You are on page 1of 11

Congreso de Literatura Infanto-juvenil 2012

Comunicación

Literatura y Pedagogía: acerca de los límites a los que debe ceñirse la obra
literaria para constituirse en fuente de formación.

Santiago Alejandro Frigolé


Facultad de Filosofía y Letras – UNC
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación-
Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”

Resumen

Si la Literatura constituye una poderosa herramienta didáctica, especialmente, en los años de la


niñez, la adolescencia y la juventud, dada la identificación emotiva del lector con los personajes literarios,
lo que suscita su imitación, por lo mismo debe ceñirse a ciertos límites de manera de colaborar con la
formación del hombre y no comprometer la unidad de su personalidad.
De allí que en la perspectiva de Platón, la Literatura deba mostrarnos personajes valiosos, que
obran de manera virtuosa, con coraje y sabiduría. Dado que el que escribe, “escribe en el alma”, debe
ajustarse, para el Filósofo, a ciertos límites, obedecer las reglas que le impone el fin de su arte.
En nuestra comunicación recurriremos no solo a reflexión que respecto del tema iniciara Platón,
sino a los aportes que en este sentido realizara Aristóteles en la Poética, y más contemporáneamente, a
Tolkien, especialmente, en su indagación acerca de la naturaleza y fin del cuento de hadas.

1
Comunicación

Literatura y Pedagogía: acerca de los límites a los que debe ceñirse la obra literaria para
constituirse en fuente de formación.

Para fundamentar nuestra afirmación acerca de los límites que debe respetar la obra literaria si
pretende constituirse en fuente de formación, recurriremos, en primer lugar, a la Poética de Aristóteles,
para luego considerar las apreciaciones de Platón, la que realiza en particular, en el Fedro y la República.

1. LA CONTRIBUCIÓN DEL ESTAGIRITA

Si la Literatura constituye una poderosa herramienta didáctica, especialmente, en los años de la


niñez, la adolescencia y la juventud, dada la identificación emotiva del lector con los personajes literarios,
lo que suscita por ello su imitación, por lo mismo debe ceñirse a ciertos límites de manera de colaborar
con la formación del hombre y no comprometer la unidad de su personalidad. Ello mismo nos permite
comprender la preocupación que ya en Aristóteles existiera acerca del arte de escribir. La importancia
concedida por el Estagirita a este arte se manifiesta en la Poética.
Poética de acuerdo a los especialistas tiene su origen en el vocablo ποιέν –poién- como un hacer
que tiene por finalidad la construcción de una obra y en esto se diferencia de πραςςω raíz de πραξισ que
refiere una actividad con una intención y un propósito deliberado.

En el poiein la obra trasciende al que la realiza, en cambio en la praxis la actividad es inmanente al


sujeto que la realiza. De allí que cuando Aristóteles realiza la clasificación de las virtudes define la
prudencia1 como la “disposición racional verdadera y práctica (πραξισ) respecto de lo que es bueno y
malo para el hombre” que a diferencia del arte 2 (τέχνη) es la “disposición productiva (ποιητική ποίηςισ)
acompañada de razón verdadera”.

1
Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro VI, c.5. 1140b
2
Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro VI, c.4. 1140a

2
Ποιητική – poiética- es pues un arte (τέχνη) cuya finalidad es la construcción de una obra, en este
caso del ποίεμα (poema) como obra del espíritu. En síntesis podría definirse la poética como el arte de la
composición literaria. García Yebra sostiene al respecto:

Hay que recordar también que estas palabras (poitiké y poiésis) lo mismo que
poiétes “poeta”, se forman directamente sobre poiein “hacer”. Al griego, su lengua le
recordaba constantemente que el poeta es un hacedor. No obstante, creo que Ποιητική
debe traducirse sencillamente por “poética”, que sustantivado, tiene básicamente sentido
activo: “arte de la composición poética”, pero no excluye otro, en cierto modo pasivo:
“estudio de los resultados de dicho arte”.3

De allí que la poética de Aristóteles puede considerarse como una prescripción acerca del modo
que ha de realizarse o escribirse una composición literaria -ποίεμα- de modo que resulte necesaria y
verosímil.

Si la Poética constituye una prescripción acerca del modo como ha de escribirse una obra para
que alcance su fin, ya sea este lograr la catarsis o purificación de la pasiones, la educación del que
gobierna o bien una cierta restitución de la justicia, lo que nos interesa destacar es que la Literatura como
cualquier arte debe responder a ciertas reglas. De este modo, no todo lo que tenga como materia el
lenguaje puede ser considerado Literatura, así como no todo lo que tiene como materia el sonido lo
llamamos música.

