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A mí me lo contaron
De

Lucho Córdoba y Américo Vargas.


(Adaptación, LaColorá TEATRO 36Gradosur)

Personajes

Don Benigno (George Soto)


Doña Bárbara (Karla Ortiz)
Santolaya (Alfonso Lara)
Tulita (Yasna Ceballos)
Doctor Rodríguez (Gonzalo Macaya)
Ernestina (Estefanía Moreno)
Carmen Rosa (Yasna Ceballos)

La escena representa el interior de una modesta Botica de pueblo


chico. Puerta a un costado que da a la calle. Otra puerta a la izquierda que
conduce a la trastienda e interior de la casa (Ambientada en los años 80s)
Suena de fondo fuerte al principio Baja después siempre sobre el tema... se
escucha locutor de una radio.

Locutor: Esta es AM 80 Radio "Acompáñame" transmitiendo desde el centro


mismo de nuestro querido y tranquilo pueblo "Los pelambres"... En este
caluroso verano, como siempre los saluda su amigo "Medardo Merisñequi" "
No olvides que esta noche en tu programa "Sueños bajo las estrellas"
Estaremos despidiendo el verano con un especial de Luis Miguel que sigue
sembrando éxitos, corazones y admiradoras por muchos países, como todos
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los días en los controles nos acompaña "Epigmenio Gorgonio" ... Y abriendo
nuestro tutifruti de hoy nos vamos con esta ranchera que la programo un
incognito amigo BS, Esperamos sus llamados y saludos........

Aparece en escena don Benigno, el boticario, quien muele una mezcla en el


mortero mientras refunfuña...

BENIGNO: (Consultando una receta.) ¿Qué diablos dice aquí? Esto lo mismo
puede decir coco dilatado de sodio, como cloruro de calcio o clorhidrato de
magnesio... Yo le pongo un poco de cada cosa, allá el medicucho con su
paciente. Este medicucho nuevo tiene una letra que no se la entiende ni él. Ya
que no sabe escribir, por lo menos podría hacer las recetas a máquina. ¿Y qué
dice aquí? ¿H? ¿Y? ¿H? ¡Al diablo!, Yo le pongo un poco de bicarbonato que
eso no le hace daño a nadie. Después de todo soy boticario, no grafólogo.

BÁRBARA: (Entra muy sofocada) Buenos días don Benigno.

BENIGNO: ¿Tan temprano por aquí doña Barbarita?

BÁRBARA: Es que mi pobre Dalmiro sigue muy mal. ¡Despácheme esta


recetita al tiro!, Son unas inyecciones.

BENIGNO: ¿De manera que Dalmiro sigue mal?

BÁRBARA: Muy grave don Benigno, muy grave... Yo creo que se me va...
Ayyy... ¿Cuánto costará la receta?

BENIGNO: Espere, que no sé de qué se trata... ¿Qué dice aquí? ¿Insulina?


¿Sacarina? ¿Serpentina? Véala usted, a ver si la descifra

BÁRBARA: A ver, no entiendo nada...

BENIGNO: ¿Cómo la va a entender, si la está mirando al revés?

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BÁRBARA: ¡Ah de veras!... Por el derecho tampoco entiendo nada...

BENIGNO: Este doctorcito nuevo es una calamidad. ¡Qué diferencia con don
Matías (que en paz descanse)!. ¡Con ese daba gusta trabajar!, todo se entendía
admirablemente.

BÁRBARA: ¡Claro!, como que todas las enfermedades las curaba con
aspirina y dipirona.
BENIGNO: Así y todo se le morían menos enfermos que a éste, porque con
este doctor de ahora es un verdadero escándalo. Se está muriendo gente que no
se había muerto nunca antes.

BÁRBARA: Usted le tiene pica al doctor Rodríguez don benigno

BENIGNO: Pica, no... Pero me revienta por cargante, vanidoso y petulante.


Yo le digo una cosa doña Barbarita, este doctorcillo se irá del pueblo antes que
termine el año.

BÁRBARA: No lo creo don Benigno. ¡Cómo se va a ir el doctorcito


Rodríguez! Cuando ha caído tan bien entre las chiquillas del pueblo. Todas le
tenemos simpatía.

BENIGNO: Todas no. Las únicas que lo ven con buenos ojos son esas siúticas
de las Galleguillos... Pero esas ¿A quién no ven con buenos ojos? Bueno, eso
de “buenos ojos” es una manera de decir no más, porque una es bizca, la otra
es turnia y la otra tiene garrapatas...

BÁRBARA: No serán “cataratas” Don Benigno.

BENIGNO: Eso también.

BÁRBARA: ¡No sea exagerado don Benigno, si no son tan feas!. En lo que
toca al físico no hay nada que encararles. La parte moral, esa es la que deja
bastante que desear... ¿Usted supo lo de la mayor con el agente viajero?

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BENIGNO: Claro que lo supe. Pero eso no fue con la hija, fue con la madre.

BÁRBARA: Eso fue antes. Claro que no lo creí nunca, pero la mujer del
notario me contó que lo había visto con sus propios ojos... Naturalmente que
yo no quise creerlo, como esa vieja es tan peladoraza.
BENIGNO: ¡Yo no sé cómo la mujer del notario se atreve a tirar piedras
teniendo el tejado de vidrio! Porque ella antes de casarse dio mucho que
hablar con el español Santolaya, el dueño de la tienda

BÁRBARA: ¡Si hubiera sido sólo con ese! Pero dicen que hasta con el
contorsionista de un circo que estuvo aquí...
BENIGNO: ¡Y como dejo al Toni!

BÁRBARA: Como chaleco de Mono. En fin, yo ya ni me acuerdo. ¡Era tan


chica yo entonces pues!, ¡Si de eso hace como veinte años!

