación entre Madrigal y el ave, aunque sea la mujer la de piel oscura y
no el cristiano. Por tanto, la lascivia es lo que acercaría al ave con el gracioso.
También resulta significativa la tierra a la cual dice al Cadí que se dirigen
los cuervos. Según sus palabras, éstos vuelan rumbo a Alcudia, una de las islas
pertenecientes a España, misma que resulta una especie de tierra prometida
para los cuervos, pues en ella nunca les faltaría comida. Es interesante que la
“tierra prometida” de los cuervos sea una isla de España, pues, generalmente,
en los mitos del medioevo, estas tierras utópicas se encontraban en islas. Al
respecto, Claude Kappler señala que eran el lugar predilecto para ubicar lo
maravilloso:
Si hay unos lugares especialmente caros a lo imaginario, son las islas. [...] la
isla es, por naturaleza, un lugar en donde lo maravilloso existe por sí mismo
fuera de las leyes habituales y bajo un régimen que le es propio: es el lugar de lo
arbitrario. [...] Es raro que lo maravilloso exista dentro de los límites de nuestro
horizonte: casi siempre nace allí donde no alcanza nuestra vista. (1980: 36-37)
cadí
Y aquella calandria bella,
¿supiste lo que decía?
madrigal
Una cierta niñería
que no te importa sabella
cadí
Yo sé que me lo dirás.
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madrigal
Ella dijo, en conclusión,
que andabas tras un garzón,
y aun otras cosillas más.
(vv. 1602-1609)
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De igual forma, Devoto señala que la anécdota de este romance —la cual
aparece en la poesía popular de otros países— asociaba al ruiseñor y a la
calandria con el amor, la noche y la pérdida de libertad (262-263). Como
vimos anteriormente, el ruiseñor es el ave encargada de anunciar la llegada
de la primavera y la época de celo (Gubernatis, 2002: 58), por lo que este
romance nos recuerda en varios aspectos las características del ave señaladas
en los bestiarios.
Para concluir este trabajo, he intentado demostrar que las características de
estos cuatro animales y las actitudes de Madrigal tienen cierta relación gracias
a las cualidades atribuidas a ellos en los bestiarios medievales. Si bien existe
una mayor cercanía con la situación del gracioso y el ruiseñor, resulta intere-
sante que tanto el cuervo como la calandria reciban una mayor atención que
el resto de las aves mencionadas por este personaje. Sin duda no se trata de
una simple casualidad. Probablemente Cervantes —y, con seguridad, también
el público de los corrales— debía conocer las cualidades atribuidas a estos
animales en los bestiarios, pues estos manuales tenían bastante difusión en la
Edad Media y sin duda aún la tendrían en el Siglo de Oro. Me parece claro
—y espero que el lector así opine también— que debe existir cierta conexión
entre los animales analizados en este artículo y las acciones del gracioso de La
gran sultana. Lo que aún no acabo de entender por completo son las razones
que tendría el alcalaíno para usar específicamente a estos animales en los
episodios en los que participaba Madrigal. Considero demasiado simplista
que Cervantes lo haya hecho con el único propósito de divertir al posible
público de los corrales.
Tomando en cuenta que críticos como Paul Lewis-Smith (“La gran sulta-
na doña Catalina de Oviedo...”) sugieren que el propio Cervantes se retrata
a sí mismo en el personaje de Madrigal —es decir, alguien que inventaba
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historias increíbles que otros creen—19 pienso que el autor se reía a carcajadas
de quienes leían esas maravillas que escribían los falsos viajeros, como Juan
de Mandeville, los cuales redactaban sus escritos desde la comodidad de sus
hogares sin tener al menos una experiencia que los acercara a lo que escribían,
como sí era el caso de Cervantes, que, aunque no conoció Constantinopla, sí
tenía la experiencia de haber vivido cinco años como cautivo en Argel. Para
ello debe tomarse en cuenta algo mencionado por Francisco López Estrada
(1992); es decir, debemos recordar que las acciones de esta comedia ocurren
en Constantinopla, tierra que Cervantes no llegó a conocer personalmente
gracias a los trinitarios. Por tanto, la capital del Imperio de los turcos era el
espacio propicio para la maravilla, pues el mundo retratado en esta comedia
no pertenecía al Islam que habían conocido los españoles. El Lejano Oriente
ejercía una atracción desde hacía siglos para los hombres del Medioevo y
seguramente, también para los del Siglo de Oro, por lo que de ahí podían
provenir inesperadas sorpresas para el público.
Si bien, de alguna manera, Cervantes compartía con estos viajeros de es-
critorio el desconocimiento de Constantinopla —razón por la cual Ottmar
Hegyi piensa que el autor dejó más libre su imaginación que en el resto de
sus comedias de cautiverio (1992: xviii-xix)— no debemos ignorar que su
experiencia en Argel como cautivo y las noticias que pudieron llegar hasta
sus oídos acerca de las costumbres de los turcos le permitieron crear sus obras
con bastante verosimilitud y exactitud, como demuestran algunos datos
proporcionados en El amante liberal y La gran sultana (Önalp, 2001), pues,
como señala Ricardo del Arco y Garay (1951), nuestro autor siempre prefirió
mezclar hechos históricos y recuerdos con sucesos imaginarios. Además de estas
fuentes, Cervantes también pudo valerse de algunas referencias literarias que
le sirvieran en cierto sentido al momento de crear su comedia, como señala
19 Las razones de Lewis-Smith para equiparar al autor de La gran sultana con su personaje
es que, al final de la obra, éste informa al resto de los cautivos que escribirá una comedia
contando la historia de Catalina. No comparto la propuesta de este autor, pero respeto su
punto de vista sobre el gracioso de esta comedia.
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BIBLIOGRAFÍA
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sobre el Islam”, en Aciprensa, disponible en [http://www.aciprensa.com/
controversias/Islam/islam5.htm], consultado: 28 de octubre de 2013.
Allaigre, Claude (2007), “El humorismo socarrón de Lazarillo de Tormes”,
en Yves Aguila (ed.), Figuras, géneros y estrategias del humor en España y
en América Latina, Bordeaux, Presses Universitaires de Bordeaux , pp.
19-26, Collection de la Maison des Pays Ibériques et Ibéro-Américains.
Alonso Hernández, José Luis (1990), “Notas sobre un lenguaje que nunca
existió: la jerigonza”, en Bulletin Hispanique, vol. 92, núm. 1, pp. 29-44.
Arco y Garay, Ricardo del (1951), “El realismo y Cervantes”, en La sociedad
española en las obras de Cervantes, Madrid, Patronato del IV Centenario
del Nacimiento de Cervantes, pp. 79-124.
20 Como afirma el crítico francés, la comedia demuestra una serie de referentes intertextuales
bastante amplio, del que sin duda se nutrió Cervantes para la creación de esta comedia:
“La Gran sultana ne soit qu’une Italienne à Alger avant la lettre. D’une part, loin d’être
un ‘asunto de pura invención’, son argument s’avère au contraire orienté et canalisé par
tout un jeu de références littéraires; d’autre part, cette littérarité même prend appui sur
une donnée réelle plus précise qu’il ne paraît, et que nous dégagerons le moment venu”.
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