Por lo que en primer lugar, el escritor debe adecuarse a ciertas disposiciones propias de su arte.
En segundo lugar, como todo arte está subordinado fundamentalmente a que el hombre alcance su fin, el
que escribe no solo debe responder a las prescripciones poiéticas, sino a los límites que le indica la moral,
entendida ésta como “doctrina de la felicidad”, a su vez deudora de una Metafísica y de una Theología.

Siendo de la Filosofía superior a la Poética, la primera sostiene a la segunda, por lo que toda obra
se sustenta en una cosmovisión y manifiesta, por tanto, una Metafísica, una Teología. Cabe preguntarse
sobre el valor de una poética sin un pertinente sustento filosófico-teológico. Para nosotros una obra tal es
arte, τέχνη, carente de sentido.

3
VALENTÍN GARCÍA YEBRA, Poética de Aristóteles, Gredos, Madrid, 1988, p.243. Cada vez que citemos la Poética
lo estaremos haciendo de acuerdo al citado texto.

3
Expliquemos esta afirmación. La Filosofía es superior a la Poética o la Literatura pues si bien en
ella ideal contemplado es perfecto y necesario, es meramente posible e imaginativo, en tanto que el ideal
del conocimiento filosófico es el único dotado de perfección completa (es completamente perfecto
porque es actual y no meramente posible). La condición de que el objeto de la Poética sea posible, no
actual, merma la dignidad de la theoría poética al no tratar de entes completamente perfectos.

Hasta aquí nuestra consideración acerca de los límites a los que debe ceñirse la Literatura, a
saber, los límites que surgen de su naturaleza y los que le impone el orden moral, pues como toda obra
artística, como toda póiesis, debe estar ordenada a la plenitud humana.

Consideremos a continuación la relación de superioridad de la Literatura respecto de la Filosofía y


la Historia, pues tal supremacía implica, a su vez, una superioridad pedagógico-didáctica respecto de la
enseñanza de aquello que se puede pensar en imágenes.

Esta preeminencia implica, por lo mismo, una mayor responsabilidad moral en el uso de este
recurso, tema que ahondaremos al concentrarnos en las consideraciones de Platón.

Si la filosofía es superior a la poética por el objeto estudiado (el ideal actual) y del grado de
certeza que proporcionan, la misma no puede sostenerse por las potencias humanas que prevalece en
cada una. Si en la filosofía prevalece la potencia intelectual, la única capaz de alcanzar la ciencia, y en la
poética la potencia imaginativa, esto no implica superioridad de la filosofía sobre la poética, pues la
inteligencia es menos perfecta que la potencia imaginativa ya que no puede imaginar, moverse entre
imágenes, que es lo propio de la obra poética ya sea narrativa o dramática. Afirma Bowra:

La mente se mueve entre las imágenes de este tipo con tanta comodidad y
ligereza como en las puras abstracciones, ya que las imágenes confieren estructura y
contorno a los más embrollados estados de ánimo y los traducen, en toda su complejidad,
a palabras sin la empobrecedora simplificación derivada de moverse en un plano
excesivamente abstracto.4

Y a través de las imágenes sensibles se hacen patentes ciertas verdades que de otro modo nos
quedarían vedadas o nos serían de una difícil comprensión. Pieper comenta al respecto:

4
BOWRA, C. M., Introducción a la literatura griega, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1960, p. 34.

4
¿No podría ocurrir que la realidad con verdadero alcance para el hombre no
posea la estructura de contenido objetivo sino más bien la de suceso, y que en
consecuencia no se pueda captar adecuadamente justo en una tesis, sino en una práxeos
mimesis, en la imitación de una acción, para decirlo en lenguaje de Aristóteles (Poética
1451), o lo que es lo mismo en una historia?5

A esta superioridad de la Literatura sobre la Filosofía por la posibilidad de moverse entre


imágenes, podría añadirse su superioridad respecto de la Historia. Pues mientras el conocimiento
histórico nos presenta el conocimiento de una realidad fáctica, desconociendo la causa de los hechos; el
conocimiento poético teórico, en cambio, nos permite alcanzar lo universal y necesario, la realidad no
fáctica sino prototípica, arquetípica, ideal o perfecta; no carente de perfecciones como los hechos sobre
los versa la historia, pues los hechos y actos sobre los que trata no son necesariamente ideales o
perfectos.