BENIGNO: No pues, Barbarita, no se venga hacer la pollita. En ese tiempo


usted ya había enviudado de segundo marido. ¿No se acuerda que por esa
época estuvo aquí ese teniente de carabineros que se hizo tan amigo de usted?

BÁRBARA: Está equivocado don Benigno: lo del teniente de carabineros fue


el mismo año que usted estuvo preso por el incendio de su botica, ¿O no se
acuerda?

BENIGNO: ¿Le apuran mucho las inyecciones Doña Bárbara?

BÁRBARA: Sí, don Benigno, mi pobre Dalmiro está tan grave. Ha pasado
una noche espantosa.

BENIGNO: No crea que con esto se va a mejorar, porque el tal doctor


Rodríguez es un ignorante, incapaz de curar un resfriado. Pero ya le dije, ese
futre no termina el año en el pueblo.

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BÁRBARA: Ay, don Benigno, si usted me prometiera no repetirlo, yo le


contaría una del doctor Rodríguez que no la sabe nadie y que cuando se sepa
se va a producir un verdadero escándalo.

BENIGNO: ¿Cuénteme el escandalo entonces que pasa dona Barbi?

BÁRBARA: ¿Me promete guardar el secreto?

BENIGNO: Haga cuenta que lo está hablando con su confesor. ¡Soy una
verdadera tumba!

BÁRBARA: Pues fíjese que... ¡Pero no le vaya a contar a nadie!

BENIGNO: ¡Cómo se le ocurre!, ¿Cuándo me ha visto metido en chismes?

BÁRBARA: ¡Muchas veces, por eso se lo digo!


BENIGNO: ¡Déjese de bromas y cuente, cuente!

BÁRBARA: Allá va. Fíjese que ayer, como a las ocho de la noche, fui a la
casa de la Juanita Contreras a pedirle unas hojitas de paico para hacerle una
agüita a mi pobre Dalmiro... cuando en eso llegó de la calle el chico de la
Juanita
BENIGNO: El tuerto…

BÁRBARA: El mismo, nos contó que había visto salir al doctor de su casa,
del brazo con una mujer, a la que no pudo verle la cara porque estaba
anocheciendo.

BENIGNO: ¡Qué inmoralidad, doña Barbarita!

BÁRBARA: Espérese, que todavía falta lo mejor

BENIGNO: ¡Cuente lo mejor entonces pues!

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BÁRBARA: Dice el hijo de la Juanita que Rodríguez acompañó a la mujer


hasta la esquina...

BENIGNO: ¿Hasta la esquina? ¡ Qué sinvergüenza el muy patán engreíd y


que más?

BÁRBARA: ... Y que al despedirse le dio el tremendo beso, en la mano

BENIGNO: En la mano ¡Qué escándalo! ¿Qué más, qué más?

BÁRBARA: Y que ella se fue corriendo y que el doctor se metió de nuevo en


su casa

BENIGNO: ¿Y qué más?

BÁRBARA: Nada más

BENIGNO: ¿Se acabó? ¡Qué lástima!

BÁRBARA: ¿Y le parece poco?


BENIGNO: ¡Me parece demasiado! Ese tipo inmoral e inescrupuloso está
pervirtiendo a toda la honrada gente de este pueblo

BÁRBARA: ¡Pero por Dios, no le vaya a contar a nadie, porque no quiero


verme metida en enredos!

BENIGNO: ¿Yo contar? ¡Cómo se le ocurre!

BÁRBARA: Bueno, deme las inyecciones, que cuando salí de la casa dejé al
pobre Dalmiro con todo el dolor

BENIGNO: (Le pasa un paquete de entre varios que tiene en el mesón) Tome,
éstas creo que son. Si la primera le hace mal, quiere decir que me equivoqué.
Entonces me las trae para cambiárselas

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BÁRBARA: Yo creo que estas son. Apúntemelas a la cuenta.

BENIGNO: Apuntadas Doña Barbi.

SANTOLAYA: (Entrando) Buenos días Benigno ¿Qué tal doña Bárbara?


¿Cómo sigue su esposo?

BÁRBARA: Muy mal Santolaya, muy mal. Precisamente vine de un vuelo a


buscar unas inyecciones que hay que colocarle al tiro

SANTOLAYA: ¿Pero todavía pinchan a ese hombre?

BÁRBARITA:¡Todavía! Si ya parece colador

SANTOLAYA: Vaya, lo siento. Oye, Benigno, ¿Me puedes cambiar un billete


de cinco mil pesos?

BENIGNO: Sí, trae (Le pasa unos billetes)

BÁRBARA: Bueno, yo me voy. Hasta luego don Benigno, adiosito Santolaya.


Después de almuerzo voy a pasar a su tienda a comprar raso negro y unos
cuantos metros de crespón. ¡Hay que estar preparada para estos golpes que
manda Dios! Hasta luego. (Sale)
SANTOLAYA: Yo creo que la que manda los golpes es ella. Este es el cuarto
marido que envía al cementerio.

BENIGNO: Y pensar que cuando yo enviudé estuve tentado en casarme con


ella. No lo hice por no darle una madrastra mi hija la Tulita... ¡Porque me tenía
bien entusiasmado la pequeña esta!

SANTOLAYA: ¡Pero te libraste de una buena! Hasta más rato (Comienza a


salir)

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BENIGNO: Espera, Santolaya. Tengo algo que contarte, pero... ¡júrame que
no se lo contarás a nadie!

SANTOLAYA: ¡Jurado! ¿Qué pasa? ¡Cuenta! ¡Cuenta!

BENIGNO: ¿No te había dicho mil veces que le doctorcito nuevo me daba
mala espina?

