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IDEAS | 12/2/2017
Vasileiv I. Crispin Seoane investigador social
Así en Bolivia tenemos una multiplicidad de mercancías políticas que son una función
de la cualidad de su sociedad y su historia; el mercado político boliviano entonces es
distinto de los mercados de Paraguay, Argentina o de Brasil por las razones anotadas.
Las ideologías son liberales, socialdemócratas, socialistas, marxistas, neoliberales,
indigenistas, indianistas, kataristas, más a la izquierda o más a la derecha en un
mercado donde se busca la mayor parte de consumidores y con el objetivo ideal de
alcanzar el monopolio; nadie puede negar que todo productor quisiera que su producto
sea si no el único, el más consumido, que no haya competencia.
Quien produce una mercancía política cuyo fin sea tomar el poder de un Estado o una
sociedad en general, no puede dirigirse a un público objetivo y olvidarse del resto de
los ciudadanos; tiene necesariamente que dirigir su mercancía a todos los ciudadanos,
porque se supone que su objetivo es el "bien común” y no sólo el beneficio de una
parte de los ciudadanos. De esto se trata la magia, la clave y si se quiere la falacia de
la democracia, en la creencia del igualamiento político de los ciudadanos, en creer que
valemos lo mismo (un voto), independientemente de los ingresos económicos. De aquí
se concluye muy básicamente que ningún productor de mercancía o ideología política
puede dirigirse sólo a una parte de los ciudadanos porque el resto no lo toleraría. Esto
constituye la diferencia esencial entre el mercado común de bienes y servicios y el
mercado político que tiene que ver con la democracia como forma de vida y valor
social y cultural.
Ahora bien, en Bolivia tenemos un monopolio del mercado político producido por el
régimen de Gobierno, llamado Estado Plurinacional Indígena Originario Campesino,
que se sustenta y se concentra precisamente en el mundo indígena campesino, pero
que ha tenido la habilidad de universalizarse al conjunto de la sociedad.
No vemos que haya una libre competencia en el mercado político, no existe otro
"producto” que le haga competencia. A esta realidad, repitiendo a Gramsci, se le ha
querido llamar comercial y propagandísticamente "hegemonía”; sobre esto hay que
decir que tampoco existe "el copamiento de las formas culturales, intelectuales,
artísticas, filosóficas, ideológicas, morales y simbólicas” en Bolivia. Como en cualquier
parte, lograr eso es muy difícil y no es sano mental, menos intelectualmente creer que
tal cosa se producirá algún día. No hay hegemonía y nunca la veremos, lo que hay es
un monopolio del mercado político, por falta de competencia.
La hipótesis es que tal vez este "caballo de Troya” tiene la facultad de hacer que se
distorsione todo el mercado y no sólo esta parte sino las demás tiendan a prescindir
también de las mercancías de la oposición a la hora de elegir una, por considerarlas
de baja calidad, ilegítimas, o para usar la jerga plurinacional "inmoral, indecente”.
Si esta hipótesis es cierta, la oposición boliviana debiera producir una mercancía que
incluya activamente y se refiera a todo el universo de consumidores, quizás debiera
referirse al mundo indígena quitando el monopolio que el MAS tiene sobre esta parte
del mercado y a través de esto quitar o terminar con el monopolio que tiene sobre todo
el mercado. La historia boliviana y universal muestran que así ha ocurrido, pero
también que no se llega a eso "espontáneamente”, como la vejez por el paso del
tiempo, es algo que hay que producir, no que se produce solo.
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