(…) no corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder,
esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad. En efecto, el historiador y el
poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa (pues sería posible
versificar las obras de Heródoto y no serían menos historia en verso que en prosa); la
diferencia está en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder. Por
eso también la poesía es más filosófica y elevada que la historia; pues la poesía dice más
bien lo general, y la historia, lo particular. Poet., c.9, 1451 a36-1451 b 11.

Esta forma de conocimiento que es la poética tuvo y tiene para la paideia un inmenso potencial
educativo. Este potencial es posible argumentarlo con palabras del mismo Aristóteles, pues como afirma
en la obra estudiada, “aprender agrada muchísimo” y el “imitar es connatural al hombre y por la imitación
adquiere sus primeros conocimientos, de allí que todos disfruten de la obras de imitación”. En primer
lugar, si todos gustan de aprender y, además, le es fácil y deleitable aprender por la obra poética,
necesario nos es la recuperación de tal arte. En segundo lugar, si las especies principales de la poética la
constituyen la epopeya y tragedia y etas obras giran en torno a la “imitación de una acción esforzada y

5
PIEPER, Josef, Sobre los mitos platónicos, Barcelona, 1984, p. 75. Cfr. ODERO, José Luis, Cuentos de Hadas,
EUNSA, Pamplona, 1987, p. 91.

5
completa” (Poet., c.6, 1149b 20 a 1149b 30) de esto sigue la poética se ordene a inducir lo virtuoso, por
lo que en ella no conoceremos al ser humano posible sino al ser humano ideal, modélico, prototípico. Se
“aprende” o la obra “educa” cuando la obra dice algo más que la realidad natural, fáctica, pues por la
misma se busca contemplar mejor el ente natural. Hasta aquí el aporte del Estagirita, aporte que no
hemos agotado.

2. LA CONTRIBUCIÓN DE PLATÓN

El uso de la palabra está ligado en Grecia con la noble tarea de mejorar el alma y buscar la
sabiduría. Así afirma Platón en el Cármides: ‘es necesario ante todo cuidar el alma si se quiere que la
cabeza y el resto del cuerpo funcionen correctamente. El alma es cuidada por ciertos encantamientos. El
alma es curada por ciertos encantamientos. Estos son las palabras bellas, los bellos discursos. De ellos
nace la sabiduría en el alma.’ (Cármides, 156b)6

Por ello, conociendo Platón la influencia de la poesía sobre el hombre, es que la misma se
constituyó en objeto de una profunda meditación. Meditación que se prolonga en diversas obras, y de las
que solo expondremos algunas conclusiones.

Comencemos con las conclusiones a las que el fundador de la Academia arriba en la República. No
desconoce Platón la potencia educativa del mythos y la poesía, por lo contrario, si realiza variadas
restricciones a los poetas, restricciones que hoy consideraríamos como un acto de censura y por tanto
censurables, es porque reconoce esta fuerza. Sin embargo, por lo mismo debe ajustarse, sostiene Cerri, al
“proyecto de un mito y de una poesía nuevos, capaces de inspirar en los jóvenes y en la comunidad toda
aquel sistema de valores bien arraigados que la reflexión política platónica considera funcionales para la
cohesión y vitalidad del cuerpo social”7.

En esta perspectiva se comprende, como afirma Reale, que “los poetas en la ciudad ideal deberán
continuar su tarea, pero será preciso convencerlos de atenerse a ciertas reglas, en cuanto sus mensajes

6
CICCHITTI, Vicente, El Dr. Ireneo Fernando Cruz y la Cultura y Griega, en “Revista de Estudios Clásicos”,
Tomo VI (1955), p. 18.
7
CERRI, Platone sociologo (nota I, 13). Citado en GIOVANNI REALE, PLATÓN. En búsqueda de la sabiduría secreta,
Herder, Barcelona, 2002, p. 157.

6
continúan imprimiendo en el ánimo humano improntas formativas decisivas”8. En este sentido leemos en
la República:

Por lo que parece, lo primero que hay que hacer es vigilar a los que idean las
fábulas: cuando inventen una bella, la aprobaremos; en caso contrario, la descartaremos.
Y después nos tocará hacer un trabajo de convencimiento ante las madres y las nodrizas a
fin de que narren a sus pequeños las fábulas admitidas, de modo de plasmar con ellas sus
almas, mucho más que, con las manos, sus cuerpos. Por el contrario, muchas de las fábu-
las que se narran hoy habría que descartarlas9.