SANTOLAYA: Sí, ¿y qué?

BENIGNO: Que se han confirmado mis sospechas. Es un tipo vicioso y


degenerado que está pervirtiendo a todas las mujeres de este pueblo.

SANTOLAYA: ¿Qué dices?

BENIGNO: Anoche lo vieron cuando sacaba de su casa a una mujer, la que no


pudo ser identificada porque cubría su rostro con un espeso velo.

SANTOLAYA: ¡No me digas!

BENIGNO: ¡Espera, que ahora viene lo gordo! Él la acompañó hasta la


esquina. La llevaba tomadita de la cintura y en la esquina estuvieron como dos
horas comiéndose a besos, ante el espanto de los transeúntes que pasaban por
la calle.

SANTOLAYA: ¡Qué horror! ¿Y no se sospecha quién puede ser ella?

BENIGNO: Hay dos versiones. Unos dicen que la dama era alta y gruesa; en
cambio otros afirman que era chica y delgada. En este último caso no puede
ser otra que la mujer de Espinoza el gerente del Banco y futura alcaldesa. Y si
tuvieran razón los que afirman que es alta y gruesa, entonces yo creo que...
¿Cómo está tu señora?

SANTOLAYA: Mi señora está muy bien y está en Temuco desde hace una

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semana

BENIGNO: Ah... me alegro por ti amigo Santolayin. Pues, como te digo, yo


mismo me inclino a creer que la del besuqueo en la vía pública a altas horas de
la noche era Ernestina, la esposa del gerente del banco, futura alcaldesa

SANTOLAYA: ¡Qué barbaridad! ¡Pobre Espinoza! Entonces, el tal doctor


Rodríguez ha resultado ser un fresco

BENIGNO: Un escandaloso de talla mayor. Así es santolaya.

SANTOLAYA: A mí me tenía algo escamado, porque un agente viajero que


estuvo en mi tiendas hace algunos días, me contó que conocía al doctor desde
Santiago y que siempre lo veía acompañado de una mujer muy buena moza

BENIGNO: ¡A lo mejor resulta que este tipo es casado!

SANTOLAYA: ¡Y aquí se viene a ser pasar por soltero!

BENIGNO: ¡Qué hombre tan cínico Santolaya!

SANTOLAYA: Un gilipollas.

BENIGNO: Un hippie pulgoso.

SANTOLAYA: Un actor sin trabajo.

BENIGNO: Un MALA LETRA!!!

SANTOLAYA Y BENIGNO: Eso… (Cantando) Mala letra, mala letra, mala


letra, mala letra!

BENIGNO: Dejar a su pobre esposa abandonada en Santiago y venir a


destrozar los honrados hogares de provincia. Te juro que si supiera la

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dirección que tiene la pobre señora en Santiago, le escribiría un anónimo


contándole las inmoralidades de su marido.

SANTOLAYA: ¡Pero Benigno, un anónimo!

BENIGNO: ¡Para que lo voy a firmar si ella no me conoce!

SANTOLAYA: También es cierto. Bueno, me voy, que en la tienda me están


esperando para el vuelto.

BENIGNO: Espera, salgo contigo. Voy a ir a la casa de la Juanita Contreras a


conversar con su hijo quien fue uno de los muchos testigos del escándalo de
anoche. (Llamando) ¡Tulita!... ¡Hijita!

(Suena música de los años 80) Tulita bailando en primer plano sumándose
Don Benigno y Santolaya, hasta recuperarse.

TULITA: (Dentro) ¿Si papá?

BENIGNO: Cuida la botica mientras voy a una diligencia muy importante con
su tío Santolaya.

SANTOLAYA: ¡Buenos días niña Tula!

TULITA: Buenos días señor Santolaya

BENIGNO: Le voy a llevar unas pastillitas al chico de la Juanita, para que


esté más comunicativo. ¡Hasta luego hijita!

TULITA: Hasta luego papá

BENIGNO: ¡Vamos Santolaya!

SANTOLAYA: Vamos. Adiós niña

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TULITA: Adiós señor Santolaya


BENIGNO: En cuanto logre completar mis datos, yo se lo cuento todo al
pobre Espinoza, para que soluciones el problema de sus cuernos rápido. ¿Qué
te parece este medicucho infame, con tres niños Santolaya, pero que
escandalo! (Van saliendo mientras conversan)

TULITA: Va al teléfono llamando a la radio… Hola con Don Epi, si quiero


programar un tema… El de la Paloma “Un, dos” (murmullos de respuesta al
otro lado del teléfono)
EPIGMENIO: (Voz de Teléfono) Cual?

TULITA: Ese de la Paloma San Basilio.

Epigmenio: (Voz de Teléfono) Es “Juntos”… Idiota!

TULITA: Y dedicada para “DR” sí. “D” de DOCTOR y “R” de


RODRIGUEZ, de ENAMORADA… oye Epi el otro día te llame para pedirte
un tema y… (Se escucha que cortan el teléfono)

(Suena la música) Que bailan coreográficamente el Doctor y Tulita.

RODRIGUEZ: (Entrando) ¡Buenos días, Tulita!

TULITA: ¡Raúl!

RODRIGUEZ: ¡Tulita!

TULITA: ¡Raúl!

RODRIGUEZ: ¡Tulita!

TULITA: ¡Raúl!... ¡¿Por qué te demoraste tanto?!

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RODRIGUEZ: Perdona, mi amor. Pero es que llegó un paciente de urgencia,


que según el diagnóstico preliminar presentaba un cuadro de gastroenteritis
Aguda con fuertes contracciones simultaneas en el bajo vientre y en el alto
también.

TULITA: ¿Y qué significa eso?