De allí que en la perspectiva de Platón, la Literatura deba mostrarnos personajes valiosos, que
obran de manera virtuosa, con coraje y sabiduría. Dado que el que escribe, “escribe en el alma”, debe
ajustarse, para el Filósofo, a ciertos límites, obedecer las reglas que le impone el fin de su arte. En la obra
que venimos comentando entre los pasajes II 337b – III 392c pueden encontrarse quince reglas a las que
deberían ceñirse los poetas y creadores de mythos (fábulas), de las que mencionaremos algunas a modo
de ilustración:

1) «tal como es el dios, así debería representárselo siempre, en la medida en que el dios es bueno,
no debería representárselo nunca como causa de males; 2) los dioses no pueden presentarse de manera
ilusoria en formas aparentes y llevar, así, al engaño; 3) para formar jóvenes valientes se deberá evitar
tornarlos temerosos ante la muerte, narrando cosas terribles a propósito del Hades; 4) por la misma
razón, al referirse al Hades, se deberá evitar el uso de términos que puedan infundir temor; 5) no deberán
presentarse hombres ilustres que se abandonan a llantos y gemidos inadecuados, a fin de preparar a los
jóvenes a soportar con dignidad las desgracias que les sucederán en su vida; 6) por la misma razón, no
deberán atribuirse gemidos y lamentos a dioses y a héroes; 7) no deberán presentarse dioses ni héroes
presa de la risa, a fin de no tornar a los jóvenes demasiado dispuestos a reír sobre las cosas; 8) no se
deberá habituar al joven a hacer uso de la mentira, porque ésta subvierte y arruina la ciudad; 9) no
deberán presentarse comportamientos de dioses y de héroes víctimas de pasiones desordenadas y de
intemperancia; 10) no deberán presentarse ejemplos que habitúen a los jóvenes a dejarse corromper por
el dinero y a ser ávidos de riquezas.

8
GIOVANNI REALE, PLATÓN. En búsqueda de la sabiduría secreta, Herder, Barcelona, 2002, p. 158.
9
PLATÓN, La República, II 337b.

7
De allí que concluya en el Libro X:

Sabe, empero, que en nuestra ciudad no se aceptará otra forma poética que los
himnos a los dioses y los encomios para los hombres virtuosos, porque, si dieses acogida a
la musa dulce, en la lírica o en la épica, el placer o el dolor reinarán en el estado en lugar
de la ley y la razón, la que es considerada siempre y unánimemente como la mejor parte
(X 607ª)

Dada los límites establecidos en la República al arte de escribir, indagaremos en el Fedro las reglas
que deberían ordenar tal arte.

No es censurable, para Platón, escribir, sino escribir mal. A éste último, al que mal escribe, justo
sería que se le censurara por su actividad de escritor con el mote de «logógrafo» en sentido despectivo, o
sea, con el significado de fabricante y vendedor de discursos. Por ello, los hombres buenos “tienen
vergüenza de escribir discursos y de dejar escritos suyos por temor a la opinión de la posteridad y de ser
denominados «sofistas» (Fedro, 257d)

Sócrates - Entonces, esto está claro para todos, es decir, que escribir discursos no
es algo malo por sí mismo.
Fedro - ¿Y por qué habría de serlo?
Sócrates - En cambio, esto sí lo considero malo: hablar y escribir no de manera
bella sino tosca y mala (Fedro 258b-d)

Platón demuestra conocer muy bien las reglas fijadas para determinar la estructura y la
articulación que debe tener un escrito con la función y la dinámica de sus distintas partes, a fin de obtener
corrección de lenguaje y belleza de estilo. A partir de este conocimiento plantea las tres grandes reglas
del arte de escribir discursos.
Platón evoca y resume, hacia el final del Fedro, las tres reglas de oro:

Primeramente es preciso que uno sepa la verdad sobre cada una de las cosas
sobre las que habla o escribe, estando en condiciones de definir cada cosa en sí misma, y,

8
una vez habiéndola definido, sepa dividirla en sus especies hasta arribar a aquello que ya
no es ulteriormente divisible. Y después de haber penetrado en la naturaleza del alma,
encontrando del mismo modo la especie dada para cada modo de ser, es preciso que
construya y ordene su discurso de manera correspondiente, ofreciendo a un alma
compleja discursos complejos y que contengan todas las armonías, y a un alma simple
discursos simples. Antes de esto no será posible manejar con arte el género de los
discursos en la medida que convenga por naturaleza, ni para enseñar ni para persuadir
(Fedro, 277b-c)

Entonces lo primero que se le pide al que escribe es que sepa acerca de lo que escribe. El primer
procedimiento consiste en recoger una multiplicidad de cosas que nos brinda la experiencia en una única
idea, a fin de definir la cosa sobre la cual se quiere hablar o escribir. Pero esto no es suficiente aún para
fundar el arte de escribir de manera correcta. En efecto:

Si uno quiere transmitirle a alguien discursos hechos con arte, deberá demostrar
con precisión la esencia de la naturaleza de aquello hacia lo que dirigirá sus discursos: y
esto será el alma (Fedro, 274 c).