RODRIGUEZ: Eso significa que tenía una diarrea incontrolable, mi amor

TULITA: Bueno y usted ¿Qué le hizo a ese pobre paciente?

RODRIGUEZ: Lo dejé en observación durante las próximas 24 horas a la


espera de los resultados de los exámenes que le practiqué. Dependiendo de eso
mañana podría ser dado de alta, por el momento sólo puede comer arroz
cocido y le suministré unos comprimidos

TULITA: Ah y ¿qué es eso mi amor? Que suena tan terrible

RODRIGUEZ: Pastillitas de carbón Tulita. Bueno mi amor, pero ya estoy


aquí... Y ¿tú papá?

TULITA: En este momento acaba de salir, (Coqueta, acercándose a Raúl) así


que estamos solitos...

RODRIGUEZ: ¡Qué lástima!

TULITA: (Desilusionada, triste) ¿Cómo que qué lástima Raúl? (Llora y se


dirige a una de las pócimas de Benigno amenazando con tomarla)

RODRIGUEZ: (Deteniendo y controlando a Tulita) Sabes, mi amor, yo estoy


decidido a hablar con tu padre de lo nuestro, considero que ya es hora de
intervenir quirúrgicamente esta ceguera auto infringida que no permite que
nuestros corazones puedan mantener su ritmo cardíaco de la manera correcta.

TULITA: Ah... ¿qué cosa mi amor?

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RODRIGUEZ: Que me parece tonto seguir ocultándonos por más tiempo. ¿Tú
no le has dicho nada?

TULITA: Eh... ¿sí?... ¡No!, es que no me atrevo, como me papá habla tan mal
de ti...

RODRIGUEZ: Pero eso no es un obstáculo, tu padre habla mal de todo el


mundo

TULITA: (Enojada) ¡Raúl! (Repitiendo el juego de amenazas con la pócima


de Benigno)

RODRIGUEZ: (Acercándose y acariciándola) No te enojes, que es la verdad

TULITA: ¡Tonto!

RODRIGUEZ: Mira Tulita, deseo hablar hoy mismo con tu padre, porque en
el tren de esta tarde llega de Santiago mi hermana Carmen Rosa...

TULITA: (Interrumpiéndolo) ¡Ah Tu hermana Carmen Rosa, de Santiago!

RODRIGUEZ: Te va a encantar, Carmen Rosa es una viudita joven y alegre.


En todo encuentra motivo de diversión, se van a llevar tan bien como el bisturí
y la tijera, como la benzatina y la penicilina, como...

TULITA: (Interrumpiéndolo) Está bien Raúl, si ya te entendí...

RODRIGUEZ: Bueno, mi amor, como te decía, quiero presentarte a ella


oficialmente como la futura enfermera que me cuidará y me suministrará
todos los días aquella medicina llamada amor...

TULITA: Ah... ¡qué romántico!... ¿cómo qué?

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RODRIGUEZ: Como mi novia tulita... (Suena música) Bailando


Coreográficamente.

TULITA: (Sonríe ilusionada)

RODRIGUEZ: Ahora lo más importante es que tu padre no se ponga tonto y


podamos casarnos lo antes posible

TULITA: Yo espero que así sea, porque a mí tampoco me gusta eso de tener
que ocultándonos de todo el mundo. Ya ves, anoche, cuando nos encontramos
en la esquina de tu casa y estuvimos un momento conversando, nos vio el hijo
de la Juanita Contreras y si se lo ha contado a su madre...Uy... Dios sabe las
cosas que inventará ella, con la lengüita que tiene.

RODRIGUEZ: Pues eso terminará hoy mismo.

TULITA: (Tierna) ¡Raúl!

RODRIGUEZ: ¡Amorcito! (Se besan)

TULITA: ¡Cuidado, viene alguien!

ERNESTINA: (Entrando) Buenos días, señorita... ¿Cómo está doctor?

RODRIGUEZ: Bien, muchas gracias, señora Ernestina

ERNESTINA: ¿Y su Papá?

TULITA: No, no está, salió.

ERNESTINA: (Riendo) Se nota que su Papá no está.

TULITA: (Incomoda) ¿Lo necesitaba para algo?

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ERNESTINA: Sí, Verá mi esposo me envió, por un asunto del banco. Tenía
interés en verlo para que me indicara cómo va a renovar una letra descontada
que venció ayer.

TULITA: En cuanto llegue le diré que vaya al banco, para que converse con
usted (incomoda jugando con un cubo rubik)

ERNESTINA: Muy agradecida y un gusto de verla. (Pausa incomoda de los


tres, juego de respiración) (Alegre rompiendo el hielo) Bueno ya debo irme…
Uhhh pero que calor hace.

TULITA: Debe ser por el cometa que dicen que pasara.

DOCTOR: Si eso debe ser.

ERNESTINA: (Sonriendo) No, estoy segura que aquí hace más calor que allá
afuera. (Silencio incomodo nuevamente) Emmm, Mejor me voy hasta luego,
doctor
TULITA: Ah Señora Ernestina yo votaré por UD. (Haciendo el guiño de la
Campaña)

ERNESTINA: Así me gusta que la juventud también participe en estas


elecciones, Veo que mi campaña está dando frutos.

RODRIGUEZ: La acompaño, señora Ernestina. Hasta más rato, Tulita. Voy a


la casa por si tengo alguna noticia de mi hermana.

TULITA: Hasta luego doctor... Doctor, se le queda algo... su maletín


(Forcejeando para retenerlo)

BENIGNO: (Entrando por el lado contrario y mirando a los que salen) ¡Qué
vergüenza! ¡Juntos el verdugo y su verduga! ¡El traidor y la traicionera! Pero
yo no puedo consentir que la felonía quede impune. Se lo contaré todo al

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pobre Espinoza. (A tula) ¿Nadie ha venido a buscarme hijita?

TULITA: No... Ah... ¡sí! La Señora Ernestina que enviada por su marido
acaba de estar por aquí y dijo que usted pasara por su oficina de su esposo
para arreglar... no sé qué asunto, no le entendí muy bien

BENIGNO: Ah sí, eh... Es que sospecha algo y quiere consultarme, claro.

TULITA: ¿De qué papito?

BENIGNO: Nada, cándida palomita. Tú debes permanecer ignorante de estas


ruindades y bajezas. Lejos de la putrefacta hediondez humana. Ándate para
dentro

TULITA: No, me quedo aquí, ayudándole...

BENIGNO: ¡Ándate para dentro he dicho! Yo atenderé la farmacia

TULITA: Pero. (Enojando a Benigno)

BENIGNO: Adentro. (Sacando un franco de Remedios y cantando) Ritalin,


lin, lin, Ritalon, lon, lon, la colita del Ratón, ton, ton. (Entrando Santolaya)
SANTOLAYA: Que tal Benigno, vengo por más sencillo Benigno!
(Entregándole más Billetes de 500 Pesos)

BENIGNO: (Guardando la plata) Que bueno que llegaste Santolaya, échale un


ojo a la botica, mientras realizo algo muy importante, después de doy todos
los vueltos que te debo MUTIS)

SANTOLAYA: No te preocupes, te cuido la Botica como si fuera mía


(Música de fondo y sacando el libro de cuentas de Benigno que tenía debajo
del mesón) Lo encontré, así aquí está, Santaloya (Escribiendo) Cancelado,
cancelado, hiper cancelado… Yo Benigno Santos adeudo a mi amigo
Santolaya la suma de 3.000 Pesos y OLÉ…

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ERNESTINA: (Entrando y asustando a Santolaya) ¡Santolaya!

SANTOLAYA: (Cerrando el libro con torpeza) Que hace Ud. por acá.

ERNESTINA: (Sonriendo) Que hace Ud. por ahí (Indicando el libro, luego
pausa incomoda) Oiga Santolaya, no se encuentra Don Benigno, mire que
ando con una fuerte migraña.

SANTOLAYA: (Sarcástico) No está en estos momentos, pero de seguro debe


ser por los paseos Nocturnos usted sabe que el rocío de la noche debe afectar.

ERNESTINA: Precisamente Santolaya los paseos nocturnos son una de mis


actividades favoritas.

SANTOLOYA: Y si tanto le afectan por que no se pasea por la consulta del


Doctor Rodríguez, seguramente el podrá ayudar más.

ERNESTINA: Precisamente, acabo de encontrarme con él, pero que caballero


es ese doctor que hombre más dije ese chiquillo (Secreteándose con
Santolaya) Oiga ¿Que opina usted de el?

SANTOLAYA: Emmm, ummm, ammm (Sin decir nada, sólo gestos)

ESNESTINA: (Con leve sonrisa y sin entender) Ah sí claro…


(Confidenciando a Santolaya) Lo que pasa es que al pasar denante por aquí
encontré al Doctor y la Tulita muy Juntitos.

SANTOLAYA: ¿No será que usted está un poco CELOSA?

ERNESTINA: (Riendo) Las cosas que dice por dios Santolaya, Celosa yo si
soy una mujer casada (Juego de risas en ambos) Bueno me voy Santolaya.

SANTOLAYA: Hasta luego Señora Ernestina.

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ERNESTINA: Y no le cuida tanto la Botica a su amigo (Indicando el libro que


aún está en el mesón, MUTIS RIENDO)

SANTOLAYA: (Tomando el libro es sorprendido por Benigno) Amigo


Benigno te cuidaba tu Botica!

BENIGNO: Así lo veo amigo Santolaya (Sacando a Santolaya de la Botica)


Bueno amigo más tarde te llevo todos los sencillos que te debo, hasta luego
hombre.

SANTOLAYA: Pero mis vueltos… MUTIS.

BENIGNO: Al fin sólo (Viendo un diario que siempre estuvo en el mesón, lee)
“Se rompe de capa de Osorno, ambientalistas preocupados”… Valla otra cosa
que destruyen, comunistas deben ser, siempre destruyéndolo todo.

CARMEN ROSA: (En la puerta, consultando) Que monada de Botica. Aquí


me pueden decir la dirección de mi hermano. (Entrando) ¡Buenos días!

BENIGNO: Muy buenos, señora. ¿En qué puedo servirla? Estoy a su entera
disposición. Tengo un gran surtido de belleza, cosas para sus manos, su pelo,
sus piernas... En que la puedo ayudar.

CARMEN ROSA: No, gracias. No vengo a comprar nada. Acabo de llegar al


pueblo y quisiera que me indicara dónde queda la casa del médico

BENIGNO: ¡Ah! ¿Usted viene en busca del doctorcito Rodríguez?

CARMEN ROSA: Sí, señor


BENIGNO: ¿Y usted viene de Santiago?

CARMEN ROSA: Sí

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BENIGNO: ¿Será usted pariente muy cercana del doctor?

CARMEN ROSA: En efecto, muy cercana...

BENIGNO: (Aparte) ¡Ya está! ¡Esta es la esposa! (A ella) Pues ha llegado


muy a tiempo, señora

CARMEN ROSA: ¿Ah, sí?

BENIGNO: Sí, usted debe llevarse al doctor Rodríguez de aquí lo más rápido
posible

CARMEN ROSA: ¿Llevármelo? ¿Por qué?

BENIGNO: Porque trae revuelto a todo el elemento femenino de la localidad.


Es el azote de los hogares

CARMEN ROSA: (Riendo) Ya me lo figuraba yo. ¡Este Raúl es tremendo!