El poder del discurso consiste en la capacidad de «guiar las almas». Una vez que se haya adquirido
el conocimiento del alma y de las diversas formas, es preciso, entonces, adquirir también el conocimiento
de las distintas formas de discursos. En consecuencia, se deberá establecer qué tipos de discursos están
en condiciones de persuadir a ciertas almas y cuáles no lo están, y así, cuáles son los tipos de discursos
que cabe presentar a determinados tipos de almas, y cuales no. En suma: el verdadero escritor deberá
conocer no solamente la esencia de la cosa acerca de la que quiere hablar, sino también la naturaleza del
alma y de sus varias formas, y deberá construir sus discursos en función de las capacidades de recibirlos
por parte de los tipos particulares de almas a las cuales pretende dirigirlos.
Naturalmente, para Platón es preciso presentar a un alma simple discursos simples, así, en el caso
opuesto, es preciso presentar «a un alma compleja discursos complejos y que contengan todas las
armonías».
Por ello es importante para el que escribe saber cuándo y qué puede hablar, y que debe callar.
Saber que necesita de parte del que escribe discursos, de la "templanza" y del auto-dominio, pues debe

9
introducir solamente aquellos conceptos que considera oportunos en ese preciso momento, teniendo ante
si como segundo protagonista a esta determinada alma con estas particulares capacidades.
No basta, entonces, con conocer el modo de escribir de manera perfecta, sino que es necesario
saber ante todo cuándo conviene escribir y cuándo, en cambio, no conviene hacerlo, de cuándo resulta
bueno y cuándo inconveniente.
Sobre la base de estas premisas, Platón afirma: Expresarse correctamente no es cosa fácil. Dado lo
cual plantea
Por ello, si el camino a recorrer es largo, no debes maravillarte, porque es preciso
recorrerlo para poder alcanzar cosas grandes [...]. Por lo demás, como nos dice nuestro
discurso, si uno lo quiere, aun estas cosas se tornarán bellísimas a consecuencia de aquellas.
[...] Pero para el que emprende cosas bellas también es bello sufrir lo que le toque sufrir. Fedro,
274 c-b.

En síntesis:

1- Toda poiésis humana, debe subordinarse a un orden moral, metafísico, teológico, si quiere
constituirse en principio formativo, pues no puede o no debería existir una tekné que reclame
autonomía ética en función de lo estético.

2- Si la poética es una práxeos mímesis, la imitación siempre deberá ser imitación de lo verdadero y
de lo virtuoso.

3- Si la literatura tiene tan alto potencial educativo dado que como afirma el Estagirita nos permite
alcanzar lo universal y necesario, la realidad no fáctica sino prototípica, arquetípica, ideal o
perfecta; no carente de perfecciones como los hechos sobre los versa la historia, y en cuanto sus
mensajes continúan imprimiendo en el ánimo humano improntas formativas decisivas, pues el que
escribe, lo hace en el alma, por lo mismo éste debe saber acerca de lo que escribe, debe conocer
las distintas formas del discurso, pero fundamentalmente, debe conocer el alma a la que se dirige
el discurso. De lo tercero debería, pues, extraer la sabiduría acerca de lo que debe decir y de lo
que debe callar.

4- Para el Filósofo de Egina lo óptimo es que las creaciones e invenciones poéticas sean compuestas
al servicio de los contenidos, y no viceversa, es decir, compuestas sobre la base de las tres reglas
del arte de escribir, y, particularmente, de la tercera de ellas (el conocimiento del alma).
10
5- se deberá establecer qué tipos de discursos están en condiciones de persuadir a ciertas almas y
cuáles no lo están, y así, cuáles son los tipos de discursos que cabe presentar a determinados
tipos de almas, y cuáles no.

Mientras continuemos aceptando que todo vale en Literatura en tanto cumpla unos básicos
requisitos estéticos y se adecue a la lógica totalitaria del entretenimiento, no podremos restituirla como
ámbito propicio y bello para la formación del alma del niño.

Con Josep Pieper concluimos afirmando, lamentablemente “la literatura no ha hecho que el
hombre corriente capte con facilidad el verdadero sentido y realidad del concepto “virtud”10 y esto,
agregamos, por cierto descuido del fin de la obra literaria.

10
Josep Pieper, Prudencia y templanza

11

You might also like