BENIGNO: ¿Y lo toma para la risa?

CARMEN ROSA: En todas partes le pasa igual. Allá en Santiago tenía locas a
todas mis amigas

BENIGNO: ¿Ah, sí? ¿Y usted qué?

CARMEN ROSA: ¿Yo? ¿Qué voy hacerle? ¡Por mí que se divierta todo lo que
quiera!

BENIGNO: (Aparte) ¡Esta señora es otra sinvergüenza como su marido! (A


ella) ¿Y usted tiene familia?

CARMEN ROSA: ¿Yo? Sí, señor. Tengo tres hermosos niños.

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BENIGNO: Pues por la moralidad de esos niños inocentes debería poner atajo
a la conducta desenfrenada del doctor

CARMEN ROSA: ¿Y qué tiene que ver Raúl con mis hijos?

BENIGNO: ¡Ah!, ¿No tiene nada que ver?

CARMEN ROSA: No, señor, nada

BENIGNO: (Aparte) ¡Ya decía yo que ésta era otra fresca! (A ella) Así que a
usted no le importan nada las aventuras del Doctor Rodríguez.

CARMEN ROSA: Claro que me gustaría que sentara cabeza, pero por otro
lado no dejan de halagarme sus éxitos con las mujeres (Ríe)

BENIGNO: ¡Qué degeneración! Sepa usted que las inmoralidades del doctor
Rodríguez han colmado todas las medidas. Le voy a decir algo que no se lo
contaría pero se lo cuento igual. Anoche mismo estuvo el Doctorcillo como
dos horas sentado en la acera de la esquina de su casa con la mujer pero no
resulta ser cualquier mujer, sino Ernestina la esposa del gerente banco y futura
alcaldesa, sentada en sus rodillas y besuqueándose de la manera más
escandalosa y contorneosa, ante los ojos espantados de los transeúntes que
paseaban por la calle. ¿Qué me dice de eso?

CARMEN ROSA: Pero qué atrevimiento, hombre... decirle a esa señora... ja,
ja, ja

BENIGNO: Usted por lo visto lo echa todo a la risa

CARMEN ROSA: Cómo quiere que no me ría, cuando cree que yo...ja, ja, ja...
Hasta luego, hombre...Hasta luego... ja, ja, ja (Sale) (Carmen Rosa se queda
buscando algo en su cartera, entra Ernestina)

BENIGNO: (Sin entender) Bueno uno lo hacía por su bien pero si le cuesta

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entender que se le va a ser…

ERNESTINA: (Mirando la ropa de Carmen Rosa) Hello! Se nota que no eres


de acá.
CARMEN ROSA: Hi!!! (Empática) Soy de Santiago.

ERNESTINA: (Riendo con ella) Se nota… Hola Don Benigno como le va?

BENIGNO: Buenos días, doña Liber... perdón, Ernestina. ¿Cómo está Ud.? y
¿Qué la trae por aquí, aparte de sus largas y Hermosas piernas?

ERNESTINA: Me mandó mi marido a conversar con usted del “asunto”


pendiente que tienen ustedes dos.

BENIGNO: Eh... mmm... está segura que la mandó a usted a hablar conmigo
sobre el “asunto”.

ERNESTINA: Sí, entre mi marido y yo hay mucha confianza y no hay nada


que uno no sepa del otro.

BENIGNO: Así lo estoy viendo señora (Al público) Otro par de frescos más
claro. (A ella) Bueno, si es así... Sucede que su marido quería consultarme
porque algo sospecha de sus paseos que han generado el romance con el
doctor Rodríguez y que los vieron juntos anoche... Pero cálmese que ahora
viene lo peor, porque en la otra esquina tenemos a la señora del doctor que a
pesar de tener ocho chiquillos con distintos hombres, es una mujer muy fiel a
su marido y soy testigo del amor incondicional que profesa por él.

ERNESTINA: Pero qué se ha imaginado, Viejo loco.

BENIGNO: Loco las naranjas señora!

ERNESTINA: (Enojándose progresivamente) ¿Que el doctor y yo? De dónde


saca tanta mentida este viejo Senil... (Contándole a Carmen Rosa) Déjeme

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decirle que este señor hace unos años quemo su Botica para cobrar los
seguros, es un pirómano, ahí estuve yo y mi esposo ayudándolo, tiene una
chiquilla como de treinta años que la automedica constantemente, además esta
botica está llena de guarenes. Pero esto no va a quedar así, no voy a dejar que
me invente chismes. Se lo contaré todo a mi marido, así se le van a quitar las
ganas de andar hablando de una mujer como yo, porque mi buen dios que todo
lo teje se encargara de hacer justicia... Ya lo oyó Don Benigno, esto no se va a
quedar así. (Mientras Benigno queda perplejo)
CARMEN ROSA: Disculpe Señora, ¿conoce usted ésta calle?

ERNESTINA: (Gritando) Como no voy a conocerla si toda mi vida he vivido


en este pueblo miserable… Ya va a ver Don Benigno, ya va a ver… (A
Carmen Rosa) Y usted, sígame.

BENIGNO: (Sólo y recorriendo con pena su Botica, al llegar nuevamente


atrás del mesón saca a “WASHINGTON” una rata amiga de Benigno, la
acaricia mientras seca las lágrimas de su amigo Washington que está afectado
igual por los dichos de Doña Ernestina, esta escena es acompañada de una
melodía suave y triste)

BENIGNO: (Ya recuperándose) ¡Ah, pero qué tranquilo se queda uno cuando
hace algo en pro de la depuración moral de este pueblo! Debo contárselo a
contárselo a Santolaya por su puesto. (Llama por teléfono, conversación
acompañada del murmullo de una voz del otro lado) ¿Halo, Santolaya? ,
Disculpe señorita, es que tiene la voz tan ronca como su padre. Cuénteme
¿Cómo sigue su mamita?... Ella tiene la culpa, pues, si es tan sufrida para vino
tinto, negro y blanco... ¿Y su hermanito? ¿Siempre preso? Qué injusticia que
lo hayan pillado robando justo en ese mismo instante... Bueno me puede
comunicar con Santolaya, por favor... gracias, hasta luego (Grito fuerte en el
teléfono, llamando a Santolaya) Sigue tan dulce como siempre usted…
¿Santolaya? Sí, con Benigno. Tengo noticias: Llegó la mujer de Rodríguez...
¡Lo que oyes! Es otra fresca igual que él. Tiene ocho hijos, todos de distinto
padre... Fíjate que aquí se encontró con la mujer de Espinoza, la que resultó

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ser la del lío de anoche... por supuesto ¡confirmado!, todo el pueblo lo sabe.
¡Salieron agarrándose del moño! Pero tremendo... La de Espinoza salió con
un ojo en tinta y la del doctor con el sostén debajo del brazo... ¿Yo? No, cómo
se te ocurre, a mí no me gusta meterme en enredos. ¡Allá ellas que se las
arreglen como puedan! ¿Ah?... Sí, es mejor que vengas, aquí te daré más
detalles. Hasta luego. (Cuelga)

BÁRBARA: (Entrando) Don Benigno, cámbieme las inyecciones, parece que


no eran éstas, porque le pusimos la primera y me pobre Dalmiro se puso
morado y empezó a hincharse

BENIGNO: ¿No será que está engordando Dalmiro?


BÁRBARA: No, pues don Benigno, no confunda la gordura con la hinchazón

BENIGNO: Entonces, llévele éstas, que son muy buenas para adelgazar y la
retención de líquidos, yo creo que por ahí va el tema de Dalmiro (Le pasa un
paquete)

BÁRBARA: Bueno, gracias. Hasta lueguito, que ando muy apurada

BENIGNO: Venga, no se arranque, que le tengo noticias gordas y sabrosas

BÁRBARA: ¡A ver, a ver! Cuénteme, pero ligerito, que mi pobre Dalmiro está
en las últimas

BENIGNO: Fíjese que Santolaya acaba de llamarme por teléfono y me ha


contado que acaba de llegar la mujer del doctor Rodríguez

BÁRBARA: ¿Qué, es casado?

BENIGNO: Pero... ¿usted no lo sabía? ¡Casado y con diez chiquillos!

BÁRBARA: ¡Virgen santísima!

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BENIGNO: Pues está aquí. Y dice Santolaya que apenas llegó y se enteró de
los escándalos de su marido con la mujer de Espinoza, se largó a buscarlo y le
pegó tal paliza que lo dejó medio muerto tirado pa` difunto

BÁRBARA: Pero... quién iba a imaginarse que la mujer de Espinoza y futura


alcaldesa resultaría una bataclana, una inmoral que el altísimo se apiade de
este pueblo pecaminoso y nos lave con su sangre…

BENIGNO: ¿Usted no me lo contó?

BÁRBARA: ¿Yo? ¡Dios me libre!

BENIGNO: ¿No fue usted..? Entonces... fue Santolaya

BÁRBARA: ¡Segura! Yo no he dicho nada... ¡Me voy corriendo, porque mi


pobre Dalmiro parece que se me va! Pero antes, voy a pasar un ratito a la casa
de las Carrión, que son tan amigas de la mujer de Espinoza, para
refregárselas...

BENIGNO: ¡Refriégueselas nomás! (Sale Bárbara. Benigno mira el paquete


sobre el mesón) Ah, ésta por llevar el cuento calientito, dejó olvidadas las
inyecciones. ¡Ya volverá a buscarlas! (Mutis de Barbarita, entrada del doctor
Rodríguez)

RODRIGUEZ: (Entrando) Buenos días, don Benigno. Me alegra encontrarlo


solo

BENIGNO: ¡Oh! ¡El repulsivo destrozador de hogares!

RODRIGUEZ: Don Benigno... seguramente le sorprenderá la petición que le


voy a hacer

BENIGNO: ¡De usted no me sorprende nada!

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RODRIGUEZ: No quiero disimular más Don Benigno, vengo decidido a


hablar seriamente con usted.

BENIGNO: Que dice...

RODRIGUEZ: Don Benigno, tengo el honor de pedir a usted... el extremo


inferior del brazo de Tulita

BENIGNO: ¿Qué cosa?

RODRIGUEZ: La mano de su hija, don Benigno

BENIGNO: ¡Ah! ¡El bígamo! Cuando todo el pueblo arde de indignación


contra usted por haber seducido a la pobre e inocente Ernestina y por haber
abandonado a su mujer con sus once hijos, tiene el cinismo de venir a burlarse
de un inofensivo boticario y de su candorosa hijita!

RODRIGUEZ: Pero Señor se ha vuelto loco ¿Qué está diciendo don Benigno?

BENIGNO: Lo saben hasta las piedras de la calle. Sepa usted que su esposa ha
llegado al pueblo y que los catorce hijos llegarán en el tren de la tarde.

RODRIGUEZ: ¡Pero si yo no sé de qué esposa ni de qué hijos me habla, ni


qué lío es ese con la mujer del gerente del banco!. Por favor convídeme un
comprimido de ácido acetilsalicílico

BENGNO: ¿Qué cosa?

RODRIGUEZ: Una aspirina, pues Don Benigno Farmacología básica!

BENIGNO: ¡No se me haga el de las monjas, mire que no lo veo na` con
sotana!

RODRIGUEZ: Señor y disculpe por lo que diré pero ¿You are creazy? yo no

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soy casado ni tengo hijos y sólo vengo a pedir la mano de su hija porque nos
amos... Ni más ni menos, don Benigno.

BENIGNO: ¡A ver! Vamos a tranquilizarnos un momento. Entonces ¿Quién


era esa señora que Ernestina me presentó como esposa suya?

RODRIGUEZ: No tengo idea. ¡Ah! Como no sea mi hermana Carmen Rosa


que haya llegado y haya venido con una confusión.

BENIGNO: ¡Ah! ¿Entonces era su hermana? ¡Pero qué gente tan chismosa la
de este pueblo!. Entonces, lo de los amores con la mujer de Espinoza
¿tampoco era cierto? Entre Santolaya y doña Bárbara me pusieron la cabeza
como un bombo. Y entonces ¿quién era mujer con la cual estaba usted en la
esquina de su casa?

RODRIGUEZ: Eh... emmm... Con todo respeto señor Benigno, pero su hija al
volver del correo me la encontré y la acompañé por media cuadra

BENIGNO: ¿La acompañó media cuadra? Y hay que ver el lío que han
armado los peladores del pueblo por este inocente paseo.

CARMEN ROSA: (Entrando) Raúl, por fin te encuentro.

RODRIGUEZ: ¡Carmen Rosa! ¡Hermana! Yo no te esperaba hasta la tarde


CARMEN ROSA: Pues aquí me tienes. Estoy a tus órdenes. ¿Qué hay de esa
petición de mano?

RODRIGUEZ: Estaba haciéndolo en este momento. Te presentaré: don


Benigno Santos el padre de mí amada Tulita

CARMEN ROSA: A este caballero tan divertido ya lo conozco. Hace un rato


me hizo una escena de lo más graciosa...

BENIGNO: Por culpa de las malas lenguas que todo lo enredan

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CARMEN ROSA: (A Tula) Bueno, entonces para mí es un gusto saludar a tu


futuro suegro hermanito (Se saludan) Bueno creo que es mejor dejarlos solos
un rato creo que tienen mucho que conversar, yo me iré a mirar por ahí quien
sabe y me encuentre un marido en este pueblo (Riendo MUTIS)

RODRIGUEZ: Bueno Don Benigno... Usted tiene la palabra.

BENIGNO: (acercándose con dificultad al Doctor) Bueno hijo mío. Yo


siempre sostuve que tú eras un perfecto caballero. Si te juzgué mal, no fue mía
la culpa ¡A mí me lo contaron! Haz feliz a mi ángel de purificación y que
Dios los libre de las lenguas viperinas que siembran la discordia en los
hogares

ERNESTINA: (Gritos de Ernestina, entra con guantes de boxeo) Ahora si


Don Benigno repítame las monstruosidades que me dijo hace un rato, Exijo
una explicación inmediatamente. (Comienza una persecución con música de
juego, al detenerse)… Para que se arranca cobarde.

BENIGNO: Y para que me sigue valiente, pero no se enoje mi querida


Ernestina... Yo, yo lo que hice fue advertirle lo que la gente andaba diciendo
de Ud., pero yo no me he metido en nada, yo me lavo las manos como
Nerón...

RODRIGUEZ: Como Pilatos querrá decir, pues hombre!

BENIGNO: Bueno y que ¿Acaso Nerón nunca se lavó las manos?. ¡No les
digo que yo no sé nada! ¡A mí me lo contaron!
TODOS: ¿Quién?

BENIGNO: SANTOLAYA!!!

SANTOLAYA: (Entrando) ¿Qué tal, Benigno? ¿En qué terminó la cosa?

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ERNESTINA: Llega muy a tiempo el calumniador!

SANTOLAYA: ¿Cómo?

RODRIGUEZ: Corra por su vida Santolaya!! (Nueva Persecución con música


de Juego)

BENIGNO: Paren un momento que Santolaya es inocente en este asunto, él lo


supo igual que yo por unos comentarios que nos hizo… DOÑA
BARBARITA!

ERNESTINA: Vieja chismosa, ya me las entenderé con ella

BÁRBARA: (Entrando) Se me olvidaron las inyecciones, don Benigno


TODOS: ¡Aquí está!

ERNESTINA: Ahora si no se me escapa esta bruja chismosa. (Foto del


momento)

BENIGNO: (A Doña Barbarita) Corra por su vida (Rompen nuevamente con


música de “Juego” Persecución, hasta volver a detenerse) Alto!! (Todos
inmóviles como en fotografía)

BENIGNO: (Va hacia Doña Barbarita, la toca y esta se puede mover) Doña
Barbarita ¿Cómo sigue su marido?

BÁRBARA: ¡Muy mal!... Ya está hinchado como un zeppelín. ¡No pasa de


esta tarde!

BENIGNO: ¡Ya está! Que de algo nos sirva… Escuchen todos (Vuelven a
moverse) ¡Doña Barbarita es completamente inocente! El autor de todo este
enredo fue Dalmiro, el esposo de esta señora que se está muriendo pero sigue
cagüineando...

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BÁRBARA: ¿Pero qué está diciendo Don Benigno?

BENIGNO: No se le dé nada, de todos modos su Dalmiro (Se acerca al centro


del escenario) Además “A MI ME LO CONTARON”

TODOS: QUIEN!!!

BENIGNO: (Mirando a alguien del público) Ese! (Mientras todos van a pedir
explicaciones) Sorpresa.
(Tulita llega con un velo de novia y un ramo, todos suben al escenario
nuevamente felices a celebrar y bailar “Música de “El Boticario” al tomarse la
pócima de Benigno, comienzan a sentirse mal hasta quedar en posiciones para
coreografía final, TODOS BAILAN)

FIN

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